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John Osteen Reciba Al Espiritu Santo

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Reciba al Espíritu Santo

John Osteen

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Copyright ® 1986 John Osteen

Todos los derechos reservados

ISBN 0-912631-63-5

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Reciba al Espíritu Santo

Estamos en el gran día del derramamiento del Espíritu Santo. Usted no sólo necesita recibir el Bautismo en el Espíritu Santo, sino también saber cómo ayudar a otros a recibirlo. Está usted viviendo en medio de una generación que ha despertado. Desde los días en que comenzó la Iglesia, ninguna genera­ción se ha encontrado con tanta gente hambrienta, desesperada y sedienta que anhela la ayuda de Dios. Si en algún momento hemos necesitado saber cómo ayudar a la gente, ese momento es hoy. Hubo un tiem­po en que los bautistas no querían escuchar, pero estamos ya en un día nuevo. Hubo un tiempo en que los metodistas no querían escuchar, pero estamos ya en un día nuevo. Hubo también un tiempo en que el amado pueblo católico no quería escuchar, pero los tiempos son distintos. Hoy hay gente de todas las denominaciones que está dispuesta a escuchar. Son unos tiempos en que tanto hombres como mujeres han despertado. El antagonismo no existe en medio del pueblo cristiano hoy. Los cristianos no quieren discutir, sino saber cómo obtener todo lo que Dios tiene para ellos.

Es trágico que muchas personas no sepan cómo ayudar a la gente a recibir el Bautismo en el Espíritu Santo. La gente hambrienta queda frustrada e in­satisfecha, sin el poder de Dios. Si usted es un alma

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hambrienta que anhela algo de Dios, quiero que sepa cómo recibir el Bautismo en el Espíritu Santo.

Conozco un relato acerca de un hombre que me recuerda a cierta gente de hoy. El hombre vivía en otro país. Ahorró dinero para venir a Estados Unidos en barco. Sólo tenía dinero suficiente para comprar su pasaje. No sabía mucho acerca de los viajes y le preocupaban las comidas. Antes del viaje, tomó una gran bolsa de papel y la llenó de queso y galletas. Pen­só comer aquello mientras cruzaba el océano, y de esa forma llegaría a América sin morirse de hambre. Toda la vida había soñado con venir a Estados Unidos, la tierra prometida. Tomó el barco y cada día, cuando todos iban a tomar un delicioso desayuno, él se sen­taba con su queso y sus galletas. Iban a comer una abundante cena y él iba a su rincón y se sentaba con su bolsa de papel, sacaba su queso y sus galletas y comía. Así pasó un día tras otro, mientras el barco atravesaba el océano. Finalmente, llegó el último día y un hombre se dio cuenta de que estaba sentado le­jos de los demás, comiendo queso y galletas. Le pre­guntó: "¿Por qué está comiendo queso con galletas?" El contestó: "¡Oh, me avergüenzo! Es que sólo tuve dinero suficiente para comprar el pasaje. Como no conseguí dinero para las comidas, tengo que comer queso y galletas. Ya casi no me queda nada de comi­da, así que me alegro de que estemos llegando."

Aquel hombre le dijo: "¿No sabía usted que cuan­do compró el pasaje, todas las comidas estaban in­cluidas en el precio? Usted ha estado comiendo queso

con galletas todo el tiempo, mientras ha habido un banquete esperándolo."

Yo estaba en el bendito barco de Sión y el Capitán era Jesucristo. Iba rumbo al cielo, pero no conocía todo lo que estaba incluido en mi pasaje. Me habían enseñado que en el pasaje no se incluían el Bautismo en el Espíritu Santo, las lenguas, la profecía, la ora­ción por los enfermos y el echar fuera demonios. Me habían dicho que no teníamos que cumplir con la Gran Comisión de Jesús. Me habían enseñado que había pasado el tiempo de los milagros. Mientras que otros llevaban disfrutando de estas cosas por años, yo me sentaba en mi rinconcito bautista, con mi pequeña bolsa bautista, a comer mi pequeño queso bautista, y galletitas bautistas. Mientras otros alababan a Dios, yo pensaba que todo aquello era cosa del pasado. En­tonces, un día se me acercó alguien para decirme que Jesús murió para que yo tuviera el privilegio de ser bautizado en el Espíritu Santo. Me dijeron que no sólo podía Él salvar, sino que podía llenar de poder con el Bautismo en el Espíritu Santo.

Hoy mismo hay reservado para usted un lugar de libertad, poder y gozo.

Su pasaje incluye todas las bendiciones de Dios. Cuando aprendí esto, dejé mi pequeña bolsa

bautista. Me aventuré a mirar por la ventana, para observar lo que comían los demás. Miré, y pude ver una hermosa mesa repleta con toda clase de comidas. La gente que estaba allí se veía muy feliz. Batía palmas y alababa a Dios. Mientras miraba todo esto.

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noté que había un asiento vacío. Tenía escrito mi nombre. Mi asiento había estado allí todo el tiempo. Mi plato había estado allí, mis cubiertos habían estado allí, y también mi comida había estado allí. Mi asiento en esta gran mesa del banquete de Dios había estado a mi disposición en todo momento.

Cuando comprendí todo esto, tomé mi bolsa de queso y galletas, me fui a la borda de mi barco y tiré mi saco denominacional al mar. Dije: "¡Me voy a unir con los santos en la gran mesa que Dios ha preparado para mí!"

Es posible que usted esté sentado en su rinconcito denominacional. Tiene su pequeña bolsa denomi­n a c i o n a l . D i o s sabe que us ted e s s i n c e r o . No obstante, estoy aquí para decirle que su pasaje cubre mucho más que queso y galletas.

Ésta es la hora más tenebrosa de la historia humana. Es una hora en que la Iglesia debería estar en sus mejores condiciones. La impiedad está barriendo con el mundo. La Iglesia debería estar fuerte, firme y llena de poder sobrenatural. Los cr is t ianos deberían estar l lenos del Espíri tu de Dios en lugar de quedarse sentados en sus rincones denominacionales, comiendo queso con galletas.

Hay m u c h a s p e r s o n a s que han c o n v e t i d o la recepción del Bautismo en el Espíritu Santo en una doctrina religiosa. Tienen sus pequeñas fórmulas y sus pequeñas ideas, pero tienen poco conocimiento bíblico acerca del tema.

No todo el mundo lo va a recibir de la misma

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forma. Dios tuvo mucho cuidado en instruirnos para que no inventáramos ningún tipo de fórmula o regla rígida que hay que seguir, o de lo contrario nunca se podrá recibir el bautismo. Por supuesto, hay ciertas realidades que es necesario conocer. Estudiemos la presentación bíblica de la recepción del Espíritu Santo, tal como Dios nos la ha dado en la Palabra.

Hechos 2:1-4: "Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sen­tados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen."

Cuando usted reciba al Espíritu Santo, la eviden­cia será que hablará en lenguas.

Yo pasé sin el Bautismo en el Espíritu Santo diecinueve largos años, llenos de escasez, sed y ham­bre. No es posible reclamarlo "por fe" sin el hablar en lenguas. Hoy en día hay una generación que dice; "No quiero ser uno de esos fanáticos. Quiero reclamar que he recibido el Espíritu Santo, pero no quiero el estigma de hablar en otras lenguas."

Si usted ha recibido verdaderamente aquello de que habla la Biblia en el Bautismo en el Espíritu Santo, va a hablar en lenguas. Habrá quienes lo definirán de nuevo y le llamarán "renovación carismática". ¿Le da vergüenza que lo llamen fanático? En Hechos 2:4

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todos ellos comenzaron a hablar en otras lenguas. Esa es exactamente la forma en que reaccionará toda per­sona que reciba el Bautismo en el Espíritu Santo. ¡El Espíritu Santo anunciará su propia presencia! Le dará a usted una manifestación divina y usted la usará para alabar y magnificar a Dios.

En los primeros días de la Iglesia, en el primer de­rramamiento del Espíritu Santo, unos se sintieron confundidos; otros estaban asombrados y se sentían maravillados. Unos dudaban y otros se burlaban.

Hoy sigue siendo siempre de la misma forma. Las reacciones son las mismas. Cuando alguien comien­za a hablar en otras lenguas y magnificar a Dios, estremence a la gente.

En Hechos 2:38 y 39, cuando dijeron: "¿Qué haremos?", Pedro contestó: "Arrepentios, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare."

Algunas personas han entendido mal este texto. Han construido una doctrina que afirma que la única forma en que se puede recibir el Bautismo en el Espíritu Santo es arrepentirse y bautizarse en el nombre de Jesucristo; entonces la persona recibirá el don del Espíritu Santo. Eso es lo que dijo Pedro: "Arrepentios, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo." Sin embargo,

esto representa solamente una de las formas en que se puede recibir el poder de Dios.

La siguiente ocasión en que alguien recibió al Espíritu Santo se encuentra en el capítulo 8 del libro de los Hechos. Felipe estaba predicando un gran avivamiento en Samaría. Había milagros, señales y prodigios y la Biblia dice que todos creían. Fueron bautizados en agua, pero ninguno de ellos recibió al Espíritu Santo. Habían sido bautizados en el nom­bre del Señor Jesucristo. Eso no significaba que no creyeran que hay un Padre, un Hijo y un Espíritu Santo. Significa que fueron bautizados por la autoridad del Señor Jesús. Él es quien nos dijo que fuésemos bautizados. Mientras estaba en Samaría, Felipe mandó a buscar a Pedro y Juan para que fueran a imponer manos a los creyentes, a fin de que pudieran recibir al Espíritu Santo. No lo habían recibido cuando creyeron y fueron bautizados. Lo recibieron al imponerles las manos los apóstoles.

Hechos 8:14, 15 y 17: "Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaría habla recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan...los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo... Les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo."

Cuando Simón el mago vio que recibían al Espíritu Santo por medio de la imposición de manos de los apóstoles, quizo ese mismo poder. Pedro le respondió, versículos 20 al 23: "Tu dinero perezca contigo, por­que has pensado que el don de Dios se obtiene con

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dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arre­piéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizas te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiél de amargura y en prisión de maldad veo que estás."

La imposición de manos no es la única forma de recibirlo. Veamos la siguiente ocasión en el libro de los Hechos. En Hechos, capítulo 9, tenemos el relato de cuando Pablo fue salvo en el camino de Damasco. Dios le habló a Ananìas y le indicó que fuera a buscar a Pablo. Le dijo, versículos 11, 12 y 15: "Levántate, y vé a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista...Vé, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel."

Dios quería que Pablo recibiera al Espíritu Santo por medio de la imposición de manos.

Hechos 9:17,18: "Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado."

Dios nos está mostrando por medio de las Escrituras que hay muchas y muy diversas maneras

de recibir al Espíritu Santo. Pablo lo recibió cuando un laico común y corriente le impuso manos. Era Pablo quien decía: " D o y gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros" (1 Corintios 14:18).

Podría haber quien llegara a la conclusión de que es necesario que alguien imponga sus manos sobre una persona para que reciba el Bautismo en el Espíritu Santo. Vayamos ahora a la ocasión siguiente. En el capitulo 10 de los Hechos, un ángel se aparece a Cor-nelio y a su casa. Hechos 10:4-6 dice: "El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenom­bre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas."

Mientras aquellos hombres viajaban para ir a buscar a Pedro, Dios le dio a éste una visión respecto de su llamado a los gentiles. Pedro regresó con ellos a la casa de Cornelio y comenzó a predicarles.

La Biblia dice en Hechos 10:44-46: "Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circunsición que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios ."

En este incidente que se relata aqui, el Espíritu

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Santo se derramó sobre toda esta casa mientras escuchaba la Palabra. No fueron bautizados primero ni se les impusieron manos. Mientras oían la Palabra, el Espíritu Santo cayó sobre ellos. En esta ocasión en particular, un ángel fue a Cornelio y Pedro tuvo una visión. Sin embargo, esto no significa que usted vaya a recibir al Espíritu Santo de la misma forma. Dios es un Dios de variedad.

Pasemos a la ocasión siguiente a ésta. En Hechos 19:2-6, leemos: "Les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu San­to cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habién­doles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profeti­zaban."

Esta gente nunca había oído hablar del Espíritu Santo. Tan pronto como Pablo les habló de El, lo recibieron. Fueron notablemente dóciles. Escucharon, creyeron y recibieron. Dios va a hacer lo que Él quiera hacer. Lo bautizará lo mismo si está tirado en el suelo boca arriba, como si está de cabeza; si levanta las manos o si no las levanta; si está sentado o si está de pie, o si corre en círculos. Él lo bautizará de cual­quier forma que quiera. Su gran anhelo es que usted

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sea bautizado en el Espíritu Santo. No trate de limitar a Jesús. Él es el Bautizador. Él lo bautizará si usted está verdaderamente sediento de esta experiencia. Juan 7:37 afirma: "Si alguno tiene sed, venga a mi y beba."

Esté seguro de su salvación

Quiero compartir con usted ahora algunas cosas que lo ayudarán a recibir el Bautismo en el Espíritu San­to. La primera cosa de la que necesita estar seguro en su vida y en la de otros a quienes quiera ayudar a recibir el Bautismo en el Espíritu Santo, es la salva­ción. Hoy en día hay mucha gente que está tratando de recibir al Espíritu Santo, y en realidad no sabe lo que es la salvación. Son personas religiosas, pero nun­ca han nacido de nuevo.

La Biblia dice acerca de Cornelio y su casa en Hechos 10:1,2: "Había en Cesárea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, (1) piadoso y (2) temeroso de Dios (3) con toda su casa, y (4) que hacía muchas limosnas al pueblo, y (5) oraba a Dios siempre." (6) Cornelio tuvo una visión.

Era una persona muy religiosa. Era un hombre piadoso y de oración, generoso con su dinero y que vivía en el temor de Dios. Amaba tanto a Dios, que Dios le dio una visión. No obstante, cuando el ángel le habló a Pedro, le dijo que fuera a la casa de Cor­nelio para decirles cómo ser salvos (Hechos 11:14-18).

Quiero que usted sepa que hoy en día hay muchas

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personas religiosas que no son salvas. Nunca han sido lavadas por la sangre de Cristo, no han nacido de nuevo. No han aceptado personalmente a Jesús, ni experimentado el nuevo nacimiento. Necesitan arre­pentirse y volverse de sus viejos caminos en la vida para aceptar verdaderamente a Jesús como Salvador suyo.

Romanos 10:9,10: "Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación."

Cuando usted acepta a Jesús no es un simple "volverse religioso". Él es el que da la vida. Él es el sacrificio por el pecado. Él fue quien resucitó para dar vida eterna.

Hace años trabajé en el negocio de los seguros. Pastoreaba de vez en cuando y trabajaba todo el día en este negocio. Eso estaba haciendo cuando recibí el Bautismo en el Espíritu Santo. Conocí hombres que maldecían ahora y al cabo de un minuto hablaban de Jesús. Un día entré a una oficina donde un hombre tenía un inmenso libro cristiano sobre el escritorio. Cuando me senté, él comenzó a maldecir y a jurar. Yo le dije: "¿Ha pensado usted alguna vez en hacerse cris­tiano?" Se puso furioso. Me dijo: " ¡ Y o soy cristiano! ¿Ve ese libro que tengo en mi escritorio? ¡Es el libro que se usa en la clase de vida espiritual de nuestra iglesia, y yo soy el maestro!"

¡Dios mío! ¡Dios mío! con esto basta para hacer

llorar a los ángeles. Con ésto basta para decir: "Gabriel, toca la nota más triste en tu trompeta y pon la bandera del cielo a media asta." En la hora más tenebrosa de la historia humana, tenemos multitudes de personas religiosas que no han nacido de nuevo.

Cuando una persona ha nacido de nuevo realmente y se ha arrepentido de sus pecados, se ha apartado de la costumbre de maldecir, de beber, mentir, robar, ser infiel, cometer adulterio, maldad, impureza y todas las obras del mundo, la carne y el diablo; se ha vuelto hacia Dios y le ha pedido que lo salve, que entre en su corazón por medio del Señor Jesucristo, entonces esa persona pasa de las tinieblas espirituales y la muerte a la vida eterna.

Si usted no está seguro de su salvación, y quiere tener la certeza de que está en la relación correcta con Dios, haga ahora mismo esta oración:

"Dios mío, sin Jesús estoy perdido, pero no quiero estar perdido. Quiero ser salvo. Señor Jesús, entra en mi corazón ahora mismo y sálvame. Me aparto de mi antigua forma de vida y hago de ti el Señor de mi vida. Te doy gracias por salvarme y por ayudarme a vivir cada día por ti. Amén."

Véalo en la Palabra

La salvación es lo primero y lo más importante. Después, usted necesita ver lo que dice la Palabra de Dios acerca del Bautismo en el Espíritu Santo. No basta con escuchar mi testimonio o el de alguna otra

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persona y sentirse maravillado por lo que Dios ha hecho por nosotros. La gente le puede fallar. Esa per­sona que usted ama tanto y que recibiò el Espíritu Santo le puede fallar. Si usted basa toda su búsqueda en los testimonios de los demás, y en sus experien­cias, entonces usted no tiene fundamento alguno. El diablo se asegurará de mostrarle cuanto hipócrita y fracasado ha afirmado jamás que tiene el Bautismo en el Espíritu Santo. Le mostrará la "basura" y usted va a tener que estar dispuesto a caminar sobre esa "basura" para llegar al "tesoro".

Cuando sentí hambre de Dios, mientras pastoreaba una iglesia y trabajaba en el negocio de los seguros, mi corazón se llenó de hambre y sed por tener más de Dios. Había conocido personas que supuestamente tenían el Bautismo en el Espíritu Santo, y me habían desilusionado muchas veces. Esto me impedía recibirlo, porque estaba mirando a la gente, en lugar de mirar a la Palabra de Dios.

Fundamente sus experiencias acerca de Dios en lo que la Palabra dice. Los hombres le pueden fallar, o lo pueden desilusionar, pero Dios nunca lo desilu­sionará. Romanos 5:5: "Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramando en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado."

Si Dios le ha prometido algo en la Palabra, entonces usted debería tener anhelo por lo que Él le ha dado en ella.

Yo tenía verdadera hambre de más de la Palabra.

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Comencé a leer la Biblia cada vez más y a escudriñar las Escrituras. Leí las palabras de Jesús: "Juan cier­tamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días" (Hechos 1:5).

Oí decir a Juan el Bautista: " Y o a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego" (Mateo 3:11).

Nuevamente, unas palabras de Jesús decían: "Si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espìritu Santo a los que se lo pidan?" (Lucas 11:13).

Leí las palabras de Jesús en Hechos 1:8: "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo..." Comencé a ver este Bautismo en el Espíritu Santo en la Biblia.

Cuando llegó el día de Pentecostés, los que estaban reunidos ya eran salvos. Eran salvos ya, pero recibieron el Bautismo en el Espíritu Santo después de la salvación.

En el capitulo 8 de los Hechos vi que fueron salvos y bautizados en agua, y entonces recibieron el Espíritu Santo. Vi en el capítulo 9 de los Hechos que Pablo fue salvo en el camino de Damasco, pero tres días después, cuando había ayunado y orado, recibió el Espíritu Santo.

En los capítulos 10 y 11 de los Hechos, la gente

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recibió al Espíritu Santo inmediatamente después de creer en Jesús al oír la Palabra de Dios.

Sumerja su mente en la Palabra de Dios. Camine por las páginas de las Escrituras. Escuche lo que dice el Señor Jesús. Deje a un lado sus lentes denomina-cionales. Desconecte sus oídos denominacionales. Suba la colina de Dios en esta hora de tanta urgencia y averigüe qué dice Dios en su Palabra. Si está dispuesto a creer lo que Dios dice acerca de esto, no habrá tormenta que lo sacuda. Necesita verlo en la Palabra de Dios.

Recuerdo una ocasión en que un ministro de una denominación era juzgado en su iglesia. Lo estaban juzgando por herejía, debido a que había recibido el Bautismo en el Espíritu Santo. Un diácono se levan­tó iracundo. Delante de él sacudió un pequeño libro negro y declaró que en ese libro se hallaba la suma total de las doctrinas de su denominación. Se lo agitó al ministro delante de su misma cara. Le gritó para decirle que cuanto él había estado predicando no se hallaba en ese libro. Finalmente, aquel ministro tomó su Biblia y la agitó delante de la cara del diácono mien­tras le decia: "¡Hermano, en este libro sí está!"

Es hora ya de que tomemos nuestra posición a favor de la verdad sin dejarmos atar por el denomina-cionalismo y el sectarismo que llaman poder del diablo a este poder de Dios. No se aferré al nombre de ninguna denominación; identifiqúese con toda la familia de Dios. Si usted se enoja cuando yo hablo de su denominación, esto podría ser señal de que está

demasiado apegado a ella. Le digo esto: "Si estoy acariciando el gato a contrapelo, lo que tiene que hacer es poner al gato al revés." Dios nunca comenzó denominación alguna. Dios nunca ha promovido el desarrollo de ninguna denominación. Dios nunca dará el poder del Espíritu Santo para que se levante una denominación. ¡Nunca lo hará! Él ama a todos los que están en todas las denominaciones, pero nunca dará su poder para que se levanten paredes que separen a sus hijos.

Hace muchos años, antes de recibir al Espíritu Santo, estaba en Tulsa, Oklahoma. Una noche estaba predicando en un auditorio de allí y el Señor me dio una revelación y una visión. Todo fue muy real. Vi al gran mundo de las denominaciones de pie, como estructuras gigantes. Entonces vi un gran terremoto que comenzó a estremecer todo. Aquellos edificios comenzaron a caer. Parecía como si todos los que estaban en ellos morirían. Recuerdo los grandes blo­ques que caían como gigantescas rocas. Había escom­bros por todas partes.

Vi que un pequeño predicador salía de entre esas rocas como si fuera un conejo. Se subiò a los bloques y comenzó a predicar. No había nadie a la vista. Co­menzó a predicar con todo el corazón, y mientras predicaba se convirtió en una llama de fuego. A medida que seguía, la gente iba saliendo a rastras de debajo de aquellas rocas. Todos escuchaban aten­tamente lo que decía el predicador.

Entonces Dios me dijo: " V o y a sacudir todas las

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denominaciones. Son mi pueblo. No pertenecen a los bautistas no pertenecen a los católicos. Son mi pueblo. Son mi pueblo. Son mi pueblo. Voy a liberar a estos ministros y ellos se alzarán como llamas de fuego para predicar sobre las ruinas de sus denominaciones. La gente los escuchará porque ellos me aman."

Estudie la Palabra. Lea la Palabra de Dios. Anime a otros a buscar la Palabra de Dios. No tiene impor­tancia lo que crean los católicos, o los metodistas, o los presbiterianos. Dios mío, Dios mío, en la hora más oscura de la historia humana, lo importante es lo que dice Dios.

He oído decir a algunos: " Las lenguas son del diablo."

Yo serví fielmente al diablo durante casi diecinueve años. Él no me dejó hablar en lenguas ni una sola vez. No son del diablo. Son de Dios.

Si usted se aferra a las doctrinas y reglas de su iglesia, y no lee nunca su Biblia, descubrirá que está ciego a la verdad de Dios. En cambio, si siente hambre de Dios y estudia estas verdades en la Palabra, va a estar tratando de hallar alguna razón para creer. No estoy contra todos los que están en las iglesias denominacionales. No; estoy a favor de todo el mundo. Amo al pueblo de Dios, dondequiera que esté. Estoy opuesto al sectarismo malvado y torcido que roba al pueblo el poder de Dios y le miente acerca de estas cosas. Quiero invadir toda zona de falsedad y rasgar esas cortinas que han escondido el rostro de Jesús. Quiero decir: "¡Que salga el pueblo

de Dios! ¡Que tenga su poder en esta hora!"

La tradición le ha robado a la Iglesia

"Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición" (Mateo 15:6).

Dios le dijo a Adán: "El día que de él comieres, cier­tamente morirás." Satanás introdujo una palabra: "no" . Les dijo: "Ciertamente no moriréis." Esta ha sido siempre la estrategia de Satanás desde aquellos tiempos. Sus mentiras están bien extendidas hoy. La Palabra de Dios dice: "Y estas señales seguirán a los que creen" (Marcos 16:17). Satanás le ha dicho a usted: "No seguirán a los que creen." Dios dice: "Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán" (Marcos 16:18). Satanás le ha dicho: "No sanarán." Dios dice: "En mi nombre ...hablarán nuevas lenguas" (Marcos 16:17). Satanás ha convencido a multitudes de que no deben hablar en nuevas lenguas. Dios dice: "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos" (Hebreos 13:8). Satanás dice: Él no es el mismo ayer, ni hoy, ni por los siglos." Jesús dijo: "El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará las obras de Jesús." Jesús dijo: "Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días" (Hechos 1:5). Satanás les ha gritado su mentira a millones: "No seréis bautizados en el Espíritu Santo y fuego." Satanás es mentiroso y padre de todas las mentiras. Resista al diablo y él huirá de usted.

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Sansón realizó grandes proezas. Mató el león; cargó las puertas de la cuidad hasta la cima de la colina; mató a mil filisteos con una quijada de asno y aca­rreó honor al nombre de Jehová. No obstante, San­són descansó la cabeza en el regazo de Dalila y per­dió su poder. Cuando llegó la emergencia, se levantó y se encontró desprovisto de poder sobrenatural.

La Iglesia es como Sansón. Ha hecho prodigiosas proezas en el nombre de Jesús. El libro de los Hechos recoge esas obras. Sin embargo, la iglesia ha descan­sado la cabeza en el regazo de la tradición, y ha per­dido su poder sobrenatual. Sin lo milagroso y sobrenatural, se ha convertido en "igual a los demás humanos".

La Iglesia se está sacudiendo. Los cristianos de todas las denominaciones están cansados de "una apariencia de piedad que niega la eficacia de ella" (2 Timoteo 3:5). La Iglesia de Dios, como un limpio rio, comenzó a correr hace más de mil novecientos años. A lo largo de los siglos, las denominaciones han echado en ella desde las orillas sus tradiciones. Las aguas bajan fangosas e impuras. Los cristianos de hoy van "río arriba". Están decididos a regresar a la fuente que se halla antes que fueran añadidas las tradiciones; a regresar al libro de los Hechos. Lo que se necesita en esta hora no es que las personas se unan a un determinado grupo o denominación, sino que todos los cristianos marchen de regreso rumbo al libro de los Hechos y tengan el tipo de Iglesia que existía entonces. Era una iglesia que creía en nacer

de nuevo; hablaban en lenguas, profetizaban, oraban

por los enfermos, echaban fuera demonios y creían en

el Bautismo en el Espíritu Santo y fuego. Esta Igle­

sia vio salvarse por miles a los perdidos.

Deje a un lado su tradición. Olvide el denomina-

cionalismo. Cuando lo haga, como le sucedió a

Sansón, el Espíritu Santo descenderá sobre usted y

se convertirá en otro "hombre". "Recibiréis poder,

cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu

Santo" (Hechos 1:8).

Honre la sangre de Jesús

La gente necesita honrar la sangre de Jesús. Una de las grandes maldiciones de nuestros días es la desesperada conciencia de pecado que tienen los cris­tianos. Son multitud los que viven bajo condenación. Se sienten indignos. Usted no va a recibir el Bautismo en el Espíritu Santo a base de gemir, llorar y revolcarse en el polvo como un gusano carente de valor. Póngase en pie, como hijo de Dios lavado por la sangre del Cordero, y comience a alabar y adorar a Dios en fe; así recibirá el poder del Espíritu Santo.

Aprenda a honrar la sangre purificadora de Jesús. Hace algunos años, después que tuvo lugar un

poderoso derramamiento del Espíritu Santo en nuestra iglesia denominacional, nos hallábamos ocupados tratando de llegar a todas partes para extender el Evangelio. Durante aquellos días, teníamos un culto en la misión de rescate del centro

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de la ciudad. Un grupo de diáconos de nuestra iglesia me acompañaban a este culto. Uno de ellos decidió invitar a un predicador denominacional de la localidad para que nos acompañara y predicara el mensaje una noche. No tenía el Bautismo en el Espíritu Santo, pero queríamos que lo recibiera. Todos estábamos tan llenos del Espíritu Santo y de gozo, que apenas podíamos esperar a que comenzara el culto. El her­mano que iba a predicar no sabía qué pensar de nuestro alborozo.

Cuando llegamos, fuimos a un cuarto trasero para orar juntos. Aquella oración resultó muy poco usual. Cada uno de nosotros fue orando por turno, mientras los demás alababan el Señor y apoyaban al que oraba. Parecía que el cielo había descendido cuando todos confesamos quiénes éramos en Cristo, y la victoria que teníamos sobre el diablo y los demonios. Nos regocijamos, porque en el culto de aquella noche habría gente salva y liberada.

El hombre que habíamos invitado a predicar aquella noche fue el último en orar. Todo nuestro estilo de ora­ción era extraño para él. No estoy criticando la for­ma en que oró; sin embargo, me limito a relatar lo que sucedió. Así fue como oró:

"Señór, Tú sabes, Señor, que soy débil e indigno. Tú sabes, Señor, que soy un fracaso. Oh, Dios mío, soy un gran pecador de corazón ennegrecido. Oh, Señor, ¡qué débil e indigno soy! Ayúdame. Ayúdame. Ayúdame. Oh, Señor, ¿cómo es posible que uses a un pecador como y o ? "

Mientras escuchaba su oración, me preguntaba si en lugar de ponerlo a predicar, no sería mejor tratar de que fuera salvo.

Predicó aquella noche, e hizo lo mejor que pudo, dadas las circunstancias. Por supuesto, todos lo respaldamos en oración y confiamos en que Dios llegara hasta la gente. Después del culto me encon­tré con él y comenzamos a hablar. Le pregunté: "Hermano, ¿se halla usted realmente en las con­diciones de las que le habló a Dios mientras oraba?"

Él me contestó: "¿Qué quiere decir?"

Le dije: "Bueno, usted le dijo a Dios que era un gran pecador, débil, indigno, de corazón ennegrecido, y un fracaso. Yo quisiera saber si usted se halla realmente en ese estado."

"Oh, hermano Osteen, usted sabe lo que quise decir."

Yo le dije: "Supongo que usted quiso decir lo que dijo, a menos que le estuviera mintiendo a Dios. Per­mita que le cite un texto bíblico y le haga una pregun­ta. La Biblia dice en 1 Juan 1:9: 'Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.' La pregunta que quiero hacerle es ésta: ¿Qué palabra se deletrea 't-o-d-a'?"

Él respondió: "Toda."

Yo repetí: "¿Qué palabra se deletrea 't-o-d-a'?" Él volvió a contestar: "Toda." Por tercera vez le pregunté: "¿Qué palabra se

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Page 16: John Osteen Reciba Al Espiritu Santo

deletrea 't-o-d-a'?" Frustrado, comenzó a contestar: Es la palabra... Oh,

ya veo. Eso es lo que cambia todo, ¿no es asi?"

"Sí, hermano. La sangre de Jesucristo lo ha lim­

piado a usted de toda maldad, y si usted ha sido

limpiado de toda maldad, entonces no es un gusano

del polvo, un fracaso ni un pecador de corazón enne­

grecido. Si usted está limpio de toda maldad, entonces

puede erguirse ante la presencia de Dios sin sentir

inferioridad y ante la presencia del diablo sin sentir

temor."

Un gran número de cristianos viven sometidos a

una sensación de condenación y a un sentimiento de

debilidad e inferioridad. El cuerpo de Cristo debería

moverse en la autoridad de las Escrituras, pero nun­

ca existirá esa autoridad mientras lo que prevalezca

sea el sentimiento de inferioridad.

Los cristianos necesitan salir de una actitud cobarde

y lastimera para convertirse en firmes soldados de

Jesús.

Deje que surja en usted un hambre verdadera

Después de ser salvo y de comprender que usted es una nueva criatura, deje que permanezca en usted un sentido de urgencia. Deje que surja el ham­bre dentro de usted o de la persona a quien está ministrando. Deje que permanezca la sed hasta que lo lleve a cuanta decisión y cuanto esfuerzo sean

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necesarios para conseguir el poder de Dios, sin impor­tarle el precio.

El Espíritu Santo es un don. El don de Dios al pecador es la vida eterna. El don de Dios al cristiano es el Espíritu Santo. Jesús dijo: "¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?" (Lucas 11:13). Nadie pide el Espíritu cuan­do busca la salvación. En cambio, el que es salvo puede pedirlo, y el Espíritu Santo le será dado como un DON. Usted no tiene que hacer penitencia, ni sobornar a Dios para tener este don. No lo puede ganar con santidad o bondad. No se preocupe acerca de dejar esto o aquello antes de recibirlo. Deje que toda la gloria del Espíritu penetre en usted, y entonces tendrá poder para romper para cualquier hábito u obstáculo que haya en su vida. Hechos 1:8 dice: "Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo..." Un don es un regalo. Todo lo que hay que hacer, es aceptarlo.

Había un predicador que estaba buscando el Bautismo en el Espíritu Santo. Se levantaba tem­prano todas las mañanas para buscar el rostro de Dios y orar, pero no lo recibía. Pasaron varias semanas. Decidió levantarse a las cinco todos los días y buscar a Dios para recibir el Bautismo en el Espíritu Santo. No lo recibía, pero eso no lo detuvo. Buscó a Dios con todo el corazón. Leyó las Escrituras. Oró. Recibien­do este poder se convirtió en su gran anhelo. Mien­tras esperaba ante el Señor, totalmente entregado. Dios lo encontró y lo bautizó en el Espíritu Santo.

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Busque a Dios. Suba la colina de Dios.

Entonces recibirá el poderoso Bautismo en el

Espíritu Santo. Hay centenares, miles de personas hambrientas que

están necesitadas de ayuda. Entregue su energía a aquellos a quienes su consagración ha preparado y cuyo corazón ha sido tocado por Dios.

Mucha gente no quiere en realidad al Espíritu San­to. En Denver, Colorado, salía exhausto de una reu­nión, después de predicar y orar por la gente. Muchas personas rodeaban a un anciano que había ido a sen­tarse a un cuarto pequeño después del culto. Otras vinieron a mi, y me pidieron que fuera a orar por él. Parecía una pobre ovejita rodeada de lobos. Estaba sentado en una silla con la cabeza inclinada. Parecía necesitar ayuda, asi que entré allí, le impuse manos y oré. (En aquellos días yo me agotaba, haciendo cosas para gente que en realidad no estaba interesada en ellas. Gritaba como un indio comanche mientras ellos permanecían sentados como indios de madera.)

Oré y oré. Hice todo lo que me vino a la mente para tratar de que él reaccionara. Sabia que necesitaba el Bautismo en el Espíritu Santo para realizar mejor su labor para Jesús. Mientras más oraba yo , menos parecía responder él. Dejé de orar. Esperé. Oré de nuevo. Comencé a enojarme con él. Se limitaba a quedarse sentado sin reaccionar de forma alguna.

Finalmente, me detuve y le dije: "¿Quiere mirarme, por favor?" Estaba disgustado con él. Le pregunté:

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"¿Quiere recibir al Espíritu Santo?" Me miró y me dijo: " ¡ N o señor!" Bueno, así descubrimos su pro­blema y nuestro error.

Hay algunas personas que nunca recibirán el Bautismo en el Espíritu Santo. No les interesa. No lo anhelan. Tendrán que comparecer ante Jesús a responder por haber vivido en la hora más grande de la iluminación espiritual, y sin embargo seguir ente­rrados en los tenebrosos sótanos del sectarismo sin deseo alguno de llevar el estigma del poder del Espíritu Santo en estos dìas.

¡Deje que la urgencia se apodere de usted! Jesús dijo: "Si alguno tiene sed..." Sed...sed. Cuando esté listo para recibir al Espíritu Santo, entonces asegúrese de que está cooperando con Dios cuando Él comience a llenarlo.

El poder surge de nuestro interior

Yo tenia un concepto equivocado y dañino respec­to del lugar de donde procedía este poder. Le pedía a Dios que darramara su Espíritu sobre mi. Le pedía que enviara su poder sobre mì. Esperaba que el poder se derramara de lo alto. Por esto, no reconocí la presen­cia del Espíritu cuando Él comenzó a moverse. La Biblia dice: "Si alguno tiene sed, venga a mi y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su in­terior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él" (Juan 7:37-39). ¿Sabe? Cuando alguien recibe al

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Espíritu, el poder no viene de arriba, sino de su

propio interior. Brota de las partes mas profundas de

su ser y se derrama como un poderoso río hasta

desbordar el vaso. Todos nosotros hemos sentido

levantarse esta ola dentro de nosotros en momentos

de gran consagración. No sabíamos que era Dios que

se estaba moviendo para desbordar nuestra vida con

el Bautismo en el Espíritu Santo. Deje que siga cre­

ciendo. Cuando suba hasta sus cuerdas vocales, usted

hablará en otra lengua.

Aprenda a alabar a Dios

Una señora bautista que recibió al Espíritu Santo en uno de nuestros avivamientos, dijo: " T o d o lo que tuvieron que hacer fue enseñarme a alabar al Señor. Cuando aprendí a hacer esto, me fue fácil recibir al Espíritu." ¡Cuan cierto es esto! La mayoría de la gente no sabe adorar y alabar de verdad al Señor. ¡Déjese llevar en la alabanza al nombre del Señor! En el cielo es muy frecuente escuchar expresiones como " Gloría a Dios", "Alabado sea el Señor", "Aleluya", "Amén" . Si usted va a estar allí, lo mejor es que aprenda a hablar así. De lo contrario, se va a sentir fuera de lugar y va a tener que pasar tiempo apren­diendo a acostumbrarse a este tipo de lenguaje. Si ahora lo hace sentir avergonzado, se quedaría atónito si pudiera escuchar lo que está pasando en el cielo, donde los santos que ya han partido adoran, alaban y honran al Señor.

Quédese solo. Levante las manos en alto, como señal de rendición completa a Dios. Use las palabras de alabanza y mantenga la mente fija en Jesús. Deje que Él lo oiga decir desde lo más profundo del alma: ¡Alabado sea el Señor! ¡Te amo, Jesús! ¡Gloria! ¡Gloria! ¡Gloria! ¡Aleluya! ¿Qué significa todo esto? Significa infinitamente más de cuando usted podría suponer realmente. Su espíritu se está levantando para alcanzar a Dios. Esto es adoración. Esto es rendir culto. Comience a alabar a Jesús y a darle gracias por la promesa de que lo bautizaría en el Espíritu Santo. Actúe sabiendo que Él le dijo la ver­dad. Deje de gemir y llorar por sus errores y pecados. Usted está lavado en la sangre del Cordero y Dios no recordará nunca más sus pecados. Alabe al Señor por esto. Usted ha sido hecho "aceptable en el Amado" . Nadie recibe la plenitud del Espíritu a base de llorar, gemir o suplicar. Se recibe cuando se alaba y adora al Señor. "Todo lo que respira alabe a Jehová." Si usted está respirando, este versículo se refiere a usted.

No se pueden hablar dos lenguas al mismo tiempo

Muchas veces, el Espíritu trató de controlar mi lengua, yo me negué obstinadamente a dejar de hablar inglés. Sí, quería que fuera "real". No quería "actuar carnalmente". Tenía miedo de que fuera a ser " y o " quien hablara en otras lenguas. ¡Qué ridículo! Dios nos da lo legítimo. Sólo los hombres y mujeres de carne pueden recibir al Espíritu. Cuando dejemos

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Page 19: John Osteen Reciba Al Espiritu Santo

detrás esta vieja carne, no necesitaremos el Bautismo

en el Espíritu Santo. Voy a ser yo quien hable en otras

lenguas. En el día de Pentecostés, fueron ellos quienes

comenzaron a hablar en otras lenguas, según el

Espíritu les daba que hablasen. Usted será el que

hablará. El milagro no está en hablar, sino en lo que

el Espíritu nos hace decir. Usted habla, pero el

Espíritu Santo hace que sea en otro lenguaje. No se

pueden hablar dos lenguas al mismo tiempo. Deje de

hablar todo idioma conocido cuando el poder se

levante dentro de usted, y láncese por fe a "otra

lengua". Hay gente que recibe al Espíritu Santo tartamu­

deando. Isaías 28:11 dice: "Porque en lengua de tar­tamudos, y en extraña lengua hablará a este pueblo..." Yo tenía tantas ideas equivocadas respecto de cómo recibirìa al Espíritu Santo, que realmente creìa que iba a caer en un forma misteriosa. Creía que me quedará sentado e inmóvil, que mi boca se abriría, y que de dentro de mi saldría una voz que no podría con­trolar. Sin embargo, la Biblia dice: "Fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar". Somos nosotros quienes hablamos. Dios es quien nos da lo que hablamos. Cuando el Espíritu Santo se desborde desde su interior, es probable que usted co­mience a tartamudear.

Hay un cuento acerca de una pequeña botella. Alguien le puso un corcho y la tiró al océano. En este cuento, la botellita decía: "Mírenme, mírenme. Estoy en el océano. Mírenme. Estoy en el gran océano.

Mírenme como floto. Estoy en el océano."

Entonces, alguien le quitó el tapón y comenzó a llenarse de agua: "Glub, glub, glub". Mientras la botella caía hacia el fondo del océano, se la podía oír diciendo: ¡Aleluya, el océano está dentro de mí! ¡Ahora el océano está dentro de mí!"

Hay gente que flota en la gran gracia de Dios y en su océano de misericordia. Dicen: "Mírenme. Soy salvo. Gloria a Dios; el Espíritu Santo da testimonio con mi espíritu de que soy hijo de Dios ."

No obstante, puede que llegue un día en que se sien­tan con una gran urgencia. Si alguien les quita el tapón, es posible que comiencen a hacer "Glub, glub, glub". No tenga miedo del "glub, glub, glub". Esto no es otra cosa más que su tartamudeo. En ese tar­tamudeo es en el que cedemos nuestra voz para que fluya una lengua. Entonces será cuando usted pueda decir: "No sólo estoy en el gran océano del amor de Dios, sino que al mismo tiempo, su océano está den­tro de mí."

Sabemos que todos los hijos de Dios tienen el Espíritu Santo en su regeneración, su nuevo nacimien­to; no obstante, cuando Jesús bautiza al cristiano en el Espíritu Santo, éste queda rebosante del poder de Dios (Romanos 8:16; Juan 7:37,38). Esto está dentro de la zona de la fe. Es necesario que usted confíe en Dios cuando reciba esta plenitud, y lo deje hacer las cosas a su manera.

Su espíritu quiere hablar. Está lleno de Dios. Usted no es capaz de hablar con su mente en su lenguaje

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Page 20: John Osteen Reciba Al Espiritu Santo

natural, conocido, acerca de lo que siente en su

hombre espiritual. Esa es la razón de que Dios le dé

la posibilidad de alabarlo en la lengua del Espíritu

Santo.

En Juan 7:37, Jesús dice: "Si alguno tiene sed, venga a mi y beba. El que cree en mi, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu..." recibir al Espíritu Santo tiene algo que ver con beber.

¿Está usted realmente hambriento del Señor? ¿Anhela y suspira su alma el tener más poder? ¿Brama su corazón por Dios "como el ciervo brama por las corrientes de las aguas"? Si así es, usted está listo para recibir el Bautismo en el Espìritu Santo.

Quédese solo y siéntese ante el Señor; en el dia de Pentecostés todos estaban sentados. Usted no tiene que estar en ninguna posición determinada, pero hoy limítese a sentarse en la presencia del Señor.

Cuando esté sentado, levante las manos al cielo y alabe sosegadamente al Señor. Déle gracias por haberlo salvado, por haberlo lavado en la sangre del cordero y por haberlo hecho digno de recibir su Espíritu. Alábelo desde lo profundo de su alma. Mien­tras lo hace, regocíjese. Está a punto de recibir el Bautismo en el Espìritu Santo. No es momento de lágrimas, sino de gozo. Exprese verbalmente su gratitud a Dios.

Ahora deje de hablar en lenguajes conocidos. Comience a gemir y suspirar hacia Dios desde lo más profundo de su alma. Estos suspiros y gemidos le

dicen a Dios más que los lenguajes que usted conozca. Son el comienzo del lenguaje del Espíritu.

Ahora, comience a pronunciar los pequeños sonidos que le llegan a la boca. Sígalos en voz alta. A medida que se someta al Espíritu de Dios, irán acudiendo más sonidos, y después serán palabras. Repita los sonidos que tenga una y otra vez, hasta que se pueda escuchar alabando a Dios y adorándolo en otro lenguaje. Piense en Jesús y adórelo. Mientras siga rindiéndose al Espíritu de Dios, sentirá que se levanta una gran oleada dentro de su ser. Los sonidos que pronuncie y las palabras que le vengan serán el lenguaje del Espíritu.

Jesús ha hecho mucho por mí. No tengo palabras adecuadas ni las podría encontrar jamás para ex­presarle mi gratitud. El Bautismo en el Espíritu Santo me ha levantado a un ámbito nuevo en el Espíritu. A medida que usted vaya aprendiendo a alabar a Dios y entregarse a Él, su dulce presencia lo irá inundan­do cada vez más. Lo exhorto a dejar que el lenguaje del Espíritu de Dios corra en usted para adorar a Dios todos los días. Este maravilloso Bautismo en el Espíritu Santo es el umbral de los dones del Espíritu y del poder sobrenatural de Dios. ¡Usted tiene días maravillosos por delante!

"Todo lo que respira alabe a Jehová."

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