21
JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasión, Poder y Riqueza Historias cortas

JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

  • Upload
    others

  • View
    2

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

JOSÉ ANTONIO ARJONILLA

Amor, Pasión, Poder y Riqueza

Historias cortas

Page 2: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

AMOR, PASIÓN, PODER y RIQUEZA Historias cortas José Antonio Arjonilla Titulo Original: AMOR, PASÓN, PODER Y RIQUEZA HISTORIAS CORTAS Copyright © José Antonio Arjonilla 2017 Publicado por PULPAPUBLISHING Portada y diseño Copyright © PULPAPUBLISHING Agradecimientos a los integrantes de La Liga de Escritores; Araceli Gar-cía, Nery Maldonado y Leobardo Arias Agradecimiento a Elsa Ma. Torres ISBN-13: 978-1-946973-25-2 ISBN-10: 1-946973-25-4

Reservados todos los derechos de esta obra. Queda riguro-samente prohibida, sin la autorización escrita del titular del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el trata-miento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público.

Page 3: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

“Estas historias se escribieron al final del 2013 y principios del 2014. Fueron en ese entonces parte de un proyecto experimental de La Liga de Escritores. El objetivo era crear seis historias cortas “tipo cuento” por cuatro escritores en seis meses, Cada una de las obras se compartió con los integrantes de la Liga para su edición final. Aquí presentamos las que escribió José Antonio Arjonilla ”

Page 4: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

Índice

“Ella entre las redes” ~ Página 11

“La dama del horizonte” ~ Página 29

“Con espíritu” ~ Página 51

“La nota” ~ Página 69 “La belleza de la vida” ~ Página 89

“El deseo” ~ Página 105

Page 5: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

Ella entre las redes Historia Inicial

—Ay… No… Ay… No, no, no. ¡Por favor no! —No te queda otro remedio, tendrás que asumir las conse-cuencias —una voz ronca y tosca llenó el espacio. —No por favor, no… —Lo hubieras pensado antes. Ahora tendrá que ser así. —Pero si sólo se trata de un sentimiento verdadero, no de un mal comportamiento —dijo la joven al viejo. —Un sentimiento verdadero. Si como no… “Ja”. El senti-miento de una cualquiera. La joven era llevada en una red de pescador como bulto de pesca. —¿Acaso tú nunca fuiste joven? ¿Acaso nunca te agitó el co-razón una mujer, aunque ella no fuera la correcta?

11

Page 6: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

—Déjate de estupideces, Tú ya no eres parte de mi vida. Nun- ca lo fuiste… Eres una cualquiera.

La joven, era una chica de dieciséis años. Desde los quince su cuerpo se había tornado en el de toda una mujer, entonces empe- zó a ser el tema de comentarios de sus vecinos debido a sus ca- racterísticas únicas. Podríamos decir que todo era debido a su fi- gura… Su tez era de un tono bronce brillante, sus ojos de color negro al igual que sus cejas y cabello, la nariz ligeramente recta y delicada, los labios, encendidos de vida, eran cortos y delgados, su constitución era menuda, con un cuerpo curvo en todos senti- dos, lo que le daba un toque de feminidad inigualable; cuando ella caminaba dejaba a todos boquiabiertos. ¿Pero eso era todo lo que hacía de ella el tema de los dimes y diretes…? No, había otras razones, tan intrínsecas como el encanto que emanaba. Su mirada dejaba ver algo de su interior, tan encantadora como la voz que la acompañaba; pero sus ideas —que con estas envoltu- ras se entregaban— dejaban desconcertados a los que la escucha- ban. ¿De dónde viene esta mujer? —decían unos—. ¿Qué miste- rios trae consigo su alma? —comentaban otros—. Pero la ma- yoría —jóvenes y viejos por igual— quedaban atrapados en sue- ños de ser parte de su vida. El lugar de estos sucesos… Un suburbio de Inglaterra a fines del siglo XIX.

—Te lo ruego por favor. Yo no pedí casarme contigo y lo sa- bes —ella le suplicó desesperada.

—Puras patrañas —él contestó. —Por favor, accede a que discutamos el asunto. —No —dijo el ofendido marido—. Si nos casamos fue porque

tu padre así lo quiso, y vio la posibilidad de una boca menos que alimentar en un buen comerciante como yo.

12

Page 7: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

13

—Ay… ¡Ya no aguanto más! Estás redes me lastiman… Jane llevaba un vestido marrón oscuro que su esposo le colocó a la fuerza antes de salir. Las roturas —debido a los jalones— habían dejado a la vista parte de sus piernas. Su blusa, con varios tirones y cortes —mostraba también el tempestuoso suceso—, y ponía en evidencia la belleza de su cuerpo. Su cabello estaba en-redado, pero su rostro estaba impecable como siempre—, con el agregado de un tono rojizo encendido debido al esfuerzo en la lucha. —No, por favor no sigas… —ella le suplicó con lágrimas en los ojos. —¿Cómo de que no? —Qué te parece que hablemos y lleguemos a un acuerdo. —No… —él estaba desecho al enterarse de que su esposa te-nía un joven amante. El comerciante llegó con su preciado bulto a la plaza del mer-cado. Los hombres y mujeres se empezaron a acercar. Estaban al pendiente de la novedad. Los primeros que se dieron cuenta del contenido de la mercancía empezaron a gritar sus ofertas. Para cuando la mujer fue desenredada, se dejó ver en pleno, y los hombres empezaron a aullar como lobos hambrientos. —Yo doy diez libras… —Yo doy quince libras… El tumulto empezó a crecer y a empujar. Jene —que estaba amarrada del cuello con una soga sostenida al viejo— empezó a replegarse hacia él. —No me vendas, por favor no lo hagas… —¡Cállate! ¿Quién da más? —No, por favor no… Ay… no… —Despierta niña que es hora de ir al colegio.

Page 8: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

La dama del horizonte

Cuentan que un joven apuesto vivía en una ciudad muy grande. Su mundo era muy parecido al nuestro. Él no era un príncipe pero tampoco era un mendigo. Le gustaba dibujar, cantar y hacer de-portes, pero por encima de todo, adoraba los libros. Leía mucho. Su amor a la lectura había comenzado un par de años antes, cuando se dio cuenta que su padre estaba en problemas. La chispa que encendió el fuego ocurrió un viernes por la noche en la que el padre llegó cayéndose de borracho. Ahí le dijo llorando: “Soy un fracasado. Después de todo, parece que todo lo hice mal. No quiero vivir más” —confesando que había perdido la casa en la que vivían en un juego de cartas—. “¿Sabes por qué tu madre me dejó? No fue por otro hombre. Fue por mi vicio del juego”. Esto hizo reflexionar al joven y de ahí en adelante se dedicó a leer to-do libro que se le pusiera enfrente para encontrar algo que le ayu-dara a su padre. En medio de esta búsqueda desesperada, se ena-moró de las historias y los cuentos. Un día, este apuesto joven entró a una librería para buscar un li-bro sobre el mar, pues había logrado que su padre se interesara en

29

Page 9: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

30

el tema. A corta distancia vio uno con un título interesante, estiró la mano para alcanzarlo pero chocó con otra mano que intentaba hacer lo mismo. Era una mano delicada, sencilla y elegante que mostraba un ligero color rojo en las uñas de sus dedos. Dio un giro y entonces vio a la criatura más bella que jamás hubiera vis-to. Una joven mujer. —Adelante —dijo él sonriendo. —No, por favor —contestó ella señalando el libro para que él lo tomara. Después de intercambiar varias palabras de cortesía que no los llevaba a ninguno a tomar el libro. Ella lo tomó con rapidez, sacó un papel de su bolsa, anotó algo, e insertándolo en las primeras hojas lo colocó en sus manos. —Tú lo leerás primero, después me irás a buscar para pres-tármelo, y entonces yo lo leeré —ella se alejó dejando una estela de misterio nunca experimentado en este joven. Cuando ella se alejó, él tomó el libro y lo abrió para leer la nota: “Cuando lo termines búscame en…” —en el papel se leía una dirección—. Él se fue caminado como entre sueños; pues se sentía en medio de una nube. Esa misma tarde él leyó el libro, pues quería ir a verla de inmediato. Su corazón le hacía hervir la cabeza y sólo podía pensar en volverla a ver. Así, al día siguiente fue en su búsqueda… —sobra decir que esa noche no pudo dor-mir de la emoción. Llegó a la dirección señalada y comenzaron a verse diariamente. El amor se dio como una flor en primavera. Eran el uno para el otro. Sus risas eran una sola. El mirar de ambos tenía un brillo que destellaba como un diamante, pero, al igual que en los cuen-tos de hadas, algo ocurrió. Algo que nadie hubiera querido que

Page 10: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

31

nunca sucediera. No fue una bruja malvada, ni tampoco un en-gendro del mal quien causó el problema… Resultó que el padre de la joven era el socio menor de una familia de vastos recursos. Estos ricos tenían mucho poder y dinero y lo usaban para influen-ciar en todo lo que tocaban. El dinero los había cambiado convir-tiéndolos en unos verdaderos avaros. Ellos tenían un hijo, tan en-greído y estúpido como un asno, y a este le gustaba la hermosa joven. Este tonto no dejaba de decir que ella sería suya. Así es que un buen día les dijo a sus padres —sin que a él le importara si ella algún día lo pudiera querer o no— que ella tenía que ser su esposa. Los padres vieron la conveniencia de la petición del hijo, no sólo serían dueños de lo suyo, sino que prácticamente se adue-ñarían de todo el capital del socio; así pues, ellos fraguaron el plan y enredaron al socio de tal modo, que después de empujarlo a cometer un grave error donde parecía que perderían la empresa —una mentira bien elaborada—. Le habían pagado a alguien para fingir una demanda que nunca ocurriría. El padre de la chica pensó que todo estaba perdido, que iría a la cárcel y fue entonces que sus “socios” le plantearon la única salida. Él tendría que ceder todas las acciones de su negocio, su hija se tendría que casar con el pelmazo del hijo de ellos para ha-cerse familiares políticos y así los “socios” impedirían que el pa-pá fuera a la cárcel, ya que él no representaría más a la empresa y sería familia. En pocas palabras, ellos se quedarían con su dinero y su hija a cambio de su libertad. Esta mujercita quería mucho a su padre y aunque le partió el corazón tener que romper con él —su novio, a quien verdadera-mente amaba—, accedió a casarse con aquel imbécil. Pero ella puso una condición: Al casarse ellos tendrían que irse a vivir a otro país. Así pues, los padres de ambos accedieron y una vez que

Page 11: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

Con espíritu Ahí estaba esa pequeña casita de madera, construida en la ladera de una enorme cordillera, la cual era explotada en la búsqueda de pepitas de oro. El jefe de la familia, Daniel, era un hombre fuerte y alto quien la había construido diez años antes para dar hogar a su nueva familia. Él estaba obsesionado con dar un vuelco a su vida para alcanzar y tener todo aquello de lo que había carecido desde niño. En su mente rondaba un sueño en donde él se encon-traba alrededor de su familia, en una mesa frente a un gran ban-quete, el fuego de la chimenea a un lado, con todos sonriendo mientras comían. En este año había entrado el invierno con unas fuertes ventiscas, y la temperatura había bajado precipitadamente. Sin que él lo supiera este invierno sería el más crudo en cien años, y estaría marcado para él no sólo por las inclemencias del tiempo. Daniel abrió los ojos debido a la sensación en el estómago; no era dolor pero era algo cercano. El hueco que sentía, había desapare-cido al replegarse las paredes del estómago unas contra otras. No había comido nada en tres días, dejando los últimos mendrugos

51

Page 12: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

52

de pan para que sus dos hijos comieran; pero la sensación no era del todo física. Sintió que algo lo envolvía. Era ella… Sintió una tranquilidad indescriptible. El cariño y amor que por tantos años la pareja compartiera, se sumaban en un sólo instante. Ahí Daniel pudo sentir su despedida. Aún era la madrugada y la luz del sol no estaba presente. Se levantó y se dirigió a la recamara en donde su mujer se encontraba aislada. Daniel tenía dos chiquillos, un niño de cinco años y una niña de seis; sus dos hijos parecían varones debido al corte del cabello en redondo y parejo, y con ropas de labor idénticas —no tenían dinero para algún vestido, camisa formal o asuntos de tocador—. Su esposa no había soportado el frio del invierno y en esta ma-drugada había fallecido. A principios de noviembre se había con-tagiado con una gripe, siguiéndole una tos, que le destrozara poco a poco las entrañas; pasó las fiestas de navidad y año nuevo en cama, y para este día —el siete de enero—, la mujer amaneció helada con los ojos abiertos viendo hacia el techo. Su esposo la cuidó desde el inicio de su enfermedad, mientras el mal tiempo se adueñaba completamente de las montañas. Las dos cosas —la gravedad de su esposa y el temporal— lo dejaron sin oportunidad de salir a cazar algún animal para dar alimento a su familia. Por suerte el padre fue el primero en descubrir lo sucedido, y cuidan-do que los dos niños no se despertaran, se acercó a su esposa, le cerró los ojos con cariño, la cambió de ropa, vistiéndola con un vestido que casi nunca había usado —por ser un regalo muy fino de sus padres, y que recibiera muchos años antes—; retocó su pe-lo, la maquilló ligeramente con un poco de rubor, y al terminar le dio un beso en la frente. Despertó a los niños poco antes de lo acostumbrado y los vistió con la única ropa que tenían para ir la iglesia —dos pantalones de peto de mezclilla muy gruesa de color

Page 13: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

53

oscuro y un par de camisas tan lavadas que tenían rayas de los hilos desprendidos—, y sin decirles nada de su madre, los sacó de la casita donde vivían y al momento de abrigarlos hasta el cuello —con un par de bufandas de trapo grueso de cocina, que su ma-dre les hiciera— les dijo: —Tenemos que ir a la iglesia. —¿Y mamá va a venir con nosotros? —preguntó Tommy. Daniel se quedó frio con la pregunta de su hijo. Dirigió sus ojos hacia arriba tratando de encontrar una respuesta en el cielo, pero sólo vio un mar de nubes que le cerraban el paso a su mira-da. Un escalofrío recorrió su cuerpo desde los pies hasta la cabe-za, invitándolo a dar una respuesta, que no salía, a su hijo: —Ella nos guiará en el camino —un soplido de viento golpeó su cara—. Niños… ¿Recuerdan todo lo que han aprendido de su madre? —los dos chiquillos lo miraron intrigados—. Es el mo-mento de darle las gracias. —Lisa miró hacia la casa en búsqueda de su madre, Tommy la siguió con la mirada; la niña captó el ros-tro inquieto de su hermano y se apresuró a comentarle: —Tommy. Mírame —lo jaló con sus manos—. Mamá no vie-ne. Vamos con papá —ella había intuido que su madre ya había partido, y el dolor que vio en el rostro de su hermano la obligó a hacerse la fuerte. Daniel colocó a los niños en el pequeño trineo que usaba para la carga de sus utensilios, se calzó con las paletas para nieve en la planta de sus botas y empezó a tirar de la soga que jalaba al tri-neo. Los copos de nieve seguían cayendo y las rachas de viento helado iban y venían. Caminó y jaló el trineo por largo rato en medio del inclemente frío. En su mente únicamente había un pen-samiento: No te preocupes mujer, que este día estará marcado con una promesa. Siete de enero de 1907. Tus hijos serán dignos

Page 14: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

54

ejemplos de ti ~la imagen de la cara sonriente de Liz le brindó el calor que necesitaba para continuar con su viaje~. En tus hijos estarás siempre. Te prometo que lograré tener mucha riqueza para que el sonido de tus consejos y tus risas den belleza a este mun-do. Te lo prometo, Liz… Liz… ~nuevamente la imagen del rostro de su esposa lo abordaba, pero en esta ocasión pudo escuchar que ella le decía: No desfallezcas. Sigue, porque en donde menos creas que es posible, podrás encontrar tu recompensa. Nunca te rindas ante las adversidades para lograr un sueño. Pon el contenido de tu sueño cerca de tu corazón, para que cada vez que éste de un latido, te recuerde la razón de tu existir. Sigue, lucha… triunfa… Pasaron las horas sin que él prestara atención a los obstáculos, y así, sin alimento alguno, llegó Daniel con sus dos hijos a la iglesia que se encontraba en un pequeñísimo pueblo, hecho para proveer a los mineros, el cual se situaba a varios kilómetros de la zona de minas. Como el tiempo empeoraba conforme el día avan-zaba, no se veía un alma en el lugar. Todos estaban resguardados dentro de sus casas o almacenes. Daniel abrió la puerta lateral de la iglesia —ya que el portón principal se encontraba cerrado— y cargó a los dos niños hacia dentro, buscó al párroco y le pidió por favor cuidar a los niños por unos días, ya que no quería que su-frieran el entierro de su madre, aparte, necesitaban comer y dor-mir. Sacó una diminuta pepita de oro que guardara como amuleto desde que le hiciera ilusión encontrar la mina de sus sueños, y se la dio al sacerdote. —Por favor cuide de ellos. Esto será suficiente para que usted los atienda mientras yo regreso. —¡No…! No —el padre, dudando en recibirla, vio la pepita y movió el brazo de regreso hacia Daniel, pero éste último le cerró

Page 15: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

La nota ¿Qué es esto? ¿Qué pasa? Dan abrió los ojos de un golpe. El piso se movía dando gran-des sacudidas a su cama. El sonido de las paredes crujiendo y de los muebles golpeando las paredes, daban la impresión de un ogro enfurecido. Los dos cuadros que colgaban de la pared se desprendieron rompiéndose contra el piso. En segundos el am-biente se había enrarecido. Se escucharon gritos. Una onda invi-sible de terror se había apoderado de la ciudad. Dan brincó fuera de la cama, pero cuando estuvo parado se cayó hacia un lado. Se volvió a levantar y en esta ocasión mantuvo sus piernas flexiona-das, su torso inclinado mientras extendía sus brazos hacia los la-dos; esto le permitió mantener el equilibrio ante el piso que se sacudía fuertemente. En esta ocasión tuvo éxito y se mantuvo de pie —él aprendió a usar esta técnica cuando tuvo que esquiar en mar abierto ~dominó este truco en su entrenamiento de sky de alto riesgo~. Dan dio dos pasos con gran dificultad ya que el te-rremoto estaba cerca de su clímax; buscaba salir de la casa. Hizo

69

Page 16: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

70

otro movimiento para dar el tercer paso y estuvo a punto de caer-se nuevamente debido a un jalón enorme, y aunque éste no lo de-rribó, terminó pisando los trozos del cristal de uno de los cuadros. ¡Ay…! —uno de los cristales se había clavado en la planta de su pie—. El joven aguantó el dolor y alcanzó a dar otro paso, pe-ro en esta ocasión el terremoto levantó el piso como una catapul-ta, lanzándolo hacia un lado, golpeando su cabeza contra la pared. Dan quedó tendido como un trapo. La ciudad de Los Ángeles experimentaba un fuerte terremoto. Todo ocurrió minutos antes del amanecer. Las sirenas de emer-gencia empezaron a sonar, mientras que todas las luces y maqui-nas alimentadas por electricidad dejaron de funcionar. Las imá-genes de la ciudad tomadas desde los satélites mostraron una mancha negra donde segundos antes existía un brillo in- tenso. Cuando terminó el movimiento telúrico, se hizo un silencio se-pulcral, el cual fue cortado de inmediato por voces desesperadas que se empezaron a escuchar por todas las calles; las personas salían de las casas y edificios como hormigas amenazadas por la muerte. Pasaron treinta tres minutos para que Dan despertara del des-mayo. Estaba completamente aturdido. Afortunadamente la casa había aguantado en pie. Al recuperar la consciencia giró ligera-mente su cabeza; a unos cuantos centímetros de su cara estaba una fotografía; apenas distinguía la imagen: Mis padres —pensó al reconocer la fotografía, la cual momentos antes estuviera en-marcada y colgada en la pared—. Tardó unos segundos más en recordar lo que había ocurrido. ¡Estoy vivo! —tocó con sus manos su pecho, luego sus pier-nas; trataba de identificar el origen de un agudo dolor que corría por su cuerpo. Al parecer las piernas estaban en su lugar. Hizo un

Page 17: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

71

esfuerzo y flexionó el cuerpo para sentarse. Ay… mi pie. —el dolor se intensificó subiendo por su pierna derecha. La sujetó con las dos manos para tratar de apaciguar el malestar —un pequeño charco de sangre ~parte de ella seca~ se veía en el piso. Revisó la planta del pie y sacó el cristal que se encontraba encajado; esto provocó que la sangre volviera a salir con fuerza. Se quitó su camiseta de dormir, la rompió de un tirón y amarró con ella el pie impidiendo así que la sangre siguiera sa-liendo. El dolor empezó a disminuir. El permanecía sentado re-cargado en la pared. Su atención había quedado fija en la fotogra-fía de sus padres, Estiró su mano y la alcanzó. ¿Por qué no los puedo recordar? —miraba con detenimiento la imagen y cuando quiso colocar la foto nuevamente en el suelo un papel se desprendió de la parte de atrás. ¿Qué es esto? Empezó a desdoblarlo. El papel estaba amarillo y acartonado lo que provocó que en el segundo movimiento este se rompiera en tres pequeños fragmentos, perdiéndose una pequeña parte convirtiéndose en polvo. En el papel, apenas se distinguían unas palabras escritas en tinta azul, las cuales casi se habían borrado: “Mi bella amada. Te pido perdón a ti como a un ángel. Tu mi-rada y tu sencillez me ha dado la fuerza para darme cuenta del gran daño que he hecho a muchos. Con estas palabras te declaro con todo mi ser que he cambiado y daré todo, hasta la vida por ayudar. Gracias por darme esta oportunidad.” Quince años antes, en Barcelona, un hombre bajito y delgado, de piel blanca, facciones finas, pelo negro y ojos negros, manoseaba el periódico de la mañana en busca de algo, cambiaba de hoja de manera rápida después de cada ojeada.

Page 18: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

72

Ahí está, llegó más temprano que de costumbre —pensó al verlo una de las meseras; una mexicana hija de refugiados espa-ñoles, que tenía dos años de residir en España después de que su padre le pidiera regresaran para poder morir en su patria. Era una joven de especial atractivo, conservando las caderas amplias ~típicas de muchas mujeres españolas~, una cintura delgada y grandes pechos, con un rostro más bien moro, con enormes ojos negros y labios gruesos—. Qué atractivo se ve con ese traje gris impecable. ¿Saldré con él hoy? Lo necesito —su pulso se aceleró al recordar los besos que él le arrebatara de su boca tres días an-tes. Ella dejó las tazas que traía en las manos, entró al baño y viéndose al espejo se retocó los labios con un labial color carmesí encendido—. Tengo que verlo. No me lo puedo apartar de mi ca-beza… —salió del baño y se acercó a él lentamente. Todavía no entraba ningún otro cliente al restaurante. Él estaba solo. La coci-na chillaba con el trajín del preparado, mientras “Ma liberté” de Georges Moustaki se escuchaba en el salón. Ella se colocó lige-ramente atrás de él, a un costado; esperando el encuentro añorado de su mirada, pero él siguió con los ojos fijos en su periódico. Ella hizo en pequeño ruido en el piso con uno de sus tacones para llamar su atención, pero él no volteó; intrigada y contrariada por esta actitud miró hacia esa hoja del periódico que se lo robaba—. ¡Qué horrible! —pensó al ver la fotografía de una joven asesina-da. —Francisco… ella dijo casi murmurando. Él giró la cabeza sobresaltado. Había estado ido; tan metido en la noticia que no se había dado cuenta que ella lo esperaba. —¡Cristina! Que susto me has pegado. Tengo que hablar con-tigo, es importante —justo en ese momento se acercó el jefe de meseros que corría por el lugar revisando que toda la cubertería

Page 19: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

El deseo

Llegó como un fantasma en la oscuridad, se vestía de las sombras de la noche y el silencio le indicaba su camino. Esta es la casa —el hombre la observó con detenimiento. La gran mansión lucía imponente con sus ocho habitaciones en la segunda planta; de las cuales únicamente se dejaba ver una luz en cada esquina; mismas que permanecían apagadas de día y en la noche se prendían mediante un sistema automático que mar-caba las horas en una computadora central, que ordenaba diversas funciones. Como me gustaría no tener que allanarte esta noche. ¡Estás tan hermosa! —suspiró contemplando la mansión—. Eres como una hermosa dama, que duerme inocente entre sus jardines deco-rados. Me encantaría que fueras mía para siempre, arrullándome en las noches como la madre que nunca tuve. Tus paredes —envueltas de lienzos firmes— serian tus brazos, y las telas de la cama —suaves como tus manos—, me acariciarían cada noche

105

Page 20: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

106

para perderme entre sueños —pensó sin moverse del lugar; es-condido tras unos arbustos, a unos treinta metros de un costado de la enorme casa. Leo había hecho su investigación a conciencia. Él nunca esco-gía una casa cualquiera; la elegida tenía que tener algún encanto especial, y esta no era la excepción. La casa había sido construida a fines del siglo XIX por Johnny “Junior” Portter. Su construc-ción era firme, hecha a base de ladrillo rojo escarlata recocido hasta el grado de cerámica, lo cual daba un atractivo visual difícil de evitar. Los marcos de las ventanas y las puertas le daban un toque clásico y elegante; de corte rectangular y con copete trian-gular, su constitución era de madera firme con terminados en laca blanca. El techo de dos aguas estaba adornado con teja recta azul gris oscuro, lo que le daba un toque final de elegancia en sus co-lores. La mansión estaba aislada de todo, la rodeaba un gran nú-mero de sequoias rojas, tan altas y frondosas que, a no ser por helicóptero, no era posible ver el lugar. “Junior” quien ordenara la construcción de la mansión en 1896 moriría cuatro años más tarde en un trágico accidente en un intento de escalar los Alpes franceses. El padre de “Junior,” “Míster Sequoia,” fue un horticultor que viajó por todo el mundo en la búsqueda de nuevas familias de árboles; cerca del final de sus días, en 1849, viajó a California —justo en la época de la fiebre del oro— en la búsqueda del precia-do metal, pero la historia cuenta que regresó únicamente con sus bolsas llenas de conos de sequoias, las cuales plantó en diversos lugares del noreste de Estados Unidos. Al parecer Leo había des-cubierto que el famoso horticultor había regresado dos años des-pués a San Francisco, para entonces encontrar al fin una veta de oro en un lugar poco probable, registró el lugar a su nombre, al

Page 21: JOSÉ ANTONIO ARJONILLA Amor, Pasin, Poder y Riqueza

107

comprar la propiedad en secreto, e investigó cuanto capital nece-sitaría para explotarla y al ver que no contaba con el dinero nece-sario, viajó a México —uno de sus lugares preferidos—, para buscar a un amigo “Pedro Mora,” a quien conociera en uno de sus múltiples viajes. A él le ofrecería compartir su aventura de explo-tar la futura mina, a cambio de su trabajo y una buena suma de dinero. Pedro era un aventurero que no le importaba mucho el dinero, pues era descendiente de una familia muy acomodada; un clásico “macho” mexicano, muy carismático, que solía tener por lo menos un par de mujeres —completamente perdidas de amor por él— en varios pueblos de los alrededores de Perote. Una cua-lidad caracterizaba a Pedro: La pasión por buscar lo desconocido y lograr lo que otros creerían imposible. La aventura; el reto y descubrimiento de los secretos ocultos de la naturaleza eran lo máximo para él. El señor John Portter “senior” llegó a Perote y sin mucho es-fuerzo logró entusiasmar a Pedro con el nuevo proyecto del nego-cio, pero antes de que ellos empezaran la aventura de la apertura de la futura mina, Pedro invitó al señor “Sequoia” a tomarse unas copitas de tequila con unas lindas mexicanas amigas de él. Míster Portter no quiso ser descortés y aceptó la invitación. El resultado fue tremendo, no por la cantidad de alcohol que los dos ingirie-ron, sino porque cuando llegaron al lugar, una de las chicas —una morenita de cara redonda, nariz delicada, ojos cautivadores y un cuerpo escultural, lo abordó sin rodeos y — sin entender una pa-labra del inglés del señor Portter— le habló de amor; o por lo menos es lo que el señor “Sequoia” sintió cuando esos labios cer-ca de él le pronunciaron: —Dame un beso, güerito. La noche terminó con ellos en la cama de una de las habita-