Jose Donoso - El Tiempo Perdido

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    Jos Donoso

    El Tiempo PerdidoEl Tiempo Perdido

    Cualquier cosa que no hayamos descifradoy clarificado mediante nuestro esfuerzo personal, cualquier

    cosa que haya estado claraantes de nuestra intervencin en ella, no es nuestra ni nos

    pertenece.

    MARCEL PROUST, Le temps retrouv

    Las cosas, por desgracia, jams suceden como debensuceder, es decir, como en la buena literatura, y la realidad seempea en no asumir su papel de tributaria de la ficcin: elduque de Guermantes no muri durante mis aos de ausenciaen Francia despus de tanto mendigar en fundaciones yembajadas yo fui el nico proustiano que obtuvo una becapara estudiar en Pars, y la deslumbrante Oriane yace bajola tierra del cementerio de Zapallar. A escasos metros de sutumba el Pacfico estremece los acantilados planteando lapregunta que es la esencia de la literatura: cunto duraresto antes de que el ocano derribe las fortificaciones de rocasencanecidas por las gaviotas, erosionando las tumbascubiertas de flores en su arrogante simulacin de lo silvestre,donde los macrocarpas sumisos al viento protegen los huesosde Oriane y de otros privilegiados como ella?Me cuentan que al principio la muerte de Oriane dejdesconsolado a Basin, que, como se sabe, le haba sido taninfiel. Pero despus, con su segundo matrimonio, contravino elorden que le petit Marcel dej establecido, que es como lohubiramos preferido nosotros, los fieles proustianos de

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    entonces, pese a que descalificbamos al desechado prncipeamo de oficinas de cristal y acero; puro rango, cero colorido;ajeno a la imaginacin, a la poesa y a esta historia, a quienno conocamos ni de vista.No es que conociramos muy bien al duque. Pero l y Orianeeran figuras fulgurantes para nosotros, protagonistas absolutosdel Olimpo de nuestra juventud, the glass of fashion, themould of form, observer of all observers. Era raro el da en quealguno de los ociosos proustianos de aquellos tiempos quepululbamos por la calle Ahumada a la hora del paseomatutino los zapatos dignamente reparados con mediasuela; nuestros trajes virados; el calas, robado del ropero

    paterno, audazmente ladeado sobre un ojo nopronunciramos, para bien o para mal, sus nombres.Ocasionalmente, en el momento de la dispersin a la hora delalmuerzo, Oriane me regalaba la gracia de su sonrisa altreparnos a un atestado tranva 34. O Basin se detena en laesquina de la calle Hurfanos, por ejemplo, a pedirme fuegopara su Richmond, compartiendo, al hacerlo, algunaobservacin maliciosa acerca de alguna conocida, al saludarla.

    Todos nos asignbamos destinos brillantes: premios Goncourt,un Hamletdirigido por Giorgio Strehler en el Piccolo Teatro diMilano, sesudos ensayos publicados en la revista Sur,conciertos en el Royal Albert Hall. Pero nuestro valor eratodava potencial, no reconocido ms que por el fervorcalenturiento de nuestra fantasa durante el paseo por esasescasas cuadras ahogantes de tanto que suceda en ellas. Sinembargo, todos los observers ansibamos escapar de all para

    sacudirnos el pegajoso polvo de la provincia que amenazabacubrirnos, sin saber cmo hacerlo y sin contar con medios. Losnicos seres que parecan cumplir con sus existencias reales,no virtuales como nuestras pobres existencias, eran los pocoscomo Basin y Oriane, cuya prestancia y vestidos y trajesavalaban el esplendor mundano con que nuestra imaginacinlos dotaba.Mi contacto definitivo con Basin de Guermantes se produjo la

    noche que pasamos juntos en la comisara de la calle San

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    Isidro a raz de una pelea de borrachos en El Bosco en la queel duque tom parte, quedando con un ojo en tinta. Todo estosucedi cuando su matrimonio ya se haba deteriorado, y eldeclive hacia el matonaje y la brutalidad, con tanta frecuencialatente en personajes de la especie de nuestro blasonadoamigo, se aceler como reaccin al estado francamentecatastrfico de su vida privada, buscando amigospendencieros y vulgares en sus momentos ms sombros, yfrecuentando sitios que no tena para qu frecuentar. Estasfrancachelas despus de las cuales llegaba a su casa alamanecer, en un estado deplorable de deterioro externo einterno ponan frentica a la pobre Oriane, ya bastante

    frentica con los chismes acerca de la nueva amante de sumarido, por lo general una china indecente, te dir, crespa,de trutros gordos y piernas cortas..., lo ms distinta a suestilizada persona que es posible imaginar. La verdad es queOriane tampoco soportaba que el pobre Basin se divirtiera nicon el ms tradicional flirtcon la mujer de cualquiera de susamigos del Club de Polo.Los proustianos recorrimos de un extremo a otro el barrio alto,

    hablamos durante horas por telfono con nuestras amigas quepodan ser amigas de Oriane, o por lo menos amigas de susconfidentes, para procurarnos datos acerca de los prembulosde la pelea en El Bosco. Averiguamos, por fin, que al terminarel baile del sbado en el Club de Polo Oriane luca suconsabido vestido rojo, aunque con zapatos negros que, comoBasin no haba ledoA la recherche, no la hizo cambiarse sumarido la llev de regreso a casa sin lograr que le dirigiera la

    palabra y ella le cerr la puerta en sus ducales narices. Basin,entonces, harto, se dedic a pasar lo que quedaba de la nocherecorriendo los sitios que por esos aos estaban de moda, elCharles, el Capuln, el Jai Alai, el Tap Room Ritz,encontrndose y bebiendo con amigos y despidindose parapartir a otro lugar en busca de otros amigos con quienes beberms, hasta recalar, ya muy tarde, completamente borracho, enel siniestro Bosco, lleno de corrientes de aire, de desganada

    msica proporcionada por los ancianos de la orquesta, y de

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    escasa aunque vociferante clientela. Basin hizo su entrada conempaque de dueo del mundo, insolente al pisar ese territoriode nuestras fantasas, que dejaban de consumarse al serinvadido por un habitante del mundo real. Sentimos su oleadade arrogancia en el momento mismo en que se dispona aanunciar su llegada con una impertinencia, pero Odette deCrcy que an no lo era; todos habitbamos, alrededor de ella, unaetapa an previa ala dama de rosa; pero a veces serva de musa transitoria ennuestra mesa proustiana, pese a que ahora oficiaba en lamesa rimbaudiana, contigua a la nuestra y por cierto enemiga

    , desde el centro mismo del crculo de sus compinches,agredi a Basin levantando sobre el bullicio del restorn su vozteatral, ronca de cigarrillos y enriquecida por el vino ordinario:Qu se viene a meter aqu ese pije de mierda?Morel, nombre que le asignamos a un rimbaudiano amor deOdette durante esa temporada, intent hacerla callar. Peroincluso nosotros, que con cuchicheos de sorpresa yadmiracin identificamos al duque en el momento mismo en

    que hizo su entrada los sucios y pedantes rimbaudianos notenan idea de quin era el duque; se pasaban la noche en sucoin de table sumidos en el espeso vino de sus discusiones,mientras nosotros, los proustianos, atildados y compuestos,observbamos para no perder detalle de los acontecimientos, s, aun nosotros nos sentimos identificados con el rechazode Odette, si bien no con su manera de expresarlo: a su modo,ella protega el coto de nuestra imaginacin para que no se

    pusiera de moda, ya que tal como era ese lugar, con elmercurio desescamndose del revs de sus espejos y loslocos mayoinmasticables como neumticos, nos resultaba modesto ybarato. No ansibamos ms que esa cmoda atalaya paraotear el horizonte de nuestra pequea capital, y ensalzar,descuartizar o demoler nuestro mundo. Basin, que como es depblico conocimiento no tena ni una pizca de sensibilidad, oy

    a Odette, pero se fue acercando, sonriente, a nuestras mesas,

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    detenindose a saludarme porque yo era el nico que loconoca de presentacin. Despus de palmotearme, me tomdel brazo, arrastrndome hasta la vecina mesa de losrimbaudianos, que se silenciaron ante nuestra presencia.Detenido junto a Odette, Basin esboz, cortesano ytambaleante, una reverencia:Bailamos este cha-cha-cha?Oye, Chuto, por qu no me hacs el favor de sacar apatadas de aqu a este pije? dijo Odette sin siquiera mirar alduque, dirigindose a Morel, que se puso de pie.Morel era por lo menos tan alto como Basin. Por desgraciapara nosotros, que intentbamos olvidarlo, haba sido no

    violinista sino luchador de catch, oficio ostensible en laondulacin de sus pectorales y sus bceps bajo la olisca poleranegra. Lento, preciso, pesado como un gato salvaje, apoyadoen el respaldo de plstico de la silla de Odette, y en medio delsilencio tanto de proustianos como de rimbaudianos, dio vueltapor detrs de la silla de su amiga para enfrentarse con elduque, que obsequioso, y mirndolo directo a los ojos, lepregunt:

    Molesto?Claro... repuso Morel, que no era diestro con la palabrapese a la reciente publicacin de su librito de versos en queaparecan evidentes retoques de Odette.Lo siento declar Basin. Pero me encanta esteambiente y no tengo ganas de irme.Sabe quin soy? le pregunt Morel, ofrecindole surostro infinitamente reproducido en la seccin de deportes de

    los peridicos, insensible a que Basin no necesitaba salir enlos peridicos para que todo el mundo supiera que l era elduque de Guermantes.Mucho gusto de conocerte, pero te recomiendo que no temetas conmigocontinu, siempre afable, Basin.Qu esperis, maricn, para sacarle la cresta a ese pijeconcha de su madre? chill Odette, volcando vino y

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    congregando la atencin de las mesas cercanas con suvozarrn de contralto.Morel dispar su derechazo, que slo roz, aunque enrojeci,un ojo de Basin. El duque, sin embargo, que se haba venidopreparando para la pelea desde que se sinti interpelado porOdette, o quiz desde antes, inmediatamente peg un puetecertero y brutal medio a medio en la boca del luchador,astillndole sin misericordia y con un solo golpe los dientes y lamandbula.El local antes pareca despoblado se llen de tumulto ychillidos alrededor del cado, que sangraba como un chancho:parroquianos y mozos intentando separar a los que se

    lanzaban a la ria, un msico de la orquesta blandiendo suvioln, el concesionario entre sillas derribadas clamando por lapolica, y nosotros sujetando a Basin que roteaba a mediomundo y quera seguir golpeando a quien fuera, hasta quealguien llam a la Asistencia Pblica.Que vinieran a llevarse al Chuto Faras hecho aicos, comoun florero el pobre, por un solo combo del pije! Pobre Chuto!Tan pelotudo! Aos atrs fue rescatado de debajo del puente

    de Pursima Pursima, qu risa! por un anciano polgrafobarrigudo que asumiendo el papel de Charlus lo prohij, loba, lo instruy, pero despus el Chuto quiso pasarse alcatch con tan poca suerte que tuvo que volver a frecuentar losmrgenes de lo que iba quedando de la bohemia santiaguina,agarrndose de quien pudiera, no ya para trepar como podahaberlo hecho al amparo del polgrafo, sino apenas parasobrevivir.

    Y qu ms quiere ese roto de mierda? supe unos dasdespus, en un t chezMme Verdurin, que se haban quedadocomentando los perversos proustianos de El Bosco mientrasllevaban a la posta al pobre Morel hecho un guiapo, y a lacomisara de la calle San Isidro a Basin, a m porque mevieron de su brazo, y a Odette con la cabellera oxigenadaferozmente revuelta e insultando a quien se pusiera a sualcance. La verdad es que despus me lo comentaron en

    las mesas reconstituidas despus del incidente decan que

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    hasta quedar hecho papilla por un puete del duque deGuermantes era un galardn que el imbcil del Chuto nomereca.Si el Chuto ya no sirve ni para pegar un buen puete! Lonico que le va faltando es la peineta! dicen que sequedaron comentando los que volvieron a las mesas despusde la pelea.No dudo que estos comentarios de los proustianos fueroncausados por la envidia, sentimiento que se propaga como lapeste en nuestro encierro provinciano. Sobamos que fueramenos virulenta en las capitales europeas, pese a que esavirulencia constitua para nosotros la sal misma de la vida. En

    los tiempos de que hablo los viajes a Europa eran largos, y losviajes en avin arriesgados y costossimos, de modo que lasdistancias que nos separaban de la civilizacin nos parecaninsalvables. En ningn sitio, en todo caso, encontrbamos lasfacilidades para construir un facsmil de la Europa soada pornuestra remota hambruna, y en ninguna casa podamos darcurso tan libre a nuestra envidia, transubstanciada en bonsmots que creamos a la altura de los de La Raspelire, como

    en casa de Mme Verdurin, donde los proustianos, yocasionalmente algn rimbaudiano redimible, solamoscongregarnos.se s que tiene reflejos! dicen que coment MmeVerdurin cuando al da siguiente de los sucesos le detallaron elcuento del puete del duque.La verdad es que yo, temeroso por la envidia dirigida a mdebido a que pas una noche de crcel con el duque de

    Guermantes, y porque estim necesario rodearme de ciertomisterio en relacin con este episodio, evit durante unos daslos sitios proustianos domsticos, como El Bosco y LaRaspelire de la Avenida Macul, donde supuse que ya habancomenzado la mitificacin de la pelea y sus posibles secuelas.Quera que, en la incertidumbre de los proustianos acerca deestas secuelas, sus imaginaciones efervescentes afirmaran mipapel protagnico en el drama puesto en escena por sus

    conjeturas. Cuando me llamaban por telfono yo me negaba...

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    por estar a punto de caer con una gripe a virus, porque mismaestros me exigan una revisin de mi memoria delicenciatura, porque me tocaba turno en el peridico. Por elmomento prefera alejarme de ellos para que bajo la metrallade sus interrogatorios no se hiciera evidente que no habapasado toda esa noche en ntimo coloquio con el duque, sinomenos de media hora, despus de la cual, debido a queninguno de los tres fuimos acusados de agresin, porqueMorel peg el primer puete, nos soltaron. Y mientras Basintomaba un taxi para ir a dejar a Odette a su casa porqueestaba hecha una miseria, bajo los rboles de la plazuela deSan Isidro encend mi ltimo cigarrillo, decidiendo irme a mi

    casa en vez de regresar a El Bosco.De este modo los proustianos creeran que mi ausencia sedeba a que estaba pasando una fraccin importante de lanoche en la ms ilustre compaa.Cul de ellos iba a tener esta oportunidad mundana que tangratuitamente se me brindaba a m, noticia que al da siguientey para humillacin de la bella Oriane, aparecera en LaOpinin o en Las Noticias Grficas? Ninguno. Tanto, que yo

    mismo no opuse excesiva resistencia a los carabineros queme arrastraron acusndome de compaero de farra deldistinguido malhechor. Pero no fuimos ni siquiera fugazmenteinmortalizados por la prensa. Era preferible evitar todocontacto con los proustianos, por lo menos por unos das. Yresist la tentacin de ponerme al alcance de sus ojosimplacables que no tardaran en percibir la verdad. Lo nicodigno de recordarse que ocurri durante nuestra permanencia

    en la comisara y su importancia vino a madurar un mesdespus, lo que me hace recordar con toda claridad cadapalabra de ese dilogo fue que, esperando al cabo deguardia que nos iba a interrogar, Basin vomit su estupendoPalm Beach color cscara, y echndole la culpa de estepercance a la indignacin histrica con que en la celda vecinaOdette protestaba su inocencia, murmur:Por qu no hacen callar a esa huevona de mierda! Me est

    dando vueltas la cabeza!

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    Mientras lo ayudaba a limpiarse, le expliqu que Odette tenaese vozarrn porque era una actriz de carcter de gran talento,lo mejor que se daba en nuestra pobre escena nacional. Silograba adquirir la disciplina y el entrenamiento que leproporcionara una temporada de estudio en Europa, porejemplo, o en Nueva York, llegara a ser uno de los grandesnombres de nuestras tablas.Por qu cresta ustedes se lo llevan hablando de Europa yde Nueva York todo el tiempo? Qu creen que hay all queno hay aqu? Si el Moulin Rouge es igual al Burlesque, noms, un poco ms grande...!Me abstuve de explicarle que los cnones que regan nuestra

    sensibilidad no emanaban ni del Burlesque ni del MoulinRouge, al ltimo de los cuales no consentiramos en asistir ano ser que nos llevara de la mano Toulouse-Lautrec mismo.Coment, en cambio, que el ambiente de aqu era tan chato ylimitado que salir de l sera importante para tomar unaperspectiva sobre lo que en ese tiempo llambamos la cosanuestra, ya que aqu todo quehacer positivo se nos enredabaen envidia, falta de medios y rivalidades y competencias

    provincianas.Pero observ Basin, ducalmente pese a su borracheralos ms provincianos de todos son ustedes que se creen tantoy no saben que las cosas, all, no son distintas..., tienes que ira convencerte por ti mismo...Y quin me va a pagar el pasaje? le pregunt riendo.Qu cresta s yo, si apenas s cmo te llamas?Un tiempo despus, sin embargo, pude comprobar que lo

    saba perfectamente, incluso mi segundo apellido.No tuve paciencia para prolongar mi desercin de LaRaspelire de la Avenida Macul por muchos das: a miregreso, resist los interrogatorios, aunque no a dar mi versinde los acontecimientos para prolongar, por lo menos por untiempo, el intrigado respeto de los proustianos. El duque,intent explicarles en el primer t de La Raspelire despus demi ausencia, haba quedado como en silencio en la comisara,

    metido hacia adentro, como si por primera vez sintiera y viera

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    algo en su interior que yo no poda sino calificar de... bueno...de conciencia de un gran vaco?Juanito Irisarri con problemas existenciales? pregunt,sarcstica, Mme Verdurin.No, no, no... me contradijeron los fieles que asistieron aese t. Una crisis existencial desfigura a Basin, que siemprefue igual a s mismo.Para qu dejaste que se la llevara en taxi y no la fuiste adejar t? Sabes lo arribista que es la Picha Pez, capaz dehacerse ntima. Y si la Picha Pez se dedica a la vida social,en el Club de Polo y en Reaca, con el grupito de JuanitoIrisarri, yo no la voy a convidar ms a mi casa porque es una

    lata. No hay nada en el mundo que me aburra ms que gentecomo sa... y Mme Verdurin arrisc su bonito labio superior,activo y bien maquillado, al decir gente como sa.Olga Fuad le advert yo, que ahora me consideraba dueodel personaje, t no puedes opinar porque no conoces agente como sa, y a Juanito Irisarri no lo conoces ni devista...Mentira. El otro da me toc comer un sandwich de pollo con

    alcachofa en La Novia al lado de l..., vieran cmo me mirabalas piernas, como si me fuera a comer a m, no a susandwich...Pero no has ledo a Proust, as que...Lo que no dejaba de ser una ventaja para poder llamarla MmeVerdurin con impunidad y observar cmo, sin que lo supiera,cada accin suya la iba calzando ms y ms dentro delprototipo en torno al cual los fieles nos congregbamos. Nadie

    tema que leyera a Proust, porque una de las teoras favoritasde nuestra Mme Verdurin del Cono Sur, tan apasionadamenteadicta ala cosa nuestra, era que el exceso de lectura de autoresextranjerosestetizantes yA la recherche, en siete tomos, segn ellaera demasiado largo, y la vida demasiado corta, y por lotanto puro tiempo perdido pona en peligro, con su nefasta

    influencia, con el canto de sirena de sus refinamientos a los

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    que no debamos aspirar, la autenticidad del estilo sencillo ydel pensamiento de nuestros creadores. En secreto, losmalvolos proustianos murmurbamos que el estilo delreciente libro de prosas poticas firmado por Olga Fuadmostraba huellas si no llagas de absolutamente todas lasepidemias literarias del momento, cosa que me guard muybien de decir en el artculo que sobre ella me vi comprometidoa publicar. Cmo iba a decirlo, por Dios, si eso hubiera hechotambalear la hegemona del grupo proustiano en casa de MmeVerdurin, dando paso, seguramente, a los malditosrimbaudianos que llenaran los queridos salones con susuciedad, consignas y clamor, y que andaban aun ms

    hambrientos que nosotros? No puedo negar que nos reamosdel gusto dudoso de esta hija de industriales palestinos en elalhajamiento de los salones en que nos reciba: era la pocaen que nuestros turcos no abandonaban an su ghetto demansiones art-dco en Macul y Nuoa para invadir la capitalcon sus nuevos capitales y sus bellas hijas. An conservabanel temor a la risa de gente como Juan Irisarri, gente que ya nolos rechaza sino, ms bien, sabiamente busca casar a esas

    hijas con los herederos de sus nombres.Los ts de Olga, servidos en la tetera de plata ms aparatosaque jams he visto, eran abundantes, generosos, exquisitos.Mantena su casa siempre abierta para nosotros laconocimos en un curso de esttica al que asisti como oyentey despus abandon, aunque no nosotros a ella, pobresestudiantes de castellano y de filosofa y de teatro y demsica, que bamos a ser poetas o actores o pintores o

    compositores dodecafnicos. En sus salones siempre biencalefaccionados nos refugibamos contra la fetidez a parafinahabitual, en el mejor de los casos, en nuestros cuartos depensin o casas de familia. La presencia de M. Verdurin eraocasional y emblemtica en el horizonte de estos mullidosmbitos que le pertenecan con toda su poblacin de bibelotsms o menos autnticos, entre los que pareca incluirnos: nosaseguraba que no errbamos transformndolos en el centro de

    reunin de nuestro grupo de fieles, si tener corte era lo que a

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    Olga la diverta, puesto que la guardaba dentro del harem.Mme Verdurin era un poco mayor que nosotros, que, claro,estbamos enamorados de ella, ingenua, encantadora,preciosa con su tez traslcida, los rizos cortos de sus cabellosretintos apretndole como un casco la cabeza, y sus grandesojos azules bajo sus cejas espesas endulzados por pestaasexcesivas en prpados demasiado carnosos. Ella lohabamos ido comprobando uno tras otro se mantenainaccesible, cruelmente sorda a los requerimientos de losproustianos que se haban aventurado a tanto: Nissim Fuadpoda no ser ms que una presencia tcita, menos aun, elsimblico propietario tradicional, pero era una presencia

    autoritaria. Y si bien quedaba suficientemente claro quetolerara escarceos literarios y polticos, incluso tal vezsentimentales, era clarsimo que no estaba dispuesto atolerarlos de otra ndole por mucho que Olga Fuad, en laintimidad de la chimenea encendida en una tarde lluviosa,pareciera martirizarnos con el seuelo de lo imposible.Prefiero no saber, y ya no me importa porque al fin y al cabosal triunfador, qu se coment detrs de mi espalda durante

    los das en que anduve desaparecido. Pero toda sospecha,toda conjetura molesta o humillante qued inutilizada cuandouna buena tarde aparec rutilante por La Raspelireme di el trabajo de convocar por telfono a todos losproustianos para destrozarlos de una sola plumada con lasnuevas acerca de mi xito y de la futura transformacin de mipersona a participar el noticin: el agregado cultural de laembajada de Francia me haba otorgado, finalmente, la

    ansiada beca. El diplomtico recalc con gentileza que miamistad con su noble contrincante en el campo de polo habapesado en forma definitiva en mi favor.Me guard muy bien de aclarar en La Raspelire que el duquele haba advertido a su amigo deportista que no requera misagradecimientos personales. Qu importaba ahora esedetalle si mi buena suerte dej boquiabiertos a los proustianos,no slo por la envidia de la ilusin de todos hecha realidad en

    m, sino por este hecho comprobable que pareca avalar lo

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    verdico de mi relacin amistosa con el duque de Guermantes?No redondeaba con esto mi futuro, no haca coherente mivida entera, colocndome dentro de un plano de posibilidadesen todo sentido superior al de ellos? Yo haba emergido, porfin, de la prisin virtual del espejo dando un paso definitivo conque ingresar al mundo de los seres reales. Sent el exquisitoardor de sus envidias al darse cuenta de que ahora el canonproustiano, ese orden que la lectura haba introducido ennuestras imaginaciones para configurar un mundo que sloapoyado en ella resultaba tolerable, no era ya unamanifestacin de nuestra de mi ansia sin fundamento:dentro de un mes, cuando yo partiera, iba a ser un mundo

    tangible al que me incorporara dejndolos a todos ellos, consus trajes virados y el ceceo de sus dicciones provincianas ,dentro del fanal de lo que propuso nuestro admirado genio,que era el nico orden en el cual podamos refugiar nuestra yadesesperanzada espera. En mi caso, pens arrogante, no sehablara ms de familia exigente de ttulo acadmico y trabajosremunerados, de miserables prstamos de dinero, deespordicos trabajos humillantes, del retorno del vencido a su

    oscuro pueblo de provincia, de la imposibilidad neurtica decompletar estudios universitarios, o nuestra novela, o nuestropoema contra Goering o sobre el pastel de choclo, que,insistamos, algn da bamos a completar. Mi mundo lo vireflejado en sus ojos y ellos lo vieron reflejado en los mosiba a transformarse en un maravilloso mundo de promesascumplidas. El mozo de Mme Verdurin acababa de retirar latetera, los platillos con restos de scones, las tostadas, los

    despojos de la torta de milhojas.En la tarde de que hablo lloviznaba afuera. Nosotros, junto alfuego de troncos que arda en la chimenea, hablbamoschisporroteantes, excitados, todos, ellos, yo, ellos porque apesar de su envidia una parte suya se iba a cumplir en m, ytodo iba a ser entonces un poquito menos remoto.Y Odette? pregunt.No haba vuelto a aparecer por La Raspelire de la Avenida

    Macul desde la famosa noche. Olga aprovech para

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    reprocharme ser el causante, al no acompaarlos en el taxi enesa ocasin, de haberla lanzado a las peligrosas garras delbeau monde en esos aos de que hablo no exista eljet set;claro, no existan los jets transcontinentales, ni tampoco laindustria periodstica basada en la nostalgia por los ungidos debelleza y poder, perdindola para La Raspelire, que noacreditaba dentro de las filas de sus fieles a quien mantuvierarelacin con ese mundo de insignificantes.Vamos a buscarla exclam Mme Verdurin ponindose depie. No podemos celebrar la noticia de tu viaje a Pars sinella.Dnde piensan celebrar? pregunt M. Verdurin, atajando

    a su mujer con la mirada que alz de las ilustraciones de unainmensa Divina comedia numrote recin adquirida en unremate oligarcn: haba emergido de las profundidades de subiblioteca para exhibirla ante nosotros por creer,ingenuamente, que nos conquistara con este objeto carentede otra cualidad que la opulencia.En El Bosco... supongo... repuso ella.Por qu no la va a buscar cualquiera de ustedes y celebran

    aqu en la casa, mejor? propuso M. Verdurin, y cerrando elgigantesco volumen con que haba interrumpido nuestras risasy divagaciones, comenz a alejarse otra vez hacia labiblioteca; agreg: Hace fro afuera y dijiste que estabas unpoco resfriada.Vamos a buscarla a su casa insisti Mme Verdurin,pidindole al mozo que hiciera bajar su abrigo de pelo decamello y un paraguas. Ha visto alguno de ustedes quasco es su cama?La habamos visto todos, claro, desde una perspectiva o desdeotra, pero no lo dijimos por temor a que M. Verdurin lo oyeradesde su escritorio y lo interpretara mal, es decir,correctamente. En todo caso, los proustianos declararon quehaca das que andaban en busca de Odette, tocandointilmente el timbre de su departamento en pleno centro,donde se acababa de instalar porque, alegaba, no poda

    dormir sino arrullada por el ruido infernal del trfico. Alguien

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    haba logrado entrevistarse con el director de Los bajosfondos, puesta en escena por el teatro universitario que enaquellos aos comenzaba a surgir: confirm que Odette nohaba aparecido durante toda la semana, pero en caso de quela viramos, nos dijo, que le rogramos que volviera porque lasustituta era psima. Por otro lado lo que espesaba la intriga, los proustianos ms encarnizados haban logradoaveriguar, a travs de amigas de amigas de Oriane, que Basinanda en Buenos Aires por asuntos de negocios, lo queproclamaba que el asunto era de lo ms elementary, Watsonposible, sobre todo ahora, despus de saber por boca ma, yyo haba sido actor en el drama, que Basin se haba llevado a

    Odette sola en un taxi.Y las cosas que la Picha Pez es capaz de hacer adentro deun taxi en la noche, no necesito dejrselas a la imaginacin denadie porque un porcentaje bastante alto de la poblacin losabe por experiencia propia.Pero si la Picha y Juanito estaban como sacos de curados!protest yo.Ah! No vas a decir que adoleces de la falta de cultura de

    no conocer cmo es la Picha Pez en la cama cuando estcurada? Es un fenmeno de la naturaleza...! observaronvarios proustianos que se las daban de cognoscenti.Seguramente se las arregl para hacer reaccionar como unrey a Juanito Irisarri....y su cama es una cochinada, las sbanas sin cambiar. Ylas paredes con posters de cantantes, igual que una chiquillachica agreg Mme Verdurin mientras meta los brazos en las

    mangas de su abrigo sostenido por uno de los fieles.Adnde la vamos a buscar, entonces?A El Bosco.Dicen que han visto al Chuto Faras por all otra vez, con lacara vendada. Parece Frankenstein.Qu importa el Chuto? Vamos? insisti Mme Verdurin.No es demasiado temprano para El Bosco? pregunt yo.Nos dimos cuenta de que la pobre Mme Verdurin, harta con su

    marido, quera salir a toda costa de su casa ahora mismo. Tal

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    vez resultara divertido llevarla un rato a una exposicin de artepopular amenizada por un payador con su guitarra paranuestra Mme Verdurin verncula la novena era cualquiercosa de Violeta Parra; y la Victoria, que le produca

    jaquecas estticas, las lozas de Pomaire o Quinchamal.Cmo no va a pasarlo mal con el pelotudo de Nissim, quepuede ser su pap, si los turcos casan a sus hijas con quienesquieren, como en la Edad Media?Por esos aos mi hermano menor iba a terminar su carrera deleyes, cosa que recuerdo muy bien porque mis padres nocesaron de echrmelo en cara hasta que Basin me consiguila beca a Francia y todo cambi. Compartamos la misma

    habitacin en la pequea casa familiar llena de olor a comidaporque nuestros aposentos quedaban y quedan detrs dela cocina: un postizo que le agreg mi padre al minsculobungalow original cuando logr comprarlo, no haca muchotiempo, y pese a que yo lo consideraba una pocilga indecente,y lo criticaba todo, mis padres se mostraban repugnantementeufanos de su propiedad. Con el propsito de ahuyentar tantacosa criticable en la casa, yo haba decorado mi mitad del

    dormitorio con una red de pescador, con la reproduccin de uninterior de Vuillard muy proustiano, con un retrato de OlgaFuad luciendo un vestido de encaje en una suntuosa foto deJorge Opazo, y una divertida foto de la Picha Pez hecha porun proustiano que iba a ser el Avedon del futuro tenamosconciencia de Avedon en aquellos tiempos?; creo que nouna tarde en que no haba nada que hacer: la disfrazamos deOdette Swann con una sombrilla malva como bajo un

    cenador de glicinas en una esquina de la All des Acacias,s, recuerdo muy bien el color de esa sombrilla aunque la fotoera en blanco y negro. La mitad de la habitacin quecorresponda a mi hermano, en cambio, estaba mssobriamente decorada con un retrato de su polola y otro de mimadre, y su diploma de licenciado en derecho en un marcodorado, segn mi opinin demasiado pretencioso.

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    Recuerdo la tarde antes de mi partida a Pars, cuando encimade mi cama preparaba mi maleta metiendo mis camisas debotones cosidos con el hilo/que se ir haciendo ropa/ para los que no tienen sinoharapos... por mi hermanita menor, que ya tena edad paraayudar en los menesteres de la casa.Yo contestaba los gritos de mi madre que desde el otro ladodel tabique me preguntaba si me faltaba algo, pero yo, paramis adentros, repeta irracional, iracundo, que dijera lo quedijera Neruda, jams despus de esta comida volvera aprobar caldillo de congrio, que era lo que en la cocinapreparaba mi pobre madre como festejo de despedida, y cuya

    abominable fetidez canonizada en una oda colmaba mi cuarto,impidindome volar en este mismo minuto a Pars: el caldillode congrio poda ser todo lo grvido y suculento que el vatequisiera; y la cebolla una luminosa redoma de sabores yperfumes cuajados sobre el callado bandolero del fuego.Sencillez, qu terrible lo que nos pasacuando no hay otra opcin que la sencillez; cuando sedesvirta por ignorancia y falta de medios esta moda de la

    cosa nuestra con que Mme Verdurin se llenaba la boca y lossantones predicadores de las cosas simples porque noconocen otras cosas Neruda, al fin y al cabo, vena devuelta de la Tour d'Argent quieren que absolutamente todosea de greda de Quinchamal, mientras yo, en mi cuartuchodetrs de la cocina, me ahogaba de asco con la sencillafetidez del caldillo de congrio que llenaba mi dormitorio.Llevara hasta Pars el olor indeleble de la cosa nuestra

    abominada por ser nica en nuestro horizonte deposibilidades. En el momento de cerrar mi maleta temtransportarlo eternamente dentro de ella, pegado a mi pelo y ami ropa, junto con los calcetines zurcidos por mi hermanita quedecididamente no tenamanos de pastora, pero que transformaran mis pies parasiempre en dos gigantescos mirlos que me haranavergonzarme de ellos en Pars por la simple razn de que mi

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    madre no conoca nada mejor con qu festejar que el caldillode congrio.Estaba cerrando mi maleta cuando son el timbre de la puertade la calle.Mi hermanita corri a abrir. Volvi a comunicarme que unaseora rubia, muy grande y muy elegante me buscaba. En elumbral, delante de mis padres sorprendidos por esta criaturade puro oropel que por vez primera produca el contacto de mifantasa proustiana con mi origen, Odette se lanz a misbrazos, besndome, los ojos teatralmente maquilladosrebosando emocin bajo el velito de su sombrero, sin mirar ami madre que, sacndose el delantal y tirndolo detrs de la

    puerta, la acogi:Pase no ms, est en su casa.Gracias, seora, pero no puedo, me estn esperando.Y a m me dijo:Te vas y no nos vamos a ver nunca ms en la vida.No exageres, pues Picha.O peor: cuando vuelvas cargado de premios, publicacionesy condecoraciones, yo voy a estar horrible y pasada de moda,

    hecha una zapatilla vieja, y ni siquiera me vas a mirar, no medigas que no..., s, s, no me lo niegues, todos los hombres soniguales, no es cierto, seora?Junto a la vereda esperaba un Packard Clipper verde oscuro:el inconfundible Packard de Basin, desde cuya ventanilla elduque me agit una amistosa mano. Avergonzado, retroceden la puerta para disimular ante l mi relacin con mi madre talvez hedionda a cebolla, con la modestia de mi casa, con lo

    poco distinguido del barrio donde unos chiquillos jugaban a lapichanga en la calzada, y hacerle la desconocida definitiva alinsoportable olor a caldillo de congrio que era mi destino, y queseguramente llegaba hasta Basin en su auto, hiriendo susdelicadas narices.Vamos? me grit desde su auto.S, vamos, mi amor me rog la Picha. Un ratito, no ms,seora, a tomarnos una botellita de champn de despedida

    con unos amigos en El Bosco.

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    Me comprometo a trarselo de vuelta en el auto en mediahora, no, en tres cuartos de hora ms, mientras usted terminade hacer la comida... mmmm, tiene un olor exquisito...Mir a mi madre, que se alz de hombros. Recogi su delantaldel suelo y ponindoselo de nuevo se retir a la cocina, donde,mientras en mi dormitorio yo anudaba mi corbata, la ocuchichear con mi padre, con mi hermana y con mi hermano.Mi padre me acompa muy serio hasta la puerta:No vas a dejar plantada a tu mam, no es cierto?Cmo se le ocurre, pues, pap? Adems tengo queacostarme temprano para dormir bien y estar en Los Cerrillosa las seis y media en punto para tomar el Air France de las

    siete y media de la madrugada.Cuento con que vas a cumplir.Hasta un ratito ms, pap.Hasta luego, entonces.Hasta lueguito.Estaban todos Elstir, Charlus y Jupien, un fracasadoaspirante a Swann a quien le concedimos ese nombre por nodisponer de un Swann ms verosmil, Bergotte, Norpois,

    Albertine, Saint-Loup antes de que se le diera vuelta elparaguas, y Mme Verdurin, que se haba escapado de su casaaprovechando que su marido haba tenido que viajar a Osornopara la compra de un fundo, todos, en fin, reunidos con elpropsito de celebrarme en ese Fouquet versin chilensis, yhacer votos para que mi contacto con la douce France metransformara de un simple Hctor Muoz de la Barra en unautntico petit Marcel, quien, incluso a costa del peligro de

    contraer el asma fatal de los genios, estaba dispuesto ainmortalizarlos a todos en un gran panorama que sera comoun fresco literario de un mundo el nuestro y de una poca.Hasta los rimbaudianos, asombrados o porque el duque deGuermantes, sobrio, amable, lujoso de sonrisas y lociones ycon Odette decorando su lado, encarg innumerables botellasdel mejor vino, para esta ocasin abandonaron su hostilidad,y acercndose a nuestra mesa me contemplaban con el

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    halago de los ojos borrosos de envidia de los que se quedan, ysospechan que quiz se queden para siempre.S. Estbamos todos salvo la protagonista, Oriane. Dos dasantes, en Gath& Chvez, hurgando en un mostrador de camisetas en rebajaque me dispona a comprar como parte de mi equipo de viaje,levant la vista y con un vuelco del corazn reconoc el bellorostro de pjaro rubio de Oriane al otro lado, que hurgabaentre las mismas camisetas que yo. Levant su mirada azul devitreau que cruz con la ma no puedo negar que durante unminuto especul con la posibilidad de que se detuvo all noporque le interesaran las camisetas sino porque me vio a m

    , iluminando con su repentina sonrisa dorada su rostromaravilloso, y el mo, y el mbito entero del gran almacn.Cundo se va? me pregunt sin prembulos.Pasado maana.Qu lstima!Yo estoy feliz!Es que me hubiera gustado convidarlo a tomar t. Elagregado cultural de la embajada de Francia tiene grandes

    esperanzas puestas en usted, y quizs hubiramos podidoreunirnos los tres...Como si tomar t solo con ella, que era pura poesa, no fuerala ms eficaz de las tentaciones, y me ofreca al pedestreattach como anzuelo! Me dijo que ste, gran amigo suyo, lehaba comentado mi viaje era evidente que Basin no se lomencion jams, contndole que parta con el fin deestudiar, conocer, quizs escribir una novela, o mejor, una

    obra de teatro, para lo cual sera conveniente que viera todoslos espectculos de Pars.Qu envidia! exclam Oriane, levantando una camisetapara examinarla.La duquesa de Guermantes envidindome a m? Me pareciuna situacin incongruente con la otra realidad, tanto mayor,de la fantasa. Qu era lo que me envidiaba? Mi beca, igualque tantos estudiantes pobretones que haban aspirado a ella?

    Mi viaje a Pars, si su fortuna le permita viajar cuando

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    quisiera? Estudiar, ver, escribir novelas, obras de teatro, ella,que era sobre todo mundana y tena el deber de seguirsindolo porque as estaba escrito, y no traicionarnos anosotros los proustianos, ni al creador de la atmsfera en quesu existencia era radiante? Salimos charlando de Gath &Chvez con nuestros paquetes de camisetas debajo del brazoy tomamos el tranva 34. Colgados de las agarraderas decuero porque no quedaba asiento, despus de enderezarse laboina de terciopelo que alguien al pasar le desacomod,pasamos parte del trayecto quejndonos de este incmodomedio de locomocin, harto primitivo.En Pars el metro es regio coment Oriane.

    Yo jams haba tomado un metro. En toda mi vida. Pensar queen unos cuantos das iba a poder hacerlo por primera vezaceler mi pulso con la perspectiva de experiencias distintas ala experiencia exclusivamente cultural, transformndome en elclsico turista boquiabierto de admiracin ante progresosdesconocidos en su pueblo: all mismo tom la determinacinde no acercarme jams a la torre Eiffel.Es muy rpido? le pregunt a Oriane.

    Calcul:Por ejemplo, para un trayecto como ste, desde el centrohasta mi casa en Avenida Lyon..., bueno, sern, supongo,unos cinco minutos. Usted vive por aqu?No, cerca de la Plaza Egaa.Este carro lo deja bastante lejos, entonces.Me abstuve de confesarle que prefera este itinerario en vez deuno ms directo porque el tranva 34 pasaba por un barrio ms

    Faubourg St. Germainque los tranvas que me llevaban directamente a Nuoa y a laPlaza Egaa.En ese caso, por qu no almuerza conmigo? A la suerte dela olla..., estoy sola me invit Oriane.La casa de Oriane, me doy cuenta ahora, era demasiadoestilo bombonera. Pero ese da me pareci el recinto msrefinado del mundo. La sensacin de silencio reposado, de

    privacidad buscada sin sentimiento hostil, de pasos acogidos

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    por las alfombras, de funcionamiento perfecto sin necesidadde mandar a nadie a toda carrera al boliche de la esquinaporque lleg visita, me fue rodeando como una marea deaguas exactamente de la misma tibieza que mi cuerpo: yohaba nacido para esto. No puedo negar que cuando, despusdel salpicn de pavo hecho con sobras de la cena de anoche ala que haba asistido el agregado cultural francs, apareci uncharquicn, estuve a punto de tomar las de Villadiego,insultado por ese plato de tan mezquino abolengo, similar alque apareca con demasiada frecuencia en la mesa de mifamilia: los seres emblemticos que imperan en el reino de lafantasa y que deben seguir sus reglas no podan alimentarse

    con manjares como ste. Al probar el charquicn, sinembargo, me pareci sentir en el paladar que se trataba deuna concepcin de ese plato totalmente distinta, un mundo desabores concertados con una delicadeza insospechada en laPlaza Egaa, lo que me hizo perdonar a Oriane ese guiso quede otro modo hubiera sido un error suyo: aqu representaba labuena tradicin de la comida criolla mantenida viva por otraFrancoise.

    Hablamos de Basin.Sin necesitar que Oriane me lo dijera, comprob lo infeliz queera con l. A la hora del postre restos de una tarta de lavspera hablamos de lo insufribles que son los hijos, loexigentes, lo ahogadoramente ubicuos; y lo mimada y agresivaque era su hija de once aos, todo lo cual le produca unadesazonante sensacin de ya no tener vida propia. Despusdel almuerzo, al sentarnos en el sof de toile de Jouy con

    escenas pastorales en tonos de celeste, me confes algo quepara m tuvo los efectos de un golpe muy rudo: que habadecidido tomar clases de teatro. Le gustara, dijo, ser actriz,meterse en la piel de otras personas para no seguir con lamonotona de su vida, y ella cmo no iba a saberlo si suvida entera no era ms que una farsa de la maana a lanoche? era muy buena actriz.Esta tremenda confesin tuvo efectos variados en m. Los fui

    rumiando mientras Oriane, incontrolable, grrula, sin

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    preguntarme absolutamente nada sobre mis proyectos que alfin y al cabo haban sido la razn ostensible por la cual medirigi la palabra tal vez por segunda vez en su vida y meconvid a almorzar qu iban a decir los proustianos cuandoles contara!, segua y segua confindome el secreto demodistilla de sus frustraciones. Me dio ira que desde laperfeccin de su Olimpo inaccesiblemente mundano desearadescender a las aspiraciones de cualquier alumna bienparecida de tercer ao de Pedagoga: la gente como Oriane seaburre, me dije. sa es la terrible verdad. Y por eso, aunqueantes apenas se dignaba saludarme desde lejos, ahora,debido a esta mnima notoriedad ma, se lanzaba sobre m

    para devorarme con una supuesta admiracin, aunque slopara que le sirviera de espejo. Su vida, me di cuenta con pena,era vulgar, igual slo que escrita en una tessitura distintaa la vulgar fatiga de mi madre junto a la cocina, y a la de mi taque trabajaba en la Intendencia quejndose de que a ellanunca le pasaba nada ms divertido que las sorpresasdeparadas por el Electrolux. Al descender de tal manera antemi vista, Oriane se transformaba en mi par; no slo en mi par,

    tambin en mi odiada, en mi amada pareja. Era inclusoprobable que le hubiera sido infiel a Basin, por ejemplo con elagregado cultural francs. Y si era tan indiscriminada, tancaliente para decirlo de una vez me hablaba con la voz mssuave, ms confidencial, inclinndose un poquito hacia m enel sof celeste, y sent su aliento, por qu no iba a hacercattleyas conmigo? Me di cuenta de que esto, ms que unafantasa, era una locura, una situacin por completo anti-

    proustiana y por lo tanto descabellada. Oriane tena su manode duquesa, con el adorno singular de un zafiro muy oscuro,extendida entre ella y yo sobre unas ovejas retozonas en latoile de Jouy. Yo dej caer mi mano sobre la pastora que lasapacentaba: adieu, pastourelle, cantaba mi coraznincontrolable como el nio castigado por los sueos de suculpa transformados en una horrible y bella pesadilla..., mipulso lata rapsdico, incapaz de detener mi mano que iba a

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    avanzar hasta cubrir el olmo que separaba a la pastora de surebao.Conoce a una tipa que se llama Picha Pez? mepregunt Oriane.Claro que la conozco.Es regia ?Nnnnnnooo..., ms bien vistosa...Qu tal persona es?Estupenda actriz.Bah, yo la vi en Los bajos fondos y no la encontr tanestupenda, le dir.Cmo se rebajaba hasta insinuar sus celos por alguien como

    la Picha!, pens sufriendo por ella y por m. Y no slo suscelos: lo peor era que en el interior de esos celos, y disimuladapor ellos, discern envidia por la Picha, querer ser lo que laPicha era, rebajndose con esto a un nivel inferior a ella loque era mucho decir, y terminando con la existencia de lainaccesible Oriane para transformarla en lo que era: lacaricatura de una burguesa frustrada del barrio alto quehablaba demasiado sobre s misma y estaba, por lo tanto, al

    alcance de cualquiera, y de m, que era menos que cualquiera.Mov mi mano incontrolable hasta cubrir la suya y la apret unpoco, adelantando hacia Oriane mi cuerpo. Mi sangre cantabapreparndose para las cattleyas. Sent su perfume emanandode su piel mate, de la desconsolada aureola de su pelo unpoquito rojizo que en un momento ms yo iba a acariciar. Ellame mir directamente a los ojos con sus maravillosos ojosazules de mrtir, de santa, donde, despus de un momento,

    apareci la chispita de risa que no tard en extenderse portoda su cara, concluyendo con una bondadosa pero terriblecarcajada pienso ahora que fue slo una risita nada hiriente, pero que a m me lesion para siempre:no slo no retir furiosa su mano de debajo de la ma, sino quela apret, comprensiva, amistosa, condescendiente, antes dequitarla para tomar su cartera y sacar un pauelo con queenjugar las lgrimas de su risa, que slo vidriaron sus ojos. Yo,

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    tremolante frente a esa carcajada fantaseada que me volva auna perspectiva realista, me puse de pie:Me tengo que ir.Tan temprano?S, fjese...Qu pena, yo no tengo nada que hacer en toda la tarde.Con esto del viaje tengo muchas diligencias que hacer.Me acompa hasta la puerta, que abri ella misma para queyo saliera con mi paquete de camisetas debajo del brazo. Alcaminar largamente bajo la suntuosa bveda verde de lospltanos de la Avenida Lyon, sent que el principal mvil de miviaje a Francia no iba a ser, ahora, proustear verbo

    acuado en el Fouquet de la Alameda para describir mispesquisas acerca del itinerario delpetit Marcelen Pars, sinopara huir lo ms lejos posible del odiado escenario de mi pasoen falso, de mi error de sensibilidad y de clculo, que porsuerte no estaba escrito y, por lo tanto, sera muy difcil quelo creyeran cuando ese chisme, puesto a rodar a partir de lagloriosa carcajada de Oriane, se propagara.Con razn Basin la detestaba!

    Esa carcajada, igual que las desdeosas carcajadas quereaparecen en flou en ciertas pelculas y definen el destinomediocre de los antihroes martirizados por sus propiassensibilidades exacerbadas, me persigue hasta ahora, aosdespus de mi regreso, cuando la recuerdo. Y la sigo oyendoaunque Oriane yace bajo la tierra de un cementerio costino, almismo nivel que todos los muertos, por muy privilegiado quesea el lugar donde descansa de todo lo que durante su

    brevsima carrera teatral tuvo que sufrir: abandonar a Basinpor un actor de bastante menor edad que ella y demasiadomoreno roto de ojos verdes, roto malo, dicen quecoment Odette, adems de ser una vulgaridadimperdonable, fue una tontera que slo poda conducirla a latragedia.Pero antes de partir ah, esa noche...!, al entrar triunfanteen El Bosco del brazo de Odette y escoltados por el duque, el

    desdn de esa carcajada se apag por un rato en mis odos.

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    Desde la puerta del establecimiento not que nuestra llegadaproduca una reaccin curiosa en la mesa a la que nosdirigimos: varios proustianos se pusieron de pie no slo con laintencin de darme una calurossima bienvenida a m, sinoms bien con el objeto de prolongar el momento de presentaral duque a mis congneres, y proteger a alguien,desvindonos hacia otra mesa. Pero como Basin era muchoms alto que todos los dems, esta tentativa resultinfructuosa, porque por entre sus cuerpos arremolinadosalrededor nuestro el duque distingui, en la mesa quegeneralmente ocupbamos, al Chuto Faras, con la cabezainclinada hacia atrs y vendada como la de una momia que

    slo descubra sus ojos y un hueco para la boca, y a MmeVerdurin, que con una mano meta en ese hueco un embudomientras con la otra verta en el adminculo el contenido deuna botella de vino tinto.

    Al ver esta escena el duque lanz una carcajada que hizovolver la cabeza a muchos parroquianos: Basin se abri pasoentre nosotros, se sent a la mesa pese a que el Chuto quisoreaccionar agresivamente frente a su ex contrincante, pero l

    lo retuvo con sus palabras afables y su risa. Y mientras MmeVerdurin ayudaba al duque, l tom la botella y siguivertiendo ms vino en el agujero entre las vendas y el yeso. Elduque se rea. Nos reamos nosotros y Mme Verdurin. Y serea el Chuto, que de pronto se atragantaba y tosa, o sequejaba de dolor al rerse demasiado, todo lo cual producams y ms hilaridad en el duque y en todos nosotros, y en elChuto mismo, que se ahogaba y rea pero tambin lloraba con

    su cabeza inclinada hacia atrs, ante la gente que se ibajuntando en torno al espectculo, intentando, tambin,intervenir en la divertida operacin. Ms tarde esa noche, MmeVerdurin me cont que al principio el pobre Morel estaba tanaterrorizado como furioso con la aparicin del duque en ElBosco, a quien no vea desde la noche aqulla, y a quien se latena jurada.Continu comentndome que el duque se acerc al deportista

    profesional con tanto tino, hablndole con tal seoro y

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    sencillez, segn me dijo, y en su mismo idioma, que debeser el de los bajos fondos, que el pobre Chuto, que tenacorazn de seorita sentimental, se derriti al instante, sobretodo cuando el duque le prometi pagar sus cuentas demdico y de clnica, reconociendo que en la ocasin de lapelea l estaba borracho e incapaz de dosificar su fuerza,ofrecindole, incluso, conseguirle trabajo en el banco de suhermano, el prncipe. Mme Verdurin, que por lo chismosapareca ms proustiana que todos nosotros, pese a no haberledo jams A la recherche ya obstinarse en quedar pegadaen el guitarreo balbuceantemente popular de las Odaselementales, me coment que ante esta perspectiva el Chuto

    se haba mostrado bastante menos entusiasta. En todo casobebimos rpidamente las buenas botellas de vino pedidas porBasin, brindando por la maravillosa aventura de mi viaje. Aldespedirme de los proustianos, uno a uno, con un apretn demanos o con un abrazo, conjeturaron que cuando regresara dePars quiz llegara convertido no en el petit Marcel paraempezar, ya no sera tanpetit, sino por fin en un Swann dealas desplegadas, personaje que habamos buscado por todas

    partes en nuestra remota ciudad para darle por lo menos unpoco de coherencia a nuestra fantasa, sin encontrar a nadieen nuestro medio digno de encarnar un papel tan difcil.

    Apresur la despedida, diciendo que mi familia me esperaba acomer, y pese a que en el momento de partir el reloj de SanFrancisco ya haba dado las once de la noche, dije que msvala tarde que nunca, ya que hoy prefera no defraudar a mispadres.

    Yo te llevo en auto. Nos demoramos diez minutos exclam el duque, ponindose de pie. Vamos, Chuto?Sal de El Bosco pensando que sala para siempre, y agit unamano triunfal para decir adis aunque todos prometieron estara las ocho de la maana al da siguiente no me hice ningunailusin respecto a esto; conoca demasiado bien los horariosnoctmbulos de la bohemia santiaguina en Los Cerrillos.Llevaba a Odette enlazada por el talle. Nos seguan el duque

    del brazo, a un lado, de Mme Verdurin, y al otro del brazo del

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    nmero de telfono de mi casa. La voz de mi padre era seca.Muy bien, me dijo. Comprendo. No me expliques tanto.Comprendo que le debes toda clase de agradecimientos alseor Irisarri porque l te consigui la beca. S, por cierto, si teorganiz una comida de despedida en un restorn como LaBaha no lo puedes desairar..., pero no te olvides de quemaana en la maana tienes que estar en Los Cerrillos a lasseis y media para que te facturen el equipaje, si no, vas aperder el avin...Nosotros te llevamos las maletas desde aqu concluy.Pero pap, si no voy a quedarme aqu ms que una horams, para cumplir!

    Fue mi padre quien colg. Pero por qu ser que, pese a queno la nombr durante toda nuestra conversacin, tuvepresente la imagen de mi madre encorvada bajo el peso demis maletas, cargando mi equipaje para meterlo en el taxi quellamaran para ir a Los Cerrillos? Es una imagen tan dolorosaque me atormenta hasta hoy. Yo saba muy bien que mihermano, que es fortachn y suele cumplir con estosmenesteres, cargara mi maleta. Sin embargo fue a ella, a mi

    madre, a quien vi haciendo fuerza bajo el peso de misposesiones materiales, llorosa, silenciosa, dolorida, ofendida,pensando ms en el caldillo de congrio desperdiciado que enmis posibilidades de transformarme en el Swann de la calle

    Ahumada, y as pasar del mundo de las reproducciones deVuillard al de los Vuillard verdaderos para codearme con losGuermantes, con la opulencia y con el arte. Con el propsitode borrar esta imagen dolorosa volv rpidamente a la mesa

    donde mis amigos beban los primeros pisco-sours, quedespus, cuando aparecieron las bandejas de ostras sobre elmantel de granit de hilo, dieron paso, entre los vtores delgrupo, a botellas de Chablis Tarapac-ex Zavala helado; yms vino aun con el chupe de locos que el Chuto, es decir,nuestro averiado Morel domstico, ya tan desdibujado y sinembargo tan Morel, desde entre sus vendas de momia queapenas lo dejaban hablar, miraba con ojos doloridos de un

    hambre que la fragilidad de sus maxilares le impeda saciar

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    con nada slido. Odette pidi de nuevo un embudo y se lo calen la boca: fue vertiendo en lpisco-sour, vino blanco y por fincoac. Le convidaba chupadas del puro que estaba fumando,ante el escndalo de los parroquianos:para consolarlo, deca.Odette le relataba al Chuto las maravillas de Buenos Aires,contndole que ella y Basin fueron a ver en el Luna Park no squ luchadores gloriosos, entre millones de luces y aplausos,aconsejndole ir a tentar suerte all una vez que le quitaranyesos y vendas, no conformarse con el hoyo siniestro que erael teatro Caupolicn, donde estaba perdiendo la vida. El duquey Mme Verdurin, entretanto, entablaron un coloquio privado, o

    ms bien una discusin, porque el duque alegaba muyproustianamente, aunque no hay ni qu decir que jams habaledo a Proust, que esos Irisarri a quienes Mme Verdurin decaconocer no eran de los Irisarri buenos, parientes suyos, sinootros Irisarri que nadie saba de dnde salieron. La turca se diovuelta hacia m, cuchicheando:No van a ser! Hay que ver que se cree tu amigo Juanito...!Y l, poco despus, cuando Mme Verdurin se distrajo porque

    el humo del puro de Odette haba hecho toser de tal manera alpobre Chuto que daba alaridos de dolor, me murmur al odo:Estas siticas! Siempre meten la pata nombrando a alguienque tiene nombre de gente conocida, pero despus resultaque es alguien que nadie conoce y tiene parcela en Olmu,por ejemplo. Pero harto buena la turca..., vamos a hacerleempeo...Y vi que por debajo de la mesa le agarraba una mano. Ms

    tarde, cuando salimos de La Baha, yo ya haba desesperadode triunfar en cualquier intento de desprenderme del dichosoduque, que nos arrastr primero al Patio Andaluz, queencontr aburrido, y despus a La Posada del Corregidor, consus msicos ciegos y su vino tinto caliente con especias,donde bailaban parejas insondables en las tinieblas casicompletas. All, por fin, tuve que aceptar mi realidad triste dehijo desagradecido de sus padres quienes, como nunca se

    cansaban de repetrmelo, tanto se sacrificaban para darme

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    una educacin que termina en esto: solo, a las dos de lamaana, adormecindome medio borracho en mi silla en unrincn de la ventana colonial. Odette bailaba con undesconocido el Chuto quin sabe dnde estara, y MmeVerdurin lo haca abrazada del duque, protegidos por laoscuridad. Yo pens en la cabellera herldica de Oriane, en lasuavidad de su mano que, pese a haberla gozado slo duranteun segundo, viva para siempre, pero sobre todo en esteinstante, en las yemas de mis dedos, que bes. Fue este actode amor, esta cpula con mi imaginacin, lo que de pronto medespert en mi rincn de la ventana: un repentino terror de quetodo este mundo remoto pero de alguna manera seguro, ya

    que le petit Marcelnos proporcion los cnones para nuestradifcil juventudcnones proporcionados a otros por otros, por Rimbaud, porMallarm, por Nietzsche, por Sartre, que por ese entoncescomenzaba a ser novedad entre los ms enterados, porNeruda, iba a desaparecer dentro de pocas horas debido ami viaje, y este espacio, tal como era, pobre, siniestro, sinhorizontes, carente de dimensin e informacin, con escasa

    belleza y menos oportunidades, constitua al fin y al cabo elespacio de mi juventud, que ahora iba a caer derribado comoel consabido castillo de naipes. Eran las dos de la maana. Yoestaba sumamente borracho. ste era el momento precisopara aceptar el reto del miedo y huir a buscar cobijo por ltimavez como un nio en el abrazo de perdn de mis padres.Iba saliendo de La Posada con el propsito de tomar el primertaxi que pasara, cuando brotaron, como dos fantasmas de la

    noche ciudadana, el Chuto y Odette. Me agarraron cada unode un brazo. Me acompaaron, tambalendonos por la calleEsmeralda, asegurndome al ingresar en la Alle des Acaciasvale decir por la avenida de ceibos del Parque Forestalque comprendan mis lgrimas, que era la pura verdad queuno no deja a su familia y a sus amigos de toda la vida todoslos das para irse tan lejos y en avin, solidarizando con miurgencia por encontrar un taxi que me llevara a dormir aunque

    fuera una fraccin de mi ltima noche antes del anhelado viaje,

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    No seas tonto, te vas a resfriar y maana, no, hoy, o sermaana?, no te vas a poder ir dijo Mme Verdurin,incoherente pero maternal pese al rouge borroneado por suscattleyas con Basin.Supongo que ya nunca lo sabr porque estn dispersos lospersonajes que podran dar fe, y para ellos esos lejanossucesos carecen ahora de la significacin infinita que entoncestuvieron, pero me gustara comprender por lo menos cmologramos llegar en el Packard Clipper, conducido por el duqueen su estado de borrachera, desde el Parque Forestal hasta elBurlesque en la calle Diez de Julio. Lo cierto es que slopuedo decir que me dorm profundamente en cuanto me sent

    en una silla de ese establecimiento. Tengo la impresin de queOdette tambin se durmi en la suya cuando el Chuto nosremeci a ambos para que mirramos lo que estabaocurriendo en la escena iluminada por cambiantes focos decolor: el duque, abandonndonos, haba subido al prosceniodonde al son de me gusta el mambo bailaba con Gilda, laMulata de Fuego, la vedette frvola nudista que por eseentonces gozaba de mayor prestigio entre cierto pblico.

    Pese a la fiebre con que Gilda ofreca sus curvas a losaplausos y gritos de sus admiradores que llenaban de bote enbote el Burlesque, pareca estar algo molesta con laintervencin en su trabajo de este seor que con la torpeza dela borrachera, aunque tambin con gracia y agilidad, se movay se agitaba frenticamente con ella, sin chaqueta, la corbatabaja, los faldones de la camisa volando.Ya, huevn, qutate de ah... le gritaban al duque desde

    abajo.No te vinimos na a ver a ti, preciosura.Deja que se empelote la Gilda.Que muestre las tetas.Djala, desgraciado...El dueo del local, junto al escenario, rogaba a Basin quepermitiera actuar a su luminaria que tantas noches habaelevado la temperatura de la concurrencia al Burlesque hasta

    el rojo vivo. Pero Basin, transportado, no haca caso de sus

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    respetuosos por favor, seor Irisarri, tome asiento, pues,caballero. La frvola nudista procedi, lenta, insinuante, contoda la picarda requerida de tan admirada representante de suarte, a despojarse, primero que nada, de sus guantes. Sindejar de bailar con ella y remedando sus gestos, Basin sequit, tambin lentamente, la corbata, lo que caus la hilaridadde la concurrencia. Pese al negro antifaz emplumado de laartista, no pudo dejar de notarse que esta caricatura suyahecha por el duque produca la indignacin de la frvola que,sin embargo, muy profesionalmente, sigui su baile: morosa,fue despojndose de su baby dollde encaje negro existaen aquella poca el concepto de baby doll?; creo que no, pero

    en fin, eso es exactamente lo que Gilda se iba quitando yante los vtores de la concurrencia revel la extensin bruidade su piel desnuda, sus largos pechos arriscados de mestizaretenidos por un mnimo sostn de lam, sus amplias ancasduras que giraban titilantes para el regodeo de los ruidosos

    juerguistas, mostrando todo salvo aquello que puede ocultarun bikini de plata: siguindola, Basin se despoj de su camisasin detener su baile mientras la frvola, furiosa, le grit al

    propietario que qu estaba haciendo parado ah como unhuevn en vez de ir a buscar a alguien que se llevara preso aeste concha de su madre que le estaba estropeando sutrabajo.Fue cuando Gilda se quit la mitad izquierda de su diminutosostn, y con picarda volvi a cubrrselo al instante slo paradesnudar el otro pecho sudado con su monedita de mostacillasbrillando en su pice, que el Burlesque casi se vino abajo con

    los rugidos del pblico. Olvidaron a Basin, aunque se estabaabriendo el cinturn y bajndose los pantalones que letrabaron el baile al caer.Triunfal con su xito, la Mulata de Fuego, la vedette frvolanudista ms cotizada de los escenarios capitalinos,entusiasmada ella tambin con los aplausos y los aullidos, sedespoj totalmente del sostn, revelando el dual milagrortmico de sus pechos bamboleantes untados de brillo en la

    punta. Al tirar a un rincn del escenario su decorativa prenda,

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    sta qued enredada en el cogote de Basin, que se puso aseguir a la vedette a saltitos, los pies maneados por elpantaln cado mientras ella gritaba que lo sacaran de ah,

    jetn de mierda molestoso, sin respeto, pero el duque alcanza dar un manotazo que le arrebat el taparrabos, revelando laspartes pudendas de la frvola cubiertas apenas con unlengetazo de mostacillas: pate al duque sin alcanzarlo en elmomento en que el propietario seguido de varios carabinerosnos apresaba a nosotros, sus desordenados aunquedesfallecientes compaeros de juerga, al Chuto, a la Picha, am, a la Olga Fuad gritando y pataleando ms que nadie antelos flashes del fotgrafo de Las Noticias Grficas, que acudi

    llamado para publicitar este mnimo escndalo que envolva aun distinguido agricultor colchagino, molinero y viatero, a laesposa de uno de los ms conocidos industriales rabes de lacapital y a varios otros personajes ms o menos annimos queturbaban la confianza de la tranquila noche santiaguina.En el furgn me debo haber dormido otra vez porque recobrmis sentidos slo dentro de la comisara: un deja vu que fue lonico claro en el mundo de espejos mutuamente reflejantes y

    cimbreantes de la borrachera atroz en la que el tiempo actualpoda ser el de ayer o el de haca un mes o el de maana,pero esto, esta comisara claramente se trataba de unacomisara, y estos personajes, carabineros, cabo de guardiamoreno bajo la visera de su gorra verde, la luz mortecina de laampolleta impar y de la madrugada que no se alegraba con loschillidos de Odette, ni con el duque cantando me gusta elmambo/ qu rico el mambo, todo esto era tan archiconocido

    que me despert la certeza de que el fotgrafo iba a publicarmi imagen en la prensa amarilla de maana, y mi nombre, aninsignificante, aparecera junto a los personajes ilustres conque me detuvieron: s, veran mi rostro en ese peridico quetodas las tardes compraba mi hermano..., que comprara en latarde de ese mismo da que apenas iba asomando su promesade llevarme a salvo, cruzando los aires rumbo a Pars: Buenos

    Aires, Montevideo, Ro de Janeiro, Pernambuco, Dakar,

    Madrid, Pars. S, hoy mi familia avergonzada leera mi

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    nombre. Se dolera de tener un hijo juerguista, quejndose deque pese a sus sacrificios haba salido un bueno para nadaque por suerte se quedara con una beca, renovable por variosaos, en Pars.Qu hora es? pregunt en algn momento en que logrtraspasar la inconsciencia y relacionarme con el mundoexterior.Las cinco y media de la maana contest el cabo deguardia desde detrs del escritorio frente al cual los cincoesperbamos en fila. Parece que a ustedes les quedgustando esta comisara.Es San Isidro esto? pregunt.

    Claro, ya est bueno que vayan aprendiendo el camino paraque otra vez se vengan solitos y no tengamos que ir abuscarlos dijo el cabo; y luego, ponindose ms serio: Yaestn grandecitos para que anden revolvindola tanto.A qu hora tienes que estar en el aeropuerto para tomar elavin maana..., no, hoy?... me pregunt Odette, de repenteterriblemente despierta, mientras el cabo anotaba nuestrosdatos.

    A las seis y media de la maana para facturar... repuseyo, sin atreverme a discurrir soluciones ni consecuenciasposibles.Odette, entonces, cuya vida le haba enseado a estar a laaltura de las circunstancias ms desesperadas de la calle,comenz a envolver al cabo con el relato de toda la situacin,la necesidad absoluta de que yo volviera a mi casa al instantey prepararme para tomar el avin que partira a Pars dentro

    de una hora, no tres cuartos de hora: yo iba a ser un granescritor, sacara a mi familia de la oscuridad, mi talentopondra muy en alto el nombre de mi pas en el mundoentero...Si sigue portndose como se ha estado portando hastaahora, va a dejar al pas a la altura del unto observ,demasiado agudo, el cabo ante la risa de los dems.

    Ante el escepticismo hiriente del cabo de guardia, Odette

    retom con ms fervor el alegato de la libertad por lo menos

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    para m que la necesitaba con tanta urgencia, mientras MmeVerdurin sollozaba, el Chuto grua con la venda hecha unasco soltndosele como el celuloide de una pelcula vieja yenredndolo, y el duque, dormido, no s por qu arte semantena en pie frente a la autoridad.Y qu piensa escribir? me pregunt el cabo.Teatro respond conciso para no prolongar mi tortura.Claro lo urgi Odette, una obra de teatro genial quetiene pensada, para que yo sea la actriz que lo lleve a la fama,pero por favor djelo irse al tiro que si no, va a perder el avin,o por lo menos dle permiso para llamar a su padre yadvertirle... en menos de una hora ms tiene que estar en Los

    Cerrillos para que le facturen el equipaje y entonces, adis...Qu equipaje le van a facturar cuando este gallo nichaqueta tiene?Su pap se lo va a llevar a Los Cerrillos.Y para qu se agita tanto, entonces, si el pap sabe quetiene que llevarle la maleta a esa hora a Los Cerrillos?Pero es que... alcanc a balbucear, infantil, lloroso, sinsaber cmo continuar.

    En realidad, no tena para qu continuar yo porque Odette,hecha una hoguera con mi causa, pintaba el pattico cuadrode las lgrimas de incertidumbre de mi pobre madre,subrayando, adems, lo mal que le iba a parecer todo esto alagregado cultural francs que en vista de este desagradablepercance ya no otorgara ms becas para que los chilenosfueran a estudiar en Pars.Bueno, seora, por qu no se calla un ratito para que

    siquiera pueda anotar los nombres, aqu en el libro?Seorita, por favor lo interrumpi Odette.El cabo, mirndola fijo y luego bajando la vista al libro, slorepiti:Seorita.Y escribi los nombres. Dijo:Sintense ah a esperar.

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    A esperar qu? gritamos Odette y yo mientras nosobligaban a sentarnos, Odette desembarazndose a rasguosde las manazas del polica que la quera arrastrar.A esperar, punto respondi el cabo, sostenindole la vista. No tengo por qu dar explicaciones. Y agradezca que noles hago un sumario.

    Aceptando el reto de la mirada del cabo, Odette lanz uno deesos aforismos absolutos que la haban ayudado a andar porel mundo y salir entera, su diccin cuidada, teatral, para quetodos la oyeran:Roto de ojos verdes, roto malo... y se sent lentamente

    junto a nosotros, con la vista fija en el gran reloj de pared que

    colgaba junto al retrato del Presidente de la Repblica, donJuan Antonio Ros.Qu dijo? le pregunt el cabo, fijndola con su mirada.No se haga el leso, que me oy muy bien.No me venga a rotear usted, oiga.Si era broma, no ms dijo Odette, coquetendole con sumejor sonrisa, a ver si consegua deshacer el desaguisado quepoda seguir a su aforismo lanzado quiz demasiado

    impulsivamente y que zahiri al cabo ms de lo que pudocalcular.Y si usted se cree tanto y es tan seorita como dice continu el cabo de los ojos verdes, pague la multa, a ver sias puedo dejarlos irse.No nos queda ni un cobre.Impresionado por primera vez, el cabo no pudo refrenar supregunta de admiracin:

    Y cmo diablos pagaron la tremenda farra, entonces?El duque.Quin?Basin.Ba... quin?Claro le lanz Odette. Qu va a haber ledo ustedA larecherche!

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    Los policas se miraron entre ellos sin comprender ni unapalabra de lo que esta arpa de maquillaje aejo estabahablando. Odette dijo, sealando al duque:Tiene crdito en todas partes.Aqu no.Odette celebr con su risa ms forzada el mal chiste del cabo.Pero debe tener cheques agreg.Aqu en la comisara no se aceptan cheques. Adems,mrelo cmo est, no creo que ni siquiera si lo despertramossera capaz de firmar. Y perdi la chaqueta, y hasta la camisa.Uno de los policas dijo:Debe tener fro.

    Est calefaccionado de adentro con tanto trago dijo otro.Otro polica, que pareca nervioso y no dejaba de mirar el reloj,le pregunt al cabo:Cunto demora un taxi de aqu a Los Cerrillos?A esta hora, unos veinte minutos dijo el primer polica.Que esperen, entonces dijo el cabo concentrado en sulibro, donde escriba las sentencias de nuestra perdicin.Ni siquiera le da permiso para que llame por telfono a su

    mam? pregunt Odette unos instantes despus, en voz muy baja ydedicndole al cabo una sonrisa especialmente abundante enhoyuelos.No.Roto de ojos verdes, roto malo repiti Odette subiendo eldiapasn de su voz hasta hacer retumbar los vidrios.Qu dijo?

    Me oy.Cuidadito.Ojos verdes y pestaas largas y sedosas que los sombreanmurmur Odette con voz acariciadora, empeada ensalvarme fuera a costa de lo que fuera.Si no tiene ms respeto los dejo aqu hasta pasado maana.

    Ante lo cual Mme Verdurin comenz a sollozar de nuevo, aexponer, entre lgrimas, su tragedia, cmo no se iba a

    compenetrar con ella, mi cabo, el marido celoso que poda

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    llamarla de larga distancia, o llegar de repente, la necesidadde acallar su nombre frente al pblico lector de la prensadifamatoria, sus padres...qu iban a decir sus hijitos, que por suerte eran demasiadochicos para sufrir con el escndalo, insistente, la Olga Fuad,desesperada, exasperante.Su marido el turco le va a sacar la cresta a patadas omosque Basin intervena como de ultratumba.Odette lo interrumpi para dirigirse al cabo:Por favor, le ruego, son las seis cinco, y usted mismo nosdijo que nos demoraramos veinte minutos en taxi, y en menosde media hora este chiquillo tiene que estar all.

    Claro que dije en veinte minutos. Pero no dije que los iba asoltar.Qu voy a hacer, entonces, por Dios? llorique. Voy aperder mi avin y en la embajada se van a enfurecer... y mispadres...No s, mire. Es usted el que anduvo de farra, no yo. Ya estgrandecito para saber lo que hace, sobre todo si dice que va aser escritor. Cmo va a haber un escritor irresponsable?

    Qu le va a ensear a la juventud, entonces?Consider muy brevemente la posibilidad de rebatirle conargumentos bien fogueados su ingenua concepcin de laliteratura. Pero pensndolo mejor me pareci que no era ni ellugar ni el momento para hacerlo, aunque Odette no pudodejar de esgrimir algn argumento de crtica literaria ms biensubjetiva.S, aunque ganramos con mucha distancia cualquiera

    argumentacin libresca, no caba duda de que el carabinerotena razn: ya estbamos grandecitos para saber lo quehacamos. El Chuto se quejaba de dolor enredado en susvendas, la Olga preparndose, moralmente por lo menos, parauna paliza, y Basin, algo resucitado, quiso comenzar su baileotra vez. El reloj de pared avanzaba ante la vista imperturbabledel Presidente de la Repblica, don Juan Antonio Ros: lasseis y diez, las seis y cuarto, las seis y veinte. Cuando el

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    puntero grande marc las seis veintiocho el cabo se pusobruscamente de pie, llamando a otro carabinero:Est listo el furgn?S, mi cabo.No puedo tenerlos ms aqu. Voy a mandarlos a laPenitenciara.Hizo seas para que nos arrearan hacia afuera. Por muchoque infructuosamente nos resistiramos, nos condujeron hastael furgn que esperaba con las portezuelas de atrs abiertasbajo los tristes rboles de amanecida de la plazuela de SanIsidro: el reloj de la parroquia inconcluso desde haca casi unsiglo daba las seis y media.

    Adnde es la fiesta? pregunt Basin, subiendo.En la Peni dijo el cabo.No ve que con esto va a destruir la vida y el futuro, y quizla vocacin misma de este pobre? pregunt Mme Verdurin,que de repente se hizo cargo de una situacin aun msextrema, por lo inmediata, que la suya. En el momento en queel cabo se dispona a cerrar con sus propias manos lasportezuelas de atrs, grit, dirigindose al chofer:

    A Los Cerrillos, Adriazola, en cinco minutos tenis que estarall.Nos sonri con la sonrisa ms luminosa que he visto jams enrostro alguno, y Odette alcanz a besarlo en los labiosmientras el cabo cerraba las puertas, gritndome:Adis, cabro! Y cuidado con los pacos de all, que dicenque son malazos!Se qued hacindonos afectuosas seales de despedida con

    la mano bajo los rboles de la plazuela de San Isidro.A esa hora de la maana, y con la sirena del furgn aullando,llegamos a Los Cerrillos, si no en cinco minutos, en ocho o endiez, no importa. El hecho es que el vehculo se detuvo ante laescalinata del aeropuerto donde estaban angustiados yconfundidos mis padres y hermanos, y si bien a esa hora no elagregado cultural mismo de la embajada de Francia, unedecn. Adriazola, muy compenetrado con el asunto, nos abri

    la puerta y nos ayud a bajar delante de ellos, a Odette

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    despintada y despeinada, a Mme Verdurin con su linda blusaen jirones y su sombrero en la mano, a Morel con sus vendasflotando en la brisa matinal, al duque sin camisa y perplejoantes de darse cuenta de dnde estaba y a m, por fin, que melanc llorando a los brazos de mi madre. Tambin mi padre meabraz sin preguntarme nada, y el pesado de mi hermano, quees pesado porque todo el tiempo est dando ejemplo deconducta, y mi hermanita cuyas manos a tan temprana edadya servan para remendar tantas cosas.Mientras todos tratbamos de explicar la situacin paradescargar nuestra culpa, mi padre, corriendo conmigo de lamano, como quien arrastra a un nio a quien ya es intil

    interrogar, me llev hasta el mesn de Air France donde yahaba hecho facturar mi equipaje y donde tenan mi pasaje ymi pasaporte listos, esperndome. Despus de besarlos atodos entre fragmentos de explicaciones que no explicabannada, con mis papeles en una mano y en la otra una bolsa decamotillos que mi madre sabe que me gustan y por eso me lostrajo para el viaje, me dirig entre los dems pasajeros hasta elavin.

    Al subir, mir hacia atrs desde la escalerilla. Los vi a todosdesde lejos hacindome seas de despedida: adis, pap,gracias; adis, mam, gracias por los camotillos; adis,hermano pesado y hermanita bordadora y zurcidora; adis,diplomtico; adis, Picha, amiga del alma; adis, Olga, puedaser que el turco de tu marido no te mate a patadas cuando leael diario de esta tarde; adis, Juanito, que Dios o quien seaque te ampara proteja tu hgado heroico, y dale un beso de mi

    parte a la inaccesible Oriane que con una carcajada rechazmi beso, y a quien amo con todo mi corazn fantstico; adis,pobre Chuto, quin sabe qu ir a ser de ti..., adis, Adriazola,adis al otro polica sin nombre que nos acompa y quetambin agitaba su mano despidindome y desendomebuena suerte... buena suerte... Entr, entonces, con el coraznapretado de miedo, por primera vez en mi vida, en el vientredel gigantesco pajarraco metlico que me iba a transportar a

    otro continente para cumplir mi destino y saltar ms all de mi

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    sombra y de todas las sombras que dejaba atrs poblando miterritorio. Al acomodarme en mi butaca mientras rugan lashlices me dije que, pese a que la ausencia de stos eraprevisible, jams en toda mi vida les iba a perdonar a losproustianos el El Bosco no haber venido a verme bajartriunfante del furgn policial y subir, tambin triunfante, a laaeronave de Air France.Es curioso que cuando el avin de Air France aterriztrayndome de regreso tres aos ms tarde por qu serque siempre siento la necesidad de decir que fueron tresaos en vez de la verdad, que fueron dos y un mes?,contrario a la ocasin de mi despedida, varios proustianos se

    congregaron en Los Cerrillos para darme la bienvenida:correctamente peinados, afeitados y trajeados, y hasta unoque creo que en el fondo era rimbaudiano pero no lo recuerdoclaramente, apareci con su esposa y un hijito de un mes.Durante mi ausencia me haba escrito con algunos que, comobuenos estudiantes, tenan mucho tiempo para extraviarse enlos vericuetos de la fantasa. Escribir una carta a un amigo enFrancia, al fin y al cabo, cuesta poco si uno considera que las

    noticias que yo les enviaba en mis respuestas, si bien norelataban triunfos deslumbrantes no los hubo; ni siquieraalcanc a terminar mi memoria de doctorado sobre laInfluencia del impresionismo en la visin novelstica deMarcel Proust, aunque traje abundante bibliografa con laintencin de completarla, en cambio eran prdigas ennoticias de exposiciones y conciertos y obras de teatro a quemi pase universitario me daba acceso; y sus respuestas,

    siempre, me traan el desolado aire de estancamiento, elhambre de los que permanecieron en el terreno de nuestrasequa. Porque, qu se saca, me preguntaba yo, con tenertoda la sensibilidad del mundo, con amar la cultura, conestudiar y sta era la razn con que justificbamos nuestrapereza, si las oportunidades para ganarnos la vida eran tanextremadamente mezquinas en nuestro futuro? El destino enla tarima de profesor en un liceo de provincia como nuestra

    mejor opcin, no le apeteca a nadie; como tampoco algn

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    cargo vergonzante y mal pagado en los escalones ms bajosdel periodismo. La bohemia, entonces, cuando la juventud dejade ser una excusa hermosa, era, adems de una forma depereza, la manifestacin de nuestra desesperanza. Y sinembargo, pese a lo poco apetecible de las perspectivas, losproustianos ya no eran proustianos, que cumplieronconmigo presentndose en Los Cerrillos para recibirmehablando de sus nuevas familias y de sus nuevos empleos,repetan:Qu se le va a hacer, hombre! Hay que vivir!La impecunidad, me explicaron en cuanto llegu, pona fueradel alcance de todos los que no tuvieron el golpe de suerte

    que tuve yo la posibilidad de salir de esta isla. S, isla cruel yahogante y arrogante y envidiosa, que no soporta que alguiensobresalga sin buscar dentro de su permetro armas paradestruirlo; isla huraa, remota, que el acontecer del mundo haido dejando atrs en su orgullosa miseria que data desdesiempre, la pobreza y timidez de nuestra pequea y defensivacultura slo aceptable si se acepta su limitacin; donde elaislamiento fabrica dogmas transitorios y agresivos, valores de

    dimensin minscula con escasa vigencia a un kilmetro delas fronteras de ese dogma, sin aire que respirar, sin torrentesanguneo que conecte a los habitantes de nuestro medio conlas tendencias ms vitales de afuera, lo cual adems dehacernos comprender el verdadero valor de lo nuestro nosdara la medida de nuestra dimensin, destruira mitosengaosos, fantasmas que toman la forma de temasrecurrentes, disolviendo por fin el encono de la envidia: isla,

    isla a la que yo llegaba de regreso, isla cada vez ms pobre yremota y autofagocitante pese a la nubarada de palabrasnerudianas cuyo bautismo de melaza unga nuestras cosastransformndolas entonces en nuestro nico alimento..., s, s,que enviara noticias, por favor, que enviara noticias, meescriban desesperados los proustianos que ya comenzaban adejar de serlo, aqu nadie saba aceptar la mscara como unaforma leal de existencia, los palacios eran de mrmol

    simulado, de cartn piedra; y los esfuerzos por estar la page,

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    totalmente intiles; que les enviara lo que pudiera, cartas que pronto dej de escribir, folletos, libros, programas,mens, pero sobre todo cartas contando cmo eran losGuermantes verdaderos, s, el yeso poda ser una eleccin dela frivolidad, una moda pasajera, no el disfraz de la pobreza,como nuestros trajes virados, no la metfora de la verdaderamiseria, que era la de nuestros ricos. Cuando me pidieronestos detalles dej de escribirles. No conoca ni Gilbertes niSaint-Loups. Me call humillado por mi falta de acceso a nadaremotamente emparentado con los Guermantes y los petitsMarcels de verdad.

    Lo cierto, debo decirlo de una vez, es que jams conoc anadie que habitara en un palacio de mrmol verdadero: tanto,que ni saba por dnde paseaba esa gente para verla desdelejos, ni qu restoranes frecuentaba para esperarla a la puertay sentirla entrar envuelta en perfume. La gente de all,contrario a la de nuestra tierra, es de difcil acceso. Las casas,descubr de inmediato, no se abren a todos. Las Orianesdesconocidas no invitan a almorzar

    a la suerte de la olla a alguien con quien se encuentran enel mesn de un gran almacn comprando camisetas. Desde mihabitacin en un sexto piso sin ascensor pero por lo menoscerca del Jardin des Plantes, compartida con un estudiantechileno y con un colombiano incongruente que pese a estudiarsofisticadsimas matemticas en la cole Normale des tudesSuperieurs, para todo lo que no fuera su ramo tena lasensibilidad de un mono recin bajado de su cocotero..., no,

    desde all yo no poda escribirles una verdad tan triste a losproustianos que ya no iban a El Bosco. Cmo explicarles que

    jams me presentaron a nadie tan distinto a nosotros comopara construir una leyenda?Las leyendas, al fin y al cabo, no se construyen en la soledadvergonzante, son luminosos fenmenos del alma colectiva.

    Aqu, pese a vivir con dos estudiantes ms, jams formamosun grupo, y era intil contarme el cuento de que

    constituamos algo ni remotamente parecido a una coterie. Iba

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  • 7/31/2019 Jose Donoso - El Tiempo Perdido

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    Jos Donoso El Tiempo Perdido

    a ver el ltimo Anouilh, el ltimo Giraudoux, y a Marie Bell enFedra, igual que Marcel iba a ver a la Berma en la ComdieFrangaise, y a Grard Philippe en Lorenzaccio: de ste sedeca que estaba enamorado de una chilena muy hermosaque era amiga de otra chilena que para m poda resultar msaccesible..., un estudiante que viva ms cerca que yo del ojode la tormenta me la iba a presentar, pero jams me lapresent, recluyndome as en un mundo habitado por ecosde ecos.Tantas cosas fuera de mi alcance! Tan poco, tan difcilmentey tan insatisfactoriamente conseguido! La pereza, entonces, lainaccin o atricin, que es otra forma de la humillacin y del

    miedo, me haca permanecer durante das enteros en mi sextopiso, desde el cual por lo menos se divisaban las copas de loscastaos del Jardin des Plantes. Tomaba t aguado. Dormasiestas interminables que empalmaban con la noche. Iba a vercualquier pelcula que dieran en el cine de la esquina. Algunavez escuchando a alguien que viniera a casa a tocar la guitarrainvitado por uno de mis compaeros, igualmente desplazadosque yo. La verdad es que Proust, para m, ya se haba disuelto

    en la gigantesca olla efervescente de esa cultura inmensa conla que me tena que enfrentar: un mundo insondable, taninsondable que termin de hacer todo esfuerzo pararelacionarme con l. Cualquier cosa que no hayamos tenidoque descifrar nosotros mismos y clarificar mediante nuestropropio esfuerzo, cualquier cosa que posea una existenciaslida antes de que interviniera en ella nuestro yo, nunca nospertenece, dijo le petit Marcel en el ltimo tomo de A