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GUARDES

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CASTELLANO

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GUARDES

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ISBN: 84-607-6894-5Depósito legal: B 11.233-2003IMPRENTA: COLUMBA

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A todos los que como emigrantes han realizado un viaje personal para llegar a donde están.

Cada uno ha contribuido a la reorganización de la humanidad, ya que todos son parte implícita

de nuestra propia historia.

Saim Naïr

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“El destino de un país al otro lado del Atlántico se empezó a escribir en Cataluña”.

José Figueres FerrerLas raíces del hombre que trasformó un país

M. Rosa Serrano

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¿QUIÉN ES JOSÉ FIGUERES?

Felices aquéllos a los que les es dadorealizar cosas que merecen ser escritaso escribir cosas dignas de ser leídasy felicísimo quien puede hacer las dos cosas al mismo tiempo. (Epist.) Plinio

“Nuestra época es retrospectiva, se construye sobre los sepulcros de los padres. Escribe biografías, historias y juicios críticos. Las generaciones precedentes miraban a Dios y la naturaleza cara a cara. El sol brilla también ahora. Hay en los campos más lana y lino. Hay nuevas tierras, nuevos hombres, nuevos pensamientos. Reclamemos nuestras propias obras, leyes y religión. “

Ralph Wald Emerson Naturaleza (fragmento)

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Ciertamente cómo se desprende de las palabras de Emerson ¡Cuánto empobreceríamos al mundo si borráramos de la historia el relato de algunas vidas!

No llegué a conocer personalmente a Josep Figueres, pues la primera vez que estuve en Costa Rica, en Agosto de 1992, ya hacía dos años que había fallecido.

Tenía algunas referencias de esta persona gracias a los amigos catalanes que vivían en aquel país, pero en las conversaciones que durante mi estancia sostuve con ellos, fue cuando tuve conocimiento de su fi gura, y se suscitó en mí el interés por profundizar en el estudio de su personalidad.

La primera refl exión fue que se trataba de un personaje singular que transformó un país eminentemente campesino, y tal vez el más desconocido y pobre del continente americano, en un país modelo de convivencia y el más adelantado de América Central.

Me atrevería a decir que su tarea y forma de gobernar son desconocidas en Cataluña y creo que merecen un reconocimiento. Esto es lo que me ha llevado a escribir este libro.

En este trabajo no he querido huir de las aportaciones de los que se han dedicado de manera más intensa en la búsqueda de su persona y en el análisis de su acción política, pero he intentado no dejarme atrapar por la reconstrucción diseñada críticamente por éste o aquel investigador. He querido captar, de alguna manera, las experiencias adquiridas a través de sus padres, así como las ideas, noticias, anécdotas y opiniones de las personas que vivieron con él y de las que de diferente manera convivieron, para intentar profundizar en su personalidad y en el sentido que dio a su periplo vital.

Este libro no es una biografía formal, ni tampoco una historia novelada; trata de ser el relato de la historia poco conocida de un personaje singular, que nació a los pocos días de llegar sus padres como emigrantes a este pequeño país centroamericano llamado Costa Rica, y del que será, con el tiempo, Presidente en tres legislaturas diferentes.

Con motivo de la elaboración de mi tesis doctoral titulada: “Catalanes en Costa Rica. Aportación social, política y económica. 1906-1994”, el año 1998 estuve unos meses en aquel país con el fi n de recoger información para poder realizar el trabajo de campo. La búsqueda de documentación en el país de origen era necesaria para llevar a cabo el estudio, ya que en Cataluña no había ningún tipo de información relativa a la emigración catalana, ni del personaje que en estos momentos intento analizar.

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Ya había estado en Costa Rica en 1992 y fue en el transcurso de aquel primer viaje cuando me di cuenta de la importancia del colectivo catalán, la colonia extranjera más numerosa e infl uyente de costa Rica.

Como refl eja el título de mi tesis, me interesé por conocer el mayor número posible de catalanes que se habían establecido en el país por motivos económicos a principios del siglo veinte, y como, dentro de las capacidades o especialidades de cada uno, contribuyeron al desarrollo y transformación de aquel país americano. Mantuve más de sesenta entrevistas con catalanes de primera o segunda generación que llegaron a principios del siglo XX y que con sus familias permanecen en el país; recogí sus historias personales y sus opiniones.

La ayuda que me prestó Mario Zaragoza, en aquellos momentos canciller de la Embajada española, fue esencial para poder acceder a los archivos de la Sociedad Española de Benefi cencia, fundada en 1860 por dos catalanes y donde se conserva un importante fi chero de los españoles que desde el siglo XIX fueron llegando aquel país. También el Casal Català, de más reciente creación, me abrió las puertas para poder investigar.

La casualidad hizo que conociera a Milly Figueres, la primera nieta de José Figueres. Milly me regaló un libro escrito por su abuela Henrietta, en el que describe los primeros momentos, para mí los más interesantes, de la vida del que se convertiría en el Presidente más polémico que ha tenido Costa Rica.

También me concertó una visita con su padre, José Martí Figueres Boggs, hijo primogénito del presidente Figueres, que siempre ha estado alejado de la política y no acostumbra a conceder entrevistas. Tuve la suerte de que me recibiera en su fi nca de Tres Ríos y en una larga conversación de más de tres horas, me fue explicando detalles y anécdotas de la vida de su padre y me mostró muchos documentos totalmente inéditos. Incluso me dejó algunos para que los pudiera consultar con tranquilidad.

También me facilitó la visita a “La Lucha”, la fi nca emblemática, que por tratarse en aquel momento de una entidad privada, se necesitaba una autorización para visitarla.

Las conversaciones con Ricardo Orlich Figueres, hijo de una hermana de José Figueres fueron de gran interés. Me mostró la casa donde nació José, en San Ramón, ahora convertida en museo. La narración de algunas historias sobre la confrontación armada del 48 en la que su padre participó, y que él, como niño de 9 años, la vivió escondiéndose por las montañas, me proporcionó otro punto de vista sobre el presidente costarricense.

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Una vez leída y publicada mi tesis doctoral en noviembre de 2002, bajo el título que he mencionado, me he seguido interesando por la fi gura de José Figueres. Había obtenido mucha información pero ignoraba sus antecedentes. Todos los autores que han tratado a este personaje han sabido que el Dr. Marià Figueres, su padre, había nacido en Os de Balaguer (Lérida) y que era hijo de los maestros de aquella población. Aquí se acababa la saga conocida y en este punto he querido empezar mi indagación: ¿Quién eran los Figueres y de dónde procedían?

A una parte importante de esta investigación ha contribuido el haber conseguido tener acceso al árbol genealógico de la familia Cabecerán de Camarasa, que ha conservado los documentos de la familia Figueres desde 1414 y que muy amablemente me facilitó el señor José M. Cabecerán.

A partir de estos documentos he podido averiguar el motivo por el cual la familia de los Figueres pierde la titularidad de la casa “pairal” en el año 1756 como resultado de la boda de Cecilia, “pubilla” de Cal Figueres con Andreu Cabecerán, motivo por el que la casa pasa a convertirse en patrimonio de los Cabecerán.

Por otro lado, los diferentes documentos encontrados, así como los expedientes académicos de los padres y del abuelo, Josep Figueres i Casanoves; la información extraída del libro de la historiadora Dolors Domingo sobre la historia de Camarasa, y la consulta en los archivos de Balaguer y de Santa María de Poblet, donde se conservan los documentos de la Casa Ducal de Medinaceli, a la cual pertenecía Camarasa en la Edad Media, me han permitido seguir el desarrollo de esta familia durante más de 500 años y conocer la actuación de algunos de sus miembros en la vida política del pueblo de donde procedían.

A partir de todos estos elementos destila otra visión de José Figueres, no en su talante de personaje público, como hasta ahora lo podíamos conocer, sino analizando su personalidad mediante el estudio de su entorno familiar y de unos factores históricos heredados que probablemente fueron los que infl uyeron en su talante.

Es difícil poder reconstruir su semblanza psicológica, ya que el mundo interior de las personas, también de aquéllas cuya vida está bien documentada, escapa en buena parte al análisis de los historiadores. Sabemos cómo es recordado, el perfi l de su persona, los rasgos básicos de su actuación, las líneas de fuerza y el contenido esencial de su mensaje, la atracción que despertó en algunos y la hostilidad que generó en otros, pero el pensamiento de las personas es extenso, con múltiples aristas y vertientes que pueden ser objeto de diferentes interpretaciones.

He intentado acercarme lo máximo posible para intentar averiguar los aspectos desconocidos de su personalidad.

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Uno de los motivos por los cuales he escrito este libro es mi inquietud, sin resolver durante muchos años, ante el hecho de observar que la fi gura de Don Pepe no era del todo comprendida en Costa Rica, y a mí me resultaba familiar.

La búsqueda de las raíces de esta fi gura histórica nos muestra con más claridad aquellos rasgos característicos de su carácter, que se alimentan del espíritu de una familia y de un pueblo, Cataluña, que incluye una fi losofía de vida, una actitud, y una manera de ser, diferentes al de los pueblos caribeños.

En Costa Rica la comprensión del personaje siempre ha sido compleja. Lo descubrieron como un hombre del romanticismo, por el hecho de que como romántico, establecía una estrecha relación del individuo con la sociedad, concebía al hombre como un ser libre que busca la verdad; no concebía a Dios fuera del mundo y del hombre, y rechazaba formar parte de la naturaleza como una pieza más de su engranaje, haciendo constar su individualidad y su capacidad creadora para extraer de sí mismo lo que tenía en su interior.

En la Costa Rica de principios del siglo XX, lo primero que interesaba conocer de una persona era a qué familia pertenecía y de donde provenía. Si se sabía de qué pueblo venía y de qué grupo familiar era, se podía conocer ya mucho de su persona.

José Figueres nació en Costa Rica, en la pequeña ciudad de San Ramón, el 25 de Septiembre de 1906, en el seno de una familia de emigrantes catalanes recién llegada al país. No tenía nacionalidad costarricense y hablaba otra lengua, la de sus padres, el catalán. Pasó su infancia desconociendo que había otros niños que no lo hablaban, cosa que descubrió cuando fue a la escuela.

Figueres, aquel hombre que sabía de todo y no era experto en nada, no fue comprendido por el pueblo que lo vio nacer; tal vez, porque no lo consideraron nunca como él se defi nía:”Soc un pagès català”.

Pagés, esta palabra intraducible, tiene un signifi cado en sí misma difícil de concretar y de reportar a otro idioma, ya que cuando hablamos de “pagesos” hablamos de “romanitat”, de una clase social en la que el contrato feudal entronca con el Derecho romano; y las guerras para romper estos contratos y para obtener la libre contratación, son infl uencia de la Revolución francesa.

Estas características forman un complejo de dos mil años, proyectado sobre el carácter de este pueblo.

Ésta es una realidad que no se puede olvidar, ya que las virtudes y los vicios heredados que arrancan de unos hechos antiquísimos, forman un pueblo en el que las relaciones humanas están basadas en el contrato, el mutuo respeto, en la razón

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frente al sentimentalismo y en el esfuerzo para valorar lo necesario, en detrimento de lo superfl uo.

El escritor Josep Pla ofrece una radiografía de esta categoría humana y social que no puedo dejar de transcribir:

“Cuando en una familia aparece una personalidad importante, equilibrada, grande, causa siempre la impresión de un “pagés mejorado”, un rústico sofi sticado por la cultura; menos sujeto a contradicciones, de mentalidad más clara, con una mejora mental en la dialéctica, en la decisión, en el carácter, conservando la tenacidad, el gusto por el trabajo y la complejidad de los campesinos.

Y continúa diciendo Pla, cuánto esta persona va acompañada de un gran carácter, de una profunda rectitud, y supera la visión egoísta del mundo exterior; el campesino de aquí y de donde esté, da un hombre ecuánime, justo, positivo, construido y discreto. Aunque no necesita pedir consejo, si alguna vez lo pide suele hacerlo a la persona que dentro de unas posibilidades, sabe que le dará la razón, si no toda, al menos una parte, pues aun que parece que sabe en todo momento lo que tiene que hacer, en realidad vive en un entrelazado de contradicciones que constituyen su vida y que se refl eja en su manera de manifestarse, pensar y actuar”.

Dentro de esta fi losofía, para Figueres, en el encaje entre Dios y la naturaleza hay un problema de proporciones siempre a punto de romperse pero que no se llega nunca a romper; intuye que la naturaleza es como un enorme animal que no hace caso de nada, que va por sus caminos, y considera que si una cosa está dejada de la mano de Dios, ésta, es la naturaleza. Eso le da una confi anza en sí mismo, ya que si pudiera la sometería al dominio de sus leyes, pero como eso no es posible, la única salida que tiene es la ironía y el retorno a la contradicción permanente.

Figueres no se aparta mucho de este concepto fi losófi co del “pages”, es decir, una consecución de ideas básicas entorno de las cuales organiza su visión de las cosas y de los hechos, no ausente de una dubitación insuperable, entre lo que piensa y lo que dice, entre lo que dice y lo que hace, entre lo que hace y lo que pretende obtener.

En Costa Rica, sus “salidas” tan pronto se entendían como “una pagesada” o como un “relámpago de clarividencia intelectual” por lo que cuando hablaban de Figueres, siempre se acababa con esta conclusión: “Son cosas de Don Pepe”.

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Un objetivo último de este libro ha sido, también, dar a conocer a José Figueres, este presidente costarricense hijo de catalanes, que se desmarcó de los gobiernos descendientes de conquistadores españoles, que por nexos familiares habían gobernado aquel país hasta aquel momento.

Cuánto visité Costa Rica el año 1992 y en 1998, este pequeño, pero interesante y maravilloso país, era prácticamente desconocido en Cataluña y con difi cultad se sabía situar en el mapa. Desde hace pocos años ha sido descubierto por el turismo y un gran número de catalanes lo han visitado. Todo el mundo hace alabanzas, diría que merecidas. Lo han conocido físicamente, y como máximo, alguien nos comenta que es un país sin ejército porque un presidente lo disolvió... pero pocos saben de su historia y del Presidente que lo disolvió.

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CAMARASA: el origen de la familia Figueres

Fragmento de un documento del archivo de la casa Medinaceli. 1660

“Quién no conoce la historia, o lo que es lo mismo,no sabe lo que sucedió antes de haber nacido,toda su vida será un niño” Cicerón

Entre los documentos del archivo de la familia Cabecerán, aparece un pergamino otorgado a Pere Figueres en 1414, el que nos da a conocer que es a partir del siglo XV que se puede establecer la genealogía de esta familia, una de las más antiguas y prestigiosas de Camarasa.

Este pequeño pueblecito de la Noguera, situado en el margen izquierdo del río Segre, está rodeado de altas montañas que resaltan entre las colinas con poca vegetación; el paisaje es un poco monótono, modelado por las altas temperaturas de verano, y el clima muy seco durante todo el año a pesar de las largas y grises nieblas invernales.

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La situación geográfi ca hace de Camarasa un enclave estratégico en la ruta de las comarcas del pre-pirineo y es por este motivo que desde épocas muy antiguas, ha sido terreno de grandes enfrentamientos bélicos y desde la época romana, núcleo clave de comunicaciones de la zona.

El castillo que presidía el pueblo, actualmente en ruinas, documentado en 1050, fue en su origen una fortifi cación islámica que protegía la frontera de los ataques de los condados cristianos, aunque al mismo tiempo constreñía a los trescientos cincuenta habitantes que vivían una vida monótona en el interior de las murallas. Esta monotonía tan sólo la rompían los artesanos que salían de las murallas para ir a buscar materiales y de vuelta traían todo tipo de noticias.

El pueblo, que actualmente todavía mantiene su antiguo aspecto feudal, ha conservado en el punto más alto y en uno de sus extremos, los restos del castillo, y al otro lado, las ruinas de la iglesia románica de Santa María del Pla, lugar donde en época medieval, se celebraban las reuniones más importantes, y más adelante el mercado semanal.

De la plaza de la iglesia, remodelada en el siglo dieciocho, salen en torno a la calle principal otras calles estrechas, sinuosas y con una gran pendiente, que van a parar a la plaza Mayor donde se desarrolla actualmente la vida pública del pueblo.

Algunas de las casas del pueblo conservan el apellido original como identifi cación primordial de la familia que las fundó, tales como los Figueres, que después de 300 años todavía conservan popularmente el nombre original de la casa, aunque no coincide con el apellido los actuales propietarios.

Después de 430 años de dominación árabe, la aristocracia militar musulmana que gobernaba fue sustituida por una nobleza feudal al ser conquistada la villa, junto a un conjunto de núcleos de la Noguera, por los cristianos guiados por Arnau Mir de Tost bajo la bandera del condado de Barcelona.

En aquel momento las casas habitadas no sobrepasaban la docena; la mayor parte eran sencillas y de una sola planta, estaban alineadas una al lado de la otra en el margen del camino que rodeaba la muralla. Las viviendas integradas a la muralla por la parte posterior, estaban construidas con piedras sin pulir fi jadas unas a las otras con barro.

En 1300, durante el reinado de Ermengol VII, Conde de Urgell, y del rey Alfonso I, el pueblo inicia una nueva etapa en la que se le otorga el derecho de mercado semanal, aunque ya se venía celebrando desde el 1050. Este derecho respondía a una soberanía política y a un intento de organización económico-

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social; en realidad se limitaba a reconocer una situación económica preexistente. Se celebraba pegado a la muralla y cerca de una de las puertas de entrada; el motivo de celebrarlo no lejos del castillo era que éste sirviera de refugio en caso de posibles ataques o de mal tiempo.

La importancia del mercado residía en dar a los campesinos la posibilidad de vender parte de la cosecha con el fi n de obtener dinero que les permitiera pagar deudas, censos, rentas, impuestos al fi n. A su vez, también representaba un estímulo para producir excedentes y poder comercializarlos.

A partir del siglo XII, surge en Cataluña un nuevo hecho comercial; la feria, de carácter muy diferente al mercado. Camarasa celebraba esta feria rural en el mes de octubre, alrededor de la fi esta de San Ermengol, cuándo el ganado bajaba de las montañas después de haberse alimentado durante tres meses en los pastos de verano.

La feria, además de la función económica, representaba una forma de relación entre los propietarios del ganado y los de los pastos, pastores y arrendatarios, carniceros y tratantes de ganado, y señalaba una de las grandes fechas del año.

En aquella época, los molinos de harina, prensas de aceite y hornos de pan, además de las industrias del barro y del yeso, dieron a la población un impulso económico importante.

Con la decadencia del Casal de Barcelona en el siglo catorce, Camarasa pasó a manos de la corona y Martín I de Aragón –último rey de la “casa comtal” de Barcelona- cedió el Marquesado, con el castillo, villas y lugares de Camarasa, a su esposa María de Luna, que al cabo de cuatro años se lo vendió por cincuenta mil fl orines a la “Paeria” de Lérida.

A la muerte del rey Martín sin descendencia, este territorio quedó implicado en el grave confl icto que se generó entre dos pretendientes a la corona de Aragón: Jaume d’Urgell, establecido en el Castillo de la Rápita de Balaguer, y Fernando de Antequera, de la familia castellana de los Trastámara, que resultó elegido tras el “Compromiso de Caspe” (1412), que fue uno de los motivos de que empezara una nueva guerra civil catalana, que acabó con la rendición de Jaume y su encarcelamiento.

Veinte años perteneció el Marquesado de Camarasa a la “Paeria” de Lérida, que aprovechándose de que los habitantes de aquellas tierras no podían pagar los impuestos a que eran sometidos, se apoderaba de sus bienes. Por este motivo, y a petición de los vecinos de Camarasa, Alfonso V “El magnánimo” obligó a la

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ciudad de Lérida a devolver el Marquesado a la Corona.Al ser nombrado Gobernador General de Aragón y Señor de Balaguer Juan

II, hermano de Alfonso V, que por su matrimonio con Blanca era Rey de Navarra, y que siempre estuvo más vinculado a Castilla que a Cataluña, el 4 de diciembre de 1429 vendió el territorio de Camarasa a Luís de Coscó.

“El 4 de Diciembre de 1429 el Sr. Rey Don Juan de Navarra, Gobernador General de Aragón y Señor de Balaguer, otorgó la venta por 10.000 fl orines a favor de D. Luís Coscó y de los suyos, los castillos, villas y lugares de Camarasa, con sus términos y territorios, torres, fortalezas, edifi cios, bosques, huertos, viñas, campos, fuentes, diezmos y primicias, censos, tributos y otros derechos dominicales con omnímoda jurisdicción civil y criminal.”

Las exigencias que Luís de Coscó, que quería sacar el máximo benefi cio de las tierras que había comprado, impuso a sus habitantes una presión fi scal tan excesiva que los pequeños campesinos, al no poder pagar los préstamos que habían obtenido para comprar el grano para sembrar, se negaron a pagar los impuestos. Muchos de los alcaldes, para proteger la población, fueron encarcelados e incluso alguno murió en prisión.

Esta situación de miseria provocó que los grandes propietarios se vieran sometidos a robos, atentados, asaltos e incendios por parte de pequeños grupos de gente sin trabajo, que como bandoleros organizados, los atemorizaban.

En aquellos momentos el incipiente derecho catalán, basado en las costumbres locales, el sentido común y el libre arbitrio de los jueces, provocó graves enfrentamientos entre las clases dominantes integradas por los nobles y la jerarquía eclesiástica, con el resto de la población, formada básicamente por campesinos que, a cambio de protección y tierras para ser trabajadas, tenían que jurarles fi delidad y obediencia, si bien muchas veces, eran explotados por los señores que dominaban el territorio, situación que dio lugar a la guerra de los “Remenses”, una auténtica guerra civil catalana que se prolongó a lo largo de diez años. (1462-1472)

La situación de los campesinos y también de los pequeños propietarios de tierras no mejoró durante los siguientes cincuenta años Las continuas reivindicaciones de los Concejales, representantes del poder local y escogidos por el Consejo del pueblo, del que formaban parte Pere Figueres, nacido en 1515, y Ramón, en 1580, obligaron a su participación en la lucha contra la opresión de los

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señores en las distintas confrontaciones que se fueron produciendo.Durante más de un siglo el marquesado de Camarasa pasó de nuevo a manos

de la Corona, la cual regalaba, vendía u otorgaba los territorios del principado en pago de favores.

Así, al llegar al poder el emperador Carlos I, concedió el título de Marqués de Camarasa a Diego de Cobos con motivo de su boda con Juana de Luna, en reconocimiento a la fi delidad con que su padre lo había servido.

Los marqueses, que no vivieron nunca en Camarasa, tenían el marquesado como una fuente de ingresos, y el título, como un elemento de prestigio, ya que estos títulos se concedían a determinadas familias, de las cuales el rey, en contrapartida, además de obtener algún ingreso extra, se aseguraba una clase social adicta.

Es en este momento fue creado, propiamente dicho, el Marquesado de Camarasa con título nobiliario como patrimonio familiar, el cual no se podía vender y tenía que ser traspasado al primogénito de la familia.

Lo mismo hicieron los marqueses y los nobles que ocupaban otros territorios leridanos en Cataluña; organizaban sus propiedades exigiendo un solo interlocutor por familia, asegurándose así la continuidad de la explotación y la percepción de las rentas señoriales. Obligaron a los campesinos a escoger a un heredero como una solución política para fi jarlos a la tierra, pero fue la práctica la que acabó convirtiendo una obligación en un sistema aceptado y generalizado, que pronto se extendió a todos los grupos sociales, de tal manera, que en el siglo XVIII son pocos los campesinos que no se valen de esta obligación y la convierten en su ideario fundamental. Así en la familia Figueres los herederos se iban sucediendo en línea masculina imbuidos todos por el más estricto sentido de tradición patrimonial.

A consecuencia de la crisis de hambre que se produjo hacia 1625, Pere Figueres, extendió sus cultivos labrando tierras nuevas, desembrozando bosques para construir bancales, conquistando islas en las márgenes de los ríos, y secando estanques para cultivar trigo, cereal muy apreciado por la mayoría de la gente, que a la hora del desayuno y del almuerzo, se contentaban con comer un potaje de verduras y legumbres con un poco de tocino para darle sabor, al que acompañaban con un trozo de pan con aceite.

No es hasta las últimas décadas del siglo diecinueve, que se fueron incorporando a la alimentación de las clases populares los productos de origen animal, huevos y leche, ya que anteriormente estos productos se limitaban a casos excepcionales, como enfermedades o celebraciones

La producción de cereales, y en menos escala los productos del olivo y

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de la viña, que iban destinados a proveer la ciudad de Barcelona, hicieron que la familia Figueres no sólo consolidara sus explotaciones, sino que utilizando trabajo asalariado, introdujera directamente sus productos en el mercado.

Cal Figueres en Camarasa desde el siglo XV en la Plaza Mayor 3

A diferencia de lo que era habitual en aquel lugar, en que la masía estaba situada generalmente a las afueras del pueblo, justo en medio de la propiedad como expresión simbólica de la identifi cación entre familia y patrimonio, los Figueres organizaron la propiedad en el corazón del núcleo urbano.

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Año de remodelación de Cal Figueres ya en propiedad de la familia Cabecerán

Una casa rectangular de dos plantas situada en la plaza Mayor, remodelada en 1861, se integra completamente en el conjunto de las de sus vecinos, aunque el gran volumen de la edifi cación demuestra la solvencia de esta familia.

Como la mayoría de estas casas familiares de zonas rurales de Cataluña, cuando se atraviesa el portal a nivel de calle, se encuentra la cochera, desde

donde a través de una puerta que da a la escalera se accede al primer piso. Al pasar el dintel de la puerta nos encontramos con una habitación de dimensiones desmesuradas, la belleza de la cual tal vez consiste en el conjunto formado por los pocos muebles que contrastan con la grandiosidad de la estancia y la media luz que entra por los dos balcones desde donde se puede contemplar la plaza Mayor. En torno a esta gran sala una serie de puertas dan paso a los dormitorios y un gran comedor, que tan sólo se utilizaba cuando por Navidad o con ocasión de la fi esta Mayor la casa se llenaba de parientes y amigos.

Subiendo cuatro escalerillas desde el primer nivel se encontraba la cocina, en la cual, adosado al grueso muro lateral, un banco de piedra facilitaba la manipulación de los alimentos que se cocinaban en el hogar de fuego de leña, con ollas de barro gris, fabricadas en las incipientes industrias del pueblo.

El gran hogar, calentaba el aire bajo la campana si se permanecía delante, pero cuando se apartaban, todo era frío y lóbrego. Por suerte, todo se hacía en torno al hogar; era el lugar en que las largas conversaciones, sobre todo en invierno, reproducían en gran parte las ideologías de los individuos, ya que las relaciones, tanto económicas como sociales con las otras casas de la comunidad eran esenciales. En el sótano, que se utilizaba como despensa, se guardaban los alimentos que se iban almacenando para consumir durante el resto del año.

A pesar de las incomodidades que presentaban estos grandes caserones desde el punto de vista de las cosas esenciales, la vida era agradable, ya que cubrían

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su objetivo; estaban adaptadas a las necesidades de la vida de trabajo y respondían al bienestar de las personas, inspirándoles seguridad y confi anza. Era necesario que estas casas duraran y no desdijeran de la idea del hombre que las había construido.

Ramón Figueres, el heredero, nació en 1620, en una época en que a consecuencia de la guerra de los Segadores, Camarasa había caído en manos de los franceses. Las fuertes luchas que se produjeron en aquel lugar estropearon cosechas y masías, y en general, produjeron una crisis que empobreció profundamente el pueblo.

La sangrante contienda vio su fi n con el reinado de Felipe V, que a pesar de las severas medidas que impuso, los decenios siguientes permitieron una fuerte recuperación de esta población.

Zamora, como visitador real, puntualiza:

“la Villa presenta calles bien pavimentadas; la cueva del Tabaco sirve de escondite de contrabandistas; los cultivos disponen de regadío a través de las aguas del río Segre y los cultivos principales son los cereales, el olivo, las hortalizas, el cáñamo y la explotación de gusanos de seda”.

En aquellos años de recuperación económica, Ramón Figueres, hacia 1660, fue miembro del Santo Ofi cio durante seis años, en una época en que la Inquisición no era exclusivamente un tribunal de la fe sino un instrumento político, cuyos miembros participaban de las rentas del señor y disfrutaban de grandes privilegios. Así es como pudo obtener del monarca, en enfi teusis, tierras de buen cultivo, edifi cios y terrenos para construir, ya que la costumbre era que el monarca concediera a sus súbditos tierras incultas o yermas, e incluso caserones o masías en ruina.

Nombrado alcalde, consiguió un lugar relevante dentro de la comunidad, aunque parece que a menudo, las decisiones que afectaban al territorio, las tomaba a favor de sus intereses.

También la iglesia, por otra parte, contribuyó a fortalecer la economía de los grandes terratenientes, confi ando los bienes de las cofradías a las familias ricas del pueblo, para que pudieran hacer ellos mismos préstamos de dinero o de trigo sin pagar intereses. La relación de los clérigos con la sociedad en las parroquias no era sólo de asistencia religiosa sino que la participación de los laicos en las obras de la iglesia era insoslayable. Así, la construcción de la iglesia dedicada a San Miquel, en 1738, estuvo parcialmente fi nanciada por las familias de más poder económico,

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entre ellas la familia de los Figueres, a las cuales se les permitía tener capilla y panteón propio en su interior.

La parroquia, eje vertebrador del vivir popular mediante las procesiones y fi estas, marcaba la vida de la sociedad catalana; las visitas pastorales de los visitadores del obispado amenazaban a los médicos con la pena de excomunión si a los tres días de atender a un enfermo no le exigían el certifi cado de haber confesado, así como también requerían al párroco un certifi cado de las personas que a la hora de la misa o del rosario estaban en la taberna.

Ramón, el siguiente heredero de familia Figueres se casó en 1687 con Elena Sabanés, hija de una de las familias más arraigadas del pueblo y aprovechó las relaciones de la familia para invertir en tierras de su entorno más inmediato o adquirir casas de campesinos endeudados que tenían pequeñas o medias tierras. En años de malas cosechas muchas veces el préstamo que se les daba a estas humildes familias con pocas tierras, se convertía en una forma lenta de compra. De esta manera, Ramón se convirtió en el paradigma de aquéllos campesinos acaudalados.

Con motivo de la boda de su hija Philipa con Hyeronimus de Bellcaire el día 27 de Abril de 1730, los capítulos matrimoniales que establecieron las dos familias, y que se conservan en el archivo de Balaguer, dan idea de la obligación que contraía el heredero hacia los miembros de la familia que se veían obligados a abandonar la casa.

“Antes del solemne matrimonio en la iglesia parroquial de Camarasa, los novios junto con las familias, pasaron por la notaría para protocolizar el contrato matrimonial acordado:

Los dos cónyuges Hyeronimus de Bellcaire y Philipa Figueres, hermana del que sería el heredero, en contemplación del matrimonio y de los servicios prestados por su hija Philipa, doncella, le dan su parte de legítima paterna y materna, consistente en lo que se asignó, la cantidad de 500 libras de Barcelona, 250 el día de la boda y las restantes divididas en tres partes, el mismo día del aniversario de la boda como dote al contraer matrimonio con Hyeronimus Castelló de Bellcaire.

Una caja de árbol de álamo nuevo, con sus cerraduras y clavos, 1 falda, 1 jubón de estambre negra, unas faldas de sarga, 1 jubón de terciopelo de algodón, una mantilla de bayeta blanca, dos capuchas, una de bayeta blanca y la otra negro, y todos los otros vestidos y joyas y ropas sin estimar. Y pactan los plazos de pago de la dote: las cajas y vestidos, el día del matrimonio.

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La donación se hace con la condición de que si Philipa Figueres, muriera sin hijos que lleguen a la edad de testar, los bienes tendrían que volver a manos de los padres o de sus herederos”.

La política de privilegios que se mantuvo con la clase enriquecida hasta la mitad del siglo XVIII, y a consecuencia de la actuación de los señores del campo, dueños de grandes extensiones del suelo, favoreció que surgiera un cierto caciquismo. Este fue uno de los motivos por lo que algunos de los campesinos que quedaban al margen de todos los acontecimientos y prebendas, se convirtieran en mozos de las casas ricas o jornaleros, y otros, cuando les faltaba el trabajo concebían la idea de convertirse en bandoleros.

El pueblo que en aquellos momentos ya contaba con 340 casas, a fi nales de siglo sufrió una caída de la población a consecuencia de la mala situación del pequeño propietario agrícola que se veía cargado de impuestos. La miseria en que vivían los jornaleros, y la inquietud por si eran llamados a combatir a la guerra del África, hizo que unos emigraran a las ciudades industriales y otros a América deseando hacer fortuna, aunque no todos lo conseguían. Muchos enfermaban, y abandonados por los representantes de la corona, y por las autoridades del país donde iban, morían sin que nadie se hiciera cargo de ellos. Solo se tienen noticias de los que volvían ricos y se convertían en mecenas en el pueblo de donde habían salido.

La familia Figueres, que hasta el siglo XVIII había mantenido la continuidad de los herederos por línea masculina, Pere Figueres Sabanés, hijo de Pedro Figueres Guillaumet es el último benefi ciario por línea masculina que hereda el patrimonio de la familia Figueres, ya que muere sin dejar ningún hijo varón y la propiedad pasa a manos de María, la “pubilla” o hija primogénita.

De los otros dos hijos varones de Ramón Figueres y Elena Sabanés, Francisco o Miguel, parece que es de donde parte la saga de los segundones, la cual desembocará después de dos generaciones en José Figueres Casanoves abuelo de nuestro protagonista, ya que de esta línea sucesoria no se tiene ningún documento, tan solo la transmisión oral de sus descendientes.

María Figueres, la pubilla o heredera en 1771 se casa con Silvestre Benet, de Mafet, pueblo cercano a Camarasa. Tal vez María Figueres podía haber conservado el apellido de su familia ya que hasta el siglo XVIII el “pubill”, o sea el segundón, que se casaba con una heredera, acababa perdiendo el apellido y podía tomar el nombre de la casa. Por regla general la primera generación tomaba el apellido del padre, pero la segunda generación llevaba el de la madre, con el fi n de que la casa

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conservara el nombre.De este matrimonio en 1791 nació su única hija Cecilia, que heredó todo el

patrimonio de las familias Benet-Figueres. En 1822 se casa con Andreu Cabecerán Llobet, vecino de Sant Llorenç de Montgai, y es en este momento que la casa cambia defi nitivamente de nombre, el nombre ofi cial de la casa es Cabecerán no así el nombre popular ya que en el pueblo se la conoce por Cal Figueres.

A Cecilia Figueres, a la muerte a su marido la nombran miembro del Santo Ofi cio durante cuatro años, compromiso que sirve como pretexto o excusa de contribuir a las cargas de ciudadanía, eludir las obligaciones fi scales, y obtener cargos y prebendas. Este conjunto de circunstancias favorecieron la economía de la familia y la capacidad de estrategias para mantener una determinada posición social. Estos privilegios la convirtieron en la heredera de una de las familias más acomodadas de la localidad, pero al mismo tiempo, provocaron la irritación de los vecinos que se soliviantaron ante la perspectiva de que los que más tenían, fueran precisamente, los únicos exentos de pagar.

A fi nales del siglo XVIII las cosas habían cambiado: la eclosión de la Ilustración, las nuevas ideas en el campo científi co, técnico e historiográfi co empezaron a introducirse en el país. Se rechaza el argumento de la autoridad, se cree en el progreso de las ciencias y, en consecuencia, la idea que imperaba en aquel momento era la de acabar con los nobles en el campo catalán. Era un objetivo realmente ambicioso, puesto que la nobleza había conseguido consolidarse y aumentar su intervención en la vida cotidiana local.

El sistema del antiguo régimen entró en crisis, los campesinos se resistieron a pagar los derechos señoriales, y dejaron de pagar. El marqués puso el asunto en manos de la justicia, que le dio la razón.

Los grandes contribuyentes, como los Figueres, dejando al margen los pequeños propietarios, llegaron a un convenio con el marqués para comprarle los derechos de las tierras, este hecho ocasionó grandes disturbios en el pueblo, que les trató de traidores. Los resentimientos de los pequeños campesinos contra los grandes contribuyentes se fueron incubando durante todo el siglo, ya que los terratenientes del pueblo además de acaparar el ayuntamiento, se benefi ciaron de la abolición de las trabas feudales, pudieron comprar propiedades y salieron favorecidos con las desamortizaciones de la iglesia.

A comienzos del siglo XVIII, en un momento que la política levantaba pasiones, la oposición entre liberales y realistas, provocó de nuevo graves enfrentamientos entre los vecinos de los dos bandos, produciendo una fractura

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política que duró décadas, consiguiendo que acabado el trienio liberal y restablecida la monarquía absoluta de Fernando VII, algunos de los mayores contribuyentes del pueblo se fueran a vivir a otros lugares. Una de estas familias, los herederos de casa Figueres, se trasladaron a vivir a Balaguer.

Camarasa, este pueblo de frontera, en el que sus habitantes desde muy antiguo son una mezcla de gente luchadora, de políticos y sumisos, de grandes hacendados, de gente humilde, de instigadores de intrigas y de receptores de éstas, de amantes de la cultura y de ignorantes, forman parte de la herencia de nuestro personaje, José Figueres Ferrer.

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EL MAESTRO JOSEP FIGUERES Y CASANOVES:

abuelo del Presidente FigueresLa riqueza sin cultura es madre de la vulgaridady la degradación

José Figueres

Dentro de la organización tradicional de la familia catalana los “cabalers” o segundones, es decir, los hijos o hijas no constituidos herederos, debían abandonar el domicilio familiar y recibían del heredero la legítima o derecho hereditario, es decir una cantidad de dinero o caudal en consonancia con el patrimonio de la casa en el momento de contraer matrimonio o en morir los padres. Otra opción era quedarse en la casa familiar para trabajar como jornaleros para el heredero.

En este tipo de familia patrimonial, el protagonismo lo adquiere el tronco familiar que hereda la propiedad y los individuos que forman parte de este grupo. Las relaciones que mantienen los herederos con los segundones, son consideradas por la familia y la sociedad poco importantes.

Aunque este sistema de herencia parezca que produce un desnivel social, en la medida que legitima la exclusión de los individuos de la casa familiar, en realidad el devenir del segundón es siempre una incógnita; éste, habiendo cobrado la legítima y sin cargas familiares, puede estudiar, adquirir una formación y disfrutar de una libertad que el hermano que hereda no tiene. Los segundones serán, en buena parte, los creadores de la burguesía industrial catalana que transformará el país, aunque muchos de ellos, también serán los que integrarán la nueva clase obrera.

Así, los antiguos propietarios que se quedaban para conservar la casa y el patrimonio, pasaron de ser el centro del mundo, a periferia; sobrepasados económicamente y en prestigio social, en la mayoría de los casos por los segundones, que libres de cargas familiares se instalaban en otras formas de vida y aprovechaban nuevas oportunidades.

Josep Figueres i Casanoves, el abuelo de nuestro personaje, nace en Camarasa el 20 de agosto de 1850, en una época en que la economía agraria de la

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familia estaba en su mejor momento. Como hijo de segundón proveniente de una familia adinerada, tuvo la posibilidad de ir a Lérida a estudiar la carrera de maestro.

En la Escuela Normal de Lérida conocerá a la que será su esposa, Maria Forges Solsona, que nacida en Cervera y donde residía su familia, también estaba estudiando para maestra.

Cervera había pasado por un periodo de esplendor cuando Felipe V, en 1734, agradecido por la ayuda que le habían prestado sus habitantes durante la guerra de sucesión, creó en esta ciudad la única universidad de Catalunya, una obra insólita, ya que se trata de un majestuoso edifi cio neoclásico de planta rectangular con dos claustros interiores, con la fachada barroca, construida en piedra y decoración de bronce.

Al mismo tiempo obligó a cerrar las de Barcelona y Solsona, en represalia a estas ciudades que se le habían enfrentado.

La economía en la ciudad de Cervera en aquella época era fl oreciente. Los estudiantes más pudientes alquilaban habitaciones con derecho a comida, lo que hacía que las familias aumentaran sensiblemente el peculio familiar, no así los alumnos más pobres que dormían en dormitorios públicos y se alimentaban como podían.

Esta Universidad, marcada por el favor de un monarca y sustentada por un determinado ideario político, le bastó la decisión y el decreto de un Gobierno para abolirla. La omisión de un plan de enseñanza en 1836, y la poca efectividad de esta, decretó su cierre defi nitivo.

Potada del libro de Pilarín Bayés

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Atlas de las villas, ciudades y territorios de Lleida. 1750

Esta ciudad, en 1875, fue muy castigada. Los combates de la tercera guerra carlista la tuvieron como escenario; los carlistas atacaron por sorpresa la población, asaltaron y saquearon la mayor parte de las casas, Estas fuerzas que estaban constituidas por más o menos cuatro mil hombres, se preparaban para ocupar la ciudad.

La guarnición de la ciudad, que disponía de doscientos cincuenta hombres y una pieza de artillería, disputaba el terreno palmo a palmo con una gran fuerza de heroicidad. Protegidos por carros con colchones lograron reconquistar las casas una por una. Ayudados por voluntarios y un grupo de soldados de caballería que el día antes habían llegado a Tárrega, al enterarse de lo que sucedía en la localidad vecina salieron rápidamente hacia aquella población y al entrar en Cervera tirotearon a las tropas carlistas atrincheradas en el arrabal. Al ver que toda resistencia era inútil las tropas carlistas se rindieron con la condición de que a sus hombres se les permitiera conservar la vida.

Incluso las fuerzas de la naturaleza agredieron con dureza a la ciudad. Un año antes, un gran temporal la había arrasado al salirse de madre el río Ondara, que asoló todo lo que encontró a su paso. El agua destrozó los molinos y los huertos, y resultó completamente perdida la cosecha de vino y aceite que la gente guardaba del año anterior.

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Josep Figueres y María Forges, en el año 1870 cuando acabaron la carrera, la situación social y política en Cataluña era muy convulsa, por lo que pidieron plaza de maestros para ejercer en Os de Balaguer, población silenciosa y tranquila de suelo de secano, donde la gente era muy conformada y se resignaba a vivir con pocas ilusiones, esperando tan sólo la cosecha de almendras y aceitunas.

Iglesia y Castillo de Os de Balaguer

Josep Figueres y María Forges, aquella pareja de jóvenes maestros, al llegar a Os se encontraron con que les habían asignado una sencilla casa de la calle del Castillo, una calle estrecha pensada para que tan sólo pasara un carro. Como la mayoría de las casas de los pueblos de esta región, la alta fachada de piedra permanecía siempre sucia debido a la lluvia que penetraba por las grietas, en la que el paso del tiempo había ido formando un musgo sobre las piedras que le daba un aspecto un poco lóbrego. Por unas pequeñas ventanas entraba la poca luz que permitía aquella calle estrecha, reforzada con la iluminación de un par de lámparas de petróleo, cuya claridad quedaba diluida por el resplandor triste y opaco que venía de la calle.

Un piso sencillo sobre la escuela constituía la vivienda de los maestros, ya que las dos habitaciones de la planta baja se utilizaban para impartir las clases, una destinada a niños y otra a niñas.

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Los inviernos en aquella región eran largos y gélidos; el hielo que se depositaba en el tejado formaba carámbanos que goteaban sobre las calles sin pavimentar y propiciaba un gran barrizal. Una estufa, donde se quemaba leña, todavía húmeda la mayor parte de las veces, aligeraba un poco los días de frío más intenso.

El matrimonio, que ejerció durante veinte años como maestros en Os, tuvo ocho hijos, de los que tan sólo cuatro llegaron a mayores. Mariano, el primogénito, nació el 23 de octubre de 1878, y fue bautizado en la parroquia del pueblo dedicada a San Miguel.

Estudió las primeras letras en la escuela primaria de niños con su padre. Su madre, la maestra, daba clase de primeras letras a las niñas y con ella aprendieron a remendar las piezas de ropa para alargarles la vida; Estaban muy contentas cuándo encontraban la ropa de color parecido al del vestido para poner el remiendo.

Una de las distracciones en aquellos largos inviernos, consistía al adornar el altar de la iglesia para la misa del domingo, punto de encuentro de autoridades y de todo el pueblo. Esta iglesia, que vacía, quedaba envuelta de una gran soledad y en un silencio triste, el domingo se llenaba de gente que a la salida iniciaban una viva tertulia, animada con los chismes de la semana, conversación que giraba sobre lo que se tendría que haber hecho o lo que se había hecho mal; todos daban su parecer y según su criterio parecía que todos tenían razón.

Cuando llegaba el verano, y una luz blanca y cegadora lo invadía todo, la monotonía se rompía; algunas tertulias en las puertas de las casas eran inevitables después de los largos inviernos al lado del brasero.

El día 29 de septiembre, festividad San Miguel, patrón de Os de Balaguer, marcaba el fi nal del verano y su fi esta mayor estaba siempre muy animada. En la plaza no se cabía; las casas se llenaban de parientes que habían emigrado a la ciudad y volvían para las fi estas deseosos de revivir los días de juventud.

A la salida del ofi cio, antes de comer, se tomaba un vermú con olivas en el

bar, se bailaban sardanas y después, a casa, ya que el olor de sofrito que salía de las puertas abiertas de las casas anunciaba que la comida estaba preparada.

Las conversaciones de aquellos años de fi nales del siglo diecinueve giraban en torno a la situación política que se vivía; los expertos los profetizaban negros ya que cada año se cerraban tres o cuatro casas y el pueblo, que en aquellos años contaba con unos dos mil habitantes, pero poco a poco iba reduciendo su población

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hasta llegar a setecientos. La fi esta, en otros tiempos muy concurrida, se percibía deslucida por la desaparición de los jóvenes que, tristemente, habían tenido que emigrar por falta de trabajo y pocas perspectivas de mejorar.

José Figueres y María Forges, los maestros, con el deseo de estar al lado sus hijos que estudiaban en Barcelona, pidieron el traslado a esta ciudad. A la maestra, María Forges le concedieron la plaza en la escuela municipal de Les Corts, (Barcelona) un pueblo campesino, que en 1897, contra la voluntad de sus habitantes fue anexionado a Barcelona.

Escuela de Os de Balaguer del 1870 conservada actualmente intacta

Escuela de Os de Balaguer del 1870 conservada actualmente intacta

Escuela de Os de Balaguer del 1870 conservada actualmente intacta

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Edifi cio de la escuela de la plaza Comas 1906 (Les Corts)Archivo municipal de Les Corts

En el numero 10 de la plaza Comas, se encontraba el edifi cio de la escuela, inaugurada el 1892 sobre terrenos cedidos por Dolores Masferrer i Bosch. La escuela estaba dividida en dos plantas simétricas separadas, una para niños y otra para niñas, tal como era obligatorio en la época, todas las dependencias estaban iluminadas con lámparas de gas de hulla. En el piso superior vivían los maestros con sus familias.

Este edifi cio construido en el siglo diecinueve, con fachada abierta a la Plaza Comas, era un edifi cio aislado de plata baja y piso rodeado de jardín; ocupaba una parcela de 570 m2, que se mantuvo en su forma original hasta 1975 en que se convirtió en un edifi cio funcional: la escuela de primaria Ausias March.

También la plaza, completamente remodelada, conserva tan sólo dos edifi cios de principios del siglo XX, y el ayuntamiento inaugurado en 1884.

Les Corts, a diferencia de otros barrios que vivieron intensamente el proceso de industrialización, fue el lugar escogido por algunas familias de la incipiente burguesía industrial para construir sus casas de vacaciones. Tan sólo se instalaron algunas pequeñas industrias replegadas en torno a Can Batlló y al Campo de

 

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la Cruz, junto a una pequeña colonia obrera, que se formó en torno a la fábrica Castells, productora de charoles y barnices.

Plaza Comas 1886

Archivo municipal de Les Corts

Por la cantidad de terreno disponible, esta localidad se convirtió en un lugar idóneo para la construcción de hospitales, sanatorios y otros equipamientos.

El mismo año en que se inauguró el nuevo ayuntamiento, un tranvía con tracción de sangre de la Compañía General de Tranvías, comunicará este barrio con el centro de Barcelona.

Tranvía tirado por caballos 1884Archivo municipal de Les Corts

 

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En 1896 a José Figueres lo destinan como maestro de primera enseñanza a Benamargosa, provincia de Málaga. Una cálida y tranquila población de agricultores fundada por los árabes, donde el río que lleva su nombre mejoraba la vida de los huertos, árboles frutales y limoneros, que en aquellos tiempos eran la mayor fuente de riqueza del pueblo. Con la expulsión de los moriscos en el siglo XVI, el pueblo se quedó casi despoblado y los cultivos abandonados. Las tierras y lugares que quedaron abandonados, fueron repoblados por cristianos viejos, procedentes del reino de Granada. Fueron treinta cuatro vecinos los que, en un principio, se instalaron en Benamargosa.

La vida de los maestros en aquel pueblo de casas encaladas y de clima suave era muy agradable, pero la intención de la familia Figueres era vivir en Barcelona.

Benamargosa - Iglesia de San Sebastián

Josep no se quería conformar con ser maestro de enseñanza elemental; quería ampliar los estudios y obtener el título de Maestro de primera enseñanza superior. Pide a la administración el traslado a Montblanc, provincia de Tarragona, pueblo que el siglo XIX se estaba recuperando de la guerra de Sucesión en que la villa perdió sus privilegios y la veguería. La guerra de la Independencia y los enfrentamientos entre los liberales y los carlistas, lo acabaron de arruinar.

La población, que conserva uno de los recintos amurallados medievales más completos de Cataluña, se recuperó con los artesanos y los agricultores que se dedicaban al cultivo de la viña, contribuyendo favorablemente la llegada del tren en 1863, pero la plaga de la fi loxera, que destruyó las viñas, detuvo esta recuperación.

Josep Figueres, durante los años en que ejerció de maestro en Montblanc, se domicilió en la calle San Marçal número 7.

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Restos del pueblo medieval Calle San Marsal, Montblanc

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Cedido por el Archivo de la Universidad de Barcelona

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Título de maestro de enseñanza superior de José Figueres i CasanovesArchivo de la Universidad de Barcelona

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A la calle San Marsal, muy próxima a la plaza del Ayuntamiento, actualmente le faltan los números impares, ya que en los años de 1960, fue derribado aquel lado de calle para construir una plaza. Las casas de los números pares no han sufrido ninguna remodelación, por lo que conservan el estilo de un pueblo de secano de la Cataluña interior.

En la Escuela Normal de Barcelona, el 25 de junio de 1896 obtuvo, con la califi cación de Sobresaliente, el título de primera enseñanza superior. En una de las pruebas para obtener el título, hace un estudio de las diferentes corrientes educativas del siglo dieciséis.

José ya nos habla de John Locke, y de sus ideas sobre educación, concretamente de aquéllas que sostienen que el trabajo del maestro no consiste tanto en enseñar materias, sino como producir estima por el conocimiento y poner al niño en el camino correcto para aprender.

También de las ideas de Rousseau admite que, aunque con algunas no está de acuerdo, la educación se tiene que adecuar a cada una de las etapas del desarrollo del niño y que los objetivos se tienen que llevar a cabo a partir de las motivaciones del alumno. Considera que en el mundo que se está confi gurando, los hombres tienen que ser ciudadanos libres, dueños de su destino.

“Si acostumbráis en el niño que siempre se deje guiar; a que no sea otra cosa más que una máquina en manos ajenas. Si queréis que sea dócil cuando es pequeño, eso es querer que sea crédulo y embaucado cuando sea mayor”

Jean- Jacques Rousseau.

De Johann Bernhard Basedow, resalta la idea de que defi ende la intervención del educador en la formación del niño.

Ejerciendo de maestro en Montblanc en 1899, a los 48 años, se propone ampliar los estudios de música, de canto y de francés en la Escuela Normal Superior de Maestros de Barcelona, razón por la que pide dos años de excedencia que le conceden el año 1900. El pensamiento que sobre la educación tenía aquel maestro de primera enseñanza en 1896, el espíritu de superación personal, este afán para aprender, y el amor por la música es lo que heredó su nieto José Figueres, cuándo siendo Presidente de Costa Rica, en el momento en que disolvió el ejército, destinó este presupuesto a educación.

José Figueres, con este recuerdo fundó la Joven Orquesta Sinfónica Nacional, para la formación musical de niños y jóvenes. Creó un programa

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educativo destinado a inculcar a los maestros que debían formar a las criaturas como hombres libres capaces de pensar por sí mismos y consiguió una población infantil totalmente alfabetizada.

Última parte del trabajo de José FigueresArchivo de la Universidad de Barcelona

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Instancia presentada por José Figueres Casanoves el año 1900 para matricularse de francés música y canto en la escuela Normal de Barcelona.

Archivo de la Universidad de Barcelona

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Cada emigrante ha realizado un viaje personal extraordinario para llegar a donde está. Cada uno ha contribuido a la reorganización de la humanidad.Cada uno es parte implícita de la nuestra propia historia. Samir Nair

MARIANO FIGUERES Y PAQUITA FERRER:

los padres de Josep Figueres, marcan el destino de un país.

Mariano, que había cursado los estudios de Bachillerato en las Escuelas Pías

de Igualada, obtiene en 1895 el título de Bachiller en la Universidad de Barcelona.Este mismo año se matrícula en la Facultad de Ciencias Exactas, de las

asignaturas de Físicas y Ciencias Naturales, pagando diez pesetas por el derecho de inscripción de cuatro asignaturas, y en un Instituto de Barcelona sigue un curso de Alemán. El año siguiente se matricula en la Facultad de Medicina y el tres de junio de 1903 obtiene el grado de Licenciado en Medicina.

Su madre, María Forges, no consiguió ver a su hijo con la carrera acabada, el tifus que causo la muerte a cientos de personas en la ciudad Condal, acabó con su vida.

Paquita Ferrer, la que será su esposa, vivía en Sants, una barriada barcelonesa que hacía poco que se había anexionado a la capital. Los campos de trigo, viñas y de huerta con gran proliferación de masías, rodeaban el término del pueblo hasta las puertas de la ciudad, pero a consecuencia de la prohibición del ayuntamiento de Barcelona, en 1846, de instalar más fábricas dentro de las murallas, Sants se convierte en una barriada industrial, donde la burguesía catalana instala sus factorías.

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En este barrio obrero, alejado del centro de Barcelona, el ruido en la calle era constante; la tensión nerviosa que se vivía en la ciudad se refl ejaba en los gritos de los chicos que se acosaban, los vendedores ambulantes y las mujeres que se peleaban, las reuniones callejeras de hombres sin trabajo, despedidos por pertenecer a un sindicato o participar en una huelga, ya que todas las mejoras conseguidas por las clases trabajadoras iban precedidas de confl ictos de todo tipo,

En Barcelona, el crecimiento demográfi co derivado de un constante aumento migratorio procedente del campo catalán y otras provincias españolas, ocasionó el desempleo forzoso, una bajada de los salarios, la falta de vivienda, de seguridad en el trabajo y de enfermedades. Todo eso concluyó en unas violentas manifestaciones del proletariado, que al fi nalizar el siglo diecinueve se encontraba en una situación de extrema penuria, que se convirtió, en muchas ocasiones y apoyado por los sindicatos libertarios, en un terrorismo descontrolado.

Paquita, que había nacido el 10 de Mayo de 1877, se sentía cómoda en este barrio; se había ciado allí y lo que pasaba lo encontraba normal. Sus padres se habían trasladado hacía unos años desde Reus, de donde era oriunda la familia, y donde, regentaban un pequeño negocio de aceites y jabones. En la Carretera de Collblanch número 26, de este barrio de Sants, los padres de Paquita continuaron con la misma actividad.

La casa unifamiliar de la calle Collblanch, al contrario de todas las casas de los alrededores, todavía se conserva intacta. Se puede apreciar la puerta de madera que daba acceso al almacén y podemos contemplar la vivienda tal como era a fi nales del siglo diecinueve. El estado precario del edifi cio hace prever que su derribo no tardará mucho al producirse.

Paquita tenía noticias de que en otros países algunas mujeres empezaban a conseguir el grado de bachiller o que, incluso, accedían a Universidad.

Aunque en España, en aquel momento, se polemizaba sobre la capacidad de las mujeres para adquirir conocimientos que pudieran facultarlas para ejercer una profesión, y que los sueldos de las maestras eran dos terceras partes del sueldo asignado a los maestros, decide estudiar la carrera de maestra en la Escuela Normal Superior de Instrucción Primaria de Barcelona, ubicada desde 1849 en el edifi cio de la Universidad Central de la plaza Universidad.

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Expediente académico de Francisca Ferrer, madre de José Figueres Ferrer

En 1899 se matricula y obtiene el título de primera enseñanza elemental, continua los estudios hasta alcanzar el título de Maestra de primera enseñanza superior el 6 de abril de 1903, el mismo año en qué Mariano acabó la carrera de médico.

Es en la Universidad de Barcelona donde conoce a Marià, el que más tarde será su marido, en un momento en que Barcelona estaba en plena transformación. Hacía pocos años que se habían derribado las murallas que oprimían la ciudad, conquistando ésta un nuevo espacio que Ildefons Cerdá

Puerta del Colegio Escuelas Pías de Igualada 1850

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aprovechará para dar forma a lo que él llama el ensanche barcelonés, con anchas calles pavimentadas, por donde empezarán a circular los primeros automóviles.

Vivenda y almacén de la família Ferrer - Minguella en el barrio de Collblanch ( Sants) any 2009

Por otra parte, la organización de la exposición universal de 1888, hizo que esta ciudad dejara de ser una sencilla y pobre capital de provincia, para convertirse en una de las de referencia en Europa, ya que la burguesía, ostensiblemente acaudalada, soñaba con una ciudad que fuera el centro de las primeras vanguardias culturales, y de los nuevos avances científi cos, técnicos y artísticos, en cualquiera de sus manifestaciones.

Este movimiento, en cierta manera contagió a las clases obreras y menestrales proliferando las sociedades culturales y recreativas, suscitando en la población un enorme fervor por el teatro.

Actuaban muchas agrupaciones de afi cionados, tanto en el centro de la ciudad como en los barrios. Los locales descontrolados en los que se representaban obras de gusto algo dudoso, alternaban con otros, adornados a la moda de los mejores teatros ochocentistas, con palcos tapizados de terciopelo rojo, cortinajes y molduras doradas.

El público, gente más bien sencilla, no demasiado instruida, compensaba la falta de instrucción con la admiración que les inspiraban las fi guras renacentistas del momento.

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Josep, el padre de Marià, iba a ver con sus hijos las compañías importantes que actuaban de paso por Barcelona, ya que el teatro le parecía un buen medio de superación intelectual. Este bagaje formativo que transmitió a su hijo Marià, es el que hizo que este, al cabo de unos años, en un pequeño pueblo de gente campesina en Costa Rica donde ejercía de médico, proyectara y construyera un teatro inconcebible en aquel lugar.

El centro de Barcelona, estaba siempre animado, las Ramblas, en aquel momento centro neurálgico de esta urbe en expansión, era el lugar donde se mezclaba la mejor y la peor gente de la ciudad.

Solicitud de matricula de Francisca FerrerCedido por el Archivo de la Universidad de Barcelona

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Título de Primera enseñanza elemental de Francisca Ferrer Minguella Archivo de la Universidad de Barcelona

Por las calles adyacentes, los gritos de los vendedores ambulantes se fusionaban con la gente que entraba y salía de los pequeños establecimientos, que no cerraban ni de día ni de noche, aprovechando así este momento de esplendor que vivía la ciudad.

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Los intelectuales y los estudiantes se movían en un mundo diferente; el mundo bohemio del Paralelo, que se llenaba de ciudadanos que aspiraban a vivir sin grandes preocupaciones.

Mariano, tal vez concienciado por la muerte de su madre y por la epidemia de cólera que en 1885 había matado a miles de barceloneses, ajeno a las diversiones que la ciudad le ofrecía decide plantear su último trabajo de fi nal de carrera con un estudio sobre la salubridad de las aguas en Barcelona.

Su estudio titulado “Aguas potables - Medios para su depuración”, es muy crítico con respecto al estado sanitario de Barcelona y habla de “descuido y abandono de la ciudad” en aquello relativo a la higiene urbana y pública, tanto en el barrio viejo, como en el Ensanche, donde tampoco se cumplían los requisitos higiénicos de las viviendas, por lo que en los inicios del siglo XX, no estuvo excluido del contagio colérico, tuberculoso, palúdico o tífi co, por señalar algunas de las muchas patologías infecto contagiosas que podían derivarse de la insalubridad del agua, la falta de higiene o simplemente del desconocimiento científi co.

Se dio cuenta de que las ideas sobre los orígenes de las enfermedades eran confusas, ya que las infecciosas se atribuían a miasmas, negando que hubiera una relación entre las condiciones de vida y la salud.

El proceso de industrialización rápido y desordenado que sufrió Barcelona, hizo que una parte de la ciudad se convirtiera en zona palúdica, a causa de la ausencia de cloacas destinadas a la evacuación del agua de lluvia y aguas sucias, que iban a parar a los llamados pozos negros.

Mariano relaciona repetidamente las condiciones sanitarias de las viviendas con las enfermedades, y pasa a criticar el suministro de aguas de Barcelona, demostrando que:

“es totalmente defi ciente e incompleto, y cree que se tendría que mejorar, no sólo con respecto a cantidad, sino a la calidad; se consentía la distribución de aguas realmente impotables”.

Concluye su trabajo diciendo:

“que lo mejor para abastecer de agua una ciudad es traer las aguas de lugares donde no estén contaminadas aunque su conducción sea costosa. Y aconseja por mas seguridad instalar fi ltros en la entrada de cada casa”

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Titulo de Licenciado en Medecina de Mariano Figueres Forges

Al fi nalizar este trabajo obtuvo el título de Licenciado en Medicina. Parecía que el futuro y la situación económica de Marià y Paquita estaban resueltos, pero un hecho desgraciado, cambió la trayectoria de sus vidas. Una bomba lanzada en el interior de un bar, mató a Josep M., hermano de Mariá

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Mariano y Paquita que contrajeron matrimonio el quince de julio de 1905 en la Basílica de Montserrat acompañados de un reducido número de familiares y amigos, al año siguiente, toman la decisión de irse a América. No se saben exactamente los motivos que los impulsaron a tomar esta decisión, tal vez la situación de inseguridad que se vivía en Barcelona, o el hecho de que una hermana de Paquita, Antonia, casada con un ebanista de Lérida, Josep Urgellès, ya vivía en Costa Rica desde hacía algunos años.

Así el padre de nuestro protagonista, descendiente de segundones y habiendo estudiado medicina en Barcelona emigra a América, y encabeza la saga familiar de los Figueres en Costa Rica.

Inscripción en la Sociedad Española de Benefi cènciaJosé Urgellès Riart casado con Antonia, hermana de Paquita Ferrer

y padrino de boda de Marià y Paquita

No se podían imaginar en aquel momento Mariano Figueres y Paquita Ferrer, que un día, en el otro lado del Atlántico, Josep su primer hijo, “empaquetado” en Cataluña como él mismo acostumbraba a decir, sería el presidente más controvertido, y el personaje público más discutido de Costa Rica.

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Certifi cado de matrimonio de Mariano Figueres y Paquita Ferrer Archivo de la Basílica de Santa María de Montserrat

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Trabajo de fi nal de carrera de madicina de Mariano Figueres:

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Cedido por el Archivo de la Universidad de Barcelona

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1906. MARIANO Y PAQUITA hacia un destino incierto

Aprendí pronto que al emigrar se pierden las muletas que han servido de sostén hasta entonces, hay que comenzar desde cero, porque el pasado se borra de un plumazo y a nadie le importa de dónde uno viene o qué ha hecho antes.

Isabel Allende

A mediados de julio de mil novecientos seis, Marià y Paquita se dirigían a Costa Rica. El barco había salido del puerto de Barcelona, y casi sin darse cuenta de ello, vieron cómo desaparecían las luces de la ciudad y se alejaba su silueta. Apoyados en la barandilla de cubierta miraban el faro y el resplandor de la ciudad que dejaban atrás.

En aquel momento se dieron cuenta de que renunciaban a muchas cosas hasta entonces importantes para ellos, la vista se les nublaba y alguna lágrima, sin querer, auguraba que Cataluña se alejaba y como nómadas iban a una tierra desconocida.

Al cabo de dos días de navegar atravesaron el estrecho de Gibraltar; iban dejando atrás el Mediterráneo. Habían abandonado la costa y se adentraban en el Atlántico.

Después de unos años recordaban con imprecisión la monotonía de la travesía, ya que mirar el mar observando la espuma que dejaba como una larga estela el barco, y contemplar el espectáculo de la puesta de sol, era tan sólo, lo que les llenaba unas horas al anochecer.

Habían pasado treinta días en alta mar, sin ver tierra, ni siquiera un barco. Horas y horas de soledad y de silencio roto tan sólo por el ruido de las máquinas. Extasiarse al descubrir como una manada de delfi nes se acercaba y desaparecían en aquel vasto mar rompía el aburrimiento. Cuánto más se aproximaban al trópico el calor aumentaba, pues la lluvia tropical que caía cada tarde, en lugar de refrescar la atmósfera, la hacía más húmeda.

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Después de una breve escala en La Habana, las últimas millas fueron más agradables, tal vez porque la calma del mar tropical les acercaba en su destino, aunque alguna cosa los mantenía excitados; quizás temían la proximidad de pueblos nuevos y gente con otras costumbres.

Las peripecias durante el viaje habían sido muchas, y no siempre divertidas debido a las condiciones precarias de la travesía, pero por fi n el cielo azul, la exuberancia del paisaje, la mezcla de verdes claros y oscuros, las altas y elásticas palmeras que se balanceaban lánguidamente, les revelaba que se acercaban al fi nal de su viaje.

La costa baja, con unas masas de árboles esbeltos de un verde reluciente, y un faro al lado de una casa blanca señala la bocana por donde tienen que entrar los barcos. La espectacular lluvia que cae de unas nubes negras y dramáticas, hace pensar que todo el día estará lloviendo, pero de repente el sol aparece nuevamente. Esta tierra tal vez es parecida a muchas otras, pero a ellos, probablemente su presencia les hacía vibrar un sentimiento desconocido.

Cuando el barco se para, unas gruesas cuerdas lo acercan al muelle, a su alrededor se agrupa una multitud silenciosa de personas desocupadas que contemplan las maniobras de atraque.

Más de la mitad son negros. Sus antecesores fueron los esclavos africanos llevados a trabajar a las plantaciones de caña de azúcar de Jamaica, y que Costa Rica utilizó en la construcción del ferrocarril. Esta población, a la que las leyes del país prohibían alejarse de la costa, se negaban a hablar español, y sólo lo hacían cuando se veían obligados a dialogar con los blancos. Su lengua era un inglés muy particular, que aprendían de generación en generación en la familia y que con el paso de los años lo habían ido transformando en un dialecto que tan sólo ellos entendían.

Iban mal vestidos; ellos con trajes blancos, si estuvieran limpios, y ellas con ropas de colores, pues aunque su manera de vestir era menos colorista que la de los negros del África, conservaban el mismo gusto por los colores y la bisutería. Bajo un sol abrumador, unos niños de ojos muy negros con la cara sucia pero con una sonrisa que contagiaba esperanza, vendían frutas y helados.

Después de un momento, bajaron la pasarela del barco y subieron los aduaneros, los descargadores y los funcionarios de inmigración. Se colocaron detrás de unas mesas en el pasadizo de estribor para revisar la documentación de los pasajeros. Los estibadores, con los rostros quemados por el sol y marcados con frecuencia por cicatrices de heridas o de enfermedades, se preparaban para la carga

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y descarga de las mercancías.Puerto Limón era la única entrada y salida de Costa Rica hacia el Atlántico,

y el puerto por donde se embarcaban las cosechas de café y de bananas del país. Las calles de la ciudad estaban sin pavimentar, la música ruidosa de los innumerables bares resonaba por toda todas partes, las risotadas de los niños semidesnudos, y sobre todo, un calor opresivo, cargado de humedad, era la característica de aquella ciudad del Trópico.

En el parque Vargas, situado en el centro de la ciudad, observaron maravillados unos inmóviles osos colgados de los árboles de higuera gigante, inmóviles, que cogidos directamente de la rama con sus cuatro patas negras completamente extendidas, daba la impresión que ni siquiera respiraban.

Un monumento a Cristóbal Colon, les recordaba que un español del otro lado del Atlántico de donde ellos procedían, en 1493 había llegado en una goleta a esta tierra, a la que le puso el nombre de Costa Rica.

Casa de madera sin pintar - Puerto Limón 1906

Las familias convivían en casas de madera sin pintar, y donde en cualquier lugar se encontraban montones de mondaduras de fruta que se pudrían bajo aquel sol tropical. Después de un chubasco, cosa que ocurría todas las tardes en la época lluviosa, el aire húmedo hacía que la tierra desprendiera un olor desagradablemente dulce.

Habían llegado a un pequeño mundo que era Costa Rica, que en aquel tiempo, y todavía en los años cuarenta, si algún país llevaba el nombre equivocado,

 

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era aquél: no sólo era pobre, sino que muchos habitantes vivían en la indigencia. La mitad de la población iba descalza. Pocos iban a la escuela y aunque las casas en el campo eran bonitas, para vivir se debía tener un espíritu de auténtico pionero. Escasos hogares rurales disfrutaban de agua corriente, y mucho menos, de electricidad. Fuera de las ciudades no había teléfono. Cerca de las comunidades, los tugurios eran pozos de pobreza y enfermedad y para la mayoría de los costarricenses, tener una cuenta en el banco era inconcebible.

Paquita posiblemente se preguntara cuál sería el futuro del hijo que esperaba, en aquel país desconocido, lleno de contrastes y del que sólo tenía vagas referencias. Presentía que le costaría adaptarse.

Hacía relativamente poco que Costa Rica empezaba su etapa como país independiente. Hasta el año 1825 había sido provincia de Guatemala como colonia española, razón por la que no estuvo nunca ligada directamente en la Metrópoli ya que aquella tierra, las más lluviosa del mundo, en la que el oro era escaso y tan solo gozaba de deliciosas frutas, exuberantes plantas y gran cantidad de pájaros, todo esto no era sufi ciente riqueza para que la Corona española se interesara demasiado por el comercio con la más pobre y aislada de sus colonias; las disposiciones en el terreno político y militar las recibía de Guatemala, y las religiosas de Nicaragua.

Dada esta situación, quedó al margen de las revoluciones y guerras para deshacerse del poder español y no tuvo conocimiento de su independencia hasta después de dos semanas de haberla conseguido.

Costa Rica pasó por un periodo convulso para decidir las anexiones entre los países de Centroamérica. Fue gobernada en un primer momento por un grupo de civiles, propietarios de plantaciones de café con inquietudes intelectuales, que liderados por Braulio Carrillo sancionaron el decreto por el cual el Estado libre de Costa Rica asumía la plenitud de su soberanía. No fue hasta el año 1848 que el doctor José Mª Castro proclamó la República.

Mariano Figueres y su esposa, años después recordaban, que ajenos a la historia del país, descubrieron que la gente era muy amable, pero que se tenían que ir acostumbrando a la sencillez de aquella sociedad y a la comida que sería la suya durante muchos años. El menú diario consistía en carne guisada con arroz y fríjoles negros, y fi jándose cómo lo hacían los demás, debían mezclarlo todo.

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1920 Puerto Limón única ruta de entrada y salida hacia el Atlántico

Les sorprendía que en el Caribe, en los periodos anuales más calurosos, gracias al agua que cae en abundancia durante media hora cada día, haga que las plantas mantengan un verde intenso y brillante, pues en Cataluña, estaban acostumbrados a asociar el calor con una vegetación seca y de color amarillo. Se sentían atraídos por este paisaje en que las puestas de sol a última hora de la tarde, cuando la luz baja, se convertían en un sueño inolvidable, pero aquél todavía no era su destino, debían proseguir el viaje.

De un edifi cio de color rosa con el letrero pintado de verde emergía una música ensordecedora; era el bar de la estación. De allí salía el tren que cubría el trayecto desde Puerto Limón a San José, la capital. Por el equipaje no tuvieron ningún problema, una docena de niños se peleaban para llevarlo.

El recorrido que hacía el tren, de más o menos 120 Km., duraba ocho horas; durante los primeros kilómetros, el tren se enfi laba hasta mil quinientos metros, para después empezar a descender hasta llegar al Valle Central, donde la altura es de mil metros por lo que la temperatura media es prácticamente de veintidós grados todo el año.

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Trabajadores de las compañías bananeras

El panorama no cambiaba durante diversos kilómetros ya que los bananos continuaban pasando delante de ellos, y se extendían hasta donde llegaba la vista. En medio de las interminables fi las de plantas, se veían grupos de ocho o diez casas, en las que, apoyadas en las puertas, las mujeres tenían los niños en brazos.

Les era imposible imaginar que unos años más tarde, el hijo que ellos esperaban, se vería involucrado en una revolución, en la que las tropas del ejército contrario estarían integradas principalmente por estos trabajadores bananeros formando parte de las fuerzas armadas gubernamentales, a los que se les daría una botella de ron y una manta, y el gobierno los enviaría a las montañas a luchar contra Figueres.

Las vías del tren que se conservan al lado del río Reventazón.

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Al cabo de un rato de viaje los bananos cedían paso a las plantaciones de caña de azúcar. El tren avanzaba poco a poco y a medida que iba subiendo, los valles parecían cada vez más profundos y los ríos que corrían por el fondo se hacían más y más pequeños. Era sorprendente ver con cuánta frecuencia el tren traqueteaba sobre los puentes, parecía que, por su debilidad, no aguantarían el peso del convoy.

Mariano y su esposa recuerdan que el viaje se les hizo muy largo; la locomotora no conseguía grandes velocidades y los vagones eran estrechos. La gente iba descalza y hacía mal olor, sus ropas estaban remendadas y desteñidas. Parecía que todos se conocían, pues se saludaban con grandes gritos de placer. Jaulas de pollos, ramilletes de bananas y grandes paquetes atados con cuerdas, llenaban buena parte del vagón. El tren se detenía en las pequeñas aldeas diseminadas en aquél difi cultoso lugar, donde vendedores de “tamales” (empanadas envueltas con hojas de panocha, rellenas de maíz molido, carne, legumbres y pasas) reponían la mercancía para que los pasajeros, que al bajar del tren todavía les tocaba caminar un buen rato, llegaran a sus casas habiendo comido alguna cosa.

El choque cultural les parecía angustioso. Sentían sobre todo una incomodidad física y emocional debido a encontrarse en un lugar tan diferente del suyo. Empezaban a darse cuenta que tendrían que acostumbrarse a otra manera de pensar y actuar si querían vivir en aquel país, y descubrir las virtudes de cordialidad y simpatía de aquella gente.

Pero al mismo tiempo, aquella naturaleza tan bella, las puestas de sol de unos colores nunca vistos, entre escarlata, verdes y malva, les hacía prever que su estancia en el país sería para siempre y les ayudaría a pasar por alto las incomodidades que el cambio les supondría.

Poco a poco el tren fue reduciendo la velocidad; muy pronto llegarían a San José. Estaban tan cansados que, al llegar, casi no acertaron a darse cuenta de que Antonia, la hermana de Paquita, y su marido Josep, les estaban esperando.

Para bajar las maletas, aunque no eran muchas, tenían que hacerlo abriéndose paso entre los que, con empujones y a veces golpes, intentaban ponerse derechos para recoger sus pertenencias y se preparaban para bajar. Habían llegado a San José.

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UN MÉDICO CATALÁN EN COSTA RICA

“Soy un hombre afortunado,porque me tocó nacer en Costa RicaMis padres iban a América y se quedaron aquí”.

José Figueres

El Dr. Figueres salió de Barcelona ilusionado para ir a ejercer de médico a San José, pero al llegar, le pusieron ciertas difi cultades; no se le permitió llevar el equipo de instrumentos médicos ni los aparatos de radioterapia, pues según le dijeron, Costa Rica ya contaba en sus Hospitales con esta especialidad.

Fue presentado al Presidente de la República, cosa normal en aquellos tiempos tratándose de un médico, y éste le ofreció una plaza de médico en San Ramón, pueblo al cual ningún médico quería ir por las difi cultades de acceso.

En el transcurso de la entrevista, el Presidente le dijo: “Sea usted bienvenido a Costa Rica; llega usted oportunamente, no he podido encontrar un médico que quiera ir a trabajar un lugar remoto llamado San Ramón de Alajuela”.

Mariano aceptó con gusto la propuesta, diciéndole: “Para un catalán no hay caminos malos”.

Dada la situación en que se encontraron, a los pocos días, una carreta tirada por bueyes, los condujo a él y a su mujer embarazada de siete meses, bajo la incesante lluvia de julio y a través de caminos que eran un verdadero barrizal, a su nuevo destino: San Ramón de Alajuela.

San Ramón, situado a setenta kilómetros de la capital San José, es un enclave en medio de las montañas habitado ya desde tiempo antiguo por los indígenas, y donde los primeros colonos establecieron un incipiente poblado rodeado de plantaciones de tabaco, cultivo entonces prohibido por los colonizadores españoles.

La fertilidad del terreno y la bonanza del clima permiten toda clase de vegetación, la tierra no sólo produce los frutos más diversos, sino que facilita que durante gran parte del año haya diversos frutos maduros.

En los alrededores de 1850, los primeros emigrantes se establecieron en aquel terreno llevando consigo cerdos, gallinas, trigo y fríjoles. Empezaron a plantar trigo, cultivo que paulatinamente fueron abandonando debido a su escaso

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rendimiento, y sobre todo, por el advenimiento del cultivo del café, producto éste, que medio siglo más tarde sería el producto que vincularía Costa Rica a la economía mundial.

La ciudad de San Ramón a mediados del siglo XX

Al principio de siglo veinte, prácticamente toda la población de Costa Rica vivía trabajando la tierra, excepto la élite de las ciudades que se ocupaba de tareas de gobierno, administración, recaudación de impuestos o vigilancia militar. El trabajo de los campesinos era duro, ya que sólo podían contar con la ayuda de algunos bueyes o burros.

Muchos campesinos trabajaban tierras de su propiedad ayudados por toda su familia; por regla general eran terrenos modestos situados no lejos de los pueblos.

San Ramón a pesar de ser uno de los pueblos más poblados de la zona, en 1902, probablemente no superaba a los dos mil habitantes; sin embargo, el gobierno de Ascensión Esquivel, confi rió al poblado la categoría de ciudad.

Una calle de San Ramón 1914Fotografía del archivo Nacional de Costa Rica

Una buena parte de la población estaba formada por simples jornaleros que

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por una razón u otra, se habían quedado sin tierras y se movían buscando trabajo sobre todo en la época de la cosecha del café. Muchos de ellos vivían del trabajo ocasional por el que recibían el salario casi siempre a la noche de la jornada, otros vivían de la mendicidad.

Uno de los rasgos más característicos de las sociedades agrícolas de aquella Costa Rica de principios del siglo veinte, era la enorme desigualdad de recursos que existía entre la gran mayoría de la población campesina y la pequeña élite que vivía en las ciudades. Los campesinos eran los que sostenían la economía del país; ellos cultivaban la tierra y producían lo necesario para mantener a la minoría dirigente. En las ciudades no se producía, la industria se desconocía y sus habitantes necesitaban el trabajo de los campesinos.

Por este motivo utilizaban diversos mecanismos para controlar lo que se producía en el campo y obtener de éstos el máximo benefi cio posible.

Desde el poder, esta política de extracción y tributación se legitimaba como una obligación de los campesinos hacia ellos, argumentando que eran los que defendían el país, protegiendo sus tierras y llevando a cabo diversos servicios de administración. De hecho esta organización económica, no promovía el bien común del país, sino que favorecía el bienestar creciente de los que poseían el poder; los propietarios de las grandes plantaciones de café.

El Dr. Figueres, a los pocos días de estar instalado en su nuevo destino, con mucha precariedad y muy pocos medios, se puso a trabajar. El pequeño consultorio de San Ramón estaba situado en una de sus avenidas; de hecho una calle llena de baches, polvorienta durante el verano y fangosa en invierno, por donde circulaban las carretas de bueyes junto con animales de todo tipo.

Las instalaciones sanitarias se limitaban a un barracón de madera, con una mesa y una silla. En este lugar, atendía algunas de aquellas molestas enfermedades cotidianas: la salmonella, las solitarias y el dengue. Enfermedades que no sólo afectaban a los niños sino a toda la población, pues el calor y la humedad de la zona, hacían que aunque se desinfectaran los alimentos, siempre iba algún parásito a los fríjoles o a un trozo de carne.

Ante la sencillez y naturalidad de sus nuevos clientes, el Dr. Figueres tuvo que abandonar la bien esmerada barba negra y la levita hasta media pierna, asumiendo vestir chaqueta blanca o mangas de camisa y cubrirse a la cabeza con un sombrero de pita, como cualquier hijo del país. Valiéndose de los pocos medios con que contaba, muchas veces unas cucharadas de un brebaje que él mismo preparaba, servían para amortiguar el dolor de sacar alguna muela, pues la dentadura de la

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gente se llenaba de caries por falta de cal en el agua, y desde muy jóvenes tenían que enfrentarse con este problema.

La solución, casi siempre, era extraer todos los dientes, y sustituirlos por dientes postizos. Debido a que la fabricación de las dentaduras era artesanal, éstas se movían indebidamente cuando la persona hablaba, difi cultando la pronunciación de las palabras.

La casa en que vivía la familia Figueres era propiedad de los Orlich, una familia de origen croata, que desde hacía años ya tenían plantaciones de café y tabaco en este lugar. Situada en el lado norte de la Iglesia, era de madera y no tenía ni agua ni luz; el baño no existía y los fogones eran de leña. Una baranda seguía la línea de las fachadas vecinas y a veces un pequeño jardín adornaba la parte de la casa que daba a la calle.

Mariano utilizaba los dos porches que la rodeaban para atar el caballo, transporte que tuvo que aprender a utilizar para poder atender a los campesinos, que vivían distanciados unos de los otros en aquél áspero y escarpado terreno.

Casa en San Ramón a principios del siglo XX

El hijo que esperaban, nació el 25 de septiembre de aquel mismo año, le pusieron José, como su abuelo, el padre de Marià. Fue a la escuela de enseñanza primaria que se había acabado de construir, ya que hasta entonces, la falta de dinero para invertir en los pueblos rurales hacía que los niños del campo no tuvieran una escuela de primeras letras a pesar de la inquietud de los padres que, aunque no

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veían la necesidad de que sus hijos aprendieran otras materias, sí los temas que convenían a los agricultores.

Las calles del poblado, llenas de barro los seis meses que dura la temporada de lluvias, eran el escenario ideal para jugar a ladrones y policías al salir de la escuela. Beto, un amigo de infancia de José, comenta que nadie empezaba a jugar si nosotros no estábamos ya que en cierta manera se consideraba a José Figueres la cabeza del grupo.

Era un niño peleón que no se dejaba llevar; normalmente era calmado, pero cuando se enfadaba no lo detenía nadie, recuerda Beto. Las riñas, muy frecuentes cuando jugábamos, se acababan siempre con algún pescozón, pero no se golpeaba al caído ni se usaban las piernas como armas de combate. Todo acababa cuando el rival pedía “cacao” o clemencia, que equivalía a una forma de rendición que se tenía que respetar. En la plaza principal, situada en el centro del pueblo y que servía como mercado, se lidiaban toros, se hacían los bailes populares, y era el lugar idóneo para jugar a boliches, pata coja, explicar chistes o repetir las historias de hechos insólitos bajo un gran árbol, que como en todos los pueblos situado en medio de la plaza, era el lugar donde se reunían los grupos de amigos.

Vale decir que uno de los cuentos que recuerda Beto, y que les gustaba interpretar para dar miedo al los más pequeños, era el de la aparición de “mono malo” (una especie de gorila inmenso que aparecía por la selva, y llegaba al pueblo dando gritos, y con unas ramas en la mano golpeaba a las personas, dejándolas medio muertas de susto).

En San Ramón, el mercado semanal era un espectáculo; los campesinos acudían con cajas de pimientos, montones de fríjoles negros, legumbres secas, mesas con pescados rosados y grises, trozos de vaca, frutas maduras y hojas de tabaco.

“Un polluelo vivo era el regalo que nos ofrecían los vendedores cuando acompañábamos a nuestras madres. Los pobres polluelos llegaban a casa, y con mucho cuidado les poníamos agua y pan húmedo, pero sin saber porque, acababan muriéndose,” Recordaba Beto.

En el pueblo casi todos los niños iban descalzos como sus padres. Se les engrosaban los pies de manera tal que adquirían una consistencia callosa con numerosas hendiduras negras, que partían del tacón hacia los lados. Debido a la dureza que se iba formando, era como una suela de zapato, difícil de que la agujereara una espina o un clavo. “Los que llevábamos zapatos -recordaba Figueres en una ocasión- perdíamos continuamente parte de la suela, lo que hacía necesario poner cartones para no pisar

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el suelo. Cuándo se complicaba, por que se desprendía de la punta, la ligábamos con una cinta.”

José Figueres fue conociendo este mundo, en el qué vivió hasta los doce años, por lo que el año 1950, una campaña gubernamental promovida por él cuando era Presidente, hizo todo lo posible para que la mayor parte de los escolares recibieran zapatos, con el propósito de contribuir a la lucha contra las enfermedades parasito-endémicas que afectaban a gran parte de la población.

A José, el hecho de ser el hijo del médico, le hacía mantener una posición económica mejor que la de los otros compañeros, pero los que le conocieron afi rman que esta circunstancia nunca la utilizó para que se notara la diferencia. El buen humor, siempre con un toque de ironía, hacía que fuera imprescindible en el grupo de amigos.

Jugando con los compañeros en San Ramón aprendió un vocabulario con una serie de infl exiones y acentos propios de la gente del campo, que en el transcurso de su vida como político, lo utilizó como medio para que lo entendieran, cuándo hablaba a las clases populares.

Sus padres, aunque vivían en un entorno absolutamente costarricense, manifestaron siempre su identidad catalana, y el catalán fue la lengua que hablaron a su hijo. Hasta que fue a la escuela, no se empezó a dar cuenta de que allí se hablaba otra lengua. Alguna vez contaba su sorpresa, cuando en el primer grado de la escuela pública de San Ramón, descubrió que sus compañeros no hablaban catalán.

Durante la sobremesa de los domingos se comentaban las pocas noticias que de vez en cuando llegaban de Cataluña; recordaban historias y tradiciones que los ayudaba a reducir el sentimiento de soledad, y superar en la medida de lo posible, lo que dejaron atrás. Miraban con nostalgia fotografías que a sus padres les traían evocaciones imborrables, y con ellas su hijo Josep fue idealizando todos aquellos lugares, para él muy lejanos, pero que aprendió a amar a través de ellos.

Los relatos de su abuela sobre las consecuencias de la guerra de Napoleón, recordando el hambre que la familia había sufrido en Reus, hacía que muchas veces delante de una comida que se desperdiciaba le dijera: “Vale más que te haga daño, a que se pierda”.

Las canciones de cuna catalanas, con que su madre los consolaba cuando eran pequeños, Josep no las olvidó nunca. En un viaje a Puerto Rico en que visitó a Pau Casals, hablando de Cataluña, empezó a tararear alguna canción de la infancia de las que su madre le cantaba; el genial violoncelista acompañó al improvisado

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cantante, y los dos acabaron con lágrimas en los ojos. “No hay duda, que crecimos con austeridad y muchas limitaciones; - dice

Figueres en una ocasión - aprendimos a apreciar los sencillos bienes cotidianos y a detestar el despilfarro. Esta fue la actitud ante la vida que me inculcaron mis padres”.

Tal vez, la profesión de su padre, que día a día vivía la carencia de lo más esencial en muchas familias, en las que la incultura era a veces la causante de muchas calamidades, le infl uyó a buscar el origen de la pobreza en aquella tierra en que había nacido.

Su padre, Don Mariano Figueres, durante los años que ejerció de médico enSan Ramón se integró plenamente en la vida del pueblo, promovió y participó en todas las ideas culturales que en aquel momento se desarrollaban. Con otro catalán, Paco Mirambell, y con Julio Hernández, un hombre humilde nacido en el pueblo pero de conciencia progresista, iniciaron la construcción de un teatro que competía con los mejores de las grandes ciudades.

Pero para Marià, la idea no era innovadora, tan sólo tenía que recordar la Barcelona que él dejó y reproducir las inquietudes de la clase obrera, que en el teatro encontraron la semilla de su culturización.

“El Ramonense”, revista que se editaba en San Ramón comentaba:

“Es difícil imaginarse un San Ramón de comienzos de siglo, con calles de tierra y comunicado a caballo o carreta, inaugurando un esplendoroso teatro con una compañía cubana de zarzuela, idea de tres empresarios soñadores”.

El nuevo teatro que inauguraron, contaba con un grupo electrógeno propio para evitar los frecuentes cortes de luz, un salón para el descanso de las señoras durante los entreactos y una cantina para los hombres.

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Por primera vez se vendieron las localidades con un abono para toda la temporada. Este sistema de pago, proporcionaba al espectador una rebaja, y a los empresarios asegurar la ocupación. El precio de la entrada era de un “colon” la silla numerada, y de 0.75 la entrada general.

En 1914 cuando se estrenó el teatro, en el asta tan sólo ondeaba la bandera española al lado de la catalana, hecho que produjo un cierto malestar entre las autoridades del pueblo, por lo que recomendaron a los empresarios que, al menos, colocaran un lazo con la bandera de Costa Rica como reconocimiento, diciéndoles:

El proyecto, que parecía que estaba abocado al fracaso, fue un éxito total

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y desde el diario de San Ramón deseaban a los empresarios que su trabajo fuera remunerado con creces, en el sentido material y en el moral.

Por el teatro pasaron compañías extranjeras, que representaban las mejores obras que se estrenaban en Europa. Entre muchas, se llegó a representar “Terra Baixa” de Ángel Guimerà (traducida al castellano). Más adelante se aprovechó la sala para la actividad de cine organizado, ya que hasta aquel momento el cine era ambulante y los espectadores tenían que llevarse cada uno su silla.

La iglesia, por otro lado, no lo entendió nunca; lo califi caba como espejo de las costumbres más perversas de la sociedad, pero insólitamente el teatro se llenaba en cada representación.

Desde el Municipio se sugirió que la noche de Navidad se adelantara la sesión para que todos pudieran ir a la Misa del gallo, y que los dueños del teatro, para las procesiones de Semana Santa, sacaran las piedras y aplanaran la tierra de la calle donde estaba situado el Teatro Minerva.

El año mil novecientos diecisiete el teatro fue destruido por un fuego, pero las estructuras no sufrieron daños, y en 1924, cuándo San Ramón devastado por un fuerte terremoto que acabó con las escuelas existentes, el Minerva, debidamente adaptado, sirvió de escuela.

Mariano, que no había abandonado nunca la idea de establecerse de médico en San José, después de algunos años de vida muy dura en San Ramón, donde habían nacido tres hijos más: Antonio, Carmen y Luisa, el proyecto de dirigir una clínica en la capital parecía convertirse en realidad.

Paquita, aquella mujer callada, con una enorme capacidad de comprender y

“los españoles también aman a las naciones que en otra época fueron hijas de su patria.”

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de amar, empezaba a encontrar monótona la vida en aquel pueblo. Con un exquisito sentido de discreción y de prudencia, además de un profundo sentido religioso de la vida, no tenía prisa pero sentía el deseo de irse.

Proyectaba llevarse el piano pero el traslado por aquellos caminos no era fácil; tenían que esperar la época seca para acomodarlo en una carreta de bueyes, que aunque balanceándose, pudiera llegar a San José en más o menos buen estado.

A Josep, los recuerdos de aquellos primeros años de su vida, en medio de campesinos descalzos, mal nutridos y con muchas defi ciencias culturales, lo marcaron para siempre, haciendo que nunca aceptara la pobreza como un hecho estructural.

José Figueres en el centro con sus amigos Chicho Orlich i Jorge Martén

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UNA NUEVA ETAPA: formación en Boston

El sabio no se sienta para lamentarse, sino que se pone alegremente a su tareapara reparar el daño hecho.William Shakespeare

Cuando Mariano Figueres, con su familia, llegó a San José para llevar a cabo el proyecto de construir una clínica, la capital era una ciudad sin urbanizar; la población activa se dedicaba a la artesanía en pequeños talleres.

El desarrollo urbano, propiciado por la subdivisión de la propiedad por las herencias, el aumento del número de hijos y el agotamiento de la tierra, entre otros, atrajeron a muchas familias de campesinos a vivir a la ciudad, hecho que fue creando nuevas ocupaciones en el sector de la alimentación, el vestido y la construcción.

Los hospitales que tenía la ciudad eran ya centenarios, de estructura precaria con aparatos y utillaje anacrónico. Una puerta para la entrada de los médicos y la misma para la salida de los muertos, eran los únicos accesos con que contaba el hospital.

Las monjas, vestidas de azul con grandes sombreros blancos parecían helicópteros, subían y bajaban auxiliando a los doctores. ¡La asistencia era tan buena que, lo que entre los vecinos circulaba era que: “los que se morían era porque les daba la gana”!

El edifi cio de la nueva clínica del Dr. Figueres constaba de dos plantas. En la planta baja situó un quirófano, una sala de curas, una de reconocimiento, las ofi cinas, y unas habitaciones para los enfermos acabados de operar.

En la planta superior ubicó la vivienda familiar, de manera que la familia Figueres, vivía dedicada a los enfermos, pero alejada de las incomodidades que suponía vivir a setenta kilómetros de la capital.

En poco tiempo destacó como uno de los médicos de más prestigio. Consiguió que lo nombraran médico colaborador de la Sociedad Española de Benefi cencia,

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entidad que cubría los servicios médicos de todos los emigrantes españoles por una módica cantidad. Eso hizo crecer su popularidad entre la inmigración, tanto nacional como extranjera, que iba aumentando día a día.

Dejando de lado los tugurios, verdaderos nidos de pobreza, la población que se dedicaba al comercio, propició la creación de nuevos barrios cerca de la capital. Las casas de estos barrios, construidas de una sola planta, de madera con los techos de cinc, eran agradables y variaban muy poco unas de las otras; tan sólo las fachadas pintadas de diferentes colores las distinguían.

Cuánto el constructor las puso en venta, su importe se cobraba por mensualidades entre 5 y 8 colones, y los compradores a veces completaban el pago en especie, entregando pollos, gallinas y huevos.

El fl uido eléctrico de estas casas y el de la calle, lo conectaba un hombre que después de las cinco de la tarde iniciaba el recorrido cargado de una larga percha de madera que accionaba el interruptor situado encima de uno de los postes en las esquinas. Y repetía esta operación, en sentido inverso, a partir de las cinco de la mañana.

Entre los escasos muebles de estas casas, una caja con cuatro patas y tapa de madera, forrada por dentro de latón, con un hueco en el fondo y un recipiente debajo para recoger el degoteo del agua, hacía de nevera. El repartidor del hielo, cuando el sol empezaba a calentar llegaba a las casas, empujaba las puertas y dado que permanecían abiertas hasta entrada la noche, depositaba un trozo de hielo en la nevera abierta y se iba, dejando en el suelo una chorrera de agua, que poco a poco se iba secando.

Los basureros que por la mañana recorrían el barrio, se detenían de tanto en tanto para hacer bajar del carro a los chicos que viajaban de pasajeros subidos a la parte posterior. Entraban hasta el patio de las casas, volcaban el recipiente de basuras en una manta, las envolvían y salían para lanzarlas al carro.

Por las calles, una vendedora gritaba, ¡traigo pollos, tengo huevos!; el lechero a caballo y el silbato del tren despertaban a esta tranquila ciudad.

Los fi nes de semana, carretas tiradas por una pareja de bueyes criollos, llegaban de buena mañana con leña, fríjoles, maíz, carbón, dulces y frutas a las puertas de la ciudad. Un policía uniformado de azul detenía la fi la de carretas con un silbato. No era hasta las seis que les daba la orden de pasar, ya que la paz y la tranquilidad de los “josefi nos” no tenía que ser perturbada por el ruido de las carretas.

Por las noches, era habitual que las familias se engancharan al aparato de

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radio, que en medio de los ruidos, intentaban escuchar las noticias o la novela “La Dama de las Camelias”, que durante muchos años se transmitía todas las noches.

Otro de los colectivos que vivía en el centro de la ciudad de San José eran las familias costarricenses descendentes de la colonia española y también las familias extranjeras vinculadas al negocio del café y del tabaco. Se sintieron atraídas por la situación de esta llanura a mil metros de altura, que, ubicada en el centro del país y rodeada de colinas siempre verdes, mantiene una suave temperatura durante todo año, lo que la hace que sea la zona del país en donde vivir sea muy agradable.

Calle Colon de San José 1914Archivo nacional San José, Costa Rica

Este colectivo vivía en lujosas casas de madera, aisladas las unas de las otras y rodeadas de jardines, algunos de los cuales estaban adornados con estatuas. Todos se conocían, pero al mismo tiempo, desconocían lo que pasaba en el resto del país, y del mundo.

En sus lujosas casas o en el Teatro Nacional, recientemente inaugurado, esta sociedad organizaba conciertos, conferencias, bailes, lo que les daba la oportunidad de aislarse de los que no tenían su nivel económico.

José, el hijo mayor de los Figueres, tenía que proseguir los estudios y empezar la enseñanza secundaria. Sus padres, atraídos por la buena formación académica y por el modelo de educación que impartían, lo matricularon en el Colegio Seminario dirigido por padres alemanes de la Congregación de San Vicente de Paúl. El colegio, que inicialmente había sido concebido para la formación de

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sacerdotes, atrajo a los hijos de las mejores familias josefi nas de la época. José no se adaptó a la disciplina del centro y acabó los estudios de secundaria

en de Instituto público Liceo de Costa Rica, estudiando al mismo tiempo por su cuenta un poco de contabilidad, que como él decía: “al menos me sirvió para saber lo que había y cuando no había nada”.

Desde muy joven lo que deseaba era aprender; su deseo era leer. Uno de sus autores preferidos en aquellos momentos era Orison Swett Marden, que en el ámbito americano era considerado el fundador del movimiento moderno, a pesar de las abundantes críticas de algunos socialistas de su época, por el énfasis que ponía en los éxitos individuales.

Esta frase nos puede resumir su fi losofía:

“Quién vaya en busca de la felicidad, que recuerde que allí donde vaya, solo encontrará la que lleve con él. La felicidad no se encuentra nunca fuera de nosotros mismos ni en otros límites que los que nosotros mismos le señalamos. Nuestra aptitud para amar y disfrutar, determinará los límites de nuestra felicidad.”

José Figueres se aprendía de memoria frases de Samuel Smiles, escritor escocés, inspirado en las ideas de los socialistas utópicos, que después de graduarse, hizo campaña a favor de las reformas parlamentarias, pero pronto se dio cuenta que la mera voluntad política no remediaba los males que afectaban a la sociedad, por este motivo renunció a la reforma y se inclinó por la libre mejora individual.

Leer frases como éstas lo llenaban de optimismo y esperanza;

“Siembra un pensamiento y recogerás un acto. Siembra un acto yrecogerás un hábito. Siembra un hábito y recogerás un carácter.Siembra un carácter y recogerás un destino.”

Otro escritor que llenó las horas de lectura en su etapa adolescente, fue Herbert Spencer, escritor inglés, a quien sus contemporáneos clasifi caron como tozudo, independiente y denodado, por las ideas en las que defendía la protección de los más dotados y la libertad personal.

El espíritu inquieto de José se empezó a refl ejar a los doce años. Reparaba, cobrando, las llantas de madera de las bicicletas de sus amigos ya que como él mismo recuerda “a cada momento había que enderezarlas”. Construía radios de

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galena y conducía un Ford T, cuando todavía los pies no le llegaban a los pedales. Cursó ingeniería eléctrica por correspondencia, cosa que le permitió ganar algún dinero durante las vacaciones con la instalación de pequeñas plantas eléctricas en las fi ncas de los amigos de sus padres.

Imbuido de las ideas políticas de su padre, al que acompañaba a las tertulias que con otros ciudadanos catalanes tenían lugar en la Librería Alsina, propiedad de un catalán establecido en Costa Rica desde hacía años.

A los 18 años marchó a Boston para estudiar medicina, ya que la ilusión de su padre era que fuera médico, pero pronto se cansó de los profesores y no aguantó la disciplina en la universidad; sentado en un pupitre, inmotivado por la rutina de los estudios que le impartían, nunca le pasó por la cabeza acumular créditos, ni pasar exámenes, ni quiso títulos. Su padre, que no estaba interesado en que trabajara, le enviaba regularmente un cheque cada mes para que pudiera cubrir los gastos, pero José se los devolvía diciéndole que no lo necesitaba, que podía vivir con lo que ganaba; había encontrado un trabajo como verifi cador de balanzas romanas eléctricas, en la Compañía Salada Tea.

“En mil novecientos veinticuatro, mi habitación de estudiante en la Avenida Columbus costaba 3 dólares la semana; casi no tenía calefacción, circunstancia que me motivaba a pasar muchas horas en la Biblioteca Pública, que estaba a cincuenta metros de mi apartamento, ya que allí la moderna calefacción de la época, de carbón y serpentines, mantenía un ambiente muy agradable en aquellos fríos inviernos de Boston.

Fui feliz; aquélla fue mi verdadera Alma Mater, donde no había rector, ni profesores ni currículum. Si un poco de formación adquirí, fue en la Biblioteca. Quería ser un hombre del Renacimiento, aprender el Génesis en siete lenguas y saber de todo. Eso ni lo intenté, lo que si me aprendí fueron tres grandes monólogos en su lengua original, el prólogo de Fausto, el ser o no ser de Hamlet y la introducción al poema La Atlàntida, de Mossèn Jacint Verdaguer, catalán por más señas, del que todavía puedo recitar buenos trozos de memoria.”

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La biblioteca pública de Boston, la más antigua de Norteamérica,creada en 1848, fue la primera en ofrecer la posibilidad de préstamo de libros.

Hay que añadir que en aquellos momentos, José Figueres fue un lector incansable de los autores que marcaron las ideas del socialismo en el siglo XIX, en que hombres de diversa procedencia se caracterizaban por ser a la vez, gente tanto de ideas como de acción; resaltaban la conveniencia de crear una nueva sociedad económica, basada en las cooperativas, en las que el propietario de la producción no fuera el empresario sino la colectividad. En estas empresas el trabajo tendría que ser atractivo y la educación permanente.

En 1927, desde Boston se trasladó a Nueva York, donde trabajó de traductor. Por las noches asistía a los cursos de fi losofía en la Universidad de Columbia en calidad de oyente, y a las conferencias sobre Teoría del Derecho, que en aquella universidad impartían republicanos catalanes. Continuó frecuentando las bibliotecas ya que siempre las consideró sus verdaderas fuentes de aprendizaje.

En la lectura, José Figueres fue encontrando las claves que articularían su tarea de gobierno y su acción de vida. En Rousseau, encuentra al defensor del sentimiento y la pasión, como valores intrínsecos y esenciales del ser humano. La

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obra de Voltaire, a su vez, se adapta perfectamente a su ideal positivo y utilitario, identifi cándose con la idea de que cada hombre tiene que ser dueño de su destino.

Cree, en otro orden de cosas, en la interpretación que de “La Tempestad” de Shakespeare hace en su obra Ariel el uruguayo José Enrique Rodó, en la que pone de manifi esto la situación de América, representada por tres personajes: Prospero, que representa el imperialismo y es amo de dos servidores de características absolutamente opuestas; Calibán, o la democracia utilitaria del individuo mediocre, en frente de Ariel, que representa los valores espirituales de una América que busca la libertad.

Para Figueres, el ideal, es que Calibán deje de ser esclavizado por Prospero, y vea su propia historia como un aspecto de la historia de todos los hombres oprimidos por algún yugo colonizante, y Ariel, que representa el hombre elevado y espiritual que busca la luz, encuentre el reino de la libertad. Le preocupa que todavía haya tantos Ariels y Calibans en todas las épocas, culturas y sociedades.

En los Estados Unidos, Figueres cultivó casi todas las ramas de la fi losofía: desde la lógica hasta la política, pasando por la ética. Aunque no obtuvo ninguna licenciatura, los conocimientos que adquirió le permitieron obtener una visión amplia de las cosas, que sin duda, fue fundamental a la hora de comprender y de afrontar desde otra perspectiva los diferentes fenómenos y las múltiples problemáticas que se producían en Costa Rica y que impedían su desarrollo integral.

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LA LUCHA SIN FIN

“La Lucha sin fi n”como símbolo de libertad.

Figueres, aquel joven inquieto que fue a Boston para estudiar Medicina, regresó a Costa Rica en 1927 con un extenso bagaje cultural e imbuido de las ideas fi losófi cas que movían el mundo en aquel momento, pero sin ningún título.

No encontraba trabajo; en aquel momento estaba todavía en su apogeo la crisis producida por la Primera Guerra Mundial. Recorrió calle por calle y puerta por puerta buscando trabajo, y al fi n, durante unos meses trabajó como vendedor de coches Ford.

Al año siguiente compró una fi nca que nadie quería. Tenía una superfi cie de sesenta mil hectáreas y estaba situada en el fondo de un valle en el corazón de unas montañas de terreno pedregoso, tan inclinado, que el agua las descalzaba de día en día.

La adquirió con el que sería su cuñado, Chicho Orlich como socio, junto con un dinero que le pidió en préstamo a su padre. Parece que pagó por ella, un poco más de mil colones, una considerable cantidad para la época.

Sus familiares no entendían como después de haber sido algunos años estudiante en Boston, podía encerrarse en aquel rincón de mundo salvaje, en una tierra inhóspita, cubierta de un manto de neblina casi todo el año, rodeado de campesinos descalzos, la gran mayoría humildes analfabetos.

A la fi nca se accede mediante una reja de hierro que construyó él mismo. Está compuesta por once barrotes, y en cada uno de ellos puso una letra. Esta hilera de letras forman tres palabras: “Lucha sin fi n”.

Comenta Figueres: “Pasado un tiempo decidimos ir a caballo con mi padre; nos costó dos días llegar. Aunque lo que le podía enseñar era tan sólo una casa llena de goteras, sin electricidad ni agua corriente, un edifi cio oxidado y abandonado en el que en algún tiempo se había fabricado cuerda, quería que viera lo que a mí me

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llenaba de ilusión”.

José Figueres en la entrada principal de la fi nca “La Lucha sin Fin”

Quería que también mi madre conociera lo que había comprado; “un día la subí a una carreta, y la llevé a la fi nca, pero fue llorando todo el camino”.

La fi nca, situada en el sur de Cartago, a cincuenta kilómetros de San José, ocupa todo el valle. El descenso, a base de numerosas curvas, nos lleva a la parte más angosta del valle, por donde circula un pequeño río. Contemplando aquel lugar

tan remoto, sin teléfono, con caminos que apenas merecían que se llamaran así, era difícil imaginar la fabricación de cualquier cosa, así como el transporte de la mercancía en carretas de bueyes a través de aquellos tortuosos caminos, inviables durante los seis meses de estación lluviosa, en que la niebla da al paisaje una misteriosa y fantasmal visión que el viento acentúa al doblar la copa de los árboles.

A pesar de todo, aquel joven bajito, de contextura fuerte y ojos claros, se puso a trabajar ayudado por un grupo de hombres, excelentes jinetes, fuertes e infatigables, que bajo la lluvia conversaban, reían e ignoraban alegremente las

 

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inclemencias del tiempo.Pero después de unos pocos años, consiguió hacer productiva aquella

tierra, hasta convertir aquel hoyo entre montañas en una plantación de plantas de pita, también nombrada “cabuya”, una especie de ágaves muy puntiagudos que destrozaban las manos a los campesinos.

Figueres, mediante innumerables cruces, consiguió un tipo mucho más resistente, más suave y de mayor producción, con hojas de dos metros de altura que salen del tallo principal y constituyen la base de la que se extrae la fi bra para confeccionar los sacos para la exportación del café, ya que con estos sacos el café no se humedece ni pierde aroma.

La instalación destinada a producir la cuerda estaba muy abandonada; pero tres hombres y tres mujeres, bajo la dirección de un joven que había acabado de llegar de Lérida, la fueron poniendo en marcha y poco a poco se fueron viendo las carretas de bueyes cargadas con la fi bra, que atravesando las plantaciones, caminaban hacia la cordelería situada en el fondo del valle.

Domingo, este chico de Lérida, llegó a Costa Rica en 1929. No conocía a nadie, y se alojó en una pensión esperando encontrar trabajo, pero en una ciudad tan pequeña como era en aquel tiempo San José, las noticias llegaban casi al mismo tiempo que se producían, por lo que Mariano Figueres, al enterarse de que había llegado un chico de Lérida, lo fue a buscar, le pagó la factura de su hospedaje y lo alojó en su casa, diciéndole:

”He enviado un telegrama a Pepe, mi hijo, para que venga el domingo y los dos os vais el martes a La Lucha.” Domingo se quedó mudo, incapaz de decir que no.

Era joven y tenía muchas ganas de trabajar. Al llegar a la fi nca le encargaron el trabajo más pesado; extraer la fi bra de las hojas de la pita, consiguiendo al poco tiempo una producción de treinta hojas por día, cuando los otros no llegaban

a las veinte.El tejido de los sacos que se fabrican con esta fi bra, se hacía, y se hace

todavía, con unos telares especiales de procedencia irlandesa. La máquina que

Figueres entre las plantas de cabuya

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en aquel tiempo se utilizaba para fabricar las cuerdas tenía el problema de que no podía funcionar a diferentes velocidades, cosa necesaria según el grueso de la cuerda que se iba a elaborar.

Un buen día un jeep de tipo militar se despeñó por la tortuosa carretera de acceso, quedó destrozado, pero se salvó el cambio de marchas, se acopló a la máquina y todavía sigue funcionando. Ésta máquina, diseñada y construida por don Pepe ¡Es única en el mundo! Comenta su nieto José, que actualmente trabaja en la cooperativa.

Como alternativa a la pita, empezó un programa de reforestación de árboles, con el propósito de proteger las plantas de los vientos que no dejan de soplar durante la mitad del año. Después de numerosos ensayos llegó a la conclusión que lo que más se adaptaba al terreno era el ciprés, ya que este árbol tiene la ventaja que ayuda a proteger el terreno de la erosión, es de rápido crecimiento y cuando se corta se puede utilizar para hacer muebles y edifi caciones. Esta alternancia de dos productos fue la clave para obtener un aumento de benefi cios; Figueres la promovió entre los campesinos, que solo se dedicaban al monocultivo del café.

Quería hacer funcionar la fi nca como una cooperativa. Para él era, de alguna manera, un microcosmos en el que quería hacer germinar las teorías fi losófi cas, sociales y políticas que había adquirido en Boston, convirtiéndola en su visión de la Costa Rica moderna, donde deseaba aplicar los métodos de los socialistas utópicos para materializar aquellas ideas

Casas de los trabajadores en el recinto de la fi nca “La Lucha”

Los trabajadores dentro del recinto de la fi nca podían disfrutar gratuitamente

de la Costa Rica moderna, donde deseaba aplicar los métodos de los socialistas utópicos para materializar aquellas ideas

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de una escuela de párvulos, asistencia médica, una tienda donde compraban lo básico para la alimentación de su familia, una pista para jugar a fútbol y un generador eléctrico, que aunque la luz que suministraba era muy tenue, y a veces fallaba, representaba un gran adelanto para un país donde la mayoría de los pueblos desconocían lo que era la luz eléctrica.

Don Pepe, como lo empezaron a llamar los obreros de la fi nca, y más tarde todo el país, ante una difi cultad obraba por intuición por lo que, muchas veces, en un principio la solución no era siempre la mejor.

Al cabo de unos años, José-Martí, su hijo primogénito, se puso a trabajar en la cooperativa con un equipo de colaboradores; querían innovar, pero para conseguirlo debían utilizar todo tipo de argumentos que pocas veces acababan en éxito. Estudiaban minuciosamente los temas, los exponían a Don Pepe, pero éste se los quedaba mirando y les podía contestar con cualquier despropósito. Y no se hablaba más del tema. Aquellas ideas utópicas de don Pepe, hicieron que durante muchos años la fi nca no produjera benefi cios.

Se le había ocurrido hacer sus primeras fábricas en una depresión creada artifi cialmente en el borde del río, pues aunque la tierra si bien en ningún sitio es llana, no era aquél el lugar más adecuado. El río a menudo estorbaba para construir un bancal o para hacer un anexo de la fábrica; eso signifi caba que había que desviar el curso del río de un lado a otro, por la necesidad de robarle tierra.

Un mes de octubre, cuando las lluvias son más fuertes, se inundó la fábrica y cubrió de lodo toda la maquinaria. Don Pepe se encontraba fuera del país y la gente comentó: “Incluso el río se atreve a hacer eso cuando Don Pepe no está”. Cuando volvió tuvo un gran disgusto, pero acto seguido colaboró personalmente a desenterrar algunas de las máquinas que él mismo había “diseñado”

En la zona mes elevada, en los bancales planos que iba consiguiendo, hizo construir pequeños grupos de casas, pintadas de azul, blanco y rosa; eran las viviendas del personal de la fábrica. Las casas estaban cubiertas por un techo de cinc que cuando llovía, era tan ruidoso, que en el interior se hacía difícil hablar.

La casa de Figueres no era mejor que una choza de campesinos, o sea una débil estructura de madera de segunda clase, pintada de blanco, azul y rojo oscuro, pintura que había sobrado de otros trabajos y que había que conservar para hacer pequeñas reparaciones, ya que debido a la humedad, la pintura se desprendía fácilmente, y continuamente se debía restaurar.

En el interior, un pequeño vestíbulo daba paso a una sala comedor que comunicaba con un estudio de cinco metros cuadrados que completaba la estancia.

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Encima de la chimenea de la sala, presidía un busto de José Martí, el ideólogo de la revolución cubana, a quien Figueres admiraba.

Esta admiración era tan grande -comenta su esposa Henrietta- “que tan pronto supo que yo estaba embarazada, Pepe decidió que el bebé se llamaría José Martí, en honor del líder de la guerra de independencia de Cuba. Así a aquella pequeña cosita, se le dio un gran nombre: José Martí”.

La casa estaba rodeada por una galería cubierta, a donde daban las puertas que comunicaban con el interior, unas cortinas de bolas de madera, que se enredaban en la ropa o en cualquier objeto que llevaras, las adornaban y servían al mismo tiempo para impedir la posible entrada de insectos.

La única distinción entre la casa de Figueres y las de los campesinos, eran los libros extendidos encima de cada mesa, de cada silla o amontonados en tambaleantes estanterías en todas las habitaciones. Encima de cada columna de libros, algunos escritos en catalán, una vela encajada en una botella vacía, hacía de luz cuando la corriente eléctrica faltaba, circunstancia que por otro lado era frecuente.

A pesar de los interminables problemas que comportaba el manejo de aquella empresa agrícola e industrial, la fi nca lo llenaba de satisfacción. Éste fue su mundo durante muchos años, en medio de libros de economía, política, fi losofía, historia y de literatura, forjó lo que soñaba para su país.

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HENRIETTA una mujer desencantada

“Henrietta estaba convencida que los hombres que han sido infectados por el virus del poder político son diferentes a los otros. Sus hitos son diferentes. Sus valores son distintos”.

Henrietta había llegado a Costa Rica desde Birmingham, pequeño pueblo del estado de Alabama en los Estados Unidos, a principios de los años cuarenta con el propósito de pasar unas vacaciones de verano con su tía Ernestina casada con un hermano de su madre.

Familiarmente conocido como “tío Vinell”, lo habían destinado a Costa Rica como delegado del Royal Bank del Canadá. Al retirarse había comprado una pequeña fi nca de café, donde con su esposa, pasaban algunos de los días laborables, retornando a San José para disfrutar con los amigos los fi nes de semana.

Su tía era la típica dama victoriana de la región triguera de los Estados Unidos. Nieta de una familia de emigrantes alemanes, con un fondo rural de Kansas profundamente arraigado a su personalidad, lo guardaba todo; trozos de cuerda, restos de hilo, hasta el papel de los regalos de Navidad, que doblados con cuidado se guardaban para el próximo año. “A todo eso me tenía que ir acostumbrando”, comenta unos años más tarde Henrietta.

Desde el primer momento, presintió que la relación con su tía no sería paradisíaca; daba órdenes constantemente sin dejar que nadie la ayudara, por lo que a ella le era imposible relacionarse con alguien que se parecía a los miembros de la guardia prusiana. Su temperamento la ponía muy nerviosa aunque lo intentaba disimular tanto como podía, ya que como huésped de su casa y sabiendo que tan solo tenía que convivir aquel verano, por razones de cortesía, tenía que acceder a sus deseos en casi todas las ocasiones.

Por la ciudad, tía Ernestina, tocada con un sombrero adornado con fl ores y conduciendo un “Morris Minor”, iba siempre de un lado a otro, y sin sacarse nunca sus guantes blancos; señalaba siempre la dirección equivocada: giraba a la derecha después de haber indicado claramente que lo haría a la izquierda, y al revés.

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“La corta estatura de mi tía, -comenta Henrietta en su libro- “Me casé con una leyenda”- hacía que no se sacara los zapatos de tacón ni para estar en casa; en consecuencia, el sonido de los tacones en el suelo de madera de la habitación, sin alfombras, indicaba su estado de ánimo. Si el taconeo era rápido es que estaba agitada, si por el contrario era lento, era que se encontraba en una inusual etapa de relajamiento.

Con mi llegada, aquella semana se le rompieron sus planes, y estaba deseosa de recuperarlos, por lo que al cabo de pocos días empezó a preparar todo el necesario para estar unos días en la fi nca. Esta operación parecía muy complicada. Supervisaba todo lo que se empaquetaba, mientras que su marido pacientemente seguía instrucciones. Tenía que colocar con gran precisión, en cajas y cestos que no se usaban para ninguna otra cosa, alimentos frescos, cocidos y en lata, velas y cerillas, herramientas y abonos”.

La fi nca no estaba lejos de San José pero el recorrido entre colinas y cafetales se hacía largo por el mal estado de las carreteras. El Sr. Vinell, ya hacía tiempo que no conducía, razón por la cual un coche de alquiler, con un chófer de apariencia propia de la clase trabajadora costarricense; no muy alto, ojos y pelo oscuro, piel curtida por el sol y dos dientes de oro, los vino a recoger. Mientras conducía hizo algunas observaciones graciosas, a las que su tía puso su objeción inmediatamente. El chófer, sin pronunciar palabra, se concentró todo el recorrido en mantener el auto lejos de los hoyos de la carretera. Al llegar, Juan, el encargado, los esperaba y los ayudó a sacar los paquetes. La casa era una estructura de madera de color verde fangoso, fea y rechoncha. El desvalijado portal unido a una valla de alambre de púas me hizo descubrir, comenta Henrietta:

“que no había llegado a “Tara”, como se había imaginado, sino a “Hortensia”, nombre que fi guraba en los torcidos barrotes de madera de la entrada a la fi nca”.

En la habitación que le asignó, sólo cabía una cama y una mesa; no tenía

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armario, ni cómoda, sino una caja bajo la mesa y cinco alcayatas clavadas en la pared, donde tenía que colgar su ropa. No había baño:

“tenía que cepillarme los dientes en el lavadero donde lavaban la ropa y cuando tenía necesidad de ir al excusado no podía olvidarme de un trozo de papel de diario. Las botas, cuándo estaban enfangadas las debía dejar en la puerta de detrás de la casa, y antes de que oscureciera tenía que acordarme de llevar cerillas y una candela. No conseguí entender nunca cómo mis parientes insistían en vivir de aquella manera, sin luz eléctrica, sin agua corriente y sin baño interior.”

Henrietta sigue explicando: “Pero una mañana, a la hora de desayuno, lo empecé a entender. La brisa transportaba un exótico perfume que envolvía toda la casa, era el olor que desprenden los cafetales en fl or, ¡era tal vez eso lo que atenuaba, en buena parte, todas las incomodidades!”

Su tío, con el paso de los días le iba explicando los problemas de la producción de café; le hizo dar cuenta que como todos los procesos agrícolas, este era lento y caro, y exigía abundante mano de obra, ya que un arbusto de café necesita casi cinco años para producir, razón por la que difícilmente se cubrían los gastos de un cafetal hasta que pasaba un largo periodo de tiempo.

Para producir un café de calidad, primero hay que plantar las semillas obteniendo así brotes nuevos, que se trasplantan a un almaciga y más tarde se vuelven a replantar en sus emplazamientos permanentes, donde tienen que ser podados, fertilizados y desherbados, para que las plantas den frutos de buena calidad. El café se tiene que recoger a mano, grano a grano, y una vez recolectados los granos de café se secarán en grandes patios.

Durante los tres meses que, más o menos, dura la cosecha, hombres y mujeres, entre bromas y juegos trabajan al mismo tiempo, pero ni las moscas ni otros insectos que pululan por las canastas, además del peso que éstas van adquiriendo, les impiden el coqueteo.

Esta es la época del año en la que las jóvenes se meten en problemas, dijo ignominiosamente un día tía Ernestina. “Todo coqueteo, ya sabes a que conduce tarde o temprano”.

La fi nca contaba con cuatro caballos pequeños y mansos, acostumbrados

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a un paso lento, y su tía decidió que aquélla era una buena oportunidad para que Henrietta aprendiera a cabalgar.

“Salí con tío Vinell, pero a la media hora ya pregunté si faltaba mucho para llegar, pero dadas las pocas explicaciones que conseguí, con resignación, me abstuve de volver a preguntar cuánto realmente faltaba para llegar en nuestro destino.

Después de dos semanas, cuando ya me había acostumbrado a aquella vida casi primitiva, mis tíos decidieron volver a San José para asistir a la cena que tuvo lugar en casa de uno de los más antiguos miembros de la colonia británica que había venido de Inglaterra hacía unos años. Había ganado dinero en la actividad bancaria y decidió instalarse con su familia en Costa Rica”.

Estas casas estaban rodeadas de un jardín de estilo inglés y la decoración interior era una extraña mezcla entre el estilo inglés y el colonial español; en el salón había un piano, instrumento imprescindible en estas familias, con una partitura abierta del Vals de la Viuda Alegre, y docenas de fotografías de sus antepasados, muy enmarcadas, adornaban las paredes.

Los grupos anglosajones, cualquiera que fuera su origen, tenían una cosa en común; se consideraban superiores, eran rubios, tenían los ojos azules y no hablaban español. No querían perder sus costumbres, ya que consideraban que si en las colonias se hacían concesiones se acababa siendo como los nativos.

En aquella pequeña sociedad, en que se tomaba el té cada tarde a las cuatro, disponían de empleadas jamaicanas que hablaban su lengua, y la vida de las mujeres, física e intelectualmente, era realmente aburrida. Con el fi n de que los días no se les hicieran tan largos tenían que buscar distracciones, por lo que era un acontecimiento ir a la estación del ferrocarril a recibir o despedir a algún amigo que se volvía a Inglaterra.

De conformidad con su manera de comportarse, una cierta mañana, tía Ernestina anunció que iríamos a despedir a la señora Harrington que partía hacia Inglaterra. A las diez, vestidas adecuadamente, nos presentamos a la estación del ferrocarril del Atlántico de donde salía el tren que la llevaría al puerto de Limón i de allá en barco a Southampton.

Se debía ir con antelación, ya que la idea era saludar a los amigos que entre

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apretones y recomendaciones le deseaban un buen viaje. Llegada la hora de la salida, la señora Harrington, majestuosa dentro de

su vestido azul oscuro y con el correspondiente sombrero, cogida de su parasol y con su voluminosa cartera, subió al tren mientras los mendigos tiraban de nuestras mangas pidiéndonos una limosna y los niños trataban de vendernos alguna caja de chicle.” Para una norteamericana como yo, dice Henrietta, acostumbrada a la idea de que lo más grande es lo mejor, la estación del Atlántico parecía un edifi cio victoriano en miniatura, construido para que los niños jugaran en él.

Estación de ferrocarril del Atlántico en San José. 1920Archivo nacional

Durante el tiempo que permanecían en San José, sus tíos intentaban que se divirtiera, por lo que muchas tardes iban a jugar a tenis, pero el encuentro con el recogedor de pelotas fue sorprendente. Cuando perdió la primera pelota, un chico descalzo fue a recogerla, “eso es incoherente pensé, si lo que pretendíamos, era hacer ejercicio”.

Henrietta iba de sorpresa en sorpresa en un país donde no conocía ni las costumbres ni la lengua, y sólo se relacionaba con los amigos de sus tíos. Un día, debido a los problemas que su tío tenía para la distribución del café de su pequeña fi nca, apareció para negociar con él, un personaje subido en una moto: era José Figueres.Sus tíos lo invitaron a comer.

victoriano en miniatura, construido para que los niños jugaran en él.

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“Aunque mi tía consideró que era un hombre extraordinario, a mí no me lo pareció. Tenía treinta y cuatro años y consideré que era muy viejo, pues yo hasta entonces, sólo había salido con chicos que no habían acabado sus estudios. Su aspecto no llenaba mis gustos de joven universitaria; no era atractivo en el sentido usual de la palabra, así y todo mostraba una media sonrisa más bien socarrona, su piel era de color de oliva, curtida por el sol y su inglés, aunque fl uido, tenía un acento algo exótico. Sus ojos sorprendentemente azules en medio de aquel rostro oscuro y ensortijado cabello negro, me pareció poco común. A la hora del café cerraron el trato con mi tío, pero me dio la sensación que su mente estaba en otra parte”.

José Figueres i Henrietta con la Harley Davidson 1942

Portada del libro “Me case con una leyenda” de Henrietta Boggs

Al despedirse desdobló una fotografía de una moto Harley Davidson donde iba subida una chica con un largo cabello rubio, y según dijo se parecía a mí.”

Pronto empezaron a salir juntos. La motocicleta, que él había bautizado con el nombre de Rocinante, aparecía cada vez con más frecuencia. Iba para dar explicaciones a su tío de cómo funcionaba el cultivo y la recolección del café.

cerraron el trato con mi tío, pero me dio la sensación que su mente estaba en otra parte”.

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Cuando acababa la explicación, que duraba poco, los dos con su nueva moto, iban recorriendo el país.

Se acercaban las Navidades, y era la primera vez que las pasaba lejos de su familia. Recuerda Henrietta:

“Convencida que moriría de nostalgia, fui sola a la Iglesia presbiteriana para, al menos, oír algunos villancicos que disminuyeran mi soledad. No sabía, en aquellos momentos, que tendría que pasar muchos años en Costa Rica, antes que pudiera soportar una Navidad sin que sintiera un nudo en la garganta y me vinieran ganas de llorar”.

Tía Ernestina invitó a Don Pepe a cenar. Para complacerlo, tomaron una cena de Navidad típicamente costarricense: arroz con pollo, pasteles rellenos envueltos con hojas de plátano o de panocha, tamales, fríjoles negros y cocas con otros pequeños platos, además de ensalada, frutas y un queque.

Pepe trajo regalos para todo el mundo: una planta exótica para su tía, que le fastidiaba cuidarlas, una botella de vino para su tío que no bebía en absoluto ya que su religión se lo prohibía. Y cuál fue su sorpresa, cuando deshizo el paquete que era para ella y encontró un libro de poesías de noventa y siete páginas en español. Le dio las gracias, pensando que nunca entendería ni una palabra.

Después de aquella Navidad, Pepe la iba a buscar muchas tardes para hacer alguna visita y para que fuera conociendo a su familia.

Henrietta se sentía confundida; “había un hombre que estaba dispuesto a establecer un hogar y fundar una familia, era brillante y había alcanzado el éxito en una empresa enormemente difi cultosa”.

Ella lo admiraba y admitía que la vida a su lado podía ser fascinante y llena de oportunidades que Alabama no le podía ofrecer; además, no deseaba volver a aquel mundo religioso y racista en el cual se había convertido Birmingham, pero tampoco estaba segura de que lo amara.

¿Quería enfrentarse a la vida en una sociedad en la cual sería siempre una extranjera y que hablaría su lengua con acento?

La boda civil se celebró en San José, duró justo no más de dos minutos, y dada la defi ciencia de su español, consiguió entender escasamente algunas palabras de la ceremonia. Casi sin poder celebrarlo, se fueron hacia La Lucha, pues Pepe, su marido, llevaba el dinero de la plantilla de diversos centenares de trabajadores que allí vivían.

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Era la estación lluviosa, que en aquel país se prolonga desde junio hasta noviembre. Desde San José, se podía llegar por un camino más o menos aceptablemente ancho hasta una pequeña ciudad que se llama Desamparados, de allí se tenía que continuar siete u ocho horas a caballo.

Le colocaron un impermeable de hule de color café, lo bastante largo para que la lluvia que le caía sobre la cara, no goteara sobre la parte trasera. La lluvia no cedió ni un momento durante todo el día, y conforme se iba haciendo oscuro, el paisaje adquiría una apariencia de irrealidad; las montañas parecían más altas, las nubes oscurecían el camino, y en el barro, el sonido de los cascos del caballo era un ruido suave, como de ventosa cada vez que el animal sacaba la pata de la masa pegajosa.

Al fi nal de un último y sinuoso descenso, al fondo del valle, estaba su nuevo hogar separado tan sólo cincuenta metros del agua del río que recorre la fi nca. Le era difícil de aceptar que en Costa Rica, la gente del campo durante la mitad del año, llevara una vida que caminaba al mismo ritmo que la que se llevaba en la España del siglo dieciséis, cuando Cervantes escribió el Quijote.

Aunque admiraba la brillantez y el talento de su marido a menudo se preguntaba si no había sido un error aquel matrimonio.

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UNA ALOCUCIÓN POR RADIO

El individuo ha luchado siempre por no ser absorbido por la tribu.Si lo intentas, muchas veces te encontrarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por tener el privilegio de ser tu mismo.

Friedrich Nietzsche

Figueres, que asiduamente se reunía con algunos universitarios inquietos para analizar la situación del país y dar a conocer la organización social basada en el cooperativismo que estaba experimentando en la fi nca, publicó algunos escritos sobre temas agrícolas que se distribuían en el “Café Popular” de San José, lugar que ya de muy joven, con a su padre, asistía a las tertulias literarias, en las que en realidad se

hablaba de política.Pero a consecuencia del disparo de un torpedo lanzado desde un submarino

alemán que impactó en un barco de la Compañía americana Unitet Fruit en el que resultaron muertos 24 trabajadores, se produjeron grandes disturbios que afectaron gravemente instalaciones y comercios de alemanes, franceses y españoles y en los qué resultó afectada una bodega de la sociedad Agrícola Industrial San Cristóbal propiedad de Figueres y Orlich, produciendo 76 heridos y 123 edifi cios deteriorados, sin que en ningún caso la policía efectuara alguna detención.

Ante estos hechos, aunque hasta aquel momento no había intervenido en política, decide actuar. El día 8 de junio de 1942 pronuncia un discurso, previamente anunciado, en Radio América Latina en el que responsabiliza al gobierno de no resguardar el orden público y de no proteger la propiedad privada.

En plena emisión Figueres es arrestado; la policía interrumpió el discurso.

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Tan sólo pudo llegar a decir: ... “Me mandan callar con la policía. No podré decir lo que creo que tiene que hacerse, pero resumo en pocas palabras: ¡Lo que el Gobierno tiene que hacer es irse! “

Fragmento de la alocución por radio del 8 de junio de 1942:

Yo no estoy especulando sobre la teoría de la Relatividad. El caso es que mis peones no tienen maíz, pero disfrutamos de un decreto que fi ja el precio a un colon el cuartillo. Pónganlo a diez céntimos si la cuestión es de decretos y lo tendremos más barato. ¡Lo que ignora el gobierno, es que con decretos no se hacen tortillas!

Mis peones no tienen zapatos, ni sábanas limpias, ni leche para sus niños, pero el seguro social les garantiza una vejez sin privaciones. Señores del Gobierno: acabemos la comedia, ¡aseguren a los costarricenses un buen entierro y déjenlos morir de hambre!

Siguió diciendo: El cine hablado de los comienzos, consistía en un proyector mudo más un fonógrafo de discos. Era muy difícil hacer coincidir el sonido con las imágenes de la pantalla. A menudo se quedaba uno atrás del otro.

Y a veces, el operador se equivocaba y sonaba un disco de versos provenzales mientras se proyectaba un partido de boxeo. Hoy en Costa Rica, quien ve la realidad de las cosas y escucha simultáneamente a los representantes del Gobierno recibe la misma sensación de desconcierto. Siempre están tocando el disco que no es. ¡Ahora va la policía con velas para evitar el saqueo del sábado pasado...!

Pero señores, el momento no es de reírse ni yo soy hombre de lágrimas. Yo no vengo aquí a llorar calamidades ni a mortifi car por placer a los hombres del Gobierno, ni a censurar actuaciones ineptas que no tengan su remedio....”

La transmisión se cortó inmediatamente. Las fuerzas armadas asaltaron la emisora de radio, lo cogieron preso, y después de dos días de calabozo lo trasladaron al aeropuerto. El Salvador era su destino, para algunos meses, o años. Éste fue un hecho insólito, en un país que se vanagloriaba de que el respeto de los derechos humanos era un ejemplo para el resto del Continente.

El Presidente Calderón parecía estar perdiendo las riendas del poder y con este acto irrefl exivo consiguió que todo el mundo hablara de Figueres; la radio

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y los diarios no discutían de otra cosa: la alocución por radio y la reacción del gobierno habían producido su efecto. Figueres pasó de ser un simple desconocido a convertirse en un héroe nacional. Desde aquel momento su vida había dado un cambio radical, y también la historia de Costa Rica.

El presidente del Parlamento anunció que cerrarían completamente las emisoras de radio si se daba albergue a un pobre diablo, a un desconocido como el señor Figueres. “No tenemos que permitir, dijo, que un ignorante o un desconocido venga a macular el nombre de la República.”

Estas palabras y los días de prisión tuvieron la virtud de hacer tomar la decisión a Figueres de dedicar su vida a la lucha política, y juró derrocar el régimen político que estaba pisando sus derechos como ciudadano. No tenía experiencia en esta materia y tampoco ningún plan a seguir, pero en poco tiempo fue cogiendo forma esta idea en su mente. El exilio de dos años a que fue sometido, será lo que provocará que tome la decisión de enfrentarse a la clase dominante, que se llenaba los bolsillos mientras el país carecía de escuelas, carreteras y unidades sanitarias. Estaba determinado a hacer alguna cosa con respecto a este tema.

El joven Figueres, hasta este momento un ciudadano anónimo hijo de emigrantes, a los cuales en su juventud no se había preparado para la política dado que sus intereses eran los libros y la tierra, sin casi planteárselo tomó la palabra, la pluma y el rifl e y encabezó un grupo de combatientes de su generación, formado básicamente por catalanes o hijos de éstos, y por compañeros de escuela, que lo apoyaron; todos ellos compartían el mismo anhelo, impedir que Costa Rica se convirtiera en una República bananera, con una administración corrupta y una población cada vez más depauperada y expuesta a la explotación por los que retenían el poder. Para todos, menos para unos pocos, el énfasis que ponía constantemente en la necesidad de derrocar al Gobierno por la fuerza, parecía rayar en la locura.

Los días y noches de prisión habían quedado atrás y nunca más se referiría a ellos.

El gobierno había dado permiso a su esposa para salir del país y acompañarlo. Antonio, el hermano de Pepe, hizo las reservas del viaje y le dio quinientos colones para sobrevivir hasta que no se pudieran hacer otros arreglos.

En aquel momento Henrietta se acordó de la gente que, intentando huir de los nazis, llegaba a los Estados Unidos y cuando les preguntaban por su profesión, contestaban: ¡esperar!, y se preguntaba si a ella le tocaría esperar que su marido saliera de una prisión detrás de la otra.

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Preparó las mismas maletas con las que había llegado a Costa Rica a pasar unas vacaciones, aturdida por no saber que poner para salir hacia el exilio. Las llenó, la mitad con ropa suya y la otra mitad con ropa de su marido. Se sentía desamparada en pensar que viajaba hacia un país donde no se respetaban los derechos elementales de las personas, donde no conocía a nadie y con un dominio muy imperfecto del castellano.

En el aeropuerto, tía Ernestina que había ido a despedirla, le ofreció una botella de perfume, sin pensar que si alguna cosa necesitaría una mujer enfrentada al exilio indefi nido, no era precisamente, una botella de perfume.

En el mostrador de salida, revisaron los documentos y seguidamente subió al avión para emprender el viaje. El exilio había empezado.

Al llegar al aeropuerto del Salvador, aliviada de las angustias que habían pasado por su cerebro, casi sin habla y con difi cultades para andar, vio a Pepe con sus ojos azules escrutándolo todo, mientras que sus gestos controlados, reforzaban su apariencia de dominio. En medio de esta confusión, Henrietta se encontró como esposa de Pepe, con el que se había casado hacía escasamente un año, en el exilio, sin saber lo que pasaba ni lo que tenía que hacer, ya que la idea del exilio para una norteamericana era del todo extravagante, no podía entender lo que estaba sucediendo.

Quizás se equivocó cuando en el aeropuerto del El Salvador, lo vio esperándola; percibió el mismo hombre de siempre, a quien no se le notaban las secuelas de la prisión, ni del exilio. Pero pronto se dio cuenta de que aquél no era el hombre con quien se había casado; era otro. El exilio al que había sido sometido era el fracaso que no aceptaba.

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EL EXILIOLo que el hombre necesita realmente no es un estado de tranquilidad absoluta, sino aspirar a luchar para conseguir una meta que merezca la pena, una tarea libremente escogida

Viktor Emil Franki

En El Salvador se instalaron en el Gran Hotel, que aunque era uno de los mayores de la ciudad, no tenía habitaciones con baño privado, ya que en esta ciudad los viajeros ricos se alojaban en casa de amigos o parientes. En cada piso había un baño que se encontraba después de recorrer un sinuoso pasadizo casi a oscuras. A pesar de todas las incomodidades, del calor y de la falta de agua, Figueres quería conocer cómo funcionaba aquel país, y se quedaron unas semanas.

Contactó con diversos empresarios con los cuales había tenido una cierta relación de negocio, e hizo arreglos para visitar alguna fi nca de café y de cabuya, la planta utilizada para hacer cuerdas. Pronto se dio cuenta de que el sistema capitalista había sido llevado a sus últimos extremos; no existía clase media y catorce familias controlaban toda la economía del país, de manera que o se pertenecía a una de estas familias o te morías de hambre. Tuvo ocasión de visitar una casa de 1619, que el rey de España había regalado a la familia que actualmente la disfrutaba.

Henrietta comenta; “Mientras los hombres hablaban de la producción del café y de los problemas que tenían para recolectarlo, en un país donde lo que sobraba era mano de obra, se me ocurrió hacerle observar al dueño de la fi nca diciéndole que quizás si pagara mejor, los empleados tal vez serían más productivos. Éste me miró perplejo por la idea revolucionaria, y quizás por el hecho de ser mujer”.

En medio de esta situación se encontraron una gran mesa de madera noble, repleta de toda clase de manjares. Tres muchachas indígenas vestidas con inmaculados uniformes tejidos a mano, con los pies descalzos, inmóviles, los esperaban delante de la mesa. Figueres, como tenía por costumbre hacer con sus empleados, las saludó: “Buenos días. ¿Cómo están”? Con la mirada baja y después de recibir órdenes de la señora de la casa, contestaron: “Buen día, señor”. Parecían

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entrenadas como si de una unidad militar se tratara; cogieron las pesadas bandejas de plata y empezaron a moverse en torno a la mesa.

Al volver al hotel, Pepe le dijo a su esposa: “¿Te has fi jado que todo lo que usan es importado? Aceitunas españolas, vino alemán, cigarrillos turcos, grandes coches americanos y la ropa muy europea. Por descontado, pagando a esta pobre gente veinticinco centavos por día, se puede vivir a cuerpo de rey.”

En la medida en que conocía a los salvadoreños ricos, más sorprendido notaba las diferencias entre los terratenientes y los peones. Después de unas semanas decidió irse. Volaron a Guatemala. El nuevo país los sorprendió agradablemente; el paisaje era espectacular, notaban que por primera vez desde que salieron de Costa Rica podían respirar, ya que la capital está situada a mil metros de altura y el aire es sumamente agradable.

Alquilaron un coche, pero su sorpresa fue que en ciento cincuenta kilómetros los pararon doce veces para revisar todo lo que llevaban. “¿Cuánto tiene que costar este despliegue de personal?” Se le acudió preguntar a Henrietta. “No lo sé, pero bastaría para pagar la educación de todos los niños de este país, y si esta dictadura no fuera tan estúpida, podrían colocar Guatemala en el siglo XX” le contestó su marido.

Igual que en El Salvador, la vida que disfrutaban los propietarios de cafetales era espectacular. Copas de cristal, comidas deliciosas, manteles tejidos a mano, diversos sirvientes, muebles de caoba tallados manualmente, y toda clase de accesorios de lujo, en un país subdesarrollado, donde la gente no usaba zapatos y donde a duras penas se podía comer.

Los sorprendió la manera de pagar a los campesinos. Al acabar la jornada se colocaban todos en fi la haciendo una cazoleta con las manos. Con una cuchara grande, el patrón iba poniendo en las cazoletas de las manos una porción de fríjoles con un pimiento picante encima y una moneda de diez centavos a cada uno. Éste era el jornal por un día de seis horas de trabajo.

Las carreteras estaban en muy mal estado, pero a los propietarios de cafetales les salía más económico que, por diez centavos, un indio cargara cien libras de café a sus espaldas a lo largo de un kilómetro y medio, que pagar los impuestos por una cosa que no necesitaban.

Después de ver cómo estaban los pueblos vecinos, se dirigieron a México donde permanecieron más de un año. A diferencia de los exiliados que pasan escaseces, el matrimonio Figueres, gracias al dinero que les mandaba su hermano Antonio que trabajaba en la fi nca, podían llevar una cómoda vida de clase media.

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Alquilaron una pequeña casa y compraron un coche para viajar por el campo todo el tiempo que sus actividades se lo permitían.

José también alquiló una ofi cina en el centro de la ciudad desde la cual negociaba con cerámica mejicana, que exportaba a otros mercados Centroamericanos, y aunque pasaban por típicos ciudadanos dedicados a los negocios, después de un corto tiempo, la ofi cina se convirtió en el lugar de encuentro de los costarricenses que pasaban por México.

En plena guerra mundial, en esta ciudad donde residía como exilado escribió su primer ensayo político, un libro de pocas páginas en el que refl eja su oposición a los regímenes totalitarios y refl exiona sobre las palabras libertad, democracia y justicia.

PALABRAS GASTADAS “Democracia, Socialismo, Libertad, ¡qué vagas ideas, qué

sentimientos tan superfi ciales evocan a menudo esas palabras! Han perdido su fi lo, su penetración, y su interés. Son palabras gastadas. Y hasta son, a veces, pronunciadas con mofa por personas de gran espíritu práctico y poca práctica espiritual.”

Los opositores al gobierno que lo había enviado al exilio cada vez eran más, y su ofi cina se convirtió en la tapadera de lo que se había convertido en su obsesión: localizar y comprar armas.

La vida que llevaban, no hacía sospechar que aquel hombre de negocios, con una mujer embarazada, trabajaba estableciendo contactos que le permitieran encontrar a los vendedores de armas, saber quién y donde las venían, a qué precio, donde se podían guardar, y lo más importante, cómo se podían expedir fuera del país, llegando a la conclusión que lo menos arriesgado era enviarlas por barco en contenedores de cerámica mejicana.

Figueres, cada vez estaba más sumergido en la idea de la revolución, y actuaba con extrema reserva, en parte para proteger a todos los que en su entorno pudieran ser investigados.

La corrupción en México se había institucionalizado y el cambio político era inconcebible, pero la ciudad ofrecía gran variedad de oportunidades culturales. Henrietta cada día se sentía más sola, pero exponer esta soledad a su marido era inútil, ya que él lo habría considerado como una debilidad intolerable, y su reacción

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la conocía: “si aplicaras más horas al estudio del español, o dedicaras más tiempo al trabajo doméstico, el tiempo se te haría menos aburrido.” Con estas perspectivas optó por callar y se buscó nuevas amistades.

Henrietta estaba embarazada, hecho que los llevó a pensar donde nacería su hijo, pero su marido ya había decido que tenía que nacer en Costa Rica.

“Yo no supe nunca el verdadero motivo del porque no podía nacer donde estábamos viviendo; tal vez no le gustaba la idea de que aquel niño fuera hijo de un exiliado.”

Así, aunque no podían predecir con exactitud la fecha del parto, decidieron que lo más sensato era que Henrietta se fuera a San José, de manera que el niño, como habían programado, naciera en aquella ciudad.

Ella, que se había imaginado a un bebé como los de las revistas americanas, gordito, rubio y con ojos azules, se encontró con un niño que era todo lo contrario, moreno, pelo negro y ojos de color café; y temió por un momento que la enfermera se hubiera equivocado de niño.

No fue hasta al cabo de unos meses que Henrietta volvió con su hijo a México. Como la familia había aumentado, determinaron cambiarse de casa y tomaron una empleada.

Figueres tenía cada vez más éxito en la búsqueda de dinero y, aunque no estaba seguro, presentía que su estancia en México se acercaba al fi nal.

El último envío de armas estaba listo, empaquetadas junto a la cerámica dentro de cajas. Únicamente faltaban los documentos fi nales para su expedición a Costa Rica, pero una llamada del Ministerio del Interior le hizo sospechar que pasaba alguna cosa.

Al ministro le quedaban tan solo seis años de estar en el Gobierno, y en este tiempo tenía que hacer sufi ciente dinero para atender a su familia el resto de su vida. Le exigía veinticinco mil dólares más de los que ya le había pagado.

Al llegar a casa y expilárselo a su esposa, ésta le preguntó: ¿Qué harás? ¿Hacer?, le contestó; “Lo que voy a hacer mañana mismo es empezar a buscar dinero nuevamente para comprar otras armas, y ahora mismo, lo que haré es dormir”

Llevaban dos años en el exilio, y no era la parte económica lo que les preocupaba, ya que Antonio, su hermano, se encargaba de los negocios de la cuerda, del café y de los almacenes, y tenía amigos que, si hubiera sido necesario, lo hubieran ayudado a mantenerse. A pesar de eso, a medida que pasaban los días, la cólera y la frustración se apoderaban de él por el hecho de haber sido expatriado de su país a la fuerza. En Costa Rica, el gobierno había cambiado después de las

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elecciones, y tenía la esperanza de que se le permitiera volver a San José. Por fi n llegó la llamada telefónica que esperaba de su hermano: “¡Picado ha

ganado las elecciones! ¿Os gustaría volver a casa?” Henrietta comenta: “Pepe reaccionó espontáneamente, loco de contento:

¡Volvemos a casa! Nos deshicimos de casi todo, buscamos ocupación a la empleada en otra familia, y con el misterio de aquél que cambia de casa, nos hicimos la clásica pregunta. ¿Cómo fue que hemos adquirido esta cantidad de trastos tan sólo en dos años?”

Henrietta, aunque durante estos dos años muchas veces la había golpeado la soledad, ya se había acostumbrado a la vida de aquella gran ciudad. Había encontrado por fi n muy buenos amigos y tenía muchas actividades. En aquel momento le entristecía tener que abandonar México.

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EL ESPERADO RETORNO

El pretexto para todas las guerras:conseguir la paz.

Jacinto Benavente

A su retorno del exilio, el 23 de mayo de 1944, Figueres fue recibido en el aeropuerto de San José con una tumultuosa bienvenida; regresaba como un héroe.

Los tíos de su mujer habían organizado una gran fi esta; la casa estaba llena de gente, amigos, fotógrafos y micrófonos por el jardín para que todos aquéllos que lo desearan pudieran decir lo que pensaban. Algunos de los amigos, conociendo a los tíos de Henrietta, se llevaron sus botellas de licor, ya que una fi esta sin alcohol no podía ser entendida en Costa Rica. Cuando los whiskys y la música se detuvieron, José Figueres hizo un breve discurso de agradecimiento a los amigos por la bienvenida, en el qué enfatizó que había una lucha de antemano que exigiría la fortaleza y la dedicación de todos.

Discurso pronunciado el 23 de mayo de 1944, con ocasión de su regreso al país.

Señores:Saludo en ustedes a Costa Rica.Antes que todo, hagamos un minuto de silencio en homenaje a los

muertos de la presente campaña nacional. . .Descansen en paz. Cayeron víctimas de la vanidad y de la

insensatez de un hombre. Cayeron en las fosas de sus antepasados del 56 y del 18. Su carne y su sangre abonen esta tierra, para que no dejen de crecer en ella los lirios de las cívicas virtudes. Para que algún día vuelva a fl orecer el café, en la REPÚBLICA de Costa Rica.

Es triste, pero es al mismo tiempo alentador, regresar a la patria en estas condiciones. Triste porque la encuentro empobrecida, vilipendiada y deshonrada. Alentador porque los encuentro a ustedes, mis compatriotas, evidenciando en este acto la misma elevada aspiración hacia la vida digna que caracteriza siempre a los costarricenses.

Amarga como es la experiencia que hoy vivimos, es sin embargo un fruto de la vida democrática. Es el resultado de un fatal error electoral.

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Cuando en 1940 los costarricenses ocultábamos la pereza mental de aquella época bajo el superfl uo lema de que “esto lo maneja cualquiera”, incurrimos en un verdadero acceso de locura colectiva y elegimos presidente a un ciudadano que ya había demostrado en posiciones anteriores su absoluta ineptitud administrativa, y su mentalidad exclusivamente politiquera.

Producto de esa liviandad temeraria, que puso al país en manos de algo peor que cualquiera, fue el cataclismo apocalíptico mayor de nuestra historia, comparable tan sólo al que hoy afl ige a otra tierra que yo adoro: Francia.

Desesperada sería la situación en que hoy estamos, para quien no conociera a Costa Rica. Ah, si yo no hubiera vivido quince años en las chozas del campesino tico, con más goteras que ventanas; si yo no hubiera tenido tan estrecha relación con nuestros hombres de negocios, y con nuestros profesionales de todas las edades; si yo no hubiera sentido, en el país y en el exterior, las palpitaciones de nuestros gallardos estudiantes, si yo no tuviera aquí los amigos que tengo, para quienes no se me ocurre ahora una frase laudatoria, porque su solo recuerdo me emociona; y la mujer costarricense ... si yo no supiera que es de seda y de acero su corazón, capaz de muchos quinces de mayo, capaz de mantener vivo el recuerdo de otras mujeres que, en día luminoso de la Historia, marcharon por un camino de Francia ... en fi n, si yo no fuera costarricense, mi único mensaje para mis compatriotas en esta hora sería una frase dantesca: “Abandonad toda esperanza”.

Pero nada más lejos de mi actual estado de espíritu que un mensaje pesimista. Señores, yo no he tenido que aprender en libros, para estimar a nuestro pueblo, la historia de Juan Santamaría, de Rogelio Fernández Güell, o de los héroes de Llano Grande. Yo recibí de viva experiencia la lección, hace ya muchos años, de que el campesino costarricense no se sienta a llorar cuando se vuelca la carreta. Con más sabiduría que ciencia, con más diligencia que palabras, la para, la desembárrala y sigue. Y bueyes y boyeros se sienten superiores a la adversidad.

Hoy que la carreta de la patria está volcada, yo apelo a esas virtudes nacionales. Mucho podemos hacer mientras transcurre la noche. No todo se ha ido con el viento. Ahí está todavía ese suelo que produce buen café y hombres decentes. Ahí está todavía ese pueblo que lo cultiva con esmero, y que al caer de la tarde pide al cielo, más que bienestar,

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dignidad. Con este suelo y este pueblo, la reconstrucción nacional es segura. Trabajemos. Produzcamos más que nunca el pan nuestro de cada día. Con nuestros brazos y con nuestra mente, trabajemos. Pero los ojos del corazón mantengámoslos muy alto, más alto que las brumas de las dudas, más alto que las fl echas del escepticismo, más alto que las del cinismo. Si así trabajamos en la tierra, y así mantenemos en el cielo nuestra noble aspiración, yo juro que algún día, sea mañana, sea dentro de meses o de años, al levantarse el sol sobre el oriente patrio volverá a alumbrar, para regocijo nuestro y para aliento de las demás naciones, el espectáculo grandioso de la Segunda República de Costa Rica”.

Aún en el exilio, José Figueres se había presentado como candidato a diputado (ausente) por San José en las elecciones del 13 de febrero de aquel año por el Partido Demócrata Cortesista. A pesar de haber sido escogido, el presidente Calderón Guardia hizo anular su elección.

Ante el fraude en las elecciones del 8 de febrero de 1948 en las que ganó la presidencia el partido opositor, encabezado por Otilio Ulate, el Congreso, dominado por Calderón, anuló estas elecciones de manera totalmente ilegal, por lo que los acontecimientos se precipitaron. Figueres, que se reunía habitualmente con un grupo de jóvenes intelectuales muy críticos con la situación política nacional de aquel momento, empezó con ellos, y con muchos de los invitados a la fi esta de bienvenida al regresar del exilio, una lucha en dos frentes; uno político y público, y otro clandestino. En este segundo frente, ya había enviado a su fi nca a los primeros hombres que lucharían a su lado.

Ricardo Orlich vivía en La Lucha, ya que su padre, “Chicho”, era en aquel momento el director general de las industrias que agrupaba esta cooperativa.

Ricardo era de la misma edad que José Martí, su primo. Los dos, aunque como niños de seis años no eran muy conscientes de lo que pasaba, notaban mucho alboroto en La Lucha.

Ambos nos han explicado sus vivencias. “A la fi nca iba llegando más gente de lo que era habitual. Los paquetes, que

no nos dejaban ver, eran las armas que había ido enviando Figueres desde México; a la familia se la notaba preocupada, las conversaciones no eran las habituales. Recuerda Ricardo que su padre le decía a Figueres, ¡Tan sólo piensas en derrocar al Gobierno!, ¿no se qué piensas hacer para que no les pase nada a los niños y a las mujeres de la familia? Aquí no se pueden quedar, La Lucha es un agujero

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imposible de defender.”“Estaban nerviosos y cuando Figueres daba alguna idea a mi padre, este le

contestaba ¡Vaya, otra catalanada! En el recinto de la fi nca se hacían las prácticas de tiro. Los campesinos, que eran patológicamente temerosos de las armas de fuego, al primer tiro reunían a sus familias y se precipitaban a las casas, cerraban puertas y ventanas y se mantenían escondidos, hasta que un largo silencio les indicaba que podían salir sin miedo.”

“Ante este panorama, los amigos de Figueres le preguntaban: ¿”Don Pepe, cree que podremos contar con ellos cuando empiece la confrontación armada que estamos preparando?” Ellos no lucharán, les contestaba, pero nos proporcionaran comida y serán nuestros guías en las montañas; estos peones casi son capaces de ver en la oscuridad y buscar información sobre las tropas del gobierno.”

A los pocos días de todo este alboroto, el once de marzo de 1948 estalló el confl icto armado. En un primer momento, por una parte, el ejército nacional formado por unos 6.000 hombres, ayudados por la policía y animados por los comunistas, y por otra, las fuerzas de Figueres, compuestas inicialmente por diecisiete hombres, ciudadanos que un día cualquiera se sintieron militares, con la misma naturalidad que el día anterior ejercían el ofi cio de zapatero, tejedor, chófer, profesional o agricultor.

Un combatiente del ejército de Figueres comenta años después:

“Ninguno de nosotros creía poder alcanzar el éxito, con solo 200 o 400 hombres, con una metralleta que tuvimos que conservar toda la guerra y con unos desplazamientos rudimentarios, ya que muchas veces nos teníamos que desplazar en autobús para combatir en otra parte y, en algunas ocasionas, mal planifi cadas las batallas. Los comandantes no sabían tutelar nuestra misión; por poco nos matamos entre nosotros, pero la mala organización de los del gobierno superaba la nuestra. Cuando empezó la guerra el 12 de Marzo, ninguno era militar, avanzábamos amontonados en fi la como si viniéramos de una manifestación.”

Miembros del ejército de Figueres, situados algunos de ellos en el aeropuerto de San Isidro, se apoderaron de un avión Douglas que el gobierno había enviado con armas para su tropa.

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Figueres, después de capturar el avión, envió un mensaje a San José pidiendo que dispusieran otro avión con una determinada pieza de recambio, porque el avión que habían enviado estaba averiado y no podía regresar. El empleado del gobierno que recibió la orden, sin comprobar el mensaje ni quien lo había expedido, envió un segundo avión, que también fue capturado por el ejército que lideraba Figueres. Esta estratagema hizo más fácil el comienzo de la guerra.

Valiéndose de los contactos que había mantenido en los dos años de exilio, y bajo una neblina que cubría las cimas de las montañas, llegó al aeropuerto de San Isidro, procedente de Guatemala, el primer avión de transporte con armas y militares de carrera, que bajo el mando del Teniente Coronel Miguel A. Ramírez tenía que organizar la táctica de la guerra.

Ramírez, hombre en el cual Figueres confi aba, era hijo de la isla de Santo Domingo. De unos cuarenta y dos años de edad, fuerte, pelo rizado, ojos negros penetrantes, frente ovalada, y que casi siempre daba las órdenes acompañadas de una sonrisa, tenía que diseñar las estrategias generales de la guerra, utilizando la táctica precisa para conseguir llegar al éxito.

El teatro de la guerra escogido por Ramírez, y aprobado por Figueres, fue un terreno abrupto que forma parte de la Cordillera de los Andes. Montañas de cimas afi ladas formando valles muy angostos con pendientes de quince grados; un terreno ideal para batallar con unidades de combate mínimas.

Debido a la incapacidad del gobierno de dirigir el mando de sus fuerzas, Figueres y sus hombres prefi rieron no provocar enfrentamientos innecesarios para

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evitar muertes. Así lo comenta el General Rodrigo: “Cuando me di cuenta de cómo luchaban los enemigos opté

para dejarles siempre una salida para que huyeran. La rápida sucesión de batallas las planeamos efectuar siempre donde y cuando lo estimáramos conveniente, estableciendo combate cada vez que el estado mayor del ejército de Figueres estaba preparado y lo tenía todo previsto.”

Figueres recibió información de que las fuerzas del gobierno tenían órdenes de capturar a los seis miembros de la familia que vivían en la fi nca para poder tenerlos como rehenes y así obligar a los rebeldes a que se rindieran. También los diarios dieron la falsa noticia de que su padre y su hermano Antonio habían sido secuestrados.

Continuamos con el relato de Ricardo que nos explica:

“Figueres rogó a mi padre que las dos familias saliéramos lo más rápido posible de La Lucha. Así que, precipitadamente, cogimos las colchas de las camas y alguna cosa más, pues la altitud en aquel lugar es elevada y las noches son muy frías. Cuando se hizo oscuro salimos hacia la montaña con dos carretas y nos escondimos en el bosque. El eco, hacía que oyéramos el ruido de los tiros de balas e incluso de algunos morteros que silbaban a nuestro lado, mientras el boyero, con su mujer y un niño acabado de nacer, continuaban por el camino con la carreta de bueyes. Después de atravesar el río, la carreta nos dejó y empezamos a caminar.”

José Martí el hijo mayor de Josep Figueres, no puede olvidar la imagen de su madre y su hermana de tres años, en silencio, en medio de los sacos de arroz y fríjoles en una carreta, atentas a lo que pasaba.

“Yo me las apañaba bastante bien cogido a la mano de mi madre fi ngiendo no tener miedo, pero Muni, mi hermana, era la típica niña gordita, que tropezaba en todas las piedras, por lo que mi madre la tenía que llevar a hombros. En algunos puntos, el bosque se incendió con el impacto de las balas por lo que la huida era cada vez más difi cultosa.”

“¿Porqué siempre andamos de noche y cuando amanece lo hemos de hacer más deprisa?” Le preguntó a su madre.

“Andamos de noche, para que cuando sobre el horizonte el cielo empieza a

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clarear, si el ejército nos ve empezará a disparar, pues tienen orden de capturarnos. En realidad no se qué hago recorriendo las montañas a punto de ser herida de bala mientras tu padre se esconde en un lejano valle, al frente de una banda de jóvenes, locos revolucionarios. En lugar de estar aquí nos habríamos podido ir a Birmingham, pero tampoco me hace ninguna gracia retornar al hogar opresor de mis padres. Vosotros no estáis acostumbrados y no os encontraríais bien, así que sigamos caminando.”

Les costó doce horas llegar a una casa abandonada donde pasaron el día las dos familias; unos colchones hechos de fi bras de pita constituían las camas. Estaban demasiado cansados para preocuparse por la incomodidad de aquel lugar o el peligro que corrían. Se cubrieron con las colchas que Henrietta, su madre, había arrancado de las camas al emprender el viaje, y se quedaron dormidos.

Cuando se despertaron a la mañana siguiente, les llegó la noticia de que las tropas del Gobierno habían entrado en La Lucha y no encontrando a nadie de la familia Figueres se dedicaron a incendiar todo lo que había: casas, fábricas, escuelas; en fi n, todo lo que era capaz de arder.

“Muni y yo, recuerda José Martí, nos pusimos a llorar; no entendíamos porque nos habían quemado nuestros juguetes. Mi madre sacando fuerzas de donde no tenía, para que nos entretuviéramos y dejáramos de llorar, nos explicaba cuentos, nos hacía camiones, barcas con trocitos de madera y pasteles de barro con la tierra mojada.

El boyero, que con la carreta nos seguía y acarreaba los paquetes, nos dio arroz con fríjoles fríos, pues no podíamos encender fuego por miedo a delatar nuestra presencia. Así pudimos desayunar gracias a que los campesinos siempre viajaban con alimentos cocinados.

Desde de todas partes se oían detonaciones de armas de fuego disparadas por las fuerzas del gobierno, que acampaban en el otro lado del valle. Tan pronto como se hizo oscuro proseguimos el camino. Muni había decidido que no tenía miedo y que podía ir sola en la carreta sentada sobre un saco de fríjoles negros, por lo que nuestra madre sólo tenía que cuidar de mí, vigilando que no me retrasara demasiado.

Después de algunas horas de andar llegamos a un cobertizo donde se ordeñaban las vacas que pertenecía a un propietario de fi ncas rústicas amigo de mi padre, que nos dio acogida. Su esposa, temerosa, no se nos acercaba mucho, pero nos dio un poco de arroz caliente y café.

La casa era una estancia de madera, sin luz ni agua corriente, tan sólo dos

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ventanas con postigos en lugar de cristales la protegían del viento. El suelo estaba sucio, un cerdo rondaba por los alrededores y numerosas gallinas entraban y salían de la casa.

Allí extendimos las colchas en el suelo para intentar descansar un poco.“Vuestro padre tenía razón,” nos dijo aquella noche mi madre, los campesinos no tomarán un arma, pero todos saben de nosotros y nos protegerán. Se conocen el terreno a la perfección, por lo que han podido acompañar el camión que llevaba la bandera azul y blanca, hasta donde nos encontrábamos.

Al bajar del camión, al chófer que nos venía a recoger, mi madre lo reconoció; era un profesor de la Universidad, ahora convertido en revolucionario. Éste le dijo que a los que estaban luchando comida no les faltaba ya que los campesinos les llevaban lo que necesitaban todos los días.

Nos subieron a todos en un camión, a los niños nos taparon con unas lonas sucias, pero todo era mejor que andar. Nos condujo al campamento de los ingenieros norteamericanos que construían la carretera panamericana, esperando que siendo nuestra madre de nacionalidad norteamericana, nos protegieran.

Llegamos al campamento de los americanos; una serie de edifi cios de madera alineados a la manera militar, donde tan sólo permitieron la entrada a nosotros y a nuestra madre, instalando los demás en una especie de caravana fuera del campamento.

El comandante del campamento no entendía cómo una americana estaba mezclada en aquella revolución, hasta que Henrietta le dijo que era la esposa del que la dirigía. La sorpresa fue de desaprobación, pero, a pesar de todo, después de soltarnos un sermón sobre las excelencias de la democracia americana, nos proporcionó una “parca” de las que llevan las tropas norteamericanas en Alaska.

La luz en el campamento era escasa y cuando el sol se escondía el frío aumentaba, pero cuando llovía todo era todavía más triste, así que lo mejor que podíamos hacer era meternos los tres bajo la parca y ponernos a dormir. Pasamos algunos días en el campamento, esperando que, de una manera u otra, aquello acabara.

¿Por qué no dejan entrar al mío primo Ricardo? preguntaba cada día a mi madre; diles que es el único amigo que me queda y que no me quiero separar de él. Como pudo me hizo entender que ellos eran costarricenses y que los americanos no se querían comprometer con el gobierno.

La madre de Ricardo, -hermana de José Figueres- daba café y tortitas a los gringos y así se pasaban el día entrando y saliendo, hecho que de alguna manera los

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protegía, pero todo eso sin dejarlos entrar en zona americana. Yo, que no entendía nada, dice Ricardo, me escapaba siempre que podía a jugar con él. ¡Por suerte la guerra tan sólo duró seis semanas!”

Por fi n, el diecinueve de abril, la revolución se había acabado con un acuerdo que se fi rmó en la sede diplomática de México, evitando así que la guerra se alargara y se mezclaran fuerzas extranjeras de mayor envergadura que las que habían intervenido.

Figueres había ganado. El presidente Picado, y Calderón, junto con los funcionarios del gobierno, cargaron unos camiones con las vajillas, los servicios de mesa, las cortinas, y los muebles de la casa Presidencial y se los llevaron a Nicaragua donde el general Somoza los recibió clamorosamente.

Figueres al fi nalitzar la confrontació armada

Primer comunicado de Prensa de José Figueres desde el cuartel general de Cartago el jueves 22 de Abril 1948

El Comandante en jefe del Ejército de Liberación Nacional declara:

1) Nuestro ejército permitió que se organizara un Gobierno Provisional para pocos días, a solicitud del Honorable Cuerpo Diplomático, para evitar una toma sangrienta de San José por la fuerza.

2) La prensa del país no ha estado bien informada y ha pintado una situación de ambigüedad que no existe.

3) La misma organización que alcanzó la Victoria, asumirá en

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breve el mando total del país y garantizo a los ciudadanos una rápida reorganización nacional y el restablecimiento de la normalidad.

4) Luego se empezará a poner en ejecución los grandes planes constructivos de la Segunda República.

José Figueres Comandante en Jefe

En la página 4 el periódico “La Nación” reproduce las palabras pronunciadas por José Figueres, líder vencedor de la revolución, en sus primeras declaraciones a este periódico.

“Desde 1944 vivió Costa Rica como país ocupado...nosotros devolveremos al país su vida institucional...que cada uno que sea llamado a funciones públicas se olvide de su tranquilidad personal y de sus intereses particulares y corra a prestar sus servicios...es indispensable una nueva Constitución...entretanto se hará cargo del mando la organización que alcanzó la victoria... contamos con la colaboración de todos los costarricenses”.

“Nada más ajeno al temperamento y a las inclinaciones de quienes dirigimos el movimiento libertador que el de introducir en Costa Rica una dictadura militar.”

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FIGUERES GANA EL CONFLICTO ARMADO Y DISUELVE EL EJÉRCITO

¿Ha mirado usted alguna vez el mar desde una colina?¿Ha notado que a medida que usted sube, el horizonte se ensancha?Cada cual tiene su propio horizonte, según su propia estatura espiritual”.

José Figueres

La Revolución había concluido; se había iniciado una nueva era y no importaba quién hubiera ganado, todos habían perdido; las guerras siempre son un absurdo.Ninguno de los hombres que lucharon se sentía héroe por haber ganado; nadie se atrevía a califi car la revolución de calamidad pública o fortuna pública. Aquella confrontación podía ser juzgada por todo el mundo, ya que se había decidido jugar con el destino de los otros. Aquella guerra, como todas, produjo situaciones que más tarde fueron difíciles de comprender.

Después del confl icto, el país había quedado enfrentado. Figueres debía gobernar con una Junta, de la que sería el presidente. El mandato, pactado con el presidente electo Otilio Ulate al fi nalizar la confrontación armada, era de dieciocho meses durante los cuales, por decreto, sería necesario efectuar diversas modifi caciones a las leyes del país.

Figueres, abandonando los odios, las venganzas y los errores del pasado, se dedicó a redactar una nueva Constitución, más adecuada a las ideas y a los problemas de mediados del siglo XX.

Quería fundar la Segunda República; esta era su obsesión, o sea, abolir un estilo centenario de hacer política, sabiendo que su pensamiento nunca sería mayoritario, y sus enemigos el rescoldo de la primera República.

Esta tarea no le fue nada fácil. Los que habían perdido la contienda no se conformaban. José Figueres Ferrer asume la presidencia de la República durante los 18 meses que se había pactado al fi nalizar la Guerra Civil, en calidad de Jefe de la Junta Militar.

En el transcurso de los cuarenta días que duró la confrontación, pudo comprobar lo que se podía esperar de un ejército de seis mil hombres, al que él había derrotado con justo nada más que cuatrocientos voluntarios que no estaban preparados para luchar.

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Ante esta evidencia decidió disolver al ejército, El Perodico “La Nación” anunció un desfi le del Ejército de Liberación Nacional para el día siguiente 1 de Diciembre de 1948 a las 9 de la mañana. Nadie podía prever la decisión que Figueres iba a tomar.

Para ello se celebró un acto público ofi cial con la presencia de todos los miembros de la Junta, los representantes de todas las instituciones y del cuerpo diplomático acreditado. Durante el acto José Figueres derribó simbólicamente la pared del Cuartel de Bellavista, -situado en el centro de la capital- entregando la fortaleza al Ministerio de Educación para convertirlo en el Museo Nacional, con estas palabras:

“El Ejército Regular de Costa Rica, digno sucesor del Ejército de Liberación Nacional, entrega hoy la llave de este cuartel a las escuelas, para que sea convertido en centro cultural.

La Junta Fundadora de la Segunda República declara ofi cialmente disuelto el Ejército Nacional, por considerar sufi ciente para la seguridad de nuestro país, la existencia de un buen cuerpo de policía.

Los hombres que ensangrentamos recientemente a un país en paz, comprendemos la gravedad que pueden asumir estas heridas en la América Latina, y la urgencia de que dejen de sangrar. No esgrimimos el puñal del asesino, sino el bisturí del cirujano. Como cirujanos nos interesa ahora, más que la operación practicada, la futura salud de la Nación, que exige que esta herida cierre pronto, y que sobre ella se forme cicatriz más sana y más fuerte que el tejido original.

Somos sostenedores defi nidos del ideal de un nuevo mundo en América. A esa patria de Washington, Lincoln, Bolívar y Martí, queremos hoy decirle: ¡Oh América! Otros pueblos, hijos tuyos también, te ofrendan sus grandezas. La pequeña Costa Rica desea ofrecerte siempre, como ahora, junto con su corazón, su amor a la civilidad, a la democracia, a la vida institucional”.

Esta decisión histórica hizo posible que se dedicaran a la educación y a la salud los recursos destinados a sostener un costoso ejército nacional. Este fue un hecho de capital importancia y de gran resonancia a nivel mundial para la nueva Costa Rica que se pretendía crear.

Henrietta Boggs, su esposa, nos describe los hechos como ella los vivió:

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“Fue una ceremonia muy emocionante. Las palabras de Don Pepe retumbaron sobre las cabezas levantadas. Explicó que desde aquel momento no habría más ejército, ni marina, ni base aérea. Casi nadie lo aplaudió; consideraban que Figueres se había vuelto loco, ya que todos los países latinos allí representados estaban gobernados por dictaduras y que el ejercito era lo que las mantenía en el poder.

La decisión, no anunciada, fue una sorpresa para diplomáticos, periodistas, escolares y soldados que estaban congregados para celebrar un acto militar con desfi le de estudiantes”.

Sin embargo, ¿Suprimió el ejército por táctica política, o simplemente, acabó con un ejército en consumación?

Lo que sí es cierto, es que la identidad nacional y el mensaje de paz que dio al mundo con esta decisión, quedaron esculpidos para siempre y fue al mismo tiempo una gran inversión y una excelente carta de presentación.

Aunque en aquel momento el país lo tildó de loco, cuarenta años más tarde, aquel gesto se reveló como lo más importante conseguido por los gobiernos de Figueres.

El once de diciembre del mismo año, las fuerzas adictas a Calderón Guardia, armadas y apoyadas por el dictador Somoza de Nicaragua, conociendo que Figueres acababa de disolver el ejército, invadieron Costa Rica, pero éste, contando con la guardia nacional y unos cuantos voluntarios, pudo parar el ataque.

De las medidas que Figueres llevó a término durante los meses que gobernó por decreto, la nacionalización de la banca, el impuesto del diez por ciento sobre el capital, y la Ofi cina del Café reguladora del precio de este producto, todas ellas dirigidas hacia un mayor desarrollo de la clase menos favorecida, no satisfi cieron a la clase acomodada del país, que decepcionados, opinaban que Figueres era peor que los comunistas.

Destinando el presupuesto militar a educación, el país se llenó de escuelas, se crearon comedores escolares, ayuda a los discapacitados a cargo del presupuesto del Estado, y el índice de alfabetización superó el de los Estados Unidos.

Durante su primer mandato adoptó, como mecanismo de defensa, el papel de “líder campesino” o “granjero fi lósofo” y se auto presentaba como un propietario de fi ncas rústicas, que defendía una clase trabajadora adoctrinada por curas muy infl uyentes, que les pedían que se comportaran con más resignación religiosa frente

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a los ricos, y que éstos, cumplieran con sus obligaciones de caridad. Su primer acto ofi cial fue una invitación de la Embajada de los Estados

Unidos. La emoción era perceptible; signifi caba que habían aceptado la Junta que Figueres presidía.

Tenía que ir de etiqueta, y recuerda su esposa: “fue más difícil vestir a Pepe con un smoking prestado, que ganar la guerra.” Aunque le resultaba incomodo y no paraba de quejarse, por fi n quedó vestido y se miró al espejo diciendo: “si en la Embajada creen que soy un camarero espero me den buena propina”.

La recepción fue un éxito, pero Figueres, que siempre estaba distraído, al mismo tiempo que brindaba por el éxito de la Junta tenía que decir unas palabras. No sabía qué hacer con la copa que sostenía en la mano y no encontrando un lugar próximo para dejarla, sin titubear ni un momento y con una elegante sonrisa, la puso en manos del Nuncio Apostólico, quizás con la esperanza de que así desapareciera por decisión divina.

Después de ésta invitación, se fueron sucediendo otras recepciones, y la procesión de los diplomáticos que lo visitaban discurrió sin grandes complicaciones, tan solo salpicadas de pequeñas anécdotas.

Henrietta, su esposa, ya había superado la timidez y su español era cada vez más fl uido; disfrutaba del papel de primera dama. Se había acostumbrado a ir a todas partes con el coche del gobierno, con chófer y en compañía de un guardia vestido de paisano, que sentado en el asiento del detrás llevaba una metralleta. Pero pronto se dio cuenta de que aquello que a Pepe le obsesionaba era el ejercicio del poder, y estaba convencida que los hombres que han sido infectados por el virus del poder político son diferentes a los otros, sus metas son diferentes y sus valores son distintos.

Sabía que el compromiso que había tomado su marido y el cambio que quería llevar a cabo, para crear aquella Costa Rica en la que había soñado durante tanto tiempo, comportaba unas absorbentes exigencias a las que, como líder, se vería sometido y no les permitiría construir una familia en la intimidad y privacidad que ella deseaba.

Estaba convencida que él no cambiaría lo más mínimo su estilo de vida, y en consecuencia, no pudo pensar en otra cosa que no fuera irse y poner fi n así a su sufrimiento. ... y al de él.

La decisión no era fácil; tenía que encontrar una casa en Birmingham, escuela para los niños, un lugar donde trabajar; tendrían que vivir con un ingreso modesto, sin auto, sin empleada doméstica, sin una casa de campo.

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Antes de decirlo a su marido, empaquetó sus libros, su ropa y algunas otras cosas, consciente de que dejaba el matrimonio con lo que había traído para pasar unas vacaciones de verano. Tan sólo una cosa fundamental era diferente: ahora tenía dos niños, José Martí y Muni, que se iban con ella.

Henrietta con sus hijos José Martí i Muni Extraída del libro de Henrietta Boggs “ Me case con una leyenda”

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LA LUCHA: un refugio para pensar

“Y aquí no hay apenas espacio;y tú té calmas pensando que es casi imposible que algo tan grande pueda sostenerse en aquella estrechez”

Rainer María Rilke

A raíz de un Té Deum en la Catedral de San José, al que asistieron los diputados y los miembros del gobierno, el obispo pronunció un sermón muy crítico con la Junta, por lo que las relaciones entre Figueres y la Curia fueron, desde aquel momento, de mucha tensión.

Al fi nalizar el mandato, el 7 de noviembre de 1949, Figueres devolvió el poder a Otilio Ulate, del partido de Unión Nacional ganador de las últimas elecciones, como así lo habían pactado cuándo acabó la guerra, hecho que serenó un poco las tensiones entre el gobierno y la Iglesia.

Durante el mandato de Ulate, Figueres se mantuvo alejado de la vida política y se retiró a su fi nca, convencido que la verdadera lucha, quizás la menos creativa y menos heroica, era la lucha diaria.

La fi nca, en aquéllas casi seis semanas que había durado la confrontación armada con las fuerzas del gobierno, había quedado destrozada, el café saqueado, y las instalaciones todas quemaduras. Se puso a trabajar para que la industria de cuerda funcionara lo más pronto posible y produjera lo sufi ciente para mantener a las familias que estaban viviendo en la cooperativa.

El mismo camino siguieron los ministros, (todos de entre treinta y cuarenta años), que habían formado el Gobierno de la Junta. Al acabar sus funciones todos limpiaron sus escritorios ministeriales y volvieron a sus negocios, ya que ninguno de ellos había estado involucrado en la política anteriormente.

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La casa de Figueres en “La Lucha” en 1998Fotografía de la autora

La Lucha, fue aquella fi nca casi mítica en la que Figueres se retiró para meditar. Sentado en una butaca al lado de la chimenea, leía hasta muy entrada la noche bajo la claridad que daba una luz de aceite, ya que la que provenía de la planta eléctrica era de bajo voltaje, creando una irradiación pálida y mortecina. Debido a la lluvia, muchas veces dejaba de funcionar.

Al anochecer, en aquellas horas de tranquilidad, recogido sobre sí mismo, se dejaba llevar por un proyecto de país aunque en aquel momento fuera imaginario, ya que todo proyecto es un cruce de imágenes y de pensamientos que suponen un anticipo de la realidad.

Aquella habitación silenciosa en aquellas horas de la noche, no lo limitaba, sino que allí superaba todas las barreras de las críticas que, sin duda, tendrá que asumir. No quiere poner límites a la dimensión de su proyecto. La refl exión entre lo de dentro y lo de fuera, le da impulso para empezar a actuar.

Desde aquella estancia solitaria, en su espacio íntimo, soñaba en el día en que los padres de familia pidieran más aulas para sus hijos y podría dejar atrás la lamentable realidad de tener que cooperar con el maestro y con el agente de policía cobrando multas a los padres de familia, porque no llevaban a sus niños a la escuela.

Soñaba en un país, donde todo agricultor que quisiera tuviera tierra propia y

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la cultivara; un país con electricidad y teléfonos, con radios y televisión al alcance de todo el mundo, donde la gente llevara zapatos por motivos de salubridad. Un país con facilidades de crédito, precios estabilizados y sueldos justos. Un país que no tuviera que regalar al exterior los productos nacionales, como el café, y el cacao. Un país con escuelas y colegios, centros de salud y diversión para todo el mundo, aunque unos pocos privilegiados no pudieran tener criados baratos y sumisos, ni tampoco malgastar libremente.

Figueres en su rincón de la LuchaFotografía de archivo

No era un sueño. Creía que esta clase de país era posible.Refl exionaba:

“Tenemos buen clima, buenas condiciones naturales, buena gente. Si trabajamos mejor, y optimizamos la producción agrícola; si defendemos el producto de nuestro trabajo, luchando por precios internacionales; si hacemos que el asalariado se benefi cie con justicia del producto y que el dinero circule por el comercio; si pagamos con honradez los impuestos para poder construir escuelas, caminos, hospitales, y tenemos una seguridad social, si mejoramos nuestro sistema político para que tengamos efectivamente gobierno del pueblo, y no de una clase, podemos hacer aquí, en el centro del Nuevo Mundo, un pequeño país adelantado”.

Figueres en su rincón de la LuchaFotografía de archivo

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Él consideraba que la tragedia de los países subdesarrollados era debida a que la mayor parte de su capacidad humana se desperdiciaba por la falta de educación, de nutrición, y la falta de recursos para la salud. Que la justicia social no puede establecerse simplemente repartiendo bien la riqueza o el ingreso nacional. Un jornalero se podría enriquecer de la noche a la mañana con un billete de lotería, pero no podría llegar a ser persona culta sin recorrer nuevamente, de manera diferente, casi todo el curso de su vida.

Figueres candidato a la Presidencia. Elecciones de 1953Fotografía de archivo

Acabada la legislatura de Otilio Ulate, que respetó y puso en marcha las principales iniciativas de la Junta, el mes de marzo de 1952, al empezar la campaña política para las nuevas elecciones, Figueres se presentó como candidato del partido de Liberación Nacional, que él había creado.

Estaba convencido de que si conseguía ganar las próximas elecciones, podría completar y profundizar los planes de modernización y reformas que había empezado como jefe de la Junta. A estas elecciones se postulaban como candidatos a la presidencia, Fernando Castro, un rico cafetalero representante del más radical conservadurismo, y frente a éste, la fi gura carismática del joven José Figueres, de ideas progresistas.

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Los discursos por radio durante la campaña fueron frecuentes y en poco tiempo, se transformó de guerrillero triunfador en político.

Figueres, que en su primer mandato otorgó el derecho de plebiscito a la mujer, esperaba que este paso, que nadie se había atrevido a dar, le supusiera un aumento de votos, pero se equivocaba. Los hombres que habían tenido siempre una cierta prevención al voto femenino, temían que la mujer cogiera complejo de masculinidad al tomar participación activa en la vida política, y por otra parte, tampoco las esposas de los antiguos dirigentes, amantes de la paz, el orden y la tranquilidad, confi aban en el grupo fi guerista, que según ellas, había dado pruebas con sus métodos de barbarie de no querer la paz de Costa Rica.

El lema de éstas, durante toda la campaña electoral fue: “Las mujeres tenemos que impedir con nuestro voto, que el “fi guerismo” llegue al poder.”

Recordándole las seis semanas de revolución, la campaña electoral fue muy dura. Lo consideraban un desarraigado que no pensaba como costarricense, y lo atacaban diciéndole que había nacido en Costa Rica por accidente y que esperó hasta los treinta años para optar por la nacionalidad costarricense. Era cierto que durante las campañas electorales se identifi có como catalán, y se atrevió a decir:

“Suerte ha tenido Costa Rica de que un catalán como yo viniera a quedarse en este país.”

A medida que pasaban los días, los ataques se hacían más severos, y se le acusaba constantemente de extranjero indeseable, recordándole continuamente los esfuerzos que habían hecho el gobierno y la iglesia para frenar la ofensiva, razonamientos que él se negó a considerar.

Visto el cariz que tomaban los acontecimientos, se optó por quitar la bandera española de los edifi cios pertenecientes a empresas dirigidas por catalanes, ya que según decían sus adversarios, éstos eran leales a José Figueres, a quien tildaban de falangista nazi.

La prensa de aquellos momentos lo defi nía como “bestia apocalíptica”, “asesino sin conciencia y sin Dios”, acusándolo también de extranjero indeseable, y de ser “un peligro para el país”. El diario “La Nación”, que siempre lo atacó, advertía...

“También pueden los costarricenses escoger, para regir los destinos de la República por estos cuatro años venideros. ... y probablemente por muchos más, a un grupo de gente joven, sin experiencia y con la cabeza loca.”

A pesar de estas críticas, el 27 de Julio de 1953, Figueres ganó las elecciones con una mayoría absoluta, consiguiendo el doble de votos que el partido demócrata, que en aquel momento retenía el poder.

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José Figueres, cuyo partido se mantiene a la cabeza el escrutinio provisional para la elección de Presidente de la República, declaró ayer a la prensa lo siguiente:

“Estoy satisfecho y agradecido. Reafi rmo que haremos un Gobierno para todos y que nada deben temer los vencidos. La justa eleccionaria de hoy, ha sido un modelo pues reinaron el orden y la paz dentro de una febril actividad eleccionaria.

Felicito al pueblo costarricense y doy gracias a Dios por la victoria”

“La Prensa Libre” después de “Las Elecciones en Portada”, el lunes 27 de Julio de 1953, publica unas palabras del Presidente electo exclusivas para dicho periódico.

“Creo que ha terminado en Costa Rica la anormalidad política que se inició de 1940 a 1948. Comprendo que el momento es duro para nuestros contrarios aceptar el signifi cado de esta elección. Sin embargo tengo fe en que el futuro cercano les hará ver que estaban equivocados, tanto los que nos combatieron por lealtad al régimen de los ocho años, como los que nos combatieron por temor a la evolución económica y social que nuestro partido signifi ca.

El pueblo ha expresado su aprobación serenamente, su deseo que se acaben aquellas prácticas que condujeron a la división de la familia costarricense. También ha expresado su aprobación a nuestro programa de progreso social, pacífi co y honesto.

De acuerdo con el mandato que henos recibido, gobernaremos evitando la división entre vencidos y vencedores y procurando disminuir la división entre pobres y ricos.

Mi mayor deseo es que la ciudadanía siga trabajando con la misma fe que ha puesto en evidencia durante la campaña política para que podamos, con ayuda de Dios, llenar lo más posible las aspiraciones de todos los costarricenses”.

En aquel momento las perspectivas económicas del país eran buenas. El precio del café en el mercado internacional era elevado, por lo que se encontró con un país preparado para completar y profundizar los planes de modernización y reforma anticipados por la Junta.

Basándose en las ideas de Keynes, que había hecho salir de la crisis a los

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EEUU durante la Presidencia de Franklin Roosevelt, impulsó el sector privado hacia actividades económicas nuevas, aunque en un principio fueran poco rentables. Para impulsar este tipo de economía les proporcionaba acceso preferencial a los créditos, muchas veces contraídos en el extranjero con la garantía del Estado, y que la banca nacionalizada operaba como soporte fundamental.

Eso permitió, entre otras cosas, construir viviendas populares, en las que el Estado tan sólo intervenía como nexo regulador entre las empresas constructoras y los usuarios. También fomentó, mediante ayudas a los campesinos, la producción nacional de alimentos para abastecer el mercado interno con productos baratos.

Figueres había dicho claramente que su política era la de “silos vacíos y estómagos llenos”. Esta frase no era una retórica sino una realidad, pues cuando era necesario, ante cualquier défi cit para cubrir las necesidades de los ciudadanos, el Estado no dudaba en importar los productos directamente para abastecer el mercado de alimentos, que les suministraba a precios baratos.

Para incentivar el consumo y la inversión estableció el pago de una mensualidad extraordinaria para todos los empleados del sector público, medida al principio muy criticada por los empresarios, pero que poco a poco se fue extendiendo a todo el sector asalariado.

La orientación del gobierno iba en dirección hacia una rápida ampliación de la capacidad productiva, y al mismo tiempo, procurar una mejora en la distribución, aplicando un criterio de justicia social, tanto de forma directa subiendo los sueldos, como de forma indirecta creando una seguridad social y centros de salud.

En 1958 se inauguró una planta eléctrica como base para garantizar la electrifi cación del país.

Pero la preocupación fundamental de Figueres, la constituyó el dotar de escuelas y colegios las áreas rurales y la modernización de la universidad, ya que como keynesiano, creía que era más efectivo, incluso a corto plazo, invertir en conocimientos, que en infraestructuras, ya que las nuevas tecnologías crean más puestos de trabajo que la construcción. Con esta idea fundó la Facultad de Ciencias y Letras, y la Escuela de Medicina y con el rector de la universidad hizo un largo viaje por Europa para contratar profesores.

Con unas negociaciones muy duras con las compañías bananeras, consiguió que una nueva compañía, la Standard Fruit Company empezara a operar en la zona de Limón, y logró que la Unitet Fruit Company, no sólo volviera a trabajar en la zona, ya que en aquel momento había casi abandonado las plantaciones, sino que aceptara un nuevo pago de impuestos.

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El año 1954 aceptaron pagar un impuesto del 30% sobre las ganancias y ofrecer un salario mínimo de 2,40 dólares diarios.

La idea por la que Figueres luchó muy a fondo, fue que las empresas de los Estados Unidos en los países subdesarrollados siguieran las mismas normas de conducta que imperaban en su propio país. No lo alcanzó totalmente, pero sí logró un cambio de actitud en las relaciones que mantuvo con estas compañías americanas. Traspasaron al gobierno de Costa Rica el control de los servicios de educación, salud y comunicación en las áreas bananeras, reservadas hasta aquel momento tan sólo a los trabajadores de nacionalidad americana.

En el plano internacional, era una fi gura polémica. Muy mal visto por los dictadores o los gobiernos militares Centroamericanos, que en 1955 volvieron a atacar militarmente a Costa Rica siendo nuevamente rechazados.

En la universidad de Colombia pronuncia un polémico discurso sobre los problemas de la Democracia en América Latina

“Envidio a quien dijo “Yo escribo lo que quiero”. Yo, en cambio, ligado temporalmente a la vida política, difícilmente puedo expresar una opinión sin crear a mi Gobierno algún confl icto. Si hablo de inversiones extranjeras, de colonialismo y de las causas de nuestro atraso económico, se dirá en seguida que mi Gobierno planea la nacionalización de la United Fruit Company para el mes próximo. Si señalo la existencia de un plan hemisférico para el desenvolvimiento económico y la unidad espiritual, inmediatamente se acusará a mi Gobierno de criticar al Gobierno amigo de los Estados Unidos. Y si escribo sobre democracia en América Latina, la deducción puede ser que mi Gobierno está complotando el derrocamiento de varias dictaduras. Esta introducción signifi ca, pues, que los puntos de vista expresados en este artículo no son manifestaciones ofi ciales de la República de Costa Rica, sino más modestamente las refl exiones de un estudiante de asuntos interamericanos.”

La esencia de mi artículo es ésta:a) Los pueblos latinoamericanos están maduros para la

democracia. Han oído hablar tanto de gobierno representativo, elecciones libres, respeto a la dignidad del hombre, división de poderes y de todo el credo democrático, que sería tan difícil erradicar esas aspiraciones como destruir su fe cristiana.

b) No se puede separar los problemas de la democracia en América

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Latina, o en otro lugar cualquiera, de la lucha económica y social, de la tarea educacional o incluso de los confl ictos políticos y militares en el área mundial.

c) Teóricamente, el desenvolvimiento de América Latina, económico, social, cultural y político, puede llevarse a cabo de dos maneras distintas: como un continente separado y una civilización independiente de los Estados Unidos, o como parte integrante del esfuerzo hemisférico general. Yo creo que el segundo es el único camino viable.

d) Un desenvolvimiento hemisférico general implica, para América Latina, la aceptación, o más bien la demanda de la dirección ejercida por los Estados Unidos. Supone también la determinación, por parte de los Estados Unidos, de ejercer una tal dirección, con arreglo a la línea de conducta democrática “occidental”.

e) Las dos principales contribuciones de los Estados Unidos debieran ser precisamente sus características virtudes o aptitudes nacionales: primero, su genio político o la capacidad de sus ciudadanos para convivir en mutuo respeto, gobernándose así mismos, con un objetivo común, y, segundo, sus métodos de producción o la capacidad de su economía para producir mercancías y servicios a un ritmo jamás pensado antes. Quien se sienta desalentado por la supervivencia de dictaduras en América Latina, debiera de tener en cuenta que los pueblos no han cesado nunca de luchar por sus libertades. Desde los tiempos coloniales hasta el momento presente, los latinoamericanos han mantenido viva la esperanza de la libertad a costa de constantes sacrifi cios. Mientras escribo este artículo, muchos amigos demócratas están encarcelados por motivos políticos; algunos llevan más de cuatro años en la cárcel sin haber sido juzgados. Intelectuales y dirigentes políticos, hombres y mujeres, y líderes obreros están siendo torturados o han sido asesinados en plena calle. Millares de personas están desplazadas y languidecen en el exilio: todo eso confi rma la existencia de la tiranía. Pero también confi rma la voluntad de combatirla. Por cada héroe que cae, aparece un sustituto voluntario Hasta en aquellos países, donde el régimen establecido ha decapitado, en las dos últimas décadas, todo movimiento de oposición; donde quebrantando toda balanza de poder, el peso de los armamentos modernos se ha puesto, desde fuera, al lado de los gobiernos y contra los pueblos; donde toda una generación ha crecido en una atmósfera de estupor político, incluso allí, la llama de la esperanza no se ha extinguido y se aviva periódicamente con nuevos derramamientos de sangre.

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Actuando como un malabarista de la izquierda democrática no ocultaba su lucha en pro de la democracia, no tan sólo por convicción, sino porque la política de los Estados Unidos, obsesionada con la amenaza comunista, no hacía ningún tipo de distinción entre democracias y dictaduras, mientras fueran gobiernos amigos.

Aunque no dejó de trabajar nunca para conseguir avances en la sociedad, percibía que la mayoría del pueblo veía con sorpresa la nueva manera de gobernar.

Puede ser por desconocimiento, decía él, o por el bajo nivel de educación popular, consecuencia de la pobreza, resultado de muchos años de insufi ciente ingreso nacional. Dentro del país parecía que su imagen se había erosionado por la avalancha de desquites, venganzas y algún conato de golpe de estado por parte de los que lo ayudaron en la revolución, que querían su recompensa, y también de los que la perdieron, motivo por el que cuándo acabó el mandato en 1958, después de cuatro años, desapareció relativamente de la vida política, y se dedicó a sus industrias y al trabajo agrícola en la fi nca, donde quería experimentar otras maneras de cultivo que la hicieran más rentable.

En 1967 es propuesto nuevamente por su partido a presentarse a las próximas elecciones, volviendo así a la vida política. Durante la campaña electoral recorrió el país para observar personalmente los cambios que se habían producido en la vida nacional.En unas declaraciones a los periodistas antes de las elecciones comentaba:

“Todo ciudadano tiene su propia opinión, y la irá puliendo con el tiempo cuando hablen los hechos, cuando los árboles den frutos y cuando se pueda mirar hacia atrás esta década con la debida perspectiva. Hombres y mujeres tienen que votar, los que piensan de una manera y los que piensan de otra. Los que están conformes con la actual orientación del país y los que desean cambiarla.

Para mí, como presidente, todos los votos son iguales. Lo que los votantes decidan, decidido estará. Si aciertan será para el bien de todos. Si el país llega a tomar un mal camino por voluntad mayoritaria, o por abstencionismo, o por divisiones, la responsabilidad será exclusiva de los votantes, y todos tenemos que aceptar lo que venga. Si Dios me da vida, estaré presente el día del traspaso del Poder, cualquiera que sea el resultado de la elección”.

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Para Figueres, personalmente, esta elección tenía un gran signifi cado, ya que era con ésta que se despedía de la vida política activa. En sus declaraciones continuó diciendo:

“Tengo mucho por leer. No me quedan muchos años de vida... pero quiero que pongan que yo no me saco de decir, estamos en actitud de batalla” ... y hablando de su carácter se expresó en estos términos “los catalanes de San Ramón tenemos fama de bravos”.

En la campaña electoral de 1970, la misma prensa que lo atacaba en 1948 y en 1953, lo defi nía ahora como “el gran ideólogo de la izquierda democrática iberoamericana”. Apreciaba el cambio y la modernización que el país había experimentado durante las dos anteriores legislaturas, a partir de las cuales, los costarricenses habían dejado de ser campesinos cerrados en sus propios asuntos y orgullosos de no tener nada que ver con los otros países centroamericanos, para incorporar un cambio de concepto ideológico, y entender que la democracia de los costarricenses no podía sobrevivir mucho tiempo en una región dominada por el atraso, las dictaduras y la pobreza.

Ésta fue la lección que aprendió Oscar Arias, unos años más tarde galardonado con el premio Nobel de la Paz.

En estas elecciones, consiguió unir grandes sectores campesinos de los que ya había levantado su nivel económico y cultural, y a las clases medias urbanas surgidas gracias a la incipiente industria que se iba creando.

El 1 de febrero de 1970, a los 64 años, fue escogido Presidente por tercera vez con un 55% de los votos emitidos. Como era de esperar asumió el trabajo con miras muy altas, lo que le generó muchos problemas.

Quiso democratizar tanto los niveles primarios, secundarios y sobre todo la universidad, que aunque fue efectiva para atender la demanda creciente provocada por la explosión democrática, el nivel de calidad de la enseñanza se resintió.

En el campo internacional, recogiendo la apertura que practicaban muchos países hacia la Europa del Este, estableció acuerdos comerciales, relaciones diplomáticas y más adelante culturales, con la Unión Soviética.

Esta decisión desencadenó una fuerte oposición, por lo que un pequeño grupo de jóvenes anticomunistas empezaron a entrenarse militarmente en secreto, y mujeres vestidas de negro se manifestaron para enterrar simbólicamente la democracia. Pero el confl icto duró poco, a fi nales de 1971, la embajada soviética

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estaba La intervención del Estado en la economía le permitió crear en 1972 un organismo para asistir a las personas que no se podían benefi ciar del seguro social; erradicó los tugurios distribuyendo viviendas para los indigentes, creó un subsidio para los hijos de las familias más pobres hasta los 16 años. Nacionalizó el ferrocarril del Atlántico y el Estado adquirió el 65% de las acciones de las refi nerías a las compañías petroleras.

Al mismo tiempo siguió luchando a favor de precios justos para los productos agrícolas y minerales del Tercero Mundo. Promovió la formación de la Organización de Países Exportadores de bananas, que no tuvo mucho éxito, puesto que la solidaridad en aquellos países era muy limitada.

Aunque este tercer mandato estuvo cargado de ideas, proyectos y realizaciones, fue excesivamente polémico. La continua experimentación en los cultivos, y la falta de idea de negocio, hizo que sus empresas se fueran endeudando. La confusión, en aquel momento de difi cultades, entre las funciones públicas y el manejo de los fondos privados era evidente. Necesitaba ayuda y no dudó en obtener préstamos de los Estados Unidos, y fi nancieros americanos invirtieron en sus empresas y en el país, pero pronto empezaron a circular noticias de que estos personajes tenían problemas con la justicia y que gracias a Figueres estaban seguros en Costa Rica.

Una ley aprobada hacía poco para que ciudadanos de los Estados Unidos se pudieran ir a retirar a Costa Rica, propició que éstos obtuvieran fácilmente la categoría de “rentistas pensionados”.

También los continuos viajes de Don Pepe sin la autorización de la Asamblea Legislativa molestaban a los diputados. Figueres, por su parte se quejaba de la lentitud de la Asamblea, y por la continua “politiquería” que impregnaba los debates.

Al acabar esta última legislatura afi rmaba:

“Me voy de la presidencia agradecido con todos los costarricenses, porque, dándome apoyo o combatiéndome, han hecho de este humilde agricultor una fi gura democrática. Pero todavía más, porque en la lucha han consolidado el sistema de gobierno representativo, que honra a Costa Rica. La social democracia no es una simple formula, como la dictadura. Es difícil de entender, porque contiene principios éticos. Es una actitud humanística.

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Yo no me preparé en mi juventud para la vida política. Soy más bien hombre de la tierra y de libros. Por sorpresa, una crisis nacional me lanzó a la arena. Sin haberlo planeado, tuve que tomar la palabra, la pluma y el rifl e. Siempre creí cumplir con mi deber.

Cuándo la benevolencia de mis compatriotas me convirtió en su dirigente, analicé mi nueva responsabilidad, y concentré mi pensamiento en los problemas del país, más que en la lucha política.

Empecé por preguntarme cuáles eran las aspiraciones del pueblo en nombre de los cuales me tocaba de actuar. Indudablemente estas aspiraciones son: disfrutar de los derechos civiles, políticos y espirituales, y satisfacer tan bien como se pueda las necesidades de alimentación, vivienda, vestido, salud y educación.

Éstas son aspiraciones a largo plazo. No las puede realizar a plenitud un hombre, ni un gobierno, ni una generación. Pero se puede progresar, y cuando menos, se procura saber cuáles son los objetivos que se buscan, cuáles son los principales obstáculos y cuáles las posibles soluciones.

Al estudiar todo eso, trabajaba con coraje y con amor. A pesar de mis limitaciones personales, he sido feliz en mis tareas. He recibido ayuda y consejo de numerosos colaboradores, muy superiores a mí en sus respectivos campos de actividad.

He visto surgir una generación nueva de hombres y mujeres estudiosos, que van introduciendo la técnica donde antes campeaba el empirismo. Entre todos constituimos la agrupación que nos condujo a la Guerra del 48, fundó la Segunda República, y gobierna hoy por consenso popular y con el pertinente respeto para las minorías.

Hemos sufrido algunas deserciones, pero hemos recibido nuevos refuerzos. El soporte del pueblo no sólo se ha hecho sentir en votos y sacrifi cios, sino también en la lucha más dura, quizás por menos emotiva, menos heroica; la lucha de cada día, la lucha del trabajo individual. La nación entera se ha propuesto superarse.

Por eso me voy satisfecho, sin rencores ni amarguras. Vuelvo contento a mi tierra y a mis libros. Viviré agradecido con mis compatriotas, que tantas distinciones me han prodigado, me iré dirigiéndoles de todo corazón una sencilla y bonita frase campesina: ¡Dios os los pague”!

Aunque intentaron proponerlo para las próximas elecciones, su estado de

salud y su decisión de dejar defi nitivamente la política, hicieron que este hecho no se produjera.

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LA SEMILLA DE LA NUEVA AMÉRICA

Yo dormía y soñaba que la vida era alegría, me desperté y vi que la vida era servicio, serví y comprendí que el servir era alegría

Rabindranath Tagore

En el momento en qué José Figueres alcanzó la presidencia de Costa Rica tenía como objetivo principal transformar un país eminentemente agrícola, que dependía sólo de la exportación del café, con lo que eso suponía de sujeción a las cotizaciones internacionales, en un país que pudiera vivir de una economía diversifi cada y al mismo tiempo conseguir un nivel de cultura que convirtiera a los costarricenses en personas libres, capaces de pensar por sí mismas, y se conformaba con que fuera el más adelantado de los países llamados del tercero mundo.

Este reto que él llevaba en su pensamiento era muy difícil llevarlo a la práctica en un país gobernado desde la conquista por la alternancia de diez cafetaleros, o cultivadores del café, que en ningún caso se podían considerar empresarios.

Casi no existía en el país una clase media que fuera la que diera un impulso a la modernización; se tenía que inventar, por decirlo de alguna manera. Tan sólo había un gran número de pequeños campesinos, mayoritariamente analfabetos, que únicamente trabajaban en la temporada de la cosecha del café.

Con esta perspectiva, resultaba realmente difícil modifi car las estructuras de Costa Rica.

Tal vez el éxito político de Figueres, que no podía esconder los genes catalanes que como ramalazos le salían en cualquier momento, se debió al apoyo que encontró en personas que procedentes de diferentes comarcas de Cataluña, habían ido llegando al país desde comienzos del siglo XX.

Aquella gente diversa, que estaba dispuesta a trabajar en lo que hiciera falta; campesinos, gente con ofi cio y también algunas personas con carreras universitarias, médicos, arquitectos, ingenieros y algún intelectual, eran los que estaban mejor preparados para comprender y apoyar las ideas de Figueres.

Muchos de ellos se dedicaron al comercio, pues aunque no ejercieran

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de comerciantes en sus pueblos de origen, se cambiaron en la emigración. Los que tenían un ofi cio lo ejercieron dedicándose al comercio como complemento. La mayoría de estos emigrantes, al cabo de pocos años, habían conseguido una situación económica bastante consolidada y, muy a menudo, animaban a gente de su familia o compañeros del pueblo a trasladarse a aquel país casi virgen, donde con un poco de esfuerzo, y con la ayuda de los que ya estaban instalados, podían tener un futuro que difícilmente era imaginable esperar en Cataluña.

Muchos de estos emigrantes, cuando llegaban trabajaban inicialmente como dependientes, aguantando situaciones de trabajo ciertamente sacrifi cadas, hasta que reunían un capital propio que les permitiera instalarse por su cuenta. Entonces establecían pequeñas industrias y comercios que se iban multiplicando, especialmente en la capital, pero también en las otras poblaciones del país. Todavía hoy se pueden ver muchos rótulos de establecimientos con nombres catalanes.

La ayuda de los que habían llegado antes, servía como polo de atracción a nuevos jóvenes, como si se tratara de una anilla en una cadena. En el campo de la alimentación como en el de la industria, las relaciones que se establecieron para obtener representaciones de productos españoles y de otros países, constituyeron, en muchos casos, el éxito de estas empresas.

La política de Figueres fue muy bien aceptada por esta sociedad formada por familias catalanas que, agrupadas y relacionadas entre sí por lazos de familia, nexos económicos o por la posición estratégica que mantenían en los centros de decisión, no se cerraron en guetos sino que muchos de ellos llegaron a ocupar sitios relevantes en casi todas las instituciones. Esta interrelación modifi có sustancialmente las estructuras socioeconómicas y políticas del país, creando patrones culturales diferentes a los anteriormente establecidos.

La mayor parte de las imprentas y de la prensa en manos de catalanes, intentaban estar abiertas al pluralismo y a la entrada de nuevas ideas, ya que la cultura del libro, hasta hacía poco, era la que el país había heredado de la colonia: textos devotos y escolares. Poco a poco se empezaron a intensifi car los textos progresistas, los folletines de tema agrícola publicados en el extranjero, y escritos de higiene, así como títulos del pensamiento mes adelantado de Europa.

Esta postura de los impresores catalanes y dueños de diarios, como Andrés Borrasé propietario de “La Prensa Libre,” tuvieron muchos detractores, hecho que les supuso amenazas y actos de violencia, tanto por parte de los defensores de los que hasta aquel momento, sucediéndose como oligarquía endogámica sin oposición, habían gobernado el país, como de la iglesia, que califi caba a esta prensa de ser instrumento de los socios del infi erno.

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Durante los 40 días que duró la confrontación armada fueron muchos los catalanes, que de una u otra manera, ayudaron a José Figueres, no tan sólo haciendo de enlaces, pasando mensajes, información, etc. incluso fi nanciándola. También colaboraron en las campañas electorales de diferentes maneras, eso contribuyó a que Figueres las ganara por mayoría absoluta.

Domingo Flaqué, que había trabajado con José Figueres en la Lucha, era en aquel momento el máximo representante del partido de Liberación Nacional, en la Provincia de Guanacaste, la más alejada de la capital.

En las primeras elecciones ayudó al éxito de Figueres yendo casa por casa a hacer propaganda. Domingo se sentaba en la cocina a hablar con la mujer de la casa; si la convencía a ella se aseguraba el voto de toda la familia. Llevaba siempre encima la cámara fotográfi ca, les sacaba las fotografías necesarias para obtener la inscripción en el censo, llenaba después los impresos para conseguirlo y lo enviaba todo a San José. A los quince días recibía los documentos y volvía a visitarlos para entregárselos. Así se iba asegurando los votos, consiguiendo que todo Guanacaste lo votara.

Costa Rica, después de 1948, se encontró durante cuatro décadas con un Presidente que no solo hablaba catalán sino que apoyaba siempre las iniciativas que este grupo le proponía.

Dada esta circunstancia, los catalanes no vieron la necesidad de crear una sede propia para desarrollar sus actividades, puesto que en aquellos años, en los diferentes ámbitos que conforman la vida de un país, tenían su parcela de poder.

Se celebraban todas las fi estas propias de Catalunya con participación de la colonia catalana: el encuentro montserratí, verdadera fi esta mayor catalana, el centenario de Jaume Balmes, y todavía con más signifi cado, el centenario del nacimiento de Jacinto Verdaguer, al que se adhirieron muchos centros educativos.

Como clausura de estas efemérides se celebró un acto en el Teatro Nacional donde se disertó sobre el poema épico “La Atlántida”. Casi todos los diarios de San José publicaron editoriales o artículos referentes a la celebración de los actos, algunos con el título: “Mientras en España se prohíbe el “Catalanismo” Costa Rica exalta la fi gura de Mosén Jacinto Verdaguer”.

Tal vez el más relevante de los actos que tuvieron lugar en aquellos años, fue la celebración en San José, en 1955, de los Juegos Florales de la Lengua Catalana. José Figueres, Presidente de la República, abrió el acto con un parlamento en catalán, en el que podemos leer palabras como éstas:

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“Vull manifestar la meva satisfacció de trobar-me presidint una Festa dels Jocs Florals perquè, de petit, havia sentit als meus pares parlar d’aquestes coses, i perquè, a través dels clàssics de la Renaixença, m’havia fet càrrec de la importància dels Jocs Florals com a institució vetlladora de la conservació del idioma català en tota la seva puresa.

Ja sabeu que alguns m’han dit que era estranger a Costa Rica perquè porto sang catalana dintre meu. Millor que ho diguessin. Es veritat qu e porto sang catalana a les meves venes, però tothom sap que sóc un català de San Ramon, ja que el destí volgué que naixés en aquesta ciutat de Costa Rica.

M’és molt grat fer constar la meva admiració pel poble català de dins i de fora de Catalunya, que arreu dóna proves de la seva maduresa global. Arreu del món es manifesta ple de seny i de ciència. Quant vaig romandre a Nova York, conegué allà la colònia catalana i els esforços que els catalans fan per a conèixer les millors obres dels escriptors de tot el món posant-les al català.

La tècnica és una amenaça per a la integritat de la cultura, car fent de l’home un autòmat, tendeix a fer parar el corrent de la cultura global dels pobles. Precisamen t, aquesta diversitat d’ara, és un testimoni de que, encara, el foc espiritual es manté encès. Per això crec que dintre d’un mateix estat s’han de fer tots els possibles per mor que les manifestacions culturals de les regions tinguin via lliure, car com més vives siguin, més ric serà el conjunt. La tècnica desitja traspassar fronteres econòmiques per tal de fer que les diferències entre els homes no siguin tan crues com abans, però s’ha de fer per tots els camps de la cultura.

Em sento joiós de portar sang catalana i d’haver nascut en aquesta bonica Costa Rica, perquè així em sento més fort i més divers. Per naixença sóc costa-riqueny i estimo Costa Rica com e l primer dels seus fi lls, sobre tot des del punt on em trobo, però també sento l’atractiu de l’altra pàtria que no conec, però que en sé molts valors.

Traducción:

“Quiero manifestar mi satisfacción de encontrarme presidiendo una Fiesta de los Juegos Florales porque, de pequeño, había oído a mis padres hablar de estas cosas, y porque, a través de los clásicos del

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Renacimiento, me había hecho cargo de la importancia de los Juegos Florales como institución que ha custodiado la conservación del idioma catalán en toda su pureza.

Ya sabéis que algunos me han dicho que era extranjero en Costa Rica porque llevo sangre catalana dentro de mí. Mejor que lo dijeran. Es verdad que llevo sangre catalana en mis venas, pero todo el mundo sabe que soy un catalán de San Ramón, ya que el destino quiso que naciera en esta ciudad de Costa Rica.

Me es muy grato hacer constar mi admiración por el pueblo catalán de dentro y de fuera de Cataluña, que por todas partes da pruebas de su madurez global. Por todo el mundo se manifi esta lleno de juicio y de ciencia. Cuando permanecí en Nueva York, conocí allí la colonia catalana y los esfuerzos que los catalanes hacen para conocer las mejores obras de los escritores de todo el mundo traduciéndolas al catalán.

La técnica es una amenaza para la integridad de la cultura, acaba haciendo del hombre un autómata, tiende a hacer detener la corriente de la cultura global de los pueblos. Precisamente, esta diversidad de ahora, es un testimonio de que, todavía, el fuego espiritual se mantiene encendido. Por eso creo que dentro de un mismo estado se tienen que hacer todos los posibles para que las manifestaciones culturales de las regiones tengan vía libre, cuanto más vivas sean, más rico será el conjunto. La técnica desea traspasar fronteras económicas con el fi n de hacer que las diferencias entre los hombres no sean tan crudas como antes, pero se ha de hacer a través de todos los campos de la cultura.

Estoy contento de llevar sangre catalana y haber nacido en esta bonita Costa Rica, porque así me siento más fuerte y más diverso. Por nacimiento soy costarricense y amo a Costa Rica como el primero de sus hijos, sobre todo desde el punto donde me encuentro, pero también siento el atractivo de la otra patria que no conozco, pero de la que sé muchos valores.”

La segunda parte del discurso la pronunció en castellano:

“Ahora deseo continuar en castellano para que no haya malos entendidos ni falsas interpretaciones. Quiero insistir en la importancia que se ver en estos Juegos Florales, en los que no veo ninguna fi nalidad política,

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sino el anhelo de mantener encendido el fuego del verbo. Precisamente esta Fiesta me da la impresión de que es una llamada a los hombres de todo el mundo para que se acuerden de que, además de las inquietudes materiales, hay las del alma, y de que después de que pase esa marea de angustia que tiene al hombre sin poderse manifestar plenamente, llegará un nuevo renacer que traerá nuevas realidades, imposibles de prever en estos momentos.”

Otro estamento en la vida social, muy importante en aquel periodo, fueron los PP Capuchinos. Eran cincuenta frailes, todos de procedencia catalana y que dependían exclusivamente de Sarriá (Barcelona) desde principios del siglo XX. Trasladaron a América la situación que se vivía en Cataluña, es decir, todas las inquietudes religiosas, políticas y culturales, fruto de la “Renaixença”.

La participación activa de estos religiosos en actos políticos y sociales fue un elemento creador y difusor de cultura en Costa Rica. Organizaban cada año unos pequeños juegos fl orales con un certamen literario; tradujeron al castellano, para recitarlas, las obras de Verdaguer, el cual se justifi caba que no escribiera en aquella lengua, recordando las palabras de Cervantes: “Homero no escribió en latín porque era griego y Virgilio no escribió en griego porque era latino”

La participación en estos certámenes literarios se incrementaba cada año, pero la incomprensión de los nacionalistas españoles hizo que se tuviera que celebrar un certamen similar al de los juegos fl orales, con fl or natural, pero con acento español. Lo presidieron al embajador de España, Don Pio Cabanillas, Mariano Figueres y José Figueres, en aquel momento ex presidente, con el propósito de suavizar las tensiones. A raíz de este hecho Llorenç Vives había escrito en el “Heraldo Seráfi co”, revista de gran circulación entre la colonia catalana, fundada por el capuchino Fray Agustí d’Artesa de Segre:

“Siempre nos hemos distinguido por la sobriedad de nuestras manifestaciones, nosotros somos más de la tierra que los demás, por lo que habríamos de hacerles comprender el porqué no podemos mantener un dialogo con determinados sectores nacionales: no nos podemos entender.”

La colaboración que aquellos frailes recibieron de la colonia catalana se tradujo en aglutinante de las costumbres, legua y cultura de estos emigrantes. Posiblemente, éste hecho puede justifi car que durante estos años no se creara ningún

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casal o centro catalán, ya que no vieron la necesidad de tener un lugar propio para reunirse como en otros países, donde con una pequeña colonia catalana, lo primero que se hacía era crear una entidad que les agrupara.

En el convento de Cartago, la misa del domingo era el lugar de encuentro de los que vivían en el Valle Central. La misa se celebraba en castellano, sin embargo, cada año el día de la Virgen de Montserrat, la misa solemne no se concebía sin la prédica en catalán y el canto del “Virolai” por la escolanía que habían fundado. Mariano Figueres encabezaba cada año la representación de la colonia catalana.

También en el campo deportivo José Figueres en los años que fue presidente, impulsó la función social del deporte, apoyando las iniciativas de Ricardo Saprissa, ex jugador del Real Club Deportivo Español de Barcelona, que de la mano de Antonio Escarré, Director General de Deportes, intentaba dar a través del deporte una formación humana a la juventud, sobre todo a la más marginada, orientándola a una vida más sana. Hasta entonces la práctica del deporte había sido reservada a los sectores mas acomodados, formados por un grupo reducido de jóvenes que volvían de los colegios y universidades británicas.

Estos equipos integrados por jugadores que mantenían una concepción clasista del fútbol eran los escogidos para representar al país en las competiciones internacionales.

El punto de vista de la sociedad de mitad del siglo XX la refl eja el Diario de Costa Rica cuando opina:

“es preferible un equipo integrado por malos jugadores, siempre que todos ellos pertenezcan a sectores acomodados, ya que son los que se pueden pagar los desplazamientos”

Los equipos de las clases más humildes jugaban en las plazas públicas, formando equipos sin ninguna reglamentación, en terrenos sin mínimas dimensiones reglamentarias y muchas veces sin porterías. Aunque la evolución fue muy lenta, con Saprissa empezó otra etapa para el fútbol en Costa Rica, en el que todas las clases sociales podían disfrutar de un entrenador dedicado en exclusiva a su formación, y disfrutar de un presupuesto para poder participar en los torneos fuera del país.

De la misma manera que se preocupó por el deporte, Figueres también lo hizo por la música con el lema: “Para qué tractores sin violines”. Colaborando con el catalán Cesar Nieto Casabó fundaron el año 1973 la Orquesta Sinfónica

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Juvenil, creando un programa para niños y jóvenes, dotándolos de instrumentos que compraba él en el extranjero y que pagaba con dinero del Estado, gasto que no podía justifi car. Esta actuación le produjo muchos quebraderos de cabeza, ya que al preguntarle en el Parlamento con que había gastado cierto dinero, con una salida de las suyas, contestó: “Me los he gastado en confi tes”.

Su forma de gobernar en las tres legislativas como Presidente, el llevar a la práctica las ideas de la social democracia, no fue entendida por los costarricenses, ya que sus proyectos trascendían mucho de los problemas e intereses personales, razón por la que se opusieron siempre a los planes de actuación que estaba llevando a cabo, puesto que nunca llegaron a comprender su mensaje.

Para algunos, continuaba siendo un exaltado español, que lideró una revolución y derrotó a un gobierno formado por una oligarquía a la que estaban acostumbrados. Incluso los que aprobaban su actuación, no aceptaron sus medidas económicas: la nacionalización de la banca, y menos todavía el impuesto del 10% sobre el capital.

Durante este periodo fueron muchos, y de diferentes nacionalidades, los emigrantes que pasaron por aquel país, pero pocos se quedaron; tan sólo los catalanes se asentaron defi nitivamente y mantienen allí sus inversiones. Entendieron la política de Figueres y estaban interesados en contribuir al cambio que estaba llevando a cabo, ante el miedo de una sociedad inmovilista como la costarricense, que no admite muchos cambios ni muchas innovaciones.

Al fi nal de la última legislatura de Figueres, la situación política del país había cambiado. Coincidió en este periodo el traspaso de las funciones de los capuchinos a la iglesia nacional, la muerte de Saprissa y la desaparición de muchas de las sociedades que aquéllos habían creado. Los catalanes, para mantenerse en aquella nueva sociedad que se estaba formando, vieron la necesidad de aglutinarse en alguna institución que les permitiera organizar y celebrar las fi estas, encontrarse con los amigos, hablar su lengua y mantener sus hábitos culturales con libertad. Todo eso los llevó a crear, en 1982, el “Casal Català” en San José.

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1956 - VIAJE SENTIMENTAL A CATALUNYA

Os de Balaguer, “Aquel rincón que tantas veces he oído nombrar en casa.”

Era noviembre de 1956 y desde que acabó la Guerra Civil española, no había venido ningún Presidente de un país en visita ofi cial a Cataluña, pero Figueres era diferente, deseaba conocer la tierra donde nacieron sus padres, y de la que había oído hablar muchas veces.

Con esta visita quería llenar los silencios que formaban parte de su historia, estos silencios que existen pero que se hace difícil hablar de ellos. Dentro de este silencio al cual pertenece desde muy antiguo, se mezclan en él una sangre, hecha de muchas sangres, como recuerda Raimon cuándo canta: “Jo vinc d’un silenci de segles” (Yo vengo de un silencio de siglos)

Por el hecho de vivir entre dos países como si los dos fueran suyos, le hace creer tener derecho a diversas historias. Pero una, es la que se hace patente en estos días; el silencio de la historia de sus bisabuelos, el silencio de la historia de Cataluña, el silencio de las tierras de Lérida. No quiere cortar sus raíces para no morir, pero si, romper las cadenas que lo podrían ligar a su pasado, que no lo dejarían avanzar.

Caricatura de Figueres por Del Arco en la “Vanguardia”

“ MANO A MANO” 1956

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Al bajar del avión, con su segunda esposa, Karen Olsen, con la que se había casado el cuatro de febrero de 1954, aparecía visiblemente turbado. El hecho de pisar esta tierra de la cual desde pequeño había hablado su lengua le emociona, y así lo reconoció en sus palabras, comentando:

“Estas son mis verdaderas raíces, aquí nacieron mis padres, aquí fueron bautizados, aquí vivieron los años de adolescentes y de juventud, aquí tengo mis antepasados disfrutando del sueño eterno. Al pretender darle signifi cado a la vida, alguna vez me había preguntado qué importancia tenía que yo hubiera nacido en esta fecha en Costa Rica.”

Figueres llegó sonriendo después de muchas horas de viaje; eran las doce de la noche cuando el avión aterrizó en el Prat. En el aeropuerto fue recibido por las primeras autoridades: el Gobernador civil de la provincia y Jefe provincial del Movimiento, Felipe Acedo Colunga, el Alcalde José Mª Simarro, el Presidente de la Diputación, Marqués de Castellfl orite, el Arzobispo Gregorio Modrego, el Gobernador militar, el Presidente de la Audiencia Territorial, el Coronel jefe del sector aéreo, el Comandante de marina, el General de la guardia civil, el Jefe superior de policía, algunos Procuradores en cortes, el Rector de la universidad de Barcelona, el Administrador de la aduana, el Presidente de la Cámara de Comercio, el Fiscal general, el Jefe provincial de sanidad y otras personalidades.

Todo eso era insólito para él, que intentaba en todo momento salir del protocolo, saludando en un correctísimo catalán a las autoridades que desde Lérida lo habían venido a recibir. Se encontraba perdido entre tantas caras conocidas y desconocidas al mismo tiempo.

Para él, en estos días, la historia no es sólo la gran meta historia del mundo, ni la que algunos han escrito o promovido. La historia que vive en estos pueblos y en la intimidad de las casas, sobrepasa la de carácter ofi cial. Esta cultura heredada está presente en este hombre, austero, severo, divertido, ingenioso, agudo, ocurrente, mal hablado, anárquico y violento, eufórico y depresivo, revolucionario y empresario, militar y estadista político, escritor y campesino, educador y hombre de cultura, líder internacional que no se resigna a ser catalán de segunda generación, porque entiende que el derecho de cualquier parte del silencio de cada uno no tiene tiempo, pero si la voluntad de conocerlo, y en estos días, la posibilidad de hacerlo.

Conservar su lengua materna, el catalán, le ha llenado el espíritu durante

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toda su vida ya que la historia está llena de lenguaje, y esta herramienta le ha ayudado a llenar estos silencios y le ha permitido descubrir quién es.

“Lo más admirable son los espejos que tan vivamente han refl ejado fi guras que pasaron y... ni rastro: o puede ser que sí, que hay un rastro que nosotros no vemos, pero que el presentimiento, aquel ligero pavor que hace verse por primera vez en un espejo de casa de otro”.

J. Maragall en su poema “Al Forastero”

En medio de aquellos pensamientos, una idea le vino a la cabeza: “Una vez, en un viaje ofi cial a Israel, visitando Belén, una monja de las que cuidan del lugar, me comentó:

“Mostrándome una imagen del niño Jesús me dijo: Este niño Jesús se parece a Usted.” La verdad no sabía a qué se refería. “Si, me dijo: Lo hicieron en Cataluña y nació en Belén. ¿No es así Sr. Presidente?” Pensé que no merecía ser comparado a Jesús, pero que la analogía era acertada.”

Durante los días que estuvo en Cataluña, continuamente le presentaban familia y amigos de sus padres, por lo que pasaba de su lengua vernácula con ellos, al castellano con acento del Caribe, con las autoridades. Se le hacía difícil imaginar cómo podía saber cómo eran sus parientes, sin haberlos visto nunca.

Al ser preguntado si estaba contento de llegar a su “pequeña tierra” contestó “¡Cómo tierra pequeña, tierra grande! Es para mí una gran emoción estar aquí, es la tierra de mis padres.”

Al preguntarle el periodista que si hablaba catalán, Figueres, ironizó, como era su costumbre, diciéndole:

¿”Usted no sabe que la Biblia la escribieron en catalán y después la tradujeron al latín, estropeándola? Conozco todas las calles de Barcelona y casi todos los pueblos de Cataluña, aunque no los he visto nunca. Pero lo seguiré todo: mañana me pasearé a pie por las Ramblas, iré al Tibidabo, iré a Montserrat, donde se casaron mis padres, y veré la “Moreneta”… seguiré la tierra del mis antepasados. Mi padre todavía vive y recuerda muy bien Barcelona. Hace unos años estuvo de nuevo aquí”

Cuando le fue presentado el Rector de la Universidad, el doctor Buscarons, el presidente Figueres exclamó con visible amabilidad. “La universidad de mi padre. Aquí estudió la carrera de médico e hizo algún curso de electroterapia después de acabar.”

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Pero visitar Os de Balaguer era la ilusión que mantenía desde hacía muchos años. En su memoria tenía un cúmulo de imágenes y recuerdos, descritos por su padre muchas veces. Sabía de sus calles tortuosas y empinadas, sus casas de piedra muy antiguas y escalonadas, que al contemplarlas le causaron una impresión que lo cautivó por el contraste con los pueblos de Costa Rica, que son cuadrados y todo es mucho más suave.

El ocho de noviembre de 1956 el pueblo estaba desbordado de gozo ante la visita de un Presidente hijo de un ciudadano del pueblo, que vivía todavía en el recuerdo de muchos de sus conciudadanos.

A la entrada del pueblo, lo esperaban las autoridades locales y todo el vecindario pegado a ellos. El casco urbano estaba profusamente adornado, y un arco con una guirnalda de hojas verdes a la entrada, daban la bienvenida a la comitiva.

Había desaparecido ya el sol. La atmósfera de las horas bajas estaba limpia de la más mínima niebla, por lo que se dibujaban con precisión los lugares más lejanos. Se podía observar el castillo medieval destruido, donde su padre con sus amigos jugaban al escondite entre las piedras y la maleza que la naturaleza y el descuido había acumulado con los años.

Todo el pueblo permanecía expectante. Las campanas de la Iglesia anunciaban la llegada de los motoristas seguidos del coche del Presidente y de los que formaban el séquito que lo acompañó desde Lérida, donde había llegado por la mañana.

Entre las autoridades leridanas que formaban parte del séquito, fi guraban al Gobernador civil y Jefe provincial del movimiento, camarada Fernández Galar, el presidente de la Diputación, Sr Hellin Sol, el General Gobernador militar Sr. Moreno Muñoz, que recibieron al presidente de Costa Rica, don José Figueres, que llegó acompañado del consejero nacional del Movimiento y procurador en Cortes camarada Fontana; el segundo jefe de protocolo del Ministerio de Asuntos exteriores Sr. Espinosa, el Sr. Bernardo Campo del mismo departamento, el Coronel Sr. Ponce de León de la Casa Militar de su Excelencia el Generalísimo Franco, el Cónsul de Madrid, Sr. Rubinat y el Cónsul de Costa Rica en Barcelona, señor Alejo Buixeres.

A la llegada al pueblo, Figueres rompió todo protocolo, dando la mano a todo el mundo y repitiendo el mismo saludo:

“Mucho gusto. Muy agradecido.” Todos querían saludarlo y explicar de sus abuelos, y al mismo tiempo comentaban con sorpresa “habla en catalán...” Todavía muchos recordaban a sus abuelos que habían llegado a Os para regentar la escuela

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y vivir en ella, y que por su simpatía fueron muy bien acogidos por todo el pueblo. Todavía hoy recuerdan a la maestra, por como enseñó a niñas y madres a remendar las piezas de ropa de vestir.

Figueres en el monumento a la sardana en Montjuic BarcelonaFotografía facilitada por el diario “La Vanguardia”

Quería visitar la escuela, una casa de aspecto humilde donde nació su padre. Una casa con un portalón de medio punto enmarcado por anchas y macizas piedras, servía de escuela y de vivienda de los maestros. En la clase, las mismas mesas donde de niño se sentaría su padre; parecía que el tiempo no hubiera pasado, los objetos no habían cambiado, se mantenían casi iguales, quizás un poco desteñidos.

El maestro y la maestra, que regentaban la escuela en aquel momento, le esperaban impacientes y al mismo tiempo preocupados por el tratamiento que exigía el protocolo, pero eso se alteró al llegar el Presidente, que afable y sencillo entró en el aula y agradeció la inscripción de bienvenida que con fl ores habían combinado los colores de la bandera de Costa Rica.

Durante la visita tuvo siempre una frase amable con todos los que se le

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acercaban a saludarlo, que eran muchos. Desde el balcón del Ayuntamiento, y en catalán, ante el estupor de los congregados por estar prohibido su uso en actos públicos, manifestó su agradecimiento profundamente conmovido por la fi neza y cordialidad con que lo habían recibido, mientras la Guardia Civil iba arriba y abajo del pueblo sin saber mucho que hacer, pues el Presidente había manifestado que no necesitaba ningún tipo de protección ya que en su país no la tenía. Tampoco el obispo y las autoridades que lo acompañaban sabían exactamente qué papel tenían que representar. Figueres llamaba la atención por su simpatía y por su sinceridad; daba la impresión de ser un viejo conocido.

El alcalde leyó unas palabras de bienvenida entregándole un pergamino en el que constaba el acuerdo del Ayuntamiento de nombrarlo hijo adoptivo de la villa, y un extraordinario Cristo del escultor Leandre Cristòfol, cortado en acebo de la Sierra de la Guineu, de Os de Balaguer, sobre una cruz de roble americano, con la siguiente dedicatoria: “Al señor presidente de la República de Costa Rica con todo el afecto de un hijo de Os de Balaguer. Leandre Cristòfol”.

Estos obsequios dieron pie a nuevas palabras de reconocimiento. Lo despidieron después de ofrecerle un vino español con la frase del poeta Maragall: “Dios le dé un feliz regreso”

El desarrollo de la jornada superó, por la emotividad y entusiasmo, los detalles y horarios del protocolo, y por la cordialidad mutua entre el ilustre visitante y los habitantes de estas tierras que vieron nacer a su progenitor, al médico Figueres.

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Recortes de prensa de los diarios de Barcelona y de Lleida

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Fuera de toda formalidad manifestó:

“En costa Rica me dicen que soy extranjero porque llevo sangre catalana dentro de mí. Mejor que lo digan. Es verdad que llevo sangre catalana en mis venas, pero todo el mundo sabe que soy un catalán de San Ramón, ya que el destino quiso que naciera en esta ciudad de Costa Rica. Me siento orgulloso llevar sangre catalana y haber nacido en la bonita Costa Rica, porque así, me siento más fuerte y más diverso.

Por nacimiento soy costarricense, sobre todo en el punto en que me encuentro, pero también siento un gran atractivo por esta patria que no conocía pero que de ella sé de sus valores. Visitar Reus donde nacieron mis abuelos, Hipólito y M. Rosa, unos modestos comerciantes de jabones y aceites, que se trasladaron a Sants (Barcelona) en donde nació mi madre, lo he deseado toda mi vida, donde he vivido mentalmente los acontecimientos de este pueblo, sabiendo que aquí tengo mis parientes

Una vez cuándo yo era muy joven, vi en Nueva York unas pinturas de Fortuny. He admirado siempre la obra del gran reusense, y conozco de él todo aquello que he tenido ocasión de ver. Será para mí una gran satisfacción poder conocer las obras aquí, en su tierra, que es la mía.”

“Mi madre me había explicado muchas veces que tenía una tía que vivía con ellos y que estaba en Reus, en verla, se hizo realidad el recuerdo que tenía. Tía Pancheta es una de aquellas tías que tenemos todas las familias que son verdaderas instituciones y que tienen la simpatía de todos sus miembros. Hasta ahora había sido para mí una especie de personaje literario, de éstos que uno encuentra en las novelas, pero que nunca crees que puedan ser realidad”.

Estos días, todo lo que hace referencia al Presidente Figueres cobraba viva actualidad e interés, dado que era el primer magistrado del Poder Ejecutivo de una nación centroamericana que visitaba España, y por el hecho de estar íntimamente ligado por lazos de parentesco con numerosas familias catalanas.

En Madrid, se vio materialmente asediado por los periodistas a quiénes trataba con gran deferencia, diciéndoles: “Gracias a Ustedes nos conoce el pueblo, no me molestan nunca”.

La visita fue del todo protocolaria. En el Aeropuerto fue recibido por el Generalísimo Franco acompañado de su esposa, del presidente del Consejo del Reino, presidente de las Cortes, el Patriarca Obispo de Madrid Alcalá, el presidente

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del Consejo de Estado y del Tribunal supremo, el Capitán General, el Alcalde de Madrid, el Presidente de la Diputación. A su llegada una banda militar interpretó los himnos de Costa Rica y de España.

Fueron alojados en el Palacio de la Moncloa, y el Jefe del Estado, el general Franco, les ofreció una comida en el Palacio del Pardo, en la que algunas incidencias marcaron este encuentro.

Al preguntar Figueres por los obreros que estaban construyendo el Valle de los Caídos, sin contestarle, Franco llamó a un camarero y le dijo: “Al Sr. parece que no le apetece la comida que le hemos servido, sírvale otra cosa”.

Durante su estancia en Madrid, no dejó de mostrar su simpatía por Cataluña, y no perdió la oportunidad que le daban los periodistas para poner de relieve su disconformidad con el abuso de poder y de los que atropellan la dignidad humana.

La prensa de Madrid lo defi nía como “un hombre de unos 50 años, delgado, de estatura media, nariz aguileña y frente ancha, que no tiene aspecto militar ni en su manera de accionar ni en su manera de comportarse y que en cualquier vagón de primera de un tren español lo confundirían con un simpático comerciante de ropas de Terrassa si se tratara del expreso de Barcelona, o si fuera un rápido de Irún con un bromista fabricante de Bilbao. Físicamente, es el prototipo español, aunque su dulce acento lo delata”.

Comentó a los periodistas: “En Costa Rica aunque no hay grandes pilares en arte y literatura, en las ciudades no existe analfabetismo ya que todas las enseñanzas hasta la universidad son gratuitas. Tal vez en el campo es más difícil de controlar, pero se han dictado normas para que ningún niño salga de la escuela antes de determinada edad.”

Consideraba que la prensa española era muy poco beligerante con los políticos, al revés de Costa Rica, donde a él se le combatía abiertamente con crudeza y sin tregua, por lo que el pueblo se llegaba a cansar de leer siempre lo mismo.

“No sólo me combate la clase adinerada, dice Figueres, que es la que tiene la mayoría de la Prensa sino también los comunistas que pregonan la democracia, pero que la imponen por la fuerza. Un comunista fue el que me increpó cuando derogué una disposición de 1934, que discriminaba a los negros y les impedía alejarse en más de cincuenta kilómetros de la costa atlántica.

El primer negro en aparecer en una papeleta electoral en Costa Rica escandalizó a nuestro héroe nacional, un brillante científi co costarricense

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el Dr. Clodomiro Picado quien escribió: “¡Nuestra sangre ennegrece!, y de seguir así, del crisol no saldrá un grano de oro sino un trozo de carbón. Quizás todavía sea tiempo de rescatar nuestro patrimonio sanguíneo europeo que es lo que posiblemente nos ha salvado hasta ahora de caer en sistemas de africana fi la, ya sea en el político o en afecciones que imitan el arte en tristes formas ridículas. No le extrañe que nos demos de puños.”

“Los cuatro años que me toque gobernar, mi posición será fi rme; mi partido es nacional con un sentido limpio y serio de la democracia. Al acabar la legislatura, me iré a mi casa, ya que no está permitida la reelección, pero no importa, los hombres cambian, pero las ideas permanecen.”

Figueres no podía dar crédito a los recibimientos que se le dispensaron como ilustre estadista americano después de haber sufrido los más duros ataques durante la campaña electoral, en que le recordaban en todo momento que aquélla no era su patria; que nació en Costa Rica por casualidad, y que su candidatura estaba secundada por extranjeros. A pesar de todo salió ganador por una amplia mayoría.

Año 1956Ayuntamiento de Os de Balaguer

José Figueres con el alcalde Sr. Goixart a la derecha El Gobernador civil de Lèrida Sr. Ferandez Galar

Año 1998José Figueres

Ayuntamiento de Os de BalaguerLos Reues de España D. Juan Carlos y Dña. Sofía

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FIGUERES QUIERE DAR A CONOCER SU PAÍS

“No somos localistas. Pero nos negamos a entregar a compañías privadas extranjeras el control de nuestros servicios públicos que constituyen un sector importante de nuestra soberanía económica, y que no deben ser objeto de lucro sino de bien común”.

José Figueres Ferrer

En 1970, después de una campaña electoral cargada de continuados ataques, Figueres acababa de ganar por tercera vez la Presidencia de la nación. Aunque no tuvo la fuerza de las anteriores, tampoco estuvo absenta por parte de la oposición de recursos electorales, así como la transmisión de una antigua grabación de la que habían recortado frases y palabras de una vieja cinta, haciendo un montaje como si fuera una disertación entera en que aparecía él opinando lo contrario de aquello que siempre había pensado y contradiciendo la trayectoria de su vida.

Esta legislatura se preveía complicada, por lo que al cabo de unos meses, recurre a una gira para visitar diferentes capitales europeas. El motivo era dar a conocer su país y encontrar lazos de amistad y cooperación económica. El malestar de los diputados por los frecuentes viajes de su presidente era evidente, mientras que él se quejaba de la lentitud de la Asamblea para tomar decisiones.

De estos viajes, marcados por intereses económicos, consiguió importantes préstamos internacionales para la modernización de las telecomunicaciones y las construcciones hidroeléctricas, entre otros. Consideraba que no habría manera de desarrollarse y salir de la pobreza mientras los pocos negocios grandes del país estuvieran en manos de economías foráneas, y ellos se quedaran tan sólo con los negocios pequeños, ya que de esta manera estaban siendo convertidos en un ejército de empleados del exterior en lugar de ser propietarios de su país.

En Madrid, de paso en una de las giras europeas, con su dosis de buen humor comentó:

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“Los catalanes de San Ramón tenemos fama de bravos, pues aunque siempre leo el Quijote antes de meterme en la cama para levantarme de buen humor, creo que tal vez fue una quijotada disolver el ejército y quedarnos tan solo con una policía que, como mucho, nos puede preservar de una insurrección de los pobres contra los ricos. Pero muy a menudo me pregunto: ¿cuánto tiempo podremos confi ar en esta policía, compuesta por hombres pobres? Es una cuestión que no me atrevo a plantearme ni a mí mismo”.

Con los periodistas españoles revela que la campaña política de 1968:

“Ha sido una época de histeria y de confusión; había pesadez en el ambiente, había que aclarar unas cuantas nubes, para que se serenaran los ánimos. Uno de mis proyectos era iniciar relaciones con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, pero un movimiento denominado Costa Rica Libre se dedicó a organizar una larga campaña en contra y se me etiquetó como un traidor a la patria, sin considerar que el hecho de que tengamos diferentes ideas, no quiere decir que no podamos comerciar.

Creo que nuestro café nunca fue mejor vendido que cuando lo enviábamos a la Alemania nazi, y comprábamos allí mercancías pagadas con bonos de compensación, que se llamaban aski-marks.”

Afi rmando: “Si estas relaciones con la Unión Soviética para colocar los

excedentes de café, tienen que convertirnos a todos los costarricenses en comunistas, no es culpa suya; tal vez sea debilidad espiritual nuestra, cosa que quiere decir que sólo llevamos en la epidermis nuestro credo democrático”

En Madrid, Figueres comentó que España entraría en un periodo muy interesante para los pueblos hispanos si se consolidaba la fi gura del futuro rey. Aprovechó para explicar cómo estaban las relaciones de los países hispanoamericanos con Estados Unidos.

Recuerda que en una visita del Presidente Nixon al hemisferio sur, un venezolano le escupió, causando este acto una gran inquietud en los Estados Unidos. Figueres, que se enfrentaba continuamente a los dirigentes sindicales iberoamericanos

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que vivían en las ciudades, y se olvidaban de los millones de campesinos a los que no llegaban los benefi cios del progreso, aprovechó la invitación del Comité del Congreso de los Estados Unidos para dar una conferencia, para salir en defensa del venezolano diciendo:

“Nosotros, los latinoamericanos, estamos cansados de la falta de interés por nuestros productos. Cada vez que hemos sugerido algún plan para estabilizar los precios a un nivel justo, vosotros nos contestáis con divisas de economía, con novedades como la ley de la oferta y la demanda o la del sistema de la libre empresa, o con insultos como el de ¿No os pagamos ya bastante dinero?

No pedimos limosna, sólo queremos que se nos pague un precio justo cuando proporcionamos algún producto necesario para otro país. Eso nos sería sufi ciente para vivir, para levantar nuestro capital y para seguir adelante con nuestro crecimiento. Pero cuando se han gastado todos los medios para hacerse comprender, el único discurso que queda es escupir.”

Este discurso de Figueres al Congreso americano, no tuvo consecuencias negativas en las relaciones con los Estados Unidos, pero tampoco se arreglaron mucho las cosas.

En Costa Rica, hablando de la legislatura que se iniciaba, Figueres expuso la idea de acabar con la inefi ciencia, o sea, la inefi cacia burocrática. Quiere luchar contra el exceso de leyes y reglamentos. “No necesitemos más que las indispensables. Sin embargo... por Dios... dejemos de rodearnos de tanta palabra muerta que sólo sirve para oxidar el sistema administrativo.”

“Todo funcionario del Estado -digo del Estado deliberadamente porque incluye todos los organismos, autónomos o no- que por el hecho de que inmediatamente que se ponga en marcha un asunto de evidente conveniencia, se salte un reglamento e incluso una ley, me tendrá a mi por cómplice, y que nos lleven juntos a la prisión, para ver si las cosas funcionan.”

“Aquel país, acostumbrado a seguir el ritmo de la naturaleza y a resolver los problemas económicos conforme se van presentando, no hay manera que las cosas avancen; el sector empresarial se impacienta y se siente frustrado al ver que en los mecanismos del gobierno, sobra todo lo que oxida y no hay quien aceite. Aceitemos y no oxidemos, tendría que ser el primer lema de la nueva legislatura”.

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Los periodistas, que tenían noticias del hecho de que Figueres había ayudado a Fiel Castro, le inquirieron sobre el tema. Confesó que había enviado armas a Castro ya que veía con simpatía la revolución que estaba llevando a cabo y que acabada la revolución, Fidel lo había invitado a compartir la victoria en la plaza Roja.

“Cansado de oír discurso tras discurso diciéndoles a los cubanos que todos serían felices y casi millonarios, me dieron el micrófono para que hiciera la alabanza de la revolución.

Tal vez no les gustó lo que estaba diciendo porque me quitaron el micrófono, no me dieron tiempo a decir que aquélla no era la revolución que yo esperaba.

Quizás yo hubiera hecho lo mismo, no creo que hubiera permitido criticar Costa Rica, y aunque me parecía que aquel chico tenía buenas intenciones, éstas no siempre son sufi cientes. Creo qué Fidel estaba un poco confundido, ya que convirtió la revolución en una dictadura. Incluso quizás creyera que dejaba de ser honesto con el pueblo y con él mismo. Tal vez le faltó el hombre que prosiguiera lo qué Fidel empezó.”

Durante su corta visita a Barcelona, en algunas de las entrevistas, al preguntarle a los periodistas: ¿Se ha dicho que el país que Vd. preside es la Suiza americana? Sin titubear respondió:

“Quizás es por el verde, ya que económicamente, nos quedamos muy lejos de serlo. Comparativamente sería más exacto decir la Cataluña de aquel continente, entendiendo en este caso, una comunidad que tiene, dentro del complejo hispano de la que forma parte, unas características propias”.

Al fi nalizar su estancia en Barcelona, en nuestro país la fi gura de Figueres se vio como una simbiosis de las cualidades que pueda tener como catalán, junto en las de origen castellano que tienen los pueblos hispanos, y le desean muchos éxitos en esta nueva etapa ya que para llevarla a feliz término, necesitará de todas las virtudes, las catalanas, las castellanas, las costarricenses y de otras más, ya que la etapa se le presenta difícil.

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1985. FIGUERES RECIBE EL PREMIO “CATALUNYA ENFORA”

Pasaron muchos años desde aquellas visitas a Catalunya. Los tiempos habían cambiado y la democracia se había constituido como forma de gobierno en nuestro país.

Figueres, a lo largo de su vida recibió condecoraciones de varías naciones Latinoamericanas, fue condecorado en Italia, y en España, en 1975, le concedieron la Gran Cruz de Isabel la Católica. Era miembro de honor del Instituto de Cultura Hispánica y socio honorífi co del Circulo Catalán en Madrid.

Pero el premio que más lo llenó de emoción, fue el que se denominaba “Catalunya enfora” que le entregó el Presidente de la Generalitat, Jordi Pujol el año 1985, premio que se otorgaba cada dos años a la personalidad catalana que más se había distinguido por su aportación al desarrollo de los países iberoamericanos y que al mismo tiempo hubiera mantenido la lengua catalana como lengua propia, recordando y conservando sus raíces.

Jordi Pujol destacó del galardonado, su lucha en defensa de la libertad, y sobre todo, su gran preocupación por los problemas concretos de las personas.

“Sin conocerlo mucho, dice Pujol, porque no estábamos lo bastante informados de lo que pasaba en aquel país centroamericano, sabíamos que era un personaje muy popular por su forma de gobernar, con un estilo muy catalán. Una fi gura valiente y también mítica, vista con simpatía desde Catalunya por haber conservado y recordado sus raíces”.

Figueres se expresó en catalán durante su parlamento en la ceremonia. Al recoger el premio, agradeció a todos los que en Catalunya hicieron posible que el catalán se hubiera mantenido, durante unos tiempos tan difíciles como los de la dictadura.

“Yo he hecho lo que he podido, dice Figueres aunque mi catalán sea más de un estilo popular que culto, y a pesar de todas las amistades e infl uencias después de muchos años de gobierno, sigo considerándome un “pagés català”; es el título que más me gusta”.

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Aunque muy delicado de salud quiso aprovechar, ya que había atravesado el Atlántico, para recorrer algunas ciudades de Europa. Su hijo primogénito, José-Martí, que lo acompañó todo el viaje, comenta:

“En Rusia, visitando Leningrado quería conocer el Palacio de Verano. Sentados en torno a una mesa, la directora, junto a un traductor ofi cial, que más tarde supimos que era un comandante de la K.G.B, nos iba explicando detalles del Palacio; de sopetón nos dimos cuenta de que Don Pepe estaba bajo la mesa averiguando si la madera de roble del suelo era la misma que él tenía en La Lucha.

En Samarcanda, mientras yo recogía las maletas, oí un escándalo detrás mío y al girarme vi. la siguiente escena: Don Pepe estaba arrodillado en el suelo estirando una planta de un parterre, mientras un soldado mongol, bajito y fuerte, lo apuntaba con un fusil. El traductor de la K.G.B. le explicó que aquel señor era un ex presidente de un país. Acabó arrancando la planta, y yo la carreteé todo el viaje hasta que Don Pepe la plantó en La Lucha.

¡Así era él! No le importaba lo más mínimo el protocolo; si le interesaba una cosa determinada, pasaba totalmente.

Lo que no olvidaré nunca, comenta a su hijo José Martí, es el trofeo que le entregaron a mi padre en Barcelona. Una preciosa escultura de Subirachs, de ocho kilos de peso, y que a mí me tocó transportar durante todo el viaje, que empezamos en Barcelona y seguidamente recorrimos quince países. ¡Sé lo que pesa una recompensa!”

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FIN DE UNA ETAPA

“Es fácil juzgar mirando atrás. Si las cosas pudieran hacerse dos veces, si la historia fuese como el drama, donde cada acto se ensayara varias veces, todos seríamos mejores actores.”

José Figueres Ferrer

Tolstoi y Figueres. 1990 de “Revista Universidad”

Se acercaba el fi nal de su última legislatura: la pobreza y las dictaduras eran una constante en los países vecinos.

El presidente Reagan sustentaba la idea de instalar una base militar norteamericana en Costa Rica. Figueres, ante la insistencia del presidente americano, consiguió reunir miles de costarricenses en una marcha contra la base y a favor de la paz, manteniendo el país neutral y sin ejército.

La lógica de Figueres era abrumadora:

“Es fácil decir, organizamos un ejército para defendernos; pero no somos ni dos millones y medio, y eso no da, por más impuestos que se cobren, ni para comprar un avión de combate al año.”

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En su último mandato, aunque consiguió grandes avances para el país, dado su carácter, las relaciones con la Asamblea Legislativa fueron confl ictivas muy a menudo.

Se quejaba de la lentitud de la Asamblea y veía que el país no avanzaba como él habría querido, por lo que insinuó en un momento dado, volver a dirigir el país por decreto. Este hecho provocó grandes enfrentamientos.

Para defender sus ideales, Figueres vivió entre constantes tensiones familiares que serán casi permanentes los últimos años de su vida.

Se había casado en 1954 con Karen Olsen, con la que tuvo cuatro hijos, José M. Mariano, Karen y Kirsten. José M. fue el único de sus hijos que se dedicó a la política y llegó a ser Presidente en 1995. Tuvo dos hijos más, reconocidos legalmente, que vivían en Suiza, José Martí i Mascha.

En 1974, en los últimos días de su mandato como presidente, se sentía solo; el ambiente familiar se le hacía a menudo insoportable, y estaba cada vez mes deseoso de convertirse en un ermitaño. Continuó en la Lucha, donde era feliz, rodeado de la gente que siempre había estado a su lado, simples campesinos pero amigos de verdad, pero la familia no le permitió seguir viviendo allí como habría sido su ilusión.

La asistencia médica que necesitaba estaba muy lejos de podérsela ofrecer en aquel destino apartado de toda civilización. Con más comodidades y atención, vivía en una casa donde, a lo lejos, podía contemplar la ciudad de San José, y donde pasaba mucho tiempo con poca o ninguna compañía. Abstraído con sus pensamientos, no se daba casi cuenta de que se hacía de noche, y que al caer la tarde no entraba luz natural en la habitación. Con alguna difi cultad se incorporaba a buscar el interruptor. Con las piernas sobre una mesilla de madera, jugaba con un par de gafas mientras otras le colgaban del cuello.

Le preocupa que a los hombres, en Costa Rica, les faltara pensamiento, meditación y soledad, y percibía que los políticos decían lo que esperaban que el público quisiera oír. De los pensamientos que intentaba transmitir, se desprendía que no temía a la muerte, pero tampoco la celebraba; consideraba que la vida es el mayor de los bienes y que la había vivido intensamente.

“Para mí cada día ha sido una oportunidad para crecer espiritual e intelectualmente, para refl exionar sobre la vida y sobre el destino del ser humano, y sin perder el optimismo, intenté construir caminos de emancipación para mi pueblo”.

Se daba prisa al actuar como si ya estuviera viviendo a la eternidad. Tan sólo una frase se le oía alguna vez: “Intento que los hipócritas, mentirosos y vagos no se me acerquen.”

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Poco a poco se fue transformando en un ídolo con pies de barro, pero a pesar de esto, cuando hablaba aunque era difícil adivinar qué partes de su discurso iban en broma y cuáles las decía seriamente, todo el mundo centraba su mirada sobre aquel hombre pequeño de estatura, delgado, pálido, de rostro aquilino por su gran nariz, por su frente amplia por sus ojos verdosos, por su barbilla enérgica.

Sus contrasentidos, sus paradojas y sus genialidades formaban parte de esta expresión: “Son cosas de Don Pepe.”

Figueres, que en el transcurso de su vida necesitó siempre de un referente con quién sentirse identifi cado. En su última etapa fue Tolstoi uno de sus horizontes espirituales. Eran muchas las coincidencias con el escritor ruso. Los dos dejaron la universidad antes de haber concluido los estudios. Pensaban que su concepción del mundo ya estaba determinada, que habían comprendido el sentido de la vida y habían decidido la orientación que debían dar a su existencia.

En contacto con la naturaleza y con la gente humilde, reafi rmaban sus ideales de sencillez, evitando toda manifestación de lujo; se extasiaban ante la naturaleza y adoraban la vida simple del campo, aunque no admitían la miseria como un hecho natural del orden económico.

Para Figueres, “La Lucha” puede simbolizar el crecimiento de un país joven, y para Tolstoi “Yasnaia Poliana”, la renovación de una Rusia milenaria. Por diferentes razones los dos participaron en la guerra; pero los dos la condenaron. Tolstoi renunció a la carrera militar y Figueres con la victoria y el poder en sus manos, proscribió el ejército.

Don Pepe murió a los ochenta dos años, el 8 de junio de 1990, y fue enterrado como y donde él había pedido en reiteradas ocasiones, muy cerca de “La Lucha”, en el Cementerio de Cristo Rey, un humilde cementerio a cuarenta dos kilómetros de San José, en el campo, en silencio, con su gente, al lado de Natalio, aquel hombre que representaba a aquéllos campesinos, educados no en la escuela sino en La Lucha, que siempre, en los momentos más difíciles, estuvieron en su lado. Luchadores y leales hasta la muerte; en el confl icto del 48 no estuvieron a su lado por la libertad de voto, ni por las cosas que complicaban la vida a los de la ciudad, sino de una manera instintiva, por Don Pepe.

La relación con esta gente se había fortalecido durante la época de la depresión de los años treinta, en que la gente del campo la sufrió más duramente, soportándola calladamente y con dignidad. Conoció su lucha contra el hambre, sus supersticiones, supuestamente en parte por la fe y en parte por la necesidad. En medio de las dudas entre la realidad y las supersticiones comentaban como era

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posible que después de vivir tantos años en aquel lugar apartado de toda civilización, Don Pepe no conociera a Pedro, el mejor curandero de este lugar.

Eran hombres que no expresaban fácilmente los sentimientos con palabras. Por eso, lo que aquella noche en que Don Pepe estaba de cuerpo presente allí en la Lucha, donde hacía poco que lo habían traído, lo que reinaba era el silencio; todos estaban sumergidos en sus recuerdos.

Rompiendo este silencio, uno de los campesinos, Don Lirio, empezó a recordar las luchas de Don Pepe con el río ya que éste a menudo estorbaba para hacer bancales, lo que signifi caba que lo tenían que estar moviendo de un lado al otro con el fi n de robarle tierra. En este momento, el haber compartido aquel trabajo a su lado, lo hacía sentir muy orgulloso, aunque no entendió nunca “que hacía aquel pobre hombre rico, que no era de allí, y que se pasaba las noches leyendo como un tonto”.

La quietud se hacía sentir en el ambiente. Después de un largo silencio, otro campesino, sin saber mucho que decir, exclamó: ¡Por fi n ya descansa! “El otro que descansa es el río,” contestó Don Lirio.

El día de su muerte, a causa de un malentendido, los empleados del cementerio le estaban preparando un mausoleo y no una fosa como él había dejado escrito, por lo que tuvieron que derribar en cuestión de cinco minutos el trabajo que habían hecho durante cuatro días.

Figueres, aquel hombre que desde su juventud se perfi ló como un revolucionario, siempre disconforme con el sistema, de carácter combativo y audaz que viajó con él hasta la otra vida, quiso descansar bajo un trozo de suelo. Donde tan sólo colocada sobre la tumba, reposa una pequeña réplica de un libro abierto con la inscripción:“José Figueres Ferrer, 25de septiembre, 1906 - 1990 con el lema: “Las armas os han dado la victoria, las leyes os darán la libertad.”

Los campesinos, amigos entrañables de Don Pepe comentaban decepcionados:

“Después de esta noche cargada de añoranza que provocan los recuerdos, mañana los de la ciudad vendrán a romper este silencio con las palabras y los discursos; será una lástima, pero al menos, han permitido que fuera enterrado donde él quería y con quien quería”.

En la Catedral de San José, se celebraron los funerales, asistiendo además de la familia y numerosos amigos, los representantes de los tres poderes del Estado

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y miembros del cuerpo diplomático; no obstante la homilía se pronunció en catalán.Oscar Arias, Premio Nobel de la paz, heredero de la fi losofía de Figueres

y con el que había tenido bastantes discrepancias se preguntó: ¿Somos dignos herederos de la obra que nos deja sin acabar este gran arquitecto de la patria?

“Sería muy pretencioso de mi parte decirles que tengo la respuesta infalible a esta pregunta, pero sí sé que si tenemos que encontrarla, tenemos que liberarnos, como él haría, del miedo a cambiar.

Costa Rica no avanzará sino entiende que la historia es su bagaje pero no su estación, y que en esta larga travesía humana los costarricenses no van solos. No deseo para la memoria de José Figueres, ni para Costa Rica, la suerte de Funes el Memorión, aquel personaje de Borges, que de tanto recordar, era incapaz de pensar”.

Propone a los costarricenses que luchen sin cuartel contra la pobreza y la desigualdad, que vuelvan a hacer de las oportunidades humanas el hilo conductor de su aventura histórica.

Que los que disfrutan de lo superfl uo contribuyan al bienestar económico de los que carecen de lo esencial. Se les propone que todos impulsen, cuanto antes mejor, una reforma tributaria progresiva e integral, que obligue a los dueños de mansiones a poner un techo sobre los habitantes de tugurios y a los grandes empresarios, a girarse a mirar la miseria que los rodea, haciendo una sociedad más segura y cada vez más convencida que la paz se encuentra mejor resguardada en las manos de nuestros policías que en los rifl es de los soldados, y recuperando la educación pública, admitan como si lo dijera Don Pepe que “el país nunca podrá realizar una reforma social sobre bases de ignorancia”. Les propone que Costa Rica, como país sin ejército, infl uya para que los países inviertan cada vez más en salud, educación y vivienda para sus pueblos, y cada vez menos en armas y soldados.

“Éste es el mejor homenaje que podemos dar al comandante sabio, que silenció las armas y empuñó el derecho. Juntar nuestras voluntades para vencer la atonía, la parálisis y la mala fe es el honor que debemos al hombre que un día, al abolir el ejército, les dio a todas las generaciones posteriores de costarricenses su primer día como hombres y mujeres de paz.”

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A pesar de los discursos y recomendaciones, la herencia que dejó Don Pepe es compleja, porque complejo era el hombre. Una herencia rica y contradictoria de la cual cada uno puede asumir la responsabilidad de lo que se lleva y de lo que deja y olvida, pero lo que no vale es la hipocresía, ni la versión edulcorada de un Figueres inventado y mutilado. En él no hubo nunca agua mansa sino pasión y lucha, en la que el derramamiento de sangre, no se puede olvidar.

Después de cincuenta años de trabajo continuado en este país, José Figueres Ferrer es depositario de los máximos honores, y es reconocido como forjador de la Costa Rica moderna. Es declarado Benemérito de la Patria y Defensor de las libertades patrias, se le levantó un monumento en 1998 en la plaza de la Democracia y, en acabar el siglo XX, es reconocido por votación popular, patrocinada por el diario que siempre lo atacó, “Costarricense del siglo”, pero como él mismo siempre afi rmó:

“Yo sólo soy un campesino catalán, que estuve imposible de sacárseme de encima, e inevitable durante mucho tiempo en todos los aspectos de la vida, pero los méritos, si es que los hubo, no son sólo de una persona, sino del trabajo incansable de un grupo, que del sábado al viernes, pusieron su esfuerzo para que el bienestar llegara al mayor número de personas”.

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Es más fácil escribir diez volúmenes de principios fi losófi cos que poner a la práctica uno solo de sus principios.Leon Tolstoi

DON PEPE FIGUERES sembrando ciudadanía

RECOPILACIONES DE SU IDEARIO

Figueres, aquel hombre austero, severo, divertido, ingenioso, agudo y mal hablado, todo eso no se reveló en sus discursos, artículos, conversaciones, relatos y memorias.

Por escrito se expresaba de manera estética, concreta, y era, por así decir un poeta que hablaba en prosa. Publicó diversos textos, donde se manifi estan sus ideas sobre asuntos políticos y sociales, tanto nacionales como internacionales.

Siempre, con la visible preocupación de dejarse entender por todos los ciudadanos, no era el estilo aquello lo que más le interesaba, sino la claridad; corregía mucho sus textos para que todo el mundo los pudiera entender, y en éste “todos” estaba incluido el más sencillo trabajador del campo o de la ciudad.

En plena guerra mundial, el año 1942, en ciudad de México donde vivía como exiliado, escribió el primer ensayo político, un libro de pocas páginas en el que refl eja su oposición al totalitarismo, que había gastado las palabras libertad, democracia y justicia,

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PALABRAS GASTADAS

“Democracia, Socialismo, Libertad, ¡Qué vagas ideas, qué sentimientos tan superfi ciales evocan a menudo esas palabras! Han perdido su fi lo, su penetración, y su interés. Sueño palabras gastadas. Y hasta son a veces pronunciadas como mofa, por personas de gran espíritu práctico y poca práctica espiritual.

PALABRAS GASTADAS, viejos ideales, para mí sois siempre nuevos. Vosotras habéis de hacer que se entiendan los hombres, se respeten y se ayuden. Que las dé valor el recuerdo del camino glorioso que han seguido ya, aunque tortuoso, desde las hordas hasta las repúblicas. Que aplican los medios comprobados de adelanto multiforme para que acabe de rayar el alba de la inteligencia humana, ahuyentando, cual la noche, la ignorancia; cual el frío, el dolor; cual las brumas, las miserias. Y al brillar la luz solar sobre la patria mía, si posible no fuere sobre el orbe entero, no alumbre el espectáculo de un niño desvalido, una madre angustiada, un hombre irrespetado, ni un marchito corazón.

Palabras gastadas: Democracia, Socialismo, Libertad, para mí tenéis signifi cado vivo. Sois evangelio triple de mí solitaria fe, que mira tanto al bien inmediato como al cielo remoto: aplicar en el instante el remedio, pequeño si no puede ser grande, parcial si no se total, a los males que tenemos a la vista; y lentamente preparar al hombre para el goce de un reino celestial, que la técnica ha de crear aquí en la tierra, donde el alma no tenga otro solaz que el Arte, ni otro incentivo alentador que la conquista, eternamente incipiente, del Saber”.

En este escrito insiste en que un país no es democrático por el hecho de celebrar elecciones periódicas o por el título de cada uno de sus mandatarios. Si no hay espíritu de comunidad política, de participación y de responsabilidades, respeto religioso por el sufragio o por la simple expresión del pensamiento, o por la grandeza de los tribunales de justicia; si eso no se cumple, no hay vida democrática ya que democracia no es demagogia.

Espera que la vida le dé la oportunidad de llevar a la practica un socialismo basado en el trabajo ejercido con espíritu de colaboración, con entusiasmo y dignidad

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junto a una buena dirección técnica, para comprobar si se posible, en mayor o menor escala, satisfacer las necesidades de todos, en lo material y espiritual.

Cree que el socialismo, como el avance de la civilización, no puede perjudicar a nadie, y sí benefi ciar a todos; porque cree que los dos bandos actuales de opinión, izquierdas y derechas, están igualmente prejuiciados, y ambos retardan, con somero raciocinio, la marcha de la sociedad hacia el mayor bienestar posible.

Cree que la política se ha ganado la manera despectiva con que se la trata, ya que ha sido ejercida por gente que ambicionaba posiciones, honores y retribuciones, sin ninguna preparación preliminar y sin responsabilidad.

Cree que la persona que contrae la enfermedad de la política, se dedica por entero a granjearse simpatías, tanto de los políticos infl uyentes como de los votantes que han de ser su clientela electoral. En esta gira donjuanesca se prodigan las ofertas y las dadivas de lo propio y de lo ajeno.

En 1955, a la mitad de su primer mandato como presidente escogido por las urnas, Figueres se retira a La Lucha para escribir una serie de cartas a los ciudadanos para que puedan conocer su manera de gobernar y estén informados de lo que piensa sobre los diferentes temas que les incumben. En este libro deja marcado su ideario político, económico y social para el desarrollo de la nueva Costa Rica y pone de manifi esto lo que hoy denominaríamos rendición de cuentas de un gobernante.

Pero lo que resulta sorprendente es que escribiera al ciudadano común, en una época en que no se hablaba de rendición de cuentas, no solo para explicar las acciones, sino el rendimiento ideológico de cuentas, o sea, satisfacer esta necesidad que tiene el ciudadano de conocer la orientación que en frente a los problemas esenciales, tienen los que aspiran a gobernar o gobiernan.

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CARTAS A UN CIUDADANO

“Cartas a un ciudadano”.Finca La Lucha, diciembre de 1955

Estimado ciudadano: Estoy pensando en usted. Pocas veces nos vemos usted y yo. El

Presidente de la República tiene pocas oportunidades de comunicarse en privado con el ciudadano común. De ahí vienen tal vez los malos entendidos. ¡Qué bueno sería que pudiéramos conversar! Pero las entrevistas personales son difíciles, y sólo sirven para tratar asuntos determinados, o cosas de urgencia. Las conversaciones largas y tranquilas son casi imposibles.

Yo doy declaraciones frecuentes en la prensa, pero sé que los periódicos solamente son leídos por una proporción reducida de los ciudadanos. Además, no tienen permanencia: casi nadie guarda un diario para releer con tiempo ciertas cosas, que pueden necesitar meditación.

Lo que se dice por radio es menos permanente todavía. Por eso he tenido la idea de escribirle estas Cartas, sencillas y sinceras, que se presentan a usted en forma de libro, no porque tengan mérito para tanto, sino para facilitar su lectura en el momento que tenga usted tiempo y estado de ánimo adecuado.

Si este libro entra en su hogar, será como una visita que yo le hago al ciudadano que tiene a bien recibirme. De esa forma permaneceré con usted todo el tiempo que Vd. quiera.

Tal vez tendré oportunidad de contestar algunas preguntas que usted ha deseado hacerme, y de informarle cómo me siento en el Gobierno ejerciendo el mandato popular, y cómo creo que marcha el país, dos años después de iniciado el presente período constitucional. En este mes de diciembre de 1955, he tomado una vacación a la mitad del término presidencial, y quiero dedicarla a usted en buena parte, ciudadano, escribiéndole estas Cartas. Si usted procura enterarse de mis actuaciones, con mayor razón conviene que se entere de mis pensamientos.

Tal vez usted votó por mí Partido en la última elección. Tal vez votó en contra. Eso no importa ahora. Pronto volveré en escribirle.

Atentamente, José Figueres Ferrer

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Así escribió una serie de cartas exponiendo las ideas que él tenía sobre cómo administrar el país, estableciendo la diferencia entre gobernar y administrar.

¿Como se está administrando un país?

Estimado ciudadano: “Una de las cosas interesantes que voy aprendiendo en esta

posición presidencial en la que usted me ha colocado, se que el Gobierno cumple dos funcionas distintas, que solemos confundir generalmente, cual si fueran una sola. Estas dos funcionas pueden llamarse, para distinguirlas con números diferentes, “administrar” y “gobernar”.

Administrar es dirigir el funcionamiento diario de los organismos públicos, tal cual se maneja una empresa particular o un negocio de tamaño grande. Repartir el trabajo organizadamente, ver que cada funcionario cumpla con su deber, percibir las entradas de dinero y hacer los gastos llevando buenas cuentas.

Gobernar es, en esta distinción que estoy haciendo, encauzar el esfuerzo nacional hacia la formación de una patria mejor, constituida por mejores ciudadanos, y que proporcione en sus hijos un ámbito de vida mejor.

Gobernar democráticamente, ejerciendo el Poder por delegación, es orientar el país hacia el género de bienestar, de cultura y de moral a que sus ciudadanos aspiran.

Poner orden y exigir efi ciencia en las ofi cinas públicas, es administrar bien. Estudiar las causas de los males nacionales, concebir planes para remediarlos, crear las instituciones necesarias, y fomentar las costumbres más deseables, es gobernar bien.

En esta carta defi ne su concepto de la educación.

“Todos los hombres han nacido con la misma alma y los mismos derechos. Unos tienen una inclinación natural para la música, otros para la agricultura o para cualquier otra profesión, pero todos vienen al mundo con la facultad de poder ser educados, y poder tratarse de igual a igual con sus semejantes”

Esta educación de la que Figueres habla, no sólo es de la escuela, sino del ambiente, del entorno en que el hombre se cría y vive. La formación del hombre

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tiene que ser integral, para que espontáneamente surja la creatividad. Cree en la necesidad de adquirir conocimiento, pero no como un simple medio de obtener un título.

Para Figueres, la fi nalidad de toda instrucción intelectual para la masa del pueblo sería cultivar el sentido común; capacitarlos para que puedan juzgar con seguridad las circunstancias que los rodean. Lo que se pueda añadir a eso, en un sentido intelectual, es más bien ornamental; mientras que ésta, es la verdadera base sobre la cual tiene que descansar la educación. Una vez se haya conseguido este objetivo y no se pierda de vista como fi nalidad principal, no será difícil decidir ni lo que se tiene que enseñar ni cómo se tiene que enseñar.

Está convencido que la educación no es compatible con la extrema pobreza. Es imposible enseñar de manera efi caz a una persona indigente. Es difícil hacer sentir el valor de la comodidad a aquéllos que nunca lo han disfrutado o hacer apreciar la miseria de una subsistencia precaria e incierta a aquéllos que están acostumbrados a vivir al día.

Las reformas en los hábitos y las necesidades de la masa de trabajadores jornaleros serán difíciles y lentas a menos que se imaginen los medios para elevarlos todos a un estado de comodidad tolerable y mantenerlos en ella hasta que haya crecido una nueva generación.

Para conseguir este objetivo era indispensable que Costa Rica dispusiera de los recursos necesarios para conseguir una educación nacional efectiva de los hijos de la clase trabajadora, y coincidiendo con ella, una serie de medidas que hagan desaparecer la extrema pobreza durante una generación entera.

A conseguir estos objetivos dedicó el presupuesto destinado al ejército, y todos sus esfuerzos.

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LA POBREZA DE LAS NACIONES

Editado en 1973, es un ensayo escrito con una función ideológica; como un afán de persuadir con respeto, una manera de ver las cosas. Escrito en su tercer mandato, lo divide en cuatro capítulos, en los que trata de ordenar sus preocupaciones de muchos años, expuestas en numerosos artículos y conferencias en Costa Rica y en el exterior.

Este ensayo lo dedica a la memoria de Bertrand Russell. El gran rompedor de cadenas del siglo 20. Como Lutero y Carlos

Marx, dedicó su vida a romper cadenas mentales. Superior, como Voltaire, no impuso nuevas cadenas.

San José, Costa Rica 1970-1973

En el primer capítulo describe la Social Democracia como una actitud humanística, en la cual el principio fundamental de la actividad económica tiene que ser la función social, apoyada y regulada por el Estado.

“El objetivo de la Social Democracia es procurar que se satisfagan con el trabajo de todos las necesidades de todos, en comida y techo, ropa y trabajo, educación y salud; y paz social. Todo eso sin sacrifi car la libertad”.

En el segundo capítulo efectúa unas observaciones generales sobre la economía, indicando que esta palabra ha adquirido con el tiempo numerosos signifi cados, a veces la economía es ahorro, a veces ciencia o también el conjunto de bienes económicos de un país.

“Entre nosotros no se entienden todavía los papeles de la empresa y del Estado en el proceso económico. Aún se considera al productor como un simple buscador de lucro personal o familiar, y así se considera también el productor a sí mismo. Por importante que sea su actividad, se le sigue llamando “privada”, cual si estuviera desconectada del interés general de la nación.

Repito una vez más: empresariales, son las actividades que producen bienes o servicios para el uso del público, en grande o en pequeño, y por tanto necesitan y merecen el apoyo del Estado. Privados, los asuntos

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de la persona, la familia y el hogar, para los cuales las obligaciones del Estado son distintas”.

El tercer capítulo trata del anuncio comercial como herramienta que fomenta el afán de los consumidores que más poder adquisitivo tienen, y provoca frustración en los más pobres, ya que son los contribuyentes los que en defi nitiva pagan el anuncio y los impuestos fi scales consumiendo el producto, ya que todos forman la eco unidad nacional.

“Uno de los mayores desperdicios del anuncio es la capacidad empresarial de los hombres y mujeres que a esa industria se dedican. Empresarios, escritores, artistas, sicólogos y sociólogos, desaprovechan su preparación y sus aptitudes, contribuyendo más bien a deformar los hábitos del público.

Si se dedicarán a trabajos útiles en la sociedad, aportarían una gran contribución. La verdad es que la sociedad de hoy está lejos todavía de poder vivir fi losofando. Hasta quienes estamos inclinados a fi losofar, tenemos que fi losofar viviendo.

Repito un cuento que oí una vez a un predicador de la Ciencia Cristiana: Un señor contrató en un labriego para que desyerbara su huerto de fresas. Supongo que tú conocerás las diferentes yerbas que debes arrancar, le dijo:

No señor, no las conozco, replicó el trabajador. Pero no se preocupe usted; conozco bien las fresas”.

El último capítulo, que lo titula “Traslación de las penas”, es una refl exión sobre la política de trasladar a los otros las consecuencias de medidas económicas poco pensadas.

“Si los precios de los víveres suben, indicando que no hay comida abundante para todos, hagamos que algunos no coman, en vez de disminuir lo mucho que otros comen. O peor aún, en vez de aumentar el producto para todos. Quienes toman las decisiones restrictivas no serán, por supuesto, quienes queden sin comer. Serán otros. La pena se traslada a los más débiles”.

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En noviembre de 1977 edita una breve colección.

ASÍ NACEN LAS PALABRAS Y LOS CUENTOS

Relatos costumbristas y estampas familiares en que casi se percibe la voz del tres veces presidente de la República, siempre con un tono patriarcal de abuelo cuenta cuentos, como quien hace un bordado, empieza el relato; Así nacen las palabras, pero más adelante continúa, así nacen los recuerdos, después, así nacen los nombres y posteriormente, así nacen los misterios, así nacen las lenguas, así nace la historia, así nacen los ejércitos.

Dentro de las estampas costumbristas, Josep Figueres, el escritor, no puede dejar de lado a Josep Figueres el político, porque como conductor de pueblos y hombre de mil jornadas, cae dentro de una fi losofía pragmática que sugiere el consejo práctico para afrontar las vicisitudes de la vida. Su pluma destila la sabiduría sencilla del campesino, la gracia espontánea del hombre ante el quehacer diario, la sagacidad precisa y segura, ante el pequeño o confuso obstáculo.

FRANJAS DE LUZ: ARBORICULTURA EN EL PARALELO 10

En 1979 edita un pequeño trabajo tropical, -no es un curso ni una lección- es una invitación al estudio de las condiciones adecuadas al medio, para mejorar el rendimiento de la agricultura.

En su mundo, la naturaleza la identifi ca sobre todo con el campo como oposición a la ciudad, y principalmente con los lugares salvajes no estropeados. Tiene vínculos emocionales con unos ciertos lugares, a menudo asociados con su infancia, siente empatía por animales o plantas; obtiene inspiración de la belleza de la naturaleza y experimenta en su contemplación una sensación mística de unidad con el mundo natural, en una atmósfera animista de cuentos de hadas, animales que hablan y transformaciones mágicas.

En su relación con la naturaleza presupone que ésta está viva, aunque aplique técnicas científi cas para mejorar sus resultados; nunca la ve como inanimada y neutra, y se convierte para él en alguna cosa para ser estudiada con objetividad científi ca, o simplemente, para ser disfrutada con una actitud romántica.

En Costa Rica se ve la madera con criterio tradicional, como producto lento

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de la selva, pero no como cosecha rápida de la agricultura. Expone los errores que se tienen que enmendar sobre los árboles, en lo referente a las lluvias y los bosques; la diferencia entre reforestación, paisajismo y arboricultura, la manera de utilizar el abono químico y el crédito especial a largo plazo para poder dedicarse el agricultor a la arboricultura, y acaba con las preguntas: ¿Qué árboles se tienen que plantar? ¿Para que se utilizará la cosecha? ¿Cuál es el lugar más adecuado para sembrar?

“Casi toda la literatura sobre árboles de madera se refi ere a las zonas templadas lejos del ecuador terrestre, donde los inviernos son largos; se busca el aprovechamiento de la luz y las aéreas geográfi cas son muy extensas.

En Costa Rica, como en muchos otros países nuevos, hasta hace pocas décadas las leyes favorecían la deforestación, con la idea de ampliar la agricultura y benefi ciar e incrementar la ganadería para la alimentación de la población.

Pero todos los países llegan a una etapa en la cual se van quedando sin bosques. Es necesario sembrar árboles madereros, así como es necesario sembrar judías o maíz, porque la madera dejará de ser un producto forestal para convertirse en un producto agrícola”.

Empezó a darse cuenta que la madera natural se acabaría en el país antes del fi n de siglo, y que la agricultura del árbol tendría que ser la base de una gran industria nacional de consumo interno y de mercado exterior. Después de años de experiencia en la Lucha y de errores con la plantación del ciprés, descubrió que aquel árbol producía una madera muy fi na, y podría ser un cultivo de alto rendimiento económico.

Las condiciones de Costa Rica eran apropiadas para producir aquel tipo de madera, y su plantación sería más económica que la repoblación natural.

Fue difícil hacer entender a los ciudadanos que la madera plantada daría rendimiento al cabo de 25 o 30 años, y la riqueza podría ser análoga a la del petróleo en otros países. En un país que se mueve por la inmediatez, “El costarricense prefi ere plantar rábanos en vez de caoba”.

Ironizando sobre los árboles y la lluvia, Figueres comenta en el diario “Excélsior” el 9 de septiembre de 1977

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“Según mí borrosa memoria, esta rítmica sentencia atribuida a Ovidio:

“Felix qui potuit rerum cognoscere causas». Feliz quien puede conocer las causas de las cosas. Esa frase podría ser un tema apropiado para un instituto de investigación científi ca. Pero también puede ser útil en un sentido irónico.

Felices los periódicos y los lectores que conocen la causa de la sequía; la tala de árboles. Yo antes pensaba que son las lluvias las que hacen crecer los árboles. Pero ahora resulta que son los árboles los que hacen caer las lluvias, puesto que las volteas las hacen disminuir.

Feliz el baturro que llevaba a sus hijos al pueblo los domingos, y les mostraba la causa de los cambios de temperatura en el ambiente; el termómetro municipal.

Feliz quien puede creer que la cantidad de lluvia en un lugar se determina por lo que allí hagan los hombres.

Feliz quien puede ver que para aprovechar el banano, hay que cortar el vástago; para aprovechar las papas hay que arrancar la mata; para aprovechar la carne hay que sacrifi car el novillo; y a la vez creer que para construir muebles y casas de madera, no hay que cortar el árbol; hay que hacer algún milagro.

Feliz quien puede creer que la selva es un organismo estático, y no un campo de creación, decrepitud y muerte constantes; y que el árbol tiene vida eterna, y no muere si no lo corta el hombre.

Feliz quien puede ver que para saber de leyes hay que estudiar derecho; para saber de letras hay que aprender literatura; para saber de medicina hay que ser curandero; y a la vez creer que para saber de arboricultura, de climatología, de silvicultura, de dasonomía, no hay que aprender nada; es cuestión de opinar.

Feliz quien puede tomar en serio los «programas para reforestar todo el país». Supongo que el primer paso será demoler las ciudades, como quería hacer Gengis Khan para aumentar los pastos de China; el último paso, volver en traer a Cristóbal Colón para que nos descubra”.

Actualmente la madera procedente de las plantaciones es un incentivo para una industria hasta ahora poco evolucionada, y existen varías fabricas especializadas en la fabricación de muebles, instrumentos musicales, molduras, objetos decorativos y artesanías típicas.

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A la vez, es fuente de materia prima para la elaboración de papel y cajas de embalaje entre otros artículos de poca importancia.

EL ESPÍRITU DEL 48

Editado en 1987, es el último libro escrito por Figueres. No son unas memorias pero sí un libro de recuerdos, interesante no tan sólo porque transmite, como recuerdo, la fuerza con que han sobrevivido a los estados emotivos, desencadenados en la década de los cuarenta y cincuenta.

«... convoco a los costarricenses a volver al espíritu del 48. Sin campos de combates sangrientos, pero en campos de trabajo fecundos. Sin odios ni rencores, sino cono el noble espíritu de la solidaridad humana consagrada a la justicia y a la libertad.

El 48 pertenece ya a la Historia Patria, como el 56. Pero el espíritu del 48, como el espíritu del 56, debe ser antorcha que ilumine hoy los senderos por donde tiene que transitar la nación, hasta su pleno crecimiento como sociedad más libre, más próspera, más justa y más culta.

La revolución no ha terminado. Es la revolución constructiva que no se hace con frases rígidas de ideologías. Se hace con ideas que generan planes de progreso real, por modestos que sean; con el libro bajo el brazo, con la herramienta en la mano y con la inspiradora mística en el corazón.

Es la revolución en forma ordenada, sin las convulsiones que estallan cuando el régimen político y las instituciones se quedan atrás de las aspiraciones populares. El 48 queda atrás, pero no su mística, ¡Resplandezca de nuevo el espíritu del 48»!

José Figueres Ferrer

En la introducción del libro Figueres pide perdón, un perdón que no va acompañado de olvido. Estos escritos refl ejan el carácter y la actitud de Figueres delante del mundo, considerándolo no como un lugar de paso, sino alguna cosa valiosa y bella que el hombre puede transformar y ser protagonista de su destino.

El pensamiento de Don Pepe refl ejado en sus escritos está imbuido de esta ideología romántica propia del siglo diecinueve, que rompe con la jerarquía universal de las cosas y sitúa al hombre como capaz de cambiar cualquier realidad enojosa.

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«Si el hombre padece no es por decreto de la naturaleza o de Dios, sino por su falta de esfuerzo intelectual o manual, por su estupidez o por su perversidad»

«Esta concepción del hombre exige un espíritu de libertad que alcanza todos los campos de la actividad humana y a su alrededor se ordena el resto. El hombre no tiene una naturaleza fi ja, concreta o determinada, sino que es el artífi ce de su propia suerte, y según lo que cultive, aquello fl orecerá, pero sabiendo que no es una meta, sino uno punto de partida para el proceso de realización de las potencialidades humanas»

Su estoicismo parece estar por encima de los pequeños temores, y da la sensación que nada le afecte, ni los sufrimientos morales ni los físicos. Escucharlo podía ser tan inspirador como desconcertante. Ante un hecho grave y deprimente Don Pepe podía contestar:

«A mí lo único que me deprime son las goteras. Cuando joven, en La Lucha, en la casita donde vivía, había muchas goteras. Yo tenía que estar moviendo la pierna un poquito para acá o para allá para que no me cayeran encima».

Figueres, basándose en las ideas utópicas del renacimiento, no se contenta con la mediocridad; anhela lo mejor y trata de conseguirlo, creyéndose modelador de sí mismo y del mundo.

«Dos quimeras diferentes se me ocurrieron muy joven: una fue en física, inventar una máquina de movimiento continuo. La otra fue una irrealizable ambición de llegar a ser un hombre del Renacimiento, dominando todas las ramas del saber humano hasta la fecha» (El espíritu del 48, p. 27).

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DON PEPE TODAVÍA VIVE

Las lumbres que yo he prendidono las apaga cualquiera ..

José Figueres Ferrer 6 de Octubre de 1986

La Lucha, aquel lugar mítico en el que Josep Figueres encontraba la calma activa del eremita fi lósofo, era ahora el escenario donde se celebraban los cien años de su nacimiento.

Había dos lugares para celebrar este acontecimiento: en “La Lucha”, con un “queque” campesino, o en el Teatro Nacional, con el equivalente en los fracs esnobs que hace un siglo engalanaban este edifi cio.

La Lucha no es una fi nca cualquiera; la grandiosidad del lugar, aunque sin conocer el trasfondo histórico, se percibe que es el lugar adecuado. De su funcionamiento se desprende la fi losofía de una persona que quería que el ámbito privado se mezclara con el público, lo que nos puede hacer pensar que se trata de un paternalismo que nos conduce a confundir a la familia con el Estado, el favor con el decreto, o se puede parecer al feudalismo centroeuropeo de hace siete siglos.

Figueres aceptó la soledad de aquel lugar como compañía, lo que no quiere decir aislamiento, sino independencia de espíritu que le resultaba esencial, ya que pensando en soledad, todos los sitios le resultaban acogedores y sagrados, expresando la idea que el poder no es permanente.

La mayoría de los que celebrarían el centenario de una persona inolvidable eran los trabajadores de la fi nca, a quienes se les añadieron diversos ministros, un ex presidente y ex candidatos a presidentes, a los cuales se les agradeció su presencia.

Un pastel con 100 velas y algunas fotografías de Josep Figueres adornaban la estancia.

Quizás aunque tan sólo fuera por un día, intentaban recordarlo como a él le hubiera gustado: como un agricultor culto o pequeño propietario que trató de crear esta cultura con imaginación, sin dogmas ni rencores, creyendo fervorosamente en los ideales supremos de su vida: búsqueda de la libertad y justicia social.

La fi gura se va alejando en el tiempo; la memoria histórica se va borrando

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de la memoria colectiva, y es inútil discutir cual sería su opinión sobre cualquier hecho en nuestros días, puesto que siempre fue impredecible y es difícil prever cuál sería su resolución.

Los representantes del Casal Català, que asistieron a la celebración, hicieron patentes sus antecedentes culturales catalanes y costarricenses, qué amalgamados forjaron una personalidad, que prescindiendo de las ideas políticas que cada ciudadano pueda tener de su pensamiento político y de su manera de actuar en la política nacional, fueron de gran trascendencia para el país.

La decisión de eliminar al ejército fue una manera de demostrar su identifi cación con la forma de pensar y hacer del pueblo costarricense, enemigo de la violencia como medio de resolver las diferencias. Y sin entrar en detalles de su actuar en tanto que político, recordaron su preocupación para profundizar en el conocimiento de la cultura de la patria natal de sus padres, su afán de expresarse en catalán, su entusiasta y decisivo soporte a la celebración, en Costa Rica el año 1955, de los Juegos Florales de la lengua catalana siendo el Presidente de la República.

Lo destacaron como el hombre capaz de emocionarse con la música escuchando armoniosamente los tractores y los violines, de fi losofar sobre las palabras libertad, democracia y socialismo, gastadas por el uso que se les da.

Aunque no fue un hombre de grandes odios y rencores, sus enemigos se agrupaban cada vez que podían para dar la estocada fi nal al proceso por él iniciado. Les costó mucho, pero al fi nal, en los últimos treinta años de su vida, lo consiguieron.

No faltaron en esta celebración hombres que siempre habían estado en el bando de los perdedores después de la contienda del 48 que él lideró.

Manuel Formoso, uno de los hombres del bando contrario, escribió en un artículo: “Home petit carregat de punyetes”. Y lo describe como un hombre inclasifi cable, que no consiguió entender nunca su comportamiento.

¿Era más catalán que costarricense? Su lengua materna fue el catalán, y su origen su pequeño país, Catalunya, en el que no se olvidan ni los tractores ni los violines.

Por su carácter temerario, en aquella parte remota del país llamada La Lucha, en lugar de café sembró pita para hacer cuerda. Desconcertaba su actitud enfrente del dinero; nunca los buscó para su uso personal, pero lo tomaba de donde viniera sin preocuparse demasiado de su origen.

A veces se le consideraba como un aventurero. Sus empresas siempre estaban cojeando, y le era fácil obtener recursos de los bancos que él había nacionalizado.Señala su hijo José Martí:

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“Don Pepe, además de político fue empresario, y lo diferencio de hombre de negocios porque éstos últimos siempre acostumbran a ganar dinero, y el empresario emprende y no necesariamente gana dinero. Don Pepe fue más empresario que hombre de negocios. Una carencia que tuvo: es que no se hizo rico, ni como gobernante, ni como empresario.

Dejó muchas deudas al morir Su carácter testarudo le hizo cometer muchos errores. Experimentaba en su fi nca; no le importó nunca la rentabilidad de lo que hacía, y en consecuencia casi siempre perdía dinero en sus inversiones. Era un pésimo administrador; dos o tres años antes de morir dijo que dejaba todo su patrimonio a la Nación. Todo lo que dejaba eran deudas.”

El líder del partido comunista, Manuel Mora, comenta que vencido en la confrontación armada:

“He acabado encontrando a un vencedor con un alma humana de características superiores, no incólume, con el que poder trabajar en una parte de sus sueños: buscar la Paz en Centro América”.

La conmemoración del centenario del nacimiento de Don Pepe, la podríamos defi nir como un combate de la memoria, una lucha inacabada de recuerdos y olvidos. No hay en este momento una memoria histórica, hay diversas memorias individuales, y éstas le pertenecen a cada individuo que ha ido tejiendo su propia vida y sus recuerdos en un contexto determinado, aunque la verdadera memoria histórica es, fundamentalmente, uno hecho colectivo, aislado de confl ictos, amores, pasiones, compromisos e identidades.

En los discursos que se pronunciaron aquel día señalaban:

“Quizás la Costa Rica que intentó crear Figueres no es el paraíso que él había soñado; es una sociedad llena de problemas, en la que no se pueden conservar inmóviles las soluciones que concibió hace sesenta años. Eso equivaldría a haberle pedido a él permanecer fi el al gran proyecto bilateral de 1888, es decir, lo que habría sido innovador sesenta años antes de su llegada al poder”.

Este hombre revolucionario y astuto, que se paseaba sin escolta ni armas por la fi nca, convencido que si alguien planteaba matarlo todas las precauciones

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serían inútiles, era difícil de encajar en una defi nición recetaria; era un hombre evidentemente de una personalidad muy compleja, obviamente con luces y sombras, como todas las personas que dejan una huella en la historia de un país, o en la historia de la humanidad.

Él, al fi nal de su último mandato, entendió que el siglo veinte era el siglo de las grandes transformaciones sociales en el mundo, y que sus soluciones de hacer girar la montaña al revés, como él hizo para sembrar nuevamente, no resultarían ya útiles para el presente y menos para el futuro.

La política de Figueres fue aplicable en su tiempo y en su país en particular. Con ella no encontramos respuesta a la infi nidad de problemas que se presentan al hombre del siglo veintiuno, pero puede ser una guía llena de riqueza espiritual, capaz de fecundar ideas y encontrar sentido en todo aquello verdaderamente humano, ya que está fundada en el hombre, sus necesidades, y se legitima en los hombres que creen en un mundo mejor.

A los cien años de su nacimiento, el tiempo que irremediablemente no se detiene, le cobró su deuda. El Figueres que los asistentes recordaban, era tan sólo una pálida sombra de lo que había sido. Aunque en aquellos momentos se estaba idealizando el personaje, lo que no se le puede negar, es que fue una persona muy especial que cambió para siempre la vida de Costa Rica.

El 7 de Febrero del 2010, una mujer, Laura Chinchilla por primera vez en la historia de Costa Rica y candidata del Partido “Liberación Nacional” ha sido elegida Presidenta de la Republica, 60 años después que José Figueres otorgara el voto a la mujer en 1949.

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Agradecimientos y Bibliografía

Quisiera mostrar mi agradecimiento a todas las personas y entidades por la ayuda desinteresada que me han prestado en todo momento, puesto que sin ellas la redacción de este libro no se hubiera podido llevar a término.

Personas y entidades en Costa Rica:

A José-Martí Figueres, hijo primogénito de José Figueres, por concederme la entrevista en la que me permitió conocer la faceta más humana de su padre. A Milly Figueres, nieta del Presidente, por facilitarme la entrevista con su padre y por regalarme el libro que escribió su abuela Henrietta Boggs, titulado “Me casé con una leyenda”, que me ha permitido conocer una parte importante de sus primeros años de matrimonio y como vivió la revolución armada de 1948 con sus hijos, que eran muy pequeños en aquellas fechas.

Al señor Ricardo Orlich Figueres, primo del Presidente, y a su tío, don Tomás Soley, recientemente fallecido, quienes además de sus valiosas informaciones sobre el personaje, me acompañaron a San Ramón de Alajuela para mostrarme el “Centro Cultural José Figueres” y enseñarme el lugar donde nació el Presidente.

Al señor Mario Zaragoza, ex canciller de la Embajada Española en Costa Rica, quien además de ponerme en contacto con algunos miembros destacados de la colonia catalana, me facilitó el acceso a toda la información propiedad de la Sociedad Española de Benefi cencia que se encontraba conservada en la Casa de España.

A las hermanas Puig i Serra: A Daisy, por la hospitalidad que me ofreció durante mi estancia en Costa Rica y por enviarme todos los documentos o informaciones que le iba solicitando. A Alicia, por su total disposición e infi nita paciencia para acompañarme por todos los rincones del país, incluso a aquellos a los que ella no hubiera ido.

A todas aquellas personas, catalanas o costarricenses, que no cito individualmente por temor a algún descuido involuntario, que conocieron directamente a José Figueres, o incluso que colaboraron con él, y que me

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manifestaron sus opiniones y me relataron algunas anécdotas vividas.

Archivos:

Archivo Nacional de Costa Rica y Departamento Documental, sala José Luís Coto Conde”, ubicados en Zapote. (San José) Archivo General de Administración Pública. (San José)

Bibliotecas:

Biblioteca Nacional de Costa Rica. Biblioteca Luís Demetrio Tinoco. Biblioteca Carlos Monge Alfaro. Biblioteca del Banco Central de Costa Rica. Biblioteca de la Asamblea Legislativa. Biblioteca de la Sociedad Española de Benefi cencia. Biblioteca del Casal Català. Biblioteca del Instituto Costarricense de Cultura Hispánica. Biblioteca de la Casa de España. Biblioteca de la Universidad Rodrigo Facio. Biblioteca de la Universidad de Costa Rica. En todas ellas recibí una amable acogida facilitándome toda la documentación que les iba solicitando.

Instituciones:

Casa de España. Casal Català. Centro Cultural Español. Defensoría de los Habitantes. Museo Nacional. Centro Cultural Figueres Ferrer. Televisión Canal 13 (canal público de la televisión estatal). Club de Futbol Saprissa.

Prensa:

Una parte importante de la información contenida en este libro la he obtenido mediante la consulta de la prensa, que con sus tendencias e ideologías bien defi nidas, me han permitido obtener distintos ángulos de visión de los hechos, en el mismo momento en que se iban sucediendo. Mi reconocimiento específi co para las redacciones de los diarios “La Nación” y “La Prensa Libre” que me recibieron en sus instalaciones y atendieron con toda amabilidad mis solicitudes. También me fue posible acceder a las hemerotecas de “Diario de Costa Rica”, “La

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República”, “La Tribuna”, “The Tico Tames” y unos artículos del “The New York Times”. Ha sido también muy importante para mí el poder efectuar el seguimiento de los acontecimientos que, en relación con la fi gura de José Figueres, se han ido sucediendo con el cambio de milenio, gracias a la edición digital del diario “La Nación”. (www.nacion.co.cr)

En cuanto a publicaciones semanales, me fue posible acceder a la consulta de. “El Imparcial”, “El Ramonense” y “Excelsior”.

Algunas revistas editadas en Costa Rica también me han supuesto una buena fuente de información. Destaco: “Boletín Judicial de la Corte Suprema de Justicia”. (Imprenta Nacional, San José) “Estudios Sociales Centroamericanos”, Revista Judicial y Cultural Católica. “La Gaceta”, Revista Social. “Nuestra Historia” Los movimientos sociales en el desarrollo reciente de Costa Rica. Fascículo 18. Editado por EUNED. “Revista de Ciencias Sociales”, Universidad de Costa Rica.

Efectúo una referencia especial al “Heraldo Seráfi co”, revista que editaban los religiosos Capuchinos de Cartago, (Costa Rica) de la que encontré la colección completa (60 años) en el Convento de los PP Capuchinos de Sarriá (Barcelona), cuya consulta me ha permitido conocer la evolución de aquel país, y también de la colonia catalana, entre 1915 y 1975.

Personas y entidades en Catalunya:

Siguiendo, aunque de forma imperfecta, el orden cronológico, debería comenzar por la persona que ejercía de Secretario del Ayuntamiento de Os de Balaguer en septiembre de 1998. Lamento no poder mencionar su nombre como merecería. Este fue mi punto de partida para iniciar la investigación y me ofreció todos los datos que él conocía, junto con una fotocopia de la partida de inscripción del nacimiento de don Mariano Figueres Forges.

En segundo lugar, Marta, la secretaria del Ayuntamiento de Camarasa, que me situó en el camino correcto, ofreciéndome todas las fuentes para poder conocer la saga de la familia Figueres en aquella población. También me regaló un libro sobre la historia de Camarasa, obra de la historiadora local, doña Dolors Domingo, y me puso en contacto con la misma para poder efectuarle más preguntas

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sobre esta familia que, como se ha visto, estuvo fuertemente involucrada en los acontecimientos de Camarasa, pero de la que en la actualidad prácticamente no se tiene conocimiento.

El señor José Mª. Cabecerán, sucesor directo de la última “pubilla” Figueres, y actual propietario de “Cal Figueres”, me recibió muy amablemente y además de las informaciones me facilitó una fotocopia del árbol genealógico de las familias Cabecerán-Figueres que se inicia en 1414 que me ha permitido adentrarme en el conocimiento de la familia Figueres, cosa que resulta prácticamente imposible de realizar acudiendo a los registros parroquiales, la mayoría quemados en 1936, o al registro civil, implantado en 1871.

No me olvido de los amigos que me han ayudado con sus comentarios y sus críticas: las historiadoras, Dra. Gabriela dalla Corte y Dra. Estrella Figueras. Los señores: Antoni Riera, que se tomó la molestia de leer mi trabajo y Jordi Ticó, que estableció el contacto para poder acceder al señor Cabecerán.

Archivos:

Archivo Comarcal de Balaguer. Archivo de Santa María de Poblet, fondo documental de la casa de Medinaceli. Archivo de la Universidad de Barcelona, Departamento de Documentos Reservados. Archivo Nacional de Catalunya (San Cugat del Vallés). Archivo Municipal de Les Corts. Archivo Provincial de los PP Capuchinos (Sarriá – Barcelona). Archivo Administrativo Municipal de Barcelona.

Bibliotecas:

Biblioteca de Catalunya. Biblioteca de la Facultad de Historia de la UB. Biblioteca General de la Universidad de Barcelona. Biblioteca Municipal de Cervera.

Instituciones:

Ayuntamiento de Os de Balaguer. Ayuntamiento de Camarasa.

Prensa:

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Servicio de hemeroteca de los diarios de Lleida “La Mañana” y “El Segre”. ABC, de Madrid. “La Vanguardia Española”, “Diario de Barcelona” y “El Correo Catalán”, de Barcelona.

Revistas:

“Mercurio”, Revista Comercial Hispano Americana. Colección completa de 1901 a 1930. (Barcelona). “La Gaceta”, artículo: La Catalunya exterior davant el nou mil·leni. FIEC. Barcelona, abril de 2000. Artículo: La Nueva Emigración a Iberoamérica. Autor: Felipe Vázquez Mateo. Ministerio de Trabajo, Instituto Español de Emigración. Madrid, 1970. Las Semanas Sociales en España. Madrid, 1958. Semanas Sociales en España. XVIII semana. Vigo-Santiago, 1958.

La utilización del recurso de Internet me ha sido de gran utilidad, tanto por el ahorro de tiempo como de dinero, que me ha permitido hallar informaciones actualizadas sobre los comentarios que se han ido publicando sobre el personaje, especialmente en la prensa de Costa Rica, que, de alguna manera, me han ayudado a defi nir su imagen.

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