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1 Josie Bliss: la amante birmana de Pablo Neruda después de 88 años Por Eda Cleary Neruda a los veinte años (1923). Josie Bliss, la amante de Pablo Neruda en Rangún durante 1928, se transformó en un sujeto de análisis literario y biográfico infaltable en la crítica sobre la obra nerudiana. De las pocas referencias personales que tenemos por parte del poeta sobre la estadía en Oriente, es esta enigmática mujer aquella que sigue alimentando la fantasía interpretativa de los especialistas mundiales en torno a la verdadera

Josie Bliss: la amante birmana de Pablo Neruda después de ... · Neruda después de 88 años Por Eda Cleary Neruda a los veinte años (1923). Josie Bliss, la amante de Pablo Neruda

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Josie Bliss: la amante birmana de Pablo

Neruda después de 88 años

Por Eda Cleary

Neruda a los veinte años (1923).

Josie Bliss, la amante de Pablo Neruda en Rangún durante 1928, se transformó en

un sujeto de análisis literario y biográfico infaltable en la crítica sobre la obra

nerudiana. De las pocas referencias personales que tenemos por parte del poeta

sobre la estadía en Oriente, es esta enigmática mujer aquella que sigue alimentando

la fantasía interpretativa de los especialistas mundiales en torno a la verdadera

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esencia de la relación que tuvo con Neruda y la posible influencia del Oriente sobre

su poesía.

He seguido las huellas del poeta hasta dar con el lugar donde vivió por brevísimo tiempo, antes de irse a vivir con Josie Bliss por ocho meses a las afueras de la ciudad.

La “pantera birmana”, “la maligna”, “la más bella de Mandalay” o “mi niña

amorosa” sigue viviendo a través de los tiempos mucho más allá de la muerte en los

extraordinarios poemas del vate que han fascinado a generaciones completas de

lectores. Sin embargo, el torrente de ensayos nerudianos, muchos de ellos

excelentes, se han basado casi exclusivamente en las breves confesiones que hace

Neruda sobre este episodio, dejando de lado un análisis más crítico de lo que pudo

haber llevado a esta mujer a la desesperación cuando es abandonada secretamente

por su amante sin darle ninguna explicación. La versión del poeta ha sido tan

poderosa e influyente que Josie Bliss ha quedado hasta ahora prisionera detrás de

los barrotes de esa imagen: la amante “obsesiva”, “criminal”, la “desdichada” que

no habría dudado en matarlo a cuchillazos de no haber escapado a tiempo al puerto

de Colombo en Ceylán (hoy Sri Lanka).

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Neruda en 1920, Ricardo Reyes.

Han pasado exactamente 88 años luego de este período en la vida de Neruda. He

tenido la fantástica oportunidad de vivir en Birmania (hoy Myanmar), viajar por el

país durante meses y conversar con decenas de birmanos, entre ellos estudiantes,

profesionales, trabajadores y dueñas de casa de todas las edades. He recorrido las

librerías de Rangún (hoy Yangón) y decenas de puestos callejeros de libros usados y

he seguido las huellas del poeta hasta dar con el lugar donde vivió por brevísimo

tiempo, antes de irse a vivir con Josie Bliss por ocho meses a las afueras de la

ciudad.

He conocido directamente la complejidad de las relaciones sociales en este

hermoso país, su historia política y económica y es justamente este aspecto el que

me ha dado nuevas pistas para una comprensión más integral de la vida de Neruda

en la Birmania colonial, envuelta hasta hoy en una especie de nebulosa romántico-

dramática. La verdadera esencia de los hechos acaecidos en torno a la “pantera

birmana” sólo puede ser descubierta con mayor realismo tomando distancia crítica

del verdadero mito que se ha ido construyendo acerca de la estadía de Neruda en

Oriente y al mismo tiempo acercándose a la historia de Birmania para alcanzar un

punto de encuentro.

Conviene recordar que Josie Bliss es la gran amante sin voz, aquella que va y viene

en el mundo poético de Neruda y nutre las fantasías orientales de los lectores

occidentales latinoamericanos y europeos. Sólo sabemos que era de piel oscura

(azul), de pie pequeño, que adornaba sus peinados con flores amarillas, llevaba

anillos en los dedos y la boca y fumaba grandes cigarros. Al parecer era oriunda de

Mandalay, actualmente la segunda ciudad más importante de Birmania y

antiguamente la capital del reino. Considerando estos escasos datos, intentaremos

deducir —allende lo que nos cuenta Neruda— cuáles eran probablemente su

carácter, sus sentimientos, sus pesares y sus ilusiones a partir del particular mundo

que la rodeó en la época colonial.

Pero, ¿quién era Josie Bliss verdaderamente?, ¿existió en el mundo real o fue sólo

una ficción?, ¿qué oficio tenía?, ¿era efectivamente una mujer peligrosa, suicida o

enferma de celos?, ¿fue su relación un amor correspondido?, ¿quién era el joven

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Pablo Neruda que se relacionó con ella?, ¿por qué la crítica literaria se contenta

hasta el día de hoy con la versión de Neruda acerca de Birmania y Josie Bliss?

Neruda en traje formal, 1927.

Birmania como premio de consuelo

Durante 1926, Neruda había buscado desesperadamente ser nombrado en algún

cargo diplomático para salir de la miseria económica que vivía en Santiago y poder

continuar con su labor literaria. Sabía que chocaría con la realidad oligárquica

chilena que prefería designar diplomáticos a los aspirantes provenientes de

familias de alcurnia y rancios apellidos. Entonces consiguió el apadrinamiento de

una conocida e influyente familia santiaguina a través de Manuel Bianchi Gundán,

quien había sido diplomático. El joven poeta mostraba tempranamente dotes

sociales al saber relacionarse con las personas adecuadas que le ayudarían en su

carrera. Sin embargo, entendía que debía aceptar “cualquier destinación” sin hacer

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preguntas, ya que el sueño de ir a París o a Madrid todavía estaba muy lejos de su

alcance.

Como poeta joven con dos importantes publicaciones, que luego se harían famosas:

Crepusculario y Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Neruda

contaba ya en Santiago con un cierto prestigio y reconocimiento social. Su talento

poético era el respaldo que le abriría la oportunidad para conocer el mundo como

cónsul. Lo que nunca imaginó es que la estadía en Birmania le depararía amargos

momentos de miseria que ya había probado en cités y conventillos de Santiago

durante la etapa estudiantil.

Pablo Neruda, de 23 años, arribó a Rangún en calidad de cónsul honorario hacia

fines de octubre de 1927 luego de una travesía que había comenzado en Valparaíso,

Chile, el 14 de junio del mismo año, para embarcarse desde Buenos Aires,

Argentina, hacia el Oriente. Llegó usando su nombre civil de Ricardo Neftalí Reyes

en compañía de su amigo de la infancia Álvaro Hinojosa, quien tenía experiencias

anteriores en viajes al extranjero pues había estado en Nueva York.

El Neruda joven y las mujeres

Llegó a Santiago desde el sur de Chile en 1921 a la edad de 17 años luego de haber

terminado la secundaria en la ciudad de Temuco. Era un chico tímido y más bien

introvertido. Ayudado por una modesta mesada de su padre ingresó a estudiar

pedagogía en francés en la Universidad de Chile. Se alojó en cuchitriles,

conventillos y pensiones de mala muerte, donde sufrió grandes aflicciones

económicas. Se cuenta que engañaba el estómago tomando interminables tazas de

té.

En el Pedagógico entró en contacto con otros estudiantes y formaron círculos

literarios que cultivaban una activa vida bohemia en los bares de la ciudad. Su

carácter va cambiando y se transforma en un muchacho desenvuelto y extrovertido.

Vestía con desplante una extravagante capa larga que marcó su estilo. Eran pobres,

pero se gastaban el poco dinero en salidas nocturnas. Luego de tres años dejó los

estudios para dedicarse completamente a la poesía. Neruda “no se avergüenza de

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ser escritor”, como le confesaría a su hermana Laura Reyes en una carta. Era

mujeriego y le gustaba viajar. Fue en ese tiempo cuando, entre otras, estableció una

relación con una compañera de universidad llamada Albertina Azócar, a quien

dedicó Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Le propuso incluso irse

a vivir con él sin casarse en circunstancias que en esos tiempos el consentimiento

habría constituido un escándalo para ella. Albertina finalmente desistió.

A pesar de esta desilusión, no se desanimó y siguió participando en revistas

literarias, publicando versos y frecuentando la vida nocturna santiaguina. No

obstante, la muerte de algunos amigos poetas devorados por la tuberculosis y las

malas condiciones de vida, le sirvieron de escarmiento. No quería terminar de esa

manera pues su voluntad de dedicarse por completo a la poesía era férrea. Fue

justamente este contexto el que lo sensibilizó frente a la cuestión social, pero no

desde el punto de vista político, sino esencialmente íntimo y humano. Detestaba

tempranamente la falta de libertad y la imposibilidad de autodeterminación que

significaban la explotación humana y la pobreza.

Luego de cinco años de apoyo económico paternal sin los resultados esperados, su

padre le cortó la ayuda recién en 1926. Neruda no comprendía la rabia del padre al

verlo desertar de los estudios. Estaba tan convencido de su talento que la crítica

paterna le parecía injusta y se alejó de él. Cuando partió a Oriente no estimó

necesario acudir a despedirse de la familia para “evitar conflictos”. Pero, después

de un breve tiempo en altamar dirigiéndose ya a Rangún, no dudó en escribirle a su

hermana Laura, a quien llamaba “conejita”, con el fin de pedirle que intercediera

por él ante el padre para que terminase de pagarle las cuotas en la sastrería donde

se había mandado a hacer un traje formal bajo el aval de un amigo a quien le caería

la deuda en caso de no cancelar lo acordado.

Tempranamente recurrió a la soledad, la pobreza y la desolación como elementos

inspiradores de su obra poética. Cuenta Schidlowsky que cuando Pablo Neruda

recibió el primer adelanto del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile para

emprender el viaje a Rangún, esa misma noche se farreó todo el dinero con amigos

en bares, debiendo posponer la partida “porque de pronto les había dado una sed

tremenda”. Contrastan estas anécdotas con el tono de sus declaraciones a El

Mercurio el 10 de octubre de 1926: “…yo creo que el arte es una cosa seria, no tengo

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vergüenza de decir que soy escritor, y prefiero a los hombres insatisfechos, aun

cuando se hallen entre los criminales”. A los 22 años demostraba una ética rebelde,

pero disciplinada a la vez. Detestaba la hipocresía y la pacatería religiosa de los

poderosos, pero tenía plena conciencia de que los necesitaba como aliados para

conseguir buenos contactos.

Neruda era un joven con gusto por la bohemia, los placeres, los amigos, la vida

mundana, las tertulias y las mujeres. Pero su meta principal era ser un poeta

fundacional con un nuevo lenguaje que revolucione la poesía moderna y alcanzar a

través de ello fama internacional. El Neruda veinteañero tenía ya plena confianza

en sí mismo. Por eso no sorprende la audacia de haber tenido las agallas de

emprender viaje a rumbos desconocidos, a pesar de haber podido optar por marcar

el paso y disfrutar del incipiente éxito en Chile y la admiración manifiesta del

público local.

La historia de Josie Bliss estará sometida a esta jerarquía de prioridades que

Neruda había definido mucho antes de conocerla a ella y a todas las otras mujeres

que vendrían. Sin embargo, no sólo esta prioridad dibujaría el tablero para su

“pasión” con Josie, sino también otros dos elementos propios de un muchacho

latinoamericano de su época: los prejuicios raciales y el machismo.

Neruda se mostraría rudo, sincero y directo, como se lo contaría a su hermana, en

octubre de 1927: “Aquí las mujeres son negras, no hay cuidado, no me casaré”; o

bien a su amigo Yolando Pinto el 27 de diciembre de 1927: “Uno… se cansa de ver

raras costumbres… de acostarse solo con mujeres de color…”, “…las mujeres,

material indispensable para el organismo, son de piel oscura,… de un olor distinto.

Todo es encantador la primera semana, pero las semanas, el tiempo pasa…”.

El 12 de diciembre de 1928, le escribió nuevamente a Laura desde Ceylán: “Aquí

todas las cabras (muchachas, nota de la autora) tratan de casarme, resisto

heroicamente, son demasiado inteligentes, saben demasiado, lo que para mí es un

inconveniente”, o bien lo que ya en la madurez recordó en Confieso que he vivido y

que resultaba un tanto contradictorio con los dichos anteriores: “Amigas de varios

colores pasaban por mi cama de campaña sin dejar más historia que el relámpago

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físico. Mi cuerpo era una hoguera solitaria encendida noche y día en aquella costa

tropical […] se acostaban conmigo desinteresadamente”.

Consulado fantasma en Rangún

Cuando llegó Neruda a Rangún nadie lo esperaba y no tenía dónde alojarse

oficialmente. Él y su amigo Hinojosa comprobaron que el costo de los hoteles en

Rangún era altísimo, y no es de sorprenderse, ya que en esa época Rangún era uno

de los puertos internacionales de mejor infraestructura del suroeste asiático, sólo

comparable con los de Inglaterra, y una bullente ciudad cosmopolita, donde

convivían mongoles, persas, armenios, portugueses, franceses e ingleses,

dispuestos a pagar los precios que se les exigiera para disfrutar y/o establecerse

rápido en algún negocio. En Rangún se activaba el mayor flujo de mercancías del

comercio internacional de la región hacia las metrópolis coloniales y viceversa.

Tenía una sola función, y ésta se realizaba regularmente cada tres meses requiriendo unos pocos días: la tramitación aduanera de la importación y exportación de cargamentos de té que provenían de Calcuta y llegaban al puerto de Rangún para ser despachados rumbo a Chile.

Ante esta situación, Neruda e Hinojosa, deseosos de aprovechar su estadía en

Birmania para conocer los países vecinos, decidieron llevar una vida errante para

ahorrar dinero alojándose en albergues baratos como los del Ymca (Young Men

Christian Association), fundado en 1876 por misioneros británicos, o bien

durmiendo donde los sorprendiera la noche, ya sea en las pagodas (templos

budistas), los prostíbulos o los fumaderos de opio. Fieles a su plan, viajaron en

noviembre de 1927 al sureste de la India a la ciudad de Madrás, y entre enero y

marzo de 1928 a la China y Japón. Luego de estas experiencias, Álvaro Hinojosa

decidió separarse de Neruda y seguir su camino por cuenta propia.

El consulado de Chile en Rangún era una especie de oficina fantasma, que no

contaba con un lugar físico de funcionamiento. Tenía una sola función, y ésta se

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realizaba regularmente cada tres meses requiriendo unos pocos días: la tramitación

aduanera de la importación y exportación de cargamentos de té que provenían de

Calcuta y llegaban al puerto de Rangún para ser despachados rumbo a Chile. El

resto del tiempo quedaba entonces a libre disposición del poeta.

Pablo Neruda y Álvaro Hinojosa (1927).

Ya solo y librado a su suerte, Neruda decidió arrendar un departamento en

Dalhousie Street 295 esquina con Bogalay Bazaar Street (hoy Bogalay Zay Street),

dirección que usará en adelante para la correspondencia postal privada. Según las

informaciones del Yangon Heritage Trust, dedicado a la conservación del

patrimonio colonial de Birmania, el edificio donde vivió Neruda fue demolido a

fines de 1928 para ser reemplazado en 1929 por un complejo residencial moderno

construido por un comerciante musulmán que puso al inmueble el nombre de

“Haroon Soorty Mansion”. Hoy se lo puede apreciar en esa ubicación en evidente

estado de decadencia. En el poema “El viajero”, de 1927, el poeta describió así su

nueva residencia: “Desde mis ventanas / en Dalhousie Street, el olor / indefinible,

musgo de pagodas, perfumes y excrementos, polen, pólvora / de un mundo

saturado por la humedad humana / subió a mí”.

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La residencia en Dalhousie Street 295 será un brevísimo paréntesis en la vida de

Neruda. No alcanzará a estar allí más de un mes cuando se produjo el encuentro

con Josie Bliss, con quien se irá a vivir pronto. En vista del inquietante estado en

las cuentas de Neruda, esta oportunidad le debe haber venido como anillo al dedo,

ya que en junio de ese mismo año se quedaría definitivamente sin dinero. En vano

serían las cartas que enviaría al Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile

pidiéndoles que le cancelaran sus sueldos impagos, y comprobaba indignado que

los editores del diario La Nación de Chile publicaban sus crónicas de viaje sin

pagarle un peso, por lo que no dudó en calificarlos como una “tropa de perros”.

Foto cortesía del Yangon Heritage Trust para Eda Cleary; junio de 2015.

Esta es la única foto existente del edificio donde vivió Neruda en los años veinte. Solo se pueden apreciar los

dos últimos pisos (ver flecha), que se ubican justo frente a las oficinas del Primer Ministro y su gabinete, hoy

clausuradas a la espera de ser restauradas como patrimonio colonial. El edificio de Neruda estaba en la esquina

con Bogalay Bazaar (hoy Bogalay Zay) en los tiempos de la dominación colonial británica. La calle Bogalay

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Bazaar conduce directamente al puerto de Yangón. En el poema “Entierro en el Este”, Neruda describió cómo

doblaban por allí las comparsas funerarias con sus muertos para ser cremados finalmente a orillas del río

Rangoon: “Yo trabajo de noche, rodeado de ciudad, / de pescadores, de alfareros, de difuntos quemados / con

azafrán y frutas, envueltos en muselina escarlata: / bajo mi balcón esos muertos terribles / pasan sonando

cadenas y flautas de cobre, / estridentes y finas y lúgubres silban / entre el color de las pesadas flores

envenenadas / y el grito de los cenicientos danzarines / y el creciente y monótono de los tamtam / y el humo de

las maderas que arden y huelen”.

Foto cortesía de DOM Publishers

Fotos del edificio Haroon Sorty Mansion 1928/1929 en la Dalhousie Street 295 en Yangon. Esquina donde vivió

Pablo Neruda en 1928. La Dalhousie Street de los tiempos coloniales es ahora la Maha Bandoola Road. A la

izquierda se cruza con la Bogalay Bazaar Street (hoy Bogalay Zay). Esa es la esquina precisa donde vivió Neruda

en el segundo o tercer piso. La flecha indica la numeración 295. El edificio donde residió fue demolido en 1928

para construir el edificio de la foto, que existe hasta la actualidad.

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La calle Bogalay Zay (antes Bogalay Bazaar Street).

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La esquina donde vivió Neruda, Maha Bandoola Street con Bogalay Zay (antes Dalhousie con Bogalay Bazaar

Street).

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La Young Men Christian Association en la Dalhousie Street, donde Neruda se alojó una vez.

Neruda recordará estos lacerantes momentos desde Ceylán y se los contará a su

amigo Eandi en carta fechada el 5 de octubre de 1929: “Debo explicarle mi primer

cable. Los cónsules de mi categoría —cónsules de elección u honorarios— tenemos

un miserable sueldo, el más reducido de todo el personal. La falta de dinero me ha

hecho sufrir inmensamente hasta ahora, y aún en este momento vivo lleno de

innobles conflictos. Tengo 166 dólares americanos por mes, por aquí este es el

sueldo de un tercer dependiente de botica. Y aun peor este sueldo depende de las

entradas que se reúnan en el Consulado, es decir que si no hay en un mes dado

exportaciones a Chile no hay tampoco sueldo para mí. Es en verdad tan penoso y

humillante todo eso: en Birmania a veces estuve cinco meses sin salario, es decir

sin nada. Y aun peor: todos los gastos que sean necesarios, escritorio, muebles,

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franqueo, arriendo de la oficina debo pagarlos yo. Y aun peor: no tengo derecho a

pasajes…”.

Estas circunstancias de vida determinarán la visión de Neruda con respecto a

Birmania. Despojado de las condiciones mínimas para una vida normal, no logrará

entender casi nada del país en donde se encontraba. Proyectaba sus propias

tribulaciones en Birmania y la veía meramente como “una grande y desventurada

familia humana”. Sólo quería huir, tal cual se lo escribió a Laura a fines de febrero

de 1928 desde Shanghái: “Yo estoy bastante aburrido de Rangún y pienso irme de

allí en corto tiempo. No te puedo describir el calor que hace, es como vivir en un

horno día y noche. Toda la gente termina por enfermarse de malaria, pero por

suerte las fiebres que he tenido hasta ahora se fueron pronto. La vida en Rangún es

un destierro terrible. Yo no nací para pasarme la vida en tal infierno… aquí no se

sale a la calle sino después de las cinco de la tarde, antes el sol quema como fuego, y

a esa hora ya se puede respirar”.

El poeta se enfrascaba en su propio mundo. Un oscuro estado de ánimo lo invadía

ferozmente, y sería justamente este espíritu aquel que le daría las herramientas

para la búsqueda de un nuevo lenguaje poético que se condensará en los poemas de

Residencia en la Tierra. En mayo de 1928, el poeta se lo expresaría así a Eandi:

A veces por largo tiempo estoy así tan vacío, sin poder expresar nada ni verificar nada en mi

interior, y una violenta disposición poética que no deja de existir en mí, me va dando cada vez una

vía más inaccesible, de modo que gran parte de mi labor se cumple con sufrimiento, por la

necesidad de ocupar un dominio un poco remoto con una fuerza seguramente demasiado débil. No

le hablo de duda o de pensamientos desorientados, no, sino de una aspiración que no se satisface, de

una conciencia exasperada. Mis libros son ese hacinamiento de ansiedades sin salida.

¿Quién era Josie Bliss?

Luego de la publicación de Residencia en la Tierra, en 1932, algunos críticos

deslizaron la idea de que Josie Bliss había sido producto de la imaginación

romántica de Pablo Neruda. El poeta mismo pensaba que estas afirmaciones eran

producto de las envidias de ciertos críticos locales por su creciente éxito a nivel

latinoamericano y en España. Sin embargo, las descripciones precisas que hace de

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ella y de los lugares que compartieron inclinan la balanza hacia la tesis de que sí

existió.

Neruda nunca se refirió a ella por su nombre birmano. Sin embargo, el experto

nerudiano Enrique Robertson me envió un dato crucial y dialogó conmigo para

encontrarlo luego de más de ocho décadas de secreto. Neruda viajó a Rangún con

su amigo Álvaro Hinojosa. En sus cartas, él se refería a Josie Bliss como de

“Mañoté”, chilenizando de esta manera su posible nombre en esa lengua

“recóndita”, como decía Neruda. En el sistema de nombres birmano no existen los

apellidos. Cada uno tiene un nombre según el día y la hora en que nace. A veces se

agregan a los nombres palabras que denotan los deseos de los padres para el niño

al nacer o que describen su apariencia. Todas las mujeres menores de 30 años son

llamadas con el prefijo “Ma”, que significa algo así como “señorita”. Tenemos

entonces la primera pista del nombre de Josie (Ma-ño-té). Luego sigue “Ño”.

Consultando con birmanos podría interpretarse como “Nyo” que significaría “color

café” y vendría a confirmar la tesis que Josie era de Mandalay donde la gente

generalmente tiene la piel más oscura que en otras regiones del país. Queda la

última parte del nombre: “Té”. En birmano Thein significa “rico” y también

“viernes” en su acepción (Thinn). Con estos datos es posible interpretar el

chilenismo “Ma-ño-té” como “Ma Nyo Thein” en birmano, que significa: señorita

nacida el viernes de piel café y que va a ser rica. Probablemente Josie se llamaba

“Ma Nyo Thein”.

Josie Bliss o Ma Nyo Thein correspondía a un tipo de mujer birmana que se

relacionaba con el mundo de la dominación colonial, principalmente con hombres

extranjeros, desafiando los fuertes sentimientos nacionalistas y de resistencia

antibritánica que caracterizaban a los birmanos en esa época. Birmania había

librado una lucha sin cuartel durante las tres guerras anglobirmanas (1824-1826,

1851-1852, 1885) para defender su independencia. En la literatura histórica se ha

demostrado incluso que los costos de la primera guerra anglobirmana causaron

tales estragos en la economía de la India Británica, que estuvo a punto de colapsar

económicamente. El orgullo y autoimagen birmanos se afirmaba en estos y otros

hechos irrefutables de patriotismo.

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Los británicos no tuvieron otra opción que ocupar paulatinamente Birmania a

medida que iban declarándoles estas tres guerras, hasta que debilitaron de tal

manera al país que éste no pudo impedir la anexión definitiva a la India, dejando

cientos de miles de víctimas por el lado birmano. La humillación más grande de

Birmania fue la reducción a calidad de provincia de la India, teniendo la

administración del país a miles de kilómetros de distancia. Además se creó un

verdadero apartheid contra la población birmana y por largos períodos no se les

permitió educarse, adquirir propiedades, trabajar en la administración pública ni

formar parte del ejército. Aun así la resistencia birmana nunca fue aniquilada.

Fueron perseguidos brutalmente, muchos pueblos fueron arrasados por el fuego

cuando se descubrían o se sospechaba en ellos núcleos de oposición nacionalista. El

imperio británico se vio forzado a traer personal de la India, tanto británico como

hindú, de Nepal unidades especiales de combatientes gurkhas —conocidos por su

ferocidad— y algunos hombres de la tribu Karen, que habían sido enemigos

históricos de los birmanos, para llenar las filas del ejército y mantener férreo

control sobre Birmania. Con ello se dio lugar a la formación de una clase media

constituida por las familias hindúes y los “anglobirmanos”, que eran usualmente

los descendientes de matrimonios entre mujeres birmanas con británicos de los

escalafones inferiores de la administración pública colonial. Baste recordar que

durante la época de Neruda Yangón tenía una población de cerca de cuatrocientas

mil personas, de las cuales un tercio era hindú o indobirmana.

Esta población era despreciada por la población birmana educada y temida por los

más humildes porque eran los que ejecutaban las órdenes abusivas de los señores

coloniales británicos, que en su mayoría eran escoceses o irlandeses. Las mujeres

birmanas que se casaban con hindúes o británicos caían en el aislamiento por parte

de sus connacionales y una prueba de este sentir fue el hecho de que, luego de la

liberación de Birmania en 1948, ellas cayeron en desgracia y muchas terminaron en

la más absoluta pobreza al quedarse solas con sus hijos tras la retirada del personal

colonial.

Por otro lado, aquellas mujeres birmanas que mantenían relaciones de amantes

con británicos o extranjeros de los escalafones superiores y medios de la

administración colonial, banqueros, empresarios, comerciantes o aristócratas, lo

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hacían fundamentalmente para obtener protección y/o ser mantenidas, pero nunca

podían aspirar a casarse, pues la doble moral de los británicos de la clase alta o

media lo impedía. En los medios birmanos eran vistas con recelo.

No obstante vale la pena entender la posición pragmática de estas jóvenes que

estaban condenadas de antemano a la miseria tanto en el mundo birmano como en

el colonial. No se trataba de personas desalmadas, sino quizás de mujeres que

llevaban una vida fuera de cualquier ideal político o patriótico nacionalista,

adoptando una estrategia riesgosa de sobrevivencia propia de numerosos países

bajo la dominación colonial.

La vida de estas birmanas no era fácil, pues la fragilidad de esta opción las conducía

a menudo a los mundos prohibidos de los bares, los prostíbulos y fumaderos de

opio. Eran una especie de “geishas” al estilo birmano. Se sabe que los británicos se

cuidaban mucho de ponerles casa, pues la condena social del mundo colonial era

implacable.

Esta situación les permitió llevar una vida relativamente libre de rutinas y vivir

solas cerca de Rangún, aunque en esa época no se estilaba que las mujeres comunes

vivieran fuera del alero de sus familias, tradición que hasta el día de hoy se

mantiene. A pesar de que su “oficio” era conocido, existía una cierta comprensión o

ambivalencia hacia ellas debido a que, en caso de desgracias familiares, solían

servir de pilares solidarios a sus parientes.

Las birmanas amantes de extranjeros occidentales no estaban dispuestas a

subyugarse a la oferta de las costumbres convencionales pensadas para ellas. Si se

las ve desde un punto de vista moderno, estas jóvenes deben haber tenido que

juntar coraje para enfrentarse a un mundo que poco les ofrecía a cambio de aceptar

un destino subyugado a la religión, la obediencia y la humildad. Resulta muy

ilustrativo que en la religión budista las mujeres ocupan también un lugar

secundario. En la gran pagoda Sandamuni de Mandalay, por ejemplo, no tienen

acceso a rendirle homenaje al gran buda pegándole una lámina de oro en el cuerpo,

ya que este privilegio queda reservado exclusivamente a los hombres.

En conversaciones con birmanos, me han contado que durante la colonia los

británicos eran llamados los “white-Indians” y los hindúes los “black-indians”. A la

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lengua inglesa se la llamaba “the slave-language” y se resistieron durante casi un

siglo a aprender esa lengua como símbolo de su resistencia. En contraste a esta

conducta, las mujeres birmanas amantes de británicos pudientes debían aprender

un poco de inglés y adaptarse a los gustos de sus protectores. Una vez que los

amantes concluían sus misiones en Birmania, generalmente ellas ya habían logrado

reunir un cierto patrimonio que les permitía llevar una vida independiente.

Quizás Josie Bliss pertenecía a este tipo de mujeres, pues ella usaba un “nombre de

calle” inglés y llevaba la moda inglesa, cuestión totalmente inusual para una

birmana común de la época.

Un elemento importante en la vida de mujeres como Josie era la presencia de

numerosas muchachas casaderas británicas o extranjeras europeas en la Birmania

colonial, que —dentro de la lógica patriarcal imperante en la época— venían a las

colonias como “última chance” para encontrar marido luego de haber “fracasado”

en el “mercado matrimonial” de los países de origen. Se trataba generalmente de

chicas audaces, complacientes a veces, dispuestas a todo para conseguir sus metas.

Manejaban a la perfección el cuidado de las apariencias y los códigos de la doble

moral británica, a diferencia de sus secretas enemigas birmanas. Estas “señoritas”

inglesas no dudaban en buscar oportunidades para sondear sus posibilidades y

poner a prueba las dotes conquistadoras con varios pretendientes a la vez, dando

lugar a una batalla soterrada, a veces intrigante, donde las birmanas estaban

condenadas a perder el juego.

El personaje de “Elizabeth”, la chica inglesa casadera que llega al pueblo de

Kyauktada al norte de Mandalay a buscar marido en la novela de George Orwell

Los días de Birmania (1934), ilustra magistralmente este fenómeno de los viejos

tiempos coloniales.

Josie Bliss decidió relacionarse con Neruda sin saber quizás quién era realmente y qué podía esperar de él. Pronto se vio no sólo conviviendo con Neruda en su casa, sino sosteniéndolo también.

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Siguiendo el itinerario descrito minuciosamente por Schidlowsky e

interpretativamente por Olivares, es posible determinar con cierta precisión que

Neruda y Josie se encontraron hacia fines de abril de 1928 y convivieron hasta

principios de diciembre del mismo año, cuando él decide partir de viaje por dos

meses nuevamente a la India. Fueron en total ocho meses de relación. En Confieso

que he vivido, Neruda recuerda de esta manera el encuentro con Josie: “…me

adentré tanto en el alma y la vida de esa gente que me enamoré de una nativa. Se

vestía como una inglesa y su nombre de calle era Josie Bliss. Pero en la intimidad

de su casa, que pronto compartí, se despojaba de tales prendas y de tal nombre

para usar su deslumbrante sarong1 y su recóndito nombre birmano…”.

En esta primera aproximación a Josie, Neruda marca nítidamente el tipo de

vínculo que establecería con ella. No se denota complejo al tratarla como parte de

“esa gente” poniéndola en una categoría neutra, sin nombre ni nacionalidad. Es

una “nativa”, no una mujer birmana, su nombre real no interesa, basta con el de la

calle. Los elementos exóticos y “deslumbrantes” de los nativos prevalecen por sobre

lo personal y lo particular de esta amante. Jamás se aprenderá su nombre birmano,

ni se interesará por lo que hacía en la calle. Por ahora sólo quisiera subrayar que el

amante Pablo Neruda no correspondía con los cánones de los amantes británicos,

protectores y proveedores de sus amantes birmanas. Él era un extranjero, con

aspecto más bien de hindú (Olivares), cuya vida difícilmente pudo haber sido

dilucidada con claridad por los “nativos” como llamaba Neruda a los birmanos, ya

que era un diplomático pobre, cuyo estatus probablemente tendía a desorientar a

los que lo rodeaban en cuanto a su verdadera condición económica.

Josie Bliss decidió relacionarse con Neruda sin saber quizás quién era realmente y

qué podía esperar de él. Pronto se vio no sólo conviviendo con Neruda en su casa,

sino sosteniéndolo también. Esta insólita constelación la fue involucrando, tal vez,

en un vínculo romántico un tanto confuso, difícil de manejar y totalmente

desconocido para ella.

El poeta acabó invirtiendo radicalmente los “términos de intercambio” de la

relación, dando espacio a un enmarañado juego de pasiones y expectativas. En este

contexto, conviene considerar el rol que debe haber jugado la fuerte tradición

birmana de solidaridad, de la cual Josie hizo gala al compartir con Neruda lo que

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tenía. Podría decirse que esta convivencia había nacido del quiebre, por parte de

ella, de lo que acostumbraban las mujeres de sus círculos.

En la literatura disponible se ha afirmado que Josie Bliss y Neruda compartieron

un “bungalow”. Construir una casa sólida y/o arrendarla era en esa época privilegio

de pocos. En junio de 2014, la revista online Intemperie publicó un artículo donde

se relata que la cama donde dormían los amantes era de material ligero, afirmando

que “alrededor del catre de campaña, manchado por la lluvia, hay (habían, nota de

la autora) granos de arroz mojados por las goteras” (Valdovinos, 2014), lo que

indica que la vivienda que compartían no era precisamente sólida. Con seguridad

debe haberse tratado de una vivienda típica birmana, existente hasta el día de hoy,

montada en altura sobre gruesos pilares de bambús, paredes y techos de coirón,

que es un tipo de caña de hojas muy resistentes al clima tropical. Su característica

fundamental es que se seca rápidamente luego de las lluvias torrenciales durante

las épocas de monzón. Usualmente tienen una puerta ancha y ventanas que se

mantienen abiertas para que pase el viento y refresque el ambiente de los intensos

calores y humedad, sobre todo durante la noche. La vegetación que las rodea son

los cocoteros, las palmeras de nuez de betel, palmeras oleíferas y los árboles que

dan la flor nacional amarilla y deliciosamente perfumada de Birmania que es el

“padauk” (Teperocarpus macrocarpus) con que las birmanas suelen adornar sus

peinados. A estos datos se suma lo que Pablo Neruda versificó en su poema “Tango

del viudo” cuando recuerda nostálgicamente la familiaridad con que escuchaba

orinar a Josie Bliss al fondo de la casa.

Inicialmente la convivencia con Josie Bliss fue un súbito e inesperado golpe de

suerte al encontrar una persona que lo acompañara y protegiera. Y así lo expresará

en “Juntos nosotros” refiriéndose a ella como “mi niña, mi partidaria, mi amorosa”.

Faltaban sólo algunos meses para que “su partidaria” fuera vista por Neruda como

“la maligna” del poema “Tango del viudo”, cuando huye de la “deshabitada”,

indicando esta última palabra seguramente el vacío por no ser “habitada” por él.

Los poemas que publicará Neruda en Residencia en la Tierra expresarán la feroz

ambivalencia que caracterizaría la frágil relación con Josie Bliss y que terminará de

una manera muy peculiar para ella. A esto se agregaría la difícil comunicación en

inglés, una lengua que ninguno de los dos dominaba. Sus rutinas se limitaban a

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intensas sesiones de sexo y pasión, a escuchar melodías del músico norteamericano

Paul Rebeson en gramófono, mientras ella fumaba grandes cigarros y se servían

vasos de whisky hasta acabar medio emborrachados.

En sus memorias Neruda recordó que en Birmania la calle era “su ley”.

Diariamente deambulaba por el centro de Rangún llevando una vida errante. En

esos recorridos jamás aparece en compañía de Josie. Al parecer durante el día cada

uno iba por su lado para encontrarse luego en la noche.

Josie Bliss: una pasión poética

A Josie Bliss se la conoce fundamentalmente a través de los versos que Neruda

escribió estando en Oriente: “Juntos nosotros”, “Monzón de mayo”, “Entierro en el

Este”, “La noche del soldado”, “El joven monarca”, “Josie Bliss” y “Tango del

viudo”, de Residencia en la Tierra (1933). A ellos se agregarían más tarde otros

tres: “La desdichada”, de Extravagario (1958), y “Josie Bliss” I y II, en Memorial

de Isla Negra (1964).

Al comienzo de su relación con Josie, Neruda pasó por una etapa de euforia y la

imaginó como “su esposa, la hija del rey”, la “más bella de Mandalay”. Sintió el

“arrullo” al percibir la música que producían las polleras femeninas al caminar

cuando cocinan (“El joven monarca”). La declaró como su “bienamada”, y no dudó

en pensarla “como un mes de estrella, como un beso fijo, como estructura de ala, o

comienzos de otoño, niña, mi partidaria, mi amorosa” (“Juntos nosotros”).

De alguna manera, Josie lo consolaba y le hacía acaso olvidar las extrañas

sensaciones de los ritos funerarios birmanos observados desde su balcón en la

Dalhousie Street cuando había vivido solo. Aquellos espectáculos vernáculos de las

cremaciones nocturnas, con los cadáveres envueltos en muselinas y oliendo a

azafrán, parecían alejarse con sus músicas monótonas y danzas misteriosas,

“…porque una vez doblado el camino, junto al turbio río, sus corazones, detenidos o

iniciando un mayor movimiento, rodarán quemados, con la pierna y el pie hechos

fuego, y la trémula ceniza caerá sobre el agua” (“Entierro en el Este”). Pero este

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alivio, esta dulcificación de su existencia a través de la amante será de corta

duración.

El tierno imaginario íntimo se va ensombreciendo paulatinamente, porque sabe

que se encontraba en Birmania en calidad de “soldado” haciendo “guardias

innecesarias” pues vivía entre “mercaderes mahometanos, entre gentes que adoran

la vaca y la cobra”, se ve rodeado de “camaradas estúpidos y alegres, que fuman y

escupen y horrendamente beben, y que de repente caen, enfermos de muerte”.2 Las

visitas a muchachas de “ojos y caderas jóvenes” que busca en Rangún con “sed

masculina y en silencio”, no lograban aquietarlo, sino que en esos encuentros “hay

algo de brasa abandonada que se gasta sola, y cae envuelta en ruinas, en medio de

cosas funerales” (“La noche del soldado”). En este poema Neruda expresa toda su

asfixia existencial, la convicción de estar en un mundo sin salida, donde sólo

pululan individuos supersticiosos, banales, alcohólicos y de horribles costumbres.

En sus eternos recorridos por la ciudad aparecen las citas que sólo dejan el vacío

amargo del sexo pagado y la decadencia de una vida que se parece a la muerte.

En mayo, tan sólo dos meses después de haber conocido a Josie, se desataron las

torrenciales lluvias del monzón, cuando, aprisionado por el calor, las calles se

inundaban quedando como barriales, emanando vapores calientes sin cesar y

humedeciendo el aire casi intoxicante. Imaginó al monzón como “un hombre

desnudo… en una batalla levantando su ramo blanco”. Como en un lamento de

profunda soledad, se preguntaba: “¿Qué reposo emprender, qué pobre esperanza

amar con tan débil llama y tan fugitivo fuego?” (“Monzón de Mayo”). Neruda

sobrecoge en este poema, porque conociendo su estado anímico, sabemos que se

identificaba con el monzón. Los versos denotan desilusión, un agotamiento de

aquel que había llegado lleno de sueños a Rangún, pero que sin renunciar todavía,

osaba levantar la bandera blanca en medio de una guerra para pedir una tregua. Lo

afiebraban las dudas sobre sus verdaderos sentimientos hacia Josie sostenidos

frágilmente por lo que él sentía una “débil llama”.

Al mismo tiempo, conviene subrayar que Josie Bliss nunca apareció mencionada en

las cartas que enviaba a los amigos. El mundo con Josie pareciera haber sido uno

de carácter severísimamente secreto, íntimo, personal e impenetrable. Solamente

las circunstancias que lo rodeaban eran materia de correspondencia.

Contradictoriamente a la felicidad del “joven monarca” o al amor descrito en

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“Juntos nosotros”, Neruda escribió a Eandi en mayo de 1928, expresándole un

ánimo completamente opuesto, en un tono triste y desesperanzado: “Quiero salir

ahora de un estado de espíritu verdaderamente miserable” y “a veces por largo

tiempo estoy así tan vacío, sin poder expresar nada ni verificar nada en mi

interior”. La evidente negación de Josie resulta sorprendente en Neruda, quien

gustaba de hacer alarde sobre sus aptitudes seductoras. Tal vez este secretismo le

surgía espontáneamente desde sus naturales prejuicios racistas que presuponían el

origen “bajo” o “primitivo” de Josie, como muy certeramente lo escribió Hernán

Loyola en su libro Residencia en la Tierra.

Las rutinas bohemias de Neruda no se interrumpieron al convivir con Josie.

Continuó las aventuras amorosas con diversas mujeres, “material indispensable

para el organismo” masculino. Y ciertamente las reacciones de celos y desconfianza

de Josie emanaban de esta situación, y no de su intrínseco carácter “torrencial” y

“furioso” de mujer nativa.

Los círculos donde se movía Neruda le hacían ver a Birmania como una cárcel,

como una especie de condena. En ocasiones la describía como un “destierro” y en

otras como un “infierno” y creía que los birmanos estaban “empapados de un

pesimismo y angustia atroces”. Veía a los pueblos del Asia subyugados a una

especie de existencia divina que emanaba de los dioses, sin poder manejar sus vidas

de forma libre y condenados al mundo del pensamiento mágico irracional

(Loveluck, 1971), del cual Josie no parecía escaparse.

Esta manera de entender Birmania tenía que ver con su época de manifiesto

apoliticismo, tanto en relación con la historia como en cuanto a la obra poética.

Refiriéndose al ideal de un proceso creativo, Neruda le escribió a Eandi lo

siguiente: “Sólo yo mismo existo entonces, y mis aflicciones, mis felicidades, mis

pasiones privadas”. Josie evidentemente no tenía un lugar en ese momento y a lo

máximo le servía como elemento de inspiración. Incluso algunos críticos de Neruda

deslizaron la idea de que ella, con sus celos y carácter torrencial, se había

transformado en un auténtico obstáculo para él, cuya consecuencia natural habría

sido abandonarla para librarse de este virtual yugo. Pero los porfiados hechos

fácticos han demostrado que la huida secreta de Neruda a Ceylán no tuvo ninguna

relación con sus celos.

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Pablo Neruda en Ceylán; Wellawatha (1929).

Ni la historia de la fuga ni la del abandono surgieron en el juego de pasiones contra

la amante celosa, ya que Schidlowsky comprobó que Neruda se encontraba

efectivamente dos meses en Calcuta y no en Rangún, cuando recibió la noticia de su

traslado a Ceylán. Es decir tuvo todo el tiempo del mundo, y sin prisas, para

planear un breve regreso a Birmania a buscar sus pertenencias y luego partir a

Ceylán definitivamente. Por consiguiente, decidió volver a rescatar los borradores

de los poemas de Residencia en la Tierra, que estaban en casa de Josie, y

emprender su salida secreta dejando todo lo demás, igual como lo había hecho con

su familia en Chile al partir a Rangún. No quería conflictos. Al final de cuentas en

ningún momento había dejado de ver a Josie como una “nativa”, una “pantera”,

una especie de animal exótico, bello pero peligroso, que cuando rugía era preciso

eliminar.

Pero más tarde, en la medida que va escribiendo sus poemas, Neruda oscilaba

desde la rabia, la lógica prejuiciosa, y cómo él decía desde “la razón”, al nostálgico

mundo de los recuerdos pasionales alojados en el inconsciente, los momentos

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románticos, la fatal atracción erótica, incluso a veces dejando aflorar ciertos

sentimientos de amor, de culpa y de compasión, tan propios del que amó

verdaderamente a otro.

En el último poema de Residencia en la Tierra referente a Josie Bliss, “Tango del

viudo”, la amante aparece como un sujeto irracional, furioso, incontrolable,

envuelto por una violencia imparable y sin ningún motivo, que de no haber

existido, Neruda hubiese podido seguir amándola. La palabra “viudo” denota por lo

demás un hombre que ha perdido a su mujer porque ha muerto. Josie sólo fue su

“esposa” en el poema “El joven monarca” y el poeta decidió “enviudarla” porque

estaba seguro que así no volvería a resucitar. Josie ya no era “su partidaria”, era

solamente una mujer “maligna”:

…Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia, / y habrás insultado el recuerdo de

mi madre / llamándola perra podrida y madre de perros, / ya habrás bebido sola, solitaria, el té del

atardecer / mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre / y ya no podrás recordar mis

enfermedades, mis sueños nocturnos, mis comidas, / sin maldecirme en voz alta como si estuviera

allí aún / quejándome del trópico de los coolíes corringhis, / de las venenosas fiebres que me

hicieron tanto daño / y de los espantosos ingleses que odio todavía (“Tango del viudo”).

Muchos años después, en Confieso que he vivido, Neruda insistirá en esta versión

caracterizando a Josie como un sujeto abandonado a su irracionalidad y por una

furia instintiva:

…la dulce Josie Bliss fue reconcentrándose y apasionándose hasta enfermar de celos… A veces, de

noche, me despertaba la luz encendida y creía ver una aparición detrás del mosquitero. Era ella,

apenas vestida de blanco, blandiendo su largo cuchillo indígena, afilado como una navaja de afeitar,

paseándose por horas alrededor de mi cama sin decidirse a matarme. Con eso, me decía,

terminarían sus temores. Al día siguiente preparaba curiosos ritos para asegurar mi fidelidad. Por

suerte recibí un mensaje oficial que anunciaba mi traslado a Ceilán. Preparé mi viaje en secreto y un

día, dejando mi ropa y mis libros, salí de la casa como de costumbre y entré al barco que me llevaba

lejos.

La “otra” Josie Bliss

Josie, aquella mujer “maligna”, apareció en Wellawatta3 en 1929 como un fantasma

del pasado, poniendo un súbito fin a la “viudez” del poeta. Este pueblo costero

estaba situado en las afueras de Colombo, Ceylán. Su “esposa” lírica había cruzado

el mar con un saco de arroz, una alfombra, los discos de Paul Robeson y un cuchillo

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afilado en la mano, según los recuerdos de Neruda. Sabemos que en los estrictos

tiempos coloniales, ninguna mujer, ni hombre tampoco, ni menos birmana, podría

haber puesto ni siquiera un pie en un barco portando un arma mortal.

Josie debe haber necesitado desesperadamente conversar con alguien, compartir su dolor y dilucidar una pronta salida a la horrenda situación. Con esta conducta hace gala de una disposición a escuchar, a detenerse para reflexionar más allá del vínculo amoroso, ahora ya por su propio bien.

Josie le tocó la puerta, intentó pedirle explicaciones, pero Neruda se la cerró en su

cara y la dejó en la calle, mientras se sorprendía de la furia de Josie por la visita de

“dulces” muchachas inglesas a su bungalow. Josie estaba, seguramente,

desconcertada, no lograba convencerse de lo que estaba presenciando. Como mujer

resuelta que era, decidió estirar su alfombra y dormir en la calle por varios días a la

espera de una reacción por parte de su ex amante. Pero los días pasaban sin

ninguna respuesta y Fernando Ratnaigh, el vecino cingalés de Neruda que vivía al

frente de su casa, se apiadó de ella y la invitó a alojarse en su casa. Si Josie hubiese

sido peligrosa, salvaje e incendiaria como la presentó Neruda en sus memorias, lo

más probable es que este vecino no se hubiera atrevido a extenderle la mano y

ofrecerle su techo. Fernando percibió en esta birmana el profundo dolor y la

punzante desilusión que estaba sufriendo. Luego de unos días, ella se tranquilizó y

resolvió regresar a su país.

Neruda permaneció impávido todo ese tiempo. La solidaria conducta del vecino

estaba lejos de lo que pensaba el poeta del vecindario en Wellawatta, en su mayoría

cingaleses, tamiles y burghers de origen holandés, a quienes había descrito en carta

a Eandi como “…hipócritas y enfermos sexuales, cristianos fatales, y perseguidores

asiduos de la vida” luego de que le criticaran su vida sexual. No dudó en tildarlos

como “unos infelices, homosexuales,… que carecían de moral” antes de la llegada

de los portugueses.

Este episodio derrumba el imaginario prejuicioso de Neruda sobre su amante. Al

seguirlo, Josie deja de ser la “nativa” y emerge como cualquier mujer que piensa

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que tiene derecho a una explicación. Seguramente la carta de despedida del “Tango

del viudo” nunca existió, porque de otra manera no se explicaría la perplejidad de

Josie al comprobar en la práctica que su amante había desaparecido sin dejar

huella. Lo más probable es que Neruda haya sido visto por los vecinos cuando entró

a la casa de Josie en su ausencia a rescatar los borradores de poemas, ya que en

Birmania, como lo he podido comprobar ahora, es difícil pasar desapercibido como

persona extranjera.

El poeta con un grupo de pescadoras en Wellawatha (1930).

Tal vez a Josie se le cruzó por la mente que pudiese haber tenido efectivamente un

impedimento, por lo cual prestamente organizó y financió su viaje en barco a la

India con el fin de cerciorarse por sí misma de lo que había ocurrido. Buscó la

información para ubicar a Neruda, seguramente en medios diplomáticos, y se

movió con asertividad en un país extranjero hasta dar con su domicilio.

Probablemente jamás pensó que Neruda la iba a recibir de esa manera, echándola a

la calle e ignorándola. De lo contrario, no se explicaría el natural hecho de que haya

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llevado un saco de arroz para cocinarle como lo hacía en Birmania, y no como lo

señala Neruda porque pensaba que “…no existía arroz sino en Rangún”.

Si hubiese existido la violencia y el odio que atribuía Neruda a su amante en las

memorias, Josie no habría cargado con los discos preferidos por ambos para

repetir momentos románticos. Al encontrarse sola durmiendo sobre la alfombra en

la vereda del frente a la casa de Neruda y presenciando el desfile de mujeres que

visitaba a su ex amante que “se acostaban [con él, nota de la autora]

desinteresadamente”, toma conciencia de su posición. Acepta la inesperada mano

amiga del vecino Fernando y su familia como una muestra de empatía con ella.

Poniéndose en su lugar, Josie debe haber necesitado desesperadamente conversar

con alguien, compartir su dolor y dilucidar una pronta salida a la horrenda

situación. Con esta conducta hace gala de una disposición a escuchar, a detenerse

para reflexionar más allá del vínculo amoroso, ahora ya por su propio bien.

En un gesto de singular dignidad, decidió pedirle a Neruda que la fuera a despedir

al barco como última señal de su amor marcando la diferencia con el trato que ella

había recibido de él. Estaba acompañada de otros pasajeros amigos cuando Neruda

llegó, y alejándose por unos momentos de ellos, le dio un último beso de despedida,

cuya decencia y sinceridad descolocaría emocionalmente a Neruda, provocándole

dudas acerca de sus verdaderos sentimientos: “No podía pedirle que desistiera del

viaje, que abandonara conmigo el barco que se la llevaba para siempre. La razón

me lo impedía, pero mi corazón adquirió allí una cicatriz que no se ha borrado”.

Neruda pensaba que Josie era ahora la “deshabitada”, pero él volvería una y otra

vez a “habitarla” en su obra poética. No fue el caso de las mujeres que él abandonó

o a las cuales les fue infiel: “Maruca”, su primera esposa, siendo abandonada con la

hija enferma en medio de la segunda guerra mundial; Delia del Carril, la segunda

cónyuge, engañada y negada en sus memorias; y Matilde Urrutia, su última mujer,

sufriendo la infidelidad del marido ya enfermo y anciano a manos de su propia

sobrina.

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La casa de Neruda en Wellawatha (1929).

Josie Bliss, la inmortal

Josie volvió a aparecer en la obra de Neruda en 1958 en Extravagario en el poema

“La desdichada”, y en 1964 en Memorial de Isla Negra en los poemas de la sección

“Amores”: “Josie Bliss I” y “Josie Bliss II”.

Su lectura es inmensamente reveladora a la luz de la presentación de esta “otra”

Josie Bliss que hemos bosquejado tentativamente en este texto.

Habían pasado 29 y 35 años respectivamente desde la aparición de estos poemas

luego de la despedida de los amantes de 1929 en Colombo/Ceylán. Nuevamente,

Neruda, cercano a los 60 años, ilustró en forma intacta la imagen que creó de Josie

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como una nativa “furiosa”, “torrencial” y “rencorosa”, e insistió en presentar su

tranquilo traslado a Ceylán como una huida desesperada.

La versión de que el anuncio de su traslado había sido la carta de liberación de una

relación sofocante con la peligrosa “pantera birmana”, seguía incólume en pie, en

contraste con la banal y cruda realidad de los hechos acaecidos tanto en Wellawatta

como en el puerto de Colombo: Josie Bliss se había ido voluntariamente para

siempre en una decisión espectacular de amor propio y autorrescate.

En “La desdichada” Neruda imaginó a Josie esperándolo todavía en una increíble

manifestación de vanidad masculina. “La dejé en la puerta esperando / y me fui

para no volver. / No supo que no volvería. / Pasó un perro, pasó una monja, / pasó

una semana y pasó un año. / Las lluvias borraron mis pasos / y creció el pasto en la

calle, / y uno tras otro como piedras, / como lentas piedras / los años / cayeron

sobre su cabeza […] y esa mujer esperándome”.

En el mismo tono, Neruda escribió sobre el tema de la amante birmana en los

poemas “Josie Bliss I” y “Josie Bliss II”. En el primero se imaginó la muerte de ella

y su cremación en el río Irrawaddy “mientras el río murmuraba lo que llorando yo

te hubiera dicho”. Aquí cabe la interrogante de qué es lo que le hubiese dicho y por

qué lo habría hecho entre lágrimas.

En el segundo texto, Neruda recreó otra vez la imagen que había construido

alrededor de Josie. La describió como un “rayo” con “rencor de puñal” como la

“furiosa mía” e imaginó la existencia de la amante sufriendo por su ausencia en el

otro mundo: “Hoy, aún sin mi ausencia, sin sepulcro, abandonada de la muerte,

abandonada de mi amor, allí donde el viudo Monzón y sus tambores redoblan

sordamente y ya no pueden buscarme tus caderas extinguidas”.

La fuerza e intensidad impresionante de estos magníficos versos nos podrían hacer

pensar que no fue Josie la “deshabitada”, la “desdichada”, sino él mismo, ya que

nunca dejó de pensar en ella ni pudo sacársela del corazón, transformándola de

esta manera en una figura poética inmortal.

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Residencia en la Tierra seguirá siendo una obra cumbre de la poesía mundial y Josie continuará viviendo en

ella como lo quiso su creador.

Josie vuelve a la “Tierra” de “Residencia”

La aventura de ir a la búsqueda de la “otra” Josie Bliss, más allá de la imagen

construida por Neruda, me ha permitido descubrir una extraordinaria mujer

birmana enfrentada a las acuciantes contradicciones en una patria ocupada por las

fuerzas coloniales británicas. Viniendo de Mandalay logró instalarse en la

cosmopolita ciudad de Yangón desafiando sus propias tradiciones pero

conservando intactos su orgullo, generosidad, intuición y pragmatismo femenino.

Se movió en el riesgoso mundo de la dependencia de los favores de otro, pero

siendo joven pudo darse el lujo de vivir sola e incluso viajar a otros países, como lo

hizo cuando Neruda la abandonó.

Fue capaz, en una época especialmente marcada por la tradición patriarcal, de

autodeterminarse y elegir como amante a un hombre totalmente extraño que no

correspondía con ninguna de las expectativas de las mujeres de su círculo. Neruda,

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en cambio, joven igual que ella, no tuvo la fuerza para romper con los prejuicios y

sintió miedo de ese deslumbrante amor refugiándose en la construcción de una

ficción poética y huyendo a Wellawatta para no enfrentarse con sus propios

sentimientos.

El análisis del reencuentro de los amantes en Ceylán nos devela la verdadera

esencia de los acontecimientos. Aquí Josie Bliss se encumbró como una hábil figura

para transformar una dolorosa traición amorosa en una fuente de sabiduría para

rescatarse a sí misma en un momento de iluminación clarificadora. Incluso en la

despedida, organizada por su iniciativa, no desistió de un último gesto de profundo

amor, logrando dejar marcado para siempre el corazón de Neruda, quien jamás

lograría olvidarla. Incluso en 1957 volvió a Rangún con el fin de saber de ella, pero

Josie había desaparecido de la ciudad para siempre sin dejar huellas.

Neruda, por su lado, a diferencia de Josie, había elegido una estrategia de vida en

Yangón que pronto se revelaría como equivocada y que lo sumiría en el ostracismo

social. En su inocencia juvenil pensó que en el severo mundo colonial británico

podía moverse libremente como cónsul desde el mundo de la bohemia y de la vida

errante como había aprendido en Chile, cerrándose con ello cualquier puerta para

salir de esa disyuntiva. Vivía en la permanente contradicción entre desear la

estabilidad, “echar raíces”, como solía decir, y al mismo tiempo disfrutar de una

vida poco convencional y libre de amarres. Anhelaba alcanzar la fama a través de su

poesía, pero elegía el camino de la espera dramática, la llegada quizás de un “golpe

de suerte”, debatiéndose entre la autoconmiseración y la convicción absoluta de su

gran talento poético.

La tradición budista de Josie que suponía como virtud la gratitud combinada

quizás con el orgullo birmano, la fue haciendo incompatible con una relación

evidentemente desbalanceada en el juego de dar y recibir. Probablemente fueron

estas las razones que la llevaron a la indignación, a las escenas de celos y a las

amenazas en una turbulencia emocional ya incontrolable en la medida que él

insistía en la naturalidad de sus incoherentes conductas.

La versión nerudiana de la “pantera birmana” se me cayó a pedazos en una lectura

más atenta y analítica de los numerosos textos acerca de su vida y su obra.

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Sorprendente resulta además la más completa y rotunda cerrazón mental por parte

del joven Neruda para intentar comprender dónde estaba viviendo.

La época en que Neruda vivió en Birmania correspondió a un tiempo de gran lucha

política anticolonialista. En la década del 20 al 30 se produjeron las más grandes

huelgas estudiantiles y portuarias contra la opresión británica. En las universidades

y círculos budistas de Yangón y Mandalay emergieron líderes políticos que

sentarían las bases para la liberación de Birmania en los años cuarenta con su líder

máximo, el general Aung San, padre asesinado de la actual líder birmana, Premio

Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi.

Neruda pensaba en términos ahistóricos de Birmania y hablaba de que vivía

rodeado de budas de todos los portes y materiales en un cierto tono jocoso, pero no

se enteraba de que fueron los monjes budistas aquellos que crearon los primeros

centros de educación para la juventud birmana, ejerciendo gran influencia en la

formación del pensamiento independentista. Éstos, a su vez, habían sido apoyados

por ingleses reformadores que les habían otorgado becas para marcharse a estudiar

derecho en Inglaterra. Neruda incluso conoció a líderes como Gandhi y Nerhu, pero

solo vio en ellos un parecido “a nuestros dirigentes criollos, maestros en comités y

sabios en tácticas”.

Los ritos budistas, las extravagantes costumbres y la gran miseria que lo rodeaba,

los creía resultado de un “pueblo pesimista” y abandonado a su suerte. Birmania

era para él un “infierno”. Sus prejuicios tendieron más bien a consolidarse y volvió

a Chile con el mismo concepto del Oriente que había traído consigo cuando llegó,

sólo que con la novedad de una multitud de imágenes para corroborarlos. La

Birmania de Neruda se reducía al pequeño universo conformado por él y Josie,

pero irónicamente, cuando intentó destruirlo, esa mujer lo “habitó” para siempre.

Residencia en la Tierra seguirá siendo una obra cumbre de la poesía mundial y Josie continuará viviendo en ella como lo quiso su creador.

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Neruda afirmó en las memorias que el Oriente no había tenido ninguna influencia

sobre su obra. Y bien puede ser cierto, porque resulta evidente que su visión de

Birmania era más bien la de un territorio vacío, plano, estático, un lugar de “gente

supersticiosa y religiones extrañas”. Por ello se ha planteado la interesante tesis

analítica de “Residencia sin Tierra” para referirse a una creación poética carente de

vínculo con el lugar desde donde emergió (Kantor, 2004).

Tal vez esta sea una explicación de por qué en la Birmania actual sea tan difícil

encontrar huellas de la obra de Neruda. La única referencia que encontré fue en el

catálogo de la Asociación de Arquitectos de Myanmar sobre protección del

patrimonio arquitectónico colonial de Yangón, como persona famosa que vivió en

la ciudad. Tampoco los transeúntes a quienes pregunté si conocían al poeta chileno

me respondieron afirmativamente. En la ciudad hay librerías y numerosos puestos

de libros usados a lo largo de la Merchant y la Pansodan Street, pero nunca pude

encontrar alguno de sus libros traducido al inglés. Y cabe decir que el pueblo

birmano es un gran amante de la lectura.

No es el caso de George Orwell, quien residió en Birmania entre 1922 y 1927 y nació

tan sólo un año antes que Neruda. Llegó a la edad de 19 años con su verdadero

nombre de Eric Blair, en calidad de oficial menor de la policía imperial de la India a

trabajar en un pueblo interior al norte de Mandalay. Había venido por la falta de

recursos para estudiar en Inglaterra buscando, como Neruda, una salida a la

pobreza. Le pagaban un modesto salario y cuando volvió a Europa no tenía un

centavo. Pero su libro Los días de Birmania, publicado en Estados Unidos en 1934,

y rechazado inicialmente en su país, se convirtió en una obra maestra al describir

minuciosamente las complejas relaciones de poder en la Birmania colonial,

transformándose en una fuente de crítica política a Gran Bretaña. Hoy se lo puede

encontrar en todas las librerías de Yangón tanto en birmano como en inglés, así

como sus otras obras maestras, Rebelión en la granja y 1984.

Neruda tenía su mente puesta en las grandes ciudades europeas, especialmente en

Madrid, donde deseaba lanzar su carrera internacional. Birmania constituyó algo

así como el inevitable paso por el purgatorio, para llegar finalmente al público que

soñaba y que al parecer entendía mejor.

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Residencia en la Tierra, sin embargo, alcanzó trascendencia universal no sólo por

el innovador lenguaje de su poesía, sino también debido al uso de escenarios

envueltos por el hálito de lo incógnito. La figura de la “pantera birmana” caló fuerte

en el público, porque su autor dio en el blanco al centro de los prejuicios

occidentales sobre Oriente. Atribuyó a una “nativa” la fogosidad, el salvajismo, la

pasión carnal, la atracción erótica y el desenfrenado instinto del placer y

dominación, que la convención patriarcal le negaba a la mujer blanca ya que debía

mantenerse pura, obediente y virgen para cuando fuera desposada. Los lectores

hombres se solazaban con la fantasía erótica de esa exótica mujer, y las mujeres

soñaban con las intensas sesiones de sexo descritas magníficamente en los poemas

de Neruda, permitiéndoles mostrar libremente su entusiasmo sin temer la condena

social.

Residencia en la Tierra seguirá siendo una obra cumbre de la poesía mundial y

Josie continuará viviendo en ella como lo quiso su creador. La maravilla consiste en

que 88 años después podamos releer este libro disfrutando una vez más del talento

excepcional de Neruda, pero también rescatando a la “otra” Josie que fue tan

extraordinaria como su personaje.

Principales fuentes consultadas

Aguirre, Margarita: Pablo Neruda, Héctor Eandi: Correspondencia durante Residencia en la Tierra, Buenos

Aires, 1980.

Arce, Romero: Los libros y los viajes. Recuerdos de Pablo Neruda, 1980.

Kantor, Roanne L.: “Chasing Your (Josie) Bliss: The Troubling Critical Afterlife of Pablo Neruda’s Burmese

Lover”. En: Transmodernity 3(2), online, 2004.

Loveluck, Juan: “Neruda en La Nación (1927-1929). Prosa olvidada. Diez textos compilados”. Anales de la

Universidad de Chile, Enero-diciembre de 1971.

Loyola, Hernán: “Residencia en la Tierra”, Madrid, 1987.

Montes Brunet, Hugo: “Cartas a Laura”, 1978.

Neruda, Pablo: Confieso que he vivido: Memorias. Seix Barral, 2001.

Neruda, Pablo: Residencia en la Tierra (1925-1932). Libro I.

Olivares Briones, Edmundo: Pablo Neruda, los caminos de Oriente: tras las huellas del poeta itinerante

(1927-1933), Santiago, 2000.

Orwell, George: Burmese Days, London, 1987.

Schidlowsky, David: Pablo Neruda y su tiempo: las furias y las penas (1904-1949), tomo I, 2008.

Teitelboim, Volodia: La biografía, 2003.

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Valdovinos, Mario: “Josie Blis y Pablo Neruda o ese oscuro objeto del deseo”. Revista Intemperie, junio de

2014.

Reseña biográfica

Textos recientes

Eda Cleary

Socióloga chileno-irlandesa (Viña del Mar, 1957). Reside en Naypyitaw, Myanmar (antigua

Birmania). Es doctorada en ciencias políticas y económicas de la Universidad de Aachen en

Alemania Federal. Asesora internacional en materias de desarrollo y planificación de

políticas sociales. Ha trabajado para la Comisión Económica para América Latina y el

Caribe (Cepal), el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (Ilpes), el

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Deutsche Gesellschaft für

Internationale Zusammenarbeit (GIZ), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia

(Unicef), la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), la Universidad de

Chile y la Universidad Católica del Perú (PUCP).