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San Juan de la Cruz es, junto con Teresa de Jesús, el pilar del Carmelo fundado por ella, hasta el punto de que es denominado indistintamente Carmelo teresiano o teresiano- sanjuanista. Místico, poeta, co-fundador de la Orden en su rama masculina, doctor de la Iglesia Universal y maestro de oración, son sólo algunas de sus apasionantes facetas. Mientras su contemporánea, Santa Teresa de Jesús, nació en una familia acomodada y tuvo una infancia feliz y sin carencias, Juan de la Cruz es fruto de la España del hambre y la miseria del siglo XVI. Conocer su historia acrecienta el asombro por la acción de Dios en este hombre que podría haberse endurecido por el sufrimiento y, sin embargo, es el patrono de los poetas y de la esperanza. Ni siquiera se sabe con certeza la fecha de su nacimiento. Nació en Fontiveros (Ávila) en 1542, quizás el día de San Juan. Sus padres Gonzalo de Yepes y Catalina, eran unos sencillos tejedores. De este matrimonio nacieron tres varones: Francisco, Luis y Juan. Cuando Juan tiene unos meses, muere su padre y, poco después, víctima del hambre, su hermano Luis. Se ha especulado mucho sobre los orígenes moriscos de Juan de la Cruz, pues mientras los labradores eran considerados “cristianos viejos” y por lo tanto aceptados por la sociedad aun en su pobreza, los tejedores solían ser descendientes de los musulmanes y en la Castilla de entonces se les tenía por lo más bajo de la sociedad. La reducida familia emigra a Medina del Campo buscando mejores medios para subsistir. Allí el pequeño Juan entra en el Colegio de la Doctrina, un internado para niños pobres y huérfanos, muchas veces pequeños delincuentes, donde les enseñan diversos oficios. Aprende carpintería, sastrería, escultura en madera, pintura… también la Doctrina cristiana, asiste a funerales y mendiga limosnas para el sostenimiento del Colegio. Por sus aptitudes intelectuales es admitido en el Colegio de la Compañía de Jesús, alternando el estudio con el trabajo en el cuidado de los enfermos en el Hospital de las Bubas, adonde iban los que tenían enfermedades contagiosas, muchas de ellas de transmisión sexual y por lo tanto mal vistos y eludidos por la sociedad. Aquí el joven Juan derrocha ternura con estos enfermos y aprende en la

Juan de La Cruz 1 Vida

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Vida de Juan de la Cruz

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San Juan de la Cruz es, junto con Teresa de Jesús, el pilar del Carmelo fundado por ella, hasta el punto de que es denominado indistintamente Carmelo teresiano o teresiano-sanjuanista. Místico, poeta, co-fundador de la Orden en su rama masculina, doctor de la Iglesia Universal y maestro de oración, son sólo algunas de sus apasionantes facetas. Mientras su contemporánea, Santa Teresa de Jesús, nació en una familia acomodada y tuvo una infancia feliz y sin carencias, Juan de la Cruz es fruto de la España del hambre y la miseria del siglo XVI. Conocer su historia acrecienta el asombro por la acción de Dios en este hombre que podría haberse endurecido por el sufrimiento y, sin embargo, es el patrono de los poetas y de la esperanza. Ni siquiera se sabe con certeza la fecha de su nacimiento. Nació en Fontiveros (Ávila) en 1542, quizás el día de San Juan. Sus padres Gonzalo de Yepes y Catalina, eran unos sencillos tejedores. De este matrimonio nacieron tres varones: Francisco, Luis y Juan. Cuando Juan tiene unos meses, muere su padre y, poco después, víctima del hambre, su hermano Luis. Se ha especulado mucho sobre los orígenes moriscos de Juan de la Cruz, pues mientras los labradores eran considerados “cristianos viejos” y por lo tanto aceptados por la sociedad aun en su pobreza, los tejedores solían ser descendientes de los musulmanes y en la Castilla de entonces se les tenía por lo más bajo de la sociedad. La reducida familia emigra a Medina del Campo buscando mejores medios para subsistir. Allí el pequeño Juan entra en el Colegio de la Doctrina, un internado para niños pobres y huérfanos, muchas veces pequeños delincuentes, donde les enseñan diversos oficios. Aprende carpintería, sastrería, escultura en madera, pintura… también la Doctrina cristiana, asiste a funerales y mendiga limosnas para el sostenimiento del Colegio. Por sus aptitudes intelectuales es admitido en el Colegio de la Compañía de Jesús, alternando el estudio con el trabajo en el cuidado de los enfermos en el Hospital de las Bubas, adonde iban los que tenían enfermedades contagiosas, muchas de ellas de transmisión sexual y por lo tanto mal vistos y eludidos por la sociedad. Aquí el joven Juan derrocha ternura con estos enfermos y aprende en la escuela del dolor y sufrimientos ajenos. Cuando sea carmelita llamará la atención su afabilidad y amor por los enfermos. Juan de Yepes sorprende cuando decide entrar carmelita en 1563 ingresando en el convento de Santa Ana con el nombre de Juan de Santo Matía y renunciando a otras posibilidades que le hubiesen cerrado para siempre la puerta de la pobreza. Tras el noviciado, el joven Juan es trasladado a Salamanca donde fue un estudiante irreprochable. En 1567 es ordenado sacerdote. Por entonces, él ya está pensando en dejar el Carmelo por la Cartuja. Con esta inquietud en su corazón va a celebrar su primera misa a Medina. Teresa de Jesús acaba de fundar allí su segundo convento de Descalzas y ha conseguido permiso del general de la Orden para fundar una rama masculina, está buscando “candidatos” y alguien le habla de Juan de Santo Matía. Logra una entrevista con él y consigue convencerlo. Fray Juan sólo da una condición “que no se tardase mucho”. Desde esta primera entrevista la Santa queda prendada de este joven carmelita, intuyendo en él una verdadera mina de riqueza humana y espiritual. Como nos cuenta la misma Teresa en su libro de las Fundaciones, todavía no ha pasado un año cuando los dos viajan juntos a la fundación de descalzas en Valladolid “para informar al padre fray Juan de la Cruz de toda nuestra manera de proceder, para que llevase bien entendidas todas las cosas, así de mortificación, como del estilo de hermandad y recreación que tenemos juntas… Él era tan bueno, que, al menos yo, podía mucho más deprender de él que él de mí”. ¡Un varón, y letrado, aprendiendo el modo de vivir de un grupo de mujeres! Y

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ciertamente, él se empapa totalmente del estilo teresiano. En una época de “reformas” en la que éstas eran entendidas como rigorismos y leyes sin fin, fray Juan observa un estilo de hermandad, de seguimiento y amor de Cristo con alegría y sencillez, que le entusiasma. Ya no será más ni Juan de Yepes ni Juan de Santo Matía. Nace un hombre nuevo: Juan de la Cruz. El 28 de noviembre de 1568, comienza su vida como descalzo con otros dos hermanos. El convento está ubicado en Duruelo, un lugar perdido y paupérrimo. Pero los nuevos descalzos están llenos de alegría y convencidos de su opción. Pronto, la Madre Teresa va a visitarles, y les reprende con gracia por su excesiva penitencia y austeridad. En breve comienza el periodo de actividad, fundamentalmente formativa, de fray Juan. Es maestro de novicios, rector del primer colegio descalzo… Tiene un gran equilibrio entre austeridad y libertad, entre contemplación y acción. Ayuda a la Santa como guía espiritual de las monjas de un modo suave, exigente y personalizado. Con la extensión del “Carmelo descalzo” surgen las primeras tensiones de los frailes no reformados. Juan de la Cruz será la mayor víctima de las persecuciones que surgieron. El 2 de diciembre de 1578 es apresado por sorpresa y conducido a Toledo por los frailes calzados. Primero es encerrado en una celda conventual y después en un zulo donde vive en situación infrahumana. Es en este periodo de tiempo en el que Fray Juan compone gran parte de sus poemas místicos, de una belleza fuera de lo común. Teresa de Jesús ruega incluso al rey de España por su fraile, teme por él, pues parece se lo haya tragado la tierra. Nueve meses después de su captura, Fray Juan, flaco y macilento, se fuga una noche y logra esconderse en la ciudad. Nunca consintió hablasen mal de este periodo de su vida que consideró siempre una gracia. Desde entonces tiene diversos cargos como superior y vicario en Jaén, Baeza, Granada… En Andalucía se crea una relación fraterna y de intercambio espiritual, extraordinaria entre los frailes y las monjas. Dos mujeres: una seglar y una monja, son las que convencen al Santo de que ponga por escrito los comentarios a los versos compuestos en cautividad. Así nacen de su pluma Subida del Monte Carmelo, Noche Oscura, Cántico Espiritual y Llama de Amor Viva. Poco antes de la muerte de Santa Teresa, los descalzos y descalzas han logrado la autonomía plena y reconocimiento como Orden con carisma y gobierno propio. Tras la muerte de Santa Teresa, pronto toman el mando frailes que no están dispuestos a aceptar una mujer como fundadora y que no habiendo comprendido el espíritu de la Santa, quieren llenar de leyes y rigorismos a frailes y monjas. Juan de la Cruz se enfrenta a este modo de pensar, defiende a las monjas y considera a la Madre Teresa como santa y fundadora. En 1591 cesa en todos sus cargos y pide ir a México de misionero. Esperando respuesta llega a Úbeda a finales de septiembre. Es un momento doloroso en la Orden recién nacida. De nuevo conoce fray Juan la persecución entre sus propios hermanos. Buscan expulsarle, incluso con calumnias si hace falta. Las monjas, para protegerle, destruyen sus cartas y escritos. En el convento el prior lo aísla y no le da los cuidados apropiados, creyendo que exagera su enfermedad. Juan de la Cruz responde con mansedumbre y paz. Finalmente muere el 14 de diciembre de 1591, a los 49 años. Su legado sigue siendo actual. Juan de la Cruz es considerado maestro espiritual de hombres y mujeres de toda condición, credo y nación. Sus escritos siguen causando admiración y empatía. Para los carmelitas: frailes y monjas, este hombre es nuestro amigo, un guía en el camino, hermano y padre al que acudimos para aprender los caminos del Evangelio. Mensajero del amor de Dios, la libertad de espíritu y un Dios paciente como una

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Madre y tierno como un Esposo, nos enseña a vivir una espiritualidad basada en la fe, la esperanza y el amor cristianos, profundamente arraigados en la Sagrada Escritura y en el seguimiento de Cristo. Juan de la Cruz es un gran amante de la naturaleza, en la que ve reflejada el paso del Amado. Conocedor hasta el fondo de la grandeza y miseria del ser humano, nos llama a la unión con Dios a veces con desgarradora instancia… ¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas! ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis?

A la tarde te examinarán en el amor. Aprende a amar como Dios quiere ser amado, y deja tu condición.