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Juego de luces y sombras Retazos subjetivos del des-vivir de la escena temida de un coordinador Prólogo Él miró con ojos desafiantes, relampagueantes, en llamas. Como cazador al acecho de una presa, en búsqueda de un punto débil, de una oportunidad, su única oportunidad, imposible de desperdiciar; como cazador acechando a su presa en busca del momento perfecto, del tiro perfecto. Las trampas estabas puestas, las balas cargadas; la bala, una bala, esa bala, la que daría el golpe mortal, final, estaba cargada. Todo estaba listo, ya solo faltaba una cosa, una presa, una victima. Dentro de un mar de incertidumbre una gota del agua más pura del coraje había inundado el alma de aquel delicado ser. Solo una gota, solo de esa gota vivía para lograr su cometido. Frágil, lento, lábil, despacio y suave se arrastró, silenciosamente a un ritmo tan lento se sumergió en lo que él creyó que era una pradera, descampada, solitaria. En búsqueda de alimento, en búsqueda del alimento de esos deseos antiguos que cargaba en su corazón, en búsqueda de satisfacción, de regocijo, de propósito, en búsqueda de un sentido; en verdad, en búsqueda de ese sentido, el que le faltaba, el que nombraría cosas hasta ese momento innombrables, el sentido que ilumina, que apagaría las sombra de los fantasmas que lo perseguían desde hace mucho tiempo y daría lugar a la luz, la anhelada luz. Sin saber que encontrar, y con tan solo aquella gota de coraje en el estómago, la débil criatura se inmiscuyo dentro de aquella pradera despejada, verde,

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Juego de Luces y Sombras

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Juego de luces y sombras

Retazos subjetivos del des-vivir de la escena temida de un coordinador

Prlogol mir con ojos desafiantes, relampagueantes, en llamas. Como cazador al acecho de una presa, en bsqueda de un punto dbil, de una oportunidad, su nica oportunidad, imposible de desperdiciar; como cazador acechando a su presa en busca del momento perfecto, del tiro perfecto. Las trampas estabas puestas, las balas cargadas; la bala, una bala, esa bala, la que dara el golpe mortal, final, estaba cargada. Todo estaba listo, ya solo faltaba una cosa, una presa, una victima.Dentro de un mar de incertidumbre una gota del agua ms pura del coraje haba inundado el alma de aquel delicado ser. Solo una gota, solo de esa gota viva para lograr su cometido. Frgil, lento, lbil, despacio y suave se arrastr, silenciosamente a un ritmo tan lento se sumergi en lo que l crey que era una pradera, descampada, solitaria. En bsqueda de alimento, en bsqueda del alimento de esos deseos antiguos que cargaba en su corazn, en bsqueda de satisfaccin, de regocijo, de propsito, en bsqueda de un sentido; en verdad, en bsqueda de ese sentido, el que le faltaba, el que nombrara cosas hasta ese momento innombrables, el sentido que ilumina, que apagara las sombra de los fantasmas que lo perseguan desde hace mucho tiempo y dara lugar a la luz, la anhelada luz. Sin saber que encontrar, y con tan solo aquella gota de coraje en el estmago, la dbil criatura se inmiscuyo dentro de aquella pradera despejada, verde, tranquila, sin saber que desde mucho antes que saliera de los arbustos que lo protegan, su reflejo se encontraba en los ojos de otro, de un otro observador, de ese otro. Sin saberlo, desenfund los pocos pasos que lo acercaran al centro de la pradera, donde esperaba encontrar lo que buscaba hace mucho. Sin saber mucho, l camin.As empez a seguir con la mirada a su presa, desolada, en el centro de aquella pradera, la mir desde un lugar seguro, un lugar oscuro, imposible de ser visto por su victima, desde all la mir, la desnud, en busca de algn punto, de un punto, de un solo punto descubierto, una puerta hacia la debilidad, hacia el miedo, hacia el frio, hacia la incapacidad, hacia la desdicha, hacia el hielo, hacia la muerte, hacia la nada. La cmara donde reposaba la bala estaba tibia, lista para erupcionar en el destello que dara fuga a una bala, a la bala que buscara el punto dbil de aquella presa, indefensa. El ndice en el gatillo, la respiracin calmada, todo estaba listo, era solo cuestin de tiempo, y el tiempo estaba por agotarse.Primera Parte

Pocos pasos dio aquel coordinador de grupos para pasar de su cmoda silla al centro de una ronda descuidadamente armada por sus temblorosas manos a la hora de colocar las sillas una hora antes. Pocos pasos para separar tan insoslayables extremos. Tan pocos pasos para separar la tierra del vaco, de la nada. Dentro de aquel crculo esperaban pacientes e impacientes varias personas, personas dispuestas e indispuestas a or lo que l tenia para decir. l venia a ofrecer algo, ellos venan a recibir algo, entre lo primero y lo segundo un abismo marca el limite, un abismo que lbilmente aquel coordinador intent cubrir con un poco de lectura matutina y muchos aos de trabajo. Bueno, tengo que presentar al Psicodrama, pens ese coordinador. No pareca tan difcil dicho de esa manera. Pues qu tan difcil es presentar algo ya conocido por l, algo tan trabajado, hablado, silenciado, redo, llorado, simplificado, amplificado; qu tan difcil podra ser. Y as, el coordinador inici. Las palabras titubeantes navegaban en mar abierto, enfrentando las olas de la inseguridad, la incertidumbre, la vacilacin, la inestabilidad, la inconstancia, la perplejidad, la oscilacin, el desequilibrio, la indecisin; un pequeo puado de palabras lograron llegar ilesas a la orilla, donde odos atentos esperaban el desembarco de conocimientos que echaran luz sobre las sombras.Frente a aquel hombre sentado estaba otro de pi, un otro cargado de fantasmas, un otro ms joven, ms inmaduro, con menos experiencia, con ms cabello, con menos panza, con ms y con menos. Ese es quien viene a ensearme algo nuevo a m? se pregunt el hombre, intentando hilar algunos pensamientos e ideas que lograban sobrevivir por poco al gran caos que yaca en l, caos en su casa, caos en su trabajo, caos en l. Su silla lo incomodaba, lo quemaba de a poco, la atencin de los dems a la persona en el centro de aquella ronda descuidadamente armada lo irritaba aun ms. El ruido en su cabeza batallaba con el sonido de aquellas titubeantes palabras que revoloteaban en la sala intentando encontrar puerto en algun lugar. Una palabra en particular al parecer logr penetrar el ruido y el caos, Psicodrama. Qu es eso?, Para qu sirve?, Me servir?... se preguntaba el hombre sentado, pero al mismo tiempo el ardor de las preguntas se apagaban de a poco con el hmedo viento de las dudas y la ira que lo invadan. Sea lo que sea dudo mucho que sirva de algo ac, no hay nada que ese Psicodrama pueda hacer para que este trabajo sea ms llevadero, para que los das sean ms cortos, las noches ms largas, el trabajo menos ajetreado, el dinero ms abundante, dudo mucho que ese Psicodrama pueda aportar algo a este guiso que ya bastante pasado est y que solo logra indigestarme cada da ms, rumiaba aquel toro enardecido pastando las ultimas gotas que llenaran un vaso que llevaba lleno mucho antes que aquel momento en esa ronda descuidadamente armada que rodeaba a aquel dubitativo coordinador de grupo.Al fin, cazador y presa se encontraron, y solo era cuestin de tiempo para que el ms astuto hiciera su movida y el tiempo de a poco se acababa. Las titubeantes palabras que surfeaban el aire desde el centro hacia las sillas blancas de plstico que formaban un dudoso crculo se haban cado, se haban estrellado contra el muro del silencio, el silencio las haba devorado ocupando cada centmetro de aire de aquel lugar. Las miradas empezaron a dispararse como el fuego cruzado de una batalla campal. El hombre en el centro visualiz un brazo levantado en un punto de la circunferencia de la ronda de sillas. Se constituy as la antesala de la escena temida de aquel coordinador de grupos.

Segunda parte

En un primer piso en la Calle Santiago del Estero me encontr rodeado por manchas de colores que decoraban desprolijamente el templado piso, que ojala hubiera estado fro para paliar apenas el calor de esa tarde de Octubre. En cada cartulina de color que iba visitando, a paso lento y arrastrado, la tinta de un fibrn negro haba trazado diferentes escenas, diferentes puertas a situaciones temidas por todas las personas que en ese momento circulaban por el espacio como desorientados buscando en el suelo algo perdido hace mucho tiempo. Dentro de ese mar, una isla color amarilla contena mi escena temida. Haba muchas, peores y mejores, ms o menos trgicas, ms o menos patticas, ms o menos llevaderas, pero yo conoca la ma, y la reconoc de inmediato. Me qued cerca de ella. Era ma, mi miedo, mi lucha, era ma y de nadie ms, por lo menos por ese momento.

De una tarde llena de posibilidades y sin preocupaciones pas a una noche acechante, que paralizaba, que me dispona un reto, un escaln ms en esta escalera psicodramtica que parece no terminar nunca y de la cual ya no puedo ver el inicio. La escena temida se presenta ante mi, amenaza con devorarme, consumirme, despersonalizarme y demostrarme que ante una pregunta, un balazo, un simple cuestionamiento, mi corazn puede dejar de latir, mis pulmones pueden dejar de inhalar y exhalar, mi msculos pueden dejar de contraerse y relajarse, mi cerebro puede dejar de conectar y desconectar, y as caer en lo siniestro, hundindome de a poco en la perplejidad. Con esa mascara, la escena temida se presentaba ante m, sin vueltas ni rodeos, as como es, temible, terrible.

Ya en el escenario, ya en ese espacio mgico entre tres colchonetas de yoga estaba yo de pie, en plena soledad, rodeado de cuerpos, pero en soledad, ensimismado, enajenado de todo. Manos sobre mis hombros, miradas sobre mi rostro, bolsas de galletitas tintineado en el vacio del espacio, el mate caliente que tcitamente bailaba entre las manos del pblico, el ronroneo de los compresores de los aires acondicionados que ya dbiles por sus aos intentaban sin mucho xito aliviar a los cuerpos del calor de esa noche chaquea, el crujido del plstico contra el plstico en la intrpida danza de unos dedos con un teclado, el zumbido en mis odos que siempre adjudique a los bramidos que mis fantasmas acechantes liberan a mi alrededor en motivo de burla. Todo volva, un sentimiento familiar, todo se senta nuevo y conocido a la vez, mi respiracin forzosamente tranquila y el torbellino de molestias estomacales me anunciaban un viaje que me resultaba familiar; no era la primera vez que viajaba en ese tren, en esa lnea, a esa hora, desde ese lugar, hacia aquel destino. Tena ante m una invitacin irrevocable a perderme en el juego, a dejar la seguridad molar para perderme en el caos molecular, a abandonarse a esa adictiva dimensin ldica que el psicodrama permita una vez al mes en aquel primer piso de la calle Santiago del Estero. Me invitaban a perderme, a abandonarme al sin sentido (inicial) del flujo asociativo-dramtico, a dejarme acribillar por los recuerdos y las emociones atadas a ellos, por las apropiaciones violentas del otro, por el caos multiplicativo que da paso a lo creativo, por el tiempo, el espacio, el vacio, la nada, por mi mismo. Todo lo senta exagerado, aumentado, todo era ms real que la realidad, y miraba de reojo a la acechante figura que merodeaba por el saln, miraba de reojo a la angustia, que estaba ah, como siempre, pero ahora ms cerca, rozndome la piel. La mir de reojo, intent ocultar mi miedo detrs de un pcaro guio, pero muy dentro de m saba que caera una vez ms rendido a sus brazos. Con todo eso y ms acept mi destino, di un paso, y otro paso, y uno ms, hasta que pude verlo ante m, lo tena ah, senta la brisa viniendo desde el suelo que me saludaba los pies, el vacio estaba ante mi, y yo estaba a sus orillas, lo poda sentir. Solo el grupo era capaz de hacerme tomar un salto de aquellas magnitudes, solo la seguridad de aquel cuerpo acaparador poda lograr que aceptara mi destino en ese momento, en aquella calurosa noche chaquea. Y una vez ms, me encontr cayendo, solo, y no poda ser de otra manera, por lo menos en esa primer etapa de mi viaje, la fuerza tenia que venir de m, y solo de m, de nadie ms. Y una vez ms, me encontr cayendo.Tercera parte

De repente, ah estaba yo, de pie, como eje central de las manecillas de un reloj descompuesto, ah estaba yo, en el centro de una ronda de sillas de plsticos descuidadamente armada una hora antes por mis manos que temblaban por los nervios. El puadito de personas sentadas en las sillas blancas esperaba algo de m, yo esperaba algo de m; esperaba poder compartir con ellos el Psicodrama, mis conocimientos y experiencia. Y sin darme cuenta, ya haban pasado dieciocho segundos desde que haba dado libertad a las primeras titubeantes palabras que intentaban representar a su manera un pequeo bosquejo en lpiz negro que estaba sobre un papel arrugado bajo mi silla blanca de plstico que me saludaba pcaramente a mis espaldas. Lo que hubiese dado por estar en mi silla, y ser yo quien mirara fijamente y con atencin a una persona en el centro de esa ronda. Pero dieciocho segundos ya haban pasado desde las primeras palabras hasta el silencio rotundo, terrible, que haba instalado un brazo levantado en un punto de esa dudosa circunferencia, en busca de respuestas. Preguntas? Respuestas? No haba pensado en eso a la hora de diagramar aquel desordenado bosquejo.

Un hombre haba levantado el brazo, la mano, buscando mi aprobacin para traer al espacio una pregunta, un interrogante, una demanda, una duda, una interpelacin. Luego de asentir temblorosamente, esperando que su pregunta sea acerca del clima, la hora, el bao, el desordenado crculo de sillas, lo que sea, lo que sea menos sobre el Psicodrama, me deca a mi mismo en ese momento. Dnde estaba el entusiasmo de hace dieciocho segundos, apagado entusiasmo pero entusiasmo al fin? No saba. Sin darse cuenta aquella persona me peda permiso para matarme, fusilarme, aniquilarme, ajusticiarme, lapidarme, extinguir mi existencia. Como presa victima de una trampa y cansada de forcejear para intentar zafar del dolor de la mordaza que cortaba poco a poco la carne, cansado de forcejear ced, como presa victima que se recuesta para esperar su sentencia, ced, y el cazador sin piedad jal del gatillo y una bala que llevaba reposando en aquella tibia cmara por mucho tiempo y que tenia mi nombre grabado delicadamente sobre ella, se dirigi a mil por hora hacia mi corazn.Te quera preguntar Para que sirve en verdad esto? Parece muy lindo todo, muy lindo, pero a la hora de la verdad, de la prctica, basta de teoras, a la hora de la verdad, Sirve esto? Puede servir ese Psicodrama en este lugar? Cmo puede eso ayudarme ac, en el laburo? Ac entramos a trabajar a las seis de la maana y salimos a las seis de la tarde, no tenemos aire, el calor mata, prcticamente nos explotan con las horas de trabajo, yo tengo una familia que ver, que no veo todo el da y hoy antes de irme y enfilar para mi casa me dicen que tengo que quedarme una hora ms porque un fulano va a dar una charla sobre no s que. Tu Psicodrama cmo puede ayudar? De que me sirve a m? Para qu estoy ac?La bala ya no reposaba pacficamente en la cmara de ignicin anhelando la libertad, no, ya no. Haba viajado dos metros y medio desde la boca de un hombre sentado hasta el corazn de otro hombre de pi frente a l. Lo sent, realmente fue un disparo al corazn.

El intento de escudriar mis recuerdos, tantear y husmear en mi entrenamiento, de rastrear de entre todo el conocimiento y la experiencia que haba adquirido alguna respuesta a aquella pregunta, haba fallado, no encontraba nada, estaba solo. Qu fue de mis fantasmas compaeros que se apilaban detrs de m con sus libros, con sus teoras, con sus ideas, con todo aquello que me fue nutriendo durante tantos aos de preparacin, qu fue de mis compaeros? No encontraba respuesta alguna ante aquella pregunta. Y en aquella antesala al infierno poda vislumbrar como la ola gigante se avecinaba, su sombra ya tocaba mi cuerpo marcando mi hundimiento definitivo en el mar oscuro y profundo de la angustia. Me acribillaban las posibilidades trgicas, posibles desenlaces de aquella pattica situacin de un coordinador de grupos que no sabe para que sirve el instrumento que venia a compartir con otras personas. Qu pasar cuando el silencio se haga cada vez ms largo? Se reirn? Se levantaran y se irn? Me insultaran? Qu pasara cuando me descubran impostor? Se sentirn estafados, engaados por un joven que les ofert oro y al final les vendi barro? Posibilidades, posibilidades, tantas.Cuarta parte

La ola se avecinaba, la poda sentir, la tierra empezaba a hundirse dispuesta a devorarme, hasta que luz. Las sombras corran esquivando los haces de luz. El director de mi escena pona fin, por lo menos por unos segundos, a aquella pesadilla interminable. La mano en mi hombro volva a aparecer, Dnde estaba a la hora de mi fusilamiento? No s, pero ahora estaba all. Volva a sentirme observado por un publico, a oler las galletitas de salvado integral que nunca faltaban los segundos viernes de cada mes, a molestarme el calor inmortal, a distraerme los tintineos de las bolsas bailando, de los aires acondicionados rugiendo, de las teclas martillando, todo volva. Y de nuevo me encontr en aquel primer piso de la calle Santiago del Estero, ante un pblico de compaeros de camino, ante un equipo de coordinacin, siendo dirigido como protagonista de mi propia tragedia junto a cuatro almas que no tuvieron ms opcin que calzarse la pesada piel de un yo auxiliar. Todo daba indicios que estaba por empezar algo mgico, lo saba, ya lo conoca, ya lo haba vivido, si no hubiera sido as no hubiese llegado al segundo ao de entrenamiento en Psicodrama. Estaba por empezar, yo lo sabia. Las tcnicas psicodramtica caeran como lluvia que intentar lavar, destrabar, movilizar, sanar, abrir, cerrar, jugar. Empec a sentir las gotas sobre mi piel. El juego iba a empezar, las luces, las sombras, todo estaba listo.Pasaban las voces, muchas voces, la ma y la de los yo auxiliares, intentando dibujar a penas algo que represente el sentir en un instante; pasaban las voces, muchas voces, las del pblico y el equipo, procurando delinear a penas el abanico de posibles ideas, imgenes y palabras que podran habitar en m, en los yo auxiliares, en al aire, en ese entre fantasma que todo lo ve, todo lo oye, todo lo siente y al que casi nadie escucha; pasaban las voces, muchas voces, del director y de su co-director, que como si fueran cabeza de una sinfnica iniciaban, paraban, aceleraban, ralentizaban, adelantaban y retrocedan las notas musicales que retrataban mi tragedia. Yo iba y venia, me dejaba habitar, ya no por lo siniestro, sino por lo pattico. Todo se iba multiplicando, mi escena de a poco plantaba semillas en el aire, algunas brotaran e invadiran el escenario, otra viajaran con su husped cruzando el Paran para cultivarse en la mente y el corazn, otras simplemente moriran. La magia iba apareciendo, sutil pero implacable, las islas de las posibilidades emergan del mar creativo como nuevas estrellas en el firmamento. Los devenires se sucedan. Devenir protagonista dirigido, devenir coordinador interpelado, devenir psiclogo desafiado, devenir hijo desacreditado, devenir sobrino humillado, devenir padre desautorizado.

En algun punto de la danza, me encontr frente a aquella persona, nuevamente, frente a una pregunta, un interrogante, una demanda. Otra vez? Por qu seria distinto esta vez si sigo sin saber la respuesta? Otra vez? Pero por unos segundos no fui conciente del cambio. Tarde unos segundos en descubrirme distinto, atravesado totalmente por la multiplicacin. Haba descubierto nuevos lugares, nuevas posiciones, nuevos discursos. Era yo de nuevo, pero no era yo el mismo, era o no era yo?, era yo, sostenido desde un lugar diferente, sostenido, acompaado, transformado. Aquel silencio atroz frente al interrogante tenia ahora unas posibilidades, posibilidades multiplicadas. El momento haba llegado, me interpelaban de nuevo, tenia frente a m a aquel cazador furtivo que ya me haba asesinado tantas veces, pero ah estaba yo, resucitado por la escena, de nuevo ah. Para que sirve el Psicodrama? versaba el epitafio de la lapida que decoraba mi tumba diez minutos atrs. Ah estaba yo, de nuevo, pero con nuevas armas. Y del silencio imponente, de las sombras terribles, de la oscuridad un fulgor se abra paso, y algunas palabras rompan las puertas que las haran libres. Te sorprender descubrir que la respuesta a todas esas preguntas la podrs descubrir vos mismo, te vas a poder responder vos mismo, y desde un nivel mas rico que la simple informacin, vos misma en el transcurso de la tarde vas a poder vivenciar el Psicodrama, y la respuesta a tu pregunta se te va a presentar fcilmente. Te invito entonces a que guardes y mantengas tus dudas, ya que antes de irte hoy a tu casa, te aseguro que vas a descubrir algo muy bueno. Quinta parte

Las sombras y las luces luchaban, yo poda sentirlas, orlas rechinar. Algunas sombras perdieron su territorio, ahora dominado por algunas luces, otras pudieron mantenerse firmes y en guardia antes cualquier ataque de luz, algunas luces ocuparon vencedoras la montaa ms alta desde donde podan ver y controlar a las sombras, otras iniciaron cabizbajas el regreso a casa, derrotadas. As era el juego. Las voces fueron y vinieron, las lagrimas humedecieron y se secaron dejando un rastro salado sobre mis hoyuelos que durara todo el regreso a casa, las intervenciones se sucedieron y desaparecieron, algunas penetraron la dura coraza de la resistencia, otras fracasaron, los personajes se presentaron, actuaron, y se despidieron. As era el juego.Volva a mi personaje habitual, estudiante de Psicologa que lucha por recibirse contra las adversidades de una administracin acadmica incompetente, estudiante de Psicodrama con muchas dudas y miedos, alguien con mucho calor sentado sobre una colchoneta de yoga en un primer piso de la calle Santiago del Estero. Una puerta se entrecerraba y otra se abra. La multiplicacin dramtica asomaba su multiforme silueta, y empezaba a acaparar cada centmetro de aquel rudimentario escenario que tanto aloj en estos dos aos. Empezaba la danza de cuerpos, de palabras, de silencios, de miradas, de gestos, de sombras y luces, que daban forma a mltiples resonancias que una tras de otra iban hilando una verdad, la verdad dramtica, distinta de aquella primera en la ronda de sillas. Fui agencindome del material dramatizado en el grupo, en la textura y espesura de las dramatizaciones, fui descubriendo recin el tengo que luchar, confiar en mi saber, en mi trabajo, en m, no puedo rendirme al silencio y a la parlisis. El grupo multiplicando fue escribiendo, re-escribiendo, mi historia. Mi tragedia ya no era ma, nada era mo, fue ma en primer lugar?, mi escena albergaba al mar de posibilidades que en cinco minutos expuls a la superficie a mltiples escenas resonantes que fueron decorando el escenario una tras de otra. La posibilidad creativa fue venciendo a las pocas sombras que quedaban resistiendo en el campo de batalla. Puede que una o dos hayan logrado escapar de aquella luz, pero no me alarma, si no que me impulsa a seguir trabajando, elaborando, transformando, trajinando y labrando el cuadro de mi existencia.

Epilogo

Luego de tan interesante tarde-noche chaquea, 186 kilmetros de asfalto me esperaban para asimilar lo acontecido en aquel primer piso de la calle Santiago del Esteros, pero como en el inicio (solo que no quera darme cuenta) no estaba solo, iba acompao, de mis fantasmas, de mis locuras, de mis rizomas, de mis miedos y temores, de mis compaeros de este viaje psicodramtico que inicio hace dos aos y que recin ahora vislumbra aunque sea a lo lejos, lo que parece ser una llegada, pero creo que como toda llegada ubicada en la cima de una montaa, solo guarda el inicio de un largo descenso que se filtra en los valles que da inicio a otras montaas, sierras, cerros, mesetas y llanuras.Al llegar a mi destino, una idea revoloteaba mi cabeza, ya la conoca, me era familiar, pero adquira un nuevo nivel de significacin a travs de su pasaje por mi propia carne durante aquella tarde-noche chaquea; de a poco caa en la cuenta de que mi subjetividad es un proceso que se determina mltiplemente, no se detienen en uno si no que se pierde en la trama molecular de la multiplicacin, se disuelve en el caos y el desorden para emerger otro, otra cosa, con un nuevo nivel de estructura desestructurada, con un nuevo territorio alcanzado a partir de una desterritorializacin.Juan Silva

Noviembre 2014