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1 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
JUEVES DE LA ASCENSIÓN. LA BAJADA DE LA VIRGEN.
“Tres jueves hay en el año, que relucen más que el sol: Jueves santo, Corpus
Christi y el día de la Ascensión”. Esta tradicional perorata, o aseveración
puramente religiosa, repetida por nuestras abuelas, era más que conocida por
todos los fieles cristianos en tiempos no demasiado lejanos; unas veces
recordada con intenciones piadosas y algunas otras con deseos más bien
lúdicos, dado que esos tres días no eran laborables. No quería esto decir que
no hubiera que trabajar, porque trabajar sí que se trabajaba, y si no que se lo
preguntasen a las siempre sufridas madres de familia que, además de no poder
dejar para después ninguna de las tareas normales de la casa, tenían que
encargarse de tener las ropas limpias y planchadas, lustrar los zapatos, lavar y
peinar a los más pequeños; amén de preparar potajes, filetes empanados,
tortillas, torrijas, bollos, rosquillas y limonada, para las diversas celebraciones
de cada uno de estos días y de cada momento.
Asunción y Ascensión son dos términos distintos, tanto en la etimología de las
palabras, como en las celebraciones religiosas. Etimológicamente asunción
proviene de asumir y ascensión viene de ascender. Por excelencia se señala
Asunción a la subida en cuerpo y alma de la Virgen María a los cielos, y
también por excelencia se expresa como Ascensión la subida de Jesucristo
resucitado a los cielos, en presencia de sus discípulos. Jesús ascendió
milagrosamente al cielo por sí sólo. La Virgen María fue elevada al cielo por
una corte de ángeles. La Asunción de la Virgen es celebrada por la Iglesia
católica el 15 de agosto, ese día son las fiestas patronales en numerosas
poblaciones de nuestra geografía española; de entre ellas, en nuestro vecino
pueblo de Leganés, en honor de su patrona Nuestra Señora de Butarque.
La Ascensión del Señor se celebra cuarenta días después de su Resurrección,
el domingo de Pascua. Durante la tarde de ese jueves, la “bajada” de la Virgen
es el preludio de las fiestas patronales de Getafe que, tras la celebración de
una novena, comenzarán el siguiente sábado, víspera de Pentecostés.
Antiguamente las fiestas en honor a la Virgen de los Ángeles se celebraban el
día 2 de agosto, que es el día de su festividad, pero como quiera que Getafe
era un pueblo de labradores, que por esas fechas estaban con las faenas
propias de la recogida y preparación de los cereales, pues se decidió pasar las
fiestas a Pentecostés (asistencia del Espíritu Santo).
2 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
Por aquel entonces, en los años cincuenta, los jueves por la tarde no teníamos
colegio. Así lo decíamos los niños y las niñas, en lugar de decir que no había
clase. Pero un cierto jueves de primavera, teníamos fiesta durante todo el día.
Era el jueves de la Ascensión. Día grande. Un día por todo lo alto.
Con especial cariño recuerdo que, de mañana, nuestra madre nos lavaba de
pies a cabeza, metiéndonos en aquel barreño de cinc, con el agua templada en
la lumbre de la cocina económica, nos frotaba el cabello con agua y luego, con
unas gotas de vinagre, para que estuviese suave, nos peinaba y nos ponía “de
limpio”. Aquel día era muy especial para muchas niñas y niños, pues hacían la
“primera comunión”, ellas vestidas de novias y ellos de marineritos, todos con
su pequeño misal de pastas nacaradas, sus guantes blancos y su rosario.
Ya por la tarde, casi recién comidos, nuestra madre cortaba unos pedazos del
pan nuestro de cada día, y los metía en una taleguilla de tela blanca, junto con
unas onzas de chocolate, envueltas en un trozo de papel de estraza. Cogía de
la mano a nuestra hermana pequeña y ya en la puerta de la casa nos decía:
“Vamos a buscar a la Virgen”. Era curiosa la expresión, pero por lo general así
se decía siempre, aquí en Getafe.
Calle de Jacinto Benavente adelante, atravesábamos hasta la de Ramón y
Cajal, después todo para abajo, dejando a la derecha el Cine Palacio, la casa
de Don Martín, la fuente con pilón y la ruinosa Iglesia de San Eugenio.
Tomábamos por delante de las eras hacia las puertas de la Base Aérea, para
saludar a nuestro padre en el cuerpo de guardia; y ya allí nos juntábamos con
otras familias, camino de la estación larga. Pasábamos entre la fábrica de
Construcciones Aeronáuticas y el bar Flor de Juanito y nos tropezábamos con
la barrera del paso a nivel, que siempre encontrábamos bajada. Impacientes
aguardábamos el paso de un convoy de mercancías. Las barreras del paso a
nivel se levantaban y presurosos enfilábamos por un camino, que salía a la
izquierda, junto a un campo de pimientos verdes, hacia el Cerro de los Ángeles.
Unos pocos almendros de frutos amargos, bordeaban el polvoriento camino,
con las huellas horadadas de las ruedas de los carros, tirados por mulas.
Llegados a la falda del Cerro, atajábamos por un camino empinado, que subía
recto, hasta los pies de los restos del antiguo monumento al Sagrado Corazón.
En esos momentos, tanto nuestra madre como nosotros, ya estábamos algo
cansados. Sentados en cualquier pedrusco dábamos buena cuenta del pan y
de las onzas de chocolate. Al poco rato nos asaltaba la sed, queríamos agua y
nos estábamos orinando. Resueltos ambos problemas, nos acercábamos hasta
las puertas de la ermita, poblada de gentes como nosotros, que habían llegado
un poco antes; algunos creo que estaban allí desde primeras horas de la tarde
y otros cuantos, desde por la mañana temprano, para asistir a la misa matutina.
3 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
La dorada carroza con la Imagen de la Virgen, en el centro, adornada con
bonitos claveles, aparecía a la puerta de la ermita; las gentes devotas daban
¡Vivas! a su patrona y la comitiva iniciaba su bajada hacia el pueblo de Getafe.
Todos apiñados junto a nuestra Virgen de los Ángeles, caminábamos con la
fundada sospecha de que pudiera caernos un fuerte chaparrón; porque aquí en
Getafe ya se sabe: en cuanto se mueve a la Virgen de su ermita, seguro es que
llueve. Algo más de un par de horas de romería, andando a la vez que rezando
el Rosario y algún canto religioso, hasta por fin llegar al pueblo.
Ya en el pueblo la procesión encabezada por el párroco Don Rafael Pazos,
junto al alcalde Don Juan Vergara y las autoridades militares, resultaba, si
cabe, más emocionante; porque había mucha más gente participando y las
colgaduras de balcón a balcón, con letanías a María, engalanaban la marcha
por las calles, precedida por el estandarte de la Congregación, por una unidad
de gastadores, y por una banda militar de cornetas y tambores.
Llegados a las puertas de la Iglesia Grande, los mayordomos y mayordomas
llevaban la carroza junto al altar mayor, que desde el día anterior aparecía
especialmente adornado con el Regio Monumento, de manto armiñado y
corona real, especialmente preparado para la entronización de la Virgen María.
Tras las palabras de bienvenida, algunos rezos y el canto del “Salve Madre”,
propios del ceremonial; con la posterior bendición del señor cura párroco,
marchábamos hacia nuestras respectivas casas, pues pasaban de las diez de
la noche y era ya hora de cenar. El comentario general, principalmente de las
mujeres, era unánime: “Qué guapa está nuestra Virgen de los Ángeles”.
En aquel tiempo era Getafe un municipio con una población de unos diez mil
habitantes (censo de 1955). Actualmente, y ya en el siglo XXI, sobrepasamos
los ciento setenta mil. Todo era entonces igual como ahora y sin embargo, todo
es diferente a aquellos tiempos. La demografía se ha multiplicado, las gentes
hemos cambiado, los protocolos ya no son los mismos. En fin, que aunque el
fundamento religioso sea el mismo, la práctica del fervor ha cambiado. Somos
más y mejor vestidos, ya no llevamos pantalones de pana, ni usamos boina;
tampoco las mujeres visten sus amplias sayas, ni se tocan con los negros velos
de encaje. Hemos cambiado las onzas de chocolate y el bocadillo de tortilla,
por la botellita de agua mineral y los chicles de hierbabuena. Antes, se podían
contar hasta media docena de automóviles y cuatro cámaras fotográficas, con
película en blanco y negro. Y ahora, son cientos de coches los estacionados en
los aparcamientos, y miles de teléfonos móviles grabando imágenes a todo
color, durante el trayecto de la romería. Entre la empresa de Construcciones
Aeronáuticas y la Base Aérea, mudos testigos del paso de la comitiva, eran los
aviones Halcón y Alcotán y los arcaicos Junkers alemanes, colocados en pista.
Actualmente suelen ser los cazas F-18, los Eurofighter, e incluso el gigantesco
Ballena Beluga, que transporta las enormes alas de los Airbus 380.
4 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
Los cristianos más fervorosos, así como también los menos practicantes,
permanecen fieles a sus convicciones religiosas; al igual que los incrédulos y
agnósticos, que también continúan siendo leales a las suyas.
Pero la inmensa parte de la población, sobre todo, expectante; pues muchos
son los curiosos para asistir a todo lo que pueda representar un espectáculo.
Unos pocos “ni chicha ni limoná” y otros cuantos “ni frio ni calor”. En fin, que
más o menos, para algunos, como casi siempre. Usando un dicho muy español
y taurino: división de opiniones, por parte del respetable.
Tendremos, eso sí, que admitir, que “La Bajada de la Virgen” no es solamente
un hecho de carácter religioso, para el pueblo de Getafe, sino que también
habremos de considerarlo como un acontecimiento eminentemente social,
anclado en una tradición secular.
La comparecencia masiva de toda clase de gentes, tanto vecinos del pueblo,
como de toda la comarca, indica con claridad la aceptación de una presencia
extraordinaria e inexplicable, fuera de cualquier tipo de razonamiento lógico.
Así es como lo reflejan esas turbadas expresiones en los rostros de mayores y
pequeños, los unos santiguándose y los otros mandando besos a la imagen de
la Virgen, haciendo brotar lágrimas de emoción en otras muchas personas.
Reconociendo también, que no todos los que concurren en este encuentro
materno-filial, lo hacen desde unas convicciones éticas y morales, sino que,
además se contemplan variados casos de actitudes interesadas, tanto políticas,
como sectarias, y hasta podríamos observar conductas rayanas al fetichismo.
Sea como fuere, lo cierto es que, afortunadamente, aún se perciben muchos
ejemplos de honesta veneración, cuya pureza y sencillez proporcionan, en
nuestro interior, un intenso rayo, con luz de esperanza evangélica.
FIN En Getafe, 24 de mayo del 2017 (Festividad de María Auxiliadora). Lamberto Sanz Esteras.
5 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
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