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+ + + 1 JULIO 1997 AÑO IV - Nº 14 Es una publicación del Instituto Histórico del Partido de Morón Sarmiento 539 - Morón C.P. 1708 Tel. 483-2147 / 489-7700 Editado por la Asociación de Amigos del Instituto Histórico del Partido de Morón AUTORIDADES Intendente Municipal Sr. Juan Carlos Rousselot Secretario de Gobierno y Legal y Técnica Sr. Carlos Hugo Bonicalzi Instituto Histórico del Partido de Morón Directora Prof. Graciela Saez STAFF de la REVISTA Dirección Prof. Graciela Saez Secretaria de Redacción Prof. Norma Videla Tello Colaboradores Permanentes Prof. Hebe Clementi. Prof. Carlos Suárez. Prof. Carlos Birocco. Prof. Cristina Marí. Prof. Omar Cerviño. Prof. Mariela Canali Τ Composición y Diagramación Prof. Ana Bidiña Τ Procesamiento digital de imágenes Daniel Battilana Τ Trabajo Administrativo Martha Cortines Τ Registro Nacional de la Propiedad Intelectual: Nº 686.295 Τ Motivo de tapa: “Soldados de Rosas”. Pintura de Durán Brayer. Τ Los artículos firmados son responsabilidad de sus autores Τ Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de la revista, salvo expresa autorización de la Dirección. ÍNDICE Editorial 2 Población, producción y ejercicio del poder en el Partido de Mo- rón durante el régimen rosista. Carlos M. Birocco. 3 Algunos aspectos de la política indígena de Rosas. Irma Bernal. 9 Apuntes sobre el comercio exterior bonaerense durante la época de Rosas. Claudio Panella. 11 La magia del daguerrotipo. Abel Alexander. 14 Aspectos en torno al pensamiento de Esteban Echeverría y su vi- sión del partido unitario. Guillermo A. Oyarzábal. 16 Su sobrino, Lucio V. Mansilla, recuerda a Rosas. (Documento) 19 La época de Rosas en el interior. San Luis: una frontera caliente. Norma Videla Tello. 20 Nuevas perspectivas historiográficas sobre el régimen rosista: En- trevista a Jorge Daniel Gelman. 23 Influencia del Puente Márquez en la historia del oeste. Rolando Goyaud. 25 Museos de Rosas. Walter Olivera. 26 Historia y Literatura: El General Quirroga va en coche al muere. Jorge Luis Borges. 27 Fichas didácticas de los partidos de la pcia. de Buenos Aires: Car- los Casares y General La Madrid 28 El Archivo Histórico. Presencia viva en el contexto educativo. Ana Luisa Dozo. 32 Algunos antecedentes relacionados con la Campaña de Rosas al Desierto en 1833. Fernando E. Barba. 34 El orden rosista en el Partido de Morón. María Cristina Marí y Ma- ría Valeria Hornung. 38 La revolución preparada por una mujer. Rudi Varela. 41 Juan Manuel de Rosas. Su visión desde el ostracismo. 44 El padrón de propietarios de 1838 del Partido del Pilar. Una lectu- ra económica, social y política. Luis A. Messa. 45 La Refalosa Federal. Una danza hipotética. Rubén Pérez Bugallo. 47 Decreto sobre el uso del “cintillo federal”. (Documento) 50 La pintura en la época de Rosas. Irrupción de lo popular en la pintura argentina. Graciela Dragoski 51 Rosas y San Martín refieren el bloqueo francés. (Documento) 53 Correo de Lectores. Material bibliográfico recibido. 54 Agenda. // Pautas para normatizar la presentación de los trabajos. 55 San Pedro: Fernando García Curten. Escultor. 56 BONA14 todo página 1 Jueves, Agosto 27, 2009 11:36

JULIO 1997 AÑO IV º 14 - … · Rosas y San Martín refieren el bloqueo francés. (Documento) 53 Correo de Lectores. Material bibliográfico recibido. 54 Agenda. // Pautas para

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JULIO 1997

AÑO IV - Nº 14

Es una publicación del Instituto Histórico del Partido de Morón

Sarmiento 539 - Morón C.P. 1708 Tel. 483-2147 / 489-7700

Editado por la Asociación de Amigos del Instituto Histórico del Partido de Morón

AUTORIDADES

Intendente Municipal Sr. Juan Carlos Rousselot

Secretario de Gobierno y Legal y Técnica Sr. Carlos Hugo Bonicalzi

Instituto Histórico del Partido de Morón Directora Prof. Graciela Saez

STAFF de la REVISTA

Dirección Prof. Graciela Saez

Secretaria de Redacción Prof. Norma Videla Tello

Colaboradores Permanentes Prof. Hebe Clementi. Prof. Carlos Suárez. Prof. Carlos Birocco. Prof. Cristina Marí. Prof. Omar

Cerviño. Prof. Mariela Canali Τ

Composición y Diagramación Prof. Ana Bidiña

Τ Procesamiento digital de imágenes

Daniel Battilana Τ

Trabajo Administrativo Martha Cortines

Τ Registro Nacional de la Propiedad Intelectual:

Nº 686.295 Τ

Motivo de tapa: “Soldados de Rosas”. Pintura de Durán Brayer.

Τ Los artículos firmados son responsabilidad de sus

autores Τ

Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de la revista, salvo expresa autorización de

la Dirección.

ÍNDICE Editorial 2 Población, producción y ejercicio del poder en el Partido de Mo-rón durante el régimen rosista. Carlos M. Birocco.

3

Algunos aspectos de la política indígena de Rosas. Irma Bernal. 9

Apuntes sobre el comercio exterior bonaerense durante la época de Rosas. Claudio Panella.

11

La magia del daguerrotipo. Abel Alexander. 14

Aspectos en torno al pensamiento de Esteban Echeverría y su vi-sión del partido unitario. Guillermo A. Oyarzábal.

16

Su sobrino, Lucio V. Mansilla, recuerda a Rosas. (Documento) 19

La época de Rosas en el interior. San Luis: una frontera caliente. Norma Videla Tello.

20

Nuevas perspectivas historiográficas sobre el régimen rosista: En-trevista a Jorge Daniel Gelman.

23

Influencia del Puente Márquez en la historia del oeste. Rolando Goyaud.

25

Museos de Rosas. Walter Olivera. 26

Historia y Literatura: El General Quirroga va en coche al muere. Jorge Luis Borges.

27

Fichas didácticas de los partidos de la pcia. de Buenos Aires: Car-los Casares y General La Madrid

28

El Archivo Histórico. Presencia viva en el contexto educativo. Ana Luisa Dozo.

32

Algunos antecedentes relacionados con la Campaña de Rosas al Desierto en 1833. Fernando E. Barba.

34

El orden rosista en el Partido de Morón. María Cristina Marí y Ma-ría Valeria Hornung.

38

La revolución preparada por una mujer. Rudi Varela. 41

Juan Manuel de Rosas. Su visión desde el ostracismo. 44

El padrón de propietarios de 1838 del Partido del Pilar. Una lectu-ra económica, social y política. Luis A. Messa.

45

La Refalosa Federal. Una danza hipotética. Rubén Pérez Bugallo. 47

Decreto sobre el uso del “cintillo federal”. (Documento) 50

La pintura en la época de Rosas. Irrupción de lo popular en la pintura argentina. Graciela Dragoski

51

Rosas y San Martín refieren el bloqueo francés. (Documento) 53

Correo de Lectores. Material bibliográfico recibido. 54

Agenda. // Pautas para normatizar la presentación de los trabajos. 55

San Pedro: Fernando García Curten. Escultor. 56

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PC
Texto escrito a máquina

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EDITORIAL

Época compleja y contradictoria es la que preten-demos abarcar en este Nº 14 de la REVISTA DE HISTORIA BONAERENSE.

En este período, nuestra provincia jugará un papel fundamental en la historia del país. Un país que por aquel entonces se encontraba casi despoblado, con sólo medio millón de habitantes distribuidos desi-gualmente. Con una frontera en movimiento, cuya estabilidad era frágilmente mantenida por indios y blancos.

Época de luchas civiles, que lo dividían entre uni-tarios y federales, donde el personalismo de los cau-dillos no logró superar el prestigio del hombre fuerte de Buenos Aires: Juan Manuel de Rosas.

Fundamentalmente pragmático, temeroso del caos, sustentó su política en el orden y el principio de au-toridad, proyectando un modelo de país basado en el predominio de Buenos Aires, y una condicionante pacificación para lograr una Constitución.

Apoyado tanto por estancieros y saladeristas como por sectores populares, implementó un sistema auto-ritario, montado en una contundente propaganda.

Reaccionando ante el orden impuesto, surgió una dura oposición que caracterizó al período, que veía nacer una importante corriente de pensamiento co-nocida como la Generación del 37.

Queda para la historia un indiscutido acontecimien-to unificador: la heroica defensa de la soberanía, que el país había delegado en la persona del caudillo.

En las páginas de la REVISTA, hemos tratado de reflejar diversos aspectos de la época de Rosas, y no es precisamente su figura la que se analiza, sino los sucesos regionales o del interior del país, la proble-mática del indígena, la situación económica, la cul-tura y el pensamiento, esperando proporcionar nue-vos aportes a este controvertido período.

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La población de Morón en tiempos de Rosas El período rosista ha sido comúnmente omitido en el aná-lisis de la evolución demográfica de la población del par-tido de Morón .(1) Ello no se debió, sin embargo, a que sus habitantes no hubieran sido objeto de evaluación cen-sal. Diseminados en un va sto territorio que de acuerdo con los límites que poseía entonces el partido se extendía desde los actuales municipios de San Martín y Tres de Febrero hasta los de Marcos Paz y General Las Heras, es-tos fueron empadronados en por lo menos dos oportuni-dades, de lo que resultó la suma de 2548 almas en 1836 y de 2786 almas en 1838. (2) Del procesamiento de estos padrones se desprende clara-mente la estructura ocupacional de la población moronen-se, que en líneas generales se componía de una mayoría de agricultores, cuyo predominio era constatable en el sector oriental y central del distrito, y una minoría de ga-naderos, que se concentraban en el extremo occidental del mismo. Como otro dato de relevancia se aprecia que los censados se manifestaron masivamente como blancos, aunque es bien sabido que esto podía encubrir un grado no determinado de mestización que afectara a por lo me-nos un sector de los mismos. En 1836, por ejemplo, el 95,25% de estos se declaró blanco, incluidos extranjeros y gente de tropa, mientras que apenas el 4,75% aceptó co-mo propia la calificación de negro o mulato, generalmen-te los mismos que se hallaban aún bajo el régimen de la esclavitud. (3) El más valioso de estos padrones, al menos en lo que a in-formación se refiere, es el levantado en 1838. La ampli-tud de sus categorías censales (que incluyen ocupación y lugar de residencia de cada individuo empadronado, lo mismo que el status étnico y el número de integrantes de cada unidad censal) nos ha permitido esbozar una carac-terización de las localidades que componían por entonces el partido de Morón. Este, en efecto, se conformaba ini-cialmente de cuatro subdivisiones administrativas o "Cuarteles", los cuales fueron ampliados en 1837 a cinco, que fueron los que tuvo en cuenta el empadronador al volcar los datos a la planilla censal un año más tarde. La primera de estas circunscripciones, el Cuartel I, que en 1838 se reducía a " la sola población de Morón y sus al-rededores", hoy comprendería las ciudades de Morón, Haedo, Villa Sarmiento y el sur del partido de Tres de Febrero. El mismo se destacaba por su sesgo pueblerino, en contraste con la índole netamente rural del resto del partido. Cierto es que se hallaba aún muy lejos de poder ser considerado como totalmente urbanizado, si se consi-dera que el 50,87% de los individuos que fueron censa-dos en esta circunscripción se identificaron como labra-

dores y el 1,75% como estancieros. No obstante, el 47,36% restante declaró otro tipo de ocupaciones, que iban de las actividades comerciales a los oficios manua-les. Este Cuartel se caracterizó por una fuerte presencia mer-cantil, que presumimos se hallaba concentrada en el pue-blito de Morón. Un listado de las casas de comercio que se realizó en 1835 nos dice que ya existían entonces dos tiendas y tres pulperías en torno a la plaza, las primeras pertenecientes a Miguel Racero y Vicente Oliver, y las otras a Benito Villegas, Lorenzo Díaz y Josefa Aramburu. El padrón de 1838, por su parte, indica que cinco de los dieciséis pulperos censados en el partido se encontraban en el Cuartel I, lo mismo que un abastecedor de carne, dos panaderos y cuatro repartidores de pan. No es arries-gado presumir que estos mercaderes y acopiadores domi-naban los circuitos de abastecimiento de un importante sector del partido, y acaso asumían la conducción de la producción local hacia el mercado porteño. Existen otros rasgos que permiten conjeturar el creci-miento del poblado de Morón. En primer lugar, la exis-tencia de nueve trabajadores manuales (un carpintero, un zapatero, un velero, un barbero y cinco lavanderas) evi-dencia que estos no sólo prestaban servicios a un nódulo de pobladores permanentes, sino también a los que resi-dían en las chacras vecinas y visitaban el pueblito con el objeto de cumplir con sus obligaciones religiosas en la Parroquia de Nuestra Señora del Buen Viaje o de aprovi-sionarse en sus tiendas y pulperías. A ello agreguemos que Morón era sede de una escuela de primeras letras, a la que en 1836 asistían más de treinta alumnos a instruirse en el uso de la letra bastardilla española (la misma que utilizaba la administración pública) y que según los de-seos del Estado provincial eran inculcados en la fe católi-ca y el dogma federal, obligados como estaban a concu-rrir a la misa en compañía de su preceptor y a portar en forma permanente la divisa punzó. El Cuartel II, separado en 1837 del Cuartel I, abarcaba "los demás puntos que antes reunía el Cuartel I adyacen-tes al pueblo de Morón, los que alcanzan hasta el Puente de Márquez", y estaba limitado por el arroyo Morón al este, el río Reconquista al oeste, el camino de Gaona al norte y el de Burgos al sur. Se trataba, en términos actua-les, de Castelar y una fracción de Ituzaingó. Según se des-prende del padrón de 1838, este Cuartel estaba íntegra-mente poblado por agricultores, aunque como veremos luego, una no desdeñable porción del mismo había sido apropiada por la administración rosista con la finalidad de brindar pasturas a las caballadas del ejército. El Cuartel III, que contenía "la capilla de Merlo y los

POBLACIÓN, PRODUCCIÓN Y EJERCICIO DEL PODER EN EL PARTIDO DE MORÓN DURANTE EL RÉGIMEN ROSISTA

Carlos María BIROCCO*

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puntos que le son anexos", es más o menos identificable con el actual partido de Merlo. La población rural del mismo se muestra menos homogénea que en los primeros dos Cuarteles, ya que aunque los labradores se alzaban también aquí con el predominio, algo más de un cuarto de las unidades censales correspondían a ganaderos. En este Cuartel se hallaba, además, el pueblito de Merlo, el se-gundo incipiente núcleo urbano del partido. Fundado ha-cia 1740, éste se constituía en el poblado más antiguo del distrito; no obstante ello, no pasaba de ser un modesto ca-serío, cuya población había ido decreciendo desde fines del siglo XVIII, cuando la construcción del puente de Márquez y el trazado de nuevos caminos lo dejaron aisla-do de las principales vías de circulación. El primer censo de sus habitantes, realizado en 1755, había denunciado la existencia de 111 almas distribuidas en 25 hogares. (4) En 1838 el número de los empadronados estaba incluso por debajo de esas cifras: 94 personas repartidas en 15 hogares. A diferencia del pueblo de Morón, el padrón de-vela la ausencia de panaderos u otros conocedores de ofi-cios manuales, a excepción de cuatro lavanderas y una costurera. Fuera de estos escasos exponentes de trabajo femenino, el pueblito de Merlo era la sede de un acopia-dor, Salvador Correa, dedicado a la compra de cueros, y de dos pulperos, Jacinto Correa y Francisco de los San-tos. Hasta finales de la década de 1820 había existido en él una escuela de primeras letras, pero ésta fue abandona-da durante el levantamiento de Lavalle y no volvió a fun-cionar hasta pasada la mitad del siglo. En realidad, este villorio cuasidespoblado apenas hubiera merecido men-ción de no haberse erguido en él la morada del brazo de-recho de Rosas en el partido, el poderoso Tomás Fernán-dez de Cieza, que desempeñó el cargo de juez de paz has-ta la batalla de Caseros. El Cuartel IV se hallaba al norte del camino de Gaona e incluía lo que entonces era "todo el norte del partido". Al este del arroyo Morón, el mismo se extendía hasta los ac-tuales partidos de Tres de Febrero y San Martín, registra-dos por el padrón como las "cercanías de Caseros", mientras que al oeste de dicho arroyo incluía las localida-des de Parque Leloir, Villa Udaondo y Hurlingham. Ade-más de constituirse en la zona ocupada desde más anti-guo, precisamente desde el reparto efectuado por Juan de Garay en 1582, este Cuartel era, lejos, el más densamente poblado, con 951 habitantes que se constituían en 1838 en algo más de un tercio de los del partido de Morón. El empadronamiento que se llevó a cabo ese año revela, ade-más, que le pertenecían 119 de las 370 unidades censales (un 32,16%) y que estaba casi enteramente compuesto por explotaciones agrícolas, en atención a que el 95,79% de los censados se manifestó como chacarero y sólo un 2,52% como estanciero. Su ratio de 7,99 miembros por unidad censal (superior a la del partido en su conjunto, que era del 7,52) es un indicador de que las unidades de explotación de este Cuartel eran, además, las de mayor ta-maño. Si a ello se agregan indicios patrimoniales como la posesión de esclavos (el 32,59% de los hombres de color fue registrado en esta circunscripción) puede concluirse que se trataba de la zona agrícola más rica del distrito.

El Cuartel V, por último, se extendía sobre los afluentes del curso superior de los ríos Matanza y Conchas ("parte de la Cañada de la Paja, la del Durazno, Mostazas y de-más puntos adyacentes") repartidos entre los actuales municipios de Marcos Paz y General Las Heras. Se trata-ba de la porción del antiguo partido de Morón donde el suelo había sido más tardíamente apropiado por el blan-co, y donde las propiedades eran más extensas. En con-traste con los restantes, este Cuartel se hallaba hegemoni-zado por la ganadería: un 88,23% de los censados, en efecto, se manifestaron aquí como estancieros. Estos ha-cendados encabezaban unidades de explotación de cierta magnitud, que por su ratio de 7,88 miembros por unidad censal eran sólo comparables a la del Cuartel IV, e inclu-so parecen haber superado a éstas últimas en cantidad de esclavos, al contener al 36,29% de los individuos de co-lor del partido de Morón. Entre dichos ganaderos vivían ya en 1835 siete pulperos, y tres años más tarde fueron empadronados en la misma situación tres pulperos y el propietario de una atahona, señal de que los acaparadores y mercaderes del Cuartel I no tenían sino una débil pre-sencia en este lejano extremo del distrito. La producción: agricultores y ganaderos Durante el siglo XVIII la Cañada de Morón formó parte del cinturón de chacras que bordeaba la ciudad de Bue-nos Aires y la abastecía de cereales. Como medida de protección a la producción de trigo, la legislación colo-nial otorgaba exclusividad a la agricultura en tierras de pan llevar como éstas, en razón de lo cual no se permitía la presencia de ganados, salvo de los que fueran necesa-rios para las faenas agrícolas, como los bueyes de tiro o los caballos atahoneros. No obstante estas prohibiciones, la ganadería nunca fue erradicada del partido, como se comprueba en los frecuentes conflictos que se suscitaron entre ganaderos y cultivadores, cuya convivencia se tornó sumamente problemática debido a la falta de alambrados que impedía a estos últimos contener a los animales aje-nos y a menudo les acarreaba la pérdida de sus cosechas. Esta separación entre agricultura y ganadería siguió vi-gente en las primeras décadas del siglo siguiente, e influ-yó incluso en la reorganización de los juzgados de paz que se llevó a cabo durante el período rivadaviano. El 6 de febrero de 1822 el partido de la Matanza, que había si-do separado del partido de Morón en 1812, fue suprimido para volver a reunirse con éste. Pero esta ampliación de la jurisdicción del juez de paz de Morón fue bastante breve, ya que el 29 de abril de 1825 el Tribunal Superior de Jus-ticia restableció el juzgado de la Matanza con sus límites anteriores, arguyendo que le señalaba por territorio "todo el que sea de hacendados desde donde acaban las tierras de labranza". (5) Esta última afirmación debe ser tomada con cautela, ya que al menos una parte de los ganaderos quedó incluida en el partido de Morón, como lo denun-ciará el padrón de 1838. De cualquier modo, la segrega-ción de la Matanza no obedecía solamente a considera-ciones de orden local sino a un reordenamiento general de las secciones judiciales de la provincia, por la cual este distrito, lo mismo que el de Navarro y el de Lobos, fue

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separado del Segundo Departamento de Justicia, mientras que Morón continuó perteneciendo a éste. A lo largo de la primera mitad del siglo XIX, los agricul-tores continuaron siendo el sector productivo preponde-rante en el partido de Morón. Los padrones de 1815 y 1838 ofrecen prueba de ello: el 56,5% de los individuos censados en el primero se declararon labradores, mientras que en el segundo el 62,7% manifestó su condición de chacarero. Estas cifras atestiguan no sólo el predominio sino también el crecimiento del sector agrícola, provoca-do sin duda por un incremento en la población de Buenos Aires, cuya demanda de cereales iba en aumento. Los es-tablecimientos ganaderos, como ya referimos, se hallaban relegados al extremo oeste del partido, entre Merlo y la Cañada de la Paja, aunque ocupaban una mayor extensión de terreno que la agricultura, algo natural si se toma en cuenta la modalidad extensiva adoptada por los criadores en este período. Poco después de la caída de Rosas, en 1854, un censo revelaría que dentro de la superficie del partido de Morón, calculada en unas 50 leguas cuadradas, 30 se hallaban ocupadas por pastores y sólo 20 por agri-cultores.(6) El Estado rosista se manifestó con ambigüedad respecto de la agricultura moronense. Preocupado como estaba por la proveer de cereales al mercado urbano, mantuvo la normativa protectora en toda su vigencia. La mediación de las autoridades locales resultó, en consecuencia, incli-nada a amparar a los labradores, y no causa extrañeza que se suscitaran casos como el de un tal Pedro Vietes, que en agosto de 1836 fue multado en 25 pesos por el juez de paz Juan Bernardo Navarrete "por tener sus haciendas sueltas de noche en las chacras de pan llevar". Sin em-bargo, Morón se hallaba estratégicamente ubicado en el camino a la capital, y el Restaurador consideraba un im-perativo de primer orden el emplazamiento de invernadas de caballos patrios en nuestro partido, necesitado de tener a mano corceles suficientes para sus emprendimientos mi-litares. Así lo hizo saber a los sucesivos jueces de paz, a cargo de los cuales puso al menos parte de estos anima-les. Esta preocupación del gobernador se observa en los escrupulosos cuidados que ordenó prestar a los equinos, a los que hizo reservar las mejores pasturas. De acuerdo con sus instrucciones, estos caballos debían hallarse siem-pre disponibles, por lo que no podían ser prestados bajo ningún pretexto, y los vecinos debían tener el cuidado de devolverlos de inmediato a sus cuidadores si alguno se extraviaba. Dispuso, además, que los ejemplares agresi-vos que causaran daño a otros debían ser sacrificados, mientras que aquellos que sufrieran heridas por éste u otro motivo serían objeto de un tratamiento especial en base a la aplicación de raíz de guaycurú y grasa de potro.(7) Las directivas de Rosas resultaron a la larga perjudiciales para la agricultura, ya que las mejores tierras de labranza fueron expropiadas para apacentar las caballadas del Es-tado. Los criterios de explotación extensiva que impera-ban en la época provocaron que se procediera a requisar varias propiedades contiguas con ese fin. El edecán Anto-nino Reyes ordenó al juez de paz Tomás Fernández de

Cieza, en efecto, "que los caballos se extiendan muchísi-mo de día y que de noche no los ronde ni los encierre, si-no que los tenga a pastoreo muy extendido en campos de grande extensión de pastales de engorde y que no sean amargos". Dicho juez había establecido entre 1840 y 1841 dos invernadas de "regulares pastos dulces", una de las cuales se extendía sobre varias "suertes principales de chacras de pan llevar" a media legua al oeste del pueblo de Morón, sobre el río Reconquista, mientras que la otra, que se encontraba en la orilla occidental de la Cañada de Morón, abarcaba gran parte de la actual localidad de Cas-telar. (8) Estas no eran, no obstante, las únicas invernadas del partido, sino que existieron por lo menos otras tres, la primera de ellas a cargo del alcalde Román Vivas y las otras dos de los alféreces Cayetano e Isidoro Tapia, e in-cluso se hace mención a una cuarta que había sido deso-cupada para trasladar los animales a las Chacras de Aya-la, entre Areco y Arrecifes. Los agricultores no sólo vieron reducida la extensión de las tierras arables sino que fueron conminados a abando-nar una de sus prácticas más extendidas, la de quemar pastos secos, cardales y rastrojos antes de roturar el suelo, que en 1845 les fue prohibida por Fernández de Cieza con el objeto de "evitar las quemazones que puedan su-ceder en los pastales inmediatos que sirven de alimento para las invernadas de caballos del Ejército". Medidas como éstas obedecían a la importancia que el mismo Ro-sas daba a estas caballadas, como se aprecia en una carta de su edecán a este juez de paz, en que se le recomendaba que procurase atenderlas con el mayor esmero, insistién-dole en que tuviera "siempre presente que los caballos son el primer elemento de triunfo en la guerra, según Su Excelencia no deja de repetírselo". (9) El orden de prio-ridades del Estado bonaerense provocó, en suma, una mo-dificación en el mapa de la producción en el antiguo par-tido de Morón, surgida de la existencia de grandes exten-siones de terreno recortadas a la zona agrícola para su uti-lización en la cría del equino, verdadero soporte de las campañas militares rosistas. El ejercicio del poder: los jueces de paz Desde 1785, el partido de la Cañada de Morón había con-tado con una autoridad local propia: un alcalde de la San-ta Hermandad nombrado por el cabildo de Buenos Aires, que regenteaba una amplísima jurisdicción que se exten-día desde las chacras de San José de Flores, próximas al ejido de la ciudad, hasta el fuerte de San Salvador de los Lobos, en la frontera con el indio. Aunque con anteriori-dad a la Revolución de Mayo sufrió sus primeros recortes con la creación de los partidos de Lobos en 1806, Flores en 1807 y la Matanza en 1812, el territorio en que el al-calde de la Cañada de Morón ejercía su potestad policía-ca y civil siguió siendo un espacio demasiado extendido para su completo control, aun contando con los socorros en hombres y recursos, por otra parte insuficientes, que recibía de las milicias rurales. Con la supresión del cabildo porteño, entidad municipal bajo cuyo dominio habían sido colocada las zonas rurales aledañas, desaparecieron las alcaldías de la Santa Her-

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mandad. La ley del 24 de diciembre de 1821 traspasó sus atribuciones a unos nuevos funcionarios, los jueces de paz. Aunque originados en el marco de las reformas riva-davianas, estos se constituirían en el principal instrumen-to de la política de Rosas en la campaña bonaerense. Este les otorgó la función, compartida con la plana mayor del ejército provincial, de canalizar los recursos humanos y materiales hacia donde se los requiriese, para lo cual los había dotado de medios de coacción que les permitían re-unir con celeridad contingentes de milicianos, o bien des-pacharle caballos, reses y leña confiscados en las estan-cias de los unitarios o surgidos de la contribución "voluntaria" de los vecinos federales del partido. Se en-cargó también a estos jueces la vigilancia de los más va-riados aspectos de la vida social conforme a los decretos, órdenes y circulares firmados por el gobernante, ejercien-do un control minucioso sobre las actividades públicas y privadas de la población rural. (10) Los sectores margina-les que no cuadraran dentro de estos presupuestos eran perseguidos bajo el tradicional expediente de la delin-cuencia, la vagancia y la deserción a las obligaciones mi-litares, como se venía haciendo desde los tiempos colo-niales. Los jueces de paz eran escogidos entre las personas de mayor prestigio de cada partido, a partir de las listas -ge-neralmente ternas- que elevaban los jueces salientes. En la opinión de Carlos Cansanello, que ha estudiado la in-serción económica de los mismos, estos solían dedicarse tanto a las actividades productivas como a las mercanti-les: pulperías, tiendas, chacras, estancias y acopio de co-sechas. En el caso puntual de los partidos de Luján, Lo-bos y Morón, acostumbraban combinar la administración de chacras o haciendas con el manejo de pulperías o ca-sas de trato. (11) Nosotros podemos ofrecer una noticia algo más matizada de la extracción socioeconómica de los jueces de paz mo-ronenses de la época de Rosas. Estos fueron tres, el pri-mero de los cuales, Juan Bernardo Navarrete, originario de Chile, se ejercitó como tal entre 1829 y 1831, luego en 1833 y, por último, de 1835 a 1837. El segundo, Juan To-rres, ocupó el juzgado de paz en 1832, y el célebre To-más Fernández de Cieza, por último, lo hizo en 1834 y entre 1838 y 1852. Todos estos jueces compartieron una característica, digna de ser resaltada: su residencia se en-contraba emplazada en el Cuartel III. De acuerdo con es-to, puede afirmarse que durante el rosismo, aun cuando el poblado de Morón fuera el epicentro mercantil y religioso del partido, las redes del poder local se hallaban centra-das en Merlo. Otra peculiaridad la constituye el hecho de que, al menos en un p rincipio, ni Navarrete ni Torres fueron propieta-rios, sino que arrendaban unas tierras pertenecientes al Estado situadas en las inmediaciones del pueblo de Mer-lo. No fue hasta octubre de 1836 en que el primero, a la sazón en ejercicio del cargo, consiguió que se le vendie-ran los terrenos que ocupaba. (12) Sospechamos que el ascenso al poder, que facilitó a Navarrete su acceso a la condición de propietario, le permitió además catapultarse al sector de los hacendados acomodados. En 1839, con-

cluido ya su desempeño como juez, éste se declaró de profesión hacendado y labrador, con un capital no despre-ciable evaluado en unos 60.000 pesos. (13) Se sabe que asimismo incursionó en el comercio, pues en 1835 puso una pulpería a cargo de su hijo sobre el camino que con-ducía a Navarro, una legua y cuarto al este del pueblo de Morón. Tenemos referencias más precisas respecto del estado pa-trimonial de Tomás Fernández de Cieza, último juez de paz de la etapa rosista. Al protocolizarse en septiembre de 1846 el testamento de Josefa de Estrada, su esposa en segundas nupcias, éste era propietario de dos casas en el pueblito de Merlo, un pequeña estancia en la Cañada de Escobar y otra de mayores dimensiones en el partido de Lobos, con haciendas consistentes en 5000 vacunos, 400 caballos, 1000 lanares y 50 bueyes. Poseía también tres carretas en las que debía llevar a cabo frecuentes viajes a la capital, donde tenía otra casa en propiedad. De acuerdo con este suscinto inventario de sus bienes, Fernández de Cieza no disponía de establecimientos rurales en el parti-do de Morón, situación que sólo cambiaría en la postri-merías del régimen rosista, pues no fue hasta abril de 1848 en que realizó la compra de unos terrenos de poco más de 292 hectáreas junto al arroyo de Morón, que hoy forman parte de la Base Aérea. A estos agregó en 1849, finalmente, una estancia que compró en el actual partido de Marcos Paz.(14) Todas estas adquisiciones nos lo re-velan como un propietario de cierta envergadura aunque con dominios dispersos, acrecentados a lo largo de sus quince años de gestión como autoridad local. El ejercicio del poder: alcaldes y tenientes de alcalde El poder de los jueces de paz se apoyaba en una amplia red de funcionarios subordinados, los alcaldes y tenientes de alcalde. En los partidos de la campaña bonaerense ca-da cuartel se constituía en una alcaldía, dividida usual-mente en cuatro tenencias. Los cuatro alcaldes que exis-tían desde 1825 en el partido de Morón aumentaron a cin-co cuando en 1837 se reformó la estructura cuartelaria del partido, sin que el número de tenientes se modificara. Contamos para la década de 1830 con información más o menos fluida sobre quienes ejercieron estos empleos, de-bido a que por una circular del 21 de febrero de 1832 los jueces de paz recibieron la orden de elevar trimestralmen-te al gobierno una lista de los alcaldes y tenientes de su partido, con detalle de sus nombres, lugar de residencia, edad, patria, instrucción, fortuna y opinión en que los te-nía. Una segunda circular fechada en 12 de octubre de 1837 redujo la periodicidad de estos informes, convirtién-dolos en cuatrimestrales. (15) Gracias a la información que aportan dichas listas hemos reunido una masa de datos concerniente a cuarenta indivi-duos que desempeñaron alcaldías y tenencias entre 1832 y 1839. (16) De su sistematización se desprende, en pri-mer lugar, que el perfil socioprofesional de estos funcio-narios no calcaba en idénticas proporciones el de la po-blación del partido. En el padrón de 1838, los labradores encabezaban el 67,29% de las unidades censales, mien-tras que no más de 54,16% de los alcaldes y tenientes de-

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clararon esa ocupación. Pero no deben recrearse a partir de ello falsas antinomias entre agricultura y ganadería, pues se trasluce una estricta coincidencia entre la propor-ción de ganaderos en la población, que era del 22,97%, y la de los alcaldes y tenientes que se asumieron como tales, que era del 22,91%. Estos últimos, además, se encontra-ban en su mayor parte el Cuartel V, aquel en que predo-minaban claramente los criadores de ganado: el poder de los hacendados en un p artido de predominio agrícola se hallaba, pues, fuertemente acotado a esa zona periférica. En realidad, las cifras nos conducen a afirmar que fue el sector de los comerciantes (sobre todo pulperos) el que se impuso en este caso a los labradores, teniendo en cuenta que aquellos, que no pasaban de ser el 4,32% de la pobla-ción moronense, detentaron el 20,83% de las alcaldías y tenencias. Donde verdaderamente se aprecia las heterogeneidad de este conjunto de funcionarios rurales es al analizar los in-dicadores patrimoniales. Al estudiar las relaciones de pro-piedad, lo primero que llama la atención es la fuerte pre-sencia de arrendatarios, que se constituyen en al menos la mitad de los mismos. Si separamos a alcaldes y tenientes de alcalde, sin embargo, notamos que existía entre los pri-meros un leve predominio de los propietarios (57,14%) por sobre los que no lo eran, mientras que entre los se-gundos la relación fue la inversa, con un 51,51% de arrendatarios, 36,36% de propietarios y 12,12% sin datos. Algunos de dichos arrendatarios provenían del campesi-nado modesto, y recurrían al trabajo personal y familiar para labrar la tierra, como en el caso del teniente de alcal-de Justo Melgar, que según manifiesta el juez Navarrete "cultiva con sus hijos una chacra en terreno arrendado". Dos alcaldes y once tenientes fueron indicados como de "poca" o "escasa" fortuna, pero todos ellos encabezaban explotaciones productivas independientes, sin que ningu-no se encontrara bajo relación de aparcería o de concha-bo. Otro indicador que resulta de interés es el alfabetismo. La administración rosista, según se desprende de los listados elevados por los jueces de paz, no consideraba que un in-dividuo iletrado se hallara inhabilitado para ejercer estos cargos. Entre los alcaldes, un 28,57% resultó ser analfa-beto, cifra superada entre los tenientes, donde el 45,45% se declaró en iguales circunstancias. En este aspecto se observa un verdadero contraste con la época colonial, cuando saber escribir era requisito indispensable para ser nombrado alcalde de la Santa Hermandad. (17) En cierta medida, este bajo interés por la instrucción del funciona-riado rural resulta contradictorio con la instrumentación de la propaganda política, si se tiene en cuenta que jueces y alcaldes debían ser los difusores en la campaña el Re-gistro Oficial y la Gaceta Mercantil, principales órganos escritos del régimen. (18) El analfabetismo se compensaba en estos casos con la po-sesión de antecedentes militares o comprobados servicios a la patria. Alcaldes y tenientes de alcalde debían mostrar, ante todo, un alto grado de adhesión a la causa federal. Al designar alcalde del Cuartel III a Román Vivas, un mo-desto chacarero que no sabía leer ni escribir, el juez Na-

varrete acotaba que éste era "activo amante del orden que sabe mantener en el cuartel a su cargo", y agregaba que había servido contra los unitarios en 1829 y 1833, y que en una de esas expediciones militares había franqueado a dicho juez la única tropilla de caballos que tenía. Distinto era el caso de Juan Zenón Chávez, que fue alcalde del Cuartel V durante más de quince años, en que lo que pa-rece haber primado fue la posesión de abundantes bienes, puestos generosamente a d isposición de la causa rosista. Aunque no sabía leer ni escribir, éste disponía en opinión de sus superiores de "recursos y otras buenas cualidades para servir la alcaldía", y al producirse la Revolución de los Restauradores había auxiliado a las tropas con reses y puesto toda su caballada al servicio del Tercer Escuadrón de Campaña. Al ser empadronado en 1838, Chávez se ha-bía declarado "estanciero, pulpero y chacarero" y enca-bezaba la segunda unidad censal más extensa del partido, compuesta por 27 individuos, en que se hallaban inclui-dos 10 de color, presuntamente esclavos. El mismo se ha-llaba en posesión de terrenos propios y en enfiteusis en la Cañada de la Paja, en que disponía de "bastante ganado vacuno, caballar y lanar", y de una casa en la ciudad, to-do lo cual fue valuado en 1846 en unos 180.000 pesos. (19) De la misma manera que en la elección de los jueces de paz, el prestigio era un parámetro a considerar en la elec-ción de los alcaldes, sobre todo si había sido adquirido en alguna de las empresas bélicas del Restaurador. Vicente González y Juan Gil Díaz, que sirvieron a Rosas contra Lavalle, fueron declarados beneméritos de la Patria por la Cámara de Representantes de la Provincia, lo que se tu-vo en cuenta cuando les fueron otorgadas las alcaldías de los Cuarteles II y IV y seguramente cuando integraron en 1839 la terna para nombramiento de un nuevo juez. En esta última ocasión, no obstante, también se evaluó su es-tado patrimonial, que en el primero fue calculado en 40.000 pesos y en el segundo en 10.000. Respecto de la elección de los funcionarios de base, los tenientes de alcalde, nos encontramos en algunos de los casos ante vecinos reconocidos, con propiedades y recur-sos propios, pero en otros con sujetos iletrados de condi-ción realmente modesta, que arrendaban la tierra y la cul-tivaban con sus propias manos. Lejos estamos, sin embar-go, de concluir que esto último suponía una ampliación de los espacios de poder, compartido parcialmente con los estratos subalternos. En todo caso, quedará por explorar otras formas de verticalidad, las de las relaciones persona-les, y constatar si la existencia de redes de clientelazgo en la campaña bonaerense se expresaba en la designación de tenientes y alcaldes, oculta tras la activa militancia en la causa de la Federación que manifestaban estos, la que en algunos casos pudo haber sido más retórica que real. Citas 1- Tal vez esta omisión obedezca a la inexistencia de fuentes impresas concernientes a esa etapa. Es lo que sucede, por ejem-plo, con el artículo de Mons. Gerardo FARRELL "Crecimiento de la población de Morón", el más completo que tenemos hasta hoy, que puede consultarse en PRESAS, Juan Antonio Nuestra Señora del Buen Viaje, Morón Autores Asociados, Morón,

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1972, pags. 229-237. 2- Estos padrones se encuentran en el Archivo General de la Nación [AGN] X-25-2-4 y X-25-6-2. 3- Algunas consideraciones sobre la población negra y afromes-tiza en estos padrones podrá hallarse en GOLDBERG, Marta y MALLO, Silvia "La población africana en Buenos Aires y su campaña. Formas de vida y subsistencia (1750-1850)" en Te-mas de Africa y Asia n°2, 1995, pags. 15-69. 4- DIAZ, Pedro Arturo Historia de Merlo, 1536-1864. Desde los orígenes hasta la creación del partido Merlo, 1993, pags. 51-55. 5- DIAZ, Benito Juzgados de Paz de Campaña de la Provin-cia de Buenos Aires (1821-1854) Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires, 1959, pag. 77. 6- Registro Estadístico del Estado de Buenos Aires, año de 1854. 7- Se recomienda al juez de paz "que a los caballos maltrata-dos los sigan curando con raíz de guaycurú y grasa de potro del modo siguiente: se corta la raíz en rebanaditas delgadas y se hecha en la grasa al freirse dicha grasa en un poco de agua. Luego se moja una lana en la grasa fría y con eso se les unta a los caballos en las maladuras cada 15 días"; AGN X-21-3-2, Juzgado de Paz de Morón (1842-1847). 8- Para la primer invernada se habían ocupado terrenos pertene-cientes a Luciano Alvarado, Luis Pellón, Pedro Manrique, Pe-dro Lozano de Saravia, Julián González, Juan Soler y los que habían sido confiscados al unitario Mariano Castex; para la se-gunda lo fueron los de Juan Angel del Río, la testamentaria de González y los unitarios Fermín Rodríguez y José Timoteo Bra-vo. 9- AGN IX-21-3-2, carta de Antonino Reyes a Fernández de Cieza del 13 de septiembre de 1843. 10- Observa Salvatore que Rosas atribuía a los jueces de paz la función de vigilar de cerca los actos cotidianos de los habitantes rurales, quienes debían ajustar sus conductas al código moral del gobernante en asuntos que iban "desde la hora de cierre de las pulperías hasta el uso obligatorio del luto, desde el cuidado de los caballos patrios a la prohibición de reuniones después de la oración". SALVATORE, Ricardo "Reclutamiento militar, disciplinamiento y proletarización en la era de Rosas" en Bole-tín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emi-

lio Ravignani 1992, Serie III, n° 5, pags. 30-31. 11- CANSANELLO, Oreste Carlos "De súbditos a ciudadanos. Los pobladores rurales bonaerenses entre el antiguo régimen y la modernidad" en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani Serie III, n° 11, primer semestre de 1995, pag. 127. 12- DIAZ, Pedro Arturo Historia de Merlo..., pags. 87-90. 13- AGN X-21-3-1, terna para juez de paz del 18 de noviembre de 1839. 14- AGN Registro de Escribano n° 2 de 1846, f. 457v., testa-mento de doña Josefa de Estrada, 14 de septiembre de 1846; Archivo de Geodesia y Catastro, duplicados de mensura n° 39 del partido de Morón y n° 10 del partido de Marcos Paz. No he-mos podido dar con evidencias documentales que permitan sos-tener que Fernández de Cieza poseía campos en el sur de la Pro-vincia de Buenos Aires, como se afirma en PRESAS, Juan An-tonio Nuestra Señora del Buen Viaje..., pag. 174. Y menos aún comprobar que la familia de Fernández de Cieza retuviera "posesiones en el partido de Morón desde 1580", según asevera LACOSTE, Alberto César Biografías del Morón sin tiempo Autores Asociados, Morón, 1987, pag. 67. 15- DIAZ, Benito Juzgados de Paz..., pag. 181. 16- Las listas de alcaldes y tenientes se encuentran en AGN X-21-3-1, Juzgado de Paz de Morón (1831-1841). 17- Estas precauciones las toma, por ejemplo, el cabildo de la villa de Luján para nombrar a sus alcaldes. En 1801, por ejem-plo, sólo pudo ot orgarse la alcaldía del partido de Navarro a Francisco Rocha, pues "nadie más sabe leer y escribir en aquel partido". En 1803 otro alcalde de Navarro, Tomás Pereyra, fue "reelegido por unanimidad por falta de vecinos alfabetos". 18- En agosto de 1836, el juez Navarrete acusa recibo de "cinco Registros Oficiales de un tenor para sí y los cuatro alcaldes, como igualmente ha recibido quintuplicado los diarios de la Gazeta Mercantil". De los dichos alcaldes, dos por lo menos eran por completo analfabetos. 19- AGN X-21-3-2, terna para juez de paz del 30 de noviembre de 1846.

* Profesor en la Universidad de Morón. Profesor y be-

cario de la Universidad Nacional de Luján.

Esta casa fue utilizada por la guardia y se encontraba en lo que hoy es el Jardín Japonés. Foto del archivo privado del Sr. Jorge Busse, Secretario de la Junta de Historia de Belgrano y de la Asociación Cultural Sanmartiniana.

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ALGUNOS ASPECTOS DE LA POLÍTICA INDÍGENA DE ROSAS

Irma BERNAL*

Una de las mayores preocupaciones de Juan Manuel de Rosas fue la de conso-lidar la expansión de las fronteras, y es por eso que, a lo largo de su trayectoria pública, se dedicó con pasión a la tarea de lograr el control de los pueblos in-dios que obstaculizaban esa empresa. Estaba convencido de que una ofensiva abierta contra ellos, sólo serviría para acrecentar los males de la provincia. Por eso propiciaba una política indíge-na orientada a ganarse la buena volun-tad de aquellas familias indias, que de acuerdo con sus propias expresiones "nos respeten y que acostumbradas poco a poco a las necesidades de la vi-da social perseveren tranquilas y uni-das a nosotros por conveniencia pro-pia". (1) Pensaba que sólo en la medida en que se lograra aumentar el número de esos indios, sería posible enfrentar a los que se resistieran a ese cambio, a quienes, según él, no quedaba más remedio que destruir si se quería alentar la industria rural y dar sólidas garantías a las ricas propiedades del campo. Este convencimiento lo llevó a com-prometerse desde muy joven en esa ta-rea. Siendo sólo un estanciero había to-mado contacto con la realidad que vi-vían los grupos pampas asentados en la provincia. Estos pueblos que desde el siglo XVIII habían desarrollado una interesante ac-tividad de cría e intercambio de ganado cimarrón, venían sufriendo las conse-cuencias del avance de los blancos y de otros pueblos indios sobre sus tierras del centro y sur de la provincia. Paula-tinamente éstos venían disputándoles el ganado y la tierra, y hacia 1820 esa doble presión amenazaba destruirlos. Conciente de esa situación, y haciendo uso de su experiencia en el trato con estos indios, trabajó arduamente para convencerlos de que aceptasen el avan-ce de los blancos sobre sus tierras y pa-sasen a vivir entre ellos. La promesa de una vida sin tantos sobresaltos no era poca tentación para esas familias cada vez más jaqueadas por la guerra y el hambre, y por esa razón, en la década

del veinte muchos de esos indígenas pasaron a situarse dentro de la frontera. En 1832, siendo ya gobernador Rosas, se propuso mejorar la seguridad de las tierras que, debido a su estrategia, se habían ido conquistando a los indíge-nas. Fue con ese propósito que ordenó a todos esos indios amigos que vivían diseminados por los campos, que se es-tablecieran en determinados puntos de la nueva frontera. De esa manera, pre-tendía no sólo reforzar el control sobre ellos, sino también contar con sus fuer-zas para reforzar las defensas de esos confines. Desde ese momento y hasta el último de sus días en el poder, Rosas se preo-cupó por intentar la inserción de esos indios en la sociedad no indígena. Para ello, dentro de lo que las circunstancias se lo permitieron, tomó una serie de medidas en el orden político, militar, económico, social y espiritual. Un aspecto vital de esa política fue el económico. Efectivamente, uno de los problemas más graves que se les había planteado a todos cuantos venían inten-tando el negocio pacífico con lo indios, fue cómo lograr que esos pueblos que, hasta entonces vivían de la cría e inter-cambio del ganado, que disputaban a los estancieros, pudiesen seguir exis-tiendo sin afectar sus intereses. La sa-lución a la que todos los mediadores recurrieron fue la de contribuir a su mantención mediante la entrega de ga-nados y otros recursos. Rosas no pudo e vadir esa situación y de hecho la entrega de raciones fue la columna vertebral de su política de pa-cificación. Sin embargo, estaba con-vencido de que para lograr la inserción de los indios en la sociedad de frontera era imprescindible que fuesen discipli-nándose en el trabajo a los efectos de proveerse lo necesario para su existen-cia. De manera que, aún cuando la ur-gencia del caso lo llevó a utilizar e in-cluso perfeccionar el sistema de racio-nes, no por ello dejó de intentar que los indios dejasen de depender de ellas. Los comandantes de frontera jugaron un rol importantísimo en esa tarea, ya

que fueron los encargados de imple-mentar todas las medidas. La correspondencia que Rosas mante-nía con ellos revela que instaba a l os indios a que mantuviesen y acrecenta-sen sus ganados. En una oportunidad en que el comandante de Tandil lo con-sultaba acerca de cómo debía hacerse el racionamiento entre los indios allí asentados, él le decía: "dé a los que no tengan nada la ración que les corres-ponda según está prevenido y a los que tengan animales se les dé también pero algo menos de modo que les sirva de ayuda lo que les dé el gobierno y de este modo no acaben lo que tengan y lo vayan conservando y adelantan-do." (2) También se interesó por alentar los cul-tivos que de hecho ya algunos indios hacían cerca de sus toldos. Según seña-laba el comandante de Tapalqué en 1833, el cacique Reylef, jefe araucano allí asentado, "...es hombre de mucho juicio y muy laborioso, tiene una cha-cra bastante grande maíz, porotos, za-pallos, papas y otra porción de cosas y sus indios casi todos trabajan y nin-gún vecino del Azul se queja de él". (3) El cacique Llanquelén, asentado en Ju-nín, también llegó a tener una quinta de dos cuadras de extensión. Rosas tra-taba de inducir a otros indios para que imitasen esos ejemplos. En una carta que escribiera al cacique borogano Ca-ñiuquir expresaba lo que sigue: "...ustedes criarán a sus hijos felices y en perpetua paz y a sus haciendas. Sem-brarán todo lo que quieran como lo ha hecho Llanquelén en la Federación que ha hecho una huerta grande". (4) La correspondencia también revela que en respuesta a sus solicitudes el gobier-no solía entregar a los indios asentados en la frontera arados, semillas y hasta bueyes para trabajar la tierra. El tejido, una de las actividades a las que se dedicaban las mujeres, siguió ocupando una parte importante de su tiempo cuando fueron a vivir cerca de los blancos. Mac Cann, un viajero inglés que estu-vo en Tapalqué en 1848, comentaba:

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"...en varios toldos vi mujeres que te-jían, el trabajo es engorroso y largo porque hacen pasar el hilo a través de la urdimbre con los dedos." (5) Rosas procuró incentivarlas en ese tra-bajo, enviando cada tanto ovejas o lana con el propósito de que fueran distri-buidas con ese fin. Otra de las artesanías que trató de alen-tar fue la del cuero. Muestra de ello es que instruyó a sus comandantes de frontera para que respetasen la vieja costumbre de dejar a los indios los cueros de los animales que se les da-ban en ración, ya que según sus pro-pias palabras: "...Ha sido una costum-bre tan antigua que viene desde que se les da animales para su consumo, pues cuando había 2000 y más indios en Cerrillos no más nunca se les exigió los cueros antes al contrario me cons-ta que se les dejaba para formar sus toldos, para hacer riendas fiadores y maneas y otras clases de trenzados que estos hacen para vender marcado y contramarcado con la marca del Es-tado, no es decir que los de Tapalqué tengan ese privilegio, sino a todos los que se les da yeguada por el estado, Tandil, Arroyo, Azul, Cruz de Guerra, Cañuquir y Tapalqué." (6) En una oportunidad autorizó al juez de Paz de Tapalqué para que invirtiese cuatro mil pesos en la compra de botas de potro para el servicio de la tropa. En la carta que le enviaba destacaba que a su criterio, esa compra iba a r esultar fácil, porque seguramente los indios las sacarían para vender de las yeguas que se les deba para consumo.La reali-dad fue que esas expectativas no se cumplieron, porque los indios prefe-rían vender el cuero entero, por el que, según expresiones del juez, obtenían mejores precios sin necesidad de traba-jar. (7) Sin duda alguna, una de las mayores aspiraciones de Rosas era lograr que gran parte de esos indígenas se concha-basen en las estancias o en el ejército, pero al parecer esto no debió ser muy frecuente. Documentación de la época revela que en determinado momento, tal vez presionados por la escasez de mano de obra, ciertos estancieros ade-lantaban dinero a los indios que con-chababan, con la intención de mandar-los prender por deudas luego que aque-llos abandonasen la estancia. Cons-ciente de que esas prácticas podrían enturbiar las buenas relaciones con los indios amigos, Rosas prohibió que se llevasen a cabo ese tipo de arrestos. (8)

Otra de sus preocupaciones fue la de fomentar el comercio entre los blancos y los indios. Esas transacciones en ge-neral se efectuaban de acuerdo con las reglas de la economía indígena donde no se utilizaba al dinero. La mayor cantidad de ellas tenían lugar en la frontera misma, entre los indios allí asentados, los pobladores de las cha-cras y estancias, los pulperos y otros indígenas que llegaban allí con ese propósito. No obstante, también era frecuente que esos indios amigos se desplazaran por razones comerciales, hacia el interior de la provincia o hasta las tolderías si-tuadas fuera de los límites de la fronte-ra. Comúnmente iban hasta las estan-cias o chacras en busca de frutas o la-na, dos productos muy codiciados por ellos. Mac Cann cuenta que los de Ta-palqué solían ir a Dolores en busca de yeguas y que llevaban para intercam-biar ponchos y riendas que ellos fabri-caban, y sal que obtenían de su comer-cio con los de Salinas Grandes. Este último lugar era también uno d e los centros al que solían acudir frecuente-mente y donde solían encontrarse con los indios chilenos que venían a co-merciar a las pampas. Buenos Aires era también muy fre-cuentado por razones comerciales. Existían allí determinados corralones donde podían instalarse por varios días para exponer y vender sus productos. Rosas puso todo su empeño en regular ese comercio con el propósito de impe-dir conflictos que terminasen por arrui-narlo. Uno de los aspectos en que puso un énfasis especial, fue en controlar los desplazamientos de los indios para im-pedir que pudiesen ocasionar alteracio-nes del orden. Con ese fin estableció que para poder ausentarse de su lugar de residencia, éstos debían solicitar la autorización del comandante del punto, quien les otorgaría un pasaporte a l os efectos de que fuesen controlados en sus viajes. Numerosos testimonios co-rroboran que comúnmente se resistían a esa medida. Hasta los caciques más fieles a Rosas, como es el caso de Ca-chul, cacique Pampa residente en Tal-paqué, ponían en aprietos a los coman-dantes. Así lo corrobora el mismo co-mandante de ese punto al notificar que: "...este indio señor general es el que más trabajo da en orden a pasaportes porque sin embargo de decirle que no tengo orden de V.S. para darlo, siem-pre lo solicita para sus indios y con-cluye por enojarse al extremo que sue-

le decir cosas que solo la considera-ción a V. Señoría lo hacen a uno aguantarlas...". (9) Otro de los aspectos en los que Rosas tomó partido fue en el control de los pulperos que operaban con los indios. Se les exigió una patente, se les obligó a instalarse en un s itio determinado y se instruyó a las autoridades de campa-ña para que evitasen los abusos que so-lían cometer en detrimento de aquellos. También se procuró impedir que los pulperos los instasen a delinquir, casti-gando severamente a los que les com-prasen cueros robados. Para evitar ese delito se decretó la obligatoriedad de marcar con una E (Estado) todos los cueros de animales racionados, que eran los únicos que los indios estaban autorizados a vender. Muy interesante sería poder evaluar el grado de incidencias que estas medidas pudieron haber tenido en esas socieda-des indígenas de la frontera. Por el mo-mento escapa a nuestro conocimiento. Lo que sí estamos en condiciones de asegurar, es que aún cuando se hubie-sen operado cambios en ese sentido, la realidad es que cuando Rosas fue de-puesto, esos grupos de indios todavía dependían de las raciones para poder subsistir. NOTAS 1- Archivo General de la Nación (A.G.N.) Sala VII. Legajo 10-4-14. 2- Idem nota 1. 3- A.G.N. Sala X. Legajo 43-1-2. 4 - Hux, Meinrado. Caciques Pampa-Ranqueles. Marymar, Buenos Aires, 1991, p.47. 5- Mac Cann, W. Viaje a caballo por las provincias argentinas. Bs. As. Hachette. 1969. P. 88. 6- A.G.N. Sala X. Legajo 24-8-5. 7- A.G.N. Sala X. Legajo 20-l0-2. 8- A.G.N. Sala X. Legajo 25-6-1. 9- A.G.N. Sala X. Legajo 25-3-2.

* Profesora de Historia e

investigadora.

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El objetivo del presente trabajo es ofrecer un panorama del comercio exterior de la Provincia de Buenos Aires cuando fue gobernada por Juan Manuel de Rosas (1829-32 y 1835-52). El estudio comienza con una aproximación a la econo-mía bonaerense de la época para luego analizar las caracte-rísticas del comercio exterior provincial (composición, vo-lumen, destino), como así también los acontecimientos que afectaron su desarrollo durante el período estudiado. La economía bonaerense Con una población de 144.855 habitantes en 1836, de los cuales 64.126 vivían en la ciudad y 80.729 en la campaña (1), la provincia de Buenos Aires basaba su economía en la producción ganadera. Y si bien el desarrollo de esta activi-dad era anterior a 1810, a partir de esa fecha se dio una constante expansión de la misma, influyendo en dicho pro-ceso dos factores: a) el comercio libre instalado a partir de la Revolución, y b) la crisis de la ganadería en el Litoral, es-pecialmente en Entre Ríos y la Banda Oriental como conse-cuencia de las guerras de la independencia. (2) Esta expan-sión ganadera significo en primer termino una expansión te-rritorial, avanzando la línea de frontera cada vez más hacia el oeste y hacia el sur, constituyéndose un hito al respecto la campaña al Desierto comandada por Rosas en 1833-34. Además, la propia actividad ganadera no requería una nu-merosa mano de obra ni tampoco una elevada inversión de capital, lo cual, sumado al bajo costo de la tierra, garantiza-ba apreciables ganancias a quienes se dedicaban a ella.. Es-te esquema se completaba con la existencia de mercados exteriores consumidores que demandaban los productos ga-naderos bonaerenses, principalmente cueros y en menor medida carne salada, sebo y lana. Pero si la ganadería era la actividad más fructífera en la provincia, todo lo contrario ocurría con la agricultura y la industria, que ocupaban una posición secundaria en la economía provincial. El comercio ultramarino provincial Las dos principales conse-cuencias económicas de la Revolución de Mayo fueron: a) la ruptura y consecuente fragmentación del espacio económico virreinal; b) el es-tablecimiento de la libertad de co mercio. Esta última consecuencia, seguramente la más trascendente, permitió la apertura de la metrópoli porteña a u ltramar (esto es fundamentalmente a Gran

Bretaña), lo cual perjudicó a las provincias del interior, de-dicadas a abastecer al mercado interno (léase mercado por-teño). En otras palabras, Buenos Aires comenzó a vender sin restricciones al exterior su producción ganadera y com-prar a cambio las mercancías que necesitaba, muchas de las cuales se las compraba a las provincias antes de 1810. Ade-más, como todo el intercambio comercial (tanto marítimo como fluvial) se realizaba por el puerto de Buenos Aires, la provincia gobernaba con su tarifa de aduana todo el comer-cio del país. De esta manera, aplicando una política econó-mica librecambista, Buenos Aires actuó como centro recep-tor y distribuidor de productos provenientes del exterior ha-cia el interior y viceversa. El comercio exterior de la provincia se realizaba en barcos de ultramar que pertenecían a los países que la proveían de mercaderías, pues la flota provincial era pequeña y solo de cabotaje. Una apreciación de los buques extranjeros llega-dos al puerto de Buenos Aires entre 1829 y 1844, que fue-ron 4.323, permite verificar que la mayor cantidad de ellos, casi un cuarto del total, eran ingleses, siguiéndole en impor-tancia los provenientes de Estados Unidos, Brasil, Cerdeña y Francia.(3) Según los datos de que se disponen, en el trienio 1835-37 algo más del 30 % de las importaciones de ultramar corres-pondían a productos textiles (telas de algodón y de lana, se-da, vestidos, pañuelos, hilo, etc.) en tanto que los alimenti-cios (azúcar, yerba, bebidas) llegaban al 20 % del total. El 50 % restante se integraba con artículos de hierro y acero, madera, sal, tabaco, artículos de ferretería, papelería, joyas, alquitrán, armas, etc. (4) En este esquema, el principal socio comercial de la provincia era Gran Bretaña. En efecto, el 50,9 % de las importaciones bonaerenses en 1822, el 51,1 % en 1825 y el 42,7 % en 1850 provenían de esa potencia. (5) ¿Qué se compraba de esa nación? Principalmente texti-

APUNTES SOBRE EL COMERCIO EXTERIOR BONAERENSE DURANTE LA ÉPOCA DE ROSAS

Claudio PANELLA*

Cuadro Nº 1. Distribución de las exportaciones marítimas de la Provincia de Buenos Aires, 1829-1851 (en %).

Fuente: años 1829 y 1849-51: PARISH, Woodbine, Buenos Aires y las provincias del Río de la Plata, Bs. As.,

Producto 1829 1835 1836 1837 1838 1839 1849 1850 1851 Cueros 76,4 62,1 68,4 64,2 47,4 23,2 61,9 65,0 64,9

Carne salada 7,4 6,0 9,5 7,3 11,8 2,8 8,8 7,9 8,1 Cerda 2,5 2,8 3,9 4,2 4,3 2,9 3,5 5,1 4,4

Sebo 1,5 2,2 2,1 3,1 10,4 9,8 14,5 10,5 11,3 Lana 0,7 6,1 7,6 11,1 17,0 12,0 10,6 10,6 10,3

Trigo/harina/maíz - 0,6 1,4 2,3 0,9 - - - - Astas 2,0 1,1 0,8 - - - - - - Otros 9,5 19,7 6,8 8,1 6,2 48,8 0,3 0,3 0,4 Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

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les (tela para ponchos, listados, bramantes, bayetas, lienzos, pañuelos, zarazas, hilo, medias, franela, etc.), productos de hierro y acero, carbón, vidrio, sombreros, papelería, pintu-ras, artículos de ferretería, instrumentos musicales, artícu-los de labranza. Los norteamericanos por su parte, propor-cionaban principalmente harina pero también maderas de todo tipo, liencillos, muebles, pañuelos, té y tabaco en hoja. Francia enviaba al Río de la Plata sedas, muebles, ropa fi-na, vinos y artículos de mercería, en tanto que Brasil envia-ba azúcar, yerba mate, tabaco negro y en menor medida ca-fé, madera y ron. De Italia llegaba papel, vino, fideos, ter-ciopelo, artículos de mercería, aceite, aceitunas y salsa, de España vino, aceite, aceitunas y sal., y de Alemania (Hamburgo, Bremen y Lubeck), Holanda, Suecia y Dina-marca productos de ferretería, ginebra, pañuelos, armas, madera, hierro, alquitrán, almidón, resina, jamones, queso y manteca. A los Países Bálticos se les compraba hierro, jar-cias y lonas en tanto que a Cuba (en barcos norteamerica-nos) azúcar, ron. melaza, café y zarzaparrilla.(6) A cambio de todas estas mercancías llegadas de ultramar ¿qué vendía Buenos Aires? El principal rubro exportable era el cuero que, excepto en los años de bloqueo, nunca significo menos del 60 % del valor total de lo exportado, llegando casi a un 90 % si se consideran las complementa-rias del vacuno: carne salada, sebo, cerda y astas (ver cua-dro Nº 1). El más importante comprador de estos productos era Gran Bretaña, que llevaba gran cantidad de cueros vacunos (secos y salados), pieles de nutria y de chinchilla, sebo de-rretido, astas, cerda y lana de carnero. Pero este intercam-bio fue siempre deficitario para Buenos Aires pues lo ex-portado nunca logró ni siquiera igualar a lo importado de esa potencia. Lo contrario ocurría con los Estados unidos, con quien la provincia tuvo una balanza comercial favora-ble, resultado de la venta a ese país de cueros vacunos y de carnero, pieles de nutria, lana y sebo derretido. Con relación a Francia y demás países de Europa occidental debe señalarse que compraban los mismos productos gana-deros que Gran Bretaña y los Estados Unidos. Finalmente, al Brasil y Cuba Buenos Aires le vendía carne salada (tasajo) para alimento de los esclavos. Llegado a este punto es pertinente la respuesta al siguiente interrogante ¿qué cantidad de las mercancías importadas de ultramar eran consumidas en Buenos Aires y que cantidad lo eran en el resto de las provincias? Si bien la respuesta es difícil debido a la escasez de datos existentes, las cifras de los años 1836-37 permiten arriesgar que de todos los artí-culos que llegaban a la aduana porteña más de las dos ter-ceras partes eran consumidos en la provincia, enviándose el resto al interior. En el mismo sentido ¿qué cantidad de pro-ductos para exportar aportaban Buenos Aires y el resto de las provincias? Más de las dos terceras partes de ellos (que como ya se ha dicho eran los ganaderos) los proveía Bue-nos Aires y el tercio restante las provincias, (principalmente las litorales), proporción que se mantiene hacia mediados de siglo.(7) Ley de Aduana y bloqueos Durante el período estudiado se sucedieron hechos que in-fluyeron de modo diferente en el desenvolvimiento del co-mercio provincial. Dos de ellos se destacan con nitidez: la ley de Aduana proteccionista sancionada en 1835, y los

bloqueos francés (1838-40) y anglofrancés (1845-48) sufri-dos por el puerto de Buenos Aires. (8) Con referencia a la ley de Aduana de 1835 promulgada por Rosas, la misma marcó una ruptura con la tradicional polí-tica económica librecambista porteña, pues se propuso pro-teger a la agricultura y a la industria fabril bonaerense. (9) En efecto, la norma prohibía la introducción de productos agrícolas extranjeros como trigo y harina (hasta tanto el precio de aquel no superase los $ 50 la fanega) y maíz, artí-culos textiles como ponchos y tela para ellos y para jergas, como así también artículos manufacturados varios (10). Pe-ro la misma ¿incidió en el comercio provincial ?. En reali-dad, la ley por sí sola poco podía hacer para modificar un comercio basado en la ganadería de exportación. No obs-tante ello, la puesta en práctica de la ley sumada a unas abundantes cosechas dieron como resultado el abasteci-miento del mercado interno de granos, lo que permitió ex-portar el excedente. Esto se verificó, aunque más no sea mínimamente, en el valor total de las exportaciones provin-ciales de los años 1836-39 en los rubros harina, trigo y ma-íz (ver cuadro Nº 1). La prohibición de importar textiles y manufacturas en cam-

Cuadro Nº 2. Exportaciones británicas al Río de la Plata, 1831-1850 (valores en libras esterlinas)

Año Exportaciones Año Exportaciones 1831 339.870 1841 989.362 1832 660.152 1842 969.791 1833 515.362 1843 700.416 1834 831.564 1844 784.564 1835 658.525 1845 592.279 1836 697.334 1846 187.481 1837 696.104 1847 490.504 1838 680.345 1848 605.953 1839 710.524 1849 1.399.575 1840 614.047 1850 909.280 Fuente: PARISH, Woodbine, Buenos Aires y las provincias del Río de la Plata, Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1853, tomo 2, p. 350.

Cuadro Nº 3. Comercio marítimo de la Provincia de Buenos Aires en distintos años (en pesos fuertes)

*Fuente: (1) Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires. (2) PARISH, Woodbine, Buenos Aires y las provincias del Río de la Plata, Bs. As. Imprenta de Mayo, 1853, tomo 2, p. 318,337,339,341,343 y 347. * Las cifras de los años 1835 a 1839, consignadas en $ pa pel, han sido convertidas en $ fuertes (plata) según tabla confeccionada por Juan ALVAREZ, Temas de historia argentina, Buenos Aires, Junta de Historia y Numismática, 1929, p.99. Las de los años 1849-50 en libras esterlinas: 1 L = 5 $ f. (Cfr. PARISH, W., op. cit. p. 318). ** Estimado. No se consignan las importaciones provenientes de Italia y España.

Año Importaciones Exportaciones

1835 (1) 1836 (1) 1837 (1) 1838 (1) 1839 (1) 1849 (2) 1850 (2)

6.314.835 6.042.988 5.697.589 2.115.996 1.093.225

14.000.000** 10.700.000**

3.638.076 4.502.307 4.764.811 2.400.518 282.709

12.689.105 9.917.565

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bio no incidieron en las importaciones del principal socio comercial porteño (ver cuadro Nº 2). Sin embargo, debe se-ñalarse que los artículos textiles de introducción prohibida, tenían una incidencia mínima en el total de las importacio-nes provenientes de Gran Bretaña: apenas un 1,8 % en el primer semestre de 1835. (11) Con relación a los bloqueos, no caben dudas que perjudica-ron el comercio exterior bonaerense, siendo su disminución evidente en los años 1838-39 de la agresión francesa (ver cuadro Nº 3). En consonancia con lo expresado, se verificó una reorientación del comercio bonaerense, sobre todo de las exportaciones, hacia el interior de la Confederación, aunque esta tendencia cesó al concluir el bloqueo galo. (12) También se resintió el comercio durante el bloqueo anglo-francés, tal cual lo demuestra la disminución de las expor-taciones inglesas al Río de la Plata en los años 1846-47 (ver cuadro Nº 2).

Algunas consideraciones finales Se han visto en el transcurso del trabajo las características del comercio bonaerense, su perfil y sus dificultades. Que-dan sin embargo algunas cuestiones: ¿se modificó la com-posición del comerció provincial durante la época de Ro-sas? ¿aumentó su volumen?. Con respecto a la primera pre-gunta, se puede afirmar que no se alteró la composición de las exportaciones, es decir de los productos ganaderos: si-guieron predominando los cueros, con aumentos importan-tes en los rubros sebo y lana (ver cuadros Nº 1 y 4). Con relación a la segunda pregunta, el aumento del comer-cio exterior provincial fue indudable entre 1835 y 1850: el valor de las importaciones casi se duplicó en tanto que el de las exportaciones se triplicó (ver cuadro Nº 3). Así, e l promedio de la cantidad de cueros vacunos vendidos en la década de 1820 casi se cuadruplicó en la de 1840, las tone-ladas de tasajo se multiplicaron casi por quince y las de se-bo y lana por veinticinco. Solo disminuyeron levemente las unidades de cueros de caballo (ver cuadro Nº 4). Otro parámetro que ratifica lo expresado es el movimiento marítimo del puerto bonaerense, mucho mayor a mediados de siglo que a comienzos de la década de 1830. Efectiva-mente, el promedio de los buques salidos en el bienio 1836-37 es de 241 en tanto que en el bienio 1850-51 es de 450, casi el doble (13). El promedio de tonelaje de estos

buques a su vez, se duplica con creces: 43.772,5 en 1836-37 y 100.858,5 en 1850-51. (14) Si se menciona a los bu-ques extranjeros entrados, se duplican entre 1830 y 1844: 257 y 512 respectivamente. (15) Por lo expresado entonces, puede afirmarse que el volumen del comercio bonaerense se incrementó notablemente en el período abordado por es-te estudio, aunque su composición permaneció inalterable. Citas bibliográficas (1) RAVIGNANI, Emilio, “Un censo en la provincia de Buenos Aires en la época de Rosas, año 1836”, en Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas Nº 1, julio de 1922, p. 6. (2) HALPERIN DONGHI, Tulio, “La expansión ganadera en la campaña de Buenos Aires (1810-1852)”, en Desarro-llo Económico Nº 9-10, abril-septiembre de 1963, p. 58. (3) BURGIN, Miron, Aspectos económicos del federalis-mo argentino, Solar, Buenos Aires, 1987, p. 346. (4) Cfr. Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires (en adelante ROPBA), años expresados. (5) Informes sobre el comercio exterior de Buenos Ai-res durante el gobierno de Martín Rodríguez, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1978, p.26 ;PARISH, Woodbine, Buenos Aires y las provincias del Río de la Plata, Imprenta de Mayo, 1853, tomo 2, p. 334 -335. (6) Para la elaboración de lo que resta de este apartado se han consultado los siguientes trabajos: BURGIN, M., op. cit., p. 341 y ss.; NICOLAU, Juan C., “Movimiento maríti-mo exterior del puerto de Buenos Aires (1810-1854)”, en Nuestra Historia Nº 12, diciembre de 1973; PARISH, W., op. cit., p. 334-349; y ROPBA, años 1835 a 1840. (7) C fr. ROPBA años citados; PA RISH, W. op. cit., p.329. (8) Las guerras civiles tuvieron su influencia en el comer-cio interprovincial más que en el ultramarino. (9) Quien desee profundizar sobre el tema puede consultar los siguientes autores: BARBA, Enrique M., "Formación de la tiranía", en Academia Nacional de la Historia, His-toria de la Nación Argentina, El Ateneo, Buenos Aires, 1962, tomo VII, 2º sección; BURGIN, M., op. cit.; LYNCH, John, Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986; NICOLAU, Juan C., Industria argen-tina y a duana, 1835-1854, Devenir, Buenos Aires, 1975; ROSA, José Ma., Defensa y pérdida de nuestra indepen-dencia económica, Peña Lillo, Buenos Aires, 1986. (10) El texto de la ley en ROPBA, año 1835, p. 361 a 369. (11) Cfr. ROPBA, año 1835. (12) Ibídem, años 1838, 1839 y 1840. (13) ROPBA, años 1836-37; PARISH, W., op. cit., p. 320-323. (14) Ibídem. (15) BURGIN, M., op. cit., p. 34 Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires “Dr. Ricardo Levene”

* Profesor de Historia. Archivo Histórico de la Provin-

cia de Buenos Aires “Dr. Ricardo Levene”.

Cuadro Nº 4. Promedio de exportaciones anuales desde Buenos Aires, 1820-1850 (productos seleccionados)

Fuente: LYNCH, John, Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires,

Productos Década de 1820

Década de 1830

Década de 1840

Cueros vacu-nos, Nº

624.101 798.564 2.303.910

Cueros caba-llo, Nº

206.889 31.903 163.122

Carne salada, Tns.

1.648 10.846 23.203

Sebo, Tns. 416 2.278 10.462

Lana, Tns. 277 2.309 6.752

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Si hay fechas que quedan indeleblemente marcadas en la historia de la humanidad, una de ellas, sin duda, corres-ponde al 19 de agosto de 1839; ese día y en la ciudad de París, nacía oficialmente un invento increíble para la época: el daguerrotipo. Había nacido definitivamente la fotografía, el hombre capturaba finalmente la fugitiva imagen de la cámara os-cura, reteniéndola entre los estrechos límites de una plan-cha espejada. Este hito, último eslabón de una larga ca-dena de sabios e investigadores, era el fruto de los desve-los de dos notables franceses, Joseph Nicéphore Niépce (1765-1833) y Louis Jacques Mandé Daguerre (1789-1851). La noticia se esparció por el mundo a velocidades asom-brosas para las comunicaciones de la época y pocos me-ses después arribaba al Río de La Plata, previa escala en Salvador de Bahía y Río de Janeiro, la corbeta francesa "L'Orientale", navío escuela que, con un grupo de alum-nos belgas y fraceses estaba circunnavegando el globo en viaje de instrucción. Su capellán, el joven Louis Compte, traía a su bordo una cámara de daguerrotipo con el objetivo de registrar el viaje, cuyo manejo e instrucciones técnicas le fueron su-ministradas por el mismo Daguerre en París. Las primeras vistas o tomas de exteriores daguerrotípicas se realizaron en la ciudad de Montevideo en febrero de 1840, frente a altas autoridades y a un público maravilla-do ante las posibilidades que mostraba el nuevo sistema de registro visual. Lamentablemente el bloqueo francés a puertos argenti-nos impidió el arribo de esta interesante nave a Buenos Aires, sin embargo los porteños tuvieron conocimiento de esta maravilla europea, gracias a noticias publicadas por el diario "La Gaceta Mercantil" correspondiente al 11 de marzo de 1840, donde se comentaban los sucesos de París. Será un comerciante litógrafo local, Gregorio Ibarra, quien anuncie a la población porteña el 16 de junio de 1843, estar en posesión de dos cámaras de daguerrotipo perfeccionadas y con todos sus accesorios para tomar vistas, planos, y retratos; su pionerismo en este sentido es indiscutible. Pero fue un norteamericano, Mr. John Elliot, el primer daguerrotipista que efectivamente se dedicó a este nuevo arte en la Argentina. Su anuncio del 22 de junio de 1843 es por demás elocuente: "El señor Elliot tiene el honor de anunciar al respetable público de Buenos Aires, que acaba de llegar de los Estados Unidos provisto de todas las máquinas perfecionadas del Daguerrotipo... Tengan

a bien concurrir a la Recova Nueva, en los altos Nº 56 Plaza de la Victoria..." Es que se habían superado finalmente ciertos problemas técnicos, que impedían la toma de retratos, debido en es-pecial a la lentitud de los materiales sensibles a la luz y a objetivos poco luminosos. A partir de dichos avances, nuevos nombres comienzan a sumarse a la larga lista de profesionales actuantes. Rescatamos por su pionerismo los de John Bennet, Robert Leys, Thomas Columbus Helbsby, Henry North y el legendario Charles de Forest Fredricks. La historia de estos primeros "Profesores", como se au-to-titulaban, representa un capítulo apasionante de nues-tra fotografía, eran verdaderos aventureros, provenientes en su mayoría de los Estados Unidos y Europa, llegaban a nuestro país en largas "giras artísticas", plenas de peri-pecias a través de las denominadas "corrientes" del Atlántico y el Pacífico; de esta última provenía el alemán Adolfo Alexander (1822-1881), de dilatada actuación en la región de Cuyo a partir de 1855. En Buenos Aires se instalaron en forma preferente sobre la actual Plaza de Mayo y calles adyacentes, abriendo las puertas de elegantes y luminosos "establecimientos" ubi-cados en los "altos" de la antigua edificación; allí retrata-ron a lo más granado de la sociedad porteña y paralela-mente enseñaron este nuevo arte a los hijos del país. Hoy, en los umbrales del tercer milenio, se nos hace muy difícil imaginar el impacto que causó en aquella cerrada sociedad colonial, el advenimiento de este milagroso in-vento. Frente a l a misteriosa cámara de madera con su gran objetivo en bronce, posaban damas de amplísima falda, junto a graves caballeros con sombreros de copa,

LA MAGIA DEL DAGUERROTIPO

Abel ALEXANDER*

Equipo completo de daguerrotipía. Grabado de la época. Circa 1850.

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enfrentaban por primera vez la imagen perfecta y sin ar-tificios, creada a p artir de "...la fuerza de la luz...", las opiniones dispares de aquella época están reflejadas en el mismo Juan Manuel de Rosas, quien nunca permitió que se tomara su retrato por el daguerrotipo, al que con-sideraba despectivamente como "...cosas de gringos...". Pero gracias a estos retratos al daguerrotipo, ambrotipo y ferrotipo, hoy podemos contemplar la verdadera efigie de próceres de la talla del General San Martín, el Almi-rante Guillermo Brown, Juan Bautista Alberdi o figuras femeninas como Manuelita Rosas, Mariquita Sánchez de Thompson o la trágica de Camila O'Gorman. El daguerrotipo consistía básicamente en una imagen po-sitiva directa, original único y sin posibilidad de copias; su soporte era una plancha de cobre cubierta con una ca-pa de plata pura que se pulimentaba hasta parecer un es-pejo, luego se la sensibilizaba con vapores de iodo y bromo, se la exponía dentro de la cámara oscura, se re-velaba a continuación con vapores de mercurio y luego la imagen resultante era fijada con una solución salina o hiposulfito de sodio, para después lavar en profundidad la placa. Como un acercamiento a la pintura, los daguerrotipos eran finamente coloreados, en especial las joyas de da-mas y caballeros en tono oro, una manera de marcar la importancia social de los retratados. Debido al elevado precio de estos retratos -alrededor de 100 patacones de la época- se utilizaron años después otros sistemas de menor calidad artística, como los ambrotipos y ferroti-pos, cuyos soportes eran respectivamente de vidrio o cristal y hierro esmaltado de negro. Todos estos retratos se insertaban en preciosos estuches de cuero tafilete labrado o de material termoplástico con artísticos diseños, en cuyas tapas interiores lucían sedas o terciopelos gofrados de vivos colores; para placas de mayor tamaño lo común eran los marcos de madera os-cura que se exhibían orgullosamente en la sala de recibir. Capítulo aparte merecen los daguerrotipos miniaturas. Estas pequeñas superficies fueron las preferidas del uni-verso femenino, todas se colocaban en joyas de oro y plata, como anillos, prendedores, guardapelos, pulseras y relojes. Pero el daguerrotipo y sus sucedáneos tuvieron una efí-mera vida, superando apenas tres décadas en el gusto de la sociedad, quien reemplazó estas costosas obras únicas por la nueva fotografía sobre papel o sistema negativo-positivo, sensiblemente más económico y de copias múl-tiples, amén de poder enviar estos retratos por correo, una posibilidad impensada pocos años antes. Debemos señalar que la contemplación de estas precio-sas obras originales era hasta hace poco tiempo, un pri-vilegio reservado a estudiosos del arte, coleccionistas o museólogos, ahora pueden ser conocidas y apreciadas por un vasto público, el que accede de esta manera a una faceta casi desconocida de nuestra cultura. En los últimos años y gracias a la acción decidida de un grupo de investigadores fotográficos, los viejos dague-rrotipos han cobrado nuevamente vida, gracias a una se-rie de conferencias, publicaciones y exposiciones públi-

cas, la última de ellas realizada en 1996 en el Museo de Arte Hispanoamericano "Isaac Fernández Blanco" de Buenos Aires, donde se exhibieron más de 500 dague-rrotipos, amén de cámaras y otros elementos de este pe-ríodo fotográfico. En la actualidad la antigua fotografía argentina se en-cuentra en peligro de extinción, debido a que la pobla-ción carece de conceptos conservacionistas y destruye permanentemente sus archivos familiares y de época; de-bemos sumar a estas pérdidas irreparables, la acción de coleccionistas extranjeros que año tras año nos despojan de la más valiosa fotografía documental. Desde hace más de 150 años, la fotografía viene ateso-rando en sus frágiles soportes todos los aspectos de nuestra existencia como nación: reflexionemos entonces sobre la enorme riqueza visual de estos documentos del ayer y defendamos su existencia; también las antiguas fotografías de su familia forman parte de nuestra his-toria, no las destruya, son parte de nuestro patrimo-nio cultural.

* Fotohistoriador.

Investigador. Restaurador de daguerrotipos.

La Gaceta Mercantil. Buenos Aires, 16 de junio de 1843.

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La riqueza historiográfica de la época de Rosas no admite en la actualidad discusión alguna. Tanto, cuando nos referimos a su propia gestión, como cuando tornamos la mirada sobre su entorno y las diversas manifestaciones de la vida política, social y económica de aquel tiempo. De allí la importancia que para la épo-ca y para el presente, revistió la llama-da generación del 37 al señalar, en ese período un paradigma original, que in-tentó imponerse a las tendencias políti-cas enfrentadas. Reflejar aspectos del pensamiento de Echeverría, implica introducirnos en el inquietante mundo de las ideas de aquel grupo de hombres, llenos de con-vicciones, sueños y esperanzas, que se congregaron alrededor de la sugerente "Aso-ciación de Mayo". En sus escri-tos, Esteban Echeverría, abundó en de-talles sobre lo que fue su sentir acerca de los unitarios. Es posible pensar que él y su grupo advirtieran, en aquel mo-mento, lo mismo que con tanta claridad expresó Enrique Barba en nuestro siglo al afirmar que federalismo y unitarismo son dos maneras distintas de enfocar la misma realidad. (1) Lo concreto es que ellos concibieron tempranamente la ne-cesidad de un nuevo enfoque, a través del cual, procuraban el nacimiento de una opción capaz de t erminar con las luchas del pasado. Se trataba de encau-sar lo legítimo de cada partido, olvi-dando enfrentamientos y pasiones en-contradas en el camino de los verdade-ros y sagrados intereses nacionales. "Vosotros creísteis -afirmaba Echeve-rría en la Ojeada Retrospectiva- que al emanciparnos de los partidos de nues-tro país queríamos ponernos en la lu-cha con ellos y disputarles la suprema-cía social: os engañasteis. Queríamos solamente, haciendo abstracción de las personas, traer las cuestiones políticas al terreno de la discusión levantando la barrera doctrinaria". (2) A partir de la premisa: "Mayo, progre-so y democracia", indudablemente era

necesario ganar el espacio para un nue-vo partido, que centrando sus ideales en la Revolución de Mayo se encontra-ra con el pensamiento de los jóvenes de la Asociación. Sin embargo, no se trataba de la desaparición de los parti-dos existentes: uno alejado del poder, y el otro absorbido por la personalidad de Rosas. Sucede que Echeverría con-cebía a las ideas que sustentaban como parte del sentir nacional, en tanto los federales sostuvieran el espíritu de lo-calidad y los unitarios el centralismo y la unidad. (3) Partidos y Facciones Considerándolos partidos y distin-guiendo la diferencia que existe entre partidos y facciones, aún confundiendo ambos términos, Echeverría prefirió hablar de la facción federal y de la fac-ción unitaria. Implícitamente, aunque no por casualidad, reservaba, segœn su propio criterio, el término partido para aquel grupo que representare "una idea o interés social". La facción unitaria aparecía en su pen-samiento como "minoría vencida, de buenas tendencias, pero sin bases loca-les de criterio socialista". Se explica así, que pueda describirlos como: so-berbios, antipáticos y exclusivistas. (4) Juan María Gutiérrez sobre este tema escribe: "Los partidos políticos, que para él no habían sido más que faccio-nes hasta su tiempo, no merecían aque-lla denominación por haber carecido de doctrina y porque nada habían fundado de estable en materia de organización fundamental". (5) Debemos considerar las palabras, que el propio Echeverría escribiera a Pedro de Angelis en su segunda carta, en ella, reconocía el intento de organización nacional de los unitarios, destacaba luego la división en facciones y final-mente sentenciaba, condenando su de-bilidad: "No era ni un partido, ni una facción era algo de sexo híbrido y de carácter ambiguo, que llevaba en si mismo el principio de la impotencia y

de la derrota...". (6) Distinguía así, a la facción del partido, por la incapacidad de la primera para establecer una es-tructura orgánica. En el pensamiento unitario, reconocía los elementos primarios para la conso-lidación de la República, al distinguir los antecedentes coloniales que con-fluían para definir el carácter unitario, haciendo hincapié en un s olo aspecto: LA UNIDAD. La unidad política, civil, judiciaria, territorial, financiera, admi-nistrativa, religiosa, de idioma, de ori-gen, de costumbres. (7) De esta mane-ra, rescataba aquellos principios de la tradición hispana, sobre los cuales ha-bría de erigirse la nueva organización. Bajo el tópico común en la unidad, no rechazaba lo que reconocía como pro-pio de nuestra tradición, por el contra-rio, procuraba dignificarlo. Sobre esta línea de pensamiento, su insistencia en la necesidad de cambio se apoyaba en el desarrollo de valores propios y tra-dicionales, para incorporar después, las razones del pensamiento más evolucio-nado. Se trataba entonces, de construir sobre lo cimentado, en lugar de crear nuevos cimientos. La Generación del 37, entre Federales y Unitarios Los federales desconfiaban de la joven generación; orgullosos y severos, no parecía que pudiera someterse blanda-mente a los criterios del gobierno. Por otra parte, por su forma de vestir y ha-blar se aproximaba demasiado a la ima-gen que tenían de los unitarios. Paradójicamente, era menospreciada por estos debido a su frivolidad, fede-ralismo y especialmente por no estar abiertamente enfrentada a Rosas. Cu-an-do Alberdi promovió en Montevi-deo la conformación de una asociación igual a la de nuestro país, no fue grati-ficado con el entusiasmo que esperaba. "Impu-tóse al grupo carácter cismático y rebelde; se gastó a costa suya la iro-nía y el sarcasmo; en ciertos salones hi-cieron fortuna algunas pullas y epítetos

ASPECTOS EN TORNO AL PENSAMIENTO DE ESTEBAN ECHEVERRÍA Y SU VISIÓN DEL PARTIDO UNITARIO

Guillermo Andrés OYARZÁBAL*

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lanzados contra la juventud; en vez de estimularlos -quéjase Echeverría- se les consideró unos locos, unos román-ticos... Cosa singular! la juventud en Buenos Aires rechazada por el despo-tismo bárbaro, encontraba en Montevi-deo (asilo de los proscriptos de Rosas) la reacción, inofensiva es cierto, pero no menos intratable del exclusivismo sectario".(8) El planteo conciliador de la Asociación forzosamente había de desagradar a to-dos, por eso entre dos tendencias, no conformaban ni a unos ni a otros. Mu-cho menos se conformaba ella con aquellos, y a pesar de que comulgaban con gran parte de las ideas del unitaris-mo, ni siquiera vislumbraban en sus manos la posibilidad de la organiza-ción del país. No hay peor error que confundir a esta generación del 37 con aquella unitaria de las guerras civiles. Ocurre que la Asociación no nació con el propósito de combatir a Rosas; por el contrario, buscaba la conciliación de ideas, en un g rupo que se erigiera so-bre los otros dos, como verdadera al-ternativa. "En 1837, Echeverría y sus secuaces no serán unitarios ni federa-les, pero si, el blanco de los dicterios y persecuciones de unos y otros". (9) Comprendiendo la coyuntura particular en la que se desenvolvía la generación del 37, no hace falta un análisis pro-fundo para reconocer que, por su tradi-ción liberal, el socialismo de Echeve-rría podría acercarse a la facción unita-ria pero, inevitablemente, se distancia-ría cada vez más del federalismo rosis-ta. El reconocía los lazos que lo unían a los unitarios, "habían dejado el rastro de una tradición progresista...eran los liberales que querían en suma un régi-men constitucional para el país. La ge-neración nueva, educada la mayor par-te en escuelas fundadas por ellos...debía tenerles simpatía, o ser menos federal que unitaria...Rosas lo conocía bien...". (10) Sin embargo el pensamiento de Eche-verría, no podía conciliar, con el de los unitarios de su tiempo. Para los jóve-nes de la asociación, la patria estaba por encima de todo, y ellos creían con sinceridad en la parcialidad de los ob-jetivos unitarios. Aspiraban a la consti-tución de un partido político basado en el interés social. Ni por la razón, ni por convencimiento, habría lazos capaces de unirlos, con quienes ahora desde el extranjero, pero insensibles como an-tes, intentaban el retorno a la política efectiva, sin superar los odios del pasa-

do, y sin la conciencia de que se en-frentaban a una nueva y dinámica rea-lidad. La revolución moral que plantea Eche-verría, en oposición a la revolución material, intentaba ser un movimiento integrador, pacífico, creador de esa conciencia de carácter nacional que las facciones eran incapaces de formar. (11) Indudablemente, el retorno del unita-rismo, sólo traería la restauración de las agotadas estructuras pre-rosistas, esto era para los jóvenes del salón Li-terario, aún peor, que el precario equi-librio autoritario impuesto por Rosas. Por eso pregunta a de Angelis en la carta antes citada: "Y sabe Ud., señor Editor, por qué critiqué entonces y ahora a l os unitarios? Por qué en mi país y fuera de él hay muchos hombres patriotas que están creyendo todavía, que la edad de oro de la República Ar-gentina y especialmente de Buenos Ai-res está en el pasado, no en el porvenir; y que no habrá, caído Rosas, más que reconstruir la sociedad con los viejos escombros o instituciones, porque ya está todo hecho". (12) La conciliación que el Dogma procla-maba, se edificaba por encima de las tendencias políticas del pasado. Con-vencidos de que su programa se esla-bonaba directamente con la tradición progresista de mayo, cabía al grupo completarla y perfeccionarla con pri-mario sentido constructivo; por qué no habían hecho otra cosa unitarios y fe-derales que destruir alternativamente lo obrado, aniquilando la actividad nacio-nal. De esta manera se condenaba el despotismo de los federales, pero mu-cho más fuerte alzaban la voz contra los unitarios, que teniendo la capaci-dad de hacerlo, malgastaron "su ener-gía en el vacío". Es que faltó en ellos, y esta es una ausencia que el redactor del Dogma Socialista no perdona, esa sensibilidad social, esa capacidad para interpretar la realidad, sobre la cual ya hice antes referencia. A la unidad de partido de los unitarios, el nuevo movimiento opuso la unidad de la sociedad en su conjunto, en una homogénea masa de objetivos comu-nes. Para ellos estaba trazado el cami-no que los otros no habían podido re-conocer, cegados por luchas internas, e intereses de sector. Mayo, Progreso, Democracia, jalonaban ese derrotero de orden y de paz.

En torno al sufragio y la educación Es posible que el punto de discusión fundamental haya sido el del sufragio. Aquí, otra vez es el partido unitario so-bre el cual se cargan tintas. Está con-vencido Echeverría de sus buenas in-tenciones, ya fue establecido en este estudio apelando a sus palabras; pero una vez más advierte sobre la incapaci-dad unitaria para interpretar el senti-miento popular. "El partido unitario desconoció completamente el elemento democrático de nuestro país...; y te-niendo en sus manos el poder, tendría las elecciones y medios abundantes en todo caso para someterlo y gobernarlo, según sus miras, sanas sin duda, pero equivocadas". (13) Así pues, bajo la máscara del derecho a la elección de sus representantes, se establecía para nuestro crítico, una fic-ción basada en la ignorancia del pue-blo, que por ese motivo, podría ser conducido de acuerdo con el sentir de la clase acomodada. Una parodia de le-gitimidad ambigua y sin poder real. "Bajo bellas formas se solapaba una mentira, y no sé qué bajo una mentira farsaica pueda fundarse institución al-guna, ni principio de legitimidad de poder incontrastable... Tuvimos razón para decirlo. El partido unitario no te-nía reglas locales de criterio socialista; desconoció el elemento democrático... No supo organizarlo, y por lo mismo no supo gobernarlo. (14) Reconoce el Presidente de la Asocia-ción de Mayo, que en esto no estuvie-ron separados unitarios y federales, mezclándose en las cámaras en procura de idénticos objetivos, hasta que por el mismo sistema, y a través de la mani-pulación popular, la suma del Poder otorgada a Rosas por el sufragio, acabó con cualquier resabio democrático. "La ley del 15 de Agosto, el sufragio uni-versal, dio de sí cuanto pudo da r, el suicidio del pueblo por si mismo, la le-gitimación del despotismo". (15) En realidad, la crítica más importante, apunta a condenar por ingenuo al parti-do unitario. Este había dado demasiado poder al electorado, sin prepararlo pa-ra asumir tal responsabilidad. Com-prendamos que en el fondo no condena las intenciones unitarias, sino el que a una masa ignorante, se le otorgara el derecho a voto, sin darle los medios para lograr la educación cívica necesa-ria, haciéndola así, presa fácil de la de-magogia y de la oportunidad política.(16)

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Echeverría quería según su doctrina la soberanía popular; pero éste no debía ser un concepto de forma o puramente declamatorio. Es por eso que reclama-ba la participación del estado en la educación del soberano: "...el pueblo, las masas no tienen siempre en sus ma-nos los medios de conseguir su eman-cipación, la sociedad o el gobierno que la representa debe ponerlos a su alcan-ce...para emancipar las masas ignoran-tes y abrirles el camino de la soberanía es preciso educarlas". (17) Sólo si el pueblo adquiría conciencia cívica, po-dría integrarse a l a ciudadanía como hacedor de los grandes cambios que necesitaba la nación. Es claro que p ropone un sistema de instrucción pública con intervención activa del gobierno y veía en la con-cepción unitaria de la educación gran parte de los males del presente echan-do las culpas sobre el sistema de edu-cación vigente en Buenos Aires desde 1821 hasta 1827, y al abandono de años anteriores.(18) Los hombres de la Asociación confían en la integración armónica del país, claro que las condiciones no están da-das; pero no ni egan, sino que por el contrario animan esa posibilidad. Por eso condenaron la forma en que, unita-rios primero y federales después, con-dujeron a las masas populares. Para ellos, el pueblo era esencialmente libre, pero en la práctica prisionero de su ig-norancia, siendo este último, el factor que aprovecharon las facciones enfren-tadas para manipularlo. Ellos tenían fe en el pueblo. "Ese pue-blo, deslumbrado hasta aquí por la ma-jestad de su omnipotencia, conocerá vuelto en si, que no le fue dada por Dios sino para ejercerla en los límites del derecho como instrumento del bien. Ese pueblo se ilustrará, los prin-cipios de la revolución de Mayo pene-trarán al cabo hasta su corazón y llega-rán a ser norma de sus acciones". (19) En fin, se trataba de integrarlo en ple-nitud a las actividades del país. El po-tencial para lograr esa integración exis-tía a p riori, sólo faltaba el marco ade-cuado para permitir tal desarrollo, y es-te lo daría la educación. La lectura de Echeverría con el fin de desentrañar su pensamiento político, con frecuencia nos lleva a p ensar en una concepción contradictoria de la realidad, son muchos los que ven en su ideario la oscuridad de ideas inacaba-das, y confusas teorías sociales imprac-ticables en la época, al mismo tiempo

que reconocen el saldo positivo de su lucha. Reflexiones finales Podemos advertir en estas líneas más de un rasgo contradictorio, y cómo no va a haber contradicción en un hombre que se reconoce liberal, promueve la participación activa del estado en la educación, sintió que Rosas podría en-causarnos hacia la unidad nacional, re-conocía sus simpatías unitarias, creía en la soberanía popular, rechazaba el sufragio universal...; pero si parece im-posible congeniar ideas tan opuestas en un mundo donde los hombres se divi-den entre buenos y malos, puros e im-puros, monárquicos y republicanos, unitarios y federales. Es claro que quien no proponga antinomias recibirá la crítica de todos. La generación del 37, presentaba ante los ojos de la ma-yoría un pensamiento demasiado ambi-guo, desencajando del esquema mani-queista al que nos había acostumbrado la tradición histórica universal. Reco-nocía su simpatía unitaria y sin embar-go acusaba a ese partido como causan-te de todos los males, valoraba el loca-lismo federal, pero no r econocía otra forma que la unitaria para lograr la ver-dadera unión nacional. Sin embargo, ¿pode-mos acusar a Echeverría y su grupo de inconsecuentes o de carecer de una sólida doctrina? Por el contra-rio, el pensamiento de la generación marcaba el primer hito de cohesión po-lítica de nuestra historia, señalaba un rumbo original basado en la utopía de una transformación social sin lucha, lo-grado a través del cambio moral de la sociedad y de la integración de la tradi-ción cultural de nuestra historia toda. Por eso no podí a rechazar de plano a los unitarios con cuyas teorías profun-das coincidía, desestimando sus méto-dos claro está, ni a los federales en quienes advertía la sensibilidad social que a aquellos les faltaba. La coheren-cia de ideas la encontramos justamente en esa integración de pensamiento que pretende dar cabida a un nuevo partido que sin ser de ninguno sea de todos. Imaginemos dos líneas paralelas, como ellas se comportaban las dos facciones tradicionales; Echeverría pretendía ce-rrar los extremos con un m oño, ence-rrar a todos en el espacio interior, cor-tar las sobras de cada recta y con la nueva figura encarar una política de progreso. "Nuestra misión no e s emanciparnos

completamente de lo pasado, separar-nos de la comunidad social a la qué pertenecemos y fraguarnos un mundo ideal donde puedan no verse a sus an-chas las creaciones de nuestra imagina-ción. Se nos acusa ya de andar siempre en las nubes; se cree que nuestra cien-cia consiste en nomenclaturas porque preferimos palabras que la generalidad no entiende. Es preciso Señores, pro-bar lo contrario, hablando a la inteli-gencia de todos y rehabilitar nuestra opinión haciendo ver que, aunque jó-venes, tenemos tanto conocimiento de los intereses vitales de nuestra socie-dad, como esos hombres agobiados de años y de experiencia, pero tan descon-tentadizos como impotentes". (20) ¿Quiénes eran los unitarios para Eche-verría? Indudablemente unitarios no eran los hombres de Mayo, ellos no te-nían partido, eran el origen de la patria, el progreso, el futuro mismo. Mayo era la libertad; pero sus éxitos no tuvieron continuidad en la obra de gobierno. En el gobierno nacen las facciones, unita-rios y federales, dos caras de una mis-ma moneda, y el corolario de esa lucha había sido Rosas, a quien el mismo Echeverría reconocía la virtud de haber sabido interpretar el espíritu de esa so-ciedad que no habían podido compren-der los unitarios. Es que aquí se define el verdadero camino de la Asociación de Mayo, el Salón Literario es el ámbi-to donde la joven generación discutirá sus ideas en pos de la estructuración de un pensamiento de vanguardia para la patria; cuando este se extingue el mis-mo ideario cobra vida activa en la Aso-ciación de la Joven Generación Argen-tina, donde se redacta lo que después se conocería como el Dogma Socialis-ta. Y es a partir de esto donde se alcan-za a comprender la diferencia. La nue-va generación no sólo propone una po-lítica que nos aleje de las mezquinda-des de las luchas internas sino que pro-pone una original manera de interpretar la realidad. Echeverría no pudo ver los frutos de su prédica, pero su pensamiento prendió en los espíritus liberales que lo suce-dieron. S i e s cierto que su doctrina, como fue expuesta en el Dogma Socia-lista era impracticable, no es menos cierto que la profunda crítica hecha a los unitarios pudo ser asimilada por las generaciones posteriores adaptando su ideario a la cambiante realidad nacio-nal. Podremos o no, estar de acuerdo con él, discutimos aún hoy los matices de su influencia sobre la política poste-

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rior. Hay quienes sólo ven en su acción una oscura página de nuestra historia, mientras que otros intentan recuperar los valores que sustentaba como si es-tos fueran el verdadero y único punto de partida. La verdad sólo puede en-contrarse a mitad de camino. Buena o mala, la injerencia de Echeve-rría y su grupo no pue de negarse, es parte activa de nuestro presente. Ya no se trata de justificaciones o condenas, es cuestión de comprender la importan-cia del cambio que promovieron, reco-ger su experiencia, criticar los errores, y razonar los aciertos, para que la obra de estos, nuestros pensadores, no caiga en olvido, y nos allane el camino para lograr un país mejor. NOTAS 1. Cfr. BARBA, Enrique. Unitarismo, Fede-ralismo, Rosismo. Centro Ed. América Lati-na, Buenos Aires, 1982, pág. 17. 2. ECHEVERRÍA, Esteban. Dogma socialista de la Asociación de Mayo (precedido de una ojeada retrospectiva sobre el movimiento inte-lectual del Plata en el año 37). La torre de Ba-bel, Ed. Perrot, Buenos Aires, 1958, pág. 104. 3. Cfr. ECHEVERRÍA, Esteban. "Carta se-

gunda a Pedro de Angelis". Antecedentes de la Asociación de Mayo. Consejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, pág. 299. 4. Cfr. ECHEVERRÍA, Esteban. Dog-ma so-cialista... , págs. 29 y 30. 5. GUTIERREZ, Juan María. Antecedentes de la Asociación..., pág. 93. 6. ECHEVERRÍA, Esteban. "Carta segunda a Pedro de Angelis", op. cit., págs. 318 y 319. 7. Cfr. ECHEVERRÍA, Esteban. Dog-ma so-cialista... , págs. 194 y 195. 8.Cfr. LEGîN, Faustino. "Introduc-ción". Doc-trina política de la Asociación de Mayo. In-vestigación del seminario de ciencias políticas y sociales, Universidad de Buenos Aires, Bue-nos Aires, 1939, pág. 31. 9. Cfr. DIAZ, Clemente A. "Biografía de Este-ban Echeverría". Doctrina política de la Aso-ciación..., pág. 231. 10. ECHEVERRÍA, Esteban. Dogma socialis-ta..., págs. 29, 30 y 31. 11.Cfr. Ibidem, pág. 33. 12. ECHEVERRÍA, Esteban. "Carta segunda a Pedro de Angelis", op. cit., pág. 314. 13. ECHEVERRÍA, Esteban. Dogma socialis-ta..., pág. 52, 53. 14. Ibidem, pág. 54. 15. Ibidem, pág. 56. 16. Cfr. ECHEVERRÍA, Esteban. "Carta se-gunda a Pedro de Angelis", op. cit., págs. 309 y 310.

17. ECHEVERRÍA, Esteban. En: BARREI-RO, José. El espíritu de Mayo y el revisio-nismo histárico. Ed. Antonio Zamora, Bue-nos Aires, 1951, pág.133. 18. Cfr. CORONADO, Hipólito R. "Objeto y fines de la instrucción pœblica". Doctrina po-lítica de la Asociación..., págs. 375 y 376. 19.Cfr. BUCICH, Antonio. Esteban Echeve-rría y su tiempo. Talleres Gráficos Virtus, Buenos Aires, 1938, pág. 57. 20. ECHEVERRÍA, Esteban. "Exposi-ciones hechas en el seno de la Asociación de Mayo". Antecedentes de la Asociación..., Op. Cit., pág. 107.

* Profesor y Licenciado en

Historia. Universidad Nacional del Sur.

Volvimos del jardín de las magnolias a los salones de Palermo. Manuelita recibía donde ahora está el gabinete de física del Colegio Militar. Una vez allí le repetí que quería ver a mi tío; ella salió, volvió y me dijo: "Ahora te recibirá". Se fueron a comer. Yo no quise aceptar un asiento en la mesa porque en mi casa me esperaban y porque no contaba que aquel ahora sería como el vuelva usted mañana. Allá, como a eso de las once de la noche, Manuelita, que era movediza y afabilísima, salió y volvió reiteradamente, y con una de esas caras tan expresivas, en las que se lee un "por fin", me dijo: "Dice tatita que entres". Si mi memoria no me es infiel, la pieza esa quedaba en el ángulo del edificio que mira al naciente; era cuadrilonga, no tenía alfombra sino baldosas relucientes; en una esquina había una cama de pino colorado, con colcha de damasco colorada también; a la cabecera una mesita de noche, colorada; a los pies una silla colorada igualmente, y casi en el medio de la habitación una mesa de caoba, con carpeta de paño grana, entre dos sillas de esterilla coloradas, mirándose, y sobre ellas dos candeleros de plata bruñidos con dos bujías de esperma, adornadas con arandelas rosadas de papel picado. No había más, estando las puertas y ventanas, que eran de caoba, guarnecidas de todo cortinaje. Yo me quedé en pie, conteniendo la respiración como quien espera el santo advenimiento, porque aquella personalidad terrible producía todas las emociones del cariño y del terror. Moverme habría sido hacer ruido, y cuando se está en el santuario todo ruido es como una profanación, y aquella mansión era, en aquel entonces, para mí, algo más que santuario. Cada cual debe encontrar dentro de sí mismo, al leerme, la medida de mis impresiones en medio de esa desnudez severa, casi sombría, iluminada apenas por las llamas de dos bujías transparentes que ni siquiera se atrevían a titilar.

Reinaba un profundo silecio, en mi imaginación, al menos; los segundos me parecían minutos; los minutos, horas. Mi tío apareció: era un hombre alto, rubio, blanco, semipálido, combinación de sangre y de bilis, un cuasi adiposo napoleónico, de gran talla, de frente perpendicular, amplia, rasa como una plancha de mármol, fría lo mismo que sus concepciones; de cejas no muy guarnecidas, poco arqueadas, de movilidad difícil; de mirada fuerte, templada por lo azul de una pupila perdida por lo tenue de matiz, dentro de unas órbitas escondidas en concavidades insondables; de nariz grande, afilada y correcta, tirando más al griego que al romano; los labios delgados, casi cerrados, como dando la medida de su reserva, de la firmeza de sus resoluciones; sin pelo de barba, perfectamente afeitado, de modo que el juego de sus músculos era perceptible... Agregad a esto una postura fácil, recto el busto, abiertas las espaldas, sin esfuerzo estudiado, una cierta corpulencia del que toma su embonpoint, un traje que consistía en un chaquetón de paño azul, en un chaleco colorado, en unos pantalones azules también; añadid unos cuellos altos, puntiagudos, nítidos, y unas manos perfectas como formas, y todo limpio hasta la pulcritud; y todavía sentid y ved, entre una sonrisa que no llega a ser tierna, siendo afectuosa, un timbre de voz simpático hasta la seducción, y tendréis la vera efigie del hombre que más poder ha tenido en América y cuyo estudio psicológico sólo podré hacer yo, porque yo soy el único que ha buscado en antecedentes, que otros no pueden conseguir, la explicación de una naturaleza tan extraordinaria como ésta. MANSILLA, Lucio. Los siete platos de arroz con leche y otras charlas. Buenos Aires. EUDEBA. 1960. Pág. 24-26.

SU SOBRINO, LUCIO V. MANSILLA, RECUERDA A ROSAS

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La guerra civil en el centro del país El regreso de las tropas luego de la guerra con el Brasil, trajo al país más lucha y sufrimiento. La muerte del go-bernador Dorrego fue expresión carnal de ambiciones y odios fratricidas. El fusilamiento de Navarro encontró en Juan Manuel de Rosas a su vengador político. El prestigioso hacendado y saladerista inició con su gobernación de 1829 una época larga de predominio federal. Comenzaba para el país la época rosista. En el interior, mientras tanto, el Manco Paz se hacía go-bernador de Córdoba tras vencer a Bustos, imponiendo sus miras unitarias en la región central frente a la resisten-cia de Facundo. El encuentro en La Tablada y Laguna Larga definió la derrota de Quiroga y la creación de la Li-ga del Interior. La repercusión de este giro político en las provincias pro-vocó recambios. Así llegaron a la gobernación de San Luis los Videla. Tres hermanos: Luis, Eufrasio e Ignacio que suplantándose y cubriéndose las espaldas mantuvie-ron la fuerza de la liga en la serranías puntanas. San Luis, como el resto del país central, era asunto de unitarios. La agitación de la guerra civil se reflejaba en la rapidez de los cambios en las situaciones de gobierno. En el 31, el interior hervía a lanzazos y muerte, tras consignas ce-lestes y coloradas. La guerra contra la Liga del Interior dio sus frutos: cayó Paz en poder de López, cayó Córdo-ba en poder de los Reynafé y Quiroga sentó sus reales en Cuyo. La política rosista lograba poco a poco entintar de federa-lismo a todo el interior, si bien localismos añejos siguie-ron marcando algunas diferencias entre las provincias. Ubicados en esta realidad, nos proponemos analizar algu-nos sucesos ocurridos en las tierras de San Luis, poniendo atención en el plano social como un camino para conocer a aquellos hombres , mujeres y niños en sus hechos coti-dianos vividos de una de las épocas más difíciles de la historia argentina. La vida en San Luis San Luis era tierra de paso y enlace entre este y oeste. Dueña de una geografía rica en valles y sierras, escondía mil parajes deslumbrantes. Tierra compartida, entre blan-cos e indios, era expresión de tensiones entre dos pueblos que no se daban tregua en la antigua lucha de los hombres por su tenencia. Sustancialmente pecuaria, apenas gozaba de los estertores de una feliz fiebre del oro en las alturas del Tomolasta,

ocurrida a fines del siglo XVIII. Su distribución demográfica fue en los primeros siglos equilibrada en los ámbitos urbano y rural, demostrando que económicamente el puntano era hombre de campo. San Luis, Renca, el Morro y Merlo constituían los centros poblados más importantes. Las cifras más cercana a l a época de Rosas que tenemos de esta provincia para cono-cer su caudal demográfico responden a dos censos esti-mativos realizados en 1825. El de Parish arrojó un total de 20.000 habitantes, y el de Núñez totalizó 25.000. Su base ganadera constituía uno de los centros de atrac-ción propicios para el saqueo. Una lectura documental nos informa que los indios eran también ricos en hacienda constituyendo la larga frontera un espacioso mercado de extracción y comercio ganadero. Desde Renca "ayer ha salido a ese departamento la joven Da. Francisca Igna-cia Velazquez de las primeras familias cautivas por los bomberos en la última invasión que ha sufrido esta Pro-vincia: la expresada joven declara que habló con una cautiva de Buenos Aires que le dijo que los salvajes se preparaban a hacer una nueva invasión en la luna veni-dera. Mas no sabía si a la provincia de San Luis o a las lagunas de Cuyo... se acuerdan con frecuencia diciendo que en el hay muchas haciendas y que al efecto se halla adelantada una caballada que debía servir para la em-presa... y por lo tanto el Gob. de San Luis lo pone en el conocimiento de S.E. el Gob. de Mendoza suplicándole que si fuera posible haga esfuerzos a obrar en auxilio de la Prov. de San Luis que carece de todos los recursos ne-cesarios para defenderse". (1) La diseminación de los habitantes rurales en solitarios rancheríos por el centro y norte de la provincia, mostraba una tremenda desprotección y debilidad frente al constan-te ataque malonero en una frontera verdaderamente ca-liente. Si bien las defensas militares existían, éstas eran insuficientes. 1832 fue un año de terribles ataques. El Morro, Manan-tial, Renca, Pantanillo, Cerros Largos, Minas, Ricón del Carmen, Santa Bárbara y Estancia Vieja, llenan las pági-nas de los partes enviados al gobierno de la ciudad de San Luis notificando la cantidad de familias arrancadas por los indios, o las poblaciones quemadas, amén de la ha-cienda robada. San Luis desesperada pide auxilio a casi todas las provin-cias recibiendo armas y municiones. Una urgente leva de hombres entre 15 y 60 años permite crear una fuerza en el Morro. (2) Cuando al año siguiente asume el gobierno provincial Jo-sé Gregorio Calderón, veterano comandante de la fronte-

La época de Rosas en el interior

SAN LUIS: UNA FRONTERA CALIENTE

Norma VIDELA TELLO*

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ra, recibe de Buenos Aires, en respuesta a s u pedido de apoyo a Rosas el envío de Regimiento de Auxiliares de los Andes, para proteger las fronteras de Cuyo. La gente de la ciudad vivía del comercio de cueros, carne, ganado en pie y frutas. Pulperías y tiendas atendían las necesidades de la población estable y de aquella que des-de el campo y la sierra se acercaba en busca de lo esencial para vivir. Construcciones modestas, modelaban una ciu-dad más bien humilde, que junto al resto de la provincia vivía tensionada por la guerra civil y los ataques indios. La abundancia de ganado, común a casi todo el país no era una muestra de una holgada situación económica para la provincia, sino todo lo contrario. La población construía su vida en ese medio, adquiriendo características propias de medios urbanos con zonas mar-ginales. Historia de mujeres La vida seguía los cánones sociales propios de la época. La documentación nos propone algunas particularidades. Observamos en general a la mujer ubicada en un contex-to doméstico, donde debe transcurrir su vida, dedicada a su familia, siguiendo preceptos indiscutibles impuestos por la Iglesia. La mujer estaba bajo tutela del hombre: padre, hermano o esposo. En casos de separación del matrimonio, los hijos comúnmente quedaban con la nadre salvo cuando la mala conducta de la mujer, o el absolutismo del hombre justifi-cara que el padre quedara con los hijos. En ese caso la madre sólo podía pedir la tenencia de los hijos cuando su propio padre se avenía a h acer el reclamo ante el juez "potestándole que a mi lado y en compañía de su madre, le proporcionaré (a la niña) con el mayor esmero la me-jor educación posible, con más ventaja sin duda que la que pueda prestarle su padre, cuya inactividad y pobreza son bien notorias...". (3) Esta es la historia de Rita que para recuperar a su hija, debió hacer que su padre Juan

Ballejos, abuelo de la niña, hiciera el reclamo. Tras com-probarse que el padre no tenía cómo mantenerla, la justi-cia entregó la niña al abuelo. Aquí se evidencia la marginación legal de la mujer como sujeto capaz de ejercer la tutela de su hija menor. Solamente la muerte del esposo habilitaba a la mujer co-mo propietaria y por lo tanto persona capaz de litigar. Po-dían entonces recurrir a la justicia para que dirimiera en disensos sobre tierras y ganado. (4) O al gobierno, como cuando a raíz de la gran sequía que partió la tierra en mayo del 36, María Angela Castro, de la Capilla de Mercedes (al norte de San Luis), en vista de la gran mortandad de ganado le pide autorización para llevar sus vacas tras la sierra a Córdoba, para salvarlas. Es el tipo de mujer que se muestra segura y luchadora, constituyéndose en la mayoría de los casos en cabeza de familia. La justicia también interviene cuando se duda de la moral de la madre, llegando hasta el extremo de quitar al niño de su lado. Un caso ocurrido en Piedra Blanca muestra el reclamo de una mujer que pese a haber sido ella criada en un hogar carente de moral "pues su casa no se compone de otra cosa que de juntas desordenadas y supersticiosas en que una joven siempre está propensa a corromper-se..." se considera capaz de dar buen ejemplo a su hija, de la cual ha sido separada. (5) Como en todos los tiempos, también ocurrieron casos de quiebra del orden moralmente impuesto, siendo bastante comunes en tierra de soldados. Enamorada de uno de ellos huyó Mercedes con José Bordón, soldado de infan-tería, dejando ambos un tendal de damnificados y acree-dores "la familia que tenía, queda comprometida a pagar un fiado considerable que para vestirla había saca-do..."llevando Bordón dos caballos robados"... un tordi-llo y un bayo de la patria". (6) Tras estos sucesos las parejas huían generalmente hacia zonas despobladas para evitar las persecusiones. Lo cual

La calle larga. San Luis. Molina Campos

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implicaba otros peligros. Allá lejos, en el campo Era la campaña de San Luis tierra de natural conflicto con la indiada, quienes realizaban sus incursiones con bastan-te impunidad. La vida económica del interior de la provincia se basaba en la explotación de unas pocas estancias pecuarias de al-guna importancia, pertenecientes a ganaderos con cierto poder económico, más pequeñas unidades económicas de tipo familiar que se sustentaban de una majada, con suer-te unas pocas vacas, un sembradito, y el producido del te-lar, infaltable elemento de trabajo femenino común en to-do rancho sanluiseño. La vida en los pueblos de campaña como Renca tenía sus períodos de desmantelamiento, cuando ante el atropello del malón, los pobladores huían a las sierras del este de-jando casa, ranchos, iglesia, y animales para los indios. En lo alto de la sierra solían estar a veces largos períodos hasta que avisados por los soldados podían regresar a re-construir lo quemado o arrasado. El año 1833 ya hemos dicho fue duro; tantos avatares habían traído también el hambre, visitante conocido de épocas difíciles. Hacía ya tiempo que estaban en la sierra. Cuando les llegó la orden de regresar, se vieron obligados a pedir "que se les per-mitiera cosechar sus chacritas de maíz, que se han sem-brado para llevar esa mantención tan necesaria y tam-bién por que si la dejan desamparada se les pierde...". (7) Vivir en el campo o en pequeños caseríos desprotegidos significaba sufrir los peligros de la desmembración fami-liar quedando a veces niños sin padres y sin hogar. Situa-ción que aprovecha José Tomás Cano para pedirle al Go-bernador Calderón "que si entre las que han quedado sin tener como sostener sus familias por las invasiones de los indios hay dos muchachas como de 10 a 12 años, que quieren darlas para ponerlas en casas donde las vistan y eduquen según su clase, me haga el favor de mandar-las... Se me había olvidado agregarle a el educarlas y vestirlas el que es para que sirvan...". (8) En ocasiones eran los niños los que se rescataban de las tolderías. Algún tropero era el encargado de traerlos des-de lugares bastante alejados como ocurrió en La Carlota con las hijitas de Pérez, un habitante de los Cerros Largos que fueron rescatadas y devueltas a su familia. (9) Informes crudamente lacónicos deban cuenta al goberna-dor de la cantidad de familias que quedaban extraviadas e insolventes por las invasiones indias. (10) Todas las noticias nos confirman que ésta fue una época en que la guerra contra el indio no daba ni pedía cuartel. Justamente por la gran cantidad de encuentros militares que se producen son muchos los cautivos que logran vol-ver a tierras de blancos. Ellos compensan con sus noticias e informes los que a su vez pasaban los bomberos indios que inteligentemente distribuidos mantenían a los caci-ques casi diariamente informados sobre planes y movi-mientos de tropas. La naturaleza ponía su parte sumando historias sobre los peligros de animales que acechaban a los viajeros y traba-

jadores que andaban alejados de los centros poblados. Enormes jaurías de perros o solitarios pumas atacaban a veces cercados por el hambre. El comandante Francisco Loyola del 2º Departamento de Campaña, ofrece al go-bierno los servicios de un gran matador de leones. Dn. Juan Antonio Miranda, que ya lleva muertos 25 leones (así llamaban a los pumas). (11) No todo era sufrir, luchar y trabajar, siempre había tiem-po para tabaco, música y alguna partida de naipes. O para jugar unos pesos a algún gallo bravo de riña. Hasta el go-bernador Calderón gustaba preparar animales para estas lides. En 1839 le madan desde Mendoza "un gallo jaca colorado, su peso para pelea de 5 libras... estatura regu-lar, lleva dos riñas ganadas y fuerza de su bondad... para poder quedar bien con un aficionado como V. E. que se-gún noticias tengo se halla comprometido en unas peleas próximas: este gallo es conveniente pelearlo a la suerte, es decir sin pensar, solamente considerar la altura...". (12) Mientras tanto el aire se iba tiñiendo de ponchos colora-dos según consta en la nota enviada por Nicasio Mercau al gobernador donde los jefes del Regimiento le agrade-cían gorretes y chiripás colorados enviados para la tropa. (13) Conclusión De los documentos estudiados en un intento de muestreo de lo acaecido en la vida socioeconómica de los años treinta, se trataron de establecer elementos comunes. El análisis nos descubre dos problemas básicos en la época: la inseguridad y la violencia. Ambas son el resultado de los disensos civiles que vive el país y como una proble-mática propia de la línea trasversal de frontera, la guerra con la indiada. Las levas, la viudez como un estado propio de tiempos de guerra, las familias destrozadas o desmembradas, el aban-dono de los niños, un protagonismo femenido forzado por las circunstancias y un aferramiento a la tierra por parte de ambos contrincantes, son quizás los elementos comu-nes más destacados de una época difícil. Fuentes bibliográficas y documentales 1) Archivo Histórico de la Provincia de San Luis. (AHSL) Do-cumento 4379. Carpeta 45. Fecha 18-5-1832. 2) NUÑEZ, Urbano J. Historia de San Luis. Plus Ultra. Bue-nos Aires. 1980. Pág. 299. 3) AHSL. Documento 3905. Carpeta 38. Fecha 19-8-1828. 4) AHSL. Documento 4078. Carpeta 41. Fecha 20-8-1830. 5) AHSL. Documento 5102. Carpeta 51. Fecha 24-12-1833. 6) AHSL. Documento 5722. Carpeta 60. Fecha 23-1-1835. 7) AHSL. Documento 4819. Carpeta 49. Fecha 24-3-1833. 8) AHSL. Documento 6336. Carpeta 67. Fecha 11-4-1836. 9) AHSL. Documento 6317. Carpeta 67. Fecha 15-5-1836. 10) AHSL. Documento 5354. Carpeta 55. Fecha 15-6-1834. 11) AHSL. Documento 7098. Carpeta 77. Fecha 12-2-1838. 12) AHSL. Documento 7566. Carpeta 81. Fecha 23-6-1839. 13) AHSL. Documento 6362. Carpeta 67. Fecha 1-5-1836.

*Instituto Histórico del Partido de Morón. Profesora de Historia. Master en Cultura Argentina

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C.M.- ¿Dónde cursó sus estudios? J.G.-Ya que esta revista de historia se edita en Morón, lo cual me alegra mucho, creo que vale la pena señalar que mis estudios secundarios, los cursé en el Manuel Dorre-go, de Morón, donde por otra parte nací y pase toda mi juventud. Fue una experiencia muy linda y bastante agitada, porque fue-ron años previos a la vuelta del peronismo, de la izquierda y de toda la historia que ya conocemos. Mis estudios universitarios los hice afuera, producto de esa misma situa-ción que comentaba recién. Estuve preso, fui exiliado y me refugié en P arís. Allí realicé mis estudios, tanto la licenciatura como el doctorado. Defendí m i tesis en l983 justo cuando Alfonsín estaba asu-miendo su cargo como presidente y volvía la democracia. Ante esta situación lo que quería era volver a la Argentina. Mi deses-peración por regresar casi me hizo abando-nar mi tesis doctoral, gracias a una buena consejera me decidí a terminar. En París tuve la suerte de conocer a mu-chas personas, y en especial a algunos pro-fesores -como Ruggiero Ro-mano- que me enseñaron a pensar la sociedad de manera menos doctrinal y esquemática a lo que es-taba acostumbrado desde mis años adoles-centes.

C.M.- ¿Por qué siendo su tesis sobre el siglo XVII, su producción historiográfi-ca posterior versa sobre el siglo XVIII?

J.G.- Como vos decís mi tesis doctoral es sobre el siglo XVII: la formación de los grupos d irigentes del B uenos Aires ini-cial. Luego ya de vuelta aquí me empecé a dedicar al siglo XVIII. En parte esta selec-ción tiene que ver con un pr oblema con que nos enfrentamos los historiadores, que son las fuentes disponibles. Para el siglo XVIII mejor dicho para la etapa virreinal, la cantidad y calidad del material que hay en los archivos es fenomenal. Esto tiene que ver con la importancia creciente de la ciudad de Buenos Aires, pero también con las obsesiones administrativas del estado borbónico. Primero estudié el comercio y los comerciantes, lo cual era de alguna ma-nera una continuación de mis trabajos an-teriores, ya que esta ciudad estaba domina-

da sin duda por un grupo de personas que se dedicaban centralmente a esa actividad. Lo que quería era entender cómo unas per-sonas que en muchos casos empezaban co-mo modestos “mercafifles”, terminaban convirtiéndose, a veces en los ricos y po-derosos personajes que llegaban a tener una fuerte influencia en toda la vida local. Luego empecé a t rabajar en historia agra-ria, y esto fue el resultado de los intensos debates sobre estos temas que empezaron a darse apenas vuelta la democracia. En toda América Latina se trabajó intensamente so-bre estos temas en los 70, pero en la Ar-gentina el trabajo se postergó por la feroz represión de la etapa militar. Se trataba, creo, de pasar del ámbito de la circulación al de la producción, y quizás sobre todo del estudio de las elites al de los sectores populares, lo cuales empezamos a ver rápi-damente que eran algo mucho más com-plejo y variado que el de la figura del gau-cho, que aparecía como el único represen-tante de los pobres rurales.

C.M.- Ud. está dentro de la línea de in-vestigadores que desmistificaron la figu-ra del gaucho. ¿Quién era en realidad el poblador de la campaña? Porque de ser un hombre que iba con su caballo y su guitarra de un lugar a otro sin que le gustara trabajar, después de los traba-jos de Uds. perdió esta imagen.

JG.- Sí, perdió esta imagen, pero es un problema que no es de fácil solución. Por-que ¿cómo entender que la imagen del gaucho que nos legó la literatura sea tan fuerte si realmente el personaje no exis-tió?. En realidad lo que pasa es que la po-blación rural era muy variada y una parte -es verdad que pequeña- se asemejaba bas-tante a la figura mítica del gaucho. El pro-blema es que en ciertas fuentes ellos pre-dominan, porque por ejemplo eran los más susceptibles de caer en las garras de la jus-ticia. Pero paradójicamente los que más se asemejan al gaucho, eran algunos migran-tes del interior que venían solos al litoral, y cómo muchas veces no conseguían trabajó en las estancias se dedicaban quizás a la sustracción de animales para sobrevivir o pasaban más tiempo en las pulperías de lo

En este número especial sobre la época de Rosas, la profesora María Cristina Marí ha entrevistado al Dr. Jorge Daniel Gelman. Si bien la mayoría de sus trabajos versan sobre el siglo XVIII, actualmente éste está trabajando el siglo XIX: a través de esta charla hemos rescatado elementos significativos que no sólo esclarecen algunos aspectos del régimen rosista sino que siembran en nosotros nuevos interrogantes. Doctorado en París, Gelman fue docente en la Universidades de Girona y La Pampa, y hoy se desempeña como profesor titular en la cátedra de Historia Argentina en Filosofía y Letras, U.B.A. Asimismo es coordinador de la Red de Estudios Rurales, vicepresidente de la Asociación Argentina de Historia Económica y director de una maestría en la Universidad Internacional de Andalucía, en La Rábida.

NUEVAS PERSPECTIVAS HISTORIOGRÁFICAS SOBRE EL RÉGIMEN ROSISTA: ENTREVISTA A JORGE DANIEL GELMAN

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que las autoridades estaban dispuestas a tolerar. Pero sin duda la mayoría de la población rural a fines de la colonia y en el XIX no eran esos gauchos, sino una multitud de familias que arañaban la tierra para cultivar algo o pa staban un puñado de animales.

C.M.- ¿Qué consecuencias tuvo el quiebre de los circuitos regionales en la economía después de la revolu-ción y como afecta al mundo rural bonaerense?

J.G. Sin duda muchas cosas cambian después de la revolución. Y justamente una de ellas es la crisis de los circuitos típicos del comercio colonial interre-gional y la mayor vinculación con los mercados externos. La historiografía insistía mucho en ambos aspectos: la quiebra del comercio interior y a su vez la oportunidad para regiones como Buenos Aires de desarrollar una econo-mía agroexportadora, pastoril, impor-tando a su vez de afuera tanto la manu-facturas, como, por ejemplo, la harina que antes se producía localmente. Y que este marco fue el propicio para el crecimiento de las grandes estancias ganaderas y el surguimiento de los grandes terratenientes, que se supone pasaron a dominar todo en la campaña. Hoy empezamos a ver que esos cam-bios fueron más m oderados y lentos que lo pensado. Es verdad que surgen algunas grandes fortunas vinculadas a la ganadería y a la tierra, pero al lado de eso persiste un mundo rural muy va-riado, donde los pequeños y medianos productores siguen estando presentes de manera abrumadora.

C.M.- ¿Considera en la etapa Rosis-ta la misma relevancia de la agricul-tura que junto con Garavaglia des-cubre en el período colonial ?

J.G.- Es un tema que todavía no hemos resuelto, es difícil de contestar. Un pro-blema es la calidad - mala- de las fuen-tes que tenemos para esa etapa, compa-rado con el período colonial tardío. De todos modos se puede decir tentativa-mente, que la agricultura siguió muy presente en la economía local. En reali-dad las importaciones de harina fueron muy esporádicas y el hinterland agríco-la de Buenos Aires siguió creciendo, no sólo en los alrededores de la ciudad, sino incluso en zonas más alejadas co-mo Lobos, hoy bien estudiada por José Mateo.

C.M.-En estos nuevos caminos, ¿qué

importancia le asignas a la historia política?

J.G. Justamente creo que la historia po-lítica puede ayudar a resolver muchos interrogantes que se nos plantean, in-cluso en relación a la economía y el mundo rural en la primera mitad del si-glo XIX . Cuando uno se pregunta por-qué en este período, cuando algunos grandes estancieros como Rosas domi-nan el aparato del Estado, van a seguir persistiendo testarudamente las fami-lias campesinas, creo que un nivel de la explicación se encuentra en la profun-da crisis política que se abre con la re-volución. El régimen colonial, nos gus-te o no, perduró durante muchos siglos en la región, gracias a una especie de consenso; al menos entre los sectores dominantes (y aun más abajo), de que esa era la forma mas ordenada de orga-nizar la sociedad, y la figura del rey y su justicia arbitral gozaban de una fuer-te legitimidad, que normalmente no ne-cesitó apoyarse en grandes aparatos coercitivos. Cuando esto se quiebra con la revolución, será muy difícil construir un nuevo aparato de domina-ción, que tenga legitimidad. Creo justa-mente que los que empiezan a tener éxito, como Rosas, es porque recono-cen este problema y se dan cuenta que para recontruir el orden, necesitan fun-dar esa nueva legitimidad, que debe re-conocer a la sociedad que le rodea y sus prácticas antiguas. Pensándolo de esta manera resulta menos sorprenden-te ver a Rosas tomando a veces algunas medidas que parecen ir en contra de los intereses de los grandes estancieros - como él mismo- y respetando las tradi-ciones de las familias campesinas. No es, por supuesto, que Rosas defendiera a los campesinos, sino que sabía que necesitaba su apoyo para construir un nuevo orden que le permitiera a la lar-ga a los estancieros hacer negocios.

C.M.- ¿Se puede hablar de una im-plantación del capitalismo en la pri-mera mitad del siglo XIX?

J.G.- Me resulta difícil contestar esa pregunta, y no sé si tiene que ser con-testada. Creo que la región formaba parte de una economía mundial capita-lista, pero que a s u vez tenía su desa-rrollo peculiar . El problema es que cuando pensamos en capitalismo - o en feudalismo - tenemos en mente los mo-delos europeos occidentales, que toma-mos como regla. Y si ese es el punto de comparación casi no hubo capitalismo

en ninguna parte del mundo, a excep-ción de esos mismos pocos países eu-ropeos, que tomamos como modelo. En realidad debemos pensar que esos modelos fueron la excepción, y que en la mayor parte del mundo la llegada del capitalismo se dio de otra manera, para ser breve, me parece que mucho más importante que saber si le podemos po-ner el rótulo de tal o cual cosa, es estu-diar cómo funcionaba realmente la so-ciedad que estamos considerando. Creo que ésta es una tarea mucho más rica e importante para el historiador y para la sociedad misma . Y volviendo a los problemas que te planteaba en las pri-meras líneas, creo que este es uno de los problemas de la izquierda en la cu-al milité, más preocupada por insertar nuestra realidad en algunos de los grandes modelos creados a partir de otras realidades, que en estudiar seria-mente la sociedad en la cual viven.

C.M.- Después de estos avances den-tro de la historiografía, ¿cuál diría que es ahora el camino a seguir?

J.G.- No me gusta dar consejos, la his-toria tiene una utilidad para la sociedad y depende también de las inquietudes de cada historiador. Personalmente, pe-ro me consta que esto sucede con un gran grupo de personas, me interesa es-tudiar en muchos aspectos la primera mitad del siglo XIX . Este período ha sido muy maltratado por la historiogra-fía, tanto la liberal como la “revisionista”, con una versión muy marcada por intereses sectoriales. Ya sea que se considerara que había que borrarlo con toda su herencia o al con-trario recuperarlo. Hoy creo que esta-mos en condiciones de empezar a estu-diarlo de otra manera, sobre todo fun-dándonos en todo lo nuevo que sabe-mos del período anterior, pero a su vez tendiendo los puentes hacia la segunda mitad del siglo. La expansión capitalis-ta de fines de siglo, la inmigración ma-siva europea, la política “moderna”, etc. que no se insertan en un “desierto” y hacen tabla rasa del pasado, sino que se apoyan en toda la experiencia pre-via.

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En 1586 sólo un paso de piedra permitía cruzar el Río de Las Conchas, que solía quedar cortado con las crecientes. En 1773, autorizado por el Cabildo de Buenos Aires, se habilitó un puente de madera de ñandubay, con derecho a peaje. Construido por el vecino Pedro Márquez, estaba exactamente ubicado sobre el lado sur del Camino de los Gaona, al final de la quinta "Los Pingüinos" y cruzaba el río en diagonal, cuya prolongación volvía a encontrarse con el camino. Esta vía se convirtió entonces en la más transitrada, favorecida por la instalación de postas, como la de Pardo. Más tarde el puente fue trasladado cien me-tros hacia el noreste, llegando a tener ventisiete metros de largo por siete de ancho. En 1810 el Cabildo de Buenos Aires lo nombró punto de reunión para el Ejército del Alto Perú y fue atravesado por los ejércitos que combatieron en las campañas liberta-doras y en el periodo de las guerras civiles. En 1820 allí, el general Soler fue nombrado Gobernador de Buenos Ai-res y en 1826 se lo designó límite de la Capital. En 1829 en sus proximidades, las fuerzas combinadas de Rosas y López derrotaron a las de Lavalle dejando un saldo de ciento cincuenta muertos, cuyo osario y restos del mate-rial bélico es buscado por los arqueólogos del Centro Ar-gentino de Ciencia y Arqueología que integra el Museo de Ituzaingó. En 1852 fue cruzado por las tropas de Ur-quiza para enfrentarse a Rosas en Caseros. En las primeras décadas del Siglo XX, su entorno fue un centro de recreación lo que en 1929 motivó el Proyecto Balneario Puente Márquez, original del periodista Raúl Goyaud quien en 1937 obtuvo del Gobernador de la pro-vincia de Buenos Aires la promesa, nunca cumplida, de invertir cuatrocientos mil pesos en la infraestructura. Sus

riberas contaron con recreos, clubes hípicos y hasta un campo nudista de origen nórdico. En 1935 el deportista de Ituzaingó Eduardo Vadel, con una canoa de su cons-trucción, unió Puente Márquez con Carmelo, Uruguay. En 1939, el viejo puente, carcomido y con una plancha de hierro de unos tres metros de largo por alrededor de un metro y medio de ancho, que cubría huecos en tablones rotos del piso, fue desarmado y reemplazado por otro de cemento. Previamente, el encofrado de madera sufrió el accidente de ser barrido por una creciente. Finalmente, pudo terminarse en 1940 reubicado sobre el lado norte de Gaona con la rectificación del trazado de la ruta para per-mitir que la circulación continuara sin desvíos. La construcción de la Autopista del Oeste, con nuevos puentes sobre tramos otra vez rectificados de la Avenida Gaona, desactivó el uso del puente de cemento que sub-sistió próximo a la vera de sus reemplazantes. En junio de 1997, a raíz de la construcción de un interco-municador vial, el puente fue demolido por la empresa encargada del proyecto. Ante el reclamo de vecinos, instituciones intermedias y funcionarios municipales, el Intendente de Ituzaingó em-plazó a la Empresa que aceptó su reconstrucción. El Mu-seo de Ituzaingó apoyó la iniciativa de construir en madera una réplica del original, recomendando la desig-nación del lugar como histórico y significativo, conforme a los fundamentos del Proyecto Preservación de Edificios Antiguos que en 1995 el Museo presentó al Honorable Concejo Deliberante de Ituzaingó.

*Director del Museo de Ituzaingó.

Siglo XIX. Puente Márquez. Plano de ubicación de los puentes de madera y cemento. Museo Clarisse Coulombié de Goyaud.

INFLUENCIA DEL PUENTE MÁRQUEZ EN LA HISTORIA DEL OESTE

Rolando Goyaud*

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Museos de Rosas Walter Olivera*

CASA DE ROSAS DE SAN ANDRÉS En lo que hoy es la planta urbana de la ciudad de General San Martín y de su vecina localidad de San Andrés (pueblo inau-gurado en 1836 con el nombre de Santos Lugares de Rosas) fue donde el Restaurador, conocedor de este pago como punto estratégico por su altura y cruce de caminos reales, decidió establecer un asentamiento militar. El nuevo campamento fue con el tiempo el más importante centro militar de la Confederación Argentina, pues además de ser lugar de instrucción, remonta y reclutamiento, fue arsenal y taller del Ejército Federal. Como Jefe del Ejército, Rosas se obligaba a concurrir periódica-mente y pernoctaba con asiduidad en los Santos Lugares, y mandó entonces la construcción de una casa-habitación, que se ubicó a unos metros del edificio principal del campamento. Esta casa de sólida estructura es la que hoy se conserva en la calle Diego Pombo nº 3320 de San Andrés, que ocupó don Juan Manuel desde el año 1840 hasta la víspera de la Batalla de Caseros, librada el 3 de febrero de 1852. En ella se escribió gran parte de nuestra historia, atrayendo a destacadas personalidades civiles, militares y diplomáticas que la visitaron en infinidad de circunstancias; todo esto y mucho más hizo trascender a los Santos Lugares hacia todo el país y también internacional-mente. En la tarde de Caseros, vencidos los ejércitos de Rosas por la coalición brasileño-oriental y entrerriana, la casa fue ocupada por una división brasileña que comandaba por el general Márquez de Souza; poco tiempo después, fue utilizada en-tre 1853 y 1857 por el maestro español Diego Pombo para el funcionamiento de la escuela de varones de Santos Lugares. La misma pudo preservarse afortunadamente en perfectas condiciones, salvo algunas modificaciones que en general no altera-ron su fisonomía. Esta reliquia ha sido declarada de "Interés Histórico y Municipal" por la ordenanza nº 3701 del año 1989. El museo que fun-ciona en la casa de Rosas de San Andrés, en la actualidad bajo la dirección del Sr. Jaime González Polero, dispone de las si-guientes áreas : Museología e historiografía: tiene a cargo la custodia y conservación de todo el patrimonio museológico y su preparación para su adecuada exhibición; dicho patrimonio consta de una sección museológica que se compone de las diferentes colec-ciones de piezas, objetos, cuadros y documentos, destacándose como reliquias principales el documento de la Convención Arana-Mackau fechada en los Santos Lugares de Rosas el 31 de octubre de 1840 y un escudo original de la Confederación realizado en tela de seda bordado a mano de 1850. La sección de Archivo Histórico Municipal está compuesta por una colec-ción de decretos, ordenanzas y notas oficiales de la comuna. La sección de Biblioteca y Hemeroteca, por último, está integra-da por temas históricos y afines con la historiografía y la museología. Extensión cultural: efectúa la programación, organización y desarrollo de las siguientes actividades : cursos, seminarios, jor-nadas, congresos y conferencias, muestras, exposiciones y recitales. Prensa, relaciones públicas e institucionales: realiza las tareas de difusión del ente mediante la preparación de gacetillas in-formativas, llevando el control de los medios y el acopio de antecedentes de especial interés para la acción de museo. Prepa-ra y conduce las actos, ceremonias, conmemoraciones y actividades afines, como también la programación de las visitas guiadas en la sede propia e itinerante. Las visitas al museo se realizan de martes a sábados en el horario de 10 a 16 hs. Para más información, comunicarse al TE: 754-5376/0330.

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ESTANCIA EL PINO Los habitantes de la Matanza pueden decir con mucho ímpetu que uno de los símbolos histórico que arman el collage de nuestro país se mantiene aún muy firme: la Estancia del Pino. Se trata de la edificación colonial más antigua actualmente en uso, ya que sus orígenes se remontan a 1603, que es cuando aparecen los primeros documentos que se refieren a ella. Dentro de estas paredes se realizó, según algunos documentos que lo acreditan, uno de los hechos de mayor trascendencia a nivel nacional: nos estamos refiriendo al Pacto de Paz o Pacto de Cañuelas en junio de 1829, que convocó a grandes personalidades de la talla de Quiroga, Necochea, Pueyrredón y Vicente López. Este predio fue declarado Monumento Histórico Nacional en el año 1942, mediante el decreto nº 120.411 por el Gobierno de la Nación. En la actualidad está bajo la dirección del Sr. profesor Carlos García, que mediante su gestión y los aportes de la Municipalidad de la Matanza está llevando a cabo las tareas de restauración respetando en lo posible la fisonomía original de la estancia, y en consecuencia, a partir de este resurgimiento, se pusieron en marcha las operaciones de rescate tanto de obje-tos de colección como de documentación perteneciente a la estancia, debido a la carencia de los mismos hasta el momento. La ubicación del museo es Ruta Nac. nº 3 Km. 40,200, Virrey del Pino, La Matanza. Las visitas deben ser acordadas con an-terioridad al TE: 0202-94757.

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EL RANCHO DE ROSAS Emplazado en la localidad de San Miguel del Monte, este rancho de estructura robusta se encuentra actualmente en perfectas condiciones, cuidando hasta el más mínimo de los detalles. Originario de la estancia Los Cerrillos, fue trasladado desde su lugar de origen hacia el centro urbano en un predio donado por la Municipalidad de Monte en diciembre de 1988. Dentro del mismo podemos encontrar cierta cantidad de elementos de época como por ejemplo marcas de ganado, retratos de Rosas, mapas marcando el límite de frontera con el indio y documentos redactados por puño y letra del Restaurador. Pero de todos los atractivos que se encuentran dentro del recinto hay uno que se lleva todas las miradas de los visitantes: la forma de construcción que posee su techo de paja (es de un trenzado de gran diseño). Otro detalle para tener en cuenta son las ven-tanas y puertas de pequeño tamaño, que según comentarios de lugareños eran utilizados como método de defensa contra el indio (ya que ellos en sus saqueos entraban con sus caballos por las puertas y las ventanas de las viviendas). Otro lugar de visita obligada es la casa perteneciente al Carancho González, que fue el Lugarteniente de Rosas. Su fachada es típicamente colonial, con rejas y portales de madera, patio con parrales y aljibe. Hoy día es propiedad privada y se en-cuentra en la calle Belgrano a unos metros del rancho. La ubicación del Rancho es calle Soler y Belgrano, San Miguel del Monte, y los horarios de visita son: fines de semana y fe-riados de 10 a 13 hs. y de 14 a 18 hs.

* Alumno de la carrera de Historia de la Universidad de Morón.

EL GENERAL QUIROGA VA EN COCHE AL MUERE

Jorge Luis Borges (Luna de enfrente, 1925.)

El madrejón desnudo ya sin una sed de agua y una luna perdida en el frío del alba y el campo muerto de hambre, pobre como una araña. El coche se hamacaba rezongando la altura; un galerón enfático, enorme, funerario. Cuatro tapaos con pinta de muerte en la negrura tironeaban seis miedos y un valor desvelado. Junto a los postillones jineteaba un moreno. Ir en coche a la muerte ¡qué cosa más oronda! El general Quiroga quiso entrar en la sombra llevando seis o siete degollados de escolta. Esa cordobesada bochinchera y ladina (meditaba Quiroga) ¿qué ha de poder con mi alma? Aquí estoy afianzado y metido en la vida como la estaca pampa bien metida en la pampa. Yo, que he sobrevivido a millares de tardes y cuyo nombre pone retemblor en las lanzas, no he de soltar la vida por estos pedregales. ¿Muere acaso el pampero, se mueren las espadas? Pero al brillar el día sobre Barranca Yaco hierros que no perdonan arreciaron sobre él; la muerte, que es de todos, arreó con el riojano y una de puñaladas lo mentó a Juan Manuel. Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma, se presentó al infierno que Dios le había marcado, y a sus órdenes iban, rotas y desangradas, las ánimas en pena de hombres y de caballos.

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1- UBICACIÓN GEOGRÁFICA A 35º 37 de lat. S y a 61º 22 de long. O, limita con los partidos de Nueve de Julio, Lincoln, Bolivar, Pehuajó e Hi-pólito Yrigoyen. El relieve del Partido se ha prestado para la formación de considerables depósitos provenientes de aguas pluviales y vertientes sub-terráneas, en los puntos en que las depresiones son más profundas, constituyendo grupos y cadenas de lagunas de diferentes exten-siones y profundidades: Cañadón Mar Chiquita, La Salitrosa, La Biznaga, Del Centro, La Limpia, Del Rincón, Maya, Algarrobo, Juncal, etc. A raíz de las inundaciones que llegaron a su pico culminante en 1985 se construyó el Canal Domingo Mercante a través e la zona de Santo Tomás y el ramal levantado del Ferrocarril La Plata -Mira Pampa. 2- ESCUDO Fue diseñado por el señor Horacio Vita. Blasonamiento: de plata, con una faja de sable, cargada de tres flores de girasol de oro y acompañada de tres ñandúes de su color, dos en jefe y uno en punta. Como timbre una corona mural de cuatro torres a la vista, su-mada de una cruz de oro, que lleva cargada en punta una estrella de cinco puntas de plata. Lo rodea un collar formado por cuatro torres y un castillo, éste en punta, de gules aclarados de oro, unidos entre sí por boleadoras de este metal, a guisa de eslabones. Significación: las flores de girasol recuerdan que esta ciudad es la sede permanente de la Fiesta Nacional del Girasol y que éste es un cultivo tradicional de la zona. Los ñandúes son representativos de la fauna autóctona. El castillo simboliza el fuerte principal y las torres a los fortines que defendían la línea de frontera, y van unidos por las boleadoras características de la región. La corona mural es atributo que le corresponde como ciudad y la cruz con la estrella es distintiva de Nuestra Señora la Virgen del Carmen, Patrona de la Ciudad. 3- ORÍGENES A- Antecedentes y fundación Para frenar los ataques de Callvucurá, el gobierno del Gral. Bartolomé Mitre decide adelantar la frontera que pasaba por el actual partido de Bragado, hasta el lugar denominado "Cla-Lauquen" (hoy Nueve de Julio). Allí se establece en 1863 la Comandancia a cargo del Cnel. Julio de Vedia, cuñado del entonces presidente. Ya por 1869 y ante la persistencia de nuevos ataques, el gobierno proyecta hacer otro avance fronterizo, constituyendo la Coman-dancia de la nueva frontera en el Fuerte General Paz, ubicado en el actual paraje de La Sofía. Además se establecerán dentro del que es actualmente nuestro partido, los fortines: a) Comisario o Cisneros, b) Algarrobo, c) La Larga, d) 7º de Línea o Séptimo, e) Urbero, f) Barrera o Maya, g) Luna, h) Aliados, i) Rifles o Fletcher, j) Cortaderas o Dick. Anteriormente, en 1864, se había creado el Registro Provincial de la Propiedad, inscribiendo campos a nombre de Francisco Verón, Saturnino López y Antonio Maya. Este último, un inmigrante español, radicado en Nueve de Julio al frente de una fábrica de ladri-llos, consolidó una fortuna que invertirá en arrendar tierras en la zona. Así adquiere 2.700 hectáreas con destino a la nueva ciudad, proyectando la formación de un pueblo para el que divide y lotea 2.119 hectáreas. Acordó además con el Ferrocarril Oeste la cesión de tierras para el paso de las vías. B- Nombre El 25 de marzo de 1889 se inaugura oficialmente la estación ferroviaria. Esta parada llevará el nombre de Carlos Casares en home-naje al ex-gobernador de la Provincia que se desempeñó a partir del 1º de mayo de 1875. C- Poblamiento A la población inicial se unirán el 10 de septiembre de 1891 los colonos judíos y sus familiares que habían salido de Hamburgo y llegaron a Carlos Casares por ferrocarril. Financiaba esta empresa el Barón Mauricio Hirsch para la Jewish Colonization Associa-tion, posteriormente serán trasladados a Algarrobos, lugar que por unos años será el centro comercial más importante. Roberto Payró que visita el pueblo de Carlos Casares por 1892 escribe que la estación está rodeada de cuatro casas endebles y mal hechas teniendo solamente alguna importancia los comercios de Víctor Olivan y Mauricio Llorente, por donde salen los productos de la Colonia Mauricio, La Media Luna y El Séptimo, amén de otros sembrados de menor cuantía. La etapa posterior servirá para la búsqueda de su autonomía, hasta que el 8 de enero de 1907, se promulga una ley que establece la creación del nuevo partido, anexándole tierras de Lincoln, Nueve de Julio, Bolívar y Pehuajó. 4- FACTORES ECONÓMICOS DE DESARROLLO Además del Ferrocarril Oeste, cruzarán posteriormente nuestro partido las vías de la Compañía General de Ferrocarriles de la Pro-vincia de Buenos Aires( 05-07-1911), el Ferrocarril Provincial La Plata-Meridiano V (07-01-1914) y el Ferrocarril Midland de Buenos Aires. Los grupos de colonias y chacras le dieron a Carlos Casares las características de fuerte zona agrícola-ganadera. Sucesivos censos registran:

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Trigo Maíz Girasol Bovinos Equinos Ovinos Porcinos 1908 - - - 122.537 24.101 15.710 5.721 1937 34.500 32.000 (1) 123.514 15.84 5 16.284 23.374 1973 10.188 6.665 3.689 267.319 5.603 - 12.876 1988 4.920 8.106 - 158.803 3.410 9.235 10.842 (1) Fue en la Colonia Mauricio donde se comenzó a cultivar el girasol con fines comerciales a partir de 1900 y se debe a las fuerzas vivas de Carlos Casares el haber gestionado a través del Centro Unión Comercio e Industria que este oleaginoso cotizara en Bolsa. En la zona se ha generalizado la instalación de plantas de "silos" para la conservación de cereales y forrajes. Las materias primas principales que se industrializan son: Trigo: existe un importante molino harinero. Leche: cremas, quesos, muzarela, ricota, dulces. Maderas: aserraderos, construcción de muebles y materiales apícolas. Microemprendimientos productivos de diversas clases. El Partido está atravesado por la Ruta Nacional Nº 5 (Buenos Aires-Santa Rosa) y la Ruta 50 (Casares-Vedia). Los indicadores demográficos demuestran que sobre una superficie de 2.520,39 km2 (Fuente: M.O.S.P., 1991) tiene una población de 20.065 habitantes y una densidad de 8,00 habitantes por km2. El porcentaje de población urbana es de 84,6 y el rural de 15,4. Sobre un total de 7.795 viviendas, el porcentaje urbano es de 81,2 y el rural de 18,8. 5- LUGARES HISTÓRICOS Comandancia de la Frontera Oeste (La Sofía). Anualmente se realiza la "Huella de Fortines" recorrido de a caballo o en carruajes uniendo los emplazamientos de la zona. Colonia Mauricio y Cementerio Israelita (Algarrobos). Antigua Sinagoga (Moctezuma). Colonia y Parque San Esteban (Ciudad): constituido por un antiguo casco de estancia, frondosa arboleda y lugares para acampar, así como de un balneario de 3,500.000 litros de caudal con equipo de recirculación y purificación. Centro Cultural "José Ingenieros", Archivo Histórico "Antonio Maya" y Centro de Informática Histórico Comunal "Colono Boris Garfunkel". Centro Cultural Carlos Casares, Casa de la Cultura y Circuito Cultural integrado por: Plaza Cooperación (de los caños) con esculturas de Omar Estela, Plaza Boccio con un mural de Ricardo Roux y avatares de deconstructivismo, Plaza Carlos Gardel con mural de Carlos Paez Vilaró. 6- LOCALIDADES IMPORTANTES Smith- Moctezuma - Mauricio Hirsch - Algarrobos - Ca-dret - Ordoqui - Bellocq - Hortensia - La Sofía. Esta Ficha Didáctica ha sido elaborada por el Sr. Nelson Roberto Bessone, Delegado en Carlos Casares del Instituto de Estudios Genealógicos y Heráldicos de la Provincia de Buenos Ai-res.

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AÑO AGRICULTURA (en hectáreas) GANADERÍA (en cabezas)
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1. UBICACIÓN GEOGRÁFICA El partido de General La Madrid se halla situado, con dirección a medio rumbo, entre los 36º 52 y 37º 57 lat. S. y los 60º 53 y 61º 45 long. O., en el sudoeste de la Provincia de Buenos Aires. Está limitado, al este por el partido de Laprida y al oeste por el de Coronel Súarez, siendo su límite norte los de Olavarría y Daireaux y al sur el partido de Coronel Pringles. Su super-ficie es de 4800 km2. 2. ESCUDO El Honorable Consejo Deliberante sancionó por ordenanza municipal Nº 81/94, el escudo, de acuerdo a la siguiente descripción: de forma pentagonal irregular, con un ángulo agudo en su parte inferior, en la parte central contiene el mapa del partido en posición medio rumbo; dividido en cuatro campos, divididos por almenadas; en el campo superior izquierdo se representa una gama, símbolo de la fauna local; en el campo inferior izquierdo se representa una mano tomando un martillo, símbolo del trabajo; en el campo su-perior derecho se representa el campo, símbolo de la riqueza y en el campo inferior derecho se representa un mangrullo, símbolo de la historia regional. 3. ORÍGENES A- Antecedentes y fundación En 1889 se fundó el Centro Agrícola La Gama, hecho que tuvo influencia en la creación del partido denominado General La Ma-drid, en terrenos pertenecientes hasta entonces a los partidos de Coronel Súarez, Laprida y Olavarría, aprobado por la Ley Provin-cial Nº 2361. El 14 de febrero de 1890 el poder ejecutivo provincial reglamentó la ley y tres días más tarde Silverio López Osornio fue nombrado como primera autoridad municipal. B- Nombre El origen del nombre del partido reconoce al general Gregorio Aráoz de La Madrid, prócer de la independencia nacional, nacido en Tucumán en 1795, y activo protagonista en las luchas por la Organización Nacional. C- Poblamiento A diferencia de la mayoría de las áreas rurales pampeanas, donde se destacó la preminencia de los italianos, el grupo más numeroso de inmigrantes de General La Madrid fueron los españoles. Debemos señalar que el área nunca tuvo, en comparación con otras de la provincia, una importante atracción de inmigrantes extranjeros: esto puede verse en el pequeño porcentaje de no nativos (23%) con respecto a otras áreas de la provincia (34%), en 1914. Datos de población total: 4. FACTORES ECONÓMICOS DE DESARROLLO La primera ocupación del área de General La Madrid data de comienzos de la década de 1880, y surgió en la época de expansión de los proyectos para prolongar las líneas férreas hasta el límite de la frontera de Buenos Aires, ligando a los pueblos más importantes con las zonas más apartadas. En 1883 la línea del "Ferrocarril del Azul a Bahía Blanca" llegó al área, donde se estableció la estación ferroviaria La Gama. En 1889 se fundaría, a la vera de la estación, el Centro Agrícola La Gama. De creciente importancia en virtud a la exportación ex-trarregional de su producción triguera, pronto se transformó en un importante núcleo poblacional. En las primeras décadas del siglo, General La Madrid, dedicada a la actividad agrícola, conoció un importante desarrollo: dos ban-cos, dos compañías telefónicas y una usina eléctrica, todos de capitales locales, así como un importante desarrollo social y cultural. En los años diez, y por efectos de un cambio en la demanda del mercado mundial, el área comenzó a especializarse en la ganadería del vacuno, actividad predominante hasta la actualidad. En la década de 1920 comenzó un proceso de desaceleración del crecimiento, que se haría más manifiesto en la siguiente década. La desaparición de las instituciones bancarias, de las companías telefónicas, la emigración de los jóvenes y la desinversión del sector rural fueron algunos de los signos del estancamiento. Sólo en la década del 1960 el área comienza a crecer nuevamente, aunque en forma muy lenta, por mejoras en la infraestructura de transporte (pavimentación de rutas provinciales 76 y 86) y por un importante crecimiento del sector rural (tanto la ganadería del va-cuno como la agricultura, en especial del trigo y del girasol). 5. LUGARES HISTÓRICOS Estancia Aldecoa: la estancia tuvo origen en un pequeño fortín del mismo nombre, levantado en 1876 para vigilar los movimientos

1895 5.055 1960 11.527 1914 11.607 1970 10.514 1937 18.194 1980 10.593 1947 12.283 1991 10.689

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Esta Ficha Didáctica fue preparada por el Prof. Daniel A. Cravacuore, Director de Preservación del Patrimonio Histórico de la Municipalidad de General La Madrid.

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de los aborígenes. Dentro de su perímetro debió haberse creado el Centro Agrícola Vasco-Asturiano. Estancia El Huáscar: estancia creada en 1878, junto al arroyo El Huáscar. Contó, en su época de esplendor, con innovaciones téc-nicas como su poderosa usina eléctrica, cuya fuerza motriz se originaba en la corriente del agua que cruza la propiedad. Estación del ferrocarril de la ciudad de General La Madrid: primera construcción levantada en el partido, data de 1883. Se con-serva en perfectas condiciones, al igual que el antiguo galpón de máquinas. Edificio del Museo y Archivo Histórico Municipal "Juan Carlos Pacín": edificio construido en 1912, para ser casa central del desaparecido "Banco Comercial de General La Madrid". Edificio de la "Sociedad Española de Socorros Mutuos": edificio construido a fines del siglo para ser sede de la colectividad más numerosa de General La Madrid. Hasta la inauguración de la iglesia local, se realizaron allí los oficios religiosos. "Monte Laplacette": antiguo casco de estancia rodeado por un espeso bosque, ubicado a sólo cinco cuadras del centro de General La Madrid, y que fuera propiedad del fundador del Centro Agrícola La Gama. 6. LOCALIDADES DEL PARTIDO General La Madrid: ciudad cabecera del partido, tuvo su origen en el Centro Agrícola La Gama, fundado en 1889 por Casimiro Laplacette. La Colina: la instalación de pobladores en torno a esta estación ferroviaria fue previa al comienzo del siglo XX, pero sólo en 1911 Enrique Santamarina, propietario de la estancia "La Colina" que incluía dicho asentamiento, inició los trámites para lograr su reco-nocimiento como localidad. Las Martinetas: en 1889 se había solicitado al gobierno provin-cial la apertura de una estación en el pequeño parador Las Marti-netas (F.C. S.), junto al proyectado centro agrícola Vasco Asturia-no. Sólo siete años más tarde Ricardo Farrán, solicitó autorización al gobierno provincial para erigir un pueblo y una estación del fe-rrocarril en terrenos de su propiedad, siéndole concedida el 28 de marzo de 1896. Líbano: localidad creada en 1911, a partir de un asentamiento de población agrupado tres años antes en terrenos lindantes a la esta-ción homónima en construcción del Ferrocarril del Sud. Origina-riamente la estación debía estar en tierras de Juan Marcos de Líba-no Elorrieta, pero finalmente se instaló en tierras de Manuel Sin-conegui. Pontaut: localidad creada en terrenos lindantes a la estación ferro-viaria del mismo nombre. La "Companía de Tierras del Sur" solici-tó el reconocimiento formal, concedido el 9 de noviembre de 1914. Bibliografía para el partido de General La Madrid SILVEIRA, Mario Jorge. MENEGAZ, Adriana. EUGENIO, Emilio O. CRIVELLI MONTERO, Eduardo. CRAVACUORE, Daniel Alberto. 10.000 años. Prehistoria, etnohistoria e historia del partido de Ge-neral La Madrid. General La Madrid (Bs.As.). Municipalidad de General La Madrid. 1994. GUZMÁN, Yuyú. El país de las estancias. Tandil (Bs.As.). Ediciones Tupac Amaru 1985. Cap. XII. p. 315-342. LEVENE, Ricardo. Historia de la provincia de Buenos Aires y la formación de sus pueblos. La Plata (Bs.As.). Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. 1941. Tomo II. p. 263-266. Reseña histórico-económica de la Provincia de Buenos Aires. Cap. Fed. Banco de la Provincia de Buenos Aires. 1981. Tomo 2. p. 126-131.

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Para referirnos a la proyección educativa de un Archivo Histó-rico, es preciso presentarlo considerando sus antecedentes y el contexto en que desarrolla sus actividades. El Archivo Histórico Municipal de Bahía Blanca fue creado por ordenanza del 29 de mayo de 1933, a iniciativa del Conce-jal Francisco de Salvo, y tuvo como finalidad reunir toda la do-cumentación histórica relativa a l a fundación de la ciudad y posterior desenvolvimiento. En 1943, se fusionó en la creación de un instituto denominado "Museo y Archivo Histórico Muni-cipal". Si bien el intento de creación del Archivo revelaba un interés por rescatar los documentos sobre la historia de la ciudad, sólo se hablaba de donación o adquisición, y al formarse el Instituto se manifiesta la intención de extender su alcance al ámbito re-gional y de difundir actividades que incluían las transcripcio-nes documentales. En octubre de 1951, se inauguró el Museo Histórico en el sub-suelo del Teatro Municipal, que heredó el patrimonio de la an-terior institución y al que cuatro años más tarde se incorporó un Área de Ciencias Naturales, escindida en enero de 1993 pa-ra dar origen a un nuevo museo. Actualmente el Archivo constituye una sección del Museo de Historia y no sólo comparte su espacio, sino también su activi-dad, que comenzó a diferenciarse de la del Museo en los últi-mos años debido a la iniciación de un orden sistemático, que ha permitido la consulta por parte de los investigadores. A tra-vés del Archivo, el Museo atiende consultas vinculadas a dis-tintos aspectos históricos de la vida de la ciudad y la región circundante; asesora en relación con posibles trabajos de inves-tigación e informa sobre los repositorios que puedan albergar el material que el estudioso necesita, en caso de no poseerlo. Desde 1989 los alumnos que cursan "Metodología de la Inves-tigación Histórica" en la Universidad Nacional del Sur, concu-rren al Archivo a familiarizarse con lo documentos realizando experiencias prácticas. El Archivo Histórico como agente educativo, debiera constituir una presencia viva en toda ciudad que tenga la suerte de po-seerlo, lo cual no ocurre en la mayoría de los casos. Esto se de-be, en gran parte, a la imagen solemne que tienen de él los edu-cadores. En nuestro caso particular, difícilmente un docente de lo que correspondería a l os niveles de Educación General Básica y Polimodal viene a buscar información en nuestra Biblioteca y Archivo, para elaborar sus clases y ocasionalmente recibimos alumnos que vienen a efectuar consultas. Este hecho puede de-berse en parte, a la existencia en la ciudad de una rica bibliote-ca pública que absorbe esos requerimientos; pero también a que la mayoría de los docentes no integra estas instituciones en el contexto educativo, probablemente por no haber descubierto todas las posibilidades que ofrecen. La relación Museo-Escuela está dada casi con exclusividad a través de las visitas guiadas. Un Museo Histórico con Archivo y Biblioteca permite a l os docentes acceder a material documental y testimonial en distin-tos soportes, para diseñar atractivas modalidades de trabajo. La elaboración de una clase a p artir de estos elementos requiere

mayor detenimiento y, sobre todo, una importante dosis de creatividad. Los objetos del Museo, como los documentos de archivo, no deben ser concebidos estáticamente, sino a partir de su recrea-ción que es cuando cobran vida La conciencia de la importancia y utilidad de un Archivo His-tórico tiene que ver también con la ciudad cuya historia ateso-ra, si fue fundada en el período colonial, independiente o de modernización. Por lo general, las ciudades de más larga per-manencia tienen mejor incorporadas estas instituciones en su vida cotidiana, y les profesan gran amor y respeto como por ejemplo Córdoba, Santa Fe y Salta. La Historia del lugar en que se vive, del entorno inmediato, puede ser captada por los estudiantes del primero y segundo ci-clo de la Educación General Básica a través de elementos que le ofrece el medio como por ejemplo: monumentos, edificios, vegetación, fuentes y museos. Esta aproximación deberá com-plementarse con información que progresivamente los ayude a pasar en la historia, de la observación a la explicación. Este aprendizaje puede profundizarse en el nivel Polimodal reali-zando un estudio más específico de esos elementos, enriqueci-do con la información que le proporcionan las fuentes biblio-gráficas y documentales. Lo expuesto no quiere decir que los alumnos de la Educación Básica tengan restringido su acceso al Archivo, en todo caso podrían realizar una actividad que los aproxime al concepto de lo que es y representa para la sociedad, y esto podría ocurrir al promediar esa formación básica, en que el niño ha logrado cierto desarrollo intelectual y se aproxima a la edad en que es capaz de formular juicios de valor. Antes de los once años, y considerando que el juego es la principal actividad de la niñez, es posible utilizarlo como fuente de motivación para que los docentes programen sus clases tendientes a familiarizar a los pequeños con la historia local a partir del medio circundante. La aproximación al método histórico en los niños, recurriendo al pasado próximo, es beneficiosa en tanto se tienda a superar-lo por medio de actividades que permitan realizar los ajustes necesarios, para que logre ubicar los hechos o vestigios en una relación temporal cada vez más precisa. Considerando que el tiempo histórico es una abstracción de la realidad que requiere la madurez psicológica que el individuo alcanza a partir del tercer ciclo de la Educación General Bási-ca, debemos ser pacientes para incorporar la metodología de trabajo que le permita acceder al conocimiento histórico, en grado creciente de complejidad. Es decir que los docentes de la Educación General Básica y Polimodal que incluyan contenidos relacionados con la historia de la ciudad o su región podrán recurrir a bibliotecas y archi-vos para estructurar sus clases. Lo importante es que las activi-dades que se prevean estén orientadas por objetivos bien cla-ros. Las consultas que efectúan los alumnos, revelan a quienes las recepcionamos la ausencia de un espacio específico en los con-tenidos para recrear la historia de la localidad. Los cuestiona-rios, por lo general, carecen de un objetivo claro para empren-der la búsqueda, no abarcan una visión totalizadora de un as-

EL ARCHIVO HISTÓRICO Presencia viva en el contexto educativo

Ana Luisa DOZO*

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pecto o tema, no tienden a relacionar los aspectos que se inves-tigan y los alumnos se limitan a cumplir con su tarea sin llegar a sentir un interés personal. Hasta el momento, el desarrollo de temas locales ha sido con-templado parcialmente en los contenidos de Historia o Educa-ción Cívica, debido a la iniciativa personal del profesor. Los estudiantes del nivel Polimodal pueden encontrar en el Ar-chivo una rica fuente de información para el estudio de distin-tos aspectos de su ciudad. Es necesario que el docente respon-sable de llevar adelante esta tarea, se haya asesorado conve-nientemente con el personal del Archivo, y que en forma con-junta se programen las actividades. Un detalle operativo a te-ner en cuenta es el trato que deben recibir los documentos, pa-ra lo cual es imprescindible una cuidadosa introducción a esta tarea. Lo más conveniente es que los alumnos trabajen en base a reproduciones, de las que todos o por grupos puedan tener un ejemplar y evitar así el excesivo manipuleo de los origina-les. El Archivo puede confeccionar ejemplares de facsímiles selec-cionados temáticamente en función de los contenidos a desa-rrollar en clase y lanzar cada año una propuesta diferente a las escuelas. De esta forma se estaría difundiendo el patrimonio documental de la ciudad, poniendo al alcance de los estudian-tes el testimonio palpable de la Historia. La difusión es muy importante, porque es la forma de "vender" un producto, en este caso cultural. Las ediciones de facsimila-res podrían aumentar su interés si incluyeran fotografías rela-cionadas con acontecimientos o personas de que traten los do-cumentos, y alguna anécdota simpática que despierte curiosi-dad. Debemos tener en cuenta a nuestro cliente, que es un ado-lescente ansioso de encontrar respuestas y la finalidad práctica de las actividades que se le proponen. Un comentario aparte merecen los programas de estudio que pretenden que el alumno "valore la herencia cultural", y un ob-jetivo tan amplio como complejo se continúa durante toda la vida del individuo, no se agota, si es que se logra, en el Nivel de Educación Polimodal porque la herencia cultural se renue-va, se enriquece, se acrecienta. La valoración de la herencia histórico-cultural de una sociedad podrá lograrse más claramente a partir del entorno de que for-ma parte el adolescente. Los acontecimiento vividos por la ciu-dad no están acontextuados, tienen su correlato a nivel provin-cial y nacional. Las bibliotecas, museos y archivos no pueden permanecer al margen del contexto educativo porque estaríamos restringien-do las posibilidades metodológicas en la enseñanza de las Ciencias Sociales. Incluso es importante el intercambio de alumnos con los de otras ciudades vecinas para que comparen experiencias y descubran los puntos de contacto en una histo-ria en común. Otra alternativa de trabajo es que el alumno concurra al Archi-vo a realizar una tarea organizada previamente en forma con-junta con el docente. Es preciso que la actividad se estructure de tal manera que permita analizar y asociar un documento con una fotografía o un plano o el dibujo de un objeto; y que inte-gre tareas tendientes a ejercitar habilidades. En la actualidad el archivero no sólo se ocupa de los documen-tos que custodia, sino que los pone al servicio de la formación política e histórico-cultural del público. Es importante comenzar a revertir la metodología de la ense-ñanza de la Historia, para que su conocimiento resulte del es-fuerzo personal del alumno, y un buen punto de partida son las fuentes de su propio entorno. Las tradicionales visitas a los archivos organizadas sobre la ba-

se de una introducción de las funciones de la institución, el re-corrido de las instalaciones y la presentación de algunos docu-mentos, sólo cumplen un rol informativo, en las que los alum-nos son espectadores. Lo interesante es que puedan concurrir a trabajar con la dirección de profesores, para familiarizarlos con la investigación histórica e incentivarlos a adoptar una actitud crítica en el análisis de los documentos. La presentación de una selección documental relacionada con el tema de la clase tiene un efecto pedagógico mucho mayor que el relato de acontecimientos o una curiosa exposición de piezas documentales. El poder realizar experiencias pedagógicas en los archivos tie-ne sus limitaciones, porque no todas las ciudades los poseen, o si es así no disponen de personal especializado para llevar ade-lante un emprendimiento de esta naturaleza; o simplemente a veces los archivos disponen de espacios limitados para traba-jar. Por eso, otro recurso actual es que el archivo se aproxime al público organizando actividades que lo mantengan presente en la gente cuya memoria custodia. Un Archivo, que desee tener una proyección pedagógica a tra-vés de una extensión o servicio educativo, no puede excluir la función del Profesor de Historia, que en este caso constituirá el nexo entre la faz técnica del archivo y los educadores, porque tendrá a su cargo la preparación de trabajos prácticos y exposi-ciones, organización de visitas y elaboración de material di-dáctico. La difusión del Archivo puede darse también por medio de la programación de cursos prácticos en las escuelas locales o de seminarios de orientación con respecto al aprovechamiento de los recursos de los archivos públicos. El espacio que gana una institución pública, en este caso un Museo y Archivo Histórico Municipal, depende de la forma en que se proyecta en la sociedad que le da sentido, si es capaz de materializar una respuesta a sus intereses, es decir, si las activi-dades que se programan satisfacen las expectativas de su pú-blico, para que se convierta en un agente multiplicador de su difusión. Suele ocurrir que entre los interesados que efectúan consultas, a veces difunden el material recopilado en programas televisi-vos, radiales o en publicaciones donde no se consigna el repo-sitorio documental, y es especialmente en estos casos que se recrea material poco común, cuando la gente debe conocer que se trata del patrimonio de la ciudad al servicio de una produc-ción cultural. En nuestro tiempo, la delicada misión de educar y formar no es de exclusiva competencia de los establecimientos de enseñanza o universidades, es más bien una responsabilidad que compar-ten con los organismos públicos o privados vinculados a la Cultura, cuya presencia debe contribuir a afianzar la identidad de los habitantes de la ciudad. Para que esta propuesta se proyecte, es inevitable concluir con una proclama dirigida a las autoridades competentes, para que instrumenten los medios necesarios que permitan la integra-ción de archivos y museos en el quehacer educativo y generali-cen su utilización en las áreas del conocimiento que así lo per-mitan. También está dirigido a docentes y alumnos que puedan leer este trabajo, esperando que invite a r eflexionar sobre nuevas posibilidades de enseñar y aprender.

*Licenciada y Doctora en Historia. A cargo del Archivo

del Museo Histórico Municipal de Bahía Blanca.

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La extensión de la paz general estable-cida por tratado en 1780 c on los in-dios, reforzada en seguida de la revolu-ción por la misión de llevada a ca bo por Feliciano Chiclana en 1810 a nte los pampas, salineros y ranqueles y el incentivo de una creciente exportación de derivados ganaderos y la consi-guiente necesidad de tierras aptas para la ganadería, impulsó a un importante sector de criadores a ir más allá del Sa-lado, en fechas que por lo tempranas, en general no son tenidas en cuenta por los historiadores. Lo cierto es que desde mediados de la década de 1810, el avance hacia terri-torios que por el tratado de 1790 eran indios y asimismo considerados por es-tos como tales fue creciente. En agosto de 1817 se fundó el primer pueblo en la región pampeana al sur del río Sala-do. En efecto, el capitán Ramón Lara estableció en las cercanías de los Mon-tes del Tordillo y sobre el camino a Ka-kel-Huincul, el pueblo de Nuestra Se-ñora de los Dolores, reafirmando así, el franco deseo de impulsar la ocupación y poblamiento de esos feraces campos. Un mes más tarde, se creó en las cerca-nías de Kakel una estancia del Estado, cuyo propósito manifiesto era el de mantener el ganado de propiedad fiscal destinado y además, entre otros fines, mantener los prisioneros españoles que estaban en Santa Elena (Las Bruscas). En general, la entrada hacia las pampas se realizaba en forma lenta y vacilante pero puede considerarse como acepta-ble dadas las condiciones interiores y exteriores, constituidas por complejas y variadas situaciones. Esto fue también posible porque en ge-neral los ocupantes de aquellas tierras se mantuvieron en amistad con aque-llos y porque en general, la mayoría de las parcialidades indígenas estaban re-costadas hacia la zona de Tapalqué, Tandil y Azul y el resto en Ventania y Carhué, utilizando la región al este in-mediato del Tandil y Vulcán para in-cursiones de caza y eventual estadía.

También es cierto y conviene recordar que, como consecuencia de los trastor-nos sufridos en la región del litoral y Banda Oriental, ya sea por el paso ora de los ejércitos nacionales, ora de los provinciales, ya por los conflictos man-tenidos con Artigas y los jefes de la re-gión nombrada primero, la ganadería sufrió allí grandes mermas y a su vez, la zona “tranquila”, a pesar de la cerc a-nía con el indio, se trasladó hacia la pampa bonaerense. Esta situación fue aprovechada tam-bién por el gobierno de la recién creada (17 de febrero de 1820) provincia de Buenos Aires. En efecto, al conseguir la paz con las provincias de Santa Fe y Entre Ríos y en cierta medida, liberarse de los problemas nacionales al desapa-recer el Gobierno Nacional y dejar de ser la provincia de Buenos Aires resi-dencia de aquel, pudo dedicar todos los esfuerzos hacia sus propios intereses. Puede parecer una posición cómoda y egoísta, pero la clase económicamente dirigente, se volcó de lleno a desarro-llar lo que se consideraba su principal fortuna, desinteresándose de los pro-blemas que aquejaban a las demás. Sus raras ayudas a alguna de aquellas fue-ron ejecutadas con el innegable propó-sito de mantener la paz, v.g. el pacto de Benegas o el envío, antes de éste, por obligaciones emergentes del Tratado del Pilar, de dinero, armas y vestuario hacia las provincias litorales. En gene-ral, la valorización del vacuno y la li-bre exportación de los productos de di-cho origen, determinaron, como vere-mos, el avance de los estancieros más audaces sobre las tierras de los indios, las que a su vez eran consideradas por aquellos como de su propiedad y utili-zaban para cazar, creándose de hecho un desequilibrio que a breve plazo de-bía resolverse de una u otra forma. El indicado estado colectivo de mejo-ramiento económico no se le escapaba a Robert Montgomery, quién expresaba que “esta prosperidad surge de varias causas, pero todas derivan de la exce-

lente administración de los negocios públicos..., que aseguran la paz general y tranquilidad de la provincia y durante la cual se ha extendido sabiamente un marcado fomento en todas las ramas del comercio... y la siempre creciente demanda de los frutos del país, todas estas causas tienden al rápido incre-mento comercial de esta región de Su-damérica”. (1) Esta particular ocasión fue aprovecha-da por el gobierno para asegurar la es-tabilidad en la frontera interior. Por ello, el 7 de mayo de 1820, se firmó -aunque hay que recordar que en esta fecha precisa se había reiniciado las convulsiones políticas en la provincia- un tratado entre el gobierno porteño, representado por Martín Rodríguez y diferentes parcialidades indias de Tan-dil, Azul y Tapalqué, que eran las más cercanas a la zona de expansión. Fran-cisco Ramos Mejía, con amplios inte-reses en la campaña sur y formando parte de la élite dirigente, firmó en nombre de los indios. Este tratado esta-blecía perfectamente la jurisdicción provincial y la de los indios. La provin-cia tendría la posesión de los territorios que estaban señalados por una línea de norte a sur que pasaba al oeste de Ka-kel-Huincul y de las estancias ya esta-blecidas y abarcaba todo el terreno que ocupaban los hacendados “sin que en adelante pueda ningún habitante de la provincia de Buenos Aires internarse más al territorio de los indios”. (2) Quedaba así una amplia faja de magní-fica tierra entre la línea del acuerdo y la zona de asentamiento indio y que eran utilizadas por estos para su activi-dad cinegética. Se incorporaba enton-ces por tratado lo que ya de hecho esta-ba ocupado por el blanco (3) procuran-do el estado de evitar, no los malones que no se producían desde hacía treinta años, sino los robos más o menos reite-rados, legitimando a su vez la situación frente a las propias parcialidades. Sin embargo, dicho tratado fue el pre-ludio de la guerra que no habría prácti-

ALGUNOS ANTECEDENTES RELACIONADOS CON LA CAMPAÑA DE ROSAS AL DESIERTO EN 1833

Fernando Enrique BARBA*

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camente de interrumpirse hasta la cam-paña de Rosas de 1833 y que hizo difí-cil el sostenimiento de las estancias po-bladas al sur del Salado. Es por ello que el gobierno incrementó sus esfuer-zos durante esos años a fin de otorgar al menos alguna protección a aquellas. Como expresamos, la paz duró muy poco. El 27 de noviembre de 1820 fue-ron asolados los establecimientos de Lobos y unos días más tarde, el 3 de diciembre, Salto fue atacado, produ-ciéndose en ambos casos, numerosas víctimas. En el segundo de los casos, el ataque fue perpetrado por indios y blancos dirigidos por José M. Carrera. Según carta del propio Carrera a s u esposa, escrita el día anterior a los hechos, las fuerzas indígenas eran alrededor de 2.000. ( 4) La expedición punitiva llevada a ca bo por Rodríguez consistió en atacar a las tribus pampas que se encontraban en la zona del Tandil, sin obtener mayores resultados. A su regreso, entró a la es-tancia Miraflores de Ramos Mejía y detuvo a la indiada pacífica que allí trabajaba e incluso remitió al propieta-rio detenido porque sospechaba “estrecha amistad con los salvajes”. En realidad, esta acción no sirvió absoluta-mente para nada, excepto de justifica-ción a los indios para reiniciar la gue-rra. En abril de 1821, el ex-capataz de aquella estancia, José Molina, al man-do de 1.500 pampas atacaron una serie de estancias al sur del Salado y al pro-pio pueblo de Dolores, que arrasaron, llevándose como fruto de su campaña un arreo de 150.000 cabezas de ganado de todo tipo. Ante el ruinoso giro de la situación en la campaña exterior Rodríguez envió al coronel Pedro A. García para que con-siguiera firmar un armisticio. Este in-tento fracasó, porque los indios, enva-lentonados por sus éxitos y por la pre-sencia de numerosos guerreros mapu-ches llegados para apoyar al voroga Pa-blo, exigieron el retiro de todos los es-tablecimientos blancos que estaban al sur del Salado e incluso la guardia de Carmen de Patagones. En abril de 1822 atacaron Pergamino, llevándose un im-portante arreo; en diciembre, invadie-ron otra vez al sur de la provincia. Esta vez el gobierno iba a intentar de-rrotar a las tribus y obligarlas a firmar la paz. Al efecto, se compuso un cuer-po expedicionario compuesto por 2.537 hombres que como hecho más importante y tal vez único, realizó la

fundación del Fuerte Independencia (4 de abril de 1823) y bajo la protección de aquel se delineó el pueblo de Tan-dil. Sin embargo, poco y nada podía realizar este fuerte aislado en la inmen-sidad de las pampas cubrir solamente una pequeña región colindante al mis-mo. En octubre de ese año, cinco mi-llares de indios ranqueles, pampas y tehuelches atacaron simultáneamente el sur de Santa Fe, Luján, Tandil y Chas-comús. Sólo los tehuelches que se reti-raban al sur fueron alcanzados por los milicianos de Rosas, quienes rescata-ron 120.000 cabezas. Por aquel entonces, “La Abeja Argent i-na” escoltaba con sus ideas el avance hacia las zonas exteriores de la campa-ña. Al respecto expresaba que la fron-tera interior era uno de los “asuntos más importantes que pueden ofrecerse en el día a la consideración de Buenos Aires. Hace cerca de un siglo que esta hermosa provincia sufre el terrible azo-te de las invasiones de los bárbaros de las pampas contiguas, y de las cordille-ras de Chile, que se arrastran periódica-mente considerable número de gana-dos, y de familias, teniendo de éste mo-do en continua zozobra a nuestros cria-dores y pobladores de la campaña y sir-viendo de rémora fatal a sus progresos y riquezas”. (5) Un mes más tarde, el 15 de junio de 1822 un a rtículo titulado Agricultura manifestaba la esperanza de que el go-bierno “no abandonará la importante empresa de asegurar las nuevas propie-dades que se han establecido fuera de los viejos límites”. Se refería al retorno de García de su misión ante los caci-ques para lograr la paz y facilitar la permanencia del blanco allende el Sa-lado y llegaba a aceptar que un “tratado de venta ponga la justicia de nuestra parte” y se convirtiera en un motivo de división para los indios en caso de in-tentarse alguna agresión. Esta salida era realmente inédita, puesto que en to-das las soluciones buscadas al proble-ma secular de la guerra, jamás se había intentado, ni siquiera pensado, en com-prarle la tierra a los indios, solución que por otro lado era por demás incon-veniente y poco práctica, ya que en el caso de actuarse con total buena fe, la movilidad de las parcialidades a través del territorio haría que los vendedores pudieran dar pocas garantías de paz a sus ventas. Terminaba sosteniendo que “si estos, u otros medios pueden librarnos de los funestos efectos de una guerra desola-

dora, siempre será comprar con ellos, a precio muy bajo, las vidas de muchos ciudadanos y el fomento a nuestra ri-queza nacional. Para obtener este grado de prosperidad son necesarias la paz y la extensión del pastoreo” razón esta sin duda, la de mayor preocupación pa-ra los que ya consideraban a la ganade-ría “nuestra riqueza nacional”, para lo que a su vez era preciso realizar un es-fuerzo a fin de “establecer y guardar las fronteras”. (6) En tanto, en marzo de 1824 el general Martín Rodríguez realizaba otra expe-dición contra las parcialidades ubica-das en Sierra de la Ventana y cercanías de Bahía Blanca, lugar hasta donde lle-gó en la ocasión. Los resultados de la campaña. como tantas otras veces, fue-ron efímeros, ya que en junio fue asal-tado el pago de los Lobos con grandes pérdidas humanas y de ganado. Por to-do ello, el nuevo gobernador de Bue-nos Aires, general Juan Gregorio de Las Heras, por decreto del 31 de octu-bre de 1825, ordenó el reconocimiento de los puntos apropiados que sirvieran de base para establecer una nueva línea de frontera más allá del Salado y que fuera comprensiva y diera simultánea-mente protección a las estancias esta-blecidas recientemente. Al efecto se re-dactaron precisas instrucciones para que fueran seguidas por los comisiona-dos, quienes deberían recorrer el terri-torio existente entre la zona este de la sierra del Volcán hacia el mar, buscan-do un l ugar apropiado pata ubicar un fuerte a efectos de estorbar las entradas indias y que a su vez tuviera capacidad para contener, tanto por tamaño como por pasturas y aguadas suficientes, a un importante número de tropa. En lo po-sible debía ubicarse en un l ugar apro-piado para ver facilitadas sus comuni-caciones con los otros fuertes que ne-cesariamente habrían de construirse en la zona comprendida entre las sierras de Tandil y Volcán. La nueva línea de-bía seguir luego rumbo norte hacia la laguna del Tigre o rinconada del arroyo Tapalqué con el de Las Flores, Médano de los Manantiales, Laguna del Chañar y allí a la primera laguna del Tigre. Era evidente la intención de asegurar la vi-da y posesiones de los nuevos ocupan-tes que se habían extendido, en función de las necesidades ganaderas, hacia te-rritorios muy alejados de la antigua protección de la línea de Vértiz y se en-contraban por lo tanto huérfanos de to-do apoyo; se esperaba que con esta nueva traza fronteriza habrían de obte-

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ner al menos, alguna protección contra el malón. (7) Felipe Senillosa tuvo a su cargo la inspección y estudio de la re-gión que iba desde la costa hasta el arroyo Tapalqué y el capitán José Ma-ría Reyes la zona norte que iba desde aquel punto hasta la laguna del Chañar, en las nacientes del río Salado. (8) En la Memoria presentada, los comisiona-dos L avalle y Senillosa manifestaron que en su reconocimiento no pa saron al oeste del Volcán para no levantar re-celos en la indiada, ya que en el tratado de paz que debía firmar Rosas con los indios güiliches, se les reconocía a es-tos el derecho de ocuparlas. La recorri-da del territorio se inició el 11 de di-ciembre desde el Durazno, antiguo puesto de una estancia de Ezeiza, cer-cana a l a laguna del Cacique Negro, actual partido de Ayacucho, y terminó a mediados de enero de 1826. Afirma-ban que habían cuidado muy especial-mente en escoger las mejores posicio-nes para el establecimiento de fuertes y fortines, especialmente en la línea que iba desde el Volcán hasta Cabo Co-rrientes, apoyándose en la s lagunas Brava y de los Padres. El conjunto de la proyectada línea abarcaba una am-plia superficie, la que según los comi-sionados era considerablemente mayor “de la que podría poblarse en el esp a-cio de algunos años”. La expedición tuvo como consecuencia directa el le-vantamiento de nuevos mapas de una extensa región poco conocida y el re-conocimiento completo de los arroyos Chapaleofú, de los Huesos, Dulce y Tapalqué, desde sus nacientes hasta donde se perdían convirtiéndose en ba-ñados. ( 9 ) El 26 de septiembre de 1826, por de-creto de Rivadavia, a la sazón Presi-dente de las Provincias Unidas, se dis-puso el avance de toda la línea más allá del Salado, con lo cual se acompañaba al avance ganadero fuera de la frontera natural que durante años, apuntalada por la militar existente desde el siglo anterior, la había exiguamente protegi-do. La misma habría de apoyarse en tres fuertes principales ubicados en Cu-ralafquén, Cruz de Guerra y laguna del Potroso y seguiría un rumbo general sudeste-noroeste, partiendo de Cabo Corrientes y terminando en la zona de Junín. Su trazado indicaba la intención de proteger lo ya ocupado pero sin ma-yores pretensiones de expandirse hacia regiones interiores más alejadas, pero a su vez era un avance lógico siguiendo en general el diseño de la línea anterior

apoyándose a su vez en ella y el Sala-do. Las circunstancias políticas inter-nas y externas evitaron que llegara a concretarse el proyecto. Producida la disolución del gobierno nacional y res-tituida la provincia en su soberanía, el luego gobernador, Coronel Manuel Dorrego, un decreto de 16 de agosto de 1827 mandaba a tomar las medidas necesarias para establecer la tan espe-rada nueva frontera, pero sus ideas en cuanto a la demarcación, diferían con la proyectada en 1826. Ello se debía fundamentalmente a l a guerra con el Brasil y el peligro que significaban las costas descubiertas de la provincia de Buenos Aires desde la Ensenada hasta Patagones. En el artículo 1º del referi-do decreto autorizaba a Rosas, como encargado de la “celebración y conse r-vación de la paz con los indios” para que preparara el avance de la frontera que a su vez debía cubrir al puerto de Bahía Blanca. (10) Esta nueva circuns-tancia exigió la realización de nuevos estudios, que fueron realizados con presteza por el comisionado, quién a fi-nes de 1827 completó la tarea relacio-nándose con caciques del sur provin-cial quienes cooperaron con el mismo. En enero de 1828 presentó el informe, aunque los trabajos para fundar alguno de los nuevos establecimientos comen-zaron antes de que se realizara la apro-bación formal del mismo, lo que posi-bilitó que la construcción del fuerte de la Federación, origen de la actual ciu-dad de Junín, pudiera ser iniciada ape-nas comenzado el año 1828. Ya por entonces se hacía evidente el apoyo a las acciones militares fronteri-zas por parte por parte de los hacenda-dos y principales comerciantes porte-ños. Como consecuencia de la campa-ña llevada a cabo por el coronel Federi-co Rauch contra indios hostiles en 1827, se levantó en Buenos Aires una suscripción para premiar a los oficiales y tropa, y simultáneamente, para hacer “un presente a los caciques amigos que lo han acompañado” y para socorrer a los cautivos pobres liberados. El encar-gado de la recaudación fue Juan Ma-nuel de Rosas y la misma alcanzó a $14.000 y dos reales, 275 vacunos y 66 yeguas. Entre los principales contribu-yentes, con 400 pesos, se encontraban el propio Rosas, Juan José y Nicolás Anchorena y Bernabé Sáenz Valiente; con $300 Juan Pedro Aguirre, Guiller-mo P. Ford y Ramón Urquiola; con 200 Braulio Costa, Félix Castro, Félix Alzazga, María Mármol, Francisco

Cascallares y Juan Gibson; entre los que donaron 100 pesos, se hallaban Antonio Linch, Juan N. Terrero, José Capdevila, Sebastián Lezica, Prudencio Rosas, Juan Ramón Ezeiza y Casto Sáenz Valiente. Con donaciones meno-res aparecen apellidos, entre otros, lue-go muy ligados a la actividad ganadera y la gran propiedad, como Bavio, Gán-dara, Baudrix, Biaux, Girado, Cajaravi-lle, Guerrico, Millán, Díaz Vélez. Tam-bién ya comenzaban a ser notorios ape-llidos británicos, como los ya citados Ford y Gibson y otros tales como She-ridan, Hanna, Green, Hodgson y Ha-rrat, dedicados especialmente a l a cría de ovinos. La nueva frontera quedó por lo tanto conformada en ese mismo año de 1828, por cuatro fuertes principales que fueron, de norte a sur, Fuerte Fede-ración junto a la laguna del Carpincho; Fuerte Cruz de Guerra, 50 kilómetros al oeste de la actual ciudad de 25 de Mayo, nacida por el traslado de esa fortificación a la laguna de Las Muli-tas; Fuerte Blanca Grande, junto a la laguna del mismo nombre, hoy partido de Olavarría; y la Fortaleza Protectora Argentina en Bahía Blanca y fue auto-rizada por ley de 14 de noviembre del citado año, indicando también que en forma simultánea debían tomarse las medidas necesarias para “facilitar el tránsito hasta Bahía Blanca y habilitar su puerto”. (11) Quedaba así material i-zada la nueva frontera la que compren-día un amplio territorio, que casi tripli-caba al anterior poseído por la provin-cia e incorporaba alrededor de un cin-cuenta por ciento más de territorio que la proyectada en época de Rivadavia, Sin embargo, la misma, al extenderse tanto -casi 500 kilómetros de norte a sur- y estar cubierta sólo por cuatro fuertes, era poco efectiva y la protec-ción que brindaba era más teórica que real. La soledad de las guarniciones, las dificultades de comunicación entre sí, harían que la misma tuviera poco poder defensivo y casi ninguno ofensi-vo. Así, 1829 fue testigo de importan-tes malones que llegaron a atacar al propio fuerte Federación; la inoperan-cia del sistema fue tal que impulsó a Rosas, ya siendo gobernador, a estu-diar y preparar la que habría de ser la campaña más importante llevada a ca-bo contra los indios, como lo fue la de 1833. Pese a lo expresado, cabe indicar el intento, como en ocasiones anterio-res, de fomentar la población en torno a los fortines fronterizos; por ello un

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decreto del 28 de abril de 1828 se ex-presaba que “siendo necesario determ i-nar los terrenos correspondientes para la población y tierras de pan llevar”, se indicaba que se debía trazar un cuadra-do de 2 leguas de lado en torno a cada uno de los fuertes, destinando sus tie-rras a solares, chacras, quintas y tierras de labranza. En el mismo sentido, el 21 de mayo se eximía a los vecinos de Do-lores de la milicia activa de infantería a efectos de incentivar de tal modo la ra-dicación de población en dicho pueblo (12) y por decreto del gobernador Via-monte de 19 de septiembre de 1829 se realizaba un reparto de tierras para los pobladores en los linderos de los nue-vos destacamentos. Sin embargo, la escasa capacidad de-fensiva de la nueva línea pronto se ha-ría evidente, ya que en febrero de 1829 indios capitaneados por el famoso gau-cho Molina asolaron las tierras cerca-nas a Federación, mientras ataques me-nores se producían en otros sectores de la frontera. Para aumentar la vigilancia, tanto frente a invasiones como a posi-bles convulsiones internas, el 29 de marzo del mismo año se dividió el te-rritorio de Buenos Aires en dos Co-mandancias de Frontera, quedando la del norte bajo el mando del Coronel Ángel Pacheco y la del Sur a las órde-nes del Coronel Ramón Estomba. (13) Rosas, no contando con los medios ne-cesarios, y dadas las circunstancias po-líticas reinantes en el país, prefirió re-currir a los tratados, asegurándose el mantenimiento de estos mediante el viejo expediente del racionamiento a las diversas parcialidades. Así, consi-guió el apaciguamiento de las tribus de Catriel y Cachul y al año siguiente, 1831, arregló las paces con las tribus vorogas establecidas en Chadileufú. Esta situación permitió el estableci-miento de cantones militares en Azul y Tapalqué (1832), cubriendo así impor-tantes puntos estratégicos al interior de la nueva frontera. A pesar de todas las medidas, la región sur de la provincia, Bahía Blanca y Carmen de Patagones, siguieron siendo atacadas, siendo en conjunto, y en momentos en que la ga-nadería seguía avanzando hacia el su-deste y centro de la provincia, por de-más inestable e insegura. Tal situación impulsó a Rosas, a fines de su primer gobierno, a proyectar la que luego sería la expedición mencio-nada de 1833, y sobre la cual hemos de referirnos brevemente puesto que la bi-

bliografía sobre la misma es muy am-plia. El plan consistía en dar una batida general de la pampa en un f rente de 1.500 kilómetros, desde el Atlántico hasta el Pacífico, quedando luego redu-cido este hostigamiento al territorio na-cional exclusivamente. Diversos facto-res hicieron que las expediciones que partieron de Mendoza y San Luis tuvie-ran que regresar rápidamente sin alcan-zar los objetivos propuestos. La campa-ña recayó así casi exclusivamente sobre el ejército de Buenos Aires, que provo-có entre los indios un total de 3.200 muertos y 1.200 prisioneros, rescatán-dose a su vez alrededor de 1.000 cauti-vos y gran número de ganados.(14) Se incorporaron a su vez, al memos nomi-nalmente, 2.900 leguas cuadradas de territorios, lográndose en forma simul-tánea concretar y mantener la paz con las más importantes parcialidades del sudoeste de Buenos Aires y sur del río Negro. Los vorogas se mantuvieron desde entonces en la zona de Salinas Grandes. Lo cierto es que las tribus se avinieron a esta situación por el terror que había infundido el ejército y esto permitió la perduración de una paz, so-lamente interrumpida por correrías de menor importancia; pero también es cierto que gran parte de las tierras “conquistadas” no fueron ocupadas, debido básicamente a l a lejanía de los posibles centros de comercialización y porque el aislamiento en que se encon-traban las eventuales poblaciones faci-litaba el robo a pequeñas partidas. Sin embargo, cuando Rosas regresó el 28 de enero de 1834, no había podido aca-bar con todos los indios; tampoco pudo alcanzar a Yanquetruz y tuvo que so-portar como aliado al voroga Rondeau, hasta que, habiendo este faltado a sus compromisos, fue atacado en mayo de ese año, muriendo mil indios de todo sexo y edad en la acción. Poco des-pués, en febrero de 1835, los restos de la tribu de Rondeau y el propio caci-que, eran aplastados en Masallé por un recién llegado cacique, Calfucurá, quién poco después habría de someter-se a tratos con el gobierno. En 1837 se registró un importante malón de indios al mando de Railef provenientes de Chile y el Neuquén y que no habían su-frido los rigores de la arremetida del ejército porteño; atacaron el 14 de agosto la zona de Bahía Blanca. Pese a ser rechazados hacia el norte la incur-sión continuó y los invasores pudieron llevar un arreo de casi 100.000 anima-

les.(15) En 1839, un nuevo malón llegó hasta Tapalqué donde fue anulado por tropas del coronel Nicolás Granada tras un fiero combate. Luego de estos he-chos, la frontera estuvo, salvo esporá-dicos asaltos de pequeña envergadura a zonas alejadas, prácticamente en paz. De todos modos, la nueva frontera resultante de la expedición de 1833 no fue, como pudo ha ber si-do, los ríos Negro y Neuquén, des-de la costa marítima hasta las na-cientes andinas. Sólo pequeñas y débiles guardias perdidas en la in-mensidad pampeana, quedaban co-mo centinelas de las estancias. La ocupación real en Buenos Aires no avanzó más allá de la de 1828, pe-ro debe reconocerse que la zona quedó segura hasta 1852, cuando la caída de Rosas y los hechos pos-teriores provocaron el desmantela-miento de las guardias y lo que fue peor, la concentración del ejército en zonas alejadas a la frontera in-dígena y cercanas a la de la Confe-deración. Notas y Citas bibliográficas 1.- Informes sobre el comercio exterior de Bs. As. durante el gobierno de Martín Rodríguez, con estudio preliminar de Barba, Enrique M. Buenos Aires, ANH, 1978; p.13. 2.- Gaceta de Buenos Aires, 1820; Nº 167. 3.- HALPERIN DONGHI, Tulio: La ex-pansión de la frontera ganadera de Bue-nos Aires y STIEBEN, ENRIQUE: De Garay a Roca. Bs. As., 1942; sostienen que como consecuencia del tratado recién se ocuparon esas tierras, cuando se pue-de apreciar que ya lo estaban al menos, en parte importante, antes de aquella fe-cha. 4.- Escritos históricos del General Pue-yrredón, citado por Walther, Juan C.: La conquista del Desierto. Bs. As., Eudeba, 1970. 5.- La Abeja Argentina. Buenos Aires, 15 de mayo de 1822, p.55. 6.- Ídem. 15 de junio de 1822, p.91. 7.- ANGELIS, Pedro de: Colección de obras y documentos relativa a l a historia antigua y moderna de las provincias del Río de la Plata. Bs. As., Lajouane, 1910. Tomo V, p. 95 y ss. Archivo Gral. de la Nación. Sección Gobierno, 1818-1858. S.X-27-7-6. 8.- MARTÍNEZ SIERRA, Ramiro: El mapa de las pampas, Bs. As., 1975. To-mo II, p.95. 9.- AGN. Sección Gobierno, 1818.1858. S.X-27-7-6-Nº 50.

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10 - Registro Oficial de la Prov. de Bs. As., desde ahora ROPBA, Año 1827, p.8
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A partir de 1835 Buenos Aires se encontraba en un período de anarquía: los enemigos internos, los conflictos con otras provincias y con el exterior,la mantuvieron en estado de guerra. Era necesario restablecer el orden. La figura de Ro-sas emergió como la única capaz de llevar a cabo una políti-ca que reimplantara la paz en la provincia. Según John Lynch, en su gobierno “Rosas dividió a la s o-ciedad entre aquellos que mandan y aquellos que obede-cen”.(1) Sus aliados para “mandar” fueron, la iglesia y los estancieros, quienes ocuparon los cargos de jueces de Paz. Ambos sectores, tuvieron un a sumisión total hacia el go-bernador, pues una de las “virtudes que más admiraba era la subordinación”. (2) Las bases de sustentación del poder rosista no se agotaba en una alianza con los estancieros y la Iglesia. Una de las claves de su acción de gobierno fue la búsqueda del apoyo de la clase humilde, en especial de los ámbitos rurales. Para ello utilizó un sistema de propaganda, mediante el cual bus-caba la captación ideológica a t ravés de distintos canales. Uno de los métodos más importantes fueron las conmemo-raciones y fiestas, estrategias que sirvieron para crear la ilu-sión de intereses comunes entre el pueblo y el gobierno. En síntesis, el objetivo final del régimen rosista fue el control de toda la sociedad. El presente trabajo se basa en documentación del juzgado de paz de Morón de 1831 a 1852, material existente en el archivo General de la Nación. Del análisis inicial pudimos verificar que en Morón ya existía una política de propagan-da a partir de los inicios del gobierno de Rosas, la cual tomó particular energía en su segundo gobierno. En la misma época, ésta fue acompañada de un control represivo, articu-lado a través de la persecución hacia los considerados unita-rios: embargo de bienes, cárcel por hablar mal de las autori-dades, leva de vagos y mal entretenidos. Nuestra propuesta consiste en iniciar el análisis de las dife-rentes estrategias que implementó Rosas para crear y conso-lidar el ansiado orden, delimitando un espacio geográfico en particular: el partido de Morón. Estrategias de control con el uso de la fuerza De acuerdo con lo dicho anteriormente, Rosas fue el res-ponsable del orden establecido. La justificación de su poder radicó en la instauración de la paz social. Solamente sobre-vivió la posibilidad del orden aniquilando los elementos no-civos a la causa, identificados oficialmente como “inmundos feroces bandidos unitarios”. (3) En la campaña, quienes llevaron a cabo esta política fueron los Jueces de Paz; en el caso de Morón, Tomás Fernández de Cieza, quien ocupó el cargo en 1834 y entre 1838 y 1852. Distintos fueron los mecanismos aplicados para castigar a

los llamados unitarios. Se utilizó el embargo y la confisca-ción de bienes para sancionar a los disidentes, la elimina-ción física del enemigo condenándolo a muerte, se recurrió a la cárcel, además de otros métodos menos rigurosos como el control de la vestimenta y de la expresión oral y escrita. En Morón, encontramos persecuciones y embargos sin po-der comprobar documentalmente si hubo eliminación física de los castigados. Los vecinos Fermín Rodríguez, Luis Saa-vedra, Mariano Castex y Mariano Monterroso sufrieron el embargo de sus bienes entre los años 1840 y 1842. Sus pro-piedades fueron desmanteladas y sus pertenencias custodia-das en depósito, sus bienes alquilados y el usufructo de ellos enviados a Rosas para la “causa federal”. Es demo s-trativo el oficio enviado por el Juez de Paz de Morón a Ro-sas en 1840 donde “se remite la cantidad de 850 pesos pr o-ducto de cuatro meses de alquiler de la casa pulpería que fue del salvaje unitario Fermín Rodríguez a razón de sesenta pesos por mes, quinientos cincuenta de arrendamiento del establecimiento del igual Luis Saavedra, faltando a esta arriendo cinco fanegas de trigo que se recogerán en esta co-secha ... sin gastos por que los capataces de los estableci-mientos embargado lo hacen gratis...”(4) Otro ejemplo llamativo fue en 1841, cuando el juez Tomas Fernández de Cieza comunicó a Rosas que el r ancho que fue casa del salvaje unitario Juan Morón se había incendia-do “se pasó a ese establecimiento con todos los vecinos que pude reunir pero fue imposible apagar el fuego, el resultado es que han quedado nada mas que las paredes y la hacienda enviada a la estancia Las Gemelas”. En esta fecha, en M o-rón fueron numerosas las propiedades de unitarios desman-teladas. (5) La cárcel fue otro de los métodos utilizados para imponer el orden. Una circular del 28 de julio de 1841 exigió la “celación” de la zona, para expulsar a las “mujeres salvajes unitarias”. E n septiembre del mismo año, María Arrasay fue reconvenida a salir del partido, al no respetar una adver-tencia e i nsultar en público al escribiente del juez de paz don Marcelino Martínez: “fue presa ....salvaje unitaria, c a-sada como de treinta años... y se fugó saltando las paredes pero luego fue encontrada por aviso de una mujer de su pro-pia familia, pues tal es el odio que ha acarreado que ni en los suyos tiene cabida, la expresada María es una mujer prostituída, ebria de estar tirada en la cama, juzgaba y ha-blaba sin miramiento ninguno hasta de las mismas autorida-des ... se ha gastado los pocos bienes que dejó su marido en fiestas, bacanales y juegos”. (6) Un ejemplo similar es el de Ignacio Díaz Gómez, quien fue “preso ... por unitario perverso, perturbador del orden co n-sentidor de juegos prohibidos en su casa, sin embargo de haber sido reconvenido por hablador, calumniador, insolen-te, sin miramiento ni respeto a las autoridades por cuyas ra-

EL ORDEN ROSISTA EN EL PARTIDO DE MORÓN

María Cristina MARÍ y María Valeria HORNUNG*

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11 - ROPBA; Año 1827, p.89. 15 - ZEBALLOS, Estanislao; 12 - ROPBA; 1828; p. 36 y 54. Calfucurá y la dinastía 13 - ROPBA, 1829, p.87 de los Piedra Bs. As., 14 - Gaceta Mercantil. Buenos Aires Hachette, 1954, capítulo X 24 de diciembre de 1833.
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* Director Instituto de Historia Argentina (UNLP)
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zones se lo considera perjudicial en el partido, donde no de-be existir para no comprometer el reposo de algunas fami-lias o personas” (7) Es evidente en ambos casos que la pérdida de la libertad fue motivada, en primer lugar, por ser considerados “unitarios”. Luego, por alterar el orden público impuesto por las autori-dades. El insulto ante la vista de la comunidad debilitaba y cuestionaba la imagen del poder garante del “reposo” de los vecinos. Como último elemento de acusación se apeló a la vida privada, tanto Ignacio como María fueron señalados como jugadores, bebedores, dilapidadores. Todas estas fal-tas los hicieron merecedores de la cárcel como un castigo por los delitos cometidos. Estas medidas coercitivas fueron utilizadas también como un método pedagógico y ejemplifi-cador para el pueblo. El control fue total y todos los habitantes debieron ser cus-todios del orden. La delación fue alentada por el propio sis-tema. La ya citada María Arrasay fue un ejemplo de que es-ta práctica se daba hasta dentro del grupo familiar. La Gace-ta Mercantil publicó las multas a Claudio Guzmán., Benito Luján y José Juárez, vecinos de Morón, “por haber alojado a un hombre y a una mujer sin dar cuentas a la autoridad”.(8) Juana Almada no corrió la misma suerte: tras haber incu-rrido en un delito similar fue encarcelada, “ha sido remitida presa por el juez de paz de Morón por haber consentido en su casa a J osé Luna, sin pasar el correspondiente parte a ninguna de las autoridades, faltando así a las órdenes que se le habían dado sobre el particular y ser además consentidora de agregados y reuniones en su casa”.(9) Al no existir un aparato estatal centralizado, en su lugar Ro-sas creó un s istema burocrático capaz de hacer presente la autoridad en todos los puntos de la provincia. El juez de paz fue el mediador entre el gobernador y la comunidad. Tomas Fernandéz de Cieza detalló puntualmente, e n los oficios, la situación particular de Juana Almada, que por su condición de viuda, y por lo tanto único sostén de familia, pidió clemencia al gobernador: Rosas sentenció a favor de Juana “Póngase en libertad con previo aviso y apercib i-miento”.(10) Estrategia de captación ideológica La búsqueda del orden no se agotaba en la articulación de la fuerza. Por otro lado, se implementó un sistema de propa-ganda que buscaba construir una conciencia colectiva basa-da en la defensa del orden federal. A través de las fiestas, celebraciones de batallas federales, lecturas públicas de pe-riódicos, agasajos a visitantes y suscripciones voluntarias se buscaba la adhesión incondicional al régimen. La divulgación fue un ingrediente esencial del rosismo. La repetición de consignas claras e impactantes: “Mueran los salvajes Unitarios” “Viva la Santa Federación” impregn a-ron la correspondencia oficial como los periódicos. Hemos podido corroborar que los saludos protocolares de los oficios de Tomas Fernández de Cieza, se iniciaban con simples consignas que enaltecían al gobernador o degrada-ban a los unitarios, al igual que cada uno de los avisos y no-ticias de la Gaceta. Las repeticiones sistemáticas y perma-nentes fueron escuchadas y repetidas por el pueblo, siendo un método pedagógico eficaz en todas las sociedades. Estos medios sirvieron como instrumentos didácticos para

que la población incorpore los valores de la “Santa Causa Federal”. Tanto la prensa com o los oficios administrativos nos muestran que esta causa rompió los límites provinciales para identificarse con la razón americana protegida por Dios. Los responsables de la didáctica rosista en el orden local fueron el cura del pueblo y el juez de paz. Fue práctica habitual exaltar los logros federales de los campos de batalla a través de la lectura de periódicos en las misas. El juez de paz de Morón contestó a Rosas “Hemos recibido nota … y quince ejemplares de la Gaceta Mercantil y otras publicaciones a favor de nuestra Santa Causa Ameri-cana, lo que se repartió entre los que saben leer y se leyó en la misa parroquial”. (11) El ámbito de lectura fue la iglesia, porque era el lugar al que necesariamente acudía la mayoría de los vecinos. En la sociedad rosista, donde prevalece el analfabetismo, era ne-cesaria la lectura pública, que acompañada por comentarios, reforzaba entre los creyentes (espectadores) el “culto” a R o-sas. La parroquia era el contorno adecuado, ya que la causa fue considerada sagrada; un manto de misticismo envolvió al gobernador y a sus obras. Dios designó a Rosas para salvar a la patria “gloriosa y triunfante, gracia a la Divina prote c-ción… y al saludable sistema de la Federación”. (12) Por lo tanto, los opositores fueron considerados destructores del sistema: “los unitarios arruinan la religión y el Estado”.(13) La guerra fue solvéntada entre otros medios con suscripcio-nes voluntarias, dinero “espontáneamente” aportado por los vecinos. Los periódicos publicaban sus nombres junto con el de la localidad mostrando la adhesión al gobierno (14) y la disciplina de la comunidad. La prensa hizo ostensible la cohesión y la conformidad, presentando una sociedad ideal y eternamente agradecida a Rosas. Las fiestas y celebraciones por su popularidad y dinamismo natural convocaban a toda la comunidad, incluyendo a las autoridades civiles y religiosas, responsables de la organiza-ción. Los vecinos de Morón no estuvieron al margen: en los do-cumentos encontramos misas conmemorativas del aniversa-rio de la muerte de la “Heroína Federal” (15), fiestas por el cumpleaños del restaurador, celebraciones de batallas exito-sas, agasajos a visitantes. Habitualmente las fiestas eran anticipadas con una misa so-lemne. Al retrato del gobernador se lo paseaba a modo de procesión se lo ubicaba dentro de los muros del recinto sa-grado. La celebración continuaba en la plaza. Esta práctica demuestra la sacralización del poder político; la curia cedió su espacio físico para dar cabida al “culto” a Rosas. Las fiestas requerían una preparación especial: “se emba n-deró la población y se iluminó por dos noches, cohetes y continuos repique de campanas, descarga de armas de fue-go, en formación la tropa en un frente de la plaza, dicha ce-lebración tuvo efecto en un dí a de trabajo pero la concu-rrencia excedió las expectativas de los infrascripto ”. (16) Los efectos escenográficos se sirvieron, por un lado, de im-pactos visuales: luces y banderas vistieron de color a la re-presentación. A todo esto se sumaron elementos sonoros que integraban a aquellos vecinos ausentes. Nadie podía quedar excluido. Las celebraciones buscaban crear la ficción de una socie-dad unida desde el consenso: “todo ha sido júbilo, unión y

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patriotismo.” (17) Otro elemento de unificación era la vest i-menta: el juez de paz en su oficio describió las fiestas y aclaró que “las señoras asistieron a las fiestas federalmente vestidas”, instrumento visible que creaba la ilusión de un i-formidad total. La culminación de la fiesta se realizaba en la casa parro-quial con un baile donde se servía comida, se brindaba y se cantaban versos alusivos. La llegada de personajes ilustres también fueron motivo de celebración. El primero de octubre de 1839, Oribe llegó a Morón: “se preparó un alojamiento adecuado, facilitan do lo que necesitase, al mismo tiempo se le hicieron los honores de capitán general ... en la noche en que el presidente estu-vo en nuestro destino fue obsequiado con comida carne con cuero y se hizo un baile al que sin embargo no concurrió, sí los que lo acompañaban.” (18) Las fiestas reforzaban la estrategia de captación ideológica para lograr un apoyo popular. Sirvieron como instrumento para reforzar la memoria colectiva. La celebración de los aniversarios de batallas y la llegada de los jefes federales, hicieron partícipe a los vecinos de aquellos acontecimientos de los que no fueron testigos presenciales. Los pobladores de Morón, revivieron los esfuerzos de los campos de bata-lla. Además se justificaban las contribuciones económicas que realizaban los vecinos a la causa. Algunas conclusiones En este trabajo hemos analizado los mecanismos que utilizó Rosas en Morón para hacer efectivo su poder. Ante la im-periosa necesidad del mantenimiento del orden y a favor del respaldo de las autoridades locales, las estrategias repre-sivas e ideológicas le permitieron consolidar su autoridad en el partido. Aunque debemos aclarar que estas estrategias tuvieron su propia cronología. La imposición de la fuerza no era realizada en forma conti-nua y sistemática. No se registraron en los documentos ase-sinatos en masa. A través de los oficios citados, podemos comprobar como se contemplaban las situaciones persona-les de cada uno de los perseguidos. Paralelamente, todo un sistema de propaganda reforzaba la adhesión ideológica al régimen. La represión se agudizaba cuando la estabilidad del régi-men peligraba. A partir de 1843, percibimos la ausencia de notificaciones que Fernández de Cieza hiciera a Rosas con respecto a descripciones de fiestas, conmemoraciones, aga-sajos. Además, tampoco se registraron persecuciones, con-fiscaciones y encarcelamientos por cuestiones política.No obstante se mantuvieron los castigos por delitos comunes y por no delatar o comunicar a las autoridades la llegada de personas extrañas al pago o c on conductas consideradas sospechosas. Inferimos que este cambio en la documentación reflejaba un viraje en las estrategias políticas del gobernador. Para John Lynch “entre l846 y 1850 el régimen parecio ablanda r-se”. (19) Los cambios responden a la consolidación de la autoridad, por lo que la política de represión se flexibilizó y a partir de 1846, encontramos que se efectúan de sembar-gos. Por otro lado, consideramos que, el éxito de la estrate-gia de captación ideológica tuvo como resultado la acepta-ción del ritual político. El sistema de propaganda, laborio-samente implementado, se internalizó en la vida cotidiana

hasta convertirse en costumbre. E l uso de la violencia no desapareció, se apaciguó. Nada mejor para comprender este cambio de politíca en Morón que la descripción de la evolución del caso de Luis Saavedra. acusado de unitario en 1840. El veintidós de mar-zo de 1846 sus bienes fueron desembargados: “En cumpl i-miento del superior decreto del doce del presente .... ha de-sembargado y entregado a Luis Saavedra la chacra que tenía embargada en este partido desde 1840, entregándole igual-mente las puertas.... ventanas..... y animales vacunos que se hallaban guardadas en depósito”. (20) Este oficio es una muestra mas de la prolija administración del juez de paz del partido ya que detalló puntualmente cada uno de los objetos devueltos: “tres vacas lecheras con su cría”. El mismo pr o-cedimiento lo verificamos en los mencionados Mariano Castex y Fermín Rodríguez. Al primero le fueron devueltas su propiedades en 1847 y al segundo al año siguiente. (21) En los últimos años del gobierno rosista, nada hemos podi-do percibir de la sociedad moronense; desaparecieron todos los datos de sus modos de vida y costumbres. M orón se militariza, las correspondencia refiere a cuestiones exclusi-vamente marciales. Citas 1) LYNCH, John. Juan Manuel de Rosas, Bs. As., Emecé Editora S.A. 1984. pag. 164. 2) LYNCH, John, op.ct. pag.164. 3) AGN, X -21-3-1-Juzgado de Paz de Morón.(1831-1841) 4) AGN, X - 21-3-1-Juzgado de Paz de Morón.(1831-1841) 5) AGN, X - 21-3-1-Juzgado de Paz de Morón.(1831-1841) 6) AGN, X 21-3-1- Juzgado de Paz de Morón.(1831-1841) 7) AGN, X 21-3-2 -Juzgado de Paz de Morón.(1841-1847) 8) AGN, La gaceta Mercantil, Buenos Aires, 15 de Junio de 1839. 9) AGN, X 21-3-2-Juzgado de Paz de Morón.(1841-1847) 10) AGN, X 21-3-2 Juzgado de Paz de Morón.(1841-1847) 11) AGN, X 21-3-2 Juzgado de Paz de Morón.(1841-1847) 12) AGN, La gaceta Mercantil, Buenos Aires,15 de Julio de 1839. 13) AGN, Diario La Tarde, Buenos Aires, 14 de Abril de 1837. 14) AGN, La gaceta Mercantil, Buenos Aires, 5 de Mayo de 1838. 15) AGN, X 21-3-1 Juzgado de Paz de Morón.(1841-1847) 16) AGN, X 21-3-1- Juzgado de Paz de Morón.(1841-1847) 17) AGN, X 21-3-1- Juzgado de Paz de Morón.(1841-1847) 18) AGN, X 21-3-1- Juzgado de Paz de Morón.( 1841-1847) 19) Lynch,John,op.ct.pag.246. 20) AGN, X 21-3-4 Juzgado de Paz de Morón.( 1848-1852) 21) AGN, X 21-3-4 Juzgado Paz de Morón (1848-1852)

* Profesoras de Historia. Universidad de Morón.

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LA REVOLUCIÓN PREPARADA POR UNA MUJER

Rudi VARELA*

La llamada "Revolución de los Restau-radores" de 1833 fue preparada por En-carnación Ezcurra de Rosas, cuando su esposo Juan Manuel se encontraba abocado a la expedición al Desierto de las Pampas. Las cartas que ella le cursaba muestran cómo preparaba los detalles de esa Re-volución con peones de los saladeros de Barracas, gauchos de la campaña, matarifes y abastecedores de los mata-deros de la ciudad. Esa "clase nueva" producto de los gau-chos y de hombres de la orilla (de la ciudad y del Riachuelo), fue el brazo ejecutor de la Revolución primero, y luego quien mantuvo el "orden" a tra-vés de la Sociedad Popular restaurado-ra creada por doña Encarnación. Ésta sabía que el gobierno de Balcarce no estaba en condiones de satisfacer las necesidades del pueblo y que en cam-bio, podía hacerlo su esposo. Fue el primer derrocamiento de un gobierno por cuenta del pueblo. Esta nota trata solamente la acción de-sarrollada en la zona sur, propiamente en "Barracas al Sud", actualmente en los p a rtid os A ve llan ed a , L an ú s y Q u il-m es. Antecedentes Después del pacto de Barracas de 1829 celebrado en la quinta de los Piñeiro (hoy Aldecoa 821, Avellaneda), los unitarios habían desaparecido de la ciudad (Buenos Aires). Rosas había ejercido la gobernación de la provincia hasta 1832 y decidió no s eguir al no conferírsele los poderes totales. El Partido Federal fue siempre defen-sor del orden, por ello los que prefirie-ron el valor libertad primero, se separa-ron. Serían apodados los "Cismáticos", mientras que el resto, los federales ne-tos, propagaban con celo "apostólico" las verdades que predicaba Rosas. Juan Ramón Balcarce asumió la gober-nación en diciembre de 1832; algunos de su grupo eran federales, pero no "rosistas". La Honorable Sala de Re-presentantes ( H.S. de RR., Cámara de Diputados) tenía mayoría adicta a Ro-sas y p res ion aba para que éste volviera al p od er.

Pero Balcerce cometió un error táctico. Nombró ministros a generales como Enrique Martinez y Tomás de Iriarte, encubiertos enemigos de Rosas. Bajo distintos pretextos, el primero le negó auxilios y pertrechos para la expedi-ción al desierto, que había iniciado. En junio la H.S. de RR. derogó el de-creto de Rosas de 1832 que imponía restricciones a la libertad de prensa, en la cual exigía que los escritores firma-ran sus artículos y responsabilizaba a las imprentas por las publicaciones. Pero Balcarce también cometió un error estratégico: el 2 de julio ordenó al fiscal Pedro Agrelo que acusara a d ia-rios opositores que abusaban de la li-bertad de expresión. La prensa liberal (cismáticos) tenía a su favor los periódicos "Látigo", "Amigos del país", "Defensor de los derechos del pueblo" y "Constitucional de 1833". Los "apostólicos" eran apoya-dos por "La Gaceta Mercantil", "El Gaucho", "El Restaurador de las Le-yes", "El Rayo", "El Relámpago" y "Dime con quién andas". Rosas desconfiaba de muchos que de-cían ser sus amigos, terminada la cam-paña y desmembradas las tolderías, se refugió en una estancia de campo, en Río Colorado, cortando toda relación con los que en la ciudad alardeaban de ser sus correligionarios. Su único medio de comunicación con-sistió en la correspondencia que soste-nía con su esposa y con Vicente Gon-zález, quienes lo mantenían informado de cuanto ocurría en la capital provin-cial. La obra de doña Encarnación dio sus frutos, y consiguió separar a los adictos de la causa federal en cismáti-cos y apostólicos. De ellos dos llegaban informes a Ro-sas. Encarnación, el 19 de agosto, le escribe "Cada día están mejor dispues-tos los paisanos y si no fuera que te-men que los desaprobases, ya estarían reunidos para acabar con esos paisa-nos antes que tengan más recursos, porque no cesan de trabajas para ha-cerse de partido". (1) También González opina que es hora de dejarse de teorías "no hace más fal-ta que un hombre de respeto que tome

la iniciativa en la campaña para des-truir cualesquiera reunión de porque-ría de Regimientos imaginarios que forman esos lomos negros". (2) Encarnación se preocupa también por la salud de su marido y le avisa "que un mulato sastre, muy unitario, ha ido para el ejército, creo que con negocio, me dicen que te lleva un barril de acei-tunas de regalo, no las comas hasta que otro coma primero, no sea gan-cho". (3) A ella, en cambio, nada la da miedo, sabe que espía su casa un tal Castañón "pero el día que yo lo pille le ha de meter adentro y le he de pegar una buena soña". "Nadie da la cara del modo que yo -le dice-. Detesta el círcu-lo de señorones de casaca que rodea a Rosas: ella se entiende mejor con los de chiripá. "Las masas están cada día más bien dispuestas y lo estarían me-jor si tu círculo no fuera tan cerrado, pues hay quien tiene más miedo que vergüenza, pero yo les hago frente a todos y lo mismo me peleo con los cis-máticos que con los apostólicos débi-les, pues los que me gustan son los de hacha y chuza." (4) Un septiembre de terror ¿Qué pensaba Rosas de todo esto? Una carta a Vicente González del 25 de sep-tiembre, aclara su pensamiento: "Prime-ro pues debe ponerse en ejerci-cio el derecho de petición. Si se conce-de lo que se pide bueno, si no, hay el recurso de volver a ejercitarlo con nueva solicitud; y si eso no basta hay otros medios que entonces se pueden poner en ejercicio, a no ser que el go-bierno coarte esos medios y aquel de-recho, trabe su acción y proceda en ello y extraviando la senda constitucio-nal y que la Soberanía, sorda a todos los reclamos, los despreciase. Enton-ces como ya sería un hecho que ambos poderes procedían de hecho y de una manera reprobada por las leyes y el derecho, en tal caso, ya las mismas le-yes y el derecho autorizaban a la más de la población para proceder por las mismas vías de hecho, sin que lo que entonces hiciese de hecho lo reprobase el derecho, ni las leyes ni tuviera por

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ello carácter legal". (5) Rosas dejaba abierta la vía de los he-chos pero la que llevaría el paso de los sucesos de Buenos Aires sería Encar-nación. Su casa se convirtió en el cuar-tel general de los revolucionarios. De todos los campamentos venían emisa-rios trayendo información y pidiendo órdenes. Doña Encarnación no daba abasto y tuvo que tomar dos escribien-tes para contestar a tantos pedidos. A fines de septiembre el ambiente de Buenos Aires se tornó irrespirable. Uno de los mayores elementos de agi-tación era la prensa, gritona y escanda-losa, que contribuía a en ardecer aún más las pasiones en juego, recurriendo a los medios más bajos para denigrar al adversario, el ataque a su vida privada. Para colmo de males sale un periódico nuevo, "Los Cueritos al sol". Haciendo honor a su título pide materiales sobre la vida privada de Encarnación Ezcu-rra, de su suegra Agustina, de Vicente Maza y su señora, de Guido, de Mansi-lla, de doña Pilar Spano "y cualquiera otra persona del círculo indecente de los apostólicos". La noticia llenó de te-rror a la ciudad y el día 4 "El Defensor" anota con satisfacción: "Santo Cielo! qué terrible poder el de estos cueritos!. Su anuncio solamente llena de terror a medio pueblo ¿y cómo corren al fuerte, a los conventos, al teatro, al hospital, al río?, esta funesta nueva pasa de bo-ca en boca y el señor Fiscal despierta de un pesado letargo y medio vestido o desnudo llega al Fuerte, pide, clama, suplica, hace presente y al fin consigue que se acuse a los periódicos que han traspasado la ley del 8 de mayo". El escándolo de "Los Cueritos" era ex-cesivo y el Fiscal Pedro Agrelo se deci-dió a tomar medidas. Ya hacía tres me-ses que estaba estudiando los expe-dientes del caso. Por fin, el 2 de octubre formuló una acusación contra "El Restaurador", "El Defensor", "El Rayo", "El Relámpago", el "Dime con quién andas", "La Gace-ta" y "El amigo del país". Cismáticos y apostólicos caían juntos bajo el dedo acusador del Fiscal, que calificaba a sus autores de "escritores delincuen-tes". UN OCTUBRE REVOLUCIONARIO En la Plaza de la Victoria (de mayo) Un equívoco encendió la chispa. Re-sulta que el diario de la oposición "El Restaurador de las Leyes", fundado por Nicolás Mariño con el propósito de atacar al Ejecutivo, fue elegido para

encabezar la lista de los enjuiciados. Para la mayoría, era un pretexto busca-do adrede por el gobierno, dirigido di-rectamente contra Rosas. La causa de-bía iniciarse el 11 de octubre de 1833, a las diez de la mañana. Mucho antes de esa hora, grupos de gente del subur-bio se juntaron en las galerías de la Ca-sa de Justicia (el Cabildo), a la espera de los acontecimientos. Mientras se re-unían los componentes del "Jury de en-juiciamiento", un mendigo que deam-bulaba por la plaza gritó: "Viva el Res-taurador de las Leyes!", poniendo de manifiesto que a quien se intentaba juzgar no era a la libertad de imprenta. A los vivas lanzados por el pordiosero pronto se sumaron cientos de voces, hasta que, de improviso, los concurren-tes que protestaban a gritos empezaron a abandonar la plaza. El movimiento revolucionario había comenzado y tenía desde sus orígenes un claro sentido popular. "La gaceta Mercantil" dice: "Una chispa indescre-tamente arrojada ha causado una ex-plosión general. Los ciudadanos que vitorearon a Rosas, justamente temero-sos de que se ejerciera contra sus per-sonas algún acto de arbitrariedad, se retiraron al otro lado del puente de Barracas, donde empezaron a reunior gente. No era de crearse de mayor trascendencia un movimiento tan re-pentino, realizado sin concierto o com-binación, pero a las pocas horas rev is-tió ya u n ca rá c ter ser io y a la rm a n te" .(6 ) Ante esto, el gobierno preparó a los guardicárceles haciendo cargar sus ar-mas, y envió la fuerza en línea de bata-lla al mando del general Agustín de Pi-nedo. En la capilla del italiano Los insurrectos se instalaron en la "Capilla del italiano" (en la actual Av. Mitre 949 de Avellaneda, a un kim. del puente). El 5º y 6º Escuadrón de Caba-llería Cívica, formado por gente de la campaña y al mando del coronel Pru-dencio Rozas (hermano de Juan Ma-nuel) y del teniente Fabián Rozas (seis años después dueño de la capilla), el 12 de octubre de 1833 toman por asalto la comandancia militar de Quilmes al mando del coronel Manuel Pueyrredón y apoderándose de las armas, retornan a la capilla, donde está el cuartel gene-ral revolucionario. (7) El día 13, gran cantidad de civiles y militares se unieron a los congregados en desacuerdo, nombrándose jefe de los reunidos el general Agustín de Pi-

nedo; sí, al mismo que había sido en-viado por el Gobierno para aplastar la revuelta! Como segundo jefe se desig-nó al general Mariano Benito Rolón. El grupo de cien disidentes, al que lue-go se agregaron obreros saladeristas, reseros, troperos y gauchos de la cam-paña, se ubicó en los alrededores de la capilla. El gobernador Balcarce señalaba como responsables y cabecillas del movi-miento revolucionario a los comandan-tes Martín Hidalgo y José Montes de Oca, a los capitanes Manuel Alarcón y Manuel Castillo, a los mayores José María Benavente y Ciriaco Cuitiño, al teniente Bernardino Cabrera, a los co-misarios Pedro Chanteyro, Pablo Cas-tro Chavarría y Matías Robles, y a los ciudadanos Carmelo Piedrabuena, José María Wright, Francisco Wright y D.N. Parra. (8) Ese mismo día 13, llegó a la concentra-ción reunida en la capilla, la noticia de que una delegación de la H.S. de RR. compuesta por los comisionados Nico-lás Anchorena, Juan José Cemadas, Manuel José García y el general Tomás Guido, se apersonaría a l os "ciudadanos desidentes". Ante este anuncio, los restauradores re-forzaron las preocupaciones y fijaron la concentración principal de sus fuerzas un poco más lejos, en la chacra de An-tonio Tollo, que hoy quedaría cerca de la Estación Don Bosco, en la manzana formada por las calles San Martín, Mi-siones, Montevideo y Pringles. (9) La reunión entre leales y desidentes En la quinta de Downes (hoy Barracas, Cap. Fed.), se detuvo la Comisión de la H.S. de R.R. por el mal estado de los caminos, ya que no permitía avanzar más a los carruajes, conviniendo ambas partes en no i niciar las hospilidades, hasta tanto no s e hubiese realizado la entrevista proyectada. Al anochecer, el general Pinedo cruzó el puente y se presentó en la quinta an-tes citada en compañía de Agustín Wright, del comandante Martín Santa Coloma y de algunos hombres de tro-pa, manteniendo una conferencia que se p ro lon gó h asta la s 4 d e la m adrugada. (1 0 ) Los miembros de la Comisión hicieron inauditos esfuerzos para obtener la su-misión de Pineda, quien en ningún mo-mento desconoció la autoridad de la H.S. de RR., sosteniendo que su presen-cia al frente de los "ciudadanos disi-dentes" fue a causa de la intransigencia

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del general Balcarce. (11) Las fuerzas rebeldes condensaron en un petitorio los cargos que formulaban. Empezaron por los miembros del Go-bierno, imputándoles carecer de ciuda-danía provincial a dos ministros, como lo prevenía la ley del 23 de diciembre de 1823, a ser naturales del territorio para el que eran elegidos. Otra imputa-ción consistía en haber violado, una banda de facciosos, el hogar de Pedro de Angelis y no haber sido repudiados por el Gobierno. Por último, al vecino Ibarra lo habían desalojado de la casa que habitaba, para cedérsela en alqui-ler, a menor precio, a las hermanas del gobernador Balcarce. Mientras esto ocurría, el coronel Ger-vasio Rozas era arrojado de la ciudad, y el General Rosas informado de la s i-tu ac ió n se d ec la ra a f avor d e los in su rec -tos . La capital provincial sitiada La vida en la ciudad se había hecho in-tolerable: comenzaban a faltar comesti-bles ya que se había interrumpido el cruce del puente desde la pulpería de los Cabo. Una comisión rebelde, formada por los Señores Gervasio Rozas y Agustín Wright, redactó la famosa "Exposición de los Restauradores", el 24 de octubre en la chacra de Julián Panelo (Hipólito Yrigoyen 5000 cerca de la actual Esta-ción Lanús) que, firmada por Pinedo, remitieron al Presidente de la H.S. de RR. y a los encargados de negocios británicos y del Brasil y al Cónsul de los franceses, para que los conceptos expuestos fuesen simultáneamente co-nocidos por el General Balcarce, pi-diendo el restablecimiento de las leyes y de la tranquilidad. (12) En este estado de cosas llegamos a la llamada "diversión militar del 1º de no-viembre" preparada para derrocar a Balcarce, que ya carecía de apoyo civil y militar. Aunque hubo algún movi-miento de tropas restauradoras, la no-che anterior se había presentado lluvio-sa, transcurriendo el citado día sin que todas las fuerzas sublevadas pudiesen entrar en la ciudad. Los disidentes ha-bían logrado reunir un contingente de 6.000 hombres armados con idea de hacerlos desfilar. (13) A pesar de que este despliege no tuvo el alcance esperado, el Gobierno en las primeras horas, convocó a la H.S. de RR. para que se ocupara de los graves problemas de la provincia. Ésta, en pri-mer término, se dirigió al jefe de los

disidentes para recordarles el compro-miso de no iniciar las hostilidades has-ta que los representantes arribasen a una solución, y otra al Gobierno. To-dos sabían que la ciudad estaba virtual-mente sitiada. Con todo, la situación no podía prolon-garse y Balcarce, frente a l a oposición de la mayoría, hubo de resignar el si-tial: el 3 de noviembre abandona el car-go. Embarcado en la goleta "Saran-dí", pasó a montevideo el día 6. El día 7 de noveimbre, partiendo desde el puente Barracas, desfilaron hasta la Plaza de la Victoria, de 6 a 7.000 ciu-dadanos en el mayor orden, en medio de las más calurosas aclamaciones del pueblo, mientras las damas federales arrojaban flores a su paso. (14)

ACCIONES POSTERIORES A LA REVOLUCIÓN

Puente Barracas cambia de nombre El enfrentamiento entre cismáticos y apostólicos había terminado con el éxi-to rotundo de éstos últimos. El verda-dero vencedor había triunfado desde las sombras, a través de su esposa En-carnación Ezcurra. Juan José Viamonte era el nuevo Gobernador. La quinta y casa del general Balcarce fue presa del robo y saqueo el 11 de noviembre, y algunos días después aparecieron tiroteados los frentes de las residencias de los generales Olazábal y Tomás de Iriarte. La autoría de estos desmanes fue reconocida por la propia doña Encarnación, en una carta del 4 de diciembre dirigida a su esposo don-de, entre otras noticias referidas a la re-volución, le decía sin tapujos: "No se hubiera ido Olazábal, don Félix, si no hubiera yo buscado gente de mi con-fianza que le han baleado las ventanas de su casa lo mismo que en lo del godo Iriarte y el fascineroso Ugarteche". Encarnación saboreaba la victoria. En-tusiasmada dice: "Ya le he escrito a Juan Manuel que si se descuida conmi-go, a él mismo le he de hacer una re-volución, tales son los recursos y la opinión que he merecido de mis ami-gos". (15) Encarnación es admirada hasta por los federales de "casaca". Vicente Maza le escribe a R osas: "Tu esposa es la he-roína del siglo: disposición,valor, te-són y energía desplegadas en todos los casos y en todas ocasiones; su ejemplo era bastante para electrizar y decidirse; mas si entonces tuvo una marcha expuesta, de hoy en adelante debe ser más circunspecta, esto es me-

nos franca y familiar. A mi ver sería conveniente que saliera de la ciudad por algún tiempo. Esto le traería los bienes de evadirse de compromisos, que si en unas circunstancias convenía cultivar, variadas éstas, es mejor no perderlas, pero sí alejarlas" (16) Al lado del puente Barracas los herma-nos Cabo festejaron con grandes actos los acontecimientos en su pulpería. Al Puente le pusieron un cartel identifica-torio:"RESTAURADOR DE LAS LE-YES", nombre que duró poco más de 17 años. (17) Por primera vez en la historia del país, gente del campo y de la orilla tomaba las armas para hacer caer a un gobierno que estaba ajeno a sus problemas. Doña Encarnación había sabido explo-tar el potencial de los seguidores de su marido para llevarlo en poco tiempo más, nuevamente al poder. NOTAS (1) SAENZ QUESADA, María. "Encar-nación y los Restauradores", en Todo es Historia Nº 34, Buenos Aires, febrero 1970. (2) Idem. (3) Idem. (4) Idem. (5) Idem. (6) F ITTE,Ernesto J. "La Revolución de los Restauradores", Separata investigaciones y en-sayos Nº 23, Academia Nacional de la Histo-ria, Buenos Aires, 1977 (7) Idem. (8) Idem. (9) CRAVIOTTO, José A. Historia de Quil-mes. Archivo Histórico "R.Levene", La Plata, 1967, pag.145. (10) FITTE, Ernesto J. "La Revolución de los Restauradores", Separata investigaciones y en-sayos Nº 23; Academia Nacional de la Histo-ria, Buenos Aires, 1977. (11) Idem. (12) Idem. (13) Idem. (14) Idem. (15) Idem. (16) SAENZ QUESADA, María: "Encar-nación y los Restauradores", en Todo es His-toria Nº 34, Buenos Aires, febrero 1970. (17) VARELA,Rudi. LAS ESCUELAS DE AVELLANEDA y la enseñanza primaria oficial, Edit. "La Ciudad", Avellaneda, 1993.

*Director de Patrimonio Cultural

de la Municipalidad de Avellaneda.

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Hacia 1873, cuando Juan Manuel vivía en la ciudad de Southampton (Inglaterra), fue visitado por Vice-nte Quesada y su hijo Ernesto, el historiador. De la charla mantenida en dicho encuentro surgió de Rosas una original evaluación sobre su gobierno. Trascendiendo una imagen fuerte y personalista, constituyen sus palabras un interesante veredicto des-de la vejez. "Subí al gobierno encontrándose el país anarquizado, dividido en cacicazgos hoscos y hostiles entre sí, des-membrado ya en parte y en otras en vías de desmem-brarse, sin política estable en lo internacional, sin or-ganización nacional, sin tesoro ni fianzas organizadas, sin hábitos de gobierno, convertido en un verdadero caos, con la subversión más completa en ideas y propó-sitos, odiándose furiosamnte los partidos políticos; un infierno en miniatura. Me dí cuenta de que si ello no se lograba modificar de raíz, nuestro gran país se diluiría definitivamente en una serie de republiquetas sin im-portancia y malográbamos así para siempre el porve-nir, pues demasiado se había fraccionado ya el virrei-nato colonial! La provincia de Buenos Aires tenía, con todo, un sedimento serio de personal de gobierno y de hábitos ordenados: me propuse reorganizar la adminis-tración, consolidar la situación económica y, poco a poco, ver que las demás provincias hicieran lo mismo. Si el partido unitario me hubiera dejado respirar no dudo de que, en poco tiempo, habría llevado al país hasta su completa normalización; pero ello no fue po-sible, porque la conspiración era permanente y en los países limítrofes los emigrados organizaban constante-mente invasiones. Fue así como todo mi gobierno se pasó en defenderse de esas conspiraciones, de esas in-vasiones y de las intervenciones navales extrajeras: eso insumió los recursos y me impidió reducir los caudillos del interior a un papel más normal y tranquilo. Ade-más, los hábitos de anarquía, desarrollados en 20 años de verdadero desquicio gubernamental, no podían mo-dificarse en un día. Era preciso primero gobernar con mano fuerte para garantizar la seguridad de la vida y del trabajo en la ciudad y en la campaña, estableciendo un régimen de orden y de tranquilidad que pudiera permitir la práctica real de la vida republicana. Todas las constituciones que se habían dictado habían obede-cido al partido unitario, empañado -como decía el fa-nático Agüero- en hacer la felicidad del país a palos: Jamás se pudieron poner en práctica. Vivíamos sin or-ganización constitucional y el gobierno se ejercía por resoluciones y decretos, o leyes dictadas por las legisla-turas: mas todo era, en el fondo, una apariencia, pero no una realidad; quizá una verdadera mentira, pues las elecciones eran nominales, los diputados electos eran designados de antemano, los gobernadores eran los que lograban mostrarse más diestros que los otros e

inspiraban mayor confianza a sus partidarios. Era, en el fondo, una arbitrariedad completa." "Pronto comprendí, sin embargo, que había emprendi-do una tarea superior a las fuerzas de un solo hombre: tomé la resolución de dedicar mi vida entera a tal pro-pósito y me convertí en el primer servidor del país, de-dicado día y noche a atender el despacho del gobierno, teniendo que estudiar todo personalmente y que resol-ver todo tan sólo yo, renunciando a las satisfacciones más elementales de la vida, como si fuera un verdadero galeote. He vivido así cerca de 30 años, cargando solo con la responsabilidad de los actos de gobierno y sin descuidar el menor detalle: vivos están todavía los em-pleados de mi secretaría que se repartían por turnos las 24 horas del día, listos al menor llamado mío, y yo, sin respetar hora ni día, apenas daba a la comida y al sue-ño el tiemppo indispensable, consagrando toda mi exis-tencia al ejercicio del gobierno. Los que me han mote-jado de tirano y han supuesto que gozaba únicamente de las sensualidades del poder son unos malvados, pues he vivido a la vista de todos, como en casa de vidrio, y renuncié a todo lo que no fuera el trabajo constante del despacho sempiterno. La honradez más escrupulosa en el manejo de los dineros públicos, la dedicación obso-luta al servicio del Estado, la energía sin límites para resolver en el acto y asumir la plena responsabilidad de las resoluciones, hizo que el pueblo tuviera confianza en mí, por lo cual pude gobernar tan largo tiempo. Con mi fortuna particular y la de mi esposa, habría podido vivir privadamente con todos los halagos que el dinero puede proporcionar y sin la menor preocupación: pre-ferí renunciar a ello y, deliberadamente, convertirme en el esclavo de mi deber, consagrado al servicio obso-luto y desinteresado del país. Si he cometido errores -y no hay hombre que no los cometa- sólo yo soy respon-sable. Pero el reproche de no haber dado al país una constitución me pareció siempre fútil, porque no basta dictar un cuadernito, cual decía Quiroga, para que se aplique y resuelvan todas las dificultades: es preciso antes preparar al pueblo para ello, creando hábitos de orden y de gobierno, porque una constitución no debe ser el producto de un iluso soñador sino el reflejo exac-to de la situación de un país. Otorgar una constitución era un asunto secundario; lo principal era preparar al país para ello, y esto es lo que creo haber hecho!". Documento extractado de Crónica argentina. Tomo III. Centro Editor de América Latina.

Juan Manuel de Rosas Su visión desde el ostracismo

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El Partido del Pilar y la Cañada de Escobar perteneció a la jurisdicción del Cabildo de la Villa del Luján hasta su extinción -reformas rivadavianas mediante- y su reempla-zo por los Juzgados de Paz y Comisaría. Ubicado en una posición estratégica por su cercanía con la Guardia del Luján y los cuarteles de Santos Lugares y las virtudes na-turales de sus campos, aptos para la invernada de caballos y vacunos, tuvo un rol importante en el esquema de poder rosista, participando con hombres para las tropas, ganado vacuno y caballar para el ejército, al tiempo que su gente desplegaba las actividades propias de toda sociedad. Las actividades principales del Juez de Paz y Comisario eran organizar y controlar esas tareas, enviar los informes periódicos al Sr. Gobernador, velar por el cumplimiento estricto de sus órdenes, perseguir los vagos y malentrete-nidos y realizar los Padrones de propietarios y habitantes. En esta oportunidad presentamos una lectura social, eco-nómica y política del "Padrón de Propietarios" realizado por el Juzgado de Paz y Comisaría del Partido del Pilar, Don Silverio Basabe, y elevado a "manos de Nuestro Ilus-tre Restaurador de las Leyes, Gobernador y Capitán Gene-ral, Brigadier D. Juan Manuel de Rosas", en el mes de marzo de 1838. Conviene señalar que una lectura sobre censos y/o padro-nes presenta por lo menos una limitación importante en toda producción histórica en la medida que refleja la reali-dad en un m omento determinado y muy preciso con el agregado de la subjetividad que importan las preguntas y las impresiones que vuelca el censista, más allá de los márgenes de errores. De cualquier manera, esa limitación no invalida ni quita calidad histórica al documento. Es simplememte una advertencia a tener en cuenta en la for-mulación de conclusiones. Este "Padrón de Propiedades" está realizado siguiendo las divisiones políticas-administrativas del Distrito en esa época, es decir los "cuarteles", según el siguiente detalle, de acuerdo a documentación de ese año:

CUARTEL I: Desde el Pueblo de Pilar hasta el Arroyo de los Chevez. CUARTEL II: Pilar Abajo hasta el Rincón de Fermín. CUARTEL III: Desde el Río Luján hasta el Rincón de Canchillo. CUARTEL IV: Desde la Cañada de Escobar hasta el Arroyo Las Catonas.

En cuanto a lo económico, los datos nos permiten aproxi-marnos a la estructura productiva del Distrito, a partir de las ocupaciones de los propietarios, quienes -en general- eran residentes en él y más específicamente en el propio lugar de producción. Muchas concluciones quedan abiertas a la lectura de la

"Planilla Estadística Sintesis", pero sí deseo señalar: - Desde el plano económico: • Que se manifiesta una fuerte presencia de

"propietarios" dedicados a tareas de agricultura (chacareros, labradores, quinteros).

• Que esa especialización productiva es más notable en el Cuartel IV, donde se manifiestan los "quinteros".

• Esta "paridad" entre "propietarios" que se dedican a la ganadería y los que se dedican al laboreo de la tierra no implica igualdad o pa ridad en términos de valor económico de la producción.

• No debemos olvidar que la ganadería es el rubro as-cendente y su producción esta orientada al mercado externo.

• La existencia de agricultura - aunque no podemos pro-bar a través de este documento - nos indica que conti-núa con la producción de cereal (trigo) y hortaliza y alfalfa en las quintas, cuya existencia se remonta a la época colonial. El trigo y las hortalizas quizás no eran solamente para el consumo de la población del Distrito sino que también estarían destinadas hacia la Ciudad de Buenos Aires.

• Sólo el 1,38% de los propietarios es de "color" (5), cinco pardos más precisamente. De los cuales, cuatro son chacareros y uno labrador.

• Las "Casas de Trato y Pulpería" son dos y están en el Pueblo de Pilar. Sobre trece pulperías, siete estan en el Cuartel I. Es decir que los centros de operaciones co-merciales y financieros estaban concentrados en el ám-bito urbano o por lo menos en lo que se denominaba "pueblo" y era, además, asentamiento de la autoridad distrital.

- Desde el plano social: • Los de "color" están representados en los propietarios

en un p rocentaje mucho menor a su presencia demo-gráfica, que estimo para ese tiempo 7% de la pobla-ción total.

• Además están registrados como propietarios en el sec-tor productivo menos dinámico. Ninguno es estanciero ni comerciante.

• También son pocos los extranjeros propietarios. De ellos, dos son chacareros, tres estancieros y un quinte-ro.

- En cuanto a lo político notamos que: • Todas las autoridades del Districo (Juez de Paz, Alcal-

de y Tenientes de Alcalde) tienen estancia y están

EL PADRÓN DE PROPIETARIOS DE 1838 DEL PARTIDO DEL PILAR UNA LECTURA ECONÓMICA, SOCIAL Y POLÍTICA

Luis Alberto MESSA*

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"clasificados" como de "regular" y "poca" fortuna. Es decir que ningún funcionario es chacarero, labrador o quintero, ni aún en el Cuartel IV en donde predomina el número de labradores y quinteros sobre los estan-cieros.

• Conviene destacar que el Juez de Paz y Comisario provenía de familias -o era él mismo- propietarias de estancia y de Casas de Trato y Pulpería.

• Resulta entonces evidente que el control del aparato político estaba en mano de los "estancieros" pequeños y/o medianos según lo citamos en el párrafo anterior. Todos adictos a la "Causa de la Federación" con la cu-al colaboraban con su persona y bienes. Pero también es cierto, según lo refleja el "padrón", que por lo me-nos esta región bonaerense no es para nada una "estancia" por donde transitan libremente gauchos y vacas, sino por el contrario es una sociedad más com-pleja y más contradictorios los intereses sectoriales, donde con los estancieros conviven con chacareros, labradores y quinteros, quienes de alguna manera se sentirían expresados y representados por aquellos, en la medida que el orden rosista ofrecía estabilidad so-cial y productiva a través de la disciplina guardada ce-losamente por las autoridades y por otra parte un mer-cado consumidor para su producción. Vemos entonces que si el soporte político del rosismo eran esos estan-

cieros -repetimos más bien pequeños y medianos y no grandes- no menos adherían (aunque con escaso o nin-gún grado de participación en el esquema "oficial" de gobierno distrital) "fervorosamente a l a Causa de la Federación" esos chacareros, labradores y quinteros.

Esta complejidad social viene a d esmitificar esa imagen brindada por el esquema que sostiene que en la medida que Rosas era un gran estanciero y la región bonaerense era una "gran estancia", la política y la conducción del Estado se reducían a reproducir las relaciones paternalis-tas que se originan en la relación patrón-estanciero-gaucho y vemos, por lo tanto, que la base social del rosis-mo era mucho más amplia y compleja, y la política y la conducción más abarcativa y diversa. FUENTES • A.G.N. Padrón de Propietarios de 1838. Sala X.

25.6.2 (Censo Nº 42). • A.G.N. Juzgado de Paz y Comisaría del Pilar. Sala X.

21.4.1.

*Profesor en Historia. Egresado del I.S.F.D. Nª 15 -Campana- D.G.C. y E. de Bs. As. Lic. en Historia

egresado de la U.N.Luján.

CUAR TEL

TOTAL PROPIE-TARIOS

ESTANCIERO

PULPERO TEN-DERO

PULPERO

CHACARERO

LABRADOR

QUINTERO

I 91 41 45,05 2 2,20 7 7,70 41 45,05 - - - - - -

II 108 71 65,74 - - 4 3,70 29 26,85 3 2,78 - - 1 0,93

III 74 37 50 - - 1 1,35 12 16,22 24 32,43 - - - -

IV 90 38 42,22 - - 1 1,11 - - 34 37,78 17 18,89 - -

TOTAL 363 187 51,52 2 0,55 13 3,58 82 22,59 61 16,80 17 4,68 1 0,28

SIN INFORMA-CION

OCUPACIONES PRODUCTIVAS

Cd. % Cd. % Cd. % Cd. % Cd. % Cd. % Cd. %

NEGRO

PARDO

BLANCO

ESPAÑOL

EXTRANJERO

PORTUGUES

FRANCES Cd. % Cd. % Cd. % Cd. % Cd. % Cd. % Cd. % Cd. %

- - 4 4,80 87 95,60 1 1,10 1 1,10 - - - - 89 97,80 - - - - 108 100 1 0,93 - - 1 0,93 1 0,93 105 97,21

- - 1 1,35 73 98,65 - - - - - - - - 74 100 - - - - 90 100 1 1,11 - - - - - - 89 98,89 - - 5 1,38 358 98,62 3 0,82 1 0,28 1 0,28 1 0,27 357 98,35

ARGENTINO

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En más de una oportunidad he pun-tualizado las características básicas que permiten definir -y diferenciar entre sí- los conceptos de tradición, tradicionalismo, nativismo y proyec-ción folklórica. No puedo extender-me aquí nuevamente sobre esas cues-tiones, pero sí me resulta necesario iniciar este breve artículo con una ri-gurosa síntesis que nos sirva en ade-lante como punto de referencia. La tradición es un proceso dinámico de transvasamiento generacional de bie-nes culturales. El tradicionalismo ha demostrado ser en nuestro país un movimiento que pese a autodefinirse como cultor y protector de ciertos elementos de la tradición, ha tomado a ésta como un patrimonio estático e inalterable, y a menudo falla en sus diagnósticos cuando intenta determinar qué es auténti-camente tradicional y qué no lo es. El nativismo, por su parte, es esencialmente crea-dor. Sus cultores desconocen virtualmente casi todos los rasgos culturales tradicionales y, a lo sumo, toman como tales, sin cultivarlas, las pautas de la "tradición" difun-didas por el tradicionalismo. Un trabajo de proyección folklórica, en cambio, es aquel que a par-tir del conocimiento técnico de determinado hecho fol-klórico lo recrea artística-mente logrando una obra que re-fleja el carácter, el estilo y el ambien-te de la fuente original. La proyec-ción folklórica, en consecuencia, es una tarea que necesariamente conju-ga el talento creativo con el docu-mento científico. La tradición vive en la memoria y la acción del pueblo. El tradicionalis-mo y el nativismo han sido y son mo-vimientos artísticos urbanos de im-portante desarrollo, complejos mati-ces e interesantísima historia. La pro-yección folklórica argentina, en cam-bio, está representada por expresio-

nes tan aisladas como excepcionales en el campo del arte. El caso de la danza que hoy se reco-noce con el nombre de refalosa fede-ral en academias y peñas dedicadas al cultivo de los bailes criollos será el ejemplo del que me valdré para ampliar en esta oportunidad la apre-tada síntesis conceptual que acabo de exponer. Comenzando por lo indiscutible, hay que recordar que la refalosa o resba-losa es una danza peruana que data de la época colonial y que aún se ha-lla en ese país vigente. (1) Se trata de una danza afandangada que en sus orígenes estuvo íntimamente empa-rentada con la zamba y la zamacueca y que hoy lo está con la

marinera y el ma-lambo. En el Perú se la llamó también zamba refalosa, lo que alu-día a las mujeres que la bailaban -las zambas, o sea las mestizas de negro africano con indígenas peruano- y a su forma de bailar: picaresca, cim-breante, ondulante, sensual, insinuan-te y a la vez esquiva. La refalosa pasó, alrededor de 1835, desde Lima a C hile, donde la docu-mentación histórica que la menciona a partir de ese momento y durante to-

do el Siglo XIX es rica y variada (Pereira Salas, 1941: 281-289). Muy pronto cruzó Los Andes hacia Men-doza, "de allí a los salones y a la campaña cuyanos y, más débilmente, a las provincias cercanas" (Vega, 1986: 244). El investigador citado en último término recogió diferentes versiones poéticas, musicales y co-reográficas de esta danza en sus tra-bajos de campo de Mendoza, San Juan y San Luis, logrando además completar esta colección con unos pocos ejemplos más de Catamarca, La Rioja, Córdoba y Tucumán. (2) Pueden resumirse las características de este material indicando que su es-tructura poética se basa en la interca-lación de versos de las coplas con es-

tribillos, motes y exple-tivos; que su música

responde a las típicas pau-tas del cancionero Ternario

Colonial, y que su coreografía posee travesías simples o dobles, cuatro esquinas, vueltas, zapateos y zarandeos. Todos estos elementos, hacen evidente un parentesco con la zamacueca y una procedencia andi-na.

Hacia 1840, el nombre de refalosa relacionado con un baile circulaba en Buenos Aires, los enemigos de

Juan Manuel de Rosas y del Parti-do Federal lo difundieron en ver-

sos y comentarios en los que se asociaba el verbo

"refalar" con el degüello de que eran víctimas los unitarios. Pero

Carlos Vega ha demostrado sobrada-mente que la danza en boga entre los federales era en realidad la media ca-ña. Sintetizo su detallada demostra-ción con este comentario referido a la no probada presencia de la refalo-sa en el Plata: "Varios documentos antiguos certifican la popularidad de la Media Caña; los que nombran la "resbalosa" son casi todos versos guerreros de la época cruenta y están casi siempre relacionados con el de-

LA REFALOSA FEDERAL, UNA DANZA HIPOTÉTICA

Rubén Pérez Bugallo*

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güello del enemigo. Salvo el tardío y dudoso de Berutti, ninguno puede atribuirse sin objeciones a la Resba-losa andina" (Vega, op.cit.: 237). En efecto, el músico Arturo Berutti (1858-1938) incluyó, en sus artículos escritos en Buenos Aires en 1882, a la Refaloza (Sic.) entre los bailes criollos, indicando que una de sus peculiaridades era la combinación de formas del gato y de la zamacueca. Pero hay que recordar que Berutti era sanjuanino y que residió desde muy niño en la ciudad de Mendoza, en donde seguramente conocía la danza. Otra prueba de que la refalosa pro-piamente dicha no se bailaba a f ines del siglo pasado en el campo bonae-rense es el hecho de que Ventura R. Lynch ni siquiera la haya menciona-do en su obra de 1883, dedicada pre-cisamente a volcar sus incipientes observaciones sobre música criolla de nuestra provincia. Hasta aquí, la tradición popular -más o menos conocida a través de los do-cumentos históricos y los datos etno-musicológicos- nos habla de la refa-losa en Perú, en Chile y en Cuyo. Ninguna prueba fehaciente permite ubicarla en la provincia de Buenos Aires. Ni en la época federal, ni antes ni después. Veamos a continuación como, desde la óptica tradicionalista, esta realidad se ha tergiversado. En 1923 apareció una primera ver-sión musical de La Resbalosa según Andrés Chazarreta, en la que el reco-pilador-compositor dio rienda suelta a su libre imaginación a partir de muy vagas y desconectadas referen-cias obtenidas en el Departamento Figueroa (Santiago del Estero) sobre la forma de la danza. El resultado fue una escritura inadecuada -basada en frases de chacarera "trunca"- y una letra francamente deturpada, desde cualquier punto de vista inadmisible como referencia documental. Carlos Vega advirtió el refrito cuando estu-diando las características musicales de la auténtica refalosa aclaró que sólo se basaba en "las versiones to-madas al pueblo, y no a las que más o menos s s u imagen componen los modernos tradicionalistas" (Vega, op. cit.: 244). Sin embargo, el aporte de Chazarreta ganó adeptos. En 1927 Jorge M. Furt

describió dos versiones coreográfi-cas, una andina -la más creíble- y otra "predominante en las provincias mediterráneas" (Furt, 1927: 54) que no hace sino dar ingenuo crédito a la versión de Chazarreta. Andrés Beltrame hizo conocer su "versión pampeana" en enero de 1934. El mismo año, pero siete me-ses más tarde -en agosto-, Carlos Ve-ga publicó su primera versión docu-mental en el diario "La Prensa". Pero ya era tarde. Los círculos tradiciona-listas, poco adeptos a minuciosidades académicas y a precisiones metódi-cas, habían hecho suyas -parece que para siempre- las antojadizas versio-nes anteriores, convirtiéndolas en "folklore" tanto a fuerza del repetido cultivo institucionalizado como de la despreocupada prescindencia de todo aporte científico que pudiera restar-les credibilidad. Ismael Moreno publicó su versión en 1936. Para estos tiempos, ya la pere-grina idea de que el baile que esta-mos tratando se llamaba refalosa porque en los tiempos de Rosas los mazorqueros lo bailaban resbalando en la sangre de los degollados era de rigor en todo comentario introducto-rio de peña o academia sobre los "orígenes" de la danza. En 1948, An-tonio Barcelé -primer Director de la

Escuela Nacional de Danzas- incluyó la refalosa federal en sus programas de danzas folklóricas. Discípulo de Beltrame pero admirador de Chaza-rreta, su versión resultó un término medio: la coreografía presuntamente santiagueña pero bailada con atuen-dos de mazorquero o estanciero fede-ral bonaerense. Desde entonces y hasta ahora, ésa es la forma -que cuenta con extrañas "travesías", des-plazamientos laterales con exagerado resbalón, zapateos y zarandeos "de retroceso"- que se enseña en las aca-demias de todo el país y se practica en las peñas, especialmente en las que pretenden lucir una pátina de re-visionismo histórico o directamente hacer gala de un extemporáneo rosis-mo. Para el tradicionalismo de nada parece haber servido la esforzada ta-rea de rescate de Carlos Vega. De nada, tampoco, el tardío esfuerzo de sistematización de don Alberto Ro-dríguez con su refalosa cuyana pu-blicada en 1987. Y es probable que de nada sirvan llamados de atención como el presente. Los tradicionalis-tas se hallan realmente aferrados a tradiciones inventadas como la que nos ocupa. Pasando ahora al terreno nativista, tengo una anécdota que muestra cla-ramente la habitual actitud de igno-

Melodía folklórica de refalosa recogida por Carlos Vega de Belén, Catamarca. Registro Nº 235-298 del Instituto Nacional de Musicología.

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rancia que fluctúa permanentemente entre lo ingenuo y lo deliberado. En el año 1984, cuando en pleno desa-rrollo de mi Relevamiento de la Mú-sica Criolla Tradicional de la Pro-vincia de Buenos Aires me hallaba trabajando en el partido de Chivil-coy, conocí a Carlos Enrique Mar-chesini, joven de quince años que re-cién se iniciaba en el canto y la guita-rra. Le grabé una docena de sus inter-pretaciones y a la vez, atendiendo a su interés por la antigua música de nuestro país, le "pasé" dos versiones de refalosa tradicional recogidas en campaña dieciséis años antes. Prome-tió no solo aprenderlas sino también -con mi autorización mediante- ofre-cérselas a su amigo Alberto Merlo -reconocida figura del canto nativista "surero"-, convencido de antemano de que este profesional sabría apre-ciar el valor de estos registros y los incorporaría inmediatamente a su re-pertorio. Al año siguiente visité de nuevo al joven cantor criollo -hoy ya convertido en un c onocido payador de su zona- quien efectivamente ha-bía aprendido una de mis versiones, pero dudaba en cantarla en público porque su amigo profesional la había rechazado...¡por no encontrarla ajus-tada a la coreografía "tradicional" de la Escuela Nacional de Danzas!. Muestra evidente de cómo el nativis-mo, creador por excelencia, se justifi-ca en ocasiones acudiendo equívoca-mente al tradicionalismo con la con-vición (?) de estarse remitiendo a las más incuestionables tradiciones. Para finalizar, hay que decir que no existen, en el terreno de la música y la danza, casos de auténtica proyec-ción folklórica aplicados a la refalo-sa, "federal" o no. El más aproxima-do a ese carácter es sin duda el de las "Coplas por refalosa", tema no baila-ble que el mendocino Jorge Marziali compuso hacia 1990, respetando en lo musical la alternancia rítmica de pies yámbicos y tribráqueos -lo que indica el conocimiento, por parte del autor, de ese rasgo, muy vigente en Chile- e intercalando coplas y motes en la armadura poética. A modo de conclusión, puedo asegu-rar que la refalosa federal no consti-tuye el único caso de estereotipo co-reográfico tradicionalista carente de

asidero documental. Sólo espero que alguna joven generación de investi-gadores, músicos y bailarines, se de-cida a reemprender la ardua tarea que implica la reconstrucción de nuestras auténticas danzas bonaerenses. Y que logre el indispensable apoyo para ha-cerlo. Notas 1) En la actualidad en Lima, la marine-ra -reformulación de la zamacueca crea-da y difundida a partir de 1879 por Abe-lardo Gamarra ("El Tunante")- suele te-ner una "fuga de refalosa" como agrega-do intermedio o final. 2) Hay que tener bien presente que en la colección de Vega hay versiones que di-fieren entre sí, y que el musicólogo dio a conocer sólo una de ellas. Esta variabili-dad -que muchos han considerado nece-sario "reglamen-tar"- no es sino un rasgo inherente a toda danza popular viva, y ha sido especialmente característica de to-dos nuestros bailes de pareja suelta, espe-cialmente los de la familia de la zama-cueca, donde la ausencia de todo esque-ma preconcebido fue precisamente la norma.

Bibliografía BELTRAME, Andrés La refalosa. Baile criollo. Versión pampeana. Buenos Ai-res, enero de 1934. BERUTTI, Arturo. "Aires nacionales". (En: Mefistófeles. Semanario de músi-ca, teatros y novedades. Año 1, Nº 26, Buenos Aires, 26 de agosto de 1882). BERRUTI,Pedro. Manual de Danzas Nativas. Buenos Aires, Editorial Escolar, 1954. CHAZARRETA, Andrés A. Arte Nativo Argentino. Tercer Albun Musical. To-nadas, vidalas y bailes criollos para piano y canto. Buenos Aires, 1923. FURT, Jorge M. Coreografía gauches-ca. Buenos Aires, 1927. LOYOLA, Margot. Bailes de tierra en Chile. Valparaíso, Ediciones Universita-rias de Valparaíso, 1980. LYNCH, Ventura R. Folklore Bonae-rense (1883). Buenos Aires, Lajouane, 1953. OTERO, Higinio. Música y músicos de Mendoza. Desde sus orígenes hasta nuestros días. Ministerio de Cultura y Educación. Ediciones Culturarales Ar-gentinas. Buenos Aires, 1970. PEREIRA SALAS, Eugenio. Los oríge-

Una de las variantes coreográficas de la refalosa en Chile. (Loyola 1980: 187.)

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DECRETO SOBRE EL USO DEL "CINTILLO FEDERAL" (3 de Febrero de 1832)*

Art. 1º- A los 30 días de la publicación de este decreto todos los empleados civiles y militares, incluso los jefes, los oficiales de milicia, los seculares y eclesiásticos que por cualquier título gocen de sueldo, pensión o asigna-ción del tesoro público traerán un distintivo de color punzó, colocado visiblemente en el lado izquierdo del pe-cho. Art. 2º- El mismo distintivo usarán los profesores de derecho con estudio abierto, los de medicina y cirugía que estuvieren admitidos y recibidos, los practicantes y cursantes de las predichas facultades, los procuradores de números, los corredores de comercio, y en suma todos los que, aún cuando no reciban sueldo del estado se con-sideren como empleados públicos, bien por la naturaleza de su ejercicio o profesión, bien por haber obtenido nombramiento del gobierno. Art. 3º- Los empleados militares incluso los jefes y oficiales de milicia; las fuerzas de línea; en suma las que componen el ejército de la provincia y las de milicia en servicio, llevarán en la divisa la inscripción Federación o Muerte. Los demás comprendidos en los artículos anteriores usarán de la inscripción Federación. Art. 4º- Los que contravinieren a lo dispuesto, si fuesen empleados serán suspensos inmediatamente de sus em-pleos por sus respectivos jefes o magistrados de quienes dependan, que cuidarán de hacerlo indefectiblemente bajo la más estrecha responsabilidad, dando cuenta al gobierno por el ministerio que corresponda para la reso-lución más conforme. Art. 5º- Con respecto a los que no fuesen empleados el jefe de policía velará sobre el cumplimiento de este de-creto y dará al Gobierno los avisos necesarios. Art. 6º- Comuníquese, publíquese e insértese en el Registro Oficial". en P. de Angelis, Recopilación de Leyes y Decretos, p. 1118. * Extraído de ETCHARD - DOUZON. Documentos de Historia Argentina. Bs. As. Ed. Cesarini. 1971.

nes del arte musical en Chile. Santiago de Chile, 1941. PEREZ BUGALLO, Rubén. "La tradición y el tradicionalismo. Una buena ocasión para ejemplificar". (En: Para Vd., Moreno. Bs.As., noviembre de 1990). PEREZ BUGALLO, Rubén. "Rutas y huellas del fandango y la zamacue-ca", (En: Entre Todos, Folklore, Año 2, Nº 16, octubre de 1995) PEREZ BUGALLO, Rubén. "Relevamiento y estudio de la música criolla trdicional de la provincia de Buenos Aires". (Informe de avance). (En: Cuartas Jornadas Nacionales de Folklore. Instituto Nacional Superior del Profesorado de Folklore, Buenos Aires, Argentina, 1996). PEREZ BUGALLO, Rubén. Música criolla tradicional de la provincia de Buenos Aires. República Argentina. Buenos Aires, El Arca, 1996. PEREZ BUGALLO, Rubén. "Historia de la Música nativista. Los inicios del tradicionalismo". (En: Caldenia, Santa Rosa (La Pampa), 30 de marzo de 1997). PEREZ BUGALLO, Rubén. "Historia de la Música Nativista. Norte, Cuyo y Litoral en Buenos Aires". (En: Caldenia, Santa Rosa (La Pampa), 6 de abril de 1997). PEREZ BUGALLO, Rubén. "Historia de la Música. Los umbrales de una nueva etapa". (En: Caldenia, Santa Rosa (La Pampa), 13 de abril de 1997). PEREZ BUGALLO, Rubén. "Historia de la Música Nativista. Los años cuarenta. Precisiones conceptuales". (En: Caldenia, Santa Rosa (La Pam-pa), 20 de abril de 1997). RODRIGUEZ, Alberto. Cancionero Cuyano. Mendoza, 1938. VEGA, Carlos. "La Resbaloza". (En: La Prensa, Buenos Aires, 5 de agos-to de 1934). VEGA, Carlos. Música Sudamericana. Buenos Aires, Emecé, 1946. VEGA, Carlos. La zamacueca (cueca, zamba, chilena, marinera). La zamba antigua. Buenos Aires, Julio Korn, 1952. VEGA, Carlos. Las danzas populares argentinas. T. II (2da. ed.). Institu-to Nacional de Musicología "Carlos Vega", Buenos Aires, 1986.

*Antropólogo, e etnomusicólogo. Investigador Conicet-Inapl. Vicerrector del Instituto Nacional del Profesorado Superior deFolklore

Coreografía de la refalosa según la modalidad peruana. (Loyola 1980: 176)

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En el siglo XIX las naciones latinoamericanas luego de las revoluciones independentistas comienzan a ver en el arte un factor importante de progreso y de integración nacional. Surgió el mecenazgo oficial y la creación de las Academias de Dibujo. América adoptó como propios los movimientos de la historia de occidente, pero en cada lugar, dadas sus condiciones particulares, los efectos de la Conquista y los procesos de emancipación generaron situaciones diferentes. América ingresó en la modernidad de la mano de la ilustración y luego del liberalismo, por lo tanto el vínculo con Europa no se rompió. La independencia se dio a nivel político pero los vínculos culturales cada vez fueron más estrechos, especialmente con Francia e Inglaterra. Aun el llamado "arte culto" siguió los modelos occidentales en su afán de alcanzar la modernidad. El arte popular fue considerado, entonces, como supervivencia, casi inalterable, de tradiciones de la época colonial o aun anteriores. Arte culto - Arte popular, se convirtieron en dos categorías opuestas y separadas, dentro de la producción plástica. Alberdi reclama un arte nacional o americano, por parte de los grupos dirigentes que eran las minorías herederas de las consignas europeas a través de los antiguos colonizadores, planteaba una gran contadicción, la exigencia de que se expresara en términos universales. Durante la colonia la pintura era casi exclusivamente religiosa: cuadros de vírgenes, santos, escenas de la Pasión y relatos del Antiguo Testamento, etc.. Con la independencia las manifestaciones artísticas asumieron un pa pel laico y adoptaron primero el estilo neoclásico y luego a mediados de siglo, el romanticismo. Europa estaba abocada a la búsqueda de lo vernáculo propio o ajeno, en cambio en Latinoamérica no se observó una intención ni por parte de los estados ni de sus artistas, pertenecientes a dicho ámbito "culto", de rescatar las propias tradiciones. (1) La mayoría de los pintores responderán a las exigencias de la aristocracia integrante de una sociedad en vías de transformación que, pese a que estaba consustanciada con las formas hispanas, se fue abriendo a los nuevos modos de vida y a las costumbres más liberales. Se cultivó el paisaje, la marina, el bodegón y el desnudo, pero fue la pintura costumbrista la que se destacó por su mayor originalidad y el óleo, la técnica más utilizada como medio de expresión. Hacia fines del siglo XVIII pocos pintores vivieron en nuestro territorio. Más tarde, a lo largo del siglo XIX fueron llegando al puerto de Buenos Aires pintores extranjeros, los que en su gran mayoría se radicaron en la ciudad, sólo algunos partieron hacia las provincias. (2) Con la creación en 1815 d e la escuela de dibujo, bajo la dirección del padre Castañeda, se inauguró la enseñanza

oficial en nuestro territorio. Entre 1815 y 1830 se encontraban actuando en el país los franceses José Rousseau, Carlos Durand y Juan Felipe Goulu, el acuarelista inglés Emeric Essex Vidal, el grabador suizo César Hipólito Bacle, el ingeniero saboyano Carlos Enrique Pellegrini, el sueco José Guth, los italianos Pablo Caccianiga, Cayetano Descalzi y Lorenzo Fiorini. En 1830 coincidente con el primer gobierno de Juan Manuel de Rosas, se graduaron en nuestro territorio los primeros pintores, el argentino Carlos Morel y Fernando García del Molino formados en la Escuela de Dibujo de la Universidad. Hacia 1840 siguieron llegando a Buenos Aires pintores extranjeros: los franceses Amadeo Gras, Adolfo d Hastrel, J.B. Durand-Brayer y Carlos Revol, el dinamarqués Rodolfo Carlsen, el español Eustaquio Carrandi, el alemán Carlos Uhl. Fue en 1842 qu e llegó el romántico francés Augusto R. Quinsac de Monvoisin, de formación plástica reconocida al igual que el alemán Juan Mauricio Rugendas, quien arribó dos años más tarde. Contemporáneamente, en Buenos Aires, actuaron Bernardo Victorica, Juan L. Camaña y Prilidiano Pueyrredón. Después de la derrota de Rosas en Caseros en 1852 llegaron, con la inmigración y las ideas progresistas, otros grupos de artistas. Asimismo algunos de los nuestros inauguraron los primeros viajes de formación a Europa. Al analizar las obras de estos artistas, especialmente de los que estuvieron activos entre 1830 y 1852, no observamos grandes diferencias ya sea en el estilo, en los temas o en los aspectos técnicos. Sólo en algunos vemos ciertos cambios significativos al incluir dentro del cuadro lo popular urbano, recordemos que lo popular rural ya había sido tratado con anterioridad. Esto no s ignifica que estemos en presencia de un arte popular, ya que consideramos con Ticio Escobar arte popular "a las manifestaciones particulares de diferentes sectores subalternos en las que lo estético formal no conforma un terreno autónomo sino que depende de la compleja trama de necesidades, deseos e intereses colectivos". Lo popular en este momento de nuestra Historia del Arte irrumpe como tema. Lo que caracteriza al arte popular es su "posibilidad de expresar estéticamente determinadas situaciones históricas desde la óptica de una comunidad que se reconoce en sus signos y se sirve de ellos para comprender dichas situaciones y actuar sobre ellas". Mientras que, en estas obras es el motivo el portador de lo popular. Es un arte detenido en la inmediatez del tema. Se destacan entre los artistas que plasmaron lo popular como tema, en algunas de sus obras. Edmundo Lebeaud que estuvo activo en nuestro país desde 1837 hasta 1866. Realizó diversos retratos al óleo de escasa calidad, entre ellos el retrato de Rosas. Como acuarelista logró apenas un mejor desempeño y esto

La pintura en la época de Rosas

IRRUPCIÓN DE LO POPULAR EN LA PINTURA ARGENTINA

Graciela DRAGOSKI* y Haydée B. PALAZZOLO**

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lo podemos observar en la obra Soldado de Rosas donde representó a un soldado raso. Ante la falta de estudios sistemáticos, utilizó la intuición en la ejecución de sus obras. El italiano Cayetano Descalzi hizo su aparición en Buenos Aires hacia 1828 y ejerció la docencia hasta apro-ximadamente 1855. El retrato fue una de sus especialidades, pero su prestigio lo logró a través de las efigies de Rosas, especialmente aquella que sirvió de modelo para la litografía Rosas el Grande. Lorenzo Fiorini con formación académica rigurosa llegó a nuestra ciudad en 1829 dond e trabajó por más de veinticinco años. Fue uno de los pintores más sensibles, logró penetrar en la psicología del modelo, fue un "escrutador de caracteres". En sus retratos la materia pictórica adquiere una liviandad que desmaterializa la forma dotando al personaje de una espiritualidad muy acentuada. En su óleo sobre tela de 1835 Campamento del general Juan Manuel de Rosas en Palermo, vemos a estos personajes despojados de solemnidad. Uno de los más destacados que llegó fue el bordelés Augusto Raymond Monvoisin, que ya había obtenido un cierto prestigio en su patria. Residió muy poco tiempo en Buenos Aires partiendo hacia Chile donde fue invitado para dirigir una Academia de Bellas Artes. Las tres mejores obras que ejecutó en nuestro país, Gaucho Federal, el Soldado de Rosas y La porteña en el templo dan testimonio, también, de la inclusión de lo popular como tema en su obra. Rosa Lastra fue la modelo par su óleo La porteña en el templo. Entregada a l a oración, marca el eje central del cuadro, el luto riguroso acentúa la palidez de su rostro y la blancura de las manos, que sostienen un pa ñuelo que provoca contraste con el negro de los paños. La luz parte de un foco superior sin una intención dramática. Detrás aparece la imagen de un pequeño acompañante negro que al igual que el fondo permanece en la penumbra. Ambas figuras fueron compuestas como un bloque único, de forma cerrada. Otra imagen fragmentada del lado derecho del cuadro, a modo de sombra, equilibra la composición. En esta obra se percibe con claridad las normas académicas de ascendencia neoclásica y la libertad romántica por la presencia del negro como segundo protagonista de la obra. En Gaucho Federal y Soldado de Rosas, óleos de 1842 el protagonista es el hombre de nuestra campaña representado en dos momentos diferentes. El dibujo es vigoroso con amplio uso del color; violentos rojos e iluminados blancos. De la muy abundante obra del romántico Juan Mauricio Rugendas, la realizada en los pocos meses que estuvo en nuestro país (1838), no fue la de mayor valor artístico. Dejó un interesante testimonio sobre las zonas de Mendoza y San Luis ya que no sólo pintó sus paisajes cordilleranos y vistas urbanas sino que documentó a sus habitantes, estancieros y también soldados. También incluyó en sus obras lo popular rural y lo urbano. En su obra Desembarco en Buenos Aires o Escenas del puerto de Buenos Aires describe la carreta que trasporta a l a ciudad los pasajeros que han llegado en el barco, que en el cuadro apenas se ve dibujado en el horizonte. Los pasajeros curiosamente son gauchos o paisanos con colorida indumentaria. Carlos Morel fue considerado el primer pintor argentino, pese a que le antecedieron en el tiempo Felipe de Rivera, Tomás Cabrera y Fermín Gayoso, porque fue el primero en realizar una obra artística coherente, donde los valores

plásticos exceden lo puramente iconográfico. Más que en el retrato se destacó en los cuadros de múltiples personajes, los cuales dispuso libremente configurando grupos armónicos en una sucesión de planos en retroceso donde generalmente la acción se desarrolla dinámicamente, manifestando en ello su sensibilidad romántica. Con la oposición de tintas contrastantes y valores opuestos logró efectos dramáticos únicos en la pintura de su época. Escenas de costumbres, episodios militares y paisajes fueron los temas que más representó. Cabe destacar su valiosa obra litográfica, entre ella se encuentra la realización de un álbum Usos y Costumbres del Río de la Plata. Su vida artística fue breve, una orden de pena de muerte, que finalmente no se cumplió, y la ejecución de un familiar en tiempos de Rosas, lo llevaron a la locura, estuvo activo sólo hasta 1844; falleció en 1894. La temática popular estuvo presente en sus obras más destacadas: Carga de caballería del ejército federal y Combate de caballería en la época de Rosas, donde lo humano es preponderante. La paleta es rica de colores altos, la pincelada es suelta y de movimientos rápidos lo que acentúa en este episodio de las luchas federales la gran violencia propia de la acción; visión romántica dentro de un encuadre clásico. En Payada en una pulpería, muestra el típico establecimiento donde se advierten las costumbres puntuales de una determinada clase social. En Mercado de carretas en la plaza Montserrat, se destaca la composición con gran cantidad de figuras dispuestas escenográficamente. En estas escenas costumbristas no se buscó la representación de la "realidad" de estos personajes desde la propia perspectiva de sus culturas, sólo se hizo una

La porteña en el templo Augusto Raimundo Quinsac Monvoisin

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descripción literal y la mirada, tanto sobre el campo como sobre la ciudad, fue siempre desde la academia. No obstante, debemos destacar que consideramos valiosa la irrupción de la temática popular, aunque idealizada, en este siglo XIX donde el protagonismo político estaba circunscripto a la clase dominante, situación de la que por supuesto se hizo cargo la plástica oficial. Notas (1) Algunas excepciones podemos encontrar en los artistas europeos trashumantes que buscaron el color local del paisaje y las particularidades en los cuadros de género. (2) En San Juan Franklin Rawson y Procesa Sarmiento, en Mendoza Gregorio Torres y en Santiago del Estero Gaspar Palacio. Bibliografía RIVERA, Adolfo. Historia general del arte en la Argentina. Siglo XIX hasta 1876, tomo III. Cap.:"La pintura". Academia Nacional de Bellas Artes. Bs. As. 1984. ESCOBAR, Ticio. El mito del arte, el mito del pueblo. Textos de cultura popular. Museo del barro. R. Peroni ediciones. Asunción, 1981. BONFIL BATALLA, Guillermo: "El problema de la cultura nacional".

PICOTTI, Dina (compiladora). Pensar desde América. Capítulo de Colombres, Adolfo: "El arte en la emergencia civilizatoria de América Latina". Catálogos editora. Bs. As., 1995. BRUGHETTI, Romualdo. Argentina en el arte, los comienzos de la pintura. Viscontea editora S.A. vol. 1 Nº 1. Bs.As., 1966. BAYON, Damian (compilador). América Latina en sus artes. Siglo Veintiuno. Unesco. México, 1987 SAN MARTÍN, María Laura: Breve historia de la pintura argentina contemporánea. Editorial Claridad, Bs. As. 1993. PAGANO, José León. El arte de los argentinos. Editorial y librería Goncourt. Bs. As., 1981. * Profesora titular de Historia del Arte. UBA. Escuela

Nacional de Arte “Prilidiano Pueyrredón”. ** Licenciada en Artes. Docente de UBA y de la

Escuela Nacional de Arte “P. Pueyrredón”. Investigadora UBACyT.

ROSAS Y SAN MARTÍN REFIEREN EL BLOQUEO FRANCÉS Grand Bourg, 10 de mayo de 1846.

Mi querido amigo: ... Sarratea me entregó a mi llegada a ésta su muy apreciable del 12 de Enero; a su recibo ya sabía la acción de Obligado. ¡Qué iniquidad! De todos modos los interventores habrán visto por este "echantillón" que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que el de abrir la boca: a un tal proceder, no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres, sea cual fuere la suerte que nos depare el destino; que por mi íntima convicción, no sería un momento dudosa en nuestro favor, si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá sobre nuestra patria, si las naciones europeas triunfan en esta contienda, que en mi opinión es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España. Convencido de esta verdad, crea usted mi buen amigo, que jamás me ha sido tan sensible, no tanto mi avanzada edad, como el estado precario de mi salud, que me priva en estas circunstancias ofrecer a la patria mis servicios, no por lo que ellos puedan valer, sino para demostrar a nuestros compatriotas, que aquella tenía aun un viejo servidor cuando se trata de resistir a la agresión la más injusta y la más inicua de que haya habido ejemplo.

José de San Martín

La Encarnación de San Benito de Palermo, Mayo 20 (mes de América) de 1846 Señor general D. José de San Martín. Mi querido y respetable general: Tanto más placer he tenido al leer la muy apreciable carta con que usted me favorece, datada en Nápoles el 11 de enero último, cuando ella trae á nuestra patria un recuerdo y un voto digno del heroico defensor de su independencia. General: no hay un verdadero argentino, un americano que, al oír el nombre ilustre de usted, y saber lo que usted hace todavía por su patria y por la causa americana, no sienta redoblar su ardor y su confianza. La influencia moral de los votos patrióticos americanos de usted, en las presentes circunstancias, como en el anterior bloqueo francés, importa un distinguido servicio a la independencia de nuestra patria y del continente americano, á la que usted consagró con tan glorioso honor sus florecientes días. Así enfermo, después de tantas fatigas, usted expresa la grande y dominante idea de toda su vida: la independencia de América es irrevocable, dijo usted después de haber libertado á su patria, Chile y el Perú.- Esto es digno de usted. Acepto con gratitud y alto aprecio sus benévolos votos por el buen éxito y honor de la actual contienda, y deseo á usted la mejor salud y felicidad. Soy respetuosamente de usted atento compatriota y amigo.

Juan M. de Rosas IRAZUSTA, Julio. Vida política de Juan Mauel de Rosas. A través de su correspondencia. Tomo V: La agresión anglo-francesa. Buenos Aires. Editorial Huemul. 1968.

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-Museo y Archivo Histórico "Primer Combate Naval Argen-tino". Publicaciones Diversas, Serie II Nº 7 Chervo, Santia-go. San Nicolás de los Arroyos, 1990. -Idem, Nº 6, 1986. -Idem, Nº 5, 1985. -Museo y Archivo Histórico "Primer Combate Naval Argen-tino". Publicaciones Diversas, Serie II Nº 8. Escuela Normal de San Nicolás. Discursos y composiciones. San Nicolás de los Arroyos, 1991. - MORÓN, Alicia. Estado y Fuerza de Trabajo en Argen-tina (1976/80) y Paraguay (1970/1980). Algunas reflexio-nes comparativas. Unidad multidisciplinaria. Facultad de Ciencias Sociales. Documento de trabajo Nº 32. Montevi-deo, 1996. - BERJMAN, Sonia. Buenos Aires y el Río: Las costane-ras. Academia Nacional de la Historia, Bs.As. 1996. - MAYO, Carlos. Coacción y Mercado en la Formación del Mercado de Trabajo Rural Rioplatense a fines del pe-ríodo colonial. Bs.As. 1996. - DE PAULA, Alberto. Origen, evolución e identidad de los pueblos bonaerenses. Bs.As. 1996. - GODOY, Eduardo. La Historia de Atulp. Asociación de Trabajadores de la Unidad de La Plata. La Plata, 1995. - BONNER, Arnold. La planificación económica y el mo-vimiento cooperativo. Idiciones Intercoop. Bs. As. 1960. - DE CARVALHO, Ronald. Pequeña historia de la litera-tura brasileña. Biblioteca de autores brasileños. Bs.As. 1943. - DEL VALLE, Aristóbulo. Oraciones magistrales. Vacca-ro. Bs.As. 1922. - AUZA, Nestor Tomas. José Ignacio Garmendia, militar y escritor. Círculo Militar. Biblioteca Nacional. B.s As. 1980. - HEREDIA, Edmundo; DEL PILAR OTERO, Delia. Los escenarios de la historia, imágenes espaciales en las rela-ciones internacionales latinoamericanas. Programa de his-toria de las relaciones interamericanas. CIFFYH. Universi-dad Nacional de Córdoba, Facultad de Filosofía y Humani-dades. Córdoba 1996. - Lettere Di Condannati a Morte della Resistenza Italia-

na. Einauni Editore, Torino. 1952. - GARCÍA FUENTES, Antonio. España, aquí y ahora. En-sayo. Antonio Garcia Fuentes editor. España, 1985. - Studia. Publicación de la cátedra de historia del pensa-miento y la cultura argentinos. Universidad Nacional de Cór-doba, Facultad de Filosofía y Humanidades. Nº 5. Córdoba, 1996. - Gente de la tierra, el aporte indígena a la identidad na-cional. Ministerio de Cultura de la Nación. Bs. As., 1993. - BOTTA, Vicente Raúl. Historia de Zárate. Taller gráfico La Voz de Zárate, 1994. Bs.As. Fascículos I a XI. - AZCUY AMEGHINO, Eduardo. El latifundio y la gran propiedad colonial ríoplatense. Fernando García Cambei-ro, Bs.As. 1995. - Gacetilla Sanmartiniana. Órgano de la Asociación Cultu-ral Sanmartiniana. La Plata. 1996. - Evaluación de la calidad de la educación. Sus posibili-dades en la escuela secundaria. Dos experiencias curricu-lares en el Colegio Nacional, Universidad Nacional de La Plata, 1995. - MOYANO, Hugo. La organización de los gremios en Córdoba. Sociedad artesanal y producción artesanal 1810-1820. Centro de Estudios Históricos, Córdoba, 1986. - Artes y Letras, Año 4, Nº 22, mayo-junio 1997, Castelar - Fra Di Noi. Boletín informativo. Sociedad Italiana de Mo-rón, Nº 57, Morón. - Folia Histórica del Nordeste.Nº 12. Instituto de Investiga-ciones Geohistóricas-Conicet. Fundanord- Instituto de Histo-ria- Facultad de Humanidades- Univ. Nacional del Nordeste. Resistencia 1996. - Noticias de la USAM. Síntesis informativa destinada a la comunidad educativa. Villa Udaondo Pcia. de Bs.As. Marzo de 1997- Año III- Nº 1. - Revista Nuestro Lugar. Malaver Pcia. Bs.As. Año III Nº 14 abril 1997. - Gacetilla informativa. Archivo Histórico Municipal "Andrés R. Allende". Lincoln. mayo-junio 1997. Año II Nº 9-10. Agradecemos a la dirección de la gacetilla la referencia que dedica a la Revista de Historia Bonaerense anunciando los próximos temas a tratar y reproduciendo las pautas para

Bs.As.11-VI-1997

Estimada Profesora Graciela Saez:

Casi por casualidad cayó en mis manos el Nº 13 de la Revista de Historia Bonaerense. Fue una agradabilísima sorpresa. La calidad de los colaboradores, el nivel de las notas y el tema central de la edición, las mujeres, me parecieron excelentes.

Quiero felicitarla por este esfuerzo y me permito pensar que la revista que Ud. dirige se emparenta con "Todo es Historia", lo que, obviamente, hace que me resulte más simpática.

Le envío un afectuoso saludo. FÉLIX LUNA

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&& Agenda Agosto - 30. XI Jornada de Historia en Vicente López. Se puede presentar trabajos hasta el 15/8. Informes: Torre Ader. Triunvirato y Castelli (1605- Carapachay) Tel.: 765-3874 Septiembre - 1. Concurso de Ensayo "170 Aniversario de la Fundación del Fuerte Federación". Organiza la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Junín y el Archivo Histórico Municipal. Plazo de entrega de trabajos hasta 1/11/97. - 11 al 13. XXIX Jornadas de la Asociación Argentina de Estudios Americanos. La Plata. Tema: Los EEUU y América Latina. Relaciones interculturales. Problemática del fin del mileño. Las jornadas se realizan en el marco de la celebración del centenario de la U.N.L.P. Informes e inscripción: 782-9597 / 804-8780 / 021-82-5881 / 021-24-7873. - 12. VII Encuentro Educativo. Sede: Museo Banco Provincia. Informes: 331-1775 / 7943. Organiza: Archivo. - 12 y 13. Jornadas sobre "Los Inmigrantes". Organiza: Filial Dolores de la Sociedad Argentina de Historiadores. Informes: (0245) 2730-7449-7457. Presentación de trabajos hasta el 20/8. - 17 al 19. IV Jornadas Argentinas de Estudios de la Población. Resistencia -Chaco. Organizan Asociación de Estudios de Población Argentina e Inst. de Investigaciones Geohistóricas - CONICET. Informes: Av. Castelli 630 (3500) Resistencia. Chaco. Tel: (54722) 27798 Fax (54722) 39983-39996. - 22 al 26. Primer Congreso sobre el Transporte, su historia y su participación en el desarrollo de las comunidades. Organizan: Universidad Nacional de Rosario, Municipalidad de Rosario e Instituto Panamericano de Carreteras. Sede: Fac. de Cs. Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la U.N.R. Se reciben trabajos hasta el 28/8. Información: Av. Pellegrini 250 (2000) Rosario. Telefax 54-41- 264160 Fax 54-41- 852810. Octubre - 9, 10 Y 11. IV Congreso de los Pueblos de la Provincia de Buenos Aires. Sede: Mar del Plata. Organiza: Archivo Histórico de la Pcia. de Bs. As. “Dr. Rica rdo Levene”. Informes: Pasaje Dardo Rocha, Calle 49 Nº 588, 2º piso (1900) La Plata. Tel. Fax: 021-82-4925. - 20 al 24. Programa intensivo de especialización en métodos cualitativos de investigación. Seminarios: Las entrevistas no estructuradas: Los casos de la entrevista en profundidad y la historia de vida, y El análisis de datos en la investigación cualitativa: el caso de la historia de vida. El uso de las computadoras en la investigación. Organiza: Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES). Informes: Aráoz 2838. Bs.As. Tel. 804-4949. Noviembre - 8. Jornada de Historia Regional. Organiza: Archivo Histórico Municipal "Andrés R. Allende". Informes: Suipacha 48 (6070) Lincoln. Buenos Aires.

REVISTA DE HISTORIA BONAERENSE

Pautas para normatizar la

presentación de los trabajos

◊ Se recomienda una extensión máxima de ocho (8) carillas, incluyendo citas, bibliogra-fía, gráficos e ilustraciones. Estos dos últi-mos se incluirán en hojas separadas con el epígrafe correspondiente, debidamente nu-merados. Citas y bibliografía irán al final del trabajo.

◊ Enviar junto con el trabajo los datos del au-tor y, si perteneciera a alguna institución, da-tos sobre ésta.

◊ Los trabajos presentados a nuestra revista no serán devueltos.

◊ La publicación de los trabajos queda sujeta a los criterios que considere oportunos la re-dacción.

◊ Se deben enviar dos copias, a doble espacio y numeradas. De ser posible, con una copia en diskette en formato Microsoft Word.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS: - APELLIDO y nombre del autor. - Título en negrita. - Casa editora, lugar y fecha de edición. - Volumen o tomo. - Si lo desea, número de página CITAS DE REVISTAS: - APELLIDO y nombre del autor. - Título del artículo entre comillas. - Título de la revista en negrita - Volumen, número, año. - Número de página. FOTOGRAFÍAS, MAPAS, GRÁFICOS: - Réplicas en fotocopias láser solamente. CITAS DOCUMENTALES: - Nombre completo del archivo, seguido de abreviatura entre paréntesis en la primera ci-ta. Abreviatura de la segunda cita del mismo archivo en adelante. - Número topográfico o ubicación en adelan-te. DIARIO O PERIÓDICO: - Nombre del diario o periódico. - Lugar y fecha de edición. - Sección del diario o periódico, si lo desea.

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San Pedro: FERNANDO GARCÍA CURTEN ESCULTOR

Nace en San Pedro en 1939. V ive en Estados Unidos en 1965/66/67. Invitado por la Whittier Public Library, realiza en California su primera muestra individual en 1967. Posteriormente (en 1978) obtiene una Beca del Instituto de Cultura Hispánica y realiza una exposición individual en Madrid. En 1981, invitado por Elizalde Gallery expone en la Universidad de Los Angeles. Entre 1983 y 1984, nuevamente en Estados Unidos, invitado esta vez por Illinois Art Council, realiza cinco muestras individuales y dos colectivas. En 1983 y por invitación del Latin-American Cultural Development, expone también en Houston y en Washington D.C.. En 1987 y 1988 una muestra de sus obras se exhibe en Barcelona (España) por invitación de la Galería Estol. Diversas galerías argentinas realizaron muestras individudales de Fernando Garcia Curten; en Buenos Aires las Galerías Van Riel y Teodelapio, en Rosario la Galería Carrillo. También expuso sus obras en el Centro Cultural Recoleta y Centro Cultural Gral. San Martín de Buenos Aires. En 1976 y 1977 Fernando Garcia Curten obtuvo dos primeros premios en la República Argentina y en 1967 recibió una Mención Honorífica en los Estados Unidos. A partir de 1977 deja de participar en salones competitivos y desde 1990 deja de exponer. En 1992 la Municipalidad de San Pedro convierte en Casa Museo el lugar en que Garcia Curten nació y en el que vive y trabaja. Sus obras, avaladas por decenas de opiniones críticas publicadas en revistas, libros y periódicos, e nriquecen numerosas colecciones públicas y privadas del país y del extranjero. En 1996, F ernando Garcia Curten fue elegido, por disposición de la Secretaria de Cultura de la Provincia, una de las diez personalidades nacionales que, por sus trayectorias específicas son merecedoras de la difusión de su obra en escuelas, centros culturales, etc., a través de cortometrajes realizados por el Instituto Nacional de Cinematografía y auspiciados por la UNESCO.

“Recluido en su antiguo caserón de San Pedro, Garcia Curten encontró el tiempo para construir una obra absolutamente original.” Luis Gruss, “Clarín Revista”, Buenos Aires. “El detonante estético me llegó cuando fui a visitar el taller de Garcia Curten en San Pedro, donde el escultor trabaja con deshechos. Las esculturas aparentaban surgir de las paredes y del piso, o por lo menos esa es la imagen que retengo, porque el taller estaba construido tan orgánicamente como sus obras. Entonces se me ocurrió una playa recubierta por lava que hubiera quemado a la gente, convirtiéndola en un museo de horror, negro y petrificado.” Gustavo Nielsen, Diario “Clarín”, Buenos Aires. “Ha fundido y fundado un universo particularmente terrible, sin alternativas. Un enfrenadísimo territorio de belleza anticonvencional, de indispensaable visión”. Alfredo Andrés, Revista “La Cosa”, Bs. As. “Materiales elegidos, pero de desecho, son los que emplea para realizar su obra, que trasciende la exacerbada visión del expresionismo con una provocativa llamada a la reflexión y un propósito crítico”. Aldo Galli, “La Nación”, Bs. As.

SCHORI PRESENTA: ARTISTAS PLÁSTICOS BONAERENSES

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