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32 JULIO KUROIWA, EL SEÑOR DE LOS TEMBLORES DESDE ESTA EDICIÓN, SE HA PROPUESTO DIFUNDIR LA EXPERIENCIA DE VIDA Y LAS IDEAS DE AQUELLOS PROFESIONALES Y EMPRESARIOS QUE HAN DEJADO HUELLA EN LA CONSTRUCCIÓN PERUANA. INICIAMOS ESTA SECCIÓN, QUE ES A LA VEZ UN HOMENAJE, CON EL TESTIMONIO DEL INGENIERO KUROIWA HORUICHI. PERUANOS IMPRESCINDIBLES

JULIO KUROIWA, EL SEÑOR DE LOS TEMBLORES · 2019-07-10 · Hoy, los directivos de la es-cuela fiscal 463, de la que salí becado para el colegio Guadalupe, en Lima, han tenido el

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JULIO KUROIWA, EL SEÑOR DE LOS TEMBLORESDESDE ESTA EDICIÓN, SE HA PROPUESTO DIFUNDIR LA EXPERIENCIA DE VIDA Y LAS IDEAS DE AQUELLOS PROFESIONALES Y EMPRESARIOS QUE HAN DEJADO HUELLA EN LA CONSTRUCCIÓN PERUANA. INICIAMOS ESTA SECCIÓN, QUE ES A LA VEZ UN HOMENAJE, CON EL TESTIMONIO DEL INGENIERO KUROIWA HORUICHI.

PERUANOS IMPRESCINDIBLES

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PERUANOS IMPRESCINDIBLES

Julio Kuroiwa Horuichi es ingeniero civil espe-cializado en sismolo-gía, tiene poco más de ochenta años, es viu-do (su querida esposa Gloria Zevallos partió

prIncIpIo

No siempre quise estudiar ingeniería sísmica. Hubo un momento en mi vida en el que quise dedicarme a las ciencias de la

agronomía. Cuando adolescente, coseché arroz. El San Luis de entonces era una zona deteriorada. Hoy, los directivos de la es-cuela fiscal 463, de la que salí becado para el colegio Guadalupe, en Lima, han tenido el mal gusto de ponerle mi nombre. El 463 se llama ahora Colegio Julio Kuroiwa.

Estimo a mis paisanos. Como todos los niños de esa época, jugábamos pelota en la calle. De tiempo en tiempo vuelvo a San Luis, antes de Navidad. Llevo algunos panetones, chocolate caliente y humeante, y converso con los habitantes; con algunos de ellos crecí. Pero ahora también me re-conocen los niños: «¡Julio, Julio!», gritan cuando llego, y me abrazan. La última vez llevé a mi incrédulo nieto, para que sea tes-tigo del amor que me tiene mi pueblo.

Recuerdo que cuando recibí el premio de Naciones Unidas Sasakawa en preven-ción de desastres en 1990 [en la ciudad de Ginebra, Suiza], regresé al país y me invi-taron al colegio Guadalupe. Me hicieron pasear por todos los patios del recinto. Los que con más alegría me acogieron fueron los alumnos pequeños. Esos son, estoy se-guro, los dos momentos más agradables de mi vida: las visitas a mi pueblo San Luis y el recorrido por el Guadalupe.

contrIncante pero FamIlIa

En febrero de 1950, en el Ministerio de Educación, hacía la cola para realizar algunos trámites y allí me encontré con el doctor Carlos del Río [expresidente del Concytec], mi gran amigo y mi gran con-trincante de toda la vida. En el colegio de Cañete ocupé el primer lugar. Sin embar-go, en el Guadalupe, de 350 estudiantes, Carlos del Río me dejó en el segundo lugar, con la medalla de plata. Felizmente, cuan-do ingresamos a la Universidad Nacional de Ingeniería [UNI], nos separaron. A mí me destinaron al PIC 59 A y al doctor Ríos, al PIC 59 B, y por esa razón terminé en el primer lugar de un grupo de 87.

Debo aclarar que ser el primero del aula no fue nunca una preocupación para mí, no era nunca un objetivo. Yo simplemente estudiaba con amor. Estudiaba y trabaja-ba. En ese entonces, cuando era cachimbo, ya dictaba clases en una academia. Tenía el pelo corto.

Carlos del Río terminó casándose con mi hermana Carmen, que era gran amiga de Gloria, la que se convertiría en mi espo-sa, una excelente mujer que ya no está con-migo. Doy gracias a Dios que durante poco más de cincuenta años me dio una mujer excepcional.

A LO LARGO DE MI CARRERA HE SIDO TESTIGO

DE LA DEVASTACIÓN QUE HAN DEJADO 17

TERREMOTOS OCURRIDOS EN EL CONTINENTE

AMERICANO Y EN PAÍSES COMO CHINA Y JAPÓN, PERO EL QUE MÁS ME HA CONMOVIDO ES EL

DE 1970 EN PERÚ Y LOS ESTRAGOS QUE CAUSÓ EN EL POBLADO DE YUNGAY.

KUROIWA, EXPERTO RECONOCIDO MUNDIALMENTE EN PREVENCIÓN Y ATENCIÓN DE SISMOS, DICE:

«DEBEMOS VIVIR EN ARMONÍA CON LA NATURALEZA».

hace solo un año; un cáncer se la llevó), tie-ne dos hijos y nietos; cada mañana asiste a su oficina de la cuadra tres de una calle de Surquillo para dedicarse a lo de siempre: proteger la vida y la salud de los peruanos más pobres y tratar de reducir las enormes pérdidas económicas que causan los fenó-menos naturales. Conoce más de seten-ta países; sus mentores fueron el mismo Charles Ritcher, creador de la escala que mide la magnitud de los sismos y que lleva su nombre, y George Housner, padre de la Ingeniería Sísmica en Estados Unidos, su profesor y amigo. En esta conversación con Construcción e Industria cuenta pasajes de su intensa vida en primera persona.

Nací en San Luis, en Cañete, al surde Lima, el 22 de abril de 1936. Mi madre se llamaba Elvira Horiuchi. Mi padre Ta-mehiro Kuroiwa, que cuando llegó al Perú desde la ciudad japonesa de Fukuoka se puso de, nombre Juan Kuroiwa. Era un próspero empresario que perdió todo por la Segunda Guerra Mundial. De tener nana y chofer, pasamos a no tener nada. Mi padre trabajó tanto y muy fuerte. Murió joven, a los 54 años. Tenía yo cator-ce años cuando esto sucedió y me hice la idea de que ahora en adelante solo depen-día de mí.

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Hasta que dIos me llame

Sin darme cuenta, desde pequeño siempre planifiqué. Siempre pensaba con seriedad en qué es lo que quería hacer. Soy persistente. No hace mucho cumplí ochenta años y mis hijos y todo el mundo dice que estoy loco para seguir trabajando diez horas diarias. Pero me he dado cuenta de algo: los que nos sentimos aún requeridos, necesarios, de alguna forma eso nos conforta y nos proyecta ganas de vivir. Eso, creo, es lo que sucede conmigo. ¡A mí no me en-cierren!, les digo. Yo no voy a quedarme en casa como un viejito, solo, bajo el cui-dado de la enfermera. Yo deseo seguir trabajando hasta que me llame Dios. El trabajo es mi felicidad, y no una carga. Es lo que me gusta hacer.

equIpo

No me estoy quejando, mas solo me parece raro que en la India mi libro Reducción de Desastres. Viviendo en armonía con la naturaleza, sea texto de lectura obligatoria para un curso avan-zado en temas ambientales y gestión de riesgo en desastres. Si es que este libro tiene algún reconocimiento, es porque es producto del trabajo en equipo. Cuando recibí el premio Sasakawa, digo que este premio es un tributo a mis exalumnos y colegas de la UNI, a los que considero los coautores. Si no se trabaja en equipo, no se llega a nada. He decidi-do no exportar ningún libro más. Pienso donarlos todos.

pesadIlla yungay

En los años setenta ideamos la albañilería confinada. No hacía mucho tiempo que había regresado de Tokio, de Japón, y del Caltech [California Institute of Technology], y tenía todas las teorías a la mano. Al ocurrir el terremoto de 1970 en Perú, que marcó el comienzo de la ingeniería sísmica en el país, el Gobierno nombró un comité técnico y multidisciplinario conformado por tres representantes. Uno del IGP, Ernesto Deza, Hugo Jaén del Ingemmet y yo por la UNI. A los dos o tres días de producido el terremoto, se crea además una misión de la UNI. La integramos ingenieros civiles, geólogos y arquitectos planificadores. El terremoto aconteció el domingo 31 de mayo, a las 3 de la tarde con 23 minutos, y el 2 de junio, mientras pasábamos por Casma [provincia del

departamento de Áncash], sentí una pena inmensa al ver Casma por los suelos, que se agudizó por el olor que desprendían los cadáveres. Fue impresionante notar que barrios completos como Laderas del Norte habían sido destruidos, tanto las casas de adobe como las de albañilería.

Durante una semana estuvimos inspeccionando pueblos de la costa, porque no podíamos acceder a las ciudades de la sierra. Las carreteras estaban bloquea-das. Pero cuando llegamos a Huaraz, la ciudad también estaba por los suelos, con miles de muertos bajos los escombros, aunque allí el olor de los cuerpos no era tan penetrante como en la costa, y deduzco que se debe al frío helado de las noches en las montañas. Así pues nos dimos cuenta de que la tarea de reconstrucción sería muy pero muy difícil.

A lo largo de mi carrera he sido testigo de la devas-tación que han dejado 17 terremotos ocurridos en el continente americano y en países como China y Japón, pero el que más me ha conmovido es el de 1970 en Perú y los estragos que causó en el poblado de Yungay [a las faldas del nevado Huascarán], que fue barrido por una avalancha de lodo. Recuerdo las excavadoras y recuerdo también cuando la máquina desenterró lo que al final

1963. Subiendo la Coordillera Negra

Reducción de Desastres. Este es el libro más conoci-do de Kuroiwa.

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inferí que era un brazo humano. Este desastre, en el que murieron 67,000 personas, ha pasado a los anales de la Historia como el desastre natural más mortífero del siglo XX.

Cuando uno conoce lo básico de los sismos, salva su vida. Mateo Casaverde [meteorólogo que estuvo allí, en la ciudad de Yungay, realizando trabajos de campo con dos científicos franceses, ese fatídico día] notó que el alud que siguió al terremoto, de 7.8 grados en la escala de Ritcher, corrió a la parte alta de un cementerio. Si esas personas hubieran sabido lo mismo que Mateo, se hubieran salvado. Por ello es que dedico la mayor parte de mi tiempo y mi trabajo a proteger la vida de los peruanos más pobres.

conocer mI sItIo

Muchas veces no sentimos simpatía por los militares, pero puedo decir con sinceridad que, en primer lugar, estu-dié en el Guadalupe, colegio militari-

zado, y que allí aprendí a ser disciplinado; este atributo me ha servido de mucho. En segundo lugar tengo siempre muy pre-sente lo que se llama el conducto regular. Cuando yo soy parte de un grupo, nunca me sobrepaso las atribuciones que me son asignadas y siempre consulto al superior, de tal manera que mis relaciones con tantas instituciones, jefes, viceministros y ministros, no han tenido baches porque yo siempre he sabido cuál es mi sitio.

enseñanza orIental

La reconstrucción de Huaraz, Chimbote y otras ciudades fue buena. Creo que el primer proyecto sostenido de planeación fue el de Chimbote por el apoyo de la misión japonesa, y lo que habíamos aprendido en teoría en

DEBEMOS APRENDER A INTERPRETAR LAS SEÑALES

QUE NOS DA LA

NATURALEZA.

Con el Dr. Tachu Naito, quien dise-ño el teatro Kabuki Za de Japón.

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Japón lo aplicamos en estas circunstancias. Los que llegaron eran investigadores sismo-lógicos de la Universidad de Tokio, con la tecnología más avanzada de la época. Por lo común las misiones llegan al lugar, recogen datos y se van en unos cuantos días, pero los japoneses se quedaron por más tiempo. Fueron testigos de tal drama humano que se quedaron desde agosto hasta noviembre, y trasnochaban en el campo con nosotros, los peruanos. De los japoneses aprendimos a hacer las microzonificaciones de riesgos, que aplicamos en la ciudad de Chimbote. Esta es la herramienta más eficiente para expan-dir las ciudades y densificar la población hacia sitios con bajo riesgo de desastres. Contamos ahora con los mapas de peligros multiamenaza de 175 capitales provinciales y distritales.

una meta para el bIcentenarIo

Días o semanas después del terre-moto de Ecuador [16 de abril del 2016], se hizo una encuesta que reveló que los ciudadanos ecuatorianos no se sentían preparados para enfrentar un desastre natural. ¿Por qué razón? Por falta de conocimientos.

Acepté visitar Japón otra vez porque me había enterado de una historia que se conoce como el «milagro de Kamai-shi». El nombre Kamaishi ya lo había escuchado antes, lo había mencionado un embajador. Cuando visité la planta de agua de Kobe, cuando me encontraba escribiendo otro de mis libros, me enteré con más detalles de ello.

Como tantas otras ciudades, Kamaishi fue no cubierta de agua sino barrida por el tsunami del 11 de marzo del 2011. Murieron miles y de muchas personas aún no se encuentran los cuerpos, sin embargo no murió ningún escolar. Los estudian-tes de la Kamaishi Junior High School sintieron lo siguiente: primero el ruido, una señal de que estaban llegando primero las ondas P o primarias. Luego, con muy pocos segundos de diferencia, percibieron un gran sacudón, y se percataron de que esas eran las ondas S o secundarias. Si es que el tiempo entre las ondas P y S es corto, quiere decir que el epicentro es cercano. Y si el sacudón dura mucho tiempo, entonces la magnitud del terremoto es grande. La duración de un sismo está estrechamente vinculada con la magnitud en la

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mayoría de casos. Entonces ataron cabos: epicentro cercano, largo terremoto, evacue-mos. Se dirigieron a las partes altas. Fueron estudiantes de secundaria los que conca-tenaron los sucesos y quienes a la postre tomaron rápidamente la decisión de buscar las zonas elevadas, y estos alumnos fueron seguidos por los de primaria. Ningún esco-lar del pueblo de Kamaishi perdió la vida.

En Chile, en 1939, ocurrió un terre-moto en Chillán: 30,000 muertos, ca-sas de adobe. El 27 de febrero del 2010, por la madrugada, un sismo sacudió otra vez el país. Los chilenos tienen un nivel educativo bastante aceptable. Tienen conocimientos básicos sobre sismos. En el 2010, Bachelet anuló la alarma contra tsunamis. No obstante, los chilenos, que sintieron lo mismo que los adolescentes de Kamaishi, ondas P, ondas S, y que vivían cerca a la costa, por su formación, tomaron la decisión de evacuar los edificios y buscar refugio en las zonas altas. El terremoto de Chile fue veinticinco veces más potente que el de Pisco [15 de agosto del 2007], a pesar de ello, en ambos desastres se tuvo casi la misma cantidad de víctimas.

1968 Haytapallana. Inspeccio-nando la zona

CISMID. Centro Peruano-Japo-nés de Investigaciones Sísmicas y Mitigación de Desastres meses aantes de su inaugura-ción en 1986

1990. Premiación de las NN. UU. al lado de su esposa.

Colegio estatal que lleva el nombre del ingeniero Kuroiwa. Allí cursó la primaria, otrora llamado escuela fiscal 463.

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Uno de sus tantos libros es de lectura obligada en la India.

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Y a esto debemos agregar otras variables: el de Chile ocurrió mientras las personas dormían. El de Pisco, por la tarde. Defensa Civil estimó que se cayeron unas 60,000 casas por el terremoto en Ica. Si esas personas hu-bieran estado durmiendo, el número de víctimas probablemente habría supe-rado a las de Huaraz. Por ello pues una meta del país debe ser trabajar para que no suceda otro Yungay. Esto no cuesta mucho: basta con invertir en los peruanos, y que todos, absolutamente todos tengan conocimientos básicos de terremotos, de tsunamis, de huaicos y deslizamientos de lodo. Debemos aprender a interpretar las señales que nos da la naturaleza.

segurIdad sanItarIa

La vida te va poniendo señales, y esa palabra nunca se me iba de la mente, hasta que decidí volar a Japón a estudiar los efectos del trágico terremoto en la re-gión de Tohoku [epicentro del terremoto del 11 de marzo del 2011]. Visité Sendai, la principal ciudad de la región de Tohoku y capital de la prefectura de Mi-yagi, para observar el sistema de agua y alcantarillado. En los dos terremotos de California [89 en San Francisco y 94 en Los Ángeles], en el de Kobe en el

95 y el de Tohoku en el 2011, en todos estos casos, los sistemas de agua potable fallaron. Estas ciudades se quedaron sin agua. Debemos también preocuparnos por la seguridad de las instalaciones sanitarias.

KuczynsKI

Cuando el presidente Pedro Pablo Kuczynski dijo que todos los buenos funcionarios iban a conservar sus pues-tos, yo le recomendé dos o tres nombres. ¿Por qué lo hice? Porque son trans-parentes, honestos y además han sido eficientes en sus labores. Yo he puesto mis manos al fuego por ellos. Creo que la estrategia del Gobierno de no hacer grandes cambios es la adecuada porque conserva de ese modo gente valiosa, con experiencia.

el VIcepresIdente

Martín Vizcarra es el actual vicepre-sidente de la República, fue mi alumno; hizo su tesis sobre la microzonificación de Moquegua. Así que él entiende muy bien el problema de los riesgos sísmicos. Siempre estoy en contacto con él.

Dos veces me he reunido con Martín Vizcarra, antes de que asuma el poder. Han sido reuniones largas. En una opor-tunidad, un amigo organizó una cena a raíz de que una misión proveniente de Bangladesh visitó el país durante diez días. Toda la noche el actual vicepresi-dente estuvo departiendo con los asis-tentes, y yo entre ellos. En otra ocasión, Vizcarra y el ingeniero Trujillo [Edmer Trujillo, actual ministro de Vivienda, Construcción y Saneamiento] asistie-ron al aniversario número 140 de la Universidad de Ingeniería. Allí pudimos conversar largo y tendido.

Una vez, estando en Moquegua, ciu-dad que visité para dar una charla por la mañana, actividad que ya no realizada con tanta frecuencia como antes porque mi esposa Gloria Zevallos estaba muy enferma, y no teniendo donde alojar-me hasta que despegara mi vuelo hacia Lima, por la noche, Martín Vizcarra, entonces gobernador regional, me dijo que no me preocupara, que él se encar-garía de hospedarme para que descanse hasta que sea momento de dirigirme al aeropuerto. Grande fue mi sorpresa cuando en lugar de llevarme a un hotel de lujo me trasladó a un hostal. Un hos-tal limpio, acogedor, bonito, con todo lo necesario para darse un duchazo y dormir un poco. Caramba, me dije, qué buen tipo que es Vizcarra, que utiliza los fondos de la región con criterio y no con la intención de demostrar nada.

modesto consejo

¿Qué le digo a un muchacho que me confiesa que quiere dedicarse a la inge-niería civil? Solo le diría que si de verdad cree que es su vocación, que la estudie con cariño. Una profesión que te gusta no se convertirá nunca en algo parecido a una obligación. Siempre solicita con-sejos. Habrá gente que siempre te podrá orientar. He dirigido 180 tesis de maes-tría en la UNI, pero quiero confesar que la frase que más puertas me ha abierto en la vida es esta: «Disculpe, pero ese tema no lo conozco». He aprendido con mucha modestia.

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