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Julio Ortega. Voces de acceso a la ciudad postmoderna en El principio radical de lo nuevo Las ciudades Latinoamericanas son espacios superpuestos de la postmodernidad: torres del habla, plazas de comunicación, rutas del diálogo. Aun si desde la perspectiva urbanística las distingue la imposibilidad de una suma; y aun si dan cuenta, más bien, de procesos de desurbanización, según los cuales el programa de la modernidad es contradicho por la pobreza; estas ciudades heroicas, cambiantes, duplicadas por dentro, autoreflexivas y hasta autoparódicas, sostienen el fervor de sus voces públicas, incluso al borde del abismo de la violencia, contra la penuria cotidiana, y a pesar de la dividida urbanidad del desamor citadino. Ese fervor, de pronto, es una libertad del habla congregada en el metro de México; en los centros comerciales de Caracas; en las plazas de Lima. Seguirle el hilo a esta conversación fluída y pasajera sería reconstuir, en lugar del mapa y del paseo modernistas, la fruición urbana postmoderna; para explorar la idea de la ciudad latinoamericana como el diagrama de la comunicación que nos humaniza. No en vano la novela latinoamericana se debe al dialogismo sin fronteras de una Ciudad del Habla que podemos llamar nuestra. Hemos perdido la aristocrática ciudad colonial, estamos perdiendo la doméstica ciudad republicana, y nos ha dividido la moderna ciudad disciplinaria, que materializa al Estado y a la Banca en las urbanizaciones que los perpetúan; pero hemos ganado, como verdaderos héroes del desarraigo, un lugar en el relato de nuestras ciudades, allí donde añadimos capítulos al cuento de estar aquí,

Julio Ortega- Voces de Acceso a La Ciudad Posmoderna

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ciudades latinoamericanas postmodernas

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Julio Ortega. Voces de acceso a la ciudad postmoderna en El principio radical de lo nuevo

Lasciudades Latinoamericanas son espacios superpuestos de la postmodernidad: torres delhabla, plazas de comunicacin, rutas del dilogo. Aun si desde la perspectivaurbanstica las distingue la imposibilidad de una suma; y aun si dan cuenta, ms bien,de procesos de desurbanizacin, segn los cuales el programa de la modernidad escontradicho por la pobreza; estas ciudades heroicas, cambiantes, duplicadas por dentro,autoreflexivas y hasta autopardicas, sostienen el fervor de sus voces pblicas, inclusoal borde del abismo de la violencia, contra la penuria cotidiana, y a pesar de la divididaurbanidad del desamor citadino. Ese fervor, de pronto, es una libertad del hablacongregada en el metro de Mxico; en los centros comerciales de Caracas; en las plazas deLima. Seguirle el hilo a esta conversacin fluda y pasajera sera reconstuir, en lugardel mapa y del paseo modernistas, la fruicin urbana postmoderna; para explorar la ideade la ciudad latinoamericana como el diagrama de la comunicacin que nos humaniza.

No en vano la novelalatinoamericana se debe al dialogismo sin fronteras de una Ciudad del Habla que podemosllamar nuestra. Hemos perdido la aristocrtica ciudad colonial, estamos perdiendo ladomstica ciudad republicana, y nos ha dividido la moderna ciudad disciplinaria, quematerializa al Estado y a la Banca en las urbanizaciones que los perpetan; pero hemosganado, como verdaderos hroes del desarraigo, un lugar en el relato de nuestrasciudades, all donde aadimos captulos al cuento de estar aqu, a la novela de salirde aqu, a la leyenda de volver. La mayora de nuestras grandes novelas (Rayuelade Cortzar,Paradisode Lezama Lima,Tres tristes tigresde CabreraInfante,Cien aos de soledadde Garca Mrquez,La guaracha delMacho Camachode Luis Rafael Snchez,Cristbal Nonatode Carlos Fuentes,Lavida exagerada de Martn Romaade Bryce Echenique,Percusinde JosBalza) no son "novelas urbanas" que puedan leerse frente a las "novelas delcampo" (una clasificacin ociosa); son, ms bien, grandes espacios del habla, delrecuento, del coloquio con que construmos espacios de comunicacin que son un derechode ciudad, un acta de fundacin, una va de acceso al lugar, si no central s decisivopara ocupar, en el discurso de nuestro tiempo, el sitio de las articulaciones, de lasidentificaciones, del autoreconocimiento. No es casual que de nuestras ciudades sepamosms gracias a la interlocucin de estas y otras novelas.

Carlos Fuentes enLaregin ms transparente(1958) adelant la primera imagen de una ciudad nuestracomo torre del habla. Si alUlisesde Joyce se poda entrar por cualquiercaptulo como a Dubln por cualquier calle, a la novela de Fuentes puede ingresarse,como a la ciudad de Mxico, siguiendo el hilo de cualquier dilogo. Es un hilo que setrama entre voces de zozobra y de pasin, y que se desata entre historias interpuestas almodo de un diagrama sonoro, que culmina en el origen, hecho ahora por la tierra futura yel espejo entrevisto. El gesto postmoderno de Fuentes est en la corriente abierta alhabla por el principio de la fusin, ya que aqu convergen todas las voces posibles.Ms tarde, enCristbal Nonato(1992), Fuentes introduce otro principio, msactual, el de la fruicin, ya que la suma de las voces es ahora una celebracinparadjica, no solamente crtica sino tambin gozosa. Pero si a fines de los aos 50todava pareca posible proyectar una imagen fluda de la ciudad de Mxico, acomienzos de los 90 es evidente que ya no es suficiente una, ni siquiera varias imgenesde esa ciudad, la ms grande del mundo, la ms asolada por la contaminacin, la faltade recursos, la sobrepoblacin, la pobreza y la semiocupacin; y, con todo, capaz de labelleza inslita de sus plazas, muros, rincones, y del milagro nico de su tiempoencendido por la luz ms dulce.

Para dar una imagen de laciudad de Mxico se requerira hoy de una novela por cada colonia, ya que la ciudad seha multiplicado al punto de limitar, se dira, con el lenguaje. Es una ciudad desconocidahasta por sus taxistas, que le piden a uno la clave de su ruta, como si cruzaran elAqueronte. Los mapas de la ciudad son obsoletos en cuanto salen de la imprenta: la ciudadcrece ms all de su documentacin. Y hasta por un mero clculo de probabilidades, ledeca yo a Jos Emilio Pacheco, tiene que haber una calle con nuestros nombres; enefecto, me respondi, hay una calle que lleva su nombre, aunque es otro Jos EmilioPacheco.

Pars era una fiestalatinoamericana enRayuelade Cortzar, pero en las novelas parisinas de AlfredoBryce Echenique, a la Ciudad Luz se le han "volado los plomos." Por eso, elperuano deLa vida exagerada de Martn Romaaque en pleno mayo parisino del 68sale a la calle, se lleva un adoqun como recuerdo del hecho histrico. Ese adoqun,despus de todo, es una slaba del discurso de Pars, de su mitologa y de su museo; yel hablante latinoamericano, ms que un cultor del "fuego central" parisino, esun migrante en zozobra, el extranjero que se perpeta como el Otro. Bryce escribi lasgrandes despedidas de Pars en sus novelas de los aos 80, y no es casual que hayaescrito ahora los adioses de Madrid, otra ciudad donde la extranjera latinoamericana hasido sancionada por heterclita. El actual monologismo de las capitales europeas, por lomismo, contrasta notablemente con la fluidez dialgica de las capitales latinoamericanas,que contradicen el Archivo urbano, el cnon de las voces iguales, y abren los parajes delas voces en trnsito.

Paul Virilio ha escrito que elacceso a la ciudad contempornea no se da ya por las puertas sino por el sistemaelectrnico, y que a la esttica de las apariciones corresponde hoy otra, la de lasdesapariciones. Braudillard, por su parte, ha descrito bien el xtasis de la velocidad,su culto como otra dimensin urbana. Y, en efecto, el sistema de las comunicaciones, entodas partes, ha reemplazado no slo a la naturaleza sustituda por la ciudad como ejedel artificio, sino a la segunda instancia naturalizada por el orden urbano, esa instanciade la cotidianidad conquistada por la ciudad del siglo XIX; y, sin embargo, hay que decirque los medios de comunicacin en las urbes latinoamericanas son un espacio ms ritual ymanipulativo que verdaderamente comunicativo. O sea, no forman parte de la lgicahorizontal del intercambio sino de la violencia informativa, ese simulacro y escamoteo. Apesar de su enorme influencia, centralidad y capacidad de hacer desaparecer a laspresencias de la cultura viva, los medios de comunicacin no han, todava, afantasmadola vida cotidiana ni sustituido a la comunicacin identificatoria. En unas capitales latelevisin es peor que en otras, y en general hay pocos programas verdaderamente pluralesy exploratorios; pero, si no me equivoco, la conducta del consumidor vara entre losmedios, y no por el medio mismo sino por la distinta relacin de consumo. Me ha parecidocomprobar que hay varias formas de reapropiacin de la radio, por ejemplo, que incorporaese medio a la vida cotidiana. Quizs haya una dimensin de la televisin que ya nosituamos en lo real ni en la ficcin, que es un espacio urbano distinto, a donde unoaccede entre desapariciones (entre estereotipos y repiticiones), como a una ciudad"hiper-real", que sera distinta la ciudad "real" (la que preserva sucontexto histrico) y a la ciudad "surreal" (la hbrida), de acuerdo a latipologa urbana de Arata Usizaki y Akira Asada; "hiper-real" seria una ciudadsin contexto y puramente artificial, como Disneylandia. La televisin es un simulacro deese orden: se parece a nuestro mundo pero es su desaparicin; lo sustituye en un actopostmoderno de pura equivalencia exaltada. Esa Ciudad Televisiva puede ser, claro, unaprisin del espritu creador, pero tambin una mera estacin de imgenes en el granespacio de la realidad multiplicada por el lenguaje. La voz es la materia de que estamoshechos, y mientras los medios no logren extirparla, el habla ser irremplazable.

En dos grandes novelasespaolas podemos leer el poder especfico de esas voces de la diferencia. Una esLarvade Julin Ros, la otraPaisajes despus de la batallade Juan Goytisolo.En la primera, las voces de la extranjera (que corresponden a lo que Foucault llamespacio heterclito) encarnan en la poliglota que ha abierto pasajes de comunicacin(ertica, juvenil, alterna) en el Londres victoriano, cuya historia monumental es ahoraun flujo transitivo verbal. En la segunda, las calles de Pars aparecen cubiertas por elgrafitti ilegible: signos rabes, que encarnan la extraeza radical, el Otro sin Sujeto,lo puramente entrpico en el muro racional del Paris burgus. A la poliglotia festiva deRos, sucede as la grafa invasora, cuya ilegibilidad anuncia un espacio de ocupacinsin traduccin. A estas imgenes de desocupacin del centro por los mrgenesdescentrados, hay que aadir las imgenes de Los ngeles asaltado por las hordastnicas de la pobreza suburbana, de la llamada "ciudad interior," donde late elespaol migratorio. La mitad de los amotinados eran de origen hispano. Su malestaranuncia otro rasgo de la ciudad postmoderna: su racializacin, esto es, su mapa tnico,que ya no es controlado por los centros tradicionales; y que crece en razn inversa alprincipio del "melting pot," de la integracin compulsiva. Si en el siglo XIXempez en los Estados Unidos el proceso de la "americanizacin" como larenuncia a los rasgos de la etnicidad a nombre de un trmino promedio de semejanzaciudadana; hoy prevalece la necesidad de la extranjera como una prctica de ladiferencia. Las ciudades se podran, asi, clasificar por su capacidad de extranjera.Buena parte de las nuestras practican procesos de nacionalizacin compulsiva,naturalizando rasgos, y borrando diferencias. Pero las identidades urbanas se deciden enlas opciones, y aparece hoy la identidad elegida entre las varias opciones de identidadque maneja, sin carga de angustia, el Sujeto postmoderno. Lo vemos en Caracas, entre loshijos de los migrantes, cuyos padres siguieron siendo extranjeros; ellos, la segundageneracin (que en los Estados Unidos haba sido la generacin ms nacionalista),asumen su condicin nacional pero tambin exploran sus orgenes paternos; esa doblevalencia es indicativa de un dilogo capaz de restituciones. Mxico, en cambio, lepermite a uno seguir siendo, siempre, un extranjero; la sociedad no busca nacionalizarlo,al contrario, lo distingue como a Otro; algunos encontrarn en ello rasgos denacionalismo y rechazo de lo ajeno; yo prefiero ver una negociacin de identidadesalternas, y por eso una ganancia de las diferencias.

Mxico, evidentemente, no esya la ciudad pre-moderna, el gran mercado lacustre donde prevalecan los pactostradicionales de la diferencia y la reciprocidad. De los migrantes sabamos que el mismoda en que llegaban a Mxico formaban parte de la asociacin de migrantes acabados dellegar a Mxico, esto es, del aparato asistencialista y clientelista del Estado. Perohasta el Estado mexicano tuvo que ceder espacios a la migracin, la que msrecientemente ha vuelto a desterritorializar su propio mapa, en varias capitales nuestras,al emprender caminos de retorno. Y no es casual que en el turno de la globalizacin,frente a la crisis del aparato estatal-nacional, nuestros pases respondan con una nuevaregionalidad, afirmando espacios interiores, donde se procesa la crisis con menos costos ynuevas respuestas. Una de esas respuestas, la insurreccin zapatista en Chiapas, anunciaque la primera guerrilla post-comunista es tambin el primer movimiento campesino conconferencia de prensa permanente, esto es, una insurreccin para forzar la negociacin.Por otra parte, Mxico como proyecto urbano moderno limita con su contrapoyectodesurbanizante; y no es inslito que la actual zozobra e incertidumbre poltica que viveel pas (y que es una de las primeras sensaciones de que pasamos del estatismo patriarcala la democracia posible) haya tenido su primera representacin en las migraciones y suocupacin de espacios reclusos, baldos, fronterizos (como en la ruta Mxico-Puebla),donde se levanta una ciudad de los oficios y servicios, dividida por la mano de obradisponible; porque en la ciudad de Mxico y sus satlites es notable la minuciosaorfebrera del trabajo popular, que alcanza a todas las formas de expresin yproduccin, desde la comida (que llev a Calvino a creer que los mexicanos se estabancomiendo el mundo) hasta las artes populares; sin olvidar a los mendigos, porque enMxico hasta los mendigos trabajan.

Capital de la crisis, Mxicoactual es el lugar de la mayor estratificacin econmica, pero es tambin el mapa de unequilibrio prodigioso, como lo son casi todas nuestras grandes ciudades, donde coexistenlos extremos como una leccin de anatoma poltica. El metro es en Mxico el hilo quesostiene ese equilibrio, un espacio popular que desplaza a las muchedumbres pobres, y quelas clases medias eluden. Seguramente es el metro ms grande del mundo, ms caro y msmoderno, trasladando a la poblacin de menores ingresos; en sociedades donde el costo deltransporte es parte de la economa de subsistencia familiar, el metro mexicano es uncontrol urbano de la crisis. Notablemente, de otro signo es el metro de Caracas, no menospopular en sus estaciones extremas y horas tope, pero de una urbanidad mtica (perdida enla urbe) y de una impecable operatividad (utopa tecnolgica convertida en arcadiasocial). No es casual que en Lima los ltimos gobiernos hayan inaugurado varias veces lasprimeras estaciones de un metro que todava no funciona.

Si la ciudad modernista es untexto que se puede descifrar segn la lgica de su iconografa, la ciudad postmoderna,en tanto acontecimiento de las hablas, lugar de las enunciaciones, paraje de voces ydiagrama comunicativo, puede ser retrazada siguiendo el hilo de la voz heterclita que laenciende. Roland Barthes propuso que entendamos el lugar comn "los lenguajes de laciudad" no como metfora sino como produccin de lo que podra ser una semiosisurbana. Habra que empezar por los gneros discursivos de la ciudad actual, desde lacrnica, muchas veces abrumada por una abusiva primera pesona trivilizadora del habla,hasta el periodismo testimonial, muchas veces dado al biografismo episdico, donde loshechos sucumben al peso de lo literal. En este sentido, hay que reconocer que el registrode esas voces pasa todava por un anacronismo bastante empobrecedor: el costumbrismo, elcriollismo, el pintoresquismo literario. Varios cronistas, escritores, y hasta letradosms jvenes, creen que dar cuenta de la intimidad urbana es reproducir esas voces desdeel paradigma costumbrista, esto es, desde una reproduccin que se quiere fiel pero que esestereotpica, que pretende ser astuta y humorstica pero que es denigratoria yempobrecedora.

El criollismo costumbrista esuna tendencia literaria latinoamericana que adquiri validez hacia los aos 30, comoexpresin letrada de la crisis social a la que busc representar desde las clasesdesposedas. Busc tambin darle un lenguaje a la ciudad cambiante de laindustrializacin y los movimientos populares, an incierta entre el campo y la urbe; ylo hizo recobrando los mrgenes que, por ejemplo, Borges crey habitados por compadritoscuyo coraje los haca dignos socios de Macbeth. Reveladoramente, el criollismo creeencontrar en el pueblo los valores de nobleza, integridad y carcter que las burguesasdominantes haban perdido sin pena; por eso, el criollismo suele adscribirse a laideologa hispnica tradicional, al discurso de gran seor que manejan muy bien loshidalgos pobres. Reveladoramente, algunos escritores jvenes buscan hoy recobrar esasvoces de los desposedos, para dar versiones de sus cdigos de honor, anomia social,violencia cotidiana, hablas secretas. Pero la representacin de la crisis actual, por sutextura compleja, es no slo problemtica sino que afecta al discurso mismo; al puntoque la racionalidad del lenguaje sobreimpone orden y distancia a esa desarticulacinfluda. Cmo, en efecto, representar ese espectculo urbano actual de las voces enflujo, esa materialidad cambiante y reverberante que es el horizonte abierto de locotidiano?

En Caracas, Ibsen Martnez, enla telenovela social "Por estas calles" logr, en una brillante e impactanteprimera etapa, introducir la temperatura del coloquio callejero, dando una versinsimultaneista de la subjetividad popular; pero en una segunda serie, el proyecto revelsus lmites: la crisis representada (poder corrupto, drogadiccin, prdida de destinosocial) se simplific y las hablas se duplicaron hasta la caricatura. En Mxico, unnovelista alerta a los lenguajes de la ciudad como Gustavo Sainz, ha dedicado cada una desus novelas al habla de una colonia distinta; y los escritores de su generacin (JosAgustn es el ms conocido) se dieron a la tarea de reproducir celebratoriamente eldemtico urbano, que incluye formas tradicionales y neologismos felices, pero que sobretodo liber al formato narrativo y abri en la escritura una corriente emptica yemprica. El proyecto debe haber concludo cuando los delincuentes del barrio de Tepitose reconocieron en las novelas de estos jvenes lexiclogos amenos y decidieron, parasobrevivir a la polica, cambiar de jerga, hacerse irrepresentables. Los aos 70, enLima produjeron, asimismo, una poesa coloquialista, donde el hablante informal asumael bar como locus amenus de un vernculo igualitario y ocioso. Todo este populismo debehaber ocurrido como una reaccin primitivista frente a la prdida de lugar social deldiscurso literario, desplazado casi en todas partes por el objetivismo bien templado deldiscurso de las ciencias sociales, casi invariablemente producto del formato de lasfundaciones, de las puestas al da positivistas, y de las nuevas estrategias discursivasdel mercado acadmico. La pretensin de leer ms a fondo y documentalmente la realidadlatinoamericana, sin embargo, limit con los estragos de la crisis, y tampoco el discursodisciplinario result suficiente para decodificar la textualidad (hay que decirlo, muchasveces ilegible) de las desarticulaciones sociales y polticas.

Reproducir el vernculo,escribir como habla el pueblo, no basta, evidentemente, para dar cuenta de la crisis, dela carencia, pero tampoco para representar las prcticas de resistencia, las nuevasnegociaciones y mediaciones de la modernidad popular. En verdad, los lenguajes pblicosestn desfasados, casi en todas partes, de la prctica social; y la televisin, otravez, es sintomtica: casi todos los locutores y presentadores de televisin viven laagona del habla mediadora, ya que tienen que optar entre un modelo domstico y otroceremonial. Estos extremos demuestran la dificultad de representar un promedio deurbanidad que equivaldra a la norma nacional. Quiz, justamente, es difcil acordaresa norma, ya que estamos hechos de una pluralidad de modelos, y la ciudad estmovindose de un habla de control a otras de renegociacin. En la mayora de los casos,esos presentadores apelan a un lenguaje formalista, supuestamente elegante, engolado, queles da un empaque de pompas fnebres. Otras, son excesivamente familiares ybochornosamente indistintos. En la radio, prevalece el habla familiar, digresiva yredundante; ms de las veces, una apoteosis del lugar comn. Me ha llamado la atencinobservar que los mejores locutores son tambin buenos actores, paradoja que ya observHenry James en su relato "Lo autntico."

Lima, por cierto, es una ciudadpuramente discursiva. Trabajando sobre los discursos que la construyeron, adelant hacealgn tiempo su tipologa:

1. El discurso de Lima comocentro. Se sostiene en la mitologa colonial, asume la nostalgia como punto de vista ypropone una fuente legitimadora en el sujeto de la tradicin. Discurso aristocratizante,sustenta a sujetos cuya condicin oligrquica o burguesa pareca en descenso; refuerza,por otro lado, el ascenso de los discursos profesionales de la ciudad, de Lima comoproblema, planificacin urbana y solucin futurstica. La nocin de una "Lima quese va" (Jos Glvez) supone que la modernizacin mercantilista y poco gentilsustituye a la tradicin con el vecindario.

2. El discurso de Lima comocentro vaco. Sostiene el dictmen crtico, satrico, vejatorio, contra lailegitimidad de lo limeo. Propone el cambio, la revuelta, y sustenta unsujeto popular, campesino migrante y provinciano avecindado. Discurso defiliacin crtica, a veces deun anticapitalismo romntico, su lugar social es lo moderno: representa losreclamos democratizadores, igualitarios, justicialistas, asi como la autoridadprofesional y discursiva de la pequea burguesa ilustrada. Federico Morelleg a proponer elsaparatismo del resto del pas como sancin moral a Lima. Sebastin SalazarBondy elev a dictamen ("Lima la horrible") una frase humorsticade CsarMoro.

3. El discurso de Lima criolla.Proviene del encuentro de lo aristocrtico venido a menos con la emergencia de lo popularcomo buena conciencia. Es un discurso ideoafectivo que populariza al primero yaristocratiza al segundo. En sus mejores momentos, las novelas de Mario Vargas Llosa nosdicen que la vida en sociedad es improbable en el Per, dado el mal inherente a lossujetos de la carencia; en sus peores momentos, la sociedad es una mecnicareduccionista, determinista, que genera tipos y estereotipos. En "Un mundo paraJulius" Alfredo Bryce Echenique demostr que el discurso de lo genuino haba sidoasumido por la servidumbre, pero que resultaba siendo cursi a los ojos de los amos. En loscuentos de Julio Ramn Ribeyro, la ciudad est ya perdida, y los sujetosresultan afantasmados por esa amnesia irredenta.

4. El discurso de la culturapopular. Notablemente, el vals peruano es una licencia para hablar en barroco.Chabuca Granda es la ms famosa compositora peruana de una versin nostlgica y arcdica deLima como centro perdido, recobrado en la moral de la gracia, en la intimidad del juegogalante, en la leccin ms clsica del barroco: la de decorar el vaco. Otrasversiones son ms crudas, como la "chicha," un hbrido de msica indgena yritmos caribeos. En los programas ms populares, la televisin todava opera lasceremonias de iniciacin del migrante por la via punitiva del humor. Jos MaraArguedas intent representar la urbe ms moderna del pas, el puerto industrial deChimbote, "boom town" de la pesca industrial, pero slo pudo hacerlo a travsde las hablas desgarradas del loco, del enfermo, del borracho. Con la vehemencia de lasEpstolas y con la fractura de la lgica discursiva, Arguedas, enEl zorro de abajoy el zorro de arribatestimoni la intimidad agnica de esa transcripcinabismada.

5. El discurso especializado.Incluye al periodismo, la arquitectura, y las ciencias sociales; supone lanocinpermanente de una "crisis urbana" y la reconstruccin de la viejaLima a nombre de la historia y la cultura citadinas. Los regulares forumsurbansticos proponenimgenes alternativas al tema cclico de la prdida de Lima, y documentanpercepciones de la actualidad que se inscriben en modelos polticos del pas.

6. El discurso literario. Hayuna Lima inventada por Ricardo Palma, que hoy nos parece tan popular comoaristocrtica;en verdad, Palma fue el primero en vivir todos los dilemas de la ciudad habladafrente a la ciudad escrita, y busc a aquella en sta, como su historiadorpero tambin como sucronista. La literatura de viajes, por otra parte, levant una Lima discursivaa veces ms firme que la real; es el caso de la expedicin ilustrada espaolade Jorge Juan y Ulloa, que en el XVIII llega a Lima y la encuentra en ruinasa causa de un terremoto; pero el cronista decide describirla tal como ensu fama fue, y as la pone depie gracias a su propio relato.

En Caracas, a la deriva de lamodernidad, el habla busca su sentido de pertenencia. Los sujetos son este dilogovirtual, interpuesto y dividido, pero siempre a punto de su acorde de intimidad y su corocelebratorio. Uno va en Caracas en busca de su coro perdido. Hasta las colas son corales,y cada quien forma parte de varias a lo largo del dia y de la ciudad, como si no acabaranunca de resolver su turno, su centro. Este es un valle y las calles reemplazan a losrios, en cuyos lechos se levantan los ranchos de la pobreza, atravezando el mapa urbanocon su desurbanizacin acumulada y colgante. Pocos lugares se han construdo (desde susalbas y salvas del origen) como un espacio del dilogo posible. Al menos, el viajerorecorre las avenidas como si fueran a desembocar en plazas y bulevares de charla unnime,merendero musical y mercadillo frutal. Nos hablan con el fcil fraseo que aligera elespesor cotidiano. Nos hablan entonando una pregunta (siempre interrumpida) por el lugardeshabitado entre todos: las respuestas son a medias, mediadas, mediaciones. La urbanidades una paciente negociacin, a pesar de las voces altas.

En la colina del Sujeto se oyeel vocero del valle del Otro. De noche baja el pueblo pobre y toma la ciudad. El dia esde la polis, la noche de la polica. "Hemos perdido la noche" me dice JuanSnchez Pelez, como si nos hubiesen quitado el sueo. Nosotros, los hijos de la ciudadletrada, terminamos en nos-otros, los ilegibles. Al habernos quedado sin la noche, hemosperdido la mitad de la voz.

Salvador Garmendia en suscuentos y novelas nos deja oir esa voz arrancanda del cuerpo social: sus pequeos seresle dan la vuelta a la escritura para regresar a la plaza dialogada, donde ya no requierenun nombre pues les basta con el tiempo presente ganado por la voz. En las novelas de JosBalza, el habla disputa su lugar entre los espacios cerrados, como el paraje de aperturahacia la recuperacin sensorial del mundo; no reproduce los lenguajes orales, los exaltacon precisin y brillo, contaminados por la comunicacin del deseo, por su estrategiapermutante. En las de Carlos Noguera, en cambio, el dilogo es una fuerza convivencial:sus personajes recorren las calles en coche, no para ganar otro espacio sino para ensayarla intimidad del habla amical. La ciudad se divide en espacios de conversacin variable,digresivos y memoriosos, de culpa y expiacin; y por el habla el tiempo es retramado comoun espacio del recomienzo, de la juventud y el acuerdo. Ricardo Azuaje, Israel Centeno,entre otros, hacen hablar a los nuevos espacios de contradiccin, levantando las vocesinsumisas que buscan rehacer el mapa urbano.

Mxico, Lima, Caracas, en estefin de siglo podran, gracias a las articulaciones latentes entre las voces del relevoque hoy subvierten los rdenes del Archivo sincrnico, reconstruir una memoria contra laamnesia, un espacio diacrnico donde los lenguajes sean del re-conocimiento del sujeto enel otro, de la diferencia acordada como ganancia. La memoria no como el museo de lonacional sino como la bsqueda de la ciudadana cultural, que excede fronteras; y abreen la ciudad ya no el centro ordenador sino el umbral del presente, del recomienzo, de lavoz que explora su propia duracin, su textura temporal de ocurrencia convocante yconcurrencia celebrante.

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