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ame III
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Jurandir Malerba
“Nuevas perspectivas y problemas”
Introducción
En las últimas tres décadas se produjo una eclosión cualitativa y cuantitativa de la producción.
Este artículo esboza las tendencias generales de la renovación de dicha historiografía. En esto dos
puntos son fundamentales: 1) situar el contexto histórico más amplio de transformaciones
societales y epistemológicas registradas en la década de 1960, dentro de un escenario de crisis de
valores de la cultura occidental. Esta década debe tomarse como un verdadero punto de inflexión
en el modo de concebir y escribir la Historia. Mi línea de argumento es la que la historia de la
historiografía de AL en dicho período está marcada por una radical transición paradigmática que
llevó al abandono de las historias de carácter holístico y sintético que entonces se elaboraban a
favor de nuevas modalidades analíticas de escritura histórica, centradas en objetos construidos en
escala reducida. Los años de 1968 y 1989 son dos momentos simbólicos fuertes de ese
movimiento. (pág. 64)
2) La historiografía latinoamericana se la puede comprender en relación a las fuertes y ambiguas
relaciones que mantiene ella con otros centros culturales en general, e historiográficos en
particular, a lo largo del tiempo y especialmente en el contexto histórico referido.
Tal vez muchos de los trazos aquí destacados sean válidos para una parte y no para otra de AL. En
cada uno de los extremos tendremos una AL más desarrollada y otra menos. Esa característica se
destaca en lo que concierne a la propia periodización propuesta para las décadas entre 1970-1990.
Se las debe considerar más como un instrumento de análisis y exposición y no de manera rígida.
(pág. 64)
El criterio de inclusión que fundamenta mis opciones es el de la mayor representatividad de
determinados campos en el período bajo observación. El de exclusión es el de no contemplar en
este ensayo vertientes importantísimas, y con fuerte tradición en la producción historiográfica de la
región. (pág. 65)
Antes de la década de 1960
Es importante subrayar que aquí estarán bajo observación aquellas prácticas y resultados
historiográficos que se pueden entender como innovadores. Antes de 1960, prevalecía en términos
cuantitativos un tipo de historia que se podría llamar “tradicional”. Entre 1940-1968, las dos
principales posturas históricas eran el positivismo y el historicismo, indicando el tipo de historia
tradicional que se practicaba antes de 1960 en México y en Brasil. Allí donde la
“profesionalización” fue mucho más tardía y aún es incompleta, la preponderancia de una historia
centrada en el Estado, historia oficial, de las elites gobernantes, fue también la regla, hasta
avanzada la década de 1960. (pág. 65)
1
Contextos histórico intelectual de la transición paradigmática
1960 estuvo marcada por una violenta aceleración del tiempo histórico, que incidió en la forma de
hacer y pensar históricos. Dicho “vuelco” fue un síntoma del súbito cambio cultural mayor vivido
en el mundo occidental, que se reveló de forma dramática en la propia concepción del fin y de los
límites de las ciencias humanas y sociales y trajo consigo la necesidad de un reexamen crítico de la
racionalidad científica entonces vigente. En un contexto políticamente turbado, las viejas certezas
que caracterizaban a la razón occidental fueron radicalmente sacudidas. (pág. 66)
La consecuencia lógica de la crítica visceral al viejo humanismo llevó a la llamada “muerte del
Hombre”, entendido como sujeto y objeto privilegiados del conocimiento. Es importantísimo
tener presente que ese gran movimiento se desarrollaba en los polos hegemónicos de la cultura
occidental, en los países de economía capitalista céntricos. En AL, otra ola innovadora se
propagaba: la teoría de la dependencia.
En el conocimiento histórico, la negación de la racionalidad moderna se manifiesta en la creencia y
la práctica fácil de que el mundo no es otra cosa que un campo de manifestación de discursos en
conflicto. El abandono de las totalidades como horizontes utópicos es uno de los apoyos del
movimiento ecléctico de pensamiento que se bautizó como “posmodernidad”. Según Cardoso, ya
no habría “historia” y si historias “de” y “para” determinados grupos definidos por tales
posiciones, por los “lugares desde donde se habla”. (pág. 66)
La actitud que busca retirarles a los seres humanos su potencial de agentes transformadores es
una de las consecuencias directas de la proclamada “muerte de la Historia” y de “la muerte de
las ideologías”. El “hombre” será interesante para los posmodernos sólo como mero miembro de
comunidades de sentido, en una sociedad irrecuperablemente fragmentada. Este verdadero temblor
sísmico en las ciencias humanas en general, y en la historia en particular, se procesa desde la
década de 1960 en los polos hegemónicos de la cultura occidental, mientras que otra tendencia,
pero en otra dirección, se acentuaba en el seno de los intelectuales de AL.
Las relaciones con los polos culturales hegemónicos
Esbozado un cuadro general de profundos cambios que marcaron el pensamiento occidental en sus
centros hegemónicos a partir de 1960, cabe ahora enunciar el segundo punto de referencia para la
comprensión de la trayectoria de la historiografía latinoamericana: las relaciones que ésta
mantiene con otros polos culturales. La historiografía latinoamericana no surgió ni se desarrolló
“en el vacío”, sino íntimamente conectada con las matrices del pensamiento histórico occidental.
En lo que respecta a las relaciones establecidas entre norteamericanos y latinoamericanos, el
“pragmatismo” dicta los intereses de investigación sobre temas de AL. Skidmore analiza el trabajo
de los académicos norteamericanos y concluye que existió un relativo desinterés por la región
entre los intelectuales americanos en general, y los historiadores en particular, a lo largo del siglo
2
XX. Dicha tendencia sólo habría sido alterada por el acontecimiento de la Revolución Cubana,
cuando millones de dólares fueron inmediatamente puestos a la disposición de los investigadores.
Fue después de Fidel, verdadero promotor de los estudios latinoamericanistas en USA. (pág. 67).
Nuevos objetos
La gran ampliación de objetos de investigación histórica que hoy se nota entre los historiadores
latinoamericanos refleja la fragmentación general de la fase de transición paradigmática iniciada a
finales de la década de 1960 y pone en evidencia la dependencia cultural de la comunidad
intelectual latinoamericana respecto a cánones producidos en otro lugar. (pág. 68).
Nuevas cuestiones que incidían directamente en la vida cotidiana de hombres y mujeres. Entre estas
estaban la historia urbana, el creciente interés por la historia de los “desposeídos”, las cuestiones de raza
y la esclavitud, la historia social del trabajo, el crecimiento espectacular de la historia de las mujeres, los
estudios enfocados sobre la sexualidad (gays y lesbianas) y las cuestiones ambientales.
-Década de 1980: imperó la historia social.
-Década de 1990: imperó la “nueva” historia cultural.
Los nuevos temas presentes en los estudios sobre AL reflejan anhelos y demandas de la cultura del
investigador (extranjero) y no necesaria o prioritariamente los del pueblo investigado. La
recepción incontestable de cánones y problemas exportados por la fuerte comunidad académica
norteamericana sugiere la progresiva imposición de valores de la socialdemocracia liberal que
USA exporta a todo el mundo. El súbito y vertiginoso crecimiento de los estudios sobre la
esclavitud en AL por parte de investigadores norteamericanos, un campo virgen hasta la década de
1960, fue prácticamente un eco del movimiento por los derechos civiles en USA. (pág. 69).
Sólo deseo destacar el hecho de que llegaron a AL “venidas de fuera”, como problemáticas
urgentes típicas de sociedades liberales desarrolladas.
Las décadas de 1970 y 1980
La historia económica y la historia social son sectores historiográficos consolidados, con
problemáticas, objetos, instrumentales teóricos, metodológicos y técnicos propios. Surgieron
intrínsecamente conectadas, en el esfuerzo de los historiadores críticos para superar la entonces
hegemónica historia historisante o metódica, también llamada “positivista”. La historia económica
y la historia social examinan minuciosamente la esclavitud, para percibirla bajo el prisma de las
estructuras económicas y sus dinámicas, pero también lo hacen con las relaciones familiares,
sexuales, culturales y la resistencia de los esclavos. (pág. 70).
La clase obrera también fue investigada. Mirando las últimas décadas de producción histórica en
el subcontinente, podemos decir que la historia económica y social fue el campo donde más y
mejor avanzó nuestra historiografía. El objetivo de esta sección es delinear la trayectoria de ambas
modalidades de escritura histórica, comenzando por la historia económica.
3
La historia económica
La historia económica latinoamericana adquirió mucho de su perfil y fuerza en la década de 1960.
La historiografía económica latinoamericana procesará todavía un crecimiento vertiginoso, a
finales de la década de 1960, bajo el impulso de las intervenciones polémicas de la CEPAL 1 en
torno a las cuestiones del desarrollismo y las teorías de la dependencia. (pág. 71).
Los historiadores norteamericanos Charles Bergquist (1970) y Joseph Love (1990) han
reconstituido el itinerario del surgimiento de las llamadas teorías de la dependencia, que
comenzaron a formularse dentro de la CEPAL y las Naciones Unidas2, en la década de 1950.
A pesar de todos los problemas justamente levantados y criticados por una legión de intelectuales,
los análisis basados en la teoría de la dependencia fueron el punto culminante de la formulación
de un pensamiento genuino elaborado en AL para explicar su situación presente. Las críticas más
contundentes a las teorías de la dependencia le reprocharon su carácter eminentemente
ensayístico. A excepción de los trabajos de Carlos Sempat Assadourian, Marcello Carmagnani, y
Tulio Halperín Donghi, aquellas tesis no lograron influenciar profunda y duraderamente la
historiografía latinoamericana. El impacto cultural bombardeante de mayo del 68 vació
prácticamente su potencial, abortando las posibilidades de avance dentro de esa línea de evolución
intelectual y liquidando en la cuna al “nuevo paradigma” antes de que pudiera desarrollar toda su
carga crítica y creativa dentro de los estudios históricos. Tal fenómeno se explica por el hecho de
que las teorías de la dependencia surgieron en la década de 1960, cuando se derrumban los
paradigmas de las ciencias sociales con el advenimiento del postestructuralismo, que derivará en
el “posmodernismo” de las décadas de 1980 y 1990. (pág. 72).
Uno de los campos que más impulsó la historiografía económica en AL fue el de la economía
colonial.- En Brasil, la historia económica floreció en la década de 1970.
La idea que abrió esta sección: la de que la historia económica y social muchas veces diluyen sus
fronteras en los resultados de las investigaciones concretas. (pág. 73).
La historia social
En América del Sur, la influencia cultural de Europa, antes y después de la ruptura de la I Guerra
Mundial (1914-1918), es continua y relevante. (pág. 74).
La historia social del trabajo y la de los movimientos sociales son los dos subcampos temáticos de
importante irradiación.
1 Comisión Económica para AL y Caribe
2 En la tesis del “desarrollismo” propuesta por la CEPAL había 3 presupuestos que se volverían fundamentales para el
nuevo paradigma: 1) el mundo estaba dividido entre naciones centrales desarrolladas y naciones periféricas
subdesarrolladas; 2) ambas categorías de naciones estaban intrínsecamente vinculadas dentro de un sistema económico
mundial, de tal modo que desarrollo y subdesarrollo eran fenómenos indisociables; 3)al menos en el pasado reciente,
las relaciones de comercio en el sistema mundial operaron en detrimento de las naciones subdesarrolladas.4
Bajo el impacto de las profundas transformaciones globales en el mundo del trabajo, la producción
historiográfica sobre la clase obrera y el mundo del trabajo en AL, al final de la década de 1980, se
alteró también sensiblemente, dando impulso a lo que se postulo la “nueva historia social”. Los
historiadores buscaron entender el proceso de formación de la clase dentro de sociedades y
contextos históricos determinado y también como las personas comunes vivían cotidianamente.
(pág. 76).
El otro filón temático de relevancia dentro de la historia social al que podríamos referirnos es el
de la historia de los movimientos sociales. Entre los años 1970 y 1980, una serie de factores
condujo a un crecimiento vertiginoso de dicho campo. El surgimiento de movimientos sociales
aparentemente nuevos, en el momento en que los investigadores estaban introduciendo y
experimentando sistemas conceptuales innovadores, modificó sensiblemente el perfil de la
literatura especializada.
El centro de interés de los investigadores ha sido hacia cuestiones como identidad y cultura. Un
problema no superado por la nueva literatura de las décadas de 1980 y 1990 fue la insistente falta
de un mínimo de objetividad en dichos estudios. Muchos trabajos han sido publicados por
activistas de los movimientos sociales, los que admiten claramente que el objetivo de su trabajo es
hacer avanzar las conquistas que anhelan los respectivos movimientos. (pág. 77)
Las décadas de 1980 y 1990
Los dos campos que mejor caracterizan el perfil de la producción histórica latinoamericana en
este período son la nueva historia política y la nueva historia cultural. La historia política siempre
estuvo presente en la historiografía latinoamericana y como campo importante de investigación
desde el siglo XX. La historiografía política de la década de 1990 se proclama a si misma como
“nueva” en oposición a las antiguas obras centradas en el Estado y los grandes hombres que lo
dirigieron. El mismo vale para la historia cultural, la que siempre existió pero con otros nombres y
objetivos. Lo que distingue la “nueva” historia cultural es su inclinación hacia algunos preceptos
dictados por la quiebra paradigmática post estructuralista. (pág.78)
Nueva historia política
A comienzos de la década de 1990, empieza a llegar a AL el influjo del movimiento de renovación
de ese campo iniciado 10 años antes en Europa. Se hablaba ahora de una “nueva historia
política” revigorizada por el contacto con la historia cultural, donde el concepto de
“representación” se vuelve imperativo. Esta nueva topografía se explicaría por la influencia
directa de corrientes de pensamiento como el estructuralismo3 y el postestructuralismo y la
3 Es un movimiento heterogéneo que inicialmente aparece como una metodología científica, convirtiéndose luego en una
ideología filosófica que pretende elaborar teorías objetivas y verificables, a través del control científico a las ciencias del
espíritu. En el estructuralismo el hombre pasa de ser sujeto de la historia y de la cultura, a ser objeto que se conoce por la 5
apertura de la historiografía a las vertientes contemporáneas de la filosofía política, la sociología y
la antropología. (pág.78)
Se podría insertar un paréntesis importante que señalase la permanente sumisión intelectual de la
historiografía latinoamericana a las agendas venidas de fuera. La pretendida apertura innovadora
presenta un grave problema: la dificultad de los historiadores para asimilar, en la conducción de
sus investigaciones y en la construcción de sus textos, las reflexiones teóricas de los autores
mencionados en sus bibliografías (pág.79)
Dos campos temáticos donde la historiografía latinoamericana ha hecho avanzar la historia
política: la construcción del estado y la nación (siglo XIX) y los estudios sobre los regímenes
populistas (siglo XX).
Mark Berger afirma que es como si la historia de América Latina fuera escrita sobre todo en
Estados Unidos, al margen de los mismos historiadores latinoamericanos. (pág.80)
El argumento central del autor es que, en la década de 1990, el estudio de la historia
latinoamericana se caracterizó por la continuidad vigorosa de importantes debates sobre la
herencia colonial. Se registraron los esfuerzos crecientes para articular de manera crítica las
cuestiones del nacionalismo y la formación de la nación, generalmente con énfasis en campesinos
y pueblos indígenas.
El segundo eje temático que rescatamos en el campo de la historia política lo constituyen los
trabajos historiográficos sobre los regímenes populistas y dictatoriales.
La historiografía más reciente busca entender cómo el Estado se forma mediante su actuación
normativa cotidiana, la que implica negociación de demandas e intereses populares. (pág.81)
Nueva historia cultural
El historiador mexicano Carlos Aguirre Rojas (1998) entiende 1968 como una verdadera
revolución cultural a escala mundial, que afectó los cimientos culturales de la civilización
objetividad y la neutralidad científica.
Quienes asumieron el estructuralismo "buscaron la permanencia y estabilidad de las estructuras que duran y derivan su
significado solamente de sí mismas y de sus raíces en una naturaleza humana, en cuanto realidad plenamente
determinada como los demás objetos del mundo."
Los estructuralistas comenzaron por combinar el marxismo y el psicoanálisis, pero sobre todo es el positivismo quien
más marca a esta corriente. El estructuralismo plantea la manera de comprender al hombre para pasar a mirarlo como
objeto de observación y análisis, como cualquier otro objeto de la ciencia, porque el inconsciente precede a lo
consciente.
Se opone al causalismo y al historicismo sobre todo en su visión del hombre, que de sujeto pasa a ser objeto del
conocimiento y eso implica que los hombres estén sometidos a las estructuras. El gran desarrollo de este movimiento se
dio a partir de 1960 encontrando en Lévi Strauss su mayor exponente, hoy es criticado y acusado por su desprecio a la
historia y por la devaluación de la autonomía individual.
6
occidental, que son la familia, la escuela y los medios de comunicación de masa. Ese movimiento
histórico dejó ilesa a la historiografía internacional, en general, y latinoamericana, en particular.
Los contornos de lo que se llamó “nueva historia cultural” fueron allí delineados. Las historia de
lo cotidiano y de las relaciones de género serían tomados como ejemplos para el análisis, después
de una aproximación más conceptual a la nueva historia cultural. (pág.82)
¿Qué es lo que caracterizaría dicha nueva historia cultural?
-el estudio de las mentalidades
-un interés particular por los grupos subalternos.
-cierta inclinación a la inducción en la escritura de la historia
-una postura altamente crítica en relación con las fuentes y la interpretación textual.
Esbozamos dos filones importantes de la historia cultural en América Latina, practicados por la
historiografía del cotidiano y de las relaciones de género. (pág.83)
En América Latina, los estudios de historia social, focalizada en la privada y cotidiana y en las
formas alternativas de resistencia de los sectores populares, con dirección claramente “nueva
historia social” en México, “nueva historia” en Puerto Rico e “historia social de la cultura” en
Brasil. (pág.84)
En los mismos cuadros temáticos explorados por historiadores sociales y culturales –clase obrera,
movimientos populares, mujeres- comenzó a brillar en América Latina durante la década de 1980
otra forma de planteamiento caracterizado por el uso directo de las teorías post estructuralistas4,
particularmente aquellas del análisis del discurso propuesta por Foucault. La presencia de esta
referencia histórica es obvia, su incidencia en la historiografía latinoamericana no se limite a la
literatura de temática especifica, esto es, a las cuestiones de orden medico, de prostitución, de
asilos etc., sino que se encuentra en los bas fonds de toda la producción de “historia social”
fundada en el binomio “dominación X resistencia”, en donde la presencia del vector “poder” es la
categoría explicativa por excelencia, (pág.85).
4 El post estructuralismo es un término usado para describir investigaciones, principalmente en Francia, que
emergieron de mediados a finales de los 1960s para poner en tela de juicio la primacía del estructuralismo en las
ciencias humanas: antropología, psicoanálisis , historia, crítica literaria y filosofía. El término no parece originario de
las investigaciones mismas, sino de los angloparlantes que las estudiaron posteriormente.
Movimiento en la crítica literaria y la filosofía originado en Francia a fines de la década de 1960.
Se inspira en las teorías lingüísticas de Ferdinand de Saussure, la antropología de Claude Lévi-
Strauss (ver estructuralismo) y las teorías deconstruccionistas de Jacques Derrida(ver deconstrucción), sostiene que el
lenguaje no es un medio transparente que nos permita conectarnos directamente con una "verdad o "realidad" externa,
sino una estructura o código cuyas partes adquieren su significado a partir del contraste de unas con otras y no de su
conexión con el mundo externo. Algunos de los autores asociados con este movimiento son Roland Barthes, Jacques
Lacan, Julia Kristeva y Michel Foucault.
7
Consideraciones finales
Desde los efervescentes años sesenta, se verificó cierto cambio radical en las formas de concebir y
practicar la historia, en el sentido de paulatino alejamiento de enfoques holísticos y totalizantes,
teóricamente compuestos, que buscaban una comprensión histórica del ente America Latina en el
concierto de las naciones. Tal alejamiento se acompañó de la percepción general de la
fragmentación de lo social hacia marcos políticos de escala reducida. El vector generador de esas
identidades locales es la cultura, siendo ella además la que cada cual define. Tal cambio en la
historiografía de América, como es que se ha expuesto, reitera su papel histórico de importadora de
pensamiento y modas. (pág.88)
Se puede decir, en rigor, que lo que hay de nuevo en la historiografía latinoamericana está en el
pasado, y que el presente se halla lleno de pastiche y copia. Lo que la inteligencia
latinoamericana produjo de “nuevo”, genuino, fueron las teorías de la dependencia, abortadas
con el advenimiento del post estructuralismo, el mismo que negó la función a la teoría.
El post estructuralismo, fue vital para echar por tierra viejas verdades estancadas, principalmente
procedentes de la teoría marxista, tales como las diseminadas por los regímenes autoritarios, que
de ella se apropiaron como credo a lo largo del siglo XX. Poco hicieron para rellenar el vacío
dejado en el lugar de los ídolos derrumbados. La solución no era simplemente abandonar la teoría
y sí, por el contrario, rescatarla, mejorarla, de modo tal que todos los importantes sujetos históricos
que ganaron voz a partir de la revolución paradigmática promovida por el post estructuralismo
fuesen nuevamente integrados en una percepción global de la sociedad latinoamericana, de su
historia y sus relaciones con el resto del mundo.
Deben ser incluidas en un enfoque totalizante y no sectorial, fragmentado, segmentado, sectario.
Se trata de un problema mucho mayor, que es económico, político, cultural, que es finalmente,
estructural. Lo mismo es válido para los otros temas históricos referidos. (pág.89)
Un último punto por destacar, en lo que atañe al futuro de la historiografía latinoamericana, se
refiere a la urgencia de la democratización de la producción y la circulación de información.
8