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Identidad Propuestas conceptuales en el marco de una sociología de la cultura

Kaliman - Identidad Propuestas Conceptuales en El Marco de Una Sociología de La Cultura - Tucuman 2006

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Kaliman - Identidad Propuestas Conceptuales en El Marco de Una Sociología de La Cultura - Tucuman 2006

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  • Identidad Propuestas conceptuales en el marco de una

    sociologa de la cultura

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    Identidad : propuestas conceptuales en el marco de una sociologa de la cultura / Ricardo J. Kaliman...[et.al.]. - 1a ed. - Tucumn : el autor, 2006. 86 p. ; 22x17 cm. ISBN 987-05-1831-1 1. Sociologa de la Cultura. CDD 306

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    Identidad Propuestas conceptuales en el marco de una

    sociologa de la cultura

    Texto preparado por Diego J. Chein y Ricardo J. Kaliman

    Miembros del proyecto: Lorena Cabrera Andrea Paola Campisi Mariana Carls Jorgelina Chaya Diego J. Chein Ricardo J. Kaliman (Director) Denisse Oliszewski Lisa Scanavino Fulvio A. Rivero Sierra Paula Storni

    Proyecto Identidad y reproduccin cultural en los Andes Centromeridionales

    Instituto de Historia y Pensamiento Argentinos Facultad de Filosofa y Letras

    Universidad Nacional de Tucumn

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    Presentacin

    Las reflexiones y propuestas conceptuales recogidas en este documento son el resultado del trabajo colectivo de los miembros del Proyecto de Investigacin Identidad y reproduccin cultural en los Andes Centromeridionales, que desarrolla sus actividades desde 1998 en el Instituto de Historia y Pensamiento Argentinos de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad Nacional de Tucumn, con el apoyo de subsidios otorgados por el CIUNT, Consejo de Investigaciones de esta misma Universidad.1

    El marco que aqu presentamos es el producto de una dinmica de trabajo desarrollada a lo largo de los aos, mediante la cual ponemos en relacin de mutua alimentacin las discusiones grupales y las distintas investigaciones personales de cada uno de los miembros del proyecto. Las investigaciones individuales se encaran en el marco de las propuestas conceptuales colectivas, y a la vez las ponen a prueba, lo cual permite profundizarlas, precisarlas, cuestionarlas, reformularlas, de manera que vuelvan a ponerse a prueba en el posterior trabajo de investigacin. En 2001, como fruto de esta dinmica, el proyecto produjo un primer documento en el que reseaba propuestas conceptuales de ndole ms general, sobre los procesos de reproduccin y transformacin social y sobre el concepto de discurso en ese contexto. En esta nueva entrega, desarrollamos el modo en que

    1 Dos de los miembros (Ricardo J. Kaliman y Diego J. Chein) son investigadores de carrera del CONICET. Varios de los integrantes del grupo han sido beneficiados, a lo largo de los aos, con becas de distintas instituciones: del CONICET, Andrea Paola Campisi, Diego Chein y Fulvio A. Rivero Sierra; del CIUNT, Lorena Cabrera y Denisse Oliszewski; de la SECYT, Lorena Cabrera; y del programa de intercambio Linneaus-Palme, a travs de un convenio con el Instituto Iberoamericano de la Universidad de Gotemburgo, Suecia, Mariana Carls.

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    proponemos que se articula, dentro de ese marco general, el concepto de identidad cultural.

    A lo largo de todo este proceso, adems de los miembros actuales del grupo, cuyos nombres aparecen en la portada de este volumen, han contribuido otros investigadores, de entre los cuales corresponde mencionar a Celina Ibazeta, Luca Reyes de Deu y Leila Gmez, quienes prosiguieron sus estudios y sus carreras profesionales en Estados Unidos. Durante un ao y medio, tambin colabor Paz Torcigliani, estudiante de antropologa de la Universidad Nacional del Litoral, radicada en Tucumn. Agradecemos asimismo a las Profesoras Mara Eugenia Bestani y Julia Stella por sus colaboraciones de distinto orden, as como su apoyo en las correcciones de estilo sobre una primera versin final del texto que ahora presentamos.

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    Introduccin

    El inters por el concepto de identidad cultural ha cundido en los ltimos aos tanto en el terreno poltico como en el de las ciencias sociales, alrededor de tpicos recurrentes como los de la globalizacin, la multiculturalidad, los nacionalismos y los regionalismos o lo que a veces se da en llamar los nuevos sujetos sociales. Aunque muchas veces replantea o resucita discusiones de cierta data,2 es sin duda mucho ms que una retrica de moda, no slo porque hay procesos culturales que no pueden comprenderse sin hacer referencia a l, sino tambin porque la discusin en torno al concepto involucra cuestiones centrales para el esclarecimiento de la conducta de cualquier ser humano, en la medida en que se refiere a la posicin que cada individuo adopta en su relacin con los otros individuos con los que interacta cotidianamente y en las que se ponen en juego sus proyectos, sus necesidades y sus deseos.

    El concepto de identidad es una de las inquietudes bsicas de la reflexin terica del grupo de autores del presente documento, interesado en el estudio de los procesos de reproduccin y transformacin cultural en distintos grupos humanos del noroeste argentino, en la medida en que entendemos que en ese concepto se cifran las pautas de las posibles comuniones y distanciamientos a travs de las cuales los actores sociales participan de la gestacin y cambio de sus rutinas culturales. El objetivo de la exposicin que desarrollamos aqu es el de presentar los resultados de estas reflexiones, como un aporte crtico a estas generalizadas discusiones y, al mismo tiempo, como una fundamentacin de nuestras propias investigaciones personales, que, en definitiva, son las que han nutrido esas

    2 Cf. un resumen de la prehistoria de estos debates en Lomnitz 2002. Sobre un panorama ms extenso de las discusiones sobre el concepto de identidad, v. Cuche 2004.

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    reflexiones y han puesto a prueba las propuestas conceptuales que han ido surgiendo de ellas.

    En este esfuerzo, uno de los criterios epistemolgicos que nos ha guiado ha sido el de dotar al concepto de identidad de un correlato emprico o, dicho de otra forma, dar una respuesta confiable y contrastable a la pregunta sobre el modo en que la identidad existe en la realidad, pregunta que, aunque resulta crucial para cualquier enfoque cientficamente slido, no encontramos claramente formulada y mucho menos contestada en la literatura sobre el tema. A menudo, parece presuponerse que esta respuesta es proporcionada por el sentido comn y que podemos hablar de las identidades con la misma comodidad con la que nos referimos a cualquier objeto que se encuentre al alcance directo de la percepcin, incluso cuando al mismo tiempo se reconoce todo lo contrario, sea porque se le atribuya cierta dimensin cuasimetafsica, sea porque se la conciba como una fbula urdida para manipular subjetividades.

    Nuestra estrategia para la elaboracin de ese concepto materialmente reconocible consisti en la articulacin del concepto de identidad en un contexto ms general, el de la dinmica de las subjetividades humanas en aquellos aspectos relevantes en relacin con los procesos de reproduccin y transformacin social. Dentro de ese marco general, entonces, nos concentramos en los fenmenos relacionados con la identidad que especficamente nos interesan y que, en definitiva, no difieren, en cuanto fenmenos, de los que preocupan a muchos otros estudiosos. Este modo de razonamiento, a su vez, nos ha permitido, reconocer una serie de limitaciones en muchas de las aproximaciones al concepto de identidad, que presentamos, a lo largo de esta exposicin, en la forma de cuestionamientos a los presupuestos implcitos o explcitos con los que se suele afrontar el estudio de esos fenmenos. El universo de las identidades socialmente activas, en cierto sentido, parece volverse ms complejo a la luz de estas reflexiones. Al mismo tiempo, no obstante, esta complejidad puede resultar mucho ms manejable si somos capaces, como hemos intentado aqu, de remitirla a ciertos conceptos bsicos que permiten distinguir las variables relevantes, las dinmicas de la reproduccin y transformacin, y, en lneas generales, los aspectos comunes a los diversos procesos sociales en los que la identidad juega un papel significativo, as como las diferencias pertinentes entre ellos.

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    El marco general al que nos referimos y en el que encuadramos estas reflexiones es un modelo de la dinmica de la reproduccin y la transformacin social, que hemos desarrollado en un documento anterior3, y al que remitimos a menudo a lo largo de esta presentacin, aunque intentamos sintetizar sus contenidos en algunos aspectos, en los momentos en que nos ha parecido conveniente hacerlo para dotar a la exposicin de un grado de claridad autnoma. Este documento, en suma, ha sido pensado para ser ledo independientemente y confiamos que la exposicin podr resultar comprensible para quien as lo haga. Corresponde, sin embargo, dejar claro que la discusin argumentada y los fundamentos del marco sociolgico estn en otra parte y el lector queda invitado a consultarlos si el presente texto le despierta tal inquietud.

    3 Citado en la bibliografa como Kaliman (Dir.) et al. 2001. En este documento, reseamos asimismo nuestra postura epistemolgica, y sus relaciones con otros marcos afines.

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    Una definicin inicial de identidad

    Cuando hablamos de identidad, aludimos a las nociones o sentimientos de pertenencia de los agentes sociales a determinados grupos o colectivos humanos. Muchos estudios sobre identidad hacen referencia a esta propiedad, pero no siempre se precisan las consecuencias que tal postulacin conlleva. Subrayemos, por lo pronto, que, as entendida, la identidad existe en las subjetividades de estos agentes y constituye un fenmeno social en cuanto es compartida por una pluralidad de actores. Definimos, entonces, identidad como una autoadscripcion en el seno de un colectivo, generalizada entre los miembros de ese colectivo. Un agente social dado entiende no necesariamente de un modo consciente- que hay un grupo de agentes sociales que tienen tales y cuales rasgos comunes, y que l o ella forma parte de ese grupo. Eso es lo que llamamos una autoadscripcin en el seno de un colectivo.4 Si esta autoadscripcin es compartida por muchos agentes sociales, con referencia a un mismo colectivo, entonces tenemos una identidad.

    Una identidad es, en consecuencia, una generalizacin sobre las subjetividades de un conjunto de agentes sociales. Este modo de caracterizarla, merece quiz, por poco usual, una aclaracin algo ms detenida. Significa que cuando un investigador

    4 Las efectivas nociones o sentimientos de pertenencia que definen una identidad no implican necesariamente una eleccin resultante de una voluntad consciente, como el trmino autoadscripcin puede llegar a connotar. Sobre la cuestin de la relacin entre conciencia e identidad, volveremos en varios momentos a lo largo de este documento. Ver particularmente el apartado titulado Identidad prctica e identidad consciente.

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    propone que existe cierta identidad, est sosteniendo que las cosas son en el mundo de cierta manera: est proponiendo que un grupo de seres humanos comparte un modo de interpretar la realidad y de actuar conforme a esa interpretacin. Esos contenidos psquicos (modo de interpretar la realidad, motivaciones para la accin) estn de alguna manera dentro de lo que llamamos subjetividad de los agentes sociales. Cuando afirmamos que esos contenidos psquicos son compartidos, estamos proponiendo una generalizacin, que tendra una forma aproximadamente como: En todas las subjetividades de un conjunto de agentes sociales existe la nocin de que existe un grupo que comparte tales y cuales rasgos y cada uno de esos agentes sociales se considera a s mismo miembro de ese grupo. Como toda generalizacin, puede estar ms o menos equivocada. Puede ocurrir que no todos los agentes sociales sobre los que pretendemos que se extiende la generalizacin comparten realmente esa imagen del grupo o la correspondiente autoadscripcin, o puede ocurrir que no compartan todos los rasgos comunes del grupo que nuestra generalizacin les atribuye. Una identidad es, en principio, una conjetura sobre la realidad, y slo el examen emprico puede certificar su validez, orientar las precisiones que puedan hacerla ms adecuada, o, incluso, desautorizarla del todo.5

    5 En el marco que estamos asumiendo aqu, adoptamos el postulado de que cualquier explicacin de la reproduccin y la transformacin social en general, y por consiguiente de las prcticas culturales en particular, debe necesariamente considerar la dinmica de las subjetividades humanas, en la medida en que estas subjetividades constituyen la realidad material sobre la cual generalizamos cada vez que proponemos cualquier afirmacin sobre un hecho social, incluso si se trata de afirmaciones que aspiren a capturar propiedades estructurales de los procesos sociales. Ninguna pretendida ley formulada en sociologa puede tener sentido emprico si no incorpora, en su misma formulacin, el modo en que se realiza en, y a travs de, las subjetividades de los agentes sociales materiales. Nuestra definicin de identidad es coherente con este postulado, en la medida en que es una generalizacin sobre las subjetividades de un conjunto de actores sociales. La existencia efectiva de las identidades est dada por la presencia en esas subjetividades de nociones o sentimientos de pertenencia a ciertos colectivos que subyacen, como factores psquicos, a una variada serie de acciones e interacciones concretas. En nuestro documento Sociologa y cultura (Kaliman (Dir.) et al. 2001:7-14), desarrollamos el concepto de saber prctico, expresin que ayuda a caracterizar operativamente el objeto de estudio y con la que designamos el conjunto de factores psquicos que subyacen a cualquier accin social y que permiten explicar el curso y la naturaleza de esa accin. Optamos por la palabra saber para marcar la diferencia con la conciencia, no slo en el sentido de que el saber prctico no es necesariamente accesible a la conciencia, sino tambin porque entendemos que los conceptos de saber prctico y conciencia provienen de dos vas diferentes de acceso a los contenidos psquicos y no, como se presupone en ciertos modelos psicolgicos, estadios diferentes dentro de un mismo recorte.

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    Conviene tambin enfatizar que no cualquier generalizacin sobre las subjetividades de los miembros de una sociedad se corresponde necesariamente con una identidad. Cierto es que hay un sentido de la palabra identidad, el de equivalencia, como en la expresin identidad matemtica, que la emparentara directamente con la idea misma de generalizacin. En esa acepcin, habra identidad toda vez que se detectan elementos comunes o iguales en ciertas entidades por otra parte distinguibles emprica o lgicamente. Sin embargo, en la definicin que acabamos de avanzar hemos dejado de lado esta posible interpretacin tan amplia, ya que estamos especificando que los miembros del grupo deben compartir no cualquier contenido psquico, sino la nocin de que existe un colectivo y, adems, el sentimiento de pertenencia a ese colectivo. En el contexto de los estudios sobre la identidad cultural, esta precisin no es trivial. En efecto, no es infrecuente el caso de investigadores, en el marco de la antropologa o de los estudios culturales, que convienen en delimitar grandes grupos tnicos, por ejemplo sobre la base de una lengua comn, o determinados hbitos culinarios, o incluso algunos conceptos religiosos, y luego presuponen una identidad comn en un agregado humano que slo es pertinente en funcin de ese criterio externo. Desde nuestra perspectiva, si los propios agentes no conciben ellos mismos la existencia de un colectivo y se inscriben a s mismos en ese colectivo, entonces no cabe hablar de identidad. Nuestro enfoque descarta las identidades reconocidas desde afuera, que dicen ms sobre las categoras vigentes entre los estudiosos que sobre las que subyacen realmente a las conductas sociales estudiadas.

    Presentada esta definicin inicial de identidad, conviene adelantar algunas precisiones, comentar algunas consecuencias y contestar algunos interrogantes que la misma puede suscitar. Varias de estas acotaciones exigen, sin embargo, un desarrollo ms amplio, al que destinamos precisamente el cuerpo de este documento, por lo que aqu nos limitaremos a algunas observaciones introductorias, que nos permitirn redondear esta presentacin.

    La identidad, como la definimos, existe entonces, en el saber prctico de los agentes sociales. Algunas consideraciones ms especficas acerca del concepto de saber prctico son desarrolladas en esta publicacin en las secciones posteriores, especialmente en la que desarrolla las categoras de identidad prctica e identidad conciente, distincin derivada, precisamente, de ciertas conceptualizaciones sobre la dinmica de los saberes prcticos.

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    La manifestacin de las identidades Las identidades existen, materialmente, como huellas mentales en las

    subjetividades, las cuales no son, por cierto, directamente perceptibles. Cmo se ponen de manifiesto, entonces? Un anlisis emprico slo puede hacerse sobre rasgos de alguna manera observables. Si no es a partir de afinidades externas y observables, sobre qu base es posible postular o examinar empricamente la postulacin de una identidad? Como sealamos arriba, no basta con observar que los agentes sociales comparten un rasgo para inferir que hay entre ellos identidad. Lo relevante es que adems compartan el sentimiento de autoadscripcin. La pregunta sobre cmo se manifiestan las identidades se refiere, entonces, a cmo se ponen de manifiesto estas autoadscripciones generalizadas. Por cierto, no se puede dar una respuesta nica, sencilla y sistemtica a esta pregunta. En ltima instancia, es la creatividad del investigador, una vez que tiene en claro lo que est buscando, lo que le permitir reconocer o proponer posibles evidencias pertinentes para formular hiptesis o contrastarlas. Sin embargo, parece razonable adelantar algunas consideraciones generales que nos han resultado productivas y que servirn de ilustracin sobre los modos de razonamiento que permiten sustentar las interpretaciones de los datos.

    Las identidades pueden visualizarse empricamente, por ejemplo, en las expectativas y cdigos que los actores ponen en funcionamiento cuando se embarcan en acciones comunicativas.6 Existe una relacin de implicacin entre accin comunicativa e identidad, puesto que aquella necesariamente presupone no slo la existencia de cdigos compartidos sino tambin que los agentes mismos suponen que los comparten. As, toda accin comunicativa involucra el supuesto de una identidad compartida, aunque slo sea por el simple hecho de que los interlocutores tienen cdigos en comn. Las acciones comunicativas son, en efecto, interacciones en las que los mismos agentes se autoadscriben y adscriben a sus interlocutores- en una comunidad; y, a partir de ello, ponen en juego cdigos comunes y reconocen este conocimiento compartido. Por cierto, la accin comunicativa, aunque siempre pone de manifiesto una cierta identidad subyacente, puede, al mismo tiempo, poner en juego diferencias o alteridades. Una coplera de los Valles Calchaques, por ejemplo, que acta en un contexto urbano, probablemente modifica en cierta medida su desempeo, para ajustarse a las

    6 El concepto en el sentido de Habermas 1981.

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    expectativas de su pblico,7 apuntando hasta cierto punto a algn modo de identidad. Sin embargo, esta misma estrategia revela que subyaciendo a esta interaccin se encuentra la conviccin de que ejecutante y pblico se inscriben en colectivos diferentes, tanto en la subjetividad de una como en las de los otros.

    Pero las identidades tambin se ponen de manifiesto en prcticas y conductas que no son acciones comunicativas de este tipo o, incluso, en acciones en las que no hay ningn agente con quien interactuar. Cuando, por ejemplo, un telespectador en Argentina toma partido por la seleccin de ftbol de un equipo africano contra la de uno europeo (o a la inversa), lo hace movido por cierta simpata aparentemente espontnea, pero que puede explicarse a menudo por cierta sensacin de afinidad con los habitantes de un pas del Tercer Mundo (o, alternativamente, de la cultura occidental). Claro est, si este fenmeno se registra en un solo telespectador, no podramos todava hablar de una identidad. Sin embargo, si notamos que se generaliza en un conjunto amplio de actores sociales, la hiptesis cobrara cuerpo. As, una concepcin identitaria se pone de manifiesto en una conducta que no implica una accin comunicativa directa con otro miembro del mismo grupo.

    Muchos otros ejemplos seran imaginables: una accin de las as llamadas colectivas; el uso sistemtico de ciertos signos; en fin, una variedad de conductas de distintos tipos pueden dar la pauta a un investigador de la existencia de un conjunto de autoadscripciones compartidas, a partir de la cual aventurar la generalizacin de una identidad. Por cierto, una fuente importante de datos es lo que los propios agentes sociales pueden decir al respecto. Sin embargo, esta fuente no es absolutamente confiable, ya que los agentes sociales no somos necesariamente conscientes de todas las identidades que pueden estar vigentes en nuestras subjetividades y aun de aquellas de las que tenemos conciencia, esa conciencia no es necesariamente una representacin adecuada de lo que realmente est funcionando en nuestras subjetividades. La relacin entre la conciencia y la identidad, de hecho, como nos ha mostrado la experiencia, plantea una serie de problemas conceptuales y metodolgicos sobre los que adelantaremos algo un poco ms abajo y nos detendremos en varios momentos a lo largo de este documento.

    7 El ejemplo est tomado de casos analizados en Campisi 2001.

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    Relevancia social de las identidades Nuestra definicin inicial tiene, sin duda, un carcter amplio y abstracto.

    Pretende ser lo suficientemente precisa para delimitar los fenmenos identitarios sobre la base de una realidad concreta y lo suficientemente amplia para abarcar la pluralidad de formas que los mismos pueden adoptar. Como se analizar con ms detalle en la seccin dedicada al carcter no limitado y mltiple de las identidades, las identidades que un agente social dado puede asumir en diferentes contextos e incluso en un mismo contexto- son numerosas, y las clases de colectivos que delimitan pueden ser muy heterogneas, sin subordinarse a una jerarqua unificadora ni derivarse deductivamente de variables pretendidamente universales. As, por ejemplo, un mismo agente social puede asumir toda una serie de identidades heterogneas, en tanto puede autoadscribirse a un grupo familiar, a un colectivo religioso, a un grupo tnico o nacional, etc., as como a toda una serie de posibles colectivos cuyo carcter ms difuso y menos generalizable no les resta significacin social y valor explicativo para los procesos de reproduccin cultural.

    Conviene observar, sin embargo, que nuestra definicin sigue incluyendo ciertos procesos sociales que rara vez si alguna, y no sin razn- atraern el inters de los estudiosos de los procesos sociales. En efecto, el criterio de una autoadscripcin compartida en las subjetividades de los miembros de un grupo social puede conducirnos a llamar identidad a grupos sociolgicamente intrascendentes. Por ejemplo, determinados actores sociales pueden tomar en cuenta que comparten con otros el usar anteojos, e incluso pueden llegar a tenerlo presente como motivacin de su conducta en un momento dado. Aunque la comprobacin de este hecho podra legitimar la generalizacin de una identidad en el sentido en que la estamos definiendo, cuesta imaginar un contexto en el que esta concepcin grupal tendr relevancia para el estudio de conductas sociales generalizables e histricamente significativas, en el que, por ejemplo, los miembros del grupo acten sistemtica y regularmente en funcin de los intereses y las perspectivas de tal grupo. Entendemos, sin embargo, que nuestra definicin no se invalida porque incluya estos casos. Simplemente, se trata de fenmenos que no estudiaremos porque no nos resultan interesantes. Pinsese que, sin embargo, podran resultar eventualmente relevantes para otros estudiosos. En un sentido estrictamente terico, por qu no puede pensarse que un da los usuarios de anteojos se unirn en un gran colectivo con sus propios intereses y emblemas? En ese momento, incluso puedan volverse terica e histricamente relevantes para todos.

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    Fantasas aparte, para no dejar esta discusin librada a los malentendidos que surgen de las aparentes obviedades, dedicamos abajo un apartado a los criterios por los que entendemos que puede decirse cules son las identidades terica y socialmente relevantes, para mostrar que, al fin y al cabo, las identidades que nos interesan para nuestras investigaciones son bastante aproximadas a las que interesan a la mayora de los estudiosos del tema y que la amplitud de nuestra definicin no aspira a incorporar una mirada de agrupaciones triviales, sino a consolidar conceptualmente nuestras reflexiones sobre procesos en cuya importancia social concordamos con la mayor parte de los estudiosos.

    Identidad colectiva e identidad individual Hay un sentido de la palabra identidad en psicologa que es diferente al que

    estamos asumiendo aqu: se refiere a aquellos aspectos de la psique humana que tienen que ver con la unidad y la singularidad de un sujeto individual, en particular al autorreconocimiento de ese sujeto como nico y particular. Se dice, por ejemplo, que la masificacin, la moda, etc. provocan en los sujetos conflictos de identidad. El concepto de identidad cultural que estamos abordando aqu no se corresponde con este sentido de identidad individual, sino ms bien, como surge de la definicin antes presentada, apunta a una identidad colectiva, y no, por cierto, en el sentido de que un grupo humano pueda metafricamente asimilarse a una psique individual, sino como una generalizacin de percepciones compartidas por un grupo de individuos.

    A veces, uno encuentra todava en la literatura sobre el tema ciertos deslizamientos de la metfora que interpreta a una gran masa de individuos como una unidad psicolgica, con su voluntad unificada, e incluso con una memoria comn. Para nosotros, esto es, clara y materialmente, una metfora. No hay ninguna evidencia de la existencia fsica de la psique de una colectividad. S existen, en cambio, materialmente, los individuos, cada uno con sus respectivas psiques, que ni siquiera son ellas mismas ntegramente coherentes (ms bien, estamos llenos de contradicciones, de las que no siempre tomamos conciencia). Un posible contraejemplo seran ciertas situaciones en que un grupo de actores sociales acta colectivamente como impelidos por una fuerza ciega. No nos referimos a prcticas sociales en las que cada actor adopta un determinado papel y tiene en cuenta las expectativas que los otros actores tienen sobre su conducta y al

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    mismo tiempo pone en juego sus propias expectativas con respecto a la conducta de los otros. Estas prcticas pueden fcilmente explicarse en trminos de subjetividades individuales. Pensamos, ms bien, en acciones tales como un linchamiento, en el que los actores llegan a realizar o colaborar en acciones en las que no se hubiera embarcado sino dentro de la vorgine emocional del grupo. Sin embargo, ni siquiera en estos casos cabe la explicacin de una especie de psique colectiva. Ms bien, corresponde preguntarse por la naturaleza de los impulsos subjetivos, radicados en cada uno de los actores involucrados, que puede dar cuenta de estas conductas. Lo mismo cabe decir de la metfora de la memoria colectiva. Si un grupo acta hoy de maneras que pueden interpretarse como heredadas de prcticas o creencias que sus antepasados sostuvieron siglos atrs, la explicacin de este fenmeno ha de realizarse, otra vez, en trminos de procesos crebles de transmisin de esas creencias de una subjetividad a otra y no asumiendo la existencia de una especie de alma colectiva y atemporal que recuerda a travs del tiempo.

    En algunos casos, se han propuesto ciertas relaciones entre las identidades individuales y las colectivas. Por ejemplo, que la identidad individual es el resultado de la sumatoria de las identidades colectivas en las que se inscribe un determinado individuo. No entraremos en estas discusiones aqu. Nos basta con subrayar que la propuesta que aqu estamos desarrollando apunta a la identidad colectiva, sin que eso entrae ninguna consecuencia ni relacin necesaria con los problemas relacionados con la identidad individual. Para nosotros, se trata simplemente de dos conceptos distintos que coinciden en la denominacin, pero que pueden perfectamente considerarse por separado, incluso si se intentara desentraar las relaciones que se establecen entre ambos.

    Socializacin e identidad Esto no quiere decir, por cierto, que el concepto de identidad que estamos

    considerando no implique consideraciones psicolgicas. De hecho, nuestra definicin, al establecer que las subjetividades son el asiento material sobre el que predicamos la existencia de una identidad, nos lleva necesariamente a tener en cuenta algunos aspectos del funcionamiento de esas subjetividades, que aunque ms no sea en trminos operativos permitan analizar la reproduccin y funcionamiento de las identidades. Adelantaremos aqu algunas de esas nociones, que sern tratadas con un poco ms de detenimiento en el cuerpo del trabajo.

    Las identidades son al mismo tiempo subjetivas y sociales. Entenderlas como realidades subjetivas no implica definirlas como fenmenos individuales o

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    idiosincrsicos, as como asumir su naturaleza social no significa concebirlas como estructuras externas o anteriores a la constitucin de la subjetividad de los agentes sociales concretos. Las identidades, como cualquier contenido cultural de las subjetividades humanas, son desarrolladas e incorporadas en las subjetividades de los agentes sociales en los procesos de socializacin a lo largo de los cuales -procesando los datos que les llegan a travs de la experiencia , por una parte, y del discurso, por otra-, los actores intentan coordinar su accin con las de otros y participar de un modo aceptable en la realizacin de prcticas sociales ya existentes.8 Precisamente esta tendencia del saber prctico a sintonizarse con lo que percibe como una regularidad externa y preestablecida de las interacciones sociales constituye el nudo central de los procesos de reproduccin.9 La efectiva presencia de nociones identitarias relativamente homogneas en una pluralidad de agentes es un resultado de los esfuerzos de sintonizacin de los saberes prcticos y, al mismo tiempo, constituye en s misma uno de los factores cruciales para explicar los cursos y direcciones especficas que estos esfuerzos de sintonizacin adoptan en los agentes concretos.

    Las identidades sociolgicamente relevantes suelen implicar no slo que se comparte la pertenencia a un grupo, sino tambin convicciones tales como las de que el grupo existe como tal, que tiene intereses compartidos y que hay ciertas conductas que conviene o que se deben seguir en funcin de la pertenencia a l. Arribar a una descripcin plena y satisfactoria de todos estos rasgos presentes en las subjetividades de un grupo puede ser un objetivo ideal del estudio de un caso concreto. Sin embargo, llegar a l presenta serias complicaciones y a menudo debemos conformarnos con logros ms bien parciales. Un problema recurrente es que los actores sociales pueden atribuir, conscientemente, y es incluso caracterstico de ciertas identidades que as lo hagan, ms rasgos comunes de los que los miembros del grupo realmente tienen. O, a la inversa, ciertos rasgos comunes pueden escapar a su conceptualizacin consciente. El anlisis de un proceso identitario no podr avanzar demasiado lejos si no logra distinguir entre los rasgos realmente compartidos por el grupo y los que sus miembros creen

    8 Exploramos ciertas consecuencias conceptuales de este modo de incorporacin de las identidades en las subjetividades en el apartado en el que trazamos la distincin operativa entre el discurso y la experiencia como factores en la reproduccin de las identidades. 9 V. Kaliman (Dir.) et al 2001:13.

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    compartir, y mucho menos si toma a estos ltimos como representacin adecuada de la comunidad en la que se cifra la identidad. En los hechos, cada uno de estos niveles, el modo en que los miembros del grupo imaginan al grupo y el modo como los miembros realmente son, juega un papel en la incidencia de las identidades en el proceso social, as como en los procesos de reproduccin y transformacin de las identidades mismas.

    La diferencia entre las identidades realmente activas y vigentes en las subjetividades (que aqu llamaremos identidades prcticas) y las ideas que los agentes sociales puedan hacerse de ellos (a las que denominamos identidades conscientes) pone de relieve la importancia de lo que hemos llamado discursos identitarios, por los que entendemos todo tipo de texto mediante el cual se hace referencia de alguna manera a rasgos de las identidades. Algunos son ms orgnicos y explcitos, otros se reducen a meros rtulos denominativos de un cierto colectivo. En otros casos, la referencia a la generalizacin de un colectivo puede incluso revelarse de manera ms indirecta. Estos discursos identitarios, como queda dicho, en la medida en que expresan lo que es accesible a la conciencia de los agentes sociales, no representan necesariamente la naturaleza y rasgos verdaderamente activos en las subjetividades e, incluso, pueden llegar a agregar una coherencia o una esencialidad all donde en verdad no la hay. Sin embargo, al mismo tiempo, s pueden influir efectivamente en las autoadscripciones de los agentes, en tanto forman parte de las ofertas de su socializacin. Los discursos identitarios, en consecuencia, tienen una importancia terica y metodolgica que justifica que nos detengamos en algunas de sus propiedades en el contexto de la exposicin.

    Entre la gran variedad de colectivos que nuestra definicin de identidad comprende, nos ha interesado particularmente una distincin que, aunque operativa, arroja importantes consecuencias empricas y conceptuales. Se trata de la distincin entre identidades concretas aquellas que se refieren a grupos cuyos miembros se conocen entre s- e identidades imaginadas que incluyen miembros que nunca se conocern mutuamente. Las identidades concretas la familia, los amigos, los compaeros de trabajo- tienen una incidencia mucho ms directa en los cursos de accin cotidianos de los actores sociales, a pesar de lo cual los estudios tienden a concentrarse en las identidades imaginadas nacionales, tnicas, de clase. En la reproduccin de las identidades imaginadas, los discursos identitarios constituyen una pieza fundamental. A menudo los estudiosos del tema confunden los discursos identitarios con las identidades socialmente vigentes en las

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    subjetividades pertinentes. Pero esos discursos, no est de ms insistir, no siempre representan fielmente a las subjetividades. Muchos de ellos no son sino el esfuerzo ideolgico que ciertos sectores de la sociedad empean con el fin de conseguir un consenso favorable entre los otros sectores. Estos esfuerzos pueden tener mayor o menor xito, pero, como insistimos a partir de nuestra definicin inicial, la historia de las sociedades no es la historia de sus discursos, sino la historia de las subjetividades que interactan en ellas y se influyen mutuamente, porque esas subjetividades son las que condicionan sus palabras y sus acciones. Y estudiar las identidades es enfocar el modo en que esas subjetividades alcanzan la mutua consonancia.

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    Confrontacin con otros conceptos de identidad colectiva

    Un modo alternativo de introducir el concepto bsico de identidad que hemos definido y caracterizado inicialmente en la seccin anterior consiste en confrontarlo con dos conceptos, o ms precisamente tendencias conceptuales, que podran considerarse, en cierto sentido, diametralmente opuestos entre s. Las respectivas limitaciones de estos conceptos nos permitirn argumentar las ventajas del que aqu presentamos. Hemos llamado a esas tendencias, respectivamente, la identidad como esencia y la identidad como ficcin.

    La identidad como esencia metafsica Una de las nociones de identidad colectiva ms antiguas y difundidas, cuyas

    primeras formas pueden rastrearse hasta nociones romnticas como las del espritu o el alma del pueblo, el Volksgeist herderiano,10 la concibe como una realidad, de cualidades metafsicas, independiente y previa a la subjetividad y a las prcticas de los agentes sociales. Esta nocin de identidad apunta efectivamente a la pertenencia de los individuos a un grupo humano, y, en este sentido, remite a la problemtica de las identidades colectivas que constituye el ncleo de nuestro inters, pero la adscripcin identitaria se presupone mas all de lo que efectivamente exista en la conciencia y en el saber prctico de los agentes sociales concretos. Se le atribuye a la identidad, de esta manera, una realidad que trasciende a los sujetos que la componen, de quienes se suele decir que le deben alguna forma de lealtad, como un imperativo moral que acaba usualmente por constituirse en el punto de referencia desde el cual juzgar (y no simplemente

    10 Cf. Wilson 1973.

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    comprender) los procesos de reproduccin social y cultural, as como las formas concretas de socializacin en las que se hallan involucrados los actores sociales.11

    Esta nocin esencialista de la identidad est particularmente vinculada a las identidades nacionales en los estados modernos. La necesidad de legitimar la unidad poltica de los habitantes de amplios territorios y de contrastarlas con las poblaciones vecinas impuls recurrentemente a los intelectuales a postular raigambres espirituales y homogeneidades invisibles cifradas en abstracciones como las de la argentinidad, la peruanidad, la mexicanidad, etc. hipostasiadas en smbolos perceptibles como las banderas y los himnos nacionales. El esencialismo identitario alcanz una enorme difusin y alcance en correlacin con el desarrollo de estas formas de nacionalidad. Aunque cuestionado, persiste, muchas veces de un modo implcito, en numerosas aproximaciones actuales de los estudios sociales en general.12 Se manifiesta, por ejemplo, toda vez que se presupone una unidad nacional cuyos orgenes se remontan a un pasado lejano, muy anterior a la constitucin del estado mismo, y, por cierto, a la difusin social de las nociones identitarias correspondientes. La expresin aborgenes argentinos, por ejemplo, se usa a menudo para referirse a los habitantes del territorio que acab quedando bajo el control del estado nacional en perodos prehispnicos, lo cual resulta en un recorte arbitrario de la dinmica histrica de esas culturas, dictado por la presuncin de una cierta homogeneidad esencial a lo largo del territorio nacional. Este tipo de prcticas responden, segn entendemos, a la persistencia de una nocin de identidad como una realidad metafsica que no se deriva de la

    11 Estos rasgos de la perspectiva esencialista pueden encontrarse hoy en da muy a menudo en el contexto del folklore moderno. Por ejemplo, en Olmos (1999:xi): Qu es el folklore sino el nutriente de la raz-pueblo que se percibe an sin verlo, como el olor del pan o de la madera o el cantar de un pjaro que escuchamos y no vemos. Una mirada que no nos abandona y recorre las distancias con la cercana que da la pertenencia. Es la tierra hecha paisaje que nos mira, que nos espera a la vuelta de nuestros involuntarios olvidos y de nuestras pasajeras distancias. O en Miranda Villagra (1996:50): folclore es la vivencia expresiva, sobria y armnica de reluciente tradicin, que como un fruto maternal transmuta hereditariamente a nuestros congneres. [] Los pueblos que no valoran su tradicin, perdieron en el camino su identidad. No saben amar lo suyo por mezquindad. Nunca jams, podrn hablar de un ideal, de la memoria de un estandarte de libertad. 12 En realidad, es sobre todo de un modo implcito que esta nocin de identidad halla continuidad en estudios sociales actuales, ya que opera como un supuesto apriorstico no slo no reconocido, sino, incluso, muchas veces negado explcitamente.

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    comprobacin de fenmenos concretos sino que la presupone antes de cualquier anlisis efectivo.

    En casos como ste, la perspectiva esencialista se aproxima decididamente a una concepcin metafsica casi platnica, postulando una francamente insostenible dimensin de eternidad para nociones tan evidentemente histricas como la identidad nacional. Un extremo casi ridculo de esta presuncin se alcanza cuando se deja esbozar o simplemente se siente calladamente- un cierto orgullo por el hecho de que los dinosaurios ms grandes de los que se tenga noticia fueron hallados en territorio argentino. En otros casos, sin embargo, se reconoce la historicidad de la esencia, como en el Blasn de plata de Ricardo Rojas, que traza su conformacin a partir de las distintas vertientes que, segn la interpretacin de este autor, dieron lugar a la formacin del estado.13 Esta versin sigue, sin embargo, presuponiendo el carcter metafsico de la esencia nacional, ya no eterna pero sin embargo siempre inaccesible a la percepcin material y dotada de una fuerza y una dinmica independiente, anterior a los fenmenos y prcticas sociales concretos y comprobables.

    La nocin de identidad nacional ha llegado a constituirse para los estudios sociales, tanto para las lneas que la critican como para las que la asumen como tal, en una especie de paradigma de la idea de identidad esencialista. Es preciso, sin embargo, tomar en cuenta que muchos otros tipos de identidad (identidad tnica, identidad de gnero, etc.) tambin son frecuentemente concebidos de esta manera. Postular que las diferencias socialmente vigentes entre los gneros sexuales (la supuesta intuicin femenina contra la supuesta racionalidad masculina o cualquier pretendida legitimacin del patriarcado por imaginarias diferencias en las capacidades intelectuales entre los sexos) se derivan de sus diferencias biolgicas no es sino otro modo de esencialismo, oculto bajo aparentemente fundadas racionalizaciones. Lo mismo puede decirse de los racismos en sus diversas formas, tanto los que denigran como los que ensalzan a ciertos grupos humanos, aunque se basen en falaces proyecciones desde las diferencias fsicas hacia diferencias de otros rdenes. El valor argumentativo de cualquiera de estas pretendidas correlaciones descansa en la silenciada presuposicin de que las semejanzas externas y perceptibles son el reflejo de homogeneidades internas e invisibles, pero reales.

    El esencialismo es, desde nuestro punto de vista, cientficamente inaceptable, desde el momento en que supone la incorporacin de categoras cuya validez no es 13 Cfr. Rojas 1986.

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    susceptible de discusin, sino objeto de fe, lo cual anula la posibilidad de un debate que pueda extenderse ms all de cierto crculo de creyentes. Pero, como lo muestran los ejemplos citados, es tambin un procedimiento de contornos gravemente ideolgicos, ya que atribuye a los productores del conocimiento, por su supuesto y exclusivo acceso a aquello que a los dems les est negado (es decir, la comprensin de la esencia) una capacidad de interpretacin que, en ltima instancia, no sirve sino para legitimar arbitrariamente un determinado orden y jerarqua. Desde luego, el hecho de que esta nocin de identidad sea tan cuestionable no autoriza a desconocerla. En primer lugar, porque, en innumerables casos, tiene una presencia efectiva en las subjetividades de los agentes sociales, con lo cual se vuelve parte insoslayable del objeto de los estudios identitarios. Y, por otra parte, porque, como hemos sealado ya, tienen tambin una presencia efectiva en las subjetividades de estos agentes sociales que somos los propios investigadores, quienes, en consecuencia, podemos reproducirla en nuestro trabajo. La advertencia contra el esencialismo resulta, en consecuencia, en un criterio metodolgico de suma importancia, que supone la revisin permanente de las identidades que proponemos y su contraste con la realidad social que estamos estudiando.

    La identidad como ficcin En buena medida como una reaccin contra los vicios epistemolgicos y sobre

    todo contra los riesgos ideolgicos del esencialismo, pero tambin en estrecha consonancia con el rechazo postmoderno a toda forma de totalizacin, desde comienzos de la ltima dcada del siglo XX se fue generalizando, entre los estudiosos acadmicos y otros sectores intelectuales, una postura radicalmente crtica, que pone nfasis en la denuncia de la identidad como una construccin ficticia o falsa que los sectores dominantes de una sociedad elaboran y difunden para ejercer y legitimar su dominio.14 Aparentemente, la identidad nacional, difundida desde la constitucin de los estados modernos, pero severamente debilitada por las nuevas concepciones de integracin continental y la expansin globalizante del neoliberalismo, es tomada en este contexto intelectual como paradigma de cualquier forma de identidad. Si la identidad nacional es ficticia, parece razonar esta crtica, entonces toda identidad lo es. Dando un paso ms 14 V.e.g. Garca Canclini 1995.

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    all, entonces, esta postura tiende a presentar a toda identidad como una construccin ficticia, arbitraria, totalizante e ideolgica. La certera crtica ideolgica de los supuestos esencialistas y sus funciones hegemnicas parece haber suscitado una generalizada sospecha y desconfianza en relacin con toda manifestacin identitaria.

    Ahora bien, es cierto que resulta siempre pertinente preguntarse, en cada caso particular de una identidad que se est estudiando, hasta qu punto la imagen del grupo que los agentes comparten se corresponde con los rasgos realmente presentes en todos los miembros del grupo. Como desarrollaremos ms abajo, las inadecuaciones de las representaciones que se hacen los actores sociales de las identidades realmente activas en sus subjetividades son no slo perfectamente factibles, sino a menudo histricamente reales y muchas veces atribuibles a lo que podra entenderse como manipulacin ideolgica. Sin embargo, no hay razn para suponer que todas las formas de identidad colectiva habran de sustentarse en creencias arbitrarias, ficticias, ideolgicas, etc. Por la misma dinmica de la socializacin, existen grupos de seres humanos que comparten ciertos rasgos, y las concepciones identitarias socialmente vigentes pueden hacerse eco de esta comunidad. Existe la posibilidad lgica de este tipo de circunstancias y su realizacin emprica no es en absoluto excepcional.

    Por otra parte, es asimismo cierto que en aquellas identidades que se sustentan en creencias de tipo esencialista y metafsica existe una alta probabilidad de que los rasgos comunes que se les atribuyen a los miembros del grupo no se correspondan con los que efectivamente poseen, o al menos no con los que todos poseen. El esencialismo mismo es ya, como queda dicho, una inadecuacin, en la medida en que postula que existe una inexistente categora metafsica. Sin embargo, como habamos adelantado en el apartado anterior, esto no impide que la perspectiva esencialista influya efectivamente en las acciones concretas de los actores sociales. Puede ocurrir, y a menudo ocurre, que stos, movidos por el imperativo moral que acompaa usualmente al esencialismo, intenten encuadrarse dentro de los parmetros fijados por la propuesta hegemnica y ocultar (y ocultarse a s mismos) su diferencia adoptando ciertos smbolos que los acrediten dentro del supuesto deber ser. En estas situaciones, el esencialismo es falso en el sentido de que no se corresponde con la realidad de las subjetividades de los actores sociales, pero es verdadero en el sentido de que existe en las subjetividades de los agentes y condiciona efectivamente sus conductas, lo cual es, en ltima instancia lo que estamos intentando explicar.

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    El concepto de comunidad imaginada de Benedict Anderson, si lo parafraseamos en trminos propios del modelo terico aqu asumido, puede considerarse un buen ejemplo de cmo se puede explicar el funcionamiento de una identidad nacional a partir de un conjunto de agentes que imaginan la nacin como esencia.15 Toda una serie de acciones sociales nada ficticias (como las de acceder voluntariamente a participar de una guerra, arriesgar la vida en ella e incluso perderla) se explican, no en referencia a una entidad metafsica verdaderamente existente como la del espritu nacional, sino justamente al hecho de que los actores han incorporado en sus procesos de socializacin efectivos ciertas nociones y sentimientos de pertenencia a un colectivo imaginado en trminos de nacin, al punto que en algunos casos llegan a poner el que entienden como el bien de la nacin por encima del suyo propio. La atribucin de esencialismo a las identidades en las subjetividades de los actores sociales permite incluso explicar sus errores de apreciacin, como en el caso de los intelectuales peruanos en la guerra del Pacfico, sorprendidos frente a la falta de patriotismo puesta de manifiesto por los indios que participaron de este conflicto. Su perspectiva identitaria esencialista los haba llevado a presumir que el solo hecho de ser considerados ciudadanos peruanos garantizaba la incorporacin, en las subjetividades de los indios, de las lealtades implcitas en lo que no era sino la perspectiva de los propios dirigentes. La derrota los puso frente a la realidad de que no slo la fuerza de trabajo deba ser conquistada, sino tambin las subjetividades.16

    En la concepcin de toda identidad como ficcin ingresan tambin ciertos presupuestos epistemolgicos de los que el marco aqu asumido toma distancia. La perspectiva desde la que esa posicin se formula tiende a presumir como principio indiscutido que cualquier categora y cualquier generalizacin entraa una naturaleza totalizante y avasalladora de las diferencias. El rechazo al concepto de identidad, en estos casos, canaliza un cierto temor al gregarismo y, en ltima

    15 Anderson 1993. 16 La derrota [en la guerra del Pacfico 1879-1883] servir para que algunos intelectuales, como Manuel Gonzlez Prada, cuestionen a una repblica establecida a costa de la poblacin indgena, sin haberle reconocido a stos una efectiva ciudadana. Pero muchos en otros escritores el efecto fue inverso: achacaron el fracaso y la frustracin a la inferioridad del indio, al lastre que constitua para el desarrollo nacional. Chile venci porque tena menos indios y ms europeos que el Per. (Flores Galindo 1994:230). V. tb. Rivero Sierra 1997.

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    instancia, una defensa de cierto ilusorio individualismo extremo. En nuestro marco, en cambio, entendemos no slo que la produccin de conocimiento es produccin de generalizaciones, sino que ese tipo de operaciones constituye una estrategia definitoria de la adaptacin, supervivencia y la conducta del ser humano. Las identidades son un tipo particular de generalizaciones entre todas las que son imprescindibles para la vida humana. Todos los actores sociales, incluidos los intelectuales postmodernos, se imaginan siempre a s mismos como parte de diversos grupos, sin que eso entre en contradiccin, necesariamente, con la celebracin de la diferencia. Sin ningn afn irnico, podra decirse que un intelectual postmoderno de estas caractersticas reconoce como miembro de su mismo grupo a otro muchas veces, precisamente, porque reconoce los signos que delatan el esfuerzo por preservar y subrayar su propia especificidad individual.

    En resumen, consideramos que la nocin de identidad como ficcin, si bien reacciona de un modo crtico y saludable en relacin con la concepcin esencialista de la identidad, tiende a los extremos inadecuados de concebir a todas las formas de identidad como nociones metafsicas y de subestimar profundamente la efectiva dinmica social de las mismas. No por el hecho de que ciertas formas de identidad se sustenten sobre creencias falsas stas dejan de existir y tener visibles consecuencias.

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    El sentido amplio de identidad y las identidades socialmente relevantes

    La nocin de identidad, como la hemos definido arriba, presenta un alcance tan amplio que puede considerarse, como corolario de esa definicin, que en cualquier accin comunicativa se est manifestando alguna forma de identidad. As, diramos, por ejemplo, que hasta un hecho tan trivial, como el de que una persona se acerque a un desconocido en la calle y le pregunte la hora, involucra necesariamente la presuncin y actualizacin de alguna forma de identidad. En efecto, en un caso como ste, la interaccin se realiza sobre la base del supuesto por parte del agente de que el otro pertenece a una misma comunidad que l, al menos por el hecho de compartir una lengua y un sistema de medicin del tiempo.

    La extensa amplitud de la definicin que proponemos parecera restar valor analtico y explicativo a la categora identidad, en tanto cubre fenmenos sociales de muy dispar significacin para la explicacin de los procesos sociales. En realidad, estimamos que nuestra definicin permite delimitar de un modo sucinto y preciso un campo de fenmenos, una problemtica, con un correlato emprico claramente definido, y, al mismo tiempo, destacar el factor que, en el marco de los principios de teora social que asumimos, constituye la clave ineludible para una aproximacin adecuada al estudio de los procesos identitarios: las nociones de pertenencia a ciertos colectivos sociales que los mismos agentes manifiestan y reproducen en sus prcticas. Entendemos que, en definitiva, es precisamente la presencia en las subjetividades de los agentes sociales de estas nociones y sentimientos de pertenencia la que determina la existencia y constituye el

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    fundamento de la dinmica de los procesos identitarios en general, tanto en los casos cuya relevancia explicativa puede considerarse prcticamente nula (e.g., en el de la identidad involucrada en la accin de preguntar la hora) como en aquellos que subyacen a procesos sociales de una alta significacin social e histrica (e.g. las identidades de clase, etc.). Hasta qu punto la aparentemente excesiva amplitud de la definicin constituye una desventaja, frente a las ventajas conceptuales y metodolgicas que nos ofrece?

    Como podr apreciarse en el desarrollo de esta publicacin, hemos elaborado una serie de categoras que, tomando como punto de partida nuestra definicin general, permiten articular un modelo analtico para explicar los procesos identitarios a partir de la identificacin de algunas de las variables que consideramos fundamentales en su dinmica. Todas las categoras relacionadas con la identidad que aqu proponemos han sido elaboradas colectivamente en relacin directa con las variadas investigaciones de caso que hemos venido desarrollando. Desde luego, tanto en la elaboracin como en la aplicacin de este modelo en relacin con estas investigaciones concretas nos hemos enfocado en fenmenos identitarios que consideramos de cierto inters para los estudios sociales. No hemos estudiado, por cierto, ni la identidad de quienes comparten un sistema de medicin del tiempo ni la de quienes usan anteojos. Lo que es preciso admitir, en este punto, es que la distincin entre fenmenos identitarios relevantes para los estudios sociales y aquellos que no lo son no se deduce mecnicamente de unos criterios ntidos ni objetivos. Podramos afirmar, en principio, que la significacin social de un cierto tipo de identidad guarda una estrecha relacin con el valor explicativo que pueda tener para dar cuenta de ciertos procesos sociales. En el ejemplo que proponamos ms arriba, la deteccin de una identidad como la que supone el compartir un cdigo lingstico y unos criterios de medicin temporal en esta interaccin efmera resultara escasamente relevante para los estudios sociales por el hecho de que de la misma no podran extraerse mayores consecuencias ms all de la posibilidad de producir este tipo de interaccin u otras similares.

    Ahora bien, el valor explicativo y, en consecuencia, la relevancia social de las mltiples identidades que podemos reconocer no se sigue de cierto tipo de propiedades inherentes que puedan establecerse en abstracto, sino que se define puntualmente en relacin con el curso y las necesidades del desarrollo de una investigacin concreta, y sta, a su vez, en el contexto de una realidad especfica. Por su parte, la eleccin de un tema y una problemtica de investigacin est

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    condicionada por un posicionamiento poltico. En efecto, el consenso y la discusin acerca de lo que resulta interesante o relevante estudiar no es ajeno a la lgica propia de los campos disciplinares acadmicos y al entramado de relaciones de poder que se constituyen en su seno. Nuestra experiencia como investigadores que producen en los mrgenes de los centros mundialmente reconocidos nos advierte sobre lo frecuente que resulta el hecho de que los tipos de casos y las problemticas a abordar se determinen en relacin con definiciones de lo interesante que responden ms a los criterios que los modelos y diagnsticos dominantes tienden a imponer, que a las necesidades y urgencias que se derivan de las realidades que nos rodean.

    Creemos que un posicionamiento polticamente crtico en relacin con esta lgica dominante de la definicin de lo interesante puede fundamentarse al mismo tiempo desde un punto de vista epistemolgico.17 En efecto, no se trata de un rechazo de los modelos dominantes generados en los centros acadmicos internacionales y de los parmetros que impone para la definicin de lo interesante como una simple bandera poltica de resistencia por la resistencia misma (una especie de smbolo identitario), sino que la eleccin de aquellos casos que no parecen encajar de antemano con la representacin de la realidad que proponen las propuestas tericas dominantes es precisamente lo que se necesita para contribuir, no a la mera ratificacin, sino a la puesta a prueba, a la modificacin y la superacin de los modelos conceptuales vigentes.

    Podemos resumir las consecuencias de toda esta argumentacin diciendo que entendemos que la investigacin de casos y problemticas vinculados ms directamente con las urgencias de nuestras realidades ms inmediatas, y no slo los que sirven para ilustrar los modelos dominantes, responde al mismo tiempo a tres motivaciones, dos que podramos considerar de ndole poltica y una, de naturaleza epistemolgica.

    Desde el punto de vista poltico, esta eleccin apunta a producir conocimientos significativos para la comprensin y mejoramiento de la realidad en las sociedades de las que formamos parte, lo cual no implica desmerecer la importancia del conocimiento de la realidad de otras sociedades, pero s subraya la importancia de articular comprometidamente el trabajo acadmico con los procesos sociales de los

    17 V. Kaliman 1999.

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    que forma parte. Al mismo tiempo, dando lugar a la segunda motivacin poltica, el estudio de estos casos no se limita a la aplicacin de categoras y modelos provenientes de los centros ms influyentes en la distribucin internacional de la produccin de conocimientos, sino que aspira a desarticular los efectos indeseados de esa estructura de poder, revisando y reformulando constantemente esas categoras a la luz de los aspectos que puedan resultar especficos de las sociedades en las que vivimos.18 Esta misma operacin nos conduce hacia la que podramos considerar la motivacin epistemolgica de esta prctica. En efecto, la revisin y reformulacin de las categoras y modelos no ha de interpretarse como una pretensin de una ciencia de validez meramente local, sino que pretende contribuir al avance de la produccin de modelos tericos ms adecuados para la explicacin de los procesos sociales, por lo menos mediante el esfuerzo de que ellos puedan dar cuenta, adems de los casos en relacin con los cuales se han suscitado, a realidades surgidas en otros contextos.

    Sobre la base de este modo de concebir la articulacin entre motivaciones polticas y motivaciones epistemolgicas de la investigacin hemos intentado proyectar la modalidad de produccin de conocimientos de caso y terico con la que ha venido trabajando este grupo de investigacin, y a partir de la cual han surgido propuestas como la que presentamos en esta publicacin. En efecto, concebimos al estudio emprico de casos puntuales y a la produccin y revisin de modelos tericos como dos aspectos inseparables del proceso de investigacin. En este sentido, la eleccin de temas de investigacin en funcin de las problemticas especficas del medio social en que estamos insertos, y no a partir de criterios de definicin de lo interesante que se derivan de las propuestas conceptuales dominantes, ha permitido movilizar permanentemente la reflexin dirigida hacia la produccin de modelos tericos ms adecuados. Entendemos que una autntica actitud cientfica es la que se desarrolla en la bsqueda de los modelos ms adecuados para dar cuenta de la realidad, y no de la realidad ms adecuada para aplicar los modelos. En este sentido, los casos abordados desde las investigaciones individuales de cada uno de los miembros del proyecto colectivo no han sido elegidos en funcin de la aplicacin de alguna tipologa o modelo general de la

    18 Esto no implica reconocer, ni siquiera sugerir, que las categoras y modelos originados en las academias internacionalmente hegemnicas estn debida y slidamente fundados en las realidades sociales en las que se articulan. De hecho, podra decirse que una de las consecuencias o los sntomas- de esta estructura hegemnica es precisamente la de que el trabajo intelectual en la periferia tiende a actuar bajo el supuesto de que esos marcos cuentan con un aval cientfico mucho ms slido de lo que en realidad es.

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    identidad, sino que, por el contrario, los conceptos tericos acerca de los fenmenos identitarios que aqu presentamos son el resultado del esfuerzo por adecuar la teora en relacin con las exigencias y las especificidades de las realidades concretas que estudiamos.

    Una breve referencia a un ejemplo tomado de nuestra experiencia concreta en estos procesos de investigacin puede ilustrar y aclarar esta posicin.19 Como muchas otras categoras que, con una prolongada historia en el campo acadmico, han llegado a imponerse desde la mirada de los investigadores en ciencias sociales como entidades cuasi-naturales, la categora indio remite a una construccin conceptual, muchas veces no reconocida como tal, que define un paradigma, un conjunto de rasgos pretendidamente objetivo, en relacin con el cual no encuadra adecuadamente la mayor parte de los actuales grupos de poblaciones andinas de la regin del noroeste argentino. Al menos tres modos de proceder, que consideramos inadecuados, han sido corrientemente actualizados frente a este desajuste de las realidades socioculturales ms inmediatas con el paradigma de lo indio: desestimar su estudio en relacin con la problemtica identitaria, acentuar los rasgos que cuadran con la nocin paradigmtica e incluso deformar o sobreinterpretar otros para que as sea, o celebrar la dispersin presuntamente inclasificable como meras estrategias a travs las cuales los agentes manipulan y utilizan (entran y salen de) las identidades establecidas.20 Un procedimiento alternativo, que consideramos ms adecuado, es el de estudiarlas y atender a sus especificidades, no slo porque es poltica y socialmente relevante hacerlo, sino tambin porque constituyen una ocasin ideal para la revisin de las categoras y los modelos vigentes, ya que revelan la insuficiencia de los estereotipos incluidos en ellos.

    As, a partir del estudio de estas realidades concretas y de los contenidos especficos de las subjetividades de los agentes involucrados, hemos podido llegar a reconstruir formas especficas de identidad, que no pueden reducirse a los paradigmas vigentes en la academia acerca de la identidad india. Por ejemplo, en la

    19 Para un desarrollo ms detallado del anlisis de esta problemtica que resumimos a continuacin, ver Kaliman 1998. 20 Este ltimo modo de interpretacin, por cierto, tambin constituye un nuevo paradigma dominante acerca de las identidades, a partir de la crtica de paradigmas anteriores, pero, creemos, de una crtica insuficiente, que se ha visto envuelta finalmente en problemas similares a los que criticaba.

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    zona de los Valles Calchaques, resulta conveniente postular la vigencia de una identidad a la que podemos llamar vallista, no porque este rtulo sea en s mismo ms apropiado para referir a sus especificidades, sino para contrastarlo con las ofertas de identidades indias y criollas que se les ofrecen desde afuera, y as poder dar cuenta de esa misma especific idad. En efecto, esa identidad vallista articula esas ofertas de una manera peculiar, junto con otros elementos propios de su historia, constituyendo un fenmeno singular y no reducible a ninguno de esos factores, ni que pueda tampoco representarse adecuadamente como un conjunto de estrategias a partir de las cuales los agentes se inscriben y se excluyen de esta identidad india paradigmtica.21 No son sino formas particulares de identidad inscriptas en las subjetividades que no podan ser previstas antes de la investigacin concreta.

    21 En la mayor parte de los agentes sociales de muchos de estos casos, ni siquiera puede decirse que tengan incorporada una nocin de lo indio del tipo que define el paradigma dominante.

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    Multiplicidad y variedad de las identidades

    De la definicin que hemos avanzado de identidad, se deriva el corolario de que en un actor social dado coexiste una gran variedad de identidades, en un nmero que no puede fijarse previamente, que probablemente no puede ser fijado y que, muy probablemente, ni siquiera tenga sentido tratar de fijar. Estas consecuencias pueden no saltar a la vista inmediatamente y pueden diferir de las que se derivan de otras aproximaciones al mismo concepto, a veces expresamente, a veces slo porque en esas aproximaciones no se ha prestado mucha atencin a las cuestiones involucradas. Por ese motivo, las examinamos y desarrollamos en esta seccin.

    Que en un actor social estn vigentes muchas identidades es un hecho que se comprueba casi inmediatamente apenas uno comienza a pensar en los grupos a los que uno mismo se adscribe y a los que se adscriben todas las personas que conocemos. Al mismo tiempo que nos sabemos ciudadanos de una nacin, nos reconocemos dentro de algn gnero sexual, o como miembros de un grupo familiar, tenemos nuestros pares generacionales, formamos parte de varios grupos de amigos, nos identificamos como miembros de cierto grupo tnico y de cierta clase social, convivimos con nuestros vecinos en cierta rea urbana o rural que puede distinguirse de otras. Igualmente, muchos somos hinchas de un determinado club de ftbol, profesamos cierta religin, o ciertas ideas polticas, nos vinculamos con distintos grupos relacionados con nuestras ocupaciones laborales, somos aficionados a determinado tipo de msica y aun, dentro de ella, a ciertos intrpretes en particular, tenemos compaeros de estudio, etc. Cada uno de estos ejemplos, que podramos multiplicar y subdividir, implica el reconocimiento de un cierto grupo con determinadas afinidades al que sentimos pertenecer y muchas de nuestras

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    conductas se siguen de esa autoadscripcin y de la concepcin de que los otros miembros del grupo tambin se autoadscriben a l. Cada ejemplo, en consecuencia, remite a una identidad que forma parte de nuestro saber prctico y que coexiste con las otras, de maneras no siempre armnicas. Las perspectivas y cursos de accin motivados por nuestra adscripcin a un grupo de amigos, por ejemplo, pueden entrar en colisin con los que estn dictados por nuestra adscripcin familiar en ciertas circunstancias, o los intereses de la empresa para la que trabajamos pueden chocar con los de la nacin, si, por ejemplo, la empresa prefiere evadir el pago de impuestos, etc.

    Podra pensarse que esta multiplicidad de identidades es una propiedad de las sociedades modernas, con su proliferacin de variantes sociales y su acentuado incentivo a la individualizacin. Sin embargo, si pensamos incluso en los miembros de un clan o una tribu fuertemente endogmica, aun all encontraremos por lo menos grupos generados en las divisiones sexuales, la divisin del trabajo, grupos generacionales, y, seguramente, muchas otras agrupaciones internas que tal vez no se aprecien a simple vista pero que surgiran ante cualquier indagacin mnimamente preocupada por encontrarlas. La posibilidad de que un individuo, o un grupo de individuos, tengan una sola y nica identidad puede considerarse una posibilidad lgica, pero que no resulta nunca realizada dada la diversidad intrnseca de la especie humana y las tendencias de cada individuo a agruparse con otros en funcin de sus propias perspectivas y aficiones.

    A decir verdad, la multiplicidad de identidades en las que se inscriben los actores sociales no suele ser puesta en duda en los estudios sobre el tema. Esta propiedad no slo no es negada, sino muchas veces afirmada explcitamente. Sin embargo, hay situaciones en las que, en la prctica, llega a dar la impresin de que se la olvida. Eso ocurre, por ejemplo, cuando se hace alusin a culturas muy diferentes a la del investigador, en cuyo caso ste tiende a lanzar una mirada homogeneizante sobre esas sociedades, a partir de las marcadas distancias que presentan con su propia experiencia en casi todos los aspectos de su vida social.22 Por cierto, este tipo de perspectivas slo puede mantenerse mientras la mirada que echemos sobre esos otros no avance ms all de un nivel muy superficial. Slo en esas condiciones puede llegar a pensarse que el ser indio, o el ser chino, imprime su huella y da el tono a todas y cada una de las actividades que los miembros de esas comunidades llevan a cabo. No obstante, en cualquier estudio que alcance alguna profundidad rara vez puede mantenerse por mucho tiempo este espejismo. 22 Un caso muy conocido lo constituyen las grandes generalizaciones de Benedict 1971.

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    Ahora bien, si pocas veces nos encontraremos con posiciones que sostengan que entre los miembros de un determinado colectivo se ha configurado una identidad nica, ms comn es manejar la posibilidad de que una de las mltiples identidades alcance tal importancia en sus subjetividades que llega a subordinar decisivamente a todas las dems.23 Esto parece ocurrir, por ejemplo, en relacin con ciertas identidades religiosas, en las que los sacerdotes son ungidos con tal control sobre las subjetividades de la comunidad que se les otorga el poder de decidir por ellos en las opciones ms importantes de su vida, de manera que incluso las agrupaciones familiares, los grupos de amigos, las diversiones, son legisladas segn su criterio y, consecuentemente, en los trminos que dicta la identidad religiosa por la cual los actores sociales a los que nos referimos aceptan una tutela semejante.24 En ciertos estados teocrticos exacerbadamente fundamentalistas, estas condiciones pareceran extenderse a toda una gran masa de poblacin. Sin embargo, una observacin detenida nos acaba mostrando que estos casos no son tan monolticos como parecen y que de ninguna manera ponen en tela de juicio la propiedad de la multiplicidad de las identidades. Por lo pronto, la subordinacin de las identidades, en los hechos, nunca es totalmente exhaustiva. Uno encuentra que en muchos casos la norma as planteada se acompaa de una relativa tolerancia

    23 Ciertos marcos tericos parecen proponer que esto ocurre necesariamente en todos los casos. Por ejemplo, algunas variedades de marxismo entienden que lo que podramos llamar identidad de clase es el condicionante fundamental de las conductas socialmente relevantes (Cf. por ejemplo, en Kuusinen et al. 1960:154: Unicamente esta teora [la de la lucha de clases] nos permite ver los resortes ocultos que mueven todos los acontecimientos y cambios importantes que se producen en la sociedad de explotacin.) Incluso Bourdieu, que en otros aspectos parece ms dispuesto que otros marxistas a reconocer la relevancia de otros tipos de identidades, encontramos que define el habitus, esto es el conjunto de predisposiciones para la accin y la interpretacin, fundamentalmente en trminos de clase (V.e.g. Bourdieu 1977, as como en el gran desarrollo de este concepto en Bourdieu 1998). No es seguro que este tipo de modelos impliquen realmente la anulacin o la subordinacin absoluta de todas las identidades a una sola, pero si efectivamente as lo hacen, es una postulacin a priori. Optamos, por eso, en lo que sigue, por argumentar sobre la base del anlisis de ciertas situaciones concretas en las que podra llegar a pensarse, e incluso podra proponerse, que en efecto esta subordinacin se da. En principio, mostrar que aun en estos casos el principio de la multiplicidad de las identidades debe mantenerse, creemos, abona a favor de su validez y desalienta la postulacin contraria. 24 Este ejemplo ha sido tomado de las investigaciones realizadas por Paz Torcigliani entre comunidades tobas radicadas en Rosario de Santa Fe, para su tesis de Licenciatura en la Universidad Nacional del Litoral.

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    para una gran variedad de transgresiones y que, por otra parte, siempre se forman grupos identitarios con ndices relativos de independencia. Incluso en los aspectos ms controlados, la reproduccin de la norma suele requerir el uso sistemtico de sanciones de diverso orden para quienes la violan, desde castigos corporales o la expulsin de la comunidad, o incluso la muerte, hasta penas menores o meras condenas sociales, todos casos que ponen de relieve que las subjetividades no estn en verdad absolutamente conquistadas por esa identidad hegemnica. Finalmente, la tendencia a la multiplicidad de identidades resulta una propiedad aparentemente tan propia de la especie humana que cualquiera de estas situaciones, incluido el extremo hipottico de un contexto social en el que una identidad nica hubiera conquistado totalmente a las restantes, merecera en s misma una explicacin particular, que pudiera dar cuenta de tamaa singularidad.

    Ahora bien, si la nocin de una identidad nica es ms bien extraa en las aproximaciones vigentes, hay otro rasgo de las identidades que se deriva de nuestra definicin inicial y que aparece en la formulacin al comienzo de esta seccin que no es de una aceptacin tan generalizada. Nos referimos a que el nmero de identidades a las que puede adscribirse un actor social dado es imprevisible, as como a otro aspecto relacionado con ste, el de que la variedad de esas identidades se presentan en una variedad igualmente impredecible. En efecto, los estudios sobre cuestiones de identidad, aunque reconozcan la multiplicidad, muchas veces parecen reducirlas a un conjunto de categoras ms o menos estables, dentro de las cuales cada actor podra clasificarse, como si los seres humanos se agruparan en trminos de un conjunto finito de clases que pudieran establecerse deductivamente. Las categoras ms tradicionales en posturas de este tipo son la nacin, el gnero, la etnia o la raza, la clase social, la generacin. A esta lista pueden agregarse, en algunos casos, la ocupacin laboral o la religin. Y todava, en otros casos, pueden admitirse otras categoras menos estandarizadas.

    Nuestra definicin, en cambio, es voluntariamente amplia, como comentamos arriba, precisamente para evitar que queden fuera de esta conceptualizacin una gran variedad de identidades que no podran preverse si se insistiera en esta reduccionista y, en ltima instancia, arbitraria taxonoma previa. En nuestras investigaciones, por ejemplo, nos hemos encontrado con identidades que giran en torno a si los actores residen habitualmente en el campo o en la ciudad. No parece que fuera simplemente cuestin de agregar una nueva categora a la lista, en la medida en que al menos en esta categora podemos encontrar una variedad de casos intermedios, y de entrecruzamientos (rasgos de identidad campesina en

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    habitantes citadinos, por ejemplo, por imitacin o por herencia) y de ambigedades (grupos de personas que pasan parte de su tiempo en la ciudad y en el campo como trayectorias que forman parte de su rutina regular). En realidad, esta ambigedad y flexibilidad tambin podra aplicarse a varias, si no a todas las categoras tradicionales, como puede apreciarse si se considera, por ejemplo, dentro de la categora de gnero, la variedad de formas identitarias (gays, transexuales, etc.) que cuestionaran cualquier pretensin de reducirla a una simple dicotoma de base biolgica.

    Por otra parte, otras identidades no parecen invitar a que se agregue una nueva categora, en la medida en que parecen derivarse de aspectos culturales especficos de un tiempo y un espacio dado, y en que no implican necesariamente una clasificacin exhaustiva de todos los miembros de una sociedad. Por ejemplo, las identidades de los hinchas de un club de ftbol, que se ponen de manifiesto en una variedad enorme de interacciones sociales de diverso orden, que van desde la burla en los mbitos de trabajo hasta la suspensin de todo otro tipo de actividad, familiar, laboral e incluso poltica, cuando el club de los amores juega un partido importante. Conviene mencionar asimismo otras prcticas relacionadas con estas identidades, en las que se entrecruza de maneras peculiares con otras identidades. Los actos de racismo llevados a cabo por algunas hinchadas, por ejemplo, muestran que se sienten legitimados a sobreponer su pasin futbolera a cualquier otra consideracin moral y poltica. En los campeonatos mundiales de ftbol, por otra parte, la aficin futbolera se entrecruza con la identidad nacional, como se puede apreciar en el uso de los smbolos como la bandera o el himno. A pesar de todo esto, resulta difcil imaginar que un esquema universal de las categoras identitarias en las que todo actor social debera encuadrarse se decidira a incluir la aficin futbolstica. Aunque pueda compararse con otros tipos de prcticas de otros momentos y lugares, son un hecho cultural histricamente y temporalmente localizado, que, adems, no abarca de la misma manera a todos los miembros ni siquiera en las sociedades donde ha alcanzado mayor significacin social, en las cuales encontraremos no slo muchos simpatizantes tibios, sino incluso muchos actores sociales que ni siquiera pueden incluirse en ninguna agrupacin desde este punto de vista.

    Finalmente, los casos que hemos encontrado en nuestra investigacin y que con mayor fuerza contestan a las pretensiones de una tipologa a priori de las

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    identidades son el de aquellas identidades que ni siquiera pueden remitirnos a categora general alguna. De hecho, estas identidades probablemente hubieran pasado desapercibidas si hubiramos insistido en mirar con las anteojeras de una taxonoma previa. Diego Chein ha estudiado, por ejemplo, las identidades que se forman alrededor de las categoras de atraso y progreso, en virtud de la influencia ideolgica de la modernidad a travs del aparato escolar en una zona rural de la provincia de Tucumn,25 categoras que tal vez, en condiciones semejantes, puedan ser aplicables a otros contextos, pero que no hubiera sido previsible en un esquema general apriorstico del tipo del que estamos criticando. De manera semejante, los pibes chorros, estudiados por Lorena Cabrera, adolescentes que participan de una cultura que incluye la prctica del delito, participan de una identidad que se pone claramente de manifiesto en sus valores, sus rituales y sus smbolos y que, sin embargo, no encuadra en ninguna de las categoras que podramos haber imaginado previamente.26 La posibilidad incluso de descubrir estas, y muchas otras, identidades socialmente activas, se abre nicamente si el concepto de identidad se reduce a los trminos con los que lo hemos presentado, sin agregar taxonomas fijas que, en ltima instancia, constituyen apretados encasillamientos de la complejidad de la condicin humana, como si esta fuera un territorio ya previamente cartografiado, cuando es precisamente lo que apenas si estamos empezando a explorar para tratar de conocer.

    25 Chein 2003a. 26 Cabrera 2006.

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    Identidad prctica e identidad consciente

    Como venimos insistiendo, un principio que gua nuestra aproximacin es el de que cualquier afirmacin sobre el funcionamiento de las sociedades humanas debe poder explicarse en trminos de la dinmica de las subje tividades de los seres humanos, los actores sociales, en la medida en que estas subjetividades son la nica realidad material sobre la cual estas generalizaciones pueden estar predicando algo. Proponer leyes, dinmicas o sistemas sociales que no puedan traducirse en trminos de las subjetividades de los actores sociales reales y concretos implica postular una dimensin metafsica independiente, carente de todo tipo de contrastabilidad cientfica.

    Las fronteras entre psicologa y sociologa se vuelven, con este postulado, relativamente borrosas. Por lo menos, cualquier generalizacin en el nivel sociolgico debe incluir al menos algunos postulados psicolgicos bsicos, que no por operativos deben dejar de estar fundados debidamente y con la mayor cautela posible para no caer en nuevas mitologas y metafsicas. En esta seccin y la siguiente, retomaremos algunos de los postulados que hemos desarrollado en la presentacin de nuestro marco sociolgico general,27 y revisaremos sus consecuencias y aplicaciones en relacin con el concepto de identidad. Como veremos, de este examen se derivan ciertas importantes sugerencias metodolgicas y conceptuales para el estudio de la identidad en el contexto de la reproduccin y transformacin sociales.

    27 Ver Kaliman (Dir.) et al. 2001:7 y ss.

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    La psique humana es, por supuesto, de una complejidad cuyas variables y fundamentos se pierden en la inescrutabilidad, a pesar de que la capacidad de reflexin y aprendizaje de la especie humana es superior a la de muchas otras que pueblan este planeta. Si no antes, por lo menos desde el desarrollo del psicoanlisis ha quedado en claro que las explicaciones ltimas de las conductas humanas se encuentran en niveles mucho ms profundos de lo que podemos alcanzar a vislumbrar conscientemente. Ahora bien, cul es la relacin entre la conciencia y toda esa abigarrada madeja de fenmenos inconscientes? Una imagen quiz demasiado usual tiende a dar a esa relacin la forma de un edificio de dos (o, segn algunas lneas de trabajo, ms) pisos, en cada uno de los cuales se encontraran contenidos de la misma naturaleza, slo que algunos, los del piso inferior, seran inconscientes, y los otros, los del piso superior, habran pasado a la conciencia.28 Esta metfora edilicia (o alternativamente, la de cajas en las que se distribuyen los contenidos), con su correlato de que consciente e inconsciente son estados diferentes de un mismo tipo de entidades, conduce a perspectivas errneas, tales como las de que el esfuerzo cognoscitivo o autocognoscitivo- consiste en convertir en consciente lo inconsciente, de una manera semejante al alma platnica recordando lo que haba visto en el topus uranus antes de encarnar en el cuerpo.

    La imagen que adoptamos aqu, mucho menos metafrica, y tal vez ni siquiera metafrica en absoluto, compara la relacin entre lo consciente y lo inconsciente con la relacin entre la conciencia y el mundo fsico. En efecto, los seres humanos interpretamos los datos que llegan a nuestra conciencia desde el mundo exterior a travs de los sentidos, apelando para ello a categoras de anlisis y relaciones entre esas categoras que hemos incorporado en aprendizajes anteriores. Sobre esta base, podemos producir nuevas interpretaciones y quiz nuevas generalizaciones que pondremos eventualmente a prueba o no. Todos estos contenidos de conciencia son representaciones del mundo exterior y no, por supuesto, la incorporacin del mundo mismo en nuestra mente, una verdad perogrullesca que est cifrada en frases como el concepto de cuchillo no corta o el concepto de lluvia no moja. Cuando decimos representacin, estamos implicando precisamente que los conceptos con los que analizamos, interpretamos, y, en general, tomamos conciencia del mundo, son de una naturaleza diferente del mundo al que se refieren. Lo mismo puede decirse de cualquier generalizacin que

    28 Esta imagen se encuentra incluso en Giddens 1995, cuando distingue entre conciencia prctica y conciencia discursiva, conceptos que, sin embargo, han inspirado la distincin entre saber prctico y conciencia que desarrollamos aqu.

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    manejemos en relacin con el mundo fsico exterior: la teora de la relatividad o el conocimiento de que el fuego quema no existen en el mundo exterior, sino, de alguna manera, en las subjetividades de los seres humanos.

    No hay razn para suponer que la percepcin de nuestro mundo interior funciona de otro modo. As como recibe y elabora los datos proporcionados por los sentidos, la conciencia recibe datos sobre fenmenos que ocurren en nuestro organismo y los interpreta con las categoras con las que cuenta para hacerlo y, con esos elementos, produce representaciones que no son el fenmeno psquico mismo, as como el concepto de lluvia no es la lluvia misma. As, es impreciso y equvoco decir que lo inconsciente se vuelve consciente. Es ms adecuado entender que lo que se produce en lo que llamamos conciencia es un esfuerzo por representar los fenmenos psquicos que son, en s mismos, por definicin, siempre inconscientes. O ms propiamente, lo que ocurre en nuestra psique, como lo que ocurre en todo nuestro organismo, no es ms consciente o inconsciente que lo que ocurre en el mundo exterior. Simplemente ocurre, y lo que llamamos consciente son las representaciones que intentamos producir de ellos.29

    En consecuencia, lo que entendemos como saber prctico y lo que entendemos como conciencia no son categoras complementarias, que se definen por oposicin mutua, sino conceptos que resultan de dos aproximaciones diferentes a la psique humana. El saber prctico es un nombre operativo para un aspecto central de nuestro objeto de estudio: el conjunto de factores psquicos que subyacen y explican los cursos de accin de los actores sociales, la materialidad directamente relevante para el estudio de los procesos sociales. La conciencia, en cambio, es una funcin psquica: es un factor, entre otros, de la dinmica de ese mismo saber prctico. Sabemos que la reflexin puede contribuir a la modificacin de conductas (la funcin de la conciencia puede modificar el saber prctico), pero eso no debe hacernos olvidar el hecho de que la reflexin misma (i.e. la toma de conciencia de ciertos fenmenos psquicos) es ella misma una conducta, lo cual equivale a decir que est involucrada, e incluso determinada, por la dinmica del propio saber

    29 Esto es distinto, por supuesto, de traer a la conciencia recuerdos de experiencias concretas que pueden haberse olvidado. En ese caso, puede decirse que tiene sentido hablar de que algo inconsciente se vuelve consciente. No obstante, lo que nos interesa aqu es contrarrestar la ilusin de que la conciencia que tenemos de nuestros procesos psquicos es ms certera de la que tenemos del mundo exterior, slo porque ellos ocurren dentro de nosotros.

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    prctico. De qu manera se producen estas respectivas incidencias? La respuesta no es inmediata ni sencilla, porque las relaciones entre estas dos instancias de anlisis (conciencia y saber prctico) no se reducen a una mera transposicin de conte