122

Karl Barth - Introducción a La Teología Evangélica

Embed Size (px)

Citation preview

  • INTRODUCCINA LA TEOLOGA EVANGLICA

  • VERDAD E IMAGEN166

    Coleccin dirigida porngel Cordovilla Prez

    KARLBARTH

    INTRODUCCIN A LATEOLOGA EVANGLICA

    EDICIONES SGUEMESALAMANCA

    2006

  • Esta obra ha sido publicada con la colaboracinde Pro Helvetia, fundacin cultural de Suiza

    CONTENIDO

    Presentacin, por Pedro Rodrguez Panizo 9Prlogo 19

    l. Aclaracin . 21

    Cubierta diseada por Christian Hugo Martn

    Tradujo Constantino Ruiz-Garridodel original alemn EinjUrung in die evangelische Theologie (1962)

    Theologischer Verlag Zrich 1970 Ediciones Sgueme S.A.U, 2006

    CI Garca Tejado, 23-27 - 37007 Salamanca I EspaaTlf.: (34) 923218203 - Fax: (34) 923 270 563e-mail:[email protected]\VWW.sigueme.es

    ISBN: 84-301-1583-8Depsito legal: S. 1704-2005Impreso en Espaa I Unin EuropeaImprime: Grficas Varona S.A.Polgono El Montalvo, Salamanca 2006

    IEL LUGAR DE LA TEOLOGA

    2. La Palabra 333. Los testigos 454. La comunidad 575. El Espritu 69

    11LA EXISTENCIA TEOLGICA

    6. La admiracin .. 837. El verse afectados 958. El compromiso 1079. La fe 119

    IIIEL RIESGO DE LA TEOLOGA

    10. La soledad 13311. La duda . 14512. La tentacin 15913. La esperanza 171

    IVLA LABOR TEOLGICA

    14. La oracin 18515. El estudio 19916. El servicio 21317. El amor 227

    AdministradorTexto escrito a mquinaEX LIBRIS ELTROPICAL

  • PRESENTACINHumildad y grandeza de la teologa

    Pedro Rodrguez Panizo

    El lector tiene entre sus mano~ un profundo y hermoso li-bro de teologa. Su autor, Karl Barth (1886-1968), es uno delos ms grandes telogos del siglo pasado. Es un libro querespira humildad y grandeza en cada pgina, en cada lnea.Una obra que puede encender en cualquiera y de por vidauna vocacin teolgica. El prlogo a esta verdadera obra dearte no puede ser ms que una invitacin a su lectura. Exigedel que la inicia un tono y un temple determinados. Frente ala inveterada costumbre actual de leer rpido para consumirlecturas -incluso teolgicas- y estar al da, la Introduccin ala teologa evanglica pide leerse despacio, meditativamen-te, sin prisa ninguna de pasar de leccin, dejando que su con-tenido explcito y las evocaciones latentes en l, despiertennuestra propia profundidad de creyentes y nos hagan viajarhacia 10 que Paul Ricoeur gustaba de llamar el oriente deltexto. Invita, adems, a dejarse interpelar por su llamadaproftica hacia la concentracin en 10 esencial y a estarabiertos a todo, cosa que suele ocurrir casi siempre que se da10 primero.

    En el semestre de invierno de 1961, Barth termin su ca-rrera acadmica y, como dice en el prlogo ~on la fina iro-na que le caracteriz siempre-, fue el sustituto de s mismoy hasta de su futuro sucesor cuya bsqueda suscit ms deuna polmica. Resultado de aquel curso fue el libro que hoyfelizmente presentamos en la cuidada edicin de la Editorial

  • la Presentacin Presentacin 11

    Sgueme, cuyo denodado esfuerzo por hacer accesible al p-blico de lengua espaola la filosofia y la teologa ms serias,no se ponderar nunca suficientemente. En un tiempo detanta superficialidad, algo as no puede comprenderse msque considerndolo un abnegado servicio a la comunidadcristiana y a la sociedad.

    La Introduccin es, por tanto, una obra de madurez. Lle-va tras de s la experiencia vital de quien ha sido cinco aosestudiante, doce prroco y cuarenta profesor de teologa, conuna prolfica obra escrita a sus espaldas y un incuestionablecompromiso social y poltico a favor de los desheredados ycontra el totalitarismo de los dificiles aos del terror nazi,como testimonia, entre otros datos, la famosa declaracin deBarmen (1934) de la Iglesia Confesante. Sus pginas desti-lan por todas partes fidelidad a la Palabra de Dios y al serhumano, trmino de su amor insondable. Recuerda, en esteaspecto, a esos otros viejos admirables que fueron Husserl yTillich. El primero, despus de una obra monumental en can-tidad y calidad crea que, al final de su carrera acadmica, ha-ba llegado a ser un principiante de la filosofia. El segundo,queriendo rehacer toda su Teologa sistemtica en dilogocon la historia de las religiones, animado por un seminarioconjunto que imparti con Mircea Eliade. Para Barth tambinla vejez es un tiempo de creatividad, de lucidez y de avance;y, para la teologa, avanzar significa siempre de nuevo ini-ciar desde el inicio (mit dem Arifang anzufangen) l . En efec-to, esta es quiz la primera impresin que causa su lectura: esun libro joven, lleno de aliento y nimo, de sensatez y pasinpor el quehacer teolgico, concebido como una ciencia mo-desta, crtica, libre y alegre -la verdadera gaya ciencia-o Y esque siempre se recibe algo de la eterna juventud de Dios

    1. K. Barth, Einfiihrung in die evangelische Theologie, Evange1ischeVerlagsanstalt, Berlin 1965, 169.

    (cuando se hace de l el centro de la vida), frente a la cual,todos -viejos, medianos y jvenes- somos siempre vejez.

    No dej de tener problemas su autor ni siquiera el semes-tre invernal del curso 1961-1962, cuyas lecciones recoge es-te libro. En la misma sala, delante de los estudiantes, preci-sa e irnicamente durante la ltima leccin sobre el amor,Edgar Salin, el pro-rector de la Universidad de Basilea, sepermiti -sin la ms mnima cortesa- una dura crtica deBarth por sus ideas polticas. Este pequeo drama o comedia(Dramolet) no logr, con todo, disturbar su paz interior, co-mo confiesa l mismo en el prlogo.

    El libro se presenta con el estilo de una introduccin, g-nero muy frecuente en teologa, conocido a veces como En-ciclopedia teolgica, y que cuenta con dos ejemplos clsicosmodernos admirables: las de Schleiermacher -el Kurze Dars-tellung de 1811-, por parte protestante, y 1. S. Drey -el Kur-ze Einleitung de 1819-, por parte catlica. Barth observa quesemejante disciplina introductoria no se encontraba en el cu-rriculum de la Facultad de Teologa de Basilea. Como l mis-mo afirma, ha querido presentar, con ocasin de este cantodel cisne, los objetivos que le han movido durante su largaexistencia teolgica, dndose cuenta y razn de ello a s mis-mo y a sus contemporneos, especialmente a las generacio-nes ms jvenes. Pero es una Introduccin, adems, a la teo-loga evanglica. Con ello no se refiere solamente a la quenace de la Reforma protestante del siglo XVI, sino -ms im-portante an- a la que se funda en la historia de Israel con susprofetas y en los apstoles y profetas del Nuevo Testamento.En el Evangelio (euanglion) que es Dios mismo revelado enJesucristo por el Espritu Santo. Dios dicindose a s mismoen la historia de sus acciones salvficas para con el hombre.

    A los lectores ms familiarizados con el Barth del primerperodo dialctico, el de La carta a los Romanos -especial-

  • 12 Presentacin Presentacin 13

    mente- y el de algunos pasajes de la monumental DogmticaEclesial (por ejemplo el 17), les sorprender al leer este librosu propia matizacin con respecto a Dios como el TotalmenteOtro. Prolongando las intuiciones de su conferencia de 1956sobre La humanidad de Dios, Barth habla en la Introduccindel Dios del Evangeiio como el que no est apresado en supropia majestad y lejana, como parece indicar el trmino ab-soluto (suelto, separado, desligado de lo que no es l), sinoque es misericordia para el hombre, cercana no slo de Se-or, sino tambin de hermano y amigo. Padre, Hijo, EsprituSanto. Un Dios con el hombre y para l, suscitando con sugracia (charis) el libre amor de ste que hace de la gratitud(eucarista) la voz a l debida, lo cual no significa ni muchomenos minusvalorar su trascendencia y excelsitud, sino que loes precisamente ah, en su abajamiento y en su entrega total alhombre (cf. Is 57, 15): el Emmanuel. Lo contrario sera undis-evangelio ms que un evangelio. Por eso prefiere Barth,desde su teocentrismo sin compromisos, hablar mejor de teo-antropologa, para evitar ese hbrido que gusta calificar demixophilosophicotheologia, tomando el trmino del telogode Wittenberg Abraham Calov (1612-1686), quien cultivabauna mezcla de filosofia y teologa que no satisfaca a ningu-na de las dos. De semejante crtica no se libra para Barth ni elmismo Paul Tillich (cf. Leccin 1na), al intentar introducir lateologa en el mbito de la cultura y de las otras ciencias, ascomo el traer stas a la teologa en lo que gustaba de llamarmtodo de correlacin. Parece que una polmica que vienede lejos -desde antes de los aos veinte- sigue sin encontraraqu acuerdo y comprensin. Barth sigue mostrndose en laIntroduccin, alrgico a las teologas del a priori religioso(Schleiermacher, Fries, Otto, Troeltsch), por sospechar enellas una reduccin antropolgica de la teologa, cuyo nicoobjeto es Dios, lo que hace de ella un saber humilde y agra-decido: theologia viatorum, no theologiagloriae.

    El lector podr comprobar a lo largo de la lectura medita-tiva de este libro, la sencilla pero poderosa y profunda estruc-tura de su composicin. Podra decirse de ella lo que Tomsde Aquino de la belleza: est hecha de proporcin (propor-tio), integridad (integritas) y claridad (claritas). Vase su es-quema para comprobarlo. Si se excepta la primera de laslecciones (1) de tema clarificador de cuanto sigue, tenemos laestructura siguiente:

    2. La Palabra1. Lugar (Or!) 3. Los testigos / Testimonios

    4. La comunidad 5. El Espritu6. Admiracin / Asombro

    11. Existencia 7. Verse afectados8. Compromiso 9. La fe10. Soledad

    m.Riesgo 11. Duda12. Tentacin / Prueba 13. La esperanza14. Oracin

    IV. Trabajo 15. Estudio16. Servicio 17. El amor

    Si se mira con atencin, se ver que en la tercera colum-na se encuentra el principio que hace de condicin de posi-bilidad de la estructura ternaria de cada una de las cuatropartes que componen la obra y de la misma ciencia teolgi-ca. Empezando por el final, se podra decir que el amor(gape, que evangeliza e incorpora al eros teolgico) haceque el trabajo teolgico sea una obra buena y agradable aDios, una de esas obras del amor de las que tan bella y pro-fundamente habl mucho antes el genial Soren Kierkegaard,til para los seres humanos. Impide que la curiosidad, el go-zo que se experimenta con la belleza y el inters de las dis-ciplinas teolgicas (eros), haga olvidar al telogo que su ta-rea es un servicio a la Palabra de Dios y a los hombres ymujeres de su tiempo, y no un mero pasatiempo que roba

  • 14 Presentacin Presentacin 15

    nuestras horas y nuestros das aislndonos del espesor y eldolor de la vida. Las pginas que dedica el autor a la crticade quienes no ven ms que teologa por todas partes, olvi-dando las novelas, la msica, el deporte, etc., y trabajandosin parar da y noche en una especie de afecto desordenado,no tienen desperdici. Hace posible -adems-la indisolubleunidad de oracin y estudio. La primera, el movimiento y laapertura de lo bajo hacia lo alto; la segunda, como el traba-jo del ora et labora -que es otra forma de oracin-, es el mo-vimiento intelectual, corpreo-espiritual, hacia el exterior(studio), impelido por la misma resonancia en que 10 ha de-jado la oracin. Parafraseando a Kant, dir Barth en otrocontexto: la oracin sin estudio es vaca, el estudio sin ora-cin es ciego. Y adems, est en relacin con el Espritu(Leccin 5a), pues segn Pablo es el amor de Dios derra-mado en nuestros corazones (Rom 5,5). El Espritu que in-habita en la comunidad, despierta y hace hablar a los testi-gos, inspira la Escritura y hace posible discernir la Palabrade Dios en las palabras de los hombres, poniendo al telogoen el lugar desde donde sta le asombra2, maravilla e inter- .pela hasta el sojuzgamiento y la consternacin de un com-promiso radical y a ultranza para con Dios (cf. Jer 20, 7-9).Y de nuevo el principio que 10 hace posible: la fe, criteriosubjetivo del quehacer teolgico, junto con la Palabra deDios como su criterio objetivo. Barth subrayar que sloDios es el verdadero objeto de la teologa, no el hombre,ni la fe, ni la religin, a condicin de pensar en ese Dios co-mo el Dios del Evangelio, que es el Dios de los hombres, elque sale a su busca en el Hijo, como un templo ambulante, ylos carga sobre sus hombros como el Buen Pastor que regre-

    2. Sorprendentes y bellsimas son las pginas dedicadas al milagro enla Leccin 68 ; as como iluminadoras resultan las consideraciones acerca dela relacin de Dios con Israel (Alianza) y la centralidad de Cristo, en la lec-cin 28

    sa con la oveja perdida; un Dios que no es rgido ni exclusi-vo, sino que hace salir el sol sobre buenos y malos.

    Finalmente, la esperanza es la condicin de posibilidadpara afrontar el riesgo (Geflihrdung) de la soledad, la duda yla prueba. Perseverar y soportar (Aushalten und Ertragen)es la respuesta a dichos riesgos y tentaciones. El contra spemin spe de Rom 4, 18, en la figura paradigmtica de Abrahn.Continuar llevando la carga impuesta sin desanimarse, no ce-der a ningn precio, como sosteniendo un muro con nuestraespalda y nuestros hombros; es decir, tener un poco de cora-je, pues no hay teologa sin una cierta dosis de l y de tor-mento: las disputas intraeclesiales, las discusiones y crticasacerbas con los dems colegas de profesin, la tentacin de lafama y la gloria, figura de este mundo que pasa; los juiciosde valor referentes a creerse mejores y peores telogos, im-portantes o grandes, pequeos o de segundo orden; los de-snimos personales y los desalientos de todo tipo, no debenparalizar la humildad y grandeza del ejercicio de la teologa.Hay que confiar en que pueden ser vencidos con la pacienciay la esperanza, con la fe y el amor, con la fuerza del Espritu.Tmese tiempo el lector y, sin prisas, comience la lectura deesta hermosa pieza de cmara teolgica.

  • INTRODUCCINA LA TEOLOGA EVANGLICA

  • PRLOGO

    Despus de retirarme de la actividad docente como profe-sor universitario, se me ocurri actuar como mi propio suce-sor y como representante de mi sucesor, todava desconocidopor m, y ocuparme de la direccin, durante el semestre deinvierno de 1961-1962, de algunos seminarios, llevar a caboactividades e impartir lecciones. En la presente obra el lectorhallar el manuscrito de esas lecciones. Espero que ahora na-die se queje de mi gran brevedad, en vista de 10 voluminososque fueron los tomos de mi obra Kirchliche Dogmatik. Pues-to que no deseaba impartir brevsimas lecciones de teologadogmtica, me propuse aprovechar esta ltima oportuni-dad para darme razn a m mismo y a mis contemporneos,de manera escueta, de todo 10 que fundamentalmente trat dealcanzar, aprender y defender, en materia de teologa evang-lica, durante cinco aos como estudiante universitario, docecomo prroco y finalmente cuarenta como profesor univer-sitario, recorriendo todos los caminos y rodeos que anduvehasta llegar al momento presente. Tal vez me movi tambinen el fondo la intencin de proporcionar, especialmente a lajoven generacin de este momento, una visin de conjunto demi alternativa a la mixo-filosfico-teologa (la expresin esdel viejo Abraham Calov!), que en su momento deslumbrpoderosamente a muchos, parecindoles la ms imponentenovedad. No quise hacerlo en forma de nuevas confesionesde fe o de esbozos o de una pequea Summa. Prefer es-coger la forma de una asignatura de introduccin, una asig-natura que hace ya tiempo que no aparece en el plan de estu-

  • 20 Prlogo

    dios de nuestra facultad de teologa de Basilea. No pude que-jarme de falta de inters por parte de mis discpulos. E in-cluso el pequeo drama, que curiosamente se desarrollen nuestra aula, el da primero de marzo, despus de impar-tir mi leccin sobre el amor, no fue capaz de perturbar en loms mnimo mi paz interior. Recordar siempre con emo-cin aquel que fue mi ltimo semestre acadmico; por lo de-ms, tratar de continuar en lo que pueda las enseanzas dela Kirchliche Dogmatik (sin la presin algunas veces penosa,pero no obstante saludable, de los oyentes que me han escu-chado en cada momento).

    Basilea, marzo de 1962

    1

    ACLARACIN

    La teologa es una de las empresas humanas, designadastradicionalmente como ciencias, que trata de percibir undeterminado objeto o mbito de objetos siguiendo el caminomostrado por l mismo en cuanto fenmeno, y que procuraentenderlo en su sentido, a la vez que expresa el alcance desu existencia. Parece que el trmino teologa quiere decir-nos que en ella se trata de una ciencia especial (especialsi-mal), de una ciencia que quiere aprehender a Dios, enten-derlo y expresarlo.

    Pero, puesto que bajo el trmino Dios pueden darse aentender muchas cosas, son tambin muchas las clases de teo-logas existentes. No hay ningn ser humano que, conscien-te o inconscientemente (o tambin de manera semiconscien-te), no tenga a su Dios o a sus dioses como el objeto de susupremo anhelo y de su confianza, como la razn de sus msprofundas vinculaciones y obligaciones, y que en este aspec-to no sea tambin un telogo. Y no hay ninguna religin, nin-guna filosofia, ninguna cosmovisin que no se haya vueltocon alguna profundidad o superficialidad hacia una divini-dad, interpretada y descrita de tal o cual manera, y que en es-te sentido no sea tambin teologa. Esto no slo ocurre cuan-do a esa divinidad se la considera positivamente como lasuma de la verdad y del poder de algn principio supremo,sino tambin cuando se pretende negarla; esta negacin, enla prctica, consistir simplemente en menoscabar su digni-dad y su funcin reducindola, por ejemplo, a la naturale-

  • 22 Introduccin a la teologa evanglica Aclaracin 23

    za, a una pulsin vital inconsciente y sin forma determinada,al progreso o al hombre que piensa y acta con sentido pro-gresista, o tambin a una nada redentora, en la que el hombrehabr de integrarse porque tal es su destino. Por nuestra parteafirmaremos que son tambin teologas esas ideologas mani-fiestamente ateas.

    La finalidad de las presentes lecciones no es introducirseen el mundo de las numerosas teologas con sus numerososdioses, haciendo una comparacin histrica entre ellas o es-peculando crticamente sobre las mismas, para adoptar luegouna postura en nombre y en favor de una de ellas a la vez queen contra de todas las dems, o de subordinarlas a todas a esapostura o de coordinarlas a todas con ella. No es posible en-tender cmo y hasta qu punto todas esas distintas teologll;stienen algo esencial en comn con lo que aqu vamos a estu-diar como teologa, de tal manera que pueda ser fructfero re..lacionarlas con ella. Bien es cierto que todas ella tienen entres una cosa en comn, que arroja ya una luz significativa so-bre los dioses hacia los que esas teologas se vuelven: cadauna de ellas se considera y se presenta a s misma, si no comala nica acertada, s al menos como la mejor, por ser la msacertada entre todas ellas. Basndonos en la fbula de lostres anillos -pero sin considerar como insuperable la inter-pretacin que Lessing le dio-, nos guardaremos muy bien departicipar en la competencia que se hacen entre s esas teolo-gas. La mejor teologa, o incluso la nica teologa acertadadel Dios supremo, ms an, del Dios que es el nico, el soloverdadero y real Dios, tiene que ser sencillamente teologay acreditarse como tal --en esto Lessing tena fundamental-mente razn- por la demostracin del Espritu y de su poder.Pero esa teologa delatara con seguridad que no es tal, si re-clamara para s el derecho de serlo y si as fuera proclamada.

    Por consiguiente, sin contraposicin ni valoracin distan-ciadora ni combinatoria, bastar anunciar aqu lo siguiente: la

    teologa que presentamos en esta introduccin es la teologaevanglica. El adjetivo especificativo recuerda al Nuevo Tes-tamento y evoca a su vez a la Reforma del siglo XVI. Formu-laremos tambin la doble confesin de que la teologa de laque vamos a tratar aqu es la teologa que, desde su origen re-cndito en los documentos de la historia de Israel, sale a la,luz de manera inequvoca primeramente en los escritos de losevangelistas, apstoles y profetas del Nuevo Testamento,siendo despus redescubierta y acogida en la Reforma del si-glo XVI. La expresin no est concebida ni debe entenderseexclusivamente en sentido confesional (ante todo porque re~mite en primer lugar y de manera decisiva a la Biblia, respe-tada de algn modo en todas las confesiones). No toda teo-loga denominada protestante es teologa evanglica. Yhay tambin teologa evanglica en el espacio catlico roma-no, en el de la ortodoxia oriental y en los mbitos de las nu-merosas variaciones posteriores y tambin seguramente enlas degeneraciones del nuevo enfoque reformador. Con el tr-mino evanglico se designar aqu objetivamente la conti-nuidad y unidad catlica y ecumnica (por no decir con-ciliar) de toda la teologa. En ella se trata, entre la variedadde todas las teologas existentes (sin establecer aqu un juiciode valor), y de diversas maneras en todas ellas, de percibir,entender y expresar al Dios del Evangelio, es decir, al Diosque se manifiesta en el Evangelio, que habla a los hombresacerca de s mismo y que acta entre ellos y en ellos por elcamino que l mismo ha designado. Dondequiera que Diossea el objeto de la ciencia humana, y como tal sea el origen yla norma de ese saber, all habr teologa evanglica.

    A continuacin intentaremos describir el acontecimientode la teologa evanglica, aclarando su peculiaridad, deter-minada por tal objeto, a la vez que sealamos sus notas ca-ractersticas principales. Cada una de dichas notas, mutatismutandis (es decir, presuponiendo los cambios necesarios),

  • 24 Introduccin a la teologa evanglica Aclaracin 25

    podran ser por su parte caractersticas de otras ciencias. Pe-ro eso no vamos a dilucidMlo ahora. Aqu describiremos esasnotas en cuanto son precisamente las notas caractersticas dela ciencia teolgica.

    1. Lessing no fue el pionero en prohibir a la teologa evan-glica que quisiera otorgarse a s misma el primer premio encomparacin con otras teologas, o incluso que se hiciera pa-sar a s misma, en alguna de sus formas, como sabidura ydoctrina divinas. Precisamente por dedicarse al Dios que seproclama a s mismo en el Evangelio, la teologa no podrpretender para s esa autoridad que a solo Dios corresponde.El Dios del Evangelio est vuelto misericordiosamente, porsu parte, a la vida de todos los hombres y, por tanto, 10 esttambin a sus teologas. Sin embargo, Dios trasciende no s-lo a las empresas de todos los hombres, sino incluso a la em-presa de los telogos evanglicos. l es el Dios que se des~vela incesantemente de nuevo a s mismo y que ha de serdescubierto incesantemente de nuevo, el Dios sobre el cual lateologa no posee ni puede adquirir soberana. El diferenciar-se y distinguirse a s mismo de todos los dems dioses, por-ser el nico Dios verdadero, es algo que slo puede ser unaaccin divina. Esta accin no puede ser reduplicada por nin-guna ciencia humana, ni siquiera por una teologa que estdedicada explcitamente a slo l. Precisamente por esta con-sideracin bsica, l es, sin duda alguna, un Dios completa-mente diferente de otros dioses. Otros dioses no parece queprohban a sus teologas jactarse de que cada.una de ellas seala ms correcta o incluso la nica teologa correcta. Por elcontrario, tales dioses parece incluso que instan a sus respec-tivos telogos a que se entreguen a tal jactancia. La teologaevanglica, por su parte, podr y deber basar indudablemen-te su pensamiento y su lenguaje en la decisin y en la accinpor la cual Dios hace que su gloria resplandezca y eclipse a lade todos los dioses. Sin embargo, esta teologa no pensara ni

    hablara sobre tales actos, si con ello quisiera adquirir renom-bre para s misma, siguiendo as el ejemplo de otras teologas.Queriendo o sin querer debe encauzarse y seguir por un ca-mino que, por naturaleza, sea radicalmente diferente del ca-mino seguido por otras teologas. Con todo, la teologa evan-glica no deber desesperarse cuando sea contemplada yentendida a partir de las mismas categoras q~e esas otras te-ologas. Ha de tolerar incluso que se la compare y se la con-temple en relacin con ellas bajo el concepto de filosofia dela religin (aunque permtanme advertirles de que ella, porsu parte, no puede identificarse con tal propuesta). La teolo-ga evanglica slo podr esperar justicia para s cuando seaDios mismo quien la justifique. Ella podr dMle gloria slo al, pero no podr drsela a s misma. La teologa evanglicaes ciencia modesta, pues est destinada a serlo por su mismoobjeto, por Aquel que es su tema.

    2. La teologa evanglica trabaja con tres presupuestossubordinados: a) El primero es. el acontecimiento general dela existencia humana en su indisoluble dialctica, que la teo-loga ve confrontada con la automanifestacin de Dios en elEvangelio. b) En segundo lugar se encuentra laJe particularde aquellas personas a quienes les fue dada y que quieren yestn dispuestas a reconocer la automanifestacin de Dios.Ellas saben y confiesan que Dios se autentifica a s mismopara todas las personas y especialmente para sus testigos es-cogidos. e) En tercer lugar est el presupuesto general y elparticular de la razn, la capacidad de percepcin, de juicio yde lenguaje que poseen todos los hombres, y por tanto tam-bin los creyentes. Esta capacidad es la que hace que sea tc-nicamente posible para ellos participar activamente en los es-fuerzos encaminados a conocer teolgicamente al Dios queen el Evangelio se manifiesta a s mismo. Ahora bien, tal co-sa no significa que se ordene a la teologa, y menos an quese le permita, escoger como su objeto y su tema --en lugar de

  • 26 Introduccin a la teologa evanglica Aclaracin 27

    Dios- la existencia humana o la fe o la capacidad espiritualdel hombre (aun en el caso de que sta incluyera una capaci-dad religiosa especial, un a priori religioso). Semejantestpicos -si llegaran a ser dominantes- tributaran pleitesa tanslo de manera subsiguiente e incidental al tema singularisi-mo de la teologa. No podran menos de suscitar adems lasospecha de que Dios fuera, despus de todo, una simplemanera de hablar comparable al papel simblico que se atri-buye a la corona de Inglaterra. La teologa es muy conscien-te de que el Dios del Evangelio tiene un genuino inters porla existencia humana y que despierta y llama efectivamente alhombre a creer en l; la teologa sabe que Dios, de esta for-ma, reclama y pone en movimiento toda la capacidad espiri-tual del hombre, algo que es mucho ms, en realidad, que sumera capacidad espiritual. Pero la teologa se halla interesadaen todo ello, porque se muestra interesada de manera primot;-dial y total por Dios mismo. El presupuesto predominante desu pensamiento y de su lenguaje es la prueba que Dios mismoda de su propia existencia y soberana. Si la teologa quisierainvertir su relacin, y en lugar de relacionar al hombre conDios relacionara a Dios con el hombre, entonces se entregaraa s misma a una nueva cautividad babilnica. Llegara a con-vertirse en prisionera de alguna clase de antropologa u onto-loga o noologa, que fuera subyacente a la interpretacin dela existencia, de la fe o de la capacidad espiritual del hombre.La teologa evanglica no se ve forzada a ello ni est capaci-tada para realizar tal empresa. La teologa evanglica se tomasu tiempo y deja con confianza que las cosas sigan su curso,cualesquiera que sea el camino en el que la existencia, la fe yla capacidad espiritual del hombre -su ser l mismo y su au-tocomprensin- se presenten en su confrontacin con el Diosdel Evangelio que precede y est por encima de todo ello.Con respecto a esas presuposiciones subordinadas, la t~ologa, a pesar de toda su modestia, es de manera ejemplar una

    ciencia libre. Ello significa que es una ciencia que gozosa-mente respeta el misterio de la libertad de su objeto, y que, asu vez, est siendo liberada constantemente por su objeto decualquier dependencia de presuposiciones subordinadas.

    3. En tercer lugar, el objeto de la teologa evanglica esDios en la historia de sus acciones. En esta historia Dios estambin el que se da a conocer a s mismo. Pero en ella Dioses a su vez el que es. En la teologa Dios tiene y muestra con-juntamente su existencia y su esencia: sin precedencia deuna sobre la otra! Por consiguiente, l, el Dios del Evangelio,no es ni una cosa, ni un objeto, ni tampoco un principio, niuna verdad o la suma de muchas verdades o el exponentepersonal de semejante suma. A Dios se le podra llamar ni-camente la verdad, si se entendiera la verdad en el sentidodel trmino griego aletheia. El ser de Dios, o la verdad, es elacontecimiento de su desvelarse en la historia, de su resplan-decer como el Seor de todos los seores, de la santificacinde su nombre, de la llegada de su Reino, del cumplirse su vo-luntad en toda su obra. La suma de las verdades acerca deDios ha de hallarse en una secuencia de acontecimientos,ms an, en todos los acontecimientos de su ser glorioso ensu obra. Estos acontecimientos, aunque sean distintos unosde otros, no deben ponerse entre parntesis ni considerarseaisladamente entre s.

    Obsrvese que la teologa evanglica no debe repetir lahistoria en la que Dios es el que es, ni debe actualizarla, nidebe anticiparla. No tiene derecho a escenificarla como supropia obra, sino que debe dar cuenta de ella de forma intui-tiva, conceptual y lingstica. Pero lo hace tan slo objetiva-mente, cuando sigue al Dios vivo en aquel proceso en el quel es Dios, y por consiguiente, cuando al percibir, reflexionary examinar, la teologa misma tiene el carcter de un procesovivo. La teologa perderia su objeto, y con ello se negaria a smisma, si quisiera ver, entender, expresar estticamente en s

  • 28 Introduccin a la teologa evanglica Aclaracin 29

    mismo algn momento del proceso divino, en vez de hacerloen su conexin dinmica ----comparable al pjaro en vuelo, noal pjaro en lajaula-, si dejara de narrar las grandes hazaasde Dios y se dedicara en cambio a la constatacin y la pro-clamacin de un Dios cosificado y de cosas meramente divi-nas. Sin que importe lo que hagan los dioses de otras teolo-gas, el Dios del Evangelio rechaza cualquier conexin conuna teologa inmovilista y esttica. La teologa evanglica s-lo podr existir y permanecer en vigoroso movimiento, cuan-do sus ojos se hallen fijos en el Dios del Evangelio. Tendrque distinguir constantemente entre lo que Dios ha hecho quesuceda y lo que har que suceda; entre lo antiguo y lo nuevo,sin menospreciar lo uno y sin tener miedo a lo otro. Tendrque distinguir claramente entre el ayer, el hoy y el maana q.ela nica presencia y accin de Dios, sin perder de vista la uni-dad de dicha presencia y accin. Cabalmente desde este pun-to de vista, la teologa evanglica es una teologa eminente-mente crtica, porque siempre est expuesta al juicio y nuncase halla aliviada de la crisis en la que est puesta por su obje-to o, ms exactamente, por su sujeto vivo.

    4. En cuarto lugar, el Dios del Evangelio no es un Diossolitario, que se satisfaga a s mismo y que est encerrado ens mismo. No es un Dios absoluto (o mejor, no es un Diosdesligado de todo aquello que no sea l mismo). Claro queDios no tiene junto a s a nadie que sea igual a l, por el cualestuviera limitado y condicionado. Pero tampoco es el Dioscautivo de su propia majestad; no est ligado a ser nicamen-te el o lo enteramente Otro. El Dios de Schleiermacher nopuede compadecerse. El Dios del Evangelio puede hacerlo ylo hace. As como l es en s mismo el Dios Uno en la unidadde su vida como Padre, Hijo y Espritu santo, as tambin, enla relacin con la realidad distinta de l, Dios es libre deiure y deJacto para ser Dios, no junto al hombre, pero tam-poco meramente sobre l, sino en l y con l, y sobre todo,

    un Dios para l: no slo como su Seor, sino tambin comoPadre, Hermano y Amigo -como su Dios, como el Dios delhombre-o Y esta relacin no implica una mengua o negacin,sino una confirmacin precisamente de su esencia divina.Yo tengo mi trono en las alturas y tambin estoy con los con-tritos y los humildes (Is 57, 15). As lo hace Dios a travs dela historia de sus acciones. Un Dios que, frente al hombre, s-lo fuera un Dios excelso, lejano y extrao en una divinidadsin humanidad, aun en el caso de que se diera a conocer de al-gn modo al hombre, slo sera el Dios de un dysangelion(

  • 30 Introduccin a la teologa evanglica

    ga, el hombre no es en absoluto lo que Nietzsche deca, a sa-ber, que el hombre es algo que ha de ser superado. Todolo contrario, para la teologa evanglica el hombre es la cria-tura que est destinada por Dios para superarse. Por eso, eltrmino teologa no llega a expresar por completo el signi-ficado de la teologa evanglica, porque en l no se expresaclaramente una dimensin decisiva de la teologa. Esta di-mensin es el amor libre de Dios que suscita la respuesta delamor libre, la gracia (charis) de Dios que reclama gratitud(eucharistia). El trmino teoantropologa expresara pro-bablemente mejor de quin se trata y de qu se trata en estadisciplina; slo que no habra que confundirla con lo queaqu se ha sealado en el punto segundo y que podra expre-sarse como antropoteologa! Dejmoslo sin embargo en eltrmino teologa, con tal de que en nuestro caso no se ol-vide la aclaracin imprescindible de teologa evanglica~>en el sentido especial que fue expresado ltimamente, y contal de que ese sentido permanezca en todo su vigor. Se tratade teologa evanglica iY por tanto no de una teologa vueltahacia un Dios inhumano y que fuera, por ello, una teologa.legalista!; la teologa evanglica se ocupa del Ernmanuel,del Dios con nosotros! Por este objeto suyo, no puedemenos de ser una ciencia agradecida y, por tanto, gozosa!

    Renunciar a una aclaracin especial del trmino intro-duccin, presente en el ttulo de esta obra. Y con ello re-nunciar a discutir (discusin a la vez polmica e irnica) so-bre la manera en que esta tarea o una similar fue concebida ydesarrollada por Schleiermacher como una Breve exposicinsobre el estudio de la teologa, y por otros como una Enci-clopedia teolgica (algunas veces incluso con el extrao t-tulo de Theologik [teolgicaD. De qu modo va a desarro-llarse aqu una Introduccin a la teologa evanglica, se iraclarando por s mismo a lo largo de la presente exposicin.

    1

    EL LUGAR DE LA TEOLOGA

  • 2LA PALABRA

    En esta leccin y en las tres siguientes nos dedicaremos adefinir el lugar especial de la teologa, con arreglo a nuestraaclaracin precedente que la denominaba teologa evangli-ca. No estudiaremos el lugar, la razn de ser y la posibilidadde la teologa en el espacio y en el marco de la cultura, enconcreto de la universitas literarum, es decir, en conexin conlo que se conoce en general como las ciencias humanas. Lateologa, una vez finalizado su engaoso esplendor medievalcomo asignatura acadmica destacada, viene pasando pormuchas dificultades para justificar su propia existencia. Hatenido que realizar grandes esfuerzos, especialmente duran-te el siglo XIX, para asegurarse un puesto pequeo pero ho-norable en el mbito de la ciencia universal. Este intento deautojustificacin no le ayud mucho en su propia tarea. Locierto es que convirti a la teologa, en gran medida, en unaciencia vacilante y desmoralizada. En efecto, esta incerti-dumbre slo le proporcion una modestsima consideraciny respeto. Sucedi curiosamente que su entorno volvi a fi-jarse seriamente en la teologa, aunque casi siempre en formadesabrida, cuando ella, con una renuncia provisional a todaapologtica, es decir, a todo intento por asegurarse un pues-to en el exterior, quiso volver a reflexionar y concentrarsems rigurosamente en su propia tarea. La teologa se asenta-r tanto ms firmemente ante el exterior cuando, sin proce-der prolijamente a explicarse y disculparse, acte siendo fiela su propia norma a la hora de presentarse en pblico. Eso no

  • 34 El lugar de la teologa La Palabra 35

    lo ha hecho hasta el presente, y menos an con el suficientegozo y nimo incansable. Qu significa, por lo dems, cul-tura y ciencia universal? Durante los ltimos cincuentaaos, no han llegado extraamente estos conceptos a desdi-bujarse y, en todo caso, a hacerse demasiado problemticospara que puedan servimos aqu de orientacin? Sea comofuere, no debe ser para nosotros una cuestin desdeable co-nocer, desde la perspectiva del resto de la universidad del sa-ber, qu es lo que hay que pensar de la teologa y con qufundamentacin y justificacin la teologa deseara pertene-cer, como ciencia sui generis -ciencia modesta, libre, crticay gozosa- a esa universidad del saber. Pero esto, de momen-to, ser para nosotros una cura posterior, una preocupacinposterior; se trata de una cuestin que en principio habr dedejar paso a otras cuestiones ms urgentes. Su respuesta eX-plcita podra quedar reservada -quin sabe?- para los e~clarecimientos que la teologa misma y su entorno acadmi-co pudieran experimentar durante el tercer milenio.

    Por tanto, como lugaD> de la teologa entenderemos aqusencillamente la necesaria posicin inicial que leha sido asig~nada desde el interior, por su objeto, y desde la cual la teo-loga ha de avanzar en todas sus disciplinas: bblica, histri-ca, sistemtica, prctica. Tal es precisamente la norma segnla cual la teologa ha de presentarse constantemente en p-blico. Expresndonos en otros trminos, hemos de decir a lamanera castrense que se trata del puesto que el telogo (ya seajuste o no a l o a cualquiera de sus semejantes) debe ocu-par (si no quiere que le arresten de inmediato) en la univer-sidad del saber, o que l tambin debe mantener en todas lascircunstancias dentro de cualquier catacumba.

    El vocablo teologa contiene el concepto de logos. Lateologa es una loga, lgica, logstica, o lenguaje ligado alTheos, quien no slo la hace posible, sino que tambin la de-termina. El ineludible significado de logos es aqu palabra,

    aunque el Fausto de Goethe opinaba que era imposible esti-mar en tan alto grado a la palabra. La palabra no es la nicadeterminacin necesaria del lugar de la teologa, pero es in-dudablemente la primera. La teologa misma es una palabra,una respuesta humana. Sin embargo, lo que la convierte enteologa no es su propia palabra o su propia respuesta, sino lapalabra que ella escucha y a la que responde. La teologa tie-ne como clave de su existencia a la palabra de Dios, porquela palabra de Dios precede a todas las palabras teolgicas,crendolas, suscitndolas y siendo un desafio para ellas. Sila teologa quisiera ser algo ms o algo menos o algo dife-rente de una accin en respuesta a esa Palabra, entonces supensar y su hablar humanos estaran vacos, no diran nada,seran vanos. Puesto que la palabra de Dios es escuchada yrespondida por la teologa, entonces sta es una ciencia mo-desta y, al mismo tiempo, una ciencia libre, como sealba-mos en los puntos 1 y 2 de nuestra Aclaracim>. La teologaes modesta, porque toda su loga no puede ser sino una ana-loga humana de esa Palabra; todo su dilucidar es nicamen-te un reflejar humano (un especulan>, en el sentido latinode speculum!), y toda su produccin no puede ser sino unareproduccin humana. En resumen, la teologa no es un ac-to creativo, sino nicamente una alabanza del Creador; unaalabanza que en la mayor medida posible debe responderverdaderamente al acto divino de la creacin. De manera se-mejante, la teologa es libre, porque no slo es exhortada poraquella Palabra a semejante analoga, reflexin y reproduc-cin, es decir, a semejante alabanza de su Creador, sino por-que adems es liberada, autorizada, capacitada e impulsadahacia todo ello.

    Aqu, por tanto, se trata de algo ms que de la idea de queel pensar y el hablar teolgico tengan que ser dirigidos poraquella Palabra y deban orientarse y medirse por ella. Tal co-sa tendrn tambin que hacerla. Y son conceptos que resul-

  • 36 El lugar de la teologa La Palabra 37

    tarn adecuados para su relacin con los testigos de aquellaPalabra, acerca de los cuales hablaremos la prxima vez. Pe-ro para la relacin de la teologa con la Palabra misma, talesconceptos son demasiado dbiles. Aqu no sucede que unpensar y hablar humano, con la respuesta dada ya a aquellaPalabra (efectuada, por ejemplo, en la forma de una adecua-da interpretacin), estuviera necesitado obviamente de unaregulacin procedente de ella y tuviera que someterse a lamisma. Aqu lo que sucede es que un pensamiento y hablarhumano, como respuesta a aquella Palabra, es evocado pri-mersimamente por el acto creativo efectuado por la Palabra,y entonces llega a ser existente y actual. No slo no habruna teologa en regla, sino que tampoco habr en absolutouna teologa evanglica sin la precedencia de aquella Pala-bra. Y dicha Palabra no tiene la teologa primeramente qeinterpretarla, exponerla, hacerla comprensible. Eso tendrque hacerlo despus y de nuevo en relacin con los testigosde aquella Palabra. Pero en su relacin con ella misma, lateologa no tiene nada que interpretar. En este punto, la res-puesta teolgica puede consistir nicamente en que aquell~Palabra, con precedencia a toda interpretacin, sea confirma-da y mostrada como una Palabra hablada y percibida. Aqu setrata del acto teolgico fundamental que incluye en s todo lodems y le da comienzo. Omnis recta cognitio Dei ab oboe-dientia nascitur (Calvino). La Palabra que no slo regula a lateologa y que no debe ser interpretada primeramente porella, sino que en primersimo lugar la fundamenta y constitu-ye, la saca de la nada para llevarla al ser, la llama hacindolasalir de la muerte para entrar en la vida, tal es la palabra deDios. Precisamente ante ella se encuentra el lugar en el que lateologa se halla situada y en el que ha de situarse a s mismaincesantemente.

    La palabra de Dios es la palabra que Dios, en medio de loshombres y dirigindose a todos los hombres (sea escuchada o

    no lo sea), ha hablado, habla y hablar. Es la Palabra de suaccin en los hombres, en favor de los hombres y con loshombres. Precisamente su accin no es una accin muda, si-no una accin que, como tal, es hablante. Puesto que nica-mente Dios es capaz de hacer lo que hace, slo l es capazde decir en su obra lo que dice. Y as como su accin -en lapluralidad de su forma, encaminndose desde su origen ha-cia su meta-, no est escindida, sino que es una sola, as tam-bin su Palabra, en toda su emocionante riqueza, es simple,es una sola: no es ambigua sino unvoca, no es oscura sinoclara y, por consiguiente, es muy comprensible tanto para elms sabio como para el ms ignorante. Dios acta, y al actuartambin habla. Su Palabra se hace notoria. Y esa Palabra pue-de ser desoda deJacto, pero nunca ni en ningn lugar puedeser desoda de iure. Nosotros hablamos del Dios del Evange-lio, de su accin y de su obrar -y del Evangelio, en el cual suaccin y su obrar como tal es su lenguaje-o Esta es su Pala-bra, el Logos, en la cual la loga, la lgica y la logstica teo-lgica tienen su base creativa y su vida.

    La palabra de Dios es Evangelio, Palabra buena, porquees accin buena de Dios, Palabra que en esa accin se expre-sa y se convierte en interpelacin. Recordemos lo que diji-mos la ltima vez a propsito del punto 4. Por medio de suPalabra, Dios revela su accin en su pacto con el hombre, enla historia de la institucin, conservacin, ejecucin y consu-macin del mismo. De esta manera es como l se revela a smismo: revela su santidad, pero tambin su misericordia co-mo padre, hermano y amigo, mas tambin su poder y majes-tad como el dueo y juez del hombre, y por consiguiente serevela a s mismo como el que es la parte prioritaria en elpacto, se revela a s mismo como el Dios del hombre. Pero ensu palabra Dios revela tambin al hombre como criatura su-ya, como al deudor que es insolvente ante l, como a quienest perdido en el juicio divino, pero tambin como a quien

  • 38 El lugar de la teologa La Palabra 39

    est sostenido y salvado por su gracia, y de esta manera sehalla liberado para l, tomado de esta manera por l a su ser-vicio y obligado a l; revela a ese hombre como a hijo y sier-vo suyo, como al amado por l, y tambin como a quien es laotra parte en el pacto. En suma, revela al hombre como alhombre de Dios. Sobre esta doble revelacin se trata en la pa-labra de Dios. El pacto -y por consiguiente, Dios como elDios del hombre y el hombre como el hombre de Dios-, estahistoria, esta obra es tambin, como tal, el enunciado de lapalabra de Dios, un enunciado que la diferencia de todas lasdems palabras. Este Logos es el Creador de la teologa. Pormedio de l se le ha asignado a ella su lugar y su tarea. Lateologa evanglica existe al servicio de la Palabra acerca delpacto divino de gracia y de paz.

    No decimos otra cosa distinta, sino que decimos lo mis-mo pero de manera concreta, cuando sealamos que la teo-loga evanglica responde a la Palabra que Dios pronunci,sigue pronunciando todava y volver a pronunciar en la his-toria de Jesucristo, el cual consuma la historia de Israel. In-virtiendo el enunciado podemos afirmar que la teologa res-ponde a aquella Palabra hablada en la historia de Israel quellega a su culminacin en la historia de Jesucristo. Dado queIsrael est orientado hacia Jesucristo y dado que Jesucristoprocede de Israel, se hace notorio -de manera universal pre-cisamente en esa particularidad suya- el Evangelio de Dios,la buena Palabra del pacto de gracia y de paz establecido,mantenido, ejecutado y consumado por Dios, la buena Pala-bra acerca de la relacin amistosa entre Dios y los hombres.Por consiguiente, la palabra de Dios no es la manifestacinde la idea de semejante pacto y de tal relacin. Es el Logosde esa historia, y por consiguiente el Logos, la Palabra delDios de Abrahn, Isaac y Jacob, quien, como tal, es el Padrede Jesucristo. Esta Palabra, la Palabra de esta historia, tendrque escucharla la teologa evanglica incesantemente de nue-

    va, tendr que entenderla incesantemente de nuevo y tendrque expresarla incesantemente de nuevo. Trataremos de ofre-cer (con la brevedad que aqu se impone) un esbozo de lo queenuncia esta historia.

    La historia habla en primer lugar sobre un Dios que haceque una comunidad tnica humana -como ejemplo de la hu-manidad entera- sea su pueblo; en ella acta como su Dios,le habla, la trata y la interpreta como a su pueblo. El nombrede este Dios es Yahv: Yo soy el que Yo ser, o Yo ser elque Yo soy, o Yo ser el que Yo vaya ser. Y el nombre desu pueblo es Israel: Luchador (no en favor de, sino) contraDios. El pacto es el encuentro de este Dios con su pueblo enla historia comn de ambos. El informe de esta historia, aun-que resulta extraamente contradictorio, no es ambiguo. Estahistoria habla del encuentro ininterrumpido, del dilogo y, deeste modo, de la comunin entre un Dios santo y fiel y unpueblo impo e infiel. Esta historia habla a la vez de la pre-sencia, que nunca falla, del socio divino en el pacto y del fallodel socio humano, que deba ser santo como l es santo, y de-ba responder con fidelidad a la fidelidad de Dios. Aunque es-ta historia habla terminantemente de la perfeccin con queDios cumple el pacto, no habla de la perfeccin con que loshombres lo cumplen. El pacto no alcanza su forma perfectaen ese pueblo. Por eso, la historia de Israel seala ms all des misma; seala hacia un cumplimiento que, aunque insta aconvertirse en realidad, todava no ha llegado a ser real.

    En este punto comienza la historia de Jesucristo, el Me-sas de Israel. En ella la actividad y el hablar del Dios de Is-rael hacia su pueblo no cesa, sino que alcanza su consuma-cin. El pacto antiguo, establecido con Abrahn, Isaac yJacob, proclamado por Moiss y confirmado a David, seconvierte con Jesucristo en un pacto nuevo. El Dios santo yfiel de Israel hace que entre en escena su socio humano san-to y fiel. En medio de su pueblo, Dios hace que Uno se ha-

  • 40 El lugar de la teologa La Palabra 41

    ga hombre, aceptando plena y totalmente para s a ese hom-bre. Con l Dios expresa la misma solidaridad que un Padretiene con su Hijo; afirma que l, Dios, es idntico con esehombre. Indudablemente, lo que se cumpli en la existencia yaparicin, en la obra y en la palabra de Jess de Nazaret, es lahistoria de Dios y de su Israel, de Israel y de su Dios. Pero elcumplimiento de la historia de Israel no es la propia conti-nuacin por parte de ese pueblo, porque Dios suscitara y lla-mara a un nuevo Moiss, a otro profeta, a otro hroe. Sinoque su cumplimiento es la inhabitacin de Dios en ese hom-bre, actuando y hablando a travs de l (menos que esto nobastara, obviamente, para llenar aquel vaco). Lo que la his-toria de Jesucristo confirma en la consumacin de la historiade Israel es este acontecimiento en el que el Dios de Israelconsuma el pacto establecido con su pueblo. La historia deJesucristo est enraizada profundamente en la historia de Is-rael, pero se eleva excelsamente sobre la historia de Israel.Habla de la unidad realizada entre el verdadero Dios y el ver-dadero hombre, entre el Dios que desciende para entrar encomunin con el hombre, un Dios clemente en su libertad yun hombre que es exaltado a la comunin con Dios, un hom-bre agradecido en libertad a Dios. De esta manera, Dios es-taba en Cristo. As era y es ese Uno, el Esperado en el pac-to de Dios con Israel, el Prometido, pero que an no haballegado. Y as era y es la palabra de Dios en su plena fisono-ma, que se anunciaba primeramente en la historia de Israel, yque en este Uno lleg a ser Palabra hecha carne.

    La historia de Jesucristo aconteci primera y principal-mente para beneficio de Israel. Era la historia del pacto deDios con Israel que alcanz su meta en aquella historia sub-siguiente. Y as, la palabra de Dios, que fue hablada plena-mente en la historia de Jesucristo, al hacerse carne en l, siguesiendo primera y primordialmente la Palabra divina habladaconcluyentemente a Israel. No lo ovidemos jams! Pero el

    sentido del pacto concertado con l era y es la misin de Is-rael como mediador ante las naciones. Y ste sigue siendo elsentido del pacto establecido con Israel. La presencia de Diosen Cristo era la reconciliacin del mundo con l mismo, eneste Cristo de Israel. En esta historia consumadora, la palabrade Dios era pronunciada por Cristo y con Cristo, mediante suobra realizada en Israel y con Israel. Su Palabra sigue siendoun anuncio consolador dirigido a todos los hombres', que sonlos hermanos del nico Hijo de Dios: un anuncio que invita alarrepentimiento y a la fe. Es la Palabra buena de Dios acercade su accin buena en medio y para bien de toda la creacin.Es una Palabra dirigida a todos los pueblos y naciones de ca-da tiempo y lugar. Por eso, la tarea de la teologa evanglicaconsiste en or, entender y hablar acerca de la consumacinde la palabra de Dios, en su perfeccin intensiva y extensivacomo la Palabra del pacto de la gracia y la paz. En el Cristode Israel esta Palabra se hizo particular, es decir, carne juda.Yen la particularidad de la carne, esta palabra de Dios se di-rige universalmente a todos los hombres. El Cristo de Israeles el Salvador del mundo.

    Toda esta palabra de Dios en Cristo es la Palabra a la quela teologa ha de escuchar y responder. Es la palabra de Dioshablada en la conexin de la historia de Israel con la historiade Jesucristo y en la conexin de la historia de Jesucristo conla historia de Israel. Es la Palabra del pacto de Dios con elhombre, del hombre que se haba apartado de Dios; pero esuna Palabra que est dirigida al hombre, porque Dios mismointercedi en favor del hombre.

    Si la teologa no quisiera hacer nada ms que escuchar yexpresar esta Palabra tal como aparece en el conflicto entrela fidelidad de Dios y la infidelidad del hombre, entonces lateologa no respondera a la totalidad de la palabra de Dios.Si se limitara a expresar el conflicto que caracteriz a la his-toria de Israel en cuanto tal, la teologa errara comp1etamen-

  • 42 El lugar de la teologa La Palabra 43

    te por lo que se refiere a la verdad central de esa Palabra. Pre-cisamente no existe una historia de Israel en s y como tal.Existe nicamente la sola historia que, aunque tiene su fuen-te en la buena voluntad de Dios por superar los lmites de Is-rael -el que lucha contra Dios-, se apresura sin embargohacia una meta. Corre apresuradamente hacia la historia deJesucristo, hacia el establecimiento del socio humano que, porsu parte, es fiel al socio divino. En la historia de Israel no hayningn mensaje que no seale ms all de s mismo, que noexprese su carcter como la Palabra del socio divino que estactuando en ella. Cada uno de esos mensajes tiende hacia laconsumacin en la historia de Jesucristo. La historia de Israel,en cuanto contiene dentro de s misma este mensaje, es ya-hasta este punto- Evangelio.

    La teologa no respondera tampoco a la totalidad de lapalabra de Dios, si quisiera escuchar y hablar solamente dela Palabra hecha carne. Errara por completo en cuanto a laverdad de esta Palabra, si proclamara simple y nicamentela historia de Jesucristo, el Salvador del mundo. Como si lareconciliacin del mundo con Dios se hubiera hecho a ex-pensas, o con abstraccin de las promesas dadas a Israel! Sila teologa quiere escuchar y repetir lo que Dios ha dicho,tiene que permanecer atenta a lo que sucedi en la historiade Israel. Lo que sucedi fue el cumplimiento y la realiza-cin de la reconciliacin de Israel. El viejo e incansable, pe-ro ahora vencido luchador contra Dios, fue reconciliado porla voluntad del nico Dios verdadero. Y precisamente en esacarne juda la palabra de Dios se extendi entonces por elmundo entero: La salvacin viene de los judos (Jn 4, 22).El pacto de Dios con el hombre no consiste ni simplementeen una de esas formas ni simplemente en la otra forma, sinoen la sucesin y unidad de ambas formas de la historia de laobra de Dios. De manera semejante, la Palabra acerca delpacto se propaga en esa misma unidad, ya que es la Palabra

    del mismsimo Dios, hablada tanto en la historia de Israel co-mo en la historia de Jesucristo. Su sucesin y unidad consti-tuyen el Logos total. Y esta unidad es la que la teologa evan-glica ha de escuchar y proclamar. Si la teologa cumple esteencargo, entonces asume y mantiene su puesto. Para utilizaruna notable expresin paulina, la teologa es entonces unculto lgico de Dios (logike latreia). La teologa, aunqueno slo ella dado su encargo especial, est comprometida aofrecer un culto razonable a Dios.

  • 3LOS TESTIGOS

    Una determinacin ms precisa del lugar de la teologaevanglica exige que distingamos un grupo definido (aunqueno definible estadsticamente) de seres humanos. stos dis-frutan de una posicin especial y singular, nica ciertamente,en su relacin con la palabra de Dios. Pero su posicin no esespecial en virtud de una particular idoneidad de sus senti-mientos, o por una determinada actitud ante la Palabra, o porel hecho de que todo eso les reporta especiales beneficios,honores y aureolas. Sino que es especial en virtud de la situa-cin histrica especfica con la que se han visto confrontadospor esta Palabra, por el particular servicio al que la Palabralos llama y para el cual los pertrecha. Tales personas son lostestigos de la Palabra. Para ser ms concretos, ellos son sustestigos primarios, porque estn llamados directamente por laPalabra para ser sus oyentes, y han sido destinados para la co-municacin y confirmacin de esa Palabra entre otras perso-nas. Dichos hombres son los testigos bblicos de la Palabra,los profetas del Antiguo Testamento y los apstoles del Nue-vo Testamento. En realidad, ellos llegaron a ser testigos con-temporneos en virtud de lo que haban visto y odo de esahistoria. Otras personas, desde luego, fueron tambin testigoscontemporneos de semejante historia. Pero los profetas yapstoles llegaron a ser y existieron como testigos ocularesde aquellos actos realizados en su tiempo y fueron oidores dela Palabra hablada en su tiempo. Fueron destinados, nombra-dos y elegidos para esta causa por Dios, no por ellos mismos;

  • 46 El lugar de la teologa Los testigos 47

    adems, Dios les mand y les dio poderes para que hablaransobre lo que ellos haban visto y odo. El Logos de Dios se-gn el testimonio dado por estas personas es el inters con-creto de la teologa evanglica. Aunque esta teologa no tieneinformacin directa acerca del Logos, sin embargo posee congran fiabilidad esa informacin indirecta.

    Los profetas del Antiguo Testamento dieron testimonio dela accin de Yahv en la historia de Israel, de su accin comopadre, rey, legislador y juez. Ellos contemplaron el amor li-bre y constructivo de Dios, un amor que, no obstante, fue unpurificativo; en la eleccin y vocacin de Israel, ellos con-templaron la gracia de Yahv, y en la clemente pero tambinsevera y encolerizada direccin y gobierno de Dios sobre supueblo, ellos entrevieron la incansable protesta y oposicinde Dios a la conducta de Israel, que era el incorregible lu-chador contra Dios. La historia de Israel hablaba a los profe-tas. En las mltiples formas de esta historia ellos escucharonlos mandamientos de Yahv, sus juicios y amenazas, as co-mo sus promesas, que no eran confirmaciones de sus propiaspreferencias religiosas, morales o polticas, ni de sus ideas,opiniones y postulados optimistas o pesimistas. Nada de eso;lo que ellos escucharon fue la voz s(Jberana del Dios de laalianza: As dice el Seor. Se trata del Dios que es cons-tantemente fiel a su socio humano infiel. Era la Palabra mis-ma de Dios la que capacit, autoriz y llam a hacerla reso-nar como un eco a aquellos testigos, ya fuera como profetasen el sentido estricto del trmino, o como narradores prof-ticos, o bien ocasionalmente como juristas, o como poetasprofticos, o como maestros de sabidura. Desde luego, al darsu testimonio, ellos escuchaban tambin al de sus predeceso-res, asimilando de una manera o de otra las respuestas ya da-das e incorporndolas a sus propias respuestas. Era la Pala-bra misma de Yahv, tal como fue hablada en su historia conIsrael, la que ellos hicieron or a su pueblo. Claro est que ca-

    da profeta hablaba tambin dentro de los lmites y horizon-tes de su tiempo, en el marco de sus problemas, de su cultu-ra y de su lenguaje. Ellos hablaban, ante todo, viva voce, perotambin escriban esas palabras o las consignaron por escritopara que fueran recordadas por las generaciones sucesivas. Elcanon del Antiguo Testamento es una recopilacin de esosescritos, que fueron recibidos y reconocidos en la sinagoga.Su contenido era tan persuasivo que fueron aceptados comotestimonios autnticos, fieles y autoritativos de la palabra deDios. La teologa evanglica escucha el testimonio del Anti-guo Testamento y lo hace con la mayor seriedad y no simple-mente como una especie de preludio del Nuevo Testamento.La regla clsica es: Novum Testamentum in Vetere latet, Vetusin Novo patet (

  • 48 El lugar de la teologa Los testigos 49

    bre, al luchador en favor de Dios. En l vieron la santifica-cin del nombre de Dios, la llegada de su Reino, el cumpli-miento de su voluntad en la tierra. En este acontecimientoque tuvo lugar en el tiempo y en el espacio, en la carne, aellos se les permiti escuchar la palabra de Dios en su gloria,como una prenda, una promesa, una advertencia y un con-suelo dirigidos a todos los hombres. Por el encargo que Jessdio a los apstoles, ellos fueron enviados a todo el mundo pa-ra testificar ante todos los hombres que Jess es esta Palabrade Dios.

    De nuevo, el tema y el vigor de ese encargo no eran lasimpresiones que ellos haban recibido de Jess, la estima enque tenan a su persona y a su obra; tampoco su fe en l. Si-no que su tema era la poderosa palabra de Dios hablada en laresurreccin de Jess de entre los muertos, la cual confiri asu vida y a su muerte el poder y el dominio sobre todas lascriaturas de todos los tiempos. Los apstoles hablaron, refi-rieron, escribieron y predicaron acerca de Jess como hom-bres que haban sido iluminados e instruidos de esta maneradirecta. Hablaron como hombres que tenan tras de s la tum-ba vaca y ante ellos al Jess vivo. Fijmonos bien en que,aparte de la historia de Jess como la Palabra poderosa en laque se revel el acto reconciliador de Dios, los apstoles ca-recan de todo inters por cualquier otro aspecto de la histo-'ria de Jess. Ellos hacan caso omiso de cualquier realidadque hubiera podido preceder a esa historia de salvacin y re-velacin. Simplemente no exista tal realidad; por eso, ellosno podan conocer ni interesarse por tal realidad hipottica.La historia de Jess era real, y real para ellos, ante todo co-mo historia de salvacin y revelacin. Para ellos, la realidadde Jess estaba vinculada exclusivamente con la proclama-cin que ellos hacan, y se basaba en la autoproclamacin deJess como Kyrios, Hijo de Dios e hijo del hombre. No erani un Jess histrico ni un Cristo de la fe a quien ellos

    conocan y proclamaban, ni era la imagen abstracta de al-guien en quien ellos todava no crean, ni tampoco la imagen,igualmente abstracta, de alguien en quien ellos creyeron ni-camente despus. No; ellos proclamaban concretamente alnico Jesucristo que se haba encontrado con ellos antes in-cluso de que creyeran en l. Despus de que Jess les abrieralos ojos por medio de su propia resurreccin de entre losmuertos, ellos fueron capaces de decir quin era aquel que seles haba dado a conocer antes de la resurreccin. Un dobleJesucristo, uno que existi antes de Pascua y otro que existidespus de Pascua, slo puede deducirse de los textos delNuevo Testamento cuando previamente se ha insertado demanera arbitraria esa duplicidad en dichos textos. Inclusodesde el punto de vista de la crtica histrica, tal manerade proceder debiera considerarse como profundamente sos-pechosa. El origen, el objeto y el contenido del testimoniodel Nuevo Testamento fueron y son la nica historia de lasalvacin y de la revelacin en la que Jesucristo es la accinde Dios y la palabra de Dios. Con anterioridad y con poste-rioridad a esta historia, todo lo que los testigos del NuevoTestamento podan contemplar era su comienzo en la histo-ria de Israel, segn se hallaba atestiguado por el Antiguo Tes-tamento. Hacia esta historia precedente, y hacia esta solahistoria, ellos se hallaban orientados constantemente. El ca-non del Nuevo Testamento es una coleccin de testimonios,fijados por escrito y trasmitidos, que refieren la historia deJesucristo en una manera que se mostraba a s misma comoautntica ante las comunidades de los siglos II, III YIV. Encontraste con todas las clases de literaturas semejantes, esascomunidades aprobaron el canon como el documento origi-nal y fiel de 10 que los testigos de la resurreccin haban vis-to, odo y proclamado. Ellas fueron las primeras en recono-cer esa coleccin como testimonio genuino y autoritativo dela nica palabra de Dios, al mismo tiempo que aceptaban de

  • 50 El lugar de la teologa Los testigos 51

    la sinagoga, con notable naturalidad y espontaneidad, el canondel Antiguo Testamento.

    Trataremos de esclarecer a continuacin de qu manerala teologa evanglica se relaciona con este testimonio bbli-co de la palabra de Dios.

    l. En primer lugar, la teologa comparte con la profecabblica y con el apostolado un inters comn por la respues-ta humana a la Palabra divina. Los testigos del Antiguo y delNuevo Testamento eran hombres como los dems, hombresque haban odo la Palabra y daban testimonio de ella de unamanera humana: en un lenguaje, imaginacin y pensamientoque eran humanos y se hallaban condicionados por el espa-cio y el tiempo. Eran telogos, pero a pesar de tener unaorientacin idntica hacia un objeto idntico, diferan am-pliamente unos de otros en su condicin de telogos. Algodiferente de la intencin de ellos, algo que sea ms o menosque eso, no puede constituir la sustancia de la teologa evan-glica. En su estudio de los dos Testamentos, lo que la teolo-ga ha de aprender -y no en ltimo lugar- es el mtodo delpensamiento y del lenguaje humanos en cuanto se hallanorientados hacia la palabra de Dios.

    2. En segundo lugar, la teologa no es, a pesar de todo, niprofeca ni apostolado. Su relacin con la palabra de Dios nopuede compararse con la posicin de los testigos bblicos,porque la teologa puede conocer nicamente de segunda ma-no la palabra de Dios, vislumbrndola tan slo en el espejo yoyndola en el eco del testimonio bblico. Por tanto, el puestode la teologa no debe situarse en el mismo plano o en un pla-no similar al de esos primeros testigos. Y ya que en la prcti-ca la respuesta humana a la Palabra consistir siempre par-cialmente en una cuestin bsica, la teologa no puede ni debepresumir de que su respuesta humana se halle de alguna for-ma en relacin inmediata con la Palabra hablada por Dios

    mismo. En aquel preciso momento en que todo dependa delestar presente, la teologa cientfica, tal como qued definidaantes en estas lecciones, se hallaba completamente ausente.

    3. En tercer lugar, la teologa no puede situarse en modoalguno por encima de los testigos bblicos. El telogo posb-blico poseer seguramente mejores conocimientos de astro-noma, zoologa, psicologa, fisiologa, etctera que aquellostestigos bblicos. Pero en lo que respecta a la palabra de Dios,el telogo no tiene justificacin alguna para comportarse, enrelacin con tales testigos, como si poseyera mejores conoci-mientos que ellos acerca de la Palabra. l no es ni el rector deun seminario ni el responsable ltimo de un centro de estu-dios teolgicos avanzados, al que se le hubiera dado algunaautoridad sobre los profetas y los apstoles. l no puede con-cederles ni negarles que manifiesten su opinin, como si ellosfueran colegas suyos de la facultad. An menos es el telogoun profesor de bachillerato que estuviera autorizado para mi-rar por encima del hombro, con benevolencia o con desdn,a sus alumnos, ni para corregirles sus cuadernos de apuntes,ni para concederles calificaciones de notable, aprobado o sus-penso. Incluso el ms pequeo, el ms extrao, el ms senci-llo o el ms annimo de los testigos bblicos tiene una incom-parable ventaja acerca de la Palabra reveladora, por encimaincluso del ms piadoso, del ms docto y del ms sagaz de lostelogos posteriores. Desde este especial punto de vista y poresta manera suya especial, el testigo ha pensado, hablado yescrito sobre la Palabra reveladora y ha actuado en directaconfrontacin con ella. Toda la teologa subsiguiente, as co-mo la totalidad de la comunidad que existe despus del acon-tecimiento, no se encontrar jams a s misma en la mismasituacin de confrontacin directa.

    4. En cuarto lugar, la teologa ocupa en su totalidad unaposicin por debajo de los escritos bblicos. Aunque la teo-

  • 52 El lugar de la teologa Los testigos 53

    loga es consciente de todo el carcter humano y condicio-nado de dichos escritos, sabe y considera que los escritos delos que ella se ocupa son escritos sagrados. Esos escritos es-tn seleccionados y separados; merecen y exigen respeto yatencin de carcter extraordinario, porque tienen relacindirecta con la obra y la palabra de Dios. Si la teologa tratade aprender acerca de la profeca y del apostolado, podr ha-cerlo nicamente y en todo caso escuchando a los testigosprofticos y apostlicos. No tendr que aprender talo cualverdad importante, sino la nica cosa que resulta necesaria.y con respecto a esta nica cosa de la que todo lo dems de-pende, los testigos bblicos se hallan mejor informados quelos telogos. Por esta razn la teologa tiene que aceptar queellos la miren por encima del hombro y corrijan sus cuader-nos de apuntes.

    5. En quinto lugar, lo nico de lo que toda la teologa de-pende es de la conformidad con el Dios del Evangelio. Estaconformidad no debe considerarse nunca como algo ya da-do; no se halla nunca inmediatamente disponible; no puedeser transportada jams por el telogo en ningn bolso o car-tera intelectual o espiritual. El conocimiento del Ernmanuel,del Dios del Evangelio, del Dios del hombre y para el hom-bre, incluye el conocimiento ntimo del hombre de Dios. Elhecho de que l sea el Dios de Abrahn, el Dios de Israel, elDios del hombre, es la maravillosa distincin que hace queYahv sea diferente de los dioses de otras teologas. La teo-loga tiene a Emmanuel -verdadero Dios, verdadero hom-bre- como su objeto, cuando la teologa procede de la Sa-grada Escritura y retoma a ella. Ella es la que da testimoniode m. La teologa nicamente llega a ser teologa evangli-ca cuando el Dios del Evangelio se encuentra con ella en elespejo y en el eco de la Palabra proftica y apostlica. Tieneque captar tambin la obra y la palabra de Dios como el te-ma y el problema de su propio pensamiento, de la misma

    manera que el yahvista y el elohsta, Isaas y Jeremas, Ma-teo, Pablo y Juan vieron y escucharon esa Palabra. Muchasotras cosas, mucho de lo que es interesante, bello, bueno yverdadero puede trasmitirse y desvelarse a la teologa por in-fluencia de las diferentes clases de literatura antigua y nuevade ndole diferente. Pero con respecto al tema y al problemaque la convierte en ciencia teolgica, la teologa, quirase ono, tendr que recurrir a esta literatura que denominamos Sa-grada Escritura.

    6. En sexto lugar hemos de sealar que la teologa en-cuentra, no obstante, en la Sagrada Escritura un testimoniopolifnico, no montono, de la obra y de la palabra de Dios.Todo lo que puede orse en ella se encuentra diferenciado.No se trata slo de las voces del Antiguo y del Nuevo Testa-mento en cuanto tales, sino tambin de las numerosas vocesque se pronuncian dentro de ambos. Debemos sealar que labase primaria y real de esta diferenciacin no reside en lasdiversas circunstancias psicolgicas, sociolgicas y cultu-rales que existan para cada testigo. Existe, desde luego, se-mejante base preliminar para la diferenciacin en la granabundancia de testigos bblicos, en los variados factores queinfluan en sus finalidades y puntos de vista, en la variedadde sus lenguajes y en la teologa especial de cada uno. Sinembargo, la base primaria se encuentra en la multiplicidadobjetiva y en los contrastes internos mantenidos dentro delmovimiento de la historia de la alianza: esa historia que ellosnuevamente refieren y afirman. Este movimiento lo abarcatodo; incluye aun los ms pequeos elementos, reflejando lainteraccin de la unin y la desunin entre Dios y el hombre,tal como los testigos la reflejan. Por eso, aunque la teologase halla confrontada, ciertamente, con el Dios Uno, sin em-bargo l es uno en la plenitud de su existencia, de su acciny de su revelacin. En la escuela de los testigos, la teologano puede llegar a ser en modo alguno monoltica, monoma-

  • 54 El lugar de la teologa Los testigos 55

    naca, montona o infaliblemente aburrida. De ningn modola teologa puede ligarse o limitarse a s misma a algn temaespecial. En esta escuela la teologa se habr de orientar ha-cia la incesante sucesin de los diferentes loei de la obra ypalabra divinas, y de esta manera la comprensin, el pensa-miento y el lenguaje teolgicos recibirn su lugar definido.En la escuela de estos testigos, la teologa comienza inevi-tablemente a caminar, aunque teniendo siempre en su mentela misma meta. Va en migracin del Antiguo Testamento alNuevo Testamento, y retoma de nuevo, desde el, yahvista has-ta el cdigo sacerdotal, desde los salmos de David hasta losproverbios de Salomn, desde el evangelio de san Juan hastalos evangelios sinpticos, desde la Carta a los glatas has-ta la Carta de Santiago, y as incesantemente. Dentro de to-dos esos escritos la peregrinacin conduce de un nivel de latradicin a otro, teniendo en cuenta cada etapa de la tradi-cin que pudiera estar presente o que pudiera sospecharse. Aeste respecto, la labor de la teologa podra compararse conla tarea de rodear una alta montaa, la cual, a pesar de seruna misma y nica montaa, existe y se manifiesta a s mis-ma en formas muy diferentes. El Dios eternamente ricoconstituye el contenido del conocimiento de la teologa evan-glica. El nico misterio divino es conocido solamente en ladesbordante plenitud de los designios, de los caminos y delos juicios de Dios.

    7. En sptimo lugar, la teologa responde al Logos deDios, cuando se esfuerza por escucharle a l y hablar de len un lenguaje siempre nuevo, basndose en la autorrevela-cin de Dios en la Sagrada Escritura. Su investigacin de laEscritura consiste en preguntar a los textos si quieren dar tes-timonio de Dios, y hasta qu punto; si a pesar de su comple-ta humanidad reflejan y son un eco de la palabra de Dios, lacual no es conocida ya con anterioridad en ninguna parte,pero es una Palabra que quiere ser vista y escuchada ince-

    santemente, que ha de salir constantemente a la luz. Con es-ta abierta y sincera pregunta acerca de la Palabra, la teologase sita ante la Sagrada Escritura. Todas las dems cuestio-nes estn coordinadas con esta pregunta y subordinadas aella. Slo ofrecern ayudas tcnicas a su respuesta. Actual-mente se oye a menudo que la tarea exegtico-teolgicaconsiste en traducir las afirmaciones bblicas del lenguaje detiempos pasados al lenguaje del hombre moderno. Esto sue-na curiosamente como si el contenido, el sentido y la inten-cin de los enunciados bblicos fueran relativamente fcilesde averiguar y se supusieran como ya conocidos. Entonces laprincipal tarea consiste sencillamente en lograr que talesenunciados sean comprensibles y relevantes para el mundomoderno, sirvindose para ello de alguna clave lingstica.El mensaje est muy bien, se dice, pero cmo ser posibletrasmitirlo al hombre de la calle?. Sin embargo, la verdadde la cuestin es que las afirmaciones de la Biblia no sonevidentes por s mismas; la Palabra misma de Dios, tal comose halla atestiguada en la Biblia, no resulta obvia de formainmediata en ninguno de sus captulos o versculos. Lejos deeso, la verdad de la Palabra hay que buscarla con precisinpara lograr entenderla en su profunda sencillez. Hay que uti-lizar todos los recursos posibles: la crtica y el anlisis filo-lgico e histrico, el estudio atento de las relaciones textua-les ms prximas y ms remotas; por otra parte, habr queechar mano de todos los recursos de que la imaginacin dis-ponga para formular conjeturas.

    La cuestin acerca de la Palabra y nicamente esta cues-tin es la que responde y hace justicia a la intencin de losautores bblicos y a sus escritos. Pero, adems, no hara tam-bin esta cuestin justicia al hombre moderno? Si el hombremoderno est seriamente interesado por la Biblia, no preten-de en verdad que le traduzcan la Biblia a su propia jerga tran-sitoria. Lejos de eso, desea participar, l mismo, en el esfuer-

  • 56 El lugar de la teologa

    zo por aproximarse ms a lo que figura en ella. Este esfuer-zo es la deuda que la teologa tiene con el hombre moderno y,sobre todo, con la Biblia misma. Lo que figura en ella, enlas pginas de la Biblia, es el testimonio dado a la palabra deDios, la palabra de Dios en este testimonio de la Biblia. Sinembargo, saber hasta qu punto se encuentra en ella es un he-cho que exige una incesante labor de descubrimiento, inter-pretacin y reconocimiento. Exige un incansable esfuerzo;ms an, un esfuerzo que no deja de ir acompaado de sudory de lgrimas. Los testigos bblicos y la Sagrada Escritura sepresentan ante la teologa como el objeto de este esfuerzo.

    4LA COMUNIDAD

    Cuando la teologa se confronta con la palabra de Dios ycon sus testigos descubre que su lugar ms propio es la comu-nidad, y no un determinado lugar en el espacio abstracto. Eltrmino comunidad es el adecuado, ya que desde un puntode vista teolgico resulta conveniente evitar en la medida de loposible, por no decir totalmente, el trmino Iglesia. En todocaso, este ltimo trmino, oscuro y sobrecargado de sentidos,debe ser interpretado de manera inmediata y consecuente porel trmino comunidad. Lo que en algunas ocasiones puedellamarse Iglesia es, como Lutero sola decir, la Cristian-dad (entendida ms como una nacin que como un sistemade creencias). La Cristiandad es la colectividad reunida, fun-dada y ordenada por la palabra de Dios, la comunin de lossantos. stos santos son las personas a las que lleg la Pa-labra y fueron movidas de tal modo por ella, que no pudieronsustraerse a su mensaje y llamamiento. Es decir, fueron he-chas capaces, deseosas y dispuestas a recibirla en calidad detestigos secundarios de ella, ofrecindose a s mismas, ofre-ciendo sus vidas, su pensamiento y su lenguaje al servicio dela palabra de Dios. La Palabra llama reclamando fe, exigeser aceptada con reconocimiento, confianza y obediencia. Ypuesto que la fe no es un fin en s misma, este clamor de laPalabra significa que ella exige ser proclamada al mundo,hacia el cual la Palabra est dirigida desde el principio.

    La Palabra, en primersimo lugar, insiste en ser anunciadapor el coro de sus testigos primarios; la comunidad represen-

  • 58 El lugar de la teologa La comunidad 59

    ta a los testigos secundarios, a la sociedad de la~ personas quehan sido llamadas a creer en ella y simultnearr1ente a dar tes-timonio de ella ante el mundo. En esta comunidad es donde lateologa tiene tambin su lugar especial y su fttncin.

    Cre y por eso habl. Esta actitud, inspirada a Pablo porel salmista, indica la situacin peculiar de la comunidad en-tera, como tal, y en ltimo trmino la situacin de cada unode sus miembros. La comunidad est confrontada con la pa-labra de Dios y est creada por ella. Es comtnunio sancto-rum, la comunin de los santos, porque es Congregatio fi-delium, la congregacin de los fieles. Y como tal, es laconiuratio testium, la confederacin de los testigos quepueden y deben hablar porque creen. La comuJlidad no hablanicamente con palabras. Habla por el hecho m'lsmo ae suexistencia en el mundo; por su actitud caracterstica ante losproblemas del mundo; y, ms an y especialmente, por suservicio callado a todos los desfavorecidos, dbiles y necesi-tados que hay en el mundo. Habla, finalmente, cuando orapor el mundo. Y todo esto 10 hace porque a ello le llama lapalabra de Dios, y no puede por menos de hacerlo porquecree. Desde el comienzo mismo, la comunidad se expresatambin a s misma en palabras y sentencias por las cuales,con arreglo a 10 que la Palabra la exhorta a hacer, trata deque su fe pueda escucharse. La obra de la comunidad con-siste, por otra parte, en el testimonio que da mediante pala-bras pronunciadas y palabras escritas, es decir, consiste en laautoexpresin verbal, a travs de la cual ella cumple su en-cargo de predicar, ensear y aconsejar pastoralmente. y aqucomienza el servicio especial, la funcin pecJliar de la teo-loga en la comunidad.

    La distancia que existe entre la fe de la comunidad y sulenguaje pone de manifiesto un problema. Cul es la rectacomprensin de la Palabra que encuentra fe, el recto pensa-miento acerca de esta Palabra, la manera recta' de hablar de

    ella? Aqu el trmino recto no significa piadoso, edifican-te, inspirado e inspirador; ni tampoco significa algo que seajusta a las categoras de la razn, del pensamiento y del len-guaje en la vida cotidiana. Aunque tales propiedades seranciertamente muy adecuadas para el lenguaje de la comuni-dad, sin embargo no tienen significacin decisiva para 10 queeste lenguaje tiene que conseguir. Lo que est en juego es labsqueda de la verdad. Fijmonos en que dicha bsqueda dela verdad no se le impone a la comunidad desde el mundoexterior (como se ha sugerido en buena parte en los tiemposmodernos). La bsqueda no se impone en el nombre y por laautoridad de alguna norma general de la verdad o por algncriterio que sea universalmente proclamado como vlido. Alcontrario, se trata de algo que llega desde dentro, o ms exac-tamente, desde 10 alto; procede de la palabra de Dios, que fun-damenta a la comunidad y a su fe.

    Por todo ello, la cuestin acerca de la verdad no se enun-cia de la siguiente manera que nos resulta hasta familiar: Esverdad que existe Dios? Dios ha efectuado realmente unaalianza con el hombre? Es Israel realmente su pueblo esco-gido? Muri Jess efectivamente por nuestros pecados?Resucit realmente de entre los muertos para nuestra justifi-cacin? Es efectivamente Seor para nosotros? As es comopreguntan los necios en su corazn, los necios que solemosser constantemente cada uno de nosotros. En teologa la cues-tin acerca de la verdad se plantea a otro nivel: La comuni-dad, entiende rectamente la Palabra en su pureza como laverdad que es?, comprende con adecuada sinceridad la Pa-labra que fue hablada en y con todos esos acontecimientos?refleja cuidadosamente la Palabra y habla de ella en concep-tos claros?, se halla la comunidad en condiciones de dar conresponsabilidad su testimonio secundario y de hacerlo conbuena conciencia? Tales son las preguntas que se le planteana la comunidad, preguntas que son en realidad urgentes slo

  • 60 El lugar de la teologa La comunidad 61

    para el pueblo de Dios, y con respecto a las cuales ningunarespuesta positiva puede considerarse jams o en ningunaparte para siempre. Incluso el lenguaje ms capaz de la fems viva es una obra humana. Y esto significa que la comu-nidad puede extraviarse en su proclamacin de la palabra deDios, en su interpretacin del testimonio bblico y, por lti-mo, en su propia fe. En vez de servir de ayuda, la comunidadpuede ser un obstculo para la causa de Dios en el mundo sila entiende de una manera que sea parcial o del todo errnea,mediante un pensamiento desviado o alterado, mediante unlenguaje torpe o demasiado sutil. Da tras da la comunidaddebe orar para que tal cosa no suceda, pero debe hacer tam-bin lo que le corresponde en la obra rigurosa que va enca-minada a dicha meta. Esta obra es la obra teolgica.

    No existe ningn otro camino. En principio, a la comuni-dad y a toda la Cristiandad se les exige y se las llama paraque realicen dicha obra. La cuestin que ha de planterseleincesantemente a la comunidad y a todos sus miembros seresume en saber si tal comunidad es un verdadero testigo.Por tanto, la cuestin afecta no slo al lenguaje de la comu-nidad, sino tambin a su misma existencia. La comunidadhabla en medio del mundo circundante mediante las posicio-nes que adopta respecto a los problemas polticos, sociales yculturales del mundo. Pero la cuestin de la verdad afectatambin a la comunidad en relacin a su sistema de culto, asu disciplina, constitucin y administracin, as como en re-lacin a su callada labor ministerial (que quizs no sea, nimucho menos, tan callada).

    Puesto que la vida cristiana es tambin consciente o in-conscientemente un testimonio, la cuestin acerca de la ver-dad afecta no slo a la comunidad sino tambin a cada cris-tiano. l es responsable a su vez en lo referido a la bsquedade la verdad en este testimonio. Por ello, cada cristiano, comotal, est llamado tambin a ser un telogo. Y mucho ms lo

    estn las personas que tienen un encargo especial en la co-munidad, aquellos cuyo servicio tiene que ver destacada-mente con el lenguaje en el sentido ms estricto del trmino!Resulta siempre un fenmeno sospechoso que a dirigenteseclesisticos (lleven o no la cruz pectoral) o tambin a ar-dientes evanglicos, predicadores o bien intencionados lu-chadores en favor de tal o cual causa cristiana, se les oiga de-cir, con buen humor y tambin con un poco de desdn, quela teologa despus de todo no es asunto suyo. Yo no soyun telogo; yo soy un gestor!. Eso me deca un destacadoeclesistico ingls. Y resulta exactamente igual de pernicio-so que no pocos predicadores, despus de haber cambiadosus aos de estudio por la rutina del servicio prctico, pien-sen que estn autorizados para olvidarse de la teologa, comola mariposa abandona su existencia de oruga, cual si fueraalgo que ya se acab para ellos. Tal cosa no es justificableen absoluto. El testimonio cristiano debe forjarse incesante-mente en el fuego de la cuestin acerca de la verdad. De locontrario, en ningn caso y en ningn momento podr ser untestimonio sustancial y responsable, y por consiguiente fide-digno y vigoroso. La teologa no es una empresa que puedaser confiada alegremente a otros por cualquiera que est vin-culado al ministerium Verbi Divini (

  • 62 El lugar de la teologa La comunidad 63

    minar toda la actividad comunitaria a la luz de la cuestin dela verdad. Funciona -hasta cierto punto- de manera vicaria eincluso profesional. Ms an, se halla relacionada con la co-munidad y con su fe de la misma manera aproximadamenteque la jurisprudencia se halla relacionada con el Estado ycon sus leyes. Por tal razn, la investigacin y la doctrina dela teologa no son un fin en s mismas, sino que, lejos de eso,son funciones de la comunidad y especialmente de su minis-terium Verbi Divini. La teologa tiene que prestar servicio di-rectamente a la comunidad y de manera especial a aquellosmiembros que estn encargados de predicar, ensear y acon-sejar. La tarea que la teologa debe cumplir continuamente esla de estimular y dirigir a esas personas para que afronten deforma adecuada la cuestin de la debida relacin de su len-guaje humano con la palabra de Dios, la cual es el origen, elobjeto y el contenido de ese lenguaje. La teologa debe pro-porcionarles prctica en la debida relacin con la bsquedade la verdad, demostrndoles y ejemplificndoles la com-prensin, el pensamiento y el discurso apropiados para ella.Debe acostumbrarles al hecho de que aqu nada puede con-siderarse como obvio por s mismo, de que el trabajo, exac-tamente igual que la oracin, es indispensable. Tiene tam-bin la tarea de mostrar las trayectorias segn las cuales hade llevarse a cabo esta tarea. La teologa sera un puro fraca-so, si se situara a s misma en alguna altura eminente, desdela cual se preocupara nicamente de Dios, del mundo, delhombre y de algunas otras cuestiones, quizs de cuestionesde inters histrico, en vez de ser teologa para la comuni-dad. Como el pndulo que regula los movimiento de un re-loj, la teologa est encargada del servicio razonable de lacomunidad. Recuerda a todos sus miembros, especialmentea aquellos que tienen mayores responsabilidades, lo seriaque es su situacin y su tarea. De esta manera les abre el ca-mino hacia la libertad y el gozo en el servicio que prestan.

    Con todo, para servir a la comunidad de hoy da, la teolo-ga ha de estar enraizada en la comunidad de ayer y de antea-yer. Su testimonio de la Palabra y la profesin de su fe ha detener su origen, como la comunidad misma, en la comunidadde tiempos pasados, de la cual surgi la comunidad actual. Lateologa ha de tener tambin su origen en la tradicin ms an-tigua y en la ms reciente, que determina la forma presentede su testimonio. El fundamento de su investigacin y de suinstruccin se le da a la teologa de antemano, juntamentecon la tarea que ella ha de cumplir. La teologa no trabaja enalgn lugar situado por encima del fundamento de la tradi-cin, como si la historia de la Iglesia comenzara justamentehoy. Sin embargo, la tarea especial de la teologa es una tareacrtica, a pesar de su carcter relativo. El fuego de la bsque-da de la verdad tiene que inflamar la proclamacin de la co-munidad y la tradicin que determina esa proclamacin. Lateologa tiene que reconsiderar la confesin de la comunidad,examinndola y repensndola a la luz de su permanente fun-damento, objeto y contenido.

    A la fe de la comunidad se le pide que trate de entender.La fe que trata de entender,fides quaerens intellectum, es loque la teologa ha de encarnar y representar. Lo que a la fe ladistingue del asentimiento ciego es precisamente su carc-ter especial como fe que trata de entender. Ciertamente, elpresupuesto que respalda todo esto ser que la comunidadmisma se halle siguiendo la senda correcta en el pasado re-ciente o en el pasado remoto, o que, en todo caso, no discurraprecisamente por una senda equivocada. Por consiguiente, laconfianza fundamental, en vez de la desconfianza, ser la ac-titud inicial de la teologa hacia la tradicin que determina ala Iglesia del momento presente. De esta manera, cualesquie-ra cuestiones y propuestas que la teologa deba dirigir a latradicin, no tendrn que imponerse forzadamente a la co-munidad como si fueran un decreto; tales averiguaciones de-

  • 64 El lugar de la teologa La comunidad 65

    bern presentarse nicamente a la comunidad para que ellalas considere como sugerencias bien ponderadas. Sin embar-go, la teologa no permitir que ninguna autoridad eclesisti-ca obstaculice la realizacin sincera de su propia tarea critica.y 10 mismo habr que decir de cualesquiera voces alarmadasque procedan del seno del pueblo de Dios. La tarea de la teo-loga es la de discutir libremente las reservas as como laspropuestas de mejora que se le presenten en las reflexionessobre el testimonio heredado por la comunidad. La teologadice credo, yo creo, juntamente con la comunidad actual ycon sus padres. Pero dice credo ut intelligam, creo a fin deentendeD>. Para que logre esa comprensin, habr que conce-derle un determinado margen de libertad para el bien de lacomunidad misma. Hay tres puntos en los que esta libertadresulta fundamental.

    1. En primer lugar, un presupuesto tcito en nuestra lti-ma leccin sobre el testimonio inmediato de la palabra deDios es que nosotros sabemos quines son esos testigos. Pre-suponamos que tanto la comunidad como la teologa cono-cen la identidad de dichos testigos, los cuales, por ser testi-gos inmediatos, son autoritativos para la comunidad y parasu servicio. Otra presuposicin ms es que sabemos qu es-critos han de ser ledos e interpretados como Sagradas Es-crituras, y han de ser reconocidos y respetados como la nor-ma teolgica. En realidad, sabemos eso porque la teologaes un servicio en la comunidad y para la comunidad, y por-que brota de la tradicin de la comunidad. En esta materia lateologa se atiene a aquella confesin que es quizs la msimportante y de mayores consecuencias de todas las confe-siones de fe de la Iglesia, es decir, se atiene a la seleccin dediversos escritos que se confirmaron a s mismos ante la co-munidad como testimonios profticos y apostlicos genui-nos. Esta seleccin fue aceptada unnimemente por la co-munidad de los primeros siglos. El carcter de esos escritos

    como tales atestigua 10 que los