2
Kawsachun Coca Parece mentira lo que Alison Spedding Pallet, antropóloga inglesa, refiere en Kawsachun Coca (PIEB, 2da edición, 2005), excelente investigación de la economía campesina cocalera en los Yungas y el Chapare de Bolivia, pero así era implementada la “guerra contra las drogas” en el país: mediante la represión militarizada en operativo de erradicación forzosa de cocales, ordenada por un programa de inflexible lucha contra el narcotráfico. Los erradicadores no hacen aviso alguno de sus intenciones. Si el dueño o la dueña del cocal se entera, puede presentarse en el lugar pero sus ruegos o llantos no van a conmover a los fusiles automáticos. Los dueños varones suelen enmudecer de impotencia, pero las mujeres vociferan angustiadas mientras las wawas corren tras los erradicadores. Se cuenta que una vez que una niña de unos ocho años se abrazó a una planta de coca diciendo: “¡No me lo t'iren [arranquen]!, ¿de qué voy a vivir?”; los soldados la agarraron, la arrastraron a un lado, y después de arrancar su planta se la entregaron diciendo: “Aquí está tu planta de coca”. A algunos soldados les conmueve el llanto de las wawas pero no por eso dejan de erradicar, se limitan a regalarles unos sobres de refresco “Yupi” o unos panes. Se dice que un anciano pudo salvar cuatro surcos de su cocal para su pijchu [mascar coca], otros recuerdan cómo un soldado respondió en quechua a un cocalero

Kawsachun Coca

Embed Size (px)

DESCRIPTION

antropologia boliviana

Citation preview

Page 1: Kawsachun Coca

Kawsachun Coca

Parece mentira lo que Alison Spedding Pallet, antropóloga inglesa, refiere en Kawsachun Coca (PIEB, 2da edición, 2005), excelente investigación de la economía campesina cocalera en los Yungas y el Chapare de Bolivia, pero así era implementada la “guerra contra las drogas” en el país: mediante la represión militarizada en operativo de erradicación forzosa de cocales, ordenada por un programa de inflexible lucha contra el narcotráfico.

Los erradicadores no hacen aviso alguno de sus intenciones. Si el dueño o la dueña del cocal se entera, puede presentarse en el lugar pero sus ruegos o llantos no van a conmover a los fusiles automáticos. Los dueños varones suelen enmudecer de impotencia, pero las mujeres vociferan angustiadas mientras las wawas corren tras los erradicadores. Se cuenta que una vez que una niña de unos ocho años se abrazó a una planta de coca diciendo: “¡No me lo t'iren [arranquen]!, ¿de qué voy a vivir?”; los soldados la agarraron, la arrastraron a un lado, y después de arrancar su planta se la entregaron diciendo: “Aquí está tu planta de coca”. A algunos soldados les conmueve el llanto de las wawas pero no por eso dejan de erradicar, se limitan a regalarles unos sobres de refresco “Yupi” o unos panes. Se dice que un anciano pudo salvar cuatro surcos de su cocal para su pijchu [mascar coca], otros recuerdan cómo un soldado respondió en quechua a un cocalero que protestaba: “Planten pues nuevamente, ¿acaso les estamos cortando sus manos? Nosotros sólo estamos cumpliendo órdenes. De aquí a unos tres años volveremos”. Irónicamente, varios de los soldados mascan coca mientras cumplen su trabajo. (pág. 325)

En esta inaudita parábola de sinrazones, donde inexpertos y confundidos conscriptos (de origen campesino) “combaten” empobrecidos colonizadores, el único que realmente sentía y sentirá aquellos efluvios épicos de la metáfora belicista en Bolivia es EEUU…