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La Academia de Música de la Calle Rodríguez. Estaba listo. Ya no importaba nada más. Yacía ahí, delante mío. Observándome como yo la observaba a ella, me preparaba para asediarla silenciosamente y descubrir qué estaba pasando. La academia de música de la calle Rodríguez estaba ahí, equipada con todo lo necesario para que sus alumnos se sintieran cómodos a la hora de estudiar: Cuartos privados, profesores, aulas completamente aisladas e incluso una tienda donde se podía comprar todo lo necesario para su instrumento, incluyendo el instrumento mismo. Doctrinaria como ella sola, maligna como ninguna, siniestra por la innegable naturaleza medieval con la que estaba construida, me observaba con interés, con curiosidad, como desafiándome. “Dale entrá ¿o acaso no te animás?” me decía con sus invisibles ojos. Pero tenía que dejar de lado mis temores. Estaba ahí por un motivo en concreto y no había más tiempo, debía ser en ese instante. Respiré hondo y, desplegando mi equipo, me dispuse a subir por la pared más próxima. Me sorprendía la habilidad con la que escalaba aquel viejo muro. Mientras subía, me entró el hambre. Traté de recordar qué había comido la noche anterior… No pude. Luego traté con la anterior a esa, y tampoco me

La Academia de Música de la Calle Rodriguez

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cuento ciencia ficcion

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La Academia de Música de la Calle Rodríguez.

Estaba listo.

Ya no importaba nada más. Yacía ahí, delante mío. Observándome como yo la observaba a ella, me

preparaba para asediarla silenciosamente y descubrir qué estaba pasando.

La academia de música de la calle Rodríguez estaba ahí, equipada con todo lo necesario para que sus

alumnos se sintieran cómodos a la hora de estudiar: Cuartos privados, profesores, aulas completamente aisladas

e incluso una tienda donde se podía comprar todo lo necesario para su instrumento, incluyendo el instrumento

mismo.

Doctrinaria como ella sola, maligna como ninguna, siniestra por la innegable naturaleza medieval con la

que estaba construida, me observaba con interés, con curiosidad, como desafiándome. “Dale entrá ¿o acaso no te

animás?” me decía con sus invisibles ojos.

Pero tenía que dejar de lado mis temores. Estaba ahí por un motivo en concreto y no había más tiempo,

debía ser en ese instante. Respiré hondo y, desplegando mi equipo, me dispuse a subir por la pared más próxima.

Me sorprendía la habilidad con la que escalaba aquel viejo muro. Mientras subía, me entró el hambre.

Traté de recordar qué había comido la noche anterior… No pude. Luego traté con la anterior a esa, y tampoco

me fue posible. Me rendí luego de repetir la secuencia unas 30 veces; además, ya había llegado al techo.

Tal como lo esperaba, allí había una pequeña escotilla apenas lo suficientemente grande como para que

pudiera pasar por ella. Sin meditarlo mucho, me metí a la academia cual espía encubierto por aquella pequeña

ventana. Aun tenía hambre.

Estaba adentro, debía bajar 2 pisos para poder luego infiltrarme por una entrada secreta a la tienda,

donde un nuevo grupo estaba comprando sus primeros instrumentos. Era la oportunidad perfecta para

camuflarme.

Ya casi a la mitad de la escalera para bajar el primer piso, oí un ruido. Pasos, pasos apurados que se

acercaban rápidamente. Me chocó. Volé 2 ó 3 escalones hacia adelante. Me paré rápidamente y miré a mi

agresor.

-¡¿Fernando!? ¡¿Fernando Rodríguez!?- dijo sorprendido

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-Sí, soy yo. ¿Te conozco? – le contesté un tanto asustado

El desconocido se quitó la máscara, dejándome ver la cansada y atacada por los años cara de un

compañero de la secundaria.

-Venimos por lo mismo entonces – le dije.

Asintió y decidimos seguir nuestro camino juntos. Bajamos corriendo el tramo de escaleras que faltaba.

Yo aún tenía hambre y, además, la rara sensación de estar siendo observado. Sin embargo, no podía recordar qué

había comido la noche anterior.

Por fin llegamos. Una habitación secreta ubicada en lo alto del edificio que permitía ingresar

directamente a la tienda. Pero para poder llegar hasta allí, debíamos pasar por un enorme pasillo… ¿o era una

habitación? Era realmente gigantesca.

Comenzamos a caminar por él. Sentí una leve brisa detrás mío, él también la sintió. Nos volteamos,

nada. Sentimos otra brisa detrás nuevamente y volteamos una vez más, tampoco había nada.

Casi nos cuesta un pie darnos cuenta de que la habitación (o pasillo) estaba plagada de enormes

cuchillas, rápidas como una bala, finas como un papel, filosas como hojas de diamante. Ahora sí que estábamos

perdidos, no había forma de que pudiéramos pasar.

Tranquilo- me dijo mientras lanzaba una lata de aerosol rojo a las cuchillas que luego de romperla

liberaron la pintura haciendo así visibles los movimientos de éstas.

Sólo esquiva- concluyó.

Cruzamos la puerta y nos infiltramos en la sala de ventas. Nos mezclamos entre los alumnos. Primera

fase: Completa.

-Ahora los llevaremos a que compren su primer instrumento, y en una hora los veremos en la sala principal para

empezar con sus clases – Dijo el director a toda la multitud.

Nos encontrábamos frente a una gigantesca cantidad de artefactos. Él se fue a buscar un teclado, yo me

quedé con las guitarras.

-Acústica, marca “Star”, dos mil quinientos – Me dijo el vendedor.

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Y fue ahí. No sé qué fue, pero un odio incontrolable se apoderó de mí al oír semejante precio para un

instrumento de tan mala calidad como el que me estaban ofreciendo. No pude contenerme: Grité a los cuatro

vientos quiénes éramos y qué hacíamos ahí.

Corrimos desesperadamente tratando de escapar. Llegamos a la habitación de las cuchillas, las cuales

habían ahora duplicado su velocidad.

Sólo esquiva – Concluyó.

El ruido se detuvo, abrí los ojos. Las cuchillas se habían detenido. El cuerpo mutilado reposaba inerte a

unos metros de mí y el tipo de traje me miraba fijamente.

-Levántese por favor, señor Rodríguez – Dijo el hombre de traje.

Me levanté sin discutir.

-¿Sabe qué ocurrió? – Preguntó el hombre.

Me tomé mi tiempo antes de contestar ya que realmente no tenía idea.

-No…

-Lo supuse. Fue culpa del bajón de tensión.

-¿Eh?

-Señor Rodríguez, ¿Usted sabe por qué está aquí?

-¡Por supuesto que sí!

-¿En serio? Entonces sáqueme de mi ignorancia y dígame: ¿Qué hace aquí?

No pude contestar.

-¿Lo ve? – Dijo –Ahora sígame y no intente nada.

Obedecí sin más.

-Dígame, ¿Quién es el muerto?

-Un ex compañero mío.

-¿Nombre?- Hubo una pausa - Tal vez esto le ayude a recordar – El sujeto me asestó un golpe en la nuca

que sorprendentemente me hizo volver a la escena en que, aparentemente, me había perdido.

Rodrigo Fernández, el ex compañero que compartía misión conmigo, estaba tirado en el suelo,

agonizante y mencionaba algo de una compañera con problemas mentales que tuvimos en el curso:

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-¡Fue tu culpa! ¡Tu culpa desgraciado!

La visión desapareció. Volví a verme frente al tipo de traje.

-¿Y bien?

-Rodrigo Fernández

-Sí, lo sé. ¿Y qué sabe de la chica que mencionó?

-Murió poco después de irse del colegio.

-¿Alguna vez escuchó hablar del Proyecto Requiem?

-No.

-¿No le suenan los nombres de Rie Takahashi o Jeffrey Miller?1

-En lo más mínimo.

-Son, perdón, fueron investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles, Estados Unidos.

¿Recuerda ese país?

-Por supuesto.

-Ah es verdad, usted se durmió en 2008.

-¿Qué?

-Nada. Como le decía, en 2007 estos investigadores descubrieron que podían decodificar, a partir del

ADN, unos cuantos compases musicales propios de cada persona.

-Mire usted qué interesante.

-Se pone mejor. Una vez hecho este descubrimiento un tal Frank Pettit se sumó al equipo. Juntos

diseñaron un programa informático que facilitaba la decodificación.

-¿y?

-La investigación fue cancelada una vez descubiertas las posibilidades.

-¿Qué posibilidades?

-Si esta melodía se reproduce al revés y se somete al sujeto a escucharla durante determinado tiempo, se

produce un extraño fenómeno que aún no hemos podido explicar con detalles. Lo que ocurre es que los

1 Ambos biólogos investigadores de la universidad de California. Encargados, junto con Frank Pettit, de la investigación acerca de la composición de música a partir de las combinaciones de aminoácidos en el ADN. También fueron los creadores del programa informático responsable de la interpretación y transformación de estos en compases musicales.

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neurotransmisores comienzan a transmitir información a una velocidad hasta un centenar de veces más rápida

que la normal. Esto, como podrá imaginar, aumenta significativamente el rendimiento físico del sujeto.

-¿Y qué con eso?

-¿Y qué con eso? Bien, lo que “hay con eso” es que este aumento en la transmisión de información nos

permite, mediante una máquina de nuestra propia invención, ingresar a su cerebro como si fuese un sistema de

computadora, de hecho, hemos diseñado un programa que, al igual que lo hacía el de Pettit con el ADN,

“decodifica” su cerebro y nos lo presenta con una interfaz simplificada para poder acceder a él de manera fácil y

rápida.

-Sigo sin entender a qué viene todo esto.

-Tranquilo, todavía no termino. Años de investigación nos tomó el lograrlo; pero, señor Rodríguez,

después de mucho lo hicimos: Logramos intercambiar todo el contenido de su consciente e inconsciente con un

obediente programa informático diseñado especialmente para seguir órdenes.

-¿Disculpe?

-Señor Rodríguez, ha estado viviendo en un disco de almacenamiento los últimos cinco años.

-¡¿Qué?!

- Nunca fuimos compañeros, mi nombre es Rodrigo Fernández, y por cierto, usted es, o era, retrasado

mental. Su enfermedad nos permitió acceder más fácilmente a su cerebro y manipularlo mucho más rápido.

-¿Era?

-No sabemos qué efectos pueda causar el volverlo a su cuerpo.

-¿Voy a volver a mi cuerpo?

-Verá, esta tecnología fue codiciada por muchos grupos de todo tipo, políticos, militares, etcétera,

etcétera, etcétera. Y por ende, el mundo se ve en una terrible guerra. Somos el último laboratorio en pie que

continúa con esta investigación, pero nuestra ubicación ya no es segura y debemos irnos. Pero por supuesto, no

podemos permitir que el programa que su cuerpo ha estado utilizando y perfeccionando se pierda, ergo, usted

vuelve a su cuerpo y ya veremos si lo llevamos o no, ya no nos es útil.

-Pero espere no puede…

Era tarde, el sujeto se había ido y todo se puso negro…

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Negro…

Negro…

Negro…

-¡Sáquenlo! ¡Sáquenlo ya! – Gritaba la voz de un hombre desesperado.

Hubo una explosión, abrí los ojos.

Maquinaria destruida y un sinfín de cadáveres se extendían por lo que alguna vez fue un laboratorio. Me

paré, caminé hacia lo que alguna vez fue una puerta y observé lo que parecía alguna vez haber sido la tierra.

Pero no importaba, estaba listo.

Ahora… ¿Qué fue lo que comí anoche?