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Actualidad Litúrgica 233, pp. 9-11 , , LA ADORACION EUCARISTICA Podemos adorar al Padre sólo "en la es decir, en Jesucristo. A lo largo de los últimos años, ha proliferado una idea según la cual, como consecuencia de la reforma litúrgica, se habría debilitado el "sentido de lo sagrado"; una señal de dicho debilitamiento sería, asimismo, el abandono gradual de la práctica de la adoración 1 Actualmente, como secue- la de algunas intervenciones magisteriales, estaríamos asis- tiendo a su recuperación; sin embargo, debemos pregun- tarnos si en ocasiones algunos logros y afirmaciones están de acuerdo con la correcta visión teológica de la Eucaristía y de la adoración misma en la manera en que las propone el Concilio y los posteriores documentos de la reforma, en especial el Ritual de la Sagrada Comunión y del Culto Euca- rístico fuera de la Misa. En el contexto de este artículo se consideró de utilidad proponer una breve reflexión sobre el tema. 1 Jesús, único y verdadero adorador del Padre Debe aclararse en primer lugar que la adoración, desde un sentido cristiano, no es primordialmente una acción huma- na, sino obra de Cristo: Él es el verdadero y único adorador; con su encarnación y su Pascua redimió al hombre y lo unió a mismo en la adoración al Padre. En el evangelio de Juan leemos que la samaritana, en cierto momento del coloquio, introduce el tema de la adoración. Detengamos nuestra atención en la expresión "adorar en espíritu y en verdad''. Gianfranco Venturi La palabra "verdad" en el cuarto evangelio se refiere a la revelación, que se identifica con las palabras y la persona de Jesús. Ahora podemos adorar al Padre sólo "en la Ver- dad", es decir, en Jesucristo. En efecto, el Verbo encarnado está "lleno de gracia y de verdad" (J n l, 14). Asimismo, Jesús dice que debemos adorar al Padre "en Espíritu''. El Espíritu nos lleva a apegarnos a la Verdad que es Cristo; por eso nos introduce en su adoración al Padre: la revelación de Cristo bajo la acción del Espíritu Santo inspira y alimenta la ado- ración cristiana. La adoración, comunión de amor ¿Pero, qué significa "adorar"? La adoración (de ad-orare, "dirigir la palabra") surge de una profunda intuición: Dios es grande y el hombre es pequeño; Barth decía: "Dios es Dios y el hombre es hombre''. Esta conciencia podemos consta- tarla en las narraciones de las vocaciones de Moisés, Isaías y María. El creyente, una frágil creatura, que se encuentra frente a la "gloria'' (en hebreo kdbhódh, peso) de Dios, se inclina profundamente, no sólo con el cuerpo, sino igual- mente con todo su ser en su libertad. Este tipo de adoración está presente, con matices diversos, en todas las religiones. En esto se da un segundo significado o dimensión de la adoración. Al hojear un Diccionario etimológico como el de Ottorino Pianigiani, encontramos que la palabra adoración puede proceder del latín ad os (oris), "en la boca': el gesto de besar, y en consecuencia del amor; ésta es la razón por la cual los vocabularios señalan que adorar significa asimis- mo "amar con pasión" (Nicola Zingarelli), "amar con total entrega y gran ternura'' (Emilio de Felice - Aldo Duro). Ante esta experiencia nos comportamos como niños que abren la boca, que se llevan la mano "a la boca'' (ad os) y luego perma- necen así, enmudecidos. La adoración fundamental es este estar ante Dios llenos de asombro, enmudecidos, sin pensar, sólo abriéndonos y gozando la intimidad con el Señor. Ésta es la adoración del Verbo que desde la eternidad está "vuelto hacia el Padre" (Jn 1, 1) 2 , casi un beso eterno (ad os) que es el Espíritu. Esta adoración la introduce en el mundo cuando "aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó en- tre nosotros" (Jn 1, 14); a quienes, ayer y hoy, lo reciben, él concede "poder llegar a ser hijos de Dios" (Jn 1, 12), partíci- pes por ello de su misma relación con el Padre, de su misma adoración. Bajo esta luz resulta totalmente comprensible la expresión antes citada: "Pero se acerca la hora y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Pa- dre en espíritu y en verdad''. Una última observación: el gesto supremo de adoración del Verbo encarnado, este "beso" del Dios-hombre, encuentra su máxima presencia y revelación en el Calvario, al ser elevado en la cruz y atraer hacia él a quien cree en éP. A partir de ese momento, quienes "creen en su nombre" y 9

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Actualidad Litúrgica 233, pp. 9-11 , ,

LA ADORACION EUCARISTICA

Podemos adorar al Padre sólo "en la Verdad'~ es decir, en Jesucristo.

A lo largo de los últimos años, ha proliferado una idea según la cual, como consecuencia de la reforma litúrgica, se habría debilitado el "sentido de lo sagrado"; una señal de dicho debilitamiento sería, asimismo, el abandono gradual de la práctica de la adoración 1• Actualmente, como secue­la de algunas intervenciones magisteriales, estaríamos asis­tiendo a su recuperación; sin embargo, debemos pregun­tarnos si en ocasiones algunos logros y afirmaciones están de acuerdo con la correcta visión teológica de la Eucaristía y de la adoración misma en la manera en que las propone el Concilio y los posteriores documentos de la reforma, en especial el Ritual de la Sagrada Comunión y del Culto Euca­rístico fuera de la Misa. En el contexto de este artículo se consideró de utilidad proponer una breve reflexión sobre el tema. 1

Jesús, único y verdadero adorador del Padre

Debe aclararse en primer lugar que la adoración, desde un sentido cristiano, no es primordialmente una acción huma­na, sino obra de Cristo: Él es el verdadero y único adorador; con su encarnación y su Pascua redimió al hombre y lo unió a sí mismo en la adoración al Padre. En el evangelio de Juan leemos que la samaritana, en cierto momento del coloquio, introduce el tema de la adoración. Detengamos nuestra atención en la expresión "adorar en espíritu y en verdad''.

Gianfranco Venturi

La palabra "verdad" en el cuarto evangelio se refiere a la revelación, que se identifica con las palabras y la persona de Jesús. Ahora podemos adorar al Padre sólo "en la Ver­dad", es decir, en Jesucristo. En efecto, el Verbo encarnado está "lleno de gracia y de verdad" (J n l, 14). Asimismo, Jesús dice que debemos adorar al Padre "en Espíritu''. El Espíritu nos lleva a apegarnos a la Verdad que es Cristo; por eso nos introduce en su adoración al Padre: la revelación de Cristo bajo la acción del Espíritu Santo inspira y alimenta la ado­ración cristiana.

La adoración, comunión de amor

¿Pero, qué significa "adorar"? La adoración (de ad-orare, "dirigir la palabra") surge de una profunda intuición: Dios es grande y el hombre es pequeño; Barth decía: "Dios es Dios y el hombre es hombre''. Esta conciencia podemos consta­tarla en las narraciones de las vocaciones de Moisés, Isaías y María. El creyente, una frágil creatura, que se encuentra frente a la "gloria'' (en hebreo kdbhódh, peso) de Dios, se inclina profundamente, no sólo con el cuerpo, sino igual­mente con todo su ser en su libertad. Este tipo de adoración está presente, con matices diversos, en todas las religiones.

En esto se da un segundo significado o dimensión de la adoración. Al hojear un Diccionario etimológico como el de Ottorino Pianigiani, encontramos que la palabra adoración puede proceder del latín ad os (oris), "en la boca': el gesto de besar, y en consecuencia del amor; ésta es la razón por la cual los vocabularios señalan que adorar significa asimis­mo "amar con pasión" (Nicola Zingarelli), "amar con total entrega y gran ternura'' (Emilio de Felice - Aldo Duro). Ante esta experiencia nos comportamos como niños que abren la boca, que se llevan la mano "a la boca'' (ad os) y luego perma­necen así, enmudecidos. La adoración fundamental es este estar ante Dios llenos de asombro, enmudecidos, sin pensar, sólo abriéndonos y gozando la intimidad con el Señor.

Ésta es la adoración del Verbo que desde la eternidad está "vuelto hacia el Padre" (Jn 1, 1)2

, casi un beso eterno (ad os) que es el Espíritu. Esta adoración la introduce en el mundo cuando "aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó en­tre nosotros" (Jn 1, 14); a quienes, ayer y hoy, lo reciben, él concede "poder llegar a ser hijos de Dios" (Jn 1, 12), partíci­pes por ello de su misma relación con el Padre, de su misma adoración. Bajo esta luz resulta totalmente comprensible la expresión antes citada: "Pero se acerca la hora y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Pa­dre en espíritu y en verdad''.

Una última observación: el gesto supremo de adoración del Verbo encarnado, este "beso" del Dios-hombre, encuentra su máxima presencia y revelación en el Calvario, al ser elevado en la cruz y atraer hacia él a quien cree en éP. A partir de ese momento, quienes "creen en su nombre" y

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"nacieron de Dios" (Jn l, 12s.), al participar de su sacrificio, pueden adorar a Dios "en espíritu y en verdad".

La celebración de la Eucaristía perpetúa la adoración de Cristo

La adoración que Cristo da al Padre se perpetúa en la cele­bración de la Eucaristía y en el culto eucarístico; aquí, el cris­tiano participa en la adoración que él introdujo en el mundo con el misterio de su encarnación y de su Pascua4

• Ante todo, en la celebración de la Eucaristía Jesús continúa en la tierra su adoración y hace partícipe a la Iglesia5

• La liturgia de la Palabra prepara para esta adoración que se expresa así en la gran Plegaria eucarística y se consuma en la Comunión. Podemos resaltar algunos momentos particulares de dicha adoración: el prefacio, la doxología final, la Comunión. Por ejemplo, el prefacio de la cuarta Plegaria eucarística procla­ma nuestra participación (y con ellos también nosotros) en la adoración de los "innumerables ángeles en tu presencia, contemplando la gloria de tu rostro, te sirven siempre y te glorifican sin cesar" (te adoran).

Al final de la Plegaria eucarística, en el momento de la ele­vación máxima de las especies eucarísticas y en la doxología que la acompaña, somos llevados a participar (Por Cristo, con él y en él) de su adoración suprema que realizó en el Gól­gota: A ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. En la Comunión se consuma nuestra participación en la adora­ción que hace Cristo al Padre6. En la Comunión, la Iglesia -y cada uno de los participantes- alcanza la más perfecta ado­ración de su Señor, al diálogo de amor de mayor intimidad, a ese "beso" santo que hace de los dos una sola carne.

La adoración fuera de la Misa

En los Prenotandos generales del Ritual de la Sagrada Co­munión y del Culto Eucarísto fuera de la Misa, leemos: " 'la celebración de la Eucaristía en el sacrificio de la Misa es real­mente el origen y el fin del culto que se le tributa fuera de la Misa. Porque Cristo, el Señor, que 'se inmola en el mismo sacrificio de la Misa cuando comienza a estar sacramental­mente presente como alimento espiritual de los fieles bajo las especies de pan y vino; 'una vez ofrecido el sacrificio, mien­tras la Eucaristía se conserva en las iglesias y oratorios, es verdaderamente el Emmanuel, es decir, 'Dios-con-nosotros'. Pues día y noche está en medio de nosotros, habita con noso­tros lleno de gracia y de verdad"' .

Esta presencia permanente del Emmanuel es ~l origen de la adoración eucarística8

• Enfatizo dos aspectos de esta adora­ción que podemos definir: uno subjetivo y el otro objetivo.

NOTAS 1 "Mientras la reforma daba sus primeros pasos, a veces no se percibió

de manera suficientemente clara la relación intrínseca entre la santa Misa y la adoración del Santísimo Sacramento. Una objeción difun­dida entonces se basaba, por ejemplo, en la observación de que el Pan eucarístico no habría sido dado para ser contemplado, sino para ser comido. En realidad, a la luz de la experiencia de oración de la

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Principalmente, Cristo está presente de modo real y per­manente en la especie del pan, no en forma estática sino dinámica, en cuanto que él perpetúa en el tiempo esa ado­ración al Padre que se cumple en el tiempo de la celebra­ción eucarística: éste es el aspecto subjetivo de la adoración eucarística, que con frecuencia se descuida en la reflexión sobre este tema9

• Sin embargo, esta presencia de Cristo (el aspecto objetivo) llama a la Iglesia, su esposa, a adorarlo, es decir, a un diálogo de amor, a ese "beso" que se consumó.en el momento de la Comunión eucarística. En la adoración eucarística, la Iglesia (cada fiel), escucha a su Señor, se entre­ga a él como en los brazos del amado; está presente ese diá­logo que podemos ver expresado perfectamente en el Can­tar de los Cantares y en las palabras que pronunció Jesús en la intimidad de la última Cena.

Concluyo con dos observaciones.

Conclusión

a) La adoración que se da en la celebración de la Eucaristía fuera de ésta no difiere en significado; constituyen un uni­cum indisoluble; no se comprende ésta sin aquélla, y juntas definen e iluminan toda la vida del cristiano; son alimento de la espiritualidad más genuina.

b) La adoración eucarística fuera de la Misa no es una prác­tica de devoción que se proponga en todo momento, a todos de manera indistinta, con frecuencia como un recurso de relleno a falta de otras propuestas celebrativas. La adoración eucarística, comprendida de la manera en que intenté defi­nirla anteriormente, no es fácil; es fruto de un largo camino; es necesario ser iniciados en ella.

Conduce a vivir místicamente la vida con Cristo y adentrar­se en el misterio trinitario. Temo que ciertos hábitos o pro­puestas actuales, e igualmente el llevar una espiritualidad eucarística verdadera que conduzca a una forma elevada de vida cristiana, terminen relegándola a una de las muchas formas habituales de piedad.

Creo que todos aquellos que tienen como finalidad la difu­sión de la adoración eucarística, deben considerar seria­mente la necesidad de una iniciación formal y metódica de la Misa, con el fin precisamente de no privarla de su natura­leza en su capacidad primigenia de glorificación de Dios y santificación del hombre.

Rivista di Pastorale Liturgica, n. 290

Iglesia, dicha contraposición se mostró carente de todo fundamen­to": BENEDICTO XVI, Exhortación apostólica postsinodal Sacramen­tum caritatis (febrero 22, 2007), n. 66.

2 Para esta traducción véase la nota de la Biblia TOB respecto a este versículo.

3 "La entrega de su amor y obediencia hasta el extremo de la vida (cfr. Jn 10, l 7s.) es en primer lugar un regalo para su Padre. Cierta­mente, es un re¡;a\o a nuestro favor, así como de toda \a 'numanidad (cfr. Mt 26, 28; Me 14, 24; Le 22, 20; Jn 10, 15), pero una entrega principalmente al Padre: 'sacrificio que el Padre aceptó, correspon­diendo a esta donación total de su Hijo que se hizo obediente hasta la muerte' (Flp 2, 8) con su entrega paternal, es decir, con el don de la vida nueva e inmortal en la resurrección": JUAN PABLO Il, Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia (17 de abril de 2003), n. 13.

8 "El fin primero y primordial de la reserva de las sagradas especies fuera de la Misa es la administración del Viático; los fines secunda­rios son \a di.stri.bución de \a Comunión y \a adoración de nuestro Señor Jesucristo presente en e\ Sacramento. Pues \a reserva de \as especies sagradas para los enfermos ha introducido la laudable cos­tumbre de adorar este manjar del cielo conservado en las iglesias. Este culto de adoración se basa en una razón muy sólida y firme: sobre todo porque a la fe en la presencia real del Señor le es connatu­ral su manifestación externa y pública'': ibid., n. 5.

4 La celebración eucarística, "es en sí misma el acto más grande de adoración de la Iglesia'': BENEDICTO XVI, Exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis (22 de febrero de 2007), n. 66.

5 "La liturgia eucarística es esencialmente actio Dei que nos une a Jesús a través del Espíritu": ibid., n. 3 7.

6 "En la Eucaristía tenemos a Jesús, tenemos su sacrificio redentor, tenernos su resurrección, tenemos el don del Espíritu Santo, tenernos la adoración, la obediencia y el amor al Padre": JUAN PABLO II, Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia ( 17 de abril de 2003 ), n . 60.

9 "La adoración fuera de la santa Misa prolonga e intensifica lo acontecido en la misma celebración litúrgica. En efecto, 'sólo en la adoración puede madurar una acogida profunda y verdadera. Y precisamente en este acto personal de encuentro con el Señor ma­dura luego también la misión social contenida en la Eucaristía y que quiere romper las barreras no sólo entre el Señor y nosotros, sino también y sobre todo, las barreras que nos separan a los unos de los otros"': BENEDICTO XVI, Exhortación apostólica postsinodal

Sacramentum caritatis (22 de febrero de 2007), n. 66. 7 Ritual de la Sagrada Comunión y del Culto Eucarístico fuera de la

Misa, n. 2.

LA COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA PASTORAL LITÚRGICA

i comunica que el

XXXVII ENCUENTRO DE COMISIONES PROYINCIALES Y DIOCESANAS PARA LA PASTORAL LITURGICA

será del 5 al 8 de agosto de 2013

Sede: Casa San Luis, Ramón López Velarde 347, Col. Santa María de Guido, Morelia, Michoacán. Tel. (0443) 323 5115. Costo: $1,500.00

LA TERCERA EDICIÓN DEL MISAL ROMANO

Tema de actualidad: "La Liturgia y la Piedad Popular en el lnstrumentum laboris y en las Proposiciones del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización para la trasmisión de la fe". P. Javier Montes Ramí­rez (Tijuana).

Relaciones: 1. El Misal y los Libros Litúrgicos del Rito Romano hasta antes del Concilio Vaticano 11. P. Antonio Ramírez

Márquez (San Juan de los Lagos). 2. Avances, constantes y retrocesos de las tres ediciones típicas posconciliares del Missale Romanum (1970,

1975, 2002). P. Luis Arturo Guzmán A,vila (México). 3. PANEL. 1) Traducción: Mons. Ricardo Guizar Díaz; 2) Revisión y Recognitio: Mons. Víctor Sánchez Espinosa;

3) Elaboración y Publicación de la Tercera Edición del Missale Romanum de Pablo VI para el uso de las Diócesis de México: P. Cristóbal Orell,ana González, S. J. (México). •

4. Present~~ión del ~isal Romano, Terc~ra, E?ición. ~ F:ancisco Escobar Mire/es (San Juan de los Lagos). 5. La homilra a partrr de los textos eucologrcos y brblrcos del Misal Romano, Tercera Edición. P. Manuel

Fernando Sedano López (Puebla). 6. El arte de celebrar con el Misal Romano, Tercera Edición. P. Israel Antonio Romero Tirado (Cuautitlán). 7. El canto y la música litúrgicos según el Misal Romano, Tercera Edición. Mtro. Gabriel de Jesús Frausto

Zamora (Colima) y P. Ismael Gallegos Corona (Torreón) . 8. E) espacio celebrativo, los lugares y el ajuar litúrgico según el Misal Romano, Tercera Edición. P. Miguel

Angel Padilla García (San Juan de los Lagos). 9. La celebración de la Eucaristía según la forma extraordinaria del Rito Romano. P. Gregario López

(Ciudad Altamirano) .

Responsable: P. Óscar José García García - Celular 04544 3369 0504 - [email protected]

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