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1 LA ALAMEDA DE OSUNA Y EL PARQUE DEL CAPRICHO EN MADRID LA ALMEDA, PUEBLO.- El 13 de agosto de 1843, según deja constancia Madoz, en sus Viajes por España, La Alameda, era Villa de la provincia de Madrid y allí tenía su Administración de Rentas. Dista la Villa de la del Oso y el Madroño dos leguas y en lo eclesiástico pertenecía al Primado de las Españas: Toledo. Sigue diciendo Madoz que: “La Villa está situada en un llano, a la izquierda del camino que conduce desde Madrid a Zaragoza, atravesada por su parte sur por una Cañada Real de merinas, con un descanso propiedad estatal sobre arboledas de pino, junto al camino que va a la Villa de Barajas. Es terreno llano, de buena calidad y feraz, con abundancia de riegos. Corre por su derecha el arroyo llamado “el Vaillo” y el lugar está combatido por fuertes rachas de vientos del N. E., con duras y fuertes escarchas.

LA ALAMEDA DE OSUNA Y EL PARQUE DEL CAPRICHO

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LA ALAMEDA DE OSUNA Y EL PARQUE DEL CAPRICHO LA ALMEDA, PUEBLO.- El 13 de agosto de 1843, según deja constancia Madoz, en sus Viajes por España, La Alameda, era Villa de la provincia de Madrid y allí tenía su Administración de Rentas. Dista la Villa de la del Oso y el Madroño dos leguas y en lo eclesiástico pertenecía al Primado de las Españas: Toledo.

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LA ALAMEDA DE OSUNA Y EL PARQUE DEL CAPRICHO EN

MADRID

LA ALMEDA, PUEBLO.- El 13 de agosto de 1843, según deja

constancia Madoz, en sus Viajes por España, La Alameda, era Villa de la

provincia de Madrid y allí tenía su Administración de Rentas. Dista la Villa

de la del Oso y el Madroño dos leguas y en lo eclesiástico pertenecía al

Primado de las Españas: Toledo.

Sigue diciendo Madoz que: “La Villa está situada en un llano, a la

izquierda del camino que conduce desde Madrid a Zaragoza, atravesada por

su parte sur por una Cañada Real de merinas, con un descanso propiedad

estatal sobre arboledas de pino, junto al camino que va a la Villa de

Barajas. Es terreno llano, de buena calidad y feraz, con abundancia de

riegos. Corre por su derecha el arroyo llamado “el Vaillo” y el lugar está

combatido por fuertes rachas de vientos del N. E., con duras y fuertes

escarchas.

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El clima poco sano por la humedad y el no cuidado que recogen las

corrientes del barranco denominado “la Coloma”, que vertiendo hacia el

pueblo ocasionan frecuentes tercianas y otras enfermedades, sobre todo del

vientre, por las aguas infestas que por acá corren.

La Villa está compuesta de veinticuatro casas, incluido el Palacio de

los Excmos. Sres. Duques de Osuna, a más de casas de oficios del mismo

Palacio y una Iglesia Parroquial, patrocinada por los Sres. Duques y bajo la

advocación de la filósofa y mártir Santa Catalina. Iglesia para servidores de

Palacio, anexa de la Colegial de San Pedro de Barajas, cuyo señor párroco

deberá proponer con los Sres. Duques, el Vicario que en dicha Iglesia

ejerza la cura de las almas.

Hay muchas y abundantes aguas salitres para el surtido del vecindario.

Las de los referidos arroyos y barranco de la Coloma, son menos sanas y

sirve solo para riegos de las huertas y heredades, saciando la sed del

ganado de los Sres. Duques y los contados de los aparceros y servidumbre.

La producción que en la tierra del lugar se tiene es de trigo, cebada,

coles y frutas, lino y legumbres muy apetitosas. Los viñedos y olivares son

dos productos de los Sres. Duques, así como los extensos pinares,

otorgándose a los vecinos la recogida de la leña y piñas secas.

La población, en el año y día de la fecha, es de treinta familias, y sus

almas, ciento dos.”

Hasta aquí, los breves datos que hemos recogido del viaje de Madoz,

referentes a la Villa de la Alameda.

EL PALACIO DE LOS OSUNA. (Datos recogidos del Archivo

Municipal de Madrid y de trabajos sueltos cedidos por el Excmo.

Ayuntamiento de Barajas).- En el centro de la citada anteriormente

Alameda, se encuentran los jardines y la casa de recreo de los Señores

Duques de Osuna, llamado por el vulgo de entonces “CAPRICHO”, porque

capricho fue de los Osunas y muy costoso, todo hay que señalarlo.

La finca es un polígono irregular, de unas 18 hectáreas, a la que se

llega por largo camino flanqueado de cipreses, llamado el Ramal y aunque

hoy muy reformado y falto de sus mejores árboles, perfectamente visible

desde su arranque por la vía de servicio de la carretera N-II, a la altura del

“Metro” de Canillejas, donde aún se pueden ver las dos antiguas garitas de

vigilancia. (Actualmente, con la nueva prolongación de la línea 5 del

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Metro, se ha abierto una nueva estación, muy cercana a los jardines,

llamada naturalmente “El Capricho”)

Una puerta de hierro da acceso a la finca. Y dentro de ella, dos cosas a

destacar: la “arboleda y las construcciones”. Ambas tienen su historia y su

leyenda:

LA ARBOLEDA.- La finca de los Osunas posee todos los

ingredientes de un jardín romántico. Sus árboles son numerosos,

corpulentos, centenarios. Hay cedros, enebros, lilos, olivos, pinos romanos,

setos, sauces, acacias, álamos, etc., (esta relación me la proporcionó “in

situ” el jardinero mayor). Sobre su espesa urdimbre hay estanques, rías

navegables para embarcaciones de recreo de la época, puentes de hierro,

casas rústicas, ermitas con tumbas, como la de fray Arsenio, hombre de

Dios que consumió

su vida en oración,

disciplinas y

miserias, por las

carnalidades y

desenfrenos de los

gentiles hombres de

Osuna (comentario

del anterior párroco

de Santa Catalina).

Junto a esto, estatuas

mitológicas como la

del dios de los

beodos, el dios Baco,

que aún subsiste en su templete neoclásico; el dios Saturno devorando a sus

hijos y que los niños del lugar le llamaban y le siguen llamando “el coco”

(¡menudas son las madres!). También existe una hermosa estatua de Venus

esculpida por los cinceles de Juan Adan.

En el libro de Antonio Marichalar “Riesgo y ventura de los Duques de

Osuna” editado en 1930, uno de cuyos ejemplares es de mi propiedad, con

estilo preciso y no exento de forma, donde se relata el esplendor y ruina de

esta familia de los Osuna, rivales en el poder de los de Alba, al describir la

mansión de la Alameda, dice: “En cada vuelta hay un amigo, un boquete,

una columna, un sepulcro, una gruta, una caverna de Young; y muy

especialmente una casita de madera rústica, pintada de modo que parecía

una casita de madera sin pintar.”

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LAS CONSTRUCCIONES.- Entre la exuberante y variada arboleda,

abundan las edificaciones. La principal de ellas, el Palacio de estilo

neoclásico, que viene a ser como el telón de fondo de ésta escenografía.

Sus principios fueron los de una casa rural, adquirida a mediados del

siglo XVIII por la Duquesa de Benavente, doña María Josefa de Pimentel.

Esta casa fue ampliada –según costa en los archivos municipales–, por los

arquitectos Machuca y Medina. Más tarde, los menos famosos pero

también arquitectos López Aguado (Martín y Antonio, padre e hijo),

trabajaron para la Alameda y así completaron la fachada del Palacio, con

sus columnas y escalera. A ellos se les debe asimismo el edificio del

Casino con espejos en la parte superior, el puente de hierro junto a la ría, la

plaza de los Emperadores y el monumento a la Duquesa de Benavente,

reseñado en una lápida con el siguiente texto: Doña María Josefa Alfonso

Pimentel, casada con su primo IX Duque de Osuna, Don Pedro Téllez-

Girón y Pacheco, Duquesa de mayores títulos, reunió: Condesa-Duquesa de

Benavente, Duquesa de Béjar, de Gandía, de Arcos y Monteagudo,

Princesa de Esquilache y Anglona, Condesa de Mayorga y Boñares. Mujer

muy celebrada por la agudeza de ingenio y por su elevado ánimo, por su

piedad, por su benevolencia hacia los suyos y para con los demás, por su

afabilidad, por sus cualidades admirables, fue fundadora de esta hermosa

Casa de Campo. Ella sepultó los restos de su abuelo el Gran Duque de

Osuna, en una isleta del “Capricho”, haciendo honor póstumo al gran

antepasado.” (Esperamos que después de tantos elogios y alabanzas,

cobrara el pobre Arquitecto su minuta)

Otro edificio emblemático del Jardín de los Osuna, es el “abejero”,

edificio de una sola planta y numerosas entradas para las abejas, que tenían

en él su cartel general y en donde producían abundante y exquisita miel,

pero una miel muy especial, dado que la mayor abundancia de flores –en

aquellos y en los presentes– era la lila. Cuenta la leyenda (y la no leyenda)

que doña Josefa, en eterna lucha contra las arrugas del tiempo e imitando a

su prima y rival Cayetana de Alba, dejándose guiar por médicos expertos

en temas de piel, aconsejaban a la dama que después de bañarse se

embadurnara todo el cuerpo con la miel producida por sus abejas a partir de

la mencionada flor, para lo que la Duquesa hizo plantar miles de lilos a lo

largo y a lo ancho de la finca, plantas que todavía se conservan y que en

primavera perfuman el paseo de los agradecidos visitantes, aunque hoy día

también predominen jazmines, rosales y árboles de flor como el “árbol del

amor” o de Judea.

EL CASTILLO.- No os asombréis, pero es cierto. En la Alameda de

Osuna existen todavía los restos de un hermoso castillo. (Afortunadamente,

dichos restos han sido consolidados y reafirmados por las acertadas obras

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emprendidas por el Ayuntamiento de Madrid, dentro del plan monumental

que engloba el parque del Capricho, el Castillo y el Mausoleo de los

Condes de Fernán Núñez, obras que seguirán en el futuro, hasta conseguir

hacer del castillo un gran centro cultural de documentación de la Villa de

Barajas. Mientras esto se concreta, una vez cercado el recinto, puede

visitarse en determinados días de la semana, acompañados por un guía del

propio Ayuntamiento.)

Sobre una loma en la Alameda y apenas subsistiendo un viejo torreón,

quedan esos residuos estatales de lo que fuera en su día, allá por 1.300, en

tiempos de Don Pedro de Castilla, “El Cruel”, que lo fundara, una fortaleza

de cal y canto, con foso y torreones, apercibido para su defensa.

Pocos son los datos que conocemos de esta pequeña fortaleza hasta

hoy olvidada y expoliada, lugar de juego de pillastres escapadas de los

colegios de los alrededores y cobijo de mendigos por las noches, pero esos

pocos datos serán más que suficientes para descifrar sus avatares históricos.

En tiempos de Enrique II, en 1385, este rey dadivoso, llamado por ello

“el de las mercedes” confió el Señorío de Barajas a uno de sus protegidos,

don Pedro González de Mendoza, de quien descenderían gran parte de la

primera nobleza española. (Dicha concesión, hizo que Barajas, por su

condición especial, estuviese ajena a Madrid hasta su incorporación el año

1950)

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El tercero de los Mendoza, Don Diego, enajenó el Señorío, que pasó a

los Zapatas. Los Sánchez Zapata fueron Copero Mayor de los reyes

Enrique III y Juan II. El sexto de ellos, don Francisco Zapata de Cisneros

fue agraciado por Felipe II, a quien sirvió muchos años, con el título de

Conde Barajas.

Más tarde, cuando el “Rey Prudente” manda hacer las famosas

“Relaciones” ya aparecen en ellas noticias sobre “La Alameda”, o como

antes se decía “El Alameda”, ostentado título de Villa, poblada por unos

cien vecinos (“pobres, pero sin quejas ni resentimientos”), y aunque en el

lugar no exista ningún hijodalgo, todos son labradores y “cristianos viejos”.

Otra reseña que aparece en una crónica de 1580, nos aclara que: “el

término es estrecho, sin piedras para edificar, las casas son de adobe, pero

sí hay un noble castillo donde en precario pasan sus horas los viejos

gentileshombres de los Zapatas, que van cediendo sus posesiones a los

Conde de Priego”.

Pues bien, en este encuadre medieval, hosca cañada con su vetusto

castillo, prisión de clérigos y militares, encarcelado con su fiel servidor

Quevedo, termina sus días, el máximo representante, el III Duque de

Osuna, don Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Guzmán, que siendo

Capitán General y Virrey con Felipe III, quien por intrigas palaciegas del

Conde Duque de Olivares, a la subida al trono de Felipe IV y esperando

entrar en Madrid desde Alcalá de Henares en olor de multitud, fue

encarcelado y muerto un año de 1624. Quevedo, que lo vivió y sufrió en

sus carnes dichas intrigas, lo relató diciendo: “Faltar puso a su Patria el

Grande Osuna; / pero no a su defensa sus hazañas; / diéronle muerte y

cárcel sus Españas; / de quien hizo esclava su fortuna”.

La Casa de los Osuna, con su feudo, rama de Acuña, son

descendientes de Pelayo Fruela, (“el diácono”, por sus órdenes sagradas),

en tiempo de Ramiro II.

Fue primer Duque, D. Pedro Téllez Girón y de las Cuevas, a quien

Felipe II le otorgó el título por su ayuda eficaz en el logro de hacerle a la

vez rey de Portugal. Dicho Duque muere en 1590. Los de Osuna fueron

rivales de la Casa de Alba, teniendo tanto una Casa como la otra,

posesiones capaces de cruzar media España, “sin salirse un palmo de sus

tierras”.

Llegaron a tener los Osuna una escuadra propia en el Mediterráneo.

Decir, por último, que la base del árbol genealógico es el Téllez-Girón, e

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incorporará en sus ramas a los Benavente, Infantado, Pimentel, etc.,

extendiéndose por toda Europa, como sucede con los Borgia.

LEYENDA DEL CAPRICHO.- La obra del “Capricho”, nombre

oficial y vulgar, tal como lo bautizó su verdadera inspiradora, la encopetada

e ilustre dama doña María Saga Pimentel, prima y rival de la de Alba y

nieta del susodicho Gran duque de Osuna. Era mujer extravagante y

manirrota. Para colmo de los bienes de la Casa de Osuna, vivió ochenta y

tres años. Compra en 1787 a los aldeanos de la Alameda y al Conde de

Priego los terrenos, para que siendo una más de las fabulosas propiedades

de los históricos Duques, es algo que ella mantuvo fielmente

denominándolo como “MI CAPRICHO”.

Goya, el Goya episódico, amable y cortesano, junto a la arquitectura

de los López Aguado, Machuca, Medina y a los jardineros de Martínez de

Salamanca y Francos de Sanguesa, formaron y dieron color a ese cuadro

barroco y ambiental que ha llegado hasta nuestros días. En el Capricho

tiene el pintor sus mejores inspiraciones bucólicas para sus cuadros

“goyescos” y de allí salen: “La caída del burro”, “El Columpio”, “Las

Majas del balcón”, La ciega de Goya”, etc.

Él, el poeta Iriarte y los minuetos de Boccherini, acompañan entre el

boscaje de la Alameda a aquellas damas de alma pastoril, en aquellos años

en que la naturaleza se pone de moda.

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Goya decora la biblioteca del Palacete, el Salón de los Espejos, la

Casa de la Vieja, etc. Sufrió serios desplantes de la Duquesa y él se

vengaría con la ferocidad de su ingenio pintando los “Caprichos”, junto a

los caprichos de la Osuna. Esta finca del “Capricho” estará ya siempre

formada por el genio, sombras y fantasmas de sus viejos propietarios.

Curiosos sin más, son los días y trabajos que el Duque “Melancólico”

añadió a la finca. Don Pedro de Alcántara y Girón, por el año 1835,

introduce nuevos elementos y monumentos a la regia mansión. Con el

escultor José de Tomás y Sanguesa, la hermosean y dan al conjunto un

estilo versallesco. Se monta la escuela de equitación, con jinetes,

palafreneros y mozos de cuadra traídos desde Inglaterra, celebrándose aquí

las primeras carreras de caballo de España. Los ricos aristócratas realizan

aquí esgrima y duelos amorosos en el Valle de los Duelos, con columnas

rematadas de hombres de capa y espada. (Es el paseo central que conduce

desde la puerta de hierro hasta la exedra)

Romántica sin más es la muerte de este Duque, Don Pedro, a los

treinta y tres años de edad. Su prima Inés, casada con el Marqués de

Alcañices, comparte muchas horas con él en esta histórica mansión.

Participa en frecuentes bailes, lo que hace que el Duque esté perdidamente

enamorado de ella.

Él, contrariado por unos amores imposibles, se encierra en su finca.

Ante su prolongado silencio, la prima Inés viene a visitarlo y a preguntar

por él. Los criados, siguiendo las instrucciones de su señor, le dicen que no

está. Doña Inés manda dar la vuelta al carruaje y cuando el Duque se entera

de su visita, ya el coche va camino de Madrid. El dolor del joven Duque es

tan grande que cae fulminado cuando se dirigía a poner fin a su vida

ahogado en el estanque. Los servidores le recogen y le trasladan a su

Palacio de la Cuesta de la Vega donde muere asfixiado de miocardio.

Con la muerte del X Duque de Osuna, estos jardines y todo el Señorío

de Osuna se desmorona. Los minuetos que alegran muchas veladas

dirigidas por Boccherini en tiempos de la Gran Duquesa se tornan

melancólicos. El aire otoñal de las arboledas muestran el luto por la pérdida

del romántico aristócrata, mecenas del engrandecimiento de esta Casa de

Campo.

Grande había sido su esfuerzo por rematarla y mejorarla, antes de la

confiscación en tiempos de José Bonaparte, quien otorga la propiedad de la

finca al General francés Beliard, no sin antes declarar traidor al XI Duque

de Osuna, Francisco de Borja, quien deja irreconocible. El General francés,

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en el paréntesis napoleónico, arrienda los terrenos a los vecinos y cuando

llega la derrota y la huída del invasor, entre la soldadesca, los colonos y

una turba de ladrones que habían asaltado y matado a guardas y jardineros,

dejan en el pillaje, arrasada la histórica finca.

Al Duque romántico, Don Pedro, le sucede su hermano “el loco de

Osuna”, Don Mariano Téllez-Girón y Beaufort, XII de Osuna, por apodo

“el segundón”, quien hereda la mayor fortuna de España y la consuma

íntegra.

En el libro biografía anteriormente citado de Marichalar, Marqués de

Montesa, “Riesgo y ventura del Duque de Osuna”, dice: “Que era un loco

que se creía Osuna y a quien no le bastaron diez enormes palacios, más de

cinco castillos, las tierra de los Osunas que daban más de un millón de

fanegas de trigo, para calmar sus vanidades”. En sus tarjetas esmaltadas

decía: “GRANDE DE LOS GRANDES DE ESPAÑA”.

Su prodigalidad le hizo célebre en toda Europa. Ni como General, ni

como político, ni como embajador, aceptó jamás sueldo del Estado.

Encopetado, necio, altivo e impertinente con los Grandes, fue caritativo y

afectivo con los necesitados. Amante de las dádivas, da a esclavos y

cosacos que le adulan y acompañan grandes cantidades de dinero. Ejemplo

de humillación a los Grandes, es el caso que protagonizó en San

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Petersburgo en que hizo copia y mandó vestir a sus cocheros y lacayos de

las soberbias capas y mantas gibelinas, que las grandes damas y esposa de

los Zares solían lucir en fiestas oficiales, presentándose él con el atuendo

de pavo real.

Otro ejemplo recogido en las crónicas de la época fue que en cierto

baile imperial, un noble ruso perdió una moneda de oro que comenzó a

buscar entre los pies del público asistente. El grandilocuente Osuna,

encendiendo un fajo de rublos le comenta al interesado: “¿Me permites

señor que os alumbre para buscar vuestra monedita”? ¿Verdad? ¿Leyenda?

Da igual a la altura de estos tiempos.

Sí es cierto que dicho Duque nace en Madrid el año 1814 y muere en

Bélgica el año 1882y que es traído a enterrar a Osuna (Sevilla). Como su

genio y figura duró hasta después de su muerte, al llevarle y quererle meter

en la cripta de sus antepasados, no pudo realizarse esto último, por ser

enorme el arcón que él mismo se había diseñado para su enterramiento, por

lo que hubo que depositarlo encima de la cripta. El pueblo andaluz, tan

dicharachero, achacó este inconveniente a un castigo de sus antepasados

que no quisieron admitirlo, por sus despilfarros y necias prodigalidades.

Su secretario particular y novelista, el cordobés Don Juan Valera,

cuenta muchas de sus insensateces. Entre otras, la cena fastuosa, en la que

el Duque arrojó al río Nova la vajilla completa de oro macizo, quizás para

superar en amplitud, la costumbre rusa de tirar las copas al baño. En otro

lugar, dice, que no dudó en hacer llegar a Varsovia desde España, un

rebaño completo de ovejas merinas, para cumplimentar el deseo de un buen

amigo. Otra vez hizo traer a un cazador asturiano para mostrar a los Nobles

rusos cómo se disparaba en el Norte de España.

El resentido novelista lo describe como miope, calvo (aunque ser

calvo entonces era moda), odioso y pesado, en grado tal, que las jóvenes

desdeñaban sus brutalidades.

En este desmoronamiento de la Casa de Osuna, entre subastas y

recompras, la “Ciega de Goya” buscando niños entre el boscaje, cae el

bello jardín de la Alameda, pasando a las manos de la poderosa familia de

los judíos Bauer, que dan nuevos días de esplendor a la finca. En el año

1928, las crónicas señalan que la reyna Doña María Victoria Eugenia y sus

hijos, con los últimos brillos de la Alameda, asisten a una gran fiesta donde

se dan corridas goyescas en la entrada de la finca. Por el año 1930, la

familia Bauer cae en la bancarrota. El 20 de octubre de 1934, es declarado

y calificado por el Estado como Jardín Artístico.

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Por último, señalar que durante la guerra civil, 1936-1939, trasladan

aquí su Cuartel General, los defensores republicanos de Madrid, General

Miajas y el Presidente Negrín. En el jardín de la Alameda, suge un

elemento insólito: las chimeneas del enorme refugio subterráneo a pruebas

de bombas que aún se conserva, aunque esté cerrado a cal y canto, evitando

la entrada a mendigos y drogadictos.

RESCATE, TRAS DE LAS RECOMPRAS.- Las compras y

recompras, terminada la guerra son frecuentes, como si las plagas de Egipto

cayeran sobre el Parque y la vieja propiedad de los Osuna. Entre las orugas,

la invasión para filmar películas de cine y, lo más peligroso de todo: los

especuladores de viviendas, van asolando, parcelando y talando el hermoso

y exuberante jardín, convirtiendo el boscaje en hormigón y ladrillo.

En tiempos del Alcalde de Madrid, Moreno Torres, la ofrecen al

Ayuntamiento a precio de ganga, pero no pueden con ello las arcas

municipales y las presiones e intereses urbanísticos que a la vez presionan.

Entre rapiñas y diversos abandonos de sus nuevos propietarios, los

Oyarzábal, se combaten y fumigan la plaga de orugas y se pretende

convertir la finca en un proyecto turístico, respetando y salvando sus

valores. No prospera esta intención, pese a contar con la aprobación de

Bellas Artes y de Información y Turismo, por la desdichada oposición del

nuevo Alcalde de Madrid, el ínclito Arias Navarro, que en su política de

jardines pretende adquirirla para el Ayuntamiento. Sin olvidar que

personalmente la pretendió antes para mansión familiar.

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Por fin, en tiempos del Alcalde García Lomas y antes el Notario D.

Javier Gaspar Alfaro, se escritura para el Municipio de Madrid. Con ello se

inicia, aunque no del todo, con el bello y viejo conjunto, una nueva y

definitiva posesión, que esperamos sea definitiva para la recuperación del

conjunto y puesta a disposición de los vecinos de la Villa de Madrid.

¿Pero, qué fue del ducado de los Osuna? El último Duque, el XIV,

Don Mariano Téllez-Girón y Fernández de Córdoba, falleció en 1925. Dejó

una hija, Doña Ángela María Fernández de Córdoba y Pérez, que vivía en

un simple piso de Madrid, en la calle Doctor Fleming. Así es la Historia.

Señalar, que actualmente el jardín de La alameda de Osuna “El

Capricho”, está completamente recuperado, siendo lugar privilegiado de

paseo para los ciudadanos madrileños que a él se acerca. En su afán de

conservación, no está permitida la entrada de animales de compañía y

bicicletas, siendo lugar para la lectura y el reposo. El jardín sólo permite

entradas los sábados, domingos y días festivos y en un número de visitas

determinadas. El hermoso lugar, durante la primavera y el otoño

(principalmente) acoge conciertos de música y certámenes de pintura

rápida, así como otros eventos culturales no agresivos con el entorno.

Finalizar señalando que el Ayuntamiento de Madrid está trabajando en

la recuperación del Palacio, trabajos que están muy avanzados en estos

momentos, sin que sepamos ciertamente qué uso definitivo se le va a dar a

tan magnífico edificio.