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Texto 1 La alegría de servir El que sirve encuentra la felicidad Acostumbrémonos a hacer algunas cosas bellas en favor de nuestra ciudad, en favor de nuestro pueblo. Volvámonos inspirados. Volvámonos servidores. El que sirve encuentra la felicidad. Usted, si es campesino, puede comprar y sembrar unos cuantos árboles. Puede traer nuevas especies a su huerta, a su hacienda, puede regalar unas cuantas a sus vecinos. Aprenda a regalar. Usted puede embellecer su casa, reunirse con sus vecinos para mejorar totalmente su calle. Usted puede mejorar su jardín, no lo deje decaer y marchitarse. De vez en cuando prestar un servicio de transpone a alguno que va por su camino. Usted puede enterarse de las necesidades básicas de un vecino pobre y ver qué puede hacer. Regalar un saludo, una sonrisa. ¡Eso no le cuesta nada! Preguntar qué libro necesita el niño que pasa y ¡regalárselo! Usted puede comprar unos zapaticos para el niño que lleva los zapatos rotos. Usted debe sentir la alegría de servir a los hombres, a las mujeres, a los niños, a los viejos. Usted puede volverse una persona extraordinaria en el mundo, prestando servicios diariamente. Usted puede salir del anonimato, de la mediocridad, de los que pasan la vida sin ayudar a nadie. Usted puede entrar en la belleza de un sentimiento que es sentirse hermano de los hombres, de los desconocidos, de los anónimos. Que todo lo humano le sea fraternal, le sea interesante. Que usted, de algún modo, participe del gran engranaje de la vida y del mundo. Que cuando usted mire su pueblo, mire su plaza, mire su iglesia, mire su escuela, pueda decir: esta casita la hice yo, este granito lo puse yo. En este ancianato, en esta escuela, en este colegio, en esta calle, en este taller, en esta empresa yo hice algo. Yo no pasé por la vida sin haber hecho nada. Yo no guardé todo para mí, para mis hijos, para mis allegados. Yo compartí. Yo simpaticé con todos, yo me inundé de amor para con todos, yo besé en silencio, yo miré con ternura, yo nunca fui indolente, yo nunca odié.

La Alegria de Servir

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Texto de Rafael García Herreros

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Page 1: La Alegria de Servir

Texto 1La alegría de servir

El que sirve encuentra la felicidad

Acostumbrémonos a hacer algunas cosas bellas en favor de nuestra ciudad, en favor de nuestro pueblo. Volvámonos inspirados. Volvámonos servidores. El que sirve encuentra la felicidad.

Usted, si es campesino, puede comprar y sembrar unos cuantos árboles. Puede traer nuevas especies a su huerta, a su hacienda, puede regalar unas cuantas a sus vecinos. Aprenda a regalar.

Usted puede embellecer su casa, reunirse con sus vecinos para mejorar totalmente su calle.

Usted puede mejorar su jardín, no lo deje decaer y marchitarse. De vez en cuando prestar un servicio de transpone a alguno que va por su camino.

Usted puede enterarse de las necesidades básicas de un vecino pobre y ver qué puede hacer.

Regalar un saludo, una sonrisa. ¡Eso no le cuesta nada!

Preguntar qué libro necesita el niño que pasa y ¡regalárselo! Usted puede comprar unos zapaticos para el niño que lleva los zapatos rotos.

Usted debe sentir la alegría de servir a los hombres, a las mujeres, a los niños, a los viejos.

Usted puede volverse una persona extraordinaria en el mundo, prestando servicios diariamente.

Usted puede salir del anonimato, de la mediocridad, de los que pasan la vida sin ayudar a nadie.

Usted puede entrar en la belleza de un sentimiento que es sentirse hermano de los hombres, de los desconocidos, de los anónimos.

Que todo lo humano le sea fraternal, le sea interesante. Que usted, de algún modo, participe del gran engranaje de la vida y del mundo.

Que cuando usted mire su pueblo, mire su plaza, mire su iglesia, mire su escuela, pueda decir: esta casita la hice yo, este granito lo puse yo.

En este ancianato, en esta escuela, en este colegio, en esta calle, en este taller, en esta empresa yo hice algo.

Yo no pasé por la vida sin haber hecho nada. Yo no guardé todo para mí, para mis hijos, para mis allegados. Yo compartí. Yo simpaticé con todos, yo me inundé de amor para con todos, yo besé en silencio, yo miré con ternura, yo nunca fui indolente, yo nunca odié.

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Page 2: La Alegria de Servir

Texto 2EL VOLUNTARIADO

Estamos en la vida exclusivamente para amar y para servir. El Grupo de Damas del Voluntariado ha comprendido plenamente este lema de la existencia: amar y servir.

Ellas están sirviendo donde se las llama, en los hospitales, en los ancianatos, en los orfelinatos.

Todas las personas que tienen libres sus horas no pueden, de ningún modo, perderlas u ocuparlas en ociosidades.

Hay una exigencia interior, implacable, de servir, de ocupar el tiempo en cosas útiles, pero sobre todo, en prestar servicio a los desamparados.

Bellísima la obra que están realizando las Voluntarias. Están cumpliendo con el deber de la vida; están dando un ejemplo precioso a muchas personas.

Que su servicio sea un servicio lleno de amor, de ternura, para los necesitados. Que descubran la belleza de un hombre enfermo, la belleza de un niño abandonado, la belleza de una persona que las necesita y que Dios se las pone en su camino, para que le hagan el bien.

El Voluntariado es uno de los inventos más lindos del mundo moderno. Antes, las mujeres no sabían qué hacer, aparte, como decía el refrán alemán: “tener hijos, atender la cocina e ir a la iglesia”.

Ahora han descubierto que pueden servir en los distintos voluntariados. La mujer es un poco más de la mitad de la población. Si muchas de ellas se estimulan al servicio, se transforma toda la sociedad y se da una nota realmente bella para todo el país.

El Voluntariado está llamado a embellecer y a perfumar a Colombia, con sus servicios, con su ternura, con su delicadeza femenina.

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Page 3: La Alegria de Servir

Texto 3Ejemplo a favor del bien común

Hoy ha llegado el señor Presidente de la República de una eficaz y ardua faena. Nos ha dado ejemplo, a todos los colombianos, de una lucha sin tregua a favor del bien común.

Este ejemplo lo debemos seguir en la modestia de nuestro ámbito. Debemos saber que el tiempo es precioso en nuestra vida, que perderlo es irreparable, que el único modo de no malgastarlo, es entregarlo al servicio del hombre.

Cuando estamos ayudando al hombre, cuando estamos sirviéndole, cuando estamos apreciándolo, ese es el tiempo que se eterniza.

Todo lo demás es transitorio, y se marchita, menos el tiempo que consagramos al hombre. Nuestro servicio al hombre se mezcla misteriosamente y se convierte en servicio y amor a Dios.

En la tierra no tenemos ninguna presencia visible de Dios, sino el hombre, que es signo y sacramento divino.

Es maravilloso existir, porque podemos servir, amar y transformar. El mejoramiento de Colombia, de nuestro pueblo, no pensemos que nos vendrá de la ayuda externa, sino de nuestro propio esfuerzo del impulso de cada uno de nosotros, por pequeño que sea.

Lo que necesita Colombia, no son tantos dólares, como generosidad y entrega de los propios colombianos. Lo que se requiere es nuestro trabajo, nuestra iniciativa, nuestra responsabilidad.

Hay pueblos en las provincias que vegetan en la pobreza, en la suciedad, en el abandono, tanto en el páramo, como en las tierras cálidas. Todo, porque sus habitantes no han despertado.

Porque no hay alcalde, ni personero, ni juventud, solo hay entes. Porque ninguno se ha dado cuenta, de lo que es trabajar, personalmente en favor de los demás. Arreglar las calles, sembrar árboles, plantar frutales, todo eso son cosas sencillas, que las podemos hacer nosotros, sin gastos especiales, sin la ayuda externa. Sin que intervenga el BID ni el AID, ni la Alianza para el Progreso, pudiéramos poner pequeñas industrias con nuestros pequeños capitales.

La proeza del Señor Presidente de la República, nos debe enseñar a nosotros a nacer algo por los demás. No buscar siempre exclusivamente nuestro propio interés o el interés de nuestra familia.

Este ejemplo magnífico, nos debe llevar a cumplir un servicio en favor de Colombia, según nuestras posibilidades: a regalar una escuela, a montar un taller, a blanquear nuestra casa, a arborizar nuestra cuadra, a alfabetizar a un ciudadano.

Estas serían cosas que podríamos hacer, y que serían nuestra silenciosa respuesta a su magnífica entrega.

Toda nuestra vida es radicalmente transitoria y deleznable. Lo único que nos salva de la transitoriedad, es el amor consciente al hombre, es el despertar a la inmensa belleza del universo. Esta actividad humanística, está hondamente vinculada a Dios y a Cristo.

Padre Rafael García Herreros

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