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La caja negra

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Antología de cuentos de terror realizada por los estudiantes de 1°A del Colegio San Francisco de Sales

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Índice

Prólogo 4El jardinero – María Eugenia Alonso 5El hospital abandonado – Juan Anton 7El misterio de la casa – Martín Ayude 9Extraño hospital – Lucía Berger 11¿Para qué? - Valentina Bonini 14 Supervivencia – Nahuel Caero 17Observándome – Agustín Castello 19El misterio del portero – Lucas Agustín Chávez 21La casera – Facundo Collinet 23Historia de Terror – Micaela De Seta 25La locura urbana – Diego Diez 27Asesinato en el parque de la ciudad - Belén Fernández 29La casa de los muertos – Luciana Garegnani 32La casa de los sustos – Marco Gonzalez 34 Misteriosa Jazmín – Florencia Kantor 36Sangre maternal – Tomás Lepez 43Bnvidos Jkonvlle – Luna López 45Tim – Victoria Macri 48Una noche en la casa del pueblo – Florencia Maria 50Atrapado en un sueño – Luciana Martin 58La venganza del médico – Rocío Michelín 61[23/05/2008] – Melina Monachello 63Un pasado olvidado y un futuro perdido – Mara Pérez Arostegui 66Mis dos noches en el hospital terrorrífico – Federico Perinetti 71Bailando también podemos sufrir – Renata Presas 73El misterio de la casa – Matías Radrizzani 76Desaparición oscura – Matías Río 78¿Es solo un sueño? - Mathías Ríos 80La carta final – Santiago Sobrado 81Pesadilla satánica – Juan Solari 83Una muñeca endemoniada – Ayelén Sosa Costa 86La venganza más inesperada – Lucía Vilar 88

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Prólogo

Un día, mientras estaba en mi cuarto pensando cómo encontrar una experiencia nueva con la literatura, se me ocurrió la idea de recorrer la casa en busca de algo interesante. Está de más decir que soy Otto Ermenegildo, uno de los escritores más famosos de ciencia ficción del país. Acostumbro buscar y rebuscar objetos misteriosos que inspiren mis historias.

En este recorrido del que les hablaba, descubrí una caja muy vieja, que nunca antes había visto y que me llamó la atención. Deben saber que soy una persona muy curiosa y siempre me dejo tentar por estas circunstancias. Entonces, no esperé mucho tiempo para pensarlo y la abrí: allí me encontré con una interesante colección de hojas, numeradas, que parecían ser historias pero no justamente de las que a mí más me atraían. Eran de un género que algunos dicen, es de los mejores de la literatura, pero a mí nunca me había llamado la atención. Sin embargo, le di una oportunidad al terror…

Luego de haber pasado una semana leyendo estas historias, me di cuenta de que algo cambió en mí. Las imágenes: hospitales abandonados, playas desiertas, casas deshabitadas y desoladas, cementerios, calles lúgubres, sin vida, trenes arrumbados, quedaron grabadas en mi memoria y ya no me abandonarán; seguirán dando vueltas en mi pensamiento, atormentándome, y serán parte de mis nuevos escritos.

Mientras tanto, esos cuentos que descubrí forman parte de esta antología del terror, llamada La caja negra. Los invito, entonces, a conocer el misterio y el verdadero miedo...

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El jardinero

Pedro era el jardinero de la familia Fernández, tenía el pelo oscuro, ojos azules, era valiente y humilde. Vivían en una mansión lujosa de Pompeya. En la entrada, había una alfombra blanca y negra, en el piso superior estaban las siete habitaciones, incluyendo la principal, que tenía dos lámparas de cristal y una cama grande con una cabecera de madera, dos sillones blancos y un balcón con vista al patio trasero de la casa.

Un día, cuando Pedro estaba cortando el césped del jardín, se acercó un hombre flaco, alto, de pelo corto y prolijo, con unos grandes ojos negros: era José, el dueño de la casa. Se acercó a él y le ofreció el trabajo de casero durante todo el invierno y le dijo que, si lo aceptaba, le daría el doble del dinero que ganaba en todo un año.  

La familia Fernández viajó a Suiza ese mismo día. José le entregó las llaves a Pedro y le advirtió que tuviera mucho cuidado, especialmente en las noches, porque siempre se escuchaban ruidos extraños.

En la primera noche Pedro creyó escuchar un ruido afuera de su habitación, pero decidió ignorarlo al recordar la advertencia que le había dado José esa misma mañana. Ese molesto sonido era cada vez más fuerte y más cercano a su cuarto. El lugar era muy espacioso, tenía una biblioteca y del techo colgaba una gran lámpara de cristal, junto a su cama había una mesa de luz con una pequeña lámpara gris.

Pedro se levantó para ver qué era ese ruido extraño. Cuando estaba al pie de la cama, a punto de abrir la puerta de su habitación, escuchó el grito de una mujer y salió corriendo hacia las escaleras para ver de qué se trataba, pero cuando estaba bajando sintió un empujón y se cayó de las escaleras. Al despertar se encontraba en la cocina y llevaba una nota pegada a su remera. En ella, le advertían que si no dejaba la casa algo malo y trágico le podría suceder, pero ignoró la nota creyendo que se trataba de una broma que le hacía José para que estuviera atento a la casa y no se distrajera.

Al día siguiente, Pedro decidió recorrer la mansión en busca de alguna pista sobre los ruidos o la nota que le habían dejado. Empezó por el sótano, estaba completamente oscuro y desordenado, y encontró una mochila pintada de negro. Dentro de la mochila había una remera manchada de sangre y un cuchillo también manchado con sangre. Al ver esto Pedro fue en busca de ayuda, pero cuando lo estaba haciendo, algo lo tomó del pie y cayó al suelo sobre unos pedazos de vidrios rotos. La puerta se cerró de un golpe, dejándolo atrapado en el sótano y sin poder hacer

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nada. Se levantó lo más rápido que pudo e intentó abrir la puerta para poder escapar,   pero no lo consiguió. Empezó a pedir ayuda a gritos pero nadie logró escucharlo ya que era el único en la casa. Entonces, sintió una brisa detrás de él y se volteó rápidamente para ver de qué se trataba, y cuando se dio vuelta vio a una figura completamente vestida de rojo con el cuchillo que estaba en la mochila que había encontrado.  

Pedro se despertó sobresaltado y se dio cuenta de que todo lo vivido solo había sido un sueño. Se encontraba en una pequeña habitación con todas las paredes acolchadas y llevaba puesto un chaleco de fuerza que no le permitía mover los brazos. Estaba en un hospital psiquiátrico.    

María Eugenia Alonso

María Eugenia Alonso nació el 30 de septiembre de 2001, en el hospital Santa Isabel. Fue al jardín Guillermo Rawson. Realizó toda la primaria en el colegio San Francisco de Sales, actualmente realiza el secundario en ese mismo colegio.

Su primera experiencia con el género terror fue en quinto grado, leyendo el cuento “Maruja” de Ema Wolf. No provocaba miedo, pero fue la primera historia de ese género que leyó y también hizo que se interesara más en ese tipo de historias y en la lectura.

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El hospital abandonado

Me llamo Airton, tengo 23 años. Soy australiano pero vivo con mi familia en Estados Unidos, California, porque juego en un club de fútbol de ahí. Soy alto y flaco. Me gustan las películas de terror e investigar lugares extraños.

Un día, cuando fui a pasear con mi familia por el centro de la ciudad, pasamos por el hospital municipal abandonado. Mi hermano, mi mamá y yo quisimos entrar para echar un vistazo, pero mi papá dijo que podría haber algo terrorífico en él. Al llegar a casa buscamos por internet fotos e información de ese hospital: eran terroríficas. Había personas que parecían monstruos, eran horribles: les faltaban partes del cuerpo y estaban desnutridos.

Cinco horas después, fuimos a buscar a mi mamá para ir al hospital a echar un último vistazo. Cuando entramos allí, mantuve presionado los interruptores de la luz para que se encendieran pero no estaba bien conectada la bombilla con los cables. Por las dudas, habíamos llevado una linterna, que al final nos sirvió de mucho.

Íbamos de habitación en habitación hasta que llegamos al baño. Escuchamos ruidos y nos metimos allí. Entonces vimos que la bañera estaba repleta de sangre, como si hubiesen matado a alguien dentro de ella. Tuvimos tanto miedo y asco que empezamos a correr por todo el hospital. Al correr nos perdimos; yo recorrí todo el hospital y no los encontré ni a mi hermano y ni a mi madre. Esperé y esperé a que hubiera un ruido y así fue. El ruido era de un vidrio roto, me empecé a asustar, fue como cuando estás solo en un campo y escuchás voces que no reconocés que te dan miedo. Vi algo, pensé que eran sombras mías pero eran fenómenos raros y maléficos. Empecé a correr como nunca, fue como un entrenamiento pero en un hospital. Vi una habitación y entré en ella. Cerré la puerta tan fuerte que se rompió el picaporte. Me quedé encerrado, no tenía salida.

Cuatro horas después, logré salir dando una patada y me doblé el tobillo. Salí al pasillo y vi una luz al final del camino. La seguí, pero cuando me faltaban cinco metros para llegar a ella aparecieron esos fenómenos que daban miedo. Grité con terror, todo era horrible. Traté de llegar a la puerta. Cuando estaba saliendo del pasillo me di cuenta, por la luz, de que había una ventana, la atravesé y caí al cesto de basura que estaba en la parte trasera del hospital. Llegué a mi casa y solo estaban mi papá y mi perro Chop. Le dije a mi papá lo que había pasado. Él se puso a llorar, desesperado. Luego de un tiempo, nos fuimos nuevamente del país

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con rumbo a Australia para hacer una nueva familia. A los dos meses, nos empezó a investigar el F.B.I pero no nos

encontraron, era como si ya hubiésemos muerto, no aparecíamos entre las personas de ese país. Nos buscaron y buscaron, pero al parecer, cuando indagaron de nuevo lo sucedido en el hospital, encontraron nuestras pertenencias. Las estudiaron y el resultado fue que éramos gente demoníaca.

Juan Anton

Juan nació el 20 de diciembre de 200, en Capital Federal. Su nacimiento fue en el hospital Santa Isabel, en Flores. Sus padres se llaman Gabriela y José Luis, tienen 50 años. En 2005, nació su hermanito llamado Simón.

En 2014, Juan terminó el primario en el colegio La obra y arrancó el curso de ingreso al secundario. Actualmente va al Instituto San Francisco de Sales.

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El misterio de la casa

Hace mucho tiempo, en 1985, un joven y tranquilo muchacho llamado Miguel, de gran estatura, y ojos y pelo marrones, vivía en Villa la Angostura, ciudad de Neuquén, muy hermosa, por cierto. Cursaba el cuarto año de secundaria y estaba de vacaciones. Un día, él y sus dos valientes amigos de la escuela, Matías y Esteban, a los cuales les encantaban las aventuras, se juntaron, por la tarde, frente a un río bellísimo, y además, conocido por su buena pesca, y se pusieron a charlar sobre fútbol, chicas, autos, rock y a tocar canciones ícono de aquella época.

Así pasó un largo tiempo…Cuando se dieron cuenta, ya era muy tarde y debían regresar rápido a

sus casas. En su afán de apurar el paso, Esteban se dobló bruscamente el tobillo y pareció habérselo quebrado. Los otros dos, Matías y Miguel, lo cargaron hasta una casa que, con la fachada gastada y despintada, sin ventanas, sonidos extraños y olor a humedad, era la única opción cercana para pedir auxilio: no había otro lugar. Miguel tocó a la entrada y se escuchó la voz de una anciana diciendo: “Pase”. Cuando abrieron y entraron, la puerta se cerró sola. Ellos empezaron a preguntar: “¿Hay alguien? Necesitamos ayuda”. Nadie respondió.

Cuando decidieron irse, no pudieron abrir la puerta. Como tampoco había ventana a la vista, no encontraban manera de escapar. Pero se veía una leve luz, en el segundo piso, que revelaba una antigua y rústica escalera. Decidieron subir. Esta era de madera y rechinaba mucho al pisar los escalones, generando un ruido que pondría nervioso a cualquiera. Con miedo, pero con mucha valentía al mismo tiempo, empezaron a ascender. Mientras lo hacían, escuchaban una palabra: “muerte”. Esto los asustó, pero la intriga podía más que el miedo en ese momento para los muchachos. Totalmente sudados por la tensión, y con la garganta seca, llegaron al segundo piso.  Automáticamente pensaron en abrir la puerta y Esteban dijo:   

-Vamos, entremos a ver si hay una cama donde poder reposar un poco, porque me está empezando a doler mucho más el tobillo.

Rápidamente, Matías y Miguel lo tomaron fuertemente, y este último, con mucho temor e intriga, abrió suavemente la puerta. En ese momento, se les cruzó que esa habitación podía ser de mil maneras diferentes: lujosa, pobre, que estaría vacía, que estaría llena, de todo, hasta

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se les erizaba la piel del miedo. Pero al abrirla se dieron cuenta de que no era nada más ni nada menos que un cuarto de huéspedes como cualquiera. No tenía nada más que una cama, una mesa de luz y un armario, (con algunos extraños dibujos que parecían formar una cara gritando) del cual salía una hendija de luz que iluminaba un poco el lugar. Apenas entraron, los dos ilesos, apoyaron a Esteban en la cama y luego se centraron en ver el armario, el cual parecía tenerlos hipnotizados a los tres. En un momento, miraron el mueble, y Matías se levantó y dijo:

- ¿Lo hacemos o no?Miguel dijo que sí con la cabeza y Esteban también. Miguel ayudó a

este  último y se pusieron a la par de Matías y juntos abrieron la puerta. Sentían que un escalofrío les recorría toda la espalda, tenían el corazón a mil por hora, los tres entraron al armario. Y fue lo último que hicieron...

Martín Ayude

Martín Nicolás Ayude nació el 27 de julio de 2001 en Buenos Aires, Argentina. Fue al colegio Euskal-Echea, lugar donde aprendió a leer y escribir. Durante su infancia desarrolló varios gustos, como es el caso de la lectura. “Siempre me gustó leer mucho, en particular los cuentos de aventuras y de misterios” dice el joven autor. A sus 12 años escribió su primer cuento, con el que le fue muy bien. Desde ahí no volvió a producir hasta el cuento actual, que se llama “El  misterio de la casa”. Pertenece al género del terror, promete varios aciertos y parece conformar a Martín con su trabajo.

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Lucía BergerExtraño hospital

Estaba pensando en visitar aquel hospital abandonado, en el que murieron cientos de personas, pero una en particular, una que yo conocía y falleció de una forma inexplicable. No tuvo nunca una enfermedad, no se sabe por qué o cuál fue la razón de su ida. Yo quería ir a investigar los documentos de Carlos, (la persona fallecida), que están archivados en el establecimiento abandonado, con la compañía de mis amigos, Matías, Alejo y Patricio, los cuales estuvieron esperando junto a mí mucho tiempo para poder animarnos a ir y descubrir cuál fue el motivo por el cual murió Carlos.

Hoy, 12 de julio de 2015, una noche fría, mis amigos y yo finalmente nos atrevimos a ir, pues la curiosidad ya nos estaba cansando.

Después de casi una hora y media de viaje en tren, llegamos. Recuerdo que había muchos carteles que prohibían el paso, pero no nos importó y pasamos igual. Una vez que estábamos frente a la enorme entrada del lugar me sorprendí y me asusté, y me quedé parado involuntariamente mientras un frío muy intenso recorrió mi cuerpo; ignoré eso y seguí caminando delante de mis amigos para guiarlos. Unos minutos después, llegamos al pasillo principal del hospital, no se veía nada, pero se sentía una energía muy negativa, y había un espantoso olor a humedad y a suciedad. Por suerte, Patricio había llevado una linterna, la prendimos y nos impresionamos al ver que la sala de espera se estaba derrumbando. Seguimos nuestro camino igual, a pesar de que ya el temor nos atosigaba. Luego llegamos a la sala de emergencias, la que, 10 pasos más adelante, nos introduciría directamente en la oficina principal, donde rápidamente entramos a buscar el archivo de Carlos.

Una vez allí, lo encontramos, enseguida, por suerte, y vimos que había tenido un antecedente de rabia. Cerré el archivo y me quedé pensando cómo pudo ser que nunca aparentó sostener esa enfermedad. Suspiré y me llevé el archivo. Los chicos me esperaban en la puerta. Salí. Mientras íbamos todos juntos hacia el pasillo principal para salir del hospital, escuchamos un extraño ruido que provenía de la oficina; nos dirigimos hacia allí, no había nada, dimos la media vuelta y seguimos naturalmente, Pero Alejo le dijo a Patricio que lo acompañara a la sala de espera, supuestamente le había parecido ver a alguien ahí. Nahuel y yo quedamos solos y sin luz porque Patricio se había llevado la linterna, por

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suerte tenía el celular y pude alumbrar un poco con el reflejo de la pantalla. Nos sentamos a esperar a que volvieran. Pasaron como veinte minutos y no aparecían, ya muy preocupados decidimos ir a buscarlos. No estaban. Nos desesperamos y volvimos a recorrer la sala pero seguían sin aparecer. El tiempo se nos hacía cada vez más largo, pero al fin apareció Patricio, llorando desconsoladamente diciendo que Matías había muerto. En ese momento sentí en mi un enorme escalofrío y una nueva sensación de que algo muy malo nos podría pasar; y así fue.

En un instante pude apreciar cómo Patricio era llevado a la fuerza por un señor de negro, muy peculiar. No pude reaccionar, y Patricio desapareció. Al mismo tiempo Nahuel corrió detrás de él, pero no pudo alcanzarlo. Al volver, volvió a aparecer ese mismo extraño hombre y se lo llevó a rastras a mi compañero, dejándome solo en medio de un ataque de pánico.

Rápidamente, prendí la linterna de mi celular, y emprendí entonces el mismo camino en el que se fueron involuntariamente mis amigos. Al llegar, los encontré muertos a los tres, dos de ellos, (Matías y Patricio), degollados. Al ver esto, llamé a la policía, pude darles con suerte la dirección porque cuando estaba por transmitirles lo sucedido para enviar ayuda, sentí como lo poco que podía ver se nublaba y comenzaba a desaparecer, sintiendo como lentamente mi cuerpo era atraído por el piso, dejando caer mi cabeza tan fuerte contra el piso que me desmayé.

Luego de unas horas transcurridas volví a reaccionar y me encuentro en otro hospital, acostado en una camilla, con suero, rodeado por mi madre y mi padre, no entendía qué había pasado. A los dos días me dieron el alta, y volví a mi casa, intenté llamar a mis amigos para saber qué fue lo que había pasado, pero nadie contestaba, fue entonces cuando volvió a mi mente todo lo que había sucedido, y me quedé tildado un par de minutos, hasta que reaccioné nuevamente. Me había replanteado, entonces, de volver a investigar cuál fue el extraño caso de muerte de Carlos; pero me pareció más conveniente realizar búsquedas por fuentes de internet, o simplemente conseguir números y tratar de localizar a alguien que sepa sobre él y lo que le había pasado.

Pasaban los días y yo seguía sin respuestas. Decidí una noche salir a caminar, pensando en ese entonces, qué fue

lo que ocasionó esa extraña muerte de Carlos.De repente, sentí que alguien me susurra al oído, pero al darme

vuelta, no había absolutamente nadie. Seguí caminando con la ilusión de que sólo fue una sensación, producto de lo que tenía en mente. No habían

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pasado ni cinco minutos, cuando volví a escuchar ese escalofriante susurro que me erizó la piel. Me quedé parado, en shock. Fue entonces cuando en un parpadeo había aparecido aquel hombre de negro, del susto me había caído al piso. Me agarró, pues, del cuello, tan fuerte que me cortaba la respiración, y me dijo:

-Vine a buscarte.- Con una voz espeluznante. Allí fue donde de repente no escuché, vi ni sentí nada más. Supe que

había muerto, cómo no se. Al rato transcurrido me despierto, en medio de la nada, estaba todo oscuro. Sentí una mano, bastante grande. Cuando me di vuelta me encontré entonces con este extraño hombre, que me había matado de la manera más bruta a mí y a mis amigos. Pude ver bajo un pequeño reflejo de luz, su cara, era Carlos.

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¿Para qué?

Todo comenzó en el colegio Rockland High School, ubicado en una parte alejada de la ciudad. Era un lugar tranquilo donde los jóvenes asistían toda la mañana y a la tarde iban a sus casas. Nunca hubo problemas allí: los vecinos se llevaban bien, los chicos eran más relajados, todo parecía perfecto hasta que se puso de moda un juego que trajo graves consecuencias.

Hanna estaba en el patio con sus cinco amigos: Peter, Mariana, Lucas, Cinthia y Andrés. Todos eran adolescentes y querían lo mismo: estar a la moda en todo sentido, no solo en la ropa sino también con las redes sociales y lo que sucedía en ellas.

La más valiente era Hanna, pero eso no significaba que no tuviera miedo. Los “hombres” del grupo eran más temerosos de lo normal pero se hacían los fuertes. Mariana era una chica común, siempre pensaba antes de actuar, se animaba a cualquier cosa y no demostraba sus sentimientos nunca. Luego estaba la pobre Cinthia, no hacía cosas porque sí, pero sus amigos siempre la terminaban convenciendo.

Estaban charlando sobre la tabla ouija, un juego de moda en el que podías comunicarte con los espíritus de los fallecidos. Hablaban encantados sobre el tema pero en el fondo tenían terror, nunca se animarían a jugar, o eso pensaban ellos.

—¿Y si compramos una?—dijo Hanna— No creo que pase nada, es un simple juego. Probablemente sea mentira todo lo que dicen.

— No sé… Escuché que los que juegan después pagan las consecuencias. No creo que sea una buena idea. —opinó Cinthia, la más temerosa.

Todos empezaron a discutir si jugar era correcto o no. Algunos tenían opiniones encontradas, querían jugar para demostrar que no les daba miedo pero el terror los invadía.

—¡Esperen!— gritó Andrés— ¿Para qué? Quiero decir, ¿para qué jugar? No es necesario, no es que tenga miedo eh.

— Emmm, para… para… para… ¡no aburrirnos! Para eso, sí, eso. —dijo Lucas.

—Bueno, listo, basta de hablar, después del colegio vamos a comprar la tabla. — ordenó Mariana.

Así había terminado su conversación, después irían a comprar el

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juego, estaba decidido.A la salida de la escuela, todos se encontraron y emprendieron la

búsqueda de la tabla. Una vez que la encontraron, Hanna ofreció su casa para juntarse. Sería esa misma noche, planearon jugar en el sótano así sus padres no los molestarían.

La hora llegó, ya estaban todos reunidos en su casa. Se encontraban en la cocina, pero habían decidido jugar en el comedor, según ellos era para estar más cómodos aunque la verdad era que estaban muy asustados, esa era la razón.

Se dirigieron hacia el lugar donde jugarían, Hanna había dejado la tabla allí pero en ese momento ya no estaba. Les pidió a todos sus amigos que la ayudaran a buscar. A Peter se le había ocurrido que quizás estaría en el sótano. Ese era el lugar donde iban a jugar, probablemente Hanna la había dejado ahí y se había olvidado de ir a buscarla. Bajaron todos los amigos al sótano, pero una vez allí se escuchó un ruido seco, parecido a un golpe y todo se volvió oscuro. Se habían quedado encerrados.

No había nada que sirviera para iluminar el lugar, y, para colmo, todos sentían que había alguien, además de ellos, allí presente. También se escuchaban ruidos raros, pasos de personas, susurros que no eran del grupo de amigos.

Estaban en la búsqueda del interruptor de la luz. Tocaban las paredes, a veces las chicas palpaban algunas telarañas y eso hacía que gritaran y se asustaran más. Luego de lo que para ellos fue una eternidad, pero que solo habían sido cinco minutos, lograron prender una luz que no iluminaba mucho, pero servía de algo. Gracias a ella, vieron la tabla ouija allí. Les dio algo de miedo pero lo ocultaron.

La puerta seguía trabada y no había forma de salir; probaron abrirla de múltiples maneras pero era imposible. Gritaron pero los padres de la dueña de casa no los escuchaban y ellos cada vez sentían más terror. La que se mostraba más calmada era Hanna, supuestamente era la más valiente. Les dijo a sus amigos que jugaran a la Ouija ya que no había nada para hacer. Se sentaron en círculo para empezar, en el aire se sentía el miedo de todos. Abrieron la tabla con mucha precaución, como en las películas, creían que si lo hacían rápido pasaría algo.

El primero en comenzar fue Peter, preguntó si había alguien allí y las manos de todos, que estaban unidas en la "brujulita" del juego, se movieron juntas hacia la palabra "SÍ". Luego Hanna le pidió que dijera su nombre y la tabla los condujo hacia las letras hasta formar el nombre "Tayler". En ese momento, todos largaron el aire que tenían contenido, se

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miraron unos con otros, mientras seguía habiendo ruidos en esa habitación, Cinthia rompió el silencio y dijo:

— ¿Para qué estamos jugando a esto? ¿Para qué?Esa pregunta sonaba en las cabezas de todos, tenían terror, los ruidos

cada vez se hacían más fuertes, se agarraron de las manos como símbolo de unión y de golpe se escuchó un estallido, la luz se había ido otra vez y ellos habían muerto. ¿La causa? No se sabe. Solo se conoce que los padres de Hanna los encontraron a todos allí sin vida, pero la tabla Ouija no estaba. Para la gente del pueblo, esto resultó un desconcierto que movilizó de tal forma a sus habitantes que comenzaron a tener temor, sin saber a qué. Este suceso hizo que la paz que alguna vez hubo en el pueblo no existiera más.

Valentina Bonini

El 11 de abril de 2002 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires nació una niña llamada Valentina Bonini. Hija de María Eugenia Tagliani y Claudio Bonini, hermana menor de Agostina Bonini.

Comenzó desde muy pequeña el colegio, donde aprendió a leer y escribir y así fue involucrándose en la escritura de cuentos de todo tipo de género.

A partir de sexto grado empezó a trabajar con los textos de terror, que tanto le fascinan. Así poco a poco fue perfeccionándose y sigue haciéndolo en el presente. Hoy trae un cuento de este género, basado en la famosa tabla ouija y en todos los juegos que han estado de moda en este tiempo.

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Supervivencia

Me llamo Miles Upshur, soy un periodista que investiga hechos sobrenaturales. Aunque me gusta investigarlo todo por mí mismo, se podría decir que soy bastante “curioso”. Vivo en Estados Unidos, en la ciudad de Denver y esta es mi historia...

En un día como cualquier otro, me contrataron para realizar una investigación en un hospital de salud mental ya que se decía que allí ocurrían hechos extraños como la desaparición de guardias y luego de tropas civiles. Cuando me presente en el nosocomio,no pude entrar por la puerta principal, ya que no había nadie que me permitiera el ingreso y además de que las puertas estaban tapiadas, entonces ingresé por la ventana. El panorama que encontré era desolador. Había un camino de sangre que conducía a un conjunto de cuerpos de policías.

En el momento en el que me di la vuelta para escapar espantado, un hombre extraño, escuálido y cubierto de sangre apareció. Empecé a correr desaforadamente para  buscar un refugio o escondite y lo encontré, milagrosamente, debajo de una cama del manicomio. Desde ese momento me di cuenta de que me iba a costar sobrevivir para salir de ese lugar.

Luego de un rato, salí de mi escondite para buscar una salida, obviamente no iba a volver a usar la ventana ya que seguramente el hombre extraño estaría ahí. Iba caminando por los pasillos, asustado. Al girar, vi una habitación con archivos en la cual estaban todos los nombres de los pacientes de la clínica. El hombre extraño que me perseguía se llamaba Chris Walker y su problema era simple: locura extrema y ansias de matar.

De repente, escuché un sonido brusco y me escondí detrás de la mesa, y para mayor seguridad, con una caja enfrente mío. Escuchaba pasos fuertes como si se tratara de algún gigante, pero no, era un hombre obeso pero fornido con la boca llena de sangre. En ese momento lo llamé el Carnicero.

Luego de un rato de inmovilidad, el Carnicero se fue, y ni bien lo hizo, yo salí de esa habitación lo más rápido posible. Entonces, se me acercaron dos gemelos con cara de pocos amigos y me noquearon. Cuando reaccioné, me hicieron levantar bruscamente y me obligaron a ver algo que nunca voy a olvidar. Había un cura que estaba atado a un palo enorme y pidiéndole al diablo que por favor reciba su sacrificio con gratitud, unos instantes después empezó a arder sin que nada comenzará el fuego, como

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si el infierno se le hubiera presentado.Mientras los dos gemelos estaban distraídos yo me fui, aunque

encontré a Chris en el camino, entonces tuve que correr hasta llegar a una puerta que parecía ser la del sótano. Entré y la cerré. Parecía que lo había perdido, luego miré atrás y vi que no era un sótano, sino una bóveda.

Me fui acercando lentamente a la bóveda pero apareció el Carnicero entre las sombras. Yo ya me creía muerto, ya decía “C'est La Vie” (“así es la vida”) pero tuve la suerte de que lo más extraño que me pudiera pasar, pasara. Una sombra salió de un conducto de ventilación y se llevó al Carnicero, solo quedaron pedazos de él.

Salí de la bóveda, Chris me perseguía, llegué a un ascensor en donde trató de atraparme pero finalmente murió aplastado por las puertas del ascensor. En ese momento tuve la idea de irme al techo, allí había un radio de policía, así que pude pedir ayuda.

Cuando llegó el helicóptero de rescate fue el momento más feliz de mi vida. Al día de hoy sigo teniendo pesadillas con ese lugar, las atrocidades que he visto son imágenes que no podré borrar de mi mente. Intento escribir un artículo en el que se explique lo que me sucedió, pero nunca nadie podrá sentir lo que sentí yo.

Nahuel Caero

Nahuel Jesús Caero nació el 8 de enero de 2002, en la ciudad de Buenos Aires. Es un estudiante del colegio San Francisco De Sales, pero en su infancia iba a la escuela Joaquín Víctor González.

Empezó a escribir gracias a que leía mucho y le contaban muchos cuentos, que podían ser de cualquier tipo. También le gustaba mucho dibujar en su niñez y eso lo ayudó a mejorar el desarrollo de la escritura. Sus padres fueron la razón por la que él seguía dibujando, ya que el dibujaba la mayoría del tiempo a su familia y amigos.

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Observándome

Buenos días, tardes, noches, dependiendo de cuándo lo leas, yo seré tu narrador en este cuento.

La historia comienza a mediados del año 1932, en Londres. Jesse White, un joven apuesto y bondadoso explorador, decidió aventurarse por los bosques cercanos de la ciudad. Sus compañeros, al enterarse, le advirtieron de las historias que se cuentan sobre tales arbolados, él se negó a escucharlos.

Ya en el camino, empezó a sentirse observado, como si algo lo miraba entre el conjunto de árboles. Por la noche, preparó una fogata, y su carpa. No podía dormir, todavía sentía que lo veían, pasó toda la madrugada sin poder descansar. En el amanecer, al salir de su tienda, encontró la cabeza de un venado, y su mapa rasgado hasta el punto de no entenderlo. Asustado, tomó rumbo al sur sin sentido alguno.

Estaba anocheciendo, ya no encontraba un lugar en el que reposar, de pronto, halló una cabaña, muy raro hallar una por ahí. Jesse se estableció en este lugar. De la nada, sintió la puerta abrirse. Lentamente, se fue acercando, temblaba al pensar en lo ocurrido el anterior día. Llegó a ella y observó delante, no había nada, solo arbustos. Cuando se dio vuelta, se topó con un ser humanoide, lo miraba fijo, tenía una cara tan, pero tan aterradora, toda desfigurada, ojos completamente blancos con las pupilas negras y chicas, estaba completamente ensangrentada. Jesse estaba petrificado, pero se le ocurrió la gran idea de correr. Corrió, corrió y corrió.

Luego de varias horas, ya cansado, sin fuerza y con hambre, logró llegar a su ciudad natal, de tan cansado que estaba, se desmayó entre la multitud.

Al despertar, se encontraba en su dormitorio, rodeado por sus preocupados familiares y amigos. Sin embargo, esa cosa (él lo sentía), esa cosa lo miraba. Desde alguna ventana de su habitación, lo veía, él se los señalaba a sus familiares pero ellos le decían que no había nada, que el viaje lo volvió loco. Jesse no sabía qué hacer, no salía de su cuarto, pasaba los días sufriendo por parte de un rostro que lo observaba.

Luego de varios días, sus parientes hicieron su visita diaria. Al entrar al dormitorio, encontraron al joven White, colgado de una cuerda, con su cuerpo mirando hacia la ventana. Debajo de él, una nota: “Pasan las horas y sigue ahí, no sé qué hacer, él estará detrás de mí ventanal,

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observándome”.Agustín Castello

Agustín Castello nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el 29 de octubre de 2001. Desde pequeño le gustó la lectura, en especial los cuentos de “Macanudo”, de Liniers, o textos de María Elena Walsh. Su género favorito es el policial, con casos no tan comunes.

En la década del 2010, Castello se concentró en escribir cuentos. En sus obras, podemos encontrar terroríficas historias, como “Observándome” y muchas otros. Él mismo ha confirmado que seguirá con sus escritos en los próximos años, no solo serán de miedo, sino que, además, se centrará en otros géneros.

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El misterio del portero

Soy Matías y trabajo de reportero. Hace muchos años me dedico a esta profesión, pero recién ahora me animo a contar algo que transcurrió en mi adolescencia y comenzó de esta manera particular...

Un portero llamado Guimay trabajaba en un departamento donde yo vivía con mi familia. Cuando llegaba la noche, se escondía donde nadie podía encontrarlo. Entonces, en una oportunidad, me quedé espiando para ver qué era lo que escondía. Ahí fue cuando lo descubrí yéndose al sótano del edificio. No entendía el motivo: ¿por qué lo hacía, qué quería lograr yendo abajo o qué estaba ocultando?

Lo seguí varias noches y siempre sucedía lo mismo, el portero estaba muy raro. No quería hacer nada, pero llegaba la noche y volvía a salir corriendo al sótano del edificio. Entonces, yo decidí avisar a los vecinos para no ir solo y tener testigos de lo que me podía encontrar. Fuimos detrás de él, pero en algunos momentos lo perdíamos porque iba muy rápido. Cuando lo encontramos, estaba deformado: ojos caídos, la espalda encorvada, un diente grande que le traspasaba toda la nariz, algunas partes del cuerpo estaban cortadas  y él parecía furioso. Ahí comprendí el temor de que la gente lo viera de esa manera.

Después de unos minutos de que lo vimos transformado, él nos descubrió espiándolo. Se había enojado mucho y entro  en pánico de que lo hubiéramos descubierto. Nosotros nos escapamos para avisarles a todas las personas pero desgraciadamente los fue capturando de a uno a la vez y matándolos. A mí, por suerte, no me llegó a capturar.

Yo salí lo más rápido que pude para avisar. Entonces comprendí lo terrible de la situación y del peligro con el que vivíamos todos los vecinos de aquel edificio. Sin dudarlo, entre todos lo atrapamos y decidimos hacer justicia nosotros mismos, matando al portero. Pero a pesar de creer en ese momento que era la decisión adecuada no hay un día que no piense en aquella situación y en la cara de terror del portero y el odio en su mirada cuando se lo ataba a la silla eléctrica, dándole muerte.

Agustín Chávez

Lucas Agustín Chávez nació el 1 de junio de 2002, en Capital Federal. Sus padres María y Juan deciden  su bautismo a los tres meses de vida, en la basílica Santa Rosa de Lima. Sus padrinos fueron sus tíos, a los cuales él quiere mucho.

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A los 4 años su familia se agranda con la llegada de su hermana Brisa. Sus comienzos escolares fueron a la misma edad en el colegio de San Antonio, donde desarrolló todos sus estudios y compartió con sus compañeros distintas experiencias.

En la escuela llamada San Francisco, en el taller de la literatura, hizo su propio cuento de terror. La verdad que le costó bastante porque cada vez que creía que lo terminaba, se daba cuenta de los errores y lo tenía que corregir hasta que llegó el momento de la versión final.

Este cuento llamado “El misterio del portero” es el que Lucas recomienda para que ustedes lo lean porque, dice su propio autor, que la historia puede llamarles mucho la atención...

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La casera

Era un día lluvioso de invierno, en la ciudad de San Juan, ubicada en la región cuyana, una zona de montañas y vallecitos, con ríos que recorren los campos. Justo era el día del cumpleaños de Adriana, una joven pediatra algo tímida y de aspecto demacrado. Esa mañana, mientras estaba leyendo un libro de un autor inglés, recibió una llamada triste,: su amigo Tomás, le comunicó que su abuela Beatriz había fallecido. Adriana se puso mal, se angustió y lloró. Él la consoló y le ofreció acompañarla hasta el campo donde sería el velatorio. Tomás la pasó a buscar al día siguiente y juntos se dirigieron allí. Él era su compañero más inteligente de la primaria, él la ayudaba a hacer los ejercicios de matemática y ciencias naturales. Se empezaron a hacer amigos durante los almuerzos y meriendas de estudio.

El viaje en bicicleta les llevó unos 40 minutos. El campo estaba rodeado de cultivos y árboles, en el centro se encontraba una casa grande de madera y tejas negras que al fondo tenía un pequeño cementerio. Al llegar al lugar, Adriana encontró con familiares y amigos de su infancia. Por momentos le vinieron recuerdos a su mente que no tenían sentido, se sintió confundida, aturdida y cayó desmayada al suelo.

Ya en el dormitorio central se despertó con dolor de cabeza y mareada. Tomás estaba a su lado dándole algo para tomar. Le preguntó qué le había pasado, pero ella no supo qué decirle, sólo que se sintió muy confundida y de repente se desmayó. “Será el cansancio del viaje”, le dijo. Ya un poco más recuperada se dirigió a la sala, donde se encontraba la multitud. Fue a la habitación donde estaba el cajón y, al acercarse al cuerpo, notó manchas extrañas en la vestimenta y se puso a pensar que capaz no había sido un infarto lo que le había causado su muerte sino aquella sustancia rara.

Lucas entró a la sala y le dijo a Adriana: “Tenemos que ir a la casa del escribano”. Él era su hermano mayor, abogado de personas famosas y aparecía en la radios frecuentemente. La abuela Beatriz había dejado un testamento y había pedido ser leído el mismo día de su muerte. “Ohh, no sé si pueda resistirlo”, se lamentó Adriana. Entonces se apresuraron y viajaron en auto a la casa del escribano. La tía Rocío los esperaba allí, preocupada por la muerte repentina de su mamá.

Roque era el escribano de confianza de la familia, un señor ya grande, de aspecto generoso. Cuando todos ya estuvieron sentados, comenzó la lectura, Beatriz le había dejado su departamento en la ciudad a

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Lucas, a su hermana Rocío le dejó todas las inversiones que tenía en el Banco y a Adriana le dejó su casa con la condición de que la compartiera con Rosalinda, la casera. Era la vieja casona en el medio del campo, donde había sido el velatorio y en ese mismo lugar Beatriz había muerto. A Adriana le resultó extraño que le dejara a Rosalinda la mitad de la propiedad porque la había contratado hacía poco tiempo. Rosalinda era una casera joven, de aspecto amigable, la había conocido en el shopping de la ciudad.

Adriana le pidió a Tomás que la acompañara a quedarse en la casa esa noche, era tarde para volver a la ciudad. Al llegar al campo, los recuerdos la inundaron: la voz de una niña se escuchaba a lo lejos, le sonaba familiar… Al poco tiempo se cortó la luz, Rosalinda trajo las velas. Después de media hora Adriana se puso a investigar la casa. Ella escuchaba la voz por los rincones cercanos a la cocina y al cuarto de la abuela advirtiéndole de un peligro. Le decía que la mancha del suéter de la abuela no había sido producto del suicidio, sino una especie de líquido tóxico. Sin embargo, Rosalinda nunca la dejó entrar a la cocina, porque decía que solo ella podía estar ahí. Adriana empezó a sospechar de Rosalinda, de por qué no podía entrar a ese lugar y por qué la abuela Beatriz le había dejado mitad de la casa a ella. Así que, en la cena, Adriana sospechó de Rosalinda e intercambió los platos. Al empezar a comer, Adriana quiso brindar porque la abuela Beatriz descansara en paz. Pero Rosalinda se sintió mal: el plato estaba envenenado. Se fue a dormir y, al día siguiente, amaneció muerta.

Adriana llamó a la policía, a los médicos y a su amigo Tomás. Se dio cuenta que esa voz que le resultaba familiar, era la voz de la abuela Beatriz, cuando era una chiquita, que quería ayudarla.

Facundo Collinet

El autor es Facundo Collinet, tiene 13 años, sus padres están separados y son contadores. Él vive con su mamá y es feliz.

Le gustan los cuentos de aventura, acción y terror. Para escribir su cuento inspiró en una película que vio y le impactó.

“La Casera” es el título del cuento y Facundo lo recomienda porque cree que es una historia interesante que les puede gustar mucho a las personas que les atraiga la sensación del miedo.

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Historia de terror

Hoy tengo ganas de contarles una historia, les aviso que está basada en hechos reales…

La historia transcurre durante una noche fría, día de luna llena, con cielo despejado, se escuchaba el chirrido de los juegos del parque, en un barrio donde era habitual ver gente caminando por las calles, pero esa noche las calles y veredas estaban desiertas…

Caminando tranquilamente iba una chica, de catorce años, estatura media, pelo marrón claro, ojos celestes, la palabra preciosa la denominaría mejor; iba vestida con el uniforme de su colegio y un gran tapado ya que estaba haciendo diez grados y moría de frío. Nada en el mundo parecía molestarle, se dirigía hacía su casa. El camino que debía recorrer pasaba frente a un cementerio. Lo había transitado millones de veces pero esta vez había algo distinto, un aire aterrador se podía percibir, algo raro pasaba en ese lugar desolado, sin embargo la chica no lo notó; iba tan tranquila que cualquier persona que le hubiese pasado cerca le habría tenido  envidia, ¿o me equivoco?

Durante un tiempo siguió así, caminando lenta y serenamente, hasta que de pronto oyó un ruido. Una rama de un árbol había caído al suelo, la chica no se vio afectada pues sabía que en algún momento las ramas de los árboles se pueden caer. Siguió caminando y a los diez pasos se detuvo, sintió un frío aterrador que le rozó la piel, dio media vuelta y se quedó mirando hacia atrás unos segundos. Luego, un poco confundida, siguió su recorrido.

Ya habían transcurrido unos veinte minutos cuando, de repente, sintió que alguien la vigilaba. Comenzó a apretar el paso, pero siguió pensando lo mismo. No tardó en darse media vuelta y entonces pudo ver a un perro que se había perdido.

Luego de deshacerse del animal, se dirigió a su casa, le faltaba nada más dar vuelta en una esquina para llegar, pero justo antes se detuvo, miró para atrás y vio que de la ventana de una casa que daba hacia la calle salía una sombra; lo primero que pensó fue que era una persona, pues cómo no hacerlo si la sombra tenía un sombrero al estilo cowboy, una cara extraña, que no parecía humana, y un abrigo. Su corazón comenzó a latir un poco más rápido de lo normal, se quedó quieta por unos segundos hasta que decidió ver quién estaba tras la ventana, dio un paso y su corazón latía con más fuerza.

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Se quedó ahí parada porque creyó que sus palpitaciones se escuchaban a muchas cuadras adelante, sin embargo dio su segundo paso; su pulso era muy, muy fuerte, parecía que su corazón se saldría de su pecho; sin darle mucha importancia dio su tercer paso. ¡Justo ahí! En ese preciso momento, ni un segundo más ni un segundo menos, en ese mismo instante ocurrió: la chica vio en la ventana algo que no podía creer y cayó al suelo; se comenzó a reír,  No era lo que parecía, era un gato, un gato con pelaje negro como la noche, este tenía ojos verdes, tan intensos que la consumían de a poco, en cada segundo que pasaba se sentía más débil, algo le ocurría, llegó al momento en el que no podía moverse más, una tortura silenciosa con la que perdió la razón y fue ahí donde terminó todo.

Lo único que los vecinos escucharon esa noche fue un alarido y nadie volvió a ver a la chica nunca más.

Bueno, así termina la historia, me acabo de acordar que no me presenté: mi nombre es Mishi; lamento dejarlos pero la comida no se caza sola. Buenas noches…

Micaela De Seta

Micaela De Seta nació el 16 de mayo de 2002, tiene actualmente 13 años. Su familia está compuesta por cinco integrantes: sus padres y dos hermanos, Sebastián y Agostina.

Para su creación, ella se inspiró en su gata “Violeta” y en el famoso escritor Edgar Allan Poe: por su forma de escribir, por cómo hace sentir a los lectores, se interesó mucho en su vida (que no fue fácil). El primer cuento que leyó de Poe fue “Corazón delator”, con el cual comenzó su fanatismo hacia el autor.

El cuento sobre “Violeta” se le ocurrió cuando estudiaba exactamente para el tema “terror”, se imaginó una historia que tuviese todas las características del género y así fue como surgió la idea principal.

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La locura urbana

Mariano era un periodista al que enviaron a investigar una casa que estaba abandonada. Al enterarse de que en esa misma casa había sucedido un homicidio muy grave, sintió temor, pero luego se entusiasmó ya que él era una persona curiosa. Se puede decir que a Mariano, un chico joven, de 22 años, le fascinaban los desafíos, y pensó que esta investigación en la casa, era un gran desafío ante su valentía.

Un día, pasó por la casa, que estaba en muy mal estado: los ladrillos partidos, el tejado roto, el garaje abierto y vacío, las bisagras de las puertas oxidadas y chillando, las ventanas rotas. Vio que la puerta de la entrada estaba entreabierta. Tuvo escalofríos y pensó en abandonar el caso, que le proponía investigar qué hecho sobrenatural había sucedido en la casa. Pero quería tomar muchas fotos para la publicación del diario donde trabajaba, ya que varias editoriales habían mandado muchos empleados y ninguno había logrado salir de la casa con vida. Esto a Mariano lo inquietaba un poco, pero la curiosidad lo hizo continuar, y con mucho coraje se decidió a entrar a la casa.

Cuando lo hizo, Mariano descubrió un decorado bastante particular, pero cada vez sentía más escalofríos, y más cuando se acercaba hacia una puerta bastante rara: tenía el marco gastado y se oían voces del otro lado, voces que lo convencían de que algo bastante extraño y terrorífico estaba sucediendo. Se oían cuatro personas, tres que al parecer estaban intentando amarrar a otra persona que había sido torturada hace bastante tiempo y quiso escapar.

Mariano sintió ganas de huir pero algo lo hizo abrir la puerta de manera bastante discreta. Al hacerlo, se escondió rápido, había notado que las tres personas estaban sucias, con la ropa rota. Tenían aspecto de científicos y aparentaban estar poseídos, por su manera de hablar y sus comportamientos anormales.

El joven tomó varias fotografías, pero al acabarse el rollo, su cámara lo notificó con un sonido que lo “delató” ante los tres locos, que rápidamente reaccionaron de manera violenta ante Mariano y lo sujetaron a una camilla. Después de torturarlo bastante, lo usaron como modo de ofrenda a Satanás, quien se cree que estaría poseyendo a estos tres hombres.

Nunca nadie sintió oír el final de Mariano, varios dicen que escapó poseído y se dedicó a asesinar personas por las noches, otros comentan que

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en la casa abandonada está Mariano poseído, quien torturaría personas, mandado por los tres científicos locos, y que luego las destruiría lentamente...

Diego Diez

Diego Maximiliano Diez nació un 19 de agosto del año 2001 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Sus padres son Maximiliano Diez y Viviana Villagran. Es proveniente de familias españolas y árabes. Nació en el hospital Bernardino Rivadavia, en el barrio de Recoleta. Realizó sus estudios primarios en el instituto Don Orione, y actualmente estudia en el Colegio y Oratorio San Francisco de Sales, en el nivel secundario

Le gusta ver y mirar fútbol, estar con amigos, sin aburrirse, es de esas personas que tiene que estar haciendo algo para divertirse. Con sus amigos es muy compañero siempre que lo necesitan.

A Diego le gustan los relatos de suspenso y de terror, considera que son los más atrapantes, aunque no los lea tan seguido. Él considera que los textos policiales son aburridos.

Uno de los mayores miedos de Diego son las casas abandonadas y la soledad en ellas, por eso, el relato “La Locura Urbana” habla de un periodista que investiga una casa abandonada, pero que en realidad está habitada por maniáticos.

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Asesinato en el parque de la ciudad

Me llamo Clara Prieto, tengo 12 años y voy a sexto grado. Vivo con mi mamá, mi papá, mis dos hermanos y mi hermana. Tengo una vida bastante rara y bien claras mis metas: ir bien en el colegio, poder terminarlo y tener una carrera digna.

Soy muy exigente conmigo misma, estoy todo el día encerrada en mi habitación estudiando y eso me quita demasiado tiempo para mis relaciones sociales. Tengo una sola amiga que cursa conmigo pero como ya dije no tengo tiempo para relacionarme y los únicos momentos que suelo pasar con ella son los recreos.

En mi casa estoy acostumbrada a pasar hechos realmente estresantes ya que mi familia es muy numerosa y mi casa es un caos, todo el día se escuchan gritos y peleas.

Yo creía que el campamento podría ayudarme con mis problemas y poder relajarme un poco, desconectarme. Pero no fue así, les cuento.

Hace ya un tiempo que recuerdo como si fuese ayer, tuve una experiencia horrible, inolvidable y traumática. Todo comenzó a las 6 am, me levanté como todos los días, me preparé el desayuno como suelo hacer, me vestí, organicé la mochila y me fui al colegio. Ese no era un día cotidiano, me iba de campamento a un parque de diversiones abandonado. A las 7.15 llegué al colegio, tomaron lista y partimos rumbo al asentamiento.

El viaje se me hizo larguísimo, sentí que no llegábamos jamás. Iba viendo los paisajes tan oscuros por los cuales teníamos que pasar, la ruta estaba en malas condiciones y solitaria. El silencio era un vacío inmenso, no podía creer que ni siquiera mis compañeros de curso, que eran tan inquietos y exaltados, no emitieran murmullo ni movimiento alguno, era como si el tiempo se hubiera pausado. Todo era tan extraño que pensé que tenía fiebre y estaba alucinando, pero no, era real.

Llegamos al terreno y todo volvió a la normalidad, bueno, eso creía. Dejamos las mochilas en un carrusel que estaba a punto de caerse. Fuimos a buscar las carpas a una habitación y luego las armamos al lado de la montaña rusa más gigantesca del parque. Las maderas de los rieles estaban podridas y al borde de derrumbarse, estaban llenas de telarañas; los carros estaban despedazados y llenos de insectos extraños. Allí había perros abandonados merodeando la zona. Se me acercaban y me pedían que les diera alimento. Parecían padecer alguna enfermedad ya que estaban

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fatigados.De pronto, comenzó a llover. El cielo estaba de un color rojo y el sol

no se distinguía entre las nubes. La niebla no me dejaba ver nada. Unos instantes después pude observar que un perro que se me acercaba lentamente, tenía cicatrices en todo su rostro y en sus patas, como si lo hubieran atacado. Me asusté mucho y comencé a correr hasta que me choqué con un hombre alto, de barba larguísima. Estaba temblando del miedo, realmente no podía creer lo que pasaba. El señor me empezó a hablar de manera muy extraña, no lograba entender lo que me quería decir. Me señalaba los perros y la montaña rusa. Me acerqué a los rieles y recogí una nota que había en una madera. La nota decía ‘‘disfrutá este día, puede ser el último’’

Fui llorando a contarle todo lo que estaba pasando a la profesora, le mostré la nota y le comenté en dónde la había encontrado. La llevé hasta el lugar pero los perros ya no estaban, y señor tampoco. Ella no me creyó y me dijo que tal vez la nota habría sido alguna broma de mis compañeros. Se fue y yo permanecí al lado de donde había encontrado el papel. Me quedé asombrada por esa desaparición tan extraña, no podía creer todo lo que estaba sucediendo.

Salí corriendo a contarles la historia a mis compañeros, uno de ellos dijo que tenía conocimiento de estos hechos ya que su hermano había pasado por esta situación el año pasado pero que nunca nos contó porque la maestra lo tenía bajo amenaza. Así que él supo qué hacer: buscamos piezas de una computadora entre medio de los escombros. Una de esas piezas tenía algo realmente increíble: contenía en su interior como una especie de piedra, parecía una esmeralda. Era realmente muy brillante. Nos agarramos todos de las manos y mi amigo colocó su mano sobre la piedra diciendo unas palabras en otro idioma que nadie logró entender cuál era. Parecía como si el tiempo se hubiera pausado. Aparecimos todos en un local de ropa que estaba ubicado en medio de la ciudad, todo era muy extraño y silencioso. En la televisión estaban pasando una nota sobre aquel asentamiento, no entendíamos nada. Hasta que una vendedora de allí nos dijo que encontraron a una mujer muerta dentro del cuarto del parque de la ciudad con una nota al lado de su cadáver que decía “Te advertí que podría ser tu último día”.

Al día siguiente, en todos los noticieros aparecieron videos que fueron grabados con la cámara que estaba dentro del cuarto en el cual sucedió el asesinato. Se veía claramente como ella sostenía un cuchillo en su mano derecha y con su voz gritando fuertemente aturdía a una mujer

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haciendo a la vez que sus tímpanos estallen. Luego de que la mujer se hubiera quedado sin audición, la profesora le penetró el cuchillo en el abdomen. Luego lo dejó enterrado en el pasto que estaba en la entrada del cuarto y huyó hacia un camino largo que llevaba hacia la salida del parque. Instantes después desapareció, emitiendo colores en forma de humo. La cámara dejó de captar imágenes inmediatamente.

Bueno, este es un hecho que tuve que presenciar y que no voy a olvidar en toda mi vida ya que me dejó un gran trauma. Me marcó mucho y aun hoy tengo miedo de ir al colegio. Les tengo fobia a las profesoras, y así no podré lograr mi meta. Voy a necesitar un tratamiento importante.

Belén Fernández

Belén Fernández tiene 14 años y nació en Parque Patricios, CABA. Vive en Caballito con su mamá, su hermano, su hermana y su perra. Va a la secundaria “San Francisco de Sales”.

Empezó a leer a los 5 años y desde entonces le encanta. Lee muchas novelas de John Green ya que es su autor favorito.  

Le encanta redactar cuentos ya que se inspira mucho al hacerlo. Le gustan mucho los géneros románticos y basados en hechos de la vida real.

Para el cuento de terror de esta antología se basó en una experiencia propia pero agregándole hechos sobrenaturales y terroríficos. También, en rumores sobre ese asentamiento que se llama “Parque de la Ciudad” el cual es un parque de diversiones abandonado que fue clausurado a causa de que los juegos se dañaron y han sucedido muchos accidentes mortales allí.

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La casa de los muertos

John Stilvers, un hombre apuesto y misterioso, llegó a ese pequeño pueblo con el fin de alejarse de todo. Su expresión era tranquila, pero estaba algo nervioso por lo que podría haber allí. Dos campesinos, con aspecto amigable, le preguntaron si quería hospedarse en la casa más cercana al centro. Pero John quería estar solo, entonces les pidió que lo llevaran al sitio más lejano de allí.

Los dos hombres lo llevaron a un hogar tan alejado que casi no pertenecía al pueblo. Le contaron que en esa casa pasaba algo raro, que no era normal. Pero John no dijo nada y entró. Uno de ellos le preguntó:

- Señor, ¿no tiene miedo de entrar allí? A lo que él le respondió, con el ceño fruncido:- No.Al abrir la puerta, una ventana de la habitación de arriba se cerró de

golpe. Él con una sonrisa les dijo a los muchachos:- En esta casa me quedo, es perfecta.- Uno de los hombres le dio la

llave y se fueron.La casa era grande, amplia, con muchas habitaciones, una cocina

chica, y baños lindos. Se notaba que no había sido habitada por muchos años: había olor a encierro, y manchas de humedad en las paredes. A Stilvers no le importaba, él necesitaba estar ahí.

A mitad de la noche, John escuchó un ruido molesto, como de algo golpeando. Con miedo y lentitud fue a ver qué era: una ventana. Se preguntó si sería la misma que se había cerrado cuando llegó. Minutos después se escuchó la puerta, como si alguien estuviera golpeando. Bajó y la abrió. Vio a una mujer, ella se puso blanca y lo primero que dijo fue:

- ¿Cómo puedes estar aquí?- Stilvers se quedó un minuto pensando y le respondió:

- ¿Por qué no podría?- La señora, llamada Estela, afirmó:- Hay espíritus, ¿quieres que te cuente cómo lo sé?- John asintió con

la cabeza. Estela empezó diciendo:- Esto pasó hace 10 años, una familia muy amiga de todo el pueblo

vivía aquí. Pero hubo un incidente, una mañana de septiembre aparecieron todos muertos, fue un homicidio y dicen que todo aquel que se quede en esta casa será visitado por la familia, en busca de venganza. La viejita empezó a llorar y lo único que el hombre pudo decir fue:

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- ¡Eso es una estupidez!, por favor salga de mi casa. La anciana se fue en un profundo silencio.

Eran las 9:30 am cuando John se despertó y se fue a bañar; el agua estaba fría, pero no le molestó por las altas temperaturas de esos días. Después de eso, desayunó y se fue a caminar por el bosque que había detrás de esa gran casa. Por la tarde volvió a la vivienda, almorzó y fue hasta el centro a comprar algunas cosas que le faltaban.

Se hizo de noche y John se fue a dormir temprano, pero una hora después, se levantó por un ruido que provenía de la cocina. Al acercarse vio una sombra que corría de la cocina al living. Se frotó los ojos pensando que estaba alucinando. Segundos después, sintió un escalofrío por su espalda. Al darse vuelta no vio nada, pero pudo observar una figura humana detrás de la ventana, se arrimó a ella y pudo distinguir aquella cara que tanto le aterraba en sus sueños. Si bien su terror no fue tanto como parece, fue justo y necesario para darse cuenta que no podía seguir allí.

Tomó sus cosas y decidió irse de esa casa. En el camino a su anterior ciudad logró comprender todo lo que había pasado y pudo darse cuenta que nunca iba a volver a un hogar de ese estilo.

Luciana Garegnani

Luciana Belén Garegnani nació el 20 de septiembre de 2001, en Capital federal, Buenos Aires, Argentina. Durante la primaria iba al colegio María Auxiliadora, de Almagro, pero en la secundaria se cambió al San Francisco de Sales. Sus padres se divorciaron cuando ella tenía 7. A sus 8 años nació su medio hermano Valentino, más tarde, en la etapa de su adolescencia, nació su otra hermana.  

En su niñez, hizo gimnasia artística y más tarde empezó danza. A ella le gusta bailar y también la gimnasia, actualmente está haciendo danza fusión, lo cual le encanta.

Disfruta viendo series de terror o realistas, por eso en su historia hay fragmentos sacados de alguna de esas series. Lo que más le apasiona son los libros de amor o relatos de algún crimen. En su cuento “La casa de los muertos”, el terror es el invitado.

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Marco GonzalezLa casa de los sustos

Yo sospeché desde que me mudé aquí que la casa de mis vecinos era algo extraña...

Soy Ramiro, vivo en Sevilla, España, soy estudiante de primer año de la secundaria Carrefour. No soy de comunicarme mucho con mi familia ni de hablar con otros chicos y chicas de mi colegio.

Mis padres me decían cuando yo salía a la calle a estar solo que no me acercara a la casa negra de enfrente porque muchos comentaban que esa casa está embrujada y que a la noche, cuando está todo apagado, se escuchan ruidos y pasan cosas “sobrenaturales”, pero yo no creía en eso.

Un día, en la escuela, un chico muy parecido a mí llamado Valentín se me acercó y me dijo:

-Hola, ¿querés jugar conmigo a las escondidas?Yo le respondí:-¡Dale!, vamos por allá que hay poca gente y podemos jugar

tranquilos.Luego de jugar todo el recreo decidimos, después de comer,

juntarnos en su casa para merendar. Al otro día, en el colegio, también estuvimos juntos en el recreo. Después fuimos a almorzar a mi casa y a jugar afuera en la calle ya que mi casa no es tan grande como para las escondidas.

Como Valentín ya había aprendido la mayoría de los escondites, yo me oculté dentro de la casa de enfrente, él no me encontraba así que decidí decirle que estaba en la casa negra, fue a buscarme dejando la puerta abierta ya que no había iluminación.

De repente, la puerta se cerró, los dos nos asustamos pero intentamos abrirla pero no  pudimos. Buscamos la llave de luz, la prendimos pero no se veía lo suficiente. Queríamos encontrar una linterna o velas. Escuchamos un ruido como de sillas moviéndose, cuando fuimos a ver, había una nota que decía: “Entre ustedes hay un espíritu, si quieren escapar tienen que encontrar una salida secreta que se encuentra en una de las habitaciones de la casa”

Con muchísimo miedo, no queríamos saber nada con buscar por cada una de las habitaciones la salida. No sabíamos si quedarnos quietos hasta que alguien viniera por nosotros o ir a encontrar la forma de escapar.

Fuimos a ver una habitación que estaba con la puerta entreabierta, y

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había una linterna tirada en el piso, la agarramos, la prendimos y nos pusimos a revisar un poco la casa.

De pronto, escuchamos que una puerta se abría y se cerraba fuertemente, fuimos a investigar lo que había pasado y descubrimos una pequeña puerta por la que podíamos escapar. Entonces, a mi amigo lo empujaron hacia atrás y yo tuve que seguir sin él porque tenía miedo de quedarme allí. En ese momento no supe lo que le había pasado, pero pude salir sano de aquella casa tan terrorífica.

Días después, en el colegio, vi a Valentín y cuando caminé hacia él para saludarlo y enterarme de lo que le había pasado, me pegó una cachetada preguntándome a los gritos por qué lo había abandonado en aquella casa. Yo le expliqué que lo hice porque había sentido mucho miedo.

Al final las cosas se solucionaron; él me entendió. La casa de enfrente se derrumbó después de una tormenta muy fuerte y el lugar libre que quedó, con Valentín lo aprovechamos siempre para jugar.

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Misteriosa Jazmín

Ricardo, como todos los días, se levantó a las 6:00 am para llegar puntual a la universidad. Lo hizo con pereza porque era el primer día de la semana, el tan llamado lunes. Además, la noche anterior había tenido que terminar un trabajo práctico hasta tarde. Agarró una taza de café para recuperar un poco de energías mientras buscaba unos simples vaqueros y una camiseta blanca en su alborotado armario. Fue hacia el baño para tomar una ducha y relajar la tensión de sus músculos debido al esfuerzo de la noche anterior. Cuando salió de la ducha, el joven morocho miró su reloj de pared y se dio cuenta de que estaba por llegar tarde así que corrió por toda su departamento en busca de lo necesario para sus clases.

- ¿Cuaderno de contabilidad? ¡¿Dónde te metiste?! – Ricardo empezó a gritar con preocupación por todo su desordenado departamento, hasta que la mente le hizo un clic y se acordó de que lo había dejado debajo de todos los papeles y biromes que había utilizado la noche anterior.   Salió directo al garaje de su edificio, puso primera y arrancó su auto hacia la universidad. Llegó justo a tiempo cuando la campana sonaba, en ese momento él se alivió, y se prometió  tener todo ordenado y hecho para así dormir tranquilamente.

-A ver… Hoy tengo historia, ufff,  no me gusta para nada – se reprochaba a sí mismo el muchacho.

Ricardo entró al aula, como de costumbre,  se sentó al lado de su único amigo José, un simpático joven alto, de cabellera rubia, con unos ojos marrones hipnotizantes. Le intentó hablar pero José se alejó y lo miró mal. Ricardo no entendía nada, pero recordó que desde el viernes pasado había estado raro su amigo, intentó pararse para hablar pero justo en ese instante llegó el profesor López, así que el joven prefirió sentarse en su lugar y tratar de charlar con su amigo en el receso.   

-Bueno, chicos, en la fotocopiadora les dejo un trabajo práctico para que pasen a buscarlo, se va a tratar de una investigación, tiene que tener todos los pasos científicos. Ni uno más y ni uno menos. Como siempre, van a hacerme la pregunta  “¡¿Qué tiene que ver esto con nuestra carrera?!” – había dicho el profesor , tratando de imitar nuestra voz y todos nos reímos -La verdad, chicos, que la carrera para ustedes, todavía no comenzó del todo, que les quede claro que esto es un CBC, es decir, un filtro para que salgan purificados hacia sus carreras. -

Habían pasado las horas de historia rapidísimo, y el señor López, antes de irse, había avisado que el trabajo práctico era de a dos. Como

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siempre, Ricardo se acercó a José, su amigo, le sugirió hacer un grupo entre ellos dos y el rubio lo rechazó. Además, José le hizo una advertencia a Ricardo antes de que este se alejara: que no insistiera en saber qué le pasaba y que él hiciera su trabajo práctico tranquilo, “sin molestias”. Ricardo, al principio, no entendió por qué su amigo lo había tratado así pero luego se acordó de una llamada telefónica que habían tenido ese mismo viernes...

- Dale, Ricardo, dejá el TP ese y venite a mi fiesta, ¿qué te cuesta venir y decirme feliz cumpleaños?

- Pero José, ya te dije hoy a la mañana feliz cumpleaños, y además sabés lo importante que es este trabajo práctico y que no quiero molestias- terminó de decir Ricardo al instante que José cortó la llamada sin responder. El muchacho no pensó y siguió con su trabajo práctico.

Ricardo, con sus anteojos ocultando sus ojos claros, había recordado todo lo sucedido el viernes, y se alejó triste para buscar otro compañero. Cuando se dio cuenta de que todos sus compañeros ya tenían pareja de estudio y que el grupo del aula era impar, el muchacho de ojos claros decidió, triste, hacer una investigación por él mismo.

Después de que las cansadoras clases terminaron, el joven muchacho se encontraba tirado en su cama mientras pensaba qué investigación podía hacer, ya que su trabajo se debería entregar ese mismo viernes. De repente, se le ocurrió una gran idea. Juntó libros, una linterna, fósforos, y demás materiales llevándolos en su bolso, porque se estaba yendo a ese lugar donde se le había ocurrido hacer la investigación. ¿Dónde más podría ser ese lugar?  El tren abandonado…

Treinta minutos de viaje y estacionó su auto un poco lejos, ya que tenía que caminar un camino muy estrecho entre los arbustos de un bosque, donde se encontraba el tren, en unas vías viejas y oxidadas. Pisaba cada centímetro de tierra que veía disponible, ya que el verde del suelo, con su rocío y ese exquisito perfume a frescura, estaba rodeando todo el lugar por largos metros de alto. Llegó hasta una de las entradas de los vagones y trató de abrirla pero era imposible, trataba y hacía demasiada fuerza pero fue en vano intentar abrir la puerta, ya que seguía hermética.

Resignado, Ricardo se alejó para ir a su auto, miró otra vez el tren y vio un reflejo de alguien en la ventana del vagón. Se dio vuelta, sin darle importancia, creyendo que estaba loco, para dirigirse a su auto de una vez, miró por última vez el tren y ese reflejo que había visto ya no estaba, pero desde grandes distancias, cualquier persona podría distinguir un pequeño detalle…, la puerta que algunos minutos él había tratado de abrir ya no

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estaba y había un paso libre hacia los vagones... El joven dio un paso entre los arbustos verdes y las pequeñas ramas

que caían de los árboles. Lentamente se fue acercando al vagón, cuando de pronto…, pisó una ramita y saltó del susto. Un paso más y Ricardo estaba adentro del vagón, pensó que tenía que ser valiente y enfrentar sus miedos, sus más terribles fobias, sus pesadillas oscuras que lo aterraban todas las noches frías y solitarias; unos oscuros recuerdos de horribles sueños habían cruzado por su mente, y un escalofrío recorre su espalda hasta reaccionar otra vez. Con sudor en su frente fue entrando lentamente al tren dando pequeños pasos, su pie derecho ya estaba adentro cuando sintió una correntada de aire frío que le causó otra vez la misma sensación cuando el vello se le había puesto de punta. Dio un fuerte y profundo respiro, el muchacho decidió entrar y averiguar qué estaba ocurriendo dentro de ese misterioso tren abandonado.

Gotas caían de algún lugar extraño del tren, un silencio aterrador, donde solo se puede creer esa sensación de adrenalina, ese presentimiento que podemos sentir que se nos sale el corazón por la boca; ese sentimiento extraño que es solo uno, pero parecen muchos a la vez.

Ricardo siguió con su camino cuando sintió una opresión en el hombro izquierdo, cuidadosamente giró su cabeza y se dio vuelta, pero simplemente no había nada, un vagón vacío, abandonado, escalofriante, donde solo se escuchaban las gotas caer, donde solo estaba él y nadie más, donde en un segundo ese lugar le hacía recordar muchos momentos de soledad, la mayoría eran horribles. Siguió con su recorrido, y cada paso que daba, más miedo subía por sus venas, corriendo por todo su cuerpo, esa sangre con adrenalina y un extraño presentimiento, la opresión de su conciencia dividida en dos, en que sea valiente y se quede, o la más simple y cobarde, que se vaya corriendo. Ricky decidió seguir con su camino e investigación. Daba lentos pasos, lo único que se escuchaba ya no eran las gotas, eran sus suelas gastadas golpeando el piso; con su remera empapada de sudor nervioso, su corazón andando demasiado rápido, sus latidos se escuchaban como un zumbido de abejas, estaba demasiado nervioso, hasta tal punto que su cuerpo temblaba desde la punta del pelo hasta el dedo meñique del pie.

- Ricardo... – una voz desconocida lo llamaba a su espalda, alargaba cada letra de su nombre y hacía eco en todo el vagón. Con demasiado temor, Ricardo no se dio vuelta, simplemente siguió caminando como si jamás hubiera escuchado nada, pensando que había sido una locura o un simple juego de su mente.

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- Ayúdame Ricardo... - Antes de que pasaran dos minutos, esa misma voz lo volvió a llamar. Resignado, confuso y con temor, Ricardo lentamente se dio vuelta pero una gran sorpresa… No había nadie.

El joven, creyendo que estaba loco, decidió seguir su camino, cuando de repente al girar la cabeza hacia adelante se encontró cara a cara con algo indescriptible, algo sin imagen, algo que jamás nadie hubiera podido creer. Una cara pálida, un largo vestido de novia blanco, sus detalles de encaje, su cola larga llena con agujeros y pequeñas manchas de aceite, su maquillaje corrido por su cara, parecía que había llorado desde hacía mucho tiempo, ojeras demasiado grandes dando respuestas a que no había dormido durante días, un ramo de flores negras marchitas colgando de su mano derecha, su pelo alborotado negro, mechones cayendo por su frente y otros por su espalda. Una joven muchacha. ¿Una novia perdida en el tren?...

- Hola... ya me estaba por ir, te lo juro. No me hagas nada, por favor- dijo el joven, tartamudeando con temor, ya no era solo miedo, era una sensación fría.

- Tranquilo, Ricardo, no te voy a hacer nada. Quédate y ayúdame, eso es lo único que te pido, solo eso.- Dijo tranquilamente la novia, con una voz ronca y gastada.

- ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Cómo sabes que iba a venir? ¿Qué quieres que haga para que me dejes irme?- Dijo Ricardo, atragantándose con sus propias palabras, mientras trataba de preguntar todo a la vez.

- Ten calma, Ricardo, sé tu nombre porque te conozco de otra vida. Suena extraño pero tú ibas a ser mi esposo hace ya 25 años. Me hacía llamar Jazmín. Pero un día, en este mismo tren, mi joven Eduardo murió cuando estaba de camino a nuestro casamiento. Lo busqué sin parar, pero descubrí que ya no estaba en el mismo mundo que yo, por eso me suicidé. Al hacerlo, pensé que podía volver a encontrarme con mi novio pero descubrí que tú eras mi joven comprometido en otro cuerpo y vida, ya que al estar encadenada a este mundo, tuve tiempo de buscar pistas para encontrarte, para saber en qué cuerpo estaría mi alma gemela ahora, y ese mismo sos vos,  Ricardo. Mi amor, si llegas a escucharme desde el fondo del alma de este pobre joven, libérame, déjame libre, para así ir adonde tú estés y poder vivir nuestra vida feliz.- Contó la mujer sollozando por su difunto marido muerto.

Ricardo miraba a Jazmín de una manera extraña, él no comprendía lo que estaba sucediendo, se sintió raro, estaba teniendo el presentimiento de haber conocido a la mujer desde mucho tiempo atrás.

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- ¿Qué pasos tengo que hacer para que tu supuesto comprometido que está dentro de mí te deje ser libre?- Dijo demasiado nervioso Ricardo.

- Solo tienes que cerrar tus ojos, repetir algo que yo digo y darme algo de tu mochila. Algo que solo Eduardo puede saber y Ricardo no, tú me darás algo sin valor, en cambio Eduardo me dará algo que a mí me fascina.- La novia respiró hondo y volvió a hablar.

- Voy a hablar en italiano, ese era nuestro idioma clave, tú no te preocupes, solo repetí como puedas.- Ricardo asintió un poco confundido, ya que un espíritu estaba dentro de él.- Per veramente amore, i sogni possono diventare realtà. Oddio Eduardo mi ha liberato. – Repitió dos veces Jazmín y Ricardo, idóneo en distintos idiomas, lo repitió con mucha facilidad.

La joven novia empezó a señalar la mochila con los ojos cerrados, en ese momento Ricardo estaba muy asustado. Agarró su bolso y sacó un libro de literatura, un libro sin interés, un libro que se puede conseguir hasta en un kiosco. La joven, al verlo, empezó a saltar de la alegría, empezó a gritar que lo tenía, que era libre.

-  Soy libre Ricardo, soy libre. Este era mi libro favorito. Muchas gracias, pequeño caballero. Gracias al alma de mí amado Eduardo. Adiós, ya nos volveremos a ver, y muy pronto.

Con esta última palabra desapareció y una correntada helada salpicó la cara de Ricardo. Al ver que Jazmín ya no estaba, trató de darse vuelta para volver a su auto y no regresar más, pero de repente se cayó en un profundo pozo que había bajo sus pies, sintió que flotaba; sintió que su mundo se estaba hundiendo, cuando pegó un salto y se encontraba bañado en sudor es su cama, en su tan apreciada habitación. Su camiseta estaba empapada de transpiración al igual que su frente y su corazón casi estaba saliendo de su pecho. Su sonrisa apareció al instante que se dio cuenta de que había tenido una pesadilla; de tanta alegría empezó a gritar y a reír sin parar, por todo su departamento, porque entendió que todo lo anterior jamás había ocurrido, solo se había quedado dormido en su cama pensando qué investigación hacer.

Esa misma tarde, Ricardo se encontraba nuevamente en la universidad, ya que tenía que buscar a su amigo y pedirle disculpas. ¿Por qué a la tarde?, simplemente José había tomado clases extras de inglés en ese horario. Al recorrer los largos pasillos con los ventanales enormes de la universidad Ricardo pasó por el aula, vio a su amigo sentado en una de las sillas del fondo, lo notó aburrido. Ricardo no iba a interrumpir la clase así porque sí, entonces decidió ir a su casillero que estaba justo al lado del

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de José y lo esperó ahí mismo. Al llegar notó que había un palo de hockey, que en la parte delantera tenía escrito con tinta indeleble el nombre Eduardo. Ricardo lo notó enseguida, lo tiró al suelo con brusquedad y se alejó. En ese momento venía una chica corriendo, una chica hermosa, sus pelos rizados morochos, con unos ojos marrones y unas pestañas estupendas, su cuerpo con unas curvas perfectas, y con su traje de jugadora de hockey que Ricardo observó desde lejos.

- Perdóname, te juro que no quise dejar el palo ahí a propósito. Lo siento, es que mi casillero está junto al tuyo y hace menos de una semana me cambié a esta universidad y algunas cosas me siguen resultando nuevas, realmente lo siento.- Dijo tan rápido que casi no se le pudo entender, moviendo las manos al ritmo de su voz.

- Ah sí, mi nombre es Jazmín, - siguió - como puedes haber notado mi palo se llama Eduardo. Lo sé, un poco raro ponerle nombre, pero dicen que es de la suerte.- Dijo, elevando sus hombros y con su voz más tranquila.

Ricardo, un poco atolondrado por haber visto y escuchado los dos nombres de su sueño raro, se quedó shockeado por un rato hasta que unas manos delicadas empezaron a agitarse en frente de su cara y se despejó del trance que tenía.

-  No, no, perdoname vos a mí, yo te tiré el palo demasiado fuerte contra el piso y debe ser muy caro. La verdad es que lo lamento, tuve un recuerdo muy extraño al verlo.- Dijo con una sonrisa de oreja a oreja y más tranquilo.

- Si quieres podemos salir a tomar algo y me podés contar, claro si vos querés pero si n…- rápido, Ricardo la interrumpió y le contestó.

- Claro que me gustaría salir a tomar algo con vos y contarte la locura de tu palo y la mía  - Le contestó el joven, entre risas.

- ¿Te gustaría mañana a las cinco de la tarde? Paso por tu casa y hablamos del tema palo de hockey, llamado Eduardo.- Continuó el muchacho.

- Sí claro, esta es mi dirección- Al momento de terminar, Jazmín sacó de su casillero una tarjetita con su nombre, celular y dirección. Ricardo la guardó enseguida en su bolsillo para no perderla. Se despidieron y se recordaron entre risas la salida o mejor dicho, la cita que habían arreglado para el día siguiente...

Ricardo se quedó apoyado en el casillero de su amigo, esperando que pasaran los últimos quince minutos de la clase de inglés de José. Mientras tanto, pensaba en todo lo que le había ocurrido en ese día, en su raro

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sueño, en Eduardo y por supuesto, en Jazmín.

Florencia Kantor

Florencia es una adolescente 14 años. Estudia en el colegio San Francisco de Sales, obra de Don Bosco. Sus padres son Sandra D.P y Diego Kantor, tiene un hermano mayor de 20 años, llamado Rodrigo, que estudia Arquitectura.

Ella suele leer muchos libros, no tanto del género de terror, sino del romántico juvenil. Desde la información de esos libros o historias que se cuentan por generaciones, ella pudo redactar o tomar algunos de las características de los personajes, lugares, etc.

Su cuento “Misteriosa Jazmín” está inspirado en su miedo hacia los trenes abandonados. Un terror que cree que muchas personas también tienen; una terrible fobia, o un simple susto hacia los trenes, oscuros, cerrados y más aún si son abandonados. Ella no habituaba escribir: este es su primer producto.

Lo que espera con este cuento es que les guste a las personas, que se entretengan, que puedan sentir, que lo vivan, que puedan imaginarse y verse como el mismo personaje. En algunas partes del relato no quiso poner mucha información para describir un objeto, un lugar o una persona ya que, Florencia espera que las mentes de los lectores puedan crear, tengan la oportunidad de  imaginarse.

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Sangre maternal

Siempre tuve una fuerte amistad con un vecino de mi cuadra tranquila, en Caballito, llamado Pedro. Era muy buena persona y siempre estaba dispuesto a ayudar. Con él pasaba casi toda la tarde jugando sin parar en el amplio patio de mi casa antigua. Los padres de Pedro tenían una muy mala reputación en el vecindario, eran siempre conflictivos con el resto de los vecinos, y más que nada, con mis padres. Ellos eran de tener actitudes raras algunos días, casi se podría decir, que asustaban.

Era un sábado a la noche, le había pedido a Pedrito que pasara por mi casa ya que mis padres se habían ido a comer por ahí.

Pedro y yo jugábamos con los autitos en la pálida noche del barrio, cuando de repente se escuchó un grito ensordecedor proveniente de su casa. Nos miramos a los ojos, preocupados y asustados por ese gran y aterrador grito, pero nos tranquilizamos al pensar que tal vez haya sido la tele. El grito se reiteró un par de veces más, cada vez más aterrador, cada vez más fuerte. Yo, asustado tanto como Pedro, procedí a preguntarle dubitativamente:

-Pedro, ¿no sería mejor fijarnos qué pasa en tu casa?-No hace falta, Tom- me dice muy tranquilamente- Debe ser la tele.Preocupado e impotente, le respondí:-Ese ruido no es la tele, es otra cosa, suena más realista.-Sí, tal vez es otra cosa-  me respondió dudando y también asustado

por mi teoría- Mejor vayamos a ver.Eran las dos en punto de la madrugada. Solos en el departamento,

Pedro y yo nos dirigimos haciendo silencio a su casa. Las puertas estaban rotas, como si fueran de una casa abandonada. Las abrimos sutilmente y nos encontramos en la entrada con un gran manchón de sangre. En ese momento, Pedro y yo pensamos en avisarles a mis padres pero, ¿qué íbamos a decirles? Si no teníamos nada en claro de lo sucedido. Esquivando la mancha de sangre, nos dirigimos hacia el living de la casa. Allí nos encontramos con las dos pinturas traídas de Europa que tanto le gustaban a la madre de Pedro. Estaban llenas de escrituras con símbolos raros, llamativos, nunca antes vistos por mí.

No entendíamos muy bien la situación, así que fuimos a la cocina donde nos encontramos con palabras escritas en latín sobre la mesada. Procedí a leer esas palabras muy detalladamente y me llevó una gran sorpresa al traducirlo a español con mi celular; las palabras significaban

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“noche, sangre, perdición”. Obviamente que en ese momento nos asustamos y nos preguntamos: ¿qué es esto?

Después de leer esas escrituras, escuchamos otro grito proveniente de la habitación de Pedro. Fuimos corriendo hacia allí, y vimos un gran círculo de sangre: ahí estaba su madre acostada. Pedro la fue a abrazar pero cuando estaba por agacharse saltó a su cara y lo mordió con furia. Ella se había puesto de pie luego de haber matado a su hijo. Yo intenté huir por la puerta pero esta se cerró sola dejándome dentro de la casa. La madre de Pedro recogió un cuchillo que había tirado en el suelo y me lo tiró, pero yo conseguí esquivarlo. Me dirigí hacia la cocina a buscar otro cuchillo cuando de repente la mamá de Pedro se cayó desplomada, como si estuviera cansada. Conseguí recoger el arma blanca y apuñalar a la mujer, con furia.

Ya al día siguiente, después de lo ocurrido, la policía intervino en el caso y luego de minuciosas investigaciones no consiguieron determinar qué le había pasado a la madre para que se volviera una asesina. Este caso aún no terminó. Se dice que en el trayecto, mientras llevaban el cadáver de la madre al crematorio, algo extraño sucedió. Al llegar al cementerio, el cuerpo no estaba ahí...

Tomás Lepez

Tomás Lepez nació el 12 de julio de 2001, en la capital de Argentina, Buenos Aires. Tiene una familia compuesta por su padre, su madre y su hermana.

A los 3 años de edad, comenzó el nivel inicial en el colegio E.F.E.D.I., ubicado en Boedo. Cuando ya cumplió sus 5 años, lo cambiaron al Instituto Santa María, donde hizo también la primaria. Finalmente, en el 2015 ingresa al Colegio Oratorio San Francisco de Sales donde, hoy por hoy, sigue estudiando.

A él nunca le gustaron los cuentos de terror ni las películas, pero cuando tuvo que leer en séptimo grado un cuento de ese género llamado “El sabueso de los Baskerville”, cambió rotundamente de opinión y empezó a ver al terror de distinta manera. Actualmente, es un gran amante de esas películas y también de los cuentos de ese género. Él siempre recomienda el cuento “El sabueso de los Baskerville” porque le encantó su historia, la manera en que se desarrolla y los personajes.

También, Tomás desearía que leyeran su humilde cuento de terror porque le gusta sentirse como un gran autor de libros. Además, considera que es un relato interesante, curioso y bien contado desde el punto de vista del protagonista.

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Bnvidos Jkonvlle

El cartel de entrada a la ciudad donde vive mi abuela era más tétrico que cualquier otra cosa que podría haber visto. Éste debería decir “Bienvenidos a Jacksonville” pero ahora dice “Bnvidos Jkonvlle”, se ve que pasó un largo tiempo desde que lo pusieron. Cuando murió mi abuelo, mi abuela Magdalena (Tatá para mi hermano y para mí) decidió volver a su ciudad en Florida, Estados Unidos, Jacksonville. Ahora no la podemos visitar tan seguido porque mis padres trabajan y estamos a 2 horas en auto. Vamos a su casa un fin de semana por medio.

Una tarde, estábamos entrando a su casa mientras ella nos preparaba una deliciosa merienda, ella nunca hizo eso excepto que tuviera una buena historia para contarnos.

-Buenas tardes chicos, siéntense que tengo algo nuevo para decirles.Nos dio la taza con chocolate caliente y había tostadas sobre la

mesada.El día estaba frío y húmedo. Siempre está así en Jacksonville. Nos

sentamos con Manuel en el gran sillón de tela vieja y trajimos unas frazadas para cubrirnos porque realmente hacía frío.

Mi abuela comenzó:-Cuando tenía 23 años ya había empezado a trabajar en una casa

como ama de llaves. Era un pueblo precioso, pequeño y acogedor.A mis 26, la señora de la casa decidió que ella comenzaría a cuidar a

su familia, entonces me despidieron, pero ellos mismos me consiguieron un trabajo no muy lejos de allí. Era en la costa de la ciudad donde no había más casas además de esta. Estaba alejado, pero podía llegar a caballo.

Cuando me dijeron que trabajaría con una familia numerosa sonreí automáticamente porque sinceramente, amo a las familias con un bebé y dos niños más grandes. En este caso la bebé era una niña.

Nunca olvidaré la primera semana trabajando allí. Fue una de las peores de mi vida.

El día de la entrevista iba galopando hacia la casa, cuando una lluvia torrencial empezó a caer y yo no llevaba paraguas. Decidí quedarme bajo un árbol a esperar que parara el diluvio, pero no fue así. Entonces seguí camino lo más rápido posible.

Cuando llegué a lo de los Peterson y vi la vivienda de afuera, me di cuenta de que no era una familia común. Estábamos en el 1985 y su casa

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parecía del año 1930. Toda de madera por fuera y las ventanas rotas, era como si un perro hubiera masticado cada pedazo de ellas. No podía faltar el camino de la calle hacia la puerta, era todo de baldosas destruidas y pedazos de tierra. Sinceramente no me asusté ni un poco, quizás pensé que estaban locos pero después entendí el por qué.

Toqué el timbre millones de veces pero no abrían. Finalmente terminé golpeando la puerta y me abrió una mujer preciosa, de ojos celestes, rubia y de estatura media.

“Buenas tardes señorita Hamilton, no puedo explicar cuánto lo sentimos al hacerla venir en un día tan feo como éste” me dijo, con una voz suave.

Entré. Por dentro era una casa asombrosa. Tenían el último televisor y las mejores instalaciones en su cocina. Todas las paredes eran blancas. Los vidrios estaban sucios, pero eso era algo de lo cual me encargaría después.

El segundo día estuvo más que bien, yo con mi nuevo uniforme, el perro en su lugar, el bebé jugando, todo ya limpio. Hasta que sentí una brisa en mis espaldas y cuando me di vuelta no había nadie cerca mío. Seguí limpiando la ventana sucia pero volví a sentir la brisa, esta vez en mi hombro. Me volví a dar vuelta y no había ningún sonido ni movimiento. No se me cruzó por la cabeza que podría ser la bebé porque ella seguía en su lugar. Volví a trabajar. Terminé de limpiar la ventana y se escuchó un ruido fuerte en el piso de arriba, en el cuarto de los niños. A esa altura estaba asustada. Tomé a la bebé y subí silenciosamente.

Entré a cada baño y no había nada, lo mismo con el cuarto de los padres. Terminé en la habitación de los niños. Allí, pegué un grito al darme cuenta de que estaba todo fuera de su lugar. Lo había organizado esa misma mañana. Se suponía que ellos estaban en el colegio.

Bajé rápido las escaleras y cuando llegué al living, las ventanas estaban sucias otra vez. Pero no exactamente iguales a como lo estaban sucias esa mañana, si no que parecía que entre su suciedad había unas palabras que estaban escritas por dedos de niños y decía “nunca lo vuelvas a hacer”.

Ese mismo día decidí decirle a la familia que estaba muy asustada, temía volver. No me obligaron a hacerlo, pero investigué acerca del caso porque sabía que esto no terminaría acá.

El problema siguió. Cada vez que estaba sola en mi propia casa era imposible no recordar esa sensación de frío que había sentido cuando también estaba sola en la casa de los Peterson. Tuve la necesidad de hablar

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de esto con alguien que me supiera decir algo más, porque yo no podía sacar respuestas de todo lo que pasaba. Decidí ir a buscar a la mujer que cuando comencé a trabajar allí me había recomendado rechazar el trabajo lo antes posible, sin ninguna razón: Griselda. Toqué la puerta de su casa. Me atendió al instante porque sabía que iría.

Era una mujer de tez morena, de baja estatura. Llevaba puesto un largo tapado rojo y tanto pulseras como collares dorados en gran cantidad.

Me saludó con una sonrisa de oreja a oreja, pero esa misma sonrisa se desvaneció en poco tiempo, no sabría decir por qué. Me sentía entusiasmada pero al mismo tiempo tenía una intriga mezclada con miedo, ni yo puedo explicar eso que sentía.

“Quítate el abrigo, déjalo en el sillón” dijo.Lo hice, y me senté con ella en la cocina, donde ya había sobre la

mesa galletas y té. La escuché. Parece que esa familia tenía encerrada gente en su casa, como esclavos. Solían torturarlos para que hicieran lo que ellos querían. Llegaron a tener más de veinte esclavos en un mes. Los vecinos sintieron un olor fuerte, muy desagradable y denunciaron a la familia. La policía encontró a las veinte personas muertas en el sótano, apiladas en una misma esquina.

Dicen que los espíritus de esos muertos viven en el cuarto donde yo entré...

Luna López

Luna López tiene 14 años. Actualmente va al Colegio y Oratorio San Francisco de Sales. Le gusta mucho el deporte y estar con amigos.

No está muy relacionada con los cuentos de terror pero ha leído algunos y sinceramente le han gustado bastante. Parte de su familia le sugirió algunos libros de Stephen King y en el colegio leyó varios de Poe. De todas formas no hubo alguno que la aterrorice lo suficiente como para no poder dormir en la noche. Y sinceramente tiene ganas de encontrar alguno de ese estilo.

El género de terror es el que más le gusta en cuanto a la lectura o las películas.

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Tim

Hace mucho tiempo, había un niño tímido que no tenía amigos porque todos sus compañeros se burlaban de su cuerpo, ya que era gordo. Se llamaba Tim y era muy poco comunicativo. Las únicas personas con las que hablaba eran sus padres ya que ellos se preocupaban mucho por él.

Un verano, Tim y sus papás se fueron de vacaciones a la costa del sur. Esas playas eran bastante ventosas y por eso eran solitarias. A Tim le gustaba pasear solo, a la tarde, para poder despejar su mente o simplemente disfrutar de la soledad y sus papás lo dejaban, ya que, aparentemente, no corría ningún peligro. Pero ellos nunca imaginaron lo que iba a suceder.

Una tarde cualquiera, cuando Tim empezaba su caminata habitual, sintió que no estaba solo, que alguien lo estaba siguiendo. Se dio vuelta pero no vio a nadie ni nada. Continuó caminando convencido de que había sido su imaginación, pero ese sentimiento de convicción se desvaneció cuando escuchó pasos de alguien corriendo tratando de alcanzarlo. Entonces se impacientó y empezó a correr cada vez más rápido. Una sensación de escalofrío le recorrió su hombro izquierdo cuando una mano tan fría como un cadáver se apoyaba y ejercía fuerza tratando de arrastrarlo. Tim no sabía lo que le estaba pasando, pero sí tenía una clara idea de que esa vez iba a ser la última que iba a poder caminar con vida sobre esas playas que tanto le gustaban. Tratando de forcejear con una fuerza extraña que lo llevaba, sintió en su cuerpo el agua fría del mar, y así se dio cuenta de que estaba siendo arrastrado hacia las profundidades del océano. Estaba paralizado por la simple sensación de que la muerte estaba tan cerca. No podía dejar de llorar, estaba desesperado, tratando de salvarse, ahogándose con su llanto y con el agua.

Todo ese esfuerzo se volvió inútil cuando Tim dejó de moverse y su cuerpo empezó a flotar en el mar. Esa fuerza misteriosa lo había alcanzado junto con la muerte.

Entrada la noche, los padres de Tim, ya muy impacientes, comenzaron a buscar a su hijo por toda la playa. Sin resultados, pidieron ayuda a los vecinos y recién a la mañana siguiente lograron encontrar apenas unas débiles huellas, debido a que el viento las había borrado un poco, y una zapatilla. Los papás reconocieron el calzado que le habían comprado a su hijo, pero otro par de huellas fueron irreconocibles. Era notable cómo un cuerpo podía ser arrastrado por la playa hasta internarse

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en el mar y desaparecer por completo. Pasados muchos años, la leyenda todavía está presente en boca de los

habitantes de ese pueblo, ya que se cree que esa fuerza que arrastró a Tim a las profundidades del océano es el espíritu de un nene que solía pasear por las mismas playas hasta que fue encontrado muerto en las orillas. Nadie conoce el motivo ni la razón de su muerte, pero lo que sí saben es que todavía sigue rondando las playas en busca de un nene para que sea su amigo y así le haga compañía.

Victoria Macri

Victoria Macri nació el 2 de julio de 2001, en el hospital Italiano en Buenos Aires, Argentina. La primaria la realizó en el colegio Sagrado Corazón, y sus estudios secundarios los realiza actualmente en el colegio San Francisco de Sales. Vive con su papá, su mamá, y sus 3 hermanos.Aprendió a escribir a los 5 años, y a los 6 escribió un cuento sobre un emperador. En ese momento, le empezó a interesar más la escritura y la lectura. Su cuento favorito era “Carlota en el museo”. Otra cosa que siempre le gustó fue la pintura y el arte. Asistía a las clases de la “Cárcova”, una escuela de arte.

Para escribir el cuento “Tim” se basó en una simple idea de una historia que le habían contado unos vecinos en unas vacaciones en la costa. Siempre se acordaba de esa historia, y cuando comenzó a escribir un relato de terror lo primero que se le cruzó por la cabeza fue esa historia del nene desaparecido en las costas de las playas del sur de Argentina.

El cuento “Tim” es una muy buena opción para leerlo un día de lluvia, con amigos, si querés asustarte o que haya suspenso en el ambiente. Es recomendado para nenes mayores de 6 años, porque se pueden asustar y tener feos sueños a la noche.

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Una noche en la casa del pueblo

El verano en aquel pueblito en las afueras de la ciudad era fantástico. Los días eran largos; los niños jugaban en las calles, los jóvenes se juntaban en la plaza o en alguna heladería charlando y riendo, y los adultos descansaban mientras veían cómo sus hijos se divertían. Las noches estrelladas no sufrían el viento como solía pasar en invierno y algunas familias se daban el gusto de dar una vuelta por el pueblo disfrutando sus merecidas vacaciones.

Entre aquellas risas y juegos, el grupo de amigos de toda la vida estaban gozando sus últimas vacaciones como alumnos de la escuela secundaria en la plaza del pueblo.   

-¿Verdad o consecuencia?-preguntaron impacientes.-Verdad- Miguel contestó luego de una gran pausa-.-Eres un cobarde- acusó Vanesa en tono burlón- Cuando me toque

elegir a mí, diré consecuencia.-Bien por ti- agregó en un intento de mantener su dignidad, pues

había sido humillado ante sus amigos.Carlos le hizo una insignificante pregunta a Miguel, quien respondió

sin problema alguno mientras sus amigos se aburrían ya que lo divertido del juego eran los retos.

Luego del turno de tres personas más, llegó el de Vanesa. Miguel era el encargado de sentenciar su reto que, por supuesto, estuvo planeando minuciosamente mientras los demás prestaban atención al juego. El joven quería demostrarles a todos que él no era ningún cobarde, era capaz de hacer y decir cualquier cosa y de ninguna se sentiría culpable, o eso pensaba…

-Dilo Miguel, vamos- apuró Camila-.-Es tan cobarde que hasta miedo de hablar tiene- Vanesa lo humilló

nuevamente-.El muchacho de tan solo diecisiete años ya había perdido la paciencia

y en un acto de impotencia cambió la prenda a último momento por una mucho más temerosa.

-Duerme una noche en La Gran Casa de la Calle 41.-¡¿Qué?!-reaccionaron todos los presentes a la vez-.Pensaron que Miguel había cruzado la línea que dividía lo divertido

de lo peligroso; nadie se entusiasmó con su propuesta.-Lo que he dicho. Si tú eres tan valiente como dices ser, demuéstralo.

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Los demás giraron la mirada a Vanesa, atentos a su respuesta. Ella hervía de la furia en sus adentros pero por fuera no dejó caer su orgullo y con una sonrisa forzada respondió:

-Claro, lo haré.El silencio se hizo en la ronda, ni Miguel se lo esperaba.La primera en interponerse fue Camila.-Vane, no tienes que hacer eso. Migue solo bromea, ¿no es cierto?-No haría ningún chiste con ese tema, Camila.La voz rasposa del joven asustó, estaba muy enojado. Pero no era el

único, Vanesa quería que la tragara la tierra, aunque se lamentaba de haber hecho enojar a Miguel, ni loca le diría perdón ni mucho menos sería tan cobarde de negarse a cumplir su reto. Era una mujer de palabra y valiente y se dijo a sí misma que no la detendría una asquerosa casa vieja. “Es solo una casa antigua, la gente acostumbra a crear leyendas urbanas para atraer turistas- y a este pueblito no le vendría mal un poco de fama-.” pensó. Sin embargo, una sensación de malestar se le formó en el estómago de solo imaginarse la casa por dentro. No tuvo ninguna certeza de qué era lo que eso significaba pero la sensación la incomodaba mucho.

La Gran Casa de la Calle 41 era una mansión muy antigua construida en el siglo XVIII por una familia exiliada que decidió vivir lejos de los suburbios para no ser descubierta. La leyenda dice que la familia, una pareja y dos hermanos, fue asesinada de la manera más trágica y macabra de la historia. Vanesa escuchó varias tesis sobre cómo fueron asesinados los padres y el hermano mayor, maneras que le han quitado alguna vez el sueño de tan horrorosas que sonaban. No obstante, lo que cuenta la leyenda sobre el hermano menor siempre es la misma historia sea quien sea la persona que relata el gran desastre de la familia. Siempre se habló de que el hermano menor fue el último en morir. El que, por ende, sufrió viendo a todos sus seres queridos fallecer. Él también murió, pero no descansa en paz al igual que sus padres y su hermano. Al Sr. Fernández, el dueño de la humilde casa vecina a la vieja mansión, se lo escucha muy seguido en las calles hablando sobre los terrores que sufre de noche; voces que le susurran, ruidos que lo despiertan...

Todos los creyentes están totalmente seguros de que el pequeño niño sufrido y solo todavía pasea por los pasillos de la antigua mansión; enojado por la pérdida de la vida que podría haber tenido y con una sed de venganza insaciable por los vivos, aquellos que lastimaron tanto a su familia  hasta matarlos.

Pero todo aquello era un cuentito de terror para Vanesa. "No veo la

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hora de que un avivado escriba un libro sobre esta casa sucia y se llene de dinero", pensó la joven luego de recordar todo lo que sabía sobre el asunto. No estaba entre sus opciones resignarse, ya había dicho que lo haría y así sería.

-Ya basta de decirme que no lo haga, lo haré y punto -sentenció Vanesa-.

La muchacha ya se había dispuesto a cumplir el reto. No importaba que tan difícil fuera, ella sería capaz.

Llegada la medianoche, Vanesa llegó a la Calle 41. Los más valientes de sus amigos la esperaban nerviosos en la vereda del frente a la mansión. Estupefactos observaban la casa, bajaban rápidamente la vista, se transmitían caras de espanto y luego, se animaban a ver la casa una vez más. Fue una gran sorpresa para la joven encontrar a Miguel entre ellos pero debió habérselo esperado ya que el joven seguía intentando demostrar su valentía.

La realidad sobre él es que minuto a minuto se sentía cada vez más culpable y, con poca esperanza de lograrlo, deseaba convencer a Vanesa de que rechazara el reto. Después de todo, son amigos desde muy pequeños, ¿por qué habría rencor?

-¡Vane!- saludó Carlos.-Hola, chicos.Miguel ya no quería perder más tiempo.-Vane, no es necesario que hagas esto.-Sí, lo es. ¿Me retas a hacerlo? Pues lo haré, pero que te quede bien

claro, -se aproximó un poco- no me subestimes.Ignorando completamente lo que había dicho su amiga, él insistió.-Vanesa, hablo en serio. No quiero que entres.-Yo no quiero que me subestimes-replicó-.-Ya basta-intervino Matías, siempre tan callado y astuto-. Esta

discusión no nos lleva a ningún lado. Se me ocurrió que, viendo a Vane totalmente decidida, podríamos pasar la noche aquí.

Vanesa se sintió apoyada e importante. Los demás, no. Interpretaron la idea de Matías como una severa traición porque estaba de más decir que el objetivo de esperarla a la joven en la puerta de la tenebrosa casa era justamente que no ingresara en ella.

-Eso es una estupidez- dijo Miguel con desprecio-.-¿Por qué? Es una buena idea -elogió la muchacha- Si me llega a

suceder algo, que dudo que pase… Pero, si pasa, lo único que necesitaré es gritar y ustedes estarán alertas.

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-Son sólo seis horas, vamos-agregó Matías que hasta hace poco todos identificaban de inteligente-.

-¿Y si no puedes gritar?-cuestionó Carlos-.-Por favor, son peor que mi madre -bufó con frustración-. No

sucederá nada en esa casa vieja. Además, si no lo hago ahora, ¿cuándo lo haré?, ¿cuando esté casada y con hijos? No, señor, en la vida se corren riesgos. Si no, ¿qué sentido tiene?

Todos habían quedado complacidos con el breve discurso de Vanesa, Matías tuvo deseos de aplaudir mas no lo hizo porque no lo creyó conveniente cuando notó la perseverante desaprobación de Miguel, pero hasta él había sido manipulado por aquellas palabras y entendió que no había más que hacer, la decisión estaba tomada. La joven pasaría la noche en la Gran Casa de la Calle 41.

Vanesa se había cansado de imaginar el interior de la casa las últimas horas mientras se preparaba una mochila con cosas necesarias para pasar la noche, de allí sacó la linterna que su papá solía usar para ir de campamento con Julián, su hermanito; pero la casa era mucho más terrorífica que el poder de su imaginación. Había tanta oscuridad en ella que,  a pesar de tener la linterna encendida, se veía muy poco.

La joven dio un primer paso y decidió dejar la puerta abierta. Alumbró hacia todos lados y descubrió un gran salón: el techo era alto con manchas de humedad y grietas, las paredes estaban descascaradas, faltaba color y le pareció notar rasguños; el suelo era de madera vieja, sucia y molesta, el ruido de sus pisadas se le hacía insoportable. De un lado había una chimenea, del otro, una escalera y en el medio, un sofá color verde que curiosamente estaba de espaldas a la puerta mirando hacia un cuadro que, desde donde ella estaba, no podía asegurarse de qué se trataba pero algo le llamó poderosamente la atención tanto en el suelo como en las paredes. Manchas oscuras. Parecían de sangre y Vanesa se preguntó si aquí había muerto la famosa familia, sin embargo, eso parecía interesante porque las manchas eran cuatro, tres una al lado de la otra y la cuarta enfrente de estas. Entonces, uno vio morir a tres.

Pero la joven no venía a descubrir un misterio ni mucho menos a hacer una investigación sobre la leyenda. Lo importante en ese momento era descubrir el interruptor, así que siguió alumbrando el espacio y notó una lámpara colgante estilo araña.

-Alguien la habrá instalado- se dijo-.Se ayudó con la linterna y siguió el cable que salía del colgante.

Caminó por el salón hasta llegar a un largo pasillo a su derecha, al verlo,

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un nuevo escalofrío apareció pero, esta vez, en su nuca, se le erizó la piel al instante y sus piernas tardaron en contestar pero, respirando hondo, continuó el camino siguiendo el cable que se unió a otra lámpara a mitad del pasillo.

Al final, se encontró con una puerta, el cable seguía detrás de esta y entonces, la incertidumbre la agobió porque lo que había del otro lado de la puerta era desconocido y lo desconocido daba miedo. Vanesa entendió que del otro lado estaría el interruptor pero no dejaba de ser una puerta al final de un largo pasillo. Más incertidumbre. La joven descubrió que la única luz de la casa era la suya y que a sus espaldas gobernaba la oscuridad. No quería darse vuelta, su corazón comenzó a latir rápido y su imaginación le comenzó a jugar en contra creando imágenes de lo que podría haber a sus espaldas o lo que podría encontrar tras esa puerta, quizás,  un cadáver colgado del techo o un muerto cara a cara.

Tomó el mango de la puerta y volvió a respirar hondo.-Basta, Vanesa- se dijo- es una simple casa vieja-.Abrió la puerta, alumbró y se arrepintió como nunca antes en su  vida

se había arrepentido de algo. Eran escaleras. Era el sótano.Comenzó a descender lentamente y con precaución; no estaba segura

de tomarse fuerte de la baranda por la horrible situación que estaba transitando o por el simple hecho de anticipar una caída. De inmediato, encontró el generador y fue hacia él.

-¿Cómo se activará esta porquería?-se preguntó.Hacía resonar sus palabras en todo el sótano buscando la forma de

sentirse sola, que nadie la estuviera escuchando o mirando pero sucedía todo lo contrario; cada vez que emitía algún sonido tenía la agobiante sensación de que alguien oía. Alguien, una persona o un fantasma.   Sacudió su cabeza creyendo que sus pensamientos podrían escaparse y caer al suelo, por supuesto que esto no ocurrió y con la pesadilla que su mente le hacía imaginar, encendió el generador.

La luz del sótano era débil, se prendía y se apagaba. Vanesa supuso que esto duraría un rato hasta que quedara permanentemente encendida. Cuando esto último sucedió, el corazón de Vanesa comenzó a golpear fuerte contra su pecho, no podía creer lo que estaba viendo. Temblaba demasiado y respiraba de manera agitada. Un muchacho la estaba observando. Escalofriante. Sus ojos eran completamente negros, su cuello estaba marcado con una ancha franja violeta, su piel estaba sucia al igual que su ropa llena de sangre. La luz se apagó.

Vanesa gritó desesperadamente, dejó caer la linterna al suelo y salió

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corriendo de allí. Subió las escaleras sin dejar de correr, ingresó a una habitación y se encerró en ella. Se sentó de espaldas a la puerta y abrazó sus rodillas, estaba llorando. No podía asimilar el susto, su corazón no se calmó, su respiración menos. Había visto a un muerto, la cara del niño era espantosa y no abandonaba su mente de ninguna manera. Vanesa deseó con todas sus fuerzas que terminase la noche, quería irse en ese instante de aquella casa.

Siguió llorando, se arrepintió una vez más de abrir la puerta del sótano, de haber provocado la furia de Miguel. Odió a ese muchacho que parecía ser su amigo con toda su alma; por su culpa ella estaba ahí. Lloró mucho por no haber escuchado las advertencias de sus amigos y entre sollozos pensó si habrán oído sus gritos. Quizás la habían abandonado.

-Qué niña ingenua -alguien susurró- Las personas son así, ingenuas.El llanto de Vanesa cesó de inmediato y se quedó helada. -¿Quién eres?-habló sosteniendo el llanto en su garganta -¡Ya basta!Escuchó risas y pisadas en el pasillo, el insoportable ruido del suelo.-Ya basta, ya basta -se burló la voz desconocida-. -Por favor, déjame en paz. Te lo ruego.No hubo respuesta.Vanesa, sin pensarlo ni un segundo, salió del cuarto. El pasillo estaba

despoblado, no había nadie. Se cuestionó si era correcto lo que hacía, no debería hablar con aquel

fantasma horrible y terrorífico. Quizás no era lo más prudente mas no descubrió otra alternativa mejor ya que aquel espectro se podía manifestar en cualquier rincón de la casa, por lo tanto, ningún lugar era seguro.

Aturdida por molestos ruidos, se levantó del suelo en un salto. Prestando más atención al disturbio, reconoció el insoportable sonido que provocaba la vieja madera, provenía de la planta baja.

Vanesa se llenó de valentía y se dirigió a las escaleras, supuso que en esta oportunidad podría salir de la mansión, necesitaba huir.

Por desgracia, mientras intentaba despejar su mente y pensar en cosas positivas, el ruido desapareció, encontró mucha luz en la sala y la incomodó un detalle: el sillón estaba de frente a la chimenea. Vanesa continuó bajando las escaleras y otro nuevo detalle la hizo estremecer: el cuadro que había observado al ingresar se estaba quemando en la chimenea y en su lugar estaba escrito “Basta, Vanesa, es una simple casa vieja”.

Se cayó de rodillas al suelo, llorando y gritando:-¡Ayuda, me quiero ir, quiero ir! ¡Déjame en paz, no he hecho nada!

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Escondió su rostro en sus manos y sollozó disminuyendo la voz “Me quiero ir”

-Vanesa…La joven tuvo miedo de levantar la vista pero con valentía abrió los

ojos y miró al espectro, quien se arrodilló hasta estar a la altura de ella y con una sonrisa cínica y macabra le preguntó:

-¿Le tienes miedo a la muerte?Entonces, entró en pánico. Tenía mucho frío pero su dolor de cabeza

era letal, ni siquiera quiso averiguar a qué iba esa pregunta. Se puso de pie y se dirigió a la puerta que curiosamente estaba sellada con madera. El niño estaba ahí, mirando los movimientos de su huésped y sonriendo de esa manera tan traumática para ella.

Vanesa corrió hacia la cocina, nunca antes la había visto. No se interesó en observar detenidamente el espacio y buscó algún arma para defenderse. Buscó en los cajones y en las alacenas; sus manos temblaban y sintió el sudor en su cuerpo.

-No me has respondido a mi pregunta.La joven volteó y encontró al niño con un cuchillo en la mano, lo

miraba y pasaba lentamente su dedo por el filo. -¡No quiero morir!-gritó desesperada.-No hubieses venido, pequeña ingenua.La muchacha estaba aterrorizada, se sintió muy joven para llegar al

fin de su vida y le tenía mucho miedo a la muerte. Había muchas cosas que le faltaban por experimentar y un montón de metas por cumplir.

El espantoso fantasma se acercó  con el cuchillo y miró a la jovencita como si fuese divertido verla sufrir mientras ella, con desesperación, buscaba la forma de escapar.

“Piensa, piensa, piensa” se obligó. Estudió la cocina con apuro y miedo, cada segundo era más trágico que el anterior y el cuchillo que portaba la diabólica criatura comenzaba a rozar su piel.

Había una heladera sin puerta, a su lado estaba la mesada y arriba, una ventana. Vanesa, entre tanto pánico y terror, sintió felicidad. No estaba sellada, su cuerpo cabía en ella y eso significó una salida.

Entonces, con un plan ya ideado, volvió a prestar atención al cuchillo que acariciaba su piel. No entendió por qué el niño le hacía eso, no tenía sentido. Pero entonces, miró su ropa y vio sangre. El filo cortaba la piel de su cuello y brazos, estaba sangrando; estaba muriendo.

Intentó dar un paso hacia delante pero su pierna no respondió, presa de los nervios siguió con la mirada fija en la ventana, imaginó que salía,

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imaginó libertad pero todo comenzó a volverse más oscuro, podía escuchar a lo lejos sus propios gritos y llantos, sin embargo no sentía sus labios al moverlos. Volvió a intentar correr pero sintió golpes, más dolor y gritos, llantos, la risa escalofriante de aquel fantasma, caídas, patadas. Y de repente, nada. Murió.

Fue entonces cuando juró que se vengaría de sus amigos y les haría vivir lo mismo que le han hecho pasar a ella, o peor.

Florencia Maria

Florencia Maria nació hace 13 años en Buenos Aires, Argentina. Siempre le gustó leer y escribir mucho; en una oportunidad intentó escribir un libro pero nunca antes había escrito un cuento, tampoco tuvo la ocasión de relacionar algunos de sus escritos y lecturas con el terror. Ella nunca tuvo ningún interés especial con este género, siempre intentó evitar ese tipo de lecturas o películas pero cuando empezó a trabajar en sus clases de Lengua, se entusiasmó.Lo que la autora deseó desde el principio, cuando empezó la escritura de su primer cuento, fue atrapar al lector y el suspenso le pareció una buena herramienta para lograrlo. Buscó provocar que la imaginación de aquel que leyera se desesperara por saber qué ocurriría al final de la historia. Por esto, a lo largo del cuento, los hechos mantienen la pregunta: “¿Se salvará?” hasta el último aliento.

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Atrapado en un sueño

El hecho de que Mr. Martins estuviera leyendo a solas en su cuarto era indicio de que algo sucedía. Era un hombre alegre que solía disfrutar del aire libre y estar siempre acompañado, pero en estos momentos se sentía abrumado y confundido.

Recostado en su sillón blanco, comenzó a pensar en las últimas semanas que habían transcurrido. Se dijo en voz alta:

-¿Qué me está pasando? demasiada tranquilidad y silencio en esta casa, así no voy a cambiar nada, tanto tiempo encerrado y pensando en cosas inútiles.

Mi madre había muerto, pero nunca la sentí muy cerca, había en mí un vacío, algo extraño, pero no era por ella, sino por algo más, algo que cambió de mi vida. Hace unos días no me sentía así, tan solo. Entonces había decidido salir tal como hacía todas las tardes, comprar el diario, unas ricas medialunas de mi gran amigo el panadero y pasear un rato por las calles del barrio saludando alegremente a mis vecinos. Pero ayer no fue lo mismo, todavía todo era extraño, las calles parecían lúgubres y abandonadas, las nubes grises tapaban el brillo del sol y se sentía el ruido de las hojas secas rozar el piso.

A lo lejos, escuché unos gritos, alguien me llamaba, me di vuelta velozmente e intenté distinguir esforzando la vista a través de la neblina. Me fui acercando, era una mujer y  me llamaba desesperadamente haciendo señas con los brazos, entonces comencé a correr y cuando me aproximaba más, ¡la vi!, era mi madre, me intentaba mostrar algo pero parecía preocupada y gritaba:

-¡Hijo, vení aquí que te enseño lo que querés ver! Apurate, no hay tiempo, podrás entender lo que sucede, ¡rápido!

Corrí lo más rápido que pude pero tropecé en el camino, aunque me había lastimado no dudé en seguir, no quería perderla. Llegué velozmente pero ya no estaba, no había nada, nadie me hablaba ni me llamaba, miré para todos lados y la busqué pero se había ido, desaparecido tal vez. Entré a mi casa frustrado y confundido, apenas pasé la puerta lo único que hice fue ir a la cocina a curarme la lastimadura de la rodilla.

Fui a sentarme al sillón para descansar un poco y reflexionar acerca de lo que había sucedido cuando creí escuchar como si dos personas estuvieran hablando. Lo olvidé e ignoré pensando que solo estaba un poco abrumado, pero al mismo tiempo comenzaron a golpearse las ventanas por

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el viento. Me sentí un poco tenso y para relajarme prendí la televisión y me paré para cerrar cuidadosamente las ventanas. En la televisión aparecían programas inusuales, nunca los había visto, cambiaba constantemente de canal y me aparecían frases y órdenes tales como:

-¡Atrapalos!-¡Apurate!Sufrí en unos instantes más que en todo el resto de mi vida, el

corazón me latía cada vez más fuerte y sentía mucha angustia: eran los mismos mensajes que me decía mi madre cuando corría en la calle, algo me querían decir y lo tenía que descubrir.

Cuando estuve más tranquilo, decidí ir a comer algo ya que era muy tarde, pero, cuando me acerqué a la cocina para agarrar mi sándwich, pegué un salto y un grito que lo podría haber escuchado todo el pueblo. Sentados en la mesa estaban mi hermana y su novio discutiendo. Me escondí atrás de la puerta, pero escucharon algo y salieron para ver qué había. Miraron hacia donde yo estaba y le dije a mi hermana:

-Qué susto me diste, casi muero infartado. ¿Por qué no me avisaste que ibas a volver?

Y nadie respondió, era como si yo no estuviera ahí, no me registraron y volvieron a la cocina.

Había pasado una semana, estaba más tranquilo pero me seguía sintiendo muy solo y un poco confundido por las situaciones que había vivido o tal vez imaginado; decidí comenzar a ver a un psicólogo solo para ver si era yo el que estaba mal o si algo en realidad pasaba.   

Cuando intenté llamar para pedir algún turno me daba el contestador, llamé una y otra vez pero era imposible comunicarse. Sin embargo, en la quinta llamada que hice se escuchaban de fondo unas voces, no podía identificar quiénes eran los que hablaban pero aquellas voces me sonaban muy familiares. En ese momento no sabía si tranquilizarme y concentrarme para escuchar bien en el teléfono o enloquecer y asustarme nuevamente. Pero definitivamente no me pude tranquilizar ya que empezaron a sonar las puertas de las habitaciones del pasillo y a titilar las luces que ya muy poco alumbraban, además se escuchaban ruidos extraños por toda la casa.

El volumen de las voces del teléfono iba aumentando, y a pesar de los nervios que tenía, traté de escuchar y me di cuenta que ya no eran voces sino alguien que gritaba y pedía ayuda. Me estremecí y se me pusieron los pelos de punta; esa voz era idéntica a la mía; me puse a llorar, parecía que un hombre quería lastimar o matar a esa persona que gritaba,

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entonces temblando y con una voz muy leve dije:- ¿Quién es usted? ¿Qué es lo que está pasando? ¡Deje en paz a esa

persona!   Y luego de un grito desgarrador y un silencio de diez segundos, me

contestó y dijo:- Ya está hecho.Tiré el teléfono al suelo y llorando me fui corriendo a mi habitación,

me dolía mucho la cabeza y seguía escuchando voces aterradoras por toda la casa. Abrí la puerta y dejé de llorar inmediatamente: no estaban mis cosas, no estaba mi cama ni el velador, solo veía papeles y fotos mías colgadas y pegadas por las paredes, me refregué los ojos para ver si era real y sí, seguía viendo lo mismo.

Uno de los papeles era una hoja de un diario y su titular decía:  “Los médicos forenses cierran el caso de Mr. Martins”.

Luciana Martin

Luciana Martin nació en Buenos Aires, Argentina, el 12 de julio del 2001. Vive con su hermana y sus padres.

Desde chica, le gustaba leer y a partir de cuarto grado fue cuando comenzó a estudiar, con sus compañeros, distintos tipos de géneros literarios; los que más le gustaban y atrapaban eran los policiales. Siempre leía las historias de Edgar Allan Poe porque le gustaba mucho cómo describía.

Los cuentos de terror nunca fueron sus preferidos, aunque siempre le interesó y gustó el misterio. Entonces al leer “Atrapado en un sueño”, nos damos cuenta claramente de que Luciana se basó en algunas películas de terror que había visto y en los elementos que utilizaban para causar miedo; igualmente su narración abarca muchas historias que ella leyó, las cuales dejaban finales abiertos y tenían ciertas características que la ayudaron a sacar una idea de este atrapante relato de terror.

Esta historia nos invita a meternos en los pensamientos del protagonista, los cuales nos harán reflexionar y pensar, pero a la vez nos causarán mucha intriga y asombro por las cosas que suceden. Es un cuento para aquellas personas quienes tienen mucha imaginación e interés por lo siniestro.

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La venganza del médico

En 1950, nació un niño llamado Jasón en un pequeño y humilde pueblo. Se crió con su familia dedicada a la medicina. Cuando Jasón tenía 14 años, su madre murió  tras una larga lucha con una enfermedad muy grave  (a la que todavía no se le encuentra nombre ni cura). A partir de esa pérdida,  su padre se trató de suicidar varias veces pero no lo consiguió. Luego de esos episodios la familia decidió internarlo por su bien.

Más tarde, en el neuropsiquiátrico, se trató de matar nuevamente, y tres años después lo logró. Cuando los dueños del internado llamaron a la familia para comunicarles esta pérdida, Jasón muy triste y solo decidió que iba a estudiar medicina  para encontrarle la cura a esa enfermedad que había matado a su madre.

Una vez recibido de médico entró a trabajar en un hospital de su pueblo, El Rabón (en Santa Fe). El hospital se llamaba Dr. César Díaz. Este establecimiento funcionaba con los pocos recursos que tenía, dando atención a las personas del lugar  y sus alrededores. Los médicos que trabajaban cobraban lo mínimo y muchos lo hacían gratis sacrificando muchas horas y con poco descanso. Jasón estaba muy enojado  por la muerte de su madre años atrás, y decidió empezar a hacer sustancias para matar a la gente en venganza por ese hecho que para él era injusto. Cuando el director del hospital se empezó a dar cuenta de que allí  estaba muriendo mucha gente les preguntó si sabían algo  y todos contestaron que no tenían ni idea de lo que estaba sucediendo

Al ser consultado, Jasón dijo que no sabía nada, hasta que un día el director se puso a ver cómo trabajaban todos en el hospital y encontró a Jasón con sustancias raras en el guardapolvo. Cuando lo fue a buscar, el director le dijo:

-¿Qué se supone que es esto Jasón?Y Jasón respondió: -Estos son un par de remedios que tengo que tomar por mi depresión. El director, dudando de lo que le había respondido Jasón, le dijo:–Estás suspendido por dos  semanas. Cuando yo te llame, vas a poder

volver al hospital– y se fue pegando un gran portazo. Jason tenía un trastorno psicológico que lo volvía agresivo,  y lo

hacía actuar descontroladamente, ser irresponsable y comportarse con una manipuladora mente. Salía a matar y a las víctimas las llevaba a su casa donde las hacía sufrir; él gozaba con esta situación.

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Un día, una de sus víctimas logró escapar de su secuestro y finalmente se pudo hacer justicia por el maltrato y por la muerte de otras personas a las cuales Jasón había atacado anteriormente.

Rocío Michelín

Ella se llama Rocío Michelín y nació el 4 de mayo del 2002. Su familia está compuesta por su hermana, su padre y su madre, con sus respectivas parejas.

Rocío leyó muchos libros de distintos géneros pero el que más le gustó fue el policial. Para escribir su cuento de terror, se basó en una película que se llama “La maldición de la casa Whaley”.

Les recomienda la lectura de este relato, que se llama “La venganza del médico” y se trata de un chico al que se le muere toda la familia y toma venganza a través de la medicina. Espera que les guste y disfruten mucho su cuento.

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[23/5/2008]

Mi nombre es Mei Fernández, tengo 18 años. Para muchas personas el cumpleaños es una fecha alegre y feliz, pero para mí desde ese día ya no lo es. No tiene caso empezar a contar desde acá, volvamos al principio de todo esto, dos años atrás.

Desperté con buen humor y energía, “Hoy es mi cumpleaños, nada puede arruinar esto”, pensé. Me levanté y me puse el uniforme ya que eso uso para la escuela. Cuando bajé, mi mamá me esperaba junto a mi familia con un exquisito desayuno. Como iba a la tarde, esperé en el sillón a que se hiciera la hora y de esa forma partir.

Al llegar, mis amigos, Oscar, Apolo, Carla y mi mejor amiga Carolina, me recibieron con un hermoso batido de pelo. Ellos eran de hacer bromas y pasarla bien, siempre que estaba mal por algo eran los que me ayudaban, nos conocíamos desde preescolar y siempre estuvimos juntos, algunos más que otros pero siempre llevándonos bien. La pasamos increíble, entre risas y juegos, fue en serio muy divertido. Y así pasó toda la tarde, se sintió muy rápido todo, ojalá hubiera durado más tiempo.

Antes de tener que irnos propuse hacer un conjuro, uno de amistad, uno de esos japoneses. Consistía en tomar, todos juntos y al mismo tiempo, una persona recortada en papel, decir por el número de personas, que estén sosteniendo la figura, en nuestro caso 5 veces, “por favor Nanako” y tirar para romper un pedazo de esta figura, el cual debería ser guardarlo para que la amistad perdure.

Al terminar de realizar el conjuro, se sintió un temblor y el piso del salón se abrió dejándonos caer. El edificio parecía Gravity Ghost, una escuela solo primaria de Japón que fue clausurada en 1954 y demolida en 1958, durante esos cuatro años fue usada para secuestrar niños y asesinarlos. Se dice que se clausuró porque un profesor se había vuelto loco y comenzó a matar a los demás docentes y alumnos.

Quizá afortunadamente, me encontraba con Carolina. Juntas comenzamos a caminar por esos pasillos misteriosos llenos de sangre. En un momento escuchamos un ruido y comenzamos a correr, pero tuve mala suerte, me doblé el tobillo y tuvimos que parar. Decidimos buscar la enfermería, aunque antes pasamos por el baño y luego seguimos nuestro camino. Al encontrarla, me senté en una camilla y mi mejor amiga me vendó el tobillo y, en ese instante, prometimos estar siempre juntas. De pronto Caro se paró y le pregunté:

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- ¿A dónde vas?Ella dijo:- No encuentro mi papel del conjuro, creo que lo perdí en el baño.

Voy a buscarlo.Ya había pasado un rato largo y Carolina no volvía, por lo que decidí

ir a buscarla. Como no la encontré en los pasillos fui a revisar si estaba en el baño. Empecé a abrir las puertas y en una encontré una imagen terrorífica: la persona en la que más confiaba estaba colgando, ahorcada con una soga. Traté de ayudarla pero ya era demasiado tarde. Ese fue el momento en el que pase de reír a ver a mi mejor amiga muerta.

Decidí seguir por el pasillo, subí por unas escaleras quebradas y en mi camino me crucé con una biblioteca y entré para investigar. Una extraña chica se encontraba dentro con una laptop en un sitio web al que me parecía haber entrado antes.

-¿Vos sos el fantasma que armó este blog para atraer personas a esta horrible escuela?- pregunté.

-No sé de qué hablás.- respondió con calma.-No finjas. ¿Cómo encuentro a mis amigos?, ¿cómo salgo de acá?-

dije desesperada.-Tus amigos están en dimensiones paralelas encerrados en esta

escuela. No podrás verlos y pensar en salir de acá es algo ridículo, mejor resignate.

-No necesito tu ayuda, voy a buscar la manera de salir yo sola.Salí corriendo furiosa y comencé a vagar por la tenebrosa institución

sin fin. Después de un largo tiempo, me encontré con una nena fantasma. Llevaba un vestido rosa un poco rasgado y una tijera en la mano; ella solo repetía “Mi ojo, mi ojo”. Traté de escapar pero se tiró sobre mí intentando clavarme las tijeras, pude ver que a la nena le faltaba un ojo y en ese momento comprendí que debía buscarlo para entregárselo. Zafé de ella como pude y comencé a buscar en las habitaciones, en cada cajón, mesa y rincón. Hasta que encontré una bolsita, guardada en un mueble, con algo viscoso y redondo dentro, la abrí y me dio mucho asco, era el ojo faltante.

Ya tenía lo que quería, solo faltaba llevarlo. Pero no sabía dónde estaba esa chica, entonces fui a donde la había encontrado por primera vez. La busqué lo más rápido posible y como era de esperarse intentó atacarme otra vez, pero cuando le entregué lo que buscaba se calmó.

-Gracias. Ahora mi espíritu podrá descansar en paz.- dijo.-No es nada. ¿Cómo puedo salir de acá?- pregunté.-Como me salvaste, los mundos están débiles, podré abrir tu mundo y

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saldrás por ahí. Pero no durará mucho tiempo abierto, así que apresúrate, no pasará mucho tiempo para que se establezca esta dimensión.

Abrió una puerta rara y dijo que pasara por ella.-¿Y qué va a pasar con mis amigos? No puedo dejarlos acá. -

exclamé.-No hay tiempo para eso, debes salir ahora, de lo contrario será

tarde.- dijo, y comenzó a empujarme por la puerta hasta que la atravesé y ya no pude volver. Desde ese momento, no sé nada sobre lo que pasó con mis amigos, cada vez que los menciono nadie parece conocerlos, parece ser que soy la única que los recuerda.

Por otra parte, nunca pude descubrir el misterio que rodeaba a esa horrible escuela. Solo sé que aquellos que son tomados por su maldición, se enfrentan a situaciones de vida o muerte y terminan desorientados, causándoles daño a los demás sin ninguna distinción y sus almas son condenadas a rondar por Gravity Ghost por la eternidad.

Melina Monachello

Se llama Melina Monachello. Tiene 13 y vive en Almagro con su mamá, su hermana, su papá, su perra y su pájaro. Va al Colegio San Francisco de Sales, a la secundaria.

Aprendió a leer en primer grado, en ese tiempo no le interesaba la literatura. Pero luego comenzó a gustarle y leyó algunos libros. Le gustan los géneros románticos, cosas de la vida, drama, terror y la lectura compleja para pensar.

Para esta escritura, se basó en elementos que se usan cotidianamente en el género de terror, en películas, cuentos, relatos de personas que habían sufrido alguna actividad paranormal, intentando, de esta manera, jugar con el miedo desde distintos ángulos.

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Un pasado olvidado y un futuro perdido

Eran las ocho de la noche, faltaba una hora para irme con mis amigos al parque de diversiones, ese abandonado, cerca de la ruta trece. Era muy bueno entrar ahí, total ya no se vigilaba. No sé por qué cerró, se decía que varias personas habían desaparecido y jamás fueron encontradas. De todos modos no teníamos miedo, conocíamos a varios chicos que nos contaron que habían entrado allí y no les había pasado nada raro. El parque tenía las atracciones, como la ruleta, sillas giratorias, montaña rusa, ferias de kermés con algunos premios; comida tirada y podrida; y muchas telarañas.

Agarré las llaves de casa y del auto para salir. Bajé  las escaleras y me subí a la camioneta.

Todo listo: estaban Julián, mi mejor amigo desde la secundaria, con su pelo castaño, dientes increíblemente blancos y su personalidad tan falsa para ganarse a los demás; Sol, rubia, alta, pálida, una típica chica albina; Mónica, mi amor platónico de la primaria, simpática, sincera y divina para todos los que la conocen, su pelo morocho y sonrisa encantadora; y Mariela, pelirroja, educada e inteligente.

Estábamos en frente de la puerta de entrada, atada con cadenas de hierro. Era obvio, teníamos que trepar. Yo iba primero y Julián último, para ayudar a las chicas.

Recorrimos casi todo el parque, no era muy grande; pero estaba oscuro, por suerte la luna brillaba. Nos detuvimos y sentamos en las hamacas giratorias para hablar un poco:

-Este lugar no es tan malo, ¿por qué lo tuvieron que cerrar? Lo podían volver a abrir poniendo más seguridad.

-No es tan fácil.- me decía Sol.-Bueno- le dice Julián, con su tono de agotado.-¿Podemos recorrer el lugar ahora?- nos preguntaba Mariela, ansiosa.-Sí, como quieras.Nos paramos y cada uno se fue por un lado. Yo estaba cerca de

Julián, y no sabía si también había una de las chicas por allí. Escuchaba pasos, y a los alrededores; nada. Aunque se detuvieron. Así que seguí. Al rato, encontré una caja principal llena de telarañas y algo de polvo; cerca de la montaña rusa. Allí se encontraba el botón para las luces; lo apreté y se prendieron; cerré la caja porque además del botón, solo había cables. Había perdido a Julián, pero no me importó.

Mientras caminaba, pensaba en tantas cosas de mi vida: mis buenas,

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no, excelentes notas en las materias, admirable personalidad y vida perfecta, en mis padres, terminando el recorrido por Europa para visitarme; y en mis amigos, somos muy unidos y compartimos casi todo, también tenemos muchas casualidades, como nuestros gustos; películas; miedos…

De pronto, había escuchado un ruido muy fuerte, como un cristal, corrí hasta el lugar y vi un espejo roto, al segundo llegó Julián. Se nos cruzó la idea de que había sido una broma de las chicas y nos volvimos a separar. Observé la hora, eran las 11:13, no tan tarde para mí. Escuché un ruido metálico, como un tacho de basura. Corrí en frente de la tienda de peluches sucios y cuando llegué había dos tirados, vacíos. Pasaron dos minutos hasta que llegó Julián.

-¿Qué pasó?- le pregunté confundido.-No lo sé. Ven, acompáñame, iré a buscar a las chicas.- me dijo

Julián.Lo seguí, pero nos detuvimos en el lugar donde estaba roto el vidrio

del espejo: miré hacia arriba: “casa de los espejos”. Entramos y había otro espejo roto.

Quedamos en ir uno por un lado y otro por el otro, total veríamos seguramente nuestros reflejos. Recorrí la casa trotando más que corriendo, porque tenía dudas si era una broma o en serio.

Escuché un ruido extraño. En ese momento sí empecé a correr. Fue complicado no ver nada más, excepto mis reflejos.

Grité asustado al ver un hombre raro, desconocido; sinceramente parecía loco.

-Tú debes ser el quinto, con razón, sentía que no podía haber sólo un hombre en el grupo. ¿Cómo estás?- me dice el desconocido.

-¿Y tú qué quieres? ¿Y mis amigos?, ¿qué les pasó?-Me gustó que preguntaras. Primero, tus amigos están bien, solo que

dormidos… profundamente; y segundo, puedes  recuperarlos...si logras sobrevivir a mi juego.- me dice entusiasmado.

-¿Cuál sería tu juego? Haré todo lo que quieras. Por mis amigos.-Los quieres mucho, me imagino.- me dijo el desconocido, tan

seguro.-Sí, así es. Ahora que lo pienso, varios chicos contaron que no pasaba

nada aquí.- ¡Mentían, tonto! Querían seguro llamar la atención. Jamás me

interesé en torturarlos; me agradan los inocentes.- me aclaró. -Bueno, si aceptaste, te contaré: tus amigos están dormidos muy profundo por una inyección con un tranquilizante que les inyecté. Lo malo es que no es

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temporal, a menos que puedas salvarlos introduciéndote en el mundo en el que se encuentran y tendrás que pelear con cada uno de sus miedos…

-¿Eso es todo?-¡¡¡Déjame terminar!!! ¿Tú quieres el tranquilizante también? ¿Vas a

dejarlos morir? ¡Cobarde! No tengo problema.- dice, gritándome de una manera tan aterradora que por un instante me quedé paralizado.

Agarró un bisturí de una caja de primeros auxilios y me lo clavó en la pierna izquierda, que derramaba muy poca sangre, por suerte, pero me ardía. Y después sacó un pañuelo de tono oscuro y me lo ató en mi pierna herida; tenía olor como a desinfectante no sabía perfectamente qué era, tal vez lo había mojado.

-Mejor. Y no, no es todo, porque al final tendrás que enfrentarte a mí. Y si no logras todo el juego, tú estarás maldito; tendrás que tomar mi lugar; y tus amigos morirán y sus almas se perderán en el sueño. ¿Sí?, ¿aceptas? -me dice, tranquilamente.

-¿Y si gano?-Tú y tus amigos se irán y más vale que no se vuelvan a acercar por

aquí.- La manera en la que lo dijo era amenazante..-Está bien. Ya acepté. ¿Será como en un sueño?-Mmm...sí, ya sabes lo que se dice sobre ellos, pero mejor que tú

mismo lo sepas; ahora ven conmigo.- asentí y lo seguí.Llegamos a una pequeña habitación donde había dos sillas y una gran

mesada con cajas y algunas jeringas rotas; el cuarto era todo gris con una pequeña luz blanca.

El desconocido me dijo que me sentara en la silla alta con respaldo-Antes, ¿tienes alguna coincidencia que compartas con tus amigos? -

me preguntó.-Sí, miedo a morir, el disgusto por el alcohol…-No digas más; sabes, me agradas, así que te daré otra situación…,

cuando te encuentres en el sueño lo sabrás - me dijo con su sonrisa tenebrosa.

Fue hasta la mesada y sumergió la jeringa en la botellita con el tranquilizante, se acercó hacia mí, me clavó la jeringa brutalmente, y esperó sentado al lado de la silla hasta que empecé a dormirme.

-Buena suerte. - escuché por última vez.Al despertar estaba tirado sobre la vereda de una calle toda vacía,

pero enfrente de mí había un edificio de al menos quince pisos donde lo único que se escuchaba era una música bastante fuerte. Crucé la calle hasta la entrada del lugar y decidí tirar de la puerta y subir por las escaleras para

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poder escuchar de dónde provenía tanto ruido.Me encontraba en el último piso, el quince, y me dirigí hacia la

puerta número cinco donde se escuchaba la música; giré el picaporte, se abrió y entré. Allí vi a mis cuatro amigos, borrachos; al verme gritaron mi nombre y se acercaron a mí para abrazarme tambaleándose en sus propios pasos. Julián había tropezado y derramado toda la bebida al piso, volvió a levantarse, y me indicaron que me siente en la alfombra del living para hacer un juego todos juntos. Sol se rió para ella misma y gritó: “A las escondidas” porque le recordaba su infancia y todos estuvieron de acuerdo.

-Tú, Javier, contarás hasta cincuenta; eras inteligente para encontrarnos. ¿Recuerdas? - me dice Mariela. Asentí y los demás también.

Me terminé levantando, apoyándome en la pared al lado del balcón y comenzando a contar.

Al terminar, vi el balcón abierto y decidí salir, estaba Julián apoyado en el borde y me acerqué para decirle que bajara, pero no podía controlarse, se fue para atrás y cayó los quince pisos hasta chocar con el cemento de la calle. Me largué a gritar porque intenté agarrarlo pero no lo alcancé, y al asomarme por el borde vi su cuerpo inmóvil, pequeño y con varias manchas de sangre.

Las chicas gritaban a su alrededor, yo me dirigí hacia el ascensor y apreté el botón para bajar. Al salir del edificio, Sol corrió en medio de los autos estacionados en una bajada, observé que uno de ellos se movía y empecé a gritarle para que se corriera pero ella ni me escuchaba; corrí hacia el otro lado y vi cómo Sol era arrastrada encima del capot. Salió disparada hacia el pavimento y golpeó con su cabeza; llegué hasta donde se encontraba, empecé a sacudirla para que despertara, pero tenía un gran golpe en la sien y sabía que no iba a volver: estaba muerta.

Entonces, necesitaba rescatar a Mariela y a Mónica…Fui hacia una avenida donde había un gran parque con una fuente

gigante, las chicas trepaban un gran árbol mientras se empezaban a resbalar con las manos y pies.

Sabía que alguna se iba a caer y las observé: se rompió una rama y Mónica cayó; abrí los brazos y la agarré. Mariela también estaba en peligro, corrí para agarrarla y lo conseguí…

Todo se desvanecía pero desperté en mi habitación. Salté de la cama, me vestí, fui hasta un quiosco y le pedí a un señor una gaseosa.

-¿Cómo te fue en el juego?- me dijo y me di cuenta de quién era.- Gané- dije contento, aunque sé que perdí a dos de mis amigos.-No, perdiste, tonto, se suponía que tenías que salvarlos a todos, me

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liberaste y ahora estoy aquí, vete y ocupa tu nuevo lugar- me indicó.Comenzaba a volverme loco y empezaba a correr con mis pies y no

con mi mente, corrí y corrí hasta llegar a la entrada del parque, trepé la puerta, fui hasta un pequeño pasillo y agarré un alambre de púas; cubrí toda la entrada con el alambre, rasgándome la cara, recorrí un vestidor y me pinté la cara de varios tonos, me miré al espejo y vi a un completo loco, soy yo.

No tenía idea de cuánto tiempo había pasado y de nada de mi vida anterior; escuché el ruido de las piedras arrastradas por el camino, miré por un hueco de la entrada: había cinco jóvenes y escuché a uno de ellos que llamaba a otro, su nombre era Javier.

Mara Pérez Arostegui

Mara Luján Pérez Arostegui nació el día 8 de mayo del 2002, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En la actualidad tiene 13 años y pertenece a una familia católica. Sus papás se separaron cuando ella tenía 7 años; vive con su mamá, Natalia Pérez Arostegui y su abuelo, Manuel Pérez Amigo, que es una persona muy reconocida por ser el Presidente de la Asociación de los amigos de la Avenida de Mayo y fue dueño de una de las librerías más reconocidas de la ciudad. Actualmente su madre trabaja en la única que quedó.

Aprendió a leer a la edad de 4 años, cuando su familia le contaba cuentos infantiles de la Biblia.

Recomienda el primer cuento que escribió, “Un pasado olvidado y un futuro perdido”, porque se inspiró mucho al pensar en cómo generar terror sin haberlo experimentado frecuentemente en toda su vida. Para eso, buscó relatos del género para adaptarse más a este tema y para que las demás personas que puedan leer su cuento lo entiendan y disfruten.

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Mis dos noches en el hospital terrorífico

Era un sábado por la noche de un invierno muy frío, estaba muy calentito en mi casa viendo partidos de básquet, que es a lo que yo me dedicaba, ya que juego en el club Comunicaciones de posición número 8. Pero tenía que ir a la casa de mi mamá que me había invitado a cenar.

Conduciendo hacia el destino, por una avenida muy transitada, con la música a todo volumen, sentí un fuerte impacto en la parte trasera del vehículo y perdí el conocimiento.

Al despertar, escuché ruidos de las ambulancias, llamadas por los vecinos del barrio, intenté moverme pero sentí mucho dolor en la pierna derecha, tenía una fractura expuesta.

Cuando llegué al hospital me operaron de urgencia. Luego de algunas horas desperté de la anestesia y vi que la sala del quirófano estaba toda desordenada y empecé a escuchar gritos. Traté de llegar hasta una silla de ruedas para investigar de dónde venían los ruidos. Por suerte, encontré la habitación de la que salían los terroríficos alaridos, había un montón de cuerpos con mucha sangre, y también una sombra espeluznante. Me fui a buscar una salida o un cuarto para poder mantenerme oculto…

Al día siguiente, todo estaba más tranquilo, entonces salí a recorrer el hospital por segunda vez pero con mayor atención. Cuando estaba llegando al final del pasillo nuevamente empecé a escuchar ruidos y todo se puso oscuro, tuve mucho miedo pero seguí observando. Escuché personas hablar, cuando me quise pero  acercar hacia ellos las voces no estaban más. De repente, sentí algo detrás de mí y al darme vuelta vi que era la “llorona”. Me desmayé del susto. Cuando al fin pude despertar, observé el lugar y traté de moverme pero no pude porque estaba atado con sogas. Sin embargo, vi en el piso un cuchillo para poder desatarme  y salir.Logré escapar de la maldita llorona y cuando ya todo estaba bien y clausurado el hospital, invité a un viejo amigo para contarle lo que me había pasado en esos dos días. Por suerte, ahora estoy mucho mejor, sin ningún dolor, pero lo que todavía no puedo olvidar es la cara de esa mujer hecha fantasma y sus gritos aterradores.

Federico Perinetti

Federico Perinetti tiene 13 años y vive en Buenos Aires, en el barrio de Balvanera. Se dedicó al estudio en el colegio San Francisco de Sales.

En 5to. grado solía leer mucho y su autor favorito era Edgar Allan Poe. El

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corazón delator lo inspiró para empezar a escribir cuentos de terror.El cuento de esta antología se trata de una persona llamada Juan que tiene un

accidente y cuando se despierta le empiezan a pasar cosas muy raras. Se encuentra con el lugar abandonado y desalojado con todas las paredes sucias, telarañas en las esquinas y con un silencio… Lo recomienda porque da mucho miedo y los va a dejar con la boca abierta.

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Bailando también podemos sufrir

Hace cuatro años empecé a bailar. Todo empezó como un hobby gracias a mi prima, Belén. En aquel 2011, yo era pequeña, tenía tan solo once años y recién comenzaba mis primeros pasos, ahora tengo quince y soy una muy buena bailarina, no solo por placer, sino también para ayudar a mi familia económicamente ya que, con la pérdida de mi abuelo, gastamos mucho dinero.

Vivo en Buenos Aires, por Recoleta, pero me llegó una propuesta para becarme en San Francisco, cosa que siempre fue mi sueño. Así que me iré por un año, y esa es la parte mala porque soy muy dependiente de mis amigos y mi familia. También me va a hacer mucha falta mi psicóloga ya que mis humores cambian en un minuto y estando sola, en otro país, sin nadie, me podrían jugar bastante en contra. En fin, último día en Argentina había sido hermoso, nunca me había sentido tan feliz y tan triste al mismo tiempo. Feliz porque la gente que más me quería había estado conmigo todo el día, mimándome y acompañándome hasta el último minuto en que subiría al avión, pero triste porque tendría que arrancar una vida desde cero y sin ellos.

Llegué a Estados Unidos hace cuatro meses y conocí a gente hermosa, me adapté y me mudé de la mejor manera. Se me está haciendo bastante difícil el vivir solo de la danza, que esta sea mi única preocupación, pero es lo que quise siempre y estas son las consecuencias. Desde hace un par de semanas vivo con mi mejor amiga, Aldana. La conocí en cuanto llegué y congeniamos de mil maneras. Todos los días nos levantamos 5:30 de la mañana, nos pegamos un baño y luego a las 6:00 nos pasa a buscar mi mejor amigo, Nicolás, para estar en el estudio 6:10. Ah sí, los dos son bailarines, por lo tanto comparto todo momento con ellos, todo el día.

Un miércoles cualquiera, rutinario como siempre, terminó siendo el más espeluznante de mi vida. Llegamos al estudio con Aldi y con Nico y vino nuestra profesora de tap, Luz, la cual nunca ha tenido favoritismo conmigo que digamos, y me dio una caja con unas hermosas zapatillas de bailarina porque sabe que me destaco en el clásico. Mi reacción fue extraña ya que nuestra relación no era buena y sin embargo la joven me hizo un regalo de mucha utilidad. Las amoldé al instante y decidí ir a practicar sola en la sala del fondo para poder adaptarme a ellas.

Luego de un intenso día, pensé quedarme un poco más bailando sola

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ya que las zapatillas me quedaban a la medida, pero qué tonta fui al seguir bailando con ellas. Comencé con un par de rutinas y luego descansé antes de arrancar con la coreo del show del sábado. En ese descanso, empecé a sentir como un líquido en mis pies: era sangre, y solamente me lastimó los pies cuando bailo y en ese momento estaba sentada. Me pareció muy extraño pero instantáneamente seguí con lo mío. Primero unos giros, me caía, luego unos saltos, me doblaba los pies y claramente sangraba más y más.

Asustada, fui a mi departamento y vi que Aldi estaba muerta, con todo el torso lastimado, lleno de moretones y quemaduras. Vale aclarar que nuestro profesor de jazz, Martín, ese mismo día le había regalado una malla negra para poder realizar el show, pero como siempre Aldana, (ansiosa por estrenar las cosas), la usó antes. Tomé inmediatamente mis cosas y me fui a la casa de Nicolás, llorando corrí hasta allí, y llegué en unos cinco minutos. Toqué la puerta y vi que estaba abierta, entré y escuché gritos, era la voz de Nico. Busqué en el baño, en la cocina, en el living y no estaba, solo quedaba un lugar donde encontrarlo: su cuarto. Desesperada, entré y encontré a mi mejor amigo lleno de sangre en su cabeza a causa del sombrero que le había regalado nuestra profesora de contemporáneo, Mariana.

Rápidamente entendí que era un complot contra nosotros, de parte de ellos, que no nos querían ahí, sino muertos, ya que cuando hubiésemos terminado los talleres hubiéramos ocupado su lugar, y como no lo podían hacer ellos utilizaron esta clase de objetos embrujados para matarnos. Salí de allí corriendo a pesar de que mis pies estaban lastimados y a punto de pudrirse, tomé el primer micro que vi y llamé a mi mamá con mucha angustia y miedo. Pasé tres noches en un hotel sin pegar un ojo y luego me recogió ella por allí.

Estaba devastada, lastimada y dolida física y psicológicamente porque mi sueño había sido arruinado, porque no entendía qué tenían esos objetos para hacernos tanto mal. Me hacía una y mil preguntas dentro de mi cabeza, pero me di cuenta de que mi vida estaba allá, en Buenos Aires. Nos tomamos el primer avión y llegamos en unas horas. Desde ese día decidí empezar de cero toda mi vida, pero todavía me quedan la intriga y el temor que sé que nunca se me irán.

Renata Presas

Un 19 de junio de 2002 nacía Renata Presas en Buenos Aires, Argentina.

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Actualmente tiene 13 años y es parte del secundario del San Francisco de Sales. Vive en el barrio de Flores con su mamá, Gabriela, y con su papá, Sergio, en Nordelta ya que están divorciados hace dos años. Toda su primaria y el último año del nivel inicial fue al Instituto María Auxiliadora. Hace danza hace cuatro años y cada día le encanta más y más. También forma parte del Centro Juvenil hace tres años y allí disfruta sus sábados.

Ella no es muy apasionada por los libros, pero si tiene que elegir un género, elige los románticos. Nunca le gustaron mucho las historias de terror, no le llaman la atención, le causan disgusto; pero una vez tuvo una experiencia como escritora en el género. Disfruta ya que escribir, para ella, es una manera de descargo, pero en sí le costó crear el miedo, esta sensación de terror o de susto que debe sentirse al leerlo. Se sintió cómoda al hacerlo pero hubiera preferido trabajar con otro género literario. Sus experiencias de miedo siempre han sido por la noche, al dormir o en un espacio verde ya que le teme demasiado a la oscuridad y a los insectos.

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El misterio de la casa

Dos hermanas, Lucía y Juliana, habían perdido a su madre en un confuso episodio. A la mamá la acusaron de un robo, en el que no tuvo nada que ver. Al dar declaraciones en el juicio, ella estaba confundida y se contradecía mucho, lo que para la justicia dio a entender que había sido la culpable porque no podía demostrar lo contrario, Entonces fue condenada a muerte y cumplida su condena, la mataron.

Un día, las chicas llegaron junto a su padre a una casa abandonada que quedaba en el sur y estaba en el medio de un bosque, El lugar era muy oscuro y casi nadie se animaba a ingresar, tenía telarañas y estaba poblada por distintos insectos. Cuando ingresaron a la casa, luego de acomodarse, Antonio, el padre de las niñas les pidió que aguarden, que iría a buscar fósforos para prender las velas, ya que estaba todo oscuro, Él fue a buscarlas y de repente se escuchó un disparo dentro de la casa. Cuando fueron a ver qué había pasado se encontraron con su papá tirado en el piso, con un tiro en la cabeza.

Los vecinos cuentan la leyenda de que en esa casa sucedían cosas muy extrañas, como la de un hombre que fue a llevar la correspondencia y nunca más nadie lo volvió a ver. Luego de la muerte de su padre, las niñas se quedaron viviendo solas en la misma casa, ya que no tenían a nadie que se pueda hacer responsable de ellas.

La mayor de las niñas estaba siempre aferrada a su muñeca, que era de trapo, además su mirada reflejaba miedo. La hermana menor Lucía, solía estar fuera de la casa, hamacándose, y por las noches desaparecía sin que nadie supiera dónde encontrarla, pero a la mañana siempre estaban las dos juntas ya que solo ellas vivían allí.

Los vecinos del bosque vieron sombras dentro de la casa. Estas no eran sombras normales, no parecían ser de alguien normal. Ellos se animaron a entrar al hogar y luego de revisar por un buen rato, encontraron a las dos niñas en su habitación. Estaban en estado deplorable, ya que solo comían de lo que había en la casa y habían estado mucho tiempo solas, por eso su estado físico era tan lamentable. Parecían monos y actuaban como ellos ya que saltaban de un lugar a otro, sus rostros estaban deteriorados.

Los vecinos, muy preocupados con la situación, decidieron llevarlas al hospital. Allí surgió un imprevisto muy grande y era que las chicas estaban completamente a punto de enloquecer de estar tanto tiempo

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encerradas y sin ver a nadie y al borde de la deshidratación, por lo cual tuvieron que estar alimentándose allí durante 3 semanas.

Una vez pasados estos momentos difíciles para las niñas, los vecinos, al ver que nadie podía hacerse cargo de ellas, las mandaron a un reformatorio pero al poco tiempo, una señora muy agradable decidió adoptar a ambas. Las niñas estaban muy agradecidas con la señora, y de tanto en tanto les gustaba contarle una y otra vez su historia de cómo habían llegado hasta el hospital. Siempre pasaban a recorrer la casa, hasta que, cumplido un año de la muerte de su padre, la casa desapareció sin dejar rastro alguno…

Matías Radrizzani

Matías tiene 13 años de edad. Nació el 7 de junio del año 2002. Siempre le gustaron los deportes, hace fútbol desde los 6 años.

Lo que lo inspiró a hacer este cuento fueron los relatos leídos que tenían alguna relación con el terror o alguna que otra cosa de la que se haya acordado. Un hecho que le dio mucho temor es que su papá hace unos meses le haya contado una historia sobre su tío y que una vez entró a una casa abandonada y se fue, y que semanas después fue exactamente a la misma ubicación y la casa no se encontraba ( por eso lo de la desaparición de la casa en el cuento de esta antología).

Recomienda esta antología para disfrutar cada una de estas historias y por el gran temor que provocan al leerlas. Un tal Valentín, un chico muy valiente que nunca tuvo miedo a nada, le hizo caso y… nunca más volvió a decir que era valiente, que no le temía a nada. Al contrario, ahora prácticamente lo asusta todo. Vos, ¿sos como Valentín? Leé estas historias y contanos.

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Desaparición oscura

Sergio Vázquez era un joven de 22 años de edad, 1 metro 75 de altura, él tenía una personalidad amable ya que con sus compañeros era bueno. Vivía con sus padres Marta y Jesús, dos personas muy amables que siempre lo ayudaban a seguir adelante. Estudiaba la carrera de medicina, y debía realizar un trabajo práctico, sobre el esqueleto y el cuerpo humano.Para lograr su propósito, Sergio decidió visitar el cementerio y recolectar huesos de los muertos que descansaban en las tumbas abandonadas. Ingresó al lugar y comenzó a recorrer los pasillos tenebrosos y solitarios, buscando a quién pedirle ayuda.

Pasaba el tiempo y él seguía buscando una persona que lo pudiera ayudar y así terminar su trabajo. Caía la tarde y el estudiante desesperado comenzó a correr por el pánico que se apoderó de él. Las sombras lo perseguían, las voces lo aturdían y la oscuridad lo aplastaba. Eso parecía un fantasma, era algo muy misterioso, tanto que el joven no podía describirlo. Finalmente tuvo suerte y si bien tenía mucho miedo, encaró hacia la puerta y logró escapar.  

Al siguiente día, con muchas preguntas en la cabeza, decidió volver, esta vez un poco armado, con una linterna y una cámara para poder grabar este hecho sobrenatural del que participaba. Pero el espectro misterioso apareció entre las tumbas nuevamente. Esta vez sin piedad, lo atrapó al joven y lo llevó a un cuarto que  parecía de limpieza pero a Sergio era lo que menos le importaba. El lugar estaba oscuro, con humedad, sentía pasar al espectro misterioso sobre su espalda y le provocaba frío. Se empezaron a escuchar gritos muy agudos y empezaron a caerse cosas pero cuando el joven tuvo la oportunidad de escapar, lo hizo por una puerta no tan grande. Una vez fuera del cuarto, corrió hacia un lago que se encontraba dentro del cementerio.

Sergio, muy asustado, intentó continuar con su corrida, pero ya era muy tarde. El espectro misterioso ya se había parado frente a él, cuanto más se le acercaba, más frío sentía. Comenzó a temblar por dos razones, frío y miedo. Pero ya no había cómo salvarse. El espectro lo tiró hacia el lago tenebroso. Sergio, en sus últimos minutos, logró gritar pero no sirvió de mucho, el espectro se abalanzó sobre él debajo del agua, ahogándolo definitivamente. Nunca más se supo nada del joven aunque todos suponemos lo mismo sobre su destino...  

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Matías Rio

Matías Alejandro Rio, hijo de Verónica Cámara y Alejandro Rio, nació en la ciudad autónoma de Buenos Aires, un 16 de Agosto de 2001. Realizó sus estudios primarios en la escuela Nro. 14 “Joaquín V. González”, a partir del año 2005, hasta el 2014 en el que egresó de dicho establecimiento, siendo abanderado con mejor promedio de todo séptimo grado. En el 2011, tomó su primera comunión en la iglesia Santa Isabel de Hungría, de Parque Chacabuco. Ingresó al colegio secundario San Francisco de Sales, en el año 2015 (año en el que se conmemoró el bicentenario de Don Bosco y los cien años del colegio secundario).

El joven no es tan apasionado por la literatura pero le tiene cierto aprecio a la escritura y lectura. Le gusta mucho leer cuentos policiales y si tuviera la posibilidad de escribir otros cuentos, serían de ese género, con detectives y ladrones. Siempre se escapa, a su balcón, por la tarde, para leerlos. También le gustan mucho las películas.

Por último, Rio querría recomendar el último cuento de terror que hizo, se llama “Desaparición Oscura” y trata básicamente de un joven llamado Sergio, que es estudiante y para un trabajo necesita un esqueleto humano, entonces va a un cementerio y le surgen muchos problemas con espectros misteriosos.

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¿Es solo un sueño?

Todo empezó como un día cualquiera. Me levanté e hice todo lo que tenía que hacer. Al llegar la noche, mi familia iba a ir a una reunión de trabajo y yo me quedé viendo la tele.

Ya en mi cama, estaba haciendo reflexiones sobre el día y pensando pero el frío que habitaba en mi cuarto no me dejaba dormir.. Empecé a mirar el techo y escuché unos pasos de un caballo, parecía que el techo iba a romperse y me iba a caer encima. Cerré los ojos esperando estar ya dormido y soñando

Salí asustado de mi cuarto hasta la cocina para tomar un vaso de agua y ya no escuchaba los pasos de ese caballo pero, para mi sorpresa vi a un niño que parecía muerto hacía años, con su carita demacrada, triste.

Corrí por toda la casa esperando que mis padres llegaran aunque esto ya me parecía un milagro, un imposible. Saqué un rosario queriendo asustar a ese niño y dio resultado: desapareció misteriosamente. Yo, por fin, logré dormir.  

Una hora más tarde, mi familia ya estaba en casa. Cuando todos dormían, sentí que una mano me tocaba, acariciando mi pelo, era una mano muy fría y pequeña. Luego desapareció y no supe más. A las cinco de la mañana, desperté con un fuerte dolor de cabeza y unas pequeñas heridas. Fui al baño, me miré en el espejo y vi uñas clavadas en mi espalda.

A la noche siguiente me fui a dormir sin decir nada, pero mi madre vino a saludar, como siempre, y vio los rasguños. Le expliqué y me creyó. Le pedí que nos mudáramos y dijo que sí, que cuando tuviera la posibilidad. Mientras tanto, cada noche, me despiertan las caricias de un niño pequeño...

Mathias Ríos

Su nombre es Mathias Rios, tiene 13 años y va a la escuela San Francisco de Sales. Nació el 6 de marzo de2002 y vive en Argentina. Su familia está compuesta por su papá, su mamá, un hermano y una hermana. Le gusta jugar a la pelota  y  hacer un poco de deportes; el estudio le cuesta un poco: hay materias en las que le va bien y otras, no tanto pero los profesores son buenos y ayudan en todo.

Le interesa la lectura de mitos pero dentro de los cuentos de terror recomienda

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El gato negro, de Edgar Allan Poe y su propio relato, presente en esta antología.

La carta final

“Para el siguiente:

Mi nombre es Pedro, soy cura de esta capilla desolada y estoy acá hace un mes. El párroco me envió a este sombrío lugar porque el sacerdote que vivía aquí murió de una forma muy violenta. Parece que se encontraron partes de su cuerpo esparcidas por toda la capilla, sin embargo faltaban algunas partes de su anatomía. Además, las personas de mi pueblo me odiaban por alguna razón que yo no entendía.

Me costó mucho trabajo y esfuerzo llegar hasta esta capilla, ya que queda muy alejada de la civilización y la casa más cercana es un convento de clausura.

Cuando por fin llegué, lo primero que vi fue que la puerta de mi futura casa estaba en el piso, destrozada, pero como soy muy bueno con las herramientas, para la tarde ya estaba en su lugar. Por dentro, la vivienda, es muy pequeña, con olor a humedad y viejo, no entraban más de veinte personas. Subiendo unas escaleras angostas hay un cuarto y un baño minúsculo. Desde allí no se oye nada, parece que fuera a prueba de sonido.La capilla estaba deshabitada, con suerte había tres personas en las misas de los domingos, ni siquiera las monjas del convento cercano asistían.

Todos los días habían sido iguales, yo tenía mi propia rutina. Me levantaba alrededor de las 9 de las mañana, me vestía y me iba al pueblo a desayunar. Al volver, que era alrededor de las 10, leía la biblia, hasta que llegaba la hora del almuerzo donde comía algunos sandwiches que compraba en el pueblo. Luego volvía a leer la Sagrada Biblia hasta la cena donde solo comía pan con manteca. Antes de irme a dormir, volvía a leer otro versículo de mi biblia y daba las gracias a Dios por un día más.

Hasta que en el octavo día, cuando yo estaba rezando, como de costumbre, en mi cuarto, el silencio fue interrumpido por unos suaves pasos, que se escuchaban desde abajo. Cesaron por unos segundos y después se oyó como si alguien hubiera salido corriendo o lo hubieran atrapado haciendo algo malo. Bajé lo más rápido que pude pero no había nadie. Pensé que me estaba volviendo loco, hasta que me di vuelta y vi que en la pared detrás de mí estaba pintada la siguiente frase: “No estorbes a menos que me seas útil”.

No sabía qué hacer: si irme de ahí o buscar al culpable. Estaba

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completamente confundido. Por las noches escuchaba cómo las hojas eran aplastadas por las pisadas de alguien. No podía descansar y por eso toda mi rutina cambió. Dormía durante el día y rezaba toda la noche, sin salir a ver quién era esa persona que me acechaba. Hasta que una noche junté coraje y miré por mi minúscula ventana. No pude ver mucho solo una sombra, pero faltaba el cuerpo.

Comencé a volverme paranoico, no podía caminar dos pasos sin darme vuelta, para ver si alguien o algo me seguía.

Siento que no es posible que yo continúe con mi trabajo aquí, es por eso que me voy a ir de este lugar. Tengo mis sospechas de que el asesino del cura anterior haya sido esta sombra sin cuerpo. Mil perdones y que Dios los bendiga.

Pedro.”

Al terminar de escribir su carta, Pedro, que ya había empacado todas sus cosas, agarró sus valijas. Ya estaba por irse cuando las luces se apagaron, y solo una vela quedó prendida. De repente, la sombra apareció. Agarró al cura, que estaba duro por el miedo, con sus manos frías y trató de unir los pies de Pedro a los suyos, con una aguja de lana que se la introducía entre las extremidades, pero no surtió efecto ya que lo único que logró fue dejarle unas dolorosas marcas al pobre Pedro. Enojada por su intento fallido de volver a tener un cuerpo al que seguir, descuartizó el cuerpo del pobre cura, esparciendo todas sus partes por toda la capilla.

Santiago Sobrado

Santiago Sobrado tiene 14 años, nació el año 15 de agosto de 2001. Está  en primer año del colegio San Francisco de Sales. Vive con su mamá, papá hermana y abuela.Empezó a leer a la edad de cinco años, en ese entonces le gustaban los cuentos que tenían fábulas, o algún ser mitológico, fantástico. Pero con el tiempo empezó a abrirse a diferentes géneros, como fantásticos, historias y mitos. Desde chico le pasa siempre lo mismo, si el libro o cuento le gusta y lo atrapa puede leerlo completo en dos días, pero si no le interesa o le parece aburrido puede tardar semanas, o nunca terminarlo de leer.Su cuento en esta antología trata sobre un cura que es mandado a una pequeña capilla en el medio de la nada, donde tiene ciertos problemas e indicios que lo llevan a creer que se volvió loco. Él lo recomienda para chicos a partir de la edad de 12 años, porque tiene escenas muy explícitas. Además, puede tener frases o palabras que chicos de menor edad no podrían entender, dificultando la lectura.

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Pesadilla satánica

Revisando un cajón de mi escritorio encontré ese diario, el que me devolvió a la pesadilla. "Londres, 1885, una noche de tragedia que se llevó un saldo de un poco menos de 30 vidas". Esa noche fría del mes de febrero, luego de que salí a mirar si habían llegado cartas, me quedé sorprendido al oler un fuerte olor a humo. Miré hacia mi izquierda, el orfanato de la familia Buttom volaba en llamas.

Esa familia de gran corazón había educado con paciencia a hijos de otras familias pobres, que por razones económicas no podían mantener a otros hijos, esos chicos marginados, con odio, con trastornos y con problemas de autoestima. Siempre fueron vecinos muy buenos, no hablaban mucho con las personas de nuestro vecindario pero a la hora de pedirles ayuda estaban siempre.

Durante esa madrugada, escuché que llamaban a la puerta, cuando la abrí, vi sobre la alfombra de entrada una carta que aparentaba estar escrita con sangre. El papel decía "Por los siglos de los siglos". Esa noche traté de dormir, el miedo me aterraba, las sombras parecían tener forma de niños. Al principio, pensé que solo era producto de mi extrovertida imaginación. Prendí una vela, me levanté de la cama y me dirigí hacia la mesa, ahí bebí un poco de ron y me tomé la libertad de organizar mi mañana.

Aproveché que iba hacia al centro y pasé por el cementerio. Siempre pasar por el cementerio me hace sentirme bien. En mi recorrido suelo dejarle flores a mi esposa.

Cuando llegué al centro, escuché el rumor de que había una presencia de espíritus en el orfanato, levanté la vista y vi al vecino de la familia Buttom. En sus ojos observé ojeras, sus pupilas estaban dilatadas, sus ojos estaban rojos y su ropa está arrugada como un papel. A pesar de todo, no le creí y finalicé mis compras.

Una vez ya en casa, me dispuse a calentar el agua y preparar el té, en invierno el té es como un combustible para el cuerpo. Rápidamente cayó la noche y prendí dos velas. Una corriente fría entró por la puerta apagando las dos velas. Me atemoricé al escuchar tic-tac repetitivamente, unas voces de niños retumban en mi cabeza. Las voces eran tantas y cada vez se escuchaban más fuertes. Caí desmayado al piso.

A la mañana siguiente me levanté, estaba tirado en el piso, me dolía la cabeza del golpe y también el brazo. Corrí mi camisa para ver qué

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causaba ese profundo dolor, me quedé impactado, la última parte de la oración, el final, la salida. Tenía escrito como si me hubiese cortado "Amén". Grité, tenía miedo, me sentía agobiado.

Caminé lo más rápido que puedo hasta la iglesia. Cuando llegué, sentí un gran dolor en el brazo, miré y vi a toda la familia Buttom. Las mismas voces que había sentido ayer a la noche eran las que en ese momento me pasaban por la cabeza. Caigo desmayado de nuevo. La última imagen que recuerdo fue ver a unos niños viniendo hacia mí, pude identificarlos, eran los niños de orfanato.

Despierto en una habitación en la capilla miré a mi alrededor estaba el fraile, me desespere, no logro controlarme y gritar ayuda. No puedo moverme, un chaleco de fuerza me sostiene. Comienzan a preparar una cruz y agua bendita. Tratan de exorcizarme pero digo reiteradamente  que no hay nada extraño adentro de mí. Me tiran agua bendita de pies a cabeza, luego de un rato aceptan que yo no tengo ningún espíritu maligno en mi ser. Me liberan.

El fraile decidió acompañarme a mi casa para indagarme. Me hacía preguntas extrañas sobre la muerte de mi mujer, y me dijo que eso puede estar relacionado con el incendio. Cuando llegué a mi casa mi acompañante del trayecto se arrodilla, miré hacia adelante y estaba la Parca. Sus pelos largos y blancos, su túnica negra y su hoz. Me quedé paralizado. Ella introdujo su mano dentro del pecho del fraile y le quita su alma. Él cayó al suelo y vi cómo la luz salió de sus ojos. Me miró, tomó su hoz y cortó una parte de su túnica entregándome ese trozo.

Caminé, no sé a dónde, mi casa no es un lugar seguro, en la iglesia me creen un psicópata.

Vi esa casa, tan abandonada, tan desolada, decidí entrar. Abrí, ingresé, y la puerta hizo un fuerte ruido. Rápidamente caí en la conclusión de que estaba en el orfanato. Comencé a caminar, subí la escalera, me pareció ver que una sombra entraba a una habitación. A mi derecha encontré dos piedras que hacían chispas, prendí una vela a la que le quedaba poca luz. Me dirigí hacia el lugar de la sombra. Entré y mi vela se apagó como si alguien la hubiese soplado.

Me sentí dominado completamente por el miedo, tuve frío en la cara. Una luz blanca destelló en el techo y logré ver que estaba en una habitación que tenía muchas camas. Vi una imagen de Cristo, me acerqué y me quedé impactado al ver que de sus ojos caía sangre. Caminé unos metros hacia atrás, y una voz me dijo “ Cuidado”: me di vuelta y vi a mi esposa. Me extendió su mano, pero cuando la quise tocar se desvaneció su

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imagen. Apareció un espectro del fraile y me desmayé. Un par de horas después, abrí los ojos, estaba en un hospital, dos

monjes se me acercaron y me preguntaron cómo estaba. Decidieron contarme y explicarme los hechos. La casa de los Buttom funcionaba como una secta satánica y cualquier persona que ingresara a aquel lugar pasaría por todo tipo de desafío emocional.

Dos semanas después me dieron el permiso psicológico para volver a mi casa, esa idea me aterrorizó. Pedí quedarme en el hospital pero me lo negaron. Unos minutos después apareció un monje, me informó que a cambio de unos servicios me podría quedar en la casa con los otros hermanos del convento. Allí acepté permanecer.

Juan Solari

Juan Solari nació en la ciudad autónoma de Buenos Aires, el 23 de agosto de 2001. Actualmente está en primer año del secundario en el colegio San Francisco.

Con tan sólo 8 años escribe su primera antología, junto a sus compañeros de clase. Podríamos decir que fue así como él empezó su carrera literaria, para más adelante comenzar a escribir su primer cuento del género de terror, experiencia que le pareció interesante y divertida de elaborar.

Se recomienda su cuento por ser una historia atrapante, generadora de intriga y principalmente por su trama. En el transcurso se van presentando desafíos que hasta al lector le puede parecer tenebroso. Este cuento presenta recursos de procedencia inglesa, ya que sucede en Londres. Una familia, una cruz y un padrenuestro. Cosas ordinarias que aquí pueden llegar a ser de lo más tenebroso.

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Una muñeca endemoniada

Eran dos jóvenes enamorados, que estaban por tener una hija llamada Lia. El esposo, que se llamaba John, le regaló un muñeca a Mia, que estaba muy contenta con ese regalo. Ella colgó a Pepona en un estante donde también tenía otras muñecas.

Esa misma noche cuando se iban a dormir, Mía escuchó un ruido extraño y le dijo a John que se vaya a fijar qué era lo que pasaba. Cuando él fue, vio que los vecinos estaban muertos. Pero antes de que llegara la ambulancia, Mía volvió a escuchar ruidos en la casa: era el vecino que había sobrevivido porque el diablo había tomado su alma.

Este demonio, en realidad quería el alma de Mia y para eso tenía que matarla. Mía se defendió pero, de pronto, vino la vecina, que también estaba poseída por el diablo, y le acuchilló la panza a Mia. John logró herir al vecino. Llegó la ambulancia y cuando la estaba llevando al hospital vio que la vecina tenía en su mano la muñeca y como también estaba toda ensangrentada le cayó una gota de sangre a la muñeca en el ojo y cobró vida.

Mia quedó muy asustada y a la mañana siguiente fue a pedir ayuda al cura para ver si podía bendecir a la muñeca, le contó todo lo que había pasado. John estaba trabajando. Entonces, el cura de la iglesia a la que iban ellos todos los domingos le dijo que la muñeca estaba poseída por el diablo. Cuando John llegó del trabajo, muy cansado, Mía decidió contarle lo que había hablado con el sacerdote. Después de charlarlo, decidieron mudarse. Y tirar la muñeca a la basura.

Fue así que se fueron del lugar y al mes Mía tuvo a su hija Lia. Cuando los tres llegan a la casa y empezaron a desempacar, Mia encontró otra vez a la muñeca que había tirado pero al cobrar vida volvió a la casa para recuperar el alma de Lía. Decidió llamar a John. Le contó todo rápidamente y él le dijo que estaba alucinando y que debían llamar a un psicólogo. Ella se puso fastidiosa porque su esposo no le creía y la trataba como si estuviese loca.

Para relajarse, Mia decidió tomar aire con su hija por la ciudad. Cuando estaba cruzando la avenida, miraba para otro lado, justo venía un camión de frente. El conductor tocó la bocina y Mia se dio cuenta de que si no corría el cochecito, el camión la iba a atropellar. Por suerte, pudo salvar a su hija.

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Volvieron a la casa, conversaron y decidieron llamar al cura para que volviera porque Mía, en el transcurso del accidente, sintió que la estaban llamando y vio la imagen de la muñeca, que parecía poseída por el demonio. Cuando llegó el cura, hablaron de todo lo que había pasado y llegaron a la conclusión de que él se iba a llevar a la muñeca para sacarle el demonio de adentro. Llegó a la iglesia y al entrar apareció la vecina, volviendo de la muerte, y tiró al cura al piso.

John, mientras tanto, trabajaba en el hospital como un día normal. Pasó por una sala controlando que todo estuviera bien y vio al cura muy lastimado y golpeado. Le preguntó qué fue lo que había pasado y, al enterarse, John decidió llamar urgentemente a su mujer para avisarle que estaba nuevamente peligro.

Mia trataba de huir de la casa pero ya era demasiado tarde: la muñeca había vuelto por su hija. La mujer la buscaba desesperadamente pero no la encontraba por ninguna parte y se empezó a asustar. Fue a su habitación, y vio que las paredes estaban escritas de sangre. “Dame tu alma”, decían. A cambio del alma de su hija, Mia decidió ofrecer la suya. John llegó justo cuando su esposa iba a entregar su alma, tirándose por la ventana con la muñeca en brazos. Él trató de evitarlo y entonces decidió sacrificar su vida por ella y tirarse él, con mucho dolor y angustia.

John murió pero la muñeca todavía estaba ahí. Y seguiría haciendo maldades.

Ayelén Sosa Costa

Ayelén nació el 30 de abril de 2002, en C.A.BA., en el hospital Francés. Vive con su madre, su padre y sus dos hermanos, Mariana y Miguel. Empezó jardín a los 2 años en “New Garden”, la primaria fue al Marcelo T. de Alvear y empezó este año la secundaria en el Instituto San Francisco de Sales. Con muchos cambios, amigos, profesores y horarios nuevos, etc…

En el colegio le va bastante bien pero se requiere esfuerzo y voluntad para estudiar. Las amigas la ayudan mucho cuando ella no entiende algo.

Le gusta leer novelas de amor. Como cuento de terror, ella aconseja la lectura de su obra “Una muñeca endemoniada”, porque es un relato sobrenatural y al mismo tiempo está relacionado con el terror. Lo recomienda porque también le gustan el miedo y suspenso.

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La venganza más inesperada

La historia que les voy a contar ahora me la contó un amigo, al que se la dijo otro amigo y que a ese amigo de mi amigo se la contó otra persona y así sucesivamente… quiero decir con esto que la historia la saben todas las personas del pueblo donde sucedieron los acontecimientos, pero muy pocas se atreven a contar: yo soy una de aquellas personas que son valientes. Esta historia está basada en hechos reales y sucedió hace varios años, pero aún hay gente que sigue asustada. Te advierto que vos, al escuchar lo ocurrido, podés unirte a esas personas.

El pueblo donde se produjeron los hechos es amplio con una cantidad considerable de población y un gran número de turistas atraídos por la inmensa mansión donde se produjo el horror, eso creo yo, ya que no hay una persona que esté allí y no le llame la atención lo que está viendo porque dicen que el miedo nos atrae y es por eso que te voy a contar lo que sucedió.

Todo empezó en la secundaria a la que asistía Peter, si no me equivoco era el día de su cumpleaños. A casi nadie le importaba Peter y es por eso que no tenía amigos. Era un chico con un carácter muy débil, era bajito, no era para nada fuerte, pero era el más inteligente de la clase por lo tanto los “populares” siempre le daban su tarea para que la haga y si no aceptaba lo amenazaban con burlarse de él en frente de todos. Todos los días que iba a la escuela eran interminables para Peter, ya que su mayor enemigo, James, y todos sus amigos y amigas de él se encargaban de eso.

En fin, lo más importante es que era su cumpleaños, casi nadie se había acordado de saludarlo excepto sus parientes. Su familia le había prometido que, a diferencia de sus cumpleaños anteriores, él podría festejarlo con sus amigos porque siempre los había celebrado solo o con su familia. Aunque no tenía amigos, no iba a desperdiciar esta oportunidad. ¿Qué decidió? Invitar a todos sus compañeros de curso a una fiesta que él mismo iba a organizar en una mansión que nadie se atrevía a pisar.  

Como dije antes, la fiesta tendría lugar en una mansión que estaba para alquilar. Él decidió realizar la fiesta allí porque pensó que si la hacía en su casa nadie iba a ir e iba a terminar festejando solo. Entonces empezó a buscar un lugar donde nadie se podía aburrir y así fue que todos aceptaron ya que les intrigaba mucho la idea de que nadie hubiera pisado esa casa nunca.

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La celebración fue a la noche de ese mismo día y bien tempranito empezaron a llegar los invitados. Al principio, les dio un poco de intriga y miedo pero ellos sabían que nada malo les podía pasar porque en caso de que pasara, tenían al chico más inteligente de la clase cerca. Bailaron, cantaron, comieron, disfrutaron, todos parecían estar divirtiéndose, todos excepto Peter cuando James le ofreció jugar a un juego. Este juego consistía en que él tenía que entrar al baño con la puerta cerrada y luego James llamaría a Nora. Nora era una chica muy linda, justamente era la chica que le gustaba a Peter. Él estuvo enamorado de ella desde que eran chiquitos. Cuando Peter escuchó el nombre de Nora aceptó la invitación, así que entró al baño con una venda en los ojos y James le dijo que irían a buscar a Nora y volverían con ella. Pero cuando salieron, lo encerraron y todos los que estaban en la fiesta se fueron.

Al día siguiente, James, Nora y algunos amigos más ,volvieron y lo primero que hicieron fue subir las escaleras porque el baño donde habían encerrado a Peter estaba arriba y lo empezaron a llamar gritando su nombre, esperando a que les respondiera para saber que seguía ahí. Como no les contestaba, empezaron a tener pensamientos que no querían aceptar y sentimientos raros que no querían sentir. Cuando por fin tuvieron el valor para entrar en el baño donde supuestamente se encontraba Peter, se dieron cuenta de que hubiera sido mejor no haberlo hecho. ¿Qué encontraron? Allí descubrieron que en el espejo estaba escrito con sangre: “Me vengaré de todos, se los aseguro” y se quedaron paralizados frente a esa frase que no querrían leer nunca más en sus vidas.

En ese momento, como se imaginarán, estaban todos aterrorizados y confundidos, no sabían qué hacer, como le hubiese pasado a cualquiera que hubiera estado allí. Yo los comprendo ya que en el momento de terror te desesperás y te quedás parado allí sin poder hacer nada.  

Y eso es todo lo que puedo decir. ¿Saben qué es lo que pasó al final? Al día siguiente, todos aparecieron muertos y nadie sabe si se suicidaron, si alguien los mató o si simplemente se murieron del miedo que tenían. Nadie lo sabe y nadie lo sabrá, se los puedo asegurar. Y lo que también les puedo decir con seguridad es que a partir de este hecho, nadie más se atrevió a entrar en esa casa y nadie lo podrá hacer, saliendo con vida...

Lucía Vilar

Lucía Vilar nació el 25 de marzo del 2002 en Buenos Aires. Su familia está compuesta por su mamá, papá y su hermanito menor. Cursó la primaria en el Colegio

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San Antonio.Le gusta mucho leer y escribir desde que ella estaba en la primaria. Ha leído

muchos cuentos de todo tipo de géneros, lo cual le sirvieron para poder inspirar y facilitar la escritura de este cuento. Leyó muchos cuentos de terror no solo por su cuenta, sino también algunos en el instituto de inglés al que asiste desde 3er grado. Su autor de terror favorito es Edgar Allan Poe. Le gusta mucho la forma en la que escribe, los recursos del terror que utiliza y la forma en la que causa miedo o intriga en el lector. También le parece muy interesante la vida de él y sus cuentos, ya que son muy buenos y por eso que recomienda mucho a este autor.

Ella recomienda su cuento porque trató de respetar todas las características que tiene el terror y utilizar todos los recursos necesarios para causar miedo en el lector ya que esa es la idea principal de este tipo de género.

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