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Juana Ramírez 1 : sujeción, pertenencia y resistencia La Carta Atenagórica y la Respuesta a Sor Filotea 2 Romina Freschi i “…pues no soi tan absoluto dueño de mi crédito que no esté coligado con el de un linaje que tengo y una communidad en que vivo…” Carta de la madre Juana Inés de la Cruz escrita al R.P.M. Antonio Núñez, de la Compañía de Jesús. Correspondencias La elección de las líneas del epígrafe 3 responde a que es posible leer en ellas la definición de una ética. Juana se ve en relación (coligada) a sí misma, a su linaje y a su comunidad, a los cuales responde. Si bien, como monja, estaba obligada por sus votos religiosos a la obediencia, y ésta constituye un argumento básico para sus “respuestas” a los distintos poderes, el modo en el que Juana interpreta y construye la obediencia y las “respuestas” es un modo de resistencia y de lucha. En ese sentido, en sus ejercicios de respuesta, se constituye su ética como “responsabilidad” (más allá de la obediencia) en un sentido más moderno que barroco 4 , puesto que implica siempre una relación con el saber y con el futuro que es absolutamente política. Sor Juana se hace cargo de su saber, lo pone en juego para hacer habitable el mundo (para sí misma y para su linaje- femenino) y esto implica una 1 El nombre civil de Sor Juana Inés de la Cruz es Juana Inés Ramírez de Asbaje. Juana Inés era hija natural de Isabel Ramírez y Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, de allí sus apellidos. Dado que fue criada por su madre, sin conocer a su padre, y dado que su primer apellido es el materno, me parece hoy posible apocopar y tomar tan solo el primer nombre y el primer apellido. La tradición patriarcal coloca siempre la línea paterna en sitio de privilegio. Hoy es posible igualar en privilegios la línea materna. Creo que, en el caso de Juana Inés, no falsea ninguna verdad y además da lugar a una perspectiva sobre la subjetividad que, insoslayable, continúa soslayándose . 2 Tanto la Carta Atenagórica, la Carta de Sor Filotea, la Respuesta a Sor Filotea y El sueño fueron consultados de las ediciones de Margo Glanz, Sor Juana Inés de la Cruz, Obra Selecta II, Caracas, Bib.Ayacucho, 1994, y Susana Zanetti, Sor Juana Inés de la Cruz, Primero Sueño y otros textos, Losada, Bs.As. 1998. 3 La carta de Sor Juana al padre Nuñéz es por más de una década anterior a la Respuesta a Sor Filotea, aunque mucho del contenido biográfico es similar. 4 Hans Jonas reflexiona sobre las diferencias entre una responsabilidad moderna y la ética desde la época clásica hasta el iluminismo. A grandes rasgos, en la ética clásica, el humano está siempre sometido a la Naturaleza (está sometido a la obediencia a la autoridad del pastor religioso, no a la naturaleza) que no puede cambiar y su ética solo puede intervenir localmente y en el presente. La ética moderna se propone global e intenta intervenir sobre el futuro, cambiando de ese modo las concepciones del pasado. Si bien Jonas- como muchos pensadores sobre la ética no se dedican a pensar la diferencia sexual y genérica, podría pensarse que Sor Juana, en aquello en lo que se acerca al iluminismo, también propone, con su conducta, cierto acercamiento a la ética moderna. En El principio de la responsabilidad, Barcelona, Herder, 1995.

La Carta Atenagórica y la Respuesta a Sor Filotea2 Ramírez1: sujeción, pertenencia y resistencia La Carta Atenagórica y la Respuesta a Sor Filotea2 Romina Freschii …pues no soi

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Juana Ramírez1: sujeción, pertenencia y resistencia

La Carta Atenagórica y la Respuesta a Sor Filotea2

Romina Freschii

“…pues no soi tan absoluto dueño de mi crédito que no esté coligado con el de un linaje que tengo y una communidad en que vivo…”

Carta de la madre Juana Inés de la Cruz escrita al R.P.M. Antonio Núñez, de la Compañía de Jesús.

Correspondencias

La elección de las líneas del epígrafe3 responde a que es posible leer en ellas la

definición de una ética. Juana se ve en relación (coligada) a sí misma, a su linaje y a su

comunidad, a los cuales responde. Si bien, como monja, estaba obligada por sus votos

religiosos a la obediencia, y ésta constituye un argumento básico para sus “respuestas” a

los distintos poderes, el modo en el que Juana interpreta y construye la obediencia y las

“respuestas” es un modo de resistencia y de lucha.

En ese sentido, en sus ejercicios de respuesta, se constituye su ética como

“responsabilidad” (más allá de la obediencia) en un sentido más moderno que barroco4,

puesto que implica siempre una relación con el saber y con el futuro que es

absolutamente política. Sor Juana se hace cargo de su saber, lo pone en juego para hacer

habitable el mundo (para sí misma y para su linaje- femenino) y esto implica una

1 El nombre civil de Sor Juana Inés de la Cruz es Juana Inés Ramírez de Asbaje. Juana Inés era hija natural de

Isabel Ramírez y Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, de allí sus apellidos. Dado que fue criada por su madre, sin conocer a su padre, y dado que su primer apellido es el materno, me parece hoy posible apocopar y tomar tan solo el primer nombre y el primer apellido. La tradición patriarcal coloca siempre la línea paterna en sitio de privilegio. Hoy es posible igualar en privilegios la línea materna. Creo que, en el caso de Juana Inés, no falsea ninguna verdad y además da lugar a una perspectiva sobre la subjetividad que, insoslayable, continúa soslayándose . 2 Tanto la Carta Atenagórica, la Carta de Sor Filotea, la Respuesta a Sor Filotea y El sueño fueron consultados

de las ediciones de Margo Glanz, Sor Juana Inés de la Cruz, Obra Selecta II, Caracas, Bib.Ayacucho, 1994, y Susana Zanetti, Sor Juana Inés de la Cruz, Primero Sueño y otros textos, Losada, Bs.As. 1998. 3 La carta de Sor Juana al padre Nuñéz es por más de una década anterior a la Respuesta a Sor Filotea,

aunque mucho del contenido biográfico es similar. 4 Hans Jonas reflexiona sobre las diferencias entre una responsabilidad moderna y la ética desde la época

clásica hasta el iluminismo. A grandes rasgos, en la ética clásica, el humano está siempre sometido a la Naturaleza (está sometido a la obediencia a la autoridad del pastor religioso, no a la naturaleza) que no puede cambiar y su ética solo puede intervenir localmente y en el presente. La ética moderna se propone global e intenta intervenir sobre el futuro, cambiando de ese modo las concepciones del pasado. Si bien Jonas- como muchos pensadores sobre la ética – no se dedican a pensar la diferencia sexual y genérica, podría pensarse que Sor Juana, en aquello en lo que se acerca al iluminismo, también propone, con su conducta, cierto acercamiento a la ética moderna. En El principio de la responsabilidad, Barcelona, Herder, 1995.

intervención forzosa, que ella logra instalar no a través del pronunciamiento directo y

libre, sino como mujer, dando siempre una respuesta a la interpelación de los poderes (o

buscando el modo de hacer posible la respuesta).

La Crisis o Carta Atenagórica será escrita por obediencia “al pedido” del poder. La

Respuesta a Sor Filotea, por el contrario, no es necesaria. Es posible, gracias a la máscara

femenina del Obispo de Puebla, pero no realmente necesaria. Lo que hubiera

correspondido al voto de obediencia, hubiese sido el renunciamiento a la escritura. Sin

embargo, Juana escribe su respuesta (y publica El Sueño en España). La Respuesta es sobre

todo un pronunciamiento autónomo que necesita la máscara de la obediencia pero que la

resquebraja en todo momento.

Crisis o Carta Atenagórica

Más allá de la Carta de Sor Filotea, o antes de que ésta existiese, la redacción de la allí

bautizada Carta Atenagórica5, contiene en su misma estructura una serie de salvedades,

orientadas justamente a proteger al sujeto de la enunciación de aquello que realizará con

el sujeto y los objetos de sus enunciados.

El complejo teatro de máscaras en torno a esta situación se completa con el Arzobispo

de México, Aguiar y Seijas, admirador e impulsor del Padre Vieyra en Nueva España. Es un

sermón de Vieyra el que Sor Juana comenta y critica en su carta, a pedido del Obispo de

Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz. Ni Aguiar y Seijas ni Fernández de Santa Cruz, ni

siquiera Vieyra (sí su sermón) son mencionados en la carta, pero Vieyra y Juana resultan

avatares o máscaras de los primeros.

Digo más allá y antes de la Carta de Sor Filotea, pues ésta parece alterar las reglas de

juego, aunque más no fuese para habilitar la Respuesta.

Sor Juana dirige su crítica del sermón de Vieyra a un destinatario particular sin nombre,

pero a quien ella apela como Muy Señor Mío, y luego declara:

Muy Señor Mío: De las bachillerías de una conversación, que en la merced que V. md. me hace pasaron plaza de vivezas, nació en V. md. el deseo de ver por escrito algunos discursos que allí hice sobre los sermones de un excelente orador… (…)

De esto hablábamos y V.md gustó (como ya dije) ver esto escrito; y porque conozca que le obedezco en lo más difícil, no sólo de parte del entendimiento en asunto tan arduo como notar proposiciones de tan gran sujeto, sino de parte de mi genio, repugnante a todo lo que

5Según aclara Octavio Paz, Juana publicó la carta con el nombre de Crisis sobre un sermón de un orador

grande entre los mayores, en el segundo volumen de sus obras que apareció en España hacia 1692. Con la ayuda de su amiga María Luisa de Paredes, sus obras son publicadas con defensas de teólogos y doctores. Esto deja en claro que Juana sí estaba de acuerdo con la publicación de la Carta. En Las Trampas de la Fé, FCE,México 1995.

parece impugnar a nadie, lo hago, aunque modificado este inconveniente, en que así de lo uno como de lo otro, será V.md solo el testigo, en quien la propia autoridad de su precepto honestará los errores de mi obediencia, que a otros ojos pareciera desproporcionada soberbia, y más cayendo en sexo tan desacreditado en materia de letras con la común acepción de todo el mundo.

Sor Juana teje aquí retóricamente una respuesta al poder, una posibilidad de

salvoconducto6, declarándose por un lado, habilitada al pronunciamiento y a la respuesta

por ser partícipe de una conversación y además, obediente, puesto que responde por

obediencia aun cuando se declara en contra de las impugnaciones y es consciente de que

por ser mujer será considerada más falible (tendrá errores en su obediencia) y sobre

todo, será acusada de soberbia.

Dichas estas cosas, procede a la impugnación que no tiene nada de “casera” ni de

“casual” como podría ser una conversación sino que se ajusta a los paradigmas de la

disquisición teológica de su época7. A partir del apoyo de citas de autoridad logra

sostener sus razonamientos e impugnar los de Vieyra, y además propone ejemplos

basados en la Biblia, impugnando así no solo las razones del sermón, sino también el

método de persuasión. Sor Juana es estrictamente racional y metódica, sin dejar de

reconocer la seducción del discurso de Vieyra.

Luego de la impugnación, Juana vuelve a realizar una declaración jurada de la situación

en la que enuncia, insistiendo en su obediencia, en el circuito privado en el que se

pronuncia y sometiéndose a la autoridad de la Iglesia.

Finalmente, aunque este papel sea tan privado que solo lo escribo porque V. md lo manda y para que V.md. lo vea, lo sujeto en todo a la corrección de nuestra Santa Madre Iglesia Católica, y detesto y doy por nulo y por no dicho aquello que se apartare del común sentir suyo y de los Santos Padres. Vale.

Bien habrá V.md. creído, viéndome clausurar este discurso que me he olvidado desotro punto que V.md. me mandó que escribiese: Que cuál es, en mi sentir, la mayor fineza del Amor Divino. Lo cual me oyó V.md. discurrir en la misma conversación citada. Pues no ha sido olvido sino advertencia, porque allí, como era una conversación sucesiva, fueron llamando unos discursos a otros, aunque no fuesen muy del caso, y aquí es necesario hacer una separación de los que no lo son, por no confundir uno con otro. Explícome. Como hablamos de finezas, dije yo que la mayor fineza de Dios, en mi sentir eran los beneficios negativos; esto es, los beneficios que nos deja de hacer porque sabe lo mal que lo hemos de corresponder. Ahora, este modo de opinar tiene mucha disparidad con el del autor, porque él habla de finezas de Cristo, y hechas en el fin de su vida, y esta fineza que yo digo es fineza que hace

6 Rosa Perelmuter Pérez expone el entramado entre discurso familiar y legal sobre todo para la Respuesta a

Sor Filotea, pero puede observarse esto también en la Carta Atenagórica. “La estructura retórica de la Respuesta a Sor Filotea”. Hispanic Review 51 (1983): 7 Para un mayor detalle de la estructura retórica de la Carta Atenagórica puede consultarse el trabajo de

Pablo Brescia Las razones de Sor Juana Inés de la Cruz en www.cervantesvirtual.com (consulta 4 de enero de 2014)

Dios en cuanto Dios, y fineza continuada siempre; y así no fuera razón oponer ésta a las que el autor dice, antes bien fuera una muy viciosa argumentación y muy censurable; por lo cual me pareció separarla, y como discurso suelto e independiente de lo demás, ponerlo aquí para Que V. md. logre del todo el deseo, pues el mío es sólo obedecerle.

A partir de este punto, Juana expondrá una hipótesis propia sobre la mayor fineza

divina, que constituye una postura original en la teología y que además se encadena con

el resto de su pensamiento y su acción, tal como veremos ocurre en la Respuesta a Sor

Filotea.

Es en el libre albedrío humano, como reflejo de la liberalidad divina, donde Juana se

refugia para justificar sus acciones y su vida y a partir de los beneficios negativos o

positivos. Según Juana, los beneficios que la divinidad otorga terminan siendo cargos

imposibles de corresponder, mientras que el beneficio no otorgado, posibilita el libre

albedrío. Aquí es donde aparece la célebre frase que Fernández Santa Cruz retomará en

su Carta de Sor Filotea: “que el ponderar sus beneficios no se quede en discursos

especulativos, sino que pase a servicios prácticos para que sus beneficios negativos se

pasen a positivos hallando en nosotros digna disposición que rompa la presa a los

estancados raudales de la liberalidad divina, que detiene y represa nuestra ingratitud.”

Con esto Juana (de)construye una noción de responsabilidad que debe desmenuzar

necesariamente por su ser mujer, pero sobre todo, por ser mujer intelectual.

En los ejes de obediencia-transgresión, humildad-soberbia y privado-público es donde

oscila Sor Juana y la escritura es siempre para ella (como mujer, aún siendo religiosa) un

acto transgresor, soberbio y público. Debe sí o sí dejar constancia de los términos

opuestos, para quedar sujeta (ser Sujeta) al poder que a su vez la legitima con su

interpelación, tanto en la conversación como en los pedidos de escritura y las

publicaciones.

El paso que hay de la conversación privada a la carta, puede-y de hecho sucede –

convertirse en documento público. Más allá de los términos de un posible acuerdo con

Fernández de la Cruz, Sor Juana debe incluir esas cláusulas (incluido ese Vale) para

legitimar su posibilidad de enunciación, debe dar testimonio y construir su habilitación a

responder y pronunciarse.

Esta misma operación será realizada, con mayor vehemencia y cuidado en la Respuesta

a Sor Filotea, donde la confesión misma, se convertirá de secreta en pública. 8

8 Si bien la carta parece ser privada, lo cierto es que está escrita con la retórica de lo público y además, sin

imprimirse, circuló manuscrita tanto en México como en España. Se publica tan solo cinco años luego del fallecimiento de su autora, lo cual parece ser un indicio de su circulación previa. Es de notar que Juana define también como privada a la Carta Atenagórica pero ella misma la manda a publicar en España.

Lamentablemente, si bien la argumentación de Juana es racional, la racionalidad

como el feminismo y la igualdad racial, no eran entonces paradigmas que formaran parte

del modelo oficial- aún hoy por hoy no lo son. Por lo tanto, lo razonable – como lo

feminista y lo igualitario - debía estar tamizado, al menos para un sujeto como Sor Juana,

por la obediencia, la humildad y lo privado.9

La Respuesta

En la Carta de Sor Filotea de la Cruz, quien enuncia bajo tan interesante máscara, si

bien defiende la intelectualidad de las mujeres y admira el razonamiento de la autora,

termina en realidad realizando un ataque personal contra Juana, en cuanto a que no

impugna el ataque a Vieira sino que impugna otros aspectos personales de ella, a saber:

sus otros escritos literarios, su interés por las letras humanas y muy en especial los

saberes herméticos, además de la tesis personal de Juana sobre la fineza divina y los

beneficios negativos.

La acusación de Fernández de la Cruz implica que Sor Juana no reconoce y no agradece

los beneficios de los que goza, y por lo tanto corre riesgo de cometer el pecado de la

soberbia, y esto implica un castigo. Si bien el obispo no aprueba “la vulgaridad de los que

reprueban en las mujeres el uso de las letras” posteriormente cita a San Pablo, quien les

niega el enseñar para “prevenir el riesgo de elación en nuestro sexo, propenso siempre a

la vanidad”. Si bien se cuida de no acusar abiertamente a Juana de soberbia, lo cierto es

que no abandona el tema. En cuanto a los saberes humanos “No pretendo, según este

dictamen, que V.md. mude el genio renunciando los libros sino que se le mejore, leyendo

alguna vez el de Jesucristo.” Con respecto a los saberes egipcios y las ciencias herméticas,

cita finalmente a Justo Lipsio: “Ciencia que no es del crucificado, es necedad y sólo

vanidad.” Incluso llega a la amenaza: “Lástima es que en tan gran entendimiento, de tal

manera se abata a las rateras noticias de la tierra, que no desee penetrar lo que pasa en

el Cielo; y ya que se humille al suelo, que no baje más abajo, considerando lo que pasa en

el Infierno.” O “…para que este Señor, que ha llovido tan abundantemente beneficios

positivos en lo natural sobre V.md., no se vea obligado a concederla beneficios solamente

negativos en lo sobrenatural;…”. Finalmente ataca la hipótesis principal de Juana “que por

más que la discreción de V.md. los llame finezas, yo les tengo por castigos: porque sólo

es beneficio el que Dios hace al corazón humano previniéndole con su gracia para que le

Entonces aunque las cartas sean definidas como privadas, podría pensarse, como Octavio Paz y otros notaron, en realidad se construyen como públicas. Creo que en eso hay un claro deseo de intervención en lo público, tanto para el presente como para la posteridad. 9 Pablo Brescia propone para el paradigma racional como limitado por la obediencia y la envidia.. Yo agrego

aquí el feminismo y la igualdad racial.

corresponda agradecido, disponiéndose con un beneficio reconocido, para que no

represada, la liberalidad divina se los haga mayores.”10

Vanidosa, poco religiosa y mal agradecida son epítetos que no se dicen en la carta. Sin

embargo, bien podría concluirse que tal es la efectiva presentación en público que

Fernández de la Cruz realiza de Juana en la Carta de Sor Filotea de la Cruz. De este modo

prologa la, a partir de entonces, bautizada Carta Atenagórica, digna de Atenea. En la

ambigüedad del elogio y el ataque, o la alabanza y la coerción11, pone a Sor Juana en el

candelero.

Esta puesta en el centro de la escena pública, con ataques y también con elogios,

produce una crisis, otorgando oportunidades para el pronunciamiento que Juana

aprovecha.

Tres meses más tarde, escribe la Respuesta a Sor Filotea. Es de notar que Juana no está

obligada a responder por obediencia, sino meramente habilitada a responder por la

máscara travesti de Fernández de la Cruz como Sor Filotea. Así la Respuesta se estructura

como una Defensa Judicial. Si bien circula en principio en copias manuscritas y privadas,

tiene desde el inicio una conciencia de lo público.12

Sor Juana debe adoptar en su Respuesta, un tono similar al de su interlocutor(a). Y esto

implica adoptar por completo la ambigüedad entre el elogio y el ataque, la alabanza y la

coerción, lógica que además le permite defender su tesis de los beneficios negativos y el

libre albedrío. Hay en su defensa, no solo un resguardarse, sino un desmentir al otro, que

es en definitiva, un ataque.

Como bien apunta Josefina Ludmer, la treta de Sor Juana es mantenerse en el lugar de

lo femenino, y esto implica sostener fuertemente la debilidad de su lugar. La economía

discursiva de la carta se sostiene en los ejes SABER, DECIR y su negación, NO, que dan

10

Sin duda la lógica de Fernández de la Cruz es la del toma y daca en una sociedad altamente estratificada a través del rango, la raza y el género y no acepta de ninguna manera las declaraciones de libertad que hábilmente sostiene Sor Juana. Debe recurrir a la extorsión y a la reprensión públicas (la Carta de Sor Filotea que prologa la Atenagórica) para volver a Juana dócil en un mundo que no aspira a la intelectualidad sino que conserva meramente una ortodoxia. Si uno hace el ejercicio imaginario de poner a Fernández de la Cruz cada vez que éste menciona al Señor o a Dios, la carta parece tornar transparente el reclamo (de ciega obediencia) del obispo. 11

Tales ejes define Susana Zanetti en su lúcido prólogo a Primero Sueño y otros textos, Losada, Bs.As. 1998. 12

Perelmuter Perez analiza las partes de la carta que constituyen un discurso del ámbito forense: Exordio, Narratio, Prueba, Peroratio.

lugar a las contradicciones del poder propias y del otro, a la vez que cuadriculan el

espacio del poder y el saber femeninos y aquello que los limita.13

En el Exordio o apertura de la carta, Juana declara dos imposibles: no saber responder

(pero responde) y no saber agradecer (con lo cual no agradece). El primero es justificado

por la dignidad y la desigualdad: no puede responder nada digno del otro. Para esto, se

compara con Santo Tomás, y a Sor Filotea, con Alberto Magno. El segundo cuestiona la

noción de beneficio: el beneficio de la publicación de la Carta es puesto en un lugar tan

alto, que resulta excesivo, con lo cual el beneficiado enmudece, y se duda así de la calidad

de beneficio. Nuevamente Sor Juana se compara con figuras religiosas, la madre del

Bautista y Saúl quienes por humildad descreen de su señalamiento.

Ni al primer imposible tengo más que responder que no ser nada digno de vuestros ojos;

ni al segundo más que admiraciones, en vez de gracias, diciendo que no soy capaz de

agradeceros la más mínima parte de lo que os debo. No es afectada modestia, Señora, sino

ingenua verdad de toda mi alma, que al llegar la carta que vuestra propiedad llamó

Atenagórica, prorrumpí (con no ser esto en mí muy fácil) en lágrimas de confusión, porque

me pareció que vuestro favor no era más que una reconvención que Dios hace a lo mal que le

correspondo; y que como a otros corrige con castigos, a mí me quiere reducir a fuerza de

beneficios. Especial favor de que conozco ser su deudora, como de otros infinitos de su

inmensa bondad; pero también especial modo de avergonzarme y confundirme;…

Así Juana reconvierte el beneficio en castigo; tal como proponía en la crítica a Vieyra,

contradice al obispo en este punto, y deja de agradecer sin salirse del rol de

subordinación (no agradece, sino que admira) ni de asumir el lugar de la debilidad y la

ignorancia (las lágrimas, la vergüenza y la confusión).

También dice que no sabe responder, pero de todos modos responde. Esta declaración de ignorancia es en realidad un salvoconducto para pronunciarse:

… porque quien hizo imprimir la Carta tan sin noticia mía, quien la intituló, quien la costeó, quien la honró tanto (siendo de todo indigna por sí y por su autora) ¿qué no hará? ¿qué no perdonará?, ¿qué dejará de hacer y qué dejará de perdonar? Y así, debajo del supuesto de que hablo con el salvoconducto de vuestros favores y debajo del seguro de vuestra benignidad, y de que me habéis, como otro Asuero, dado a besar la punta del cetro de oro de vuestro cariño en señal de concederme benévola licencia para hablar y proponer en vuestra venerable presencia, digo que recibo en mi alma vuestra santísima amonestación de aplicar el estudio a los Libros Sagrados, que aunque viene en traje de consejo, tendrá para mi sustancia de precepto; con no pequeño consuelo de que aun antes parece que prevenía mi obediencia vuestra pastoral insinuación, como a vuestra dirección, inferido del asunto y pruebas de la misma Carta.

13

Ludmer, Josefina, Las tretas del débil, en La sartén por el mango, Ediciones El Huracán, Puerto Rico, 1985

“Esta treta del débil, que aquí separa el campo del decir (la ley del otro) del campo del saber (mi ley) combina, como todas las tácticas de resistencia, sumisión y aceptación del lugar asignado por el otro, con antagonismo y enfrentamiento, retiro de colaboración.”

Hay aquí un gran reproche a la publicación, no de la Carta Atenagórica, sino de la

Carta de Sor Filotea, ya que contiene la pública reprensión de no dedicarse a temas

religiosos. Aún cuando la interpelación pública del poder es negativa, Juana no pierde la

oportunidad de responder, ya que la respuesta le permite pronunciarse. Comienza

entonces su defensa. Juana sostiene, con razón obvia, que la propia Carta Atenagórica es

una prueba de su afición.

Juana justifica no haber escrito sobre asuntos sagrados no por desafición sino por

temor y reverencia. Justifica su temor por dichos de padres de la institución con lo cual

demuestra el manejo de los saberes nuevamente y expone la violencia del Santo Oficio,

declarando su temor a la Inquisición.

Esta violencia es para Juana inherente a todo poder. Es así que protege su escritura

construyéndola como una respuesta obediente a los distintos poderes. “ Y a la verdad, yo

nunca he escrito sino violentada y forzada, y sólo por dar gusto a otros;…”, “El escribir

nunca ha sido dictamen propio, sino fuerza ajena, que les pudiera decir con verdad: Vos

me coegistis.”

Sí admite su inclinación a las letras, y es entonces cuando comienza la Narratio o

exposición en la que poniendo lo escrito en el nivel de la confesión, comienza el relato

autobiográfico de su vida intelectual. La confesión es ofrecida a modo de pago

(nuevamente no agradece, sino que paga).14

Esta confesión, mecanismo absoluto de la sujeción religiosa al poder de la Iglesia, se

torna en un acto público, trasciende, por medio de la escritura, su circuito de

legitimación. Esta transgresión es también parte de la treta de Sor Juana, con una carta

que es supuestamente privada y por medio de una confesión entre religiosos, consigue

contar los vericuetos de su autoconstrucción como sujeto. Si Juana estuviese únicamente

subordinada el poder la de Iglesia, no habría contradicción, pero Juana cuenta con aliados

más allá de esa red de poder, y allí la treta, la resistencia. La carta circulará, aunque

manuscrita, en México y en España, donde finalmente se publicará en forma póstuma

(pero apenas 5 años luego de la muerte de Juana). Es decir, la carta será pública en

distintos ámbitos, y en su futuro.

La deliciosa biografía intelectual de Juana comienza con su afición a las letras a

temprana edad, tres años, y detalla todos los obstáculos que tal pasión tuvo que

enfrentar tan solo por ser mujer. Tal como luego dijo Virginia Woolf, Juana comprendió

14

“Si yo pudiera pagaros algo de lo que os debo, Señora mía, creo que sólo os pagar en contaros esto, pues no ha salido de mi boca jamás, excepto para quien debió salir”. Para quien debió salir fue para su confesor, Nuñez de Miranda. En la carta al Padre Nuñez aparece parte de esta confesión biográfica.

rápidamente que, como mujer, para dedicarse a la escritura debía conseguir un cuarto

propio e independencia económica, todas cuestiones que pudo obtener, no sin pagar su

precio, gracias a su ordenación como religiosa, pero también a sus relaciones con la corte

y la corona.

En este punto es que tanto la Carta Atenagórica, como la Respuesta a Sor Filotea,

funcionan como una defensa de género. El principal ataque que debió recibir Sor Juana y

el principal impedimento para su ambición fue sin duda su condición de mujer. Juana no

se deja desviar del tema, a pesar de que la reprimenda de Sor Filotea sea en torno a los

asuntos. Juana vuelve en la Narratio al principal tema que la preocupa en relación con el

poder y los poderes: la condición femenina y su condición personal. 15

Es notable en su narración cómo la condición femenina, si bien funciona como un

obstáculo y un agregado a sus obligaciones y tareas intelectuales, por otro lado, lo que

Juana sostiene es que no debe ser dejada de lado ni dejar de sostenerse jamás. La

intelectualidad debe ser conquistada en ESE medio. Sor Juana remarca esa duplicidad y

esas dobles o triples responsabilidades y desventajas que finalmente devendrán

beneficiosas, puesto que la constituyen y forman parte de su saber y poder.

“sabiendo ya leer y escribir, con todas las otras habilidades de labores y costuras que deprenden las mujeres…”; “siendo así que en las mujeres – y más en tan florida juventud- es tan apreciable el adorno natural del cabello, yo me cortaba de él cuatro o seis dedos, midiendo hasta dónde llegaba antes, e imponiéndome ley de que si cuando volviese a crecer hasta allí no sabía tal o tal cosa que me había propuesto deprender en tanto que crecía, me lo había de volver a cortar en pena de la rudeza.”; “Entréme religiosa, porque aunque conocía que tenía el estado cosas (de las accesorias hablo, no de las formales), muchas repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podría elegir…”proseguí, digo, a la estudiosa tarea

15

Como bien explica Virginia Woolf para las mujeres inglesas del siglo XX que recién habían conquistado su derecho al voto y a la propiedad: “El mundo no le pide a la gente que escriba poemas, novelas, ni libros de Historia; no los necesita. No le importa nada que Flaubert encuentre o no la palabra exacta ni que Carlyle verifique escrupulosamente tal o cual hecho. Naturalmente, no pagará por lo que no quiere. Y así el escritor —Keats, Flaubert, Carlyle— sufre, sobre todo durante los años creadores de la juventud, toda clase de perturbaciones y desalientos. (…) Pero, para la mujer, pensé mirando los estantes vacíos, estas dificultades eran infinitamente más terribles. Para empezar, tener una habitación propia, ya no digamos una habitación tranquila y a prueba de sonido, era algo impensable aun a principios del siglo diecinueve, a menos que los padres de la mujer fueran excepcionalmente ricos o muy nobles. Ya que sus alfileres, que dependían de la buena voluntad de su padre, sólo le alcanzaban para el vestir, estaba privada de pequeños alicientes al alcance hasta de hombres pobres como Keats, Tennyson o Carlyle: una gira a pie, un viajecito a Francia o un alojamiento independiente que, por miserable que fuera, les protegía de las exigencias y tiranías de su familia. Estas dificultades materiales eran enormes; peores aún eran las inmateriales. La indiferencia del mundo, que Keats, Flaubert y otros han encontrado tan difícil de soportar, en el caso de la mujer no era indiferencia, sino hostilidad. El mundo no le decía a ella como les decía a ellos: «Escribe si quieres; a mí no me importa nada.» El mundo le decía con una risotada: «¿Escribir? ¿Para qué quieres tú escribir?» “ (Una habitación propia, Seix Barral, 2008)

(que era para mí el descanso en todos los ratos que sobraban a mi obligación) de leer y más leer, de estudiar y más estudiar, sin más maestro que los mismos libros.”; “he estudiado muchas cosas y nada sé, porque las unas han embarazado a las otras”; “el sumo trabajo de no sólo en carecer de maestro, sino de condiscípulos con quienes conferir y ejercitar lo estudiado”; “y en vez de explicación y ejercicio muchos estorbos, no sólo los de mis religiosas obligaciones(que éstas ya se sabe cuán útil y provechosamente gastan el tiempo) sino de aquellas cosas accesorias de una comunidad: como yo estar leyendo y antojárseles en la celda vecina tocar y cantar; estar yo estudiando y pelear dos criadas y venirme a constituir juez de su pendencia; estar yo escribiendo y venir una amiga a visitarme, haciéndome muy mala obra con muy buena voluntad (…) Y esto es continuamente, porque como los ratos que destino a mi estudio son los que sobran de lo regular de la comunidad, esos mismos les sobran a las otras para venirme a estorbar…”;”cuán contra la corriente han navegado (o por mejor decir, han naufragado ) mis pobres estudios.”;”Yo la obedecí (unos tres meses que duró el poder ella mandar) en cuanto a no tomar libro, que en cuanto a no estudiar absolutamente, como no cae debajo de mi potestad, no lo pude hacer, porque aunque no estudiaba en los libros, estudiaba en todas las cosas que Dios crió, sirviéndome ellas de letras, y de libro toda esta máquina universal.” “Pues ¿qué os pudiera contar, Señora, de los secretos naturales que he descubierto estando guisando? (…) qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo puedo decir viendo estas cosillas: si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito.”

Es interesante cómo Juana transforma sus obstáculos en fortalezas, no en excusas. 16

Juana justifica su estudio, por una inclinación natural a las letras, pero por sobre todo,

por su humano entendimiento. Si bien se siente señalada, intenta escapar del

señalamiento, o de aquello que la señala como mujer, rescatando el entendimiento como

humano, es decir, sin sexo, como dirá de las almas.

Para demostrar entonces lo que prueba su narración, esto es, que ser mujer no impide

entender, estudiar y escribir, Juana inicia la Prueba de su Defensa y aquí es que realiza

una maravillosa genealogía femenina, que lejos de ser inefectiva17, rescata del olvido y

señala el mismo olvido: “…no necesitaba de ejemplares, con todo no me han dejado de

ayudar los muchos que he leído, así en divinas como en humanas letras.” Su

argumentación prosigue con el rescate del estudio femenino en el ámbito privado, no en

el público. Cuestiona las inteligencias humanas en general, no solo las femeninas le

parecen cuestionables18. Y cuestiona además la educación de las mujeres, a cargo de

16

Esta exposición de los tiempos femeninos bien podría pensarse en relación con una ética del cuidado, que propone la alternancia de las profesiones con el cuidado del hogar y de los otros. Carol Gilligan opone la ética femenina del cuidado a la ética de la justicia, masculina. Más allá de la frecuente referencia a las mujeres como madres y el cuidado de los hijos, las mujeres hoy siguen desempeñando roles de cuidado en el hogar, con los adultos mayores y con el medio ambiente que amplían sus potencias, aunque tales habilidades y trabajos no son reconocidos por la economía capitalista. En La ética del cuidado, Cuadernos de la Fundación Grifols, Barcelona 2013. 17

Femenías ve la Genealogía de Juana como un gesto que cae en saco roto. Me permito disentir, pues ¿cómo medir, cerrar o limitar el alcance de la onda expansiva de esta obra? 18

Si hoy pensamos en un techo de cristal, en ese entonces el ascenso institucional de las mujeres estaba vedado por un mazaso de hierro sobre la cabeza.

hombres, no de mujeres doctas. Juana no lo dice, pero parte de su educación, al menos

en lo que hace a sus confesores y superiores en la institución eclesiástica, fue a cargo de

hombres.

Y hay en esto también una disputa de género en pugna por la igualdad: si no a todos

los hombres y mujeres el conocimiento les hace bien, y si solo los hombres pueden saber

y enseñar ¿cómo confiar en las interpretaciones solamente masculinas sobre las

escrituras, sobre el mundo, y sobre las mujeres?19

Sor Juana cuestiona entonces, apoyándose en el Doctor Arce, las interpretaciones que

los hombres (los machos) han hecho de los dichos de San Pablo (que retoma San

Jerónimo y a quien la propia Filotea cita, aunque con otro propósito, en su Carta) Mulieris

in Ecclesiis taceant, non enim permittitur eis loqui. Según Arce, y según Sor Juana, que las

mujeres no puedan leer públicamente, no implica que no puedan hacerlo en privado, ni

que no puedan enseñar. Esto es, si las mujeres se mantienen en el ámbito de lo privado,

pueden leer, saber y enseñar.

Uno podría pensar que toda la Respuesta a Sor Filotea propone un teatro de lo

privado. Pero no hay teatro sin público.

Sor Juana desvía la atención de Sor Filotea como enunciataria, y dedica todo un

apartado de la carta a expresarse firmemente contra sus impugnadores20. Aquí repite el

argumento de Arce, proponiéndolo de especial validez para las monjas,(“no sólo es lícito,

pero utilísimo y necesario a las mujeres el estudio de las sagradas letras”) y luego vuelve

al tema de las críticas a sus habilidades para hacer versos y señala que los libros sagrados

y los cantos de la Iglesia están escritos en verso y que muchas mujeres han escrito versos.

Juana trae a la Iglesia entera como institución – más allá de los hombres (machos) que la

representan e impugnan a Sor Juana. Critica entonces a los traductores (machos) por no

respetar el verso original del hebreo. “Porque el mal uso no es culpa del arte, sino del mal

profesor que los vicia”.

En la última parte de la Prueba, Juana defiende su escritura y resume varias cuestiones:

Pues si está el mal en que los use una mujer, ya se ve cuántas los han usado loablemente; pues ¿en qué está el serlo yo? Confieso desde luego mi ruindad y vileza; pero no juzgo que se habrá visto una copla mía indecente. Demás, que yo nunca he escrito cosa alguna por mi voluntad, sino por ruegos y preceptos ajenos; de tal manera, que no me acuerdo haber

19

Otra vez podemos pensar en el texto de Virginia Woolf, cuando en el British Museum, la autora accede a los libros que los hombres han escrito sobre las mujeres. 20

Hay aquí otro indicio para pensar esta carta como pública. Sor Juana se defiende de los rumores y ataques públicos en una carta aparentemente privada, justifica su desvío como un apasionamiento y una distracción, pero bien puede pensarse que utiliza el canal privado de la carta para hacer una defensa pública.

escrito por mi gusto sino es un papelillo que llaman El Sueño. Esa carta que vos, Señora mía, honrasteis tanto, la escribí con más repugnancia que otra cosa; y así porque era de cosas sagradas a quienes (como he dicho) tengo reverente temor, como porque parecía querer impugnar, cosa a que tengo aversión natural. Y creo que si pudiera haber prevenido el dichoso destino a que nacía --pues, como a otro Moisés, la arrojé expósita a las aguas del Nilo del silencio, donde la halló y acarició una princesa como vos--; creo, vuelvo a decir, que si yo tal pensara, la ahogara antes entre las mismas manos en que nacía, de miedo de que pareciesen a la luz de vuestro saber los torpes borrones de mi ignorancia. De donde se conoce la grandeza de vuestra bondad, pues está aplaudiendo vuestra voluntad lo que precisamente ha de estar repugnando vuestro clarísimo entendimiento. Pero ya que su ventura la arrojó a vuestras puertas, tan expósita y huérfana que hasta el nombre le pusisteis vos, pésame que, entre más deformidades, llevase también los defectos de la prisa; porque así por la poca salud que continuamente tengo, como por la sobra de ocupaciones en que me pone la obediencia, y carecer de quien me ayude a escribir, y estar necesitada a que todo sea de mi mano y porque, como iba contra mi genio y no quería más que cumplir con la palabra a quien no podía desobedecer, no veía la hora de acabar; y así dejé de poner discursos enteros y muchas pruebas que se me ofrecían, y las dejé por no escribir más; que, a saber que se había de imprimir, no las hubiera dejado, siquiera por dejar satisfechas algunas objeciones que se han excitado, y pudiera remitir, pero no seré tan desatenta que ponga tan indecentes objetos a la pureza de vuestros ojos, pues basta que los ofenda con mis ignorancias, sin que los remita a ajenos atrevimientos.

Juana, en su teatro de lo privado, volverá a poner la Carta Atenagórica en ese espacio,

calificándola de borrones, de escrita con prisa y de falta de pruebas, por tanto

impublicable.

Reconoce en este apartado también la existencia de El sueño, calificado como papelillo,

pero único hecho por gusto. El Sueño es el más grande poema filosófico de la lengua21 y

complementa, desde mi punto de vista, una tríada en torno al conocimiento y la

construcción del conocimiento que, desde lo más interior (el alma en El sueño), pasa por el

exterior (el cuerpo y el espacio femenino en la Respuesta) y llega al teatro barroco de la

vida (la cháchara intelectual y la pulseada política en la Carta Atenagórica). Un nuevo

sujeto reluce en esos textos.

Y Juana lo sabe. Otro de los grandes temas de la Respuesta es la envidia, y la

transformación de los elogios en ataques y las alabanzas en coerciones. Juana se siente

señalada, y claramente lo está, pero esos señalamientos resultan desventajosos si

demasiado elogiosos, tal como resulta para ella la publicación de la Carta Atenagórica

junto a la presentación de Sor Filotea, y a veces resultan ventajosos, aun si parecen

negativos o infortunados, tal el caso también para ella de su condición femenina.22 Esto

21

Como señala Echavarren. 22

Juana llega a compararse con Cristo al proponer sus ideas sobre el señalamiento y la envidia. Pablo Brescia propone la envidia como tema central de la carta. Desde mi punto de vista es central para Juana defender su linaje, esto es, su condición de mujer y por eso desvía el ataque que Fernández de la Cruz realiza a su tesis sobre los beneficios negativos, o la lleva directamente a su condición de mujer.

completa su tesis sobre los beneficios negativos, que Fernández de la Cruz había atacado

en la Carta de Sor Filotea.

Sor Juana deja de hablar entonces de la liberalidad divina y se la adjudica directamente

a su protector - agresor23: “el que empezó a hacer beneficios se obligó a continuarlos; y así

os pagará a vos vuestra propia liberalidad, que sólo así puedo yo quedar dignamente

desempeñada, sin que caiga en mí aquello del mismo Séneca: Turpe est beneficiis vinci.

Que es bizarría del acreedor generoso dar al deudor pobre, con que pueda satisfacer la

deuda. Así lo hizo Dios con el mundo imposibilitado de pagar: diole a su Hijo propio para

que se le ofreciese por digna satisfacción.”

Viene entonces la Peroratio, o saludo final de la carta, que estructura como una Defensa

Pública pero viene a ser caracterizada aquí nuevamente de privada, llena de “casera

familiaridad” y sin distancia entre las interlocutoras.

Es notable que Juana, si bien defiende los saberes humanos sobre los sagrados, sí

desoye la crítica que se le hace a su pasión por la civilización egipcia y sus saberes. Es

probable que intentar cualquier defensa sobre tales temas o simplemente volver a

mencionarlos resultase demasiado peligroso ante los inquisidores. Juana elige no

mencionar tales asuntos. Dadas sus reflexiones sobre el silencio en la misma Respuesta (“es

necesario ponerle algún breve rótulo para que se entienda lo que se pretende que el

silencio diga; y si no, dirá nada el silencio, porque ése es su propio oficio: decir nada.”),

sobre ese punto, no hay siquiera rótulo, no hay respuesta alguna, solo silencio. Como dijo

Susana Zanetti, éste parece otro “lúcido subterfugio con que logra preservar la memoria de

una voz capaz de volver escritura el asedio y las trampas”.

A modo de testimonio

La Carta Atenagórica, la Respuesta a Sor Filotea y también El Sueño proponen tres

modulaciones distintas de una misma voz que deja constancia del poder que la oprime, al

que resiste pero que al mismo tiempo la constituye. El poder, como propuso Althusser24,

23

En la nota 10 propongo el ejercicio de reemplazar Señor o Dios por Fernandez de la Cruz. Parece como si Juana hubiese hecho lo mismo y aquí exhibe que lo que está en juego no es la vida ultraterrena, sino su vida en México bajo el ataque del obispo. 24

El poder nos interpela, y nuestra respuesta nos constituye como sujetos. Ser más que nuestra respuesta al poder es sin duda, desujetarse. Althusser, en su célebre artículo Ideología y Aparatos Ideológicos de Estado (compilado por Zizek, Slavoj, Ideología, un mapa de la cuestión, FCE Bs. As.)define el proceso de subjetivación ideológica a través la interpelación del poder y la respuesta del sujeto. Utiliza como ejemplo de este funcionamiento del poder justamente a la jerarquía de la religión cristiana. Allí los sujetos “marchan solos”, dirá Althusser. No es el caso de Sor Juana, aunque sí creo que Sor Juana reconoce el poder y sus

nos interpela y nos constituye como sujetos. Juana supo responder al poder, pero supo

también reconocer distintos poderes, que la sujetan pero también la liberan. En el

entramado de ellos, ella halla intersticios para la resistencia.

Como todo intelectual barroco, Sor Juana debe responder a los distintos mecenas que

apoyan y hacen posible no solo su vida intelectual sino su vida a secas (su comunidad: corte

y clero, con las subdivisiones y facciones de cada una).

Sin embargo, como ningún intelectual barroco, Sor Juana ha de responder a su ser

mujer – su linaje: lo que se espera de nosotras y lo que efectivamente ellas han hecho – y

como ningún otro intelectual hasta el romanticismo, Sor Juana responde a sí misma, a sus

propias conjeturas y ambiciones (y es dueña de su crédito).

Ejerce una verdadera micropolítica, una política intersticial, en cuanto a que su acción

le permite lograrse a sí misma como intelectual, intervenir en el ámbito intelectual de su

época, y contribuir a su linaje intelectual: el humano, pero incorporando lo femenino.

Claro, hasta donde el poder se lo permite y hasta cuando se lo permitió. Eso no elimina su

resistencia, que es mucha y es aquello que rompe hacia el futuro y abre caminos hacia

hoy.

i Artículo publicado en Juana Inés de la Cruz, El Sueño, edición crítica a cargo de Roberto Echavarren,

Montevideo, Ed. La Flauta Mágica, 2014.

interpelaciones, a ellas responde, constituyéndose como sujeto (nuevo, y reivindica así su derecho a ser sujeta) y, al mismo tiempo, aprovecha los intersticios del poder, esto es, resiste.