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“La cerillera", animación inspirada en un cuento de Hans Christian Andersen
Descripción:
Cortometraje de Disney basado en el cuento La niña de los fósforos , de Hans Christian Andersen (1805-1875).Esta animación fue dirigida por Roger Allers; la música que la acompaña pertenece al compositor Alexander Borodin. La imagen y el sonido se conjugan en este recurso para desarrollar la narración del cuento, lo que permitirá desarrollar la sensibilidad en el niño y el placer estético. El cuento, también conocido como La pequeña vendedora de fósforoso La pequeña vendedora de cerillas trata de una niña de escasos recursos económicos que lucha por sobrevivir durante una noche de invierno. El autor del cuento, Hans Christian Andersen, constituye una figura clave de la literatura infantil y juvenil. Nació el 2 de abril de 1805 en Odense, Dinamarca, en el seno de una familia de escasos recursos económicos. En 1812 viajó a Copenhague para probar suerte como cantante de ópera, actor y bailarín. Algunas personas influyentes de su entorno lo ayudaron a prosperar, especialmente Jonas Colling, quien se convirtió en su tutor. Estudió en las escuelas de Slagelse y Elsinor y, más tarde, en la universidad. A lo largo de su vida publicó obras de los más variados géneros, aunque fueron sus cuentos para niños los que le permitieron consolidarse como escritor. Falleció el 4 de agosto de 1875. Se sugiere este recurso para favorecer el encuentro placentero de los estudiantes con un texto literario clásico. Desde el aula se despliegan múltiples posibilidades para el aprovechamiento didáctico del video: leer distintas versiones del cuento y compararlas con la adaptación realizada en este cortometraje, detener el video en una imagen en particular para identificar cómo se han representado los personajes y escenarios, etc.
La vendedora de fósforos
Cuento de Hans Christian AndersenAdaptación de Ethan J. Connery
Era víspera de Navidad y en el pueblo, todo el mundo transitaba con prisa sobre la nieve para refugiarse al calor de sus hogares. Sólo una pequeña niña, vendedora de fósforos, no tenía dónde ir, y desde su pequeño rincón en la calle pregonaba incansable su modesta mercancía. La niña no podía volver a su casa porque su madrastra le había advertido que antes debía haber vendido todos los fósforos que quedaban en la caja.
Entumida de frío, la niña miró a través de la ventana iluminada de una casa y vio a unos pequeños
niños jugando, junto a una chimenea, con sus nuevos juguetes de Navidad. Imaginó que sería maravilloso estar con esos niños, al calor de un hogar. Se divirtió al ver que los niños habían adornado con galletas de chocolate un abeto navideño.
De pronto llegó una helada brisa y la niña recordó que aun le quedaban fósforos por vender. En ese momento pasaba un señor de sombrero de copa y abrigo de chiporro. El hombre parecía tener prisa, pero la niña le preguntó:
-Perdone señor, ¿quiere usted fósforos?-No, gracias. Hace mucho frío para sacar las manos de los bolsillos -respondió el hombre, y se marchó a toda prisa.
La niña vio al hombre marcharse y se sintió sóla. Se acurrucó junto a un farol esperando sentirse acompañada. Al rato pasó una señora que llevaba canasta, de la que salía un agradable aroma a pan caliente.
-Disculpe señora -preguntó la niña- ¿necesita usted fósforos?-No niña, ¿que no ves que tengo prisa? Debo llevar el pan a casa antes que se enfríe.-Perdone Ud., señora. -respondió apenada la niña.
La mujer se fué casi corriendo porque el frío era demasiado; el viento comenzó a soplar y la nieve era cada vez más intensa. El frío metal del farol no parecía una gran compañía y la pequeña vendedora se refugió en el portal de la casa más cercana. Se acurrucó bajo el alero de la puerta y como aun sentía mucho frío, sacó un fósforo de la caja.
-No creo que mi madrastra se enoje si enciendo sólo uno para calentarme las manos -se dijo.
La niña encendió el fósforo y de pronto, a través de la luz le pareció ver un bello árbol de Navidad que resplandecía en llamativos colores. Estaba maravillada viendo esa aparición cuando el fósforo se apagó. Al cabo de un minuto quizo ver de nuevo el árbol, no estaba segura si lo que había visto era real, de modo que tomó otro fósforo y lo encendió.
Esta vez la niña vió a su abuela a quién apenas recordaba, pues la alcanzó a conocer cuando era muy chiquita.
-¡Abuelita! -se dijo, sorprendida. Pero antes que pudiera decir algo más, el fósforo se apagó.
De pronto se dio cuenta que sólo quedaba un fósforo en la caja. Se apenó pensando que la regañarían, pero como tenía mucho frío y quería volver a ver a su abuela, sacó el último palito y lo encendió.
Esta vez la llama era más grande y a través de la luz vió una figura blanca que se acercaba... era su madre, quién había muerto hace muy poco y a quién tanto echaba de menos. Su madre se veía alegre y estiraba sus manos para abrazarla.
-¡Mamita, mamita... llévame contigo, que aquí me estoy muriendo de frío! -gritó la pequeña, sollozando de felicidad, mientras se abrazaba con su madre.
Ya no sentía frío, sinó un calor agradable. El calor del amor maternal. Su madre la tomó en brazos y se llevó junto con el resplandor del último fósforo que caía sobre la fría nieve. A la mañana siguiente las gentes del pueblo descubrieron, junto a la entrada de una casa, el pequeño cuerpecito de la vendedora de fósforos que yacía helada, acurrucada en la nieve.
http://www.bienvenidosalafiesta.com/
Y en todos, a través de la emoción e incluso del patetismo, tiene un claro propósito didáctico pero no necesariamente hacia los niños, como se puede deducir de sus finales tristes o sus dobles significados, que una y otra vez insisten en que la felicidad se suele pagar con el precio del dolor. Esto es muy claro, por ejemplo, en relatos navideños como La niña de los fósforos y El abeto.
El abeto (Grantræet, 1845)9 años: lectores niños. Narrativa: Fantasía.
El protagonista es un abeto que, después de ser protagonista una Navidad, es abandonado y, al final, en sus recuerdos sólo conserva los de su verde juventud en el bosque, aquella Nochebuena en la que fue el centro de atención de todos y el único cuento que oyó precisamente allí...
Además de ser una especie de parábola sobre la desesperanza que producen el abandono y el olvido, que Andersen temió tanto, este relato habla de la costumbre del árbol de Navidad, iniciada en los países nórdicos y que quería recordar el «árbol de la cruz» como contrapuesto al «árbol del paraíso». En esa identificación entre árbol y cruz está el mensaje: ambos dejan sus regalos y, cumplida su misión, desaparecen y no tendrán papel en esa otra vida, en la que sí permanecerán las personas y las historias que protagonizaron.
El autor danés renovó el cuento tradicional imprimiéndole un sello propio: una gran capacidad para ennoblecer y embellecer el sufrimiento. Nunca pretendió, simplemente, «contar cuentos», pero el éxito que obtuvo con ellos le indicó que «había hallado el camino para llegar a todos los corazones». Ese camino pasaba por escribir los cuentos como si los contase a un niño, evitando las
palabras abstractas, recurriendo a imágenes claras, usando un estilo llano y familiar, humanizando los objetos inanimados o familiares con enorme habilidad. La ingenuidad aparente de dirigirse a los lectores se debe a que sus relatos están escritos para ser leídos en voz alta, cosa que Andersen mismo hacía magistralmente. De ahí los abundantes giros idiomáticos, el recurso frecuente a las repeticiones y a las yuxtaposiciones, el uso de los puntos suspensivos y de las pausas: es la forma de avivar la imaginación del lector o del oyente. Uno de sus rasgos distintivos es cómo emplea distintos narradores y observadores: procura seguir la historia por medio de quien hubiera visto lo que se cuenta y de ahí que los pájaros aparezcan muchas veces como espectadores. Otro, que, en sus cuentos, las plantas son plantas y los animales siguen siendo animales, aunque les dote de algún significado humano; en cambio, sus personajes humanos tienen profundidad psicológica. Y de más está decir que su calidad está muy por encima del reproche de misoginia que algunos detractores le hacen, basados en que las figuras femeninas que pinta, salvo la de la madre, no suelen ser positivas.
La mujer de la lámpara
La adaptación del cuento La niña de los fósforos de Hans Christian Andersen para ser representado en teatro de títeres y objetos, elige como narradoras a dos mujeres que llegan al territorio, portadoras de rituales repetidos y familiares, secretos compartidos y pequeños milagros cotidianos, alegres y profundos.Esas mujeres, contadoras de historias, serán bruscamente interrumpidas por un hecho casual, inesperado, que evocará un presagio, un llamado, una convocatoria inevitable. Será el llamado que viene desde la presencia de Andersen, que como un ángel invisible y justiciero provoca a las mujeres y las instala en el drama de la niña de los fósforos. El relato, además, se verá, a veces, atravesado por el propio desamparo de una de las mujeres o por la invasión de personajes de otros cuentos que forman parte del universo del autor.Finalmente ambas mujeres se rendirán a la voluntad de la niña y comprenderán que deben acompañarla en el tránsito que ya no puede detenerse.
Este espectáculo formó parte del evento: Tercer Festival de Títeres para Adultos en Buenos Aires 06
Ficha técnico artística
Actúan: Marta Cabrera, Mabel MarroneVestuario: Julieta AscarEscenografía: Julieta AscarIluminación: Miguel MoralesRealización de vestuario: Alejandro Bologna
Realización de títeres: Alejandra Farley, Ioia Kohakura, Ximena LucasMusicalización: Adelaida ManganiSonido: Ivan GrigorievDiseño: Adelaida ManganiProducción ejecutiva: Mabel MarroneDirección: Adelaida Mangani
LA VENDEDORA DE FÓSFOROSEsta obra es una adaptación del cuento original “La pequeña vendedora de fósforos” del escritor danés Hans Christian Andersen, hecha por Alexis Moreno.
La historia nos muestra una fría ciudad, una noche de año nuevo, donde todos en la comodidad de su casa disfrutan de grandes banquetes. La niña vendedora de fósforos golpea puertas pero nadie la escucha. Canta y baila para olvidar el gélido ambiente, pero no puede evitar la furia de un "padre", que la obliga a trabajar cada vez más. Un montaje que exalta la crudeza de una realidad universal: el brusco despertar de la cándida niñez, gatillada por la explotación de sus padres. La fantasía y el encanto de un cuento, contrastado con una verdad dolorosa. Por esta razón no es recomendada para los niños. La obra está dirigida por Mariana Muñoz y en ella participan Javiera del Campo, Francisco Fafifo y Soledad Yañez. Destacan en la puesta en escena, el trabajo musical de Max Zegers, la iluminación de Ricardo Romero, el vestuario de Carmen Briceño y la escenografía de Aurora Muñoz, Francisco Candel y Javier Caraccioli
Grupo “El Candil”(Grupo de teatro, Argentina)
Adaptación de sus cuentos a diversos medios: La Niña de los Fósforos
El eje de la puesta es la relación que une al artista y a su tiempo, que reproduce una mirada dolorosa de la realidad circundante que le toca transitar y que le pertenece. No existe para esto, una explicación que logre atenuar este dolor, en un mundo frío que se presenta hostil y despiadado. Pero es justamente con la luz de “unas cerillas”, metáfora de la felicidad, producto de la imaginación de una Niña, que ésta puede transitar hacia otros estados y aliviar así el dolor que le produce tanto desamparo y obscuridad.
Luz y obscuridad enmarcan un mundo dentro de otro, donde seres producto de la fantasía pueden despertar la ilusión de satisfacer el deseo de ternura y protección.
La vendedora de rosas (Víctor Gaviria, 1998)
LA VENDEDORA DE ROSAS: EL CUENTO DE LA CERILLERA, PERO HIPERREALISTA Y COLOMBIANO
Estos niños huele-pega, los protagonistas, además utilizan un lenguaje complicado: dicen hijueputa y gonorrea todo el rato, y el resto de lo que hablan apenas se entiende. Por suerte, la trama de la película es simple, no hay giros argumentales y tampoco parlamentos ineludibles. La historia se desarrolla en vísperas de la Nochebuena por las calles de Medellín (Colombia). Allí, las muchachas tratan de ganarse la vida entre borrachos, zombies encolados y gente desahuciada que busca el calor de la carne. Y entre las protagonistas destacan dos niñas: Mónica y Andrea.
http://www.revistateina.org/teina16/cine1.htm
valencia España
revistateina numero 16
octubre 2007
Laura M é n d e z d e Cuenca. Escritora
Mexicana
Laura Méndez de Cuenca nació en la hacienda
de Tamariz, cercana de Amecameca, Estado de
México, en 1853, y murió en Tacubaya, Ciudad de
México, en 1928. Quedan pocos rastros de su
existencia a pesar de haber publicado en vida poesía,
un libro de cuentos, Simplezas, una "novela de
costumbres mexicanas", El espejo de Amarilis, y
haber colaborado en periódicos de la época, como
El Universal, El Correo Español, El Mexicano y El
Pueblo. También representó al gobierno porfirista en
congresos sobre educación, en Berlín, Milán,
Bruselas, Francfort, Le Maine y Londres.
Encontramos en El espejo de Amarilis un amplio
espectro de las tendencias, escuelas y corrientes
literarias del siglo XIX. En la novela se hace un
recorrido del costumbrismo al naturalismo, con
escarceos románticos y marcas realistas. Para
ejemplificar esta afirmación nos detendremos,
brevemente, en algunos personajes infantiles.
En los primeros capítulos se describe el pueblo
de La Magdalena, en los suburbios de la ciudad de
Tenochtitlan (México); el pintoresco pueblo de
canales, flores y chinampas parece referirse a
X o c h i m i l c o . El na r r ador informa s o b r e l a s
costumbres, personajes y cultivos de la zona, con el
tono didáctico de los poetas con formación neoclásica
(como don Andrés Bello en la "Silva a la agricultura
de la zona tórrida7').
Julián y su primo Mateo, huérfanos porque sus
padres habían muerto en Puebla luchando contra los
invasores franceses (rasgo de fervor patriótico del
romanticismo en los países hispanoamericanos),
tienen como amigas a dos hermanas, Cruz y Soledad,
tiernas compañeras de juegos y faenas: "Julián invitó
a las recién halladas a que le acompañasen a juntar
el rastrojo; aceptaron ellas con alegría, y atraillando
ambas chalupas, los tres chicos, reunidos en una de
ellas, se internaron gozosos entre los carrizales que
entoldaban las angostas acequias" (t. 1, p. 20). Julián
no volverá a verlas después de su huida hacia la
ciudad, pero siempre las recordará con afecto y
nostalgia por la inocencia perdida. Ya instalado en el
barrio de Santa María d e la Rivera y b a j o l a
protección de Doña Gabinita Arroyo y luego del
Dr. Borrayo, Julián trabará amistad con las hijas del
matrimonio Mendoza y la numerosa familia del sastre
Marcha; y conocerá también a la criada de ellos,
llamada Gregoria y apodada la Penca. Tanto en la
descripción de las características de las niñas, con
sus virtudes y defectos, como en la enfermedad que
sufren todos ellos, escarlatina y hambre crónica, se
produce un movimiento hacia el realismo, aunque
mechado con reminiscencias de la novela picaresca
y por las ensoñaciones de Julián. Es en esa etapa en
que el protagonista establece diferencias entre la
orgullosa y despótica Clara y su dulce hermana
menor, Inés, luego metarnorfoseada en Amarilis para
su amigo y servidor Julián. Desde entonces también
comienza el enamoramiento, nunca correspondido,
de la apasionada y elemental Penca por el tímido y
soñador Julián.
En el segundo tomo de la novela, Julián es ya un
prestigiado médico que se instala, sin saberlo pero
con la implacable lógica de casualidades y enredos
inverosímiles propios del folletín sentimental, frente
a la casona de su lejano amor, ya casada y recién
parida de un segundo hijo. La hija mayor de Inés,
Niní , enf e rma d e meningi t i s e s mi l agros a o
inesperadamente "salvada" por Julián. Pero el
na r r ador s e inc l ina ha c i a e l l ado os curo del
Romanticismo e introduce la desequilibrada mente
del marido de Amarilis, Rafael Sánchez Portal, quien
cree ver en su bebé al hijo del Diablo y lo llama el
"monstruo", denominación que adopta, con tono
irónico, el narrador para continuar con el hilo de la
historia. Por último, la misma voz narrativa, que
invoca en algún intermedio intertextual a Zola y
Taine, sitúa a Julián, en un paseo dominical al campo
(léase Mixcoac), frente a una niña vendedora de
cerillos, sucia y degradada hasta e l robo y la
prostitución. Ese personaje, la "güera de rancho",
como la denomina la voz narrativa, resulta ser hija
de Jesusita Arroyo y un militar y, por ende, nieta de
la antigua patrona y protectora de Julián, Doña
Gabinita. Los enlaces folletinescos continúan y los
rasgos naturalistas surgen sin atenuantes en la
condena: "la fealdad natural era en la niña como la
raíz cuadrada, de la que representaba su mucha
porquería y ésta a su turno, era la raíz cúbica de la
depravación, que era la genuina y neta fealdad de la
vendedora de cerillos" (t. 2, p. 146). Parece que el
"método experimental" del maestro Zola se desliza
en nuestra escritora de la medicina de Bernard a las
matemáticas escolares. La moral decimonónica y la
sensibilidad romántica ceden ante el imperativo
categórico de la visión positivista de mundo. El
espejo de Amarilis, como hemos señalado, es una
novela formativa y también un t r a t ado sobre
educ a c ión, en un período d e pa s a j e ent r e e l
pens ami ento l ibe r a l jua r i s t a y los pr inc ipios
positivistas del porfiriato.
CuentosCortosparaNiños.com
Este cuento corto de navidad para niños nos cuenta que ocurrió una vez
durante una noche de frío, que una niñaapareció caminando sin zapatos por
la oscura y solitaria carretera. Ya era de noche y empezaba a caer la nieve,
ella no tenía suficiente abrigo y se veían los copos de nieve en su hermosa
y larga cabellera. Ya era de noche, la niña tenía hambre, frío y tan solo
quería un lugar donde poder abrigarse, comer y descansar un poco. Ella
estaba perdida y justo esa noche sería navidad.
Encontró un lugar donde protegerse y viendo las luces de las casas y las
estrellas del cielo le pareció ver un ángel que venia hacia ella a cubrirla con
sus alas para abrigarla. Ella se levantó asombrada y tomando del brazo al
ángel empezó a subir unas escaleras tan brillantes como el sol. A la
mañana siguiente en un día de sol todos decían: “pobre niña, murió de frío
seguramente”. Pero lo que no sabían las personas que decían eso, era que
su espíritu fue a aquel lugar donde no existía el frío ni el hambre pero donde
se puede ser feliz por siempre. Ahora la niña estaba feliz en el cielo.
De pronto la niña despertó del sueño en el que estaba. Todo había sido un
sueño. La niña se llamaba Estela y era una niña de padres muy ricos a la
cual no le faltaba nada. Pero Estela tenía un defecto: no le gustaba regalar
ni prestar nada a los niños pobres. Pero después del sueño que tuvo en el
cual sintió lo que es estar triste y sola sin nada qué comer y con frío en la
calle, decidió ser para los niños pobres, lo que el ángel fue para ella en su
sueño. A partir de ese día Estela ayuda a todos los niños pobres y más aún
en navidad. Y colorín colorado, este cuento corto de navidad para
niños ha terminado.
La niña, el hada y los fósforos mágicos
Había una vez, en una de esas navidades tristes,
una niñapequeña llamada Rosa. Rosa era muy pobre y tenía muchos
hermanitos pequeños que tenían hambre y no tenían qué comer en casa.
Su mamá estaba en cama producto de una enfermedad y su papá había
fallecido el año pasado. Rosa era la hermana mayor y sentía la
responsabilidad de salir a la calle a buscar los alimentos para el hogar. Un
día, se despertó y se dijo a sí misma :”Ya sé qué voy a hacer”. Rosa estaba
entusiasmada porque sentía que había tenido una súper idea. Se le ocurrió
salir a las calles a vender caramelos. Al final del día se dio cuenta que no
había vendido lo suficiente para obtener ganancias. Entonces se le ocurrió
que ahora vendería panes en las calles. Al final de ese día también se dio
cuenta que no había vendido lo suficiente para ganar dinero pues la gente
ahora prefería comerpanetón y ya no pan. Rosa no podía comprar
panetones para vender porque no tenía dinero para invertir. Rosa estaba
perdiendo la esperanza. Al día siguiente ya no despertó entusiasmada, sino
todo lo contrario. Entonces salió a caminar por la calle, sobre la nieve
espesa, dirigiéndose hacia el bosque. La leyenda en el pueblo cuenta que
en el bosque hay un monstruo que desaparece a las personas. Por eso es
que nadie del pueblo se atrevía a ir al bosque ni siquiera para buscar leña.
A Rosa no le importó y caminó durante dos horas hacia el bosque pues
estaba muy alejado de la ciudad. De pronto llegó, ya estaba atardeciendo, y
le entró un pequeño susto cuando escuchó un ruido más o menos fuerte.
Rosa tenía más curiosidad que miedo, así que se embargó en un pequeño
viaje hacia dentro del bosque. Rosa caminaba y caminaba…de pronto
sintió que se acercaba detrás de ella, una luz. Cuando Rosa se volteó para
ver, no había nada. Siguió caminando y sintió la luz de nuevo. Volteó pero
tampoco había nada. Entonces a la tercera vez que sintió la luz, ya no
volteó sino que dijo algo y sin querer queriendo empezó un diálogo:
Rosa:”¿Quién anda ahí?”
La voz le respondió suave y simpáticamente: “¿Quién eres tú?”
Rosa dijo: “Me llamo Rosa, ¿y tú?”
La voz: “¿No te da miedo venir a mi bosque? ¿Sabías que la leyenda dice
que yo desaparezco a las personas?…¿Sabías que dicen que soy un
monstruo?”
Rosa: ”Pues la verdad es que yo no tengo miedo. Soy una niña valiente
pero a decir verdad, estoy perdiendo la esperanza de poder conseguir
alimento para mi hogar…por eso no me importa venir aquí. Además quería
conocerte”
La voz: “Pues reconozco que eres muy valiente. En mil años, eres el primer
ser humano que se armó de valor y vino a visitarme. Yo sé todo sobre ti. Sé
cuales son tus problemas y también sé lo que voy a hacer para ayudarte. Yo
soy un hada y a partir de ahora seré tu hada madrina. Aquí en el bosque
me aburro y por ello he decidido ir a la ciudad contigo, aunque la única que
me podrá ver serás tú”
Rosa se puso muuuy feliz y supo de inmediato que ya no estaría
preocupada por conseguir alimento. Total, ¿Qué le puede faltar a una niña
que tiene un hada?
El hada: “A partir de mañana, vas a vender fósforos en las calles.”
Rosa: “¿Fósforos? ¿Será buena idea?”
El hada: “Vas a tener que confiar en mí. Solo hazlo. Yo te daré un saco de
fósforos, así que no te costará nada.”
Rosa: “Está bien.”
El hada: “Lo único que te pediré es que cuando converses en las calles,
digas a las personas que la leyenda del monstruo del bosque que
desaparece personas, es falsa. Y que por el contrario allí existe un
maravilloso bosque con muchos animalitos y con un manantial de agua
cristalina. Diles también que ese manantial es mágico y que con tan solo ir
allí, pueden pedir un deseo cada año, que siempre se cumplirá.”
Entonces Rosa hizo todo lo que su nueva hada le dijo. Efectivamente, el
hada convirtió el bosque en un lugar precioso de la noche a la mañana.
Rosa se dio cuenta que mientras vendía los fósforos, aparecían más dentro
del saco. ¡Los fósforos nunca se acababan! A Rosa nunca le faltó comida
en su hogar a partir de ese día y fue feliz con su hada madrina y todas
las navidades fueron felices para ella y su familia. A partir de ese día
muchas personas han dejado de contar la leyenda del monstruo del bosque
pero pocas son las que se han animado a ir allí a pedir su deseo pues aún
sienten el temor de que pueda aparecer el monstruo.
Este cuento corto para niños nos enseña muchas cosas. En primer lugar
nos enseña a no perder nunca la esperanza pues en muchos casos, cuando
todo parece estar perdido, puede que surja una solución como le pasó a
Rosa con su hada madrina. Por otro lado nos enseña que no debemos
guiarnos siempre por las leyendas o mitos populares. Las cosas muchas
veces no son lo que aparentan. Enseñémoles a nuestros hijos a no guiarse
solo por creencias comunes. Si les enseñamos eso, haremos que se
diferencien del común de la gente y puedan lograr lo que no logran ellos.