Por Miguel Flores-Montfar

La chica del telfonoEn la tienda. Pap me ha mandado a comprar una gaseosa grande (helada, por favor) para el almuerzo. La seora no sale todava a atenderme. Una chica, de espaldas a m, habla por el telfono pblico. Es apenas ms pequea que yo. Lleva una blusa tejida de color blanco. El punto del tejido me deja ver su sostn, que tambin es blanco. Su cintura y su cadera son cosas distintas entre s. Usa un short diminuto. Sus piernas son largas, fuertes y terminan en dos hermosos pies pequeos, descalzos. Por el tono de su conversacin, intuyo que a pesar de lo que pens inicialmente es un poco menor que yo. Estoy en quinto de media, ella debe estar en tercero. No voy a decirle nada, ni a sonrerle siquiera. Pero quiero quedarme para seguir vindola. Yo, recin baado, llevo un polo al revs y sandalias de pares distintos. Cuelga. Voltea a hablar con la seora de la tienda. La veo de frente. Una quemadura ha borrado su rostro, descolgando sus pmulos y sus labios. Sus ojos se ven enormes, como los de las lminas del cuerpo humano en la que solo aparecen los msculos. Pienso en mi hombro. Yo tambin tengo una cicatriz de quemadura en el hombro. Pienso en no mirarla, en no bajar la cabeza, en bajarla, en no hacer ninguna mueca, en sonrerle, en no hacer nada, en comprar algo ms y concentrarme en eso. Pienso en la noche en que mam lleg de la calle, hace varios aos, y cont que una mujer del barrio haba llegado borracha o drogada o borracha y drogada a su casa, y le prendi fuego al colchn donde dorma su hija pequea.

Apenas menor que t, Miguel Rodrigo. Como de la edad de ngel.

Publicado originalmente en http://nadiesabemiscosas.blogspot.com/