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8/3/2019 La Ciudadela de Fuego - Cap. 1
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Capítulo 1: Dave
Todo estaba oscuro aunque las luces de las farolas de fuera dejaban
vislumbrar algunos objetos del interior de la habitación. Hacía una cálida y
tranquila noche de verano. Era en esta época cuando los ciudadanos deKingstone City solían dormir con las puertas de sus hogares abiertas para
refrescarse con la suave brisa veraniega.
Las calles estaban tranquilas. Hacía horas que la gente había
abandonado sus labores diarias y se había marchado a casa.
Dave no dormía. Su mente no dejaba de darle vueltas al incidente
ocurrido la tarde anterior, de camino al mercadillo semanal.
Esa tarde, Dave se dirigía como cada sábado hacia el mercadillo. No
era un mercado típico. Era el más importante de los alrededores al que
acudían mercaderes extranjeros de las indias, Flandes y Castilla. La ciudad
era además muy conocida por sus famosos alquimistas, los mejores de todo
occidente.
De ellos se decía que no solo habían dominado las tradicionales
técnicas de oriente, también las habían perfeccionado durante largo tiempo
llegando a superar a sus maestros orientales.
A Dave no le gustaba usar el Camino Real, ya que era muy transitadopor agitados comerciantes que iban y venían a toda prisa. Prefería usar
senderos paralelos. Siempre que salía, intentaba descubrir un camino nuevo
adentrándose en el bosque.
—Buenos días, joven —Dijo un viajero de aspecto descuidado quién
llevaba en sus manos un sombrero de punta y caminaba ayudado por un
bastón.
—Buenos días —Respondió Dave con educación.
El desconocido tenía las manos muy arrugadas pero se movían ágiles,llenas de vida. La frente le relucía por una fina capa de sudor aunque el
viajero no parecía cansado. Estaba sentado al borde del camino, debajo de
un gran sauce.
—¿Podrías darle una manzana de esas que llevas a un cansado y
fatigado viejo? Si lo haces, prometo recompensártelo con grandes tesoros
—el desconocido sonrió.
Dave medito la extraña proposición durante algunos segundos. Las
manzanas no eran baratas y significaban la mayor parte de sus ingresos,
por tanto, de su supervivencia.
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—¿Tú me darás riquezas? —preguntó Dave con un toque de
escepticismo.
—Que no te engañe mi atuendo, joven. Nunca te fíes de las
apariencias —Dave seguía reticente a regalarle una de sus preciadas
manzanas—. Las lágrimas de Lys no aparentan ser más que simples piedras
desgastadas y son de una magnificencia incalculable cuando un joyero
experto hace su trabajo.
Dave conocía esas gemas preciosas. Su madre tenía un collar con una
pequeña de estas piedras. Era el tesoro más valioso de su familia. O al
menos lo había sido.
Tanteó durante unos momentos la expresión del viajero para intentar
descubrir si era una trampa. Finalmente su curiosidad y su afán por el
conocimiento lo vencieron.
—Está bien, te daré una pero más vale que la recompensa sea buena
—accedió un poco reticente.
El viajero cogió la manzana y la alzó hacia el sol. El brillo del sol cegó
instantáneamente a Dave que tuvo que cerrar los ojos. Cuando volvió a
abrirlos, la manzana estaba en el suelo pero había cambiado de color y el
extraño había desaparecido. Al observarla más de cerca, Dave vio que
relucía vivamente y al cogerla vio que estaba recubierta de oro.
Al examinarla cuidadosamente, encontró un mensaje grabado ella:
"La sabiduría es la mayor riqueza. Si estás preparado para dejar toda
riqueza terrenal y emprender la búsqueda del tesoro de la sabiduría, cuelga
esta manzana en tu ventana y te mostraré el camino".
Dave se quedó meditabundo durante algunos minutos. Todo aquello
parecía haber sido un sueño. No había ni rastro del viajero. Quería pensar
que simplemente su imaginación le había jugado una mala pasada pero
volvía a mirar la manzana dorada y la inscripción escrita en ella y era todo
tan real…
Decidió guardar la manzana en la bolsa y continuar su camino. Pensó
hablar de ello con alguien pero no quería que en el pueblo lo trataran como
a un loco. No, lo mejor era guardarse esa extraña anécdota para sí mismo.
Caminó durante una hora hasta llegar a las puertas de la ciudad.
Había diferentes filas de entradas a la ciudad. Los días de mercado la ciudad
estaba abarrotada de gente. Dave se puso en una fila y esperó
pacientemente que llegase su turno para entrar.