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Capítulo 1: Dave Todo estaba oscuro aunque las luces de las farolas de fuera dejaban vislumbrar algunos objetos del interior de la habitación. Hacía una cálida y tranquila noche de verano. Era en esta época cuando los ciudadanos de Kingstone City solían dormir con las puertas de sus hogares abiertas para refrescarse con la suave brisa veraniega. Las calles estaban tranquilas. Hacía horas que la gente había abandonado sus labores diarias y se había marchado a casa. Dave no dormía. Su mente no dejaba de darle vueltas al incidente ocurrido la tarde anterior, de camino al mercadillo semanal. Esa tarde, Dave se dirigía como cada sábado hacia el mercadillo. No era un mercado típico. Era el más importante de los alrededores al que acudían mercaderes extranjeros de las indias, Flandes y Castilla. La ciudad era además muy conocida por sus famosos alquimistas, los mejores de todo occidente. De ellos se decía que no solo habían dominado las tradicionales técnicas de oriente, también las habían perfeccionado durante largo tiempo llegando a superar a sus maestros orientales. A Dave no le gustaba usar el Camino Real, ya que era muy transitado por agitados comerciantes que iban y venían a toda prisa. Prefería usar senderos paralelos. Siempre que salía, intentaba descubrir un camino nuevo adentrándose en el bosque. Buenos días, joven Dijo un viajero de aspecto descuidado quién llevaba en sus manos un sombrero de punta y caminaba ayudado por un bastón. Buenos días Respondió Dave con educación. El desconocido tenía las manos muy arrugadas pero se movían ágiles, llenas de vida. La frente le relucía por una fina capa de sudor aunque el viajero no parecía cansado. Estaba sentado al borde del camino, debajo de un gran sauce. ¿Podrías darle una manzana de esas que llevas a un cansado y fatigado viejo? Si lo haces, prometo recompensártelo con grandes tesoros el desconocido sonrió. Dave medito la extraña proposición durante algunos segundos. Las manzanas no eran baratas y significaban la mayor parte de sus ingresos, por tanto, de su supervivencia.

La Ciudadela de Fuego - Cap. 1

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Capítulo 1: Dave

Todo estaba oscuro aunque las luces de las farolas de fuera dejaban

vislumbrar algunos objetos del interior de la habitación. Hacía una cálida y

tranquila noche de verano. Era en esta época cuando los ciudadanos deKingstone City solían dormir con las puertas de sus hogares abiertas para

refrescarse con la suave brisa veraniega.

Las calles estaban tranquilas. Hacía horas que la gente había

abandonado sus labores diarias y se había marchado a casa.

Dave no dormía. Su mente no dejaba de darle vueltas al incidente

ocurrido la tarde anterior, de camino al mercadillo semanal.

Esa tarde, Dave se dirigía como cada sábado hacia el mercadillo. No

era un mercado típico. Era el más importante de los alrededores al que

acudían mercaderes extranjeros de las indias, Flandes y Castilla. La ciudad

era además muy conocida por sus famosos alquimistas, los mejores de todo

occidente.

De ellos se decía que no solo habían dominado las tradicionales

técnicas de oriente, también las habían perfeccionado durante largo tiempo

llegando a superar a sus maestros orientales.

A Dave no le gustaba usar el Camino Real, ya que era muy transitadopor agitados comerciantes que iban y venían a toda prisa. Prefería usar

senderos paralelos. Siempre que salía, intentaba descubrir un camino nuevo

adentrándose en el bosque.

—Buenos días, joven —Dijo un viajero de aspecto descuidado quién

llevaba en sus manos un sombrero de punta y caminaba ayudado por un

bastón.

—Buenos días —Respondió Dave con educación.

El desconocido tenía las manos muy arrugadas pero se movían ágiles,llenas de vida. La frente le relucía por una fina capa de sudor aunque el

viajero no parecía cansado. Estaba sentado al borde del camino, debajo de

un gran sauce.

—¿Podrías darle una manzana de esas que llevas a un cansado y

fatigado viejo? Si lo haces, prometo recompensártelo con grandes tesoros

—el desconocido sonrió.

Dave medito la extraña proposición durante algunos segundos. Las

manzanas no eran baratas y significaban la mayor parte de sus ingresos,

por tanto, de su supervivencia.

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—¿Tú me darás riquezas? —preguntó Dave con un toque de

escepticismo.

—Que no te engañe mi atuendo, joven. Nunca te fíes de las

apariencias —Dave seguía reticente a regalarle una de sus preciadas

manzanas—. Las lágrimas de Lys no aparentan ser más que simples piedras

desgastadas y son de una magnificencia incalculable cuando un joyero

experto hace su trabajo.

Dave conocía esas gemas preciosas. Su madre tenía un collar con una

pequeña de estas piedras. Era el tesoro más valioso de su familia. O al

menos lo había sido.

Tanteó durante unos momentos la expresión del viajero para intentar

descubrir si era una trampa. Finalmente su curiosidad y su afán por el

conocimiento lo vencieron.

—Está bien, te daré una pero más vale que la recompensa sea buena

—accedió un poco reticente.

El viajero cogió la manzana y la alzó hacia el sol. El brillo del sol cegó

instantáneamente a Dave que tuvo que cerrar los ojos. Cuando volvió a

abrirlos, la manzana estaba en el suelo pero había cambiado de color y el

extraño había desaparecido. Al observarla más de cerca, Dave vio que

relucía vivamente y al cogerla vio que estaba recubierta de oro.

Al examinarla cuidadosamente, encontró un mensaje grabado ella:

"La sabiduría es la mayor riqueza. Si estás preparado para dejar toda

riqueza terrenal y emprender la búsqueda del tesoro de la sabiduría, cuelga

esta manzana en tu ventana y te mostraré el camino".

Dave se quedó meditabundo durante algunos minutos. Todo aquello

parecía haber sido un sueño. No había ni rastro del viajero. Quería pensar

que simplemente su imaginación le había jugado una mala pasada pero

volvía a mirar la manzana dorada y la inscripción escrita en ella y era todo

tan real… 

Decidió guardar la manzana en la bolsa y continuar su camino. Pensó

hablar de ello con alguien pero no quería que en el pueblo lo trataran como

a un loco. No, lo mejor era guardarse esa extraña anécdota para sí mismo.

Caminó durante una hora hasta llegar a las puertas de la ciudad.

Había diferentes filas de entradas a la ciudad. Los días de mercado la ciudad

estaba abarrotada de gente. Dave se puso en una fila y esperó

pacientemente que llegase su turno para entrar.