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LA COMPLEJA CONSTRUCCIÓN DE LA “EUROPA” SUPERPOTENCIA
Una aportación al debate sobre el futuro del “proyecto europeo” y las resistencias que suscita
Ramón Fernández DuránMiembro de Ecologistas en Acción
Índice
Introducción
-Un breve resumen del contenido de este libro- El mito de “Europa” ha estallado: los nuevos retos que se avecinan
Capítulo 1Principales hitos de la gestación y evolución de la “Europa” del capitalDe la CEE a la UE superpotencia mundial (Roma, 1957- Roma, 2004)
- Mercado Único, y una nueva “Europa” (neoliberal) que se construye en torno al euro- El mundo post-11-S, una nueva amenaza para la Unión
Capítulo 2La Constitución Europea y el Mundo post 11-SUna respuesta a los retos y necesidades de una UE cada día más amplia
- La difícil digestión de la ampliación al Este de la UE- Colapso bursátil, 11-S, guerra contra Irak y división de “Europa”- La Constitución Europea en el mar encrespado de un Occidente dividido- La difícil legitimidad y estabilidad de una “Europa (cada día más amplia y) a distintas velocidades”- La entrada de Turquía marca(rá) un antes y un después en la expansión de la UE
Capítulo 3La UE impulsa su “poder fuerte” para llegar a ser una superpotencia
1
mundialPero las tensiones internas y las resistencias sociales dificultan la tarea
- Dificultad de construir un imaginario común “europeo” (salvo el del miedo)- Crisis del “nuevo espíritu del capitalismo” y auge de nuevas resistencias- Una nueva “Europa” de Estados en red, reforzados, transnacionalizados y endurecidos- El “proyecto europeo”: cabalgando del “dominio dulce” al “dominio fuerte”- ¿Hacia el fin del Estado y la “Europa” (formalmente) democráticos?
Capítulo 4La “Europa” (fortaleza y securitaria) a la derivaLa UE asediada por la “globalización”, las tensiones interestatales, la rebelión
ciudadana y el odio de sus guetos
- Los ciudadanos franceses y holandeses no votan lo que deben- Blair se venga del eje franco-alemán y hace descarrilar la Constitución- El 7-J, y Ceuta y Melilla, redefinen prioridades (y consensos) de la Unión- Y el mercado va. La UE en el Nuevo Capitalismo Global- La dificultad de desbloquear el marasmo constitucional y caminar hacia un nuevo consenso- ¿Un proyecto “neocon” para la nueva “Europa”? Nuevas gobernabilidades en gestación- Arde París, arde Francia… y puede arder “Europa”- Las resistencias a la UE se organizan poco a poco, camino del Foro Social Europeo… y más allá del mismo
Capítulo 5 ¿Construyendo “Europa” manu militari?Desmontar el “Choque de civilizaciones” y frenar las derivas securitarias y militaristas,
para caminar hacia otros mundos posibles
- El presupuesto de la UE (y la OMC): la última victoria de Blair- Crisis energética y oferta nuclear de Francia para construir “Europa”- Una Constitución moribunda espera a ser rehabilitada por la presidencia alemana- “Europa” se apunta al “Choque de Civilizaciones” (con la ayuda del Islam político)- Entre el reforzamiento de Occidente, y el posible final del Atlantismo- Entre el turno de China, el despunte de India, y el caos sistémico- Desmontar el “Choque de Civilizaciones”, y desactivar el crecimiento, para caminar hacia otras Europas y mundos posibles
2
Capítulo 6La Constitución Europea pretende cabalgar de nuevoCambiar algo para que todo siga igual
- A pesar del rechazo popular, los poderes “europeos” (continentales) buscan cómo relanzar el proyecto de la UE superpotencia- Un mundo en profunda transformación y en crisis: todo lo que parece firme se desvanece en el aire- Los retos de la sociedad civil ante un gradiente enorme de poderEpílogo“Europa” cómplice del terrorismo de Estado israelí, apoyado por EEUUCaminando a paso ligero (militar) hacia el “Choque de Civilizaciones”
AnexoPor qué Zapatero convocó el primer referéndum de la UE sobre la Constitución
- España en la vanguardia de “Europa”- Veinte años en “Europa”, un modelo “exitoso”, pero frágil e insostenible- Los problemas de aplicar una Constitución débilmente legitimada en un contexto adverso- Zapatero, a pesar de todo, gracias por haber convocado el referéndum
Bibliografía
3
A Fernando y Carlos, presos durante meses en Salónica bajo acusación de “terrorismo” por protestar contra la cumbre de la UE, que quedaron finalmente en libertad tras 55 días en huelga de hambre y
una fuerte campaña de solidaridad internacional
Introducción
“Hoy, los españoles hemos tenido el honor de ser los primeros en votar la primera Constitución Europea de la historia (…) Ha sido un éxito en el camino de llevar a España al corazón de Europa. En ese viaje hoy se ha cumplido una etapa decisiva, y he sentido el apoyo y el aliento de millones de personas de todos los colores políticos (…) Los españoles nos incorporamos tarde, muy a nuestro pesar, a la construcción europea. Y Europa durante estos últimos veinte años ha estado a la altura de nuestras esperanzas (…) Hoy ocho de cada diez españoles que han acudido a las urnas han votado a favor de la Constitución. Han manifestado pues un Sí claro y rotundo. Este voto afirmativo es una forma de decir a Europa: gracias. Hoy, los españoles hemos hecho historia de Europa (…) E invitamos al resto de Europa a seguir el camino trazado por España”
Discurso de José Luis Rodríguez Zapatero, en la noche del 20 de febrero de 2005, tras la celebración del referéndum sobre la Constitución Europea
Este texto surgió a raíz de un artículo mío para la revista Archipiélago (“¿Marte
versus Venus, o dólar versus euro? La Constitución Europea: la dificultad de convertir a
la Unión Europea en una superpotencia -que respalde el euro-”), en otoño de 2003. En
esa época, también, inicié un recorrido hospitalario-sanitario intenso para hacer frente a
un tumor maligno que se cruzó en el camino. Y como de todo se aprende, y cualquier
situación se puede aprovechar, decidí emplear parte del tiempo que me veía obligado a
tomarme para cuidarme, en embarcarme poco a poco en la realización de un libro de
4
reflexión crítica sobre el “proyecto europeo”1.
Ha habido un largo camino histórico para la construcción de la “Europa” del
capital, así como multitud de resistencias a su despliegue. Debemos pues clarificar las
razones del inicio del “proyecto europeo” y cuál ha sido su evolución, la forja de la
actual UE, con el Mercado Único y la moneda única como grandes hitos en este
proceso, que cada día abarca a más países europeos y que está plagado de tensiones
internas. Pero el mundo post-11-S, es una nueva amenaza para una UE cada vez más
amplia, que acentúa su expansión hacia al Este, y con cada día mayor proyección (y
dependencia) exterior. Además, el dólar y el euro están ya frente a frente, y a cara de
perro. Y paralelamente se acentúan la inviabilidad e insostenibilidad a medio y largo
plazo del “proyecto europeo”. Todo ello pone en primer plano, a nuestro entender, la
necesidad de la lucha contra el mismo y por su desmantelamiento, es decir, de la
deconstrucción de “Europa”, trascendiendo también los Estados-nación que la
componen, con el fin de abrir nuevas vías de transformación político-social desde abajo,
para abrir el camino hacia otras Europas posibles, como parte de otros mundos posibles
más justos y en equilibrio con el planeta.
El autor promete desarrollar más muchos de estos aspectos en el futuro. Pero este
libro es una primera contribución al debate público sobre estas cuestiones, en este
tormentoso periodo acerca del futuro de “Europa”, que está fuertemente marcado por las
tensiones en torno al proyecto de Constitución Europea. Su rechazo popular en Francia y
Holanda, y la desafección popular general hacia la Unión, están haciendo enormemente
difícil la plasmación de los planes de las elites europeas, con fuertes tensiones dentro de
ellas mismas, para convertir a la UE en una superpotencia mundial. Desentrañar las
tensiones que alimentan estos procesos, y las crecientes resistencias sociales que se
cruzan en su camino, son los objetivos fundamentales de este libro.
Un breve resumen del contenido de este libro
El cuerpo principal de esta publicación aborda la elaboración de la Constitución
Europea en el mundo post 11-S, y el complejo y contestado proceso de ratificación de la
misma. Esto es, la metamorfosis de la “construcción europea” entre el inicio del nuevo
milenio y el momento actual, como resultado no sólo de sus propias necesidades
internas, derivadas de una nueva ampliación (en este caso hacia el Este) sin precedentes,
de difícil digestión, sino condicionada también por los cambios bruscos que se están
1 A partir de ahora, cuando me refiera al “proyecto europeo”, o a “Europa”, entendiendo por tal la UE, o
sus diferentes denominaciones a lo largo de sus casi 50 años de existencia, lo haré de forma
entrecomillada. La razón de ello es que la “parte” (es decir, el “proyecto europeo” en sus distintas etapas
históricas), no puede suplantar el “todo” (Europa como entidad geográfica, formada por una gran
diversidad de territorios, poblaciones, culturas y Estados nación). Esto pienso que tiene una gran
importancia, por su alto contenido simbólico y político. Si llamamos Europa a la actual Unión Europea,
qué pasa por ejemplo con Noruega (que dijo “No” a la Unión), o con Suiza (también muy “euroescéptica”
y que no es miembro de la UE), o con los países de la ex-Yugoslavia (asimismo todavía fuera de la
Unión), o más aún con Ucrania, Moldavia, Bielorrusia y parte de Rusia. Todos estos territorios
considerados conjuntamente tienen una extensión similar a la actual UE, más Rumania y Bulgaria, que
ingresarán en 2007. Y qué pasa con la mayor parte de Turquía, que está en proceso de convertirse en un
futuro miembro de la UE, y que está en Asia, desde el punto de vista estrictamente geográfico. ¿Estamos
hablando en su nombre, desde un punto de vista eurocéntrico occidental absolutamente distorsionado? El
lenguaje tiene un enorme peso político, ideológico y simbólico, y es usado como parte de las estrategias
del poder. Más aún, Europa, como mito, construido a través de los siglos, se utiliza para defender una
estructura institucional y de dominación concreta: La Unión Europea, y esto debe ser clarificado.
5
produciendo en el marco del nuevo capitalismo (financiero) global. Los atentados contra
las Torres Gemelas no sólo nos han adentrado en un nuevo contexto geopolítico
mundial, marcado por una actuación marcadamente unilateral de EEUU, sino que la
fuerte crisis bursátil (2000-2003), y las medidas que se toman para paliarla, así como la
creciente rivalidad dólar-euro, están agravando también la división dentro de Occidente.
División que se acentuó aún más con ocasión de la guerra contra Irak, que provocó la
escisión de “Europa” (“vieja” versus “nueva”, según Rumsfeld). Y es en este contexto
en el que se elabora la Constitución Europea.
Una Constitución que pretende blindar y profundizar la “Europa” neoliberal en
marcha desde el Mercado Único y el Tratado de Maastricht, al tiempo que intenta la
construcción político-militar de una “UE a distintas velocidades”, para convertirla en
una superpotencia mundial de nuevo cuño. Una superpotencia postmoderna de Estados
funcionando en redes de distinta densidad institucional. Son estos últimos aspectos, es
decir, la creciente dimensión político-militar de este “objeto político no identificado”
que es la UE, en esta nueva etapa que entra con la Constitución en ciernes, la que se
analiza fundamentalmente en el cuerpo principal del libro. Esta profundización del
“proyecto europeo” (como se conoce en el argot comunitario) se hace (se tiene que
hacer) al mismo tiempo que se sigue ampliando el mismo, de ahí su enorme
complejidad, azuzada también por las tensiones internas que se han visto agudizadas por
la actitud de EEUU hacia “Europa”, y sus vínculos con determinados Estados
miembros. Y todo ello se produce en una situación marcada por una gran crisis de
legitimidad de las instituciones comunitarias, y una acusada dificultad para construir un
imaginario común europeo, que posibilite la creación de un “patriotismo comunitario”.
De ahí, esta necesidad de crear un nuevo “patriotismo constitucional europeo”, de difícil
gestación. Es por ello por lo que el “proyecto europeo” se tiene que sustentar
forzosamente en unos Estados cada vez más reforzados, transnacionalizados y
endurecidos, los que mantienen todavía una mayor legitimidad de cara a sus poblaciones
y los garantes del orden interno. Poco a poco, la UE está cabalgando de formas de
“dominio dulce” a formas de “dominio fuerte” (internas y externas), que se irán
reforzando con una Constitución que pretende la creación de una “Europa”
superpotencia mundial, una de cuyas funciones es el respaldo del euro. Detrás de una
moneda que intenta convertirse en una divisa de reserva mundial, y poder llegar a
desplazar, en su caso, la hegemonía global del dólar, tiene que haber un fuerte poder
político-militar que la sustente. En todas estas complejas cuestiones intenta adentrarse
este texto.
Pero los aspectos económico-monetario-financieros del periodo 2000 hasta la
actualidad, si bien se mencionan tangencialmente a lo largo del texto, no se abordan de
forma específica en él. En especial el tratamiento de la creciente rivalidad dólar-euro,
que está acentuando las tensiones intercapitalistas entre las dos orillas del Atlántico
Norte. En sus pocos años de existencia, el euro se ha convertido ya, a pesar de su
debilidad inicial y del magro desarrollo político-militar del “proyecto europeo”, en un
serio adversario del dólar a escala mundial. Y no tanto por mérito propio, sino porque el
dólar ha empezado a entrar en una crisis que se aventura profunda. La administración
Bush, con su abierto giro unilateral y belicista, ha pretendido apuntalar la primacía
mundial del dólar a escala planetaria manu militari. Pero esa estrategia está dejando de
funcionar, es más, esa deriva, enormemente costosa y brutal, puede precipitar la caída
del dólar. De hecho, la hegemonía mundial del dólar se ha empezado ya a desmoronar.
Y la primacía del dólar a escala planetaria es un elemento clave para el ejercicio de la
6
hegemonía global de la hiperpotencia (ver Fdez Durán, 2004). Se abre pues un futuro
lleno de interrogantes, que es preciso saber descifrar para poder orientar nuestra
actuación en este contexto.
Por otro lado, con el fin de poder situar mejor este periodo de la “construcción
europea” (2000-2005), como parte de una dinámica histórica de trayectoria más larga,
me pareció oportuno incluir un pequeño texto que pudiera servir de introducción:
“Principales hitos de la gestación y evolución de la ‘Europa’ del capital. De la CEE a la
UE superpotencia mundial (Roma, 1957- Roma, 2004)”2. En este texto se trata muy
sintéticamente la evolución del “proyecto europeo” en sus casi cincuenta años de
existencia, es decir, sus principales etapas, así como se apuntan las circunstancias en las
que surge y las razones a las que respondió su creación, que han marcado todo su
devenir. Se señalan asimismo las transformaciones que a lo largo de todo este periodo
han experimentado las tensiones entre EEUU y el “proyecto europeo”, condicionadas
hasta la década de los noventa por el conflicto entre bloques, con el fin de poder
enmarcar y entender en toda su complejidad las rivalidades intercapitalistas de estos
últimos años.
Dichas tensiones fueron azuzadas claramente por el gobierno Aznar, que cumplió
un papel clave en la división de “Europa”, como se señala en el texto, y que provocó
(junto con Polonia) el bloqueo de la aprobación de la Constitución Europea en la
cumbre del Consejo Europeo de diciembre de 2003. En ese momento todo el proceso
“constitucional” parecía a punto de descarrilar. Una crisis sin precedentes del “proyecto
europeo”. Algunos países, en concreto Francia y Alemania, con el apoyo a posteriori de
la Comisión Europea, llegaron a amenazar con que, caso de no aprobarse la
Constitución, tirarían por la vía de en medio y crearían un núcleo duro que avanzaría sin
el lastre de los que no quieren conseguir una mayor integración. Una vía enormemente
problemática y arriesgada, pues implicaba romper con las reglas del juego comunitario.
Posteriormente, los trágicos acontecimientos de Madrid del 11-M, y los tres vertiginosos
días posteriores en todo el Estado español, de fuerte movilización social, que
conmovieron a Europa y al mundo entero, y que desembocaron en el cambio de
gobierno del 14-M, con la llegada de Zapatero a la presidencia del gobierno, crearon las
condiciones que permitieron desbloquear la aprobación de la Constitución en el Consejo
Europeo de junio de 2004, y su ratificación final intergubernamental en octubre de 2004
en Roma. Más tarde, a principios de 2005, España sería el primer país comunitario que
aprobaría la Constitución en referéndum, con una muy baja participación ciudadana (ver
Anexo). Pero pocos meses después, el proceso de ratificación quedaría en suspenso,
durante un tiempo, tras el No francés y holandés. Sin embargo, la ratificación
constitucional (o de un texto similar), como veremos, parece que se vuelve a poner en
marcha tras un periodo de confusión y desconcierto. Si bien, la aprobación definitiva de
la nueva Carta Magna de la UE ampliada, está siendo y será un camino enormemente
complejo, sin un fin claro, como se apunta en los capítulos 4, 5 y 6. Estos capítulos han
sido añadidos a esta nueva edición del libro, publicado originalmente por Virus en mayo
de 2005, justo antes de los referendos francés y holandés.
El rechazo popular de la Constitución en dos de los países fundadores del
“proyecto europeo” sumió pues a éste en una crisis profunda, pero como decimos los
principales actores continentales “europeos” intentan relanzar otra vez la ratificación del
proyecto constitucional, para apuntalar el futuro de la UE. Eso sí, con ciertos cambios
2 Una versión más escueta de dicho texto salió publicada en un número especial de las revistas Libre
Pensamiento, La Lletra A y Ecologista dedicado a la Constitución Europea, de enero de 2005.
7
cosméticos para hacerlo más digerible y legitimable. En los nuevos capítulos se analizan
estos procesos y están redactados secuencialmente, tal y como se indica al principio de
los mismos, pues pensamos que así se reflejan mejor las fuertes tensiones internas
habidas, cómo han ido evolucionando, cómo acechan al futuro del “proyecto europeo”, y
cómo éstas se ven agravadas por la creciente contestación y desafección social al
mismo. Pensamos que mantener esta estructura secuencial puede ayudar a entender
mejor la enorme complejidad del despliegue de la UE, y de su papel en el mundo. De
cualquier forma, los problemas de legitimación del proceso de ratificación prometen ser
inmensos, y éste será otro reto con el que tendrán que lidiar los poderes “europeos”,
como se comentará. Pero cada día parece más claro que la futura “Europa” se construirá
de una forma autoritaria si es preciso. Sin embargo, los problemas y resistencias que las
sociedades civiles europeas pueden desarrollar ante tal decisión prometen ser también
muy considerables. Nada está decidido de antemano. El futuro está abierto.
Finalmente, el libro se cierra con un epílogo sobre el papel que “Europa” está
jugando en Oriente Próximo, el área más caliente del globo, cuál fue su actitud en la
pasada guerra del Líbano, y qué papel quiere desempeñar en la posguerra. Este es un
escenario crucial para entender las principales tensiones geoestratégicas mundiales, que
se articulan en muy gran medida en torno al acceso de los recursos energéticos fósiles
existentes en toda la región. En especial el petróleo. Y “Europa” quiere estar presente en
dicho escenario.
El mito de “Europa” ha estallado: los nuevos retos que se avecinan
El No francés y holandés a la Constitución Europea es una expresión de la
rebelión de la sociedad civil en toda la UE contra el “proyecto europeo” del capital y de
las elites políticas. Pero en cualquier caso es necesario continuar y profundizar la
reflexión crítica sobre el futuro de “Europa”, especialmente aquel que enmarca el
proyecto constitucional, o sus posibles derivados. En otras palabras, el único realmente
existente, y el que va a tener un enorme impacto sobre todos nosotros, no sólo en
“Europa” sino en otros territorios y sociedades del mundo entero. A pesar de todo,
pensamos que el debate sobre el “proyecto europeo” y su futuro ha sido en general
pobre. Este es uno de las carencias que intenta cubrir el presente libro, enriqueciendo y
ampliando el análisis de las implicaciones verdaderas de la Constitución Europea, que
para nada es una simple “constitucionalización” de lo existente. Hasta ahora, el debate y
el pensamiento crítico acerca de la Constitución se ha enfocado principalmente a la
crítica del carácter neoliberal del texto y a la ausencia de democracia del proceso
constitucional. Pero muy poca atención se ha prestado, a nuestro entender, a los aspectos
político-militares, securitario-represivos e ideológico-narrativos del “proyecto europeo”
futuro que alumbra la Constitución. En suma, a las nuevas formas internas y externas de
dominación que su implementación traerá consigo. Este libro intenta centrarse
principalmente en estas cuestiones, a las que no se les ha dado la debida relevancia en la
oposición crítica al texto en cuestión.
Pensamos también que hay en general una gran falta de conocimiento del papel
cumplen, y los intereses que vehiculan, las instituciones comunitarias. Las críticas a la
Constitución Europea se han realizado en muchas ocasiones desde un punto de vista de
la izquierda “antiamericanista”, sin captar verdaderamente el conjunto de implicaciones
del “proyecto europeo” y su verdadero papel en el mundo. Es más, mucha gente de la
izquierda europea piensan que la existencia de una “Europa” fuerte es un factor positivo
8
y un contrapeso al papel agresivo y neoimperialista de EEUU a escala global. Por otro
lado, existe en general una falta de comprensión acerca de que la construcción del
mercado “europeo” y global para nada es un proceso natural, o un fenómeno puramente
económico, o inevitable. Es por esto por lo que resaltar la evolución de los aspectos
políticos, militares e ideológicos que lo hacen viable es crucial para entender el
despliegue (y las contradicciones internas) de las nuevas formas del capitalismo
“europeo” y mundial, así como conocer los movimientos de resistencia que se oponen a
dicho despliegue. Dentro de los movimientos sociales europeos es muy importante tener
un debate amplio y constructivo sobre ello, sin exclusiones, que necesita ser abierto y
constructivo. Este libro también trata sobre las diferentes aproximaciones críticas al
“proyecto europeo” que han ido cristalizando a lo largo de los últimos años. Estas
posiciones han ido tomando más cuerpo con el debate en torno a la Constitución y el
futuro del “proyecto europeo”. Así, podríamos decir que se podrían diferenciar a
grandes rasgos tres grandes posturas: los que plantean acometer una reforma en
profundidad de “Europa”; los que piensan que la reforma de la actual UE no es posible,
y proponen recrear el “proyecto europeo” sobre otras bases; y los que promueven la
necesidad de deconstruir “Europa” (y sus Estados nación), como mejor vía para
alcanzar otros mundos (y otras europas) posibles. De cualquier modo, las fronteras que
separan estas posturas no son claras, están desdibujadas, y es importante impulsar un
debate clarificador y enriquecedor entre las diferentes tendencias, así como una
confluencia de las mismas en su rechazo a la actual “Europa” del capital, que como
decimos es la única realmente existente.
Por último, es preciso apuntar que la reflexión crítica sobre el “proyecto
europeo” puede ser de gran utilidad en otras latitudes, en especial en América Latina (de
ahí esta nueva edición), en donde se contempla en muchos casos, desde sectores de
izquierda, con admiración y hasta abierto deseo este proceso, así como la posibilidad de
trasladar o copiar estas dinámicas para sus respectivas realidades político-sociales. Es
decir, la creación de procesos supraestatales como el que configura la Unión Europea, o
hasta la conveniencia de impulsar monedas para ámbitos regionales planetarios. Es
crucial conocer quizás todo lo que ello implica. Y el caso de la Unión, puede ser una
buena muestra de ello. Además, la resistencia al “proyecto europeo” del capital habrá
que desarrollarla no sólo en el interior de sus fronteras, sino en alianza con movimientos
sociales y políticos que se oponen a éste en los espacios periféricos mundiales, pues
“Europa” no funciona en el vacío, sino que se proyecta y depende de los recursos de
dichos territorios y del trabajo y consumo de sus poblaciones para su funcionamiento y
mantenimiento. Este libro pretende contribuir modestamente a todas estas urgentes
demandas.
Agradecimientos
Finalmente, quisiera agradecer las críticas y comentarios que me han sido
formulados a los borradores del texto principal del libro. Pere López, Luis Miguel
Rivas, Miguel Ángel Prada, Carlos Pereda, Luis González, Tom Kucharz, Ana
Hernando, Miguel Romero, Jaime Pastor, Fernando Hernández Holgado, Pedro Solé,
Kolya Abramsky y Chusa Lamarca han tenido la paciencia de dedicar parte de su
tiempo a esa encomiable labor, que ha repercutido en que el texto final pueda tener, eso
espero, un contenido bastante más sólido que el que tuvieron ocasión de leer. A ellos y a
ellas tenemos que agradecérselo. Gran parte de sus reflexiones he intentado recogerlas
9
en la versión definitiva. A Chusa, como siempre, le agradezco también la corrección
final de estilo. Y a todos y a todas el cariño que me han demostrado al apoyar un trabajo
como éste, y a su autor, aunque con sus aportaciones este texto es ya un resultado más
colectivo. Yo al menos así lo estimo. Igualmente quisiera dar las gracias a Patric, y por
extensión a todo el colectivo de la editorial Virus, por el apoyo y aliento que siempre
dedican a todos los embolados en los que les implico, y que hacen posible la difusión de
una publicación como ésta. Y como no a Ana, que siempre me apoya con su intenso
cariño en esta tarea de elaboración y contraste, muy especialmente en este caso en el
que ella también se ha implicado activamente, desde el movimiento feminista, en la
crítica a la Constitución Europea.
Y por último, quisiera agradecer también a Manolo Sáez, y por extensión a toda
la red de Baladre (en concreto a Vicent que se ha currado la maquetación de la nueva
edición), y por supuesto a Libres del Sur y a Manuel Suárez, por hacer posible esta
nueva edición del libro en Buenos Aires. E igualmente dar las gracias a Gonzalo Berrón,
y por extensión a la Alianza Social Continental, por su apoyo a la presente edición. Esta
nueva edición pienso que puede ayudar a fomentar la difusión del texto en toda América
Latina, en un momento en que las redes de los movimientos sociales en el hemisferio
empiezan a poner la proa a los intentos de la Unión Europea de impulsar un “ALCA
europeo” para toda la región.
El autor
Madrid-La Maloca-Pelegrina, marzo, 2005
(primera edición)
Madrid, octubre, 2006
(segunda edición)
PD: La fuente de todos los datos europeos en los que no se especifique la referencia es
EUROSTAT, y en el caso de los datos relativos al Estado español, la fuente es el INE.
Capítulo 1Principales hitos de la gestación y evolución de la “Europa” del capital
De la CEE a la UE (potencial) superpotencia mundial (Roma, 1957- Roma, 2004)
“Con las nuevas amenazas la primera línea de defensa estará a menudo en el extranjero (...) Varios países y regiones corren el riesgo de resultar atrapados en una espiral de conflicto, inseguridad y pobreza (...) Hay que estar preparados para actuar antes de que se produzca una crisis (…) Una serie de países se han situado al margen de la sociedad internacional (...) Algunos han buscado el aislamiento. Otros vulneran persistentemente las normas internacionales. Es conveniente que estos países puedan unirse a la comunidad internacional. Aquellos que no desean hacerlo deberán comprender que
10
han de pagar un precio, incluso en sus relaciones con Europa” (el subrayado es nuestro)
“Una Europa segura en un mundo mejor”, Estrategia de Seguridad Común para Europa (Documento Solana), Salónica, junio, 2003
Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa era un territorio desolado, con un
balance de decenas de millones de muertos, ciudades destruidas, miseria generalizada,
fuerte contestación social, Estados colapsados, etc. Poco a poco, los Estados se
reconstruyen a uno y otro lado de la línea (marcada en Yalta y Postdam) que separaría
los dos Bloques durante la Guerra Fría, bajo la supervisión directa de cada una de las
nuevas superpotencias: EEUU y la URSS. En el área occidental, EEUU propició, al
principio, una cierta confluencia de los nuevos Estados (que se correspondían en general
con sus antiguos territorios históricos), con el fin de mejor coordinar las ayudas del Plan
Marshall de reconstrucción y desarrollo, que servían también claramente a los intereses
de sus empresas y entidades financieras, dando lugar a la creación de la OCDE
(Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico). Ante el inicio “formal” de
la Guerra Fría (bloqueo de Berlín, 1948), algunos países europeos occidentales deciden
coordinar su capacidad de respuesta militar ante la amenaza proveniente del Este. Así,
primero se adopta el Tratado de Bruselas (1948), que daría lugar más tarde a la creación
de la Unión Europea Occidental –UEO3. Frente a esta decisión, que podía suponer un
mayor grado de autonomía de dichos países respecto de EEUU, la superpotencia
impulsa la creación de la OTAN (1949), a lo que responde posteriormente la URSS con
el establecimiento del Pacto de Varsovia (1951). La UEO prácticamente se “evaporaría”
durante cuarenta años (hasta los noventa), ante una potente OTAN dominada claramente
por EEUU. Europa occidental y oriental se convertían así, prácticamente, en dos
“protectorados” de las superpotencias.
En esta situación de debilidad y dependencia, en un momento además en que las
antiguas potencias coloniales europeo-occidentales perdían poco a poco sus antiguos
imperios en África y Asia, y cuando los mercados nacionales eran asimismo muy
limitados para enfrentar una competencia creciente por parte de EEUU, las elites
económicas y financieras europeo-occidentales presionan a sus Estados para enfrentar
este nuevo escenario de enorme incertidumbre. Unos Estados que se habían convertido
(presionados por la situación social y geopolítica) en garantes de un nuevo pacto entre el
capital y el trabajo, para gestionar el capitalismo keynesiano posbélico. Europa
occidental había dejado de ser el centro del mundo. Y lo había sido durante quinientos
años. En estas circunstancias se inicia formalmente el llamado “proyecto europeo”, en
1957, con la firma del Tratado de Roma, cuando seis países de Europa occidental
(continental) se dotan de una Unión Aduanera y crean la Comunidad Económica
Europea4. Era la reacción de las principales potencias de la Europa a este lado del “telón
3 Los Estados que firman primero el Tratado de Bruselas son Bélgica, Francia, Luxemburgo, Holanda y
Reino Unido, y en 1954 se unirían Alemania Occidental e Italia, cuando se crea formalmente la UEO.
4 Un paso previo fue la creación de la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero), en 1951, por
parte de los mismos países. Es decir, la puesta en común de toda su industria extractiva y básica.
11
de acero”, Francia, Alemania, Italia, más los países del Benelux (Bélgica, Holanda y
Luxemburgo), para iniciar la creación de un mercado supraestatal con el objetivo de
potenciar sus grandes empresas, a fin de competir en mejores condiciones a escala
europea y mundial. La CEE se convierte en un verdadero éxito para el capital, y suscita
un elevado crecimiento económico (de fuerte base industrial), una intensa urbanización
(motorización) y una paralela desarticulación del mundo rural tradicional. Pronto
llaman a sus puertas otros países europeos occidentales. En 1973 ingresan Gran Bretaña
(rechazada por De Gaulle en los sesenta), Irlanda y Dinamarca. Noruega dice “No”, en
referéndum.
Por otro lado, desde los sesenta, las tensiones con EEUU van aumentando
paulatinamente. La creciente rivalidad económica, los desencuentros noratlánticos con
la Francia de De Gaulle (abandono de Francia de la estructura militar de la OTAN), y
sobre todo la crisis del sistema monetario diseñado en Bretton Woods (BW), es decir, el
fin del patrón dólar-oro en 19715, hacen que esa rivalidad se intensifique. Si bien,
siempre dentro de un orden, porque la bipolaridad mundial limitaba las tensiones
intercapitalistas, aparte de que el “proyecto europeo” era sólo un mercado supraestatal
todavía en gestación, sin ninguna trabazón política propia y mucho menos militar. Los
Estados europeo-occidentales eran entes (“autónomos”) incapaces de rivalizar con la
superpotencia y dependientes de su protección militar. A pesar de todo, los países de la
entonces CEE ante la crisis en gestación de BW deciden (en 1970) lanzar una moneda
única para finales de los setenta (Plan Werner). EEUU lo considera un casus belli y
obliga a la Francia de Pompidou a retirar esa propuesta (cumbre entre Francia y EEUU
en las Azores a finales de 1971). De Gaulle felizmente había desaparecido. Los países
de la CEE aceptan, pero a cambio exigen eliminar el sistema de cambios fijos existentes
desde 1945 (otra de las patas del sistema de BW). Así, a partir de 1973, el dólar se
mediría con otras divisas mundiales (marco, yen, etc), pero desde su posición
hegemónica.
Mercado Único, y una nueva “Europa” (neoliberal) que se construye en torno al euro
Desde finales de los setenta, y especialmente con la presidencia Reagan, EEUU
(seguido de la Gran Bretaña de Thatcher) impulsa un nuevo capitalismo cada vez más
globalizado, basado en el creciente predominio de sus mercados financieros (en
especial, Wall Street, pero también la City de Londres), y en una profunda redefinición
del papel del Estado y de la relación capital-trabajo: el neoliberalismo. La primera etapa
de la llamada revolución conservadora, que iba a empezar a desmontar las conquistas
sociales alcanzadas en los “treinta gloriosos” y tras el ciclo de luchas que se da en torno
a 1968. La CEE en una situación recesiva y de fuerte parálisis tras las crisis energéticas
y económicas de los setenta y principios de los ochenta, se ve obligada a reaccionar. Sus
principales empresas transnacionales reunidas en el lobby de presión ERT (European
Round Table of Industrialists), apoyadas también por las elites financieras, reclaman a
Bruselas iniciar asimismo el giro neoliberal e impulsar para ello un Mercado Único y,
5 El dólar deja de estar vinculado al oro. Es decir, EEUU se niega a cambiar los dólares que hay
circulando por el mundo por el metal precioso, tal y como se había comprometido en BW.
12
más tarde, una moneda única. Sólo así iban a poder subsistir y prosperar en el nuevo
mundo salvaje de la “globalización” productiva y financiera impuesto en el área
occidental por EEUU (y Gran Bretaña). La Comisión Europea toma nota y promueve un
profundo giro en el “proyecto europeo”. Y el Consejo Europeo, a instancias de la
Comisión, aprueba en 1985 el Acta Única, que instituía un Mercado Único (MU) para
mercancías, servicios, capitales y personas6, para 1993. Este es el inicio del giro
neoliberal del “proyecto europeo” que se profundiza con el Tratado de Maastricht (1991-
93), cuando se aprueba la creación de la Unión Económica y Monetaria (UEM). Esto es,
la instauración de una moneda única comunitaria para finales de los noventa. Mientras
tanto, la CEE se había seguido ampliando (Grecia, en 1981, España y Portugal, en 1986),
y había ido cambiando de nombre pues se ampliaban sustancialmente sus competencias,
desbordando el ámbito de lo puramente económico. Con el Acta Única, pasa a llamarse
Comunidad Europea, y más tarde, con Maastricht, adopta su denominación actual:
Unión Europea. El giro neoliberal del MU y Maastricht, se va a intensificar aún más en
los noventa, y especialmente desde el año 2000 con la llamada Estrategia de Lisboa.
Todo esto va a permitir relanzar un crecimiento económico que genera unas
desigualdades sociales y territoriales en ascenso, activando una verdadera explosión de
la lengua de lava urbanizadora, con una creciente dispersión (reestructuración-
terciarización) metropolitana, así como el paralelo estallido de la movilidad motorizada,
al tiempo que implica el total predominio del agrobusiness sobre el mundo rural. Todo
lo cual se ve ayudado por la caída de los precios del petróleo. Se configura, pues, una
“Europa” crecientemente dominada por grandes regiones metropolitanas (especialmente
por ese espacio que se ha denominado el “plátano dorado”7), cada vez más
multiculturales, en donde crecen las tensiones hacia las comunidades étnicas no
comunitarias. Es decir, un modelo cada día más injusto, energívoro e insostenible.
Pero Maastricht era bastante más que la UEM, aunque la consecución de la
moneda única fuera la piedra angular y el grueso de dicho Tratado. En ningún otro
terreno como el monetario la cesión de soberanía estatal es tan manifiesta, para que el
“proyecto europeo” pudiera hacer frente a las nuevas dinámicas de la globalización
económica y financiera. Por primera vez se abre de forma clara, pero muy incipiente
todavía, el camino hacia la construcción de la “Europa” política y militar, a partir del
impulso centrípeto que generaría (se suponía) la creación de la moneda única. Y
Maastricht era también la respuesta al nuevo mundo que se abría tras la caída del Muro
de Berlín (1989), las Revoluciones de Terciopelo en la Europa del Este (1990), la
primera Guerra del Golfo (1991) y el colapso de la URSS (1991). La nueva UE (en este
caso con la Alemania unificada -1990- al frente) tenía que actuar ante este nuevo
escenario que afectaba de lleno a su patio oriental, y ante el reto que suponía un nuevo
mundo en el que el capitalismo iba a ser ya verdaderamente global, e iba a estar
dominado por una sola superpotencia: EEUU. En este nuevo escenario, una vez
evaporada la bipolaridad de la Guerra Fría, las tensiones intercapitalistas se iban
probablemente a acrecentar, y el carecer de esa dimensión político-militar iba a ser un
6 Al tiempo que empieza la construcción de la “Europa fortaleza”, a través del Acuerdo Schengen. Ya no
eran necesario unos flujos inmigratorios tan intensos como se habían dado en los sesenta y setenta, y
además estos se acrecentaban aceleradamente debido a la desestructuración periférica provocada por los
procesos de “globalización”.
7 Espacio que abarca desde el Sureste británico (con el Gran Londres, como centro principal), al Norte de
Italia (con Turín y Milán, como cabeceras), pasando por el Norte de Francia (estructurado en torno a
París), el Benelux, y gran parte de la antigua Alemania Occidental. Una megalópolis global en
consolidación.
13
handicap para la proyección mundial de la UE. Además, una vez desaparecida la
vinculación de las monedas directa o indirectamente con el oro, las principales divisas
mundiales sólo se sustentaban en la confianza, y ésta (un bien frágil) se garantizaba
principalmente con un fuerte poder político y militar. Éste era el caso claro del dólar,
que era la divisa hegemónica mundial. Pero la futura moneda única, que se llamaría más
tarde euro, para afianzarse y poder llegar a competir en su día con el dólar necesitaba de
un componente político-militar del que el “proyecto europeo” carecía hasta entonces.
Maastricht, pues, abre tímidamente esa puerta, creando dos nuevos pilares
intergubernamentales: la Política de Exterior y de Seguridad Común (se “recupera” la
UEO), y la Política de Interior y de Justicia Común. Esto es, los Estados se
comprometían a empezar a poner en común, en base a la unanimidad, estas
competencias suyas, hasta entonces fuera del ámbito comunitario. Es decir, a
profundizar el “proyecto europeo”. Pero los distintos intereses nacionales y el derecho
de veto hacían que ésta fuera una muy ardua tarea.
Mientras tanto, el nuevo “proyecto europeo” se sigue ampliando. En 1995,
ingresan por referéndum Suecia, Finlandia y Austria (Noruega sigue diciendo “No”). Es
decir, la antigua Europa occidental (prácticamente) es parte ya de la UE. Y en 1993 se
decide en Copenhague iniciar una gigantesca ampliación de la UE hacia al Este, para
acoger en su seno a países del ya fenecido Pacto de Varsovia, y pequeños Estados
insulares (Chipre, Malta). En total doce nuevos Estados, de los que diez ingresarán en
2004 y dos en 20078. Las razones de esta macroampliación al Este eran claras:
incrementar el mercado de la UE (casi 100 millones de nuevos consumidores),
beneficiarse de una fuerza de trabajo cualificada y muy barata (de cara a futuras
deslocalizaciones), apropiarse de sus empresas y recursos, y desactivar el peligro que
podía suponer su potencial militar, al tiempo que segregaban a estos países del área de
influencia de Rusia. Sin embargo, la apuesta era tremendamente arriesgada y compleja.
Las fuertes diferencias de renta y culturales, la dificultad del tránsito de una economía
planificada a otra de libre mercado, la debilidad y ausencia de arraigo de sus estructuras
estatales, y asimismo sus fuertes vínculos con EEUU (su nuevo y principal protector
frente a Rusia) hacían que esta ampliación fuera de difícil digestión para una UE que
estaba también inmersa en la necesidad de su propia profundización. Obligada por las
circunstancias, la Unión decide acometer ambos procesos al mismo tiempo: es decir,
profundizar el “proyecto europeo”, al tiempo que ampliaba éste. Para ello era
imprescindible cambiar las reglas de juego previas (de “café para todos”, es decir de
igualdad formal de los Estados) y abrir la creación de una “Europa” a distintas
velocidades, con un centro fuerte (probablemente el Eurogrupo) y distintas periferias, en
la que los Estados van ir perdiendo el derecho de veto. Esto es lo que mal que bien
intenta lograr primero el Tratado de Ámsterdam (1997), complementado luego en parte
con el de Niza (2000), y finalmente articulado en el proyecto de nueva Constitución
Europea aprobado por el Consejo Europeo en Roma, en octubre de 2004.
El mundo post-11-S, una nueva amenaza para la Unión
En paralelo, desde finales de los noventa, EEUU propone la ampliación al Este
de la OTAN, que no se disuelve como el Pacto de Varsovia, sino que va reforzando su
8 Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Eslovenia, Letonia, Estonia, Lituania, Chipre y Malta,
en 2004, y Rumanía y Bulgaria, en 2007.
14
ámbito de proyección mundial y las causas y modalidades de posible intervención
internacional. Los países del Este van a ingresar en la OTAN antes que en la UE, lo que
introduce tensiones adicionales. A través de este instrumento, EEUU irrumpe como un
verdadero Caballo de Troya dentro de la dinámica de la “construcción europea”,
dificultando su ya difícil consolidación político-militar. Esto es especialmente así
después del 11-S, bajo la presidencia de Bush, en esta nueva etapa que se ha venido a
denominar como “globalización armada”, caracterizada por la actuación unilateral
agresiva de EEUU a escala mundial (y un fuerte control y represión interna). Una
segunda fase de la revolución conservadora marcada también por el fundamentalismo
religioso y el reforzamiento de las estructuras de dominio patriarcal, que está poniendo
abiertamente en cuestión las conquistas de las mujeres en los últimos treinta años. Es en
este contexto (objeto principal de esta publicación) que se inicia la elaboración de la
Constitución Europea (Laeken, diciembre, 2001), cuya aprobación se vuelve aún más
perentoria de cara a este novísimo escenario global. Escenario que se complica
enormemente con la guerra preventiva de EEUU (y Gran Bretaña) contra Irak, que logra
dividir a la “Vieja” y a la “Nueva” “Europa”. Así, las tensiones internas y especialmente
los frenos que establecen especialmente Gran Bretaña, acompañada de Italia y la España
de Aznar, y la situación en los países del Este, hacen que se alumbre una futura
configuración de la UE, enormemente compleja, con ausencia de una estructura de
mando clara, que compromete su construcción como superpotencia político-militar de
proyección mundial. La Constitución Europea es un acuerdo de mínimos que blinda y
profundiza la “Europa” neoliberal existente, y que supone un paso importante (pero
limitado) para construir la “Europa” política y militar que necesita el capital continental
en esta etapa, de creciente rivalidad noratlántica. Además, una UE en constante
expansión (próximo ingreso de Bulgaria, Rumania y Croacia, así como inicio de la
futura adhesión de Turquía), sin unas futuras fronteras delimitadas y claras, puede
hipotecar aún más la profundización, y hacer todavía más difícil definir un “adentro” y
un “afuera”, para intentar construir un “nosotros” sobre el que se basa un proyecto
excluyente para unos (el “otro” interior y exterior) e “incluyente” (con enormes
diferencias internas9) para los ciudadanos de los distintos Estados de la Unión.
De esta forma, el “proyecto europeo” está aquejado de una fuerte y creciente falta
de legitimidad. En sus primeros años, hasta los ochenta, durante esos treinta años de
capitalismo de “rostro humano”, mientras se construía el “Estado del Bienestar”, y se
daba una situación de pleno empleo (fordista), aunque excluía a las mujeres relegándolas
en general al ámbito del trabajo doméstico, la (débil) “construcción europea” de
entonces gozó de una relativa buena imagen pública. En esta etapa, la fuerte
contestación social (y antipatriarcal) existente se desarrollaba en el marco del Estado-
nación. Sin embargo, desde mediados de los ochenta, cuando se inicia el giro neoliberal
del “proyecto europeo”, y se van imponiendo desde Bruselas sus recetas al conjunto de
los países miembros, con el paulatino desmontaje del “Estado social”, al tiempo que se
acaparan por la UE crecientes competencias estatales, y que se va instalando el
desempleo crónico y la precariedad (postfordista) en las sociedades europeas, la
“construcción europea” se enfrenta a un rechazo ciudadano in crescendo. Se incrementa
claramente el “euroescepticismo”, que se ve reforzado por la incorporación de nuevos
Estados miembros donde late un fuerte rechazo a la UE (Suecia, Finlandia y Austria,
que se suman a los ya reticentes Gran Bretaña y Dinamarca). Más tarde, se asiste (desde
9 Entre otras cuestiones, p.e., los ciudadanos de los nuevos países del Este no disponen del derecho a la
libre movilidad dentro de la UE a 25.
15
el Tratado de Ámsterdam, 1997) a una creciente movilización ciudadana contra las
instituciones comunitarias, que se refuerza al final del siglo (Niza, 2000, Gotemburgo,
2001, Barcelona, 2002) en paralelo al auge del llamado “movimiento antiglobalización”,
pues la UE pasa a ser considerada como uno de los principales actores mundiales del
nuevo capitalismo global. Y en los dos últimos años han proliferado movilizaciones
masivas contra las privatizaciones de la sanidad, la educación y las pensiones en
muchos países de la Unión. Asimismo, la incorporación de los países del Este ha
introducido un elemento más en la desafección en ascenso hacia las estructuras
comunitarias. No por casualidad en las últimas elecciones al Parlamento Europeo tan
sólo ha votado el 45% de la población de la UE a 25, y el 26% si se considera sólo a los
países del Este (en Polonia y Eslovaquia la participación ni siquiera llegó al 20%). Los
ciudadanos (sobre todo aquellos más afectados por las reestructuraciones en marcha) se
alejan cada vez más de la UE, y los del Este se consideran a sí mismos como de
“segunda categoría”, de ahí su desentendimiento del “proyecto europeo”. Su bajísima
participación en las elecciones “europeas” es un buen indicador de ello.
No existe un imaginario común “europeo”, y las estructuras comunitarias
(apoyadas en los Estados) lo están intentando crear en base al miedo al “otro”, interior y
exterior, presentándose ante la ciudadanía como la mejor garantía de seguridad, interna
y externa, con el fin ganar legitimidad. Con la nueva Constitución, la UE cabalga desde
formas de “dominio dulce” a formas de “dominio fuerte” características de esta nueva
etapa de “globalización armada”, al tiempo que promueve también un reforzamiento de
las estructuras de dominio patriarcal, aunque a ritmo “europeo”, para mejor adecuarse a
los nuevos escenarios de progresivo predominio de la fuerza en la gestión y resolución
de conflictos, y adaptarse igualmente al desmantelamiento del “Estado social”10. La
imagen de “policía bueno” de la “globalización” que hasta ahora gozaba la UE a escala
global, seguramente se empiece a empañar en los próximos años conforme se vaya
haciendo cada vez más necesario garantizar con el poderío político-militar la imposición
de los intereses económicos de la Unión en el mundo entero, el acceso a recursos
naturales crecientemente escasos que se ubican en espacios periféricos (para saciar la
demanda en ascenso de un modelo urbano-agro-industrial cada día más depredador y
contaminador) y afianzar en esos pilares la necesaria confianza monetaria y financiera.
La cita del Documento Solana (CCEE, 2003) que recogemos al principio de este
apartado, es decir, la Nueva Estrategia Europea de Defensa que acompaña a la
Constitución Europea, es suficientemente ilustrativa del afán de convertir a la UE en una
superpotencia mundial con capacidad de proyección global. Sin embargo, esta dinámica
crecientemente militarista de la Unión es rechazada, por ahora, por las sociedades
“europeas”, y es preciso presentarla bajo los ropajes humanitarios del “poder blando”
para que se vaya aceptando poco a poco por la ciudadanía comunitaria.
Es en este contexto crecientemente adverso en el que tiene que ser ratificada la
Constitución Europea por los veinticinco Estados miembros, para que la futura UE
alcance una mínima legitimidad. Este marco se puede ver aún más enrarecido si la
nueva administración Bush, a pesar del cambio de tono en el segundo mandato de su
presidente, intensifica sus presiones para dividir a la “Nueva” y a la “Vieja” “Europa”,
con el fin de “dinamitar” la consolidación de una UE superpotencia que refuerce al
euro, y que pueda poner en poner en peligro la hegemonía mundial del dólar y de paso
10 Reforzamiento de la familia (en la Constitución) para intentar garantizar el cuidado (prioritariamente
por parte de las mujeres) de una población cada vez más envejecida de la que el Estado se va
desentendiendo.
16
la hegemonía global de EEUU. De hecho, la rivalidad entre el dólar y el euro no hace
sino intensificarse, incentivada por importantes sacudidas especulativas en los mercados
de divisas, y condicionada asimismo por los recientes y progresivos cambios en las
políticas (en cuanto a sus reservas) de los principales bancos centrales del mundo, en
especial los del sudeste asiático, y muy en concreto de China, Rusia y los países de la
OPEP. La ratificación de la Constitución se está convertiendo en un calvario, sobre todo
después del No francés y holandés. El efecto dominó que se pensaba podría tener el Sí
en España en otros países que iban a consultar a sus poblaciones, se evaporó
inmediatamente después del rechazo popular en dos de los países fundadores y centrales
del “proyecto europeo”. Y ahora, como intentaremos reflejar al final de este libro, los
principales poderes continentales “europeos” tratan de lidiar con esta pesadilla, pero
siguen presionando para conseguir que la Constitución, o un texto similar, pueda ser
aprobada. Están considerando hasta cambiar su nombre para conseguirlo. Esto es,
cambiar algo, para que lo sustancial permanezca igual. Pero no será una tarea fácil. Las
sociedades civiles europeas, aunque con divisiones internas, atomizadas y penetradas
por los valores dominantes, se muestran reacias a legitimar los planes de los poderes
“europeos”.
Capítulo 3La Constitución Europea y el mundo post-11-S
Una respuesta a los retos y necesidades de una UE cada día más amplia
17
“Tras décadas de centralizar la toma de decisiones y de reforzar las instituciones de la UE, Bruselas se ha convertido en el mayor nido mundial de lobby, por detrás de Washington. Bruselas acoge en la actualidad a más de 1000 grupos empresariales de presión, cientos de firmas de relaciones públicas que ofrecen servicios de lobby, decenas de think-tanks financiados por la industria y cientos de oficinas de “asuntos europeos” de grandes multinacionales (…) Más de 15.000 profesionales del lobby se calcula que trabajan en Bruselas, la gran mayoría representa a grandes empresas (…) En los noventa la Comisión Europea (con el derecho exclusivo de proponer y desarrollar legislación comunitaria) era el objetivo de los grupos de presión. Pero a medida que fueron aumentando los poderes del Parlamento Europeo también éste se convirtió en favorito del lobby (…)Los principales grupos de presión en Bruselas como la ERT, la patronal UNICE o el Comité para la UE de AmCham (la Cámara Americana de Comercio) han dedicado grandes esfuerzos para influir en la Constitución Europea. Están bastante satisfechos con el resultado, aunque no se ha ido tan lejos como les hubiera gustado, pero aun así constituye una mejora sobre lo que tenían en Niza. Su demanda principal era simplificar el procedimiento de toma de decisiones extendiendo el voto por mayoría cualificada a más áreas. Y en la lucha de poderes entre una Comisión más poderosa versus Estados miembros más fuertes, los grandes grupos empresariales se pusieron decididamente del lado de la Comisión. Aunque éstos no consiguieron una Comisión tan fuerte como la que pedían, se pueden dar por satisfechos con el hecho de que su programa neoliberal es ahora parte de la Constitución”.
Belén Balanyá (Corporate Europe Observatory), “Unión Europea: caminando hacia una lobbycracia”
La difícil digestión de la ampliación al Este de la UE
Tras la caída del Muro de Berlín, las elites de los países del Este veían con muy
buenos ojos su incorporación (dependiente) a la UE, su área “natural” de mercado, pues
era la forma de poder seguir creciendo económicamente y conservar su poder, no sin
importantes reestructuraciones internas y tras un brusco ajuste para adaptarse al nuevo
mundo capitalista. Y sus pueblos soñaban asimismo, entonces, con pertenecer a la
Unión y llegar a ser como los europeos occidentales. Sin embargo, el temor al poder
militar de Rusia, su antiguo opresor, hacía que dichas elites fueran muy influenciables
también a la capacidad de protección que les pudiera ofrecer el “amigo americano”11. Y
éste corría gustoso a brindársela, pues la ampliación al Este de la UE podía configurar
un “proyecto europeo” que fuera un verdadero reto para la hegemonía mundial de
11 Y era asimismo una forma de reforzar su capacidad de negociación de cara a su ingreso en la UE (y
una vez dentro de ella).
18
EEUU, y para las ventajas que se derivaban de este hecho, sobre todo en el plano
monetario: es decir, la primacía del dólar a escala planetaria. Un elemento clave para el
ejercicio de su hegemonía global. La UE era, se decía irónicamente, “un gigante
económico (y no tanto financiero), un enano político y un gusano militar”, y EEUU
quería que así siguiera siendo, para que el euro (sin un fuerte sustento político-militar)
no llegara a ser una amenaza para el dólar.
Ya a principios de los noventa, tras Maastricht (que marcaba el camino hacia la
moneda única), la actitud del FMI (en el que la influencia de EEUU es determinante)
contribuyó de forma importante al estallido de la antigua Yugoslavia12 (Chossudovsky,
1996). Una crisis que ocasionó una verdadera guerra civil interétnica en pleno patio
trasero de la UE, viéndose ésta obligada a aceptar la presencia y mediación
estadounidense, así como la actuación de la OTAN. La región no sería “pacificada”
hasta los acuerdos de Dayton (1995), que se firman en suelo estadounidense e
implicarían la presencia sobre el terreno hasta ahora de la Alianza Atlántica, y por
consiguiente de las tropas de EEUU13. Más tarde, Clinton promueve, en 1997, que los
tres principales países del Este (Polonia, República Checa y Hungría) ingresasen en la
OTAN en 1999, año de irrupción del euro; es decir, mucho antes que en la UE, en la
que no lo harían formalmente hasta mayo de 2004. Curiosamente, 1999 es también el
año en que la OTAN lanza la guerra contra Yugoslavia, donde los países europeos
quedan divididos y ninguneados por la estrategia avasalladora de la “guerra
humanitaria” impulsada por EEUU, el capo de la Alianza Atlántica, a las puertas de la
UE. Y todo ello, al margen del Consejo de Seguridad de la ONU (por la amenaza de
veto de Rusia). Es una demostración de fuerza indiscutible de EEUU (apoyado
claramente por Gran Bretaña), que quizás sea una de las razones del reforzamiento del
dólar respecto al euro en su primera etapa de recorrido. Además, es asimismo a lo largo
de 199914 (hasta mediados de 2000) que EEUU y Gran Bretaña lanzan bombardeos
continuos sobre Irak de Saddam Hussein, lo que contribuye a impulsar fuertemente el
precio del petróleo en dólares (había caído hasta casi 10 dólares en 1998) y a reforzar
igualmente el billete verde, en detrimento del euro (Giordano, 2002). Esta alza del crudo
iba a tener un especial impacto en la UE.
Y es por todo ello, muy probablemente, por lo que en 1999 la UE decide hacer de
la ampliación al Este un gran big bang, es decir un acto único en el que todos (salvo
Rumanía y Bulgaria) ingresasen al mismo tiempo, con el fin de acelerar y “simplificar”
el gran salto adelante. Hasta entonces había predominado la idea de una ampliación
gradual. Pero el temor a una degradación paulatina de la situación en el Este (azuzada
“tal vez” por EEUU), hace que la UE cambie de estrategia y decida llevar a cabo una
macroampliación como nunca se había dado en toda su historia. Nada más y nada
menos que diez nuevos países, que presentaban muy acusadas diferencias con los
Quince. Igualmente, a finales de 1999, la UE decide crear una Fuerza de Intervención
Rápida de 60.000 miembros, que estuviera operativa para 2003, es decir, cuando el euro
circulase ya físicamente, y se establece la figura de Mr PESC que recae en Javier
Solana, con el fin de intentar coordinar la diplomacia exterior comunitaria. No en vano
Kissinger decía que no sabía dónde llamar dentro de la UE, a qué capital, cuando tenía
que lidiar con temas de política exterior con “Europa”.
12 Junto con el reconocimiento de Eslovenia por parte de Alemania.
13 Desde 2004 las tropas “europeas” se han hecho cargo de la situación en Bosnia, pero la OTAN sigue
presente todavía en otros territorios de la exYugoslavia (Kosovo).
14 En realidad desde noviembre de 1998 (Giordano, 2002).
19
De todas formas, el acceso de los países del Este a la UE se va demorando por la
complejidad de su tránsito a la economía de “libre mercado”, pilotada con mano de
hierro por el FMI y el BM, y la dificultad de su incorporación al Mercado Único (por la
adaptación a sus más de 20.000 directivas, de las que no podían cambiar ni una coma),
impuesta del mismo modo por la Comisión Europea. Todo ello implica una fortísima
reestructuración interna y muy duros “ajustes estructurales” de gran impacto económico
y social: importantes devaluaciones de sus monedas, hiperinflación, elevado desempleo,
desmantelamiento de la protección social, privatización de servicios públicos,
reforzamiento de la desigualdad y exclusión social, etc. Igualmente, el retraso de su
incorporación se debe a la enorme dificultad de crear un edificio institucional que
permitiera su acogida en la UE, pero que garantizara al mismo tiempo el firme control
de los países centrales de la misma. El Tratado de Niza era una solución de compromiso
que iba a permitir tan sólo el ingreso de los países del Este, pero ya quedó claro cuando
se aprobó que era preciso ir más allá y definir una estructura institucional (un nuevo
Tratado para 2004) que garantizara un claro predominio de los países centrales de la
UE, y un sistema de toma de decisiones “ágil” que limitase las minorías de bloqueo (que
posibilitaba Niza), sobre todo por parte de los países periféricos. Es decir, se hacía muy
difícil el plasmar cómo iba a funcionar una “Europa a distintas velocidades”, que
además le permitiese a la Unión dejar de ser “un enano político y un gusano militar” a
nivel mundial.
Tras el “fracaso” de Niza, empiezan las tensiones en torno a la futura Constitución
Nada más aprobarse el Tratado de Niza por el Consejo Europeo (diciembre,
2000) empieza el baile de propuestas sobre el futuro de la UE, que pasan a ser
formuladas por las principales potencias. Alemania plantea un diseño de la futura Unión
claramente federalista, con una fuerte Comisión que actuase de poder ejecutivo con muy
amplias competencias. Y el propio Schroeder es el que primero habla, en enero de 2001,
de que el nuevo Tratado de la “Europa” federal tuviera rango “constitucional”. El
presidente de la Comisión, Prodi, apoya asimismo la idea de una Constitución para
“Europa”. Francia matiza y recorta esta propuesta, esbozando un sistema institucional
de índole confederal, de forma que los Estados-nación, y muy en concreto ella misma,
no viesen diluido su poder y capacidad de influencia en la futura UE. Y París, en un
primer momento, se distancia de la idea de una Constitución para la futura UE. Por otro
lado, Gran Bretaña, apoyada en gran medida por la Italia de Berlusconi, propone una
futura Unión en la que predominase su carácter de amplio territorio sometido a la lógica
del libre mercado, en la que los Estados conservasen sus atribuciones, sobre todo en los
aspectos políticos (y muy especialmente en el ámbito exterior) y militares; de esta forma
iba a poder hacer valer mejor su importante poderío militar, su gran proyección mundial,
y su función de charnela entre las dos orillas del Atlántico Norte, garantizando (y
utilizando en beneficio propio) su papel de plataforma principal de los intereses de
EEUU de cara al espacio de la Unión. Por supuesto, Londres era también el más
reticente, entre los grandes, a la idea de que el futuro Tratado fuera una “Constitución
Europea”. El resto de los Estados de la UE, de mucho menor peso específico, se iban a
alinear en mayor o menor medida con estas posturas de los grandes. De hecho, Aznar va
a ir basculando la posición española cada vez más hacia la propuesta británica e italiana,
haciendo valer también el reforzamiento de su vínculo con EEUU, especialmente tras la
llegada de Bush a la presidencia (2001).
20
Por otro lado, la definición del futuro institucional de la Unión se había
complicado en muy gran medida, pues la UE a Quince manifestaba ya importantes
tensiones internas. El eje franco-alemán no funcionaba tan fluidamente como en otras
épocas, máxime tras la creación de la Gran Alemania después de la reunificación y
(sobre todo) tras la aprobación de Niza15. Gran Bretaña (fuera del euro) mostraba cada
día más reticencias ante el reforzamiento institucional de la UE. Los nuevos países
incorporados en 1995 (Suecia, Finlandia, Austria) eran claramente “euroescépticos”
(especialmente sus poblaciones y por ende, en menor medida, sus gobiernos). Y los
países “cohesión” (España, Irlanda, Portugal y Grecia) veían también con temor el
perder el maná de los fondos de cohesión y los fondos estructurales en una UE con 25 o
más miembros. Todas las negociaciones para conseguir esa futura “Europa” se hacían
enormemente complejas, pues en paralelo crecía el rechazo a la ampliación en la UE de
los Quince (especialmente dentro de Francia y Alemania). Además, se iba
desvaneciendo el fulgor inicial de la Unión en los países del Este, como demostró la (en
general) muy alta abstención en los referendos de acceso a la Unión; a pesar del chorreo
de dinero que les llegó de Bruselas directamente para marketing político comunitario.
En términos de aceptación social se puede afirmar que los países del Este dan un “Sí”
(mayoritario pero) agónico a la UE. Los ciudadanos del Este se vislumbraban ya a sí
mismos como miembros de segunda clase en la nueva UE ampliada. Y algunos entre
ellos, los más frágiles, empezaban a añorar la seguridad vital que al menos les
brindaban los anteriores regímenes de “socialismo real”.
Además, no era fácil integrar en las estructuras comunitarias a unos países con
una renta muy inferior a la media de la UE a Quince (el 40%), con un PIB relativo de
carácter residual (el 5% del de la UE sin ampliar), elevados desequilibrios
macroeconómicos (alta deuda externa e interna, importantes déficits públicos, elevada
inflación, etc), diferencias muy fuertes de productividad (unas cinco veces más baja que
los Quince), y un muy considerable mundo rural poco industrializado y de bajo nivel
tecnológico y productividad (es decir, con una población activa agraria hasta cinco
veces mayor que la UE a Quince, con abundante presencia de pequeñas explotaciones
familiares)(Economistas Europeos, 2002). Asimismo, a pesar de que los salarios eran
dos y tres veces inferiores a la media de los Quince, y las pensiones hasta tres o cuatro
veces más reducidas, los precios de los productos básicos caminaban aceleradamente al
nivel de la media de los países del Eurogrupo (Kutsar y Karelson, 2004). La absorción
pues por la UE de ese amplio espacio iba a significar un enorme impacto en sus
sociedades, lo estaba suponiendo ya, y el gasto comunitario que demandaba la
amortiguación de dicho choque podría ser ingente. Es decir, considerablemente mayor al
que en su día había supuesto (y está suponiendo) la incorporación de la RDA a la Gran
Alemania16. Especialmente en el capítulo agrícola, de acuerdo con las normas de la
PAC. De hecho, se establece un periodo de transición hasta el 2013, una vez que haya
mermado sustancialmente la actividad campesina menos modernizada y familiar, para
acceder plenamente a las ayudas agrícolas, con el fin de reducir drásticamente las
necesidades que se hubieran deducido tan sólo en este capítulo.
A ello se sumaba que los países del Este tenían una fuerte inestabilidad política,
15 El Tratado de Niza reconoce por primera vez una mayor capacidad de decisión de Alemania respecto
de Francia, al hacer intervenir indirectamente el peso demográfico en temas que se adoptan por mayoría
cualificada.
16 Por otra parte, ese gasto ingente ha sido incapaz de integrar en el mercado laboral a gran parte de las
poblaciones de la antigua Alemania del Este, y hoy en día sus tasas de paro duplican las ya altas de
Alemania Occidental.
21
consecuencia del colapso del socialismo real y el rápido tránsito al capitalismo salvaje,
con unas muy débiles y poco legitimadas instituciones (administración en general,
partidos, sindicatos), que hacían difícil su gobernabilidad. La ampliación al Este, por
tanto, que era consecuencia de la lógica (expansiva) de mercado y del afán de codicia de
las elites económicas y financieras europeoccidentales (Balanyá et al, 2000), era mucho
más difícil plasmarla en términos políticos, máxime cuando eso chocaba con los
intereses de EEUU, y cuando la hiperpotencia podía utilizar dicha ampliación para
poner todo tipo de trabas a la consolidación (profundización) del proyecto político y
militar de la UE. Quizás la ventaja más clara que se derivaba de la ampliación de la UE
es que con ella quedaba para siempre cerrada cualquier posibilidad de armonización (al
alza) de la “Europa social”, ante las diferencias abismales existentes en ese terreno.
Además, la ampliación impulsaría una competitividad feroz que iba a ser un factor de
disciplinamiento y chantaje de enorme importancia a la fuerza de trabajo de la UE a
Quince, por el propio funcionamiento de un Mercado Único a Veinticinco, por la
amenaza de deslocalizaciones empresariales masivas a los nuevos socios comunitarios y
por la propia competencia interna de una fuerza de trabajo inmigrante, de los nuevos
miembros de la Unión, que iba obligar a desregular y flexibilizar (aún más) el mercado
de trabajo de los antiguos socios de la UE.
Colapso bursátil, 11-S, guerra contra Irak y división de “Europa”
Y en éstas llegó la crisis de los mercados financieros, la nueva Administración
Bush, el 11-S, la “guerra global permanente”, el unilateralismo agresivo de EEUU, y en
concreto la guerra contra Irak, y todo se desquició aún más. Por primera vez después de
la Segunda Guerra Mundial se ha producido un claro enfrentamiento entre las dos
orillas del Atlántico Norte, o más bien (según el secretario de Defensa Rumsfeld) entre
la “vieja Europa” (Francia y Alemania, principalmente, los dos países centrales del
euro)17 y EEUU y Gran Bretaña, que se han visto apoyados en este conflicto por
diversos países comunitarios, la “nueva Europa”, lo que ha dividido de forma palmaria a
la UE y hasta a la propia OTAN. En esta división de “Europa” el gobierno Aznar
cumplió un papel de primerísimo orden. Y todo ello se producía en pleno proceso de
ampliación, que era una apuesta colosal (económica, política y cultural), y en pleno
debate dentro de la Convención de la futura Constitución Europea. Cabe recordar que el
proceso para elaborar la Constitución se lanza (no por casualidad) en la cumbre de
Laeken, en diciembre de 2001, en plena resaca del 11-S, creándose una Convención18
que debería redactar una propuesta para ser ratificada (o enmendada, en su caso) por
una Conferencia Intergubernamental. Esto es, por el Consejo Europeo, los jefes de
Estado y de gobierno de la UE. Es en Laeken, la primera vez que se menciona
explícitamente que el nuevo Tratado se llamará Constitución Europea. Alemania, y la
Comisión, habían logrado imponer sus tesis “constitucionales”, de alto valor simbólico,
y fuerte carga política, ante la importancia de los pasos a dar, arrastrando tras de sí a
Francia y al resto de los Quince, quizás debido a la gravedad del profundo cambio del
escenario internacional. Se pensaba también que esta decisión podría ser un estímulo
para vencer la apatía ciudadana en el proceso de ratificación del nuevo Tratado y
17 Acompañados también de Bélgica y Luxemburgo, fundamentalmente, y en menor medida Austria,
Suecia, Finlandia e Irlanda. Estos últimos todos fuera de la OTAN.
18 Formada por representantes de los gobiernos y los parlamentos de los países de la UE, así como por
representantes de la Comisión y el Parlamento Europeo, presidida por Giscard D’Estaing.
22
acercarla a la futura UE, legitimando el proceso. Incluso Gran Bretaña transige en
última instancia respecto al cambio de denominación del nuevo Tratado. Además,
todavía no se había dividido “Europa” por la guerra contra Irak. Pero repasemos
brevemente cómo y porqué (si es que podemos aventurarlo) se producen las tensiones y
rupturas que tienen lugar en este periodo, así como sus posibles consecuencias.
George Bush (apoyado, entre otros, por las petroleras19, el complejo militar-
industrial, el lobby pro-israelí y Wall Street) llega dudosamente a la presidencia en plena
crisis de los mercados bursátiles, que empiezan a desinflarse en marzo de 2000,
imponiendo una administración sumamente conservadora. El 11-S le da la excusa
perfecta para desplegar planes de dominio unilateral mundial, que habían sido
desarrollados previamente, en los noventa, por distintos miembros de su administración
(los denominados “neocons”) y por determinados think tanks (y muy en concreto por el
American Enterprise Institute), que quedan recogidos en el llamado “Proyecto para un
Nuevo Siglo Americano”. Además, el impacto ciudadano del derrumbe de las Torres
Gemelas le dio el apoyo interior a Bush para un nuevo militarismo unipolar reforzado,
superando el síndrome del Vietnam, renuente a un abierto intervencionismo exterior. En
un primer momento, “Europa” apoya decididamente a EEUU en la “guerra global
permanente” que la superpotencia inicia contra el “terrorismo internacional” y le
acompaña resueltamente (como actor secundario, salvo Gran Bretaña) en su aventura en
Afganistán. No en vano la OTAN activa al día siguiente del atentado su artículo número
5, de apoyo inmediato a un país miembro atacado desde el exterior, al calificar EEUU el
acontecimiento 11-S como un acto de guerra. Si bien la OTAN pasa a un segundo plano
a partir de entonces, pues “la misión determinará la coalición”, según la nueva doctrina
expuesta por el secretario de Defensa Rumsfeld. Y la “misión” no era prioritariamente
la lucha contra Al Qaeda y los Talibanes, sino acceder a un territorio estratégico para el
control de Asia Central, y de sus importantes recursos en combustibles fósiles.
“Europa” aprieta el acelerador de la ampliación, que compromete la profundización de
la UE
En este nuevo escenario, a finales de 2001, la UE (ninguneada por EEUU, pues
no participa en la “misión” como tal) intenta acelerar el ingreso de los países del Este,
“solventando” los problemas presupuestarios de la ampliación, que la estaban frenando,
mediante la decisión de que ésta se llevase a cabo sin tener que incrementar el
presupuesto comunitario. A pesar de las necesidades detectadas por el previsible
impacto de la ampliación, se decide tirar para adelante con el limitado techo
presupuestario comunitario existente, que ya estaba siendo cuestionado por los
principales contribuyentes netos de los Quince. Es decir, la decisión más sencilla para
éstos. Los referendos de adhesión ya se habían llevado a cabo, y no era necesario
mantener la ficción de que la UE iba a garantizar un maná, que ni tenía la voluntad ni
estaba en condiciones de proporcionar. Los grandes “paganos” iban a ser los países
periféricos de la UE a Quince, que son los que más se “benefician” actualmente de los
fondos estructurales y de cohesión. Estos fondos se iban a orientar en el futuro, a partir
del 2006, especialmente hacia los nuevos socios comunitarios, que competirían entre sí
para repartirse un limitado pastel. Esta decisión crispa las relaciones con las elites
políticas del Este.
En enero de 2002, la Administración Bush adopta una deriva aún más
19 Y el lobby saudí, tal y como nos ha reflejado Michael Moore en su película 9/11.
23
claramente unilateralista, tras definir su famoso “eje del mal” (Irak, Irán y Corea del
Norte), arrastrando tras de sí a Gran Bretaña, su aliado de siempre en la UE. La
culminación de este proceso es el señalamiento de Irak como un enemigo a batir en una
“guerra preventiva” (discurso de West Point, junio 2002), en mitad de la debacle de Wall
Street, de la profusión de escándalos contables de grandes empresas que cotizan en
dicho mercado y de la caída del dólar (especialmente respecto al euro). En este periodo,
muchas grandes empresas para mantener formalmente sus beneficios, de cara a los
mercados financieros, echaron mano de sus propios fondos de pensiones y manipularon
groseramente sus contabilidades, dejando tras su quiebra a miles de personas en la calle
sin ningún tipo de protección (Enron, entre otras). Más tarde, se produciría la adopción
de la Nueva Concepción Militar Estratégica donde se plasma esta concepción
“neoimperialista” estadounidense (septiembre, 2002), la luz verde del legislativo de
EEUU para el ataque a Irak, y el avasallamiento de NNUU para que se plegara a sus
deseos, o si no, se nos dijo, se convertiría en un actor “irrelevante”. Todo esto permite
detener la caída del dólar y recuperar un cierto brío en Wall Street. El billete verde y los
mercados financieros se intentan apuntalar, y funciona, manu militari20.
En plenos escarceos de los inspectores para encontrar las famosas armas de
destrucción masiva (que no han terminado de aparecer, aunque en EEUU y en los países
de la UE parece que hay muchas), tiene lugar la cumbre de la OTAN de Praga
(noviembre, 2002), en la que la Alianza Atlántica (a instancias de EEUU) termina de
acoger en su seno a los países del Este que estaban en proceso de formar parte de la UE
(otros tres ya lo habían sido antes). Estos países ingresan también en la OTAN antes que
en la UE. En la Unión no se adoptará la decisión final sobre su ingreso hasta un mes
después, en la cumbre de Copenhague (y no se ratificará hasta Atenas, en 2003), tras
más de diez años de negociaciones (imposiciones) que se aceleran en el último
momento. El incómodo “No” irlandés en el referéndum sobre el Tratado de Niza (2001),
a pesar del poderoso aleccionamiento a favor del “Sí”, había bloqueado todo el proceso
dilatándolo aún más si cabe. Más tarde, un segundo referéndum edulcorado logra vencer
la resistencia del país de Joyce, despejando el horizonte a la ampliación. De cualquier
forma, la ampliación de la OTAN obligaba a la ampliación de la UE ya. Y sin embargo,
el ingreso real todavía no se produciría hasta mayo de 2004. En la cumbre de la OTAN
en Praga se adopta también otra decisión de gran importancia, la creación (asimismo a
propuesta de EEUU) de una Fuerza de Reacción Rápida de la Alianza, que intentaba
ensombrecer la decisión de la UE en 1999 (en Helsinki) de crear una Fuerza de
Intervención Rápida para el 2003, decisión que por las tensiones internas de la UE en
este terreno estaba siendo difícil de materializar. Y en la misma cumbre EEUU logra
que el conjunto de miembros de la OTAN den el visto bueno a una nueva estrategia
militar de la Alianza que era una prolongación, en gran medida, de la que la
hiperpotencia acababa de aprobar dos meses antes, intentando de esta forma someter a
los países de la UE a sus intereses.
Pero el conflicto de EEUU y Gran Bretaña (de comparsa) con la “vieja Europa”,
aunque en ascenso por la actitud crecientemente unilateralista y hostil de Washington,
no estallará hasta enero de 2003, cuando Chirac y Schroeder (que vuelven a
reencontrarse, recomponiendo el eje franco-alemán) declaran en Versalles que
mantendrán una actitud firme en el Consejo de Seguridad contra la intención de la
“coalición” de atacar Irak (una decisión tomada de antemano) con la cobertura de las
20 Aunque también se acompaña esta estrategia militar externa de medidas económicas internas: fuerte
bajada de impuestos, reducción de los tipos de interés y fuerte incremento del gasto militar.
24
NNUU. Era la primera vez en más de cincuenta años que Alemania se distanciaba de
EEUU, su hasta entonces aliado y protector incondicional (antes de 1989). Y es curioso
que este posicionamiento claro de los dos líderes (de los países centrales del euro,
repetimos) no se produjera hasta que Prodi, presidente de la Comisión, se hubiese
manifestado, poco antes, abiertamente en contra de la intervención. Probablemente
Prodi hablase en nombre de los sectores más relevantes del capital europeo continental.
Y en la misma reunión Chirac y Shroeder manifiestan su intención de ampliar los gastos
de defensa e impulsar la industria armamentista europea. Es decir, para nada cabe
entender su posicionamiento en clave pacifista, aunque sí se expresase una posición
crítica clara en relación con la guerra contra Irak. A partir de ese momento los
acontecimientos se precipitan. Unos días más tarde aparece la Carta de los Ocho21
apoyando las tesis de Washington, carta promovida por Aznar a instancias del Wall
Street Journal (periódico que defiende los intereses financieros de EEUU). Esta carta
marca la división de “Europa”. A la que se suma poco después el apoyo adicional del
llamado grupo de Vilnius (el resto de los países del Este), lo que profundiza la escisión
entre la “vieja” y la “nueva” “Europa”. La “vieja Europa” se da cuenta de que junto con
la ampliación deseada de la UE hacia el Este ha entrado por la puerta trasera el Caballo
de Troya de EEUU, agudizando también las tendencias proatlantistas de algunos otros
miembros de la UE a Quince (Italia, Portugal, Holanda). No en vano el Herald Tribune
había dicho que Washington era el gran ganador de la ampliación de la UE. Este
terremoto va a incidir decisivamente sobre el proyecto de Constitución Europea en
trance de elaboración.
La Constitución Europea en el mar encrespado de un Occidente dividido
En un momento en que el núcleo duro de la UE buscaba aún con más ahínco
reforzar el “proyecto europeo” ante la apuesta unilateralista de Washington, que estaba
ya desgastando sus propias filas (Gran Bretaña, Italia, España, etc), este tremendo
percance disolvía aún más el afán federalista de Alemania, o confederalista de Francia,
diluyendo la posibilidad de un “proyecto europeo” político sólido, con una estructura de
mando clara, y parecía alejar en el túnel del tiempo la posibilidad de alcanzar una
estructura militar europea potente, autónoma de EEUU. En esta tesitura, los Estados
díscolos irrumpen con renovada fuerza, desbaratando los planes de Alemania
(principalmente) y de Francia (en menor medida); entre ellos destacan los del Este que
son reprendidos sin contemplaciones diplomáticas por Chirac. A las estructuras
centrales comunitarias no les queda más remedio que ceder, pues no tienen todavía un
claro poder sobre los Estados de la Unión (sobre todo en relación con los más fuertes);
los que sí lo han adquirido mientras tanto, gracias a sus políticas, son el capital
transnacional productivo y el capital financiero europeos a los que más fielmente
representan. La cita al comienzo de este texto es enormemente ilustrativa al respecto22.
Además, la imagen de Bruselas está seriamente erosionada de cara a las poblaciones
europeas, lo que dificulta su voluntad de exigir más mando, siendo los Estados los que
21 España, Gran Bretaña, Dinamarca, Italia, Portugal, Polonia, República Checa y Eslovaquia.
22 Y el propio Prodi llegó a manifestar en una reunión de la ERT que “la fructífera relación entre la
Comisión Europea y la ERT se demuestra también por las posiciones que habéis adoptado en la
Convención. Vuestra valoración del papel de la Comisión coincide con nuestra convicción: sólo una
Comisión fuerte que cuente con el apoyo del Parlamento Europeo puede articular el interés común europeo” (las cursivas son nuestras)(Balanyá, 2005)
25
conservan todavía una mayor dosis de “legitimidad” respecto a sus opiniones públicas.
En 2003, por primera vez en la historia del “proyecto europeo”, más de la mitad de la
población europea opinaba que pertenecer a la UE no era algo positivo (The Economist,
16-6-04).
La UE para avanzar no tiene más remedio pues que apoyarse en el guirigay de
Estados que la componen, algunos de ellos todavía muy potentes. La Convención pare,
pues, por así decir, un ratón. Y es más, el poder se desplaza en gran medida hacia el
Consejo en detrimento de la Comisión. Ello explica el enfrentamiento del presidente de
la Comisión, Prodi, con Giscard, presidente de la Convención, por los resultados de la
misma. El punto central de discrepancia es la potencial bicefalia del futuro ente, que
podría redundar en “parálisis institucional” e “ineficacia”. Según la Constitución existirá
un presidente de la Comisión y al mismo tiempo un presidente estable del Consejo
Europeo23; a este equilibrio se llega ante la negativa de algunos grandes Estados
(especialmente Francia) de perder peso político y diluirse en la estructura comunitaria.
De hecho, se acaba con el carácter flotante de la presidencia del Consejo Europeo, lo
que claramente beneficiará a “los grandes”. Malta o Chipre nunca llegarán a ser
presidentes de turno de la Unión. Y habrá asimismo un Alto Representante de Política
Exterior (y de “Defensa”), nombrado por el Consejo y vicepresidente de la Comisión,
que dependerá de los dos; un potencial Caballo de Troya (¡otro más!) del Consejo (es
decir, de los Estados principales) dentro de la estructura comunitaria. Pero la UE puede
quedar totalmente bloqueada en un momento dado si continúan las tensiones entre sus
miembros, sobre todo entre “los grandes” que tienen intereses y posicionamientos
distintos en diversas partes del mundo, resultado especialmente de sus “viejos
imperialismos”. Como de hecho ocurre en la actualidad con la actitud de la UE hacia
Oriente Próximo y Medio, donde la Unión manifiesta una postura dividida, vergonzosa
y seguidista de EEUU24, cuando además la desestabilización de dicho espacio
geográfico le puede afectar más que a la hiperpotencia. Kissinger seguiría, entonces, sin
saber dónde llamar.
Y esta desilusión del presidente de la Comisión se produce a pesar de que
prácticamente se suprime el derecho de veto (salvo por supuesto en “Defensa”, en
materia social, en fiscalidad y en política exterior), se posibilitan las “cooperaciones
reforzadas” (la “Europa a distintas velocidades”), se confiere aún más poder que en Niza
a los cuatro grandes (en detrimento de los países medianos –en concreto de España y
Polonia- y pequeños)25, se consagra un espacio único judicial y policial europeo
(dotando de un importante poder a Europol), y se sientan las bases para una
armonización a la baja de los derechos sociales mediante la aprobación de una Carta de
Derechos Fundamentales, que rebaja los derechos de muchas Constituciones nacionales
23 Este presidente del Consejo se elegirá por un periodo de dos años y medio, prorrogable otro más.
24 Por un lado, es incapaz de enfrentarse a Israel. Y por otro, en el Consejo de Seguridad los países de la
UE presentes en él han estado “legitimando”, a posteriori, la ocupación de Irak por las fuerzas de la
“Coalición”. Eso sí, Francia y Alemania, no aportarán (por ahora) tropas a la misma, aunque sí
colaborarán en su “democratización” por otras vías.
25 Alemania, al considerarse el peso demográfico, sale claramente reforzada (duplica su capacidad de
voto respecto de Niza), y junto con los otros tres grandes (Francia, Gran Bretaña e Italia) podrán bloquear
cualquier decisión que les moleste. España y Polonia pierden peso institucional (respecto de Niza), y los
pequeños perderán presencia en la Comisión (pues, en principio, ya no habrá al menos un comisario por
país a partir de 2014, que puede entorpecer la “agilidad” de toma de decisiones de este ente) y se acaban
las presidencias semestrales rotatorias que les conferían un cierto protagonismo interno e internacional.
Esto refuerza una estructura de mando más centralizada, pero es también un problema para la Comisión
por el poder que le disputan “los grandes”.
26
y que además no tiene carácter vinculante, sobre todo en materia social. Es decir, a
pesar de que se logran importantes objetivos para adaptar cada vez más el “proyecto
europeo” a los requerimientos de las elites económicas y financieras, pudiéndose
afirmar que se constitucionaliza la “Europa neoliberal”, Prodi considera que le ha
sabido a poco. Y eso que, en paralelo, se está estableciendo la creación de un espacio
unificado financiero (mercados bursátiles, normativa y servicios bancarios, mercado
hipotecario, nueva reglamentación de OPAS, etc) a escala de la UE para el 2005, que
implicará pérdida de poder de los Estados (en concreto, al no poder ejercer la llamada
Acción de Oro en las empresas públicas privatizadas, mermándose su capacidad de
influir en su gestión), y supondrá un reforzamiento aún mayor del capital transnacional
europeo.
Las tensiones entre los poderes político, económico y financiero en la UE
Pero todo ello contrasta a su vez con que los principales Estados de la UE (y
muy en concreto Francia y Alemania) han puesto en cuestión el Plan de Estabilidad
primigenio, enfrentándose a la Comisión, en esta etapa de estancamiento económico de
“Europa”. Estancamiento producido en gran medida por el impacto que está teniendo en
la UE la depreciación del dólar de estos dos últimos años, y la consiguiente
revalorización del euro, que se ha apreciado además respecto a las principales divisas
mundiales, encareciendo los productos “europeos” a escala global26. Los principales
Estados (en especial Alemania) que habían propugnado su firma en Ámsterdam, ahora
lo han puesto en solfa y se lo han saltado a la torera (Francia incluido), sin que la
Comisión haya tenido capacidad para imponer su cumplimiento; que puede suponer
establecer sanciones (multas) que alcancen hasta el 0,5 % del PIB, llegado el momento.
Este no fue el caso de Portugal, que también incumplía el Pacto y al que la amenaza de
retirarle los fondos que percibe de Bruselas, le había hecho acometer (por su
dependencia del capital exterior) un feroz programa de ajuste presupuestario que está
provocando una aguda crisis económica, política y social. De cualquier forma,
Duissenberg, el expresidente del BCE, el guardián de la ortodoxia monetaria, en su
despedida lo dejó muy claro, pues advirtió que el incumplimiento del Pacto de
Estabilidad sería “un desastre para Europa” (EL PAÍS, 13-1-04).
Hoy en día más de la mitad de la UE a Veinticinco incumple el Pacto de
Estabilidad definido en Ámsterdam, y eso a pesar de la contabilidad creativa y otras
triquiñuelas contables. Entre los incumplidores de los antiguos Quince se encuentran
(entre otros) los cuatro grandes: Alemania, Francia, Italia y Gran Bretaña, por eso se
apoyan unos a otros de cara a las presiones de Bruselas. Y entre los diez nuevos socios
los déficits presupuestarios son en general más del doble de lo permitido por Maastricht.
Lo cual va a hacer muy difícil (entre otras razones) su ingreso en el euro, sobre todo si
se quiere mantener (como se pretende) la credibilidad de la moneda única. Y a pesar de
que el Tribunal de Justicia Europeo ha paralizado la decisión adoptada en su día (por el
Ecofin) de suspender la aplicación del Pacto de Estabilidad a Francia y Alemania, está
por ver si la Comisión tiene el poder suficiente como para meter en cintura a los Estados
grandes y hasta llegar a aplicarles, en su caso, las sanciones previstas.
26 Ya en otoño de 2003, el economista jefe del FMI comentó en Dubai que la economía mundial era
como un avión que había volado con un solo motor, EEUU, y ahora está aterrizando sobre una única
rueda: el euro. Desde principios de 2002 hasta ahora, el euro se ha revalorizado más de un 50% respecto
del dólar.
27
De hecho, la Comisión ha tenido que suavizar el Pacto de Estabilidad,
proponiendo y negociando con el Ecofin y el Consejo una serie de eximentes y
atenuantes, así como flexibilizando plazos, auque conservando (en teoría) los límites
máximos de déficit público y deuda pública (3% y 60%, respectivamente). De esta
forma, en el último Consejo (marzo, 2005) se ha aprobado una modificación del Pacto
de Estabilidad, que permite considerar como atenuantes el nivel de deuda estatal y el
tipo de gasto público por el que se incurre en déficit (sobre todo que no sea en gasto
corriente, sino por ejemplo en infraestructuras), así como el nivel de inflación27, y
también las inversiones en I+D (que se quieren elevar del 2% al 3%), e igualmente los
gastos públicos para garantizar las reformas estructurales como la privatización de los
sistemas de pensiones28, o el coste de la reunificación alemana, y por último un concepto
tan difuso como “las aportaciones a los objetivos de la UE”. Es decir, un cajón de sastre
donde podrían figurar desde el incremento de los gastos de los grandes en materia de
“Defensa”, hasta las aportaciones al presupuesto comunitario de los contribuyentes
netos, pasando por la “ayuda al desarrollo”. En definitiva, todo lo que se les demanda a
los principales Estados para impulsar el “proyecto europeo” (en “Europa” y en el
mundo) y su crecimiento. De cualquier forma, Trichet, el nuevo presidente del Banco
Central Europeo, ha formulado duras críticas a esta propuesta “suavizadora”, y ha
exigido que los límites que fija el Pacto de Estabilidad se respeten a rajatabla, así como
que se impongan las sanciones previstas a los incumplidores. Las espadas están, pues,
en alto. Además, la debilidad y complejidad institucional de la UE hace que el BCE
prohíba el endeudamiento a escala de la Unión, y que sólo los Estados puedan emitir
deuda pública. Hasta el propio BCE no está autorizado para actuar como prestamista en
última instancia (en teoría, el papel normal de un banco central), sino que deben ser los
distintos bancos centrales nacionales (apoyados en última instancia por sus Estados
respectivos) los que tendrán que hacer frente a las posibles crisis bancarias que
aparezcan. El Estado, a pesar de todo, parece ser el último baluarte de confianza para el
propio capital. De ahí la necesidad de contar con él.
Se observa, pues, cómo crecen las tensiones de todo tipo dentro de la UE, tanto
entre las estructuras comunitarias y los Estados miembros, como dentro de éstos (entre
los grandes con el resto, y especialmente con los pequeños, en concreto los periféricos,
y los del Este29), así como igualmente entre el poder político, económico y financiero. El
poder político, que depende del voto ciudadano, y de la generación de empleo, se
27 La inflación constituye una especie de impuesto subrepticio que le viene bien al poder político porque
reduce la carga real de la deuda pública, al pagar a posteriori con dinero estatal devaluado. De todas
formas, en el caso del euro, una vez eliminada la posibilidad de depreciar la moneda estatal, que ya no
existe, esta estrategia se puede convertir en una bomba de relojería por la merma de base productiva que
conllevaría. Esto es, debido a la pérdida de competitividad que implicaría dentro de la zona euro, y a
escala global. Además, eso afectaría a las primas de riesgo de la deuda del país en cuestión y por
extensión del conjunto de la zona euro.
28 Paradójicamente, la privatización del sistema de pensiones conllevará, a corto plazo, un incremento del
gasto y endeudamiento público con el fin de garantizar la transición de un sistema de reparto (de las
nuevas generaciones a las mayores) a un sistema de capitalización (en donde las generaciones jóvenes
destinan sus ahorros a los mercados financieros para acceder a sus futuras pensiones, mientras que el
Estado tiene que seguir garantizando las pensiones de las generaciones de mayor edad). Esta situación
será especialmente delicada para los países del Este que tienen poca base fiscal.
29 Los países del Este se incorporan a la UE en base al Tratado de Niza, que ya les imponía una posición
subordinada y periférica, y en base a eso convocan sus referendos de adhesión, y más tarde se les imponía
una Constitución que les recortaba aún más poderes. No es de extrañar que se sumaran a la Carta de los
Ocho.
28
decanta en general claramente a favor de propiciar el crecimiento económico
incrementando el gasto público (prioritariamente en infraestructuras), aunque eso sí
dentro de la ortodoxia neoliberal (bajada de impuestos, privatizaciones, recortes
sociales), es decir, aumentando el endeudamiento, lo que puede afectar a la credibilidad
del euro. Por eso el BCE está claramente en contra. El poder económico transnacional
europeo, las grandes empresas con proyección continental y mundial, manifiestan una
actitud ambivalente en general. Por un lado, les interesa un euro fuerte de cara a sus
planes de expansión internos y externos. Pero, por otro, se resienten de que el euro se
revalorice sobre las principales divisas y pierdan mercados en el exterior. De todas
formas, sus lobbys de presión parece que no han levantado la voz públicamente contra el
BCE, animándole a bajar los tipos de interés que propiciarían una caída del euro, lo que
sí ha llegado a hacer el poder político para que se anime la actividad económica. Y por
último, el capital financiero europeo parece encantado con un euro fuerte que se está
convirtiendo poco a poco en una divisa de proyección mundial cada día más potente.
Pero de todas formas es el BCE, que se mantiene firme, el poder que tiene más
capacidad para imponer lo que hay que hacer, y el que trata de presionar a la Comisión
para que fuerce el cumplimiento del Pacto de Estabilidad y no lo diluya, a pesar de las
protestas de los principales Estados, sobre todo los grandes exportadores Alemania,
Francia e Italia. Y todos ellos (en especial los Estados) se encuentran a su vez
disciplinados por la temible fuerza del dinero especulativo que opera a nivel mundial,
debido al vendaval de flujos monetarios que se mueven diariamente entre los distintos
mercados financieros, y en especial en el mercado de divisas. Sin embargo, en los
últimos tiempos, se podría decir que la persistente revalorización del euro respecto al
dólar empieza a ser (o puede llegar a ser) un verdadero problema para la economía
europea (con un mayor peso de la economía productiva que en EEUU), y hasta el propio
presidente del BCE ha alertado de la “excesiva volatilidad” de los mercados de cambio;
a pesar de lo cual se ha resistido a bajar más los tipos de interés en los dos últimos años.
Es más, últimamente, hasta baraja subirlos como resultado de las tensiones
inflacionistas que está provocando la fuerte subida del petróleo, y la presión paralela que
supone el alza de tipos del dólar por parte de la Reserva Federal estadounidense.
Todo esto hace que los Estados estén vendiendo hasta la camisa, pues pierden
base fiscal (por las reformas de impuestos que ellos mismos, presionados por el capital-
dinero global, promueven) y no hay manera de equilibrar las cuentas públicas. Es por
ello por lo que se va a impulsar en el futuro la privatización de lo “último” importante
que queda en “Europa”: la sanidad, la educación y las pensiones (es decir, el gasto
público “improductivo”), en cuyos ámbitos operará de forma brutal la lógica del
mercado. Dicha privatización se ha iniciado de forma todavía incipiente desde hace
algunos años, pero la Constitución Europea da vía libre ya para ello. Lo cual será el fin
de la ciudadanía para los propios de “dentro”. Es decir, el que tenga dinero tendrá
acceso a dichos “servicios públicos”, y el que ahorre “tendrá” pensión. Los demás
tendencialmente no. En EEUU hace tiempo ya que se adentraron abiertamente en ese
camino, que profundizará ahora Bush en su segundo mandato. Además, el enorme
volumen de dinero que liberaría la privatización de las pensiones para orientarlo a los
mercados financieros, es la gasolina que éstos necesitan para que una vez reforzados (es
decir, integrados virtualmente a partir de 2005, recordemos) puedan llegar a competir
con Wall Street30, en donde los fondos de pensiones anglosajones cumplen un papel
30 Los mercados bursátiles de la Unión están más dispersos (veinte en la UE a Quince) y menos
desarrollados que en EEUU, pues tienen en su conjunto la mitad de volumen de capitalización. Y tan sólo
29
trascendental, y brillar tanto como en su día lo hizo (y en menor medida lo sigue
haciendo) dicha plaza financiera, reforzando por consiguiente al euro a nivel mundial.
Pero “Europa” tiene un importante handicap para que todo este cuento de la lechera se
materialice, y es que no tiene todavía una política económica única (y parece que tardará
aun bastante, si es que lo logra, a pesar de que la nueva Constitución es un paso
considerable en esa dirección). Cada Estado tiene la suya, aunque haya bastante
coordinación (relativa) a escala de la actual UE, dentro del Ecofin, y el euro presione en
el mismo sentido. Y eso vuelve a ser un problema de credibilidad para la moneda única
en los mercados globales.
La difícil legitimidad y estabilidad de una “Europa (cada día más amplia y) a distintas velocidades”
¿Qué pasará con los nuevos países miembros en la UE a Veinticinco, la mayoría
de los cuáles tienen una abultada deuda externa debido a los créditos del FMI y el BM
para garantizar su tránsito al “libre mercado” y su integración en la economía global, así
como consecuencia también de los créditos del BERD (Banco Europeo para la
Reconstrucción y Desarrollo y del BEI (Banco Europeo de Inversiones)31 para su
necesaria adaptación a las exigencias del Mercado Único?¿Y cuando ingresen Rumanía
y Bulgaria, en 2007, tal y como está aprobado, y más tarde Croacia, así como quizás en
su día Turquía? Países que a todo ello suman una situación económico-financiera aún
más precaria y cuyo salto en términos de “desarrollo” y grado de modernización con la
UE actual es abismal. ¿O cuando entren en la UE los seis países balcánicos32, como está
previsto en principio asimismo a medio plazo? Espacio geográfico que como añadido
suma una situación interna explosiva, azuzada también por las políticas que imponen el
FMI y el BM para hacer frente a su deuda externa, y por el peso adicional que les
suponen los préstamos del BERD y el BEI, destinados a cubrir las demandas de la
Comisión (y del capital europeo) con el fin de integrar dichos territorios en la UE.
Bueno, el anterior presidente Prodi lo dejó meridianamente claro, para apaciguar
y contentar a los mercados financieros, el que todos estos países ingresen en la UE,
cuando lo hagan, para nada quiere decir que lleguen a formar parte del Eurogrupo, la
Bussiness Class de la UE ampliada. No vaya a ser que las manzanas malas contaminen
a las buenas y afecte la “podredumbre” (es decir, la desconfianza) a toda la cesta. Hay
que salvaguardar como sea la credibilidad del euro. Además, el BCE en ningún caso
acudirá en “socorro” de los países periféricos de la futura UE que se encuentren
eurizados (es decir, con el euro como moneda de curso legal, pero sin formar parte del
Eurogrupo, o hasta de la propia UE), como ya ocurre con algunos territorios de la
exYugoslavia (Kosovo y Montenegro)33; pues hasta en el seno del Eurogrupo cada
cuatro se hallan actualmente integrados en Euronext: Ámsterdam, Bruselas, París y Lisboa. La potencial
coordinación entre Londres y Frankfurt quedó embarrancada hace un tiempo (Fdez Duran, 2003).
31 El BEI es un gigante opaco y poco conocido que tiene más capacidad de actuación (en volumen de
préstamos) que el Banco Mundial y que posee una proyección global, aunque sus áreas más importantes
de actuación son, hasta ahora, los países del Este europeo y los países del Sur y Este del Mediterráneo.
32 Albania, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia, Serbia y Montenegro. Croacia será el primero de
ellos en ingresar en la UE.
33 Los países eurizados, como aquellos dolarizados, no reciben los beneficios de emitir moneda, los
llamados derechos de señoreaje. Es más, si tienen déficit comercial, es decir, si no obtienen divisas fuertes
30
Estado es el único responsable del pago de su deuda pública, soportando distintos
niveles de riesgo, y para nada hay una responsabilidad colectiva común. Es decir, cada
palo que aguante su vela. De hecho, Italia ha visto cómo los mercados elevaban su
“prima de riesgo” ante el alto volumen de su deuda estatal. Si bien, hasta en el propio
Eurogrupo el “mal” comportamiento de un Estado, de acuerdo con el parecer de los
mercados financieros, puede acabar afectando a la credibilidad del conjunto.
Se consolidará pues una “Europa” con un centro fuerte y distintas periferias que
tendrán sus mercados abiertos a los poderes económicos y financieros centrales y que
sufrirán estas dinámicas como todas las periferias. Ese centro fuerte se estructurará
probablemente en torno al Eurogrupo (con algún añadido más de los Quince fuera del
euro: Gran Bretaña, o hasta Suecia y Dinamarca), pero tal vez exista un núcleo duro aún
más potente dentro del mismo, todavía por definir (quizás, los contribuyentes netos). A
nadie se le escapa la difícil estabilidad y legitimidad política interna de esta “Europa
(cada día más amplia y) a distintas velocidades”, especialmente en sus espacios
periféricos del Este, compuestos por Estados de reciente creación en términos históricos
(algunos de menos de una década de existencia), muchos de ellos poco consolidados y
otros crecientemente cuestionados, es decir, débilmente legitimados, y todos ellos
altamente endeudados. Los países del Este después de muchos años preparándose para
entrar en la UE se encontrarán con que, una vez dentro, estarán otra vez fuera de donde
se corta el bacalao. Salvando las distancias, serán como una especie de México en
relación con EEUU dentro del Tratado de Libre Comercio, aunque eso sí con ciertas
ayudas limitadas en el mundo rural (respecto a las que todavía tienen derecho los
Quince) hasta que el propio mercado reestructure fuertemente su agricultura (es decir,
muy disminuidas de aquí al 2013), que no podrá soportar en general la competencia
feroz de la agricultura altamente industrializada (y subvencionada) de los Quince; y
ciertos fondos estructurales hasta que se construyan también las infraestructuras
necesarias (sobre todo viarias) para conectar sus mercados entre sí y con el corazón de
la UE. Una parte importante de esta inversión en infraestructuras se está haciendo con
préstamos del BERD y del BEI, agudizando el nivel de endeudamiento de dichos
Estados.
Esta UE ampliada a “distintas velocidades” será muy difícilmente gobernable, a
pesar de que la nueva Constitución haya previsto mecanismos para intentar facilitar su
“manejabilidad” por el núcleo duro central: las “cooperaciones reforzadas”, y un sistema
de toma de decisiones que las posibilita, aunque no tan favorable como el que deseaban
los principales Estados centrales34. Pero el problema en esta “Europa” de “geometría
variable” (otra eufemismo para denominarla de la burocracia de Bruselas), no va a ser
tanto el crear una vanguardia (que también), sino sobre todo el de administrar la gestión
de la retaguardia. Una retaguardia que va a ver cómo se agudizan las crisis de sus
suficientes en su comercio exterior (euros), se verán obligados a endeudarse en euros para que esta
moneda circule en su territorio. Esto es, no sólo no recibirán los beneficios de emitir moneda, sino que
tendrán que pagar intereses para que la moneda única circule dentro de sus fronteras.
34 La Constitución para ser aprobada por el Consejo tuvo que rebajar algo las propuestas de la
Convención que conferían una mayor capacidad de decisión a los Estados centrales (en éstas, tres grandes
países –Alemania, con otros dos- podían llegar a imponer -con apoyos- su voluntad al resto), e incrementó
ligeramente las posibilidades de bloqueo de los países periféricos, aunque éstas han quedado muy
disminuidas respecto de Niza. En la nueva Constitución se necesita un 55% de Estados que representen un
65% de la población para tomar una decisión. En la propuesta de la Convención era el 50% de Estados y
el 60% de la población. Es decir, con la nueva propuesta se necesitarían al menos cuatro países grandes,
con diversos apoyos del resto de países. En total más de trece, en la UE a Veinticinco.
31
estructuras políticas, como resultado de las propias dinámicas de funcionamiento de la
UE ampliada, que será una especie de “neocolonialismo” de los espacios centrales sobre
estos espacios periféricos; lo está siendo ya y lo será aún más en el futuro (Estévez,
2004). La convergencia prometida no será tal, aunque puedan existir enclaves altamente
modernizados en estos espacios periféricos. Sin embargo, los países “perdedores”
(condicionados por la difícil situación sociopolítica interna que se verán obligados a
lidiar) disponen de ciertos instrumentos institucionales que amenazan con entorpecer un
funcionamiento “ágil” y “fluido” en la propia UE a Veinticinco, es decir, sin ulteriores
ampliaciones. Sólo su presencia en la Comisión, con un comisario por país (hasta el
2014), les va a dar una capacidad de influencia (y resistencia), eso sí, limitada, que hasta
ahora no tenían. Lo mismo se puede decir acerca de su presencia en el Consejo, que
pueden hacer valer (aunque de forma residual) en la toma de decisiones; sobre todo
porque hasta el 2009 sigue funcionando el sistema de toma de decisiones pactado en
Niza, que hace más fácil las minorías de bloqueo. Y además, sus fuertes vínculos con
Washington prometen ser un dolor de cabeza continuo para las estructuras comunitarias.
Máxime desde el momento en que esos lazos se vean reforzados al trasladar EEUU sus
bases militares desde Europa occidental a estos nuevos miembros de la OTAN, de
acuerdo con sus planes. Todo lo cual puede comprometer aún más la imagen y
legitimidad, interna y externa, de esta “Europa a distintas velocidades”.
En definitiva, todos los países de esa “Europa de geometría variable” estarán
afectados por las normas del Mercado Único, es decir, tendrán sus fronteras abiertas a la
libre circulación de mercancías, servicios y capitales (que no a los ciudadanos de los
nuevos Estados de la Unión), se hallarán en la órbita del euro (aunque no estén
integrados en el Eurogrupo) y deberán ajustarse a las pautas que adopte el BCE
independientemente de la situación económica interna por la que atraviesen. Además, la
Comisión utilizará el chantaje del acceso a los fondos estructurales para doblegar las
posibles actitudes reacias de los nuevos miembros a aceptar las exigencias de Bruselas,
o podrá llegar a utilizar la posibilidad de bloquear la llegada de sus mercancías a los
mercados de los países centrales (paralizando sus exportaciones) si los recién ingresados
no cumplen con lo establecido. Ya está amenazando con ello. Pero a nadie se le escapa
que esto puede generar tensiones dentro de la UE ampliada difícilmente gestionables. Se
podría pues afirmar que las principales fuerzas económicas y financieras que han sido
las grandes valedoras de la expansión de la UE (Balanyá et al, 2000), con el fin de
apropiarse y beneficiarse de sus recursos productivos, humanos y materiales, incluido el
caso de Turquía (ERT, 2004), ganando al mismo tiempo escala mundial, han dejado en
manos del poder político el que éste gestionase un proceso enormemente complejo, al
tiempo que le exigen que debe profundizar también la estructura institucional del
corazón de esta “Europa” cada día más amplia, cada día más compleja, y cada vez más
difícilmente gobernable.
Un cordón económico y securitario (próximo) exterior a la UE
Por otro lado, con el espacio exterior a esta UE (a veinticinco por el momento, y
en torno a treinta en pocos años más), la Unión está estableciendo también –o piensa
hacerlo- acuerdos de “libre comercio” que tendrán un fuerte impacto (desarticulador)
sobre sus sociedades. El “orden” interno que propulsa el funcionamiento del mercado en
el núcleo duro de la UE, genera cada vez más desorden en las distintas periferias que va
incorporando en su despliegue, sobre todo en aquellas más “periferizadas” (valga la
32
redundancia). Estas dinámicas de “libre comercio” se están impulsando tanto hacia el
Mediterráneo Sur y Este (área de libre comercio en el Mare Nostrum para el 2010),
como hacia Rusia, Ucrania y Bielorrusia. En estos casos, no se contempla la
incorporación de estos territorios al proyecto político (y militar) de la Unión, muy
especialmente en relación con los países del Magreb y Mashrec. Pero también (por el
momento) respecto de los países europeos que se sitúan más al Este de la futura Unión,
generándose una división artificial entre lo que es y no es “Europa”, dentro de la propia
Europa geográfica. Habrá que ver si en el próximo futuro se produce un cambio
respecto a la posible incorporación de Ucrania, como gestiona el nuevo presidente
Yúshenko surgido de la “revolución naranja”. Parece en principio difícil después de los
rechazos que ha suscitado la decisión de incorporación (condicionada) de Turquía, y las
nuevas barreras que ya se están levantando por algunos países centrales a futuras
ampliaciones no previstas, aunque sean dentro de la Europa geográfica. La
monopolización del marchamo de “europeidad” la establecen los actuales poderes
comunitarios y los Estados centrales de la Unión. Es más, está en marcha un
recrudecimiento de la “Europa fortaleza” para aislar a la UE de sus espacios
perimetrales, aunque sean del Este y aunque se hayan relacionado abiertamente con
ellos durante siglos. Hoy en día se levanta un nuevo “telón de acero” (por mar y tierra)
en relación con todos estos espacios periféricos en nombre del “libre mercado”.
Curiosamente se permitirá que las mercancías franqueen en una u otra dirección
(también de acuerdo a los criterios que imponga la UE) estas barreras, pero no así los
flujos inmigratorios que probablemente experimenten un fuerte auge como resultado de
la profundización del funcionamiento de estas periferias en función (y en beneficio) de
los intereses de los espacios centrales de la Unión. Y todo ello al tiempo que se pretende
desarrollar una Política Europea de (buena) Vecindad, esto es, que se intenta crear un
círculo de “amigos” (con sus elites35) alrededor de esta UE ampliada. Dicha política
contempla la coordinación de las políticas policiales y militares de estos países
periféricos con las de la Unión, en función de los intereses securitarios del “proyecto
europeo”. Pero estos objetivos pueden entrar en fricción, en concreto, con los planes que
despliega la hiperpotencia en el Magreb y el Mashrec, dentro de su proyecto del “Gran
Oriente Próximo democrático” (que alcanza a todo el mundo árabe-musulmán, de
Marruecos a Irak).
De cualquier forma, existe una indefinición acerca de las futuras fronteras de la
Unión, que está afectando a su propia credibilidad como proyecto, que necesita (para
afianzarse) definir un espacio para el “nosotros” que nos separe claramente de los
“otros”, y que supedite y margine a los “otros” que ya están en su interior. Pero
entonces: ¿Qué proyecto político es la UE que no se sabe bien hasta dónde
abarcará?¿Dónde acaban las fronteras de la “construcción europea” y cómo se podrán
defender éstas de las avalanchas de inmigración “ilegal” con que nos alerta la extrema
derecha? Esto es: ¿Cómo se podrá blindar una “Europa fortaleza” de más de seis mil
kilómetros de fronteras terrestres cuando todo ello tenga lugar? ¿Qué coste tendrá y qué
problemas se derivarán de estar pared con pared con Rusia, Bielorrusia, Moldavia,
Ucrania (?) y hasta con Siria, Irán, Irak, Georgia y Armenia (si es que finalmente entra
Turquía)? ¿O es que habrá otra frontera interna más impermeable?36 No sólo serán
35 Las que se benefician verdaderamente de estos acuerdos de libre mercado y que deben contribuir,
como contrapartida, a la “adecuada” gobernabilidad de sus territorios y a frenar los flujos inmigratorios
incontrolados.
36 De hecho, se va a demorar entre tres y cinco años la libre circulación interna de los ciudadanos de los
33
necesarias abundantes fuerzas policiales, sino muy seguramente militares. Humberto
Bossi, de la Liga Norte, ha llegado a plantear que la marina de guerra italiana disparara
en alta mar contra los barcos de los “sin papeles”. Y es por todo ello, a pesar de esta
(por el momento) boutade, y sobre todo por las necesidades que se derivan del
Documento Solana (CCEE, 2003), por lo que los principales Estados piden (pues ese es
el papel que les asignan) que los gastos de Defensa no computen a la hora de tener que
cumplir con el Pacto de Estabilidad, al tiempo que incrementan los gastos de “seguridad
interior”. Esta exigencia la formulan especialmente Francia y muy en concreto
Alemania. “Europa” gasta menos de la mitad en Defensa que EEUU, y si se quiere
convertir en una verdadera superpotencia mundial… pues ya se sabe. Es decir, la
cuadratura del círculo. La propia Comisión propone dedicar parte del presupuesto
comunitario al control y “gestión” de los flujos inmigratorios (incluida la ayuda
económica a los Estados para la expulsión de los “sin papeles”), lo que disminuirá
asimismo los saldos disponibles para otros quehaceres. Y hasta se plantea crear centros
de control de inmigrantes en el Magreb, financiados por la Unión, verdaderos campos
de concentración (controlados por los Estados respectivos) para todos aquellos que
quieran acceder a la prometida UE (incluidos los solicitantes de asilo), en los que se
elegirán a los escogidos (de acuerdo con las políticas de inmigración comunitarias).
La entrada de Turquía marca(rá) un antes y un después en la expansión de la UE
Un análisis específico requiere la posible (que no segura) integración de Turquía,
que promete ser un factor de gran tensión en el futuro. Primero, por la falta de suficiente
consenso interno al respecto en los Estados de la UE, en sus estructuras políticas y en
sus sociedades, a pesar del acuerdo precario que se logró in extremis en el Consejo
Europeo de diciembre de 2004. Máxime después de que su sistema laico de partidos
tradicional saltara no hace mucho por los aires (2002), y haya accedido al gobierno un
gobierno islámico “moderado”. Segundo, por su dimensión, pues al ser el país más
grande y poblado (a medio plazo) de la Unión, obligará probablemente a modificar el
sistema de toma de decisiones previsto en la Constitución, si es que los países centrales
quieren seguir conservando el control de la futura UE. Turquía llegaría a tener más
poder institucional que Alemania, de acuerdo con la Constitución. Parece que los tres
grandes ya han pactado una posible modificación de la misma, llegado el caso. Tercero,
por sus muy importantes diferencias económico-monetario-financieras y de desarrollo
con la UE a 15, y aún con la UE a 25, y los impactos que ello pudiera generar37. Cuarto,
por la carga financiera que su ingreso supondría a las arcas comunitarias, que implicará
nuevos países miembros del Este, cuya inmigración hacia la actual UE se está disparando como resultado
de su brusca reestructuración. Es decir, estos países no entrarán a formar parte del llamado Espacio
Schengen. Además, en la Constitución se contempla el crear una Agencia Europea de Fronteras para
controlar los flujos migratorios. Recientemente se han reunido para unificar su política de inmigración los
cinco grandes (Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y España) a pesar de que en el futuro estará
comunitarizada de acuerdo con lo previsto por la futura Constitución. Empiezan, pues, las “cooperaciones
reforzadas”.
37 La población rural turca alcanza el 40% del total. El PIB per cápita turco es del orden de un 25% de la
UE a 25, la mitad de los nuevos 10 y sólo la quinta parte de los antiguos 15. La tasa de inflación supera el
20%, el déficit presupuestario el 8%, y los tipos de interés son muy superiores a los del área del euro. No
en vano, la situación económica-financiera de Turquía ha sido muy precaria en estos últimos años, en los
que ha atravesado por un periodo de hiperinflación, y en los que ha acumulado una elevadísima deuda
externa, agudizada por los programas de “rescate” del FMI ante las crisis monetario-financieras que le
han sacudido en el último quinquenio.
34
una aún menor disposición de recursos para el conjunto de los actuales “beneficiarios”,
y es por eso por lo que se prevé redefinir aún más drásticamente el marco financiero
comunitario (recorte adicional de fondos agrícolas y estructurales) a partir del 2014,
fecha del “posible” ingreso. Quinto, porque su propia estabilidad interna se vería
seriamente comprometida, no sólo por las dinámicas del Mercado Único, sino también
mientras no cambien los parámetros de dominación occidental (y en concreto de EEUU)
en Oriente Próximo y Medio38. Sexto, porque el flujo inmigratorio que su integración
provocaría, sería difícilmente “manejable” a medio plazo, y es por eso por lo que se
contempla una cláusula de salvaguardia permanente (no temporal, como en los nuevos
miembros del Este) para no aplicar el principio de libertad de movimiento de sus
ciudadanos. Y Séptimo, finalmente, porque todo ello incidiría directamente, según los
sectores más conservadores, sobre el “nosotros” en el que se sustenta la esencia del
“proyecto comunitario”, que se vería seriamente erosionado con la entrada de Turquía,
al desvirtuar la pretendida “identidad europea”.
Se generaría, de acuerdo con estas tesis, un área de difícil “asimilación”
comunitaria en todo el sudeste de dicha futura “Unión”: es decir, el actual “agujero
negro” de la exYugoslavia, los países balcánicos: Rumanía y Bulgaria, y sobre todo
Turquía. Un enorme y potente Estado de población musulmana que suscita todo tipo de
recelos. En definitiva, más o menos en el espacio europeo, y aledaños asiáticos más
cercanos, de lo que era el antiguo Imperio Otomano. El “choque de civilizaciones” en
plena UE, claman dichos sectores conservadores, con delimitaciones geográficas
precisas al Este de su futuro territorio y con posibles avanzadillas “activas” en sus
principales metrópolis. Una verdadera pesadilla para los que pretenden generar un
“patriotismo europeo” en base a una mítica “identidad europea” histórica, de raíces
cristianas, por otro lado inexistente. La entrada de Turquía, se nos dice desde esas voces,
alteraría la naturaleza del propio “proyecto europeo”, y lo que es más grave puede
ponerlo en peligro. Es más, se señala, que puede ser el fin de la Unión. Así lo llegó a
manifestar Giscard D’Estaing, presidente de la Convención. Y hasta sectores del partido
socialista francés (Laurent Fabius, entre otros) se han declarado contrarios a su
integración. En todo este batiburrillo se ha llegado a decir que detrás de Turquía vendría
Marruecos, que ya ha solicitado su ingreso. Y después… otros Estados del Magreb.
Pero las ventajas también de su incorporación a la UE han quedado resaltadas en
el informe final que elaboró la Comisión de cara al Consejo Europeo de diciembre de
2004, y en los acuerdos posteriores que adoptó el Parlamento Europeo, no sin una
importante división interna y teniendo que recurrir, por primera vez en su historia, al
voto secreto, como pedía el partido popular europeo; aún así, el Parlamento Europeo dio
luz verde a su ingreso. En el duro informe a favor de la Comisión se señalaba, entre
otros aspectos positivos de la incorporación (los mismos que en otras ocasiones, aunque
acrecentados en este caso por el tamaño del espacio geográfico y del mercado que se
incorporaba a la Unión), pero también entre múltiples cautelas propias del caso, que la
entrada de Turquía contribuiría asimismo a estabilizar la región (de transición entre
Europa y Asia Central, y Oriente Próximo y Medio), asegurando las rutas de suministro
energético que la atraviesan (oleoductos y gasoductos), así como mejoraría el control de
fronteras (con Siria, Irak e Irán)(Yarnoz, 2004). Queda clara esta apuesta estratégica en
un tema de primerísima importancia como es asegurar el suministro energético de las
38 El radicalismo islámico avanza en Turquía por la situación de Palestina y la guerra contra Irak, por su
pertenencia a la OTAN y por la alianza de su Estado (con fuerte presencia militar y lazos con EEUU) en
los últimos años con Israel.
35
dos zonas con más importantes recursos fósiles del mundo, y de las que depende de
forma creciente para su abastecimiento la UE. Además, Turquía puede servir no sólo
como una atalaya adelantada de la Unión hacia Asia Central y Oriente Próximo y
Medio, sino como posible puente hacia el mundo árabe y musulmán. Como rótula
privilegiada de una nueva “alianza entre civilizaciones”. Si bien es preciso recordar que
Turquía es musulmana pero no árabe, y que puede tener dificultad de enlace con dicho
mundo por haber sido la antigua potencia imperial. La UE acrecentaría, de esta forma,
en este idílico escenario, su influencia estratégica en Oriente Próximo y Medio y Asia
Central. Además, parecía difícil justificar que Turquía podía formar parte de Occidente
durante la Guerra Fría (es miembro de la OTAN desde 1952), como avanzadilla de éste
frente a la URSS, y ahora ya no era elegible para entrar en “Europa”, con la que ha
estado enlazada durante siglos. No en vano la cultura islámica tiene un considerable
peso histórico en muchos países europeos (Grecia, Chipre, Malta, Sur de Italia, gran
parte de España, Rumanía, Bulgaria, y gran parte de la exYugoslavia). La historia de
Europa no se puede entender sin sus interrelaciones con el mundo islámico y el Imperio
Otomano.
De cualquier forma, hasta última hora muchos de los grupos del partido popular
europeo, encabezados por el primer ministro austriaco, hicieron todo lo posible por
torpedear la decisión de su futura incorporación e inicio de negociaciones. Pretendían,
en cambio, que Turquía alcanzara tan sólo una Asociación Privilegiada. El Plan B. Pero
las presiones en la trastienda de la toma de decisiones del Consejo debieron ser muy
fuertes, y finalmente triunfó el “Sí”. Estas presiones debieron de venir principalmente
de los grandes lobbys de presión europeos39, entre ellos la ERT, pero también por
distintas razones (y no sin tensiones internas) de los principales Estados: Gran Bretaña,
Francia, Alemania e Italia (apoyados por España). Entre otras, algunas tan espúreas
como los intereses electorales del SPD alemán que pretende cazar votos en la
importante población de origen turco (en su parte nacionalizada) que vive en Alemania.
Sin embargo, este voto afirmativo ha estado altamente condicionado, acentuando las
cautelas que ya había expresado en su informe la propia Comisión. Existe una cláusula
de suspensión en caso de violación grave de derechos fundamentales, o de
incumplimiento de compromisos legales, con toda la discrecionalidad de interpretación
que ello puede suponer. Además, dos países, Francia y Austria, ya han advertido que
someterán la decisión de su ratificación final a referéndum de sus poblaciones, lo cual
es un torpedo en plena línea de flotación de su futura incorporación. Es más, Francia ha
incorporado ya a su Constitución, como parte de las reformas necesarias para aprobar la
Constitución Europea, la necesidad de someter a referéndum cualquier nueva ampliación
de la UE. La decisión en torno a la adhesión de Turquía marcará pues un antes y un
después en el futuro de la Unión. Y parece difícil, que no imposible, que finalmente
pueda entrar a formar parte del “proyecto europeo”, aunque sea como miembro sin
plenitud de derechos. Las posibilidades de que la ratificación final de su ingreso, que se
produciría no antes de 2014, sea frenada por algún Estado miembro son muy altas. Por
eso, al final, en el acuerdo adoptado se incluye la salvedad de que a pesar de todo, en ese
hipotético (y no tan hipotético) caso, Turquía “quede anclada en las estructuras
europeas”. Es decir, el Plan B de los conservadores. Una forma de decir “Sí”, pero
“No”, y además garantizar su control (económico, político y militar) por parte de la
39 Es curioso cómo la patronal alemana abortó una campaña de recogida de firmas contra el ingreso de
Turquía protagonizada por la CDU, y ésta finalmente tuvo que clausurar esta actividad que había iniciado
ya por toda la República Federal con gran despliegue mediático.
36
futura UE. Lo que sí está claro es que nunca llegará a ser un socio como los demás.
Algo que puede acentuar aún más, si cabe, los problemas de gobernabilidad de la
“Europa a distintas velocidades”.
El acceso seguro a los combustibles fósiles, un tema vital para el futuro de la UE
Y este “anclaje” de Turquía dentro de la estructura de la futura Unión se quiere
garantizar, muy probablemente, para asegurar los suministros energéticos de la UE de
cara a las próximas décadas (tal y como señalaba la Comisión en su informe), en las que
habrá que enfrentar escenarios de petróleo caro y muy posible escasez mundial de esta
materia prima de enorme trascendencia40. La UE a Quince importaba ya el 70% del
crudo que consumía en el 2000 (EEUU importaba entonces en torno al 50%), y esta
dependencia exterior se incrementará en la Unión a Veinticinco hasta el 90% a finales
de la próxima década, cuando se vaya agotando el petróleo del Mar del Norte (CCEE,
2001). El acceso seguro al crudo se va a convertir, pues, en un elemento geoestratégico
de primerísimo orden para el mantenimiento del modelo económico de la Unión y de su
poder mundial. Por otro lado, Turquía tiene un enorme ejército y es clave que este poder
permanezca también “anclado” a las estructuras institucionales de la Unión, y en
especial al potencial desarrollo de un futuro ejército “europeo”. Una Turquía
exclusivamente “anclada” en la OTAN, estaría al albur de las estrategias de EEUU en
esta zona geoestratégica. Pero a nadie se le escapa que todo ello es un arma de doble
filo. De hecho, la hiperpotencia ha sido uno de los más firmes apoyos al ingreso de
Turquía en la Unión, seguida de los países de la UE más vinculados con Washington,
como Gran Bretaña e Italia; así como también España. EEUU es perfectamente
consciente que el ingreso de Turquía en la futura Unión europea puede ser un factor que
acentúe la ingobernabilidad del conjunto de la UE, y que dificulte su consolidación
política y militar. Además, su pertenencia a la Alianza Atlántica piensa que le puede
permitir utilizarla como un nuevo caballo de Troya dentro de la futura “Europa”. No en
vano los vínculos estadounidenses con los militares turcos, verdadero poder fáctico en
ese Estado, llevan años construyéndose. De cualquier forma, ha sido el mundo de las
grandes empresas turcas (en concreto la patronal TUSIAD) el que más ha presionado al
poder político (y militar) para forzar las reformas institucionales pertinentes con el fin
de poder entrar en la UE41 (Financial Times, 14-12-04), complementando la presión que
dentro de la Unión ejercían los lobbys de las transnacionales “europeas” en el mismo
sentido.
Pero también la presión de importantes sectores de la sociedad turca, aquellos
más progresistas y europeístas, han jugado un papel importante en el doblegamiento de
las resistencias de sus instituciones a las exigencias que se le planteaban por parte de
Bruselas, para su ingreso en la UE. Una forma de escapar tanto de una tradición
conservadora, como de los ruidos de sables, sometiendo de este forma a determinados
controles a los militares aborígenes, y muy especialmente a sus cúpulas dirigentes. En
este sentido, es de resaltar el disenso del nuevo gobierno turco respecto a la
40 Distintos estudios apuntan que estamos cerca de atravesar el escenario mundial de peak oil, es decir el
momento en que la oferta mundial de crudo no podrá crecer más, y habrá demanda que quede
desabastecida, pues no habrá petróleo para todos (Ballenilla, 2004).
41 Entre las cuales estaba el sometimiento del poder militar al poder político, aunque éste fuera un
gobierno de corte islámico, y las reformas legales y constitucionales que exigía la UE, entre ellas el
reconocimiento de unos mínimos derechos para la minoría kurda y la eliminación del delito de adulterio
del Código Penal.
37
hiperpotencia, en el seno de la OTAN, sobre su implicación con fuerzas militares en la
invasión de Irak, y su desconfianza respecto al proyecto estadounidense de posguerra
por lo que toca a las regiones kurdas del territorio iraquí, desconfianza de la que
participan muchos sectores militares incluidos. La Turquía que toma dicha decisión no
es para nada la de los ochenta, hay otras fuerzas emergentes que apoyan una decisión
arriesgada, contra el parecer de Washington, que en cierto modo es también un guiño
hacia la “Vieja Europa”. Y rizando el rizo cabe subrayar asimismo el hecho de que el
grupo político de Erdogan vaya a ingresar en el partido popular europeo, de cara a sus
relaciones con el Parlamento Europeo, aquel que más le ha puesto la proa, y se la sigue
poniendo, contra su futuro ingreso en la UE. En definitiva, la maraña de intereses,
tensiones, contradicciones y fricciones culturales e identitarias es tal en este caso, que
podemos afirmar que el ingreso de Turquía será un verdadero hito (si es que se
produce) en el devenir futuro de la UE. Y en este sentido, llama la atención cómo se ha
decidido, como parte del proceso negociador, el impulsar un diálogo político y cultural
en el que participe la llamada “sociedad civil” de ambas partes, convenientemente
cribada y seleccionada. Hasta ahora no había habido nada similar en ninguno de los
ingresos precedentes.
¿Una posible “Europa” futura organizada en base a tres círculos?
La decisión en torno al (posible) ingreso de Turquía marcará asimismo cualquier
nueva incorporación. De acuerdo con lo acordado en el Consejo Europeo de diciembre
de 2004, la Comisión queda facultada para imponer las restricciones que se estimen
pertinentes en futuras adhesiones “según convenga”. Lo ocurrido con Turquía, se
institucionalizará de cara a futuras ampliaciones, si es que se dan. Más “velocidades”,
pues, en la futura Unión. De cualquier forma, nadie más ingresará en dicha futura UE
antes que se pacte el nuevo marco financiero en 2014. Sin embargo, las presiones para
que se inicien las negociaciones con Ucrania, o al menos las aproximaciones al respecto,
pueden ser muy altas. De hecho, ya lo están siendo. La importancia de Ucrania, desde el
punto de vista poblacional (casi 50 millones de habitantes), territorial (más superficie
que ninguno de los Veinticinco) y geoestratégica es incuestionable; especialmente
porque es otra vía alternativa para el acceso a los recursos de combustibles fósiles de
Asia Central, y de Rusia. Un bocado muy apetitoso, pero que puede ser también
altamente indigesto. Pues el que mucho abarca, poco aprieta. Pero Yúshenko, con un
fuerte apoyo social, ya ha manifestado claramente que su objetivo es que Ucrania
ingrese en la UE y en la OTAN, en el más breve plazo posible. Un giro pues de 180º en
sus vínculos exteriores y en su política de seguridad. El principal Estado de la antigua
Unión Soviética, fuera de la Federación Rusa, y antigua potencia nuclear, que decide
soltar amarras con Moscú. Un hecho de enorme trascendencia. Desde Washington se ve
con buenos ojos su ingreso en la Alianza Atlántica, quizás como vía también para
introducir más “ruido” en el seno de la Unión, al tiempo que logra una nueva expansión
de la OTAN hasta las mismas puertas de Rusia. Bruselas por el momento parece más
reticente a acelerar la decisión en torno a su posible ingreso. Hasta ahora sólo ha habido
buenas palabras desde las instituciones comunitarias. Y bastantes suspicacias por parte
de la “Vieja Europa”, en contra del deseo de la “Nueva Europa”, y en especial de
Polonia, su vecino más próximo con el que le unen múltiples lazos comunes, de acelerar
su entrada en la familia “europea”.
El dirigente socialista francés, Laurent Fabius, ha apuntado la necesidad de que
38
la futura “Europa” se organice en una estructura basada en tres círculos concéntricos. En
el primero estaría la “Europa” del euro, el núcleo central dirigente, que correspondería
grosso modo con la UE a Quince (la incógnita mayor sería Gran Bretaña); en el
siguiente se ubicarían los restantes miembros de la Unión (que serán unos Treinta una
vez que se produzcan las incorporaciones en marcha o previstas), y en el tercero (fuera
de la UE, pero fuertemente “anclados” a la misma) estarían probablemente el resto de
los países del Este (Ucrania, Bielorrusia, etc) y del Norte de África (Marruecos, Argelia,
Túnez, Libia, etc), así como (según él) Turquía. Esa es una imagen final que tiene visos
de irse concretando, en mayor o menor medida, en el futuro próximo, si es que no
quiebra antes la propia evolución del “proyecto europeo”. Es una forma, eso sí muy
compleja, y difícilmente gobernable, por todo lo dicho, de consolidar un área de
mercado común muy amplia (las normas del Mercado Único seguramente serían de
obligado cumplimiento en los tres círculos, y el euro su divisa de referencia), de
importancia mundial por su escala, pues de cara al futuro (mientras no entre en crisis la
Economía Global) el tamaño sí que importa, sobre todo de cara a la competencia con
otros gigantes (EEUU y su TLC –con Canadá y México-, China, etc). Y una manera
también de intentar garantizar el acceso a los combustibles fósiles del Magreb, o
asegurar sus rutas de aprovisionamiento dentro de ese perímetro exterior por Turquía y
Ucrania, así como de establecer un cordón de control migratorio y de seguridad en torno
a la Unión.
Por otro lado, más allá de estos espacios perimetrales, la UE, y en especial su
núcleo duro histórico (el eje franco-alemán, ayudado en este caso por la España de
Zapatero), intenta impulsar una relación fuerte con Rusia, que le garantice el acceso a
sus combustibles fósiles (petróleo y gas), al tiempo que desactiva su potencial relación
conflictiva (es la segunda potencia nuclear mundial) en los aledaños más exteriores a la
Unión, tras su perímetro directo de influencia. Y todo ello haciendo oídos sordos y la
vista gorda al carácter crecientemente autoritario y represivo del nuevo régimen de
Putin. Business are business. Rusia parece que también está interesada en esta relación
simbiótica, pues tiene mucho que ganar, ya que sus principales relaciones comerciales
son con la UE; eso sí, conservando una autonomía propia. Ello le permitiría anclarse en
el Occidente ampliado, aprovechando el primer componente de su alma euroasiática,
donde se ubican los centros principales del poder ruso, y consolidar mejor su nueva
presencia mundial. Pero todo ello suscita muchos recelos en los países del Este, nuevos
socios de la Unión, y antiguos miembros del Pacto de Varsovia o de la URSS. Y en el
mismo orden de cosas se situaría la importancia decisiva que se le confiere a las
relaciones de la UE con Oriente Próximo y Medio (y Asia Central), por su importancia
geoestratégica mundial. El grifo global del petróleo está ahí. Sin embargo, este es un
espacio sobre el que se disputan su influencia ambas orillas del Atlántico Norte, y que
hasta ahora está bajo la influencia y el control directo (político-militar) de EEUU.
39
Capítulo 3La UE impulsa un “poder fuerte” para llegar a ser una superpotencia mundial
Pero las tensiones internas y las resistencias sociales dificultan la tarea
“La historia del Programa de Investigación de Seguridad de la UE es aquella en que el Gran Hermano se junta con el fundamentalismo de mercado. Esto se concreta en la creación en 2003 del llamado “Grupo de Personalidades”, compuesto por altos funcionarios de la UE y representantes de las mayores empresas de armamento y de tecnologías de la información de la Unión, que argumentaban que la multinacionales europeas del ramo estaban quedándose
40
atrás de sus competidoras estadounidenses, porque el gobierno de Washington les estaba proporcionando mil millones de dólares para investigación en defensa. La Comisión Europea les respondió dándoles un asiento en la mesa de la Unión, otros mil millones de euros para investigación en “seguridad” y control completo sobre el desarrollo e implementación del programa. En efecto, la UE está financiando la diversificación de estas compañías en el más legítimo y altamente lucrativo sector de “doble uso”, permitiéndoles diseñar las políticas de seguridad de la Unión y haciendo posible que los intereses corporativos determinen el interés público”.
Ben Hayes, “Armando al Gran Hermano. El Programa de Investigación sobre Seguridad de la UE”
Dificultad de construir un imaginario común “europeo” (salvo el del miedo)
El “proyecto europeo” es un proyecto sin alma, pues su cemento unificador es
puramente el de los intereses de las fuerzas del dinero, el verdadero sujeto constituyente
del mismo, y muy en concreto de la Constitución Europea. Lo cual acentúa aún más la
dificultad para desarrollar un imaginario común “europeo”, sobre todo con la urgencia
que demanda la propia evolución (de vértigo) de esta “Europa” del capital. La
construcción pues de una identidad “europea”, de un “nosotros”, es una tarea
enormemente compleja. Y sin embargo absolutamente necesaria para un proyecto de
poder (la UE), interno y externo, que se sustenta en la necesidad de establecer un
“adentro” y un “afuera”, y una estructura política supraestatal y jerarquía institucional
que necesita estar legitimada de cara a su población. Si la construcción de las diferentes
identidades nacionales fue un proceso arduo que tardó siglos en fraguarse, y que todavía
está incompleto o en crisis en muchos casos, la labor del desarrollo de una identidad
supraestatal a escala comunitaria se perfila como una aventura enormemente
complicada. Máxime cuando se parte de la crisis de imagen pública de la que adolecen
actualmente las estructuras comunitarias, que se intensifica conforme se expande y
profundiza el “proyecto europeo”. Además, la UE a Veinticinco es un mosaico
tremendamente diverso en el que existen más de veinte lenguas reconocidas
oficialmente, pero donde se hablan muchas más. Algunas de ellas, como el catalán, se
hablan bastante más que otras oficiales, como el lituano, el estonio, el letonio o el
maltés. Y no hay que olvidar que la lengua es uno de los principales vectores que
configuran una determinada identidad sociocultural. No en vano son la lengua y la
cultura las que mantienen todavía respirando la “legitimidad” del Estado-nación, que las
troqueló, manipuló e impulsó a lo largo del tiempo para afianzarse a sí mismo, o las que
los ponen en crisis cuando no son asumidas las que emanan de estas estructuras de
poder.
Por otro lado, se da la paradoja de que la Comisión Europea para funcionar sólo
reconoce tres lenguas de trabajo: inglés, francés y alemán, que se corresponden con los
tres principales países de la UE, pero que paulatinamente se impone, como lingua franca, una de ellas: el inglés. Sólo el Parlamento Europeo funciona, en principio, como
una Babel en donde se trabaja con las distintas lenguas oficiales, aunque a lo largo del
41
tiempo se ha ido consolidando también el uso de la lengua de Shakespeare como
principal vehículo de comunicación. Curiosamente el paso de la UE a Quince a la UE a
Veinticinco está afianzado esta hegemonía del inglés, ante la complejidad de operar con
tamaño número de lenguas a escala comunitaria. Y se da por tanto un problema
adicional pues la lengua común que se desarrolla es aquélla en la que se expresa la
cultura anglosajona, es decir, aquellos Estados (principalmente EEUU, pero también
Gran Bretaña, en el espacio noratlántico) que más ponen en cuestión, uno desde fuera y
otro desde dentro, el desarrollo de un potente proyecto político (y militar) “europeo”.
Mientras tanto, el francés y el alemán van desapareciendo como lenguas de uso
comunitario, lo que se observa con gran preocupación por el eje París-Berlín, que asiste
impotente a ese proceso. Y el “español” (castellano), la segunda lengua de Occidente, y
el italiano, que lo hablan más de sesenta millones, han quedado ya en vía muerta dentro
de la UE.
Esta situación plurilingüe y multicultural de la UE contrasta con el temor que
está suscitando en EEUU, la irrupción cada día más potente de la minoría hispana que
habla distintas variantes del castellano, y dentro de ella muy en concreto la expansión de
la comunidad de origen mexicano. Hasta hace poco el inglés era la lengua prácticamente
única, en la que se expresaban prioritariamente las distintas comunidades étnicas.
Samuel Huntington sostiene que esta dinámica es una verdadera amenaza para una
sociedad angloprotestante, en donde el American Dream solo se puede soñar en inglés,
y que puede conducir a una fragmentación de la sociedad creando dos idiomas y dos
culturas. La minoría hispana está vinculada con el catolicismo, y además la comunidad
mexicana tiene una fuerte herencia indígena, lo que chocaría (según él) con la cultura
WASP (White Anglosaxon Protestant: Blanca Anglosajona y Protestante) hegemónica en
EEUU. Lo cual podría poner en peligro el concepto de Nación y Religión sobre el que
se sustenta el modelo estadounidense. Es curioso cómo en la hiperpotencia tan sólo la
consolidación de una minoría (en fuerte crecimiento) que habla otra lengua y posee otra
cultura se considera por los poderes fácticos (pues Huntington habla en nombre del
Stablishment) un verdadero riesgo a los principales elementos generadores de identidad
nacional (Huntington, 2004).
Los ciudadanos del Este, los menos “europeos”
Por otra parte, en los países del Este recién ingresados se observa una gran
presencia de grupos mediáticos vinculados a EEUU, lo que plantea un problema
adicional para transmitir la “europeidad” made in Bruselas a este amplio espacio
periférico comunitario. En él sus identidades nacionales están además en crisis al
haberse constituido tardíamente, al haber sido bruscamente remodeladas sus sociedades
por el “socialismo real”, y al haber sido más tarde zarandeadas de arriba abajo por la
quiebra de éste y por su ingreso en la UE. En un primer momento todo lo que venía de
Europa occidental parecía contar de amplio apoyo social, pero tan pronto como se
empezaron a percibir los costes de la transición al nuevo modelo que se les imponía a
sus sociedades desde Bruselas, esto está dejando de ser así para amplios sectores de
población. En este sentido, llama la atención cómo la incorporación formal a la UE ha
sido en una fecha tan señalada como el 1º de Mayo, el “día del trabajo” que era
ampliamente festejado en los países de “socialismo real”. Esto es, pudiendo ser
cualquier otro día, dicho acto se ha celebrado de forma ostentosa en esa jornada, quizás
con ánimo de sepultar definitivamente el valor simbólico de dicha fecha, y de que sea
42
recordada tan sólo como la del ingreso “glorioso” en la UE. No en vano el himno que
sonaba en tal celebración en las ciudades del Este era el Himno de la Alegría, el oficial
de la UE, y no ese otro ya “pasado de moda” que es la Internacional. No es una
casualidad la elección de la fecha, pues como se dice popularmente “no hay puntada sin
hilo” en las decisiones comunitarias. El calendario es muy vasto, pero precisamente
parece que no había más remedio que elegir el primero de mayo para la ampliación de la
UE. Además, puestos a elegir, podía haber sido unos días después, el 9 de mayo,
formalmente “el día de Europa”. Pero no, parece que había prisas y que el ingreso tenía
que ser ocho días antes. Igualmente, de paso, de cara a las poblaciones de los Quince, es
una forma también de celebrar en el futuro dicha fecha como la del nacimiento de la
nueva “Europa”, intentando desplazar de este modo las connotaciones que ese día tiene,
todavía, de cara a la conmemoración de las luchas por conseguir otro tipo de sociedad.
Sin embargo, las sociedades del Este empiezan a ser cada vez más conscientes de
que se les ha vendido gato por liebre. Además, se acentúa su sentimiento de “ciudadanos
de segunda clase” en la UE ampliada, pues la Constitución Europea no les reconoce uno
de los derechos fundamentales de los “ciudadanos de primera” occidentales. Esto es,
como se ha señalado, el que durante varios años, entre tres y cinco, como poco, y tal vez
siete (si no más, tiempo al tiempo), no gozarán del derecho a la libre circulación y
residencia, lo que les condena a permanecer atados a unas condiciones socioeconómicas
que prometen empeorarse sustancialmente. Y lo expresan prioritariamente
desentendiéndose manifiestamente de la “cosa pública”, en especial de la comunitaria.
Las últimas elecciones al Parlamento Europeo son una muy buena muestra de ello (26%
de media de participación electoral en estos nuevos miembros de la UE)42. O como en la
antigua Alemania del Este, que ante las reformas de fuertes recortes sociales
preconizadas por el gobierno de Schroeder, que les afectan muy directamente, se
movilizaron con las mismas tácticas (convocatorias semanales el mismo día) que
provocaron la caída del régimen de la RDA, y que activaron más tarde las “revoluciones
de terciopelo”. No es casualidad que el poder político en Berlín, sumamente nervioso,
las calificase de insulto a la memoria histórica, y que las propias estructuras
comunitarias de Bruselas estén enormemente preocupadas ante la repercusión que hayan
podido tener en el resto de las sociedades del Este. En estas circunstancias es muy difícil
construir un “nosotros” común a escala comunitaria. En especial, también, para las
mujeres del Este que tienen unos derechos reconocidos (a escala estatal) muy inferiores
a los de sus congéneres de los Quince, y a las que la Constitución Europea no les
garantiza para nada que consigan igualarlos. Una razón adicional para la potencial
desmotivación “europea” de la mitad de la población de dichos países.
La concreción pues de ese imaginario común “europeo” ha sido hasta ahora muy
limitada, ya que aparte quizás del festival de Eurovisión (en el que curiosamente
participa Israel), los programas Erasmus para los intercambios universitarios juveniles,
las posibilidades de conocimiento y contacto que brinda interrail para los mismos
sectores, la existencia de Euronews, que tan sólo alcanza a las clases medias ilustradas, o
el indudable atractivo que supone la Eurocopa para amplios sectores de la población
(fundamentalmente) masculina, no se puede decir que haya habido otros instrumentos
que posibiliten la plasmación de ese “nosotros” que vanamente se busca crear desde las
estructuras de poder comunitario. El deporte espectáculo está reforzando en los últimos
tiempos de forma especial el sentimiento de identidad nacional a escala estatal,
curiosamente cuando ha entrado en crisis el concepto de ciudadanía estatal, porque el
42 En Polonia fue aún más bajo, tan sólo el 20%, y en Eslovaquia se quedó en un ridículo 17%.
43
Estado-nación se desentiende del devenir de amplios sectores sociales “autóctonos”43,
pero parece difícil que pueda afianzar la identidad por el momento a nivel “europeo”. Y
parece que sólo el euro es algo “compartido” a escala de la UE (mejor dicho del
Eurogrupo). Pero después de la inicial “euforia ciudadana”, mediáticamente construida
(con un gasto publicitario ingente), todo indica que se ha impuesto una cierta cordura
cuando se han percibido que los efectos del euro para el común de los mortales tan sólo
ha sido un encarecimiento generalizado de los precios básicos, que curiosamente no
tiene el reflejo adecuado en el IPC (con el que se indexan generalmente, o se negocian,
salarios y prestaciones sociales).
Haciendo de la necesidad virtud, y orientándola al mercado
En definitiva, podríamos afirmar que lo que caracteriza a “Europa” es la gran
diversidad lingüista, política, ideológica, cultural y hasta religiosa de las distintas
sociedades que la integran. Como hemos visto en la UE no ha habido una religión
predominante44, y además éstas claramente cumplen un papel residual, pues podemos
afirmar que la Unión es el territorio más laico del mundo. No en vano Europa fue la
cuna de la Ilustración y uno de los espacios centrales de las luchas del movimiento
obrero, que alumbró el socialismo, el comunismo y el anarquismo. Asimismo, la UE
quizás sea una de las regiones a escala planetaria donde se ha dado una mayor
emancipación de las identidades colectivas. Y por otro lado, la presencia como se ha
apuntado de más de veinte millones de habitantes no comunitarios, diez de ellos de
origen musulmán, adereza aún más la complejidad del tablero social “europeo”, sobre
todo en sus metrópolis, que se han convertido en territorios cada día más
multiculturales. Al mismo tiempo, el fin de las sociedades de masas y la fragmentación
adicional típicos de la postmodernidad acentúa todavía de forma más acusada la
dificultad de llegar a definir y a plasmar un “nosotros” a escala comunitaria.
Recientemente, el nuevo presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso
(2004), reconocía esta enorme diversidad que caracteriza a la UE, y haciendo de la
necesidad virtud decía que la verdadera identidad europea era su diversidad. La genuina
identidad comunitaria era, comentaba, los valores que la atravesaban, “no las razas o las
culturas”, añadía; en concreto, el arraigo del modelo social europeo, la defensa de los
derechos humanos, el respeto a la diversidad, la tolerancia, la solidaridad, la igualdad
entre los hombres y mujeres, el Estado de Derecho, la libertad, etc. Resaltaba el hecho
de que era preciso “conectar a los ciudadanos europeos con las instituciones
comunitarias”, y que era necesario difundir el mensaje de que la prioridad inmediata del
“proyecto europeo” es impulsar el crecimiento y el empleo a través de la competitividad,
y que ésta se logrará mediante la llamada Estrategia de Lisboa. La nueva agenda
ultraliberal aprobada en la ciudad lusa en el año 2000, y todavía pendiente de aplicación
en muchos de sus capítulos, para hacer de la Unión el espacio más competitivo del
mundo para el 2010, según consta como principal objetivo. Y este será el gran leit motiv de su presidencia. La Estrategia pretende eliminar las restricciones sociales, políticas y
43 Es decir, se rompe el “contrato social” que en su día (a finales del siglo XIX y principios del XX)
permitió la creación, extensión y materialización paulatina de la ciudadanía estatal, que se afianza más
tarde con la concreción del Estado del Bienestar.
44 Europa fue donde principalmente se expandió el cristianismo, y más tarde sus derivas católicas,
protestantes y ortodoxas, pero también fue donde el judaísmo tuvo (y tiene) una considerable presencia
durante siglos, así como cabe resaltar que ocho siglos de cultura musulmana impregnaron a una parte
importante del territorio europeo.
44
ambientales al funcionamiento de la lógica de mercado en todos los terrenos, para
impulsar el crecimiento y el empleo (y como parte de ella la controvetida directiva
Bolkestein, que más tarde comentaremos). Es así, se nos exhorta, como lograremos
mantener el modelo social europeo. Es decir, dicho irónicamente, desmantelar dicho
modelo, como vía para hacerlo “sostenible”. El triunfo del “doble lenguaje” del Gran
Hermano. Parecería como si lo que se quisiera lograr es crear una identidad común
“europea” en base a la asunción por la ciudadanía comunitaria de la lógica de mercado,
creando una sociedad y un individuo de mercado, no sólo una economía de mercado. Y
que esa identidad se impusiese por el miedo a la exclusión del crecimiento, del trabajo y
del consumo. Esto es, por el temor fundado a la ausencia de una vía de escape a la
lógica competitiva del mercado, y por que se generalizase la convicción de que la mejor
defensora de ésta fuera la UE, para así poder proporcionar empleo a la población
“europea”, aunque éste sea altamente precario y cada vez más a costa del resto del
mundo.
Construyendo “patriotismo europeo” en torno a la seguridad
Pero así, es imposible crear un amplio imaginario social “europeo” que sustente
la construcción de esta “Europa del capital” y la defienda, al menos por el momento.
Todavía subsisten, aunque degradados, múltiples mecanismos de apoyo del Estado
social, redes sociales y familiares de solidaridad, y una subjetividad colectiva e
individual que aún no está totalmente dominada por la lógica del mercado. El individuo
y la sociedad de mercado, puros y duros, no se han logrado crear todavía en el espacio
“europeo”, y por tanto no funcionan las dinámicas que le gustaría a Barroso que
operasen. Y es por eso por lo que se va a intentar consolidar el apoyo a la UE, se está
haciendo ya, en base a otros miedos más inmediatos, menos abstractos, que también son
socialmente construidos y manipulados desde las instituciones. A través de una
apropiación (y gestión) autoritaria del miedo y la inseguridad creciente, como forma de
apoyo al statu quo. Es decir, agrupando en torno a la defensa de “Europa” (de sus
Estados-nación y cada vez con más énfasis de las instituciones comunitarias) a los
pretendidos beneficiarios de este modelo, contra todo aquello o todos aquellos que lo
pudieran poner en cuestión. Sea el “terrorismo internacional”, que se vincula cada vez
más con el mundo islámico; aunque aquí, al contrario que en EEUU, es más difícil
convertir ese miedo en patriotismo “europeo”. Sea la desigualdad y desestructuración
social interna, por eso hay una creciente criminalización de la pobreza (el “otro”
autóctono), y se camina poco a poco hacia un Estado penal tipo EEUU. Sea el “Otro”
que vive en la Unión (el extracomunitario)45, por eso se produce un cada día mayor
acoso y persecución del mismo. Aunque eso sí, se establezca una categoría inferior a la
de la “ciudadanía plena” para los “residentes (“legales”) de larga duración de fuera de la
UE”, los “extraños a la comunidad”; nada más y nada menos que unos veinte millones
de personas en toda la Unión46. O sea, cómo no también, cualquier sector contestario
que pretenda cambiar el idílico orden de cosas existentes (el “otro” díscolo o rebelde), al
que fácilmente se le puede llegar a tachar también de “terrorista”, ese término que se ha
convertido en un cajón de sastre en el que parece que cabe cualquier disidencia.
45 Pero también, en muchas ocasiones, el intracomunitario, esto es, los ciudadanos del Este que habitan
en los países de los Quince.
46 Esta población no comunitaria supone el 10% en algunos países, siendo el 6% la media a escala de la
UE.
45
En un momento determinado, tras el 11-S y especialmente con ocasión de la
guerra contra Irak, se puede decir que sí se creó un sentimiento común europeo que fue
el del rechazo a la guerra. Es algo que en mayor o menor medida atravesó al conjunto de
las sociedades europeas. Un factor aglutinador. Y es algo que obligó también a muchos
países de la UE, a pesar de todo, a mantener ciertos posicionamientos públicos, aunque
interviniesen también los intereses mencionados anteriormente. El sentimiento de
rechazo a la guerra todavía es muy fuerte en las sociedades europeas. Al contrario que
en EEUU. El horror a la guerra todavía permanece en la memoria de las sociedades
europeas. No en vano Europa fue la que más sufrió en sus propias carnes las dos guerras
mundiales, que marcaron la primera mitad del siglo XX. Sus poblaciones lo celebran
aún con dolor. Y sobre ese sentimiento tuvo que cabalgar el poder político, estatal y
comunitario. De hecho, a los gobiernos que expresaron un apoyo explícito a la guerra, el
tiempo les está pasando una abultada factura. Y es más, el rechazo a la guerra contra
Irak de la “Vieja Europa” (liderada por Francia y Alemania), reforzaba la identidad con
la UE que ésta representa en amplios sectores de población. Pero el “proyecto europeo”
para nada quiere construir un “nosotros” sobre ese sentimiento genuino que expresa
quizás lo mejor de Europa. Y así, la Constitución Europea camina por una senda
claramente militarista (y securitaria), aunque con una falsa retórica pacifista que no
logra ocultar su expreso deseo de construir un potente ejército que defienda los intereses
de la UE allí donde haga falta. Si bien la manipulación llega a tales niveles como para
intentar vender la Constitución como la forma de crear un contrapeso moderador al
“amigo americano”, en el escenario irrenunciable de la “globalización”47. Por otro lado,
el atentado del 11-M en Madrid, y el fuerte sentimiento de solidaridad que se expresó en
toda Europa, ha sido ampliamente utilizado y manipulado por las estructuras
comunitarias en beneficio propio, en el sacrosanto nombre de la necesidad de impulsar
la lucha contra el terrorismo. En este sentido, el fantasma del 11-M, y el miedo a
atentados similares, se están aprovechando para justificar y legitimar el “proyecto
europeo”, argumentando que su desarrollo y reforzamiento permite garantizar una
mayor seguridad para todos los ciudadanos de la UE. Zapatero, en su último mitin de la
campaña del referéndum, recurrió al fantasma del terrorismo, pidiendo el “Sí” para la
Constitución Europea para mejor luchar contra ETA y el radicalismo islámico.
La urgente necesidad de vender “Europa” a los “europeos”
Sin embargo, a pesar de todo, la falta de apoyo popular a “Europa” ha adquirido
tales niveles, que el nuevo presidente de la Comisión Europea ha asignado dentro de su
nuevo equipo a una comisaria, Margot Wälstrom, con rango nada menos que de
vicepresidenta, los cometidos relativos a la Estrategia de Comunicación de la UE.
Eufemismo que trata de ocultar la imperiosa necesidad de “vender la moto” del
“proyecto europeo” a la población comunitaria. Y entre otras estrategias, aparte de las
puramente mediáticas o aquellas otras más subliminales que se diseñan, están los
intentos de implicar a los representantes de la llamada “sociedad civil” en la defensa del
“proyecto europeo”, y muy en concreto de su Constitución. Recientemente (febrero
2005) ha tenido lugar un encuentro en Bruselas propiciado por la Comisión junto con
las principales ONG´s “europeas” de muy diversos ámbitos (medioambientales,
sociales, de derechos humanos, cooperación, humanitarias, de mujeres y culturales),
47 Un argumento-trampa tan eficaz que hasta han caído en él algunos iconos del movimiento
“antiglobalización” como Toni Negri, como más adelante apuntaremos.
46
bajo el lema “Act4europe” (es decir: “apoyando a Europa”; www.act4europe.org). En él
las grandes ONG´s se comprometían (convenientemente financiadas para ello, como se
pedía públicamente) a dar a conocer la Constitución, en especial sus valores y objetivos,
aquello más vendible y que es pura retórica, y a crear un clima positivo a escala
comunitaria para su aprobación. Este grupo de ONG´s ya se venía reuniendo desde que
se creó la Convención, como Grupo de Contacto con la Sociedad Civil, con el fin de
crear un simulacro de participación pública en el proceso “constitucional”. Como se
reconocía en uno de los textos de la conferencia (Act4europe, 2005), del orden de un
40% de la población “europea” está de una u otra forma, directa o indirectamente,
implicado o relacionado con los trabajos de las ONG´s, o en el ámbito del trabajo
voluntario, por lo que estas organizaciones cumplen un importante papel en la
conformación de la llamada “opinión pública”. Además, se afirmaba, la confianza
ciudadana en ellas es muy alta. Por ello su papel de cheerleaders para animar a la
aprobación constitucional no estaría dirigido sólo a las poblaciones sobre las que
operan, o se proyectan, sobre todo de cara a los referendos consultivos previstos, sino
asimismo a convencer a los grupos parlamentarios opuestos a la aprobación de la Carta
Magna. Esta labor cobraría especial relevancia en aquellos parlamentos donde existe una
alta probabilidad de rechazo constitucional, muy en concreto en la República Checa y
Gran Bretaña. Aquí también hemos podido comprobar el papel que han jugado de cara
al Referéndum distintos colectivos sociales y culturales, aparte de los grandes
sindicatos, que aleccionaban a la ciudadanía por el “Sí”.
Es conveniente reseñar que, dentro de los Quince, en toda la primera etapa de la
“globalización”, durante los ochenta y los noventas, las ONG´s, que se han desarrollado
profusamente, y todo aquello que configura eso que se ha venido a denominar el Tercer
Sector, han cumplido un papel muy importante para desactivar el conflicto social, e
instaurar una especie de “paz social subvencionada” (Vela, 2004). Cada vez hay más
población, hasta ahora, viviendo en todo este ámbito de la sociedad, y de los dineros
públicos (y en algunos casos privados, vía fundaciones) que convenientemente
dosificados y regulados lo riegan, lo que logra amortiguar la precarización creciente que
genera y expulsa la estructura central del mundo económico-financiero. Es decir, donde
opera podríamos decir el “consenso productivo” que encuadra a la población asalariada
clave para los procesos de acumulación del capital. Fuera de él, estos sectores
periféricos en expansión sirven para absorber parte de una precarización en ascenso,
haciendo que ésta sea “sostenible”, y sirva de encuadramiento social, directo e indirecto,
de un número nada despreciable de personas. Una gran masa de población asistida y
asistente, incluido el voluntariado que se activa y se gestiona desde el Estado en estos
años. Se está desmontando pues el Welfare universal de los sesenta, pero se puede
acceder en muchos casos a través de relaciones personales, políticas o clientelares, a los
beneficios limitados que se incuban en torno a estas actividades. En definitiva, todo ello
se ha convertido en un mecanismo de atenuación de desequilibrios sociales, en una vía
de gobernabilidad del desmontaje del Estado social, y en un instrumento que ha hecho
menos traumático, y a su vez ha posibilitado, la tendencia del régimen asalariado
postfordista de desarticular la agregación de la población trabajadora heredada del
pasado, y evitar su eventual recomposición (conflictiva). Y al mismo tiempo, esta
dinámica ha permitido apurar los márgenes de empobrecimiento sin que haya, hasta
ahora, una caída del consumo, variable fundamental del crecimiento de la economía
capitalista. Sin embargo, este colchón que ha permitido (especialmente en la “Europa”
de los Quince) construir una cierta “paz social subvencionada”, aunque dentro del
47
mismo también se incubaran en ocasiones múltiples resistencias, parece estar agotando
ya su capacidad de crecimiento en esta nueva etapa de expansión capitalista. Una etapa
cada vez más dominada por la acumulación directamente monetario-financiera (en
crisis), que está marcando el paso hacia nuevas formas de gobernabilidad a escala
mundial: la “globalización armada”. Y esta etapa está alcanzando ya de lleno a
“Europa” (y a sus formas de gobierno interno), que tiene que adaptarse como sea a los
nuevos tiempos que corren. Le va la vida en ello.
Crisis del “nuevo espíritu del capitalismo” y auge de nuevas resistencias48
Con el cambio de milenio, y el paulatino estallido del modelo de capitalismo
global financiarizado (de base fundamentalmente anglosajona) que se consolidó a
finales del siglo XX, se viene evidenciando una progresiva crisis del llamado “nuevo
espíritu del capitalismo” (potenciado por la Aldea Global (Boltansky y Chiapello,
2002). Este “nuevo espíritu” logró afianzar un considerable apoyo social a las actuales
dinámicas del capitalismo durante las décadas de los ochenta y noventa, especialmente
en los países centrales y en concreto también en “Europa”. No podía ser de otro modo,
la quiebra de la new economy, el auge de la contestación mundial contra los desmanes
de la “globalización” y las estrategias de “guerra permanente” en las que ha entrado el
nuevo capitalismo global en los últimos años son un importante factor de erosión del
apoyo social conseguido en la recta final del siglo pasado; cuando predominaba el boom de los mercados financieros de los noventa, que beneficiaba a las clases medias del
Centro que habían acudido a éstos a través de los mecanismos del capitalismo popular.
Los escándalos de quiebras de grandes empresas transnacionales que pasan,
prácticamente de la noche a la mañana a desaparecer en muchos casos del universo
financiero, dejando tras de sí un rosario de deudas, destrucción de puestos de trabajo,
pensiones impagadas, etc, no son sólo privativos del gigante estadounidense: Enron,
Arthur Andersen, AOL, etc. Aquí también en “Europa” hemos asistido a la proliferación
de casos similares: Vivendi, Alcatel, France Telecom, Parmalat, etc, habiendo tenido
que intervenir los tan denostados Estados para frenar la dimensión social de dichas
crisis, y en general sacar de apuros al propio capital.
Todo ello se ha llevado por delante el glamour de la “globalización feliz” de los
noventa, y con ello (progresivamente) sus formas de dominio dulce. Posteriormente, la
bajada de los tipos de interés a ambos lados del Atlántico Norte para hacer frente a la
caída de los mercados bursátiles (2000-2003) e intentar sortear los peligros de
depresión-deflación mundial, han logrado impulsar otra vez (parcialmente) los
mercados financieros, insuflando una considerable capacidad de consumo, y
propiciando un cierto renacer de ese “nuevo espíritu del capitalismo”, a pesar de que los
tambores de guerra cada vez se oyen más cercanos, lo que distorsiona para muchos la
capacidad integradora, alienadora y anestesiadora del consumismo irrefrenado. Además,
las clases medias van a quedar en esta nueva etapa seriamente fracturadas. La fuerte
expansión de la burbuja inmobiliaria en muchos países centrales49, va a provocar una
48 En este texto se aborda el estudio del periodo que va desde el 2000 hasta la actualidad, analizándose
más en detalle en el libro en preparación el desarrollo en “Europa” del “nuevo espíritu del capitalismo” en
los ochenta y noventa, y asimismo la evolución en ese periodo de las resistencias. En concreto, la
creciente oposición a lo largo de los noventa dentro de la Unión al propio “proyecto europeo”.
49 Propiciada por el capital que abandonaba los mercados financieros ante la caída de éstos y se refugiaba
en el sector inmobiliario, y por la existencia de unos muy bajos tipos de interés que ha impulsado el
crédito hipotecario y ha facilitado el endeudamiento privado.
48
brusca ruptura entre propietarios y no propietarios, y va a hacer crecientemente
inaccesible un bien de primera necesidad como es la vivienda para amplios sectores
sociales, sobre todo cuando el Estado ya se ha desentendido de satisfacer esta necesidad
básica. Y la propia dinámica del mercado está demandando, para continuar creciendo,
mercantilizar los bienes y servicios públicos y precarizar el mercado laboral y la vida a
todos los niveles. Todo lo cual genera un malestar social creciente que está siendo caldo
de cultivo de nuevas desafecciones, nuevas resistencias y, cómo no, también nuevas
socialidades antagonistas, difíciles de marginalizar y criminalizar, al menos por el
momento, por su carácter en muchos casos masivo (aunque limitado en el tiempo).
Además, el capital que ha integrado la vida entera de la clase trabajadora en su
dinámica de acumulación, se encuentra que al haberlo conseguido ha incorporado
también (sin quererlo) sus capacidades de resistencia dentro de ésta. Lo cual es un
peligro potencial. Se podría decir que antes había un adentro y un afuera, es decir, el
mundo del trabajador estaba fuera del mundo de la producción y acumulación del
capital. Y se podían establecer, si era preciso, determinados “cortafuegos” entre un
mundo y otro. Hoy en día no es así. No hay prácticamente mundo externo al capital en
el Centro. Y las potenciales “resistencias” de las “multitudes” se plantean como un
problema de primer orden para la necesidad de acumulación del propio capital. La
capacidad de producción no la tiene sólo el capital, sino que hoy en día el concurso de
una fuerza de trabajo que tiene en sí misma (como un todo) una capacidad de
producción, un general intelect, es indispensable para el despliegue del propio ciclo de
acumulación postfordista del capital en los países centrales (Negri y Hardt, 2004). De
cualquier forma, a nuestro entender, el carácter antagonista de esas “resistencias”
potenciales es bastante limitado y además está lastrado de la misma lógica que lubrica el
sistema en su conjunto. La lógica del capital ha penetrado en la propia médula de la
fuerza de trabajo, haciéndola partícipe de sus valores y pulsiones.
Una ola de movilizaciones contra el desmantelamiento social y la desregulación laboral
Sin embargo, las luchas que se han ido desarrollando en los últimos tiempos para
enfrentarse a las “reformas estructurales” (privatización de la sanidad, de la educación,
de las pensiones, desregulación laboral) que impone el nuevo capitalismo global, y que
impulsa en nuestro caso la Comisión Europea, junto con los Estados de la Unión, en
nombre de la nueva “Europa”, han logrado activar no sólo imponentes movilizaciones
ciudadanas en estos últimos años, sino que, lo más importante, están incentivando el
desarrollo (limitado) de nuevas socialidades antisistémicas. Estas nuevas socialidades
que surgen de las propias dinámicas de estos conflictos están construyendo poco a poco
nuevos “nosotros” (a escala subnacional y transnacional, al mismo tiempo), que se
constituyen al margen y en gran medida en contra de estas dinámicas del capital y del
poder político que le apoya. Las movilizaciones en Alemania contra las reformas
neoliberales de Schroeder (Agenda 2010) bajo el lema “nosotros somos el pueblo” (wir sind das volk), han sido un perfecto ejemplo de ello. La Agenda 2010 promueve la
implantación del Workfare en sustitución del Wellfare, es decir, la percepción de
prestaciones sociales (disminuidas) si se acepta obligatoriamente un trabajo, el que dicte
el mercado (eufemísticamente llamado “grado de empleabilidad”), pero no como un
derecho adquirido y sin contraprestación. Pero también se han producido dinámicas
similares en Francia, Italia, Austria, Holanda… y en España (huelga general por el
“decretazo”), contra las reformas laborales y el desmantelamiento del “Estado social”
49
que hoy en día reclama el nuevo capitalismo “europeo” y global. Sin embargo, estas
nuevas socialidades y resistencias son, por el momento, quebradizas y de una duración
reducida, al menos en sus formas más visibles de irrupción pública.
Todo ello está dejando al descubierto (y, en menor medida, desgarrando) las, en
teoría, estructuras de defensa de los intereses de los trabajadores: los grandes sindicatos
de la CES (Confederación Europea de Sindicatos), que habían ofrecido su concurso a las
estructuras comunitarias, y a sus reformas, a cambio de su apoyo interesado para
garantizar su continuidad, al tiempo que aseguran la gestión del “consenso productivo”.
La contestación al desmantelamiento del “Estado social” y a la desregulación creciente
del mercado laboral se está impulsando principalmente desde fuera de la CES, por una
pléyade de sindicatos alternativos y otras organizaciones sociales. Y esta brecha se está
ampliando como resultado de la tramitación de una Constitución Europea que marca en
mármol jurídico (y profundiza aún más) la “Europa” neoliberal. De hecho, la CES está
siendo un baluarte fundamental en el apoyo a la aprobación a la Constitución Europea.
Esto permite a las instituciones comunitarias y estatales contraargumentar los ataques al
carácter neoliberal de la misma, resaltando la defensa decidida que el mundo sindical
(mayoritario) hace de la Carta Magna, tras un tímido “Sí” crítico que esbozaron al
principio. Hoy en día la CES al completo (salvo la CGT francesa) se está volcando como
un todo, junto con el llamado Grupo de Contacto con la Sociedad Civil, ya mencionado,
en la defensa a ultranza de la Constitución. ¡Cómo va a ser una Constitución neoliberal
si la apoyan los sindicatos!, claman al unísono los grandes medios.
Este apoyo de la CES a la Constitución, que según ellos garantiza el modelo
social europeo, se produce en paralelo a su rechazo, en una actitud verdaderamente
esquizofrénica, a la llamada directiva Bolkestein, que forma parte de la Estrategia de
Lisboa, elemento clave del nuevo “proyecto europeo”. Una directiva que pretende
liberalizar y privatizar el sector servicios, incluidos los servicios públicos, eliminando
restricciones económicas, sociales o medioambientales que se puedan interponer en el
camino de lograr un verdadero mercado único en el sector servicios a escala de la UE a
Veinticinco. Esta directiva permite aplicar el denominado principio de “país de origen”
a las empresas de servicios que operen en distintos países comunitarios, posibilitando la
aplicación de la normativa social y laboral del país donde se ubica la sede de la empresa
en cuestión, al conjunto de centros en los que opera la misma a escala “europea”,
saltándose la normativa social, laboral o medioambiental del país en que funcione, si es
que ésta es más estricta. Sería el fin de la negociación colectiva estatal, en donde los
grandes sindicatos aún juegan un papel importante. Y posibilitaría segar la yerba bajo
sus pies. Un objetivo a medio plazo de la patronal europea, aparte de conseguir
desregular y precarizar al máximo los mercados laborales de la Unión. En el último
Consejo Europeo (marzo, 2005) esta directiva ha quedado aprobada con condiciones,
pues quizás va a ser retocada como resultado de la presión de Francia, ante el temor de
un triunfo del “No” en el próximo referéndum. En esta batalla los países del Este, junto
con el Reino Unido, todos ellos con escasa regulación social, laboral o medioambiental,
estaban del lado de la Comisión, y a favor de la directiva, ante la perspectiva de que
muchas de las empresas de servicios de los Quince, pudieran establecer sus sedes en sus
principales capitales.
Por otro lado, Los Verdes a escala europea, que surgieron en los ochenta a partir
de los movimientos sociales (pacifista, ecologista, feminista, etc), especialmente en
Alemania Occidental, y que supusieron en su momento un soplo de aire fresco en el
panorama político, se han ido progresivamente institucionalizando. Hoy en día son
50
abiertamente afines al “proyecto europeo” y se puede decir que han pasado ya a formar
parte de ese “adentro” que defiende la actual UE. No en vano su grupo guía forma parte
desde hace varios años del gobierno federal en Alemania. Junto la socialdemocracia y
los liberales, se podría decir que los Verdes son los principales valedores del “proyecto
europeo” que se defiende desde Bruselas, por encima de los Estados-nación, más aún
que los grupos conservadores50. Daniel Cohn Bendit, Dani el Rojo, una de sus figuras
estelares y actor renombrado del 68, está militando abiertamente para apoyar la
Constitución Europea, aunque denuncie algunas de sus “limitaciones”. Y sus sectores
más críticos hace ya tiempo que se salieron de dicha formación. El apoyo a la guerra de
Afganistán en Alemania fue el último coletazo que marcó su apego al poder, y el punto
de inflexión final para el abandono definitivo de los que quedaban dentro con
planteamientos pacifistas, su seña inicial y principal de identidad. Otros muchos lo
habían ido haciendo paulatinamente a lo largo de estos años de su presencia en las
instituciones. Se podría decir, esquematizando, que todos los “Fundis” se han ido, y que
ya solo quedan los “Realos”. Y este apoyo de Los Verdes a la Constitución Europea es
también convenientemente utilizado desde las instituciones comunitarias y estatales,
para intentar desmontar las críticas contra el carácter crecientemente insostenible del
“proyecto europeo”.
La “batalla” en torno a la Constitución Europea define espacios antagonistas diversos
De repente, con el proceso de ratificación de la Constitución Europea, se ha
creado un campo de juego político que establece claramente un “dentro” y un “afuera”
del “proyecto europeo”, el único existente, el del capital y las estructuras del poder
político que (con distintos ritmos) le acompañan. Por primera vez se da una polarización
al respecto. Los que han decidido jugar “dentro” es que de una manera u otra forman
parte de dichas estructuras. Lo quieran o no lo quieran, y ellos en su fuero interno lo
saben. Ya no hay burladeros posibles. El “proyecto europeo” es un proyecto desnudo
más allá de los intereses puramente económico-monetario-financieros y de puro poder.
No hay ningún “demos” que logre cubrir sus vergüenzas. Hace tiempo que se ha
acabado toda simulación posible, aunque ahora queda de forma más clara en evidencia.
Fuera del mismo, un conjunto enormemente heterogéneo de fuerzas y actores se están
articulando entre sí, dentro de una apabullante diversidad, para luchar (a lo mejor sin
saberlo) contra la única “Europa” posible. Porque a nuestro modesto entender otra
“Europa” no es posible, pero eso por supuesto no está para nada claro, por el momento
(¡sería nuestro deseo!), dentro de esa abigarrada amalgama de resistencias a la “Europa”
que se nos impone.
Uno de los ámbitos de articulación de esa diversidad contestataria son los Foros
Sociales Europeos. Estos surgieron al calor del proceso iniciado en Porto Alegre (Brasil)
con la celebración del primer Foro Social Mundial, en enero de 2001. En su
convocatoria los movimientos y colectivos sociales europeos cumplieron un papel muy
relevante. Desde entonces hasta ahora se han celebrado cinco encuentros de dicho foro
planetario de movimientos de resistencia a la “globalización”. En 2004 tuvo lugar en
50 Los grupos conservadores en general están más apegados a las estructuras del Estado-nación, o mejor
dicho, representan más fielmente los intereses del capital “nacional”, aunque defiendan también por
supuesto el “proyecto europeo”, sobre todo los de los grandes Estados, Francia y Alemania; mientras que
la socialdemocracia, los liberales y ahora Los Verdes son más “europeístas”, y objetiva e
institucionalmente defienden mejor los intereses del capital transnacional “europeo”. Si bien el partido
popular europeo ha dejado claramente su impronta en la nueva Constitución Europea.
51
Mombai, India. En 2005 ha vuelto con otro formato a Porto Alegre, y en 2007 se
trasladará a África, no está claro aún si a Kenia o Costa de Marfil. En el territorio
europeo, al igual que en otros continentes, se ha iniciado ya desde hace tres años la
convocatoria de Foros Sociales Europeos (FSE): Florencia (2002), París (2003) y
Londres (2004). En 2006 el Foro será en Grecia. Es una expresión más del llamado
“movimiento de movimientos”, o “movimiento antiglobalización”, que en los últimos
tiempos manifiesta un cierto repliegue en cuanto a su capacidad de movilización51, si
bien los Foros continúan siendo, por el momento, espacios de condensación de energía
contestaria.
Los Foros son un espacio de encuentro muy diverso, que sirven principalmente
de lugar de debate y reflexión, aunque también valen para impulsar ciertas
movilizaciones. Sin embargo, por su dimensión y por las formas que adopta su
convocatoria estos foros tienden a estar más bien hegemonizados por aquellos sectores
del movimiento más cercanos a planteamientos institucionales, o más próximos a la
izquierda tradicional. Digamos que los sectores más autónomos o libertarios tienden a
permanecer al margen, o más bien participan periféricamente en actividades paralelas
que se organizan fuera de los mismos, aunque coincidiendo en tiempo y lugar (no sin
tensión) con estos grandes eventos “alternativos”. Lo cual hace de los mismos,
momentos de intensa agregación en la diversidad, contaminación de las dinámicas y
estructuras de contestación, y creación y reforzamiento de redes de resistencia y
transformación. En cualquier caso, son hitos nuevos en las dinámicas antagonistas que
están ayudando también, en el caso del FSE, a moldear la oposición al “proyecto
europeo” a escala continental y, en menor medida, más allá de las fronteras de
“Europa”. Es algo reciente que no existía en el pasado, que puede ayudar a dar nuevas
perspectivas a las luchas locales y sectoriales, para que no se agoten en sí mismas,
aunque esta dinámica “forista” corre el peligro de ritualizarse e institucionalizarse.
La postura en general que predomina dentro del FSE es de oposición al
“proyecto europeo” neoliberal, y por otra posible “Europa”. Si bien dentro de esa “otra
Europa es posible” coexiste todo un abanico de posturas. Pero el hecho de que en el FSE
propiamente dicho (no en las actividades paralelas al mismo) se haya abierto este
espacio, en parte, a la presencia de la CES (Confederación Europea de Sindicatos), ha
repercutido, entre otras razones, en una falta de un posicionamiento claro, contrario, a la
llamada Constitución Europea, aunque eso sí, se denuncie en sus declaraciones públicas
su carácter neoliberal y antidemocrático. Es más, algunos sectores minoritarios del
llamado movimiento “antiglobalización” (encuadrados, podríamos decir, en los posturas
más “alterglobalizadoras” y “reformadoras”), plantean la conveniencia de un “proyecto
europeo” (no se atreven a defender abiertamente éste que “tenemos”), como contrapeso
al poder unilateral abiertamente agresivo de EEUU. Uno de sus portavoces más
cualificados, Toni Negri (Negri, 2003; Arroyo, 2004; Negri, 2004), así se manifiesta
51 Esquematizando (mucho), podríamos decir que el llamado movimiento “antiglobalización” irrumpió
con una inusitada fuerza a escala mundial a finales de los noventa (y especialmente tras Seattle), y llegó a
eclipsar, enredar, contaminar y potenciar (muy positivamente) otras resistencias y transformaciones
anticapitalistas y antipatriarcales, locales o sectoriales. Pero ahora parece que se ha iniciado una nueva
etapa en la que el movimiento “antiglobalización” (como tal) se reconvierte en mayor o menor medida
(quizás hacia un mayor enraizamiento en las luchas locales), dependiendo de los territorios, y vuelven a
resurgir con perfiles propios muchas actividades de contestación y creación de alternativas locales y
sectoriales que indudablemente han sido impregnadas y vivificadas por él, y que asimismo se siguen
enlazando en mayor o menor medida con las dinámicas antagonistas más globales y su espíritu.
52
claramente. Son diversas las corrientes que, de una u otra forma, apoyan esta visión, y
que llegan a caracterizar a “Europa” como una “potencia benévola” que puede
contribuir a frenar a EEUU. El antiimperialismo yanqui de la “vieja izquierda” aún
sigue pesando, y parece que todavía existe una mayor condescendencia respecto de
“Europa” y al papel de ésta en el mundo. Sin embargo, el debate in crescendo en torno a
la Constitución Europea, está ayudando a delimitar posturas y está obligando a
posicionarse claramente en torno a la misma. No caben opciones intermedias. En
general, podríamos decir que coexisten dentro de la oposición al “proyecto europeo” dos
(o más bien tres) grandes posturas: las “antieuropeístas” de uno u otro signo (es decir, de
“izquierdas” o de “derechas”), y las “proeuropeístas” (“progresistas”) críticas52. Es lo
que Durao Barroso (2004), presidente de la Comisión, califica como la “amenaza
populista de izquierdas o de derechas” a la UE, conforme el consenso “centrista”
(conservador, socialdemócrata, liberal y, ahora, “verde”) en torno a la integración
comunitaria va mermando poco a poco (en porcentaje de voto, y sobre todo en
población que lo vota).
En principio, tanto los “antieuropeístas” (de “izquierdas”) como los
“proeuropeístas” críticos están convergiendo, en gran medida, en ese amplio espacio
público difuso que comentábamos, ese “afuera” del “proyecto europeo”, contra esta
“Europa” del capital y la guerra, la que se plasma en la Carta Magna. Confluencia que
tiene una gran importancia para poder frenar el proyecto de Constitución Europea y para
resistir las políticas neoliberales que parten desde Bruselas. La denuncia de la
Constitución está teniendo pues la virtud de ayudar a crear y aglutinar, en principio, esta
amalgama de posiciones críticas diversas. Pues los hay que proclaman que lo que es
necesario es todavía “Más Europa” (grupo de Izquierda Europea), para poder conseguir
una “Europa social”, sin que el Estado-nación desfallezca, pues son éstos (según estas
tesis) los que pueden meter en cintura al capital, y además porque es en el marco de los
Estados donde fundamentalmente se realiza todavía la vida política y social, y donde se
desarrolla prioritariamente la lucha de clases. Es decir, una reforma en profundidad de
la actual UE. Otros plantean la refundación de “Europa” (Conferencia Anticapitalista
Europea), para que pueda realmente alcanzar su contenido social y ambiental y
democrático radical. Y en la misma línea, los más “radicales”, es decir algunos grupos
de la vieja izquierda extraparlamentaria, hasta formulan la necesidad de llegar a
instaurar (no se sabe muy bien cómo) los “Estados Unidos Socialistas de Europa”
(Chesnais, 2004). Las posiciones de Negri, aunque más “postmodernas”, tampoco
difieren mucho de estas visiones. Negri aboga por una “Europa” claramente federalista,
con el fin de limitar, superar y diluir al Estado-nación, y después de coquetear con el
“Sí” a la Constitución Europea, eso sí con un “Sí, estratégico crítico”, pues denunciaba
52 Los “antieuropeístas” del campo de la “izquierda” serían aquellos que se podrían enmarcar más o
menos dentro de las corrientes anarquistas, libertarias y autónomas, que también se definen contra el
Estado-nación; y los “europeístas” críticos se relacionarían en general con todas las variantes de la
izquierda marxista tradicional (socialista, comunista, trotskista, etc). Los grupos vinculados con
movimientos sociales sin una adscripción política precisa oscilarían entre estos dos polos. Asimismo, en
las distintas variantes del campo nacionalista progresista se pueden encontrar grupos que basculan
también entre ambos posicionamientos, aunque cada vez más decantándose por el “antieuropeísmo”, si
bien propugnando la necesidad de alcanzar un Estado propio para sus pueblos. Las posturas
“antieuropeístas” de derechas se agrupan en dos espacios dentro del Parlamento Europeo, el grupo la
“Europa de las Naciones”, de la derecha nacionalista tradicional (fundamentalmente nórdica), y el grupo
“Democracia y Libertad”, que aglutina a organizaciones de la extrema derecha ultranacionalista,
xenófoba, racista y hasta neonazi, que apoyan en todo caso un libre mercado a escala “europea”, pero con
Estados-Nación fuertes que lo gestionen.
53
el carácter neoliberal y antidemocrático de la Constitución, últimamente parece que se
decanta por impugnar ésta53. Si bien en una reciente visita suya a Madrid, argumentó
que el “Sí, abre” posibilidades de transformación y el “No, cierra”. En todas estas
posturas críticas al “proyecto europeo” neoliberal parece que sigue funcionando de una
u otra forma el mito de Europa, y que se refuerzan las dinámicas de crear nuevas
estructuras de poder político, de carácter supraestatal, que forzosamente estarán alejadas
de los ciudadanos, que serán de difícil (por no decir, casi imposible) control
democrático, y que por tanto serán cada vez más funcionales y permeables (se quiera o
no se quiera) a los intereses de las estructuras de poder económico y financiero, que
cada día operan de forma más centralizada (aunque también funcionen en red).
De cualquier forma, tiene una enorme importancia que lleguen a confluir en la
contestación al “proyecto europeo” tanto los que creen que “otra Europa es posible”
(entre los que no me encuentro) y aquellos que planteamos la necesidad de oponernos al
“proyecto europeo” como tal (esto es, deconstruir “Europa”), que no es sino un
proyecto de las elites europeas para ampliar y garantizar su dominio continental y
global. El “proyecto europeo” es un proyecto desnudo más allá de los intereses
económico-monetario-financieros, y de poder político y militar necesario para mantener
y ampliar éstos. Y como decimos fuera del mismo, en toda la UE, un conjunto
enormemente heterogéneo de fuerzas y actores se están articulando entre sí, dentro de
una gran diversidad para luchar contra la única “Europa” realmente existente. Esa
contestación abarca pues un amplio abanico de posturas que se extiende desde la
reforma (en profundidad) a la deconstrucción de “Europa”, pasando por su
refundación. Su confluencia es clave para frenar el “proyecto europeo” que se nos está
imponiendo, y como parte de él la Constitución Europea es un hito de enorme
importancia que es preciso y posible frenar (a escala “europea”). Y es dentro de ese
magma variopinto donde debemos debatir también, entre posturas muy distintas, acerca
de cómo deconstruimos esta “Europa” y cómo debemos deconstruir también al mismo
tiempo el Estado-nación, como forma de ir más allá de esta UE del capital y de la guerra
crecientemente insostenible, y cada día más injusta socialmente y antidemocrática.
Indudablemente no hay respuestas ni alternativas sencillas a problemas y realidades
muy complejas, pero hace falta otra cultura política, y nuevas formas organizativas, que
nos permitan someter a crítica los mitos pasados y presentes (no sólo el de Europa, sino
también, entre otros, los del “desarrollo” y el “crecimiento”) y los clichés
(“revolucionarios”) preestablecidos, así como las estructuras verticales de resistencia,
para poder abrir nuevos horizontes de transformación anticapitalista, antiimperialista y
antipatriarcal, de carácter no eurocéntricos.
Los movimientos sociales, un actor clave para combatir el “proyecto europeo”
En este sentido, los movimientos sociales54 se pueden configurar como un
53 En unas declaraciones a EL PAÍS de Cataluña (Arroyo, 2004), Negri criticaba la postura del “No” de
izquierdas a la Constitución: “dicen No a Europa porque quieren más Europa. Pero no entiendo por qué
rechazan empezar. Yo también quiero más, pero no voy a rechazar lo que ya tendremos”. Y añadía que el
que más se beneficiaría del “No” sería Bush. Más recientemente reclama otra Constitución, denunciando
la Constitución emanada de la Convención: “Contra la Convención por la Constituyente”, para lograr una
Constitución contra la guerra, por la paz, por la renta de ciudadanía y la distribución igual de la riqueza,
que permita la expresión del ansia de libertad de las multitudes, dentro y contra el Imperio. Eso sí, con
una visión eurocéntrica de poder exportar la libertad y solidaridad europea a todo el globo (Negri, 2004).
54 Tanto aquellos que irrumpen en los sesenta: ecologista, feminista, pacifista, etc, como los nuevos
54
instrumento clave, de hecho lo está siendo ya, que permita ir superando la cultura de la
“vieja izquierda” y alumbrando esa nueva cultura política, esos nuevos contenidos y
esas nuevas formas organizativas que posibiliten el combatir la “construcción europea”
en otros terrenos. El problema es que dichos movimientos sociales tienen una existencia
atomizada y precaria, con importantes altibajos, y en general no están articulados a
escala europea. De esta forma, se puede ir estableciendo poco a poco un espacio público
europeo (y, por extensión, mundial) al margen del espejismo de participación
institucional creado por esta “Europa” (un espacio absolutamente secuestrado), que
permita ir avanzando en una crítica profunda al “proyecto europeo”, e interconectando
la multiplicidad de experiencias moleculares de resistencias al mismo. Hay muchas más
expresiones de resistencias al despliegue del “proyecto europeo” de lo que parece, pero
como decimos, son en gran medida fragmentarias, en general a escala local o estatal, y
de una intensidad temporal limitada. Desde las que se suscitan al calor de la
degradación ecológica del espacio europeo (luchas ciudadanas contra los impactos
ambientales y territoriales y la desaparición del mundo rural55), hasta las que afectan a
nuestras formas de vida y consumo (luchas y movilizaciones contra los alimentos
transgénicos, las privatizaciones de servicios públicos –directiva Bolkestein-, etc, así
como nuevas experiencias de desarrollo agroecológico y consumo altenativo), pasando
por nuevas formas de protesta contra la degradación laboral y social (intentos de
articulación política de la población precarizada –euromaydays-, alternativas de
desarrollo comunitario, etc). Dentro de estos movimientos de contestación laten también
una diversidad de posicionamientos antagonistas al actual “proyecto europeo”, aunque
quizás no de forma estructurada, y su concreción depende asimismo de los territorios
europeos de donde parten –la Europa anglosajona, del Sur, nórdica, centroeuropea, o los
países del Este (mucho más débil en estos casos)-.
Mención aparte requiere el tratamiento del movimiento feminista a escala
europea, sazonado también por parecidas diferencias territoriales, cuya parte más activa
ha decidido poner decididamente proa contra la Constitución Europea, pues más allá de
la retórica de “igualdad formal” que en principio destila la Carta Magna, se consagra un
modelo económico, político (militar) y social que es especialmente lesivo para las
mujeres, y que puede poner en peligro los logros alcanzados por éstas, tanto a nivel
estatal como en el marco comunitario. La “Europa” neoliberal que blinda y acentúa la
Constitución, va a redundar en una mayor precarización de la vida para las mujeres, y va
a agravar la inseguridad laboral, la pobreza y la exclusión social que en el espacio de la
Unión son prioritariamente femeninas. El desmantelamiento del “Estado social” que
intensifica el nuevo Tratado Constitucional va a profundizar las desigualdades de género
existentes, reforzando la división sexual del trabajo que históricamente ha existido en la
Unión. El Estado se va a retirar de la atención y cobertura social, a costa de agravar el
trabajo de cuidados realizado prioritariamente por las mujeres en el ámbito doméstico.
No en vano en la Constitución Europea se refuerza el papel de la institución familiar. El
Estado se retira a favor de la familia, invisibilizando y recargando aún más las tareas de
las mujeres, imprescindibles para que la sociedad se reproduzca, produzca y funcione.
De hecho, en el articulado del Tratado aparece el derecho al matrimonio, pero no el
derecho al divorcio ni al aborto. La Constitución establece también que la UE
movimientos “antiglobales” de los últimos años, así como su hibridación mutua.
55 En nuestro caso Prestige, Plan Hidrológico Nacional, desmanes urbanísticos y territoriales diversos,
desarticulación del mundo campesino residual, etc. Pero lo mismo podríamos señalar en otros espacios de
la Unión.
55
mantendrá un diálogo regular con las Iglesias, y consultará con éstas las políticas de la
Unión. Se pretende pues constitucionalizar la injerencia de las Iglesias en las cuestiones
públicas, lo cual supone un retraimiento de la laicidad y la revalorización de unas
instituciones que han impulsado a lo largo de la historia el sometimiento de las mujeres
a los hombres como algo natural. Asimismo, la Carta Magna promueve una “Europa”
crecientemente militarizada (y securitaria), que prima los valores machistas y favorece
la resolución violenta de los conflictos. En definitiva, el futuro marco constitucional
defiende las instituciones y valores que perpetúan la subordinación de las mujeres a los
hombres, y esto es perfectamente funcional con los objetivos de la Unión, al tiempo que
dificulta el avance de los derechos sociales e individuales de las mujeres. Todo ello es
una garantía para la continuidad de una organización social de corte patriarcal, que en
las últimas décadas había limado sus aristas más agudas como resultado de la lucha
feminista, de considerable implantación social en la UE, y de la concienciación
generalizada acerca de su situación de las mujeres en el espacio europeo (y mundial).
De esta forma, se puede afirmar que las reivindicaciones feministas son un verdadero
estorbo para el despliegue del “proyecto europeo”, y es por eso por lo que el movimiento
de mujeres está orientando su actividad crecientemente contra éste, al calor de la
denuncia de la futura Constitución. Esta dinámica de contestación antipatriarcal
atraviesa además, en mayor o menor medida, aunque quizás no con la intensidad
necesaria, todas las actividades antagonistas (Hernando y Acevedo, 2005).
Mientras tanto, los sectores más activos del “movimiento de movimientos”, en
general los más alejados de la política institucional, muchos de los cuales participan en
los Foros Sociales Europeos, unos desde dentro y otros desde fuera, así como otros
muchos que en gran medida los apoyan en la distancia desde sus realidades de luchas
locales o sectoriales, parece que han entrado en una nueva etapa. Después del 11-S se va
a producir un cambio de estrategia; es decir tras el ciclo de luchas que va desde Seattle
(noviembre de 1999) a Génova (julio de 2001), que alcanza como apuntábamos una
dimensión en gran medida mundial y que tiene como eje central la movilización en
torno a las cumbres de las instituciones del capitalismo global (FMI, BM, OMC, G-8,
etc), consiguiendo romper la imagen especular de estas instituciones internacionales. En
el escenario “europeo” también se intensificaron las movilizaciones en torno a las
cumbres de la UE (Niza -2000-, Gotemburgo -2001-), que ya venían de la segunda
mitad de los noventa (a partir de la cumbre de Ámsterdam, 1997), y que se refuerzan
con el cambio de siglo al considerarse la Unión como uno de los principales actores
mundiales de la “globalización”. Pero tras Génova y especialmente tras el derrumbe de
las Torres Gemelas se va a entrar claramente en una nueva etapa del “movimiento”.
Dicho cambio de estrategia56 es en parte forzado por el incremento represivo que
establecen las propias estructuras de poder en torno a estas cumbres57, aparte de que
éstas se van a trasladar a lugares cada vez más remotos e inaccesibles; y en parte
56 Que consiste fundamentalmente en un replanteamiento de la centralidad de la movilización en torno a
las cumbres, pasando por así decir de una desobediencia civil organizada y puntual en torno a las mismas,
a una desobediencia civil difusa en el espacio y dispersa en el tiempo, con un mayor enraizamiento en lo
local y en lo sectorial, sin abandonar la necesidad de las interconexiones “europeas” y globales.
57 Los casos más sonados fueron los de Gotemburgo, donde la policía sueca provocó con su actuación
fuertemente represiva distintos heridos de bala entre los manifestantes, y sobre todo la de Génova (julio,
2001) en la que la policía de Berlusconi tuvo una actuación directamente criminal, con un saldo de un
muerto (Carlo Giuliani), cientos de heridos y miles de detenidos. Pero también se repitió la fuerte
represión especialmente en Salónica (junio, 2003) -ver cita de inicio del libro-, y en otras cumbres en las
que se elimina el derecho a la libre circulación (espacio Schengen), así como otros derechos y libertades.
56
también porque el movimiento se decanta por centrarse en luchar contra las dinámicas
del capitalismo global, y del “proyecto europeo” en particular, reforzando las luchas
locales y sectoriales. No sólo para resistir mejor dichas dinámicas, sino también para
intentar transformar las realidades más inmediatas al margen de la lógica mercantil e
institucional. Quizás una estrategia menos visible y espectacular, pero probablemente
más efectiva a medio plazo. Más con los pies en la tierra. Al tiempo que también, en el
caso de la Unión, el hecho de que se agote el circo de cumbres europeas rotando por las
distintas capitales comunitarias, hacía asimismo obligado dicho cambio. A pesar de
todo, en este último periodo se han dado importantes movilizaciones en torno a las
cumbres de la UE, siendo obligado resaltar las que tuvieron lugar, en 2002, durante el
semestre de la presidencia española (Barcelona, Sevilla, Valencia, Oviedo, Pamplona,
etc). Sin lugar a dudas, la movilización de Barcelona contra la “Europa del Capital y la
Guerra”, como lema principal, ha quedado inscrita como la más masiva de la historia
contra una cumbre de la UE. Entre 300.000 y 500.000 personas se manifestaron contra
los líderes “europeos” en aquella ocasión.
Además, el escenario de “guerra permanente” en el que se va instalar el
capitalismo global después del 11-S, y más en concreto la guerra contra Irak, va a
obligar también al “movimiento” a desarrollar toda una actividad (hasta entonces muy
limitada) de contestación a estas nuevas dinámicas del capitalismo global. Las
movilizaciones contra la guerra se van a convertir en una exigencia de primer orden en
la agenda del “movimiento de movimientos” y en una seña de identidad fundamental del
mismo. Todo ello eclosiona el 15 de febrero de 2003 en una verdadera movilización
mundial contra la guerra en las principales ciudades del planeta. Y especialmente en
Europa donde las movilizaciones adquieren una gran dimensión. En concreto en los tres
principales países europeos implicados en las fuerzas de la “Coalición”: España, Italia y
Gran Bretaña. Posteriormente ha habido diversas convocatorias a escala global y
europea contra la guerra, de menor dimensión y con paulatino declive. La contestación
contra la “Europa” del capital y contra la guerra se va a ir convirtiendo quizás poco a
poco en una única lucha, articulada eso sí en diferentes planos; sobre todo visto el
carácter fuertemente militarista de la actual Constitución Europea, y la incapacidad de la
UE para enfrentarse abiertamente a dicha lógica, convirtiéndose a posteriori en
cómplice de lo que acontece en Irak, Afganistán y Palestina, entre otros puntos calientes
del globo.
Finalmente, dentro de las resistencias a las dinámicas del “proyecto europeo”
cabría señalar un nuevo ámbito de luchas, aquellas protagonizadas específicamente por
los “ciudadanos de segunda clase”, los ciudadanos de Estados extracomunitarios que
viven y especialmente trabajan en los distintos países de la Unión. Desde hace años se
están produciendo agrupamientos de estos ciudadanos para reivindicar sus derechos a
múltiples niveles. Estas luchas adquirieron un relieve especial a partir de las
movilizaciones de los “sin papeles” primero en Francia, a mediados de los noventa, que
se extendieron posteriormente en muchos países de la Unión. Y sus reivindicaciones se
han ido desarrollando no sólo en el ámbito laboral, sino también referidas a aquellas
cuestiones relacionadas con distintas facetas de la vida cotidiana: salud, cultura,
educación, desigualdades de género, y hasta el derecho al voto. En definitiva sus plenos
derechos de ciudadanía. Sus demandas chocan frontalmente con la voluntad de las
distintas estructuras de poder de explotar, debilitar, dividir y marginar a estos colectivos.
Y sus luchas, por tanto, cuestionan radicalmente el papel que se les ha asignado en la
futura “Europa”. Como en EEUU la organización y las movilizaciones de estos
57
“ciudadanos de segunda” suponen un reto enorme para la nueva sociedad que se
configura. Es por eso por lo que las estructuras de poder se preparan desde hace tiempo
para lidiar también con este antagonismo en paulatino ascenso. Antagonismo que se
entrelaza con otras dinámicas sociales de resistencia al “proyecto europeo”, y con
aquellas específicas también de solidaridad directa con la problemática de esta
población extracomunitaria (iniciativas como “ningún ser humano es ilegal” o “no
border” –sin fronteras-), a pesar de los esfuerzos desde el poder para establecer
cordones sanitarios en torno a estas luchas.
No podríamos ir cerrando este apartado sin mencionar también cómo se están
incubando igualmente nuevos protagonismos sociales subterráneos y difusos, es decir,
no organizados o estructurados, que irrumpen en determinadas coyunturas con gran
potencia, aunque también desaparecen (en apariencia) con la misma celeridad. La
movilización en Madrid (y en otras ciudades del Estado español) el famoso 13 de marzo
de 2004, tras los atentados del 11-M, y la posterior manipulación mediática del gobierno
del PP, es una magnífica muestra de ello. Pero también se producen procesos más o
menos similares en otras latitudes del territorio “europeo”. Son fenómenos sociales
difíciles de escrutar, comprender y leer, pero son un buen indicador de un malestar
social en ascenso que irrumpe con inusitada fuerza en determinados momentos, al
margen de las dinámicas de la “vieja política”, y hasta de los movimientos sociales,
aunque en su extensión y propagación se ven ayudados por la articulación de redes
militantes difusas. Y todo ello coexiste también con un paulatino desarrollo, todavía
incipiente, de nuevas cosmovisiones y espiritualidades, ante el vacío y sinrazón de este
mundo postmoderno, y la sensación en ascenso de no future de seguir por los caminos
que nos llevan, que aunque no directamente antagonistas con el orden capitalista
vigente, si se están desarrollando al margen de él impulsando nuevos valores y nuevas
formas de relacionarse con el entorno social y ambiental.
La “guerra civil molecular”, una amenaza en el horizonte
Por último, se abre también un enorme interrogante en relación con la evolución
de las actuales dinámicas de contestación y desafección. ¿Qué pasará con ellas si se
desmantelan los instrumentos de “paz social subvencionada” que se han construido en
las últimas décadas? Tanto como consecuencia de las nuevas exigencias del capitalismo
global financiarizado, que necesita acaparar para sus circuitos de revalorización de
capital, cantidades siempre en ascenso de flujos monetarios para que no se derrumbe el
castillo de naipes de los mecanismos de acumulación y reproducción del capital-dinero;
como también, tal vez, por una decisión consciente, desde parte de las estructuras de
poder, de incentivar la “guerra civil molecular”, entre “los de abajo”, como forma de
intentar frenar y desactivar el cuestionamiento desde la base, de las formas de dominio
“de los de arriba”. De hecho, el llamado “movimiento de movimientos” no se podría
entender en gran medida sin la existencia de ese magma que es el “Tercer Sector”, y
todo lo que bulle en él y en sus aledaños. Algo así se atisba ya, sobre todo el interés de
paralizar como sea la confluencia de las luchas de los “no comunitarios” con los
distintos antagonismos que llevan a cabo los “ciudadanos europeos” de a pie. Se intenta
incentivar por distintas vías, que luego analizaremos con mayor detenimiento, las
jerarquías internas (comunitarios y “no comunitarios” –legales e “ilegales”-), y el
resentimiento (hacia) y la criminalización de los de “afuera”, con el fin de crear un
caldo de cultivo idóneo para este enfrentamiento entre “los de abajo”.
58
Además, se prevé que a partir de 2020 la población comunitaria total de la UE a
Veinticinco empiece a disminuir en términos absolutos, debido a la caída de la fertilidad
y aumento de la esperanza de vida. Es decir, asistiremos a un envejecimiento progresivo
de la población “europea” (en el caso de EEUU, su crecimiento poblacional es mayor y
su dinámica de envejecimiento menor). Lo cual provocará una mayor presión sobre las
finanzas públicas de los Estados de la UE (gasto en sanidad, prestaciones sociales,
cuidado permanente, pensiones), en un escenario en que la presión fiscal tiende a
disminuir por las exigencias del capitalismo “europeo” y global. Será pues preciso, de
acuerdo con la lógica del modelo, no sólo proceder a un rápido desmontaje del Estado
social para que no grabe las dinámicas de acumulación de capital, sino también
garantizar y controlar los flujos necesarios de población inmigrante que permitan de una
forma aun más intensa que en la actualidad su concurso como fuerza de trabajo
productiva y de cuidado, sobre todo si se retira el Estado del ámbito de la reproducción
social, y la estructura familiar –y, en concreto, las mujeres- ya no da(n) más de sí. Todo
ello reforzará aun más las tensiones culturales en las metrópolis, los guettos identitarios,
la búsqueda de identidades pérdidas, los fantasmas del etnicismo, sobre todo en los
llamados “barrios sensibles”, allí donde habitan “los de abajo” de ambos “bandos”
(comunitarios y “no comunitarios”). Es decir, donde se va a producir la “guerra civil
molecular” (que se está activando ya), azuzada por la extrema derecha, y promovida
también desde otras estructuras de poder, que es preciso desactivar como sea, y
reorientar de forma liberadora.
Una nueva “Europa” de Estados en red, reforzados, transnacionalizados y endurecidos
En la nueva Constitución Europea a los Estados se les asigna claramente (entre
otras tareas) la función de guardianes del orden interno, así como se les garantiza la
intangibilidad de sus fronteras (una de las exigencias de Aznar durante la redacción de
la Constitución), realzando de forma especial el protagonismo de los mismos en el
devenir de la UE, sobre todo en materia de política interior58. Es decir, se petrifica el
actual orden estatal y se olvida además cualquier referencia a los “pueblos” de
“Europa”, como en anteriores tratados, y mucho más a los “pueblos” sin Estado que
mantienen esa reivindicación (vascos, corsos, bretones, etc), para los que ni siquiera
cabe el derecho de autodeterminación que es reconocido por las propias NNUU. Y hasta
la “Europa de las Regiones” parece que pasa a una mejor vida, después de su lento (pero
considerable) desarrollo desde la década de los ochenta. Esto es, después de una cierta
cesión de “estatalidad” hacia abajo, y de reconocimiento por parte de la UE de ésta
“deslocalización” del poder político hacia las estructuras regionales en los últimos
veinte años, se frena este proceso dejándolo prácticamente en vía muerta; al tiempo
también que se paraliza en gran medida la cesión de ciertas competencias estatales hacia
arriba, con el fin de reforzar el papel de los Estados en la futura Unión.
Ante la pérdida de legitimidad (y debilidad) de las instituciones europeas, el
auge de la contestación y desintegración social interna, el nuevo contexto internacional
de intensificación de las rivalidades intercapitalistas, la necesidad de “gestionar”
volúmenes de población in crescendo no comunitaria, y la perentoriedad de frenar flujos
58 La UE “respetará las funciones esenciales del Estado, en particular las que tienen por objeto garantizar
la integridad territorial del mismo, mantener el orden público y garantizar la seguridad nacional” (artículo
5 de la Constitución Europea).
59
aún mayores de población inmigrante que desbordan las demandas de nueva fuerza de
trabajo, se va a recurrir a una institución centenaria: el Estado-nación (remodelado) para
hacerse cargo de este (des)orden de cosas, al tiempo que su estructura se va a poner (aún
más) abiertamente a funcionar en beneficio de los sectores hegemónicos del capital. El
Estado-nación que, según algunos, parecía desfallecer vuelve a resurgir fuertemente
reconfigurado, desprendiéndose cada vez más de su cara blanda (la del Estado social),
apuntalándose de forma creciente su cara dura (la policial y militar), y reestructurándose
internamente para ponerse en función del proyecto supraestatal del capital: el “proyecto
europeo”. Un proyecto que se ve obligado a construir su estructura política a partir de
esa materia prima existente: el Estado-nación, que se ha ido constituyendo y
remodelando durante siglos. Es la organización de poder más solvente de la que dispone
para la construcción de “Europa”, no tiene otra de igual entidad a mano, pero además se
ve obligado a contar con esta institución de poder territorial para edificar esa otra
estructura de poder superior, pues depende también para establecerla de su concurso e
iniciativa. Sin la participación directa del poder político existente no se puede construir
la nueva estructura de poder, que es clave para reforzar las dinámicas del capital
transnacional a escala de la Unión y para proyectar esta nueva potencia a nivel global,
máxime en esta nueva etapa de “globalización armada” en la que hemos entrado con el
nuevo milenio.
Pero esta estructura de poder superior es más bien un entramado supraestatal,
una red de Estados. Por lo que hemos visto “Europa” tiene pocas posibilidades (o
ninguna) de convertirse en el futuro en un nuevo y gran “Estado-nación” supraestatal,
valga la redundancia. La velocidad con la que se configura y reconfigura el “proyecto
europeo”, y la complejidad del tablero institucional, político, social y cultural sobre el
que opera, hacen muy difícil (imposible diríamos) ensayar dicha opción. Es por eso por
lo que la “Europa” (que sanciona la Constitución) se ha decantado por configurarse
como una nueva estructura política: una especie de “superEstado” postmoderno, que
cabría mejor definirlo como un conjunto de Estados funcionando en red. O mejor dicho,
en el futuro, en redes de distintos niveles de complejidad e interrelación, que conforme
nos vamos acercando a su corazón central, incrementan su densidad institucional
(“cooperaciones reforzadas”). Es decir, algo así como una estructura de círculos
concéntricos operando a distintas “velocidades” institucionales, a las que se adscriben (o
son asignados por los poderes centrales) los diferentes poderes territoriales estatales.
Este nuevo proyecto político de la UE es indudablemente un “objeto político no
identificado”, como se le ha llegado a caracterizar. Al menos en el universo institucional
conocido. En esta nueva configuración política la unidad que la compone: el Estado-
nación, por así decir se desnacionaliza, paradójicamente, al tiempo que se
transnacionaliza (Brenner, 2003; Serfati, 2004). Esta desnacionalización y
transnacionalización es algo que caracteriza a la transformación del Estado-nación a
escala mundial en la época de la “globalización”, pero este fenómeno adquiere una
especial relevancia en el caso del “proyecto europeo”, sobre todo porque da a luz una
nueva estructura institucional superior. Genuina en el caso “europeo”. Y en esta nueva
estructura institucional el Estado-nación que la alimenta podríamos decir, irónicamente,
y esquematizando, tan sólo conserva su bandera (junto con, en su caso, la “lengua
nacional”), y quizás la organización territorial, como señas específicas de identidad,
mientras que cambia en casi todo lo demás, adecuando su soberanía y funcionamiento a
las nuevas exigencias del “proyecto europeo” (más del 60% de las leyes y normativas
“estatales” provienen de Bruselas y son comunes a todos los Estados de la Unión); al
60
tiempo que se va adaptando también, con distintos ritmos, a las más amplias del nuevo
capitalismo (financiero) global.
La crisis del Estado-nación (social) y su “renacimiento” a favor del capital y su
(des)orden
La readecuación del Estado-nación que se desarrolló en la Europa occidental de
los “treinta gloriosos”, es decir, su configuración como “Estado del Bienestar” en la
época fordista, hace tiempo que venía experimentando cambios profundos. Las nuevas
dinámicas capitalistas que se van instalando a escala mundial desde finales de los
setenta, la propia evolución del “proyecto europeo” que las acompaña (Mercado Único,
Maastricht, Ámsterdam, Lisboa, Niza), la revolución conservadora y el inicio de las
políticas neoliberales en los ochenta (efecto y causa de las mismas), la Tercera Vía de la
socialdemocracia que las continúa en los noventa (impulsada también por las crisis y
transformaciones políticas que activa la caída del muro de Berlín), y la derrota del
movimiento obrero, han trastocado sustancialmente el “Estado social” característico del
espacio europeo occidental y de una época histórica. Pero ahora asistimos a una nueva
revolución (política y económica) en su estructura, una nueva vuelta de tuerca,
incentivada por las nuevas dinámicas del capitalismo global, especialmente tras el 11-S,
y por las exigencias adicionales que plantea la nueva fase del “proyecto europeo”,
moldeada asimismo por la presión e incidencia ideológica de las fuerzas de la extrema
derecha (ultranacionalista populista –pero a favor de la “Europa Blanca”-, xenófoba,
racista, antimulticultural, y especialmente antimusulmana) en la estructura político-
social. La nueva “Europa” que define la Constitución Europea certifica la etapa terminal
del Estado asistencial, así como el agotamiento progresivo de los mecanismos
redistributivos (e integradores) a escala estatal y comunitaria. En paralelo a todo este
proceso se ha producido una degradación de la “democracia”. Primero, se planteaba una
“contención democrática” como cuestión de gobernabilidad del nuevo capitalismo
global (y “europeo”), y de ahí hemos llegado a una “democracia” (aún más) vacía, sin
derechos, que se mantiene en base a una banalización mediática de la política. Además,
el poder estatal utiliza también la coartada de la Unión Europea para concentrar aún más
poder y desembarazarse de incómodos controles parlamentarios internos, con el fin de
poder llevar a cabo (no sin tensiones) las nuevas demandas que se le exigen. En este
recorrido forzoso el nuevo Estado-nación se ha dejado en el camino importantes jirones
de legitimidad (simbólica), que adquirió fundamentalmente en el periodo postbélico.
Y esta pérdida de legitimidad se va intensificando porque el Estado empieza a
dejar de percibirse como un ente “neutral” (nunca lo ha sido) entre el capital y el
trabajo, cuyo objetivo es lidiar en el conflicto social y proteger a los más débiles. No, la
actividad del Estado se pone cada vez con menos contrapesos (políticos) en función de
los intereses del capital transnacional, productivo y financiero. Recientemente, hasta la
propia administración estatal es la que está lanzando los mayores fondos de pensiones
privados, para el cuantioso personal funcionario y laboral a su cargo. Y en especial
como último rasgo de su “nacionalidad” en declive, el Estado sale de forma contundente
en apoyo de los principales sectores de capital autóctono que se transnacionalizan (junto
con otros capitales foráneos) para mejor crecer y acumular. El Estado ayuda a las
principales empresas “nacionales” a salir fuera, con el fin de ampliar sus mercados59. Y
59 Siempre lo hizo, pues el capitalismo tuvo desde sus inicios una dimensión mundial, que se ha ido
intensificando con el tiempo. Pero es en esta nueva etapa de “globalización”, cuando el capital “nacional”
61
para ello les da todo tipo de ayudas económicas60 y apoyo político-diplomático, si es
preciso. En muchos casos este apoyo deriva directa o indirectamente en deslocalización
de las propias empresas “nacionales” hacia enclaves exteriores desde donde exportan al
mercado “nacional” (y “europeo”, o mundial). Estas empresas (y entidades financieras)
transnacionalizadas que son las primeras que disponen de mecanismos para eludir sus
propias obligaciones fiscales, pues operan con un pie en los paraísos fiscales y otro pie
en “casa”, son también las primeras en obtener las ayudas precisas para proyectar su
actividad en el exterior. Y cuando vienen mal dadas en el exterior son capaces de
conseguir el apoyo político, diplomático, financiero y fiscal preciso para intentar hacer
frente a potenciales reveses. Es decir, se instaura un nuevo capitalismo (públicamente)
asistido. La implicación del gobierno Aznar, y de su propio presidente, en la crisis
Argentina, los créditos extraordinarios que se aprobaron de la noche a la mañana en el
Congreso de los Diputados para apoyar los intereses de las empresas “españolas” que
operaban en dicho país, junto con las amplias deducciones fiscales por las “pérdidas”
sufridas, son un buen ejemplo doméstico de todo ello. Y Rodríguez Zapatero, aunque
con otro talante, e imagen pública, continúa con matices en la misma dirección.
Todo esto hace, como señala Eva Joly (2003), la jueza que llevó el caso Elf en
Francia, que la gran corrupción se haya instalado dentro del propio Estado, en
connivencia con las grandes empresas “nacionales” transnacionalizadas, convirtiéndose
no en un fenómeno marginal, sino sistémico. Hoy en día las empresas
transnacionalizadas, que son principalmente las que operan en los mercados financieros,
están sometidas al llamado Gobierno Corporativo (Fdez Durán, 2003), y para crear
“valor para el accionista”, se ven tentadas (“obligadas”) a comportarse como lo han
hecho Enron, Parmalat, Vivendi, etc. No son solo las ovejas descarriadas las que actúan
así, sino que las condiciones estructurales en las que operan los mercados financieros y
la propia actividad económica, que no lo olvidemos las han creado (presionados) los
propios Estados nacionales “transnacionalizados”, generan el marco adecuado para que
el conjunto del sistema se vea abocado en esa dirección. Mientras tanto, la actividad
económica que permanece atada al espacio “nacional” y el conjunto de la fuerza de
trabajo son los que mantiene, fiscalmente, el funcionamiento del Estado-nación. No en
vano la mitad de los activos financieros mundiales está en paraísos fiscales (Joly, 2003),
y la Constitución Europea sanciona su existencia dentro de su propio territorio
(Luxemburgo, la sede del Tribunal Europeo de Justicia, entre otros), al tiempo que
prohíbe cualquier restricción a los movimientos de capitales, vengan de donde vengan.
Sin embargo, dentro del clima generalizado de “bajar los impuestos” en el que se ha
instalado el programa de cualquier partido político, y que responde asimismo a los
intereses de este nuevo modelo de capitalismo global financiarizado, la fiscalidad, esa
“carga” que llegó a adquirir en un momento histórico determinado un cierto carácter
progresista (debido a la correlación de fuerzas existente), y una forma de operar a través
del Estado redistributiva, hoy funciona justo en sentido contrario. Las grandes empresas
en primer lugar, pero también gran parte de la actividad económica, así como las
grandes fortunas y en menor medida, pero también, las rentas altas se benefician de una
bajada generalizada de impuestos (pues si no emigran hacia los “agujeros negros”
se proyecta aún más clara y masivamente sobre los mercados mundiales, abandonando y trascendiendo el
refugio hasta ahora protegido del espacio geográfico “nacional”. Le va su propia vida en ello.
60 Se establecen los créditos FAD (Fondos de Ayuda al Desarrollo) para apoyar la actividad exportadora
de las grandes empresas “nacionales”, se crean Agencias de Créditos a la Exportación cuyo objetivo es
cubrir riesgos de impago derivados de la venta de productos o servicios de dichas empresas en los
mercados exteriores, y se arbitran todo tipo de facilidades fiscales en relación con esta actividad foránea.
62
fiscales), mientras que éstos recaen cada vez más sobre la pequeña actividad económica,
el trabajo autónomo (de primera y segunda generación) y la fuerza de trabajo asalariada,
en especial aquella más precarizada.
El afianzamiento de la “Europa” securitaria y los Estados de “Tolerancia Cero”
Es el triunfo cada día más absoluto del mercado y el Estado-nación (en crisis)
debe adaptarse a la nueva realidad que se le impone, y prepararse para lidiar con una
explosión de desorden (antagonista y sobre todo no antagonista) fruto de treinta años de
ruptura de vínculos sociales que hoy sigue (aún más aceleradamente) su curso
(Germinal, 2003). Es por eso por lo que se intensifican los aspectos securitarios en el
“proyecto europeo”. Y que se refuerzan las funciones hobbesianas, represivas, tanto del
Estado-nación, como a escala comunitaria. Europol es un magnífico ejemplo de ello61.
Europol, que se crea con Maastricht, va a ver ampliado su ámbito de competencias, al
tiempo que opera sin ningún tipo de control parlamentario o judicial, lo cual supone una
importante amenaza para todo el entramado de derechos y libertades conseguido a
escala del Estado-nación. Se puede afirmar que se va consolidando una cultura de la
emergencia y excepcionalidad en el ámbito securitario, que se refuerza mutuamente
entre los Estados-nación y el espacio “europeo”. De hecho, las reformas penales,
jurídicas y policiales acometidas en el espacio de la UE al calor del 11-S van claramente
en esa dirección (incluida la posibilidad, que se hace realidad, de un fuerte control de
Internet), y desde la cumbre de Salónica (junio, 2003) están plenamente
comunitarizadas, suponiendo ya un muy importante recorte de los derechos y las
libertades. El 11-M va a suponer una nueva y poderosa excusa para dar una vuelta de
tuerca adicional en esta dinámica, tal y como se desprende de la nueva Constitución
(Asens y Ubasart, 2004). La avanzadilla en este terreno es Gran Bretaña que aprobó, ya
en 2002, una legislación antiterrorista que permite establecer una especie de limbo
jurídico para los detenidos foráneos en pleno corazón de la “Europa de las libertades”,
algo así como un “Guantánamo” dentro de la UE. El país que inventó el Habeas Corpus,
es ahora el primero que lo niega en la UE, siguiendo la estela de EEUU. Es un Derecho
que suspende las normas del llamado Estado de Derecho (De Lucas, 2003). Y que
ahora, en una nueva legislación antiterrorista en marcha, quiere extender también a los
“autóctonos”, “para no hacer discriminaciones”, pues según Blair la seguridad está por
encima de los derechos y libertades. Esta nueva legislación parece especialmente
pensada para la represión de activistas de los movimientos sociales que cuestionan el
orden vigente62, a los que se podría perseguir como a “terroristas”, estableciendo una
clara primacía del poder político sobre el poder judicial, mayor garante, hasta ahora, de
los derechos y libertades (que, en teoría, dice recoger la Constitución Europea en su
primera y segunda parte). Pero hay muchos más Estados dentro de la Unión que le
siguen de cerca. España es uno de ellos. La Ley de Partidos y su aceptación a escala de
la Unión es un buen síntoma de ello. En este campo (el de la “Europa” policial) parece
que las distintas estructuras de poder en la UE no manifiestan discrepancias. Se podría
pues afirmar que el Gran Hermano ya está aquí.
61 Y el Sistema Informático Schengen (SIS) una enorme base de datos personales que se recogen a escala
europea también. El SIS surge en teoría para controlar y regular los flujos migratorios, pero hoy en día
funciona como una vasta base de información policial, abastecida por todas las policías nacionales.
62 Y especialmente diseñada para poder actuar, a corto plazo, con el fin de impedir movilizaciones en
torno a la cumbre del G-8, que tendrá lugar en Escocia en julio de este año.
63
Convendría resaltar aquí dos campos de actuación de las estructuras estatales y
comunitarias en el ámbito securitario: la política penal y la política de inmigración, y la
interrelación también entre las mismas, y cómo ambas se orientan asimismo a conseguir
apoyo social a las estructuras políticas a partir de la gestión del miedo al “otro”, sea éste
“nacional” o principalmente extracomunitario, y cada vez más también hasta el propio
intracomunitario del Este. Esta gestión se ejecuta a través de políticas que van desde la
cada día mayor criminalización de la pobreza (en ascenso), hasta el reforzamiento
comunicativo-mediático del perfil delictivo del inmigrante. Si el Estado (y la UE)
pierde(n) apoyo social, es preciso conseguir reforzar ese apoyo a través de la gestión del
miedo, como ya apuntábamos antes. Un campo de actuación es todo aquello relativo al
“Estado penal”. Favorable con los “ganadores” y represivo con los “perdedores”. Hoy en
día caminamos hacia una “política social” que se está convirtiendo en una política
represivo-penal, como en EEUU, aunque por supuesto todavía hay una diferencia
sustancial entre el “Estado penal” estadounidense y el “europeo”. No en vano el número
de presos en EEUU es casi diez veces más alto, relativamente, al existente en “Europa”63
. Un encarcelamiento verdaderamente masivo, sin parangón en cualquier otro Estado del
planeta (Brandariz, 2004). En el “Estado penal” ya no hay aspiraciones rehabilitadoras.
Se pretende solamente sustraer a los “delincuentes” de la sociedad a través de medidas
de “tolerancia cero”64, como forma de dar “seguridad” al cuerpo social integrado, y de
conseguir réditos políticos (la venta de “seguridad”, compra “legitimidad”). Todo ello se
está empezando a acompañar, al igual que al otro lado del Atlántico Norte, de
mecanismos de privatización de cárceles y de leyes de justicia rápida, que suspenden o
dejan disminuidos los derechos fundamentales, al tiempo que promueven la “industria
privada de control del delito”, tanto penitenciaria como extrapenitenciaria. En EEUU
hasta se empieza a contemplar abiertamente (se está haciendo ya) el encarcelamiento
preventivo, al igual que en la nueva legislación antiterrorista británica que también lo
posibilita, todo ello bajo la excusa de la “lucha contra el terrorismo”. La política penal
es un ámbito prioritariamente estatal, aunque se están estableciendo ya mecanismos
(como la “euroorden”) para aplicar un normativa penal común a escala comunitaria,
bajo la excusa de la lucha contra el terrorismo.
La gestión del miedo a través de la política penal se va a convertir en un
mecanismo de apoyo a un nuevo “patriotismo estatal” y por ahora, en bastante menor
medida, en un instrumento de apuntalamiento de una “Europa” fuerte. Este nuevo
“patriotismo estatal”, basado en el culto al Estado de “Tolerancia Cero”, promueve un
trasvase de recursos públicos del ámbito de la asistencia y el bienestar social al de
control. Y en él, las autoridades penitenciarias y los servicios sociales cooperan
directamente en la gestión de las poblaciones actual o potencialmente excluidas,
estableciendo dispositivos tutelares extraordinarios de gobernabilidad y seguridad sobre
dichos márgenes (Brandariz, 2004).
La “Europa Fortaleza”, vincula cada vez más el “enemigo interior” con el “enemigo
63 El número de presos en EEUU es 685 por 100.000 habitantes, mientras que la media comunitaria “tan
sólo” alcanza, por ahora, los 87 presos por 100.000 habitantes (Rifkin, 2004). La población carcelaria se
ha multiplicado en la hiperpotencia por más de cinco entre 1975 y 2000, sobrepasando los dos millones de
presos entonces. Además, existen más de cinco millones de personas con control extrapenitenciario, por
medio de libertad vigilada (Brandariz, 2004, Wacquant, 2003).
64 Término creado por el Manhattan Institute (un think tank en materia securitaria) y promovido primero
en Nueva York en los noventa. Según su filosofía la mejor forma de luchar contra la gran criminalidad
consiste en perseguir con severidad hasta los pequeños desordenes cotidianos (Brandariz, 2004).
64
exterior”
Por otro lado, la política de inmigración ha tenido hasta ahora una dimensión
prioritariamente estatal a pesar de instrumentos como el espacio Schengen, que han
permitido (y obligado) a una coordinación de este tipo de políticas en el ámbito
comunitario. Pero con la nueva Constitución Europea, y las políticas que la acompañan,
esta política va a tener, como se ha apuntado, una dimensión crecientemente
comunitaria. Y se va a utilizar también como una forma de reforzar el apoyo social a la
UE, especialmente dentro de su corazón central, que se va a proteger respecto de las
posibles “avalanchas” de las periferias, incluyendo la propia periferia de la UE, recién
incorporada a la Unión. Es curioso cómo en el espacio Schengen están todos los países
de la antigua UE a Quince, salvo Gran Bretaña e Irlanda, más “sorprendentemente”
Noruega, Suiza e Islandia, tres países que no forman parte de la UE. Y sin embargo, no
forman parte de él los nuevos miembros de la UE a Veinticinco. Así pues, el apoyo que
se busca obtener en las clases medias de ese corazón central comunitario, va a ir en
detrimento seguro de una mayor cohesión social de la UE como un todo, y de una
percepción de la Unión como un espacio inclusivo para los nuevos miembros.
La nueva Constitución Europea establece la creación de una Agencia Europea de
Control de Fronteras, que va a “gestionar” de forma unitaria, y aún más firme, el control
de los flujos migratorios a escala comunitaria; a este respecto, en relación con la
inmigración el encarcelamiento preventivo, y la expulsión, existen ya desde hace tiempo
(es decir, la privación de libertad sin mediar delito ni resolución judicial, simplemente
por ser un “sin papeles”, así como su posterior repatriación). Salvo el establecimiento de
cupos de inmigrantes por países, que lo determinarán los Estados miembros, pues los
mercados de trabajo siguen siendo todavía “nacionales”. De hecho, el sistema “europeo”
común de asilo se reduce muy drásticamente en toda la Unión, y se orienta a sus
solicitantes hacia los mismos “campos de concentración” (centros de agrupamiento
especiales) en los países periféricos a la Unión, para el acceso filtrado a ésta, que los
“inmigrantes económicos”. Es más, la ayuda comunitaria al “desarrollo” para los países
limítrofes del Sur y del Este, va a estar condicionada al control en origen de los flujos
migratorios y a la aceptación de los “sin papeles” expulsados por la UE. Y la lucha
contra el terrorismo internacional va a permitir (va a ser una excusa más en) el combate
contra las incipientes organizaciones de los trabajadores inmigrantes, lo que ayudará a
yugular sus reivindicaciones laborales y de otra índole, abaratando aún más su fuerza de
trabajo y garantizando un mayor sometimiento de la población extracomunitaria. Ésta ha
sido una de las razones de la aprobación en EEUU de la Homeland Security Act, en la
que la hostilidad a la sindicación de los trabajadores inmigrantes es muy explícita
(Caffentzis, 2003), y va a ser un componente también, quizás no tan patente, por ahora,
de la política inmigratoria comunitaria. Al inmigrante se le presenta cada vez más como
el nuevo “enemigo interior”, resaltando policialmente su perfil delictivo, que enlaza
directamente con el “enemigo exterior” más allá de las fronteras de la UE. Ello es
funcional con el desdibujamiento entre las políticas de orden público interno y la
“defensa exterior” de la Unión Europea. En este nuevo modelo securitario “europeo” las
funciones policiales y militares tienden progresivamente a confundirse, y la política
interior y exterior también. Es preciso recordar que no es lo mismo el control
democrático sobre la policía que sobre el ejército. En este sentido, es de resaltar cómo
en las fronteras de la Unión con el exterior participan ya conjuntamente, en las
funciones de control, fuerzas policiales y militares. Esta tendencia es algo común a los
65
principales centros de poder territorial de los espacios centrales, entre las que destacan
por supuesto las políticas impulsadas al respecto por EEUU, sobre todo tras el 11-S.
El “proyecto europeo”: cabalgando del “dominio dulce” al “dominio fuerte”
La Unión Europea ha podido presentarse, hasta ahora, como una verdadera
adalid de las formas de “poder blando” en el nuevo capitalismo global. No podía ser de
otra forma, su propia debilidad político-militar le obligaba a ello. Su complejidad y
tensiones internas le creaban (y le crean) una dificultad intrínseca para definirse como
una estructura política compacta y un poder militar autónomo. En su población anida
todavía un fuerte sentimiento antiguerra. Y hasta cuatro países de los antiguos Quince
poseen el status de países neutrales: Suecia, Austria, Finlandia e Irlanda. Algunos rasgos
recalcan este carácter de líder mundial del “dominio dulce”: la UE (como un todo)
gasta, por ejemplo, tres veces más en “ayuda al desarrollo” que EEUU, y su
contribución económica a NNUU es más del doble que la de la hiperpotencia, lo que la
convierte en el principal contribuyente mundial a su mantenimiento (CEO, 2004). La
UE ha sido una de las principales abanderadas (retóricas) del “desarrollo sostenible”,
ese intento de lavado de imagen verde de las nuevas formas de crecimiento del
capitalismo global. De hecho, dicho objetivo figura en el preámbulo del Tratado de
Maastricht, se incorpora todavía más “claramente” en el de Ámsterdam, se recoge
también formalmente en el texto de la Constitución, si bien se le encuadra dentro de la
necesidad de alcanzar una “economía altamente competitiva”, y es el principal defensor
mundial (hasta ahora) del protocolo de Kyoto. Además, muchas de sus grandes empresas
forman parte muy activa de instituciones como el World Business Council for
Sustanaible Development (Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo
Sostenible)65, y son también las principales impulsoras del llamado Global Compact (o
Contrato Global) en el marco de NNUU. Este acuerdo promueve una financiación
empresarial de NNUU, y a cambio las grandes transnacionales que lo suscriben
consiguen el aval de esta institución (que a pesar de todo todavía conserva una cierta
imagen positiva), endulzando su imagen corporativa con el señuelo de que “protegen”
los derechos humanos y “fomentan” un desarrollo en equilibrio con el entorno allí
donde actúan. Es decir, la llamada “responsabilidad social y medioambiental
corporativa”, eso sí, sin ningún tipo de compromiso que vincule su actuación a dichos
objetivos, sin ningún control público al respecto, y todo ello basado tan sólo en la acción
voluntaria impulsada por las grandes empresas, según ellas la entienden.
En definitiva, tanto la UE en su conjunto, como sus grandes corporaciones
empresariales, han utilizado profusamente estas formas de “dominio dulce”, a través de
potentes estrategias de comunicación mediática, como tarjeta de presentación para
expandir su influencia y actividades a escala mundial, y como vía para intentar
desactivar la contestación social. No por casualidad se utiliza un discurso
metamorfoseado con las demandas manipuladas de la izquierda y los movimientos
sociales (ecologismo, pacifismo, feminismo… y hasta, en parte, del llamado
“alterglobalizador”). Si bien esa ola de “poder blando” comunitario y de
“responsabilidad social y ambiental” corporativa “europea” puede estar ya en vías de
65 Un órgano que se crea dentro de NNUU al calor de la Cumbre de Río (1992), y que actúa desde
entonces como mecanismo de lavado de imagen “ecológica” de muchas de las principales transnacionales
del mundo, especialmente europeas, y como forma de que los acuerdos internacionales de carácter
medioambiental que se adopten no vayan contra los grandes intereses empresariales, sino a su favor.
66
reorientación. De hecho, desde finales de los noventa se inicia un importante giro
supeditando los objetivos sociales y medioambientales a la necesidad de lograr un
modelo económico altamente competitivo, sobre todo tras la aprobación de la
denominada Estrategia de Lisboa (2000). No en vano “Europa” pretende convertirse en
el espacio regional más competitivo del mundo para el 2010. Y esta actitud se ha
reafirmado claramente con la actual Comisión, presidida por Barroso, en donde se habla
ya claramente, sin tapujos, de supeditar los aspectos sociales y medioambientales a la
necesidad de impulsar el crecimiento y la competitividad, si es que se quiere cumplir
con la agenda ultraliberal definida en Lisboa. Al mismo tiempo, importantes lobbys empresariales, entre ellos la ERT, empiezan a demandar a la Comisión que abandone
hasta el apoyo al protocolo de Kyoto, o la directiva REACH66, pues su cumplimiento
puede derivar en una menor competitividad de las empresas “europeas” en el mercado
mundial. Y algunos comisarios se hacen eco abiertamente de sus demandas (CEO,
2004). De hecho, en Consejo Europeo (marzo, 2005) se decidió retocar la directiva
REACH, para garantizar la competitividad de las empresas, así como frenar mayores
compromisos “europeos” en el proceso de Kyoto, con el mismo propósito. Así pues,
muy probablemente en los próximos años veremos una importante reorientación del
discurso (estrategias de comunicación), y por supuesto de la actuación, de las
estructuras políticas comunitarias y de su tejido empresarial.
La UE (con la Constitución) se prepara para convertirse en un “poder fuerte”
De cualquier forma, debajo de esa pretendida piel de cordero del “dominio
dulce”, despuntaban ya desde hace tiempo ciertos comportamientos más bien
relacionados con el “poder fuerte” del cannis lupus. En especial, en algunos de sus
miembros. Y entre ellos destacan Gran Bretaña y Francia que, además de ser potencias
nucleares, suman en torno al 60% de los gastos en armamento de la UE. A este dúo de
potencias se agrega de forma cada vez más clara Alemania, que intenta recuperar el
tiempo perdido durante años, como resultado de las condiciones que le imponen las
potencias ganadoras tras la Segunda Guerra Mundial. De hecho, su propia Constitución
le impedía hasta hace poco que su ejército (la Bundeswehr) interviniese fuera de su
territorio, pero la coalición roji-verde ha logrado modificarla tras el 11-S. Alemania sabe
que si quiere despuntar como potencia mundial, y llegar a conquistar un puesto
permanente en el Consejo de Seguridad de NNUU, tiene que reforzar la proyección
internacional de su ejército y potenciar aún más su industria militar. Esto hace que el
núcleo central de la industria militar europea se encuentre en estos tres países, aunque
ésta se desparrama también por diversos Estados de la UE, entre ellos España. Los
grandes grupos europeos de la industria militar aeroespacial vienen integrándose
progresivamente desde hace tiempo, destacando el conglomerado EADS, dirigido por
un tandem franco-alemán, que se configura como la punta de lanza del complejo
militar-industrial “europeo”. El gasto militar del conjunto de los países de la UE
significa el 20% de los gastos militares mundiales, aunque representa todavía bastante
menos de la mitad del presupuesto militar de EEUU. Es decir, para nada se puede
considerar a la UE como un “gusano militar”, aunque tenga hasta ahora una incapacidad
66 Que pretende someter a un cierto control de idoneidad a la industria química europea antes de lanzar
nuevos productos al mercado.
67
manifiesta para poner en común (de forma autónoma y coordinada) la potencia militar
de sus respectivos Estados miembros. Tras la caída del Muro de Berlín, y en concreto
desde Maastricht, las “revoluciones de terciopelo”, el colapso de la URSS, y la Guerra
del Golfo, es decir, desde principios de los noventa, cuando se alumbra un nuevo
capitalismo ya verdaderamente global de carácter unipolar, se ha ido haciendo cada vez
más patente la necesidad de construir no sólo la “Europa” política, sino también la
“Europa” militar. Una no se puede entender sin la otra. Y se han ido dando pasos
tímidamente en esa dirección, que ahora se pretenden intensificar con la Constitución
Europea (Serfati, 2004; Bad, 2004; CEO, 2004).
Además, tras el fin de la Guerra Fría se acrecientan las tensiones
intercapitalistas, que habían quedado apaciguadas y subordinadas en dicho periodo por
la existencia de un enemigo común. Y, por otro lado, se agudiza también la necesidad de
intervenir en la Periferia, ante el progresivo agotamiento de recursos naturales, y en
especial los combustibles fósiles, en los territorios de los países centrales. Pues aunque
formalmente se caminaba, al menos así se nos decía retóricamente, hacia el “desarrollo
sostenible”, el hecho manifiesto era que el modelo productivo del capitalismo
“postindustrial” e “inmaterial” que se impulsa en los espacios del Centro, y en concreto
en “Europa”, es cada vez más dependiente de recursos materiales que se obtienen de los
espacios periféricos (Naredo y Valero, 1999). Igualmente, en los noventa se asiste al
estallido de una multiplicidad de conflictos de “baja intensidad” (eufemismo utilizado
para caracterizar las guerras interétnicas, subnacionales, o hasta interestatales por la
delimitación de fronteras) en los espacios periféricos; en total más de cincuenta, que
ponen también en juego la permanencia del “dominio blando” europeo en determinados
espacios del globo. En especial en África, coto principal hasta entonces de las potencias
europeas (sobre todo de Francia). Y al mismo tiempo, el propio patio trasero europeo, el
territorio balcánico de la exYugoslavia, ardía por los cuatro costados y hacía temer una
propagación de la inestabilidad allende sus fronteras. Era pues preciso intentar sofocarlo
como fuera, sin tener que recurrir a la “ayuda” de la hiperpotencia. Se hacía pues
necesario preparar los instrumentos necesarios para poder intervenir en escenarios fuera
del territorio de la UE, y no sólo en los teatros de operaciones más cercanos, sino
también en lugares distantes del globo. La UE rescata a principios de los noventa (tras
Maastricht) el instrumento militar de la UEO, que había quedado prácticamente
enterrado desde la creación de la OTAN, es decir, desde hacía cuarenta años, y define la
posibilidad de intervenir en supuestos o en crisis como los mencionados anteriormente.
Estas posibles intervenciones llegarían a ser conocidas como misiones
Petersberg, por la ciudad alemana donde se tomó la necesidad de impulsarlas en 1992
(Hernández Holgado, 2000). Esto es, en el alambicado y críptico lenguaje diplomático-
militar se contemplan tres tipos posibles de actuaciones: misiones humanitarias y de
salvamento; de mantenimiento de la paz; y de gestión de crisis -que requieren fuerzas de
combate- (la Guerra del Golfo se caracterizaba como una intervención de “gestión de
crisis”), incluyendo el restablecimiento de la paz. En esta retórica destaca la necesidad
de justificar esa futura actividad militar en base a términos del ámbito del “dominio
dulce”: “intervenciones humanitarias”, “fomento de la paz”, etc. Más tarde, en 1999,
curiosamente tras la guerra de la OTAN contra la Yugoslavia de Milosevic y el inicio
del lanzamiento del euro, es cuando se establece finalmente la figura de Mister PESC
(el “en teoría” representante comunitario de la Política Exterior y de Seguridad
Común)67; y también cuando se decide crear una Fuerza de Intervención Rápida
67 La decisión de la creación de Mr PESC se había tomado en el Tratado de Ámsterdam en 1997.
68
Europea de 60.000 efectivos, para 2003, cuando la moneda única estuviera plenamente
operativa, capaz de llevar a cabo las misiones Petersberg. El propio Solana, el recién
nombrado Mr PESC, es el que se encarga de hacer desaparecer definitivamente la UEO,
en 2000, para permitir la irrupción del componente militar de la UE con rasgos propios.
Sin embargo, tanto la gran dificultad (exigencia de unanimidad) para tomar decisiones
en el ámbito militar a escala de la UE, como el rechazo en general de las poblaciones
comunitarias a las aventuras militares, han hecho que hasta ahora el recurso a la
intervención militar de la Unión haya sido muy limitado. En general, la UE ha ido detrás
de donde intervenía EEUU, o la OTAN, con la aquiescencia previa de la hiperpotencia,
y con el objetivo de intentar hacer de coche escoba del gigante estadounidense, o de la
Alianza Atántica, intentando recomponer (y sufragar) los platos rotos que van dejando a
su paso (Bosnia, Macedonia y Afganistán; en el caso del Congo, Washington ha dejado
hacer solos a los “europeos” ante la complejidad del escenario en cuestión).
Por otro lado, el gasto de I+D+i (Investigación, Desarrollo e Innovación) tiene un
creciente componente militar, y de hecho EEUU ha utilizado su liderazgo absoluto en
dicho terreno para adquirir una ventaja muy importante en el plano tecnológico. Los
propios grupos de la industria militar europea están obligados a ir a buscar contratos, o
más bien subcontratos, en los presupuestos de I+D+i del Pentágono. Se establece, pues,
una compleja red de relaciones de competencia y cooperación entre la industria militar
estadounidense y la “europea”, aunque ésta tiene una menor dimensión y manifiesta en
ocasiones un carácter dependiente; la propia EADS compite (con mucho éxito) por
ejemplo con Boeing en la producción civil (grandes aviones comerciales –Airbus,
p.e68.-) y es socia (subalterna) en ciertos segmentos de la producción militar (Serfati,
2004). Además, la propia existencia de la OTAN, y muy especialmente su ampliación al
Este, beneficia claramente a la industria militar estadounidense; Polonia, entre otros
países del Este, ha suscrito un importante pedido de aviones de combate a EEUU.
“Curiosamente”, la industria militar no se deslocaliza, sino que los Estados centrales
hacen todo lo posible para darle el oxígeno necesario con el objetivo de desarrollarla (no
existen límites en cuanto al apoyo estatal a la industria de “defensa”, de acuerdo con las
normas de la OMC), por la importancia decisiva que adquiere en la competencia global.
No sólo como fuente de poder político-militar, sino como parte de la ventaja que se
puede obtener en el plano económico y tecnológico. La industria de defensa está fuera
de las leyes del mercado y, al mismo tiempo, se convierte también en un elemento
decisivo para impulsarlo, y si es preciso ayudar a imponerlo por la fuerza. Así, en el
dominio espacial la ventaja de EEUU es determinante, pues no en vano gasta cinco
veces más en este capítulo que el conjunto de los países de la UE (Hoffman, 2004). Un
hecho de especial relevancia no sólo en el ámbito militar, sino también en el económico-
financiero, máxime en el nuevo capitalismo global en el que las nuevas tecnologías
(new economy) cumplen un papel clave, y por lo que ello supone también de ventaja en
el desarrollo del liderazgo (e innovaciones) de sus mercados financieros a escala
mundial. En este sentido, la UE ha tenido que jugar fuerte para poder impulsar tanto el
proyecto Galileo (la alternativa europea al GPS de EEUU, clave para desarrollar un
potencial militar autónomo), como desplegar un considerable esfuerzo económico para
lanzar sus propias aventuras espaciales (a través de la Agencia Europea del Espacio),
incluida una misión a Marte que intenta competir con la de EEUU.
68 El reciente lanzamiento del gigante Airbus 380 ha significado un verdadero triunfo de la industria
aeronáutica civil “europea”, al que se le ha dado una enorme repercusión mediática con su presentación
en sociedad por parte de Schroeder, Chirac, Blair y Zapatero.
69
Preparándose para un mundo de crecientes rivalidades intercapitalistas
Esta competencia acrecentada entre las dos orillas del Atlántico Norte, que
coincide también, paradójicamente, con procesos de fusiones y adquisiciones entre
ambos lados del océano, se ha visto asimismo azuzada por desarrollos en el campo no
solo de lo militar, sino de lo que podríamos denominar el ámbito de la seguridad,
entendido éste de forma amplia. De hecho, tanto el desarrollo de la propia Agencia
Nacional de Seguridad estadounidense (Nacional Security Agency –NSA-), como la
famosa red Echelon que ha impulsado ésta a escala global, apoyada por distintos países
del mundo anglosajón (en especial, Gran Bretaña y Australia), se han convertido en un
elemento crucial no sólo del control social de la comunicación electrónica a escala
mundial, sino de la potencialidad que brinda en cuanto al espionaje empresarial para las
propias corporaciones estadounidenses. El asunto llegó a adquirir tanta relevancia que
se creó una comisión especial dentro del propio Parlamento Europeo para abordar este
conflicto, que tuvo grandes dificultades para alcanzar resultados concretos. Las
rivalidades “europeas” con las corporaciones estadounidenses se dirimen en ocasiones
por la Comisaría de la Competencia, que ha abierto ya diversos expedientes (y multas) a
transnacionales con base en EEUU, algunas tan importantes como Microsoft. O bien se
intentan ventilar en el seno de la OMC, buscando su arbitraje (guerra del acero,
moratoria alimentos transgénicos, rivalidad Boeing-Airbus, conflicto de la Foreign
Sales Corporation, etc).
A partir del nuevo escenario global que se abre tras el 11-S, y el giro
abiertamente unilateralista de EEUU, las rivalidades entre la hiperpotencia y la UE van
a entrar en una nueva fase. Se asiste por así decir a una nueva etapa de “globalización
armada” impuesta por EEUU, como forma de hacer prevalecer no sólo sus intereses
geoestratégicos, sino también los económicos, tanto frente a la UE, como también en
relación con Japón, China, Rusia, la India o Brasil (Búster, 2004); y muy especialmente,
asimismo, como vía para garantizar sus intereses monetario-financieros, apuntalando la
hegemonía del dólar (frente al euro) manu militari, como se desarrollará más
extensamente en el libro en preparación que comentábamos en la Presentación69. La
guerra, pues, se convierte en la forma de defender y dinamizar la “economía” por otros
medios. En este nuevo marco, la necesidad para la UE de reforzar su potencia militar es
hoy un aspecto crucial, que se ha visto incluso aumentado debido al curso tomado por
EEUU desde 2001 (Serfati, 2004). Y es por eso por lo que la Constitución Europea tiene
unos rasgos claramente militaristas. La Constitución posibilita las “cooperaciones
estructuradas”70 en materia de “Defensa”, que pueden llegar a ser “permanentes”, llama
abiertamente a incrementar los gastos militares en los países miembros (cosa curiosa en
una Carta Magna), contempla la creación de una Agencia Europea de Armamentos
(hecho también chocante en un texto constitucional), amplía los supuestos en materia de
intervención militar en el exterior (Documento Solana), y permite sortear los controles
parlamentarios para declarar la(s) guerra(s).
Veamos con más detalle algunos de estos rasgos de progresivo predominio de lo
militar, y cuáles son también sus inconsistencias o debilidades. Por primera vez se
contempla en la Unión la posibilidad de lanzar “cooperaciones estructuradas” en
69 Y como se recoge más detalladamente en otro texto del autor: “Marte versus Venus, o dólar versus
euro” (Fdez Durán, 2004).
70 Nombre de las llamadas “cooperaciones reforzadas” en el ámbito militar, dentro de la Constitución.
70
materia de “Defensa”, a propuesta del Ministro de Asuntos Exteriores (y “Defensa”) de
la Unión; si bien éstas quedan condicionadas a la aprobación por unanimidad en el
Consejo (una de las “líneas rojas” exigidas por Gran Bretaña, bloqueo que se puede
mantener “sólo” durante un año), aunque luego pueda encargar a un grupo de países que
la ejecuten. El grupo de países neutrales no tendrá capacidad para ejercer como minoría
de bloqueo permanente (lo podía hacer con Niza, pero no con la futura Constitución),
aunque pueden decidir no participar en la posible intervención. De acuerdo con el
llamado Documento Solana (“Una Europa más segura en un mundo mejor”)(CCEE,
2003), que define la nueva concepción militar estratégica de la Unión, se amplía el
ámbito de potenciales intervenciones militares más allá de las misiones Petersberg. En
concreto, se contempla la posibilidad de impulsar “acciones preventivas” en la lucha
contra el terrorismo internacional, en la eliminación de armas de destrucción masiva, y
en la reconstrucción de “Estados fallidos”. En línea con la nueva concepción militar
estratégica de EEUU, aunque con una retórica más “dulce”: “acciones” preventivas, en
vez de “guerras” preventivas. Eso sí, se plantea que estas “acciones” se hagan de
acuerdo con los principios de la Carta de NNUU, que no necesariamente con la
aprobación formal y explícita de su Consejo de Seguridad71. Este requisito queda
deliberadamente ambiguo. Al mismo tiempo, se extienden las zonas geográficas
potenciales de actuación al mundo entero, aunque se establece también que se debe
cooperar con la OTAN, otro freno (de los atlantistas) a la actuación unilateral de la
Unión a escala global. Por último, se menciona que se mantendrá informado al
Parlamento Europeo, pero no que se consultará al mismo, ni mucho menos que se
someterá la posible intervención a su capacidad decisoria. El control parlamentario de
las acciones bélicas será pues inexistente, eliminando de un plumazo las importantes
restricciones que al respecto se dan en muchos de los Estados de la Unión. Y otro hecho
a reseñar es que el superMinistro de Asuntos Exteriores (y “Defensa”) de la Unión (que
es vicepresidente de la Comisión y depende también del Consejo Europeo), aúna bajo su
“teórico” mando las áreas de Exteriores y Defensa de la Unión, es decir, sería el
homólogo “europeo” (devaluado) de Condoleeza Rice y Donald Rumsfeld, al mismo
tiempo.
La nueva retórica para vender interna y externamente la UE superpotencia mundial
Sin embargo, a pesar de los pasos (dubitativos) que promueve la Constitución en
el desarrollo de “Europa” como “superpotencia militar” (pues no ha sido posible ir más
allá), el entorno político-social interno todavía es bastante reacio a sustentar una Unión
que actúe a escala global en base al “dominio fuerte”. Además, de acuerdo con
encuestas recientes, los ciudadanos de la UE no están dispuestos a aumentar los gastos
en “defensa” para alcanzar el objetivo de una Unión superpotencia militar. Este objetivo
en principio les parece bien, para equilibrar sobre todo el poder estadounidense, pero se
desea que “Europa” ejerza el liderazgo internacional principalmente en el plano
defensivo, y siempre que no implique un incremento de los gastos militares, sobre todo
71 Además, con ocasión de su 60 aniversario se quiere actualizar las NNUU a las necesidades del nuevo
capitalismo global, reestructurar su Consejo de Seguridad de acuerdo con los cambios producidos en el
marco geopolítico mundial, y reformular la proyección mundial de esta organización como consecuencia
de las aún más recientes mutaciones en el escenario internacional que ha traído consigo el mundo post 11-
S y la llamada lucha contra el terrorismo internacional. Se pretende que las NNUU adopten un futuro
marco de potencial intervencionismo internacional más proactivo, modificando la carta que se aprobó en
1945.
71
cuando están en peligro los gastos sociales (López Pintor, 2004). En este sentido, con el
fin de ir venciendo esta resistencia social a una UE basada en el “poder fuerte”, se
intenta edulcorar este futuro papel a desarrollar por el “proyecto europeo” y sus
consecuencias. La Comisión resalta el papel de las futuras acciones militares europeas
como agentes de ayuda humanitaria y de paz, más que como actores que impondrán
objetivos políticos (y económicos) mediante la fuerza. La propia industria militar
“europea” planteaba hace poco que, para impulsar los gastos militares, se debería poner
más el énfasis en la necesidad de proteger la sociedad civil y la libertad de los
ciudadanos, y parar de hablar de aumento de gastos militares (que suscitan rechazo
social), resaltando en cambio la conveniencia de promover la “economía de la defensa”
y cómo ésta puede ayudar a estimular el crecimiento y generar empleo (CEO, 2004). Por
otro lado, Solana (Mr PESC) ha llamado recientemente a las ONG’s a participar en las
futuras acciones militares de la Unión, resaltando que es preciso una colaboración entre
las organizaciones civiles y los ejércitos en las acciones de intervención exterior para
conseguir un “mundo más seguro”. Y más recientemente, el famoso tsunami que ha
azotado principalmente el sudeste asiático, parece que ha sido un “bendito” regalo del
cielo para intentar justificar la imperiosa necesidad de que “Europa” se dote de fuerzas
de intervención, militares y civiles (con un Cuerpo Europeo Voluntario de Ayuda
Humanitaria), que puedan acudir en “socorro” en casos de desastres de esta naturaleza
en cualquier lugar del globo.
En definitiva, para impulsar este nuevo papel la UE necesita recurrir a un
determinado discurso para legitimarlo, muy distinto del que desarrolla EEUU bajo la
presidencia Bush72, aunque el eje central de ambos sea principalmente el de la “lucha
contra el terrorismo”. La UE precisa poner el énfasis en la seguridad de sus ciudadanos,
y en su potencial papel benefactor para el mundo, exportando (según dice) el modelo
social y de convivencia europeo (que ella misma está dinamitando) a escala global, más
que en discursos sobre la guerra (“contra el terror”) y la necesidad de un “comandante
en jefe” (o un “presidente en guerra”) que vele por su seguridad. Ese discurso es
sencillamente invendible (por ahora) en “Europa”, también porque no existe un
presidente ni un “comandante en jefe” como tal. Es más en el futuro, con la actual
Constitución, habrá una estructura bicéfala en la UE, como hemos mencionado
anteriormente. Además, el presidente de la Comisión es, como él mismo ha expresado a
los medios, un hombre solo y débil (por el momento no ha habido ninguna mujer en el
cargo), sin nadie que expresamente le defienda a él y a la Comisión, es decir, que no
cuentan ni con un partido político ni con un grupo parlamentario potentes a escala de la
Unión que les respalden (Barroso, 2004). Además, la debilidad del presidente de la
Comisión se acentúa al no estar dotado de la legitimidad que confiere el sufragio
popular, pues es nombrado por el Consejo, es decir, tiene una legitimidad otorgada, y al
mismo tiempo éste le impone el nombre de los comisarios “nacionales” (no su función,
72 EEUU no tiene ese “problema interno” para imponer globalmente sus formas de “dominio fuerte”. Es
más, Bush recurre a un discurso basado en el mensaje bíblico, en la misión divina, y en definitiva de la
“Guerra Santa” del “Bien” contra el “Mal”, que goza (hasta ahora) de amplia aceptación ciudadana.
Además, su administración incita un sentimiento de impotencia y miedo, de vulnerabilidad extrema, en su
propia gente, que hace aún más necesario el que actúe un salvador, un “comandante en jefe”. Por otro
lado, en este discurso apocalíptico, como el mundo se está yendo literalmente al carajo, el medio ambiente
no tiene la menor importancia. No hay necesidad de ocuparse de temas como la “sostenibilidad”, porque
el mundo está en su cuenta final. Por eso no le pasa factura interna (o poca) las posiciones de su
presidencia en temas ambientales (p.e., rechazo al Protocolo de Kyoto).
72
en teoría)73. Lo contrario que el presidente de EEUU, elegido en unas elecciones
presidenciales, con facultad de nombrar a quien le plazca, respaldado firmemente por un
partido (que controla férreamente), y a lo que se añade, en esta nueva etapa de Bush,
que el partido republicano controla además las dos cámaras legislativas. Todo lo cual es
un handicap para la “en teoría” estructura ejecutiva de la UE en el nuevo mundo en el
que hemos entrado tras el 11-S: el de la “globalización armada”. Pero es más, la Unión
busca sacar partido también de esta debilidad, presentándose ante el mundo entero como
la defensora del multilateralismo (de nuevo cuño), de las NNUU (renovadas), de la
“ayuda al desarrollo”, de la “cohesión social”, del “desarrollo sostenible”, del “diálogo
(o alianza) de civilizaciones”, etc, a pesar de que su política exterior va cada vez más
por otros derroteros. Intenta presentarse ante el concierto mundial de Estados como el
“policía bueno” de la “globalización” y procura rentabilizar también este papel,
mientras se prepara abiertamente para poder llegar a ejercer abiertamente el “dominio
fuerte”.
La dominación descansa primordialmente en la coerción (en el poder de las
armas), mientras que el liderazgo que define la hegemonía (en sentido gramsciano), y
que busca la UE, se sustenta en la capacidad de presentarse a sí mismo, y sobre todo ser
percibido por los demás, como portador de un potencial interés general. El de las elites
(y otros sectores subalternos) de los principales Estados del mundo entero (al margen,
aunque –todavía- no en contra, de EEUU). En suma, una hábil mezcla de “dominio
dulce” y potencial “dominio fuerte”, que la UE intenta jugar con sagacidad. Lo
contrario de EEUU, que ve deteriorarse a velocidad de vértigo su imagen a escala
global, a pesar de la hegemonía indiscutible que mantiene en el plano mediático-
cultural. Hegemonía que está dispuesta a conservar a cualquier precio, pues el
bombardeo de Al-Yazira durante la guerra de Irak fue un claro mensaje para resaltar que
“el que no esté con nosotros, que se atenga a las consecuencias” (y el asesinato de José
se inscribe en la misma línea de actuación). Pero es una muestra más de su creciente
incapacidad para promover “suavemente” su dominio cultural mundial. Así pues, la
hegemonía estadounidense cada vez se tiene que manifestar (y sustentar) más
abiertamente en su abrumador dominio militar, con el tremendo coste que ello supone,
ya que está dejando de funcionar en otros terrenos: económico, político, ideológico y
hasta últimamente en el dominio monetario-financiero. De cualquier forma, la relación
transatlántica todavía funciona más o menos lubricada, pero con tensiones (crecientes),
cuando es preciso imponer los intereses de los espacios centrales sobre los territorios
periféricos.
Militarización del “desarrollo” y “lucha antiterrorista internacional”
Pero las relaciones del Centro (cabría mejor decir de los Centros) con la(s)
Periferia(s) están transformándose también a velocidad de vértigo. El discurso del
“desarrollo” que ha presidido (como señuelo) esta relación desde la Segunda Guerra
Mundial había entrado ya en una crisis profunda en los noventa, como consecuencia de
las nuevas dinámicas del capitalismo (financiero) global, y tras el 11-S, con la
“globalización armada”, pensamos que esa crisis es ya terminal. Quizás es un muerto
73 El propio nombramiento de Barroso fue muy complejo. No era para nada el candidato de Francia y
Alemania, al haber sido el anfitrión de la cumbre de las Azores, entre Bush, Blair y Aznar. Y en cambio
era apoyado por Gran Bretaña, Italia y los países del Este. Finalmente primó un consenso difícil de
alcanzar en torno a su perfil neoliberal, tal y como demandan los centros de poder para su mandato.
73
todavía “viviente”, porque es difícil buscar una retórica de recambio que funcione, pero
se puede afirmar que la era del “desarrollo”, como mito, ha acabado. El propio
Wolfensohn, presidente hasta ahora del Banco Mundial, ha declarado recientemente que
“el terrorismo en Irak ha eliminado el desarrollo de la agenda internacional” (Financial
Times, 24-9-04). No es sólo que el coste de la guerra contra Irak equivalga ya, según sus
palabras, a dos años de “ayuda mundial al desarrollo”, sino que la “ayuda al desarrollo”
que brinda EEUU se somete cada vez más a las exigencias de la “guerra global
permanente” que libra la hiperpotencia. La pretendida “ayuda externa” es cada vez más
un instrumento de la política exterior, que ahora se subordina abiertamente a las
necesidades de la “lucha contra el terrorismo”. Hasta en los acuerdos de “libre
comercio” que se firman con los espacios periféricos se incorporan condicionantes
geoestratégicos. Esto es algo palmario en el caso de EEUU, y en menor medida por
ahora en el caso de la UE, aunque ésta camina claramente en la misma dirección. De
hecho, p.e., la “ayuda al desarrollo” de la UE se está vinculando ya, de cara a sus países
limítrofes, al control y represión de la inmigración. Y la “ayuda al desarrollo” que la
propia Unión destina a los países subsaharianos, se está orientando cada vez más a la
financiación de las fuerzas militares de la Unión Africana. El propio Solana (2004) lo ha
manifestado también de forma clara hace poco: “Estamos dispuestos a utilizar nuestra
fuerza comercial y económica, exigiendo cláusulas antiterroristas en los tratados
bilaterales en los casos necesarios”.
Y la guinda en esta militarización del “desarrollo”, y de su vinculación con la
“lucha antiterrorista internacional”, la acaba de poner George Bush, que ha nombrado
para presidente del Banco Mundial, nada más ni nada menos que a uno de los máximos
halcones del Pentágono, y principal cerebro de la guerra contra Irak, el “neocon” Paul
Wolfowitz. Y “Europa” no ha tenido “más remedio” que aceptarlo. En la división
tradicional de cargos en las instituciones de Bretton Woods (el BM lo preside un
estadounidense, y el FMI un “europeo”), la Unión no podía, o no tenía capacidad, para
oponerse a semejante dislate. El principal organismo multilateral y mundial de crédito,
que hasta ahora había cuidado muy especialmente su retórica, aunque por supuesto no
su actuación (a pesar de que se presenta como el “bueno” de las Instituciones
Financieras Internacionales)74, convirtiéndose en el verdadero maestro global del
“dominio dulce”, de la financiación del “desarrollo” (que beneficia a los poderes
centrales), se va a convertir en un ariete más, enormemente potente, de intento de
imposición de los intereses del núcleo duro de Occidente, el espacio noratlántico, y muy
especialmente de EEUU, en el mundo entero. Esto es, en una prolongación más de la
“globalización armada”. Pero está por ver cómo esto es aceptado por otros poderes
periféricos emergentes.
La “lucha internacional antiterrorista” se convierte pues en el nuevo comodín
que permite justificar la lucha contra el enemigo “interno” y “externo”, que es cada vez
más el “otro”, conectando la política interior (crecientemente represiva) y la exterior
(cada vez más intervencionista). Esta “lucha contra el terrorismo” se modula en cuanto a
su formulación y concreción de forma distinta por EEUU y por la Unión Europea. La
presidencia Bush ha intervenido brutalmente tanto en el ámbito interno (Patriot Act y
Homeland Security Act), exacerbando el miedo de sus ciudadanos como mecanismo de
74 Los impactos sociales y medioambientales de sus políticas han sido ampliamente denunciados por el
llamado “movimiento antiglobalización”, así como su papel complementario del FMI, el “malo” de
Bretton Woods. El BM ha impulsado, aparte de sus proyectos principales, muchas líneas de trabajo
secundarias con ONG´s de distinta índole, para revestir de legitimidad a sus políticas (Fdez Durán, 2003).
74
paralización y control de la mayoría silenciosa, así como legalizando la figura del
“desaparecido” argentino; como en el externo (guerras preventivas: caso de Irak),
justificando que atacando (sin ningún tipo de restricciones) el “terror” fuera, es una
forma de que no llegue a actuar dentro. En el caso de la UE la “lucha antiterrorista” se
presenta de una forma más “atemperada y civilizada”. Se pone más el énfasis en la
seguridad interna de los ciudadanos, no se suscita en general –por ahora- el miedo de
sus ciudadanos75, y se tratan de enmascarar las restricciones a las libertades y a los
derechos ciudadanos que las nuevas políticas “antiterroristas” comportan. Y en cuanto a
la “lucha contra el terrorismo” en el exterior se resalta la necesidad de poner en primer
plano la colaboración policial y de inteligencia, las acciones diplomáticas y el diálogo y
alianza entre civilizaciones (Zapatero está cumpliendo en esta formulación un papel
relevante)76, antes que tener que llegar a recurrir al intervencionismo militar directo.
Pero es curioso cómo la política “antiterrorista” en el interior de la Unión, tras el 11-M,
se ha hecho depender de Solana, Mr PESC, que es el encargado de gestionar asimismo
la política exterior (y de “defensa”) de la UE. Se ha llegado a hablar hasta de la
posibilidad de crear una “CIA europea”, pero esto ha suscitado (por el momento)
muchas reticencias de los Estados, que son los principales actores de la lucha contra el
“terrorismo”. Ya está Europol, dicen éstos, temiendo perder el poder del control directo
de sus servicios de espionaje y seguridad. La “lucha antiterrorista” se convierte, pues,
en un nuevo ámbito de tensión entre la centralización del poder a escala “europea” y la
dimensión estatal, si bien su materialización está sirviendo también para reforzar el
protagonismo estatal.
De cualquier forma, en el nuevo modelo securitario europeo las funciones
policiales y militares tienden a confundirse crecientemente, al igual que en EEUU77,
aunque con un sello propio más “blando”, borrándose poco a poco las distinciones entre
la política interior y exterior, o mejor dicho, desdibujándose la separación entre el orden
público interno y la defensa exterior de la Unión. Por otro lado, la “lucha antiterrorista”
permite también la preservación (no sin tensiones en ascenso) del lazo transatlántico, no
en vano la OTAN la adoptó como objetivo propio de la Alianza en Praga (noviembre,
2002), a propuesta de EEUU tras su giro hacia la “globalización armada” impuesto por
la hiperpotencia después del 11-S. Es por tanto un elemento de confluencia de los
sectores “atlantistas” y más “europeístas” de la Unión, aunque puedan diferir en la
forma en que ésta se concreta. Y es defendida al mismo tiempo por los principales
Estados del mundo, las llamadas potencias emergentes (Rusia, China, India, Sudáfrica,
etc), como forma de arrasar con cualquier oposición interna, en nombre de la bendecida
mundialmente “lucha contra el terrorismo internacional”. Máxime cuando las propias
NNUU también se han definido firmes impulsoras de la necesidad de luchar contra el
“terrorismo internacional” y de coordinar las legislaciones nacionales al respecto, bajo
la presión de EEUU, la aquiescencia de los Estados de la Unión Europea, y el
beneplácito de las potencias emergentes. Si bien Kofi Annan ha defendido hasta ahora
públicamente la necesidad de encarar este “problema” de una manera más compleja que
acudiendo a fórmulas exclusivamente militares, desmarcándose del “choque de
75 Algunos Estados como Gran Bretaña sí lo han hecho abiertamente, y otros como Italia lo han
ensayado.
76 Tanto por la presentación que hizo en 2004 en la sede de la ONU de su “Alianza entre Civilizaciones”,
como por el hecho de que Kofi Annan, en la reciente cumbre de Madrid sobre terrorismo, con ocasión del
11-M, ha recogido este guante (que le lanza “Europa”) para impulsarlo desde NNUU.
77 La nueva Ley de Defensa española consagra la cooperación del Ejército y la Policía en la “lucha contra
el terrorismo”, un ámbito hasta ahora exclusivo de las fuerzas policiales.
75
civilizaciones”, y planteando la necesidad de atender también las necesidades de
“desarrollo” periférico (los llamados Objetivos del Milenio78), para que no se incube el
“terrorismo”, pues tiene que atender a la heterogeneidad de sus países miembros; y
además se encuentra con considerables problemas internos para precisar y consensuar
qué se entiende por “terrorismo”. Hasta el presente los distintos movimientos de
liberación nacional armados no entraban dentro de esta acepción, ni la resistencia contra
fuerzas de ocupación (un iraquí que empuña las armas contra EEUU ¿es un resistente o
un terrorista?). De cualquier forma, los que contribuyen a mantener las arcas de NNUU
(UE y EEUU, principalmente), o están dentro del Consejo de Seguridad (Rusia y
China), o quieren estar (Brasil, India, Sudáfrica, Egipto), sí están a favor de endurecer la
lucha contra el “terrorismo internacional”, que cada cual entiende a su manera, y a
reprimir las luchas de liberación nacional y las resistencias que se desarrollan en los
espacios periféricos, en muchos casos dentro de los propios territorios de las potencias
emergentes. El “antiterrorismo” se ha convertido, pues, en el banderín de enganche de
las distintas estructuras de poder territorial estatal en el nuevo capitalismo (financiero)
global, especialmente en esta nueva etapa que se ha abierto de “globalización armada”
tras el derrumbe de las Torres Gemelas.
En la “conferencia mundial antiterrorista” convocada en Madrid con ocasión del
primer aniversario de los atentados del 11-M, con fuerte iniciativa y presencia
“europea”, Kofi Annan ha presentado su propuesta, la llamada “Agenda de Madrid”,
donde se recogen los planteamientos esbozados, que se vinculan con la necesaria
reforma de las NNUU, como vehículo principal para una “lucha antiterrorista” global,
multilateral e inteligente, y que enlazan con el espíritu de la “Alianza de Civilizaciones”.
La próxima cumbre se ha convocado en Nueva York para septiembre de 2006, con
ocasión del quinto aniversario del 11-S, con el fin de fijar una definición común dentro
de NNUU del “terrorismo internacional”, si es posible, y establecer definitivamente una
agenda consensuada para enfrentarlo, que engarce con la nueva estructura y cometidos
de NNUU, si es que también hay un acuerdo final entre los distintos centros de poder
mundial en cuanto a su reorganización. El tiempo dirá si todo ello es factible, pues la
presencia de EEUU en Madrid ha sido muy discreta, si bien su representante ha
presionado para que la próxima cumbre fuera en la ciudad de los rascacielos, sede de
NNUU, y en una fecha tan señalada como la del colapso de las Torres Gemelas. Habrá
que ver si EEUU sigue considerando a NNUU un actor relevante y necesario para sus
planes, o se ve obligado a seguir contando con él a pesar de todo, y de qué manera, y si
se aviene a negociar los términos de su reestructuración con otros actores globales.
Entre ellos la UE, y sus principales Estados, en especial aquellos presentes (Gran
Bretaña, Francia) o aspirantes (caso de Alemania, y en menor medida Italia y España) al
Consejo de Seguridad.
¿Hacia el fin del Estado y la “Europa” (formalmente) democráticos?
Hoy en día las estructuras de poder, en especial el poder político de los espacios
centrales, y por ende los poderes económicos y financieros del capitalismo global, para
enfrentarse a las crisis actuales, y sobre todo a las que se vislumbran en el horizonte, se
ven obligadas cada vez más a recurrir a una “política de guerra” (interna y externa),
como forma de exasperación del dominio y de mantener el statu quo. Eso no quiere
78 El principal, el de reducir el nivel de pobreza mundial en 2000 a la mitad para en 2015.
76
decir que se hayan abandonado totalmente las formas de “dominio dulce” (ahí están
entre otras las nuevas maneras que emanan de Davos79, o las que se han intentado
perfilar -con poco éxito- en Barcelona en el Foro de las Culturas 200480), pero sí que el
“dominio fuerte” se va imponiendo inexorablemente sobre el “poder blando”. Sobre
todo en el caso de la hiperpotencia, y de una forma cada vez más clara, de cara al futuro,
en lo que se refiere a la UE. Y en cualquier caso, el “dominio dulce” se va
desarrollando, cada vez más, como una prolongación (suave) del “poder fuerte”, como
ocurre principalmente en el “proyecto europeo”, en donde este último está tan sólo en
estado de gestación.
Es por eso por lo que se afirma cada vez con más contundencia que estamos
asistiendo a la segunda fase de la revolución conservadora, en esta nueva etapa de
“globalización armada”, que puede llegar a implicar tal vez el fin de la democracia
(formal), al menos tal y como la conocemos hasta ahora en los países centrales. El caso
de EEUU es paradigmático al respecto, pero también lo que está aconteciendo en el
propio “espacio europeo” es ilustrativo. El final del llamado Estado de Derecho se
podría llegar a producir de forma casi “natural” como resultado de los cambios
institucionales que se están introduciendo en nombre de la “lucha contra el terrorismo”:
enormes poderes conferidos a la policía, al ejército y a los aparatos de seguridad;
ingente capacidad de control político, mediático y económico sobre la sociedad; e
indefensión de una sociedad civil cada vez más desestructurada, abúlica políticamente,
atontada mediáticamente, temerosa y sumisa a las estructuras de poder. Este es el caso
claro de la gran mayoría de la sociedad estadounidense, donde se podría decir que
estamos pasando poco a poco de un sistema político bipartidario a otro de partido único,
crecientemente autoritario, despótico y plutocrático. Pero el “proyecto europeo”, aunque
indudablemente a una distancia todavía manifiesta respecto de EEUU, camina en la
misma dirección. Se está dando pues la paradoja de que para salvar a la “democracia” de
sus “enemigos”, de acuerdo con el discurso del poder, primero hace falta destruirla, o
desvirtuarla aún más si cabe. Hoy en día esta especie de “neofascismo postmoderno”, o
mejor dicho “totalitarismo democrático”, no se construye contra la “democracia”, como
79 Davos, la máxima cumbre mundial del poder económico transnacional, principalmente europeo, pero
con una importante dimensión y proyección mundial, se ha estado “reconvertiendo” en estos años, sobre
todo en lo que a su proyección pública se refiere, tras ser seriamente cuestionado por el “movimiento
antiglobalización”. En las últimas convocatorias habían llamado a algunos representantes relevantes de
los movimientos globales, y se había incluido en su agenda (aparte del business as usual) el “interés” de
Davos por abordar temas como la lucha contra la pobreza mundial, el combate contra el Sida o el
deterioro ambiental planetario. Este año se ha dado claramente un paso más, en esta estrategia de
marketing mediático de las buenas intenciones de los poderosos de la tierra. Han sido atraídos a la ciudad
alpina suiza figuras renombradas del star system global, que llevan realizando algún tiempo una labor
filantrópica. Desde Sharon Stone y Angelina Jolie, a Richard Gere y Bono, pasando por supuesto también
por Bill Gates o George Soros. Para el año que viene ya han dicho los organizadores que estarán presentes
también estrellas del fútbol como Ronaldo o Zidane. Davos se ha impuesto definitivamente a Porto Alegre
en la batalla mediática que iniciaron en la Aldea Global.
80 Un magno acontecimiento mediático-cultural-mercantil, que envolviendo una gran operación de
transformación urbanístico-especulativa en la capital catalana, pretendía establecer nuevas vías para la
gobernabilidad social en las metrópolis multiculturales (en crisis) del siglo XXI (con su Agenda 21 de la
Cultura), al tiempo que procuraba cooptar (con escaso acierto) a sectores “alterglobalizadores” en esta
tarea. El fracaso en la integración de las dinámicas contestatarias en la propia Barcelona fue rotundo. Y su
objetivo de poder servir en cierta medida de puente entre Davos y Porto Alegre, también. Pero el proceso
abierto continuará en Monterrey (México), en 2007, y en otras metrópolis mundiales en el futuro.
Barcelona queda, pues, como “marca registrada” de una determinada forma de entender y proyectar el
consenso social (UTE, 2004).
77
antaño lo tuvieron que hacer sus antecedentes históricos, sino desde ésta.
A cada etapa del capitalismo le ha correspondido históricamente una forma
determinada de Estado, que ha sido consecuencia de las dinámicas y necesidades
concretas de acumulación del capital en esa fase, y de las circunstancias político-
sociales (internas y externas) en las que se veía obligado a operar. La nueva etapa de
capitalismo global financiarizado está suponiendo una crisis de legitimidad generalizada
de los Estados en todo el mundo, especialmente en las Periferias, donde entran en crisis
terminal en muchas ocasiones: caso de los llamados “Estados fallidos”. Pero en los
propios espacios centrales también se produce una erosión creciente del arraigo social
del poder estatal, es decir, de su legitimidad simbólica, que todavía no real o fáctica. El
desmantelamiento del “Estado social” que promueve la “globalización” supone una
quiebra de su imagen benefactora de cara a la ciudadanía; sobre todo si se profundiza
también en el desmantelamiento de los mecanismos de eso que hemos venido a
denominar la “paz social subvencionada”, como parece que se plantea como resultado
de las propias exigencias del despliegue del capitalismo (financiero) global, y de su
expresión en el “espacio europeo”. Dentro de la UE a Veinticinco esa crisis es aún más
intensa en los recién llegados a la Unión, por las circunstancias ya mencionadas. De
hecho, su sistema de partidos es enormemente fluido y precario, sin unas raíces
mínimamente estables, y se ve obligado hasta a recolectar famosos y artistas de todo
pelaje, outsiders del mundo de la política, para reclamar un voto ciudadano sin lealtades,
volátil y cada vez más reticente a expresarse. Lo mismo que ocurrió en Argentina en
tiempos de Menem, poco antes del “Que se vayan todos”, o en la reciente crisis
institucional de California, cuando irrumpe Schwarzeneger. Pero la crisis es también
cada vez más patente en los Estados centrales de la UE, que se ven sometidos al mismo
tiempo a una degradación adicional de su legitimidad por la creación de un espacio
político superior, la “construcción política comunitaria”, que les usurpa competencias y
les condiciona cada día más su “cara blanda” (junto con las dinámicas de los mercados
financieros), al tiempo que es incapaz a su vez de construir nuevas legitimidades
supraestatales, como hemos visto. Pero: ¿Cuánto tiempo más puede continuar esta
situación de degradación continua?¿Cuánto puede durar sin cambios cualitativos
importantes? Hasta ahora se ha intentado apuntalar esta paulatina degradación política a
escala estatal sin transformaciones sustanciales, aunque se está produciendo la
configuración de una nueva estructura de poder en la que confluye progresivamente el
poder político, el económico-financiero y el entramado de los grandes medios de
comunicación, todo ello en un contexto de “guerra” creciente interna y externa. El
ejemplo paradigmático de ese modelo sería la Italia de Berlusconi. Pero los límites de su
gobernabilidad, y de la capacidad de mantenimiento de sus políticas, son también
evidentes.
En el caso de la “Europa” comunitaria la crisis de identidad y legitimidad, como
ya hemos apuntado, es aún más palmaria. Y será todavía más aguda cuando funcione la
“Europa” cada vez más amplia y a distintas velocidades, y eso sin que medie un gran
shock económico y financiero, que puede agravar mucho más estos escenarios. Y un
shock de esa naturaleza puede estar a la vuelta de la esquina, como intentaremos resaltar
en el libro en preparación81. Además, no es lo mismo, p.e., como se ha intentado
erróneamente comparar, la ausencia de participación en las elecciones estadounidenses,
que en los comicios “europeos”, intentando restarle importancia a este hecho en el caso
de la Unión. En EEUU el Estado federal es una estructura legitimada (hasta ahora) y
81 Y como se avanza en el texto “Martes versus Venus, o dólar versus euro” (Fdez Durán, 2004).
78
potente, y además se promueve un patriotismo político hacia aquél que tiene hasta un
componente religioso. “América” se puede decir que vibra en el corazón de
prácticamente todos los estadounidenses. Es el mito que permite la cohesión de una
sociedad enormemente fragmentada y tensionada. Ese no es para nada el caso de la
Unión Europea, en donde la desafección hacia esta estructura supraestatal
(postmoderna) es galopante y en donde su ausencia de legitimidad es muy considerable,
y va en aumento. Las consecuencias de una participación electoral cada vez más exigua
son muy distintas. A ello se suma el hecho de que no existe una verdadera estructura
comunitaria de partidos políticos que ayude a impulsar una actividad institucional
coordinada a escala de la Unión. La cacofonía es evidente. Sobre todo ahora que han
ingresado los países del Este. La distinción entre “izquierda” y “derecha” a nivel
comunitario ha dejado de tener, en general, significado82. Y su “confrontación” reglada
era algo que había ayudado a legitimar a lo largo del siglo XX las democracias
occidentales. Hay partidos provenientes de la descomposición de los antiguos partidos
comunistas del Este que preconizan la alianza con EEUU. Mientras, la derecha francesa
la rechaza, seguida de cerca por la socialdemocracia alemana. Y la “nueva izquierda” de
Tony Blair se alía con Aznar (en su día) y Berlusconi para imponer sus tesis pro-
mercado y atlantistas en la UE. Todo ello dificulta aún más el que pueda existir una
práctica política partidaria común a escala de la Unión, que posibilite un mínimo de
visualización y legitimidad de las fuerzas políticas “paneuropeas” en las instituciones
comunitarias. Y por último, el hecho de la ausencia de división de poderes en el
funcionamiento de la Unión, y el confusionismo acerca de quién, o quiénes, son los que
verdaderamente toman las decisiones en la UE, es un elemento más, de gran
trascendencia, que echa aún más leña al fuego en esta falta de arraigo de sus
instituciones.
En estas circunstancias: ¿cómo se podrá mantener mucho tiempo más la ilusión
“democrática”? Sobre todo a escala comunitaria, especialmente si la Constitución
Europea resulta de muy complicada aprobación y ejecución83, y se vuelve perentorio el
construir (como sea, es decir, de forma autoritaria) una “Europa” política y militar que
haga frente a los nuevos desafíos que se le planteen a la Unión, en un mundo cada vez
día más convulso. ¿Será entonces preciso pasar a nuevas formas de organización estatal
y supraestatal que hoy tan sólo podemos barruntar? Quizás, desde algo parecido a eso
que se ha venido a llamar por algunos autores el “Estado-guerra” (López Petit, 2003), a
su articulación a escala “europea” en un entramado cada vez más militarizado y policial,
del que irían desapareciendo poco a poco hasta los últimos vestigios formalmente
democráticos, o bien donde éstos se habrían limitado al máximo. Por otro lado, este
escenario entraría en funcionamiento, sin duda, si (por distintas circunstancias) se activa
una contestación social masiva que pueda poner en peligro las actuales relaciones de
dominio, pues los instrumentos para este tipo de ejercicio de poder, si es necesario, ya se
están perfilando. Otra cosa sería su viabilidad para garantizar su permanencia en el
tiempo.
¿Caminando hacia algo así como el “Estado-guerra”? Sus límites claros en el caso de
“Europa”
82 Salvo quizás en el ámbito de las libertades individuales: libre opción de la sexualidad, aborto, divorcio,
etc.
83 P.e., si llegase a ganar el “No” en Francia.
79
El “Estado-guerra”, de acuerdo con estas reflexiones, sería una nueva
organización estatal de producción de orden, que tiene como horizonte el
“enfrentamiento armado” (externo e interno). En él se produce un gran relato unificador
frente al “Mal”, que complementa a todos los anteriores de la globalización. El “Estado-
guerra” supone un salto adelante en relación con el “Estado-crisis”, aquel encargado de
gestionar la primera etapa de la “globalización”. En el “Estado-crisis” todavía existía la
ilusión de un espacio público protagonizado por el sistema de partidos. Ahora es la
“guerra” la que actúa como reductor de complejidad, estableciéndose una creciente
polarización social amigo/enemigo, que simplifica el mundo y que sirve para apuntalar
(¿momentáneamente?) el statu quo. En este sentido, no es que desaparezca la política,
sino que la política pasa a un primer plano pero como “guerra”. El miedo, y en especial
el miedo al “otro”, que es el sentimiento medular sobre el que asienta el funcionamiento
del “Estado-guerra” (y que se promueve activamente desde el mismo), se convierte en
un factor de producción de orden primordial de cuya administración depende, en gran
medida, la neutralización de la acción política. El miedo, socialmente construido y
políticamente manipulado, y no tanto la esperanza, será el que lubricará la nueva
adhesión ciudadana a las estructuras de poder. Una ciudadanía basada en individuos
aislados, divididos y en guerra también unos con otros (“guerra civil molecular”), de los
que se quiere un repliegue absoluto sobre sí mismos, destruyendo cualquier tipo de
vínculo social, y a los que se les pretende suprimir igualmente cualquier capacidad de
posicionamiento propio, al procurar anular y neutralizar la más mínima distinción entre
verdad y mentira. Todo ello conseguido a partir de la degradación moral inducida y la
industrialización masiva de la mentira. A esta capa de producción de nueva subjetividad
desde las estructuras del poder (político y mediático), se sumaría al atontamiento
ciudadano producido por el bombardeo publicitario para fomentar el consumo
desenfrenado, una de las características de la etapa previa que se mantiene, mientras se
pueda (es decir, hasta que estalle una crisis global). Sería, pues, una especie de
readecuación al “totalitarismo democrático” en el que vivimos. Un paso más. Sin
embargo, el “Estado-guerra”, aparte de su tremendo coste de funcionamiento interno y
externo, y su más que probable dificultad para legitimarse y garantizar su permanencia a
medio plazo (a pesar de toda su potencia), implica un serio problema para la creatividad
postmoderna en la que está basado el nuevo capitalismo (financiero) global. Quizás su
ejemplo más cercano sería el tipo de Estado impulsado por los “neocons” de la
presidencia Bush, que está contaminando poco a poco las nuevas formas de gobierno
mundial.
Pero ya se están viendo, en el caso de la hiperpotencia, las limitaciones de
viabilidad (principalmente económica84) y gobernabilidad de este tipo de estructura
política en el medio y largo plazo. A pesar de que Bush ha ganado “claramente” su
segundo mandato, en base al voto que le ha otorgado la “América” profunda, es decir el
mundo fundamentalmente “rural”, aunque también de forma especial los hombres
blancos, la tercera edad, las clases medias altas, los sectores más religiosos, y el
abundante personal militar y exmilitar (veteranos de guerra), su victoria abre un futuro
lleno de interrogantes. Y esta victoria, aunque ha estado firmemente sustentada en los
84 Los costes del mantenimiento del “Estado represivo-penal” interno y del “Estado militar-imperialista”
en el exterior son ingentes; California p.e. gasta más en prisiones que en universidades desde 1994
(Wacquant, 2002), y el presupuesto de la guerra contra Irak ha desbordado todas las previsiones. Y ya
estamos viendo la incapacidad hasta del propio EEUU para financiarlos, y eso que cuenta con las
amplísimas ventajas que se derivan de la emisión de la moneda hegemónica de reserva mundial. Un
escenario que puede empeorar rápidamente si el dólar entra en una crisis abierta (Fdez Durán, 2004).
80
“valores tradicionales” que enlazan con el “Estado-guerra” made in USA: defensa de la
familia, la religión, la patria, el autoritarismo (“a los estadounidenses les gustan los
líderes fuertes”, según Paul Wolfowitz), es decir, los más rancios valores patriarcales, ha
sido una victoria pírrica que muestra serias dificultades para perdurar en el tiempo.
Especialmente si se producen cambios importantes en la coyuntura económica interna,
derivados de un más que probable resquebrajamiento de la posición hegemónica de
EEUU en el mundo, tanto en el plano monetario-financiero como en el político-militar.
Planos, por otra parte, íntimamente entrelazados. Así pues, si se producen estos cambios
de escenario, puede fácilmente saltar por los aires este modelo autoritario que se
sustenta en mimbres más débiles de lo que parece. Y erosionarse seriamente los mitos
en torno al patriotismo universal de la población estadounidense, y su adhesión
inquebrantable a su “comandante en jefe” en tiempos de guerra (por primera vez en
muchos años, tal vez desde la Guerra del Vietnam, se están produciendo serias fisuras al
respecto en la sociedad), dejando paso a serios conflictos en torno a las políticas
reaccionarias y militaristas. De hecho, las limitaciones internas y externas, y
especialmente la resistencia iraquí, mucho mayor y persistente de la esperada, le están
haciendo modular su afán unilateralista agresivo, y han frustrado sus planes de ver
doblegadas totalmente a Francia y Alemania a sus deseos, siendo consciente que tiene
que negociar de alguna forma con “Europa” para legitimar la ocupación de Irak en el
plano internacional, y para procurar compartir algo de los enormes gastos militares de la
ocupación, pero sin querer soltar el timón del mando militar. En definitiva, el control de
la ocupación. Cosa enormemente complicada, y a la que por ahora “Europa” se niega,
pues tan sólo se ha avenido a participar en aspectos secundarios.
De repente, el modelo Bush 2, que parecería que (de forma forzada) une y
difumina diferencias étnicas y sociales, construyendo identidad colectiva, al tiempo que
privatiza todo vínculo social, puede verse anegado por considerables formas de
ingobernabilidad antagonista y (sobre todo) no antagonista, haciendo inviable la
profundización de un “Estado-guerra” que haga creíble y manejable un American Dream en crisis. En este contexto la voluntad de Bush de crear una “sociedad de
propietarios” y “preparar a los ciudadanos estadounidenses para la vida en una sociedad
libre, donde cada ciudadano sea agente de su propio destino”, como ha expresado en su
discurso sobre el Estado de la Unión (enero, 2005), manifestando que tenía un capital
político acumulado tras las elecciones que pensaba gastar, puede ser que se le agote éste
bastante más bruscamente de lo que él (y los que le sustentan) piensa(n), haciendo
inviable el proyecto que pretenden. Y como parte del mismo, su sueño de “acabar con
todas las tiranías del mundo, que es el trabajo concentrado de generaciones”. En ese
escenario, es muy probable que entren en crisis también ese sentimiento de superioridad
de la población de EEUU respecto al resto del mundo, y su creencia acerca de la
excepcionalidad de su papel histórico de cara a éste. Esos mitos (inexistentes
-actualmente- en “Europa”, y difíciles de construir aquí) pueden empezar a quebrar si se
resquebraja la hegemonía estadounidense a escala global, abriendo la caja de Pandora de
las tensiones internas, que hasta ahora estaba bastante asegurada por el patriotismo
imperante. El modelo Bush ha sabido convertir el miedo en patriotismo, es más, ha
logrado afianzar la estrategia de control social de que el mayor miedo es ser tachado de
antipatriota (cosa que tampoco acontece ni es fácil de imaginar a escala de la Unión),
pero puede que deje de funcionar ese mecanismo de disciplinamiento social si los
escenarios futuros, como todo indica, dejan de serle favorables.
Además, se está instalando como resultado de las dinámicas de la
81
“globalización” productiva, y especialmente financiera, un capitalismo crecientemente
gansteril y mafioso, cuyos nodos principales están en EEUU (y en segundo término en
la UE), apoyado también en una red de paraísos fiscales sin control, es decir, en íntima
relación con las redes del crimen organizado global (cualquier dinero es bueno para los
mercados financieros, venga de donde venga), que despliega sus efectos sobre el resto
del mundo. Todo se pone en función del crecimiento económico y especialmente de la
acumulación de capital, eliminando cualquier lastre o regulación social, ambiental, o
directamente estatal que pueda suponer un freno a estas dinámicas. Es más, se instaura
un capitalismo basado crecientemente en la expropiación (o desposesión), pura y
simple, de brutales consecuencias (Harvey, 2003). Este capitalismo gansteril, o hasta
directamente criminal, tiene unos rasgos especialmente acusados en los espacios
periféricos, donde menos controles estatales existen en relación con su funcionamiento.
O donde un tipo de Estado criminal y despótico se involucra directamente en estas
dinámicas, al margen de cualquier tipo de control mínimamente “democrático” (los
casos de Rusia y China, son a este respecto paradigmáticos). Pero también lo es cada
vez más el caso de los propios EEUU. El modelo Bush es el triunfo de la Plutocracia, y
de poner a trabajar el Estado directamente a favor de los grandes intereses empresariales
y sobre todo financieros, casi sin ningún límite. Hasta se privatiza la “guerra”, que
deviene asimismo un nuevo campo de acumulación opaco. Y ya ha dicho claramente
Bush 2 que va a agotar el capital político del que dispone. Pero este tipo de capitalismo
sin controles puede convertirse, y se está convirtiendo ya, en un fenómeno
auténticamente explosivo, en un peligro para el propio sistema legal de mercado. Y en
un modelo crecientemente ingobernable desde el punto de vista político y social. El
Estado capitalista logró meter en cintura, no sin serios esfuerzos, al capitalismo
gansteril de las primeras décadas del siglo XX que dominaba en muchas áreas de
EEUU, pero hoy es el crimen global organizado el que está empezando a desafíar
directamente al Estado, allí y en muchas zonas del mundo. Todo ello está derivando en
una mezcla explosiva de “Estado-guerra” y “Chicago Años Treinta”, de creciente
proyección y dimensión global.
Se están, pues, redefiniendo bruscamente las relaciones capital productivo-
capital financiero, capital-Estado, capital-trabajo, capital-sociedad, organizaciones
criminales-Estado, así como las relaciones de dominio Centro(s)-Periferia(s), y en
especial las de EEUU con el resto del mundo, pero también viceversa (nuevo papel de
China, pero también de India, Brasil, etc), e igualmente las distintas formas de dominio
patriarcal sobre el que todo este entramado se sustenta. No por casualidad asistimos
también a diversos intentos de reformulación de las relaciones de género desde las
estructuras de poder, que se desarrollan no sin resistencias, para adecuar el
funcionamiento de las sociedades a las demandas del nuevo capitalismo (financiero)
global, pues nos adentramos en escenarios donde va a predominar, cada vez más, la
resolución violenta de los conflictos y las políticas de “guerra”.
En este contexto, en el caso de la UE asistimos a una tensión, que probablemente
irá en ascenso, entre las dinámicas estatales (derivadas de sus condicionantes político-
sociales) y las necesidades de gobernabilidad política y militar a escala “europea”, y
mundial, sobre todo de cara al futuro. No es fácil promover (desde arriba) un
funcionamiento estatal fuertemente autoritario, es decir, tipo “Estado-guerra”, en el
espacio “europeo”. Primero, porque no existe una estructura centralizada de poder a
escala de la Unión, desde donde puedan partir con toda su potencia estas dinámicas. Y
segundo, porque las resistencias a cambios hacia tipos de Estados de corte claramente
82
autoritarios y despóticos pueden ser significativas en territorios donde están más
arraigados los comportamientos y las prácticas democráticas. No sólo por parte de los
ciudadanos, sino también por parte de las propias estructuras políticas de los Estados
respectivos. Aquí, en “Europa”, no existe un partido “republicano” unificado (o
“demócrata”) que pueda imponer cambios fuertes desde sus estructuras centralizadas.
Ni existe un Pentágono mastodóntico, una CIA o un FBI potentes, o hasta algo así como
el recién creado Ministerio para la Defensa de la Patria de EEUU, que impongan la
militarización creciente de la sociedad, o el control de ésta por los aparatos de
seguridad, sin suscitar excesivas resistencias. Ni se da, hasta ahora, una capacidad de
creación permanente de enemigos exagerados con el fin de preservar el statu quo,
basada en el dominio y concentración de gigantes mediáticos, con la cadena Fox como
ejemplo más emblemático de estos nuevos y duros tiempos. Las sociedades europeas
son más complejas, el miedo al “otro” existe (y se fomenta cada vez más), pero no
funciona todavía en plan absolutamente maniqueo basado en el binomio del “Bien” y
del “Mal”, o en la polaridad simplificadora amigo/enemigo. Ni se puede tener por parte
del poder una actitud absolutamente criminal hacia la contestación y movilización
social, como está ocurriendo en EEUU después del 11-S. Aquí en “Europa” todavía el
derecho cuenta algo, no sólo la fuerza (¡la fuerza no lo es todo!), y las estructuras de
poder no pueden hacer lo que hacen sus homólogas estadounidenses, aunque puede ser
que les gustase, y si bien se hacen cada vez hacen más brutalidades, éstas no se pueden
imponer tan impunemente. Aquí las estructuras de poder estatal y comunitario no se
pueden sustraer a la necesidad de construir consenso social, y esa necesidad se basa en
parámetros distintos que en EEUU.
Sin embargo, tanto la Constitución Europea como otros intentos no tan
“democráticos” en cartera de involución política, que actualmente ya se están gestando,
apuntan a que hay una seria voluntad desde las principales instancias de poder de la
Unión de redefinir más bruscamente los actuales equilibrios y contrapesos político-
ideológico-sociales. La Constitución abre la vía para poder intervenir hasta militarmente
(con “fuerzas europeas”) en un Estado de la Unión (cláusula de “solidaridad”), si este
Estado ha sido atacado por el “terrorismo”, o cuando estén “amenazadas sus
instituciones democráticas”. Habría quizás que preguntarse: ¿por quién? Pero también
en la Constitución podemos encontrar alguna pista al respecto. La Constitución
contempla la posibilidad de aplicar la pena de muerte por los Estados cuando se esté en
“guerra”, cuando el peligro de ésta sea “inminente”, o cuando se produzca una fuerte
crisis social, esto es, una “rebelión”. Asimismo, la Constitución Europea abre la puerta
para empezar a caminar hacia un reforzamiento de las relaciones de dominio patriarcal,
si bien todavía a ritmo “europeo”. Las denuncias de gran parte del movimiento feminista
a escala comunitaria de la Carta Magna son bien ilustrativas de ello, como hemos
apuntado. Sin embargo, en la recámara, por si la aprobación de la Constitución no tiene
lugar, o aunque se apruebe, con el fin de acelerar las reformas necesarias, se vienen
produciendo distintos intentos de caminar más ágilmente hacia escenarios políticos
claramente represivo-autoritarios, abiertamente patriarcales y fuertemente reaccionarios
(xenófobos, racistas, homófobos, etc), que permitan adecuarse a las exigencias de
gobernabilidad del nuevo capitalismo “europeo” y global. En concreto, dos personajes
tan siniestros como Aznar y Buttiglione, el comisario del que se vio obligado a
prescindir Durao Barroso, contra su voluntad, y que ocasionó un conflicto abierto
Parlamento Europeo-Comisión85, se han ofrecido, y se están moviendo activamente, para
85 El conflicto estalló como resultado de una abierta crítica a los homosexuales y a las mujeres por parte
83
servir de correa de transmisión de la segunda fase de la revolución conservadora en
“Europa”. Sus vínculos con el American Enterprise Institute, punta de lanza en EEUU
de los “neocons”, son manifiestos. Y su peso e influencia en los grupos del Partido
Popular Europeo también. Sus recomendaciones son que los partidos conservadores
deben liderar un giro aún más acusado hacia la derecha, para no ver socavado su peso
electoral por el avance de la extrema derecha y el ascenso neonazi, que además es
preciso impulsar un nuevo discurso (social, económico y político) para adecuarse
claramente a los nuevos tiempos que corren (ver cita de la FAES86), así como propiciar
también la “guerra civil molecular”, y que es necesario posicionarse abiertamente en un
escenario de “choque de civilizaciones”, a ser posible en alianza con EEUU (este es el
punto que quizás queda por “pulir”), si es que se quiere ser alguien en el concierto
mundial. Y parece que el PP de Rajoy continúa, aquí, en esta misma onda que dejó su
ex-jefe, y que sigue manteniendo ahora activamente desde la FAES.
De cualquier forma, estas derivas y sueños neototalitarios, neopatriarcales y
neoimperiales, si es que finalmente se llegan a plasmar en territorio de la UE, tendrán
seguramente (¡esperemos!) una vigencia aún más precaria que en EEUU, por las
limitaciones de toda índole y la diversidad de resistencias (internas y externas) que se
alzarán ante ellos. Su alto coste económico será difícilmente asumible por las
estructuras de la Unión (y sus Estados)87, su legitimidad será altamente débil e
inconsistente, y probablemente la difícil viabilidad económica, social, territorial y
ambiental del “proyecto europeo” a medio y largo plazo, incidirá en la incapacidad de
las estructuras de poder de la Unión para mantener la gobernabilidad de la
“construcción europea”. Pero la paradoja es que esta “construcción”, para que funcione,
necesita de esa profundización en el orden represivo interno y de una creciente
proyección militar mundial, ineludible con el fin de poder garantizar su propia
viabilidad interna.
Sin embargo, “la época de los grandes imperios ha pasado ya a mejor vida (…)
El siglo XX ha sido un inmenso cementerio de imperios: el británico, el francés, el
de Buttiglione, miembro de la organización ultra Comunión y Liberación, en su comparecencia ante el
Parlamento Europeo, que tenía que dar la luz verde a su designación como futuro comisario. El escándalo
que se originó ante tales declaraciones, hizo imposible su nombramiento y provocó la caída de la nonata
Comisión. Lo cual es un indicador de que todavía en “Europa” determinados comportamientos no son de
recibo. Un comisario deber ser políticamente correcto.
86 "Algunos animales son más débiles que otros. Por ejemplo, el puercoespín es un animal indefenso
excepto por sus púas, el ciervo es vulnerable excepto por su velocidad. En la economía también hay
personas relativamente débiles. Los discapacitados, los jóvenes, las minorías, los que no tienen
preparación, todos ellos, son agentes económicos débiles. Pero al igual que les ocurre a los seres en el
mundo animal, estos agentes débiles tienen una ventaja sobre los demás: la capacidad de trabajar por
sueldos más bajos. Cuando el gobierno les arrebata esa posibilidad fijando sueldos mínimos obligatorios,
es como si se le arrancaran las púas al puercoespín. El resultado es el desempleo, que crea una situación
de desesperanza, soledad y dependencia" (Bote, 2005).
87 Este papel neoimperial y fuertemente autoritario de la más que posible (?) evolución futura de la UE
puede significar el tener más que duplicar el presupuesto militar de la Unión (para llegar a asemejarse a
EEUU), al tener que basarse también en caros ejércitos profesionales, así como verse obligados a dedicar
cada vez más recursos económicos internos al mantenimiento del Estado penal-represivo (al igual que la
hiperpotencia). Una reestructuración tal del gasto, con el paralelo recorte social que comportaría, no se
podría llevar a cabo sin fuertes resistencias internas. Además, este escenario será aún más difícil de
financiar en el “espacio europeo” que en EEUU, por el hecho de que el euro no puede imprimirse tan
alegremente como el dólar, ni se puede incurrir en tanto déficit como lo está haciendo la hiperpotencia
(Fdez Durán, 2004). Es más fácil (y más barato) gobernar desde la legitimidad, que no desde las
“bayonetas”, como decía Max Weber. El problema es si ello es posible en el actual capitalismo
(financiero) “europeo” y global.
84
portugués, el holandés, el alemán, el japonés y el ruso”. Y será difícil, muy difícil,
garantizar la apropiación de recursos crecientemente escasos exclusivamente en base a
la lógica del mercado, es decir, sin recurrir al papel de “conquistador extranjero” de
territorios (ya lo estamos viendo otra vez), que por fuerza tendrá una “irremediable
incapacidad para ganarse la mente y los corazones de los pueblos que ocupa, de lo que
todo en última instancia depende” (Schell, 2005). Hace ahora unos 15 años triunfó el
poder de la gente contra el abuso de poder, y parecía durante los últimos años que,
pasado aquel vendaval que barrió de la historia regímenes fuertemente represivos e
inviables ecológicamente, empezaba a triunfar otra vez la aceptación ciega del abuso de
poder, en este caso en nombre del libre mercado. Pero el fracaso sin paliativos de la
ocupación de Irak, y los levantamientos populares y estallidos sociales en muchas partes
de la Periferia, revelan que estos espacios se rebelan (o explotan) contra el papel que se
les asigna en este nuevo (des)orden mundial que no les ofrece ningún futuro. Y la
creciente crisis político-social (todavía manejable) de los propios espacios centrales,
también es otro síntoma de fin de etapa. E incluso la más que complicada viabilidad (y
asimismo gobernabilidad interna) de aquellas potencias emergentes que cuestionan y
aspiran a desplazar el dominio de Occidente. Se producirán “choques de trenes” entre
gigantes por apropiarse del trabajo humano vivo y de una biosfera finita, que nos
abocarán probablemente a la barbarie y al caos sistémico. Nos vamos instalando poco a
poco en ellos. Se está viendo pues lo efímero de todas estas fantasías. La cruda realidad,
como el cartero, está llamando pues otra vez, con fuerza, en la puerta de la historia. Es
la propia evolución brutal y depredadora del proyecto modernizador la que está en crisis.
Y el “espacio europeo” que fue su cuna, ahora quiere ser otra vez su hogar maduro. Con
afán de perdurar. Vano intento, sin duda.
Se abre pues la necesidad de abordar una reflexión y un debate profundos sobre
la inviabilidad e ingobernabilidad de estos escenarios, y acerca de la imperiosa
necesidad de empezar a caminar, en nuestro caso, hacia horizontes de deconstrucción
del “proyecto europeo”, como vía para orientarnos hacia un mundo más justo, más
seguro, en consonancia con los límites ecológicos y el entorno natural, y que permita ir
superando al mismo tiempo las relaciones de poder patriarcal. Una vía (o mejor dicho,
un haz de vías) sin una definición precisa, sino a construir colectivamente, y que además
se abre en múltiples sendas de posible transformación. Todo ello a desarrollar, por
supuesto, en un contexto de enorme complejidad y conflicto, pero también a partir de
entornos humanos donde vibra una gran pasión personal y colectiva por querer vivir, en
paz con nosotros mismos y con la biosfera que habitamos.
Madrid, marzo, 2005
85
Capítulo 4La “Europa” (fortaleza y securitaria) a la deriva88
La UE asediada por la “globalización”, las tensiones interestatales, la rebelión
ciudadana y el odio de sus guetos
“Argus era un monstruo de la mitología griega que tenía 100 ojos, y siempre estaba vigilando; la mitad de los ojos permanecían abiertos mientras dormía. Y no deja de ser significativo que Argus sea también el nombre elegido por la Comisión Europea para el proyecto de ‘sistema generalizado de alerta rápida para seguridad’ (…) en caso de “acto terrorista”. Este Gran Hermano europeo, no es sino la culminación de todo un proceso de legitimación de la represión y la limitación o supresión de los derechos fundamentales de los ciudadanos europeos”
Endika Zulueta, “La Constitución de la Europa policial”
“Mientras Estados Unidos acoge una migración ‘de calidad’, desde hace años, nosotros aceptamos recibir en nuestro país aquellos que nadie más quiere en el mundo (…) La policía está para detener delincuentes (…) no son trabajadores sociales”.
Nicolas Sarkozy, Ministro del Interior de Francia
“Francia es una guarra. No olvides follarla hasta el agotamiento. Debes tratarla como si fuera una zorra, tío”
Rap juvenil de las periferias metropolitanas francesas
Los ciudadanos franceses y holandeses no votan lo que deben
A pesar de toda la presión del grueso de la clase política, de los poderes
económicos y financieros, y especialmente del conjunto de las elites mediáticas a favor
del Sí a la Constitución Europea, la ciudadanía francesa votó No (casi el 55%), en el
referéndum de finales de mayo. Días después los ciudadanos holandeses volvían a
expresarse de una forma aún más contundente contra la Constitución (cerca del 62%),
88 Este capítulo fue redactado en noviembre de 2005.
86
bajo unas circunstancias similares por parte de las estructuras de poder. El terremoto que
ello provocó a escala comunitaria fue mayúsculo. Dos de los países fundadores de la
Unión habían rechazado la nueva Carta Magna “europea”, acudiendo de forma
significativa a las urnas. Y Chirac, el principal impulsor de la “Europa” política (y
militar), que recoge la Constitución, aparecía como el gran responsable de la debacle.
La Constitución quedaba herida de muerte, la imagen de “Europa” destrozada, y de paso
la clase política estatal seriamente desautorizada. Pero ¿cuáles fueron las razones
fundamentales de ese rechazo ciudadano? de esa rebelión popular contra las elites. Los
distintos ámbitos de poder (estupefactos) enseguida manifestaron, de forma displicente,
que la gente no había comprendido lo que se votaba.
Sin embargo, los ciudadanos sabían bastante bien lo que estaba en juego. Más
que en otras consultas electorales de la democracia representativa. El debate y
movilización de la sociedad civil francesa había sido sencillamente impresionante, tanto
a nivel de calle, como en el ciberespacio (Internet), y no pudieron ser contrarrestados
desde las estructuras de poder. En Francia el rechazo principal provino de lo que se
podrían denominar tesis de “izquierda”, según las encuestas, aunque también hubo por
supuesto un No de “derechas”. El No no era antieuropeo (a pesar de la manida imagen
del “Fontanero polaco”), sino que tenía un importante contenido social, aunque eso sí,
no se quería más “Europa” (sobre todo esta “Europa”). Al igual que el No holandés, que
reflejaba el miedo de la ciudadanía a perder soberanía estatal, y la ausencia de
información (fiable) acerca de la Constitución (Mott F., 2005). En ambos casos, la UE
se percibe más como un factor de inseguridad que de protección frente a las dinámicas
desestabilizadoras de la “globalización” neoliberal. Es más, se concibe como uno de los
elementos principales, junto con el euro (especialmente en Holanda), de la inseguridad
creciente de dichas sociedades, cuya percepción se ve agudizada por una ampliación al
Este llevada a cabo de forma que amenaza el Estado social y el mercado laboral. Y el
Estado-nación se contempla (todavía, y a pesar de todo) como la última barrera de
contención frente al nuevo capitalismo global, y al neoliberalismo made in Bruselas.
Además, la Constitución Europea no se vislumbraba como un producto de un demos europeo, inexistente, sino que la ciudadanía (especialmente en Francia) se ha vuelto
consciente de que el único sujeto constituyente a escala comunitaria son las fuerzas del
dinero, y los poderes políticos (comunitarios y estatales) que las acompañan. Todo ello
ha hecho que el mito de “Europa” haya terminado finalmente por estallar, después de
muchos años de progresivo y profundo deterioro. Pero eso sí, tanto franceses como
holandeses, de acuerdo a las encuestas, pensaban que su No permitiría renegociar un
texto más social y equilibrado, en términos de soberanía (EL PAÍS, 16-6-2005).
Blair se venga del eje franco-alemán, y hace finalmente descarrilar la Constitución
El fiasco constitucional francés y holandés incide en toda la UE, especialmente
en los países que se preparaban para acometer sus consultas populares (otros ocho o
nueve más)89. Todas las encuestas señalaban un fuerte auge del rechazo a la Carta
Magna, justo después de dichos acontecimientos. El fantasma del No, como un tsunami
incontrolable, recorre “Europa”. Y de la indiferencia ciudadana en ascenso hacia la
Unión, se pasa a una actitud de rechazo a la misma. En esas circunstancias los distintos
89 Tan solo en España se había convocado previamente una consulta popular, que había salido ganadora
(77% de Síes), pero con una muy baja tasa de participación (42%). Sólo uno de cada tres ciudadanos se
había decantado pues por el Sí.
87
gobiernos implicados se empiezan a mostrar crecientemente reticentes a convocar los
futuros referendos, pues saben que no solo saldrá muy probablemente triunfante el No,
sino que la marea del rechazo se llevará también por delante su frágil legitimidad. La
aprobación de la Constitución ya no es solo un problema comunitario, sino un problema
de política interior de los Estados que se habían visto animados (o condicionados) a
convocar la ratificación ciudadana.
Y antes de que la Unión pueda tomar una decisión colectiva sobre qué hacer con
la Constitución, en la cumbre de junio, Blair se la sirve en bandeja. Gran Bretaña toma
la decisión de desconvocar su referéndum de forma unilateral, sin esperar al Consejo
Europeo, y desatendiendo las peticiones de la Comisión de retrasarla. A resultas de ello,
Dinamarca avanza también (antes del Consejo, tras Gran Bretaña) que contempla la
paralización de la consulta. La suerte pues está echada. El Consejo Europeo, a pesar de
los llamamientos de la Comisión y el Parlamento a continuar el proceso de ratificación,
con el apoyo de España y Alemania que no quieren dar por muerta la Constitución,
decide darse un tiempo de reflexión (un año) para ver qué hacer, retrasando todo el
proceso; pues como dijo el presidente del Consejo, Juncker, “Francia y Holanda no
pueden darnos una respuesta adecuada antes de 2007” (la cursiva es nuestra). Es decir,
después de sus elecciones respectivas. Chirac, mientras tanto, ve los toros desde la
barrera, pues claramente había quedado fuera de juego. A continuación, todos los países
con consultas populares pendientes deciden suspender sus referendos. La desbandada es
total. Sólo Luxemburgo duda, pero finalmente convoca el referéndum, y lo gana in extremis, a pesar del abultado voto afirmativo que en principio se preveía. Ello tiene un
cierto valor simbólico, a pesar de su reducido tamaño poblacional, pues permite
trasmitir la idea de que la aprobación de la Constitución continúa (formalmente), aunque
con un alto en el camino. Pero el editorial del The Economist (4-6-2005) dejaba muy
claro cuál era la situación, al sentenciar: “La Europa que murió” (y al subtitular: “Y la
nueva que debe pervivir”).
Pero Blair (ayudado por los contribuyentes netos Suecia y Holanda) hace mucho
más que intentar acabar con la Constitución: impide la aprobación del presupuesto
comunitario para el periodo 2007-2013, con el fin de procurar abrir una nueva etapa de
la Unión, que le permita arrimar el ascua a su sardina. Las razones son su negativa a
negociar el llamado “Cheque Británico”, y su cuestionamiento de la estructura (y
dimensión) del presupuesto, abogando destinar los gastos agrícolas comunitarios hacia
la Investigación y Desarrollo (de la que se beneficiará también el Reino Unido), para
que la Unión pueda competir mejor a escala mundial. La crisis es absoluta. Juncker,
presidente de turno del Consejo, comenta irónicamente al término del encuentro:
“vamos a hacernos esa foto que antes se llamaba de familia”. Blair sale triunfante de la
cumbre, y en un ejercicio inaudito de cinismo afirma que hay que escuchar lo que han
dicho los ciudadanos, y que hay que volver a conectar a “Europa” con las necesidades de
la población. Y eso pasa por “desburocratizar” la UE, promover en la Unión el modelo
económico y social británico, y acometer una profunda transformación del presupuesto
comunitario. Blair llega a exclamar, entre risas, criticando a Chirac: “!Decir que la
agricultura representa el futuro de Europa!”. Todo un torpedo en la línea de flotación de
la PAC, defendida por Francia. Sin embargo, el resentimiento es también profundo en
los países del Este, sus socios de la “Nueva Europa”, pues ven con temor la posible
pérdida de fondos comunitarios.
De cualquier forma, Blair se ofrece a ayudar a acometer una reorientación del
“proyecto europeo”, durante la próxima presidencia británica de la Unión, en la línea de
88
más “Europa mercado” y menos “Europa política” (y militar –autónoma-). Son sus tesis
de siempre, y también las de Bush, que ve con alborozo el rechazo de la Constitución
Europea en Francia y Holanda, y la situación de parálisis creada en la Unión. Blair
asesta un golpe brutal a la “Europa” de Chirac y Schroeder, pasándoles de paso factura
por su falta de apoyo en su día en el Consejo de Seguridad en la guerra contra Irak. Y,
por otro lado, el fracaso de la Constitución recae sobre Chirac, su más firme defensor.
La imagen de la “Europa” superpotencia en embrión sale hecha añicos, el euro se
resiente de forma sensible, y el futuro de “Europa” recae (momentáneamente) en manos
de Londres. El zorro se queda cuidando el gallinero. Además, Blair piensa que el tiempo
juega a su favor, pues la crisis de la Constitución posterga la creación del Ministro de
Asuntos Exteriores de la UE, que siempre vio con reparos, para no perder autonomía
diplomática propia, y sus vínculos estrechos con EEUU. Aparte de que la paralización
de la Constitución congela la creación de una presidencia estable del Consejo, que
restaría protagonismo a los Estados miembros, la cesión de mayores competencias de
éstos a la Comisión, así como la reducción del derecho de veto. Por otro lado, en el
semestre de su presidencia espera contar con el apoyo de Angela Merkel, posible nueva
canciller alemana en las próximas elecciones, y con el afianzamiento y aliento (desde
ya) de Sarkozy, potencial presidente francés en 2007, debido a la división interna (tras el
referéndum) en las filas socialistas. Ambos son más atlantistas que Schroeder y, sobre
todo, que Chirac, y más orientados al libre mercado sin restricciones.
El 7-J y Ceuta y Melilla, redefinen prioridades (y consensos) de la Unión
El exultante Blair prepara por todo lo alto a continuación la cumbre del G-8 en
Escocia, con una campaña mediática mundial concienzudamente elaborada para “paliar”
la deuda de África90. Bono, Geldof, Madonna… y ocho macroconciertos globales en las
principales ciudades del planeta (bajo el lema de “Live Aid Africa”) le ayudan en esa
labor de marketing y manipulación política. Y la elección de Londres como ciudad
olímpica en 2012, el 6 de julio en Singapur, en dura pugna con el París de Chirac,
dispara aún más su proyección internacional, pues él es uno de sus principales artífices.
Blair triunfa (entonces) en todos los terrenos. Todo ello le permite remontar su imagen
tocada tras su escuálido triunfo electoral previo, que había puesto en tela de juicio su
propia continuidad; y le posibilita apartar de la agenda política (durante un tiempo) el
espinoso asunto de la guerra contra Irak, que le había erosionado. Pero al día siguiente,
el 7-J, las bombas en el centro de Londres, le ponen el drama (y el desastre) de la
invasión angloestadounidense de la antigua Babilonia, en mitad de la cumbre del G-8, y
toda su magia se evapora de nuevo. Y con ella, la pretendida imagen benefactora a
escala global de los grandes del mundo occidental (Japón incluido). La cruda realidad,
como el cartero, llama otra vez a la puerta. Y seguramente llamará bastantes más veces,
si la situación en Irak profundiza su deterioro, como está sucediendo.
Los atentados de Londres, junto con los de Madrid, ponen en evidencia que los
seguidores de la Yihad han decidido llevar la Guerra Santa contra Occidente a los
corazones de “Europa”: sus metrópolis; y en especial, parece, a las de los principales
Estados protagonistas de la coalición internacional en la guerra de ocupación iraquí.
Pero en esta ocasión los autores de los atentados han resultado ser ciudadanos
británicos, provenientes de barrios marginales de mayoría musulmana, descendientes en
90 Una deuda de todo punto impagable para los países subsaharianos, que se reduce tan sólo en parte,
pero a cambio de poner sus territorios y recursos en manos de la voracidad del capital occidental.
89
segunda o tercera generación de inmigrantes de sus antiguas colonias. La respuesta
británica, y comunitaria, no se hizo esperar, y el Reino Unido ha endurecido aún más su
ya de por sí restrictiva legislación antiterrorista, contemplando hasta privar de
nacionalidad a los sospechosos de “terrorismo” de los barrios “sensibles”. Y en esta
cruzada “antiterrorista”, Blair sabe que goza de un considerable apoyo del ciudadano
medio, asustado por el miedo al “otro” (especialmente árabe y musulmán) que propagan
los medios. En este sentido, el premier británico no ha dudado en proponer un cambio
en la propia Convención Europea de Derechos Humanos, pues las garantías de las
libertades ciudadanas, puede entorpecer, según él, la lucha contra el “terror”. Todo vale
en la lucha “antiterrorista”. Y de paso se logra también reforzar el control e intervención
sobre posibles disidencias91. El país que fue el primero en el mundo en legislar los
derechos de Habeas Corpus92, ha sido recientemente uno de los primeros en eliminarlos
al calor del 11-S, creando una especie de Guantánamo en plena “Europa de los derechos
humanos y las libertades”, y ahora se apresta a ir aún más allá, en nombre de la
seguridad de sus ciudadanos, arrastrando tras de sí (sin resistencias) al conjunto de la
Unión. No hay problemas para coordinarse en materia “antiterrorista” (contemplada en
la Constitución). El mantra que se repite es que si queremos sentirnos “seguros”,
tenemos que ceder espacios de libertad, y todo ello eliminando los débiles controles
democráticos existentes. Francia, con la nueva ley de seguridad Sarkozy, compite
también en el terreno securitario con Gran Bretaña. Esta dura ley permite el uso
generalizado de la videovigilancia, la ampliación de las escuchas telefónicas, el acceso
irrestricto policial a datos de los ciudadanos, etc. Todo en nombre de la “seguridad
ciudadana”.
La aproximación multicultural a las relaciones con otras comunidades étnicas en
los países de la UE, que habían ensayado principalmente Gran Bretaña y Holanda, está
saltando por los aires. Y se está evolucionando hacia una estrategia fuertemente
represiva en especial contra el “otro” no comunitario, sobre todo aquel proveniente del
mundo islámico. Todo ello va a hacer difícilmente viable la Alianza de Civilizaciones
que “Europa” (siguiendo la estela de Zapatero) dice de boquilla defender, y que Gran
Bretaña retóricamente, en principio, también apoya para cultivar su imagen
internacional, intentando endulzar de esta forma su papel en Irak. Y este endurecimiento
y acoso al “otro” islámico incide asimismo en la decisión de iniciar las negociaciones
para el ingreso de Turquía, que ya fue muy complicado de abordar en su día. Las
posturas contrarias a un ingreso de “pleno derecho” (devaluado, de acuerdo a las duras
condiciones de ingreso impuestas) se ven reforzadas por el nuevo contexto, y por el
(frágil) ascenso de Merkel como cancillera de la RFA; cuya posición se ve “moderada”
(en este terreno) por su pacto de coalición con el SPD. Sin embargo, Gran Bretaña se
muestra claramente partidaria, al igual que los grandes intereses económicos,
financieros y geoestratégicos. Pero es Austria la que se resiste hasta el último momento,
y no da su brazo a torcer hasta que finalmente consigue que se inicien también las
negociaciones de ingreso para Croacia, antiguo espacio dependiente del imperio austro-
húngaro. A pesar de que este país no está cumpliendo las condiciones impuestas por el
Tribunal de la Haya, para poner a su disposición a los criminales de guerra responsables
de las limpiezas étnicas de los noventa. La realpolitik y los intereses económicos se
91 La actual definición de “terrorismo” es muy laxa, es un cajón de sastre que permite incluir en su
ámbito prácticamente cualquier disidencia fuera de los estrechos cauces institucionales existentes. Lo cual
tiene consecuencias jurídicas muy graves, y está siendo la causa de un amplio y creciente abuso policial.
92 Derecho a comparecer ante un tribunal, y a tener asistencia letrada, ante una detención ilegal.
90
imponen, en detrimento de los “valores” que dice defender la UE.
Pero esta hipocresía ha alcanzado quizás su grado máximo con ocasión de los
acontecimientos que han tenido lugar a principios del otoño en Ceuta y Melilla, que han
permitido ejemplificar a la perfección cómo se comporta la UE, y sus Estados
miembros, en relación al “otro” no comunitario, y sobre todo respecto a aquellos “sin
papeles” que intentan acceder de forma desesperada al espacio comunitario huyendo de
la miseria. Y en el caso de África, de una miseria generada durante siglos por el
dominio colonial europeo occidental, que se ha visto agudizada por el nuevo capitalismo
global y las políticas que ha desarrollado la UE, principal actor internacional en ese
ámbito. La frontera de Ceuta y Melilla, la frontera Sur más avanzada de la UE, es la
frontera más desigual del mundo (Moré, 2005). Mucho más que la frontera entre
México y EEUU. Su petición de que Marruecos respetara los derechos humanos con los
subsaharianos que España rechazaba contundentemente a palos, y en algunos momentos
a tiros (con la inestimable ayuda de Rabat), sonaba a chiste; junto con las lágrimas de
cocodrilo que España y los responsables de la UE vertían ante el hecho de que
Marruecos abandonase a los expulsados en pleno desierto del Sahara. El “problema” era
que estas imágenes brutales salían en televisión, y empañaban la imagen que la UE (y
España) intenta(n) proyectar de sí misma(s) a escala global.
Los tiempos están cambiando muy rápidamente, pero no en la dirección que
señalaba la famosa canción de Bob Dylan, sino hacia formas de dominio fuerte,
crecientemente autoritarias, lindando con el (neo)fascismo. Y no sólo en los EEUU de
Bush en el escenario post-11-S, sino en la propia “Europa” (con cárceles secretas de la
CIA en Polonia y Rumania, y aviones de ésta que hacen escala en aeropuertos
comunitarios para llevar presos hacia la tortura), que parece que no aprendió de lo que
aconteció en su suelo hace ahora más de sesenta años. Esa siniestra etapa de su Historia.
La cita de Sarkozy que se recoge al principio de este texto indica muy bien cuáles son
los nuevos “judíos”, cómo se les criminaliza, se les acosa diariamente, se les caza en
redadas allí donde viven, se almacena a los “ilegales” como ganado en los campos de
concentración internos (de la propia UE) y externos (en los países perimetrales a la
Unión), se les expulsa, y sobre todo se les utiliza (mediáticamente) en las estrategias
políticas para llegar al poder. A la presidencia de la República. Sarkozy tiene la potente
herramienta a mano del Ministerio del Interior para desarrollar esta repugnante labor, de
la que no dispone directamente Villepin (el otro potencial contendiente). La “Tolerancia
Cero” vende bien la imagen de líder fuerte que agradece (gran) parte del electorado en
tiempos de enorme inseguridad. Y refuerza su frágil autoestima al poder descargar todos
sus miedos y temores sobre el “otro” no comunitario, el inmigrante “culpable”, el que
viene a robarnos nuestra prosperidad. Lo “nuestro”. Y hasta sobre el “otro” francés
(devaluado), magrebí o subsahariano, y sus descendientes. Francia, la cuna de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano camina de esta forma paulatinamente hacia el
Estado penal y policial, de tinte racista, haciendo que se vaya interiorizando por el
cuerpo social esta nueva “normalidad”.
La política migratoria se gestiona de forma cada vez más coordinada a escala de
la Unión, aunque también a distintas “velocidades”. Y avanza sin Constitución, aunque
ésta significase un paso decisivo en este terreno. Pero el endurecimiento de la política de
inmigración, y de las relaciones de los Estados de la UE con los “no comunitarios”
pretende mucho más que reprimir a los “otros”. O dejar clara la brutal brecha que en
cuanto a “derechos” de ciudadanía hay entre los de “dentro” (y entre ellos mismos) y los
de “fuera”. Es una estrategia pensada para cercenar solidaridades entre los de “abajo”
91
(comunitarios y no comunitarios93), al tiempo que se intenta aglutinar a las clases
medias “autóctonas” en torno a las estrategias del poder, intentando quebrar así la
rebelión ciudadana que se ha manifestado en torno al No. Y asimismo se busca romper
los lazos entre las propias comunidades inmigrantes, y dentro de ellas entre los
“instalados” y aquellos menos integrados y recién llegados. Toda una estrategia de
fomento de la “guerra civil molecular”. Pero va aún más allá. Se intenta asimismo
abaratar al máximo la gestión de esa fuerza de trabajo (criminalizando su asociación-
sindicalización), que opera en general en los trabajos más duros y precarios; lo que va
ayudar igualmente a quebrar el mercado laboral formal autóctono, y va a permitir
incrementar los niveles de competitividad comunitarios. La inmigración (en especial
femenina) va a posibilitar hacerse cargo igualmente, de forma económica, a las clases
medias, de las tareas de cuidados domésticas que conlleva el desmantelamiento del
Estado del Bienestar; en un momento en que la familia nuclear tradicional (en crisis) ya
no puede hacerse cargo de ellas de la misma forma, sobre todo las mujeres. Todo ello se
justifica bajo el lema “gestionar la emigración para que la UE mejore su competitividad
mundial” (Sapir, 2005)
Y el Mercado va. La UE en el nuevo capitalismo global.
La “Europa” política (y militar) ha quedado por el momento paralizada, pero el
Mercado (con mayúsculas) está más activo que nunca. El aparato productivo y de
servicios “europeo” y mundial no hace sino ampliarse y, sobre todo, reestructurarse a
velocidad de vértigo, impulsado desde la esfera financiera por fusiones y adquisiciones
de capitales especulativos que no respetan ninguna patria. Y menos las fronteras
internas de los Estados de la Unión, o sus propios límites exteriores. Aunque, eso sí,
utilicen el poder de sus Estados en el escenario internacional, las propias instituciones
comunitarias, y su capacidad de negociación a escala global (en la OMC, p.e.), o su
potencia monetaria (el euro), para incrementar su capacidad de proyección interna, en el
Mercado Único, y externa, a nivel planetario. Y para debatir cómo aprovechar las
“oportunidades” de esta “globalización” salvaje del capital, y domesticar sus
“amenazas”, es decir, cómo intentar cabalgar al tigre, se reunió en Hampton Court el
Consejo Europeo bajo la batuta de Blair, acompañada por la de Barroso. Sin ánimo de
lograr acuerdos concretos, sino tan sólo de discutir acerca de cómo reorientar el
“proyecto europeo” en el proceloso mar de la “globalización”. De acuerdo, eso sí, con
los intereses de los principales grupos económicos y financieros europeos. La patronal
UNICE, y otros lobbys de presión comunitarios, estaban encantados. Esto es, el Consejo
se reunía para debatir fundamentalmente de la dimensión económica (y financiera) de la
UE en el mundo. Más tarde, habrá que hincarle el diente, otra vez, a la dimensión
política (y militar) de la futura Unión (¿superpotencia global?), y ver cómo se desatasca
la parálisis a la que se ha llegado en este terreno. Si es que hay acuerdo sobre lo primero
(probablemente, aunque no sin tensiones), y luego, sobre lo segundo (bastante más
difícil).
La base de la discusión era el nuevo informe Sapir (2005), que plantea
descarnadamente, aunque con una retórica “medida”, que la UE para afrontar de forma
exitosa los retos de la “globalización” tiene que reformar (profundamente) sus mercados
93 Y dentro de los primeros, entre los del Este y los del Oeste, así como dentro de éstos, entre los
autóctonos con pedigrí y los “sobrevenidos” y sus descendientes; y en lo que se refiere a los segundos,
entre los “legales” y los “ilegales”.
92
laborales y su modelo social; sobre todo el grueso del área del euro, es decir, los países
continentales y mediterráneos, que son los más “ineficientes” y poco adaptados
(“modernizados”) para competir a escala global. El informe resalta que los otros
modelos sociales (el anglosajón y el nórdico; pues los del Este ni se mencionan94) son
los más flexibles y preparados para afrontar las “oportunidades” de la “globalización”,
aunque tienen que seguir profundizando en sus reformas estructurales. Si se falla en
esto, según el informe, no solo se impedirá a “Europa” acceder a las “ventajas” de la
“globalización”, sino que pueden ponerse en cuestión dos de sus políticas cruciales: el
Mercado Único y el Euro. Esta es la condición sine qua non para volver a impulsar el
crecimiento y la acumulación, pero tiene que verse también acompañada de políticas
comunitarias y estatales que ayuden a una reorientación de la UE en el escenario de la
“globalización”. Una “globalización” en la que irrumpen con especial fuerza nuevas
potencias emergentes como China (en el ámbito de la producción industrial) e India (en
el sector servicios), y en bastante menor medida Brasil.
En este nuevo contexto mundial la Unión se debe concentrar en desarrollar todo
su potencial en el sector servicios (70% del PIB comunitario), en el que todavía no
operan adecuadamente las reglas del Mercado Único, y que continúa gravemente
fragmentado y poco integrado. Todo ello de acuerdo con Sapir. De ahí la necesidad de la
contestada Directiva Bolkestein, pieza crucial de la llamada Agenda de Lisboa. En este
sentido, se deben aprovechar las posibilidades que brinda la ampliación a 25 (27, a partir
de 2007) para reestructurar (internamente) y proyectar en condiciones más competitivas
a escala mundial sus empresas industriales, desarrollando sobre todo aquellas de mayor
componente tecnológico, a través de fuertes inversiones en I+D+i. Y sobre todo
desarrollar las empresas del sector servicios, de dimensión comunitaria, abriendo
progresivamente los nuevos mercados del Agua, la Educación, la Sanidad y las
Pensiones. Hasta ahora prioritariamente en el ámbito estatal. En este sentido, se vuelve
clave el complejo universidades-empresas-protección intelectual, y la reorientación del
gasto público, comunitario y estatal, hacia estos objetivos y la creación de grandes
infraestructuras (de transporte, energía y telecomunicaciones). Es preciso, se dice,
conseguir Universidades que puedan competir con EEUU, y lograr no solo empresas y
fuerza laboral cualificadas y competitivas, sino que el territorio lo sea igualmente. En el
nuevo escenario global, los países emergentes van a necesitar, se argumenta, de la
tecnología, los bienes y los servicios europeos, sobre todo de la llamada new economy.
Hace falta pues flexibilidad (una de las palabras mágicas) para apostar por el futuro. Y
la urgencia mayor de reformas y reestructuraciones se plantea en la llamada “Vieja
Europa” (de acuerdo con la terminología de Rumsfeld). Si estas reformas no se
acometen, el crecimiento no despuntará, y se resalta que la “Unión Monetaria (el euro)
puede no sobrevivir a un periodo prolongado de dificultad económica”. El riesgo, pues,
puede ser mayúsculo, ya que el desplome económico que ello supondría puede conllevar
un auge del nacionalismo agresivo y el fin, tal vez, del “proyecto europeo”. De hecho, se
menciona, el descontento hacia el euro ha sido creciente en el último periodo,
especialmente en las zonas más afectadas por el estancamiento económico. No hay
alternativa (There Is No Alternative, como diría Margaret Thatcher).
En Hampton Court, en el palacio de Enrique VIII, uno de los primeros
euroescépticos, que rompió con la Iglesia de Roma, los 30 líderes europeos (27 primeros
ministros y jefes de Estado de la Unión, los presidentes de la Comisión y del Parlamento
Europeo, más Javier Solana, representante de la PESC), todos hombres, abordaron
94 Parece que no existen, lo cual es en gran medida cierto. Pero en cualquier caso llama la atención.
93
también otras cuestiones. Se planteó la conveniencia de crear un Fondo de Ajuste a la
Globalización, a instancias del presidente Barroso, como respuesta a las críticas
lanzadas por Chirac a la Comisión, por su pasividad ante la crisis provocada en Francia
por la reestructuración-deslocalización de Hewlet-Packard. De esta forma, la Comisión
podría disponer de un instrumento para mejorar su imagen en caso de importantes
conflictos laborales, acallando con dinero las protestas de más impacto ante ajustes
necesarios del mercado, y facilitando así las grandes reestructuraciones. Pero los
potenciales contribuyentes netos al mismo, entre ellos Alemania y Suecia, hicieron valer
su oposición. Tony Blair planteó curiosamente, en contra de anteriores
pronunciamientos, la necesidad de contar también con una política energética común, a
escala comunitaria. Tal vez la agudización de las crisis energética que puede suponer un
escenario futuro de peak oil95, el agotamiento en los próximos años de los yacimientos
del Mar del Norte, y la complicada situación en Irak, le han hecho valorar la necesidad
de responder a esos retos, de creciente escasez y encarecimiento del crudo, de forma
conjunta, con sus socios comunitarios.
Pero Chirac, en un texto publicado en los principales medios europeos justo antes
de la cumbre, recalcó, saliendo así de las catacumbas en que se encontraba sepultado
por el No a la Constitución, que el mercado, y menos el Mercado Único, no puede
funcionar sin una dimensión política (y militar). Máxime en la actual etapa que parece
que ha entrado el capitalismo global tras el 11-S, de crecientes rivalidades entre bloques
capitalistas: de “globalización armada”, y grave dependencia de recursos externos que
garanticen el crecimiento. Y muy en concreto, de combustibles fósiles. De esta forma,
manifestaba: “Una Europa unida y bien agrupada tiene masa crítica suficiente para
medirse con los gigantes mundiales” (Chirac, 2005). Sin embargo, continuaba, mientras
no sea posible construirla (debido a la parálisis de la Constitución), “será preciso
aprovechar (en toda su potencia) los tratados existentes, para garantizar la
gobernabilidad económica, la seguridad interior, y la acción exterior y de defensa de la
Unión”. Y se declaraba abierto, mientras tanto, a impulsar “grupos de países pioneros”
en dichos ámbitos, abiertos por supuesto a todos los que quisieran participar en los
mismos; remachando que especialmente los miembros de la eurozona, deben
profundizar en su integración política, económica y social. Es curioso como parece que
se plantea impulsar de cualquier modo la Agencia Europea de Armamentos, prevista en
la Constitución, a pesar de que ésta esté en vía muerta, por el interés principalmente de
Francia, Alemania y, en este caso, también, Gran Bretaña (los grandes del sector),
apoyados igualmente por España e Italia (el resto de los actores principales). Su
importancia en los procesos de I+D+i, es decisiva.
Mientras tanto, será preciso impulsar el Mercado, sin trabas, o con las menores
posibles, y es de lo que se ha tratado en Hampton Court, y lo que también ha venido
haciendo el presidente de la Comisión, Barroso, que ha hablado y actuado para
flexibilizar y “desburocratizar” la Unión, con el fin de impulsar el crecimiento. Barroso
ha planteado la necesidad de aligerar la legislación comunitaria. Curiosamente, en los
aspectos sociales y medioambientales. “Rigideces” innecesarias que impiden impulsar
el crecimiento (y la acumulación). Sólo así, nos dice, podrá “Europa” volver a conectar
con sus ciudadanos. Al tiempo que la Unión se apresta también para aprobar la directiva
95 Momento a partir del cual no será posible incrementar más la extracción mundial de crudo,
sobrepasando la demanda a la capacidad de oferta. A partir de ese momento, el precio del petróleo
aumentará, previsiblemente, de forma constante e irreversible.
94
de la jornada flexible de 48 horas semanales96. La lucha por las 40 horas semanales del
movimiento obrero de principios del siglo XX, que provocó enormes conflictos en su
día, y hasta muertos, ha pasado a mejor vida, y no digamos la de las 35 horas que se
alcanzaron en cierta medida en Francia y Alemania a finales del siglo pasado. Hoy los
vientos soplan en otra dirección, incluso en la del paulatino fin de la negociación
colectiva, cada día con menor peso específico, y hasta del propio derecho laboral. Del
mismo modo la UE, en manos de la Comisión, negocia la desregulación del comercio
internacional en el marco de la OMC, y con distintos bloques o espacios comerciales
planetarios (MERCOSUR, América Latina, Área de Libre Comercio del Mediterráneo,
APEC –Pacífico-, etc). Todo ello va a suponer un mayor desmantelamiento de la
agricultura europea, sobre todo de lo poco que queda de pequeña producción campesina
tradicional (el sector a sacrificar, principalmente en el Este), una fuerte reestructuración-
deslocalización (interna y externa) del sector industrial, y la apertura a la lógica del
mercado (privatización) de los servicios públicos (agua, sanidad, educación y
pensiones), a través del AGCS (Acuerdo General del Comercio de Servicios). Estas
cuestiones (y otras más) se recogían en la parte III de la Constitución, pero ante su
paralización, existen otras vías para impulsarlas. Como se está haciendo.
La dificultad de desbloquear el marasmo constitucional, y caminar hacia un nuevo consenso
La creación de la “Europa” política (y militar), en el formato definido por la
Constitución Europea, quedó paralizada con el freno y dilatación de su ratificación, y no
está para nada claro cómo seguirá el proceso, si es que llega a ponerse en marcha otra
vez. Muchas cosas han cambiado desde junio de 2005, cuando se toma la decisión de
abrir un periodo de reflexión y postergar la ratificación un año, y no será hasta el final
de la presidencia austriaca, en junio de 2006, cuando se decidida finalmente qué hacer.
Pero puede haber aún más retrasos. Todo está abierto. En estos meses las tesis de Blair
acerca de la futura “Europa” han prosperado, el panorama político ha cambiado
(ascenso condicionado de Merkel en Alemania, cambio “euroescéptico” –y aún más
atlantista- de presidencia y gobierno en Polonia, paulatina consolidación –hasta ahora-
de Sarkozy como futuro presidenciable en Francia, etc), alterando los consensos
alcanzados en la Constitución, y reduciéndose considerablemente el número de Estados
que abogan por la consolidación de un poder “europeo” autónomo (claro) frente a
EEUU. Ya de por sí desdibujado en la Constitución, debido a las llamadas “líneas rojas”
de Blair, pero en cualquier caso definido.
La situación creada es enormemente compleja. El Tratado Constitucional ha sido
(o va a ser) aprobado por quince Estados (dos de ellos por referéndum, España y
Luxemburgo), rechazado por dos (Francia y Holanda), y en ocho más está pendiente de
ratificación con consultas populares prometidas o contempladas. Los defensores del
mismo hacen una lectura (política) interesada de estos resultados, que no se sustenta, y
dicen que la Constitución ha sido ya ratificada por la mayoría de los Estados y los
ciudadanos de la Unión (51%), proporción que se elevaría al 60% de la población en el
96 Esa directiva permite llegar a trabajar hasta 13 horas diarias semanales, porque su cómputo se hace en
periodos de cuatro meses, pudiendo hacer frente las empresas a puntas de trabajo sin pagar horas extra
(Gobin, 2005).
95
caso de la Eurozona (Barón, 2005). La manipulación de los datos en cuanto a población
es evidente (la “parte”, la extrapolan al todo). Si la ratificación, como parece, en el
escenario más favorable, se retrasa hasta 2007, tendría que ser ampliada a otros dos
nuevos Estados: Rumania y Bulgaria, miembros de la UE para entonces. En este
escenario, Francia sobre todo, por su importancia política, y en menor medida Holanda,
tras las elecciones respectivas, tendrían que tomar la decisión de aprobar la
Constitución, con toda seguridad sin referendos de por medio. No parece que pueda
entrar en funcionamiento la nueva Carta Magna con el rechazo de Francia. “Europa” no
puede avanzar sin Francia. Francia no puede ser uno de los países que quede sin ratificar
formalmente la Constitución, aunque ésta permite que un reducido número de Estados
(cinco, el 20%) no la ratifique para entrar formalmente en vigor. Pero, en este caso, el
coste político para el nuevo presidente francés sería muy considerable. En Holanda
también, aunque podría llegar a ser uno de los cinco recalcitrantes. Luego ya se vería.
Pero quedarían por ver los resultados de los referendos prometidos, cuyo resultado se
antoja cada vez más negativo, aparte del rechazo de los Estados a convocarlos. No
parece pues un escenario muy factible. Aparte de que se levantarán muchas voces
institucionales de aquí a entonces, como de hecho está ocurriendo ya, para decir que ha
cambiado el marco en que se tomaron los acuerdos que se plasmaron en la Constitución.
Y que ésta es papel mojado, máxime tras el rechazo francés y holandés. Si bien el nuevo
gobierno de coalición alemán en su programa plantea la defensa de la Constitución
Europea.
Lo más probable es que se vuelva a renegociar el Tratado Constitucional, para
adaptarlo al nuevo mapa político y a las nuevas relaciones de fuerzas existentes. Eso sí,
esa renegociación se haría a partir del acuerdo constitucional actual, que además goza
del apoyo de la patronal “europea”, UNICE, y de importantes lobbys de presión como la
ERT (European Roundtable of Industrialists). Además, fue aprobado en su día por todos
los gobiernos de la Unión. Y tal vez se pode la palabra Constitución en el nuevo texto.
Por otro lado, es lo que es, un Tratado, como se ha dicho por activa y por pasiva. Todo
ello se hará por supuesto sin tener para nada en cuenta las exigencias ciudadanas. No
hay ni voluntad política ni lugar para ello. Sería enfrentarse a la lógica del sacrosanto
mercado. Y crearía además una crisis de confianza en los parqués bursátiles y respecto
al euro. Pero esa renegociación será una vez más tremendamente compleja, más que la
anterior, pues ahora se deberá renegociar a 25, y no a 15, como pasó con la
Constitución; con tendencias centrípetas en ascenso, con poca voluntad de avanzar en la
integración política supraestatal, y mucho menos (parece) de crear un poder político-
militar autónomo de EEUU. Además, se evidenciará el intento de los países del Este, y
en concreto de Polonia, de volver a recuperar (o ampliar) su capacidad de voto en la
“Europa a distintas velocidades” que se perfila. El nuevo presidente polaco, Kacynski,
ya ha reivindicado la capacidad de voto que le confería Niza, y que reducía de forma
importante la Constitución. Lo cual va a derivar en una “Europa” más difícilmente
gobernable, de acuerdo con la voluntad de las grandes potencias (con tensiones a su vez
entre ellas).
El tema que se aventura más complejo de renegociar será la amplitud y el ritmo
de las futuras ampliaciones de la UE. Ese puede ser el gran caballo de batalla, junto con
el tipo de relación transatlántica a establecer. El Parlamento Europeo parece que va a
aprobar próximamente una resolución condicionando cualquier futura ampliación a la
aprobación previa de la Constitución (un guiño a favor de ésta). Y la oposición dentro
del Consejo Europeo a futuras ampliaciones es creciente, por la dificultad que implica
96
para la gobernabilidad de la Unión. La “Europa” a 35 miembros o más (con los Estados
de la exYugoslavia, y hasta Ucrania y Bielorrusia, llegado el caso), con más de 600
millones de habitantes, que se vaticinaba hasta hace poco, dirigida eso sí por un “férreo”
núcleo central, está en el alero. Y éste era un deseo de los poderes económicos y
financieros “europeos”, aunque dificultase la “profundización” política de la Unión, y
un objetivo bastante claro para poder influir en el mapa geopolítico del nuevo
capitalismo global, pues el tamaño (en este caso) sí que importa.
El resultado de esta tarea hercúlea se intentará legitimar, una vez logrado (si es
que se alcanza), a través muy probablemente de acuerdos exclusivamente
parlamentarios. Aquí se han acabado ya casi con toda seguridad los referendos. Se ha
aprendido la lección de lo acontecido en Francia y en Holanda. Además, el hecho de que
sea un nuevo texto (o una cierta poda del actual) puede allanar la “legitimación” de su
aprobación parlamentaria en ambos países. Pero no nos engañemos, el déficit global de
legitimidad, de apoyo social, que puede tener un texto aprobado en esas condiciones,
después de lo sucedido, y con las demandas sociales orilladas, puede ser muy alto. Y la
gobernabilidad de una “Europa” de esas características, altamente compleja y
conflictiva. Ya la actual UE a 25 es un espacio enormemente desigual, con profundas
diferencias socio-políticas y de derechos de ciudadanía. La divergencia económica y de
renta entre sus países miembros es mucho mayor que la que se puede encontrar en
EEUU, una sociedad tremendamente desigual. Los nuevos miembros del Este estarán
fuera hasta 2010 del espacio Schengen, y sus ciudadanos por tanto no gozan de la
libertad de movimientos de los del resto de la Unión. Y el salto en cuanto a derechos
sociales y laborales entre la antigua UE a 15 y los nuevos países miembros es atroz
(Lecourieux, 2005). Pero la “igualación” que provocará el funcionamiento de la futura
UE va a ser una nivelación a la baja para amplios sectores sociales de la UE a 15, un
limitado ascenso económico de una pequeña parte de las sociedades del Este, y una gran
presión migratoria de estos países hacia los primeros (en especial hacia sus grandes
conurbaciones), que ya se está dando; así como un crecimiento de las principales
metrópolis en los nuevos países miembros, y un abandono de su mundo rural,
incrementando sus diferencias regionales internas. Y todo ello dentro de un contexto en
el que los desequilibrios con los espacios perimetrales a dicha UE se acrecentarán aún
más, por la propia dinámica del mercado mundial, intensificándose las presiones
migratorias, y haciendo crecientemente inmanejable (y altamente costoso) el control de
las fronteras del Sur y de la inmensa frontera del Este de la Unión.
No es pues de extrañar que nos encaminemos cada vez más hacia formas de
gobernabilidad y dominio fuertes, que se preparan soterradamente en la trastienda. No
es posible quizás otra opción, si se quieren mantener las riendas dentro de esta loca
dinámica. Y sobre todo, esa opción se puede volver aún más perentoria si se recrudece
de repente, el entorno económico global, como consecuencia tal vez del estallido de la
burbuja financiero especulativa internacional en el sector inmobiliario (la mayor burbuja
especulativa de la historia del capitalismo, según The Economist -18-6-2005-, con
muchas posibilidades de explotar); o si se profundiza la crisis del dólar, o quizás las dos
al mismo tiempo, al verse obligada la Reserva Federal a elevar los tipos de interés para
apuntalar la divisa hegemónica mundial, y financiar los desequilibrios
estadounidenses97; o si se agrava la crisis de la hegemonía estadounidense, como
97 El propio BCE ya ha avisado de que va a empezar también a elevar los tipos de interés, después de
cinco años de bajada, según él para luchar contra la inflación; y también para apuntalar al euro
(añadiríamos nosotros), trasmitiendo una señal de fortaleza y ortodoxia a los mercados, ante las
97
resultado de la guerra de ocupación iraquí; o todas al mismo tiempo, aderezadas (e
incentivadas) además, por un alza brusca del crudo. El resultado muy probablemente
sería una depresión-deflación mundial de consecuencias imprevisibles, junto con un
recrudecimiento de las rivalidades intercapitalistas. En este escenario, para nada
descartable, y que no podemos desarrollar aquí (ver Fdez Durán, 2004), la ausencia de
autonomía propia de la UE respecto de EEUU, y el abrazo del oso al que puede verse
sometida, sería fatal para el propio proyecto de poder “europeo” (que no es, ni debe ser,
el nuestro), pues puede verse arrastrada por esta vorágine, de la que también es
responsable. En estas circunstancias la Unión Europea (o una parte de ella) puede verse
tentada a construirse político-militarmente, de forma brusca y claramente autoritaria,
para garantizar su propia supervivencia en el escenario global, lo que agravará las
tensiones internas de todo tipo, haciendo muy difícil su gobernabilidad.
¿Un proyecto “neocon” para la nueva “Europa”? Nuevas gobernabilidades en gestación
Pero antes se ensayan, a pesar de todo, todo tipo de formas de poder blando, de
persuasión ciudadana, y en definitiva de comunicación, de marketing político, para
hacer tragar suavemente a la sociedad civil los planes de las estructuras de poder, y
legitimarse. Se habla de que es preciso “comunicar ‘Europa’ mejor a los ciudadanos”. A
este respecto, la nueva Comisión ha creado una vicepresidencia con este fin, la que
desempeña la comisaria Margret Walström, a cargo también de las relaciones
institucionales. Y Walström ha planteado que ante el fracaso en la ratificación de la
Constitución, la Comisión no tenía ningún Plan B (lo que probablemente sea cierto,
pues cabría hablar mejor quizás de diversos planes b, con minúscula), y que va a
desarrollar (lo está haciendo ya) un Plan D, de fomento del flujo “democrático” (MOTT
F., 2005). Esto es, según ella, comunicar los planes de “Europa” mejor a los ciudadanos,
despertando dentro de ellos la necesidad de su consolidación política (y militar), ante
los nuevos retos globales, al tiempo que se propone también “escucharlos” (en grupos
especialmente diseñados al respecto) durante este periodo de reflexión. Para luego,
“conjuntamente”, elaborar una reorientación del “proyecto europeo” que haga a la UE
más “atractiva” a sus ciudadanos, para que la sientan como “propia”. Este Plan D se está
implementando especialmente en todos aquellos países pendientes de ratificar la
Constitución, y asimismo en Holanda. En Francia parece que la Comisión no se atreve a
hacerlo, por no suscitar un mayor rechazo, y porque tal vez Chirac para nada lo desea, ni
lo permite.
Asimismo, desde distintas instancias comunitarias y think-tanks “europeístas” se
acompaña esta campaña de “diálogo” con los ciudadanos, proponiendo incluso un
“Pacto” con los mismos (Torreblanca, 2005). Y todo ello se complementa con volver a
activar la participación “europeísta” de los principales actores “institucionalizados” de
la sociedad civil europea (CES y grandes ONG’s europeas de distintos ámbitos98),
puesta ya en funcionamiento con ocasión de la aprobación del documento de la
Constitución, y de la campaña a favor de su ratificación (Act4Europe). Pero
últimamente se empiezan a evidenciar ciertas grietas en estos apoyos hasta ahora
“dificultades” de cumplir el Pacto de Estabilidad por los grandes países del euro, debido a las reacciones
sociales que encuentran los gobiernos respectivos, y ante las dificultades políticas en general en la UE.
98 Sociales (tipo Cáritas), de Desarrollo, de Derechos Humanos, Ambientalistas (Greenpeace, WWF,
etc), Culturales y de Mujeres (European Women Lobby Group) (www.act4europe.org).
98
incondicionales, que estaban auspiciados por considerables flujos monetarios desde
Bruselas. La tramitación de la Directiva Bolkestein está contando con la oposición de la
CES (Confederación Europea de Sindicatos), y las propuestas del nuevo informe Sapir
han recrudecido este rechazo. La CES sabe que las reformas que promueven
significarían a medio plazo su fin como estructura de mediación, y es por eso que se
opone a ellas, especialmente por el auge de la contestación en su seno a las mismas. Lo
mismo está ocurriendo con las grandes ONG’s ambientalistas, que han denunciado la
Directiva Bolkestein por la desregulación ambiental que supondrá al promover la
deslocalización y la cláusula del “país de origen” (los países del Este tiene un plazo de
10 años para adaptar su legislación a la normativa ambiental comunitaria, y en ese plazo
ésta se prevé que se oriente claramente a la baja, pues se está haciendo ya). Y el Lobby
Europeo de Mujeres se empieza a inquietar ante el protagonismo que empieza a adquirir
el “dialogo civil” de la Comisión con las Iglesias, y el reforzamiento de los mecanismos
de dominio patriarcal que puede suponer el afianzamiento de los planteamientos de la
Nueva Derecha, a la que nos referiremos a continuación. El resto de las grandes ONG’s
en otros ámbitos (culturales, de derechos humanos, de desarrollo) se ve también
condicionado en su apoyo, hasta ahora en gran medida irrestricto a las políticas de
Bruselas, por el hecho de la creciente rebelión ciudadana contra la UE (No francés y
holandés), y por el endurecimiento de la política de la Unión en todos los terrenos.
Además, en el “dialogo civil” promovido por la Comisión cobra un progresivo
protagonismo la relación directa, sin tapujos, con los grandes lobbys empresariales,
como principales representantes de la “sociedad civil” para Bruselas; en esta creciente
deriva hacia los planteamientos neoliberales de hacer de la sociedad una “sociedad de
propietarios y accionistas”, de acuerdo con la formulación realizada en el último
congreso del partido (neo)laborista británico por Gordon Brown, el superministro
económico de Blair, y futuro sucesor del mismo, quizás en esta misma legislatura.
Pero la terapia de choque del libre mercado sin restricciones ya aplicada en su día
en el Este (tras la quiebra del socialismo real, con el señuelo de la integración en
Occidente y en concreto en la Unión), es preciso aplicarla ahora a la UE a 15, y
especialmente a la Eurozona, como apunta el nuevo informe Sapir. Y ese electroshock,
esa brutal devaluación del Estado social y de gran parte de su fuerza de trabajo, no se
hará sin sudor y sin lágrimas. En ese espacio existe (todavía) una fuerte oposición social
a esa devaluación salvaje, evidenciada claramente en Francia y Holanda, y asimismo en
Alemania en las últimas elecciones (a pesar de que el mercado demandaba “más
madera”), y el grado de organización de la verdadera sociedad civil en la UE-15 es
sustancialmente mayor que en los nuevos países miembros del Este. Así pues, dicha
devaluación no se podrá realizar probablemente sin una imposición autoritaria, por
mucha ingeniería comunicativa y social que se intente desarrollar. Y es por eso que
empiezan a proliferar diferentes Think Tanks de pensamiento neoconservador a escala
comunitaria, y especialmente en Bruselas, para promover nuevas formulas (duras) de
gobernabilidad político-social. Muchas de las cuales, en mayor o menor grado, ya se
están ensayando por diferentes gobiernos de la Unión. Se podrían agrupar dichos Think
Tanks bajo el epígrafe: “Radicales del Libre Mercado” (Free Market Radikals), como de
hecho se autodenominan algunos de ellos. Entre ellos resaltan: el European Enterprise
Institute (con fuertes relaciones con el American Enterprise Institute, ligado a la
Administración Bush), el Center for a New Europe, la Stockholm Network, y el
Internacional Policy Network (CEO, 2005). Igualmente, Aznar, junto con
neoconservadores republicanos de EEUU, ha lanzado la Fundación para una Europa
99
Fuerte, que promueve además una intensa relación transatlántica; aparte de la labor de
zapa incendiaria que impulsa desde la FAES, arrastrando (sin resistencias) al PP por esa
senda.
El pensamiento neoconservador potencia una imagen del individuo propietario y
consumista desvinculado de cualquier trama social de obligaciones, responsabilidades y
cuidados; promueve un agresivo nacional-liberalismo apelando a las identidades
nacionales en crisis por la “globalización” y la inmigración; resalta la decadencia
imparable de la izquierda para dar respuesta efectivas a los perdedores “autóctonos” por
las dinámicas del nuevo capitalismo global, fomentando populismos derechistas y
racistas; plantea la necesidad de impulsar la “ley y el orden” y la “tolerancia cero”, ante
el auge de la delincuencia y el caos reinante; criminaliza a los pobres, indigentes y
especialmente al “otro” de este estado de cosas; y socava cada día más el
funcionamiento de las instituciones democráticas, así como denuncia hasta al propio
sistema de partidos, utilizando de forma descarada la industrialización de la mentira, si
es preciso, que lo es. Y en el caso español (PP) e italiano (Liga Norte) este tipo de
planteamientos animan al enfrentamiento territorial dentro del Estado para auparse al
poder, o permanecer en el mismo. Es un discurso perverso, pero inteligente, que tiene
una amplia incidencia en importantes sectores integrados “autóctonos”, y asimismo en
sectores sociales frágiles que sufren el impacto de las sacudidas del libre mercado, y que
necesitan desarrollar la autoestima y culpar a alguien, al “otro” (en sentido amplio), de
su situación. Y este discurso autoritario incorpora también, en diferentes dosis, la
necesidad de reformulación (endureciéndolas) de las relaciones de dominio patriarcal
(reforzamiento de la familia tradicional, de la supeditación de la mujer al hombre, de los
niños y jóvenes a los padres); el pensamiento homofóbico y contra la libertad sexual (es
decir, contra gays, lesbianas, transexuales, queers); y el pensamiento religioso, pues la
Iglesia (aparte de por supuesto las mujeres) cuidará del individuo solitario, junto con el
mercado, satisfaciendo además sus necesidades espirituales, y no el Estado (Fdez
Savater, 2005).
Pero ya se están viendo los propios límites de la imposición de las formas de
dominio autoritario neoconservador en el propio EEUU, su cuna, en donde el desastre
de la guerra y de la ocupación iraquí están haciendo resurgir el Síndrome de Vietnam, y
en donde el desastre del Katrina se ha llevado en gran medida por delante el discurso
securitario de Bush, pues éste es incapaz de garantizar la seguridad de su propia
población ante las catástrofes naturales. Así pues, cabe aventurar la gran dificultad para
imponer estas formas en el espacio “europeo”, a no ser que se haga de una manera
claramente autoritaria, si es preciso, en cuyo caso cabría pensar igualmente que tendrían
dificultad para mantenerse. Los límites político-sociales a los planes de Sarkozy de
arramplar con la “chusma”, la “escoria”, limpiando con la manguera policial las
explosivas periferias metropolitanas (“banlieus”), se han hecho evidentes. El reciente
incendio (literal) incontrolado de resistencias que ha suscitado con su gestión de hierro
(racista) el candidato a presidente en los barrios “sensibles”, no sólo de París, sino de
más de trescientas ciudades francesas, y su tremenda repercusión política (y
económica), ha obligado a recular a este aprendiz de Bush, y ha forzado al Estado
francés a declarar el Estado de emergencia en muchos de sus departamentos. Algo
difícilmente inimaginable antes de la rebelión de las periferias.
Arde París, arde Francia… y puede arder “Europa”
100
A Sarkozy se le ha ido la mano (dura), y ha provocado un verdadero estallido
juvenil de los marginados de esta sociedad de consumo, haciendo explotar todo el odio y
la humillación acumulados en los guetos metropolitanos. Espacios donde se ceba la
degradación urabana y la anomia, el paro, la precariedad extrema y la desestructuración
familiar. Se ha generado pues una auténtica guerrilla urbana espontánea, de violencia
inusitada protagonizada por jóvenes (varones) resentidos que se autoconvocan a través
de Internet, y que destrozan en muchos casos sus propias barriadas. No sólo coches, sino
también sus propios servicios públicos. Un torbellino nihilista. Esta rebelión ha llegado
a afectar hasta al euro, y amenaza con repercutir en el turismo, sector trascendental de la
economía francesa. La imagen internacional de Francia ha quedado seriamente dañada,
y ha destrozado no solo el señuelo de la capacidad de integración y homogeneización
social de la gran Nación laica republicana (que condena el comunitarismo religioso,
sobre todo islámico –ley del contra el velo-), sino que ha terminado por sepultar la
imagen idílica de “Europa” y de su “Alianza de Civilizaciones”. La “tolerancia cero” y
la “guerra civil molecular” que ha auspiciado Sarkozy le ha estallado en la cara, y
amenaza con desbordar las fronteras de Francia (de hecho, se ha extendido de forma
incipiente a Bélgica, Holanda, Alemania y Grecia); y puede servir quizás de “ejemplo”
a seguir por jóvenes de muchas periferias metropolitanas de otras ciudades de la UE,
donde se almacenan los ciudadanos autóctonos “de color” y entre 20 y 30 millones de
“no comunitarios”, sin derechos y con un futuro muy incierto para sus cachorros. Pero,
ojo, esta rebelión no tiene fronteras étnicas precisas, alcanzando también a jóvenes con
pedigrí nacional, pero sin ilusión y sin futuro. Y las solidaridades internas que genera
desbordan los límites entre comunidades que desde el poder se han querido auspiciar
para impulsar la “guerra de todos contra todos”, entre los de “abajo”, y se proyecta ya
también claramente hacia “arriba”. Sin embargo, esta rebelión margina a las mujeres,
especialmente a las jóvenes, reforzando el machismo99, y a los mayores, que no
encuentran un espacio propio para poder expresar sus reivindicaciones. En definitiva,
esta protesta es asimismo la punta del iceberg de una crisis urbana mucho más profunda,
de una explosión del desorden (Fdez Durán, 1993-6), de una ingobernabilidad
antagonista y no antagonista, que se está incubando con diferentes expresiones en las
metrópolis de todo el mundo.
Chirac, y el gobierno francés, se han visto obligados a volver a impulsar en esas
periferias metropolitanas los planes de “paz social subvencionada”, que había suprimido
el anterior gobierno Raffarin como parte de su programa neoliberal. Se ha puesto en
funcionamiento otra vez un servicio civil voluntario para jóvenes en paro, y una mejora
de las condiciones urbanas de esos barrios; es decir, una política social que implicará un
incremento considerable del gasto público. En contra de las exigencias del mercado, de
las recomendaciones del informe Sapir y del Pacto de Estabilidad. A Francia le va a salir
cara, al menos en el corto plazo, la revuelta juvenil promovida por la chulería de
Sarkozy. Pero a pesar de todo, parece que la imagen de líder duro del Ministro del
Interior, logra captar en gran medida el apoyo del ciudadano medio “autóctono”
asustado por la dimensión de la protesta. Y se ve con buenos ojos por buena parte de la
población la posibilidad de retirar hasta la ciudadanía, y expulsar del país (no está claro
a donde), al que no respete las leyes securitarias de la República. Sin embargo, Francia,
el Estado de la Unión con mayor porcentaje de población inmigrante, especialmente de
origen musulmán, está abriendo la caja de pandora con estas medidas de “tolerancia
99 Y nuevos mecanismos de opresión patriarcal de las mujeres, como analiza muy bien Fadela Amara
(2004).
101
cero”, lo que puede encender la mecha de nuevos estallidos sociales metropolitanos en
el medio plazo. No solo en el Hexágono, sino en toda la Unión, pues la UE va a
necesitar en el futuro de una población no comunitaria en ascenso, para hacer frente a su
declive demográfico. Y dicha inmigración tendrá que provenir, se quiera o no se quiera,
en gran medida del mundo islámico y del África subsahariana. La más estigmatizada
por la colonialidad del poder. Esto es, de sus entornos geográficos más cercanos, aparte
de la que pueda llegar del resto de los países del Este, de Latinoamérica o de Asia, en
principio más “integrable”. Todo lo cual puede derivar en un escenario de “Guerra de
Civilizaciones” en las metropolis de la Unión.
Así pues, el tipo de gobernabilidad “neocon” sobre todo este polvorín social no
se podrá imponer, seguramente, a no ser que se quiera recurrir a fórmulas ya
abiertamente totalitarias, como en otros periodos de la historia del siglo XX, por el
momento todavía impensables e inejecutables, en el presente orden de cosas. De
cualquier forma, el auge de los totalitarismos vino precedido en su día de un fuerte
descrédito de las democracias liberales, y en la actualidad se puede estar gestando poco
a poco un caldo de cultivo similar. Es preciso pues estar atentos y aprender de la
historia, aunque las circunstancias sean (aún) muy distintas. Y algo así se está haciendo
desde la contestación ciudadana, desde las resistencias al “proyecto europeo”, aunque
quizás hasta ahora no se ha dedicado la debida atención a las derivas crecientemente
racistas, autoritarias, militaristas, neoimperialistas y neopatriarcales del mismo.
Las resistencias a la UE se organizan poco a poco, camino del Foro Social Europeo... y más allá del mismo
Con posterioridad al No francés y holandés, estamos asistiendo a una
reactivación y reagrupamiento de una parte importante de la contestación al “proyecto
europeo” a escala comunitaria, no sólo para tratar de impulsar las resistencias al mismo,
sino orientada también en gran medida a preparar el Foro Social Europeo (FSE) de
Grecia, en abril de 2006. Este año el FSE parece que pondrá un especial énfasis en el
debate respecto al futuro de la Unión, como no podría ser de otra forma. Hasta ahora ese
debate había estado en buena medida ausente del FSE, quizás por la presencia (y los
intentos de implicar más activamente) a la CES (Confederación Europea de Sindicatos),
claramente “europeísta”. Llaman la atención las declaraciones de los últimos años de la
Asamblea de Movimientos Sociales del FSE. En la de París no se contenía una denuncia
explícita a la Constitución Europea, cuando ésta ya estaba en la calle, y en la de Londres
no se abogaba claramente por el No100. Y eso se debe, muy probablemente, a los frenos
que imponía la CES, y a la dificultad de comprensión de parte de la vieja izquierda
comunista europea, y de la “nueva” (Negri), respecto del carácter y orientación de la
UE, y su papel en el nuevo capitalismo global.
Las críticas, debates y propuestas de movilización en el seno del FSE han estado
dirigidas principalmente contra otros actores de la “globalización” (FMI, OMC, BM y
EEUU), así como contra las políticas de “guerra global permanente” de la
Administración Bush, en concreto contra la guerra de ocupación en Irak, y contra el
neoliberalismo en general. Pero “Europa” (como proyecto) ha estado en buena medida,
como decimos, fuera de la agenda del FSE. Esto va a dejar de ser así, al menos en la
próxima edición en Grecia, lo cual es enormemente positivo. Hace falta un profundo
100 En la declaración de Londres, aunque se criticaba el contenido de la Constitución, no se definía
directamente por el No, tan sólo se pedía que los ciudadanos europeos debían ser consultados.
102
debate en el seno de los movimientos sociales acerca de hacia dónde va “Europa”. Sobre
todo cuando desde hace años crece la oposición interna (parcial) de la extrema derecha
hacia el “proyecto europeo”, sin que existan discursos críticos potentes y articulados
contra la UE de carácter emancipador y liberador, generadores de sentido acerca de lo
que está ocurriendo en “Europa”, y qué repercusión mundial tiene. Es hora ya de
desarrollarlos a partir de la multiplicidad de resistencias al “proyecto europeo” (internas
y externas), de la diversidad de reflexiones antagonistas existentes, y de la variedad de
prácticas moleculares de transformación político-social en marcha.
La propuesta más elaborada hasta ahora ha sido la de los ATTAC europeos,
concretada en su plan ABC, tras el No francés (ATTAC, 2005). ATTAC plantea que
para caminar hacia otra “Europa posible” es preciso partir de la actual UE, reformándola
en profundidad, para ir más allá de ella, después. El plan se concreta en tres etapas. A:
Acciones y movilizaciones desde ya contra las políticas neoliberales europeas y por una
reorientación de las mismas (freno a la Directiva Bolkestein y a la Directiva de Tiempo
de Trabajo, paralización de la privatización ferroviaria, no al AGCS, control del BCE,
incremento de los fondos estructurales –en especial hacia el Este-, control de los
paraísos fiscales, armonización fiscal en la Unión, freno de la Agenda de Lisboa,
incremento al 0,7% del PIB en la Ayuda al exterior y fin del apoyo a la ocupación de
Irak). B: Democratización verdadera de las instituciones comunitarias (el problema es si
ello es factible). Y C: Empezar a caminar hacia “Otra Europa Posible”, iniciando el
debate acerca de cómo hacerlo, en abril, en el FSE. El grupo político de la Izquierda
Europea del Parlamento Europeo (que agrupa a los partidos provenientes de la antigua
izquierda comunista) también propone, en teoría, una reforma en profundidad de la
actual UE, pero sus planteamientos son mucho más difusos, o menos precisos, por las
diferencias existentes en su seno. En especial, entre los partidos de los países nórdicos y
el resto.
Dentro de éstos últimos, en donde existe también una diversidad de
planteamientos, destaca la postura más activa de Refundazione Comunista, con
considerables vínculos con los movimientos sociales italianos. Refundazione, junto con
los Comités Unitarios por el No (a la Constitución) en Francia, ponen más el énfasis en
impulsar una Carta Europea de Derechos Sociales, Democráticos y Ambientales, que
permitan empezar a diseñar otra “Europa posible”. Y en el encuentro de dimensión
comunitaria que se impulsó por parte de los Comités en junio de este año, tras el No, se
propugnaba que esa demanda pasaba por la necesidad de Refundar otra “Europa”. Otra
“Europa” social, democrática, pacifista, antipatriarcal, ecológica, de solidaridad con los
pueblos, etc. En el seno del movimiento por el No en Francia han proliferado (además
del PCF) diversos grupos de la izquierda radical (en su mayoría trotskistas), aparte de
por supuesto mucha gente de “izquierdas” en general sin adscripción política concreta,
aunque parte de ella se vincule con tendencias libertarias, anarquistas o autónomas.
En este mes de noviembre está previsto un encuentro en Roma de estas dos
grandes tendencias (reformistas y refundacionistas) para preparar el debate en torno a
“Otra Europa es Posible”) en el FSE de Grecia. Y asimismo, en este mismo mes,
diferentes movimientos sindicales de gran parte de la UE, que operan fuera de la CES,
tienen previsto también analizar cómo coordinarán sus planteamientos y sus luchas
contra las políticas neoliberales de la Unión. La reunión será en Florencia, pues estos
sectores tienen un especial relieve en Italia. Y muchos de ellos estarán también en la cita
del FSE en Grecia. Hasta ahora, las críticas formuladas desde estas grandes tendencias a
la UE, han versado principalmente en torno al carácter neoliberal del “proyecto
103
europeo”, que se ha ido agravando en los últimos tiempos (desde el Mercado Único y
Maastricht, y especialmente a partir de la Agenda de Lisboa y la Constitución Europea),
y su repercusión interna, especialmente en la antigua UE a 15 (donde esta contestación
es mayor). Así como se ha resaltado la falta de democracia interna en la Unión, y
especialmente en la elaboración de la Constitución, en donde para nada se ha dado un
verdadero proceso constituyente (¿podría haber sido de otro modo?). Pero ha quedado
mucho más desdibujada la denuncia a la “Europa” fortaleza y securitaria, así como a la
existencia de dos tipos de ciudadanía dentro de la Unión (comunitarios y no
comunitarios), o hasta tres o cuatro, según hemos manifestado más arriba; la censura de
la “Europa” a distintas velocidades y su impacto en los países miembros del Este (donde
la oposición social creciente está muy poco articulada); y mucho más podríamos decir
acerca de la débil reflexión crítica sobre la “Europa” superpotencia y neoimperialista en
construcción, su creciente dimensión militar, y su papel e impacto a escala global. Y, en
general, podríamos afirmar que la puesta en cuestión del impacto ecológico (interno y
externo) del “proyecto europeo” tiene un carácter residual en estos discursos, por no
decir la reflexión sobre su inviabilidad a medio y largo plazo.
Esta reflexión crítica más amplia y profunda del modelo productivo y de
sociedad en el que se inserta el “proyecto europeo”, como una pieza más, muy
importante, del nuevo capitalismo global, anida de una forma quizás deslavazada y no
estructurada en general, formalmente, en una gran diversidad de pequeños grupos y
colectivos, que operan en mayor o menor medida en red, y que podríamos situar dentro
de un ámbito difuso que se reclama heredero principalmente de las corrientes
anarquistas, libertarias, autónomas, okupas o zapatistas. Todos ellos con un importante
componente de solidaridad internacional. Muchos de los cuales no estarán presentes en
el FSE, en Grecia, por la prioridad que dan al trabajo y al enraizamiento en lo local.
Dentro de este magma complejo predominan las posturas que podríamos denominar de
Deconstruir “Europa” (y los Estados-nación), y hasta de promover el decrecimiento
económico y el freno de los procesos de concentración urbana, propiciando un mayor
equilibrio con el mundo rural. Para ello se propone impulsar formas democráticas desde
los ámbitos más locales, creando comunidad, reconstruyendo los lazos sociales y
recuperando los espacios públicos fagocitados por el mercado (y el Estado); así como
reforzar la sociedad civil como forma de crear contrapoder político. Es decir, un tipo de
poder político de la sociedad más allá (o, mejor dicho, más acá) del Estado, y por
supuesto de las instituciones comunitarias. Sus planteamientos cabría situarlos en la
necesidad de transformar el nuevo capitalismo global (y por lo tanto “Europa”) desde
abajo, alterando así las relaciones de poder, y propiciando una democracia
verdaderamente participativa. Es decir, un camino para cambiar el mundo sin tomar el
poder, pues esta última vía la Historia la ha demostrado vana.
Las nuevas dinámicas del capitalismo global, impulsadas principalmente por los
grandes poderes económicos y especialmente financieros, se están imponiendo
primordialmente de arriba a abajo. Esto es especialmente cierto en el caso de la UE.
Pero hoy en día múltiples voces liberadoras que propugnan la reforma en profundidad,
la refundación o la deconstrucción de “Europa” están convergiendo poco a poco, desde
abajo, no sin tensiones, a escala continental, para resistir estas tendencias del poder e
intentar quitarle ya las últimas hojas de parra al Emperador, que se está quedando
desnudo. En definitiva, para demostrar que el poder se sustenta sobre la nada. Es
preciso, por tanto, profundizar un debate necesario sobre el futuro del “proyecto
europeo”, con el fin de incrementar las resistencias al mismo a escala comunitaria, y
104
poder confluir con procesos similares que se están dando a nivel mundial, por el papel
cada día más impactante y agresivo de la UE en las Periferias Sur y Este. Al tiempo que
abrimos también una reflexión profunda sobre las causas de estallidos sociales como los
que hemos visto en las últimas semanas en Francia, así como las vías para enfrentar
desde los movimientos de transformación social estos conflictos contradictorios,
intentando transformar la ingobernabilidad en un nuevo antagonismo liberador y
emancipador, en base a la no violencia activa y la desobediencia civil. Esta será la única
forma de poder frenar y transformar la deriva competitiva, asocial, racista, destructora,
policial, militarista y patriarcal de este modelo “europeo” (y mundial) basado en la
necesidad de crecimiento y acumulación constante. Un modelo que supedita la sociedad,
la naturaleza y el globo entero al poder del dinero, y que nos conduce al caos y a la
barbarie. Sólo así podremos caminar hacia otros mundos posibles.
Capítulo 5¿Construyendo “Europa” manu militari?101
Desmontar el “Choque de Civilizaciones”, y frenar las derivas securitarias y
101 Este capítulo se terminó de redactar en febrero de 2006.
105
militaristas, para caminar hacia otros mundos posibles
“La disuasión nuclear francesa es un elemento insoslayable de la seguridad del continente europeo (…) Llegado el momento tendremos que plantearnos juntos la cuestión de una defensa común, que tuviera en cuenta las fuerzas de disuasión existentes, en la perspectiva de una Europa fuerte, responsable de su propia seguridad (…) Lo cual será la garantía de nuestros aprovisionamientos estratégicos y la defensa de los aliados (…) Los Estados que recurran a medios terroristas contra nosotros (…) deben comprender que se exponen a una respuesta firme y adaptada de nuestra parte”
Jacques Chirac, discurso en la base de Ile Longue, 19-1-2006
“El Estado de Derecho puede, en la lucha contra el terrorismo, servirse de las informaciones obtenidas en una cárcel donde se practica la tortura. Esto no implica aprobar la tortura”
Joschka Fischer, ex ministro de Asuntos Exteriores de la
RFA, EL PAÍS, 12-12-05
“Con las nuevas amenazas la primera línea de defensa estará a menudo en el extranjero (...) Varios países y regiones corren el riesgo de resultar atrapados en una espiral de conflicto, inseguridad y pobreza (...) Hay que
estar preparados para actuar antes de que se produzca una crisis (…) Una serie de países se han situado al margen de la sociedad internacional (...) Algunos han buscado el aislamiento. Otros vulneran persistentemente las normas internacionales. Es conveniente que estos países puedan unirse a la comunidad internacional. Aquellos que no desean hacerlo deberán comprender que han de pagar un precio, incluso en sus relaciones con Europa” (el subrayado es nuestro)
“Una Europa segura en un mundo mejor”, Estrategia de
Seguridad Común para Europa (Documento Solana),
Salónica, 2003
El presupuesto de la UE (y la OMC): la última victoria de Blair
La aprobación en el último minuto del presupuesto comunitario para el periodo
2007-2013 fue el aldabonazo final de Blair ante la Unión, y estuvo íntimamente
106
relacionado con lo que sucedía en el otro extremo del mundo, en Hong-Kong, donde se
desarrollaba la reunión ministerial de la OMC. En la cumbre final de su presidencia,
Blair tensó la cuerda hasta el extremo, sin romperla, pues sabía que la Unión, para
sobrevivir, necesitaba como fuera de un presupuesto. Si no, la crisis hubiera sido
mayúscula. De esta forma, se evitó la parálisis definitiva de la Unión, tras la quiebra del
proceso de ratificación constitucional. Merkel cumplió un papel fundamental en el
desbloqueo de la situación, presionando a Blair y a Chirac para lograr un acuerdo, y
aportando en el último momento más dinero a la propuesta de presupuesto británico,
para hacerla más aceptable; sobre todo a los nuevos países miembros, que veían
fuertemente reducidas sus partidas. La propuesta británica suponía un recorte
importante sobre la planteada en su día por Luxemburgo en la anterior presidencia, que
fue rechazada por insuficiente por una amplia mayoría102. El presupuesto comunitario
quedaba pues en un escueto 1,045% del PIB de la Unión, un porcentaje similar al
existente en 1985, antes de la entrada de España y Portugal en el “proyecto europeo”.
Posteriormente, el presupuesto comunitario iba a experimentar sucesivas ampliaciones
(incrementos de fondos estructurales, creación de fondos de cohesión, etc.), hasta
alcanzar el 1,25% del PIB en la UE a 15. Ahora, en la UE a 25, el presupuesto queda
bruscamente disminuido (pues además el PIB per cápita es menor, por la ampliación al
Este), y los mecanismos de solidaridad interterritorial e interestatal también
(Torreblanca, 2005).
Blair pretendía hacer, pensamos, varias carambolas al mismo tiempo. Por un
lado, dividir a los países de la Unión, y en concreto al Eurogrupo, al tiempo que salvaba
(e incrementaba la cuantía) del llamado “cheque británico”, cuyo cálculo es perverso. La
reducción del presupuesto comunitario como un todo era un caramelo para los seis
contribuyentes netos (Francia, Alemania, Suecia, Austria, Gran Bretaña y Holanda), que
ya habían planteado a la Comisión su interés en que su cuantía no superara el 1% del
PIB de la Unión. El retraso en su presentación no dejaba tiempo a los países del Este a
negociar un mayor presupuesto, haciendo que éstos pudieran llegar a aceptar este mal
acuerdo antes que nada, e irse con las manos vacías. Y Blair sólo mostró una cierta
flexibilidad, cuando Chirac cedió a replantear los presupuestos de la Unión, y con ello
los presupuestos de la PAC, a partir del 2008. Chirac ya no estará para entonces como
presidente. Y ésta era la señal que se necesitaba en Hong Kong para cerrar el acuerdo
provisional (que exigían Brasil e India, entre otros), poniendo fecha a la eliminación
definitiva de los subsidios a la agricultura para el 2013. Eso es lo que se renegociará en
la UE en el 2008. El acuerdo de Hong Kong se terminará de completar en la reunión de
la OMC en abril de 2006, permitiendo el acceso a los países periféricos de los productos
industriales y (especialmente) de los servicios de la UE. “Los sectores de futuro de la
Unión” (y es a el sector servicios al que está destinada la nueva directiva Bolkestein,
algo descafeinada en su trámite por el Parlamento Europeo, pero sin alterar su código
genético ultraliberal). Francia daba su brazo a torcer, forzada también por Alemania, y
ésta posibilitaba asimismo el acuerdo ampliando algo (poco) los fondos para el Este. El
presidente de la Comisión comulgaba con este resultado expresando que son muchos los
cambios que puede traer la “globalización”, y afirmando también que no se pueden
blindar los presupuestos por siete años. Y Merkel expresaba una enorme satisfacción, en
su brillante estreno como dirigente europea, diciendo que ahora “Europa” se puede
102 La propuesta británica era un 1,03% del PIB de la UE, la luxemburguesa se situaba en el 1,06%,
bastante más baja que la planteada en su día por la Comisión 1,22%, y ésta era más baja que la del
Parlamento (Torreblanca, 2005).
107
dedicar a definir su papel en el mundo, afrontar los desafíos de la “globalización” y el
futuro de la Constitución.
De todas formas, el presupuesto predefine ya una “Europa” escorada hacia las
tesis británicas. Es decir, poco “institucionalizada” política y militarmente, y con fuerte
protagonismo de los Estados nación. Habrá poco dinero para la política exterior (es
decir, para la proyección mundial de la Unión), aunque sí para “seguridad” (interior) y
“justicia”, y para establecer un sistema de vigilancia contra la inmigración clandestina
en el Mediterráneo. Y hasta los Estados siguen prefiriendo el gasto nacional (al
comunitario) en I+D+i para favorecer a “sus” empresas. El Parlamento Europeo ha
rechazado el futuro presupuesto por “insuficiente”, y ha demandado al Consejo Europeo
que lo renegocie al alza. El presidente de la Comisión, Barroso, ha planteado que así no
se puede funcionar, y que se necesita como sea establecer impuestos europeos, para
garantizar el presupuesto de la Unión. No se puede negociar un presupuesto comunitario
entre 25 Estados. Es como si las 17 comunidades autónomas “españolas” tuviesen que
negociar entre ellas el presupuesto estatal. La parálisis estaría garantizada. “Menos mal”
que, en paralelo, se ha logrado iniciar la puesta en órbita del sistema Galileo, que
posibilita a la UE una creciente presencia en el espacio, fundamental para su potencial
construcción como actor de primer orden mundial, y para desarrollar también sus
políticas securitarias y militares.
Crisis energética y oferta del poder nuclear de Francia para construir “Europa”
La fuerte subida del precio del petróleo que se viene manifestando desde hace
meses, y el impacto que tuvo en el abastecimiento de gas a la UE el reciente conflicto
entre Rusia y Ucrania en torno al mismo, ha puesto la cuestión de la crisis energética en
el primer lugar de la agenda política europea. Y no es para menos, la Unión depende en
más del 75% del petróleo exterior, proveniente en gran medida de Oriente Medio, y en
más de un 50% del gas de fuera de sus fronteras, principalmente de Rusia (CE, 2006).
Estos porcentajes se dispararán en los próximos años, conforme se vayan agotando las
reservas del Mar del Norte, haciendo a la Unión más dependiente del exterior y, por lo
tanto, más vulnerable. Ante esta situación, Chirac ha querido utilizar la excusa de la
urgencia de abordar la crisis energética para justificar “Europa”, y así ganar un
protagonismo perdido desde el No francés en el referéndum constitucional, revitalizando
al mismo tiempo la imagen de Francia de cara a los países miembros. Después de los
“éxitos” de Blair, y la irrupción estelar de Merkel en el tablero de la Unión, Francia
necesitaba recuperar el terreno perdido. Y lo ha hecho poniendo la force de frappe nuclear sobre la mesa, ofreciéndola como garantía del abastecimiento energético futuro
al conjunto de los países miembros. Un guiño sobre todo al Eurogrupo, pero también a
los países del Este. Francia con Gran Bretaña son las dos únicas potencias nucleares de
la Unión. Como reza la cita de inicio de este texto, la fuerza nuclear francesa “será la
garantía de nuestros aprovisionamientos estratégicos y la defensa de los aliados”; y llega
a amenazar con ataques preventivos contra los “centros de poder” de los países que
supongan una amenaza “terrorista” (Chirac, 2006). ¿Irán, quizás? Dentro de tales
aprovisionamientos estratégicos figuran en primer lugar los energéticos, es decir, los
combustibles fósiles, pero también todo tipo de materias primas; sobre todo en un
momento en que los precios de éstas están sufriendo también una subida espectacular,
ante el fuerte aumento de la demanda mundial, su previsible escasez en el futuro, y hasta
por la propia especulación en los mercados financieros de futuros.
108
Asimismo, el presidente de turno de la Unión, el austriaco Schlüssel, ha
manifestado que asegurar el abastecimiento energético es un problema “europeo”, y que
exige una respuesta “europea” (EL PAÍS, 17-1-06). Un toque de atención también a los
Estados del Este (junto con el de Chirac), para que sean conscientes (que lo son) de que
su frágil abastecimiento energético dependerá en el futuro del poder político y militar de
“Europa”, y que sus vínculos con EEUU no les garantizará (llegado el caso) su
abastecimiento energético. Además, aboga porque la UE, en bloque, acuda a los
mercados como un solo agente, para imponer su capacidad negociación. La cuestión
energética va a ser el tema estrella de la próxima cumbre de la Unión, en marzo, en la
que se discutirá el Libro Verde que ha elaborado la Comisión al respecto. Y aparte del
carácter estratégico que adquiere la cuestión energética, se quiere utilizar este tema para
justificar la necesidad de “Europa”, especialmente en su dimensión político-militar (que
refleja la Constitución), de cara a los ciudadanos. Y así como Washington, para
defender el American Dream, justificó en los 90 las aventuras militares (desde la
primera Guerra del Golfo), para garantizar sin pudor su abastecimiento de petróleo, un
interés “vital” de EEUU; hoy en día se quiere construir también un imaginario europeo,
un nuevo European Dream, en base a la necesidad de asegurar el abastecimiento de
petróleo y gas. Así, los ciudadanos europeos, incluidos los más reticentes,
comprenderán que “Europa” es necesaria.
Una Constitución moribunda, espera a ser rehabilitada por la presidencia alemana
Los diferentes actores se siguen posicionando en torno a la Constitución, que se
encuentra en la sala de reanimación, con respiración asistida. Barroso ha llegado a
manifestar que estaba muerta, aunque luego ha rectificado, declarando que estaba
muerta como texto concreto, pero no como voluntad política. El Parlamento Europeo
(PE) se ha decantado recientemente por mantener el proceso de ratificación
constitucional en marcha (Bélgica acaba de hacerlo), aunque admitiendo que el texto
quizás necesite retoques, que no una nueva renegociación; para hacerlo digerible a los
cambios de presidencia y gobierno que se produzcan en Francia y Holanda en 2007, al
tiempo que eso permite desbloquear la situación en los países pendientes aún de
ratificación (casi todos con referendos prometidos). Eso sí, el PE ha manifestado que es
necesario un amplio debate en este periodo de reflexión decidido por la Unión, que
acaba en junio de 2006, sobre todo allí donde no se ha ratificado aún la Constitución, y
que es preciso explicar bien a los ciudadanos para qué queremos “Europa”. Ambos,
Comisión y Parlamento, plantean que es preciso defender a “Europa”, y que el problema
de la necesidad de su consolidación política (y militar) no va a desaparecer porque
esperemos. Y el eje Franco-Alemán ya ha expresado que presentará una estrategia
global común en junio de cara al futuro de la Unión (y de su Constitución), así como
una postura conjunta consensuada sobre la ampliación. Es decir, hasta dónde tiene que
llegar “Europa”, y cómo es preciso condicionar y acometer, si procede, su ampliación.
Parece que gana fuerza la posición de que no es posible ampliar más la Unión, sin
disponer antes de una “Constitución” (o texto similar). En contra de la opinión de Gran
Bretaña que quiere que la ampliación se realice sin condiciones103. Mientras tanto,
Polonia y la República Checa quieren renegociar la Constitución, y Suecia retrasa sine
103 De hecho, en la cumbre de cierre de su presidencia presionó, en contra del parecer de Francia, para
que Macedonia fuera aceptado como país candidato a la ampliación, siendo finalmente aprobada su
candidatura.
109
die su aprobación parlamentaria.
Pero quizás cabe esperar poco más de la presidencia austriaca, no sólo porque
sigue abierto el proceso de reflexión hasta el fin de la misma, sino porque el propio
gobierno austriaco está dividido en torno a la Constitución, aunque haya sido aprobada
en el Parlamento, y está condicionado por una opinión pública hostil. Según datos del
Eurobarómetro sólo uno de cada tres austriacos está a favor de la UE. Y la derecha
xenófoba en el gobierno también está planteando la necesidad de someter la
Constitución a referéndum, a pesar de su ratificación parlamentaria. Así las cosas, no
parece que se pueda producir un desbloqueo de la situación hasta la presidencia
alemana, en el primer semestre de 2007, aunque será decisiva la propuesta conjunta que
formulen Francia y Alemania al final del periodo de reflexión. La “Constitución” pues
espera a que llegue el turno de Alemania, cuando quizás hayan desparecido ya Blair,
Chirac y Berlusconi de la escena política. De todas formas, la “Constitución” debe
entrar en vigor antes de 2009, y tal vez se contemple la posibilidad de utilizar las
elecciones “europeas” en ese año para algún tipo de ratificación global, o más bien
parcial (en algunos países), de la misma. Mientras tanto, sigue operando el Plan D de la
Comisión, ya mencionado, intentando convencer a la población de la necesidad de
“Europa”, y parece que esta labor de comunicación se va a centrar (se está centrando ya)
en otros ámbitos también, resaltando que es la Unión la que va a impulsar el crecimiento
y el empleo (Estrategia de Lisboa), y que sólo pueden abordarse los “problemas”
creados por la inmigración a escala comunitaria. Dos temas muy sensibles para la
opinión pública europea. Todas esas cuestiones, se nos dice, forman parte del cómo
queremos vivir en el futuro los “europeos”, y son cruciales para convencerles de la
necesidad de una Unión Europea (fuerte).
En paralelo, continúa de forma imparable el endurecimiento interior de la UE,
promovido y ejecutado por los distintos Estados, pero impulsado y coordinado también
desde las instituciones comunitarias, como forma de afianzar hacia adentro su
gobernabilidad. En este sentido, existe una especie de consenso interestatal de ir
acabando poco a poco con el espacio público urbano y ciudadano a escala de la UE, así
como una orientación securitaria interna creciente en la estela marcada por EEUU tras
el 11-S, con el fin de controlar y yugular posibles resistencias e insurgencias. Blair y
Sarkozy una vez más marcan la pauta, seguidos sin rechistar por los demás líderes
europeos, con la excusa de la lucha contra el “terrorismo” (como ya hemos indicado),
pero yendo ahora mucho más allá. Blair, bajo el lema de que hay que recuperar la ciudad
para la gente “decente”, está impulsando la “tolerancia cero” también contra la
prostitución y el gamberrismo en las calles, al tiempo que ha instalado otras medidas de
excepción urbana (guerra a la venta ambulante, expulsión de sus casas a los vecinos
antisociales104, castigos a los padres cuyos hijos no vayan a la escuela, posibilidad de
establecer toques de queda para los menores en barrios concretos, etc). Las nuevas
medidas francesas van en la misma dirección, y ambas contemplan el control exhaustivo
de los lugares y quartiers “sensibles” (incluidas por supuesto las mezquitas). Y a escala
de la Unión está ya en camino la aplicación de controles biométricos para todos sus
ciudadanos (y aquellos de terceros países), así como la incorporación de esta
información en forma de chip que se adjuntaría a la documentación personal, que será
obligado llevar consigo. De esta forma, el control de la población será exhaustivo,
complementando esa capacidad de seguimiento mediante el poder de ubicar en todo
momento a los individuos (y a sus vehículos) vía satélite. El recorte de libertades y la
104 Desalojo de sus viviendas hasta por tres meses, pasando a ocupar viviendas de castigo mientras tanto.
110
pérdida de derechos civiles y políticos son crecientes, pero hasta ahora estas
restricciones no han llegado en general al debate público, como está ocurriendo ya en el
caso de EEUU (escándalo de las escuchas telefónicas ordenadas por Bush), quizás
porque su implantación en el caso de la UE está siendo más subrepticia.
“Europa” se apunta al “Choque de Civilizaciones” (con la ayuda del Islam político)
Desde hace ahora tres años, tras el choque entre la “Vieja Europa” (Francia y
Alemania) y EEUU en el Consejo de Seguridad con ocasión de los preparativos de la
guerra contra Irak, y la división de la OTAN al respecto, venimos asistiendo a una
paulatina recomposición del vínculo transatlántico, y a un progresivo realineamiento de
la UE tras la estela de EEUU en Oriente Próximo y Medio (pero con tensiones, en
cualquier caso). La Unión se muestra incapaz de ejercer una política propia en toda esa
conflictiva zona, de enorme importancia geoestratégica, que se separe de forma
significativa de los intereses y la agresiva política estadounidenses. Las razones son sus
divisiones y contradicciones internas respecto a ese ámbito geográfico, la incapacidad
política por tanto para hablar con una única voz, y su debilidad como actor militar
autónomo (agudizadas las dos por el retraso de la aprobación de la Constitución). Todo
ello le hace supeditar su perfil de proyección internacional de una forma aún más
acusada bajo el paraguas de EEUU en esa zona tan caliente del globo. Donde se ubica el
conflicto (in crescendo militari) de Israel con el mundo palestino (apoyado por
Washington, y aceptado por los principales países “europeos”), donde se albergan las
2/3 partes de las reservas de crudo del mundo, y donde se localizan dos volcanes en
erupción: Afganistán y sobre todo Irak (activados por EEUU y Gran Bretaña), y otros en
preparación (Irán, y más) ayudados por la política occidental hacia esta zona. Un
territorio, además, todo él (el mundo árabe-musulmán), enormemente hostil a la
presencia de Occidente (que data de la época del dominio colonial europeo occidental),
y sobre todo de EEUU (en esta fase postcolonial) y de su creciente implicación militar
en la zona (sobre todo desde la primera Guerra del Golfo). Rechazo que se ha agudizado
con la debacle desatada en la postguerra irakí, y el agravamiento de la situación en
Palestina, que ha alentado aún más el crecimiento en el mundo árabe-musulmán del
Islam político y de las distintas formas de Yihad105, fomentando el llamado “Choque de
Civilizaciones”. Pero este rechazo se está expresando de forma cada vez más aguda,
también, respecto de los distintos países de la Unión, y de la propia UE como tal.
Y no es para menos, los famosos vuelos de la CIA con escala en territorio
“Europeo”, para deslocalizar (subcontratar) la tortura hacia cárceles de fuera de la UE, y
aún de la propia Unión a 25, han dejado patente que los distintos gobiernos “europeos”,
que dicen defender los Derechos Humanos, estaban al tanto de esas operaciones, y que
miraron hacia otro lado y hasta colaboraron con Washington. La hipocresía de la “Vieja
Europa” ha sido total (como ha dicho Powell), mientras mantenía públicamente un
distanciamiento de EEUU y decía oponerse a la guerra contra Irak. Hasta el propio
gobierno Schröeder-Fischer estaba en el ajo, y los servicios de seguridad de Francia
también colaboraron, como ha dejado claro la reciente visita de Condoleeza Rice,
cuando forjó un pacto de silencio con todos los gobiernos de la Unión. Y el Consejo de
Europa se ha visto obligado a actuar sin la colaboración de los gobiernos de la Unión.
En estas circunstancias, no sólo le va resultar muy difícil a la UE dar ya lecciones sobre
105 Propiciado, asimismo, porque desde Occidente se yugularon intentos progresistas de secularización, y
se han apoyado las dictaduras que gobiernan muchos de estos países.
111
derechos humanos en el planeta a nadie, sino que su imagen de cara al mundo árabe e
islámico se asocia cada vez más con la de EEUU. El núcleo duro de Occidente, los dos
lados del Atlántico Norte, ven como su (falsa) seña de identidad durante la Guerra Fría
(la defensa de los Derechos Humanos) se desmorona. La cita de Fischer del inicio del
texto es sintomática. Y la que más se va a resentir de ello es la propia UE, pues es (era)
una de las marcas estrella de su poder blando para proyectarse a escala global, y para
presentarse también con otra cara en los escenarios de Oriente Próximo y Medio.
Washington ha abandonado claramente el soft power desde la llegada Bush a la Casa
Blanca, sin importarle lo más mínimo. Y así le va, sobre todo en el mundo islámico;
aunque parece que ahora empieza a recular.
Pero a “Europa” no le va mejor. Es más, la guerra de las caricaturas sobre
Mahoma (presentándole como terrorista), desatada desde un periódico de la derecha
dura y xenófoba danesa, ha incendiado las pasiones del mundo islámico (asalto y quema
de embajadas y consulados de países de la Unión, de oficinas de la UE, y de
instalaciones militares “europeas”). La provocación gratuita y de poco tino (aunque
luego parece que fue manipulada y amplificada), en nombre de una “libertad de
expresión” (cada día más cercenada) ha caído sobre un terreno extremadamente fértil, y
ha hecho estallar la rabia acumulada y contenida contra Occidente, y contra el dominio,
la humillación, la incomprensión y el racismo a que se ha sometido secularmente al
mundo árabe y musulmán. Y “Europa” ha pasado a un primerísimo plano de los ataques
de los sectores más fanáticos del Islam, que han costado un rosario de muertos. Su
imagen ha salido hecha trizas. Mientras, EEUU observaba esta crisis con un disimulado
regocijo, y expresaba su “solidaridad” con el mundo islámico ofendido. “Europa” que se
quería esconder detrás de EEUU, y presentar una cara amable, ha pasado a convertirse
en un nuevo “Satán”, fácilmente demonizable. También porque se ha visto reforzada su
absoluta dependencia del “Gran Satán”, cuando ha reaccionado ante el triunfo de Hamás
en Palestina, cortando las vías de financiación de la ANP, tal y como dictaba el gigante
estadounidense. Un triunfo, el de Hamás, que el propio Occidente ha auspiciado
apoyando irrestrictamente a Sharon. Es decir, la Unión ha eliminado su cara más
amable, y está mostrando su verdadero rostro. No es por casualidad que los disturbios
más importantes se han dado, en un primer momento, en países en conflicto con
“Europa” (Afganistán, Líbano, Irán, Siria, Palestina…), si bien las movilizaciones han
alcanzado luego al conjunto del mundo islámico, incluida Turquía. Y algunas han sido
especialmente sangrientas (Nigeria, Libia). La postura cada vez más visible e
intervencionista de los países “europeos”, y la mayor exposición de la Unión en Oriente
Próximo y Medio, empiezan a pasarles una clara factura. En tres años su imagen de
policía bueno de Occidente, de contrapeso de EEUU, se ha esfumado. Y la debilidad
política de “Europa” ha quedado absolutamente manifiesta. Las divisiones internas de la
UE han hecho que fuera incapaz de presentarse como un frente cohesionado, que
hablaba con una sola voz, lo cual no ha impedido que el rechazo se manifieste también
contra las representaciones diplomáticas de la Unión.
Entre el reforzamiento de Occidente, y el posible final del Atlantismo
La recomposición del vínculo transatlántico se ha visto sin duda reforzada
recientemente con la llegada de Merkel a la cancillería alemana. Se está dando un mayor
afianzamiento de la amistad transatlántica, una recomposición de la OTAN, un
replanteamiento de las relaciones de la Unión con Rusia (se le considera un socio
112
estratégico, si bien menos caluroso que antes con Schroeder), pero Merkel, a pesar de
todo, también se pronuncia por una “Europa” fuerte. Es decir, la “nueva Alemania” se
decanta por una asociación estratégica entre una UE (reforzada) y la OTAN. Si bien la
definición clara en el futuro del vínculo transatlántico de la UE está todavía por
concretar. En la Constitución Europea se abría la posibilidad del desarrollo de una
dimensión militar autónoma de la Unión, y eso parece que todavía sigue en pie, si es que
la Constitución, o el texto (Tratado) que la sustituya para “endulzarla”, queda en esos
términos, no es puesta en cuestión de nuevo por algunos actores (en especial Gran
Bretaña), y sobre todo se aprueba definitivamente. Mi opinión personal es que ese es
uno de los principales nudos gordianos, si no el principal, del futuro de la Unión.
Especialmente, porque en el próximo futuro vamos seguramente a ver no sólo un declive
paulatino de Occidente respecto del resto del mundo (sobre todo por la fuerte irrupción
de China e India en el nuevo capitalismo global), sino también porque probablemente se
agudizarán las tensiones dentro del núcleo duro de éste (es decir, EEUU-UE), como
resultado de ese declive. Un declive que puede ser brusco, como consecuencia de sus
rivalidades económico-financieras a escala global (a pesar también de sus intereses en
común), y especialmente por el hecho de que ambos espacios poseen dos monedas de
rango mundial, que compiten entre sí. Una de hegemonía planetaria (por el momento),
el dólar, y otra con ambiciones de disputarle dicha hegemonía, y cuya misma existencia
está provocando la erosión de la primacía del dólar a escala global106.
Ante esos escenarios futuros tan sumamente complejos se barajan todas las
opciones para seguir manteniendo el dominio de Occidente a escala global, y reforzar
también, si es preciso (que muy probablemente lo será) el papel de la UE en el mundo.
A la Unión le va su propia vida en ello. Y ambas cuestiones son asimismo en una
importante medida contradictorias. Así pues, desde la primera opción107, se nos habla de
la necesidad de crear un gran mercado transatlántico (entre EEUU y la UE), con
acuerdos de libre comercio con otras regiones planetarias, de reforzar y ampliar la
OTAN (incluyendo hasta a Japón, Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur, reforzando
militarmente estos flancos de lo que se puede considerar un Occidente ampliado), y que
ésta Alianza sea la que defienda (entre otras cuestiones) los suministros de energía
futuros, con fuerzas de intervención rápida para actuar en donde sea preciso en el
mundo. Hasta se habla de incluir en esta futura OTAN a Israel y Colombia, nada menos.
Desde las opciones más “europeístas”108, defendidas clara y públicamente por
Guy Verhofstadt (antiguo primer ministro belga y excandidato a presidir la
Comisión)(2005), se nos alecciona de que una “Europa fuerte” (los “Estados Unidos de
Europa”) se debe construir a partir del “Eurogrupo” (los doce miembros actuales, más
los que se pudieran incorporar de los 25 en el futuro), y tendría que tener una importante
106 El propio Alan Greenspan en una reciente conferencia, antes de dejar la Reserva Federal, reconocía la
reducción del dólar en las carteras de los bancos centrales del mundo, que están ya tan “sólo” en algo más
del 60% en dólares, y el 25% en euros. La progresión del euro en sólo unos años ha sido muy importante
(EL PAÍS, 12-12-06)
107 Esta es la postura de los neocons estadounidenses, de Blair, de Aznar (el Trío de las Azores), y de
ciertos sectores conservadores europeos continentales, y responde, pensamos, a los intereses comunes
económicos y financieros noratlánticos, principalmente los del mundo anglosajón, que se proyectan más
allá del espacio noratlántico (Australia, Nueva Zelanda) y que establecen cabezas de puente fuerte en
otras áreas del globo (Japón, Corea del Sur, Colombia y el propio Israel), territorios que necesitan
también de su protección y apoyo militar para prosperar y subsistir.
108 Aquí cabría citar en general los intereses del capital de la Europa continental occidental, defendidos
especialmente (aunque con distintas posturas) por Francia y Alemania, como cabezas primordiales del
Eurogrupo,
113
dimensión militar autónoma (la iniciativa de Chirac se enmarca en estos
planteamientos). Es decir, de acuerdo con esta postura, esta “Europa fuerte” sería un
poderoso anclaje político-militar absolutamente necesario de una “Europa mercado”
más amplia, que podría llegar a tener, llegado el caso, entre 30 y 35 miembros. Solo así,
se nos dice, podrá “Europa” subsistir en el futuro incierto que se avecina, defender sus
intereses a escala mundial (entre ellos, especialmente su moneda) y afianzarse como un
actor global “imprescindible” (es decir, se plantea crear una “Europa” superpotencia
mundial).
La actual Constitución está a caballo entre ambos extremos, es un pacto
complejo a Quince, pero abre el camino hacia ese último escenario. De hecho, se aboga
claramente en ella por ampliar el gasto militar de los países de la Unión, por la creación
de una Agencia Europea de Armamentos, por el establecimiento de un Mercado Común
de la Defensa, y por la privatización creciente de la industria de armamento, que hace
que esta industria esté por lo tanto interesada en políticas agresivas, como en EEUU,
para ampliar su propio mercado. El complejo militar-industrial “europeo” en progresiva
consolidación, opera fuera del marco de la OMC (como toda la industria de “defensa”),
y se promueve a partir de apoyos y decisiones políticas109. Pero está todavía por definir
cuál será la configuración definitiva de la dimensión militar de la Unión, ahora que ha
quedado la Constitución en vía muerta (por el momento), y por las tensiones existentes
dentro de las propias estructuras de poder “europeo”. Y también queda pendiente de dar
cuerpo al Documento Solana, la Nueva Estrategia Europea de Defensa, que acompaña y
complementa la Constitución Europea. Sin embargo, la propia UE va desarrollando por
su cuenta de forma creciente estrategias securitarias y militares con las distintas
regiones del globo (en la medida de sus posibilidades), como complemento al
despliegue y promoción de sus intereses económicos y financieros. Entre ellas,
destacaremos aquí dos por su importancia económica y geoestratégica, y por la
relevancia que han adquirido en el pasado reciente, o que van a tener en el muy próximo
futuro.
La primera, corre en paralelo con la voluntad de crear un Área de Libre
Comercio en el Mediterráneo para el 2010, que se ha traducido en una nueva cumbre a
finales de 2005 en Barcelona para crear una Asociación Euro-Mediterránea. Cabe
resaltar que el Mediterráneo es un área de enorme importancia geoestratégica, en donde
se manifiestan claramente las disputas entre EEUU y la UE110. Así, de cara a las orillas
Sur y Este del Mediterráneo, la Unión fuerza las reformas estructurales de sus
economías, intenta afianzar también el marco en el que operan sus inversiones, y
promueve la total eliminación de barreras al comercio, para impulsar la penetración de
sus transnacionales industriales y de servicios, al tiempo que intenta apropiarse de sus
recursos estratégicos y utilizar su abundante y barata mano de obra. Todo ello se procura
recubrir con una retórica de diálogo entre las dos orillas (la Norte, y la Sur y Este), que
promueve la democracia y los derechos humanos en los países del Magreb y Mashrek, a
la que se dedican algunas migajas económicas. Pero es patente la estrategia de dominio
109 Y todo ello se está poniendo paulatinamente en marcha ya, a pesar de no contar con la Constitución,
aunque sin el impulso decisivo que su aprobación supondría. La Unión gasta algo más del 20% del gasto
militar mundial, frente al 50% de EEUU, y ese desequilibrio, junto al hecho de que sus estructuras
militares no tengan aún un componente autónomo mínimo de la OTAN, hace que siga siendo una especie
de “gusano militar”, que se dedica a operar en escenarios donde le interesa a EEUU, o a la propia OTAN,
una vez que la hiperpotencia ha intervenido. Esto es especialmente así en Oriente Medio y Próximo.
110 EEUU también impulsa acuerdos de libre comercio con países mediterráneos, aparte de acuerdos
securitarios y militares.
114
de la Unión sobre estos territorios, así como la imposición de políticas migratorias111 y
de defensa de sus inversiones e intereses (a través de la exigencia de políticas
securitarias y “antiterroristas”), lo que acrecienta el rechazo de sus poblaciones a las
mismas, agudizado además por el conflicto entre Occidente y el mundo islámico. Tan es
así, que a la cumbre de Barcelona no asistió ni un jefe de Estado y de gobierno de las
orillas Sur y Este (condicionados por la actitud de sus opiniones públicas), dejando
literalmente plantados al conjunto de jefes de fila de la Unión. La brecha que se está
abriendo entre ambos mundos es de tal calibre, que sería oportuno reflexionar sobre
ello; aunque también pudo contribuir en dicha ausencia, el papel disuasorio que
pudieron tener las recomendaciones contrarias a tal encuentro (se dice) por parte de
Condoleeza Rice.
Las relaciones UE América Latina (AL) caminan por una senda similar, aunque
se desarrollen en un contexto de menor choque cultural, no en vano AL es una
prolongación (subordinada y conflictiva) de Occidente. De esta forma, la Unión
pretende crear una Asociación Estratégica entre la UE y AL con ocasión de la IV
cumbre birregional en Viena, en mayo de este año. Esa asociación estratégica se
plasmaría en un Área de Libre Comercio Euro-Latinoamericana para el 2010, y una
Asociación Política y de Seguridad que la complemente, además de otros programas
secundarios, retóricos y de ingeniería social para hacerla más digerible y vendible a sus
opiniones públicas (fomento de los derechos humanos y la democracia, lucha contra la
pobreza, impulso del desarrollo sostenible, participación de la sociedad civil). Pero
debajo de esa hojarasca para hacer bonito el producto, resalta la voluntad de: impulsar
una mayor penetración de las grandes empresas e instituciones financieras “europeas”
en esta importante área del globo; garantizar un acceso creciente a sus ricos recursos de
todo tipo; proteger las inversiones comunitarias; y hacer factible la defensa de los
intereses de la Unión en el clima de creciente conflictividad social que afecta a toda AL,
y de importantes cambios políticos provocados por los movimientos sociales
(campesinos, indígenas y urbanos). Es por eso por lo que se habla de la necesidad del
“refuerzo (y seguimiento) de la gobernabilidad democrática” y de la “reunión frecuente
de los ministros de Defensa”, como parte de la asociación política y de seguridad,
dentro de un enfoque multilateral (a esto está quedando reducido el multilateralismo)112
(Salafranca, 2006).
Y como parte de este proceso, en Viena se quiere concluir un acuerdo de
Asociación de la UE con MERCOSUR, iniciar una Asociación similar con la
Comunidad Andina y Centroamérica, y profundizar los acuerdos ya establecidos con
Chile y México. Es decir, es una agenda enormemente ambiciosa de la Unión, y los
intereses que representa, sobre AL, rivalizando abiertamente con EEUU en este
ámbito113, aunque con una presencia militar “europea” (o de sus Estados) prácticamente
inexistente (hasta ahora); salvo en el caso de Haití y territorios dependientes de la UE,
así como su papel complementario de EEUU (securitario-civil, que no militar) en el
Plan Colombia, como “policía bueno” en los “Laboratorios de Paz”. Así pues, esa
especie de ALCA “europeo” ya está desatando todas las alarmas en las redes y
111 Represión de la migración propia, campos de concentración para inmigrantes de terceros países, y
represión y expulsión de éstos. La “ayuda al desarrollo” cada vez se destina más a estos objetivos.
112 Multilateral pretende ser también el planeamiento de redes de infraestructuras de energía, agua,
transportes y telecomunicaciones, para garantizar la integración subordinada de AL a la Economía
Mundo, y en este caso especialmente a los intereses “europeos”.
113 La Unión como un todo es el primer proveedor de fondos de “cooperación” a la región, y el primer
socio comercial en numerosos países, en especial de los pertenecientes a MERCOSUR.
115
movimientos sociales que se opusieron (y se oponen) al ALCA estadounidense, y que lo
hicieron descarrilar (por el momento) en la pasada cumbre hemisférica de Mar del Plata.
Pero habrá que ver cuál es la respuesta de los líderes de AL a esta voluntad “europea”,
que hasta ahora no ofrecía excesivas resistencias, pero que está sufriendo serios
quebrantos por los cambios políticos (Chávez, Evo Morales…) y sobre todo sociales en
toda la región. Las activas redes de la sociedad civil de AL ya han empezado a poner la
proa a estos planes “europeos” en la región.
En definitiva, podemos observar cómo la UE impulsa de forma creciente sus
intereses económicos y financieros en el mundo entero, en muchos casos rivalizando
con EEUU, y cómo va acompañando la defensa de esos intereses propios de políticas
securitarias, con una voluntad de orientación militar creciente. Sin embargo, la ausencia
de una clara dimensión política y militar propia, hace que esa promoción y defensa no
sea tan “eficiente”, en esta nueva etapa del capitalismo global en que hemos entrado ya
desde hace algunos años (en especial desde el 11-S), la de la “globalización armada” y
la “guerra global permanente” (contra el “terrorismo”), como la que pueda ejercer (en
teoría) EEUU con su poder de coacción y atracción. Máxime cuando aparecen con
fuerza nuevos actores capitalistas a escala mundial, que empiezan a disputar mercados,
compiten cada vez más por el acceso a materias primas escasas, y desarrollan también
crecientes capacidades militares. Todo ello puede contribuir al final del “Atlantismo”, y
a la defensa de cada quién (EEUU y UE, pero también otros) de sus propios intereses
por separado (tal vez manu militari), de hecho se está haciendo ya, en el mundo
crecientemente convulso en que nos adentramos.
Entre el turno de China, el despunte de India, y el caos sistémico.
China, el gigante asiático, está entrando cada día más en competencia con EEUU
y la UE en África, en América Latina, y en Oriente Medio, disputando el acceso a
materias primas estratégicas, especialmente combustibles fósiles, pero también
pugnando por los mercados de productos manufacturados en esas áreas del globo, y
desplazando en ocasiones a su propia industria (en AL, por ejemplo). Las exportaciones
de la “Fábrica del Mundo” no sólo se orientan a EEUU y a la UE, sino que cada vez
más ganan los mercados periféricos al núcleo duro de Occidente, aunque todavía (en
general) en los bienes de gama tecnológica baja (salvo en microelectrónica). India le va
a la zaga, con un papel creciente en el sector servicios, aunque todavía a considerable
distancia de lo que fue en su día el Imperio del Centro. Pero entre los dos suponen casi
la mitad de la población del planeta, y un porcentaje en rápido ascenso del PIB mundial.
Su debilidad es que no disponen ni de alta tecnología, ni de poder financiero, ni de
monedas mundiales, ni de un poder militar que pueda hacer frente al núcleo duro de
Occidente, de forma conjunta o por separado. Este núcleo duro domina y lidera (todavía
de forma aplastante) el desarrollo tecnológico mundial (I+D+i), lo defiende en el marco
de la OMC a través de la defensa de sus patentes (acuerdo TRIPS), concentra el grueso
del poder económico y sobre todo financiero del planeta114, controla el mayor poder
militar a escala global (en especial EEUU), albergando a las empresas líderes de
armamento (que protegen y cultivan sus Estados), y disponen de las dos monedas de
mayor proyección geográfica, comercial y financiera que existen. Pero esta situación
114 Y lo defiende con Tratados de Libre Comercio con las distintas regiones del mundo, y a través de la
OMC, pero se ve obligado a negociar también dentro de ésta (y de aquéllos) con los poderes emergentes
(China, India, Brasil)
116
está experimentando cambios rápidos y sustanciales, y estos cambios pueden acelerarse
en situaciones de profundas crisis o quiebras de escenarios, como los que parecen que
pueden irrumpir en el próximo futuro.
El crecimiento económico mundial, basado principalmente en el tirón de la
locomotora estadounidense, puede resentirse por la dificultad en ascenso de ésta para
financiar sus más que abultados desequilibrios básicos (déficit por cuenta corriente y
déficit fiscal –en el que el peso de la guerra contra Irak es determinante-). Este
escenario puede verse agravado por la profundización de la crisis del dólar (en gestación
en los últimos años, y auspiciada por la insostenibilidad de tales desequilibrios), lo que
además puede obligar a subir bruscamente los tipos de interés del billete verde, para
atraer flujos de capital hacia EEUU. Es por eso, pensamos, que se intenta mantener la
hegemonía del dólar (y, por extensión, la de EEUU) manu militari, otra cosa muy
distinta es que se logre ese objetivo (Fdez Durán, 2004). Todo lo cual puede provocar
una subida generalizada de tipos de interés en el mundo, incluida el área del euro,
acentuando a su vez el temido parón económico mundial y los desequilibrios globales
(fuerte impacto sobre la deuda externa periférica). A su vez, la subida de tipos del dólar
(que ya se viene produciendo de forma suave desde el verano de 2004) puede contribuir
a pinchar la burbuja financiero-especulativa internacional en el sector inmobiliario (ya
se está empezando a producir una inflexión), que ha sido considerada “la mayor burbuja
financiera de la historia del capitalismo” (The Economist, 18-6-05). Esto incidirá de
lleno en la capacidad de consumo de las clases (propietarias) que se han beneficiado de
este enorme auge inmobiliario. El estallido de la burbuja inmobiliaria, y de las otras
burbujas especulativas que se han vuelto a desarrollar en los últimos tres años en los
mercados bursátiles y financieros (sobre todo los de futuros y derivados), como
resultado también de la subida de tipos, puede precipitar una auténtica depresión-
deflación mundial de consecuencias imprevisibles115.
El crecimiento económico mundial ha estado basado en los últimos años en gran
medida en la expansión irrefrenable del crédito. Es decir, ha estado propiciado por una
enorme capacidad de creación de dinero mundial, a partir de sus principales fortalezas
de emisión en divisas fuertes del Norte (en especial EEUU y UE). Esta creación se ha
dado a todos los niveles: dinero papel, dinero bancario y dinero financiero, y ha
posibilitado una expansión del poder económico y financiero del núcleo duro de
Occidente sobre el resto del mundo; esto es, le ha permitido la apropiación de empresas,
instituciones financieras, recursos y todo tipo de patrimonio en la Periferia, ayudado
también por un desplome (provocado) del valor de las divisas periféricas respecto de las
centrales. Y este dinero se ha creado en gran medida en base al crédito, a la generación
de deuda a todos los niveles, de una forma cada vez más insostenible. Pero esta pirámide
de deudas global se puede venir abajo por muy diversas razones, sobre todo si falla el
crecimiento económico mundial, pues eso puede poner en cuestión la capacidad de
devolver las deudas en el futuro, y especialmente si se endurece la política monetaria. Y
en este derrumbe puede incidir igualmente la subida incontrolada de los precios de los
combustibles, en especial del petróleo, y de otras materias primas, que puede reducir el
crecimiento mundial (ya que afecta a la capacidad de consumo), y disparar la inflación
(haciendo necesaria igualmente la subida de los tipos de interés). Hemos entrado ya en
115 Este escenario parece que estuvo a punto de producirse en 2002-2003, y fue debido a ese temor que
la Reserva Federal bajó los tipos a mínimos históricos (llegaron a estar en el 1%), solventando
momentáneamente la situación, y arrastrando tras de sí un abaratamiento del dinero a escala mundial,
pero incentivando nuevas burbujas especulativas (como la inmobiliaria) en esta loca huida hacia delante.
117
un nuevo ciclo histórico de crudo caro, que se puede acentuar si sobrepasamos (como
decíamos) el llamado peak oil, o si los conflictos sociopolíticos y militares, sobre todo
en Oriente Medio, provocan un repentino tensionamiento de los mercados de crudo. En
Davos este año se ha hablado ya de la amenaza del barril a más de 100 dólares.
El auge del “Choque de Civilizaciones” es consecuencia de que el conflicto de
Occidente en Oriente Medio (y Próximo) se recrudece, pues es ahí donde se albergan las
principales reservas de crudo del mundo. No es por casualidad que el “otro” por
antonomasia sea el “otro” árabe-musulmán, el verdadero enemigo a controlar, dominar y
(llegado el caso) abatir, pues se asienta sobre los santos lugares del crudo a escala
global. Quien controle el “grifo mundial de petróleo” controlará el mundo, e impedirá su
declive hegemónico. Y así, se desarrollan nuevas estrategias políticas y sobre todo
militares crecientemente intervencionistas en el exterior (nueva doctrina Bush, en
EEUU, y la llamada Estrategia Solana en la UE –ver cita de inicio-), con el fin de
garantizar si es preciso su acceso a ellos; que lo será en este modelo capitalista basado
en el crecimiento y la acumulación constantes, y cada día más energívoro. Pero China
podríamos decir que mira tal vez encantada este conflicto en ascenso entre Occidente y
el Mundo Islámico, pues sabe que esta espiral de “Choque de Civilizaciones” imparable
hacia la que caminan EEUU y la UE, va a acabar agotando a dichos actores,
posibilitando quizás una llegada suya más rápida a la hegemonía capitalista planetaria
(ese es su sueño a medio plazo). China tiene una población musulmana muy
minoritaria, y el “Choque de Civilizaciones” por ahora no le afecta directamente. Es
más, mantiene en general buenos lazos con el mundo islámico, y cultiva sus relaciones
con el régimen Iraní, tan denostado por Occidente. Además, sabe asimismo que el
“Choque de Civilizaciones” alcanza también y desgasta a la propia India (en versión
propia e impulsada por el integrismo hinduista), con muy importantes conflictos
internos con su población musulmana, y con países limítrofes islámicos (Pakistán,
Bangladesh). El, en su día, Imperio del Centro, quiere volver otra vez a situar el centro
del mundo en la cuenca del Pacífico, como antes del inicio de la expansión del dominio
europeo occidental sobre el planeta (a partir del siglo XV), ahora en el contexto de un
nuevo capitalismo global cada día más desbocado e insostenible.
Pero ese cambio de hegemonía en el sistema mundo capitalista, como aquéllos
ocurridos en otros periodos históricos, no estará exento probablemente de fuertes
rivalidades y conflictos interestatales116, así como de auges importantes en la
conflictividad social y política (Abramsky, 2005). Dichas tensiones se pueden ver
agudizadas en este caso por el hecho de que no se vislumbra en el horizonte la
posibilidad de un nuevo largo ciclo de expansión capitalista, como en cada uno de los
largos ciclos históricos precedentes, debido a que estamos llegando ya a los límites
geográficos de expansión de la lógica de la mercancía a escala planetaria, y porque la
dinámica imparable de crecimiento y acumulación constante del capital está chocando
ya también con los límites ecológicos planetarios; tanto en lo que se refiere a la
creciente escasez de recursos, como por los impactos del metabolismo urbano-agro-
industrial a escala global, que está alterando gravemente el funcionamiento de los
ecosistemas mundiales, y afectando al propio crecimiento del sistema económico.
116 Hegemonía hispano-lusa (finales del siglo XV- principios del XVII); guerras de religión (1618-1648)
y apuntalamiento de la hegemonía de las llamadas Provincias Unidas –Holanda- (finales siglo XVII-
principios del XIX); guerras napoleónicas, Paz de Viena (1815), y consolidación de la hegemonía mundial
británica (siglo XIX-principios siglo XX); Primera y Segunda Guerras Mundiales, e irrupción de la
hegemonía estadounidense, en el área occidental, que se amplía a todo el mundo tras la caída del Muro de
Berlín y la implosión de la Unión Soviética (1989-1991)(Arrighi, 1999).
118
Sencillamente no es posible la expansión continúa y depredadora en un ecosistema
finito como es la biosfera. Todo ello abre la posibilidad de que nos adentremos en un
largo periodo de caos sistémico, que probablemente se esté iniciando ya.
No en vano se están produciendo síntomas de ese inicio de crisis e
ingobernabilidad crecientes. El precio del oro, por ejemplo, se está disparando y alcanza
los niveles más altos de los últimos 25 años, lo cual puede ser una manifestación de que
la confianza en las principales monedas globales (en especial en el dólar, pero también
en el euro117), se empieza a erosionar, pero eso sí, no hay recambios fáciles ni previsibles
a corto plazo. Es un primer indicio quizás del declive de Occidente. El oro poco a poco
se vuelve a convertir en el dinero por excelencia, a pesar de que en 1971 el sistema
monetario internacional se había desligado de cualquier vínculo físico (crisis del patrón
dólar-oro). Es más, la suerte del dólar se juega en China, el principal tenedor de bonos
del Tesoro de EEUU. Igualmente, el descontrol propiciado por un nuevo capitalismo
global crecientemente financiarizado y desregulado, sin vínculos patrios ni fidelidades,
más que la de transcrecerse continuamente, hace que flujos ingentes de capital estén
especulando cada día más con las materias primas (en especial el petróleo) y con las
principales divisas (en los mercados de futuros) acentuando los desequilibrios globales.
El FMI ya ha alertado sobre ello. Pero el genio incontrolable (el poder del dinero) se ha
salido ya hace tiempo de la botella (de cualquier posibilidad de control) y parece
imposible de domesticar. Será solo el principio de realidad, quizás una crisis sin
precedentes, y la voluntad de los ciudadanos de este mundo (todavía inexistente a gran
escala), puesta en marcha desde complejos procesos moleculares desde abajo, como se
pueda ir revertiendo poco a poco este camino que parece imparable hacia el caos y la
barbarie. Karl Polanyi analizaba en las postrimerías de la segunda guerra mundial la
crisis global del intento de crear la primera sociedad mundial de mercado (a finales del
siglo XIX y principios del XX), que dio lugar al fascismo, nazismo y estalinismo
(Polanyi, 1989). Ahora, sesenta años más tarde, estamos asistiendo a un intento aún más
acusado de crear un capitalismo global de mayor alcance y aún más desregulado, y sus
efectos brutales planetarios, así como su ingobernabilidad e inviabilidad son cada vez
más patentes. Y la UE es uno de los principales actores mundiales que contribuye a esta
deriva insensata, que también la trasciende.
Desmontar el “Choque de Civilizaciones”, y desactivar el crecimiento, para caminar hacia otras Europas (y mundos) posibles
Denunciar y resistirse a esta “Europa” securitaria y militarista en ascenso, es
cada día que pasa un imperativo más importante para acometer cualquier proceso de
transformación social, política y ecológica en el espacio europeo, pero también mundial.
Esa es la “Europa” que necesita principalmente promover el capital para impulsar (e
imponer) sus intereses dentro y fuera de la Unión. Y debe ser, por tanto, la tarea
primordial de oposición y desenmascaramiento por nuestra parte, para que sea tan
siquiera posible transitar hacia otros escenarios emancipadores, justos y en equilibrio
con el entorno. La “Europa” securitaria está orientada a impedir (y reprimir si es
preciso) el desarrollo de resistencias a los planes del poder, y a dificultar (e incluso
imposibilitar) la libre expresión de iniciativas ciudadanas transformadoras. Es por eso
117 Los resultados negativos de los referendos francés y holandés, y la paralización del proceso de
ratificación de la Constitución, han afectado al euro de forma considerable en 2005. De ahí el alza a lo
largo del año dólar, después de dos años de caída.
119
por lo que la defensa de los derechos civiles y políticos conquistados a lo largo de
décadas, y hoy gravemente amenazados, se convierte en una tarea prioritaria. Asimismo,
rechazar las derivas militaristas de la Unión, y de sus respectivos Estados, y abogar por
la resolución pacífica de los conflictos, mediante el diálogo, el conocimiento mutuo, y
sobre todo la eliminación progresiva de la causa de dichos conflictos, es algo
igualmente perentorio. No sólo porque la dimensión social en nuestras sociedades está
cada día más amenazada por el gasto militar in crescendo, sino porque la creciente
militarización de los Estados de la Unión es un elemento trascendental en el intento de
yugular cualquier cambio profundo en la estructura de las mismas, y porque las cada día
más injustas y depredadoras (por no decir neoimperialistas) relaciones de la UE sobre el
resto del mundo, se basan en la garantía de su defensa (llegado el caso) a través de
medios militares.
Estas derivas securitarias y militaristas se quieren justificar (paradójicamente) en
base a la defensa de los “valores occidentales” (democracia, derechos humanos, etc.),
frente a los ataques a los mismos que impone el “terrorismo internacional”, de raíz
principalmente islámica (según el discurso dominante), y en especial la Yihad y Al
Qaeda; aunque también se defienden este endurecimiento del Estado y el
intervencionismo exterior en auge, con el fin de poder encarar otras amenazas de un
mundo crecientemente convulso. Es por eso por lo que el desmontar estos argumentos
absolutamente falaces, que inculcan el miedo en la sociedad, y la paralizan, haciéndola
aceptar sin rechistar los planes del poder, se vuelve una exigencia de primerísimo orden.
Una tarea inexcusable, para no hacerse cómplices de dichos planes. La espiral de
“Choque de Civilizaciones” en la que parece que se nos quiere instalar es enormemente
destructiva y divisionista para los movimientos sociales emancipadores en todo el
mundo, pues permite el afianzamiento de distintos modelos de despotismo (“a uno y
otro lado”), yugulando posibles transformaciones emancipadoras. Pero aceptar
pasivamente esta dinámica en “Europa” es además sencillamente suicida, si es que se
pretenden abrir caminos de cambio social. Más de quince millones de población de
origen musulmán habitan en las metrópolis de la UE, en especial en la “Unión a 15”.
Insuflar la islamofobia en estas circunstancias es agudizar aún más la “guerra civil
molecular” a la que se nos quiere conducir a “los de abajo”, y una vía segura para que se
afiancen la extrema derecha (racista y xenófoba) y las dinámicas políticas abiertamente
autoritarias, que impedirán cualquier transformación emancipadora. Además, esto
permitirá afianzar y reforzar aún más los mecanismos de opresión patriarcal en el
mundo islámico, donde la calle se hace cada vez más masculina (de hecho las
movilizaciones son exclusivamente de varones); pero también en la propia “Europa”,
donde en este contexto se está produciendo una progresiva redefinición (regresiva) de
las relaciones de dominio patriarcal, suavizadas en las últimas décadas a partir de la
luchas de las mujeres en el ámbito público. Se vuelve a hablar otra vez de incluir las
raíces cristianas de “Europa” en la propia “Constitución”, lo que se apoya abiertamente
desde el nuevo papado, y desde importantes sectores del Partido Popular Europeo. Esta
nueva “Guerra de Religiones” que se suscita irá claramente en detrimento de las
conquistas logradas por las mujeres.
Es preciso pues abrir vías de conocimiento mutuo, para desmontar prejuicios y
estereotipos, para ir deshaciendo el odio recíproco que se está engendrando en amplios
sectores de nuestras sociedades, y para conectar entre sí movimientos emancipadores a
uno y otro lado del abismo que quieren abrir entre ambos “mundos” los jaleadores del
“Choque de Civilizaciones”. Y aún a pesar de aquellos que, bajo el lema de la “Alianza
120
de Civilizaciones”, pretenden operar cosmética y retóricamente sobre la realidad, sin
poner en cuestión las desigualdades estructurales, y las relaciones de dominio, saqueo y
explotación, así como la neocolonialidad del poder, sobre el que ese “Choque” se
sustenta y se construye. En ese sentido, debemos ser conscientes de que es preciso
trabajar, desde ya, reflexionando también profundamente sobre nuestras formas de vida,
y sobre el modelo productivo, económico y territorial que las acompaña y las hace
factible. Es ahí donde se hallan las causas estructurales de los conflictos en ascenso que
nos enfrentan con el resto del mundo, y con el mundo islámico en particular, en especial
con Oriente Medio. “No blood for oil” (“no más sangre por el petróleo”) debe ser
también el grito que anime esa reflexión y resistencia, como lo fue en los noventa el
lema que esgrimieron los movimientos sociales en EEUU contra la primera Guerra del
Golfo en 1991. Y será yendo a las verdaderas raíces de esos conflictos, así como a sus
razones históricas y culturales, como podremos ir encontrándonos ambos “mundos”. Y
caminar conjuntamente, mezclándonos no sin tensiones, hacia la superación paulatina
de esos desencuentros, al tiempo que vamos transformando nuestras sociedades, dentro
de un proceso de cambio mundial absolutamente imprescindible y también posible. Si
es que tenemos la voluntad, la valentía y la sabiduría para acometerlo.
A este respecto, el encuentro “Enlazando Alternativas 2”118 el próximo mes de
mayo en Viena, paralelo a la cumbre UE-AL, se puede decir que camina en esa
dirección, y adquiere una gran importancia. Es decir, es un intento de impulsar el
encuentro, y el conocimiento mutuo, de las redes de movimientos sociales que tanto en
“Europa” como en América Latina se resisten a las nuevas dinámicas del capitalismo
“europeo” y global, y a su imposición a través no sólo de las políticas neoliberales y de
libre comercio en marcha, sino a su, cada día mayor, acompañamiento de políticas
securitarias y militaristas. No en vano AL alberga importantes recursos de todo tipo (y
también combustibles fósiles), y es la región de mayor biodiversidad del planeta, y es
por eso que se quiere garantizar como sea la progresiva apropiación de sus recursos y
riquezas para seguir impulsando el crecimiento “europeo” (que ha generado una enorme
deuda ecológica acumulada durante siglos)(Russi, Kucharz y Bárcena, 2006), así como
el acceso irrestricto a sus mercados. Esta dinámica crecientemente expoliadora,
desarticuladora y generadora de desigualdad sólo podrá ser frenada enlazando las redes
birregionales de resistencia y transformación social y ecológica a ambos lados del
Atlántico.
Pero para ello, también, es preciso empezar a poner en cuestión el propio
concepto de crecimiento económico, el verdadero tótem de Occidente. El Dios sobre el
que nadie puede polemizar, al que no se puede criticar, y que se impone desde hace
décadas (y aún siglos) desde Occidente al mundo entero. Eso sí que es fanatismo y
ausencia real de libertad de expresión119, aunque haya sido interiorizado ya por gran
parte de la humanidad. ¿Y si la manera de ir transitando hacia un mundo más justo y
sustentable fuera a partir del decrecimiento, una vez que se comprueba que el
crecimiento continuo es inviable, antiecológico y que está generando un mundo
crecientemente injusto e ingobernable?. Este debate se está abriendo poco a poco
118 El anterior encuentro Enlazando Alternativas tuvo lugar en Guadalajara, México, en 2004, con
ocasión de la última cumbre de jefes de Estado y de gobierno de la UE y América Latina. En este caso, el
nuevo encuentro irá acompañado de un Tribunal Permanente de los Pueblos que juzgará el papel que están
desempeñando distintas empresas transnacionales europeas en la región.
119 Mediante la censura pura y dura, en ocasiones, o a través de métodos más sutiles, pero igual de
efectivos, como la “Espiral del Silencio” a la que se somete en los grandes medios los discursos, prácticas
y resistencias que son contrarios a la lógica económica imperante.
121
camino en todo el mundo, pero con mucho esfuerzo. Francia es un buen ejemplo de ello.
El encuentro que se hizo hace ahora casi cuatro años en París: “Deshacer el desarrollo,
para rehacer el mundo” (www.apres-developpement.org), así como la Red de Objetores
del Crecimiento para el Postdesarrollo, y otras iniciativas en el mismo sentido, están
impulsando poco a poco un debate absolutamente necesario. Este debate hasta ahora ha
estado prácticamente ausente en la izquierda institucional y no institucional, y también
en gran medida en los Foros Sociales Mundiales, aunque sí se está dando de una u otra
forma en ciertas redes del llamado movimiento antiglobalización (AGP, Vía Campesina,
organizaciones zapatistas e indígenas, etc). En el Foro Social Europeo la presencia de
esta discusión ha sido muy marginal, y hasta fue vetada su inclusión en los plenarios del
FSE en París (2003), por algunas de las principales organizaciones impulsoras del
mismo. Pero el debate (todavía incipiente) ya está en la calle en la propia Francia, y se
ha abierto definitivamente espacio en el clima de movilización y reflexión crítica
ciudadana de los últimos tiempos; como no podía ser quizás de otro modo ante los
límites cada día más patentes del crecimiento o desarrollo (y sus consecuencias sociales
y ecológicas). El crecimiento (o desarrollo) no es otra cosa que la necesidad de
despliegue y acumulación constante del capitalismo global.
En el Foro Social Europeo de este año en Atenas, se quiere aprobar una “Carta de
Principios para Otra Europa” (consensuada en un encuentro en Florencia en noviembre
2005) que pueda servir “para oponer la estrategia de los movimientos sociales, a la
estrategia de la UE y visibilizar un proyecto alternativo para Europa, un proyecto
construido desde abajo” (Eguireun, 2005). Pero quizás se debería hablar mejor de otras
posibles Europas, sin determinar, pues hay (y debe haber) una gran diversidad de
posibles proyectos alternativos en liza, que sólo se podrán ir concretando a través de un
amplio debate democrático radical realizado, eso sí, desde abajo. Una diversidad de
proyectos, por definir, que van desde la refundación a la deconstrucción de “Europa”,
pues cada vez va quedando más claro que reformar la actual UE es inviable. Muchas
redes europeas están desarrollando ya una importante reflexión al respecto (Transform,
Alterecolo, sindicalismo alternativo europeo, etc)120, y en otras redes u organizaciones
de base, aunque no se esté produciendo una formulación explícita de estas alternativas,
pues trabajan muy pegadas al terreno de su realidad local, sí se están desarrollando
resistencias y alternativas moleculares que permitirán asimismo caminar hacia otros
mundos posibles; es decir, que incidirán también decisivamente en la creación de otras
estructuras económicas y sociales, así como de otras realidades institucionales.
Realidades institucionales que no tienen por qué tener una dimensión europea,
más o menos centralizada, jerarquizada, y se quiera o no burocrática, sino que pueden
adoptar una diversidad de configuraciones descentralizadas, e interacciones en red.
Especialmente, si es que iniciamos un camino de cambio profundo desde abajo,
radicalmente democrático, de la base material y estructural de nuestras sociedades; es
decir, del modelo económico, productivo y de consumo dominante. Pero también de sus
estructuras políticas, desde sus niveles más locales, a través de dinámicas democráticas
verdaderamente participativas. Un camino hacia modelos más justos, solidarios, en
consonancia con el entorno ecológico y antipatriarcales. Sobre todo si empezamos a
transitar hacia la necesidad de volver a relocalizar nuestras economías, impulsar la
solidaridad y no la competitividad, reducir la movilidad motorizada, frenar el desarrollo
urbano y la creación de infraestructuras, revitalizar el mundo rural, cerrar
120 Además, de las que ya mencionábamos (ATTAC, Comités Unitarios por el No en Francia, Izquierda
Europea, etc) en el capítulo anterior.
122
paulatinamente los ciclos de materiales, limitar nuestra dependencia exterior de
recursos, restringir el consumo energético fósil, cambiar hacia energías renovables,
reducir poco a poco el ámbito de la economía monetaria (es decir, reducir el
crecimiento), recuperar el control social del dinero, desarrollar monedas locales y
sistemas de trueque, supeditar el mercado a la sociedad, romper con la lógica del
beneficio y la acumulación, desmantelar los conglomerados empresariales, impulsar la
autogestión laboral, recrear nuevas estructuras comunitarias basadas en la diversidad
multicultural e intercultural (mestiza), redefinir los espacios públicos y privados para el
equilibrio de género, revalorizar las tareas de cuidados, regenerar los espacios
metropolitanos, recuperar la habitabilidad interior y el espacio público de las ciudades,
propiciar la agricultura periurbana, reducir el impacto del metabolismo urbano-agro-
industrial, reconectar nuestras formas de conocimiento y cultura con el territorio, sanear
sistemas territoriales y ambientales devastados, reducir progresivamente el gasto militar,
policial y penal, incrementar el gasto social, etc., etc., etc. En definitiva, se trataría de
propiciar (desde abajo) la creación de una pluralidad y diversidad de “Europas” (más
allá –o mejor dicho, más acá- de la UE y sus Estados), aún por definir y concretar, que
se puedan relacionar en equilibrio y de forma solidaria con muchos mundos posibles.
123
Capítulo 6La Constitución Europea pretende cabalgar de nuevo121
Cambiar algo, para que todo siga igual
“En un mundo tan globalizado, la UE nunca ha sido tan necesaria y, sin embargo, tan cuestionada”
“Agenda de los ciudadanos”, Comisión Europea
“Exclus, etudiants, chomeurs et salariés, c’est tous ensemble qu’on va gagner”
(“Excluidos, estudiantes, parados y asalariados, es todos juntos como vamos a ganar”)
Lema de las movilizaciones francesas contra el Contrato de Primer Empleo (CPE)
121 Este capítulo se redactó en junio 2006.
124
A pesar del rechazo popular, los poderes “europeos” (continentales) buscan cómo relanzar el proyecto de la UE superpotencia
La Constitución Europea ha estado en la nevera durante un año, para conservarla,
aunque algunos grandes actores (Gran Bretaña, en especial) la hubiesen querido llevar
directamente a la morgue, para sepultarla. Pero la cumbre de Viena la ha intentado sacar
de ese estado de postración, en el que la había sumido el No francés y holandés. Era
preciso rescatarla pues “Europa”, como proyecto del capital y de poder, se enfrenta a un
mundo crecientemente competitivo, convulso y en crisis, y necesita dicho instrumento
para operar en él. A la Unión, le es perentorio tenerla para profundizar en su deriva
neoliberal, para construirse como actor político-militar de primer orden mundial, y para
gestionar una UE cada día más amplia y compleja. Los principales actores de la
“Europa” continental se habían puesto por fin de acuerdo en que hacía falta resucitar
esta especie de Frankestein. El problema es cómo hacerlo.
Después de haberse dado un año de plazo de reflexión para evaluar qué hacer
tras el shock traumático de su rechazo popular en dos de los países fundadores, los
grandes países del euro (Francia, Alemania, Italia y España), así como la Comisión y el
Parlamento europeos, habían consensuado la voluntad de reactivar el proceso de
ratificación. La posición a este respecto de la Alemania de Merkel (y de la “Gran
Coalición”122), el principal país de la Unión, había sido clave en este cambio de actitud,
y la elección de Prodi en Italia en menor medida también. Son ya 15 los países que han
aprobado la Constitución (dos por referéndum, España y Luxemburgo)123, entre ellos
casi todos los del Eurogrupo, y alguno más lo hará en el próximo año, probablemente
Finlandia (octubre 2006), Portugal (2007) y República Checa (sin fecha), aunque el
resultado de las últimas elecciones en este país pone en peligro este deseo. A pesar de
ello, cinco miembros de la Unión: Gran Bretaña, Dinamarca, Irlanda, Polonia y Suecia,
se muestran claramente reticentes a aprobar la nueva Carta Magna. Algunos, porque han
prometido referendos que saben que van a perder; otros, porque a pesar de no tener
previstas consultas populares saben que existe un fuerte rechazo a la Constitución y a
“Europa” en sus sociedades; y finalmente, otros también porque además a sus
estructuras de poder les gustaría directamente que no se aprobase, caso principalmente
del Reino Unido y, en la actualidad, Polonia (cuya nueva mayoría gubernamental es
“eurofóbica”, aparte de ferozmente católica y homofóbica).
Pues bien, la reciente cumbre de Viena ha parido por así decir un ratón, pero ha
sentado ciertas bases para volver a reactivar la ratificación del proceso constitucional.
Una vez más ha sido principalmente Gran Bretaña, seguida de Polonia, las que han
aguado la fiesta, y han obligado a dilatar el proceso. Esto es, se ha prorrogado otro año
más el periodo de reflexión. Y así, el embrollo de la parálisis constitucional no se
empezará a despejar hasta el fin de la presidencia alemana de la UE (junio 2007), pues
es preciso guardar unas mínimas formas “democráticas”, para hacer tragable a la
opinión pública europea, y en concreto a la francesa y holandesa, lo que sus sociedades
han rechazado. Y todo ello, como si se tomara en consideración el resultado de esos
plebiscitos, y pareciera que se tuvieran asimismo en cuenta las necesidades de la
122 Cabe recordar que los dos principales grupos del Parlamento Europeo, el PPE y PSE, están presididos
por alemanes de la Gran Coalición, y que Alemania tiene un peso institucional decisivo en la UE.
123 Recientemente la ha aprobado Estonia.
125
ciudadanía “europea”, a pesar de que estos movimientos responden a otros
condicionantes e intereses. De esta forma, se piensa en cambiar el nombre de la
Constitución Europea (se habla de algo así como “Tratado Fundamental”, como título
del “nuevo” texto), y tal vez prescindir de alguna parte no sustancial de ella. El objetivo
es facilitar su futura aprobación parlamentaria en Francia y Holanda, una vez celebradas
las nuevas elecciones presidenciales y legislativas respectivas, así como en el resto de
los países de la Unión que aún no han ratificado el texto. Pensamos que nunca más se
volverá a convocar un referéndum en “Europa”, sobre todo en relación con aspectos
institucionales comunitarios. La presidencia alemana hará pues una propuesta al
respecto al final de su mandato, pero no será hasta finales de 2008, a la conclusión de la
presidencia de turno francesa, que se presentará el texto definitivo consensuado (en esta
nueva edición de la pinza franco-alemana), con el fin de abordar su aprobación
definitiva en 2009. Año de elecciones al Parlamento Europeo. Es decir, tres años
después de lo previsto (2006), si es que llega a buen fin.
Mientras tanto, habrá que exprimir el Tratado de Niza, como dicen Chirac y
Merkel, y explicar pacientemente a los ciudadanos de la Unión el coste de la “No
Europa”. Esta prevista una campaña al respecto (la cita de inicio del Epílogo es una
muestra de ello). Asimismo, se intentará fomentar (aún más) la identidad europea a
través de distintas medidas socioculturales: programa Erasmus, voluntariado europeo,
currículum educativo común, etc. Esto es, pedagogía comunicativa y social, para hacer
sexy a “Europa”. Como parte de este proceso se piensa también celebrar por todo lo alto
el próximo año el 50 aniversario del Tratado de Roma (marzo 2007), mediante una
Declaración Solemne de compromiso de los Estados con los denominados principios de
“Europa”. Entre ellos la dimensión social del proyecto. Pero no está claro si los
ciudadanos comunitarios lo comprenderán, sobre todo por las duras políticas
neoliberales que emanan de la Unión (directiva Bolkestein y similares).
Igualmente, en Viena se ha contemplado el frenar el proceso de ampliación, una
vez que se incorporen Bulgaria y Rumania el próximo año, al menos hasta que la
ratificación “constitucional” no se termine. En nombre de la “capacidad de absorción”
de la actual UE. Ello se justifica, por parte de Francia principalmente, como una forma
de atender la “petición” de la sociedad francesa de frenar los “peligros de la ampliación”
(el fantasma del “fontanero polaco”), con el fin de facilitar la aprobación del futuro texto
“constitucional”. Cuando en realidad, lo que está en juego para los poderes europeo-
continentales (en especial para París) es que no se puede seguir ampliando “Europa”, si
antes no se profundiza en la estructura política (y militar) que define la Constitución.
En este tema también hay una oposición de Gran Bretaña a que se frene la ampliación
de la UE, que en la actualidad afectaría a Croacia y especialmente Turquía. Lo cual haría
muy difícil que otros que esperan entrar en “Europa” lo puedan hacer: el resto de los
países de la antigua Yugoslavia (con un nuevo Estado ya, Montenegro, y quizás otro en
ciernes, Kosovo), o Ucrania y Moldavia, llegado el caso. La Comisión se ha
comprometido a hacer un informe sobre la “capacidad de absorción” de la UE para
otoño, que será debatido en la cumbre de la Unión de diciembre de este año. Todo
indica, pues, que no habrá más ampliaciones hasta que la UE tenga “capacidad de
absorción” (es decir, hasta que no se haya aprobado la Constitución, o el texto que la
sustituya).
Sin embargo, en Viena se ha aprobado una cláusula (a instancias del Reino
Unido) que diluye el compromiso de aprobar el futuro texto constitucional por parte de
los países que hasta ahora no han ratificado el actual. Esto puede generar una situación
126
compleja, y abrir la vía para una “Europa” (al menos) a dos velocidades124. Para esa
fecha, en torno a finales de 2008, o principios de 2009, es muy probable que la totalidad
de los miembros del Eurogrupo hayan aprobado ya la Constitución actual, o el futuro
texto (incluida la próxima incorporada a la moneda única Eslovenia, que ya lo ha
ratificado). Portugal piensa hacerlo durante su presidencia (segundo semestre 2007), e
Irlanda aprovecharía seguramente el cambio formal de texto para sortear el referéndum
prometido y aprobar el nuevo Tratado en el Parlamento. En ese caso, Dinamarca quizás
procuraría hacer lo mismo, desembarazándose también, no sin problemas, de la promesa
del referéndum. Y Suecia es probable que acudiese asimismo a la vía parlamentaria para
su ratificación (no tenía previsto convocar referéndum, a pesar de la presión social al
respecto). Los dos países nórdicos, que están fuera del euro (por rechazo popular), son
demasiado pequeños y vulnerables para aguantar el tipo solos, pero tienen que vencer el
rechazo ciudadano. El problema es cómo, pues el coste político será alto. Tan solo
quedarían Reino Unido y Polonia (si es que continúa en sus trece) al margen de la
aprobación. Ambos países tienen fuertes vínculos con EEUU. Y en estas circunstancias
es muy factible que la futura Unión decida tirar para adelante sin ellos, estableciendo
una estructura institucional a dos velocidades, como mínimo (pues no todos los que
aprueben el nuevo texto formarán parte del euro, la bussiness class comunitaria). Sin
embargo, es probable que Polonia no pueda resistir la presión de Alemania, su poderoso
vecino, para que se sume al resto, pues son muchos también los lazos e intereses que la
unen a la UE continental, pero intentará renegociar su peso en la toma de decisiones.
Este escenario ha sido mencionado por Juncker, presidente de Luxemburgo, con ocasión
de la cumbre de Viena: es decir, que la futura Unión se mueva adelante sin el Reino
Unido.
De cualquier forma, esta “hoja de ruta” puede verse alterada por la extrema
fluidez de los cambios en los escenarios noratlánticos y globales, por las más que
posibles agudas crisis que se dibujan cada vez con más nitidez en el horizonte, y por el
propio rechazo social a estos proyectos de poder. Lo cual puede provocar que “Europa”
se vea obligada a construir su dimensión político-militar de forma brusca, y autoritaria,
como ya hemos apuntado, o bien que el propio “proyecto europeo”, y el euro, puedan
saltar por los aires125. Nada está descartado.
Un mundo en profunda transformación y en crisis: todo lo que parece firme se desvanece en el aire
Pero el capital se mueve también con otras lógicas y ritmos, en muchos casos
frenéticos, y a veces contradictorios. Sobre todo el capital financiero y especulativo.
Recientemente ha saltado a la prensa la noticia de que Wall Street se iba a hacer con
124 Dentro de los que han aprobado la Constitución hay países que están en el euro (de la antigua
“Europa de los Quince”), y países que están fuera, los nuevos miembros de la Unión. Y asimismo países
que están en el espacio Schengen, y países que no, y que todavía tienen restricciones a la libre movilidad
de sus ciudadanos (también los del Este de la Unión). Las tensiones entre estas dos “Europas” también
han sido manifiestas en Viena.
125 Recientemente se ha llegado a especular con la posibilidad de que Italia pudiera abandonar el euro si
continuaba con sus fuertes desequilibrios económicos (entre los que destaca una deuda pública del 110%
del PIB, la mayor de los países del Eurogrupo), solución que propugnaban sectores del gobierno de
coalición de Berlusconi (la Liga Norte), para dinamizar la economía. La llegada de Prodi significa un
claro espaldarazo al euro.
127
Euronext126, para crear un enorme mercado bursátil transatlántico, el mayor con mucho
del mundo, en detrimento de una aproximación similar que intenta hacer la bolsa de
Frankfurt. Chirac, Merkel y hasta el propio Trichet, presidente del Banco Central
Europeo, han mostrado su descontento con esta operación, manifestando que preferían
la consolidación de una gran bolsa europea continental. Por otro lado, la bolsa de la City
de Londres, que hasta ahora cabalga por su cuenta, plantea fusionarse con el mercado
Nasdaq de Nueva York. Estas posibles fusiones transatlánticas plantean serias dudas
acerca de cuáles serían los órganos supervisores de las mismas, de qué poder político
dependerían, y cuáles serían las normativas que se les aplicarían. ¿O es que el capital
financiero (y especulativo) que operará en ellas busca independizarse aún más de
cualquier control o regulación política? En este sentido, el propio Banco Central
Europeo ya ha alertado de los tremendos riesgos a la estabilidad financiera que suponen
el crecimiento imparable de los hedge funds, o fondos de alto riesgo, altamente
desregulados y apalancados (con créditos), sobre todo si se produce una fuerte subida de
los tipos de interés.
Igualmente, la nueva directiva de la Unión sobre los mercados financieros, cuyo
objetivo es crear un verdadero espacio financiero único “europeo” para 2007, establece
las condiciones no sólo para fomentar un gran mercado bursátil coordinado a escala de
la Unión, sino que también da alas a la integración de las instituciones financieras
privadas comunitarias. El objetivo es impulsar su proyección mundial, y poder competir
mejor con las correspondientes angloestadounidenses, de mayor dimensión global y que
dominan en general la banca privada y de inversión. Es decir, se pretende impulsar la
creación de grandes bancos y aseguradoras transeuropeos, pues hasta ahora los
existentes son en gran medida de base nacional, ya que ha habido pocas fusiones y
adquisiciones transnacionales en el seno de la UE. Además, dicha nueva directiva
propicia la desregulación de los mercados financieros, para hacer frente a la
competencia creciente de los paraísos fiscales, y posibilita que las grandes instituciones
bancarias privadas creen sus propias plataformas de negociación interna de activos
financieros, compitiendo con los propios mercados bursátiles. Este nuevo marco
(des)regulador, se suma a las posibilidades que abre a escala europea, y sobre todo
mundial, la nueva normativa Basilea II, que entra también en funcionamiento pleno en
2007. Esta normativa diseñada por los principales actores financieros del “Norte”,
impulsará fusiones y adquisiciones sin precedentes a escala global, y sobre todo la
apropiación por parte de los grandes actores financieros centrales de las instituciones
bancarias del “Sur”. El cierre de los acuerdos de la Ronda Doha de la OMC (si es que se
alcanza), en el capítulo AGCS (Acuerdo General del Comercio de Servicios), en su
apartado de servicios financieros, camina en la misma dirección. Todo lo cual va a
propiciar la creación de gigantes financieros mundiales cada día más difícilmente
regulables y controlables por parte de los poderes públicos, haciendo a éstos cada vez
más dependientes de sus intereses y dinámicas. Esto es, supeditando cada vez más el
interés publico a la avaricia privada, lo que generará con seguridad escenarios de riesgos
sin precedentes.
Y a ello habría que añadir el que se pretende relanzar el proyecto de un gran
mercado transatlántico, un área de libre comercio entre EEUU y la UE, que iría
acompañado también con medidas institucionales. El Parlamento Europeo acaba de
aprobar dos informes al respecto, impulsados por el PPE y el PSE respectivamente, el
126 Euronext agrupa a las bolsas de París, Bruselas, Ámsterdam y Lisboa, así como al mercado Liffe de
Londres.
128
primero “político” (y securitario) y el segundo “económico”, que se complementan
entre sí. Y solo el grupo Izquierda Europea se ha opuesto a su aprobación. Importantes
sectores del capital a ambos lados del Atlántico Norte presionan en ese sentido, con el
fin de conseguir un mercado común de capitales para el 2010, y un mercado único sin
barreras para bienes y servicios para el 2015. Lo cual supondría un alineamiento total
con el sistema legal estadounidense, aún más des-regulado que el “europeo”. De
avanzarse por esta vía, eso significaría probablemente el triunfo de las tesis más
atlantistas dentro de la UE, y una dificultad adicional para que “Europa” se configure
como proyecto propio en el escenario mundial. Se afianzarían las tesis de una “Europa
euro-americana”, con una agenda común militar en cuanto al control global de recursos
energéticos, probablemente a través de la OTAN, y en especial en relación con Oriente
Medio127; lo cual haría más difícil la consolidación de una “Europa” superpotencia con
perfil autónomo, que defienda mejor los intereses del capital europeo más vinculado al
continente, sobre todo en situaciones de crisis. ¿Responden las virulentas tensiones
entre Villepin y Sarkozy a distintas visiones de las relaciones noratlánticas en el seno de
la derecha francesa, más allá de rivalidades políticas en torno al futuro liderazgo
presidencial?128 Quizás. No en vano Francia es el principal motor potencial de una
“Europa europea” (valga la redundancia). Son pues muchas las tensiones que se incuban
en un proyecto de mayor confluencia noratlántica. Entre otras (aparte de las sociales
internas en la Unión a un proyecto así, debido al colapso de la imagen de EEUU en gran
parte de “Europa”), el hecho de la rivalidad en aumento entre el dólar y el euro a escala
global, y la enorme dificultad de garantizar el acceso a los combustibles fósiles de
forma conjunta, en especial cuando la finitud de éstos es cada día más evidente, y los
espacios geográficos a asegurar el abastecimiento tan distantes. ¿Se pondrán de acuerdo
los dos gigantes en cuestiones energéticas, o se disputarán (llegado el caso) unos
recursos fósiles cada día más escasos?
Así, la crisis del dólar parece que se acentúa irremediablemente. La OPEP ha
manifestado su intención de empezar a cambiar hacia el euro la venta del crudo. Irán
acaba de crear una nueva bolsa para comerciar el crudo en euros (la tercera del mundo
tras la de Nueva York y Londres, ambas en dólares). Y muchos grandes países empiezan
a diversificar las reservas de sus bancos centrales en dólares hacia el euro y otras divisas
(Rusia, China, y otros del sudeste asiático)129. Estas circunstancias, junto por supuesto la
cada día mayor dificultad por parte de EEUU de financiar sus enormes déficits gemelos
(fiscal y por cuenta corriente), pueden precipitar la crisis del dólar, y obligar a la
Reserva Federal a elevar bruscamente los tipos de interés para intentar frenarla.
Recientemente esta institución ha tomado la decisión de no publicar la cifra del M3, la
cantidad de dólares en circulación en el mundo. Ello es un claro intento de monetarizar
la enorme deuda estadounidense, procurando ocultar (vanamente) a los mercados
127 En los últimos tiempos se asiste a una confluencia, no sin tensiones, de EEUU y la UE en este
terreno, después de la ruptura de la guerra contra Irak, principalmente respecto a la actitud hacia Asia
Central (Afganistán), y los países del Golfo, incluida una aproximación común en la forma de tratar el
“problema” de Irán. Igualmente, el silencio de “Europa” está siendo atronador respecto a la agudización
del terrorismo de Estado de Israel contra el pueblo palestino, que apoya claramente EEUU, al tiempo que
se produce un acoso de ambos al gobierno de Hamas.
128 De hecho, las conspiraciones han partido de directivos de la propia industria de armamento, y han
estado involucrados representantes de los servicios secretos y el estamento militar. Un cóctel explosivo.
129 De cualquier forma, existe dificultad para satisfacer un fuerte aumento de la demanda mundial de
euros. El BCE no puede emitir tan “fácilmente” euros como hace la Reserva Federal con los dólares. Ello
provocaría una caída en la confianza internacional en el euro.
129
mundiales de divisas el conocimiento de esta variable. Y si el dólar se hunde, y los tipos
de interés se disparan, está muy probablemente cantado el estallido de las diferentes
burbujas financiero-especulativas que se han ido creando en estos últimos años
(inmobiliaria, bursátil, capital riesgo, derivados, etc). Burbujas que se han originado
como resultado de la loca huida hacia delante para escapar de los ciclos económicos
capitalistas, y de la temida deflación-depresión global, mediante la creación sin
restricción de dinero (en divisas fuertes) a todos los niveles; situación incentivada en los
últimos años por unos tipos de interés excepcionalmente bajos, para hacer frente al
colapso bursátil global activado por el estallido de la burbuja financiera de la new economy (2000-2003). La importante caída de los mercados bursátiles en las últimas
semanas en todo el mundo, en especial en las bolsas de los mercados emergentes, es un
buen síntoma de ello, y ha sido consecuencia del endurecimiento generalizado que se
viene manifestando ya en la política monetaria a escala global, propiciada por la subida
de tipos del dólar y las tensiones inflacionistas debido al alza del petróleo.
Si estos problemas se recrudecen, el incremento de tensiones entre el dólar y el
euro está garantizado, y entre los poderes político-militares que los respaldan
probablemente también; y como ya hemos apuntado en otras partes del texto, la
dimensión política y militar es escasa en el caso del euro. De ahí, a lo mejor, la
necesidad en un momento determinado de construcción abrupta de la “Europa
superpotencia” para sostener al euro. Además, como ha mencionado Rodrigo Rato,
presidente del FMI con ocasión de la reunión de primavera de esta institución, ya no
estamos en el mundo de 1985 (año de los Acuerdos del Plaza, en Nueva York) cuando el
G-5 tomó la decisión (impuesta por EEUU, y sufrida principalmente por Japón) de
devaluar ordenadamente un dólar absolutamente hegemónico. Hoy el nuevo capitalismo
global funciona de una forma muy distinta (entre otras cosas, está el euro que erosiona
seriamente la hegemonía del dólar), y ni siquiera el G-8 puede plantearse impulsar una
devaluación ordenada del dólar para corregir los brutales desequilibrios globales. Es
decir, hace falta el concurso también de los nuevos poderes emergentes mundiales
(principalmente China, pero también India y Arabia Saudi, además de otros países del
sudeste asiático y Oriente Medio), pues son ellos los que garantizan la suerte del dólar.
No EEUU. Ni el G-8 (aunque “Europa” y Japón cumplan un papel importante). Y es por
eso que el FMI se ha ofrecido “graciosamente” (animado por EEUU, con el apoyo de
sus socios occidentales) para ayudar a gestionar conjuntamente, con todos ellos, la
corrección de los desmesurados desequilibrios del capitalismo global, en constante
ascenso. Pero para ello necesita cambiar su propia estructura de decisión interna, y que
los nuevos actores acepten y respalden su actuación. Parece una tarea hercúlea, y es más
que probable que graves fluctuaciones económicas desordenadas, y posibles colapsos
monetario-financieros, acontezcan antes que se logre afianzar un hipotético nuevo orden
hegemónico mundial, que sustituya al actual en crisis. Si es que no entramos de lleno en
un periodo de caos sistémico multipolar. El escenario más probable.
En este sentido, la fuerte subida del petróleo está cambiando los equilibrios de
poder. Y ésta, entre otras razones, está dificultando muy seriamente la capacidad de
imponer los intereses de Occidente, y en concreto de su núcleo duro: EEUU y UE, a
través de las instituciones que controlan (o que creían que controlan): el FMI, el BM y
sobre todo la OMC130; lo cual está poniendo en primer plano del acontecer internacional
130 La OMC es la institución que menos controlan los poderes centrales, pues se ven obligados a actuar
por consenso con los grandes actores emergentes para llegar a acuerdos. De hecho, están encontrando
enormes dificultades para cerrar la Ronda de Doha, de acuerdo con sus intereses.
130
la importancia del poder político (y militar), en esta nueva etapa de “globalización
armada” en la que hemos entrado de lleno en los últimos tiempos. A este respecto, llama
la atención cómo Rusia, p.e., ha podido, a causa de los enormes ingresos del petróleo y
del gas en los últimos años, devolver la deuda contraída con el FMI, y con algunos
Estados de la Unión (en concreto Alemania), y cómo ello le permite relacionarse en
otras condiciones, menos dependientes, y más exigentes, con EEUU y la UE. Es más,
Rusia ha visto cómo se revaluaba el rublo en los mercados de divisas, al tiempo que
acumula abultadas reservas en divisas fuertes. Además, sabe que controla la llave del
gas, y amenaza a “Europa” con la posibilidad de abastecer a China a medio plazo, y
desatender sus demandas en ascenso si no atiende también sus peticiones. En concreto,
el interés de la estatal Gazprom, una de las mayores empresas del mundo, de penetrar en
el mercado europeo de la energía, y comprar parte de sus empresas en este campo, para
participar en sus beneficios. Tiene dinero de sobra para ello, y lo puede hacer sin
problemas.
De repente, la superpotencia postrada y en declive que dormitaba al Este de
“Europa” se recobra con inusitada fuerza, y es capaz de poner en serios apuros a la UE,
y al espacio de influencia exterior mutuo que se disputan (Ucrania, Moldavia,
Bielorrusia), al que Rusia amenaza con cortar el abastecimiento energético, si es que no
entra en razones. Es más, las amenazas de Rusia están uniendo a los propios socios
“europeos”, convirtiéndose en un factor forzado de cohesión interna, a pesar de las
tensiones internas que también se manifiestan en este terreno131. Y al mismo tiempo
Rusia se garantiza una negociación de un Acuerdo de Libre Comercio Plus con la Unión
más acorde con sus intereses. Sabe que tiene una importante sartén por el mango, el
control de la energía, aunque la UE tenga abundantes capitales y enormes empresas y
bancos, así como tecnología. Y logra ese “Plus” que se añade a la denominación del
acuerdo de libre comercio, pues éste contempla también aspectos político-militares, en
los que Rusia es más fuerte (sobre todo en el plano nuclear) que los distintos Estados de
la UE por separado. Es decir, se plantea como una relación privilegiada entre dos socios
(en equilibrio desigual) condenados a entenderse, que intentan aprovecharse
mutuamente.
La Unión está impulsando en los últimos años relaciones de libre comercio (e
inversión) con las grandes regiones del mundo, de forma independiente y en paralelo
con las que está planteando también EEUU, pero se está encontrando con más
dificultades de las esperadas. Nuevamente observamos cómo el factor político, y el
poder militar, se están convirtiendo en elementos decisivos en las negociaciones. El
mercado funciona cada vez menos sin ellos, aunque éste quisiera (con la boca pequeña)
independizarse en ocasiones de los mismos, en el mundo irreal en el que cree que opera.
Recientemente la cumbre UE-ALyC (es decir, de la Unión con América Latina y el
Caribe), se ha saldado con un sonoro fracaso. Los resultados que ha obtenido “Europa”
han estado muy lejos de sus deseos132. Y aquí otra vez constatamos los límites que
131 Polonia evoca el pacto nazi-soviético ante el acuerdo de Merkel con Putin sobre energía, y a pesar del
mercado energético des-regulado que la Unión propone crear para el 2007, el núcleo duro del euro
(Francia, Alemania, y el Benelux) intenta establecer un mercado común propio que le permita asegurar su
suministro, y sobre todo consolidar y blindar sus propios gigantes energéticos.
132 Conseguir un Acuerdo de Libre Comercio con toda la región para el 2010 como objetivo a medio
plazo, profundizar los acuerdos vigentes de libre comercio con Chile y México, establecer ya un acuerdo
de libre comercio con MERCOSUR, e iniciar procesos similares desde ahora con la Comunidad Andina, y
Centroamérica, como objetivos a corto plazo. Tan sólo ha conseguido esto último, pues Centroamérica es
el único conjunto de países que ha mostrado una unidad y un interés claro al respecto.
131
impone a la expansión de los intereses del mercado el ámbito de lo político. Por un lado,
la “Europa” paralizada (y débil político-militarmente hablando) chocó con una América
Latina dividida y levantisca, en proceso de importantes transformaciones políticas,
debido a la irrupción en escena de fuertes movimientos populares de resistencia
(indígenas, campesinos, urbanos) al orden global neoliberal imperante. Unos días antes
de la cumbre Evo Morales anunciaba la nacionalización de los hidrocarburos de Bolivia,
Chávez dinamitaba la Comunidad Andina al sacar a Venezuela de la misma, y ambos,
junto con Castro, decidían impulsar previamente un proyecto propio: el Acuerdo de
Comercio de los Pueblos. No es pues de extrañar el fracaso de la cumbre. Y por otra
parte, desde el lado de los movimientos sociales, éstos han empezado a constituir, por
primera vez, enlaces bi-regionales de las redes de resistencia a los acuerdos de libre
comercio e inversión, a esta especie de “ALCA europeo” que quiere impulsar la Unión,
y a la propia creación en suelo europeo de la UE que define la Constitución Europea. Un
paso de gran importancia y trascendencia. Y hasta fueron capaces de atraer a su
encuentro alternativo a dos de los presidentes de la cumbre oficial de Viena (Evo
Morales y Hugo Chávez), denunciando y desbaratando el intento de “diálogo político”
domesticado y acorde con sus intereses que intenta promover la Unión con América
Latina.
Pero “Europa” intenta avanzar también en su construcción política a partir de la
gestión común de su agenda securitaria interna, como ya hemos visto, y utiliza ésta para
justificar y ayudar asimismo a su proyección mundial, si es preciso. La coordinación de
la política “antiterrorista” común ha avanzado a gran velocidad, armonizando y
endureciendo el marco penal, jurídico, policial y, en definitiva, represivo. En política
migratoria común la convergencia está siendo más lenta, pero sustancial, en el objetivo
de alcanzar la “Europa fortaleza”. Con ocasión de la “crisis de los cayucos” (los nuevos
flujos migratorios por mar desde países subsaharianos a Canarias), la Unión (a instancia
española) está empezando a ejercitar una respuesta común (policial y militar) de varios
de sus socios, como parte de la puesta en escena de la Agencia Europea de Fronteras
(Frontex, con sede en Polonia). La creación de dicha Agencia se contempla en la
Constitución Europea, pero ante la parálisis de ésta se ha decido acelerar su puesta en
funcionamiento. En este sentido la dimensión política interior avanza más rápidamente,
y con menos tensiones, que la dimensión política de cara al exterior. Y curiosamente, se
utiliza también esta “crisis” para desarrollar e imponer objetivos económicos y
financieros más amplios. La cumbre Europa-África que se desarrollará en 2007 en
Portugal, pretende utilizar la palanca de las ayudas al “desarrollo” que la Unión da a los
países africanos, no sólo para que éstos controlen in situ los flujos migratorios que
parten o atraviesan sus territorios, sino para conseguir asimismo un acceso cada día más
irrestricto a sus recursos y a sus mercados, y defender sus intereses manu militari, si es
preciso. Los recursos y mercados de este continente rico en materias primas, se disputan
cada vez más otros poderes globales: EEUU y China, principalmente.
Los retos de la sociedad civil frente a un gradiente enorme de poder
Asistimos pues a la expansión de un tremendo poder económico y sobre todo
financiero, a escala europea y mundial, que manipula y utiliza un poder político en
crisis, asentado en gran medida todavía en la estructura de un Estado-nación cada día
más endurecido, a pesar de los intentos de crear aquí una “Europa” supraestatal (y
militarista). Ello se da en paralelo con un poder ciudadano en general muy débil, debido
a la existencia de una estructura social muy atomizada y estratificada, con tensiones
132
interétnicas e interculturales, y colonizada y dividida desde las estructuras de poder.
Todo ello configura un tremendo gradiente de poder, y plantea una enorme dificultad
para reaccionar ante este estado de cosas, y en relación con los futuros escenarios de
crisis previsibles, así como para abrir caminos de emancipación social. Los
instrumentos de los que se había dotado la llamada izquierda para influir y transformar
la sociedad en el siglo XX atraviesan una profunda crisis, esto es, los partidos y
sindicatos progresistas que en general han sido cooptados por las estructuras de poder, y
la vía institucional parece totalmente cerrada a cualquier tipo de cambio emancipador.
Es más, es desde las propias instituciones de la “democracia”, desde las que los distintos
poderes actúan para imponer sus intereses, en detrimento de lo social y del entorno
ambiental, local y mundial, en el que desarrollamos nuestra existencia.
Igualmente, se siguen promoviendo proyectos de gobernabilidad dura, “neocon”,
en muchos territorios de la UE. En las últimas elecciones en Italia ha surgido hasta un
denominado Partido del Papa, que ha llegado a elaborar un Manifiesto por Occidente,
para rescatar y defender las raíces cristianas de “Europa”, con ánimos de proyectarse a
toda la Unión. Y Blair se ha llegado a poner en manos de “Dios”, pues es “Él” el único
que verdaderamente pueda juzgar su papel en la Historia. La cadena Fox y el resto del
grupo Murdoch (uno de los principales soportes mediáticos de Bush y Blair) planea un
amplio desembarco en los países de la Unión (con el acompañamiento también de
Aznar), que ya está siendo intenso en los nuevos socios del Este. Y es en éstos también
donde se están imponiendo últimamente dinámicas neoconservadoras cada día más
acusadas y claramente autoritarias. Murdoch pondrá también seguramente su grano de
arena para que predomine la “Europa americana”, que comentábamos antes, y
seguramente para que fracase la aprobación de la “Constitución Europea”133. Por otro
lado, en las elecciones italianas el desprestigio de la política, a través de los medios, ha
llegado a alcanzar niveles inimaginables. El intento de convertir a la política en una
verdadera chirigota, como ha hecho Berlusconi, es una estrategia también para llegar a
imponer modelos autoritarios. Es preciso estar alerta ante todos estos intentos, como lo
han hecho importantes sectores de la sociedad italiana, que se han movilizado contra Il Cavaliere, y adláteres, para abortar estas dinámicas, que de consolidarse harían aún
mayor el gradiente de poder.
Pero, por otro lado, la debilidad de los movimientos sociales es a pesar de todo
tan sólo aparente, como hemos señalado también en el texto, pues en el seno profundo
de lo social bullen muchos más procesos moleculares de resistencia y transformación,
no articulados, y por supuesto contradictorios, de lo que podemos percibir directamente
en la superficie. Hay un profundo descontento social y un enorme hartazgo político,
sobre todo con “Europa”, desde donde principalmente se imponen las políticas
neoliberales. Y sobre todo hay un gran rechazo social al desmantelamiento del Estado
social y a la desregulación laboral salvaje. En ocasiones dichos procesos, en gran
medida subterráneos, irrumpen con inusitada fuerza, de forma incontrolable,
cristalizando súbitamente y sacudiendo todo el escenario político, aunque luego vuelvan
a remitir, retirándose de la escena pública. Hasta el próximo estallido. Un caso
paradigmático al respecto es lo que acontece en Francia, que podríamos decir que es el
epicentro de estas dinámicas a escala de la Unión. El último episodio de la rebelión
133 Recientemente ha saltado a la luz en Gran Bretaña el papel que cumplió Murdoch para que Blair
tomase la decisión de convocar un referéndum sobre la Constitución Europea (luego se echó para atrás,
tras el No francés y holandés), lo que indujo a Chirac a convocar el referéndum (hasta entonces se
resistía), lo que ha tenido fatales consecuencias para la ratificación de la Carta Magna (EL PAÍS, 29-6-06)
133
social gala ha sido quizás el más interesante, y el que ha tenido una mayor trascendencia
al conseguir la retirada del CPE (Contrato del Primer Empleo) por parte del gobierno.
La amplia y plural movilización social ha hecho recular al Estado. La cita que encabeza
este Epílogo ilustra la gran diversidad social que ha sabido aglutinar la protesta, y nos
marca quizás un camino a seguir en toda “Europa”, aunque las situaciones socio-
políticas en los distintos países de la Unión son muy diversas, y no existen ya recetas.
La última cita del Foro Social Europeo (FSE) en Atenas, en mayo de este año,
nos ilustra también acerca de la vitalidad de las redes sociales más activas a escala
europea, y espacios limítrofes. Y eso que mucho de lo que se mueve y resiste no acudió
a la capital griega, tal vez lo más inserto en lo local. Pero aún así, la asistencia fue muy
amplia, y hubo una nutrida presencia de representantes de países de la Europa del Este,
incluido Rusia, así como de Turquía y, en menor medida, Palestina. El hecho de que a
una cita así acuda una abundante representación de los países del Este tiene una gran
trascendencia, pues indica que se están construyendo redes de resistencia social en unas
sociedades enormemente desestructuradas y traumatizadas por el colapso de los
regímenes de socialismo real, y la feroz transición hacia el capitalismo salvaje. Los
abultados flujos migratorios Este-Oeste así lo indican, y la sangría poblacional
(especialmente juvenil) que ello implica, hace aún más relevante la activación de lo
social que se está generando en dichos países, sobre todo en un contexto político de gran
dureza.
En Atenas el rechazo a la Constitución Europea fue rotundo, al contrario que en
otros FSEs anteriores, en los que la presencia de la “eurofílica” CES (Confederación
Europea de Sindicatos) fue más amplia, lo que condicionó la expresión pública de los
mismos. El No francés y holandés ha sentenciado la partida en este espacio de
confluencia plural. Y se manifiestan muchas iniciativas diversas acerca de cómo
caminar hacia “otras Europas posibles”, en las que el debate ecologista y antipatriarcal
(hasta ahora en buena medida ausente) parece que cobra poco a poco fuerza. Pero había
quizás un excesivo optimismo acerca de que la Constitución Europea estaba muerta, a
consecuencia del rechazo social del No en Francia y Holanda. Para nada es así, como
hemos intentado resaltar en este Epílogo. Y seguir articulando el rechazo social a esta
“Europa” que se nos quiere imponer a toda costa, será una tarea muy importante para
los movimientos sociales continentales en los próximos años. Es preciso también
reforzar nuestra oposición a las políticas neoliberales de la Unión, y a los intentos de
privatización de los servicios públicos ciudadanos, cada día más generalizados, al
tiempo que intentamos también ir caminando hacia otras Europas y mundos posibles.
Y para ello es preciso tener presente la dimensión y el impacto mundial de
“Europa”, que se incrementará aún más con la consolidación de la “Europa”
superpotencia que pretende sancionar el proceso constitucional. En este sentido, la ruta
abierta por la cumbre alternativa de Viena: Enlazando Alternativas 2134, de articulación
de redes bi-regionales de resistencias y transformación (en ese caso entre Europa y
América Latina), puede ser tal vez un modelo a promover en otros procesos de
proyección global de la Unión, en África y Asia, p.e. Es decir, tanto en el próximo
encuentro en Helsinki, en septiembre de este año, de la cumbre oficial UE-Asia, como
en la ya mencionada cumbre Europa-Africa, en Lisboa en 2007, que se impulsan por la
Unión con unos objetivos parecidos a los de la cumbre UE-ALyC, de Viena. Esto es,
para mejor proyectar y defender sus intereses en esas regiones del globo. De hecho, se
134 Enlazando Alternativas 1 se desarrolló en Guadalajara, México, en paralelo a la cumbre oficial de
2004.
134
pretenden crear encuentros alternativos con la misma filosofía en ambos casos, que
pueden ser buenos momentos de agregación, conocimiento mutuo y coordinación (no
exclusivos, por supuesto) de las distintas redes regionales alternativas y antagonistas a
los proyectos del poder. Y desde “Europa” debemos de tener en cuenta que caminar
hacia otros mundos posibles, no se podrá hacer en ningún caso sin reducir nuestra huella
ecológica, que impacta brutalmente en el mundo entero. Lo cual no será posible
materializar sin un decrecimiento ordenado que permita caminar hacia sociedades más
justas y sostenibles aquí en Europa, para que también ello sea posible en el mundo
entero. El debate no ha hecho sino empezar. Y queda mucho hacer.
135
Epílogo“Europa” cómplice del terrorismo de Estado israelí, apoyado por EEUU
Caminando a paso ligero (militar) hacia el “Choque de Civilizaciones”.
Un país bombardea dos países (Palestina y Líbano). La impunidad podría resultar asombrosa si no fuera costumbre. Algunas tímidas protestas dicen que hubo errores. ¿Hasta cuándo los horrores se seguirán llamando errores? Esta carnicería de civiles se desató a partir del secuestro de un soldado. ¿Hasta cuándo el secuestro de un soldado israelí podrá justificar el secuestro de la soberanía palestina? ¿Hasta cuándo el secuestro de dos soldados israelíes podrá justificar el secuestro del Líbano entero?La cacería de judíos fue durante siglos el deporte preferido de los europeos. En Auschwitz desembocó un antiguo río de espantos, que había atravesado toda Europa ¿Hasta cuándo seguirán los palestinos y otros árabes pagando por crímenes que no cometieron?
Eduardo Galeano, “¿Hasta cuándo?”
Cuando se escriben estas líneas, tras más de un mes de bombardeos del ejército
israelí sobre Gaza y Líbano, y recién aprobada la resolución 1701 de NNUU de “alto el
fuego”, se está produciendo un cambio verdaderamente cualitativo en el escenario de
Oriente Próximo: la implicación militar de países de la Unión en la región, con apoyo de
la UE. Eso sí, con el aval de las ONU. Este hecho va a tener profundas repercusiones en
el futuro de “Europa”, y en el camino hacia las tinieblas, o hacia la locura colectiva, al
que nos quieren conducir las estructuras de poder occidental, y en especial EEUU (y
Gran Bretaña). La dinámica desquiciada de Israel (de mil ojos por ojo, y mil dientes por
diente), apoyada por sus socios occidentales, no hace sino potenciar aún más el Islam
político, en especial a sus sectores más fanáticos, y en definitiva el “Choque de
Civilizaciones”. Estamos a un paso del abismo, si es que no estamos entrando ya en él.
Analicemos brevemente estos hechos, y el porqué de esta aseveración.
La respuesta brutal, inhumana e inmoral, absolutamente desproporcionada (por
decirlo suavemente) de Israel a dos agresiones, una de sectores de Hamás y otra,
posteriormente, de Hezbolá, ha provocado una gravísima crisis regional, de alcance
mundial, con consecuencias imprevisibles. Sobre todo la guerra contra el Líbano, pues
la agresión contra Gaza y Cisjordania, muy lamentablemente, es cosa casi de todos los
días, y parece que está ya más interiorizada por una adormecida “opinión pública”
mundial (por supuesto, no por el mundo árabe-musulmán). La principal afectada por
toda esta locura es la población civil, en especial palestina y libanesa, pero también
israelí. La acción incontrolada del Ejército de Israel (que marca el paso al gobierno
Olmert) se vio no sólo apoyada, sino jaleada, por EEUU desde el principio (¿estaba
136
previamente planificado algo así?). Era una ocasión perfecta (eso les parecía a
Washington y a Tel Aviv) para acabar con Hezbolá, en Líbano, y de paso lanzar un
mensaje fuerte a Siria, y en concreto a Irán.
Todo esto se inicia poco antes de la cumbre del G-8, bajo la presidencia de Rusia.
En dicha cumbre EEUU, a pesar del apoyo de Gran Bretaña, se queda solo, y los ocho
dirigentes mundiales suscriben un comunicado en el que finalmente piden el cese de las
“hostilidades”, tanto de Israel como de Hezbolá. EEUU ya no controla el G-8, y
Occidente pierde peso en él ante el auge de Rusia, y la presión externa de China e India
(invitados como observadores a la cumbre). Eso sí, EEUU logró eliminar el calificativo
“desproporcionada” con el que se calificaba la respuesta de Israel en el borrador de
declaración ruso. Francia, la antigua potencia colonial en Líbano y con fuertes intereses
en la zona, estaba a favor de incluirlo. Y Gran Bretaña lanza en ese foro la idea de una
fuerza de interposición, que garantizase la “paz” futura. Fuera de la cumbre, hasta se
llega a hablar de la OTAN como posible fuerza de “paz” (la opción de EEUU y Gran
Bretaña, con el apoyo de Israel). Una fuerza de “paz” robusta, según Condoleeza Rice
(es decir, que pudiera desarmar y desarticular a Hezbolá). Posteriormente, tanto EEUU
como Gran Bretaña descartaron participar (directamente) en esa fuerza de “paz”, y la
OTAN quedó desechada por la oposición sobre todo de Francia, pero también de otros
socios europeos; pues la OTAN se percibe en el mundo árabe-musulmán como el brazo
armado de Occidente, y en concreto como la prolongación del poder militar de EEUU,
aparte de la oposición y desconfianza que suscita también en Rusia, China e India.
Pero el Consejo de Seguridad de NNUU ha tardado casi un mes en llegar a un
acuerdo de resolución de “alto el fuego”, que aceptasen en principio todos los
implicados (que son muchos, no sólo los directamente afectados). La responsabilidad
principal del retraso ha sido una vez más de EEUU, pues hasta la UE (los veinticinco) se
pronunció “rápidamente” por la necesidad de un “alto el fuego”, a pesar del bloqueo que
caracteriza su posición respecto de la actitud agresiva cotidiana de Israel, y a pesar de
no disponer todavía de un mecanismo fluido para tomar decisiones en política exterior
(le falta la Constitución). Y eso hace que NNUU haya quedado absolutamente
ninguneada, como denunció Kofi Annan; y no sólo eso, ha quedado también masacrada,
pues el ejército israelí bombardeó consciente e impunemente a los “cascos azules”,
como asimismo denunció su secretario general. La ONU no ha podido hacer frente a sus
responsabilidades (teóricas) de mantener la paz global y el orden internacional. Es más,
se ha llegado a instalar la posibilidad de escenarios de Guerra Total, cuya renuncia ha
dejado de ser ya un principio jurídico y moral. La población civil, y las ciudades e
infraestructuras135, han pasado a ser el principal objetivo de la guerra. El marco jurídico-
político internacional de la posguerra mundial está saltando por los aires.
Parece que todo es válido ya en el nuevo marco post-11-S, en el nuevo mundo de
la “guerra permanente contra el terror”, y de la “globalización armada”. El EEUU de
Bush ha dejado hacer a Israel como ninguna presidencia previa lo había hecho. Como se
ha llegado a afirmar, esto no lo hubiera permitido ni Bush padre, artífice de la
Conferencia de Madrid y de los acuerdos de Oslo, de Paz por Territorios, ni Clinton, que
presionaba denodadamente por la negociación (trucada) de Israel con Arafat. Se está
produciendo una confluencia cada día mayor entre el sector “neocon” y el
fundamentalista evangélico (este último hasta hace poco antisemita encarnizado) con el
135 El bombardeo de depósitos de combustible ha ocasionado un vertido de fuel en la costa libanesa que
ha provocado un verdadero desastre ecológico
137
poderoso lobby proisraelí y sionista de EEUU. Alianza previamente inexistente136, que
se está convirtiendo en un verdadero “poder absoluto”, como ha sido denunciado por los
profesores Mearsheimer y Walt (Birnbaum, 2006). ¿Para defender quizás la hegemonía
estadounidense en el mundo, el control del grifo estratégico global del petróleo (en
Oriente Medio y Asia Central) y el dólar manu militari? Israel es la cabeza de puente
perfecta para esos propósitos en la región. De hecho, unos días antes de esta “crisis” se
inauguraba el mayor oleoducto del mundo Baku-Tiblisi-Ceyhan (en Turquía), que
permite transportar petróleo del Caspio a Occidente, a través del Mediterráneo, sin pasar
por la Federación Rusa, y que atraviesa sólo países en la órbita occidental. En él
participan empresas como BP, Chevron, Total-Fina-Elf y Eni (de nacionalidad británica,
estadounidense, franco-belga e italiana, respectivamente). Israel recibirá también
petróleo de este oleoducto, y a través suyo se quiere exportar, desde el Mar Rojo, al
Lejano Oriente (Japón, Corea del Sur, etc)(es decir, garantizar el acceso al crudo de los
“amigos”, llegado el caso). ¿Quizás el control del Líbano sea una pieza importante
asimismo para garantizar la seguridad de estos flujos de petróleo? (Chossudovsky,
2006).
De cualquier forma, EEUU se ha visto obligado también a recular, y a aceptar un
acuerdo en el marco de NNUU, mucho antes de lo que hubiese deseado, obligando a
Israel a dejar su “misión” inacabada. Las presiones internas (disensiones en el partido
republicano y en el propio ejército de EEUU137) y sobre todo internacionales han sido
fortísimas (incluidas las de la Liga Árabe, azuzada por las propias teocracias y
regímenes autoritarios prooccidentales existentes en su seno, que temen el estallido de
sus poblaciones), aparte de las movilizaciones ciudadanas de rechazo en todo el mundo,
a pesar del mundial de fútbol y del verano. Se puede decir que ha habido un clamor
general contra la guerra. Y no han sido sólo las discrepancias políticas las que han
obligado a echar el freno, sino que la situación fuera de control estaba afectando
seriamente a la economía internacional (precio del petróleo, caída de las bolsas, etc). A
los sacrosantos mercados. Además, se está empezando a fraguar una amalgama cada vez
más sólida entre la “crisis árabe-israelí” y la “crisis del Golfo”, incluida la candente
cuestión nuclear de Irán, lo cual es un desafío de enorme trascendencia, pues si no se
desactivan de alguna forma estos conflictos, no se podrán evitar enfrentamientos
militares futuros que afectarían a toda la región y al mundo entero, y por supuesto a
Occidente, y sobre todo al propio EEUU (aunque éste pueda creer lo contrario).
Además, EEUU ha dejado caer a Líbano en esta crisis138, la última “democracia” en pie
del mundo árabe (si excluimos por supuesto la farsa de Irak), sobre todo después de que
se está torpeando a todos los niveles al gobierno democrático de Hamás, en Palestina.
No sólo literalmente por parte Israel, sino económica y políticamente por EEUU y la
propia UE, haciendo inviable su funcionamiento.
Todo lo cual está generando un arco chiíta desde Irán al Líbano, pasando por
Irak, y una interconexión además entre Hezbolá (chií) y Hamás (suní), que está
suscitando el pánico en las prooccidentales teocracias y regímenes autoritarios laicos
suníes. Hezbolá, que surgió como consecuencia de la invasión israelí del Líbano en
1982, ha salido claramente reforzado de esta última guerra israelí-árabe, al haberle
136 Hasta hace poco los apoyos principales a Israel se vehiculaban en EEUU a través del Partido
Demócrata.
137 Denunciando como se estaba viniendo abajo la imagen de EEUU en el mundo árabe-musulmán, y las
consecuencias estratégicas que se podrían derivar de ello, aparte de su posible repercusión en “Europa”.
138 Después de presionar, junto con Francia, para que salieran las tropas sirias que lo “protegían” de
Israel.
138
podido plantar cara durante más de un mes a un enemigo enormemente superior, y
además apoyado sin condiciones por EEUU. Los regímenes árabes no sobrevivieron seis
días en 1967 al ataque de Israel. Por otro lado, Líbano no se ha dividido a causa de
Hezbolá, es más, ha reaccionado en gran medida en bloque contra el ataque y la
ocupación de Israel, sobre todo la población civil, y en especial las mujeres. Las grandes
olvidadas y afectadas de todas las guerras (aparte de los niños y los ancianos). Y el
millón de refugiados (un cuarto de su población) ha vuelto a sus ciudades en ruina
esbozando sonrientes la V de la victoria, y enarbolando la imagen del líder de Hezbolá,
Nasralá, a pesar de los más de mil muertos que ha tenido el Líbano, la mayoría civiles.
La estatura de Hezbolá en todo el mundo árabe-musulmán, tanto chií como suní, ha
adquirido ya carácter de leyenda.
Se puede pues afirmar que EEUU e Israel han sido los grandes derrotados de esta
guerra tremenda y absurda (como todas, pero en este caso mucho más). El poder de Tel
Aviv es la primera vez en sus casi sesenta años de existencia que tiene que enfrentar una
derrota; además, ni siquiera ha logrado conseguir la liberación de los tres soldados
secuestrados, a pesar de toda la destrucción y el dolor causados, ajeno y propio,
debiendo contabilizar más de ciento cincuenta muertos, la mayoría militares, luchando
en tierra contra Hezbolá. Por otro lado, la influencia e imagen de Siria y sobre todo Irán
en la zona han salido reforzadas, lo contrario de lo que se pretendía. Y han logrado
convertir a Hezbolá, y a Nasralá, en verdaderos iconos del mundo árabe-musulmán. Un
desastre total. Israel, y EEUU, son una muestra palpable de la tremenda debilidad del
fuerte (chulo y despótico). Su soledad mundial es patética. El rechazo planetario que
suscita su actuación es palmario. Su imagen internacional ha salido aún más hecha
trizas. Y la victoria política ha caído, pues, claramente del lado de Hezbolá, y de la
resistencia árabe en general. Y el odio y el sentimiento antioccidental están creciendo
como la espuma en todo el mundo árabe-musulmán. Eso va a provocar, sin duda alguna,
un ascenso aún mayor del Islam político en toda la región (su auge en las consultas
electorales habidas –muchas de ellas controladas- así lo demuestra), y en especial de sus
sectores más radicales. Lo cual va a ocasionar que la “democratización” de este espacio
del mundo deje de ser una prioridad para Washington, si es que alguna vez lo fue. Los
regímenes prooccidentales pueden venirse abajo, ante el ecumenismo en ciernes chií y
suní contra el enemigo sionista, y contra su mentor el Gran Satán estadounidense (y su
mamporrero británico). La situación en Irak puede deteriorarse aún mucho más (si es
que ello es posible), auspiciada por la resistencia suní, y por esa carnicería y caos
diarios provocados por una guerra civil interconfesional en marcha, vinculada también
con la ocupación. Ali Sistani, el líder moderado de la comunidad mayoritaria chií en
Irak, ha criticado abiertamente la posición de EEUU en Líbano. Y el levantamiento de
los chiíes iraquíes puede suponer la peor pesadilla para EEUU (y Gran Bretaña), y para
la gobernabilidad de una ocupación hace tiempo ya inviable. Y por si todo esto fuera
poco el odio alcanzará (lo está haciendo ya) a las poblaciones arabo-musulmanas que
habitan en las metrópolis de Occidente (principalmente en “Europa”), en especial a sus
cachorros.
Las últimas encuestas muestran un claro sentimiento de no pertenencia al Reino
Unido de los jóvenes musulmanes británicos, aún más que sus congéneres en Francia,
que manifiestan abiertamente que la “guerra global contra el terror” no es sino una
“guerra global contra el Islam”, y culpabilizan directamente a Blair como uno de sus
máximos responsables. El modelo de integración multicultural británico está
implosionando, incitado por el “Choque de Civilizaciones” que impulsa Occidente, en
139
especial EEUU y Gran Bretaña, y muy en concreto Israel, el ángel exterminador, y que
se ve incentivado también, cómo no, por los sectores más fanáticos del Islam político. El
reciente episodio promovido por el gobierno británico en sus aeropuertos ante una
pretendida amenaza terrorista islámica, con medidas desproporcionadas de control que
han provocado un caos generalizado de repercusión mundial, justo cuando se negociaba
la resolución 1701 en NNUU, parece un más que probable montaje policial para inculcar
el miedo masivamente en la población autóctona, y poder proyectar internacionalmente
lo malos que son los terroristas islámicos, y entre ellos (se deduce) Hezbolá. Estas
medidas fueron inmediatamente saludadas desde el otro lado del Atlántico por Bush (el
eje funcionó al unísono), que necesitaba como agua de mayo apoyo a sus posturas en el
seno del Consejo de Seguridad (¿están pensando los dos también en la futura gestión del
conflicto con Irán?). Blair y Bush se saben perdedores en la batalla por la imagen
internacional (y doméstica), e intentan como sea recuperarla, en base al miedo. Pero los
representantes de las comunidades musulmanas de Gran Bretaña han denunciado
públicamente el acoso y la criminalización generalizada de la que vienen siendo objeto,
y cómo se utilizan también las medidas y prácticas “antiterroristas” (que suspenden todo
tipo de derechos y garantías) con fines de política interna, para recabar el apoyo de la
población de “centro” a un gobierno cada día más antipopular y contestado. La rebelión
de las distintas comunidades étnicas foráneas en Occidente no ha hecho sino comenzar,
sobre todo si se utilizan métodos como los impulsados en relación con las comunidades
arabo-musulmanas, con fuerte sentimiento propio de identidad. Por cierto, al calor de
estos acontecimientos, la UE quiere imponer un endurecimiento de los controles
aeroportuarios, y de los datos personales, como funcionan ya en Gran Bretaña y EEUU,
en donde el perfil étnico se vuelve determinante.
Pero volvamos a analizar sintéticamente el escenario que promueve la resolución
de “alto el fuego” 1701, y cuál va a ser el complejísimo papel que le depara a “Europa”,
y que ejecutarán militarmente determinados Estados de la Unión, bajo el mandato de
NNUU, en territorio libanés. Por cierto, ¿por qué no desplegar la fuerza de interposición
también en territorio israelí? La resolución en cuestión es enormemente desequilibrada
en beneficio de Israel, aunque conmina a éste a abandonar Líbano. Pero eso sí, sin
establecer una fecha precisa, es decir, cuando se haya desplegado el ejército libanés y la
fuerza multinacional de apoyo, y se den las condiciones para la retirada israelí. El
gobierno de Tel Aviv ya ha hablado de meses para retirarse totalmente, al tiempo que
continúa con el bloqueo a todos los niveles del Líbano. Al contrario que la reciente
resolución de NNUU sobre Irán que sí establece una fecha concreta, el 31 de agosto,
para que se pliegue a las exigencias fundamentalmente de Occidente. Además, no se
especifica nada en cuanto a las posibles incursiones aéreas de Israel en territorio libanés.
Israel ya ha afirmado que los jefes de Hezbolá están en su punto de mira, y que irá a por
ellos allí donde se encuentren. Por otro lado, la resolución 1701 establece un embargo de
armas al Líbano, para que éstas no lleguen a Hezbolá, pero por supuesto no hace lo
propio con Israel, armado hasta las cejas con tecnología de última generación por
EEUU, y que además posee más de doscientas armas nucleares. Asimismo, condena las
“ofensivas militares” israelíes, pero ello permite deducir la posibilidad de llevar a cabo
“acciones defensivas”, si Israel se sintiese atacado o amenazado. Por último, la
resolución es deliberadamente ambigua en relación con el papel de la fuerza
multinacional de “cascos azules”. No está claro si ésta tiene capacidad para desarmar a
Hezbolá, aunque ése sea el deseo de algunas potencias occidentales, y por supuesto de
Israel, ya que sólo se contempla que dicha fuerza apoye al ejército libanés en esa labor
140
potencial, que deberá decidir el ejecutivo del país de los cedros, en el que participa
Hezbolá. La ambigüedad del mandato, y las enormes dificultades de la misión, está
dificultando el reclutamiento y el despliegue de las fuerzas necesarias. Lo que a su vez
está poniendo en cuestión toda la operación, pues las fuerzas internacionales de “cascos
azules” actuarán como puente entre el abandono israelí y el despliegue del ejército
libanés.
Por otro parte, con la anuencia de EEUU y “Europa”, en la resolución no se
menciona para nada la situación desesperada de Gaza y Cisjordania, en donde Israel,
después de destruir las infraestructuras civiles (por cierto, pagadas con dinero de la UE),
masacrar diariamente a su población, y construir un muro de separación que implica
nuevas anexiones de territorios y recursos palestinos, mantiene prisioneros a ocho
ministros del gobierno democráticamente elegido de Hamas, al presidente del
Parlamento de la Autoridad Nacional Palestina, y a más de dos decenas de sus
diputados. Y este es el nudo gordiano del conflicto árabe-israelí. El cumplimiento de la
ya antiquísima resolución 242, de devolución de los territorios ocupados por Israel en
1967 (Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este y los Altos del Golán) sigue brillando por su
ausencia. Es decir, en ningún sitio del planeta quedan más meridianamente clara la
existencia de dos pesos y dos medidas, en cuanto al derecho internacional. De cualquier
forma, lo que queda nítido en la resolución 1701 es que habrá una nueva conferencia
internacional para financiar la reconstrucción, para regocijo de bancos y empresas
occidentales, que volverá a endeudar al Líbano.
En definitiva, es en este complejo panorama que va a tener que operar la fuerza
multinacional, que va a estar comandada, no lo olvidemos, por Francia, y en la que van a
participar (por lo que se sabe hasta el momento) Italia, España, Grecia, países nórdicos
y algunos países del Este de la Unión (todavía por concretar, según Solana), así como
fuerzas militares de países islámicos como Turquía, Indonesia y Malasia, aparte de las
de otros países del mundo. Israel ya ha dicho que no aceptará tropas de Indonesia y
Malasia. Primer problema. De cualquier forma, la fuerza multinacional va a estar
estructurada fundamentalmente en torno a los ejércitos europeos (un deseo explícito de
Israel, que hubiese preferido que éstos no operaran condicionados bajo el paraguas de la
ONU, y junto con otras fuerzas de países islámicos que pudieran, llegado el caso,
dividirlas y “debilitarlas”). Pero esto plantea una serie de graves problemas, sobre todo
porque los que tienen la llave fundamental para solucionar los conflictos de la zona,
EEUU, y en menor medida Gran Bretaña, no están presentes en la fuerza multinacional,
y con su actuación y decisiones condicionan todo el marco en que ésta operará. Así
pues, unos se implican militarmente y otros son los que definen las reglas de un juego,
en el que Israel actúa también por libre. Los ejércitos de la Unión, y en definitiva
“Europa”, aparecerá como aliada de Israel si tiene que imponer el desarme, lo cual
regocijará a los islamistas radicales de todo el mundo, y puede verse implicada
militarmente en un conflicto de duración y consecuencias imprevisibles. No es de
descartar, llegado el momento, una guerra abierta entre la milicia armada chií y los
ejércitos europeos. Las fuerzas internacionales (de EEUU y Francia) tuvieron que
abandonar Líbano en 1983 después de graves atentados suicidas (¡los primeros!). Pero
también podremos ver, probablemente, soldados del “Tercer Mundo” muriendo en
guerras promovidas por Occidente, y bajo el mando de tropas “europeas”, como en el
siglo XIX. Oriente Próximo es un terreno minado, nunca mejor dicho, y “Europa”
puede arruinar definitivamente (ya lo ha hecho en gran medida) sus relaciones con el
mundo árabe y musulmán. Aunque por ahora, mantiene un cierto contacto con Hezbolá,
141
pues la UE, al contrario que EEUU, no ha incluido a esta organización en el listado de
grupos terroristas internacionales, y hasta con Siria e Irán, al contrario también que la
hiperpotencia.
Pero la asimetría de la resolución 1701 respecto de Israel, la no exigencia de
contrapartidas a Tel Aviv respecto a Palestina (cumplimiento de la resolución 242 y
posteriores), y el hecho de que la propia actuación de Israel, o de EEUU y Gran Bretaña,
puedan empeorar aún más la situación en toda la región, va a hacer que “Europa” lo
quiera o no lo quiera, vaya a aparecer como cómplice de toda esta sinrazón (lo está
siendo ya en gran medida). La causa de ello es que la Unión es incapaz de distanciarse
mínima y claramente de la política de EEUU (y Gran Bretaña) en la región, por sus
intereses económicos, sus tensiones y divisiones internas, y sus distintos vínculos con
Washington, así como por su debilidad institucional, y es absolutamente contraria a
utilizar los poderosos instrumentos comerciales de los que dispone, y que utiliza en
numerosas ocasiones en otras partes del mundo, para hacer entrar en razón a un Israel
que viola los derechos humanos fundamentales sistemáticamente. Además, los países
europeos se encuentran ya al límite de sus capacidades militares permanentes139 y, con
toda seguridad, se van a producir problemas con la cadena de mando en una misión tan
ambigua y tan compleja, y con tropas de tan distintos lugares del mundo (sobre todo,
probablemente, con aquellas del mundo islámico). Y hasta se pueden producir fuertes
tensiones entre las cadenas de mando de las distintas fuerzas de los ejércitos de la Unión
ante situaciones de crisis, al no haber un mando “europeo” unificado. Las distintas
tropas “europeas” responden ante sus Estados, y están condicionadas, se quiera o no se
quiera, por el sentimiento también de sus “opiniones públicas”.
Todo ello podría tener una fuerte repercusión en la propia integridad del
“proyecto europeo”, si es que la dinámica de crisis deriva en una situación de guerra
generalizada en Oriente Próximo y Medio. No olvidemos que el 31 de agosto acaba el
plazo dado por el Consejo de Seguridad para que Irán cumpla con unas exigencias, que
Teherán ya ha dicho que no va a acatar. Se habla de imponerle medidas de embargo
económico y comercial, pero EEUU ha llegado también a amenazar a Irán con una
posible respuesta “contundente” (hasta se ha llegado a mencionar la eventualidad de un
ataque nuclear), lo que tendría repercusiones regionales y globales. Irán, a su vez, ha
retado a Occidente con el posible cierre del Estrecho de Ormuz, por donde discurre una
parte muy importante del petróleo que consume el mundo. Lo cual generaría una crisis
planetaria. En ese caso extremo (pero no irreal), se podría entrar en un escenario de
guerra ampliada a gran parte de la región, al que tendrían que hacer frente las tropas
desplegadas, lo que cambiaría absoluta y bruscamente el mandato del Consejo de
Seguridad. En este supuesto, al carecer la UE de instrumentos propios para ejercer el
mando unificado de dichas tropas (falta la Constitución), habría que recurrir
probablemente a hacer uso de los acuerdos “Berlín Plus” (OTAN-UE), con lo que la
operación pasaría a ser dirigida desde el Cuartel General de la Alianza Atlántica, y
“Europa” perdería cualquier tipo de autonomía propia, si es que la quisiera tener,
convirtiéndose en un rehén aún mayor de la política militar de EEUU. Esta situación
dinamitaría también, por supuesto, la propia fuerza multinacional bajo el mandato de la
NNUU. Por supuesto, son sólo hipótesis sobre futuros posibles, pero dignos de ser
tenidos en cuenta.
139 Pues se requiere un importante número de efectivos, y los países de la Unión ya participan en otras
operaciones bajo el paraguas de la OTAN o bajo cobertura “europea” (Afganistán, Bosnia, Kosovo,
Congo), aparte de otros despliegues conjuntos (en el Mediterráneo) o propios.
142
De lo comentado hasta ahora, se podría llegar a pensar que si “Europa” tuviese
una Constitución, ésta le permitiría actuar con mayor equidad en este escenario tan
conflictivo. Pensamos que para nada es así. Como hemos reflejado a lo largo del libro,
caminamos hacia un nuevo capitalismo multipolar, crecientemente militarizado, y con
rivalidades intercapitalistas en ascenso140, que en absoluto va a ser más seguro que un
mundo unipolar. Y la UE es uno de los polos económicos principales globales, que
intenta construirse como superpotencia mundial, a fin de reforzar su poderío y permitir
una mayor expansión y defensa a escala global de los intereses del capital (continental)
“europeo. El nuevo capitalismo global genera un mundo de crecientes desigualdades e
injusticias a todos los niveles, que hace que el planeta y la humanidad entera sean y se
sientan cada día más inseguros. Los países de la Unión han tenido durante décadas la
posibilidad de intervenir en Oriente Próximo para desactivar los conflictos en ascenso, y
no lo han hecho, pues tan sólo han adoptado medidas como mucho cosméticas. Y no lo
van a hacer porque tengan una Constitución, de fuerte contenido militarista y
securitario, que les permitiera un mayor poder y proyección mundial.
Además, “Europa” también quiere participar en el acceso y control de las
reservas estratégicas de crudo y gas de Oriente Medio y Asia Central, de ahí tal vez su
seguidismo respecto de EEUU y Gran Bretaña, ante la incapacidad (por ahora) de
desarrollar una potente estructura militar propia. Es preciso recordar que Francia junto
con EEUU han sido los principales impulsores de la resolución 1701, con el apoyo de
Gran Bretaña. Los tres, miembros permanentes del Consejo de Seguridad, y con
capacidad de veto. Es más el borrador de resolución fue “dulcificado” por la negativa de
Líbano a suscribirlo en los términos que estaba, y por la presión de la Liga Árabe. En la
resolución para nada se critica la actuación de Israel, no hay ninguna condena a pesar de
los “crímenes contra la humanidad” que ha cometido, y está cometiendo, y que
quedarán impunes. Es más, dichos miembros de la Unión han reconocido el derecho de
Israel a defenderse. Y esta postura la ha apoyado también la “Europa defensora de los
derechos humanos”. Por otro lado, en la resolución para nada se habla de reparaciones
de guerra al Líbano, y por supuesto, como ya hemos apuntado, a la Autoridad Nacional
Palestina, a pesar de que entre la amplia destrucción ocasionada, hay infraestructuras
ejecutadas con dinero comunitario. Lo que sí es verdad es que la Unión ha promovido
activamente un acuerdo de “alto el fuego”, pues sus miembros pueden ser los
principales perjudicados en Occidente por la desestabilización de la región, porque
también piensan que hay que darle una oportunidad a la diplomacia, eso sí con la
amenaza de la fuerza, y porque sus “opiniones públicas” son fuertemente contrarias a
esta guerra, pero en cualquier caso van a aportar tropas que seguramente se comportarán
como fuerzas de ocupación (lo que son). En los últimos días se ha mencionado que la
UE promovería (Solana dixit) una segunda conferencia de Madrid para buscar una salida
negociada a los conflictos de la zona, pero no parece que Israel, ni EEUU, ni
probablemente la propia Gran Bretaña estén por la labor, con lo que si se llegase a
celebrar, cosa muy dudosa, estaría condenada al fracaso. Y la UE, además, no tiene
capacidad para imponerla.
De cualquier forma, la aventura imperial de EEUU puede quizás acabar
abruptamente, más bien pronto que tarde, a pesar de todo su poderío militar. Una serie
140 El reciente fracaso de la Ronda de Doha así lo atestigua, con cruces de acusaciones mutuas de EEUU
y UE por la ruina de las negociaciones. Los distintos bloques se aprestan para defender sus intereses y
mercados como sea, seguramente a través de acuerdos bilaterales regionales, acompañados de acuerdos
geoestratégicos y securitarios, y si es preciso, llegado el caso, manu militari.
143
de elementos ya señalados en este libro así lo sugieren (desequilibrios económicos y
financieros crecientemente inmanejables, crisis en marcha del dólar como moneda
mundial, erosión en ascenso de la hegemonía estadounidense, etc). La voluntad
irrestricta de dominar el mundo, y en concreto Oriente Próximo y Medio, le puede
estallar en las manos. Ya le ha estallado ese invento de construir un Gran Oriente
Próximo y Medio “democrático”, y ahora queda la cruda realidad, su voluntad de
dominar esta región manu militari. Pero lo único que EEUU ha conseguido es que la
situación en la región sea cada día más insegura, más inestable, y más
radicalizadamente antioccidental. Ahora bien, el desmoronamiento imperial
estadounidense, cuando se dé, se convertirá en un tremendo problema para Israel.
Estaría en peligro su propia existencia. Israel no puede sobrevivir sin el apoyo
económico, político y militar diario de EEUU. La dinámica militarista de Occidente en
esta zona tan caliente del mundo, puede ser verdadero boomerang para EEUU, Israel y
hasta para la propia “Europa”, que se puede ver arrastrada e involucrada en toda esta
vorágine. Y todo va apuntando a que el boomerang le impactará también a ella.
Así pues, esta “crisis”, por grave que nos pueda parecer, puede ser sólo un
anticipo de escenarios aún mucho más siniestros, si las dinámicas en curso continúan su
devenir enloquecido. Los incendios hay que apagarlos al principio, antes de que puedan
producir desastres inimaginables, especialmente en zonas muy inflamables. El fuego no
se apaga con más fuego, al contrario se aviva. No puede haber una paz real y duradera
sin abordar el reconocimiento, por los países y los pueblos enfrentados, de todos los
errores y brutalidades del pasado, al tiempo que se entiende y se acepta al “otro”. Pasos
previos para la resolución pacífica (aunque dolorosa y compleja) de los conflictos. Y
Europa tiene un tremendo poso de culpa histórica que también habrá que sacar a la luz,
algún día. Después de siglos de persecución, marginación, pero también utilización de
los judíos, el nacionalismo europeo del siglo XIX generó el sionismo, al no aceptarse a
los judíos dentro de los Estados nación europeos. Y, a principios del siglo XX, desde
Gran Bretaña se propició (a través de la declaración Balfour) que los judíos pudieran
disponer de una nueva patria, y se les prometió Palestina: “Una tierra sin pueblo, para un
pueblo sin tierra” (se decía falsamente). Esa promesa se convirtió en realidad después de
la segunda guerra mundial, a través de la partición de Palestina, bendecida por la ONU
en 1947, que dio paso al Estado de Israel en 1948 (y a la primera guerra árabe-israelí, así
como al desplazamiento forzoso de millones de palestinos). Dicha resolución fue
promovida principalmente por EEUU, una vez que desaparece el dominio colonial
británico en la zona, utilizando también el remordimiento europeo (y mundial)
ocasionado por el Holocausto, generando un conflicto histórico, que ha ido en ascenso,
con amplias repercusiones en todo el mundo árabe-musulmán. Y de esos polvos vienen
estos lodos. Más tarde, y tras varias guerras árabe-israelíes (la última ha sido la sexta), y
especialmente tras la guerra de expansión de 1967, se ha creado una situación cada día
más injusta y brutal, que amenaza con desestabilizar no sólo la región, sino el mundo
entero, pues no hace sino echar cada día más leña al fuego del “Choque de
Civilizaciones”. La ocupación de Gaza y Cisjordania es un cáncer que corroe Oriente
Próximo, y el conjunto del mundo musulmán desde hace décadas. Es hora ya de que
entre todos paremos esta dinámica demencial. No lo harán los Estados, ni los ejércitos,
tendrán que ser las sociedades civiles (organizadas) de los distintos bandos las que se
impliquen y presionen a todos los sectores armados, para frenar la caída en el abismo, y
poder caminar poco a poco hacia otros mundos posibles, justos y sin opresión, y en
equilibrio con el entorno, que permitan un paulatino desarme generalizado. La única
144
garantía para una convivencia y paz duradera. Ese es uno de los retos principales de cara
al futuro mundial, y de Europa en particular, como ya se ha apuntado en este libro.
Madrid, agosto, 2006
AnexoPor qué Zapatero convocó el primer referéndum de la UE sobre la Constitución141
España, en la vanguardia de “Europa”
José Luis Rodríguez Zapatero, y su gobierno, ha(n) cumplido un papel
determinante en volver a situar la Constitución Europea en los rieles que van a marcar el
futuro de la UE. Y, además, el nuevo gobierno español se brindó a hacer de España el
primer Estado de la UE en someter a consulta popular su ratificación. “Los primeros en
Europa”. Con el desbloqueo de la Constitución y con este gesto de “democracia
popular” el gobierno Zapatero pensaba volver a recomponer el compromiso español con
la “construcción europea”. El presidente del gobierno valoraba sin duda que, con dicha
decisión, podía influir en el proceso de ratificación a escala de la Unión de la Carta
Magna. Zapatero sabía que iba a ganar por goleada, y que España podía ser un ejemplo
para toda “Europa”, lo único que le preocupaba era el nivel de abstención. Además, de
esta forma y como de hecho ocurrió, su actitud podía influir decisivamente en la postura
del Partido Socialista Francés de cara al delicado referéndum constitucional que Chirac
ha convocado para mayo de este año. Un referéndum sobre el que planea la amenaza del
posible triunfo del “No”. Y de paso intentaba aprovechar todos estos pasos para
demandar un mayor protagonismo en la Unión, que se concreta en la construcción de un
nuevo eje de influencia comunitaria en el que España se alía (de forma subordinada, por
supuesto) con Francia y Alemania, algo que también en gran medida ha conseguido (por
ahora). La España de Zapatero quiere hacer valer, además, la proyección adicional que
le permite ejercer a la UE sobre toda América Latina, a causa de la lengua común y sus
141 El material recogido en este Anexo formaba parte de la Introducción de la primera edición del libro.
La razón de haberlo pasado a un Anexo es porque estaba pensado más para la edición española, y sobre
todo para un momento en que acababa de celebrarse el referéndum en España. Pero hemos pensado que la
información y las reflexiones que se abordan siguen siendo de interés, y permiten entender aspectos del
complejo proceso de ratificación de la Constitución Europea, así como la gran diversidad que existe
dentro de los distintos países de la Unión. Y es por todo esto por lo que hemos valorado la pertinencia de
su inclusión, si bien como Anexo, para los lectores interesados.
145
lazos culturales e históricos (coloniales).
El “europeísmo” de la opinión pública española es algo de sobra conocido.
España siempre ha estado a la cabeza de todas las encuestas del Eurobarómetro, que
miden la identificación de las distintas poblaciones comunitarias con el “proyecto
europeo”, si bien en los últimos tiempos esta adhesión, hasta ahora casi inquebrantable,
está experimentando una flexión a la baja. Y no podía ser de otra forma. Durante mucho
tiempo, en el Franquismo, “Europa” había sido la referencia democrática, y además su
modelo era un símbolo a imitar para alcanzar su “alto nivel de vida” y su extensa
cobertura social. Es más, ha existido históricamente una conciencia en los sectores
ilustrados autóctonos de que el Estado español había quedado atrasado en su desarrollo,
por haberse descolgado en su día del devenir capitalista principal de Europa, desde las
guerras de religión. Todo ello ha ido gestando históricamente el mito de “Europa” por
estos lares. Así, cuando se aprobó el ingreso en la Comunidad Europea, en 1985, no
hubo ningún voto en contra en el Parlamento español. Hasta el PCE votó a favor (IU no
existía por aquel entonces). Y en 1992, cuando se vota en la misma cámara el Tratado de
Maastricht, tan sólo hubo dos votos en contra, los de HB. IU repartió sus votos entonces
entre el “Sí” y la abstención. La mayoría, pues, que se consiguió fue verdaderamente
abrumadora. El proyecto de las elites españolas y “europeas” era deseado también por la
población del Estado español y refrendado casi en bloque, sin fisuras, por sus
representantes políticos. Un caso único en la “Europa” de esa época, en la que dicho
Tratado sometido a referéndum era rechazado (en primera instancia) por la población
danesa, y en donde los “Noes” de una consulta similar en Francia alcanzaron el 49%. En
Gran Bretaña se tuvieron que podar elementos claves del Tratado (y que se aceptara por
la Unión) para que finalmente el parlamento de Westminster diera un complicado “Sí”.
Y los referendos que se realizaron en 1994 para el acceso de Austria, Finlandia y Suecia
a la “Europa de los Quince”, en base al Tratado de Maastricht, se saldaron con una
oposición a la UE muy fuerte (37% en Austria, 43% en Finlandia y 49% en Suecia; en
Noruega triunfaría el “No” por casi el 52%, y quedaría fuera de la Unión).
Zapatero, que podía haber ratificado la Constitución Europea directamente en el
Parlamento, donde hubiera conseguido un apoyo aproximado del 90% (las adhesiones
políticas incondicionales al “proyecto europeo” van mermando), decidió jugar el papel
de alumno aplicado de la Unión. Sin embargo, quizás no supo prever que iba a estar más
solo de lo que esperaba en el apoyo del “Sí”. El PP, aunque formalmente pedía el voto
afirmativo (las principales fuerzas económicas y financieras no le permitían defender
otra opción), bajo cuerda propiciaba el “No” (apoyado por la COPE) y también la
abstención (con la ayuda en este caso de la Iglesia). Además, en las elecciones europeas
de junio de 2004 la asistencia a las urnas ni siquiera llegó al 46%. “Europa” no moviliza
(ya) activamente a la ciudadanía, pues una parte considerable de ella sufre en carne
propia las políticas neoliberales que parten de la Unión, y sus políticas de ajuste y
reestructuración. El pánico cundió entonces en el partido del gobierno. Se temía una
situación parecida a la que tuvo lugar cuando el referéndum de la OTAN (1986). Una
consulta arrancada al gobierno por un potente movimiento pacifista-antiimperialista que
preconizaba el “No” (en base al “OTAN NO, BASES FUERA”). Alianza Popular llamó,
en ese caso directamente, a la abstención. La participación entonces fue del 59,4%, pero
Felipe González sacó adelante, no sin un enorme esfuerzo, el apoyo ciudadano (con
condiciones) a la Alianza Atlántica; el “No” se situó en aquella ocasión en torno al 40%,
y ganó en Cataluña, “País Vasco”, Navarra y Canarias. Pero el coste político fue muy
alto, pues en el camino el PSOE se dejaría unos tres millones de votos en las siguientes
146
legislativas, que fueron a parar en muy gran medida a la nueva IU, coalición que se crea
a partir del movimiento anti-OTAN y del PCE. Curiosamente, uno de los argumentos
que utilizó Felipe González para convencer al “pueblo español” de las pretendidas
bondades de la OTAN, fue vincular el ingreso en la Alianza con el ingreso en la
Comunidad Europea (que se había producido poco antes), pues había que estar a las
“duras” y las “maduras”, si se quería formar parte del núcleo duro de Occidente.
Finalmente, el resultado del referéndum de la Constitución Europea arrojó (como
era de esperar) casi un 77% de “Síes”, y el 17% de “Noes” (con un elevado voto en
blanco, relativo, el 6%), pero la participación fue aún más reducida que en la elecciones
europeas, tan sólo el 42%; la más baja de cualquier consulta electoral en los casi treinta
años de democracia. Sin embargo, el gobierno ha podido vender mediáticamente como
un “éxito”, en gran medida, lo que es un fracaso sin paliativos, diciendo que la
participación había estado cercana a la de las últimas elecciones “europeas”, y
resaltando de forma especial el abultado voto afirmativo relativo (ver cita de inicio).
Pero tan sólo algo más de tres, de cada diez potenciales votantes, ha apoyado la
Constitución. A pesar de todo, el PSOE logró salvar los muebles interna y
externamente. El PP no pudo lanzarse abiertamente a la yugular del gobierno, como
deseaba, aunque pregonó a los cuatro vientos el alto nivel de abstención habido, y en
“Europa” el resultado se pudo vender en general también como un “éxito”, si bien
muchos medios resaltaban la enorme apatía electoral. Todo el mundo, por el momento,
había salvado la cara. Hasta IU, que tardó en decantarse finalmente por el “No”, no sin
divisiones internas, se apuntaba en gran medida los votos de rechazo a la Constitución,
cuando un importante número de sus votantes había depositado un “Sí” en las urnas.
Pero analicemos de forma sintética los resultados de la consulta popular, y cómo
queda verdaderamente el patio (“español” y “europeo”) después de esta primera
“batalla” constitucional popular. Los porcentajes más altos del “No” se dieron en
Cataluña (25%) y especialmente en el “País Vasco” (33%) y Navarra (29%), donde gran
parte de los sectores nacionalistas propugnaban el rechazo a la Constitución142. Pero
curiosamente en esos mismos territorios los porcentajes de participación fueron también
los más bajos de todo el Estado (41% en Cataluña, 39% en el “País Vasco” y 41% en
Navarra). Madrid estuvo también por encima de la media estatal en el voto “No”, por
otras razones (muchos votantes del PP apoyaron el voto negativo), y asimismo mostró
un nivel algo más alto de abstención que el conjunto de España. Y de todas las
provincias peninsulares, Guipúzcoa fue en donde más gente votó “No” (41%), pero
asimismo donde la abstención fue más abrumadora (sólo el 36% de participación). Es
decir, el voto “No” y la abstención se concentraron en general en los territorios más
altamente urbanizados, especialmente en aquellos espacios metropolitanos fuera de las
regiones objetivo 1143, que reciben el grueso de las ayudas comunitarias. En las regiones
objetivo 1, es decir, el mayor parte de la “España” mediterránea e interior, incluida
curiosamente Galicia (donde el BNG propugnaba el “No”, sin conseguir arrastrar a sus
electores), el “Sí” fue más elevado que la media estatal, destacando Andalucía,
Extremadura y Canarias (con los porcentajes más altos: 83%, 85% y 86%,
respectivamente), y la participación también. Baleares fue con mucho la comunidad
142 ERC, EA y el mundo de Batasuna pedían el “No”. PNV y CiU, después de ciertas dudas iniciales,
acabaron propugnando el Sí, aunque una parte de sus votantes parece que se decantaron por el “No”.
143 Las que tienen una renta media per capita inferior al 75% de la de la “Europa” de los Quince:
Andalucía, Asturias, Canarias, Castilla-León, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Extremadura,
Galicia, Murcia, Ceuta y Melilla.
147
autónoma con índice más elevado de abstención, con sólo el 33% de participación. Por
último, de acuerdo con un sondeo, la abstención fue mayoritariamente juvenil, tan sólo
votó el 27% de la población entre 18 y 24 años, y el 31% entre 25 y 39 años. Y la
participación fue más acusada, dentro de la atonía reinante, especialmente entre la
población mayor de 55 años. ¿Qué lectura rápida cabe hacer de estos resultados? (EL
PAÍS, 21-2-05 y 17-3-05).
En primer lugar, destacar que el mayor apoyo a la Constitución y la participación
se concentraron en la “España” regada por los fondos estructurales comunitarios,
aunque ésta en gran medida (sobre todo la “interior”) esté envejecida y pierda
población. Es decir, carezca de un futuro claro, especialmente si desaparecen las ayudas
de Bruselas. Pero bueno, es la población de más edad, es decir, la que se ha beneficiado
principalmente, directa o indirectamente, de este maná, la que más ha acudido a las
urnas para decir “Sí”. Esto es, allí donde existe (por ahora) una riada de euros, con todas
las relaciones político-sociales y clientelares que ello genera. Una “paz social
subvencionada”. Por otro lado, como hemos señalado, el menor apoyo relativo a la
Constitución se ha reflejado en los territorios metropolitanos, en general los espacios
más “jóvenes”, más azotados por la precariedad laboral y la exclusión, así como por la
carestía espectacular de la vivienda, y en donde el volumen de ayudas de Bruselas es
bastante más limitado. Parecería como si existiese una creciente conciencia en estos
territorios de que la movilidad social ascendente (para los más jóvenes), que ha marcado
la evolución de la población española en la segunda mitad del siglo XX, especialmente a
sus sectores urbano-metropolitanos, en fuerte crecimiento en ese periodo, fuera ya,
desde hace algunos años, cosa del pasado. Y eso a pesar de la euforia en que parece
instalada, sobre todo para algunos, la economía española en los últimos tiempos.
Veinte años en “Europa”. Un modelo “exitoso”, pero frágil e insostenible.
Desde que España ingresó en la CE, en 1986, y se abrió aún más al capitalismo
global, su crecimiento ha sido en general bastante intenso, sobre todo si se compara con
los países del resto de la UE a 15 (salvo Irlanda), quitando el periodo 1993-1997. La
economía española ha sufrido en veinte años un vuelco espectacular, la segunda “gran
modernización” del siglo XX, superando con mucho el inicio de apertura a la Economía
Mundo del Plan de Estabilización de 1959, y su posterior acercamiento adicional al
“proyecto europeo” (Acuerdo de Asociación) durante el Franquismo. El proceso de
urbanización-metropolitanización se ha disparado, el mundo rural tradicional ha
desaparecido prácticamente, acosado por la PAC (80% del territorio español pierde
población), al tiempo que crecían nuevos territorios agroexportadores (Almería, Murcia,
Huelva, etc), la terciarización ha sido muy acusada (sobre todo en las grandes
conurbaciones), el peso industrial en el PIB ha decrecido sustancialmente, el turismo ha
progresado a toda máquina aportando sus divisas a la economía española, y la inversión
extranjera directa ha acudido en tropel al territorio español. Todo ello ha hecho que la
capacidad de consumo se acrecentara enormemente para amplios sectores sociales, que
el nivel de motorización haya explotado, y la movilidad por carretera y aérea también, y
que más de tres millones de inmigrantes hayan venido a España a aportar su “trabajo
vivo” a precio de saldo (sin costes previos, ni posteriores, en general, para la sociedad y
el Estado), con el fin de impulsar aún más activamente la economía, en los trabajos más
duros, y garantizar las tareas domésticas y el cuidado de ancianos; de ellos en torno a un
millón están todavía “sin papeles”. En paralelo, surgían importantes empresas
148
transnacionales “españolas”, al calor de los procesos de privatización de los antiguos
monopolios públicos, con una muy importante capacidad de proyección exterior, sobre
todo a raíz del ingreso en el euro. Nos hemos convertido, pues, en tan sólo dos décadas,
en un país de “nuevos ricos”. Pero bajo esta superficie “idílica”, se oculta una
precariedad creciente para sectores sociales en ascenso, y sobre todo para los jóvenes y
las mujeres, y un enquistamiento (en progresión) de la exclusión social, así como un
estallido de la población carcelaria (que se ha multiplicado por tres en dicho periodo).
Asimismo, el fulgor de este crecimiento económico encubre igualmente una
creciente insostenibilidad ecológica del modelo productivo, social y territorial. Cada vez
importamos más recursos, en gran medida no renovables (es decir, más sostenibilidad),
del resto del mundo, y cada día el metabolismo urbano-agro-industrial es más
impactante sobre nuestro entorno inmediato y global, resaltando el efecto avasallador-
destructor del proceso urbanístico-inmobiliario. Sin embargo, todo ello se intenta
justificar tras el velo enmascarador de que caminamos poco a poco hacia el “desarrollo
sostenible”, cuando la dirección es justo la contraria. Un discurso que permite ocultar
(momentáneamente) gran parte de los impactos, al menos su constatación social, y
posibilita narcotizar a la opinión pública bienpensante. Además, se argumenta que la
normativa comunitaria, y la propia pertenencia a la UE, permite un avance más rápido y
firme hacia ese modelo “sostenible”.
Todo esto explica el hecho de que la integración en “Europa” para nada haya sido
puesta en cuestión, sobre todo cuando se partía de un amplio “europeísmo”, pues el
número de pretendidos “ganadores” parece (a bote pronto) que sobrepasa con mucho al
número de “perdedores”, que además tienen menos visibilidad mediática y proyección
social. Y, sobre todo, porque “Europa” está inyectando también más de un billón de las
antiguas pesetas, anualmente (de media entre 2000-2006), para hacer viable este
escenario (es decir, más de un 1% del PIB), que está contribuyendo decisivamente a
plagar el territorio español de infraestructuras de transportes (autopistas, trenes de alta
velocidad, aeropuertos, superpuertos). Esto explica en gran medida los resultados del
referéndum. ¿Cómo iba a rechazar (el grueso de) la población española, súbitamente
enriquecida, la Constitución Europea? Los que acuden a votar. Los ciudadanos de
“bien”. Aquellos que han superado ya el sentimiento de inferioridad de no ser
“europeos”. Las clases medias que se mueven cada vez más por “Europa”, por el
espacio Schengen, orgullosas de no tener que pasar por los duros filtros que se le
imponen a los “no comunitarios”. No como sus mayores, muchos de los cuales tuvieron
que emigrar a “Europa” en los cincuenta y sesenta como “pringaos”. Es más, hoy en día
los ciudadanos españoles experimentan su “superioridad europea” en relación con los
nuevos “pringaos” no comunitarios que acuden al suelo “patrio”. En qué cabeza podía
caber que estos ciudadanos votaran “No”. Cómo podían ejercer tamaño despropósito.
Estas eran las cuentas de Zapatero.
Pero todo esto es en gran medida un espejismo, cada día más insostenible, que
puede esfumarse dentro de no demasiado tiempo. Sobre todo si cambian variables claves
del mismo, como todo indica que sucederá (de hecho, está ya aconteciendo). Entonces
nos veremos súbitamente obligados a despertarnos de este sueño, de este “cuento de
lechera” que nos tiene (momentáneamente) encadilados. En el último periodo, es decir
desde el 2000, se han trastocado elementos muy importantes del “milagro español” que
auguran un fuerte ajuste, aunque todavía permanecen (hasta ahora) efectos muy
“favorables” de última hora (el boom inmobiliario), que nos impiden ver colectivamente
el camino hacia una crisis de enormes proporciones, y que cuando probablemente se
149
evaporen (o estallen) estos últimos, van a agudizar el descalabro mucho más. Veamos
brevemente estos cambios y también los nubarrones que avanzan por el horizonte. La
inversión extranjera directa en el aparato productivo ha decaído sustancialmente desde
2000, pero ello se ha visto, por el momento, más que compensado por el tremendo
aflujo mundial de capitales hacia España que acuden locamente a invertir al sector
inmobiliario (en suelo y ladrillo), al calor de una fortísima rentabilidad. España se ha
convertido en estos últimos cinco años en el paraíso mundial sin parangón de la
especulación urbanística. Ayudada asimismo por el “dinero negro” de toda índole, que
encuentra en el territorio español, y especialmente en sus costas y archipiélagos, el
entorno ideal para su blanqueo en el sector inmobiliario. El sector de la Construcción
está pues en pleno rendimiento, arrastrando en gran medida a los demás. El territorio
español está lleno de grúas, los bulldozers no paran de construir infraestructuras, y las
tuneladoras de agujerear (y socavar) los territorios metropolitanos (sobre todo ese 20%
del espacio estatal donde se concentra el crecimiento). Parece que hay dinero para todo
(por la facilidad también de endeudamiento del sector público), y que todo este
escenario (de pesadilla) puede continuar sin fin, invadiendo el territorio con cemento,
hierro y asfalto.
Estas dinámicas ocultan, por el momento, mientras no estalle la burbuja
inmobiliaria, el que la economía española va profundizando sus desequilibrios hasta
límites sencillamente insostenibles. El déficit de la balanza por cuenta corriente ha
alcanzado también un record mundial (el 5,7% del PIB), el segundo mayor de todos los
Estados del planeta, después del de EEUU. En 2004, sencillamente se ha duplicado. La
caída relativa (y el último año absoluta) de los ingresos del turismo, no logra compensar
ya un déficit comercial que cabalga de forma desbocada. España importa del resto del
mundo, muchísimo más de lo que exporta, cada vez más. No sólo recursos primarios,
sino todo tipo de mercancías manufacturadas. Como la hiperpotencia. No sólo tenemos
cada día (por ahora) más capacidad de compra sobre el resto del mundo, es decir, de
consumo, por el “efecto riqueza” que provoca el (nuevo) “milagro español”, sino que
cada año perdemos base productiva in crescendo, y por tanto capacidad de exportación
internacional; máxime ahora que las inversiones productivas transnacionales (incluidas
las “españolas”) emigran a otros territorios más favorables en costes de mano de obra
(entre otros, los países del Este), y que perdemos competitividad de forma acelerada por
el diferencial de inflación constante con la “UE a Quince”. Es decir, el “milagro” que
nos sacude ha sido posible construirlo (momentáneamente) por haber entrado en la
moneda única y formar parte del eurogrupo, si no, este escenario sería sencillamente
inviable (De la Dehesa, 2005)144. Además, la entrada en el euro posibilitó una fuerte
bajada de los tipos de interés, que echó aún más leña al fuego del sector inmobiliario,
posibilitando una aún mayor capacidad de endeudamiento privado y público.
El asunto es, si se puede mantener mucho tiempo más esta situación sin que
estalle. Y no parece que sea probable, como indican hasta los informes de los
144 Si España estuviera fuera del euro: “Nos encontraríamos con nuestra moneda, la peseta, fuertemente
devaluada, con una tasa de inflación más del doble que la actual, con unos tipos de interés a corto y largo
plazo dos veces superiores a los actuales, con un déficit presupuestario muy elevado y una deuda sobre el
PIB cercana al ciento por ciento. Probablemente estaríamos haciendo un fuerte ajuste de la demanda
interna, que nos habría producido una recesión, ya que los elevados precios del petróleo con la peseta
devaluada tanto o más que el dólar y con la fuerte dependencia que tenemos de él nos habría producido un
déficit comercial de proporciones gigantescas, que habría que financiar generando euros y dólares a través
de nuestras exportaciones, lo que sería prácticamente imposible sin aumentar nuestra deuda externa” (De
la Dehesa, 2005).
150
principales organismos internacionales, especialmente el FMI y la OCDE, que alertan
acerca del posible pinchazo de la burbuja inmobiliaria y las consecuencias que se
derivarían de ello. Hasta el Banco de España ha levantado la voz para llamar la atención
acerca de la gravedad que un escenario como ese puede implicar para la solvencia del
sistema bancario, por el alto riesgo en que ha incurrido debido al elevado volumen de
crédito hipotecario. Si bien el riesgo será con toda seguridad muy superior para todos
aquellos sectores de la población altamente endeudados, que verán cómo no pueden
pagar las elevadas hipotecas en que han incurrido, vinculadas a unas viviendas
repentinamente devaluadas. Además, si los grandes bancos entran en crisis, seguramente
se obligará al conjunto de la sociedad a sacrificarse para rescatarlos de esa situación (vía
Estado). Y los distintos niveles de la administración se verán enfrentados también a una
crisis fiscal sin precedentes si, de repente, debido a su endeudamiento, y dependencia de
la máquina inmobiliaria, se interrumpe el crecimiento. Este escenario cristalizará sin
duda si suben los tipos de interés, como todo indica que sucederá, tanto por la
agudización de la crisis del dólar (la Reserva Federal lleva ya casi un año subiendo los
tipos de interés del billete verde), lo cual arrastraría hacia arriba los tipos de interés del
euro; como por la subida de tipos que podría impulsar por su cuenta el propio Banco
Central Europeo, si sigue o se mantiene el alza del petróleo y se dispara la inflación
(Fdez Durán, 2004).
Por otro lado, de acuerdo con las negociaciones en curso, nos adentramos en una
nueva etapa en lo que se refiere a la financiación comunitaria, sobre todo a raíz de la
ampliación al Este. En el sexenio 2007-2013, España dejará de recibir las cuantiosas
ayudas de Bruselas a las que accede ahora. En dicho periodo el saldo será prácticamente
neutro (0,1% del PIB positivo, de media, con tendencia a la baja; es decir, diez veces
menos en términos relativos que en la actualidad). Y a partir de entonces, el Estado
español será contribuyente neto, como resultado de su renta per cápita superior en la
nueva escala comunitaria. Una “Europa” de unos treinta miembros para esa fecha. Estos
hechos se sumarán por tanto a una situación exterior crecientemente adversa, que puede
estar marcada por un entorno global en el que no cabe descartar una deflación-depresión
mundial como consecuencia de la quiebra del dólar (Fdez Durán, 2004). Todo lo cual
puede hacer que el territorio español se vea sacudido por una crisis diferencial, esto es,
más acusada (una crisis asimétrica), en relación a otros Estados del área del euro. Algo
parecido a lo que está sucediendo en los últimos años con Portugal, país que,
compartiendo el espacio peninsular, es incapaz de atraer inversión exterior, incumple el
Pacto de Estabilidad, y se está viendo obligado a aplicar una durísima política de ajuste
(presionado también por Bruselas). Situación que le ha precipitado en una muy
importante crisis económica, con importante impacto social, que está derivando también
en una aguda quiebra política.
Los problemas de aplicar una Constitución débilmente legitimada en un contexto adverso
Los escenarios futuros que se van perfilando poco a poco no auguran un
mantenimiento del “europeísmo” español, ni del glamour en el que parece que se había
instalado la sociedad española. Es más, muy probablemente la fe en “Europa”
desfallezca rápidamente durante los próximos años cuando la situación económica
empeore quizás bruscamente, y sobre todo cuando los territorios hasta ahora
beneficiados por el maná que llega desde Bruselas dejen de percibir la financiación
151
comunitaria. En este marco será preciso aplicar las recetas que se contienen en la
Constitución Europea, y que el personal de a pie no era consciente de ellas cuando
acudía a votarla, pues para nada las resaltaban ni Butrageño, ni Cruiff, ni Loquillo… ni
mucho menos Los del Río, en los spots publicitarios. La campaña institucional ocultó
especialmente toda la parte III de la Constitución de marcado carácter neoliberal, al
tiempo que resaltaba tan sólo los principios, valores y derechos de la Primera y Segunda
Parte, que no comprometen a nada, y que son sólo un bonito envoltorio para vender el
resto, lo principal. Por eso, cuando se profundice en la privatización de la sanidad, la
educación o las pensiones, perdiendo su carácter universal, mientras se incrementan
fuertemente los gastos militares y securitarios, y se recorten derechos y libertades, en
base a la Constitución refrendada, es cuando probablemente empiecen a surgir los
problemas con una Carta Magna que han apoyado menos de un tercio de los ciudadanos
españoles con derecho a voto. Y en algunos territorios del Estado aun menos, en
Cataluña ni siquiera llegó a tres de cada diez, y en Euskadi tan solo fue uno de cada
cuatro. Ni siquiera en Extremadura, donde más se votó, y donde se votó más
afirmativamente, los “Síes” superaron la barrera del 50% del censo electoral (tan sólo
llegaron al 43% del mismo). Y ya estamos viendo los problemas que se han derivado en
un territorio como Euskadi de la aprobación de la Constitución de 1978 (cuando votó a
escala estatal el 67% de la población), donde el “Sí” quedó por debajo de la mitad del
censo electoral. Entonces, muy probablemente, esta capacidad de vender derrotas como
victorias se esfume en el aire, y resurja con fuerza la ausencia de legitimidad de la que
parte esta Constitución otorgada. Sobre todo cuando se ha vendido gato por liebre.
Mientras tanto, y como resultado de que el proceso de ratificación de la
Constitución Europea va a ser muy complejo, teniendo que atravesar escollos difíciles
de sortear, como por ejemplo el referéndum francés, donde puede triunfar el “No”, o las
consultas populares en la República Checa o en Gran Bretaña, donde algo similar puede
ocurrir, la imagen de la Carta Magna puede irse viendo erosionada a escala comunitaria,
lo que derivará en un deterioro de su aura “benefactora” respecto a la población
española, que de repente verá cómo aquello que ella (parece que) ha “aprobado” tan
alegremente, es seriamente cuestionado en muchos Estados de “Europa”. Y se
preguntará probablemente por qué se produce este cuestionamiento en múltiples
territorios de la Unión. Además, si finalmente la Constitución Europea entra en vigor a
pesar de que algún país miembro la haya rechazado, como todo parece indicar, en un
acto de imposición autoritaria de este Tratado que se ha vendido como “marco
constitucional” de la futura “Europa”, aparecerá aún más claramente el carácter
antidemocrático de todo el proceso, y serán más difícilmente vendibles las decisiones y
acciones que se deriven del mismo de cara a las opiniones públicas respectivas. Por
consiguiente, el resultado de la Constitución Europea para nada es un tema cerrado en el
Estado español, el debate en torno a ella no ha hecho sino empezar, pues van a tener una
enorme importancia sus determinaciones de cara a la evolución futura del marco
institucional “europeo”, estatal y regional-local.
Zapatero, a pesar de todo, gracias por haber convocado el Referéndum
Pero hay que estar agradecidos al presidente del gobierno por su decisión de
convocar la consulta popular sobre la Constitución Europea. Sí se hubiese ratificado la
Carta Magna en el Parlamento, la aprobación se habría producido por un margen
amplísimo, en una única sesión parlamentaria, y no habría tenido lugar el considerable
152
debate que se impulsó en torno a la misma desde muchos sectores de los movimientos
sociales, durante varias semanas. Por primera vez desde el ingreso de España en el
“proyecto europeo” se ha llevado a cabo una discusión desde abajo, limitada, en torno a
las consecuencias económicas, sociales, políticas y (en menor medida) ambientales de la
integración “europea”145. Este debate, y el material crítico que se ha elaborado al
respecto, han podido llegar, quizás, a un 5% de la población, pues se han hecho miles de
actos públicos; es decir, muy probablemente se ha alcanzado a los sectores más
inquietos, rebeldes y concienciados de la sociedad. Hecho que ha empezado ya a
erosionar el lustre del mito de “Europa”. No es poco. Es una semilla que perdurará y
seguramente florecerá. Y, además, ha logrado rearticular otra vez, temporalmente, parte
de las redes de los movimientos sociales antagonistas, en una etapa de considerable
desmovilización social después de la llegada del PSOE al gobierno, y la retirada de las
tropas españolas de Irak; especialmente aquellos que apoyaron el “No”, que fueron los
que decidieron coordinarse de una manera más activa. Otros, aquellos que se decantaban
por una postura más orientada hacia la abstención, activa o pasiva, permanecieron en un
magma organizativo más difuso, pues estaban dedicados primordialmente a sus
actividades de resistencia y transformación de carácter más local o sectorial, observando
este proceso más bien desde la barrera, sin tanta implicación.
De cualquier forma, es preciso seguir impulsando la reflexión crítica en torno al
futuro del “proyecto europeo”, sobre todo de aquel que marca la Constitución Europea,
o sus posibles derivas, para profundizar el modelo capitalista neoliberal (financiarizado)
y garantizar la construcción político-militar de “Europa”. Es decir, el único existente. El
que nos va a afectar (lo está haciendo ya) de lleno, y a muchas otras sociedades y
territorios del planeta. De todas formas, el debate acerca del “proyecto europeo” y el
futuro del mismo, ha sido en general, a pesar de todo, pobre, pensamos. Y es esta una de
las lagunas que pretende cubrir este texto, enriqueciendo y ampliando el análisis de las
verdaderas implicaciones de lo que supone la Constitución Europea, que para nada es
una simple constitucionalización de lo existente. Hasta ahora, el debate y el pensamiento
crítico sobre la Constitución se han centrado más bien en los aspectos formales, es decir
en la ausencia de democracia del llamado cínicamente “proceso constituyente europeo”,
o en el carácter neoliberal de la Carta Magna, pero mucho menos en los aspectos
político-militares, securitario-represivos, y narrativo-ideológicos, en suma, en las nuevas
formas de dominio interno y externo, que su materialización alumbra. Hay un gran
desconocimiento acerca del verdadero papel y de los intereses que vehiculan las
instituciones comunitarias. La crítica a la Constitución se ha desarrollado en muchas
ocasiones desde un predominio de un antiimperialismo antiyanqui primario, sin captar
verdaderamente las implicaciones de lo que es el “proyecto europeo”, y su verdadero
papel en el mundo. Hasta mucha gente de izquierdas piensa que el que exista una UE
fuerte es un factor positivo, e irreversible, y una forma de impulsar un contrapeso
mundial a un EEUU neoimperialista y agresivo. Y en definitiva, no se es consciente de
que la construcción del mercado europeo y mundial para nada es un fenómeno natural, o
puramente económico, ni ineluctable, sino que la toma en consideración de la evolución
de las dimensiones política, militar e ideológica, es imprescindible para entender el
despliegue (y contradicciones internas) de las nuevas formas de capitalismo global, así
145 Si bien es importante reseñar aquí la labor que en su día impulso el llamado “Movimiento contra la
Europa de Maastricht y la Globalización Económica” en todo el Estado (1995-2000), así como las
importantes movilizaciones de la campaña “Contra la Europa del Capital y la Guerra” que se
desarrollaron en el primer semestre de 2002, contra la presidencia española de la UE.
153
como de sus resistencias. Por eso pensamos que este avance del libro más amplio en
preparación es pertinente que vea ahora la luz, pues incide en esas cuestiones.
Igualmente, tan sólo señalar que si la aprobación de la Constitución Europea en
el Estado español hubiera estado por debajo del 40%, es decir, p.e., con que hubiera sido
del 39%, le hubiera resultado mucho más difícil al gobierno, y a las distintas estructuras
de poder estatal y comunitario, el vender la consulta popular como un “éxito”. El 40%
era una frontera simbólica de gran importancia, que ha permitido vender
mediáticamente el resultado “positivo” y “legitimador” del referéndum. Una cuestión
quizás a tener en cuenta por tod@s aquell@s que han propugnado en esta ocasión, desde
una reflexión crítica emancipadora, el “No” o hasta (individualmente) el voto blanco. Y
una buena reflexión también para seguir profundizando, o empezar a preguntarnos,
acerca de los limites de la democracia representativa en la actualidad, y para
cuestionarnos que si nos preguntaban es porque verdaderamente esperaban (y deseaban)
que les contestáramos. Eso es lo que más querían que hiciéramos. Pero esto no obsta
también para que desde aquellos sectores activos que se decantaban más del lado de la
abstención, y que en general han observado más todo este proceso desde la barrera, se
vea la necesidad de impulsar también una reflexión crítica potente y dedicar parte de su
actividad antagonista a enfrentarse decididamente al “proyecto europeo”, enlazando “lo
táctico con lo estratégico”, pues es algo que nos afecta (y nos va a afectar cada vez más)
a tod@s. Este texto pretende ser asimismo una aportación al respecto, que se intentará
desarrollar más ampliamente en el libro en gestación. Es necesario un debate amplio y
constructivo, sin exclusiones, abierto y enriquecedor, dentro del “movimiento”.
Madrid, marzo, 2005
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