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Perazzo, Gerardo La comunicación de la verdad global a la persona con una enfermedad incurable: qué, cómo y por qué decirlo Vida y Ética. Año 9, Nº 2, Diciembre 2008 Este documento está disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina, repositorio institucional desarrollado por la Biblioteca Central “San Benito Abad”. Su objetivo es difundir y preservar la producción intelectual de la institución. La Biblioteca posee la autorización del autor para su divulgación en línea. Cómo citar el documento: Perazzo, Gerardo. “La comunicación de la verdad global a la persona con una enfermedad incurable: qué, cómo y por qué decirlo”[en línea]. Vida y Ética. 9.2 (2008). Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/comunicacion-verdad-global-persona-enfermedad.pdf [Fecha de consulta:..........] (Se recomienda indicar fecha de consulta al final de la cita. Ej: [Fecha de consulta: 19 de agosto de 2010]).

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Perazzo, Gerardo

La comunicación de la verdad global a la persona con una enfermedad incurable: qué, cómo y por qué decirlo

Vida y Ética. Año 9, Nº 2, Diciembre 2008

Este documento está disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina, repositorio institucional desarrollado por la Biblioteca Central “San Benito Abad”. Su objetivo es difundir y preservar la producción intelectual de la institución.La Biblioteca posee la autorización del autor para su divulgación en línea.

Cómo citar el documento:

Perazzo, Gerardo. “La comunicación de la verdad global a la persona con una enfermedad incurable: qué, cómo y por qué decirlo”[en línea]. Vida y Ética. 9.2 (2008). Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/comunicacion-verdad-global-persona-enfermedad.pdf [Fecha de consulta:..........]

(Se recomienda indicar fecha de consulta al final de la cita. Ej: [Fecha de consulta: 19 de agosto de 2010]).

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INSTITUTO DE BIOÉTICA / UCA - VIDA Y ÉTICA AÑO 9 Nº 2 DICIEMBRE 2008 145

LACOMUNICACIÓNDE LA VERDADGLOBALA LA PERSONACON UNAENFERMEDADINCURABLE:QUÉ, CÓMOY POR QUÉDECIRLO

ARTÍCULOS

Dr. Gerardo Perazzo· Médico, Universidad de Buenos Aires (UBA)· Especialista en Urología· Especialización en Conducción y Gestión deHospitales, Universidad del Salvador

· Master en Ética Biomédica, Pontificia UniversidadCatólica Argentina (UCA)

· Docente Asociado, Universidad de Buenos Aires,para Urología

· Profesor de Deontología del Master de Bioéticadel Instituto de Bioética, UCA

· Coordinador del Comité de Bioética del HospitalGeneral de Agudos “Dr. D. Vélez Sarsfield”

· Co-coordinador de la Red de Comités de Bioéticade los hospitales dependientes del Gobierno de laCiudad de Buenos Aires

· Coordinador docente del curso “Introducción a laBioética”, para residentes y concurrentes delHospital General de Agudos “Dr. D. VelezSarsfield”

· Investigador con dedicación especial del Institutode Bioética de la UCA

· Integrante del Comité de Bioética de la SociedadArgentina de Urología

Ciudad de Santa Fe,jueves 12 de junio de 2008

Palabras clave· Verdad global· Acogida y escucha· Buen samaritano

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[1] PONTIFICIA ACADEMIA PARA LA VIDA, Declaración Final de la XIV Asamblea General PAV 2008, n. 2.

RESUMEN

El encuentro de salud se da entre un serhumano doliente, que busca ayuda, yotro con capacidad técnica, que está endisposición de prestársela. La calidad dela comunicación influye en el pacienteafectando la mejor comprensión de losproblemas, en la adherencia terapéuticay en los resultados. Finalmente, es unaherramienta básica para expresar en lapráctica asistencial la información glo-bal al paciente, adaptando los conoci-mientos sanitarios a las características ycontexto de cada uno.En la relación asistencial es tanto o másimportante que lo que se dice el modoy la ocasión en que se dice. Sólo de estaforma el profesional de la salud estarápreparado para comunicar una verdadglobal.

INTRODUCCIÓN

Somos seres sociales y necesitamosrelacionarnos con aquellos que nos rode-an, es una necesidad básica. La comuni-cación es el proceso en el que se produ-ce esta relación. Necesitamos relacionar-nos con los demás: transmitir informa-ción, emociones, necesidades y senti-mientos. A su vez necesitamos recibirlasde ellos.

El enfermo terminal y su familia seenfrentan a una importante crisis queprovoca reacciones emocionales inten-sas. Por tanto, el encuentro entre el pro-fesional del equipo de salud y el pacien-te es un encuentro entre un ser humanodoliente, que busca ayuda, y un serhumano con capacidad técnica, que estáen disposición de prestarle esa ayuda.“Solamente la instauración de unaauténtica ‘alianza terapéutica’ entre elpaciente y el médico puede evitar estosriesgos, superando la soledad de ambos yponiendo las bases para una correctagestión de cualquier itinerario de aten-ción médica”. [1]

Como profesionales de la salud debe-mos tener en cuenta la importancia delmanejo tanto de nuestras habilidades yconocimientos científico técnicos, comode nuestra faceta como seres humanos,sensibles y receptivos.

El uso de las habilidades comunica-cionales hace que el profesional hagaoperativo y optimice el encuentro tera-péutico, y la información veraz y globalque brindamos es parte necesaria de eseencuentro vital.

La calidad de la comunicación que seestablece entre el equipo de salud y lospacientes influye en la comprensión de

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[2] SOCIEDAD ESPAÑOLA DE CUIDADOS PALIATIVOS (SECPAL), “Cuidados paliativos. Recomendaciones de la SociedadEspañola de Cuidados Paliativos”, <http://www.secpal.com/guiacp/index.php?acc=doce>.

sus problemas, en la adherencia terapéu-tica y en los resultados, tales como lavaloración del estado general, el alivio delos síntomas, menor preocupación por laenfermedad y en el desarrollo habitualdel proceso de muerte.

Se puede afirmar que la comunica-ción es una herramienta básica parapoder expresar en la práctica asistencialla información global al paciente, adap-tando los conocimientos sanitarios a lascaracterísticas y contexto de cadapaciente.

COMUNICACIÓN CON EL PACIENTETERMINAL: DESCUBRIR SUS NECESI-DADES Y LAS DE SU FAMILIA

El enfermo terminal se encuentra consíntomas múltiples, intensos y cambian-tes, sufriendo un gran impacto emocional,tanto él, como su familia y su entorno. Seenfrenta entonces a muchos elementosproductores de estrés, como la alteraciónde su imagen, el miedo y dolor ante lamuerte o la perdida de autonomía.

Debido a sus necesidades físicas y psi-cológicas particulares, necesita comuni-carse de forma eficaz con su medio fami-liar y con los profesionales que lo atienden.

En este proceso de atención, la comu-nicación (firmemente sustentada enactitudes) adquiere mucho más impor-tancia que en otros procesos o momen-tos evolutivos.

“La comunicación es una herramientaterapéutica esencial que da acceso alprincipio de autonomía, al consenti-miento informado, a la confianza mutua,a la seguridad y a la información que elenfermo necesita para ser ayudado yayudarse a sí mismo. También permite laimprescindible coordinación entre elequipo cuidador, la familia y el paciente.Una buena comunicación en el equiposanitario reduce ostensiblemente elestrés generado en la actividad diaria.Una familia con accesibilidad fácil a lainformación de lo que está sucediendo esmás eficaz con el enfermo y crea menosproblemas”. [2]

Según la Organización Mundial de laSalud (OMS, 1990) los enfermos ensituación terminal, además de alivio ytratamiento biológico de sus síntomasnecesitan de:

1. Vivir hasta su máximo potencialfísico, emocional, espiritual, vocacional ysocial, según la progresión de la enfer-medad.

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2. Vivir independiente y alerta.3. Tener alivio de su sufrimiento físi-

co, emocional, espiritual y social.4. Reconocer y rehusar el conoci-

miento de su enfermedad y a su procesode morir.

5. Ser atendido por profesionales sen-sibles a sus necesidades y temores.

6. Ser el eje principal de las decisio-nes que se tomen en la etapa final de lavida.

7. Que no se le prolongue el sufri-miento ni se apliquen medidas extremasy heroicas para sostener sus funcionesvitales.

8. Hacer el mejor uso creativo posiblede su tiempo y sus compromisos.

9. Que las necesidades y temores desus seres queridos sean tenidos en cuen-ta antes y después de su muerte.

10. Morir con dignidad, tan conforta-blemente como sea posible.

Pero también, desde una visión inte-gral de respeto y confianza necesitan:

a. Seguridad (buscando en quien apo-yarse).

b. La sensación de pertenencia(demostrar que no es una carga, que lonecesitan y que forma parte del grupo).

c. Sentirse queridos, recibir afecto ycontacto humano más que otros enfer-mos (necesidad de amor).

d. Comprensión y aceptación de losdemás a pesar de los cambios físicos ypsíquicos que sufren.

e. Saber que son importantes a pesarde su enfermedad (autoestima) y quevamos a estar con ellos y pueden contarcon nosotros (confianza).

Su situación genera una serie de mie-dos a lo desconocido, a la soledad, a lapérdida de control, a la enfermedad, aldolor, al contagio.

También los miembros del equipo desalud nos enfrentamos a uno de losmayores retos, aceptar en muchas oca-siones la incapacidad de curar y asumirsimultáneamente el deber de acompañaral paciente y a la familia en la etapafinal: es entender el paso fundamentalde “curar” a “cuidar de”.

Todo ello nos llevará a una relaciónprofesional - paciente - familia cargadade ansiedad, situación que tambiénpuede generar un obstáculo para comu-nicarnos con ellos.

Lo importante en los encuentros conlos pacientes es liberarnos de nuestraspropias preocupaciones (¿tengo quedecírselo?, ¿cómo se lo digo?...) y cen-trarnos en ellos, en descubrir sus necesi-dades para poder ayudarlos. Debemos serreceptivos y permitir que expresen susmiedos y sus dudas.

Es en estos momentos donde debe-mos poner en práctica la escucha activa,disminuyendo la propia ansiedad (que

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[3] TETTAMANZI, Diogini, Card., “Eutanasia, la muerte dulce”, (23 de febrero de 1997), Biblioteca Electrónica Cristiana,<http://www.multimedios.org/docs/d000431/>.

sea él quien “nos hable”); estaremosatentos a las claves verbales (palabras dealto contenido emocional, como “tengomiedo…”, “¿me voy a morir?”) y no ver-bales (los silencios, la mirada, las dudas,las omisiones, las distorsiones, etc.). Endefinitiva estar atentos a lo que se dice,a lo que no se dice y también a lo quesentimos.

Muchas veces, en la relación con elpaciente terminal y su familia parece quelo que más preocupa es la conveniencia ono de revelar el diagnóstico, pero quizás loimportante es comunicarse eficazmente.

El temor a fallecer no es una únicaemoción, sino una mezcla de variostemores individuales (dolor severo, asfi-xia, incontinencia, desolación, morirsolos, dejar cosas incompletas, agonía sinalivio...). Por ello es importante estaratentos a las señales mínimas que indi-quen cuáles son las ideas, preocupacio-nes, expectativas y sentimientos paraintentar solucionarlos o aliviarlos.

“La libertad del hombre consiste enaceptarse a sí mismo y en vivir la verdadmás profunda que tiene dentro de sí, lade ser un don: su vida, su sufrimiento, sumuerte son las expresiones concretas de

ésta, su realidad de fondo. En este con-cepto, la vida humana es un gran bien,pero no el mayor bien.

Es lícito y necesario morir de manerahumana; en la medida de lo posible, lamuerte debe se digna del hombre, cono-cida, acogida responsablemente, tal vezhasta con fatiga, con sacrificio; comosomos responsables en los diversosmomentos de la vida, tampoco la muertedebería ser una algo que sucede, sinoalgo que se vive”. [3]

El concepto es claro, la muerte paraser digna tiene que ser conocida y acogi-da, para que sea vivida en plenitud.

Pero en la práctica, incluso una ver-dad dicha con claridad es recibida por lapersona enferma de manera parcial ygradual. Si la noticia además tiene quever con lo poco o lo mucho que le quedade vida, sigue siendo válida la idea deque a veces la verdad no se escucha alprincipio, no se quiere entender o seniega directamente. Todo esto sugiereque en la relación asistencial es tanto omás importante que lo que se dice elmodo y la ocasión en que se dice. Sólo deesta forma estaremos preparados paracomunicar una verdad global.

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[4] BRUSCO, A. y PINTOR, S., Tras las huellas de Cristo médico, Bologna, Sal Terrae, 1999, p. 79.

Ahora bien, ¿hay elementos que sepueden evaluar para comprender eseproceso de comunicación entre dos per-sonas, el enfermo con su necesidad decomprender y el médico con su vocaciónde curar/cuidar? Entonces para comuni-car esa verdad global es necesario eva-luar varios aspectos de esta situación.

1. Evaluar el contexto global en dondese actúa

Esta sociedad, en la cual participamoscon espíritu apostólico para dar testimo-nio de nuestra fe, promueve los valoreshumanos (dentro del esquema de losderechos humanos como necesarios eimportantes), separándolos de la religión:los afirma independientes de Dios.

“El mundo sanitario es un reflejo sig-nificativo de la sociedad actual: es eneste mundo en donde se producen losacontecimientos fundamentales de laexistencia humana (nacimiento, recupe-ración de la salud, envejecimiento ymuerte), donde tienen lugar los descu-brimientos científicos más convincentesy preocupantes y en donde se planteanlos interrogantes fundamentales delhombre actual con respecto al sentido dela vida, el sufrimiento y la muerte.

No es extraño afirmar que el mundode la salud se ha convertido en el lugardonde colisionan los diversos proyectossobre el hombre, su porvenir y su felici-dad”. [4]

El médico de hoy, al servicio de enti-dades de salud excedidas en sus deman-das y en crisis, no sólo suele ser apabu-llado por el sufrimiento y dolor de suspacientes, sino que es hostigado a diariopor crecientes volúmenes de informa-ción, tecnologías, protocolos, leyes y nor-mas que cambian continuamente, siendodifícil discernir cómo cumplir cabalmen-te con la esencia de su acto: ser compe-tente y estar al servicio del bienestar desus pacientes. Una forma de rehumanizaresa relación es aprovechar el enormepotencial que tiene el diálogo del profe-sional de la salud con su paciente y utili-zarlo como elemento indispensable delproceso formativo/informativo.

En la sociedad actual, utilitarista, esdifícil hablar de la muerte: el morir ha sidoseparado de la vida cotidiana. Se puedenmencionar varios motivos para ello:

1. Las personas mayores rara vezmueren en sus casas o en las de susfamilias.

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2. La sociedad (y sus personas) tienengrandes esperanzas de vida y salud.

3. La dependencia total de expertosdurante las enfermedades.

4. La sociedad actual insiste fuerte-mente en los valores materiales.

5. Se atraviesa una crisis de espiritua-lidad.

Mientras el paciente se encuentra enla fase de probable curación dependien-do generalmente de tecnología moderna(compleja, cara y no siempre accesible),la familia y los amigos no tienen unafunción de apoyo para brindarle y laenfermedad se vuelve un problemaexclusivo del equipo de salud.

Cuando la tecnología médica ya notiene nada que ofrecer, la familia y laspersonas amigas ya han perdido su papely permanecen a distancia, a menudoesperando (y muchas veces exigiendo)nuevas intervenciones de los médicos.

En el momento en el que los familia-res y amigos podrían ser de gran valorpara el paciente, se presenta a menudouna dispersión de la responsabilidad en laque los médicos se dan cuenta que supapel es limitado.

En las últimas décadas, y en conso-nancia con los valores sociales imperan-tes, el modelo paternalista de atención alos pacientes está siendo reemplazadopor otros modelos que priman más la

autonomía del paciente y su derecho a lainformación, exacerbando este principioy colisionando con el profesional.

En la actualidad se piensa que lainformación clara y honesta sobre eldiagnóstico, el pronóstico y las opcionesde tratamiento, dan al paciente la opor-tunidad de tomar las decisiones sobre suasistencia más acordes con sus valores yobjetivos personales. Además de tomarsus propias decisiones respecto al proce-so podrá, si lo desea y/o lo necesita, solu-cionar otros asuntos de índole laboral,familiar y espiritual.

Otro importante motivo para infor-mar es el relativo al acompañamiento: siel enfermo y su entorno conocen el diag-nóstico y el pronóstico de su enfermedadpueden compartir el sufrimiento quecomporta y vivir este periodo del final dela vida de forma más significativa.

La realidad es que, aunque no se leinforme, el paciente siempre se entera deque se muere; pero, en este caso, llega ala muerte en un estado de angustiosasoledad.

Todos estos elementos, sin embargo,están dados solamente para evaluar laverdad médica, necesaria para que la per-sona bien informada pueda tomar deci-siones adecuadamente en el ámbito de ladefensa de la vida y la responsabilidadsobre su persona, lo que resulta impres-

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cindible ante las crecientes posibilidadesde una mayor y más agresiva tecnologíadiagnóstica y terapéutica, pero, lamenta-blemente, no se habla de la verdad global,es decir de la verdad trascendente.

2. Buscar el lugar adecuado

“No dejó que lo acompañaran másque Pedro, Santiago y Juan y al llegar ala casa del jefe de la sinagoga vio el albo-roto y la gente que gritaba y lloraba.Entonces dijo: ‘¿Por qué hacen tantoruido y lloran así? La niña no está muer-ta sino dormida’.

Pero se rieron de Él. Entonces Jesús leshizo salir a todos y llevó al padre, a lamadre y a los que iban con Él y entró adonde estaba la niña” (Mc 5, 37-40).

Siguiendo a Jesús se encuentra elejemplo más claro: Él escoge a un grupo,no a todos; busca el lugar adecuado paraejercer su ministerio, crea un ambientede oración, de recogimiento y silencio, yrecién en ese momento actúa.

En nuestra práctica diaria muchasveces revelamos a un paciente distintascircunstancias de su realidad en ambien-tes hostiles: en el consultorio externo, sinla comodidad adecuada, en la sala deinternación (compartiendo la misma conotros pacientes), y generalmente en cir-cunstancias distintas.

El contexto físico en este momento esimportante: hay que buscar el detalle,transmitirle al paciente que es unmomento importante y que demandaráun tiempo no determinado. Entonces ellugar adecuado es de utilidad para crearel clima necesario para comenzar atransmitirle la verdad global.

3. Evaluar el primer elemento para unabuena comunicación apostólica: laacogida

Dentro de este mundo particular (elsanitario) se evalúa el inicio del contactocon el paciente, es decir, la acogida. Eneste punto en particular es importantereleer el documento de la ConferenciaEpiscopal Argentina Navega mar aden-tro, en sus números 83 y 94.

Una acogida amable y delicada es elprimer acto de espiritualidad frente auna persona. No se pueden dar consejosni orientación espiritual ni informar laverdad global, si primero no se acogehumana y fraternalmente.

La eficiencia y la eficacia apostólicase descartan cuando falta la acogida. Nohay dudas de que la primera pastoral deJesús, enraizada en su espiritualidad devalorar a la persona antes que a nada,fue la de recibir a los pecadores, sordos,mudos, ciegos, paralíticos, enfermos,personas afligidas.

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[5] JUAN PABLO II, Discurso de S.S. Juan Pablo II en la XI Jornada Mundial del Enfermo 2003, Estados Unidos, (11 defebrero de 2003). Disponible en <www.vatican.va>.[6] BENEDICTO XVI, Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en la XIV Asamblea General PAV 2008,25-27 de febrero de 2008.[7] SGRECCIA, Elio, Información para el enfermo incurable, conferencia para la XIV Asamblea General PAV 2008, 25-27de febrero de 2008.

“El trabajo profesional ha de concre-tizarse en un auténtico testimonio decaridad, teniendo presente que la vida esun don de Dios, del cual el hombre essolamente administrador y garante”. [5]

Ese testimonio de la caridad vividaplenamente en la acción diaria es elcompromiso que debemos asumir los tra-bajadores del sistema de salud para quela acogida sea verdadera y completa, conapertura de corazón.

Entonces, para preparar una buenaacogida se debe tener en cuenta el sen-tido verdadero, pleno de la muerte:“Cuando se apaga una vida en edadavanzada, en la aurora de la existenciaterrena o en la plenitud de la edad, porcausas imprevistas, no se ha de ver enello un simple hecho biológico que seagota, o una biografía que se concluye,sino más bien un nuevo nacimiento yuna existencia renovada, ofrecida por elResucitado a quien no se ha opuestovoluntariamente a su amor.

En el momento de la muerte, la rela-ción con Dios se realiza plenamente en elencuentro con ‘Aquel que no muere, quees la Vida misma y el Amor mismo,

entonces estamos en la vida, entoncesvivimos’ (Spe Salvi, 27)”. [6]

4. La escucha

El objetivo inicial del encuentro tera-péutico es descubrir el problema del pacien-te e intentar ayudar a resolverlo o adaptar-se a él. Parece un objetivo sencillo, pero esteproblema agrega otros elementos impor-tantes: sentimientos, preocupaciones,repercusiones, necesidades y expectativas.“Pero, sobre todo en el paciente incurableterminal, se le deberá expresar no sólo una‘verdad clínica’, sino una ‘verdad global’ delvalor que tiene el final de la vida y la espe-ranza que la sostiene”. [7]

Los principales obstáculos para unabuena comunicación de la verdad globalson:

• El paciente desea hablar: el profesio-nal no quiere.

• El paciente no desea hablar: el profe-sional quiere.

• El paciente desea hablar pero creeque no debería: el profesional nosabe cómo animarlo.

• El paciente parece no tener deseo dehablar, pero en realidad lo necesita:

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el profesional no sabe cuál es lamejor solución y no quiere intervenirpor temor de empeorar las cosas.

Para descubrir el problema del pacien-te es fundamental la “escucha activa”.

Escuchar es un proceso diferente a oírde forma pasiva.

La escucha es un proceso activo en elcual se permite que el paciente puedaexponer su problema sin interrumpirlo nirealizar conclusiones prematuras. Estaescucha activa supone facilitar alpaciente elementos importantes:

1. La expresión de sus ideas (de dóndepiensa que ha venido su enfermedad, conqué lo relaciona) y preocupaciones(“tengo miedo a que sea...”).

2. Qué espera de nosotros -expectati-vas- (“me gustaría que hiciera tal estu-dio…, para que me quedara tranquilo”).

3. Cuál es su reacción emocional fren-te a la situación -sentimientos-.

4. Qué consecuencias se puede pen-sar -efectos-.

En este proceso es fundamental elrespeto a los silencios. Por lo general elsilencio asusta, no se sabe qué responder,se dan rodeos y se habla de temas trivia-les. Sin embargo, el silencio suele ser laexpresión de la búsqueda interna, cuyo

resultado final casi siempre es importan-te: una nueva idea, un recuerdo, unaconexión entre dos ideas.

Por todo ello debemos desarrollar lacapacidad de contención, que es la habi-lidad de percibir y sostener la ansiedadpropia o ajena sin pasar directamente ala acción. Esto supone ser capaces deseguir escuchando a pesar de sentirnosinquietos, ofreciendo tranquilidad a lavez que aceptamos nuestras propias limi-taciones terapéuticas.

5. La comunicación de la “verdad global”

“La veracidad es el fundamento de laconfianza en las relaciones interpersona-les. Por lo tanto, podríamos decir que, engeneral, comunicar la verdad al pacientey a sus familiares constituye un beneficiopara ellos (principio de beneficencia),pues posibilita su participación activa enel proceso de toma de decisiones (princi-pio de autonomía). Sin embargo, en lapráctica hay situaciones en las que elmanejo de la información genera espe-cial dificultad para los médicos. Ello ocu-rre especialmente cuando se tratan decomunicar malas noticias, como son eldiagnóstico de enfermedades progresivase incurables o el pronóstico de una muer-te próxima inevitable. En esas circunstan-cias, no es inusual -especialmente en lospaíses latinoamericanos- caer en una

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[8] TABOADA, Paulina, El derecho a morir con dignidad y el concepto de muerte digna, conferencia para la XIV AsambleaGeneral PAV 2008, 25-27 de febrero de 2008.[9] Ídem.[10] PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PASTORAL DE LOS AGENTES SANITARIOS, Carta a los agentes sanitarios, n. 130, 1995.

actitud falsamente paternalista, que llevea ocultar la verdad al paciente”. [8]

Pero también una de las más frecuen-tes dificultades en la comunicación de laverdad global entre el médico y elpaciente, se da porque el primero haolvidado el lenguaje con el que éste, elpaciente, conoce y se expresa sobre suorganismo, sus dolencias, etc., pero nosólo en la expresión de un vocabulariotécnico sobre la enfermedad sino tam-bién sobre la dimensión trascendente.Habitualmente en la relación médicopaciente, no se le pregunta al pacientesobre sus convicciones religiosas, su rela-ción familiar, su relación laboral y ésosson elementos fundamentales para com-prender la visión del paciente e iniciar elproceso de la comunicación global.

La información que proporciona elmédico debe ser, para algunos, totalmen-te neutra, para que no influya en la deci-sión del paciente; sin embargo, los médi-cos también tenemos la obligación moralde dar una orientación hacia la dimen-sión espiritual, iluminando conceptos,despejando dudas y temores para que elpaciente opte por lo que de verdad sea sumayor bien.

“Existe la necesidad de reconocer queexisten situaciones en las que podría serprudente postergar la entrega de la infor-mación al paciente, en atención al princi-pio de no-maleficencia, como podría ocu-rrir, por ejemplo, en el caso de pacientescon depresiones severas que aún no hayansido adecuadamente tratadas. Por tanto,para que la comunicación de la verdad seamoralmente buena, se debe prestar siem-pre atención al qué, cómo, cuándo, cuán-to, quién y a quién se debe informar”. [9]

“La crisis que genera la aproximaciónde la muerte induce al cristiano y a laIglesia a ser portadores de la luz de laverdad que sólo la fe puede encendersobre el misterio de la muerte.

La muerte es un suceso que introduceen la vida de Dios, respecto a la cual sola-mente la revelación puede pronunciaruna palabra de verdad. Esta verdad vaanunciada por la fe al paciente que estáexpirando. El anuncio ‘pleno de gracia yde verdad’ (Jn 1, 14) del Evangelio acom-paña al cristiano desde el inicio hasta eltérmino de la vida. La última palabra delEvangelio es la palabra de la vida quevence la muerte y abre el morir humanoa una esperanza mayor”. [10]

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[11] Ibídem, n. 131.[12] CELAM, Documento conclusivo de Aparecida, Aparecida, 13-31 de mayo de 2007, 284-285.

La eficacia del buen cuidado, de labuena transmisión de la verdad global, esmás bien una cuestión de humanidad quede técnica, ayudando a un buen morir, sepuede enseñar y aprender a vivir.

“Es necesario, por consiguiente, evan-gelizar la muerte: anunciar el Evangelioal moribundo. Es un deber pastoral de lacomunidad eclesial en cada uno de susmiembros, según la responsabilidad decada cual.

El anuncio del Evangelio a quien seencuentra en el momento supremo de lavida tiene en la caridad, en la oración yen los sacramentos, las formas expresivasy actuantes privilegiadas”. [11]

“El discípulo y misionero, movido porel impulso y el ardor que proviene delEspíritu, aprende a expresarlo en el tra-bajo, en el diálogo, en el servicio, en lamisión cotidiana”. [12]

Los últimos momentos de la vida de unpaciente pueden constituir la mejor oca-sión para ir lo más lejos posible en la rela-ción con esa persona, tanto desde el equi-po profesional de salud como, y más espe-cialmente, desde los familiares. ¿Cuántosaprovechamos esta ocasión?

En lugar de enfrentarnos a la realidadde la proximidad de la muerte, nosempeñamos en aparentar que nunca lle-gará. Mentimos al otro, nos mentimos anosotros mismos y, en lugar de hablar delo esencial, en lugar de intercambiarpalabras de amor, gratuidad y perdón, enlugar de apoyarnos mutuamente paracruzar juntos ese momento trascenden-tal que supone la muerte de un pacienteo de un ser querido, poniendo en comúntodo lo que hemos aprendido, todo elhumor y el amor que el ser humano escapaz de desplegar para afrontar lamuerte, en lugar de todo esto, lo quehacemos es envolver con silencio y sole-dad ese momento único y esencial de lavida.

El diálogo en la verdad es el caminopara centrarse en la relación de ayuda enla persona en medio del sufrimiento.Acompañar a la persona enferma en laetapa final, a identificar sus necesidades,a dar nombre a sus emociones, a caminarsiendo protagonista hacia el final de lavida, a vivir el propio morir con dignidad,es el objetivo del acompañamiento.

Vivir la propia muerte -como procesode continuas pérdidas- será posible si seencuentra alguien alrededor que esté dis-

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[13] Cfr. CONCILIO VATICANO II, Constitución apostólica Gaudium et spes, 7 de diciembre de 1965, n. 22.[14] Cfr. JUAN PABLO II, Carta apostólica Salvici doloris, 11 de febrero de 1984, n. 15.

puesto a pararse ante la vulnerabilidad ycompartir la contemplación del misterio.

“En realidad, el misterio del hombresólo se esclarece en el misterio del Verboencarnado. El Hijo de Dios me amó y seentregó a sí mismo por mí” (Gál 2, 20).Padeciendo por nosotros, nos dio ejem-plo para seguir sus pasos y además abrióel camino, con cuyo seguimiento la viday la muerte se santifican y adquierennuevo sentido.

Urgen al cristiano la necesidad y eldeber de luchar, con muchas tribulacio-nes, contra el demonio, e incluso depadecer la muerte. Pero, asociado al mis-terio pascual, configurado con la muertede Cristo, llegará, corroborado por laesperanza, a la resurrección.

Esto vale no solamente para los cris-tianos, sino también para todos los hom-bres de buena voluntad, en cuyo corazónobra la gracia de modo invisible. Cristomurió por todos y la vocación supremadel hombre en realidad es una sola, esdecir, la divina. En consecuencia, debe-mos creer que el Espíritu Santo ofrece atodos la posibilidad de que, en una formasólo por Dios conocida, se asocien a estemisterio pascual.

Éste es el gran misterio del hombreque la Revelación cristiana esclarece alos fieles. Por Cristo y en Cristo se ilumi-na el enigma del dolor y de la muerte,que fuera del Evangelio nos envuelve enabsoluta oscuridad. Cristo resucitó; consu muerte destruyó la muerte y nos dio lavida, para que, hijos en el Hijo, clamemosen el Espíritu: “¡Abba! ¡Padre!”. [13]

CONCLUSIONES

El morir es solamente el proceso de laúltima fase de la vida: su momento final.Interpela, por tanto, la responsabilidadterapéutica del agente de la salud nomenos que todos los otros momentos delvivir humano.

“Aunque la muerte no es pues unsufrimiento en el sentido temporal de lapalabra, aunque en un cierto modo seencuentra más allá de todos los sufri-mientos, el mal que el ser humanoexperimenta contemporáneamente conella, tiene un carácter definitivo y tota-lizante”. [14]

La persona enferma, incurable, nodebe ser abandonada a su soledad y a lade su familia, sino que tiene que estar

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[15] JUAN PABLO II, Discurso de S.S. Juan Pablo II en la XI Jornada Mundial del Enfermo 2003, op. cit.

cuidada por sus médicos y por el restodel equipo de salud. Éstos, actuando eintegrándose con la asistencia de losministros religiosos, asistentes sociales,agentes de la caridad, parientes y ami-gos, le deben dar el soporte necesariopara entender, aceptar y vivir la muerte,como un proceso que lo traslada a lotrascendente. Situación que sólo es posi-ble si todo este proceso lo vive con unaverdad global.

“Esta verdad debe ser defendida cons-tantemente ante el progreso de las cien-cias y de las técnicas médicas, que buscanla curación y una mejor calidad de vidapara la existencia humana. En efecto, esun principio fundamental que la vidadebe ser protegida y defendida desde suconcepción hasta su ocaso natural. Comohe recordado en la Carta apostólica Novomillennio ineunte: ‘El servicio al hombrenos obliga a proclamar, oportuna e impor-tunamente, que cuantos se valen de lasnuevas potencialidades de la ciencia,especialmente en el terreno de las biotec-nologías, nunca han de ignorar las exi-gencias fundamentales de la ética, ape-lando tal vez a una discutible solidaridadque acaba por discriminar entre vida yvida, con el desprecio de la dignidad pro-pia de cada ser humano’” (n. 51). [15]

Entonces se evalúa que es necesarioque el médico presente al paciente duran-

te todo el proceso de la enfermedad incu-rable y la muerte, la verdad global.

El proceso de enfermedad incurablehasta la muerte se podría dividir en tresfases:

1. Inicial: donde percibe la amenazade la muerte.

2. Avanzada: implica cambios en esti-lo de vida, cada vez más evidentes.

3. Final: todos los pacientes ya sabenque se acerca esta etapa.

Cada etapa tiene una dimensiónespecial, y en cada una la comunicaciónde la verdad médica y de la verdad glo-bal tendrá características especiales.

Pero para cada una de estas fases sedebe estar preparado para ser solamenteinstrumentos de la acción de Cristo:“Cuando tal ‘amenaza’ se consume en lavida de una persona, en esta hora decisi-va de su existencia, el testimonio de fe yde esperanza en Cristo del agente de lasalud tiene un rol determinante. Abre enefecto nuevos horizontes de sentido, osea de resurrección y de vida, a quien vecerrarse la expectativa de la existenciaterrena.

Más allá de todos los comportamien-tos humanos, ninguno puede dejar de verla ayuda invaluable dada a los moribun-

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[16] PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PASTORAL DE LOS AGENTES SANITARIOS, Carta a los agentes sanitarios, op. cit.,capítulo III.[17] Cfr. JUAN PABLO II, Carta apostólica Salvici doloris, op. cit., n. 26.

dos y a sus familias, proveniente de la feen Dios y de la esperanza en una vidaeterna.

Brindar una presencia de fe y deesperanza es para médicos y enfermerasla más elevada forma de humanizacióndel morir. Es más que aliviar un sufri-miento. Es saber utilizar el propio cuida-do para ‘hacerle fácil al enfermo retornara Dios’”. [16] Éste es el camino que debe-mos tomar los médicos, como agentes desalud, dando testimonio podremos anun-ciar la verdad global.

A pesar de este anuncio, la respuestano siempre es igual, y requiere tiempo,por eso es importante comenzar desde laprimera fase: en la comunicación médicade una enfermedad incurable, como ins-trumento del Redentor.

Pero este modelo, como explicó Mons.Sgreccia, es un modelo arduo, de granesfuerzo para el profesional, porque per-sonaliza la relación.

“A través de los siglos y generacionesse ha constatado que en el sufrimiento seesconde una particular fuerza que acer-ca interiormente el hombre a Cristo, unagracia especial. Cuando este cuerpo estágravemente enfermo, totalmente inhábil

y el hombre se siente como incapaz devivir y de obrar, tanto más se ponen enevidencia la madurez interior y la gran-deza espiritual, constituyendo una lec-ción conmovedora para los hombressanos y normales.

Esta madurez interior y grandezaespiritual en el sufrimiento, ciertamenteson fruto de una particular conversión ycooperación con la gracia del Redentorcrucificado. Él mismo es quien actúa enmedio de los sufrimientos humanos pormedio de su Espíritu de Verdad, pormedio del Espíritu Consolador. Él esquien transforma, en cierto sentido, laesencia misma de la vida espiritual, indi-cando al hombre que sufre un lugar cer-cano a sí.

Pero este proceso interior no se desarro-lla siempre de igual manera. A menudocomienza y se instaura con dificultad. Elpunto mismo de partida es ya diverso;diversa es la disposición, que el hombrelleva en su sufrimiento. Se puede, sinembargo, decir que casi siempre cada unoentra en el sufrimiento con una protestatípicamente humana y con la preguntadel ‘por qué’. Se pregunta sobre el sentidodel sufrimiento y busca una respuesta aesta pregunta a nivel humano”. [17]

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[18] SGRECCIA, Elio, Información para el enfermo incurable, op. cit.

Monseñor Sgreccia también graficaclaramente este punto: “Es necesariosiempre que el médico tenga en cuenta ensu estrategia de comunicación la situa-ción emotiva y las diversas fases psicoló-gicas por las que pasa el enfermo. Esnecesario que la verdad clínica se articulepositivamente con las verdades antropo-lógicas, con el sentido global de la vida.

El esfuerzo mayor está en presentaresta verdad en sentido salvífico, en cons-truir un itinerario con el paciente duran-te la enfermedad y en proponer, dondesea posible, el anuncio de la Vida que nomuere y la revelación de Cristo muerto yresucitado, presente y operante en cadahombre que sufre.

El moribundo aporta madurez y valorincluso a quienes están a su lado, se con-vierte en un maestro de vida. Todos losactos de amor que nos han sido donadoslos llevamos con nosotros. Nuestra vidaespiritual no desaparece sino que florece,se enriquece en la eternidad”. [18]

Nuevamente el buen samaritano esun ejemplo claro de los elementos que sehan desarrollado: “La parábola del buensamaritano pertenece al Evangelio delsufrimiento. Indica, en efecto, cuál debeser la relación de cada uno de nosotroscon el prójimo que sufre.

No nos está permitido ‘pasar delargo’, con indiferencia, sino que debe-mos ‘pararnos’ junto a él. Buen samarita-no es todo hombre que se para junto alsufrimiento de otro hombre de cualquiergénero que ése sea. Esta parada no signi-fica curiosidad, sino más bien disponibi-lidad. Es como el abrirse de una determi-nada disposición interior del corazón,que tiene también su expresión emotiva.Buen samaritano es todo hombre sensi-ble al sufrimiento ajeno, el hombre que‘se conmueve’ ante la desgracia del pró-jimo. Si Cristo, conocedor del interior delhombre, subraya esta conmoción, quieredecir que es importante para toda nues-tra actitud frente al sufrimiento ajeno.Por lo tanto, es necesario cultivar en símismo esta sensibilidad del corazón, quetestimonia la compasión hacia el quesufre. A veces esta compasión es la únicao principal manifestación de nuestroamor y de nuestra solidaridad hacia elhombre que sufre.

Sin embargo, el buen samaritano de laparábola de Cristo no se queda en la meraconmoción y compasión. Éstas se convier-ten para él en estímulo a la acción quetiende a ayudar al hombre herido. Porconsiguiente, es en definitiva buen sama-ritano el que ofrece ayuda en el sufri-miento, de cualquier clase que sea. Ayuda,dentro de lo posible, eficaz. En ella pone

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[19] Cfr. JUAN PABLO II, Carta apostólica Salvici doloris, op. cit., n. 28.

todo su corazón y no ahorra ni siquieramedios materiales. Se puede afirmar quese da a sí mismo, su propio ‘yo’, abriendoeste ‘yo’ al otro. Tocamos aquí uno de lospuntos clave de toda la antropología cris-tiana. El hombre no puede ‘encontrar supropia plenitud si no es en la entrega sin-cera de sí mismo a los demás’. Buen sama-ritano es el hombre capaz precisamentede ese don de sí mismo”. [19]

El buen samaritano evaluó el contex-to global: el hombre había sido asaltadoen el camino de Jerusalén a Jericó, cómoera en ese tiempo ese camino no lo sabe-mos, pero seguro que el acto se produjopor las circunstancias externas, caminodesprotegido, extenso, etc., (como nues-tras sociedades) y no podía dejarlo ahí.

También lo acogió adecuadamente, lecuró sus heridas, las vendó y al mismo tiem-po lo escuchó, supo que otros (el sacerdotey el levita) habían pasado de largo. Estabacasi muerto, pero su solicitud, su compromi-so, su testimonio, le reanimó. Por último lollevó a la posada, busco el lugar adecuado.Todo esto implica que puso todo su corazón,su propio yo, es decir, su persona.

Este esfuerzo desde la compasión ini-cial hasta el compromiso del cuidar,implica la expresión de la verdad global.No se sabemos si el hombre se recuperótotalmente o finalmente murió por lasheridas recibidas, pero indudablementeque la comunicación del buen samarita-no le mostró una dimensión totalmentediferente: la vida plena y trascendente.

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