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I Congreso Internacional sobre Género, Trabajo y Economía Informal. Elche, del 27 al 29 de febrero de 2008 La construcción de la vocación científica del personal becario como atributo masculino. Un estudio de caso León Medina, F.J.; Mora Malo, E.; Martí Plademunt, B.; Izquierdo Benito, M.J. Sesión científica IV: El trabajo femenino en la empresa. Francisco José León Medina Departamento de Sociología Universitat Autònoma de Barcelona Departamento de Empresa Universitat de Girona [email protected] Edifici B, Campus Universitat Autònoma de Barcelona Bellaterra (Barcelona) - 08193 Tel. 93 581 44 57 Enrico Mora Malo Departamento de Sociología Universitat Autònoma de Barcelona Secretario del Observatori per a la Igualtat Universitat Autònoma de Barcelona [email protected] Edifici B, Campus Universitat Autònoma de Barcelona Bellaterra (Barcelona) - 08193 Tel. 93 586 80 21 Fax. 93 581 28 27

La construcción de la vocación científica del personal ...ve.umh.es/sieg.1/docs/ICongresoInternacional/comunicaciones/sciv0… · caso, lo que motiva en general a la comunidad

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I Congreso Internacional sobre Género, Trabajo y Economía

Informal. Elche, del 27 al 29 de febrero de 2008

La construcción de la vocación científica del personal

becario como atributo masculino. Un estudio de caso

León Medina, F.J.; Mora Malo, E.; Martí P lademunt, B.; Izquierdo Benito, M.J.

Sesión científica IV: El trabajo femenino en la empresa.

Francisco José León Medina Departamento de Sociología Universitat Autònoma de Barcelona Departamento de Empresa Universitat de Girona [email protected] Edifici B, Campus Universitat Autònoma de Barcelona Bellaterra (Barcelona) - 08193 Tel. 93 581 44 57

Enrico Mora Malo Departamento de Sociología Universitat Autònoma de Barcelona Secretario del Observatori per a la Igualtat Universitat Autònoma de Barcelona [email protected] Edifici B, Campus Universitat Autònoma de Barcelona Bellaterra (Barcelona) - 08193 Tel. 93 586 80 21 Fax. 93 581 28 27

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Índice Introducción ...............................................................................................3 Objeto de estudio ......................................................................................4

Enfoque teórico ......................................................................................4 Planteamiento del problema...................................................................5

Sexo y becas de investigación en la UAB ..................................................6 La vocación científica como producto.......................................................7

La vocación: definición e implicaciones prácticas ..................................7 Las causas de la vocación ......................................................................9

La vocación científica en el personal becario de la UAB..........................10 Mecanismos situacionales en la construcción de la vocación científica en el personal becario de la UAB ..................................................................14

La privación relativa .............................................................................15 Los costes de la incertidumbre ............................................................17 Experiencias y estereotipos..................................................................19 Preferencias adaptativas y profecía autocumplida...............................21

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INTRODUCCIÓN

En contra de lo que podría parecer, la universidad, como espacio de trabajo, es un lugar más sexista que el mercado de trabajo, al menos en lo que se refiere al personal docente (Izquierdo et.al., 2004). La desigualdad en la proporción de mujeres y hombres es mayor cuanto más alta es la categoría del profesorado, alcanzando en sus categorías altas niveles de desigualdad superiores a los existentes entre el personal directivo de las empresas privadas. Los ya clásicos gráficos de tijera, como el que reproducimos a continuación con datos de la Universidad Autónoma de Barcelona, han representado el fenómeno de la progresiva desaparición de las mujeres de la actividad científica conforme nos movemos a categorías profesionales superiores. Ilustración 1: Proporción de mujeres y hombres a lo largo de la

trayectoria académica en la Universidad Autónoma de Barcelona, según el sexo. Curso 2005-2006

Fuente: Observatori per a la Igualtat - UAB Estos datos no reflejan una particularidad de la UAB. Todas las evidencias apuntan a que ésta es la tónica general en el conjunto de las universidades europeas (European Commission, 2005).

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Como ya se ha indicado en estudios anteriores (Izquierdo et.al., 2004), no parece que el concepto de “techo de cristal” represente realmente lo que está sucediendo en las carreras académicas de las mujeres. De hecho, no existe un tope más allá del cual las mujeres no progresen y se estanquen. En el especial escenario de la vida académica, la imposibilidad de progresar se traduce en una inevitable retirada de la actividad científica universitaria. Más que un techo de cristal, se produce una progresiva “expulsión” de las mujeres de este entorno laboral. Pero, igual que el techo de cristal es transparente, también en este efecto desagüe los mecanismos causales son invisibles a simple vista. Los factores que estimulan la progresiva salida de las mujeres están aún por comprenderse. En esta comunicación expondremos algunos de los principales resultados de un trabajo de investigación que ha pretendido contribuir a arrojar algo de luz sobre este fenómeno.

OBJETO DE ESTUDIO

Enfoque teórico

Las razones de la progresiva desaparición de las mujeres de la actividad científica conforme nos movemos a categorías profesionales superiores son sin duda numerosas, pero tradicionalmente el esfuerzo se ha orientado a la identificación de los factores “externos” a la mujer, es decir, aquellos que dan forma a la demanda: discriminación, sesgos en los procesos evaluativos (European Commission, 2004), etc. Como han señalado Browne y Engalnd (1997), los enfoques centrados en la oferta han sido denostados como políticamente interesados, pues se ha entendido que culpabilizaban a las víctimas. Sin embargo, una explicación real del fenómeno requiere también una comprensión de los procesos mediante los cuales las condiciones estructurales limitan y dan forma a las subjetividades, teniendo éstas entonces un efecto reproductor de aquellas condiciones. De hecho, los enfoques centrados en los factores “externos” suelen moverse bajo el implícito de que las mujeres son seres que sufren pasivamente los envites de dinámicas y procesos definidos por otros y en función de sus intereses, contrarios a los de ellas. Aunque estos planteamientos sean necesarios para señalar la importancia de los factores estructurales, limitarnos a ellos podría tener como resultado un refuerzo de la concepción patriarcal de las mujeres, pues como ha señalado Izquierdo (2001), las presentan tan sólo como un objeto-pasivo, necesitadas de la intervención de alguna entidad superior que las ayude. En la medida en que asumamos el patriarcado como un tipo de relación, la participación de las mujeres en el mismo debe ser analizada, y

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con ella, los procesos de construcción de subjetividades que se producen en esas relaciones y que las refuerzan. Por ello, nos centramos en esta comunicación en el análisis de un caso de construcción diferencial de subjetividades para mujeres y hombres. Entendemos estas subjetividades como un resultado de la interacción entre los individuos y el contexto en el que desarrollan su actividad.

Planteamiento del problema

Probablemente, el fenómeno de la progresiva desaparición de las mujeres de la actividad científica conforme nos movemos a categorías profesionales superiores, resulta de una combinación de factores que no tienen por qué ser los mismos en cada uno de los puntos críticos de la trayectoria académica. En esta comunicación, nos enfrentamos a la tarea de identificar posibles variables explicativas que estén contribuyendo a generar diferencias entre mujeres y hombres en un momento especialmente importante de la trayectoria: el disfrute de las becas predoctorales y de apoyo a la investigación. El período comprendido entre la licenciatura y el doctorado es un período especialmente importante en la construcción de las subjetividades. Es entonces cuando comienzan a delinearse las preferencias y los intereses profesionales de aquellos que en un principio se han mostrado atraídos por labor científica. Nuestro objetivo será identificar factores causales que expliquen por qué se producen diferencias en función del sexo y el género en ese proceso de construcción de creencias, preferencias e intereses. Para ello, nos basamos en el análisis de 20 entrevistas realizadas a personal becario de la Universitat Autònoma de Barcelona (10 de ellos/as con beca predoctoral, y el resto con beca de apoyo a la investigación), 20 entrevistas a profesorado estabilizado (16 de ellos disfrutaron en el pasado de una beca predoctoral), y una encuesta on line realizada a un total de 258 becarias y becarios de la UAB (190 de ellos/as con becas predoctorales, y el resto con becas de apoyo a la investigación). Los resultados que exponemos forman parte de la investigación Diagnosis de la trayectoria académica del personal becario de la UAB

desde la perspectiva de género, dirigida por Enrico Mora en el marco del Observatori per a la Igualtat de la Universitat Autònoma de Barcelona y del Grup d’Estudis Sentiments, Emocions i Societat (GESES) de la misma universidad, y que contó con la financiación de la AGAUR (Generalitat de Catalunya).

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SEXO Y BECAS DE INVESTIGACIÓN EN LA UAB

El personal becario de la UAB se divide básicamente en dos colectivos: el personal becario predoctoral, que disfruta de las becas FPI, FI, FPU, etc., y el personal becario con becas de apoyo a la investigación. A continuación exponemos la distribución por sexo de estas becas.

Tabla 1: Becarios y titulados de la UAB según sexo (curso 2005-2006)

Mujeres Hombre

s Total

349 361 710 Becarios FPI

49,2% 50,8% 100% 243 187 430 Becarios de apoyo

a la investigación 56,5% 43,5% 100% 592 548 1140

Total becarios 51,9% 48,1% 100% 3044 1479 4523 Total titulados

04/05 67,3% 32,7% 100% Fuente: La UAB en xifres, 2005-2006

Una mirada superficial al porcentaje de becarios y becarias de la UAB nos podría llevar al error de considerar las becas un lugar igualitario para hombres y mujeres, pues ellas obtienen el 51,9% de las becas y ellos el 48,1%. Ahora bien, si distinguimos entre becarios/as predoctorales y becarios/as de apoyo a la investigación, y si comparamos esos datos con la proporción de mujeres y hombres titulados, el panorama es algo distinto. Para empezar, podemos decir que en las becas predoctorales la presencia de hombres es mayor a la esperada estadísticamente si consideramos la proporción de hombres titulados. Sea cual sea el mecanismo que actúa1, existe un filtro en el proceso de selección a favor de los hombres, pues siendo un 32,7% de los titulados, obtienen el 50,8% de las becas predoctorales. Así pues, podríamos considerar las becas predoctorales como un terreno masculinizado. En cuanto a los becarios de apoyo a la investigación, también podemos observar un proceso de masculinización, pero menor que el que tiene lugar en las becas predoctorales.

1 La determinación del filtro que actúa requeriría todo un proceso de investigación centrado en los alumnos de último cursos y sus planes, sus preferencias, etc. Lo que sí podemos sostener es que el filtro muy probablemente no resulta de las calificaciones, pues los datos apuntan a un mayor rendimiento académico por parte de las mujeres.

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Además, hemos de considerar que, mientras que de los hombres becados, el 65,9% disfruta de una predoctoral y el 34,1% de una de apoyo a la investigación, de las mujeres becadas, el 59% disfruta de una predoctoral y el 41% de una de apoyo a la investigación.

LA VOCACIÓN CIENTÍFICA COMO PRODUCTO

La vocación: definición e implicaciones prácticas

La vocación científica suele presentarse como uno de los elementos imprescindibles para la vida académica. De hecho, los miembros de la comunidad científica se caracterizan, en término medio, por una implicación emocional con su tarea que no puede explicarse como efecto de un deseo de poder o recursos, aunque un cierto grado de poder en la comunidad y de recursos puedan obtenerse con esta actividad. En todo caso, lo que motiva en general a la comunidad científica es el prestigio, y para ser más exactos, el prestigio o reconocimiento entre los iguales. Esa motivación parece convivir naturalmente con la idea de que la propia actividad cotidiana constituye un fin en sí misma. Uno/a puede desear ser reconocido por los colegas, pero en el día a día la implicación con el trabajo se caracteriza principalmente por el disfrute del proceso y los resultados. Sobre la base de esa implicación, se desarrollan largas jornadas de trabajo, y en realidad, se difuminan las fronteras entre obligación y placer. Las labores propias de la profesión, como por ejemplo la lectura, la reflexión, la discusión o la redacción de informes y artículos, pasan a tener un papel importante en los modos en que este colectivo disfruta de su tiempo libre. La comunidad científica suele representarse como una comunidad caracterizada por una exigente ética del trabajo y una entrega considerable a la profesión. Obviamente, este tipo de vínculos requieren algún tipo de infraestructura doméstica, es decir, tienen como requisito previo la externalización del cuidado propio y de los tuyos, por lo que históricamente ha sido una posibilidad manifiestamente masculina. Esta constelación de creencias, preferencias y éticas del trabajo suele condensarse bajo la idea de la vocación científica. Al fin y al cabo, se dice, todas esas prácticas y concepciones no tienen sentido ni posibilidad de materializarse si no es como resultado de esa vocación. Es decir, no harían lo que hacen si no creyesen lo que creen (sobre ellos y sobre su profesión). Esta visión, siendo cierta, requiere también una aclaración: de hecho, también es cierto que creen lo que creen en gran parte como resultado de lo que hacen y de las condiciones en las que lo hacen.

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El término “vocación”, y en concreto la vocación científica, está muy presente en nuestro lenguaje cotidiano, pero estamos lejos de disponer de una definición clara, precisa y operativa del concepto. Obviamente, lo primero que es posible decir acerca de la vocación es que se trata de un estado mental. Es decir, es una propiedad de nuestra subjetividad, aunque no sea comprensible si no es considerada conjuntamente con las acciones en las que se apoya y a las que da lugar. En segundo lugar, parece que nuestras intuiciones y prenociones sobre lo que es la vocación apuntan a algún tipo de inclinación o tendencia a vincularse estrecha y rígidamente con algún tipo de patrones definidos de conducta, especialmente profesiones. Así, por ejemplo, cuando decimos de alguien que tiene vocación de sacerdote, no decimos sólo que quiere dedicarse a esa profesión, sino que además decimos que (a) lo desea con una intensidad destacable, (b) ese deseo parece rígido y poco negociable, en el sentido de que cualquier otra alternativa es mucho menos deseada, y (c) el deseo apunta a un tipo de desempeño de la labor realizado desde un universo simbólico particular y dando lugar a un especial estilo de vida. Un último rasgo de la vocación es que se experimenta como resultado de procesos no-sociales. En unos casos, se presenta como resultado de una llamada “divina”, y en otros, como una predeterminación inscrita en nuestra naturaleza. Uno a sido “llamado” al sacerdocio, o “ha nacido” para ser médico. Las referencias a lo sagrado y lo biológico presentan la vocación como destino, y así, como algo superior al individuo que la experimenta, que por tanto no se enfrenta ella como el producto de su biografía, es decir, de sus deseos y de la historia de las condiciones sociales en que éstos se formaron y obtuvieron o no satisfacción. A partir de estas nociones, definiremos aquí la vocación científica como un ordenamiento rígido de preferencias vitales y profesionales en el que la dedicación a la actividad científica se ha situado en primer lugar, a distancia considerable de sus alternativas. Este ordenamiento de preferencias tiene una serie de implicaciones en términos mentales y comportamentales. En primer lugar, se experimenta la vinculación con esta actividad con una intensidad considerable, principalmente porque se experimenta como algo valioso y placentero en sí mismo, lo que implica un efecto feedback sobre el deseo de realizar la actividad, reforzándolo. En segundo lugar, la posibilidad de desplegar la propia actividad en sectores económicos y profesionales ajenos al de la ciencia va difuminándose poco a poco. Cambiar de actividad simplemente se vuelve inconcebible, desaparece como posibilidad imaginada y aún más como posibilidad deseable. Normalmente, el científico no siente el deseo o la necesidad de compaginar su trabajo con otras actividades profesionales,

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ni desea explorar en el futuro nuevas profesiones no relacionadas con el conocimiento. En tercer lugar, sobre la base de este ordenamiento de preferencias, se difuminan las fronteras entre trabajo y ocio. Como ya hemos dicho, algunas actividades propias de la profesión suponen una fuente de placer en sí mismas, y por ello pasan a tener un importante papel en la configuración de las actividades del tiempo libre. Arthur L. Stinchcombe afirmaba que “Hay personas que sienten mayor placer estudiando que bailando; de este grupo es de donde suelen salir los profesores.” (1967:211). Es decir, el placer experimentado en la actividad explicaría la implicación, y ésta aumentaría las posibilidades de éxito en la comunidad científica. Ahora bien, el extremo de esta entrega a la labor de producción y transmisión de conocimiento puede adquirir formas cercanas a la neurosis obsesiva. De hecho, Freud señaló que el conocimiento científico le debe mucho a la neurosis. En cuarto lugar, y como resultado de lo anterior, la vocación se traduce en un estilo de vida y un universo simbólico particular, que vendría a incluir todos aquellos valores, opiniones y concepciones que podamos considerar propios de la comunidad científica. Y por último, la vocación, así entendida, hace posible la integración en la comunidad científica, pues establece implícitamente las reglas de comportamiento que permiten cumplir las expectativas, inscribiéndolas fuertemente en la personalidad del individuo. Obviamente, el modo en que se concretan en la práctica estas implicaciones es muy dependiente de las características de la comunidad o subcomunidad científica en la que se desempeña la propia labor, porque esas características se modifican de un lugar a otro y de un momento histórico a otro.

Las causas de la vocación

Si este estado mental al que llamamos vocación, y sus implicaciones prácticas, tienen tanta importancia en la configuración de la comunidad científica y la vida cotidiana de sus miembros, parece necesario reflexionar sobre los procesos causales que determinan su nacimiento. Como ya hemos dicho, la vocación suele entenderse en el lenguaje coloquial como un atributo que resulta de designios divinos o de particularidades presociales. En el caso de la vocación científica, se “explica” más bien como manifestación de una particularidad presocial (nadie recibe una llamada divina para convertirse en científico). Uno/a, entonces, simplemente “ha nacido para esto”. A nuestro juicio, la idea generalizada de la vocación como tendencia inexplicable, prefijada e inmutable a determinado tipo de actividad, difumina y obscurece el verdadero papel del sujeto y la estructura social.

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El sujeto queda desdibujado, pues se le presenta como dominado por fuerzas internas presociales sobre las que no tiene control ni responsabilidad. Su participación en el proceso de construcción de este orden de preferencias queda oscurecida. La estructura y el contexto también quedan desdibujados, pues no se da cuenta de los condicionantes supraindividuales que canalizan y dan forma a la construcción de nuestras identidades. Resulta especialmente significativo que los propios individuos tengan dificultades para narrar el origen de esta constelación de creencias y deseos. Simplemente “se tiene”. Los procesos sociales en los que se origina este estado mental, aunque por sí mismos sean opacos, quedan oscurecidos aún más cuando el estado se atribuye a supuestas tendencias innatas o a rasgos de personalidad que supuestamente no requieren explicación. Frente a esta idea de la vocación, entendemos que existen procesos estructuralmente condicionados en los que los sujetos dan forma a sus deseos. Así, la vocación sería el resultado final de un proceso en el que el sujeto ha encontrado un objeto-actividad que se demuestra por la experiencia como satisfactorio, formándose en ese encuentro el deseo de la realización de la actividad. El deseo de “hacer ciencia” se va formando gracias a experiencias satisfactorias “haciendo ciencia”, y no las preexiste. Los y las jóvenes llegan o no a tener vocación científica en función de las experiencias por las que pasan en sus primeros contactos con el mundo de la producción de conocimiento2. Dado que existe una desigualdad estructural entre mujeres y hombres, las actividades en las que unas y otros obtienen satisfacción y evidencia de su propia valía son distintas, de modo que se produce una diferencia de género en el tipo de “llamada” vocacional que “reciben” unas y otros.

LA VOCACIÓN CIENTÍFICA EN EL PERSONAL BECARIO DE LA UAB

Como hemos dicho, la vocación científica puede definirse como un orden rígido de preferencias profesionales y vitales. En este apartado presentamos de manera descriptiva las características de los órdenes de preferencias profesionales revelados en los discursos del personal becario. En concreto, nos centraremos en cómo esos órdenes se perfilan de modo claro en el discurso sobre las expectativas y planes para el

2 No entraremos aquí a la cuestión de si existen o no capacidades individuales que posibiliten en mayor o menor medida encontrar esta actividad como satisfactoria, no porque no sea una cuestión relevante, sino porque no tiene implicaciones prácticas ningunas para el estudio de las diferencias entre mujeres y hombres.

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futuro. No abordaremos, por tanto, los impactos que éste orden puede tener en la subjetividad y las prácticas laborales cotidianas3. En las entrevistas realizadas al personal becario predoctoral, las preguntas relacionadas con las expectativas y planes para el futuro fueron las que generaron una diferencia mayor y más clara entre becarias y becarios. Para los becarios, evocar el escenario posterior a la beca supone necesariamente evocar la cuestión de la beca postdoctoral y la estancia en el extranjero que conlleva y que, a su vez, parece prerrequisito para la estabilización en la universidad. Se diseña lo que se pretende hacer en el futuro desde el prisma del objetivo de hacer carrera académica, lo que supone un mayor grado de claridad del objetivo a perseguir tras la beca. La beca postdoctoral es el objetivo a medio plazo que esperan les habilite para su objetivo a largo plazo: la vida académica. Todos ellos afirman que les gustaría dedicarse a la docencia, y que ésta se realizase en la universidad. Es, por tanto, un objetivo deseado alrededor del cual diseñan sus planes futuros. De hecho, ni siquiera se muestran muy exigentes con las condiciones que tendría que tener una hipotética plaza que se les ofreciese en la universidad, aunque algunos comentan que tendría que poder ser compatible con la investigación, retribuirse con un sueldo digno, etc. Los resultados de la encuesta online apuntan en la misma dirección: Tabla 2: Creencia de que se seguirá en la universidad una vez acabada la beca, según sexo (personal becario predoctoral de

la UAB) Mujer Hombre Total

n 40 33 73 Sí, seguiré en la universidad %

col 35,1 43,4 38,4

n 19 14 33 Sí, en esta universidad

% col 47,5 42,4 45,2 n 21 19 40

Sí, pero en otra universidad % col 52,5 57,6 54,8

n 70 41 111 No seguiré en la universidad %

col 61,4 53,9 58,4

3 Es decir, nos centramos en la vocación como un orden rígido de preferencias, pero por una cuestión de espacio, no entraremos a identificar en los discursos ni referencias a las implicaciones prácticas (como por ejemplo, las horas de trabajo semanal, o las fronteras entre trabajo y ocio, etc.) ni a las implicaciones en términos de identidad (como por ejemplo, el estilo de vida deseado).

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n 4 2 6 NS/NC

% col 3,5 2,6 3,2 n 114 76 190

Total % fila 60,0 40,0 100

Todo esto, sin embargo, no quiere decir que no sean conscientes de las dificultades que existen para la consecución del objetivo. Cuando reflexionan menos sobre sus preferencias y más sobre lo que creen que realmente les espera, se muestran perfectamente conscientes de las dificultades futuras, e incluso a veces bastante seguros de la más que probable frustración futura de su deseo. Pero, aunque se señale lo elevado del coste, se afirma al tiempo su voluntad de asumirlo y de perseguir el fin que se han planteado. Como vemos, el planteamiento de los becarios predoctorales muestra aquí una ética del trabajo cercana a la ética de la provisión, que plantea la actividad en términos de objetivos a realizar y obstáculos a superar. Su vínculo con la actividad es asertivo: a pesar de su conciencia de las dificultades, tratan de hacer que aquello que quieren que les pase, les pase efectivamente. Ninguna becaria entrevistada, sin embargo, expresa su deseo de hacer una estancia postdoctoral en el extranjero. Las entrevistadas que aluden a la existencia de las becas postdoctorales, no lo hacen en primer lugar, con lo que podríamos decir que es muy probable que éste objetivo no esté en los primeros puestos de su orden de preferencias para el futuro. Y cuando aluden a esta posibilidad, la plantean como una apuesta insegura que aún no ven con suficiente claridad si habrían de realizar, o que ya ven que descartarán. Sus planes se centran fuera de la universidad, y se evidencia un menor entusiasmo en la continuación de la carrera académica. De hecho, en su discurso sobre el deseo de dedicarse a la actividad docente la situación es la inversa a la que mostraban los becarios: lo destacado prioritariamente es la dificultad de obtener una plaza, la falta de posibilidades, la dureza de los obstáculos, etc. Cuando reflexionan sobre lo que efectivamente les espera después de la beca, su narración circula ya por escenarios ajenos a la universidad: hablan de las dificultades para encontrar trabajo, de las dudas respecto de la utilidad del doctorado para ello, de la posibilidad de pasar a una etapa peor en términos de condiciones salariales y de trabajo, etc. Los datos de la encuesta confirman este análisis:

Tabla 3: Expectativas para el futuro según sexo ( personal becario de la UAB)

Mujer Hombre Total n 37 49 86

Continuar formación % 28,5 27,4 27,8

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col n 51 61 112

Continuar trabajando a la Universidad %

col 39,2 34,1 36,2 n 42 69 111

Trabajar fuera de la Universidad % col 32,3 38,5 35,9 n 130 179 309

Total % fila 42,1 57,9 100

En este contexto, parece que lo masculino es no renunciar ni rendirse, y aunque las dificultades se vean claras, insistir en la persecución del objetivo, mientras que lo femenino consiste en redefinir los objetivos en un proceso siempre abierto de reformulación contextualizada del orden de las propias preferencias. Esta diferencia puede es propia de una situación de desigualdad. Resistirse y pelear sólo tiene sentido para aquellos que se encuentran en una posición estructural en la que, o bien se perciba alguna posibilidad de éxito, o bien se haga posible obtener algún placer en su búsqueda. La propia vinculación con la experiencia de la beca se deja entrever de algún modo en los consejos que el personal becario entrevistado daría a un hipotético estudiante que pidiese consejo ante la posibilidad de ser becario/a predoctoral. En el caso de los becarios, los consejos se plantean en términos de resistir y pelear: hay que conocer las dificultades del camino, los esfuerzos y desilusiones que esperan, pero no hay que dejarse desanimar por nada, pues es una etapa de la vida especialmente agradable, y en el fondo, las posibilidades de éxito dependen en alto grado de tu propio esfuerzo. Hablan de sí mismos, por tanto, cuando se imaginan aconsejando a otros. Esto también quedó reflejado en la encuesta: Tabla 4: Consejo que se daría a quien opte a una beca, según

sexo (personal becario predoctoral de la UAB)

Mujer Hombre Total n 33 24 57 Que haga lo posible por acabar

la tesis mientras sea becario/a % col 28,9 31,6 30,0 n 40 27 67 Le advertiría que se suele

pasar por una serie de fases como ilusión, desencanto, recuperación...

% col 35,1 35,5 35,3

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n 2 7 9 Que sea el mejor y lo demuestre % col 1,8 9,2 4,7

n 38 16 54 Que aproveche la experiencia profesional que le dará la beca % col 33,3 21,1 28,4

n 1 2 3 NS/NC

% col 0,9 2,6 1,6 n 114 76 190

Total % fila 60,0 40,0 100

Los consejos de las becarias son algo distintos. Ninguna se muestra dispuesta a desanimar a nadie, pero ponen el acento en la idea de un esfuerzo condicional: se animaría al que pide consejo a obtener la beca, pero se le desanima si lo que se pretende es ir después a la empresa privada, si no hay una motivación muy clara, etc. Si en los becarios había un mayor entusiasmo en los consejos, aquí el consejo es condicional, luego menos entusiasta. En lo que hipotéticamente transmitirían a aquellos que piden consejo, ellas destacan tanto los aspectos positivos como los negativos de la experiencia de la beca, en un aparente plano de igualdad que se resuelve favorablemente sólo si el sujeto tiene la voluntad y la motivación de enfrentarse a ello. Resulta cuando menos llamativo que, habiéndose mostrado ellas menos firmes en su orden de preferencias, señalen la determinación y la motivación con la consecución de un fin como lo que debería ser el elemento clave de la decisión de emprender una etapa como becario/a. En definitiva, como hemos visto, los discursos relativos a los planes futuros manifiestan una marca diferencia entre mujeres y hombres. La voluntad de permanecer en la academia es menos generalizada entre las mujeres, y aunque resulta evidente que existen otros factores influyendo en la determinación del contingente de mujeres que abandonan la academia tras la beca, creemos que este tiene una importancia destacable. Por ello se hace tan necesario estudiar los procesos causales que han dado como resultado esta diferencia en la voluntad de permanencia y el entusiasmo con la carrera científica. En su identificación ponemos en juego también la posibilidad de diseñar políticas de intervención para la igualdad verdaderamente efectivas.

MECANISMOS SITUACIONALES EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA VOCACIÓN CIENTÍFICA EN EL PERSONAL BECARIO DE LA UAB

La mera constatación de la regularidad estadística, que apunta a una menor construcción de la vocación entre las mujeres, y a la consiguiente desaparición de parte del contingente de mujeres de la academia tras la

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beca, aporta bien poco a nuestro conocimiento de la desigualdad en este entorno laboral. Por todos es sabido que la comunidad científica ha sido históricamente muy hostil a las mujeres, pero explicar el desánimo femenino como consecuencia lógica de esa hostilidad también aporta bien poco. Por poco concreta, esta “explicación” resulta inadecuada y, además, poco útil para el diseño de medidas de intervención. Frente a la presentación de meras regularidades estadísticas, una interesante estrategia explicativa es la basada en mecanismos (Elster, 1989; Hedstrom y Swedberg, 1996, 1998; Boudon, 1998, 2004). De la diversidad de mecanismos sociales existentes, aquí nos centraremos en lo que Hedstrom y Swedberg han llamado mecanismos

situacionales (1996, 1998). Estos mecanismos dan cuenta de la transición macro-micro, es decir, se centran en explicar las causas de los procesos de formación de determinados estados mentales (creencias, preferencias, etc.) en un contexto estructural o situacional dado. Lo que nos interesa, por tanto, es identificar posibles mecanismos situacionales que nos ayuden a explicar el proceso de construcción de lo que hemos llamado vocación científica.

La privación relativa

El primero de los mecanismos que hemos identificado a partir del análisis de nuestros datos, y que parece estar contribuyendo a la diferencial construcción de los órdenes de preferencias de mujeres y hombres, es el mecanismo de la privación relativa (Merton, 1948). Según Merton, la formación de creencias relativas a las propias oportunidades de éxito en una organización, así como los niveles de satisfacción personal en la misma, son en gran medida dependientes del grupo que se toma como referencia a la hora de evaluar la propia situación. En el caso de la UAB, los becarios de apoyo a la investigación, que son un colectivo menos masculinizado que los predoctorales, parecen tomar a estos últimos como punto de referencia. Esto puede ayudarnos a explicar la aparente paradoja que se produce entre la conciencia de la fortuna de disfrutar de esta beca (todos/as son conscientes de que es un mejor escenario para doctorarse que la empresa privada) y la valoración tan crítica que realizan del hecho de ser personal becario. La existencia de un “otros” muy similar al “nosotros” pero con condiciones de trabajo y perspectivas mucho más favorables, está en la base de esta actitud crítica. Autores como Tocqueville y Freud señalaron que no solemos sentir envidia de los que están en una situación muy superior a la nuestra, sino de los que se encuentran en la posición inmediatamente superior. Lo importante aquí, sin embargo, es que tomar como referencia a los becarios predoctorales se traduce, para los becarios/as de apoyo a la investigación, en una creencia firme en las escasas posibilidades de éxito en la academia, y en

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una actitud más crítica y distante respecto a la universidad y sus entresijos. Al fin y al cabo, los que disfrutan de una beca predoctoral se encuentran en una posición en la que su vínculo con la docencia y la investigación puede realizarse de modo más provechoso: los predoctorales suelen estar más libres de labores de gestión y administración, tienen la posibilidad de enfrentarse a la docencia, normalmente investigan en un proyecto en el marco del cual realizan su tesis, etc. En un contexto de generalizada dificultad, los becarios de apoyo a la investigación tienen algunas razones menos para el optimismo que los predoctorales. Así, la formación de creencias sobre las propias oportunidades en el futuro toma formas más pesimistas entre el personal becario de apoyo a la investigación, que es el colectivo de becarios en el que la presencia de mujeres es mayor. En general, estas becas no son un terreno fértil para el nacimiento de la vocación científica. En el caso del personal becario predoctoral, el grupo que toman como referencia para la evaluación de su situación es el del personal docente. Pero, en este caso, resulta bastante plausible que los hombres tomen como referencia a los profesores, y al menos para algunas cuestiones fundamentales, las becarias tomen como referencia a las profesoras. Esto tiene implicaciones prácticas muy importantes. En el caso de los becarios, lo que observan es un futuro posible al que quizá se puede llegar con esfuerzo.

Becario predoctoral: Hago cálculos: me gustaría ser profesor de la UAB. A mi director le han dado la plaza fija y tiene 35 años, y yo tengo 25. Me quedan 10 años de seguir aquí…

Como vemos en este fragmento, la referencia de la estabilización de su director es interpretada en términos cronológicos, como si fuese una cuestión de tiempo. Así, tiene sentido que la tenacidad se convierta en la actitud predominante en los becarios. En el caso de las becarias, la referencia de la trayectoria de las mujeres en sus departamentos, así como algunas experiencias personales concretas, pueden ejercer una influencia disuasoria en la formación de ilusiones respecto del futuro. Para empezar, la percepción de la progresiva desaparición de las mujeres en las categorías superiores puede actuar como una señal que indique a las becarias que sus posibilidades de éxito son especialmente limitadas. Por otra parte, las especiales dificultades de las mujeres que sí han conseguido estabilizarse pueden servir también como estímulo a la renuncia. Esto es especialmente cierto respecto de la maternidad, tal como veremos en el próximo apartado. La formación de creencias acerca del propio conjunto de oportunidades en el colectivo de becarias predoctorales puede ser

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muy dependiente de esta consideración de las mujeres como grupo de referencia. Es posible, en definitiva, que el grupo que se toma como referencia para la valoración condicione las creencias respecto de las propias oportunidades. Más adelante veremos cómo estas creencias pueden condicionar los órdenes de preferencias para el futuro.

Los costes de la incertidumbre

En su ensayo sobre la ciencia como vocación, Weber (1919) señaló que todo aquel que aspirara a una carrera científica en la Alemania de su época, debía asumir un período de incertidumbre más o menos prolongado. Las cosas no han cambiado mucho desde entonces. Sin embargo, lo que Weber no apuntó es que el coste de esa incertidumbre puede no ser el mismo para todas y todos. En las actuales condiciones, las mujeres pueden experimentar como más costoso o menos asumible el indefinidamente prologando periodo de incertidumbre que precede a una posible estabilización en la universidad. El periodo más indicado para la reproducción coincide con la etapa de inestabilidad laboral, lo que exigiría o bien una renuncia, o bien una arriesgada postergación de la maternidad. Además, las condiciones sociales en las que se ejerce actualmente la maternidad no favorecen su adecuada conciliación con la vida laboral. En el caso que analizamos, la maternidad sólo está presente como un plan futuro, pues el retraso generalizado de la maternidad en el conjunto de la población catalana se traduce aquí en una irrelevancia de la cuestión en el proceso de decisión de optar a una beca y disfrutar de ella. Ese plan, sin embargo, condiciona el modo en que se toman decisiones y se experimenta el presente, y sobre todo, el modo en que se diseñan las apuestas y pretensiones pare el futuro. La consideración de la experiencia de las mujeres estabilizadas como referencia en la construcción del propio orden de preferencias vuelve aquí a ser relevante. Así se expresaba una becaria de apoyo a la investigación:

Becaria de apoyo a la investigación: “esto [la carrera académica] es muy absorbente, todo gira alrededor de esto. Por ejemplo, en la maternidad. Las pocas profesoras que hay en […], las que han sido madre lo han sido a partir de los 40, y dicen que lo hicieron para poner todo el esfuerzo en la carrera. Y algunas renunciaron a la maternidad. Tienes que sacrificar muchas cosas. Y no es una apuesta segura.”.

La apuesta por la estabilización puede suponer tener que asumir una ruptura con la vida cotidiana para marcharse al extranjero con una beca postdoctoral. Además, la apuesta es arriesgada, pues a la vuelta la

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incorporación a la vida académica no está asegurada. La posibilidad de tener que abrirse paso si las cosas no salen según lo planeado plantea un escenario de considerable dificultad en el futuro. Es más que posible que la menor implicación masculina en los planes de paternidad contribuya a que los becarios evalúen como menos costoso asumir un nuevo periodo de incertidumbre y una postergación de la estabilización en un puesto o territorio. Por su parte, las mujeres parecen estar fijándose algunos topes más allá de los cuales la inversión de tiempo y esfuerzo en la academia pasaría a considerarse menos atractiva para el ejercicio de la maternidad que la inversión realizable en la empresa privada o en la administración pública, y esto especialmente en los ámbitos tecnológicos y experimentales, en los que las ofertas de trabajo son mucho más atractivas en lo que se refiere a estabilidad y remuneración. En el contexto actual, los planes de maternidad condicionan el grado del riesgo asumible en un periodo crítico del ciclo vital. Esta cuestión quedó bien patente en las entrevistas a profesoras. Por ejemplo:

Profesora: “es una carrera de fondo, que quien la aguanta es mayoritariamente un hombre, y es muy larga, y a una mujer le suena el reloj biológico y se le plantea la maternidad, y en una situación no estable es muy difícil, y hay muchas chicas que acaban en un instituto [como profesoras], y quienes aguantan son ellos. Ellos que aún no tienen una plaza estable, pero que pueden esperar a la cuarentena para la plaza.”.

La cuestión de la maternidad puede estar contribuyendo a acrecentar el coste que supone la incertidumbre propia de la etapa previa a la estabilización en la academia, pero también puede condicionar las creencias acerca de las propias posibilidades de éxito una vez estabilizada la plaza. Aquí, de nuevo, la referencia de las profesoras puede ser fundamental para las becarias. Tres de las profesoras entrevistadas, por ejemplo, hicieron referencia a la dificultad de compaginar la vida familiar y la profesional. En un caso, se afirma expresamente que el cuidado de los hijos supone una merma en la actividad investigadora, y en los otros, se alude a la dificultad de preparar una oposición o una defensa de tesis cuando se tienen hijos que cuidar o se está embarazada. En definitiva, los costes de asumir el prolongado período de incertidumbre antes de la estabilización son mayores para las mujeres, en la medida en que interfieren con los planes de una maternidad que, además, en sí misma puede suponer en las actuales condiciones un freno o una dificultad extra para la consecución del éxito (medido, por ejemplo,

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a través de las evaluaciones de la calidad del curriculum que realizan las agencias de evaluación).

Experiencias y estereotipos

Obviamente, las creencias sobre la propia valía para el trabajo académico condicionan en gran medida la probabilidad de la formación del orden rígido de preferencias al que hemos llamado “vocación”. A su vez, esas creencias son muy dependientes de dos factores: las experiencias por las que se pasa durante el disfrute de la beca, y los estereotipos de género vigentes sobre la actividad científica. Si damos por buena la idea de que la vocación no es un atributo presocial, sino el resultado de una biografía determinada, parece lógico pensar que los condicionantes estructurales que facilitan experiencias satisfactorias y enriquecedoras en un ámbito sean las que estimulen el nacimiento del deseo de su realización. Por ello, condiciones diferentes para mujeres y hombres pueden estar determinando la mayor o menor presencia de esta vocación en cada uno de los colectivos. En otras palabras: la vocación científica se construirá más frecuentemente entre aquellos que disfruten de una posición en la que resulte más fácil y frecuente poder experimentar el placer de hacer ciencia. Es en esas actividades donde el deseo indefinido adquiere su objeto. En este punto, la diferencia ente el personal becario predoctoral y el personal becario de apoyo a la investigación vuelve a ser fundamental. El colectivo menos masculinizado de los dos es precisamente aquel que se caracteriza por faenas diarias más alejadas de la investigación. Entre el personal becario de apoyo a la investigación resultan frecuentes las labores administrativas, y la participación en proyectos de temática ajena a su tesis doctoral, lo que supone en general una necesidad de arrinconar el proceso de elaboración de la tesis a los momentos que la beca deja libres. Evidentemente, la posibilidad de disfrutar de la investigación queda considerablemente distorsionada. Además, como tal, este colectivo no ejerce labores docentes, de modo que también tienen vetada la posibilidad de experimentar el placer o la frustración de la docencia. Todos estos condicionantes generan una menor oportunidad de identificar la actividad académica como una actividad en la que uno/a se siente útil y realizado. Dentro del colectivo de becarios predoctorales, no existen diferencias en la carga de trabajo que asumen mujeres y hombres (aunque las profesoras estabilizadas sí parecen haber asumido una carga extra cuando disfrutaron de sus becas), con la importante excepción de la actividad docente. Hay que señalar que todos los becarios entrevistados, excepto uno, han realizado el máximo de docencia establecido. Entre las becarias, sin embargo, tres de las cinco entrevistadas no desarrollaron

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ningún tipo de actividad docente durante el curso. Además, las dos becarias que realizaron docencia tan sólo asumieron la mitad de la carga que les correspondería. Es decir, que en general, la dedicación docente es más generalizada y más intensa en los becarios que en las becarias4, como parecen confirmar los datos de la encuesta:

Tabla 5: Dedicación a actividades docentes, según sexo (personal becario predoctoral de la UAB)

Mujer Hombre Total n 57 34 91

No hago actualmente % col 50,0 44,7 47,9 n 54 42 96 Sí que hago, en el marco de la

beca % col 47,4 55,3 50,5 n 3 0 3

NS/NC % col 2,7 0,0 1,6 n 114 76 190

Total % fila 60,0 40,0 100

Esto puede dificultar las posibilidades de éxito de la carrera académica de las becarias. En primer lugar, porque una vez acabada la beca es posible que se encuentren en peores condiciones para competir por un puesto con hombres que sí tienen experiencia docente. En un período de cuatro años, la ventaja en investigación que pueden haber desarrollado ellas, al no haber tenido que dedicar esfuerzos a la docencia, puede no ser tan determinante como para asegurarles una ventaja, y sin embargo la carencia de experiencia docente sí les puede situar en peor posición, tanto en el momento de obtener una acreditación de ayudante doctora, como en el acceso a plazas de substitución. En segundo lugar, la distancia respecto de la actividad docente puede tener también un impacto en el proceso de definición del orden de preferencias de las mujeres, en la medida en que, como venimos diciendo, las preferencias se definen a menudo en el propio desarrollo de las actividades. Los estereotipos pueden marcar también los procesos de autoevaluación de las capacidades. Históricamente, la actividad científica ha sido considerada una actividad masculina, y la comunidad científica ha sido muy hostil a la entrada de mujeres. En la actualidad, el sesgo masculino en los contenidos y procedimientos de la actividad científica, así como en los procesos de evaluación, pueden tener un impacto en la formación

4 Esta diferencia entre becarias y becarios no se explica por la pertenencia a ámbitos de conocimiento distintos. Las becarias entrevistadas que no han tenido dedicación docente en el curso presente son Tecnológicas, Humanidades y Ciencias de la Salud, mientras que el único hombre que no hizo docencia es de Ciencias Sociales.

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de creencias de las propias mujeres respecto de su adecuación y valía para las labores académicas. Una regularidad bien establecida en nuestros datos es que los hombres presentan sus méritos como un “dato”, como una realidad objetivada en su currículum, sus publicaciones, etc., mientras que, entre las mujeres, es más frecuente presentar el propio mérito como algo evidenciado a través del reconocimiento que de él hicieron otras personas. La progresiva construcción de una confianza en uno mismo hasta cierto punto no dependiente del contexto puede contribuir a reforzar el empeño con el que se persigue un objetivo. Es decir, un cierto grado de irracionalidad y aislamiento social puede aportar, paradójicamente, una dosis extra de motivación. En el caso de las mujeres, la apertura y sensibilidad a los juicios ajenos puede contribuir a la construcción de procesos de autoevaluación dependientes en exceso del contexto. Si el juicio acerca del propio valor es dependiente del contexto, y si el contexto es un contexto predominantemente masculino, resulta más probable que las autoevaluaciones reflejen en cierta medida los sesgos y estereotipos culturales del entorno, tal como ha mostrado experimentalmente Correll (2004). Según este experimento, cuando en el desempeño de una actividad un rasgo se considera importante (por ejemplo, ser mujer u hombre), y cuando existe un estereotipo cultural que afirma que unos desempeñan mejor la actividad que otros (por ejemplo, los hombres mejor que las mujeres), aquellos de los que se espera un menor rendimiento tienden a autoevaluar sus capacidades como menores, mientras que aquellos de los que se espera un mayor rendimiento tienden a sobreestimarlas. De este modo, el estereotipo de la ciencia como actividad masculina puede traducirse en una autoevaluación más severa en las mujeres, y más generosa en los hombres. Esto, a su vez, genera diferencias en el grado de satisfacción que puede obtenerse de la actividad docente e investigadora, pues el placer es mayor cuanta más seguridad tiene uno/a en su capacidad de hacerlo bien, lo que a su vez puede generar un efecto de retroalimentación sobre el deseo de realización de la actividad, que de este modo aumenta. Parece claro, por tanto, que estos procesos de autoevaluación culturalmente condicionados contribuyen a la diferencial construcción del orden de preferencias profesionales de becarias y becarios.

Preferencias adaptativas y profecía autocumplida

La diferencia en los grupos de referencia según sexo y tipo de beca que se disfruta, la diferencia en el coste de la incertidumbre para mujeres y hombres, y las diferentes experiencias y estereotipos que condicionan la

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propia autoevaluación, contribuyen a la formación del orden de preferencias profesionales de becarias y becarios. En el caso de las mujeres, todos estos factores dan forma a la sospecha de un más que previsible fracaso. Para rebajar la intensidad emocional del mismo, entra en juego el mecanismo de las preferencias adaptativas (Elster, 1988): se pretende que no se desea aquello que se cree que no se puede obtener. En sus discursos sobre lo que desean para el futuro, las becarias parecen estar lidiando con un deseo que tratan de reorientar (por ejemplo, de la docencia universitaria a la secundaria, o de la investigación en la universidad a la investigación en empresas o Institutos) o que afirman no tener (y en ese caso la docencia no interesaría tanto como para realizar una apuesta de resultado tan incierto). En el caso de los hombres, la situación en la que se encuentran estimula la construcción de una subjetividad caracterizada por el fortalecimiento de la voluntad de permanencia en la universidad. Aunque las posibilidades de estabilización en la academia son escasas para todo el personal becario, los becarios tienen referencias y modelos cercanos con los que identificarse, tienen una mayor posibilidad y predisposición a asumir el coste de la prolongación del período de incertidumbre y de las posibles rupturas de la vida cotidiana que se producen por las estancias postdoctorales en el extranjero, y se encuentran en una posición que favorece la acumulación de experiencias potencialmente satisfactorias en la investigación y la docencia. Al contrario que en las mujeres, el conjunto de oportunidad de los hombres estimula la construcción de un orden de preferencias profesionales en el que la opción de invertir esfuerzo en el objetivo de la permanencia en la academia se convierte en la opción preferida, a mucha distancia de otras opciones como la empresa privada, las oposiciones a la administración pública, etc. Si el conjunto de oportunidades de las mujeres dispara el mecanismo de las preferencias adaptativas, y las mujeres construyen un discurso en el que pretenden que no desean la permanencia en la academia, éste mecanismo situacional genera un conjunto de acciones por parte de las mujeres que dispara otro mecanismo de tipo transformacional (Hedstrom y Swedberg, 1996, 1998), es decir, que explica la transición micro-macro. Se trata del mecanismo de la profecía autocumplida (Merton, 1948). En este caso, el contexto favorece que las mujeres elaboren la creencia de que sus posibilidades de éxito en la academia son escasas, o más escasas que las de los hombres. Esta creencia, tenga o no valor como descripción objetiva de la situación, contribuye a su propia verificación, pues incentiva en las mujeres la apuesta por opciones profesionales ajenas al entorno universitario.

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Podemos decir, en definitiva, que las posiciones de becarias y becarios en la universidad estimulan una desigual construcción de sus órdenes de preferencias profesionales, alimentando la vocación científica más frecuentemente entre los becarios que entre las becarias. Aunque en la academia la vocación científica no sea un factor de éxito suficiente, sin duda contribuye en gran medida a la probabilidad de progresar profesionalmente, y de ese modo, puede contribuir a explicar en algún grado la progresiva desaparición de las mujeres de la actividad científica que se produce cuanto más alta es la categoría del profesorado.

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