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LA CONSTRUCCIÓN DE LOS SABERES HÍDRICOS EN LAS ISLAS MENORES DEL MEDITERRÁNEO. DOS CASOS EN COMPARACIÓN: FORMENTERA (ESPAÑA) Y PONZA (ITALIA) EN LOS SIGLOS XVIII-XIX. Arturo Gallia Dipartimento di Studi Umanistici – Università Roma Tre [email protected] RESUMEN – La construcción de los saberes hídricos en las islas menores del Mediterráneo. Dos casos en comparación: Formentera (España) y Ponza (Italia) en los siglos XVIII-XIX. Las islas de Formentera y Ponza son dos casos muy diferentes para los contextos geográficos, pero muy similares para las dinámicas histórica y de desarrollo. A través del análisis de los procesos de construcción de los saberes hídricos que se han desarrollado en los dos casos en cuestión, se trata de argumentar, para estas dos islas, que en los siglos XVIII y XIX de la intensidad de estos procesos ha dependido la reacción de los actores locales a las acciones importantes exógenas que se llevaron a cabo después de varias décadas, como el turismo en la segunda mitad del siglo XX. ABSTRACT – Hydric knowledge construction on the small islands of Mediterranean. Two case studies: Formentera (Spain) and Ponza (Italy) during the XVIII and XIX centuries. The Islands of Formentera and Ponza are two case studies very different by the geographical context, but they are also similar because the historical evolutions and the development. Analyzing the processes of hydric knowledge construction it’s possible to claim that during XVIII and XIX centuries by the intensity of these processes depends the reaction of the local actor against the important exogenous actions also several decades after, as the tourism impact in the middle of XX century. ANTECEDENTES

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LA CONSTRUCCIÓN DE LOS SABERES HÍDRICOS EN LAS ISLAS MENORES DEL MEDITERRÁNEO. DOS CASOS EN

COMPARACIÓN: FORMENTERA (ESPAÑA) Y PONZA (ITALIA) EN LOS SIGLOS XVIII-XIX.

Arturo GalliaDipartimento di Studi Umanistici – Università Roma Tre

[email protected]

RESUMEN – La construcción de los saberes hídricos en las islas menores del Mediterráneo. Dos casos en comparación: Formentera (España) y Ponza (Italia) en los siglos XVIII-XIX. Las islas de Formentera y Ponza son dos casos muy diferentes para los contextos geográficos, pero muy similares para las dinámicas histórica y de desarrollo. A través del análisis de los procesos de construcción de los saberes hídricos que se han desarrollado en los dos casos en cuestión, se trata de argumentar, para estas dos islas, que en los siglos XVIII y XIX de la intensidad de estos procesos ha dependido la reacción de los actores locales a las acciones importantes exógenas que se llevaron a cabo después de varias décadas, como el turismo en la segunda mitad del siglo XX.

ABSTRACT – Hydric knowledge construction on the small islands of Mediterranean. Two case studies: Formentera (Spain) and Ponza (Italy) during the XVIII and XIX centuries. The Islands of Formentera and Ponza are two case studies very different by the geographical context, but they are also similar because the historical evolutions and the development. Analyzing the processes of hydric knowledge construction it’s possible to claim that during XVIII and XIX centuries by the intensity of these processes depends the reaction of the local actor against the important exogenous actions also several decades after, as the tourism impact in the middle of XX century.

ANTECEDENTES Las islas mayores del Mediterráneo fueron habitadas constantemente desde los

tiempos antiguos. Por el contrario, las islas menores han tenido tendencias demográficas complejas y muy diferentes unas de otras, y muchas veces han tenido un poblamiento tardío. Algunas de ellas han visto las primeras formas de establecimiento permanente en el siglo XVIII. A partir de entonces, la población ha crecido de manera constante y ha tenido que adaptar su abastecimiento de alimentos. Con la estrechez y limitaciones del territorio se encuentra en muchos casos la escasez de recursos naturales, entre ellos los esenciales para la vida, como el agua. El hombre, por lo tanto, tenía que encontrar los sistemas más eficientes para la recolección y almacenamiento de agua, tanto para uso doméstico, como para aquellos de irrigación. Las soluciones aplicadas durante el siglo XVIII, reforzadas en el siglo siguiente, a menudo han demostrado ser lo suficientemente importantes como para continuar en los siglos siguientes inalterables, hasta la llegada de los acontecimientos externos que han transformado las principales características (por ejemplo, innovaciones tecnológicas y aparición del turismo de masas) (Fig. 1).

Las islas de Formentera y Ponza son dos casos muy diferentes para los contextos geográficos, pero muy similares para las dinámicas histórica y de desarrollo. A través

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del análisis de los procesos de construcción de los saberes hídricos que se han desarrollado en los dos casos en cuestión, se va a tratar de entender, aunque sea a través de estas dos islas, cómo se puede argumentar que en los siglos XVIII y XIX la intensidad de estos procesos ha dependido de la reacción de los actores locales a las acciones importantes exógenas que se llevaron a cabo después de varias décadas, como el turismo en la segunda mitad del siglo XX (fig. 2 y 3).

Fig. 1 – Formentera y Ponza en el Mediterraneo.

Fig. 2 – Formetera y las Baleares. Fig. 3 – Ponza y las Pontinas.

Ambas islas, hasta el siglo XVIII, se encontraron prácticamente deshabitadas, o la escasa presencia humana ha tenido poco impacto en el territorio insular. Sólo para Ponza es posible encontrar una fuerte presencia humana en la época romana. A partir del siglo XVIII, las dos islas se han visto afectadas por los procesos de poblamiento, que poco a poco, han sido más intensos. Entonces, resolver la cuestión del agua fue uno de los primeros temas abordados por los nuevos habitantes.

Entre las primeras cosas a considerar se encuentra la forma de poblamiento promovida en cada isla y la situación del territorio que luego se presentó ante los nuevos habitantes.

En cuanto a las formas de poblamiento, en ambos casos, estos procesos fueron promovidos por el gobierno central para sistematizar y hacer provechosa la explotación de los recursos naturales de las islas, que hasta ese momento se habia llevado a cabo de una manera espontánea y desorganizada, y, sobre todo, para promover la protección y el control de estos territorios.

A su llegada, los nuevos habitantes encuentran las islas casi totalmente desprovistas de presencia humana y un rico bosque cubre gran cantidad de su territorio. En Ponza una torre en ruinas dominaba la entrada del antiguo puerto, ahora

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abandonado; en Formentera, trabajadores jornaleros de las salinas de Ibiza llegaban a Formentera para recoger la sal aquí también.

FORMENTERAEn 1695, el rey Carlos II de España otorgó a Marc Ferrer una gracia real con la

que se le concediò el permiso para establecerse en Formentera en «media legua de bosque en quadro, ofreciendo servirme por este establecimiento en las tancas, casilla, corral y bosque que contiene dicha media legua en quadro» (MARÍ CARDONA, 1983: 87). A partir de 1697, Marc Ferrer se estableció en una amplia zona incluida en el área central de la isla y tuvo la precaución de incluir dentro del perímetro una buena parte de el mar que podría utilizar con los derechos exclusivos para la pesca.

Dos años más tarde (1699), una nueva gracia real amplió el territorio de Marc Ferrer hacia el sureste. En el mismo año, Antoni (Toni) Blanc obtuvo una gracia para su establecimiento en una muy pequeña porción de territorio al sur del Estany des Peix.

A partir de entonces, aumentaron las gracias reales, destinadas principalmente al cultivo de las tierras. Al principio, la población procedente de Ibiza llegó a Formentera, deforestó su tierra y la cultivó, pero no residía allí. Sólo a partir de 1712, las gracias reales también incluyen la construcción de una casa y la subdivisión bien definida de tierras y la asignación de la población permanente (MARÍ I MAYANS, 1999: 172).

Por las dimensiones espaciales reducidas, las condiciones morfológicas y geológicas (que dio lugar a un paisaje casi plano), presencia principalmente de suelos calcáreos o arenosos (altamente permeables), la notable escasez de lluvias y la irregularidad del régimen de lluvias, Formentera sufre una falta general de recursos endógenos del agua (VILÀ I VALENTÍ, 2001: 72). Los escasos ríos son, sobre todo, de carácter torrencial y estacional, concentrándose en las cercanías de los promontorios de Cap de Barbaria y de La Mola; los principales son el Torrent de Cala Saona y el de s’Alga, que todavía «son poca cosa más que un surco en el terreno» (PRATS I SERRA, 1999: 34) (Fig. 4).

Aún así, varios ejemplos del siglo XVIII atestiguan la presencia de lugares para el riego de los animales o pozos para recoger el agua. La disponibilidad de agua, por tanto, tenía que ser tan abundante que muchos barcos iban «a Formentera per fer aigua. Vora totes les platges solia haver-hi algun pou o pouet per aquestes necessitats: pou de s’Espalmador, pou de ses Illetes, pou de Portossaler, pou d’es Torrent, pou de Cala Llenya… A Formentera els vaixells podien anar-hi amb més facilitat que no a les platges d’Eivissa, on fàcilement haurien estat descobert i perseguits» (MARÍ CARDONA, 1983: 132).

Para fomentar el establecimiento de una gran población, así, se hizo necesario construir una serie de obras, incluyendo pozos y cisternas para recoger agua, caminos para facilitar los viajes dentro del territorio de la isla y molinos para proveer a los habitantes de energía mecánica, necesaria, principalmente, para moler cereales (MARÍ I MAYANS, 1999: 173).

Con respecto a la construcción de obras hidráulicas, se puede dividir el proceso en dos fases: la primera, que ha afectado a todo el siglo XVIII, cuando se excavaron y construyeron los primeros pozos y cisternas para la recolección de aguas pluviales. Según el historiador Marí Cardona, entre 1718 y 1797, se construyó, al menos, una decena de estas obras (MARÍ CARDONA, 1983: 133). Una segunda fase se desarrolló a lo largo del siglo XIX, cuando se construyeron numerosas obras hidráulicas, incluso de carácter público, para satisfacer las necesidades de la creciente población.

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En las gracias reales a Marc Ferrer (1695) y Toni Blanc (1699) nunca se hace referencia a la presencia de fuentes de agua o pozos, a excepción de la «descripció dels llocs on foren posades les fites de la primera gràcia feta a Marc Ferrer, esmenta l’auberada de sa Senieta i es Brolls, però de manera circumstancial» (MARÍ CARDONA, 1983: 132).

En otros documentos del siglo XVIII, cómo, por ejemplo, los actos de sucesión a los herederos de Marc Ferrer y Toni Blanc, las referencias a los pozos, embalses y ríos son numerosos, sobre todo, las que hablan de sus reglamentos. A partir de estos documentos nos enteramos no sólo que las fuentes naturales siempre fueron comunes, sino también que el propietario de los terrenos en que se encontraban tenía que garantizar el acceso y uso a los otros habitantes de la isla, «amb l’única condició, naturalment, que aquest s’ha de donar pel lloc on menys dany es faci» (MARÍ CARDONA, 1983: 132). Por el contrario, el agua obtenida por la excavación de un pozo o recogida en una cisterna era de uso exclusivo del propietario de la tierra, que no estaba obligado a transmitirla a otras personas. En los documentos sobre la división de la tierra en favor de las hermanas Ángela y Vicenta Ferrer, hijas de Marc Ferrer, se establece «que les aigues i pastures sigan comunes per elles y per son hereus» (MARC FERRER DE JOAN, 1712). En este documento se da cuenta de la presencia de dos cisternas, el aljub de la Plaerança y el de Genis Call, hoy identificadas con las cisternas de Xiquet Baixero y de Jaume Costa (MARÍ CARDONA, 1983: 133).

Actualmente, se puede encontrar en la isla un gran número de pozos y cisternas, «Els primers a la part baixa de l’illa, i els segons a la Mola especialment. D’alguns a penes resta altra cosa que el record o el nom, mentre que uns altres es troben encara en bon estat, i no manquen famílies de cases properes que empres la seua aigua» (MARÍ CARDONA, 1983: 134).

Un estudio reciente, promovido por el Consell Insular d'Eivissa i Formentera, ha elaborado un inventario de los pozos, aljibes y cisternas que existen hoy en Formentera (SERRA RODRÍGUEZ, 2006) (Fig. 5).

Fig. 4 – Localización de los únicos torrentes Fig. 5 – Distribución de las obras hidráulicas

De él se desprende que en la isla aún se pueden ver 56 de estas obras hidráulicas, algunas de las cuales están en buenas condiciones y otras se utilizan todavía en la

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actualidad. Su distribución, como siempre, refleja la distribución de los asentamientos: se pueden contar 17 en La Mola, sólo una en Es Calò, tres a lo largo de la carretera que conecta Es Calò con Sant Ferran, donde se localizan otras tres. Cerca de Sant Francesc hay cinco, en Mal Pas hay dos y una en Cala Saona. Cerca de Portosaler se localizan seis, cinco de las cuales se hallan en las inmediaciones del Estany des Peix, mientras otras 11 se encuentran en las cercanías del Estany Pudent. Finalmente, tres se localizan en la peninsula de Es Trocadors y una en la isleta de Espalmador. Totalmente libre de estas obras hidráulicas se encuentra el promontorio del Cap de Barbaria, deshabitado prácticamente en su totalidad, a excepción de unas pocas casas dispersas (Fig. 6).

Las cisternas privadas se construían cerca de las viviendas (VILÀ I VALENTÍ, 2001: 77-78), mientras las públicas estaban en las inmediaciones de la parroquia del Pilar de La Mola y de la iglesia de Sant Francesc Xavier, denominadas del Poble (SERRA RODRÍGUEZ, 2006: 32-33 y 94-95). Éstas, aunque eran atribuibles a los edificios religiosos, podrían ser utilizadas de una manera regular por los que habitaban la zona circundante. Además de éstas, otra “fuente de agua pública” era la que se encuentra en el lado de la carretera entre Sant Ferran y Es Calo, conocida como Ses Roques o d’en Durban (SERRA RODRÍGUEZ, 2006: 90-91).

Hasta el final de la Guerra Civil y durante los primeros años del franquismo estas obras hidráulicas fueron capaces de satisfacer las necesidades de la reducida población. Como resultado del aumento de la población ocurrido en los años 50, y sobre todo, tras la llegada de los primeros turistas, muy numerosos en la temporada más seca, el agua ya no era suficiente. Por un lado, el turismo conllevó beneficios económicos para la población local, por otro, obligó a los habitantes de Formentera a hacer frente a necesidades extranjeras que nunca antes se habían considerado. Con el transcurso de los años, y sobre todo, con la explosión del turismo en la segunda mitad de los años 70 y con la construcción de los primeros hoteles y casas con una piscina, se ha hecho cada vez más necesario incrementar la cantidad de recursos hídricos disponibles. Algunos hoteles tenían una desaladora propia, capaz de satisfacer las necesidades de los clientes, e incluso, algunas veces, de la población local, a la que fue vendida la parte restante del agua desalada.

Sin embargo, sólo en los años 70 fue percibida «la gravedad y urgencia» de la situación, teniendo en cuenta también el hecho de que la «disponibilidad de los recursos hídricos [endógenos] es muy pobre» (MOP – SERVICIO HIDRÁULICO DE BALEARES, 1971b: 99), poniéndose en marcha una serie de estudios y proyectos con los que fue posible definir una política de agua en la isla.

Por lo tanto, se tuvo constancia de la insuficiencia en materia de los actores locales, institucionales o no, y fue necesario hacer un inventario de los recursos de agua realmente disponibles y, en consecuencia, actualizar las previsiones de disponibilidad y proveer para el control y mantenimiento de cursos de agua y el diseño de un suministro de agua y un sistema de alcantarillado capaz de servir a toda la poblacion de la isla. Después de eso, se consideró necesario diseñar y construir plantas de desalinización, capaces de hacer de la isla una entidad autosuficiente en términos de suministro de agua (Fig. 7). Una vez atendido el sistema de aguas residuales, existe el problema de la eliminación de las aguas residuales, con el fin también de prevenir y prohibir las formas de contaminación del medio ambiente, y evaluar, finalmente, la capacidad de purificar y reutilizar las aguas residuales (MOP – SERVICIO HIDRÁULICO DE BALEARES, 1971a: 15).

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Fig. 6 – Exemplo de pozo. Fig. 7 – Dessaladora de Ca Marí, Formentera.

PONZAEn 1734, Carlos de Borbón, el nuevo rey de Nápoles, después de haber entendido

la importancia estratégica de la isla de Ponza para controlar las rutas marítimas procedentes y dirigidas de/a Nápoles, promoviò la repoblación de la isla a través del envío de varias familias de Ischia, a las cuales se dio la oportunidad de cultivar una parcela de tierra, de acuerdo con su capacidad y necesidades (TRICOLI, 1855: 220-223).

Ponza no tiene abundantes recursos hídricos, pero de acuerdo con varios testimonios, además de una frondosa vegetación, la isla tenía agua dulce, tan abundante que «todas los barcos iban allí para recoger agua» (ANÓNIMO, 1715). La transformación del territorio y el paisaje, debido a las obras de la deforestación iniciadas con fines económicos en la época borbónica, dio lugar a la repentina sequía de la tierra, observado y juzgado negativamente por muchos autores en la segunda mitad del siglo XIX.

La buena disponibilidad de recursos hídricos era más que suficiente para satisfacer las necesidades de la pequeña población que vivía en la isla y la recopilación, gestión y utilización eran escasas y limitadas al mantenimiento de las obras existentes. A su llegada, los nuevos habitantes recuperaron y reutilizaron algunas estructuras hidráulicas, que se remontan a la época romana, construidas en dicho período para equipar las villas y casas de la agua necesarias. Entre ellas, destacan algunas cisternas y un acueducto: las cisternas recolectaban el agua de la lluvia, mientras el acueducto recogía el agua de una fuente natural, llamada “Fontana Tagliamonte” (LOMBARDI, 1996).

Los tanques de recolección de agua se colocaban en las cercanías de las villas o casas romanas, por lo que sus ubicaciones nos permite entender cuáles eran las áreas de asentamientos originales: la parte sur-central de la isla, en el lado oriental de la costa.

Similares eran las cisternas, próximas a los asentamientos, alimentadas a través de la recolección de agua de lluvia. Éstas se encontraron en una posición elevada con respecto a las zonas residenciales, configurando grupos de cuatro en la zona del puerto, en las localidades de Scotti y Dragonara, así como en la S. Antonio y, finalmente, en S. María.

Excluyendo el grupo de las de S. Maria, «hay cuatro sistemas de depósitos intercomunicantes […]. En cada uno el agua iba desde el más alto hast el más bajo» (LOMBARDI, 1996: 31). Este sistema permitió llevar a cabo una gran cantidad de agua a la zona portuaria. El sistema, aparentemente complejo garantizaba «un mayor

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almacenamiento de agua sin necesidad de realizar grandes reservas» (LOMBARDI, 1996: 39), con altos costos para su mantenimento (fig. 8).

Fig. 8 – Localización de las cobra hidraulicas romanas.

Estas obras de ingeniería hidráulica, aunque hoy se encuentra, en su mayoría, en mal estado, se han usado hasta muy recientemente. En la mitad del siglo XIX, un testimonio de la época declaró que «todavía hay comúnmente utilizados para el agua potable en las vastas cavernas del baño, que es helada picante, del Supportico, de la Dragonara y de la Quagliara» (TRICOLI, 1855: 63) (fig. 9).

Fig. 9 – Planos de dos cisternas romanas.

Cerca de muchas cisternas, dan fe de la presencia de agua, una serie de pozos utilizados para el abastecimiento de la población hasta hace unas décadas, algunos de los cuales siguen siendo visibles hoy.

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Un pozo, llamado del comandante, se encuentra situado detrás del palacio del Ayuntamiento y su presencia muy antigua es atestiguada por la Consulta de la Cámara Real de 1572 y por el Piano dimostrativo del proyecto del nuevo puerto de Antonio Winspeare (WINSPEARE, 1768). Otro pozo estaba en la localidad S. Maria y fue utilizado hasta los años 60 del siglo XX. Un tercer pozo se encuentra dentro de la pequeña iglesia rural de la Madonna della Civita. Finalmente, «aguas ligeras y diuréticas» (TRICOLI, 1855: 63) fluyeron de las fuentes de Le Forna hasta los años 70, cuando éstas se agotaron debido a la explotación intensiva operada por la mina.

Además de las fuentes publicas, los isleños también recogieron el agua utilizando sistemas individuales. Éstos fueron empleados en las casas tradicionales al recoger el agua de lluvia «en cisternas profundas excavadas en las rocas que mantienen fresco» (TRICOLI, 1855: 63), excavadas en las inmediaciones de las viviendas. Para este fin, los techos se construían inclinados o abombados para recoger la cantidad más abundante de agua posible, para transmitir a las cisternas, a las quales se podría acceder a través de pozos o aberturas de otro tipo. (BALDACCI, 1954: 78) (fig. 10).

Fig. 10 – Dos tipologías de techos para recoger lluvia.

Durante las últimas tres décadas, las actividades turísticas han ido adquiriendo prioridad sobre otras actividades económicas, con el fin de convertirse en el sector más rentable de la economía insular. La falta de actores locales permitió que, a lo largo del tiempo, las acciones de gobierno del territorio hayan sido menos decisivas para el desarrollo de Ponza, siendo acompañadas, antes, de iniciativas privadas e individuales.

Ha habido un fuerte exceso de construcción del espacio insular a través de la edificación de nuevos hoteles, restaurantes y residencias de turismo estacional. Además de la expansión de los asentamientos humanos, hay un aumento de las casas aisladas y se repiten algunos casos de especulación, aún sin considerar el impacto ambiental resultante.

Hoy la gran afluencia de turistas, se concentra casi exclusivamente en apenas tres meses de verano y requiere una gran cantidad de recursos naturales, sobre todo, desproporcionados a las necesidades anuales de la población local. El consumo de electricidad, agua potable y alimentos, de hecho, también se multiplica por cien y se concentra en un lapso muy breve de tiempo, con los consiguientes efectos, por tanto, en materia de residuos sólidos y líquidos.

Para satisfacer la demanda de agua, ya que no existen los recursos naturales: el agua se transporta desde el continente por medio de naves cisternas y se recoge en cisternas en la propia isla, desde donde se distribuye a toda la poblacion. Este sistema

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resulta muy caro y se encuentra afectado por la variabilidad de las condiciones climáticas (fig. 11).

Fig. 11 – El puerto y una nave cisterna para transportar agua en la isla.

Finalmente, todos los viejos sistemas de recogida de agua - cisternas, tanques y pozos - están ahora en desuso. La imposibilidad de recuperar el agua de origen natural, especialmente, la lluvia, hace que sea necesario comprar más agua de la península y el gasto cae en los presupuestos públicos.

CONCLUSIONESPara concluir, en los siglos XVIII y XIX las islas de Formentera y Ponza se

llevaron a cabo una serie de procesos de construcción de los saberes hídricos, con el apoyo de la construcción de numerosas obras hidráulicas, satisfaciendo, plenamente, las necesidades de la población. Sólo la llegada de importantes acciones exógenas, incluyendo sobre todo el turismo, rompió este equilibrio obligando a los actores locales a responder a las nuevas necesidades. Según la intensidad de los procesos de sedimentación de los saberes hídricos, que se han sucedidos en el curso de los años, es posible entender la reacción de los actores locales a las nuevas acciones que se han producido en la segunda mitad del siglo XX.

En Formentera, la construcción del saber hídrico se inicia desde cero, estimulando los actores locales para encontrar soluciones originales e innovadoras en las áreas que fueron pobladas. La sedimentación ha sido tan fuerte que muchos saberes y muchas obras hidráulicas han sobrevivido hasta nuestros días y los actores locales fueron capaces de reaccionar rápidamente y de manera definitiva y permanente al impacto del turismo.

En Ponza, por el contrario, la presencia de obras hidráulicas ya existentes ha significado que los actores locales han recuperado estas estructuras y las han usado conjuntamente a los saberes importados de los lugares de origen y no promovieron la creación de saberes originales específicos para el área que fue poblaba. Por lo tanto, había una carencia de sedimentación de los saberes hídricos que hoy se encuentran prácticamente desaparecidos. Además, los actores locales no fueron capaces de satisfacer inmediatamente las nuevas exigencias impuestas por el turismo, y la reacción

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fue más lenta y todavía no ha encontrado una solución permanente a la escasez de agua y a su suministro.

Por lo tanto, se puede decir, como se ha apreciado en las dos islas, que la capacidad de los actores locales para responder a las acciones importantes y desestabilizadoras exógenas también depende de los procesos históricos que les afectaban. En este caso, resulta irrelevante el tiempo que supuso el proceso de construcción de agua basada en el conocimiento, siendo la cuestión significativa la intensidad con la que se estableció entre los actores involucrados.

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