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LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA
FUNCIÓN SOCIAL DE LA MUJER POR SOLEDAD
ACOSTA DE SAMPER (1858-1881)
DIANA MILENA DUARTE SALINAS
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Literatura
Maestría en Estudios Literarios
Bogotá, Colombia
2021
2
3
LA CONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO DE LA
FUNCIÓN SOCIAL DE LA MUJER POR SOLEDAD
ACOSTA DE SAMPER (1858-1881)
DIANA MILENA DUARTE SALINAS
Tesis de investigación presentada como requisito parcial para optar al título de:
Magister en Estudios Literarios
Director:
Ph.D. Iván Vicente Padilla Chasing
Línea de investigación:
Literatura colombiana del siglo XIX
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias Humanas
Departamento de Literatura
Maestría en Estudios Literarios
Bogotá, Colombia
2021
4
Agradecimientos
A cada ser humano, que con su particularidad ha dejado huella en mi camino. A la
Universidad Nacional de Colombia, mi segundo hogar, y a los docentes que la habitan. A mi
raíz, la tradición y la memoria de toda mi familia, pero en especial, a las mujeres que me
criaron, manos fuertes, valientes, bellas y amorosas. A Saori y Lucas, quienes iluminan mi
sendero con su esencia. A Juan, compañero del alma, compañero.
5
Resumen
Hasta el momento, Soledad Acosta de Samper es la escritora más conocida del siglo
XIX colombiano. Se comenzó a estudiar su obra con intensidad desde 1980. Debido a las
distintas facetas en las que incursionó dentro del mundo de las letras, como historiadora,
periodista, escritora, traductora y editora, la obra de Acosta de Samper y su trayectoria como
intelectual tienen todavía secretos y espacios que esperan una aproximación crítica para
continuar con la construcción de una red intelectual del siglo XIX dentro del campo
intelectual colombiano. Por esta razón, la presente investigación constituye una
aproximación crítica a su vida y obra, especialmente periodística, traductológica y literaria,
con el fin de evaluar las estrategias discursivas creadas por Acosta de Samper que le
permitieron posicionarse en el campo intelectual y cultural del país, así como reevaluar la
situación de la mujer y proponer un tipo de agencia distinto al definido por las estructuras
patriarcales.
Palabras clave: Soledad Acosta de Samper, genio femenino, estrategias discursivas, campo
intelectual, campo cultural, historia intelectual femenina
6
Índice
1. Introducción………………………………………………………………………7
2. Soledad Acosta de Samper en el campo intelectual de la segunda mitad del siglo
XIX (1858-1881)………………………………………………………………….20
2.1. Soledad Acosta de Samper: la periodista……………………………………..23
2.2. Soledad Acosta de Samper, traductora de futuras conciencias…………...…..46
2.2.1. Moda y materialismo: crítica de Soledad Acosta de Samper a la sociedad
parisina…………………………………………………………………51
2.2.2. La educación intelectual y espiritual femenina como propuesta
modernizadora………………………………………………………….53
2.2.3. Un movimiento estratégico: la disputa por la educación de la mujer…..57
2.2.4. Autonomía económica de la mujer……………………………………..60
2.3. Soledad Acosta de Samper: la novelista……………………………………….64
3. La escritura novelesca y el proyecto intelectual de Soledad Acosta de Samper..72
3.1. Soledad Acosta de Samper ante la instrucción religiosa……………………….78
3.2. Historia de dos familias. Novela de costumbres nacionales: la función de la
mujer en una sociedad en transición……………………………………………88
4. Consideraciones finales………………………………………………………….100
5. Bibliografía………………………………………………………………………105
7
1. Introducción
Este trabajo de grado debe su concepción a una inquietud e iniciativa personal de
investigar en la obra de la escritora colombiana Soledad Acosta de Samper (1833 – 1913) el
desarrollo y evolución de las funciones sociales que le asigna a la mujer colombiana de la
segunda mitad del siglo XIX. En las últimas décadas, a la autora y a su obra se le han dedicado
numerosas páginas de investigación. De Acosta de Samper se ha repetido en múltiples
ocasiones que fue la escritora que más actividad intelectual y literaria tuvo en su época, de
ser la pionera del feminismo en Colombia1 y en vislumbrar que en su obra existe lo que
Carolina Alzate llama el “discurso letrado de género”2. Con respecto a su biografía, existen
varios trabajos. Los datos biográficos que se resaltarán en esta tesis fueron tomados
principalmente de las investigaciones hechas por parte de Isabel Corpas de Posada y Carolina
Alzate3. Cabe resaltar la gran labor realizada entre la Biblioteca Nacional y la Universidad
de los Andes para digitalizar toda su obra4, esto ha permitido que los investigadores, en medio
de una pandemia, puedan acceder al material digitalizado sin mayor complicación.
La vida de Soledad Acosta de Samper se cruza con la vida cultural del país. Hija de
Joaquín Acosta y Carolina Kemble, nació en Bogotá un 5 de mayo de 18335. Se educó en
varias ciudades de Europa, mayormente en París, en donde se radicó con sus padres gracias
a los trabajos de historia y geografía del general Acosta. Con la llegada de la Revolución
Francesa en 1848, la familia tuvo que devolverse a Colombia. Cuatro años más tarde, en
1853, Soledad Acosta conoce en las vísperas de unas fiestas en Guaduas a quien fue su
esposo, el político, escritor e intelectual colombiano José María Samper (Corpas de Posada,
1 Gómez-Ferrer Morant, G. (2016): Soledad Acosta de Samper y Emilia Pardo Bazán: dos pioneras del
Feminismo. Cuadernos de Historia Contemporánea 38, Núm. Esp.127-140. 2 Término usado por Alzate en Soledad Acosta de Samper y el discurso letrado de género, 1853 – 1881 (2015)
para referirse al “período muy prolífico en su novelística en el cual predominan las protagonistas de la clase
letrada: a través de ellas la autora reflexiona sobre la subjetividad femenina de su clase y problematiza el modelo
republicano burgués y romántico que se le propone” (p. 24). 3 Específicamente de los siguientes libros: Me he decidido a escribir todos los días. Una biografía de Soledad
Acosta de Samper 1833-1913 (2018) de Isabel Corpas de Posada y Soledad Acosta de Samper y el discurso
letrado de género, 1853-1881 de Carolina Alzate. 4 Este proyecto está activo, como se muestra en la página oficial: “La primera fase de la biblioteca, que reúne
más de 570 títulos, estará lista en octubre de 2019. Falta aún incluir muchas de las obras de la autora que
aparecieron en la prensa de la época, prensa que aún está en proceso de digitalización y catalogación. Pronto
podremos anunciar a nuestros lectores que está completa”. Se puede encontrar aquí:
http://soledadacosta.uniandes.edu.co/ 5 Hasta el momento, se dice que la madre de Acosta de Samper nació en Nueva York, pero no se encontraron
documentos que lo prueben. Lo que sí se conoce es que Carolina Kemble tenía familia en Halifax, Nueva
Escocia.
8
2018, p. 114-115). Las colaboraciones de Acosta de Samper con la prensa y las revistas
coincidieron con el año en que la familia Acosta-Samper viajó a París debido al cargo de la
Legación Colombiana que José María Samper asumió en ese momento. El 9 de enero del
1859, Acosta de Samper ingresó al ámbito público con su aparición en Biblioteca de
Señoritas. Allí sale a la luz su primera publicación: “Revista Parisense”6, publicada en 15
entregas y bajo el seudónimo de Andina, uno de los varios que tuvo en su trayectoria como
escritora7. En El Mosaico escribió sobre sus experiencias en Europa, moda, literatura (con el
seudónimo de Aldebarán), publicó una que otra traducción y algunas reflexiones sobre la
juventud y la belleza. Más adelante también publicó en algunos diarios de Perú como El
Comercio y fundó junto a su esposo la Revista Americana. De regreso a Bogotá, su primer
relato, “La perla del valle”, aparece en El Mensajero en 1864. Desde 1858, Acosta de Samper
comienza una ardua tarea de escribir y publicar casi todo tipo de contenido tanto literario
como cultural e intelectual. Además, incursionó en el mundo editorial. Fundó y dirigió cinco
revistas: La Mujer (1878 - 1881), La Familia (1884), El Domingo de la Familia Cristiana
(1889), El Domingo (1898) y Lecturas para el hogar (1905).
En sus primeros años activos, Acosta de Samper participó en la prensa en un momento
álgido para el país, pues los cambios que supuso el gobierno del General José Hilario López
dieron paso a la crítica por parte de los liberales neogranadinos de elementos culturales
heredados de España después de la conquista. El triunfo electoral de quienes se hacían llamar
las Sociedades democráticas (asociaciones liberales entre los mismos liberales y grupos de
artesanos) dio inicio a varias reformas “que buscaban debilitar el poder transicional del
Ejército y la Iglesia católica, pero también favorecieron la implantación de un modelo
económico fundado en el libre-cambio” (Loaiza Cano, 2011, p. 87). Las principales reformas
de esa época fueron la abolición de la pena de muerte por delitos políticos8, El istmo de
Panamá es declarado zona de libre-cambio9, abolición de la exigencia de títulos universitarios
para la actividad profesional10, la expulsión de los jesuitas11, la abolición de la esclavitud12,
6 Este texto fue escrito por Acosta de Samper en París el 15 de septiembre de 1858 y enviado a Biblioteca de
Señoritas para su respectiva publicación. 7 Otros de los seudónimos que la autora usó fueron: Aldebarán, Bertilda, S.A.S, S.A. de S, Renato. 8 26 de mayo de 1849. 9 2 de junio de 1849. 10 15 de mayo de 1850. 11 17 de mayo de 1850. 12 21 de mayo de 1851 (puesta en marcha desde 1852).
9
la ley sobre las libertades de prensa, de expresión, de opinión y de educación13, la ley sobre
separación entre Iglesia y Estado14 (Safford, 2002, p. 359). Estos cambios dieron paso a que
los políticos e intelectuales de la época voltearan la mirada hacia otras tradiciones para
proponer algunas reformas y, entre otras cosas, dialogaran con la tradición literaria francesa
(Padilla, 2008, p. 14).
Dentro de este marco histórico, aparece el libro Novelas y cuadros de la vida sur-
americana, la primera compilación de relatos de Acosta de Samper publicada en 1869: aquí
se reedita su novela Dolores (1867) publicada en El Mensajero. Al año siguiente se publicó
su primera novela histórica, José Antonio Galán. Episodios de la guerra de los comuneros.
Más adelante, en 1878, decide emprender un proyecto innovador en Colombia: funda y dirige
La Mujer (1878 – 1881), revista dedicada y escrita exclusivamente para y por las señoras y
señoritas del mundo hispanoamericano15.
La vida y obra de Soledad Acosta de Samper ha suscitado numerosos estudios que
abordan estas dos cuestiones desde perspectivas de género, crítico literarias e históricas. Las
que más se leen dentro de las aulas y que me sirvieron como eje rector para entender, analizar
y comparar mis análisis con respecto a la obra de la autora fueron Voces diversas: nuevas
lecturas de Soledad Acosta de Samper (2016), La Mujer (1878-1881) de Soledad Acosta de
Samper (Periodismo, historia, literatura) (2014), Soledad Acosta de Samper: escritura,
género y nación en el siglo XIX (2005) y Redes, alianzas y afinidades. Mujeres y escritura
en América Latina (2014). En estos libros, así como en otros artículos, encontré tesis que
buscan responder a preguntas acerca del tipo de mujer que se concebía en el imaginario
nacional en el siglo XIX, la relación entre la escritura femenina y el mundo intelectual del
siglo XIX latinoamericano y la función de la prensa en la difusión de la escritura femenina.
Al reconocer la importancia del estudio de la mujer escritora colombiana del siglo XIX, y de
nuestra historia y literatura en general, me decidí por Soledad Acosta de Samper porque ya
había un recorrido académico relevante dedicado al estudio de su vida y obra, y porque
leyéndola poco a poco, reconocí la gran pertinencia de su obra en la actualidad, no solo para
13 24 de mayo de 1851. 14 15 de junio de 1853. 15 Para ver en detalle estudios realizados de la revista, remito a este texto y su bibliografía: La Mujer (1878-
1881) de Soledad Acosta de Samper (Periodismo, historia, literatura). Carmen Elisa Acosta Peñaloza, Carolina
Alzate Cadavid y Azuvia Licón Villalpando (Edición). Bogotá: Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo,
2014. 73-93.
10
dar lugar a una escritora e intelectual dentro de una historia de la escritura femenina
colombiana y latinoamericana, sino para analizar el cambio y desarrollo del ideal femenino
propuesto por la autora durante su larga trayectoria intelectual, así como enmarcarla en el
amplio campo literario e intelectual colombiano, puesto que su obra sobresale en medio de
la producción de la época.
A lo largo del siglo XIX, así como lo muestra Geneviève Lloyd16, el pensamiento
republicano puso del lado masculino las virtudes públicas propias de la república, mientras
que a las mujeres se les atribuyeron las pasiones y las emociones; el trabajo intelectual era
realizado mayormente por hombres, quienes trabajaban en el aspecto cultural, político y
económico para garantizar, por un lado, o la apertura del país hacia la modernización o, por
el otro, la conservación de los antiguos ideales y valores heredados de los españoles (1983,
p. 27),. De la dicotomía entre lo masculino y lo femenino presente en el siglo XIX, Soledad
Acosta de Samper no se encontraba muy lejos, es decir, ella era consciente de la separación
de labores que el sistema patriarcal le asignaba tanto a varones como a mujeres. Por eso llama
la atención que una mujer incursionara en la vida pública de la forma en que Soledad Acosta
de Samper lo hizo, ya que su proyecto intelectual gira en torno al reconocimiento de la
importancia del papel de la mujer como ciudadana y como sujeto de derechos.
Durante ese siglo, los instrumentos para la guerra o la lucha por ideales políticos no
solo eran la espada y la bayoneta, sino la pluma que llenaba de tinta los cuadernos de los
actores políticos. Igualmente, el país tenía inconvenientes de distinto orden: no se sabía con
certeza si los cambios del país conducirían a favorecer la construcción de una identidad ni
qué modo de gobierno se quería o se podía establecer según las condiciones existentes; el
debate sobre la defensa de la hispanidad en Colombia –la actitud que debían tomar ante la
herencia hispánica se hizo muy evidente desde 1850–; el cambio de todas las constituciones
a lo largo del siglo XIX en Colombia; la iniciación de una literatura que busca ser la expresión
del pueblo, pues se relaciona íntimamente con sus condiciones sociohistóricas; el
bipartidismo como causa principal del caos en el país; las guerras civiles; entre otros
(Jaramillo, 1964, p. 223). El lugar en donde se libraron estas disputas fue la prensa. Allí se
publicaba todo tipo de contenidos. La prensa era ese organismo que se nutría poco a poco de
cada opinión, cada texto, cada pensamiento. Por esto, para el desarrollo de esta investigación
16 Lloyd, G. “Public Reason and Private Passion”. Politics, Vol. 18, N° 2, 1983, pp. 27 – 35.
11
es importante entender la prensa como “una ‘formación’, es decir: como un ente
sociológicamente vivo, protagonista del desarrollo y del devenir literario” (Agudelo &
Bedoya, 2016, p. 2).
En otras palabras, asimilar la prensa como agente de cambio, protagonista del
desarrollo político y cultural latinoamericano, archivo vital en el que encontramos la
variabilidad no solo de unas propuestas que impregnaron la conciencia social, sino de las
reflexiones individuales que suscitaba cada hecho histórico en las mentes de los intelectuales.
Allí, en donde estas personas disponían sus pensamientos, Acosta de Samper plasmó sus
reflexiones, propuestas y preocupaciones, más que cualquier otra cosa, sobre la función de la
mujer dentro de una sociedad que entraba en un proceso de modernización. Pero la autora no
solo ahonda en esta cuestión, sino que cumple una función pedagógica e intelectual al
encontrar en la escritura un medio para participar de los debates, poner su punto de vista en
consideración e indicar a sus lectores que, así como ella, las mujeres podían ser coparticipes
de la creación de la nación. En resumen, el vínculo entre nación, familia, prensa y discurso
letrado es muy estrecho.
Ahora bien, al ser relativamente reciente el estudio de la prensa y literatura escrita por
mujeres en el siglo XIX colombiano, la valoración literaria, crítica e histórica de la obra de
Acosta de Samper no se ha hecho en su totalidad. Varias son las novelas, periódicos, ensayos,
entre otros, que todavía no han sido analizados por la crítica. En este sentido, las
aproximaciones críticas a su obra se encuentran en una etapa de construcción en la que se
recogen preguntas como: ¿cuál es el proyecto educativo de Soledad Acosta de Samper?,
¿cuáles son las herramientas de la autora para contribuir a lo que Alzate llama el discurso
letrado de género?, ¿de qué manera la prensa se convierte en un canal transmisor para la
mujer letrada del siglo XIX?, ¿de qué forma concebía Acosta de Samper a la mujer como
lectora de prensa?, ¿cuál es la aproximación histórica que hace Acosta de Samper de la
historia nacional?, ¿cómo interpreta Acosta de Samper la sociedad en la que vive?
En mi opinión, estas preguntas ayudan a tejer el pensamiento de la autora no solo con
respecto a la realidad nacional, sino al contexto Latinoamericano. Sin embargo, las tres
cuestiones que más cautivaron mi atención y me llevaron al estudio de la obra de Acosta de
Samper fueron, en primer lugar, ¿cuál es el interés sustancial de Soledad Acosta de Samper
al participar del campo intelectual y cultural colombiano del siglo XIX? Azuvia Licón en “La
12
Mujer de Soledad Acosta de Samper: un proyecto de construcción nacional femenino”
(2014)17 hace una propuesta interesante. Licón plantea de forma acertada una lectura de la
revista La Mujer como un proyecto nacional elaborado por la autora, pues dice Licón que
Acosta de Samper “reconoce la existencia de una historiografía previa que permite ubicar la
producción de quien habla dentro de una tradición” y, además, criticar “esa historiografía por
no satisfacer las necesidades que la nueva sociedad exige” (p. 45)18, lo que, según ella, son
rasgos comunes en los textos producidos por hombres que podrían considerarse como
proyectos de construcción nacional.
La segunda pregunta es, ¿con qué otros proyectos nacionales dialoga el proyecto de
Acosta de Samper (ya sea propuestos por varones o mujeres)? Y la tercera, ¿por qué Soledad
Acosta de Samper se interesa tanto en definir un carácter femenino de la época? Se conoce
de antemano que son varias las autoras latinoamericanas que participaron a mediados de siglo
en los círculos literarios de élite política y socialmente influyentes, entre ellas Acosta de
Samper19. Los proyectos literarios e intelectuales femeninos que se originaron a lo largo y
ancho de Latinoamérica estuvieron profundamente ligados a la construcción tanto de la mujer
como sujeto de derechos como de la educación como eje central en la formación de la
conciencia femenina. Igualmente, también hubo un desarrollo de esta conciencia por medio
de la trayectoria intelectual particular de cada autora20.
Uno de los rasgos importantes del pensamiento de Soledad Acosta de Samper es su
toma de conciencia histórica. A ella es posible concebirla y entenderla como un individuo
que se debate entre la modernización de las ideas y prácticas culturales, así como en la
17 El artículo hace parte del libro Redes, alianzas y afinidades. Mujeres y escritura en América Latina,
compilado por Carolina Alzate y Darcie Doll. 18 Azuvia Licón amplía esta idea en el artículo “La educación femenina como proyecto político. Los artículos
morales en La Mujer” (2014). Igualmente, remito al artículo “El proyecto educativo de Soledad Acosta de
Samper dirigido a las mujeres en la revista La Mujer, lecturas para las familias (1878-1881)” escrito por
Carolina Céspedes Quieroz. 19 Del siglo XIX se tienen noticias de varias revistas y periódicos latinoamericanos editados por mujeres. En
1852 está O Jornal das Señoras, periódico brasileño editado por la argentina Juana Manso de Noronha; en 1862
de publica O Bello Sexo, editado por Julia de Albuquerque Sandy Aguilar; en 1865 aparece El Eco de las
Señoras de Santiago, dirigido por un grupo anónimo de mujeres de élite santiaguina; en 1872 se publica en
Venezuela Ensayo Literario, redactada por Isabel Anderson, entre otras. 20 Con respecto a este tema, Martha Irene Gonzales Ascorra publicó un libro llamado La evolución de la
conciencia femenina a través de las novelas de Gertrudis Gómez de Avellaneda, Soledad Acosta de Samper y
Mercedes Cabello de Carbonera (1997). Allí la autora se propone analizar, por medio de siete novelas, por qué
las protagonistas deciden la escritura como camino para enfrentarse a las restricciones sociopolíticas impuestas
por la sociedad.
13
conservación de algunas tradiciones e instituciones europeas –como el catolicismo–. Al
mismo tiempo, la autora concibe la escritura como un movimiento, por esto, a través de sus
escritos e ideas presentes en ellos, impulsa no solo una transformación íntima y personal,
sino pública e histórica. El suyo es un pensamiento en constante transformación y
movimiento, así como la historia misma. Un pensamiento que se teje y entreteje no solo con
las ideas de su presente, sino que apunta a un porvenir. La idea de mujer en Acosta de Samper
se ha estudiado en algunas ocasiones, tanto en su revista La Mujer como en otros escritos.
Pero justamente es el movimiento y el cambio lo que me interesa analizar a mí.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, mi objetivo con esta investigación es analizar las
estrategias retóricas, narrativas y discursivas que Soledad Acosta de Samper usó a lo largo
de su camino intelectual para plasmar de manera vital un proyecto nacional. El fin de esta
evaluación es profundizar en el cambio y evolución de sus ideas con respecto al papel público
y privado de la mujer en la sociedad colombiana de la segunda mitad del siglo XIX. Así,
poder entender, por un lado, cuáles son las características que le asigna a la mujer de su
momento y, por el otro, de qué forma concibe a la mujer (letrada y no letrada) después del
intento de proceso de modernización. Esta idea de mujer tiene su génesis desde sus primeros
escritos en su Diario íntimo (2015). Como escribe Alzate en el prólogo, Acosta de Samper
hizo converger en cada línea “reflexiones acerca del acto de lectura, la escritura y el lugar de
esta joven dentro de la nación” (p. 13). El papel de la mujer (además de ella como mujer) lo
venía bosquejando desde la escritura de sus diarios. Sin embargo, a medida que aparecen
nuevos elementos en la cultura, política, economía y sociedad, Acosta de Samper va
transformando su concepción de mujer nacional y su función. El estudio de esta noción
orgánica, a su vez, me posibilitará enmarcar a la autora en un diálogo intelectual no solo con
las mujeres de su época (son pocas las que hacen públicos sus escritos), sino con los varones
que se habían comprometido en la construcción de la nación e interactuaban abiertamente en
la prensa. Entender esta situación me ha llevado a no ubicarme únicamente desde la
perspectiva de género como hasta ahora se ha hecho, sino ubicarme en un plano cultural más
amplio para entender cómo participa Acosta de Samper en los debates públicos, entender las
estrategias discursivas que desarrolla para interactuar con los varones, puesto que se
preocupaban por los mismos problemas.
14
Para poder llevar a cabo el anterior objetivo, me centraré en analizar las estrategias
usadas por Soledad Acosta de Samper a la luz del concepto de “genio femenino” propuesto
por la filósofa, teórica de la literatura y feminismo Julia Kristeva, con el fin de develar de
qué manera Acosta de Samper, por medio de este evalúa a la sociedad y a la mujer
colombiana de la segunda mitad del siglo XIX.
Este concepto de “genio femenino” lo propuso Kristeva en su trilogía El genio
femenino: Hannah Arendt (2003), El genio femenino: Melanie Klein (2003), El genio
femenino: Colette (2003) para hablar de una característica particular de estas mujeres: su
capacidad creadora21. Este término le ayudó a Kristeva a comprender cómo estas tres
mujeres, por medio de esta capacidad creadora, traspasaron las limitaciones de sus propios
campos y condicionamientos sociales (Kristeva, Culturethèque). El término “genio” se
originó en el período del Romanticismo (Battersby, 1994, p. 104). Durante esa época, esta
categoría hacía referencia a una cualidad particularmente masculina que, al asociarla con la
mujer (en ese entonces lo femenino), implicaba algo de extrañeza (p. 128-130). Kristeva se
rehúsa a atribuir esta categoría de “genio” al hombre únicamente. Ella abre esta noción a un
espectro más amplio de actividades o modos de ser del individuo; incluye elementos como
la maternidad que están por fuera de las nociones occidentales masculinas dominantes. Así,
la mujer puede ser artista, escritora, un ser humano de derechos (Kristeva (Arendt), 2001, p.
XV). Kristeva, entonces, al acuñar el término de “genio femenino” se propone expresar la
idea de que, a pesar de los marcos normativos como el sistema patriarcal, las mujeres pueden
actuar por sí mismas.
Se refiere, además, al florecimiento de los individuos en su singularidad, que es lo
que hace que sean ellos y no otros (Kristeva, Culturethèque). Esta noción de “genio
femenino” difiere un poco del planteamiento de Simone de Beauvoir en El segundo sexo
(1947), a pesar de que Kristeva se basó de la propuesta de Beauvoir para hablar del “genio”.
En El segundo sexo, Simone de Beauvoir se propone demostrar la existencia de lo que ella
llama “fraternidad” entre los sujetos, hombres y mujeres, sin importar su sexo. Pero Kristeva
21 Con respecto a esta noción de “genio femenino” me gustaría mencionar que si se desea una definición más
precisa por parte de la autora, que dialogue con otros conceptos importantes como el de “revuelta íntima”,
recomiendo las siguientes entrevistas que son de dominio público: Valparaíso 2011. El genio femenino: Julia
Kristeva y Sonia Montecino https://www.youtube.com/watch?v=KR1TguUn1wk&t=971s y The Genius of
Women en: https://www.mixcloud.com/Culturetheque/julia-kristeva-the-genius-of-women/
15
con su noción de “genio femenino” no promueve una búsqueda de igualdad entre hombres y
mujeres, ni siquiera la “fraternidad” propuesta por Beauvoir (Kisteva, Culturethèque).
Helene Pouliquen, al explicar el concepto de “genio femenino” de Kristeva dice que el “genio
femenino” es “una posición que tanto hombres como mujeres pueden asumir”, puesto que
“Kristeva, [a diferencia de Beauvoir], se rehúsa a encerrar a las ‘personas’ –que se van
construyendo en la cultura, en el pensamiento– en guetos biológicos ‘femenino’ y
‘masculino’” (2009, p. 77). En ese sentido, podemos decir que el fin de Kristeva al acuñar
este término es evidenciar que hay unas diferencias particulares entre estos varones y mujeres
en su forma de crear, de concebir el mundo, de entenderlo. En otras palabras, hay una
creatividad específica en cada sujeto, pero también una creatividad particular que se le puede
atribuir a la mujer que está inmersa en las prácticas políticas, culturales y sociales. A esto se
le llama el “genio femenino”. Kristeva hace del “genio” una posibilidad para la mujer que
practica labores que se consideran tradicionales y adecuadas dentro de su marco social, al
mismo tiempo que sobresale en los campos y logros que están reservados para los hombres
por el sistema y la norma patriarcal.
Con respecto a Soledad Acosta de Samper, me permito usar esta categoría para
explicar de qué forma ella desarrolla la idea de mujer y su función, aporta a la sociedad desde
distintos géneros escriturales y perspectivas sociales y, más aún, controvierte sus propios
principios con el propósito de dejar atrás las barreras y limitaciones que le impuso la
sociedad. La autora desarrolla estrategias que le permiten integrarse a los procesos, participar
y sobreponerse a los condicionamientos sociales. Frente a los varones que tienen todas las
ventajas, el “genio femenino” tiene salidas que pueden parecer más discretas, pero altamente
eficaces. Asimismo, su “genio femenino” le permitió hacer una revaloración del pasado y la
tradición con el fin de proponer, desde su lugar de enunciación, una transformación de esos
valores hacia el futuro. La incursión de Acosta de Samper no es una mera reivindicación
femenina en el mundo intelectual y político de la época, sino que, por medio de su escritura,
asume actitudes críticas frente a una gran parte de las situaciones por las que atravesaba el
país. En este contexto, la mujer, así como el hombre, aportan al proyecto de construcción de
nación desde lugares de enunciación distintos: por eso, dista de ser semejante la experiencia
de cada sujeto dentro del campo intelectual y campo literario (Bourdieu, 2003, p. 13).
16
En la medida en que el objetivo principal de esta investigación es elaborar una
valoración histórica, crítica de la propuesta de nación de Soledad Acosta de Samper y el
desarrollo de su concepción de la formación y función de la mujer en la vida privada y
pública, conviene enlazar el pensamiento de la autora con su obra. Así pues, no es de mi
interés hacer énfasis en el hecho de que la producción de Soledad Acosta de Samper es válida
por el hecho de ser mujer. Lo que me llama la atención es analizar las estrategias literarias
discursivas que ella utilizó para situarse como intelectual en un campo predominantemente
masculino. En ese orden de ideas, me interesa estudiar a la autora en su contexto histórico, y
no a través de reivindicaciones modernas de género, puesto que este trabajo ya se ha hecho
en otras ocasiones. Esto no quiere decir que mi postura sea indiferente a la situación de la
mujer contemporánea y del siglo XIX, sino que me gustaría darle a la autora la trascendencia
histórica que se merece por todas sus intervenciones dentro del campo cultural e intelectual
colombiano y latinoamericano, tal como lo hacían los hombres de su momento. A este
respecto, encuentro pertinente el estudio de, por un lado, su primera etapa de producción
intelectual que va desde 1858, cuando inicia su participación pública, hasta 1881, cuando
termina la publicación de La Mujer; y, por el otro, algunos ensayos, traducciones y obras
literarias publicadas en distintas revistas con el propósito de enmarcar su propuesta
intelectual en un momento de quiebre histórico para Colombia, en donde después de vivir
una hegemonía liberal se le da paso al gobierno conservador. En el primer capítulo, decidí
realizar un breve perfil intelectual que me permitiera hilvanar el contexto histórico, la
publicación de sus obras y los diálogos que estableció con sus contemporáneos. Con este fin
tendré en cuenta tres de sus fases más importantes en el “campo intelectual” colombiano.
Primero, su producción periodística, por lo que tomaré sus cartas como corresponsal de París
enviadas a la Biblioteca de Señoritas, es decir, Revista parisiense (1859); Ecos de Europa
(1864); Fragmentos i reflexiones: I La juventud. II. La poesía (1864), Fragmentos i
reflexiones: III. Ilusiones. IV. Amor y coquetería (1864) y La monja (Episodios y estudios
sociales (1864).
Posteriormente, para entender de qué manera Acosta de Samper ejerce el oficio de
traductora y lo vincula a su proyecto intelectual, tomaré las traducciones que hablan sobre la
mujer y sus posibilidades dentro de la sociedad neogranadina de la época. Analizaré de qué
forma la autora toma la traducción como una herramienta para sustentar sus ideas teniendo
17
en cuenta el contexto sociopolítico en el que se encontraba. Las traducciones son La mujer
(1870), Introducción al estudio de las ciencias físicas (1870), Educación de la mujer en la
América del Norte (s.f.), La instrucción de la mujer en la sociedad (1879) y Lo que piensa
una mujer de las mujeres (1878-1879). Por último, para concluir esta primera parte, hablo
sobre Acosta de Samper la novelista. Retomo algunos análisis que se han hecho de Dolores
(1867), Teresa la limeña. Páginas de la vida de una peruana (1869), Constancia (1871) y de
Laura. Novela psicológica (1870). Igualmente, dejo algunas hipótesis planteadas que
desarrollaré en el segundo capítulo. Definir el perfil intelectual de Soledad Acosta de Samper
me servirá, en gran medida, para relacionarla con sus contemporáneos, enmarcar las
discusiones que ella entabló dentro de un marco más amplio al femenino y comprender cuáles
fueron las estrategias narrativas y discursivas que usó por medio de la escritura para
consolidar su proyecto nacional. Para este propósito usaré algunos presupuestos de la
sociología de la literatura y la cultura. Para empezar, utilizaré los conceptos de campo
intelectual y campo literario acuñados por Pierre Bourdieu. El concepto de campo
intelectual22 permite entender a un autor o una obra en un “sistema de relaciones en
competencia y conflicto entre grupos y situaciones en posiciones diversas” (p. 32), en otras
palabras, el autor no está conectado directamente con la sociedad –ni siquiera a su clase social
originaria– sino por medio de la estructura de un campo intelectual que resulta ser el
mediador entre el autor y la sociedad. Para Bourdieu, alguien que estudie la cultura –la
literatura– tiene que darle una importancia equivalente tanto a los elementos intratextuales
como a los extratextuales, de esta manera, el proceso de interpretación y análisis de los textos
seleccionados de la obra de Acosta de Samper será más completo. La noción de “campo
literario” ayudará a complementar el análisis de la selección de textos de Acosta de Samper,
pues se la enmarcará dentro de un contexto social, económico y político que no es ajeno a su
producción intelectual y literaria.
Una vez desarrollada esta breve biografía intelectual, en la segunda parte de la
investigación realizo una valoración crítica de Laura. Novela psicológica y de Historia de
dos familias: novela de costumbres nacionales (1880). En este análisis no indago únicamente
sobre los problemas socioculturales evaluados estéticamente por la autora de la Colombia de
22 Término acuñado por el sociólogo francés Pierre Bourdieu a partir de un inmenso programa de
investigaciones que fue diseñado en los años 1960.
18
la época. Como dije en páginas anteriores, el fin de hacer un recorrido no solo cronológico,
sino de los géneros en los que incursionó la autora, es estudiar y evidenciar un cambio y
movimiento que Soledad Acosta de Samper propuso a lo largo de su trayectoria acerca de
la función social que le asigna a la mujer, las posibilidades de agencia dentro del sistema
patriarcal y, por lo menos en las novelas, su inscripción en una tradición costumbrista.
Como complemento de lo anterior, me serviré de varias fuentes para hablar sobre la
creación del intelectual en el campo político y cultural del siglo XIX latinoamericano y
colombiano. Es preciso indicar, pues, que el período que se abordará en esta tesis va de 1858
a 1881, cuando termina la publicación de La Mujer. Este momento es uno de los más
complejos de nuestra historia. Por un lado, ocurren dos cambios de Constitución: el primero,
en 1858, cuando queda instaurado en federalismo en la Constitución y hay varias guerras
civiles; el segundo, en 1863 se cambia la Constitución en el marco de la convención de Río
Negro, se le cambia el nombre al país por Estados Unidos de Colombia y se entra en una
época muy liberal. Por el otro lado, durante 1857 hasta 1861 primó una hegemonía
conservadora. Como dije anteriormente, esto dio lugar a hechos como el regreso de los
Jesuitas y la negociación de la deuda externa. Además, estas fechas se encuentran dentro del
período llamado Olimpo Radical, en donde se estableció un gobierno regido únicamente por
liberales radicales como Tomás Cipriano de Mosquera23, Manuel Murillo Toro y Eustorgio
Salgar.
Los gobernantes del joven partido liberal buscaron, entre otras cosas, debilitar el sistema de
gobierno existente, a través del dominio de grupos de la oligarquía, pues lo percibían como
un rezago colonial que no permitía la llegada de la “civilización”. Para conseguir este
debilitamiento apoyaron el federalismo, defendieron la propiedad privada, acabaron con las
trabas al libre comercio e impulsaron la producción –especialmente de añil, quina, tabaco y
café–, orientándola hacia los mercados extranjeros. Así mismo, lucharon por tener un mayor
acceso a los recursos financieros, a la mano de obra y a la tierra apta para la producción de
cultivos de exportación. También buscaron impartir a la población una educación pública, y
no eclesiástica, para así secularizar la sociedad y respaldar la libertad y el desarrollo del
individuo. Aunque aceptaban que el cristianismo jugaba un importante papel en la moral
como base del orden social, los más radicales proponían que los valores religiosos se
transmitieran en el hogar, con el objetivo de debilitar el control de la Iglesia. (Bermúdez,
1993, p. 2)
23 Tomás Cipriano de Mosquera no hizo parte de los radicales. Él orientaba su propia unidad partidista llamada
“El Mosquerismo”, la cual tenía gran afinidad con “Los Draconianos”, la otra facción del Partido Liberal.
19
Esta época se caracterizó por ser pionera en la lucha por abolir las instituciones
coloniales heredadas de los españoles, por el impulso de una reforma democrática que
terminó con los privilegios del clero, por la actualización del sistema educativo en el país,
entre otras cosas. En resumen, con todas estas novedades en el ambiente, lo que publica
Acosta de Samper es su participación en la construcción de una naciente nación que busca
separarse de lo español para comprender su propia historia y elaborar su propio destino.
Finalmente, espero que esta investigación sirva, además, para darle un lugar a Acosta
de Samper dentro de la literatura nacional. Espero que indagar sobre su “genio femenino”
me permita demostrar de qué manera su escritura y sus aportes son distintos a las
colaboraciones masculinas de la misma época, así como acercarme no solo a su desarrollo
como intelectual, sino a los cambios en sus ideas. Así que, reuniendo todo lo dicho, la
pregunta central de la investigación es: ¿cuál es el aporte intelectual y literario de Soledad
Acosta de Samper a la sociedad colombiana del siglo XIX y qué tipo de posibilidades de
desarrollo ofrece a las mujeres? De ahí se desprenderán otras inquietudes, por ejemplo,
¿cuáles son los aspectos relevantes que hacían de Soledad Acosta de Samper una intelectual
de la época?, ¿cuál es el propósito de la escritora al publicar cierto tipo de artículos
(reflexiones morales, religiosas, biografías sobre mujeres)? Para mí, como estudiante de
Estudios Literarios, es importante indagar en la narrativa de la autora, especialmente en su
obra escrita entre 1858 y 1881, ya que al estudiar los aspectos composicionales de Laura e
Historia de dos familias podré dar cuenta de la toma de posición de la autora con respecto a
los diversos temas de discusión de la época y, con algo de suerte, seguir poco a poco con la
valoración literaria de sus textos.
20
2. Soledad Acosta de Samper en el campo intelectual de la segunda mitad del siglo
XIX (1858 – 1881)
Acosta de Samper perteneció a la élite letrada bogotana. Su labor intelectual, al igual
que la de sus contemporáneos, consistía en la “peculiar función de productor[a], en tanto
conciencias que elaboran mensajes y, sobre todo, su especificidad como diseñador[a] de
modelos culturales, destinados a la conformación de ideologías públicas” (Rama, 1998, p.
36). En el caso particular de nuestra autora, una de sus misiones dentro de su oficio como
escritora e intelectual no fue únicamente formar el pensamiento y la razón de sus lectoras,
sino fomentar la lectura en las mujeres. Ellas, dedicadas al hogar en su gran mayoría, no
estaban incluidas en ese basto público lector al que se le destinaban tantas páginas en los
diarios para dialogar acerca de política, economía y cultura. A Soledad Acosta de Samper,
su función intelectual la llevó a elaborar, poco a poco, una rigurosa y prolija trayectoria en la
que, por un lado, hacía públicas sus reflexiones y, por el otro, se interesaba por formar un
público lector que leyera con interés y se sintiera identificado con lo que ella escribía. Este
modelo cultural propuesto por Acosta de Samper no parecía, a primera vista, tan ambicioso
ni atractivo como los de sus contemporáneos, a pesar de que, tal como lo señala Ana María
Agudelo (2011), a mitad del siglo XIX en la Nueva Granada surgió la preocupación del
estado de la educación de las mujeres. Por esto, “la lectura se vislumbra como estrategia para
subsanar tal carencia, de ahí la proliferación de la prensa y de la narrativa dirigidas al público
femenino hacia mediados del siglo XIX, especialmente el folletín” (Agudelo, 2011)24.
Escritores como José María Vergara y Vergara, el mismo José María Samper, Manuel
Ancízar, Vicente Arbeláez (eclesiástico), José Joaquín Borda, Jorge Isaacs, Miguel Antonio
Caro, Manuel María Madiedo, entre muchos otros, escribieron en la prensa con un relativo
éxito25. Soledad Acosta de Samper, sin embargo, a pesar de no haber sido tan citada por los
intelectuales contemporáneos a ella, la autora tenía antecedentes y proyectos similares a los
de los varones pertenecientes al campo intelectual colombiano.
24 El artículo fue consultado de internet. 25 Para nombrar algunos escritos: Pensamientos sobre moral, política, literatura, religión y costumbres (1856)
de José María Samper; Deberes católicos en las próximas elecciones (1853) de Vicente Arbeláez; Lecciones
de psicología y moral (1851) de Manuel Ancízar; Cuestión española (1859) de José María Vergara y Vergara.
21
La educación de la escritora tuvo mucho que ver en su camino y trayectoria intelectual.
Bien sabido es que su padre, el general Joaquín Acosta, junto con su madre, la norteamericana
Carolina Kemble, viajaron bastante por motivo del trabajo de Acosta. El primer viaje se dio
en 1837, el propósito era instalarse en Ecuador, pues el señor Acosta ocupó el cargo de
Ministro de la Nueva Granada (Corpas de Posada, p. 65). Allí estuvieron hasta 1839, cuando
regresaron al país. Más adelante, en 1842, Joaquín Acosta fue nombrado General y fue el
encargado de hacer los negocios con Estados Unidos. Este cargo lo ocupó en Washington
durante aproximadamente nueve meses, pero esta vez Joaquín Acosta viajó solo, “la biógrafa
de su padre no dio razones para explicar por qué no la acompañaron ella [Soledad Acosta] y
su madre” (p. 77). El segundo viaje se dio en mayo de 1846, Carolina y Soledad Acosta
viajaron a Inglaterra, en donde las esperaba Joaquín Acosta. Luego, se instalaron en
Versalles, allí
Solita visitó muchas veces los palacios y sus jardines. Empezó a familiarizarse con la historia
de Francia en uno de sus escenarios cuyos protagonistas fueron el rey Luis XIV, la reina
María Teresa de Austria, madame de Montespan, madame de La Vallière y madame de
Maintenon; el rey Luis XV, la reina María Leszczynska y madame de Pompadour; el rey Luis
XVI y la reina María Antonieta. Oyó episodios de la Revolución Francesa, se condolió con la
Reina guillotinada y se entusiasmó con la valentía de Carlota Corday, de quien escribió en
Bogotá durante la revolución de 1854: “¡Yo quisiera ser Carlota Corday, la verdadera heroína
que vendió su vida por hacer algún bien a la patria!” (DI 77). Recorrió el “Museo de la historia
de Francia” que había sido creado por el rey Luis Felipe y pudo completar la lista de los reyes
y las reinas que no habían vivido en Versalles. (Posada, p. 84)
En este lugar, los padres de Acosta de Samper la envían al colegio (p. 85), hizo su
primera comunión (p. 89), conoció al Barón de Humboldt (p. 92) y regresaron a Colombia
en 1849. Durante este tiempo, Acosta de Samper crece con una educación privilegiada y
diversa, lo que le permitió abrir sus horizontes culturales, políticos y sociales. La escritora,
al crecer en una casa con comodidades y facilidades distintas, incluso para la mayoría de
mujeres de su misma clase social, puesto que “las mujeres de la clase adinerada a mediados
del siglo XIX vivían bajo leyes, costumbres y expectativas que limitaban y delimitaban sus
vidas y experiencias” (Skinner, 2016, p. 138). Por esto, el hecho de que la familia de Soledad
Acosta de Samper le inculcara desde la infancia la importancia de la educación por medio
de su propia instrucción, le permitió a la autora más adelante entrar con relativa facilidad al
círculo aún más reducido pero militante y comprometido con el proyecto de construcción
22
nacional: el de los intelectuales de la Nueva Granada. Acosta de Samper, desde sus primeros
escritos, tímidos y en parte experimentales, como lo fue su Diario íntimo y Revista
parisiense, ya tenía un gran proyecto en mente: educar a la mujer como agente social y
político con participación activa en la creación de nación a lo largo del siglo XIX.
Las herramientas de trabajo que usó Acosta de Samper para concretar este proyecto
fueron la escritura y su genio femenino, su capacidad creadora. En Bogotá, esta ciudad letrada
que a mediados de siglo se seguía gestando, los ideales conservadores y liberales no dejaban
de promover pugnas y discrepancias. En este medio, lleno de alboroto, Acosta de Samper,
inteligentemente, se desmarca de ciertas situaciones y concibe un proyecto de nación,
principalmente, en el que la mujer tuviera una participación más activa, motivo por el que la
formación de la mujer era fundamental. La autora logra alejarse de la idea de imaginar a la
mujer única y exclusivamente como el bello sexo, pertenecientes a una eterna minoría de
edad, como lo señala Alzate (2015, p. 224), y con una reducida e invisible participación en
el contexto público. Ella, quien había sido privilegiada en cuanto a su educación, se interesó
por ejercer este papel portador de una gran responsabilidad y capacidad de revisión crítica
histórica y social, este papel de intelectual instructora de las mentes femeninas. Pero, ¿en qué
medios inserta su escritura y cómo se convierten estos en una plataforma para lograr su
objetivo?, ¿cuáles son las estrategias narrativas que usa Acosta de Samper en estos medios
para buscar un público fiel y comprometido?, ¿en qué se asimilan y diferencian el tipo de
agencias propuestas por el sistema patriarcal y por Soledad Acosta de Samper para la mujer
colombiana del siglo XIX?, ¿de qué forma logra insertar Acosta de Samper su proyecto
intelectual en el campo cultural e intelectual nacional? Para responder estas preguntas,
considero necesario analizar algunos textos referentes a su etapa de periodista, traductora y
novelista. Acercarme a las diversas funciones que cumplió Acosta de Samper en el campo
intelectual desde las anteriores disciplinas, me permitirá entender, por un lado, las estrategias
discursivas que creó para posicionarse dentro del campo intelectual colombiano y plantear
su propuesta de nación y, por el otro lado, el tipo de agencias desempañadas por la mujer y
el tipo de toma de posición con respecto al panorama social, cultural y, en cierta medida,
político de la segunda mitad del siglo XIX. A grandes rasgos, su estrategia y capacidad
creadora para asumir una función intelectual que le permitiera a la mujer, no solo a ella,
23
desmarcarse de las imposiciones patriarcales, las estructuras y los imaginarios para romper
con los esquemas y posicionarse como sujeto de derechos, y no solo deberes.
2.1. Soledad Acosta de Samper: la periodista
Al hacer su primera colaboración en la Biblioteca de Señoritas, Soledad Acosta de
Samper asume la función de periodista, más específicamente de corresponsal. Como
indicamos brevemente en la Introducción, fue el 8 de enero de 1859, el segundo año de
publicación de la Biblioteca, que Acosta de Samper publica Revista Parisiense bajo el
seudónimo de Andina. Biblioteca de Señoritas tuvo que suspender sus publicaciones por el
escaso material que había disponible para divulgación. Sin embargo, para el año de 1859,
Felipe Pérez, editor de la revista, felizmente anuncia que “teníamos ya buen papel; hemos
logrado comprometer dos de nuestros primeros escritores como constantes colaboradores
directamente interesados en la prosperidad de la empresa, i conseguido fundar una
correspondencia orijinal de París” (Biblioteca de Señoritas, enero 9 de 1858, año I, n° I, p.
11). Esta corresponsal era nuestra escritora Soledad Acosta de Samper.
El primer texto de la autora vio la luz pública con una corta presentación por parte de
su esposo, José María Samper, quien dice que “[e]lla (Andina) desconfia mui justamente de
sus fuerzas i teme no satisfacer las esperanzas de U. i de sus suscritores” (p. 1). Pero también
es evidente, con lo que señala Pérez más abajo en el Prefacio, que la escritora bogotana había
comenzado a ser miembro de la élite letrada bogotana, pues menciona que prueba de los
esfuerzos hechos por la Biblioteca para sacar contenido de calidad y no dejar caer la revista
es “el mérito de la primera carta, que hoy publicamos, i el estar asociados a la empresa [a la
Biblioteca] dos distinguidos literatos26”. Este reconocimiento de Pérez Manosalva,
distinguido político, periodista, geógrafo y escritor, hermano de Santiago Pérez, expresidente
de Colombia, es una apertura al mundo intelectual nacional. Desde la primera publicación,
se le conocerá a Andina, entonces, como una distinguida literata.
En estas primeras publicaciones en Biblioteca –correspondencias que hablaban sobre
temas variados–, podemos encontrar la primera estrategia discursiva que concibe Acosta de
Samper con el fin de proponer, de forma íntima y personal, las inquietudes que se le
26 Las cursivas son mías.
24
presentaban sobre la misión de la mujer en la Nueva Granada. La autora publica en forma de
carta sus impresiones sobre la Francia de la época, sus costumbres y tradiciones. Su estrategia
discursiva consiste en adoptar el modelo de la carta pública (Ortiz, 2019, p. 162), para
exponer su pensamiento y el proyecto nacional acerca de la mujer. Escritoras como Agripina
Samper y Josefa Acevedo, así como lo analiza Ana María Agudelo en La reflexión
decimonónica sobre la escritura de mujeres en Colombia (2011), también tuvieron el mismo
gesto de Acosta de Samper, al concebir textos íntimos para ser publicados. La movida que
hace Acosta de Samper, de hecho, tiene que ver con lo que Beatriz Aguirre señala, y es que
“las mujeres escritoras insisten en inscribir en la vida nacional lo que les sucede a ellas, tanto
a nivel de la esfera privada como de la pública” (2000, p. 23). Las correspondencias se tornan
un archivo público que revela lo privado, aunque fue escrito con la intención de ser leído por
otros sujetos. En ese momento cumplían una función transmisora, que con el tiempo se
agrega una función de conservación (archivo).
En la presentación que hizo Soledad Acosta de Samper de la primera
correspondencia insiste en dos aspectos importantes de su proyección escritural e intelectual
que van de la mano con su propuesta de proyecto nacional. En primer lugar , se trata de
crear un público lector mayormente femenino. No obstante, antes de proseguir, no podemos
desconocer que entre el lector real (el que se enfrenta a la obra) y el lector ideal (el que
concibe Acosta de Samper para su proyecto) hay una distancia considerable. El primer lector
“es aquel que asume desde su particularidad y condiciones socio—culturales lo que lee” (Gil
Medina, 2016, p. 157), mientras que el segundo “es una figura, una representación social, un
modelo para la creación del discurso, que se construye a partir de la idea que el escritor o
editor tenga primero” (p. 157). Este segundo lector es el que ocupará todo nuestro análisis.
En segundo lugar, Soledad Acosta de Samper procura darle forma a esa masa restringida,
regulada e hiperformada que era la misión de la mujer dentro de la sociedad neogranadina.
Por esta razón, resulta imprescindible el estudio de Revista parisiense, pues estas
publicaciones le sirven a la autora como primer escalón dentro de su trayectoria intelectual.
Esta correspondencia es un primer destello del curso de su pensamiento y de sus
compromisos en sus primeros años como figura pública. Desde el inicio, se manifiesta en
ella el deseo de hacer públicas sus inquietudes existenciales que la relacionan con el devenir
25
histórico nacional. A partir del primer momento de su debut, podríamos decir que el genio
de Acosta de Samper, así como para Julia Kristeva en Melanie Klein y Hannah Arendt
(Kristeva, 2003, p. 5), consistió en arriesgarse a pensar. Así como se ha dicho en otras
investigaciones realizadas de la autora, a mi juicio una particularidad de Acosta de Samper
residió en la perseverancia tanto en la publicación de sus textos como en la escritura de uno
de los intereses que la motivó durante toda su vida y que ocupan las páginas de esta tesis: la
mujer de la sociedad colombiana. Este es el tópico que la lleva a preguntarse en Revista
parisiense, “¿cuál es la misión de la mujer?”, a lo que responde que
no estoi de acuerdo con los filántropos jenerosos que halagando poéticamente nuestra
vanidad, solicitan la emancipación de la mujer i aspiran nada menos que a convertirnos en
ciudadanas i lejisladoras, i hasta en funcionarias públicas, a riesgo de que (…) los chicos
se arañen en la casa unos a otros, las criadas le metan fuego a la cocina, la despensa caiga
en pleno comunismo, i el bello sexo se vuelva feo en las luchas i los estrujones de la plaza
pública. No veo la necesidad de que nos emancipen, como tampoco me parece conveniente
que nos pongan en estado de sitio27. (p. 1)
Acosta de Samper, en ese momento de su vida, no se encontraba completamente de
acuerdo, por un lado, con lo que Agudelo describe como “una visión de la familia y de la
mujer heredera de las costumbres españolas, por ende católicas, [que] asocia a la mujer con
la sumisión, el recato, la obediencia, el cuidado del hogar y del marido y la pulcritud en todos
los sentidos” (2011), y por el otro, con los hechos que pasaban en otros lugares de hemisferio
–como lo fue en EEUU– y que tenían de protagonista a las mujeres. La emancipación
femenina ya se estaba gestando en otros lugares, pero, al parecer, la autora tenía el
presentimiento de que las neogranadinas todavía no estaban listas. Para ella, así como para
sus contemporáneos, el país estaba sumido en una serie de cambios importantes para la
concepción del Estado, en donde la búsqueda de políticas privadas y públicas, una literatura
nacional y la modernización material eran el enfoque principal del pensamiento intelectual y
político. Debido a la influencia que ejerció el liberalismo ilustrado, el papel de la mujer dentro
de la sociedad se comenzó a replantear. Las ideas concebidas en el período llamado Olimpo
Radical (1863-1886) “tendrían consecuencias frente a la educación y el trabajo de la mujer”
(Gil, p. 158). Estas propuestas de un nuevo orden que se originaron en esta época, también
sirvieron para que Acosta de Samper replanteara el papel de la mujer en sus textos. El genio
27 Las cursivas son de la autora.
26
de la autora, en esta etapa, le llevó a proponer, desde ese primer texto, la idea de que la mujer
no debía involucrarse de la misma forma que los varones en las discusiones partidistas, sino
que ellas, por medio de herramientas como la educación, la religión, la conservación de la
tradición y la conciencia histórica, encontrarían la forma plasmar sus ideas en el imaginario
colectivo. Por esta razón, la mitad del siglo XIX no era un buen tiempo para buscar la
emancipación, sino para que las mujeres adquirieran las herramientas adecuadas para lograr
exitosamente esa independencia.
El papel de la mujer dentro de la sociedad de los Estados Unidos de Colombia resulta
ser más complejo de lo que parece. Con respecto a la obra de la autora, los trabajos que se
han hecho en torno a la figura de la mujer son “Mujeres, nación y escritura: no hablar ni dar
de qué hablar” (2004) de Carolina Alzate, “Identidad femenina y discurso de nación en los
diarios de María Martínez de Nisser y Soledad Acosta de Samper” (2007) de Patricia
Aristizábal, “La Mujer en la sociedad moderna (1895): apogeo y síntesis de la misión
moralizadora y educadora de Soledad Acosta de Samper” (2012) de Mary Berg, “La mujer
como ciudadana: desafíos de una coqueta en el siglo XIX” (2005) de Nina Gerassi, entre
otros. Sin embargo, como mi interés es analizar el desarrollo y evolución de la idea de mujer
en la obra de Soledad, aunque no me detendré en ninguno de estos trabajos en particular,
retomaré algunas ideas ya esbozada por Alzate en “La corresponsalía de París: primera
incursión en lo público”, capítulo que es parte del libro Soledad Acosta de Samper y el
discurso letrado de género 1853-1881.
Para 1858, un año antes de la publicación de la Revista Parisiense, cuando la Nueva
Granada se convirtió en la Confederación Granadina, no existían rastros de lo que la autora
llama emancipación28 femenina, pues lo que se libraba en las luchas de armas y en la palestra
pública era, mayormente, la obtención del poder de un bando político sobre otro. Por el
contrario, Acosta de Samper tenía sus ojos puestos en una discusión diferente que sí tenía
lugar en otros espacios del hemisferio29. En Europa, los efectos de la Revolución Industrial
dejaron cicatrices en la vida familiar. Antes de esta, los trabajos de la casa se dividían y
28 Este término aparece en diversos textos de Soledad Acosta de Samper como: revista La Mujer (1878, n°1),
La Familia (“En qué debe ocuparse la mujer”, Tomo I:4). 29 Cabe recordar que desde 1849 los jóvenes radicales habían propuesto que las mujeres tuvieran derecho al
sufragio universal, a elegir y ser elegidas.
27
compartían entre padre y madre. Claro, esta información no se puede admitir como una
verdad total o si quiera parcial dentro de la vida doméstica europea. Al llegar el período de
la revolución, la institución familiar sufrió un quebrantamiento con respecto a la repartición
de actividades domésticas, pues la máxima de a mayor trabajo mayor acumulación de
riqueza, que acompañó a este período, materializó una sociedad en donde la mujer quedaba
totalmente subordinada a su esposo y a las tareas domésticas. En el Manifiesto del partido
comunista, Marx nos lo explica al decir que el origen de esta subordinación no es biológico,
sino social, y su real emancipación se lograría por una independencia económica alcanzada
por la mujer (Marx y Engels, 2011, p. 39)30. Dice Françoise Carner (1982) que al iniciar la
Revolución Industrial, las familias, al verse proveídas de trabajo, comenzaron a tener más
hijos. La mujer y el hombre trabajaban en fábricas textiles a domicilio. Sin embargo,
Pues Ronald Fletcher muestra que las preocupaciones filantrópicas de la década de 1830, en el
sentido de restringir por ley el trabajo de mujeres y niños en aras del nuevo concepto de familia
que ostentaban las clases pudientes, hicieron cambiar radicalmente los comportamientos
familiares de las clases asalariadas. Asimismo, influyó fuertemente el cambio del trabajo a
domicilio a la fábrica: la mujer y los niños ya no contribuían directamente al mantenimiento
del hogar en la misma proporción que antes lo hicieron. Los hijos se ven entonces más como
una carga sobre el sueldo paterno, y la mujer pierde con el matrimonio la relativa independencia
que le concedía su trabajo y su propio dinero. Por otro lado, el mayor peso económico que
recae sobre el hombre va acompañado de un aumento de su dominio sobre su familia directa.
(p. 20)
Para este momento, las mujeres se volvieron más dependientes de sus esposos, tenían
una educación más precaria, no existía su derecho al voto, y en cuanto a la propiedad, por ley
se encontraban sometidas a sus parejas. En 1848, salió en Estados Unidos la “Declaración de
Seneca Falls”, el primer documento que exponía los derechos a los que había aspirado la
mujer por mucho tiempo y que, además, deja ver las limitaciones que esta tenía dentro de la
sociedad, como sujeto de derechos, incluso después de que Estados Unidos hubiera declarado
su independencia. El segundo capítulo de esta tesis, “La escritura novelesca y el proyecto
intelectual de Soledad Acosta de Samper”, nos servirá para ubicar, con más precisión, la
influencia de algunas ideas feministas en el pensamiento de la autora. Por lo pronto, es
30 Esta idea se manifiesta en el pensamiento de Soledad Acosta de Samper cuando comienza a traducir distintos
apartados sobre la función de la mujer en la sociedad. Ver apartado 2.2. del presente capítulo.
28
necesario avanzar en el análisis de su primera aparición dentro del campo cultural e
intelectual colombiano.
Acosta de Samper se estrena como periodista en plena mitad del siglo XIX. Para esta
época, los cambios de gobierno entre liberales y conservadores daban señas evidentes de una
inestabilidad dentro de cada partido. Por su parte, eran los conservadores los que mostraban
más signos de fracturas internas dentro de las coaliciones. En 1858, con el nuevo cambio de
Constitución, y en los 5 años posteriores, el país estuvo al mando de tres conservadores
(Mariano Ospina Rodríguez, Bartolomé Calvo y Julio Arboleda Pombo) y de un liberal (Juan
José Nieto Gil). Después de esto, los liberales, encabezados por Tomás Cipriano de
Mosquera, tomaron el poder después de la llamada revolución mosquerista, que se dio de
1860 a 1863. De allí surgió la Constitución de Rionegro31 y se estableció el sistema político
federal (Loaiza Cano, p. 249).
Convulso fue este período de la historia nacional, pues si bien son numerosos e
indivisibles los hilos que lo complementan, no nos quedaría espacio para hablar de la obra
de Acosta de Samper si los nombramos todos. Por tanto, nos referimos a unos pocos, pero
importantes, con el fin de enmarcar a la autora, su obra y su pensamiento en un contexto
específico. Acosta de Samper conocía de primera mano estos hechos debido a la posición
social que sostenía su esposo dentro de la vida pública, así como por las reuniones en las que
coincidía con otros intelectuales pertenecientes al mundo político y literario. Periódicos como
El 7 de Agosto (1858 – 1859) de Tunja, El Liberal (1858), El Compensador (1858) de Santa
Marta, Las Arracachas (1858) de Bogotá, entre otros, eran los órganos difusores encargados
de prestar sus columnas como campo de batalla. Allí se concentraban debates políticos,
cuestionamientos sobre el futuro del país, comentarios con algo de humor sobre las veces que
se pretendía cambiar la Constitución y, además, se hacían preguntas con un toque burlesco
sobre lo que ocurría en el Senado y en los partidos políticos. En este contexto, la Biblioteca
de Señoritas y El Mosaico fueron dos propuestas que se presentaban como distintas dentro
de los demás periódicos del país32. Los redactores de Biblioteca, por su parte, estaban
31 La Constitución de Rionegro rigió la vida constitucional de Colombia desde 1863 hasta 1886. Esta
Constitución marcó el inicio del liberalismo radical en el país. 32 No es de mi interés para el desarrollo de este trabajo analizar el periódico de El Mosaico, sino las
publicaciones periódicas de Soledad Acosta de Samper. Al momento de la publicación de El Mosaico, en el
primerísimo número, se dice, como cito en unas pocas líneas más adelante, que El Mosaico es un periódico que
29
“deseosos de cooperar en algo al adelanto de nuestra literatura propia” (Enero 9 de 1858, año
I, n° I, p. 1), mientras que los de El Mosaico decían que el objetivo de los periódicos políticos
y religiosos era el de “encarrilar la opinión pública, iluminar las sociedades, inoculando en
todos los individuos las ideas de una civilización progresiva” (Diciembre 24 de 1858,
trimestre I, n° I, p. 1), pero ellos subrayaban que sus esfuerzos estaban lejos de este tipo de
publicaciones, pues al estar “separados de esa lucha enconosa de las pasiones públicas [les]
toca[ba] trabajar con ahinco por hacer conocer el suelo donde recibimos la vida, i donde
seguirán viviendo nuestros hijos”, ya que “las cuestiones políticas i los odios personales los
dejamos para mejor ocasión” (p. 1).
En años anteriores a la publicación de El Mosaico y de Biblioteca de Señoritas, Acosta
de Samper había tenido contacto con diversas culturas. Sin embargo, fueron la francesa y la
anglosajona, ya sea por los viajes o por herencia cultural familiar, las que más se adentraron
en la conciencia de la autora. Estas sociedades que adoptaron un modelo liberal en lo político,
económico y social, favorecieron la inquietud de la autora por su función dentro de una
sociedad tan fluctuante como la neogranadina, así como la función de las demás mujeres del
país. ¿Acaso era su propósito y destino adornar el hogar, rezar, revisar la economía doméstica
y tejer algunas prendas? El genio de Soledad Acosta de Samper, su capacidad de pensar, le
permite cuestionar los designios y el futuro de la mujer al que la sometía el sistema patriarcal.
Su capacidad creadora le permite entender que, por más que la mujer se vea sometida a unas
circunstancias dominantes, violentas y represivas, no podrá salir de ello si, en una primera
instancia, no se desmarca de las funciones sociales que históricamente el patriarcado había
definido para ellas.
La autora comienza su empresa tomando como material para su propósito las
cualidades que los patriarcas habían asignado a las mujeres. Acosta de Samper sabe que, para
convertirse en una autoridad moral con sentido pedagógico en la opinión pública, tenía que
hacer uso de la sutileza y sembrar en la misma tierra donde sembraban los varones sus ideas
está libre de partidismos. Sin embargo, para tenerlo claro y no prestarse para confusiones, el mismo hecho de
mencionar ya coincide con evidenciar una acción política. Para indagar más al respecto, recomiendo El Mosaico
(1858-1872): nacionalismo, elites y cultura en la segunda mitad del siglo XIX (2004) de Andrés Gordillo y La
nación de los mosaicos. Relaciones de identidad, literatura y política en Bogotá 1856-1886 (2016) de Gloria
Vargas Tisnés.
30
sobre las mujeres. De esta manera, podría agregarle su propia carga ideológica y axiológica
a su proyecto intelectual.
En definitiva, para adentrarnos en el trabajo de la autora, debemos preguntarnos de qué
manera logra ella insertarse en el campo cultural colombiano y de qué forma llega a ser
significativa su aparición en la prensa bogotana. Por tanto, Acosta de Samper, al publicar en
Biblioteca de Señoritas, ya muestra a su público un gesto de aparente distanciamiento con
las cuestiones políticas y con la participación directa en estos debates. La escritora notó que
los esfuerzos invertidos por los intelectuales en estas cuestiones muchas veces se
desbordaban y desorientaban el proyecto nacional. Dice la autora en esta primera entrega que
“[l]os hombres se afanan en construir ferrocarriles, telégrafos i vapores; fundan fábricas i
especulaciones; discuten los intereses más altos de la sociedad, e impulsan el mundo
vigorosamente” mientras que las mujeres “tenemos que cultivar nuestro corazón, nuestro
espíritu, nuestra persona bajo todas sus condiciones para hacerla tan bella, tan agradable, tan
seductora como sea posible” (Biblioteca de Señoritas, enero 9 de 1859, año II, n° 38, p. 2).
Dentro de los periódicos de corte político, los desacuerdos que se daban en los debates
acalorados que enfrentaban tanto posiciones como sujetos eran los que, para ella, creaban la
división dentro del proceso de modernización del país. Por este motivo, ella, desde su primera
publicación, escoge otro camino para andar. Se pregunta, “cuál es, pues, nuestra misión?”, a
lo que responde
Conservar, educar i agradar. De estas tres funciones, las dos últimas corresponden a las
señoritas, pero en más alto grado la tercera. Es solo a la madre de familia que pertenece el
privilegio de ejercerlas todas tres. Conservar el honor de la familia, la fortuna del esposo, la
salud física i espiritual de todos los que viven bajo el hogar, los hábitos de beneficencia i
caridad, el órden doméstico, el culto del amor i del deber, las relaciones sociales, &.a Educar
el corazón i el espíritu del esposo, del hijo i del sirviente doméstico, empleando con
perseverante asiduidad, como medios infalibles, la piedad, la relijion, el amor, la dulzura, la
paciencia, el consejo, i sobre todo el ejemplo personal. Por último, agradar a todo el mundo,
con mesura i discernimiento según las situaciones, a fuerza de gracia, de previsión, de arte, de
esquisitas delicadezas, de todo lo que pueda llenar estos dos objetos: crear dulces
compensaciones de las penas de la vida; i pulir las asperezas de la sociedad con el ejemplo del
buen gusto i una benéfica seducción (p. 2).
En esta primerísima publicación se puede observar que la autora ha concebido ciertas
estrategias para llevar a término su proyecto intelectual, “por esta hendija empieza a ‘colarse’
en el texto un espacio autónomo para las mujeres ocupado en el desarrollo de su subjetividad
31
y que matiza la exigencia de abnegación (auto-negación) consuetudinaria” (Alzate, 2015, p.
109). Este párrafo deja ver que, sin renegar de las funciones que la sociedad patriarcal les
atribuía a las mujeres, como lo era el conservar, educar y agradar, Acosta de Samper usa
estratégicamente su posición dentro de este campo cultural e intelectual y, naturalmente, su
capacidad creadora, su genio femenino. Ella retoma estas palabras y las dota de un
significado, en apariencia similar al ya establecido, reorienta el sentido de las palabras, juega
con los significados y les asigna otro tipo de agencias a las mujeres. Soledad Acosta de
Samper no hace evidente esta ruptura. En este primer texto, abogar por la multiplicidad de
significados que se convierte en la mayor estrategia discursiva de Acosta de Samper. Pero,
¿cómo se desenvuelve esta estrategia en el texto?
En primer lugar, en el texto no se encuentra únicamente una narración accidental sobre
sucesos en Europa o sus propias vivencias. La correspondencia también cuestiona a sus
lectores y contemporáneos sobre la comprensión histórica que se había hecho hasta ese
momento de la sociedad colombiana y de la mujer, en particular de su educación. En 1842,
Mariano Ospina Rodríguez, Ministro del Interior de ese entonces, elaboró una reforma
educativa “que pretendía acabar con las distinciones de género que existían en las carreras
universitarias de la época, para incluir a las mujeres en un nuevo sistema educativo que no
supiera de distinciones de género ni de clases sociales”, además, “que no discriminara
eligiendo qué carreras eran para qué sexo y dictaminando qué comportamientos debían regir
a hombres y mujeres en la sociedad” (Sánchez, 2019, p. 20). Además, hasta el 12 de mayo
de 1849, el Congreso emitió un decreto que autorizaba a los colegios de las provincias o
particulares a dar títulos profesionales en todas las facultades, exceptuando Teología y
Cánones. Igualmente, en la Ley de mayo 15 de 1850, “quedó consagrada la libertad de
enseñanza en todos los ramos de las Ciencias, las Letras, y las Artes; se restó toda importancia
a los títulos académicos [como lo mencionamos páginas atrás] y se determinó el ejercicio
profesional de límite de grados” (Zuluaga, 1999, p. 94). Así pues, el hecho de que la
educación femenina, hubiese estado bajo la lupa de intelectuales y políticos de forma tan
32
mutable, le dio a nuestra autora un espacio para pensarse esta cuestión desde un ángulo que
llevara a la mujer al campo de acción, es decir, al servicio de la sociedad y la patria33.
En segundo lugar, este párrafo, o como ella lo llama “prólogo inevitable”, es un
acercamiento sutil y generoso a sus lectoras. La mayéutica le sirve como estrategia retórica
para acercar a sus futuras alumnas cómplices a su pensamiento, a sus propias preguntas.
“Conservar, educar i agradar”, tres términos que, en pleno siglo XXI, tienen una
connotación degradante para la posición femenina, pero son la clave, según Acosta de
Samper, que le permitirá a la mujer conseguir independencia intelectual y participar en la
preservación de la cultura. Por este motivo, la intelectual bogotana no buscaba hacerse visible
en el campo cultural e intelectual de forma abrupta ni repentina. Soledad Acosta de Samper
no quería proponer una revolución femenina partiendo de la ruptura con la tradición, sino
reevaluándola y moldeándola. La escritora, al asumir todas las funciones sociales impuestas
por los hombres durante años a las mujeres, se proponía mostrar diversas posibilidades reales
de maniobra en cuanto al quehacer de la mujer.
En este sentido, uno de los papeles que más desempeñaban las mujeres se encontraba
dentro del hogar, siendo madres de familia, cuidadoras de sus hijos y sus casas. Para la autora,
la familia es claramente una institución social, y su propósito es propender por la
conservación de esta, así como de volverla un lugar tan relevante dentro de la vida de todos
los sujetos. Esta idea de la autora no se encuentra entre líneas. A este respecto, me gustaría
matizar un poco la idea que Rodríguez Arenas menciona en su artículo “Soledad Acosta de
Samper en Biblioteca de Señoritas” (2016). Dice Rodríguez-Arenas que la escritora bogotana
“rechazó las demandas y las actividades efectuadas en los diversos países para que la mujer
adquiriera derechos y pudiera actuar por voluntad propia en la esfera pública” (2016, p. 71-
72). En primera instancia, como ya vimos, la mujer del siglo XIX en Colombia tenía un
33 Este pensamiento tenía el apoyo de varias voces liberales. Por ejemplo, en el libro Tratado sobre el principio
de la igualdad (1850), Próspero Pereira Gamba dice: “Empecemos de hoi en adelante a educar para la sociedad
a esta compañera del hombre, único lazo que nos liga a la tierra i sin el cual la ecsisteneia nos pareceria
insoportable. De esta manera conseguirémos que deje de ser esclava i no pase su vida triste i solitaria entregada
a las faenas domésticas o a la austeridad de las devociones. Entónces ella hará libremente lo que el hombre
hace: ejercerá su soberanía, i cumplirá a su vez las comisiones del pueblo: tomará una parte activa en los
negocios políticos, morales i civiles de la sociedad; porque no hai justicia en que la mujer lleve solo las cargas
i no disfrute de los derechos; que pase desapercibida de los negocios de su patria i vea con indiferencia el
Gobierno, la Constitucion i las Leyes” (p. 50)
33
derecho importante de su lado: la educación. En segunda instancia, la autora sí controvierte
la idea proveniente de los países liberales que pretendía convertir a la mujer en ciudadana y
legisladora34. Sin embargo, la lectura que yo hago de este fragmento opta más por la idea de
que la autora manifiesta un desacuerdo con el accionar de los políticos que importaban
incesantemente propuestas liberales al país, pero sin ser capaces de entender las
circunstancias de la época y aplicar esas reformas de acuerdo a la situación de la nación. En
ese sentido, para Soledad Acosta de Samper, la mujer, para actuar no por voluntad propia,
sino de forma acertada en la esfera pública, debía adquirir ciertas habilidades y
conocimientos que serían proporcionados por personas pertenecientes al campo intelectual y
educativo. Entonces, podríamos decir que no hay un rechazo de parte de la escritora
bogotana, sino una solicitud a sus lectores y lectoras de repensar y reevaluar históricamente
el papel de la mujer dentro de la sociedad, de esta manera, se tomarían decisiones más
acertadas y cercanas a su contexto y posibilidades. Su planteamiento indica precisamente que
las condiciones políticas y sociales de la Nueva Granada distaban y se diferenciaban de las
europeas y norteamericanas, en donde las luchas feministas se libraban bajo otras condiciones
muy disímiles a las del país (Palermo, 2006, p. 16)35.
Es por esta razón que decíamos que las palabras usadas por Acosta de Samper podrían
malinterpretarse, pero acá intentaremos disipar cualquier confusión. Es necesario observar
que “conservar, educar i agradar” no son una selección accidental hecha por Acosta de
Samper para abrir paso a su proyecto intelectual. Estas palabras proyectan un campo de
acción y cierto tipo de agencias para la mujer neogranadina en la sociedad de la época. Me
pregunto, entonces, ¿conservar qué?, ¿educar a quién? y ¿agradar a quiénes? La respuesta no
es sencilla de esbozar. Como primera medida, todas las palabras son abstracciones que se
conectan a modo de constelación para formar una unidad dentro del pensamiento de la autora.
Estos tres puntos comienzan a trazar las líneas indivisibles tanto de su proyecto nacional
como de su axiología. Como segunda medida, tenemos que recalcar el hecho de que la autora
era plenamente consciente del momento en el que se encontraba. Por este motivo, ella no
34 Estos términos los usó así, tal cual, en un párrafo anteriormente citado. Ver página 25 del documento. 35 “Las mujeres norteamericanas en el siglo XIX contaban con una mejor libertad para acceder a sus derechos.
Se distinguían de las otras por ser más independientes se caracterizaban por viajar, por formar clubes y
asociaciones, por tener un rol importante en la lucha contra la esclavitud, por el acceso a la educación y su
participación social y política” (Palermo, p. 16)
34
busca contradecir, a simple vista, las normas dictadas por los hombres para el buen
comportamiento de la mujer dentro de la sociedad. Acosta de Samper se propone transformar
las funciones asignadas por el patriarcado a la mujer y ponerlas al servicio de la patria.
Para realizar este cambio, Acosta de Samper entendió que su mirada hacia el campo
cultural y la sociedad debía ser de forma histórica, concebirlas como un proceso. Por esta
razón, a lo largo de su obra se puede ver no solo algunas variaciones en su pensamiento, sino
en su concepción de lo que significaba ser mujer. Lo anterior pone a la autora en un constante
y arduo trabajo, pues para hacer una exitosa labor intelectual debe reevaluar el sistema
patriarcal y sus presupuestos, es decir, el pasado, las tradiciones, las costumbres y las
instituciones. No puede partir de cero. El deseo de modernizar el país era demasiado fuerte,
y el hecho de que los liberales estuvieran en el poder se facilitaba aún más, así que desde esta
primera publicación su labor consistía en revolver, repensar, reflexionar, proponer un nuevo
significado para estas palabras que tan bien conocía el sexo femenino.
Además, Acosta de Samper no acude a otra herramienta para comenzar su revuelta de
consciencia sino la prensa. Este medio se convirtió en el mejor mecanismo para difundir
ideas, como lo menciona Loaiza Cano (2004),
Las agitaciones políticas e ideológicas se encargaron de demostrarle a la élite neogranadina
que el periódico era la herramienta apropiada para unificar intereses, el punto de partida para
construir hegemonías políticas y culturales; que la imprenta imponía un método de trabajo que
fomentaba la comunión entre intelectuales; que el oficio reproductivo y repetitivo del impresor
podía crear conciencia de un pasado y un futuro comunes para una sociedad; que, también, era
el medio fundamental para difundir ideologías y familiarizar a los ciudadanos con proyectos
de organización social; en fin, que la función tentacular del publicista podía contribuir a la
construcción de cimientos de una nación. (p. 158-159)
El hecho de que Acosta de Samper realizara desde la prensa crítica social, literatura,
historia, entre otros, nos permite entender dos cosas directamente relacionadas: la primera,
la autora no concibió otro lugar más acertado para publicar sus textos sino la prensa; la
segunda, la prensa, como vimos con Loaiza Cano, tenía la función, así como los intelectuales,
de crear conciencia del movimiento histórico inevitable de la sociedad. La prensa, pues,
es la herramienta que la escritora bogotana usa no solo como escenario y testigo del proceso
35
de cambio de consciencia, sino como constructora del mismo36. La prensa le dio la
posibilidad de construir una subjetividad femenina. A partir de este lugar de enunciación, la
autora reflexionó no solo acerca de la posición que ocupaba dentro del campo intelectual,
igualmente del papel de la mujer dentro de la sociedad.
Como intelectual, el hecho de que Soledad Acosta decidiera orientar su actividad hacia
un aspecto particular del campo cultural, la educación femenina, que no había sido explorada
con profundidad por el sexo femenino –o más bien, el sexo femenino no había tenido la
misma posibilidad de elevar su voz y hacer eco, como el sexo masculino–, resulta ser una
tarea difícil a mediados del siglo XIX. Para la autora, el ahondar en las relaciones y
conexiones todavía no consagradas de su gran proyecto intelectual, era una manera laboriosa
pero exitosa de recrear, reinterpretar y transformar ese papel “natural” designado a la mujer
hasta el momento. De hecho, retomar mediante una transformación ideológica, crítica y
profunda las palabras cliché impuestas por el sistema patriarcal que hasta ese instante habían
definido el lugar de la mujer en la sociedad era su primer paso para promover una revolución
de conciencia a partir de la tradición. Destacamos, entonces, la función intelectual de la
autora como parte de “una minoría que reflexiona sobre lo que no quiere o no puede
reflexionar la mayoría” (Gutiérrez Girardot, 1992, p 63). Aquí no estamos hablando de la
educación femenina, sino de la continua repetición por parte del sexo masculino de los
deberes sociales de la mujer, propuestas estas labores con convicción y conveniencia.
En el prólogo, cuando ella habla de “conservar”, la autora habla de la intención de
preservar algunos elementos de la tradición cultural y diversas funciones sociales que, desde
su perspectiva, la mujer debía desempeñar (y que ya lo venía haciendo). Acosta de Samper
menciona en el prólogo –y a lo largo de sus correspondencias– algunas tradiciones de la
sociedad europea, esto con el fin de compararla con la neogranadina. Mientras que la
sociedad parisina contaba, por ejemplo, con la ópera italiana con “piezas poco conocidas en
Francia, de Bellini, Donizzetti, Rossini i Mercadante” (Biblioteca de Señoritas, febrero 19
de 1859, año II, n° 44, p. 49); la ópera francesa, que “no cambia de repertorio [pues] las
36 Francisco Ortega Martínez y Alexander Chaparro en el libro Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y
cultura política, siglos XVIII y XIX (2012) hacen mención de la importancia de concebir la opinión pública
como concepto constituido por varios elementos pertenecientes a una sociedad, en donde la prensa, por
supuesto, tiene su lugar. Los autores dicen que esta no solo juega un papel activo, sino decisivo como escenario
de los procesos de cambios nacionales y también como constructoras y moldeadoras de los mismos.
36
cantatrices son pocas e insignificantes” (p. 49); el teatro lírico que “no se cansa de representar
las Bodas de Fígaro, de Mozart” (p. 49); el teatro francés; la moda parisina, en donde “la
mujer vive, respira i piensa solamente para los trajes, los encajes i los cachemiras” (Biblioteca
de Señoritas, Enero 8 de 1859, año II, n° 38, p. 3). Por el contrario, en la atmósfera bogotana
las mujeres “buscan siempre la elegancia en el vestir, [y] no por eso llevan hasta el lujo
desenfrenado ese gusto natural de toda mujer, que la hace ataviarse lo bastante para agradar
al ojo que la contempla” (p. 3). Al intentar rescatar y enaltecer ciertos aspectos nacionales,
la caracterización de las costumbres femeninas le permite criticar la rápida decadencia, en un
sentido moral, cultural e ideológico, de las sociedades europeas civilizadas. Estar en medio
de una sociedad como la parisiense, tan apetecida por los intelectuales del siglo XIX, le
permitió a Acosta de Samper formar una visión crítica que oscila entre los fracasos
ideológicos y el desarrollo en masa de la cultura, pues en Francia, por lo menos, en lo que
tiene que ver con literatura, “los libros no dejan de aparecer cada dia en este torbellino de
civilización, i es imposible hablaros de todos los que se han publicado últimamente”
(Biblioteca de Señoritas, enero 29 de 1859, año II, n° 41, p. 27).
En su revista, las referencias a la política y la economía no abundan como las
descripciones de los salones y teatros. Las costumbres morales, por su parte, tienen un lugar
importante en estos escritos. Acosta de Samper subraya, por un lado, cierto tipo de
costumbres que reflejan, como dijimos antes, a una sociedad decadente, y por el otro, las
costumbres que para ella son dignas de imitar y de adoptar por la sociedad neogranadina, en
su mayoría, las de las mejores clases sociales europeas.
Cuando Acosta de Samper habla de “educar”, nos plantea directamente una relación
paralela y orgánica entre el trabajo intelectual y las labores atribuidas a la mujer hasta el
momento. Según Acosta de Samper, para que la madre de familia, quien tenía la portentosa
labor instructora pueda educar a sus hijos, a sus sirvientes y a su esposo, era necesario que
ella también hubiese recibido instrucción moral, religiosa, cultural y económica. Así, al
mismo tiempo que educa, conserva y traspasa la tradición a quienes serán la viva imagen de
su esfuerzo. Las mujeres “tenemos que cultivar nuestro corazón, nuestro espíritu, nuestra
persona bajo todas sus condiciones para hacerla tan bella, tan agradable, tan seductora como
37
sea posible” (Biblioteca de Señoritas, enero 8 de 1859, año II, n° 38, p. 2). En suma, para
Acosta de Samper, además de “conservar” y “educar”, también se debía “agradar”.
En una primera lectura de este prólogo, podríamos pensar que la autora nos dice que
la mujer debe, a manera de imposición, agradar a quienes la frecuentan, en particular a su
esposo, con el fin de gozar de una buena reputación y un buen puesto dentro de la sociedad.
Esto no es del todo errado, pero lo que nos interesa subrayar aquí es que Acosta de Samper,
lejos de ser complaciente con los patriarcas, configura hábilmente estrategias con respecto a
la posibilidad que tiene la mujer de contribuir a la sociedad por medio de la transmisión de
culturas y tradiciones. La mujer debe agradar en un sentido filosófico, político, cultural y
trascendental. Por eso, para “agradar” la mujer necesita, antes que cualquier cosa,
instrucción. Pero, ¿de qué manera?
Para eso necesitamos estudiar, aprender i practicar el arte de la elegancia, i adquirir tanto
como nos sea posible la noción del sentimiento del buen gusto, tal como estado de la sociedad
lo reconoce, relativamente. De aquí la necesidad de leer o de ver todo lo que se refiere al
canto, la danza, la música, la poesía, la pintura, la escultura, la moda (en su acepción más
lata) los teatros, la crónica, el romance, el bordado i cuanto puede conducir a darnos la gracia
i el pulimento que nos aseguran el puesto de honor en los círculos donde no se trata de
especulaciones, de ciencias o de asuntos de gobierno. (p. 2)
Es así, pues, que la mujer comienza a intervenir en los asuntos de la nación. De este
prólogo se desprende, inevitablemente, la toma de posición de la autora con respecto a su
época y a los distintos contextos que frecuenta. Soledad Acosta de Samper entiende a la mujer
como agente transmisor de las tradiciones, por esto las mujeres “tenemos que cultivar nuestro
corazón, nuestro espíritu, nuestra persona bajo todas sus condiciones para hacerla tan bella,
tan agradable, tan seductora como sea posible” (p. 2). En este primer momento de su
recorrido intelectual, la autora concibe la educación como misión importante e
imprescindible dentro del hogar. Además de delegarle a la mujer esta misión educadora, le
da las herramientas claves para lograrlo. Por esto, en las primeras líneas del prólogo nos dice
que la “comunicación y [el] movimiento son las palabras que caracterizan el progreso de la
especie humana” y sin rodeos nos explica que “la comunicación de las ideas produce la luz,
i el movimiento de las cosas representa la fuerza; i luz i fuerza, dice por ahí un escritor
moderno, componen la civilización” (p. 2). Es claro, entonces, que Acosta de Samper, al estar
inmersa en la civilización francesa, comunicándose por medio de epístolas con sus lectoras
38
y moviéndose en distintas direcciones por el motivo que haya sido, logró entender, por medio
del autoconocimiento de sus acciones, que la comunicación y el movimiento, junto con
“conservar, educar i agradar”, eran los facilitadores y mediadores para la continuación de
la tradición, el éxito en la educación y la elaboración de un alma, de un individuo. Si una
mujer lograba reunir estas características, sin duda, aseguraría el puesto de agente transmisor.
Esta primera publicación de Revista parisiense nos deja al descubierto el interés
manifiesto en la autora por un acercamiento voluntario e íntimo con su público lector. Lo que
quiere conseguir con esta publicación, teniendo en cuenta lo antes mencionado, es
incursionar en la vida pública de una manera sutil y pausada, sin querer alterar de forma
evidente los ánimos que en plena mitad del siglo XIX colombiano se ocupaban de asuntos
distintos al femenino. En este sentido, Revista parisiense es más que una epístola dirigida a
las señoritas bogotanas, es, indudablemente, el texto que abre la primera etapa de formación
de la autora como intelectual y como sujeto perteneciente a un círculo que se piensa y se
disputa la nación en el sentido más amplio del término. Tenemos que recordar que, en otros
lugares de Latinoamérica, este tipo de propuestas, las revistas dedicadas al bello sexo, ya
habían visto la luz. En Cuba, por ejemplo, se había publicado años antes La Moda o el Recreo
Semanal del Bello Sexo (1829 – 1831). Esta revista, dirigida por Domingo Delmonte y José
J. Villariño, es conocida por ser la primera revista cubana que publica grabados de música.
Los editores buscaban llevar a cada lectora la música de moda en los salones europeos, “en
cada número o dos veces al mes, se pondrá la música de canciones nuevas e interesantes,
valses y contradanzas modernas, bien sean de las que se publiquen en España, Italia o
Inglaterra” (Noviembre 7 de 1829, n° I, p. 2). Así como en otras capitales latinoamericanas
tomaba fuerza la empresa de las mujeres escritoras, Acosta de Samper no se quedó atrás al
participar en este proyecto que tenía un futuro prometedor dentro de la organización y
educación social e ideológica del país. Por su parte, en esta primera publicación, aunque
también se decanta por describir la última moda europea, no se conforma con la mera
descripción. Desde la primera línea se propone presentar de manera dialógica las
comparaciones que establece entre las sociedades europeas y las costumbres de la capital
neogranadina. Este diálogo entre culturas, le sirve para realizar críticas con tinte moral e
incluso ideológico. Esta estrategia, tanto retórica como ideológica, le permite configurar su
pensamiento de forma que las lectoras se sientan identificadas con sus ideas y con sus deseos,
39
con el fin de poder dirigirlas y educarlas de manera que le sirvan al país. Así como no causar
ningún revuelo, disgusto o disputa por lo que estaba proponiendo en la prensa.
En su correspondencia, Acosta de Samper nos remite algunos juicios que hace,
específicamente de la aristocracia, con respecto a la pomposa y aparatosa manera en su vestir.
Las personas se podrían dar cuenta, según nuestra escritora, de qué clase social venía una
persona por el dinero que las mujeres invertían en verse bien y en ataviarse de ornamentos
lujosos. Para Acosta de Samper
si se quiere saber qué clase de instituciones tiene un país, la moda os lo dirá. Si es sencilla y
decente, se puede estar seguro de que el gobierno es libre, las costumbres puras; pero si al
contrario, exajerada i lijera, es una prueba evidente de que el pueblo se halla bajo el régimen
de la tiranía i que la corrupción reina entre todas las clases de la sociedad. (p. 4)
Mediante la descripción de las formas de vestir podemos ver un interés real por explicar
una sociedad civilizada. Sobre esta cultura, la escritora busca referirles a sus lectoras diversas
críticas sobre las instituciones políticas, económicas, morales, sociales y, aún más, las
contradicciones que allí se presentan. En pocas palabras, la disposición del texto nos permite
comprender con claridad que Acosta de Samper reconoce la existencia de un “campo
cultural” (Bourdieu, p. 10) en el que las instituciones, como la moda parisina, están en
constante pugna por un reconocimiento de poder económico37. La descripción de la
jerarquización de la industria de la moda se convierte en un pretexto para explicar y criticar
la disposición de la sociedad ante los hechos que ocurrían a su alrededor. Desde los contextos
más privados, como los familiares o los salones que frecuentan las clases sociales por
separado, hasta las instituciones públicas como el Estado y la prensa (en ocasiones),
funcionan y se encuentran dominadas por una lógica específica muy parecida, que será, para
mejor ocasión, objeto de estudio. Que Revista parisiense está escrita y dirigida a mujeres de
clase social acomodada podemos deducirlo por la forma en que la autora dispone su relato,
los temas allí presentes y, evidentemente, a quien dirige su atención. Acá también aplica lo
que Alzate denomina “discurso letrado de género”, en donde en la narrativa de Acosta de
37 Soledad Acosta de Samper, como lo veremos en el apartado de la traducción, continúa promoviendo una
crítica sobre la moda. Esta, más allá de ser la causa de gastos innecesarios de dinero, se convierte en una atadura
para la mujer y una posibilidad de inmovilizar a las mujeres para buscar su independencia.
40
Samper no solo son protagonistas las mujeres de clase letrada, sino que también reflexiona
sobre la mujer de clase alta desde otros tipos de texto.
Las descripciones y juicios críticos sobre moda, música, literatura y política le sirven
para separar los asuntos masculinos de los femeninos. Si bien Biblioteca de Señoritas estaba
dedicada al bello sexo, el hecho de estar escrita mayormente por hombres podía enviar un
mensaje confuso a las lectoras, pues en ese caso no se establece una relación de intimidad,
sino paternalista. Acosta de Samper, por medio de sus textos, comienza a crear un pacto de
profunda cercanía con las señoritas bogotanas, con ese público que ella buscaba que apoyara
su trayectoria intelectual.
Hasta aquí, podemos concluir que este ejercicio como corresponsal le facilita a Acosta
de Samper hacer crítica y prepararse para publicar textos mucho más rigurosos al respecto.
Comienza entonces a sumergirse en su gran proyecto intelectual. El papel de la mujer de la
sociedad colombiana del siglo XIX necesitaba ser estudiado y moldeado por una persona lo
suficientemente capaz de afrontar semejante empresa, además de querer hacerlo. El análisis
hecho de Revista parisiense nos permite comenzar a dibujar el lugar que la escritora empieza
a ocupar en el seno de la élite letrada bogotana. Esta élite le posibilitará a Acosta de Samper
modificar y abrir sus horizontes, sus niveles de agencia, así como los de las otras mujeres.
Ella, sin duda, busca comprender de manera sensible esta misión que sus propias inquietudes
le han designado.
En septiembre de 1859, El Mosaico absorbió a la Biblioteca de señoritas y esta última
quedó como un apéndice del periódico. Acosta de Samper continuó con su trabajo de
corresponsal. Revista parisiense apareció una última vez, el 29 de octubre de 1859,
retomando los mismos temas que venía trabajando: moda, literatura, ópera, teatro, reseñas
sobre la vida en París y, a modo de apéndice en su artículo, algunas noticias políticas europeas
(El Mosaico, octubre 29 de 1859, año I, n° 43, pp. 342-345). Estas no eran de mayor
profundidad en cuanto a la crítica de los modelos de gobierno europeos. Si bien se ve en su
narración el horror y descontento que le producen los sucesos allí ocurridos, no toma partido
de ningún bando, o por lo menos no nos lo hace saber. Así termina esta primera intervención
de la autora en la vida pública neogranadina.
41
Días antes de la última publicación de Revista parisiense, el 1 de octubre de 1859,
aparece en El Mosaico una crónica publicada en 8 entregas entre octubre de 1859 y mayo de
1860, Revista europea o Recuerdos de Suiza (trimestre 4, n° 39, pp. 309-312). Esta
publicación gira en torno a su viaje por toda Suiza que comenzaron el 16 de julio de 1859
(Corpas de Posada, p. 232 -243). Esta revista viene siendo una continuación de lo que era
Revista parisiense, pero con tres aspectos que marcan su diferencia. En primer lugar,
aparecen los tópicos que pertenecen más a una narración literaria que a una correspondencia.
Si bien la autora mantuvo su intención descriptiva, esta vez giró la mirada sobre el paisaje,
los caminos, los lagos, las montañas, medios de transporte y las personas. Suiza no le dio
oportunidad de mirar otros panoramas. En segundo lugar, se hace notorio el cambio en la
forma de inserción de los diálogos dentro del texto. En Recuerdos de Suiza, Acosta de Samper
inserta los diálogos dentro del texto con una clara intención estética y literaria. Por ejemplo,
en el capítulo XXI, “Kussnach – Capilla de Guillermo Tell – Lago de Zug – Horguen”,
Acosta de Samper recuerda que los viajeros iban a realizar el viaje de descenso, pero mientras
tanto, escucharon sin intención la conversación de dos jóvenes ingleses allí sentados (La
Mujer, Tomo III, n° 36, p. 256). La escritora nos deja ver que tiene dos cartas bajo la manga:
seguir construyendo y fidelizando su público lector a la vez que se ejercita en el mundo de
las letras. Por último, la sección en donde fue ubicada Revista europea en El Mosaico fue la
“Sección literaria”. A simple vista parece un hecho aislado y apenas perceptible, pero su
aparición en la sección literaria es sinónimo de que su praxis intelectual temprana comenzaba
a insertarse en el campo cultural colombiano. Su ascenso social dentro del mundo de las letras
neogranadinas la vinculaban directamente en el proyecto de modernización y de creación de
una literatura nacional.
En esta época, después de la derrota del partido conservador en la Guerra Civil que se
libró entre 1860 y 1862, la prensa, en general, se constituyó con más fuerza como herramienta
ideológica imprescindible dentro del campo cultural e intelectual, pues “los directores de las
publicaciones periódicas desarrollaron una prensa moldeada a partir de la representación que
tenían de la comunidad lectora, considerando sus necesidades e intereses como punto de
partida para repercutir en sus prácticas sociales” (Gil, 2016, p. 155). Conforme avanza Acosta
de Samper en sus publicaciones, su lugar en el círculo letrado del país se afianza. Y, aunque
resulte incierto hablar del público al que llegaron sus epístolas, desde su primera etapa como
42
escritora ella entendió a la prensa en dos sentidos: como una defensa o protección de intereses
y opiniones específicas de cada individuo y como lugar de entrenamiento, formación y
desempeño de la nueva generación de intelectuales que estaba surgiendo en el país.
Para 1864, Acosta de Samper intervino nuevamente en El Mosaico. Esta vez con La
perla del valle (marzo 12, año III, n° 9, p. 68), un cuadro breve, Ecos de Europa (marzo 24,
año III, n° 11, pp. 83-85), dos crónicas, Fragmentos i reflexiones: I La juventud. II. La poesía
(abril 30, año III, n° 16, pp. 122-123), Fragmentos i reflexiones: III. Ilusiones. IV. Amor y
coquetería (junio 4, año III, n° 21, pp. 164-166) y La monja [Episodios y estudios sociales]
(junio 25, año III, n° 24, pp. 188-191), tal como ella lo llamó. Debido a que en este apartado
nos ocupamos únicamente de la parte periodística de la autora, hablaremos, en primer lugar,
sobre Ecos de Europa, una corta publicación que recibe a sus lectoras y lectores con una frase
muy diciente sobre la actitud que la autora asume ante la situación del país: “por más que nos
orgullezcamos con nuestra soberanía e independencia americana, i estemos más satisfechos
con los acontecimientos interiores, siempre vemos el correo de Europa con sumo interés” (El
Mosaico, marzo 26 de 1864, año III, n° 11, p. 85). Para este momento, el gobierno de Manuel
Murillo Toro se acercaba y el triunfo liberal había traído al país grandes cambios como la
implementación de las libertades civiles y fuertes reformas a la Iglesia propias de un Estado
secular. Tal como lo observa Iván Padilla,
por primera vez en Colombia sin aludir a Dios, «en nombre del pueblo y de los Estados Unidos
Colombianos» se declara, primero, que los «Estados Soberanos […] forman una Nación libre,
soberana e independiente, bajo el nombre de “Estados Unidos de Colombia”» (capítulo 1);
segundo, en la «Garantía de los derechos individuales», se convierte la práctica religiosa en un
asunto individual, autorizando «la profesión libre, pública o privada, de cualquier religión; con
tal de que no se ejecuten hechos incompatibles con la soberanía nacional, o que tengan por
objeto turbar la paz pública» (capítulo 2, sección 2, artículo 16); y tercero, de igual manera, en
las «Bases de la unión», se declara que «para sostener la soberanía nacional, y mantener la
seguridad y tranquilidad públicas, el Gobierno nacional, y los de los Estados en su caso,
ejercerán el derecho de suprema inspección sobre los cultos religiosos, según lo determine la
ley»; se prohíbe la imposición de «contribuciones» para los «gastos de los cultos establecidos
o que se establezcan» en el territorio nacional (capítulo 2, sección 4, artículo 23). (Padilla,
2017, pp. 22-23)
43
Así pues, resulta indispensable que pensemos de qué manera afectan en el proyecto
intelectual de la autora, así como en su propia consciencia, el hecho de que la Iglesia y el
Estado rompieran los vínculos que antes le daban el poder al clero de inspeccionar e
intervenir en asuntos de la nación, específicamente de la educación. Esta separación traía
como consecuencia la pérdida de poder institucional por parte de la Iglesia en un Estado
fluctuante entre lo tradicional y lo moderno.
Aunque en los escritos de Soledad Acosta de Samper se observa que no estuvo de
acuerdo con dicha separación, y menos con las reformas que afectaban las tareas tradicionales
de la Iglesia, no se encuentra en ellos términos que la delaten; por el contrario, de manera
sutil, su toma de posición deber ser leída entre líneas. Sin duda, nuestra autora apoyaba
algunas ideas provenientes del liberalismo que buscaba modernizar el país, pero no estuvo
de acuerdo con la exclusión radical de la Iglesia en asuntos de orden pedagógico y moral,
como veremos más adelante. Para ella, las leyes morales universales no debían ser
abstracciones puestas en un papel de contenido constitucional y mucho menos con
pretensiones de acercar al sujeto a lo que, para su juicio, era mal llamada libertad o
emancipación. Sin poner en riesgo su condición de mujer y, por el contrario, aprovechándolo
al máximo, su planteamiento aquí se vuelve más radical; sin dar la impresión de ser una
opositora dogmática, sin actitudes que la pudieran comparar con un hombre público de la
época, Acosta de Samper lleva a cabo una férrea oposición a las reformas propuestas por el
ala liberal radical.
Acosta de Samper, católica practicante convencida, se muestra afectada por el vacío
que dejó la exclusión de la Iglesia en un país católico por tradición, en una nación en proceso
de consolidación. Por esta razón, decide publicar ensayos de reflexión moral que aproximen
a sus lectoras a una espiritualidad que ella percibía en riesgo de decadencia. La autora hace
explícita su postura a favor de la necesidad de la Iglesia como eje mediador entre la
conciencia individual y la conciencia colectiva. La primera entendida como sistema
compuesto por aspectos culturales y sociales, así como espirituales y morales creados por la
relación entre el humano y la sociedad. La segunda comprendida como un sistema de signos
interconectados que configuran la propia condición humana y la colectividad. De aquí se
deriva una de las ideas regidoras del pensamiento de la autora: la Iglesia, en su condición de
44
institución influyente en ambas conciencias, debía permanecer en la estructura moral y ética
del hombre y la sociedad. Por tal razón, al rechazar la separación de la Iglesia y el Estado,
Acosta de Samper buscaba influir en la sociedad insistiendo en la conexión que existe entre
cultura, Iglesia, colectividad e individuo.
El texto que mejor lo ilustra es “La monja (Episodios i estudios sociales)”. Allí,
Acosta de Samper hace una denuncia explícita al derecho de tuición ejercido por el presidente
de ese entonces Tomás Cipriano de Mosquera. Dice pues que
[c]ada uno de estos tipos demuestra claramente que el quitarles sus conventos a esas infelices
a quienes la ambición, la vocación, el remordimiento, la desgracia, la necesidad o la devoción,
ha hecho buscar allí un asilo, es la crueldad más grande que se puede cometer. Sin embargo,
la expulsión de las monjas de sus conventos, ha sido ejecutada en nombre de la civilización,
es decir, de la humanidad, i en nombre del progreso, es decir, de la libertad individual! (junio
25 de 1864, año III, n ° 24, p. 191).
De tales consideraciones podemos deducir lo que para la escritora podrían ser
posibles consecuencias: en primer lugar, Acosta de Samper, quien con 5 años de recorrido
en la opinión pública hasta ese momento, revela como contradicción de la ideología liberal
el hecho de expulsar a quienes, según ella, hacían mejor el trabajo de educar a la nación para
un bienestar futuro, a pesar de que los conventos a los que se refiere en el texto no eran
escuelas. La modernidad como utopía entendida por los intelectuales y políticos liberales se
planteaba, entre otras cosas, como una apertura y progreso no solo económico e institucional,
sino también de aspiraciones individuales. En este aspecto, el punto de divergencia de la
autora con respecto a las propuestas liberales se encuentra en el hecho de entregar la
educación moral del individuo y de la sociedad, según ella, a un liberalismo que ciertamente
se encontraba anunciando un perfeccionamiento de aspectos que supuestamente estancaban
a la sociedad y la alejaban del ideal de civilización: la unión entre la Iglesia y el Estado. Esta
cuestión, que había sido uno de los principios rectores del ala liberal, así como el librecambio
en economía, dio lugar a la supremacía del liberalismo en torno a la idea de construcción de
un Estado-Nación (Loaiza Cano, p. 41).
Así pues, Acosta de Samper es una de las distintas mujeres en Latinoamérica que
buscaba para la mujer un reconocido lugar dentro del ámbito privado y, si se podía, una
intervención en la vida pública, pero no únicamente en un sentido religioso, sino integral, en
45
el que la mujer pudiera intervenir en asuntos del Estado, de la economía, de la educación de
manera directa o indirecta, pero igualmente visible que las labores masculinas. Es justo
afirmar que, en esta primera etapa, la particularidad de la autora es comprender el tiempo
histórico en el que se desenvuelve, así como su función intelectual y pedagógica como punto
de partida dentro de una serie de acciones que tendrán que ver con la intervención de la mujer
colombiana en la sociedad.
Para terminar este primer apartado agregaremos que Soledad Acosta de Samper,
después de permanecer algunos meses en Lima, regresó al país en 1864 con un propósito
intelectual más ambicioso. En la segunda mitad del siglo XIX, los intelectuales y la prensa
“no actuaban solamente en el campo limitado de la representación, la defensa de la protección
de los intereses y las opiniones específicas de sus propias bases” también “construían tramas
conectivas que atravesaban y articulaban vertical y horizontalmente la sociedad” (Sabato,
2006, p. 267). Por esta razón, podemos asegurar que Acosta de Samper, mujer perteneciente
a la élite ilustrada (letrada) colombiana e hispanoamericana, reconoce la prensa como un
espacio decisivo para instruir a la mujer y prepararla para su participación en la organización
de la sociedad, no solo por medio de artículos o correspondencias, sino por medio de
cualquier producto cultural que pueda ser exhibido en los periódicos. La creatividad de la
autora y su idea de plasmar su condición de mujer que entiende la civilización como un
devenir histórico, le permite posicionarse en una sociedad en constante movimiento38 como
un individuo complejo producto de un período de turbulencia y transformación.
Acosta de Samper después de 1864 publica novelas, relatos y traducciones como
consecuencia de la ampliación de su trabajo intelectual. Así pues, terminaremos este apartado
haciendo énfasis en que, para cumplir el propósito de esta tesis, nos concentramos
únicamente en analizar las publicaciones periódicas que ilustraban con mayor precisión el
motor vital de sus inquietudes personales y de su proyecto intelectual.
2.2. Soledad Acosta de Samper, traductora de futuras consciencias
Una de las principales funciones de las y los intelectuales del siglo XIX fue la de ser
mediadores culturales entre las tradiciones europeas y el propio campo cultural nacional. De
38 Carolina Alzate en Soledad Acosta de Samper y el discurso letrado de género 1858-1881 habla sobre la
importancia de la noción de movimiento en la obra de la autora.
46
esta manera, la traducción fue un oficio que participó de la circulación de ideas, formas y
discursos que influyeron en la construcción de las emergentes naciones latinoamericanas.
Según Susan Bassnet y Harish Trivedi (1999), la traducción,
«lejos de ser una actividad inocente y transparente, […] está cargada de significación en todos
los niveles; raramente, a lo mejor nunca, involucra una relación de igualdad entre textos,
autores o sistemas». Por lo tanto, la traducción (e interpretación) desempeñó un papel
significativo en el «desarrollo» sociopolítico y socio-cultural de los hombres americanos así
como de la conformación de identidad. (Citado en Georges Bastin, 2008, p. 12)
Aspectos como la creación de una literatura nacional; el establecimiento de horizontes
ideológicos orientadores de la formación de los hombres y las mujeres de las nuevas
naciones; y la vinculación de la cultura nacional con el mundo occidental se dio a través de
las elites letradas y la función que asumieron como agentes culturales. Así, la traducción se
volvió un ejercicio fundacional en la creación de una cultura nacional, pues permitía tanto la
importación de literaturas, cosmovisiones y esquemas políticos, como la modernización y
transformación de los roles sociales de hombres y mujeres. De esta manera, “la traducción
cumple en este período un papel clave en la implementación definitiva y el desarrollo de las
‘naciones’ latinoamericanas” (Bastin, 2003, p. 209). Después de una primera etapa en la que
las traducciones de textos de contenido político fueron el foco de atención de estos letrados,
durante la segunda mitad del siglo XIX se abrió el paso a textos literarios, científicos y
educativos (Bastin, p. 208).
En Colombia, aparecieron intelectuales que se entregaron al ejercicio de la traducción
como un oficio primario (hay que recordar que solo hasta hace poco se viene reconociendo
el papel protagónico de la traducción en la cultura). Así pues, podemos enfatizar en que, tal
como lo señala Beatriz Aguirre en su artículo “Soledad Acosta de Samper y su papel en la
traducción en Colombia en el siglo XIX” (2004),
La traducción cumple un papel importante en esta “imaginación” de la nación con estos tres
elementos definidos por [Benedict] Anderson: primero, contribuye a limitar la relación de su
lengua con la de otras naciones; luego, al traducir textos foráneos, establece la soberanía de
la lengua propia y, por último, construye comunidad alrededor del texto traducido. (p. 241)
En el caso de Soledad Acosta de Samper (1833-1913), fueron la educación, los viajes
y el manejo del francés y el inglés que le dieron la posibilidad de ejercer este oficio de forma
prolífica en un mundo que reservaba la actividad intelectual a los hombres. Esto se vio
47
reflejado en las colaboraciones que realizó para El Bien Público: periódico político, literario,
noticioso y de ciencias, industria, comercio, estadística, costumbres y variedades (1870 –
1872) y La Mujer (1878 – 1881) (revista dirigida por ella misma y en la cual publicó el mayor
número de sus traducciones). En Acosta de Samper, así como en otros escritores
latinoamericanos, “lo que se pone en juego con la traducción es el manejo y apropiación de
la cultura europea. El escritor se define como un civilizador y sus textos son el escenario
donde circulan y se exhiben las lecturas extranjeras” (Piglia, 1980, año 3, n° 8, p. 16). La
escritora bogotana encuentra que por medio de la traducción se vuelve una tarea más sencilla
adaptar ciertas prácticas europeas a la sociedad colombiana y respaldar su proyecto nacional
con el peso de una cultura civilizada. Por eso las frases no llegan huérfanas; vienen cargadas
semánticamente de los valores de su autor, lo que quiere decir que conserva y reconoce para
sí misma y sus lectores una distinción entre culturas, y se tejen con los valores de la autora
para desembocar en una propuesta de proyecto nacional sólida con valores universales. En
su obra, “la traducción no es un medio inocente de conocimiento de las obras traducidas; al
funcionar como una intermediación entre culturas, tiene que ejercer influencia en la cultura
de llegada” (Aguirre, p. 242).
Para comenzar, vale la pena mencionar tres aspectos que permiten comprender el
lugar de la traducción en su obra. En primer lugar, si bien no existen datos sobre la fidelidad
de sus lectores y lectoras, podemos decir que las traducciones cumplían una función
importante en la creación, formación y ampliación de su público ya que estas fueron
mediadoras entre los autores extranjeros, sus ideas y sus lectoras. En segundo lugar, los textos
traducidos por la autora cumplían objetivos específicos en el marco de la educación de la
mujer y de la formación de la sensibilidad. La elección de los textos traducidos aparece
condicionada por las disputas intelectuales de la época sobre el “horizonte de importación
cultural” necesario en el país, pues, por un lado, las traducciones realizadas por partidarios
del liberalismo se centraban en textos de origen francés e inglés; y por el otro lado,
intelectuales conservadores como Miguel Antonio Caro (1843-1909) y Rufino Cuervo (1844-
1911) traducían del latín al español e idolatraban la cultura hispánica. En tercer lugar, la
traducción, como oficio vital dentro de su carrera literaria e intelectual, nos permite conocer
qué tipo de filiación estableció su pensamiento y obra con los países, culturas, autores e ideas
que traduce, y de allí deducir el propósito que subyace debajo de esas traducciones.
48
El estrecho establecimiento de estos vínculos se produce, principalmente, por dos
razones: la primera, los viajes realizados por Acosta de Samper a Francia y otros países de
Europa39 durante sus primeros años de juventud, así como las tradiciones heredadas de su
madre Carolina, fueron decisivos dentro de su formación como intelectual. A lo largo de esos
años, la escritora se confronta con un campo cultural e intelectual abundante y diverso; asiste
a tertulias en salones literarios, conoce otros miembros de la élite letrada y tiene acceso a la
prensa y literatura escrita en esa época. En estos sitios, en donde la letra y la pluma tienen
lugar, la autora encuentra algunos presupuestos ideológicos liberales que se encajan en su
visión de mundo y proyecto intelectual. La segunda razón es que los textos de Alphonse Karr
(1808–1890), Joseph-H Morand (1826–1895), Dinah Maria Mulock40 (1826–1887) y Pablo
Leroy-Beaulieu (1879)41 se enfocan precisamente en la dirección hacia donde la autora había
dirigido su mirada desde hacía algunos años; otorgar una función social a la mujer no es solo
un asunto de las naciones civilizadas. Las ideas presentes en las obras de estos autores se
convierten para Acosta de Samper en problemas mal planteados en su país de origen. En este
sentido, Inglaterra y Francia, cunas de los autores seleccionados por Acosta de Samper para
traducir, se convierten en su respaldo y para toda su empresa intelectual, pues para 1870 la
mujer en Europa ya llevaba algunos largos años luchando por sus derechos (González García,
2017, p. 107)42.
Siendo así, podemos decir que la influencia que ejercen los escritores mencionados
en el pensamiento de Acosta de Samper está estrechamente vinculada a su propia búsqueda
por ubicar la situación social del país – especialmente la de la mujer – en las promesas
modernizadoras de las políticas extranjeras que se acentuaban en Colombia. Las traducciones
de Acosta de Samper sirven al lector como analogía de su proyecto nacional. Las ideas
39 La narración de los viajes hecha por Soledad Acosta de Samper a Europa en estos años está concentrada en
Revista parisiense, Revista europea y Recuerdos de Suiza. 40 Soledad Acosta de Samper tradujo en 1894 El rey Arturo, libro escrito por Dinah Mulock Craik. 41 Traducción publicada en tres entregas. La primera: La Mujer, Tomo III, n° 25 (oct 1/1879); la segunda, La
Mujer, Tomo III, n° 26 (oct 15, 1879); la tercera, La Mujer, Tomo III, n°27 (nov 1, 1879). 42 “[E]l feminismo surge en vinculación estrecha con el movimiento de la Ilustración y por ello mismo enuncia
la falta de inclusión de las mujeres en los derechos, en la universalidad de la razón, así como en una vida libre
de prejuicios, por mencionar algunos de los exhortos que hacía. Se exigía pues incluir a las mujeres en ese
conjunto de prerrogativas universales. Estas propuestas teóricas son representadas de forma emblemática en las
figuras de Olympe de Gouges y de Mary Wollstonecraft, por ejemplo. La finalidad de estas propuestas era la
de denunciar las incongruencias en las que incurrían las prácticas sociales dominantes” (González García, p.
108).
49
tomadas de Karr, J. Morand, Mulock y Leroy-Beaulieu sirven de apoyo para las de la autora.
Lo que ella paralelamente hace es comparar las opiniones, convicciones, creencias y valores
europeos con sus ideas, así como juzgar estos presupuestos europeos mediante la
comparación. “Conocer es comparar”, dice Ricardo Piglia, por eso el juicio que hace Acosta
de Samper se evidencia mediante la estructura formal de la publicación. La autora selecciona
fragmentos para traducir y no la totalidad del texto, como se hacía comúnmente en el siglo
XIX, puesto que “muchas de las obras revisadas son versiones, adaptaciones o resúmenes de
las obras originales, por motivos de economía de espacio, políticos o estéticos” (Aguirre, p.
242). En últimas, este acto es una forma de hacer crítica a las sociedades europeas, pues los
lectores no conocen los escritos traducidos en su totalidad. Lo único evidente era que Francia
e Inglaterra brindaron a algunos intelectuales los principios del liberalismo como motor
axiológico43.
En las traducciones de Acosta de Samper, como veremos, el genio femenino, esa
capacidad creadora no solo de lectores y conciencias, sino de voz y tejidos culturales, se
muestra al inscribirse en esta forma híbrida, fragmentada de traducir los textos. En su
estrategia como traductora, la autora, al parecer, no solo quería encontrar una manera
apropiada para presentar sus traducciones, sino entablar una conversación más allá del
aspecto intelectual con los autores de los textos y de su público, una conversación en donde
hilara sus ideas, presupuestos axiológicos, proyecto intelectual y en la que presentara su
concepción de mujer colombiana de la segunda mitad del siglo XIX.
Para cumplir el objetivo de este capítulo analizaremos cuatro traducciones publicadas
entre 1870 y 1881. La primera es una traducción de un corto fragmento de Les femmes (1853),
libro escrito por el crítico, periodista y escritor francés Jean-Baptiste Alphonse Karr (1808–
1890), o como lo llamó la autora, Alp Karr, aparecida en 1870 en El Bien Público; la segunda
es “Introducción al estudio de las ciencias físicas”, traducción del texto de J. Morand hecha
por Acosta de Samper para El Bien Público en 1870; la tercera es Lo que piensa una mujer
43 “El pensamiento liberal se nutrió de las ideas de la Ilustración (de Rousseau, Voltaire, Montesquieu), de los
pensadores ingleses (Locke, Paine y Bentham), de los ideólogos franceses (principalmente de Destutt de Tracy),
del espíritu de la Revolución Francesa, de la Independencia de los Estados Unidos, y, posteriormente, se
enriqueció con las ideas del evolucionismo de Darwin, Herbert Spencer y el positivismo de Augusto Comte.”
(González Stephan, pp. 80-81)
50
de las mujeres, texto escrito por la inglesa Dinah Maria Mulock Craik44 y publicado en 5
entregas en La Mujer (1878–1879); y, por último, La educación de las hijas del pueblo. El
trabajo de las mujeres en el siglo XIX (La Mujer, oct 1 de 1879, tomo III, n° 25, pp. 15-19),
obra escrita por el francés Pablo Leroy-Beaulieu, ya estudiada por Beatriz Aguirre en el
artículo anteriormente mencionado. Estos autores y los textos traducidos son representativos
de la clase de debates y discusiones que la autora consideraba importantes con respecto a la
formación de la mujer en Colombia.
Me gustaría hacer hincapié en que la razón de la selección de las traducciones, así
como los comentarios al margen que Acosta de Samper hace, se encuentran en el artículo La
instrucción de la mujer en la sociedad (La Mujer, mayo 20 de 1879, año II n°16, pp. 86-89),
traducción del texto escrito por Monseñor Dupanloup, Obispo de Orleans45. Allí, Acosta de
Samper dice que traducirá “todo aquello que nos parezca más digno de atención con respecto
á nuestras mujeres, y adecuado a nuestras costumbres, intercalando algunas observaciones
propias del asunto y desarrollando las ideas que más nos convienen en Colombia”46(p. 87).
Este carácter híbrido de las traducciones es significativo ya que de alguna manera las
precisiones y comentarios de la traductora iban encaminadas a fijar sentidos en las
potenciales lecturas de los textos traducidos. Es necesario mencionar que, de la selección
hecha para este capítulo, los textos de Karr y Morand no presentan estas intervenciones de
Acosta de Samper.
2.2.1. Moda y materialismo: crítica de Soledad Acosta de Samper a la sociedad
parisina
Uno de los aspectos que Acosta de Samper resalta y comparte de los fragmentos del
ensayo que traduce de Jean-Baptiste Alphonse Karr, con respecto a la mujer, es que
“[c]uando la mujer se deja llevar por los encantos, no es ya la compañera y asociada del
hombre: es su mujer, su propiedad y su esclava” (El Bien Público, agosto 9 de 1870, año I,
trimestre I, n°4, p. 16). En Karr, quien tenía una posición crítica muy fuerte acerca de la moda
44 Por orden de publicación: La Mujer, año I, n° 1, septiembre 1 de 1878; La Mujer, año I, n° 3, octubre 3 de
1878; La Mujer, año I, n° 6, noviembre 25 de 1878; La Mujer, año II, n° 9, enero 22 de 1879; La Mujer, año II,
n° 11, febrero 21 de 1879. 45 Los fragmentos presentados por Acosta de Samper de este texto son traducidos por doña María de la Peña. 46 El énfasis es mío.
51
y su incorporación a la consciencia y el comportamiento femenino, aparece, como dice
Walter Benjamin en el Libro de los pasajes (1982), “de un modo muy significativo la teoría
racionalista de la moda” (p. 92). El escritor francés intenta rastrear de forma metódica el
origen de la necesidad de la mujer por vestir de una forma u otra. Piensa, por ejemplo, que
“el origen de las faldas largas está en el interés de ciertas damas por ocultar unos pies poco
favorecidos”, además, que “el origen de ciertas formas de sombreros y peinados es el deseo
de disimular una escasa cabellera” (p. 92).
La toma de posición de Acosta de Samper frente a las ideas expuestas por Karr se
manifiesta de dos maneras. En primer lugar, en Les femmes la reflexión central es que la
mujer, debido al cultivo de la apariencia sobre otras cosas que carecen de materialidad, se
convierte en propiedad del hombre. En otras palabras, la mujer cuando se sumerge en el
mundo de la vanidad no se cultiva a sí misma y, en ese sentido, no trasciende el plano de lo
material y lo físico en ningún momento. Para Karr, la mujer vive demasiado ocupada en
cubrir sus defectos corporales por medio del vestuario o de la ostentación con joyas o trajes
(Karr, 1860, p. 33, 82). En otras palabras, la mujer se fetichiza a sí misma, se vuelve un objeto
de intercambio en un sistema de consumo que solo busca satisfacer los caprichos y modas de
la industria. Por su parte, Soledad Acosta de Samper pensaba que la moda no tenía el carácter
generalista que menciona Karr, sino que esta es reflejo de las costumbres particulares de las
naciones. Para ella, así como lo dejó claro años atrás47, la mujer francesa evolucionaba en
una sociedad en donde la moda y el lujo hacían parte de un sistema que clasificaba a las
personas en determinada clase social, y todo según su manera de vestir. La autora veía a la
moda como un factor diferencial de clase, que reforzaba un modo de vida materialista,
opuesto totalmente a la formación espiritual y moral que, según ella, debía tener la mujer.
Para Acosta de Samper,
[n]o hai cosa tan fantástica i servil al mismo tiempo como eso que llaman moda. Ella sigue a
los gobernantes, i a las gobernantes en todo; i si se quiere saber qué clase de instituciones
tiene un pais, la moda os lo dirá. Si es sencilla i decente, se puede estar seguro de que el
gobierno es libre i las costumbres puras; pero si al contrario, exajerada i lijera, es una prueba
evidente de que el pueblo se halla bajo el régimen de la tiranía i que la corrupcion reina entre
47 Revisar Revista parisiense (Biblioteca de Señoritas, ene 8 de 1859, Año II, n° 38, pp. 1.5).
52
todas las clases de la sociedad (Biblioteca de Señoritas, febrero 5 de 1859, año II, n°42, p.
34)48.
A diferencia de Francia, dice Acosta de Samper en Revista parisiense, las señoritas
del país “nos contentamos con seguir la moda moderada” (p. 33). Aseveración que pretende
hacer reflexionar a los lectores y lectoras sobre la actitud de la mujer colombiana frente a la
moda. El fragmento de Karr, seleccionado cuidadosamente por Acosta de Samper, le sirve,
en este caso, para hacer un énfasis en la idea sobre la relación entre el vestir y la función
social de la mujer en diferentes sociedades, así como del papel que debía cumplir, ya que,
según Karr, la mujer se debe hacer cargo de “los cuidados y penalidades de la familia, y así
será igual al hombre” (El Bien Público, p. 16). Igualmente, Acosta de Samper se sirve del
tema de la moda para contraponer la superficialidad de la moda parisense frente a la
moderación de la mujer colombiana y su lugar como agente de cambio dentro del proyecto
modernizador del país. En resumen, la selección que hace la autora de los pasajes que traduce
tiene el propósito de discutir la generalización de las actitudes femeninas hechas por Karr y
la cosificación de la mujer, producto de estructuras patriarcales y de los efectos del sistema
de consumo que se generó en los países industrializados.
Por otra parte, estos fragmentos también muestran un acuerdo entre Acosta de Samper
y la visión que el autor francés tenía sobre la moda y el posicionamiento de la mujer en el
sistema patriarcal. Dice Karr (y traduce ella) que toda acción realizada por una mujer tiene
una consecuencia directa en su vida privada y en la sociedad. Por esto,
la mujer que se ocupa solamente de sus trajes; la que no lleva al hogar sino un aumento de
necesidades; aquella por quien el hombre debe imponerse un doble trabajo, dobles
privaciones, dobles rapiñas, dobles crímenes: esa no es igual al hombre, ni su asociada, ni su
compañera: ella no puede pagar la esclavitud de sus caprichos sino con la esclavitud que el
hombre exija de ella49. (El Bien Público, p.16)
Tal como lo manifestó Acosta de Samper en otros escritos50, la vanidad, el ego y el
lujo no son aliados de la libertad. Por eso “cuando la mujer se deja llevar por los encantos de
lujo exagerado, no es ya la compañera y asociada del hombre: es su mujer, propiedad y su
esclava” (p. 39). La mujer, en pocas palabras, no conseguiría la emancipación en ningún
48 Las cursivas son de la autora. 49 El énfasis es mío. 50 La juventud y modestia, orgullo y vanidad (El Tradicionista, septiembre 17 de 1872, año I, n° 24, p. 446).
53
ámbito de su vida porque las relaciones de dominación masculina establecidas hasta ese
momento se seguirían perpetuando dentro de las mismas estructuras sociales si la mujer, entre
otras cosas, se dejaba seducir por la opulencia material y el ascenso social. Esta posición
valorativa de la mujer se entiende a través de las tres razones que ella proponía como origen
del sometimiento de la mujer frente al hombre: la tradición, la dominación masculina en la
organización social como un continuum de la tradición y, la peor, según ella, su propia
voluntad y vanidad.
2.2.2. La educación intelectual y espiritual femenina como propuesta
modernizadora
Para 1870, la diferencia de las condiciones de las mujeres entre Europa y Colombia
era bastante notable. En Europa, la condición femenina se ve favorecida mayormente por el
acceso a la enseñanza secundaria y superior, al trabajo pago y, para ese momento, al acceso
sin censura a la vida pública (Bourdieu, 1998, p. 111)51. En Colombia, la educación de la
mujer era asunto de discusiones políticas de los partidos liberal y conservador, los cuales
tenían una propuesta educativa distinta. Durante la hegemonía liberal (1863-1886), los
postulados civilizadores convenían en que la llamada modernización disminuiría las
desigualdades sociales siempre y cuando toda la población, sin distinción social y de género,
estuviera instruida y educada (Bonilla de Ramos, 1978, p. 2). Pero la realidad con respecto a
la mujer fue otra. Hasta 1860 la educación de niñas y jóvenes bogotanas “fue ejercida
principalmente por instituciones de carácter privado”, pero desde 1870 “la escolarización
femenina también comenzó a ser fuertemente impulsada por el Estado” (Zuluaga, 2002, p.
140), no solo por voluntad política, sino porque “gracias al mejoramiento de las condiciones
económicas, con el aumento de exportaciones de productos como el tabaco y la quina, el
estado liberal pudo adoptar una política intervencionista en materia educativa” (Malkún,
2010, p. 138)52.
51 Es evidente, como dice Pierre Bourdieu en La dominación masculina (1998) que “no es posible explicar, ni
siquiera en pocas palabras, el conjunto de los cambios que el acceso masivo de las mujeres a la educación
secundaria y superior ha podido determinar, sobre todo en el terreno político y religioso, así como en el conjunto
de las profesiones característicamente femeninas” (p. 111). 52 Tanto “la Nación” como “los Estados Federales y los municipios se repartieron el financiamiento de la
instrucción pública para los cuales se crearon nuevos impuestos. Al canalizar mayores recursos presupuestales
para la educación, estos se destinaron, sobre todo, al mejoramiento de la infraestructura educativa y a la
54
Con la aparición del Decreto Orgánico de Instrucción Pública (DOIP) en 1870 se
buscaba “el fomento de la instrucción primaria, la uniformidad de los textos de enseñanza, la
fundación de una escuela normal para varones y una escuela normal para mujeres en cada
Estado”, así como “el estímulo al sentimiento público en favor de la educación del pueblo”
(Zuluaga, p. 142). La mujer, en teoría, quedaba protegida por la ley para acceder a una
educación libre, igualitaria. Sin embargo, a pesar de ser la mujer incluida en estos planes de
desarrollo, la educación que recibía un niño y una niña, según sus fines sociales, era diferente
(p. 142)53. Para Soledad Acosta de Samper y su proyecto intelectual, el DOIP refleja el interés
del gobierno por educar a las mujeres en aquel tiempo y permitirles acceder intelectualmente
a diversos ámbitos del conocimiento a pesar de ella no estar de acuerdo con los
planteamientos allí propuestos.
La traducción de “Introducción al estudio de las ciencias físicas” de J. Morand puede
ser entendida, entonces, como una primera respuesta de su parte al DOIP. El contenido del
texto apunta a la construcción de conocimiento de orden racional para su público lector, en
especial las señoritas. Durante la hegemonía liberal, la postura de la autora revela una
confianza en las capacidades intelectuales y racionales femeninas para adquirir el mismo
conocimiento que los hombres. Para ese momento, “en las escuelas de niñas se especificó
que se enseñarían solo los principales ramos, de manera que las horas de trabajo se
distribuyeran entre éstos y la enseñanza de las obras de aguja, economía doméstica y otros
ejercicios que convinieran particularmente a las mujeres” (Zuluaga, p. 153). Acosta de
Samper, durante el período de la hegemonía liberal, no consideraba que las mujeres debían
fundación de escuelas rurales, haciendo énfasis en el desarrollo de la educación pública primaria” (Malkún, p.
138). 53 “Desde principios del siglo xix se establecieron algunas diferencias entre lo que se debía enseñar a niños y a
niñas; tales diferencias consistían básicamente en que las niñas aprendiesen saberes relacionados con la
economía doméstica y con las manualidades. A partir de 1870 se amplían los ramos de la enseñanza de acuerdo
con las nuevas secciones que establece el DOIP; así, en la sección elemental se distribuyó el tiempo escolar en
los ramos de lectura, escritura, aritmética, el sistema legal de pesos y medidas, elementos de la lengua castellana,
ejercicios de composición y recitación, nociones generales de higiene y de geografía e historia patria. En la
sección superior, además de los ramos antes indicados, deberían estudiar elementos de álgebra, geometría y sus
aplicaciones usuales –especialmente el dibujo lineal–, teneduría de libros –aplicada no sólo al comercio y a las
oficinas públicas, sino a toda clase de cuentas– nociones de física, mecánica, química, historia natural, fisiología
e higiene, elementos de cosmografía y geografía general y la historia y geografía especial de Colombia.”
(Zuluaga, p. 153).
55
recibir una educación distinta a la de los hombres54, pero sí que se debía hacer un énfasis en
la educación religiosa. En ese sentido, la mujer no solo debía tener una vocación de progreso
espiritual, tal como se le había asignado mediante el sistema patriarcal, sino la oportunidad
para desarrollar sus capacidades intelectuales y racionales.
La traducción de Morand marca un giro en las ideas que Acosta de Samper tuvo de
la educación de la mujer –que adquiere sentido si se lee a través de las publicaciones que
hacía en la década del 70–, pues años antes la autora publicó artículos en los que presentaba
una visión más conservadora y tradicional sobre la educación de ambos géneros55. Sin
embargo, en 1879, y con una obra más madura, la intelectual publica Educación de la mujer
en América del Norte (s.f.)56, artículo que refleja su inclinación por la propuesta de una
educación gratuita e igualitaria para los niños y niñas:
La instrucción superior dada a las mujeres debe producir un gran bien moral, librándolas de
aquella tendencia a la frivolidad y a la vanidad de que se les acusa tal vez con exageración;
el rico desarrollo de sus facultades intelectuales les da derecho a intervenir en el gobierno de
sus familias, en la educación de sus hijos e hijas; y además, de una manera directa en el modo
de ser de la sociedad en general, puesto que los hombres se ven iniciados por ellas en aquellos
hábitos de dulzura, urbanidad y buena crianza que es difícil adquirir en medio de los negocios
y luchas diarias de los intereses materiales. (p. 33)57
Así pues, la educación en la mujer no consistía en desarrollar únicamente unas
“facultades espirituales” que relegan su función a ser un adorno del hombre. Con la
traducción de este fragmento, Acosta de Samper expresa su acuerdo con la implementación
de una instrucción tanto para las mujeres como para los hombres; mujer que se educa tiene
el imperio de sus propias facultades intelectuales y morales. Por el contrario, para la mujer
no instruida es más sencillo caer o continuar en el camino de la vanidad, así como no tener
el “derecho” a intervenir en el progreso moral e intelectual de su familia.
54 Es importante tener en cuenta la unidad de la obra de la autora, incluido su proyecto estético. Durante su
primera parte de producción intelectual –hasta 1880–, ella no habló nunca de mujeres de clase baja o media
(ignoradas por descuido o por conveniencia). Sus referencias siempre apuntaban a las mujeres de condición
acomodada. 55 Revista parisiense (Biblioteca de Señoritas, 8 de enero de 1859, año II, n° 38, p. 2). 56 Este último escrito es una traducción del “resumen de una parte del artículo publicado en la ‘Revista de ambos
mundos’ del 15 de setiembre de 1869, bajo el epígrafe de “Educación de las mujeres y de los libertos en
América” (s.f., p. 31). 57 Traducción de Soledad Acosta de Samper.
56
Esta formulación toma fuerza en Lo que piensa una mujer de las mujeres (1858),
texto escrito por la inglesa Dinah Maria Mulock Craik58, publicado en cinco entregas (La
Mujer, 1878–1879). Allí se habla sobre varios temas: la ocupación de la mujer, la
independencia personal, el trabajo de la mujer, la mujer de familia, la envidia, la
maledicencia, la mujer mundana y, por último, los caracteres femeninos y la influencia que
ejercen sobre la felicidad del hogar doméstico. Cada apartado trata un aspecto distinto
relacionado con la función social de la mujer. Mientras algunos se ocupan de la parte moral,
otros tratan sobre la materialización de la idea de libertad y emancipación femenina por
medio del trabajo, el cual le permitiría a la mujer subsistir sin necesidad de un apoyo distinto
al de sus propio trabajo. La traducción de estos apartados expone una amalgama de labores
que puede realizar la mujer como escritora, artista, costurera, madre de familia, ama de llaves
y maestras (La Mujer, sep 1 de 1878, n° 1, p. 20).
Al mismo tiempo, la publicación de esta traducción es, por un lado, una crítica a los
programas políticos del país que, hasta bien entrado el siglo XIX, no se habían reparado en
la participación de la mujer en labores públicas y, por el otro, una presión hacia las reformas
modernizadoras influenciadas por Europa, pero que no proponían ninguna solución concreta
a la situación particular de la mujer nacional. En esta atmósfera, Acosta de Samper sirve
como mediadora entre los discursos que traduce y la comprensión que las lectoras tienen de
su propio mundo. El ensayo de Mulock Craik se articula de manera eficaz con las ideas
reformistas de Soledad Acosta de Samper, quien, sin ser radical, destacaba la importancia de
la formación intelectual de la mujer dentro del hogar. Si bien Acosta de Samper excluye a la
mujer de los debates públicos, ya que no consideraba que su lugar fuera la política o los
debates partidistas, lo hace porque considera que el mundo doméstico o privado tiene la
misma importancia de la vida pública. Para ella, la formación de la institución de la familia
era un camino tan “honorable y difícil” como el camino “externo” tomado por el hombre (La
Mujer, 1879, p. 2). Acosta de Samper veía que la mujer influía de manera decisiva en la
sociedad por medio de la crianza de sus hijos quienes, eventualmente, crecerían, se
58 Por orden de publicación: La Mujer, año I, n° 1, septiembre 1 de 1878; La Mujer, año I, n° 3, octubre 3 de
1878; La Mujer, año I, n° 6, noviembre 25 de 1878; La Mujer, año II, n° 9, enero 22 de 1879; La Mujer, año II,
n° 11, febrero 21 de 1879.
57
convertirían en sacerdotes, políticos, maestros, figuras públicas59. Aunque desde una
posición moderna estas observaciones puedan parecer conservadoras, en su momento tenían
un fuerte elemento progresista que descentraba la posición de la mujer como un agente de
cambio estructural en la esfera colectiva y le deban herramientas para adquirir nuevos
derechos en el hogar y en la sociedad.
2.2.3. Un movimiento estratégico: la disputa por la educación de la mujer
Los años previos a la institución de la hegemonía conservadora (1886-1930) ponen
en cuestión los avances logrados en materia de educación de la mujer durante el período del
gobierno liberal. Por tal razón, desde la publicación de La Mujer, la opinión de Acosta de
Samper con respecto a la educación y a las labores femeninas toma un carácter más complejo,
estratégico y selectivo. Un antecedente de lo mencionado es la traducción que hace de
algunos apartes de La educación de las hijas del pueblo. El trabajo de las mujeres en el siglo
XIX, obra escrita por el francés Pablo Leroy-Beaulieu. Este texto, como menciona Aguirre
en su análisis,
Interesó a doña Soledad en un estudio detallado y profundo de la situación laboral de las
mujeres en Francia y otros países europeos, entre ellos Inglaterra, Suiza, Alemania y Bélgica,
con algunas menciones a Estados Unidos. El texto se publica en un momento en que la
sociedad francesa y la europea en general demandan este tipo de estudios, por el crecimiento
de la industria, que necesita mano de obra femenina, hasta el momento recluida en el hogar.
(p. 244)
La traducción es una muestra de la manera en que la autora entra en una etapa de
confrontaciones entre sus propias ideas y las del gobierno de turno. Para esta época,
Colombia ya había vivido la Guerra Civil de 1876-1877, o comúnmente conocida como la
Guerra de las Escuelas. Este conflicto interno fue de carácter político, económico y religioso
(Arenas, 2009, p. 14), pues los conservadores ortodoxos se manifestaron en total desacuerdo
con las reformas hechas por Aquileo Parra durante su periodo presidencial (1876–1878).
59 “La mujer republicana tiene el deber de educar hombres libres y enseñar a sus hijos desde la cuna las
verdaderas nociones de libertad; pero un hombre de partido es un esclavo siempre; y no puede obrar sino según
las órdenes de sus jefes, y muchas veces obedeciendo y trabajando en favor de principios que en realidad no
son los suyos. La mujer no debería pertenecer a ningún partido, porque en verdad la política aquí es tan
miserable en el fondo que una mujer de espíritu elevado y puro desciende de su posición al mezclarse en sus
intrigas. El deber de la mujer en la sociedad es otro: en ella se debe encontrar el origen de todo lo bueno y bello,
y su influencia debería ser benéfica, conciliadora y dulce incesantemente” (Colombia bajo el punto de vista
europeo, 1869, p. 13).
58
Parra, digno representante del ala liberal radical, de espíritu político y social abiertamente
antirreligioso y anticlerical, fractura más las relaciones entre el Estado y la Iglesia, así como
entre la educación y el poder de la Iglesia sobre esta60. Los sucesos de la guerra le concedieron
la victoria al presente gobierno federal a cargo de los liberales. Sin embargo, la fisura que
vivió el país en esos dos años, tanto política como socialmente, anticipó un giro radical en la
gobernanza nacional.
En 1878, después de la Guerra Civil y con la llegada a la presidencia del general
liberal independiente Julián Trujillo, “hecho que marcó un profundo hundimiento del partido
opuesto y el derrumbe total del grupo liberal de radicales u oligarcas” (Rodríguez Arenas,
2005, p. 441), Rafael Núñez anuncia el paso al período denominado la Regeneración. Fueron
varios los intelectuales, conservadores y liberales moderados quienes concentraron su interés
en el nuevo gobierno. Esta época tuvo como base una importante dicotomía: la religiosidad
y la modernidad.
De un lado la modernidad será sinónimo del triunfo de la razón, de la igualdad, de la
participación democrática, del progreso, y para los que piensan así la religión no es
más que el pasado, lo irracional, el oscurantismo, la supervivencia de una sociedad
rural, y, si me perdonan la expresión, una cosa de mujeres. Frente a los que ven de
esa manera la oposición entre modernidad y religión, encontramos los del otro lado,
los que miran desde la religión y que desde Pío X identificaron la modernidad con el
ateísmo, con una sociedad abandonada a las fuerzas de la evolución natural, una
identificación con aquellos determinismos que destruyen los valores de la tradición,
del humanismo, con todo aquello que haría imposible cualquier tipo de sentido
comunitario (Martín Barbero, 1995, pp. 178 -179).
Asimismo, en la Regeneración se le otorgó el poder a la rama ejecutiva, se amplió el
período presidencial a seis años y, en materia de religión, se restablecieron los bienes
incautados a la Iglesia católica, regresaron al país las comunidades expulsadas y se le encargó
al clero la complicada labor de impartir la educación (Iriarte, 1999, p. 59). Con respecto a la
60 Para la mayoría de los autores el conflicto por la educación religiosa fue la causa primordial de esta guerra.
Por ejemplo, para David Bushnell ‘la creciente agitación desencadenada por el asunto de la educación religiosa,
más que ningún otro factor, despertó una rebelión conservadora en 1876’; para Safford, ‘la causa principal de
la guerra fue el conflicto educativo y religioso’.” (Arenas, 2009, p. 32).
Además, se deben tener en cuenta las cercanas relaciones de colaboración existentes entre los conservadores
antioqueños y el clero, debido a que los primeros estaban dispuestos a iniciar una guerra que apoyara los
intereses de la Iglesia” (Arenas, H., 2009, p. 32).
59
cuestión de la instrucción, es importante mencionar que los liberales, quienes gobernaban en
1878, “confiaban en la educación como la vía por excelencia para alcanzar la igualdad social,
además, creían en el progreso, en la felicidad pública y en el poder transformador de la
ciencia” (Torres, 1992, p. 45). Pero con los conservadores al poder, “el proyecto educativo
de la Regeneración representó un regreso a los valores católicos hispánicos” así como “un
esfuerzo por lograr conciliar la formación religiosa con la científica, pretendiendo que los
maestros y maestras fueran cruzados de la moral al mismo tiempo que transmitían
conocimientos” (González Rey, 2015, p. 247). Con el cambio de gobierno, la Constitución
de 1886 y el Concordato de 1887, se permitió nuevamente la entrada del clero a Colombia y
le otorgaron el poder de inspeccionar y revisar los textos escolares61 para impedir que en los
programas de literatura y ciencias se propagaran “ideas contrarias al dogma católico y al
respeto y veneración debidos a la Iglesia” (Jaramillo, 1981, p. 279).
Acosta de Samper, lejos de ser extraña a estos sucesos, pues compartía su vida con
José María Samper, quien lideró una de las corrientes de pensamiento que buscaba conciliar
la presencia de un Estado fuerte y las libertades individuales (Iriarte, A., 1999, p. 78), estaba
de acuerdo con el retorno de las estructuras católicas al país, pues la educación religiosa, así
como lo advierte por medio del texto de Doupanloup, debía concebirse como parte
importante de “[l]a educación moral, es decir, el desarrollo del alma” (La Mujer, mayo 20 de
1879, año II n°16, p. 87). Para la autora, la educación moral y “la educación intelectual, es
decir, la cultura del espíritu” (p. 87) merecían un lugar igual de relevante dentro de un sistema
integral de educación. En ese sentido, en el proyecto de estructuración mental, social y
político, en donde la idea de creación de nación todavía surgía en las intervenciones de los
intelectuales y gobernantes, Acosta de Samper percibió como indispensable la conservación
de la tradición de orden católico en la moral neogranadina y la apertura política, cultural y
económica que beneficiara en el aspecto material al país. Por este motivo, podemos decir que
para 1879 su propuesta de educación, centrada tanto en la revalorización de la herencia
cultural de las sociedades españolas como de los valores presentes durante el período liberal,
propone a esta nueva etapa conservadora, liderada por algunos políticos como José María
Samper, Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro, no retroceder en materia educativa e
61 Artículo 13 del Concordato.
60
intelectual, al pretender alejar a la mujer de las ramas de instrucción como la ciencia o
geometría, sino reestablecer una instrucción moral que le restaurara a la mujer, bajo los
preceptos católicos, la capacidad de pensar, aprender, reflexionar y, eventualmente, ejercer
alguna influencia en el ámbito público62.
Es aquí evidente que el cambio de gobernanza puso en contradicción a Soledad
Acosta de Samper: su proyecto resultaba demasiado liberal para la orientación católica de la
educación que empezaba a regir63. Esto permite pensar que la autora adaptó su proyecto, sin
renunciar a sus ideas, a la nueva coyuntura. La Mujer, revista publicada en un período de
transición entre gobiernos pero concebida en plena hegemonía liberal, propone una visión
educativa y una misión particular a la mujer. Sin embargo, con el giro conservador en las
estructuras sociales y morales del país, la plasticidad de las ideas liberales presentes en el
proyecto de La Mujer se ponía a prueba, razón suficiente para que la autora dejara de referirse
a la mujer en términos generales, y se empezará a dirigir a las mujeres según su clase social.
Por lo menos, en esta traducción, “los comentarios de doña Soledad evidencian su posición
de clase” (Aguirre, p. 257). Con ello, podía generar un diálogo más preciso e íntimo. La
actitud de Acosta de Samper significa una adaptación, no solo de su pensamiento, sino de su
proyecto sobre la mujer, puesto que defendía que las mujeres de clases medias y bajas
también necesitaban acceder a instituciones educativas, aprender a leer y a escribir.
2.2.4. Autonomía económica de la mujer
La traducción que estudiaremos acá, La educación de las hijas del pueblo. El trabajo
de las mujeres en el siglo XIX, fue analizado juiciosamente por Beatriz Aguirre. Allí expone
algunas de las estrategias discursivas usadas por Soledad Acosta de Samper en la traducción
con respecto a las omisiones de la autora, los resúmenes, ampliaciones, adaptaciones,
transposiciones, traducción literal, compensación y traducción libre. Como mi propósito es
analizar sus estrategias enfocándome en su genio femenino, en este apartado en particular
62 Esta propuesta educativa en la que aparece la Iglesia como motor imprescindible de la educación individual
se ve en las revistas y periódicos creados por la autora después de 1878 como La Mujer (1878-1881), La
Familia: lecturas para el hogar (1884-1885), El Domingo de la Familia Cristiana (1889), El Domingo (1898-
1899) y, su última publicación, Lecturas para el hogar (1905-1906). 63 Con esto me refiero a que en sus textos, por ejemplo en sus novelas como Dolores o Laura, las mujeres no
se encontraban rezando todo el tiempo.
61
hablaré sobre la introducción por parte de Acosta de Samper del recurso clasificador de clases
sociales que mencioné anteriormente. Dice la autora que
[l]a mujer del pueblo (y aun la de las clases elevadas) debería aprender siempre un oficio
lucrativo, útil y que pudiera en todo tiempo darla con qué subsistir, para que sepa que es libre
y que no necesita absolutamente del trabajo del hombre. Ese es el bello ideal de la civilización
cristiana, en la cual el deber es el que impera, y en donde la mujer es libre porque sabe trabajar
con independencia y hacerse respetar y honrar. Esa es la verdadera libertad, la verdadera
independencia, la del alma, porque esa nadie nos la podrá quitar, ni las cadenas, ni el
cautiverio, y esa es la mayor satisfacción que puede experimentar el ser pensador. ¿Y cuál es
esa libertad del alma? El convencimiento de que no se necesita de nadie para subsistir; que
con el trabajo de sus manos ó de su mente la mujer se vale por sí sola y puede hacerse respetar.
Esa es la verdadera idea de libertad que se debe inculcar á las mujeres: todo lo demas no
conduce sino á su ruina y á su perdición (La Mujer, oct 1 de 1879, n° 25, p.17).
La libertad de la mujer no solo proviene de su educación moral e intelectual. Un
aspecto que conecta la productividad económica con la libertad individual: el trabajo
remunerado. Con respecto a la mujer, las posibilidades no eran tan amplias como las de los
varones, pero sí existían. Por parte de la autora, esta inclinación al derecho al trabajo es una
forma de insistir en la idea de que la mujer es autosuficiente y, lo más importante, un ser
racional. De ahí que Acosta de Samper cuestione a sus interlocutores por medio de este
apartado al preguntarles entre líneas, ¿qué tipo de conocimiento es el que le ayudará
verdaderamente a la mujer en su emancipación de las estructuras patriarcales? Si la llegada
de la Regeneración implicaba un nuevo condicionamiento para la educación femenina, ¿no
debía centrarse este proyecto en proponer ideas para que la mujer se apropiara de un papel
activo dentro de los mecanismos de producción y desarrollo social y económico del país,
independientemente de la clase social a la que pertenecía?
La contribución realizada por Acosta de Samper con respecto a la educación de la
mujer en el siglo XIX, especialmente en la época de la Regeneración, va más allá de
evidenciar falencias en los planteamientos gubernamentales y católicos que se encontraban a
favor de una educación racional para el niño y una educación emocional para la niña
(Zuluaga, p.143), convirtiéndose en una defensora de la educación y de la instrucción técnica
como motor del cambio social. Así, Acosta de Samper se vuelve la voz de las mujeres, se
vuelve La Mujer, cumpliendo de esta forma su función como intelectual pública: ser la voz
de quienes no la tienen. Para esto debía apelar,
62
[a]l buen sentido de nuestros Gobiernos, y pedimos, en nombre de la MUJER
COLOMBIANA, que se medite seriamente en este asunto, y que se procure poner un pronto
remedio al erróneo sistema de educación de las clases pobres. El Gobierno es un segundo
padre del pueblo, y éste tiene el derecho de exigir de él que no solamente le dé una vida
intelectual, abriéndole las fuentes de la ciencia, sino que tiene el DEBER de darle los medios
de subsistir honradamente, enseñándole industrias y procurándole ocupación lucrativa,
benéfica y meritoria. (La Mujer, oct 1 de 1879, n° 25, p. 19)
En este punto, la inclinación de la autora por el proyecto educativo de Johann
Heinrich Pestalozzi (1746-1827)64, que venía tomando fuerza en el ámbito político
colombiano, adquiere sentido. La propuesta del suizo consistía en “educar cabeza, corazón y
manos, es decir, apunta al desarrollo de la persona, de su inteligencia, de su afecto y de las
habilidades y competencias requeridas para la vida y el trabajo” (Jullien, 1932, p. 43), en
otras palabras, los menores deben recibir una educación de acuerdo a su contexto particular.
Acosta de Samper apoyaba estos principios educativos que procuraban una instrucción
intelectual sólida para el niño o la niña, en donde la ciencia sin duda tenía lugar, pero se
oponía, inteligentemente, a la educación igualitaria porque, eventualmente, pondría en
desventaja a las mujeres que no ostentaban una condición económica favorecedora
dejándolas únicamente con un conocimiento que jamás podrían poner en práctica para ganar
dinero. Por lo tanto, el planteamiento pedagógico de Acosta de Samper se vuelve más
específico y aboga por este tipo de instrucción práctica y, en un futuro, lucrativa, que
reduciría un poco las limitaciones y desventajas de la mujer impuestas por el sistema
patriarcal.
Cuando abogamos por el trabajo manual en la educación de la mujer y pedimos que se dé
ménos instrucción intelectual á las clases bajas, no dudamos que se nos tachará de
oscurantistas y partidarias del clericalismo, &c., se nos señalará como personas que no
comprenden el alto grado de civilización á que ha llegado nuestro tan decantado progreso en
la vía de las luces. Pero (…) ¿qué será de nosotros cuando hallemos que todas las niñas del
pueblo se han educado de manera que no solamente sus estudios son para ellas enteramente
inútiles, sino que, enseñadas á ciertos hábitos de lujo, ó por lo menos de comodidad y aseo,
no encuentren en la miserable choza ó tienda en que vive su familia, sino pobreza grande,
descuido, desmoralización, y desesperadas con aquella situación que no podrán remediar, se
tendrán que entregar á los vicios y á los crímenes? ¿Y qué otra cosa podrán hacer las
desdichadas? ¿Con ortografía mal aprendida, con geometría mal digerida, con geografía sin
libros ni mapas, podrán vivir acaso? ¿Les podrá servir aquello para entrar de sirvientas en
64 Johann Heinrich Pestalozzi, conocido como el padre de la pedagogía moderna, fue un importante pedagogo
y educador Suizo conocido por interesarse en la educación popular.
63
alguna casa honrada, para coser una camisa ó para lavar alguna ropa? No; (…) Como,
además, no tienen freno moral ni religión, puesto que también han bebido de la fuente de una
ignorante y tonta incredulidad, nada las detiene en la pendiente del vicio… (La Mujer, nov 1
de 1879, tomo III, n° 27, p. 66).
De forma sutil pero explícita, Acosta de Samper realiza una fuerte crítica al gobierno
liberal y pone en evidencia las incapacidades históricas del Estado de comprender el papel
de las mujeres y abonar avances visibles en el terreno de lo laboral que les otorgara un lugar
en la esfera pública igual de relevante que en la esfera privada.
Acosta de Samper, se encargó de visibilizar la situación general de la mujer en varias
clases sociales, así como de realizar un análisis minucioso de las propuestas políticas que le
asignaban o no un lugar dentro de la sociedad colombiana. Para cerrar este capítulo, escogí
una traducción presentada en la revista La Mujer porque allí la autora recogía las reflexiones
y textos literarios hechos por un grupo de mujeres latinoamericanas como Silveria Espinosa
de Rendón, Agripina Montes del Valle, Eva Verbel, Micaela Silva, Eufemia Cabrera de
Borda, entre otras, que coincidieron en el principio de otorgar a la mujer una voz y lugar
dentro de la vida pública. Además, logra conciliar, por lo menos dentro de su propuesta de
proyecto nacional, dos ideas que parecen incompatibles y hasta contradictorias: la libertad de
la mujer en el aspecto religioso, social, político y económico de la mano de la Iglesia. Por
último, la libertad para la autora era un aspecto importante en la vida de todo individuo; en
el caso de la mujer (de cualquier clase), la libertad se hallaría por medio de la religión, pues
la experiencia espiritual es única en cada sujeto, y por medio del aprendizaje de oficios que
sirvieran como fuente de ingresos.
Así pues, Acosta de Samper encuentra en la traducción un valioso recurso para
implementar ideas progresistas sobre el papel de mujer en sus lectores y lectoras, y para poner
en el escenario público un debate necesario. Las ideas presentes en las traducciones
anteriormente analizadas se convierten para la autora en problemas mal planteados e
ignorados en Colombia. Por eso, para ella la traducción es una alternativa para reflexionar –
y hacer reflexionar– acerca de ese presente histórico nacional en donde la mujer no tenía una
función clara dentro de la sociedad ni se le pensaba como un sujeto de derechos. Además,
algunas ideas de los textos de Karr, Morand, Mulock y Leroy-Beaulieu le servían de apoyo
para continuar con la significación de su propuesta social, comparar las opiniones,
64
convicciones, creencias y valores europeos con sus propias ideas y concepciones
modernizadoras y católicas, así como juzgar esos presupuestos extranjeros mediante la
comparación. “Conocer es comparar”, dice Ricardo Piglia, y la traducción como medio de
conocimiento y forma de hacer crítica a otras sociedades es en Acosta de Samper una manera
peculiar de elaborar y unir tendencias culturales e ideológicas dentro de un mismo proyecto
intelectual con el fin de desarrollar un plan autónomo a partir de todas las ideas que componen
los distintos textos y los valores propios de la autora.
2.3. Soledad Acosta de Samper: la novelista
Fueron alrededor de 27 novelas las que Soledad Acosta de Samper publicó durante
su vida, sin contar relatos breves y obras de teatro. Este primer capítulo no estaría completo
si omitiéramos su producción literaria. Por tal razón, para terminar de esbozar su perfil
intelectual, es necesario revisar, ¿de qué manera Acosta de Samper concebía la literatura?,
¿cuáles eran las funciones sociales que, según ella, debía asumir un escritor?; ¿qué tipo de
funciones le atribuye a la novela?, ¿qué tipo de novela practica? y ¿cómo se enriquece su
proyecto político por medio de su proyecto estético? Para esto, debemos tener en cuenta, por
un lado, así como lo dijo Montserrat Ordóñez en su momento, que a la decisión de la autora
por escoger determinado género literario “hay que valorarla como la de alguien que está
participando en la creación y definición de los nuevos géneros discursivos de su momento
histórico y literario” (2005, pp. 258-259), y por el otro, que los problemas que trae la
caracterización de sus novelas en los diversos géneros literarios “no se derivan solo del
volumen de [su] producción (…) y la complejidad de su clasificación, sino también de su
extensión en el tiempo.(…) Su amplia bibliografía está terminando apenas de establecerse,
de modo que fechas y números son también provisionales” (Alzate, 2015, p. 89).
Con los textos que tenemos a la mano (digitalizados por la Biblioteca Nacional de
Colombia en compañía de la Universidad de los Andes que se encuentran en la Biblioteca
Digital Soledad Acosta de Samper), podemos indicar que la noción de literatura que tenía
Acosta de Samper estaba estrechamente relacionada con la Historia. La autora compartía la
opinión con Cicerón quien, según ella, “llamaba a la Historia la maestra de la vida” (Estudios
históricos sobre la mujer en la civilización, La Mujer, septiembre 1 de 1878, año I, n° 3, p.
25). Esta unión entre literatura e historia, dentro del proyecto intelectual de la autora,
65
significaba nada más y nada menos que un reconocimiento del pasado (la herencia española),
una revaluación, reflexión de lo presente – característica del “genio femenino” según
Kristeva –, y una formación de lo porvenir. En Cuadro sinóptico de la literatura neo-
granadina. Introducción (El Bien Público, septiembre 2 de 1870, n°10, año I, p. 39-40),
Acosta de Samper se propone hacer una corta pero nutrida breve historia de la literatura
colombiana. Allí reconoce que la literatura española “es la madre y la institutora de la
nuestra” a pesar de que “raros fueron los españoles letrados que enriquecieran la literatura de
este país en la época de la colonia” (p. 39). La escritora, desde diversas formas de
intervenciones públicas, tomó parte en la opinión sobre el debate de la hispanidad que se
venía gestando desde que la reforma liberal fue instaurada en Colombia entre 1848 y 187565.
A pesar de que el propósito de esta reforma era el desprendimiento de las instituciones
coloniales por parte de los neogranadinos, algunos intelectuales, entre esos Acosta de
Samper, reconocieron que la herencia y tradición española, en particular la religión, no era
un impedimento para el progreso nacional. Por el mismo camino, la lengua, impuesta por los
españoles, para el siglo XIX era ya la fundadora de la lengua que se hablaba en la mayoría
del país66.
Acosta de Samper, al ser no solo una de las beneficiarias de este contacto cultural,
sino de una vida privilegiada por el trabajo de su padre, reconoció a la literatura española
como antecesora de la literatura neogranadina. Por esto, cuando Acosta de Samper hizo los
distintos cuadros sinópticos de literatura (Cuadros sinópticos de la literatura neogranadina
[1870], Cuadros sinópticos de la literatura inglesa [1870], Cuadros sinópticos de la
literatura francesa [1871], Cuadros sinópticos de la literatura española [1870]), no fue
coincidencia que publicara primero el de literatura española. Para la autora, al ser esta la
antecesora de la neogranadina, “era preciso que empezáramos publicando en primer lugar los
cuadros que trataban de aquella sin la cual no existiría la nuestra” (El Bien Público,
septiembre 2 de 1870, p. 39). El reconocimiento de la tradición española como base de la
65 Esta reforma, que “no se contentó con conquistar su independencia de España, sino que adelant[ó] una
revolución que abarcó todos los órdenes de la vida porque fue revolución política, social, económica y religiosa”
(Jaramillo, p. 206), junto con la llegada de la Ilustración y la idea de racionalización de la nación americana. 66 Digo mayoría porque en esta afirmación se tiene en cuenta a los habitantes de las ciudades, pueblos y veredas
colombianas del siglo XIX, pero se deja por fuera a los grupos indígenas quienes todavía conservaban su lengua.
66
literatura neogranadina y la publicación de los otros cuadros sinópticos implica la intención
de insertar a la Nueva Granada en la tradición literaria y social europea.
Durante la época colonial, cuando “la luz penetró” (p.39), dice la autora, surgieron
hombres capaces de responder a la necesidad emancipadora americana; por medio del estudio
de las obras literarias se promovía entre estos ilustrados las ansias de libertad y
resignificación. Según Acosta de Samper, fueron varios los intelectuales como Miguel de
Pombo, Francisco José de Caldas, Camilo Torres, entre otros, a quienes “debemos no
solamente la libertad de nuestra patria, sino el origen de nuestra vida intelectual” (p. 39),
pues, ¿de qué manera el país logró su independencia? Para ella, “[e]l germen de nuestra
nacionalidad lo debemos al amor patrio de hombres modestos e ilustrados, que pagaron con
su vida generosas ideas” (p. 39). La búsqueda de la libertad surgió mediante la apertura de
conciencia de los americanos.
La literatura, para la autora, venía siendo una especie de llama que crecía a medida
que se enriquecía de nuevas ideas, corrientes y fenómenos (europeos y norteamericanos), así
como del contacto entre culturas: “[l]as ideas se formaban poco a poco, sin que lo pudiese
impedir ninguna fuerza humana, y cuando llegó la hora de la libertad, el pensamiento se
hallaba mucho más adelantado de lo que se creía” (p. 39). Hablamos entonces de que hacia
el final del periodo colonial estos ilustrados, que buscaron la emancipación americana, no
solo procuraron insertarse dentro de esta corriente racionalista, sino que su necesidad de
libertad los llevó a expandir su espíritu e ideales por medio de la literatura67. Para la autora,
la independencia de los países americanos se logró, en parte, por la literatura naciente en esas
repúblicas. Podemos decir que
Dado el momento histórico de las independencias latinoamericanas en la primera mitad del
siglo XIX, resalta en primer lugar la preponderancia del discurso de la nación, que ha sido
destacado como uno de los rasgos característicos del mundo postcolonial (Brennan, 1995, p.
170). El género de novela, a su vez, se ha relacionado repetidamente con este paradigma, con
el llamado proceso “fundacional” y con la necesidad de formar “comunidades imaginadas”
(Anderson, 1983; Brennan, 1995; Sommer, 1991). (Paatz, 2010, p. 141)
67 Andrés Bello es un magnífico referente al respecto: “¡Oh! ¡los que afortunados poseedores/habéis nacido de
la tierra hermosa,/en que reseña hacer de sus favores,/como para ganaros y atraeros,/quiso Naturaleza
bondadosa!/romped el duro encanto/que os tiene entre murallas prisioneros.” (Bello, p. 43)
67
Durante y después de la Independencia, este fuego creció y cambió de forma. Pero no
debemos olvidar que toda llama tiene su origen. Para Acosta de Samper la literatura
neogranadina tenía su infancia porque “hac[ía] poco más de medio siglo que realmente
ten[ía]mos vida propia” (p. 39). Ella reconocía la importancia de la presencia de la tradición
española dentro del campo cultural: “[e]l estudio de la literatura española es tan necesario
para nosotros los americanos, como el de la historia de España, puesto que, en la primera
encontraremos la cuna y el origen de nuestro pensamiento y nuestras ideas, y en la segunda
el origen de nuestra vida física y moral” (El Bien Público, 12 de agosto de 1870, año I, n°
8p. 20). En este período de “infancia literaria”68, para que la Nueva Granada pudiese
desarrollar el talento e intelecto requerido para la formación de una sólida e importante
literatura nacional, debía hacer frente y superar “terribles crisis”. En este contexto particular,
en el que se gestaban las guerras independentistas, Acosta de Samper pensó la literatura como
un motor de búsqueda, cuestionamiento, fortaleza y acercamiento entre las causas de la
revolución y los habitantes del país. Al terminar las guerras, la literatura, según Acosta de
Samper, tenía otra misión: era la encargada de sembrar en el corazón y el intelecto
neogranadino los valores morales que dirigirían la sociedad a un bienestar común. A su vez,
el literato, este hombre de ingenio, también tenía para ella un propósito: debía ser quien por
medio de su pluma llenara los corazones de sus lectores de valores determinados por el
progreso. Al respecto, dice Acosta de Samper que
[o]tras naciones han obtenido su independencia á esfuerzos de grandes guerreros y políticos;
pero nosotros nos enorgullecemos al pensar que el gérmen de nuestra actual nacionalidad lo
debemos al amor patrio de hombres modestos é ilustrados, que pagaron su vida con generosas
ideas. (El Bien Público, septiembre 2 de 1870, año I, n° 10, p. 39).
Durante la mayor parte del siglo XIX, la literatura estuvo unida a los ideales políticos
tanto del partido conservador como del liberal. Sin embargo, para Acosta de Samper no era
únicamente la afiliación política la que dictaminaba el camino de quienes sentían el deber de
contribuir a la patria por medio de la literatura y la escritura en general. La literatura no debía
ser producida esencialmente por hombres pertenecientes a uno u otro partido. Esta podía ser
escrita por personas que buscasen participar en los proyectos nacionales por medio de la
cultura. Sin embargo, en la etapa escritural que estoy estudiando aquí (1858-1881), Acosta
68 Comillas mías.
68
de Samper le atribuyó la función de escritora profesional a la mujer (de clase alta) apenas un
año antes ´de haber sacado al ojo público La Mujer69. Antes de esto, la autora mencionó que
la mujer debía tener acceso a la educación no solo intelectual, sino en oficios varios, de esta
manera no disfrutaría únicamente del conocimiento, sino también de su independencia (Lo
que piensa una mujer de las mujeres, La Mujer, septiembre 7 de 1878, tomo I, n° 1, p. 18-
20).
En estas primeras décadas de participación pública de Acosta de Samper, mientras el
partido liberal estuvo en el poder, se reconocieron algunas libertades a la mujer producto de
la separación entre el Estado y la Iglesia, aunque “la normatividad no daba potestades legales
ni económicas a la mujer”, “imponía limitaciones a su educación”, es decir, “no se le dio a la
mujer un estatus de igualdad con respecto al varón” (Torres, 2010, p. 56). La mujer de clase
alta, esta mujer a la que Acosta de Samper dirigía su voz, para encontrar su libertad, como
ya hemos dicho, debía perfeccionar ciertas aptitudes y aprender diversos oficios para ser parte
activa del progreso nacional. Acosta de Samper entendió que la gran fortaleza política de su
proyecto era presentar un abanico de posibilidades para la mujer en general. En esta variedad
se encontraban los valores republicanos y cristianos que debía encarnar una mujer, pues tanto
para los intelectuales de la época como para ella, la mujer era un vehículo de transmisión de
la tradición, como lo mencioné en el primer apartado.
Cuando Acosta de Samper alcanza su madurez intelectual, después de la
Regeneración, reconoce abiertamente en el ensayo analizado en las siguientes líneas que la
mujer tenía la posibilidad de convertirse en escritora y que, precisamente, pertenecer a esta
esfera de la cultura le asignaba una misión. Para la autora, la escritora es, antes que nada, una
mujer, y una mujer con deberes tanto en la esfera pública como en la privada. En “Misión de
la escritora en Hispano-América”, Acosta de Samper menciona que la misión de la mujer es
“la de suavizar las costumbres, moralizar y cristianizar las sociedades; es decir, darles una
civilización adecuada á las necesidades de la época, y al mismo tiempo preparar a la
humanidad para lo porvenir” (Colombia Ilustrada, 15 de octubre de 1889, n° 8, p. 129). ¿Qué
quiere decir que la mujer debía cristianizar y moralizar la sociedad? No queda duda, pues, de
69 Menciono un año antes porque en el prólogo de La Mujer Acosta de Samper dice que “tenemos ya preparados
materiales para más de un año” (La Mujer, sep 1 de 1878, n°1, p. 2). Es decir, que aunque se haya hecho pública
su intención hasta 1878, en realidad esa idea la acompañaba desde mucho antes.
69
que su proyecto intelectual se apoya en los presupuestos de la Regeneración para afianzarse.
Después del Concordato de 1887,
[e]n Colombia se implant[ó] el régimen de cristiandad, donde el Estado facilitó la labor de la
institución eclesiástica e, incluso, le legó funciones que directamente le competían a él, como
la supervisión de la educación pública, el control poblacional, el control del estado civil, y
los libros parroquiales, indicando la relación directa entre nacionalidad y religión, entre otros.
(Cortés, 2011, p. 44)
Estos cambios permiten precisar que el papel que Acosta de Samper asignó a la mujer
a lo largo de su trayectoria intelectual, después del cambio de hegemonías en 1880, se
consolidaba dentro de estos postulados de la Regeneración. La mujer, encargada de educar a
sus hijos, debía poseer estos valores cristianos, así como que sirvieran para moralizar y
cristianizar la sociedad (Colombia Ilustrada, p. 129). Para 1889, momento en que el texto de
Soledad Acosta de Samper sale a la luz, la mujer en Colombia ya había sido objeto de varias
disputas y debates entre liberales y conservadores70. Su función se había transformado a lo
largo del tiempo de acuerdo a quienes sujetaban el poder e impartían las leyes (Céspedes,
2018, p. 175). Según la autora, para 1889 “[e]l hispano-americano, más adelantado en esto
que el español, su antepasado, ve en la mujer algo más que ‘una virgen en una iglesia’” (p.
129). En otras palabras, la personificación femenina, según ella, ya no estaba ligada a
actitudes pasivas, sino que se le reconocía una función más activa dentro de la sociedad. La
Virgen ya había bajado del pedestal para ofrecer sus manos como herramienta de
construcción y elaboración de una nación.
Se ha notado que en todas las Repúblicas que se formaron después de la Independencia se ha
tratado desde su principio de dar á la mujer una educación mejor y un papel más amplio en
la vida social. Los Gobiernos han hecho grandes esfuerzos para redimirnos de la situación
secundaria, y no diremos secundaria sino ínfima, á que nos condenaban las costumbres
coloniales, hijas de las españolas. (Colombia Ilustrada, p. 129)
Así pues, la mujer era reconocida como ciudadana (aunque no legalmente)71,
miembro de un país que necesitaba desligarse de las estructuras patriarcales hijas de las
70 Para revisar las opiniones sobre la mujer durante la hegemonía liberal, una referencia acertada es Una sesión
solemne de la Escuela Republicana de Bogotá (1850). Por otro lado, para ahondar en las posturas conservadoras
con respecto a la mujer, se puede revisar el discurso dado por Rafael Núñez al Consejo de 18 delegados del
partido Liberal y el Conservador (1885) y su texto La reforma política (1887). 71 Para más información sobre los derechos adquiridos por la mujer durante el siglo XIX en Colombia revisar
El ‘Bello Sexo’ y la familia durante el siglo XIX en Colombia (1993) escrito por Suzy Bermúdez.
70
españolas con el motivo de conseguir un papel más visible dentro de la sociedad. Este lugar
apartado de la realidad social y del progreso nacional al que estaban condenadas las mujeres
por las instituciones asentadas después de la conquista, se comenzó a resignificar después de
que se le otorgara mayor visibilidad dentro de ciertos círculos sociales. Sin embargo, Acosta
de Samper todavía percibía cierta infantilización de la mujer, esa eterna minoría de edad de
la que ya nos ha hablado. Al respecto dice que “[e]ntre nosotros aún se mira á la mujer como
á un ser inferior, como á un niño, y se la elogia cuando se eleva un poquito sobre la medianía
con una exageración que abochorna” (p. 129), mejor dicho, cuando hay algún acto digno de
mérito se le celebra casi “como una rareza fuera de lo natural” (p. 129). Según Acosta de
Samper, la mujer debía hacer caso omiso a estos “elogios pasajeros” (p.129) y encargarse de
“[l]a moralización de estas sociedades agriadas y enconadas por largas series de revoluciones,
de desorden y de malos gobiernos” (p. 130). La escritora denuncia un país cansado y
agobiado por las guerras civiles a lo largo del siglo XIX y retoma no solo su desacuerdo con
algunos postulados liberales de la hegemonía anterior –como la separación Iglesia y Estado–
, sino el fracaso del intento de modernización de Colombia. La moralización de esta sociedad
colombiana se había visto ensombrecida por la cantidad de guerras que la habían azotado,
cambios infructuosos –algunas veces–, discordias que dividían y fragmentaban el imaginario
nacional y, por último, la ausencia de la Iglesia en algunos de los procesos más importantes
que atravesó la nación.
Con este panorama, en donde para Acosta de Samper la mujer ya tenía una misión
más cercana a su visión de mundo, la mujer escritora debía ir más allá: ocupar ese lugar
público de manera crítica, porque el fin de la mujer escritora, al ser capaz de reflexionar sobre
su condición histórica y posición social, es “difundir buenas ideas en la sociedad, deberán
salvarla y encaminarla por buena vía” (p. 130). Salvarla de caer nuevamente en la tentación
de “las enseñanzas a la moderna” (La Mujer, nov 1 de 1879, tomo III, n° 27, p. 66). Entonces,
¿qué propone Acosta de Samper? Al respecto podríamos decir dos cosas. En primer lugar, la
escritora censura sigilosamente tanto las propuestas políticas que, según ella, encaminaban
la nación tanto a lo que llama decadencia moral como a la idea de separar la Iglesia de la
educación y de la sociedad. En segundo lugar, podríamos decir que la autora le encarga a la
mujer escritora la titánica labor de “crear una nueva literatura”, es decir, crear una literatura
nacional que responda a las necesidades e imaginarios en el período de la Regeneración. Esta
71
mujer escritora debía escribir una literatura que resaltara las costumbres americanas,
“doctrinal, moralizadora, artística, provechosa para el alma” (p. 130), debía asumir no solo
un compromiso social, sino también con la moral cristiana dentro del campo intelectual y
cultural. En el siguiente capítulo, responderemos en un primer momento estas dos preguntas
que darán paso al análisis de Laura e Historia de dos familias, las novelas que escogí para
estudiar el desarrollo de la visión de mujer que tenía la autora y que le asignó por medio de
su producción literaria.
72
2. La escritura novelesca y el proyecto intelectual de Soledad Acosta de Samper
En Europa, a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, comienzan a gestarse
algunos cambios en torno a la cultura. Se origina en Europa el Romanticismo, este
movimiento cultural que surge como reacción ante la Ilustración y el Neoclasicismo. Este
Romanticismo europeo consistió en “identificar al sujeto del objeto, de reconciliar al hombre
y la naturaleza, lo consciente de lo inconsciente” (Wellek, 1968, p. 168). Sin embargo, el
Romanticismo que se ancló en Latinoamérica tenía matices diferentes72. Ángel Ocampo nos
dice que
Rousseau signó el romanticismo europeo como una corriente centrada en la intimidad y
sublimación del Yo. De aquí que el amor gravite en lo individual; en soledad, se disfruta o
padece del sentimiento amoroso, el enamoramiento. Esta soledad es renuncia a todo contacto
humano; en particular, a todo lo que posea una impronta social. Al transitar este camino,
finalmente se renuncia al ser amado: está enamorado simplemente del amor. El otro, el objeto
amado y objeto de su amor, resulta ser un pretexto. En esta soledad, el único espacio vital
que le queda al amor es la naturaleza. Ahí el genio creador del subjetivismo exacerbado y el
individualismo absoluto, se ponen por encima de toda razón y estética. Este confín se
convierte así en motivo de amor, deleite y gozo. Canta a la naturaleza porque es fuera de la
sociedad donde encuentra la posibilidad de realización de sus anhelos. (2013, p. 147)
Entonces, la naturaleza para los románticos europeos se convierte en ese lugar idílico,
sinónimo de libertad, en donde habitan las virtudes humanas, lejos de la decadencia moral y
social de las ciudades, de las grandes metrópolis de las que alguna vez se creyó que eran el
espacio ideal. Por su parte, en el Romanticismo latinoamericano acudir a la naturaleza (la
selva, el campo) es sinónimo de una preocupación por lo que acontece en las ciudades y
“[m]ás que un desprecio –como en el caso europeo– este romanticismo constituye un lamento
por la desastrosa y, sobre todo, confusa y caótica situación social” (p. 148). Es sinónimo de
un distanciamiento crítico de la decadencia europea que comenzaba a perforar en la cultura
latinoamericana después de las luchas independentistas. Más allá de lo que dice la académica
Jean Franco (1986), que “en Hispanoamérica el romanticismo había significado nostalgia de
la estabilidad, de la seguridad de la fe católica y del sistema tradicional de jerarquías sociales”
72 A este respecto hay un artículo escrito por Ángel Ocampo (2013) que retrata sintéticamente las diferencias
entre el Romanticismo europeo y el Latinoamericano: El romanticismo en la identidad latinoamericana, y dice
lo siguiente: “Lo que la Ilustración representó para Francia, al cruzar el Océano, se invierte para los pueblos
latinoamericanos. Lo que allá se proclamó como libertad, aquí se convirtió en esclavitud. Tanto Noam Chomsky
como Franz Hinkelammert han desarrollado este fenómeno de la modernidad en el que se pretende que la
esclavitud es libertad, la guerra paz y la intolerancia tolerancia” (p. 147).
73
(p. 134), significó la forma que encontró Latinoamérica para reconstruir sus Estados Nación
después de haber conseguido la Independencia: expresar, crear, inventar por medio de la
novela romántica una interioridad no del sujeto, sino de la nación americana, de esos
interrogantes que iban apareciendo poco a poco. En resumen, el Romanticismo como una
visión de mundo, una actitud ante la vida.
Acosta de Samper enmarca algunos de sus textos literarios dentro del esquema
romántico latinoamericano. Dolores (1867), su primera novela, se trata de una mujer de clase
alta llamada Dolores, igual que el título de la novela. Dolores contrae lepra después de haber
tocado a su padre –quien estuvo escondido en la selva sin que nadie, solo su tía Juana, lo
supiera–. Después de que Dolores conoce que ha contraído la enfermedad del lazarino, decide
irse a la selva para que nadie se contagie de la enfermedad que es portadora ni vea su
degradación física. En esta novela, tal como acertadamente lo analiza Felipe Martínez Pinzón
en su artículo “El reto de narrar la nación. Soledad Acosta de Samper y su generación en
torno a 1867” (2016), la selva es representada por la escritora “como un lugar de refugio y
como lugar de lectura y escritura” (p. 126) y como un lugar de contacto, pues “la selva de
Dolores será a un tiempo espacio sublime-religioso, pero también un lugar profusamente
habitado por personas que vienen de otras partes buscando refugio” (p. 126).
Esta forma de configurar la novela le permite a Acosta de Samper voltear la mirada
a las circunstancias nacionales y preguntarse sobre el mestizaje. En ese sentido, la escritora
propone, como dice Martínez, “una civilización con prescindencia precisamente de quienes
debían administrar la civilización en el trópico: los blancos” (p. 122). Dolores, esta mujer de
cutis níveo, de modales envidiables y heredera de alguna riqueza, está enferma. Su piel blanca
comienza a mancharse, su estado físico se agrieta y se desgasta; mirarla sería como mirar un
monstruo. La blancura, característica que antes se había pensado como sinónimo de pureza
y civilización, se había desvanecido en el trópico. Con el tiempo, cada vez más esta
decadencia de la blancura de Dolores era innegable, así como la decadencia moral de las
ciudades europeas que Acosta de Samper había señalado desde el principio de sus
publicaciones. Al finalizar la novela, Dolores había muerto. Con el fallecimiento de la
protagonista, y teniendo en cuenta la lectura que hizo Martínez, podríamos preguntarle al
lector que ya leyó la novela, ¿qué significa el hecho de representar la decadencia moral como
74
una enfermedad terminal?, ¿qué representa la mujer protagonista de esta novela? Dolores
puede ser vista como una analogía de la sociedad colombiana durante la hegemonía liberal,
una sociedad que parece a los ojos de Acosta de Samper huérfana, sin Dios e inocente, como
Dolores. Mientras que la enfermedad del lazarino de la que se contagia la protagonista
después de tocar a su padre ya contagiado, nos permite entender que Acosta de Samper
configura en este padre, varón, una enferma figura de autoridad, de pensamiento, de
transmisión cultural y de expresiones públicas de posiciones políticas que puede ser leída
como una personificación de algunos presupuestos liberales que ella no compartía. Entonces,
¿una vez la sociedad –Dolores– se impregna de esta enfermedad de las ideas modernas –
lepra– está condenada a morir?
Algo parecido sucede con otra novela de Acosta de Samper. En Laura. Novela
psicológica (1870), publicada en El Bien Público, la ciudad se propone como un lugar de
encuentro entre la cultura europea y los criollos liberales mientras el campo se muestra como
un lugar tranquilo, en donde se hallan buenos modales. En esta novela, uno de los aspectos
que problematiza Acosta de Samper por medio de la relación amorosa que sostienen sus
personajes, es la influencia ejercida por la cultura europea en la Constitución del proyecto
nacional. Amadeo, un francés aparentemente con todas las cualidades para contraer
matrimonio con una señorita bien educada y de clase alta, resulta ser un completo bufón que
se dedica a despilfarrar la fortuna de su esposa con Nieves, una mujer poseedora de
características totalmente opuestas a Laura. Amadeo tiene un final ruin y Laura, mujer
respetable y bien educada dentro de las costumbres de la época, se queda sola, respetando el
sacramento del matrimonio, pese a lo funesta que resulta la unión a su esposo.
Aparte de usar el amor y la relación amorosa como un pretexto para problematizar y
reflexionar sobre la unión entre dos culturas con rasgos y búsquedas opuestas (Francia era ya
una nación establecida mientras Colombia continuaba su proyecto de consolidación
nacional), Acosta de Samper utilizó la naturaleza como personaje. La descripción realizada
de los lugares y los cambios climáticos, además de coincidir con los estados de ánimo de
Laura y anunciar una situación futura, tenían un tinte costumbrista. La autora buscó dejar de
lado las narraciones de los paisajes americanos como utopías, al estilo europeo, y se
concentró en describir una naturaleza propia, lugares que ella ya había visitado con
75
anterioridad. Para Acosta de Samper y en este tipo de romanticismo, la naturaleza no era
únicamente el lugar en donde habitaban los personajes, sino parte esencial de la narración y
del sentir latinoamericano. Era un reconocimiento y descubrimiento de lo propio, sin que
otras culturas, sino los mismos colombianos, nos narraran el país.
La otra corriente que logra encontrarse entrecruzada dentro de la narrativa de la
escritora es el Realismo. El contacto de la autora con este fenómeno cultural se dio gracias a
los viajes con su esposo: “[l]os dos habían vivido y viajado por diversos países de Europa:
Francia, Inglaterra, Alemania, Bélgica, España; habían penetrado en diversos círculos
intelectuales europeos, además de haber prestado atención a los movimientos literarios y
haberlos estudiado” (Rodríguez, 2004, p. 59-60). Esto le permitió a Acosta de Samper
encontrarse de cerca con la lectura de varias novelas de los autores europeos realistas –
románticos y clásicos– más destacados: Stendhal, Balzac, Merimée, Charles Dickens, entre
otros73. Este tipo de novela, popular tanto en Francia como en Inglaterra a principios y
mediados del XIX, le permitió unir la literatura con su proyecto intelectual. De acuerdo con
la investigadora Flor María Rodríguez, “Soledad Acosta de Samper empleó la novela social
realista francesa; se concentró en el mundo que la rodeaba y al que conocía; y experimentó
con la conciencia de los personajes que creó” (p. 70). Novelas como Teresa la limeña.
Páginas de la vida de una peruana (1869), Dolores (1869), Laura. Novela psicológica
(1870), Constancia (1871), y algunas más, son el lugar para que la autora exponga no solo la
descripción paisajística de los lugares protagonistas de las narraciones, sino la vida e historia
de una mujer, generalmente de clase alta, letrada, que se encuentra en conflicto; ya sea por
el amor, la decepción, la injusticia, la pasión, la soledad, etc., todos estos sentimientos,
situaciones e imposiciones socioculturales que provocan siempre en el personaje femenino
una crisis de identidad, un desbalance entre el deber ser y lo que quiere hacer.
En Teresa la limeña, por ejemplo, “presenta en su discurso la forma como se
internalizaba y proyectaba la presión de la sociedad limeña atada al estatismo colonial sobre
las mujeres de clases altas a mediados del siglo XIX” (p. 70). Teresa sufre por diversas
73 Dentro de los archivos de Soledad Acosta de Samper se encuentra un libro manuscrito titulado Grandes obras
del espíritu humano, fechas importantes, etc… (s.f.), allí la autora hace un listado con las fechas que ella
considera importantes dentro de la cultura de la humanidad y transcribe citas que probablemente haya usado
para el epígrafe de sus novelas. Se encuentra Víctor Hugo, Balzac, George Sand, André Chénier, Plutarco,
Virgilio, Madame de Stael, Aristóteles, Montaigne, Petrarca, Alphonse Karr, entre muchos otros.
76
circunstancias, lo que hace que enferme y quede postrada físicamente en una cama y
anímicamente decaída. En algún momento de la novela, Teresa decide levantarse y seguir su
camino. La protagonista toma conciencia de sí misma y esa determinación nos permite
indicar que reacciona contra algunos presupuestos sociales que ataban a la mujer a ciertas
obligaciones, como la vergüenza por decidir quedarse sola después de haber enviudado a los
17 años de edad, y desvanecían su identidad al poner sus necesidades en un plano secundario.
En resumen, la novela realista francesa, como dice Rodríguez, le facilitó las
herramientas para dotar a sus personajes femeninos de razón, y producto de esta, de una
reflexión profunda de acuerdo a su estado social dentro de un sistema patriarcal. Igualmente,
acompañando siempre la narración, Acosta de Samper insertaba una crítica con respecto a
las posibilidades que tenían o no estas mujeres de la clase letrada, pues una de las
particularidades de este tipo de escritoras era que “se preocupaban de que sus novelas
representaran las desgracias que sufrían las mujeres por su condición social subyugada” (p.
69). Esta representación dada por medio de la novela realista, era también una actitud de la
autora frente a lo que llamamos realidad. Acosta de Samper buscó siempre representar las
costumbres nacionales lo más parecido posible a lo que “eran”. Así mismo, las características
de la novela realista, la romántica y la costumbrista se unían en la obra literaria de la autora
con el propósito de crear, como dice Acosta de Samper,
[u]na literatura sui-géneris, americana en sus descripciones, americana en sus tendencias,
doctrinal, moralizadora, artística, provechosa para el alma, una literatura tan hermosa y tan
pura que pudieran figurar sus obras en todos los salones; que estuvieran en manos de nuestras
hijas; que elevaran las ideas; que instruyeran y que fueran nuevas y originales como los países
donde hubiesen nacido (…). En esta literatura de nuestros ensueños no se encontrarían
descripciones de crímenes y escenas y pasajes que reflejaran las malas costumbres importadas
a nuestras sociedades por la corrompida civilización europea; pues digan lo que quieran los
literatos de nuevo cuño, la novela no debe ser solo la descripción exacta de lo que sucede en
la vida real entre gentes de mala ley; la novela puede interesar á pesar de ser moral, y debe
pintar gráficamente la existencia humana y al mismo tiempo ideal, lo que deberían ser, lo que
podrían ser los hombres y las mujeres si obraran bien. (Colombia Ilustrada, p. 130)74
En conclusión, las características de los tres tipos de novelas anteriormente
mencionados se ponen al servicio de Acosta de Samper para representar de forma subjetiva,
naturalmente, las costumbres nacionales, los sucesos diarios, las condiciones de existencia
74 Cursivas de la autora.
77
de los personajes representados, los privilegios de los individuos y, principalmente, su propia
experiencia con respecto a la vida colombiana, después de haber presenciado tantas guerras
civiles y cambios de gobierno. La escritura de sus novelas indica no solo una comprensión
histórica de la realidad, sino un fuerte deseo por incidir en la realidad colombiana de su época.
Por tal razón, que Soledad Acosta de Samper permitiera a las lectoras y lectores pensarse a
la mujer como un agente social, capaz de generar algún cambio y beneficio dentro de las
estructuras políticas, sociales y culturales, no solo explica la intención de su obra dentro del
campo cultural y su papel dentro del campo intelectual, sino que declara su toma de posición
ética frente a la vida y a las circunstancias.
Hasta aquí hemos revisado distintos escritos, ensayos y traducciones de Soledad
Acosta de Samper, aparecidas desde 1858 hasta 1880, en función de mostrar su aporte al
campo intelectual y cultural colombiano. Este se puede sintetizar en un proyecto social que
contempla las funciones sociales de la mujer en la construcción de la nación. En este
apartado, mi propósito es dilucidar la manera como el proyecto literario, novelesco, de
nuestra autora le permite consolidar su proyecto social, es decir, la integración de la mujer
neogranadina en la vida política, social y cultural del país.
Teniendo en mente que el protagonismo de sus novelas que decidí estudiar en esta
investigación lo tienen los personajes femeninos, ¿sobre qué aspectos de la condición de la
mujer recae la atención de Soledad Acosta de Samper?, más allá de las diferencias biológicas,
¿qué representan los personajes femeninos?, ¿qué propuesta de agencia con respecto a la
mujer neogranadina hay detrás de su proyecto estético?, ¿cuál es la función de la mujer
letrada y el de la mujer de clase baja? Para cumplir con este fin, analizaré dos novelas de
Acosta de Samper. En primer lugar, está Laura, novela psicológica publicada en 1870 en El
Bien Público bajo el seudónimo de Aldebarán. Por medio de esta novela mi interés es
evidenciar la posición que tenía Soledad Acosta de Samper con respecto a la instrucción
religiosa y al papel social que cumple la mujer que cumple cierto tipo de instrucción. En
segundo lugar, está Historia de dos familias: novela de costumbres nacionales publicada en
1880 en La Mujer, bajo el seudónimo de Olga. El análisis de su trama novelesca y ciertos
personajes me permitirá analizar y mostrar cuáles son las problemáticas, preguntas y
78
posibilidades de desarrollo que muestra la autora con respecto a la mujer tanto a sus lectores
y lectoras como a la élite letrada nacional.
2.1. Soledad Acosta de Samper ante la instrucción religiosa
Por lo general, las protagonistas de las “novelas psicológicas” de Soledad Acosta de
Samper, como las llama ella misma, son mujeres de condición social y económica alta, han
sido educadas según los parámetros de la época. Este género novelesco, que en Colombia no
ha sido estudiado a profundidad, es descrito por la crítica como un énfasis en la
caracterización interior de los personajes, en donde se destaca no solo su estado de ánimo,
sino sus conflictos psicológicos (Witt, 2011, p. 18). El monólogo interior, las confesiones,
las epístolas y los diarios íntimos son las herramientas que usa el escritor para este propósito.
En las novelas psicológicas de Soledad Acosta de Samper se encuentran algunos de
estos recursos. En Dolores (1867), por ejemplo, el personaje principal discurre sobre su
pensamiento y emociones por medio de cartas que le envía a su primo. A través de estas
conocemos su estado de salud, sus tribulaciones internas y sus tristezas. Sin embargo, en
estas novelas psicológicas, la mayoría de los recursos estéticos usados por Acosta de Samper
se encuentran hilados a una crítica profunda al país y a una propuesta de nación. La elección
de las situaciones ficcionales, la descripción de algunos lugares y la representación de
distintas costumbres (como las populares y de comportamiento) le ayudan a la autora a
integrar dentro de su crítica los elementos de la novela psicológica. Para este apartado, escogí
analizar algunos aspectos de Laura, novela psicológica porque en la trama aparentemente
sencilla de la novela, se esconde la complejidad de un proceso histórico-social que afectó al
país a lo largo del siglo XIX: la educación religiosa e intelectual colombiana.
En Laura, la conciencia histórica de Acosta de Samper hace evidente la intención de
realizar una valoración estética, así como histórica, de los cambios que se efectuaron en la
educación con la llegada de los presupuestos liberales y la vida republicana al país y, más
que todo, de las consecuencias provocadas por los cambios tan abruptos a los que se vio
expuesta la nación. Antes de 1863, desde la Guerra de los Supremos, el ala conservadora
estaba aliada a la institución católica, y su proyecto era formar una nación en los valores
promulgados por el catolicismo, por tal razón, el poder sobre la educación nacional le fue
concedido a la Iglesia. A partir de la Guerra Civil de 1860, la Iglesia queda con un lugar poco
79
favorable dentro de las instituciones de poder (Loaiza Cano, 2011, p. 148). Hechos como la
expulsión de las monjas de sus conventos por orden presidencial el 6 de febrero de 1863 y la
negación del clero de firmar el juramento condicional ese mismo año, que consistía en
reconocer al Estado como autoridad legítima y obedecer sus órdenes, afectaron directamente
la educación nacional. La novela de Acosta de Samper hace referencia directa a la separación
entre Iglesia y Estado y al conflicto que esto supuso en las consciencias que fueron parte de
la sociedad. En este sentido, esta referencia directa a la historia le permite a la autora ubicar
a su lector o lectora dentro de un marco enteramente actual, una problemática de su época, y
le invita a hacer una serie de reflexiones desde una perspectiva histórica más amplia que
consiste en preguntarse: ¿son adecuados para el país los presupuestos ideológicos tomados
por los liberales de las naciones europeas?, ¿qué sucedió en la conciencia individual y la
colectiva después de la Constitución de Rionegro?, ¿con las reformas liberales se
implementaron realmente las libertades individuales?, si es así, ¿quién quedó a cargo de la
educación de los niños y niñas?, ¿en qué medida la filosofía positivista, que hasta 1863 había
sido prohibida por la Iglesia, ayudó al progreso intelectual y moral de los ciudadanos?, y, por
último, si se tienen como principios la universalidad y la apertura, ¿cuál es el papel de la
mujer perteneciente a la élite dentro de esta nueva propuesta de desarrollo nacional?
La novela nos permite navegar por cada una de estas preguntas. El hecho de que
Laura, la protagonista de esta novela psicológica, sea una mujer “alta, esbelta, elegante, de
modales finos y palabra elocuente y culta” (2013, p. 34) que se enamora perdidamente de un
francés sin conocerlo bien, Amadeo Montiel, “que tenía los cabellos rubios, ojos azules,
barba oscura y poblada, estatura gallarda y una mirada audaz” (p. 34), es el primer gran
pretexto formal de la autora para mostrar a sus lectores que una persona no educada de forma
integral, en otras palabras, que no haya recibido educación religiosa además de la intelectual,
podía perder el control sobre sus deseos, su voluntad y su vida ante circunstancias que se
presentaban como atractivas, desencadenando una vida llena de tristeza.
Este enamoramiento, que viene siendo una de las variables comunes de la novela
sentimental: la mujer de provincia (o criada en ella) encuentra el amor en los ojos de un
extranjero75, le facilita a la autora manifestar una toma de posición con respecto a los
75 Lo mismo pasa en Dolores.
80
preceptos europeos adoptados por los liberales de Colombia, pero particularmente con
respecto a las propuestas educativas hasta 1870. En las escuelas enseñaban a los niños a rezar,
memorizar o recitar, pero no a leer y a escribir. Estos pequeños lugares estaban presentes
únicamente en las grandes ciudades y la educación también se había visto afectada con las
continuas guerras civiles. El gobierno liberal apuntó por la propuesta educativa más
ambiciosa que se había impulsado hasta ese momento en el país: una educación laica y
gratuita, con el fin de promover una instrucción enfocada en lo racional y dejar de lado lo
religioso (Loaiza, p. 203). Las ideas librecambistas y las políticas no-intervencionistas le
restaron completamente el poder a la Iglesia en casi cualquier ámbito social. Algunos
dirigentes liberales, convencidos por la urgencia y la necesidad de una educación nacional,
en 1867 expidieron una ley que dio origen a la Universidad Nacional de Colombia, y en 1870,
promulgaron el DOIP, en el que declararon la gratuidad y obligatoriedad de la educación
infantil (niños y niñas entre 7 a 15 años) y, por último, la creación de las escuelas normales
para la formación de maestros y maestras en todos los estados.
Hasta ese momento, en donde al parecer la tasa de analfabetización en Colombia
superaba el 90%, el DOIP prometía ser un plan completo para escolarizar la nación.
El decreto tuvo el propósito de organizar en todos sus aspectos, hasta en los más minuciosos,
el sistema nacional educativo. Estableció tres grandes sectores de acción: enseñanza,
inspección y administración. El decreto está impregnado de la ideología que acuñé la
burguesía europea en su etapa ascendente y de madurez. Prohíbe las discriminaciones raciales
y sociales, prescribe principios de formación moral como el amor a la justicia, a la patria, a
la humanidad, la frugalidad, la tolerancia, la moderación y en general, como dice el texto, “el
cultivo de todas las virtudes que son el ornamento de la especie humana y la base sobre que
toda sociedad libre” (Jaramillo, 1980, semestre I, n 5, p. 1).
Sin embargo, a pesar del consenso que existió entre las élites conservadoras y
liberales sobre la importancia incorporar prácticas culturales y científicas que llevaran al país
a su inserción en la modernización, entre otras, implementar un programa educativo que
permitiera orientar a Colombia hacia ese horizonte, algunas medidas impidieron que el DOIP
fuera bien acogido por un considerable sector poblacional (Loaiza, p. 457). El hecho de que
el Decreto no estableciera como materia obligatoria dentro del currículo la enseñanza de la
religión, hizo que algunos sectores conservadores y religiosos sintieran que el Decreto fue
81
un malévolo plan que pretendía expulsar completamente la fe católica del país76. Pero
algunos intelectuales, como es el caso de Acosta de Samper, que no se encontraba afiliada a
ningún partido, decidieron manifestar por medio de sus escritos una posición clara al
respecto. Por esta razón, propongo la relación amorosa de los dos personajes de la novela,
Laura y Montiel, como una reacción ante los preceptos liberales europeos adoptados por los
gobernantes liberales de Colombia en materia de educación. Debido a que las influencias que
marcaron a la élite letrada criolla fueron inglesas y francesas, estos personajes podrían
pensarse como una analogía del contacto entre lo nacional (la conservación de lo propio) y
lo extranjero (ideas modernas que para la autora tenían que ser cuestionadas antes de
adaptarlas a las circunstancias particulares socio-históricas del país).
Esta forma de configurar la novela pone a la autora en una perspectiva histórica no
solo en relación con la reciente propuesta de los liberales sobre la educación, sino con
respecto a las demás importaciones de corte cultural y moral que llegaban al país. En este
sentido, por medio de la relación amorosa entre Laura y Montiel, las preguntas de nuestra
autora para la vida republicana en Colombia serían, ¿existe realmente un compromiso ético
por la libertad individual?, ¿la ausencia de la instrucción religiosa ordenada por el Estado no
es una forma de censura?, ¿la importación cultural e intelectual de Europa por los gobernantes
encajaba con las necesidades de la nación?
Presentar la unión de Laura y Montiel como una analogía de la situación nacional es,
además, adentrarnos en las características que componen a cada personaje, a cada nación.
Montiel fue presentado, en un principio, como un sujeto lleno de virtudes y de novedades
ante los ojos de Laura, mujer acostumbrada a lidiar con hombres de provincia bien educados,
pero, al parecer, sin ningún atractivo. Hasta ahí, Soledad Acosta de Samper utiliza varios
lugares comunes de la novela de amor: dos individuos se conocen en una torpeza accidental
–en este caso la caída de Laura– y quedan profundamente flechados el uno del otro. Incluso
juega con las expectativas de los lectores y lectoras al preparar ese encuentro que se supone
terminaría en una gran historia de amor y romance, pero en el caso de Laura, nos deja pistas
sobre una posible y eventual desgracia en la vida de su protagonista. Su interés se vuelca,
76 En el texto “Escuelas masónicas” (La Caridad, Bogotá, 15 de julio, 1875, p. 555-558) se encuentra una clara
posición frente a los artículos propuestos en el DOIP.
82
entonces, en describir ciertos rasgos que notaba en la cultura europea y que, según su
percepción personal, son distintos a los que se esperan en una sociedad moral e
intelectualmente modernizada y civilizada.
Montiel, este francés que parecía tener todas las cartas a su favor, esconde ante Laura
sus verdaderas intenciones. En la configuración de la novela, hay un movimiento voluntario
de Acosta de Samper por darle al lector un narrador que anticipa los hechos y, entre otras
cosas, el objeto real de la unión matrimonial: Montiel tiene una mujer en Bogotá llamada
Nieves a quien quiere complacer y mantener con el dinero que conseguirá del matrimonio
con Laura. Entonces, el hombre dulce, cariñoso y atento que había robado su corazón tiempo
atrás, había desaparecido. En su lugar, Acosta de Samper delinea las verdaderas
características morales y éticas de Montiel: la avaricia, la ambición y la mentira. Esto, para
la autora, era la consecuencia de una sociedad que había olvidado implementar la instrucción
religiosa como parte importante del esquema educacional.
Desde Revista parisiense, Acosta de Samper continuamente nos dice que para ella,
Francia, como consecuencia de la falta de intervención por parte de la Iglesia en los asuntos
estatales, se encontraba en un período de decadencia moral y que eso, eventualmente, había
llegado también a impregnar la nación. Los valores que refleja Montiel en la novela son
totalmente incompatibles con los de Laura. En esta mujer, la autora evidencia un conflicto
interior resultado de este hecho irreconciliable, pues ella nota que no es el hombre que creía
ni la unión que esperaba. En este sentido, Laura es también una toma de posición de Acosta
de Samper con respecto al “debate de la hispanidad” (Padilla, 2008). Laura y Montiel,
quienes parecen ser bastante compatibles por sus modos de vida, su fisionomía y su clase
social, llegan a ser como el agua y el aceite. Los lugares de donde provienen cada uno
(Colombia y Francia), aunque parecían tener varios aspectos ideológicos en común, ya que
los intelectuales adoptaban ideales europeos, son realmente distintos. Los liberales del país,
al querer separarse completamente de la tradición española, se anclaron a otras tradiciones
europeas, entre esas la inglesa y la francesa. Esto provocó que los neogranadinos optaran por
imitar ciertos preceptos que desembocaban en una sociedad “liberal, protestante y laica” (p.
51) y que, además, quisieran ser determinados por “el comportamiento político, social,
económico, religioso, ético y moral” (p. 51) de las llamadas naciones civilizadas. Sin
83
embargo, Soledad Acosta de Samper no solo usa la relación entre Laura y Montiel para
reflejar una incompatibilidad entre las influencias europeas importadas dentro del proyecto
liberal y las necesidades sociales, políticas, religiosas y morales del país, sino para evidenciar
una incomprensión por parte de los gobernantes y letrados de las particularidades nacionales
y diferencias con respecto a las sociedades europeas. La posición que toma la autora con
respeto al “debate de la hispanidad” es el conservar ciertas tradiciones, entre esas la católica,
porque para ella, con la separación entre la Iglesia y Estado en el país, se perjudicaba y
degradaba aún más la sociedad, dejándola cada vez más lejos de ese ideal civilizatorio y
moderno.
Acosta de Samper se preocupa por hacer observar que los valores provenientes de
Montiel, hijo de una sociedad liberal y laica, quien se burlaba de su esposa por creer “en
todas esas monadas” (Acosta de Samper, 2013, p. 49) como la religión, no coincidían con su
propuesta de sociedad hasta ahora en construcción. La autora reflexiona críticamente ante
tales sucesos (como lo había hecho en textos periodísticos anteriores). Se pregunta, pues,
¿cuál es la educación moral que ofrecía el gobierno liberal?, ¿en una sociedad laica también
se respetan las creencias religiosas?, ¿la sociedad colombiana está preparada para una
transformación mental radical y un desprendimiento de la tradición? Ella estuvo a favor de
ciertas ideas consideradas liberales como la industrialización, otorgar a las mujeres un lugar
en las escuelas, permitirles ganar dinero por medio de su trabajo, pero en lo que nunca estuvo
de acuerdo –y se encargó de demostrarlo casi en cualquier texto que publicó– fue en ese
principio liberal mosquerista de no querer ver al “clero influyendo [ni] en política” (Molina,
1970, p. 17-18) y mucho menos interviniendo en materia educativa77.
A partir de lo anterior podemos decir que la autora propone la blancura (raza) europea
como decadencia moral, así como en Dolores. Al ser Colombia una sociedad en construcción,
el tipo de cuestionamientos a nivel individual y social se acercaban a preguntas como:
¿quiénes somos?, ¿en qué queremos convertirnos?, ¿qué aspectos queremos adoptar de otras
sociedades?, a las que Acosta de Samper, por medio de la elaboración de ambos personajes,
77 La “cuestión religiosa”, es decir, la separación entre la Iglesia y el Estado tenía dos variantes: Mosquera, por
un lado, quien con un regalismo tipo borbónico “buscaba reglamentar y controlar las actividades de la iglesia”
(p. 97) estaban los radicales, quienes matizaron el asunto al oponerse “a la preponderancia de la Iglesia a nivel
nacional e internacional, a que la Iglesia y el clero ocupen un lugar privilegiado en la sociedad” (p. 97), pero
estaban a favor de la libertad religiosa que incluía, evidentemente, a la Iglesia Católica.
84
buscaba darles una respuesta. Hasta 1870, la autora había mencionado en sus novelas y
artículos ciertos rasgos que ella veía como costumbres pertenecientes al país. En algunos
casos habla sobre las fiestas populares y recurrentes en los pueblos, los trajes, los modales de
la clase alta, el lugar que ocupaba el hombre y la mujer en la sociedad. Su proyecto intelectual
y novelesco estuvo encausado en darle respuesta a esa última gran interrogante sobre cuáles
son las influencias pertinentes que debían ser tenidas en cuenta por los gobernantes y que, de
una u otra forma, tenían alguna incidencia en el país. Teniendo en cuenta lo dicho hasta ahora
sobre el desacuerdo de Acosta de Samper con respecto a las políticas educativas
implementadas en el país (DOIP), Laura se convirtió en un motivo para interrogar al Estado
y a la sociedad sobre la importancia de la educación en la vida del sujeto, especialmente en
la de una mujer, pero, ¿qué tipo de educación?, ¿por qué concentra su crítica en la educación
femenina y no en la instrucción en general?
Laura, novela escrita y publicada en plena hegemonía liberal, involucra al lector en
una serie de reflexiones sobre la voluntad –posibilidad de decisión– femenina y la educación.
En 1870, año en que salió Laura en El Bien Público, el General Eustorgio Salgar subió a la
presidencia (1870-1872). Para esa época, la escolarización femenina se materializaba con la
creación de escuelas normales (Zuluaga Garcés & co., 2012, p. 140). Soledad Acosta de
Samper sabía que el tipo de educación impulsado para las mujeres durante esta época tenía
que ver con algunos ramos de las ciencias, literatura, dibujo, higiene, economía doméstica,
manualidades, entre otros (p. 153). Pero para ella, el elemento esencial en la educación de
todo sujeto estaba ausente. La enseñanza de la religión llegó más adelante, durante la
Regeneración78.
Con Laura, la autora se propone mostrar que aunque una mujer sea instruida en la
parte intelectual, sin educar el espíritu no sabrá de qué forma enfrentarse a las tempestades
de su propia vida, controlar sus deseos y caprichos más profundos y no podrá sino ceder su
voluntad a los intereses de otra persona. Laura, dice en la novela, era una muchacha “[p]oco
78 Cuando Colombia entra a la época de la Regeneración “la enseñanza de la religión se hace obligatoria,
aparecen nuevos ramos como la historia sagrada y la urbanidad, se mantienen algunos de los antes mencionados
y se dispone que en las escuelas de niñas, además, se debe enseñar costura, bordados, tejidos y corte de trajes
(Decreto 99 de 1886, 17 de febrero, por el cual se organiza interinamente la instrucción pública). Tanto los
niños como las niñas deberían asistir a las escuelas de lunes a sábado de 7 de la mañana a las 2 de la tarde”
(Zuluaga Garcés & co., 2012, p. 153).
85
aficionada a todo lo que fuese estudio serio” (Acosta de Samper, 2013, p. 32). Dedicó su
etapa temprana a “las obras de arte: al dibujo (…), a la música (…), y a obras de costura y
flores de mano” (p. 32). Laura era una mujer que lo tenía todo, recibió instrucción en arte y
en algunos oficios prácticos. Acosta de Samper apoyaba este tipo de educación para la mujer.
En repetidas ocasiones mencionó la importancia de instrucción intelectual y práctica
femenina en el proyecto de construcción nacional. Abogó, además, por una independencia
económica, emocional y social para la mujer.
Acosta de Samper, con la representación de la vida de Laura, pretendía señalar lo que
para ella serían las consecuencias de dejar a la Iglesia sin intervención en ningún aspecto de
la sociedad. Por esto, traer el tema de la cuestión religiosa en este apartado se hace
obligatorio, porque tal como lo indica Iván Padilla, la cuestión religiosa “fue algo más que
una simple posición de partido a la hora de modernizar las instituciones heredadas de la
colonia” (2008, p. 96). Debe entenderse entonces como “una crisis de conciencia que no solo
afect[ó] las creencias religiosas de los neogranadinos, sino también su identidad” (p. 96).
En un principio, esta crisis de conciencia que se produce en Acosta de Samper la llevó
a cuestionarse sobre la supuesta incompatibilidad entre las propuestas liberales y la religión,
pero, como lo he manifestado a lo largo de este apartado, Laura, en particular, es la pregunta
por las consecuencias de una educación laica. La propuesta central de la autora con respecto
a la educación, en particular la femenina, fue abogar por una instrucción integral, que le
permitiera formarse en asuntos intelectuales, prácticos y religiosos, en este sentido, la mujer
sería la portadora de lo que ella consideraba buenas costumbres y transmitirlas de generación
en generación como las tradiciones, así como ejercer una parte activa dentro de la sociedad.
Para Acosta de Samper era la mujer quien debía encargarse de la educación religiosa, porque
al estar a cargo de la casa y de la crianza de los hijos, inculcaba todos los valores heredados
de la tradición católica. Por esta razón, podemos pensar a Laura como un reflejo de esa crisis
de conciencia en la autora en el sentido de que la completa ausencia de su madre la marca
para siempre. En el álbum de recortes hecho por Acosta de Samper, Cuadros y artículos (s.f.),
hay un artículo titulado Misión de la mujer, allí la autora dice que
a las madres de familia pertenece el privilegio de conservar el honor de la familia, la fortuna
del esposo, la salud física y moral de todos los miembros de la familia, (…) Educar el corazón
y el espíritu de sus hijos, infundiéndoles hábitos de orden y amor a la ocupación, (…) y por
86
último agradar a todos, ganándose los corazones a fuerza de gracia, previsión, arte, buen gusto
y tacto. (p. 35)
La figura materna en la vida humana, no solo de la mujer, sino de cualquier individuo,
es, según la autora, una luz, una guía en el camino, la portadora de la tradición religiosa, es
decir, quien lleva en su interior los preceptos morales para impartir a sus descendientes. Si lo
miramos desde esa perspectiva, la identidad de Laura se ve trastocada por la ausencia de su
progenitora, quien no pudo infundir en ella ningún tipo de hábito o preocupación espiritual.
La mujer, la madre, encargada de la conservación de un orden moral, no estuvo presente en
los años más importantes de la educación de Laura, ni tampoco después (no se sabe qué
sucedió con ella). Lo que dejó su inexistencia fue un vacío espiritual en el corazón de su hija.
Laura no tenía confidente, su carácter idealista le hacía vivir “en un mundo ideal (…).
[Además], Amadeo se había enseñoreado de su voluntad de tal manera, que la incauta niña
le entregó su alma y albedrío” (Acosta de Samper, 2013, p. 41). La novela nos permite ver
que como consecuencia de la ausencia de la madre, la crisis de identidad que se produce en
Laura es por la ausencia de Dios. Pero como toda sociedad patriarcal tiene su jerarquía,
¿quién era entonces el guía en la vida de Laura?
La relación paternalista que la protagonista establece no es con la Providencia, sino
con su padre. Laura, esta niña delicada y dulce, está sujeta a la voluntad de don Justo, quien
no había puesto a Dios en el corazón de su hija durante la crianza, sino que se encargó de
brindarle, por un lado, una educación distinta a la religiosa y, por el otro, todas las
comodidades materiales que le permitió su lugar en la sociedad. Laura se encontraba marcada
por el carácter sumiso que debía caracterizar a una mujer en la sociedad del siglo XIX
(Alzate, 2016, p. 24). Por esto, no solo le heredó a Amadeo su fortuna, sino que, al casarse
con él, le entregó su voluntad. En definitiva, Laura no fue dueña de sí misma, sino hasta que
decide separarse de Amadeo.
Si consideramos a Acosta de Samper como un sujeto que evalúa críticamente las
disonancias y diferencias de su axiología frente a las de la sociedad representada, es evidente
que por medio de la configuración del material novelesco, los discursos, los personajes y las
situaciones, plantea las contradicciones históricas y sociales a las que ella y sus
contemporáneos se vieron envueltos. Igualmente, el lugar que escoge la autora para el
desarrollo de la trama y para ubicar a sus personajes también le permite poner en tela de
87
juicio esta creencia sobre la ciudad como civilización y el campo como atraso con respecto
a los ideales modernos. En mi opinión, con la relación entre personajes y lugares (Laura
criada en provincia y Amadeo en ciudad), encontramos allí la ya clásica y conocida oposición
entre campo y ciudad formulada por intelectuales como Domingo Faustino Sarmiento en
Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas (1845). El historiador e
intelectual argentino José Luis Romero dice sobre esta lo siguiente:
Sin duda son dos realidades físicas distintas. Son, además, dos tipos de sociedad distintos y
desarrollan dos tipos de procesos históricos también distintos. Pero hay más. Esas sociedades
tienen dos distintas formas de vida. Costumbres, normas y fines inmediatos son distintos en
las sociedades urbanas y en las sociedades rurales. Cada una de ellas ha elaborado una
diferente forma de mentalidad, precisada y afinada con el tiempo, que se consustancia con su
propia forma de vida. El contraste es percibido desde fuera, pero es vivido desde dentro.
Pueden llegar a ser dos mundos con escasos puntos de referencia; pueden llegar a rechazarse;
y pueden llegar a enfrentarse. (Romero, 2002, p. 337)
En efecto, en Acosta de Samper esta oposición le sirve para dibujar dos realidades
distintas. Montiel, quien viene de la ciudad, así como Nieves, la pareja oculta de él, son
descritos como sujetos llenos de valores incompatibles con el proyecto nacional de la autora.
Mientras que Laura, habitante de provincia, no se ocupaba de llenar su vida de opulencias,
sino que conforme pasa el tiempo se consagraba más a sus principios y se adueñaba más de
sí misma. En este sentido, podríamos pensar que en la novela de Acosta de Samper se
entiende el campo como progreso y civilización, mientras que la ciudad como un lugar en
decadencia. Todo lo contrario a lo planteado por Sarmiento. La oposición usada por la autora
nos permite nuevamente llegar a la conclusión de que su propósito con Laura era proponer
la blancura como decadencia moral. Por lo tanto, el único aliado con el que el país contaba
para evitar asemejarse y dejarse permear por la cultura europea decadente, según Acosta de
Samper, era la educación de orden moral, más allá que la intelectual.
El personaje de Laura vivió un proceso interno, una formación espiritual que le
facilitó reconvenir sus emociones y volver a ser dueña de sí misma. Por medio del relato,
Acosta de Samper nos permite entender su actitud crítica que pone en tela de juicio el aspecto
moral, educativo, político y liberal de la sociedad e intenta relativizar las posturas con
respecto a la educación defendidas en cada uno de los discursos presentes en la época. El tipo
de novela escogido por Acosta de Samper funciona para evidenciar estos conflictos
88
ideológicos, de visiones de mundo, a los que había llegado el país hacía mucho tiempo.
Pretendió que sus lectores y lectoras dedujeran que la idea de que la función de las mujeres,
por lo menos a las de clase alta –eran ellas a quienes dirigía sus discursos hasta 1879–
consistía en cultivar, educar su corazón y su espíritu. Las mujeres podían ser madres, esposas,
hijas, estudiantes y poseedoras de bastos capitales, pero la ausencia de una educación
religiosa no les permitiría enseñar a sus hijas, hijos o parientes preceptos morales y valores
que, para Acosta de Samper, eran los necesarios para construir esa tan anhelada nación
moderna, pues así como las mujeres heredaban la moral a sus hijas, también educaban a sus
hijos, quienes al crecer se involucrarían en la toma de decisiones en cuanto al rumbo del país,
pues los hijos de la élite, generalmente, formaban parte de las distintas comitivas políticas.
2.2. Historia de dos familias. Novela de costumbres nacionales: la función de la mujer en
una sociedad en transición
No se podría captar la propuesta de nación por parte de Soledad Acosta de Samper
sin tener en cuenta La Mujer, revista que propone desde frentes literarios, científicos e
históricos un papel protagónico para la mujer dentro de la sociedad patriarcal colombiana.
Aunque no es nuestro propósito en esta tesis analizar su unidad ni numerosos fragmentos, en
mi opinión, la novela Historia de dos familias. Novelas de costumbres nacionales (1880)79,
publicada en esa revista, llama la atención dentro de su proyecto estético y social por dos
razones. En primer lugar, porque parte del título dado por la autora, Novela de costumbres
nacionales, se debe pensar dentro del marco nacional de las novelas costumbristas escritas
por sus contemporáneos. Aunque la novela es de 1880, unas décadas antes se venían
escribiendo en el país novelas de costumbres, pues las condiciones internas tan
contradictorias y el deseo de estos hombres de letras de adherirse a los nacionalismos tratando
de crear una literatura nacional favorecieron la aparición de este género. Acosta de Samper,
con Historia de dos familias –así como el resto de las novelas y cuadros de costumbres que
escribió– se inscribe en este fenómeno costumbrista, lo que significa que se adhiere a este
79 De esta novela, que aún no ha sido intervenida por la crítica, se conocen dos versiones: la primera, está en la
revista de La Mujer; la segunda, está en un álbum de recortes que hizo la escritora en donde realizó a mano
unas modificaciones al texto. Estos cambios, aunque resultan muy interesantes, no los incluiremos en el análisis
por desviar la atención del punto que quiero explicar.
89
gran proyecto de crear y consolidar una literatura nacional permeada de presupuestos
ideológicos, culturales y sociales.
Si bien podemos leer la novela de una forma que representa algunas características
del sujeto, tradiciones y costumbres, la exigencia que hace la autora al lector o lectora que se
enfrenta a su texto es que trascienda el carácter descriptivo y entienda que su objeto estético
es un signo que comunica (Mukařovský, 2000, p. 88), entre otras cosas, una problemática
actual para su época y que está representada, en mayor medida, dentro de la unidad de la
propia revista La Mujer. Por este motivo, debemos entender que, así como lo resalta Iván
Padilla, “[e]n la literatura costumbrista, las costumbres interesan en la medida en que resultan
complejos históricosociales: se busca no solo describirlas, sino analizarlas en relación con
diversos factores que las condicionan” (s.f., p. 10)80.
Dentro de la producción estética de Acosta de Samper, el costumbrismo, además,
tiene una función ideologizante. En esta novela, en particular, se reconoce la función
ideológica de la educación en el individuo, puesto que sin esta, para la autora los sujetos
quedan vinculados sin un papel protagónico o relevante al proyecto de construcción nacional.
De aquí se desprende la segunda razón de por qué es importante Historia de dos familias
dentro de su corpus como autora y del nacional. Dentro del proyecto de la autora, el
costumbrismo le sirvió para hablar de la educación femenina, de las distintas posibilidades
que tiene una mujer en la sociedad, de las diferencias en las clases sociales, entre otras,
planteó tesis importantes sobre los discursos de modernización ligados al feminismo –la
emancipación femenina, la instrucción femenina, el derecho de la mujer al trabajo– y, por
último, intentó cuestionar a las mujeres sobre una posible ruptura con la jerarquía patriarcal.
La novela analizada en este capítulo responde a esa tesis: ¿qué sucede cuando se desvanece
la figura del patriarca?, ¿cómo van a sobrevivir estas dos mujeres y sus hijos, pertenecientes
a familias de condición distinta, después de la muerte del esposo en una sociedad patriarcal
regida por hombres?, ¿cuál es el elemento crucial que le permite transformar su entorno para
afrontar la continuidad de la existencia y las responsabilidades masculinas?
80 Esta cita sale de Manuela y el socialismo utópico (s.f.), libro inédito del profesor e investigador Iván Padilla
Chasing. En este momento se encuentra en proceso de publicación.
90
En segundo lugar, estas preguntas correspondientes al propósito de revalorización
histórica, social y jerárquica de la posición de la mujer en el siglo XIX presentes en Historia
de dos familias están completamente relacionadas con lo analizado en el apartado anterior
sobre Laura. Novela psicológica acerca de la condición de la educación femenina
colombiana. Sin embargo, en Historia de dos familias el tema de la instrucción femenina se
conecta con un problema concreto asociado al funcionamiento del orden patriarcal en la
sociedad y la imposibilidad de ver a la mujer –en un sentido social y cultural– tomar las
riendas de su vida, es decir, abandonar con asombroso éxito el orden jerárquico establecido.
En ese sentido, podemos pensar que el suceso que tiene lugar al principio de la narración no
es nada accidental dentro de la novela. Acosta de Samper decide comenzar con la muerte de
don Rufino Ahumada, un “hombre acaudalado, capitalista” (La Mujer, Jul 15 de 1880, n° 42,
p. 115) y de don Antonio Villanueva, un empleado que “no poseía más bienes que la modesta
casa en que vivia y un terrenito que no alcanzaba á suministrar anualmente lo necesario para
alimentar á su larga familia, pues él también dejaba seis hijos pequeños” (p. 116). En esa
época, los hombres eran los encargados de proveer el hogar del sustento económico, diario,
así como conseguir bienes materiales que, de alguna forma, le darían a la familia una posición
en un determinado círculo social, mientras que las mujeres estaban destinadas, dentro de ese
pensamiento y orden patriarcal, a la crianza de los hijos y, en algunos casos, a administrar la
economía doméstica. Por esta razón, podemos pensar que este hecho ficcional, que parece
fortuito para ambas familias, es completamente intencional por parte de la autora puesto que
le permitirá demostrar la tesis que tiene sobre la función de la mujer y la educación femenina
haciéndose desde el comienzo las siguientes preguntas: ¿qué puede suceder con la mujer
cuando fallece la persona encargada de suministrar el bienestar económico a sus familias?,
¿qué pasa con la mujer cuando tiene que confrontarse sola con el mundo?
En Historia de dos familias, Acosta de Samper se concentra en plasmar la vida de dos
mujeres, doña Narcisa y doña Pastora, después del fallecimiento de sus esposos. Hasta 1879,
dentro del proyecto estético de la autora, las protagonistas de sus novelas habían sido
únicamente mujeres de clase alta, educadas y portadoras de lo que en la época se
consideraban buenos modales. Es evidente que un aspecto relevante en La Mujer es la
aparición de la clase baja dentro del proyecto social e intelectual de la autora, pues durante
el período de la hegemonía liberal, ella había ignorado –quizá deliberadamente– a esta otra
91
parte de la población vista como sinónimo de atraso dentro del plan modernizador. Por esta
razón, resulta llamativo el hecho de que en Historia de dos familias la autora decida
contraponer la vida de dos mujeres de clase social distintas con el propósito de evidenciar las
consecuencias del tipo de educación al que estuvieron expuestas cada una. Además, ligar
esos resultados a la función que desempeñaría cada cual dentro de su hogar y la sociedad.
Por un lado, está doña Narcisa, una mujer que no fue criada en clase alta, pero que su
belleza y ambición le permitieron contraer matrimonio con un “rico capitalista” (Samper, p.
1). A simple vista, Narcisa, descrita por el narrador como “mal educada, tonta, careciendo
completamente de juicio y de criterio” (p. 115), no cuenta con las cualidades de una persona
capaz de enfrentar un destino sin tropezar por el camino. Su crianza, al parecer, no había sido
bien dirigida por el pariente destinado para esa responsabilidad. Su mala educación había
desembocado en eso que el narrador llama falta de “juicio” y “criterio”. Así, el primer
capítulo que versa sobre la manera que atraviesa el duelo cada viuda, muestra que, en este
primer acontecimiento, este personaje toma un camino de absoluta dejadez, evadiendo el
hecho de que la ausencia de su esposo se podría convertir en una eventual contingencia
económica y moral dentro de su hogar. La educación que tuvo Narcisa en su infancia y
adolescencia determinaron de manera absoluta su carácter para enfrentar decisiones
venideras. Por eso, los días posteriores al luto reaccionó de una forma que el narrador no
pareció aprobar: vistió su casa, sus hijos y a sí misma como si su vida hubiese caído a un
hondo agujero del que no planeaba salir. Igualmente, debido a las condiciones económicas
favorables en que la dejó el esposo, decidió disponer de un suntuoso capital para ataviar su
casa y sus cuerpos para la ocasión, como si celebraran un acontecimiento vital como el
matrimonio. Igualmente, Narcisa
[t]ambién creyó que una de las señales de luto que ha de encontrarse en la fúnebre casa es la
completa ociosidad; ella, por muchos días, no volvió a hacer cosa alguna, y la despensa y los
oficios de la casa que solía vigilar un tanto, quedaron como moro sin señor; lo mismo sucedía
con los niños, á quienes sacó de sus escuelas para que la acompañaran en su pena, y vivian
ociosos, peleando y riñendo entre sí ó importunando a los visitantes. (p. 117)
En esta gran primera decisión que debe tomar una viuda con respecto a su familia,
Narcisa demuestra que la educación que tenía consigo la llevó a tomar la determinación de
detener todas sus actividades y las de sus hijos. El narrador castiga la ociosidad en la que esta
mujer envuelve sus días y a sus hijos, puesto que descuidó todo lo que estaba a su alrededor.
92
Acosta de Samper, quien había insistido en la constante actividad femenina dentro de
distintas esferas públicas y privadas, mostró las decisiones de Narcisa como una torpeza
voluntaria mezclada con egoísmo e ignorancia. Con este momento particular de la novela, la
evaluación cultural e individual que realiza la autora devela una intención enjuiciadora de
ciertas características presentes en la atmósfera colombiana que alejaron a la mujer de una
actividad productiva y beneficiosa para la modernización de la nación. Para la autora, la
mujer, tal y como describió a Narcisa, era una compañía débil y representa lo contrario a la
prosperidad o desarrollo. La contraposición de este personaje con doña Pastora, quien parece
ser todo lo contrario, pues es descrita por el narrador como una mujer de carácter fuerte,
trabajadora, ordenada y virtuosa, es llamativo en un sentido práctico.
La actitud ante la contingencia de perder a su esposo fue muy distinta de la de Narcisa.
Dentro de una sociedad patriarcal, en donde el hombre es quien tiene la carga económica y
la mujer la del hogar, Acosta de Samper configura a doña Pastora como un sujeto más libre
e individual con respecto a Narcisa, quien no solo estaba atada al pensamiento patriarcal, sino
a su falta de visión práctica y económica. En este sentido, el hecho de que Pastora haya
decidido dar clases de piano para conseguir recursos económicos para su hogar, abre una
brecha entre las dos mujeres, pues ella derrumbó algunos presupuestos patriarcales y sociales
presentes en esa época sobre el acceso a la educación por parte de las mujeres y el derecho
al trabajo por fuera del hogar. Las facultades intelectuales y prácticas, por las que más abogó
la autora en este período intelectual, le facilitaron continuar una vida modesta a doña Pastora.
Sin embargo, cabe resaltar que el oficio práctico que decide poner la autora a manos de doña
Pastora no era comúnmente aprendido en las clases bajas del país.
El acceso al aprendizaje de piano estaba enteramente relacionado con las clases altas
–o al menos modestas–, porque adquirir un piano, pagar un profesor o tener el tiempo para
aprender no rentaba ninguna ganancia. Al respecto podemos indicar que este hecho permite
al lector delimitar las clases sociales que la escritora pretendía incluir en su propuesta de
proyecto nacional. Tal como lo señala en el texto La educación de las hijas del pueblo. El
trabajo de las mujeres en el siglo XIX, la educación para una mujer del servicio doméstico
debía ser muy distinta a la instrucción que recibía una mujer de clase alta, tenía que estar
dirigida al individuo de acuerdo a las posibilidades laborales que iba a encontrar en el futuro
93
según su condición social, es decir, además, que la autora tiene una visión clasista del mundo
en la que hay una jerarquía socioeconómica que no permite ni imagina un ascenso de clase
ni para el hombre ni para la mujer.
A mi juicio, Acosta de Samper al representar estos dos tipos de mujeres, una
aparentemente pobre y la otra arribista, se propone jugar un poco con las posibilidades que
tiene para configurar el destino de sus personajes y mostrar desde dos perspectivas distintas
los valores que están en la atmósfera social del país. Desde el principio ya hay una marca
moral en cada una de las mujeres, así como en sus familias. Por un lado, Doña Narcisa
caracteriza a los valores decadentes que la autora encontró desde siempre en las sociedades
europeas, en especial en la francesa. El lujo, la vanidad y la mala administración económica
de la casa son tres aspectos que Acosta de Samper venía criticando desde que aparece su
primer escrito en Biblioteca de Señoritas. Según ella, la sociedad decadente de Europa se
había vuelto, aparte de inmoral, narcisista. Por eso, cuando describe a las mujeres francesas
en sus primeras cartas, resalta el hecho de que el lujo y la moda rayan y superan con creces
cualquier tipo de ostentación. Las familias, no solo las mujeres, se ven perjudicadas por esto,
pues las damas que eventualmente entregan buena parte de su capital con el propósito de
obtener trajes que estén a la última moda y que les permitan ser aceptadas en los distintos
círculos sociales y tertulias, consiguen pagar este lujo, muchas veces, debiendo dinero a los
demás. Narcisa era este tipo de mujer: pedía fiado para sus trajes y para sus gastos, por eso
ella piensa “¿quién no puede vestirse bien si lo quiere así?” (p. 141). Para Acosta de Samper,
la mujer, quien según ella era la que estaba más involucrada en el mundo de la moda,
ostentaba en esta atmósfera una posición que debía manejar con precaución, conocimiento y
responsabilidad. Estos valores concebidos en Narcisa entraban en contradicción no solo con
los principios católicos que empezaron a regir a partir de la Regeneración, sino con todo el
sistema de valores de la autora ya que ella proponía una sociedad en donde la mujer actuara
de manera efectiva y propositiva, velara por el bien individual –su parte espiritual– y el bien
colectivo –en el hogar o el trabajo–.
Por el otro lado, pensaríamos que Pastora, al ser el personaje escogido para contrastar
a Narcisa, es quien encarna los valores nacionales que la subjetividad de la autora percibe en
la atmósfera nacional, pero no. Pastora es el ideal de mujer al que ella aspiraba que se
94
convirtieran las mujeres de la nación que tuvieran acceso a una educación integral, práctica
y religiosa. Lo paradójico en esta novela viene siendo que el ideal femenino esté representado
por una mujer de “bajos recursos”, todo lo contrario a lo que había sucedido hasta 1879 en
sus novelas, en las que sus protagonistas pertenecieron a la clase privilegiada. Este cambio
de representaciones obedece a una construcción simbólica del pasado, presente y futuro a
partir de su propia visión de mundo y los intereses que tenía la autora en que se establecieran
en el imaginario colectivo los presupuestos de la Regeneración. A mi juicio, proponer un
modelo ideal de mujer en una clase distinta a la élite era enjuiciar, por parte de Acosta de
Samper, la perversión moral, histórica y social de la que fue blanco la misma clase alta. Es,
en cierta medida, juzgar los paradigmas liberales impuestos por esa clase social que se habían
postrado en suelo colombiano y proponer un cambio desde lo estético, moral, el estudio
histórico y científico. Igualmente, reconocer valores universales en mujeres de clase baja era
romper prejuicios acerca de la superioridad moral de la clase alta del país sobre aquellos
quienes, por no tener una educación conforme lo plantea el liberalismo, no podían significar
a los ojos de los ciudadanos un modelo a seguir. En últimas, lo anterior le permitió a la autora
establecer un diálogo importante no solo con las personas de su círculo, sino con esta otra
parte de la sociedad que, en algunos casos, había sido olvidada por los intelectuales y
políticos.
En la novela, ambas mujeres son configuradas por Acosta de Samper como individuos
en permanente contradicción y conscientes de su desgracia. Sin embargo, es lógico que la
autora pretenda resolver estas contradicciones íntimas de Pastora y Narcisa de una manera
distinta para cada una, pues a ambas se encuentran en condiciones sociales distintas. Por un
lado, Narcisa aceptó concebir una familia pensando en la posición social que tenía su esposo.
La educación que recibió en casa no le permitió tener las suficientes herramientas para
conocer de economía doméstica, por eso “era despilfarrada, botarate y jamás dejaba de
realizar un capricho, aunque fuese el más descabellado” (p. 115). Por el otro, su falta de
racionalidad, criterio y orgullo no le permitió reconocer ante sus hijos ni ante nadie que,
después de fallecido su esposo, se dedicó a gastar su capital en sus caprichos y los de sus
hijos y, de todo lo que habían heredado, muy pronto ya habían gastado todo. Mientras que
Pastora se enfrenta a una vida de dificultades para conseguir dinero, enviar a París a Antonio,
95
su hijo, para estudiar en el Seminario y así ordenarse como cura y, al mismo tiempo, atender
los deberes de la casa.
Acosta de Samper se preocupa por el destino de la mujer en general, por estas mujeres
que han quedado viudas jóvenes después de alguna guerra, con tantos hijos y
responsabilidades que atender, en otras palabras, por la mujer que se enfrenta a un nuevo
sistema cuando el orden jerárquico de la familia tradicional se ve trastocado por las
circunstancias. Para responder la tesis central de la novela, la autora anuncia que ambas
mujeres quedarán en una condición de vulnerabilidad al perder a su marido, pero que cada
una actuará según sus preceptos morales y educación. Así, el camino de ambas está definido
por la decisión de desmarcarse –o no– del sistema patriarcal y la situación de sometimiento
de la mujer. Doña Narcisa no logra hacerlo, al contrario, sus acciones y disposiciones, que
únicamente le dan descrédito en la sociedad, llevan al lector a entender que este tipo de
mujeres necesitan la presencia del esposo –o de alguna figura masculina– que se encargue de
las cuentas, los gastos, el trabajo y decidan por ellas. Por su parte, las acciones de doña
Pastora sí consiguen demostrar que, una figura femenina bien educada y moralmente
instruida, según Acosta de Samper, es capaz de desligarse de esa cultura patriarcal
dominante, conseguir una relativa libertad en sus decisiones por medio del trabajo y su
respectiva remuneración, al tiempo que logra adaptarse a los cambios inevitables de la vida.
Acosta de Samper no solo representa la vida de las mujeres, sino también el éxito y
los fracasos de sus hijos, según la manera en que fueron criados. Permanentemente, la autora
está haciendo una revisión crítica a los valores que tiene cada mujer, su visión de maternidad
y de crianza con el propósito de responder su tesis. Por este motivo, en la novela el choque
entre los valores de doña Pastora y doña Narcisa es constante. Por ejemplo, al empezar la
novela, una vez que doña Pastora acepta llevar a sus hijas a la tertulia para celebrar el grado
de Germán, doña Narcisa dice:
(…) He resuelto que sus niñas vayan á la tertulia á casa, á divertirse y estar contentas un rato,
y no admito excusa: me las ha de llevar usted, ó si no quiere usted ir yo mandaré por ellas.
– No tal! Mis hijas no salen sino conmigo.
– ¡Qué atrasada de noticias está usted! exclamó doña Narcisa, si cree que es preciso
que las mamás siempre anden pegadas á las hijas… Eso era en otro tiempo; ahora las niñas
van á todas partes con sus hermanos ó con los hermanos de sus amigas…
– Solas con jóvenes?
96
– No, con las amigas que tienen hermanos que las acompañen… Pero pronto
disfrutaremos de la libertad de las norte-americanas… Allá la madre no tiene ninguna
responsabilidad. (p. 142)
En la situación ficcional que quiere representar la autora, el pez muere por la boca.
Aunque Pastora se encuentre constantemente en un debate interno por los reclamos y
atrevimientos de Narcisa en cuanto a sus decisiones, ella no cede en ningún momento a las
pretensiones de su vecina de descuidar su papel de madre y guardiana de sus hijos. Cuando
Narcisa dice que su propósito era parecerse al modelo de madre que se percibía en
Norteamérica, la autora pretende traer a discusión y evaluación las características de una
madre presentes en el imaginario femenino de las sociedades consideradas modernas.
Sin lugar a dudas, las costumbres que resalta la autora son las de Pastora. Como su
nombre lo indica, pastora es una persona que guarda, guía y apacienta. Ella como madre,
teniendo una de las funciones que la autora considera más importantes dentro de la sociedad,
es la encargada de heredar su conocimiento, sus valores y tradiciones a las generaciones
venideras. Resalta también lo que se manifiesta como un “defecto, –era tan reservada, tan
séria y rígida, que no inspiraba confianza a sus hijos” (p. 117). Acosta de Samper le transmite
a la mujer el derecho a la apertura interna y emocional ante sus hijos.
Así pues, Acosta de Samper produce un efecto de realidad en la novela describiendo
a doña Pastora: una mujer, cualquier individuo, está compuesto de valores, virtudes y
defectos –a veces circunstanciales–. La escritora dota a este personaje de una unidad
psicológica que, por medio de ella, le permite evaluar los problemas humanos, su entorno
social y el comportamiento de la mujer. Es llamativo, además, que la autora decida hacerlo a
través del propio narrador, mucho más que de la voz de los mismos hijos o madres. Esta
aproximación moral termina siendo la perspectiva de la visión de mundo de la autora porque
a Soledad Acosta de Samper le interesa profundizar en el aspecto humano, moral, psicológico
y racional de la mujer, por esto en sus novelas, así como en Historia de dos familias, aborda
estos temas desde un narrador capaz de emitir juicios y que no se reserva, como a veces pasa
en la voz de los personajes, información acerca de los rasgos psicológicos y morales de estos.
El papel de madre visto desde los ojos de ambas protagonistas difiere en cuanto a
responsabilidades y manera de educar a sus hijos. En este punto nos podemos preguntar,
97
¿cuáles son las consecuencias de la transmisión de sus propias visiones de mundo en los
descendientes de cada mujer? Ya sabemos que Narcisa, como oveja descarriada, comenzó a
gastar su dinero en trajes y lujos, mientras que Pastora vivía una vida más modesta,
trabajando y consiguiendo dinero para darles educación a los suyos. Sin embargo, eso no
resulta suficiente para saber en realidad cuáles serían las consecuencias de las diversas formas
de ver la vida. Por medio de estas dos mujeres, Acosta de Samper esboza a sus lectores y
lectoras el modelo que para ella debería tener una mujer dentro de su proyecto social que,
aparte de cumplir de forma perseverante su papel de madre, aportara por medio de su visión
educativa, social, religiosa y cultural a la sociedad. En este sentido, la propuesta que hace la
autora por medio de su novela con respecto a la función de la mujer no se aleja de los
presupuestos patriarcales: la conservación del hogar, la crianza moral e intelectual de los
hijos, los quehaceres domésticos y la preservación de la tradición.
Lo anterior nos da a entender que los hijos son la proyección de lo que fueron sus
padres, tanto para el hogar como para la sociedad. Por ejemplo, Narcisa, quien nunca se
confronta con la realidad, tiene, al igual que Pastora, seis hijos: cuatro mujeres y dos varones.
Germán, el mayor, era caprichoso y derrochador. Su madre “le idolatraba, y jamás le había
contrariado en cosa alguna” (p. 119), era, además de todo, un mentiroso que no sentía
vergüenza ni compasión de nadie. Doña Narcisa nunca pudo ni supo cómo detener la
ambición de Germán. No tuvo idea de cómo guiarlo por un sendero distinto y, según nos
cuenta el narrador, tampoco tuvo las intenciones de hacerlo. El final de este personaje es
encontrar la muerte en París, lejos de su familia, huyendo de la ley y de las consecuencias de
sus propios actos y mentiras. Acosta de Samper denuncia que el tipo de mujer como Narcisa
era la encargada de perpetuar en la sociedad las estructuras de dominación patriarcales,
poniendo las necesidades del hombre por encima de las propias, dando la razón al patriarcado
sobre la “minoría de edad” en la que “permanecía” la mujer y que no le permitía emitir
juicios, participar en la opinión pública, ejercer el voto ni encargarse de la economía, además,
de echar a perder el destino de sus hijos y sus posibles familias.
Mientras que doña Pastora tuvo hijos que, según el proyecto social de la autora, eran
ejemplares y modelos dignos de seguir en la sociedad. Las mujeres fueron educadas bajo
principios religiosos, al igual que los hombres. Todos en casa conocían algún oficio práctico
98
para hacer. Alejandro, el hijo mayor, se ordenó como sacerdote y las mujeres sabían coser
vestidos hermosos y envidiables, seguramente si no accedían a la universidad, podrían
obtener un trabajo que les dejara una ganancia y así conseguir independencia de la casa de
sus padres y, eventualmente, de sus esposos si se casaban.
Ahora, las descripciones que hace Acosta de Samper en Historia de dos familias sobre
las características morales, éticas y la vida de sus personajes constituyen la esencia de su
novela, pues no son únicamente comentarios que ubican al lector o lectora dentro del juicio
de valor de la autora con respecto a la sociedad que la rodea, sino que, al ser un juicio tan
actual para la época, en donde la mujer comienza a adquirir mucho más protagonismo,
insertan a la novela en unas tradiciones, cultura y problemáticas nacionales de ese momento.
En definitiva, podríamos decir que estas descripciones buscan explicar la forma en que se
configuraron los sujetos de acuerdo a las reformas heredadas de la pasada generación.
Por la misma vía, los cuestionamientos que realiza Acosta de Samper a sus lectoras
están proyectados hacia el futuro. Ella intuye que con Núñez en la presidencia se vendrán
cambios importantes para el país en unos pocos años –la Constitución de 1886 y las reformas
educativas–, así que su proyecto estético, lejos de apartar a sus lectores de la realidad, genera
en las conciencias ciertas preguntas que manifiestan su preocupación ante la
desestabilización histórico-política atravesada por el país después de la Independencia.
Cuestiona lo siguiente: ¿conviene continuar con la tradición liberal importada de países como
Francia?, ¿qué tan perjudicial o beneficioso resulta para la sociedad un cambio en el esquema
moral ad portas de un nuevo siglo?, ¿cuáles son las posibilidades que se han abierto a las
mujeres para tener un papel protagónico dentro de la sociedad?
A Historia de dos familias no podemos desmarcarla de la unidad de la revista La
Mujer. El ideal femenino de Acosta de Samper, estudiado ya en diversas ocasiones, está
directamente conectado con su propuesta educativa en el período de la Regeneración. Su
planteamiento coincide con el de Núñez: ambos están a favor de poner en práctica el modelo
pedagógico pestalozziano en el país. En definitiva, como hemos visto, lo que propone Acosta
de Samper es una educación racional –por eso la autora también escribe sobre historia y
ciencia en La Mujer–, práctica en cuanto a oficios como costura y bordado –oficios que le
ayuden a subsistir a la mujer– y, por último, una educación religiosa que le permita a la mujer
99
tener discernimiento y una visión crítica (naturalmente atravesada por la moral cristiana)
sobre lo que lee y aprende para la vida.
La autora observa en la novela que la situación de indefensión de las mujeres,
independientemente de su clase social, no les permitía satisfacer sus necesidades básicas o
hacer frente a los problemas de la vida. Por esta razón, Acosta de Samper no solo publica
sobre la mujer de clase alta. La autora sabe que esta situación se presenta en todas las clases
sociales, así que, a partir de 1879 en su periódico La Mujer, incluye en su proyecto a las
mujeres de clase baja y representa en sus novelas las adversidades por las que puede pasar
cualquier individuo y propone caminos diferentes.
100
3. Consideraciones finales
El trabajo hasta aquí realizado comprende un esfuerzo por continuar la investigación
y visibilización de un personaje tan complejo como lo fue Soledad Acosta de Samper. Sus
propuestas estéticas, históricas, sociales e intelectuales tuvieron dos objetivos principales:
por un lado, la valoración de la realidad colombiana y, en algunos casos, europea; y por el
otro, la evaluación de la situación de la mujer dentro de un sistema patriarcal así como la
proposición de posibilidades que, según la condición social de esta, le permitían conseguir
cierto nivel de emancipación, libertad e independencia. Así, como crítica literaria, mi
propósito más íntimo con esta investigación es incidir de forma asertiva tanto en el tipo de
literatura que leen los colombianos como en el conocimiento que se tiene de la autora, de su
contexto y de su obra.
A lo largo de la tesis, mi intención principal ha sido explicar a través del análisis de
la obra estética y periodística de Soledad Acosta de Samper las estrategias concebidas por
ella para introducirse en el campo intelectual y cultural de la época. Me pareció necesario
leer su obra como algo más que textos con orientación de género porque, aunque los estudios
de este tipo son bastante acertados a la hora de analizar la obra y darle un lugar a la autora en
la literatura e historia femenina latinoamericana, el fin de mi tesis es estudiar las estrategias
discursivas a la luz del concepto genio femenino, que bien como dice Kristeva, puede
encontrarse tanto en hombres como mujeres; no es una característica propia del sexo
femenino. Soledad Acosta de Samper asumió una posición crítica no solo frente a la situación
de la mujer, sino también frente a las distintas realidades sociohistóricas que atravesaba el
país, incluyendo ámbitos en donde solían pronunciarse únicamente los varones. En ese
sentido, su proyecto no es una isla, sino que dialoga fuertemente con las propuestas de
intelectuales colombianos como Rafael Núñez, Eugenio Díaz, Jorge Isaacs en materias como
la educación, la creación de una literatura nacional, la tradición española y la modernización.
Sin embargo, sería pretencioso y errado de mi parte afirmar que esta investigación
evaluó de forma definitiva la totalidad de lo escrito por Acosta de Samper. Está lejos de mi
intención el agotar las posibilidades de lectura de los textos aquí estudiados. Han salido
investigaciones rigurosas como las que mencioné en la introducción que abarcan otra parte
de la obra de la autora, así como uno que otro texto similar aquí analizado. Más bien propongo
101
la apertura de un diálogo con otros investigadores de literatura colombiana que tengan interés
en proponer y descubrir textos e interpretaciones que nos permitan enriquecer la literatura
nacional y la visión que se tiene de esta.
La primera conclusión que surgió a raíz de este trabajo es que los textos de la autora
son, en mi opinión, el intento de marcar un punto de quiebre socio histórico en el país. En
primer lugar, Acosta de Samper toma la vocería de una voz femenina que necesitaba ser
representada y, por medio de esta, indaga sobre el tipo de agencia al que se pretendía vincular
a la mujer colombiana en la segunda mitad del siglo XIX. En segundo lugar, llegando a final
de siglo, habla sobre oficializar la profesionalización de la escritura femenina en Colombia,
lo que significó la entrada oficial de las voces femeninas en un campo dominado por la voz
masculina, el reconocimiento público de la mujer como portadora de una opinión y juicio
válido.
La segunda conclusión está estrechamente ligada a la primera. Por medio de su
ejercicio intelectual, Acosta de Samper buscaba promover una serie de reflexiones en sus
lectores y contemporáneos. La primera consiste en la aceptación de ciertos valores católicos
que no estaban en la atmósfera política de los liberales; la segunda, la apertura pública de una
profesión para la mujer colombiana en el campo de las letras; la tercera, el acceso a la
educación intelectual, religiosa y práctica por parte de la mujer para una posible
independencia. Por tal razón, dentro del proceso de modernización que atravesaba el país, el
tipo de publicaciones y autoras como Soledad Acosta de Samper eran una “novedad”
necesaria. Para la atmósfera periodística llena de periódicos como El Comercio (1879), El
Cachaco (1879), La Ciencia (1879), El Economista (1879), El Liberal (1879), etc., la
publicación de textos escritos por mujeres de corte moral, histórico con un sutil activismo
político le daban un respiro a los temas tratados continuamente por otros escritores. Le daba
al público, más que todo, una nueva visión, una nueva mirada a las problemáticas de orden
social, político, religioso, moral y económico.
Como lo vimos a lo largo de la investigación, Acosta de Samper reevaluó en su más
grande proyecto intelectual algunos de los valores y preceptos impuestos por el patriarcado
a la sociedad y a la mujer. Dentro de esta revaluación participó en debates como el de la
hispanidad, la exclusión de los Jesuitas, los cambios de Constitución, la educación pública,
102
las posibilidades que se ofrecían a la mujer en las instituciones educativas y el derecho de la
mujer al trabajo. Soledad Acosta de Samper valora la tradición, las leyes, el sistema político
y la cultura con el fin de plantear, tejido a su proyecto intelectual, una propuesta social que
permitiera un cambio a la agencia femenina teniendo en cuenta su condición social. Para ella,
la mujer era un individuo racional con ingenio, capacidades y necesidades. La mujer podía
ser dueña de sí misma, de sus acciones y de sus emociones.
Durante el siglo XIX, los textos dedicados a las mujeres de la época no lograban
conectar con el público femenino de una manera íntima, sino meramente instructora y
paternalista, pues eran los hombres quienes escribían acerca del comportamiento que debía
tener la mujer y la función que debía desempeñar en la sociedad. La literatura, los artículos
y la poesía pretendían guiar a la mujer por el sendero del hogar, de los buenos modales y de
ser precavidas con las pasiones amorosas. Sin embargo, Acosta de Samper no buscaba
abordar directamente problemáticas consideradas del terreno masculino, como abogar
legalmente por los derechos de la mujer, ni de lo que ya comenzaba a tenerse noticia en
Latinoamérica: la emancipación femenina.
Las preguntas implícitas que se hace Acosta de Samper tienen que ver, generalmente,
con la religión, la educación, la moral, las costumbres y la tradición. Por eso aparecen textos
como “Consejos á las señoritas”, “Lo que piensa una mujer de las mujeres”, “La instrucción
en la mujer de sociedad”, “Elevemos nuestros corazones”, “Modestia, orgullo y vanidad”,
entre otros, en los que reflexiona, así como espera que sus lectoras lo hagan, sobre la función
social de la mujer con respecto al hogar, a la sociedad, al trabajo y a la religión. Así pues, las
estrategias que concibe Acosta de Samper son fundamentales para la transmisión de sus ideas
y para dialogar con los demás proyectos intelectuales. El primer capítulo de esta tesis tiene
como finalidad evidenciar cuáles fueron las estrategias que la autora creó y que,
evidentemente, marcaron su participación en el campo intelectual y cultural colombiano.
Cuando Acosta de Samper incursiona al mundo de las letras como periodista, lo hace
por medio de correspondencias. Estas permiten generar un diálogo más íntimo con sus
lectores. Además, hay un cierto tono de confidencia. Cuando la escritora se desplaza al
mundo de la traducción, juega con los vacíos, los espacios que intencionalmente genera
cuando publica una traducción, en donde no pretende encargarse de esta como si fuera un
103
oficio de profesión, sino como si tejiera dos culturas por medio de ideas ajenas y propias.
Mientras que la escritura de literatura le facilitó a la autora entrar en la creación de la literatura
nacional, experimentar con formas, discursos, temas y problemáticas. La literatura permitió
que Acosta de Samper le diera una voz a la mujer desde lo ficcional. Las puso en situaciones
complejas en las que generalmente tenían que romper algún paradigma. Por medio de las
letras, participó con fuertes críticas a los dilemas de la segunda mitad del siglo XIX
colombiano.
Por último, me gustaría decir que La Mujer es la materialización del pensamiento de
la autora. Desde mi opinión, Acosta de Samper llega a la madurez intelectual con la
publicación de esta revista, logra el reconocimiento del otro no como imagen difusa en la
sociedad, sino como ficha importante en el proyecto de construcción nacional. Es decir, en
su caso no solo va a escribir de y para las mujeres de clase alta, sino también para las de clase
baja. Esta representación de ambas clases en su narrativa le da un vuelco a lo que venía
escribiendo desde la primera vez que publica una novela: la mujer ya no posee características
únicas (educada, rica), al contrario, la mujer que también tiene derechos y deberes dentro de
la nación viene de cualquier clase.
En los dos últimos subcapítulos respondimos, por medio de su proyecto estético, ese
gran interrogante que la autora se planteó desde la primerísima publicación que hizo: ¿cuál
es la función de la mujer en la sociedad colombiana del siglo XIX, teniendo en cuenta las
complejidades históricas? La elección de la narrativa sobre cualquier otro género que hay en
la revista se debe a que Acosta de Samper por medio de la escritura entró en conflicto con
los valores tradicionales e impuestos por el patriarcado y, logrando entrar a una aparente
reconciliación con los nuevos valores de la Regeneración, abona la tierra de la
profesionalización del oficio de escritora para la mujer, del derecho a la educación y al trabajo
para adquirir independencia física y emocional. Soledad Acosta de Samper, en síntesis,
plantea el hecho del derecho a la conflictividad permanente, en otras palabras, mientras el
país esté en esta etapa embrionaria de la consolidación nacional, ninguno de los presupuestos
planteados por liberales, conservadores, intelectuales y demás, están sujetos a la estabilidad
y la permanencia, sino todo lo contrario, a lo pasajero y al cambio. Por este motivo, me
pareció adecuado escoger a La Mujer como muestra de esa conflictividad permanente en la
104
que se encuentra el sujeto con los preceptos sociales, culturales y políticos. Esta revista es el
primer gran paso de la autora para crear consciencia de la importancia de lo femenino, de
hacer pública su propuesta de la presencia de un Estado que no ataque ni marginalice las
libertades individuales pero que, en cuestiones educativas, esté siempre acompañado de la
instrucción religiosa, crear consciencia a la mujer de su valor dentro de la sociedad y de la
importancia de cuestionar el propio juicio y la moral establecidas por cualquier tipo de
gobierno. Laura e Historia de dos familias se analizaron con el fin de completar su perfil
intelectual y de poner en evidencia el proyecto social y político de la autora, es decir, la
propuesta de Acosta de Samper por concebir a la mujer de cualquier clase social como agente
activo de una sociedad en construcción, contradicción y constante movimiento.
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