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LSSN: 0214-0314 Cuadernos de Trabajo Socia) 2001, 14: 125-161 La construcción social de la vejez Susana KEHL WIEBEL* J. Manuel FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ** Resumen El objetivo de este artículo es analizar algunos de los principales procesos y mecanismos me- diante los cuales se ha construido soclairnente la vejez como una etapa del ciclo de la vida huma- na. Para ello nos hemos basado en un amplio es- pectro de literatura sociológica disponible sobre el tema, especialmente en lengua inglesa. Hemos estructurado el trabajo en cuatro partes. Comen- zamos constatando, a pedir de los datos propor- cionados por Furostal, las dimensiones actuales y las proyecciones para los próximos cincuenta años del envejecimiento de la población en la Unión Europea. Luego realizamos una decons- trucción del concepto de vejez, mostrando la re- latividad de los criterios empleados en la socie- dad contemporánea para establecerla frontera que separa la vejez de la edadadulta y la diferen- ciación social de las personas que se incluyen en esa categoría de edad. En la tercera parte anali- zamos el origen y evolución sociohistórica de las imágenes de la vejez. Finalmente, presentamos al- gunas delas principales teorías e investigaciones sociológicas sobre la vejez que ilustran diferentes aspectos importantes de su construcción social, E l acelerado envejecimiento de la población es uno de los hechos sociales más importantes y con implicaciones de más largo alcance de las sociedades postindustriales en es- te comienzo del siglo XXI. Aunque de un modo incipiente, también en la ma- yoría de los países en vías de industria- lización se percibe ¡atendencia al enve- Abstract The aim of ftis artícle is to provide insight into some of the main processes and mechanisms involved in the social construction of oíd age as a stage of human lite cycle. Argumenís are based on e wide range of recent sociological litera ture, available mostly in Fnglish language. We have structured our work in four parts. Starting from Eurostat’s figures, WC make estirnate on thepresent dimensions and the projections for the next fifty years about population ageing in the European Union. Then we carry out a deconstruction on the ageing concept by showing the relativity of the criteria used by Pie contemporary society to demarcate the boundaries between mature age anó oid age anó ehe societal differentiation within this category of age. Third, we make a succinct analysis of the origin andsociohistoric evolution of the ageing images. Finally, we introduce some de the main sociological theories anó researches which illustrate a variety ofimportantaspecís about oíd age social construction. jecimiento, en la que confluyen los tres factores siguientes: una proporción cre- ciente de población de más de 65 años, un aumento en números absolutos de las personas ancianas y el aumento de la esperanza de vida al nacer El interés creciente por este tema quedó paten- te en 1993, el Año Europeo de la Ter- cera Edad, evento que suscitó en los Protesora Asociada de Sociología. E.U. Trabajo Social, u.C.M. catedrático de Sociolog(a. E.U. Trabajo Social. 1CM. 125

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LSSN: 0214-0314Cuadernos de Trabajo Socia)2001, 14: 125-161

La construcción social de la vejezSusana KEHL WIEBEL*

J. Manuel FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ**

ResumenEl objetivo de este artículo es analizar algunos

de los principales procesos y mecanismos me-diante los cuales se ha construido soclairnente lavejez como una etapa del ciclo de la vida huma-na. Para ello nos hemos basado en un amplio es-pectro de literatura sociológica disponible sobreel tema, especialmente en lengua inglesa. Hemosestructurado el trabajo en cuatro partes. Comen-zamos constatando, a pedir de los datos propor-cionados por Furostal, las dimensiones actualesy las proyecciones para los próximos cincuentaaños del envejecimiento de la población en laUnión Europea. Luego realizamos una decons-trucción del concepto de vejez, mostrando la re-latividad de los criterios empleados en la socie-dad contemporánea para establecerla fronteraque separa la vejez de la edadadulta y la diferen-ciación social de las personas que se incluyen enesa categoría de edad. En la tercera parte anali-zamos el origen y evolución sociohistórica de lasimágenes de la vejez. Finalmente, presentamos al-gunas delas principales teorías e investigacionessociológicas sobre la vejez que ilustran diferentesaspectos importantes de su construcción social,

E l acelerado envejecimiento de lapoblación es uno de los hechossociales más importantes y con

implicaciones de más largo alcance delas sociedades postindustriales en es-te comienzo del siglo XXI. Aunque deun modo incipiente, también en la ma-yoría de los países en vías de industria-lización se percibe ¡atendencia al enve-

AbstractThe aim of ftis artícle is to provide insight into

some of the main processes and mechanismsinvolved in the social construction of oíd age as astage of human lite cycle. Argumenís are based one wide range of recent sociological litera ture,available mostly in Fnglish language. We havestructured our work in four parts. Starting fromEurostat’s figures, WC make estirnate on thepresentdimensions and the projections for the next fiftyyears about population ageing in the EuropeanUnion. Then we carry out a deconstruction on theageing concept by showing the relativity of thecriteria used by Pie contemporary society todemarcate the boundaries between mature ageanó oid age anó ehe societal differentiation withinthis category of age. Third, we make a succinctanalysis ofthe origin andsociohistoric evolution ofthe ageing images. Finally, we introduce some dethe main sociological theories anó researcheswhich illustrate a variety ofimportantaspecís aboutoíd age social construction.

jecimiento, en la que confluyen los tresfactores siguientes: una proporción cre-ciente de población de másde 65 años,un aumento en números absolutos delas personas ancianas y el aumento dela esperanza de vida al nacer El interéscreciente por este tema quedó paten-te en 1993, el Año Europeo de la Ter-cera Edad, evento que suscitó en los

Protesora Asociada de Sociología. E.U. Trabajo Social, u.C.M.catedrático de Sociolog(a. E.U. Trabajo Social. 1CM.

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Susana Kehl y J. Manuel Fernández Laconstrucción social de la vejez

Estados miembrosde la Unión Europeaun interés renovada por el rol social yla calidad de vida de los ciudadanosmás viejos de la Unión (Pacolet, 1999:17). En los últimos años, a medida queel fenómeno del envejecimiento se haido haciendo más visible, ha habido unboom de investigaciones empíricas, es-tudios y publicaciones multidisciplina-res sobre el tema <Comisión Económi-ca de lasNaciones Unidas para Europa,1998; Raltes, 1997).

El envejecimiento de la poblaciónno es un mero producto del devenirbiológico de la naturaleza humanasino también un hecho construido so-cialmente. En este articulo nos propo-nemos señalar algunos de los meca-nismos micro y macrosociales quesubyacen a esa construcción, la cualse nos presenta, a su vez, como unarealidad objetiva que contribuye dia-lécticamente a configurarla experien-cia subjetiva de la vejez. Hemos es-tructurado el articulo en cuatro partes.En primer lugar mostraremos la di-mensión demográfica del envejeci-miento de la población en los paisesde la Unión Europea, luego analizare-mos algunos de los principales meca-nismos mediante los cuales se cons-truye socialmente la vejez como unaetapa dei ciclo de la vida, la evoluciónde las imágenes sobre la vejez y las di-versas teorías sociológicas sobre el te-ma. Explorar la vejez como una cons-trucción social no es, en nuestraopinión, un ejercicio intelectual esté-ril, sino un punto de partida necesariopara cualquier respuesta práctica a lascuestiones que plantea esta etapa dela vida que quiera romper con los de-terminismos simplificadores y desem-

Cuadernos de Trabajo Social2001, 14:125-le 1

peñar un papel emancipador (Niegel,1996; Victor, 1987).

Las dimensiones delenvejecimiento de lapoblación en la UniónEuropea

El actual envejecimiento de la po-blación es, en gran parte, el resultadode un éxito indiscutible de las socieda-des industriales en la mejora de las con-diciones materiales de vida de muchosseres humanos. Como se afirma enun informe reciente de Eurostat: ‘Elaumento de la longevidad en el trans-curso de losúltimos cincuentaaños re-fleja los niveles de vida alcanzados enlos países de la Unión Europea. En nues-tras días, y por vez primera en nuestrahistoria, la coexistencia de cuatro gene-raciones en el seno de una misma fa-milia ha dejado de ser excepcional”(Eurostat, 1998: 27). La aproximacióndemográfica a la vejez se centra en tor-no al aumento del número de ancianosen relación con otros segmentos de lapoblación. Las piedras angulares de es-te análisis son las tasas de fertilidad,las tasas de mortalidad y el tamaño de‘a~ migr¿ctóhé% ínternáci6riales.

El aumento de la esperanza de vi-da en los paises de la Unión Europeaha sido constante a lo largo del sigloXX. En el transcurso de los últimoscin-cuenta años, la esperanza de vida delos hombres y de las mujeres de laUnión se ha prolongado en torno a diezaños de media. En 1996, la esperanzamedia de vida en el conjuntode los pa-ises de la UE era de 74,0 años entrelos hombres y 80,5 años entre las mu-jeres. Aunque a ritmos diferentes, la

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Susana Ketfl y U. Manuel Fernández La construcción social de la vejez

esperanza de vida se ha prolongadoen toda la Unión <Eurostat, 1998: 36).

Progresivamente, la mortalidad sefue convirtiendo en un factor importan-te del envejecimiento de la población alo largo del siglo XX, aunque sus efec-tos no se hacen sentir más que a partirde los años setenta. Antes deesa fecha,las tasas de mortalidad habían dismi-nuido de modo s¡gnificativo entre losmás jóvenes, pero a partir de entoncesla baja de la mortalidad concierne cadavez más a las personas mayores.

En las tres últimas décadas el des-censo de la mortalidad ha estadoacompañado por una caída importan-te de la fecundidad, muy por debajode la tasa neta de reproducción quelos demógrafos sitúan en una mediade 2,1 hijos por mujer en período fe-cundo. Países con tasas de fecundi-dad muy elevadas hasta hace un parde décadas, como España e Italia sehan situado en los últimos años a lacola del mundo, con tasas que al co-mienzo del siglo XXI se sitúan en tor-no a 1,3 hijos por mujer. El resultadoes un incremento considerable de laproporción de ancianos en todos lospaíses de la Unión, aunque a un ritmoy con grados variables. En otros tér-minos, la población ha dejado de cre-cer en muchas regiones europeas y elfenómeno tiende a generalizarse en lamayoría de ellas.

Las dimensiones actuales delenvejecimiento de la población

La pirámide de edadeses bastanteuniforme en los diferentes paises de laUnión. Aproximadamente el 23 porciento de la población de cada Estado

miembro tienen menos de 20 años, ex-cepto Irlanda donde el porcentaje erade 33 por ciento en 1997. Las perso-nas de más de 60 años representabanen esa fecha al menos el 18 por cien-to de la población en todos los paises,con la excepción de Irlanda (15%); enel caso de España la cifra superaba yael 20 por ciento. Para nuestro tema re-sulta más interesante observar la evo-lución del porcentaje de las personasde 65 años y más agrupándolos en doscategorias de edad: ia> de 65 a 79años, grupo de edad al que en 1988pertenecía el 12 por ciento de la po-blación total de la Unión Europea, co-mo puede apreciarse en el Cuadro 1, y

2~) más de 80 años. Este segundo gru-po de edad, lo que algunos han co-menzado a llamar “los viejos más vie-jos”, supone ya casi el 4 por ciento dela población total de la Unión, comopuede apreciarse en el Cuadro 2.

Aceleración del envejecimiento

Conforme al escenario demográfi-co de referencia de Eurostat que semuestra en el Cuadro 3, la poblaciónde la UE debería estancarse y despuésdisminuir a partir del 2020. El enveje-cimiento de la población se aceleraráen los próximos años. Las personasmayores <60 años y más) representa-ban el 1 7 por ciento de la población en1960. Esta proporción pasó al 21 porciento en 1997 y podria alcanzarel 30por ciento en el 2030. Esta aceleracióndel envejecimiento de la población seexplica esencialmente por el retroce-so de la fecundidad (Eurostat, 1998:27). En este contexto el excedente mi-gratorio ha adquirido importancia,

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Susana Kehf y J. Manuef Fernández La construcción social de la veiez

CUADRO 1Población de 65 a 79 años como % de la población total de la UE

1988 leáS 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998

Unión Europea-lb 11 11 11 11 11 11 11 12 12 12 12

Bélgica 11 11 11 12 12 12 12 12 12 13 13

Dinamarca 12 12 12 12 12 12 12 11 11 11 11

Alemania 11 11 11 11 11 11 11 1112 12 12

Grecia II 11 11 11 11 11 12 12 12 13 13

España 10 10 11 11 11 11 12 12 12 12 13

Francia 10 10 10 10 11 11 11 11 11 12 12

Irlanda 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9

Italia Ii 11 12 12 12 12 12 12 13 13 13

Luxemburgo 11 11 10 10 10 10 11 11 11 11 11

Holanda 10 10 10 10 10 10 10 10 lO 10 10

Austria 11 11 11 11 11 11 11 11 11 12 12

Portugál 10 11 11 11 11 11 12 12 12 12 12

Finlandia 10 11 11 11 11 11 11 11 11 11 II

Suecia 14 14 14 14 13 13 13 13 13 13 13

~12 12 19Reino Unido 12 12 12 12 12 12 12 12IIF

Fuente: Eurostat, Yearbook 2000, Luxemburgo, 2000.

pues con él se compensa, aunque enuna medida muy insuficiente, la dis-minución natural que ya se observa enciertos países de la UE y que es pre-visible en la mayoria de los otros.

El crecimiento anual de la pobla-ción mayor <60 años y más) es actual-mente deI 1% aproximadamente, loque supone que cada año hay 800.000

Cuadernos de Trabajo Social2001, 14: 125-161

ciudadanos más de la Unión dentro deese grupo de edad. Esta tasa de cre-cimiento deberá mantenerse hasta el2005. Sin embargo, desde el momen-toen que los bay-boomers, personasnacidas inmediatamente después dela Segunda Guerra Mundial, comien-ceo a entrar en estegrupo de edad, sucrecimiento anual se situará en torno

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Susana Kehl y U. Manuel Fernández

Población de 80 años y mí

Uni6ri Europea-lS

Bél9ica

Dinamarca

Alemá~nia

Grecia

España

Francia

Irlánda

Italia

La construcción social de la velez

Luxemburgo 2,8 2,9 3,1 3,1 3,2 3,3 3,3 3,4 3,4 3,3 3±3,2Holanda 2,8 2,8 2,9 2,9 2,9 3,0 3,0 3,1 3,1 3,1

Austria . 3,4 3,5 3,5 3,6 3,7 3,7 3,8 3,9 3,8 3,7 3,5

Portugal 2,2 2,3 2,5 2,6 2,7 2,7 2,8 28 2,8 2,8 2,8

Suecia MO 4,1 4,2 $3 4,4 4,5 4,5< 4,6

Reino Ubido 3;4 3,5 3,6 ~3,7 3,8 ~3,9 3,9 4,0

Fuente: Eurostat, Yearbook 2000, LuxemburgO, 2000.

Finlandia2,6 2,7 28 2,9 3,0 3,1 3,2

a 1,1 millón de personas. Esta situa-ción se prolongará hasta que las ge-neración del baby-hust, menos nume-rosas y nacidas al comienzo de losaños setenta, alcancen la edad de se-senta años.

Así pues, la proporción de perso-nas mayores dentro de la poblaciónto-tal de los países que actualmente con-

figuran la Unión Europea aumentaráconsiderablemente en las próximasdécadas: hacia mediados del sigloXXI, su proporción podría alcanzaruntercio de la población total. De acuer-do con estas proyecciones, España eItalia serán los países más “viejos” conescenarios que indican que los mayo-res de 60 años podrían representar el

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Susana Kebl Y U. Manuel Fernández La construcción social de la vejez

CUADRÓSProyección de la e#olución de la~población ma~rár (60 años y más)

en la Unión Europea de 1995-2050

1995 Escenarios de 2000 Éscen&io de 2020 Escenários de 2050

Observ. Joven Reí. Viejo Jov¿n Reí. Viej6 Joven Reí. Viejo

UE-15 20,6 21,2 21,5 21,8 25 27 29 27 34 40

Bélgica. 21,3 21,6 21,8 22,1 25 28 30 26 32 38

Dinamarca 19,9 19,4 19,6 19,9 23 26 28 23 29 36

Alemania 20,7 22,2 22,6 22,9 25 28 30 27 34 4i

Grecia 21,5 22,7 22,9 23,2 25 27 29 28 33 41

España 20,6 21,2 21,5 21,8 24 26 28 30 37 44

Francia 20,0 20,2 20,5 20,7 25 27 29 26 33 38

Irlanda is,a 15,3 15;6 15,8 19 22 24 25 32 39

Italia 22,2 23,4 23,8 24,0 27 29 32 30 37 44

Luxémburgo 19,1 18,9 19,2 19,6 22 25 28 23 29 36

Holanda 17,7 18,0 18,2 18,5 24 26 29 25 30 37

Austria 19,8 19,8 20,1 20,4 23 26 28 26 33 40

Portugal 19,8 20,3 20,6 20,9 22 24 26 25 31 aa

Finlandia. 18,9 19,5 19,7 19,8 ?6 28 30 25 31 36

Suecia 22,1 21,5 21,9 22,2 25 27 29 24 29 36

ReinoUnido 20,5 20,2 20,5 20,7 23 26 27 25 32 37

Fuente: Eurostat, Ponrait Social de (Europe, Luxemburgo, 1998, p., 42, cuadro 4.

Nora: Los escenarios de la población a largo plazo se fundan sobre hipótesis en cuéstión de fe-cundidad, de esperanza de Vida y de emigración. Escenario base: proyección mediana para cadafactorEscenario de población joven: froyeéóiónaíta para lá fecundidad y la migrasión, y baja pa-re la esperanza de vida. Escenario de población vieja: proyección alta para la esperanza de vida, ybaje para la fecundidad y la migración.

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Susana Keb(y U? Manuel Fernández La construcción social de la vejez

37 por ciento de la poblaciones en ca-da uno de estos paises en el 2050.

La proporción de mayores deochenta años entre las personas ma-yores <más de sesenta) aumentará demodo casi continuo después del cam-bio de siglo. En concreto después del2025, cuando los bay-boorners alcan-cen la edad de ochenta años, el núme-ro de personas mayores aumentará demodo espectacular En el 2050, su pro-porción en el conjunto de la poblaciónmayor podría ser superior a un tercio(Eurostat, 1998: 43). Las regiones conuna gran proporción de personas ma-yores se hallarán en el centro y sur deFrancia, en la península Ibérica, en Ita-lía, en Suecia y en el sudoeste de In-glaterra y el país de Gales

Aumento sensible de las personasa cargo de otras

El envejecimiento de la poblaciónhará aumentar la tasa de dependencia<persones a cargo de otras/activos po-tenciales) en las próximas décadas.Este aumento se repartirá de mododesigual entre los Estados miembrosen el curso de los próximos veinticin-co años. De acuerdo con la proyecciónde base de Eurostat, Italia y Españapresentarán en el 2050 las tasas dedependencia más elevadas de laUnión Europea, como puede apreciar-se en al siguiente Cuadro.

En síntesis, la proporción de gentemayor de 65 años en la Unión Europease ha duplicado en la segunda mitaddel siglo XX, mientras que el porcen-taje de mayores de 75 años se ha tri-plicado. Esto ha llevado a algunos co-mentaristas a hablar de “desastre

demográfico”, o a referirse a una“bomba de relojería demográfica”. Es-tos conceptos anticipan un punto enel futuro próximo de grave desequili-brio demográfico entre los grupos deedad que puede tener profundos efec-tos en los diferentesaspectos de laor-ganización social. Las principalesconclusiones de los numerosos estu-dios que se han realizado en los últi-nios años sobre el impacto del enve-jecimiento de la población en laspensiones y la atención sanitaria sonrelativamente similares, a pesar de ladiversidad de regímenes de protecciónsocial en los Estados miembros. Losproblemas se plantearán con unaagu-cieza especial en torno al año 2010cuando las generaciones del bey-ho-orn alcancen la jubilación (Eurostat,1998: 50; Pacolet, 1995).

Limites de la perspectivademográfica

La perspectiva demográfica es ne-cesaria, pero resulta insuficiente parainterpretar el envejecimiento de la po-blación. La idea de crisis no se derivasólo de las predicciones estadísticassino también, y al mismo tiempo, depercepciones concretas de la vejezcomo parte de laexperiencia humana,de supuestos concretos y estereotipossobre la adaptabilidad al cambio, lacapacidad de desarrollar nuevas ha-bilidades o la posibilidad de hacer unacontribución activa a la sociedad. Pe-ro, como han observado algunos auto-res, sería más correcto considerar es-tos elementos como característicasgeneracionales o de cohorte que co-mo consecuencias inevitables de la

cuadernos de Trabajo social131 2001, 14:125-IGl

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La construcción social de la vejez

CUADRO 4Tasas de dependencia en el horizonte del año 2050

1 ~Ú

Viejo

Escenario de 2020

Joven Reí. Vicio

Escenarios de 2050

Joven Reí. Viejo

91 93 125 113 103

96 96 121 111 102w~

91 92 111 101 93

UE-1 80,2 80,3 80.5 80,9 90

Bélgica 83,1 83,0 83,5 83,6 94-u---

76,7 77,0 90Dinamarca 76,9 76,1

Alemania 73,1 78,8 79,0 79,3 88 87 89 123 110 100

Grecia 85,0 82,5 83,1 83,1 91 94 94 127 114 108

España 83,9 76,5 76,7 77,2 84 86 ¡ 89 138 121 110

Fran¿ia 85,7 84,6 84,7 85,4 94 97 101 124 116 108

Irlanda 96,9 87,0—~

77,7 77,6

87,0 86,8 87 88 91 128 114 105

Italia 77,9 ¡ 78,3 90 92 94 136 119 107

Luxemburgo 75,1 78,5 78,7 790 88 88 88 113 ¡ 102 93

Holanda 72,6 73,5 74,1 74,1 90 91 91 118 108 99-~--- —

84 87 123 1Q7 98Austria 75,6 75,7 76,1 76,3 84

Portugal 85,1 79,0 79,2 79,3 84 86 87 119 108 99

Finlandia 79,8~ 79,9 80,3 80,8 100 101 104 117 109 102

Suecia 87,7 87,1 87,4 87,5 ¡ 96 98 99 114 105 99

Reino Unido 84,8 64,5 84,8 85,0 89 90 93 119 110 lOS

Fuente: Eurostat, op. cit, 1998, p. 42, cuadro 5.

edad per se <Jouvenal, 1988; Evera yOak, 1991; Johnson y Ealkingham,1992).

El concepto de población “enveje-cida” es relacional, hace referencia ala estructura de edad de la sociedadcomo un todo y no a un segmento ais-ladamente Proporcionalmente nacen

Cuadernos de Trabajo Socia!2001, 14:125-161

menos niños ~ al mismo tiempo haymás gente que vive más años, lo queparecería confirmar la idea de “crisisdemográfica”. Pero aunque sea ciertoque en los próximos años disminuyael porcentaje de adultos económica-mente activos, quienes se limitan a es-te dato para hablar de “bomba de re-

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Susana ¡<eh! y U? Manuel Fernández

Escenarios dc 2000

Observ. Joven Reí.

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Susana Kehl y U. Manuel Fernández La construcción social de la vejez

lojería” no tienen en cuenta que tam-bién habrá menos gente ¡oven depen-diente y que la definición de vejez esuna construcción social que puede va-riar Por ejemplo, el descenso de lafer-tilidad puede llevar a una revisión dela edad de jubilación, que no deja deser una construcción sociopolitica, afin de compensar la disminución de lapoblación joven económicamente ac-tiva. Además, el concepto actual de“crisis” no tiene en cuenta otros cam-bios potenciales en las estructuraseconómicas y en los patrones de tra-bajo como aquellos que surgen dedesarrollos tecnológicos o de cambiosen la estructura de género del merca-do de trabajo (Jouvenal, 1988:40; Co-leman y Bond, 1990:5).

El envejecimiento de la poblaciónno es sólo una cuestión demográfica;es también el resultado de un modoconcreto de interactuar económica,política y culturalmente todos los gru-pos de edad. El concepto de “crisis”lo que pone de manifiesto es tanto lanecesidad como la debilidad de laaproximación demográfic? al enveje-cimiento. Sería absurdo restarle im-portancia a la posibilidad de delimitarcuidadosamente la dimensión del en-vejecimiento o su relación con otrosaspectos de la sociedad. Pero tampo-cose puede olvidar que el significadode las cifras es cuestión de interpre-tación y para comprender su sentidose requiere una teoría social que hagaexplícitos sus supuestos. En este sen-tido, la aproximación demográfica esuna base necesaria pero no suficientepara el desarrollo de una gerontologíasocial, no puede explicar el cambioque se está produciendo pero es esen-

cial para describir sus complejidades(Tinker, 1981; Hugman, 1994>.

La vejez, un término parasituaciones muy diversas

Delimitación de la frontera entre laedad madura y la vejez

La frontera entre la edad madura yla tercera edad es una cuestión de de-finición social. El criterio demográficoprevaleciente en la actualidad por elque se incluye en la tercera edad ato-da persona de 65 años o más, “cual-quiera que sea su situación actual entérminos de actividad profesional o es-tado de salud” (Jouvenal, 1988:16), nodeja de ser una medida relativamentearbitraria, relacionado con el hecho deque en las sociedades industrializadasal alcanzar esa edad las personas quedesempeñan alguna actividad profe-sional tienen derecho a algún tipo depensión (Johnson y Kalkinghan, 1992).

En lugar de la edad habitual de ju-bilación como criterio general para es-tablecer el inicio de la tercera edad,podría fijarse otra medida estándarcomparativa, como la conocida corre-ación entre el aumento de la edad y laincidencia de la incapacidad y la en-fermedad. En este caso, la edad de 75años<e incluso la deBOaños) años pa-receria más apropiada, ya que es apartir de esa fecha cuando la incapa-cidad y la enfermedad se correlacio-nan de modo más claro con la edadcronológica. Este hecho ha llevado ac-tualmente a la difusión del término “losviejos más viejos”, en contraposicióna “los viejos jóvenes”, o de la expre-

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sión ‘cuarta edad”, en los ámbitos delanálisis y la política sociales.

Ambas aproximaciones demues-tran la naturaleza social de la defini-ción de la vejez. Hay leyes y regula-ciones en algunos paises o en algunasprofesiones que exigen que una per-sona se retire una vez cumplida laedad sin tener en cuenta sus deseoso habilidades. En este sentido, la edadpromedio de la jubilación es una defi-nición de la vejez socialmente norma-tiva más que neutralmente descripti-va. Describe lo que existe, pero lo queexiste es una realidad que es el resul-tado de la formación de una opinióngeneralizada respecto de la edadapropiada para retirarse del mercadode trabajo. De modo similar, tambiéndebería tomarse con precaución el cri-terio de los niveles de incapacidad omala salud para establecer límitesdentro de la vejez. Aunque la inciden-cia de necesidades que surgen deesas causas se eleva drásticamente apartir de los 75 años (Anderson, 1992),es solo una minoría de gente en estegrupo de edad la que en cualquier mo-mento tiene tal grado de incapacidado enfermedad que requiera ayuda.Además io~arh~.~.e más

nes como las personas mayores de 80ó ciegO años, edad en la que puedenidentificarse otros factores relaciona-dos con la edad, como la incapacidad,la circunstancia de vivir solo o las ra-tíos de género derivadas de las tasasdiferenciales de mortalidad de hom-bres y mujeres. Así pues, cualquier in-tento de delimitar la tercera o la cuar-ta edad en términos estrictamentecronológicos está plagado de dificul-tades. Por otro lado, lascategorías de

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edad mayores de 85 años y mayoresde 75 están generalizadas en el mun-do industrializado y son empleadas enlos estudios gerontológicos compara-tivos (Hugman, 1994: 5).

De acuerdo con el famoso dicturnde Thomas: “los hechos que se defi-nen como reales, aunque inicialmenteno sean, son reales en sus conse-cuencias”, el hecho de que la vejez seauna construcción social no significaque deje de tener consecuencias rea-les. Debido a ello, cierto porcentaje dela población mayor en las sociedadesindustriales se enfrenta a experienciasde pobreza, mala vivienda, aislamien-to, olvido, etc. Como han sugerido nu-merosos estudios, la mayoría de laspersonas mayores experimentan esasnecesidades precisamente por habercruzado la frontera que la sociedadesindustriales han establecido para de-limitar la tercera edad (Beauvoir, 1977;Fogarty, 1986; Walker, 1981, 1986b,1993).

Principales factores de diferenciaciónsocial dentro de la vejez

En la construcción social de la ve-jezce-nf¡uyen diversos factores socia-les y percepciones comunes. Pero latercera edad dista mucho de ser unarealidad homogénea. En las comple-jas sociedades postindustriales esacategoría demográfica incluye másbien a gente muy diversa cuya únicacaracterística en común puede redu-cirse al número de años cumplidos, lomismo que acontece con las demáscategorías formadas en base a al cri-terio de edad. Diferencias de género,clase social y etnicidad son algunos

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de los principales factores socialesque contribuyen a esa diversidad.

La primera característica relevanteque es necesario reconocer en re-ación con la tercera edad es la delgénero. Los datos demográficos deEurostat muestran que la mayor espe-ranza de vida de las mujeres en rela-ción con los hombres es un fenómenocomún a todos los paises de la UniónEuropea (la diferencia varía entre 5.0 y9.5 años).ComO consecuencia de lamayor esperanza de vida de las muje-res y de la mayor edad de los hombresa la hora de contraer matrimonio te-nemos el hecho de que la inmensa ma-yoría de las personas mayores que vi-ven solas, y que cada vez son más,son mujeres

Un segundo elemento de diferen-ciación es la clase social. Aunque hayancianos en buena situación econó-mica, la pobreza relativa continúa pre-valeciendo entre ellos <Walker, 1990;Victor, 1987; Juvenal, 1988; Laczl<o,1 990). Las personas mayores no sólotienen más probabilidades de ser po-bres que sus conciudadanos más jó-venes, sino que la pobreza se hallanormalmente asociada también con elgénero y con el aumento de la edad(Széman, 1992).

La observación de que la pobrezay la privación están concentradas enuna proporción significativa de gentemayor ha sido un tema recurrente deinvestigación sobre la vejez en todaslas sociedades industriales. De acuer-do con Walker, director del Observa-torio Europeo sobre la pobreza, “enaños recientes ha ganado terreno enlos círculos oficiales, y en algunos cír-culos académicos, el argumento de

que la pobreza en la vejez ya no esmás un problema serio” (Walker, 1993:284). Informes oficiales y algunos cien-tíficos sociales independientes co-menzaron a mediados de los ochentaa señalar una mejora relativa en la po-sición de los mayores en la distribu-ción del ingreso. Este hecho, de acuer-do con Walker, se ha convertidoerróneamente en el mito de que la gen-te mayorahora es rica, un mito que halegitimado propuestas políticas de re-distribución del ingreso a favor deotros grupos en situación de pobrezay a costa de la gente mayor.

El cambio de apreciación que hallevado a esa conclusión errónea tie-ne mucho que ver con una variaciónen el grupo de referencia para medirla pobreza en la tercera edad. La va-lidez de cualquier evaluación de la po-breza relativa depende del grupo conel que se hace la comparación. Ante-riormente el debate sobre la pobrezay los bajos ingresos en la vejez se ba-saba en una comparación entre lospensionistas y los no pensionistas,concretamente los empleados. Pero apartir de los años ochenta las com-paraciones ya no han sido entre los ju-bilados y los empleados, sino entrelos ancianos y otros grupos en situa-ción de pobreza. De este modo, lospolíticos han preferido concentrar suatención en la posición relativa de losvarios grupos de pobres más que con-siderar la relación entre pobreza y ri-queza. La realidad es que la mayoríade los ancianos aún vive dentro de omuy cerca de los márgenes de la po-breza, tanto en términos de la líneaoficial de la pobreza como de los es-tándares medios de vida.

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Pero como todos los buenos mitos,el mito de la riqueza en la vejez no de-ja de tener alguna base en la realidad.Mientras la mayoría de los pensionis-tas sólo han experimentado un ligeromejoramiento relativo en sus ingresos,para algunos el aumento ha sido subs-tancial. Entre los ancianos se hallan,lo mismo que entre la población acti-va, diferencias de ingresos basadas enla clase, la edad, el género, la raza y elestatus marital. Por un lado tendría-mos a las parejas y a los varones vie-jos más jóvenes de clase media y, porotro, a las mujeres más viejas y a lasfamilias de clase trabajadora.

Las desigualdades en la vejez sonen primer lugar una función del acce-so a los recursos en etapas anterioresdel ciclo de la vida. Pero la pobreza ydesigualdad no dependen solo de losingresos disponibles para los indivi-duos y las familias. La posición de di-ferentes grupos de gente mayor en laestructura de clases depende tambiénde su disposición sobre otros recur-sos como ahorros, intereses del capi-tal, vivienda, beneficios de empleo yservicios sociales. Hay, normalmente,una estrecha asociación entre ingre-~ y ar-*n,ne y l.~,, .4.4

y 00 ,-iu,C,enuías ue ri-queza entre la gente mayor de distin-tas clases sociales tienen el efecto deampliar las desigualdades basadas enlos ingresos.

La situación de desigualdad y po-breza de la tercera edad en los paísesindustriales avanzados muestra im-portantes diferencias, de acuerdo conlos resultados de un estudio compara-tivo realizado por Hedstróm y Ringen.Globalmente, los países nórdicos conun Estado del Bienestar colectivista

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muestran niveles más bajos de des-igualdad y pobreza <tanto entre los di-ferentes grupos de gente mayor comoentre éstos y el resto de la sociedad)que los Estados Unidos con su Estadodel Bienestar residual y claro predomi-nio del sector privado, ocupando unaposición intermedia las economías li-berales mixtas como Alemania y Ca-nadá. Inglaterra aparece en la peor si-tuación entre los países estudiados,pues, aunque este país dispone desdehace mucho tiempo de una infraes-tructura de provisión del Estado delBienestar para los ancianos, sin em-bargo no ha conseguido protegerlos dela pobreza con la misma eficacia queotros Estados del Bienestar Comoconcluyen los autores de este estudiocomparativo, “con la excepción de In-glaterra, el estándar de vida de las fa-milias ancianas no está muy por detrásde la media nacional” (Hedtróm y Rin-gen, 1987:238). Esta conclusión es co-herente con los datos proporcionadospor un informe más reciente del Ob-servatorio de la Unión Europea sobreEnvejecimiento y Gente Mayor, en elque el Reino Unido aparece junto conIrlanda en la última posición en cuan-te a las rallos de susitituci6n de las pen-siones (las pensiones como proporciónde las ganancias previas) y justo porencima de los estados países del surde la Unión cuando lo que se compa-ran son las tasas de pobreza, en con-traste con paises como Dinamarca,Luxemburgo y Alemania cuyos por-centajes de pobreza entre sus ciuda-danos mayores es inferior al 10% <Wal-ker, Guillemard y Alber, 1993).

La constatación empírica de que losancianos constituyen uno de los gru-

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pos más numerosos entre los pobresha llevado algunas veces a la conclu-sión de que la vejez es una causa dela pobreza. Pero esta inducción resul-ta errónea ya que la dependencia eco-nómica en la que viven muchos nose explica adecuadamente en términosindividuales como “desenganche”,“fragilidad’ o “aptitudes defectuosas”(Bond et al., 1993; Johnson, 1993). Co-mo ha observado Walker, más que lavejez en si misma, son las diferentespolíticas sociales las que se han com-binado para crear, acentuar o mante-ner la dependencia económica y la po-breza en la vejez. La pobreza en lavejez es principalmente una función delbajo estatus económico y social ante-rior a la jubilación y, en segundo lugar,del nivel relativamente bajo de los be-neficios estatales (Walker, 1993: 296).

En un espacio de tiempo relativa-mente corto, la vejez ha llegado a serdefinida socialmente a partir de la edadde jubilación, la edad a la que, por nor-ma institucional o por costumbre, lostrabajadores tienen que abandonar lafuerza de trabajo (Parker, 1980). Esteproceso social de exclusión ha estadoestrechamente relacionado con la or-ganización de la producción y la de-manda de mano de obra. Los mayoreshan sido, efectivamente, usados comoun ejército de reserva de mano de obrabarata, para serexplotada cuando hayescasez o despedida cuando resultainnecesaria (Phillipson, 1982; Graeb-ner, 1980; Walker, 1985). Una conse-cuencia de este proceso social de ex-clusión de la fuerza de trabajo es quelos ancianos son económicamentemuy dependientes del Estado. Los an-cianos se hallan, en efecto, atrapados

con frecuencia en la pobreza por su de-pendencia de unas pensiones del Es-tado que muchas veces resultan insu-ficientes. Los sistemas de seguridadsocial inspirados en el modelo de Be-veridge constituyen también uno de losprincipales mecanismos a través de loscuales la dependencia de las mujeresrespecto a los hombres se refuerzadespués de la jubilación (véase Wal-l=er,1993: 298-300).

La tercera edad no sólo está diví-da por género y clase social, los in-tensos flujos migratorios hacia los pa-ises industrializados desde mediadosdel siglo XX han contribuido a distin-clones raciales y étnicas que tambiénes necesario tener en cuenta. Los an-cianos de las minorías étnicas tienenmás probabilidades de haber experi-mentado otras formas de discrimina-ción además de las de género y clasesocial. Para ellos la vejez puede re-presentar un aspecto másde una mar-ginación social múltiple en el país que,una vez rotas todas las esperanzas delretorno, ha terminado siendo su patria(Norman, 1985).

También pueden identificarse otrosfactores de diversidad en la estructu-rs social de la tercera edad. La inca-pacidad, por ejemplo, es un asuntoimportante para algunos ancianos, pe-ro no para todos. Hasta muy reciente-mente la sexualidad, en particular lasexualidad activa, tanto heterosexualcomo homosexual pero especialmen-te la última, habia sido un tema olvi-dado en relación con el envejecimien-to <Jerrome, 1990). Además tambiénhay diversidades religiosas, diferen-cias psicológicas y variaciones bioló-gicas en la tercera edad que son un re-

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flejo de las distinciones sociales másamplias que pueden verse en cadagrupo de edad (Hugman, 1994: 8-9).

Continuidades y cambiosen las imágenes de la vejez

La evolución de las imágenes de lavejez y el significado de ser viejo en lasociedad postindustríal o postmoder-na constituyen dos temas de investi-gación y de debate muy interesantesen la sociología de la vejez (véase Fe-atherstone y Wernick, 1995; Gannon,1 999). La construcción social del en-vejecimiento y de la vejez no se pro-duce en un vacío social sino dentro deun contexto histórico, económico, po-lítico y social.

Semiótica del cuerpo y e imágenesde la vejez

Nuestra supervivencia depende denuestra capacidad para comunicarnossimbólicamente Hablar de los sereshumanos como seres que producensímbolos o conocimientos supone, porconsiguiente, enfatizar su disposiciónnatural a aprender, producir signos yseñales, y desarrollar un lenguaje paracomunicarse entre si (Elias, 1987).

Aunque el lenguaje constituye elprincipal sistema de símbolos signi-ficantes en la sociedad humana, nopodemos olvidar el importante papeldel cuerpo en la comunicación sim-bólica, puesto que en la mayoría delas formas de comunicación oral lacopresencia de otro que habla o es-cucha nos ayuda a clarificar el signi-ficado de la palabra mediante la ob-

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servación de las señales corporales ylas expresiones faciales. Las imáge-nes, tanto verbales como no verba-les, son un tipo particular de mediosimbólico que empleamos en la co-municación interpersonal.

Las imágenes de envejecimientoque circulan en una sociedad normal-mente se inspiran en las muchasrepresentaciones del cuerpo que se en-cuentran en los medios de comunica-ción y son interpretadas de acuerdocon los esquemas lingúisticos y los sis-temas clasificatorios que operan en uncontexto cultural concreto. Con fre-cuencia las imágenes son construidasen series de polaridades (blanco y ne-gro; vicio y virtud; cielo e infierno; Diosy el diablo, etc.). En nuestra cultura lasimágenes corporales de juventud estánpositivamente cargadas con connota-ciones de belleza, energía, gracia, for-taleza moral y optimismo, mientras quelas imágenes de vejez tienen connota-ciones negativas de fealdad, inactivi-dad, degeneración y fracaso moral. Es-tas polaridades simbólicas nunca sondefinitivas y fijas, sino que cambian his-tóricamente en la medida en que losgrupos luchan por definir y reconstruirimágenes adecuadasa su propósitos yventajas (Nederveen, 1992; Feathersto-ne y Wernick, 1995).

Estereotipos de la vejez

La apariencia física juega un rolfundamental en la construcción socialde las categorías de edad (Hatfield ySprecher, 1986). Muchas de las imá-genes que empleamos para describira los ancianos son estereotipos nega-tivos que resultan perjudiciales para

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nuestra relación con ellos, represen-tan una forma de estigmatización sim-bólica que estápresente en la vida co-tidiana, dando así un significadonegativo a la experiencia de envejecer(Coupland eta!., 1991; Coupland yNussbaum, 1993). El poder estigmati-zante de los estereotipos negativos delenvejecimientO está claramente enrai-zado en la naturaleza esencialmentesimbólica de la vida social. Aunque lospatrones generales de cambio físicocompartidos por todos los miembrosde la especie humana son con fre-cuencia plenamente visibles, los mo-dos específicos de envejecer los indi-viduos y los miembros de grupossociales concretos están determina-dos por su situación social y otros mu-chos factores. Esta es una de las ra-zones por las que el estudio delenvejecimiento ha de ser una tarea in-terdisciplinar (Gilmore et al., 1981;Cannon, 1999).

Los estereotipos sobre la vejez sim-plifican algo que es complejo y con fre-cuencia confuso, tanto para los estu-diosos del envejecimiento como paralos actores sociales en la interaccióncotidiana. El principal problema es queno hacen plena justicia a cualquier in-dividuo concreto que sea etiquetadocomo anciano o viejo por su aparien-cia y/o su conducta observable.

La tensión permanente entre las ca-tegorías sociales basadas en genera-lizaciones sobre elenvelecimiento y laexperiencia real de envejecer en su di-versidad es una preocupación cons-tante, y cada vez más, de quienes tra-bajan con ancianos. En reconocimientode esa tensión algunos escritores con-sideran conveniente describir el pro-

ceso de envejecimiento como una ca-reta o disfraz que oculta la auténticapersonalidad humana que estádebajo(Puner, 1978; Cannon, 1999).

La trágica creencia de que la ju-ventud se desvanece y la belleza es fu-gaz (expresada de modo inenarrableen numerosas obras de arte como laMadonna de los palafreneros de Ca-ravaggio, algunos de loscaprichos deGoya o la colección de fotografías dedesnudos de mujeres y hombres an-cianos de James Cotíer, aunque en es-te último caso el artista, a diferenciade los citados pintores, parece quererreivindicar la particular belleza y atrac-tivo del cuerpo envejecido, el cual só-lo ocasionalmente, como en el caso deRembrand, evoca dignidad y nobleza)no es un simple reflejo de la inevitablerealidad del proceso de envejecimien-to, sino que está enraizada en unaecuación simbólicaentre juventud, be-lleza y bondad tan característica de lacultura occidental.

A lo largo del tiempo los signosex-ternos y visibles del envejecimientosobre el rostro y el cuerpo han adqui-rido un significado esencialmenteambivalente. Por un lado, el envejeci-miento en la cultura occidental, pro-fundamente enraizada en los idealesjudeo-cristianos, nunca ha sido total-mente devaluado. Por otro lado, haymuchos indicios de que los procesosde envejecimiento, tal vez con la ex-cepción de algunos ancianos selecti-vamente venerados, se han conside-rado generalmente en la prácticacotidiana como una experiencia des-agradable y mal recibida. Aunque den-‘1ro de esta tónica general parecenexistir diferencias de género. Las imá-

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genes de los hombres viejos en el ar-te occidental tienden a ser más posi-tivas que las de las mujeres viejas (Co-vey, 1991), en consonancia con lo queSontag (1978) denomino’ “el doble es-tándar de envejecimiento”.

El proceso de envejecimiento es re-presentado frecuentemente como unamáscara. De este modo se quiere ex-presar la distancia que muchos des-cubren entre la experiencia personaldel envejecimiento y el estereotipo dela vejez (Featherstone y Hepworth,1989). La imagen de un disfraz que esinvoluntariamente asumido en la me-dida en que envejecemos nos lleva alcorazón de la construcción social delenvejecimiento, que implica un equili-brío tenso de poder entre el individuoy la sociedad. Pero describir el proce-so de envejecimiento como una más-cara que oculta al seff imperecedero ymás juvenil no es exactamente lo mis-moque decir quela gente intenta ocul-tar su edad. El ideal en el tratamientocontemporáneo de los más ancianoses identificar o redescubrir la personaindividual que se percibe como parcialo totalmente oculta debajo de la capadel cambio físico producida por el ene-m~go mas moderno de la raza huma-na, el tiempo cronológico (Feathersto-ne y Hepworth, 1993: 312-313).

Las imágenes públicas y privadasdel envejecimiento tienen un patéticolugar de encuentro en el terror de lasenilidad. En la imaginería prevale-ciente, la vejez entendida como seni-lidad no es tanto una máscara o dis-fraz como una “jaula de hierro”. El selfllega a sentirse atrapado en un cuer-po que ya no puede expresar física-mente su verdadera identidad. La por-

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sona senil ha perdido su capacidad deautocontrol, de manejar las impresio-nes de los demás en su presentaciónen la vida cotidiana, de expresar lapropia identidad (Goffman, 1971).

Esta temerosa imagen de senilidadcorno el resultado final del proceso deenvejecimiento refleja un terror a cual-quier declive progresivo en la habili-dad para controlar el cuerpo a travésdel cual expresamos nuestra relaciónde interdependencia con los demás.La obligación social de ocultar las fra-gilidades asociadas con el envejeci-miento sugiere que la senilidad es ellamisma una construcción social. Cua-lesquiera planes sociales que minen lahabilidad para expresar un se)f inde-pendiente lleva a la persona concer-niente progresivamente más cerca dela imagen pública de “senil”,

Las imágenes de la vejez no tienenuna forma o significado fijos, sino quecambian a lo largo del tiempo y a travésde las culturas. Algunos investigado-res sociales han puesto de manifiestola contribución de los inmigrantes dediferentes backgrounds étnicos al en-riquecirniento gradual de esas imáge-nes en las sociedades postindustrialesy multiculturáles. La identidad étnica,el sentimiento de pertenecer a unatradición cultural particular, puedefuncionar como un recurso protectorcuando los individuos envejecen ycontribuir a envejecimiento no trau-mático (Rlakemore,1993; Feathersto-ney Hepworth, 1993).

Imágenes tradicionales de la vejez

La imagen romántica de la vejez enun tiempo pasado en el que los viejos

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Susana Kehl y J. Manue! Fernández La construcción social de la vejez

eran venerados por sus habilidades ysabiduría parece que no tiene muchofundamento histórico. El que nuncaexistió tal época dorada del envejeci-miento parece una opinión general-mente compartida en la actualidad porlos historiadores. Con la disminuciónde los recursos de la fuerza física, deldinero y de la influencia social el pro-ceso de envejecimiento dejaba a mu-chos de los pocos que llegaban a vie-jos totalmente dependientes de labuena voluntad y caridad de la familiao de los vecinos. A pesar de las imá-genes de ancianos autoritarios y res-petados, la estigmatización de la ve-jez era en la práctica un rasgo familiarde la vida cotidiana en algunas socie-dades preindustriales (Thomas, 1976:245-246). Las imágenes de un enveje-cimiento dorado que nos ofrece Cice-rón en su obra De Senectute se inspi-ran, de acuerdo con el análisis deHaynes (1963), en las vidas de genteexcepcionalmente privilegiada. Loscambios faciales y corporales que danuna apariencia envejecida nunca hansido venerados en sí mismos La prin-cipal fuente de reverencia de la gentemayor en algunas sociedades prein-dustriales parece haber sido la rique-za y el dinero (MacFarlane, 1986).

Antes de la “modernización del ci-cío de la vida” (Gruman, 1978) se con-sideraba viejos a quienes llegan a serdependientes y carentes de poder,prescindiendo de su edad cronológica.El trabajador lleno de achaques o lamujer desgastada por sucesivos em-barazos podían presentar los rasgos delo que hoy se considera como enveje-cimiento prematuro y ser consideradoscomo viejos a los cuarenta años (Shor-

ter, 1983). Detrás de la falta de estimapor la gente vieja, frágil y dependiente,que son los rasgos más destacado delas imágenes de la vejez que han do-cumentado los historiadores, puededetectarse una ambivalencia hacia elenvejecimiento y la muerte. La muerteen la sociedad preindustrial estaba mu-cho más presente en la vida cotidianay resultaba mucho más familiar que enla sociedad moderna, donde no sóloha aumentado espectacularmente laesperanza de vida al nacer, sino quehay una tendencia hacia su hospitali-zación y ocultación de la mirada públi-ca (Ariés, 1981; Elias, 1985). Al mismotiempo, la gente con los conocimien-tos y los recursos necesarios siempreha luchado para evitar un fin prematu-ro. Esta tendencia se hizo particular-mente evidente en el siglo dieciochocuando comenzó a crecer la confianzaen la ciencia médica como fuente de“defensa contra la muerte” (McMan-ners, 1985). Pero la creciente preocu-pación por la salud y la prolongaciónde la vida a partir del siglo XVIII pare-cen reflejar un cambio haciauna visiónmás juvenil de la vida y no hacia una vi-sión más optimista de la vejez (Gru-man, 1978).

Dentro del estereotipo ampliamen-te negativo del envejecimiento pode-mos encontrar diferentes evaluacionesmorales del proceso de envejecimien-fo. En su análisis de loscuentos, can-ciones y juegos infantiles de la Ingla-terra del siglo XIX, Tamke (1978)describe tres modelos predominantesde la vejez: el “buen viejo”, el “mal vie-jo” y aquellos que están simplemente“pasados”. Estas imágenes tienenprofundas raíces históricas y demues-

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tran valores y creencias sobre el en-vejecimiento que también se hallan enla literatura adulta del período y que asu vez tienen estrechos lazos con elpasado. Existe una larga historia dedistinción entre “ viejos honorables”que retienen sus facultades a travésde la riqueza y el esfuerzo moral y los“viejos despreciables que pierden lassuyas mediante la pobreza y la debili-dad moral” (Williams, 1988: 4).

Estas imágenes tradicionales pue-den ayudarnos mucho a comprendermejor el envejecimiento en nuestra so-ciedad actual por tres razones. Prime-ro, nos muestran cómo las imágenesy estereotipos de la vejez contienenprescripciones para lo que nosotroshoy llamamos una vejez “exitosa” encontraposición a una vejez “traumáti-ca”. Segundo, nos proporcionan algu-na idea de la brecha que puede exis-tir entre la experiencia privada ypersonal de envejecer, por un lado, ylas imágenes públicas de la vejez, porotro. Esta brecha nos permite consi-derar la vejez como una máscara o dis-fraz que oculta el seff real o imperece-dero. Tercero, una comparación de lasimágenes del pasado con las de nues-tro tiempo tos datn~ idéa más clarade la flexibilidad de las imágenes delenvejecimiento; esto es, nos permitever que aunque las imágenes con lasque estamos más familiarizados se ha-llan enraizadas en nuestra historia,también están sujetas al cambio ypueden sin duda moldearse y recons-truirse en el intento de cambiar las ac-titudes hacia el envejecimiento y la ve-jez en la sociedad contemporánea(Featherstone y Hepworth, 1993; Fea-therstone y Wernick, 1995).

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Imágenes modernas de la vejez

Desde finales del siglo XIX se hanhecho esfuerzos más sofisticados pa-ra definir las diferentes etapas del pro-ceso de envejecimiento (Haber 1983)y categorizar a los hombres y mujeresmayores sobre una base administrati-va (Cain, 1974; Graebner, 1980). Almismo tiempo se ha desarrollado unaconciencia más clara del estigma delenvejecimiento y de las “discrimina-ciones por razón de edad” (Phillipson,1982; ltzin, 1986). Tomados en con-junto, estos dos desarrollos, produc-tos de la modernización, han contri-buido a crear una nueva conciencia delas edades que configuran el ciclo dela vida <Featherstone y Hepworth, 1994:322-32 3).

Los valores de la modernidad queresultan especialmente relevantes pa-ra nuestra comprensión de los cam-bios en la imaginería del envejeci-miento son aquellos que se derivan deuna apreciación cada vez mayor de lacontribución de la energía y vigor ju-venil a los procesos de cambio socialinducidos por la industrialización y lainnovación tecnológica, y que hacensuperfluos los conocimientos y habili-dades de los ancianos. Como conse-cuencia, la gente mayor resulta deva-luada e irrelevante para el procesoproductivo (Dowd, 1980). A la cre-ciente conciencia de la edad tambiénhan contribuido las actividades de unaserie de expertos como los médicos,psicólogos economistas, consultoresde gestión, administradores socialesy otros, quienes a lo largo de los años,en el clima de rápido cambio industrialy técnico han producido gradualmen-

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te un cambio en la imaginería del en-vejecimiento, que se hafiltrado atodala sociedad. Se trata de un procesogradual que implica una reconstruc-c¡ón social de las imágenes tradicio-nales del envejecimiento para ade-cuarías a las exigencias de un mundomás sofisticado. La rupturacon el pa-sacio nunca ha sido completay la mo-dernización del envejecimiento ofreceinteresantes variantes a través delmundo occidental <Achenbaum, 1978).

Otro fenómeno social que ha con-tribuido mucho al cambio en la imagende la vejez fue la rápida expansión deuna cultura de consumo de masas in-mediatamente después de la PrimeraGuerra Mundial (Achenbaum, 1978b).Aunque las imágenes del envejeci-miento con las que estamos ahora mu-cho más familiarizados comenzaron aaparecer en libros médicos y otros li-bros de consejos sobre cómo enveje-cer con dignidad desde mediados delsiglo XIX en Inglaterra y en otras par-tes <Featherstone y Hepworth, 1985),fue realmente durante los años de en-tre-guerra cuando la influencia de lacultura del consumidor comenzó porprimera vez a hacerse sentir y la ideade la jubilación como una etapa apro-piada de la vida para los trabajadoresenvejecidos prendió en la imaginaciónpública (Phíllípson, 1982).

Deese modo se incorporó un nue-yo elemento a la creencia tradicionalsegún la cual en la medida en que en-vejecemos nos hacemos más inútilesy, por consiguiente, hemos de “des-engancharnos” gradualmente de lavi-da activa. Una diferencia importanteentre las imágenes tradicionales y lasimágenes modernas de la vejez como

una edad inútil es que en la sociedadpreindustrial el dejar de ser útil o acti-yo era una consecuencia de la inca-pacidad para trabajar, mientras que enla sociedad industrial esta situaciónestá determinada por una decisión bu-rocrática basada en estereotipos mo-demos del envejecimiento que tienenpoco que ver con la capacidad real demuchos individuos para desarrollaruna actividad productiva (Cain, 1974>.Tales rasgos burocráticos de la políti-ca social, vinculados al surgimiento dela medicina “geriátrica” y de la geron-tología durante el siglo XX (1983; Ha-ber, 1983), han jugado un papel im-portante en el desarrollo de laconciencia de edad que es evidente entodos los “escenarios” del “curso” dela vida cotidiana contemporánea (Co-hen, 1987).

La génesis de las imágenes mo-dernas de la vejez es, pues, algo máscomplejo de lo que suponía la teoriade la modernización, formulada delmodo más claro por Cowgil y Holmes(1972). Siguiendo un método compa-rativo, estos autores concluyeron quehay factores universales, comunes alas diferentes culturas, en la cons-trucción de la vejez, y también facto-res de diferenciación entre las distin-tas sociedades. Según ellos, a medidaque las sociedades se industrializan,urbanizany hacen más complejas, au-menta el número de personas mayo-res y se produce un declive correlati-yo en el estatus y prestigio de losancianos. Los dos supuestos princi-pales que subyacen al concepto demodernización, el evolucionismo y laprimacía de lo cultural, han sido cues-tionados tanto empírica como león-

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camente. Se ha criticado ampliamen-te su evolucionismo lineal y etnocén-trico en el que modernización y occi-dentalización se emplean comosinónimos (Asad, 1973). La otra pre-misa de la teoría de la modernización,la de la primacía de los factores cultu-rales, también ha sido matizada o cri-ticada. Por ejemplo, Guillemard (1983),en su estudio sobre las imágenes con-temporáneas y los estilos de vida delos ancianos en Francia, ha demos-trado la importancia que han tenido ensu configuración los factores econó-micos y políticos.

En síntesis, y de acuerdo con Fea-therstone y Hepworth (1993), hay unaserie de cambios culturales y socioe-conómicos que hicieron posible el sur-gimiento de las actuales imágenes delenvejecimiento, entre los que cabedestacar los siguientes: a) los avancesen la ciencia médica, que nos han he-cho más conscientes de nuestroscuerpos, de los efectos del paso deltiempo y de la relación entre el estadointerno de nuestros cuerpos y nuestraapariencia externa; b) el aumento es-pectacular de la esperanza de vida,que hace hoy mucho más probableque muramos de enfermeHaHo~~r~ -

ciadas con la vejez, lo que ha condu-cido a un aumento de la demanda detratamientos médicos para las en-fermedades de la edad y a un en-tusiasmo popular por técnicas deprolongación de lavida activa y de re-juvenecimiento; c) el impacto del con-sumismo como un método de promo-verbienes producidos en masa, por sucapacidad para realzar el propio “es-tilo de vida”, lo que tiene importantesimplicaciones para la construcción so-

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cial de la edad porque estas técnicasde promoción confían mucho en unaimagen del consumidor como una per-sona con energía juvenil para conti-nuar consumiendo; d) la expansión delosmass medía que reproducen, este-reotipan y divulgan imágenes con ma-yor rapidez y a una audiencia más am-plia que nunca antes; e) la influenciadel feminismo y del movimiento demujeres, especialmente desde losaños sesenta, que está cambiando lasactitudes hacia la masculinidad, la fe-minidad y la conciencia del cuerpo; yf> el multiculturalismo de las comple-jas sociedades contemporáneas, consu diversidad de identidades étnicas,cada una de las cuales tiene su propiavariedad de imágenes del envejeci-miento y aporta una variedad de re-cursos étnicos culturalespara desafiarel estereotipo occidental dominante dela vejez como retirada y declive inevi-table.

Perspectivas sociológicassobre la vejez

La teoría sociológica nos ofreceuna pluralidad de paradigmas ~uehanservido de marco de referencia paraformular diversas teorias especificasde alcance medio sobre la vejez engeneral o sobre algún aspecto másconcreto de ésta. Esta pluralidad deenfoques ha inspirado y sigue orien-tando las investigaciones sociológi-camente más fecundas sobre este te-ma. En este apartado haremos unabreve presentación de algunas deesas teorías que, a pesar de sus limi-taciones, han contribuido a clarificar

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algunos de los procesos más impor-tantes en la construcción social de lavejez.

El funcionalismo estructural

El paradigma funcionalista estruc-tural ha inspirado numerosos estudiossobre la vejez. En ellos, siguiendo la in-clinación de este enfoque a centrarseen el consenso, se sugiere, en con-traste con los análisis de la economíapolitíca que veremos más adelante,que la edad actúa como un niveladorde las diferencias de clase y estatusentre los ancianos. Inspirándose en elfuncionalimo estructural se han des-arrollado dos teorías especificas sobreel envejecimiento: la teoría del desen-ganche, que enfatiza el retiro paulati-no de la gente mayor de ciertos rolespara que la sociedad pueda continuarfuncionandO, y la teor¡~ de la actividad,que enfatiza más bien la necesidad demantener activa a la gente mayor enorden a integrarla en la sociedad paraque ésta pueda funcionar adecuada-mente.

Teoría del desenganche

La teoría del desenganche fue ex-puesta por vez primera por Cummingy Henry en su obra conjunta GrowingOíd, en la que sostienen que “El des-enganche es un proceso inevitable enel que muchas de las relaciones entreuna persona y otros miembros de lasociedad resultan difíciles y la calidadde aquéllas que permanecen es alte-rada” (Cumming y Henry, 1961: 211).A medida que los individuos enveje-cen, ellos y la sociedad se preparananticipadamente para la última retira-

da, causada por enfermedades inca-pacitantes o la muerte. La teoría esta-blece que el proceso de “desengan-che” progresivo es el método por elque la sociedad prepara a sus miem-bros para que la llegada de lo inevita-ble no perturbe el funcionamiento or-denado de la sociedad. Centro de eseproceso se asigna un papel muy im-portante a la jubilación, interpretadacomo un mecanismo para facilitar laretiradadel individuo de lavida social.De este modo la teoria del desengan-che modificó la hipótesis de la teoríadel rol según la cual la pérdida de unrol primario, como el trabajo, priva alindividuo de estatus e identidad, aun-que siguió sosteniendo que el retiro noresulta problemático para la mujer yaque el trabajo asalariado no desem-peña un rol tan importante en la con-figuración de la identidad femenina.Este último supuesto fue desmentidoen una encuesta realizada por Parkeren el Reino Unido, según la cual el 35por ciento de las mujeres trabajadoraspróximas a retirarse mostraron temora encontrarse con dificultades, espe-cialmente económicas, después de lajubilación, frente al 25 por ciento delos hombres en situación similar (Par-ker, 1982).

Esta teoria ha suscitado tres tiposde criticas. Primero, el supuesto im-plícito en la teoría de que el desen-ganche es deseable puede llevar auna política de indiferencia hacia losproblemas de la gente mayor (Shanaset al, 1968). Segundo, el desengancheno es inevitable y la falta de compro-miso en la vejez refleja más bien el pa-trón de interacción social que algunaspersonas han seguido durante toda la

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vida. Tercero, los datos presentadosen Gro w¡ng Oid han sido incorrecta-mente interpretados, ya que son másbien los valores culturales y la estruc-tura económica los que al combinar-se de un modo concreto crean una si-tuación que favorece el retraimientosocial de una gran proporción de lagente mayor (Rose, 1965; RodríguezIbáñez, 1979).

El concepto de “desenganche” fueempleado por E. P. Shanas, R Tow-send eta!. (1968) en un trabajo de in-vestigación que puede consíderarsecomo el estudio sociológico compa-rativo de la vejez clásico, con el obje-tivo de aclarar el modo en que las di-ferencias culturales y estructuralesafectan a las condiciones de vida y alcomportamiento de la gente mayorEstos autores llegaron a la conclusiónde que no existe un rasgo funcional dela vejez como un rol social, sino la ac-tuación de fuerzas sociales que man-tienen a algunas personas mayores in-tegradas mientras que marginalízan aotras y estigmatizan a “la vejez” comofenómeno social. Al mismo tiempo quealcanzaban esta conclusión tambiénseñalaban que había diferencias entrelos tres países estudiados (Dinamar-ca, Inglaterra y Estados Unidos), loque sugiere que las estructuras eco-nómicas, políticas y sociales tienen unimpacto en la construcción y expe-riencia de la tercera edad. En otro es-tudio realizado en Francia, Guíllemard(1983) sugería que la retirada social erau ~ de resptestade losjú-bílados de clase trabajadora relacio-nado con su posición de explotados,la cual los dotaba de pocos recursospara consumir y Convertir el tiempo Ii-

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bre del período de jubilación en unocio significativo.

Teoría de la activ¡dad

Esta teoría, aunque se encuadradentro del mismo paradigma funcio-nalista que la teoría de desenganche,adopta una perspectiva diferente alexplicar el proceso de envejecimien-to. Havíghurst (1963), uno de sus pri-mero defensores, argumentaba quepara conseguir un envejecimiento sintraumas es necesario seguir mante-niendo en la vejez los patrones de ac-tividad y los valores típicos de la edadmadura. La felicidad en la vejez seconsigue, según él, negando de algu-na manera la llegada de la vejez, con-servando la actividad y los valores dela fase anterior del ciclo de la vida, oreernplazándoíos por otros nuevoscuando resulta imposible conservaraquellos, para mantener así la satis-facción de vivir

Aunque hay muchos datos que su-gieren que el nivel de actividad des-arrollado a lo largo de la vida tiende apersistir en la vejez (Ríley et aL, 1968),la teoría de la actividad ha sido criti-cada sobro todo de idealista. No pa-rece muy real esperar que la gran ma-yoría de ancianos puedan mantener unnivel de actividad similar al que teníanen la edad madura, aunque sólo seapor las limitaciones que imponen loscambios biológicos. Pero las limita-ciones biológicas no son las únicas, ymtchás veces tampo¿oiá&más im-portantes; la teoria de la actividad re-sulta también un tanto idealista al notener suficientemente en cuenta quelas estructuras económicas, politícas

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y sociales impiden al trabajador viejomantener una de las actividades másimportantes de la edad madura, con-cretamente el empleo “productivo”(Bond, Briggs y Goleman, 1993; Ro-dríguez Ibáñez, 1979>.

La perspectiva funcionalista es-tructural también ha sido ha sido em-pleada de modo más limitado para ex-plicar problemas más específicoscomo la demencia en la tercera edad.Aunque son individuos concretos losque están mentalmente enfermos, al-gunos sociólogos, siguiendo el méto-do empleado por Durkheím en su clá-sico estudio sobre el suicidio, buscanlas causas no en éstos sino en aspec-tos concretos de la estructura socialen la que viven. Una aproximación deeste tipo fue defendida por Hollings-head y Redlikch <1958>, quienes in-tentaron mostrar que la incidencia y ti-po de enfermedad mental variaba enfunción de la posición en la estructu-ra social de clase. Este tipo de análi-sis también ha sido muy usado por losepidemiólogos sociales interesados enla preponderancia de la demencia yotras enfermedades psiquiátricas en-tre la gente mayor (Eond, 1987).

SI anta que de la economia política

Se entiende por economía políticael estudio de la interrelación entre es-tructura política, estructura económi-ca y estructura social o, más específi-camente, entre las organizacionesgubernamentales, el mercado de tra-bajo, las clases sociales y los gruposde estatus. El foco central de estaperspectiva se halla en la interacciónentre las estructura socíoeconómica y

política y el modo en que ambas afec-tan la distribución de recursos y bien-es sociales (Pratt, 1976>.

La aproximación teórica de la eco-nomía política fue aplicada a la geron-tología social por algunos sociólogosque interpretan la vejez como unaconstrucción social en términos de sudimensión tanto material como ideo-lógica (Guillemard, 1981, 1983; Wal-ker, 1981; Phillipson, 1982; Fennelí etal., 1988). Estos autores recurren ex-plícitamente a una comprensión ma-terialista de las estructuras y relacio-nes sociales para enfatizar queactualmente la tercera edad no puedeentenderse aisladamente del conjun-to de los procesos y estructuras queconfiguran la sociedad industrial(Bond, 1986). Los posibles modos deexperimentar la vejez son creados ysostenidos dentro de la esfera socialdel capitalismo industrial, en el que lasrelaciones económicas desempeñanun papel fundamental (Esping-Ander-sen, 1990). En este contexto, lajubi-ación del empleo asalariado constitu-ye una línea muy clara para marcar lafrontera que separa a la tercera edad(Phíllipson, 1982, 1990).

Esta perspectiva también propor-ciona una base analítica muy clara pa-ra examinar las divisiones socialesdentro del grupo definido como gentemayor Los temas identificados comomás relevantes han sido los de clasey género (Walker, Phillípson, 1982;Guillemard, 1983), a los que más re-cientemente se han añadido las divi-siones raciales, étnicas y culturales, lomismo que los patrones de consumodiferenciales de los diversos gruposde ancianos (Bornat eta!., 1985; Fea-

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therstone y Hepworth, 1989; Fennelíeta!., 1988). Estas dimensiones adi-cionales representan un refinamientode la aproximación de laeconomíapo-lítica más que un alejamiento de ella,pues continúa ocupándose del acce-so diferencial de los distintos grupossociales a los recursos que proporcio-nan la base para vivir en la ancianidad,sean estos económicos, politicos, cul-turales o sociales.

Al centrarse en la construcción so-cial de la vejez a través de la exclusióndel trabajo asalariado, este enfoqueenfatíza la naturaleza relativa del fe-nómeno de la tercera edad. Pues en lamedida en que la frontera entre la edadintermedia y la tercera edad se fija entorno a la retirada del mercado de tra-bajo, y éste a su vez es el producto dejuicios sociopoliticos, la tercera edadse muestra como una categoría so-cialmente construida, producto de lasestructuras sociales del capitalismoavanzado, más que como una aclara-ción de lascapacidades naturales re-lacionadas con la edad, y sujeta alcambio en relación con las variantescircunstancias económicas y sociales,lomismo que otros productos. Los de-bates sobre la pÑ~r4 rl~ r~t,r

0 están for~-mulados en términos del lugar de lagente mayoren la sociedad, en el con-texto de cuestiones especificas sobreel tamaño de la tuerza de trabajo, loscostes del retiro y cosas así, y no enabstracto como un intento de hallar la“esencia” de la vejez.

Una de las cuestiones que más hacontribuido a clarificar esta perspec-tiva es la de la pobreza relativa de mu-chos ancianos. El enfoque de la eco-nomía política tiene como uno de sus

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conceptos centrales la idea de de-pendencia estructural, según la cual elacceso restringido a una amplía varie-dad de recursos sociales, en especialingresos, contribuye al desarrollo deun estatus dependiente, que se refle-ja en el gran porcentaje de ancianosque viven en situación de pobreza(Towsend 1981; Walker, 1980; Walkery Phíllipson 1986). El hecho de que losjubilados aparezcan en los niveles másbajos de la distribución del ingreso sedebe, como se viene reconociendodesde hace mucho tiempo, a que nor-malmente no desempeñan un “traba-jo productivo”. La sociedad, en per-juicio de la vejez, tiende a premiar eltrabajo actual y no el trabajo pasado.Las personas mayores son discrimi-nadas por políticas económicas y so-ciales que benefician a los empleadosjóvenes y a los acomodados. La po-breza y el estatus dependiente de losancianos están, pues, relacionadoscon los bajos recursos y el acceso quehayan tenido a los recursos a lo largodel ciclo de la vida.

Entre las muchas aportaciones dePhillipson al desarrollo de una socio-logia de la jubilación se halla laclarifí-caciéi d& eiá téiádón entre el estatusdependiente de muchos jubilados y elacceso limitado que han tenido a losrecursos a lo largo de su ciclo de vida.El estatus económico limitado de mu-chos trabajadores, especialmente delos trabajadores manuales, se agravacon la jubilación. Actualmente, los es-quemas dejubilación anticipada estánempujando a los trabajadores mayo-res a empleos menos cualificados y aldesempleo. Las desigualdades queexperimentan los jubilados son el re-

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sultado de unos salarios bajos duran-te la edad activa, del desempleo, de laincapacidad y, en el caso de las muje-res y las minorias étnicas, también ladiscriminación sexual y racial. La dis-minución en el valor real de los aho-rros y pensiones significa que los quese hallan en peor situación económi-ca son los viejos más viejos. Pero lajubilación no sólo deteriore la situacióneconómica de los ancianos sino quetambién restringe el acceso a los re-cursos sociales al limitarse las rela-ciones sociales cuando el jubilado sealeja del mundo laboral (Phíllipson,1982, 1993).

Dentro del marco de referencia dela economía política Guillemard rein-trodujo una preocupación por la ima-gen sociopolítíca del envejecimiento.En sus análisis sobre la situación de latercera edad en Francia, esta sociólo-ga señala la sucesión de tres períodosen la última mitad del siglo XX, en elprimero se enfatizaba el estándar devida de los mayores <acceso a los re-cursos económicos), en el segundo sederívó hacia una preocupación por elmodo de vida y la integración social(acceso a los recursos políticos y cul-turales), y en un tercero y más recien-te parece haber cierto retorno a los te-mas del estándar de vida relacionadocon los cambios demográficos dentrode circunstancias económicas espe-cificas (Guilllemard, 1983). Argumen-ta la socióloga gala que una vez ga-rantizados los derechos básicos de losmayores a unos ingresos, el énfasis deldebate se desplazó haciael significa-do social de la tercera edad emergen-te como una parte natural del ciclo dela vida. Pero, desde finales de los se-

tenta, la situación económica reintro-dujo la vejez como un componente delos conflictos en torno a las crisis in-dustrial y fiscal con el desarrollo deconceptos como “jubilación tempra-na” o “prejubílación”. En este análisisse tiene simultáneamente en cuenta elsignificado y la realidad del envejeci-miento de la población.

El reciente retorno a las cuestionesreferentes a los estándares de vida haocurrido en un contexto de mayorcon-ciencia general de la vejez como el fu-turo que nos aguarda a todos (Guille-mard, 1983:94). Las clases medias sehan extendido a lo largo del siglo XXacumulando recursos intelectuales yfinancieros y aspiraciones, mientrasque las clases trabajadores en la últi-ma parte del siglo XX han llegado aconsiderar las respuestas del welfarecomo un derecho. Estos cambios hansignificado que sólo en unas pocasdécadas los modelos culturales de lavejez y las opciones políticas que serelacionen con ellas han cambiado demanera espectacular Las luchas pormejorar el modo de vida en la terceraedad no se acallan fácilmente por elsimple hecho de la llamada crisis delEstado del Bienestar Las diferenciasde clase dentro de la tercera edad ha-cen difícil que se desarrolle una soli-daridad relacionada con la edad comotal. Pero, en cualquier caso, la terceraedad se ha convertido en un terrenopolíticamente volátil (Bond, 1986). Poresta razón no resulta fácil una alter-nativa política que defienda la reduc-ción de los niveles de bienestar públi-co, incluida la provisión de esquemasde pensiones públicas <Groves, 1987;Dieck, 1990). Esta conclusión sirve pa-

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ra subrayar en qué medida la organi-zación y experiencia de la vejez de-pende de un contexto económico, po-lítico y cultural concreto (Hugman,1994:15).

Los gerontólogos críticos han se-ñalado las limitaciones de esta apro-ximación, concentrada en las des-igualdades que se derivan de lapobreza y las desventajas económicas(Dant, 1 988). Pero el hecho de que noabarque todas las dimensiones posi-bIes del significado y realidad del en-vejecirniento de la población no quie-re decir que las cuestiones que abordano sean fundamentales, ni que el mo-do analítico de abordarlas deje de seraltamente clarificador

La perspectiva del interaccionismasimbólico

Dentro del amplio marco del ínter-accionismo simbólico se han desa-rrollado algunas teorías especificassobre la vejez, entre las que cabe des-tacar la teoría del etiquetado y la teo-ría de la subcultura de la vejez.

Teoría del etiquetado

La teoría deL-etiquetado;conocidatambién como teoría de la reacciónsocial, fue formulada en torno a losaños sesenta del siglo XX para expli-car diferentes tipos de “conducta des-viada”, como la delincuencia, la dro-gadicción, la enfermedad mental eincluso la vejez. La idea central de es-te enfoque es que la reacción socialante una conducta etiquetándola de“desviada” puede desencadenar unproceso que, a través de diferentesfa-sea que 1-1. Becker (1971> describió co-

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mo etapas de una carrera desviada,puede desembocar en un cambio realde la persona que interioríza y adoptala nueva identidad social ,y comienzaa actuar en consecuencia, por lo quela profecía termina cumpliéndose a simisma.

Los interaccionistas no se limitan ala reacción del público, también estáninteresados por el concepto que los in-dividuos tienen de sí mismos y por elsignificado que dan a sus propias ac-ciones ya las de aquellos con quienesinteractúan. La actuación de los indi-viduos, según este enfoque, dependede la imagen que tengan de si mismos,construida en gran medida a partir desu interpretación de cómo reaccionanlos demás a lo que ellos dicen y hacen.Este modo de concebir la interacciónsocial ha llevado a algunos sociólogosa investigar las consecuencias de eti-quetar a algunas personas como de-lincuentes <Matza, 1981), drogadictas<Becker, 1971), dependientes (Goff-man, 1973) o mentalmente enfermas(Sheff, 1974; Skultans, 1979).

El asignar una etiqueta negativa,que designe desviación de la norma,desencadena, según esos autores, unpro¿eso interactivo entre el público yel actor social “señalado” que hace ca-da vez más difícil el comportamiento“normal” de éste. La nueva identidadsocial conferida por la etíqueta puedellegar a ser interiorizada por la perso-na etiquetada, incorporada a su se)f,con la consiguiente adaptación a lasnuevas expectativas sociales y la ne-cesidad de encontrar el apoyo de unasubcultura desviada en la que uno seareconocido y apreciado en su nuevaidentidad. Aunque pueda parecer ex-

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cesivo aplicar a la vejez el conceptode desviación, sí definimos ésta ensentido amplio como alejamiento de lanorma, la vejez aparece frecuente-mente como una situación “desviada”en una sociedad que celebra lajuven-tud y aún no se ha acostumbrado ellamisma a la revolución demográfica(Laslett, 1989).

Una de las etiquetas adscritas confrecuencia a las personas mayores esla de dependientes. La imagen de losviejos que llegan a ser como niños— dependientes de los adultos sanos—y que pierden facultades mentales esun estereotipo muy difundido en lassociedades industriales. Y podar estaetiqueta es llevar el símbolo de una“desviación”, la de alguien que no go-za ya de un lugar en la corriente prin-cipal de la sociedad y cuyo compor-tamiento es “anormal”. Los quecomparten este estatus sufren diver-sas humillaciones y castigos que re-fuerzan su “desviación”. Ser excluidodel reconocimiento social y no tenerun rol en las relaciones sociales resul-ta hirientey perjudicial, y lo que es qui-zás más importante, esto conlíeva unaserie de actitudes, sanciones y prohi-biciones que tienen el efecto de des-humanizar al individuo y generar de-presión y reducción de la autoestima.Esta discriminación estructuralpor ra-zón de edad que, como señala Scrut-ton <1990), tiene consecuencias tanperjudiciales, especialmente para laspersonas muy ancianas, persiste inal-terable a pesar de los crecientes in-formes de abuso y discriminación<Eastman, 1985).

El hecho de que el estereotipo seamás o menos falso no evita, pues, que

sus efectos sean reales. La existen-cia de diferencias entre la gente ma-yor y la de generaciones más jóveneses bien conocida, pero exagerada. Esla asociación —con frecuencia desin-formada o simplemente errónea— en-tre envejecimiento y declive lo queproporciona un fundamento para eltratamiento estereotipado. Lamenta-blemente, los mismos ancianos yaquellos que pretenden representarsu bienestar contribuyen con fre-cuencia a tales errores. Expresionestan corrientes como “es mi edad”, rei-terada por la gente mayor, o “¿quépuede esperara su edad?”, tópico demédicos y personal sanitario en ge-neral, sólo contribuyen a la complici-dad de la ignorancia contra la verdaden la cuestión del envejecimiento. In-cluso las organizaciones que se pro-ponen promover el bienestar de lagente mayor y conocen la evidenciacientífica propenden a exagerar losrasgos negativos para conseguir fon-des o establecer temas políticos <véa-se Johnson, 1993>.

La tendencia a “infantilizar” al an-ciano dependiente está bien docu-mentada (Hockey y James 1993).Como han mostrado Willcocks et al.(1987) y Miranda <1986), el traslado delanciano del propio hogar a una resi-dencia puede minar rápidamente o re-mover completamente los apoyos so-ciales y territoriales que los ancianosutilizan con frecuencia para manteneruna identidad independiente. En suspropios hogares es mucho más pro-bable que los ancianos puedan satis-facer la expectativa de una sociedadconsciente de la edad de que la gen-te mayorhabría de sentirse obligada a

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ocultar debilidades parciales por te-mor de ser juzgados totalmente inca-paces de gestionar la vida cotidiana.El medio institucional, argumentaBromley (1978), constituye un entornosocial donde los efectos del envejeci-miento sobre la conducta expresivadeuna persona se acentúan y se hacenagudamente más reflexivos. Su debi-lidad expresiva se hace más evidentey, dado que tal debilidad hace más di-fícil la interacción, tiene el efecto deenmascarar la identidad de la perso-na que puede estar luchando para co-municar deseos y sentimientos nor-males. En este sentido, nos hallamosante la profecía que se cumple asímisma (Featherstone y Hepworth(1993: 314).

El hecho de que alguien sea eti-quetado como dependiente implica unproceso de definición social. Y, aunquese reconoce que la enfermedad no esculpa suya, también existe una fuertetendencia a tratar a la gente incapaci-tada para realizar actividades rutina-rías como personalmente responsablede su situación difícil. Esta victimíza-ción se expresa con máxima fuerza enlos casos en los que puede observar-se la incompetencia, pero no las cau-sas. Por ejemplo, la gente con proble-mas de audición y los que tienenproblemas de salud mental reciben, engeneral, menos comprensión y estánsujetos a más control que los que usansillas de ruedas o los ancianos frágiles(Johnson, 1993: 258).

La dependencia se construye so-cialmentecuando del fenómeno real dela interdependencia, uno de los com-ponentes integrales de la ciudadanía,aislamos una subserie especial de es-

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ta interdependencia y la identificamoscomo dependencia en las sociedadesmodernas. Disponemos actualmentede suficientes datos empíricos para po-der sostener con solidez que la inmen-sa mayoría de lo que se llama cuidadohumanitario es hecho por parientes,amigos y vecinos que en algún mo-mento han recibido algún tipo de ayu-da de aquellos que ahora la reciben deellos, y la mayor ayuda a personas dela tercera edad es prestada por otraspersonas del mismo grupo de edad (Ar-ber y Ginn, 1992; Blau, 1973). DavidWilkin (1990> ha mostrado la compleji-dad de las situaciones de dependenciay ladificultad de medirla dependencia,y ha señalado que el desamparo y la im-potencia no son dimensiones impor-tantos de este fenómeno, argumentan-do que “el componente clave es lareferencia a una relación social’. Esteautor define la dependencia como “Unestado en el que un individuo dependede algún modo de la asistencia deotro(s) en la satisfacción de necesida-des reconocidas”.

La perspectiva interaccionísta tam-bién se ha aplicado con frecuencia alestudio de otros problemas concretosde la vejez como la enfermedad deAlzheímer Los interaccionistas sim-bólicos tienen interés en estudiar losprocesos por los que la gente clasifí-ca a otros como “mentalmente enfer-mos”. Para ellos la enfermedad men-tal no es algo que está dentro delindividuo y que pueda observarse ydefinirse universalmente, sino másbien un estatus social conferido a unaindividuo por otros miembros de la so-ciedad. La “enfermedad mental” y el“paciente mental” no son condiciones

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absolutas u objetos que existen “ahífuera”. El hecho concreto de que al-guien sea considerado como mental-mente enfermo depende de que otrosindividuos en el proceso de interacciónles definan y traten como si lo fuesen,aunque no lo sean en realidad. Tal mo-do de actuar puede observarse enconsultas y hospitales geriátrícoscuando a algunos pacientes viejos,afásicos y sordos, son etiquetados co-mo “dementes” por el personal de en-fermería sin habérseles hecho un diag-nóstico psiquiátrico formal.

Algunas personas que ocupan ro-les concretos tienen más poder queotros cuando se trata de etiquetar a lagente como mentalmente enferma.Aunque la mayoria de los adultos po-dna reconocer a alguien que se halla-se en esa situación, son los psiquiatrasquienes generalmente son aceptadoscomo expertos para hacerlo. Los psi-quiatras tienen un considerable poderpara declarar que alguien está enfer-mo, requiere tratamiento y debería re-cibir un tipo especifico de cuidado ins-titucional. Su poder como agentesestigmatizadores es tal que probable-mente los demás acepten acrítíca-mente su dictamen y comiencen a ac-tuar de modo consecuente con lapersona etiquetada. Es así cómo los in-dividuos llegan a ser considerados“mentalmente enfermos”, no simple-mente por su conducta, sino porque seles ha pegado una etiqueta. Los psi-quiatras también pueden decidir sobrela etíqueta que ha de darse para des-cribir la entidad de una enfermedadparticular Por ejemplo, hace algunosaños hubo cierto desplazamiento des-de la etíqueta “demencia” hacía la eti-

queta “enfermedad de Alzheímer”, ca-da una de ellas suscita diferentes ex-pectativas y acciones entre los pa-cientes y los demás actores sociales,aunque la enfermedad real ha perma-necido inalterable (Finlinson, 1985).

El carácter contingente de las de-cisiones de los mismos psiquiatras, enfunción de sus situaciones socialespersonales, a la hora de diferenciar al“enfermo mental” de los miembros“normales” de la sociedad fue de-mostrado empíricamente en una in-vestigación realizada por Scheff sobrelos procedimientos de chequeo psi-quiátrico empleados en un estado delmedio oeste americano para decidir sídebía ponerse en libertad a los pa-cientes. Scheff (1964) halló que el sen-tido de la decisión estaba más in-fluenciado por la posición económica,ideológica y políticadel psiquiatra quehacía el reconocimiento que por atri-butos reales del paciente. Su estudiomostró que los psiquíatras designadospor un tribunal con visiones ideológi-cas y políticas concretas estaban pre-dispuestos a asumir desde el principioque la persona estaba enferma e in-terpretaban la conducta e historial delpaciente a partir del marco de refe-rencia que lo clasifica de antemano.Según Scheff, sin esa definición pre-via de lo que es una persona mental-mente enferma, el historial, la con-ducta y las respuestas a los test soninterpretados de modo diferente.

No se puede llevar demasiado lejosla noción de la vejez como desviación,ya que la teoría del etiquetado tienemuchos defectos como para conver-tirIa en una teoría universal. Pero laaplicación de este tipo de análisis a la

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vejez sirve para llamar la atención so-bre las nefastas consecuencias de tra-tar a los ancianos no como personassingulares sino mediante etiquetas queocultan el self real que hay tras ellas,deteriorando irreversiblemente su yosocial con el riesgo de que ellos mis-¡vos interioricen la etíqueta ( Martín,1990; Johnson, 1993: 265).

Teoría de la sulacultura de la vejez

El paradigma del interaccionísmosimbólico fue adoptado también porRose para formular su teoría de la sub-cultura de la vejez (Rose, 1965b). Lassubculturas tienden a formarse cuan-do los miembros de cualquier gruposocial que se enf renta a problemas si-milares, como los jóvenes o las perso-nas mayores, interactúan entre sí sig-nificativamente más de lo que lohacencon otras personas y tratan de hallarrespuestas comunes a esos proble-mas. El desarrollo de una subculturade la vejez estaría fomentado por unasituación en la que la gente mayormantiene una afinidad positiva entre síal tiempo que es excluida en gran me-dida de las interacciones con otrosgrupos sociales (Véase Rodríguez Ibá-ñez, 1979).

En los países industriales avanza-dos hallamos varios factores que, si-guiendo el razonamiento de Rose,pueden contribuir a fomentar ciertaafinidad grupal y por consiguiente adesarrollar una subcultura de la ve-jez. Entre esos factores podemosdestacar los siguientes: las jubilacio-nes anticipadas masivas de las dosúltimas décadas, la disminución decontactos familiares relacionada con

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los cambios en la estructura de la fa-milis, el desarrollo de “comunidadesde jubilados” <Phíllpson, 1993) y la rá-pida extensión de los cuidados dedía. En sentido contrario, algunos fac-tores como la solidez de las redes fa-miliares, especialmente en períodosde mala salud e incapacidad, la pro-longación de la edad de jubilación yla resistencia consciente a hacerseviejo, además las divisiones estruc-turales que hacen de la tercera edadun grupo social heterogéneo, puedeninhibir el desarrollo de una subcultu-ra de la vejez. Sin embargo, los cam-bios en las estructuras de la familia,la falta de oportunidades de empleopara la gente mayor y la concienciamilitante de unos intereses comunesde los ancianos, como en el caso delos Panteras Grises en los EstadosUnidos, sugieren que la subcultura dela vejez dispone de un amplío espa-cío para desarrollarse.

La aproximación etnometodológica

La perspectiva etnometodológica,emparentada con la sociología deorientación fenomenológica de AlfredSchutz, ha inspirado en años recientesdiversos estudios sobre la vejez, aun-que no ha producido teorías específi-cas. Esta aproximación al mundo so-cial se interesa por los métodoscomunes que todos empleamos parahacer compresibles las rutinas y acti-vidades de la vida cotidiana, permí-tiéndonos adaptar nuestras accionesal contexto concreto en el que tienenlugar De acuerdo con los etnometo-dólogos, la sociedad es recreada cons-tanteniente por los actores sociales

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mediante el uso de conocimientos, quedamos por supuestos, sobre cómofunciona el mundo y cómo podemosrelacionarnos, de modo aceptable, conél. La tarea que se propone la etnome-todólogia es la de estudiar y explicarlos métodos que empleamos en la vi-da cotidiana para reproducir incesan-temente el mundo social. Los actoressociales hemos aprendido el modo dehacerlo y los etnometodólogos se es-fuerzan por conocer cómo hemos lo-grado tales métodos. Para ello asignanun papel estratégico al estudio de lossupuestos de las conversaciones ordi-nanas, ya que los encuentros socialeslos realizamos en gran parte mediantela conversación.

Los supuestos de la etnometodo-logia fueron empleados por Gubriumy Lynott en un estudio sobre la enfer-¡vedad de Alzheimer. Estos investiga-dores describen y analizan el modocomo los amigos y familiares de lospacientes construyen diversas bio-grafías individuales de éstos (Gubrium,1986). La biografía del paciente es tra-tada como una actividad práctica desus amigos y familiares, como el pro-ducto de una actividad biográfica re-trospectiva y prospectiva, más que co-mo la presentación de una secuencíade acontecimientos. Al examinar es-tas biografías, la investigación etno-metodológíca pone de relieve los pro-cesos sociales que han sido parte dela producción y reproducción de lasbiografías individuales.

En este tipo de estudios, la enfer-medad de Alzheimer en cuanto tal noes el centro del análisis, sino que esempleada como un código para darpleno significado (cronológica y subs-

tantívamente) a los problemas gene-rales de la vejez relacionados con laedad. Por si mismo, este código nosdice poco sobre la articulación signi-ficativa de los problemas de la vejez;sólo nos informa de un producto ter-minado, qué tipo de trastornos llegana hacerse identificables. En los grupossociales de apoyo Gubrium y Lynottencontraron que el trabajo biográficorealizado por los amigos y familiaresde los pacientes revelaba el carácterdomínantemente social de la enfer-¡vedad, la diversa naturaleza de susexperiencias relatadas y lo mucho quedicho trabajo une a la gente que in-tenta dar sentido a sus experiencias.

Cualquier intento de definir y des-cribir el envejecimiento y la ancianidadincluirá inevitablemente evaluacionessimbólicas de la apariencia y conduc-ta que intentamos definir En su análi-sis sociológico de la enfermedad deAlzheimer, Gubríum (1986) muestra có-mo tos cambios de conducta asocia-dos con la demencia senil (confusión,mala memoria, lapsus de atención,problemas de habla, etc.) son muy si-milares a aquellos asociados con elenvejecimiento normal. Todo el temase complica, según Gubrium, por eldeseo de ver ciertos síntomas del en-vejecimiento como el producto de unaenfermedad curable. En otras pala-bras, la investigación de la enferme-dad del Alzheímer está motivada porel deseo de disociar totalmente el pro-ceso de envejecimiento de cualquiersíntoma de declive físico y cognítivo,y transformar el envejecimiento en unproceso físico totalmente positivo, eli-minando lo que previamente se veíacomo signo de un decaimiento natu-

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ral. La transformación de imágenes dedecaimiento en imágenes de enfer-medad es uno de los cambios simbó-licos que se hacen para quitar al en-vejecimiento del reino de la naturalezay situarlo en ámbito de la ciencia mé-dica. De este modo, los problemasasociados con la vejez dejan de per-cibirse como inconvenientes específi-cos del proceso de envejecimiento ypasan a verse como una consecuen-cia de enfermedades identificables, lomismo que ocurre con los inconve-nientes causados por otros tipos deenfermedad que aparecen en otros pe-riodos de la vida, que pueden elímí-narse en última instancia. La direcciónde la investigación en este ámbito re-fleja, en opinión de Gubrium, el temorpredominante al envejecimiento en lasociedad contemporánea.

Teoría crítica

La perspectiva de una cienciasocial crítica engloba a varios enfo-

ques sociológicos, postmarxístas,post-estructuralistas y postmodernis-tas, que convergen en una critica de lasociedad industrial y postindustríal. Laciencia social crítica sunnnn In ~or,n

desafio a la filosofía de la Ilustración ya su idea optimista de progreso, po-niendo un jarro de agua fría a la espe-ranza de mejorar la vida humana engeneral a través de la ciencia y la tec-nología, al sugerir que las sociedadescapitalistas oprimen a sus miembrosindividuales, quienes ignoran que susvidas están reguladas por tales fuer-zas sociales. La critica de la razón ins-trumental realizada por estas teoríaspone de manifiesto el vínculo entre co-

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nocimíento y dominación, el retrocesoen la sociedad contemporánea de loque Weber llamaba la “racionalidadsubstantiva” y la progresiva “coloni-zación del mundo de la vida”, por em-plear la famosa expresión de Haber-mas (1987).

Por lo que se refiere a nuestro te-ma concreto, la teoría crítica ha sidoadoptada, entre otros, por algunos so-ciólogos y gerontólogos norteameri-canos para mostrar cómo el interés delos gerontólogos en la explicación delenvejecimiento puede estar unido auna estrategia encubierta de controlsocial por parte del grupo social do-minante (Gubríum y Silverman, 1989;Baars, 1991>.

De modo similar a lo que hemosobservado con los etnometodólogos,los teóricos críticos que abordan eltema de la demencia no lo hacen porningún interés específico en su estu-dio, sino con el propósito de usarla co-mo un ejemplo general o una metáfo-ra de los procesos mediante los cualesnuestra sociedad se está haciendo ca-da vez más represiva. El modo cons-truccionista de aproxímarse a la en-fermedad mental que adoptan tantolos postmodarrrfstas como os pós-testructuralístas se parece también alde los interaccionístas simbólicos. Sinembargo, más que explicar la enfer-medad en términos de la teoría deletiquetado, que como hemos vistoanteriormente requiere una etíqueta“legítima” impuesta por otros que ac-túan como agentes de control social,los postmodernistas y postestructu-ralistas arremeten contra la idea deque la enfermedad mental no es nadamás que una respuesta a una situación

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que infringe el simbolismo típico. Pa-ra ellos, el hecho de que una personasea identificada como demente y ais-lada del resto de la sociedad se debea que tal persona no logra una repre-sentación concreta de la realidad osimplemente no acepta limitarse a ella.La demencia, según esta definición, esuna etíqueta negativa que se asígna aquienes rechazan la represión simbó-lica (Murphy, 1988). La reacción socialfrente a quienes rechazan este tipo derepresión produce etiquetas etigmati-zadoras y otras prácticas que cumplenuna función de control social de laspersonas que resultan problemáticaspara otros. La producción intelectualde Michel Foucault puede resultar muyfecunda para el análisis critico de esasprácticas.

A modo de conclusión

El recorrido que acabamos de ha-cer por las diferentes situaciones so-ciales de la vejez, por el origen y loscambios en las imágenes que la re-presentan, y por algunas de las apro-ximaciones teóricas al tema que sehan hecho desde diferentes paradig-mas sociológicos, nos muestra una re-alidad extraordinariamente compleja,que es al mismo tiempo un hecho so-cial material, un fenómeno demográfi-co, y una construcción ideológica.Aunque el envejecimiento es un pro-ceso que puede observarse tambiéndesde una perspectiva biológica y psi-cológica, la definición de la vejez co-mo una etapa de la vida es una cons-trucción social. Incluso las ideasbiológicas y psicológicas sobre el en-

vejecimiento son susceptibles de unanálisis sociológico en la medida enque tienen un impacto real sobre lasactitudes y comportamientos socialesgenerales.

Cualquier análisis implica necesa-riamente un punto de vista teórico, seaimplícito o explicito, y la teorizaciónconsciente en gerontología es tan ne-cesaria como deseable. La diversidadde aproximaciones sociológicas al fe-nómeno de la vejez es una conse-cuencia ineludible y conveniente, da-da la coexistencia de paradigmas enla sociología actual. El envejecimien-to, como cualquier otro hecho social,puede abordarse desde diferentes re-gistros teóricos, contribuyendo cadauno de ellos a explicar aspectos dife-rentes de un mismo fenómeno. Mien-tras no dispongamos de un paradig-ma sociológico que goce del consensode toda la comunidad científica, algoque parece muy lejano, si es que llegaa darse, las diferentes perspectivas te-óricas pueden considerarse comple-mentarías en alguna medida, comodemuestran los esfuerzos de la teoríasociológica en el último tramo del si-glo veinte por conseguir nuevas sínte-sis entre los enfoques micro y macro,entre consenso y conflicto, y/o entreestructura y acción. Lo cual no signi-fica que todas las teorías tengan lamisma capacidad explicativa El posi-tivismo sociológico que buscaba enlas ciencias de la naturaleza el mode-lo para el estudio de la sociedad pa-rece definitivamente desbancado porla filosofía contemporánea de la cien-cia. Los hechos empíricos no hablanpor si mismos; la explicación del en-vejecimiento de la población que se

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refleja en las estadísticas demográfi-cas necesita presupuestos sobre laexperiencia y el significado de la ve-jez, que no son algo fijo, sino que va-rían a lo largo del tiempo y entre las di-ferentes culturas.

El envejecimiento de la poblaciónplantea, sin duda, algunos desafíosimportantes a los sistemas de protec-ción social, a la estructura de la fami-ha y a las redes de solidaridad, peroconsiderar el fenómeno como una se-rie de problemas y no como nuevasoportunidades para la existencia hu-mana puede contribuir a excluir y mar-ginar aún más a quienes por su expe-riencia de vida pueden contribuir a unenriquecimiento sin precedentes del“mundo de la vida”, La racionalidadinstrumental que subyace a la socie-dad industrial ha conseguido un éxitoindudable en la prolongación de la vi-da humana. Lo que más se necesitaahora es que esa vida adquiera plenosentido y para ello se requiere que elmundo de la vida adquiera la centralí-dad y que, usando una famosa expre-sión de Habermas no sea colonizadopor el sistema que representan el di-nero y el poder

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