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1. LA CRISIS DEL LIBERALISMO EUROPA EN CRISIS El comienzo del siglo XX en Europa no fue nada fácil. Las rivalidades entre grandes naciones y la Primera Guerra Mundial fueron uno de los problemas surgidos. Europa empezó el siglo XX con Estados fuertes; muchos de ellos habían construido imperios inmensos. Alemania e Italia se habían constituido como naciones soberanas, y el imperialismo político y económico inevitablemente despertó rivalidades. Como reacción se conformaron diversas alianzas. Por una parte Alemania, Italia y el Imperio Austro-Húngaro formaron la Triple Alianza; por otra parte, Francia, Rusia e Inglaterra conformaron la Triple Entente (triple acuerdo). La rivalidad entre las potencias se fue haciendo mayor. Francia pretendía recuperar Alsacia y Lorena, que estaban en poder de Alemania; Inglaterra estaba preocupada por el gran desarrollo industrial y económico de Alemania; por su parte, Alemania pretendía reforzar su hegemonía (dominio o supremacía) centroeuropea; y Rusia quería consolidar su posición en Los Balcanes, frente al Imperio Austriaco-Húngaro. Las naciones europeas se estaban preparando para una posible guerra que, de producirse, preveían como breve, pero la realidad superó ampliamente todas las previsiones con una guerra larga y con consecuencias sociales y políticas que, en cierta medida, crearon las condiciones para que veinte años más tarde estallara la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, los conflictos entre naciones no eran los únicos que formaron parte de las características de comienzos del siglo XX en el viejo continente. En 1917, en plena guerra mundial, en Rusia se produjo la primera revolución socialista. El régimen Zarista, uno de los pocos con características monárquicas que quedaban en Europa, cayó frente a un ejército revolucionario animado ideológicamente por el socialismo y el marxismo. La Revolución Rusa ha tenido una enorme trascendencia histórica, a veces comparada con las consecuencias de la Revolución Francesa. En el caso de los rusos, intentaron llevar a la práctica las teorías marxistas que proponían la sustitución del orden capitalista por un nuevo sistema dirigido por el proletariado. Este modelo sirvió de guía a los intentos que, posteriormente, se realizaron en otros países para instaurar un sistema comunista. Desarrollo de la Revolución Rusa

La Crisis Del Liberalismo - Propio

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1. LA CRISIS DEL LIBERALISMO

EUROPA EN CRISIS

El comienzo del siglo XX en Europa no fue nada fácil. Las rivalidades entre grandes naciones y la Primera Guerra Mundial fueron uno de los problemas surgidos.

Europa empezó el siglo XX con Estados fuertes; muchos de ellos habían construido imperios inmensos. Alemania e Italia se habían constituido como naciones soberanas, y el imperialismo político y económico inevitablemente despertó rivalidades.

Como reacción se conformaron diversas alianzas. Por una parte Alemania, Italia y el Imperio Austro-Húngaro formaron la Triple Alianza; por otra parte, Francia, Rusia e Inglaterra conformaron la Triple Entente (triple acuerdo).

La rivalidad entre las potencias se fue haciendo mayor. Francia pretendía recuperar Alsacia y Lorena, que estaban en poder de Alemania; Inglaterra estaba preocupada por el gran desarrollo industrial y económico de Alemania; por su parte, Alemania pretendía reforzar su hegemonía (dominio o supremacía) centroeuropea; y Rusia quería consolidar su posición en Los Balcanes, frente al Imperio Austriaco-Húngaro.

Las naciones europeas se estaban preparando para una posible guerra que, de producirse, preveían como breve, pero la realidad superó ampliamente todas las previsiones con una guerra larga y con consecuencias sociales y políticas que, en cierta medida, crearon las condiciones para que veinte años más tarde estallara la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, los conflictos entre naciones no eran los únicos que formaron parte de las características de comienzos del siglo XX en el viejo continente.

En 1917, en plena guerra mundial, en Rusia se produjo la primera revolución socialista. El régimen Zarista, uno de los pocos con características monárquicas que quedaban en Europa, cayó frente a un ejército revolucionario animado ideológicamente por el socialismo y el marxismo.

La Revolución Rusa ha tenido una enorme trascendencia histórica, a veces comparada con las consecuencias de la Revolución Francesa. En el caso de los rusos, intentaron llevar a la práctica las teorías marxistas que proponían la sustitución del orden capitalista por un nuevo sistema dirigido por el proletariado. Este modelo sirvió de guía a los intentos que, posteriormente, se realizaron en otros países para instaurar un sistema comunista.

Desarrollo de la Revolución Rusa

Como ya hemos mencionado, el Imperio ruso se encontraba a principios del siglo XX, gobernado de manera absoluta por el Zar Nicolás II. La situación económica era absolutamente precaria, principalmente para la gran masa de campesinos que predominaba en el país.

El ingreso de Rusia en la Primera Guerra Mundial aumentó los problemas económicos del pueblo y acrecentó el malestar hacia el régimen zarista. Este descontento se materializó en febrero de 1917, cuando en San Petersburgo estalló una revolución que obligó al zar a abdicar, eligiendo un gobierno provisorio en manos de Alejandro Kerensky.

Los cambios introducidos por el gobierno provisorio no fueron los esperados y pronto comenzó la agitación popular promovida por el sector político de los Bolcheviques, cuyo principal líder era Lenin. Esta agitación puso fin al gobierno de Kerensky en la llamada Revolución de Octubre.

Una de las primeras medidas tomadas por los Bolcheviques fue firmar un tratado con Alemania (Tratado de Brest –Litovsk), mediante el cual Rusia se retiraba de la guerra a cambio de algunas pérdidas territoriales. Junto con eso,

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comenzaron los cambios políticos y económicos internos. Se abolió la propiedad privada; se expropiaron tierras que estaban en manos de la nobleza y la Iglesia; industrias y fábricas pasaron a manos del Estado. Todas estas medidas significaron en su conjunto, transformar a Rusia de un Imperio a un gobierno de régimen socialista.

La implementación de esta serie de medidas provocó el rechazo de los sectores más conservadores de la sociedad rusa, lo que provocó el estallido de una guerra civil que se prolongó hasta 1920 y que costó la vida a miles de personas (incluyendo al zar y su familia). Una vez que se produjo el triunfo del Ejército Rojo (Bolchevique) se aprobó una Constitución que transformó a Rusia en una Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.).

Al morir Lenin en 1924, asume el poder como jefe del gobierno soviético Stalin, el cual, mediante una serie de purgas fue eliminando a sus enemigos políticos y consolidándose en el poder.

El gobierno de Stalin, que va desde 1928 hasta su muerte en 1953, es caracterizado como una dictadura de carácter personal y cuya obra puede resumirse en los siguientes puntos:

- Reestructuró definitivamente el Estado como uno de tipo Federal integrado por las Repúblicas Soviéticas.

- Industrializó el país a través de los llamados planes quinquenales, cada uno de los cuales, durante 5 años se encargaba del desarrollo de un sector de la industria (industria pesada, siderúrgica, energética, etc.).

- Colectivizó las tierras eliminando todo vestigio de propiedad privada.

Como consecuencia de estas transformaciones, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas logró superar la crisis económica que se arrastraba de los períodos anteriores y con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en una de las dos superpotencias que se disputaba el predominio mundial.

La crisis de postguerra

Al terminar la guerra en 1918, tanto los países vencedores como vencidos estaban destruidos. El final del conflicto no logró generar condiciones de tranquilidad ni orden para el continente. El Tratado de Versalles (1919) impuso una serie de duras condiciones a Alemania: pago de reparaciones de guerra a los vencedores, ejército limitado a 100.000 hombres, etc. Este tratado fue considerado por muchos alemanes, durante los años veinte y treinta, como una de las principales causas de sus problemas políticos y económicos.

Italia se encontraba en medio de numerosas dificultades económicas y sociales que fueron aprovechadas por Benito Mussolini para llegar al poder en 1922 e implantar un régimen fascista.

En 1933, Hitler se convirtió en canciller alemán, y entre sus objetivos se encontraba la búsqueda del "espacio vital", que se tradujo en una agresiva política exterior cuyo resultado conduciría a la guerra.

2. EL FASCISMO ITALIANO

La sociedad italiana, defraudada producto de las escasas compensaciones territoriales obtenidas en el Tratado de Versalles, comenzó a dar un importante apoyo político al partido Fascista dirigido por Mussolini. Sus partidarios lo proclamaron “Il Duce” (el líder), el encargado de liderar el régimen que permitiría la recuperación de Italia.

Una vez en el poder, los fascistas se encargaron de organizar un gobierno de tipo totalitario, con un marcado carácter nacionalista y de exaltación de su líder, del cual podían formar parte solo los elegidos, por lo tanto eran críticos del sistema democrático. Desde un punto de vista económico, el régimen fascista estableció un estado de tipo Corporativo y de promoción de obras públicas.

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Las mayores consecuencias del Estado Fascista se encuentran en su política exterior, ya que esta se basó en un marcado expansionismo asociado a la militarización de la sociedad. Italia conquistó Etiopía en África y Albania en Europa, rompiendo las disposiciones de la Sociedad de las Naciones. Estos hechos serán, entre otros, determinantes para el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

FASCISMO

Aunque el régimen alemán nazi es un régimen fascista, describimos aquí las características del régimen de Mussolini. Como el nacionalsocialismo alemán, el fascismo italiano fue consecuencia de la I Guerra Mundial. Se caracteriza el fascismo por una casi patológica oposición al comunismo y a los movimientos de izquierda, aunque su fundamentación ideológica es realmente débil.

Se atribuye las siguientes características:

1. El fascismo se presenta como una doctrina política que opone al racionalismo y abstracción dominantes en el siglo XIX, con una consideración especial hacia los factores naturales del hombre. Así, la sangre, el suelo, la familia y todo el conjunto de fuerzas naturales son los que delimitan el contorno de los seres humanos; que no pueden ser concebidos en abstracto.

2. Por una clara influencia de F. Nietzsche y W. Pareto, entre otros autores, el fascismo parte de la desigualdad entre los hombres: las minorías llamadas a mandar y el resto sometido a la obediencia. Los “inferiores” deben aceptar como natural la detentación del mando por minorías selectas.

3. En virtud de su carácter totalitario y comunitario, el estado abarca toda la vida social, por lo que deben someterse a él todas las libertades políticas y derechos del individuo. La idea quedó sintetizada en la frase de Mussolini: “Todo dentro del Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado.”

4. Su carácter violento, agresivo y revolucionario exalta la acción directa contra los enemigos interiores y exteriores del estado y eleva la guerra a instrumento normal de la acción política.

5. El fascismo es un régimen personal. Toda la autoridad y poderes del sistema quedan concentradas en la persona del jefe, del dictador, cuya decisión prima sobre todos los demás órganos, que quedan reducidos a la función asesora y subordinada al jefe.

6. Consustancial al sistema en la existencia de un partido único, que cuenta con el total apoyo del estado, cuando no está plenamente identificado con él. El partido suele tener un carácter militar y el encuadramiento de sus miembros se hace con criterios de este tipo: uniformidad, instrucción militar, uso de armas y disciplina castrense.

7. El fascismo es un régimen plesbicitario. Las apelaciones al pueblo mediante plebiscito (Consulta que los poderes públicos someten al voto popular directo para que apruebe o rechace una determinada propuesta sobre soberanía, ciudadanía, poderes excepcionales, etc.) han sido frecuentes en el régimen alemán e italiano. Pero eso no esconde un sistema democrático. Las votaciones o plebiscitos de Italia, por ejemplo, eran las elecciones con candidaturas únicas de miembros del partido.

El fascismo se manifiesta antiliberal y al mismo tiempo antimarxista. Ataca al liberalismo porque lo considera un régimen artificial, juguete de unas oligarquías bajo el que se esconde la verdadera esencia del sistema. Del marxismo repudian la revolución, dictadura del proletariado, la lucha de clases y la interpretación materialista de la historia. Ensalza el valor absoluto del Estado y la nación. Su concepción del estado es totalitaria. Domina la vida del individuo y éste nace para servirlo. Del estado surge la figura del jefe (Duce), a quien corresponde toda decisión suprema.

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Como verás, el fascismo trata de crear un individuo aborregado, que no piense por sí mismo y que sea capaz de obedecer y dejarse la piel por su jefe y su patria si se le ordena. Los fascistas son animales de manada en tanto que requieren la presencia y el mandamiento de un líder. Totalmente ajeno a la razón, esta ideología no ha muerto, si no que ha logrado sobrevivir y mucha gente la respeta y sigue hoy día, esperando que llegue su duce, führer o caudillo y que les diga que malo es el comunismo, la anarquía, que malos son los burgueses (que son curiosamente los estratos más favorecidos por él) y como tienen que actuar. Como régimen destructor de la voluntad, libertad y derechos del individuo debe ser aniquilado.

3. EL NACIONAL SOCIALISMO ALEMÁN

Al igual que el caso italiano, el surgimiento y consolidación del Partido Nacional Socialista Alemán (conocido como Partido Nazi), se debió a las repercusiones de la Primera Guerra Mundial. Alemania había sido derrotada en la guerra y sometida a duras condiciones de paz por el Tratado de Versalles, las cuales se vieron en la obligación de aceptar. El país se hallaba arruinado económicamente, y la naciente República no era capaz de solucionar los problemas. La situación se agravó aún más con la depresión de 1929, por lo que muchos comenzaron a confiar en quien proponía un gobierno fuerte que rechazara las cláusulas impuestas por Versalles y que estuviera dirigido por un caudillo que actuara como aglutinador de la sociedad y que planteara además, la recuperación de la grandeza de Alemania. Ese rol le correspondió a Adolfo Hitler.

Una vez en el poder, Hitler y el partido nazi, se propusieron a través de una importante campaña propagandística, inculcar al pueblo alemán los valores propios del nazismo, entre los cuales se contaba:

- La unión de todos los alemanes en una “Gran Alemania”.

- La recuperación del “espacio vital” alemán (para ellos debían recuperar territorios perdidos por el tratado de Versalles).

- La nacionalización de grandes empresas.

- La persecución a los no arios (particularmente a los judíos, a quienes se les quitó la nacionalidad alemana en 1935).

Todas estas disposiciones, requerían de un importante apoyo militar, por lo que el régimen nazi militarizó nuevamente a Alemania, desarrollando una carrera armamentista y de marcado afán expansionista, que los llevó a anexar Austria e invadir Checoslovaquia. A nivel interno, el ejército declaró su lealtad al Führer (nombre que recibe Hitler como caudillo máximo), por lo que se daban todas las condiciones para el establecimiento de un gobierno de carácter dictatorial, que disolviera los partidos políticos que fueran de oposición y que a través de su política exterior, provocara el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

A lo anterior, hay que agregar la profunda crisis del año 29, que hizo temblar el sistema liberal impuesto durante el siglo XIX. Las consecuencias de la crisis del sistema liberal permitieron la consolidación de los regímenes totalitarios anteriormente mencionados y que criticaron al liberalismo. En todos estos casos, el punto en común era una dura crítica al liberalismo económico que había, según ellos, llevado a sus países y al mundo a entrar en crisis (fue la situación del Fascismo, Nacionalsocialismo y también del Totalitarismo Soviético dirigido por José Stalin).

La Gran Depresión de 1929

Al finalizar la Primera Guerra, la economía mundial comenzó a experimentar una mejoría, fundamentalmente por el crecimiento que empezó a tener Estados Unidos, quién se convirtió en el país con mayores índices de crecimiento en el período.

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Europa, destruida y arruinada con la guerra, dependía de los préstamos estadounidenses, los que permitieron un paulatino repunte y un renacer económico que pretendía dejar atrás, los dramáticos sucesos de la guerra. Los “Felices Años Veinte” parecían ser la consolidación del sistema económico liberal. Sin embargo, esta situación de aparente estabilidad se derrumbó el 24 de octubre de 1929; ese día, conocido como el “Jueves Negro”, cayó la Bolsa de Valores de Nueva York, arrastrando a la economía mundial a una Gran Depresión, la cual tendría repercusiones económicas, políticas y sociales de amplia magnitud.

Las causas que dieron inicio a esta crisis son múltiples, pero quizás una de las más importantes se relaciona con la carencia de un ente regulador del sistema económico, lo que provocó una especulación financiera y principalmente productiva, lo que terminó saturando los mercados debido a que los niveles de producción superaban el consumo de la población. Las empresas comenzaron a ver sobrepasado su stock de productos, muchos comenzaron a desconfiar del sistema económico vendiendo sus acciones en la Bolsa de Valores, lo que terminó provocando su desplome.

Esto fue solo el comienzo de una crisis que se prolongó durante años; los precios de los productos bajaron considerablemente, lo que significó que muchas empresas debieron cerrar, esto tuvo como consecuencia el despido de muchos trabajadores. El aumento de la cesantía frenó aún más el consumo, por lo que la economía quedo paralizada. Con Estados Unidos en crisis, se suspendieron los préstamos monetarios a Europa, por lo que los países de este continente suspendieron el pago de sus deudas, así como también las compras de materias primas en otros países. (Como fue el caso del salitre chileno, tema que explicábamos en la unidad del Siglo XX chileno: la búsqueda del desarrollo económico y la justicia social).

Los altos niveles de cesantía y por ende el descontento popular, obligó al gobierno estadounidense a encarar la crisis con una serie de medidas implementadas por el presidente Franklin Delano Roosevelt, quién prometió un “Nuevo Trato” (New Deal) para solucionar la crisis. Este consistía en una activa intervención del estado regulando el funcionamiento del sistema económico (modificando de esta manera los pilares fundamentales del liberalismo económico), incentivando la construcción de obras públicas para absorber mano de obra cesante y subvencionando a quienes debían disminuir sus niveles de producción para de esta manera comercializar la antigua sobreproducción.

Las medidas tomadas en algunos países europeos producto de la crisis, apuntaron al ámbito político, ya que en varios estados se confió el poder a gobiernos de carácter dictatorial y que cuestionaban el sistema democrático liberal que los había conducido a la ruina (este fue el caso de los gobiernos nacionalistas en Italia y Alemania).

Así planteado el mundo de fines de los años treinta, se crearon las condicione para que estallara la Segunda Guerra Mundial, conflicto en el que se enfrentaron la mayoría de las naciones tanto europeas como no europeas. Al final del conflicto (1945), el mapa del mundo se comenzaba a reordenar a partir de los dos bloques vencedores de la guerra, comandados por los EE.UU. y la URSS, que se dividieron el mundo configurando una cartografía política marcada por la bipolaridad.

En 1918 tanto los países vencedores como vencidos estaban destruidos. El final de la Primera Guerra Mundial no logró generar condiciones de tranquilidad ni orden para el continente. El Tratado de Versalles (1919) impuso una serie de duras condiciones a Alemania: pago de reparaciones de guerra a los vencedores, ejército limitado a 100.000 hombres, etc. Este tratado fue considerado por muchos alemanes, durante los años veinte y treinta, como una de las principales causas de sus problemas políticos y económicos.

Italia se encontraba en medio de numerosas dificultades económicas y sociales que fueron aprovechadas por Benito Mussolini para llegar al poder en 1922 e implantar un régimen fascista.

En 1933, Hitler se convirtió en canciller alemán, y entre sus objetivos se encontraba la búsqueda del "espacio vital", que se tradujo en una agresiva política exterior cuyo resultado conduciría a la guerra.

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De esta forma hace su entrada el siglo XX. Las guerras mundiales, cuyas raíces se hunden en lo profundo del siglo XIX, convierten a las primeras décadas del veinte en un siglo lleno de contradicciones; marcado por los nuevos pasos de una humanidad que inventaba herramientas tecnológicas cada vez más sofisticadas y a la vez daba pasos agigantados y muy importantes en lo que a derechos civiles se refiere.

Sin duda, se trató de un siglo de enormes cambios y transformaciones que se desarrolló ante la mirada perpleja de sus protagonistas.

4. SOCIOLOGIA POLITICA DE MAX WEBER:

Max WEBER nació el 21 de abril de 1864 y murió el 14 de junio de 1920. WEBER ofrece un testimonio de primera mano sobre la crisis de la tradición prusiana y el surgimiento de los Estados modernos. El periodo weberiano coincide en una época de declinación del liberalismo alemán en su actividad política antes de la primera guerra mundial.

La sociología política está inspirada directamente por una interpretación de la situación contemporánea de Alemania Imperial y de Europa Occidental. Permite aprehender el proyecto fundamental de Max Weber, que era comprender su tiempo a la luz de la historia universal, o aun hacer inteligible la historia universal en la medida en que ésta tiende a la situación actual, concebida como culminación de aquélla.

La sociología política de Max Weber se basa en una distinción entre la esencia de la economía y la esencia de la política, establecida a partir del sentido subjetivo de las formas de conducta humana. Este método deriva directamente de la definición de la sociología. Si toda sociología es la comprensión interpretativa de la acción humana, es decir, del sentido subjetivo que los actores atribuyen a lo que hacen o a lo que se abstienen de hacer, se deduce que la acción económica y la acción política se decidirán en el plazo del sentido subjetivo de las formas de conducta.

Por lo tanto, la política es el conjunto de las formas de conducta humanas que implican el dominio del hombre por el hombre.

Hay tres tipos de dominio: el dominio es racional, tradicional o carismático. Por lo tanto, la tipología se basa en el carácter propio de la motivación que impone la obediencia. Es racional el dominio basado en la creencia en la legalidad de las normas, así cerno en la legalidad de los títulos de quienes ejercen dominio. Es tradicional el dominio que se basa en la creencia en el carácter sagrado de las antiguas tradiciones y en la legitimidad de quie nes son llamados por la tradición para ejercer la autoridad. Es carismático el dominio basado en una abnegación fuera de lo común, y justificado por el carácter sagrado o la fuerza heroica de una persona y del orden revelado o creado por ella.

5. DICTADORES FASCISTAS: HITLER Y MUSSOLINI

Los Dictadores han existido desde que el hombre se ha organizado en grupos sociales. Son los que se creen y se ponen por la fuerza por encima de cualquier escala jerárquica y crean alrededor de ellos un aura de absolutismo y completo dominio. Con frecuencia imponen sus ideas a los que han dominado y eliminan cualquier idea disidente con el régimen impuesto. Los dictadores raras veces abandonan el poder que han adquirido por la fuerza. Podemos encontrar dictadores y absolutistas en los reinos medievales o en los caciques. Incluso tenemos lamentables ejemplos de dictaduras unipersonales en el comunismo (Stalin, Castro...) que han tenido y tienen lamentables consecuencias para el pueblo como para la imagen del comunismo. En resumen, cualquier dictadura de tipo fascista impone unas ideas al pueblo y lo subyuga bajo el poder del terror y la represalia policial.

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Aquí hablaremos de dos dictadores fascistas de la época del siglo XX, los cuales han marcado profundamente el curso de la historia en Europa y el mundo, y desgranamos un poco la extraña ideología que los sustentan.

ADOLF HITLER (1889-1945)

Hitler nació en Braunau-am-Inn (Alta Austria) y murió en Berlín. Estudió con pobres resultados en las escuelas de Fischlham y Steyr. Se dedicó también de manera infructuosa a la pintura y enfrascado en esa faceta, marchó a Viena en 1907, siendo denegado en dos ocasiones su acceso a la Academia de Bellas Artes. Durante esos años (1907-08), fue mantenido por su madre gracias a una pequeña pensión, pero al morir ésta en 1908, tuvo que hacer frente a la vida sólo. Extremadamente ambicioso, aunque sin talento, siguió creyendo en su faceta artística. En ocasiones se vio obligado a trabajar como aprendiz de albañil, pero, compartiendo la repugnancia de la clase media alemana hacia la clase obrera, prefirió trabajar como pintor de postales baratas. En 1913 se marchó a Munich y sobrevivió austeramente como pintor de carteles comerciales. Por todo ello, su carácter quedó profundamente marcado por un permanente sentimiento de frustración personal. Este resentimiento veía su válvula de escape en el odio a los judíos (“influyentes en el mundo del arte”), a los “seres infrahumanos” (elementos no germánicos del imperio) y a los “hinchados” burgueses capitalistas.

Durante la I Guerra Mundial, fue reclutado por el ejército y, tras servir en el frente occidental con el rango de cabo y estafeta, fue galardonado con la codiciada cruz de hierro de primera clase. En 1918, cuando se produjo la derrota, se encontraba convaleciente por gases tóxicos en un hospital. Volvió a Munich donde se ganó la vida como político en la República de Weimar, a la orden de oficiales que trataban de oponerse a la creciente marea izquierdista. Surgieron numerosos partidos políticos en aquella época en Alemania y Hitler fue el miembro número siete del Partido de los Trabajadores Alemanes, más tarde conocido como el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes. Fue cuando Hitler se convirtió en un orador de esquinas y cervecerías, atrayendo para sí la opinión de los oyentes.

Alemania, tras la guerra, debía pagar como pago de las reparaciones a los Aliado la cifra de 132.000.000.000 marcos de oro. El reich (estado) no se hallaba en condiciones de efectuar un primer pago, y era imposible pedir un préstamo a cualquier país. La inflación monetaria fue enorme (con un claro ejemplo: si la inflación era en 1918 de 0,63 marcos, en noviembre de 1923 era de más de 200 millones). Poco a poco, y con distintas tendencias hacia los Aliados, la situación económica se fue nivelando y arreglando hacia finales de 1923. Sin embargo, los años de bonanza económica se vieron truncadas con el crack bursátil del 29, y hacia 1931, Alemania estaba abocada hacia una bancarrota nacional. En las elecciones del 14 de septiembre de 1930, tanto los comunistas como los nazis obtuvieron gran número de votos. Éstos aumentaron su participación en el Reichstag de 12 a 107 puestos, por lo que se convirtió en el partido más importante después del socialdemócrata. Brüning, canciller por coalición de los partidos de centro, dimitió con su gabinete en 1932 al ver que no contaba con el apoyo popular. Franz von Papen, miembro de extrema derecha del partido de centro, le sucedió.

Tras las elecciones del 14 de julio de 1932, y después de fortísimos enfrentamientos callejeros entre nazis y comunistas, los de Hitler doblaron los votos populares, obteniendo 230 puestos en el Reichstag (el 37% del total). Inmediatamente, exigieron que Hitler, como jefe del partido más numeroso, asumiera la cancillería. El 13 de agosto se le ofrecieron a Hitler y a algunos de los más destacados cargos del partido nazi carteras en un gabinete de coalición presidido por Von Papen. Hitler se negó a tomar nada que no fuese el poder ejecutivo absoluto. Esta propuesta fue inmediatamente rechazada por el anciano presidente. En septiembre de ese mismo año, el gobierno Hindenburg-Papen-Schleicher, que gobernaba el país tras las elecciones, retiró a Alemania de la conferencia de desarme y realizó una política pro-militarista.

Durante todos estos años, Hitler había desarrollado sus ideas racistas y ultranacionalistas que había plasmado en su libro, Mein Kampf (Mi Lucha). Había impuesto un sistema de terror con sus actos violentos. Los nazis se habían aliado

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con dos grupos paramilitares: las SA y las SS. Además, recibían la financiación de banqueros y grandes empresarios, que pensaban que el nacionalsocialismo sería útil para librarse de las reivindicaciones de la clase obrera.

El 30 de enero de 1933 Hitler accedió a la cancillería. Disolvió el Reichstag con el permiso del presidente Hindenburg y convocó nuevas elecciones el 1 de febrero. Durante las siguientes semanas, los nazis realizaron una fuerte campaña propagandística y recurrieron a la fuerza para disolver las concentraciones y manifestaciones de los partidos contrarios. El 27 de febrero, el Reichstag desapareció bajo un pavoroso incendio, que fue achacado a los comunistas por Hitler y los suyos. Los nazis se dedicaron a crear una ola de histeria anticomunista en todo el país. Gracias a todo ello, los nazis se hicieron con el poder, consiguiendo 288 escaños, es decir, el 44% de los votos. Coaligados con el 8% de la representación nacionalista, dieron al partido la mayoría en el Reichstag. A partir de aquí Hitler trato de conseguir que se le concedieran poderes totalitarios. Aprobó el Reichstag cinco artículos que autorizaban por cuatro años la dictadura de Hitler, permitiéndole editar leyes y tratados a espaldas de la constitución y sin el apoyo del Reichstag o del presidente. Antes de finales de julio fueron disueltos todos los partidos salvo el nacionalsocialista. Centralizaron el gobierno, aboliendo el federalismo, prohibiendo las huelgas, persiguiendo a los judíos, apresando a los líderes de la oposición e impusieron restricciones a la iglesia. El 21 de octubre de 1933, Alemania abandonó la Sociedad de Naciones (predecesora de la actual ONU). El gobierno alemán declaró asimismo su intención de aumentar el ejército.

En junio de ese mismo año, elementos del régimen nazi eran sospechosos de conspirar para derrocarlo. Hitler ordenó unas purgas en las cuales fueron fusilados varios dirigentes. El 25 de julio, unos partidistas nazis asesinaron al canciller austriaco. Los asesinos lograron huir gracias a la acción del embajador alemán. Sin embargo, Mussolini afirmó que defendería la independencia de Austria a toda costa; por lo que Hitler repudió la acción de su diplomático.

El presidente Hindenburg muere en agosto de 1934. Eliminado el último obstáculo hacia el poder supremo, Hitler se proclama führer (guía) del pueblo alemán. Rápidamente, él y los suyos trabajan para transformar la república de Weimar en un estado totalitario.

El resto de la historia de este individuo pertenece a la historia del mundo. Sus acciones fueron la causa de la 2ª Guerra Mundial. Sin embargo, analizaremos algunos aspectos importantes de su política:

El partido nazi controlaba totalmente la sociedad alemana. La propaganda, a cargo de Goebels, se dedicaba a ensalzar la figura del führer y creaba y un culto alrededor de su persona. Por otro lado, la policía secreta o Gestapo, se encargaba de eliminar cualquier muestra de oposición al régimen nazi.

Los judíos eran considerados la fuente de todos los males del país y por ello fueron duramente perseguidos y eliminados de manera sistemática. Los trabajadores de los territorios ocupados eran obligados a trabajar en interminables jornadas laborales en precarias condiciones para sustentar al ejército alemán durante la guerra.

La política de Hitler consideraba a Alemania la creadora de la cultura humana y la nación que debería regir el destino del resto de los países del mundo. Se lanzó a una política de corte imperialista, que desencadenó la 2ª Guerra Mundial (tras la invasión de Polonia). Los estados europeos temían a Hitler y por ello no lo frenaron diplomáticamente (por ejemplo, su intervención en la guerra civil española).

El orden nazi que trataban de imponer en Europa primero y en el resto del mundo después, consistía en un gran espacio alemán, donde las razas inferiores y las decadentes democracias sirvieran al pueblo alemán.

La obra sublime de Hitler fue el horror de Auschwitz, símbolo de la intolerancia, el absolutismo y el racismo nazi. Los judíos, entre otras razas consideradas inferiores a la aria, fueron perseguidos y torturados. En 1941, Hitler declaró la aniquilación de todos los judíos de Europa (la Solución Final). Se crearon los campos de concentración bajo el control de las SS, en donde se encerraba a todo aquel peligroso para el régimen: socialistas, comunistas, liberales; y a todo sector

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de población no deseable: homosexuales, deficientes mentales... En los campos se asesinaba rápidamente a grandes cantidades de prisioneros. La cifra de judíos asesinados en los campos de concentración se estima de 4.800.000 a 6.500.000. Les siguen los gitanos con una cifra aproximada de 400.000 muertos.

Hitler se suicida en un búnker de un tiro en la cabeza en abril de 1945, cuando las tropas soviéticas irrumpían en la ciudad. Sus restos fueron quemados por los miembros de su guardia de las SS.

BENITO MUSSOLINI (1883-1945)

Mussolini tiene en su haber el triste mérito de ser el creador del fascismo. Nació en Dovia di Predappio, aldea de la Romaña. Su padre era herrero y su madre maestra. A los diez años de edad, Mussolini ingresa interno en el Colegio de Salesianos de Faenza y, posteriormente, en la Normal de Forlimpopoli. De allí lo expulsan por su carácter rebelde y violento tras agredir a un compañero. A partir de 1901 ejerce como maestro, pero tratando de huir del servicio militar deserta a Suiza. Es detenido hasta en once ocasiones por realizar propaganda socialista. Después de ser expulsado del país, regresa a Italia, en donde es obligado a realizar el servicio militar hasta 1906. Posteriormente, trabaja como maestro y destaca en la faceta de agitador sindicalista en la prensa local. En Trento dirige un periódico de corte socialista (Avvenire), pero disconforme con su política pro-austriaca, ingresa en la redacción de Popolo. Expulsado de Trento, realiza en Forli el papel de secretario de la federación socialista. Una campaña contra la guerra de Libia le valen cinco meses de cárcel. Sin embargo, en los albores de la I Guerra Mundial, se deshace de su antimilitarismo y se decanta por la participación italiana en el conflicto al lado de las democracias. Por ellos, rompe con el socialismo antiintervencionista y funda Il Popolo d’Italia, portavoz del anticomunismo y organiza los fasci d’azione rivoluzionaria. Al entra Italia en la guerra, se alista y combate hasta que es herido en 1917, cuando vuelve al Popolo con sus campañas anticomunistas.

Entre 1920 y 1922 se fue dibujando la crisis del estado italiano. Crecía la impopularidad el gobierno. Mussolini había creado en 1919 los Fasci italiani di combatimento y se encargó de estructura el fascismo y erigirse como líder del nuevo movimiento. En 1921, de una escisión del partido socialista se crea el partido comunista. El gobierno dimitió y fue sustituido por Ivanhoe Bonomi, que debía hacer frente a la marea creciente del fascismo de Mussolini. Los intentos de éste de hacerse con el poder de la península por la fuerza dieron resultados. En octubre de 1922 se llevó a cabo la marcha sobre Roma. El rey no quiso imponer el estado de sitio que le pedía Facta, el sucesor de Bonomi, y encargó a Mussolini la creación de un nuevo gobierno. Con una nueva ley electoral, los fascistas se hicieron con le poder en el parlamento italiano, lo que fue denunciado por el dirigente socialista Giacomo Matteotti, que fue secuestrado y asesinado por personas afines al fascismo.

El nuevo estado de Mussolini firmó un tratado de neutralidad con España y concertó pactos de amistad y arbitraje con Alemania y otros países centroeuropeos. El régimen fascista aprobó una nueva constitución, otorgó el cargo de Duce (jefe del gobierno) a Mussolini e implantó la censura de prensa. Asimismo, se firmaron los Pactos de Letrán, que restauraban el poder temporal de los papas, con lo que el régimen captó muchos adeptos entre los católicos.

La política exterior de Mussolini era una política imperialista y colonial, mientras que era de amistad con Alemania desde que Hitler alcanzase el poder en 1933. Sin embargo, esta cambió cuando Austria fue objetivo de Alemania, pues temía el Duce tener demasiado cerca de los alemanes. Mussolini invadió Etiopía en 1936, en contra de la opinión mundial y la Sociedad de Naciones impuso sanciones económicas a Italia. El 1 de junio de 1936, se establecía el imperio italiano oriental, que comprendía Etiopía, Eritrea y Somalia italiana. Víctor Manuel III asumía el cargo de emperador.

El acercamiento definitivo de Italia y Alemania se llevó a cabo durante la guerra civil española (1936-39), donde ambos países apoyaron el bando sublevado contra la República Española.

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Posteriormente, durante los prolegómenos de la 2ª Guerra Mundial, las relaciones de los dos estados totalitarios se estrecharon y se creó el denominado Eje Berlín-Roma. Italia se retiró de la Sociedad de Naciones, y Mussolini anunció un importante rearme de las tropas italianas. Italia también siguió, al ejemplo nazi, una serie de medidas restrictivas contra los judíos.

Mussolini realizó un régimen autárquico y emprendió grandes obras civiles (desecación de pantanos, construcción de carreteras) con el fin de mantener el paro bajo mínimos pero con el coste de la definitiva ruina del país. Durante la guerra civil española, envió a más de 100.000 soldados al bando nacionalista de Franco. Sin embargo, Italia no fue tan fuerte en la guerra como lo fue Alemania y las ofensivas que emprendió tuvieron, en muchas ocasiones resultados no deseados. Por ello se convierte en un instrumento de la Alemania nazi, cuando no en un obstáculo. En febrero de 1943, desmoronado su imperio, realiza una drástica purga en su gabinete y en el partido, con la intención de afianzar su poder.

A finales de la guerra, Roma es bombardeada por los Aliados y viendo perdida la guerra, Mussolini es repudiado por el Gran Consejo fascista. El rey despide a Mussolini y se pone al frente del ejército. Los alemanes reaccionan creando un gobierno fascista al norte dirigido por Mussolini. Loa Aliados entran en Roma en junio de 1944 y el rey traslada la autoridad a su hijo Humberto y el gobierno a una representación antifascista. El 29 de abril de 1945 se rinden los ejércitos alemanes. Un día antes, Mussolini había sido ejecutado por los partisanos cuando huía a Suiza.