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CAPITULO IV LA CRISIS ESTRUCTURAL DEL SISTEMA ECONOMICO MUNDIAL Crisis Estructural y C risis Coyunturales En general la actividad económica global presenta dos momentos fun- damentales: el proceso de producción de bienes y servicios y el proceso de circulación en el cual se intercambian tanto los bienes producidos como los factores de la producción. Este segundo momento, por tanto, acota la producción por ambos extremos. El desarrollo adecuado de la actividad económica global depende tanto del normal funcionamiento de cada uno de estos dos momentos como de una fluida interacción entre ambos. De lo contrario se producirán desequilibrios de magnitud e índole diversos que afectarán al ciclo económico, ya sea de manera parcial y transitoria, ya sea de manera estructural y prolongada. En efecto, para que pueda darse un desarrollo continuo y autososte- nido se necesita un proceso fluido y reiterado que involucre: a) Un mercado de capitales que opere como fuente efectiva de financíamiento de la producción. b) Un buen funcionamiento, tanto de los mercados de materias primas y maquinarias como del mercado de mano de obra, con la finalidad de que el proceso productivo se desenvuelva de manera eficiente e inin- terrumpida. c) Condiciones técnicas apropiadas de los materiales y equipos in- corporados a la producción, así como también una adecuada calificación de la fuerza de trabajo para lograr una combinación adecuada de los factores. d) La existencia de una demanda efectiva que permita realizar las mercancías producidas a precios rentables y en un lapso de tiempo que no afecte la continuidad de la producción. Desde el punto de vista de su funcionamiento, el ciclo se desarrolla y reproduce en cuatro diferentes fases, marcadas por los elementos antes señalados. Por otra parte, no debe descuidarse que la razón impul- sadora de todo el ciclo reside en la maximización del beneficio, que es lo que, en última instancia, justifica que se transite por tan multifacético y aleatorio camino. 71

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CAPITULO IV

LA CRISIS ESTRUCTURAL DEL SISTEMA ECONOMICO MUNDIAL

Cr isis Es t r u c t u r a l y C r isis Co y u n t u r a l e s

E n g e n e r a l la actividad económica global presenta dos momentos fun­damentales: el proceso de producción de bienes y servicios y el proceso de circulación en el cual se intercambian tanto los bienes producidos como los factores de la producción. Este segundo momento, por tanto, acota la producción por ambos extremos. El desarrollo adecuado de la actividad económica global depende tanto del normal funcionamiento de cada uno de estos dos momentos como de una fluida interacción entre ambos. De lo contrario se producirán desequilibrios de magnitud e índole diversos que afectarán al ciclo económico, ya sea de manera parcial y transitoria, ya sea de manera estructural y prolongada.

En efecto, para que pueda darse un desarrollo continuo y autososte- nido se necesita un proceso fluido y reiterado que involucre:

a) Un mercado de capitales que opere como fuente efectiva de financíamiento de la producción.

b) Un buen funcionamiento, tanto de los mercados de materias primas y maquinarias como del mercado de mano de obra, con la finalidad de que el proceso productivo se desenvuelva de manera eficiente e inin­terrumpida.

c) Condiciones técnicas apropiadas de los materiales y equipos in­corporados a la producción, así como también una adecuada calificación de la fuerza de trabajo para lograr una combinación adecuada de los factores.

d) La existencia de una demanda efectiva que permita realizar las mercancías producidas a precios rentables y en un lapso de tiempo que no afecte la continuidad de la producción.

Desde el punto de vista de su funcionamiento, el ciclo se desarrolla y reproduce en cuatro diferentes fases, marcadas por los elementos antes señalados. Por otra parte, no debe descuidarse que la razón impul­sadora de todo el ciclo reside en la maximización del beneficio, que es lo que, en última instancia, justifica que se transite por tan multifacético y aleatorio camino.

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Así descrito el ciclo económico, resulta entonces factible identificar y ubicar el origen de sus posibles perturbaciones. En este sentido y desde una perspectiva analítica, dichas perturbaciones pueden diferenciarse de la siguiente manera:

a) Aquellas que se originan en una o más fases del ciclo. Así, por ejemplo, en la primera, la escasez de capitales se expresa a través del au­mento de las tasas de interés a un nivel superior a la eficiencia marginal del capital, frenando así la inversión reproductiva. En la segunda, pue­de presentarse escasez de materias primas y otros insumos debido a la elevación de los costos de producción, al agotamiento de los yacimientos, a las prácticas monopolistas y especulativas y a variaciones climáticas. En especial, el mercado de trabajo puede presentar distorsiones derivadas de las reivindicaciones salariales, escasez de mano de obra calificada y de los altos costos de formación profesional de las nuevas generaciones o de reentrenamiento de la fuerza laboral previamente ocupada. En la tercera, la obsolescencia de equipos en algunas ramas de la producción, la mala calidad de algunos insumos, las huelgas laborales y la desproporción en las producciones de los diferentes sectores pueden originar cuellos de botella que traban, momentáneamente, el normal funcionamiento del pro­ceso productivo. Por último, en la cuarta fase, la insuficiencia de la de­manda efectiva puede obstaculizar la realización de los bienes producidos y aumentar los inventarios, debido a desajustes estacionales o a variaciones aleatorias de tipo extraeconómicas.

Perturbaciones de este tipo, indudablemente, ocasionan interrupcio­nes transitorias del ciclo económico, dando lugar a crisis coyunturales cuya expresión empírica más evidente es el lento crecimiento o el descen­so del producto real. En estos casos, la identificación del origen específico de la perturbación y la intervención del Estado, mediante políticas de tipo fiscal y/o monetario, es suficiente para reestablecer en poco tiempo el equilibrio económico.

b) Aquellos que afectan directamente la razón de ser y finalidad del ciclo económico, es decir, el mantenimiento a largo plazo de niveles satisfactorios de rentabilidad. Este tipo de perturbaciones no se origina en ninguna fase del ciclo en particular, sino que guarda relación con el producto excedente global y el nivel de capital acumulado y, por lo tanto, afecta al ciclo en su conjunto. Por esta razón se denomina crisis estructural.

En efecto, el proceso de acumulación de capital, y el desarrollo tecno­lógico que éste induce, tiene como corolario un aumento cada vez mayor en bienes de capital en comparación con la mano de obra empleada, a fin de elevar permanentemente la productividad del trabajo y mantener así niveles de ganancia que, comparados con el monto del capital invertido,

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proporcionen tasas de beneficios adecuadas para una creciente acumula­ción del capital. Sin embargo, el permanente aumento de la productivi­dad resulta limitado por el estilo tecnológico vigente, que ofrece una gama muy amplia pero a la vez finita de posibles innovaciones. La superación de la crisis de productividad depende de una renovación tecnológica del parque industrial mediante el desarrollo de innovaciones.

Desde la Revolución Industrial, las crisis del sistema capitalista re­flejaron el agotamiento de las posibilidades de incremento de la produc­tividad con un dado stock de capitales. La renovación tecnológica que seguía a cada crisis inducía profundas modificaciones en las diversas ramas industriales, cambios en la organización de la producción y en la estratificación social, todo lo cual se realizaba en un marco definido por el estilo tecnológico.

La crisis actual requiere de modificaciones que implican una reno­vación del propio estilo tecnológico, aun cuando, debido a su manera de manifestarse, ni siquiera parece ser una crisis motivada por el descenso en el crecimiento de la productividad. En efecto, sus manifestaciones inicia­les se expresan en términos de:

1. Una intensificación de las presiones sobre las empresas y las economías nacionales coyunturalmente más débiles, debido a la exacer­bación de la competencia.

2. Un enfrentamiento y un encubrimiento de las tendencias hacia la disminución de las tasas de rentabilidad mediante una artificial ele­vación de los precios por parte de las empresas individuales, lo cual conduce a la inflación.

3. Intentos de reducción de los salarios reales y agravamiento, en consecuencia, del clima social.

4. Frenos en la inversión real y estimulación de la especulación fi­nanciera y/o de materias primas. Obviamente al producirse restricciones en la inversión real se reduce la demanda y se impulsa el desempleo.

Este conjunto de fenómenos y procesos conforman una situación de crisis global en la economía y la sociedad.

Frente a estos desajustes escalonados y cada vez más inclusivos, las intervenciones de los gobiernos responden a la aparición manifiesta de los desequilibrios empíricos antes señalados e intentan reestablecer el equilibrio previo, cuya ruptura es entonces atribuida a esos mismos fe­nómenos. En este sentido, y en el marco de un agotamiento general de productividad, las políticas adoptadas se vuelven inoperantes y contra-

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dictorias, lo cual a su vez demuestra que las causas primarias de la cri­sis están más allá de su expresión momentánea. Puede afirmarse, por lo tanto, que la ineficacia de las políticas parciales constituye un excelente indicador del carácter estructural de la crisis.

En el desarrollo del proceso analizado con anterioridad van apare­ciendo las condiciones para el cambio global necesario. De hecho, la cri­sis es ya, en cierta forma, parte de la solución a los problemas que con­fronta la economía. Los cambios abruptos que ocurren durante todo este período preparan el terreno para un nuevo equilibrio económico. Pero si la crisis estructural es una preparación al nuevo equilibrio económico, es también una situación de profundo desequilibrio social, en la cual se

* agudizan las divergencias de interés y se resquebraja la cohesión social abriéndose brechas y vacíos hasta tanto no se consolide una nueva je- rarquización del poder entre los diferentes grupos sociales. De manera que la crisis social puede, eventualmente, cambiar radicalmente la evolu­ción normal de la crisis económica.

Como intentaremos demostrarlo en las subsiguientes partes de este capítulo, la crisis actual del sistema económico mundial se enmarca en el contexto estructural descrito. En efecto, dicha crisis se manifiesta ini­cialmente como una crisis monetaria, luego se agudiza el problema de la inflación y el nivel de desempleo aumenta en algunos países. Más adelan­te aparecen los desequilibrios en el comercio internacional, seguidos de la especulación con las materias primas y la gran crisis energética a raíz de los aumentos en los precios del petróleo. Finalmente, el desempleo crece en forma generalizada en el mundo desarrollado y la crisis termina por convertirse en una evidente crisis de rentabilidad global, como lo mues­tra la falta de inversiones netas en el aparato productivo.

L a E v o l u c i ó n d e l a C r is is A c t u a l d e l S is te m a E c o n ó m ic o M u n d i a l D e s d e 1965 H a s t a e l P r e s e n t e

E l ca si ininterrumpido boom económico registrado por el sistema econó­mico mundial y consolidado luego de la postguerra a pesar de ciertos tropiezos transitorios y localizados en uno u otro país, comienza a evi­denciar manifestaciones críticas a partir de la segunda mitad de los años sesenta.

En orden cronológico, estas manifestaciones culminaron en crisis monetaria; inflación y déficit fiscal; quiebras y fusiones; problemas so­ciales e intranquilidad laboral; especulación financiera, en materias pri­mas, alimentos y materia energética; desinversión y declinación del co­mercio internacional.

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La C r isis M o n e t a r ia

La caída de la Libra Esterlina

C o m o se explicó en el capítulo precedente, el sistema monetario inter­nacional establecido luego del acuerdo de Bretton-Woods y sustentado en el dólar, permitió a los Estados Unidos financiar sus eventuales des­equilibrios externos, sin necesidad de tomar medidas que afectaran de manera inmediata su actividad económica interna, y asegurar — en virtud de esta mayor libertad de acción— su dominio sobre el comercio mun­dial, creando las premisas necesarias para la futura ínternacionalizadón del capital productivo. Los demás países, por el contrario, se vieron obli­gados a reflejar, en sus políticas monetarias, su correspondiente situación en cuanto a balanza de pagos. Tal privilegio, sin embargo, no era exclusivo de los Estados Unidos.

Debido a su zona de influencia y al prestigio heredado de su ante­rior hegemonía, Inglaterra disponía también de cierta libertad de endeu­damiento con base en el mantenimiento y aceptación de la libra esterlina como unidad de pago internacional (aun cuando el aparato económico- industrial británico no estaba en condiciones, a la larga, de soportar las presiones que pudiera generar una balanza de pagos permanentemente deficitaria).

Al acumularse entonces en el exterior una cantidad de libras muy superior a las reservas internacionales de Inglaterra, este país se vio forzado a devaluar su moneda, hecho que ocurrió por primera vez en 1967.

Las presiones sobre el dólar norteamericano

De manera similar a la libra esterlina, el dólar estuvo sometido a fuertes presiones. En efecto, si bien el dólar resultó ser el instrumento moneta­rio fundamental que facilitó la prodigiosa recuperación económica mun­dial, dicha recuperación significó a su vez una importante acumulación de dólares fuera de los Estados Unidos y, en consecuencia, la estabilidad de esa moneda se vio seriamente afectada. Por otra parte, los desequili­brios en el comercio exterior — (producto de los ritmos diferenciales de crecimiento de las economías nacionales, debido a la desigual destrucción de infraestructura industrial sufrida durante la Segunda Guerra Mundial)— generaron, también, presiones sobre las tasas de cambio. Al no permitir el sistema de Bretton-Woods que los ajustes se efectuaran de manera au­tomática, las tensiones latentes se acumularon y, al hacerse evidentes, ge neraron en primer lugar la ya mencionada devaluación de la libra esterli­na y, luego, las diversas presiones sobre el dólar norteamericano. Estas

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últimas tienen su primera manifestación empírica en la eliminación del pool del oro y su sustitución, en 1968, por el doble mercado del o ro1.

Manifestaciones posteriores incluyen los reajustes de varias monedas europeas, tales como el franco francés y el marco alemán.

Este conjunto de presiones culmina con la primera devaluación del dólar y la declaración oficial de su no convertibilidad en 1971. Ello sig­nifica el descalabro definitivo del Sistema de Bretton-Woods.

De ahí en adelante se adoptan nuevas modalidades que tratan de conferirle cierta organicidad al sistema monetario internacional, siendo esencial en este sentido el establecimiento de los cambios flotantes. Estas modalidades, sin embargo, no logran frenar la descomposición del siste­ma; así lo indica el permanente debilitamiento de los acuerdos monetarios parciales, en particular la serpiente europea2. De allí que se registre en materia monetaria una situación de franca inestabilidad, sobre todo si se la compara con lo que era el espíritu de Bretton-Woods, tal como puede apreciarse en el Gráfico 4-A.

1 El pool del oro se estableció a finales de 1960, a raíz do una ola especulativa en el mercado del oro, elevándose el precio de la onza Troy a U.S.$ 40,6 en el mercado de Londres: “La finalidad del pool era la de intervenir en el mercado para evitar que se abriera una brecha demasiado acentuada entre ei precio del mercado libre y el oficial. Según este mecanismo, los Bancos Centrales de ocho importantes naciones: Alemania, Bélgica, Estados Unidos, Francia, Holanda, Italia, Inglaterra y Suiza, cuyas reservas áureas alcanzaban para entonces la suma de U.S. $ 25.800 millones, se comprometieron a mantener el precio dentro del nivel de U.S $ 35 la onza, mediante compras que se realizarían en el mercado libre, cuando el precio amenazase bajar respecto a su paridad oficial, y ventas para mantenerlo a un precio máximo^e U.S. $ 35,20 la onza ...”. La impresión general prevaleciente en aquella oportunidad fue que las reservas masivas de esos importantes países podían mantener adecuadamente el precio del oro dentro de los límites establecidos y derrotar a los más poderosos especuladores”. Hasta 1967 este objetivo fue parcialmente alcanzado. A partir de entonces, sin embargo, a raíz de la devaluación de la libra esterlina y del persistente déficit de la balanza de Estados Unidos, “y no se trataba de especuladores tradicionales sino de bancos y respetables corporaciones que adquirían ese metal como medio de proteger sus activos”, por lo que, en marzo de 1968, los países integrantes del pool pusieron en práctica un doble mercado de oro. De esta manera, las tenencias oficiales de ese metal sólo podrían usarse para realizar transferencias entre las autoridades monetarias, decidiendo dichas autoridades no seguir abasteciendo el mercado de Londres. Véase Silva, C. R. El Sistema Mone­tario Internacional, Banco Central de Venezuela, Colección de Estudios Económicos, Caracas, 1975, pp. 98-100.

Estos mecanismos intentan proteger al dólar frente a las presiones económicas con­cretas, desvinculándolo del mercado real del oro. La paridad oficial del dólar con el oro resulta entonces una mera ficción y la estabilidad del sistema monetario in­ternacional sólo se mantiene en términos estrictamente formales.

2 La llamada “Serpiente Monetaria Europea” es un mecanismo de flotación concertada, frente al dólar norteamericano, de las monedas de los países miembros de la Comunidad Económica Europea, al cual están asociados formalmente Suecia y Noruega e informalmente Austria y Suiza. Este acuerdo monetario regional, sus­crito el 24 de abril de 1972, “es todo lo que queda del ambicioso programa de unión económica y monetaria que los países miembros de la C.E.E. se habían com­prometido a realizar durante el curso del presente decenio” (cita de Le Monde, 25 de noviembre de 1976). Según dicho mecanismo, una “tasa central” comunitaria,

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GRAFICO 4-AVARIACIONES DE LAS PRINCIPALES MONEDAS CON RESPECTO AL DOLAR NORTEAMERICANO

FS : Franco Suizo $C : Dólar CanadienseMA: Marco Alemán FF : Franco FrancésF H : Florín Holandés LI : Lira ItalianaY : Yen Japonés L : Libra InglesaFuente: Federal Reserve Bulletm, EE.UU., 1977.

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In f l a c ió n y D é f ic it F isc a l

U n a s e g u n d a m a n if e s t a c ió n importante de la crisis es la aceleración del ritmo de la inflación en los principales países industriales, la cual ha ocasionado distorsiones considerables, tanto económicas como socia­les y políticas. Las medidas dirigidas a combatirla no surtieron el efecto esperado y la tasa de inflación sigue siendo en la actualidad muy superior a aquella prevaleciente en el comienzo de la década de los años sesenta. De allí que el problema de la inflación permanezca vigente y ocupe un lugar destacado en las políticas económicas oficiales. Como pue­de observarse en el cuadro 4.1. y en el gráfico 4-B, ningún país importante escapa a este flagelo.

Aunado al incremento de las tasas de inflación, se registra también una firme tendencia hacia el déficit fiscal crónico en la mayoría de los países desarrollados (ver cuadro 4.2.). Este déficit se deriva de la actividad del Estado como regulador permanente de la dinámica económica. Esta nueva función del Estado se inicia en los años treinta, cuando la Gran De­presión evidenció la imposibilidad de reestablecer el equilibrio económico exclusivamente a través de los mecanismos de mercado. Como ya señalá­ramos en el segundo capítulo de este trabajo, el New Deal norteamericano

producto de la ponderación de las monedas europeas, define el valor de cada mo­neda respecto a sus socios. El margen de fluctuación entre la moneda más fuerte y la moneda más débil no debe ser mayor del 2,25%, lo que equivale a mantener paridades casi fijas entre estas monedas. Por otra parte, hasta marzo de 1973 la serpiente fluctuó frente al dólar en un margen de 2,25% hacia arriba y 2,25% hacia abajo, para una banda total de fluctuación del 4,5% (según los acuerdos de Washington de 1971). En caso de sobrepasarse una moneda de la serpiente, el Banco Central del país correspondiente debe intervenir en los mercados de cam­bio para comprar o vender su moneda según se sobrepase a la baja o al alza, para lo cual debe vender o comprar otras monedas de la serpiente y dólares. A tal efecto, los Bancos Centrales europeos se conceden mutuamente líneas de crédito a corto plazo, las cuales fueron ampliadas de 1.000 millones de unidades de cuenta europea en 1970 a 2.700 millones en 1974, con una extensión condicionada de 1.500 millones. Como quiera que el dólar sigue siendo intermediario obligado para las transacciones de compra-venta de las otras divisas, la zona monetaria de la serpiente constituye un mecanismo que preserva el sistema monetario basado de hecho en el dólar.

No es ésta, sin embargo,la única debilidad estructural de la serpiente. La tendencia sostenida al alza del marco alemán ejerce presiones rcvaluacionistas sobre las restantes monedas, que de no participar de este mecanismo tenderían a la devaluación. En efecto, una tras otra han ido retirándose d e la serpiente la libra esterlina (23*6-72), la lira italiana (12-2-73), el franco francés (19-1-74 y 15-3-76) y la corona sueca (28-8-77), después de haber perdido esos países un monto importante de sus reservas internacionales. En consecuencia, la “serpiente” ha quedado reducida d e hecho a una “zona marco” debido a la influencia comercial y económica determinante de Alemania sobre los países restantes (Bélgica, Luxemburgo, Holanda, Dinamarca e informalmente Austria). En efecto, Alemania realiza más del 30% de su com ercio exterior con estos países y la producción para cada uno d e ellos con resp ec to a Alemania es aún mayor. En conclusión, actualmente los mecanismos europeos_ de cooperación monetaria se han reducido a su mínima «presión, poniendo en peligro los esquemas integracionistas y creando un elimp que tiende a exacerbar las reacciones nacionalistas.

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CUADRO 4 .1 .TASAS » MEDIAS ANUALES DE INFLACION EN EL AMBITO

DE LA OCDE Y EN LOS SIETE PAISES INDUSTRIALES PRINCIPALES

(1950-1974)(en porcentajes)

Años OCDE CanadáEstadosUnidos Japón Francia

República Federal de Alemania Italia

ReinoUnido

1950-1954 3,9b 4,4 2,5 5 ,6 c 7,7 3,9 e 4,1 4,31955-1959 3,1 2,4 2,6 2,4 6,1 2,7 2,3 3,71960-1964 2,5 2,1 1,4 4,9 4,3 3,3 5,1 2,71965-1969 3,6 4,0 3,3 4,5 4,1 2 J 2,9 4,31970-1974 7,2 6,4 5,7 10,6 6,8 6,7 8,8 8,2

a Medidas por los cambios en el coeficiente de deflación del PNB. b 1951 -1954. c 1953-1954.Fuente: OCDE, diversas publicaciones.

y los regímenes fascistas de Europa fueron manifestaciones de este nuevo rol del Estado. Pero no es sino a partir de la postguerra cuando el gasto fiscal se convierte en un elemento determinante de la economía nacional, cuya proporción respecto al PTB ha venido aumentando permanentemente (véase gráfico 4-C).

En síntesis, el gasto del gobierno financiado mediante el déficit fis­cal y la expansión sostenida del crédito caracterizan todo el período que se extiende desde la postguerra hasta la actualidad. A todas éstas la presencia de un proceso inflacionario moderado pero permanente nos per­mite establecer, mediante la observación de los datos estadísticos, una cierta correlación entre déficit fiscal y expansión del crédito, por una parte, y la inflación, por la otra.

Pero el análisis de estos fenómenos nos permite ir más allá de la simple correlación y establecer vínculos causales entre ellos. En este sentido, consideramos que, si bien los estímulos para ampliar la demanda agre­gada pueden tener efectos positivos durante un determinado lapso de tiempo, toda expansión prolongada de dicha demanda termina por pro-

ucir graves desequilibrios en la economía. La teoría keynesiana supone Que el crecimiento inducido de la demanda efectiva, en condiciones de ca­pacidad ociosa y desempleo, estimula la expansión de la producción real del lenes ^ servicios en forma más que proporcional, según el concepto

e Multiplicador. El defecto más grave de esta teorización consiste en

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00o

GRAFICO 4-BCUATRO DECADAS DE INFLACION

14%

Fuente: US. Neu>s & World Report, scpt. 27, 1976. 17

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CUADRO 4 .2 .EVOLUCION DEL DEFICIT FISCAL EN LOS PRINCIPALES PAISES INDUSTRIALIZADOS(1952-1977)

ITALIA CANADA U .S.A . JAPON FRANCIA INGLATERRA REP. F. A.Billones de Billones de Billones de Billones de Billones de Billones de Billones de Años Liras Dóls, Cañad. dólares Yen Francos Libras Marcos19521953195419551956195719581959196019611962196319641965196619671968196919701971197219731974197519761977 (a)

-584-492-563-564-330-270-491-513-382-357-570-768-817-1.545-1.823-1.226

- 2.022-1.692-3.226-4.758-5.754-7.972-8.962

-16.565-14,707-5.772(11)

0,40,310,110,120,49

-20-1,25-0,40

-25- 1,00- 0,86-0,23-0,17- 0,02-0,71-1,31-0,820,221,00-1,911,73-1,701,63-6,28

-4,95

0,05-5,27-0,23-2,704,471,18-7,86

-7,860,25-3,47-7,23-4,76-5,92-1,60-3,79-8,70

-15,185,44-11,38-24,80-17,37-7,95- 10,88-75,40-59,00

-14126726-615461

-59-198-315-515-827-722-703-609-319-181

-1.457-1.825-1.798-7.052-3.250-2.663(11)

-7,22-7,34-6,64-6,62-10,04

-10,41-6,90-6,28-4,15-4,38-6,09- 8,21-1,58- 0,02- 2,02-6,33-9,48-3,58-3,68-3,456.327.33 4,31-43,01-12,64-6,32(11)

-606-527-203-446

-51-171-80-156-307-220

79-153-434-610-530-1.155-757897670

-634-1.596-2.341-3.491-8.376-6.786-1.730(111)

-0,54-6,080,081,521,21

-5,04-0,57-4,22-1,90-3,40-1,473,14

- 1,10- 2,10-2,52-8,27-3,901,68-0,56-1,36-3,64-2,85

- 10,10-34,06-30,09-6,53(111)-1,64(111) -61,5

(a) Los números romanos indican el trimestre al cual corresponde la cifra. Fuente: International Financial Statistics, Mayo 1977 y Enero 1978. F.M.I.

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Fuente: F.M.I., International Financial Statistics, 1960 a 1976.

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descuidar el análisis de cómo opera la producción. Este descuido se con­vierte en falacia teórica cuando pasa del corto al largo plazo. Actualmen­te, debido al peso de la evidencia que ofrece la realidad, se empieza a tomar conciencia de la inconsistencia teórica del keynesianismo®.

Sin entrar en un análisis detallado de todas las insuficiencias de la teoría, nos limitaremos a señalar que la existencia de capacidad ociosa en la economía es un concepto confuso. La medición de la capacidad ociosa se fundamenta en criterios técnicos que establecen primero una cierta “capacidad instalada”, la cual, comparada con la producción real efectiva, determina la capacidad ociosa. Ahora bien, la “capacidad instalada” pre­supone al menos un factor fijo; y a largo plazo por definición, todos los factores son variables; por tanto, la “capacidad instalada” es indetermina­da4. Pero aun restringiéndonos al corto plazo vemos que las deter­minantes reales de la producción son económicas: el nivel de producción se establece en función de la rentabilidad, la cual depende de los precios unitarios del producto, de la demanda del mismo y de los costos de pro- dución. Según el criterio de rentabilidad, la capacidad física de las ins­talaciones puede modificarse de tal manera que aun en el corto plazo el concepto de “capacidad instalada” es indeterminado. La verdadera ca­pacidad instalada es aquella que permite maximizar el beneficio, y ésta, en una economía de mercado que funcione, es siempre igual a la pro­ducción real. De tal manera que es muy posible, y de hecho se da fre­cuentemente, que los estímulos a la demanda efectiva no afecten el nivel de producción real donde se maximiza el beneficio, incluso cuando existe disponibilidad para aumentar la producción, precisamente porque no mo­difican la rentabilidad en el sentido de incentivar la producción. Ella depende fundamentalmente de la productividad del trabajo, la cual, a su vez, se basa en la tecnología disponible. Si en determinadas circunstancias no es posible introducir innovaciones radicales a nivel de la producción, el déficit fiscal y la extensión del crédito terminan por promover la es­peculación y no la producción.

El crédito, al ampliar el medio de circulación, impulsa una más rá­pida realización de los bienes y servicios producidos. El aumento de la velocidad de circulación aparentemente ensancha el mercado, pues ahora hay más compradores. En realidad, se trata de una transferencia formal de bienes y servicios de unos a otros, y mientras los productos sigan circu­

3 Sobre este aspecto es especialmente relevante la siguiente afirmación de John R. Hicks, Premio Nobel de Economía: “Es necesario señalar que el descuido por parte de Keynes del problema de la oferta es una de las mayores lim itaciones que tiene su teoría para ser aplicada a los problemas actuales”. Véase Business Week. Sept. 1974.

4 Aunque el análisis keynesiano se refiere al corto plazo, el uso prolongado y con­tinuo de sus recetas plantea problemas de largo plazo.

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lando, no tiene efectos negativos. Sin embargo, como el consumo es la finalidad de los bienes y servicios, éstos deben, eventualmente, salir de la circulación. En este momento se requiere un medio de pago real, en otras palabras, una efectiva contrapartida por los bienes recibidos. Si tales bienes no existen, pues se partió de una compra sin su contrapartida real, o sea, sin pago real, tal situación se refleja en el signo monetario utilizado en el intercambio, bajo la forma de su desvalorización.

El dinero creado mediante procesos contables del sistema bancario crece en condición de simple medio de circulación, pero como medio de pago está determinado por la producción real de bienes y servicios cuyo valor expresa. Si ésta crece más lentamente que la creación de medios de circulación, la unidad monetaria reflejará un valor menor a la vez que aumenta la cantidad, elevándose así los precios de los bienes. La ilu­sión de las doctrinas económicas sobre este punto reside en la confusión de estas dos cualidades diferentes del dinero *, No siempre el dinero crea­do por el crédito es efectivo medio de pago. Esto ocurre sólo en aquellos casos en que la producción real aumenta.

Acelerando la velocidad de circulación a través del crédito, se acorta el tiempo en que el capital recupera su liquidez vendiendo su producción. Esto le permite aumentar su producción real —esto es lo que las estadís­ticas registran como aumento de la capacidad utilizada— incrementando los circuitos productivos en el mismo lapso de tiempo y, por ende, la can­tidad producida. De manera que el nuevo dinero-crédito, al facilitar el intercambio, termina por incidir efectivamente en la producción gene­rando su propia contrapartida real. Pero como señaláramos anteriormente, la producción está sujeta a otros factores; además, el crédito puede ser ampliado fácilmente aun después de que haya dejado de afectar positiva­mente a la circulación. A partir de este momento, la inflación expresa el desajuste entre la unidad monetaria como medio de circulación y esa misma unidad monetaria como medio de pago. En este caso la inflación no se debe necesariamente a presiones salariales o a escasez momentánea, es decir, no se trata de una inflación inducida por los costos o por la demanda. Es el propio sistema de crédito que, para sostenerse, debe agu­dizar el divorcio entre medio de circulación y medio de pago. Por ello, la inflación parece generarse a sí misma tal como lo constata W. Heller en la cita a pie de página.

5 Esta conclusión sobre las (unciones del dinero se manifesta en el descon­cierto de W. Heller, Presidente de la American Economie Association, frente a las causas de la presente inflación: “La actual inflación no es inducida por los costos como la espiral salarios-precios de 1969-1970. Tampoco es provocada por la demanda como las inflaciones generadas por las guerras de Corea y Viet Nam (ver Gráfico 4.B). El incremento de los precios parece alimentarse a sí mismo en vez de buscar un nivel estable”. Business Week, 1974.

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Además, el crédito, al autonomizar el dinero de la producción real, genera desequilibrios sectoriales en la economía. En la medida en que el signo monetario es más medio de circulación que de pago efectivo, se elimina también la escasez o la abundancia de dinero que funcionaba como indicador de sobreproducción o de subproducción de los sectores. Ahora, tales situaciones pueden ser compensadas, aumentando o restringiendo el crédito. En el largo plazo, todos estos mecanismos conducen a una desorganización del proceso de producción real que, al desarticular el cir­cuito, alterando las proporciones entre los bienes producidos, termina por desacelerar el ritmo productivo y, eventual mente, causar un estancamiento. De ahí que, en los últimos años, los efectos de la expansión prolongada del crédito se hayan manifestado simultáneamente en inflación y estan­camiento.

Las F u s io n e s y l a In t e n s if ic a c ió n d e l a Co m p e t e n c ia

A l a c r i s i s monetaria y a la inflación, hay que añadir otro fenómeno par­ticularmente importante, para las modificaciones estructurales del sistema, como es el inusitado recrudecimiento de las fusiones, el cual tiene como momentos picos a los años 1968-1969, como se señala en el gráfico 4-D y, posteriormente, a partir de 1976 (ver gráfico 4-E). Si observamos el gráfico 4-F, el cual traza el comportamiento de las fusiones desde finales del siglo pasado, resaltan inmediatamnte dos características: a) los pe­ríodos pico de las fusiones coinciden, en este siglo, con los períodos de crisis económica y con períodos bélicos o postbélicos (esto es un indicador más de la crisis actual); y b) el período que se inició en 1965 muestra un nivel de fusiones sin precedentes.

Por su parte el gráfico 4-G, aunque se refiere al caso inglés, nos orienta acerca de la funcionalidad económica de estas nuevas fusiones en todo el mundo desarrollado. En efecto, el capital privado parece pre­ferir el crecimiento mediante absorción de nuevas filiales al crecimiento por medio de nuevas inversiones netas. Esto parece indicar que las empresas tratan de sostener su tasa de beneficio en base a consideraciones de mer­cado más que en base a una renovación tecnológica del equipo producti­vo, lo cual concuerda perfectamente con una situación de crisis estructural. Esta última afirmación es todavía más pertinente para el nuevo auge de fusiones a partir de 1976. La revista Business Week, en un artículo titula­do “The Grcat Takeover Binge” ®, refiere la preocupación de muchos eco­nomistas norteamericanos por lo que ellos consideran una carrera desen­frenada de adquisiciones, en sustitución de inversiones en nuevo capital.

* 6 Business; Week, Noviembre 14, 1977.

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GRAFICO 4-DFUSIONES DE EMPRESAS POR PARTE DE LAS GRANDES CORPORACIONES MANUFACTURERAS

Y MINERAS NORTEAMERICANAS(En miles de millones de U.S. dólares)

Fuente: The Economist, 29*5-76.

Arthur F. Burns, ex-presidente de la Reserva Federal, citado en el men­cionado artículo, dice textualmente: “Esta actividad (la fusión) no genera empleos adicionales ni capacidad adicional para la economía nacional” 7. Las razones para esta nueva ola de fusiones, según Business Week, pa­recen ser evidentes: “Dado el actual clima político y económico, la ad­quisición es la mejor inversión que pueda hacer una empresa” 8.

Las fusiones de los últimos dos años presentan características nue­vas respecto a las de los años anteriores. Hay que notar que las grandes transacciones, aun cuando implican cientos de millones de dólares, se realizan en efectivo; además, es más barato comprar empresas establecidas

7 Id., pág. 177.8 Id., pág. 177.

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GRAFICO 4-ENUMERO DE OFERTAS DE FUSIONES POR MONTOS

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Notas: (1) Datos para el primer trimestre de 1978. En el primer trimestre de 1977 fue ae 7 ofertas.(*) Estimado.

Fuente: Business Week, 14-XI-77 y 21-IV-78.

que instalar nuevas plantas. Esto debido al bajo precio de las acciones, que frecuentemente está por debajo de su valor en libros, y a la inflación, que ha aumentado considerablemente los costos de reposición. (Incidental­mente hacemos notar que esta subestimación del valor en libros respecto al costo real de reposición infla artificialmente las tasas de ganancia; so­bre esto regresaremos más adelante.)

Otro factor que cabe mencionar es la fuerte y agresiva competencia que se desarrolla entre las empresas que participan en las adquisiciones. Es éste un fenómeno realmente nuevo respecto a las anteriores olas de fusiones y que viene a confirmar el deseo generalizado por parte de las empresas de acumular mediante la centralización del capital en opera­ción, más que por propio crecimiento interno. Esto porque, en palabras de Business Week, “hoy en día las empresas encuentran dificultades para crecer a partir de sus propios negocios’’®. Ahora bien, esta incapacidad de crecer a partir de sus propias actividades significa que la tasa de

9 “Today Companies are finding it harder to grow from internal business”, Business Week, art. cit., p. 178.

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GRAFICO 4-FESTADOS UNIDOS

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GRAFICO 4-GINGLATERRA

MODALIDADES DE EXPANSION DE EMPRESAS CON EXISTENCIA INDEPENDIENTE

(1949-1969)

Fuente: The Economist, 3-12-77.

ganancia es insuficiente para proporcionar una adecuada formación de capital. Pero, por otra parte, el hecho, ya referido, de que las adquisicio­nes se realizan en efectivo muestra una gran disponibilidad de liquidez, lo que aparentemente contradice nuestra afirmación anterior sobre la in­

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suficiencia de beneficios. Esta aparente contradicción se resuelve si se considera que, precisamente por no ser suficientes para la formación de nuevo capital, los beneficios se acumulan en forma de dinero.

Si analizamos lo dicho desde un punto de vista meramente tecno­lógico, esta insuficiencia de recursos para nuevas inversiones netas significa que la tecnología que podría aumentar efectivamente la productividad del trabajo no está aún disponible en términos económicos, a la vez que la tecnología realmente disponible determina una baja eficiencia marginal del capital; en otras palabras, produce tasas de ganancia insuficientes respecto al capital acumulado.

La actual ola de fusiones rebasa las fronteras nacionales, alterando el tradicional flujo de capitales entre los países desarrollados. En los úl­timos años el capital europeo ha ido adquiriendo un considerable núme­ro de empresas norteamericanas. También en este caso, la productivi­dad del trabajo constituye un elemento central. En efecto, para el ca­pital alemán, por ejemplo, el costo de la mano de obra en los Estados Unidos es inferior a los salarios alemanes. En el caso de algunas empre­sas europeas, sus filiales norteamericanas son mucho más productivas; de ahí que traten de ampliar sus negocios en los Estados Unidosl0. Pero este último fenómeno es excepcional y lo contrario es más bien la regla gene­ral. Los diferenciales de productividad entre la economía de los Estados Unidos y los restantes países desarrollados favorecen claramente a estos últimos (véase gráfico 4-A) y tienen una expresión clara en la actual baja del dólar frente a las otras divisas. Por lo tanto, la baja del dólar y la depresión del mercado de valores norteamericano ofrece al capital ex­tranjero, especialmente alemán y británico11, una coyuntura particular­mente favorable para adquirir empresas norteamericanas. La compra de empresas establecidas tiene para los europeos la ventaja de que éstos pueden entrar directamente en el mercado norteamericano, ahorrándose los corres­pondientes gastos de promoción y penetración en nuevos mercados. Hasta el presente, los japoneses constituyen la única excepción, pero hay indicios que hacen suponer que muy pronto entrarán en la carrera de adquisiciones en los Estados Unidos.

Antes de dejar este punto, es necesario aclarar una posible objeción al análisis que hemos presentado: ¿Si la productividad es más baja en Es-

10 “Labor productivity is higher in the U.S. Montedison, the giant Italian chemical concern... average Montedison plastics worker in the U.S. produces $ 66.000 worth of goods annually compared with $ 47.000 for similar worker elsewhere in the world and $ 38.000 for all worker including Italians**, Business Week, art. cit., p. 179.

11 “The Germans, spurred by the 50% appreciation of the mark, visi-vis the dollar in recent years have been among the most acquisitive foreigners” . .. “British companies, helped by a 20% appreciation of the pound during the pas* year, have also been unusually acquisitive in 1977”, Business Week, art. cit. p. 179.

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GRAFICO 4-H

PRODUCCION POR HORA-HOMBRE EN LOS PRINCIPALES PAISES INDUSTRIALIZADOS

Fuentc: Chase Econometrics, The World Economy in the Coming Years: Inflation, Recession and Recovery, New York, 1977.

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tados Unidos, por qué, entonces, el capital europeo se traslada, mediante las adquisiciones en este país? La respuesta a esta pregunta es sencilla. La actual coyuntura permite la adquisición de empresas norteamericanas a bajo costo, pero, a su vez, toda adquisición significa una concentración del capital y ésta estimula el aumento de la productividad. Sobre esto volveremos más adelante, cuando analicemos directamente el problema de la productividad. Aquí sólo nos hemos referido a este problema en la medida en que era necesario para caracterizar el fenómeno de las fusiones.

R e c r u d e c im ie n t o d e l a s A c t iv id a d e s Es p e c u l a t iv a s

O tra de las manifestaciones de la desarticulación del modelo de acumu­lación de la postguerra ha sido el recrudecimiento de las actividades es­peculativas. Estas actividades han tenido diversas expresiones (especula­ción cambiaría, especulación con el precio de las materias primas y especu­lación con el precio del petróleo), que, si bien tienen causas diversas, todas ellas están enraizadas en el modo de funcionamiento del modelo de acumulación de la postguerra. Como consecuencia de ello se ha intensificado el ritmo de la inflación.

La manifestación cambiaría de estas actividades especulativas se pro­dujo con la declaración de inconvertibilidad del dólar en 1971 y la con­secuente ronda de devaluaciones y revaluaciones de las monedas de los países industrializados, que condujeron a un incremento explosivo en el precio del oro * y al flujo masivo del movimiento de capitales de corto plazo. Estos flujos se pueden observar: 1) a través del aumento de las tenencias de divisas en manos de los Bancos Centrales (principalmente en dólares) en relación con el crecimiento del comercio internacional (medido por el crecimiento en valor de las exportaciones); y 2) a través del incremento de los flujos de capital cuyo carácter no es posible determinar (y que se agrupan bajo el rubro de “errores y omisiones netos” en la ba­lanza de pagos) y, en general, de los movimientos de capital “anormales”.

En el cuadro 4.3. podemos observar el crecimiento desproporciona­do de las tenencias de divisas respecto al comercio internacional. Sin embargo, es necesario diferenciar las razones del crecimiento de las di­visas entre 1969 y 1973 y su crecimiento a partir de 1974. Entre 1969 y 1973, éstas crecieron fundamentalmente debido al déficit en la balanza de pago de los Estados Unidos12 y a la intensa especulación sobre el

* A partir de esa fecha el precio del oro pasó de 5 dólares la onza a casi 200 dólares la onza en 1974, para luego colocarse en casi 180 dólares la onza en febrero de 1978.

12 Del incremento total de divisas por unos US $ 80.000 millones, entre 1970 y marzo de 1973, unos US $ 56.000 millones se atribuyen al déficit norteamericano.

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93 Fuente: International Financial Statistics. F .M .I ., Mayo 1977.

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marco alemán y el yen japonés, como consecuencia de la devaluación del dólar y la revaluación de estas monedas. A partir de 1974 el crecimiento explosivo de las divisas es absorbido fundamentalmente por los países de la o p e p , como consecuencia del incremento de los precios del .petróleo. En términos globales podemos observar que en 1976 las tenencias de di­visas se habían más que quintuplicado13 en relación al nivel de 1969, mientras que el comercio internacional sólo se multiplicó por algo más de 3,5 veces.

Por otra parte, la tendencia especulativa puede observarse en los movimientos de capital “anormales”, es decir, que no siguen ninguna ten­dencia histórica cuyo carácter sea posible determinar. Tomemos el caso de los protagonistas más resaltantes de estos movimientos: los Esta­dos Unidos y Alemania. En el período comprendido entre 1970 y marzo de 1973 los EE.UU. tuvieron un déficit de US. $ 62.000 millones en su balanza de transacciones en reservas oficiales. De este total, unos US. $ 25.000 millones se debían al déficit en la balanza básica (esto es, cuenta corriente y capital a largo plazo) y los; US. $ 37.000 millones res­tantes estaban compuestos por movimientos de capital a corto plazo y movimientos de capital “no registrados” 14. Además, una parte de los mo­vimientos de capital a largo plazo pueden ser considerados como movi­mientos anormales o especulativos.

Durante el mismo período, en Alemania, se registaron influjos de divisas por 78.000 millones de marcos alemanes, de los cuales entre MA 5.000 millones y MA 10.000 millones se atribuyen al superávit en cuenta corriente, mientras que todo el resto se considera como flujos de capital anormales15. Asimismo, entre finales de enero de 1973 y el 1? de marzo de ese mismo año, 10.000 millones de dólares fueron sacados de los Estados Unidos hacia otros países, mientras que los principales países receptores de estos flujos absorbieron 12.000 millones de dólares. Aproxi­madamente las dos terceras partes fueron convertidas en marcos ale­manes 8.

13 El Índice de crecimiento de las divisas está subestimado en el cuadro 4.3, por cuanto está calculado en derechos especiales de giro, mientras que el índice de las exportaciones está calculado en dólares.

14 Estos movimientos, agrupados en el rubro de “errores y omisiones netos reflejan el adelanto o retraso en los pagos de las transacciones y las deudas de las corporaciones transnacionales. De este modo, las corporaciones tendrían interés en adelantar el pago de sus deudas denominadas en monedas que tienden a revaluarse y retrasar el pago de aquellas denominadas en monedas que tienden a devaluarse.

15 Emminger, Otmar 'Inflation and the International Monetary System\ The Per Jacobsson Foundation, Basilea, 20-6-73.. p. 15.

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Estos flujos, además de poseer un carácter especulativo, tienen un efecto inflacionario sobre la economía mundial, debido al carácter asi­métrico del proceso de ajuste de los desequilibrios en la balanza de pagos de los Estados Unidos, en virtud del papel predominante del dólar como divisa y activo de reserva internacional.

El sistema de cambios flotantes, prevaleciente desde 1973, no ha logrado corregir de manera fundamental esta situación. En efecto, el me­canismo básico de creación de liquidez internacional sigue alimentándose de los déficit en la balanza de pagos de los Estados Unidos; y los Gobier­nos Nacionales intervienen en los mercados de cambio para mantener arti­ficialmente la paridad de sus monedas nacionales. Además, los agentes más importantes de los movimientos especulativos son los Bancos y las Corporaciones Transnacionales, cuyo poder financiero es de difícil con­trol por parte de los Estados Nacionales.

Los Bancos suelen argumentar que no especulan por cuanto “rara­mente mantienen una tasa de cambio por más de uno o dos días, sobre sus cuentas, y tienden a equilibrar sus libros día a día” w. Sin embargo, las pérdidas cambiarías incurridas por algunos Bancos importantes seña­lan una actitud más bien agresiva en relación con las variaciones cambia­rías 17. Por su lado, las corporaciones transnacionales argumentan también que su posición es defensiva y que buscan solamente cubrirse contra posibles pérdidas cambiarías. No obstante, resulta difícil trazar una fron­tera conceptual entre este propósito y el de maximización de la ganan­cia. Además, es difícil distinguir entre el propósito de especular y el de “evitar pérdidas cambiarías” en virtud de las prácticas de contabilidad utilizadas por las corporaciones. Convendría más bien distinguir entre “pérdidas” surgidas de una ficción contable y las pérdidas provocadas por una desvalorización de los ingresos corrientes, denominados en divisas, que se han devaluado.

Por ejemplo, desde un punto de vista puramente contable, una filial de una ETN que opera en un país cuya moneda se ha devaluado podría experimentar una desvalorización contable de sus activos al “ traducirlos” en la moneda de la matriz de la corporación (la cual se ha revaluado res­pecto a la moneda del país donde opera la filial). Ello debido a una con­vención contable, llamada el método de la “tasa al cierre”, según la cual

16 Ver Crawford, Malcolm, “Currencies in a Floating World”, The Economist Intelligence Unit Report N? 35, Abril 1977, p. 29.

17 Desde 1973 los siguientes Bancos han sufrido pérdidas cambiarías: Banco Herstatt (83 millones de libras esterlinas), Union Bank of Switzerland (65 millones de libras), Westdeutsche Landesbank (45 millones de libras), Lloyds Bank (33 mi­llones de libras) Franklin National Bank (20 millones de libras). Tomado de Heckman, Christine, “Make a Killing in the Foreign Exchange Market or Get Killed”, Journal of World Trade Law, 1974, p. 593.

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el valor de los activos de la filial se convierten en la moneda del país de origen de la ETN según la tasa de cambio prevaleciente el último día del año, sin tomar en cuenta que la filial puede haber aumentado sus precios en un monto igual a la devaluación, neutralizando su efecto contable. Si la filial contabiliza su balance por el método del "costo histórico”, este efecto inflacionario neutralizador no aparecerá en sus cuentas (con la excepción de los beneficios corrientes). En consecuencia, el balance con­solidado de la corporación mostraría una pérdida, como consecuencia de una devaluación totalmente ilusoria. Por lo demás, este tipo de práctica oculta el hecho de que la filial podría lograr una ventaja competitiva (a nivel de precios), que se traduciría eventualmente en mayores ganancias. Estas manipulaciones contables tienen como propósito reducir la carga tributaria de la corporación o, al menos, diferirla.

En consecuencia, estos fenómenos especulativos han magnificado las dificultades del ya crítico sistema monetario internacional creando un clima propicio para las reacciones “nacionalistas” y estimulando los pro­cesos inflacionarios. Si a ello le agregamos la cada vez mayor sincroniza­ción de los ciclos económicos de los países industrializados (ver gráfico 4-1), consecuencia del modelo económico internacional de la postguerra, tendremos los elementos claves para explicar las acentuadas oscilaciones de los precios de las materias primas y, por ende, la llamada crisis alimen­ticia. El mayor impacto de la especulación fue precisamente en el sector de alimentos, cuyos precios se triplicaron entre 1973 y 1974, seguidos por las materias primas agrícolas (véase gráfico 4-J). Desde luego que no es éste el único factor causante del ascenso de los precios de los alimentos. La extremada centralización en la comercialización de estos productos es de por sí un factor de aumento progresivo de los precios que, además, facilita las prácticas especulativas18. La situación se agravó

18 Apenas cinco corporaciones (Cargill, Continental Grain, Cook Industries, Bunge y Dreyfus) dominan el comercio internacional de cereales (trigo, maíz, soya, avenaÍ r sorgo fundamentalmente) y controlan el 85% de las exportaciones de cereales de

os Estados Unidos. Ver Nacía’s Latin America and Empire Report, “The Grain Trade”, New York, Octubre 1975, p. 18.

Asimismo, vale decir que los Estados Unidos es el principal productor de cereales del mundo y, por tanto, el beneficiario de estas actividades especulativas. Sin em­bargo, el incremento de los precios de los productos básicos alimenticios (que son los únicos que subieron en 1977 por encima del nivel récord alcanzado en 1974) no puede ser entendido únicamente como un fenómeno especulativo. A partir del incremento de los precios del petróleo de 1974, los Estados Unidos han manifestado reiteradamente el propósito de utilizar su excedente agrícola como un arma o ins­trumento de condicionamiento político frente a la O.PJE.P. y aquellos países < sub- desarrollados que intenten constituir asociaciones de productores de materias primas. En este sentido, resulta ilustrativa la afirmación de Thomas Enders, ex-Secretario de Estado adjunto y uno de los teóricos de los aumentos del precio del petróleo: “El monopolio de los productores de alimentos supera el monopolio de los produc­tores de petróleo, y esta (ventaja) aumentará con el tiempo... los alimentos nos darán influencia porque las decisiones de otras naciones dependerán de lo que hagamos”. Ver Nacía‘s, op. cit., p. 14.

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GRAFICO 4-1SINCRONIZACION DE LOS CICLOS ECONOMICOS

EN LOS PRINCIPALES PAISES INDUSTRIALIZADOS A TRAVES DE LA PRODUCCION INDUSTRIAL

(Variación porcentual anual en base a promedios trimestrales)

Fuente: The Economist, 13-VI11-77.

GRAFICO 4-JINDICE DE LOS PRECIOS DE MERCADO DE LOS PRODUCTOS BASICOS EXPORTADOS POR PAISES

DE PRODUCCION PRIMARIA (1968-70-100: en dólares de EE.UU.)

450-

400 -

•450

400

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por razones climatológicas que causaron una gran demanda alimenticia por parte de varios países, incluyendo la URSS. En este ambiente surgió el espectro de la crisis alimenticia y las predicciones pesimistas sobre el hambre en el mundo. Esto fue parcialmente utilizado por los Estados Unidos como medio de presión económico-política, sobre todo frente a los países en desarrollo. El aparente agotamiento de las materias primas creó, en ciertos medios, un clima catastrofista, siendo su más conocida expresión el Club de Roma y algunos trabajos derivados de él. (Los lími­tes del crecimiento, Modelos de Pestel-Mesarovic, etc.,). Aunque estas dificultades no se han resuelto en forma definitiva, la recesión relegó a un segundo plano estos fenómenos, causados más por razones especulativas que por motivos naturales.

Asimismo, la especulación aumentó considerablemente las dificulta­des de la industria para estimar costos y beneficios, reforzando de esta manera el clima de inestabilidad existente y estimulando las presiones inflacionarias. En este sentido, un estudio concluyó que la duplicación de los precios de los minerales y metales (ver gráfico 4-J), entre mediados de 1972 y mediados de 1974, fue responsable de un 25% de la inflación de ese período y fue en buena parte el resultado “de un torbellino de especulación"19. De este modo, Japón, por ejemplo, importó un 23% más de metales no ferrosos de los que necesitaba para su insumo industrial, según afirman los autores del referido estudio.

Por otra parte, con el importante aumento de los precios petroleros a finales de 1973, en parte determinado por factores coyunturales, apa­rece la llamada crisis energética, la cual forma parte, en cierta manera, de las actividades especulativas que señalamos anteriormente. En este caso, son las grandes compañías petroleras las principales responsables de la intensificación de la especulación (con vistas a diversificar su área de ope­raciones explorando nuevos campos energéticos), como consecuencia de las ganancias extraordinarias de 1973 y la liberación de recursos financie­ros por concepto de algunas nacionalizaciones de sus activos.

La confusa situación económica del mundo desarrollado y el im­pacto que dicha situación ejerce en los países del Tercer Mundo estimulan el surgimiento de una conciencia sobre la necesidad que tienen los países subdesarrollados de defender conjuntamente sus propios intereses frente al mundo desarrollado. Los planteamientos sobre el Nuevo Orden Econó­mico Internacional son precisamente producto de esta toma de concien­cia y también un fenómeno más de la crisis estructural que vive el sis­tema. El petróleo viene a ser el nudo central de esta reacción del Tercer

19 Se trata de un estudio realizado por Richard Cooper (sub-Secretario de Estado para Asuntos Económicos de los EE.UU.) y Robert Lawrence. Cita tomada de Business Week, "The Inflation Role of Commodity Speculation”, 22-111-76.

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Mundo frente a la actual División Internacional del Trabajo. La Organi­zación de Países Exportadores d e Petróleo (o p e p ) juega un papel estraté­gico como abanderado de los intereses del tercer mundo.

D e s e m p l e o e I n t r a n q u il id a d L a b o r a l

A p a r t ir de la segunda mitad de la década de los años sesenta, las tasas de desempleo, en la totalidad de los países industriales, tienden a elevarse sistemáticamente y registran, además, una aceleración significativa en su crecimiento durante los últimos cinco años, alcanzando niveles sin pre­cedentes desde la Segunda Guerra Mundial (véase cuadro 4.4.). Según cifras y estimaciones suministradas por el Fondo Monetario Internacional para

c u a d r o 4 .4 .

TASAS DE DESEMPLEO EN LOS PRINCIPALES PAISES INDUSTRIALES

(en porcentaje del total de la fuerza de trabajo) (1960-1977)

AñosEstadosUnidos Canadá Japón Inglaterra Francia

AlemaniaOccidental Italia

1960 5,5 7,0 1,7 2,2 1,8 0,8 4,31961 6,7 7,1 1,5 2,0 1,6 0,5 3,71962 5,5 5,9 1,3 2,8 1 >5 0,4 3,21963 5,7 5,5 1,3 3,4 1,3 0,5 2,71964 5,2 4,7 1,2 2,5 1,5 0,3 3,01965 4,5 3,9 1,2 2,1 1,5 0,3 4,01966 3,8 3,6 1,4 2,3 1,8 0,3 4,31967 3,8 4,1 1,3 3,3 2,0 1,0 3,81968 3,6 4,8 1,2 3,2 2,6 1,2 3,91969 3,5 4,7 1,1 3,0 2,4 0,8 • 3,71970 4,9 5,7 1,1 2,6 2,4 0,7 3,11971 5,9 6,2 3,4 2,6 0,9 3,11972 5,6 6,2 1,4 3,7 2,7 1,1 3,61973 4,9 5,6 1,3 2,6 2,6 1,3 3,51974 5,6 5,4 1,4 2,6 2,8 2,6 2,91975 8,5 6,9 1,9 3,9 4,0 4,7 3,31976 7,7 7,2 2,0 5,4 4,4 4,6 3,71977 6,3 8,1 1,9 5,8 5,1 4,5

Ftiente: Años 1960-69: International Economic Repon oí the Piesident o£ the United States, Washington, D.C., 1976.

Años 1970-77: Cifras recopiladas por el Fondo Monetario Internacional con base en las publicaciones estadísticas nacionales oficiales, Washington, D. C., 1978.

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el conjunto de los siete países industríales más importantes (Canadá, Es­tados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Inglaterra e Italia), el porcen­taje de desempleados con respecto al total de la fuerza de trabajo pasó de 2,8 por ciento en promedio para el período 1962-72 a 4,8 por ciento en 1978, mientras que para esas mismas fechas el crecimiento del empico pasó respectivamente de 1,0 por ciento a 1,8 por ciento.

La magnitud del fenómeno y las características que asume permiten aseverar que los países industriales han entrado en una “ ‘nueva era de alto desempleo”20; asimismo, que dicho fenómeno rebasa ampliamente el plano coyuntural ocasionado por la recesión, evidenciando problemas es­tructurales derivados de los cambios sociales, económicos y demográficos ocurridos en esos países.

Estos cambios han alterado sustancíalmente tanto la relativa estabi­lidad del equilibrio entre oferta y demanda de trabajo, prevaleciente durante la década de los 50 y mediados de la década de los años 60 como el adecuado funcionamiento de los mercados de trabajo.

En lo que se refiere a la oferta de trabajo en el conjunto de los principales países industrializados, tres factores han sido determinantes

* de su actual magnitud y composición:

a) Las tasas de crecimiento de la población registradas luego de la postguerra.

b) La variación de las tasas de actividad como producto del com­plejo de procesos sociales y económicos involucrados en el desarrollo de esos países.

c) La afluencia de grandes contingentes de trabajadores inmigran­tes durante el período 1950-1970.

En efecto, en Estados Unidos, el elevado número de jóvenes 21 hoy incorporado a la fuerza de trabajo es consecuencia del conocido baby boom

20 Véase en particular En sor, Richard y Langlois, Catherine: Injlation and Vnemployment - A neto era, Hudson Letter Special Report, Hudson Research Europe, Ltd, París 1976, pp. 1-3.

Es igualmente ilustrativo el siguiente pronóstico: “A pesar de las alentadoras noticias sobre la recuperación económica de los Estados Unidos persiste un crítico e inflexible problema. Incluso con la recuperación, el desempleo se mantendrá en un nivel muy alto: cuando menos en 5 por ciento durante el año 1980. También en Europa, economistas y políticos anticipan que, de nuevo en esta década, las tasas de desempleo no descenderán por debajo de aquellas registradas a principios de los años 70. “Why recovering economies don’t create enough new jobs”, Business Week, 22 de marzo de 1976, p. 114.

21 “De 1955 a 1974, el número de jóvenes comprendidos entre las edades de 16 a 19 años se duplicó hasta alcanzar una cifra superior a los 16 millones. Más aún, la tasa de participación de este grupo en la fuerza de trabajo en otras palabras, el porcentaje de los que están empleados o buscando trabajo— ha venido presentando un rápido y sostenido aumento por más de una década”. Véase The Business Week, 10-X-1977, p. 64.

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iniciado en los años de la postguerra y prolongándose hasta principios de los años 60 debido al aumento de la tasa de fertilidad a mediados de los años 50 (3,8%), con lo cual el número de nacimientos, cada año, superó la cifra de cuatro millones 22.

El verdadero impacto del baby boom en la economía norteameri­cana —un tanto enmascarado y retardado por el incremento de las tasas de escolaridad en el nivel superior de la educación, por las necesidades de mano de obra de una economía con evidentes signos de agotamiento, pero no todavía en franca recesión, y por la Guerra de Viet Nam 23 —co­menzó a sentirse, sin embargo, a finales de la década de los años 60, al ingresar las primeras cohortes al mercado de trabajo.

Asimismo, en Europa Occidental, las tasas de natalidad se incremen­taron sensiblemente a finales de la década de los cuarenta y principios de la década de los cincuenta. Si bien estas tasas declinaron a mediados de los años en la casi totalidad de los países, ellas alcanzaron nuevos picos a principios de los años 60, particularmente en Inglaterra, Alema­nia Occidental, Suecia, Suiza y Austria —países cuyas tasas de natalidad estaban por debajo del promedio— . Estos cambios demográficos se tra­dujeron también en una ampliación sustancial de la fuerza de trabajo y en una modificación de su composición, ocasionadas por la masiva participación de jóvenes 24.

Las consideraciones antes expuestas señalan entonces que los jó­venes de 15 a 24 años han conformado uno de los grupos de más rá­pido crecimiento y participación relativa en la fuerza de trabajo. Pero dicho grupo también ha resultado ser el más afectado por el desempleo.

En efecto, desde el inicio de los años 70, el desempleo juvenil ha venido adquiriendo proporciones alarmantes, nunca vistas hasta el presen­te, al punto tal de constituir hoy uno de los problemas más graves en el panorama económico mundial25. Como puede observarse en el Cuadro 4.5,

22 Para un análisis de las tendencias demográficas en los Estados Unidos véase el Spedal Report “Americans Change” en Businéss Week del 20-11-1978.

23 “AI terminar la guerra de Viet Nam y cesar el reclutamiento militar, el númro de jóvenes varones en el ejército acusó un descenso de'-más de un millón de personas entre 1968 y 1974; este hecho significó un elemento adicional de presión sobre el mercado de trabajo”. Véase Business Week, 10-X-1977, p. 64.

24 Véase “Europe’s rising unemploymcnt” en The Economist del 25-11-78,25 En la Conferencia cumbre sobre asuntos económicos internacionales, celebrada

en Londres en mayo de 1977, los líderes de los países desarrollados occidentales coincidieron en calificar al desempleo juvenil como un asunto de urgente atención y en promover un intercambio de ideas para enfrentarlo, en virtud de sus implicacio­nes, tanto sociales y económicas como políticas. Véase Kandell, Jonathan. “Problem of Youth Joblessness Grips West F.uropc”, The New York Times, 4-11-78.

En el caso de los Estados Unidos, un comentario de la revista Businesx Week refiere que “cualquiera que sea su medida estadística, el desempleo juvenil se mantiene como un problema significativo y aparentemente inabordable en el escenario económico nacional”, Business Week, 10-X-1977, p. 64.

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ninguno de los países industrializados considerados escapa a esta situa­ción y, en promedio, las tasas de desempleo juvenil triplican aquellas correspondientes a los adultos.

Según el diagnóstico26 efectuado por la o c d e sobre el desempleo juvenil durante el período 1960-1976, cuatro elementos dan cuenta de la extensión y del aprovechamiento del desempleo juvenil:

1. La amplitud del problema: Para el conjunto de países que inte­gran la o c d e , la tasa de desempleo juvenil se situó en 10,7 p o r ciento en 1976, lo cual en términos absolutos significó 6,9 millones de jóvenes desempleados; dicho de otra manera, ellos representaron el 44 por ciento del total de desempleados27.

Para el año 1977, en Alemania, el 20 por ciento de los desempleados eran jóvenes menores de 25 años; en Francia, Inglaterra e Italia, las cifras correspondientes fueron, respectivamente, 35 por ciento, 28 por ciento y 60 por ciento28.

En los Estados Unidos, en 1977, el desempleo juvenil alcanzó una tasa equivalente a 17,5 por ciento; para los jóvenes negros en dicho país, la situación resultó ser aún más grave, por cuanto el 40,4 por ciento del total de negros comprendidos entre las edades de 16 a 19 años se encon­traban sin empleo. 29

2. La duración del desempleo entre los jóvenes: Debido a la alta tasa de rotación de este grupo en el mercado de trabajo, el desempleo para sus integrantes era generalmente de corta duración. Sin embargo, al incrementarse el desempleo global, la duración promedio de inactividad tiende a alargarse. En consecuencia, lo que antes se consideraba como un corto período de dificultades transitorias, deviene actualmente una situa­ción difícil que se prolonga cada vez más. En Inglaterra, por ejemplo, la duración promedio del desempleo entre los menores de 18 años, que para 1970 era inferior a tres semanas, era estimada en más de once semanas en 1977. En Francia, el 56 por ciento de los jóvenes desempleados había

26 Véase O.C.D.E., L'Observateur de VO.CDJL. N? 90, París, Enero 1978, pp. 68.27 O.C.D.E. op. cit. p. 6.28 The Business Week, l-VIII-77, p. 21.29 The Business Week. 19-IX-77, p. 196.

En relación con el caso de los jóvenes negros, el economista Bemard Anderson, de la Whazton School de la Universidad de Pcrmsylvania, expresa que “sin lugar a dudas el desempleo de los negros constituye el problema más serio que se confronta hoy en el mercado de trabajo norteamericano’*, anotando que por más de una década la tasa de desempleo de dicho grupo ha estado por encima del 25 por ciento, hasta alcanzar 40 por ciento en los últimos años. En términos de B. Anderson, las dimensiones del oroblema se evidencian si se considera que la participación de los jóvenes negros en la fuerza de trabajo ha venido disminuyendo al mismo tiempo que el número de estos jóvenes sigue creciendo. Véase Business Week, 10-X-77, p. 70.

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permanecido, en 1971, al menos doce semanas sin trabajo; en 1976 ellos representaban el 68 por ciento de un total absoluto mucho más elevado. En Estados Unidos, el 35 por ciento de los desempleados entre 16 y 19 anos había estado inactivo durante más de quince semanas en 1976, en comparación con el 30 por ciento en 1965 30.

3. La incidencia del desempleo juvenil: Debido a su creciente dura­ción y amplitud, el mismo se ha extendido a diferentes categorías de in­dividuos, siendo afectados no sólo aquellos desertores del sistema edu­cativo formal —en número relativamente restringido— sino también los egresados de dicho sistema con distintos niveles de formación profe­sional y los estudiantes de las ramas superiores que necesitan de un empleo a tiempo parcial para sufragar sus estudios y fortalecer su preparación mediante la adquisición de alguna experiencia práctica81.

4. El costo del desempleo juvenil: Dados los altos niveles alcanza­dos en la actualidad, el desempleo juvenil significa, desde el punto de vista económico, un peso adicional en los costos sociales y, por lo tanto, un aumento del gasto público global; asimismo expresa una nueva modalidad de desempleo estructural, producto del desarrollo mismo del modelo de la postguerra. Este desperdicio de la fuerza de trabajo joven es otra de las nuevas manifestaciones que ofrece la actual crisis a las pautas tradi­cionales del comportamiento del sistema. En efecto, el comportamiento histórico muestra un marcado sesgo en favor del consumo intensivo de mano de obra joven con envejecimiento acelerado. Condiciones tecnoló­gicas y sociales favorecen ahora la mano de obra madura frente a la joven.

El desempleo juvenil no puede atribuirse únicamente a factores de orden coyuntural, en otras palabras, a los efectos del rápido crecimiento de la oferta de mano de obra en un período de contracción de la deman­da. En efecto, mucho antes de ocurrir la recesión económica, el porcen­taje de jóvenes con respecto al total de desempleados estaba por encima de los límites normales en países tales como Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia e Inglaterra. En otros países, como era el caso de Alemania

30 Véase O.C.D.E., op. cit., p. 7.31 Evidentemente, “los más vulnerables son los más jóvenes, los que buscan su

primer empleo y aquellos cuya educación es menos buena. Según las estadísticas publicadas por los países que establecen una correlación entre el desempleo, la edad, el sexo y el nivel de educación y formación profesional, la mayoría de los jóvenes que pierden su empico no poseen ninguna formación profesional o son cuando más obreros especializados. Por lo contrario, también se observa que en Alemania Occidental, en 1976, un tercio de los desempleados menores de veinte años tenía una capacitación o había cursado una enseñanza profesional, lo que demuestra que la adquisición de una formación profesional o de destrezas no constituye en sí una protección infalible contra el desempleo”, Melvytt, P ., “Le chômage des jeunes dans les pays industrialisés à économie de marché” en Problèmes Economiques, N- 1544, 27-X-77, p. 4.

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Occidental, el fenómeno estaba enmascarado por el alto nivel general del empleo. Hoy, incluso en los pocos países donde el desempleo es relativa­mente bajo —Noruega y Suecia entre otros— , la proporción de jóvenes desempleados alcanza el doble o el triple de aquella correspondiente a los adultos.

Los resultados de las investigaciones realizadas en los principales países industrializados por comisiones oficiales, acerca de la situación de los jóvenes en los mercados de trabajo, coinciden en señalar que dicha situación evidencia una tendencia estructural a agravarse debido a la per­sistencia de las causas32 que la generan. Entre estas últimas destacan —además de la evolución demográfica— las siguientes:

a) La incertidumbre de los empresarios en cuanto a la productivi­dad de los jóvenes y al lapso de tiempo del trabajo solicitado; esta in­certidumbre, sin consecuencias en períodos de pleno empleo, afecta nega­tivamente a los jóvenes en momentos de reducción de la demanda de tra­bajo, por cuanto los empresarios prefieren reclutar y/o mantener en sus puestos a trabajadores adultos experimentados y con cierta antigüedad y no asumir los costos de formación que generalmente conlleva la incorpo­ración de jóvenes33.

Otros elementos inciden también en las preferencias de los empre­sarios, colocando a los jóvenes en desventaja en el mercado de trabajo. Ellos son, en particular, las disposiciones institucionales y legales sobre el trabajo de menores y la elevación del salario mínimo34 al hacer poco rentable, al menos en el corto plazo, la contratación de jóvenes sin expe­riencia y sin formación profesional.

b) Los reglamentos laborales promulgados por los gobiernos y los acuerdos establecidos en la contratación colectiva, que favorecen la se­guridad en el empleo y el reenganche en la mayoría de los casos basados

32 Para un análisis exhaustivo de las causas estructurales del desempleo juvenil en los países industrializados, véase Melvyn, P., op. cit., pp. 4 a 7.

33 “En una economía de mercado cuyo eje es la rentabilidad, los trabajadores cuyos antecedentes son los más apropiados' para reducir los costos de formación al mínimo, son los primeros a quienes se les ofrece un empleo... En el caso de los trabajadores adultos y con experiencia, las calificaciones profesionales (entre las cuales incluimos la confianza que se Ies puede otorgar y la puntualidad) son tomadas en cuenta para la selección, en la medida en que ellas permiten reducir los gastos ocasionados por la formación”. Thurhw, Lester C., Generating Inequality, McMillan, Londres, 1976, p. 87, Citado por Melvyn, P., op. cit., p. 5.

34 “En un artículo publicado en la Revista de Economía y Estadística de Harvard, el economista James F. Ragan, del Banco de la Reserva Federal de New York, presenta ren términos econométricos una evidencia acerca de la contribu­ción del salario mínimo al desempleo juvenil. Utilizando datos desagregados sumi­nistrados por la Oficina de Estadísticas Laborales, Ragan establece que las re­formas efectuades en 1966 al “Fair Labor Standard Act”, elevando el salario mí­nimo en forma escalonada de $ 1,25 la hora en 1966 a. $ 1,60 en 1968, contri­buyeron a incrementar la tasa de desempleo juvenil en 3,8 puntos”. Véase The Business Week, 22-VIII-77, p. 14.

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en la antigüedad 38, constituyen también una desventaja para los jóvenes trabajadores cuyo período de actividad es evidentemente corto, acentuan­do el carácter fijo de los costos de la mano de obra y propiciando el desarrollo de “mercados internos de trabajo” dentro de las propias em­presas. De esta manera tienden a quedar para los jóvenes aquellos em­pleos menos estables y menos exigentes en términos de las calificaciones requeridas.

c) La crisis de los sistemas educativos —particularmente en los niveles medio y superior — , a menudo enmascarada en los planteamientos tradicionales, expresados en términos de “disfuncionalidad o incapacidad del sistema educativo para responder a las necesidades del mercado de trabajo” .

La expansión de la educación y los incrementos registrados en las tasas de escolaridad durante los años 60 y 70 y la desvalorización crecien­te de los títulos universitarios parecen evidenciar que la crisis contem­poránea de la educación en las sociedades industrializadas “reside menos en una limitación del derecho a los estudios que en la negativa del derecho al trabajo: al trabajo productivo y libremente elegido” 38.

La separación institucional de la educación con el mundo del tra­bajo y de la producción afecta de manera diferencial a los jóvenes según el nivel alcanzado por ellos. Los que egresan de los sistemas educativos habiendo cursado solamente los años de escolaridad obligatoria y acuden por primera vez al mercado de trabajo, sin mediar transición alguna que signifique adquisición de una formación profesional básica o una expe­riencia mínima, encuentran escasas posibilidades de colocación y se ven obligados a desempeñar tareas mecánicas y rudimentarias sin mayores perspectivas de superación. En cuanto a los técnicos y graduados univer­sitarios, su insatisfacción —producto de la dificultad para conseguir em­pleos acordes con su preparación y expectativas— se refleja en altas tasas de rotación y en un alargamiento del tiempo dedicado a la búsqueda de trabajo.

La situación antes descrita resulta aún más crítica si se toma en con­sideración, por una parte, que, debido fundamentalmente a las medidas de racionalización y reacondicionamiento introducidas en varias ramas industriales, las oportunidades de entrenamiento ofrecidas por las empresas han disminuido de manera sensible en la mayoría de los países industria­

35 En Italia, por ejemplo, al quedar vacante un cargo, las empresas deben es­coger en primer lugar entre los trabajadores despedidos durante el año anterior por razones de reducción del personal.

E n Alemania, tanto las medidas legislativas como las negociaciones sindicales han reforzado la estabilidad laboral para los grupos de trabajadores adultos. Véase Melvyn, P., op. cit., p. 5.

36 Véase Lettiere, Antonio: “La Fábrica y la Escuela’ en Gorz, André: Crítica de la división del trabajo, Editorial Laia, Barcelona, 1977 p. 254.

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lizados desde principios de los años 70; y, por otra parte, que los gobier­nos confrontan serias restricciones para desarrollar amplios programas de formación profesional, entre otras razones, por el peso que representan dichos programas en el gasto público en momentos en que el déficit fiscal crónico tiende a incrementarse.

Una de las variaciones más importantes ocurridas en relación con las tasas de actividad de la fuerza de trabajo en los principales países industriales tiene que ver indudablemente con el aumento sostenido de la tasa de actividad de las mujeres durante las dos últimas décadas87. Diversos factores explican el ingreso masivo y creciente de las mujeres en el mercado de trabajo. Entre ellos destacan la emergencia de nuevas actitudes, concepciones y reivindicaciones relativas a su papel en la so­ciedad; la incidencia de las presiones inflacionarias sobre los presupuestos familiares; la ampliación de las oportunidades de formación ofrecidas a la mujer; y la aplicación, por parte de los gobiernos, de empleo, así como también de medidas relativas a la familia y a la infancia que facilitan a la mujer casada o jefe de familia el desempeño de una actividad re­munerada.

Como grupo de la fuerza de trabajo, las mujeres han sido particu­larmente afectadas por el desempleo en la casi totalidad de los países industrializados38. Sobre todo aquellas ubicadas en los sectores producti­

37 "En los Estados Unidos, desdo I960, el porcentaje de mujeres que buscan traba­jo ha pasado de 37,8 por ciento a 46,6 por ciento mientras que el porcentaje de hambres ha disminuido de 84 por ciento a 78,5 por ciento”. Business Week, 22-111-1976,, p. 116.

“En 1977, 36 millones de mujeres norteamericanas ejercían una profesión o estaban registradas en la categoría de los que buscan empleo... Pero ese mismo año “de cada cinco mujeres casadas comprendidas entre las edades de 18 a 44 años, tres tra­bajan”. Colites, G., “Le chômage et la politique de l’emploi du nouveau prési­dent”, en Problèmes Economiques, N? 1514, Paris, Marzo 1977, p. 8.

En los países miembros de la O.CX)£., la situación es similar: rápido aumento de la tasa de actividad de las mujeres y leve disminución de aquella correspondiente a los hombres. Incluso durante los años de la recesión, la tasa de actividad de las mujeres se ha incrementado en once de los catorce países. Véase “Les femmes et la récession” en L’Observateur de VO.C.D.E., N? 83, Paris, Sept-Oct. 1976, p. 23-31.

38 En los Estados Unidos, según cifras del Departamento del Trabajo, la tasa de desempleo de las mujeres de 25 años y más era equivalente, en 1977, a 6,7% mientras que para los hombres la tasa era de 4,7%. Véase The New York Tintes, 12-1*1978.

En Inglaterra, el número de mujeres buscando empleo se incrementó a una tasa que duplica aquella de los hombres durante los últimos dos años.

En Francia, el desempleo femenino ha crecido durante los últimos tares años a una tasa equivalente a más del doble de aquella de los hombres. Del total de personas que integran la fuerza de trabajo (23 millones), las mujeres suman 8 mi­llones y ellas representan más de la mitad de los desempleados (1,2 millones). Véase The New York Times, 10-IV-78.

En Alemania, las mujeres representaron en 1976 el 51% del total de desemplea- dos; ello significó para esta categoría de personas una tasa de desempleo igual a 5,9% mientras que para los hombres la tasa de desempleo fue de 4,5% Cicurel- Duplat, Claude A ., “Le chômage en Allemagne Fédérale” en Problèmes Econo­miques, N- 1516, Paris, Marzo 1977, p. 13.

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vos 39. Un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo sobre el empleo femenino en cuatro países europeos (Francia, Inglaterra, Bélgica y Suecia) confirma que las mujeres confrontan mayores dificulta­des que los hombres para encontrar un trabajo estable y adecuado, per­maneciendo desempleadas durante períodos más largos.

De manera similar a los jóvenes, las mujeres resultan desfavorecidas por las disposiciones legales y contractuales que se basan en la antigüe­dad y que implican, por tanto, que las personas con menos tiempo de servicio son las primeras despedidas; en efecto, debido a sus responsabi­lidades familiares, tienden a entrar y salir del mercado de trabajo más fre­cuentemente que los hombres. Por otra parte, a pesar de que en la ma­yoría de los países las leyes laborales garantizan a ambos sexos salarios iguales para trabajos iguales, en los hechos subsisten prácticas discrimina­torias que significan salarios más bajos y restricciones en cuanto a las oportunidades de empleo ofrecidas a las mujeres.

Además del baby boom de la postguerra y del aumento en la tasa de actividad de las mujeres, los flujos migratorios han constituido el tercer factor importante que ha contribuido a ampliar sustantivamen­te la fuerza de trabajo en los principales países industrializados. En efec­to, durante los años de auge económico correspondientes a las décadas 50 y 60, arribaron a los países de Europa Occidental grandes contingentes de trabajadores provenientes del Medio Oriente, Africa, Europa Meridio­nal y Sur de Asia. En la actualidad, ellos alcanzan un total de 7,5 millones, a los cuales se suman 5,5 milones de personas entre familiares y dependientes40. Dichos trabajadores se ubican generalmente en los gran­des centros urbanos y ocupan los empleos peor remunerados en los sec­tores de servicios y aquellos que los europeos rechazan en los sectores industriales41. Estos inmigrantes, en su mayoría trabajadores manuales con un nivel muy bajo de calificación, figuran entre las principales víc­timas del deterioro creciente de la situación del empleo; son los prime­ros afectados por los despidos masivos y los planes de racionalización y reducción de mano de obra aplicados por las industrias.

39 En 1976, el empleo femenino en la industria acusó una reducción del 1096 en Alemania Federal y del 8% en los Estados Unidos. Véase L'Observateur de ¡-O.C.D.E., N? 83, París, Sept.-Oct. 76, p. 29.

40 ICandelI, J. “Inmigrant Workers in Europe are easy targets for politicians as Jobs tighten” en The New York Times, 14-11-78. Tomados en conjunto los tra­bajadores inmigrantes constituyen lo que algunos autores denominan “el décimo miembro del Mercado Común". Véase Ball, R., “How Europe created its mino­rity problem” en Fortune, Die. 1973, p. 131.

41 En Francia, por ejemplo son construidos o ensamblados por los trabajadores inmigrantes dos de cada cinco unidades de vivienda, uno de cada tres kilómetros de carretera y uno de cada cuatro automóviles, The New York Times, 14-11-78.

En Alemania Federal (Munich, Frankfurt, Stuttgart) el 50% de los recolectores de basura y 70 a 85% de los barrenderos son extranjeros, Fortune, Die. 1973.

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La presencia de grandes masas de trabajadores extranjeros o mino­rías nacionales en los grandes centros industrializados es otro aspecto más de la intemacionalizadón de la economía y, al mismo tiempo, un factor novedoso en el comportamiento de las crisis laborales, las cuales todavía se plantean en términos puramente nacionales.

Como señaláramos en un capítulo anterior, la configuración espacial del mundo de la postguerra se caracteriza por la existencia de un “cen­tro” desarrollado y una “periferia” formada por los países del Tercer Mundo. En los siglos anteriores y hasta la postguerra los flujos migrato­rios se dirigían principalmente de Europa hacia los territorios de coloni­zación en América, Africa y Australia. Se trataba de un aspecto más de la expansión europea hacia el resto del mundo y era consecuencia del desarrollo del capitalismo de Europa. En efecto, el desarrollo de la má­quina y las crisis económicas, sociales y políticas que convulsionaron al Viejo Continente durante los siglos de consolidación del capitalismo, fue­ron expulsando a millones de europeos de sus lugares de origen. En este sentido se trata de un fenómeno análogo y concomitante a la expansión comercial y financiera de Europa, la cual condujo a la conformación de un sistema económico internacional basado en economías nacionales vincu­ladas entre sí por esos flujos mercantiles, financieros y humanos que por sus características reafirmaban, cada uno de ellos, la supremacía de los europeos sobre el mundo.

Los flujos migratorios que se reanudan a partir de la postguerra en sus primeros años no se distinguen de las migraciones anteriores, pero pau­latinamente van desarrollando características nuevas hasta convertirse en un fenómeno cualitativamente diferente. En efecto, en la inmediata post­guerra, la corriente migratoria se origina desde las propias áreas subde- sarrolladas del mundo industrializado, o de sus zonas adyacentes, hacia el centro industrial o hacia las áreas tradicionales de migración. Los eu­ropeos en general hacia los Estados Unidos, América Latina, Africa del Sur y Australia; los nativos de Europa Meridional y del resto del Medi­terráneo hacia el norte de Europa; los alemanes orientales hacia Alemania Occidental; los italianos del Sur hacia Italia del Norte, Alemania, Suiza, Francia; y así sucesivamente.

Pero en la medida en que estas reservas “naturales” de mano de obra se van agotando, aparecen nuevos flujos migratorios desde zonas más alejadas. Estos contingentes de inmigrantes de zonas remotas no se dirigen solamente hacia los Estados Unidos, que desde finales del siglo pasado venía absorbiendo grupos de inmigrantes extranjeros, sino tam­bién hacia Europa. Inmigrantes del Caribe, Africa negra, Sureste Asiático, Indonesia, Pakistán, India, etc., se agregan a los viejos contingentes de

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italianos, españoles, yugoslavos, turcos y norafricanos presentes en los países industriales de Europa.

Este flujo de inmigrantes del Tercer Mundo hacia el centro industria­lizado en su conjunto constituye un fenómeno nuevo que indica la inci­piente formación de un mercado de trabajo mundial. Se trata de un as­pecto complementario a la internacionalización del capital que, al igual que este último, desarticula la economía nacional. Si comparamos ambos efectos sobre el Estado Nacional, podemos afirmar que mientras el capi­tal transnacional incide mucho más en la desarticulación de la economía nacional, la internacionalización del trabajo tiene efectos mayores en la erosión de la cohesión social y cultural. A medida que la masa humana que se desplaza a través de las fronteras aumenta, su transculturización también afecta a la población que permanece radicada en su lugar de origen, con lo cual el Estado Nacional va perdiendo su especificidad cul­tural. De todos modos, aún estamos lejos de esta situación y, si bien las migraciones laborales actuales son síntoma inequívoco de la formación de una economía transnacional, en lás circunstancias actuales refuerzan la capacidad del Estado para morigerar las crisis laborales.

La propiedad territorial en la que se basa el Estado Nacional se expresa como derecho político privativo de los nacionales frente a los extranjeros. Este derecho, plasmado en las layes y consagrado por la cos­tumbre, convierte a los extranjeros en un cuerpo social móvil que puede ser utilizado libremente para compensar los desajustes sociales de cada país. La falta de derechos políticos y aun de derechos cívicos anula su capacidad de contratación laboral. Además, su diferenciación cultural obstaculiza muchísimo su integración al resto de la sociedad nacional. Esta, por su parte, responde con el desarrollo de una serie de prejuicios ra­ciales y sentimientos xenófobos que los hacen sumamente vulnerables en épocas de crisis. Estos hechos, aunados a su baja calificación técnica, hacen que la mano de obra inmigrante en Europa y las minorías étnicas en los Estados Unidos no afecten en absoluto el poder de contratación de la mano de obra “autóctona”, puesto que los extranjeros no compi­ten por los mismos puestos; además, son empleados cuando escasea la oferta local y son los primeros en ser despedidos y repatriados en épocas de recesión, sin que esto tenga repercusiones sociales y políticas naciona­les, gracias a esa discriminación jurídica y social asentada en la tradición del Estado Nacional.

De manera que el Estado puede utilizar al contingente extranjero para amortiguar los efectos de la recesión sin mayores problemas políti­cos. También de este punto de vista las nuevas migraciones se diferencian de las viejas. Los inmigrantes europeos, en Estados Unidos y otras partes, solían competir con los nativos, presionando negativamente el nivel de

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salarios; además, la discriminación social contra ellos hacía más lenta, pero no impedía su integración social. Así, pues, por una parte disminuían el poder de contratación de la mano de obra local y por la otra se con­vertían en un problema político en las épocas de crisis.

Si tomamos en cuenta las características de la fuerza laboral ex­tranjera en los países europeos y de las minorías étnicas en los Estados Unidos, podemos afirmar que los indicadores de desempleo subestiman el problema, debido a que no registran los movimientos de estos “mar­ginales” transnacionales. Además, vale la pena notar que estos trabajado­res son la contrapartida de la nueva clase trabajadora blanca. En efecto, mientras los inmigrantes siguen presionados por el desempleo, la falta de organización sindical y de derechos políticos que les permitan asegurarse las condiciones mínimas de supervivencia, independientemente del ciclo económico, los trabajadores nacionales tienen garantizado ese mínimo me­diante una serie de mecanismos, legales y sociales. De manera que puede establecerse una analogía entre la situación de esos obreros inmigrantes y los trabajadores de las primeras décadas de la industrialización en el siglo pasado, a la vez que se destaca el nuevo carácter de los obreros nacionales, los cuales manifiestan su descontento desde una situación totalmente diferente.

En los últimos años de la década de los sesenta, cuando empiezan los primeros síntomas de la crisis, se da un auge de la combatividad laboral. Se asiste, en esos años, a una verdadera ola de huelgas en Francia, Italia, Inglaterra y en casi todos los países desarrollados (ver Cuadro 4.6). Pero, además de esto, aparecen otras formas de inestabilidad laboral, como son la indisciplina en el trabajo42 (ausentismo, descontento, trabajo a desga­no), el deseo de aumentar el tiempo libre y la aspiración a una mejor

42 A propósito del problema de la indisciplina laboral, son particularmente ilus­trativos los resultados de una encuesta realizada por la revista Business Week sobre las condiciones de trabajo de algunas de las industrias más importantes de Estados Unidos. En dicha encuesta, los empleadores manifiestan, de manera uniforme, reite­radas quejas acerca de las prácticas restrictivas de trabajo, el alargamiento abusivo de la hora de almuerzo y de los recesos para el café, lentitud y falta de interés. Todos coinciden, además, en señalar a las actitudes de los trabajadores y a las normas sindicales como el freno más importante en lo que a productividad se refiere. Por otra parte, analizando la evolución de las actitudes hacia el trabajo desde el siglo xviii hasta el presente, un comentarista de Business Week escribe que en los Estados’'Unidos "el ausentismo se incrementa mientras que la moral b aja ... Debido en parte a la mecanización y la automatización, el trabajador siente menos orgullo y menos interés en relación con sus tareas. Lo que una vez fue una sólida ética laboral en Norteamérica, se ha debilitado críticamente”.

Tomando un caso concreto —el de la industria automotriz por ejemplo— , Richard C. Gerstenberg, Director en la General Motors, aporta los siguientes datos: “En GM, el ausentismo ha alcanzado en algunos momentos una tasa del 2096 y en promedio dicha tasa se ha situado por encima del 5% desde 1968 para el conjunto de la fuerza de trabajo pagada por hora. Estos porcentajes se con­trastan con aquellos de 2 a 3% en los primeros años de la década de los 60”. Véase Business Week, 9-IX-72, p. 100.

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CUADRO 4 .6 .DIAS DE TRABAJO PERDIDOS POR CONFLICTOS LABORALES

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