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La Cristología es la parte de la Teología que trata de Nuestro Señor Jesucristo. Si bien abarca en su totalidad las doctrinas que se refieren tanto a la persona de Cristo como a sus obras, sin embargo el presente artículo se limitará a la consideración de la persona de Cristo. Del mismo modo, no invadiremos el territorio del historiador o del teólogo veterotestamentario, quienes dan cuenta de s us perspectivas en los artículos titulados JESUCRISTO y MESÍAS. Podemos decir que el campo del presente escrito es la teología de la persona de Jesucristo vista a la luz del Nuevo Testamento y desde el punto de vista cristiano. La persona de Jesucristo es la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo o la Palabra del Padre, quien “se encarnó de la Santísima Virgen por obra del Espíritu Santo y se hizo hombre”. Tales misterios, aunque ya habían anunciados en el Antiguo Testamento, fueron revelados en su totalidad en el Nuevo y desarrollados con claridad en la Tradición Cristiana y la Teología. Por eso estudiaremos nuestro tema bajo el triple aspecto del Antiguo Testamento, del Nuevo Testamento y de la Tradición Cristiana. Contenido [ocultar ] 1 ANTIGUO TESTAMENTO 2 NUEVO TESTAMENTO o 2.1 Cristología Paulina o 2.2 La humanidad de Cristo en las epístolas paulinas o 2.3 La divinidad de Cristo en las epístolas paulinas o 2.4 Cristología de las Epístolas Católicas o 2.5 La Epístola de Santiago o 2.6 La creencia de San Pedro o 2.7 Epístola de San Judas o 2.8 Cristología Juanina o 2.9 Cristología de los Sinópticos

La Cristología Es La Parte de La Teología Que Trata de Nuestro Señor Jesucristo

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Page 1: La Cristología Es La Parte de La Teología Que Trata de Nuestro Señor Jesucristo

La Cristología es la parte de la Teología que trata de Nuestro Señor Jesucristo. Si bien abarca en su totalidad las doctrinas que se refieren tanto a la persona de Cristo como a sus obras, sin embargo el presente artículo se limitará a la consideración de la persona de Cristo. Del mismo modo, no invadiremos el territorio del historiador o del teólogo veterotestamentario, quienes dan cuenta de sus perspectivas en los artículos titulados JESUCRISTO y MESÍAS. Podemos decir que el campo del presente escrito es la teología de la persona de Jesucristo vista a la luz del Nuevo Testamento y desde el punto de vista cristiano.

La persona de Jesucristo es la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo o la

Palabra del Padre, quien “se encarnó de la Santísima Virgen por obra del Espíritu

Santo y se hizo hombre”. Tales misterios, aunque ya habían anunciados en el Antiguo

Testamento, fueron revelados en su totalidad en el Nuevo y desarrollados con

claridad en la Tradición Cristiana y la Teología. Por eso estudiaremos nuestro tema

bajo el triple aspecto del Antiguo Testamento, del Nuevo Testamento y de la

Tradición Cristiana.

Contenido

 [ocultar] 

1 ANTIGUO TESTAMENTO

2 NUEVO TESTAMENTO

o 2.1 Cristología Paulina

o 2.2 La humanidad de Cristo en las epístolas paulinas

o 2.3 La divinidad de Cristo en las epístolas paulinas

o 2.4 Cristología de las Epístolas Católicas

o 2.5 La Epístola de Santiago

o 2.6 La creencia de San Pedro

o 2.7 Epístola de San Judas

o 2.8 Cristología Juanina

o 2.9 Cristología de los Sinópticos

3 TRADICIÓN CRISTIANA

o 3.1 Humanidad de Cristo

o 3.2 La divinidad de Cristo

o 3.3 Unión Hipostática

4 Véanse también las siguientes obras:ANTIGUO TESTAMENTO

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De lo anterior creemos que queda claro que aquí el Antiguo Testamento no se

considera desde la óptica del escriba judío, sino de la del teólogo cristiano. El mismo

Jesucristo fue el primero en usarlo de esa manera al repetir sus referencias a los

pasajes mesiánicos de los escritos proféticos. Los apóstoles vieron en esas profecías

muchos argumentos a favor de las enseñanzas y proclamaciones de Jesucristo.

También los evangelistas están familiarizados con ellas, aunque su recurso a ellas es

menos frecuente que el de los escritores patrísticos. Incluso los Padres o proponen el

argumento profético en términos generales o citan profecías específicas. Pero con ello

prepararon el terreno para una comprensión más profunda de la perspectiva histórica

de las predicciones mesiánicas que comenzaron a tener fuerza en los siglos XVIII y

XIX. Dejaremos la explicación del desarrollo histórico de las profecías mesiánicas

para el escritor del artículo MESÍAS y haremos una sencilla llamada de atención a las

predicciones proféticas acerca de la genealogía, el nacimiento, la infancia, los

nombres, los oficios, la vida pública, los sufrimientos y la gloria de Cristo.

Las referencias a la genealogía humana del Mesías son numerosas en el Antiguo

Testamento. Se le representa como la semilla de la mujer, el hijo de Sem, el hijo de

Abraham, Isaac y Jacob, el hijo de David, el príncipe de los pastores, el retoño de la rama

del cedro (Gen 3, 1-19; 9, 18-27; 12, 1-9; 17, 1-9; 18, 17-19; 22, 16-18; 26, 1-5; 27, 1-15;

Num 24, 15-19; II Re 7, 1-16; 1 Cro 17, 1-17; Jer 23, 1-8; 33, 14-26; Ez 17). El Salmista

real exalta la genealogía divina del futuro Mesías en las palabras: “Tú eres mi hijo, yo te

he engendrado hoy“ (Sal 2,7).

Los profetas frecuentemente hablan del nacimiento del Mesías esperado y lo ubican en

Belén de Judá (Mi 5,2-14); determinan su tiempo por de la sucesión del cetro de Judá (Gn

49,8-12), por las setenta semanas de Daniel (9,22-27) y por el “breve tiempo” mencionado

en el libro de Ageo (2,1-10). Los visionarios del Antiguo Testamento también vieron que

el Mesías había de nacer de una madre virgen (Is 7,1-17) y que su apariencia, al menos la

pública, sería antecedida por un precursor (Is 40, 1-11; Mal 4,5-6).

Ciertos eventos conectados con la infancia del Mesías fueron considerados tan importantes

que constituyen el objeto de predicciones proféticas. Entre esas está la adoración de los

magos (Sal 81,1-17), la matanza de los Inocentes (Jer 31,15-26) y la huída a Egipto (Os

11,1-7). Indudablemente que en el caso de estas tres profecías, como en el de muchas

otras, su cumplimiento es su mejor comentario, pero ello no ignora el hecho de que los

eventos a que aluden fueron realmente predichos.

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Probablemente haya menor necesidad de insistir en las predicciones referentes a los más

conocidos nombres y títulos mesiánicos, dado que significan menor dificultad. En las

profecías de Zacarías el Mesías es llamado “Oriente” o, según el texto hebreo, “el

Germen” (3; 6,9-15) ; en el libro de Daniel es el “Hijo del Hombre” (7); en Malaquías es el

“Ángel de la Alianza” (2,17; 3,6); en Isaías es el “Salvador” (51,1; 52,12; 62); el “Siervo

del Señor” (49), el “Emmanuel” (8,1-10), el “Príncipe de la Paz” (9,7).

Los oficios mesiánicos se consideran en forma general en la parte posterior de Isaías (61).

En particular, se considera al Mesías como un profeta en el libro del Deuteronomio (18,9-

22); como rey en el cántico de Ana (I Re 2,1-10) y en el canto real del Salmista (44); como

sacerdote en la figura sacerdotal de Melquisedec (Gn 14,14-20) y en las palabras del salmo

109: “sacerdote para siempre”; como Goel, o libertador, en la seguda parte de Isaías (63,1-

6); como mediador del Nuevo Testamento, bajo la forma de una alianza con el pueblo (Is

42,1; 43,13), y de la luz de los gentiles (Is 49).

En cuanto a la vida pública del Mesías, Isaías nos da una idea general de la totalidad con

que el Espíritu se le da al Ungido (11,1-16), y del trabajo mesiánico (4). El Salmista

presenta una descripción del Buen Pastor (22). Isaías resume los milagros mesiánicos (35).

Zacarías exclama: “Regocíjate grandemente, Hija de Sión”, prediciendo así la solemne

entrada de Cristo a Jerusalén. El Salmista se refiere a ese mismo evento cuando menciona

la alabanza que sale de la boca de los infantes (8). Y para citar de nuevo el libro de Isaías,

el profeta predice el rechazo del Mesías a través de una alianza con la muerte (27) y el

salmista alude al mismo misterio cuando habla de la piedra rechazada por los constructores

(117, 22).

¿Hará falta mencionar que los sufrimientos del Mesías fueron totalmente predichos por los

profetas del Antiguo Testamento? La idea general de una víctima mesiánica aparece en el

contexto de las palabras “ni sacrificio ni oblación querías” (Sal 39,7), en el pasaje que

inicia con la resolución “queremos poner madera en su pan” (La Biblia de Jerusalén

traduce: “Destruyamos el árbol en su vigor”. Véase la nota explicativa, N.T.) (Jer 11), y en

el sacrificio descrito por el profeta Malaquías (1). Además, la serie de acontecimientos

particulares que constituyen la historia de la Pasión de Cristo ha sido descrita por los

profetas con notable minuciosidad. El Salmista se refiere a la traición en las palabras:

“Hasta mi amigo íntimo (“mi hombre de paz”. Cfr. Biblia de Jerusalén. N.T. ) en quien yo

confiaba, el que mi pan comía, levanta contra mi su calcañar” (40,10); y Zacarías sabe de

las “treinta piezas de plata” (11); el Salmista que ora desde la angustia de su alma es figura

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de Cristo en su agonía (54); su captura está profetizada en las palabras “perseguidle...

apresadle” y “Se atropella la vida del justo” (Sal 70,11; 93,21); el juicio fundado en falsos

testimonios puede encontrarse representado en las palabras “Pues se han alzado contra mi

falsos testigos, que respiran violencia” (Sal 26,12); la flagelación está retratada en la

descripción del Varón de dolores (Is 52,13; 53,12) y en las palabras “Ellos se ríen de mi

caída, se reúnen, sí, se reúnen contra mi; extranjeros que yo no conozco desgarran sin

descanso” (Sal 34,15); la suerte del traidor queda dibujada en las imprecaciones del salmo

108; la crucifixión es mencionada en los pasajes “¿Qué son esas llagas en medio de mis

manos?” (Zac 13), “Condenémosle a la muerte más vergonzosa” (Sal 2), y “Han taladrado

mis anos y mis pies” (Sal 21). La oscuridad milagrosa sucede en Am 8; la hiel y el vinagre

son mencionados en el salmo 68; la herida del costado de Cristo es anunciada en Zac 12.

El sacrificio de Isaac (Gn 21,1-14), el cordero sacrificial (Lev 16, 1-28), las cenizas de la

purificación (Num 19, 1-10) y la serpiente de bronce (Num 21, 4-9) tienen un lugar

prominente entre las figuras del Mesías sufriente. El capítulo tercero de las Lamentaciones

es considerado correctamente como el discurso funerario de nuestro Redentor sepultado.

Por último, la gloria del Mesías ha sido prevista por los profetas del Antiguo Testamento.

El contexto de frases tales como “Me he levantado porque el Señor me ha protegido” (Sal

3), “Mi carne descansará segura” (Sal 15), “Él se levantará al tercer día” (Os 5,15; 6,3),

“Oh muerte, yo seré tu muerte” (Os 13,6-15 a), y “Sé que mi redentor vive” (Job 19, 23-

27) llevaban al devoto creyente judío a algo más que una simple restauración temporal,

cuyo cumplimiento comenzó a cumplirse en la resurrección de Cristo. Este misterio

también está implícito, al menos como tipología, en las primeras frutas de la cosecha (Lev

23, 9-14) y en el rescate de Jonás del vientre de la ballena (Jon 2). Pero no es sólo la

resurrección del Mesías el único elemento de la gloria de Cristo que fue predicho por los

profetas. El salmo 67 trata de la ascensión; los versos 28-32 del capítulo 2 de Joel se

refieren al Paráclito; el capítulo 11 de Isaías a la llamada de los gentiles; Mi 4,1-7, a la

conversión de la sinagoga; Dn 2, 27-47, al reino del Mesías comparado con el reino del

mundo. Otras características del reino mesiánico son tipificadas por el tabernáculo (Ex 25,

8-9; 29, 43; 40, 33-36; Num 9, 15-23), el trono de misericordia (Ex 25, 17-22; Sal 79,1), el

maná (Ex 16, 1-15; Sal 77, 24-25) y la roca del Horeb (Ex 17, 5-7; Num 20, 10-11; Sal

104,41). En el capítulo 12 de Isaías aparece un cántico de acción de gracias por los

beneficios mesiánicos.

Los libros del Antiguo Testamento no son la única fuente que los teólogos cristianos

pueden utilizar para conocer las ideas mesiánicas del judaísmo precristiano. Los

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oráculos sibilinos, el Libro de Enoc, el Libro de los Jubileos, los Salmos de Salomón,

la Ascensión de Moisés, la Revelación de Baruc, el IV Libro de Esdras y varios libros

talmúdicos y escritos rabínicos son ricos veneros de visiones precristianas referentes

al Mesías esperado. Ello no quiere decir que todas esas obras hayan sido escritas

antes de la venida de Cristo, pero aunque su autoría sea parcialmente postcristiana,

preservan una imagen del mundo del pensamiento judío que data, al menos en su

esquema básico, de siglos antes del nacimiento de Cristo.