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La crítica al capitalismo de Milton Santos Milton Santos (1926-2001) fue uno de los responsables de la renovación de la geografía en la década de 1970, tanto en el Brasil como a nivel internacional. Este geógrafo situó a la disciplina en el campo de las ciencias sociales, incentivando el diálogo entre las teorías sociales y las teorías geográficas, colaborando en la construcción de éstas últimas. Además, creyó en la necesidad de producir una teoría geográfica desde la periferia. Sus posturas críticas fueron complementadas con el reconocimiento de categorías de base existencialista que podrían contribuir a la construcción de un mundo mejor, basándose no sólo en la razón, sino también en la emoción. Frente a su insatisfacción en relación con la geografía tradicional y el requerimiento de poner en juego nuevas ideas en el ámbito de la geografía brasileña escribe su libro Por uma geografia nova, descrito por el propio autor como una crítica sistemática a las tendencias que habían acabado por hacer aparecer a la geografía como un saber completamente descomprometido con el capitalismo y con el imperialismo. Por el contrario, Santos se planteaba la geografía como una herramienta útil, como el resto de las ciencias sociales, en la constitución de una nueva sociedad. Poco tiempo antes de su muerte, Milton Santos había redactado un pequeño texto sobre la lógica de la globalización. Allí, el autor enfatizaba tres rasgos del mundo globalizado. El mundo como fábula, como perversidad y como posibilidad. En ese sentido, no resulta extraño que desde el primer momento, Santos hiciera frente al vector principal de la dominación: la ideología. Para él, el papel que desempeña la ideología en la producción, la difusión, reproducción y consolidación de la globalización es axial en la construcción de imágenes y horizontes reificatorios. A diferencia de Lipovetsky, quien parece sólo estar preocupado por lo que sucede en la “política de los de arriba”; Santos se esfuerza en entender la fuerza de la política de “los de abajo”. El libro está compuesto por seis secciones. En la primera parte, el autor esclarece algunos mitos que se han divulgado sobre la irreversibilidad de la globalización. Éstos son: la desaparición del Estado, el fin de los meta-relatos y la supuesta veracidad en la era de la información[2] . No obstante que se proclama “la muerte del Estado”, la realidad muestra su fortalecimiento para resguardar la seguridad de las finanzas internacionales y para la aplicación de políticas que beneficien a los consorcios multinacionales.

La crítica al capitalismo de Milton Santos

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La crítica al capitalismo de Milton Santos

Milton Santos (1926-2001) fue uno de los responsables de la renovación de la geografía en la década de 1970, tanto en el Brasil como a nivel internacional. Este geógrafo situó a la disciplina en el campo de las ciencias sociales, incentivando el diálogo entre las teorías sociales y las teorías geográficas, colaborando en la construcción de éstas últimas. Además, creyó en la necesidad de producir una teoría geográfica desde la periferia. Sus posturas críticas fueron complementadas con el reconocimiento de categorías de base existencialista que podrían contribuir a la construcción de un mundo mejor, basándose no sólo en la razón, sino también en la emoción.

Frente a su insatisfacción en relación con la geografía tradicional y el requerimiento de poner en juego nuevas ideas en el ámbito de la geografía brasileña escribe su libro Por uma geografia nova, descrito por el propio autor como una crítica sistemática a las tendencias que habían acabado por hacer aparecer a la geografía como un saber completamente descomprometido con el capitalismo y con el imperialismo. Por el contrario, Santos se planteaba la geografía como una herramienta útil, como el resto de las ciencias sociales, en la constitución de una nueva sociedad.

Poco tiempo antes de su muerte, Milton Santos había redactado un pequeño texto sobre la lógica de la globalización. Allí, el autor enfatizaba tres rasgos del mundo globalizado. El mundo como fábula, como perversidad y como posibilidad. En ese sentido, no resulta extraño que desde el primer momento, Santos hiciera frente al vector principal de la dominación: la ideología. Para él, el papel que desempeña la ideología en la producción, la difusión, reproducción y consolidación de la globalización es axial en la construcción de imágenes y horizontes reificatorios. A diferencia de Lipovetsky, quien parece sólo estar preocupado por lo que sucede en la “política de los de arriba”; Santos se esfuerza en entender la fuerza de la política de “los de abajo”.

El libro está compuesto por seis secciones. En la primera parte, el autor esclarece algunos mitos que se han divulgado sobre la irreversibilidad de la globalización. Éstos son: la desaparición del Estado, el fin de los meta-relatos y la supuesta veracidad en la era de la información[2]. No obstante que se proclama “la muerte del Estado”, la realidad muestra su fortalecimiento para resguardar la seguridad de las finanzas internacionales y para la aplicación de políticas que beneficien a los consorcios multinacionales.La segunda parte da cuenta de la íntima relación entablada entre el estado de las técnicas y el estado de la política. La internacionalización del sistema capitalista ha creado  condiciones donde conceptos como tiempo y espacio se han unificado en función de la lógica del plus-valor, en otras palabras, “sin el plus-valor y sin la unicidad de tiempo, la técnica no tendría eficacia” (p. 27). Al respecto, Santos distingue entre “fluidez potencial” –aquella que nos propone qué podríamos hacer– y “fluidez efectiva” –aquella que nos indica qué podemos hacer–. Es la distinción entre potentia y acto. En otras palabras, la técnica nos posibilita hacer transferencias inter-bancarias, de invertir en la bolsa, de comprar acciones, de viajar de Londres a Malí. Sin embargo: ¿quién puede? Por consiguiente, la fluidez potencial es efectiva para la clase dominante pues es la única que puede adquirir y participar en la comunicación –como diría Niklas Luhmann.La tercera parte se enfoca en la tiranía establecida por la (des)información y el dinero, y sustentada en los valores de la ideología burguesa: la competitividad y

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la acumulación en sí. Efectivamente, la información que nos llega a través de los mass media no proviene de las interacciones entre personas sino que es de suyo una interpretación interesada de los hechos. Simultáneamente, la publicidad gana terreno en la formación del consumidor y en el detrimento de la figura del ciudadano. Cabe hacer mención que Santos analiza la violencia estructural como resultado de la época de “globalitarismos”, en ese sentido, el imperio del consumo va de la par con la dinámica del sistema que estimula la ética de la competencia.

La cuarta parte analiza el territorio no sólo como categoría geográfica sino como noción socio-histórica. Para Santos, el territorio no es sólo el resultado de la superposición de un conjunto de elementos naturales sino también implica el conjunto de sistemas creados por el hombre. En ese sentido, el territorio implica una población determinada, de ahí que cuando se habla de territorio se debe entender el uso que hace de éste una población específica.

Actualmente, la lógica del capital ha impuesto sobre la vida de los habitantes la ética de la acumulación y de la mezquindad. Devorando los recursos, contaminando el cielo, el aire, el agua, las firmas multinacionales afectan la configuración territorial de los pueblos. Imponen su dinámica y su temporalidad (Santos nos habla de un reloj único, es decir, la del capital) sobre las múltiples temporalidades de las culturas locales, generando una “esquizofrenia de los lugares”[3] donde los sujetos tienen que lidiar con los vectores de la globalización y con las secuelas producidas por dicha globalización: agudización de las tensiones sociales, pobreza, marginación, etc.La quinta parte enfatiza  el papel de las racionalidades creadas “desde abajo” puesto que los pobres se convierten en sujetos de propia liberación –como hace tiempo lo vienen subrayando los teólogos liberacionistas–. Aquí destaca la distinción entre pobreza y miseria puesto que para Santos, la pobreza es una situación de carencia y escases pero donde todavía existen esperanza y lucha; mientras que por miseria se entiende los que han claudicado. Santos contrapone los conceptos de verticalidad y horizontalidad, dejust-in-time y cotidianidad, de racionalidad hegemónica y contra-racionalidades para interpretar la contradicción entre la lógica del capital y “las otras” formas de organización de los oprimidos.  A la ética de la competencia, se imponen nuevas formas basadas en la ayuda mutua, en la cooperación y en la solidaridad. Incluso, nos advierte Santos que: “la sociabilidad urbana pude ser soslayada por los investigadores en las facultades o en los centros académicos. Pero la ciudad dispuesta a enfrentar el tiempo y el espacio del capital, crea y recrea una cultura con su propio sello que la posibilita para oponerse a los dueños del tiempo y del espacio”, pero ahora desde una posición que les permite escapar a los totalitarismos de la racionalidad dominante.

 

En la última sección, el autor reivindica la pertinencia de la utopía. Apoyado en Alfred Schmidt, Santos sostiene que: “la realidad es, además, todo aquello en lo que todavía no nos hemos tornado, es decir, aquello que nos proyectamos como seres humanos, por medio de los mitos, de las opciones, de las decisiones y de las luchas” (p. 168). Finalmente, Santos pondera el papel de la periferia del sistema capitalista mundial pues dicha periferia se presenta como un nuevo factor dinámico de la historia. En este punto, la cultura popular es un factor clave en la construcción de posibilidades y alternativas al discurso homogeneizante de la globalización neoliberal. La política de los “de abajo”, es decir, la de los movimientos sociales (campesinos, ecologistas, obreros, estudiantes, entre otros) es fundamental pues rescata el “espacio” que otrora

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fuera alienado y deformado por los políticos profesionales así como por el mercado, para ser ejercido por los ciudadanos.

La obra de Milton Santos es crucial para entender la reconfiguración del espacio y del tiempo –así como los conflictos y las tensiones que la atraviesan– y la dinámica que ejerce el capital en la cotidianidad de los sujetos. Sin embargo, lejos de capitular a la ideología del poder que sostiene que no hay otro camino que el establecido por el mercado, Santos valoriza y muestra la fuerza de las luchas de los oprimidos en la construcción de otro mundo y de otra sociedad, es decir, la sociedad post-capitalista.  

 

[1] Gilles Lipovetsky, L’ère du vide. Essais sur l’individualisme contemporain, Paris, Gallimard, 1983, p. 121.[2] Decimos supuesta porque no es difícil observar la forma en que los medios de comunicación (televisión, prensa, radio) por lo general presentan una narrativa tendenciosa que justifica los intereses de las clases dominantes. Baste una manifestación de estudiantes contra el alza de transporte para presentarlos como huestes primitivas o una marcha de amas de casa para presentarlas como terroristas en ciernes. Recomiendo la lectura del libro de Pascual Serrano titulado: Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo para entender la responsabilidad y complicidad de los medios en la consolidación de las injusticias sociales.[3] Por esquizofrenia del lugar, Santos entiende la lógica dual entre el adentro del lugar(mediada por la técnica) y el mundo del afuera (mediación política).

Una postura similar fue sostenida por Milton Santos, el destacado geógrafo brasileño, en su libro Por uma outra globalização. Do pensamento único à consciencia universal , quien se refirió a la existencia de una globalización perversa, pero posible y necesaria de transformar. En éste último libro, publicado poco antes de su muerte, Santos presenta la globalización como fábula, como perversidad y como posibilidad, señalando la necesidad de transitar desde el pensamiento único a la conciencia universal que permita la construcción de una nueva civilización planetaria. Según Santos, los actores más poderosos de esta nueva etapa de la globalización se reservan los mejores pedazos del territorio global y dejan los restos para los otros. Pero, la mayor perversidad en la producción de la globalización actual no reside tanto en la polarización de la riqueza y de la pobreza, ni en la segmentación de los mercados y de las poblaciones sometidas, y ni siquiera en la misma destrucción de la naturaleza. La novedad aterradora radica en la tentativa empírica y simbólica de construcción de un único espacio unipolar de dominación. La tiranía del dinero y de la información, producida por la concentración del capital y del poder, tiene hoy una unidad técnica y una convergencia de normas sin precedentes en la historia del capitalismo. El resultado es una profundización de la competitividad, la producción de nuevos totalitarismos, la confusión de los espíritus y el empobrecimiento creciente de las masas, en tanto los Estados se tornan incapaces de regular la vida colectiva. Esta es una situación insostenible.

El capitalismo actual, por su carácter globalmente destructivo, llega a ser contradictorio, estimulando y produciendo la resistencia de segmentos crecientes de la humanidad, desde sus distintos lugares. Se produce así, una nueva centralidad de lo social que constituye la base para una nueva política. Las mayorías oprimidas al no poder “consumir el Occidente globalizado” en sus formas puras (financiera, económica y cultural), aumentarán su resistencia a la dominación ultraliberal y consumista publicitada por las grandes organizaciones de los medios de comunicación de masas. La alienación tiende a ser sustituida por una nueva conciencia, por una nueva filosofía moral, que no será la de los valores mercantiles, sino que la de la solidaridad y la ciudadanía.

En el documental se plantea las problemáticas que acarrea en la “periferia” el actual proceso de globalización, las que son analizadas desde la visión del geógrafo brasilero Milton Santos. Frente a este fenómeno el geógrafo señala la existencia de tres mundos en uno sólo: un mundo

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como nos hacen ver (la globalización como fábula); el mundo tal como es (la globalización como perversidad) y el mundo como puede ser (otra globalización).

Milton Santos señala la construcción de este mundo como es a partir del efecto que ha tenido el Consenso de Washington y las políticas neoliberales que fueron promovidas para los países, principalmente para aquellos que integran la periferia. Cómo señala Joseph Stiglitz, los países de América Latina que han seguido esos “mandamientos neoliberales” aun siguen esperando mejorar su situación, en cambio otros países como China que no ha avalado esas políticas crecieron, y crecieron y crecieron. Los países de América latina han sido escenarios de diversos acontecimientos suscitados por la crisis financiera mundial: revoluciones políticas, manifestaciones sociales, gobiernos que vieron erosionado su poder para mantener el orden de los países, saqueos, agudización de la pobreza, aumento de la desocupación, economías destrozadas.Analizando la relación entre la globalización, como la gran era de la información, y el territorio, como la matriz de la vida social, económica y política; el documental repara en la configuración de un mundo cada vez más perverso. Para muchos la globalización se está convirtiendo en una fábrica de perversidad a partir de acentuar aun más las asimetrías, aumentando la concentración en manos de quienes más tienen, deteriorando la clase media y bajando el nivel del salario. En ese marco la problemática de la alimentación y del acceso al agua potable son una preocupación creciente, aun más a partir de que organismos internacionales como el Banco Mundial repararon en ellas desde una lógica mercantilista, que poco tiene que ver con la solidaridad y la lógica de los bienes comunes.En la configuración de ese mundo como nos hacen ver el documental señala el importante papel que juegan los medios de comunicación ya que transmiten información que son interpretadas por “otros” que tienen intenciones diferentes. Por ejemplo esa mirada de la cultura de masas se diferencia de aquellas que ven el mundo de otra manera y desde otra óptica creada por diversas organizaciones de la sociedad civil que buscan la forma de hacer escuchar su voz mediante manifestaciones culturales populares. Se consideran como movimientos alternativos, entre ellos movimientos jóvenes de la periferia, grupos de cine independientes, hasta indígenas que incursionan en el cine y que aprovechan las tecnologías para transmitir su cultura.Finalmente, frente a esos dos mundos el geógrafo plantea la necesidad de pensar una nueva globalización desde los gigantes que están despertando, África y América Latina. Según Milton Santos esa otra globalización, diferente a aquél globalitarismo que caracteriza al mundo que nos hacen ver y al mundo como es, debe estar dominada por la solidaridad y la democracia.En su teoría resaltan algunas nociones ampliamente difundidas como la concepción de espacio social, la globalización, las rugosidades, entre muchas otras, que le permitieron a Milton Santos analizar y comprender la configuración territorial en el capitalismo actual, a partir de la fragmentación del territorio que caracteriza a la globalización.Milton Santos (2000) en su último libro, publicado poco antes de su muerte, presenta la globalización como fábula, como perversidad y como posibilidad, señalando la necesidad de transitar desde el pensamiento único a la conciencia universal que permita la construcción de una nueva civilización planetaria.

Según Santos, los actores más poderosos de esta nueva etapa de la globalización se reservan los mejores pedazos del territorio global y dejan los restos para los otros. Pero la mayor perversidad en la producción de la globalización actual no reside tanto en la polarización de la riqueza y de la pobreza, ni en la segmentación de los mercados y de las poblaciones sometidas, ni siquiera en la misma destrucción de la naturaleza. La novedad aterradora reside en la tentativa empírica y simbólica de construcción de un único espacio unipolar de dominación. La tiranía del dinero y de la información, producida por la concentración del capital y del poder, tienen hoy una unidad técnica y una convergencia de normas sin precedentes en la historia del capitalismo. El

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resultado es una profundización de la competitividad, la producción de nuevos totalitarismos, la confusión de los espíritus y el empobrecimiento creciente de las masas, en tanto los Estados se tornan incapaces de regular la vida colectiva. Es una situación insustentable.

El capitalismo actual, sostiene Santos, en su carácter globalmente destructivo acaba además siendo contradictorio, llevando a la resistencia de segmentos crecientes de la humanidad a partir de sus distintos lugares. Se produce así, una nueva centralidad de lo social que constituye la base para una nueva política. No pudiendo las mayorías oprimidas “consumir el Occidente globalizado” en sus formas puras (financiera, económica y cultural), aumentará la resistencia a la dominación ultraliberal y consumista publicitada por las grandes organizaciones de los medios de comunicación de masas. La alienación tiende a ser subtituída por una nueva conciencia, una nueva filosofía moral, que no será la de los valores mercantiles sino que la de la solidaridad y la ciudadanía. Milton Santos (2002) en su análisis de la globalización, habla de la unicidad de la técnica, la convergencia de los momentos, la cognoscibilidad del planeta y la existencia de un motor único de la historia representado por la plusvalía globalizada.

“La unicidad de la técnica hace posible que las diversas técnicas existentes pasen a comunicarse entre ellas, la técnica de la información asegura ese comercio, que antes no era posible. Por otro lado, ella tiene un papel determinate sobre el uso del tiempo, permitiendo, en todos los lugares, la convergencia de los momentos, asegurando la simultaneidad de las acciones y, por lo tanto, acelerando el proceso histórico.” (p. 25)

“Nunca hubo antes esa posibilidad - ofrecida por la técnica a nuestra generación - de tener en las manos el conocimiento instantáneo del acontecer de otro. Esa es la gran novedad, lo que estamos llamando unicidad del tiempo o convergencia de los momentos.” (p. 28)

El fenómeno de la globalización tiene lugar debido a la expansión a nivel planetario de la economía occidental. La tesis de Milton Santos (2000) es que la globalización es el ápice del proceso de internacionalización del mundo capitalista. Ella ha sido posible gracias al desarrollo de las tecnologías y al estado de la política. Elementos éstos ambos profundamente imbricados. A fines del siglo veinte y gracias a los avances de la ciencia, se produjo un sistema tecnológico, presidido por las tecnologías de la información que eslabonaron a las demás tecnologías, uniéndolas y asegurando al nuevo sistema tecnológico una presencia planetaria. Pero también hubo un conjunto de acciones que aseguraron la emergencia de un mercado global. Los factores que explican la arquitectura de la globalización actual son: la unicidad de la técnica, la convergencia de los momentos, la cognoscibilidad del planeta y la existencia de un motor único de la historia representado por la plusvalía globalizada. Un mercado global haciendo uso de los avances técnicos sin control político conduce inevitablemente hacia una globalización destructiva.En el análisis que realiza respecto a la dimensión territorial del fenómeno de la globalización Milton Santos introduce la idea de la imposición del tiempo dominante, él habla de la existencia de dos circuitos de la economía: uno dominante y otro dominado, siendo el primero el que impone su ritmo y tiempo al otro. De modo tal que es la mayor velocidad de circulación de los diversos flujos (financieros, informacionales, físicos, demográficos) lo que hace que el circuito superior vaya progresivamente destruyendo el tiempo de los otros circuitos e imponiendo el suyo.

La historia es comandada por los grandes actores del tiempo real, que son, al mismo tiempo, los dueños de la velocidad y los autores del discurso ideológico. Los humanos no son igualmente actores de ese tiempo real. Físicamente, esto es potencialmente, él existe para todos. Pero efectivamente, esto es, socialmente, él es excluyente y asegura exclusividades, o, por lo menos, privilegios de uso (Santos 2000: 28)

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Ello da origen al inédito fenómeno de la coetaenidad de lo no coetáneo, esto es la coexistencia de personas y sociedades enteras que viven en la premodernidad, mientras que otros viven la modernidad e incluso algunos la posmodernidad, pero afectándose mutuamente sus existencias. La globalización como fenómeno histórico se da en un contexto de enorme asimetría de poder económico y político, de modo tal que contribuye a incrementar exponecialmente esa asimetría a niveles prácticamente inimaginables.

Asimismo la globalización lleva al plano individual elementos hominizadores que son esencialmente colectivos, arriesgando así el propio devenir evolutivo de la especie. Cada ser humano, dado su actual nivel evolutivo, requiere una diversidad de modelos culturales entre los cuales optar, lo contrario podría implicar un riesgo involutivo. Pero del mismo modo la globalización universaliza experiencias humanas que habiendo surgido en espacios y culturas locales terminan siendo impuestas a rajatabla en contextos geográficos y culturales que no les son propicios, generando una falacia de universalización.