LA CUNA. CULPABILIDAD. CUENTOS

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  • 7/27/2019 LA CUNA. CULPABILIDAD. CUENTOS.

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    LA CUNA

    El comisario Romn dio un vistazo alrededor de su despacho, y luego fijla mirada en la mujer que acababa de entrar: Lloraba ahora silenciosamente,sentada en un pequeo silln ante su mesa. Iba vestida de negro de pies acabeza, tena el cabello castao revuelto, y sus delegados hombros seestremecan de cuando en cuando. Alz la cabeza y sus ojos pequeos,redondos y brillantes, le dirigieron una mirada vaca.

    -Yo... quiero hacer una confesin. -El polica observ a travs de losgruesos vidrios de sus gafas la oscura silueta. La mujer llevaba una alianza

    de oro en el dedo anular de su mano izquierda.-Est bien -carraspe. -Usted dir.El comisario encendi un cigarrillo. Tena una calva brillante y oscura, y

    sus pocos cabellos eran negros, agrisados hacia las patillas. Tena barba deun par de das y vesta chaqueta de paisano, bastante descuidada. La mujerse puso de pie; daba muestras de estar muy nerviosa, o muy desconcertada.

    -Clmese -le dijo l, tratando de esbozar una sonrisa agradable. -Yvamos por partes.

    Le hizo unas preguntas de rutina, antes de comenzar la declaracin. Ellase haba vuelto a sentar rgidamente, y hablaba con los ojos vidriosos y lasmanos extendidas, como si buscara algo.

    En lugar de ir directamente al asunto que la atraa all, le estuvocontando su vida. Dijo que se haba casado muy joven, y su marido la habaabandonado con un nio pequeo. Luego hizo una pausa, como si le costaraproseguir. Su labio inferior temblaba, y se lo mordi.

    -Yo... he matado a mi hijo. Lo he hecho por su bien.El hombre la mir, atnito. Su sonrisa desapareci.-Cmo dice? -Ella habl despacio.-Yo lo quera, era mi nico nio. Pero no tuve ms remedio que hacerlo.Muy a su pesar, el comisario sinti un escalofro. Se puso de pie.-Pero, qu me est diciendo? Que usted misma lo mat? Eso es...

    monstruoso.Ella asinti tristemente, y su boca se torci de un modo desagradable.

    Luego guard silencio. Su respiracin era una sucesin de rpidos jadeos,y su voz se haba convertido en un susurro.

    -Yo misma lo hice -repiti con desmayo. -Lo... lo asfixi en su cuna.Aquello era increble. En sus largos aos en la polica, el comisario

    nunca haba visto nada semejante. Permaneca en pie, apoyando las manos

    en el tablero de la mesa.

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    -Pero no es posible -dijo sordamente. -No es tan fcil hacer algo as. -Ella asinti con la cabeza.

    -Lo s muy bien- murmur. l apag cuidadosamente el cigarrillo en uncenicero de cristal. Estaba confuso.

    -Puede decirme qu hizo con el... cuerpo? -ella alz la mirada. Sus ojosse nublaron, y movi una mano ligeramente por encima de su rostro.-No saba qu hacer. Al final, lo cubr y lo dej en su cuna. All est

    desde ayer.El hombre se enjug el sudor de la frente con un pauelo, y lo dej luego

    sobre la mesa. La mir con los ojos entrecerrados.-Tendr que firmar esa declaracin -dijo sordamente. -Redactaremos un

    informe completo.Se sent ante el escritorio, se quit las gafas y las limpi con el mismo

    pauelo, que guard en el bolsillo del pantaln. Luego sigui hablandodespacio.-Bien, veremos. Hay que poner en claro algunas cosas. Haremos

    averiguaciones... interrogaremos a los testigos. Necesitar las llaves de... sucasa. -Ella busc en el bolso y las dej sobre la mesa.

    -Qu har yo mientras tanto? -l contest sin mirarla.-De momento aguardar aqu, en la comisara, mientras comprobamos

    los hechos. Si su declaracin se confirma tendremos que arrestarla, y lebuscaremos un abogado de oficio. Es posible que tenga que acompaarnosa su domicilio. -Ella suspir.

    -Me parece normal.El comisario puls un timbre, y poco despus alguien llam a la puerta

    con los nudillos.-Pase, por favor -indic.La puerta se abri unos centmetros y un polica de uniforme permaneci

    ante ella. Le hizo sea de que se acercara, y estuvo hablando en voz baja.Luego le entreg una nota escrita en un papel, y le tendi las llaves que ellahaba dejado sobre la mesa.

    -Es urgente -indic.- Que vayan a la casa y redacten un atestado. -El

    otro asinti.-Lo haremos cuanto antes, seor.Luego, gir sobre sus pies. Ignorando a la mujer, el comisario estuvo

    consultando las ltimas denuncias llegadas a la comisara. Ella no le quitabalos ojos de encima. Se estremeci y comenz a restregarse nerviosamentelas manos.

    -Qu van a hacerme? -Las cejas del hombre se arquearon.-Usted qu cree?Luego sigui mirando la pantalla, hasta que algo llam su atencin. De

    nuevo repas las denuncias mientras ella lo observaba, inmvil. De pronto,

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    el polica tuvo un presentimiento.-Me ha dado una direccin falsa, verdad? -Ella pareci sobresaltarse.-Qu dice? -chill. El hombre la aplac con un gesto de la mano.-Digo que usted no vive actualmente en esa casa.

    Ella pareci haber recibido un golpe. Un destello de temor apareci ensu mirada, pero lo disimul con una extraa sonrisa.-Est usted loco -mascull.El comisario consult el reloj. El tiempo pasaba lentamente, con

    demasiada lentitud. Por fin, alguien llam a la puerta de nuevo.-S, pase.Era el polica de uniforme, que adelant unos pasos y se detuvo ante la

    mesa. l lo interrog con la mirada.-Y bien? -El otro aspir hondo.

    -La casa est... desocupada. No hemos encontrado ningn nio, y nohay ningn cadver. Ni ninguna cuna vaca, seor. -El asinti.-Ya -dijo en tono seco. -Lo imaginaba. -El otro prosigui:-Los vecinos declaran no haber visto a nadie en varios meses, despus

    del accidente que hubo. -l habl con lentitud.-No han podido encontrar el cadver, porque ese cadver no existe. Bien

    -aadi, ponindose en pie y dando por terminada la reunin. -Ahora, laseora va a acompaarnos.

    La tom suavemente del brazo y ella no se resisti. Luego, el comisariodio unas rpidas instrucciones a su subordinados, y se dirigi con ella a lasalida. Fuera, un polica de paisano aguardaba dentro de un viejo modelo decoche. l le indic unas seas.

    -Vamos a hacer una excursin -dijo con un guio.Se dirigieron hacia las afueras; era un hermoso da, y el sol brillaba al

    otro lado de las ventanillas. El polica observ un momento el paisaje: dejaronatrs varios grupos de chals, y edificios de varias plantas rodeados de

    jardines, hasta tomar una desviacin que los llev hasta una granconstruccin de ladrillos. Se detuvieron ante una verja, de donde salan dosmujeres con uniformes blancos de enfermera. Una de ellas se acerc y mir

    por la ventanilla. Era una rubia pechugona, de unos treinta aos.-Vaya, la han encontrado -dijo, con una amplia sonrisa. La mujer de

    negro pareca nerviosa. La mir, alucinada.-Saba que me descubriran -gimi.Como si no la oyera, el comisario abandon el vehculo.-Es sta la paciente que se haba fugado? -La enfermera asinti con

    un gesto.-Gracias a Dios que la han encontrado.El director que lo recibi en el centro psiquitrico era un hombre muy alto

    y delgado, vestido de gris, y con unas gafas de fina montura de oro. Mir al

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    comisario desde arriba, y ste se empin como si quisiera ponerse a sualtura.

    -Le devuelvo a su paciente -indic el polica. -Procuren no volverla aperder.

    Haba tendido la mano en plan amistoso, pero el director no la tom.-Por supuesto -dijo secamente.Estuvo firmando unos papeles y luego, sin despedirse, desapareci en

    el interior. La enfermera rubia acompa al comisario hasta la salida, dondeaguardaba el coche policial.

    -El director ha dado orden de que le devolvamos su cuna -dijo. l girsobre sus pies, y se la qued mirando con ojos de asombro.

    -Cmo dice? A qu cuna se refiere? -Ella sonri.-La seora se consuela con eso. Al parecer, tena un hijo pequeo que

    muri con su padre en un accidente de automvil. Iban a buscarla al trabajo,por lo que se consider culpable, y se hundi en una terrible depresin quetermin en locura. -Se detuvo un momento.

    -Qu ocurri luego? -La mujer estaba pensativa.-Hubo que ingresarla. Se negaba a separarse de la cuna del nio, as

    que trasladamos a su habitacin la cuna vaca.En el rostro del comisario haba una muda pregunta. Ella sigui hablando

    en voz baja:-Ha tenido la cuna en su cuarto desde que lleg, hasta que nuestro

    director aconsej que la retirramos. Fue el sbado pasado. El domingo,aprovechando la hora de visita, ella se escap del hospital. No s cmo logrescabullirse. As que denunciamos su desaparicin. -El hombre asinti.

    -Ella misma se present en la comisara. Pareca agotada, y... se acusde haber matado al nio. Visitamos su domicilio, y all no haba nada. Comoes lgico, no se encontr el cadver, y los vecinos declararon no haberlavisto en varios meses. En el fichero policial figura la denuncia del psiquitrico,y yo he atado cabos. -La mujer movi la cabeza.

    -Qu complicada es la mente humana. Esta desgraciada no puedelibrarse del sentimiento de culpabilidad. -El polica frunci el ceo.

    -An dentro de su locura -resopl. -Hay tendencias autodestructoras enla poblacin. Se han llegado a presentar varias personas acusndose de unmismo crimen. -Ella asinti despacio.

    -S de una madre que aseguraba haber arrojado al agua a su bebrecin nacido, a quien ni siquiera haba dado a luz. Lo malo es que no todoslos casos tienen un final feliz.

    Antes de entrar en el coche, l se volvi por ltima vez.-Trtenla con afecto -indic con suavidad.-Descuide, es nuestra obligacin.

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    CULPABILIDAD

    Aquella noche, el comisario jefe estaba en su oficina cuando son eltelfono. Eran las 23,45 de una larga jornada, a primeros de otoo. Un parde personas desaparecidas, varias algaradas... Finalmente iba a llegar lamedianoche, y con ella el final de su turno.

    Un polica de uniforme se volvi hacia l, y le dijo:-Hay un aviso urgente, seor. -Se detuvo un momento. -Preguntan por

    la Brigada Criminal.El inspector jefe, que estaba a su lado, suspir. Luego tom el

    auricular con desgana.

    -Habla con el departamento de polica del distrito -carraspe. -Qudesea?Una agradable voz femenina son al otro lado:-Es que... mi esposo est muerto. -Hizo una pausa y murmur

    despus: -Est muerto, y lo he matado yo.-Cmo dice? -Ella tard en contestar.-S, soy culpable de su asesinato, y quiero entregarme -solloz.El inspector lanz una maldicin.-Pero, qu me est diciendo, seora? Por favor, indqueme su

    nombre y direccin.Sali acompaado de dos agentes de uniforme, y a toda velocidad

    acudieron a la casa: las seas correspondan a una urbanizacin a lasafueras de la ciudad, y no les fue difcil hallarla. A ambos lados, lasmansiones se erguan alejadas unas de otras, en el centro de verdes

    jardines, ahora casi a oscuras.El conductor dej el paseo principal y entr en la avenida que

    conduca al domicilio. Un par de perros empezaron a ladrar.-Maldita sea -mascull el inspector.

    A sus cincuenta aos estaba todava de buen ver, con un cuerpo

    robusto, pero sin un gramo de grasa. Dio un vistazo a su acerado reloj depulsera: eran las doce y cuarto pasadas.

    Dentro de la casa, la mujer aguardaba en tensin. Estaba sentada ensu cama, y el sonido del timbre la hizo proferir un grito.

    Se levant bruscamente, y el libro que sostena en las rodillas cay alsuelo con un golpe seco.

    Trat de rehacerse, mir por la ventana y vio luces encendidas en lascasas vecinas. Cruz a rpidos pasos la vivienda, se dirigi al vestbulo yabri la puerta slo a medias.

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    -Polica -le dijo el inspector, mostrando un carnet.Cuando abri del todo, l entr seguido de sus hombres.-Usted dir, seora. Ha sido usted la que ha llamado? -Ella evit

    mirarlo a los ojos.

    -S, as es. Por favor, pasen por aqu -dijo, temblorosa.Era una mujer esbelta, bastante guapa. l la observ un momento yle calcul unos cuarenta aos, aunque su cabello, muy corto, la hacaparecer ms joven.

    -Explqueme lo que ha sucedido -indic el polica. Ella vacil.-Mi marido es... era muy anciano -explic. -No hace mucho que nos

    hemos casado, y dormimos en distinta habitacin.Se detuvo un momento. El polica sac su cuaderno de notas y un

    lpiz.

    -Siga, por favor -indic.Ella encendi un cigarrillo. Segn haba dicho por telfono, erainteriorista de profesin, y aquello se notaba en la estancia. Habl muydeprisa:

    -Estaba yo en mi cuarto, echada en la cama intentando dormir, perono poda. Estaba demasiado tensa, por varias cosas que haban ocurrido.

    -Qu cosas? -Ella se volvi.-Mi marido era muy celoso. Se enfadaba mucho conmigo, pero esta

    tarde se puso ms furioso que nunca.Se qued pensativa, y se mordi los labios. Luego dijo que l la haba

    abofeteado.-No era la primera vez -asegur.-Y usted... le daba motivos? -Ella replic con brusquedad:-De ninguna manera. Pero cada vez lo odiaba ms.-Y, cmo dice que lo ha asesinado? -Ella aspir hondo.-Esta noche, cuando le d la medicina para el corazn, estaba tan

    harta que es posible que le suministrara una dosis excesiva.-Cmo, que es posible?-S, eso creo, porque no poda soportarlo. Era una forma muy sencilla

    de acabar con l.-Y luego, qu pas?-En la oscuridad, fui hasta la cocina para limpiar el vaso. Luego, al

    cabo de un rato, volv a su lado. La habitacin estaba a oscuras, alargula mano y, a tientas, conect la luz

    -Y?...Ella dio un respingo, como aterrorizada por el recuerdo.-Entonces me di cuenta de que estaba muerto, y de que lo haba

    matado yo...

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    Por un momento, el hombre temi que ella se desmayara.-Bien, vamos a verlo -indic.Entr en el dormitorio. El propietario de la casa era un anciano con el

    rostro bastante arrugado, y le calcul unos setenta aos. Pareca muerto,

    y pudo comprobarlo tomndole el pulso.-Mantenan ustedes... relaciones sexuales? -pregunt de improvisoy ella lo mir, sorprendida.

    -Usted qu cree? -l era demasiado mayor para eso. -El policamovi la cabeza.

    -Bueno, nunca se sabe...Observ al anciano con detenimiento. Luego se apart del cadver y

    pase la vista por la amplia estancia, donde todo estaba dispuesto con unorden minucioso. Observ:

    -Su marido era cuidadoso, verdad? -Ella asinti tristemente.-Era demasiado ordenado, como puede ver. No toleraba un fallo -suspir.

    l ech regres junto al cadver y escribi algunas palabras en unahoja de su bloc. Luego alz la mirada.

    -Dice que lo ha envenenado con su propia medicina? -Ella seestremeci.

    -Claro que lo digo, porque es la verdad.l se dej caer en una silla.-Bien, el forense no tardar en llegar. De momento, usted va a venir

    con nosotros, a prestar declaracin por escrito.-Har lo que usted diga.Llegaron los especialistas y se llevaron a cabo las formalidades de

    rigor. Mientras, en el saln, la mujer hizo una pregunta directa:-Ir a la crcel? -El polica se encogi de hombros.-No soy yo quien decide esas cosas, para eso est el juez.La mujer suspir. Cruzando la sala, se acerc hasta la ventana que

    daba a la calle. Bruscamente, baj las persianas.-Los vecinos van a divertirse con esto -afirm.

    Haban llegado un par de detectives acompaando al mdico forense.Se tomaron huellas, y se hicieron fotografas. Ms tarde, el cadver fuetrasladado en una ambulancia a la sala de autopsias.

    El inspector se dirigi a la amplia cocina, donde la seora se estabapreparando un caf.

    -Tendr que acompaarnos -le dijo.Ella aplast su cigarrillo en la taza.Lo s, pero tengo que recoger unas cosas. Agurdeme aqu, por favor.La espera le permiti reflexionar. No estaba convencido de la

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    culpabilidad de la seora. Pero, si el diagnstico del mdico era el demuerte por sobredosis del medicamento, ella careca de coartada.

    Adems, estaba su propia confesin.Ella haba vuelto, y pregunt:

    -Me dejarn volver a mi casa?El agente no respondi. Se dirigi a la puerta y ella lo sigui, con elrostro demudado.

    ***Despus de prestar declaracin formalmente en Comisara, la haban

    permitido que regresara. Entr en su hogar y cerr la puerta con llave. Alda siguiente, casi estaba cayendo la noche cuando llamaron al timbre.Ella, que haba aguardado nerviosa durante toda la jornada, se puso en piede un salto y abri. Se trataba del comisario en persona, y se identific con

    su carnet.El polica esper hasta que ella se hubo sentado en el sof, y lo hizoenfrente, en un silln.

    Por unos minutos, ambos guardaron silencio. Luego, l habl en tononatural:

    -Se ha llevado a cabo la autopsia -afirm. -La muerte de su esposofue debida a causas naturales.

    Ella alz la mirada. Se haba cruzado de piernas, y en un gesto reflejose estir la falda.

    -Por causas naturales? Entonces, yo?... -l la mir con gravedad.-Ha fallecido de muerte natural -insisti. -Usted le haba administrado

    la dosis correcta de su medicina. -Luego fue ms concreto: -La muerte hasido producida por un infarto de miocardio. -Ella vacil unos instantes.

    Ataque al corazn?.-As lo asegura el forense -contest el comisario. -Usted no ha hecho

    absolutamente nada -aadi con aire pensativo.-As que no estoy fichada por la polica? -El hombre deneg.-Tiene un historial completamente limpio, no tiene de qu

    preocuparse. Ni tan siquiera ha robado nunca una manzana a un vendedor

    ambulante -aadi, bromeando.La seora emiti un hondo suspiro.-Yo... le agradezco que haya venido en persona a decirme...Se interrumpi, y el comisario le dio unas palmaditas en la mano.-Era mi obligacin -sonri.Guard silencio unos instantes, y luego levant ambos brazos en un

    gesto de tolerancia.-No es muy raro lo que le ha sucedido, ya he visto otros casos. Se

    trata de una culpabilidad sentida a causa de los deseos de asesinar a

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    alguien, aunque el acto no se lleve a cabo -explic.Se haba puesto en pie, y se inclin ligeramente.-Ahora va a perdonarme, seora. Es tarde, y me quedan varios

    asuntos por resolver.

    La mujer se haba levantado tambin.-No faltaba ms. Y, de nuevo, le reitero mi agradecimiento.Cuando volvi a su dormitorio un hombre joven la estaba aguardando,

    sentado en su cama. La mir y solt una risita.-Eres admirable -dijo l. -Cualquiera dira que no has roto un plato en

    tu vida... -Ella frunci el ceo.-Tienes que marcharte de aqu. Tienes que ser discreto, al menos por

    un tiempo...El joven sonri. Pareca muy divertido.

    -Existen muchas formas de asesinar a un hombre, verdad? -Ella nodijo nada, y el otro prosigui:-Si eres un viejo, y ests muy enfermo, no es fcil aguantar que la

    esposa de uno trate de asfixiarlo, aunque sea con un cojn de plumas...Habra que tener el corazn muy fuerte para eso, no crees?

    La noche haba cado, envolviendo el paisaje con un velo deoscuridad. Arriba, algunas luces centelleaban fugazmente y abajo, en elcsped, las hojas susurraban agitadas por el viento nocturno.