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1 La decadencia de las columnas jónicas …………………………..…………….......................…………............................…………………………………….……………….. Una teoría de reordenamiento constitucional para las democracias del siglo XXI J.A Fortea

La decadencia de las columnas jónicas

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La decadencia de las

columnas jónicas …………………………..…………….......................…………............................…………………………………….………………..

Una teoría de reordenamiento constitucional

para las democracias del siglo XXI

J.A

Fortea

Page 2: La decadencia de las columnas jónicas

2

Editorial Sekotia

C/. Gamonal 5

28 031 Madrid, España

Título: La decadencia de las columnas jónicas

Copyright José Antonio Fortea Cucurull

[email protected]

Impreso en Madrid, año 2015

ISBN 978 84 164 12 570

Primera publicación en formato electrónico en agosto de 2014

Editorial Dos Latidos

Zaragoza, España, 2014

2ª revisión y ampliación, febrero 2015

www.fortea.ws

Page 3: La decadencia de las columnas jónicas

3

La decadencia de

las columnas jónicas …………………………………………………............……………………………………...........………………………………

Un ensayo de Derecho Constitucional que ofrece

una posibilidad de reforma de las

democracias del siglo XXI

J.A.

Fortea

Page 4: La decadencia de las columnas jónicas

4

Versión para tablet

Versión 5.2 de esta obra

Page 5: La decadencia de las columnas jónicas

5

Índice

I parte: Los problemas del águila bicéfala bipartidista

1. Introducción ................................................................................................. 8

2. El Senado o la ilusión de la división de poderes ......................................... 13

3. El bipartidismo o el Poder Único con dos caras ......................................... 16

4. Cuando la democracia se convierte esencialmente en un espectáculo .... 23

5. Nuestros sistemas parlamentarios funcionan, pero son mejorables......... 25

II parte: Reinventemos la democracia desde la pura razón

6. Una propuesta de reordenamiento de los elementos ............................... 32

7. Las elecciones ............................................................................................. 34

8. El Congreso representa la voluntad de una nación .................................... 40

9. El Senado .................................................................................................... 44

10. El Tribunal Supremo ................................................................................. 53

11. Recapitulando el nuevo modelo constitucional ....................................... 55

III parte: Los detalles y minucias del funcionamiento de una gran

maquinaria

12. Hipótesis de lucha abierta entre los poderes constitucionales ............... 63

13. Los cambios en este nuevo modelo constitucional ................................. 69

14. El Consejo de la Censoría ......................................................................... 71

15. La concesión de indultos por parte del Ejecutivo .................................... 76

16. El Populismo ............................................................................................. 81

17. Conclusión ................................................................................................ 88

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6

IV parte: El futuro de nuestras bellas construcciones

constitucionales 18. El gigante chino y la economía ................................................................. 97

19. El dragón rojo y nuestras libertades ...................................................... 110

20. Soluciones sin esperanza ........................................................................ 113

21. Medidas menores ................................................................................... 119

22. El populismo europeo que va avanzando .............................................. 123

23. Epílogo .................................................................................................... 128

Apéndice

La vacante de algún poder constitucional: distintos escenarios

Cuando el Poder se salta las reglas del juego y no puede ser contenido

Cuando la democracia se enfrenta a su propio suicidio

Nunca será posible el Imperio de la Razón

Línea constitucional de sucesión

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Page 8: La decadencia de las columnas jónicas

8

Primera parte ……………………………...............……………………………………………………………………………………………..

Los problemas del águila bicéfala bipartidista

Introducción

Qué misterioso resulta el que una persona dé una orden y

otro le obedezca. Es algo que sucede forma común y lo damos por

descontado. Pero por frecuente que sea, no deja de ser algo

sorprendente. Una persona igual a mí, con la misma apariencia,

quizá más anciano, quizá físicamente más débil, incluso enfermo,

dirá una palabra y yo le obedeceré sin hesitación alguna. En

ocasiones, esa ligadura de sometimiento me puede llevar a matar,

a torturar, a hacer sufrir a seres semejantes que no me han hecho

nada.

Una palabra por su parte y puedo poner en peligro mi vida,

puedo hacer lo que más odio. Una palabra que salga de su boca y

puedo emplear cientos de horas en satisfacer un inútil capricho

suyo o puedo tener que dejar mi casa con mi familia y mis hijos

hacia un nuevo destino que no me satisface, pero obedeceré porque

ha habido esa cosa que llamamos una orden. Pero esa cosa

invisible, una palabra, un papel con una firma, una orden, es

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9

suficiente. Un ser humano sobre otro ser humano. Es uno de

nosotros, pero está por encima de nosotros. Su palabra es acción,

mi voluntad se somete.

Sin embargo, el Poder debe existir. Alguien nos debe

gobernar. Los inconvenientes de la anarquía son superiores a los

del Poder. Sin un Poder que pusiera orden, no podríamos ni siquiera

retirarnos a nuestra casa de campo a cultivar un huerto. No

podríamos hacerlo ni siquiera con una escopeta bien cargada,

porque sin Poder ni siquiera seríamos nosotros los que tendríamos

la escopeta, serían otros.

Frodo, en el mito tolkiniano, resolvió la cuestión

destruyendo el Anillo del Poder. Eso se puede hacer en una novela

de papel. El problema es que, en la novela de la realidad, en la

novela escrita con hechos reales, el anillo resulta indestructible.

Alguien debe llevarlo. A los humanos únicamente se nos confiere

la capacidad para decidir quién lo porta. Una vez que entreguemos

el anillo a alguien, sólo los poderes mágicos de las leyes nos

otorgarán alguna protección. El poder del anillo resulta mágico,

casi demoniaco. Pero el poder del anillo puede ser encadenado por

el poder de las leyes. Las leyes son las únicas cadenas capaces de

contener al monstruo.

El anillo, por sí mismo, tiene capacidad para hacer libres o

para esclavizar, tiene poder sobre millones de seres humanos,

capacidad para hacer que los pueblos vivan en la prosperidad o para

encerrar a decenas de miles de personas en prisiones, en campos de

trabajo, en instituciones para la reeducación. El anillo está sobre

todos, únicamente las leyes gobiernan el anillo. De ahí, esta breve

obra, mi pequeña aportación en este campo de la política

constitucional.

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10

Llevo más de un decenio pensando y retocando esta obra.

Cuando la comencé en los años de un mundo económicamente

próspero, todos (y yo también) nos mostrábamos

extraordinariamente optimistas respecto al futuro en el siglo XXI.

Ahora, esta aportación al Derecho Constitucional, la hago a

sabiendas de que las sociedades de nuestro entorno y más allá se

están deslizando, paso a paso, hacia el autoritarismo, hacia el

populismo, hacia los conflictos entre naciones, hacia una mayor

división entre pobres y ricos. Y eso sin contar con el indudable

avance de la criminalidad en Latinoamérica, el retroceso de la

democracia en Rusia y el ascenso del fanatismo religioso en tantos

países.

Me gustaría pensar que todo esto son excepciones, pequeños

pequeños parones en una marcha ascendente de civilización y

progreso. Pero, desgraciadamente, suponen la acumulación ya de

demasiadas excepciones. Resulta evidente que a nivel de Derecho

Constitucional hemos iniciado un camino de involución que no

tengo la menor duda de que se detendrá en el tiempo, como ya antes

ha sucedido en la Historia. Pero esta involución todavía puede

prolongarse en el tiempo e incluso durar toda una generación.

A pesar de todo, a sabiendas de la ladera inclinada por la que

hemos comenzado a descender, escribo estas líneas llenas de

idealismo. La razón puede construir grandes ideales a pesar de que

la realidad que le rodea pueda ser intelectualmente mísera.

Y así, desde mi torre de marfil, construiré un modelo teórico

en estas páginas que, en mi opinión, sería el ideal como fundamento

constucional para levantar una nación. Creo modelos teóricos,

siendo consciente de que la clase política de ningún país se va a

suicidar aplicando este nuevo esquema que expongo. Pero

reflexionar siempre es útil. Nunca se sabe cuál será el camino de

las ideas. Quizá alguna de las partes de este nuevo modelo

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11

constitucional sea aplicada en algún lugar. Quizá estas páginas

aporten algo para que otro teórico mucho mejor que yo, pueda

aprovechar alguna de sus ideas en otro modelo muy superior que

no pude imaginar.

La Humanidad ha contado con grandes mentes entre sus filas

que le han dado muchas vueltas a este tema del que voy a tratar.

Muchas grandes inteligencias han reflexionado acerca de cuál es el

mejor esquema de funcionamiento constitucional. Hay verdades

que ya se dan por inamovibles y esenciales. Algunas de ellas muy

sencillas y elementales. Por ejemplo, al final, después de

incontables revoluciones, guerras civiles, insurrecciones y

anarquías temporales, después de tantos experimentos, se ha

llegado a la conclusión de que lo mejor es que sea la mayoría la que

decida votando quien quiere que le gobierne. El que la mayoría lo

decida, bien de forma directa o indirecta, es lo mejor. Mejor que se

decida a votos que no a cañonazos o a tiros.

La fórmula puede parecer simple, pero hasta llegar aquí,

hemos probado, una y otra vez, todo tipo de formas y modos de

ejercer el gobierno y de acceder a ese puesto supremo donde

confluye el poder. Los poderes menores siempre confluyen en un

poder supremo, un poder máximo, un poder coordinador de los

poderes subordinados.

Para otorgar ese poder supremo hemos probado todos los

sistemas, y esto sin excluir el método biológico. Hemos probado el

férreo método biológico de tranmisión del Poder de padre a hijo,

casi hasta el etéreo método de la Lotería de Babilonia de Borges.

En el fondo, la vida con su interacción de millones e causas

aleatorias ha constituido una gran lotería de Babilonia.

Durante siglos, después de mucha sangre vertida, se llegó al

acuerdo que acceder al Poder por vía de herencia genética era un

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modo óptimo (en aquella época) para ofrecer estabilidad y

posibilidad de planes a largo plazo. Desafortunadamente este

método no está exento de… inconvenientes. No se piense que estos

experimentos son cosas del pasado. Nuestros ojos han podido

comprobar la primera monarquía comunista en Corea del Norte.

Efectivamente, la Historia ha sido generosa en todo tipo de

intentos. Pero a estas alturas, estamos en condiciones de afirmar

que la experiencia y la razón nos indican que el mejor modo de

elegir al sujeto que ostentará el Poder, es la democracia. La

democracia es una de las más grandes consecuciones de la historia

humana. En cierto modo, nuestras democracias son el resultado de

miles de años de evolución humana. La cultura, la técnica, la

medicina, el arte, todo, ha ido perfeccionándose siglo tras siglo,

también las reglas teóricas para gobernarnos a nosotros mismos.

El sistema funciona, aunque no hace falta decir que no es

democracia todo sistema que se autodenomine democrático. Sin

embargo, resulta evidente que aunque el sistema se desenvuelva

razonablemente bien, no lo hace de un modo perfecto e

inmejorable. Eso no es así, ni siquiera donde mejor funciona. En

muchos lugares de la Tierra, gozamos de más libertad que nunca,

controlamos a nuestros gobernantes, nuestros sistemas

parlamentarios mantienen una correcta estabilidad sin permitir que

nadie se afinque de un modo tiránico, y no obstante el sistema

admite mejoras. El aparato constitucional funciona, pero evidencia

problemas que son los que aquí vamos a analizar, antes de proponer

los remedios.

Aunque las poblaciones de estos países están seguros de que

las democracias son eficientes y preservan las libertades,

observados esos sistemas parlamentarios con lupa nos daremos

cuenta de que existen desgastes, fricciones, recalentamientos en el

mecanismo que son los que hay que solventar. Las reglas del juego

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(las Constituciones) suelen estar bien diseñadas, pero como todo

conjunto de normas siempre es capaz de mayor perfeccionamiento.

Al fin y al cabo, son mecanismos, y todo mecanismo es susceptible

de mejora.

Me dispongo ahora a analizar algunos de esos problemas que

se han observado en las constituciones a estas alturas del siglo XXI.

Pero entienda el lector que en este ensayo no es mi voluntad fijarme

en ningún país en concreto, sino en todas las democracias

consolidadas y que funcionan bien, tomadas en su conjunto. Razón

por la cual pongo mi mirada sobre todo en los problemas de las

democracias parlamentarias de Europa Occidental, Estados

Unidos, Canadá, Australia y similares. Después de considerar los

problemas de las democracias actuales, en la segunda parte

propongo una solución a esos problemas. Pero primero

examinemos los defectos.

Debo advertir que alguien podría alguien sacar la errónea

conclusión de que yo tengo una mala idea de las democracias

actuales, no es así. Simplemente señalo los puntos que amenazan

con corromper el sistema. Estas páginas cumplen la función de

llevar al extremo las corruptelas del funcionamiento constitucional

actual, para tratar de poner un remedio antes de que las peores

previsiones se hagan realidad aquí o allá. La democracia funciona,

sobre todo en las consolidadas con una larga tradición. Pero incluso

en esas buenos sistemas parlamentarios, el sistema podría

funcionar mejor. Dicho lo cual, pasemos a analizar punto por

punto.

El Senado o la ilusión de la división de

poderes

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Hace ya siglos que la razón humana entendió que no era

conveniente que una misma persona (o grupo) tuviera en sus manos

tanto el poder ejecutivo como la capacidad de dictar leyes. Es de

sentido común que el Poder debe someterse a la Ley. Pero si uno

mismo goza de ambas capacidades, los ciudadanos se hayan

totalmente indefensos, y el gobernante se encuentra con que carece

de cortapisas en su actuación. La solución que se les ocurrió a los

teóricos franceses fue la creación del Senado como cámara

independiente. La idea era óptima, lamentablemente el Senado no

suele funcionar como cámara independiente en casi ningún país del

mundo.

En todas partes, el Senado suele ser una réplica del reparto

de escaños existente en el parlamento. El partido que domina en el

Congreso (que en otros lugares se le llama Parlamento), también

domina en el Senado. La apariencia de división de poderes no

funciona en casi ningún país. Estados Unidos en esto es una

excepción muy parcial. Allí resulta más frecuente que los

senadores sean lo suficientemente independientes como para poder

oponerse a un presidente de su propio partido. Pero normalmente,

incluso allí, las rebeliones contra el propio partido suelen ser pocas

y limitadas. Cualquier senador sabe que sin el apoyo

propagandístico del aparato de su partido, perdería su escaño. Así

que las disensiones son pocas.

Pero en el resto del mundo, ni siquiera hay pocas

disensiones. Lo que ordena el partido, se obedece en el Congreso y

en el Senado, y punto. Los señores senadores pueden ser muy

honorables en sus títulos, pero siempre votarán como se les manda,

sin poner objeciones. Obsérvese que uso el verbo mandar, aunque

nunca es necesario ordenar nada, basta una indicación y el senador

hará lo que se le diga, aunque aprobar esa ley sea totalmente

contrario a su honesto pensar. Una situación, como ésta,

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15

evidentemente, no supone, en absoluto, ningún tipo de división de

poderes. De iure todas las constituciones consagran la división de

poderes. De facto ningún país goza de los beneficios de esa

división.

Si en algún país la mayoría en el Senado es de signo

contrario al que ostenta el poder ejecutivo, esa disensión sólo

durará hasta las siguientes elecciones. De nuevo habrá mayoría en

ambas cámaras y se habrá restaurado la idílica situación para el

partido gobernante.

El mismo problema, aunque atenuado, nos lo encontramos

en el poder judicial. Los integrantes del máximo órgano del

Tribunal Supremo suelen ser elegidos en mayor o menor medida

por el Congreso. Sólo la introducción de algunos jueces por otras

vías, evita que en el Tribunal Supremo ocurra exactamente lo

mismo que en el Senado.

Respecto al poder judicial hay un eterno dilema, si dejamos

que el máximo órgano del poder judicial elija a todos sus miembros

de forma autónoma, tendremos una plena independencia con

respecto al ejecutivo. Pero si se corrompe ese máximo órgano

judicial no habrá manera de sanearlo y la corrupción se perpetuará.

Tampoco es concebible el que estos jueces sean elegidos por la

voluntad popular, pues su tarea es sumamente técnica. ¿Qué hacer

entonces?

O crear una cámara totalmente estanca o que los partidos (y

por tanto el Poder Ejecutivo) intervengan en algo tan delicado

como la Justicia. Es evidente que en el momento en que los partidos

intervienen en la elección de estos jueces, la independencia de este

órgano no es perfecta. Desde luego en no pocos países, los

integrantes del Tribunal Supremo son un reflejo del Parlamento.

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No deja de ser una triste ironía que en el siglo XXI, todavía no se

haya logrado algo tan simple y beneficioso como la división de

poderes.

El bipartidismo o el Poder Único con dos

caras

El siguiente problema que padecen las democracias es que,

en teoría, la cámara de representantes de cualquier país debería ser

una cámara que representara las muy distintas formas de pensar de

los habitantes de esa nación y sus distintos intereses. La experiencia

demuestra que en todas partes del mundo, al final, todo acaba

reduciéndose a un evidente bipartidismo. Pueden existir más

grupos en el hemiciclo, más ideologías, pero de modo efectivo todo

se reduce al juego y relaciones entre dos partidos. Los demás

grupos asisten como espectadores.

Los dos principales partidos de cada nación son como

industrias, la industrias de la política. Otras industrias producen

zapatos, viviendas o electrodomésticos. Los partidos son industrias

cuyo único objetivo consiste en perpetuarse en la alternancia de

poder. Aunque supuestamente la perpetuación en el poder digan

que depende de lograr el bien común. Pero cada vez que haya que

elegir entre el bien común o el bien del partido, por supuesto, que

no quepa ninguna duda, la elección será beneficiar al partido. El

resto de partidos acuden como espectadores al gran festín.

Esta historia se repite en todos los países. Esta alternancia

en el poder, pase lo que pase, de por sí esto es un defecto de la

democracia, no una virtud. Si la sociedad es tan variada, tan plural,

y hay tantos modos de pensar, ¿por qué los países acaban

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17

reduciendo sus opciones a dos, a dos opciones eternas? La razón

está en algo tan sencillo como el hecho indudable de que el poder

tiende a concentrarse. Cuando toda democracia comienza,

aparecen muchos partidos. Pero poco a poco, como si de empresas

se tratara, se van fusionando. El proceso continúa hasta quedar

esencialmente dos fuerzas políticas.

Entienda el votante que cuando digo que los partidos actúan

como empresas, es la pura realidad. Los partidos son empresas, es

decir grupos que buscan beneficios. En este caso, el beneficio es el

reparto del poder. Los beneficios materiales son siempre para las

personas, normalmente cuando abandonan la política. Así funciona

el juego. En los partidos no hay nada altruista, muy pocas veces

existe una verdadera carga ideológica. La ideología se usa para bien

del partido, es como su marca, su sello distintivo.

Pero los integrantes del partido siempre están dispuestos a

cambiar la ideología en cuanto deje de producir réditos electorales.

Los partidos constituyen grandes estructuras cuyo fin es el bien de

las personas que viven de eso. Ser político es un trabajo, y un

trabajo que proporciona una empresa llamada partido. Las

democracias siempre comienzan su andadura llenas de idealismo y

buenas intenciones, pero con el correr de los decenios los partidos

se convierten en estructuras al servicio de los profesionales de la

política. Por eso, los partidos pequeños del principio de la

democracia acaban fusionándose. Porque lo que importa no es

representar las distintas opciones de los ciudadanos, sino ser

fuertes.

La limitación que supone el bipartidismo trae consigo otro

peligro. Los dos grandes grupos políticos se atacan en su búsqueda

del poder, pero con el pasar de los decenios llegan fácilmente a la

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conclusión de que es mejor ponerse de acuerdo en aquellos temas

en que ambos partidos quedarían mal ante los votantes.

Se dan cuenta de que es preferible pactar cuales son los

campos que es mejor no tocar ante la opinión pública. Pueden ser

aspectos de la financiación de los partidos, pueden ser

determinadas prebendas de los gobernantes, pueden ser asuntos

turbios en los que los dos partidos estén involucrados. Aquellos

campos en los que ambos pudieran resultar perjudicados serán

pactados y no saldrán a la arena política. Así es la política. Se

apelará al Pueblo en aquello que interese par bien de un partido,

pero en aquello que no interese a ninguno de los dos, el Pueblo no

se enterará. Los gobernados deben entender que jamás será

discutido en serio y de verdad aquello que no interese a los dos

grandes partidos que se discuta. Si los dos grandes grupos políticos

se ponen de acuerdo, el monopolio del poder funciona de forma

absoluta.

Esto, lo conozcan o no los votantes, sucede en todas las

latitudes donde existe democracia, en todos los climas donde hay

un sistema parlamentario. Allí donde existe el bipartidismo, allí

existe esta corruptela. Lo que debería ser una lucha transparente e

ideal ante la opinión pública, con los años se va enturbiando por

los pactos de los temas que no hay que tocar. Pero son pactos que

se hacen no por el bien del pueblo, sino pactos por el bien de los

partidos en perjuicio del pueblo.

Una vez iniciada esa buena armonía entre partidos, los

partidos van descubriendo los beneficios que para ellos conlleva

una lucha cada vez más pactada. Se puede discutir de todo a plena

luz pública pero es mejor pactar unas reglas del juego en aquello

que si se divulgara los dejaría a ambos en mal lugar. El resultado

óptimo para los partidos (y pésimo para la democracia) es la

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19

ordenada alternancia en el poder. Si los partidos nos hemos de

alternar, ¿por qué no hacerlo con el mínimo coste para nosotros y

nuestros intereses? De manera que los partidos van alcanzando

cada vez más una negociada consolidación de sus poderes. Poder

en el mundo económico, privilegios legales, exenciones, influencia

en el mundo de la banca, colocación de sus hombres en los consejos

de administración de la industria.

Sé que estoy hablando en abstracto así que voy a poner un

ejemplo pequeño y concreto de este mecanismo de buena concordia

contra el bien común. Los diputados de la Unión Europea, con el

pasar de los años, fueron aprobándose aumento tras aumento de

sueldo. El sueldo era formidable, en realidad un verdadero

escándalo. Pero todos los grupos aprobaron el asunto sin darle

ninguna publicidad, porque si se sabía por parte de los ciudadanos

a todos los diputados les iba a perjudicar por igual. Se dieron cuenta

de que si el asunto saltaba a la opinión pública se iba a producir una

conmoción periodística de gran repercusión. Así que todos

aprobaron que el sueldo base fuera razonable y que a esa cantidad

de dinero se le fueran añadiendo pagos en concepto de dietas,

viajes, complementos, etc. El sueldo de un eurodiputado

deliberadamente se volvió opaco a cualquiera que quisiera indagar.

Los representantes del pueblo actuando contra el pueblo.

Cuando la prensa fue testigo del tren de vida de algunos

eurodiputados, la cosa no se pudo ocultar más y les pidió que les

dijeran cuanto cobrara un miembro de esa cámara. Se les contestó

dándoles la información sobre el sueldo base. Cada vez que los

periodistas querían saber cuánto cobraba un diputado con gastos de

viajes y dietas, la secretaría de la Cámara de eurodiputados

respondía que esos eran datos privados de cada cual y que no

podían suministrarlos. De forma que no hubo manera de saber

cuánto cobraba un eurodiputado medio. Más allá de la respuesta

Page 20: La decadencia de las columnas jónicas

20

acerca del sueldo base todo eran datos genéricos, así como un

complejo tráfago de extras y complementos. No había manera de

saber cuánto ganaba un eurodiputado. Por más que los periodistas

se empeñaron, no hubo manera de saber cuánto cobraba como

media, dietas incluidas, un eurodiputado. Con el tiempo la

polémica periodística se fue olvidando y ellos siguieron

disfrutando de su escandaloso sueldo.

El mecanismo que los representantes del pueblo se aplicaron

contra los intereses del pueblo funcionaron y siguen funcionando

de maravilla. Aquí una vez más, como en tantas otras cosas, el

pacto común es más beneficioso para todos que la confrontación.

Y si es posible el pacto aunque haya varios partidos, nada favorece

tanto este tipo de pactos contrarios al bien común como un

parlamento bipartidista.

El ejemplo puesto no demasiada trascendencia, pero otro

tipo de pactos sí que tienen verdadera importancia. Pactar funciona.

Confrontémonos si eso nos interesa, pongámonos de acuerdo

cuando nos perjudique a los dos. Si los partidos funcionan como

empresas, este método va minimizando los perjuicios de la

confrontación y va estabilizando el sistema. De forma que al final,

las democracias tienen un Poder Único con dos caras, un solo poder

dividido en dos partidos de cara a la opinión pública. Un único

monstruo (la política) bicéfalo.

Por supuesto que la mayoría de las democracias no han

llegado a la consumación perfecta de este sistema de fusiones. Pero

todo parlamentarismo tiende a este punto, porque el Poder tiende a

concentrarse. Ese proceso de concentración es una tendencia ínsita

en el mismo ser de las cosas. No se debe a la malicia de los

gobernantes, no se trata de una gran conspiración, se trata de que

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21

siempre, en todas las épocas, en todas las culturas, el Poder tiende

a concentrarse.

Finalmente, una democracia puede cumplir con todos los

ritos (campañas, votaciones, etc.) para que todo siga exactamente

igual. En México, la situación que hubo con el PRI fue un ejemplo

de consumación de este proceso, no ya bipartidismo sino de partido

único refrendado inevitablemente por las urnas. Su poder

hegemónico duró desde 1929 hasta el año 2000. Se trata de un

ejemplo perfecto de caso de un solo partido que había invadido

todos los espacios de Poder. El PRI logró el monopolio del Poder

sin necesidad de renunciar a todos los rituales de la democracia. En

otros lugares este monopolio del Poder a efectos públicos, de cara

al electorado, presenta una cara bifronte, pero el resultado es

similar al del PRI en esos años.

En estas situaciones, la cámara de diputados no es ya el lugar

de discusión entre todos los representantes de un pueblo, sino el

estrado privilegiado para dar un discurso televisado y para aplicar

las leyes de la rutinaria aritmética de los escaños. Hay que entender

que todo sistema parlamentario tiende a este punto de máximo

beneficio para los que viven de la política.

En unos países este proceso está más adelantado, en otros

menos. Pero la tendencia de todo ser humano es pasar por encima

de todos los obstáculos para lograr el propio beneficio. En todas

partes, en todos los países, los políticos son profesionales en este

arte de pactar y buscar la conveniencia. Cierto que alguien dirá que

también hay buenos políticos, hombres adecuados para lograr el

bien común. Pero por cada uno bueno y honesto, hay una docena

que ante todo buscarán su propio beneficio. No voy a decir que esa

docena sean malos y corruptos, no. Pero indudablemente usarán el

acuerdo para bien del país sí, pero ante todo para su propio bien.

Page 22: La decadencia de las columnas jónicas

22

En este escenario, el Poder se va concentrando sin un recurso

especial a la maldad, ni a la ilegalidad.

Sin una real división de poderes, con un poder cada vez más

unificado, la democracia continúa con sus rituales, creyendo que

esos rituales suponen la garantía de sus libertades, cuando en

realidad son sólo un procedimiento para entregar un poder

monárquico a una persona durante un número limitado de años. En

cierto modo, hemos pasado de una monarquía vitalicia hereditaria,

a una monarquía temporal pactada.

En esta situación el Pueblo es sólo el cliente al que se le

vende un producto por parte de una empresa llamada partido. El

pacto entre los partidos hace que ese poder monárquico sea

disfrutado de un modo alternado entre una empresa (la estructura

de un partido) y otra (la estructura de otro partido). Como se ve, lo

que piense el Pueblo no tiene excesiva importancia. Los

gobernantes no van a actuar según lo que piensa el Pueblo, sino que

son los partidos los que encauzan el modo en que piensa el Pueblo.

Tampoco creamos que esto es una monstruosidad, ya que a veces

el Pueblo no piensa más que insensateces. Pero la idea cándida

acerca de la voluntad popular, el querer del pueblo, la elección de

los mejores para el gobierno de la nación y cosas así, son un cuento

de hadas. Los partidos son empresas especializadas en encauzar ese

querer popular según sus propios intereses, los de la formación

política.

Por eso los gobernados deben ser realistas, dejar de pensar

ingenuidades, y aceptar el hecho indudable de que el Poder está en

manos de un monopolio bipartidista. Y ese monopolio, fruto de su

dinamismo interno, fruto de la misma fuerza que va acumulando,

tiende a concentrar más poder extendiendo sus ramas a todos los

mecanismos de influencia de un país.

Page 23: La decadencia de las columnas jónicas

23

Cuando la democracia se convierte

esencialmente en un espectáculo

Otro vicio en el que puede caer un sistema electoral es que

todo lo accidental que rodea a una campaña se convierta en

sustancial. Este proceso morboso de hiperinflacción del

espectáculo que tiende a crecer año tras año en todas las

democracias occidentales, es claramente un mal camino que hemos

tomado. En las convenciones, en los mítines, cada gesto está

ensayado, la espontaneidad de lo que realmente se piensa se

sacrifica a la política de imagen. El decorado, el confeti, los globos,

los detalles estéticos, el photoshop en la foto del candidato pasan a

ser algo esencial. Para gobernar un país, la sonrisa del candidato es

indiferente. Lo mismo que la belleza de su rostro.

Ningún presidente escribe sus propios discursos. Cuando

parece que improvisan, sea en un debate o sea tras una pregunta de

una rueda de prensa, se limitan a escoger la mejor opción de lo que

ya está deliberado por los asesores de imagen. Todo está estudiado,

el marketing para la venta del producto (un candidato) ha de estar

por encima de cualquier otra consideración, como por ejemplo la

verdad. La verdad, lo que es justo, lo que es honesto, se sacrifica

sin vacilación en pro de la imagen. Que lo que se prometa no se

vaya a cumplir nunca, no importa para nada. Tampoco los electores

castigan este tipo de infidelidades. La imagen, el espectáculo, la

estrategia del marketing sí que da votos o los quita. El problema no

son solo los candidatos, ni los partidos. El mismo Pueblo escoge

mal muchas veces. El Pueblo se equivoca y escoge al más inepto,

al corrupto, al falso o al malvado.

Page 24: La decadencia de las columnas jónicas

24

Pero esta ineptitud connatural a las masas se complica

cuando la política cae en el espectáculo. La forma cada vez pesa

más frente al contenido. No digo que actualmente ahogue el

contenido, desde luego que no, pero es un proceso que sigue

creciendo sin que se le vea fin. Y ciertamente se trata de una nada

deseable evolución de nuestras democracias. Todo el mundo se da

cuenta, pero no se ve qué otro camino se pueda tomar. A los

grandes partidos no les importa. Mientras obtengan la presidencia

de los Estados, les da lo mismo si se obtiene por un medio o por

otro.

Lo importante es el objetivo, no la moralidad del medio para

alcanzarlo: estos son los sujetos que nos gobiernan. Concedemos

el Poder sobre nuestras naciones a los profesionales de la

simulación y la manipulación. Cada vez resulta más difícil que

alguien sencillo y veraz se mantenga así en el proceso hacia un alto

cargo. Las directivas de los partidos priman a los zorros frente a las

ovejas. La experiencia demuestra que en esta guerra sucia, las

ovejas suelen acabar despedazadas. Además las deliberaciones

secretas en el seno de las cúpulas de los partidos, cuando salen a la

luz muestran toda la suciedad y desviación del sistema. Por eso los

zorros suelen preferir a los zorros, una oveja podría dar un susto al

mismo partido. Por el contrario, un político profesional de toda la

vida sabe cómo son las cosas y no dará ningún susto. Cuando hay

que hacer teatro, se hace teatro. Si la consigna de arriba es decir tal

cosa, se dice tal cosa. Saben que su trabajo es la imagen y no hacen

ningún problema de ello.

Lo cierto es que cada gobernante ha de perder más y más

tiempo en lo que podríamos llamar actividades inútiles de carácter

exclusivamente propagandístico. Es verdad que todo hombre

situado en puestos de alta responsabilidad ha de emplear parte de

su tiempo en este tipo de actividades no útiles para el país que

Page 25: La decadencia de las columnas jónicas

25

gobierna. Pero el problema es cuando el volumen de ese tiempo va

creciendo y creciendo de un modo tal que ya no es que el

gobernante tenga que dedicar parte de su tiempo a ello, sino que

esto es buena parte de su trabajo.

Llevado al extremo este proceso podría llegarse a una

situación hipotética en la que el presidente de la nación, los

ministros, los diputados, fueran cargos dedicados exclusivamente

a cultivar su imagen: asistencia a actos públicos, reuniones

políticas, mítines, homenajes, inauguraciones, discursos, recepción

de interlocutores sociales, etc. Mientras que el gobierno efectivo de

la nación estuviera delegado en equipos de consejeros de Estado,

subsecretarios y asesores. La democracia habría caído en una

desviación en la que existiría una clase política, mediática y

dedicada al espectáculo de masas, mientras una tecnocracia

inamovible y atrincherada detentaría el poder real.

Un efecto colateral de esta situación es que todos los

gobernantes se ocupan cada vez más en hacer cosas que contenten

a la opinión pública, en detrimento de políticas más efectivas pero

menos populares. La empresa de la política entiende que no puede

embarcarse en proyectos que puedan resultar impopulares, por más

que sean beneficiosos a largo plazo.

Nuestros sistemas parlamentarios

funcionan, pero son mejorables

Si echamos una hojeada a las democracias occidentales

concluiremos que nunca como hoy en día la masa social ha estado

tan involucrada en los procesos de elección y supervisión de sus

Page 26: La decadencia de las columnas jónicas

26

gobernantes. Cualquiera de nosotros puede, a través de la

televisión, estar junto a los políticos y gobernantes horas y horas.

Cualquier persona les interpela, les discute, cualquier ciudadano

puede gritar en la vía pública al presidente de su nación, puede

insultarle y recriminarle lo que quiera mientras el presidente más o

menos azorado no puede ordenar a sus escoltas que den una paliza

a ese ciudadano, allí, en plena calle. Este tipo de situaciones

indudablemente desagradables son una muestra de la salud de

nuestros regímenes.

El poder de cada ciudadano de gritar a su gobernante y que

este no pueda hacer otra cosa que aguantarse, es signo de salud.

Todos cuando contemplan escenas como ésa en la televisión,

piensan que no se debería permitir y que habría que hacer algo.

Pero no se debe hacer nada.

Pero no sólo en cuanto a la libertad de expresión, si

examinamos los mecanismos de vigilancia que tiene el pueblo

respecto a sus gobernantes, podremos concluir que nuestra

situación es mejor que cualquier tiempo pasado. Y lo mismo

podemos decir respecto al respeto y salvaguarda de los derechos

individuales y colectivos.

Aquí he analizado los defectos en que ha caído la

democracia. Son defectos reales. Pero el sistema tiene la ventaja de

hacer que los gobernantes y los partidos se sucedan. Los nuevos

pueden ser tan poco honrados como los que sustituyen. Pero, al

menos, se produce una sustitución, una alternancia. La dictadura

requiere de permanencia. Sin permanencia de los individuos en los

resortes del poder, toda posesión de esos resortes siempre es

limitada.

Page 27: La decadencia de las columnas jónicas

27

Sin duda alguna, el panorama que presentan nuestras

actuales democracias es mejor que en cualquier otra época. No

obstante, la democracia consiste en un equilibro en la correlación

de fuerzas que determina la medida y duración de la posesión del

Poder, la democracia consiste en una armazón de equilibrio de

poderes. El parlamentarismo no puede existir de modo efectivo si

esos poderes no garantizan el funcionamiento de la maquinaria

constitucional. Y esa maquinaria presenta puntos de roce, puntos

de fricción. El Poder tiende a extender sus ramas y raíces, eso es

una ley universal. Como se ha dicho, se trata de algo que se haya

inserto en la naturaleza humana. Los elementos de esta maquinaria

tienden a controlar a los elementos colindantes. Ello se debe a que

al final las leyes constitucionales, se ejecutan a través de los

gobernantes, y por tanto a través de sus virtudes y defectos. De

momento, no poseemos ningún sistema que aplique la ley de modo

automático. Toda ejecución, dilación o excepción en la aplicación

de una ley o de un mecanismo constitucional sigue estando en

manos de hombres dotados de libre albedrío.

El problema de todo sistema constitucional es que hacer

excepción a las leyes desde el mismo Poder a veces es más

provechoso que seguirlas. Por eso la maquinaria requiere de una

continua vigilancia y puesta a punto. De lo contrario es cuando

pueden perpetuarse las averías, unas más graves, otras menos. Lo

que aquí se ha expuesto antes, son peligros, tendencias, procesos.

No significa que toda democracia tenga su maquinaria tan

deteriorada. Aquí se ha expuesto la enfermedad. Unas democracias

están más enfermas que otras.

Pero todo ciudadano ha de tener muy claro que el hecho de

vivir en país democrático no le asegura que ya para siempre en ese

lugar habrá libertad. La gente suele tender a pensar en términos

simples: hay democracia, no hay democracia. Las cosas suelen ser

Page 28: La decadencia de las columnas jónicas

28

un poco más complicadas. Pero hay otros muchos países en los que

la alternancia en la presidencia de la nación, sólo asegura cambio

de personas, pero no una verdadera capacidad de los ciudadanos

para poder escoger una alternativa.

Es deber de los ciudadanos velar por sus democracias. El

propósito de los teóricos que en siglos pasados forjaron los

ordenamientos constitucionales, era que los ciudadanos pudieran

tener realmente el poder de elegir en sus manos. No el que los

partidos tuvieran a los ciudadanos dominados por sus campañas

propagandísticas y por sus aparatos políticos. El poder del Pueblo

ha sido sustituido por el poder de los bipartidismos alternándose en

las instituciones. Las elecciones se han convertido en trámites de

reparto de escaños entre las empresas de la política. La maquinaria

que rige nuestras libertades funciona, pero el deterioro avanza,

porque los profesionales de este mundo cerrado van encontrando

los caminos para evadir los obstáculos constitucionales a sus

propios intereses.

Hay que preguntarse una y otra vez si el ideal de democracia

que los teóricos constitucionales imaginaron hace siglos, no ha sido

traicionado en parte. Las democracias funcionan, pero no se ha

convertido en el sistema para que los mejores nos gobiernen. O, al

menos, para que ciudadanos normales, capacitados, pero no

maleados por la estructura política, lleguen al Poder.

Además, tampoco el Pueblo se siente representado. La gente

vota con la resignación de que no hay otros a quién votar. No es

cierto que cualquiera pueda presentarse a cualquier elección.

Presentarse sólo está al alcance de grandes grupos que tienen

poderosos intereses propios y que pueden poner mucho dinero para

conseguir una porción de poder.

Page 29: La decadencia de las columnas jónicas

29

El sistema está tan cerrado, la población siente tal

frustración ante la pésima salud ética de los gobernantes, que su

indignación logra el surgir de grupos populistas, anarquistas o de

extrema izquierda. El índice de éxito de estos grupos, nos da la

medida del índice de frustración de una sociedad. El miedo a que

estos grupos menores logren algún día parte de la tarta del Poder,

lleva al bipartidismo a cerrar filas. La casta política se cierra sobre

sí misma, formando una piña.

En las páginas precedentes, se hablaba del sistema político

como un sistema cerrado, clientelista, forjador de pactos para el

reparto del poder. El sistema no favorece la llegada de individuos

nuevos, nobles, que sean los más adecuados para dirigir una nación.

Pero la solución no es la irrupción de grupos populistas, cuyo

remedio antisistema es imponer una sola voluntad, la suya. El

sistema no es perfecto. Pero el antisistema es la rabia que lleva a

concentrar todo el poder en manos de un líder o un partido. Esa

solución es peor que el sistema.

Sí, hay que reconocer que ahora hay libertad, pero la

estructura de representación popular no es ni mucho menos

perfecto. Pero la opinión general es de resignación al sistema, y de

unos pocos es de rabia antisistema. A nadie le gusta, como funciona

la democracia en su país. Pero todos piensan que no se puede

cambiar.

¿Es que no puede mejorarse el mecanismo que hasta ahora

nos ha regido? Los partidos no quieren ni oír hablar de ello. La

estructura bipartidista es la máxima interesada en la perpetuación

del sistema. Y harán todo lo posible para que este debate no se

suscite en la sociedad. Los grupos antisistema suponen la entera

destrucción del statu quo, para crear una única voluntad rectora: la

del líder. Perpetuación o ruptura. Fallos del sistema democrático o

Page 30: La decadencia de las columnas jónicas

30

implantación de una voluntad única popular. Estas son las

alternativas que ahora se están planteando.

Page 31: La decadencia de las columnas jónicas

31

Page 32: La decadencia de las columnas jónicas

32

Segunda parte …………………………………………………………………………………………………………………………..

Reinventemos la democracia

desde la pura razón

Una propuesta de reordenamiento de los

elementos

Si hasta ahora me he dedicado a examinar los puntos en que

la maquinaria constitucional presenta funcionamientos

inconvenientes, en este momento desearía exponer un modelo

teórico para reordenar los elementos que conforman una

democracia para que no se produjeran esos puntos de fricción. Si

en la exposición de los fallos del sistema político, todos podemos

estar sustancialmente de acuerdo con más o menos matices, en mi

exposición de un nuevo modelo teórico constitucional, ya no

obtendré un asentimiento tan unánime. Pues los desaciertos son

objetivos, mientras que los remedios son más opinables.

Además, aunque yo en mi reforma deseo guiarme por la

razón frente a la ideología o el deseo de favorecer intereses

privados, resulta claro que no hay un solo modo de reorganizar la

democracia según la razón. La democracia puede eser reformada

de muchos modos distintos. No hay un solo camino, aunque en

Page 33: La decadencia de las columnas jónicas

33

estas páginas he optado por el camino que me ha parecido el que

mejor funcionaría.

Soy plenamente consciente de que el modelo que voy a

exponer no se puede implantar en ninguna democracia ya existente.

Ningún grupo que ostente el poder va a permitir una reordenación

del sistema, en la cual pasaría a perder todas sus situaciones de

privilegio, para conseguir las cuales han tenido que invertir grandes

cantidades de dinero, perseverar durante años y que, en definitiva,

les ha conformado como una verdadera aristocracia llena de

privilegios. Los partidos están donde están después de mucho

trabajo y mucho dinero, y no van a acceder por las buenas a una

reorganización de las reglas del juego que permitieran una absoluta

igualdad de todos a la hora de poder acceder al Poder. Sería irreal

pensar otra cosa.

La reforma que planteo no tiene otra aspiración que servir

de modelo teórico. El sistema que voy a presentar aquí se puede

resumir en pocas palabras como una reorganización constitucional

que, manteniendo los mismos elementos que constituyen las

democracias actuales, pretende producir menos fallos en su

funcionamiento que los sistemas vigentes. Indudablemente la

mayor parte de los sistemas parlamentarios heredados del siglo

XIX han logrado mantenerse funcionando hasta nuestros días a

base de ir añadiendo un corpus jurídico cada vez más intrincado

para la salvaguarda del equilibrio de poderes. Esa maquinaria

parlamentaria que ha llegado hasta nosotros se mantiene en

funcionamiento a base de añadir suplementos.

Paso a exponer la reforma que cambiaría íntegramente el

modo de ejercer la democracia. A este sistema que voy a exponer

lo he denominado pentarquía, porque estaría conformado por cinco

instituciones que voy a ir explicando poco a poco.

Page 34: La decadencia de las columnas jónicas

34

Las elecciones

Cualquier ciudadano de la nación puede ser elegido como

miembro del Congreso. Deja de haber listas de candidatos, porque

la Constitución autoriza a que se pueda votar a cualquiera como

representante del Pueblo en el Congreso. Aunque los partidos

seguirán existiendo, los partidos dejan de ser los receptores directos

de la voluntad popular. Uno deposita su voto eligiendo a una

persona que le va a representar. Seguirá habiendo políticos

profesionales agrupados en partidos que continuarán recibiendo la

mayor parte de los votos, pero se puede votar a un intelectual, a un

escritor, a un artista, a un actor, a un deportista, a quien se quiera.

El Congreso cuenta con cien escaños. Para obtener un escaño se

necesita haber obtenido, al menos, el 1% de los votos válidos en

esas elecciones. El congresista (o diputado, como se le llama en

algunos países) es el que representa al menos el 1% de la voluntad

popular.

El ciudadano que haya recibido menos del 1% de los votos,

si lo desea puede entregar los votos recibidos a otro ciudadano. Si,

por ejemplo, un afamado intelectual ha recibido 20.000 votos, y un

señor en un pequeño pueblo ha recibido 50, y un periodista 1.500,

cada una de estas personas puede entregar ese número de votos al

que considere que es mejor. De forma que los votos se pueden ir

agrupando hasta alcanzar, al menos, ese 1% necesario para sentarse

en el hemiciclo.

Puede haber, por ejemplo, 10.000 ciudadanos que han

recibido pequeñas cantidades de votos. En las semanas siguientes

a las elecciones pueden intentar concentrar esos votos en otras

Page 35: La decadencia de las columnas jónicas

35

personas. Cada una de esas 10.000 personas que han obtenido

pocos votos son depositarias de una porción de la voluntad popular.

Y esa porción pueden administrarla como crean conveniente.

Pueden entregarla a un político profesional perteneciente a un

partido, pueden entregarla a una persona independiente, pueden no

entregarla a nadie. Entre esas 10.000 personas (la cifra es sólo un

ejemplo), muchas pueden no querer tener que ver nada con la

política. Pero eso no importa, ha habido ciudadanos que les

consideran los mejores destinatarios de sus votos, y pueden usarlos

como su prudencia les dicte.

Por el contrario, si el líder de un gran partido recibe el 30%

de los votos de las elecciones, ese congresista podrá escoger a otras

29 personas para sentarse en el Congreso, además de él mismo. Si

otro líder de un partido distinto obtiene un 27% de los votos en las

elecciones, esa persona podrá escoger a 26 personas más para

ocupar los escaños de la cámara. Una vez que un congresista toma

posesión de su escaño, será inamovible hasta que acabe la

legislatura.

La razón de que un congresista que ha obtenido el 10% de

los votos del electorado no pueda tener diez votos en el Congreso

se debe a que, si no fuera así, el Parlamento sólo contaría con una

treintena de diputados: en esa situación el voto no sería secreto. De

esta otra manera, los diputados podrán escoger a quien de verdad

consideren que es el más adecuado para gobernar. Dígase lo mismo

de las propuestas de ley, el voto secreto asegurará que los diputados

voten lo que consideren mejor para la nación y no lo que imponga

el partido.

Los medios de comunicación tendrán completamente vetada

la entrada en el hemiciclo durante las sesiones, para favorecer un

auténtico intercambio de argumentos. Cien congresistas es un

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36

número adecuado para parlamentar y dialogar. La Cámara de

Representantes de Estados Unidos tiene 435 representantes, 650

comunes componen el Parlamento del Reino Unido, el Congreso

de España cuenta con 350 diputados. Son números que no permiten

un verdadero parlamento, una discusión provechosa. Los diputados

se limitan a sentarse y votar. Son elegidos para hacer acto de

presencia. Las comparecencias sólo sirven para un lograr un breve

resumen en la televisión. Es lógico que la mayoría de los diputados

se distraigan con sus teléfonos móviles o haciendo sudokus. El que

está allí compareciendo en la tribuna, no habla para ellos, ni intenta

convencerles.

En un Congreso elegido de esta manera, seguiría habiendo

partidos políticos y líderes de grandes partidos. Por supuesto, estos

se llevarían la mayoría de los votos. Pero cada ciudadano podría

votar a quien quisiera en ese partido. Y ésa persona elegida en las

elecciones sería exactamente el que representaría al votante.

En el Congreso de cualquier país, sin duda, habría tres

grandes grupos de congresistas:

Un primer grupo formado por los grandes líderes de los grandes partidos.

El aparato propagandístico de esos partidos lograría que se concentrasen

muchos votos en esos candidatos.

Un segundo grupo formado por políticos profesionales que gozarían de

muchos votos. La mayoría de esos políticos profesionales pertenecerían a

los partidos, aunque no fueran las cabezas de estos. Ellos representarían

distintas sensibilidades, distintos grupos de personas.

Un tercer grupo sería el de las personas independientes que nunca

pensaron que acabarían sentándose allí.

La ventaja de la pentarquía que propugno es que, por fin,

todos los ciudadanos podrían sentirse representados. El Congreso

sería realmente la representación del Pueblo. La distancia entre

Page 37: La decadencia de las columnas jónicas

37

políticos y Pueblo se eliminaría. Otra ventaja es que sería mucho

más fácil el acuerdo. Muchas personas no pertenecerían a partidos

políticos y actuarían según su recto entender y su sentido común.

Ahora sólo prima la disciplina de voto. No importa que las razones

del otro te convenzan o no. Lo que importa es el bien del partido.

En el sistema aquí propuesto, los congresistas por fin podrán

buscar el bien común por encima del bien de los partidos. Esto se

favorecerá por el hecho de que todas las votaciones, sin excepción,

serán secretas. Por fin, por primera vez, se facilitará que el

Congreso pueda representar al Pueblo, no a los intereses de cada

partido. No digo que se logre indefectiblemente ese ideal de la

representatividad pura. Pero, al menos, el sistema lo favorecerá.

Otra ventaja de la pentarquía es que con un número reducido

de congresistas y votando en secreto siempre, será mucho más fácil

ponerse de acuerdo. El problema de muchos países con abundancia

de partidos en el Congreso es que no resulta fácil lograr pactos

estables. Cada partido busca una cuota de poder y sus propios

intereses, y no es fácil contentar a todos.

Pero en el sistema pentárquico el consenso del sentido

común y del entendimiento entre todos pasaría a ser la situación

habitual y no la excepción. Sea en el gobierno de una universidad,

en un consejo de dirección de una empresa o en un barco, lo normal

tras exponer las razones, es el consenso. En un Congreso no se

logra el consenso de forma endémica, por razones artificiales que

nada tienen que ver con la razón. Son intereses particulares,

egoístas y enfrentados por el afán de desacreditar al otro. Además,

esta situación lo que logra es dividir al país. La división de los

partidos tiende a crear división en la nación.

Page 38: La decadencia de las columnas jónicas

38

La pentarquía no suprime los partidos políticos. Los

partidos tienen su razón de ser. Pueden ser un factor de corrupción,

pero también de estabilidad. Es cierto que buscan el Poder a toda

costa, pero también pueden ser beneficiosos modeladores de la

opinión. Probablemente, la mayoría de los diputados pertenecerán

a partidos políticos.

Serán igualmente partidos los que les proporcionarán la

propaganda durante la campaña, así como el apoyo del aparato a lo

largo de la legislatura. Sin embargo, al elegir a personas, la oferta

ante el electorado aumentaría para que cada cual pueda sentirse

representado en la persona a la que votó. Cada uno votaría

realmente al que quiere, ya que las listas de candidatos dejarían de

existir. Esto provocaría una impresionante revitalización de la

democracia. Todo el mundo se sentiría implicado en el proceso de

elegir a su representante.

Ahora mismo, en la mayoría de las naciones existe una

palpable desafección de los ciudadanos por sus representantes, a

pesar de que sean los fervientes seguidores los que siempre salgan

ante las cámaras en las manifestaciones de júbilo. Pero la

desafección es grandísima. Una parte muy grande de los

ciudadanos no se sienten para nada representados. Y finalmente eso

supone desafección respecto a las instituciones, no sólo respecto a

las personas. Y muchos de los que votan no sienten otra cosa que

resignación. Hay que revitalizar la democracia. Hay que recobrar

el espíritu de la polis griega.

En la pentarquía, cada diputado sería libre de seguir su

propia razón, sin estar obligado a ninguna disciplina de partido.

Cada voto sería en conciencia. Con el nuevo sistema pasaríamos de

la actual disciplina de partido, a una situación en la que el partido

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39

intentaría convencer de las excelencias o desventajas de votar en

una u otra dirección. Y eso es una gran diferencia.

Cada votación del congreso sería claro reflejo de lo que

piensan cien personas independientes. Dejaría de ser la eterna

confrontación entre los que dicen blanco y los que dicen negro.

Dejaría de ser un campo de batalla en el que uno está en contra del

otro por principio. Las propuestas, por fin, se podrían decidir con

objetividad. Se podría, aunque quizá no siempre fuera así. Pero el

actual sistema malea todo. Ciertamente que, al final, incluso con

esta reforma, se formarían banderías, grupos enfrentados y

estrategias para denostar y humillar al contrario. Pero en este

sistema pentárquico, tal cosa iba a ser mucho más difícil que con el

actual.

La situación actual en las que los del grupo A siempre dicen

que los del grupo B están equivocados y lo hacen todo mal, llegaría

a su fin. En estas circunstancias, el Congreso se convertiría en un

verdadero lugar de discusión. En la pentarquía no sólo se facilita el

consenso, sino que además irrumpirían en la política

continuamente personas que serían outsiders, personas de fuera,

llenas de entusiasmo e ideales. Es decir, en cada legislatura

entrarían ciudadanos con una mirada fresca. La política dejaría de

ser un grupo cerrado sobre sí mismo. El político profesional

siempre tiende a pensar más en sí mismo. En un grupo de

congresistas elegidos de esta manera sería más fácil comenzar la

legislatura con la idea en la mente de vamos a trabajar juntos, y no

con la idea de comienza la batalla.

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40

El Congreso representa la voluntad de

una nación

Esta cámara de congresistas, con voto secreto, elegiría a un

Presidente de la Nación que ostentaría el Poder Ejecutivo. El

Congreso representa al Pueblo, pero esta Cámara no es la que

gobierna. El Presidente de la Nación es elegido por mayoría

absoluta del Congreso, es decir, por más de la mitad de los votos

de la Cámara.

El Presidente de la Nación no tendría un mandato limitado a

un número determinado de años. Seguiría en el Poder en tanto en

cuanto el Congreso no le retirara su confianza. El Congreso es el

único que tiene la función de otorgar el Poder Ejecutivo a una

persona y también la capacidad de retirarle esas atribuciones,

porque el Congreso representa la voluntad popular.

En ningún momento el Presidente de la Nación estará en

funciones, sino que seguirá en su puesto mientras la cámara no le

retire la confianza y ponga en su lugar a otro. Aunque haya

elecciones al Congreso y se renueven los escaños, él no tendrá que

someterse a ninguna votación para continuar en su puesto. Él sigue

en su puesto de forma indefinida mientras el Congreso no le retire

de él. Cuanto peor ejercite sus atribuciones el Presidente en

ejercicio más prisa se darán en ponerse de acuerdo los diputados

para quitarle de ese puesto.

Algo que favorecerá el acuerdo de la cámara de

representantes es que el Presidente no tiene por qué ser un

diputado, ni siquiera un político profesional. El Congreso puede

elegir a cualquiera para gobernar el país, sea un político o no. El

acuerdo en una persona para presidir el Gobierno no sería tan difícil

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41

como ahora, puesto que no se trataría de elegir a alguien de nuestro

partido o de vuestro partido.

Todas las votaciones del Congreso, y también las votaciones

para elegir presidente, para proponer una ley al Senado, etc, serán

secretas, y las discusiones serán a puerta cerrada, sin cámaras, ni

periodistas. Esta medida tiene como fin lograr que se pueda hablar

con total franqueza, que se puedan discutir las cosas de verdad.

En siglos pasados, el senado del pueblo romano, la Cámara

de los Comunes en Inglaterra, y los parlamentos hasta el siglo XX,

habían sido siempre lugares de discusión, de búsqueda de vías

medias, lugares donde de verdad se discutía sobre el tema de hacia

dónde dirigir la nación. Sin embargo la televisión ha convertido a

los Parlamentos en una mera tribuna para lanzar discursos no

dirigidos a sus señorías sino a los televidentes. Por eso hay que

reconquistar el que las cámaras de diputados sean lo que fueron y

lo que nunca deberían haber dejado de ser. Pero la franqueza y la

sinceridad no se pueden lograr con el objetivo de televisión

enfocándole a uno.

En este nuevo sistema los diputados se reunirían las veces

que quisieran, y al final saldrían afuera y comunicarían que han

elegido a un nuevo Presidente, o que apoyan al que ya está en el

cargo, o que le amonestan, o que le sugieren unas determinadas

medidas, o que van a proponer una nueva ley al Senado. La ventaja

de la democracia pentárquica, es que pueden elegir como

Presidente a un señor feo, que no habla especialmente bien en

público, y que es un hombre muy competente, pero que nunca se

ha dedicado a la política.

Page 42: La decadencia de las columnas jónicas

42

La tarea de gobierno de una nación, de dirigir todos los

Ministerios, la elaboración de unos presupuestos billonarios, es una

tarea muy técnica. El más adecuado para ello puede ser una persona

que tenga una imagen ante las cámaras de los periodistas tan

desaliñada y patosa que nunca pudiera ni soñar en optar a unas

elecciones. Como los diputados elegirían al presidente de la nación

en votación secreta podrán elegir al que crean que es el más

adecuado, por impopular que puedan ser las políticas que sepan que

vaya a llevar a cabo el elegido.

El Presidente del Gobierno podría dedicarse a gobernar, sin

preocuparse tanto de perder tiempo en cuestiones de imagen.

Podría tomar las medidas que crea que son las mejores, fueran éstas

populares o no. Ya que serían cien congresistas los que juzgarían

su labor, no la veleidad de las encuestas. Suena increíble pensar

que con este modelo pentárquico el gobernante de una democracia

por fin podría dedicarse a eso, a gobernar.

Otra ventaja es que podría hacer planes a largo plazo. Su

permanencia en el Poder dependería sólo del apoyo del Congreso,

no de los vaivenes de las encuestas. Un plan a largo plazo, un plan

convincente, realista y sin demagogias, fácilmente convencerá al

Congreso. El Presidente, incluso, podría tomar medidas poco

populares si considera que es lo mejor. Porque los congresistas

podrían criticar esas medidas en público, pero podrían seguir

votándole en secreto.

Ahora mismo, el arte de gobernar cada vez tiene que ver más

con el espectáculo, y en todos los países ha caído en el

cortoplacismo. Todos los Presidentes saben que las medidas

impopulares siempre pasan factura. Además, en la pentarquía

propuesta, los congresistas son los profesionales encargados de

elegir un buen gobernante. Esa función siempre la realizará mejor

Page 43: La decadencia de las columnas jónicas

43

un grupo de representantes del Pueblo, que no el Pueblo

directamente. Desde un punto de vista objetivo, eso es así.

Alguien podría alegar que los representantes del Pueblo se

pueden corromper. Pero también puede ser un corrupto el

candidato a la Presidencia, por más que éste sea elegido

directamente por el Pueblo. Tantos los representantes como el

Presidente son elegidos en elecciones, ¿por qué se podrían

corromper más los unos que el otro? Las dos partes se pueden

corromper de igual manera. Pero, objetivamente, la labor de elegir

al mejor gobernante, es una decisión técnica que requiere valorar

elementos que siempre la realizará mejor un grupo pequeño de

personas preparadas, que no la población escuchando discursos.

Eso objetivamente es así. Y la elección directa no otorga ninguna

garantía.

Además, la corrupción de un congresista, la presión sobre él,

se dificulta cuando nunca puedes saber en qué sentido ha votado.

Él puede decir una cosa ante los medios, pero votar por quien crea

conveniente, dado que su voto siempre y sin excepción será

secreto.

El Congreso no sólo elige al Poder Ejecutivo, sino que como

constituye la reunión de los representantes del Pueblo, también

puede hacer sugerencias y amonestaciones a los gobernantes cada

vez que lo crea conveniente. Asimismo ellos, y no sólo el

Ejecutivo, puede proponer leyes al Senado.

Es muy grande la nobleza de esta asamblea, porque las

demás cámaras cumplen funciones concretas, pero ningún otro

poder de la nación más que el Congreso se puede atribuir el

privilegio de ser la representación de la voluntad popular. Su

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44

función es representar al Pueblo, lo cual ni siquiera puede decirlo

el Poder Ejecutivo.

El Senado

La experiencia demuestra que si los miembros del Senado

son elegidos por votación popular, esta cámara deja de ser un

contrapeso a la cámara de representantes. ¿Por qué? Pues porque la

mayoría política que rige una cámara es la que rige la otra cámara.

Es lógico que sea así. El mismo reparto de escaños que está vigente

en el congreso, se halla presente en el Senado. Cuanto más

aplastante sea la mayoría de un grupo en la cámara de diputados,

mayor será su poder en el Senado. En teoría se supone que cuanto

más rotunda sea la mayoría absoluta en el Congreso, más se

necesitaría de un contrapeso en la segunda cámara. Pero

comprobamos como un hecho evidente que eso no es así.

Cuando se da alguna divergencia en las mayorías de ambas

cámaras, esta situación de un Senado de signo contrario sólo se

mantiene hasta las siguientes elecciones. Lo normal en casi todos

los países, cuando se da una divergencia entre cámaras, es que el

gobernante afirme que así no puede gobernar y espere estoicamente

a que llegue el anuncio de las nuevas elecciones al Senado. Pero

esto es raro, porque son muchas las naciones en las que lo habitual

es que las elecciones de los congresistas y senadores tengan lugar

en la misma jornada de votaciones. Así se evitan las divergencias:

el relevo de poder en el congreso supone el relevo de poder en el

Senado. La división de poderes queda perfectamente anulada de

este modo. No hay casi ningún país que se tome en serio la división

entre poder ejecutivo y poder legislativo, ni los ciudadanos ni los

políticos.

Page 45: La decadencia de las columnas jónicas

45

Estados Unidos sería una de esas pocas excepciones, dado

que es el país que cuenta con un senado más independiente. Pero,

incluso allí, los dos grandes partidos cada vez actúan con más

eficiencia como estructuras de presión sobre los senadores.

También el partido republicano y el demócrata han comprendido

que, en el fondo, son grandes empresas y que tienen que defender

su propia marca, por encima de idealismo que sólo contribuyen al

éxito del contrincante. De ahí que, a lo largo de la Historia de los

Estados Unidos, la presión sobre los senadores ha resultado

progresivamente más efectiva. Esa presión creciente de los

intereses partidistas sobre la independencia personal de los

congresistas y senadores hace que el modelo norteamericano

muestre un marcado proceso de identificación con el modelo

bipartidista típico de Europa. La independencia del Senado cada

vez es menor y seguirá decreciendo en los próximos decenios.

De ahí que, en casi todos los países, este modo de proceder

unificando las votaciones es lo más razonable actualmente, porque

los partidos de todas las naciones se oponen entre sí por principio,

independientemente de si el Ejecutivo toma decisiones de gobierno

acertadas o no. El resultado de esta oposición frontal y permanente

es que cuando hay una mayoría en el Congreso y otra en el Senado,

los senadores obstruirán todo lo que puedan al Ejecutivo. Con lo

cual no hay división de poderes, sino un asentimiento total o una

obstrucción perfecta.

Esto es así porque ambas instituciones, en la práctica, son

dos cámaras de representantes al servicio de los intereses de sus

partidos enfrentados sin piedad. No es cierto que exista una cámara

de representantes por un lado y el Senado por otro: ambas dos son

cámaras de reprentantes. Para lo que tenemos ahora en nuestras

democracias, resulta evidente que no necesitamos una segunda

cámara. Para esto nos podríamos ahorrar los sueldos de los

Page 46: La decadencia de las columnas jónicas

46

senadores. Hacer la segunda votación en el Senado, que es inútil,

sale a precio de oro a los contribuyentes dado los sueldos que

cobran. Nunca una segunda votación que no sirve para nada, ha

salido más cara a los presupuestos del Estado. Por eso, en no pocos

países, el Senado es el premio que los partidos conceden a sus

políticos veteranos. Cuando quieren retirar a alguien del poder real,

le ofrecen (a costa de todos) ese retiro tan bien pagado: ésa y no

otra es la auténtica función del Senado en muchos lugares.

Por supuesto que un senador podría obrar en conciencia al

votar. Pero si eso llega a molestar de verdad a su partido,

evidentemente no volverá a aparecer en las listas de las próximas

elecciones. Y un senador solo sin el apoyo mediático de la

estructura de su partido, no tiene ninguna posibilidad de volver a

su escaño. Incluso allí donde las votaciones no son a partidos sino

a personas, los senadores saben lo esencial que resulta el apoyo de

la estructura.

Si queremos que el Poder Ejecutivo disponga de un

contrapeso, es necesario que el Senado sea independiente.

Aumentar la independencia del poder legislativo, supone aumentar

la libertad de todos los ciudadanos frente a los excesos del Poder.

Querer o no un Senado independiente es, en definitiva, decidir si

queremos un Poder Ejecutivo sin ataduras o un Poder limitado por

un cuerpo de leyes. Todos los teóricos son unánimes en afirmar que

sólo un ciudadano loco no preferiría las ventajas de un poder

legislativo independiente. Pero ya se encargan las estructuras de

poder de quitar este tema de las discusiones en los medios de

comunicación, porque sólo un gobernante loco renunciaría, sin

estar forzado a ello, a las ventajas de un Senado a su servicio. Qué

dulce debe ser escuchar: El Senado está a su servicio, señor

Presidente.

Page 47: La decadencia de las columnas jónicas

47

Pero en nuestras democracias se puede discutir acerca de

quién va a gobernar, pero no acerca de las reglas actuales del juego.

Porque mientras continúen estas reglas, los que realmente

gobiernan son los dos grandes partidos. La alternancia no es

cuestionada, es un mal inevitable. Lo que no se debe cuestionar es

el monopolio bipartidista. Y un cuerpo que hiciera leyes de forma

independiente, acabaría con el cómodo statu quo actual. Desde el

momento en que se buscase el bien común y no el bien partidista,

la cómoda y provechosa alternancia quedaría sentenciada. Por eso

el Senado debe continuar como está. Ya hemos acostumbrado a los

partidos, esas industrias del poder, de que cuando se les entrega el

poder ejecutivo se les hace entrega también del poder legislativo.

Sería imposible desacostumbrarles a renunciar a semejante regalo.

Regalo que no se lo ha dado la Constitución, pero del que ellos se

han apoderado por vía de facto.

Por todo esto, para dar independencia al Senado, la solución

que propongo se basa en un hecho que pocos podrán en duda: lo

bien que funciona el Tribunal Supremo en Estados Unidos. Pocas

instituciones han demostrado funcionar tan admirablemente como

ésa. ¿Por qué no transformar al Senado en una cámara de personas

independientes con cargos vitalicios, no sujetas a ningún partido, y

cuya única labor sea valorar si se debe o no aprobar una ley? De

esta manera el Senado le diría al Poder Ejecutivo: Usted gobierne

y haga lo que quiera, pero dentro de las leyes. Tiene plena libertad

para gobernar, pero las leyes las aprobamos nosotros.

El Gobierno podría presentar al Senado todas las leyes que

crea conveniente. Pero sería una cámara de cincuenta hombres

independientes los que decidirían en último término. Sería como si

el Senado le dijese al Presidente del Gobierno: Expónganos las

razones por las que desea que exista una nueva ley. Si nos

convence, la aprobaremos. Pero si no usted no convence a

Page 48: La decadencia de las columnas jónicas

48

cincuenta hombres honestos, independientes y especialistas en este

campo legislativo no aprobaremos la ley.

No sólo el Gobierno podría presentar leyes al Senado,

también el Congreso. Incluso los mismos senadores tendrían

capacidad para presentar leyes a la misma cámara a la que

pertenecen, porque cualquier ciudadano o grupo tendría capacidad

para hacer tal cosa. Puede parecer que se trata de un poder excesivo

el que se concede al Senado, pero la seguridad del obrar de esta

cámara como un cuerpo proviene asegurada por el modo cómo se

constituye este grupo de personas con una misión tan cualificada.

El Senado es una cámara formada por cincuenta senadores.

Cada senador es investido de su magistratura de forma vitalicia.

Cuando un senador muera o desee retirarse, el congreso deberá

cubrir la vacante por mayoría cualificada de votos que será del 70%

de los votos del Congreso. De forma que el nuevo senador ocupará

el puesto vacante de su predecesor, porque realmente hay un

acuerdo en el congreso de que él es la persona adecuada para juzgar

con honestidad e imparcialidad acerca de la conveniencia de la

aprobación o no de las nuevas leyes.

No sería necesario que un senador fuese alguien dedicado

profesionalmente a la política. Podrían ser prestigiosos juristas,

catedráticos de Derecho, pero también notables intelectuales o

prohombres que se han destacado por su vida honrada y su sentido

común. Serían personas que atraerían el acuerdo sobre su nombre

porque sólo un gran consenso les llevaría a su designación como

senador. Si un individuo obtiene el 70% de los votos de los

congresistas, es que esa persona tiene la confianza prácticamente

de todos. Y en una persona sí, que está por encima de los

partidismos, se puede confiar. Aunque cualquiera podría ser

elegido para ese escaño, lo lógico es que los senadores sean

Page 49: La decadencia de las columnas jónicas

49

personas con un gran conocimiento acerca del Derecho, aunque un

pequeño número de senadores llegaran a sus escaños por su

incontestable prestigio personal.

Estos senadores continuarían legislatura tras legislatura, de

manera que se trataría de hallar para el cargo a gente dotada de

honradez e independencia incuestionable. El paralelismo de este

modelo constitucional con el que rige la designación del Tribunal

Supremo de Estados Unidos resulta evidente. Si ha funcionado tan

bien ese tribunal emitiendo sentencias, ¿por qué no habría de

funcionar igual de bien un grupo de expertos dedicados únicamente

a la labor de evaluar la conveniencia o no de una ley?

De esta manera, el Senado debería convertirse en una

cámara de hombres neutrales, ajenos a la lucha política. Cincuenta

hombres expertos, autónomos e imparciales encargados de una

labor bastante técnica. Esto sería el triunfo de la razón frente al

parlamentarismo actual basado en maquinaciones dentro de los

partidos. Sólo este cambio del Senado ya transformaría

enteramente la calidad y salud de una democracia. A

unque hay que reconocer que con nuestros congresos

actuales completamente corrompidos por el partidismo sería

imposible poner de acuerdo a los congresistas en una sola persona,

por honesta y preparada que fuera. No importaría la calidad del

nombre propuesto, las divisiones harían imposible el acuerdo. Por

eso sería necesario primero una reforma del Congreso como la que

he descrito, para poder lograr acuerdo en hombres independientes

y no en elegir a meros siervos de los partidos.

En el sistema pentárquico propuesto aquí, el Senado será el

único poder de la nación con capacidad para aprobar leyes. Otros

gobiernan, otros representan al Pueblo, otros imparten justicia. El

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50

Senado se dedica a la labor técnica de evaluar la legislación

propuesta y a aprobarla si lo ve conveniente y sólo se dedica a eso.

Los que lo integran ya no tienen aspiraciones de poder o

ambiciones de hacer carrera.

El cargo senatorial sería el colofón a toda una vida dedicada

a la universidad o al servicio del bien público. No un peldaño en el

propio camino hacia posiciones de más relumbrón. El puesto de

senador no sería un medio para lograr otros fines. No sería un

asiento donde se aburren los hombres dóciles a la espera de votar

lo que les han dicho, sino un cargo del que sentirse orgulloso hasta

el final de la vida.

Hay una frase inscrita sobre la fachada del Tribunal

Supremo de Colombia que me impactó notablemente, la dijo

Santander, el líder de la independencia de Colombia: Las armas os

han dado la independencia, las leyes os darán la libertad.

Impresionante frase que resume la grandeza del oficio de senador.

Grandeza que contrasta con la mezquindad del proceso

actual de redacción entre comisiones de partidos y del que uno

llegó a decir: Los amantes de las salchichas y de las leyes es mejor

que no sepan cómo se hacen. Las leyes deberían ser el resultado de

la razón, no el resultado del consenso entre intereses particulares

enfrentados y muchas veces contrarios al bien común.

En la democracia pentárquica, el gobernante no puede emitir

leyes ni siquiera de modo extraordinario. Y esto es así por una

razón simplicísima: el Ejecutivo no goza de poder extraordinario.

Si tuviera esa capacidad, el Gobernante siempre tendrá la tentación

de legislar a golpe de decreto. Decreto que, en el fondo, sería una

ley, una ley redactada y aprobada por el Poder. Si la Constitución

otorga poderes extraordinarios como excepción al Gobernante, el

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51

Ejecutivo siempre alegará que la situación es excepcional. Eso ya

lo hemos visto hasta la saciedad. El Gobernante nunca debe poder

legislar a través de la vía del decreto.

En el sistema político pentárquico que propongo, si un

presidente del gobierno apelara a lo excepcional de una situación

para legislar él mismo, el Senado deberá anular ese decreto al día

siguiente, recordándole al Presidente que puede jugar sobre el

tablero, pero que él no redacta las reglas del juego. Deberá

recordarle que si una situación es excepcional eso lo decidirán

cincuenta senadores independientes, porque el Ejecutivo siempre

dirá que su situación es excepcional.

La experiencia demuestra que cualquier puerta trasera que

dejemos abierta se convertirá en una entrada habitual. Si el

gobernante en caso de guerra o de calamidad pública, aspira a

poderes excepcionales le tendrán que ser dados por el Senado a

través de una ley, y esos poderes serán entregados en el modo y

tiempo que el Senado decida.

El Senado, y no el Congreso, será la única cámara capacitada

para otorgar algo que, en definitiva, es una suspensión parcial de

las reglas del juego. Y, por pura razón lógica, suspender las reglas

de juego (las leyes) es algo que sólo puede competer al Senado que

es el que determina qué reglas del juego se aprueban y cuáles no.

El Congreso no puede tener la atribución de otorgar poderes

especiales, porque el Pueblo siempre es muy dado a otorgar esos

poderes para arreglarlo todo, como suele decir la gente. El

Congreso, además, siempre será una cámara más influenciable,

más sometida a presiones del Pueblo. La Constitución dejará claro

que sólo esos cincuenta hombres imparciales, los senadores,

tendrán capacidad para decidir una cosa tan grave como la

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52

suspensión total o parcial de las reglas que rigen el funcionamiento

de la democracia. Lo normal es que el Senado al otorgar esos

poderes especiales lo haga estableciendo de forma bien clara y

precisa la fecha exacta en que esos poderes finalizan.

Como se ve, la responsabilidad del Senado es muy grande.

Por eso, tienen que ser personas elegidas con acuerdo de todos o de

una inmensa mayoría. Si en el Congreso no se logra consenso

suficiente en una persona para ocupar un escaño senatorial,

entonces el puesto queda vacante hasta que se logre esa mayoría

absoluta, tarde lo que se tarde.

No habría que tener ninguna prisa en reemplazar al senador

fallecido o retirado. Lo único que importaría sería lograr al final un

nombre que suscite el acuerdo de todos. Sin acuerdo, un asiento

podría quedar vacante durante años. Porque lo importante no es

cubrir una vacante en el Senado, sino que ese escaño lo ocupe una

persona digna.

Todos sabemos perfectamente qué es una persona digna.

Pero cuando hay ánimos muy enfrentados no es fácil ponerse de

acuerdo en quién es una persona digna. Por eso el escaño deberá

ocuparlo, al menos, aquél en quien la inmensa mayoría esté de

acuerdo.

Será difícil que no se logre ese consenso alrededor de

alguien, porque ese puesto de senador no será un paso más en el

ascenso personal de un político. Sino que normalmente será el

colofón a la carrera académica de un catedrático. Lo ideal sería que

la mayoría de los senadores fueran catedráticos expertos, retirados

y en activo, que han dedicado toda una vida al Derecho.

Page 53: La decadencia de las columnas jónicas

53

El Tribunal Supremo

Un tribunal de veinticinco jueces serán los garantes últimos

de la imparcialidad de la Justicia de la nación. El Senado elegirá a

los magistrados del Tribunal Supremo cuando uno de ellos muera

o se retire, pues el cargo será también vitalicio. Cada vacante será

cubierta eligiendo a un magistrado por mayoría cualificada del 70%

de los votos senatoriales. En unos países, las constituciones otorgan

a la máxima magistratura judicial simplemente la capacidad de ser

la última instancia de apelación en los juicios penales o civiles,

existiendo de forma simultánea un Tribunal Constitucional. En la

pentarquía que propongo, el Tribunal Supremo es a la vez la última

instancia posible judicial, y a la vez ejerce las funciones de

Tribunal Constitucional.

Existirán tres instancias ordinarias de apelación en el

organigrama judicial de la nación: uno de nivel local, otro regional

y el tercero nacional. En la tercera instancia, acabará la posibilidad

de recurso. Pero el Tribunal Supremo podrá aceptar por su parte la

revisión de cualquier sentencia de las tres instancias previas. Será

el Tribunal Supremo el que decida qué causas va a examinar. Dado

que son veinticinco los magistrados del Tribunal Supremo, bastará

que uno de ellos proponga una causa al tribunal, para que éste lo

acepte, incluso aunque esa causa no hubiera sido presentada por

nadie ante ese tribunal.

Otro aspecto que cambia en esta reforma son los

suplicatorios y aforamientos. Hasta ahora, en muchos países, para

iniciar una causa judicial contra un senador, un congresista, un

Presidente del Gobierno o un ministro, es necesario un suplicatorio

al Congreso. La concesión de ese suplicatorio es necesario incluso

para iniciar las investigaciones previas una vez que aparecen los

indicios. En la pentarquía, los suplicatorios dejarían de existir. El

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54

Tribunal Supremo tendría pleno poder para investigar e iniciar un

proceso contra cualquier miembro del Congreso o de cualquier

rama legislativa, ejecutiva o senatorial. Serían veinticinco hombres

imparciales dotados de la prerrogativa de juzgar a cualquier

ciudadano sin ningún tipo de limitación.

En la legislación vigente en muchas democracias el

bipartidismo alternante, si cuenta con mayoría suficiente, influye

poderosamente en la elección de los magistrados del Tribunal

Supremo. Estos magistrados son independientes, lo que no es

precisamente neutral es su elección. En la pentarquía, ningún

gobernante podrá ni soñar con llegar a gobernar algún día ni al

Senado ni al Poder Judicial. Un presidente autoritario y populista

con gran respaldo de la población tendría verdaderamente difícil

apoderarse de todos los poderes del Estado. Para hacerlo tendría

que subvertir las reglas del juego.

Si antes he citado la magistral frase de Santander, ahora

quisiera citar la inscripción que vi en la entrada de los tribunales de

la ciudad de Saint Louis (Missouri): Que la Justicia sea hecha,

aunque se caigan los cielos. Dichosos los países que cuentan con

jueces justos.

Jamás debería admitirse la más leve contaminación de un

tribunal que es garante último de la Justicia de toda una nación. El

que así se haya hecho, aunque en pequeña medida, en tantas

democracias consolidadas demuestra la catadura moral de aquellos

que dirigen los partidos. Pues es algo que no cuesta dinero, ni

requiere de presupuestos especiales, sino sólo de voluntad de

otorgar a la nación hombres independientes para el oficio de juzgar.

Afortunadamente, las más prestigiosas democracias no

cuentan con senados independientes, pero sí que cuentan con

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55

tribunales supremos respetables. Pero en las democracias de

segunda fila, esto no es así.

Recapitulando el nuevo modelo

constitucional

Esa corrupción de la democracia (que desgraciadamente

también ocurre en nuestros tiempos) no es realizada por un dictador

que es un general que saca los tanques a la calle, que retransmite

marchas militares en la radio y que aparece con uniforme en la

pantalla de televisión. No. El dictador prototipo de las democracias

del siglo XXI es aquel señor de americana y corbata, sonrisa ante

las cámaras de televisión y buenas palabras llenas de magníficas

intenciones que logra el poder sobre su propio partido, que después

logra la mayoría absoluta en las dos cámaras tras unas elecciones,

y que, por último, consigue que la mayor parte de la prensa sea una

mera extensión de su voluntad.

Afortunadamente, este tipo de presidentes-dictatoriales son

pocos. Pero más frecuente es la contaminación política que se da

en algunos tribunales supremos y constitucionales de países

democráticos resulta inadmisible. Pero, de nuevo, el monopolio

bipartidista es el que menos interés tiene en reformar ese estado de

cosas.

Hay que evitar el poder ilimitado de los partidos sobre las

instituciones. De lo contrario, si la corrupción de la democracia se

consuma, resulta indiferente que los ciudadanos depositen

obedientemente su voto cada cuatro años en algún tipo de

recipiente. Si el partido controla todos los resortes, votar se

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56

convierte en un mero ritual. Ritual de resultados conocidos,

previsibles e inofensivos para el Poder.

Los ejemplos de dictadores democráticos han sido muchos a

lo largo del siglo XX. El caso del PRI en México ha sido un caso

de manual. El caso de la alternancia pactada entre dos liberales y

conservadores en España desde 1875 hasta 1903, es otro ejemplo

de dictadura bicéfala a pesar de que el modelo político fuera

parlamentario.

A pesar del rito electoral, quien tiene bajo su influencia a la

prensa, al Tribunal Supremo y a las dos cámaras con mayoría

absoluta, posee un poder sin límites, diga lo que diga la

Constitución. La única preocupación que conoce ese tipo de poder

total, es el temor a perder algún día ese poder.

Buena parte de los acuerdos secretos entre los dos grandes

partidos de cualquier nación democrática, pueden tener por cierto

los ciudadanos que van contra sus propios intereses. La gente

piensa que esos acuerdos secretos son para beneficiar a banqueros

o empresarios. También hay de eso, pero sobre todo lo que más

abundan son los acuerdos que benefician a los políticos, a la clase

política, a esos ciudadanos que son los únicos que no son iguales al

resto de los ciudadanos, los únicos ciudadanos que no están sujetos

a los deberes del resto de sus compatriotas.

Estos acuerdos secretos, por supuesto, no son incompatibles

con la defenestración de figuras políticas de segundo y tercer plano.

No sólo no es incompatible, sino que es bueno que caigan. El

monopolio del poder será tanto más fuerte, cuanto menos patente

sea para la población.

Cuanta más apariencia se ofrezca de que ellos son

ciudadanos como cualquier otro, mejor. Evidentemente, esta

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57

corrupción del parlamentarismo no es igual en todos los países. Es

inexistente en los países escandinavos, por poner un ejemplo.

Mínima en países de democracias respetables. Pero para todo el

resto de países democráticos, la Constitución no supone una

defensa de la división de poderes. E incluso en muchas

democracias respetables, el funcionamiento democrático presenta

claras involuciones desde hace una generación, fruto de la

consolidación bipartidista con sus pactos secretos. La perpetuación

de un modelo de alternancia en el Poder permite escribir un

reglamento secreto por debajo del reglamento público.

Algunos teóricos, dándose cuenta de la imperiosa necesidad

que existe de limitar al Ejecutivo, propusieron dividir el Poder

Ejecutivo entre un Presidente y un Primer Ministro, es el caso de

Francia e Italia. Esta división resulta completamente ineficaz y da

lugar a sinfín de problemas, de ahí que en muchos lugares la han

mantenido de un modo meramente formal, sin que constituya una

división efectiva.

La pentarquía que aquí se propone cambia toda esta

maquinaria constitucional, cuyas triquiñuelas tan bien se conocen

los que ahora gobiernan en cada país. La nueva maquinaria que

propongo es mucho más simple, dando lugar a menos recovecos

por donde escabullirse. El esquema de este nuevo sistema

constitucional sería el siguiente:

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Poder Ejecutivo

Congreso Senado Tribunal Supremo

100 congresistas 50 senadores 25 jueces

Pueblo

Como se ve, en la pentarquía hay dos cámaras, un tribunal y

un Poder Ejecutivo. El Senado no representa al Pueblo. Los jueces

tampoco. Puede parecer que, al principio, cuando he mostrado los

problemas constitucionales de nuestras democracias, he dibujado

un panorama muy negro. Pero la experiencia nos demuestra que el

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59

gran enemigo del ser humano no son los desastres naturales, ni el

hambre o la escasez, sino el Poder. Ningún enemigo puede ser tan

implacable, tan persistente, tan cruel. Cualquier medida para

encadenar ese poder, es una medida de prudencia. Otros problemas

de la sociedad pueden ser mayores o menores, pero el poder

verdaderamente monstruoso es el poder colosal del poder absoluto.

Cuando se intenta limitar a la rama ejecutiva, los teóricos

siempre albergan el temor de que un Poder encadenado no será un

poder efectivo. Ese miedo es razonable, porque hasta ahora la vida

política de las naciones está lastrada por el partidismo. El cual sólo

conoce dos estados: la sumisión o el obstruccionismo. Pero con un

sistema pentárquico creo que se podría lograr un Poder fuerte que

mira al largo plazo y al mismo tiempo se conseguiría que ese Poder

tuviera que moverse dentro de unos nítidos diques de contención.

La pentarquía tiene algunos puntos de inspiración en el

modelo constitucional de Estados Unidos y en el reparto de

funciones entre la Cámara de los Comunes y la de los Lores en el

Reino Unido. El reparto de poderes en esos dos países ha resultado

de los más exitosos de cuantos se han puesto en práctica hasta el

día de hoy. La estabilidad de ambos modelos constitucionales, es

decir, su permanencia en el tiempo, también resultan

fundamentales para su buen funcionamiento. El marco

constitucional preserva la independencia de los poderes, sólo si es

considerado como algo inamovible. Si el Poder, a través de la

Cámara de Representantes, siempre está haciendo cambios, la

autoridad constitucional pierde autoridad y ya no podrá defenderse

frente al Ejecutivo.

En el caso norteamericano, ha sido exitoso tanto en dar un

inmenso poder presidencial, como en limitarlo por el Congreso.

Exitoso tanto en dar independencia a los tres poderes que lo

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60

componen, como en no combatirse hasta el bloqueo de la nación.

Pero hay sustanciales diferencias entre el derecho constitucional de

esa nación y el que se ha propuesto como ya se ha visto.

Hay que reconocer que los dos factores que más han

favorecido el éxito de las instituciones de los Estados Unidos ha

sido la votación a personas individuales y no a partidos. La otra

gran consecución de ese país, ha sido el éxito de la independencia

efectiva del Tribunal Supremo frente al Poder Ejecutivo y frente al

Congreso bicameral. En todo lo demás, su república ha tenido un

funcionamiento bastante similar al resto de modelos

parlamentarios, pero en esos dos puntos mencionados el engranaje

ha funcionado de un modo ostensiblemente superior al de otras

democracias.

Buena parte del éxito del modelo constitucional del Reino

Unido y de Estados Unidos estriba en que han sido sistemas

estables. Y por eso, y sólo por eso, han podido ejercer la función

de barreras eficaces. Sin el factor tiempo, ningún modelo

constitucional será tan respetable como para imponer su autoridad.

Votar a personas (y no a partidos) resulta importante para la

salud de una democracia. Cuando antes he expuesto la idea de que

todos los ciudadanos deberían ser susceptibles de ser elegidos, soy

consciente de los problemas técnicos que eso plantea. Otorgar el

voto a una persona concreta no resultaría difícil. Hay medios

técnicos que permiten hacerlo de forma fácil. Hoy día eso es tan

fácil como organizar el inventario y localización de productos en

un supermercado de tamaño medio.

Se podría consultar en Internet el censo electoral, y allí se

comprobaría en la foto que apareciera que se trata del individuo al

que se le quiere votar. En casa uno podría incluso imprimir la

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papeleta de votación con su código de barras y esa papeleta sería lo

que uno introduciría en la urna. Por supuesto que hasta un indigente

sin ordenador ni impresora podría pedir a un amigo que le

imprimiese la papeleta o él mismo podría imprimirla en centros

municipales habilitados a tal efecto.

Y lo que voy a decir ahora puede parecer una tontería, pero

no lo es. Al día siguiente de las elecciones, por ejemplo, un marido

podría consultar los resultados y comunicarle a su mujer que le han

votado cinco personas. En otro caso, alguien descubriría con

sorpresa que veinte personas le han otorgado su voto. Habría en

todo el país bromas, sonrisas, sorpresas organizadas por la familia

o los amigos. Todo esto revitalizaría la democracia, porque todo el

mundo se sentiría involucrado en la res publica. Quizá un 5% de

los votos se usarían de un modo enteramente lúdico. Pero la

población comprobaría, legislatura tras legislatura, lo fácil y simple

que resulta involucrarse en el mecanismo representativo de la

nación.

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62

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63

Tercera parte ………………………………………………………………………………….......………………………………………..

Los detalles y minucias del funcionamiento

de una gran maquinaria

Hipótesis de lucha abierta entre los

poderes constitucionales

¿Qué sucedería en el hipotético caso de que se acusara a una

cámara de bloquear a otra, de usar su poder para obstruir la labor

de la otra? ¿Qué sucedería en caso de guerra abierta entre poderes,

de forma que una cámara obstruyera al máximo a la otra? Podría

suceder, por ejemplo, que el Senado no aprobara ninguna ley por

justa que fuera, o que el Tribunal Supremo encausara a casi todos

los políticos, o que el Ejecutivo no enviara ningún fondo para pagar

el funcionamiento del Senado, o que el Congreso eligiera a un

Presidente del Ejecutivo que tuviera el encargo claro de no aprobar

presupuesto alguno para el funcionamiento del Tribunal Supremo.

Para el hipotético caso de que una cámara bloquee a otra de

un modo manifiesto y haga imposible el funcionamiento

constitucional de la nación, habría que introducir la siguiente

cláusula: dos cámaras (por una mayoría del 70% de votos en cada

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64

cámara) podría suspender los poderes de una tercera cámara por un

tiempo determinado.

De esta forma, por ejemplo, el Congreso y el Senado podrían

suspender temporalmente los poderes del Tribunal Supremo. Otro

ejemplo, sería que el Congreso y el Tribunal Supremo podrían

suspender los poderes del Senado. Por tanto, esta cláusula es

necesaria pues a lo largo de los siglos puede darse el caso de que

una cámara decida presionar a otra de un modo manifiestamente

ilegítimo, y tiene que haber una regla en el reglamento del Poder

para poder salir de una situación sin salida. De lo contrario el

bloqueo constitucional sería una realidad posible por inusual que

fuera.

No parece lógico que el conductor de un autobús tome la

decisión de estrellar el vehículo con él dentro. Pero la Ley debe

tener en cuenta incluso la posibilidad de la sinrazón. Otro ejemplo

de actuación manifiestamente hostil, sería si el Tribunal supremo

comenzara a encarcelar a los congresistas de un modo

completamente arbitrario. Otro ejemplo sería si el Senado quisiese

provocar el hundimiento del mecanismo constitucional emanando

leyes que disolvieran la democracia. Por eso, para los casos

excepcionales, existiría esa cláusula: dos cámaras suspenden los

poderes de la tercera o el Ejecutivo.

¿Y el Congreso puede ser suspendido de sus funciones?

En teoría, parecería que la única cámara que no podría nunca

ser suspendida de sus funciones, sería el Congreso. ¿Puede ser

suspendida la representación de la voluntad popular? Pero también

ésta puede ser disuelta por las otras dos cámaras, porque

precisamente siempre será el Congreso la cámara que más

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65

tentaciones tendrá de pasar por encima de la Ley, apelando a que

ellos son el Pueblo. Si hay una cámara que siempre tendrá

tentaciones autocráticas, ésta será el Congreso.

La Historia nos demuestra que, en cualquier ordenamiento

legal, no ha sido ni el Senado ni el Tribunal Supremo los que han

provocado nunca un quebrantamiento del orden constitucional.

Sino que ha sido siempre el Congreso cuando ha contado con una

mayoría aplastante. El Senado y el Tribunal Supremo no pueden

quebrantar el orden porque no tienen fuerza coercitiva para hacerlo.

Mientras que el Poder Ejecutivo sí que lo tiene. Y cuando este

gobernante tienen una amplísima mayoría en el Congreso, es

cuando comienza a sentir la incomodidad de las cadenas que le

atan: las leyes y los jueces.

Cualquier gobernante por idealistas que fueran sus

comienzos, llega un momento en que si crece mucho va sintiendo

más y más el peso de esas cadenas. Los eslabones de acero que

antes consideraba totalmente justificados, se le van clavando en la

carne. El ego ya no cabe en ese corsé. Cuando un gobernante, tras

muchos años en el poder, siente que las leyes le asfixian, es la señal

de alarma de que va a convertirse en el Leviatán. Necesito tener

libertad para gobernar, es lo que han dicho siempre y lo que dirán

en los siglos por venir. El Leviatán no quiere leyes que le aten. De

allí se está a un paso de encarcelar a un juez durante años o de dar

la orden de asesinar a un fiscal. Eso sí, siempre es por vuestro

propio bien.

Por eso, paradójicamente, el peligro mayor para el sistema

proviene siempre del Congreso. Desde un punto de vista

meramente teórico, lo repito, parecería que la representación de la

voluntad popular jamás puede ser suspendida. Parecería que la

representación del Poder del Pueblo es el único Poder que no puede

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66

cesar en sus funciones, por definición. Pero si algo nos demuestra

la Historia es que, contando con mayorías absolutas, siempre se

acaba produciendo una identificación entre Gobernante y

Congreso. O mejor dicho, el Congreso se transforma en una

prolongación del Gobernante. O por ser más precisos, el Partido es

una prolongación de la voluntad del Gobernante, y el Congreso es

una prolongación del Partido. Eso es así en todos los países y en

todas las épocas.

De ahí que la Voluntad Popular es un término que suena muy

bien a los oídos, como si estuviera dotada de una bondad innata y

de una legitimidad peremne. Pero precisamente la representación

de esa voluntad es la que debe ser cuidadosamente contenida por

las leyes. Y eso es así incluso en este sistema en que la elección del

Ejecutivo está mediada, ya no digamos cuando el Pueblo elije

directamente a su gobernante. La elección directa del Poder

Ejecutivo favorece la posibilidad de que se produzca el

linchamiento de un chivo expiatorio. La acción directa de la

población puede ser la cosa más irracional de una sociedad. El que

haya representantes que medien entre el Pueblo y el Ejecutivo

supone una barrera de contención de la irracionalidad. Pero no sólo

hay que contener esa acción directa de la voluntad popular, sino

incluso la acción de sus representantes. Los representantes también

pueden ser el medio de transmisión de esa furia popular.

Por eso, el núcleo de la Ley (que es la Constitución) debe

imperar para el Pueblo y a favor del Pueblo, pero a veces a pesar

del Pueblo. E incluso debe imperar, en ocasiones, contra la

Voluntad del Pueblo, porque no hay nada más manipulable que la

veleidad de la opinión pública.

No se me ocurre manera mejor para lograr eso que

salvaguardar la independencia real de los senadores. Si la barrera

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67

de la mediación de los representantes del Congreso no basta para

evitar la sinrazón manifiesta, queda la barrera del Senado para

tratar de detener este tipo de perversiones constitucionales. Un

número reducido de hombres independientes, sabios y justos que

decidan lo que es correcto en cuanto a la Ley. Sin esa

independencia, no sólo el Congreso sino también Senado pasa a ser

una excrecencia de la voluntad del Gobernante. Por supuesto que

la tercera y última barrera sería la del Tribunal Supremo. Pero esta

cámara en solitario sólo puede juzgar de acuerdo a la Ley, con lo

cual sus manos están muy atadas.

¿Y el Poder Ejecutivo puede ser suspendido de sus funciones?

Una última cuestión es si dos cámaras podrían anular el

poder del Gobernante. En principio, parecería que la respuesta

debería ser que no. Dos cámaras únicamente deberían poder anular

el poder de otra cámara, por lo menos eso da la sensación de que

sería lo ideal. Pues la legitimidad del encargo de gobernar que

posee el Ejecutivo depende del respaldo de los representantes de la

Voluntad Popular. De lo contrario, las cámaras sí que entrarían ya

en materia de política concreta. Si las cámaras sólo pueden anular

a otra cámara, eso les ayudará a moverse en el campo de lo

constitucional y no de la política concreta. Parecería que esto debe

ser así para que senadores y jueces eviten la tentación de entrar en

un campo que no es el suyo, sino del Gobierno.

Si el Ejecutivo quebranta la Ley, debe ser juzgado por los

jueces. Pero si no quebranta la Ley, parece que no debería poder

ser removido. Es distinto el caso de una cámara que obstruye a la

otra. Una cámara sería suspendida en sus funciones por un tiempo

Page 68: La decadencia de las columnas jónicas

68

no porque quebrante la Ley, sino porque está haciendo uso de las

prerrogativas que le concede la Ley contra el mismo sistema.

Ahora bien, esto sería lo ideal. Pero lo cierto es que el

Ejecutivo puede obstruir el mecanismo premeditadamente tanto

como cualquier cámara. Puede no aprobar presupuesto alguno para

las cámaras, puede rodear de fuerzas de seguridad los edificios para

evitar físicamente que los jueces se reúnan con excusas de

atentados terroristas, etc. Por eso, desgraciadamente, dos cámaras

también podrán suspender los poderes del Ejecutivo del Presidente

y sus ministros, a todos o a algunos de ellos. Y realmente parece

justo que si los forjadores de las leyes y los jueces están totalmente

de acuerdo en que un Gobernante debe ser suspendido, lo sea. Si

tantos hombres independientes y cualificados están de acuerdo, su

decisión vale más que la de los políticos que constituyen el

Congreso con sus permanentes banderías.

El Congreso siempre va a estar a favor del Ejecutivo, porque

si no lo estuviera lo removería de su cargo. Así que suspender por

causas gravísimas los poderes del Congreso implicará siempre

suspender los poderes del Ejecutivo. En este tipo de crisis de

Estado, el Congreso y el Ejecutivo siempre van a estar unidos. Por

eso la suspensión de poderes del Congreso siempre irá unida a la

suspensión de poderes del Ejecutivo, salvo que expresamente se

determine lo contrario. Por ejemplo, puede haber una situación de

emergencia que exija que no haya un vacío de Poder. O puede

dejarse al Ejecutivo en el cargo simplemente para organizar las

elecciones. Pero, en este caso, el Senado y el Tribunal Supremo

siempre podrán suspender al Ejecutivo si observa que ejerce un

bloqueo anticonstitucional.

De todo lo dicho se observa la importancia que tiene para el

funcionamiento del mecanismo constitucional el que los senadores

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69

sean hombres justos y neutrales, no ligados a bandos políticos. Si

los intereses partidistas entrasen en el Senado, eso contaminaría

con el tiempo el nombramiento de los jueces.

Aun así, si los compartimentos que componen la pentarquía

se contaminasen de intereses políticos, siempre será menos mala la

contaminación de la pentarquía que la de los sistemas actuales en

los que el Senado es una mera extensión del Congreso. Al menos

el sistema expuesto otorga la posibilidad de la independencia y

entorpece la labor de los Julios Césares del futuro.

Los cambios en este nuevo modelo

constitucional

Cualquier cambio de los artículos que rigen el sistema

pentárquico constitucional aquí propuesto requeriría el 70% de los

votos tanto del Congreso como del Senado. No se requeriría el

asentimiento del Tribunal Supremo, pues éste sólo conoce causas

judiciales. Si la voluntad popular quiere cambiar el sistema, y los

guardianes de las leyes apoyan ese cambio, eso significa que

tenemos suficientes garantías constitucionales de que se supone

que se va a tratar de una reforma justa. Por lo menos, la casi

unanimidad de ambas cámaras nos ofrece la mayor seguridad que

se puede pedir a un sistema de este tipo para afianzar su

permanencia.

En casos de verdadera emergencia nacional, el Senado podrá

incluso elegir un Presidente con Poderes Especiales. En definitiva,

un dictador, siguiendo en eso la tradición del derecho romano. Se

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70

necesitará el 70% de votos del Senado y tendría que ser refrendado

el resultado por la misma proporción de votos en el Tribunal

Supremo. Logrado ese consenso, el Senado elegirá al Presidente

con poderes especiales y el designado dispondrá de poderes

excepcionales según sea el mandato del Senado. Los senadores

podrán incluso otorgarle plenos poderes sin límite legal alguno.

El tiempo por el que se podrá ejercer esa función, quedará

claramente fijado desde el primer momento, así como sus límites

si los hay. Nunca se otorgará ese poder por tiempo indefinido, de

esta manera el gobernante dotado de poderes especiales tendrá

conciencia del carácter transitorio de su magistratura. Pasado ese

tiempo, el poder otorgado vuelve al Senado que mantendrá el

mismo modelo organizativo constitucional y todas las

prerrogativas de cada cámara. El dictador tendrá capacidad para

gobernar, pero no dispondrá de poder para cambiar el sistema

constitucional. Incluso el dictador que goce de los más ilimitados

poderes se encontrará atado al poder del Senado. El cual podrá

revocar el mandato que ha otorgado. La Constitución será muy

clara en que, incluso en este tipo de casos, el Ejército está sujeto al

Senado. Además, expirado el plazo que se le concedió al dictador,

ese magistrado quedará desprovisto de todas sus atribuciones. El

Senado fijará la fecha en la que el orden constitucional quedará

restaurado tal como se hallaba previamente. Pues ni el Senado ni el

Dictador podrán cambiar el sistema constitucional.

Esta cláusula puede ser útil para casos de revolución en los

que el desorden se muestre incontenible. Es cierto que la

estabilidad constitucional es un bien, pero es mejor es que la misma

Ley regule la salida de la misma Ley, que no que la situación se

escape por sus fueros. Es decir, si un río se va a desbordar, es

preferible intentar encauzar ese desbordamiento en la medida de lo

posible. Los tres meses de dictadura total de Abraham Lincoln

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71

durante la guerra civil norteamericana, son un ejemplo de que este

tipo de situaciones deben estar precisadas de antemano.

El Consejo de la Censoría

Para la población de cualquier país, muchas veces, resultaría

sumamente conveniente saber la verdad acerca de que asuntos de

gran trascendencia. Pongo un ejemplo que va a iluminar totalmente

a qué me refiero. En el año 2003, se produjo un enfrentamiento

total entre el primer ministro británico Blair y la BBC. En cualquier

otro país, el director general de la televisión pública hubiera sido

despedido. Pero en Inglaterra, el prestigio de la BBC le hacía

intocable. En ese aparente enfrentamiento entre el Poder y la

independencia de un medio de comunicación, la población se puso

del lado de los periodistas.

En mitad de ese amargo cruce de acusaciones, se designó a

un hombre imparcial, Lord Hutton, para que investigara hasta sus

últimas consecuencias este asunto. La honorabilidad del juez

Hutton estaba fuera de toda duda. Se le comisionó para realizar esta

investigación, porque se trataba de un tema que no podía ir a los

tribunales, pues de lo único que ambas partes se acusaban era de

mentir. Pero si lo que la BBC había publicado era verdad, Blair no

merecía seguir siendo Primer Ministro. Si Blair había dicho la

verdad, la BBC se había comportado de un modo vergonzoso

desacreditando a Blair sin pruebas.

Después de una larguísima investigación, el informe de Lord

Hutton fue categórico: la BBC había acusado gravísimamente al

Primer Ministro sin tener pruebas. Los resultados de la

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72

investigación fueron tan rotundos, que dos días después del

Informe Hutton, el Director General de la BBC tuvo que renunciar

a su cargo.

Éste es un caso paradigmático de cómo, a veces, una nación

necesita saber la verdad sobre algo en concreto, y los jueces no

pueden intervenir, porque no se trata de una materia judicial. En

principio, este tipo de cosas deberían ser dilucidadas por la Prensa.

Pero unas veces la Prensa no es imparcial. Otras veces, los

periodistas no disponen de medios para conocer la verdad. Los

periodistas no pueden exigir que se les abran determinados

archivos, ni pueden obligar a que declaren todos los implicados,

etc.

Por eso sería tan útil para una democracia, el que existiera

un cuerpo de personas encargadas de investigar aquellos asuntos

no judiciales en los que saber la verdad resultaría de gran

trascendencia para la población de una nación. Esta institución

investigaría con autonomía y plena autoridad. Unas veces sería la

honorabilidad de un político, otras veces los manejos de un partido

político o de varios de ellos. Habría ocasiones en que los censores

defenderían a una persona contra un linchamiento mediático. Los

censores podrían, incluso, tras investigar algo oculto en

profundidad, afirmar cuales fueron las cifras reales de algo que se

ha debatido.

Los censores realizarían una labor provechosa incluso para

los mismos políticos. Porque cuando los ánimos están encrespados

al máximo, a veces, los mismos políticos sólo tienen acceso a la

verdad oficial que les ofrece su propio partido, sin tener ellos

mismos capacidad para hacer una investigación en su propia

formación política. Y fruto de las distintas verdades oficiales el

resultado es que la prensa no tiene una idea clara o defiende

Page 73: La decadencia de las columnas jónicas

73

posiciones enfrentadas sin poder tener acceso a la verdad. La

prensa tiene sus límites, no puede acceder a determinados archivos,

no puede emplear grandes recursos de tiempo y dinero para ciertas

investigaciones profundas. La misma prensa muchas veces no es

objetiva y, tras investigar, se encuentra con un coro de opiniones

mediáticas no concordes. Incluso tras largas investigaciones la

verdad no siempre triunfa en la prensa. Eso en muchos casos no

tiene importancia, pero en otros sí que resultaría de verdadera

trascendencia saber la verdad.

Los once integrantes de esta institución de la Censoría serían

elegidos por el Tribunal Supremo por mayoría absoluta. Sus cargos

serían vitalicios. Se buscaría a hombres neutrales ajenos a los

bandos políticos. Cualquiera podría presentar ante esa institución

la petición de amparo. Pero sería la Censoría la que decidiría qué

temas acepta investigar. La cual no debería aceptar muchos, pues

su prestigio dependerá de que su voz se haga escuchar pocas veces,

pero que cuando hable lo haga lleno de autoridad. En mi opinión,

no convendría que rebasase más de una decena de grandes

investigaciones al año.

Los censores no emitirán sentencias, sino conclusiones.

Ellos no celebrarán juicios, sino que se limitarán a investigar y

comunicar sus conclusiones a la opinión pública. Serán

inimputables por sus conclusiones. Lo lógico es que se escogiese a

individuos discretos, poco amantes del protagonismo.

Antes hemos dicho que convendría escoger a los senadores

del mundo académico, de entre los catedráticos especializados en

Derecho. Los miembros del Tribunal Supremo deberán provenir

del campo judicial. Los gobernantes provendrán o del campo de la

política o del de la gestión. Los representantes del Pueblo en el

Congreso provendrían de todos los campos. ¿De qué campo

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74

deberían provenir los censores? No resulta tan evidente, como en

las otras instituciones del Estado, de dónde habría que escoger a

sus miembros. Pero parece claro que lo mejor es que procediesen

del mundo judicial, pues deberán ser personas acostumbradas a

investigar y juzgar de los casos de un modo profesional.

Este organismo de la Censoría no constituye un elemento

esencial del sistema constitucional aquí expuesto. Podría existir o

no. Pero aun no siendo esencial su existencia, tampoco se puede

afirmar que no pasa nada si no existe. La existencia o no de este

cuerpo de censores, ciertamente tendría consecuencias. Conviene

que exista en la nación algún camino seguro para conocer la verdad

en aquellas materias no sometidas al escrutinio judicial. La prensa

tiene sus límites, como se ha dicho. No tiene capacidad para exigir

determinada información a los investigados. La prensa no siempre

es independiente. A veces, el buen periódico honrado se ve

desbordado por el coro de las informaciones intoxicantes de otros

periódicos. Debe existir un modo de que, en algunos temas

trascendentales, la nación conozca la verdad. Y serán los censores

los que decidan cuales son esos temas trascendentales.

La Censoría no será una cámara constitucional, sino un

cuerpo. Se hablará del Cuerpo de Censores. Como se ha visto antes,

el ser o no una cámara tiene sus implicaciones constitucionales. El

no ser una cámara le otorgará una independencia todavía mayor, su

poder radicará únicamente su prestigio, el prestigio de su trabajo

bien hecho.

A estas alturas del presente escrito, se puede observar que la

organización constitucional aquí expuesta se basa en cinco

instituciones: Poder Ejecutivo, Congreso, Senado, Tribunal

Page 75: La decadencia de las columnas jónicas

75

Supremo y Censoría. Es por eso por lo que la he denominado como

una pentacracia. Pues se trataría de un mecanismo que organiza la

relación entre cinco elementos. Cinco instituciones para

salvaguardar la democracia. Cinco elementos con unas claras

reglas de juego para preservar la libertad.

Una de las cosas que me he preguntado es si no sería mejor

que el Cuerpo de Censores fuera escogido por el Congreso en vez

de por el Tribunal Supremo. Pero parece muy razonable alejar

cuanto más sea posible las manos de los políticos de esta institución

de la censoría. Ésa es la razón también por la que los magistrados

del Tribunal Supremo no son elegidos por el Congreso. Si los

jueces y los censores fueran escogidos por los representantes del

Pueblo parecería que sería así un sistema más transparente, más

diáfano y legítimo. Nada más lejos de la realidad. Hay que alejar

todo lo posible a estas dos instituciones (el Tribunal Supremo y la

Censoría) de la política.

Cierto que el Senado podría encargarse de la designación de

los censores, pero el Senado ya es de por sí una cámara que tiene

mucho poder para añadirle más prerrogativas. No conviene añadir

más poder al que ya tiene mucho poder.

Como curiosidad diré que, dado que la censoría no es un

elemento esencial del sistema constitucional que propugno en este

escrito, llegué a pensar seriamente en denonimar a este ensayo

como una reforma tetrárquica. Tanto el nombre de tetrarquía como

el de pentarquía son nombres usados en siglos pasados para

designar al sistema colegiado de gobierno que instauró Diocleciano

(tetrarquía) y a las cinco principales sedes patriarcales del Imperio

Romano (pentarquía). Sin embargo, creo que el nombre escogido

finalmente es preferible. Un cuerpo como la censoría, aun

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76

careciendo de poder, poseerá una notable y muy benéfica

influencia sobre la sociedad.

Desde que existe la televisión, las sesiones de los

parlamentos se han convertido en puro teatro, en un perfecto

diálogo de sordos. Allí ya no se debate nada. Todos los

parlamentarios tienen decidido el voto antes de entrar por la puerta.

Si eso es así para las sesiones, ya no digamos nada de las

comisiones de investigación del Parlamento. En casi todos los

países, de nuevo gracias a la presencia de la televisión, las

comparecencias ante esas comisiones se han convertido en la parte

más inútilmente histriónica de ese gran teatro que es el Parlamento.

Por eso hay que abandonar como totalmente anacrónica esa

práctica y crear la institución de la Censoría.

La concesión de indultos por parte del

Ejecutivo

En la pentacracia aquí propuesta no existiría la posibilidad

de conceder ningún indulto, ni por parte del Ejecutivo ni de

ninguna cámara. Un juez debe valorar las circunstancias y las

razones atenuantes para humanizar la sentencia o para eximir de la

culpabilidad. Cabe que un segundo juez revise la sentencia del

primero. Y que incluso un tercer grupo de jueces revise las

sentencias previas. Todo este camino judicial puede tener defectos,

pero lo que resulta inconcebible es que el Poder Ejecutivo pueda

dejar en nada la separación de poderes. Si la constitución de algún

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77

país se reformase de acuerdo a los criterios que he expuesto, resulta

imprescindible la compartimentación de esos poderes.

Se dirá que se usa de ese poder de indultar por razones

humanitarias, ¿pero es que acaso no es ésa la labor del juez: juzgar?

Juzgar significa eso, juzgar con rigor, seriedad, humanidad y

ecuanimidad. Juzgar significa sentenciar lo que es justo. Que

después de tres instancias judiciales en las que se ha podido apelar

no sólo la sentencia, sino la también la duración de la sentencia, se

diga que la sentencia fue inhumano resulta inaceptable. El juez a la

luz de todos los datos, habiendo contrastado las razones y hechos

presentados por el acusado y el acusador es el que debe juzgar y el

que mejor puede juzgar teniendo todos los datos delante.

Se dirá que a veces se dan muchos atenuantes, pero eso ya

ha sido tenido en cuenta en la sentencia. Se dirá que a veces hay

que ser humano, pero se olvida que el juez puede incluso declarar

inocente a alguien por enajenación transitoria, por las

circunstancias, por un completo ofuscamiento, etc. Lo que resulta

impropio es que alguien desde un despacho simplemente con un

informe delante decida por las buenas anular una sentencia.

Se dirá que se usa poco del poder de indultar y que, por lo

tanto, no hay que preocuparse: es un mal, sí, pero tan excepcional

que no hay que temer su carácter formalmente ilimitado. Por

supuesto, al Poder sólo le interesa hacer uso de esa facultad las

pocas veces en que el peso de la Justicia le haga daño.

En cualquier caso, se use mucho o poco, el que la

Constitución otorgue al Ejecutivo la capacidad de indultar supone

la concesión de un cheque en blanco, bajo la suposición de que no

se abusará. Con ironía podríamos afirmar que si algo nos ha

enseñado la Historia desde la democracia ateniense hasta nuestros

Page 78: La decadencia de las columnas jónicas

78

días es que, efectivamente, el Poder Ejecutivo nunca abusa de sus

prerrogativas.

Ya se dijo al comienzo de esta obra que la separación del

Poder Judicial era la cadena que podía sujetar al Dragón. Pero, de

pronto, nos enteramos de que el Dragón posee una llave para poder

soltar de la cadena a quien quiera cuando le interese. De forma que

la cadena es segura y firme, excepto cuando no le interese al

Dragón. La institución del indulto supone admitir abiertamente un

cierto nivel de injerencia del Poder en el final del camino del

sistema judicial. Y, por otro lado, afirmar que se hace por

humanidad es un error. El indulto por compasión implica no haber

entendido lo que significa la labor de los jueces y tener una idea

muy pobre de la Justicia, como si el Gobernante tuviera que venir

sobre un caballo blanco y una espada en la mano a quebrantar las

cadenas del injustamente condenado por un juez. Como si el

Leviatán gobernante fuera el otorgador de la compasión frente a los

crueles jueces sin corazón.

Bill Clinton concedió 140 indultos horas antes de abandonar

la Casa Blanca. El gobierno español sin ninguna razón perdonó a

un conductor que jugaba a conducir en dirección contraria, juego

que le costó la vida a un ciudadano. La masa popular con más razón

podría exigir que se indulte a una madre que fríamente con alevosía

mató al violador de su hija tiempo después de esa violación; de

hecho no se trata de un ejemplo hipotético. Pero si un individuo,

por poner otro ejemplo, hubiera proyectado y logrado el asesinato

de un hombre que ordenó matar un centenar de personas, eso no

cambiaría en nada la situación: se debe exigir que se cumpla la Ley.

No cambiaría nada que un buen hombre hubiera quemado al

asesino de un millar de personas. O la Ley se cumple o no se

cumple. En el momento en que la obligación de la Ley está sujeta

a componendas políticas, presiones mediáticas o estadísticas de

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opinión, ya no es Ley. O la Ley es o no es. Lo que no puede ser es

que unas veces obligue, y otras no, y otras un poco, y otras tal vez

sí pero ya veremos.

La aplicación de la Justicia debe ser automática. No debería

haber poder humano capaz de detener la aplicación de la Ley.

Habría que condenar a un hombre honrado, si se hallase culpable,

aunque ese hombre fuera el que más bien hubiera hecho a la

Humanidad. La Ley es el muro que separa a la sociedad de la

barbarie por un lado, y de la tiranía por otro. La ampliación de la

Justicia es la muralla que contiene a la bestialidad. Que el culpable

sea condenado, aunque sea un hombre bueno. El juez no juzga la

bondad del sujeto, sino su culpabilidad. El hombre malo puede ser

inocente, y el bueno culpable. Las pocas campañas mediáticas que

he conocido en mi vida para pedir indultos de individuos culpables,

siempre apelaron al sentimentalismo olvidando que ese sujeto a

sabiendas de las consecuencias optó por hacer el mal y quebrantar

la ley.

El juez es una columna de la sociedad. El oficio de

sentenciar es uno de los oficios más dignos que puede realizar el

ser humano. Si su labor puede quedar enteramente sometida a lo

que decida un político tras una campaña mediática, estaremos

socavando los pilares de la sociedad. Ceder al sentimentalismo

tiene un precio. Y ese precio es que otro político, antes o después,

usará de ese poder del modo más injusto para la sociedad.

Además, no quiero ni pensar en que una gran democracia

acabe aceptando como normal que el Poder pueda obligar a los

jueces a tener en cuenta la presión popular. Ese día, la Ley ya no

sería Ley. Los jueces ya no serán jueces, sino funcionarios del

Poder al servicio de las corrientes de opinión. Ese día los

ciudadanos perderían la fe en la Justicia. Lamentablemente no son

pocas las democracias en las que todos ya no confían en sus jueces

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por corrupción, por estar mediados por la presión popular, por

pequeñas puertas de atrás por las que el Ejecutivo puede anular lo

que no le interese. En democracias así, y podría citar muchos países

por su nombre, casi nadie está dispuesto a inmolarse como un héroe

por defender la Justicia. El precio de esa situación lo pagan todos

y cada uno de los ciudadanos de esas naciones.

Un banco en su cámara acorazada protege una fortuna. La

Ley preserva el gran tesoro que es la Justicia. Tesoro éste más

valioso que cualquier fortuna. Entre otras cosas porque cualquier

fortuna sin Justicia, se puede perder en un día. Y así, porque ese

tesoro es de valor incalculable, la cámara donde se custodia debe

ser hermética. Nadie excepto el personal autorizado debe ser capaz

de poner las manos sobre la Justicia.

La Justicia no debe ser dura con una madre que con

premeditación y alevosía ha asesinado al violador de su hija. La

Justicia no debe ser ni dura, ni blanda. La Justicia es; tiene que

limitarse a ser. La Ley es la razón. Si la Justicia comienza a

sentenciar con el corazón, haremos de la aplicación de la Ley un

melodrama, un melodrama primero, una tragedia después. Estos

melodramas siempre acaban en tragedia para una nación. No se

hacen agujeros en la administración de la Justicia, sin pagar un

precio después. Toda decisión tiene sus consecuencias. Y

manipular la Justicia tiene consecuencias amargas siempre. El

indulto es una violación legal de la Justicia.

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81

El Populismo

Cuando en una nación cada vez más gente se da cuenta de

que su sistema político está anquilosado, de que se ha creado una

casta política sin separación de poderes efectiva, la solución no es

regenerar un partido concreto, lo cual es casi imposible porque los

defensores de los intereses creados lo impedirán desde dentro de

esa formación política. La única solución realista es crear un

partido nuevo. El problema de los partidos recién creados es que

no suelen tener éxito y desaparecen. Las democracias

continuamente están generando nuevos partidos, pero sin la ayuda

de los medios de comunicación estas nuevas pequeñas estructuras

son ninguneadas y no logran ni un solo escaño.

Esta selección natural de los nuevos partidos es todo menos

natural. Por razones muy diversas, a veces son los malos pequeños

partidos (por ejemplo, formaciones fascistas) los que permanecen

vivos. Y, a veces, son los pequeños partidos formados por hombres

honestos con ideas nuevas los que desaparecen. Al menos, siempre

se puede decir que todo dependió del apoyo de la voluntad libre del

Pueblo. Pero la realidad es que, a menudo, es el apoyo de alguien

importante con dinero el que logra que una formación permanezca

o no. La voluntad del Pueblo es importante, pero esa voluntad

frecuentemente depende del apoyo de alguien con dinero.

Si algún partido, con mucho esfuerzo y perseverancia, logra

algún escaño en el Congreso y, con el paso de los años, logra tener

algo de éxito, normalmente suele adaptarse al ambiente y pasa a

formar parte del grupo de políticos profesionales participando de

los defectos aquí expuestos: cortoplacismo de las políticas,

participación en intereses ocultos contrarios al bien común,

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82

favorecimiento de la promoción de los menos honestos frente a los

que más valen, etc.

Cuando se da esta situación de democracia arteriosclerótica,

de Poder compartido entre los representantes del Pueblo en contra

de los intereses de los ciudadanos, la única vía de salida por la que

optan muchos votantes es entregar su apoyo a formaciones que

prometan romper completamente con el sistema, bien sean

formaciones de extrema derecha o de extrema izquierda. A estos

partidos se les suele llamar populistas, porque ofrecen todo al

Pueblo lo que el Pueblo quiere oír, aunque lo que ofrecen sea

imposible.

Muchos partidos prometen cosas imposibles de realizar y no

por eso son populistas. El populismo comienza cuando esta mentira

se lleva al máximo, más allá de toda relación razonable entre la

promesa y lo factible. El problema no viene de que un líder prometa

algunas cosas irrealizables, eso es un vicio común. El problema

aparece cuando todo el programa, de principio a fin, es irrealizable.

Es entonces cuando a eso se le llama populismo.

El populismo no es una realidad exclusiva de la fase de la

campaña electoral, sería también populista un Gobierno cuya

política consistiera en hacer todo lo que la opinión pública le pide,

aunque eso fuera contraproducente para los intereses del bien

común. El populismo se puede practicar también desde el Poder,

por muy suicida que esto resulte a medio plazo.

Aun así, un país puede hundirse económicamente y después

venir otro gobernante que lo levante. El problema de los partidos

populistas es que todos ellos acaban siendo rupturistas con el

mecanismo constitucional que les ha llevado al Poder. Es decir, son

partidos que no es que quieran reformar el sistema, sino cambiarlo

enteramente. El poder burgués no desea otra cosa que el

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83

mantenimiento del mecanismo que le mantiene en el poder. Pero el

populismo tiende a la ruptura con el sistema que le elevó. Y eso se

debe a que el populismo no acepta ninguna cortapisa proveniente

del poder legislativo o judicial. Esta mentalidad tiene su lógica. Si

el Poder Ejecutivo hace de los deseos populares su única guía, por

qué el poder legislativo y el judicial deberían ser obstáculos a esa

voluntad popular.

De ahí que, en esa etapa de reforma de la Constitución, lo

primero que suelen caer son las barreras que constringen al Poder

Ejecutivo. La lógica continúa: Si mi encargo de gobernar es

expresión de la voluntad popular, nada debe obstaculizar el

ejercicio de mi gobierno. Obstaculizar mi gobierno (con leyes o

sentencias) sería obstaculizar la voluntad del Pueblo. Por eso los

populismos son tiránicos frente a los partidos burgueses (por muy

corruptos que sean) que tienden al mantenimiento de las reglas del

juego.

Para reformar la Constitución se necesitan mayorías

cualificadas que van más allá de la mayoría absoluta, pero una vez

que el ejecutivo populista cuenta con esa mayoría absoluta en el

Congreso, basta con otorgar en la nueva carta magna pleno poder

al Congreso. El Congreso pasa a ser la voz del Pueblo.

No hace falta ser muy sabio para darse cuenta de que si el

monopolio del poder indefinido bajo la forma del bipartidismo

anquilosa la democracia, mucho peor es el monopolio de un solo

partido y sin división de poderes efectiva. El experimento ha sido

realizado innumerables veces en incontables países durante el siglo

XX y los resultados han sido siempre los mismos.

La desesperación del Pueblo lleva a soluciones irracionales

en las que se sustituye la corrupción por dictadura. Y así la

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84

democracia de funcionamiento deficiente es sustituida por una

dictadura de apariencia progresivamente menos democrática. Eso

con el paso de muchos años generará una insatisfacción popular

multiplicada que, al alcanzar cierta masa crítica, entrará en

ebullición y dará lugar a una revolución y, posteriormente, a una

nueva etapa constituyente liderada por individuos provenientes de

todas las capas de la sociedad. Esos individuos libres e idealistas

darán lugar a un nuevo comienzo de la democracia. Con el tiempo

esa democracia caerá en la ineficiencia descrita en estas páginas. Si

la ineficiencia llega a límites muy graves, dará lugar de nuevo a

todo el proceso aquí descrito. El proceso se repite una y otra vez,

siglo tras siglo.

Las democracias actuales, las monarquías del pasado, la

variedad de regímenes políticos, en definitiva, permanecen en pie

porque el nivel de insatisfacción del Pueblo suele mantenerse en

cotas alejadas de los niveles críticos. Pero una vez que se superan

esos niveles el ciclo comienza con la indefectibilidad de un proceso

químico. Únicamente el elemento humano es el que crea una serie

de variables que distorsionan el carácter automático con que se

cumplen estas leyes. Pero el hecho de la indeterminación que

implica el elemento humano, no niega la existencia de estas

grandes leyes que rigen el comportamiento de las naciones.

Imaginemos que en un país se ha implantado la

compartimentación pentárquica y que, tras muchos años, un partido

populista llega al Poder con total apoyo de la población, con

mayorías amplísimas en el Congreso. Y que ese partido quiere

reformar los artículos constitucionales por decreto, a sabiendas de

que no tiene el apoyo del Senado y que tampoco logrará el apoyo

del Tribunal Supremo para disolver el Senado. Si ese partido, por

ejemplo, tuviera el apoyo del 70% u 80% del electorado,

Page 85: La decadencia de las columnas jónicas

85

¿realmente el Senado podría hacer cumplir la constitución ante una

desobediencia frontal del Congreso?

Se trata ésta de una situación que, de tanto en tanto, ocurre

en las naciones: las crisis constitucionales en las que un poder

constitucional se enfrenta frontalmente a otro poder constitucional.

Enfrentamiento que se lleva a cabo porque el primer poder cuenta

con apoyo fáctico suficiente aunque el otro poder cuente con toda

la legitimidad constitucional.

No es tan sencillo enviar a la cárcel a buena parte de los

congresistas e, incluso, al Poder Ejecutivo. Como ya se ha dicho

antes, el golpismo populista desde el Poder y con todos los resortes

del Poder es el gran enemigo de la democracia. En una situación

así, difícilmente las fuerzas de seguridad del Estado y el Ejército

harán cumplir la constitución. En un enfrentamiento de este tipo, el

Senado siempre tendrá todas las de perder y eso no tiene solución,

ni cabe aprobar leyes previsoras para evitar estas situaciones. Lo

mismo sucedería en un enfrentamiento frontal del Congreso con el

Poder Judicial.

Mientras que las imputaciones afecten a unos cuantos

congresistas, el Poder Judicial podrá hacer cumplir la Ley. Pero

más allá de cierta medida, el Congreso podrá oponerse

victoriosamente a las imputaciones de un poder judicial

independiente. Ésta es una ley de sentido común que, aunque no

esté escrita en ninguna constitución del mundo, se cumple. Admitir

esto supone reconocer las limitaciones de cualquier ordenamiento

jurídico. Situaciones en las que se pasa de lo que se debe hacer a lo

que se puede hacer.

Podemos idear los más perfectos mecanismos

constitucionales, equilibrados y justos. Pero el poder fáctico

cuando es abrumador puede resistir a la ley en razón de su mismo

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poder. Es triste y lamentable, pero es así. Ningún texto jurídico por

muy bellamente escrito que esté hará cambiar esta realidad.

Lo único que cabe es inculcar al Ejército y a las fuerzas de

seguridad, generación tras generación, antes de que surjan los

problemas, que ellas son las defensoras del Estado de Derecho. Y

que jamás la voluntad (ni de una persona, ni de un grupo por grande

que sea) puede imponerse sobre la ordenación de la razón. Estados

Unidos es un buen ejemplo de la conciencia de que el ciudadano es

menor que la democracia. Hoy por hoy, jamás la institución armada

de ese país obedecería a un Presidente o a un Congreso que quisiera

saltarse la Constitución.

Los ejércitos de otros muchos países no tienen una

concepción tan nítida de la relación que debe existir entre voluntad

popular y Carta Magna, y aceptarían la imposición del decreto de

excepción (si tiene suficiente apoyo) por encima del Estado de

Derecho.

¿Pero qué sucedería si este sistema pentárquico se aplica en

un país durante generaciones y, en un momento dado, se corrompe?

¿En un sistema compartimentado, debería el Congreso aceptar de

manos cruzadas un Senado y un Tribunal Supremo enteramente

corruptos? Lo bueno de un modelo compartimentado es que puede

resistir las intromisiones injustas. Pero lo malo es que si esos

compartimentos se corrompen, resulta difícil sanearlos, pues nadie

puede meter sus manos en ellos. ¿Qué se debería hacer en una

situación así?

De nuevo hay que apelar al sentido común. En una situación

de enfrentamiento abierto y total en la que los senadores y jueces

fueran los corruptos y los obstructores del sistema, el poder fáctico

se impondría sobre las leyes escritas en papeles. Para alguien como

yo dedicado a construir estos mecanismos racionales de

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contrapesos resulta triste admitir que una disposición jurídica sobre

un papel tiene sus límites. Al fin y al cabo, son unas letras de tinta

impresas sobre un papel. Pero resulta formidable comprobar como

esas letras de tinta pueden hacer prosperar un país o lo pueden

hundir en el abismo.

Page 88: La decadencia de las columnas jónicas

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Conclusión

El título de la presente obra hace referencia a ciertos signos

de fatiga que ofrece la institución democrática en Occidente. En

algunos países de otros entornos, lo que queda por conseguir

todavía es implantar la democracia. La cual se ve, y con razón, con

el brillo y el idealismo de la ardua meta a conseguir. Pero mientras

para ellos ése es el objetivo, aquí Europa y otros lugares la

democracia lo que va perdiendo precisamente es la ilusión de los

ciudadanos que viven en ella. No porque no deseen vivir en

libertad, sino porque se va implantando la sensación de que no se

sienten bien representados en la democracia en la que viven. Poco

a poco va cundiendo la idea de que el ideal de la democracia ha

quedado no diré secuestrado, pero sí en manos de unas empresas

llamadas “partidos”. De ahí que en el título hable de “decadencia”

y de “columnas”, ya que los pórticos griegos se han convertido en

uno de los iconos más universales del Poder.

Ahora bien, cuando redactaba el título me preguntaba qué

tipo de columnas debía escoger para expresar esa situación: ¿La

sobriedad dórica? ¿La elegancia corintia de las hojas de acanto? El

orden toscano quedaba ciertamente excluido. Pues un libro sobre

la democracia debía escoger un orden arquitectónico griego y no

itálico. En una obra como ésta todo detalle convenía que fuera

meditado y finalmente escogido por alguna razón; aunque en este

caso fuera algo tan accidental. Realmente no había razones de peso

para escoger uno u otro orden griego. Pero las volutas del orden

jónico expresaban a la perfección lo enrevesada que podía ser la

vida política de un orden constitucional democrático.

Además, uno de los ejemplos más famosos de este orden se

halla en el templo de Atenea Niké en la Acrópolis. Me pareció un

simbolismo un poco rebuscado, pero también si lo explicaba y

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mencionaba ese templo podía convertirse en un símbolo de que la

democracia, al final, triunfará. Niké significa victoria. También era

un modo simbólico de afirmar que la sabiduría siempre está a favor

de la democracia. La diosa Atenea era diosa de la sabiduría.

Pero regresando al contenido de esta obra, el

rejuvenecimiento de la democracia, la confianza de los ciudadanos

en esa realidad que es el Estado radica sobre todo en la capacidad

del estamento político para permitir el ingreso de personas

independientes en los círculos de poder existentes. Los políticos

nunca dejarán por gusto entrar a nadie extraño en su círculo de

poder. Los políticos profesionales que conforman el actual sistema

de cosas, nos contestarán que su partido no es un sistema cerrado,

que cualquiera puede optar a cargos dentro del mismo partido. Pero

lograr ser elegido con las reglas del juego actuales, en la mayoría

de los países, supone haber pasado por un proceso de selección a

cargo de esa formación política, además de la dedicación exclusiva.

En un país hay mucha más riqueza de ideas y de personas,

hay muchos más puntos intermedios que los límites ideológicos

que nos marcan los partidos. Con un modelo como el de la

pentacracia, habría mucha menos crispación política, pues la

crispación ahora mismo la crea el sistema. Los partidos no reflejan

la división de un país, sino que son los partidos los que crean esa

división. Con la actual organización de unos parlamentos formados

por fuerzas radicalmente egoístas y confrontadas, cuántas medidas

se toman que van contra el bien común. Pero los intereses ocultos

son muy difíciles de desarraigar en un sistema monopolístico del

Poder, aunque éste tome la forma externa de un bipartidismo

alternante.

Alguien puede albergar sus razonables miedos por convertir

nuestras democracias directas en democracias indirectas. Pero me

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90

gustaría llamar la atención sobre el hecho de que nuestras

democracias son indirectas desde hace ya mucho tiempo. Son las

directivas de los partidos quienes eligen a todos nuestros

candidatos. Son esas directivas las que eligen quien entra y quien

no entra en esas listas. Usted, querido elector, puede creerse muy

libre al depositar su papeleta en la urna, su sensación de libertad

puede ser formidable; pero está totalmente mediada por las

estructuras políticas ocultas, justo esas que no salen en la

televisión. Usted en la televisión sólo ve las caras que esas

estructuras desean que vea. Pero esa cara está allí, porque el órgano

de un partido ha dicho que esté en su pantalla de televisión.

Esto es como el supermercado de una gran superficie. Usted

compra lo que quiere, pero alguien ha decidido previamente qué

habrá y qué no habrá en las estanterías de ese supermercado. Eso

sí, después usted se limita a depositar su voto con una satisfactoria

impresión de independencia. El sistema le ofrece esa impresión de

ser libre y lo es, pero sólo hasta cierto punto. Las cúpulas del

bipartidismo saben que, en la práctica, sólo hay opción A u opción

B: el partido gobernante y su alternativa. De vez en cuando un

partido bisagra que es asumido en este reparto de poder. Partidos

bisagras que nunca suponen una amenaza al reparto de Poder, sino

sólo una reestructuración. De forma que el sistema, ya ahora, en la

práctica, resulta completamente indirecto.

Este sistema pentárquico de elección indirecta de los

gobernantes, significa decirle al Pueblo con meridiana claridad que

es mejor que sus representantes sean los que escojan a los que

ostentarán el Poder Ejecutivo. Precisamente porque la democracia

directa es la más fácilmente manipulable. De hecho, si hay un

modelo constitucional que es el máximamente manipulable es el de

la democracia totalmente directa que se practica en los cantones

suizos. En los que la gente se reune en la plaza del pueblo y se

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proponen los temas y la gente vota una por una las cuestiones. Si

de los políticos pudiera depender, ellos desearían con toda su alma

que todas las cuestiones molestas, sucias e ingratas se pudieran

decidir de ese modo.

Si el Pueblo escoge directamente al que asumirá el Poder, se

cae inevitablemente en el espectáculo y la demagogia. También

hay que decirle al Pueblo que no es él el que debe poner su mano

en las leyes. El modelo pentacrático propuesto significa que el

Pueblo se autolimita en sus funciones. Reconociendo que es él el

que tiene el Poder, pero que resulta más prudente ejercerlo de

forma indirecta en algunos campos.

La democracia funciona, pero podría funcionar mejor.

También está claro que si la pentarquia se pusiera en práctica,

tendría fallos que, a su vez, deberían ser subsanados en futuras

reformas. La ciencia política busca ofrecer soluciones y que las

soluciones precisarán de retoques y afinamientos. Además,

siempre que alguien ofrece un modelo enteramente nuevo, sabe que

no se aplicará mañana, si es que llega a aplicarse alguna vez.

Yo diría que con ofrecer un nuevo horizonte a las mentes, de

momento ya es suficiente. No es poca cosa sentarse a reflexionar si

un sistema constitucional enteramente nuevo no funcionaría mejor

que si reformáramos parcialmente nuestros modelos actuales.

Debemos preguntarnos si no ha llegado el momento de aplicar la

razón de un modo más ambicioso en la acumulación de leyes que

conforman nuestros modelos constitucionales.

De todas formas las reformas primero conquistan las mentes,

después, a veces varias generaciones después, configuran una parte

de nuestro mundo. Mi única expectativa con mi escrito ha sido

ofrecer nuevas perspectivas, nuevos horizontes, para que funcione

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cada vez mejor esa república de hombres libres e iguales en la que

vivimos, nos movemos, pensamos y hablamos.

La democracia, las votaciones, las elecciones no son una

posibilidad, sino que son la única posibilidad razonable. Es decir,

hemos necesitado miles de años de Historia, para entender que es

preferible siempre resolver las cosas echando papeletas en una urna

que a golpes de maza con puntas metálicas. Necesitaremos más

generaciones para alcanzar un modelo organizativo que la razón

entienda que es el óptimo para organizar ese hecho de arrojar

papeletas en una urna. El modo en que un sistema constitucional

gestiona esos votos permite que el Poder siga siendo un círculo

cerrado en algunos países. Y en muchos naciones, desde luego, la

gestión de esos votos mantiene democracias verdaderamente

imperfectas.

Votar es la esencia de la democracia. Pero caben dictaduras

de estética democrática que cumplan con el rito de dejar que los

ciudadanos introduzcan papeletas en urnas repartidas por el país.

Aunque se vote, siempre hay alguien que decide erigirse en dueño

de los destinos de los otros. Siempre hay alguien que decide que su

voluntad debe imponerse sobre las voluntades de los otros. En

todas las épocas nos encontramos con sujetos que deciden imponer

su YO sobre los destinos de los otros, truncándolos, torturándolos

y hasta aniquilándolos. Es decir, el YO decide fríamente acabar con

otros “yos”. Mi YO por encima de otro yo, aunque tenga que

aniquilarlo.

Reconozco, sin embargo, que hay situaciones extremas,

circunstancias de verdadera supervivencia nacional, en las que lo

más razonable es otorgar el poder incondicional a un solo hombre

por un tiempo limitado. Pero aunque esto es así, por mal que suene,

nunca insistiremos bastante en lo que significa la democracia, en la

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necesidad del orden de la razón. Lo único que contiene al caos es

la Ley.

Pero aun admitiendo las excepciones, no nos engañemos, los

dictadores son individuos insignificantes. Ningún gran espíritu

aceptará nunca que sus semejantes sean súbditos. Toda alma

grande aspira a una república de ciudadanos libres e iguales.

¿Llegará un día en que todo el planeta Tierra sea una gran

democracia? ¿Llegará el día en que toda la Humanidad sea libre?

La respuesta es sí.

Pero, de momento, los viejos sistemas democráticos siguen

sufriendo averías, recalentamientos, rotura de piezas. Y en nuestro

camino por el siglo XXI, continúan apareciendo nuevos dictadores,

renovados tipos de dictaduras, el mismo mal con nuevos

envoltorios. Sí, hace ya mucho que hemos atravesado la

emblemática fecha del año 2000, pero vemos los errores

floreciendo en nuestro presente.

Cuando una democracia comienza su camino hacia el

autoritarismo y después ya decididamente hacia la dictadura, lo que

más suele intrigar a los expertos en Derecho Constitucional, es

preguntarse cómo será el modo concreto en el que el tirano

mantendrá los ritos externos: votaciones, parlamento, aparente

separación de poderes, diputados y todas esas realidades que

quedan reducidas a mera parafernalia, pero que suelen ser

mantenidas en su lugar. Siempre toda dictadura tiene que tomar una

serie de decisiones de estética constitucional cuando, de hecho,

todo se reduce a que gobierna una sola voluntad.

¿Cómo serán las nuevas dictaduras que emergerán en países

respetables acostumbradas a vivir en libertad durante

generaciones? ¿Será una dictadura sin una cabeza visible? ¿Será la

dictadura gestionada por una élite? ¿Tendrá el régimen una

estética, digámoslo así, científica, tecnocrática, moderna?

¿Continuarán las viejas y rancias dictaduras nacionales o

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aparecerán dictaduras continentales? Estamos acostumbrados a

dictaduras de extrema derecha y de extrema izquierda, ¿caben

tiranías innovadoras que genuinamente creen un tercer extremo

ideológico o son imposibles?

Lo que resulta evidente, es que en la masa antisistema de

tipo anarquista que grita, no está la democracia. Es pura furia sin

ley. De esa masa, una vez que se descontrole, surgirán los futuros

Stalin del siglo XXI. Lamentablemente, los venideros Hitler ya han

nacido. Todavía permanecen anónimos en ese magma de la masa.

Todavía carecen de otro programa que su descontento. La masa

debe desbordar los rompeolas. Sólo entonces pueden germinar esos

monstruos.

Frente a eso, nos defiende la Ley. ¿Qué nos separa de ese

caos? La Ley. El ordenamiento constitucional nos defiende de los

monstruos. Sustituir la institucionalidad deliberativa por el griterío

de la población no es democracia, como tampoco lo es defender

que la voluntad de un pueblo está por encima de las leyes. Ello

aboca al conflicto y la violencia.

¿Por qué Estados Unidos tuvo un New Deal y Alemania tuvo

el nacionalsocialismo? Porque en Estados Unidos el Poder cayó en

manos de Roosevelt y en Alemania cayó en manos de Hitler. Sí, no

nos rompamos la cabeza, a veces, las cosas son así de sencillas.

Normalmente, el que tiene el dedo sobre el botón es un hombre

razonable. Pero estadísticamente, cada cierto tiempo, el Poder

recae sobre los hombros de un matón.

La anarquía, el terrorismo, la dictadura, la represión, la

revolución… las leyes son la barrera. Y las leyes pueden ser

barreras férreas. Este escrito ha sido mi pequeña contribución para

fortalecer el orden de cualquier nación. Puedo haberme equivocado

en muchas cosas, pero, al menos, he intentado reflexionar en voz

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alta ante otros ciudadanos. Hoy mi voz ha resonado (con mi escrito)

en la plaza de mi polis. Nada impongo a mis conciudadanos, sólo

he reflexionado en voz alta.

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Cuarta parte …………………………………………………………………………………………………………………………..

El futuro de nuestras bellas

construcciones constitucionales

El gigante chino y la economía

Esta obra nació para explicar una posibilidad de reforma del

sistema constitucional, la reforma que me parece más sencilla y

más ajustada a la razón. El mecanismo pentárquico ya lo he

explicado en las páginas anteriores, razón por la cual he colocado

una conclusión a esa parte teórica. Pero me pareció que la obra

quedaría más completa añadiendo una parte en la que se explicara

cómo veo de manera más concreta el futuro de nuestras

democracias en el próximo cuarto de siglo. Al lector que lea esta

obra en un futuro lejano, le pido que tenga en cuenta que escribo

estas líneas en el año 2015. Así que después de haber hablado en

abstracto, voy a hablar en concreto.

En las próximas páginas voy a intentar demostrar por qué

resulta imposible hablar de cómo van a evolucionar nuestros

sistemas democráticos sin explicar la relación tan inevitable y

desastrosa que va existir entre macroeconomía y política.

Retrotraigámonos a los años 90, porque es en los comienzos de esa

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98

década cuando comenzaron los graves errores que tan trágicas

consecuencias van a tener.

China en 1990 era un inmenso país sin ninguna importancia

económica. En el campo del mercado internacional, sencillamente

era como si no existiese. En esa época los líderes de cada provincia

china ya hacían bastante con intentar satisfacer las necesidades

básicas de su población. Su comercio exterior era mínimo. Baste

decir que antes de los años 80, la agricultura suponía el 40% el PIB

de China. Este gigantesco país estaba aislado comercialmente

hablando, pues no producía nada que pudiera interesar al resto del

mundo, ni disponía de divisas para comprar bienes de Occidente.

Pero en la década de los 90 las grandes multinacionales

norteamericanas creyeron ver el inmenso mercado que se les abriría

si firmaban acuerdos con China. Y así, poco a poco, se fueron

firmando contratos entre China y algunas grandes corporaciones.

En aquella época, el Departamento de Estado de los Estados

Unidos todavía tenía que aprobar ese tipo de acuerdos.

Esas grandes empresas norteamericanas se frotaban las

manos pensando en el inmenso pastel de beneficios que se abría

ante sus ojos: nada más lejos de la realidad. El mercado chino no

era un mercado libre, sino totalmente regulado por el Partido. Tan

pronto como ese producto se podía fabricar en China y el acuerdo

firmado expiraba, se cerraban las puertas a la entrada de esos bienes

extranjeros. Las multinacionales, una a una, fueron viendo como la

promesa de ese mercado de más de mil millones de habitantes se

les escapaba de las manos una y otra vez. Aunque cada empresa

que se retiraba observaba como venía otra que ocupaba su puesto

llena de ilusión, pensando que iba a hacer las américas.

Las esperanzas de grandes ventas de productos tecnológicos

en China se esfumaron: los acuerdos expiraron, no fueron

renovados, otras empresas occidentales sustituían a las que se

retiraban. China no era un mercado abierto como el de otras partes

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del mundo, sino un país escrupulosamente interesado en evitar la

expansión interna de cualquier empresa occidental. No podemos

culpar a China de esta actitud proteccionista. De no haber obrado

así, las empresas occidentales se hubieran apoderado enteramente

de ese país. Las empresas nativas estaban a años luz de las

occidentales. China se hubiera convertido en un país

económicamente colonizado en manos de inmensas y poderosas

corporaciones extranjeras.

El proteccionismo chino de ese primer momento fue, sin

duda, una medida racional. Lo cierto es que a lo largo de este

proceso occidental de ilusión-decepción-sustitución, China

comenzó a producir aquellos bienes que las empresas extranjeras

habían pensado vender en el mercado chino. Pero las compuertas

de los mercados internaciones sí que se habían abierto para China.

Y los humildes productos chinos comenzaron a invadir los

mercados de Occidente y del resto del mundo.

No voy a decir que esas compuertas se abrieron

cándidamente. Porque estoy convencido de que detrás de esa

medida había una decisión estratégica. Los analistas de la Casa

Blanca seguro que pensaron que la entrada de capitales e inversión

en el gigante asiático provocarían un cambio radical en esa nación

descomponiendo el sistema comunista. Cosa que no ocurrió o, al

menos, no ocurrió del modo esperado.

Al principio los bienes exportados por China eran

mercaderías muy baratas, sin apenas valor. Nadie en su sano juicio

hubiera comprado tecnología china en esa primera etapa. Pero

mientras esto sucedía, cada vez que China necesitaba un nuevo

producto tecnológico hacía ofertas a distintas compañías. La

compañía que ganaba el contrato, se encontraba con las mismas

condiciones standard de siempre: el 51% de la compañía será

propiedad china y la industria tendrá que establecerse en suelo

chino. En estas dos condiciones encontramos la piedra angular de

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100

todo el desastre que después iba a cernirse sobre nosotros los

occidentales.

Para algo después del año 2005, la época de los espejismos

y las grandes ilusiones habían pasado para las multinacionales que

querían hacer negocio con los chinos. Pero se encontraban con una

tesitura difícil de resistir. Si firmo el contrato, ganaré millones en

los próximos siete años. Pero también es cierto que si firmo el

contrato, la filial que yo cree y mi tecnología se quedarán en suelo

chino y serán propiedad de esa nación. Se trataba de contratos de

miles de millones de dólares. Y había muchas empresas haciendo

cola para firmar cada uno de esos gigantescos contratos. Todas las

compañías sabían que eso era pan para hoy y hambre para mañana,

pero eran miles de millones en juego. Era mucho pan para hoy a

condición de saber de que cuando expirara el contrato, la nueva

empresa controlada por directivos chinos les diría a los

occidentales: Muchas gracias, ha sido un placer colaborar con

ustedes, adiós.

No podemos ser duros en nuestro juicio respecto a China por

estas condiciones. ¿Acaso no era la codicia lo que animaba a las

empresas occidentales? ¿Acaso nuestras empresas iban allí con

propósitos altruistas? Ciertamente, no. Iban allí a ganar dinero y

cuanto más mejor.

Casi todas las empresas entraron en esta dinámica de

autodestrucción: la tecnología, los técnicos formados, la misma

factoría donde se fabricaban los productos (piezas industriales,

aviones, electrodomésticos, ordenadores) se quedarían en suelo

chino pasado el tiempo del contrato. Lo perjudicial de esta

situación para nosotros, como he dicho, era que se trataba de

contratos por tantos millones que todas las empresas sabían que si

yo no acepto, otra lo hará. Y lo que es peor, nuestras empresas no

sólo formaban a esos técnicos (que después serían la competencia),

sino que además financiaban una parte importante de los gastos.

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No hace falta ser muy listo para comprender que si de China

al principio llegaban, por ejemplo, a Francia cuencos de plástico,

telas y juguetes baratos, después comenzaron a llegar

electrodomésticos, y después ordenadores y, por último, la más alta

tecnología. Porque ésa había sido la gran falacia que se creyeron

los consejeros de las grandes empresas cuando se acercaba el año

2000: Que ellos produzcan juguetes, nosotros poseemos la alta

tecnología. Esa falacia fue causada por el espíritu de superioridad

que ofrecía el pensar que la supremacía tecnológica occidental era

y seguiría siendo imbatible. Antes del año 2000, nunca pensamos

que en el campo de la alta investigación alguien pudiera ser mejor

que nosotros. Pensábamos que los demás podrían producir más

barato, pero que las primicias seguirían saliendo de donde siempre

habían salido.

La situación que se dio después era inevitable. ¿Quién puede

competir con mano de obra que trabajaba (sobre todo en aquel

entonces) en condiciones similares a las de un campesinado

medieval? ¿Quién puede competir con una empresa que apenas

paga seguridad social con jornadas laborales inacabables, que casi

no concede días de vacaciones, etc, etc? Es decir, nos sucedió lo

que le había sucedido a Estados Unidos con Japón en los años 80.

Sólo que la isla nipona tenía limitado su crecimiento por razones

de tamaño: la isla era pequeña, la cantidad de población que podía

habitar ese archipiélago tenía un límite. La isla experimentó un

crecimiento desaforado durante varios decenios. Si Japón hubiera

tenido la superficie de Rusia, el proceso chino que vemos en la

actualidad se hubiera vivido en la economía nipona tras los años 80

y sin límite. Aunque con características muchísimo menos

acusadas por razones que después analizaré.

China (con condiciones laborales tan distintas de las de

Europa o Estados Unidos) tenía y sigue teniendo industrias que son

imbatibles cuando compite con las radicadas en suelo occidental.

Page 102: La decadencia de las columnas jónicas

102

En Occidente hemos escuchado hasta la saciedad como nuestros

políticos nos decían que, ante la nueva situación, para ser

competitivos había que innovar, que había que ser flexibles, que

había involucrarse más en las nuevas tecnologías y zarandajas por

el estilo. Si alguien me puede explicar cómo una industria de

Europa o Estados Unidos puede competir con otra industria que

produce con condiciones de trabajo similares a las de la Inglaterra

durante la Revolución Industrial del siglo XIX, pues que me lo

explique. En realidad, la competencia entre ambas resulta

imposible. La que produce más barato acabará fagocitando el

mercado de forma inevitable.

Podemos caer en el error de echar toda la culpa a China por

esta situación de desigualdad objetiva de costes de producción en

cuanto a su mercado laboral respecto al nuestro. Pero recordemos

que también nosotros hemos pasado en Europa por la etapa de la

Revolución Industrial. De hecho, más que echar la culpa lo que

debemos reconocer es que China bastante rápido ha evolucionado

desde comienzo de los años 90. La posición más fácil para los

occidentales es culpar a China de todos nuestros errores. Pero

China no puede ser culpable de no haber evolucionado más

rápidamente hacia nuestros parámetros ni tampoco le podemos

acusar por haber protegido su propio mercado nacional, es algo

razonable. China ha ofrecido sus condiciones y ha sido el libre

mercado occidental, abandonado a su propia codicia, el que se ha

lanzado a esta carrera de ambición.

Lo que sí que era ya innegable a la altura más o menos de

2005 era que Europa y Norteamérica estaban perdiendo toda su

industria. Las únicas empresas que en los años siguientes

permanecieron radicadas en suelo occidental fueron las que eran

tan pequeñas que no podían trasladarse. El resto o se reinstalaron

en países como Indonesia, la India o China, o acabaron

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103

desapareciendo. Pero ese proceso de recolocación no sólo afectaba

a las que producen teléfonos móviles y ordenadores, también las

que producen caramelos y paraguas.

En mi ciudad, Alcalá de Henares en España, había una

industria que producía caramelos. Tenía una amistad que trabajaba

dentro de esa empresa y yo le pregunté si temía por su puesto de

trabajo, dado que muchas empresas estaban cerrando por la crisis.

Por supuesto que no, me dijo. La empresa está ganando mucho

dinero, el negocio les va muy bien. Estaba muy tranquila. Pero dos

años después de estas palabras, la empresa se trasladó a la India,

despidiendo a muchos de sus empleados españoles. El negocio les

iba bien, ¿pero para qué pagar más cuando puedes pagar menos?

Eso era todo.

Cierto que muchas empresas occidentales se instalaron en

otros países menos desarrollados, además de China. Pero el

régimen de Pekín es el problema no por su mala intención, sino por

su tamaño. Sin ese gigante el proceso de hundimiento industrial de

Occidente hubiera sido el mismo, pero más lento, más paulatino.

Además, los otros países del Tercer Mundo, aunque pobres,

disponen de una economía de mercado. Eso significa que si el país

prospera, los sueldos suben, las condiciones de trabajo mejoran y

el país pierde competitividad. Por lo menos ésta es la teoría, porque

algunas naciones (como la India)) tienen masas de pobres tan

inacabables que probablemente podrían proveer a la industria

durante siglos con la mano de obra más barata que se pueda uno

imaginar. Esto no lo digo como broma: hay países cuyo PIB

asciende vigorosamente desde hace varios decenios (India, de

nuevo, es el ejemplo de esto) y, sin embargo, sus pobres siguen

siendo misérrimos. El liberalismo económico de Milton Friedman

no es la solución para acabar con la pobreza. Ha quedado bien

probado que la Escuela de Chicago no tenía razón en sus

postulados. El Mercado abandonado a sus propias fuerzas no sóo

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104

es cruel e inhumano, sino que puede entrar incluso en dinámicas

enteramente autodestructivas.

Lo que sí que es cierto es que en esos países del Tercer

Mundo, al regir en ellos la economía de mercado, son países que

venden productos a Occidente y Occidente les puede vender a ellos

y eso implica un cierto movimiento financiero de equilibrio.

Aunque también esto hay que matizarlo mucho, porque muchos

países del Tercer Mundo tienen mercados controlados por intereses

políticos personales y no son todos precisamente modelos de

economías abiertas a las empresas extranjeras.

O sea, los obstáculos que (para nuestros intereses) hallamos

en la economía china, los encontramos en otros países emergentes.

Repito que el problema de China (para nosotros) ha sido

esencialmente la cuestión de su colosal tamaño. Lo cual hacía que

cualquier inconveniente de otro país (para nuestra economía) en el

caso de China se multiplicase por 200.

Cierto que la economía china no ha dejado nunca de estar

sustancialmente cerrada a los productos occidentales. Ellos nos

venden a nosotros en condiciones imbatibles, pero nosotros no

podemos vender libremente los pocos productos que sí que

demandaría la población china si fuera un mercado libre. De

manera que la economía china se ha comportado durante un cuarto

de siglo como una perfecta válvula. Los capitales ganados entraban

en China, pero después no se gastaban fuera; sino que se reinvertían

y volvían a reinvertir de forma indefinida y con ganancias

crecientes en una espiral que ha hecho que desembocaran

verdaderos ríos de oro en ese país.

Por otra parte, el control del gobierno chino sobre los

sueldos, condiciones de trabajo y, sobre todo, el valor del yuan ha

sido férreo. China no deseaba perder competitividad. Podría haber

gastado esos ríos de oro en miles de capítulos inútiles como sí que

han hecho nuestros gobiernos municipales, regionales y

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105

nacionales. Pero en China, por el contrario, los ingentes capitales

fundamentalmente se han reinvertido y vuelto a reinvertir. Es

innegable que también en China ha habido un cierto nivel de gasto

inútil, pero mucho menor que en nuestros países.

Desafortunadamente para ellos sí que ha habido un cierto grado de

corrupción en el funcionariado que ha supuesto una merma de esas

ganancias. Aunque globalmente considerada, esa merma ha sido

mínima.

Sin duda ha habido un tanto por ciento de la población china

que ha incrementado drásticamente su calidad de vida. Desde el

momento en que una élite era impresionantemente rica, era

inevitable que se creara un estrato intermedio de calidad de vida en

la población. El cual estrato a su vez generaba estratos menores que

se beneficiaban de la opulencia sin límites de la cúspide y de la

calidad de vida intermedia de los nuevos profesionales.

La única preocupación de los economistas chinos ha sido

advertir que si se eleva el nivel de vida de toda la población china,

esa nación perdería su competitividad. Y si pierde su

competitividad, la industria comenzará una lenta migración hacia

países del Tercer Mundo con costes de producción todavía más

baratos.

Como ya he mencionado, otro aspecto que ha supuesto el

éxito de China y el fracaso de Europa, especialmente de Europa

con su euro caro, ha sido el rígido control cambiario del yuan. Un

yuan fluctuando de forma libre hubiera minimizado el impacto

destructivo de la industria china en Europa y Estados Unidos,

porque el yuan inevitablemente se hubiera revalorizado y China

hubiera equilibrado su competitividad con Occidente, situándola en

una situación competitiva de mayor igualdad con nosotros. Pero

China no permitió una fluctuación libre de su moneda.

Un aspecto preocupante de la política económica de Pekín

es que cuando Europa, alguna vez, ha considerado que una empresa

Page 106: La decadencia de las columnas jónicas

106

estaba siendo injustamente hundida por sus adversarios chinos y ha

intentado limitar la entrada de algún producto, la reacción de Pekín

ha sido siempre durísima. Cuando la Unión Europea, por ejemplo,

planteó aprobar algún tipo de arancel sobre los paneles solares

chinos que iban a acabar totalmente con esa industria europea,

China amenazó con hacer lo mismo con la importación de todos los

vinos provenientes de Europa.

Vistos todos estos datos, el panorama, evidentemente,

resulta desolador. Europa y Estados Unidos van camino de perder

toda su industria. Todavía nos queda una parte del pastel de la alta

tecnología, pero dentro de pocos años será China la que producirá

la más puntera alta tecnología. Cuando suceda eso, todavía nos

quedarán las universidades, las más prestigiosas universidades.

Pero cuando también las mejores universidades, con

mayores presupuestos de investigación, también estén en China, la

pregunta es ¿qué nos quedará? La respuesta es nada.

Categóricamente, se puede afirmar que Occidente no producirá

nada. Con el sistema laboral que tenemos (derechos, seguridad

social, limitación de horas de trabajo) jamás produciremos algo por

cuyos precios le interese comprar a alguien en el mundo. De

momento, la industria del lujo, del diseño, de la moda sigue

radicada en Occidente; pero también eso tiene sus días contados.

Donde están las fortunas, allí estarán esas industrias. La solución,

evidentemente, no es implantar las condiciones laborales del Tercer

Mundo en Europa y Estados Unidos.

Estados Unidos tiene un mercado laboral más flexible que el

de los países de Europa Occidental, y por eso ha resistido el

impacto mejor. Pero nadie puede competir con las condiciones de

trabajo del Tercer Mundo. Si no tenemos industria, si dejamos de

producir, si las mejores universidades están en China, si los grandes

bancos se acaban trasladando a Asia y los países emergentes,

Page 107: La decadencia de las columnas jónicas

107

Europa va camino de convertirse en un gran centro turístico para

las élites multimillonarias chinas, indonesias, indias y de otros

países. Europa será eso y sólo eso. Y lo peor es que en plena

recesión el continente será vendido a precio de saldo.

El último paso de este proceso iniciado y que sigue

avanzando a velocidad de crucero, será cuando la moneda

internacional de comercio sea el yuan. Entonces China sí que

dispondrá de capitales verdaderamente increíbles. Pekín podrá

emitir billetes a libre voluntad: la inflación la asumirá el mundo,

como ahora sucede con el dólar y Estados Unidos.

Aunque es seguro que no es que el yuan sustituirá al dólar

como moneda de intercambio internacional, sino que coexistirán

ambas monedas en plano de igualdad. China, ese día, ya no tendrá

que preocuparse de ser competitiva, sencillamente su capacidad de

presión para retirar del tablero a cualquier oponente económico que

le moleste será inmensa.

Puede parecer que el panorama que pinto es demasiado

pesimista, pero el área de la Unión Europea lleva ya demasiados

años, siete años, sin despegar de la zona lindando la recesión. Y la

situación europea será mucho peor si Estados Unidos comienza un

ciclo recesivo después de este breve periodo de expansión del PIB

que comienza a dar signos de ralentización. El panorama europeo

no es muy halagüeño en los próximos años.

Concluyendo este capítulo, el proceso de migración de la

industria al Tercer Mundo se hubiera dado aunque China se hubiera

mantenido clausurada y produciendo únicamente arroz. Pero lo que

ha provocado que este cambio sea dramático es una mera cuestión

de tamaño. El volumen de los capitales entrando en ese gigante y

no saliendo de sus fronteras ha desequilibrado todas las economías.

Es como si a un cuerpo le faltara sangre y se fuera debilitando. Ésa

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108

es la razón de que la crisis tenga características planetarias.

Desequilibrio éste agravado por cuatro factores:

-continua reinversión de todos los beneficios

-nulo gasto en los países compradores

-abundancia ilimitada de mano de obra barata procedente de las zonas rurales

-intervención de la cotización del yuan

Sin estos cuatro factores, nos hubiéramos empobrecido pero

más lentamente, no de un modo tan dramático. Porque sin esos

cuatro factores artificiales, los mecanismos naturales de la

economía hubieran equilibrado bastante esta situación de balanza

de pagos. No se hubiera producido un equilibrio total: la sangría de

capitales hubiera sido inevitable debido a la migración de la

industria hacia otros países. Pero, como sucedió en el caso de

Japón, se podía esperar una cierta nivelación.

Nunca se debió permitir que China vendiera sus productos a

Occidente produciendo bajo esas condiciones de trabajo, porque se

trataba de un comercio injusto. Era perfectamente previsible lo que

iba a suceder. Pero la ambición pudo a las multinacionales, y las

multinacionales se encargaron de convencer a los políticos de la

década de los 90. No fue difícil, los políticos presentaron cada

acuerdo como un gran éxito. Era difícil sustraerse al poder

mediático que tenía hacerse una foto estrechando la mano de un

acuerdo comercial con el gigante asiático. Cada tratado comercial

se presentó como una victoria, como la apertura de un gran

mercado; mercado que siguió cerrado. Cada acuerdo cerrado con

China, en el fondo, era un acuerdo para producir bienes que se

acabarían vendiendo en Occidente. Se quiso sacar beneficio

rápidamente, a costa del futuro. El problema es que el futuro ya ha

llegado.

Page 109: La decadencia de las columnas jónicas

109

Si los puestos de trabajo de Europa, por ejemplo, hubieran

migrado todos a África a comienzos del año 2000, los políticos

hubieran puesto el grito en el cielo y Europa hubiera comenzado

una amplia política proteccionista de aranceles para proteger la

mano de obra nacional. Pero los políticos europeos estaban

convencidos de que la situación con China era de reciprocidad.

Por el contrario, los líderes de Pekín no pecaron de cándidos

y una de las primeras cosas que hicieron en cuanto contaron con

fuertes capitales y observaron que la crisis se afincaba en Estados

Unidos y Europa, fue comprar deuda pública a esas naciones. El

8% de la deuda de Estados Unidos pertenece a Pekín.

España, al cierre de 2013, tiene una deuda pública de

961.555 millones de euros. El 18% está en manos de China. Dado

que nuestra deuda pública es el 94% del PIB, dejo a la imaginación

de los analistas lo que eso puede significar en el futuro. La siguiente

fase, por supuesto, será que los grandes bancos chinos controlen el

mundo financiero. Pero eso no se deberá a una conjura malvada

realizada en la sombra. Se hará a plena luz de día y brindando con

champagne cada vez que se dé otro paso sustancial en esa

dirección. Resulta cándido pensar que los grandes bancos del

mundo estén radicados en los empobrecidos países europeos.

La última fase, como ya he dicho, será la implantación de la

moneda china como moneda de intercambio internacional. Esa sí

que sería una situación imposible de revertir quizá durante varias

generaciones. Para bien o para mal, toda la economía planetaria

estaría ligada a las decisiones de Pekín.

Page 110: La decadencia de las columnas jónicas

110

El dragón rojo y nuestras libertades

¿Qué influencia tiene todo lo explicado en nuestras

democracias? Resulta claro que los países europeos van a caer de

forma indefectible en una gran inestabilidad social: paro,

disturbios, pobreza extendiéndose en las capas menos cualificadas

de la población, auge de los partidos populistas. En esta etapa de

progresiva descomposición de la Unión Europea, China cada vez

más basará su crecimiento económico en la demanda interna y cada

vez menos en la demanda occidental.

Hay que entender que la situación en la que nos encontramos

desde el año 2008 no es una crisis que responda a la teoría clásica

de los ciclos económicos. Vivimos en una gran depresión basada

en motivos estructurales: el desangramiento de capitales de Europa.

Los capitales han migrado hacia tierras que ofrecen mayores

beneficios. De momento, muchos capitales ya no productivos sino

financieros se seguían refugiando en Europa por su estabilidad.

Pero en el 2015 ya ha quedado claro que China también ofrece

estabilidad. Los grandes bancos cada vez tienen menos miedo a

afincarse allí. El único pequeño temor que aun albergan es el de la

inseguridad jurídica. El poder del Ejecutivo allí es tan omnímodo

que todavía siguen manteniendo un cierto grado de preferencia por

Occidente. Pero ese factor pronto será totalmente vencido por la

codicia, los números son los números; y ahora el negocio está allí.

Debemos convencernos de que esto es una depresión del

sistema (por desangramiento de capitales), no de la demanda. Esto

es una gran depresión sistémica, no un ciclo transitorio. Es una gran

depresión con móviles e Internet, a color, sin fotos de filas ante los

comedores sociales. Pero los números son tan realmente

preocupantes como los de los años posteriores al crack de 1929, el

PIB no consigue arrancar ni siete años después del gran crack de,l

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111

2008. Cada vez más economistas abandonan las tesis tradicionales

de la teoría de ciclos y advierten en que, dada la situación, esta

crisis puede durar toda una generación.

¿Cuál será el resultado de todo esto? ¿Cuál será el pronóstico

metereológico de todos estos factores atmosféricos combinados?

Una gran tormenta, el auge del populismo. En los próximos años

vamos a asistir al auge de una versión europea del chavismo

venezolano. En los países del sur de Europa, este auge ya es una

realidad. En este año, 2015, Syriza gobierna en Grecia; en Italia la

formación Cinque Stelle es el segundo partido más votado; en

España, el segundo partido en intención de voto es Podemos. El

resto de los países europeos, con excepciones, observan el auge de

las formaciones de extrema derecha o de extrema izquierda. Estos

resultados electorales suponen sólo el comienzo de una tendencia

que va a continuar. Mayor inestabilidad, mayor crisis, supondrán

el ascenso al Poder de estas formaciones de extrema izquierda.

El que en otros países como Alemania, Holanda o Francia el

populismo se oriente hacia formaciones políticas de extrema

derecha no cambiará nada. En definitiva, se trata de partidos que

quieren romper completamente con el sistema precedente, que van

a ofrecer en sus programas promesas irrealizables y que acabarán

degenerando en democracias autoritarias. Estamos hablando de

toda una tendencia continental. La insatisfacción con los modelos

parlamentarios actuales de monopolio bipartidista se colocará en

muchos países de Europa en fase de tránsito hacia regímenes

parecidos a la Rusia de Vladimir Putin o a la Bielorrusia de

Lukashenko. Todo esto satisfará plenamente a los líderes de Pekín

que dirán satisfechos: No estábamos tan equivocados, cuando

vuestros regímenes han acabado evolucionando hacia algo

parecido al nuestro. Sin duda, vamos caminando hacia una nueva

etapa de ocaso de la democracia. Eso sí, todos los ritos

Page 112: La decadencia de las columnas jónicas

112

democráticos se mantendrán. Se mantendrán como algo inútil pero

legitimador del sistema.

Las posiciones centristas ineficaces, es decir las políticas

parlamentarias de la actualidad defendidas por los partidos de

siempre en perfecta alternancia, serán sustituidas por un Partido

que buscará un chivo expiatorio y logrará convencer a la masa de

que, en realidad, todos los problemas tenían su causa en tal o cual

grupo social, ideológico o económico. Parece lógico suponer que

dado que el populismo europeo será un fenómeno continental, se

buscará un chivo expiatorio común. La convergencia de varios

países en buscar un chivo expiatorio al que culpar de todo, hará

más fácil convencer a la población de la verdad de tal afirmación.

No tengo ni idea acerca de cuál será ese chivo expiatorio, pero sin

duda que acabará siendo encontrado.

Incluso entra dentro de lo muy probable que haya

formaciones que fomenten sentimientos antichinos. Sería un error.

La causa del desastre que ya tenemos en nuestro suelo está en la

ceguera de nuestros políticos que no han pensado en el largo plazo,

sino en las próximas elecciones. Ceguera porque no conocían nada

de macroeconomía con lo cual no han visto venir el inmenso

problema que se avecinaba, y egoísmo porque los pocos que sí que

han sido advertidos por los analistas se han escudado en su

imposibilidad para hacer nada. La inmensa mayoría de los políticos

sólo piensan en los próximos cinco años.

¿Es que todos los políticos son malos? Digámoslo de esta

otra manera, como he venido repitiendo en esta obra, el sistema

favorece que lleguen al Poder este tipo de personas serviles,

cortoplacistas y enfrentadas con las otras formaciones por

principio. Por supuesto que han llegado al poder individuos

valiosos. Sí que han llegado grandes estadistas a las más altas

magistraturas. Pero ellos mismos han sido los primeros en

reconocer la miseria que les rodeaba.

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113

La corrupción de la mayoría de los países del Tercer Mundo

ha sido el gran factor que ha evitado la total migración de la

industria occidental. Eso ha sido un factor decisivo de ralentización

de ese hundimiento. Muchos empresarios no se fiaban de la

inseguridad jurídica de esos países, ni de la indeterminación

contable en la que les colocaba no saber cuál sería el nivel de

pérdidas de beneficios que tendrían que pagar en concepto de

sobornos a todos los niveles. Cuando una vaca da leche, se la

intenta exprimir al máximo en algunos países. Esa ambición de

exprimirla no tiene límite. Pero ése no era el caso de China. China

ofreció, desde el principio, un marco de seguridad y rigor. Por eso

sin el coloso asiático todo el panorama macroeconómico hubiera

sido distinto.

Los sentimientos populares antichinos serían tan ridículos

como el antisemitismo, pero existe el peligro de que sean

fomentados por las formaciones políticas marginales y que eso

contagie a parte de la población. Frente a la sencilla medida de

echar la culpa de nuestros problemas a los otros, hay que recordar

que China nunca nos engañó. Siempre expuso sus condiciones

abiertamente.

Soluciones sin esperanza

¿Qué soluciones tiene esta situación? Si soy realista, no veo

ninguna. La tendencia económica hacia una II Gran Depresión

sostenida e indefinida que no tiene nada que ver con los ciclos

naturales de la economía, la veo tan clara que acabará teniendo

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114

inevitables repercusiones en la política. O mejor dicho, la política

será arrollada por este nuevo movimiento de descontento popular.

Aun así, de un modo teórico, se puede afirmar que la

solución estaría en la aplicación de una especie de New Deal a

escala europea. Un New Deal basado en principios

neokeynesianos. Aunque parezca paradójico hay que contraer los

presupuestos nacionales, regionales y municipales. El dinero se

está gastando en capítulos totalmente inútiles: pagar a artistas

carísimos para exposiciones de arte moderno o conciertos en las

fiestas municipales, informes carísimos encargados a afamadas

empresas, contratación de personas prestigiosas dotándoles de

sueldos escandalosos, propaganda institucional, dinero para

organizar olimpiadas en una determinada ciudad, impresionantes

cargos de representación, dietas a políticos, etc, etc. Hay que dejar

de gastar el poco dinero público del que se dispone en capítulos que

sólo benefician al que cobra esos pagos, pero no a la población.

Por el contrario, habría que expandir presupuestos cuyo

único propósito fuera crear puestos de trabajo con algún beneficio

para la sociedad por pequeño que fuera: limpiar las calles y los

arcenes de las carreteras, limpiar y restaurar fachadas en las

ciudades, repoblación forestal, servicios sociales que atendieran a

enfermos y ancianos en sus casas, etc, etc.

Es decir, hay que restringir los gastos que sólo benefician a

los individuos que han estado cobrando grandes cantidades de

dinero por servicios que consisten esencialmente en asesorar y

producir papeles e informes, trabajo inútil éste que ha sido fuente

de continuas corruptelas. Y, por el contrario, expandir los

presupuestos que requieran la mayor mano de obra posible. Cada

persona que cobra un sueldo, por pequeño que sea, es alguien que

después gasta y reactiva la economía. Eso sin contar la satisfacción

personal de sentirse útil, de levantarse cada día para ir a un trabajo.

Los grandes sueldos por servicios muy prestigiosos y que acaban

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115

en el bolsillo de unas pocas personas, son llevados a cuentas

bancarias del extranjero sin crear riqueza. En ese sentido, hay que

contraer los presupuestos, y en el otro sentido (el keynesiano) hay

que expandirlos al máximo.

Soy consciente de que esa creación de trabajo que menciono

son puestos de trabajo no productivo. Y crear trabajo no productivo

no va a resolver el problema estructural de la economía europea

que es de producción y no de demanda. Si no hay un tejido

industrial debajo, un país no se mantendrá sólo con servicios. Pero

la situación económica de cualquier país cambiaría radicalmente si

el paro baja del 20% al 10%. El dinero empezaría a circular, habría

movimiento económico porque los individuos con un sueldo

consumen, además de que se tendría la sensación de que el país está

en marcha, de que las cosas comienzan a funcionar.

La verdadera solución estructural pasaría por implantar a

nivel de toda Europa, Norteamérica, Australia y otros países un

área de comercio justo, favoreciendo por todos los medios

disponibles la producción de bienes en territorio nacional.

Reconociendo que el desfase en los precios de producción debe ser

compensado con aranceles. Soy muy consciente de todos los

problemas que esto acarrea y no hace falta exponerlos aquí. Pero

se puede hacer, recordemos que China, precisamente, ha mantenido

exitosamente una economía proteccionista de mil millones de

habitantes durante un cuarto de siglo.

El hecho de que los tornillos y tuercas se produzcan, por

ejemplo, en Italia va más allá de si esos tornillos los puedo comprar

más baratos en Brasil o en Pakistán. Si los tornillos se producen en

Italia, más de cien familias recibirán un sueldo cada mes dejando

de ser una carga para el Estado, y esas familias se sentirán mejor

anímicamente y consumirán: la nación habrá mejorado un poco. No

da lo mismo comprar esos tornillos en Italia que en Tailandia.

Page 116: La decadencia de las columnas jónicas

116

Cierto que comprarlos en Italia sale más caro. Pero lo que sale

realmente caro a una nación es ir perdiendo cada año la producción

de más y más bienes. Sobrepasado cierto nivel crítico, la nación

entera es la que comienza a hundirse, no ya alguna que otra

industria.

En Suiza se favorece al máximo que lo que se consume en

el país, sea producido dentro del territorio nacional: sean productos

agrícolas o manufacturas. Gracias a que el comercio está muy

intervenido, se ha conseguido evitar que Suiza se convirtiese en

una nación compuesta por una pequeña porción de habitantes

inmensamente ricos y una mayoría de la población en paro

viviendo de subsidios. Suiza tenía todas las condiciones para sufrir

esa polarización de la población, se hubiera convertido en la nación

con la desigualdad más radical del planeta. Cualquier cosa que se

produjese allí, iba a ser mucho más cara que comprada en el

extranjero. Pero esa polarización adquisitiva de los ciudadanos no

ha sucedido porque la razón ha regido las políticas que se han

seguido. Si el país hubiera sido abandonado a las crueles fuerzas de

un liberalismo económico perfecto, menos de un 10% de los suizos

hubieran vivido dedicados a la industria del lujo y más de un 40%

de la población hubiera vivido de las migajas que hubieran caído

de la mesa del continuo banquete de los extranjeros allí afincados.

El resto hubiera constituido un estrato intermedio.

Abandonar las naciones a las fuerzas ciegas del liberalismo

económico conlleva el proceso de polarización que

progresivamente estamos viviendo en Europa: ricos cada vez más

ricos, pobres cada vez más pobres. En Estados Unidos esta

polarización también ha sucedido en los últimos cinco años: todos

los estudios concuerdan en que los profesionales cualificados han

aumentado sustancialmente su nivel adquisitivo, pero que la

inmensa mayoría de los estadounidenses no han mejorado sus

ingresos per capita respecto a los niveles alcanzados desde que

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117

salieron de la crisis del 2008. El nivel de vida de la mayoría sigue

congelado aunque el PIB nacional siga creciendo en los últimos

años. Los procesos económicos no lo arreglan todo por sí mismos.

Llega el momento de que encauzar los procesos económicos.

El gran problema es que la mayor parte de los políticos siguen

sin tener claro un diagnóstico la enfermedad. Los síntomas son

evidentes, el decaimiento innegable, pero siguen sin ver claras las

causas profundas de la patología continental. Y, por eso, los

economistas aúlicos les han anunciado infinidad de veces el fin de

la recesión y los políticos a sueldo de Bruselas siguen creyendo que

es algo transitorio. Reconozco que la Reserva Federal de Estados

Unidos ha tenido una visión en la línea de lo expuesto aquí y que

sus medidas han sido más adecuadas a la enfermedad y, por eso,

más exitosas. Pero los políticos de Bruselas siguen pensando que

el problema es la globalización y que eso no tiene solución.

Insisto en que lo primero que es necesario para resolver este

problema continental es diagnosticar con toda objetividad y rigor

cuales son sus causas. Sólo entonces podremos poner manos a la

obra para tratar de arreglar esos problemas. Pero eso no puede

dejarse en manos de los políticos. Tienen que ser los expertos los

encargados del diagnóstico y de tratar de buscar una solución.

Después los políticos tratarán de llevarla a cabo. Pero no pueden

ser los políticos los encargados del diagnóstico y de probar a

ofrecer soluciones según su entender, que suele ser un entender

muy limitado.

La solución de un área económica protegida no es la ideal.

Durante años me ha producido un rechazo visceral, pero no hay

alternativa. Otra cosa distinta es si China lo permitiría. En mi

opinión, no. Pero es preferible una guerra comercial mundial con

sus desastrosas consecuencias que continuar con esta sangría de

capitales que lleva a la muerte económica. Si existiera una voluntad

Page 118: La decadencia de las columnas jónicas

118

europea clara y decidida, se podría negociar con China un cambio

paulatino y pactado. Se trataría de una acción desesperada de

supervivencia por parte de Occidente, y se podría intentar explicar

a Pekín que Europa sería la primera interesada en no crear

turbulencias, ni mucho menos en poner en problemas a la industria

china. Se trataría de una reestructuración de la producción

industrial y del comercio, no de una guerra en que uno quiere

vencer al otro. Nada sería brusco, todo sería gradual y pactado por

ambas partes, porque que a China le vayan bien las cosas va en

interés de todos. Una recesión china nos afectaría más a nosotros

que a ellos. Si China necesitara liquidez, eso significaría poner en

el mercado ingentes cantidades de deuda pública y nosotros

seríamos los primeros perjudicados y los que más sufriríamos. Sólo

se pactarían medidas que supusiesen una reducción del nivel de

crecimiento por PIB a costa de las importaciones de Occidente.

El mayor problema es que esto hubiera sido facilísimo

pactarlo de forma civilizada en la década de los 90. Incluso hubiera

sido posible algún pacto caballeroso entre nosotros a comienzos de

la primera década del siglo XXI. Pero ahora hay que reconocer que

no estamos condiciones de negociar. En cualquier caso, cuanto más

tiempo pasa, disponemos de menos capacidad de maniobra.

Como, honestamente, estoy convencido de que esto no va a

suceder, la separación entre el Poder Ejecutivo, Legislativo y

Judicial se irá disolviendo en Europa en la medida en que los

partidos gobernantes vean necesario tomar más medidas

dacronianas para mantener la paz social en el seno de sus países

empobrecidos. La economía llevará a que en Europa se vayan

estableciendo partidos muy fuertes en el Poder con un creciente

desprecio por los derechos. La misma Unión Europa, una vez que

no se vea capaz de hacer fluir en su seno rescates y ayudas, quedará

unida por el nombre pero conformando una realidad

crecientemente heterogénea. El capital destinado a rescates, ayudas

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119

y subsidios impone una convergencia de pareceres y la imposición

de una política común. Pero si el dinero deja de fluir bajo la presión

de una especie de sálvese quien pueda, entonces Bruselas se

convertirá en un mero foro de reunión y discusión de países con

políticas totalmente independientes.

Medidas menores

Hay medidas menores que no van a solucionar nuestros

problemas, pero que, de ningún modo, son despreciables por su

cuantía. Desde la Era Reagan y con la colaboración de la perniciosa

escuela de economistas de Chicago se ha tratado de inculcar a la

población que privatizar ciertos servicios hace que funcionen

mejor. Eso no es verdad. Si el servicio de aguas de una ciudad es

un bien público y los políticos siempre colocan a un amigo

ineficiente al frente, entonces ese servicio siempre funcionará mal.

Pero si el que está al cargo de ese servicio es una persona eficiente,

responsable e inteligente ese servicio funcionará bien. La

privatización del servicio simplemente ofrecerá la impresión de

mayor exigencia al encargado de ese servicio de aguas.

Pero eso no es del todo cierto. También la empresa privada

nos ofrece incontables ejemplos de personas inadecuadas que

llegan a la dirección de grandes negocios y los llevan a la

bancarrota. La iniciativa privada ha mostrado tener sobrada

capacidad para entregar las empresas a verdaderos irresponsables.

En los años de mi vida he visto como magníficas empresas en la

mejor coyuntura del mercado, eran llevadas a la quiebra.

En cualquier caso y piense uno lo que piense sobre la gestión

privada de los servicios públicos, hay unos cuantos campos de

Page 120: La decadencia de las columnas jónicas

120

servicios en los que nunca va a existir ninguna competencia real

entre empresas privadas y que, por tanto, mejor estarían en manos

públicas. Pues con ello se lograría que sus beneficios fueran a parar

a las arcas públicas, en vez de a una cuenta en Suiza o en las Islas

Caimán.

Esos campos en los que jamás existirá verdadera

competencia son unos pocos: las compañías eléctricas, las de

suministro de gas, las de suministro de hidrocarburos, entre otras.

Nunca verdadera competencia entre compañías eléctricas.

Lo más lógico es crear una infraestructura adecuada a las

necesidades de la población y que los beneficios de las

mensualidades puedan revertir a esa misma población. Las

compañías de hidrocarburos siempre ofrecerán precios similares y

se pondrán de acuerdo entre ellas de un modo expreso o de un modo

tácito; que es lo que ocurre ahora.

Otro ejemplo, cuando pagamos la factura del teléfono, sólo

una pequeña cantidad se emplea para cubrir el coste real de la

estructura técnica, de las personas necesarias para mantenerla y de

la mejora de las infraestructuras. Si restamos el precio del

mantenimiento material de la infraestructura, el resto de la factura

sirve para pagar la propaganda, el marketing, los estudios para

desbancar del mercado al competidor.

El servicio real de telefonía e Internet tiene un coste fijo, no

muy grande. Una vez que la compañía ha hecho el gasto de la

estructura necesaria, sólo hay que mantenerla. Cuando pagamos la

factura, en realidad, estamos pagando el envoltorio, los colores de

la propaganda, los comerciales que vienen a ofrecernos planes

personalizados y, por supuesto, los impresionantes sueldos de los

directivos.

En el campo de la telefonía, la competencia no sólo no

mejora el servicio, sino que añade unos impresionantes costes

inútiles al servicio. Los miles de millones de euros que entrarían a

Page 121: La decadencia de las columnas jónicas

121

las arcas estatales serían una cantidad equivalente a los beneficios

anuales de todas las compañías de telefonía e Internet de toda una

nación: una cantidad colosal. El Estado recibiría esos ingresos y los

usuarios recibirían un servicio muchísimo más económico.

Lo repito, gas, teléfono, Internet, agua, electricidad,

suministro de gasolina y gasóleo, gestión de puertos y aeropuertos,

son servicios en los que nunca habrá una verdadera competencia.

Si de estos servicios se encarga una empresa privada es únicamente

porque ve posibilidades de sacar beneficios. De lo contrario nunca

entraría el capital privado a gestionar esos servicios. Luego si va a

haber beneficios, es preferible que los beneficios de un monopolio

reviertan en bien de la comunidad.

El elogio de la privatización se lo debemos, sobre todo, a la

Era Reagan. Pero hay que entender que, en definitiva, ya sea

designado por un consejo de inversores o designado por un

ministro, lo que tenemos es a alguien que gestiona. Su gestión será

eficaz o no, ahorrativa o no, inteligente o no, según sean las

capacidades del que está en la cúspide de la pirámide jerárquica. El

modo de elección es indiferente, lo que importa es quien, al final,

llega a ese puesto. Hay empresas privadas que están mal

gestionadas y servicios públicos que son modelos de eficiencia

administrativa.

De esta manera, según la fría razón, por ejemplo, un sistema

nacional de hipotecas o de seguros regido por el Estado de forma

eficiente, siempre ofrecería mejores condiciones a los ciudadanos

que un servicio privado. Porque ofrecería el mismo servicio sólo

que descontando los gastos de propaganda y los beneficios para los

accionistas.

Los servicios que se ofrecen en una nación deben estar

regidos por la razón, no regidos por intereses particulares cuando

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122

estos son contrarios al bien común. Sobre este tema se puede

discutir desde una posición maximalista privatizadora o

minimalista. Algunos maximalistas de la privatización consideran

deseable que hasta la gestión de las instituciones penitenciarias es

mejor subcontratarlas a manos privadas. Llevado esto al extremo,

podemos imaginarnos una nación en la que la policía nacional

ofreciera diversos servicios de intervención en caso de emergencia

según uno pague más o menos. Si uno paga menos podría ser

atendido con más lentitud e incluso entrar en espera, si uno paga

más, además de la celeridad, tendría derecho a que más efectivos

atendieran su llamada.

Con esta mentalidad, se podrían ir privatizando todos los

servicios del Estado. Llevado este proceso hasta sus últimas

consecuencias, el Estado aberrante que obtendríamos al final no

tendría nada que ver con una nación regida por hombres honestos

y justos que buscan el bien común. El Estado sucumbiría a los los

lobbies de las grandes corporaciones y el mismo Estado se

convertiría simplemente en el guardián de los intereses de un élite

privilegiada.

De lo contrario llegamos a la repugnante situación de

algunos países, en los que un millonario de ochenta años recibe un

trasplante de riñón para vivir cuatro o cinco años más, mientras que

un joven muere porque no tiene dinero para pagar esa operación.

El Estado no puede convertirse en una gran empresa. Todas estas

aberraciones y otras se evitarían fácilmente con una democracia

sana, es decir el gobierno del Pueblo frente a la tiranía de una élite.

El problema es que las élites, en todos los países, pugnan por

dominar el sistema político democrático. En unos países ese

dominio es parcial, en otros total. Por eso los intelectuales, los

teóricos del Derecho Constitucional y de la Filosofía Política deben

esforzarse por proveer a las élites pensantes de una nación de la

Page 123: La decadencia de las columnas jónicas

123

maquinaria constitucional que permita resistir esas injerencias

contrarias al bien común.

El populismo europeo que va avanzando

Después de haber comenzado por lo teórico (que es la

verdadera razón de ser de este libro) he dedicado unas reflexiones

a explicar cómo veo el futuro. Esta última sección,

desgraciadamente, tiene que constatar que el futuro que describo

en estas páginas ya está aquí.

Comencemos por hacernos una idea de las dimensiones de la

economía griega. Grecia tiene un PIB de unos 179.000 millones de

euros. Para hacernos una idea comparativa de las dimensiones que

supone este PIB, fijémonos que el de España es de 1.058.000

millones de dólares. Es decir, el de España es unas cinco veces

superior al de Grecia. El de Alemania 2,6 veces superior al de

España y 15 veces superior al de Grecia.

La situación griega se resume del siguiente modo: Los

gobernantes han ido resolviendo los problemas, año tras año,

gastando más de lo que tenían. El mejor modo que ha existido

siempre para resolver problemas es dar dinero a la gente. Por

alguna extraña razón, cuando le das dinero, la gente se calma.

Cuando endeudarse hasta cierta medida no ha bastado, los

gobernantes helenos lo resolvieron gastando mucho más. Cuando

esto tampoco bastó, lo volvieron a resolver gastando mucho más.

Como cualquier persona con sentido común puede entender, esto

tenía un límite. No hace falta saber mucho de economía para saber

Page 124: La decadencia de las columnas jónicas

124

que eso tenía un límite: ahora mismo, la deuda es del 174% del PIB

griego.

El gobierno conservador presidido por Samarás propuso, por

fin, al final de su mandato, antes de las elecciones, el ir apretándose

el cinturón. ¿Había otra solución? Samarás lo había hecho desde el

2013. Se suponía que la gente comprendería que aquello era de

sentido común. Se suponía que el Pueblo comprendería la

diferencia entre la realidad y la fantasía. Pero Tsipras ganó las

elecciones con un programa que era justamente lo contrario al

sentido común: gastemos más, gastemos lo que no tenemos.

El programa de Tsipras por supuesto no lo decía de forma tan

descarnada, sino con palabras más bellas. Las palabras son muy

bellas, pero al final todo se reduce a eso: gastar más dinero. El

problema es que no hay dinero. Como le dijo atinadamente

Schäuble, ministro germano de economía: Es peligroso hacer

promesas a costa del dinero de otros.

Los políticos griegos les han dicho a sus votantes que la

Troika de la Unión Europea son los malos, cuando ellos han sido

los que han puesto el dinero, cuando ellos, incluso, ya les

condonaron en el año 2012, 100.000 millones de euros, y lo único

que pidieron a cambio era que controlasen el gasto público. Resulta

increíble que la Troika sea la mala de esta historia (según los

populistas griegos) cuando ella es la que ha puesto el dinero para

que se lo gasten los políticos griegos. Y, evidentemente, han puesto

el dinero no con la idea de hacer negocio. Pues desde el principio,

era muy dudoso que la Unión Europea recuperase ese dinero. Si

hubieran querido hacer negocio, lo hubieran invertido en cualquier

otra cosa mejor que en rescatar un país de políticos corruptos al

borde de la bancarrota.

Page 125: La decadencia de las columnas jónicas

125

La Unión hasta ahora ha dado dinero y sigue con el propósito

de dar dinero para evitar que el país haga suspensión de pagos.

Pero, antes o después, se impone un hecho ineludible: Grecia

tendrá que gastar lo que recauda por impuestos.

Como evidentemente es una mera cuestión de tiempo que el

grifo de dinero europeo se corte y el país no pueda hacer frente a

los pagos, la masa de gente que no percibirá ingreso alguno se

disparará. En ese país de algo más de diez millones de habitantes,

las revueltas sociales, las manifestaciones violentas, aumentarán.

La perspectiva del gobierno actual será, lo quiera o no lo quiera, la

de convertirse en un estado cada vez más autoritario. No habrá otro

modo de mantener el orden. Si no lo hace el gobierno actual, tendrá

que hacerlo el siguiente gobierno.

La cuestión no será ya mantener íntegra los pagos de las

nóminas estatales (algo imposible), sino simplemente mantener el

orden. La deriva de Grecia hacia un estado presidencial con control

de los medios de comunicación y recorte de las libertades, lo veo

como algo muy difícil de evitar. El hundimiento económico lleva a

la exasperación del presidencialismo; la agudización de los poderes

presidenciales lleva a eliminar las limitaciones constitucionales; la

eliminación de los límites constitucionales lleva a recortar las

libertades de los ciudadanos.

Éste es un ejemplo de cómo la organización de un sistema de

libertades constitucionales, ahora y siempre, ha estado en manos de

minorías ilustradas con poder. La masa va hacia el palo con la

zanahoria: las elecciones de Grecia y el triunfo de Tsipras así lo

demuestran. El Pueblo nunca se equivoca, repiten los políticos. Lo

cierto es que el Pueblo se equivoca mucho. Y cuando la masa está

enfurecida, cuando se produce la revolución, nada hay más tiránico

y cruel que esa justicia popular arrasadora. La población

exasperada produce el terror de brumario o la creación de soviets.

Page 126: La decadencia de las columnas jónicas

126

Cosas como la Constitución de Estados Unidos o los límites de la

Carta Magna del siglo XIII son obra de élites que se sientan a

pensar con calma.

Todo este libro ha sido mi particular homenaje a la

democracia. La libertad del ser humano es algo tan grandioso. Las

instituciones que deben preservar esa libertad deben estar dotadas

de la mayor nobleza posible. Por eso lamento la situación de Grecia

y no puedo dejar de preocuparme cuando en España las encuestas

advierten de que la primera fuerza política es un partido –Podemos-

que como solución a todo nos propone un régimen socialista

carente de trabas constitucionales. Hay que estar ciego para no

entender hacia donde conduce ese camino. Por supuesto que ellos

no afirman que van a gobernar sin límites constitucionales, sólo

afirman que van a reformar la Constitución para poder gobernar.

Nos aseguran que desatarán al lobo de la cadena, pero que después

volverán a ponerle la cadena. La experiencia de siglos nos advierte

que las cosas suelen ser después de otra manera.

He escrito esta obra pensándola durante años, creando un

equilibrio de fuerzas constitucionales, afinando las leyes,

diseñando un verdadero mecanismo jurídico que a mí me parece

sencillo y elegante. Los lectores no pueden imaginarse mi tristeza

al ver que a mi alrededor son masas de millones de personas las

que claman que la solución de todos nuestros problemas radica en

el neoanarquismo, en la violencia antisistema, en el socialismo

bolivariano, en un partido que gobierne sin restricciones. Nunca he

conocido un partido de poder irrestricto que no esté sometido bajo

los pies de un líder supremo irresponsable ante la Ley. Por supuesto

que eso está en las antípodas del sistema pentárquico que he

expuesto.

Mi sistema está tan lejos de un candidato a la presidencia de

una nación –Pablo Iglesias- que afirma que el miedo va a cambiar

Page 127: La decadencia de las columnas jónicas

127

de bando. Esa frase lo dice todo, difícilmente encontraré una

antítesis mejor a todo lo que he dicho en las páginas anteriores. El

miedo, la lucha de clases, las barricadas, el anarquismo, frente a la

razón, la Ley y la búsqueda de la mejor ordenación de los

elementos que constituyen el Poder.

Page 128: La decadencia de las columnas jónicas

128

Epílogo

Aquí he hablado del sistema, alguien dirá que lo importante

son las personas no los sistemas. Cierto que lo importante son las

personas, es decir, los individuos que tienen en sus manos una

porción de la representación de la Voluntad del Pueblo. Pero el

sistema favorece que esos representantes sean mejores o peores. El

sistema también importa. Por eso, cuando una democracia se ha

corrompido, los gobernantes corruptos siempre, sin excepción,

quieren hacer cambios en el sistema legal primero y finalmente en

el constitucional.

Cuando eres un gobernante corrupto, tienes todo el Poder y

llevas asentado mucho tiempo en tu despacho, no tienes ningún

temor de lo que diga la Ley, porque los guardianes de la Ley están

en tu bando. Pero mejor es no correr riesgos, resulta preferible

cerrar todas las puertas. Cuando eres un ladrón y un criminal

siempre prefieres tener a la Ley de tu lado. La Pentarquía que he

propuesto tiene un sistema compartimentado de división de

poderes tan sencillo y transparente que si un mal gobernante quiere

cambiar alguna ley para influir en alguna medida en otro poder,

hasta el ciudadano menos inteligente de la nación sabrá que el

gobernante está rompiendo esa barrera. Es la ventaja de un sistema

sencillo frente a las constituciones que ofrecen enrevesados

laberintos de leyes para regular el funcionamiento de los poderes.

Cuanto más enrevesado es un sistema, más fácil es cambiarlo a tu

favor sin que se note tanto.

Recordadlo siempre, el gran enemigo del ser humano es el

Leviatán del Poder. Ninguna bestia del mundo animal es tan

implacable y cruel como puede llegar a serlo la maquinaria de un

estado tiránico. Las cadenas... debemos reforzar las cadenas de las

leyes que contienen ese monstruo antes de que se convierta en

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129

monstruo. Una vez que se haya completado la metamorfosis, el

monstruo romperá todas las cadenas.

Por las razones macroeconómicas que he expuesto, me

resulta triste concluir con seguridad que la futura situación de

involución democrática de nuestros estados occidentales no tiene

esperanza de ser corregida a medio plazo. Si esto fuera una partida

de ajedrez, deberíamos reconocer que caminamos hacia un jaque

mate. La primera parte de este libro, la parte teórica, la escribí cerca

de los comienzos del año 2000, lleno de ilusión y optimismo en una

nación próspera. La última parte de este libro, la parte referida a la

relación entre macroeconomía y política, la estoy escribiendo en el

año 2015, plenamente convencido del tsunami que se aproxima.

El título La decadencia de las columnas jónicas tiene

sentido para la primera parte tanto como para la segunda. Nuestra

democracia entrará indudablemente en un proceso de decaimiento.

La democracia persistirá igual en sus símbolos e instituciones. Pero

la realidad democrática es la que retrocederá. La Rusia de Putin

será el prototipo de democracia más extendida en Europa. Estados

Unidos resistirá por más tiempo por su mentalidad y por su propia

situación económica. Pero, al final, también esa nación se verá

enfrentada al fantasma de la destrucción de su tejido industrial.

Tampoco esa nación podrá resistir el proceso descrito en estas

páginas. Ojalá me equivocase, así lo desearía. Pero me temo que

no.

El título para mí también tiene otras reminiscencias

históricas: El siglo de esplendor de Pericles Atenas con sus

libertades pasó. Su esplendor dio paso, finalmente, a la monarquía

macedónica. Hasta ahora he hablado en esta obra con la razón, pero

ahora, por primera vez, hablaré como sacerdote. Para mí todo esto

tiene una razón teológica. Nos hemos alejado de Dios. Como

civilización nos hemos desviado de los caminos del Señor. Sin

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130

hombres virtuosos, la democracia se va marchitando. La libertad es

preservada mientras hay héroes que están dispuestos a luchar por

ella. La democracia gestionada por hombres débiles y deshonestos

va ofreciendo pequeñas concesiones que, al final, son grandes

concesiones.

A largo plazo, cuando pase la tormenta que se avecina, el

orden será restaurado. Nuestra civilización, como tantas otras a lo

largo de la Historia, se aproxima a una etapa de purificación.

Después, se podrá volver a construir desde la base. Mientras

lleguemos a ese punto lejano de la Historia en que la Historia

vuelve a repetirse –los grandes procesos siempre se repiten-, nos

esperan días de decadencia, y después de luto y llanto. Pero éste no

es el fin de la Historia.

Me siento como un romano del siglo II que percibía desde

una tranquila villa en su exilio en el Ponto Euxino, los procesos que

tenían lugar en su amada civilización romana. A pesar de las

florecientes ciudades, a pesar de que los trirremes mercantes

seguían fielmente cubriendo sus rutas, a pesar de la belleza de los

mármoles de las columnas que se seguían erigiendo en los foros de

tantos enclaves comerciales, para una élite pensante de ciudadanos

los signos de la decadencia se iban haciendo cada vez más patentes.

Desde esa resignación, desde mi villa que es mi pequeño

apartamento en el centro histórico de una antigua ciudad de la Vieja

Europa, veo esas grietas. Y mi ojo sabe que no son

resquebrajamientos superficiales (y, por tanto, sin importancia),

sino que se trata de grietas estructurales. Al menos quedará este

escrito, entre tantos otros, como testimonio de que fuimos testigos

conscientes del proceso que se había iniciado.

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131

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Apéndice

Varios meses después de acabar la segunda revisión de esta obra,

me di cuenta de que había que añadir algunas cosas más que he

colocado en este apéndice.

La vacante de algún poder

constitucional: algunos escenarios

Pocas cosas son tan peligrosas para un Estado como que un

poder constitucional se halle vacante. La experiencia demuestra lo

peligroso que es alargar malintencionadamente una vacante de los

poderes esenciales de una nación. Para evitar esa situación en este

sistema pentacrático se intenta que los poderes nunca estén

vacantes. Desgrano a continuación las distintas posibilidades.

Vacante del poder Ejecutivo

El Presidente el Gobierno no cesa en ninguno de sus poderes

hasta el momento en que el Congreso nombra a su sucesor. Sólo al

producirse la votación que designa al nuevo presidente de la

nación, los poderes del precedente se extinguen de forma

automática e inmediata. La razón de esto es evitar, como ha

sucedido en no pocos países, que tras ponerse de acuerdo en

destituir a un presidente, se produzca un largo espacio de tiempo

con la cúspide del Poder Ejecutivo o vacante o con atribuciones

muy limitadas.

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133

Por eso en este sistema no existe el concepto de Presidente en

funciones. Un Presidente mantiene todas las atribuciones del cargo

mientras el Congreso no se ponga de acuerdo para nombrar a otro.

Sólo la proclamación del resultado favorable de la votación que

nombra a otro presidente supone en el acto la extinción de la

autoridad del precedente. En este sistema pentacrático, el

Presupuesto Nacional no tiene que ser aprobado por el Congreso.

Es el Poder Ejecutivo el que recauda los impuestos y es él el que

determina cuánto dinero se dedica a cada partida.

Vacante del Congreso

Los congresistas siguen en la plena posesión de sus funciones

hasta el mismo día en que se constituya la nueva cámara. De esta

manera, el contrapeso y la vigilancia del Congreso no cesa. La

voluntad popular (materializada en el Parlamento) sigue presente

hasta el último momento, en perfecta continuidad.

Dudé si era preferible que sólo al comenzar la jornada de

votaciones cesaran en su cargo, evitando así que los congresistas

pudieran tomar decisiones justo antes de que se constituyese el

nuevo congreso. Pero, dado que la mayoría o no de votos, era la

misma al principio de la campaña, a la mitad y al final, veo más

problemas en la vacante de un poder constitucional que en la

posibilidad de que se use mal justo en el último momento. Pues se

puede usar mal, igual de mal, justo antes de las elecciones.

Mientras que un congreso vacante sí que podría ser una

ocasión propicia para excesos por parte de otros poderes, pues uno

de los poderes no podría contener a otro u otros poderes.

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Vacante del Senado

Si la cámara del Senado fuera obligada a cesar en sus

funciones por las otras dos cámaras, el Congreso pasaría (en el

menor tiempo posible) a elegir 50 nuevos senadores. Se elegiría a

todos con la misma mayoría necesaria para elegir a uno solo. Es

decir, se necesita el 70% de los votos del Congreso. Se trataría de

llegar a 50 nombres que agruparan el mayor consenso. Dada la

importancia de esta cámara, se buscarían nombres de tal prestigio

que suscitasen el acuerdo de todos.

Si sólo hay acuerdo para cubrir la mitad o una parte de los

asientos del Senado, se cubrirá la cantidad de escaños para los que

haya ese acuerdo del 70%. De manera que, aunque sea con pocos

senadores, el Poder Legislativo esté vigente cuanto antes. En

ningún caso, si se diera la improbable situación de una vacante de

todos los puestos del Senado, otro poder del Estado asumirá los

poderes legislativos. Eso no se permitirá ni como excepción, bajo

ninguna circunstancia por grave que sea.

Si sólo hay acuerdo para nombrar a diez o siete senadores,

serán ellos los que poseerán esa prerrogativa. Pero nunca se

concentrará, ni siquiera de modo transitorio, ese poder en otra

cámara. Lo transitorio puede prorrogarse con la excusa de

situaciones excepcionales de emergencia nacional, que es lo que

siempre ha alegado todo dictador que en este mundo ha sido.

Vacante del Tribunal Supremo

Si el Tribunal Supremo fuera cesado en sus funciones por las

otras dos cámaras, el Senado elegiría a los 25 jueces con la misma

mayoría que se necesita para elegir a uno. Se trataría de llegar a

esos 25 nombres con el mayor acuerdo que sea posible, evitando

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135

reproducir la proporcionalidad de los bandos del Senado en el

Tribunal Supremo. Si sólo hubiera acuerdo para elegir a un número

inferior de jueces, se haría así.

Pero recuerden todos que muchas dictaduras han comenzado

a andar con una primera medida: que una cámara transitoriamente

asuma las funciones de otra cámara.

¿Por qué el Senado necesita el refrendo del Tribunal Supremo

para nombrar un Presidente con poderes especiales?

Eso se debe a que si no fuera así, si el Senado va a ser disuelto

por las otras dos cámaras, el Senado podría detener su disolución

nombrando este tipo de magistrado especial. Su nombramiento

sería una puerta de escape a su disolución. Pero si precisa del

refrendo de los jueces, no podrá.

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136

Cuando el Poder se salta las reglas del

juego y no puede ser contenido

¿Qué determina el sistema constitucional en el caso de que el

Senado sea disuelto y no se restablezca esa cámara? ¿Qué dice el

reglamento del Poder cuando el Congreso es disuelto por estar sus

escaños bajo la mayoría absoluta de un partido dictatorial, y el

Pueblo vuelve a escoger al mismo partido con la misma

proporción? Si un Poder se saltara todas las reglas y el sistema de

contrapesos se viera incapaz de restablecer el orden de libertades,

si el mecanismo constitucional queda detenido de forma absoluta,

las reglas del juego indican que se escoja a un Presidente con

poderes especiales hasta que la situación de orden constitucional se

restablezca. El Senado, además, tiene potestad para prolongar esos

poderes una y otra vez con el refrendo del Tribunal Supremo.

¿Pero qué sucede si el Senado está disuelto? ¿O qué sucede si

un Presidente del Gobierno encarcela a todos los miembros del

Senado por decreto? En este tipo de casos, la Constitución debe

dejar claro que el garante último del orden constitucional es el

Ejército.

Ante ausencia de poderes constitucionales efectivos, por la

razón que sea, el garante del orden es el Ejército. Y eso no porque

lo diga la Constitución, sino porque, de hecho, es así: pues tiene el

Poder. Se trata de una situación de facto. El Estado Mayor, en un

caso tan excepcional, asumiría todos los poderes en orden a

restablecer el orden constitucional tan pronto como sea posible.

Los generales que componen el Estado Mayor asumirían el Poder

colegialmente.

Page 137: La decadencia de las columnas jónicas

137

Obsérvese que no es lo mismo un Presidente con poderes

especiales que esta situación en que los poderes son asumidos por

el Estado Mayor. El Presidente con poderes especiales ha sido

elegido legalmente por el poder constitucional legítimo ante una

situación de emergencia nacional. Mientras que el gobierno

colegiado militar actúa en defensa del orden constitucional.

Incluso puede darse la situación de un enfrentamiento entre

un Presidente con poderes especiales y un Estado Mayor que ha

proclamado ya que asume todos los poderes constitucionales.

Tendemos a pensar que la libertad y la democracia estarán de parte

del Presidente, pero eso no necesariamente tiene que ser así. El

poder colegiado del Estado Mayor puede tener que intervenir ante

una situación que está derivando en una evidente tiranía.

Esta cláusula de recurso al sexto poder constitucional, el

Ejército, sin duda parece poco democrática y puede dar pie,

evidentemente, a abusos. Pero la cuestión de a quien le compete

legítimamente el Poder es algo que debe quedar claro en las reglas

del juego, totalmente claro. Este es un juego en el que están sobre

el tablero no fichas sino seres humanos. Es un juego tan serio que

no puede haber perplejidades. Siempre tiene que estar claro a quien

le corresponde el ejercicio del Poder. Si las cláusulas no están

claras, es cuando se produce la lucha entre distintos partidarios con

los muertos que ese enfrentamiento conlleva.

Existe el peligro de que el partido en el Poder intente

ideologizar al Estado Mayor, con la idea de que en el futuro este

Estado Mayor otorgue la autoridad al Presidente como posible

futuro dictador. Para evitar eso, el Ejecutivo nombrará al Ministro

de Defensa, pero los nombramientos de todos los cargos en el

Ejército (sin excepción) se dejarán en manos de la jerarquía militar.

El Estado Mayor se debe constituir como un cuerpo orgullosamente

independiente de la política. El Ejército debe ser el último

Page 138: La decadencia de las columnas jónicas

138

rompeolas, la última garantía, ante la irrupción de una posible

dictadura.

Pero la Constitución será tajante en que sólo cuando un Poder

se esté saltando las reglas del juego de forma evidente, sin ninguna

duda, y tal actuación no pueda ser frenada por ninguna cámara,

entonces será cuando se puede nombrar a un Presidente con

poderes especiales. Pero si ese Presidente especial se salta la

Constitución (la cual establece para su figura ciertas cortapisas), si

claramente su intención es establecer una tiranía indefinida,

entonces es cuando se puede recurrir a la última medida que la

Carta Magna prevé para contener al poder desatado y sin cadenas:

la de la asunción del Poder por parte del Estado Mayor.

Cuando la democracia se enfrenta a su

propio suicidio

Imaginemos un país en que tres partidos se enrocaran en sus

posiciones y ninguno quisiera ceder para permitir la formación de

un gobierno. Y en esta situación se celebraran unas terceras y unas

cuartas elecciones, votaciones cada vez más distanciadas entre sí,

pero en las que el electorado siguiera apoyando fielmente con

tenacidad a sus partidos para que no cedieran ante las otras

opciones.

Es algo que podría suceder en alguna democracia. ¿Qué

habría que hacer? La teoría es que la voluntad popular acabaría

desatascando la situación. Pero imaginemos que no sucediera así

Page 139: La decadencia de las columnas jónicas

139

De nuevo, según la teoría, esas tres fuerzas políticas acabarían

acordando un cambio en las reglas del juego, de manera que alguno

de ellos pudiera gobernar con mayoría simple, aún sin el apoyo de

los demás. Pero imaginemos que no hay acuerdo para eso.

Imaginemos que ante la prolongación de una situación así y con el

país deslizándose hacia el caos, el partido minoritario bloquea la

mayoría suficiente para un cambio constitucional. ¿Qué se hace

entonces?

Las constituciones sólo contemplan escenarios en los que,

antes o después, hay un acuerdo. Las constituciones dan por

supuesto que, más pronto o más tarde, el sentido común se impone.

¿Pero que se tendría que hacer en un país en el que tanto los

partidos como su electorado se encerraran en una posición de

bloqueo que conlleve años?

¿Podría darse el caso de un bloqueo perfecto, prolongado y

sin visos de solución en varios años? Todo lo posible se puede

acabar dando. La cuestión es qué se debe hacer en una situación

así.

Parece claro que el quid de la cuestión radica en si esa

ausencia de gobierno conlleva la anarquía perfecta o se puede

mantener un mínimo orden social. Cuanto más graves sean las

consecuencias, más fácil es que la población acepte cualquier

salida, legal o no. Lo interesante, constitucionalmente hablando, se

da en una situación de ausencia de Poder Ejecutivo en la que se

mantenga un orden mínimo por más que el Estado vaya hacia la

decadencia con toda claridad.

Los lectores tal vez piensen que voy a concluir con una

apología de la dictadura o algo similar. No, no, de ningún modo.

Page 140: La decadencia de las columnas jónicas

140

Mi único interés es plantear esta cuestión teórica desde el punto de

vista del Derecho Constitucional.

Cualquier contrato suele tener clausulas de resolución ante

escenarios totalmente insospechados. Curiosamente el contrato

social, el contrato que regula el Poder Máximo, carece de clausulas

ante situaciones de bloqueo perfecto.

Otra de esas situaciones que son un reto para el Derecho

Constitucional es cuando en una democracia, por ejemplo, el 65%

de la población apoya decididamente a un partido que ha anunciado

abiertamente su deseo de acabar con la democracia.

Si el partido es cristalino acerca de sus intenciones y tiene el

apoyo rotundo de la población, ¿qué se debe hacer? Está claro que

si eso lo pretende un partido que sólo tiene el apoyo del 10% de la

población sencillamente se le declara ilegal y ya está. ¿Pero si ese

partido cuenta con el respaldo decidido del 65% de la población?

La teoría es que el poder judicial debe declararlo ilegal. Pero

resulta indudable que la población se levantaría. El funcionamiento

de la democracia quedaría de hecho paralizado. El Ejército tendría

que intervenir, aunque sólo fuera para mantener el orden público.

¿Sería la dictadura una solución adecuada a otra dictadura? ¿La

dictadura moderada puede ser la única solución a una más radical?

¿Una dictadura a favor de la libertad puede llegar a ser la única

fuerza capaz de evitar que el Poder fuera invadido y monopolizado

por una dictadura con voluntad de perpetuarse?

Éste es un caso interesante que se ha dado varias veces en los

últimos años. Varias democracias han estado a punto de ser

tomadas por partidos islamistas cuyo programa era imponer la

sharia y acallar a todos los opositores a esa ley.

Page 141: La decadencia de las columnas jónicas

141

Imaginemos que un año antes de que Hitler llegara a la

cancillería de Alemania, su partido hubiera dejado bien claro que

iba a hacer en los años siguientes. Imaginemos que la población le

hubiera apoyado mayoritariamente. ¿Hubiera sido lícito suspender

la democracia para tratar de preservar la libertad? Es una cuestión

jurídica digna de estudio. Desde luego pensar que el sistema

parlamentario puede seguir funcionando con la oposición del 65%

de la población forma parte más de un deseo que de una realidad.

Hay situaciones en las que sólo cabe un gobierno de

concentración nacional para tratar de salvar lo que sea salvable. ¿La

intervención represora del Ejército puede ser necesaria para salvar

el espíritu de la Constitución frente a la letra de la Constitución?

¿Puede ser la represión de una parte de la población el único modo

realista de salvaguardar los derechos de la universalidad de los

ciudadanos? ¿Puede ser la dictadura el único modo de salvar la

libertad?

Todas estas reflexiones parten del hecho de que cualquier

democracia alberga en su seno en todo momento a varios Hitler

latentes que pueden florecer si se dan las consecuencias adecuadas.

Nuestro deber es preparar marcos jurídicos que dentro de la Ley

defiendan la Libertad, a veces, incluso, frente a la voluntad popular.

Dado que los nombramientos de rangos en el Ejército los

haría el mismo estamento militar, eso podría dar lugar a que si

algún día la entera cúpula de ese estamento se corrompiese

(sobornos, corrupción, desvío de fondos) no habría manera de

intervenir, dado que sería una cámara estanca. El Ejecutivo no

podría ni deponer generales ni nombrar otros honrados.

Page 142: La decadencia de las columnas jónicas

142

Para evitar este peligro de cualquier cámara estanca, el

estamento judicial sí que podrá investigar y enjuiciar a cualquier

rango militar sin excepción. Y si la situación de corrupción

precisara de medidas más serias y generalizadas, el acuerdo de dos

cámaras podrá anular todos o parte de los cargos del Estado Mayor.

Esos acuerdos pueden ser los siguientes:

–acuerdo del Congreso y el Senado

–acuerdo del Senado y del Tribunal Supremo

–acuerdo del Congreso y del Tribunal Supremo

Tras ese acuerdo, podrá crearse una comisión temporal que

se encargue de decidir a quién se nombra para las vacantes. Las dos

cámaras se encargarán de acordar la composición de esa comisión.

Page 143: La decadencia de las columnas jónicas

143

Nunca será posible el perfecto imperio de

la razón

Mucho me he esforzado por pergeñar un sistema

constitucional promueva que los mejores gobernantes lleguen al

Poder. Las razones inherentes a todo sistema constitucional por las

que la irracionalidad forma parte de la ecuación política son

inevitables.

Primero las premisas:

1ª premisa: Siempre he estado seguro de que la democracia es el mejor sistema político.

2ª premisa: La razón debe gobernar y organizar los países y el entero planeta.

Ahora reconozcamos un hecho: la elección del Poder

Ejecutivo por parte de las masas siempre ha dado y dará como

resultado la elección de gobernantes cuyos programas contendrán

una cierta cantidad de medidas que no se basarán en la razón. Este

porcentaje de medidas no basadas en la razón se deberá a las

presiones de grupos o de los sondeos de voto o de muchos otros

factores.

Los gobernantes (incluso los mejores) siempre gobernarán no

sólo basados en un criterio de razón pura, de hacer siempre lo más

conveniente, sino que gobernarán con un cierto nivel de

irracionalidad. Entiéndase que aquí por irracionalidad no me estoy

refiriendo a que esos programas sean una locura. Pero entiéndase

de que nunca se erradicará la situación de un Poder Ejecutivo que

Page 144: La decadencia de las columnas jónicas

144

hace no lo que debe hacer, sino lo que le conviene hacer para seguir

manteniéndose en el Poder.

¿Qué conclusiones se extraen de esto? El gobierno

plenamente racional nunca será posible en un sistema democrático,

porque su base (el sistema de designación del Poder Ejecutivo) es

irracional. La irracionalidad de las decisiones siempre estará

presente en todos los gobiernos del mundo, tanto en lo importante,

como en lo menos importante. La racionalidad puede construir

durante muchos años, y la irracionalidad puede destruir lo logrado,

necesitando para ello periodos menores de tiempo.

Los poderes ejecutivos plenamente racionales siempre serán

una excepción estadística. El vaivén irracional de las masas

votantes siempre impedirá, por razones aleatorias, el imperio de la

razón.

No estoy diciendo con esto que lo mejor sea la dictadura. Por

muy racional que sea el gobierno de un dictador al principio, el

investido de un poder absoluto siempre acaba cayendo en un

círculo vicioso de mayor irracionalidad y capricho. Si algo hemos

aprendido en la historia humana, es que el Gobierno del Pueblo a

la larga es un sistema que promueve un mayor índice de

racionalidad que el personalismo de un ego cada vez más hinchado.

Lo interesante es que debemos comprender que el Imperio de

la Razón jamás será logrado, porque la masa, por sistema, no

escoge racionalmente. Sino que, con una frecuencia que se basa en

factores aleatorios, la masa escoge no sólo un programa menos

bueno que otro, sino que, de tanto en tanto, escoge el programa más

inadecuado y al gobernante más indigno.

Page 145: La decadencia de las columnas jónicas

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Alguien podrá concluir que acabo de descubrir algo que

siempre ha estado muy claro. No, no estaba tan claro. Durante

mucho tiempo fueron muchos los que tenían la confianza en que la

evolución de la Humanidad haría que acabáramos teniendo poderes

ejecutivos progresivamente más racionales.

Es necesario reconocer que el mejor sistema político, la

democracia (y no puede haber otro mejor), alberga en su seno una

inherente posibilidad de obrar en contra de lo que dicta la razón, en

cosas sin importancia, pero también en las importantes. El error en

la democracia no ha sido ni es una excepción. A estas alturas del

siglo XXI, resulta percatarse, casi con una certeza matemática, de

que el sistema es, por pura estadística, tan inestable. La aparición

de macroerrores, tras una gran cantidad de microerrores, sigue

pautas de porcentaje de probabilidades matemáticamente férreas si

consideramos el sistema de un modo global.

Uno puede tranquilizarse alegando que la acumulación de

decisiones racionales siempre supera a las irracionales. Pero no hay

que olvidar que la aparición de las decisiones extremadamente

graves que destruyen lo conseguido anteriormente se basa en

principios meramente estadísticos: lo mismo que la aparición de

ciclos cortos y largos de recesión en la economía.

Se podría analizar toda la historia del siglo XIX y XX

sintetizándolo matemáticamente bajo el criterio de decisiones

constructivo-racionales y destructivo-irracionales. Las guerras

(civiles o internacionales) serían el ejemplo claro y objetivo de esas

decisiones contrarias a la razón. Basándonos sólo en ese criterio, el

de las guerras, que es el más objetivo, comprobaríamos esta

secuencia de ciclos largos y cortos.

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Estas palabras pueden servir como colofón a esta obra.

Debemos perseguir el ideal, pero hay que reconocer que en esta

ecuación matemática hay un factor inestable.

Añadidura de junio de 2017

Línea constitucional de sucesión

Estados Unidos tiene una provisión en sus leyes muy sabia

que poquísimos países tienen: una clarísima lista de sucesión

presidencial. Si hubiera un atentado terrorista masivo, por ejemplo,

el día de la inauguración presidencial en el que murieran casi todos

los integrantes de los poderes públicos allí presentes, hay once

cargos que asumirían plenamente la presidencia de la nación por

orden de precedencia.

-Vicepresidente

-Presidente del Congreso

-Presidente pro tempore del Senado

-Secretario de Estado

-Secretario del Tesoro

-Secretario de Defensa

-Fiscal General

-Secretario del Interior

-Secretario de Agricultura

-Secretario de Comercio

-etc, etc

No sólo eso. Durante esta inauguración, cincuenta miembros

de las secretarías no están presentes por si pasara algo. Cincuenta

miembros que pudieran dirigir el Gobierno en todos sus niveles y

departamentos. Y, además, hay un superviviente designado (uno de

esos once miembros) que no sólo no puede asistir a la ceremonia,

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sino que tiene que estar en un lugar protegido y vigilado. De

manera que si hubiera un atentado, de inmediato pudiera asumir la

presidencia de la nación.

La posibilidad de un gran atentado es una posibilidad real.

Más naciones deberían copiar esta sabia medida. No sólo eso. Las

constituciones deberían proveer una medida para llenar el vacío de

dirección en caso de ausencia de todos los poderes. ¿Qué sucede si

no queda nadie de una larga lista de sucesión? No hay que dejar

nada a la improvisación en un tema tan delicado.

Tras un atentado terrorista masivo, no es momento para

celebrar unas elecciones. Hay que dejar tiempo para que las cosas

se calmen y la población pueda votar con serenidad. Mientras tanto,

no puede haber un vacío de poder cuando más falta hace una

dirección.

Lo mismo debe suceder en este sistema constitucional. Se

debe establecer una línea nítida. Pero no sólo eso. Un futuro

pretendiente a dictador podría ser el causante de una explosión que

acabase con la vida de todos los miembros de un poder

constitucional que le estuviese obstruyendo su camino a la tiranía.

Para el Poder Ejecutivo resulta relativamente fácil organizar una

explosión y después culpar de ello a determinados terroristas. Eso

sería la excusa perfecta para endurecer su campaña de represión de

libertades.

Para evitar esa posibilidad, debe establecerse algo parecido a

la línea de sucesión presidencial con los otros poderes. Por

ejemplo, si falleciesen todos los miembros del Tribunal Supremo.

De forma automática, sus suplentes deberían tomar posesión de sus

puestos en el Tribunal Supremo. Cada miembro de ese Tribunal, al

ser elegido, debe, cuanto antes, designar a su suplente.

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Lo mismo sucederá en el Senado, en el Congreso o en el

Consejo de Censores. Cada miembro de uno de los poderes

constitucionales designara con entera libertad a su suplente en caso

de muerte o incapacidad física.

Los nombres de los suplentes de todos los poderes se

guardarán en cinco localizaciones distintas. Dos de ellas,

custodiadas directamente por el Estado Mayor.

Si dos cámaras anulan a una tercera, en ese caso los suplentes

no toman posesión de sus escaños. Porque se considera que si, por

ejemplo, el senador original era corrupto, también lo será su

suplente. En ese caso, habrá que elegir nuevos miembros.

Puede parecer que tantas precauciones son excesivas. Pero el

premio para el infractor no es un banco o cien kilos de oro, sino

que es toda una nación. Los poderes constitucionales son

contrapesos. Una sola explosión puede hacer desaparecer un

contrapeso. No habrá problema si en los poderes supervivientes

hay buena voluntad. Pero si en los poderes supervivientes no hay

buena voluntad, la nación quedará indefensa.

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José Antonio Fortea Cucurull, nacido en

Barbastro, España, en 1968, es sacerdote y

teólogo especializado en el campo relativo al

demonio, el exorcismo, la posesión y el

infierno.

En 1991 finalizó sus estudios de Teología

para el sacerdocio en la Universidad de

Navarra. En 1998 se licenció en la

especialidad de Historia de la Iglesia en la

Facultad de Teología de Comillas. Ese año

defendió la tesis de licenciatura El exorcismo

en la época actual. En 2015 se doctoró en el

Ateneo Regina Apostolorum de Roma con la

tesis Problemas teológicos de la práctica del

exorcismo.

Pertenece al presbiterio de la diócesis de

Alcalá de Henares (España). Ha escrito

distintos títulos sobre el tema del demonio,

pero su obra abarca otros campos de la

Teología. Sus libros han sido publicados en

ocho lenguas.

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