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LA DEVOCIÓN MARIANA DEL SANTO CURA DE ARS JUAN LUIS BASTERO ScrdeM 281 P ALABRAS CLAVE: J. B. M. Vianney, Devoción mariana, Apariciones marianas. RESUMEN: con motivo de celebrarse el año sacerdotal, se estudia aquí a san Juan Bautista María Vianney (Dardilly 1786 - Ars 1859). El artículo consta de tres partes: una breve biografía, el estudio de la devoción y escritos marianos; los sucesos extraordinarios referentes al trato con María. De éstos últimos cuenta seis apariciones. THE HOLY CURÉ OF ARS’MARIAN PIETY KEY WORDS: J. B. M. Vianney, Marian devotion, Marian apparitions. SUMMARY : on the occasion of the sacerdotal year, this article considers St. John Mary Vianney (Dardilly 1786 - Ars 1859). The article is divided in three: a brief biography; a consideration of the his Marian piety and writings, the extraordinary events of his relationship with the Virgin Mary in the context of which six apparitions are mentioned. San Juan Bautista María Vianney, santo cura de Ars. Retablo de Torreciudad. Página anterior

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LA DEVOCIÓN MARIANADEL SANTO CURA DE ARS

JUAN LUIS BASTERO

ScrdeM 281

PALABRAS CLAVE: J. B. M. Vianney, Devoción mariana, Aparicionesmarianas.

RESUMEN: con motivo de celebrarse el año sacerdotal, se estudia aquí a sanJuan Bautista María Vianney (Dardilly 1786 - Ars 1859). El artículo constade tres partes: una breve biografía, el estudio de la devoción y escritosmarianos; los sucesos extraordinarios referentes al trato con María. De éstosúltimos cuenta seis apariciones.

THE HOLY CURÉOF ARS’MARIAN PIETY

KEY WORDS: J. B. M. Vianney, Marian devotion, Marian apparitions.

SUMMARY: on the occasion of the sacerdotal year, this article considers St. John MaryVianney (Dardilly 1786 - Ars 1859). The article is divided in three: a briefbiography; a consideration of the his Marian piety and writings, the extraordinaryevents of his relationship with the Virgin Mary in the context of which six apparitionsare mentioned.

San Juan Bautista María Vianney, santo cura de Ars. Retablo de Torreciudad.

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1. Breve esbozo biográfico de san Juan Bautista María Vianney

San Juan Bautista María Vianney nació en Dardilly, al noroeste de Lyony a unos 20 km. de Ars, el 8 de Mayo de 1786. Su padre Mateo era dueñode una finca y su madre, María Beluse, era de Ecully distante una legua deDardilly. De ellos nacieron seis hijos, el cuarto de ellos fue Juan María,quien fue bautizado el mismo día de su nacimiento. Como muchos otrossantos, el nuestro disfrutó de la ventaja de haber nacido de padresverdaderamente cristianos. Juan María aprendió desde pequeño lasoraciones cristianas de labios de su piadosa madre.

La caridad hacia los pobres y necesitados era una virtud familiar; ningúnmendigo fue nunca arrojado de las puertas de aquella familia. Así fue comoun día fueron privilegiados en dar hospitalidad a san Benito Labre, cuandopasó por el pueblo de Dardilly en uno de sus peregrinajes a Roma.

Desde muy niño sus padres lo llevaban a las faenas del campo, dondeaprendió a ser pastor y comenzó a cuidar los rebaños. Con frecuencia se ibabajo la sombra de un árbol grande y allí, hacía como un pequeño altardonde ponía una imagen de la Virgen Santísima, que llevaba consigo.

La Asamblea Nacional Constituyente surgida de la Revolución Francesade 1789 promulgó en noviembre de 1790 la Constitución Civil del Clero y elpárroco de Dardilly, el Rvdo. Jacobo Rey, prestó el juramento cismático.Poco tiempo después reconoció su error y dejó la parroquia. La familiaVianney no aceptó al nuevo párroco juramentado. Los sacerdotes fieles aRoma tenían que ocultarse, cambiando constantemente de domicilio, parapoder atender al pueblo cristiano que permanecía fiel. Entre estossacerdotes se encuentran dos que serán muy importantes en la vocación delfuturo Cura de Ars: el Rvdo. Carlos Balley y el Rvdo. Groboz, quienestrabajaban, el primero de carpintero y el otro de cocinero, en Ecully. LosVianney marchaban al atardecer sigilosamente al pueblo materno a recibirasistencia espiritual y a participar en la Santa Misa que se celebraba enalgún local escondido y oculto.

A principios de 1795 se reabrió la escuela de Dardilly y allí Juan Maríacomenzó a recibir la primera instrucción, donde se distinguió por suaplicación. “Sus progresos debieron ser sensibles, pues le vemos, en las

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veladas de invierno, leer su catecismo, enseñarlo a Gothon, su hermanamenor, y aun leer en alta voz las vidas de los Santos, religiosamenteescuchado por sus familiares y por los pobres”1. En este tiempo Juan Maríahizo su Primera Comunión en Ecully a los 13 años de edad.

1.1. Comienzo de la formación sacerdotal

A finales de noviembre de 1799 el golpe de estado de NapoleónBonaparte derrocó el Directorio y fue sustituido por el Consulado. Con estenuevo régimen la Iglesia obtuvo una cierta libertad. Por un corto tiempoJuan Bautista asistió a la escuela de su pueblo, pues, cada vez más, loscampos exigían de su trabajo. En esas largas horas de faena llegó a laconvicción de ser sacerdote. Este pensamiento lo compartía con su madre,en quien encontraba siempre apoyo, pero su padre le necesitaba para lastareas agrícolas. Tuvieron que pasar dos años para que el padre aceptase lasaspiraciones sacerdotales de su hijo.

El Arzobispo de Lyon, el cardenal Fesch tío de Napoleón, sabía que suprimer deber era buscar candidatos para el sacerdocio y así cada parroquiafue instruida para que iniciase una campaña de promoción vocacional. ElRvdo. Balley, párroco de Ecully, abrió en la rectoría una pequeña escuelapara formar aquellos jóvenes que sintiesen vocación sacerdotal. Era laoportunidad para Juan María; podía ir a esa escuela y quedarse a vivir en lacasa de su tía. Hasta su padre vio las ventajas de esta oportunidad y le diopermiso para irse. Juan María tenía 20 años.

En estos primeros meses, el progreso en sus estudios fue prácticamente nulo,no por falta de inteligencia, sino por una deficiente capacidad de retención ensu memoria. Él mismo decía que no podía depositar nada en su torpe cabeza.

Al ver que le era tan difícil retener especialmente la gramática latina, enun momento de crisis pensó en regresar a su casa, pero felizmente el Rvdo.Balley captó el peligro en el que se hallaba su estudiante, y le pidió hicieseun peregrinaje al Santuario de san Francisco Regis, en Louvesc. Elperegrinaje logró un cierto cambio, a partir de entonces su adelanto en elestudio fue suficiente para que no se desanimara.

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1. M. VIANNEY, Proceso del Ordinario, pp. 1.014-1.015.

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Virgen de Clocher. Notre Dame de Fourvière. Lyon (Francia)

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1.2. Desertor involuntario del ejército

Napoleón se había lanzado a la conquista de Europa, lo que provocó quemuchos soldados de su ejército muriesen. Ello supuso que Juan María, en elotoño de 1809, fuese reclutado para el ejército, a pesar de estar exento por serseminarista. Por un error inexplicable, solamente nuestro santo y otros tresseminaristas de la diócesis de Lyon no estaban inscritos en las listas oficiales delos estudiantes de la Iglesia que la diócesis proveía a las autoridades. El jovenVianney fue enviado a los regimientos de España. Sus padres trataron deencontrar un substituto. Un joven, por la suma de 3.000 francos, se presentóvoluntario para ir en su lugar, pero se arrepintió en el último momento.

El 26 de octubre Juan Bautista se incorporó al cuartel en Lyon. Dos díasdespués contrajo una grave enfermedad. De ahí lo enviaron al hospital deRoanne donde, por el cuidado de las religiosas agustinas, logró recuperar susalud. El 6 de enero de 1810, Juan Bautista dejó el hospital débil y no deltodo restablecido, para encontrarse con la noticia de que su compañía sehabía marchado. Emprendió él solo el camino hacia Clermont con el objetode alcanzar su compañía.

Se acercaba a las montañas de Forez aquejado nuevamente de fiebre. Sucansancio era extremo. Se encontraba junto a una pequeña senda y allísentado sobre su mochila comenzó a rezar el Rosario. De repente aparecióun desconocido2 que le preguntó: “¿Qué estás haciendo aquí?... Venteconmigo. Cogió mi mochila que era muy pesada y me instó para que lesiguiera”3. Llegaron a la casa de un labrador y allí estuvo varios días hastaque se le pasó la fiebre. Mientras estaba en cama, por primera vez, advirtióla realidad de que, sin culpa, ahora era un desertor del ejército.

Conoció a Paul Fayot, alcalde de Nöes, y que tenía escondido en su casaa dos desertores, pero ya no había lugar para él. Logró esconderlo en la casade su prima Claudine Fayot, una viuda madre de cuatro niños. Desde esemomento Vianney adoptó el nombre de Jerome Vincent. Bajo ese nombrellegó hasta abrir una escuela para los niños de esa villa.

2. Se sabe que se llamaba Guy y era natural de Saint-Priest-la Prugne, pueblo situado en losMontes Bois-Noir.

3. C. LASSAGNE, Petit memoire, segunda redacción, p. 7.

4. C. BIBOST, Proceso del Ordinario, p. 1.386.

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En 1810 un decreto imperial concedió la amnistía a todos los desertoresde los años 1806 a 1810. Juan María estaba incluido, por tanto, en estedecreto, así que era libre para regresar a casa y terminar sus estudios. LaDivina Providencia y la asistencia de la Virgen lo habían salvado. Su madremurió poco después de esta feliz reunión. El 28 de mayo de 1811 recibió latonsura. El Rvdo. Balley, viendo esencial que cursara estudios regulares, lomandó al Seminario Menor de Verrières. Allí el joven Vianney sufrióbastante, tuvo muchas dificultades y nunca brilló como filósofo.

1.3. Dificultades en la Teología

En octubre 1813, entró en el Seminario Mayor de Lyon. Suinadecuado conocimiento del latín le hizo imposible captar lo que losprofesores decían o responder a las preguntas que se le hacían. Al finaldel primer curso le rogaron que se retirara del Seminario. Su dolor ydesaliento fueron inmensos. Por algún tiempo pensó en irse a unacongregación de hermanos religiosos; sin embargo, una vez más el Rvdo.Balley vino en su ayuda y consiguió que cursara sus estudios de formaprivada en Ecully. Sin embargo, no pasó el examen canónico previo a laordenación. También en ese momento el Rvdo. Carlos Balley logró quese le repitiera el examen de forma privada en la rectoría de Ecully.Respondió bien a las preguntas que se le hicieron, por lo que el tribunalquedó satisfecho. El 13 de agosto de 1815 recibió la ordenación sacerdotala la edad de 29 años.

A su regreso a Ecully se enteró de que sería el coadjutor de su amigo ymaestro el Rvdo. Balley, pero las autoridades diocesanas determinaron porun tiempo no concederle las licencias para administrar el Sacramento de laPenitencia. Más tarde, su párroco habló con dichas autoridades y él fue suprimer penitente. Pronto su confesonario se vio asediado de penitentes, y“un gran número de personas que hasta entonces no habían sido muyedificantes en la parroquia cambiaron de conducta después de haberacudido a él”4. Su hermana Margarita decía que no predicaba bien todavía,pero que la gente acudía en masa cuando le tocaba predicar.

5. C. LASSAGNE, Petit memoire, o. c., p. 8.6. Hermano ATANASIO, Proceso del Ordinario, o. c., p. 667.

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El 17 de diciembre de 1817 murió en sus brazos el Rvdo. Balley, porquien lloró como si hubiese sido su padre. Al poco tiempo de esefallecimiento, fue asignado como Vicario-capellán de Ars, un pueblopequeño y aislado, donde se pensó que sus limitaciones intelectuales nopodrían hacer mucho daño. El Vicario General de la diócesis, Mons.Courbon, le dijo al firmar su nombramiento: “No hay mucho amor de Diosen esta parroquia; vos procuraréis introducirlo”5.

1.4. Vicario-capellán de Ars (1818-1859)

El pueblecito de Ars, perteneciente al departamento de Ain, seencuentra en una planicie ondulada, que tiene en su centro una pequeñacolina donde se encuentra la Iglesia, sirviéndole como de plataforma. En1815 constaba de unas 40 casas, donde vivían unas 230 personas. Su iglesiaestaba extremadamente dañada y en igual condición estaba la rectoría, quese encontraba a un lado del valle.

El distrito era torpe y pobre, la desolación espiritual era aún mayor que lamaterial. El 9 de febrero de 1818 por la mañana Juan María se dirigió haciael lugar que sería por los siguientes 41 años el lugar de su sorprendente y sinprecedente actividad. Caminó 30 Km. desde Ecully hasta Ars. Le seguían enun carretón una cama de madera, un poco de ropa y los libros que le dejó elRvdo. Balley. Cuando pudo divisar la pequeña villa, hizo un comentario desu pequeñez y al mismo tiempo hizo una profecía: “Esta parroquia, con eltiempo, no podrá contener a las multitudes que vendrán hacia aquí”6.

Debido a la persecución religiosa auspiciada por la Revolución Francesa,se había infiltrado en Ars un paganismo práctico, aunque quedaba unpequeño núcleo de personas que permanecían fervorosas, entre las ellasestaba la señora del castillo, Señorita María Ana Colomba Garnier desGarets (más conocida por la Señorita de Ars), quien dividía su tiempo entrela oración y las obras de caridad.

Al llegar, su primera preocupación fue la de establecer contacto con lafeligresía. Visitó cada casa de la parroquia. Para ganar la amistad de los

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La Virgen Coronada. ARS (Ain).

habitantes les hablaba del estado de las cosechas, del tiempo, de susfamilias. Unas frases sobre la fe católica proferidas por el Cura de Arsprovocaban unas respuestas que denotaban patentes carencias deinstrucción religiosa.

Ante su impotencia personal se apoyó en los medios sobrenaturales:añadió, a una continua oración, las más austeras penitencias. Hizo suspropios instrumentos de penitencia. Su cama era el suelo, ya que la quetrajo de Ecully la regaló. Los ayunos totales eran frecuentes. Hasta el 1827

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7. F. TROCHU, El Cura de Ars, (15 edición) Madrid 2009, pp. 168-169.8. Sermones, t. II, Barcelona 1927, p. 153.

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no había nadie que hiciese las labores domésticas en la rectoría. Su platoprincipal eran patatas y en ocasiones hervía un huevo. El decía: “El demoniono hace mucho caso de la disciplina y de otros instrumentos de penitencia;lo que le pone en bancarrota son las privaciones en el comer, beber y dormir.Nada teme como esto, y por lo mismo nada es tan agradable a Dios”7.

El Santo Cura gozaba de la belleza de la naturaleza, pero amaba muchomás la pulcritud y el ornato de la Casa de Dios y las solemnidades de laIglesia. Empezó por comprar un altar nuevo con sus propios ahorros, y élmismo pintó el trabajo de madera que adornaban las paredes. Compró lomejor en encajes y telas para hacer las vestimentas sacerdotales.

1.5. Su trabajo pastoral

La secuela más desastrosa de la Revolución fue la ignorancia religiosa delas personas. El Cura de Ars intentó, a través de la catequesis y de lapredicación, remediar ese estado deplorable de ignorancia. Sin embargo, lashomilías le suponían un gran esfuerzo; por su carencia de memoria, así quepasaba noches enteras en la pequeña sacristía, escribiendo y memorizandosus sermones dominicales.

Su primera inquietud fue la instrucción religiosa de los jóvenes ycomenzó a agruparlos, al principio en la rectoría y luego en la iglesia, muytemprano –las 6 de la madrugada– porque el trabajo en el campo se iniciabaal amanecer. Era muy disciplinado y les exigía que supiesen el catecismo dememoria.

La asistencia dominical a la Santa Misa era casi nula entre los hombresque pasaban la mañana trabajando en el campo y las tardes y noches en losbailes o en las tabernas. San Juan María fustigó con gran vehemencia esosmales: “¡Oh desgraciados padres y madres! ¡Cuán horribles son lostormentos que os están reservados! ¡Dejad pasar unos momentos y losexperimentaréis dejad pasar unos momentos y os abrasaréis en las terriblesllamas!”8. A continuación les invitaba a la conversión mediante lapenitencia y el abandono de esas costumbres.

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9.Sermones, t. III, Barcelona 1927, p. 309.10. Proceso del Ordinario, p. 1.230.

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Atacó fuertemente las tabernas –cuatro había en Ars– donde loshombres iban a beber y emborracharse. Con duras palabras les amonestaba:“Los dueños de tabernas, esos lugares de iniquidad, esas puertas delinfierno, esos calvarios donde Jesucristo es constantemente crucificado, esasescuelas infernales donde Satanás enseña su doctrina, donde se atentacontinuamente a la religión y a las costumbres”9. Tan grande fue lainfluencia del Santo de Ars, que llegó una época en que todas las tabernastuvieron que cerrar sus puertas por la falta de clientes. “Fue aquello, decíael párroco de Fareins, el Rvdo. Dubois, una de las mayores victorias delCura de Ars”10. Más tarde, se abrieron modestos hoteles para acomodar a losvisitantes, y a estos no se opuso.

El baile, además, había arraigado con tal fuerza en Ars que se habíaconvertido en una costumbre popular. Veinticinco años tardó en eliminardel todo esa costumbre. Para ello, revivió la costumbre del rezo de lasVísperas en el domingo. Era tan estricto contra el baile, que llegaba a negarla absolución a las personas que no desistían de tal costumbre. Por estarazón los libertinos de Ars y de los pueblos vecinos se vengaron organizandoreuniones a escondidas en lugares apartados y propalaban grandescalumnias en su contra; sin embargo, él las tomaba a la ligera y no leafectaban.

1.6. Frutos del trabajo pastoral

Pasaron dos años (1820) cuando llegó la noticia de que el Rvdo. Vianneysería el nuevo Cura Párroco de Salles, en Beaujolais. Todo el pueblo de Arsestaba consternado con la noticia. Para asegurar su futuro, el pueblo envióuna embajada presidida por el alcalde, al arzobispado de Lyon para que seanulara ese nombramiento. A la vez, se pidió que la villa de Ars fueseerigida en parroquia regular y que su párroco fuese el San Juan María. Estaembajada causó efecto y fue nombrado párroco.

Ese mismo año el Santo Cura inició los trabajos de embellecimiento dela Iglesia. Se construyó una torre, y varias capillas laterales, entre ellas una

11. Desde el año 1823 Ars pertenecía a la diócesis de Belley.

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dedicada a la Santísima Virgen, donde durante 40 años todos los sábadoscelebraría la Santa Misa. La Iglesia fue además enriquecida con muchasestatuas y cuadros.

Quería tener buenas escuelas en el pueblo y para comenzar abrió unaescuela gratuita para niñas a la que llamó “Providencia”. Desde 1827recibió como internas sólo a niñas pobres abandonadas por sus familias. ElSanto Cura se encargaba de obtener los medios para alimentar a las internas,a base de pedir limosna a los feligreses, pero más de una vez intervino elSeñor milagrosamente, multiplicando el grano o la harina. Durante 20 añosiba todos los días a cenar a esta casa.

A los dos años y medio de su llegada a la villa, el domingo se respetabacomo el día del Señor. Todo el pueblo iba a Vísperas. El Cura de Ars amabalas ceremonias litúrgicas. Personalmente preparaba a los acólitos del altar.Su fiesta preferida era el Corpus Christi. En ese día dejaba un poco elconfesionario e iba por el pueblo admirando las decoraciones de los altaresy él mismo llevaba el Santísimo en procesión por toda la villa.

Cuando el Papa Pío IX definió el Dogma de la Inmaculada Concepción,nuestro santo pidió a los habitantes del pueblo que iluminasen sus casas denoche, y las campanas de la iglesia resonaron por horas y horas. Al ver estaluminosidad desde los pueblos cercanos, pensaron que el pueblo estaba enllamas, y acudieron a apagar el supuesto fuego. Hasta el día de hoy existeun sombrero de plata cerca de la estatua de la Virgen donde están escritoslos nombres de todos los parroquianos de Ars.

1.7. Contradicciones y asechanzas del demonio

El Santo Cura no estuvo exento de críticas. Su amor a los pobres seatribuyó a una larvada avaricia. Algunos críticos decían que podían ver enél rasgos de hipocresía o un deseo secreto de sobresalir. Era lógico que lasantidad del Rvdo. Vianney y sus frutos pastorales produjeran en losmalintencionados quejas, chismes y calumnias gravísimas, durante bastantetiempo, referentes a la virtud de la castidad. Comenzaron a llegar cartasanónimas al obispado11. Mons. Devie, obispo de Belley, que no conocía al

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12. La acción ordinaria del demonio, permitida por Dios hacia los hombres, es la tentación. Eldemonio también puede acechar a las almas de diversas maneras: a) Asedio: acciónextraordinaria del demonio, cuando busca aterrorizar por medio de apariciones horribles opor medio de ruidos. b) Obsesión: va más allá. Puede ser externa cuando el demonio actúaen los sentidos externos del cuerpo o interna cuando influye en la imaginación o lamemoria. c) Posesión: cuando el demonio toma control de todo el organismo.

13. F. TROCHU, El Cura de Ars, o. c., p. 293.

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párroco de Ars, envió al párroco de Trevoux para que hiciera un informesobre su conducta. Se desconoce el contenido de esa información, pero, apartir de ella, quedaron anuladas todas las imputaciones calumniosas. Sumansedumbre y su humildad terminaron por vencer sobre sus críticos.

Por otra parte, era de esperar que el clamoroso crecimiento de la vidacristiana de Ars, así como la santidad del instrumento que Dios usó paraeste fin, atrajese la furia del infierno. Por un período de 35 años (de 1824 a1858) el Cura de Ars fue asediado, de una manera física y tangible, por eldemonio12. Los ataques del demonio comenzaron en el invierno de 1824cuando pensaba en la fundación de la Providencia. Unos ruidos horribles ygritos estrepitosos se oían fuera de la puerta del presbiterio. Al principiopensó que eran salteadores que venían a robar, y a la siguiente noche lepidió a un feligrés, André Verchère, que se quedase con él. A medianochese comenzó a escuchar grandes ruidos y golpes contra la puerta de enfrente,parecía como si varios carros pesados fueran arrastrados por los cuartos.André buscó su fusil, miró por la ventana, pero no vio nada, sólo la luz dela luna. Decía: “No, no tengo miedo, pero siento que se me doblan laspiernas. Creo que se hunde la casa”13, nunca más quiso quedarse en la casa.Esto ocurría casi todas las noches, incluso cuando el Santo Cura no estabaen el pueblo.

Con mucha frecuencia el demonio por espacio de horas hacía ruidoscomo de cristal, o silbidos o ruidos de caballo y hasta gritaba debajo de laventana del Santo. Su propósito era el de no dejarle dormir para que, porexceso de sueño, no pudiese estar tantas horas en el confesionario, donde learrancaba muchas almas de su poder. Pero hacia el 1845 estos ataquescesaron casi por completo. La constancia de nuestro Santo ante estas pruebasfue recompensada por el Señor con un poder extraordinario que le concedióde expulsar los demonios de las personas poseídas.

14. El año 1803 se descubrió en la catacumba romana de Santa Priscila la sepultura de estavirgen mártir. Era un locullus excavado en la pared de tierra y cerrado con unos ladrillos. Allíse encontró los restos de una muchacha de unos 14 ó 15 años que había recibido el martirio.Paulina Jaricot recibió una reliquia de esta santa y de ella la recibió el Cura de Ars.

15. En una ocasión cayó tan enfermo, que parecía ser su final y prometió a la santa Filomenaofrecerle 100 misas en su santuario. Cuando estaba celebrando la primera Misa, entró enéxtasis, y se le escuchaba murmurar: “Filomena”, repetidas veces. Cuando salió de suéxtasis exclamó: “estoy sanado”, y atribuyó su sanación a Santa Filomena.

16. F. TROCHU, El Cura de Ars, o. c., p. 318.

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1.8. Afluencia de penitentes

La afluencia de penitentes se inició en el año 1827, pero es a partir delaño siguiente cuando el Santo Cura ya no podía irse ni siquiera por un díade su parroquia. El culmen de los peregrinajes se alcanzó en 1845, llegabande 300 a 400 visitantes todos los días. En el último año de su vida elnúmero de peregrinos alcanzó la asombrosa cifra de 100 a 120 mil personas.

Sólo Dios sabe los milagros de gracia ocurridos en ese confesionario, quehasta hoy se mantiene en pie, en el mismo lugar dónde él lo puso, en lacapilla de Santa Catalina, o en la sacristía donde usualmente escuchaba lasconfesiones. En su manera de tratar a las almas era profundamente afable y,al mismo tiempo, daba el consejo que el alma necesitaba para su bien. Susexhortaciones eran breves y dirigidas al punto necesario. Parece quetambién tuvo el don de profecía.

El Cura de Ars atribuía a Santa Filomena14 toda la gloria de los favores,profecías, milagros y conversiones que el Señor concedía en su confesonario.San Juan María profesó una profunda devoción y amor por esta santa15. “Nosolamente sería ella, a los ojos de la multitud, la celeste taumaturga cuyaintercesión conseguiría cualquier milagro, sino que entre ella y el Santo seestablecería un casto y misterioso amor”16. La llamaba mi agente con Dios, miquerida santita, mi cónsul, y mi responsable ante Dios. Construyó primero unacapilla en la Iglesia parroquial y posteriormente un santuario en su honor.

Esta afluencia de penitentes y de popularidad causó, como era de esperar,recelo, incomprensión, envidia y maledicencia en bastantes de sus hermanossacerdotes. Algunos colegas juzgaron de forma inicua su conducta,tachándola de una originalidad afectada, llena de vana complacencia. A lavez, prohibieron a sus feligreses, bajo pena de negarles la absolución, a que

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17. Cfr. F. TROCHU, El Cura de Ars, pp. 334-335.18. C. LASSAGNE, Proceso del Ordinario, p. 486.

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fueran a Ars. Desde los púlpitos se ponía en duda que el Rvdo. Vianneytuviera ciencia teológica para poder orientar a los penitentes. Comenzarona llegarle cartas anónimas en las que se le atacaba con total injusticia. Sinembargo, san Juan María nunca se alteró, ni se defendió de las calumnias,ni profirió ninguna queja ante tamañas acusaciones. Optó por callarse.

También algunos sacerdotes enviaron cartas al obispo diocesanomostrando su extrañeza y el peligro que corrían las almas. El obispo de ladiócesis, Mons. Devie, envió a su Vicario General, el canónigo Ruivet, paraque averiguase y emitiese un informe sobre tan desagradable tema. Eldictamen recibido por el obispo fue totalmente favorable. Aquello sirviópara que quedase constancia de su vida.

Posteriormente, para prevenir posibles denuncias por parte de algúnclérigo, el Obispo le ordenó que sometiese a consejo del obispado los casosdifíciles de conciencia que tuviera entre sus penitentes e informara a la vezde la solución que había propuesto en cada ocasión. San Juan María aceptócon sumisión y obediencia tal decisión y durante varios años envió más dedoscientos informes de conciencia. Después de un estudio riguroso, resultóque, para Mons. Devie, todas las decisiones tomadas por el Cura de Arsfueron exactas y su forma de actuar fue siempre la más acertada17.

1.9. Pruebas y contradicciones interiores

El Rvdo. Vianney era muy consciente de sus limitaciones intelectuales yde lo superficial que fue su formación sacerdotal. Con toda sinceridad sesentía incapaz para su oficio en Ars. La percepción de lo que él llamaba su‘pobre miseria’ y la responsabilidad que asumía con el ministerio pastoral lecausaban un gran temor al juicio divino. El año anterior a su muerte le dijoa un misionero: “Tú no sabes lo que es pasar de cura de almas al tribunal deDios”. Gracias a su gran fe y a su inmensa confianza en la providencia divinapudo vencer las tentaciones de desesperación que, con frecuencia, aflorabanen su vida. “Dios mío –exclamaba entre gemidos–, haced que sufra cuantoqueráis, pero concededme la gracia de que no caiga en el infierno”18.

19. Tras Mons. Devie, fue nombrado Mons. Chalandon y en 1957 ocupó la sede Mons.Langalerie.

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Al contemplar al Cura de Ars tan sereno, apacible y solícito nadiepodía sospechar el profundo tormento interior en el que vivía con muchafrecuencia. Dios lo permitía para purificar su alma y para marcar en sucorazón la vía del dolor, eliminando cualquier compensación humana.Catalina Lassagne afirma que “estuvo en la parroquia de Ars por espaciode cuarenta y un años, siempre contra su voluntad”. Una tentación lepersiguió casi por toda su vida en Ars, y era ésta: el deseo de soledad. Estedeseo lo había sentido desde su infancia por el inmenso gusto que teníapor la oración. Siempre soñó con retirarse a un pequeño pueblo dondellorar y desagraviar por su ‘pobre vida’ pecadora. Con mucha frecuenciaescribió a su Ordinario rogándole que le exonerase del cargo pastoral, conel fin de tener algún tiempo para reparar por sus pecados. Petición quesiempre fue denegada por los diversos obispos que ocuparon la sede deBelley19.

En tres ocasiones llegó hasta irse del pueblo, pero siempre regresó. Laprimera fue hacia 1840 y pasó prácticamente inadvertida. Fue amedianoche cuando salió de su casa sin que nadie lo advirtiese y estando enel camino, no lejos todavía de Ars, tuvo una moción interior que lepreguntaba si lo que estaba haciendo era la voluntad de Dios o, por elcontrario, si el Señor lo que deseaba era que se quedara en la villaconvirtiendo las almas. Inmediatamente regresó a su casa.

La segunda vez fue en el año 1843, después de una gravísima enfermedaden la que fue desahuciado y rescatado de una muerte inminente por los ruegosa la Virgen María y Santa Filomena. En el mes de septiembre pensó irse aDardilly a su casa familiar a reponerse. Al mismo tiempo, había solicitado porescrito su traslado definitivo a la capellanía de los Mínimos en Montmerle yesperaría en su casa nativa la contestación del Sr. Obispo. De esta manerapensaba ir directamente a su nuevo destino sin regresar a Ars. A los pocos díasde su llegada, las cartas que recibió de Ars, la afluencia de penitentes quecomenzaron a llenar la villa de Dardilly para confesarse y, sobre todo, larespuesta del Ordinario, que, aunque le planteaba la posibilidad de otros dosdestinos, sin embargo deseaba su regreso a su querida parroquia, el Santo

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20. J. DE FABREGUES, El Santo Cura de Ars, Madrid 1979, p. 220.21. Sacerdote joven, piadoso, bueno amable de elocuencia viva y penetrante. Pertenecía a la

Sociedad de Misioneros establecida en Pont-d’Ain, cuyo superior era el canónigo Camelot,muy apreciado por el Santo Cura de Ars.

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Cura volvió a Ars. Fue recibido con el volteo de las campanas y la alegría detodos los feligreses. Con las lágrimas en los ojos dijo a sus feligreses: “Ya noos abandonaré más, hijos míos, ya no os abandonaré más”20.

A pesar de esta decisión del Rvdo. Vianney, el ansia de estar a solas con elSeñor, al cual –según él– no le trataba de forma suficiente, le espoleabaconstantemente en lo más íntimo de su ser. Un acontecimiento inesperado alentósus esperanzas de recogimiento y oración. El Rvdo. Juan Colin, antiguocondiscípulo suyo al que tenía verdadero afecto y sintonía espiritual, habíafundado en Neylière, cerca de Lyon, una Trapa mitigada. En septiembre de 1853,aprovechando que había un nuevo obispo desde un año antes, Mons. Chalandon,y que cambiaba de vicario en su parroquia –el Rvdo. Raymond iba de párrocoPoliat y venía como nuevo ayudante el Rvdo. Toccanier21–, decidió irse a Lyon acasa de su cuñado Melin y de ahí pensaba dirigirse a Neylère. A medianocheabandonó la casa, pero Catalina Lassagne, el Rvdo. Toccanier y el sacristán, queestaban presentes en ese momento, le conminaron: “¿Quiere usted abandonarnos,señor Cura? Pues bien tocaremos a rebato... Y le seguiremos en procesión”. Enpocos minutos todo el pueblo estaba fuera. Pero al ver aquella multitud depenitentes que le esperaban y después de algunos forcejeos con el Rvdo. Toccaniery con el alcalde del lugar M. Des Garets, volvió al confesonario y comenzó denuevo a recibir a los penitentes. Ya no intentó dejar más su parroquia.

1.10. Últimos años y muerte

Pasaron 41 años desde el primer día en el que el Cura llegó a Ars, fueronaños de una actividad indescriptible. Aquel anciano de cara surcada dearrugas y abrumado por el peso de las ofensas a Dios iba cada día alconfesonario, como va el agricultor todos los días al campo. Desde el año1858 decía con frecuencia: “Ya nos vamos; debemos morir; y muy pronto”.No cabe duda de que él sabía que su fin se acercaba y los penitentes tambiénlo intuyeron porque ese último año acudieron unos cien mil peregrinos aconfesarse o a recibir unas palabras de aliento. En julio de 1859, la señora

22. En los 13 últimos años su confesor fue el Rvdo. Luis Beau, párroco de Jassans.

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Pauze, de san Etienne, vino para confesarse. Cuando se despedía de él ledijo: “Nos veremos de nuevo en tres semanas”, ambos murieron en esetiempo, y se encontraron en un mundo mucho más feliz.

Ese mes fue extremadamente caluroso, los peregrinos se desmayaban engrandes cantidades, pero el Rvdo. Vianney permanecía en el confesionario.El viernes 29 de julio, fue el último día en el que apareció en la iglesia. Esamañana entró en el confesonario como a la 1:00 a.m. Pero después dehaberse desmayado en varias ocasiones, le pidieron que descansara. A la11:00 dio catecismo por última vez. Esa noche con mucha dificultad pudoarrastrarse hasta su cuarto. Uno de los Hermanos Cristianos le ayudó asubirse a su cama, pero el Santo Cura le pidió que le dejase solo.

Una hora después de la medianoche, dijo al Hermano sacristán: “Es mipobre fin, llamen a mi confesor22”. La enfermedad progresó rápidamente. Enla tarde del 2 de Agosto recibió los últimos sacramentos: “Qué bueno es Dios;cuando ya nosotros no podemos ir más hacia Él, Él se digna venir a nosotros”.Veinte sacerdotes con velas encendidas escoltaron al Santísimo Sacramento,pero el calor era tan sofocante que tuvieron que apagarlas. Con lágrimas enlos ojos dijo: “¡Oh, qué triste es recibir la Comunión por última vez!”.

En la noche del 3 de agosto llegó su obispo, Mons. Langalerie. El Rvdo.Vianney lo reconoció pero no pudo decir palabra alguna. Hacia lamedianoche el fin era inminente. A las 2:00 a.m. del sábado 4 de Agosto de1859, cuando una tormenta azotaba el pueblo de Ars, el Rvdo. Monnin leíaestas palabras: “Que los santos ángeles de Dios vengan a su encuentro y loconduzcan a la Jerusalén celestial” y el Cura de Ars entregó su alma a Dios.

2. Devoción y escritos marianos

2.1. Devoción mariana

Aunque los biógrafos del Santo Cura de Ars no se explayan en demasíasobre el cariño y trato que tenía con la Virgen María, sin embargo, danalgunas pinceladas que muestran el acendrado amor profesado por san JuanMaría a Nuestra Señora, a través de un trato continuo, confiado y filial.

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23. J. M. CHANAY, Proceso del Ordinario, p. 677.24. M. VIANNEY, Proceso del Ordinario, p. 1.013.25. Rvdo. RAYMOND, Vida manuscrita, p. 32.26. E. DUBOIS, Proceso apostólico ne pereant, p. 880.

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Fue su madre la que le inculcó desde su más tierna infancia un profundoy sencillo amor a María Santísima. Ella le enseñó a rezar el Avemaría.Siendo muy niño Juan María, su madre le regaló un rosario al que tenía ungran aprecio. Su hermana Margarita, dieciocho meses más joven, se lo quitóy, ante la tristeza causada por ello, su madre le regaló una imagen de maderade la Santísima Virgen. Cuando el Santo tenía setenta años rememorandotal imagen decía: “¡Oh! cuánto yo amaba a aquella imagen. No podíasepararme de ella ni de día ni de noche y no hubiera dormido tranquilo sino la hubiese tenido a mi lado en el lecho... La Santísima Virgen es mimayor afecto; la amaba aun antes de conocerla”23. También de su madreaprendió a rezar de rodillas el Angelus y a recitar el Avemaría cada vez queel reloj daba la hora. Y añadía la siguiente oración: “¡Bendito sea Dios!¡Ánimo, alma mía! El tiempo pasa; la eternidad se acerca. Vivamos tal comohemos de morir. Bendita sea la Inmaculada Concepción de María, Madre deDios”24.

A los siete años, cuando iba a cuidar el ganado de su familia con suhermana Margarita, rezaba el rosario y hacía ingenuas procesiones. Cuandotenía trece años y trabajaba en el campo con su hermano Francisco, unareligiosa le regaló una imagen de la Virgen guardada en un estuche, yllevándola al campo antes de ponerse a trabajar besaba con devoción sus piesy lo hacía siempre que se acercaba a donde estaba. En el hospital de Roanne,durante su servicio militar, las agustinas que le atendieron quedaronedificadas al verle rezar con tanta piedad el rosario. Al ir a encontrar a sucompañía militar, y sentirse extenuado, “se puso a rezar de nuevo el rosario,para disipar los sombríos pensamientos que le asaltaban; recurrió a laSantísima Virgen, su habitual refugio, y le rogó que no le abandonara”25.

Durante su estancia en el Seminario de Verrières, aunque tuvo ciertasdificultades académicas, sin embargo, muchos compañeros le tomaroncomo modelo de piedad y se “complacían en su trato porque les hablaba casisiempre de Dios y de la Santísima Virgen”26. Allí, puso su corazón en manos

27. Rvdo. TAILHADES, Proceso del Ordinario, p. 1.517.28. F. TROCHU, El Cura de Ars, o. c., p. 602.

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de la Virgen e hizo el voto de esclavitud mariana auspiciado por san LuisMaría Grignon de Montfort. Juan María, siendo vicario de Ecully el año1807, hizo también otro voto para que Dios le librase de las tentacionescontra la pureza. Consistía en rezar todos los días una vez la Salve Regina yseis veces la invocación: “Sea por siempre bendita la santa e InmaculadaConcepción de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, Amén”27.

Ya siendo Cura de Ars, en su primer año, los domingos después del rezode Vísperas introdujo en su parroquia, para un grupo reducido demuchachas, el rezo comunitario del Rosario. Hasta ese momento talpráctica se realizaba solamente el día de la Anunciación. Con este grupoerigió posteriormente la Cofradía del Rosario. Todos los años vivió lapráctica del Mes de Mayo y exhortaba a sus feligreses que participaran enesa devoción. Movía con su ejemplo y palabra a los feligreses a un mayoramor y confianza hacia Ella. Era muy frecuente que recomendara la prácticade la novena al Corazón de la Santísima Virgen pidiendo por las necesidadesdel alma y la conversión de los pecadores. De hecho el año 1845 agregó suparroquia a la archicofradía del Santísimo e Inmaculado Corazón de María.

El privilegio de la Inmaculada Concepción de María Santísima era una desus grandes devociones marianas. Por eso el año 1820, movido por ese afectofilial, decidió construir en la parroquia una nueva capilla dedicada a MaríaSantísima, con una bella imagen policromada. En esa capilla celebrará todoslos sábados la santa Misa hasta el final de su vida. El 1 de mayo de 1836consagró la parroquia a María concebida sin pecado original. El cuadro quemandó realizar para perpetuar tal evento se colocó en la entrada de la capillade la Santísima Virgen. En 1844 el párroco de Ars hizo colocar una granestatua de la Inmaculada en el frontispicio de la Iglesia parroquial.

Aunque el Santo Cura atribuía a Santa Filomena todas las curacionesproducidas en Ars, es patente que también la Virgen María intervenía. Así loexpresaba: “La Santísima Virgen, Santa Filomena y yo nos conocemos muybien”; con ello quería mostrar la familiaridad que tenía con Nuestra Madre ycon su Santa predilecta. La petición y la súplica a la Virgen Santísima estabanpresentes en todas las conversiones que se operaban en su confesonario28.

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29. Canónigo GARDETTE, Proceso apostólico ne pereant, p. 921.30. Hermano ATANASIO, Proceso apostólico ne pereant, p. 1.064.31. Rvdo. TOCCANIER, Proceso del Ordinario, p. 158.v 32. F. TROCHU, El Cura de Ars, o. c., p. 177; cfr. J. VIANNEY, Le Saint Curé d’Ars, Paris 1905,

p. 45; A. MONNIN, El Cura de Ars vida de Juan Bautista Mariah Vianney, Paris 1861.

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El amor profesado a Santa María por el Rvdo. Vianney se notaba deforma especial en las fiestas marianas, por el número de comuniones que seimpartían en la Santa Misa de ese día y por la afluencia de personas queacudía a la catequesis. No omitía celebrar ninguna fiesta de la Virgen. Serevestía con los mejores ornamentos y con filial felicidad y profunda unciónrecordaba las ventajas de la devoción hacia la Madre de Dios.“Verdaderamente era emocionante el entusiasmo con que hablaba de lasantidad de la Virgen, de su poder y de su amor”29.

Todas estas manifestaciones de cariño y devoción a Nuestra Madretuvieron su culmen el día 8 de diciembre de 1854, cuando Pío IX definióel dogma de la Inmaculada Concepción. Celebró ese día la Santa Misasolemne con una magnífica casulla y por la tarde, después de Vísperas,“toda la parroquia fue de procesión a la escuela de los Hermanos, donde elseñor cura bendijo una imagen de la Inmaculada, regalo suyo, levantada enel jardín”30. Concluyó el día con una función religiosa en la que el SantoCura exclamaba: “¡Qué felicidad!, ¡qué felicidad! Siempre lo había pensadoque en medio del resplandor de las verdades católicas faltaba este rayo deluz. Era un vacío que no podía faltar en nuestra religión”31.

2.2. La doctrina mariana en la predicación del Santo Cura de Ars

Según los biógrafos de san Juan María, en los primeros tiempos de suactividad pastoral dedicaba mucho tiempo en escribir las homilías. “Supluma corría sobre el papel y a veces llenaba de trazos finos, inclinados yrápidos ocho o diez grandes páginas una misma noche. En alguna ocasiónllegó a trabajar siete horas seguidas hasta muy de madrugada”32. Como yase ha dicho anteriormente su formación teológica fue muy elemental y porello buscaba el material para sus homilías en su humilde biblioteca, que sereducía a los libros que había traído desde Ecully: el Catecismo del concilio deTrento; Vidas de los Santos del P. Ribadeneyra; Diccionario de Teología de

33. Cura DE ARS, Sermones, 3 tomos, Barcelona 1927. Algunos sermones se perdieron porhaberse destruido o extraviado.

34. Cfr. Ibidem, Sermones, t. III, o. c., pp. 92-108.35. Les Sermons du curé d’Ars, t. IV, n. 5: “Fête de la Nativité de la Ste. Vierge”. (Tomado de

internet www.livres-mystiques.com).36. Ibidem, t. IV, n. 6: “Fête du Sainte Rosaire”.37. Cfr. Ibidem, Sermones, t. II, o. c., p. 241; Sermones, t. III, o. c., p. 40; p. 177; pp. 194-195;

p. 208; pp. 210-211; p. 248.

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Bergier; Ejercicio de perfección del P. Rodríguez; Instrucciones familiares deBonnardel; Sermonarios de Le Jeune y de Joly; y algún libro más. Pero sugran inspiración procedía de la oración, de esas horas ante el Sagrario, conel divino Maestro, a quien pedía capacidad para saber explicar las verdadessublimes de nuestra fe de tal manera que incidiesen en la vida de losfeligreses y pudieran convertir sus vidas.

De sus sermones, lamentablemente, sólo se conservan aquellos quefueron escritos entre los años 1818 y 1827, antes de que la muchedumbrede penitentes acudiera al Cura de Ars y le impidiera redactarlos. Por eso lacolección que se conserva no es completa33, a pesar de ello, los sermoneseditados muestran un perfecto conocimiento que el Rvdo. Vianney tenía desus feligreses y la diligencia con que los instruía. Existen también algunostextos fragmentarios de sus catequesis, recogidos en las diversas biografíassobre el Santo. La colección de Sermones del Cura de Ars contiene treshomilías sobre la Virgen con motivo de la Asunción de la Virgen34, dela fiesta de la Natividad de María35 y de la fiesta del Santo Rosario(1er Domingo de Octubre)36. Existen también algunas referencias marianasen otras homilías37.

Es evidente que nuestro Santo no pretende ser un innovador en ladoctrina mariana, ni tampoco desea hacer un tratamiento teológico sobrelas diversas prerrogativas marianas, lo único que quiere es inculcar en susfeligreses el amor a la Virgen Santísima y mostrar la necesidad que tenemosde su intercesión para crecer en la vida cristiana.

San Juan María partía de la premisa de que “hablar de las grandezas deMaría es, hermanos míos, querer empequeñecer la idea sublime que de Ellatenéis; pues nos dice san Ambrosio que María está encumbrada en tan altogrado de gloria, de honor y de poder, que los mismos ángeles son incapaces

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38. Les Sermons du curé d’Ars, t. III, p. 93.39. I. RODRÍGUEZ HERRERA - A. ORTEGA CARMONA, Los Escritos de San Francisco de Asís, Murcia

1985, pp. 133-135.40. Cura DE ARS, Sermones, t. III, p. 93 y 94.41. Ibidem, Sermones, t. III, p. 93.42. Ibidem, Sermones, t. III, p. 93.43. Cfr. Les Sermons du curé d’Ars, t. IV, n. 5, o. c.

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de comprenderlo; sólo a Dios está reservado tal conocimiento. De dondeconcluyo que todo cuanto ahora podréis oír, será nada o casi nada respectoa lo que Ella realmente es a los ojos de Dios”38. La mejor forma que tienepara expresar la grandeza de María es utilizar la expresión de san Franciscode Asís39, convertida a lo largo de los siglos en un lugar común para mostrarla dignidad de la Virgen: “El mayor elogio que de Ella puede hacernos laIglesia es decirnos que María es la Hija del Eterno Padre, la Madre del Hijode Dios, Salvador del mundo, la Esposa del Espíritu Santo”40.

Si, tal como sabemos por la teología, la gracia santificante convierte alpecador en justo y eleva su alma a la adopción divina, haciéndola hija deDios, “¿qué torrente de gracias no habrá derramado sobre el alma de laSantísima Virgen? Las recibió Ella sola en mayor abundancia que todos losángeles y santos juntos”41. María fue elegida por el Padre desde toda laeternidad para el cumplimiento del mayor de los misterios. La ha amadocon un amor singular, la ha llenado de gracia, convirtiéndola en la obramaestra de su omnipotencia. “Sí, hermanos míos, el Padre Eterno laenriqueció con dones del cielo, a proporción de la dignidad a que debíaelevarla. Hizo de Ella el templo vivo de las tres Personas de la SantísimaTrinidad. En una palabra: hizo por Ella todo cuanto le era posible hacer poruna criatura”42. Por eso María es la persona más perfecta que ha salido de lasmanos de Dios y la elegida por la Trinidad para ser canal de todas las graciasque concede a la humanidad.

El Cura de Ars se extasía de emoción al contemplar la maternidad divinade María. Afirmará con toda rotundidad que Dios ha creado a María paraser la Madre del Verbo encarnado43. Tras la caída de nuestros primerosPadres Dios prometió que una Virgen daría a luz a un Hijo que rescataría alos descendientes de Adán de la esclavitud del pecado. “Todos los profetasanuncian que Ella será la criatura más bella que jamás ha aparecido en la

44. Cfr. Les Sermons du curé d’Ars, t. IV, n. 5, o. c.45. Salmo 2, 8.46. Cura DE ARS, SERMONES, t. III, p. 93; cfr. ibidem, Sermones, t. III, p. 194.47. Ibidem, Sermones, t. III, p. 94.48. Ibidem, Sermones, t. III, p. 94.49. Ibidem, Sermones, t. III, pp. 194-195.50. Cfr. Les Sermons du curé d’Ars, t. IV, n. 5, o. c.

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tierra. Pronto la llaman la Estrella de la mañana que deslumbra todas lasotras por su brillo y su belleza y que al mismo tiempo sirve de guía alviajero en la mar”44.

No cabe mayor privilegio, pues sólo Ella tiene un Hijo en común con elPadre y puede decir, en verdad, con Dios Padre Tú eres mi Hijo45. Como lanaturaleza humana de Cristo procede en exclusiva de María, el Señor la conservótoda pura e inmune de todo pecado. La preservó “del pecado original, gracia quesólo a Ella ha sido concedida y la confirmó en dicha gracia con la seguridad deno perderla jamás”46 y se puede afirmar con plena seguridad que, “después delcuerpo adorable de Jesucristo, es Ella el mejor ornamento de la corte celestial”47.

Que “María es Esposa del Espíritu Santo” es una verdad que se encuentracon frecuencia en labios del Cura de Ars y que se complace en meditarla.“Vemos también al Espíritu Santo apresurarse a embellecerla de tal manera,que, desde el instante de su concepción, queda convertida en el objeto delas complacencias de las tres divinas Personas”48. La conservó limpia y purade toda mancha de pecado, de tal manera que toda su vida, desde la mástierna infancia, estuvo orientada al servicio de Dios en una entrega total yabsoluta. “Desde la edad de tres años consagró su virginidad a Dios,ofreciéndole su cuerpo y su alma, presentándole el sacrificio más santo, máspuro y más agradable que jamás haya recibido de criatura terrena.Mantúvose en una fidelidad inviolable, guardando su pureza y evitandotodo cuanto pudiese tan sólo empañar su brillo”49. Es el Paráclito quien hahecho que el alma de María sea la más bella y la más enriquecida por lagracia y que su cuerpo sea el más hermoso que haya existido en la tierra50.

San Juan María en su predicación hace hincapié en dos virtudesfundamentales que Dios concedió a María Santísima. En primer lugar lavirginidad, que atrajo las miradas divinas sobre Ella y que consideraba

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51. Sermones, t. III, p. 195. Incluso afirmará que San José también vivió en perfecta castidaddurante toda su vida. “Vemos también que Jesucristo escogió un padre nutricio pobre, esverdad, mas quiso que su pureza sobrepujase a la de las demás criaturas, excepto la de laVirgen” (ibidem). Cfr. Sermones, t. III, p. 248.

52. Ibidem, Sermones, t. III, p. 40.53. Cfr. ibidem, Sermones, t. III, p. 177.54. Ibidem, Sermones, t. III, p. 92.55. Ibidem, Sermones, t. III, p. 94.56. Ibidem, Sermones, t. III, p. 94.

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imprescindible para poder cumplir la voluntad de Dios. Por eso cuando glosala escena de la Anunciación dice: “Tenía la Santísima Virgen esa virtud entanta estima, que no quiso consentir en ser Madre de Dios antes que el ángelle diese la seguridad de que no la había de perder. Mas en cuanto el ángel leanunció que, al ser Madre de Dios, lejos de perder o empañar su pureza, de lacual tanta estima hacía, sería aún más agradable a Dios, consintió gustosa, afin de dar un nuevo esplendor a aquella virtud angelical”51.

La segunda virtud es la humildad. “¿Qué es lo que tan agradable hizo ala Santísima Virgen ante los ojos de Dios sino la humildad y el desprecio desí misma?”52, afirmará con emoción y encanto en una homilía. Porque estahermosa virtud, según nuestro Santo, fue la que cautivó al Padre Eternopara que la mirase con verdadera complacencia, y por eso no dudará ensostener que la humildad fue la causa de que concibiese en su seno al Hijode Dios53. Dios al contemplar su humildad “la encumbra por encima detodo lo que no es Dios (...). Las tres Personas de la Santísima Trinidad lacolocaron sobre aquel trono de gloria; la proclamaron Reina de cielos ytierra y la hicieron depositaria de los tesoros celestiales”54.

Por eso en la plenitud de los tiempos, al contemplar su pureza virginaly su humildad, el Paráclito, vino a Ella, la cubrió con su sombra y formó ensu seno la naturaleza humana asumida por el Verbo. Nunca una criaturaestuvo tan íntimamente unida a la divinidad como María. “Por estaincomparable dignidad, se halla asociada a las tres Personas de la SantísimaTrinidad, en orden a formar el cuerpo adorable de Jesucristo”55. No cabe unamayor sintonía con la divinidad, por estar plenificada de gracia. Ella noposee la divinidad como su ser propio, pero está totalmente adornada yenriquecida por su esplendor. “De Ella se sirvieron las tres Personas divinaspara salvar al mundo dándole un Redentor”56.

57. Sermons du B. Curé d’Ars, t. IV, pp. 84-85, en Mgr. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, Lyon-Paris 1922, p. 130.

58. Ibidem, pp. 132-133.59. Cfr. Esprit du Curé d’Ars, p. 93, en Mgr. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., p. 140.60. Sermons du B. Curé d’Ars, t. IV, pp. 97-98, en Mgr. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., p.

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La sintonía de María con el Hijo en toda la vida fue total y absoluta.Llega a su culmen en el Calvario, donde Ella se inmola con su Hijo porque“si Jesucristo ha derramado su sangre preciosa para salvarnos, ¿quién haproducido esta sangre adorable? ¿No es María?”57. Ella le ha entregado sucarne y su sangre en el misterio de la Encarnación, le ha alimentado con suleche y le ha colmado con sus solícitos cuidados maternos durante toda lavida. De esta manera ha ido preparando durante treinta años a la víctima denuestra Redención. Puede denominarse a María Corredentora con todapropiedad, porque “Jesús ha hecho probar de forma particular a su Madrecada uno de los dolores de su pasión; pues María tenía continuamente en sualma los suplicios que debía sufrir su Hijo”58.

Para el Cura de Ars, María nos ha engendrado dos veces: es Madre porpartida doble59. Primeramente en la Encarnación del Hijo de Dios. Alpronunciar el fiat ante mensaje del ángel, concibió en su seno, por obra delParáclito, la naturaleza humana asumida por el Verbo y, al mismo tiempo,en su corazón engendró a la vida de la gracia a los redimidos por su Hijo.

En segundo lugar, por un querer explícito, Jesús nos la entregó comoMadre nuestra, cuando, clavado en la Cruz, “dijo a su discípulo amado heahí a vuestra madre. Estas palabras son dulces y consoladoras para todocristiano, sin embargo ¡quién puede comprender toda la profundidad deamor que ellas encierran! Sí, Jesucristo, después de habernos dado todo loque podía (...), quiere todavía hacernos herederos de lo que tenía de másprecioso, es decir de su Santa Madre. Parece decirle: Madre mía, es necesarioque vuelva a mi Padre y que deje a mis hijos; el demonio va a hacer todo loque pueda para perderlos; pero lo que me consuela es que tú los cuidarás,que los defenderás y que les sostendrás en sus penas”60. Aunque podríahabernos engendrado por un simple decreto divino, sin embargo nos haconcebido con dolor en la Cruz de su Hijo, donde Ella aceptó el sacrificiode Nuestro Señor por la salvación de los hombres.

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61. Esprit du Curé d’Ars, en Mgr. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., p. 141.62. Ibidem.63. Sermones, t. III, pp. 210-211. 64. Cfr. Sermones, t. III, pp. 92-108.65. Sermones, t. III, p. 94.66. Cfr. Sermones, t. III, p. 96.

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“Se compara a menudo a la Santa Virgen con una madre; pero Ella esmucho mejor que la mejor de las madres; pues la mejor de las madrescastiga alguna vez al hijo que le da un disgusto, incluso le pega pensandoque es lo correcto. Pero la Santa Virgen no lo hace; Ella es tan buena quenos trata siempre con amor y no nos castiga jamás”61. Su corazón maternoestá lleno de amor y misericordia, pues, si “en el corazón de Nuestro Señorhay justicia, que es un atributo divino; en el de Santísima Virgen sólo haymisericordia”62. De ahí que el Santo Cura nos invite a acudirconstantemente a esta madre única y singular. “Siempre que tengamos quepedir una gracia a Dios, dirijámonos a la Virgen Santa y, con seguridad,seremos escuchados. ¿Queremos salir del pecado, hermanos míos?,acudamos a María; Ella nos tomará de la mano y nos conducirá a lapresencia de su divino Hijo para recibir el perdón. ¿Queremos perseverar enel bien? Dirijámonos a la Madre de Dios; Ella nos cobijará bajo su mantoprotector, y contra nosotros nada podrá el infierno”63.

En su homilía sobre la Asunción de la Virgen64 el Santo Cura de Ars seexplaya ante sus feligreses, abre su corazón y, al glosar la glorificación deMaría, muestra su profundo amor y la enorme confianza que le profesa ydesea comunicar toda esa riqueza a sus oyentes.

Comienza narrando el momento de la muerte de la Virgen. Siguiendo elsentir de la época afirma que María murió a los setenta y dos años, aunquenos pueda extrañar “tal vez el hecho de que Jesús, que tanto amaba a sumadre, le dejase tanto tiempo sobre la tierra después de su resurrección. Larazón de ello está en que con aquella demora quería proporcionarle unmayor grado de gloria, y además hay que considerar que los apóstoles teníannecesidad de su presencia para que los consolase y guiase”65. Su muerte nofue causada ni por la enfermedad, ni por el desfallecimiento de la naturalezahumana, sino exclusivamente por el amor a su divino Hijo66.

67. Cfr. C. VON TISCHENDORF, Apocalypses apocryphæ, Leipzig 1866 (reimpresión en Hildesheim1966). Las diversas tradiciones de la muerte y asunción de María se encuentran en las pp.95-112 (el texto del Pseudo-Juan), pp. 113-123 (Transitus Mariæ A); pp. 124-136(Transitus Mariæ B). La narración del Cura de Ars parece basarse en esta última.

68. Sermons du B. Curé d’Ars, t. IV, p. 95, en Mgr. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., p. 159.69. Ibidem, Sermones, t. III, p. 97.70. Ibidem, Sermones, t. III, p. 99.

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En la narración de la muerte de María sigue la tradición apócrifa67 alexplicar el anuncio de su próxima muerte por el arcángel san Gabriel, elgozo íntimo que tuvo ante la noticia, la venida milagrosa de los apóstoles(excepto Tomás, que llegó tres días después de su muerte), las palabras deconsuelo que les transmitió y su serena muerte. “En el momento de lamuerte de María, todo es tranquilidad, su rostro más brillante que nunca,(...), un amable pudor brilla en su frente, una dulce majestad cubre susanto cuerpo, sus ojos tiernamente fijos en el cielo reflejan su serenidad;su espíritu, abismado en Dios, parece verle cara a cara”68. De estasnarraciones saca consecuencias prácticas para sus oyentes: “¿Queremos,como María, morir sin tristeza? Vivamos como Ella vivió, sin aficionarnosa las cosas creadas; hagamos lo que Ella, amemos sólo a Dios, no deseemosmás que a Él, no busquemos otra cosa que agradarle en todas nuestrasobras”69.

Si durante su vida María fue una criatura singular plenificada por lagracia, también fue sin igual su entierro y sepultura. Junto al dolor por lamarcha de la Virgen, se respiraba un ambiente de gozo y de alegría. “Losmismos apóstoles fueron los encargados de llevar el precioso depósito yaquel santo y sagrado cortejo atravesó las calles de Jerusalén y llegó hastael sitio destinado a sepultura, que era el huerto de Getsemaní en el vallede Josafat. Todos los fieles seguían la comitiva con antorchas encendidas ymuchos transeúntes se juntaban al piadoso cortejo que llevaba el arca delNuevo Testamento para conducirla al lugar de su descanso. Nos dice sanBernardo que también los ángeles formaban en la procesión, precediendoy siguiendo al cuerpo de la soberana Virgen con cánticos de alegría”70.

Depositado el santo cuerpo los fieles regresaron a Jerusalén. Los ángelespermanecieron entonando durante tres días cánticos de alabanza y losapóstoles acudían al sepulcro alternativamente a honrar a la Madre. A los

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71. Ibidem, Sermones, t. III, p. 100.72. Idem, p. 100.73. Idem, p. 101.74. Idem, pp. 92-93.75. Sermons du B. Curé d’Ars, t. IV, p. 87, en Mgr. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., p. 194.76. Idem, p. 85, en Mgr. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., p. 195.

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tres días llegó Tomás y pidió a san Pedro ver el cuerpo de María. Cuandoabrieron el féretro “no hallaron allí más que las vestiduras. Los ángeles se lahabían llevado al cielo, pues no se oían ya sus cánticos”71.

El Santo Cura se explaya en la glorificación de Nuestra Señora, “¡Ohespectáculo arrebatador!, jamás el cielo había visto entrar en su recinto a unacriatura tan hermosa, tan excelsa, tan perfecta y tan rica en virtudes. (...)Acercaos, y veréis cómo, al abrirse las puertas del cielo, toda la corte celestialse prosterna ante Ella cual ante su Soberana. El mismo Jesucristo la acompañaen su triunfo y la lleva a sentarse en el más hermoso trono de su reino. Las tresPersonas de la Santísima Trinidad le ponen sobre su cabeza una coronabrillante y la constituyen depositaria de los tesoros del cielo”72. El gozo deMaría es indescriptible al ser recibida por su Hijo glorioso y, a la vez, la alegríade Jesús es inmensa al contemplar la purísima y virginal belleza de su Madre.

Esta gloria y alabanza de María es, al mismo tiempo, un gran motivo deesperanza para nosotros, pues toda esa riqueza de gracias que ha recibido dela Trinidad la aplicará en favor de nuestras almas. Nos profesa un amor demadre, porque somos realmente hijos suyos. Por eso, “¡qué suerte paranosotros el tener una tan cariñosa Madre que nos precede en la práctica delas virtudes que han de hacernos agradables a Dios y llevarnos al cielo!”73.Es nuestra Mediadora, en un doble sentido. En primer lugar, tendiéndonosun puente hacia Dios, pues “Ella es quien presenta a su divino Hijo nuestrasoraciones, nuestras lágrimas y nuestros suspiros”. Después es la Virgen “laque atrae sobre nosotros las gracias que nos son necesarias para lasalvación”74. Ella intercede constantemente por nosotros, pecadores, anteDios suplicando su misericordia y su perdón. “Oh Madre, qué grande es tuternura, sin embargo con cuánta ingratitud te pagamos”75. Tal es elvalimiento de María Santísima ante Dios, que el Santo Cura afirma conclaridad, que “sin las plegarias de María el mundo no existiría y estaríaconvertido en ruinas por nuestros pecados”76.

77. Esprit du Curé d’Ars, en Mgr. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., p. 204.78. CURA DE ARS, Sermones, t. III, p. 101.79. Ibidem, Sermones, t. II, p. 241.80. Sermons du B. Curé d’Ars, t. IV, p. 91, en Mgr. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., p. 216.81. Idem, p. 70, 79 y 94 en Mgr. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., p. 232.

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La mediación de María es tan poderosa que logra todo lo que pide al Señor,porque Ella es la única criatura que nunca ha ofendido a Dios, es la toda pura ybella en su presencia. Lo explica con ejemplos sencillos, asequibles a sus oyentes.“Cuando nuestras manos han tocado algún perfume embalsaman todo lo quetocan; hagamos pasar nuestras plegarias por las manos de María y Ella lasembalsamará”77. Por eso, nos invita a tener una gran confianza en nuestra Madre,pues “estamos seguros que, por grande que sea nuestra miseria, Ella nos obtendrála gracia de nuestra conversión. Tanto es el interés que siente por la salvación denuestra alma, tan grande es su anhelo de vernos felices”78. De aquí que, confrecuencia, reitere su consejo: “En todas nuestras penas, sean del alma sean delcuerpo, después de Dios, hemos de concebir una gran confianza en la VirgenMaría”79, pues si Moisés consiguió el perdón divino para 300.000 personas, ¿quéno conseguirá nuestra Madre que es más agradable a Dios que Moisés?

El Santo Cura muestra a sus oyentes un criterio claro y cierto para ver si suvida se dirige a la vida eterna: “Conoceréis fácilmente si un cristiano está en elcamino del cielo o si él camina hacia la perdición: preguntadle si ama a María.Si os responde que sí y sus acciones lo prueban, bendecid al Señor, esta alma espara el cielo; pero si os dice que no, y que no parece sino que desprecia lo quese refiere a su culto, llorad amargamente, pues está abandonado de Dios ypresto a caer en los abismos”80. Animaba, por eso, a sus feligreses a tener en suscasas imágenes o cuadros de María que les sirvan de recuerdo de tan BuenaMadre. Podría afirmarse que el cristiano que tiene una gran confianza en laVirgen, tiene asegurada su salvación.

María es, por tanto, nuestra Madre, nuestra Mediadora, nuestra valedoraantes su Hijo y nuestro gran modelo a imitar. No basta con implorar a María, espreciso imitar sus virtudes porque cuando se ama a alguien, se intenta identificarsu vida a la del ser amado. “Ahora bien, María nos ama; por eso se complace alver en sus hijos las virtudes que Ella ha practicado. Dios nos la presenta como unbello espejo donde se refleja, como un modelo perfecto de todas las virtudes”81.

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82. Todas las apariciones marianas están tomadas de Mgr. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o.c., pp. 13-75.

83. M. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., p. 9.

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3. Sucesos extraordinarios referentes al trato con Santa María82

Algunos biógrafos del Santo Cura de Ars afirman que nuestro Santotuvo una relación tan íntima y cercana con la Virgen, que, al menos, huboseis momentos de su vida en las que María Santísima se le apareció con lasencillez y naturalidad de una persona ordinaria. Es muy posible que hayanexistido más apariciones, pero no tenemos constancia de ellas, porque elCura de Ars siempre mantuvo una extrema y absoluta reserva de estoshechos. Sin embargo, algo se entrevé en la expresión ya comentadapreviamente: “La Santísima Virgen, Santa Filomena y yo nos conocemosbien”. Esta frase tan breve, puede indicar la existencia de una estrechafamiliaridad entre la Reina del Cielo y el Santo Cura.

Las noticias de las apariciones de las que se tiene constancia proceden depersonas que, de forma fortuita, fueron testigos. De estas seis aparicionessolamente una de ellas se ha incluido en las actas del proceso de beatificación.Las otras cinco, no obstante, también son dignas de tenerse en cuenta por lahonorabilidad y fiabilidad de los testigos. Ninguno de ellos tenía ningúninterés en inventar nada y además, sin conocerse entre ellos, han explicado loshechos poniendo las mismas palabras de admiración en los labios del SantoCura cuando afirmaba con toda sencillez que “era la Santísima Virgen”.

Como afirma un biógrafo: “finalmente, estas apariciones llevan con ellas laprueba de su autenticidad. Unas veces es una curación milagrosa o unapredicción con antelación que confirma la veracidad del testimonio; otras, sonlos progresos sorprendentes en la perfección cristiana, o una conversiónclamorosa, o una dulce paz que se apodera de un alma atormentada. Al ser estoshechos los resultados de las apariciones ponen en ellas el sello de lo divino”83.

3.1. Primera aparición

Esta aparición está recogida en el proceso de beatificación del Santo Curade Ars y está relatada por la Srta. Etiennette Durié, que nació en Arfeuille

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(Allier) el año 1810. Conoció a san Juan María el año 1840, y el día en quepor primera vez se entrevistó con él, fue curada de unas crisis dedesvanecimiento. Como agradecimiento a ese favor se quedó en Ars paraayudar al párroco en sus diversas fundaciones. He aquí su relato:

“Era el 8 de mayo de 1840 una hora después del mediodía; el Rvdo.Vianney estaba solo en su habitación. Yo subía la escalera y le oíhablar, como si hubiera alguna persona con él. Subí muy lentamentey me puse a escuchar. Una dulce voz le decía: ¿Qué me pedís? Mibuena Madre, yo os pido la conversión de los pecadores, la curaciónde los enfermos y de los afligidos, y en particular la curación de unapersona que sufre desde hace veintiocho años y que pide la curacióno la muerte. La voz respondió: Ella curará, pero más tarde.

La puerta estaba ligeramente entreabierta; entré súbitamente. ¡Cuálno sería mi sorpresa al ver cerca de la chimenea de la habitación, unadama de una estatura normal, vestida con una ropa de brillanteblancura, sembrada de rosas de oro! Los zapatos me parecieronblancos como la nieve; sobre sus manos brillaban los más ricosdiamantes; su frente estaba ceñida de una corona de estrellaschispeantes como el sol; quedé deslumbrada.

Cuando pude reposar sobre ella mi mirada, la vi sonreír dulcemente.¡Mi buena Madre, le dije enseguida, conducidme al cielo! –Mástarde–. ¡Madre mía, será mucho tiempo! Tú serás mi hija y yo seré tumadre. Al decir estas palabras, ella desapareció.

Permanecí un momento paralizada y totalmente asombrada del favorque me había otorgado. Cuando volví en mí, vi al Rvdo. Cura de piedelante de la mesa, con las manos juntas sobre el pecho, su figurailuminada y la mirada inmóvil. Temiendo que estuviera muerto, meacerqué y le tiré de la sotana. Entonces dijo: Dios mío, ¿eres tú? –No,Padre mío, no es Dios, soy yo. –¿Dónde estabas? ¿Qué has visto?...–Yo he visto una Dama... –Si lo cuentas, –me reprendió el Rvdo.Vianney con un tono severo–, no pondrás jamás los pies en mihabitación. –Tengo bastante orgullo sin buscar aumentarlo. Pero¿quién era esa Dama? Yo he pensado que era la Santísima Virgen. –Noestás equivocada. ¿Y la has visto? –Sí, Padre mío, yo la he visto y lehe hablado... ¿En qué estado estabais para que os haya creído muerto?–¡Oh!, no, es que estaba demasiado contento por ver a mi Madre.

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84. M. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., pp. 13-15.

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–Mi buen Padre, gracias a Vd. he podido ver a la Santísima Virgen:consagradme a Ella cuando la volváis a ver, a fin de que a su vez Ella meconsagre a su divino Hijo. El Siervo de Dios me lo prometió y añadióal mismo tiempo: Os curaréis. –¿Cuándo será eso? –Un poco más tarde;pero no me preguntes cuándo. Que se haga la voluntad de Dios”84.

Esta mujer padecía desde hacía dos años un proceso canceroso. El Curade Ars le recomendó hacer una novena al Corazón Inmaculado de María. Eldía en que la finalizó, durante la Sta. Misa solemne –era el día 15 de agosto,solemnidad de la Asunción– notó que había sido curada de forma súbita.

3.2. Segunda aparición

“En el año 1856 François Bourdin se había confesado varias vecescon san Juan María durante la semana que pasó en Ars. En elmomento de la comunión le entró una duda: ¿había recibido laabsolución?... Resolvió consultar este tema al santo confesor, dejó susitio y se colocó en la fila de los penitentes. Cuando entró en lasacristía, el Rvdo. Vianney estaba de pie dando la espalda a la puertay conversaba con una Señora situada en frente de él. Su talla era algomayor que la del Siervo de Dios. Sus vestidos eran blancos; su figuraun poco redondeada, poseía una belleza maravillosa, de la que nadade lo que se ve en imagen o en la realidad puede dar una idea.

En el momento en que franqueó el umbral de la puerta, la granSeñora miró a Bourdin de forma penetrante y llena de bondad: habíaleído hasta el fondo de su alma. Conmovido, no osando fijar sumirada en Ella, el penitente se arrodilló en el confesonario, con lacabeza entre las manos.

Sin embargo, el Cura de Ars parecía no haberse dado cuenta de nada;él continuó durante una media hora conversando silenciosamente conla Aparición.

Mientras estaba en el reclinatorio, Bourdin sintió como si un pesoinmenso se quitase de su pecho y notó un bienestar indefinible, unaespecie de impresión sensible de la gracia en su corazón. Después elCura de Ars, encontrándose solo, sin que la puerta se hubiera abierto

85. M. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., pp. 25-26.86. Ibidem, pp. 35-36.

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para dejar salir a la misteriosa Señora, se volvió hacia el penitente, letomó suavemente por el brazo y le dijo: Vaya en paz, Vd. está conseguridad en gracia de Dios”85.

3.3. Tercera aparición

La Srta. Jenny Gonnet de Saint-Genis-Terrenoire (parroquia de laarchidiócesis de Lyon) era una joven muy piadosa, distinguida y discreta.De familia honorable y condición acomodada, de recto y seguro juicio, devirtud probada, murió en su pueblo natal en olor de cuasi santidad a la edadde 34 años.

“Un día ella se acercó a Ars con una amiga para conocer y consultar alSanto Cura. Estuvo allí varios días, se confesó y quedó muy edificadapor todo, y muy fortalecida en su resolución de tener una vida deperfección. Antes de marcharse, tuvo un vivo deseo de abordar alRvdo. Vianney en la sacristía para conversar de un asunto que tenía enel corazón. Ella esperó el día y momento favorable y cuando pensó queera el momento oportuno se dirigió a la sacristía pensando que elSiervo de Dios estaba solo, pues le había visto entrar un poco antes yella le había seguido. Ahora bien, en el momento de franquear elumbral de la puerta abierta, se detuvo desconcertada; el Rvdo.Vianney se encontraba frente a una bella Dama, su interlocutora, yparecía absorto en un coloquio misterioso... Por discreción la joven seretiró lentamente. Al día siguiente ella volvió y esta vez le encontrósolo al santo Cura. Yo vine ayer a tal hora, dijo ella, Vd. estaba conuna gran Dama y yo me retiré. El buen Cura sonrió dulcemente y lamiró con asombro y bondad: Entonces, ¿Vd. la ha visto, hija mía?...Pues bien, ¡era la Santísima Virgen!... ¡Hija mía, Vd. ha visto a laSantísima Virgen! Pero no debéis decir nada a nadie”86.

La joven no podía estar más confortada, se marchó de Ars llevando susecreto, y a partir de entonces fue progresando de forma sorprendente en laperfección cristiana. Jenny, no habló de este secreto en su pueblo a unasamigas íntimas hasta la muerte del Santo Cura.

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87. M. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., p. 46.

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3.4. Cuarta aparición

Un día un francmasón de Chalon-sur-Saône, por circunstanciasdesconocidas, llegó a Ars y se presentó ante el Rvdo. Vianney.

–“Amigo mío –le dijo el Santo–, Vd. tiene una gran necesidad deconfesarse, pero en este momento no está preparado para recibir elperdón de sus faltas. Vaya a recitar algunas Avemarías a la capilla dela Santísima Virgen y pídale su conversión. Este hombre aceptódócilmente la sugerencia del Santo Cura. Apenas se puso a rezararrodillado a los pies de María Inmaculada, cuando la estatua pareceanimarse, la Virgen le habla, la capilla se ilumina de claridadescelestes; viendo el lamentable estado de su alma, se derrite enlágrimas y se encuentra, un momento después, a los pies del Siervode Dios para confesar su vida culpable”87.

Esta conversión es muy parecida a la sucedida, pocos años antes, aAlfonso Tobías de Ratisbona, abogado y banquero judío de 27 años, demuy buena posición económica que profesaba gran odio hacia lareligión católica. El Barón Teodoro de Bussiere amigo del banquero, aprimeros del año de 1842 durante una cena en su casa, en Roma, lepropuso un desafío: pidió a Ratisbona que se colocase en el cuello laMedalla Milagrosa. El banquero aceptó con un cierto sarcasmo esaproposición.

El jueves 20 de enero de 1842, el Barón Teodoro debía encargar unaMisa por el Conde de Laferronays, Ratisbona le acompañó al Barón a labasílica de Santa Andrea delle Frate, en Roma. Al entrar, se dirigió a lasacristía mientras Alfonso admiraba las obras de arte. Grande fue susorpresa cuando, al volver, se encontró al banquero de rodillas, orandofervientemente frente a uno de los altares. Cuando le preguntó qué sucedía,aquél le respondió que había ocurrido un milagro:

“...Me sentí dominado por una turbación inexplicable. En la capillade san Miguel se había concentrado toda la luz, y en medio de aquelesplendor apareció sobre el altar, radiante y llena de majestad y de

88. M. H. CONVERT, Notre-Dame d’Ars, o. c., pp. 57-58.

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dulzura, la Virgen Santísima tal y como está grabada en la medallamilagrosa. Una fuerza irresistible me impulsó hacia la capilla.Entonces la Virgen me hizo una seña con la mano como indicándomeque me arrodillara... La Virgen no me habló, pero lo he comprendidotodo”.

Poco tiempo después pidió ser bautizado en la Iglesia de Gesù en Roma,hizo la primera Comunión. Ingresó en la Compañía de Jesús y en 1847 seordenó sacerdote.

3.5. Quinta aparición

La Srta. de la Tournelle vivía en el castillo de Coligny, en Ain, estabapreocupada por una familia de esa región que tenía cuatro miembrosafectados de fiebre tifoidea. Ella pensó en ir a encontrarse con el Cura deArs, con el fin de rogarle que pidiera por la curación de esos pobresenfermos. Acude a la casa del presbítero y le comunican que debeencontrarse en la iglesia. Como escribe Convert:

“Va hacia allí y le encuentra, en efecto, de pie ante los escalones delsantuario conversando con una Señora vestida con sencillez, pero conun porte muy distinguido. Ella esperó hasta el fin de laconversación; cuando la Señora se marchó como una persona normal,ella se acercó.

–¿Por qué habéis esperado tanto tiempo antes de hablarme? –lepreguntó el Rvdo. Vianney–. Para no interrumpir vuestraconversación con esta Señora... –Cómo, ¿Vd. ha visto a esta Señora?–Sí, Señor Cura–. ¡Pues bien!, ¡era la Santísima Virgen!

Y antes de que la Srta. Tourelle le hubiese comunicado el objeto desu visita, le dijo el Rvdo. Vianney: ‘Volved al lado de de los enfermos,su salud ha mejorado’”88.

De hecho, al poco tiempo todos los enfermos sanaron.

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3.6. Sexta aparición

Un día en que el Santo Cura, después de la santa Misa, hacía su acciónde gracias cerca de la capilla de la Santísima Virgen, un hombre que rezabale vio conversar con una Señora vestida de blanco. Cuando hubo cesado laaparición el Rvdo. Vianney se acercó al peregrino, Francisco Alaymoz89, y lepreguntó si quería confesarse.

“Ante su afirmación positiva, el Santo Cura le hizo la observación deque debería haberle avisado. –Mi santo Padre –replicó Francisco–, yono le he querido perturbar, pues le he visto hablando con una Señora.–¿La habéis visto? –Sí, santo Padre, y la he visto desaparecer. –¡Puesbien! mi buen hombre, es la Santísima Virgen... Ya que la habéisvisto no tenéis necesidad de confesaros”.

Juan Luis BASTERO

Facultad de Teología

UNIVERSIDAD DE NAVARRA

89. Francisco José Alaymoz, natural de Grand-Abergement (Ain), era propietario en la aldeade Routes y murió el año 1844.