5
LA ECONOMÍA DEL PERÚ EN EL SIGLO XVIII La economía colonial se desarrolló a partir de los modelos occidentales, en los que el tributo y el salario determinaban la relación con el poder en este campo. Para ello utilizó en su provecho la estructura organizada por el Estado inca, aunque no incorporó los elementos clave de este modelo, basado en la redistribución y la reciprocidad que, sin embargo, se mantuvieron vigentes entre la población indígena. Los tributos fueron cobrados inicialmente a través de los encomenderos (época durante la cual predominó el cobro en especies), pero a partir de 1565 esta función recaudadora la realizaron los corregidores de indios, que en el siglo XVIII fueron sustituidos por los intendentes. La economía colonial se organizó fundamentalmente en torno a la minería y sus centros de producción atrajeron la mayor parte de la actividad comercial. La producción de plata tuvo una especial importancia tras el descubrimiento del cerro Rico de las minas de Potosí en 1545, aunque en esas fechas ya funcionaban otros de importancia en Porco, Puno, Caylloma y Cerro de Pasco. Las rentas producidas por la minería alcanzaron sumas muy elevadas, a pesar de la existencia de una continua actividad ilegal que facilitaba la extracción fraudulenta del mineral y su comercialización al margen tanto de los registros oficiales como del pago del quinto real. La mayor parte de la mano de obra empleada en estos trabajos procedía de los turnos forzosos establecidos por el sistema de la mita, en los que participaban indígenas procedentes de diferentes regiones. En tiempos del virrey Francisco de Toledo, la mita de Potosí tenía asignadas las provincias de Porco, Chayanta, Paria, Carangas, Sicasica, Pacajes, Omasuyos, Paucarcolla, Chucuito, Cavana, Cavanilla, Quispicanchis, Azángaro, Asillo, Canas y Canchis. Algunos indígenas consiguieron librarse de participar en la mita mediante un pago realizado a sus responsables directos; por esta razón recibieron el nombre de ‘indios de faltriquera’. Los mitayos realizaron también trabajos en la agricultura, la ganadería, los obrajes y la construcción. La agricultura de tipo europeo se desarrolló en principio en torno a los centros urbanos y, posteriormente, se fue ampliando a los valles, en los que se extendió el cultivo del algodón, la caña de azúcar, la vid, el olivo y algunos cereales como el trigo y la alfalfa. La producción de coca tuvo una importancia capital, extendiéndose su cultivo a grandes áreas por su elevado consumo, especialmente en las zonas mineras, y los numerosos beneficios económicos que generaba. Algo similar sucedió con la producción textil, que se incluyó entre los tributos al tiempo que se comercializaba dentro y fuera del virreinato. El curaca de Tacna Diego Caqui ha sido puesto como ejemplo de la incorporación al sistema de producción y comercio de tipo occidental introducido por los españoles. Fallecido en 1588, en esas fechas poseía 110 cepas de vid, una fábrica de vino y otra de odres, con mano de obra especializada y pagada con salario, ganado para el transporte terrestre y dos fragatas y un balandro para el comercio que llevaba hasta Chile y a Panamá. El comercio se centró fundamentalmente en el abastecimiento de productos destinados al consumo de la sociedad colonial. Los conceptos mercantiles, inexistentes en la sociedad andina, fueron aplicados a productos de una larga tradición en el mundo indígena, como el cultivo de la coca, que se desarrolló en grandes extensiones destinadas al mercado y muy especialmente al consumo en las áreas mineras. El comercio interregional se realizó a través de las vías

LA ECONOMÍA Y ASPECTO SOCIAL DEL PERÚ EN EL SIGLO XVIII

  • Upload
    dcireto

  • View
    6.206

  • Download
    1

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: LA ECONOMÍA Y ASPECTO SOCIAL DEL PERÚ EN EL SIGLO XVIII

LA ECONOMÍA DEL PERÚ EN EL SIGLO XVIII

La economía colonial se desarrolló a partir de los modelos occidentales, en los que el tributo y el salario determinaban la relación con el poder en este campo. Para ello utilizó en su provecho la estructura organizada por el Estado inca, aunque no incorporó los elementos clave de este modelo, basado en la redistribución y la reciprocidad que, sin embargo, se mantuvieron vigentes entre la población indígena. Los tributos fueron cobrados inicialmente a través de los encomenderos (época durante la cual predominó el cobro en especies), pero a partir de 1565 esta función recaudadora la realizaron los corregidores de indios, que en el siglo XVIII fueron sustituidos por los intendentes.

La economía colonial se organizó fundamentalmente en torno a la minería y sus centros de producción atrajeron la mayor parte de la actividad comercial. La producción de plata tuvo una especial importancia tras el descubrimiento del cerro Rico de las minas de Potosí en 1545, aunque en esas fechas ya funcionaban otros de importancia en Porco, Puno, Caylloma y Cerro de Pasco. Las rentas producidas por la minería alcanzaron sumas muy elevadas, a pesar de la existencia de una continua actividad ilegal que facilitaba la extracción fraudulenta del mineral y su comercialización al margen tanto de los registros oficiales como del pago del quinto real. La mayor parte de la mano de obra empleada en estos trabajos procedía de los turnos forzosos establecidos por el sistema de la mita, en los que participaban indígenas procedentes de diferentes regiones. En tiempos del virrey Francisco de Toledo, la mita de Potosí tenía asignadas las provincias de Porco, Chayanta, Paria, Carangas, Sicasica, Pacajes, Omasuyos, Paucarcolla, Chucuito, Cavana, Cavanilla, Quispicanchis, Azángaro, Asillo, Canas y Canchis. Algunos indígenas consiguieron librarse de participar en la mita mediante un pago realizado a sus responsables directos; por esta razón recibieron el nombre de ‘indios de faltriquera’. Los mitayos realizaron también trabajos en la agricultura, la ganadería, los obrajes y la construcción.

La agricultura de tipo europeo se desarrolló en principio en torno a los centros urbanos y, posteriormente, se fue ampliando a los valles, en los que se extendió el cultivo del algodón, la caña de azúcar, la vid, el olivo y algunos cereales como el trigo y la alfalfa.

La producción de coca tuvo una importancia capital, extendiéndose su cultivo a grandes áreas por su elevado consumo, especialmente en las zonas mineras, y los numerosos beneficios económicos que generaba. Algo similar sucedió con la producción textil, que se incluyó entre los tributos al tiempo que se comercializaba dentro y fuera del virreinato.

El curaca de Tacna Diego Caqui ha sido puesto como ejemplo de la incorporación al sistema de producción y comercio de tipo occidental introducido por los españoles. Fallecido en 1588, en esas fechas poseía 110 cepas de vid, una fábrica de vino y otra de odres, con mano de obra especializada y pagada con salario, ganado para el transporte terrestre y dos fragatas y un balandro para el comercio que llevaba hasta Chile y a Panamá.

El comercio se centró fundamentalmente en el abastecimiento de productos destinados al consumo de la sociedad colonial. Los conceptos mercantiles, inexistentes en la sociedad andina, fueron aplicados a productos de una larga tradición en el mundo indígena, como el cultivo de la coca, que se desarrolló en grandes extensiones destinadas al mercado y muy especialmente al consumo en las áreas mineras. El comercio interregional se realizó a través de las vías de comunicación interior que, en el caso de la puna, aprovechaba los caminos abiertos por los incas. Esta comunicación también ponía en contacto los centros urbanos del altiplano con áreas del norte de los actuales estados de Argentina y Chile, mientras que en los valles daba lugar a nuevos caminos que confluían en poblaciones que se convirtieron en centros de distribución hacia la sierra y el altiplano, como sucede con Juli. En otros casos, la búsqueda de una salida hacia el Atlántico hizo que ciudades como Salta, Córdoba o Tucumán (en la actual Argentina), se convirtieran en piezas clave del comercio interior y exterior.

Las vías oficiales del comercio marítimo estuvieron muy controladas por el monopolio de la monarquía española, que reglamentó de forma estricta la comunicación comercial entre los virreinatos en defensa de sus intereses. Sin embargo, la relación se mantuvo por medio del contrabando de productos locales y extranjeros, que abastecían con normalidad las necesidades de la sociedad colonial. Panamá, Guayaquil y Callao fueron los tres puertos más importantes del Pacífico relacionados con el virreinato del Perú. El producto más importante que se transportó a lo largo de esta ruta fue la plata procedente de Potosí, que llegaba a Lima tras un largo recorrido a través de Juli, Arequipa y los puertos de Islay o de Arica. En la capital virreinal era almacenada a la espera de la formación de la Flota del mar del Sur, creada para su protección y transporte, y trasladada hasta Panamá, desde donde iniciaba su camino a España integrándose en la Flota de las Indias.

Este repetido envío de grandes cantidades de plata por mar se convirtió desde el primer momento en objetivo de las acciones de piratas y corsarios, que atacaban a la flota durante su trayecto, y a la ciudad de Lima y al puerto del Callao, durante el periodo en que la plata estaba depositada en las Cajas Reales antes de emprender el viaje. La monarquía intentó proteger este trayecto, de vital importancia, con la

Page 2: LA ECONOMÍA Y ASPECTO SOCIAL DEL PERÚ EN EL SIGLO XVIII

fortificación de los puntos estratégicos de la navegación por el Pacífico sur y su entrada por el cabo de Hornos.

LA SOCIEDAD COLONIAL A FINES DEL SIGLO XVIII

Luego de las Reformas Borbónicas, el sistema colonial y el pacto existente entre sus partes se alteran sustancialmente. Poco a poco, estos cambios en las reglas del juego desembocarían en producir una rebelión independentista en las periferias virreinales que militarmente terminarían por concluir el poder español en América.

Si bien cada virreinato presenta particularidades y dentro de cada uno más matices que vale la pena analizar para entender a cabalidad el complejo proceso de la independencia americana, se puede afirmar en general que la ruptura del pacto colonial afectó de diferente manera los intereses de las clases dominantes de cada uno de ellos.

Así, para los virreinatos del Río de la Plata o de la Gran Colombia, la independencia de la metrópoli significaría la única forma de avanzar en su desarrollo económico creciente; mientras que para el caso de México y Perú la independencia significaba seguir reteniendo a través de otros medios de control lo que España ya no garantizaba.

ASPECTOS SOCIALES Y POLÍTICOSSi bien los derechos y beneficios de los criollos se habían visto reducidos desde la implementación de las Reformas Borbónicas y la declaratoria de libre comercio entre los puertos coloniales, este grupo seguía bien integrado a la economía mercantilista colonial, conformando una elite que comprendía a los hacendados de la costa norte, los comerciantes de Lima y los mineros de plata de Cerro de Pasco y Potosí.

La elite criolla limeña, que según algunos cálculos era de alrededor de 1,500 personas sobre una población citadina de más de 63,800 habitantes, fue la más poderosa, representada en el extremo por los comerciantes acreedores que a su vez dominaban el Tribunal del Consulado. También se encontraban propietarios de minas, haciendas agrícolas y obrajes, entre otras fuentes de riqueza. Parte de la elite también detentó algún cargo administrativo que le otorgó aun más prestigio y poder, pero nunca pudieron detentar los cargos más altos de la administración y el gobierno virreinal, siempre reservados para españoles peninsulares, con los cuales establecieron estrechas relaciones de amistad, clientela y hasta de matrimonio. Vemos que este sector social representó la fuente principal de riqueza en el virreinato peruano, mientras que necesitó a la metrópoli para perpetuar la correlación social de fuerzas dentro de la sociedad peruana y conservar su estatus y poder. Este dato ayudará posteriormente a entender por qué el virreinato peruano y sobre todo Lima fue el último bastión realista latinoamericano, sobre todo si tomamos en cuenta las donaciones realizadas por dicha elite al Estado, donaciones destinadas a la defensa del virreinato de los peligros internos que se habían desarrollado a lo largo de todo el siglo XVIII, y luego a los que produjeron en el XIX en el contexto de la independencia de la metrópoli.

La elite provinciana se concentró en Cuzco, Arequipa y Trujillo en menor medida. Su poder era menor al de la elite limeña y también el poder de los cargos que detentaban, así como su participación en el comercio virreinal. Esta elite mostró a fines del XVIII, desde la rebelión de Túpac Amaru II, además de un rechazo a las reformas borbónicas, un malestar por la concentración de poder de la elite limeña, en parte como intermediaria de la administración de la corona pero también como un rival en el aspecto comercial. Esta especie de resentimiento ante la administración limeña avivó en los primeros años del XIX una serie de sentimientos separatistas y autónomos, dirigidos no hacia la corona, sino hacia Lima. Esta elite provinciana actuaría de manera diferente a la limeña en los acontecimientos independentistas, brindando un mayor apoyo a las tropas extranjeras y avivando el debate descentralista en los primeros años de la república.

Un sector de poder emergente fue el de los sectores medios de la sierra central andina, que a lo largo del siglo XVIII habían desarrollado todo un sistema comercial y de producción articulado a la minería de Cerro de Pasco y Huarochirí. Este sector emergente de orígenes modestos vio rápidamente limitado su crecimiento debido a la intervención monopólica de los criollos y peninsulares locales. Estos grupos intermedios, al ver socavados sus beneficios económicos, optaron por cuestionar el restrictivo sistema colonial y apostar por el libre comercio, lo cual a la larga se traduciría en un apoyo mediante montoneras a la causa independentista. Un grupo intermedio de importancia es el que se desarrolló en espacios rurales, tanto en la costa como en la sierra. Estuvo comprendido por pequeños comerciantes, curacas, arrieros, mercaderes y otros miembros de la baja nobleza india. No lograron detentar cargos de importancia ni mucho poder ni estatus, pero lo suficiente como para dominar de manera directa a un grupo de indígenas de las comunidades, sobre todo en el caso de los curacas o caciques, que sin embargo habían visto reducido su poder luego de la represión seguida a la rebelión tupacamarista. Fue un grupo muy heterogéneo y sobre todo independiente en su movilidad geográfica, debido a sus labores

Page 3: LA ECONOMÍA Y ASPECTO SOCIAL DEL PERÚ EN EL SIGLO XVIII

de control y comercio, lo cual fue un factor fundamental en las conspiraciones y rebeliones organizadas a lo largo del XVIII y en el apoyo a los ejércitos independentistas.

Los grupos sociales urbanos más bajos fueron comprendidos por pequeños comerciantes y burócratas de bajo rango, dentro de los cuales podíamos encontrar no sólo criollos, sino mestizos, indios y hasta mulatos y negros libres. En zonas rurales costeñas, la fuerza de trabajo estuvo principalmente basada en la esclavitud negra, mientras que en zonas rurales serranas era mayoritariamente población india ligada al trabajo en las haciendas mediante la mita o debido al pago de deudas y tributos que contraían a causa de las diversas cargas impuestas.

La organización política del virreinato peruano a puertas de las guerras de independencia no era la misma de inicios del siglo XVIII, como consecuencia de la reforma administrativa borbónica y la rebelión de Túpac Amaru II. El sistema de intendencias establecido en el Perú en 1784 buscó ejercer el control administrativo y social dentro de sus jurisdicciones, dejando de lado a los corregidores y enfrentándose en muchos casos a las audiencias y a las cortes eclesiásticas. La labor observadora de los intendentes afectó el poder de las elites burocráticas locales, en su mayoría conformada por criollos.

Por otra parte, la creación de nuevos virreinatos como el de Nueva Granada en 1736 y el del Río de la Plata en 1776, sobre todo el último al eliminar al Alto Perú del territorio del virreinato peruano, limitó una de las principales fuentes de riqueza minera y limitó un articulado circuito comercial ligado a Potosí. Asimismo, el establecimiento de la Audiencia del Cuzco en 1787 jugó un papel importante en el control virreinal sobre el sur andino, que junto con la militarización de la zona permitió mantenerla relativamente pacificada hasta la primera década del siglo XIX.

EL MOVIMIENTO INDEPENDENTISTALa crisis del estado metropolitano español fue el desencadenante más claro de una serie de paradigmas traducidos tanto en debates intelectuales y políticos; como en conspiraciones, levantamientos y rebeliones. El vacío de poder español y la creación de las Juntas abrió espacios para que ideas liberales se difundieran por grupos intelectuales en toda América, quienes apostaron por condiciones políticas y económicas menos restrictivas y más igualdad social. Además, esas Juntas de gobierno en América aceleraron el proceso de maduración política que necesitaron algunos grupos de poder para organizar y liderar un movimiento independentista. El caso del virreinato del Río de la Plata es muy claro al respecto.

En el caso peruano, como veremos a continuación, la férrea defensa del virrey Abascal, un absolutista acérrimo, con el apoyo de la elite limeña, ante cualquier intención de cambio no sólo en el virreinato peruano al no establecer una junta de gobierno y resistirse a implementar la constitución liberal de 1812, sino en los virreinatos limítrofes al enviar expediciones militares de represión. Ello agudizó no sólo la crisis económica y fiscal de la elite y del Estado, sino que separó aun más a las elites regionales que luchaban en contra de las políticas monopolizadoras defendidas por la aristocracia limeña.

Una serie de levantamientos y rebeliones se produjeron entonces en diversos lugares del virreinato peruano. La mayoría proponía reformas económicas y sociales, y en algunos casos separatismo. La rebelión del Cuzco en 1814 abrió una nueva posibilidad de articulación social que no se veía desde el movimiento de Túpac Amaru II, pero finalmente ese proyecto fue abortado por la elite al abandonarlo por temer ante un desborde de las masas indígenas.

Así, vemos que el virreinato del Perú se establecía como el eslabón fidelista y realista en América, y debía ser derribado para consolidar la independencia del continente. La dura represión y la fidelidad de la elite dominante provocaron que este proceso no se pudiera articular dentro del virreinato, por peruanos. Se debía esperar otro momento de la historia para llevarla a cabo.