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Bilbao La actual exposición de la escultura de Henri Matisse (1869-1954), presentada por la BBK, piezas en bronce, reüne una selección de 40 estampas de obra gráfica que enriquece una selección del museo dedicado al artista en Niza, además de una serie de 10 bellas aspectos tanto históricos como temáticos de esta sencilla como importante obra plástica. La escultura de Matisse Kosme de Barañano M a t i s s e no es sólo el más importante de los pintores «fauves» (los üe- ras del color) sino una de las grandes figuras de la primera mitad del siglo XX junto con Pablo Picasso y Fierre Bon- nard. Matisse pasó de la fiereza de su primer momento a regis- trar la belleza del ritmo de los cuerpos. Su vanguardia no fue >lasmar la belleza de lo feo y lo ragmentado sino la de la uni- dad de la forma. Como Picasso el francés compaginó la pintura con la es- cultura y con la cerámica. Ma- tisse señaló que modelaba tan a gusto como pintaba, que sim- plemente cambiaba de medio cuando se cansaba: «la recher- che est la meme». Se lo comen- tó en 1951 en una entrevista con H. Charbonnier: «hago es- culturas cuando me canso de pintar. Lo hago por cambiar de medio de expresión. Pero he re- alizado estas esculturas como un pintor». Modeló siempre de )ie, luego al final en la cama, ^or eso la elección del tamaño, el problema de la escala, fue al- f ;o elegido, algo querido como o fue en el caso de Giacometti. Matisse realiza unos 70 bron- ces. De ellos unos 50 están rea- lizados entre 1900 y 1916, y ca- si todas las piezas son de pe- queño formato a excepción de Le Serf de 1903, de 92 centíme- tros. Esta es la única gran pieza de Matisse junto con los cinco relieves de 1,90 metros, los Desnudos de Espaldas, cuyo proceso de creación se extien- de en un amplio arco que va de 1909 a 1931. La primera mues- tra exhaustiva se presentó en Henri Matisse (1869-I9S4) «Hago esculturas cuando me canso de pintar» 1991 en el Museo de Berna, con un gran texto de Sandor Kuthy, mientras el Museo de Niza se renovaba esencialmen- te. A ia vez se presentó en el Museo de Bonn por E. O. Gü- se el Matisse. Zeichnungen und Skulturen. Tras estas exposi- ciones se publicó el excelente catálogo razonado de la plásti- ca de Matisse por Xavier Gi- rard. Como se puede observar en Bilbao, a pesar del tamaño, y al igual que las pequeñas piezas de Alberto Giacometti entre 1937 y 1945, la escultura de Matisse es una escultura mo- numental para espacios priva- dos. Muy al contrario de sus grandes cuadros, que van pi- diendo grandes paredes para mostrar más la esencia del de- talle. Dieciocho piezas de Ma- tisse son más pequeñas que 20 centímetros, siendo especial- mente interesante el Pequeño Torso de 1929, que tiene ocho centímetros. En esta exposición se pre- grabados entre 1900 y 1948, desde su autorretrato precisa- mente grabado realizado al aguafuerte y las simples y be- llas aguatintas para las que sir- ve Nadia de modelo. A algunos les parecerán esos trazos de Nadia sonriente o Nadia enfa- dada como trazos rápidos, bo- cetos realizados con ligereza y sin concentración. Pero el ojo experto reconoce la lección de la paciente tradición oriental por la larga búsqueda de lo simple. Soltura de trazo, viveza de expresión o indolente inten- ción de la mirada son plasma- dos con un simple borrón de tinta. En ese borrón se cifra la sabiduría técnica de toda una vida de dibujante. Hubiera si- do interesante poner juntas una escultura de mujer tumba- da de 1907 con un cuadro que representa a la misma escultu- ra, realizado el mismo año Re- cuerdo de Biskra. La primera obra de Matisse se corresponde con su época de estudio, moviéndose entre Gustavo Moureau y Auguste Rodin, donde se mezcla el inte- rés por la escultura clásica y por la huella del modelador impresionista. Paralela a ella aparece el mundo de los graba- dos en madera. Después apare- cen las cabezas de Jeannette, entre 1900 y 1916, donde se asume ya esa plástica votiva, como altares femeninos, con una contención muy diferente a la estructuración de Henri Laurens, y al juego de trompe- l'oeil de la plástica picassiana, pero siendo a la vez a respues- ta a las cabezas precubistas que el español hace de su compañe- ra Fernande en 1909. Esta relación Picasso-Matis- se no sólo se da en la pintura si- no también en la escultura de ambos. Picasso pinta en 1908 un pequeño cuadro a partir del tema de la miner desnuda, Nu couche, de Matisse de 1907. Más sintomáticos aún son los cuadros que Picasso pinta en- tre el 13-12-1954 y el 14-2-1955 siguiendo la Femmes d'Algier de Delacroix, que en el fondo son un homenaje a Matisse, que ha fallecido el 3-11-1954, y un inventario de sus formas, tanto en pintura como en es- cultura. Después vienen las cabezas de Henriette, en 1925, 1927 y 1929, perfectamente colocadas en esta exposición, demuestran ue Matisse va a modelo. Así la esa distancia g tomar sobre e presentación plástica se va de- rritiendo, se va diluyendo de la presentación de la persona, pa- ra organizarse simplemente co- mo volumen; es decir, como es- tatua, como las grandes piedras de Pascua. A este periodo corresponden las litografías, ese conocido y divulgado mundo de líneas que definen los rostros como si fue- ran máscaras y volúmenes ova- les. En el blanco del papel o de la piedra busca Matisse la mi- rada interior, atándose al for- mato vegetal de Brancusi. Fijé- monos en cómo conforma los ojos Matisse. Pocas veces las )upilas se cierran como círcu- os, más bien son rasgos dentro de unas almendras rasgadas. Con sólo dos milímetros de lí- nea consigue Matisse dar al ojo una sensación de mirada in- quieta; o al revés, con la plas- mación de la mirada fija, perdi- da, consigue Matisse ciwar la viveza de la persona. Un cami- no a la inversa recorrerá el es- cultor Chiliida ante los dibujos de Matisse: en la modulación de la línea de éste buscará el vasco respuesta a su pregunta sobre el carácter relacional del espacio. Hay también una relación de Matisse con otro artista vasca, con Francisco Iturrino. Nadie se ha referido con mayor preci- sión a las relaciones de Henri Matisse con Francisco Iturrino, a esa visita a España, es decir, a

La escultura de Matisse

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Page 1: La escultura de Matisse

BilbaoLa actual exposición de la escultura de Henri Matisse (1869-1954), presentada por la BBK, piezas en bronce, reüne una selección de 40 estampas de obra gráfica que enriquece una selección del museo dedicado al artista en Niza, además de una serie de 10 bellas aspectos tanto históricos como temáticos de esta sencilla como importante obra plástica.

La escultura de MatisseKosme de Barañano

M a t i s s e no es sólo el más importante de los pintores «fauves» (los üe- ras del color) sino una de las

grandes figuras de la primera mitad del siglo XX junto con Pablo Picasso y Fierre Bon- nard. Matisse pasó de la fiereza de su primer momento a regis­trar la belleza del ritmo de los cuerpos. Su vanguardia no fue >lasmar la belleza de lo feo y lo ragmentado sino la de la uni­

dad de la forma.Como Picasso el francés

compaginó la pintura con la es­cultura y con la cerámica. Ma­tisse señaló que modelaba tan a gusto como pintaba, que sim­plemente cambiaba de medio cuando se cansaba: «la recher- che est la meme». Se lo comen­tó en 1951 en una entrevista con H. Charbonnier: «hago es­culturas cuando me canso de pintar. Lo hago por cambiar de medio de expresión. Pero he re­alizado estas esculturas como un pintor». Modeló siempre de )ie, luego al final en la cama, ^or eso la elección del tamaño,

el problema de la escala, fue al-

f;o elegido, algo querido comoo fue en el caso de Giacometti.

Matisse realiza unos 70 bron­ces. De ellos unos 50 están rea­lizados entre 1900 y 1916, y ca­si todas las piezas son de pe­queño formato a excepción de Le Serf de 1903, de 92 centíme­tros. Esta es la única gran pieza de Matisse junto con los cinco relieves de 1,90 metros, los Desnudos de Espaldas, cuyo proceso de creación se extien­de en un amplio arco que va de 1909 a 1931. La primera mues­tra exhaustiva se presentó en

Henri Matisse (1869-I9S4)

«Hago esculturas cuando me canso de pintar»

1991 en el Museo de Berna, con un gran texto de Sandor Kuthy, mientras el Museo de Niza se renovaba esencialmen­te. A ia vez se presentó en el Museo de Bonn por E. O. Gü- se el Matisse. Zeichnungen und Skulturen. Tras estas exposi­ciones se publicó el excelente catálogo razonado de la plásti­ca de Matisse por Xavier Gi-

rard.Como se puede observar en

Bilbao, a pesar del tamaño, y al igual que las pequeñas piezas de Alberto Giacometti entre 1937 y 1945, la escultura de Matisse es una escultura mo­numental para espacios priva­dos. Muy al contrario de sus grandes cuadros, que van pi­diendo grandes paredes para mostrar más la esencia del de­talle. Dieciocho piezas de Ma­tisse son más pequeñas que 20 centímetros, siendo especial­mente interesante el Pequeño Torso de 1929, que tiene ocho centímetros.

En esta exposición se pre-

grabados entre 1900 y 1948, desde su autorretrato precisa­mente grabado realizado al aguafuerte y las simples y be­llas aguatintas para las que sir­

ve Nadia de modelo. A algunos les parecerán esos trazos de Nadia sonriente o Nadia enfa­dada como trazos rápidos, bo­cetos realizados con ligereza y sin concentración. Pero el ojo experto reconoce la lección de la paciente tradición oriental por la larga búsqueda de lo simple. Soltura de trazo, viveza de expresión o indolente inten­ción de la mirada son plasma­dos con un simple borrón de tinta. En ese borrón se cifra la sabiduría técnica de toda una vida de dibujante. Hubiera si­do interesante poner juntas una escultura de mujer tumba­da de 1907 con un cuadro que representa a la misma escultu­ra, realizado el mismo año Re­cuerdo de Biskra.

La primera obra de Matisse se corresponde con su época de estudio, moviéndose entre

Gustavo Moureau y Auguste Rodin, donde se mezcla el inte­rés por la escultura clásica y por la huella del modelador impresionista. Paralela a ella aparece el mundo de los graba­dos en madera. Después apare­cen las cabezas de Jeannette, entre 1900 y 1916, donde se asume ya esa plástica votiva, como altares femeninos, con una contención muy diferente a la estructuración de Henri Laurens, y al juego de trompe- l'oeil de la plástica picassiana, pero siendo a la vez a respues­ta a las cabezas precubistas que el español hace de su compañe­ra Fernande en 1909.

Esta relación Picasso-Matis- se no sólo se da en la pintura si­no también en la escultura de ambos. Picasso pinta en 1908 un pequeño cuadro a partir del tema de la miner desnuda, Nu couche, de Matisse de 1907. Más sintomáticos aún son los cuadros que Picasso pinta en­tre el 13-12-1954 y el 14-2-1955 siguiendo la Femmes d'Algier de Delacroix, que en el fondo son un homenaje a Matisse, que ha fallecido el 3-11-1954, y un inventario de sus formas, tanto en pintura como en es­cultura.

Después vienen las cabezas de Henriette, en 1925, 1927 y 1929, perfectamente colocadas en esta exposición, demuestran

ue Matisse va a modelo. Así la

esa distancia g tomar sobre e presentación plástica se va de­rritiendo, se va diluyendo de la presentación de la persona, pa­ra organizarse simplemente co­mo volumen; es decir, como es­tatua, como las grandes piedras de Pascua.

A este periodo corresponden las litografías, ese conocido y divulgado mundo de líneas que definen los rostros como si fue­ran máscaras y volúmenes ova­les. En el blanco del papel o de la piedra busca Matisse la mi­rada interior, atándose al for­mato vegetal de Brancusi. Fijé­monos en cómo conforma los ojos Matisse. Pocas veces las )upilas se cierran como círcu- os, más bien son rasgos dentro

de unas almendras rasgadas. Con sólo dos milímetros de lí­nea consigue Matisse dar al ojo una sensación de mirada in­quieta; o al revés, con la plas- mación de la mirada fija, perdi­da, consigue Matisse ciwar la viveza de la persona. Un cami­no a la inversa recorrerá el es­cultor Chiliida ante los dibujos de Matisse: en la modulación de la línea de éste buscará el vasco respuesta a su pregunta sobre el carácter relacional del espacio.

Hay también una relación de Matisse con otro artista vasca, con Francisco Iturrino. Nadie se ha referido con mayor preci­sión a las relaciones de Henri Matisse con Francisco Iturrino, a esa visita a España, es decir, a

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Bilbao

la luz del sur, que desencade­nará los posteriores viajes at enclave de Tánger en Marrue­cos y a la cultura islámica. Este desconocimiento es doblemen­te triste si pensamos en el gran eco que en estos últimos años ha tenido internacionalmente la technique picturale en la que la obra de Iturrino no sólo se engarza sino que tiene un papel preponderante, como por ejemlo la exposición The Fauve Landscape organizada por Judi Freeman para el Los Angeles County Muséum (di­ciembre 1990) acerca de Matis­se, Braque, Derain y su círculo en los años 1904-08, pero sin la presencia de Iturrino.

La visita «al sur» de Matisse sigue un camino de 80 años an­tes había buscado Eugene De­lacroix (1798-1863) cuando a finales de 1831 decide empren­der el viaje a lo sublime, a ru­ta iniciática hacia la luz del sur y la estética del «Oriente». D e­lacroix llega a Tánger el 25 de enero de 1832 y permanecerá hasta el 5 de julio, guiado y protegido por el conde Charles Edgar de Mornay, embajador de Francia. Desde Tánger hará una escapada a Andalucía para ver Cádiz, Sevilla y «les fou­gueuses espagnoles» para vol­ver a la bahía tranquila y a los jardines de la ciudad, ai altoza­no del cabo Spartel desde don­de se abandona «a l’instant» y a «une nature primitive». De esta visita a la luz del sur no so­lo nacen sus mejores óleos y acuarelas sino siete cuadernos de apuntes con más de 800 di­bujos. En este periplo iniciáti- co va Matisse no tras las trazas de Delacroix, sino en busca de la luz que todo lo aplana. Su embajador, en este viaje que empieza en España en 1908, >ara saltar tres años después a viarruecos, es el pintor vasco

Francisco Iturrino.La exposición de la BBK po­

ne de relieve el carácter auste­ro de la obra toda de Matisse, así como su interés por la pre­sencia de ritmos y cadencias en cada una de sus intervencio­nes, ese sentido de lo físico, de lo material, de lo corpóreo, que aleja a las obras de toda consideración narrativa. Para Matisse lo más decisivo es con­seguir reducir o sintetizar un «rostro» con una simple armo­nía de elementos lineales. El rostro se «con-forma» con la música que sale del ritmo de las diversas partes (ojos, boca, )erfil) que lo componen. Su )úsqueda de la fisionomía (del retrato físico exacto, o del psi­cológico) es la búsqueda por un simple signo, por una clave de ritmo que sustituye al mo­delo. En la sensibilidad de dos trazos busca el instinto plástico de Matisse revelar la energía interior y a la vez la tranquili­dad de toda pose. Esta exposi­ción pone de relieve también

La primera obrade Matisse se

corresponde con SU época de estudio, moviéndose entre Gustavo Moreau y Auguste Rodin

El rostro se «con-forma» con la música que sale del ritmo de las diversas partes (ojos, boca,

perfil) que lo componen

Desnudo con pañuelo blanco, 1909

Pasiphae «El abrazo», 1943

KdB

E1 N los últimos años labibliografía sobre Matisse ha dado pasos de gigante. No por

J la cantidad de publicaciones que se han editado sino por la excelencia y calidad de las mismas. Jack Cowart organizó en marzo de 1990 para la National Gallery de Washington una precisa aproximación, con un excelente catálogo, sobre las obras reaUzadas por Matisse en Tánger, Matisse in Marocco. The Paintings and Drawings 1912-1913 (Abrams y Thames & Hudson 1990), En setiembre de 1992 bajo la dirección de John Elderfield el Museo of Modern Art de Nueva York realizó la mastodòntica exposición Henri Matisse. A Retrospective, cuyo catálogo se puede

Bibliografiaconsiderar el repertorio básico más actualizado sobre el artista. Tras la retrospectiva celebrada en París en 1970 fue la del Moma una oportunidad única de ver reunidas 400 obras del artista francés. El Centre Pompidou de París presentó en junio de 1993 una muestra ?ajo el título de Matisse 1904-1917. Y la precisión ha llegado hasta el e;xtremo de existir ya estudios exhaustivos como el dedicado a algunos de sus primeros admiradores y coleccionistas. El ejemplo más consumado es el catálogo de la exposición dirigida por George Kóltzsch Morozov and Shchukin. The Russian Collectors (Dumont Verlag, Colonia 1993) para los Museos Folkwang en Essen, Pushkin eri Moscú y Hermitage en San Petersburgo. Incluso The Art

la firme y continua praxis de Matisse, su diario trabajo y su creencia en que toda técnica debe de irse perfeccionando.

Tesis que comparten los cita­dos Giacometti y Chillida, pe­ro también el novelista Faulk­ner que con acierto explicitó una vez: «La creación literaria tiene leyes de persj>ectiva, de luz, y de sombra, al igual que la pintura y la música. Si uno na­ce conociéndolas, magnífico. Si no, hay que aprenderlas. Aún Joyce, el más radical enemigo de las reglas entre nosotros, era un artífice con su pluma: pudo escribir «Ulises» porque escribió antes «Dublineses».

Así tenemos los relieves de Matisse, como una de las gran­des piezas de este siglo, o las cabezas de Henriette, porque antes tenemos esas piezas de la primera década. En la escultu­ra de Matisse no hay esa super­ficialidad perspectiva del arte islámico ni el orientalismo or­namental de las miniaturas )ersas que retoma en su que- lacer pictórico, pero hay una sensibilidad tacti que a la vez le enfrenta a Picasso, le hace compartir con él uno de los pri­meros puestos de la escultura del siglo XX.

Todas estas obras muestran en primer lugar la voluntad y la energía de Matisse por plas­mar su visión de la realidad, de la sensualidad del cuerpo fe­menino. Excitan nuestra admi­ración por el sentido de la for­ma que Matisse debe resumir en sus líneas, en su tacto, a tra­vés del ritmo de lo simple. Nos muestran estas esculturas y es­tos grabados no sólo el talento y la capacidad de Matisse por representar la realidad que le interesa sino también sus ga­nas de vivir, con el título de una novela de su admirado Emile Zola, su joie de vivre, sus ganas de vivir.

Newspaper (n. 40, julio 1994) presentó con detalle el hecho de la confiscación de la colección Shchukin por las autoridades soviéticas tras la Revo ución de octubre de 1917.

Para las relaciones entre la pintura y la escultura del artista son intereses los ensayos contenidos en los catálogos de dos recientes y excelentes exposiciones sobre lo^ pintores que también se han dedicado a la escultura. La exposición organizada por Jean Louis Prat en la Fundación Maeght de Saint Paul de Vence sobre Pintores-Escultores en el verano pasado o la reciente en el Folwang Museüm de Essen titulada «Los pintores y sus esculturas: de Degas a Richter» (Die Maler und íhre Skulpturen. Von Degas bis Richter) por Gerhard Finckh.