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La Esfera VIDA ARTÍSTICA TELLAECHE - SAINZ DE LA MAZA Mujeres de la costa", cuadro de J. Teliaeche ^Fots. Cortés) 'Gente de mar", cuadro de J. Tellaecha E N el Salón Nancy ha exhibido Julián de Teliaeche unos treinta lienzos donde se representaban hombres y mujeres someti- dos á las tareas y /.o/.ohras marítimas; rincones de puertos henchidos de tráfico, siluetas de embarcaciones, atisbos de mar—preso y movi- ble de reflejos—entre las formas humanas, cor- dajes, mástiles y velámenes. De nuevo hemos pensado ante los cartones, do fragmentarios motivos para nna gran com- posición temática, en cómo osto vasco do la pin- tura so asomeja mucho al posible interpreto do ciertas creaciones marítimas de otro vasco do la literatura. Ciertamente Julián do Tcllaecho podría sor el glosador plástico ó ilustrador editorial dol Ba- roja de Las inquietudes de Skanti Andia y do alguna otra novela donde mar está visto tam- bién así: no en espacios libres, anchurosos y en- tregado á su propia virtualidad emotiva; no con el concepto-—estrecho para algunos y amplísi- mo para otros—do la marina, sino como fon- do y complemento de hombres y 1 ligaros cos- teros ó, más concretamente, portuarios. Julián de Teliaeche es ó lia sido piloto. En realidad, no se puede asegurar con exactitud qué tiempo de verbo corresponde á su actuación do hombre fie mar y á la otra de pintor do hom- bres de mar. ¿Por qué no coincidentes y simul- táneas? ¿Qué impide la coincidencia? Acaso está ahí el punto do nostalgia y do perspectiva necesaria para que la vida so aquie- te y adquiera el estático valor representativo dol arte. Como ese instintivo paso atrás que el contemplador da al afrontar el cuadro, Teliae- che precisó estar un poco apartado de la ver- dad vivida, de la anécdota orí que fue prota- gonista ó interlocutor para situar y ver artísti- camente á los modelos filíale:* de aquella vida y quo habían de r e presentar la. Lo que sí puede afirmarse es que Tellaeehe no desestimó el ejemplo humano, ni ios barcos y los útilos de navegar perdieron interés para él con la frecuencia de contactos. Así, al conocimiento íntimo, entrañable, de la convivencia y del saber bien el manejo y la eficacia de cada cosa—-cuando luchan con el agua y los vientos—, á osa experta profundidad del profesionalismo uno el otro externo entu- siasmo do la afición que so contuviese en lími- tes platónicos y contemplativos y quo, por lo tanto, no agota jamás deseo de acercarse á los mismos tomas sin fatiga ni desilusión. En virtud de tal dualismo, de tan feliz maridaje entro las facultades de artista apasionado do unos motivos únicos y la experiencia del ma- rino que los conoce por algo más que por bus- carlos s\is síntesis lineales y cromáticas con un fin estético, la pintura de Tcllaecho tiene la do- blo condición de la veracidad y do la bello/,a. Pero sin sacrificar nunca la una on tiránico prodominio do la otra. Aunque no sería gravo defecto tal cosa, Tellaocho profiero una ponde- ración, un equilibrio laudables. Sus pescadores, sus mujeres de pescadores que aguardan el retorno de las barcas mientras amamantan las futuras víctimas marineras, sus cargadores y marinos destacan el valor huma- no con aquella sobriedad levemente melancóli- ca é inconscientemente altiva que destacan, por ejemplo, las creaciones barojanas sobro los fon- dos reales tle interior ó de mar. A ílor de mirada, con esa punible frivolidad quo sudo mirar el público de Exposiciones las obras de arte, los cartones de Julián Tellaeehe puodoii parecer obstinadas muestras do una fór- mula demasiado concreta y de un hallazgo so- bradamente placeado. Pero os preciso venir de más allá y detener- se más tiempo de donde suele proceder y de lo quo gusta detenerse el público ligero do las "Gente de mar" 'El Puerlo", cuadro de J. Teliaeche

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La Esfera

VIDA ARTÍSTICA TELLAECHE - SAINZ DE LA MAZA

Mujeres de la costa", cuadro de J. Tel iaeche ^Fots. Cortés) 'Gente de mar", cuadro de J. Tellaecha

EN el Salón Nancy ha exhibido Julián deTeliaeche unos treinta lienzos donde serepresentaban hombres y mujeres someti-

dos á las tareas y /.o/.ohras marítimas; rinconesde puertos henchidos de tráfico, siluetas deembarcaciones, atisbos de mar—preso y movi-ble de reflejos—entre las formas humanas, cor-dajes, mástiles y velámenes.

De nuevo hemos pensado ante los cartones,do fragmentarios motivos para nna gran com-posición temática, en cómo osto vasco do la pin-tura so asomeja mucho al posible interpreto dociertas creaciones marítimas de otro vasco dola literatura.

Ciertamente Julián do Tcllaecho podría sorel glosador plástico ó ilustrador editorial dol Ba-roja de Las inquietudes de Skanti Andia y doalguna otra novela donde oí mar está visto tam-bién así: no en espacios libres, anchurosos y en-tregado á su propia virtualidad emotiva; no conel concepto-—estrecho para algunos y amplísi-mo para otros—do la marina, sino como fon-do y complemento de hombres y 1 ligaros cos-teros ó, más concretamente, portuarios.

Julián de Teliaeche es ó lia sido piloto. Enrealidad, no se puede asegurar con exactitud quétiempo de verbo corresponde á su actuación do

hombre fie mar y á la otra de pintor do hom-bres de mar. ¿Por qué no coincidentes y simul-táneas? ¿Qué impide la coincidencia?

Acaso está ahí el punto do nostalgia y doperspectiva necesaria para que la vida so aquie-te y adquiera el estático valor representativodol arte. Como ese instintivo paso atrás que elcontemplador da al afrontar el cuadro, Teliae-che precisó estar un poco apartado de la ver-dad vivida, de la anécdota orí que fue prota-gonista ó interlocutor para situar y ver artísti-camente á los modelos filíale:* de aquella vida yquo habían de r e presentar la.

Lo que sí puede afirmarse es que Tellaeeheno desestimó el ejemplo humano, ni ios barcosy los útilos de navegar perdieron interés paraél con la frecuencia de contactos.

Así, al conocimiento íntimo, entrañable, dela convivencia y del saber bien el manejo y laeficacia de cada cosa—-cuando luchan con elagua y los vientos—, á osa experta profundidaddel profesionalismo uno el otro externo entu-siasmo do la afición que so contuviese en lími-tes platónicos y contemplativos y quo, por lotanto, no agota jamás oí deseo de acercarse álos mismos tomas sin fatiga ni desilusión. Envirtud de tal dualismo, de tan feliz maridaje

entro las facultades de artista apasionado dounos motivos únicos y la experiencia del ma-rino que los conoce por algo más que por bus-carlos s\is síntesis lineales y cromáticas con unfin estético, la pintura de Tcllaecho tiene la do-blo condición de la veracidad y do la bello/,a.

Pero sin sacrificar nunca la una on tiránicoprodominio do la otra. Aunque no sería gravodefecto tal cosa, Tellaocho profiero una ponde-ración, un equilibrio laudables.

Sus pescadores, sus mujeres de pescadoresque aguardan el retorno de las barcas mientrasamamantan las futuras víctimas marineras, suscargadores y marinos destacan el valor huma-no con aquella sobriedad levemente melancóli-ca é inconscientemente altiva que destacan, porejemplo, las creaciones barojanas sobro los fon-dos reales tle interior ó de mar.

A ílor de mirada, con esa punible frivolidadquo sudo mirar el público de Exposiciones lasobras de arte, los cartones de Ju l i án Tellaeehepuodoii parecer obstinadas muestras do una fór-mula demasiado concreta y de un hallazgo so-bradamente placeado.

Pero os preciso venir de más allá y detener-se más tiempo de donde suele proceder y delo quo gusta detenerse el público ligero do las

"Gente de mar" 'El Puerlo", cuadro de J. Teliaeche

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La Esfera

Exposiciones, y nada más que de las Exposicio-nes. Y entonces esta obra, perseguida y ahonda-da cada día un poco desde hace varios añospor Tellaeche, adquiere la significación verda-dera: la de ofrecer fragmentos fraternos, perodistintos, de una enorme, inmensurable compo-sición mural que jamás estará concluida ni ha-llaría plenario emplazamiento.

Do esa gran composición, de ose monumen-tal poema plástico donde los bustos do hombresy mujeres con remos sobro los hombros y cestosdo pescado contra las caderas, destacándosesobro dinamismos de velámenes, envergadurasy reflejos, Tollaocho elige unos cuantos trozo.-ty los exhibe do cuando en cuando por comoestá seguro de que olios—cada uno on sí—-re-sumen la totalidad infinita de su trabajo y dosus aspiraciones.

Una semejanza física, familiar diríamos, fija,con los rasgos faciales y las actitudes homogé-neas, la otra semejanza espiritual. El arte—ylas gentes do ese arte—do Tellaeche no os ale-gre ni triste. No sonríe, pero no apostrofa. Nicontagia de optimismo, ni vierte en nuestraalma el acedo licor de la amargura proletaria.

Es un arte sereno y objetivo, de larga y dila-tada calma sentimental, respondiendo á ese es-fuerzo tenso é igual de añadir motivos distintosy fraternos al poema humildemente heroico dolas gontos anónimas. Como las turbulencias ma-rinas so regolfan á veces para las ensenadas enquo el agua so adormece, así guata Tellaoc.liode remansar sus ímpetus do pintor y sus re-cuerdos do piloto.

LJI distancia y la maestría técnica completanel propósito. Los últimos cuadros quo hemosvisto ahora en el Halón Naiicy están henclii-dos de esa condición do tiempo y trabajo uni-dos, que no se logra sino después do muchosaños y que no se desborda con la precocidadjuvenil ni se exprime con la sequedad do unavejo/, prematura. Condición do plenitud armó-nica y sobria. Condición de decir oon el colory la forma riada más sino lo que debo decirse.Condición do poder desdeñar colorismos atra-yontos y temas «bonitos».

Así, las figuras costeras y portuarias, los pai-sajes, los perfiles de veleros, las dramáticas in-torsocciones (¡o formas de madera, hierro, lonay nubos, oí hálito de antigüedad eternizadaque inevitablemente respiramos frente á estoscuadros, no precisa apenas sino grises, negros,ocres --los tonos igualitarios, definidores de lavida y do los hombres, al f i n -, para darnosuna do las mejores impresiones de la vida vas-ca actual.

°o-o-°

Si Tellaecho ha encontrado sus grises, su acen-to y su arabesco, Sáinz do la ' Maza, el jovoii

"Sáinz de la Maza", hermano del autor

artista ávido do logros repentinos quo ha ex-puesto simultáneamente en el Salón del Círculodo líollíis Artos, los busca frenéticamente.

No hay acaso otra palabra que'esa del fre-nesí para definir, por ahora, á H'ranoiseo Sáinzde la Maza. Es el pintor frenético por desde-cirse á sí mismo y por parecerse á los demáscon bruscos saltos d.e «alcan/.ador de manerasajenas».

Su Exposición desconcierta, aunque no des-orienta. Se descubre — pasada la idea do unaheterogénea coincidencia do artistas antagóni-cos en la serie de cuadros pintados por unosolo—quo Saín/, de ia Maza va zigzagueandohacia un norte neblinoso todavía, poro que po-sitivamente acabará por descubrir.

Nos orientamos entre los sufijos pictóricos,fácilmente adivinables en esta obra juvenil. Sesigue en poco espacio y en unas cuantas pintu-ras no exentas do picardía, la evolutiva trayec-toria quo ha precisado largos años y miicliasabnegadas obstinaciones para manifestarse,

Sin embargo, no dobe confundirse á Sáing dela Maza con un hábil simulador, con un incori-socuonte á quien acucia el afán de singularizar-

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se y elige el mal camino do laa generalidadessucesivas. Mo parece quo Sáinz do la Maza esun artista sincero para quien sus verdades ínti-mas se trastruecan en aparentes equivocacio-nes.

Tiene temperamento y capacidad do pintor;lo sobran acaso picardías y trucos fácilmen-te sorprendidos á los otros, á los simuladoresde modernidad ó á los rezagados y envejeci-dos.

Poro osto no le satisface ni tampoco le causapudor mostrarlo. Si nú su Imposición quedaríareducida á tres ó cuatro lien/os nada más, envez do tenor tantos y tan diversos.

Se ve que ¡o avergüenza mostrar sus dudas ysus descubrimiontos bruscos; ííntro un paisajedo la Costa Jírava, por ejemplo, y el retratode su madre hay la abismal diferencia quo en-tre el leonardismo ingenuo de Evocación ó elrealismo ficticio do La Mollona y esto dulce ysensible panorama do laa montañas pirenaicasde-;de Camprodón.

Lo que no so ve todavía es si Francisco Sáinzde la Maza encontró el principio do un sende-ro definitivo y si pronto las nieblas quo aún lovelan su norte se disiparán.

Porque si bion lo mejor, lo más laudable dosu conjunto—prescindiendo do las notorias in-fluencias no escasas en ninguno do los sucesi-vos avatares pictóricos—, son los retratos gri-ses del Violoncelista, la Madre y el pianista(íacituaga; si tiene paisajes corno el de Sarria,que es un acierto de composición y de delica-deza cromática, no se puede afirmar á «dolidova» el joven artista, aunque 110 so ignoro por((dónde ha venido».

Nos hace pensar en el Ulisos solicitado porlas voces sireuaicas y le deseamos fortalezapara no dejarse vencer y domeñar por una solado tantas como solicitan su atención.

Porque sería doloroso comprobar el día demañana que estas excelentes cualidades, esa fir-mo capacidad de artista quo muestra Saín/, dola Maza fuera á estrellarse en las sirtes deldilot'tantisrno inteligente ó -— lo quo sería mástriste aún- á naufragar entro los escollos do laimpersonal idad.

.Pero líbrenos Dios de aconsejar un camino.Abiertos tiono ante él los dol mundo y los delarte. Suba al montocillo do su propia alma yallí oteo con esa firme mirada quo tiene paraver las luces, las formas y los coloros.

Y él, solo él, sabrá elegir. Con placentera p_a-gaiifa el quo le parezca más florido, ó con cris-tiana unción el podrogoso y áspero. En reali-dad todos concluyen en un mismo término,cuando el que los sigue tiono lo que el jovenpintor demuestra poseer: talento y voluntad.

JOSÉ FRANCÉS

"Sarria", por Sáinz de la Maza 'Montañas pirenaicas desdo Camprodón"