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I. La Espiritualidad del Laico La actuación eficaz de los laicos exige una profunda y seria preparación en orden a favorecer la maduración apostólica, el ejercicio de la libertad cristiana y el florecimiento de los carismas. El laico necesita, igualmente, de vida interior y espíritu de responsabilidad. Esto supone, pues, una formación espiritual adecuada, y tanto más, cuando el ambiente cultural frecuentemente se orienta en sentido contrario a los valores cristianos. Hablamos de una espiritualidad basada en la oración personal y comunitaria, en la lectura de la Biblia y en la vida sacramental, capaz de sostener a los laicos en su acción en el mundo; una espiritualidad que abarque a la familia, la educación, el trabajo, la ciencia, la cultura, la política y los compromisos sociales y civiles. Ahí es donde hace falta la presencia de los laicos para testimoniar el Evangelio y transformar la sociedad. La espiritualidad de los laicos es, ante todo, caminar por las calles de la vida junto a Cristo, con la fuerza del Espíritu Santo, al encuentro del Padre, construyendo su reino. Los laicos de hoy han de ser como aquellos de Emaús: personas en camino, desalentadas, sí, pero que han encontrado a un desconocido que les acompaña y hace arder su corazón mientras les habla de las Escrituras. El laico es el cristiano llamado a ser santo y apóstol en las estructuras humanas a modo de fermento, es decir, "en el corazón del mundo" (EN 70). "A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios... Viven en el mundo... Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión, guiados por el espíritu evangélico, contribuyen a la santificación del mundo desde dentro, a modo de fermento" (LG 31).

La Espiritualidad Del Laico

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Trabajo sobre espiritualidad catòlica

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I. La Espiritualidad del Laico

La actuación eficaz de los laicos exige una profunda y seria preparación en orden a favorecer la maduración apostólica, el ejercicio de la libertad cristiana y el florecimiento de los carismas. El laico necesita, igualmente, de vida interior y espíritu de responsabilidad. Esto supone, pues, una formación espiritual adecuada, y tanto más, cuando el ambiente cultural frecuentemente se orienta en sentido contrario a los valores cristianos.

Hablamos de una espiritualidad basada en la oración personal y comunitaria, en la lectura de la Biblia y en la vida sacramental, capaz de sostener a los laicos en su acción en el mundo; una espiritualidad que abarque a la familia, la educación, el trabajo, la ciencia, la cultura, la política y los compromisos sociales y civiles. Ahí es donde hace falta la presencia de los laicos para testimoniar el Evangelio y transformar la sociedad.

La espiritualidad de los laicos es, ante todo, caminar por las calles de la vida junto a Cristo, con la fuerza del Espíritu Santo, al encuentro del Padre, construyendo su reino. Los laicos de hoy han de ser como aquellos de Emaús: personas en camino, desalentadas, sí, pero que han encontrado a un desconocido que les acompaña y hace arder su corazón mientras les habla de las Escrituras.

El laico es el cristiano llamado a ser santo y apóstol en las estructuras humanas a modo de fermento, es decir, "en el corazón del mundo" (EN 70). "A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios... Viven en el mundo... Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión, guiados por el espíritu evangélico, contribuyen a la santificación del mundo desde dentro, a modo de fermento" (LG 31).

Con estos matices de espiritualidad y de apostolado, el laico camina por el sendero de la fe, la esperanza y la caridad, para ser transparencia del Evangelio en medio del mundo. Son tres sus características básicas:

1. Secularidad. El laico debe insertarse en el mundo, es decir, en los asuntos temporales.

2. Fermento evangélico: De ellos se espera que impregnen de Evangelio el mundo, actuando desde dentro de las mismas realidades temporales.

3. Siendo miembro peculiar del Pueblo de Dios: siempre en la "comunión y misión" de la Iglesia, participando responsablemente de su misma naturaleza en todos sus niveles proféticos, sacerdotales y reales.

En esta línea, el laico llega a los diversos niveles de la vida integrándose al quehacer de otras vocaciones. El laico debe hacerse presente:

a. en la vida social, política y económica, nacional e internacional; también cuando se trata de "opciones" o campos opinables, para colaborar en la construcción de la justicia y de la paz (GS 40-43, 63, 82; EN 70; SRS 41);

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b. en la familia, como protagonista y formando parte responsable de la vida del hogar y de la educación de los hijos (LG 11, 31, 35; AA 11; GS 47-52; EN 70-71; FC 49-64, 86);

c. en el mundo del trabajo con todas sus implicaciones de derechos fundamentales, asociaciones y reivindicaciones, etc. (GS 33-39, 67-72; LG 24-27; AA 13; EN 70);

d. en el campo de la juventud, educación y cultura, con plena responsabilidad y como protagonista del Evangelio (GS 53-62; EN 19-20, 72).

e. en los medios de comunicación social con plena responsabilidad y con disponibilidad generosa (EN 45);

f. En la migraciones o "movilidad humana" según las propias posibilidades (AA 10, 14).

La disponibilidad misionera de los laicos y su capacidad de inserción evangélica en las cosas temporales dependerá esencialmente de su encuentro con Cristo y de su sintonía de comunión y misión de la Iglesia. "Cada laico debe ser ante el mundo un testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús y una señal del Dios vivo" (LG 38).

Finalmente, el laico debe saber que no es protagonista único e irremplazable: es sólo mediación o sacramento de Jesús, el Cristo, y voz de los sin voz.

II. COMENTRIO PERSONALLa vida del laico en la actualidad debe estar basada en una espiritualidad que le permita enfrentarse a los cambios y dilemas de mundo moderno. La espiritualidad del laico debe basarse en tres cosas: ^

1. Oración: Relación con Dios.2. Vida sacramental y comunitaria: relación con el prójimo.3. Formación y estudio doctrinal

La oración como parte de la vida del laico debe ser diaria hecha de manera correcta de tal manera que dé frutos. Las herramientas de la Iglesia puestas a disposición de los fieles como la liturgia de las Horas pueden ser una gran ayuda tanto para iniciar una vida de oración como para permanecer en ella.

La vida sacramental, la participación en la Iglesia debe ser activa y consiente. No ser movida por una simple tradición. Debe ser vivida e implementada en la vida diaria de modo que sea modelo de vida para los demás. Quien participa en la vida sacramental de la Iglesia, debe llevar una relación cordial con sus hermanos y semejantes.

Por ultimo una formación adecuada hará que las bases doctrinales sean comprendidas en su integridad e implementadas en la vida social. Conocer la doctrina cristiana y sus fundamentos puede ayudar al laico a desempeñarse en los diversos ámbitos de la

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sociedad. En el ambiente laboral y el ambiente social de tal manera que al conocerlos los haga propios y puedan ser difundidos y defendidos. Este aspecto es muy importante en la actualidad en el campo de la política donde hacen falta laicos católicos capaces de gobernar con leyes de acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia y doctrina cristiana, laicos que movidos por una sana espiritualidad puedan asumir roles de liderazgo social.