La fabrica de hombres y otros relatos - Oskar Panizza

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OSKAR PANIZZA

La fbrica de hombres y otros relatos

Oskar Panizza............................................................................................................................... La fbrica de hombres................................................................................................................... La posada de la Trinidad............................................................................................................... La iglesia de Zinsblech................................................................................................................. El sapo amarillo............................................................................................................................

Oskar PanizzaOskar Panizza (1853-1921) es un caso curioso d la historia de las letras germnicas. Aunque era mdico psiquiatra y se dedic a esta profesin durante algunos aos, su vocacin por la literatura fue determinante en su vida, ya que por la aparicin de El concilio del Amor en octubre de 1894 fue procesado y condenado a un ao de prisin, a pesar de padecer una enfermedad grave en las piernas. En esta obra dramtica aparece en escena un Dios decrpito, una Virgen Mara lasciva y un Jesucristo lnguido y tsico que deciden castigar a la humanidad mandndole la sfilis, al enterarse de la vida tan desenfrenada que llevaba el Papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia) y su corte a finales del siglo V. Este drama se incluye en una tendencia literaria puramente satrica que desarrolla el autor en esa poca. A partir de ese momento sufrir la persecucin policial y familiar hasta lmites intolerables. A finales del siglo es expulsado de Zurich, donde haba editado la mayora de sus libros, y marcha a Pars. All vivir de forma penosa, aislado y en sus condiciones econmicas precarias. La represin policial y familiar que no ces en ningn momento consiguieron que en 1906, desprovisto de recursos, regresara a Alemania para entregarse a las autoridades, stas, con el beneplcito de los familiares, lo declararon incapaz por transtornos mentales. Oskar Panizza pas el resto de sus das en diversos hospitales psiquitricos en los que sigui escribiendo, su ltimo seudnimo fue Pazjent (paciente). Su escritura es muy particular y esta particularidad se manifiesta en la sintaxis, semntica, ortografa y puntuacin. Sigue un esquema lingstico personal, asistemtico, que se aparta en todo momento de la norma. Los cuentos que conforman esta seleccin tienen una fuerte carga satrica y crtica, fundamentalmente hacia el catolicismo dogmtico de la Baviera de la poca. Tambin poseen una dimensin fantstica, aunque su manera de exposicin sugiere en ocasiones explicaciones racionales que terminan creando una cierta realidad de lo sobrenatural; esta ambigedad ser alimentada hasta el final de las narraciones de modo que el lector tenga que sacar sus propias conclusiones.

La fbrica de hombresA menudo me siento totalmente confundido. Los hombres que me rodean palidecen hasta convertirse en sombras, que como muecas baratas se tambalean de un lado para otro, y un nuevo gnero humano de colores, convocado por mi imaginacin, asciende desde el suelo mirndome con ojos aterrorizados. TIECK Quien ha viajado mucho a pie adquiere poco a poco tanta experiencia en apreciar el curso del sol, as como las distancias en el mapa, que sabe exactamente cundo tiene que salir de un sitio para llegar a salvo, antes del anochecer, al pueblo o a la ciudad que ha escogido para pasar la noche. No le ocurri as al autor de este relato unos aos atrs, cuando haca poco tiempo que haba empuado el bastn de caminante y una tarde se vio sorprendido por la cada de la noche, y, sin poder consultar un mapa o la brjula, llevaba dos horas andando mecnicamente por la carretera, desamparado, cansado, hambriento, solitario y sin rumbo. Estaba en la parte oriental de Alemania central y ya no saba ciertamente en qu provincia, o cerca de qu gran ciudad me encontraba, lo cual no tiene la ms mnima importancia para apreciar la siguiente comedia. Despus de haber llegado a la conclusin de que pararse no conduca a ninguna parte y de que la humedad del suelo impeda dormir al aire libre, decid seguir caminando sin parar, aunque fuera toda la noche, conservando mis fuerzas en lo posible. Dada la densidad de poblacin en Alemania, tena que encontrarme tarde o temprano con algn lugar habitado. Mi perseverancia fue coronada por el xito, es decir, encontr lo que buscaba: un sitio para dormir. Si semejante albergue poda llamarse un xito, o si habra sido preferible que el autor pasara la noche en el charco ms sucio de la carretera, que lo juzgue el amable lector al trmino de este relato, ya que slo los acontecimientos fatales de esa nica noche sern el objeto de las pginas siguientes. Era ms o menos un poco antes de las doce de la noche cuando, caminando con la cabeza inclinada hacia el suelo, de repente vi aparecer ante m un enorme edificio negro, a pocos pasos de la carretera. ste pareca, en la medida en que la oscuridad permita observar, muy slido y compuesto de inmensas piedras labradas, tena varios pisos y dispona de diversas construcciones anejas, cobertizos para herramientas y material, salas con mquinas, chimeneas; total, una instalacin evidentemente industrial, de grandes dimensiones. No vi ninguna luz; a _ pesar de ello, estaba firmemente decidido a anunciarme; un camino de gravilla fina conduca de la carretera a la entrada. Bellos jardines, a izquierda y derecha, revelaban cierta posicin econmica del dueo as como su sentido artstico y amor a la naturaleza. Llam. Un sonido chirriante y agudo recorri toda la casa, cuyos pasillos y corredores deban de ser enormes segn se poda deducir por el eco. Esto va a armar un buen alboroto!, pens. Pero para mi gran sorpresa, enseguida o unos pasos muy cerca de m; se abri una puerta, son un llavero, y un momento despus se abri el pesado portn de la entrada pintado de marrn y apareci ante mis ojos un hombrecito pequeo, oscuro, con cara amable y bien afeitada, y me pregunt con un gesto mudo qu deseaba. Perdone que le moleste tan tarde, a estas horas de la noche dije pero qu clase de casa es sta? Una fbrica de hombres. Ahora pido al lector, antes de seguir adelante, que nada, ninguna pregunta, respuesta u observacin, aunque fuera la ms descabellada, le detenga en su lectura hasta el final de esta

historia. Omos, vemos o leemos a menudo en la vida muchas cosas extraas, como parece dar a entender la respuesta de ms arriba, sin salir por ello corriendo o cerrar el libro de un golpe. Lo ms importante es no perder la cabeza, dejar reposar los hechos y luego intentar comprenderlos. Me gustara observar respecto a esta cuestin que, cuando en un sustantivo compuesto una palabra sirve para determinar o explicar la otra, esta ltima funciona como un sujeto, mientras que la primera se expresa de la mejor manera por una oracin relativa. Ya que no tena motivos para suponer que en esta extraa casa reinasen reglas gramaticales distintas de las del resto de Alemania, entend por Fbrica de hombres una fbrica en la que se fabrican hombres. Y esto era correcto. Y ahora no quiero seguir interrumpiendo el curso del relato. Me qued sin habla y como fulminado ante el pequeo hombrecito, casi incapaz de concebir un pensamiento, y mucho menos de pronunciar unas palabras apropiadas, hasta que el amable viejo, que no estaba en absoluto furioso por mi vacilacin, me invit con un gesto de la mano a entrar. Entonces penetr en el pasillo. Reuniendo todas mis fuerzas, consegu mirarle a los ojos y observar muy cortsmente: Habla usted metafricamente? Usted no quiere decir con ello que fabrica hombres! S, hacemos hombres. Usted fabrica hombres? Qu significa esto? exclam entonces extremadamente excitado. Pero en secreto me vino la idea de que haba algo anormal en el hombre o en la casa. El viejo no pareca darse cuenta o fijarse en mi asombro, sino que dijo, sealando una puerta de cristal a donde habamos llegado entretanto siguiendo nuestro camino: Por favor, quiere entrar usted ah? Hombres! exclam. No se puede tomar al pie de la letra, es una metfora, una figura retrica, es imposible que usted quiera hacer hombres como se hace pan. Efectivamente exclam el viejecito casi con alegra y sin la menor muestra de irritacin, con un tono parecido al de un vigilante de "museo cuando dice: S, el cuadro famoso por el que pregunta lo tenemos aqu; de hecho, acepto su comparacin: hacemos hombres como se hace pan. Habamos llegado a un corredor con anchas baldosas; en los miradores que daban al patio, haba dispuestas grandes escupideras de madera, llenas de serrn blando, como copos de nieve. Se poda deducir que de da pasaba mucha gente por aqu: en todo estaba impreso el carcter de la sabidura y la explotacin racional; las paredes estaban recin blanqueadas con una pintura sencilla, pero hecha con esmero. Mir otra vez al hombre: pareca tan racional, diligente y benvolo; su edad y su mesura parecan excluir toda tendencia a lo fantstico o a las bromas estpidas. Me rasqu la oreja para ver si haba un filtro que deformase las palabras y su significado. Hombres, me dije a m mismo. Usted hace hombres? dije luego en voz alta; pero, para qu? Con qu fin? De acuerdo, usted los hace, pero para qu hacer hombres si nacen diariamente cientos de hombres sin ningn coste? De qu tipo son sus hombres? Cmo ha llegado usted a una idea tan monstruosa? Quin es usted? Es usted hombre extravagante que se ha quedado en la Edad Media y cavila sobre los teoremas mgicos de un Doctor Fausto que la Edad Moderna ha olvidado hace tiempo? Adnde he venido a parar? He andado demasiado hacia el Este y he llegado a un laboratorio mgico oriental? O estoy en un manicomio occidental? Hable! Repita su respuesta! Qu clase de casa es sta? Mi acompaante no pareca desconcertado lo ms mnimo por el aluvin de mis preguntas agitadas; miraba con tranquilidad hacia el suelo, como si inspeccionara la exactitud del trabajo del solador; una actitud indiferente que me pona ms nervioso y receloso. Luego me dijo con cierto comedimiento: Usted hace muchas preguntas seguidas. Voy a intentar responder a ellas empezando por la ltima, pero desde ahora le advierto que viendo y observando usted podr durante la visita comprender y conocer mucho ms de lo que yo pueda explicarle y usted preguntar. Le repito:

esta casa es una fbrica! Y usted fabrica...? aad casi jadeando. Hombres. Hombres, hombres, dice el viejo con tranquilidad imperturbable. Me sum en una profunda melancola, y mi compaero era lo bastante complaciente como para no molestarme. Las miles de preguntas que encadena una expresin como fbrica de hombres cuando se le echa a uno encima en medio del camino, cruzaban atropelladamente por mi cabeza, porque la lengua no poda dominarlas con suficiente rapidez. Hombres, me deca a m mismo, vale! La idea no es mala, pero para qu fabricarlos, y con qu medios? Mi acompaante me cogi suavemente por el brazo para entrar en la primera sala. Espere, otra pregunta exclam antes de seguir, piensan sus hombres? No exclam sin vacilar, con un tono de absoluta seguridad y no sin una expresin de agitado jbilo, como si hubiera esperado la pregunta o estuviera contento de responder negativamente. No! exclam, afortunadamente eso lo hemos conseguido abolir. Con eso su innovacin gana extraordinariamente en inters para m observ, y enseguida continu: Conoca a un hombre que deba pensar, estaba obligado a pensar contre coeur, sin sentirse inclinado hacia ello, y ejercer una profesin que lo exiga, es decir, obligado a pensar cosas que no quera l sino su cabeza, o sea, no por necesidad externa sino por un impulso interior con el que tena que identificarse igual que con sus pensamientos; deba aceptar sus pensamientos contre coeur, le aseguro: una complicacin... Ya s interrumpi el hombrecito que se haba animado de repente, ya s, lo conozco, estamos completamente orientados en torno a las exigencias del siglo, sabemos de lo que carece nuestra raza, tenemos lo ltimo... Este ltimo giro de comerciante me devolvi a la sensatez, me puso de mal humor y me produjo desconfianza. Entramos en una de las grandes salas de la planta baja, de donde emanaban vapores calientes. Todo estaba bien iluminado. En los rincones haba varios hornos de forma capsular con ventanillas, manchados de barro. Antes de que hubiramos llegado al centro de la sala, sali de la habitacin de al lado un obrero con un traje polvoriento y una linterna en la mano, y sin asombrarse lo ms mnimo por mi presencia, dijo: Seor director, acabamos de sacar el chino. Ah! respondi mi acompaante con ternura casi paternal. Han salido bien los ojos achinados? Un poco vidriosos opin el obrero. Vidriosos? respondi el viejecito sorprendido, pero sin aspereza. Lo siento. De momento deje que se recupere, luego veremos lo que se puede hacer con los ojos. El obrero se alej moviendo afirmativamente la cabeza. Parece que usted trabaja toda la noche dije con un tono de horror por lo que acababa de or. El procedimiento no permite interrupciones! replic el hombrecito. Y parece que usted no se conforma con imitar a la gente de su propia nacin o de los pueblos occidentales. Usted pone la mano hasta en Oriente! ltimamente tienen mucho xito. xito, dice usted, qu insina? xito! No querr decir con ello que su infame producto es bien aceptado entre los hombres antiguos. Y despus de una pausa, interrump con renovada vehemencia: Por el amor de Dios! Dgame qu quiere decir todo esto. No teme usted al omnipotente creador del universo? Quiere hacer la competencia a Dios? No se presentar este producto insolente como una parodia? Con qu caras deben encontrarse en la calle los descendientes de dos razas de ndole tan diferente? No debe ser el contraste ms grande y, sobre todo, ms horroroso que entre un blanco y un polinesio, ambos criaturas de Dios? Con qu desconfianza debe acercarse un hombre de la vieja tierra a semejante ser nuevo y creado artificialmente, olerle y palparle para descubrir sus fuerzas secretas! Y si la nueva raza est

hecha segn un plan determinado y concienzudamente pensado, tal vez posea mayores capacidades que nosotros y se revele superior a los viejos habitantes de la tierra en la lucha por la vida. Tiene que producirse un horrible enfrentamiento! Si la nueva raza no piensa, como usted mencion antes, si slo acta segn su constitucin especfica que le ha sido inculcada como a una mquina, cmo se le puede responsabilizar de sus errores! Deja de existir la moral como fundamento de nuestros pensamientos y acciones. Deben promulgarse nuevas leyes! Ser inevitable el exterminio mutuo de ambas clases! Qu ha hecho usted? Qu ha emprendido usted? Cul es su fin? La subversin del actual orden social! Despus de esta nueva avalancha de preguntas me mir con ternura, tranquilizndome, y observ al cabo de un rato: La nueva raza, puede estar seguro de ello, no se expandir por el mundo y no competir con sus hermanos y hermanas de ascendencia ms noble. Se quedar sentada en los salones de ustedes, con modestia y sin exigencias. Y ustedes, los viejos hombres, al mirar divertidos a estos seres brillantes recin hechos, se sentirn entusiasmados y elevados. Por eso, lo nico que le puedo aconsejar es que adquiera un nmero no pequeo de estas criaturas tan delicadas. Adquirir! repliqu. Cmo se puede hacer eso? Los vendemos. Para qu servira la fbrica si no? Cmo se mantendra en pie, puesto que la raza que fabricamos no trabaja, no gana nada, y su produccin sale sin embargo relativamente cara? Me tranquilic bastante con esta explicacin, y casi me avergonc por las preguntas explosivas que acababa de hacer. Nos dirigimos hacia uno de los hornos ms grandes del rincn. Naturalmente dijo mi acompaante, el proceso es un secreto! Cogemos barro, como el creador de la primera pareja humana en el paraso, lo mezclamos, lo manipulamos, lo exponemos a distintas temperaturas... todo esto se lo puedo mostrar, pero el verdadero punto crucial, la vivicacin y especialmente el despertar de nuestros hombres es un secreto de la fbrica. No quiero conocer su tcnica infernal repliqu, y me gustara que usted tampoco la conociera aad. Dar luz cada ao a miles de criaturas que no son nada ms que vagos... Por favor, fjese en estas formas me interrumpi el pequeo director, sin considerar mi ltima observacin. Mir a travs de la ventanilla. En un cuarto de bao que, al parecer, estaba caliente, hmedo y hermticamente cerrado yaca una chica maravillosa que pareca dormir, medio vestida y apoyada sobre un csped artificial, pero completamente blanco, como si estuviera recin hecho de barro hmedo y, por lo visto, inacabado; formas, postura, telas, piececitos, zapatos, medias y volante de encaje, todo encantadoramente armnico y de una perfeccin artstica. Si tiene algo ms que criticar dijo el director desde otra ventanilla delante de la cual se haba colocado, an est a tiempo. Todo est blando y se puede modelar todava; una vez terminados los ojos, aparece en sus mejillas el rubor, que proviene del latido del corazn; cuando se despierta es demasiado tarde. Entonces llegar a ser lo que es: una chica alegre, caprichosa, coqueta, cabezona, gorda, delgada, negra, morena, con todos los defectos de fabricacin. Me llam la atencin que sus vestidos estuvieran firmemente unidos al cuerpo. Comuniqu mi objecin al director, observndole que sera difcil para la pobre nia encontrar vestidos apropiados, a causa de la rigidez de sus formas. No hacen falta vestidos respondi. Cmo! Usted debera permitir que se cambie de ropa interior. Producimos la ropa interior y los vestidos en el mismo acto creador de una vez y para siempre.

Es la cosa ms descabellada que he odo en mi vida! Entonces crea usted hombres vestidos? Exacto. Y los hombres creados de este modo se quedan vestidos para toda la vida? Naturalmente! As es ms fcil! Los vestidos forman parte de la constitucin general! Piense usted en la transpiracin, por no referirnos a las dems cuestiones. La hemos reducido a un mnimo. Por lo dems, no puedo dar ms detalles sobre este punto, ya que toca el aspecto central, por decirlo de alguna manera, el principio vital de nuestros hombres. Nos alejamos con pasos lentos del horno; yo pensativo y casi perturbado, como siempre. Pensndolo bien observ finalmente, los principios de su produccin de hombres no son malos del todo. Usted confiere a cada uno de sus hombres en el acto creador un determinado nmero de cualidades corporales y mentales, y se los deja inmutables. Naturalmente! me interrumpi el viejecito casi apasionadamente y como satisfecho de que yo hubiera comprendido por fin su idea central. Naturalmente! Teniendo en cuenta la situacin de inseguridad de nuestra poca, la informalidad de la mayora de los hombres, la mana de dudar, la dificultad de la eleccin de la profesin, la indecisin y vacilacin en todos los campos, tuvo que hacerse sentir finalmente la necesidad de tener hombres de quienes se sabe lo que son, qu constitucin poseen, hacia qu temperamento se inclinan, y ambos, constitucin y temperamento, permanecen invariables. Conferimos a nuestros hombres, en el nacimiento, una serie de cualidades mentales y fsicas, concebidas de acuerdo a los mejores modelos, y esta serie perdura bajo toda circunstancia. Le aseguro, aqu entre nosotros, que me gustan ms nuestros hombres producidos artificialmente que la vieja y archiconocida raza humana. Pero el libre albedro... repliqu. Mi raza tampoco siente esa prdida. Los filsofos, los filsofos... observ desaprobando con la cabeza; si usted abole el pensamiento, los filsofos no podrn ser partidarios del trabajo de su fbrica. No ha dicho usted mismo, distinguido amigo, hace un cuarto de hora, que el pensamiento es una de las operaciones ms pesadas de la vieja raza? S, s, a menudo es amargo, pero, a pesar de todo, bello! Usted es un soador, un idealista sin slidos principios comerciales observ el viejo secamente, y avanz unos pasos por delante de m, insinundome con ello que deseaba dejar el tema. Atravesamos algunas salas, que olan mucho a alcanfor, a hierbas y esencias, y donde algunos instrumentos esparcidos, de aspecto muy extrao, indicaban que aqu se trabajaba continua y diligentemente. Me sorprendi particularmente una caja de cristal cuidadosamente cerrada, en la que se podan ver miembros y rganos prefabricados: corazones, orejas, dedos, como formados de la sustancia elemental, semejante a la argamasa. Pero, junto a ellos, se encontraban, curiosamente, atributos, smbolos, como flechas, coronas, armas, rayos y cosas por el estilo. Pero entonces surgi un cuadro totalmente diferente: en el quinto o sexto departamento, pasada la sala de los hornos, nos salud un grupo de nios preciosos y alegres. Seran ocho o diez, todos con ojos radiantes de alegra desbordante y frescas mejillas rojas. Estuve a punto de pensar que eran los hijos del director, pero repar en que sus caras eran algo rgidas; tambin me llam la atencin que algunos se mantuvieran en pie por s mismos o estuvieran sentados en pequeas sillas finas, mientras que otros reposaban sobre un pedestal y se podan ver salpicaduras de argamasa alrededor. Le presento ahora a mis nios se dirigi a mi acompaante. Qu? exclam horrorizado Es que son sus propios hijos? Pues s respondi, con cierta sequedad.

Sus propios hijos... quiero decir que usted mismo los ha engendrado aad vivamente. No segn el viejo mtodo; es mi producto; pero eso da lo mismo. stos son incluso ms hermosos! Por el amor de Dios repliqu. Cmo se le ha ocurrido hacer tambin nios artificiales? La gran miseria de nuestros matrimonios actuales me dio la idea. Qu! No querr poner en tela de juicio nuestro actual gnero humano y su modo de reproduccin? Slo queramos introducir algunas mejoras. Introducir algunas mejoras en el gnero humano! Entonces no siente usted el horror y la monstruosidad de la frase que pronuncia sin pestaear? (El otro se encoge de hombros.) Se encoge usted de hombros? Acaso quiere romper el vnculo entre padres e hijos? Estos se venden muy bien! respondi el viejo, imperturbable, sealando hacia su producto. A dnde quiere llevar al gnero humano! continu con pasin. Qu dira Hegel al respecto? No sabe usted que Hegel ha concebido toda la humanidad, desde los tiempos ms remotos hasta nuestros das, como la expresin sucesiva de la Idea Absoluta y, con sabia precisin, continu sus clculos hasta finales del diecinueve, prescribiendo as a los hombres un camino seguro de perfeccin moral y espiritual? Qu dira de su criminal intento de suplantar al gnero humano por otro artificial, privado del libre albedro? En ningn caso podemos tener en cuenta a nuestros .competidores. Hegel no era de la competencia! No era ningn fabricante! Se conformaba con describir el mundo, la naturaleza y los hombres en sus manifestaciones ms significativas, y exponerlo en un sistema ideado, en el cual todo parece haberse formado de una manera necesaria. Continu hablando durante mucho tiempo en este estilo pomposo, pero enseguida not que mi acompaante hurgaba, totalmente indiferente a mi exposicin, en el delantal de un nio que haba salido un poco descolorido. Usted ve aqu, mi distinguido amigo empez despus de algn tiempo, como si lo anterior no hubiera sido dicho, otro proceso de fabricacin de nuestros productos. Aunque, evidentemente, todava no se puede hablar de una vida, ya aparece todo sin embargo ms vivo, ms radiante, casi palpitante. En cuanto a la forma, aqu todo es ya perfecto y definitivo. Las cualidades que estas preciosas criaturitas llevan consigo no pueden ser aadidas en el caso de que el jefe del taller se hubiera olvidado de algo; pero las que estn permanecen invariables, se quedan tambin en ese estadio; esta encantadora manera de ser de los nios se les queda toda la vida. He aprendido bastantes cosas de Frbel en este campo. Fjese en esta pupila azul. Nuestros ojos de nio tienen mucho prestigio. Me call ante estas explicaciones blasfemas y abandonamos la sala, que ya no daba a ms habitaciones en esa direccin. Siguiendo el corredor, llegamos primero a varias salas subterrneas con puertas dobles de hierro, muy bien cerradas, de donde suba un tremendo bramido y una especie de burbujeo. A menudo se cruzaban obreros en nuestro camino, que marchaban de dos en dos, muy deprisa, con la frente enrojecida, y una carga bastante pesada en una sbana plegada de la que salan lloriqueos. Aqu le ruego observ el viejo, mirndome de hito en hito que no se demore y no vuelva la vista atrs. sta es la parte de la fbrica donde se trabaja sin interrupcin, y donde una puerta, dejada abierta por imprudencia, podra hacerle perder la razn fcilmente. Prefiero que echemos una mirada al almacn de mis hombres acabados! Durante un largo rato caminamos juntos en silencio. El almacn se encontraba en uno de los edificios anejos de la parte posterior. Todos los departamentos de la fbrica estaban comunicados entre s por pasillos cubiertos, evidentemente para ponerlos a salvo, en la medida de lo posible, de influencias atmosfricas. En todas partes se respiraba un aire vegetal

caliente saturado de humedad. No consegua quitarme a los nios de la cabeza. En fin, uno podra resignarse a que siempre fueran nios. Era una idea descabellada de este mejorador de hombres: igual que dar aguardiente a los perritos y a los jokeys para que se queden pequeos. Pero la falta de cualquier disposicin moral, su risa y gracia infantil mecnicas, la carencia de cualquier tendencia educable, en una palabra, la no existencia de un fundamento moral que les permita preguntar por qu?, por qu razn?, y distinguir el mal y el bien era para m, un protestante, algo insoportable. Pensando que no era posible ofender el alma mezquina del director, le solt sin rodeos: Entonces puede usted, seor director comenc, permitir de buena fe que estos nios, que vimos en la ltima sala, se degeneren totalmente? Ellos no degeneran dijo muy tranquilo mientras no caigan en las manos de una torpe criada! No me refera a esto repliqu irritado, quiero decir, si no se le ha ocurrido introducir una pizca de moral en los corazones de estas pobres criaturitas. Y ya que usted construye todo rgida y mecnicamente: dnde les ha colocado el fundamento moral a los pequeos? En la cabeza? En el pecho? Ay, distinguido seor, esto es difcil; ese fundamento no se notara! Aparte de que nos conformamos con lograr la fabricacin de una raza cuyo aspecto exterior aparente hombres agradables 3 nobles. Hombres agradables y nobles! repet Como si esta fuera la meta que nos hemos propuesto! Hombres honrados y sinceros, no sera esto mucho mejor? Pues mire usted, seor director, si hubiera actuado en esta direccin hablaba muy agitado y gesticulaba continuamente con la mano derecha, si hubiera creado hombres con impulsos ms bien morales; una... cmo expresarlo?, raza moral, que en base a un instinto implantado, artificial pero con solidado con los aos, slo supiera actuar moral mente; s, en ese caso le respetara; una raza que su pieza exhibir su pureza y su moral en todas partes cuyos hermanos y hermanas de carne dbil los tu vieran siempre como ejemplo luminoso ante sus: ojos... Eso no se vendera lo ms mnimo! No importa; el gobierno debera comprarlos cargo del Estado, como se compran y se exponen pblicamente cuadros excelentes para que sean imita dos. Imagnese usted qu progreso para la formacin tica de nuestro gnero humano, cuya mora actualmente ya deja de desear! Es usted un idealista! observ el viejo secamente. No consigo seguir su razonamiento. Veo el mundo tal como es; nos hemos conformado con imitar a los hombres tal como andan por el mundo actual. Le puedo asegurar que la tarea no ha sido fcil, nos hemos esmerado mucho y hemos invertido mucho dinero. Este enfoque mercantil me hizo callar de nuevo. Me di cuenta del enorme abismo que nos separaba. Lo que quera este especulador con sus hombres era sobre todo sacar dinero. Todo lo dems era secundario. Y de nuevo caminamos en silencio durante un rato. Slo hay una cosa que no entiendo volv a tomar la palabra al cabo de un tiempo; si quiere hacer hombres, debe tener conocimientos muy exactos de anatoma y psicologa. Prometeo hizo hombres a partir de una especie de lodo elemental, pero fue Palas Atenea quien les insufl despus el aliento vital. Qu puede hacerle prescindir de la ayuda divina? Gracias a la qumica y a la fsica podemos pasar hoy en da de muchas cosas. De acuerdo, hemos llegado a un nivel sorprendente en el conocimiento de las leyes de la naturaleza, pero cmo aplicarlas al cuerpo humano, regido por leyes muy distintas de las de la naturaleza catica? Considere, por ejemplo, la profusin de sentimientos complicados que se agitan en un pecho humano, cmo...? Los imitamos todos! interrumpi rpidamente el hombrecito, que se haba animado de nuevo. Pero cmo? repliqu. Cmo consigue usted por ejemplo las sensaciones

estticas, segn las describen Herbart o Lotze? Son hamburgueses? O una empresa berlinesa? Ni son hamburgueses ni berlineses dije furioso: son filsofos alemanes, que han constatado para siempre las leyes fundamentales de la psicologa, fuera de las cuales cualquier sentimiento humano es inconcebible! Distinguido amigo, usted imagina la fabricacin de hombres como algo demasiado difcil respondi el viejo un poco avergonzado. . Demasiado difcil! exclam fuera de quicio por estas palabras triviales, y me detuve en medio del pasillo para obligar de este modo a mi acompaante a enfrentarse conmigo. Claro...! Si usted quita al hombre sus bienes ms preciosos: el pensamiento y las sensaciones! Acaso llevaban cabezas de yeso los nios que ha visto? pregunt el viejo en un tono igualmente irritado. No, debo reconocer que me qued impresionado por su autenticidad y vitalidad, pero... Cmo que pero? No debe olvidar que una produccin innovadora exige tambin la transformacin de las condiciones de produccin! Lo que sus seores Lebert y Kotze1, o como se llamen, que tomaba al principio por una empresa de la competencia, han escrito en sus libros es posible que valga para el viejo gnero humano, pero no para la raza de mi fbrica! Esta objecin era, exceptuando la difamacin de mis filsofos preferidos, aceptable. Me puse a reflexionar. Continuamos nuestro camino despacio y pensativos. A nuestra derecha rugan y ronroneaban todo tipo de mquinas y fuelles. Pero comenc a hablar poco despus, y no es mi intencin penetrar en el secreto de su fbrica, usted debe tener un determinado mtodo, para que sus hombres puedan expresar los movimientos del alma. Los fijamos. Fija? S, fijar. Qu quiere decir con fijar? Nos hemos esmerado para que una determinada sensacin, dominante en mi hombre, se manifieste siempre en la misma direccin, tonalidad y matiz, para evitar la incmoda vacilacin, la oscilacin de deseos y aspiraciones, la indecisin... Pero usted, extrao fabricante... en eso reside el encanto de la vida humana, en que el impulso de nuestra voluntad sea el resultado de los ms diversos motivos e inclinaciones; hoy as, maana de la otra forma, y la observacin del yo en esta lucha es justo lo que llamamos la vida. Pero eso causa cantidad de contrariedades! A la disminucin de entusiasmo sigue el asco, al cese de placer la indiferencia, luego el asco... Bien, pero justo este cambio... Este cambio es la causa de nuestro actual desamparo; debemos llegar a la estabilidad. Pero as engendra usted una estirpe esclavizada, indigna de llamarse humana! Pero tiene mucho xito! dijo el viejo con sequedad, y se meti una toma de rape. xito? Con quin? Con nuestros clientes! Pero tiene usted compradores oficiales para su engendro? Engendro? Seor, le ruego un poco de formalidad! Bueno, entonces para su especie. Exacto, si no quin financiara los costes de fabricacin? Recientemente hemos enviado a la condesa Tschitschikoff una caja con... Caja? Es que usted empaqueta a sus hombres como mercancas? Ah! Nuestra raza es inofensiva y acomodaticia. Slo exigen cierto espacio. Este tiene que ser del mismo tamao siempre para que puedan ejecutar su determinado gesto respectivo;1 Leber: hgado. Kotze: devuelto. (N. del T.)

todo lo dems les resulta indiferente. Claro, debe ponerse frgil en el tren; tambin hacemos los envos slo bajo previo pago y a riesgo del cliente. Oh! respond indignado. Por qu no deja libres a las criaturas de Dios? Por favor, seor mo me interrumpi mi acompaante algo desdeoso, son mis criaturas! Empec a marearme. Este contraste entre dos razas humanas, este proceder diablico y egosta de un especulador taimado: la lucha previsible cuando suelte a sus hombres-mquinas como perros contra el viejo y noble gnero hecho a la imagen de Dios pero tal vez no tan hbil; y este hombre, que asista a todo esto tomando rape. Esta constelacin que esbozaba interiormente me haca perder la razn; me oprim la frente con las manos y empec a tambalearme. Adnde he venido a parar? exclam en un acceso casi de desesperacin. Lejos de esta horrible casa, de este antro de asesinos, de esta aniquilacin de todo lo bello y noble! Y ech a correr a ciegas sin saber hacia dnde. Alto, querido amigo! grit el pequeo director, jadeando detrs de m. Tenga cuidado! Ah est mi chino! Me volv. En la pared se encontraba una criatura temblorosa y brillante, vestida de una forma exageradamente pomposa, con ojitos achinados que hacan guios, y no dejaba de sacar y meter la lengua roja y puntiaguda. Cmo ha llegado hasta aqu? pregunt, algo ms repuesto. Acaba de salir. De China? Del horno! No es autntico? S, cmo no; es decir, es mi producto. Nos ha salido precioso. Me haba tranquilizado un poco. Se me haba pasado ya el acceso, pero decid no dejarme enredar en ms discusiones. Nos encontramos en la entrada de la exposicin de nuestros hombres terminados dijo el viejecito, y abri la puerta con batientes que daba a una gran sala. Entramos. Aqu haba reunida una esplndida compaa. Caballeros y damas procedentes de todos los estamentos y capas sociales. Algunos sentados, otros en pie o descansando en cojines confortables; las caras un poco esmaltadas. Algunos levantaban la mirada somnolientos; todos estaban encerrados en enormes cajas de cristal; muchos estaban sentados y parecan conversar, otros se rean, algunos bromeaban y saltaban; pero el gesto pareca como paralizado en un determinado momento, y el movimiento como congelado; una tristeza, una indecible tristeza se lea en todas las caras, a pesar de la vvida mmica; una estirpe cansada de vivir, que no tena derecho a moverse como quera, sino a esperar la llave que les pusiera en marcha. Todos los movimientos, la cortesa, emociones, constelaciones espontneas en los encuentros, posiciones, etc., haban sido imitados a la perfeccin. Estaban representados todos los trajes, todas las modas, todo tipo de adornos, todos los smbolos. La mayora de ellos est en un estado prximo al sueo observ mi gua. Cuando recibimos un encargo, damos antes los ltimos retoques y realizamos un control de calidad. No respond, decidido a no dejarme enredar ms. En silencio, pas a travs de estas filas fras y paralizadas. Incluso yo estaba casi entristecido por la existencia melanclica que llevaba un gnero humano forzado a vivir una vida aparente, hasta que me detuve en el fondo de una sala ante una hermosa joven. Al principio la tom por una criada que quitaba el polvo en esta sala reluciente. En la mano llevaba una pequea cesta con un pauelo azul, un llavero, labores de ganchillo, que sobresalan en su interior. Su comportamiento, su forma de vestir, revelaban decencia y delicadeza; un traje corto estampado con flores y un pliegue ligeramente desprendido, como por casualidad, que dejaba ver el borde blanco de la combinacin; medias de un blanco deslumbrante y negros zapatos de hebillas; un pequeo delantal de encaje, una pequea cofia con cintas rosas. Dos esplndidos ojos azules, que hasta entonces haban

mirado a lo lejos, se clavaron sbitamente en m, cuando me detuve ante ella. A ti, maravillosa nia susurr para m en voz baja, podra amarte; por ti sacrificara todo. Junto a ti podra olvidar la conducta del autntico gnero humano y de su imitacin, que me son igualmente odiosos. Y t. continu, seras capaz de responder a mi amor...? En ese momento baj los prpados de grandes pestaas y ambas mejillas se enrojecieron visible y ardientemente. Me asust y retroced; detrs de m estaba el director, que se haba acercado sigilosamente con cara burlona. Usted, repugnante fabricante! grit. Ha robado hasta el rubor, la ms delicada y pura de las sensaciones humanas para parodiar la raza humana de Dios! Y ech a correr lleno de asco. Sent que mi acceso de antes iba a repetirse. Es slo cochinilla! exclam el fro hombrecito, jadeando detrs de m.Es slo cochinilla! En la salida estuve a punto de tirar a un segundo chino, semejante al que estaba en la entrada. Recorr a toda prisa los corredores sin detenerme, pasando junto a todas las salas rugientes y humeantes. El director me segua con mucha dificultad; todo permaneca iluminado, pero se vea que empezaba a romper el da. Enseguida me vi obligado a ir ms despacio. Entonces, no quiere comprar nada? o a lo lejos la voz del viejo. No se quiere llevar algunos de mis hombres? No! respond furioso. Quiero salir de esta casa! No quiero tener nada que ver con su criminal producto! Nos encontramos en la salida de la casa, bajo el gran arco del portn. Un marco cotorreaba para s el pequeo directorzuelo, como un autmata en marcha . Un marco, un marco cuesta la visita a la fbrica. Saqu el monedero y pagu. Otra pregunta antes de separarnos dije: pertenece usted, seor director, al gnero humano engendrado de forma natural o a esa raza artificial, blanca como la tiza, rgida y pintada? Es cierto empez a decir, y pareca prepararse para un largo excurso; me he sentido bastante identificado con la raza de mi fbrica; sin embargo, a su pregunta... No! grit. No quiero or nada ms! Y me precipit a travs del portn. Un viento matinal, fro y cortante, me golpe la cara. Estaba agotado por haber pasado la noche en vela, y mucho ms por lo que haba vivido. El sol no haba salido todava, pero pareca que iba a ser un magnfico da. Me apresur a alejarme de este lgubre paraje. Adems estaba hambriento. No tena ni idea de a qu distancia se encontraba el pueblo ms cercano. Despus de dejar el camino de gravilla y llegar de nuevo a la carretera, volv una vez ms la vista atrs para contemplar la extraa casa. Casi me ca de espaldas del susto: en las ventanas de la parte baja y de todo el primer piso estaban asomados, apretujndose, cientos de aquellos hombres blancos y preciosos, con sus ojos vidriosos y extticos, que me miraban y parecan burlarse de m. Volv la vista y me alej corriendo de esa maldita casa. Pero, como suele ocurrir, las impresiones vivas y aterradoras se condensan en nosotros hasta cobrar vida, convirtindose en palabras, acciones y sonidos. Y as tuve la impresin de or, como si me persiguiera, mientras segua caminando a buena marcha, la siguiente conversacin de la compaa vidriosa del primer piso: Mirad, ah va. Mirad, es uno de esa extraa raza que tiene sangre en el cuerpo y piensa. Mirad cmo anda, cmo se mueve, cmo puede adoptar diversas posturas. Mirad cmo se transforma su cara. Ahora re, ahora se vuelve a poner serio. Estas extraas criaturas son como de goma, pueden ponerse en cualquier posicin y sentir tambin cada sentimiento en su corazn; luego su cara se transforma, se estremece y chasca la lengua, enrojece como la prpura y palidece como la cal. Mirad cmo anda; los tubos piernas de lana, que slo son envolturas para ocultar los fatales movimientos, se bambolean de un lado para otro. Una raza magnfica! Hay que ver cmo a menudo van caminando por la calle, guian el ojo y luego se

paran de repente y miran a travs de una gran luna transparente y leen ttulos de libros; cmo ms tarde se quedan rgidos de pronto, se les salen los ojos de las rbitas y todo su exterior traiciona que un horrible cambio se est produciendo en su interior; entonces tienen que pensar lo que su cabeza ordena y sentir lo que prescribe una roja bola de goma, situada en el pecho, y se mueven al arbitrio de ambos. Hay que ver cmo saltan, chascan la lengua y retuercen el cuello; se tiran a un lado y a otro, sacan el pecho, jadean y vuelven a hacer una reverencia... es demasiado grotesco! Corr todo lo rpido que pude; me resultaba inquietante. A pesar del fro viento matinal, me caan gotas de sudor, como perlas, de la frente. El sol deba haber salido ya. A lo lejos apareci un castillo reluciente, baado por los rayos del sol, y enseguida, en una curva del camino, vi ante m una pequea ciudad hospitalaria, con iglesias y jardines. Tena la impresin de volver de una excursin horrorosa por el reino de las sombras al mundo, que habra abrazado con entusiasmo a pesar de todas sus miserias. Apenas haba avanzado cien pasos, cuando vi a un campesino atareado con un rastrillo a la espalda, que vena a mi encuentro. Enseguida me di cuenta de que se trataba de un hombre como yo, creado por fecundacin natural. No perteneca a ninguna raza artificial, ya que coga de vez en cuando la pipa que llevaba en la boca, se ajustaba el sombrero, miraba hacia el cielo, y comprobaba de dnde soplaba el viento; en resumen, realizaba movimientos naturales. Querido amigo dije cuando estuvimos cerca, puede decirme qu clase de casa es esa de ah detrs, a apenas cien pasos de la carretera? Ay, seor! exclam el hombre, en quien reconoc enseguida a un representante de la tribu ms amable de Alemania, a un sajn. Querido seor mo, eso se lo puedo decir muy bien, es la clebre real fbrica sajona de porcelana de Meissen.

La posada de la Trinidadrase una vez, hace unos dos mil aos, un hombre rico con una mujer hermosa, que se queran mucho pero que no tenan hijos y deseaban mucho tenerlos, y la mujer rezaba da y noche por ello, pero no los tuvieron. Ay! dijo la mujer con dolor. Si tuviera un hijo rojo como la sangre y blanco como la nieve. Despus de nueve meses tuvo un hijo blanco como la nieve y rojo como la sangre. El hijo fue varn. Y cuando vio esto, se alegr mucho. HERMANOS GRIMA Cuentos de hadas para nios Estara en Francia, cuando hace varios aos, en una de mis caminatas invernales, llegu hacia el atardecer a una larga carretera helada, que pareca no tener fin. Ninguna columna de humo que indicara la proximidad de un poblado humano. Anocheca. No se vea luz alguna. Mi mochila estaba vaca. Haba comido el ltimo bocado sobre el medioda. Sera noviembre, y hasta donde alcanzaba la mirada, los bosques y campos se vean cubiertos con una dura capa de hielo y nieve. La mala costumbre de no llevar nunca un mapa conmigo, ni de calcular las horas de camino, ni de reparar en las fincas y pueblos cercanos pareca querer vengarse de m despiadadamente en esta ocasin. Las personas cuya fuerza imaginativa es ms poderosa que su entendimiento, no deberan viajar nunca a pie en solitario. Absortas siempre en sus pensamientos, ven jarras llenas de cerveza y tabernas repletas de seres humanos vociferantes, donde el mapa no seala ninguna posada en tres horas a la redonda. Y la autntica realidad los castiga entonces de la manera ms penosa por sus imaginaciones secretas e ilcitas. Tales hombres no deberan emprender ninguna empresa mundana, ni construir casas, ni comprar Valores del Estado; que especulen sobre lo sobrenatural, all las prdidas no son tan terribles. Ocupado en tales pensamientos, nadie se alegr tanto como yo cuando, siguiendo por la interminable carretera, vi acercarse a un viajero con pesadas raquetas de nieve. Me mir sorprendido cuando nos encontramos y pregunt: Cmo viene por aqu a una hora tan tarda, donde no hay un poblado a varias horas a la redonda? Yo, por mi parte, slo viajo en el crepsculo y de noche, porque mis ojos no soportan la luz del da y estoy muy familiarizado con el camino. Pero usted se perdera! Como yo no respond nada, el desconocido, cuyas incisivas palabras me haban inspirado respeto, continu: El cielo se ha preocupado esta vez por usted. Justo detrs de esta colina, a la que llegar en diez minutos, se encuentra una posada, de la que vengo ahora mismo. Es totalmente desconocida, as que usted no poda esperar encontrarla. A pesar de ello se encuentra en este camino; no viene en ningn mapa y yo poseo los mejores; yo mismo la vi hoy por primera vez, y sin embargo es muy antigua. La posada de la Trinidad; la gente parece bien instalada, aunque de maneras anticuadas y lentas. All le atendern perfectamente. Que le vaya bien! Mientras pronunciaba las ltimas palabras, pisote repetidamente el helado y duro suelo, ya que pareca tener mucho fro. Se despidi rpidamente, nos separamos y nos fuimos cada uno por nuestro lado. Me permite una ltima pregunta? le grit. Qu vende usted? Su mochila parece llena y pesada!

Devocionarios! Devocionarios! respondi precipitadamente. Pero ya no por mucho tiempo, ya no por mucho tiempo... es que esta poca... No pude entender el final de la frase, el viento se la llev de la boca. Me apresur, y de hecho, despus de haber alcanzado la cima de la siguiente colina que avanzaba hacia la carretera, divis una pequea hondonada, en la cual se encontraba una casita escondida y retirada. Un dbil resplandor sala de las pequeas ventanas de la planta baja. El primer piso, que terminaba en un tejado puntiagudo, parecido a los de las granjas de la comarca, estaba oscuro. Cuando me acerqu, descubr encima de la baja puerta de madera, pintada de marrn, las delgadas letras de un rtulo sobre un fondo blanco: Posada de la Trinidad. No pude distinguir otro letrero que indicase que se trataba de una posada. No haba ningn brazo que sobresaliese con la ensea o con la jarra llena de cerveza espumosa. Aparte de esto, no haba nada en el entorno que me hubiera podido llamar la atencin. Detrs de la casita un estercolero mostraba que esta gente se dedicaba a la agricultura. Un pequeo jardn vallado. Unos campos deslindados con siembra de otoo. Y delante de la casita, un alto y hermoso palomar, cuya aguja gtica pareca que haba sido trabajada con mucho detalle. Por lo dems, ya se haba hecho casi de noche. Un viento del este fuerte y seco traspasaba mi ligera levita. Me dirig a la puerta y llam. Al cabo de un rato, o unos pies que se arrastraban ruidosamente por el pasillo, y un anciano con cabellos blancos que apoyaba una mano temblorosa en una muleta abri la puerta. Por fin llega usted! grit, sin mirarme de cerca, como se trata a viejos conocidos. Usted ha pasado mucho tiempo en Espaa, ha atravesado toda Francia y ha viajado por Inglaterra; una vez quiso ir a Noruega, lleva todo el ao vagando por Alemania, conoce todas las ciudades y aldeas y contempla cada campanario, mira cada cinaga y por fin llega a Franconia, a la pequea posada de la Trinidad, apartada del mundo al que tena que llegar... Llevo tanto tiempo esperndole! El decrpito anciano que me habl de forma tan extraa haba abierto entretanto la puerta de la sala y entr en una habitacin al estilo de las posadas rurales, con una mesa grande y tosca, sillas marrones y nudosas, una gran estufa de cermica, un reloj de pared, cuadros de santos y batallas, y un crucifijo. Voy a llamar enseguida a mi querido hijo aadi. Se alegrar de verle. Estar arriba, estudiando; desgraciadamente estudia demasiado para mi gusto. Al decir esto, abri la puerta y grit hacia el piso de arriba: Christian! Christian, querido hijo, baja un momento, ya ha llegado el joven al que hemos esperado tantos, tantos aos. No me sorprendi poco esta extraa bienvenida. Estaba a punto de expresar este sentimiento haciendo una pregunta al anciano cuando se abri la puerta de arriba con un leve ruido. Se oyeron unos pasos temerosos por las escaleras y poco despus entr en la habitacin un joven plido de rasgos extraordinariamente hermosos. Era tmido y de un recato casi femenino. Llevaba un largo manto blanco, atado con una cuerda sencilla alrededor de la cintura, a la manera de los monjes. Con la mano extendida y una mirada inefablemente amistosa vino hacia m. Dios le bendiga dijo sealando hacia el anciano con la mano. Christian! exclam ste con voz sollozante, dejando caer su muleta y dando una palmada con ambas manos. Christian, hijo mo, qu aspecto tienes! Has pasado otra vez toda la noche despierto, estudiando y consumindote! Dios mo, si te me murieras! Christian, si te nos murieras y nos dejaras a tu madre y a m, todo estara perdido; todas nuestras esperanzas aniquiladas; todo el negocio se ira al Diablo! En ese momento o afuera, detrs de la casa, una carcajada sorda, horrible, sarcstica, que proceda de un cuarto estrecho y cerrado, mitad gruido, mitad balido, como de un macho cabro, pero capaz de dar una expresin humana a su voz. Todos empalidecieron en la habitacin, y yo tambin retroced un poco, impresionado por la humanidad de la voz, y mir al viejo, interrogndole.

Procede de la pocilga dijo ste, como para tranquilizarme. Tenemos encerrado all a un tipo que se burla de nosotros y a quien damos de comer para que no provoque daos en otros lugares, en los campos y aldeas de la comarca. Por lo dems es inofensivo. Padre! exclam enseguida el joven implorando con voz suplicante. Padre, querido padre deja de pronunciar su nombre, te lo ruego, ya sabe; que quiere nuestra ruina! No me preocupa replic el anciano, que haba recogido de nuevo su muleta mientras tanto. Pero t s que me preocupas; ahora vete, sal a ver tu madre y dile que sirva la cena, y que tenemos husped. El joven sali de la habitacin arrastrando su blanco manto, con la cabeza gacha y pasos lentos y solemnes. El anciano y yo nos volvimos a quedar solos. El joven me preocupa insisti ste de nuevo cojeando de un lado para otro; es tierno como una planta joven; no es de extraar por la vida que lleva; en lugar de salir al campo y trabajar como los dems, se queda arriba encerrado, estudiando Concordancias y Vulgatas. Tiene las mejillas plidas y chupadas, el pecho hundido y dbil; tose a menudo, da pena. El chico me preocupa. Estaba tan impresionado y perturbado por todo lo que haba visto y odo hasta ese momento que no saba por dnde empezar para resumirlo en una sntesis razonable. Estaba firmemente convencido de que el anciano me tomaba por otra persona, pues esta acogida habra sido inconcebible. Por otro lado, deba reconocer que muchas de las cosas que me haba dicho en la puerta eran ciertas hasta en los mnimos detalles. Tambin me pareci muy sospechosa la forma amistosa, casi, solemne, con la que el joven tsico, envuelto en su hbito blanco, me salud. Tena algo tan infantil y distrado en su mirada, algo tan lnguido y romntico, como si estuviera fuera del mundo, y al mismo tiempo algo tan afectuoso, que estaba convencido de que cualquier otro en mi lugar habra sido recibido de la misma forma. De ah deduje el estado mental del joven y no llegu a ninguna conclusin halagadora. Quiero decir que el tierno joven no me pareci lo suficientemente resistente para este mundo. Tampoco me result clara la relacin familiar entre el Padre y el Hijo. Era imposible que el anciano fuese el padre del joven. Estaba dando vueltas a todo esto mientras el viejo iba de un lado para otro de la habitacin arrastrndose y haciendo ruido. Habra hecho alguna pregunta para orientarme si el miedo a empeorar mi situacin, preguntando demasiado y descubriendo la verdad sobre mi persona, no me hubiera retenido. Hasta ahora me haba recibido bien y con cordialidad. Si ocurriera algo que mostrara que el viejo se haba equivocado en cuanto a m, estoy seguro de que esta familia tan rara me pondra en la puerta. Tena claro desde haca tiempo que el albergue donde haba encallado era sospechoso, y no pude dejar de evocar aquellas srdidas escenas de La Posada del Spessart y recordar los mtodos ms horribles todava de aquel posadero clsico de la Antigedad, Procrustes, con sus fatales camas, cuando se abri la puerta y entr una joven con una gran fuente humeante. El anciano dej de ir de un lado para otro, mir a la recin llegada de soslayo y dijo dirigindose a m: Esta es Mara, mi hija Mara... Entonces carraspe, como si quisiera continuar, pero reprimi sus palabras y sigui paseando ruidosamente por la habitacin. Mir a la joven. Su rostro presentaba rasgos judos muy acusados; cejas juntas, pmulos algo prominentes, pero sin romper la armona de la cara, de no reducidas facciones; nariz noble, ojos en forma de almendra, con pupilas semejantes a cerezas negras que se fundan, y tambin dos labios fuertes y carnosos que revelaban una sensualidad pronunciada; cabellos de azabache, ondulados y muy desordenados, completaban el tipo oriental; pero, sobre todo, esa somnolencia general que su rostro expresaba, como si una mano blanda le hubiera acariciado la cara de arriba abajo. Respondi a mi mirada escrutadora y curiosa con gestos pcaros y burlones, como una persona que reconoce encontrarse en una situacin indigna de s misma pero que no quiere admitirla y se conforma con mostrar un desdn artificial hacia los dems. La joven estaba de hecho casi envuelta en trapos y pareca hacer el trabajo de una criada. No se poda afirmar

hasta qu punto tena que ver la negligencia y el desarreglo personales con su forma de vestir. Lo que haba trado la joven era una fuente con apetitosas patatas humeantes cocidas con la piel, que haba dejado al lado, en una especie de aparador. Abri el cajn de la mesa grande y pesada y sac la vajilla, cuchillos, tenedores y el salero. Despus de poner la mesa y dejar la gran fuente en el centro de la misma, Mara sali de la habitacin y pude constatar en ese momento que la parte posterior de su aseo era todava ms desastrosa que la anterior. La muchacha dijo el viejo, que permaneci conmigo es una maldicin para mi casa. Por qu? pregunt ingenuamente. Guisa mal? Ah, no! El pan cimo lo hace bastante bien, pero, por lo dems... ah, Dios! Las muchachas, cuando son un poco guapas, son todas as, tienen el diablo en el cuerpo. Ja, ja, ja, ja, ja! gru y ri alguien en ese momento desde detrs de la casa, en la pocilga, dndose golpes, como si tuviera miembros de hierro, de tal forma que me estremec de horror. Tambin el viejo se qued mirando fijamente con aspecto embrutecido, mientras que al poco tiempo llegaron unos fuertes sollozos desde la cocina, probablemente del sensible joven. Dios mo! dije. En esta casa anda el diablo, aqu no se puede estar a gusto. Al or estas palabras, el viejo volvi a mirar con ojos vidriosos y saltones, de un azul claro, de manera que ya no me atrev a responder nada. Por fortuna, al poco tiempo se abri la puerta y entr Mara con una jarra de agua y un poco de pan, mientras que el joven tsico, que apareci detrs de ella con los ojos hinchados por el llanto, trajo otro cubierto para m. Entonces todos se sentaron y empez en silencio la cena frugal. Se comportaron como si no hubiera invitados. Ningn intento de hacerme participar en la conversacin. A pesar de ello, invitaron al husped repetidamente a servirse. De esta forma no se entabl ninguna conversacin. El viejo, que hasta entonces haba sido el ms abierto conmigo, pareca enmudecer en presencia de los otros. Tampoco hablaron entre ellos. No tena claro si este comportamiento era normal o si se deba a una reserva respecto a m. La comida era muy pobre y mnimamente preparada. Antes de la cena, el viejo gimote mecnicamente algunas frases hebreas, acompaadas por muecas extraas y sonidos agudos como es costumbre, segn creo, entre los judos, y luego atac con precipitacin las patatas que ya haba observado con inters mientras deca su liturgia. En cambio, el joven tsico, ajeno a todo lo mundano y dirigiendo con exaltacin los brazos hacia el cielo, pronunci con gran fervor unas pocas oraciones que se correspondan ms con nuestra oracin protestante Ven Seor, s nuestro husped... Mientras tanto, la desaseada juda observaba todo con gran indiferencia. Se sent tambin de mal humor y con poco apetito en su sitio. Durante un buen rato slo se oy masticar montonamente, sin cesar. Por fin, el viejo retom la palabra y se disculp por una cena tan frugal, pero era lo nico que tenan en casa, se les haba acabado la carne ahumada. El hambre respond es el mejor cocinero. Por supuesto, en Francia se suelen comer las patatas cocidas con cerdo grasiento en gelatina. Al or esto, los tres se quedaron de piedra, y ji, ji, ji, ji bal y berre de nuevo alguien desde la pocilga; pareca disfrutar mucho revolcndose en el estircol. Cada vez tena ms miedo de esa horrible criatura. Seor me dijo el joven vestido de blanco con indecible suavidad, no vuelva a pronunciar la palabra. Para el puro todo es puro. Pero el malvado enemigo vigila todos nuestros pensamientos para pervertirnos. A partir de ese momento me di cuenta de que esta casa guardaba un horrible secreto. El tipo que estaba encerrado en la pocilga ejerca un grotesco control sobre todo lo que haca esta gente, era una especie de maldicin que persegua constantemente a los tres. Pero quines eran estos tres? A qu se dedicaban? A qu se deba la diferencia de su aspecto fsico y su carcter? Me llam la atencin que, cuando se quedaron un momento solos, hablaban en hebreo y gesticulaban profusamente, doblando la espalda y los brazos, bambolendose de un

lado para otro; tambin sacaban la barriga y se encogan de hombros, emitiendo sonidos guturales y sonoros, como hacen los orientales cuando regatean o se excusan. La ms exaltada era, con diferencia, Mara, y la mayora de las veces no tardaban en comunicarse mediante estas formas de expresin tan variadas. Entonces me miraban rpidamente para ver si por casualidad les entenda o adivinaba sus pensamientos. Christian, el apacible tsico en su blanco hbito pareca ser el que en menor medida adoptaba estos gestos. Sin embargo, a menudo tambin l adelantaba el labio inferior, sacaba la mandbula y mova el tronco hacia atrs, como si fuera a emitir uno de esos sonidos hebreos inarticulados que parecen expresar una frase completa, pero se limitaba a hacer estos movimientos, que habra adquirido en este ambiente por imitacin. Cuando daba rienda suelta a una de sus exaltadas explosiones de sentimientos, hablaba un alemn realmente bello, y pareca extasiado; cruzaba los brazos, parpadeaba y diriga su cuerpo con ansiedad hacia el cielo, de una forma ms moderna y protestante de lo que se pudiera imaginar, que se opona claramente a los movimientos serpenteantes, groseros y obscenos de los dems. Christian era rubio y tena la piel clara de los germanos, pero los rasgos eran semejantes a los de Mara y parecan, por as decirlo, calcados. Si supona que el joven y simptico muchacho tena veintin aos y Mara treinta y cinco, era muy probable que sta fuera la madre del pobre tsico. Segn esto, la madre qued embarazada a edad muy temprana, pero no inslita entre los orientales. As podan explicarse ciertas caricias secretas que Mara prodigaba al joven. Hasta este punto me satisfacan mis indagaciones en cuanto a las caras y los acontecimientos de este saln extrao. Pero qu pasaba con el viejo? No dejaba de llamar a Christian su querido hijo. Se poda entender esta relacin slo en sentido simblico? Ya me haba presentado a Mara como a su hija. El viejo no estaba lejos de los ochenta y todava mostraba cierto vigor y un temperamento muy apasionado. Seria posible que un hombre tan mayor fuera el padre de Christian y de una chica tan joven como Mara debera ser entonces? A la que llamaba expresamente su hija! Tambin el joven llamaba padre al viejo! Desde luego, en su forma excesivamente sentimental de dirigirse a l, este padre sonaba como un saludo idealizado y lleno de veneracin. Aqu nada encajaba. Y yo desesperaba de llegar a una solucin de esta complicada relacin de parentesco. Ya haban retirado la comida. Christian estaba afuera con Mara, en la cocina, donde se oa el ruido de los platos que estaban fregando. En la habitacin se haba hecho el silencio. El reloj de la pared produca un montono tic-tac. El viejo, mientras masticaba una corteza de pan con la muela que le quedaba, volva a arrastrar las zapatillas de un lado para otro, gruendo y meneando de vez en cuando la cana cabeza como si quisiera apartar algn pensamiento. No exclam por fin, esto no puede seguir as. De esta forma el negocio se me viene abajo. El joven, el querido, dulce y tierno joven, en quien he puesto todas mis esperanzas, se me muere con este aire nrdico tan fro. Es su hijo? le pregunt rpidamente para no dejar escapar la ocasin. El viejo se detuvo y me mir. Hijo? repiti. Es mi querido hijo, en quien me complazco. No es mi hijo carnal aadi en voz baja, exhortndome a bajar la voz y aconsejando precaucin mientras sealaba hacia la cocina, de donde seguan llegando ruidos de platos y del agua del fregadero ; es el hijo de la muchacha de ah afuera, a quien recog en mi casa cuando tena catorce aos. Al decir estas palabras, su cara adquiri una expresin de rabia, como si este hecho le produjese todo menos satisfaccin, y el brazo que sealaba hacia all se convirti en un puo amenazador. Iba a aadir otra pregunta con voz apagada por la prudencia, pero me hizo una seal enrgica con la mano y, sin dejar de hacerme la seal, apunt con la otra mano, sosteniendo la muleta, hacia la cocina para darme a entender que permaneciese en silencio. Se tap la boca cerrada tres o cuatro veces con la mano; yo hice lo mismo para indicarle que le haba

entendido bien; entonces se tranquiliz y me dirig en silencio hacia mi sitio en la mesa. Al cabo de un rato, el viejo vino hacia m cojeando y me pregunt al odo: Habla usted armenio? No respond. Maldita sea replic el viejo, en ese caso no podemos conversar sin ser molestados. De todas formas, estos dos se van a acostar pronto. Son ya alrededor de las tres. De hecho, poco despus entr el joven, y extendiendo arrebatado los brazos y posando su brillante mirada sobre los que estbamos en la habitacin, exclam: Os saludo y os bendigo para el resto de la noche! Quedad protegidos y a salvo durante la oscuridad de la noche! Que el ngel de la paz vele sobre todos nosotros! Mientras tanto, la astuta juda permaneca detrs de l y observaba qu impresin causaban sus palabras. Le sac de la habitacin cogindole del vestido, y poco despus se oy que ambos abandonaban la planta baja de la casa y se dirigan hacia arriba subiendo las escaleras. Entonces todo qued sumido en el silencio. Una lmpara de aceite humeante lanz un opaco resplandor amarillo sobre los cantos angulosos y prominencias de los muebles de la habitacin, mezclado profusamente con amplias sombras negras. La estufa verde de cermica del rincn todava difunda un calor agradable. Apaciblemente continuaba el tic-tac del reloj, que haba enronquecido; apaciblemente, sumido en sus pensamientos, arrastraba el viejo sus zapatillas de aqu para all, envuelto en su bata abierta y forrada con piel de oveja. Me agrada dijo de repente, sacando del aparador una jarra grande y pesada llena de vino, y dos vasos, que me trajo a la mesa que se encuentre usted hoy aqu, ya que eso me permite volver a tomar un vasito y olvidar mi desgracia. La verdad es que el doctor me lo ha prohibido; si no, yacera borracho a la maana siguiente debajo de la mesa, como No. El vino procede de la regin y escasea, pero es puro y est en plena fermentacin; por eso, sea precavido. Mientras tanto, el viejo se haba sentado a la mesa conmigo y llenado los dos vasos. Era un mosto blanco y lechoso con un tono ligeramente verdoso del cual se desprendieron abundantes emanaciones mefticas. En esta ocasin, me di cuenta de que las manos del viejo temblaban tanto que tem por el contenido de la jarra cuando la cogi en la mano; pero con cada' vaso sus manos y su discurso se iban haciendo ms seguros. Los jvenes intent trabar conversacin se acuestan temprano. Ah! respondi el viejo dejando la muleta y asegurndose en la silla. Es una familia dentro de la familia! Los dos se quedan juntos, se separan de m, cocinan y cuchichean entre ellos, intrigan contra m y siento cmo cada da se me escapan ms las riendas. Si me faltara la furia, habra perdido el mando hace mucho tiempo. Se deduce de esto que Mara no posee sentimientos de gratitud? Yo recog en mi casa a esta chica hace veinte aos, cuando todava llevaba faldas cortas, y ahora cargo tambin con el chaval. Mara es la madre de Christian? me aventur a preguntar con rapidez. Beba, joven! interrumpi el viejo precipitadamente, llenando su vaso, ya que el mo segua lleno, mientras el pico de la jarra de barro choc estrepitosamente con el borde del vaso; pero procur no perturbarme por ello. El hermoso joven empec de nuevo se parece muchsimo a la juda. A la juda? pregunt el viejo con desconfianza, acentuando la palabra juda. Qu quiere decir con esto? Yo tambin soy judo. No ofenda a mi raza. Nada ms lejos de mis intenciones le asegur; la he llamado juda porque sus rasgos lo sugieren. S retom el viejo la palabra, era una de las ms hermosas de su estirpe; pero la mocosa, que segn pensamos en este pas casi no era nbil, me viene con el chaval... a quien por lo dems le he tomado mucho afecto ahora y trato como a mi propio hijo... Con quin ha tenido Mara el hijo? pregunt con desenvoltura. S repiti el viejo con una mezcla de escarnio y amargura, como si lamentara que no

fuera suyo, con quin ha tenido Mara el hijo? El joven tiene que tener un padre! me apresur a decir con la esperanza de imprimir ms fluidez a la conversacin, dndole un tono humorstico. ...tiene que tener un padre repiti mi anfitrin pensativo, de una forma mecnica. El chico es rubio empec de nuevo, tiene la piel blanca, es una autntica criatura del Norte. Tal vez un rubio artesano ambulante, que pasara por aqu la noche por azar, igual que yo ahora, haya seducido a la juda. Por el amor de Dios! La pequea tena en esa poca catorce aos como mucho. Al or estas palabras, percib con claridad ruidos que procedan de la pocilga. El viejo tambin los percibi y apret con fuerza el vaso de vino. Entonces fue violada aad. El viejo se levant y neg vehementemente con la mano. Se dirigi hacia la puerta y se puso a escuchar. Como todo permaneca en silencio, volvi, se sent de nuevo y me pregunt: No habla usted algo de hebreo? Ni una palabra respond. Si usted hablara algo de hebreo podramos comunicarnos con ms facilidad. Las cosas de las que se tratan aqu son de una naturaleza tan complicada...! Santo cielo! repliqu. Las cosas de las que estamos hablando son las mismas en todos los idiomas y en todos los pases del mundo. La cuestin es, quin engendr al hermoso muchacho? Mara afirma que no ha sido un hombre. Ja, ja, ja, ja, ja vocifer y chasque la lengua de nuevo alguien en la pocilga, y pareci dar volteretas. Me levant de mi asiento sobresaltado; no poda decir qu me produjo ms asco y angustia, si la respuesta del viejo o la voz de aquel monstruo invisible. Mi anfitrin se qued callado, abatido y sombro, mir hacia abajo y se agarr a la jarra de barro con desesperacin. En la casa reinaba un silencio de muerte; slo el reloj continuaba haciendo tic-tac ininterrumpidamente. Volv a sentarme, despacio. Durante mucho tiempo nadie pronunci palabra; finalmente prevaleci mi curiosidad y la seguridad de que slo una cierta dosis de coraje podra arrancar al viejo su secreto. No ha sido ningn hombre! comenc a decir con voz apagada, dirigindome al viejo con tono escrutador. Si no ha sido un hombre, qu ha sido entonces? El viejo se encogi de hombros confundido, como si no quisiera o no pudiera responder, y mir perplejo a su vaso, algo ebrio y a punto de llorar. Si no ha sido un hombre repet con voz inquisitiva, qu ha sido entonces? Algo mascull mi anfitrin cohibido y en voz baja. Qu clase de algo? interrump a tempo. Volvi a encogerse de hombros. Tal vez un soplo, un aliento, algo invisible, una fuerza comenz a decir el viejo, que pareca ms excitado y apasionado, quin sabe! Mara me cont que una tarde se haba quedado dormida en su habitacin. Haca calor, las ventanas estaban abiertas, las persianas bajadas; entonces llevaba pocas semanas en mi casa; yo no saba si menta; los nios mienten a menudo y entonces apenas era una nia, tan joven, tan joven... El viejo se detuvo. Siga, siga, qu ocurri? pregunt, apremindole. Mara se haba desnudado, y de repente, segn me cont, oy, probablemente en sueos, un viento huracanado que se abata sobre la casa; una de las persianas se levant y de repente... (Pausa) Y de repente qu? De repente... siga! De repente retom el viejo la palabra vio ante s una figura blanca y poderosa, de cabellos luminosos, que se inclin sobre ella, le susurr algo y le caus dolor hasta que la muchacha grit sbitamente. Entonces se desvaneci; cuando se levant, sus vestidos estaban

en desorden y la habitacin llena de vapores sulfurosos; afuera brillaba el sol. Al cabo de nueve meses la muchacha me trajo al chico rubio! En ese momento se detuvo el viejo y vaci con gran satisfaccin el vaso lleno de un trago. No tena en esa poca ningn criado a su servicio? pregunt bruscamente, a propsito, para terminar de una vez con el tono ebrio y sentimental. No haba nadie en la casa ni en los alrededores; no sucede a menudo que alguien se aventure a venir por aqu, puesto que tenemos mala fama! Sigue sosteniendo la muchacha que se qued embarazada sin culpa y sin haber tenido trato consciente con hombre alguno? No slo eso asegur el viejo, cada vez da ms bombo al asunto; no quiere comunicar a nadie las palabras que la criatura incomprensible le susurr; considera que todo esto es un milagro y que el chico es una criatura milagrosa, y quien lo ve debe asentir a ello. Y usted cree en todo esto? le pregunt lleno de asombro. No me quedaba ms remedio enfatiz el viejo; habra perdido mi posicin en la casa y la fama en la vecindad; y ahora aadi mi anfitrin con nfasis, despus de veinte aos, mi posicin en la casa se ira al diablo si dejara de creerla; ahora que no puedo valerme por m mismo, tengo que conformarme con que me soporten. As que es un milagro por conveniencia? pregunt casi indignado. El asunto se me ha escapado de las manos exclam el viejo golpendose las rodillas con ambas manos, lleno de desesperacin. Ya no se puede volver atrs; un milagro es un milagro; la muchacha cree en l, el hijo cree en l, y yo tambin; la vecindad cree en l, a pesar de que se ren a escondidas y se guian el ojo. Y lo mejor de todo es que la muchacha espera cada ao, el mismo da, a la misma hora y con los mismos vestidos la vuelta de ese ser misterioso. Y acabar viniendo! Entretanto, se haba hecho tarde. El viejo no pareca dispuesto a acostarse, al contrario, volvi a llenarse el vaso despus de su largo discurso, y slo ahora que haba alcanzado una posicin firme, pareca encontrarse con nimo de afrontar otra discusin enrgica. Yo s estaba cansado, en parte por la caminata, en parte por el curso del debate. Con este viejo no haba ninguna esperanza de llegar a una interpretacin del asunto ms serena y razonable. Porque, si le acosara demasiado con los llamados argumentos razonables, se pondra furioso; y sta era su fuerza. As que me levant y ped al viejo que me indicara un lugar para dormir. Olvdese de ello observ ste y agarr la muleta; s, joven, espere a ser mayor. Usted cree que el aire no contiene nada porque puede mirar a travs de l! Entre nosotros y el cielo existen miles de cosas, pero hay que saber verlas. Renunci a comentar estas palabras. El viejo encendi una vela y sali delante de m por la puerta, cojeando y carraspeando. En el pasillo, a la derecha, pasamos al lado de la cocina, que tena un aspecto descuidado y estaba negra por el humo. Luego seguimos hasta la escalera que conduca al piso superior haciendo un ngulo agudo. Junto a la escalera haba una puerta de dimensiones reducidas. Esta es observ el viejo sealando hacia la entrada con la muleta la habitacin donde aconteci lo incomprensible hace ms de veinte aos... joven, estara tal vez contento si algn da poseyera una habitacin tan estrecha y minscula! Despus subimos haciendo ruido y jadeando. Adems observ el viejo una vez arriba, cogindome por los hombros torpemente, no le d ms vueltas al asunto; y maana por la maana no diga nada a mi hija y a mi querido hijo, esto les desagrada. Todo est demasiado reciente... Y ahora duerma usted bien... All est su habitacin. Coja la vela! Me apresur a coger la vela, que vacilaba con violencia en el aire, y entr en el aposento indicado, donde no observ nada fuera de lo comn. Un cuarto pintado de azul, provisto de cortinas de tafetn verde con dibujos. Una mesa coja e inclinada, con viejas manchas de tinta; una pequea estufa de hierro con un tubo doblado; una armadura de cama pintada de amarillo sobre cuatro patas altas y delgadas, con sbanas suaves y un edredn muy pesado a cuadros,

de color rojizo; una mesita de noche con un orinal amarillo y una silla con una funda floreada ya rota. Haca fro y me acost tiritando en la cama que cruja. Todava escuch algn alboroto abajo y despus un silencio de muerte invadi toda la casa. Pero no consegua dormirme. El secreto de estas tres personas, la extraa relacin que tenan entre ellos, la circunstancia de que el viejo, que antes era el dueo absoluto en su pequeo dominio, fuera vencido por las intrigas de la astuta juda, ocupaba sin cesar mi alma. Era natural, me deca a m mismo, que el joven hubiera crecido totalmente bajo la influencia de la madre; toda madre hace de su hijo lo que quiere; pero lo que no se puede ensear es la excentricidad y el misticismo del joven, que pareca siempre ausente. De dnde lo haba recibido, puesto que nadie en la casa tena ese carcter o se comportaba de esa forma? Supongamos que el joven tuviese que hacer el servicio militar, acabara reformado a causa de la perversin mental? Y por otro lado, qu se poda decir sobre su misterioso nacimiento? Es posible que una jovencita haga creer una cosa as a los dems, pero no todos estn dispuestos a creer tal cosa. Sin embargo, la muchacha deba, tambin en el caso de un hijo natural, declarar quin era el padre. Qu declar ella entonces? Podra ser el mismo viejo quien...? Y por miedo, a causa de la minora de edad de la persona, podra haber inventado esta fantasa? Habra sido ms fcil haber echado la culpa a un artesano ambulante. Total, aqu no encajaba nada. Y qu era el monstruo encerrado en la pocilga? Otra vez me represent todo el episodio tal como me lo cuenta el viejo. Tuve que reconocer que haba sido inventado de un modo ingenioso. Es caracterstico de las mujeres mezclar hasta tal punto lo real y lo fantstico que uno no sabe dnde empieza una cosa y dnde termina la otra, de modo que hay que aceptar toda la historia o rechazarla por completo. A nadie le extraar que una joven en una tarde calurosa se medio desnude y se acueste en su cuarto con las persianas echadas. Me acord del cuarto que el viejo me haba sealado al subir las escaleras. Me dije: si te vas ahora de esta casa y cuentas por todas partes esta extraa historia, cualquiera te preguntar por este cuarto. Ya que a la maana siguiente apenas tendra tiempo, ni oportunidad de verlo, decid bajar en el acto. Me levant y poco despus me encontr en calcetines en el pasillo. Si me descubrieran? Ya tena pensado un pretexto para justificar el hecho de haber salido en plena noche. Mis botas seguan en la puerta tal como las haba dejado. Ningn ruido en toda la casa. Avanc en calcetines hasta la escalera. El primer escaln cruji perceptiblemente. Sin embargo; segu. Llegu abajo a salvo; palp la pared y encontr el picaporte. Lo baj, la puerta estaba cerrada, no haba ninguna llave. Me enfurec y decid penetrar en el cuarto a toda costa. Ya arriba, en mi habitacin, me haba llamado la atencin el mal estado de la cerradura; es decir, la cerradura estaba en el mismo estado que los muebles, las paredes, los utensilios y toda la casa. Sin embargo, esta cerradura de abajo pareca ms slida. Levant la puerta para ver si poda sacarla de este modo del quicio. Esto tambin fue intil. Pero cuando me apoy en la escalera para volver a forzar la cerradura que, como pude comprobar, estaba mal fabricada y poco sujeta, la puerta se abri de golpe, a pesar de los hierros, y me precipit en el cuarto, envuelto en una corriente helada, mientras un palomo hua por la ventana medio abierta, arrullando furiosamente y dando violentos aletazos. La luna estaba a este lado de la casa y proyectaba un rayo fro y azulado que entraba por el hueco de la ventana. Cuando me haba recuperado de la sorpresa, vi una habitacin tan sencilla como casi todas las de la casa. En el rincn, frente a la ventana, se encontraba una cama con una colcha de un rojo encendido que estaba arrugada y desordenada, como si alguien hubiera estado echado en ella; y la manta, igual que el suelo, estaba totalmente cubierta de palomina. De unos clavos en la puerta colgaban unos vestidos azules de arpillera rados, y la pollera roja de lana que suelen llevar las mozas campesinas de Franconia. En la pared se poda ver el trozo de un espejo roto y deslustrado. Muera, a travs del batiente abierto de la ventana, vi cmo los rayos helados y azulados de la luna iluminaban el suelo endurecido. Detrs de la casa, desde un lugar invisible

para m, o un furioso arrullo reprimido que proceda del palomar. Pero distingu otra presencia que no tard en dejarse or tambin: la pocilga quedaba a unos veinte metros delante de m. Y no s si por el exasperante claro de luna o por el estruendo que haba provocado al hacer saltar la puerta, la bestia que estaba all encerrada haba sacado la cabeza por un ventanuco, por encima de la puerta. Y all lloriqueaba enloquecida, dirigindose hacia la luna o hacia m. No pude distinguir claramente la cabeza porque la luna llena proyectaba la negra sombra del techo del establo sobre el ventanuco. Pero distingu los ojos amarillentos y o que el crneo duro y pesado chocaba repetidamente contra el techo; y el mugido exasperado, que llegaba hasta m a travs del nocturno silencio de muerte, se confunda con aquellos gruidos y ladridos escarnecedores que ya durante la cena, en el saln, tanto me haban horrorizado. Tiritando de fro y lleno de repulsin abandon la habitacin y cerr la puerta como pude. Me volv a acostar y dorm mal e inquieto el resto de la noche. Cuando me levant, vi que el sol ya entraba en mi habitacin, y desde la cocina suba un olor caliente y asqueroso. Me vest rpidamente, cansado e irritado por las experiencias de la tarde anterior y de la pasada noche. Despus de todo tuve que decirme: los moradores de esta posada son tan interesantes como sus habitaciones y su comida son deficientes, y, aunque como viajero a pie que era, no sola ser demasiado exigente, apreciaba sin embargo una buena cama y una sopa sustanciosa. Con estos pensamientos sal de la habitacin para recoger las botas. Estaban sin limpiar. Entonces me enfad. Christian! grit autoritariamente por el pasillo. Christian! Y cuando ste subi las escaleras le dije: Ni siquiera me han limpiado las botas! Vaya posada! El joven haba subido en su blanco hbito, y mientras intentaba quitarme las botas de las manos, con voz dolorida y pattica, exclam sollozando: Sus preocupaciones, seor, giran en torno a un par de botas y a su brillo, pero yo, seor, tengo clavadas en la carne las espinas de una locura insaciable. La inmundicia de toda la humanidad roe mi corazn, y la compasin por el mundo entero ya no quiere abandonarme... Llveme con usted, seor, me pudro en esta casa; la basura y el egosmo me asfixian; llveme con usted, seor, al mundo, para que muera por ellos.. Al decir esto, el joven, que en ese momento irradiaba una belleza angelical, se tir al suelo y se agarr a mis rodillas. Vi entonces que el pobre joven estaba enfermo; le quit rpidamente las botas y volv a mi habitacin. Un cuarto de hora ms tarde estaba sentado en el saln tomando caf amargo de bellota y un trozo de pan duro como una piedra. La juda no se dej ver, pero la o trajinando en la cocina. El viejo estaba sentado en la butaca temblando y balbuceando, totalmente incapaz de coordinar sus movimientos; los ojos hinchados y hmedos. Intent hacerme hablar. Pero yo evit todo tipo de conversacin. Sent el impetuoso impulso de abandonar esta maldita casa. Cuando mi mochila estuvo preparada, pagu el alojamiento y la comida. Debo confesar que la suma era ridcula. El viejo me devolvi unas monedas que, como vi ms tarde con un poco de asombro por mi parte, eran monedas extranjeras acuadas con retratos del rey Herodes y del emperador romano Augusto. El viejo me balbuce algunas palabras ms al estrecharle la mano para despedirme. La juda cerr de un golpe la puerta cuando me asom al pasillo, y o que el joven segua sollozando arriba, desesperadamente, cuando abr la puerta de la casa. Muera todo me pareca ms prosaico y banal que la tarde anterior. Haca un da claro y fro que apartaba de la mente toda fantasa. Entonces no pude impedir enfadarme por todo lo que haba vivido y cavilado. Avanc deprisa sin volver la vista atrs. Y pronto llegu a la carretera. Soplaba un viento helado del Este. No ms all de veinte pasos, pero en direccin contraria a la ma, estaba sentado un picapedrero, dedicado a su trabajo, picando con fuerza. No pude evitar acercarme a l. Eh, viejo! le grit. Conoce usted la posada que est ah detrs, en el bosque? S, s respondi con el mejor acento de Franconia, es un desolladero. Un desolladero? le pregunt asombrado. Qu quiere decir con desolladero?

Pues eso, donde se mata a los viejos caballos y los perros sarnosos observ y se ri burlndose de mi ignorancia mientras segua hablando. No es nada honesto, la gente lo llama el emponzoadero. El emponzoadero? pregunt. Por qu? Pues eso, que de all no sale nada bueno y no entra nada bueno. Cuando me detuve sorprendido y le mir, sigui hablando de esta forma: De esa gente no se sabe de dnde vienen y de qu viven. A pesar de todo repliqu, yo he conseguido salvar el pellejo. Mejor para usted exclam el picapedrero, y agit el martillo cubierto de polvo blanco, mejor para usted; siga su camino, no vuelva la vista atrs, y olvdese del matadero...! Ja, ja, ja, ja, ja se oy un balido como el de la pocilga, que proceda del interior del bosque. Instintivamente, me puse en camino. Salud al picapedrero y segu por la carretera a buena marcha, sin volver la vista atrs durante una hora.

La iglesia de ZinsblechTienen un aspecto agradable vestidos y desnudos, pero un color mortal; suben la plaza en dos filas, slo se pueden ver como si fueran una aparicin, no hablan, y al poco tiempo descienden de nuevo a la tumba. El Misterio de Lucerna La Resurreccin de los Muertos En una de mis solitarias caminatas por el Tirol me perd al atardecer. Como consecuencia de haber seguido una seal oblicua por la tarde, me encontraba todava en medio del bosque, ya muy entrada la noche, teniendo que haber llegado a mi destino a la cada del sol. Finalmente llegu a un pueblo, que sin embargo no supona que estuviera en esta regin, ni recordaba que viniera en uno de mis mapas. Seran entonces las once de la noche. Todas las puertas estaban cerradas, los cristales de las ventanas sumidos en la oscuridad. Buscando un lugar para pasar la noche, llam a una de estas puertas, cuyo ruido de plomo formaba las palabras Zinsblech! Zinsblech! Pero ste era slo el sonido de los pequeos cristales redondos, engastados en plomo; los cristales grandes, donde llam para que me dejaran entrar sonaban: Pinzgau! Pinzgau! En ninguna parte la respuesta de una voz humana. Despus de unos pocos pasos, me encontr donde pareca brillar la nica luz del lugar, gracias a cuyo resplandor consegu leer: Municipio de Zinsblech; partido judicial de Pinzgau. Seguan algunas indicaciones sobre la zona de reclutamiento, recaudacin de impuestos, etc., y al final deca: El regalo del pueblo se puede conseguir en la casa nmero 666. Despus de haber caminado por varias calles totalmente desiertas, llamando Zinsblech! Pinzgau!, de haber tenido la desgracia de romper un cristal, que respondi al asesinato de su propio yo con un estertor ruidoso: Grinzsau!, llegu a la iglesia. Un edificio alargado de sobrio estilo romnico y formas imponentes; por fuera de tosca argamasa; el tejado de pizarra; en el extremo una alta torre con el tejado del campanario dentado, sobre cuya aguja puntiaguda haba una cruz dorada, y sobre sta un gallo. Curiosamente, la puerta de la iglesia, pintada de verde de Schweinfurt, estaba abierta de par en par. Entr, y despus de haber chocado con un incensario de cobre que me respondi con un sonido desvado: Prinzfrech!, fui acercndome con prudencia a travs de las sillas hasta el altar. Reinaba un silencio absoluto. Estaba tan cansado que me acost provisionalmente. A pesar de que cuando entr estaba todo completamente oscuro, pude, despus de poco tiempo, distinguir siluetas, huecos y prominencias a grandes rasgos. Los altares estaban decorados, segn las costumbres de las iglesias del pas, con bandejas enmarcadas, sobre las cuales haba escritas sentencias latinas, con candelabros plateados y campanillas, todo de un aspecto muy sencillo y modesto. A lo largo de las paredes encaladas se erguan sobre pedestales apstoles, mrtires y santos locales, con sus instrumentos y smbolos caractersticos en la mano. Las caras, posturas y trajes estaban representados de una manera exageradamente pomposa y pattica, que el tardo rococ de mediados de siglo haba llevado hasta la ltima iglesia rural. A la derecha de la larga ventana, en la cual se haba clavado mi mirada involuntariamente antes de dormirme, se encontraba una imagen de San Pedro con una cabeza barbuda, vuelta hacia un lado, cuyos extraos rasgos sarcsticos expresaban orgullo y picarda al mismo tiempo. Pareca mirar a Jeremas, que se encontraba en la ventana de enfrente sosteniendo, confundido y triste, su rollo de papel con el brazo cado; pareca mirar tambin a travs de la ventana, tendiendo su gran llave negra convenientemente hacia la luz de la luna, que se deslizaba a lo largo del techo y recorra lentamente una de las naves

laterales de la iglesia. Con esta visin me dorm. No puedo decir cunto tiempo estuve dormido; de repente recib un golpe en el costado que pareca causado por un objeto duro, y, despertndome, vi ante m un hombre vestido con un traje largo y rojo, que llevaba bajo el brazo una gran cruz de madera retorcida; era esta cruz la que me haba golpeado. El hombre no repar en m en absoluto, sino que se encamin, grave y solemne, hacia el altar. Y entonces me di cuenta de que slo era uno de los muchos que salan entre las sillas, formando una larga fila que se diriga hacia el altar. Toda la iglesia estaba suntuosamente iluminada, clara como el da. En todos los altares ardan velas. En el coro, el rgano emita un zumbido adormecedor. El incienso y el humo de las velas se condensaba en capas grises entre las columnas encaladas y la bveda. En la misteriosa y sigilosa procesin distingu numerosas figuras extraas. Al frente de ella caminaba una esplndida mujer con un vestido azul y estrellado, los pechos libres, el izquierdo medio descubierto; pecho y vestido estaban atravesados por una espada, de tal modo que sta, clavada en el extremo de la tela, pareca destinada a impedir que se cayera el vestido. Miraba fijamente hacia el techo encalado con una sonrisa exttica, llevaba los brazos cruzados sobre el pecho con un gesto fervoroso, de modo que causaba la impresin de sentir regocijo interiormente por algn pensamiento (vuelvo a hacer notar que la espada estaba clavada hasta el puo cerca de la axila izquierda). Iba la primera. En la fila siguiente no pocos llamaban la atencin por sus extraas indumentarias. La mayora llevaba algn objeto en la mano. Uno, una sierra; otro una cruz; un tercero una llave; un cuarto un libro; otro, incluso, un guila; y otro un cordero en los brazos. Nadie se asombraba de los dems. Nadie hablaba con nadie. Tres escalones conducan de la nave al estrado donde se encontraba el altar. Cada uno esperaba sosteniendo un objeto de una forma determinada, hasta que el que le preceda haba subido los tres escalones para no tropezar con l. Lo que ms me extra es que nadie se extraara de mi presencia. Permanec totalmente ignorado. Y hasta el hombre que me haba golpeado con su cruz retorcida pareca no haberse dado cuenta de ello en absoluto. Una segunda persona femenina destacaba en la procesin por su actitud pattica: una mujer rubia, ya entrada en aos, con rasgos bonitos, pero apergaminados y marchitos. Llevaba un traje totalmente blanco, sin pliegues ni galones, y la cintura atada con una cuerda. Esta cuerda era dorada; los pechos estaban totalmente descubiertos; sin embargo, nadie se fijaba en estos pechos turgentes. Amplios mechones rubios, sueltos, caan ondulados por toda la espalda. Llevaba la cabeza hundida sobre el pecho y miraba con desesperacin sus manos, que no estaban cruzadas como es costumbre, sino abiertas hacia delante (como lo hacen en el teatro los desesperados.) Lgrimas brotaban sin cesar de sus pestaas, que caan desde all directamente sobre sus pechos, desde aqu sobre el vestido e incluso sobre los pies, que de vez en cuando se dejaban ver debajo del vestido. Sera imposible enumerar a todos los que iban subiendo en silencio y con naturalidad, como si se tratara de un ejercicio habitual. Pero el hombre de la mueca retorcida, que al principio tenda tan enrgicamente las llaves hacia la luz de la luna y a quien antes de dormirme haba observado sobre su pedestal sin querer, estaba tambin con ellos. A pesar d la msica montona del rgano, no haba dejado de percibir desde que me despert un extrao ruido chirriante a mis espaldas, en el altar. Volv la vista y observ a un hombre muy alto vestido completamente de blanco; susurraba sin cesar hacia la procesin que pasaba a su lado y que a veces se paraba ante l: Tomad y comed! Tomad y comed! Era una figura indescriptiblemente fina; delgada, de miembros grciles, perfil espiritual, nariz griega y amplios rizos ondulados y oscuros que caan sobre las sienes, las orejas y la nuca; un vello transparente y pueril creca alrededor de la barbilla y los labios. Observ, sin embargo, que sus manos estaban ensangrentadas. Se encontraba en el extremo izquierdo del altar y pona una pieza redonda pintada de blanco en la boca de los hombres de la procesin, que de dos en dos se detenan ante l, se arrodillaban en un reclinatorio rojo y miraban hacia el techo, parpadeando extasiados; y segua susu