La fe y María santisima

HORA SANTA

POR: DIACONO FERNANDO ESTEVEZ

OCTUBRE 2012PARROQUIA SANTA MARIA DEL BOSQUE-OCTUBRE 2012

Señor Jesús, Tú que eres el Verbo hecho carne en el seno de la Bienaventurada

Virgen María, nos hablas para que nosotros te escuchemos, escuchándote te creamos. En esta hora santa junto a Ti, sentados a tu

lado como discípulos tuyos, queremos escucharte, llenarnos de Ti, de Tu Amor, de

vida eterna.

PARROQUIA SANTA MARIA DEL BOSQUE-OCTUBRE 2012

San Lucas: 1, 26 - 45

26Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.28Y entrando, le dijo:Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.29Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. 30El ángel le dijo:No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; 31vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. 32El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.


34María respondió al ángel:¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?35El ángel le respondió:El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. 36Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, 37porque ninguna cosa es imposible para Dios.38Dijo María:He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.Y el ángel dejándola se fue.



39Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. 40

Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41Al oir su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo. 42y exclamó en alta voz: ¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! 43¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? 44 Apenas llegó tu saludo a mis oidos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. 45

¿Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!

Señor Jesús, María escuchó el anuncio del Ángel y creyó; por eso el camino de la fe de María debe ser el

prototipo de nuestro camino como creyentes.

Si pensamos en el camino de la fe Tu Madre Santísima, te encontramos, Tu eres el “Camino”, y para ella, también eres el “Camino” por eso ella por su fe nos

acerca a Ti.


Señor Jesús, A María tu madre se le pide acepte una realidad

jamás anunciada antes. Ella la acoge con sencillez y audacia. Con la pregunta: “Cómo será

esto”, expresa su fe en el poder divino de conciliar la virginidad

con su maternidad única y excepcional. Respondiendo: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá

con su sombra” (Lc. 1,35),


El Ángel da la inefable solución de Dios a la pregunta formulada por esa joven sencilla y humilde pero llena de fe. La virginidad

que parecía un obstáculo, resulta ser el contexto concreto que tu Santo Espíritu realiza en ella tu concepción como Hijo de Dios encarnado. La respuesta del

Ángel abre camino a la cooperación de María con el

Espíritu Santo en tu Encarnación, como Dios hecho

hombre.


En la realización del designio divino se da la libre colaboración de la persona humana. María,

creyendo en tu Palabra, coopera libremente en el cumplimiento de la maternidad anunciada. “El

Ángel anuncia, la Virgen escucha, cree y concibe” (San Agustín, Serm. 13),


Señor San Agustín meditando en la fe de tu Madre Santísima, nos dice: “Cree la Virgen en el Cristo

que se le anuncia, y la fe le trae a su seno, desciende la fe a su corazón virginal, antes que a sus entrañas su fecundidad materna” (Serm.293).


Por esta fe María recibe la primera bienaventuranza que encontramos en tu

Evangelio, cundo Isabel le dijo: “Bienaventurada tu

porque has creído, pues se cumplirán todas las cosas que te ha dicho el Señor”. “Más bienaventurada es

María recibiéndote Señor por la fe, que concibiendo la

carne de tu Hijo” (San Agustín).


Señor, el acto de fe de María Santísima, nos recuerda la fe de los patriarcas, que te dieron una respuesta de

amor y se justificaron, nos recuerda la fe de Abraham, que al comienzo de la antigua alianza creyó

en Ti y se convirtió en el padre de una numerosa descendencia.


Al comienzo de la nueva alianza, María con su fe, ejerce un influjo decisivo en la realización del

misterio de la encarnación, inicio y síntesis de toda la misión redentora de Jesús. Por eso Señor la convertiste

en la madre de todos los creyentes, y nos ayuda a comprender el papel fundamental que la fe de María

ha desempeñado y sigue desempeñando en la salvación del género humano.


Señor, así como la Santísima Virgen es la madre del amor y de la esperanza, así también es la

madre de la fe.


Con razón nos decía San Irineo: “Porque el daño que hizo Eva con su incredulidad, María lo reparó con su fe”. Y Tertuliano: “Eva por creerle a la serpiente contra lo que Dios le había dicho, trajo la muerte; pero nuestra Reina, madre y señora, creyendo a la palabra del Ángel, permaneciendo virgen, se convertiría en la madre del Señor, trajo al mundo la salvación”, “por medio de su fe, María abrió a los hombres el paraíso.


El varón infiel es santificado por la mujer fiel. San Pablo en la carta a los Corintios escribe: “Esta es la mujer fiel por cuya fe se ha salvado Adán, el varón

infiel y toda su posteridad” (1Cor. 7,14).


Señor Jesús, tu Madre amantísima tuvo más fe que todos los ángeles y todos los hombres juntos.


Te veía en el establo de Belén y te creía el creador del mundo

Te veía huyendo de Herodes y no dejaba de creer que eras el Rey de Reyes.

Te vio nacer y te creyó eterno.

Te vio pobre y necesitado de alimentos, y te creyó Señor del universo.

Te vio puesto sobre el heno, y te creyó omnipotente.

Te observó que no hablabas y creyó que eras la Palabra, la sabiduría infinita.

Te sentía llorar y creía que eras el gozo del paraíso.


Te vio finalmente morir en la cruz, vilipendiado, y aunque vacilara la fe de los demás, creyó firmemente que era Dios, su fe era firme, tenía un grado elevadísimo, sin fisura alguna, nunca

dudó, aún cuando dudaban sus discípulos.


Señor, hiciste de María por su gran fe, la iluminadora de todos tus discípulos; la Reina de la verdadera fe;

cetro de la fe auténtica.


Aquí ante el Señor Jesús, sentados a sus pies, miremos cómo está nuestra fe,

¿Qué respuesta le hemos dado a su Palabra?

¿La hemos acogido para vivirla?

¿Hemos encarnado su Palabra como la encarnó María?

¿Hacemos la voluntad del Padre?


La fe es a la vez don y virtud. Es don de Dios en cuanto que es una luz que Dios infunde en el alma, y es virtud en cuanto al ejercicio que de ella hace el alma.


Por lo que la fe no solo ha de servir como norma de lo que hay que creer, sino también como norma de lo que hay que hacer. Verdaderamente cree quien ejercita con las obras lo que cree. “Haz lo que dices y esa es la fe; tener una fe viva es vivir como se cree” (San Agustín).


Señor Jesús, así como el filósofo Diógenes andaba con una linterna buscando a un hombre, Tú andas buscando hombres de fe, verdaderos discípulo y misioneros que tengan fe y obras de verdaderos cristianos; que hagan crecer su fe creyendo como lo hizo María tu madre amada.


Que en este año de la fe acojamos la invitación de Benedicto XVI, Tu representante en la tierra, de confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Intensificando la celebración de la fe en la liturgia y de modo particular en la Eucaristía, sacramento de fe y que es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y la fuente de donde mana toda su fuerza.


Señor, que nuestra vida sea una búsqueda continua de la belleza de la fe, hasta que

nuestro corazón descanse en Ti. Que nuestra fe sea dinámica, que al encarnar tu Palabra, como la encarnó María, entremos

en un proceso de cambio permanente, para que cada vez nos parezcamos más a Ti.

Amén.


Documents

La fe y María santisima