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I
CARTA ABIERTA
Bogotá, Abril 2] de 1912.
Senor doctor don Juan B. Pérez y Soto, Presidente de la Comisión Investigadora de Panamá-Presente.
El Dios de las Naciones, que a cada pue-blo señala un destino que llenar y a los individuos una misión por cumplir en el seno de las colectividades, no ha abandonado en esta emergencia de Panamá a nuestra cara Patria, ( ni dejado a sus buenos hijos a merced de los ) hipócritas fariseos que en todas las épocas ( han hecho lapidar por las turbas inconscientes \ a quienes, siguiendo las enseñanzas del Redentor, no vacilan en denunciar las podredumbres ) morales que «blanqueados sepulcros" ocultan a la vista del pueblo, el cual toma por símbolos de honradez los suntuosos sarcófagos del crimen.
Usted y yo sabemos, há mucho tiempo, que cumplimos con el deber; pero su voz, la de ( CarLos losé Espinosa y 1 '!..2l1ia , tenidas han )
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sido por brotes de pasión, de envidia y rencor, no faltando audaces que, al vernos transitar solos por las vías rectas, nos señalen con gesto irónico y digan: enfermos de patriotería. Bajo el REINADO DE MAMMON, esto es bien; pero según dije al doctor Antonio JosL Restrepo al darle una primicia de lo que esta car--ta motiva- por ser una obligada y merecida justicia- « ya escuchamos las voces de la poste~d "; y si nacta podemos esperar de la justicia de los Estados, controlada por los merodeadores, el veredicto de la justicia inmanente, cuyo augusto Tribunal es la conciencia
\ de los pueblos, ha sido dictado: LA H~TORIA DE PANAMÁ ESTÁ ESCRITA.
Con esta carta "envío a usted un ejemplar del libro de Mr. Alexander S. Bacon, en donde está publicada Revely in crime, acompañada de una versión castellana, cuyo derecho d:..J>ublicidad me reservo, junto con esta carta, pues el secreto del sumario por usted formado no puede incluír o comprender a piezas que ya han sido publicadas.
El completo trabajo de Mr. Bacon justifica a usted, pero debo observar lo siguiente, comprobado allí, que usted recibirá con benevolencia:
a) El 3 de Noviembre de 1903, o lo ence-1 rrado en esa fecha, es_ un incidente, aun cuando de colosales resultados para nosotros;
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b) El pecado ORIGINAL colombiano hay que buscarlo -;;; la prórroga otorgada en 1900 por 2' ? el doctor Carlos Calderón Reyes, y en las gestiones hechas en Wáshington por los Minis- O tros colombianos después de' aquella fecha, pues con ellos se rompió la tradición nacional de no permitir la venta o traspaso de la concesión del Canal a Gobierno o Nación extranjera; y
c) La desleal conducta del Gobierno, después de 1903, para legalizar -el despojo nacio-nal, sirviendo eficacísimamente a los estafado- ( -res franceses y al Gobierno de los Estados Unidos, igualmente punible de chantage- con
f '-- .
sus amenazas-esta a de nuestros mtereses, y violador de pactos internacionales.
Se dice que «es antipatriótico pretender buscar traidores y cómplices de la pérdida de aquel Estado y de los expoliadores extranjeros en Colombia, cuando Mr. Roosevelt ha declarado que él tomó a P!!namá»; sin negar que este Presidente americano fue quien consumó eL" despojo, es igualmente incontroverti-ble: 1.° Que ___ ~in la prórroga de 190.Q¡ los es-tafad~res franceses no hubieran sido ,escucha- l dos en Wáshington ni en Pequín; y 2.° Que ~ ------ -el 3 de Noviembre de 1903 sobraron en Pa-
--- ---~~~L namá generales,~oldados, fusiles, buques de ( guerra y municiones para HACER EFECTIVA la 1 ~ soberanía de Colombia en eLIstmo, pero que --
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I ~ faltaron colombianos dignos. Esto, por supues-•
to, fuera de los vendidos como Judas. Mr. Bacon da nombres, aporta pruebas y
enumera las.santidades con las cuales se pa( garon los punibles actos; y Napoleón dijo lo
( siguiente: «Ningún soberano, ningún pueblo, ningún
general puede estar seguro mientras tolere que los oficiales capitulen en campo raso, y rindan las armas en virtud de un contrato favorable a los individuos del cuerpo que mandan, pero contrario a los intereses del resto del ejército. Sustraerse del peligro para hacer más aventurada la situación de sus camaradas, es evidentemente una villana cobardía; semejante conducta deben reprocharla las leyes militares, declararla infame y condenar a los delincuentes a la pena capital. Los generaleS, los oficiales y los soldados que en una bata-lla han salvado su vida por medio de una capitulación, deben ser diezmados; el que manda y los que obedecen son igualmente traido-res y merecen la pena de muerte. »
¿ Qué diría en este caso único de Colombia? Yo sólo tengo que agregar: los militares
que tal hicieron en Panamá han estado en servicio casi siempre y figuran en el Escalafón
~ con sus altos grados, mientras a mí me ha <.,{ neg:do el Ministerio d~ Guerra laTnscripción ( l( en ese mismo Escalafón Militar. Bien puede
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usted formar un paralelo, que yo me conside
ro muy honrado. Que sea mi felicitación por su voluntad • con la cual ha hecho de su perseverancia
la religión de la constancia »-Ia primera que ~ reciba después de las injurias sufridas, así co- (
mo es la más sincera.
Amigo y compatriota,
JORGE MARTINEZ L.