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Universidad de Chile
Facultad de Filosofía y Humanidades
Departamento de Filosofía
La filosofía del juego en la estética de Immanuel Kant
Informe Seminario para optar al grado de Licenciado en Filosofía
Autora:
Yanina Valeria Chandía
Profesora guía
Ives Benzi Z.
2004
Agradecimientos
“Con especial gratitud para la Profesora Ives Benzi Zenteno, por su paciencia y
rigurosidad”.
“A César Peña por su compañerismo y solidaridad”.
2
“Dedicado especialmente. A mis padres, Ruth y Omar. A mis sobrinos,
Joaquín y Pablito. A un amor sublime”.
3
INTRODUCCION
El presente trabajo está destinado a demostrar la hipótesis, de que los planteamientos
contenidos en la „Crítica del Juicio‟ acerca de lo bello y lo sublime permiten demostrar que
dentro del sistema kantiano opera una „filosofía del juego‟.
Para comprobar dicha hipótesis se analizarán principalmente los elementos fundamentales de
la estética kantiana, sobre todo lo que dice relación con los juicios reflexionantes de gusto y
de lo sublime, para llegar a precisar la noción de juego presente en las analíticas de lo bello y
de lo sublime.
Dentro de este contexto se intentará resaltar los principales nexos y relaciones que en la
estética de Kant aluden al juego libre de las facultades, como una forma de comprobar que en
el filósofo se encuentra contemplada una filosofía del juego, como elemento subjetivo
fundamental en lo que corresponde al desarrollo de la estética, dentro de la „Crítica del
Juicio‟ y en consonancia con lo que respecta a las dos primeras partes del sistema crítico del
filósofo.
Antes de adentrarnos en los planteamientos kantianos presentaremos una breve reseña acerca
del nacimiento de la estética y sobre el concepto de juego manejado por los principales
teóricos del tema. Dentro de estos teóricos destacamos a un filósofo alemán, discípulo de
Heidegger, quién también se inserta en la tradición kantiana, nos referimos a Eugen Fink
(1905-1975), éste resulta de gran importancia por su vigencia y contemporaneidad para la
filosofía de hoy. Entre sus variadas obras destaca „El oasis de la felicidad‟, (Oase des Glücks),
texto que se trabajará en su versión original del alemán. En este texto expone escuetamente
los fundamentos del juego. Primero, analiza el juego como fenómeno, luego realiza un
análisis a la estructura del juego, para finalmente tratar el juego desde una perspectiva
ontológica. De este texto se considerarán los principales caracteres incluidos en la noción de
juego con el fin de dilucidar las principales conexiones posibles de su autor con el
pensamiento kantiano.
4
Teniendo siempre como referente la filosofía kantiana, se aludirá también al pensamiento de
F. Schiller - filósofo neo-kantiano quién recoge toda la tradición romántica – que se apodera
de los planteamientos estéticos de Kant como punto de inicio para su estudio posterior de la
estética – que involucra también el tema del juego y que se ajusta a la noción filosófica
general del juego brindada principalmente por Fink.
Finalmente procederemos a verificar en los planteamientos estéticos del filósofo de
Königsberg la presencia de dicha noción que permite sustentar la existencia de una filosofía
del juego en los fundamentos subjetivos radicales del sistema kantiano.
Ahora bien, en el trabajo sobre la Crítica del Juicio es posible distinguir dos traducciones de
importancia, a través de las cuales se pueden captar dos aspectos distintos para abordar la obra
mencionada. Con esto nos referimos, por un lado a la traducción más frecuente utilizada por
los estudiantes universitarios en el estudio del texto, que es dirigida precisamente por el
español Manuel García Morente, y editada por Espasa Calpe. En ella el autor reconoce la
directa influencia del filósofo alemán Hermann Cohen (1842-1918), cuya obra no aparece
disponible en español en los catálogos de las principales bibliotecas de Santiago en Chile.
En todo caso Cohen postula y defiende el estudio de la Crítica de Juicio interpretada como un
juego de facultades, donde además inserta un elemento que no deja de ser importante, y que
corresponde a la conciencia. Para Cohen, en este juego de facultades cognoscitivas, juego por
cierto libre, participa de lleno la conciencia, como elemento impulsor del trabajo de las
facultades. Esto último alude también al juego, como trabajo interno de las facultades en el
sujeto, a partir de las cuales se proyecta y cimienta todo el sistema del conocimiento y por
supuesto de la moral dentro del sistema kantiano.
5
1.0. Nacimiento de la Estética
“La virtud genuina sólo se asienta en principios. Estos principios no son reglas
especulativas, sino la conciencia de un sentimiento, que late en todo pecho
humano y que se extiende mucho más allá de las bases particulares de la
compasión y la afabilidad. Creo que lo resumo enteramente cuando digo: es el
sentimiento de la belleza y de la dignidad de la naturaleza humana”.1
La reflexión en torno al arte y la belleza viene desde la antigüedad, y ha evolucionado a la par
con la historia del hombre.
La intensa producción de los griegos en cierta manera les impidió alejarse del fenómeno
artístico para ser capaces junto con sistematizarlo lograr la posteriormente buscada
fundamentación de la estética.
Si consideramos la intensa producción de los Griegos en diversos ámbitos de la sabiduría
humana, especialmente pensamos en Platón quien logra una reflexión profunda en torno a las
artes, la poesía y la belleza. De su pensamiento heredamos la idea de belleza asociada a la
visión contemplativa. El concepto de pureza como requisito indispensable en la creación
artística. Así mismo hubo en Platón un intento de unir belleza y moral, al concebir el ideal de
belleza como un atributo de lo bueno, la bondad ( Este intento perjudicó en cierta
medida la fundamentación de la creación artística como fuente de lo estético, ya que no se
logró madurar una concepción independiente de la estética, en especial nos referimos a la
ligazón que existía en la antigüedad entre la estética y la moral o con la teoría del
conocimiento. Sin embargo, estas consideraciones aún en su profundidad conforman sólo el
camino inicial en la fundamentación de la estética. Antes de tal fundamentación, el hombre
debía ganar espacio en otras actividades espirituales, como la conquista de la naturaleza y
posteriormente la moralidad en el sujeto.
1 KANT, I. De lo bello y de lo sublime, sección 2da, VIII.
6
Uno de los objetivos de este trabajo es precisamente destacar el desarrollo que Kant
aportó a la estética. En efecto, fue quien elevó el concepto de belleza al placer estético como
categoría indispensable en todo juicio de gusto.
Para Hermann Cohen (1842-1918)2 la estética como esfera independiente sólo fue posible
luego de la ruptura producida en el renacimiento entre saber y creer.
Esta lucha entre saber y creer no compartió este tenor en la antigüedad, porque la fe religiosa
de entonces era libre, amplia, algo irónica si se quiere, pero por sobre todo era una fe política.
No tenía pretensiones dogmáticas ni metafísicas.3
Después del período clásico de la antigüedad y mucho después del período medieval se
ingresa a una época donde la fe ya no es el centro sino más bien es la razón, con el desarrollo
de una nueva ciencia que entra en pugna directamente con la fe religiosa. Surge un nuevo
valor otorgado a las verdades y es en este período que surge por primera vez el problema
estético. Esto es, se intenta determinar que lugar ocupará esta vez el arte. Se discute si el arte
refiere en su íntima expresión a la moral o refiere más claramente a la facultad de conocer, o
simplemente se mantiene en el aire sin un sustento espiritual.
Ya antes de Kant pensadores de la línea de Burke y Dubois afirmaron la estrecha relación de
lo bello con la sensibilidad, con el sentimiento. Frente a esto surge el planteamiento del rol
que juegan los sentimientos respecto al pensar. En Leibniz hallaremos que la sensibilidad
corresponde a una inteligencia confusa, un primer estadio del pensar. Esta concepción es
propia de una postura intelectualista como la propuesta por Leibniz. Ya aquí es posible
evidenciar la demora que cobrará la separación de la estética, como un área autónoma e
2 Hermann Cohen (1842-1918). Filósofo alemán, profesor en Marburgo, fundador de la
denominada Escuela de Marburgo. A partir de la década de 1870, empezó a investigar la
teoría de la experiencia en Kant, la ética y la estética, en un sentido idealista más consecuente
que el kantiano: rechazó la cosa en sí en calidad de causa real de las sensaciones y empezó a
considerarla tan sólo como concepto límite de la experiencia. Apoyándose en Kant, estableció
un sistema de filosofía que abarcaba la lógica, ética, estética y filosofía de la religión.
3 COHEN, Hermann. Fundamentación de la estética de Kant, 1889.
7
independiente. A partir de aquí se plantea la sensibilidad como una fuente independiente
del espíritu, inclusive a partir de la filosofía moral de Leibniz es posible ya deducir una
estética.
Leibniz va más allá en su concepción de estética y, como es propio de su filosofía, relaciona
la estética con el concepto de proporción. Pretende buscar este sentido en el espíritu. Después
veremos que es posible encontrar estos mismos rasgos en Kant.
En la filosofía del siglo XVIII la concepción sobre la estética vacila entre una ciencia de la
sensibilidad y el arte mismo. Baumgarten fue quien acuñó el nombre de estética a la
disciplina. Sin embargo, para Baumgarten la estética posee dobledad y ambigüedad en los
conceptos. Así la sensibilidad pareciera ser más bien una ciencia confusa no pudiéndose
delimitar entre ciencia y arte, encontrándose entre arte y ciencia sólo una diferencia de grado.
Siendo así la estética “es una teoría del arte libre, de conocimiento inferior, arte del
pensamiento de lo bello, arte análogo a la razón” y ciencia cognoscitiva de la sensibilidad “4.
Pese a lo anterior Baumgarten fue quien dio un lugar propio a la estética dentro de la esfera de
la ciencia. Además de suscitar un interés filosófico especial. Las falencias del sistema de
Baumgarten partieron de poseer una teoría del conocimiento insuficiente y por el hecho de no
haber otorgado relación alguna a la estética con la conciencia. Así esta nueva dirección
original que le da al espíritu no estaba fundada en principios sólidos y peculiares y menos
hacía referencia a la unidad de la conciencia.
Winckelmann supo diferenciar las esferas de arte y naturaleza a la vez que las une a través del
“ideal”. Por el ideal se determina el arte como una actividad del espíritu, como una actividad
original expresada por la naturaleza, en la cual trabaja o participa la naturaleza, pero no es la
naturaleza misma. Este concepto sin lugar a dudas alude a la conciencia, y la dirección
original del arte radicaría en la conciencia. Este es justamente el concepto general presente en
la estética.
4 KANT, I. Crítica del juicio. Introducción de Manuel García Morente, p.20.
8
Winckelmann modelará la estética en un sentido platónico de las ideas. Consideró las
formas y figuras como bosquejadas en el entendimiento, ensamblajes de formas y relaciones
que encuentran su mayor expresión en el dibujo.
De este modo Winckelmann ve en la elipse la descripción suprema de lo bello, la silueta de
esta figura se conserva en sencillez y en constante mudanza. Mediante la sencillez y unidad de
esta figura la belleza asciende a lo sublime, esto hace que la belleza se torne indeterminable,
inseñalable, pero que a cambio esté en condiciones de expresar lo universal en lo individual.
Esta expresión de lo universal en lo individual es lo que conforma el ideal. Por medio del
ideal supera el arte a la naturaleza. El ideal se realiza en la naturaleza como un todo. Ese todo
sobrepasa de esta manera la naturaleza misma. Las formas en el arte muchas veces indecisas,
informes en su figura las hace ser más propias para expresar el todo universal. Este concepto
de belleza en Winckelmann es indeterminado. Y como última determinación de su ideal, éste
deberá realizarse en un individuo. Pero este individuo es considerado como espíritu puro. Y
como espíritu puro rompe la individualidad de éste. Esto porque el ideal al volverse sobre el
individuo rompe su individualidad, sobrepasándolo y convirtiéndolo en espíritu puro. Y este
cuerpo es ahora más que cuerpo es espíritu puro. Espíritu que se vuelve sensible como “si
fuera cuerpo”5 (quasi-corpus) Y es en este concepto donde Winckelmann crea una separación
abismal. Esto porque la fuerza del ideal resulta tan arrebatadora que aún cuando sale de ella
vuelve a ella recreándola. La actividad estética de la conciencia encuentra en la naturaleza su
materia prima. Sin embargo, la naturaleza de un cuerpo sale transformado, luego de la
intervención del artista, queda tan impregnada del ideal, que el cuerpo natural ya no es
cuerpo, resulta como siendo cuerpo.
Winckelmann junto a su concepto de ideal afirmará el poder creador original del arte.
Definiendo los límites del arte que produce una definitiva división entre ciencia y naturaleza.
Sin embargo frente a lo anterior aparece la única debilidad en su apreciación del arte y esto es
que no realiza en la moral el mismo proceso de idealización que realizó en la naturaleza física.
En efecto, no reconoce en el mundo moral ningún elemento de lo bello que pudiera servir de
materia para el arte.
5 Op. Cit., p.22
9
Con Immanuel Kant recién se logra una fundamentación sistemática de la estética.
Kant, quien no poseía una fuerte formación y cultura artística, sin embargo, contaba con las
herramientas metodológicas y sistémicas para aplicarlas en la estética. Él poseía un
pensamiento profundamente sistemático, una fuerza creadora que dirigía su pensamiento.
En esta misma fuerza sus contemporáneos flaquearon. Es el caso de Mendelssohn, quien
consideraba que entre el querer y el conocer había algo que no era ni conocer ni querer. Con
Winckelmann se logró estipular que el arte no es naturaleza, sino algo muy distinto de ella,
que emana del espíritu mediante el concepto de ideal. Lo bello en la naturaleza, es lo que de
común posee con el arte. Esto es, la naturaleza es bella por el arte, según Winckelmann. El
goce estético no tiene nada que ver con el conocer. Tampoco con el desear, sino que es un
goce puro en sí mismo, que no aspira a otra cosa más que a su propia duración.
El sistema de Kant no pretende ser un sistema dogmático, no pretende ser una respuesta
teórica a las múltiples interrogantes abiertas por la razón en sus ansias de buscar lo
incondicionado. Es un sistema del espíritu considerado como sujeto de la cultura, como
productor del saber, del querer y del gozar humanos.
Kant en su reflexión sobre la realidad, aborda principalmente la realidad sensible no de la
manera directa y analógica que trabajaban los renacentistas, sino que incluye en su filosofía
un elemento que marcará toda la forma de conocer y de relacionarnos con la realidad, que
hasta nuestros días perdura como estructura del conocimiento. Y esto se refiere a la relación
con la realidad sensible mediante conceptos, ideas, los cuales se pueden agrupar en una forma
representativa de conocer. Aquella que a través de la afección llega al sujeto como estímulo
externo de la realidad, para luego salir del sujeto transformado en conceptos, o imágenes de la
realidad. De esta manera el hombre ya nunca más vuelve a ser capaz de mantener una relación
directa y esencial con las cosas. La realidad de cada día es constituida gracias a fuentes de
nuestro intelecto, fuentes a priori para la constitución de la experiencia en el hombre. Este
sistema marcará de tal manera la unidad fundamental de cada individuo, que nos cuesta
concebir la realidad fuera de estos patrones del conocer en el hombre.
Esa trama de formas ideales que vamos creando, y a las que atribuimos la verdadera realidad,
constituye lo que podemos llamar la ciencia, el conocimiento. Esa elaboración, por medio de
la cual pretendemos conocer, es la única manera efectiva de conocer y no hay realmente más
10
conocimiento que la experiencia, es decir, la ciencia en el sentido en que acabamos de
describirla.6
La filosofía de Kant se constituye esencialmente como trascendental, esto es, no pretende
sustituir a la ciencia. Más bien constituir una crítica del conocimiento, una teoría de la
experiencia. Para llegar a esta teoría del conocimiento no se podrá valer de métodos
científicos a priori, pues al intentar explicar teóricamente la posibilidad de toda experiencia, si
ha de justificar esta última, no podrá hacerlo considerando algún elemento cuyo origen sea
empírico. La filosofía trascendental no persigue fundar la experiencia sino, ver en ella todo
cuanto hay. “La filosofía trascendental es un análisis de la experiencia, que parte del hecho
mismo de la ciencia, remontándose a las condiciones de él mismo para determinar aquellas
formas que constituyen la trama misma de ese producto de la conciencia que llamamos
conocimiento”.7
Kant denominó su postura cognoscitiva “Idealismo Trascendental”, la que implica que la
verdadera preocupación de Kant es referirse al problema general de la crítica, el modo de
conocer los objetos, y ni los conocimientos mismos de los objetos.
El análisis de la experiencia da como resultado la consideración de dos factores: una función
de los sentidos y una función del entendimiento. Al realizar una abstracción de la sensibilidad
encontramos por un lado las formas de espacio y tiempo que constituyen el factor constante
en medio de la multiplicidad variable de las sensaciones. En el entendimiento se encuentra la
función de unificar lo múltiple dado en la intuición. El contenido de la experiencia lo
constituyen juicios sintéticos a priori que poseen un sujeto y un predicado heterogéneos, no
subsumibles uno en otro. Sin embargo, poseen la pretensión de declarar universal y necesario
el enlace que han realizado entre representaciones heterogéneas. Esta condición es cumplida
por las categorías. Así los principios de todo conocimiento pueden derivarse de ellas. Y estos
mismos principios constituyen al mismo tiempo la ley universal de la naturaleza. De este
modo el análisis de la experiencia nos ha llevado a reconocerla como un producto de nuestra
6 Op. Cit., p.27
7 Op. Cit., p.28
11
actividad espiritual, según leyes que prestan caracteres que le son propios: objetividad,
universalidad, necesidad.
Por esta misma razón según hemos considerado la experiencia como un fenómeno, tenemos
que explicarla de un modo que no sea mediante un producto, ni un fenómeno, sino que sea en
sí mismo (noúmeno).
Las limitaciones que encontramos en la experiencia nos hacen pensar que más allá hay un
algo que no es objeto de la experiencia. La cosa en sí es la designación de este algo. Que es
puro pensamiento, que no podemos conocer, ya que es irreductible a conceptos, y puesto que
no puede entrar en nuestra experiencia limitada sin dejar de ser cosa en sí. Con la designación
de la cosa en sí, descubrimos que este concepto sirve de límite para la actividad regulada de la
conciencia en la experiencia. Este concepto de noúmeno es un concepto límite y nos lleva a
una experiencia siempre condicionada, pero que como tarea es siempre infinita, es
preocupación constante de nuestro pensar.
Otro elemento importante en Kant son las ideas, que son fundamentales para la experiencia
así como lo son las formas a priori de la sensibilidad. Las ideas están constituidas por
categorías del entendimiento, y se refieren a la totalidad absoluta de la experiencia. Sin
embargo, ellas no pueden encontrar aquello que buscan, porque su objeto no está dado en la
intuición. Pese a lo anterior, las ideas significan para la experiencia un constante motivo
regulador, una marcha hacia la unidad. Si bien no pueden constituir un objeto, pueden y deben
enseñar que la experiencia es infinita, al poner como fin último del conocer, la posesión de lo
incondicionado, enseñan que esa posesión es imposible, sin embargo, la marcha hacia
aquellas es lo que puede regular la experiencia.
En lo que respecta al mundo de la cultura, ésta no se extiende sólo hacia dos esferas: la
conquista de la naturaleza, y la realización de la libertad. También hay una tercera esfera que
se centra en el arte y en la belleza. Esas dos esferas tanto de la teoría del conocimiento y de la
moral encuentran en el arte una nueva y original forma de expresión. El arte utiliza como
materia aquello que le proporciona la naturaleza o la moralidad en el hombre. El arte recrea
tanto la realidad natural como la moral a través de la producción de una nueva esfera en la
cultura, con una dirección independiente de las otras dos esferas mencionadas con
12
anterioridad. Sin embargo, referida también a la conciencia, como centro productor de todo
el sistema humano.
En un bosquejo introductorio a La Crítica del Juicio, Kant resume su filosofía: “La
naturaleza, pues, funda su conformidad con leyes en principios a priori del entendimiento,
como facultad de conocer; el arte se rige en su finalidad a priori según el juicio en relación
con el sentimiento de placer y dolor; finalmente, las costumbres (como producto de la
libertad) están bajo la idea de una forma semejante de la finalidad, que se cualifica para leyes
universales como un motivo de determinación de la razón en consideración de la facultad de
desear”.8
8 Op. Cit., p.36
13
2.0. La Filosofía del Juego
2.1 Antecedentes Generales
La noción de juego desempeña un papel importante en varias teorías estéticas, psicológicas y
antropológico-filosóficas.
Es el caso de Schiller, quien en sus „Cartas sobre la educación estética del hombre‟, considera
el juego como un impulso lúdico, fundamento del impulso artístico.
Spencer en sus „Principios de psicología‟, mantiene la idea del instinto del juego como una
energía biológica sobrante, la cual puede verterse de dos formas: una inferior como es el
deporte, y una superior que es el arte. En cambio K. Groos estima que la actividad lúdica no
es una descarga, sino una preparación para la vida.
J. Huizinga, sostuvo que el juego era una función del ser vivo, no sólo del hombre, dotada de
independencia de cualquier otra actividad. Se trataba de algo libre, superfluo, separado de la
vida corriente, de la cual quiere escaparse. El juego en sus formas superiores tiende a la
representación de algo, es decir, a la figuración de la realidad. El juego es por ello un
fenómeno cultural. El juego posee una función creadora de cultura que se manifiesta en el
derecho, en la guerra, en el saber, en el arte y hasta en la filosofía.
Heidegger plantea el problema del juego del lenguaje, lo cual es un modo de ver lo que el
lenguaje dice cuando propiamente habla. La idea de juego según Werner Marx en Heidegger,
corresponde a la metafísica de la luz, de la apertura, de la verdad, en esta metafísica no es
preciso preguntarse por un por qué, ya que el juego sería sin por qué.
Para Hans-Georg Gadamer el juego es un hilo conductor del juego artístico. El juego se sitúa
en un horizonte de diálogo, el dialogar en qué consiste el proceso dis-cursivo histórico éste se
efectúa dentro de los límites de un juego por el cual se comprende también el que se traspasen
los límites. Así el juego para Gadamer es el hilo conductor de la explicación ontológica.
14
Hermann Cohen (1842-1918)9 propone una teoría del juego de las facultades. Considera
que el juego libre es “el juego de las direcciones en que la conciencia crea contenido”. Al
entrar en la dirección que crea conocimiento general en el juego libre, entra la conciencia
completamente en esta dirección y no sólo un determinado contenido de ella. La conciencia
aquí se involucra completamente. Intentando un juego libre de actividades en la conciencia,
caracterizándola en términos de vivificación, animación, estado de consonancia.
2.2. Eugen Fink
La noción de juego desempeña un papel importante en diversas teorías estéticas, psicológicas
y antropológico-filosóficas, a través de la historia de la filosofía.
En general, el examen de la estructura del juego es de gran trascendencia en la existencia
humana. El juego es comprendido como un impulso de vida independiente y originario, con
un carácter propio y valioso. Se trata de un fenómeno vital que cada sujeto conoce desde
dentro y que indica la posibilidad de vivirlo desde una conducta particular. Por esta razón la
esencia del juego se da en diversidad de apariciones.
Para el trabajo que llevaremos a cabo sobre una filosofía del juego nos basaremos en este
fenómeno, abordando inicialmente el pensamiento de Eugen Fink (1905-1975). El tratamiento
que realiza Fink se inicia delimitando un criterio de medida. Este recae precisamente en el
hombre, en él adquiere particularidad y sentido genuino.
El juego es un suceso aclarador, una celebración de lo vivido, sin embargo en él hay un
quiebre vital. Dentro de la visión de Fink el juego tiene un carácter práctico, de hecho es una
actividad, lo señala diciendo: “Se vive en el juego, se hace, se ejecuta, se le conoce como una
posibilidad de vivirlo a través de una conducta particular.”10
Cabe señalar que la estructura del “juego” está enraizada en Platón, quién dió alas al
pensamiento, dirigiéndolo hacia lo imaginario. De este modo se elevó el juego a la categoría
de juego del espíritu. El juego es encantador en una esfera determinada, precisamente sobre
9 COHEN, Hermann. Fundamentación de la estética de Kant. Berlín, 1889.
10 FINK, E. Oase des glücks. 1957, p.9
15
una región imaginaria. Cada juego como tal pertenece a un elemento de sentido propio. Se
restituye de esta manera la intensidad de su momento, pues en ese instante se experimentaría
el sentimiento de una ambigüedad y contradicción tal, que lo hace adquirir un sentido propio.
Así este juego sería algo serio y riguroso que además traspasaría y dejaría atrás a un simple
movimiento corporal. Inclusive podemos decir que corresponde a una producción de sentido
particular.
El juego como actividad se insertaría quebrando el diario vivir. Es causado por una suerte de
interrupción ocasional de la temporalidad dentro de la cual el hombre va realizando su vida.
De manera que el sujeto del día a día podría por instantes desligarse de la temporalidad que lo
atrapa, de esta manera podría hablarse de una liberación.
El placer del juego del que nos habla el autor, es un placer de vivirlo. Además se desarrolla
junto a un profundo dolor, dice él: ”profunda tristeza, una pena abismal, estrechando así un
terrible y puro placer”11
. No obstante, el placer inherente al acto de jugar, pese al dolor, pese a
lo trágico, origina entusiasmo y conmoción estremecedora. Esto último constituye la
extensión del quiebre de lo doloroso, de lo terrible. Así entonces, lo que hay en el placer viene
a ser la conjunción de contrarios: lo doloroso, la angustia, el horror, lo trágico y la alegría
misma. Como puede apreciarse nos encontramos ante la mezcla de emociones contrarias. El
juego permite experimentar una extraña forma de dolor, pues no se queda en su carácter
negativo, sino que al hacerse placer se convierte en positivo. Este placer no es ni sensual ni
intelectual propiamente, sino que posee una forma ambigüa.
La ocurrencia de este juego que provoca una dicotomía dolor-placer, no es sin duda algo que
aflore directamente en nuestros conocimientos y en nuestras formas de conducirnos. “... en el
juego infantil éste se daría de un modo mucho más inconsciente, en cambio en los adultos esta
tirada es disimulada por ocultaciones”. Queda en evidencia que en el juego queda algo
escondido como una especie de enmascaramiento u ocultación.
El objetivo de Fink es analizar la estructura intelectual del juego y descubrir la necesidad de
dicho enmascaramiento. Es preciso señalar que se torna bastante difícil por la estructura
vidriosa o de espejo propio del juego. El juego en el hombre es algo que llevamos dentro de
11
Op. Cit., p.28
16
cada uno de nosotros, a menudo como una posibilidad de realizar y de conocer en
nuestras existencias, este es un fenómeno existencial de un modo completamente enigmático.
Ante la tentativa de conceptualizar racionalmente se escapa algo en una ambigüa máscara. El
intento de buscar una estructura intelectual necesita contar con tal enmascaramiento.
Pese a su afirmación de la emergencia ocasional del juego, a partir de la obra de Fink, es
posible designar al juego como un elemento sustancial para la constitución del ser de la
existencia humana y de la vida. En efecto, se encontraría a la base de la realización plena de
los hombres.
Permanecen aún múltiples interrogantes respecto al fenómeno del juego: Será posible que en
nuestro tiempo hayamos alcanzado como una necesidad imperiosa la esencia del juego. Uno
de las grandes interrogantes en la obra „El oasis de la felicidad‟ es saber si se ha logrado un
saber o una reflexión filosófica en torno a la esencia del juego y develar sus misterios que lo
constituyen entre una de las actividades más importantes de la vida del hombre. Fink señala
que “el hombre es sustancialmente mortal, trabajador, un luchador, un amante y
esencialmente un jugador. La muerte, el trabajo, el poder o señorío, el amor, y el juego
construyen un sistema elemental y un compendio misterioso y ambigüo de la existencia
humana”12
. No por nada el propio Schiller dice que “el hombre sólo allí es completo, donde
juega...”13
Toda sustancia fenoménica fundamental en la cambiante existencia humana pareciera de una
manera ambigüa y enigmática. El hombre en esto tiene su motivo profundo, al mismo tiempo
se expone y se pone a salvo. Él no es más que un animal sujeto en un fondo natural y aún
preso como un ángel incorpóreo – Él está hundido en la naturaleza de la libertad, él queda
cautivo a un impulso oscuro, que él recibe y soporta. Él se instala tratando de comprender su
existencia – pero por otro lado él no puede definirse por completo a través de la acción de la
libertad.
12
Op. Cit., p.18
13 Ibídem.
17
“El juego es actividad y fuerza creativa, - y aún se encuentra cerca de lo eterno y de la
quietud de las cosas -.”14
“Nosotros jugamos en serio, jugamos auténticamente, jugamos en la
efectividad de las cosas, jugamos trabajando y luchando, jugamos amando y muriendo. Y
jugamos aún en el juego.15
En todo lo descrito se apoya la ontología del juego propuesta por el autor.
Fink intentará en su texto lograr un sentido y un carácter esencial en el juego humano, además
de emprender una formulación intelectual de la estructura del momento y un esbozo
preliminar del concepto especulativo del juego. Efectivamente puede decirse que Fink
atribuye los siguientes tres sentidos al juego: “Un sentido coherente de lo jugado, que se
remite a lo interno; una referencia a la acción y a la correspondencia, que posee un carácter
interno y externo; y el sentido externo propiamente tal del juego”16
.
“Tres momentos que se dan en la constitución del juego: el juego común u ordinario, el juego
como posibilidad fundamental en la existencia social, y el juego comunitario, con otros
jugadores como una forma de comunidad humana.”17
Fink establece el acto del juego como instaurado y regido por reglas, reglas que nunca son
fijas, sino, que a través de una convención pueden ir variando y modificándose. Esta regla que
se establece dentro del espacio del juego se vincula al acto recíproco de correspondencia que
se establece en el juego, que en general se establece con un otro, el juego mayoritariamente no
se refiere a un juego solitario. Todo el mundo conoce la diferencia entre un juego tradicional,
que recibe un estatuto conocido por todos, y el juego improvisado, en el que el sujeto inventa,
deja a la fantasía una libertad inusitada para su creación. En este tipo de juego uno puede
rondar en el reino de lo expuesto de la imaginación, rondar sobre la desnuda posibilidad,
14
Op. Cit., p.25
15 Ibídem.
16 Op. Cit., p.30
17 Ibídem.
18
porque el compromiso mismo es posible, porque aquí en el reino del juego hay cabida a
la invención, a la libre riqueza de ideas.
La sujeción misma a una regla que ordene en cierta medida el juego, la sujeción a ella, es
estimada como un placer completo y positivo. Según el autor esto es sorprendente, se
transmite en el juego la mayoría de las veces como un producto de la fantasía colectiva, para
un mismo compromiso arquetípico que pasa a fundarse en el alma. Más de alguno se
sorprende con el juego de niños, el cual pertenece a rudimentos de una práctica mágica muy
antigua.
“El juego humano es definido como producción imaginaria de completo placer, es un milagro
de alegría en apariencia”.18
El juego es también siempre caracterizado a través del momento
de la representación, a través del momento de una completa conciencia.
En el acto del juego existe en gran medida un elemento de libertad. Y en efecto nos
encontramos también con el extremo opuesto de la libertad en el juego, esto es de vez en
cuando el contenido del mundo efectivo real, hasta puede aproximarse al encantamiento, hasta
el derrumbamiento en el demonio de la máscara. El juego puede tener la claridad de un
momento Apolíneo de libertad y autonomía. Pero también contiene en sí un momento de
pánico en la oscuridad Dionisíaca de una obligación propia.
El juego es un fenómeno, para el cual no es fácil preparar o disponer de una categoría unívoca
adecuada.
En la estructura del juego, un tipo de concepto se concibe, así el juego como estado de ánimo,
como juego comunitario, juego reglado, poseedor de su objeto propio para el juego (juguete)
y el juego de mundo. El juego esencialmente es juego comunitario, como una posibilidad
fundamental en la existencia social, el juego como un juego conjunto, donde interactúan unos
con otros, como una forma íntima de comunidad humana.
El juego visto como un colectivo, como una instancia comunitaria, puede tener momentos
incluso de religiosidad. El juego es el inicio primitivo que refuerza las ligaduras del poder, es
la institución de la sociedad – de otro modo por cierto – como la sociedad oscila entre la
18
Op. Cit., p.38
19
separación total y la vida, de otro modo, como el amo o el dueño de todo orden o
como una familia elemental. El hombre precoz juega en comunidad en completa presencia de
sus distintas formas. En comunidad cierra el círculo total del fenómeno de la vida, como un
juego común, como un símil de la fiesta arcaica, o como un divertimento popular, se eleva a
una dimensión mágica, se eleva la realidad de la vida humana en toda su percepción, es un
espectáculo culto, donde el hombre entra en proximidad con Dios. El héroe, y el muerto
sienten en sí la presencia de un poder total bendito y horroroso de un universo que se presenta
conocido. Así tiene el origen del juego una profunda relación con la religión. La sólida unión
sorprende al espectador, unos juegos de misticismos y epopeyas, los hechos y el dolor de Dios
y del hombre van sobre el escenario, en el tablero de la escena del significado del mundo.
Con la pregunta por la „apariencia‟, en tanto pertenece a los juegos humanos, entramos en un
problema filosófico, ya que el juego es articulación creadora, es una producción. Este
producto es el juego de mundo, una esfera de la apariencia, que no es nada de fácil dilucidar.
Tal apariencia tiene a veces una fuerza experimentada en relación con la realidad y una fuerte
impresión, como una cosa masiva de la vida cotidiana en su desgaste habitual, nos
preguntamos ahora qué es lo imaginario, cuál es el lugar de estas extrañas apariencias, de su
lugar y de la definición de su importancia, son interrogantes que forman parte de la naturaleza
ontológica del juego. La apariencia no es una cosa en sí misma, una apariencia legítima es
oscurecida en el alma justamente como una creación de la imaginación, de la fantasía. Este
abstracto necesitamos diferenciarlo para formular la pregunta qué es para una apariencia un
juego de mundo, será un error representado, o sólo se trataría de un fantasma en nuestra alma.
Con respecto al enmascaramiento que Fink encuentra presente en el juego, Walter Otto en su
libro sobre Dioniso plantea, la máscara entre los griegos representaba un milagro de presencia
vertiginosa e inevitable. Para el hombre moderno la máscara simboliza ocultamiento, algo hay
oculto tras la máscara. Sin embargo la tradición griega nos habla de una presencia imperiosa,
el mayor símbolo de ello lo representa Dioniso, a quien se suele presentar esgrimiendo una
máscara, precisamente por esto se le conocía como “el que mira”19
. Más aún Dioniso es el
Dios de la presencia. Y la máscara constituye el símbolo más poderoso de la presencia.
19
OTTO, W. Dioniso, 2001. P.70
20
Dioniso se nos presenta con su imagen inexorable, sale al encuentro en un frente a
frente. La máscara ha sido utilizada por los humanos para simbolizar la presencia del Dios, de
lo divino.
La máscara es en sí el encuentro, constituye su frente, nunca su envés. De hecho los dioses
son sólo presencia, no poseen dorso, ni contracaras. Tampoco se puede precisar que una
máscara conjura existencia plena, ya que sólo es salida al paso, encuentro fortuito, “unión de
la presencia inmediata y ausencia absoluta”20
, de este modo, Dioniso se distingue de las otras
deidades por su evidencia e imperiosidad que a su vez constituye un enigma insondable de
duplicidad y contradicción. Irrumpe violentamente en el presente, al tiempo que se desplaza
hacia una infinita lejanía.
20
Ibídem.
21
3.0 Composición de la filosofía de Kant
3.1. Objetivos del sistema kantiano
Kant desea ordenar las capacidades de la razón, con el objeto de estar en condiciones de
determinar cuáles son sus límites y potencialidades.
Lo anterior se justifica por su proyecto de salvar la metafísica, otorgarle cimientos seguros
sobre los cuales apoyar a posteriori un nuevo sistema.
3.2. Contexto histórico
Kant se posiciona en una época donde existía un dogmatismo, que enarbolaba una creencia
ciega en las capacidades de la razón, pero también existía un escepticismo basado en la
certeza de lo empírico, del mundo sensible desacreditando todo lo que se refiriera a lo
metafísico como poco certero y engañoso.
Kant genera una postura mediadora y de orden respecto a la razón, tratando de instaurar
límites claros sobre los cuales poder construir una nueva fundamentación para la metafísica.
3.3. Acerca del concepto de representación
El término representación indica un volver a presentarse algo, gracias a las Facultades del
sujeto. Esta capacidad de la representación se da genuinamente en el sujeto a partir de las
afecciones del mundo externo. La representación implica actividad en el sujeto. Para que sea
posible la objetivación.
3.4. Relación representación y sujeto en la Facultad del Juicio
Esta relación es posible a través de una facultad sólo subjetiva, esto es, que no objetive nada.
Se Define de esta manera una tercera gran facultad dedicada al juicio, o también conocida
como facultad de agrado y desagrado.
22
En la actividad de esta facultad no hay un interés de la razón. Se trata en verdad de la
fuerza anímica, del sentir de la razón, la razón siente su capacidad subjetiva. Aquí los juicios
no son determinantes, por lo tanto, no expresa objetivación.
La razón se dobla sobre sí misma, reflexiona. Los juicios que provienen de esta facultad
expresan sentimientos y tienen carácter de reflexionantes.
3.5. Imaginación en el ámbito teórico especulativo
La facultad fuente de intuiciones es la imaginación, esto en el plano del conocimiento teórico
especulativo. La imaginación es una facultad intermedia entre sensibilidad y entendimiento,
es una facultad semi-sensible y semi-intelectual.
Ahora bien, las representaciones en el plano especulativo no se presentan en forma aislada. Si
cada representación fuera extraña una de otras, jamás se lograría constituir algo como el
conocimiento. Para conformar un conocimiento las representaciones se constituyen en un
todo, para compararse y combinarse entre sí. En la multiplicidad que hay bajo las intuiciones
puras a priori hace necesarias también una síntesis. La imaginación en esta fase sólo hace
posible los conocimientos si actúa de modo espontáneo. Esta espontaneidad justamente hace
posible la triple síntesis que tiene lugar en todo conocimiento.
El conocimiento del objeto en Kant se constituye a partir de una afección o impulso
proveniente del exterior. El mundo externo se le presenta inexorablemente a través de
afecciones que él conforma sirviéndose de sus facultades.
Sin embargo, el sujeto cognoscente es un ser dual. Somos seres escindidos en sensibilidad y
razón. Lo cierto es que el hombre parece debatirse por fuerzas tanto racionales como
sensibles. Pareciera ser que la razón es la luz de progreso y superación que hay en el sujeto.
Este rasgo de libertad y de superación en el sujeto, es una herencia de la razón, que está en
todos los sujetos esperando para ser desarrollada y maximizada en sus potencialidades. De
hecho, ningún sujeto contaría con la razón y sus atributos desarrollados, ya de manera innata,
sino que es una conquista por ganar.
La capacidad de representarnos un objeto deja en nosotros un efecto llamado sensación. Este
efecto es producto de la afección que hemos recibido del medio exterior.
23
Considerando lo anterior se estaría en posesión de sensibilidad en el sujeto y dentro
de su facultad de pensar se hallaría el entendimiento. Por medio de él, los objetos serían
pensados y de él proceden los conceptos.
La imaginación es sensible, en lo que tiene relación con proveer las intuiciones, el contenido,
la sensibilización a priori de los conceptos puros a priori del entendimiento. Sin embargo, la
síntesis pura de la imaginación como facultad de síntesis es una actividad espontánea, en tanto
determina activamente la sensibilización a priori para las formas puras del entendimiento,
todo esto, desde luego, posibilitado por la unidad esencial que otorga la apercepción o
conciencia originaria.
Sabemos que la espontaneidad es uno de los caracteres propio del entendimiento, por tanto, la
imaginación poseería caracteres de la sensibilidad y del entendimiento.
Sin duda la facultad de las intuiciones, en el ámbito teórico especulativo, por excelencia es la
imaginación, por ende, es la facultad fuente de este tipo de representaciones. En alemán
representación se dice: “Einbildungskraft” que equivale a decir la fuerza de una impresión, de
una imagen. También Bildung significa formación. Gestación de una imagen o apariencia. La
facultad de las representaciones por eminencia es la imaginación, aún cuando existan
representaciones propias del entendimiento, pero estas sólo cobran sentido con relación a las
intuiciones.
La filosofía kantiana, paradigma de la modernidad, plantea que en el plano del conocer el
sujeto sintetiza siempre aquello que lo impacta. El hombre no es sujeto de intuición
intelectual, más bien necesita procesar todo aquello que llega a su pensamiento. Éste
constantemente recrea imágenes, une conceptos, ideas, como unir cuadrados para luego ver y
comprender el mosaico como un todo. El ojo humano es completamente sintético, une cada
una de las partes y sectores de la realidad.
3.6. Introducción a la estética en Kant
En La Crítica del Juicio, los sentimientos, vienen a nosotros como una suerte de imagen o
iluminación veloz que exige ser constituida, formada, recreada. Esta exigencia apunta a
24
nuestras facultades formadoras a priori, exige en tanto tenemos el acicate, la fuerza externa,
el golpe de la afección en nosotros.
La imaginación mirada desde una perspectiva general es facultad intermedia entre el pensar y
la sensibilidad. Es una facultad mediadora que no se deja perder en la materialidad de lo
sensible. Por este motivo es tan importante la imaginación en la facultad del juicio, como
facultad que hace posible el puente entre la moral y el conocimiento, entre teoría y praxis en
el hombre.
El sentimiento es en La Crítica del Juicio, la facultad del ánimo (Gemüt)21
esta expresión
resulta más precisa que las traducciones de alma y espíritu de Manuel García Morente22
en su
introducción publicada en la “Crítica del Juicio”.
Según lo avalan diferentes publicaciones Kant habría descubierto el principio del gusto a fines
de 1787, y se puede establecer que inmediatamente lo concibió como finalidad. Dándole el
nombre de teleología a la crítica del gusto, esto en una primera instancia. Se puede establecer
que siempre persistió la idea sistemática de reducir a la unidad de la conciencia las diversas
direcciones del espíritu, se afana por fundamentar a priori (con independencia del
conocimiento y la moral) el sentimiento de placer y dolor, el arte, la estética.
La Crítica del Juicio se compone de dos partes: una es la Estética y la otra es la Teleología. Si
se quisiera relacionar ambas partes se verá la distinción; el juicio teleológico no supone una
facultad especial como la estética. Esto porque, la teleología pertenece más bien a la parte
teorética de la filosofía de Kant.
La estética encuentra su principio en la finalidad, finalidad subjetiva, una finalidad sin fin.
Este principio es fundamental en la actividad estética.
Para Kant los juicios pueden ser determinantes y reflexionantes. En el juicio determinante, se
subsume un caso particular bajo el universal dado. Y en los juicios reflexionantes, lo dado es
lo particular, aquí el espíritu debe remontarse hacia lo universal, para la búsqueda de una regla
21
KOGAN, J. La estética de Kant y sus fundamentos metafísicos. 1965, p.49
22 KANT, I. Crítica del Juicio. Introducción realizada por Manuel García Morente, 1999.
25
con carácter universal. En los juicios determinantes práctico morales, el universal
viene dado por la razón. En cambio los juicios reflexionantes requieren de un principio que
determine y justifique su empleo.
Entre los juicios reflexionantes están los juicios estéticos, éstos no están destinados a la
objetivación, se refieren a una representación de objeto, pero con relación sólo al sujeto, y
más precisamente aún al sentimiento que esa representación provoca en el sujeto. No hay
relación con concepto alguno. Los juicios estéticos son sometidos a la crítica con el fin de
encontrar su fundamento a priori, su base: el principio de finalidad estrictamente subjetivo.
Reflexionar quiere decir vuelta sobre sí mismo, mirarse, “sentirse” el sujeto, la razón a sí
misma. Ahora bien, reflexionar tiene relación con reflejo, la reflexión, reflejar, esto es,
cumple la labor de un espejo.
La crítica del Juicio en su referencia a los juicios estéticos no pretende interpretar el sentido
que pueda tener el juicio como miembro intermedio, sino que este trabajo se centrará sobre
todo en una aclaración hecha por el mismo Kant: “La relación con el sentimiento de placer y
dolor es precisamente lo enigmático en el principio del juicio”23
Fink enfatiza esto último
justamente en la determinación de caracteres propios del juego en el hombre.
Kant formula, en primera instancia, el problema estético, diciendo que no sólo se debe
fundamentar la teoría del conocimiento y la moral, sino que también el arte. Se trata de
encontrar un principio para el arte, lo cual equivale a establecer la condición a priori de la
conciencia, mediante la cual una dirección determinada de la actividad espiritual crea su
propio contenido. La problemática de la estética no es otro que el problema acerca, ¿cómo es
posible la experiencia de la belleza?. Esto se trasluce ya que La Crítica del Juicio intenta dar
plenamente una dirección trascendental, esto es, dar autonomía al problema del arte, así como
se le dió a la moral, dar una dirección original de la conciencia, encontrar la fundamentación
para el arte. Decir cómo es posible la belleza no implica conocer y describir las
particularidades de un fenómeno de conciencia. Más bien fundamentar las raíces de una
dirección de la cultura. Se trata de la nueva dirección que toma la conciencia en el sentir, ya
los antiguos la habían separado con el nombre de sentimiento de placer y dolor, igual como lo
23
Op. Cit., p.41
26
empleará Kant en sus juicios estéticos. La única diferencia radica en el tratamiento que
le otorga Kant a este sentimiento como independiente del conocimiento y de la moral.
La interpretación sostenida por Herrmann Cohen, y que es de nuestro principal interés por
centrarse en una teoría del juego de las facultades, considera que el juego libre “es el juego de
las direcciones en que la conciencia crea contenido”24
. La noción de conocimiento en general,
al entrar en la dirección que crea conocimiento, en el juego libre, entra toda ella, y no sólo un
determinado contenido de ella. Al abordar la cantidad de veces que Kant utiliza los términos
vivificación, animación, estado de consonancia, todos ellos apuntan no a un determinado
contenido de la conciencia, sino del juego de las Facultades entre sí.
“Este juego libre empieza a ser ya un hecho. La condición de la comunicabilidad es valedera
para todo conocimiento, para toda actividad regulada por la conciencia. Y esa condición
estaba, desde luego, puesta, en cuanto se hubo considerado aquel sentimiento estético como
un juego de facultades, referido a un conocimiento en general”25
, como condición misma del
conocimiento.
3.7. El Genio en Kant
Las facultades del espíritu cuya reunión constituye el genio, son precisamente la imaginación
y el entendimiento. La imaginación en el plano de la estética es libre, no está sujeta a las
reglas del entendimiento. Sin embargo, proporciona pasando por encima de toda concordancia
con los conceptos, una materia no desarrollada y abundante para el entendimiento, a la cual
éste en sus conceptos no puso atención, dicha materia esta vez usada no para conocimiento,
sino para vivificación de las facultades de conocer. Resulta que el genio consiste precisamente
en la proporción feliz, que ninguna ciencia enseña, para encontrar ideas a un concepto dado y
dar con la expresión mediante la disposición subjetiva del espíritu para que pueda ser
comunicada a otros como acompañamiento de un concepto. Este talento es llamado espíritu,
puesto que expresa lo inefable en el estado del alma en una cierta representación, y lo hace
universalmente comunicable. Para esta expresión, “se requiere de una facultad de aprehensión
24
COHEN, H. Fundamentación de la estética de Kant, p.174
25 KANT, I. Crítica del Juicio, p.50
27
del juego, que pasa rápidamente de la imaginación a la reunión de un concepto de
producto como fin. En esta reunión aludida está presente el entendimiento, y la representación
de la materia indeterminada, en tanto intuición para la representación del concepto, en una
exposición conceptual que se dirija hacia la expresión de ideas estéticas sobreabundando en
ellas rica materia que viene a representar a la imaginación en su plena libertad de reglas, sino
que sólo conforme al fin de la exposición de un concepto dado. Sin embargo, esta no buscada
subjetiva finalidad deja entrever que en esta concordancia libre de facultades se presupone
una proporción y disposición de ellas que no resulta de una obediencia a alguna regla, sino
que más bien apunta a la naturaleza del sujeto.”26
Deleuze problematiza en torno a la existencia de una forma de sentir superior.27
Para dar
respuesta a esto, el autor entra a analizar el sentimiento de respeto y la ley moral en Kant.
El hombre como ser racional es la única especie capaz de darse la ley moral. Para darse la ley
la razón se pone como legisladora, “otorgando universal legalidad a nuestras acciones, dicho
de otro modo, otorga una pura forma determinante de éstas”28
. La ley moral, pura forma,
posee una doble determinación, en su parte objetiva se determina como deber, y en su parte
subjetiva se siente como respeto.
El deber, como pura forma, es la que determina la voluntad. “El deber es la necesidad de una
acción por respeto a la ley”29
.
“El respeto es un sentimiento puro ya que lo sentido es la ley moral. Cuando este sentimiento
actúa sobre las inclinaciones de lo sensible en el hombre, se produce un efecto negativo, que
es un sentimiento de dolor, esto porque la ley en la determinación de la voluntad excluye los
26
Op. Cit., & 49, p. 270-277
27 DELEUZE, G. Relación de las facultades en la crítica del juicio y los fines de la razón.
Trad. Ives Benzi, 1991, p.2
28 BENZI, I. Los fundamentos críticos de la ética kantiana. Conferencia dictada dentro del
Programa de Extensión Interfacultades – Tercer Ciclo Cultural -, Stgo, octubre, 1993, p.15
29 KANT, I. Fundamentación de la metafísica de las costumbres. 1997, p.38
28
impulsos sensibles y las inclinaciones. Por el sentimiento de respeto que produce la ley
moral, la ley se torna fundamento subjetivo de determinación de la voluntad. Lo que el
hombre respeta en la ley moral es la propia autoría. Respeta de este modo su racionalidad y su
poder, que no es otro que la libertad”.30
En el respeto, surge como efecto de la coacción sobre las inclinaciones del sujeto, una
conciencia de la subordinación de la voluntad a la ley moral.
El respeto lo define Kant en La metafísica de las costumbres31
: como un sentimiento, pero no
como resultado de un influjo de las sensaciones en el sujeto, sino uno oriundo
espontáneamente de un concepto de la razón. “La conciencia de la subordinación de mi
voluntad a una ley, sin la mediación de otros influjos en mi sentir. La determinación
inmediata de la voluntad por la ley y la conciencia de la misma se llama respeto”32
El respeto
es considerado como un efecto de la ley en nosotros, no como una causa. “El respeto es la
representación de un valor que menoscaba el amor que me tengo a mí mismo”33
.
Frente a esto último, es posible considerar este sentimiento de respeto como un símil al miedo
y a la inclinación. El único objeto del respeto es la ley, y esta ley que emana de nuestra propia
autonomía. De la realización del noúmeno de la libertad en el plano práctico de la moral en el
sujeto, que es posible cuando la razón se hace práctica, de este modo recupera el sujeto la
relación con la realidad en sí. “Él puede ser causa inteligible de su propia realización, de su
sentido humano.”34
En este sentido el poder práctico que adquiere la razón es la libertad. Esta
30
BENZI, I. Los fundamentos críticos de la ética kantiana. Conferencia dictada dentro del
Programa de Extensión Interfacultades – Tercer Ciclo Cultural -, Stgo, octubre, 1993, p.13
31 KANT, I. Crítica del Juicio, p.40
32 Ibídem.
33 Ibídem.
34 BENZI, I. Los fundamentos críticos de la ética kantiana. Conferencia dictada dentro del
Programa de Extensión Interfacultades – Tercer Ciclo Cultural -, Stgo, octubre, 1993, p.5
29
libertad negada en el campo teórico. En el plano de la practicidad, la libertad se objetiva
al ponerse la razón pura, en la ley moral universal.
Respeto se define como: el sentimiento de inadecuación de nuestra facultad para la
consecución de una idea que es para nosotros ley.35
“La idea de la comprensión en la intuición de un todo, de cada uno de los fenómenos que nos
puede ser dado, es una de las que nos es impuesta por una ley de la razón, y que no reconoce
otra medida valedera para cada cual, e inmutable, más que el todo absoluto”36
. Nuestra
imaginación, aún en su mayor esfuerzo, muestra sus límites y su inadecuación en lo que se
refiere a la comprensión de un objeto dado en una sola intuición. (Es decir, para la exposición
de una idea de la razón). Sin embargo, la imaginación al mismo tiempo, demuestra su
determinación para efectuar la adecuación con ella como si fuera una ley.
Con lo anterior, se deduce que el sentimiento de lo sublime en la naturaleza es de respeto
hacia nuestra propia determinación, pero que nosotros referimos a un objeto de la naturaleza,
mediante una especie de confusión al sentir respeto por el objeto, en lugar de sentir la idea de
la humanidad en nuestro sujeto.
35
KANT, I. Crítica del Juicio, &27, p.199
36 Ibídem.
30
4.0. Crítica del juicio de Kant: lo bello y lo sublime
4.1. Juicio de gusto en lo bello
Lo primero a referir sobre los juicios de gusto, es que ellos no son juicios de conocimiento,
por lo tanto no pertenecen al área lógico-cognoscitivo, sino al plano de lo estético. Para que se
produzca en el sujeto un juicio de gusto la Facultad que entra en relación con la
representación dada de un objeto, es la imaginación. Está ligada al sujeto, y al sentimiento de
placer y de dolor que se experimentaría con este tipo de juicios. Este juicio de gusto estético
posee una base subjetiva. La relación que el sujeto experimenta con el sentimiento de placer y
dolor, es algo que le afecta a él, a través de la representación y no al objeto. “El sentimiento
de placer y dolor funda una nueva facultad totalmente particular de discernir y juzgar"37
. Este
sentimiento no añade nada al conocimiento, pero sí encara al sujeto a través de una
representación dada, frente a la facultad total de representaciones (la imaginación), donde el
espíritu adquiere conciencia en el sentimiento de su estado.
4.2. Caracteres importantes en los juicios de gusto
Dentro de los elementos a resaltar en la constitución de los juicios de gusto, se encuentra el
desinterés. Para que hubiese interés habría que objetivar. En lo bello, la existencia o no del
objeto deja de ser importante, ya que se está en una actividad en la que se juzga desde la pura
contemplación reflexiva. Si juzgo como bello un objeto, no está este juicio relacionado a la
presencia o ausencia del objeto, sino que va a depender de lo que el sujeto sienta producto de
la forma de la representación.
Es preciso distinguir dos especies de sensación. Una, es efecto de la receptividad en la
facultad de conocer, y constituye la materia del conocimiento. En la segunda, que es la que
nos compete de los juicios de gusto, la sensación sólo apunta al sujeto, sin servir a ningún
proceso cognoscitivo.
37
Ibídem.
31
Sensación en la estética de la Facultad del Juicio, viene a ser determinante del
sentimiento de placer y dolor, se va a considerar siempre en este contexto, como un
sentimiento subjetivo y que bajo ningún aspecto puede constituir la representación de un
objeto.
Cuando apreciamos una manzana roja, de esta apreciación podemos hacer un acercamiento
objetivo para constituirla como objeto, con nuestra facultad de conocer. Sin embargo, cuando
apreciamos el color rojo como un sentimiento de agrado, éste corresponde meramente a
nuestra sensación subjetiva, en este caso la manzana es sólo un objeto de satisfacción, no es
representado bajo ninguna forma o consideración que pretenda objetivar.
Como anteriormente afirmamos, “toda satisfacción es ella misma sensación que va unida al
placer, por ende, todo lo que place es agradable.”38
Y “lo agradable es aquello que place a los
sentidos en la sensación”39
.
Una satisfacción que se une con la representación de la existencia de un objeto, sea éste
fenómeno o noúmeno, es una satisfacción donde está presente el interés, esta satisfacción
pertenece a los ámbitos de las Facultades de Conocer y de Desear respectivamente y no a la
estética donde se pretende que se enmarque.
La satisfacción no es el mero juicio que efectuamos sobre un objeto, sino que, lo importante
aquí es la relación entre la existencia del juicio sobre un objeto que satisface y el estado en
que se encuentra el sujeto que establece esta relación. En lo agradable se despierta una
inclinación en el sujeto, el juicio no se refiere a una cualidad del objeto.
La satisfacción en lo bello depende de la reflexión sobre un objeto, lo cual conduce a un
concepto indeterminado, y en esto se distingue especialmente de lo agradable que descansa
completamente sobre la sensación material.
“Bueno es aquello que por medio de la razón, y a través de un concepto place”.40
En cuanto a
especies de lo bueno, hay en sí mismos, y como medio para lograr algo. En cambio, para
38
Op. Cit., p.134
39 Ibídem.
32
encontrar belleza no necesito saber qué clase de cosa sea el objeto, no necesito de un
concepto de él. Esto en clara diferencia con lo bueno, que supone siempre de un fin. En lo
bueno la relación que media con el querer, en la satisfacción por la existencia de un objeto,
conforma una relación interesada. La satisfacción en lo bello depende de la reflexión sobre un
objeto, a diferencia de lo agradable que reposa meramente en la sensación.
Entonces queda claro que lo agradable y lo bueno distan mucho de compartir la misma
significación, en razón de lo anteriormente expuesto. Lo bueno posee una satisfacción pura
práctica, y esto encierra un mandato y produce una exigencia, por ende, no hay elección libre
en lo que de gusto se trata. En esta misma línea lo agradable también tiene relación con la
Facultad de Desear. La satisfacción de lo bueno radica en el enlace representado por el sujeto
con la existencia del objeto. “No sólo el objeto place sino también su existencia”41
. A
diferencia del juicio de gusto, el cual es meramente contemplativo, permanece indiferente a la
existencia de un objeto, sin embargo, es capaz de enlazar la constitución del juicio de gusto
con un sentimiento de placer y dolor. Esta contemplación no va dirigida a conceptos, al no
pretender un juicio de conocimiento. Con esto, el juicio de gusto no está fundado, ni dirigido
a conceptos.
“Lo agradable, lo bello y lo bueno indican tres relaciones diferentes de las representaciones
con el sentimiento de placer y dolor”42
.
Lo agradable deleita, lo bello sólo place, lo bueno es lo apreciado y aprobado.
La belleza place sólo a los hombres en tanto animales racionales. “Entre todos los diversos
modos de satisfacción, la del gusto en lo bello es la única satisfacción desinteresada y libre”43
De la satisfacción en el gusto deriva la complacencia, la cual corresponde a la satisfacción
libre.
40
KANT, I. Op. Cit., pp:136.
41 Op. Cit., p.139
42 Ibídem.
43 Op. Cit., p.140
33
“Gusto es la Facultad de Juzgar un objeto o una representación mediante una satisfacción
o un descontento, sin interés alguno. El objeto de semejante satisfacción llámase bello.44
La satisfacción en lo bello, al darse sin interés alguno en el sujeto, pese a lo anterior, debe
encerrar la base de la satisfacción para cualquier otro juicio, sin necesidad de fundarse en
alguna inclinación en el sujeto.
Buscando esta universalidad en los juicios de gusto es que en algún momento se piensa que la
satisfacción que causa un objeto se debe a alguna cualidad del mismo, y que el juicio
constituyera un conocimiento certero de dicho objeto. Sin embargo, esto no ocurre. Al
contrario, el juicio de gusto es “sólo estético y no encierra más que una relación de la
representación del objeto con el sujeto”45
. La universalidad del juicio de gusto no puede
provenir de conceptos, ya que no existe un paso desde los conceptos al sentimiento de placer
y dolor. Con esto es posible afirmar, que la universalidad que emana de estos juicios, sólo
puede tener una pretensión de subjetividad en ellos. No obstante, estos juicios de gusto
pretenden alcanzar reglas de carácter universal.
Es posible diferenciar dos tipos de juicios de gusto, uno es proveniente de los sentidos, en
tanto el otro es proveniente de la reflexión. El juicio de gusto que emana de los sentidos emite
juicios privados, en tanto el juicio de gusto cuya procedencia se encuentra en la reflexión,
“pretende juicios de supuesto valor universal”46
. Este valor de universalidad no radica en la
objetividad del juicio, sino, muy por el contrario, presenta una validez común que no indica
relación entre representación y Facultad de Conocer, sino atañe a una relación de la
representación con el sentimiento de placer y dolor para cada sujeto. A partir de una validez
universal subjetiva no puede extraerse una conclusión de tipo lógico. Lo que hay de universal
en un juicio de gusto es sólo un voto o adhesión universal. “Este voto universal es sólo una
idea”47
, quien anuncia un juicio de gusto, juzga en realidad con base a esta idea.
44
Op. Cit., p.141
45 Op. Cit., p.142
46 Op. Cit., p.145
47 KANT, I. Crítica del Juicio, p.147
34
4.2.1. Rol de la imaginación en lo bello
En rigor es posible decir, que la imaginación esquematiza sin concepto. A la imaginación en
el plano teórico especulativo es donde le corresponde esquematizar y allí requiere
efectivamente de un concepto determinado del entendimiento. Sin embargo, la imaginación
manifiesta su libertad plena, reflexionando la forma del objeto, “en cierto modo juega en la
contemplación de la figura”, se vuelve imaginación productiva y espontánea como causa de
formas arbitrarias de intuiciones posibles, en la Facultad de Conocer. Entonces, en la Facultad
del Gusto, se lleva a cabo un acuerdo armónico entre la imaginación en cuanto libre y el
entendimiento en cuanto indeterminado. Es decir, se lleva a cabo un acuerdo entre una
facultad libre y otra indeterminada. A partir de este acuerdo se define un sentido común
propiamente estético. El resultado de este acuerdo, es el sentimiento de agrado que se
presupone comunicable y válido para todos.
4.2.2. Universalidad y necesidad en los juicios de gusto
Estamos en condiciones de afirmar la universalidad y necesidad del juicio de gusto estético.
Para Kant “el juicio de gusto exige el asentimiento de todos, y quien declara algo bello,
pretende que todos deban dar su aplauso al objeto presente y declararlo igualmente bello”48
.
Esta solicitud y casi exigencia de un asentimiento total en el juicio, se debe a la existencia de
un fundamento que es común a todos, cualquiera sea la aprobación que se pueda esperar,
cualquiera sea el caso, éste debe ser subsumido a un fundamento que funciona como regla del
aplauso.
En la denominación “Todos” se pretende aclarar que existen condiciones subjetivas iguales en
todos los sujetos en tanto seres pensantes.
En lo relativo a la necesidad de un juicio de gusto, ésta se encuentra estrechamente ligada al
atributo de universalidad. La necesidad aparece enunciada bajo el epíteto “todos deben dar el
aplauso a lo bello”, aquí sobresale el concepto ético del deber. Junto al cual aparece una
restricción, un condicionamiento de esta necesidad. Ya que se busca el aplauso de todos, pero
bajo la condición de que un “caso singular se subsuma correctamente bajo un principio de
48
Op. Cit., p.174
35
aprobación universal”49
Lo restrictivo en la necesidad del juicio de gusto, radica en que el
juicio singular de gusto se debe someter al acuerdo armónico de las facultades de imaginación
y entendimiento, facultades que acuerdan libremente en la representación de la forma del
objeto. Cabe destacar que este acuerdo del juicio particular con las facultades, es un acuerdo a
priori.
La necesidad del juicio de gusto no puede provenir de concepto alguno determinante. El juicio
de gusto recordemos que es reflexionante y no determinante. El sujeto de la Facultad Estética,
no necesita objetivar, sino esta vez “requiere volverse hacia dentro”50
. De este modo la
necesidad es sólo subjetiva. La necesidad presente en un juicio estético, a diferencia de la
necesidad teórico-especulativo y de la moral, es denominada “ejemplar”51
. Es la necesidad de
que todos asientan a un juicio, “considerándolo ejemplo de una regla que no puede
mencionarse”52
. Para explicar esta sentencia nos remitiremos a la reflexión. Al tratarse de la
necesidad de un juicio de gusto, la reflexión sólo puede tener cabida en la imaginación, ésta es
la que reflexiona la forma de un objeto, en esta su labor la imaginación acuerda con el
entendimiento, facultad de conceptos en general. Este libre acuerdo de éstas facultades recién
mencionadas son las que definen el Sentido Común Estético, fundamento de la
comunicabilidad universal de sentimiento. Para Kant, “el Sentido Común es sólo una norma
ideal, una norma indeterminada”53
Al constituirse en esta norma indeterminada es motivo por
el cual se dice que no debe mencionarse. Esta norma sirve de base para que todo juicio de
gusto acuerde con ella, exprese libremente su placer, en pocas palabras para que exprese una
regla universal. “El juicio de gusto es un ejemplo de un juicio de Sentido Común y lo bello es
lo que se reconoce como objeto de un necesario placer.”54
49
BENZI, I. El juicio en la filosofía trascendental. 1998, p.7
50 Op. Cit., p.8
51 Op. Cit., p.9
52 Ibídem.
53 Ibídem.
54 Ibídem.
36
La necesidad del juicio de gusto está enraizada en la estructura cognoscitiva en
general, de las facultades que operan con el Sentido Común y que acuerdan con él en forma a
priori. Gracias al Sentido Común encontramos “la condición necesaria de validez universal de
nuestro conocimiento, ya que ella presupone todo principio del conocimiento.”55
4.2.3. Sentido común estético de lo bello
La Facultad de Sentir en su forma superior, no puede depender, ni de un interés especulativo,
ni de un interés práctico. El sentimiento de agrado en el juicio estético, es considerado como
necesario y universal. Nuestro agrado es puesto entonces como comunicable y válido para
todos, presumimos que cada persona debiera sentir de igual forma este agrado. Esta
presunción no es un postulado, ya que excluye cualquier concepto determinado. Sin embargo,
esta suposición de un sentimiento necesario y universal, no excluye de su centro al
entendimiento mismo, como facultad de conceptos. En general, ya sabemos que el rol de la
imaginación radica en reflexionar un objeto singular desde el punto de vista de la forma. Bajo
esta actividad de reflexionar la forma, la imaginación no se refiere a un concepto determinado
del entendimiento, sino que se refiere al entendimiento mismo en tanto facultad de conceptos
en general. La imaginación se refiere a un concepto indeterminado del entendimiento. “La
imaginación en su libertad pura acuerda con el entendimiento en su legalidad no
especificada”56
.
El libre juego de la imaginación y del entendimiento realizándose sin un concepto
determinado, no puede ser conocido intelectualmente, sino que sólo puede ser sentido. Este
acuerdo subjetivo entre facultades, constituye en sí mismo un Sentido Común. Esto hace
posible una universal comunicabilidad del sentimiento. “Hay que notar que la satisfacción en
lo bello, así como la de lo sublime, no sólo se distingue conocidamente entre los otros juicios
55
Ibídem.
56 DELEUZE, Gilles. Relación de las facultades en la crítica del juicio y los fines de la razón.
Trad. Ives Benzi, 1991, p.5
37
estéticos por la universal comunicabilidad, sino que también recibe por esa cualidad un
interés en relación con la sociedad, en donde precisamente se deja comunicar”57
.
El sentido común estético en general, es decir, los sentidos comunes de lo bello y de lo
sublime, fundan y hacen posibles los sentidos comunes lógico y moral que posibilitan los
juicios de conocimiento y los juicios práctico-morales de valor respectivamente.
El juicio es una operación compleja, la que relaciona lo particular con lo general.
De acuerdo a lo dicho, el sentido común estético es el substrato subjetivo que posibilita todos
los juicios y es el que hace posible la unión presionada de las facultades que intervienen en la
constitución de los sentidos comunes lógico y moral. Para que las facultades en éstas últimas
lleguen a armonizar es necesario el juego libre de ellas, que encontramos en el sentido común
estético tanto de lo bello como de lo sublime.
Los juicios de gustos son de carácter sintético, esto porque el predicado de la estructura del
juicio de gusto, va más allá del sujeto, y precisamente lo que añaden no es conocimiento en
general, sino que aportan un sentimiento de agrado o de desagrado al juicio. En un juicio de
gusto el sujeto es la representación de algo que nos es dado, que no es un concepto, sino una
representación empírica particular, a éste se agrega como predicado un sentimiento de valor
universal, que es comunicable universalmente. El carácter sintético de los juicios de gustos
aporta una atribución de valor estético a priori a un objeto singularmente dado.
Recogiendo la misma inquietud expuesta más adelante por Deleuze en torno a: ¿Qué
relacionamos al sentimiento de placer que experimentamos?, y ¿qué es lo que sentimos ligado
con la representación del objeto?. El placer de lo bello no es empírico aunque sí sensible, sin
embargo, requiere de un principio a priori que está relacionado con nuestra Facultad de
Conocer. En el juicio de gusto sólo existe una finalidad de tipo formal. El placer de lo bello
no es empírico al no estar relacionado con materia alguna, pero sí está relacionado con la
forma, y esta forma no puede ser otra que la forma sensible. El hecho de que la mera
aprehensión de la forma de un objeto de contemplación, sin asociarlo a concepto alguno, vaya
asociado al agrado, no puede expresar sino la acomodación del objeto a la Facultad
57
KANT, I. Crítica del Juicio, 1999, p.223
38
Cognoscitiva que está en libre juego en la Facultad de Juzgar Reflexionante. Se da una
idoneidad formal subjetiva del objeto. “Cuando la imaginación se pone involuntariamente en
coincidencia con el entendimiento, mediante una representación dada, de esta especie de
concordancia de facultades se desprende un sentimiento de agrado, entonces el objeto en
cuestión debe ser considerado idóneo para la Facultad de Juzgar Reflexionante. La mera
forma del objeto debe ser juzgado como motivo de agrado en la representación del objeto”58
.
“El placer universal de lo bello es el placer por la forma”59
.
Como anticipábamos apoyándonos en Deleuze, él pues sostiene que lo que cuenta en “la
representación de un objeto, no es la existencia del objeto, sino simplemente el efecto
producido en mí”60
. Deleuze se pregunta precisamente ¿cuál es la representación que en el
juicio estético es causante del placer superior?, señala que, debido a que la materia en el
plano estético me resulta indiferente, se trataría de la pura forma, pura forma del objeto. Esta
pura forma alude al recorrido o reflexión que realiza la imaginación sobre un objeto. Lo
esencial para Kant según el mencionado autor sería el dibujo, la composición de la forma, ya
que el color, y el sonido son vibraciones demasiado materiales para que la imaginación las
reflexiones, más bien éstas serían ayudas más que elementos de la belleza.
Según Deleuze, la Facultad de Sentir en su forma superior no es legisladora, esto porque no
existe un interés sobre algún objeto en particular, no hay interés de legislar sobre un objeto,
sino muy por el contrario le es indiferente la existencia del objeto, sólo vuelca su capacidad de
reflexión sobre sí mismo, por ende se le considera “heautónoma”. La Facultad del Juicio sólo
expresa condiciones subjetivas para el ejercicio de las facultades.
58
BENZI, I. El juicio en la filosofía trascendental. 1998, p.11
59 Op. Cit., p.12
60 DELEUZE, G. Relación de las facultades en la crítica del juicio y los fines de la razón.
Trad. IvesBenzi, 1991, pp:2.
39
4.2.4 La Finalidad en los juicios de gusto
Fin es el objeto de un concepto, en cuanto éste último es causado por el objeto. Placer es la
conciencia de causalidad de una representación que se relaciona con mantener el estado del
sujeto.
“Dolor, es aquella representación que encierra el fundamento para determinar el estado de las
representaciones hacia su propio contrario”61
.
La dicotomía placer – dolor, básicamente enunciada por Fink, como uno de los caracteres del
juego, también puede apreciarse en la finalidad de los juicios de gusto.
La finalidad según la forma, sin tener en su base un fin, es posible apreciarla en los objetos,
aunque solamente mediante la reflexión, éste es el tipo de finalidad propia de los juicios de
gusto.
La finalidad en el juicio de gusto es solamente subjetiva en la representación de un objeto. “Es
la mera forma de la finalidad, mediante la cual un objeto nos es dado. Al ser conscientes de
ella puede constituir la satisfacción que juzgamos, sin concepto, como universalmente
comunicable, y por tanto, como fundamento de determinación del juicio de gusto62
”.
“Para sintetizar el proceso de finalidad en los juicios de gusto, tenemos en primer lugar una
representación dada (sujeto del juicio), esta representación pone en movimiento las Facultades
Cognoscitivas (Imaginación y Entendimiento), aquí toma lugar el acuerdo armónico entre
facultades, produciéndose una sensación. Esta sensación se liga de modo inmediato a un
sentimiento de placer o displacer, ella es producto del juego armónico de las facultades
cognoscitivas. Tal sentimiento producto del acuerdo corresponde al predicado en este juicio
de gusto. De este modo el juicio de gusto se conecta con el sentido de placer, logrando la
finalidad a la que están destinadas las facultadas involucradas. Queda de manifiesto que esta
finalidad es sólo formal, es sólo la forma de la finalidad. Según esto, el sentimiento que está
61
KANT, I. Crítica del Juicio, 1999, p.152
62 Op. Cit., p.154
40
en nosotros ligado a la representación del objeto, es el sentimiento de la finalidad
subjetiva de la forma del objeto en el juicio 63
”.
4.3 Noción kantiana del Juego en lo bello
4.3.1. Relación de las facultades: Imaginación y entendimiento
A la base de todo juicio de gusto está “la capacidad universal de comunicación del estado
espiritual, en una representación dada, como subjetiva condición del mismo”64
. Esta
capacidad de comunicación universal tendría como consecuencia el placer en el objeto. Qué
es lo que sea comunicado universalmente recae en la representación del conocimiento en
general, cuya objetividad permite establecer un punto de relación universal, con lo cual la
facultad de representar de todos está obligada a concordar.
La base de determinación del juicio de gusto está en la comunicabilidad universal de la
representación, la cual se presta para pensarla sólo subjetivamente, esto es, sin base de
concepto alguno de un objeto. Entonces, lo que realmente tenemos, es un estado del espíritu
que se origina en la relación de las facultades de representar, en tanto éstas se refieren a una
representación dada de un conocimiento en general. Indudablemente el juego presente en lo
bello hace posible la comunicabilidad universal del sentimiento y como base subjetiva de los
juicios de conocimiento y de los juicios universales posibilita fundamentalmente toda
comunicación. El juego entonces cumple un decisivo rol en la sociabilización y por lo tanto
en la humanización.
En una representación el predicado que agrega belleza al juicio de gusto es la forma, y tiene
que ser esta forma porque aquí no hay cabida al concepto, ya que el placer que surge con esta
representación está involucrado directamente con la forma. En el juicio estético existe una
sensación determinante que es sólo subjetiva. Esta sensación liga de modo inmediato el
sentido de placer y el de displacer. Esta sensación es la que se produce como el efecto del
juego armónico de las facultades cognoscitivas. “Esta sensación corresponde a la razón
63
BENZI, I. El juicio en la filosofía trascendental. 1998, p.12
64 KANT, I. Crítica del Juicio, 1999, p.148
41
determinante del juicio estético, ella sin concepto alguno se une con el sentido de
placer como finalidad subjetiva”.65
Esta finalidad no posee en ningún caso carácter empírico,
sólo tiene un carácter formal.
La imaginación en la Facultad de Sentir no legisla sobre terceros, por tanto, al no legislar
sobre objetos, no representa un acuerdo objetivo de facultades, no hay una subordinación de
objetos a una facultad dominante, sino habría más bien una pura armonía subjetiva, donde la
imaginación y el entendimiento se ejercitan espontáneamente, cada uno por cuenta propia.
4.3.2. El Juego en la reflexión estética de lo bello
Las facultades de conocer, son puestas en juego mediante un estado del espíritu, frente a una
representación dada. Las facultades de conocer entran en un juego libre y desinteresado, ya
que ahora ningún concepto las restringe a una regla particular de conocimiento. Surge una
representación dada para un conocimiento en general y para que esto se genere es necesaria la
intervención de la imaginación para combinar la diversidad de intuiciones, y del
entendimiento para otorgar unidad a lo representado. Este estado de libre juego de las
facultades de conocer en una representación dada, debe dejarse comunicar universalmente, ya
que el conocimiento determina al objeto de manera de procurar que concuerden entre sí
representaciones dadas.
La universal comunicabilidad subjetiva en la representación de un juicio de gusto, sin la
presencia de concepto alguno, desencadena el estado del espíritu en el libre juego de la
imaginación y del entendimiento. Estableciendo una relación subjetiva propia de todo
conocimiento. Adquiere igual valor para cada hombre, y es universalmente comunicable. Con
esta exposición podemos ver claramente que bajo una relación objetivadora de todo
conocimiento en general, subyace a esta base una libre relación de las facultades, sin presión
alguna. Gracias a este libre juego que es posteriormente comunicado, como ocurre con todo
conocimiento determinado se asienta las bases de todo conocimiento representativo.
Este juicio subjetivo estético que emana de la representación de un objeto, precede al placer,
el cual está a la base de la armonía de las facultades de conocer. La representación de un
65
BENZI, I. El juicio en la filosofía trascendental. 1998, p.12
42
objeto que llamamos bello posee una validez universal subjetiva de la satisfacción, en cuya
base está el placer de la armonía de las facultades de conocer.
El sólo hecho de comunicar el estado del espíritu, aún en medio de las facultades de conocer,
lleva consigo un placer. Pero este placer que sentimos, lo exigimos frente a cada juicio de
gusto como necesario. “La belleza, sin relación con el sentimiento del sujeto, no es nada en
sí”66
Para que el juicio de gusto recaiga en la relación con el placer y el dolor y sea precisamente
un juicio de gusto necesita determinar a un objeto, sin necesidad de conceptos, sólo a través
de la satisfacción, dando unidad a esta relación a través de una sensación. La animación de las
facultades objetivadoras (entendimiento e imaginación), en ocasión de una representación
dada, es la sensación cuya comunicabilidad universal postula el juicio de gusto. Una relación
objetiva, si bien puede ser pensada, ésta también puede ser sentida en el efecto sobre el
espíritu, producido por “la animación de las facultades de la representación con una facultad
general del conocer, desencadena la sensación del efecto, que consiste en el juego facilitado
de ambas facultades del espíritu, animadas por una concordancia recíproca”67
El placer en los juicios estéticos es sólo contemplativo, y no posee interés de influir en el
objeto. El fundamento de la actividad del sujeto lo constituye el placer derivado de la
conciencia de la mera formal finalidad en el juego de las facultades de conocer, en una
representación mediante la cual un objeto es dado.
El placer, principalmente es producto del acto de conservar el estado de la representación
misma y la ocupación de las facultades del conocimiento.
La finalidad en el juicio estético es la mera forma formal de la finalidad subjetiva.
66
KANT, I. Crítica del Juicio, 1999, p.150
67 Op. Cit., p.151
43
5.0 Reflexión estética de lo sublime
Este juicio reflexionante tampoco posee relación con los juicios de conocimiento, pero tiene
pretensión de validez universal y de necesidad. Se relaciona con los fines de la razón práctica,
y se opone rotundamente a la sensibilidad.
La satisfacción en lo sublime, no depende de una sensación como la de lo agradable en lo
bello. Tampoco de un concepto determinado como la satisfacción en el bien. Está referida a
conceptos, sin precisar cuáles. La satisfacción de lo sublime se enlaza con la simple
exposición de la facultad de la imaginación.
Lo bello de la naturaleza hace referencia a la forma del objeto, a su limitación, a su dibujo. En
cambio lo sublime puede encontrarse en un objeto sin forma, en cuanto al objeto es
representado como ilimitación, y pensado como totalidad de la misma.
En lo bello se puede evidenciar la exposición de un concepto indeterminado del
entendimiento, y en lo sublime se da la exposición de un concepto de la razón.
En lo bello la satisfacción está unida con la representación de cualidad, y en lo sublime la
satisfacción está unida a la cantidad. La satisfacción en lo bello está asociada a un sentimiento
de impulsión a la vida, por ende está ligada al encanto y a una imaginación que juega. En
cambio el sentimiento de lo sublime es un placer que nace sólo indirectamente mediante la
suspensión momentánea de las facultades vitales, seguida inmediatamente de un
desbordamiento fuerte de las mismas. La ocupación de la imaginación es de una seriedad que
se opone en cierta medida al juego y al encanto.
En el plano de lo sublime el espíritu no sólo es atraído por el objeto, sino sucesivamente
rechazado por él. La satisfacción en lo sublime se compone de un movimiento de atracción y
repulsión de un objeto. De esta manera, se suele llamar a este tipo de satisfacción en lo
sublime, placer negativo, dicho de otro modo respeto o admiración.
Lo sublime propiamente se halla en el espíritu como un movimiento o una agitación, no sería
apropiado encerrar lo sublime en un objeto de la naturaleza. Más bien se refiere a las ideas de
44
la razón, expresadas en la imaginación por la inadecuación de éstas, que se manifiesta
sensiblemente. De este modo, un océano que estalla en terrible tormenta, no es como un
cuadro o una pintura en sí mismo sublime, si no, ante su presencia ya están contenidas ciertas
ideas en nuestro espíritu que lo preparan para dicho espectáculo de sublimidad. El sentimiento
es lo sublime, y es insitado ante tal espectáculo, a dejar la sensibilidad y a ocuparse de ideas,
cuya finalidad sea superior a lo contingente.
En lo sublime no hay nada que conduzca a principios objetivos particulares, y a formas de la
naturaleza que dependan de ellos. Son las formas de la naturaleza las que en la mayoría de las
veces, aún desde el caos que conforman, o en su más salvaje e irregular desorden y
destrucción, son capaces de generar un sentimiento de grandeza y de fuerza.
5.1. Relación de las facultades en lo sublime: Imaginación y
Razón.
La posibilidad del juicio de lo sublime descansa en la relación entre las facultades de la
imaginación, con la facultad de las ideas, que es la razón. Ambas facultades se relacionan bajo
un carácter de acuerdo. Este mismo carácter de acuerdo hace que el placer del sentimiento de
lo sublime en nosotros sea indirecto, ya que es generado desde un sentimiento negativo de
displacer. Para que un sujeto pueda sentir lo sublime, su sensibilidad sufre el temor
provocado por la violencia de la Razón, ésta le exhibe lo infinito, lo ilimitado, la totalidad,
esto a través de sus Ideas. La razón opera sobre la imaginación para extenderla, para ampliar
su alcance, ya que la exigencia que le impone la razón supera la capacidad de la imaginación.
Así el temor que se desencadena en la sensibilidad se debe a la incapacidad de la imaginación
frente a la exigencia racional de totalidad. No obstante esta misma incapacidad que
experimenta la imaginación es la que la hace llegar a su límite, y al llegar a éste, simplemente
lo traspasa por la condición que hay en ella de inteligibilidad.
“Lo sublime no puede hallarse en los objetos sino que radica en el sujeto. Este agrado es
generado por el total impedimento que enfrenta la imaginación ante la exigencia de totalidad
del mundo sensible que le exige la razón. De este modo bajo el sentimiento de lo sublime
existe una estimulación del espíritu hacia lo suprasensible (hacia lo moral) por sobre lo
sensible. Cuando se afirma que algo en la naturaleza es sublime no corresponde más que a una
45
mera proyección sobre la inmensidad de lo informe o sobre la potencia deforme que la
naturaleza hace presente (Sublime matemático). La capacidad de la imaginación no es nada
respecto de lo inmenso de la naturaleza sensible delante de las ideas indeterminadas de la
razón (Sublime Dinámico). En ambos casos el desacuerdo entre imaginación y razón es el que
genera el sentimiento de lo sublime.68
En este sentido, la imaginación parece perder su propia libertad, y el sentimiento de lo
sublime parece ser más bien un desagrado que una relación de placer. Sin embargo, en el
fondo del desacuerdo, está el acuerdo: “el desagrado hace posible el agrado.”69
Ya que
suprime los límites de la imaginación, ésta se vuelve ilimitada y, por lo tanto es parte de lo
infinito
Cuando la imaginación es puesta en su límite, presionada por algún objeto de la naturaleza
por ejemplo, la inmensidad del mar. Ella misma sobrepasa su propio límite. Esto lo puede
realizar negativamente, al representarse la inaccesibilidad de la idea racional, sin embargo al
representarse esta inaccesibilidad está accediendo de alguna manera a ella. Y esta negatividad
puede terminar en positividad, en acuerdo frente al desacuerdo como punto de partida. La
imaginación al llegar o alcanzar su límite demuestra que es capaz de sobrepasarlos, al
descubrir en este límite que ella misma se torna ilimitada. “Esta supresión de los límites de la
imaginación, es una exhibición de lo infinito”70
, lo cual no puede sino ser un sentimiento
negativo, pero como tal es capaz de extender el alma. Con lo anterior podemos deducir que la
imaginación al igual que la razón posee una destinación suprasensible.
Las ideas de la razón son especulativamente indeterminadas, prácticamente determinadas (en
la moral). Esto constituye el principio de la diferencia entre lo sublime matemático y lo
sublime dinámico. El sublime matemático pone en juego a la razón desde el punto de vista de
la facultad de conocer, y lo sublime dinámico pone en juego la razón desde un punto de vista
68
Ibídem.
69 DELEUZE, Gilles. Relación de las facultades en la crítica del juicio y los fines de la razón.
Trad. por Ives Benzi, 1991, p.9
70 Ibídem
46
de la facultad de desear. De este modo la destinación suprasensible de nuestras
facultades, aparece en lo sublime dinámico, como la predestinación de un ser moral. “El
sentido de lo sublime es generado en nosotros de tal manera que prepara una finalidad más
alta y nos prepara a nosotros mismos para el advenimiento de la ley moral.”71
El juicio estético, así como en el juicio de lo bello, refiere a la imaginación, en su juego libre,
al entendimiento para concordar con los conceptos de éste en general. (Sin determinación
alguna). Del mismo modo, en el aprecio de una cosa como sublime refiere la imaginación a la
razón para concordar con las ideas de ésta (sin determinar una en especial). Con esto se
pretende producir una disposición del espíritu adecuada y compatible, con el influjo de
determinadas ideas (prácticas) que recaerían en el espíritu.
De este modo se puede decir, que la sublimidad debe ser buscada sólo en el espíritu del que
juzga y no en el objeto de la naturaleza, de cuyo juicio se ocasiona la disposición del espíritu.
Sublime es precisamente la disposición de nuestro espíritu cuando se enfrenta a lo ilimitado o
a lo informe de la naturaleza. Estar de pie al borde de un acantilado y sentir la brisa del mar
golpeándonos el rostro. En ese momento la imaginación y la razón juntas sin ninguna presión
de determinación, nos otorga un sentimiento de ensanchamiento de nuestras facultades. El
sentimiento de que no somos nada frente a la naturaleza, se compensa al descubrir que este
mismo sentimiento de límites y carencias en nosotros se transforma luego en la certeza de
inteligibilidad de nuestras facultades, tenemos luego el sentimiento de lo infinito en nosotros.
Esto nos repone nuevamente a disfrutar de la inmensidad de la naturaleza, porque hay
igualmente inmensidad en nosotros.
Sublime es el sentimiento de que aún somos capaces de reponernos hasta frente a la dura
adversidad, es el caso de los campos de concentración de judíos en plena segunda guerra
mundial, donde el exterminio degradó cada una de las cualidades y derechos del ser humano,
se perdió la dignidad como un sustantivo pasado de moda. Aquellas personas en su cantidad
mínimas dentro del número de seres confinados y masacrados, supieron reponerse frente a la
adversidad, supieron sobrevivir, ¿qué fuerza los ayudó aún a creer en su humanidad?,
ciertamente el sentimiento de que eran capaces de sobreponerse, sobreponerse a su propia
71
Op. Cit., p.10
47
fragilidad y limitaciones sensibles, que se tornaba en fuerza de lucha y resistencia.
Sentir que a pesar de perderlo todo eran capaces de empezar de nuevo, vislumbrar aquella luz
que se oculta al final del camino. Pero que está allí aguardando por nosotros y mejor aún
aquella luz aguardaba silenciosa en nosotros.
Nos representamos nuestra imaginación en toda su ilimitación, y con ella la naturaleza, la cual
desaparece frente a las ideas de la razón, y proporciona a ésta última una exposición
adecuada.
5.2. Rol de la imaginación en lo sublime
Recordemos que dentro de las funciones de la imaginación para el conocimiento teorético
objetivante, se halla la aprehensión en la intuición, y la reproducción72
. Ahora bien,
correspondiendo a lo sublime, la labor de la aprehensión, en la imaginación no encuentra
límites, es un recorrido infinito.
Sin embargo, en la reproducción donde enlazando retensivamente la imaginación no puede
más, se siente sobrepasada. Ella posee un máximo de comprensión simultánea. Frente a lo
inmenso, la imaginación siente la insuficiencia de este máximo, busca extenderlo y en ello
recae sobre sí misma. Frente a esta insuficiencia que experimenta la imaginación, ésta se
reduce en su impotencia. Y esto genera desagrado, dolor, la impotencia es atribuida a la
naturaleza sensible, a lo natural. Sin embargo quien nos fuerza a reunir en un todo la
inmensidad natural es la Razón. Este todo es la idea de lo sensible. Esta idea tiene como
substrato algo inteligible. La imaginación aprehende que es la razón la que la empuja al límite
de su poder, “obligándola a confesar que toda su potencia no es nada frente a una idea”73
.
“Para recibir intuitivamente en la imaginación un “quantum” o medida, para la apreciación de
magnitudes por medio de números, se requiere de dos actividades por parte de la facultad de
intuiciones. Una es la aprehensión, luego viene la comprensión de lo aprehendido. Con la
aprehensión puede la imaginación llegar al infinito. Sin embargo la comprensión manifiesta
72
KANT, I. Crítica de la razón pura, 2000, pp:131-134.
73 DELEUZE, Gilles. Relación de las facultades en la crítica de la razón pura, p.8
48
un límite, que mientras más se avance en aprehensión, más problemática será la
posterior comprensión de lo recorrido. Existe en la comprensión un máximo, del cual la
imaginación no puede despegarse, si desea llevar a cabo su labor comprensiva. Así se da un
máximo “quantum” estético de apreciación”74
.
“En el momento en que la imaginación se siente sobrepasada en sus límites de comprensión,
surge un sentimiento de disconformidad de la imaginación con la idea de todo, puntualmente
para exhibir esta idea. En el esfuerzo de la facultad por ensanchar su capacidad, recae sobre sí
misma, y en este acto, se suma en una emocionante satisfacción.75
“La imaginación avanza en la comprensión necesaria para la representación de magnitudes,
por sí misma, en forma natural avanza hacia lo infinito. Luego, el entendimiento, la conduce
por medio de conceptos de números, para lo cual ella tiene que dar el esquema
correspondiente. Este es el proceder perteneciente a la apreciación lógica de magnitudes. Sin
embargo, en este proceso no hay nada final para el juicio estético, ni nada de placer. Tampoco
se da un elemento que permita elevar la medida de las magnitudes, esto se explica porque la
formación de magnitudes en el comprender, se realiza a través de un principio que es
progresivo, no comprensivo, como sería lo necesario para alcanzar la unidad en la apreciación
estética de magnitudes.”76
“Lo infinito es lo absolutamente grande”77
, comparado con él todo lo otro es pequeño. La
capacidad de poder pensar lo infinito requiere de una facultad del espíritu que supere toda
medida de lo sensible, y que posea en sí misma la medida de comprensión de lo infinito, de
una totalidad, y que además pudiese ser contabilizado en números, esto llevado a la realidad
de nuestra Facultad de Conocer vemos que es imposible. “Lo que sí podríamos aceptar es
evidenciar que sólo para concebir la idea de infinito, necesitamos contar con una facultad que
sea en sí misma suprasensible, que posea un substrato de inteligibilidad. Al contar con una
74
KANT, I. Crítica del Juicio, 1999, p.192
75 Op. Cit., p.193
76 Op. Cit., p.195
77 Op. Cit., p.196
49
facultad suprasensible y la idea de noúmeno puesta como substrato para la intuición del
mundo como fenómeno, es posible pensar la realidad bajo un puro concepto, una pura
apreciación intelectual de magnitudes”78
Sin embargo, esta apreciación intelectual no es
posible llevarla a cabo con nuestra apreciación de magnitud de la matemática, tampoco bajo la
Facultad de Conocer, pero sí producto del ensanchamiento del espíritu, el que se siente capaz
de saltar las barreras de la sensibilidad, esto con ayuda del sentido práctico ubicado en la
moral.
“Sublime es la naturaleza en aquellos de sus fenómenos cuya intuición lleva consigo la idea
de su infinitud. Esto ocurre mediante la inadecuación incluso del mayor esfuerzo de nuestra
imaginación para la apreciación de la magnitud de un objeto79
. “En la apreciación estética de
las magnitudes es el lugar donde el esfuerzo para la comprensión supera a la facultad de la
imaginación, y aquí es donde se siente la aprehensión progresiva, para concebir en un todo de
la intuición y se perciba al mismo tiempo la inadecuación de esa facultad sin límites para
progresar, para aprehender una medida fundamental que sirva con el menor empleo del
entendimiento, a la apreciación de las magnitudes y para aplicarla a la apreciación de las
mismas”.80
“La medida fundamental de la naturaleza es inmutable, corresponde al todo absoluto, éste en
la naturaleza, como fenómeno, es una infinidad comprendida.
Esta medida fundamental es un concepto contradictorio, esto se debe por la imposibilidad de
la absoluta totalidad del progreso sin fin. Esta magnitud de un objeto natural, en la cual la
imaginación emplea toda su facultad infructuosamente, tiene que conducir al concepto de la
naturaleza a un substrato suprasensible.”81
78
Ibídem.
79 Op. Cit., p.197
80 Ibídem.
81 Ibídem.
50
Este substrato suprasensible está a la base de nuestra facultad de pensar así como del
concepto de la naturaleza. Este substrato suprasensible es grande por encima de toda medida
sensible, y nos permite juzgar como sublime, no tanto el objeto, sino más bien la disposición
del espíritu en la apreciación de dicho objeto.
51
6.0 Schiller y la herencia kantiana
6.1. El juego como principio objetivo de la belleza
Una de las tesis centrales en la estética kantiana es la determinación de la libertad, la cual se
halla presente en el juego libre de las facultades, dando lugar a los juicios de gusto. La
libertad tiene como es sabido su lugar en la filosofía práctica, sin embargo, en la Facultad del
Juicio, esta libertad alude a la autodeterminación que se dan así mismas las facultades. La idea
de una autonomía del juicio de gusto (el hecho de no estar determinado por una inclinación en
el sujeto, ya sea en la utilidad o determinación de la razón a través de la moralidad), lo
anterior es clave en la idea de determinación objetiva de la belleza en Kallias de Schiller.
Según Schiller, Kant piensa en este placer desinteresado y libre, define a la belleza, como una
forma de finalidad en el objeto, en cuanto es percibida en el sujeto sin representarnos ningún
fin. A partir de esta definición se pueden desprender dos conceptos, por un lado el concepto
de forma estética, y en otro aspecto, el problema de la belleza pura y de la belleza adherente.
Para Kant la finalidad de la belleza es meramente formal, finalidad subjetiva de la forma. Este
mismo concepto de finalidad subjetiva, nos lleva a tener que diferenciar la belleza pura
(formal) de la adherente, es decir de la belleza tal y como se presenta en la experiencia. Aún
cuando los planteamientos kantianos dejan entrever su mayor consideración por la belleza
formal. En Schiller este será el punto en que desviará su argumentación, optando por la
belleza adherente para conducirla hacia la belleza artística. Schiller pretende despegar hacia
un discurso estético que considere la belleza desde la perspectiva objetiva de la producción
artística y de la obra de arte. Schiller centra su mirada en considerar al hombre como ideal
fáctico de belleza, y desde aquí se preocupará en investigar los presupuestos estéticos del
drama.
Schiller, opta por un camino trascendental. Sin embargo, La deducción trascendental del
concepto de belleza se aleja aquí de los presupuestos kantianos. La meditación de Schiller se
rige por el principio antropológico de la doble naturaleza del carácter humano. La deducción
52
trascendental de la belleza se centra en el principio de subjetividad. El punto de partida
de su investigación radica en cumplir con la unidad del ser humano.
El concepto trascendental de belleza se define en Schiller, como una condición necesaria de la
humanidad. El principio trascendental en Schiller no es la identidad del yo, sino de la
humanidad en cuanto carácter sensible-racional.
Él establece un principio trascendental de la belleza para dar respuesta a los argumentos sobre
el papel negativo o perjudicial que éste juega en el proceso cultural, en clara referencia a la
crítica de la cultura en Rousseau.
Schiller parafraseando una obra de Fichte “Ensayo de una crítica de toda revelación”,
contempla la posibilidad de dar forma a la sensibilidad humana como medio para llegar a una
cultura de libertad. Schiller plantea, que en el plano educativo no debería dejarse de lado el
desarrollo del sentimiento de lo sublime – éste como un camino para llegar a una cultura de
libertad.
6.2. El Impulso del juego en Schiller
Para Schiller resulta de gran importancia la determinación de la libertad: aquí se presencia
nuevamente “el juego de las facultades psíquicas que dan lugar a un juicio de gusto, es un
juego libre, tanto como lo es el juicio de gusto” 82
El concepto de libertad que recoge de la
tradición kantiana resulta de gran importancia al momento de considerar “la libertad como la
autodeterminación que se dan a sí mismas las facultades psíquicas”83
. Otra tesis central que
analiza Schiller es la universalidad subjetiva del juicio de gusto, que Kant denominaría „la
antinomia de juicio estético‟, el juicio de gusto ha de ser universal, pero no una universalidad
avalada por conceptos, sino más bien subjetiva. La adhesión al juicio de gusto es para Kant
por adhesión de los demás, esto que es explicado anteriormente por la idea de Sentido Común.
“Esta universalidad subjetiva se fundamenta en la universalidad de las facultades psíquicas,
82
SCHILLER, F. Kallias. 1990, pp:xviii
83 Ibídem.
53
comunes a todos los hombres (imaginación y entendimiento)”84
. Schiller se basa en la
presuposición universal de la humanidad, para el ejercicio de la razón, como una acción
comunicativa, aquí tenemos cierto paralelo con los planteamientos de Fink en torno al
elemento colectivo y social del juego. En Schiller se trata de la concepción ilustrada de la
„opinión pública‟, esto con relación a la autojustificación y afirmación de los derechos que
caracterizan a la sociedad burguesa de la época.
Abordando lo que corresponde a la teoría del arte en Schiller, éste establece que el arte no es
considerado en consonancia con la teoría de la imitación, sino, más bien, “una consonancia
con el juego libre de la imaginación productiva, en cuanto producción autónoma. El arte ha de
arrogarse la característica o el valor como si fuera un producto natural libre” 85
“En la analítica de lo sublime Kant plantea la relación estética con el uso práctico de la
razón”86
. En la experiencia estética de lo sublime la imaginación, como ya sabemos, alcanza
su límite, es en este momento donde la sensibilidad se ve trascendida, y para Schiller éste es el
momento de demostrar el carácter suprasensible de la humanidad, y este carácter
precisamente, constituye el fundamento de la moralidad humana. Para Schiller “en la
experiencia de lo sublime se alcanza un estado de ánimo que fomenta la moralidad”87
. El
fenómeno de lo sublime, sobre todo al dejar en descubierto el carácter suprasensible de la
humanidad, construye el puente que se da entre estética y moralidad, y esto, lo podemos
confirmar al decir de Schiller, que la experiencia estética incluye belleza y sublimidad, en
especial la experiencia de lo sublime en cuanto representación artística que se evidencia en la
tragedia.
La relación que se establece entre estética y moralidad, se puede expresar en términos de:
desinterés estético, placer desinteresado, interés moral. Dicho en otras palabras, se establece
84
Op. Cit., p.xxi
85 Op. Cit., p.xxiii
86 Op. Cit., p.xxv
87 Ibídem.
54
una relación entre la libertad que se expresa en el juego libre de las facultades, y la
libertad de la voluntad en las acciones morales.
La meditación trascendental de Schiller se rige por el principio antropológico de la doble
naturaleza del carácter humano. Para Schiller su punto de partida en el estudio estético es a
diferencia de Kant y Fichte, “la cumplida unidad del ser humano, visto desde el concepto
trascendental de belleza, se define como una condición necesaria de la humanidad”88
Para
Schiller el principio trascendental se distingue de Fichte en cuanto a la identidad del yo, sino
como humanidad en cuanto carácter sensible–racional. Para Schiller, se hace más imperioso,
vistas estas consideraciones, tomar más en cuenta para la educación el desarrollo de lo
sublime, esto para llegar a una cultura de la libertad.
En la consideración del carácter humano, cada elemento de su composición posee asociado un
impulso. Esto en clara influencia Fichteana. Según Fichte, los impulsos en lo que tiene
relación con la conciencia y la realidad, hacen que el hombre sea capaz de representaciones, y
en segundo lugar éstos pueden ser considerados como una forma natural de la libertad. De
este modo, Schiller sistematiza que “el carácter del ser humano queda organizado en la acción
de impulso sensible y de impulso formal. El impulso sensible determina al individuo,
mientras que por el impulso formal el individuo adquiere el carácter de la especie. La acción
recíproca de ambos impulsos conforma la idea de humanidad.
En la acción recíproca del impulso material y del impulso formal, se establecería el impulso
del juego, el cual es principio de acción de la belleza. Así el impulso del juego engloba a los
otros dos impulsos, en un movimiento dialéctico. El concepto de juego en Kant, se explica
con la idea de libertad (juego libre de las facultades). Libertad y subjetividad son para Kant
dos conceptos esenciales del juego. El juego sería más bien una relación incondicionada,
estructuralmente libre, entre imaginación y entendimiento, e imaginación y razón.
Para Schiller el juego se formula desde una concepción antropológica de la idea de
humanidad, - donde de todas maneras puede verse la influencia kantiana - y se concibe como
mediación entre lo absoluto y lo finito, y la libertad y el tiempo. El juego es la puesta en
práctica de la libertad. En la disposición estética, el hombre entra en el mundo de las ideas, sin
88
Op. Cit., p.LIX
55
abandonar por ello, el mundo sensible. El juego es el símbolo del cumplimiento de la
determinación humana.
Schiller define el objeto del impulso de juego como forma viva, en el juego, la forma
representa no sólo simbólicamente a la vida, sino que expresa la vida interior del hombre, éste
se representa esencialmente a sí mismo, se reconoce como hombre (en cuanto forma viva).
“La belleza y sólo la belleza ofrece al hombre la determinación o la experiencia de su
cumplida humanidad. ‟El hombre sólo es enteramente hombre cuando juega‟. El hombre es
hombre no en la realidad, sino en la apariencia del juego, en el mundo de las apariencias: el
juego es el principio objetivo de la belleza, la belleza es la única representación posible de la
libertad en la apariencia”.89
6.3. Sobre lo sublime en Schiller
Para Schiller “la voluntad es el carácter genérico del hombre y la razón misma es sólo su regla
eterna”90
. Schiller con gran optimismo postula, “El hombre es el ser que quiere”91
. Toda la
naturaleza actúa racionalmente, la única regla que debe mantener el hombre para subsistir en
la civilización, es actuar con conciencia y voluntad. Nuestro autor plantea “Nada es más
indigno en el hombre que padecer violencia, ya que ésta le anula.” 92
Quien actúa
violentamente hacia nosotros nos disputa nada menos que nuestra humanidad. Existe una
posición por parte del autor de liberarse de todo cuanto le coarta y reprime, sin embargo, es
allí donde el hombre se enfrenta a sus reales capacidades y por cierto a sus limitaciones. El
hombre se encuentra a diario con numerosas fuerzas que le superan ampliamente, es cierto,
sin embargo, que es poseedor de un entendimiento que le aporta poder a sus fuerzas naturales,
lo refuerza en muchos aspectos, pero siempre hay algo que lo frena y le supera, y esto es, su
encuentro con la muerte. La muerte principal enigma para el hombre. Este obstáculo que es la
89
Op. Cit., p.LXVII
90 SCHILLER, F. Sobre lo sublime. 1990, p.1
91 Ibídem.
92 Ibídem.
56
muerte es lo único con que tropieza frente a sus ansias de „ser el ser que quiera‟, la
libertad y poder que presume no es nada cuando mira hacia su lado y ve a la muerte
esperándole. La cultura será el único elemento creado por él mismo que lo ayudará a
salvaguardar su integridad, y a dar cumplimiento con todo lo que concierne a su concepto de
hombre, debe ayudarle a fortalecer su voluntad.
Según Schiller, este proyecto podría ser llevadero en dos direcciones: O se enfrenta a la
violencia con su “cultura física”93
, tratando de oponerle resistencia desde su propia naturaleza.
Otra opción, elige una medida más idealista y se aleja de la naturaleza, intentando anular la
violencia, huyendo de ella.
Es claro que el hombre hasta cierto punto puede sustraerse a los efectos y al movimiento
propio de la naturaleza, aún cuando forma parte de ella, ésta le recuerda que posee una
indómita energía sin comparación con sus fuerzas individuales. Con la cultura física el
hombre puede enfrentarse a la naturaleza, sin embargo, su voluntad y su libertad estarían
arruinadas si no fuera capaz de otra cultura, “la cultura moral”94
. Al hombre cuando siente que
sus fuerzas flaquean frente a ciertas condiciones que le impone la naturaleza y su medio en
general, no le queda otra opción que mermar su acción, trata de suspender y anular una
violencia que lo aplasta cada vez más y le deja desprovisto de toda dignidad y libertad. El
hombre nunca debe dejar de ser hombre, debe conservar sus atributos y su voluntad para
discernir. Para esto, es que puede actuar de acuerdo a una cultura moral. El hombre nunca
debe actuar contra su voluntad. Por ende, si debe anular conceptualmente la violencia, la
única forma de proceder es sometiéndose a ésta, pero, voluntariamente. “El hombre que es
formado moralmente, y solamente éste, es totalmente libre”95
Libre porque es o superior a la
naturaleza o entra en acuerdo con ella. En la naturaleza racional del hombre existe una
disposición moral la cual puede ser desarrollada por el entendimiento, además de ésta existe
en su naturaleza sensible racional una tendencia estética, que actúa como un modo de sentir,
93
Op. Cit., p.2
94 Op. Cit., p.3
95 Ibídem.
57
esta tendencia es despertada por ciertos objetos sensibles. Además esta tendencia
puede ser cultivada por el ánimo del sujeto.
Los sentimientos de belleza pueden hasta cierto punto hacernos independientes del poder de la
naturaleza. El sentimiento estético lo nota el sujeto cuando disfruta y siente placer por las
formas, más que por la materia y contenido de lo que le rodea. Aún así perdura en el hombre
la necesidad de una apariencia, de un cuerpo que admirar, por ende, la primacía de la
naturaleza es insuperable y oculta una necesidad que es difícil de esquivar por el hombre.
El ánimo del sujeto está en condiciones de exigir a la naturaleza que existan objetos bellos y
buenos. Sin embargo, que lo bello y lo bueno existan per se en la naturaleza, es algo que no
podemos exigir, sino sólo desear. “Aquel temple de ánimo que exige que lo que exista sea
bello y bueno y perfecto, se dice de él que aspira a lo grande y sublime” 96
El hombre de
carácter fuerte no flaquea porque sus ideales morales no se dan en rigurosidad, más bien las
deficiencias morales no deben infundirnos dolor, ni tristeza. Las limitaciones e impedimentos
para cumplir nuestros ideales antes que volvernos fracasados y rendidos, deben llenarnos de
fuerza y mayor tesón para luchar contra las vicisitudes.
Dos son los genios que la naturaleza nos brinda, uno de ellos es sociable y propicio portador
de un juego alegre y vivaz, éste nos acorta sin duda el viaje de la vida. Su esfera de acción es
la del mundo de los sentidos, desde allí alegre y locuaz nos distiende el ánimo. Cuando
necesitamos ahondar por las sendas del conocimiento y del deber nos vemos obligados a
abandonar a este genio locuaz. Para pasar por el camino de otro genio grave y silencioso. De
fuerte ímpetu nos conduce sin titubear por senderos profundos y oscuros, que hasta pueden ser
temerosos. Frente a esta analogía es fácil reconocer en el primer genio al carácter de lo bello y
en el segundo a lo sublime. Lo bello es ya una expresión clara de libertad, pero sin duda lo
sublime nos conduce hacia una libertad que nos tienta a superar los poderes de la naturaleza,
sin abandonar a ésta nunca, sin desvincularnos del influjo corporal y de la naturaleza misma.
Nos sentimos libres porque nuestros influjos sensibles no tienen cabida bajo las leyes de la
razón.
96
Op. Cit., p.4
58
Para Schiller, el sentimiento de lo sublime es mixto, es una mezcla de dolor que se eleva
exteriorizándose como estremecimiento, contento, hasta llegar al éxtasis, este sentimiento
parecido al placer, sin embargo, no es propiamente tal placer.
Aquí precisamos, al igual como lo postula Fink, y como lo hace Kant en lo que respecta a lo
sublime, un encuentro de dos emociones o sentimientos contradictorios – dolor-placer – esta
combinación de emociones contrarias, da prueba de nuestra autonomía moral. Esto porque,
como no es posible que un objeto albergue en sí esta contradicción o ambivalencia, se
desprende que es el sujeto el que sí puede experimentar esta ambivalencia de emociones. Un
objeto no puede guardar hacia nosotros dos emociones contrapuestas, a diferencia del sujeto
que sí puede albergar una duplicidad en la forma de relacionarse con un objeto. En
consecuencia, en nuestro ánimo éstas dos naturalezas contrapuestas deben estar unificadas, en
armonía. Ya que una misma representación puede interesarnos de formas totalmente
contrapuestas. A partir de lo sublime sabemos o comprobamos que somos poseedores de un
principio autónomo frente a la naturaleza. Con el sentimiento de lo sublime experimentamos
ante un objeto la penosa realidad de los límites de nuestra imaginación, sin embargo, antes de
huir de este objeto nos acercamos con una violencia, que no sería explicable si nuestra
imaginación no pudiese en realidad sobrepasar estos límites. El hombre físico y el hombre
moral no tienen cabida en el mismo plano, tajantemente separados. La condición moral
absoluta está absolutamente desligada de causa natural, de cualquier sensibilidad. La
condición moral no puede explicarse o buscar un efecto en el mundo sensible, y viceversa.
Lo sublime nos proporciona una salida del mundo sensible, lejos de lo bello, lejos de la red de
la sensibilidad refinada. Lo sublime no se da paso a paso, sino que de pronto y violentamente
se apodera de nosotros. La belleza es nuestra guardiana primera que nos conduce al
refinamiento. Al estar envueltos en los encantos de la belleza creemos tener el placer máximo,
hasta que de pronto descubrimos que lo sublime está más arriba de lo sensible, de lo sentidos,
y llegar al encuentro con lo sublime es como de pronto despertar en medio de la noche y
darnos cuenta que el sueño, la ensoñación no nos ha dejado ver que la noche transcurre tibia y
serena, que está allí oculta y misteriosa. El desarrollo de lo sublime toma su tiempo, y con
razón, para descubrir nuestras capacidades suprasensibles, necesitamos desarrollar el gusto y
el corazón, y por sobre todo la verdad y la moralidad debe haber madurado en su germen. El
hombre descubre que a pesar de la marea de fenómenos y vaivenes naturales, hay algo en él
59
que perdura. Al verse el hombre admirado por la magnitud de la cordillera, ésta le
resulta un espejo para ver lo verdaderamente grande y sobrecogedor que hay en su interior.
Bajo la idea de libertad, la razón realiza la comprehensión en una unidad de pensamiento
todos aquellos elementos que el entendimiento no podía unir y asociar. La razón a través de
esta idea de libertad, somete al juego de fenómenos de la sensibilidad a un sólo orden y
unidad de conocimiento. Existe una imposibilidad de poder explicar mediante reglas de la
naturaleza, la naturaleza misma. E “intentar de hacer valer en su reino, lo que en realidad tiene
validez en él.” 97
La belleza tiene un matiz preparatorio para llegar a lo sublime, la educación estética completa
antes de llegar a lo sublime (al Daimon puro en él) debe pasar por lo bello (hombre
propiamente tal). Sin lo bello habría un constante debatirse entre la determinación sensible del
hombre y la determinación racional en él.
El carácter preparatorio de lo estético es de procedencia kantiana ya que como dejamos en
evidencia antes en lo bello como preparatorio para el conocimiento teorético y en lo sublime
para la moral.
La herencia que Schiller recibe de Kant y que hemos expuesto nos ayuda a corroborar la
presencia de una filosofía del juego en la estética kantiana.
97
Op. Cit., p.14
60
Conclusión
Considerando lo expuesto en el desarrollo que realizamos, es posible comprobar que los
planteamientos estéticos kantianos, esbozan e incluyen una filosofía del juego, en toda su
amplitud.
En primer lugar considerando que para Kant lo fundamental en los juicios reflexivos tanto de
lo bello como de lo sublime es el juego armónico, no presionado de las facultades
cognoscitivas, que en el plano estético no objetivan como lo hacen en la construcción de
fenómeno en tanto conocimiento y en la realización noumenal. En la estética este juego libre
gira siempre en torno a la imaginación. En lo bello en relación con el entendimiento, y en lo
sublime en la relación de aquélla con la razón.
La Crítica del Juicio tal como se nos presenta, con sus juicios estéticos totalmente
desinteresados, viene a conformar el eslabón que faltaba para completar el sistema filosófico
propuesto por Kant. En efecto, en el trabajo de la la Facultad del Juicio, la razón por primera
vez se siente, se vuelca sobre sí misma. Allí se expone como pilar básico este libre juego,
situándose en las antípodas de toda producción, u objetivación de conocimiento, inclusive en
el plano de la realización moral. Tanto la facultad de conocer, como de desear son interesadas
y pretenden claramente objetivar, a saber, en la primera el fenómeno, en la segunda el
noúmeno.
Sin embargo, La Crítica del Juicio que trata sobre la estética de Kant, es la conciliadora entre
el vacío que se produce entre fenómeno y noúmeno, además sus juicios reflexivos, no
interesados constituyen el cimiento aunque sólo subjetivo (preparatorio) de la objetivación
tanto en el conocimiento, como en la moral.
Por otra parte la mención de R. Gros acerca de la estética como una preparación para la vida,
es un elemento que también podemos encontrar en Kant, puesto que la estética posee un
carácter preparatorio. Ella efectivamente desempeña un rol preparatorio en la realización de la
plenitud del hombre. Para esto se hace necesario el desarrollo del ámbito cognoscitivo, junto a
61
las acciones morales del sujeto. Ambas actividades tienen su preparación subjetiva en
la estética kantiana.
También podemos encontrar en el planteamiento kantiano la justificación de la concepción de
Huizinga acerca del juego, ya que para el filósofo alemán lo estético precisamente constituye
una “figura” de la realidad. Esta “figura” de la realidad justamente es la que nos conecta con
lo noumenal fuera y dentro de nosotros, es decir, con la realidad exterior y con la interior.
Precisamente esta última realidad tiene presencia a través de nuestras propias facultades
cognoscitivas que tienen un carácter suprasensible.
En Gadamer el juego se sitúa en un horizonte de diálogo. Para Kant sin el libre juego de las
facultades, no habría juicio, ni comunicabilidad, en este sentido no podría haber diálogo. En la
misma Crítica del Juicio expone que la satisfacción en lo bello, así como la de lo sublime, se
distingue por su universal comunicabilidad. Así también en base al poder de la
comunicabilidad queda a la vista la obligada referencia a la sociabilidad, que hace posible el
libre juego de las facultades.
Para Hermann Cohen, el libre juego que se da en la conciencia, desemboca justamente en una
vivificación y animación del sujeto. Pues bien, los planteamientos estéticos de Kant dejan en
evidencia que en la Facultad del Juicio se trata de una animación de nuestras facultades
anímicas o de nuestra fuerza vital. La satisfacción en lo bello lleva consigo un sentimiento de
impulsión a la vida, y por tanto, puede unirse con el encanto y con una imaginación que juega.
En lo que corresponde a los planteamientos de Fink el juego tiene un carácter práctico. Para
Kant aunque se hable de una contemplación en la estética, es preciso recordar que todo
sentimiento estético involucra actividad de las facultades que juegan, por lo tanto, hay una
forma de praxis que indudablemente está presente en el concepto del juego. Esta actividad se
puede comprobar desde luego en la imaginación ya que ésta en su libertad es productiva y
autoactiva. A la imaginación en la Facultad de Juzgar no debe considerársele como
reproductiva, es decir, sometida a las leyes de asociación, como ocurre en la Facultad de
conocer. La imaginación en el plano estético es libre y activamente creadora de formas
caprichosas de posibles intuiciones. Siguiendo en la línea de Fink, él mismo aclara que el
juego corresponde a una región imaginaria. Como se ha dicho en Kant el juego, por cierto,
implica lo imaginario, pero sólo lo que corresponde a la actividad seria de la imaginación. El
62
sentimiento de lo sublime es un placer que nace indirectamente, por medio de un
sentimiento momentáneo de suspensión de las facultades vitales, lo que sigue es un
desbordamiento de las mismas facultades.
El juego para Fink genera entusiasmo y conmoción. En Kant el espíritu se siente conmovido
en la representación de lo sublime en la naturaleza, estando por otra parte en contemplación
reposada en el juicio estético sobre lo bello. Aquí se produce efectivamente un movimiento
que puede ser comparado con una conmoción. Además el entusiasmo, que es una de las
formas en que se manifiesta el sentimiento de lo sublime, se encuentra también en la postura
kantiana.
Para Fink el juego es un elemento sustancial para la constitución del ser de la existencia
humana. También para Kant, como habrá podido apreciarse en lo expuesto acerca del juego se
encuentran las herramientas subjetivas fundamentales para la búsqueda de la plenitud humana
en la posibilitación de la comunicabilidad.
Según Fink, en el reino del juego hay cabida para la invención. En Kant el rol principal en las
experiencias estéticas lo cumple la imaginación, al ser productiva. Como anteriormente lo
señalamos, ella es productora de algo que se le agrega a los objetos, como es la belleza y la
sublimidad.
En Fink, desde luego, está presente la libertad y la autonomía del sujeto. Para Kant esto es
central, ya que no se puede dejar de ligar un sentimiento hacia lo sublime de la naturaleza, sin
enlazarlo a una disposición hacia la moral. Aunque el placer inmediato de lo bello hay una
cierta liberalidad del modo de pensar, esto es, independencia de la satisfacción del mero goce
sensible, mediante esta independencia “la libertad es representada en un juego”98
, más bien
que en una ocupación conforme a la ley. La satisfacción en lo sublime es sólo negativa (al
contrario de lo bello que se expresa en positividad). Lo sublime es un sentimiento
momentáneo de la privación de la libertad de la imaginación por sí misma, al ser ella
determinada conforme a fin según una ley distinta a la de uso empírico. Mediante ésta recibe
la imaginación una extensión y una fuerza mayor que la que sacrifica, pero cuyo fundamento
98
KANT, I. Crítica del Juicio.1999, p214.
63
permanece escondido para ella misma, y en cambio ella siente el sacrificio y la privación
y al mismo tiempo siente la causa a que está sometida.
La estupefacción que confina con el miedo, el terror y el temblor sagrado que se apodera del
espectador al contemplar la majestuosidad de la cordillera, la fuerza del cauce de un río, el
colorido inexplicable del desierto, todo estos sentimientos son un ensayo para que el espíritu
pueda ponerse en relación con la imaginación y sentir la fuerza de esa facultad para enlazar el
movimiento producido mediante ella en el espíritu, con el estado de reposo de la misma, y así
confirmar nuestra superioridad sobre la naturaleza en nosotros mismos. La imaginación, en
cuanto libre, es instrumento de la razón y de sus ideas, por tanto, es una fuerza que afirma
nuestra independencia contra los influjos de la naturaleza, para rebajar como pequeño, lo que
según ésta última es grande.
Fink otorga énfasis a la idea del enmascaramiento en el juego, como una dificultad que
experimentaría el sujeto al conformar en él una estructura vidriosa y con forma de espejo, que
se refleja en diversas direcciones. En Kant también encontramos esta estructura de
enmascaramiento con relación a aquello que no es asido como conocimiento definido, como
ocurre en la reflexión de la Facultad de Sentir, aquí no hay un conocimiento o una
determinación del objeto, sino que hay una reflexión, un sentir de las facultades que se
proyecta como siendo causado por un objeto, pero en realidad es el sentir del propio sujeto,
que inexorablemente se encuentra bajo toda actividad de la razón y por ello, bajo el
conocimiento. Este sentimiento si bien no es nunca conocido como producto de reflexión trae
a nosotros la idea del reflejo.
En los planteamientos sobre el juego de Fink además de lo ya expuesto hallamos una serie de
elementos que se encuentran presentes en la estética de Kant. En primer lugar la designación
de que el juego sobrepasa la individualidad, llegando a formar en Fink una comunidad del
juego, donde se interactúa con el otro y se concensúa con él a través de reglas. En el caso de
Kant nada más cercano que el sentido común como necesaria aprobación universal de un
juicio y posibilitación de la sociabilización. Tal aprobación es sólo subjetiva, se realiza
mediante adhesión a un juicio con validez ejemplar, se trata de una mera forma ideal, que
permite que concuerde con un juicio de gusto, garantizándose que de este consenso emane
una regla para cada uno de los sujetos. De este modo se garantiza la universalidad subjetiva de
64
los juicios, confirmando también que en lo estético la idea de comunidad, de colectivo,
de consenso, inevitablemente está presente en los planteamientos del filósofo de Königsberg.
Otro elemento importante para Fink, es el sentimiento contradictorio y dicotómico de placer y
dolor que involucra directamente al juego. Justamente en Kant tenemos en lo sublime, a partir
de un profundo desagrado o desacuerdo de la imaginación al sentir su límite, y al lograr en
este preciso momento de angustia, sentir que es capaz de sobrepasar este mismo límite, siente
su carácter de suprasensible al igual que la razón, por lo que se da un placer inexplicable, que
de todos modos es generado desde el desacuerdo para llegar a un acuerdo entre imaginación y
razón.
Si explicamos un poco más de qué se trata este placer en lo sublime, diremos que este
sentimiento se funda en el instinto de conservación y en el miedo, es decir, en un dolor que
como no llega a alterar realmente las partes del cuerpo, produce exactamente movimientos
que van purificando los vasos más finos de cualquier obstrucción o sensación desagradable,
dando paso a un estado de excitar sensaciones agradables, no ciertamente un placer típico,
sino que una especie de temblor satisfactorio, cierta paz por la que se supera el terror.
Lo bello en Kant puede ser reducido a un relajamiento, distención y embotamiento de las
fibras del cuerpo, y fruto de esto mismo un enternecimiento, un desenlace, agotamiento, un
sumirse, agonizar y disolverse en placeres. No podemos dejar de tener presente que todas
nuestras representaciones, sean éstas sensibles, objetivas o intelectuales, pueden ir
subjetivamente unidas a un deleite y a un dolor, aún por poco que ambos sentimientos se
noten, ya que ambos sentimientos conforman y afectan el sentimiento de la vida, y ninguno de
ellos, en cuanto modificación del sujeto puede serle indiferente.
Por otra parte, en Schiller vemos que hay una herencia kantiana que nos permite afirmar el rol
que cumple la noción de juego dentro de la filosofía de I. Kant: un rol subjetivamente
fundamental para Schiller.
La Facultad de lo Sublime es la antesala de la moralidad. Considerando lo bello como una
preparación necesaria para llegar a lo sublime, o lo que es lo mismo a la moralidad. En
Schiller está también este libre juego de las facultades, que a través de la libertad en el juego
estético, hay una preparación para la moralidad, en la realización plena de la libertad.
65
La moral es clave al considerar la estética de Kant porque vemos que aquí en la Facultad
del juicio la razón se siente, y la misma libertad es sentida en el acuerdo de las facultades y el
logro finalmente del conocimiento y la realización en la moral.
Así entonces, de acuerdo a lo expuesto estimamos cumplida nuestra hipótesis. En efecto, ha
quedado en evidencia que los caracteres principales que de acuerdo a la postura de Fink
definen el juego se encuentran presentes en los planteamientos estéticos de Kant acerca de lo
bello y de lo sublime. Esto último permite confirmar la presencia de una filosofía del juego
dentro del sistema crítico de Kant. Esta afirmación además se ve corroborado por la herencia
del filósofo alemán en los planteamientos de Schiller acerca del tema.
Finalmente sólo nos cabe señalar que en verdad el sujeto del giro copernicano es
fundamentalmente un sujeto que “juega”.
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