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INTRODUCCION Con el presente ensayo pretendemos enhebrar algunas consideraciones acerca de la psicosis como estructura y sus consecuencias. Frente a la clínica universal del síntoma opondremos la clínica diferencial de la estructura a fin de poder dar cuenta de la utilidad de un diagnóstico diferencial, sus determinantes y consecuentes. Para ello intentaremos primeramente situar la locura como fenómeno social, su posterior apropiación por parte de la ciencia médica y el tratamiento que hará posteriormente el psicoanálisis de la psicosis. Allí intentaremos poner en relieve los desarrollos tanto de Freud como de Lacan respecto a la génesis y determinación de la posición de los sujetos afectados por estos fenómenos valorando principalmente el mecanismo pensado por Freud pero impuesto por Lacan: la forclusión, que traduce al francés la Verwerfung freudiana, como determinante de la estructura, su alcance y sus consecuencias en la vida de los sujetos. EL PROBLEMA DE LAS PSICOSIS Desde tiempos inmemoriales la locura, o la pérdida de la razón, ha sido un fenómeno que no sólo afecta a la subjetividad de quien lo padece sino que por transitividad conmueve profundamente la intimidad de aquellos que asisten al despliegue de síntomas tales como las alucinaciones o los delirios. Pueden incluso resultar, en principio, graciosos y hasta simpáticos, pero pronto transmiten una sensación angustiante que muchos literatos relataron de manera ejemplar tanto en tercera como en primera persona. Diversas han sido las etiologías adjudicadas (castigo divino, tara congénita, etc.) así como diversos los destinos que le cupieron a estos personajes singulares (desde la STULTIFERA NAVIS descrita por M Foucault en la HISTORIA DE LA LOCURA EN LA EDAD CLÄSICA, pasando por los bufones 1

La Forclusion Del NP

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INTRODUCCION

Con el presente ensayo pretendemos enhebrar algunas consideraciones

acerca de la psicosis como estructura y sus consecuencias. Frente a la clínica

universal del síntoma opondremos la clínica diferencial de la estructura a fin de poder

dar cuenta de la utilidad de un diagnóstico diferencial, sus determinantes y

consecuentes.

Para ello intentaremos primeramente situar la locura como fenómeno social,

su posterior apropiación por parte de la ciencia médica y el tratamiento que hará

posteriormente el psicoanálisis de la psicosis. Allí intentaremos poner en relieve los

desarrollos tanto de Freud como de Lacan respecto a la génesis y determinación de la

posición de los sujetos afectados por estos fenómenos valorando principalmente el

mecanismo pensado por Freud pero impuesto por Lacan: la forclusión, que traduce al

francés la Verwerfung freudiana, como determinante de la estructura, su alcance y

sus consecuencias en la vida de los sujetos.

EL PROBLEMA DE LAS PSICOSIS

Desde tiempos inmemoriales la locura, o la pérdida de la razón, ha sido un

fenómeno que no sólo afecta a la subjetividad de quien lo padece sino que por

transitividad conmueve profundamente la intimidad de aquellos que asisten al

despliegue de síntomas tales como las alucinaciones o los delirios. Pueden incluso

resultar, en principio, graciosos y hasta simpáticos, pero pronto transmiten una

sensación angustiante que muchos literatos relataron de manera ejemplar tanto en

tercera como en primera persona.

Diversas han sido las etiologías adjudicadas (castigo divino, tara congénita,

etc.) así como diversos los destinos que le cupieron a estos personajes singulares

(desde la STULTIFERA NAVIS descrita por M Foucault en la HISTORIA DE LA LOCURA

EN LA EDAD CLÄSICA, pasando por los bufones de la corte, hasta los aislamientos y

encadenamientos inmortalizados por el gesto misericordiosos de Pinel) pero ello no

ha dejado de imbuir de un halo de misterio y extrañeza esta singular patología.

Su advenimiento al campo de la medicina planteó, más temprano que tarde, la

oposición planteada entre una etiología moral y otra de carácter orgánico, no

llegando a prevalecer ninguna de ellas.

Uno de los primeros logros en pos de la sistematización del tratamiento fue

separar las psicosis de otros trastornos con los que se la conectaba tale como la

debilidad mental, la idiocia, o las taras congénitas. Todo ello impulsado por el

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advenimiento de la Razón cartesiana al cenit de la constitución de la subjetividad.

Dicha Razón soporta y estructura tanto el descubrimiento del mundo como el del

sujeto en su constitución e interacción con los otros y con el dicho mundo. Este ideal

de linealidad de acopio del conocimiento empuja a la ciencia médica a intentar

establecer la razón de la locura”: Son entonces las clasificaciones las que toman

estado inundando la condición médica de los siglos XVIII y XIX.

Posteriormente será la farmacología la que toma por asalto el bastión de la

locura intentando calzar un chaleco de fuerza químico a su expresión .esto alivia,

pero al precio de acallar al síntoma y amordazarlo hasta hacerlo desaparecer con el

sujeto mismo (alto precio, desde nuestro punto de vista)1

En este contexto eufórico de la ilustración, entrelazada a la moral victoriana y

al auge de las enfermedades “nerviosas”, surge el psicoanálisis como técnica que

toma a su cuenta a los excluidos de la medicina por el carácter no-orgánico de sus

afecciones: la histeria y su extraña parafernalia sintomática, aunque paulatinamente

va abarcando todo el campo de la psyché y sus patologías.

¿Qué lugar para la locura en el compendio psicoanalítico?

FREUD Y LA LOCURA

La técnica psicoanalítica se desarrolló principalmente en otro campo que el de

la locura: el de la histeria. Y la razón de ello se cimenta en que gran parte del efecto

de remisión de síntomas se producía por rememoración de eventos afectados por una

amnesia patológica.

En los comienzos del psicoanálisis la línea que aislaba la locura era bastante

difusa, tanto como para encontrar en algunos escritos freudianos de fines del siglo

XIX a la paranoia en serie con la histeria y las obsesiones, así como la hipocondría

entre las “neurosis actuales”, y una primera denominación de “neurosis narcisistas”

para referirse a las psicosis. Y aunque esto pueda sonar un poco descabellado

podemos afirmar que si uno se atiene a la descripción sintomatológica y sindrómica

la diferencia entre ciertos casos de neurosis obsesiva y otros de paranoia se torna

difusa, al punto de encontrarlas sin solución de continuidad en los manuales más

actuales de diagnóstico psiquiátrico. DSM IV y CIE 10, bajo el acápite de “trastorno

obsesivo compulsivo”.

Es en 1911 cuando Freud presenta su “Puntuaciones psicoanalíticas sobre un

caso de paranoia autobiográficamente descrito (dementia paranoides)”, más

conocido como el caso SCHREBER en memoria del Dr. Daniel Paul Schreber,

magistrado alemán ingresado en la clínica de Leipzig a fines de 1893 aquejado de

1 Encontramos un ejemplo de ello en la película de Eliseo Subiela “Hombre

mirando al sudeste

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una enfermedad nerviosa que él mismo le achaca “al exceso de trabajo” como

consecuencia de su nombramiento como presidente del Superior Tribunal de Sajonia.

La particularidad de este trabajo estriba en que sus elaboraciones se remiten

no al contacto directo con el actor sino al análisis de las “Memorias de un enfermo

nervioso”, publicado en 1903 y que forman parte del alegato que el mismo Schreber

presentó a los tribunales a fin de recuperar su capacidad jurídica, perdida como

consecuencia de una sentencia de insanía que pesaba sobre él. Para ello Freud se

autoriza en el razonamiento de que en las psicosis no hay posibilidades de vencer las

resistencias que sostiene la represión y que por ello el paciente “dice sólo lo que

quiere” por lo que no duda en otorgarle la validez de un discurso al texto.

Dado que no es el motivo del presente trabajo no entraremos en

consideraciones profundas del análisis del caso, que abunda la literatura analítica,

salvo algunas precisiones que nos interesan a fin de cernir el concepto de diagnóstico

y estructura en Freud. Lamentablemente no contamos con muchas otras

posibilidades de analizar el trabajo de Freud con pacientes psicóticos, a pesar de lo

cual se desprende de su obra una actitud dinámica frente a los diagnósticos y a la

fijeza de los mismos. Sólo citaremos dos ejemplos que abonan en esta postura:

uno de ellos surge del mismo caso Schreber. Al referirse a una enfermedad

previa a la que lo conduce a su reclusión, y por la que estuvo en tratamiento entre

1884 y 1885, Freud dice: “En el curso de este estado, definido como “hipocondría”,

que en apariencia se mantuvo dentro de los límites de una neurosis, Flechsig fue su

médico”. De ello se desprende que Freud consideraba que un sujeto puede

desarrollar una afección neurótica y posteriormente desencadenar una psicosis.

El otro ejemplo es del análisis fragmentario que hace de un caso de neurosis

infantil en “De la historia de una neurosis infantil”, más conocido como el caso del

“Hombre de los lobos” por lo paradigmático del sueño central de su análisis.

Si bien el análisis de este último caso plantea consistentemente la instauración

y las repercusiones en la edad adulta de una neurosis infantil, y coincidentemente

con el ejemplo anterior encontramos a Freud intentando poner a prueba sus

elaboraciones sobre el complejo de Edipo y la castración, literatura posterior nos

informa del desencadenamiento del sujeto, curiosamente a partir de otra afección

física, en este caso un “lunar en su nariz”, y de los fenómenos propios de la psicosis

que la analista que lleva el caso describe con lujo de detalles, pero que sin embargo

al momento de definir un diagnóstico se revuelve contra sus explicaciones y termina

justificando el diagnóstico de Freud: neurosis.

Es de este caso de donde posteriormente Jacques Lacan tomará el término de

Verwerfung para plantear una relación a la castración distinta de la Verdrangung o

represión, tomándose de la posición en que Freud sitúa al sujeto respecto de la

castración: “no quería saber nada de ella siguiendo el sentido de la represión2”. Entre

2 er von ihr nichts wissen wollte im Sinne der Verdrängung. G W XII pàg 117.

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los elementos que Freud analiza hay uno que nos sitúa sobre la pista de las psicosis,

y es la “alucinación del dedo cortado” que el paciente relata en un “dèja reconté”.

¿Cuál es la intención de plantear dos mecanismos distintos, y los efectos y de

la diferenciación?

LENGUAJE, LINGÜÍSTICA Y ESTRUCTURA

Los desarrollos encarados por el Dr. Lacan producen un vuelco sin precedente

en la historia del psicoanálisis, no sólo por la subversión de su posición política en la

Internacional Psicoanalítica sino por lo atrevido de sus desarrollos teóricos. Basado en

la convicción de que si era la palabra el vehículo de la cura analítica urgía entonces

recurrir a una formalización del tratamiento que se hace del lenguaje se plantea una

reformulación de esta disciplina, para lo cual busca apoyo en los desarrollos que F.

Saussure expuso en sus cursos de lingüística general, y que subvirtieron la

historicidad de la filología para plantear al lenguaje en un corte sincrónico de una

sociedad como una estructura que respeta reglas y relaciones.

Contemporáneo de la generación cultural francesa de post-guerra encontró en

el estructuralismo la herramienta eficaz para encarar la complejidad de la realidad

psíquica. Real, Simbólico e Imaginario pasaron a formar parte activa del diccionario

psicoanalítico, se siga o no sus enseñanzas.

Es este apego a los postulado estructuralistas lo que lo lleva a trabajar las

estructuras freudianas de las psicosis en su seminario del año 1956-57 sometiendo al

complejo de Edipo y a la castración a un desapego paulatino de la realidad fáctica

para elevarlos a la categoría de estructuras. Así dice: “No queremos decir otra cosa

cuando decimos que el complejo de Edipo es esencial para que el ser humano pueda

acceder a una estructura humanizada de lo real. Todo lo que circula en nuestra

literatura, los principios fundamentales sobre lo que estamos de acuerdo, lo implica:

para que haya realidad, para que el acceso a la realidad sea suficiente, para que el

sentimiento de realidad sea un justo guía, para que la realidad no sea lo que es en la

psicosis, es necesario que el complejo de Edipo haya sido vivido. Sin embargo sólo

podemos articular este complejo, su cristalización triangular, sus diversas

modalidades y consecuencias, su crisis Terminal, llamada su declinar, sancionada por

la introducción del sujeto en una nueva dimensión, en la medida en que el sujeto es a

la vez él mismo y los otros dos participantes. El término de identificación que ustedes

usan a cada momento no significa otra cosa. Hay allí pues intersubjetividad y

organización dialéctica. Esto es impensable a menos que el campo que delimitamos

con el nombre de Edipo tenga una estructura simbólica”

Retomando el análisis del caso Schreber introduce un planteamiento novedoso

al afirmar que los fenómenos propios de la psicosis encuentran su explicación en una

defectuosa aprehensión de la estructura simbólica. Dice: “Es en un accidente de este

registro [simbólico] y de lo que en él se cumple, a saber la forclusión del Nombre-del-

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Padre en el lugar del Otro, y en el fracaso de la metáfora paterna , donde designamos

el defecto que da a la psicosis su condición esencial, con la estructura que la separa

de las neurosis”. Plantea así una ruptura con la posición freudiana de la posibilidad de

evolución de una neurosis hacia la psicosis.

Aquí encontramos cristalizado el uso que Lacan hará de aquí en más del

término forclusión, que en francés tenía dos acepciones: 1) en derecho: vencimiento

de una facultad o derecho no ejercido en los plazos prescriptos; 2) figurativamente

exclusión forzada, imposibilidad de entrar, de participar.

Para presentar este mecanismo como determinante de la psicosis Lacan se

remite al uso que de él hace Freud, especialmente en el caso ya mencionado del

Hombre de los Lobos.

¿Qué es entonces lo que estaría Verdrangen?

LA FORCLUSION DEL NOMBRE-DEL-PADRE

Para dar una exacta dimensión al planteo estructural de la psicosis deberíamos

primeramente ordenar algunos elementos que soportan la afirmación del acápite. Si

sostenemos la condición de estructura para la neurosis o la psicosis ésta sólo tomará

cuerpo en tanto pueda darse cuenta de los fenómenos propios de las mismas, vale

decir que la estructura neurótica deberá poder dar cuenta tanto del mecanismo de la

represión como de la formación de síntomas mientras que la estructura psicótica

deberá hacer otro tanto con la forclusión y los síntomas propios (alucinación, delirio,

etc.)

Es en este punto donde deberíamos primeramente someter a consideración un

término que a priori pareciera más que acabado, pero que a poco de andar comienza

a mostrar sus matices. Nos referimos a la REALIDAD.

¿Hay una sola realidad?

Dar cuenta de la realidad plantea, a poco que se avance en su análisis, un

cuestionamiento directo a nuestra capacidad de aprehensión del mundo. Sin restarle

el valor que amerita dejamos de lado la cuestión ontológica dada su complejidad así

como las posiciones filosóficas frente a ella. Intentaremos centrarnos, por

contrapartida, en los desarrollos que el psicoanálisis se ha propuesto del tema,

partiendo de la hipótesis de coincidencia entre la realidad material y la

representación que como constructo sostenido en nuestra percepción y nuestras

elucubraciones nos hacemos de ella.

La primera objeción a esta supuesta unicidad se remonta a los inicios del

psicoanálisis y constituye uno de los fundamentos del abandono de la “teoría de la

seducción”, postulada por Freud como resultado de la acumulación de relatos de

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escenas de seducción de las pacientes histéricas3, a favor de la “teoría de la

fantasía”, cuestionando la existencia material de los episodios que inscribirían

traumas infantiles, no obstante la constatación cuasi universal de los mismos. Esto

llevaría a plantear el acceso a la sexualidad como un episodio traumático. Si el por

qué no se encuentra en la realidad material entonces será necesario revisar que lo

hace tomar ese carácter.

Poco a poco irá tomando cuerpo el concepto de “realidad psíquica”, que podrá

o no coincidir con la realidad material pero que será el determinante de la vida

psíquica de un sujeto. Una acabada muestra de ello es el artículo de 1924 “La pérdida

de la realidad en la neurosis y la psicosis” donde incisivamente Freud plantea que el

problema no es la pérdida de la realidad sino “del resorte de lo que se sustituye a

ella”.

Veremos a continuación cuales serían estos elementos

Algo más que imaginario

Tal vez motivados por esa debilidad por lo explícito las teorías freudianas

desde la década del ’50 hacia acá encontraron confortable refugio en el remanido

mecanismo de la “proyección afectiva”, aún y cuando el mismísimo Freud, con esa

humildad que lo caracteriza, se encargara de ponerlo en duda unos párrafos más

abajo en el caso Schreber. Y si “Introducción al narcisismo” intentó encontrar los

elementos estructurales de una regresión del sujeto a un estado anterior, aún así se

siguió abonando en la confusión de mecanismos que hacen tan ajenos los celos del

alcohólico y los del delirante. Y es que precisamente este juego especular,

identificatorio y proyectivo no basta para dar cuenta del desarreglo estructural que

pone a cielo abierto el desencadenamiento.

Este será el giro que imponga Lacan en el análisis de la paranoia al buscar la

justificación de esa realidad particular de la psicosis en un fallo del ordenamiento

simbólico del mundo. Sin extendernos demasiado sobre la temática simbólica en

relación a la subjetividad sólo la presentaremos como determinante de la misma en

tanto fuente primitiva, aunque no primera, de nuestra aprehensión del mundo. Va un

ejemplo: no es lo mismo el valor simbólico de la palabra día que la consecuencia

obtenida como experiencia de la alternancia de los ciclos terrestres, por cuanto su

utilización en expresiones como ”dentro de diez días” la eleva por encima del

fenómeno dotándola de connotaciones ampliadas.

Llegados a este punto de la interrogación de la apropiación de la realidad, y a

poco de buscar, encontramos en un artículo de 1918 “La denegación”, corto pero

profundo, que parte de la experiencia clínica de la negación que le paciente antepone

a su frase asertiva: no es mi madre, para someterla a consideración fundado en el

3 En su correspondencia con Fliess deberá reconocer que: o había más padres

perversos de lo que se creía o las histéricas mentían.

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hecho de que la negación no es patrimonio del inconsciente. Allí, para despejar la

negación se retrotrae al momento mítico de la aparición del juicio, distinguiendo una

primera instancia, o juicio de atribución (Behajung), que establece una primera

división entre yo y no-yo, en función de las sensaciones placenteras expulsando lo

ajeno a la satisfacción, de una segunda instancia, o juicio de existencia, que se

soporta en el reencuentro en el exterior del objeto anterior.

En el caso de la psicosis, y a partir de la suspensión del juicio de existencia

dada la característica de los fenómenos, nos queda plantearnos la carencia a nivel de

la Behajung, o aceptación de lo simbólico en su conjunto, que consistiría en el

rechazo de un significante, y no cualquiera, sino uno de aquellos que constituyen el

fundamento de la construcción de la realidad, construcción que describiremos a

continuación.

Realidad Simbólico Imaginaria

En este punto es donde comienza a organizarse de un modo novedoso la

realidad subjetiva, sostenida en los pilares fundantes del Edipo y la castración, pero

ordenada conforme al funcionamiento del aparato simbólico, vehículo de la palabra y

matriz de la organización de la subjetividad, cuerpo extraño que parasita y

desnaturaliza la relación de el hombre con el mundo.

Las elaboraciones de Lacan sobre la función simbólica del Edipo comienzan en

el seminario de 1956/57, dedicado a las psicosis, pero las perfecciona en el curso del

1958/59 sobre las formaciones del inconsciente, y lo plasma en un escrito aparecido

en enero de 1958 titulado “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de

la psicosis”. Basada en la dialéctica de la intersubjetividad, su topología describe el

espacio de la realidad como intersección de lo simbólico y lo imaginario, cada uno de

ellos organizado por un ternario: Padre, Madre, Ideal del Yo para lo simbólico,

siendo estos “los tres significantes en que podemos identificar al Otro en el complejo

de Edipo. Bastan para simbolizar las significaciones de la reproducción sexuada, bajo

los significantes de la relación del amor y la procreación”4, y del yo, del otro

especular y de la significación fálica (para lo Imaginario, representativo de un

“set de figuras imaginarias, seleccionadas entre las formas innumerables de las

relaciones anímicas y cuya elección implica cierta arbitrariedad, puesto que para

recubrir homológicamente el ternario simbólico, debe ser numéricamente

reducido…”5 a tres, agreguemos.

Sin embargo encontramos que dada la “topología de cuaternario”6 del

significante “el cuarto término está dado por el sujeto en su realidad, como tal

precluida en el sistema y que sólo bajo el modo del muerto entra en el juego de los

4 Lacan, J. De una cuestión preliminar…..pag 532. Ed Siglo XXI5 Ib. Idem pag 5346 Ib. Idem pag. 533

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significantes, pero que se convierte en el sujeto verdadero a medida que ese juego

de los significantes va a hacerle significar”7. Dos precisiones agregaríamos a este

párrafo: que la entrada en el universo simbólico del sujeto acarrea tanto su muerte

como la inmortalidad (el asesinato de la cosa, del que Hegel dio cuenta

magistralmente) y que es dable pensar que estas “dos muertes” permitan redefinir la

pulsión de muerte, no apuntando a la extinción de la vida sino a esta “otra muerte”,

simbólica.

Resulta evidente, asimismo, la ausencia del registro Real, que sólo será

localizado ubicando a su única vía de acceso: el objeto a, conforme a desarrollos

topológicos posteriores8 que darán cuenta de una figura denominada “plano

proyectivo” o “cross-cap”, obtenida por el pegado de m-M e i-I, obteniendo así una

banda de Moebius9. Mientras tanto la vía de conexión con la naturaleza viviente se

encuentra en la imagen fálica. Lo que hay de viviente en el ser humano, su fuerza

vital, la libido freudiana, entra en el sistema por vía de ese término en el que “el

sujeto se identifica opuestamente con su ser de vivo,[que] no es otra cosa que la

imagen fálica, cuyo develamiento en esa función no es el menor escándalo del

descubrimiento freudiano”10.

Así planteada entonces la conexión entre castración y Edipo en tanto la

“significación del falo, hemos dicho, debe evocarse en lo imaginario del sujeto por la

metáfora paterna”, se concreta el entramado ya planteado anteriormente cuando

sostenía que la sexualidad humana debe realizarse a través de la ley. Igualmente

esta introducción de la sexualidad y la ley se sostienen en un tropo de la lengua, la

metáfora, que implica la sustitución de un significante por otro y que libera un más

de significación, base de todo aprendizaje.

De esta forma las figuras paternas del Edipo freudiano son sustituidas por

elementos significantes, superando así esa primera conjunción oscura del significante

(Deseo de la Madre) con el significado (x del objeto de deseo, con el que el niño trata

de identificarse) por otra de significante (Nombre del padre, representante de la ley)

a significante (Deseo de la madre)

Plantear aquí las consecuencias no de la ausencia del padre real, más que

compatible con la presencia del significante, sino la carencia del significante mismo

nos introduce en el nudo de la psicosis; ¿qué particularidad rodea a este significante

rechazado, que hace de su carencia un desastre para el sujeto, ya que el núcleo del

mecanismo de la forclusión se asienta en la respuesta, o mejor dicho en la ausencia

7 Ib. Idem pag. 5338 En el seminario de 1966/67.9 Recordamos que un plano proyectivo se obtiene del pegado de una banda

de Moebius y un disco plano.10 Ib. Idem 535.

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de respuesta del sujeto cuando es llamado a este lugar primeramente no

simbolizado?

Vacío Simbólico, catástrofe Imaginaria.

El modelo de construcción de la realidad que acabamos de exponer intenta dar

cuenta de lo normal a partir de lo patológico, ya que si lo construye Lacan es para

intentar dar cuenta de su fallo y de las manifestaciones que veremos después del

desencadenamiento. Hasta ese momento el sujeto logra mantener una relación con

los otros y con la realidad que poco hacer presagiar la tragedia por venir, tal como

ocurre con esos sueños en duermevela que tiene el Presidente Schreber tiempo antes

de su primera internación: tiene que ser hermoso ser una mujer sometida al

acoplamiento, y que él mismo rechaza moralmente al despertar. Este episodio, que

podría pasar inadvertido en su vida sólo tomará su valor por la posterior

reinterpretación que del mismo hará en función del aparato delirante que construirá

alrededor de su “transformación en mujer” (Verweiblichung) para engendrar junto

con Dios una nueva raza, dado que los hombres verdaderos habían desaparecido, no

quedando más que hombres hechos a tontas y a locas.

Hemos visto un elemento inicial y la conclusión a la que llega el sujeto después

de su elaboración delirante, pero ¿qué ocurre entremedio? ¿Qué hace que un sujeto

propuesto para presidir el Superior Tribunal de Dresde ( y muy joven para la

gravedad del cargo) termine sus días apilado en un hospicio psiquiátrico, catatónico?

Podemos distinguir dos procesos mórbidos que coronan momentos claves de la

historia de Schreber: - el primero con ocasión de una candidatura al Reichstag, y el

segundo tras su designación como presidente del Superior Tribunal de Dresde. La

simpleza y ejemplaridad de la lectura que el mismo Schreber hace de su caso nos

permite despejar imaginerías acerca de lo traumático de su ausencia de

descendencia o de su “paternidad legal”, ya que no se trata del padre, o de su

carencia, sino que no es sólo de la manera en que la madre se aviene a la persona

del padre de lo que convendría ocuparse, sino del caso que hace de su palabra,

digamos el término, de su autoridad, dicho de otra manera del lugar que ella reserva

al Nombre-del-Padre en la promoción de la ley11. Es esta función tercera que inaugura

lo simbólico la que como Nombre-del-Padre es llamada al lugar del Otro en oposición

al sujeto y donde solo encuentra un agujero ya que nunca llegó alli.

Precisamente Lacan indica buscar la “coyuntura dramática” del

desencadenamiento de la psicosis en situaciones donde un tercero debe ocupar su

lugar simbólico, como en el momento del nacimiento de un hijo.

Es este descalabro de lo simbólico que repercute en lo imaginario ya que la

significación fálica, el sentimiento de vida del sujeto, se ve profundamente

11 Ib. Idem pag 538

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afectado12., y sólo es posible recuperar un sentido para la vida del sujeto por la vía de

una determinación centrada en él, núcleo del delirio, y desde donde se reinterpreta

toda la realidad. Esto constituye la “metáfora delirante” que suple a la metáfora

paterna.

Finalmente quisiéramos resumir este pequeño recorrido por el mecanismo de

la forclusión resaltando que la vida y la posición sexuada del sujeto en la psicosis

están en vilo a partir del desencadenamiento y como el defecto de la significación

fálica nos muestra su valor de institución del ideal del sexo y de la posición sexuada

en la neurosis.

Un comentario final nos llevará a cuestionarnos sobre ciertos elementos

ausentes en esta exposición de la postura de Lacan.

LO QUE DEJA AFUERA EL PLANTEO

Hay en el relato de Schreber una mención central a lo que el llama los “rayos

divinos” por donde penetran los significantes, pero que también son portadores de la

“voluptuosidad femenina” y que operan cambios evidentes en su cuerpo, llegando

incluso a provocar varias poluciones en una noche. Esta manifestación que

inequívocamente nos lleva al concepto freudiano de libido se ve extrañamente

ausente del planteo de Lacan. ¿Por qué? Queda claro que en su intento de imponer la

estructura simbólica Lacan desprecia la emergencia de las manifestaciones de la

libido al punto de situarlas como “obstáculo transferencial” en el eje imaginario, y

solo queda abierta una pequeña puerta en la significación, aunque mortificada

también por el significante. Posteriormente deberá reformularlo poniendo como lugar

de encuentro, o de inmixión de la heterogeneidad de lo simbólico y la vida al objeto

a, que ubicará en su matema del fantasma, para concluir en su planteo topológico

del nudo borromeano, todo ello sustentado en sus elaboraciones sobre el goce, un

concepto problemático y motivo de otro trabajo.

Otro punto crucial es saber si este planteo vale para toda psicosis. Sobre ello

también hay bastante discordancia pero respecto a la transferencia el planteo es

válido para ubicar claramente la posición del analista frente al fenómeno. El

postulado de “no retroceder frente a la psicosis” tanto denuncia su marca en el orillo

de sus orígenes psiquiátricos como su perseverancia en escrutar hasta sus confines el

alma humana.

ESTEBAN AGÜERO

12 Hecho que Lacan denomina “muerte subjetiva” de la que Schreber da

cuenta al admitir haber leído su obituario en el periódico.

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21/05/2004

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