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Jean Claude Tron
Sticky Note
Capítulo 3 del libro Los usos de la argumentación, Stephen Toulmin, Ed Península, Barcelona, 2007
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LOS USOS DE LA A R G U M E N T A C I ~ N

Suponiendo que topemos con este nuevo desafio, lo que hay que ha- cer no es ofrecer mbs datos, puesto que Cstos se pueden poner en tela de juicio inmediatamente como sucedi6 con 10s anteriores, sino proposi- ciones de un tip0 bastante diferente: reglas, principios, enunciados, etc., que nos permitan realizar inferencias en lugar de agregar informaci6n adicional. El objetivo no consiste ya en reforzar la base sobre la que he- mos elaborado nuestro argumento, sin0 en mostrar c6mo a partir de esos datos hemos pasado a la afirrnaci6n o r i b a l o conclusi6n y que el paso de 10s primeros a la segunda es apropiado y legitimo. Llegados a este punto, por tanto, lo que se necesita son enunciados hipot&icos, de cadcter general, que a h e n como puente entre unos y otras, legitirnan- do el tipo de paso que el argumento en particular que hemos enunciado nos obliga a dar. Normalmente, esos enunciados hipotkticos pueden for- mularse de manera muy sucinta (siguiendo el equema uSi D, entonces Cn), pero en favor de la transparencia, pueden expandiie y hacerse mh explicitos: uDatos tales corno D permiten extraer conclusiones o realizar ahac iones tales como CP; o alternativamente: ccDados 10s datos D, puede asegurarse que 0,.

Denominark a las proposiciones de este tip0 garantfas (G), para dis- tinguirlas tanto de las conclusiones corno de 10s datos. (Obdrvese que estas ccgarandasn corresponden a 10s esthdares priicticos o cinones de argurnentos a los que nos referiamos en capitulos anteriores.) Retornan- do 10s ejemplos anteriores: saber que Harry es pelirrojo nos da derecho a descartar cualquier insinuaci6n de que su pel0 sea negro sobre la base justificatoria o garantia de que uSi aigo es rojo, no es a la vez negron. (La rnisma trivialidad de esta garantia se relaciona con el hecho de que en este momento nos ocupamos tanto de una contraafirmaci6n como de un argumento.) El hecho de que Petersen sea sueco posee una relevan- cia inmediata para la cuesti6n de su fe religiosa pues, como probable- mente deberiamos formularlo, uPuede suponerse con casi total certeza que un sueco no sen5 cat6lico romano)). (El paso que se da aqui no es tri- vial, de manera que la garantia no puede legitimarse a si misma) Suce- de lo mismo en el tercer cam: nuestra garantia serh algo parecido a (A alguien de quien se ha probado que ha conducido a m k de 75 krnth en un Area urbana se le puede hallar culpable de haber cometido una in- fraccidn contra el c6digo de circulacibnlu.

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

Enseguida se plantea la cuestion de hasta que punto es tajante esta distincibn entre 10s datos, por un lado, y ias garantias, por otro. 1Queda- rtt siempre claro cuhdo el que pone en duda un aserto esth pidiendo que su oponente le ofrezca 10s datos o la garantia que legitima el paso dado? En otras palabras, pe puede trazar una distincion neta entre la fuerza de las dos preguntas siguientes? <($on quC mb cuentas?), y cciC6m0 has llegado hasta aMn. En un mero examen grarnatical, la distinci6n no pare- ce en absoluto tajante, pues la oracibn puede curnplir una doble funcion: en una situaci6n puede ser formulada para transmitir cierta informa- c i h , en otra para autorizar que se d6 un paso en un argumento; induso en algunos contextos quiz4 pueda servir para ambas cosas a la vez. (Ilus- traremos todas estas posibilidades algo m b adelante.) Por el momento, lo importante es no mostrarse demasiado estrictos d tratar esta rnateria ni adherirse por adelantado a una terminologia demasiado rigida. Sea mmo fuere, ha de ser posible distinguir clararnente en algunas situacio- nes dos funciones 16gicas diferentes. La naturaleza de tal distinci6n se manifiesta a1 contrastar las dos oraciones siguientes: uSiempre que A, se ha hallado que BB y 4iernpre que A,puede entenduse que BD.

Ya contarnos entonces con 10s drminos necesarios para componer el primer esbozo de un esquema para analizar argumentos. La relacion entre 10s datos y la afirmaci6n a la que sirven de base puede simbolizar- se con una flecha, indicando Io que nos permite pasar de unos a otra es- cribiendo Ia garantia inmediatamente debajo de la flecha:

Porque G

0, por dar un ejemplo:

Harry naci6 en Por tanto, Harry es siibdito Bermuda brithnico

Porque I

Quien nace en Bermuda es subdito brithnico

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LOS USOS DE LA A R G U M E N T A C I ~ N

Como este esquema pone de relieve, en este argument0 la afirmacion apela directamente a 10s datos que le sirven de base; la garantia es, en cierto sentido, incidental y explicativa, pues su objetivo consiste simple- ' &Ate en registrar explicitamente la legitimidad del paso dado, ponikn- dolo en relaci6n con la clase m h arnplia de pasos cuya legitirnidad se presupone. ha es una de las razones para distinguir entre 10s datos y las garan-

tias: a 10s datos se apela explicitamente, a las garantias impli$tamente. Adem&, puede observarse que las garantias son genedes, certificando la validez de todos 10s argumentos del tipo correspondiente, por lo que tienen que establecerse de manera muy diferente que 10s elementos jus- tificatorios que ofrecemos como datos. La distincion entre datos y ga- rantias es similar a la que se traza en 10s tribunales entre cuestiones de hecho y cuestiones de derecho; la distinci6n legal es, en realidad, un caso especial dentro de otro m k general: puede argumentarse, por ejemplo, que alguien de quien sabemos que ha nacido en Bermuda es presumi- blemente subdito brianico, simplemente porque las leyes al respecto nos garantizan que podemos sacar tal conclusi6n.

De paso, afiadiremos una observation de tipo general: en cualquier c a m p de la argumentacibn, a menos que estemos dispuestos a trabajar con garantias de a l e tipo, s e d imposible someter 10s argumentos de ese campo a una evaluaci6n rational. Los datos que se aducen cuando se pone en duda una afirmaci6n dependen de las garantias con que este- mos dispuestos a funcionar en ese campo, y las garantias que aceptamos esthn implicitas en 10s pasos concretos, de 10s datos a las afirmaciones, que estarnos dispuestos a dar y a admitir. Sin embargo, si alguien recha- zara cualquier garantia que permita (digamos) pasar de 10s datos sobre el presente y el pasado a conclusiones sobre el futuro, entonces para esa persona las predicciones rationales resultarfan un imposible. De hecho, numerosos til6sofos han negado la psibilidad de las predicciones ra- cionales precisamente porque pensaban que podian desacreditarse por igual todas las afirmaciones basadas en garantias que, bashdose en he- chos pasados, se pmyectan sobre el futuro.

El esbozo de estructura que hemos propuesto es s610 un punto de partida. En este momento surgen nuevas preguntas a las que debemos prestar atenci6n. Las garantias son de diferente clase, por lo que confie-

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

ren diversos grados de fuerza a las mnclusiones que justifican. Algunas garantias permiten aceptar una afirmaci6n de manera inequivoca si se cuenta con 10s datos apropiados: son garantias que, en 10s casos adecua- dos, nos permiten matizar nuestra conclusi6n con el adverbio unecesa- riamenten; otras nos permiten dar el paso de 10s datos a las conclusio- nes, ya sea provisionalmente, ya sujetas a condiciones, excepciones o matizaciones: en estos casos hay que emplear otros ttrminos modales, tales como ccprobablementea o ccpresumiblementen. For consiguiente, puede que no sea suficiente simplemente con especificar sin mis 10s da- tos, la garantfa y la afirmacibn; tambikn puede ser necesario a ~ a d i r d- guna referencia explicita a1 grado de fuerza que 10s datos de 10s que dis- ponemos confieren a la afirmaci6n realizada en virtud de la garantia. En una pdabra: puede que tengarnos que incluir un modalizador que mati- ' ce la afirmacibn. Una vez mds, ello resulta necesario a menudo en 10s tri-

bunales no s6lohara invocar una disposici6nlegal - dada o una doctrina de derecho c o m u q g o tambih parLdiscutir - eqlicitamente hasta qut punto una ley en particular encaja en un cam L- -- de!erminaddcon el fin de averiguar si se trata de hechos fuera de lo normal que convierten el en una excepci6n a la r e a d b i e n se trata de un caso - en el que la !el pue- de apli& s61o sometida a ciertas restricciones.

L- -- Si pretendemos-considera; tambikn esas caracteristicas para dar

cuenta de 10s argumentos, el esquema propuesto para describir la es- tntctura de 10s argumentos se har6 mis complejo. Los calificativos o matizadores modales (M) y las condiciones de excepci6n o de refuta- cibn (E) son distintos de 10s datos y de las garantias, por lo que habri que otorgarles un lugar separado en nuestro esquema. De la rnisma for- ma que una garantia ( G ) es por definicibn algo diferente a un dato (D) o a una conclusibn (C), puesto que por si misma implica algo sobre D y G-esto es, que el paso de uno a otra es legitimo-, M y E son por su propia naturaleza distintos de G, ya que suponen un comentario im- plicit~ a la importancia de G para dar ese paso: 10s calificativos o ma- tizadores (M) indican la fuerza conferida por la garantia en el paso adoptado, mientras que las condiciones de refutation (E) apuntan las circunstancias en que Ia autoridad general de la garantia ha de dejarse a un lado. Para marcar estas distinciones, escribiremos el modalizador (M) justo al lado de la conclusi6n que m a t h (C), y las condiciones ex-

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cepcionales que pueden hacer descartar o rechazar la conclusi6n justifi- cada (E), justo debajo del calificativo.

Para ihstrar lo dicho, volvamos a1 ejemplo del principio: la afirma- cibn de que Harry es subdito b r i a i co sera defendida normalmente apelando a la informaci6n de que naci6 en Bermuda, pues este dato presta apoyo a nuestra conclusi6n teniendo en cuenta la justificacion implicita en las leyes que regulan la nacionalidad britiinica. No obstan- te, el argumento no es por si solo concluyente si se carece de seguridad sobre quiCnes fueron sus padres y sobre si ha cambiado de nacionalidad despuh de su nacimiento. Lo que si permite la informacion de que dis- ponemos es establecer que la conclusi6n es ccpresurniblemente,) correc- ta y queda sujeta a las salvedades apropiadas. El argumento adquiere en- tonces la siguiente forma:

D , Por tanto, M, C

Porque G A menos que E

Por ejemplo:

Por tanto, Harry es subdito en Bermuda presuntamente, , - 1 brithnico

Porque A mends que

Una persona nacida Sus padres Sean en Bermuda serA extranjeros / h a p sido generalmente naturalizado americano sdbdito brithico

Deben observarse, ademds, otras dos distinciones. La primera es la que existe entre una garantia y las afirmaciones sobre su aplicabilidad, entre aUna persona nacida en Bermuda serh britiinican y crEsta presunci6n es

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

correcta en tanto en cuanto su padres no fueran ambos extranjeros, etc.)). La distinci6n es relevante no solo para el derecho relativo a la na- cionalidad, sin0 tambikn para comprender las leyes cientificas o el ade- recho natural)): es importante en todos 10s casos donde la aplicacion de una ley puede estar sujeta a excepciones o cuando una garantia pueda ser apoyada seiialando s61o a una correlacidn general y no a una corre- laci6n completamente invariable. Asimismo, se pueden distinguir otros dos prop6sitos para 10s que puede ser provechoso ofrecer hechos adi- cionales: &stos pueden servir a mod0 de datos cornplementarios o pue- den ser mencionados para confirmar o rechazar la aplicabilidad de una garantia. Asi, el hecho de que Harry naciera en Bermuda y el que sus pa- dres no fueran extranjeros son pertinentes para la cuesti6n de su nacio- nalidad actual, pero su pertinencia es de indole diferente. El primer he- cho es un dato, que por si mismo establece la presunci6n de poseer la nacionalidad brithnica; el otro, al eliminar una posible refutaci6n, tien- de a confirmar la presunci6n creada antes.

M& adelante habremos de tratar un problema particular sobre la aplicabilidad, cuando a1 exponer un asunto de matemhtica aplicada en el que se utiliza algiin sistema de relaciones matemhticas para arrojar luz so- bre una cuestibn, digamos, de fisica, la correcci6n de los dculos es una cosa, rnientras que su adecuaci6n al problema de que se trata puede ser otra diferente. Por tanto, la cuestion cc jEs este dcu lo impecable desde la perspectiva de las matematicas?)) es muy diferente de esta otra: <<iEs kste el dculo pertinente?)). Tarnbitn en este caso la aplicabilidad de una garan- tfa determinada es una cuesti6n, mientras el resultado de aplicar la ga- rantia es otro asunto, de modo que al preguntarnos sobre la correccidn del resultado, tendremos que analizar las dos cosas de manera independiente.

ESQUEMA DE UN ARGUMENTO: C ~ M O RESPALDAR LAS G A R A N T ~ A S

Conviene extenderse sobre una liltima distincibn a la que nos hemos re- ferido ya de pasada. Ademis de la cuesti6n de si una garantia es aplica- ble o no y en que condiciones se puede aplicar a un caso particular, se nos puede plantear por qut la autoridad de esa garantia debe ser acep- tada en general. En otras palabras, al defender una afirmaci6n podemos

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haber presentado 10s datos de 10s que disponemos, la garantia y las ma- tizaciones y condiciones relevantes y, sin embargo, encontrarnos con que quien la ha puesto en duda no ha quedado satisfecho, porque pone en tela de juicio no s610 un argumento en particular, sino la cuesti6n m h general de si la garantia (G) es aceptable en cualquier caso. Puede que conceda que si se supone la aceptabilidad general de nuestra garantla, entonces el argumento que proponemos resultaria impecable: si 10s he- chos presentados como datos D realrnente bastan para respaldar las afir- maciones hechas en las condusiones C, entonces todo es perfecto. Pero, iacaso la garantia no descansa a su vez en otra cosa? Poner en entredicho una afirmaci6n en particular puede, de esta forma, conducir a p n e r en duda, de manera mis general, la legitimidad de una serie completa de argumentos. use supone que alguien nacido en Bermuda puede tomarse por subidto britAni-podria decir alguien-, pero jpor quC se piensa eso?u. Detrih de las garantias que emplearnos habrh normalrnente, como nos recuerda este ejemplo, otras certezas, sin las cuales las pro- pias garantfas carecerian de autoridad y vigencia; a estas nos referire- mos como el respaldo (R) de las garantias. Este ccrespaldon de nuestras garantias es algo que tendremos que escudrifiar con mucho cuidado. Su precisa relacidn con 10s datos manejados, las afirrnaciones realizadas, las garantias empleadas y las condiciones de refutaci6n merecen algu- nas aciaraciones, pues la confusi6n en este punto puede llevar a pro- blemas posteriores.

En particular, habremos de tomar nota de d m 0 el tip0 de respaldo alegado por las garantias varia de un carnpo de argumentacih a otro. La forma de 10s argumentos que emplearnos en campos diferentes

D Por tanto, M, C

Porque A menos que W R

no variarh necesariamente mucho entre camps diversos. aLas ballenas son marnfferosn, aLos de Bermuda son britinicow, c<Los sauditas son musulmanesx he aqui tres garantias diferentes a las que podemos ape-

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lar en el curso de un argumento prActico, cada una de las cuales puede justificar el mismo tip0 de paso direct0 de un dato a una conclusi6n. Se podrian afiadir por mor de la variedad ejemplos aun mds diferentes en- tre sf, tornados de la moral, las matemdticas o la psicologia. Pero en el momento en que comencemos a preguntarnos sobre el respaldo o fun- damento en que se apoya una garantia en cada uno de esos campos, em- pezarhn a surgir diferencias: el tipo de respaldo al que deberemos acudir para establecer su autoridad cambiard radicalmente a medida que pase- mos de un campo de argumentacih a otro. Puede comprobarse aha- diendo unas palabras entre parbntesis a 10s ejemplos anteriores: *Las ballenas son (es decir, son clasificables como) rnamlferosn, i(Los de Ber- muda son (ante la ley) britinicoss, ~ L o s sauditas son (puede constatar- se que son) musulmanes~ (donde las palabras entre parkntesis indican cudes son las diferencias). La primera de las garantias se justifica rela- cionhdola con un sistema de clasificaci15n taxon6mica, otra apelando a las leyes que rigen la nacionalidad de 10s nacidos en las colonias brith- nicas, la tercera aludiendo a las estadisticas que indican como se distri- buyen las creencias religiosas entre las diversas nacionalidades. Por el momento, se puede dejar abierta la cuesti6n mas discutible: cdmo se establecen las garantias en el camp0 de la moral, las matemhticas y la psicologia. Entretanto, nos Iirnitaremos a intentar mostrar la variabili- dad o dependencia del campo del respaldo o fundamento necesario para establecer las garantias.

Podemos hacer sitio a este elemento adicional en nuestro esquema del argumento, colodndolo debajo del enunciado desnudo de la garan- tia a la que sine de respaldo (R):

D .-- Por tanto, M, C

porque A me*os que G E

l Teniendo en cuenta que

R

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Este esquema puede que no sea definitive, pero es lo bastante complejo para nuestro pmp6sito. Tomemos un ejemplo determinado: en apoyo de la afirmaci6n (C) de que Harry es sdbdito brithnico, alegarnos el dato (D) de que naci6 en Bermuda, de manera que la garantia puede ser for- mulada del siguiente modo: ((Quien nace en Bermuda puede tomarse por s W t o b r i ~ i c o * . Dado que, sin embargo, las cuestiones de nacio- nalidad estin siempre sujetas a matizaciones y condiciones, habremos de insertar un ccpresumiblementen como modalizador (M) a1 frente de la conclusi6n; tambikn tendremos que tomar nota de la posibilidad de que nuestra conclusi6n sea rechazada en el cam exceptional (E) de que resulte que 10s padres eran extranjeros o que el individuo mientras tan- to h a p adquirido la nacionalidad norteamericana. Finalmente, en caso de que la propia garantia sea puesta en tela de juicio, puede introducir- se aquello que la respalda, lo que supone recoger 10s t6rminos y fechas de 10s decretos del parlamento y otras provisiones legales que rigen la naciondidad de las personas nacidas en las colonias brithnicas. El resul- tad0 serh un argument0 dispuesto de la manera siguiente:

Harry nacid Por tanto, Harry es sdbdito en Bermuda presuntamente, brithnico

~o rque A menos que

Una pe~sdna nacida Sus padres Sean en Bermuda serP extranjeros / haya sido genetalmente naturalizado arnericano subdito brithnico

teniendo en cuenta

las siguientes leyes y provisiones legales

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

iDe quk manera el respaldo de las garantias difiere de otros elementos en el argumento? Para empezar, pueden seiialarse las diferencias entre R y G: 10s enunciados de las garantias, como se ha visto, son enunciados hipotkticos, que funcionan a mod0 de puente; en cambio, el respaldo para las garantias puede expresarse en forma de enunciados categdricos sobre hechos, al igud que sucede con 10s datos que se alegan para apo- yar diiectamente las conclusiones. Mientras 10s enunciados reflejen esas diferencias funciondes explicitamente, no habri peligro de confundir el respaldo (R) en favor de una garantia con Ia propia garantia (G); este tip0 de confusiones surgen hicamente cuando esas diferencias quedan emborronadas por la forma en que nos expresamos. En cualquier caso, en el ejemplo que estamos examinando no tiene por quC haber dificul- tades. El hecho de que 10s articulos pertinentes han sido sancionados con plena validez como leyes y que, en efecto, contienen las provisio- nes que hemos apuntado puede ser simplemente verificado acudiendo a las actas de las sesiones parlamentarias correspondientes y a 10s volu- menes pertinentes del c6digo civil. El hallazgo resultante, que tal y tal articulo, sancionado en tal y tal fecha, contiene una provisidn que espe- cifica que 10s nacidos en las colonias brithnicas de padres que relinen las caracteristicas adecuadas tienen derecho a la nacionalidad britiinica, es un un hecho sin mhs. Por otro lado, la garantia que se aplica en virtud del articulo que contiene esa provisidn tiene un caricter muy diferente desde el punto de vista logico: c<Si alguien ha nacido en una colonia bri- thica, puede presuponerse que es brikinico*. Aunque 10s hechos rela- tivos al articulo legal puedan proveer todo el respaldo necesario para una garantia de este tipo, el enunciado explicit0 de la garantia es algo mis que la repetici6n de 10s hechos aducidos: es una moraleja o conse- cuencia general de carider prictico sobre la manera en que se puede ar- gumentar con seguridad a la vista de esos hechos.

Tambikn puede distinguirse entre el respaldo (R) y 10s datos (D). Aunque 10s datos que aducimos en un argumento y el respaldo en que se fundamentan las garantias que empleamos puedan ser igualmente enunciadas como puras declaraciones expositivas acerca de unos he- chos, 10s papeles que desempeiian en un argumento son claramente di- ferentes. Para que h a p un argument0 deben presentarse datos de a l e n tipo: una conclusi6n desnuda, desprovista de datos que la apoyen, no es

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tm argumento. Sin embargo, no es necesario que el respaldo de las ga- fantias a las que aludimos se haga explfcito, por lo menos al cornienzo; pnede que se admitan las garantias sin ponerlas en duda y el respaldo en que se apoyan se d6 por sobreentendido. De hecho, si se exigiera que las uedenciales de todas las garantlas estuvieran a la vista, sin dejar de po- aer en tela de juicio ni una sola, difIcilmente podria iniciarse la argu- mmtacih. Jones presenta un argumento apoyhdose en la garantfa G, y Smith la pone en tela de juicio: Jones se ve obligado a elaborar otro ar- gumento, por mor del establecimiento de un lema, con la esperanza de dejar sentada la aceptabilidad de la primera garantia, p r o en el cur- so de la elaboraci6n de ese lema emplea una segunda garantia G,; Smith pone en entredicho a su vez la credibilidad que merece esa segunda ga- randa y asi se puede continuar indefinidarnente. Se deben aceptar algu- nas garantias provisionalrnente sin ponerlas en tela de juicio para que la posibilidad de construir argumentos en el campo en cuesti6n perma- nezca abierta, pues ni siquiera sabrernos qut! tip0 de datos resulta si- quiera minirnamente pertinente en un asunto, si no tenemos previa- mente a1 menos una ligera idea de las justificaciones aceptables en la situaci6n a la que nos enfrentamos. La existencia de consideraciones que establezcan la aceptabilidad de las garantias mis dignas de crkdito es algo que tenemos derecho a tomar por descontado.

Finalmente, agregare una palabra sobre el mod0 en que R difiere de M y E. Las diferencias entre el primero y 10s segundos son demasiado manifiestas para que nos extendamos sobre este punto, ya que 1as razo- nes para considerar una garantia como aceptable en tkrminos generales son claramente una cosa, la fuerza que la garantia otorga a una conclu- sib, otra diferente, y una tercera el tipo de circunstancias excepcionales que, en casos particulares, puede hacer que se rechacen las presunciones creadas por la garantia. En el ejemplo que hemos manejando hasta aho- ra se corresponden con 10s tres enunciados siguientes: (1) que 10s ar- ticulos sobre la nacionalidad britinica han sido 4ectivamente sanciona- dos con rango de ley, (2) que de Harrypuedepresuponerse que es slibdito brithico y (3) que Harry, habiendo adquirido recientemente la nacio- ndidad norteamericana, ya no estd sujeto a esos articulos de la ley.

Aunque se trata de un aspedo secundario, debemos afiadir algo so- bre la interpretaci6n de los sfmbolos en nuestro esquema de los argu-

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

mentos que podria aclarar el ejemplo, ligeramente sorprendente, con el que topamos al tratar de las opiniones de Kneale sobre la probabilidad. ConsidCrese la flecha que une D y C. A primera vista, pareceria natural sugerir que la flecha debe leerse como ccpor tanto)) en una direcci6n y como ccporquen en Ia contraria. Sin embargo, otras interpretaciones son tambiCn posibles. Como ya hemos visto, el paso que hay que dar desde la informaci6n de que Jones tiene la enfermedad de Bright a la conclu- si6n de que su esperanza de vida es inferior a 10s ochenta aiios no pue- de hacerse a la inversa fhcilmente. Encontramos natural decir ((La espe- r a m de vida de Jones es inferior a 10s ochenta aiios porque tiene la enfermedad de Brightn, pero en cambio el enunciado, mis detallado, uLa esparanza de vida de Jones es inferior a 10s ochenta aiios, porque la probabilidad de que viva hasta una edad avanzada es baja, porque tiene la enfermedad de Brightn nos resulta una forma de expresarlo torpe y artificiosa, ya que introduce un paso suplementario trivial e innecesario. Por otro lado, no tenemos repro en decir cosas como e< Jones tiene la en- fermedad de Bright, por lo tanto las probabilidades de que viva hasta 10s ochenta aiios son bajas, par lo tanto su esperanza de vida no alcanzarh hasta esa edadn, debido a que la dtima clitusula resulta (por asi decirlo) una clhusula inter alia, que enuncia una de entre las varias consecuen- cias particdares que se pueden extraer de la cliiusula del medio, la que nos dice cud es su esperanza de vida en thninos generales.

Asi sucede tambien en el caso que estamos analizando. Si leernos la flecha de derecha a izquierda o de izquierda a derecha, podremos decir bien aC, porque Dn o bien ccD, por tanto Cn. No obstante, puede ocurrir que algunas veces se pueda justificar una conclusi6n mis amplia que C, dado D. Cuando ocurre esto, encontrarnos natural no s61o la f6rmula aD, por tanto Cn, sin0 tarnbikn la f6nnula MD, por tanto C', por tanto Cn, siendo C' la conclusi6n de alcance mas amplio justificada por 10s datos D, de la que a su vez se infiere inter alia que C . Cuando Cste es el caso, ccpor tanto* y uporqueb dejan de ser reversibles: si entonces se lee el ar- gumento en direcci6n contraria, el enunciado que se obtiene--+cC por- que C: porque Dn--es, de nuevo, una formulacidn mis torpe de lo que la situacion realmente requiere.

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LOS USOS DE LA A R G U M E N T A C I ~ N

LA AMBIGUEDAD EN LOS SILOGISMOS

Ha lIegado el momento de comparar las distinciones, c u p irnportancia prhctica hemos comprobado para la estructura y critica de 10s argu- mentos, con aquellas otras que han sido establecidas tradicionalmente en 10s manuales sobre teoria lbgica. Empecemos viendo como las dis- tinciones que hemos ido trazando se aplican al silogismo o a la argu- mentacibn silogistica. Para el propdsito de la argumentaci6n que nos ocupa, podemos lirnitar nuestra atenci6n a una de las numerosas for- mas de silogismo, la representada por el ya clPsico ejemplo de:

&rates es un hombre. Todo hombre es mortal; lwgo &rates es mortal.

Este tipo de silogismo posee ciertas caracterfsticas especiales. La pri- mera premisa es asinplan, y se refiere a un individuo en particular, mientras que 6nicamente la segunda es mniversalm. El propio Arist6- teles, evidentemente, se ocup6 de 10s silogismos en que ambas premi- sas son universales, ya que en su opini6n muchos de 10s argumentos dentro de las teorias cientificas pertenecen a este tipo. Sin embargro, a nosotros nos interesan primodialmente 10s argumentos en 10s que se aplican proposiciones generales para justificar conclusiones particula- res sobre individuos, por lo que la limitaci6n del ejemplo inicid nos resulta conveniente. Muchas de las conclusiones que alcancemos po- dritn, en todo caso, ser aplicadas-mutatis mutandis-a silogismos de otras clases. Empecemos plantehndonos la cuesti6n de a que corres- ponde en el silogismo la distincibn que hemos establecido entre datos, garantias y respaldo. Si indagamos en ello, nos daremos cuenta de que las formas aparentemente inocentes usadas en 10s argumentos silogis- ticos ocultan una gran complejidad. Su complejidad interna es compa- rable a la que hemos observado en las conclusiones matizadas median- te moddes. En este caw, como antes, nos vemos obligados a establecer una distincidn entre dos elementos: la fuerza de las prernisas univer- sales, cuando son consideradas como garantias, y el respaldo que les otorga autoridad.

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

Con el fin de poner claramente de relieve estos aspectos, tengamos presentes no solo las dos premisas universales en las que se concentran normalmente 10s logicos-ccTodo A es B)> y aNingun A es Bn-, sino tambikn en otras formas que presentan 10s enunciados y gue probable- mente tenemos ocasidn de utilizar a m e n u d ~ c a s i todos 10s A son B)) y ccApenas algtin A es BB-. La complejidad interna de tales enunciados puede ser ilustrada en primer lugar, y con mayor claridad, en 10s dos uI- timos casos.

ConsidCrese, por ejernplo, la oracion ccApenas hay algfin sueco que sea catblico romanon. El enunciado presenta dos aspectos distintos y aunque ambos pueden funcionar a la vez cuando dicho enunciado figu- ra dentro de un argumento, pueden sin embargo distinguirse entre si. Para empezar, la afimaci6n puede servir a mod0 de mera informaci6n estadistica. En este caso, puede ser reescrita de manera mas extensa como ccLa proporci6n de suecos que son cat6licos romanos es menor (pongamos) a12 por loon, a lo que podriamos afiadir una referencia en- tre parentesis indicando la fuente de donde hemos tomado la informa- cibn: cc(de acuerdo con las tablas del WhittakerS Almanac))). El mismo enunciado puede servir como una auttntica garantia por inferencia. En este caso, lo natural seria amplificarlo de manera algo diferente, con el fin de obtener una afirmaci6n rnh transparente: ccPuede considerarse con casi total certeza que un sueco no seri catolico romano*.

Mientras andicemos de manera aislada la oracibn aApenas hay sue- cos que Sean cat6licos romanos)), la distincion pareceri relativamente banal, pero si la aplicamos a1 aniilisis de un argumento en el que la ora- cibn constituye una de las premisas, 10s resultados son significativos. Por tanto, elaboremos un argumento de estructura cuasi-silogistica en el que ese enunciado figure como ccpremisa mayor)). El argumento podria ser, por ejemplo, el siguiente:

Petersen es sueco. Apenas hay suecos que Sean catolicos romanos; luego, casi con certeza, Petersen no es catdico romano.

La conclusi6n de este argumento es solo provisional, per0 a otros res- pectos el argumento equivde exactamente a un silogismo.

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LOS USOS DE LA A R G U M E N T A C I ~ N

Como hemos visto, la segunda de las afirmaciones puede ser desa- rrollada de dos maneras, de suerte que se transforma en ccLa proportion de suecos que son cat6licos romanos es menor (pongamos) a l2 por ioow o en ~Puede considerarse con casi total certeza que un sueco no seri ca- t6lico romanov. Veamos ahora qud ocurre si sustituimos el segundo de 10s enunciados por cada una de las versiones amplificadas. En un caso se obtiene el argumento:

Petersen es sueco. Puede considerarse con casi total certeza que un sueco no sed catdlico romano; luego, casi con certeza, Petersen no es cat6lico romano.

Aqui 10s enunciados se corresponden en nuestra terminologfa a 10s da- tos (D), la garantla (G) y la conclusibn (C). Por otro lado, si hacemos la sustitucibn alternativa, se obtiene:

Petersen es sueco. La proporci6n de suecos que son cat6licos romanos es menor a1 z por loo; luego, casi con certeza, Petersen no es cat6lico romana.

En este caso tenemos de nuevo el mismo dato y la misma conclusibn, pero el segundo enunciado contiene ahora el respaldo (R) para la ga- rantia (G), que no es enunciada explicitamente.

Con el fin de conseguir una mayor pulcritud, se puede intentar con- densar las dos versiones amplificadas. Af hacerlo, se obtienen dos argu- mentos:

(D) Petersen es sueco. (G) Puede considerarse con casi total certeza que un sueco no serh cat6lico ro- mano; luego, (C) casi con certeza, Petersen no es cat6lico romano.

(D) Petersen es sueco. (R) La proporci6n de suecos que son catdlicos romanos es menor a1 z pot loo; luego, (C) casi con certeza, Petersen no es cat6lico romano.

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

La relevancia de esta distincion para la concepci6n tradicional de la wa- lidez formal>, de 10s silogismos debe haberse hecho ya patente, de mod0 que retomaremos este asunto enseguida.

Volviendo a la f6rmula ccNingun A es BN (por ejemplo, ctNin@n sue- co es cat6lico romano*), se puede establecer una distinci6n similar. La estrudura del enunciado tambih puede utilizarse de dos maneras al- ternativas, bien a mod0 de informe estadistico, bien a mod0 de garantia por inferencia. Puede servir simplemente para dar cuenta de un hallaz- go estadistico, pongamos, de que la proporci6n de suecos que son cato- licos romanos es de hecho cero; o, q$n otra posibilidad, puede servir para justificar las conclusiones a las que se ha Uegado en una argumen- t a c h , equivaliendo entonces a un enunciado explicito del tip0 ccSe puede dar con certeza por supuesto que un sueco no ser4 cat6lico ro- man0.n. Las correspondientes interpretaciones permanecen, de nuevo, abiertas si se examina un argumento que incluya la afirmaci6n que uti- lizabamos de ejemplo como premisa universal. Consid6rese el argu- mento:

Petersen es sueco. Ninglin sueco es cat6lico romano; luego, con certeza, Petersen no es caMlico romano.

Este argumento puede entenderse de dos modos. Se puede escribir de la siguiente forma:

Petersen es sueco. La proporci6n de suecos que son cat6licos romanos es cero; luego, con certeza, Petersen no es catdlico romano.

0 bien, si no, la forma alternativa:

Petersen es sueco. Con total certeza un sueco no es cat6lico romano; luego, con certeza, Petersen no es catdlico romano.

En este caso, como en el anterior, la primera formulaci6n viene a co- rresponder a la estruaura u4 R, luego C*, mientras que la segunda

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LOS USOS DE LA A ~ G U M E N T A C I ~ N

equivale a la forma KD, G, luego Cn. for consiguiente, tanto si se trata de un argument0 del tip0 ccApenas hay...)) o del tip0 ccNo hay ningun ... )), la forma habitual de expresi6n tenderi a difuminar ante 10s hablantes la distinci6n entre la garantia por inferencia y el respaldo en que se basa. Lo mismo puede decirse del tip0 utodos* y ucasi todosn. Aqui tambikn la distinci6n entre afimar ccTodos o casi todos 10s A son Bn y cchede en- tenderse que A, con certeza o con casi total certeza, es Ba queda enmas- carada por la simplicidad de la formulacibn uTdo A es Bn. De esta ma- nera, una diferencia crucial en la funci6n prktica de 10s enunciados puede pasar despercibida por no estar marcada.

En carnbio, el esguema de andisis que proponemos, m h complejo, permite evitar ese problema al no dejar espacio a la ambigiiedad, pues- to que en el esquema, la garantia y el respaldo del que depende su auto- ridad aparecen en lugares enteramente separados. Por ejemplo, el argu- mento del tip0 ccApenas hay algh. . .~ que proponfarnos antes habria de set dispuesto de la siguiente manera:

D (Petersen Luego M C (Petersen no es es sueco) l- (con casi total cat6lico romano)

certeza)

Dado que G

(casi con total certeza se puede suponer que un

sueco no es cat6lico romano)

I Porque R

(la proporci6n de 10s cat6licos romanos en Suecia es inferior a1 2%)

La correspondiente transcripci6n de 10s argumentos pertenecientes a 10s otros tres t i p s se podria realizar de modo andogo.

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LA FORMA DE LOS A R G U M E N T O S

Cuando se teoriza sobre 10s silogismos en 10s que desempeiian una parte importante proposiciones con la forma ((Todo A es B)) y ccNingdn A es BD, habra que tener tambien en cuenta la distincion que hemos es- tablecido aqui. La estructura del enunciado ((Todo A es Ba es, tal como aparece, engaiiosamente simple, ya que puede estar aludiendo al mismo tiempo a la fuerza de la garantia y a1 contenido factual del respaldo en que se basa, dos aspectos que pueden ponerse de manifiesto amplifican- do el enunciado de diversas maneras. En ocasiones, esa formulaci6n puede usarse, cuando aparece aisladamente, de una sola de las dos ma- neras que sefiaiibamos por separado; per0 con bastante frecuencia, es- pecialmente en 10s argumentos, se utiliza el enunciado con el propbsito de que cumpla las dos funciones a la vez, diluyendo en aras de la breve- dad la transici6n del respaldo a la garantia: el paso de la informaci6n acerca de 10s hechos que se presuponen a la posibilidad de realizar una inferencia garantizada por esa informaci6n. La economia prhctica de este hhbito es evidente, per0 hace que desde el punto de vista flodfico la estructura efectiva de 10s argumentos que empleamos a diario no re- sulte suficientemente transparente.

Existe un claro paralelismo entre la complejidad de 10s enunciados del tip0 cctodo ...* y 10s enunciados modales. Como ocurria antes, la fuerza de 10s enunciados es invariable, independiente deI campo del argumento. Cuando se considera este aspect0 de 10s enunciados, la forma ((Todo A es En puede ser siempre reemplazada por la forma al- ternativa ctPuede suponerse con totd certeza que A es BP, de manera que este hecho sera verdadero cualquiera que sea el campo de argu- mentacih, siendo igualmente valido para enunciados como aTodos 10s suecos son cat6licos romanos,, aTodos 10s nacidos en las colonias britincas tienen derecho a la nacionalidad britanica,,, aTodas las balle- nas son mamiferosw y eTodas las mentiras son reprobablesn. En todos y cada uno de esos cams, la afirmaci6n general sirve como garantia que justifica un argumento y que posee siempre exactamente la misma estructura, D -+ C, tanto si la transici6n supone pasar de ((Harry naci6 en Bermuda* a uHarry es subdito britanicon, o de ccwilkinson dijo una mentira* a tcWinson actub de rnanera reprobab1e)r. Tampoco tiene por quC haber ningdn misterio sobre la naturaleza de la transici6n que hay que dar de D a C, puesto que toda la fuerza del enunciado general

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ccTodo A es Bn, entendido tal cual, consiste precisamente en autorizar a dar ese paso.

Por el contrario, el tip0 de razones o respaldo en que se basa una ga- rantia de este tipo depended del campo de la argumentaci6n; tambih aqui se mantiene el paralelismo con 10s enunciados modales. Desde este punto de vista, lo importante es el contenido, 10s hechos, no la fuerza del enunciado cctodo ..A Aunque las garantias que presenten la forma aPue- de suponerse con casi total certeza que A es Bn deben ser vdidas en cual- quier campo en virtud de dertos hechos, el tip0 de hechos en virtud de Ios cuales cualquier garantia adquiere vigencia y autoridad variari de acuerdo con el c a m p de argumentaci6n dentro del cud funciona esa garantia. En consecuencia, cuando se expande la forma simple uTodo A es BN con el fin de hacer mhs explicita la naturaleza del respaldo que se expresa, la amplificacibn que debe hacerse depended tambih del cam- po en el que operemos. En un cam, el enunciado se transformarh en *La pmporci6n de A que son B es del loo por ioon; en otm podd ser nEsti establecido por ley que A debe tenerse incondicionalmente como Bn; en un tercero, *La clase de B incluye taxonbrnicamente la clase entera de AD; en un cuarto, uLa prhctica de hacer A lleva a las siguientes conse- cuencias intolerablesw, y asi sucesivamente. Sin embargo, a pesar de las llamativas diferencias entre ellas, todas estas proposiciones, m6s elabo- radas, son expresadas ocasionalmente en una forma simple y compacts: *Todo A es Bn.

Pueden establecerse distinciones similares en el caso de las formas aCasi todo A es Bn, dpenas a l e n A es BH y uNin@ A es BP. Cuando se usan para expresar garantias, difieren de uTdo A es Bn s61o en un as- pedo, que donde hablamos escrito ncon total certeza,) debe escribirse ahora cccasi con total certeza~, cccasi con total certeza no* o cccon total certeza non. Andogamente, si esas formas se usan para establecer no ga- rantias, sino su respaido, sedn distintas en otro aspecto: en un caso de estadistica, se habni simplernente de reemplazar ee l00 por 100s por, di- gamos, ccpor lo menos el 95 por loon, ccmenos del5 por loo)) o uceron; en un caso legal, se puede sustituir uincondicionalrnente,r por ua menos que entren en juego circunstancias excepcionalesn, us610 en circunstan- cias excepciondes* o ccen ninguna circunstancian; y en un caso de natu- raleza taxon6mica habrin de escribirse, en lugar de da clase entera de

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

AD, f6rmulas como ~todas except0 una pequeiia subclase ...w, d l o una pequeiia subclase ... >> o ccninguna parte de ... )>. Una vez que se han relle- nado de esta suerte 10s esquemas de las formas cctodo ... n y an in gun...^, la dependencia en relaci6n con el campo del respaldo de las garantias que esgrimamos resulta todo lo clara que podria exigirse.

Las implicaciones liltimas de la distinci6n entre fuerza y respaldo aplica- da a las proposiciones que presentan la forma *Todo A es B,> quedarin de manifiesto s610 despuks de haber introducido una distinci6n mas: la que se puede establecer entre argurnentos aanaliticosn y ccsustancialesw. Como es algo que no puede hacerse de modo inmediato, por el momento nos li- mitaremos a dejar apuntada la manera en que el esquema traditional se- guido para an* 10s argumentos--en forma de dos premisas seguidas de una conclusi6n-puede conducir a interpretaciones err6neas.

Salta a la vista que ese esquema de andisis induce a crear una apa- riencia exagerada de uniformidad entre argumentos procedentes de campos diversos, pen, tiene probablemente iguai importancia que di- fumina tambikn las grandes diferencias existentes entre lo que tradicio- nalmente ha sido agrupado bajo la etiqueta comun de upremisaw. Vol- vamos a 10s ejempios propuestos del t i p esdndar, en 10s que una conclusi6n particular es justificada apelando a un dato determinado so- bre un individu-la premisa menor y singular-, a1 que se aiiade una inforrnaci6n de tipo general-la premisa universal y principal-ue sir- ve de justificaci6n o respddo o de ambos a la vez. Mientras se interpre- te que la premisa universal no expresa garantfas, sin0 el respaldo en que e s t ~ se basan, tanto la premisa principal como la menor serLn, en cual- quier caso, de indole categ6rica y factual: a este respecto, la informacidn de que no se sabe de un solo sueco que sea cat6lico romano estl en el mismo nivel que la informaci6n de que Karl Henrik Petersen es sueco. Pero incluso en ese caso, 10s papeles diversos desempeiiados en la pric- tica de la argumentacidn por 10s datos a mano y el respaldo al que se re- curre para las garantias hacen que resulte desafortunado denominar a ambos como apremisas~. AdemQ, si se adopta la interpretaci6n alterna-

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LOS USOS DE LA A R G U M E N T A C I ~ N

tiva de las premisas principales, considedtndolas ahora como garantias, las diferencias entre premisas principales y menores sed a6n mds evi- dente. Una upremisa singular, transmite la informaci6n a p a d de la cual se extrae una conclusi6n; en cambio, una upremisa un ived r ex- press, no al@n tipo de informaci6n, sino una garantia o justificaci6n de acuerdo con la ma1 el hablante puede pasar con seguridad del dato a la conclusi6n. Una garantia de este tipo, a pesar del respaldo que presta, no es ni factual ni categhica, sino antes bien hipotktica y upermisivar (en el sentido de que presta su respaldo sin obligar a aceptarlo). Una vez mis, la doble distincibn entre apremisas* y ccconclusi6n>~ parece insufi- cientemente compleja y, para hacer justicia a la situaci6n, hay que adop- tar en su lugar una cuidruple distincibn, entre el ccdatoa, la ccco~clu- si6n*, la ccgarantia* y el urespaldo~.

Se puede ilustrar c6mo la distincibn entre las varias interpretaciones posibles resulta importante para 10s 16gicos haciendo referencia a un vie- jo problema 16gico. Se ha discutido a menudo si la forma del enunciado uTodo A es B* tiene o no implicaciones existenciales; esto es, si su empleo implica creer que a l g h A existe realmente. Los enunciados que siguen la estructura NA~~UIIOS A son B)) no han originado tal dificultad, ya que el empleo de esta forma implica siempre la existencia de a l g h A, mien- tras que la estructura eTodo A es BY) parece algo mhs ambigua. Se ha ar- gumentado, por ejemplo, que un enunciado taI como ccTdo hombre con un pie deforme tiene dificultades para caminan, no implica necesaria- mente la existehcia de algh hombre con un pie deforme. Se afirma que se trata de una verdad general, que seguiria siendo igualmente verdadera incluso si durante un tiempo no hubiera ningtin hombre vivo con un pie deforme, y que el hecho de tener un pie deforme causa dificultades d andar no dejaria de ser verdad de repente porque el dtimo hombre con un pie deforme hubiera visto corregida su deformidad gracias a un hAbil cirujano. Sin embargo, eso nos deja algo inquietos: jes que nuestro aser- to carece de fuerza existencial? En realidad tenemos la impresi6n de que en cualquier caso 10s hombres con deformidades en 10s pies deben de ha- ber existido para que podamos realizar tal afirmaci6n.

M e rompecabezas ilustra muy bien el punto dbbil del t hn ino upremisa universal,. Supongarnos que nos servimos del mod0 tradicio- nal de anaisis de 10s argumentos para resolverlo:

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LA FORMA D E LOS ARGUMENTOS

Jack tiene un pie deforme. Todo hombre con un pie deforme tiene dificultades para caminar; luego Jack tiene dificultades para caminar.

Mientras echemos mano de este esquema, la dificultad que apuntiba- mos apareced de manera recurrente, ya que no queda claro si el enun- ciado de tip0 general cctodo ...a debe interpretarse como una garantia por inferencia o una exposicibn de 10s hechos resultado de la observa- cibn propia. jDebe interpretarse que significa ccEl hombre que posea un pie deforme tendrh (es decir, es de esperar que tenga) dificultades para caminar*?, jo debe interpretarse como aTodo hombre con un pie defor- me de 10s que tenemos noticia han tenido (es decir, se ha hallado que te- nian) dificultades para caminarm? Si no fuera resultado de una arraiga- da costumbre, no se deberia emplear la forma ccTodo A es Bn debido a todas las ambigiiedades que origina. Se podria perfectarnente desechar en favor de otras expresiones que fueran mbs explicitas, si bien resultan m k embrolladas, de mod0 que si se efectuara este cambio, la cuestibn de $as implicaciones existenciales dejaria de causarnos problemas. La afirmaci6n uTodo hombre con el pie deforme de 10s que tenemos noti- cia ... w irnplica, evidentemente, que en todo caso ha existido a l g h hom- bre con el pie deforme, puesto que de otra forma no habria noticia a que referirse; en carnbio, la garantia ccUn hombre con el pie deforme tendri dificultades para caminar* deja, de manera igualmente evidente, la cuesti6n existencial abierta. Podemos verdaderamente decir que poseer una deformidad en el pie causard problemas para caminar a cualquier persona, incluso si supi6ramos que en ese concreto mornento todo el mundo estl tumbado boca arriba y carece de tal deformidad. Por consi- guiente, no estamos obligados a responder a la cuesti6n de si ccTodo A es Bn tiene implicaciones existenciales, pudiendo ciertamente rechazar el dar un *sin o un mon claros. Algunos de 10s enunciados que 10s 16gicos representan de esta forma, m b bien burda, tienen realmente tales im- piicaciones, pero otras no. No puede responderse a la cuesti6n de ma- nera global, porque lo que determina que haya o no implicaciones exis- tenciales en un caso deterrninado no es la forma del enunciado por si misma, sino mis bien el uso prictico que se asigna a esa forma en con- creto en una ocasion determinada.

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LOS USOS DE LA A R G U M E N T A C I ~ N

2Puede afimarse entonces que la estructura ((Todo A es BB posee im- plicaciones existenciales cuando se emplea para expresar el respaldo de una garantia, pen, no cuando se usa para expresar la garantia? Hasta esta manera de presentar el problema resulta demasiado nitida, ya que la confianza excesiva en la forma uTodo A es BH tiende a ocultar ante nues- tra vista que las creencias generales que profesamos pueden requerir distintos tipos de respaldo, y esa diversidad tiene aqui su relevancia. In- dudablemente, la afirmaci6n de que todo hombre con un pie deforme del que tenemos noticia encuentra que su deformidad es una traba para caminar, citada aqui como respaldo, implica que han existido personas de esta clase. Pero tambih se puede fundamentar esa misma garantia recurriendo a consideraciones de otro tipo: por ejemplo, con argumen- tos que expliquen, a partir de principios anat6micos, de quk manera po- seer un pie deforme supone una discapacidad; es decir, c6mo tener jus- tamente asl el pie es un impediment0 para andar. Se puede discutir en tkrminos tPoricos establecidos de esta manera acerca de las discapacida- des que resultadan de cualquier tipo de deformidad que podamos ima- ginar o que nos preocupe, incluyendo aquellas deformidades de las que no se sabe de nadie que las sufra. En consecuencia, este tipo de respaldo deja la cuesti6n existencial abierta.

Si consideramos de nuevo garantias de otro tipo, se encontrallin multitud de casos en que el respaldo para una garantia carece, tal como es formulado, de implicaciones existenciales. Esto resulta cierto, por ejemplo, para el caso de las garantias fundamentadas en provisiones le- gales: la legislaci6n puede referirse a personas en situaciones que toda- via no han ocurr idepor ejemplo, a todas las mujeres casadas que va- yan a alcanzar la edad de 70 aiios dentro de tres dkcada j , o bien a grupos de personas que acaso no hayan exhtido nunca, como aquellas que Sean encontradas culpables de diez asesinatos perpretados en oca- siones diferentes. Las leyes que hacen referencia a gente perteneciente a todas estas categorias pueden proporcionarnos el respaldo necesario para establecer garantias por inferencia que nos permitan dar pasos de todo tip0 en un argument0 sin que ni las garantias ni su respaldo impli- quen nada en absoluto sobre la existencia de tal clase de personas. Resu- miendo, si se presta mayor atenci6n a las diferencias entre las garantias y el respaldo, asi como a las existentes entre 10s diversos tipos de respal-

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

do para una misma garantia y las que se pueden percibir entre 10s dife- rentes tipos de respaldo para garantias de diversa clase, rehusando cen- trarnos en la estructura tradicional ccTodo A es B n como si nos hubiera- mos quedado hipnotizados por ella, se llega por fuerza a constatar que algunas veces *Todo A es Bu posee implicaciones existenciales y otras ve- ces no; mhs a6n, se comienza a comprender por gut esto es asi.

Una vez se ha adoptado la costumbre de desarrollar 10s enunciados que siguen la forma uTodo A es B)), sustituykndolos cuando la ocasi6n lo requiera por garantias o afirmaciones explicitas de respaldo, causa per- plejidad pensar que 10s 16gicos hayan permanecido prisioneros de esa forma de enunciado durante tanto tiempo. Trataremos de las razones que lo explican en un pr6ximo capitulo. De momento, n6tese que esto ha sucedido a expensas de empobrecer nuestro lenguaje y de descartar un abundante n6mero de indicios que hubieran ayudado a encontrar la soluci6n apropiada para resolver las causas de su perplejidad. En efecto, la forma c<Tdo A es B)) aparece en la prhdica de la argumentaci6n mu- cho menos de lo que seria de esperar a la vista de 10s manuales de 16gi- ca. De hecho, se ha de invertir un gran esfuerzo en adiestrar a 10s alum- nos para que aprendan a refomular de acuerdo con esta estructura las expresiones idiomhticas que est6n acostumbrados a emplear en sus enun- ciados, de modo que htos puedan aparentemente quedar listos para ser objeto del andisis silogistico tradicional. A1 protestar por este motivo no hay necesidad de arguir que el idioma es sacrosanto o que proporciona por sf mismo un nivel de comprensibn que no alcanztbamos antes. Sin embargo, en el habla ordinaria es posible encontrar abundantes expre- siones idiomhticas que sirven como indicios concluyentes y que, en este caso, pueden llevarnos por la direccidn correcta.

Mientras que en el pasado 10s 16gicos han impuesto a todos 10s enunciados de alcance general la foma predeterminada que hemos analizado, el habla, en sus usos habitudes, ha empleado una docena di- ferente de formas, entre las que se pueden ofrecer a modo de muestra ~Todos y cada uno de 10s A es Bn, ccCada uno de 10s A es un B)), (<Gene- ralmente A es Bu, aA es BD, etc. Si hubieran comparado estas expresio- nes idiomhticas entre sf en lugar de pasarlas por alto o insistir en que po- dian amoldarse a una estructura predeterminada, hace tiempo que 10s 16gicos habrian caido en la cuenta de las distinciones que hemos ido es-

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LOS USOS DE LA A R G U M E N T A C I ~ N

tableciendo como cruciales a lo largo de estas piginas. El contraste entre iccada uno de 10s An y mi un solo An, de un lado, y cccualquier An o ccun AD, del otro, apunta inmediatamente a la distinci6n entre la inforrnacion estadistica y las garantias para las que puede servir de respaldo. Las di- ferencias observables entre garantias de camps diversos tambiCn se re- flejan en la lengua. Un bi6logo dificilmente dirh *Todas las ballenas son mamiferosn, a pesar de que frases como uLas ballenas son marniferos~ o 9L.a bdena es un mamfferon salddn con toda naturalidad de su boca y de su pluma. Las garantias son una cosa, el respaldo otra diferente; el res- paldo basado en una observaci6n de orden cuantitativo es distinto del que procede de una observation de orden taxon6mico. Y las elecciones expresivas que hacemos dentro de las posibilidades de la lengua, aunque quid sutiles, reflejan esas diferencias con notable exactitud.

Incluso en una disciplina tan alejada de la 16gica como la filosofia moral, se debe achacar la existencia de algunos problemas m k viejos que MatusalCn a esta causa. La pdctica nos obliga a admitir que las ver- dades kticas de alcance general tienen m b posibilidades de permanecer vigentes cuando no hay contraafirmaciones efectivas contra ellas: 10s conflictos provocados por el deber son un rasgo inevitable de la vida moral. Donde la 16gica requiere una f6rmula como uTodas las mentiras son reprobablesw o u Todo mantenimiento de una promesa es correcton, el habla prefiere ccMentir es reprobable* y ~Mantener las promesas es co- rrecton. El propio tipo 16gico utodon supone introducir expedativas de- safortunadas, que en la prhctica se ven a veces defraudadas. Incluso las garantias de alcance m k general, cuando se invocan en 10s argumentos Cticos, pueden presentar excepciones en circunstancias inusuales, de suerte que como rnucho pueden autorizar s610 conclusiones que no pa- san de ser presunciones. Si se insiste en la estructura con utodols~, 10s conflictos entre deberes opuestos nos I levdn a la paradoja, cuando precisamente una parte importante de la teoria moral tiene como obje- to evitar que caigamos en terreno pantanoso. Pocos son 10s que insisten en tratar de llevar a la prktica las consecuencias de aferrarse al uso pleo- nfrstico de rtodots,,, porque para hacerlo hay que recurrir a medidas ex- tremas, adoptando posiciones morales excentricas, tales como el paci- fismo a ultranza, en el que un principio y s610 uno es aceptado corno autknticamente universal, de mod0 que ese principio es defendido con-

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

tra viento y marea ante conflictos y contraafirmaciones que normal- mente llevarian a matizar su aplicacibn. El trecho que va de 10s aspectos mAs sutiles de la 16gica y de la lengua a 10s problemas mAs dificiles de comportamiento no es, despuds de todo, tan grande.

LA N O C I ~ N DE VALIDEZ FORMAL

Las consecuencias prhcticas mh importantes que se derivan de este es- tudio de la pr4ctica de la argumentaci6n se tratarin en 10s dos ultimos capftulos. No obstante, hay un tema--del que partimos en este capitu- lo-sobre el que estamos en situacibn de decir algo: sobre el concept0 de uforma 16gicm y las doctrinas que intentan explicar la validez de 10s ar- gumentos bajo esa noci6n. Se ha argumentado, por ejemplo, que la va- lidez de 10s argurnentos silogisticos es consecuencia del hecho de que las conclusiones de esos argumentos son simplemente cctransformaciones formales~ derivadas de las premisas que Ias han originado. Se afirma que si la informaci6n de la que se parte, tal como se expresa en las pre- misas mayores y menores, lleva a Ia conclusi6n que se deriva de ella me- diante una inferencia vhlida es porque la conclusi6n nace simplemente de barajar los componentes de las premisas, reordenindolos segtin un nuevo patr6n. A1 extraer la inferencia, se reordenan 10s elementos dados y las relaciones formales entre ellos tal como van apareciendo, primero en las premisas y luego en la conclusi6n, lo que asegura de una manera u otra la vaiidez de la inferencia realizada.

iQu6 queda de esta idea si se aplica la distincih central que hemos establecido antes entre 10s dos aspectos de la forma del enunciado wTodo A es BD? ConsidCrese un argumento que sigue el esquema si- guiente:

X es A. Todo A es 3; luego X es B.

Si se amplifica la prernisa universal de este argumento a mod0 de garan- tfa, se convertiria en ~Cualquier A puede con certeza suponerse que es

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LOS USOS DE LA A R G U M E N T A C I ~ N

B)) o, de mod0 mls sucinto, *A es con certeza BH. Haciendo la corres- pondiente sustitucibn en el argumento se obtiene que

Xesk A es con certeza B; luego X es con certeza B.

Cuando se formula de esta manera el argumento, 10s componentes de la conclusi6n son manifiestamente 10s mismos que 10s de las premisas, de suerte que la conclusi6n puede obtenerse simplemente barajando 10s componentes de las premisas y reordeniindolos. Si en eso consiste que el argumento tenga la uforma lbgica~ apropiada y que sea vllido debido a ese hecho, entonces puede calificarse a este argument0 como uformalmente vaidon. Sin embargo, debe tenerse en cuenta de inme- diato que, en el supuesto de que se emplee la garantia corrects, cual- quier argumento puede expresarse s e g h la fbrmula udatos; garantfa; luego conclusi6n~, convirtikndose de este mod0 en un argumento for- malrnente vaido. Esto es, con s610 escoger la formulacibn adecuada, cualquier argumento de este tip0 puede expresarse de tal manera que su validez sea evidente simplemente a partir de su forma. Esto es igual- mente d i d o para todos 10s argumentos, cualquiera que sea el c a m p a1 que pertenecen, sin que suponga diferencia alguna si la prernisa uni- versal es uTodo midtiplo de dos es n h e r o par)), uTodas las mentiras son reprobables* o ~Todas las ballenas son mamiferosn. Cualquiera de esas premisas puede ser escrita como una garantia incondicional, *A es con certeza BH, y usarse como una inferencia formalmente vdida; o, para expresarlo de manera m b inequivoca, puede usarse en una infe- rencia enunciada de tal mod0 que su validez sea manifiesta desde el punto de vista formal.

Por otro lado, si se sustituye la garantia por el respaldo-es decir, si se interpreta la premisa universal en el sentido opuesto-, estari fuera de lugar la aplicacibn del principio de validez formal a1 argumento. Un argumento que presente la forma adatos; respaldo; luego condusibnn estarii, a efectos pricticos, totalrnente en orden. Se deberia entonces aceptar sin vacilar un argumento como el siguiente:

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

Petersen es sueco. La proporcibn conocida de cat6licos romanos en Suecia es cero; luego Petersen no es, con total certeza, catblico romano.

Pen> en este caso no se puede pretender que la validez de este argumen- to sea consecuencia de alguna propiedad formal de las frases que lo constituyen. Dejando aparte todo lo demb, 10s elementos de la conclu- si6n y las premisas no son 10s mismos; por consiguiente, el paso que lle- va de las unas a la otra supone algo mas que barajar y reordenar. En este sentido, evidentemente la validez del argumento *D; G; luego C1, no era tampoco redmente consecuencia de sus propiedades formales, aunque en ese caso es cierto que se podia disponer el argumento de una forma particularmente ordenada. Pero no es algo que se pueda hacer aqui: un argumento *D; R; luego CD no sera vAlido por razones formales. Una vez se saca a la luz el respaldo del que (como irltimo recurso) depende la va- lidez de 10s argurnentos, la sugerencia de que esa validez ha de explicar- se en tCrminos de ccpropiedades formalesa, en el sentido geomktrico, pierde plausibilidad.

La discusih sobre la validez formal puede aclarar otro aspect0 de 10s uses lingiiisticos en que el habit0 de 10s hablantes que argumentan se aleja de nuevo de la tradici6n 16gica. La cuestion se origina de la si- guiente manera. Supongarnos que se comparan los que podrian deno- minarse ccargumentos que hacen uso de garantias), con 10s ccque estable- cen garantiasn. La primera categoria incluira, entre otros, todos aquellos que se apoyan en un unico dato para establecer una anclusi6n recu- rriendo a alguna garantia cuya aceptabilidad se da por supuesta. Algu- nos ejemplos de ello son ((Harry nacio en Bermuda, luego presumible- mente (dado que las personas nacidas en las colonias tienen derecho a la ciudadania britinica) Harry es sdbdito inglks~, cc Jack dijo una mentira, luego presumiblemente (dado que mentir es una accion reprobable) Jack se comport6 de una manera reprobable* y ((Petersen es sueco, lue- go presumiblemente (dado que apenas hay suecos que sean catolicos ro- manos) Petersen no es cat6lico romanon. En carnbio, 10s argumentos que establecen justificaciones seran aquellos que pueden encontrarse en una publicaci6n cientifica, en donde la aceptabilidad de una nueva ga- rantia se deja bien dara mediante su aplicaci6n sucesiva a una serie de

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LOS USOS DE LA ARGUMENTACI~N

casos en 10s que tanto 10s ndatos), como la uconclusi6nn hayan sido ve- rificados de modo independiente. En este tip0 de argumento, es en la garantia-y no en la conclusi6n4onde radica la novedad y por tanto es eso lo que debe probarse.

El profesor Gilbert Ryle ha comparado 10s pasos que hay que dar en estos dos tipos de argumentos respectivamente con un viaje en un fe- rrocarril cups vias ya han sido construidas y con otro en el que se e s th construyendo unas nuevas, argumentando de manera convincente que 5610 se puede denominar ninferencian al primer tipo de argumentos, ya que el elemento que aporta esencialmente la novedad en la otra clase de argumentos no puede ser sujeto a reglas, mientras que la noci6n de in- ferencia implica bbicamente la posibilidad de aplicar ctreglas de infe- rencian.

El aspect0 que debe notarse en el uso lingiiistico es el siguiente: que la distinci6n a la que nos hemos referido con la f6rmula, carente de ele- gancia, de argumentos uque hacen uso de garantiasn y argumentos aque establecen garandasn, se indica comlinmente en la priictica con la pala- bra udeductivosn y sus afines y sus ant6nirnos respectivarnente. Fuera del despacho del fil6sof0, la famlia de palabras adeducirn, adeductivo* y adeducci6nn se aplica a argumentos de muchos c a m p ; todo lo que se requiere es que tales argumentos Sean de 10s que hacen uso de las garan- tfas y que consistan en aplicar a datos nuevos garantias ya establecidas para asl producir nuevas conclusiones. No supone diferencia alpna pa- ra la propiedad de 10s tCrmios que pasar de D a C entraiie en ciertos casos una transici6n de tipo 16gico como es, por ejemplo, el paso que llwa de la informacibn sobre el pasado a una predicci6n sobre el futuro.

En todo caso, Sherlock Holmes nunca dud6 en afirmar que habia deducido, por ejemplo, que alguien habia estado recientemente al este de Sussex a partir del color y la textura de 10s fragmentos de tierra dejados en la alfombra del despacho; y al hablar asi lo hacia como un personaje salido de la vida real. Un astr6nomo diria, con igual naturalidad, que habia deducido de Ias posiciones presentes y pasadas de 10s cuerpos ce- lestes y de sus movimientos cudndo tendr4 lugar un pr6ximo eclipse. Como da a entender Ryle, el significado de la palabra udeducirn es, de hecho, el mismo que ainferim, de manera que siempre que h a p garan- tias establecidas o procedimientos regulares de dculo para p a w de unos

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LA FORMA DE LOS A I G U M E N T O S

datos a la conclusibn, se puede hablar con propiedad de adeducciones~. Por ello, mientras Sherlock Holmes sea capaz de elaborar garantias s61i- das, basadas en las razones apropiadas, para justificar sus pasos, se po- dr5 aceptar asimismo que tambikn ha estado realizando deducciones; a menos, claro est& que se h a p acabado de leer un libro de I6gica formal. Las quejas de a l g h otro detective de que Sherlock Holmes estaba equi- vocado al tomar por deducciones io que eran en realidad argumentos por inducci6n le s o n d n a cualquiera a huecas y err6neas.

Merece la pena echar una mirada a la otra cara de la moneda; es de- cir, al mod0 en que la palabra ccinduccibn), puede usarse para referirse a argumentos que estabtecen garantias. Sir Isaac Newton, por ejemplo, habla por lo general de atransformar una proposici6n general por in- ducci6nn, con lo que quiere decir que podemos ccusar nuestras obser- vaciones acerca de la regularidad y correlaciones que hemos observado como respaldo para una garanda nueva)). De acuerdo con su explicaci6n, se comienza por establecer que una relaci6n determinada funciona en un cierto nlimero de casos y entonces, cctransformdndola en general por inducci6nn, se extiende su aplicaci6n a nuevos ejemplos mientras esto pueda hacerse con kxito. Si como resultado de ello se tropieza con problemas, sigue diciendo, debemos hallar la manera de transformar la afirmaci6n de Lndole general en otra ccsujeta a excepcionesn; es decir, se debe descubrir en quC circunstancias las presunciones establecidas por la garantia quedan anuladas o son susceptibles de ser refutadas. Se@n nos recuerda Newton, un enunciado general en fisica te6rica debe in- terpretarse no como informaci6n estadistica sobre el comportamiento de una gran cantidad de objetos, sin0 mPs bien como una garantia o un principio de d c u l o abiertos, que se establecen mediante su comproba- ci6n en una muestra de situaciones en las que se haya llegado tanto a 10s datos como a las conclusiones de mod0 independiente, que a su vez luego se transforma en general por inducci6n y, finalmente, ese prin- cipio general asf obtenido se aplica como una regla de deducci6n a otras situaciones con el fin de sacar nuevas conclusiones de 10s datos dispo- nibles.

Por otro lado, en muchos tratados de 16gica el tkrrnino ccdeducci6n~ queda reservado para argumentos en 10s que 10s datos y el respaldo im- plican de manera categ6rica la conclusibn. En otras palabras, en estos

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argumentos, el hecho de enunciar en su totalidad 10s datos y el respaldo y al mismo tiempo, sin embargo, rechazar la conclusi6n Ilevaria de ca- beza a la incongruencia o a la contradiccibn. Evidentemente, se trata de un ideal de deducci6n al que ninguna prediccidn astron6mica podria aproximarse, de mod0 que si es lo que 10s l6gicos formales exigen de cualquier udeducci6nn, no es de extraiiar que Sean remisos a denominar tales c6mputos con tal nombre. No obstante, 10s astr6nomos no e s t h dispuestos a cambiar sus hibitos, pues han llamado a sus elaboradas demostraciones matematicas udeducciones)) durante mucho tiempo, usando el tkrmino para marcar una distinci6n real y coherente.

~QuC es lo que puede decirse de este conflicto en el uso de 10s tkrmi- nos? jSe debe permitir que cualquier argumento sea considerado como una deducci6n gue aplica una garantia establecida o se debe exigir que, ademk, estk respaldada por una implicaci6n categ6rica7 Alin no esta- mos preparados para determinar esta cuesti6n. Todo lo que podemos hacer de momento es tomar nota del hecho de que 10s usos lingiiisticos fuera de la disciplina acadkmica tienden a dewiarse de la jerga profesio- nal de 10s lbgicos. Como veremos, esta demiaci6n en concreto es s61o un aspect0 de otra mis importante, de la que nos ocuparemos a lo largo de la mayor parte del cuarto capltulo y cuya naturalem quedari mas clara cuando hayamos estudiado una Wtima distincion. A esa distinci6n, la existente entre argumentos uanaliticosn y usustancialesn, debernos re- gresar ahora.

La mejor manera de aproximarse a esta distinci6n es a travb de un preiim- bulo. Piginas atrib hicirnos notar que un argumento expresado de acuerdo con el esquema adato; garanda; luego conclusi6n~ puede adop tar una disposici6n formalmente d ida . Retomando el ejemplo que he- mos estado utilizando constantemente a lo largo de estas piginas: si se nos proporciona informacidn sobre el lugar de nacimiento de Harry, se- remos capaces de scar una conclusi6n sobre su nacionalidad, que de- fenderemos con un argumento formalmente d i d o de acuerdo con el esquema ND; G; luego Cm. Pero la garantia que se aplica en este argu-

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

mento formalmente valido descansa a su vez sobre hechos que tienen que ver con la sanci6n y provisiones de ciertas leyes, de manera que se puede escribir el argumento segun el esquema alternativo KD; R; luego Cn. Es decir:

Harry naci6 en Bermuda. Las leyes pertinentes (GI ...) proveen que 10s nacidos en las colonias de padres britinicos tienen derecho a la ciudadania britinica; luego, presumiblemente, Harry es sdbdito britinico.

Con este esquema no se puede reivindicar que la validez del argumento es evidente simplemente a partir de las relaciones formales entre las tres proposiciones que lo componen. Expresar el respaldo que apoya la ga- rantia supone en este caso mencionar las actas del parlamento y otros documentos por el estilo, y esas referencias destruirian la elegancia for- mal del argumento. Tambikn en otros campos, la mencion explicita deI respaldo de la garantfa empleada-tanto si se presenta en forma de in- formes estadisticos, como si se recurre al resultado de experimentos o se hace referencia a sistemas taxon6micos--impedir que se pueda enun- ciar el argumento de tal manera que su validez sea patente a partir tan 5610 de sus propiedades formales.

Como regla general, por lo tanto, s61o se pueden disponer de una manera formalmente vdida 10s argumentos que siguen el esquema c<D; G; luego C,>; 10s argumentos que siguen el esquema MD; R; luego C , no pueden expresarse de ese modo. No obstante, hay una clase especial de argumentos que a primera vista parece romper esta regla general, a la que denominaremos argumentos analiticos. Para ilustrarlos podemos adoptar el siguiente ejemplo:

Anne es una de las hermanas de Jack. Todas las hermanas de Jack son pelirrojas; luego Anne es pelirroja

Los argumentos de este tipo ocupan un lugar especial en la historia de la Ibgica, de mod0 que tendremos que prestarles una atenci6n particular. Y es que no siempre se ha reconocido el hecho de lo raros que resultan en la pdctica 10s argumentos que poseen estas caraderisticas especides.

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LOS USOS DE LA A R G U M E N T A C I ~ N

Comencemos por desarrollar este argumento de la misma manera que lo hemos hecho con otros tipos de argumentos. Si escribimos la pre- misa mayor como un enunciado en el que se contiene el respaldo, se ob- tiene lo siguiente:

Anne es una de las hermanas de Jack. Todas y cada una de las hermanas de Jack (una vez que se ha comprobado indi- vidualrnente) son pelirrojas; luego Anne es pelirroja.

Si escribimos la garantia en lugar del respaldo, tenemos:

Anne es una de las hermanas de Jack Cualquier hermana de Jack serl (es deck puede suponerse que es) pelirroja; Iuego Anne es pelirroja.

Este argumento es exceptional por el motivo que se detalla a continua- ci6n. Si se ha comprobado individualmente que cada una de las chicas es pelirroja, entonces tambikn se ha comprobado de manera especifica de quk color es el pelo de Anne en ese mismo proceso. En consecuencia, en ese caso, el respaldo que fundamenta la garantia incluye explicita- mente la informaci6n que se presenta en la conclusi6n; de hecho, se puede perfectamente reemplazar la particula ctluegow que precede a la conclusibn por ccen otras palabras* o ccesto esw. En tal caso, aceptar el dato y eI respaldo supone por tanto aceptar implicitamente tambikn la conclusi6n, de manera que si se enlazan el dato, el respaldo y la conclu- si6n para formar una sola o r a c h , el resultado es una auttntica tauto- logia: <Anne es una de las hermanas de Jack, y todas y ads una de las hermanas de Jack son pelirrojas y tambit% Anne es pelirroja*. Por tanto, por una vez no 5610 el argumento aD; G; luego Cn sino tambikn el que sigue el esquema ccD, R; luego CN puede-se@n pareceser presentado de una manera formalmente vdida.

La mayor parte de 10s argumentos que tenemos ocasi6n de usar en la prhctica, resdta casi ocioso tener que seiialarlo, no pertenece a esta categoria. Realizamos afirmaciones sobre el futuro y las fundamen- tarnos refirikndonos a la experiencia que tenemos de c6mo las cosas

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

transcurrieron en el pasado; realizamos aseveraciones sobre 10s senti- mientos de alguien sobre su estado legal y las respaldamos haciendo re- ferencia a sus declaraciones y a sus gestos o a su lugar de nacimiento y las leyes sobre la nacionalidad; adoptamos posiciones morales o realiza- mos juicios estkticos, nos declaramos a favor de ciertas teorias cientlficas o apoyamos deterrninadas causas politicas, presentando en cada caso como base para nuestra conclusi6n enunciados pertenecientes a catego- rias 16gicas muy distintas a las de la propia conclusi6n. Nunca, cuando realizamos cualquiera de estas afirmaciones, puede considerarse que la condusi6n es una mera refonnulaci6n del enunciado inicial; en otras palabras, de algo que ya ha sido afirmado implicitamente en 10s datos o en el respaldo de nuestra idea. Aunque el argument0 sea formalmente vdlido cuando se expresa siguiendo la forma ((data; garantia; luego con- clusibn)>, el paso que damos al saltar a la conclusi6n a partir de la infor- maci6n fiable de la que disponemos-10s datos mds el r e s p a l d ~ s sus- tancial. En la mayorfa de 10s argumentos habituales, por tanto, el enunciado que se obtiene escribiendo i(dato; respaldo y tambih conclu- si6nn estd lejos de ser una tautologia: por evidente que sea tal enuncia- do, cuando la legitimidad del paso que hay que dar es transparente, el resultado no s d una tautologia.

De ahora en adelante, llamare a 10s argumentos pertenecientes a es- tas dos categodas sustanciales y analfticos respectivamente. Un argu- mento que parta de D para llegar a C ser6 denominado anahtico si, y s610 si, el respaldo para la garantia que lo legitima incluye, explfcita o implicitamente, la infonnaci6n transmitida en la propia conclusi6n. Cuando ocurra asi, el enunciado aD; R y tambidn CD serd, por regla, una tautologia. (Esta regla esth sujeta, sin embargo, a algunas excepciones que s e r h examinadas en breve.) Cuando el respaldo que apoya la ga- rantia no contenga la informaci6n transmitida en la conclusibn, el enunciado aD; R y tambih C* no serd nunca una tautologia y el argu- mento serd sustancial.

La necesidad de establecer una distinci6n de este t i p y algunos de sus aspectos es lo bastante evidente como para que se haya impuesto a 10s 16gicos, aunque Cstos no han sabido extraer de manera exhaustiva las implicaciones que se derivan de ella. Tal empresa ha sido poco atendida a1 menos por dos razones. Para empezar, la complejidad interna de

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enunciados que presentan la forma <<Todo A es Bs contribuye a ocultar la gran diferencia existente entre argumentos analiticos y sustanciales. A menos que nos tomemos la molestia de ampliar 10s enunciados, de mod0 que se haga patente si se deben interpretar como la expresi6n de una garantia o del respaldo para esa garantia, pasaremos por alto la gran variedad de argumentos susceptibles de ser presentados de acuerdo con la forma silogistica traditional. Se ha de sacar a la luz, hacihdola expli- cita, la distinci6n entre respaldo y garantia en cada caso en particular si es que se quiere estar seguro de quC tip0 de argumento se trata en esa de- terminada ocasibn. En segundo lugar, no se ha visto lo excepciondes que son 10s argumentos authticamente analiticos y lo dificil que es elaborar un argurnento que sea analitico sin ninguna duda Si 10s 16gicos hubie- ran adrnitido estos hechos, se habrian mostrado menos dispuestos a tra- tar 10s argumentos andticos como modelo que otros tipos de argu- mento habfan de emular.

Incluso el ejemplo que hemos seleccionado, sobre el color del pelo de Anne, podria deslizarse fhcilmente de la categoria de bs argumen- tos andticos a la de 10s sustanciales. Si el respaldo en que se basa la po- sibilidad de pasar del dato *Anne es la hermana de jack^ a la conclusi6n aAnne es pelirroja~ consiste tan s610 en la informaci6n de que se ha obsemdo en el pasado que las hemanas de Jack son pelirrojas, enton- ces-podrfa argumentan-1 argurnento, tal como es presentado, es sustancial. A1 fin y al cabo, teiiirse el pel0 no es algo raro. Por tanto, jno deben'amos reescribir el argumento de tal manera que quede claro su carider sustancial? De acuerdo con esta interpretaci6n, el argumento quedaria de la siguiente manera:

Dato: Anne es una de las hermanas de Jack Respaldo: Se ha observado anteriormente que todas las hermanas de Jack

eran pelirrojas; Concltcsidn: luego, presurniblemente, Anne es en este momento pelirroja.

La garantia en que se apoya el argumento y c u p respaldo se da aqui pre- sentaria la forma aPuede suponerse que cualquier hermana de Jack es pelirrojan. Por las razones ya seiialadas, puede considerarse que esta ga- rantia se limita a establecer una presunci6n:

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

Anne es una de las hermanas de Jack

Luego, Anne es ahora presumiblemente, - { pelirroja

Porque A menos que

cualquieri de las Anne se h a p teiiido / hermanas de Jack le haya encanecido el cabello 1 puede suponerse se haya melt0 calva / ... que es pelirroja

I teniendo en cuenta que

se ha observado anteriormente que todas las hermanas eran pelirrojas

Parece, entonces, que se puede defender la conclusi6n acerca del pelo de Anne con un argumento analitico incuestionable s610 si en ese momen- to determinado se tiene ante la vista a todas las hermanas de Jack, de manera que se puede respaldar la garantia del argumento con la seguri- dad de que todas y cada una de las hermanas de Jack son pelirrojas en ese momento. Pero, en tal caso, iquC necesidad hay de un argumento para determinar el color del pelo de Anne? ~QuC relevancia tiene entonces de que color tengan el cabello las restantes hermanas? Lo que hay que hacer en ese caso es utilizar la propia vista, no construir una cadena de razonamientos. Si el propbito de un argument0 es establecer conclu- siones sobre aquello de lo que no estamos plenamente seguros, relacio- nindolas con otra informaci6n sobre la que tenemos mayor certeza, co- mienza a resultar dudoso el hecho de que al@n argumento genuino, en la prktica, pueda ser alguna vez propiamente analitico.

5610 10s argumentos matemiticos parecen enteramente a salvo de las excepciones: dada la seguridad de que toda secuencia de seis o mis ndrneros enteros entre i y loo contiene por lo menos un numero primo, ad como la informaci6n de que ningtln numero entre 62 y 66 es pri- mo, puedo concluir que el 67 es un ndmero primo; y Cste es un argu-

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mento cuya validez ni el tiempo ni la necesaria evoluci6n que conlleva puede poner en tela de juicio. El caricter rinico de 10s argumentos ma- temiticos es significative. Las matemiticas puras son posiblemente la unica actividad intelectual cuyos problemas y soluciones permanecen inalterables, sin que les afecte el transcurso del tiempo. Los problemas matemhticos no son dilemas, su soluci6n no tiene caducidad temporal y no supone dar pasos sustanciales. Como modelo de argument0 para que lo analicen 10s lbgicos formales, puede resultar sedudor por su ele- gancia, per0 dificilmente podria ser menos representativo.

Quedan abn dos tareas bhicas por resolver en el resto del capihdo. Pri- mero, debemos aclarar algo miis las caracteristicas especiales de 10s ar- gumentos analiticos; despub, habremos de comparar la diferencia entre argumentos analiticos y sustanciales con otras tres cuya importancia ya hemos visto:

1. La diferencia que hay entre argumentos formalrnente vdidos y aque- Uos que no lo son. 2. La diferencia entre argumentos que hacen uso de garantfas y aque- Uos que 10s establecen. 3. La diferencia entre argumentos que conducen a conclusiones nece- sarias y aquellos que llevan 5610 a conclusiones probables.

En lo que se refiere a la naturaleza de 10s argumentos mismos, dos ele- mentos han de ser objeto de studio. Para empezar, debemos preguntar- nos acerca de la base de la que depende en dtima instancia la valid= de este tip0 de argumentos. Tras ello, hemos de proceder a reconsiderar l a criterios sugeridos provisionalmente para diferenciar 10s argumentos analiticos de 10s restantes, ya que el atest de la tautologfar da lugar, des- pub de todo, a dilicultades insospechadas.

Para ver c6mo se origina la primera cuestibn, primero debe recor- darse que, en el caso de 10s argumentos analiticos, la distinci6n que pue- de establecerse entre 10s datos y el respaldo de las garantias es mucho

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menos nitida de lo habitual; es decir, resulta dificil diferenciar entre la informaci6n a partir de la cud se argumenta y la informaci6n que legi- tima las garantias de acuerdo con las cuales se construye el argumento. En lo que concierne a la conclusi6n de que Anne es pelirroja, la infor- maci6n de que Anne es hermana de Jack tiene, a primera vista, el mismo peso que la informaci6n de que todas y cada una de las hermanas de Jack sean pelirrojas. Esta similitud puede Uevarnos a interpretar ambas informaciones como si fueran datos, pero si lo hacemos asi, se plantea la cuesti6n de quk garantia nos autoriza a pasar de esas dos premisas, con- sideradas conjuntamente, a la conclusi6n. Indudablemente, no se puede saltar de ninguna serie de datos a una conclusi6n sin que exista alguna garantia, per0 entonces, iqu6 garantia puede presentarse en este caso para justificar la inferencia llevada a cabo? Este es el problema, a1 que podemos enfrentarnos de dos maneras: o aceptamos la pregunta y pre- sentarnos una garantfa, o bien la rechazamos t d como esti e insistimos en que debe ser reformulada. (Se podria argumentar, por ejempIo, que disponemos de una garantia perfecta para pasar del primer dato a la conclusi6n y que la segunda informaci6n es el respaldo de la garantia.) De momento, sin embargo, consideremos el problema en la forma en que esti planteado aqui.

Lo primer0 que hay que observar acerca de este problema es el he- cho de que es de orden completamente general. Mientras se estC argu- mentando s610 sobre el paso de que Anne es la hermana de Jack a que es pelirroja, la cuesti6n sobre quk garantia nos permite realizar la infe- rencia es una cuesti6n particular, relevante s610 para este argumento y unos pocos mhs; per0 si se pregunta quC garantia nos permite pasar de la informaci6n de que Anne es la hermana de Jacky de que todas y cada una de las hermanas de Jack son peiirrojas a la conclusibn de que Anne es pelirroja, la cuesti6n ya no es tan restringida, dado que puede plantear- se exactamente de la misma forma para todos 10s argumentos de este tipo, cualquiera que sea el tema del que tratan explfcitamente. La res- puesta que debe darse ha de ser tambikn general, enunciindose de tal manera que sea aplicable igualmente a todos 10s argumentos de este tipo. ~QuC garantia decimos entonces que permite dar ese paso en par- ticular? Los intentos por responder a esta cuesti6n satisfactoriamente han sido prolongados y poco concluyentes, por lo que no podremos de-

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tallarlos aqui. Se han ofrecido varios principios diferentes de indole por entero general, a mod0 de garantia implicita que permite pasar de la in- formaci6n a la conclusi6n en este tipo de argumentos: el aprincipio del silo gismo^, el dictum de omni et nu110 y otros parecidos. Sin embargo, dejando aparte 10s mtritos respectivos de las respuestas alternativas, 10s fldsofos ni siquiera se han puesto de acuerdo sobre cbmo esos princi- pios generales realrnente nos permiten argumentar como lo hacemos. ~QuC tipo de enunciado es, digarnos, el principio del silogismo? esta es la primera pregunta que requiere nuestra atenci6n.

Existe la tentaci6n de afirmar que cualquier principio que valide to- dos 10s silogismos por igual ha de ser tomado como un enunciado sobre el significado de las palabras, un aniilisis implicit0 de vocablos 16gicos tan preeminentes como utodon y ccalgirnn. Una consecuencia de este punto de vista, que someteremos a escrutinio en el pr6ximo capitulo, ha sido el origen de una concepci6n bastante limitada acerca de la natura- leza y el alcance de la 16gica. Si 10s \inicos principios de inferencia mere- cedores de tal nornbre son enunciados sobre el significado de las pala- bras, entonces (segfin han argumentado algunos) puede inducir a error aplicar la etiqueta de reglas de inferencia tambitn a otros tipos de enun- ciados de indole general. Como resultado, la entera noci6n de garantias por inferencia, tal como ha sido presentada en este capitulo, se ha deja- do a1 margen bajo la acusacidn de que resultaba confusa.

Ahora bien, podemos estar de acuerdo en que no hay un paralelo exacto entre el principio del silogismo y ems otros tipos de reglas que ri- gen 10s argumentos a las que hemos dado el nombre de ugarantiasn y, con todo, tener la impresi6n de que esa conclusi6n va demasiado lejos. Sin llegar a poner en tela de juicio, por el momento, la necesidad de que exista un uprincipio silogfsticon, se puede objetar, sin embargo, contra la idea de que se afirme sobre 61 que es un enunciado sobre el significado de las palabras, ipor qu6 no ver en el, mhs bien, una garantia de una ca- tegoria que mantiene su efectividad en virtud del significado de las pala- bras? Ello supone un avance respecto a la fomulaci6n previa por lo me- nos en un aspecto, pues nos deja las manos libres para decir que otras

garantias-aqukllas de acuerdo con las cuales argumentamos fuera del campo analitico-conservan su efeaividad en virtud de otro tipo de consideraciones. Los principios legales mantienen su vigencia en virtud

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de su sancibn por el parlamento y de 10s precedentes judiciales; !as le- yes de la naturaleza del cientifico, en virtud de 10s experimentos y ob- servaciones por medio de 10s cuales han sido establecidas, etc. En todas las disciplinas, la fuerza de las garantias consiste en permitir pasar de cier- tas clases de datos a ciertos tipos de conclusiones, pero despub de todo, se* hemos comprobado acerca de la dependencia del campo de 10s criterios empleados para argumentar en la prktica, resulta natural es- perar que las garantias por inferencia tengan que establecerse mediante tipos de procedimientos diversos cuando pertenecen a campos tambikn diferentes.

En consecuencia, parece posible llegar a una soluci6n de compro- miso, de manera que nosotros aceptamos el principio del silogismo como garantia de todos 10s silogismos analiticos, mientras que mante- nemos otros tipos de enunciados generales como garantias para argu- mentos de otras categorias. No obstante, hay algo paradbjico en el hecho de admitir la necesidad de que exista un principio silogistico. Cuando se trata de argumentos de otras clases, la persona a quien se le proporcio- nen 10s datos y la conclusi6n, a pesar de que entienda perfectamente bien lo que se le dice, necesitar4, sin embargo, que se le explique de d6n- de procede la autoridad para pasar de 10s unos a la otra. <<Entiendo cua- les son 10s datos de 10s que dispones y la conchsion que extraes de ellos-podria afirmar esa persona-, per0 no veo d m 0 has llegado has- ta ah i~ . La tarea de la garantia es colmar esa necesidad: para satisfacer a esa persona, tendremos que explicarle cud es la garantia en que nos apoyamos y, si es necesario, mostrar de quk respaldo depende, de mane- ra que hasta que no hayamos hecho esto, nuestro argument0 es suscep- tible de ser puesto en tela de juicio. Por otro lado, este tip0 de situaci6n apenas puede concebirse cuando se trata de argumentos analiticos. Se puede caer en la t en t ach de afirmar acerca de 10s argumentos analiti- cos (a1 igual que de 10s enunciados analiticos) que cualquiera que 10s en- tienda debe admitir su legitimidad. Si alguien no ve la legitimidad de un paso analitico en un determinado caso, no le ser5 de gran ayuda un principio tan general como el principio del silogismo.

La idea de que este principio realmente nos es irtil, de que sirve como garantfa para todos 10s argumentos silogisticos no es, por tanto, plausible. Ciertarnente, si ha de ser considerada una garantia, es una ga-

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rantia tal que no requiere un respaldo. Es una concesi6n que el propio Arist6teles estA dispuesto a realizar en el libro cuarto de la Metafsica, cuando se esfuerza por todos 10s medios en rechazar cualquier exigencia de que se pruebe la ley de no contradicci6n, reconociendo que ningSln respaldo que podamos elaborar aiiadiria nada a la solidez del principio y que todo lo que se ha de hacer en su defensa es desafiar a1 que se haya mostrado critic0 a que plantee una objeci6n significativa contra ella.

Ensayemos, por tanto, otro camino. Rechacemos la demanda en favor de una garantia que sinra para autorizar todos 10s silogimos ana- liticos, insistiendo, en cambio, en que una de las premisas de cualquier silogismo de esta categoria nos proporciona ya toda la garantfa que ne- cesitamos. L a informaci6n de que todas y cada una de las hermanas de Jack es pelirroja, podriamos deck, sirve de respaldo para la garantia que estipula que tenemos derecho a suponer que cualquiera de sus hermanas tiene el pel0 de ese color, y es esta garantia M t a d a lo que nos conduce desde Ia informaci6n inicial sbbre que Anne es hermana de Jack a la conclusi6n sobre el color de su pelo: uiPem eso es justamente anali- tico!n. Nuestra tarea a partir de ahora seri definir con el mayor cuidado y precisi6n quC es aqui ujustamente analiticou, estableciendo criterios de comprobaci6n mhs claros de 10s que hemos elaborado hasta el momen- to que permitan reconocer cuhdo un argumento es analltic0 y cuiindo es sustancial.

De manera natural se plantean tres criterios de comprobaci6n dife- rentes, por lo que debemos considerar primer0 sus mQitos respectivos. Primero est4 el criterio de la tautologia: en un silogismo analitico con un utodols~ en la premisa mayor, 10s datos y el respaldo engloban por fuerza la conclusi6n, de manera que puede escribirse c ( D ; R, o en o m palabras, Cm, con la seguridad de que al enunciar la conclusibn estaremos simplemente repitiendo algo ya afirmado en el respaldo. La cuesti6n es si esto es cierto para todos 10s argumentos analiticos; por mi parte argu- mentad que no es asj. En segundo lugar, estl el criterio de veriticaci6n: verificar el respaldo en el que descansa irnplicitamente un argumento, jequivale ipsofacto a comprobar que la conclusidn es verdadera? No hay una coincidencia universal entre el criterio de comprobaci6n anterior y este dtirno, que demuestra ser m k satisfactorio. Finalrnente, tenemos el criterio de comprobacih de la auto-evidencia: una vez que se poseen

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unos datos, y que el respaldo y la conclusi6n han quedado explicados, jsubsisten autdnticas dudas sobre la validez del argumento? A primera vista puede parecer que este criterio se acerca al primero, per0 en la prlctica, como veremos, se corresponde rnks a1 segundo.

Se puede mencionar sin mas un tip0 de ejemplos en el que el crite- ria tautol6gico da origen a dificultades. Es el cccuasi-silogismo* del que nos hemos ocupado m4s arriba, en el que 10s cuantificadores universa- les cctodols~ y unin@ns se ven reemplazados par 10s mls restrictivos ucasi todolsn y ccapenas hay alpins. Como ilustracibn podemos tomar el argumento siguiente:

Petersen es sueco. Apenas hay suecos que Sean cat6licos romanos; luego, casi con certeza, Petersen no es cat6lico romano.

Este argumento difiere del argumento correspondiente con ccningunn

Petersen es sueco. Ningh sueco es cat6lico romano; luego, con certeza, Petersen no es cat6lico romano.

s610 en que descansa sobre una garantia m& dkbil y, por consiguiente, desemboca en una conclusi6n menos categbrica. (Si se escriben las pre- misas universales explicitamente como garantias quedarian respectiva- mente de Ia siguiente manera: d'uede suponerse con casi total certeza que un sueco no serl catblico romanow y ccPuede suponerse con total certeza que un sueco no seri cat6lico romanow.)

La validez del argumento es manifiesta en ambos casos, de manera que por el criterio de la auto-evidencia ambos deberian ser clasificados como argumentos analiticos. lmaginando que alguien ponga en entre- dicho el argumento con la expresibn ccapenas hay. ..n y que solicite un respaldo ulterior que muestre su validez, su peticibn no resultaria mls inteligible que si se tratara de un argumento con uninghn. En el primer caso, se podrfa pedir que la conclusi6n se basara en razones mds firmes, ya que mientras sepamos que apenas hay suecos que Sean catblicos, la posibilidad de que un sueco determinado profese esa religi6n no puede

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descartarse con total seguridad, pero la validez de 10s dos argumentos no puede ponerse en duda. Si no se percibe la fuerza de 10s argumentos, en- tonces hay poco qui hacer; y si se presentaran esos mismos datos y el mismo respaldo para la garantia en apoyo de la conclusi6n contraria, eI resultado serfa no s61o poco o nada plausible, sino que tambikn nos pareceria incomprensible:

Petersen es sueco. La proporci6n de suecos cat6licos romanos es menor a1 5 por loo I es cero; luego, casi con total certeza / con total certeza, Petersen es cat6lico romano.

Por consiguiente, de acuerdo con el criterio de la auto-evidencia, Ios ar- gumentos construidos con uapenas hay. ..s y ucasi todoiss pueden clasi- ficarse con igual derecho que 10s argumentos con utodols~ y uninghw como analiticos.

Pero si aceptamos este paralelismo, ihasta quC punto 10s restantes criterios propuestos para reconocer argumentos analiticos arrojan el mismo resultado? Comprobar el respaldo de la garantia empleada, nos preguntdbamos, jsupone ipso facto comprobar tambien la conclusi6n de ese argument07 (Es lo que denominamos el criterio de verificaci6n.) La otra posibilidad es reescribir 10s datos y el respaldo aiiadiendo las pa- labras uy tambiknitampoco C-siendo C la conclusi6n a la que hemos llegado-; jseria entonces el resultado una tautologia? Los silogis- mos tradicionales satisfacen iguaimente bien todos 10s criterios. Cum- probar de manera exhaustiva que la proporci6n de suecos que son cat6- licos es cero supone, desde luego, comprobar a quC religibn pertenece Petersen, mientras que el enunciado, reescrito como <<Petersen es suew, la proporci6n de suecos cat6licos es cero y tampoco Petersen es cat6li- COD, puede razonablemente considerarse una tautologia. Pero si volve- mos nuestra atencibn a 10s cuasi-silogismos, hallaremos que el criterio de la tautologia no puede aplicarse.

En carnbio, el criterio de verificacidn sine para 10s nuevos casos, aunque ha de aplicarse de una manera algo peculiar: al comprobar ex- haustivamente que la proporci6n de suecos catblicos era, pongamos, in- ferior a1 5 por loo, deberiamos ipso facto comprobar cudl era la religi6n de Petersen, si realmente era o no cat6lico. Por otro lado, la afirma-

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cibn *Petersen es sueco, la proporci6n de catdlicos es inferior a1 5 por loo y tampoco Petersen es cat6licon no es una tautologia. Por el contra- no, transmite realmente auttntica inforrnaci6n, ya que Ia conclusidn si- t6a de manera definitiva a Petersen en la mayorfa de] 95 por loo. Inclu- so si insertamos la matizacidn modal de cccasi con total certezm en la conclusidn, el enunciado resultante tampoco serf tautologico: ((Petersen es sueco, la proporcidn de suecos catblicos es inferior a1 5 por loo y tam- poco, casi con total certeza, Petersen es cat6licon.

Como consecuencia de todo ello, si buscamos un criterio general para separar 10s argumentos analiticos de 10s otros, el criterio de verifi- caci6n nos permitirf agrupar a 10s cuasi-silogismos a1 lado de 10s silo- gismos tradiciondes de un mod0 que el criterio de la tautologia no lo permite. Por tanto, clasificaremos un argumento como analitico si, y s610 si, satisface ese c r i t e r i w s decir, cuando la comprobacibn del res- paldo de la garantfa suponga ips0 fado la comprobaci6n de la veracidad o la falsedad de la conclusi6n-, y procederemos asi tanto si conocer todo el respaldo supone de hecho verificar la conclusi6n o falsarla.

Llegados a este punto, se deben introdr~cir dos comentarios sobre el caso de Petersen. Una vez que hemos accedido a todo el respaldo, evi- dentemente no podremos apoyarnos simplemente en el porcentaje tal cud de las tablas estadisticas, de mod0 que el argumento primitivo esta- ria fuera de lugar. A partir de ese momento, debemos basar nuestro ar- gumento sobre la verosimilitud de que Petersen sea cat6lico en toda la informaci6n relevante que podamos reunir: si de hecho tuvikramos ac- ceso a1 censo, el unico procedimiento apropiado seria buscar a Petersen por su nombre y averiguar con certeza la respuesta. En segundo lugar, la afirmaci6n ccpetersen es sueco, la proporci6n de suecos catdlicos es muy baja y Petersen tampoco es, con casi total certeza, catdlicou serfa entera- mente tautol6gica si se pudiera definir adecuadamente y sin m4s <(con certezar) y uprobablemente)} en terminos de proporciones y frecuencia. Pero proceder asi, como ya hemos visto, supondria pasar por alto la fun- ci6n priktica del tkrmino sprobabilidad~ y de sus cognados como mati- zadores modales. Tarnbih llevaria a una paradoja, pues tal como se pre- senta la situaci6n, se podria afirmar con perfecta propiedad ((Petersen es sueco y la proporcidn de suecos cat6licos es muy baja, y sin embargo, Petersen es con casi total certeza cat6licon; alguien podria afirmarlo, por

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ejemplo, si supiera algo m b de Petersen que lo situara con gran proba- bilidad en el seno de la minoria cat6lica. Pero si la afirmaci6n primera fuera una tautologia, esta nueva afirmacidn seria necesariamente una contradicci6n en si misma.

Por consiguiente, no se puede caracterizar a 10s argumentos analiti- cos como argumentos en 10s que el enunciado uD; R, luego C* es una tautologia, pues a1 menos en algunos casos, este criterio no sine a nues- tros propbitos. El10 ayuda a explicar otra idea filosbfica, que sostiene que 10s silogismos analiticos no son d i d o s en virtud s6io del significa- do de las palabras y que no entender un sustancial es seiial, no de incompetencia lingiiistica, sino mas bien de un ((defect0 de la raz6n~. Supongamos que le decirnos a alguien que Petersen es sueco y que la proporci6n de suecos cat6licos es muy baja o cero, aluegon, concluirfa- mos, uPetersen no es con certeza--o casi--cat6Iico~. Nuestro oyente no nos ha seguido en el razonamiento, ique podemos decir entonces acer- ca de el? Si el criterio de tautologia fuera adecuado, el hecho demos- traria que no ha comprendido el significado de las palabras que hemos utilizado; si renunciamos al procedimiento tautoi6gic0, no podemos acu- dir entonces a tal explicaci6n. En ese caso, deberiamos decir m& bien que el oyente est4 ciego al argumento; o sea, no ve cud es su fuerza. De hecho, iquC otra cosa podrfarnos decir? Pero es que n o w trata de una explicacih: es simplemente una cruda descripci6n de 10s hechos. Nues- tro oyente no es capaz de seguir 10s pasos dados en el argumento y la ha- bilidad para seguirlos es, indudablemente, una de las competencias ra- cionales bhicas.

Esta observaci6n puede arrojar algo de luz sobre el verdadero status

del principio del silogismo. De acuerdo con lo que ya apunM, ese prin- cipio entra en la 16gica cuando la segunda premisa de un silogismo ana- litico es malinterpretada, entenditndose que enuncia un dato en lugar de una garantia o el respaldo en que se apoya &a, de manera que el ar- gumento queda (aparentemente) sin justificaci6n que lo sustente. El principio del silogismo es lo que se esgrime entonces como para mos- trar la base liltima que asegura la validez de todos 10s argumentos silo- gisticos.

Cuando se consideran argumentos de otros campos, podemos en- contrarnos con que seguimos de nuevo la misma secuencia de pasos.

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

Supongamos que por error comenzamos confundiendo el respaldo de la garantia con una serie de datos adicionales; una vez hecho esto, parece- rii que argumentamos pasando directarnente de 10s datos a la conclu- sibn, sin que el paso dado estk legitimado, y esta carencia afectara no s61o a un argumento, sino a todos 10s que pertenecen al campo en cuestibn. Con el fin de completar estos huecos, habri que invocar a principios enteramente generales: un principio basic0 que radique bajo todas las predicciones cientificas, otro bajo todos 10s juicios morales que esten apropiadamente fundados, etc. (Mencionamos este tema aqui s610 de pasada, pues volveremos a Cl en el dtimo capitulo.) Ahora bien, si como mejor puede describirse la habilidad de seguir silogismos y cuasi-silo- gismos vdidos es como una competencia bisica racional, sin que quede explicada realmente en terminos de habilidad o competencia lingiiisti- ca, quid no se pueda decir nada mPs tampoco en 10s otros casos. Puede que haya que aceptar que la habilidad para seguir argumentos predicti- vos simples, cups ga~antias estCn respaldadas con 10s resultados de una experiencia suficientemente amplia y relevante, sea simplemente otra aptitud racional, que poseen casi todas las personas, pero de la que care- cen algunos con deficiencias mentales; y lo mismo habra de decirse so-

bre otras disciplinas, que exigen otras aptitudes bisicas. iPuede afirmar- se esto acerca de 10s argumentos de cualquier campo? jConstituye la habilidad de seguir, pongamos, argurnentos morales simples y ver cud es su fuerza tambikn una habilidad de este tipo? iY 10s argumentos estk- ticos sencillos?, jo 10s argumentos teol6gicos sin complicaciones? ... Lle- gados a este punto, nos enfrentamos diredamente a un asunto filos6fico fundamental: si todos 10s campos de argumentaci6n estln igualrnente abiertos a una discusi6n racional y si el ciTribuna1 de la Raz6m es com- petente para sentenciar del mismo modo, sin que importe el tipo de problema a debate.

ALGUNAS DISTINCIONES CRUCIALES

Una de las principales tareas gue debemos Uevar a cab0 en este capitulo es la de distinguir la divisi6n de argumentos entre analiticos y sustan- ciales de otros tres o cuatro modos diversos de agruparlos. El peligro

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que se deriva de confundirlos, o peor todavia, de utilizarlos indistinta- mente, es serio y s610 puede evitarse procediendo cuidadosamente.

Para empezar, la divisi6n entre argumentos analiticos y sustanciales no se corresponde exactamente con la divisi6n entre argumentos for- rnalmente vhlidos y 10s restantes. Los argurnentos de cualquier campo pueden expresarse de una manera formalmente vhlida, supuesto que la garantia sea formulada explfcitamente como tal y que autorice precisa- mente el tipo de inferencia en cuesti6n: esto explica de quC modo son vAlidos b s cdculos matemAticos, induso cuando 10s datos a partir de 10s cuales se construye Ia argumentaci6n son observaciones pretkritas y presentes mientras que el argumento derivado de la conclusi6n es una prediccibn sobre el futuro. Por otro lado, un argumento puede ser ana- litico y, sin embargo, no haber sido enunciado de una manera formal- mente vhlida. h e es el caso, por ejemplo, de un argumento analftico que se formula con el respaldo de la garantia dudida en lugar de apo- yarse en la propia garantia.

La distincidn entre argumentos analiticos y sustanciales no se co- rresponde tampoco con la que hay entre 10s argumentos que hacen uso de garantfas y 10s que las establecen. !%lo en unos pocos casos, 10s argu- mentos que establecen garantias se pueden formular de una manera que sea forrnalmente vdida: asf, del argumento alack tiene tres hermanas; la primera es pelirroja, la segunda es pelirroja, la tercera es pelirroja; luego, todas las hermanas de Jack son pelirrojas~ puede afirmarse simulthea- mente que establece una garantia, que es formalmente d i d o y que es analitico. Sin embargo, esas caracteristicas varian en gran medida de manera independiente entre sf. Puede haber argumentos que establez- can garantias y argumentos que hagan uso de ellas tanto en el camp analitico como en el otro, el campo de la argurnentaci6n sustancial, de manera que resulta imposible sostener seriamente que ambas distincio- nes se establecen de acuerdo con un mismo criteria.

Asimismo, se ha pensado alguna vez que se puede establecer una clase especialmente ctl6gican de argumentos haciendo referencia a1 t i p de pahbras que aparecen en ellos. En algunos argumentos, por ejemplo, las palabras utodor y ccal@n~ desempefian una funci6n crucial; de tal manera que tales argumentos merecen una consideraci6n aparte. Pero si 10s separamos, se cae inmediatamente en la cuenta de que la divisi6n no

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LA FORMA DE LOS ARGUMENTOS

se corresponde con la que se establece entre argumentos analiticos y sus- tanciales ni un Ppice mas que las dos previas. No todos 10s argumentos en que aparece la palabra dodo)) en la premisa principal o garantia son analiticos. Eso es algo que ocurre solo en 10s casos en que el proceso que lleva al establecimiento de la garantia supone ipso facto comprobar la veracidad de la conclusibn que ha de ser inferida con ayuda de aquella; y por nuestra parte, no restringimos el uso de todo do)) a tales casos. La ta- rea de identificar qu6 argumentos son analiticos no puede llevarse a cabo, por tanto, a partir de la presencia de palabras clave como cctodo~ y ualgunn, sino d l o sometiendo a escrutinio la naturaleza del problema y la manera en que se establecen las garantias que resultan relevantes para su resolucibn.

Las tres distinciones a las que acabamos de hacer referencia pueden distinguirse fhcilmente. La cuarta y atima es la mb discutible e impor- tante. Argumentare seguidamente que dividir 10s argumentos entre analiticos y sustanciales no es lo rnismo que distinguir entre argumen- tos cuyas conclusiones pueden ser inferidas necesariamente o con certeza y aquellos otros cups conclusiones s61o pueden ser inferidas de mod0 posible o probable. Como vimos al tratar de 10s modalizadores, hay argu- mentos en 10s que la garantia permite dar el paso de D a C sin ambigiie- dad y otros en 10s que se permite s610 provisionalmente pasar de uno a otro, de manera condicional o sujeta a constricciones. En la prktica, tal diferencia viene establecida por las palabras anecesarion o <<de manera concluyentea de un lado y up rob able^, ccprovisionalv o cccondicionab de otro, y es independiente de la divisi6n entre argumentos analiticos y sustanciales. Sin embargo, 10s lbgicos te6ricos han intentado a menudo establecer ambas distinciones de manera conjunta, identificando 10s ar- gumentos analiticos con 10s necesarios o categdricos y 10s sustanciales con 10s probables o provisionales. La cuesti6n crucial es si puede justi- ficarse esta conflacibn o si, m b bien, en la prddica no hay posibilidad de clasificar algunos argumentos a la vez como sustanciales y categ6ricos o como analiticos y provisionales.

Si se presta atencibn a la manera en que se emplean estas categorias en la priictica de la argumentaci611, se descubrir4 que hay numerosas ocasiones para hacer uso de la doble distincidn seiiaiada arriba. Por ejernplo, una gran cantidad de las garantias con las que se argumenta en

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las ciencias explicativas nos permiten extraer conclusiones fuera de toda arnbigiiedad y de manera inequivoca. Los argumentos en 10s que figu- ran son, por consiguiente, tanto sustanciales como concluyentes, de ma- nera que 10s cientfficos que hacen uso de este tip0 de argumentos no dudan en rematarlos con las palabras a...luego necesariarnente C*. Se encuentran argumentos de este tip0 en las matemAticas aplicadas, como cuando, a1 war rnCtodos de 6ptica geomhica, la longitud de la sombra que proyectd un muro sobre el suelo cuando el sol le da directamente se calcula a partir de la altura del muro y el hgulo de elevacidn del sol, de mod0 que si se le dice que el muro rnide 1,80 rn y el sol presenta un bgulo de 30 grados, un Bsico d i d tranquilamente que la sombra debc- rci tener una longitud de 3 , q m.

En su Ensayofilos6fico sobre las prubabilidades, Laplace llama la aten- cidn explicitamente sobre esta clase de argumentos sustanciales y sin embargo concluyentes: ME^ la aplicaci6n del ad is i s matemAtico a la fi- sica-afinna-10s resultados adquieren la certeza de hechosn (Cap. 111, %Term principio*), compadndolos con aquellos otros argumentos ba- sados en estadfsticas y cuyas conclusiones no sobrepasan la probaw- dad. Resdta significative que establezca esta distinci6n de la manera en que lo hace. A1 aplicar la mednica de Newton a un problema de dini- mica estelar, nos recuerda que normalmente se nos conduce, no a una bateria completa de predicciones posibies sobre cada una de Ias cuales existe un grado mayor o menor de expectativas de que eventualmente se confirmen, sino a una soluci6n bica, libre de toda arnbigiiedad e ine- qufvoca. Si estamos dispuestos a admitir que la m d c a de Newton esta suficientemente bien establecida a prop6sito del problema planteado, en- tonces debe aqtarse que esa conclusi6n se sigue necesariamente de 10s datos originales.

Se puede formular la cuesti6n de manera mds contundente: dado el presente estado de la teoria, se puede debatir la necesidad de la conclu- si6n s61o si se est6 dispuesto a poner en duda la adecuaci6n o relevancia de la dinimica de Newton. Esto significa no s61o seiialar que 10s argu- mentos relacionados con la dinemica planetaria son sustanciales (de manera que su validez puede ser puesta en duda sin conh.adicn'bn), sino tambien mostrar que de hecho no son dignos de confianza; esto es, su- pone atacar la dinhica de Newton en su propio terreno. A menos que

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estemos dispuestos a emprender esta campda, con todo lo que ello im- plica, el astr6nomo tendrd derecho a pasar por alto nuestras objeciones, afirmando que, para sus propbitos, la teoria proporciona una respues- ta singular y singularmente digna de cr6dito a sus preguntas. Nos dird que una respuesta obtenida por estos m6todos ciertamente debe ser la respuesta, pues es ella a la que necesariamente nos conduce un dlcuio llevado a cab0 comctamente, de acuerdo con procedimientos bien esta- blecidos.

Estos argumentos sustanciales y sin embargo concluyentes no se ha- llan s610 en las ciencias tkcnicas o m& elaboradas. Cuando Sherlock Holmes le dice a Watson ~ C o m o puedes ver, mi querido Watson, sdlo puede habersido Joseph Harrison quien rob6 el tratado naval* o ($He Ue- gad0 a la conclusibn de que el ladrbn debe ser alguien que viva en la caw, no quiere decir que puede elaborar un argumento analitico para establecer su conclusibn; m4s bien, lo que quiere decir es que 10s datos disponibles, de acuerdo con eskindares que no son 10s analiticos y ba- sindose en garantias que no son tampoco analiticas, admiten s61o esa conclusibn.

, En el pr6ximo capitulo veremos cuhnto se aleja este punto de vista del adoptado por muchos 16gicos formales, para 10s que es lugar comdn que ningtin argumento puede ser simdthneamente sustancial y conclu- yente. S e g h a h a n , 5610 las conclusiones de 10s argumentos analiticos pueden ser clasificadas con propiedad como necesarias, mientras que las derivadas de argumentos sustanciales-por muy dlidamente funda- mentadas y bien establecidas que estCn las garantias en las que se basan para Ilegar a ellas-pueden ser, como m ~ m o , nada mhs que altamente probables. 2Por qu4 suscriben tal conclusibn? Bueno, expiican, siempre se pueden imaginar circunstancias en las que uno se vea obligado a re- considerar las garantias sustanciales. No importa lo bien fundada que parezca una teoria en un momento dado, ya que se puede pensar que fu- turas experiencias nos obliguen a revisarla, y mientras kse sea el caso --corn0 seguird sidndolo a causa de su propia naturaleza-, seria pre- suntuoso calificar de necesaria cualquier conclusibn alcanzada de ese modo. Onicamente se podria escapar de este dilema si la idea de tener que reconsiderar la garantia por inferencia planteara una contradiccidn categbrica, lo que no ocurre nunca except0 cuando se trata de un argu-

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mento analitico, cuya garantia se fundamente no en la experiencia sino en una irnplicaci6n.

Si admitimos que en la pdctica existe una clase de argumentos a la vez analiticos y sustanciales, reconoceremos tambih entonces que hay una categoria de argumentos analiticos cuyas conclusiones son provi- sionales o e s t h sujetas a constricciones. Una vez mis, 10s cuasi-silogis- rnos constituyen un buen ejemplo. Como se desprende claramente de su nombre, estos argumentos no son del todo concluyentes: todo lo que nos permiten inferir es--pongamowue Petersen no es con casi total certezu, o probablemente, cat6lico. A1 mismo tiempo, debemos aceptar que esos argumentos son analiticos por dos razones: de un lado, satisfa- cen el criterio primario de ser analiticos que describiamos antes, esto es, que el respaldo de la garantfa empleada incluye una referencia implicita al hecho que tratamos de inferir, incluso si no conocemos en detalle y en su totalidad 10s datos que integran el respaldo; y de otro, que ademk la validez de tales argumentos debe ser evidente por si misma, tal como han sido enunciados bstos, o no ser evidente de nin$n modo, de mane- ra que si alguien se pregunta sobre un cuasi-sfogismo u jLa conclusi6n deriva realmente de 10s datos? ~ E s realmente una inferencia legitima?~, nos quedaremos tan perplejos como si hubiera puesto en tela de juicio un verdadero silogismo. %lo una cosa parece a primera vista pesar en contra de calificar de analiticos a 10s argumentos cuasi-silogisticos: el hecho de que, tornados de manera conjunta, 10s datos y el respaldo son, de acuerdo con 10s patrones de uso lingiiistico, compatibles con la neg- ci6n de la conclusibn, pues no hay, como virnos, una contradicci6n ab- soluta en suponer que siendo Petersen sueco y apenas habiendo suecos que Sean cat6licos, Petersen, sin embargo, lo sea. No obstante, p14nd0, entonces, se puede esperar una contradiccibn absoluta en estos casos? Precisamente el papel del matizador aprobablementen es evitar com- prometerse totalmente con la afirmaci6n y ese es el efecto sobreentendi- do que tiene, tanto si aparece en una afirmaci6n aislada como si lo hace en la conclusi6n de un argumento, y tanto si se trata de un argumento sustancial como analftico. Por tanto, aqui tenemos un caso prime fa& de un argumento que es andtico sin ser concluyente.

A estas alturas se puede plantear una objeci6n, planteada en 10s tkr- minos siguientes: ~Aunque admitamos que 10s argumentos cuasi-silo-

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gisticos wan analiticos, no proporcionan sin embargo el ejemplo que se requiete al respecto. Usted afirrna que son argumentos provisionales, pero para dar esta irnpresi6n tuvo que suprimir algunos de 10s datos esenciales. Si se formulara explicitamente toda la informaci6n necesaria para que estos argumentos fueran d idos , quedaria claro que realmen- te no son en absoluto provisionales, sin0 todo lo concluyentes que pue- de pedirsea. iQut t i p de informacion puede haberse suprimido? Y si se sacara a la luz, lerradicaria del todo el caricter poco o nada concluyente de ems argumentos? Deben considerarse dos ideas. Podria decirse que 10s argumentos cuasi-silo@sticos son vhlidos s61o si se puede aiiadir el dato (a) a...y no sabernos nada m k relevante de Petersen*. Dado este dato extra, el argumento se convierte en analitico, implicando necesariamen- te que la probabilidad de que Petersen sea cat6lico es pequefia. TambiCn puede argumentarse que debe incluirse el dato adicional (b) c..y Peter- sen es un sueco seleccionado a1 azam; veamos ahora c6mo al hacer este dato explicito, un argumento cuasi-silogistico constituye realmente un argumento concluyente disfrazado.

A esta objeci6n no se le puede hacer frente negandola sin m k , sino que debe ser reformulada de una manera que pierda su fuerza. Eviden- ternente, debe concederse que 10s cuasi-silogismos estan elaborados con propiedad s610 si 10s datos iniciales a partir de 10s cuales construimos el argumento declaran todo lo que sabemos y tienen relevancia para la cuesti6n sobre el tapete. Si representan s6lo una parci6n de 10s datos re- levantes con 10s que contamos, habrd que argumentar de manera hipo- t&ica y no categ6rica: (<Dada 6nicamente la informacion de que Peter- sen es sueco, habremos de concluir que las posibilidades de que sea cat6lico son reducidas ... n. isignifica ello que la afirmaci6n (a) era un elemento esencial entre nuestros datos y que no deberiamos haberla omitido? En verdad, la afirmacidn no es tanto la deciaraci6n de un dato como la declaraci6n sobre la naturaleza de nuestros datos, que aparece- ria naturalmente, no como parte de la respuesta a la pregunta {(~QuC es

I lo que tienes que te permita continuar?,), sino mis bien como un co- mentario, que podria afiadirse a posteriori, despuks de haber declarado, digamos, el hecho aislado sobre la naciondidad de Petersen.

La objeci6n de que se ha omitido la informaci6n (b)--de que Peter- sen es un sueco seleccionado a1 azar-puede ser resuelta de la misma

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manera. La informaci6n de que se trataba de un sueco pelirrojo, o mo- reno de piel o que habla finlandks, puede ser calificada de un uhecho adicionaln, que afectarfa posiblemente, de una manera u otra, las expec- tativas sobre sus creencias religiosas. Pero la informaci6n de que se trata- ba de un sueco seleccionado al azar no es en absoluto de la misma cate- goria. No es un hecho adicional que resulte relevante para nuestras expectativas; como mucho es un comentario de segundo orden acerca de la informaci6n previa que poseiamos, que indica que, por lo que sa- bemos, podemos suponer sobre Petersen cudquier cosa que sugieran las generalidades establecidas sobre 10s suecos. Una v a m&, por tanto, d dato (b), calificado como adicional, resulta ser no tanto un dato como un comentario de pasada sobre la aplicabilidad a ese determinado hom- bre de una garantfa basada s610 en generalizaciones estadisticas.

La divisi6n de argumentos entre analiticos y sustanciales resulta, en consecuencia, completamente distinta de la establecida entre 10s que son conciuyentes (necesarios) y Ios que son provisionales (probables). h s argumentos analfticos pueden ser concluyentes o provisionales, y 10s concluyentes pueden ser analfticos o sustanciales. Se impone de in- mediato una precauci6n terminol6gica urgente: se debe renunciar al hit- bit0 comirn de usar el adverbio unecesariamenten como intercambiablt con ucorno puede deducirso cuando este tiltimo se emplea con el signi- ficado de aanalfticamenten. La raz6n estP en que cuando un argumento sustancial conduce a una conclusi6n inequivoca, podemos usar Ia f6r- mula uD, luego necesariamente CH a pesar del hecho de que la relaci6n entre 10s datos, el respaldo y la conclusi6n no sea analftica; y cuando un argumento sustancial llwa a una conclusidn provisional, no podemos seguir deciendo, en sentido estriao, que la conclusi6n se sigue tcnecesa- riamente~, sino s610 que se sigue uanalfticamenten. Si caemos en la trampa de identificar tcanalfticamenten y unecesariamenten, acabare- mos pot tener que concluir un argumento de manera parad6jica como u... luego Petersen no es necesariamente probablemente cat6licon o in- cluso como #...hego Petersen no es necesariarnente necesariamente ca- t6licon. De hecho, acaso s d a mejor erradicar por completo las palabras cicomo se deduce den y ccnecesariamenteu, reemplazindolas por cranali- ticarnente~ o bien por uinequfvocamenten, de acuerdo con las necesida- des del ejemplo.

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LOS PELIGROS DE LA SIMPLICIDAD

Este capitulo se ha limitado deliberadamente a realizar un prosaic0 es- tudio del diferente tip0 de criticas de las que nuestros micro-argumentos han sido objeto y a elaborar un esquema de anhlisis lo suficientemente complejo para hacer justicia a las diferencias mis evidentes entre esas formas de critica. Gran parte de esta tarea, consistente en establecer dis- tinciones, habria resultado Brida si no se hubiera realizado con la vista puesta en un aspect0 en el que tales distinciones mostrarin tener una importancia flos6fica notable. Por consiguiente, en este Szltimo aparta- do, podemos no s61o recapitular el terreno cubierto hasta ahora, sin0 tarnbikn adelantar la utilidad que tendrhn estas distinciones, con las que pondremos punto y final a estos farragosos preliminares.

Tomamos como punto de partida una pregunta sobre la aforma 16- gican. La pregunta presentaba dos aspectos: el primer0 se referia a la cuesti6n de quk relevancia podia tener la nitidez geomktrica, tan busca- da en 10s andisis tradicionales del silogismo, para alguien que tratara de diferenciar 10s argumentos &lidos de 10s que no lo son; otra cuesti6n mils era si el esquema traditional para analizar micro-argumentos --~cpremisa menor, premisa mayor, luego conclusi6n)era en todos 10s caws lo suficientemente complejo para reflejar todas las distinciones que se imponen en la prhctica real en la valoraci6n de 10s argumentos. Tratamos esta Szltirna cuesti6n en primer lugar, con un ojo puesto en el ejemplo del Ambito legal. Los filosofos que estudian la 16gica de 10s ar- gumentos legales se han visto obligados hace ya mucho a clasificar sus proposiciones en m h de tres categorias y, con la pdctica de la argumen- taci6n a la vista, nos hallamos forzados a seguirles por ese mismo cami- no. En la prhdca de la argumentaci6n se encuentran por lo menos me- dia docena de funciones que pueden ser desempeiiadas por diferentes tipos de proposiciones. Una vez que se admite este hecho, se hace nece- sario distinguir no s6lo entre premisas y conclusiones, sino tambiCn en- tre afirmaciones, datos, garantias, modalizadores, condiciones de refuta- ci6n o que hacen irnposible la realizaci6n del enunciado, enunciados sobre la aplicabilidad o la falta de aplicabilidad de las garantias y otras.

Estas distinciones no resultarin especialmente novedosas para 10s que han estudiado explicitamente la 16gica de 10s tipos especiales de

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10s argumentos prdcticos. El t6pico de excepciones o de las condiciones de rechazo, por ejemplo, que denominamos (E) en nuestro esquema de andisis, ha sido tratado por el profesor H. L. A. Hart bajo el titdo de ere- curribilidadn, mostrando su relevancia no s61o para el estudio legal de 10s contratos, sin0 tambih para las teorias filos6ficas sobre el libre albe- drio y la responsablidad. (Probablemente no es casual que dcanzara es- tos resultados mientras trabajaba en la hn te ra entre la jurisprudencia y la filosofia.) Se pueden observar indicios de esta distinci6n en 10s escri- tos de algunos de 10s que han perrnanecido ligados a las tradiciones de la 16gica formal. Sir David Ross, por ejemplo, se ha ocupado de este mis- mo motivo de la refutaci6n, especialmente en el campo de la 6tica. Ad- mite que en la pritdica nos vemos obligados a hacer excepciones con to- das las normas morales, aunque &lo sea porque cualquier persona que acepte a Ia vez mh de una norma puede hallarse en alguna ocasi6n ante dos nomas que apuntan en direcciones divergentes pero dada su adhe- si6n a 10s esquernas tradicionales para el andisis de 10s argumentos, Ross no dispone de la categoria de 10s argumentos presuntos o de 10s elementos de refutaci6n (E) con que dar cuenta de esa necesidad. Sos- laya el problema al continuar interpretando las normas morales para la acci6n como premisas principales, aunque critica el mod0 en que se for- mulan normalmente. Si vamos a ser 16gicos, afirma, todas nuestras nor- mas morales deberian incluir 10s thninosprima facie, en su ausencia, se puede comprobar que no hay la posibilidad estricta de adrnitir excep- ciones.

De acuerdo con ello, encontramos por nuestra parte mis natural buscar paralelos entre la 16gica y la jurisprudencia que entre la 16gica y la geometria, pues un argumento claramente analizado es tanto aquel en que las forrnalidades de la evaluaci6n racional parezcan presentadas con claridad y que estC expresado sen la forma apropiadam como aquel otro presentado conforme a una nitida configuraci6n geomktrica. Admiti- mos que existe un p p o enorme de argumentos vdidos que pueden ser fonnulados de acuerdo con el esquema, preciso, de ccdatos; garantia, lue- go conclusi6ns, en donde la garantia funciona justarnente como puente neceserio para realizar la transicih de 10s datos a la conclusi6n; pero ca- lificar a tal argumento de formalmente d i d o es decir s61o algo sobre d mod0 en que ha sido formulado, sin que aporte nada sobre las razones

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para su validez. Las razones se comprenden cuando se considera el res- paldo de la garantia aludida.

El esquema tradicional de analisis, segtin he apuntado, presenta dos serios defectos. Puede Ilevarnos, como le ha sucedido a sir David Ross, a prestar una atenci6n insuficiente a las diferencias entre 10s diversos mo- dos de critica a que estin sujetos 10s argumentos; a las diferencias, por ejemplo, entre garantias (G) y motivos de refutaci6n (E). Las premisas particulares por lo comlin expresan nuestros datos, mientras las premi- sas universales pueden expresar tanto garantias como el respaldo para las garantias, de modo que cuando se formulan de acuerdo con el es- quema *Todo A es BN resulta a menudo confuso qu4 funcidn debemos entender que estin desempefiando. Las consecuencias de esta dificdtad pueden ser graves, como veremos posteriormente, en particular cuando se da pie a la aparicibn del otro defect0 del esquema tradicional: el que resulta de empaiiar las diferencias entre 10s diversos campos de la argu- mentacibn, ad como entre 10s tipos de garantia y de respaldo apropia- dos para 10s diversos campos.

Hemos estudiado una distinci6n central con cierta extensibn, la exhtente entre el campo de 10s argumentos analiticos, que en la practica son raros, y 10s restantes campos de la argumentacidn, que pueden agru- parse conjuntamente bajo la categoria de argumentos sustanciales. Tal como 10s 16gicos pronto descubrieron, el campo de la argumentacibn analitica es particularmente simple. Ciertas complejidades que inevita- blemente afectan a 10s argumentos sustanciales no producen ningun problema en el caso de 10s analiticos, pues cuando la garantia de un ar- gumento analitico puede expresarse de acuerdo con la f6rmula ccTodo A es Bm, el argumento entero puede presentarse dentro del esquema tradi- cional sin peligro alguno, ya que por una vez la distincih entre 10s da- tos y el respaldo de la garantia deja de ser importante. Esta sencillez re- sulta muy atractiva, por lo que la teoria de la argumentaci6n analitica a partir de premisas principales universales fue adoptada y desarrollada con entusiasmo por 10s 16gicos durante numerosas generaciones.

Sin embargo, la simplicidad tiene sus peligros. Una cosa es elegir como primer objeto de estudio tedrico el tip0 de argumento suscepti- ble de anhlisis en 10s tkrrninos m6s sencillos, y otra muy diferente tratar este tip0 como paradigma y pretender que 10s argumentos procedentes

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de otros carnpos se conformen a sus estlndares sin mis, sin elaborar a partir de un estudio de las formas mds sencillas un conjunto de catego- rias destinadas a ser aplicadas a todo tip0 de argumentos. En cualquier caso, se debe comenzar por averiguar con todo cuidado hasta quk pun- to la simplicidad artificial del modelo escogido resulta ser en esas cate- gorias 16gicas tambikn artificialmente simple. El tip0 de riesgo que se cone si se actua de otra manera salta a la vista de inmediato. Puede su- ceder que las distinciones que pueden agruparse bajo un criterio c o m h en el caso de 10s argumentos m h sencillos tengan que ser manejadas por separado en el caso general. Si lo olvidamos-de mod0 que esas ca- tegorias Mgicas recitn descubiertas conducen a resultados parad6jicos cuando se aplican a argumentos complejos-, nos sentiremos tentados a achacar esos defectos a 10s argumentos en lugar de a nuestras catego- rias. Y podemos terminar pensando que, por alguna lamentable r a z h que yace escondida en el fondo de la naturaleza de las cosas, s610 10s ar- gumentos que h m o s manejado originalmente y que son singdarmen- te sencillos logran alcanzar el ideal de la vaiidez.

Llegados a este punto, semejantes peligros s610 pueden ser apun- tados en ttrminos generales. En 10s dos dtimos capftulos de este libro, me dedicad a mostrar con mayor detalle c6mo han afectado a 10s r e d - tados obtenidos, prirnero por parte de 10s 16gicos formales, y luego por 10s fil6sofos que trabajan en el campo de la epistemologia. El desarrollo de la teoria I6gica, s e n argumentark, comenzb hiit6ricamente con el estudio de una clase bastante especial de argumentos: esto es, la de 10s ar- gumentos inequfvocos, analfticos y formalmente d i d o s con un enun- ciado universal como apremisa mayon). Los argumentos de esta clase son excepcionales de cuatro modos diversos, lo que en conjunto 10s con- vierte en un ma1 ejemplo para un estudio general. Para empezar, el uso de la f6rmula ccTodo A es BN en la premisa mayor oculta la distinci6n entre la garantla por inferencia y el enunciado que contiene el respaldo. En segundo lugar, s610 en esta clase de argumentos ocurre que la distin- ci6n entre 10s datos y la garantia que sirve de respaldo deja de tener im- portancia. (Los dos primeros factores de entre 10s seiialados pueden Hevar a pasar por alto las diferencias funcionales entre 10s datos, las ga- rantias y el respaldo de las garantias, de manera que estos elementos se igualan, etiquetbdolos a todos como ccprernisaw.) En tercer lugar, dado

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