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 LA FRASECITA DE GOEBBELS Y LA FÁBRICA DE MENTIRAS LA FRACESITA En estas últimas semanas, tres periodistas argentinos de considerable trayectoria, fue- ron por turno acusando de nazismo a un conocido panel de la televisión pública. Uno de esos periodistas, sintiéndose difamado  por los miembros del panel, los llamó “b a- suras nazis”, “sistema nazi -fascista” y “foro nazi -fascista”.  Otro calificó el programa de “goebbeliano y perverso” . Del tercero será cuestión más adelante. La acusación es de una gravedad extrema. O se trata de un abuso del lenguaje que ba- naliza la más grande tragedia humana y uno de los crímenes más atroces de la historia (banalización incomprensible de parte de periodistas tan famosos en un país de gente letrada), o, si la ac usación fuera justificada, el delito de los panelistas a pelaría a una intervención judicial por racismo y apología del crimen. Callar los nombres contri-  buirá a focalizar con mayor asepsia un tipo de patolog ía discursiva. El método que utiliza el mencionado panel para polemizar con sus adversarios consis- te en una iterativa compulsación de archivos que evidencia contradicciones. Por dudo- sa que pudiera considerarse una pedagogía basada en ráfagas de archivos en repeti- ción, la ventaja para el productor del programa es que, por obra y gracia de la selec- ción, recorte, yuxtaposición e iteración de las imágenes, éstas se presentan como hablando por fuerza propia, sin necesitar otra forma de argumentación. Es lo que la  producción del programa llama “archivo demoledor”.  Pero no parece evidente que se trate de calumnias. En cuanto al apelativo “nazi”, como  insulto puede funcionar al igual que cualquier otro, si se considera solamente su función  perlocucionaria”, que sólo tiende a ofen- der, sin un especial contenido informativo. Pero llama la atención que se usen preci- samente esos términos y no otros, como podrían ser “ cipayos”, “montos”, “basuras”, o cualquier nombre de animal que sirva para insultar. La insistencia en identificarlos como nazis parece responder a una posición razonada, a un calificativo, más que a un insulto. Tal vez la explicación de una reacción al parecer tan desproporcionada pueda encon- trarse en las declaraciones del tercer protagonista, refiriéndose al mismo programa: “Es Goebbels puro. Repetir, repetir una mentira hasta que se torna verdad. Es el M a- nual Uno de Goebbels Uno”. A pesar de la torpeza de la referencia, se entiende que todo aquel que repite una (su-  puesta) mentira, puede ser calificado de nazi. Llegar a esa conclusión requiere un lar- go paralogismo o sea un encadenamiento de premisas indebidas, entre las que tene- mos: a) todo lo que dice o cita Goebbels (aunque fuera la regla de tres simple) perte- nece al nacionalsocialismo, b) todo aquel que sigue, sabiéndolo o no, alguna consigna de Goebbels, por anodina que sea, se identifica con Goebbels y, por lo tanto, justifica implícitamente el Holocausto. Tal banalización del ape lativo “nazi” no es un privilegio de la ignora ncia argen tina, ni tampoco de la derecha política. Por dar un solo ejemplo reciente, el 19 de enero de 2011, en USA, el representante demócrata Steve Cohen usó el mismo recurso contra la posición de los republicanos con respecto al proyecto gubernamental de protección

La Frasecita de Goebbels y la fábrica de mentiras, por Iván Almeida

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se repite cada vez con mayor frecuencia una fracesita atribuida a Goebbels: "mientan, mientan, que algo quedará". Este texto muestra no sólo que la atribución es falsa, sino que quienes la divulgan la están actualizando

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LA FRASECITA DE GOEBBELS Y LA FÁBRICA DE MENTIRAS 

LA FRACESITA En estas últimas semanas, tres periodistas argentinos de considerable trayectoria, fue-ron por turno acusando de nazismo a un conocido panel de la televisión pública. Unode esos periodistas, sintiéndose difamado  por los miembros del panel, los llamó “ba-suras nazis”, “sistema nazi-fascista” y “foro nazi-fascista”. Otro calificó el programade “goebbeliano y perverso”. Del tercero será cuestión más adelante.

La acusación es de una gravedad extrema. O se trata de un abuso del lenguaje que ba-naliza la más grande tragedia humana y uno de los crímenes más atroces de la historia(banalización incomprensible de parte de periodistas tan famosos en un país de genteletrada), o, si la acusación fuera justificada, el delito de los panelistas apelaría a una

intervención judicial por racismo y apología del crimen. Callar los nombres contri-buirá a focalizar con mayor asepsia un tipo de patología discursiva.

El método que utiliza el mencionado panel para polemizar con sus adversarios consis-te en una iterativa compulsación de archivos que evidencia contradicciones. Por dudo-sa que pudiera considerarse una pedagogía basada en ráfagas de archivos en repeti-ción, la ventaja para el productor del programa es que, por obra y gracia de la selec-ción, recorte, yuxtaposición e iteración de las imágenes, éstas se presentan comohablando por fuerza propia, sin necesitar otra forma de argumentación. Es lo que la

 producción del programa llama “archivo demoledor”. Pero no parece evidente que setrate de calumnias.

En cuanto al apelativo “nazi”, como insulto puede funcionar al igual que cualquierotro, si se considera solamente su función “perlocucionaria”, que sólo tiende a ofen-der, sin un especial contenido informativo. Pero llama la atención que se usen preci-samente esos términos y no otros, como podrían ser “cipayos”, “montos”, “basuras”, ocualquier nombre de animal que sirva para insultar. La insistencia en identificarloscomo nazis parece responder a una posición razonada, a un calificativo, más que a uninsulto.

Tal vez la explicación de una reacción al parecer tan desproporcionada pueda encon-trarse en las declaraciones del tercer protagonista, refiriéndose al mismo programa:“Es Goebbels puro. Repetir, repetir una mentira hasta que se torna verdad. Es el Ma-

nual Uno de Goebbels Uno”.A pesar de la torpeza de la referencia, se entiende que todo aquel que repite una (su-puesta) mentira, puede ser calificado de nazi. Llegar a esa conclusión requiere un lar-go paralogismo o sea un encadenamiento de premisas indebidas, entre las que tene-mos: a) todo lo que dice o cita Goebbels (aunque fuera la regla de tres simple) perte-nece al nacionalsocialismo, b) todo aquel que sigue, sabiéndolo o no, alguna consignade Goebbels, por anodina que sea, se identifica con Goebbels y, por lo tanto, justificaimplícitamente el Holocausto.

Tal banalización del apelativo “nazi” no es un privilegio de la ignorancia argentina, nitampoco de la derecha política. Por dar un solo ejemplo reciente, el 19 de enero de

2011, en USA, el representante demócrata Steve Cohen usó el mismo recurso contrala posición de los republicanos con respecto al proyecto gubernamental de protección

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sanitaria: “Dicen que se trata de una conf iscación del derecho a la salud. Una granmentira, exactamente como Goebbels; se insiste, se repite la mentira, se repite la men-tira, se repite la mentira [lo repite tres veces], y al final la gente cree, como el „libelode sangre‟. Es el mismo fenómeno. Los alemanes insistieron [sic] sobre los judíos yla gente creyó. Créalo y tendrá el Holocausto”. Como vemos, el representante demó-

crata supera en hipérbole a los acusadores locales. Para él, los que acusan al gobiernonorteamericano de querer confiscar el sistema de salud están repitiendo el “libelo desangre”. El término “libelo de sangre” fue acuñado en el Siglo XII para acusar a los

  judíos de preparar la comida de pascua con la sangre de niños cristianos. En el otroextremo del abanico político americano, también Sarah Palin utilizó recientemente elmismo término para referirse a los que la acusaban de haber indirectamente contribui-do, con el tono belicista de sus discursos, a los tiroteos de Arizona.

Para tales sujetos, entonces, ser nazi hoy en día, (o sea, ser responsable del Holocaus-to, o del libelo de sangre, ni más ni menos) consiste en repetir insistentemente algoque para ellos es mentira. La mentira, al ser repetida, se instaura como verdad y con-

vierte en nazi a su enunciador.A pesar de las apariencias, en la fórmula “repetir una mentira” el acento no está pues-to en “mentira” sino en “repetir”. Que adversarios se acusen entre ellos de mentir esparte de la lógica mediática: si hablas mal de mí, sólo puedo replicar que estás min-tiendo. Eso es un contraataque anodino. Lo que parece distinguir al nazi, en cambio,no es tanto la mentira como la repetición de una acusación.

Pero ¿cuál es el hilo conductor que lleva de la repetición de imágenes de archivo nadamenos que a Goebbels, al Holocausto y hasta al Libelo de sangre? Por cierto, no esuna novedad que Joseph Goebbels era ministro de la propaganda del Tercer Reich yque toda propaganda se basa en la repetición como parte de la retórica del convenci-

miento. Tampoco es un gran descubrimiento que la propaganda antisemita se basabaen el rumor insidioso, es decir, en la calumnia repetida que hace trastabillar las certe-zas del hombre de la calle. Goebbels fue sin duda un gran mentiroso. Hasta circulabauna sátira que le aplicaba el refrán “la mentira tiene las patas cortas”, en alusión a laosteomielitis de la que sufría el ministro de la propaganda. Pero esos métodos no sonuna característica específica de una conducta nazi. El mismo George Orwell, insospe-chable de nazismo, escribía, refiriéndose a la política del imperio británico: “El len-guaje político – y esto es verdadero, con variaciones, para todos los partidos políticosdesde los conservadores hasta los anarquistas- tiene como objetivo hacer que las men-tiras suenen verdaderas…” (“Politics and the English Language”).

La identificación del adversario con un partidario del Holocausto es una hipertrofiade insulto, una especie de “solución final” de descalificación definitiva de toda pala-bra que salga de su boca o de su pluma. Pero reconocer la irracionalidad hiperbólicadel insulto no resuelve todavía la cuestión del asidero histórico que podría parcial-mente justificar la asociación con Goebbels.

Aparentemente, los miles y miles de alusiones a Goebbels en ese contexto hacen refe-rencia a una supuesta frase que ofrece más versiones que el falso poema “Instantes”,atribuido a Borges. La más vulgarizada tendría la siguiente forma: “Mientan, mientan(o calumnien, calumnien) que algo quedará”. Para el lector espontáneo, eso suena aconsigna: “Yo, Goebbels, les digo que repitan la mentira, etc…”. En el otro extremo,la versión más prolija aparece citada (siempre sin referencias bibliográficas) hasta en

libros académicos. Lo curioso es que la mayoría de las versiones alemanas de este su-puesto texto de Goebbels, se presentan como traducciones del inglés. Aquí va la tra-

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ducción del texto que aparece como epígrafe del libro de 2004   Between the lies deStan Winer: “Es un derecho absoluto del estado el supervisar la formación de la opi-nión pública. Si se dice una mentira bastante grande y se la sigue repitiendo, la genteacaba creyéndola. La mentira puede mantenerse sólo mientras el estado pueda prote-ger al pueblo de las consecuencias económicas y/o militares de la mentira. Por lo tan-

to, es vitalmente importante para el estado el usar todos sus poderes para reprimir ladisidencia, puesto que la verdad es el enemigo mortal de la mentira y, por extensión,la verdad es el mayor enemigo del estado” (Josef Goebbels, Ministro de la propagan-da alemana, 1933-1945).

Lo que sigue es una tentativa de mostrar por qué ambas citas, con todas sus variantes,pueden razonablemente ser consideradas como apócrifas.

2.  CUESTIONES DE MÉTODO 

Es cierto que demostrar la existencia de un objeto es relativamente sencillo frente a la

casi imposibilidad de demostrar empíricamente la no-existencia de algo, sobre todotratándose de palabras de un individuo. Es imposible probar que Goebbels nunca es-cribió o pronunció esas palabras. Por eso, dada la imposibilidad física de demostrarque Goebbels nunca dio ninguna de las dos consignas, en ninguna de sus variantes, laúnica vía que queda es (una vez verificados sus escritos públicos) seguir las normasde la lógica de lo plausible, es decir, orientarse por el frágil hilo de la razón que llevaa descartar o a aceptar la eventual existencia de un hecho provisionalmente inverifica-ble. Las bases de este procedimiento las echó Kant, en su célebre artículo de 1978“Qué significa orientarse en el pensamiento”. Kant parte de la experiencia de la orien-tación espacial, constatando que si no tuviéramos la percepción interna que diferencianuestra izquierda de nuestra derecha, nos sería imposible orientarnos en el espacio

real. De la misma forma, en el plano intelectual, la razón posee una suerte de instintointerno de orientación que permite anticipar o rechazar la plausibilidad de ciertoshechos que no pueden probarse. Sin ese instinto, la noción de verdad es imposible.Sobre esta misma base, un siglo más tarde, Charles S. Peirce en su artículo “Cómohacer claras nuestras ideas” (1878), justifica un nuevo tipo de inferencia, llamada“abducción” que permite elaborar hipótesis sobre la base de lo que se considera“agreeable to reason”, aceptable para la razón, adelantándose a cualquier verificaciónempírica.

Negar la autenticidad de un texto es una construcción argumentativa frágil que puedeser destruida en cualquier momento gracias a la presentación de pruebas contrarias.

Esas pruebas, por ahora, no existen. Desde el punto de vista puramente empírico sepuede afirmar con alto grado de certeza que: 1) Nunca las citas atribuidas a Goebbelsmencionan la más mínima referencia que permita una verificación bibliográfica deprimera mano; en el mejor de los casos, salta algo parecido al grito “Esto es GoebbelsUno, capítulo Uno”. 2) La frase en cuestión no aparece en ninguno de sus escritoscanónicos como enunciada y asumida por el propio Goebbels. Se excluyen de estecorpus los 29 volúmenes de sus diarios, por haber sido descubiertos muy recientemen-te, cuando ya la atribución de la frase circulaba por el mundo. 3) No hay rastros de talfrase en los principales estudios y biografías de Goebbels en diversas lenguas.

Una vez excluida la contraprueba empírica, es necesario poner a prueba ciertos crite-rios de plausibilidad, que ayuden a descartar la hipótesis misma de la autoría goebbe-liana; entre ellos: a) llegar a probar, por ejemplo, que el contenido del texto es con-tradictorio con el hecho de su enunciación (incoherencia lógica); b) demostrar, recu-

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rriendo a la historia, que la frase fue usada con anterioridad por algún otro autor (encuyo caso, el apelativo “goebbeliano” se volvería arbitrario); c) ilustrar, con las debi-das referencias, que el autor dijo lo contrario de lo que se le atribuye o que no corres-ponde a su estilo de escritura; d) encontrar algún texto en que el autor cita esas pala-bras para atribuírselas a sus adversarios, denostándolas; e) descubrir eventualmente

las condiciones y el origen de la falsa atribución.

3.- LA INCOHERENCIA LÓGICA 

La incoherencia lógica que implica atribuir a Goebbels la consigna de mentir con in-sistencia puede ilustrarse recurriendo a la célebre paradoja llamada de “Epiménides elmentiroso”. Se atribuye a Epiménides, filósofo cretense del S. VI a.C., la frase “todoslos cretenses son mentirosos”. La paradoja consiste en que, si la afirmación es verda-dera, Epiménides, que es cretense, está diciendo una mentira y por lo tanto la afirma-ción es falsa. Se origina así un círculo que impone la falsedad de una proposición co-mo condición de su verdad y viceversa. Esta paradoja tiene una solución lógica queno es éste el lugar de explicitar. Existe una versión más extrema, llamada “paradojadel mentiroso”, que consiste en decir “lo que estoy diciendo es falso”. Ésa sí que notiene solución. Atribuir a Goebbels el precepto de mentir actualiza una incoherenciade ese tipo. Un ministro de propaganda que diera públicamente consignas de mentir oque escribiera que la verdad es siempre la enemiga de todo gobierno, está implícita-mente afirmando que miente. Si se acepta como principio goebbeliano que la propa-ganda consiste en decir mentiras que parezcan verdades, la consigna funciona sólo sinunca es enunciada.

Lo que razonablemente se puede esperar de un mentiroso profesional es una defensaexplícita de la verdad. Lógicamente plausible sería, pues, que Goebbels, contra lo que

se le atribuye, hubiera denunciado públicamente la mentira y reivindicado la necesi-dad de decir siempre la verdad. Verificarlo fue fácil y aquí va un ejemplo elocuente.Es un extracto de la primera de las conferencias anuales que Goebbels comenzó a dic-tar desde el año 1934 en los sucesivos Congresos de Nuremberg: “La buena propa-ganda no necesita mentir, en realidad no puede mentir. No tiene razón para temer a laverdad. Es un error creer que la gente no puede aceptar la verdad. Sí puede. Sólo setrata de presentarle la verdad de una forma en que pueda entenderla. Una propagandaque miente prueba que su causa es mala y a largo plazo no puede triunfar”.

Podemos entonces dar como racionalmente plausible que no sólo Goebbels nuncapronunció la mentada frasecita en nombre propio, sino que, además es intrínsecamen-

te imposible que lo haya hecho, ni él ni ningún otro mentiroso profesional.

4.- UNA FRASE CON MÁS DE VEINTE SIGLOS DE HISTORIA 

La expresión “Calumniad, calumniad, que algo quedará”, circulaba todavía en losaños 50, atribuida alternativamente a Voltaire y a Beaumarchais. El imperativo verbalno era interpretado, a la sazón, como un dictamen, sino como la cristalización de unasabiduría refranera. En refranes como “Cría cuervos…”, “Hacéte amigo del juez”, etc.el imperativo no indica de ninguna manera un mandato de criar cuervos o hacerseamigo del juez. Tampoco en este caso, el imperativo “calumniad” (ritualmente repeti-do dos veces) era interpretado más que como una descripción de los efectos nefastos

de la calumnia, aún después de desmentida. Dicha observación llevó a Borges en su

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“Arte de injuriar”, a proponer directamente el desmentido como una de las formasmás económicas de la calumnia.

Sin embargo, los primeros indicios más o menos claros de un texto que incluya el im-perativo de calumniar y la previsión de sus irreparables consecuencias remontan alSiglo I. En el capítulo 4º del libro I de sus Obras Morales, Plutarco evoca a un detes-tado personaje histórico, Medion de Larisa, quien cinco siglos antes había sido conse-

 jero y amigo de Alejandro Magno. Plutarco, lo consideraba un halagador mentiroso, yhasta llegó a atribuirle el envenenamiento de Alejandro. Dice de él: “Ordenaba a sussecuaces que sembraran confiadamente la calumnia, que mordieran con ella, diciéndo-les que cuando la gente hubiera curado su llaga, siempre quedaría la cicatriz”. Al leereste texto, a nadie se le ocurriría atribuir a Plutarco la responsabilidad enunciativa dela orden de calumniar. Es evidente que se trata del repudio de un discurso citado comoajeno. Por consiguiente, el calificativo que cuadraría a quienes repiten una mentirahasta que quede fijada como verdad, sería el de “medionistas”, en alusión a Medion,del cual tampoco se sabe si pronunció alguna vez la frase que le atribuye pérfidamente

Plutarco.De Plutarco en adelante, la frase va rodando oscuramente durante toda la Edad Media,hasta quedar pulida, ya en el Siglo XVII, como un “conocido proverbio”. Así lo ates-tigua, Roger Bacon en su obra latina De la dignidad y el desarrollo de la ciencia. Enel capítulo 2 del libro VIII, hablando de la „jactancia‟, dice que se puede adaptar a supropósito lo que “se suele decir” (“quod dici solet”) sobre la calumnia: “como sueledecirse de la calumnia: calumnien con audacia, siempre algo queda”. Como alocuciónproverbial, la frase latina siguió vigente por lo menos hasta el Siglo XIX. Karl Marx,por ejemplo, en el capítulo 1, libro VI de  El capital, exhuma literalmente y en latín lasegunda parte de la expresión evocada por Bacon, “semper aliquid haeret”, para indi-car su esperanza de que “siempre algo quede” de sus hipótesis sobre la idea de “cap i-tal”. 

En el Siglo XVIII, Rousseau escenifica el proverbio en el libro I de sus  Epístolas, po-niendo en boca de un “famoso delator”  la consigna siguiente: “Por más grosera quesea una mentira, señores, no teman, no dejen de calumniar. Aún después que el acusa-do las haya echado por tierra, ya se habrá hecho la llaga, y aunque sanase, siemprequedará la cicatriz” (Epístola primera, “A las musas”).

La ya mentada atribución a Voltaire es, en cambio, apócrifa. Las prédicas de la dere-cha católica en la Francia del Siglo XIX pretendieron amalgamar una anécdota pun-tual de la vida del filósofo con la autoría de la impía consigna. En 1736 Voltaire en-vía una carta a su amigo Thieriot pidiéndole que le ayude a difundir el rumor de quesu propia obra L’Enfant prodigue, representada en ese momento, pertenecía a otro au-tor. Por un justificado temor a represalias, Voltaire proponía endilgársela a su colegaGresset. Ruega, por lo tanto, a sus amigos que difundan la mentira salvadora, conside-rando que “una mentira pronunciada por una causa noble es una virtud”. Y concluye:“Mientan, mientan, amigos, y algún día les devolveré el servicio”. Como se ve, se tra-ta de un recurso ocasional a una mentira salvadora, y no de una consigna universal, nisiquiera bajo la forma de una ironía.

También es falsa la frecuente atribución de la frase a Beaumarchais. Como los defen-sores de esta posición dan referencias precisas (una réplica del organista Don Basile,en el Barbier  de Seville), resulta muy fácil señalar con igual precisión su inexactitud.

Si bien es cierto que en el tercer acto Basile profiere un largo discurso contra la ca-lumnia, en ningún momento aparece la frase que se le endosa.

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En el Siglo XIX, el dramaturgo francés Casimir Delavigne, en su obra   Les enfants

d’Édouard , reformulaba como una simple constatación la frase que había atravesadotoda la era cristiana: “Mientras más increíble es una calumnia, más memoria tienenlos tontos para recordarla” (réplica de Glocester en el acto I, versos 299-300).

Y así llegamos a Goebbels. Pero este repaso de la historia permite ya proponer un es-bozo de conclusión. La frase ha sido acuñada en la antigüedad entre veinte (Plutarco)y veinticinco (Medion) siglos antes de Goebbels, y pronto adquirió la forma imperati-va de un proverbio popular, retomada por poetas y pensadores. Pero no se registraningún caso en el que haya sido publicada por alguien en discurso directo y en nom-bre propio como un mandato de mentir.

5.- LA “FÁBRICA DE MENTIRAS” 

Otro ingrediente eficaz en la búsqueda de la plausibilidad de la existencia de un hechotextual, es confrontarlo con escritos probadamente auténticos del mismo autor. En es-

te caso, compulsar los textos canónicos en que Goebbels sí habla del tema puede ser-vir para descartar razonablemente la posibilidad misma de que, aún en sus diarios o ensus discursos inéditos, haya podido asumir esa consigna como propia.

El 12 de enero de 1941, Goebbels publica un artículo titulado “Aus Churchills Lügen-fabrik”, (“De la fábrica de mentiras de Churchill”) en el que se lee: “Lo asombroso esque (Churchill), como un auténtico John Bull, una vez proferida una mentira, sigue dehecho repitiéndola sin que nada ni nadie se lo pueda impedir, hasta que al final acabaél mismo creyéndola. Se trata de un truco inglés cuya originalidad no necesita inven-tar Mr. Churchill, puesto que forma parte de una estrategia británica conocida en todoel mundo”. Y prosigue, unos párrafos más adelante: “El esencial secreto del liderazgo

inglés no debe buscarse tanto en una inteligencia particularmente afilada sino, muchomás, en una estúpida y bochornosa tozudez. Los ingleses se rigen por el siguiente

 principio: ‘cuando mientes, miente en grande y sobre todo persevera en la mentira’.Y así siguen mintiendo, aún a riesgo de volverse ridículos”.

Queda claro que Goebbels conocía muy bien el slogan de la persistencia de la menti-ra, pero, lejos de apropiárselo, lo recusó como una “estúpida” maniobra del enemigo.Cabe preguntarse entonces si no hubiera sido más consecuente que los tres periodistasacusaran a los panelistas de “británicos” o “churchillianos”… 

En su crítica a la “fábrica de mentiras”, Goebbels no está sino asumiendo el punto devista que Hitler exponía trece años antes en la así llamada teoría de “La gran mentira”.

Hacia el final del capítulo 6 del Libro I de Mein Kampf , dedicado a estudiar el exitosofuncionamiento de la propaganda británica, Hitler acusa a Inglaterra de mentir burda-mente al hacer de Alemania el único responsable del estallido de la guerra. Y comen-ta: “Una mentira que, sólo gracias a la parcializada e impúdica persistencia con que

era difundida, pudo adaptarse al sentir apasionado y siempre extremista de las mu-chedumbres y por eso mereció su crédito”.

Más adelante, en medio del capítulo 10, Hitler explicita su idea de que la credulidadde las masas aumenta mientras más grande sea una mentira. Esta vez la diatriba sedirige al judaísmo y a “sus camaradas marxistas” a quienes acusa de haber falsamenteresponsabilizado a Ludendorff de la derrota alemana en la primera guerra mundial. Ydictamina: “A esto se llegó siguiendo el muy acertado principio según el cual el factor 

de credibilidad de una mentira depende de su tamaño. Es porque las masas popularesserán siempre más vulnerables en sus afectividad profunda que en su entendimiento o

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en su voluntad. Y así es como, por la primitiva simplicidad de su mente, ceden conmayor facilidad a una gran mentira que a una pequeña, dado que ellas mismas suelenmentir en cosas pequeñas, pero se avergonzarían mucho de recurrir a grandes menti-ras. Como a ellas no se les ocurriría tamaña falsedad tampoco creen que otros podríantener la desfachatez de distorsionar la verdad de manera tan infame.   Incluso una vez

esclarecidas, siguen dudando y vacilando y pensando que al menos debe de haber algún fundamento cierto. De la más descarada de las mentiras, siempre quedará algo

colgando. Es un hecho conocido por todos los artistas de la mentira y por todos losclubes de mentirosos de este mundo y por eso lo aplican en forma repugnante. Perolos mejores conocedores de la verdad sobre las posibilidades del uso de la falsedad yde la calumnia fueron siempre los judíos y su misma identidad está construida sobreuna gran mentira”.

Las ideas recurrentes en los textos mencionados son: 1) se cree más a las grandesmentiras que a las pequeñas; 2) la repetición incesante de una mentira es un factor decredibilidad; 3) es imposible reparar por completo una calumnia; 4) las masas popula-

res carecen de espíritu crítico. En ningún momento aparece en estos textos un enun-ciador directo de la consigna de mentir.

6.- EL CAZADOR CAZADO 

Quedaría pendiente una última pregunta: Si Goebbels nunca hizo suya la frase que sele imputa, ¿es posible determinar el origen de la falsa atribución?

La hipótesis de esta nota es que el rumor data de 1986, con raíces que se hunden hasta1943. 1968, en efecto es el año en que los Archivos Nacionales de Washington des-clasifican un informe de 1943, escrito por Walter Charles Langer, psicoanalista de

Harvard. Ese año el OSS (Office of Strategic Services, predecesor de la actual CIA)solicitó a Langer un informe confidencial sobre la psicología de Hitler. El informe sellama  A Psychological Profile of Adolph Hitler. His Life and Legend . Más tarde, en1972, Langer modificó su informe y lo transformó en un libro. Pero las páginas dacti-lografiadas del documento original de 1943 pueden leerse actualmente en facsímil, através de internet. A pesar del aspecto borroso de la escritura, propia a las máquinasde la época, el estilo de la edición es muy coherente, y las citas literales no sólo vanentre comillas, sino que se destacan del cuerpo del texto por un formato especial consangrado de párrafo a izquierda y derecha. Es importante remarcar los detalles delformato para discernir lo que sigue. En la página 51, describiendo el sistema de pro-paganda del Tercer Reich, Langer intenta dar un resumen de lo que personalmente

considera los principios esenciales de la propaganda nazi y los enuncia como imitandouna consigna ( al estilo de Plutarco y Rousseau), pero sin comillas ni sangrado: “Susreglas principales eran: nunca permitan que el público decaiga; nunca admitan unafalta o un error; nunca concedan que podría haber algo bueno en su enemigo; nuncadejen lugar para alternativas; nunca acepten una acusación; concéntrense en un ene-migo por vez y acúsenlo de cada cosa que anda mal: la gente va a creer más rápido

una gran mentira que una pequeña; y si la repiten con suficiente frecuencia, tarde o

temprano la gente la va a creer ”.

Las dos últimas supuestas consignas, adrede o no, retoman casi literalmente los con-ceptos esgrimidos por Hitler en 1925 y por Goebbels en 1941 para describir la propa-ganda enemiga. Sin duda la recepción del informe por el OSS en 1943 tomó la escuetaformulación de Langer como un epítome feliz de lo que debía saberse sobre la propa-ganda nazi. De allí a la atribución literal de esas palabras a Goebbels el puente no es

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5/8/2018 La Frasecita de Goebbels y la fábrica de mentiras, por Iván Almeida - slidepdf.com

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difícil de imaginar. Luego vino la desclasificación del documento en 1968 y, de allí,el normal reguero de deformaciones y rumores propio de la gente que repite sin pen-sar. Todo eso fue infinitamente amplificado con la llegada de Internet. El términoinglés con el que se señala, en la jerga de la comunicación electrónica la cadena deengaños, es hoax. Es lo que Goebbels llamaría “la fábrica de mentiras”. El hoax, o

fábrica de mentiras, funciona precisamente gracias al doble principio que enuncia elinforme de Langer: a) la gente cree más rápido una gran mentira que una pequeña, b)una mentira repetida insistentemente acaba siendo creída.

Es admirable la irónica performatividad con la que se ha difundido la “frasecita” deGoebbels, que hace que quien la repite la está cumpliendo. Los tres periodistas de tanconsiderable trayectoria cayeron en la trampa de lo que creían citar, y de hecho esta-ban repitiendo, sin ningún espíritu crítico, sin ningún sentido del humor, la frase quelos condena. Siguen repitiendo hasta el cansancio una mentira en la que ellos mismos,ingenuamente, acabaron creyendo.

7.- PREMIO CONSUELO 

Si el “mal de muchos” puede consolar a algunos, a ellos va dirigido este último dato.En el mismo año 1943, mientras Langer redactaba su informe, el Comité Central delPartido Comunista de Moscú hizo la declaración siguiente: “Cuando lo obstruccionis-tas se vuelvan demasiado irritantes, señálenlos como fascistas o nazis o antisemitas, yaprovechen el prestigio de las organizaciones antifascistas y tolerantes para desacredi-tarlos. Asocien constantemente en la opinión pública a los que se oponen a nosotroscon esos nombres que ya tienen mal sabor… Esa asociación, repetida con frecuencia,acabará siendo aceptada como un hecho por la opinión pública.”

Ese texto aparece en todo tipo de alegatos anticomunistas y es uno de los caballos debatalla de la extrema derecha actual. Teniendo sólo en cuenta su versión inglesa,Google detecta al día de hoy nada menos que 276.000 instancias. Sin embargo, esacita también es falsa.

Iván Almeida

Nota: Los textos citados o mencionados en esta nota -en su lengua original y con lasdebidas referencias - están a la disposición de quienes los solicitaren.