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La gente que conozco y la antesala del conformismo. La gente que conozco tiene entre 25 y 30 y pico (pa´no ofender a nadie). Han estudiado y, en muchos casos, lo siguen haciendo: un cursito por aquí, un taller por allá, un posgrado, doctorado, post doctorado, post, post, post,... Son curiosos, tienen ganas de aprender, de descubrir, de inventar. Son responsables y trabajadores. La gente que conozco no tiene trabajo o tal vez sí tenga trabajo: como camarero en un restó, sirviendo cervezas en un bar, de secretaria en una oficinita del centro o, tal vez, en un proyecto personal que no sale a flote y todavía no paga las cuentas. Una empresita en la que son dueños- publicistas-cadetes-secretarios-RRPP y lo que haga falta. La gente que conozco gana poco o, en su defecto, gana mucho en un trabajo que odian y que poco a poco va asfixiando sus sueños. La gente que conozco es talentosa pero cuando busca empleo se encuentra con límites irrisorios de edad, porque -en serio- ¿qué hace uno a los 21 en una empresa, cuánto aporta, cuánta experiencia tiene? La gente que conozco se enfrenta a ofertas salariales que apenas pagan el alquiler, hacen malabares para comprar la comida y viven tapando un hueco con otro. El mundo que conozco me dijo que tengo que estudiar, prepararme para ser alguien en la vida, pero luego me restriega mis títulos en la cara porque, la realidad, es que no sirven para mucho, por no decir, para nada. El mundo que conozco me dice que mi sueño perfecto consta de un trabajo de 8 horas -por odiable e inútil que pueda ser-, casa, carro y un perro, pero a mi no me gustan los perros ni los trabajos odiables que pagan el alquiler, en donde no se conjuga lo que sé con lo que hago. Y entonces me pregunto si estoy pidiéndole mucho a este mundo o si estaremos mal nosotros, yo y la gente que conozco, que no logramos entrar con vaselina en este sistema de dametufuerzalaboral y tetiroestosdospesosparalacuotadelcarro. La gente que conozco se aburre y se deprime y se sienten culpables, porque si la promesa era el éxito asegurado a los 25 entonces ¿qué pasó con nuestras vidas? Y los miro, a toda esta gente que conozco y con la que tengo conversaciones deja vu cada cierto tiempo, y me convenzo de que no somos nosotros los que estamos mal, que la promesa era falsa y el desencanto -gran peligro- podría ser la antesala del conformismo. Porque, claro, ahora que estamos así -tristes, desencantados y solos- lo más lógico sería arrugar los sueños, echarlos a la basura y contentarnos con esta nueva promesa: que si cerramos los ojos y hacemos lo que debemos, calladitos, vamos a poder pagar el alquiler y la cuota del carro y la comida del perro y, tal vez, con algo de suerte, podamos viajar a San Andrés en 12 módicas cuotas.

La Gente Que Conozco y La Antesala Del Conformismo

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Anotaciones sobre la inminente llegada de los treinta y la crisis existencial que inevitablemente conlleva.

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  • La gente que conozco y la antesala del conformismo.

    La gente que conozco tiene entre 25 y 30 y pico (pano ofender a nadie). Han estudiado y, en

    muchos casos, lo siguen haciendo: un cursito por aqu, un taller por all, un posgrado, doctorado,

    post doctorado, post, post, post,... Son curiosos, tienen ganas de aprender, de descubrir, de inventar.

    Son responsables y trabajadores.

    La gente que conozco no tiene trabajo o tal vez s tenga trabajo: como camarero en un rest,

    sirviendo cervezas en un bar, de secretaria en una oficinita del centro o, tal vez, en un proyecto

    personal que no sale a flote y todava no paga las cuentas. Una empresita en la que son dueos-

    publicistas-cadetes-secretarios-RRPP y lo que haga falta.

    La gente que conozco gana poco o, en su defecto, gana mucho en un trabajo que odian y que poco a

    poco va asfixiando sus sueos.

    La gente que conozco es talentosa pero cuando busca empleo se encuentra con lmites irrisorios de

    edad, porque -en serio- qu hace uno a los 21 en una empresa, cunto aporta, cunta experiencia

    tiene?

    La gente que conozco se enfrenta a ofertas salariales que apenas pagan el alquiler, hacen malabares

    para comprar la comida y viven tapando un hueco con otro.

    El mundo que conozco me dijo que tengo que estudiar, prepararme para ser alguien en la vida, pero

    luego me restriega mis ttulos en la cara porque, la realidad, es que no sirven para mucho, por no

    decir, para nada.

    El mundo que conozco me dice que mi sueo perfecto consta de un trabajo de 8 horas -por odiable e

    intil que pueda ser-, casa, carro y un perro, pero a mi no me gustan los perros ni los trabajos

    odiables que pagan el alquiler, en donde no se conjuga lo que s con lo que hago.

    Y entonces me pregunto si estoy pidindole mucho a este mundo o si estaremos mal nosotros, yo y

    la gente que conozco, que no logramos entrar con vaselina en este sistema de dametufuerzalaboral

    y tetiroestosdospesosparalacuotadelcarro.

    La gente que conozco se aburre y se deprime y se sienten culpables, porque si la promesa era el

    xito asegurado a los 25 entonces qu pas con nuestras vidas?

    Y los miro, a toda esta gente que conozco y con la que tengo conversaciones deja vu cada cierto

    tiempo, y me convenzo de que no somos nosotros los que estamos mal, que la promesa era falsa y el

    desencanto -gran peligro- podra ser la antesala del conformismo. Porque, claro, ahora que estamos

    as -tristes, desencantados y solos- lo ms lgico sera arrugar los sueos, echarlos a la basura y

    contentarnos con esta nueva promesa: que si cerramos los ojos y hacemos lo que debemos,

    calladitos, vamos a poder pagar el alquiler y la cuota del carro y la comida del perro y, tal vez, con

    algo de suerte, podamos viajar a San Andrs en 12 mdicas cuotas.

  • Y entonces me pregunto, nos pregunto, si es eso lo que queremos hacer con nuestras vidas, si

    acunamos sueos durante aos para luego arrojarlos al sanitario, si acaso lo que sabemos -que viene

    siendo tambin lo que amamos- no vale al menos para dar la pelea, una pelea, una chiquita aunque

    sea.