12
SUPLEMENTO CULTURAL No. 186 - 23 DE FEBRERO DE 2015 - AÑO 4 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN Alejandro Nava. Teosófica. Aguafuerte, impresión digital y coloreado a mano. 18 x 18 cm. 2012. El artista plástico Alejandro Nava (1956-2014) fue fundador del Taller de Pintura y Grabado Julio Ruelas en Zacatecas. Su prolífica labor crea- tiva se complementó siempre con el interés por la enseñanza; varias generaciones de artistas zacatecanos pasaron por su taller en el que se fomentaba, además del rigor técnico, la autocrítica como base fundamental para el crecimiento artístico. El 20 de febrero se cumplió un año de su partida y hoy lo recordamos con esta imagen del que fuera uno de sus últimos grabados.

La Gualdra 186

Embed Size (px)

DESCRIPTION

La Gualdra 186

Citation preview

Page 1: La Gualdra 186

SUPLEMENTO CULTURAL No. 186 - 23 DE FEBRERO DE 2015 - AÑO 4 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Alejandro Nava. Teosófica. Aguafuerte, impresión digital y coloreado a mano. 18 x 18 cm. 2012.

El artista plástico Alejandro Nava (1956-2014) fue fundador del Taller de Pintura y Grabado Julio Ruelas en Zacatecas. Su prolífica labor crea-

tiva se complementó siempre con el interés por la enseñanza; varias generaciones de artistas zacatecanos pasaron por su taller en el que se

fomentaba, además del rigor técnico, la autocrítica como base fundamental para el crecimiento artístico. El 20 de febrero se cumplió un año

de su partida y hoy lo recordamos con esta imagen del que fuera uno de sus últimos grabados.

Page 2: La Gualdra 186

2

LA GUALDRA NO. 186 / 23 DE FEBRERO DE 2015 / AÑO 4

186

La vida sin perdónPor Gabriel Luévano Gurrola

Helena o la AnunciaciónPor Carlos Martín Briceño

Manuel Gamio, dimensiónhistórica de un hallazgoPor María Teresa Espinosa

Alguna vez fui joven y tuve una pa-reja, los cuentos de Luis Humberto CrosthwaitePor Joel Flores

Diario de MateoPor Mateo Estrada Gaviria

Alusiones en El Quijote: LuciferPor David Alberto Valerio Miranda

Desayuno en Tiffany’s, mon kuMagos y conjuros, tres cortos de Ga-briel Reyes Por Carlos Belmonte Grey

Reflexiones del mundo superfluo IIPor Carlos Flores

Mauricio Magdaleno, para intrusosVI. De educación y destierros.Magdaleno y Narciso BassolsPor Conrado J. Arranz

El Picaporte Por Simitrio Quezada

El vampiro navideñoPor Alberto HuertaDos relatos Por Edgar KhondeLas memorias Por Pilar AlbaEl hermoso poemaPor Richard Brautigan[Versión: Javier Acosta]

3

9

8

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Carmen Lira SaadeDir. General

Raymundo Cárdenas VargasDir. La Jornada de [email protected]

Jánea Estrada LazarínDir. La Gualdra

[email protected]

Roberto Castruita y Enrique MartínezDiseño Editorial

Juan Carlos VillegasIlustraciones

[email protected]

Inició la época de Cuaresma y con ella llegó también la temporada de comer pla-tillos realmente deliciosos que se prepa-ran en nuestro Estado. Sé que en muchos lugares de México se hace una comida especial durante estos días, pero en Zaca-tecas la comida es realmente excepcional, sobre todo la que se hace en las comuni-dades de esta región.

De acuerdo a la tradición católica, en muchos hogares se acostumbra no comer carne y sustituir a esta por otro tipo de alimentos; la idea original es que no se coma carne roja porque “representa el cuerpo de Cristo crucificado”, de ahí la tradición de cocinar cosas que no contengan este ingrediente. En casa de mi abuela, oriunda de Nieves, se solía preparar una serie de siete platillos que según explicaba, representaban los siete pecados capitales.

Entre los más tradicionales se en-cuentra el pipián, un tipo de mole cuyo ingrediente principal es la semilla de ca-labaza. De este conozco tres tipos: el rojo que es el más conocido y que adquiere su color por la combinación de chiles secos molidos; el amarillo, que se prepara sobre todo en el Teúl de González Ortega; y el blanco, más común en la región de Val-paraíso, y que a diferencia de los otros dos, es en polvo. El pipián se prepara en el metate, uno a uno los ingredientes se muelen hasta adquirir una consistencia pastosa que se cocinará posteriormente acompañado de papitas de campo, nopa-les y/o tortitas de camarón.

Las tortitas de camarón son de dos tipos, las que tienen como ingrediente principal el camarón seco y molido, y las que lo combinan con huachales (para aminorar el sabor salado). Los huachales son granos de maíz trozado; mi abuela cocía los elotes y después los colgaba al sol para que se deshidrataran, luego con un olote los desgranaba; con los huacha-les se prepara además una sopa única, que suele cocinarse también con chiles güeros de la región.

Las papitas de campo además de co-cinarse con pipián, pueden prepararse también con huevo, chile y cebolla; an-teriormente se cocían y se pelaban cui-dadosamente, ahora es más común que dejen la cáscara –lo que era considerado por las abuelas como un acto de “gente arguenuda”-.

Los orejones son otro platillo deli-

cioso, pues son rebanadas de calabaza que también se deshidratan al sol por largo tiempo y que luego se cocinan capeados y bañados en salsa de jitomate; como los chiles rellenos de queso añejo de Valparaíso o de Monte Escobedo y que pueden ir capeados o no.

Los nopalitos también pueden prepa-rarse en ensalada, con papitas de campo, asados, en salsa de chile guajillo o en sopa con flores de calabaza; y la flor de calabaza puede utilizarse además para rellenarla de queso o para hacer tacos dorados. Y si de sopas se trata, no puede faltar la de lentejas, a la que puede agre-garle también mostaza como lo acostum-bran en algunos municipios zacatecanos. La tradición dicta que la carne roja se sustituye por pescado, pero está tan caro que la gente ha optado por otro tipo de ingredientes como los ya mencionados, además de los quelites, las verdolagas y las acelgas.

Acá, hasta el agua puede ser “cua-resmeña”, me refiero a la preparada con betabel, jamaica, frutas y lechuga. Y de postre… ¡la capirotada! En Río Grande suele prepararse con “pan de agua”, un tipo de pan ranchero sin azúcar que sirve como base a este manjar que tiene nueces, cacahuates, almendras, pasitas, dulce de biznaga, coco rallado y grageas de colores para luego bañarse de dulce piloncillo; en algunas casas le ponen ce-bolla, garbanzos y leche. Las torrejas son otro de los platos dulces: pan capeado y dorado en manteca que posteriormente se cubre de miel de maguey.

Lo bueno es que para probar todas estas delicias hay varias opciones; puede ir usted al mercado, ahí encontrará todo lo que necesita para cocinar lo que usted quiera. La otra es comer en el mer-cado Arroyo de la Plata, con la Güera; o comprar los alimentos preparados en Tres Cruces, en una cocina económica donde se hace el pipián en metate, el mismo día y cuyo sabor es inigualable. Y como la gastronomía también es parte de nuestra cultura, ya le iremos dando más información sobre dónde puede comer la comida más rica durante esta temporada. Le invitamos a que nos mande sus reco-mendaciones.

Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarí[email protected]

La G

uald

ra No

.

Page 3: La Gualdra 186

23 de FEBRERO DE 2015 3Literatura

seguía en su sitio y columbró uno de esos teléfonos rojos que cobran a cinco pesos el servicio. Corrió olvidando la cojera y tomó el auricular. Había dejado el bolso en el asiento posterior del carro y en ese momento la idea de regresar significaba un martirio. Esculcó sus bolsillos y sacó una moneda de diez pe-sos. Con dedos temblorosos (por Dios, había muerto a una persona), marcó a la oficina en que trabajaba el marido.

-Mataron a un muchacho.-¿Dónde estás?- el tono de la mujer lo

había alterado.-En la calle, fui por el niño.-¿Qué? ¿Y el carro?-Le poncharon las llantas los balazos.-¿Estás herida?-No. Ven por mí, ayúdame, el niño...-Dime dónde estás, ya voy, él está bien.

Dicen que hubo enfrentamientos en todos lados y muchos muertos. En las escuelas suspendieron el recreo...

Ella no pudo contestarle. Era como si una planta de sangre que tuviera sus raíces en cada ser vivo que habitara el mundo y floreciera en los estómagos de todas las in-felicidades, hubiera estallado de pronto en girones nauseabundos. Vomitó.

****La bolsa de frituras estaba a punto de

acabarse. Viendo a sus compañeros masticar sin descanso, terminar una ración tras otra, pensó si también las demás bolsas que vio a los intendentes conducir, desde la ventana

contigua a su asiento, al resto de los salones, se habrían acabado con la misma rapidez. ¿También estarían viendo una película chis-tosa en premio por abandonar sus protestas por la suspensión del recreo?

Luego pensó en algo más grave. Segu-ramente a esos muchachos de sexto que estaban estudiando para las “Olimpiadas del conocimiento”, por cuya culpa suspendieron el descanso para que no los molestaran los gritos y las risas, les darían un premio mucho mayor: una gran casa o un viaje al campo. ¡Qué injusticia!

De pronto se escuchó el ruido de la chicharra amortiguada por el volumen tan alto que la maestra, bastante nerviosa, había puesto a la película (antes había escuchado unos ruidos como cohetes en la calle y visto correr al director que entró sudando al sa-lón). Muchos padres de familia esperaban como nunca a la entrada y ahí vio a su padre, que le extendía los brazos.

Ya en el coche le sorprendió que su madre estuviera ahí, con cara de enferma y una manta que le cubría todo el cuerpo. La abrazó muy fuerte y lo primero que le contó fue el coraje que sintieron él y sus amigos porque suspendieron el recreo para que estudiaran los muchachos grandes. “Pero los perdono, mamá”, zanjó el tema. Y pasó de pronto a contarle sobre la película de vaqueros para que dejara de llorar, como si ella no perdonara el sacrificio de la felicidad por semejante tontería de las Olimpiadas del conocimiento.

Desde el comienzo el día había sido un de-sastre. Tras el descubrimiento del mal olor y la mancha oleaginosa bajo su cuerpo, y con ello, la vuelta de su vieja enfermedad adolescente, vinieron las palabras del marido que desde el ruido del agua que le quitaba la suciedad en la ducha le decía, para humillarla más y sin saberlo, que la quería sobre todas las cosas. Volvían también la esquizofrenia, los nervios, la depresión de un solo golpe, y por si fuera poco, al percatarse de que el niño iba a llegar retrasado a la escuela, trotó para golpearse un dedo del pie con el filo de la base de cama. Pero nada podía compa-rarse al aturullamiento entre el acelerador y la palanca de velocidades, la explosión de las llantas, los proyectiles que cruzaron por su cabeza para alojarse en el parabrisas del automóvil.

A pesar del daño, cuando creyó que el peligro había pasado, logró avanzar en forma traqueteante unos metros gracias a las llantas que no alcanzaron las detonaciones. No le importó que el carro se estropeara grave-mente (luego recordó las horas extras, los trabajos eventuales de fin de semana con que su esposo reafirmó su sentido de la responsa-bilidad para que ella y el niño pudieran llegar en carro a la escuela y la casa, como quien llega sobre un elefante o una diligencia real después de un triunfo, y se sintió mal, in-grata). Se había bajado y caminaba tanteando ora las paredes, ora los coches estacionados en fila, también maltrechos, alcanzados por las balas, porque un razonamiento primitivo e inusual le decía que estas bestias tiraban contra los bólidos que prometían armas de grueso calibre apuntando tras los vidrios po-larizados y enemigos pertrechados en busca de revancha y persecuciones. No, a una pobre mujer, si les quedaba algo de moral, o a un hombre cualquiera que sus manos no evidenciaran sino el frío sudor del miedo, no les podían disparar, no eran blanco digno, ni merecían el gasto de un bala, un reproche o un perdón bárbaro que consistiera en el fin de los problemas y la vida. Con esta certeza anduvo varios metros, exagerando una co-jera y quejándose en lamentos crecientes que acababan morosamente en gruñidos, agachada, o de rodillas, en espera de ver u oír una puerta abrirse, atrás o delante de ella, y sentir una mano, una frazada que le devolviera junto a un “pase usted, señora, apúrese”, la solidaridad del pánico, su justi-ficación.

Al llegar a una esquina, la opuesta de donde seguramente viraron los convoyes ar-mados, vio el primer asesinado de su vida. El aire estaba impregnado por la chamusquina y el vaho de la sangre que parecía subir y unirse en nubes invisibles, que a intervalos de segundos, golpeaban la nariz. No pudo reprimir el deseo de acercarse, parecía que

el peligro había desaparecido del mundo y ese hombre tirado en el suelo fuera el último precio, el más grave, para conjurar el final de la sangría que desde años azotaba la ciudad. La calle estaba silenciosa y vacía como si fuera de noche. Era muy joven. Portaba un saco que ahora le servía de colcha, extendido raramente perfecto bajo su espalda y la du-reza del concreto, dando la impresión de ser dos alas que de pronto se hubieran detenido en un instante defraudado del vuelo. Tenía un bigote tupido, la mandíbula recia y cua-drada y un flequillo que le cubría parte de la frente en que se mezclaba con los pelos, como la pintura empapando una brocha, la sangre. La herida estaba sobre el pómulo iz-quierdo. Conservaba sus ojos claros y con la sorpresa no del que comprende la inminen-cia del final, sino con la de aquellos que no se acostumbran a las fotos y ponen mirada expectante cuando les piden que sonrían sin darles tiempo de acomodarse.

Le empezó a subir un aroma por la trá-quea y se instaló en su lengua. Salivó y distin-guió un antiguo sabor lodoso, sanguíneo, de raíces maceradas en una tierra de serpientes y lluvias que dejan olor a podredumbre, más viejo que su mal olor. Se tragó lo que pudo absorber, con intención de secarse el paladar y devolver la comida. Qué joven era ese muchacho, quizá un recién profesionista, alguien que se dirigía a su primera entrevista de trabajo. Y qué guapo, además...

Siguió caminando, después de voltear la cabeza y comprobar que el automóvil

La vida sin perdónPor Gabriel Luévano Gurrola

Humberto Valdez. Tal vez en nombre de la vida eterna. Linóleo. 70 x 112. 2009.

Page 4: La Gualdra 186

LA GUALDRA NO. 1864Li

tera

tura

Helena se convirtió pronto en pre-sencia habitual en tu familia. Las clases se ampliaron de tres a cinco veces en la semana y se mandó a habilitar uno de los cuartos de huéspedes para cuando ella deseara quedarse a dormir. Los sábados se le podía ver en el teatro o en algún restaurante haciéndoles compa-ñía a ti y a tu madre. Te encantaba oírla disertar acerca del amor y la eternidad: No hay pasión, decía, como aquella que nace de compartir una hermosa sinfonía, la buena música favorece la comunión de los amantes. Y sobre todo, disfrutabas oyéndola reír. Era la suya una risa franca, contagiosa, libre, que te inundaba de gozo.

Una madrugada de domingo, des-pués de haber pasado el fin de semana juntas en casa, despertaste inquieta. Habías tenido una pesadilla y tu cora-zón palpitaba acelerado. Las sábanas parecían haberse cargado con tenues corrientes de electricidad. Cada vez que removías tu cuerpo en el lecho, un placer inexplicable recorría tu piel. En el sueño, eras una doncella desnuda condenada a morir en la guillotina. Una muchedumbre de harapientos esperaba atenta junto al cadalso. Podías sentir, como agujas, las miradas lascivas de la gente. Y justo cuando el verdugo tocó el resorte y el filo iba a caer sobre tu cue-llo, abriste los ojos. El reloj de la biblio-teca anunció las dos de la mañana. En medio del silencio de la noche llegaron a tus oídos voces, risas, gemidos. ¿Era posible? ¿Seguían allí? Te hubiera gus-

tado levantarte, ponerte algo de ropa, caminar con sigilo a la biblioteca y dar-les una sorpresa, pero después de aquel ensueño, todavía extraviada, con el co-razón retumbando, lleno de rumores nuevos, preferiste dormir. Te sentías plena. Soñaste con mujeres. Hembras hermosas de pechos grandes, anchas caderas y cabelleras largas. Sirenas de formas suaves que se bañaban a la orilla de un río, enjabonándose unas a otras.

Pero no faltaron las habladurías. En esa ciudad pequeña, tratándose de una familia tan conocida, alguien tuvo que ir a calentarle la cabeza a tu abuela, previniéndola, alertándola. Y en una de las reuniones, cuando estrenabas Gymnopedies, la escuchaste reclamar, indignada, a tu madre: Esa música ex-traña y sofisticada no es de mi agrado. Estoy segura que es influencia de esa, tu nueva profesora. Todo mundo habla de ustedes. Hazme el favor de retirar a esa mujer.

Ya en casa, mientras preparabas tus ropas para ir a la cama, estuviste dán-dole vueltas al asunto. ¿Qué iba a pasar ahora? Por lo regular, la abuela se entro-metía de una forma menos directa. Pero cuando solicitaba algo, no había otro remedio que obedecer. Además, estaba lo de las rentas. Ninguno de sus hijos, tu mamá incluida, hubiera querido dis-gustarla y correr el riesgo de perderlas. Todo había terminado. Tu madre no iba a darle pretextos. Y menos en su condi-ción de mujer sola.

Aquella noche te resultó imposible conciliar el sueño. Bajaste al cuarto de música y estuviste sentada largo rato al piano. Había llovido y el silbar del viento se colaba por los ventanales. El amanecer llegó mientras tocabas. Se encendieron luces en las habitaciones, pero nadie se atrevió a interrumpir el concierto. De haber tenido la oportu-nidad de estar contigo, Helena hubiera dicho: ¡Por fin, linda, has conseguido liberar tu pasión interior!; al finalizar, caíste rendida en el sillón de piel donde acostumbraba sentarse.

Helena dejó de acudir a las clases. Tu madre no dio ninguna explicación y estuvo encerrada en su cuarto una semana entera sin permitir que nadie la molestara. Ha transcurrido casi un año y aún se le humedecen los ojos cuando interpretas Gymnopedies. Por supuesto, esto sucede solo en tu casa donde te permiten recibir a tus amigas, a cual-quier hora de la noche, y usar vestidos cortos y de escote pronunciado. Para las reuniones de los viernes has vuelto a Bach.

Para Jorge Lara

Antes de Helena odiabas el piano. Cada último viernes de mes había que estar en punto de las siete de la tarde, con el pelo arreglado, el vestido vaporoso y las zapatillas bien lustradas, en las tertulias musicales. El piano era una tradición en la familia. Tu abuela llegó a ejecutar con éxito, en un teatro de la capital, a Brahms, cuando este aún no era conocido en provincia. De ello daba cuenta el programa de mano, un pedazo rectangular de papel brilloso, elegante-mente impreso, que adornaba una de las paredes de la sala de música.

El primer recuerdo que tienes de Helena es el de una mujer etérea, sen-tada con laxitud en la silleta de mimbre del recibidor. Lleva unos gruesos lentes oscuros de carey y un vestido enta-llado, blanco y translúcido, de escote generoso. El sol, filtrándose por los cristales plomizos del ventanal, le pega de lleno en el rostro, creando una espe-cie de halo en torno a su larga y rojiza cabellera. Te agradó desde el principio: ninguna de las profesoras anteriores se hubiera atrevido a presentarse en tu casa vestida de esa forma.

No parece una mujer honorable, sentenció tu madre, cuando después de saludarla, te llamó aparte a la biblioteca.

Si no es con ella, al diablo las clases, replicaste de inmediato; al menos no es un vejestorio.

Tu prima Fausta era en aquel tiempo la nieta preferida. A sus doce años po-día ejecutar desde una mazurca de Cho-pin hasta una rapsodia húngara de Liszt con el virtuosismo de una profesional, según decía tu abuela. En cambio, ya ibas a cumplir catorce y lo único que interpretabas con cierto decoro eran las piezas del libro de Anna Magdalena Bach. No pasabas de ser, para congoja de tu mamá, una niña sin talento, a la que le hizo gran falta el padre.

Helena era joven y delgada, tenía los ojos verdes y unos pechos grandes y puntiagudos que le temblaban al reco-rrer el teclado. No usaba sostén, su piel destilaba un aroma a agua de rosas. Pa-reció comprender desde el principio tu hostilidad por ese antiguo y majestuoso Bechstein. Sin presiones, acostumbraba decir, mejor concentra tu energía en liberar la tensión del cuerpo para que fluya el ritmo. Con ternura tomaba tus manos, invitándote a cerrar los ojos y masajeaba uno a uno los dedos, larga-mente, hasta que sentía los pasos de alguien aproximarse a la estancia de música.

Nunca te aplicaste tanto como en esos primeros meses después de su llegada. ¿Percibes la diferencia entre respetar la partitura y compartir el sentimiento de los autores?, inquiría, ansiosa, al término de cada pieza. Ante tu silencio dubitativo, fijaba el verdor de sus pupilas y decía, lacónica: ¡Ay, linda, cuánto te falta por vivir!

La lluvia escurriendo por el tejado, precipitándose hasta el piso; el zumbar insistente de los grillos después del aguacero, la algarabía de los pájaros al retirarse a sus nidos al desmayar la tarde, cualquier rumor de la naturaleza era pretexto para una nueva lección. ¡Escucha, escucha! ¿Estás lista para tra-ducir en el piano esos sonidos?, y volvía a sentarse a tu lado en la banca para seguir de cerca el ensayo, llenando el ambiente con su perfume.

Para entonces, tu madre ya comen-zaba a apreciarla. El recelo que le tuvo al principio se había ido transformando poco a poco en deslumbramiento. Se le miraba contenta. Solía entrar a escu-charles mientras practicaban. Incluso dio su consentimiento para que apren-dieras algo de Satie, un “revolucionario” compositor francés al cual nunca habías oído nombrar, solo por tratarse del favorito de la profesora. Después de un tiempo, comenzó a invitar a la pianista, al término de las clases, a conversar y beber licor de café en la biblioteca. Tú aprovechabas sus risas para acabar con el tiramisú y la carlota rusa. Era como si hubiera siempre fiesta en casa.

Helena o la AnunciaciónPor Carlos Martín Briceño

Georges Braque. Homenaje a J.S. Bach. Óleo sobre lienzo. 1912.

Page 5: La Gualdra 186

23 de FEBRERO DE 2015 5Personajes

a conocer su muy ilustre trabajo las nuevas generaciones de mexicanos, porque de eso se trata la escultura pública en plazas y jardines, de convertirse en punto de encuentro con el personaje que hoy es Gamio. Su trascendencia en el tiempo y el espacio no solo habla del quehacer arqueológico del siglo XIX, sino de nuestra propia historia contemporánea con tan antiguas raíces. Ya sea en el hermoso sitio de Alta Vista Chalchihuites del Estado de Zacate-cas que en la zona arqueológica de Teotihuacán en el Estado de México, donde también realizó trabajos o en la imponente zona de vestigios de la gran Tenochtitlan, el Templo Mayor, que el pasado año cumplió cien años de los primeros trabajos de recuperación de su esplendor.

Civilización, sociedad, arte, cultura, cos-mología de una comunidad que tuvo que ser destruida por el conquistador español, para construir un nuevo imperio, sin embargo, bajo el suelo de las nuevas edificaciones se guar-daba a la mirada y al tiempo el registro de su grandeza, piedra y transformación convertida y reconocida por generaciones de investiga-dores, historiadores, cronistas, arqueólogos como Manuel Gamio, pero también por el tra-bajo de sus colegas como Elena Landazuri, Eu-lalia Guzmán, Florencia Jacobs Baquero, Ama-lia Cardós, Beatriz Barba, Carmen Cook, Ann Axtell, Tatiana Proskouriakoff, Linda Schele, Isabel Kelly, Beatriz Braniff, Laurette Séjourné y más recientemente de Baudelina García Uranga, quien estuvo al cargo del Museo de

Alta Vista en su apertura, que han formado la historia de México contemporáneo.

Es para el artista y escultor Sergio Peraza, quien recibió de la UNESCO la medalla “Pi-casso-Miró”, en reconocimiento a su trabajo como “Joven artista hispanoamericano”, la obra sobre Manuel Gamio, una pieza que no solo aborda la dimensión del humanista; su obra es voluntad artística de realizar el difícil arte del retrato, llevado a la majestuosidad del gesto en la materialidad del bronce, pues la escultura es en sí misma un símbolo que abier-tamente existe en el espacio, para convertirse en una entidad protagónica a la contemplación del espectador que se encontrará con la mi-rada del retratado, al mismo tiempo cargada de vigor y fuerza, pero también de emoción poética.

Con seguridad seremos además testigos con el correr de los años, las estaciones del tiempo y los propios agentes que tiene el aire de la Ciudad de México, de la conformación de esa capa de óxido, por lo general de color verde aceituna, formado sobre la pieza de bronce por acción de dichos elementos en una pátina con la que se recubren las esculturas de este material, dicha acción también fue pen-sada y medida por el artista, quien desarrolló su propuesta para ser exhibida al exterior del Museo del Templo Mayor y no al resguardo de un capelo, sino al alcance del público que transita sobre los pasos de Manuel Gamio pero a un siglo de distancia.

En 1910 vio a la luz el texto “Los monumentos arqueológicos de las inmediaciones de Chal-chihuites, Zacatecas” publicado por el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, con apenas 23 páginas, obra de Manuel Ga-mio. El destacado arqueólogo mexicano, discí-pulo de Franz Boas en la Escuela Internacional de Arqueología y Etnografía Americanas había realizado esta pequeña obra siendo ayudante en el propio Museo Nacional. Los arqueólogos Baudelina García Uranga y Humberto Medina realizaron el guión e investigación para el bello Museo de Sitio que entre otros importantes objetivos celebró el descubrimiento y registro del sitio por Gamio.

El pasado 2014 se cumplió otro relevante centenario, el descubrimiento en la esquina suroeste de las antiguas calles de Santa Teresa y Seminario –actual calle de Guatemala-, lo que hoy se conoce como la etapa III (1430-1440 d.C.) del Templo Mayor de la gran Tenochtitlan. Lo que convocó a dos relevantes actos, la develación del busto de Gamio obra realizada por el artista Sergio Peraza, así como la muestra “100 años del Templo Mayor. His-toria de un descubrimiento”, revisiones cura-torial de las distintas etapas de la historia en las calles de nuestro Centro Histórico, ocultadas por décadas a los propios habitantes, no así a la mirada indagadora del arqueólogo.

En la historia del arte muchos son los bustos que se han realizado y conforman hoy testimonio no solo del personaje, sino de toda

una época. Sin embargo, la realización de un busto, no solo debe cubrir estrictas cuestiones técnicas, sino de representación y valoración del personaje en cuestión. La pieza realizada por el maestro Peraza es una obra que destaca por su excelente factura y porque conformará el universo de escultura pública en la Ciudad de México.

La obra realizada en bronce y patinada en color café oscuro con brillos dorados, mide 55 cm. de altura y de ancho, con 33 cm. de pro-fundidad y tiene un peso de 25 kilos, reposa en una hermosa base de mármol blanco de Carrara que lleva grabado en hueco “Manuel Gamio”.

No fue esta la primera obra que Sergio Peraza realizara del arqueólogo, ya que en 1999 al cumplirse cuatro décadas de su de-ceso la Casa de Cultura de Azcapotzalco, realizo un homenaje a través de un retrato escultórico elaborado por el artista, de quien destacan además las obras para los bustos de los pintores Raúl Anguiano y Luis Nishizawa, de historiadores como Beatriz Ramírez de la Fuente, Miguel León Portilla y Silvio Zavala, del filósofo Leopoldo Zea y los escritores Octavio Paz, Carlos Fuentes e Ítalo Calvino, los poetas Gabriela Mistral, Ramón López Ve-larde, Amado Nervo, Efraín Huerta entre otras obras de su autoría.

El busto de Manuel Gamio estará en una de las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México; a partir de este 2015 podrán acercarse

Manuel Gamio, dimensiónhistórica de un hallazgoPor María Teresa Espinosa

1. Manuel Gamio, busto en bronce

2. Sergio Peraza junto a su obra

Fotografía:Aleida Iztel (2014)

Page 6: La Gualdra 186

LA GUALDRA NO. 1866Li

tera

tura

Alguna vez fui joven y tuve una pareja, los cuentos de Luis Humberto Crosthwaite

Desde una ciudad como Zacatecas, sabía de Ti-juana por las noticias del periódico, el asesinato de Colosio y por los cuentos de Luis Humberto Crosthwaite, autor que funge como referente clave del panorama de la narrativa de la frontera y del México septentrional. Muchos compañeros de lecturas lo recomendaban y decían: “Leer a Crosthwaite es leer a Tijuana, todo aquel que se inicie en la literatura norteña tiene una deuda con sus cuentos”. Después pasaron muchas cosas, leí muchos libros, escribí otros que se publicaron y muchos más que acabaron en la basura. Y antes de cumplir los 30 años me fui a vivir a Mexicali. La primera obra que llegó a mis manos fue Tijuana: crimen y olvido (México, Tusquets, 2010). Y más que gustarme, me pareció un atractivo experi-mento que oscila entre la novela y el artefacto narrativo: el escritor que une la investigación y los recuerdos, pero también un diario, para hacerle justicia a la verdad, pero sobre todo a la vida y trabajo de una periodista que desapareció misteriosamente durante los años duros de Ti-juana, cuando el crimen organizado y la militari-zación estaban en las calles y muchos ciudadanos tuvieron que migrar a San Diego o al sur para no verse tocados por la violencia. Recuerdo que leí la novela dos veces, como si entre esas palabras sal-picadas de añoranza y amor al oficio, estuvieran las respuestas a ¿cómo es Tijuana y cómo sería mi vida si yo cruzara La Rumorosa para vivir allá?

A lo poco, porque las casualidades urden lo que solemos llamar destino de formas misteriosas, coincidimos con Luis Humberto gracias a Rocío Romero, su pareja, quien supo que me urgía rentar una casa y quien, apurada, pretendió ayudarnos. Rocío nos invitó a comer con ellos durante las fechas que estaban por irse a Iowa. A Crosthwaite acababan de ofrecerle una plaza como profesor en creación literaria en la misma universidad donde han dado clases los juanes: Gardner y Cheever, y que es nombrada por Carver en el prólogo de Para ser novelista. Y ambos querían que la casa, que otrora había sido de la madre del escritor, la renta-ran personas de confianza. Durante la reunión re-conocí que Crosthwaite era como me había dicho David Ojeda: un gigante con paso de pistolero que a la menor oportunidad te dispara una de sus inge-niosas bromas o el más mordaz de sus sarcasmos. Nosotros no fuimos víctimas ni de una ni de otro, pero la ciudad donde nacimos sí. Para el escritor, Zacatecas se quedó en los ochentas, sus intelectua-les, atenazados a gustos antiquísimos, hacen justi-cia con sus aficiones a todo lo clásico (por no decir viejo), como si temieran caminar hacia el presente o el presente fuera algo inalcanzable, desconocido. Dijo nombres y autores, incluso recordó calles que transitó y plazas en las que convivió. Y entre sus

palabras se ocultaba una nostalgia por Zacatecas que estaba muy bien disfrazada por la renuncia. Luego se echó una aceituna a la boca, porque Ro-cío había puesto en una mesilla de centro un plato con aceitunas, y recordó: “Lo que más identifica a los zacatecanos es la enemistad: pueden cruzarse en una banqueta, pero si uno le hizo algo que no le pareció al otro, ese uno se cambia de banqueta para no saludar a ese otro”. Para reforzar sus palabras, el escritor cantó aquella canción de Pedro Infante (pasaste a mi lado, con gran indiferencia) y no pu-dimos más que reírnos, porque queríamos rentar su casa y porque en realidad nos había caído bien.

A lo poco acordamos mudarnos a Tijuana. La oferta que nos había hecho la pareja, más el reciente fallecimiento del papá de mi esposa, influyeron en nuestra decisión. La casa de la ma-dre de Crosthwaite se ubica en Las Palmas, muy cerca de Aguacaliente, Vía Rápida y Zona Río. Es amplía y en el patio hay un árbol enorme que plantó Luis en su niñez. Él mismo solía limpiar las hojas del patio cada que volvía de Iowa y dar mantenimiento al árbol. La ilusión me hizo figu-rarme muchas cosas. Que yo podría escribir en el lugar donde el autor de Estrella de la calle Sexta (México, Tusquets, 2000) había empezado y culminado muchas de sus novelas. Que yo podría leer las obras de la biblioteca que pensaba dejar-nos, así como disfrutar de su colección de pelícu-las que había también dejado y de su consola de Play Station 3, porque ambo compartíamos ese placer culposo. Pero más allá de eso, supuse que Tijuana nos recibiría con los brazos abiertos, una segunda oportunidad, porque el alquiler que nos había propuesto Crosthwaite era un regalo. “Es porque yo alguna vez fui joven”, fueron sus palabras cuando le pregunté por qué tanta amabilidad, “y tuve una pareja”.

Sin más, a la semana siguiente rentamos una vagoneta y subimos nuestros pocos muebles a ella. Llegamos a Tijuana un viernes y estacio-namos el vehículo en la cochera de la casa de mi suegra. Esa noche no pude dormir por el cansancio y porque estaba entusiasmado por el cambio de vida, de ciudad. Había muchos gastos y deudas, pero también muchos proyectos danza-ban en mi cabeza, al igual que muchas historias y novelas y cuentos por escribir. Sólo era cuestión de acomodar los muebles, improvisar un estudio, ya fuera en la cocina, en alguna recámara, y obli-garme a que nacieran las palabras mientras Flor se iba a trabajar. Luego me iría a regar el árbol de Crosthwaite y a limpiar sus hojas del patio y a pensar qué estaría haciendo él en Iowa mientras yo cuidaba su casa.

A la mañana siguiente de nuestra mudanza, sin embargo, un mensaje escrito por Luis a tra-vés de Facebook nos hizo estrellarnos de cuernos contra la realidad. Al escritor lo había invadido la nostalgia por la casa de su madre y había

Por Joel Flores

Page 7: La Gualdra 186

23 de FEBRERO DE 2015 7Literatura

Alguna vez fui joven y tuve una pareja, los cuentos de Luis Humberto Crosthwaite

renunciado a rentárnosla. Sentía que le arrebata-rían el único lugar que lo unía a Tijuana cuando estuviera de vuelta. Y que no soportaría vernos dentro de esa casa y después pedírnosla, justo cuando nosotros ya habíamos armado algo como pareja, para volver a ella. Al leerle por tercera vez el mensaje a Flor, decidimos caminar por la playa, muy cerca del muro, donde se toca el he-lado Océano Pacífico. Como el carro lo habíamos dejado en Mexicali, en la misma vagoneta con los muebles llegamos a la playa. Permanecimos en la arena hasta la puesta del sol, hasta que oscureció y nos dieron ganas de cenar. Respirando el fresco y el salitre, traté de olvidar a Luis, su mensaje, sus palabras. Pensé necesario contestarle. Pero cada que ideaba una respuesta, me parecía políti-camente incorrecta y me obligaba a olvidarlo. Yo no me iba a cambiar de banqueta por lo que ha-bía pasado. Ni tampoco perderíamos la amistad. Esto era Tijuana: estaba muy junto a la frontera y era hora de hacerme ver de qué estaba hecho y hasta donde podía llegar con mis propias manos. Porque eso significaba también ser joven y tener una pareja.

Luego de eso, hemos llegado a ver a Luis un par de veces y hasta hemos cenado juntos. Al-guna vez me propuso irme a estudiar la maestría a donde está. Flor ha salido en varias de las obras de teatro de Hebert Axel, uno de los mejores amigos del escritor, y por él nos llegan noticias desde Iowa. Hace poco, en una exposición de arte multidisciplinario en una galería de la Plaza Revolución, compré su primer libro, Marcela y el rey al fin juntos (EUA, Edición de 25 Aniversario, 2013) como suelo hacer con los libros de mis amigos. Durante el tiempo que nos reunimos para ver lo de la casa, el escritor preparaba esa edición y en varias ocasiones nos recordó alguno de los cuentos, pero no había dado con la obra.

Marcela y el rey… fue escrito hace 26 años, du-rante el tiempo en que Crosthwaite vivió en Zaca-tecas. La primera edición estuvo a cargo de David Ojeda y se publicó en los talleres de Praxis, que entonces estaban hermanados con la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) y el Sindicato de Personal Académico. El libro está compuesto por una nota introductoria de David, el gran sobre-viviente de esa generación de talleristas que ha visto nacer y morir a muchos escritores, y habla de su amistad con el gran pistolero del norte, de la necesidad que debe urgir a todo escritor de leer a los clásicos con el mismo ánimo que se lee a los contemporáneos, y cierra el texto con una gran sugerencia: los libros de Luis Humberto Crosthwaite no pierden novedad. Marcela y el rey… no pierde vigencia, es decir, aunque la obra fue escrita hace casi tres décadas, sus búsquedas ahora perfeccionadas en Instrucciones para cruzar la frontera (México, Tusquets, 2011) o Idos de la mente (México, Tusquets, 2010), eran sólidas en

sus primeros pasos: la intención por romper la estructura tradicional del cuento con espacios en blanco, las historias agujereadas por la elocuencia de los silencios, los capitulados o subtítulos que simulan una suerte de obra de teatro fragmentada en actos, acotaciones, el uso lenguaje centrado en hacer sentir la salinidad del Pacífico mientras lo tocamos, así como tocamos los barrotes de la frontera, aunque nos sepamos entre palabras, para ver si está muy cerca San Diego. Y así, las historias de este libros nos entregan a Tijuana vieja, la de hace 30 años, sus alrededores, su mú-sica estridente saliendo de cada uno de los locales de la Revolución y la Coahuila.

La palabra es un abanico con varios significa-dos, dice Álex Grijelmo (España, Taurus, 2012), entre ellos el que le otorga el escritor al usarla, según sus vivencias, su modo de interpretar el mundo, pero también el que le da el lector cuando la lee, la desconfigura gracias todos los referentes que ha acumulado conforme ha vivido. En los 8 cuentos de Marcela y el rey… desde el sur Crosthwaite convirtió a Tijuana en una suerte de Ítaca, el hogar del gringo desamparado y de-portado, el reinicio del mexicano que abandonó su tierra para encontrar el inicio de la patria; es un sitio donde se escucha el mejor rock, se en-tiende el inglés como se entiende el spanglish y vagabundean los viejos Elvis Presleys en busca de secretarias que no han vivido pero quieren vivir todo en una tarde. No importa la migra, ni los helicópteros que vigilan, las armas, el muro. Nunca es tarde para el amor y menos si se está en la frontera. Pues estar frente a la línea no significa el final. Significa el inicio del camino.

Después de haber terminado estos cuentos, no puedo más que volver al mar donde empieza la patria, donde alguna vez mi esposa y yo pen-samos que todo terminaba. No puedo más que escribir mi nombre en la arena, como lo hacen el rey y Marcela, para después, mientras recuerdo las líneas de este libro, agarrar la mano de mi compañera y entrar juntos a las aguas mientras “las olas suben y bajan como un requinto de Carlos Santana, lleno de tierra, sonrisa del cielo”, caminar más al norte, donde se encuentra el muro y pen-sar que en Tijuana siempre se es joven, aunque no se tenga una casa, y siempre se tiene a una pareja con la que puedes cruzar e ir más allá.

1. Joel Flores es becario del Fondo Nacional para la Cul-

tura y las Artes (FONCA) y autor de los libros El amor

nos dio cocodrilos, que le mereció la residencia para jóve-

nes artistas Fundación Antonio Gala, Rojo semidesierto,

premio Certamen Internacional Sor Juana Inés de la

Cruz y Nunca más su nombre, premio Bellas Artes Juan

Rulfo para Primera Novela. Actualmente vive en Tijuana,

donde empiezan la patria y los sueños, y escribe para su

página personal www.bunker84.com.

Page 8: La Gualdra 186

LA GUALDRA NO. 1868

Febrero 16Hoy inicié labores en la Universidad del Alti-plano “Campus Jerez”. Es privada. Ofrece pre-paratoria, derecho, psicología y contabilidad.

Las instalaciones están en una finca de la Bizarra capital. Entro a las diez y salgo a las dos. Son dos cursos trimestrales en la prepa-ratoria: redacción y ética. Otro es historia de México para los de licenciatura –es común para las tres carreras-.

Atenderé lunes, jueves y viernes. En total son 10 alumnos de prepa y 23 de profesional. El pago son 150 pesos por hora. Cuatrocientos cincuenta por día. Con eso pagaré la renta. Po-dré dar asesorías libres a los alumnos. Este es “un gancho para laborar en mi área de ricos”, así dijo el rector (doctor de la UAT).

La universidad no paga prestaciones. Nin-guna. Deberé inscribirme en Hacienda y expe-dir recibo de honorarios.

Me gustaron las clases de prepa. La de pro-fesional no. El material didáctico son copias, antologías que la rectoría me proporcionó gratis; pero a los alumnos se las venden.

El viernes dormí en casa de Sine. También estuvo Ramón. Él sigue en su candidatura. Es el candidato del grupo de los amigos de Sine.

En la borrachera estuvimos solo los tres. Ramón quería beber sin “paparazzis”.

Sine avanza: me tocó el rostro delante de Ramón. El acto ahora, a estas horas, me recuerda el poema El perro de san Roque: “Yo sólo soy un hombre debil, un espontáneo/ que nunca tomó en serio los sesos de su cráneo”.

Sujetín escribió.[El mensaje lo envió el 12/02 10:03 AM. “¡Que tal! ¿Cómo has estado?”

Mateo respondió de inmediato: “Bien. Y usted”. El acto fue casi inercial. No interrogó quien era.

Sujetín replicó: “Bien, solo que me acorde de ti y te mande sms. Sujetín. Nuevo número”.

Sin esperar, Mateo contestó: “Ah. Jajaja. Ok. Espero verte pronto”.]

Sujetín no ha vuelto a escribir. Ya tiene Facebook sin fotos.

Lo soñé dos días. En ambas miro sus aven-turas (que si con este o con aquel). Las evo-caciones son matutinas, cosa de ocho a nueve de la mañana. En las dos ocasiones desperté merced al estruendo I will always love you del piso de Andrés y su mujer.

En Ambiente G publicaron una carta de un estudiante de la Universidad de La Sabana. El texto es viral.

[No hay forma de describir la frustra-ción que siento en estos momentos. Pareciese

como si todo el odio acumulado en el mundo me azotara de la manera más funesta. Las opiniones señalan y juzgan sin conocer. La ignorancia se apodera de las personas e in-cluso de las instituciones. El significado de libertad está preso y todos estamos presos con él. No quiero llegar a ponerme en el papel de víctima ni mucho menos acudir a la lástima para cambiar el modo de pensar de muchos. Sin embargo y aunque nadie me lo preguntó, ser gay no es fácil...

Estoy harto de no poder estudiar en mi universidad mostrándome como soy ante mis profesores, compañeros y comunidad en ge-neral. Estoy cansado de despertarme cada mañana y meterme en un papel en el que ni siquiera encajo. Estoy cansado que digan que estoy enfermo, que me voy a ir al infierno o que simplemente soy un error de la natura-leza. Estoy harto de que me digan que soy el mal encarnado por ser lo que soy. He sido buen hijo, tengo los mejores padres, soy tan malo como todos y tan bueno como pocos. Tengo sueños, aspiraciones. Quiero ser papá, casarme, salir a la calle con mi pareja tomado de la mano y sin que nadie nos juzgue. Quiero ser un ciudadano más…

Y con convicción hoy repito, como alguna vez el gran defensor de los derechos de los ho-mosexuales, Harvey Milk dijo: “Pueden sentir que no somos malos y saben que debería haber un lugar para nosotros en este gran país… en este mundo”.

Estudiante de la Universidad de La Sabana (excelente alumno, hijo, amigo, persona… Y soy gay)]

Por Mateo Estrada GaviriaDi

ario

de M

ateo

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, es una obra clásica con un gran acervo de información pues, en esta se mencionan novelas, cuentos, sucesos y personajes históricos, mitológicos y fan-tásticos. Un ejemplo son las constantes alusiones que, el Caballero de la Triste Figura hace durante las aventuras.

Estas alusiones se desarrollan en el texto como puentes hacia otros temas; algunos superficialmente, otros, en cambio, más profundizados. En suma se podría decir que, la manera en como se hace alusión a otros tópicos o a historias que se proyectan dentro de la historia del Quijote son una constante en toda la obra, contenido que, por tanto, es muy importante para la misma.

Tal es el caso del personaje Lucifer, el cual se hace alusión en el capítulo XXII de la segunda parte; señalo este ejemplo en particular porque ha lla-mado mi atención el sentido que se dota, así como la manera en que se le identi-fica a tan conocida idea.

La situación procede de la siguiente manera: después de ser bien atendidos en una boda que envuelve la aventura anterior, don Quijote y Sancho toman camino al tercer día del festejo, acompa-ñados de un guía, el cual se le menciona simplemente como el primo, pues antes de partir de la boda don Quijote expresó su deseo de ir a la cueva de Montesinos y “ver por vista suya” las maravillas que de ahí se cuentan, palabras que bastaron para que un licenciado que los acom-

pañaba, persuadiera a su primo para guiarlo hasta la cueva.

Puestos ya en marcha, don Quijote pregunta al primo a qué se dedica, res-pondiendo este que es un humanista y menciona algunos de los libros que ha trabajado, entre ellos La metamorfosis de Ovidio; el primo presume de su cul-tura y buena escritura.

Posteriormente, Sancho Panza inter-viene y dudoso de que el primo tuviera tal sabiduría le hace preguntas como:

¿quién fue el primer hombre en rascarse la cabeza?, y ¿quién fue el primer voltea-dor del mundo?

El primo responde que no sabe pero que lo estudiará y la próxima vez que se encuentren le informará. A lo que San-cho responde que él tiene la respuesta diciendo: “He caído en la cuenta de lo que le he preguntado. Sepa que el primer volteador del mundo fue Lucifer, cuando le echaron o arrojaron del cielo, que vino volteando hasta los abismos”.

¿Qué sentido tiene aquí el adjetivo “volteador”? En un principio cuando Sancho pregunta puede entenderse como un disidente, y por tanto, un ca-rácter malo acuñado a las rebeliones. Sin embargo, al final, cuando se contesta y dice que vino volteando los abismos parece referirse a lo físico y cómico del asunto.

¿A qué se refiere entonces? En fin, es solo un ejemplo más de la riqueza cultural y juegos del lenguaje que El Quijote ofrece.

Alusiones en El Quijote: LuciferPor David Alberto Valerio Miranda

Lite

ratu

ra

Harvey Milk

Page 9: La Gualdra 186

23 de FEBRERO DE 2015 9

La semana pasada Gabriel Reyes me hizo el favor de enviarme un enlace para ver unos cortometrajes que justo ha terminado de realizar. Reyes es bien conocido por sus colaboraciones en la escritura de guiones, y ocasionales actuaciones, con el director Amat Escalante, su obra más reciente fue Heli, ga-nadora del premio a la mejor dirección en el Festival de Cannes 2013.

Con Reyes he mantenido contacto por va-rios asuntos relacionados con el cine, incluso aceptó una invitación del Festival Pantalla La-tina, de la ciudad de St. Gallen en Suiza, en el invierno del año canniano para presentar Heli.

Así que en cuanto me envió los cortos me dieron ganas de echarles un ojo. Me puse en el Youtube, vi que entre los tres hacían apenas 30 minutos. El primero dura tres minutos, lo vi completo pero ya estaba sorprendido. Empecé el segundo de 13 minutos, me quedé al minuto 10, me di cuenta de que necesitaba recomenzarlo y que en realidad no eran cortos para no pensar y solo pasar el rato. Son más bien cortos que requieren la atención del oído por un lado y la vista por el otro.

Magos y conjuros es el nombre de la saga

de tres cortos sobre una historia ficticia de unos seres con poderes sobrenaturales que viven, disfrazados, entre la sociedad de huma-nos. Imagen y sonido van en la misma direc-ción de la historia pero con relatos dislocados.

Mejor que Reyes nos los explique:“De manera gratuita se pueden encontrar

los tres cortometrajes que componen esta serie hasta el momento con solo teclear “Ma-gos y conjuros” en la barra de búsqueda de Youtube. Estos tres cortometrajes escritos y dirigidos en 2015… son fantasías surrealistas que incluyen el tema de la confrontación poé-tica por medio de la magia.

Estas breves obras habladas en español muestran un mundo en donde lo conocido se deja atrás para emprender un camino hacia un

lugar en donde se puedan tocar los sueños. Un grupo pequeño de actores, con mucho talento, interpreta esta peregrinación onírica en donde se camina al filo de la navaja que marca los límites de la realidad. En medio de reflexiones verbales acerca de convenciones morales se puede resbalar fácilmente hacia un abismo de alucinaciones que persiguen día a día al ser hu-mano que vive bajo la sombra de la adversidad del prójimo, en un esfuerzo por entender su propia existencia.

Pensamientos llenos de luz y algunas di-sertaciones oscuras contrastan en una atmós-fera donde se vislumbra un mundo nuevo, en donde se sufre y se goza, dependiendo

del resultado de trifulcas entre espíritus que aprenden, poco a poco, nuevas maneras de realizar actos de magia. En un entorno donde la manera de sobrevivir depende más de un conjuro fantasioso que de algún método real, la voluntad lo es todo”.

Ya lo comentó Reyes, para verlos solo basta con ir a Youtube y teclear: “Magos y Conjuros” o seguir este link:

h t t p s : / / w w w . y o u t u b e . c o m /watch?v=o4LWzuyiRnw

Esta semana llegó a mis manos una novela gráfica que ya había tenido la oportunidad de ver hace más de 10 años, cuando fue publicada por entregas en la revista de Gallito cómics bajo la responsiva de Víctor del Real y caracterizada por impulsar el cómic latinoamericano inde-pendiente. La obra que refiero es del artista mexicano Edgar Clement y se titula Operación Bolívar, editada en 1999.

El argumento es totalmente original, como suelen ser los argumentos de una buena obra gráfica: un gringo intenta tomar el control del mercado de las drogas y con ello unificar a América en un gran negocio con el apoyo de las autoridades norteamericanas y del arcángel Gabriel. Para ello, habrá que producir y distri-buir un nuevo estupefaciente llamado polvo de ángel, hecho con los huesos molidos de ángeles y por lo cual se prepara una matanza de estos seres celestiales.

El protagonista principal tiene el don de ver a los ángeles y las manos para poder matarlos, pues de ellos se pueden sacar varias cosas para su comercio, por ejemplo, de la sangre fermentada con maíz sale el Chínguere,

también llamado la bebida del diablo, que tiene muchos usos, entre ellos el reponer las energías; su carne tiene espectaculares pro-piedades tonificantes y medicinales; su cabello sirve para hacer cuerdas de violín y “cable ligero”, tan reacio como el acero y tan dócil como el algodón; las plumas pueden venderse a los escritores a cambio de su alma para luego hacer trato con Satanás, aunque parece alto el precio, se garantiza la genialidad o por lo menos el Premio Nobel; entre otras cosas, lo más valioso son sus huesos y la sustancia que se fabrica con ellos.

Pero no solo la idea es original, también el artista ofrece una obra digna de ser admirada y disfrutada con calma, pues está llena de de-talles inteligentes, pues busca un sincretismo entre la cultura prehispánica, la católica, la ciencia ficción y la novela policiaca mexicana, además de que ofrece un amplio catálogo de técnicas para su elaboración, pues se pueden percibir grabados, fotografías y collages que logran dar la impresión de un México moderno con fantasmas de la época novohispana.

Del mismo modo, tiene una gran riqueza

narrativa en donde va a mezclar de forma inge-niosa una voz en primera persona que refleja el sincretismo mexicano e irónico de sus perso-najes con tendencias hacia lo poético: “Román está maltrecho. Le doy carne de ángel para repo-nerse… chínguere para reanimarse... polvo para levantarse y le doy lugar en el sofá”. Asimismo, hay un episodio donde a Román, un judicial amigo del protagonista, se le tiene atado y se le aplica una terrible tortura, finamente docu-

mentada, sin que se le pueda sacar nada. Hecho pedazos, parece haber encontrado su final, sin embargo, cuando un gringo le mienta la madre, el policía toma fuerza para volverse invencible y salir de su suplicio, y al final del episodio aparece triunfante ante sus enemigos diciendo: “Me podrán traicionar, mutilar o incluso matar… Pero a mi mamá: ¡No la toca nadie! Pues el agra-vio a una madre no se perdona nunca. Y si viene de un gringo: ¡jamás!”.

Desayuno en Tiffany’s, mon kuMagos y conjuros, tres cortos de Gabriel ReyesPor Carlos Belmonte Grey

Reflexiones del mundo superfluo IIPor Carlos Flores

CineCóm

ics

Page 10: La Gualdra 186

LA GUALDRA NO. 18610

FEBRERO 2015

Miércoles 2518:00 Hrs.Entrada librePelícula comentada. Cicloen coordinación con El Centro de la GráficaMIRADAS MÚLTIPLES(La máquina loca)Dir. Emilio MailléMéxico/ 2012/ 96 min.

Miércoles 2520:00 Hrs.Entrada librePelícula invitadaLA CAZADir. Thomas VinterbergDinamarca/2012/ 111 min.Tras un divorcio complicado, Lucas reinicia su vida con una nueva novia y un nuevo tra-bajo en un kínder, al tiempo que intenta reconstruir la relación con Marcus, su hijo adolescente. Pero algo sale mal: de pronto se ve envuelto en un escándalo de abuso infantil. Así, en medio de la nieve y las luces navideñas la mentira se extiende y la co-munidad se sume en una his-teria colectiva, producto de la sorpresa y la desconfianza, mientras Lucas se ve obligado a luchar por su dignidad y su vida. Jueves 2610:00 Hrs.Entrada librePelícula comentada. Cicloen coordinación con el Centro de la GráficaCONTROLDir. Anton CorbijnReino Unido/ 2007/ 121 min.

Jueves 2618:00 Hrs.Entrada librePelícula comentada. Cicloen coordinación con el Centro de la GráficaHANNA ARENT

Dir. Margarethe von TrottaAlemania/ 2013/ 113 min.

Jueves 2620:00 Hrs.Entrada librePelícula invitadaTERCERA LLAMADADir. Francisco FrancoMéxico/ 2013/ 92 min.

Viernes 2718:00 Hrs.Documental PEDRO VALTIERRA,bajo la lenteDir. Emilio CastilloProducción TV UNAMMéxico/ 2009/ 30 min. Viernes 2719:00 Hrs.Entrada libreInauguración de exposición SEIS.SIETE.CUARENTAEn homenaje a

Pedro Valtierra, cuatro decadasde fotoperiodistaParticipan 53 artistas.Vestíbulo de la Cineteca Zacatecas.en coordinación conel Centro de la Gráfica.Permanencia al 19 de abrilBrindis de honor Sábado 2818:00 Hrs.Entrada librePelícula invitadaLA CAZADir. Thomas VinterbergDinamarca/2012/ 111 min.

Sábado 2820:00 Hrs.Entrada librePelícula invitadaCONTROLDir. Anton CorbijnReino Unido/ 2007/ 121 min.

AGENDA CULTURALFEBRERO 2015

MIÉRCOLES 2518:00 horasTodos al Centro HistóricoMiércoles de DanzónMercado “J. JesúsGonzález Ortega”Coordina: Casa Municipal de Cultura de Zacatecas

JUEVES 2619:00 horasTradicional ConciertoBanda Sinfónica del Estado Dir. Salvador Garcíay OrtegaPlazuela Goitia

VIERNES 27

18:00 horasConciertoOrquesta Típicade ZacatecasDir. Alfonso NaranjoMercado “J. Jesús González Ortega”Coordina: CasaMunicipal de Cultura de Zacatecas

DOMINGO 2213:00 horasTradicional ConciertoOrquesta Típicade ZacatecasDir. Alfonso NaranjoCasa Municipal deCultura de ZacatecasEntrada libre Coordina: Casa Municipal

de Cultura de Zacatecas

JUEVES 2619:00 horasTrovaAdrián VillagómezCafé “Casa de Moneda”Centro CulturalCiudadela del Arte

SÁBADO 2819:00 horasSábados en la CulturaLuis Díaz Leaños yel Ensamble AzulEscalinatas del Antiguo Templo de San Agustíny Plazuela Miguel Auza Coordinan: InstitutoZacatecano de Cultura “Ramón López

Velarde”y Casa Municipal deCultura de Zacatecas

MUNICIPIOS

PINOSLUNES 2319:00 horasDanza árabeShahdanaDir. Blanca BautistaJardín Principal

SEMINARIOS, CURSOSY TALLERES Estética(s) de la existenciaAutores ClásicosImpartido por: Guillermo Rivera Arteaga

Modalidad Virtu@lFebrero-MarzoInicio: 9 de febreroCupo limitadoCosto $300.00Informes e inscripcionesFacebook: Subdirección de Enseñanza e Investigación del [email protected]

MUSEOS Y GALERÍAS

MUSEO DE ARTEABSTRACTOMANUEL FELGUÉREZ

Thomas GhislaineSala Temporal IPermanencia: 28 de febrero

La Transmutaciónde la EnergíaRaúl HerreraSala Temporal IIPermanencia 28 de febrero

MUSEOFRANCISCO GOITIAÀnidáDe Susana SalinasPermanencia: 22 demarzo de 2015

FOTOTECA DE ZACATE-CAS PEDRO VALTIERRA“De aquí soy. ConcursoNacional de Fotografía Cuartoscuro 2014”Exposición ColectivaPermanencia: 18 demarzo del 2015.

Page 11: La Gualdra 186

23 de FEBRERO DE 2015 11

“Has”, “haz” y “as”“Has” es la segunda per-sona del singular del pre-sente de indicativo del verbo “haber”, que gene-ralmente es auxiliar. Recor-demos que cantaba Camilo Sesto: “Amor mío ¿qué me has hecho?” o Mocedades “Has perdido tu tren”.

“Haz” es también una segunda persona del sin-gular, pero no del modo indicativo sino imperativo. Aquí entra el famoso “haz de cuenta”, que no siem-pre es bien utilizado. “Haz” puede ser también un sus-

tantivo que significa por-ción atada de mieses, lino, hierbas, leña o cosas se-mejantes. Es un puñado o barra: un haz de trigo, un haz de luz.

“As” es el naipe de la baraja que simboliza al uno y que lleva el valor superior de entre todas las cartas. También se le llama “as” a alguien insuperable en su habilidad o talento.

* Lo invito a que envíe comentarios y demás in-

quietudes a:[email protected]

El PicaportePor Simitrio Quezada

Literatura

Para Óscar G. Chávez

¿Cómo fueron las tinieblas que siguie-ron a la falta de luz propiciada por la derrota del vasconcelismo? Magdaleno confesó que fue perseguido por su mi-litancia y apoyo al vasconcelismo, se recluyó en la creación de un nuevo teatro mexicano, que se alejara de la tradición propiamente hispánica, al que denominó Teatro de Ahora, y cuyas obras luego recogió bajo el título de Teatro revolucionario. En ese nuevo pe-ríodo de inmersión artística y de apren-dizaje humano y político fue esencial Narciso Bassols, perteneciente al grupo denominado los Siete Sabios, junto con Vicente Lombardo Toledano, Antonio Caso y Manuel Gómez Morín; llegó a ser Secretario de Educación Pública entre 1931 y 1934, un revolucionario de la educación, como también lo había sido José Vasconcelos.

Narciso Bassols apoyó directamente la labor dramatúrgica de Mauricio Mag-daleno y Juan Bustillo Oro. Cuando el enfrentamiento institucional con el grupo Contemporáneos se hizo insos-tenible, Bassols financió a los dos es-critores un viaje a Madrid, con el pro-

pósito de conocer allí a los amigos de la República, una aventura que finalizó con una comunicación del propio Bas-sols, quien en una carta del 23 de marzo de 1933 les informaba que no disponía de fondos suficientes para que los auto-res pudiesen ir a Berlín y a Moscú se-guramente a conocer de primera mano el teatro político de Piscator y el teatro revolucionario ruso, y que por tanto debían regresar de inmediato a México.

Ya en México, en 1934, el apoyo de Bassols continuó con nuevas re-presentaciones teatrales y, posterior-mente, invitó a ambos autores a una experiencia única: la de los maestros rurales mexicanos. Por este motivo los envió a El Mexe, en la región del Valle del Mezquital, Hidalgo. Bustillo Oro no pudo aguantar mucho tiempo las duras condiciones, mientras que Magdaleno lo aprovechó para tomar notas de lo que luego se convertiría en su mejor novela: El resplandor (1937).

La confianza que Bassols tenía en Magdaleno era absoluta, paternal, le dio la oportunidad de servir en las instancias públicas que él dirigió. Esta cercanía propició que Mauricio Magdaleno pu-diera realizar un certero retrato del po-lítico que tantas críticas sufrió por parte del catolicismo y del tradicionalismo mexicano, se llamó: Narciso Bassols. No-tas para una fisionomía política (1934).

La lealtad que Mauricio Magdaleno tuvo hacia Bassols fue tal que presen-taba su dimisión cada vez que este era cesado de sus responsabilidades,

incluso cuando fue “invitado” a aban-donar sus responsabilidades en el go-bierno, y empujado a salir al exterior como diplomático. Magdaleno tuvo to-davía una estrecha correspondencia con el político, hasta el punto de que este le solicitó apoyo para financiar un pro-yecto editorial, para introducir obras de perspectiva marxista en México. Quizá la carta más enigmática que ambos intercambiaron fue aquella en la que Bassols le pide a Magdaleno que vaya a visitar a su mujer a México, para que esta le dé detalles de su situación, y a continuación pueda acudir a un repre-sentante del gobierno a pedirle explica-ciones de por qué razón se encontraba él en Londres. El final de la carta es pro-fundamente desesperanzado, y muestra la sensibilidad del político:

“Me impresionó su confesión tan cariñosa de que después de mi salida, durante algu-nos días estuvo desalentado y con un cierto vacío interior. Créame que el mejor con-suelo que puede recibir un desterrado es saber que no fue unánime el gesto de repul-sión que hay siempre debajo del gesto de descanso, hecho silencio, que uno ve como estela de su barco”.

Una sensibilidad que le llevó en su día a apreciar la propuesta artística de Mauricio Magdaleno, una sensibilidad que fue protagonista del libro que Mag-daleno escribió para analizar la fisiono-mía política de Narciso Bassols.

* (Madrid, 1979). Escritor, crítico, e investiga-

dor de proyecto en El Colegio de México. Doc-

tor en literatura española e hispanoamericana

por la UNED, con una tesis sobre el universo li-

terario de Mauricio Magdaleno. Sus intereses de

investigación son la literatura española e hispa-

noamericana de los siglos XIX y XX, prestando

una especial atención a la narrativa mexicana

y a la literatura del exilio español. Junto a An-

drés del Arenal ha coordinado la colección de

ensayos El muerto era yo. Aproximaciones a Juan

Rulfo (Calygramma / EstoNoEsBerlín, 2013) y

ha realizado la edición, el estudio preliminar y

las notas de la novela El resplandor, de Mauricio

Magdaleno (Clásicos hispanoamericanos, 2013).

Actualmente reside en México, DF.

Mauricio Magdaleno, para intrusosVI. De educación y destierros.Magdaleno y Narciso BassolsPor Conrado J. Arranz

Narciso Bassols

Page 12: La Gualdra 186

LA GUALDRA NO. 186 / 23 de FEBRERO DE 201512Rí

o de P

alab

ras

Empecé a usar la memoria cuando tenía veinti-tantos años… Es un aparato maravilloso, decían, conservan toda la información que quieras. Aún no sé por qué me aferraba a conservar en ella todos mis recuerdos. Al principio solo tenía una de 256 megas; luego fueron creciendo en cantidad y capacidad hasta llegar a las de 2, 4, 8, 16, 32 gigas o un terabyte; siempre creciendo en el doble de cantidad y de recuerdos. Ahí tengo almacenados libros, música, imágenes, videos

y una cantidad innumerable de palabras. La historia de mi vida custodiada en un objeto de plástico, metal y no sé qué tantos otros compo-nentes. Cada nueva etapa académica, laboral y hasta sentimental se representa por cada una de ellas. Hoy me he dado a la tarea de revisar mis memorias. Las he puesto con emoción en el puerto de la computadora, para darme un paseo por el pasado… sin embargo, no he podido acceder a muchas de ellas. Algunas se

han enmohecido y prefiriendo no ocasionar un daño mayor en el equipo he preferido desecharlas, otras simplemente pudorosas se rehúsan a mostrar su contenido argumentando que fueron creadas en programas anteriores o no compatibles. Otras más han adquirido virus por exceso de uso, al ir de un equipo a otro. En fin… desde los veintitantos tengo acumuladas una cantidad de diecisiete memorias, pero

ahora solo tres de ellas sirven; desafortuna-damente no son de las que custodiaban los recuerdos personales. A veces las memorias son más sabias, ellas saben que no es bueno quedarse instalado en el pasado.

Desde los primeros días de diciembre la ofi-cina fue adornada con arreglos navideños: arbolito con esferas, moñitos y escarcha, guirnaldas, farolitos de papel crepé, luces de colores, flores de nochebuena…

Esta noche será la posada, el intercambio de regalos y el inicio de unos días de asueto.

“Coquito, ando con el vampiro. Si pregun-tan por mí, inventa cualquier cosa. Porfa…

Conchis”.A Pepetoño (el novio de Conchis) nunca

se le quitó la maña de leer los recados ajenos.

Para el novio metiche, la oficina se tras-formó en los bosques de Transilvania, hasta pudo escuchar los aullidos de los lobos,

largos, larguísimos…¿El vampiro? ¿Y ese puto quién es?, se

preguntó Pepetoño. Seguro, segurísimo es un pinche padrote.

Fue entonces que la vio salir del baño.Apareció pálida… ¡Qué gacho, ya se la

chupó el culero! Con unas ojeras negras ri-beteadas en morado que se columpiaban en los párpados… la mirada lánguida… opaca…

-Amor, no te vayas a engorilar… Es que traigo unos cólicos bien gachos… qué quie-res… ¡Traigo el vampiro navideño!

* Primer lugar en el XIII Concurso Interna-

cional de Cuento Navideño, súbito, breve

electrónico. 2011.

El fantasmaPrimer acto:

*Desaparece*

MondayApenas era lunes y yo llevaba dos horas en la barra de un bar en donde pocos parroquianos limaban su abandono en el fondo de caballi-tos de tequila. Sus miradas cansinas y tristes deprimían aún más el paisaje de la suciedad y la inmundicia. Mi vista correcta no se apar-taba de la pantalla, en el canal de Naturaleza aparecían inéditas imágenes del nacimiento de un hipopótamo, el nacimiento de una jirafa, el nacimiento de decenas o quizás cientos caballi-tos de mar. Mi mano se aferraba a una botella ámbar que vez en vez me llevaba a la garganta para someter la sed y aniquilar las escuálidas neuronas que había sobrevivido al fin de se-mana. Apenas era lunes, contaba tres tragos de tequila y tres cervezas, dos cigarrillos y medio porro. Apareció primero su boca, después sus ojos. Apareció a dos lugares de donde yo en la

barra. Apenas era lunes y todo estaba ausente en la ciudad, todo, incluso los fantasmas. Me moví los dos sitios que nos separaban. Le vi las piernas e imaginé su perímetro. Pensé mis labios recorriendo su firmeza. Me pensé montado en ella, dentro de ella, saciado en ella y corrido en ella. Me pensé siendo de ella. Apenas era lunes.

—¿En qué parte de la película de tu vida vas?— pregunté, con una gran y expectante sonrisa, echando mi sombrero de lado y en pose, según yo, de Rodolfo Valentino.

—En la parte en la que me convierto en zombie, pendejo— dijo sin coquetear ni vol-tearme a ver, bebiendo de su trago color de magnolia.

Regresé a mi lugar, oteaba por el espejo. Me pedí el cuarto tequila, la cuarta cerveza. Vi que le sirvieron su segunda ginatónic. Luego que acabé, salí. Yo no iba a ser el héroe que salvara a la humanidad, caminé aprisa. Imaginé que el piso del bar ya estaría lleno de pedazos de gente, sangre y caballitos destrozados.

Voy a dormir pensando en ti,aquí en Los Ángeles.

Hace un momento, mientras orinabamiré mi pene con cariño.

Saber que estuvo el día de hoydentro de ti dos veces, hizoque me sintiera hermoso.

3 am 15 de enero de 1967

* Richard Brautigan (1935-1984), mejor cono-

cido como novelista, es autor de la prodigiosa

La pesca de truchas en America del Norte. Su

poesía es tierna y escatológica, endiablada-

mente ingenua y cercana. “The beautiful poem”

aparece en The Pill versus The Springhill Mine

Disaster (Four seasons foundation, 1968).

El vampiro navideño*Por Alberto Huerta

Dos relatos Por Edgar Khonde

ElhermosopoemaPor Richard Brautigan*

[Versión: Javier Acosta]

Las memorias Por Pilar Alba

Verónica Mercado. Piedra de Toque.Técnica mixta sobre tela. 90 x 100 cm. 2003.